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TODA LA VERDAD SOBRE LUPE SINOLUPE SINO, LA NOVIA DE MANOLETE, SE CASO EN 1937 EN MADRID CON ANTONIO VERARDINI, JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL IV EJERCITO DE CIPRIANO MERA
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TODA LA VERDAD SOBRE LUPE SINO
LUPE SINO, LA NOVIA DE MANOLETE, SE CASO EN 1937 EN MADRID CON ANTONIO
VERARDINI, JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL IV EJERCITO DE CIPRIANO MERA
Antonia Bronchalo y Antonio Verardini
Mucho se ha divagado sobre la figura de Antonia Bronchalo Lopesino, conocida artísticamente como
Lupe Sino, desde que el director de cine danés Menno Meyjes se decidiera en 2005 a rodar la
desafortunada película “Manolete”. Hasta entonces esta mujer era una completa desconocida: que
fue la novia del torero de Córdoba, una chica Chicote con la que unos pocos especularon sobre su
posible nacionalidad mexicana, con su fama de buscona por un lado, y arpía por otro, como la llamaba
en 1999 con mala uva y lamentable ironía, el malintencionado e ignorante periodista Antonio Burgos
en una antigua web titulada “Academia Mundial de Arpías Lupe Sino”, de la que él se autodenominaba
presidente honorario. Eso era todo cuanto se sabía de ella y lo poco que se podía encontrar
navegando por internet, hasta que por esas fechas me puse manos a la obra, investigué aquí y allá
durante años, con paciencia y con tesón, dándole tiempo al tiempo, y comencé a sacar a la luz la
verdadera personalidad de esta mujer tan maltratada por la bibliografía taurina del franquismo y con
la que la memoria histórica de este país aun tiene una deuda pendiente.
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Imágenes del ambiente que había en el Bar Chicote
Desde entonces muchos escritores e historiadores taurinos oportunistas han bebido en mis fuentes,
unos (los menos) citándome honradamente y muchos otros haciendo suyas cuantas investigaciones
fui publicando en mi blog “Larga cordobesa”, en la añorada revista taurina publicada en Córdoba “La
Montera” y en el propio Diario Córdoba. Todos siguen ignorando cómo fue la vida de Antonia
Brochalo antes y durante la guerra civil, hasta que conociera al torero Manuel Rodríguez “Manolete”
en el bar Chicote. Daba la sensación en todas cuantas biografías sobre el torero que he manejado, de
que esta intrépida mujer no tenía pasado, como si hubiese aparecido en Madrid en 1943 de buenas a
primeras, cuando la verdad es que tuvo una primera y una segunda juventud apasionantes en Madrid.
Siendo sólo una chiquilla, entró a servir como criada en casas de señores adinerados, huyendo de la
inmensa pobreza en la que nació un 6 de marzo de 1917 en Sayatón, en la provincia española de
Guadalajara, pues su padre Nicomedes Bronchalo Sánchez, de fuertes convicciones republicanas, era
un humilde peón agrícola, que apenas ganaba para dar de comer a los nueve hijos que tuvo, siete
hembras (Benita, Basilia,Visitación, Antonia, Claudia, Anunciación y María del Pilar) y dos varones
(Emilio y Félix). En 1928, Benita y Basilia servían en Madrid en la casa del empresario navarro Félix
Huarte Goñi, mientras que Anunciación y Mari Pili estaban en un colegio de monjas que les pagaba
Antonia con lo que ganaba ya como actriz en cabaret y salas de espectáculos. A su hermano Emilio, el
mayor y mas enfermizo, le puso una carbonería.
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SI HUBO BODA A LA REPUBLICANA
Julián García Candau en su extraordinario libro “Celos, amor y muerte. Tragedias y pasiones del toreo”
(Espasa-Hoy, 2003), apunta la única pista verdadera sobre esta mujer y años mas tarde la periodista
Carmen Esteban con su libro “Lupe, el sino de Manolete” (Espasa-Hoy 2007), son los únicos que han
contado de primera mano la verdad o lo poco que se sabe de ella, citándo con honradez las fuentes
consultadas. Todos los demás ensayos publicados sobre el tema (Gonzalo Sánchez, Agustí; el
fantasioso periodista catalán Juan Soto Viñolo, incluso Fernando Gonzalo Viñas en su reciente
biografía “Manolete, biografía de un sin vivir”) han pecado de oportunismo y falta de rigor histórico y
ausencia absoluta de investigación. Nadie hasta ahora sabía a ciencia cierta si quiera… si era verdad o
no que Antonia Bronchalo llegara a casarse durante la guerra con un supuesto “comisario político” del
Ejercito republicano. Un matrimonio del que según se dice en todas las fuentes bibliográficas “no
existe constancia” (García Candau y Esteban Carmen, Ob. c., las mas serias por ejemplo), ni siquiera se
cuenta qué hizo esta mujer para sobrevivir en aquel Madrid fratricida en el que una vida no valía ni
una perra gorda. No es cierto que este presunto matrimonio fuese “un bulo, una leyenda negra para
desprestigiar a esta mujer nada más hacerse novia formal de Manolete”, como apunta Carmen
Esteban en su libro.
Antonia Bronchalo Lopesino contrajo matrimonio civil durante la guerra española en octubre de 1937,
con el Jefe el Estado Mayor del IV Ejercito Republicano Antonio Verardini Díez-Ferreti, un confuso y
controvertido personaje que se movió en el filo de la navaja durante toda su vida: ingeniero, presunto
estafador, anarquista de origen burgués y que el general Cipriano Mera conoció en la cárcel Modelo
defendiéndole siempre a capa y espada. Ambos fueron excarcelados de la Modelo el 21 de julio.
Verardini para muchos fue un cenetista de ocasión, con un dudoso título de ingeniero en su poder y
un turbulento pasado como estafador a sus espaldas. El acto civil de matrimonio tuvo lugar en el
cuartel General de la 33 División, actuando como testigos del mismo, el general Miaja y Cipriano
Mera. Asistieron unos cuantos invitados entre los que se encontraban el general Gorev, principal
“consejero” ruso; el comandante Perea, jefe del IV Cuerpo de Ejército; comandante Medrano, jefe de
la 33 División; comandante Palacios jefe de la 5ª División; comandante Valentín González, jefe de la 46
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División; comandante de artillería Rufino Estellés, comisarios Sebastián Zapiráin y Manuel Valle; así
como los periodistas Javier Bueno, socialista, Farcía Pradas, cenetista, y finalmente Eduardo Val,
secretario del Comité Regional del Centro. De este evento se publicó una foto en las memorias del
mismo Cipriano Mera “Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista” (editado en 2006 por
Confederación Nacional del Trabajo, CNT), en la que aparece Verardini con su compañeros pero no
Antonia. De este enlace, como es natural, no queda constancia escrita alguna en ningún Registro Civil,
pues en aquellos ajetreados días en un Madrid convulso lleno de conspiraciones y muerte, ni se
registraba este tipo de enlaces civiles ni ya se registraba oficialmente nada, ni siquiera las muertes. En
todo caso ningún matrimonio civil celebrado durante la República era legal en la España de Franco,
por lo que este enlace como otros muchos que debieron de celebrarse en realidad no tuvieron valor
alguno fuera de ese contexto bélico.
El general Miaja ofició la boda de Verardini con Antonia Bronchalo
PRIMEROS AÑOS EN UN MADRID BÉLICO
Antonia abandonó el pueblo con catorce años y con sus padres y hermanos se trasladaron a Madrid
recalando en una humildísima casa que se encontraba en la ahora calle Arturo Soria. Con esa edad,
siendo tan solo una zagala, se colocó como criada en una casa de unos adinerados que residían en la
calle Lista en el barrio de Salamanca. Ese fue su oficio durante unos años, hasta que ya hecha una bella
mujer, decide probar suerte en el mundo del espectáculo y así le sorprende la guerra civil en España.
Aunque pasados los años y dado la gran belleza que tenía, aspiraba a algo más que a ser una bailarina
de cabaret. Pero el conflicto armado cortó de raíz por ahora sus aspiraciones. Antonia pasó la Guerra
Civil en Madrid y supo sobrevivir, por su instinto, su inteligencia y por no decirlo, también por su
belleza. Sus mejores armas de mujer. Es cierto que en esta época se codeó con lo mas granado de la
izquierda de la capital de España. Entrando en contacto directo con los anarcosindicalistas con los que
se sintió muy identificada. Supo sobrevivir en una ciudad ocupada en guerra, entre soldados y
corresponsales, brigadas internacionales, comisarios comunistas, espías, delatores, chulos, hambre y
terror. Madrid en aquellos días vivía un ambiente revolucionario, que propiciaba el enfrentamiento de
clase y para los desafectos que debían de protegerse resultaron especialmente peligrosas las criadas u
otros empleados de servicio si los tenían. El riesgo que suponía cuando se contaba con personas
empleadas en el servicio del hogar se concretaba sobre todo en la figura de las criadas. En muchas
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ocasiones, estas eran muchachas jóvenes que, bien desde antes de julio de 1936 o después de
entonces, mantenían relaciones con algún joven que, ahora enfundado en un mono o en un uniforme
de miliciano, tenían su vida asegurada. Estas relaciones de milicianos con criadas del servicio
doméstico suponían un peligro para el desafecto. Igualmente los porteros de las fincas fueron por
encima de cualquier otra profesión o grupo social profesional los que se significaron más en la
actuación contra la población desafecta madrileña covirtiéndose en su verdadero peligro como
delatores vengativos.
Foto de la plana mayor del Ejército de Cipriano Mera. Verardini con las manos en los bolsillos y las
piernas abiertas habla a Cipriano.
Ese fue el ambiente en el que tuvo que desenvolverse una jovencísima Antonia Bronchalo. En honor a
la verdad no se puede acusar a esta mujer de delatar a nadie aunque tampoco se puede afirmar lo
contrario. Si se sabe que tuvo varios percances con el orden público por alguna noticia recogida por la
prensa de la época, concretamente en una noticia de la edición de La Vanguardia del viernes 16 de
abril de 1937, en la que se da cuenta de la detención por parte de una patrulla de comunistas a las
ordenes de Fernando Valenti mandado por el comisario comunista Cazorla de Antonio Veradini,
significado anarcosindicalista, al sorprenderlo en su casa, en aquellos días de 1937 en la calle Torrijos
número 26, embriagado y metido en la cama con Antonia Bronchalo. Al parecer la detención se
produjo cuando en el registro se encontró entre las ropas del Jefe del Estado Mayor de Mera, una
orden secreta de operaciones del Estado Mayor de la 70 Brigada del IV Ejército de la Columna del
Rosal y de los Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra, un documento que según cuanta el
propio Cipriano Mera en sus memorias, a pesar de haber sido una irresponsabilidad del detenido
llevarlo encima en ese momento, no tenía ninguna importancia ni representaba ningún peligro para la
República. Lo cierto es que los comunistas se la tenían jurada a Verardini, y tuvo que ser el propio
Cipriano Mera quien consiguiese liberarlo de la Consejería de Orden Público, con un camión cargado
con 25 hombres pertrechados de fusiles ametralladoras y bombas de mano, con el beneplácito del
propio general Miaja que ordeno inmediatamente su liberación. También se hace una referencia a ella
en el libro de memorias de Cipriano Mera, sobre unos hechos llenos de ambigüedad: por una denuncia
falsa interpuesta por Antonia Bronchalo sobre el abrigo de visón que poseía la mujer de Cipriano. Al
parecer le denunció a él también porque le había puesto un piso a su mujer con todos los lujos en el
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barrio de Salamanca.(...).
UNA VIDA AVENTURERA Y APASIONADA
Antonio Verardini Díez-Ferreti
Pero ¿quién fue realmente este Antonio Verardini Díez-Ferreti?. Según pude saber por fuentes
familiares, Antonio Verardini nació en Madrid el 13 de junio de 1910. Era el pequeño de ocho
hermanos aunque solo cinco llegaron a edad adulta. Su primera juventud fue risueña y confortable en
el seno de una familia acomodada y burguesa. Fue siempre una persona inquieta y traviesa desde muy
jovencito. Su padre se llamaba Giuseppe Verardini Ferreti ingeniero de Minas (de origen italiano,
concretamente de Bolonia) y su madre Aurea Díez, mujer culta y estudiada, que buscó la mejor
formación para su hijo. A los 14 años era un bachiller aventajado, y a los 21 un joven con ingenio y con
recursos, que tuvo la iniciativa de salir a formarse al extranjero. Antonio al parecer fue una persona
muy inteligente y ya destacó por ello desde muy joven, según recoge una noticia de ABC del 20 de
marzo de 1925: Ayer tarde, a las seis, se verificó en el Instituto Católico de Artes e Industrias, del
Paseo de Alberto Aguilera, (Colegio de los Jesuitas) una solemne fiesta(...). Los alumnos del quinto año
de Bachillerato Sres. Villanueva, Millán, Ayala, Jarata, Lucini y Verardini, dieron conferencias de
vulgarización científica acerca de la técnica moderna de las telecomunicaciones(...). Lo cierto es que
por su rebeldía fue expulsado del Colegio de los Jesuitas y se marcha para formarse como Ingeniero
Mecánico en la Politécnica de París. Fue el ingeniero más joven de su promoción, pues hizo la carrera
en solo dos años. A su vuelta a Madrid no encuentra su sitio...y se marcha a Ceuta donde constituye
una sociedad de construcciones con muchos proyectos, pero le dan la espalda por su espíritu
libertario y revolucionario. En una entrevista que le hizo el periodista José Romero Cuesta en el
semanario Mundo Gráfico en 1937 desmiente que fuera un estafador y cuenta que fue encarcelado
porque ante su actitud anarquista, libertaria y revolucionaria le aplicaron la Ley de Vagos y Maleantes,
con la excusa de “anormalidad mental”... Fue un personaje muy peculiar que tuvo una vida aventurera
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y apasionante. Se escapó de casa con sólo 17 años y se fue a París donde se hizo pintor. Su padre lo
trajo de vuelta a casa poco menos que de las orejas tras descubrirle en una exposición colectiva de
pintura en la que firmaba bajo el seudónimo de D’Igny. Ese fue el momento en el que harto de las
comparaciones con su hermano mayor decidió estudiar Ingeniería en París. Probablemente se hizo
anarquista por pura reacción contra su padre, que era muy estricto, tradicional y conservador de
derechas, con una posición económica en aquellos días mas que acomodada. Antonio Verardini pasó
de soldado raso a teniente en una semana. Los milicianos recibieron un cargamento ruso de
ametralladoras y otras armas sofisticadas desmontadas. Él tomó la iniciativa de enseñar a todos como
debían de montarse y comenzó a destacar entre los demás, y esa circunstancia junto a su amistad con
Mera le hicieron llegar a Jefe del Estado Mayor de Cipriano Mera. Lo cuenta el propio Cipriano Mera
en sus memorias: “Serían las once de la mañana del día 28 cuando emprendimos nuestra marcha en
dirección a Cuenca los ciento cincuenta compañeros, con dos ametralladoras y el fusil ametrallador
que Verardini nos había enseñado a manejar. Tuvimos una reunión con el teniente coronel del Rosal
para estudiar seriamente el reforzamiento de nuestras posiciones. Nuestro frente fue dividido en tres
sectores, mandado por Manuel Arenas el flanco izquierdo por Cayuela el frontal y por Teodoro Mora
el derecho. El compañero Verardini, reconocida su gran capacidad, fue nombrado jefe del Estado
Mayor”. El 7 de mayo de 1938 le fue concedida la medalla de Sufrimiento por la Patria (recogido de La
Vanguardia 10 de mayo de 1938), al haber sido herido en una pierna en acción de guerra en el frente
de Cuenca en 1936.
Página con la entrevista a Verardini en El Mundo Gráfico
Se sabe que estuvo procesado y condenado en la cárcel Modelo por estafa. Está documentado que
Verardini pasó por la sección primera de la Audiencia Provincial de Madrid el 23 de abril de 1935,
acusado de estafa. El letrado que lo defendió fue un tal Roca de Togores. Existen pruebas
documentales de estas acusaciones de estafa y robos en los archivos de la Audiencia Territorial
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Criminal de Madrid: concretamente una estafa y robo a un comercio de pieles que estaba ubicado en
la calle Narváez. Por tanto no en vano se le calificó como “conocido estafador” pues había sido
condenado en varias ocasiones por fechorías como esta. Por eso estaba desde 1931 en la cárcel
Modelo cumpliendo su condena. Allí conoció e hizo gran amistad con Cipriano Mera, que estaba
cumpliendo condena por motivos políticos precisamente y no por estafa como Verardini.
En la Navidad de 1932, estando preso en la cárcel Modelo, llevó a cabo otra estafa a un conocido
preso compañero de celda que allí se encontraba por motivos políticos. Se trata del banquero Juan
March. Este hecho lo cuenta el escritor Ramón Garriga Alemany: “El hombre considerado como el mas
rico de España iba a pasar la Nochebuena en la Cárcel Modelo de Madrid en la categoría de preso.
Para el mallorquín, fiel a las tradiciones de su tierra natal, tuvieron que ser unas jornadas muy tristes.
No es sorprendente que, apenado por su situación presente, y así lo entendieron muchos, tuviera un
rasgo generoso en ofrecer buenos elementos para que sus colegas de encierro pudieran celebrar la
Nochebuena y olvidar por unas horas su condición de presos. En la tarde de la víspera de Navidades
llegó hasta la puerta de la Cárcel Modelo” una camioneta del Hotel Palace, de Madrid. Transportaba
una variedad de comestibles y cigarros habanos con destino a dos individuos encerrados. Como
espléndido donante de este regalo que permitía a los presos celebrar la gran fiesta de paz y
fraternidad del año, figuraba don Juan March, al que toda la población conocía bien porque hacía
medio año que estaba encerrado allí. Lo curioso del caso es que la persona más sorprendida por la
llegada y entrega de los víveres y viandas procedentes desde el Hotel Palace fue precisamente March.
Era él uno de los principales accionistas del gran establecimiento hotelero y, como no había dado
orden alguna para dicho regalo, pidió a la administración del hotel que se le informara de lo ocurrido.
‘No he hecho otra cosa que obedecer la orden que me dio usted por carta’, replicó el administrador
mostrando un papel. Se trataba realmente de una orden firmada por el mismo March. Este, perplejo
confeso: ‘Realmente se diría que es mi firma, pero el caso es que yo no he firmado esta orden’. March
no dio muestras de enfado. Rápidamente analizó la situación: nada sacaría denunciando la jugada de
que había sido víctima; en cambio, callando y aceptando la jugada se ganaría las simpatías de los que a
sus espalda había celebrado bien la Nochebuena y tal vez, con el tiempo, sacará algún beneficio de
una buena inteligencia con ellos. Fue de las pocas veces en su vida que renunció con una sonrisa en los
labios a no resarcirse de un daño que se le había hecho. Posteriormente, se supo que el hábil
falsificador de la firma de Juan March fue un técnico en comunicaciones llamado Verardini”.
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Restaurante Lhardy en la actualidad.
En el restaurante Lhardy de Madrid, se recibe una carta cuyo encabezamiento dice: JUAN MARCH.
Particular: “Muy señores míos: les agradeceré envíen el próximo día 24 a don Antonio Verardini, en la
prisión celular nº 875, 5ª Galería, una cena para dos personas, remitiéndome a mi domicilio la factura.
No le manden vinos, pues no lo permite el reglamento de la prisión, pero mándenle con la cena
algunos cigarros. (Firma aparente) Juan March”. El menú fue el siguiente: un Sol Menier, Noix de veau
bressanne, Poularde rôti, Gâteau Rhiz, fruta y cigarros habanos. El importe fue de 90 pesetas de las de
entonces.
Se saben muchas mas cosas de él gracias a la “Causa General” que tuvo lugar en 1943 instruida por el
Ministerio Público, en su procedimiento sumarísimo de urgencia nº 48.924 instruido por el Juzgado
Especial de Contraespionaje contra José Cazorla Maure, a la sazón responsable de la Brigada especial
de la Dirección General de Seguridad de Madrid, se denuncia a Antonio Verardini Díez-Ferreti como
directamente implicado de la checa de la falsa Embajada de Siam.
La Causa General es informativa y a veces incluso demasiado y sospechosamente informativa. Es
verdad que contiene muchas imprecisiones, verdades enteras, verdades a medias, mentiras a medias
y mentiras absolutas. Lo que es una absoluta verdad es que Antonio Verardini estuvo directamente
implicado en este cruel y terrorífico proyecto de muerte: la checa de la “Embajada de Siam”. Apareció
la bandera del reino tailandés en un chalé en el número 12 de la calle Juan Bravo de Madrid. El local
había sido incautado durante los primeros días de la guerra por el Ateneo Libertario de la CNT de La
Guindalera. La trampa fue urdida desde el comité de defensa de la CNT, con el beneplácito de Eduardo
Val, presidente del mismo y del cenetista Manuel Salgado Moreira
El gancho para engañar a los desafectos y “quintacolumnistas” y atraerlos al cobijo de la embajada de
Siam fue Alfonso López de Letona, que actuó durante todo el conflicto como espía doble, conocido
calavera de una gran familia madrileña que fue secretario y guardaespaldas del político Antonio
Goicoechea (a quien acompañó en su huida a Portugal) y matón ocasional de Falange. López de Letona
contaba con numerosos amigos refugiados en embajadas y otros centros bajo bandera diplomática.
López de Letona mantuvo una vieja amistad con Verardini, pues e conocieron en los patios de la cárcel
Modelo. Un lugar óptimo para forjar estrechos lazos de camaradería. Desesperado por el peligro que
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en aquellos días corría su vida, Letona busca a Verardini y le pide protección. Verardini pone precio a
esta protección y le pide, además de información de algunos de sus amigos, que haga correr entre
ellos la buena nueva de la apertura de la Embajada de Siam. Lejos de toda sospecha, López de Letona
asegura así a sus amigos derechistas escondidos, la bondad de acogerse con sus familiares y
pertenencias, especialmente joyas y dinero, a la protección de la embajada de Siam. Les cuenta que él
ya lo ha hecho y les dice que ésta resulta ser una oportunidad única que no deben de dejar pasar. No
tardarán en presentarse en la falsa embajada los primeros incautos que, tras ser recibidos con grandes
atenciones, son alojados en habitaciones provistas de micrófonos ocultos. Los recibía el propio
Verardini de manera muy amable y se presentaba así mismo a sus agradecidos huéspedes como el
Doctor Koplovitz. Verardini y Salgado se dedicaban a escuchar las conversaciones de los pobres e
indefenso refugiados allí.
Cubierta de la Causa General e imagen de fusilados de una checa
Una indiscreción del guardia de asalto Bonilla, cómplice de Salgado y Verardini en el engaño, ante el
general Miaja motivó su intervención, exigiendo que se pusiera fin a esta operación, que
desprestigiaba a la República. Cuando se ordenó el cierre del local, los que allí estaban refugiados
fueron conducidos a la Brigada de Investigación Criminal en la calle Víctor Hugo, donde tenía una de
sus sedes la Brigada del Amanecer: la mayoría de los hombres desaparecieron, casi todos ellos eran
militares. Las víctimas de este cruel engaño fueron pocas porque la ficticia embajada sólo funcionó
unos días y porque algunas integrantes del Auxilio Azul, infiltradas en el SIM, avisaron a tiempo a
algunos de los posibles engañados que se salvaron de milagro de caer en la trampa de Verardini. Los
acogidos en la falsa embajada de Siam fueron sacados por unas milicias de la CNT y asesinados, siendo
los nombres de las víctimas: José María Reus Ruiz de Velasco, Abdón López Turrión, Fernando Guillis
Merceded, Manuel Laguna Alfonso, Francisco Barnuevo Sandoval y Enrique Larroque Echevarría. Estas
fueron exactamente las víctimas de la trampa de Verardini. En la “Causa General” se apunta que los
gastos de esta falsa embajada corrieron a cargo del propio Verardini.
UN ESPERADO DIVORCIO
Antonio Veradini Díez Ferreti y Antonia Bronchalo Lopesino estuvieron casados y vivieron juntos en
Madrid durante la guerra. Según fuentes de la familia Verardini, Antonia vio que su marido iba
perdiendo cada día mas poder y sitio dentro del Ejercito Republicano y que la guerra se estaba
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perdiendo... y comenzó a desengañarse de él. A punto de acabarse la guerra la pareja se rompió y
cada uno se fue por su sitio. No se sabe a ciencia cierta si esta ruptura se debió a una decisión
oportunista y de conveniencia de Antonia o por desavenencias de la pareja sobre su incierto futuro
juntos tras una guerra perdida. Lo cierto es que Antonia optó por quedarse en Madrid y Antonio
Verardini huyó a Orán donde en un principio estuvo preso en el campo de concentración de Morand.
Logró escapar de allí alistandose como voluntario en el ejército francés. Participó en la segunda
Guerra Mundial en el bando aliado. Sin duda fue un tipo listo, con formación y que hablaba a la
perfección tres idiomas: italiano, español y francés, y desde luego sacó ventaja de ello, pues tenía la
habilidad de interferir las comunicaciones del ejército italiano sacando provecho de ello y de sus
servicios el bando aliado. Tras la guerra logró la nacionalidad francesa y se fue a vivir a París en el
barrio de Montmartre, donde trabajó como ingeniero enfrascado en sus trabajos de investigación,
concretamente sobre la teoría de la “nucléonique”. Dejó escritas y publicadas algunas obras en
francés, entre ellas un libro de poemas titulado “26 Poemas” bajo el seudónimo de Harry Bann. Murió
a finales de los años 1980 cuando ya estaba muy mayor y residía en una residencia de ancianos en el
Hospital de Dios de París.
La suerte corrida por Lupe Sino hasta 1948 ya ha sido contada ampliamente en otros post dentro de
este Blog. Antonia Bronchalo se marchó a México, pues tras la muerte de “Manolete” le hicieron en
Madrid la vida imposible, ya que no estaba ya el torero a su lado para protegerla. Varias manos negras
(como la del caballero jerezano Álvaro Domecq y la mismísima Carmen Polo), le cerraron todas las
puertas de las productoras cinematográficas con las que trabajó durante años. Allí en México se casó
con Manuel Pedro Rodríguez, un joven rico hijo del director del Banco Nacional, del que se separó a
los pocos años pues nunca estuvo enamorada de él, regresando de nuevo a Madrid a retomar su
carrera como actriz. Murió en Madrid el 13 de septiembre de 1959 a consecuencia de un derrame
cerebral. Al parecer seis días antes recibió un fuerte golpe en la cabeza a consecuencia de un
accidente sufrido por Puerta de Hierro con su coche deportivo descapotable, cuando era conducido
por el actor Arturo Fernández, con quien al parecer mantenía en aquella época una relación
sentimental. El diario ABC despachó con una gacetilla la noticia del óbito el lunes 14: “El domingo
falleció en Madrid, a los 42 años, doña Antonia Bronchalo a consecuencia de un derrame cerebral. Fue
artista cinematográfica, más conocida por Lupe Sino. Había interpretado los principales papeles
femeninos en varias películas españolas. Posteriormente se trasladó a México donde rodó dos
películas y contrajo matrimonio. Son incontables los testimonios de `pésame que reciben sus deudos
en el domicilio de la finada.(...).
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anunciarse hace unos años que el director de cine danés Menno Meyjes, tenía la intención de rodar
una película con el actor Adrien Brody y Penélope Cruz de protagonistas, sobre los desgraciados
amores de Manolete y la actriz de cine española Lupe Sino, se han suscitado comentarios de todo tipo
en la opinión pública española sobre esta mujer con quien el torero cordobés mantuvo una
apasionada relación, la mayoría de las veces equívocos cuando no inexactos e interesados,
consecuencia directa de la desinformación y de la falta de documentación de muchos comentaristas y
escritores que han querido subirse al carro del oportunismo, y lo único que han conseguido es crear
una imagen falsa de esta desafortunada mujer. Su verdadero nombre fue Antonia Bronchalo
Lopesino (su segundo apellido le sirvió para darse su nombre artístico: Lupe Sino) y nació en Sayatón
un pequeño pueblecito de la provincia de Guadalajara.
Desde 1947 a nuestros días han corrido ríos de tinta y se han escrito muchos libros, reportajes,
películas, ensayos y biografías en torno a la figura del torero cordobés Manuel Rodríguez “Manolete”
y casi nunca se ha mencionado a la novia del torero, la actriz Lupe Sino, y cuando se la ha citado ha
sido de manera muy tímida, como pasando de puntillas sobre este espinoso tema, que ha sido tabú en
este país durante muchos años. Filiberto Mira, por ejemplo, en su libro Vida y Tragedia de Manolete,
la cita lo imprescindible, aunque luego si que aprovecha las fotos de Cano en las que se ve a la actriz
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llorando con amargura en el lecho de muerte del torero cordobés. No se ha escrito apenas de ella
porque desde la muerte del torero, se convirtió en un elemento molesto para el entorno de Manolete
y cayó sobre ella una maldición que aún hoy perdura en la memoria histórica de este país tan dado a
las maledicencias y a las envidias, y es hora de aclarar con datos fehacientes y demostrables que esta
mujer no fue tan perversa como muchos quisieron retratarla, y que tras las calumnias que sobre ella
se vertieron, posiblemente lo que hubo fue un interés crematístico y económico lleno de crueldad.
Decían de ella que era una “buscona”, una “chica de Chicote” y otra serie de calificativos insultantes,
que no han hecho precisamente justicia a una mujer cuyos únicos delitos fueron ser una bellísima
actriz en ciernes, muy moderna para su época, que eligió al hombre qué mas le convenía y que se
enamoró locamente de él, sin pedirle permiso a media España. Una mujer que enamoró
apasionadamente al mejor torero de la historia y al que hizo inmensamente feliz mientras los dejaron
estar juntos, sufriendo ella calladamente durante cuatro años de relación, el rechazo de todos cuantos
rodearon a Manuel. No se ha escrito de ella, porque este tema del noviazgo de Manolete, ha sido y
sigue siendo tema “tabú” en Córdoba, y era preferible no herir susceptibilidades. Pero es hora,
después de tantos años, de que se haga un acercamiento a la verdad de todo cuanto ocurrió entre
estas dos personas.
En una entrevista que se le hizo a Manolete en el semanario “Dígame” en 1941, el torero puso de
manifiesto lo que pensaba del matrimonio y de las mujeres, y dibujó un perfil de su mujer ideal que
coincidiría muy poco con la que años mas tarde sería su novia oficial Lupe Sino: “No me enamoraré
mas que de una mujer de las de antes. No le tengo miedo al matrimonio pues creo que es el estado
perfecto del hombre. Pero yo no sé hasta qué punto sería un buen marido. Soy un poco dominante.
Absolutista, si se quiere. Quizá un poco “chapao” a la antigua. No me gusta que la mujer vaya a todas
partes con el marido, sino que sea más bien casera, que no salga mucho del hogar. Una esposa
llamaría a eso egoísmo. Pero puede que sea más bien que allá en mi tierra, en Córdoba, la mujer es
menos libre y menos amiga de callejear que en otros puntos de España”. Sin embargo al hacer la
descripción física de su mujer ideal describió sin saberlo a una mujer muy parecida a Antoñita
Bronchalo: “...la mujer me gusta que sea alta, sin exageración. Morena. Con ojos verdes. Moderna.
Pero eso sí, moderna nada más que en el vestir. En lo demás prefiero la moda de 1899”.
Unos meses mas tarde el mismo semanario “Dígame” publicaba una encuesta realizada entre las
actrices que en aquellos días mas sonaban en España, para que mostraran sus preferencias entre los
toreros del momento. Todas coincidían en que era el torero cordobés el preferido, e incluían en esta
encuesta, fíjense ustedes, a Lupe Sino. La actriz ponderaba los valores taurinos del cordobés pero
también dijo de él varias cosas poco positivas. Respondía así: “A mí me gusta el toreo de Manolete por
encima de todos, por su valor, su serenidad y su desprecio a la vida. Yo me vuelvo loca aplaudiéndole
cuando torea. Una vez le dije desde el tendido a gritos: ¡Eres el más grande del mundo!... Me miró, me
dio las gracias muy atento, pero sin sonreír... ¡oh, si Manolete sonriera! Eso sí, no me enamoraría de
ese hombre por nada en el mundo. No, no. Ni aunque fuera el último varón de la tierra. Es un gran
torero, pero duro y seco como el palo de una escoba”.
Como verán, los dos se desdijeron años más tarde de sus opiniones cuando se enamoraron, pues no
14
era Lupe una mujer de su casa precisamente, ni Manolete un hombre alegre y simpático, sino más
bien tímido, discreto, callado y muy serio. Lo cierto es que este romance inesperado debió tener lugar
en octubre de 1943. El cordobés encontró en ella la razón de su existencia, pues Lupe Sino supo
alejarlo de su atormentada realidad en los ruedos, y llevarlo de su mano por los maravillosos caminos
del amor, mostrándole con naturalidad, que en esta vida se puede ser feliz amando a una mujer y
llevando una vida tranquila y familiar junto a ella. Fue Lupe quien le descubrió el amor verdadero y
quien rompió las cadenas y el yugo que oprimían al torero con su apoderado y su entorno y con su
enorme responsabilidad como torero en las plazas de todo el mundo. Todos los de su entorno, sus
consejeros, incluso su apoderado veían en Lupe la próxima ruina del espada cordobés (y el final de
ellos mismos), pues Manolete había encontrado en ella la razón de su vida. La responsabilidad de su
carrera empezaba a atenuarse, envuelta en el ineludible atractivo de Lupe Sino y en el terrenal
disfrute de la vida junto a una hermosa mujer. El ensayista Fernando Claramunt López, por ejemplo,
en su obra “Manolete: él, y sus circunstancias”, dedica un capítulo a dar una imagen psicológica de
Lupe que titula “Los ojos de Guadalupe/ cuya color nunca supe” y en él, deja claro que la aparición en
escena de Lupe Sino, marcó un antes y un después en la carrera y en la vida y el entorno de Manolete,
pues la actriz supuso para él una auténtica liberación.
El periodista Julián García Candau en su obra “Celos, Amor y Muerte. Tragedias y Pasiones del Toreo”,
sitúa el primer encuentro de la pareja en el madrileño bar Chicote. Manolete, Camará y El Pipo
estaban sentados en una mesa tomando unas copas relajadamente en este “glamoroso”
establecimiento, cuando hicieron su aparición por la puerta giratoria del bar, Pastora Imperio,
Gitanillo de Triana y Lupe Sino, un trío de amigos que se prodigaba con frecuencia por este importante
punto de encuentro de famosos, artistas, intelectuales y también, por qué no decirlo, de prostitutas
de lujo en un Madrid de la posguerra, donde lo mismo se cerraban grandes tratos del estraperlo o de
ganado, como se encontraba una guapa mujer para pasar el rato, que contactos e influencias para
intereses profesionales de cualquier tipo. Fue Pastora quien se la presentó a Manolete como una gran
amiga de ella. El flechazo se produjo en cuanto ambos se cruzaron las miradas y Lupe esbozó su dulce
sonrisa para pedirle fuego al torero. A partir de aquel día, los contactos entre los dos enamorados se
fueron prodigando hasta que entablaron una relación seria y estable.
Los primeros encuentros furtivos fueron en el hotel del torero, pero más tarde fueron en el piso que
Antonia Bronchalo tenía en el barrio de Argüelles, hasta que el torero se instaló allí definitivamente a
vivir junto a ella, sin dejar nunca su habitación del hotel, desde donde salía vestido para torear. Lupe
Sino cuando conoció a Manolete era una actriz con posibles que tenía por delante un futuro
prometedor en el cine.
Antoñita Bronchalo era una mujer guapísima que llamaba la atención a primer golpe de vista y
Manuel, como es natural, reparó en ella. Morena, con melena ondulada que le caía en cascadas hasta
los hombros. De estatura media, ojos verdes y boca sensual, con una bonita cara redondeada y una
mirada preciosa. Tenía un cuerpo bien hecho, sin estridencias en las redondeces que resultaba
armonioso y bello, y una voz sugerente y agradable, dotada además de una gran simpatía. Era una
morena clara y tenía unos andares muy femeninos, los propios de aquellas chicas que en aquellos
años apodaban “topolinos”. Lupe Sino en verdad no hizo una gran carrera cinematográfica ya que su
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noviazgo con el torero eclipsó todas sus aspiraciones. Antes de conocer al torero hizo varias películas
de cierto éxito: interpretó “La Famosa Luz María” dirigida en 1942 por Fernando Mignoni, en la que
participaron actores como, Fernando Morán y Joaquín Borgia. Siendo ya novia de Manolete, en 1944,
hizo el papel de Teresa en “El Testamento del Virrey” un film dirigido por Ladislao Vajda con guión de
Tomás Borrás. Actuaron junto a ella Juan Calvo, Raúl Cancio, Milagros Leal, Manuel Luna, Irene Caba,
José Isbert, Manolo Morán y Mercedes Vecino. Como verán, Lupe Sino se codeaba con los mejores
actores que en aquellos momentos había en España. En 1948, ya muerto el torero cordobés, fue
contratada para hacer “El Marqués de Salamanca” que dirigió Edgar Neville y no volvió a hacer nada
más de importancia. Algunas apariciones secundarias en algunas películas y poco más. La realidad nos
dice que Lupe Sino no llegó a alcanzar la fama que buscaba en el cine, y la que realmente tuvo, la
encontró a la sombra del hombre al que amó: Manolete.
Doña Angustias Sánchez estaba muy preocupada por el noviazgo de su hijo. No lo veía con buenos
ojos. Una actitud que vista ahora, rozaba con la hipocresía, pues se sabe ya sin ninguna duda, que las
dos hermanas mayores de Manolete (hijas de Lagartijo hijo) ejercieron la prostitución en Córdoba, y
que fue su hermano torero el que las sacó de ese mundo. El rechazo de la cuadrilla del torero a esta
relación era comprensible y humano, pues Manolete estaba anunciando su pronta retirada para
casarse con Lupe y con él desaparecía la “gallina de los huevos de oro”. Más comprensible aún era el
rechazo, siempre diplomático y educado, del apoderado del torero, José Flores “Camará”, que sólo
buscaba que su pupilo no encontrara obstáculos ni entretenimientos que distrajesen su carrera, pues
sabía mejor que nadie, que el torero al que apadrinaba era un fuera de serie, un hito, “un monstruo”,
como lo calificó acertadamente Ricardo García “K-Hito”. Su obra más importante comenzaba a
tambalearse por el amor de una mujer. Además, dicho sea de paso, la relación entre José Flores
Camará y Manolete, era como la de un padre y un hijo, aunque tras la irrupción en escena de Lupe las
cosas cambiaron bastante, pues desde 1943 el torero ya no dormía en la misma habitación de los
hoteles con el apoderado, como hasta entonces tenían por costumbre, ya que el torero se hacía
acompañar por su novia a todas las ferias a las que acudía.
Manolete vivió aquellos años (de 1943 a 1947) con inquietud y amargura, pues observaba con dolor el
rechazo de toda su gente a la mujer que amaba, y él se sentía muy enamorado de ella a pesar de todo
y de todos. No tenía pensamientos para otra mujer que no fuera ella, tanto que se convirtió en una
auténtica obsesión para él. Con Lupe viajó el torero a México, donde a Lupe la trataban como su
señora. Con ella pasó durante los dos últimos veranos los momentos más felices de su vida en
Fuentelaencina, el pueblo en el que residía la familia Bronchalo durante los veranos. Allí pasó casi
todo el año 1946 que se lo tomó de descanso. Sólo participó aquel año en la corrida de la Beneficencia
de Madrid.
Como quedó dicho anteriormente, Antoñita Bronchalo Lopesino y sus hermanos (fueron cinco
hermanas y dos hermanos), nacieron en Sayatón, un pueblo cercano a Fuentelaencina, también de la
provincia de Guadalajara. No era por tanto mexicana como se ha dicho en muchas ocasiones. Antoñita
tenía una hermana llamada Luchy, que en aquellos años era novia de Juan Padilla, famoso propietario
de una cadena de perfumerías que hubo en Madrid, con el cual se casó y del que en la actualidad es su
viuda. En julio de 1947 Manolete estuvo dos semanas en el pueblo de su novia, en esos descansos que
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le permitían sus contratos. En el pueblo, el novio de la niña de Bronchalo, era especialmente querido y
apreciado. Jugaba al fútbol con los chiquillos del pueblo, echaba partidas de frontón, y jugaba a las
cartas y al dominó en el bar del pueblo con todo el mundo, pues ya le consideraban uno más de
Fuentelaencina. Allí iba de cacería o se iban las dos hermanas con sus respectivos novios a bañarse al
río en Valdefuentes, donde había una poza de agua clara y un manantial. Manuel guardaba su coche,
un Hispano-Suiza impresionante, en el corralón de la casa del farmacéutico del pueblo, don Adrián
Ayala Plaza. El cordobés fue inmensamente feliz esos dos veranos en estas tierras, donde encontró
amor y paz a raudales que tanta falta le hacía. Cincuenta años más tarde, en Fuentelaencina se
organizó y montó una exposición dedicada al torero de Córdoba, con motivo del cincuenta aniversario
de su muerte. Un pueblo que lloró con especial amargura la tragedia de Linares, pues se le
consideraba ya como hijo adoptivo.
Doña Angustias Sánchez fue tajante con su hijo en lo referente a la posible boda que ya Manuel
anunciaba. Amenazó a su hijo con que no asistiría a ella si se celebraba. Manolete estaba viviendo
aquel año 1947 la peor de las situaciones anímicas que puede vivir una persona. Una situación por lo
demás, nada recomendable para un torero pues se encontraba entre la espada y la pared, sumergido
en un mortal triángulo amoroso. La madre del torero, la novia del torero y él torero. Un triángulo que
habría sido perfecto, si Manolete se hubiera casado por la Iglesia con el beneplácito de todos,
naturalmente, y su amor no hubiera sido una larga y apasionada relación prematrimonial con Lupe
Sino. Manolete tenía ganas de que llegara octubre para casarse inmediatamente y retirarse para
siempre, con Lupe Sino a su lado. Anhelaba dejar de ser Manolete para ser Manuel Rodríguez. Había
dicho en varias ocasiones a los periodistas (entre ellos a Matías Prats): “he ganado ya más dinero que
cinco generaciones de mis antepasados juntas, pero no he podido disfrutar de ese dinero. Quiero
retirarme cuando todavía estoy entero...”. Y Antoñita que desde 1943 lo acompañaba ya a todos
sitios, que le escuchaba, que le entendía y que sabía... tal vez mas de la cuenta, había dicho como una
sentencia: “No le dejarán nunca que se retire hasta que no lo vean muerto...”. Manolete pues,
esperaba como agua de mayo la llegada de ese mes de octubre de 1947 que no le llegó nunca, para
retirarse definitivamente y casarse con Lupe aunque doña Angustias se opusiese. Así al parecer se lo
contó el propio Manolete a Matías Prats durante la Semana Grande de San Sebastián, en agosto de
1947, días antes de que muriera.
La madre es que no quería ni oír hablar del asunto. El entorno del torero, de manera interesada y
miserable, la había envenenado con habladurías y maledicencias. De Lupe se decía que había estado
casada durante la guerra civil con un comisario político, capitán del ejército republicano, aunque
nunca se ha probado este hecho. Así pues, no era Lupe la mujer pura que deseaban en Córdoba para
el torero. Una ironía y una gran hipocresía, pues se sabe que cuando en 1943 toreó en la Feria de
Mayo en su ciudad, desde los tendidos insultaron cruelmente a sus hermanas, causándole a Manolete
un daño anímico inmenso, que le hicieron tomar la decisión de no volver a torear nunca más en
Córdoba...
Antoñita Bronchalo no era tan mala mujer como la pintaron. Tuvo el inmenso mérito de sacar ella
solita adelante con su trabajo a sus hermanos, a los que logró instalarlos muy bien en Madrid. Pero
nunca logró quitarse de encima el estigma de “chica de Chicote”, otra hipocresía malintencionada ya
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que ella jamás ejerció la prostitución como se ha dicho en alguna ocasión, y cuando iba a Chicote
siempre iba acompañada por Pastora Imperio y Gitanillo de Triana, sus amigos más cercanos.
Doña Angustias le decía a su hijo que aquella chica no le convenía y le recordaba siempre con saña su
pasado, pues también se hablaba de que había mantenido relaciones con varios toreros (se la
relacionaba con Domingo Ortega, con Antonio Márquez y alguno más). Todo fueron habladurías,
veneno llevado en pequeños frascos de Madrid a Córdoba para envenenar a la madre del torero
contra Antoñita. Pero Manolete creía en Lupe. Creía en su lealtad desde que la conoció. En unas de las
conversaciones entre madre e hijo, cuando el torero le manifestó que tenía la intención de que
Antoñita fuera la madre de sus hijos, doña Angustias le dijo, de muy malas maneras, que aquello no
podía ser: “Tengo noticias de que sufrió una operación y se quedó hueca”... Las cosas que le contaban.
Menudo carácter el de doña Angustias. Todas estas confidencias sobre su madre y sobre los
desgraciados amores del torero y Lupe se las contó el propio Manolete al periodista Antonio Bellón,
con el que tenía una gran amistad. Se desahogó con él mientras conducía al volante de su Buick azul
aquella madrugada, víspera de su muerte, en el trayecto entre Manzanares a Linares, mientras que
Camará y Guillermo, su mozo de espada y conductor, dormían a pata suelta en la parte de atrás del
coche. Bellón nunca se atrevió a publicar estas confidencias de su amigo, aunque si se las relató de
viva voz con pelos y señales a Ricardo García K-Hito, que fue finalmente quien las aireó.
Manolo y Lupe viajaron juntos a México todas las veces que el torero hizo campaña allí. Después de
finalizar sus contratos en tierras aztecas, viajaron juntos a Estados Unidos los dos solos de vacaciones,
como unos recién casados. Por cierto que en 1986 Juan Soto Viñolo publicó el libro “Manolete: torero
para olvidar una guerra” (el genero literario es el de ensayo pero traspasa la frontera de la ficción), y
dedica en él un capítulo (página 218 del libro) a describir desvergonzadamente unas escenas amorosas
entre Manolete y Lupe en una suite de un lujoso hotel de México, que rozan lo pornográfico,
enumerando incluso las veces que aquella noche hicieron el amor la pareja. Parece como si este
fantasioso “periodista” hubiera estado allí en la habitación, escondido tras las cortinas presenciando
lo que allí dentro ocurría. Libro publicado en 1986: siguen las maledicencias y los embustes sobre
estas dos personas cuarenta años después de que ambos estuvieran muertos. Cuando ambos
volvieron de América, en España se corrió la voz de que se habían casado en secreto. Ambos tuvieron
que desmentirlo públicamente y Manolete jurárselo a su madre ante la imagen de San Rafael en la
Iglesia del Juramento de Córdoba.
El periodista Fernando Fernández Román, emitió en 1997 en TVE un magnífico reportaje sobre la vida
de Manolete, con motivo del 50 aniversario de la muerte del torero. En este reportaje incluye citas
reveladoras sobre la relación de la actriz y el torero. Entre ellas destacar las declaraciones que sobre
Lupe Sino hace el rejoneador jerezano Álvaro Domecq en las que deja claro el odio y el tremendo y
cruel desprecio que sentía por la actriz. Domecq que era un hombre religioso rozando el paroxismo y
del Opus Dei, tuvo que ver en Lupe poco menos que la reencarnación del maligno en forma de mujer
hermosa. Incluye también unas declaraciones de Matías Prats, refiriéndose a la entrevista que le hizo
al torero en el callejón de la plaza de toros de San Sebastián días antes de que se produjera la tragedia
de Linares que son esclarecedoras. Matías Prats dice que ese día lo vio más delgado de la cuenta, muy
demacrado y triste, algo impropio de alguien que estaba triunfando en todo el universo: “sin duda la
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tristeza era debida –decía Matías- a las contrariedades que el torero había encontrado en su relación
amorosa”...
Lupe tenía fama de caprichosa, de comprar cosas caras, cuya factura pagaba religiosamente su novio.
A la muerte del torero se deshizo de todos los recuerdos. En Fuentelaencina, se cuenta que la
muchacha era algo despilfarradora. Tenía también un carácter muy fuerte y no cedía a la oposición de
la familia de su novio, sabiendo como sabía que Manolete estaba muy influenciado por su madre,
pero tenía el convencimiento y la esperanza de que con el amor de ambos se superaría cualquier
obstáculo.
En el año 2007, la periodista madrileña Marita Martín publicó un libro titulado “La Serpiente. Lupe
Sino y Manolete” en el que aporta datos estremecedores sobre la vida de Antonia Bronchalo. En este
libro se detalla como Álvaro Domecq pidió a su madre, que tenía una amistad grande con doña
Carmen Polo, que la mujer de Franco pusiera a la Brigada de Policía que velaba por la Moral y las
Buenas Costumbres, a espiar a Antonia Bronchalo hasta que le hicieran la vida imposible y dejara a
Manolete porque según él, era una mujer de mala vida que no le convenía al torero, de quien se
preciaba ser su gran amigo. En el libro detalla que muerto el torero, Lupe quedó absolutamente
desprotegida, aunque ella, que fue una mujer muy brava, despotricaba sin recato de Camará y de
Domecq en cualquier reunión social a la que asistía. A ambos los acusaba de haberse quedado con los
dineros que el torero tenía en América, y que ante las continuas presiones que recibió la ya ex novia
del torero por parte de la Policía (la echaron incluso del mundo del cine cuando ya estaba contratada
por una productora para hacer una nueva película. Fue sustituida por Sara Montiel), se vio obligada a
abandonar su país y marcharse a México para que se olvidaran de ella.
Antoñita Bronchalo fue la única novia de Manolete, su único y gran amor. Avisada por Guillermo, el
mozo de espada del torero, corrió desde Lanjarón a Linares la noche del jueves 28 de agosto de 1947
para estar junto a su amor moribundo en una habitación del Hospital de los Marqueses. Al llegar allí,
al parecer entró al Hospital llorando y con gran escándalo, según cuentan algunos. Allí encontró el
rechazo y el desprecio de siempre, pero ahora sin guardar ni siquiera las formas, y la hicieron pasar a
una habitación contigua a la que se encontraba postrado el torero, donde en todo momento estuvo
custodiada por el periodista Antonio Bellón a quien se le encomendó esa misión por parte de Camará.
Fue El Pipo quien no la dejó entrar en la habitación del torero por indicación de Álvaro Domecq. El
Pipo le dijo a la chica que no había preguntado por ella y que cuando tenía algo de lucidez sólo
preguntaba por su madre. Le prometieron que la harían pasar si el torero lo pedía. Así que Antoñita,
temerosa e ingenua se quedó allí, sola en una habitación del Hospital, custodiada por Antonio Bellón,
a la espera de que Manolo la llamase. El torero estaba muy débil, le dijeron, había perdido mucha
sangre y no le convenían las emociones, consideraron los que acompañaban al herido en aquellas
horas finales, y la entrada tan dramática de Lupe Sino, con gritos y lloros, no era tal vez lo más
conveniente para aquel hombre que estaba agonizando... Queda por saber si verdaderamente le
dijeron a Manolete que su novia estaba allí y que deseaba estar a su lado, aunque Camará y Domecq
manifestaron en alguna ocasión que Manolete no contestó siquiera cuando le anunciaron que Lupe
estaba fuera. Álvaro Domecq declaró en reiteradas ocasiones que si “un moribundo como era el
torero le hubiera pedido verla, no se hubieran opuesto a ello, pero estaba convencido que en aquellos
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momentos Manolete únicamente quiso pensar en una mujer: su madre”...
Lupe pudo entrar a verlo cuando ya había muerto, y allí estuvo a su lado horas y horas, desconsolada y
sola, entre llantos y amargura hasta que se lo quitaron de su lado para llevarse el cadáver a Córdoba y
entregárselo al pueblo que tantas veces lo vilipendió para que lo adorase. Al despuntar el día, asistió a
la primera misa que se le dijo a Manolete en la capilla del Hospital de Linares. Allí lloró sola,
silenciosamente en un rincón del templo. Sola y al margen de los demás, aunque la tragedia le
afectaba más a ella que a nadie de los que estaban allí. Su vida y su futuro habían estallado en mil
pedazos aquella madrugada en Linares.
Tras el acto religioso Luis Miguel Dominguín y su padre se hicieron cargo de ella y la llevaron a Madrid,
mientras que los restos mortales del torero iban camino de Córdoba. De aquellas últimas horas
siempre quedará la sospecha de que Álvaro Domecq y Camará impidieron que el torero y la actriz se
casaran “in articulo mortis”. García Candau en su obra citada, apunta que pudo haber por medio algún
motivo económico. Dice textualmente.: “Sobre la negativa de Camará y don Álvaro se han llegado a
exponer teorías relacionadas con el dinero, o lo que es lo mismo, que el diestro tenía deudas a causa
de una finca que había adquirido y que la herencia de la que habría sido partícipe Lupe habría
complicado mucho las cuentas. Uno de los supuestos deudores sería Camará; otro don Álvaro, albacea
del torero cordobés”. (Obra citada, página.186). Pero quien más luz aporta a este asunto, y que viene
a ratificar la teoría de García Candau, fue el crítico taurino onubense Alfonso Navalón, en una artículo
publicado en una revista mexicana, el 16 de enero de 2004, un año antes de que muriese, y que tituló
“La izquierda no es solo pobreza y miseria”
(y que puede leerse en www.elchofre.com-Artículos). Navalón decía esto: “Era muy difícil en aquellos
años atacar a don Álvaro Domecq desde un periódico del Movimiento, como era “Pueblo”. Nadie se
había atrevido a descubrir el origen de la fortuna de don Alvarísimo, poderoso fascista y militante del
Opus Dei. Don Alvarísimo era intocable. Yo conté desde “Pueblo” la falsa versión del supuesto
incidente de Manolete en Méjico, cuando dicen que se negó a torear si no quitaban la bandera de la
República. Todo aquello fue una maniobra del franquismo y de don Álvaro para convertir a Manolete
en torero del Régimen, como harían luego con “El Cordobés”. No hubo tal incidente de la bandera sino
todo lo contrario. Ese día al terminar la corrida Manolete cenó en casa de un millonario catalán. Se
llamaba Dalmau y vivía en la Avenida de los Insurgentes. Cenó en compañía de Indalecio Prieto y
brindaron por la caída del franquismo cuando por aquellos días retiraron sus embajadores las
naciones libres... Manolete y el ministro republicano Prieto brindaron aquel mes de diciembre: “Nos
veremos en agosto en la feria de Bilbao”. ¡Se equivocaron en más de veinte años!. ... En “Pueblo”
conté como Álvaro Domecq estaba sin un duro en los años cuarenta y como tenían una cuenta
conjunta en Méjico con Manolete. Camará y el “caballero” jerezano, al morir Manolete, se quedaron
con el dinero del muerto. Sólo lo sabía Lupe Sino, por eso Álvaro Domecq no la dejó entrar en la
habitación del torero, cuando Manolete moribundo quería casarse con Lupe. Al año siguiente don
Alvarísimo compró la finca “Los Alburejos”. Esto lo publiqué también en “El Correo Español” de Bilbao
y la derechona vasca convenció al ganadero para que me pusiera una querella criminal. Fuimos a juicio
y Álvaro Domecq no se presentó para “defender su honra” entre otras razones porque yo llevaba
cuatro testigos y pruebas inapelables de lo que había escrito. Cuando Luis Ángel de la Viuda fue
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sucesor de Emilio Romero como director de “Pueblo” recibió la visita de Rodríguez Valcárcel,
presidente de las Cortes, llevaba el encargo de Álvaro Domecq de ponerme en la calle. Luis Ángel
dependía políticamente de Valcárcel. Pero antes de expulsarme me llamó a su despacho y cuando le
conté todo lo de Manolete en Méjico y en el Hospital de Linares, llamó al presidente y le dijo que no
podía echarme”... En fin, el texto que reproduzco aquí no merece ningún comentario, ya que su
contenido es extremadamente esclarecedor. En el mismo sentido, pero con mas dureza se explicó el
mismo Navalón en otro artículo publicado pocos años antes y que tituló “El dinero de los toreros”, (y
que puede leerse en www.alfonsonavalon.com).
Es Domingo Dominguín, (Domingo González Aparicio) en su libro “Dominguines contra Dominguines”
(pagina 87) publicado en el 2008, quien ratifica la versión de Alfonso Navalón sobre los dineros de
México. Cuenta que es verdad que Manolete quería retirarse momentáneamente porque quería
descansar y casarse con Lupe Sino: “En mi familia se sabía, pues tanto Manolete como Lupe ya lo
habían anunciado y eso se daba mas bien por hecho. Contaba mi abuelo y mis tíos que al finalizar la
temporada tendrían que ir a México, a la boda de Manolo, pues todos estaban invitados, ya que mi
familia eran muy amigos de él, a pesar de la rivalidad en los ruedos con Luis Miguel”. Cuenta además,
que después de casarse y descansar en México, el torero cordobés pensaba hacer la temporada de
invierno en las Américas, y que tenía pensado regresar a España en uno o dos años para despedirse de
la afición como mandaba la profesión y no por la puerta de atrás.
Sobre lo que ocurrió aquella madrugada del 28 de agosto de 1947, Domingo González Aparicio da una
versión absolutamente distinta de la que conocíamos hasta ahora. Cuenta que su padre Domingo
González, al comprobarse la gravedad de la cornada recibida por Manolete y viendo que se moría
desangrado, fue hasta Madrid en un coche oficial puesto a su disposición por José Antonio Girón, a
por el doctor Tamames, y que nada mas poner un pie en el Hospital de los Marqueses, se encontraron
con Lupe Sino que llegaba de madrugada desde Lanjarón, y que ella ya no se separó de su padre.
Cuando fueron a entrar los tres (Lupe, Luis Miguel y Domingo) en la habitación, Camará y Álvaro
Domecq les frenaron y apartaron a Lupe: “Manolo se dio cuenta de la gravedad –cuenta el autor del
libro—y delante de mi abuelo, mi padre y el doctor Tamames dijo que quería ver a Lupe Sino, que
quería casarse con ella. Estaban allí Luis Miguel, Gitanillo, Álvaro Domecq y Camará. Lo dijo alto y
claro. Salieron todos al pasillo y mi padre llamó a los médicos y al cura. Pero Camará y Álvaro Domecq
se plantaron y dijeron que de eso nada, que el torero no estaba seguro de lo que decía... Mi padre se
enfadó y se encaró con ellos y le dijo ¿cómo que no está seguro? Están seguros desde hace mucho
tiempo y si quieren casarse ahora mismo, lo pueden hacer ¿es que se lo vamos a negar? Luis Miguel y
mi abuelo le apoyaron, y el tono de las voces y la tensión fue subiendo. No tenéis derecho a oponeros,
les dijeron. Aquí está el cura y los va a casar ahora mismo. Y cogieron al pobre hombre del brazo y lo
intentaron meter en la habitación. Camará y Domecq se interpusieron casi con violencia y nos dijeron:
Nosotros somos los que llevamos la carrera de Manolo y no se casa con esa mujer”. “Esa mujer –sigue
relatando Domingo Dominguín en su libro—estaba allí mismo rota de dolor intentando llegar hasta la
puerta de la habitación. Camará y Álvaro—que era su albacea—se pusieron delante de la puerta y no
la dejaron entrar. Manolete lo estaba escuchando todo desde la cama y rogaba que la dejaran pasar.
Ni se asomaron a la habitación para contestarle. ¿Y todo por qué? Porque el torero tenía mucho
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dinero en América. ¿Cuánto dinero había?, ¿quién se lo quedó?, ¿a quien hay que preguntar?, ¿al
apoderado?, ¿al albacea? Las ganancias que tenía el torero en España se conocían, pero lo que había
en América, no... Lupe Sino era una mujer muy buena y Manolo no dudó ni un momento de que,
pasase lo que pasase, ella se ocuparía siempre de su madre y de sus hermanas, a quienes nunca les
faltaría el dinero. Por eso insistió en casarse con ella, para proteger a su familia. Mi abuelo, mi padre y
mi tío sabían de estas conversaciones y del “acuerdo” entre la pareja, ya que Manolo no era tonto y
manejaba perfectamente su dinero... era consciente de que podía morir en una plaza de toros
cualquier tarde. Mi madre adoraba a Lupe. ¡Qué mujer tan buena!... Para volver a México tuvo que
pedir dinero prestado”. De ser verdaderas estas afirmaciones de Domingo Dominguín, darían un giro
rotundo a la versión, con un tufillo a película, contada hasta ahora por José Flores Camará y su familia
y sobre todo, dejaría en entredicho la cruel actitud y opinión que sobre Antonia Bronchalo mantuvo
don Álvaro Domecq hasta su muerte.
Tras la muerte de Manolete, Lupe Sino podría haber sido la “viuda de España” dueña de todo el morbo
del mundo, pero en aquella época no valía ser pareja de hecho (como en realidad fueron) pues vivir
como ellos vivieron era estar en pecado permanente. Lupe vivió meses muy duros tras la muerte de su
novio. La situación para ella era muy dolorosa e incomoda y tras participar en su última película, en
1949 se marchó a México, pues en España el régimen de Franco le estaba haciendo la vida imposible.
Allí se casó, ironías del destino, con un abogado llamado Manuel Pedro Rodríguez, hombre muy bien
situado y de gran fortuna. Lupe le abandonó a los pocos años y se volvió a España instalándose de
nuevo en Madrid. Nunca llego a divorciarse de él, pues años más tarde el mexicano Manuel Pedro
Rodríguez vino a Madrid a por su certificado de defunción, ya que al parecer iba a casarse y a rehacer
su vida con otra mujer. Lupe murió mientras tomaba un baño, en su casa del barrio de Argüelles, en el
mes de septiembre de 1959. Dicen todas las fuentes, que de muerte repentina, aunque lo cierto es
que murió de una embolia cerebral, producida a consecuencia de un accidente de coche que tuvo seis
días antes con su descapotable, a las afueras de Madrid, que casualmente iba conducido por el
entonces joven actor Arturo Fernández, con quien en aquellos años mantuvo una gran amistad.
Si media España lloró cuando murió el hombre de su vida, la muerte de Antoñita Bronchalo pasó
completamente desapercibida... Así debió de ocurrir esta triste historia de dos personas, que hace
sesenta años se amaron intensamente lo que pudieron y les dejaron. Dos personas que lucharon con
todas sus fuerzas en esta vida por ser felices y que finalmente no lo lograron, pues ambos fueron muy
desgraciados. La novia de Manolete, igual que en el Hospital de Linares, también se quedó fuera del
ciclo romancesco de las coplas de la muerte del torero (no así doña Angustias, que fue bien cantada
por los poetas), porque en aquella España nacional y católica Lupe no tenía un anillo con la fecha por
dentro. Porque Lupe era el amor del pecado y Manolete había ido directo al cielo. Solamente El
Príncipe Gitano en un tango se acordó de ella, en la copla del maestro Juan Solano y que por fortuna
recoge Antonio Murciano en “El Arte y la Muerte de Manolete en la Poesía Española” y dice así:
“Manolete, Manolete, / ya te lo decía yo,/ que un torito de Miura / iba a ser tu perdición... /
Manolete, Manolete / ya te lo decía yo...” /“La novia de Manolete / ya no lleva más collares / porque
Manolete ha muerto / en la Plaza de Linares”. “La novia de Manolete / ya no se pone collares... / Pon,
pon, que yo no quiero dinero / pon, pon, cariño es lo que yo quiero... /.
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Todo lo expuesto hasta el momento, no son afirmaciones gratuitas mías, sino la exposición de
versiones distintas sobre unos hechos, que ocurrieron en una época opaca y turbia de aquella España
en blanco y negro de la posguerra. No sé cuál será la verdad, sí las versiones de unos o la de otros. Lo
cierto es que después de 60 años transcurridos, la opinión pública, la afición y los que nos sentimos
“manoletistas”, tenemos todo el derecho del mundo a saber la auténtica verdad de todo lo que
ocurrió con esta pareja aquella madrugada de Linares, así como el desgraciado final del gran amor de
Manolete: Antonia Bronchalo. Es más... ellos dos, aunque estén muertos, ya son inmortales en el
recuerdo de todos los españoles y merecen mas que nadie, que se les haga justicia de una vez, pues
entre unos y otros, a ambos les destrozaron las vidas.
Los años me dicen que el oficio este de periodista, ejercido con honestidad y objetividad, te da en
ocasiones muchas ingratitudes y sin sabores, pero a veces también te reporta grandes satisfacciones
que no hay dineros en el mundo para compensarlas. Hace unas pocas semanas la familia de Antoñita
Bronchalo se puso en contacto conmigo para agradecerme haber contado por primera vez en este
país en un periódico (el Diario CORDOBA), la verdad sobre la historia de amor entre Manolete y Lupe
Sino. Es bonito ver como aquel milagro del ciclo de la Comunicación, el fenómeno del “boomerang”, la
noticia de ida y vuelta que tantas veces nos explicaron en la Facultad de Periodismo, se había
completado al cien por cien: el emisor lanza un mensaje al receptor a través de un medio, este lo
recibe, lo transforma y lo lanza de nuevo al emisor como respuesta.
Fue una sobrina nieta de Lupe, nieta de su hermana mayor Basilia Bronchalo, Pilar Martín López, la
persona que me transmitió este sentimiento familiar que a mí me ha llenado de júbilo y alegría, entre
otras cosas porque me compensa con creces los desvelos que este asunto me ha reportado durante
tres años, y porque por fin he encontrado una fuente informativa fiable y de primera mano, que me
ha ratificado muchas de las informaciones que en este tiempo he ido recabando de multitud de libros,
periódicos, opiniones y versiones de todo tipo de muchas personas, sobre aquella apasionada historia
de amor que surgió entre el mejor torero de todos los tiempos y una guapísima actriz que luchaba por
abrirse camino en el mundo del cine y que luchó hasta el momento de su muerte para ser feliz... sin
que finalmente lo consiguiera.
Lupe Sino nació en Sayatón (Guadalajara) en el seno de una familia muy numerosa. Fueron siete
hermanas y dos hermanos. Todavía viven Visitación, Luchy, Kika y Pilar (las dos últimas viven en
EEUU). Sus hermanas Basilia (la mayor) y Benita, así como sus hermanos Emilio y Felix, murieron hace
años. A todos ellos ayudó muchísimo Antoñita Bronchalo para situarlos adecuadamente en Madrid.
Un dato este importante, para entender que no podía ser tan mala persona una mujer que actuaba así
con los de su propia sangre.
Hasta ahora, sobre Antoñita Bronchalo Lopesino se han contado muchas cosas y casi todas son
mentiras y calumnias. He llegado incluso a leer de ella que era la novia roja y republicana de
Manolete, que estuvo casada sin papeles con un Comisario Político durante la Guerra Civil, que
mantuvo relaciones con varios toreros antes de conocer al cordobés... cosas que nunca se han
demostrado y que difícilmente se demostrarán nunca, pues entran en la “leyenda negra”. Este
encanallamiento informativo se ha incrementado desde que el director de cine danés Menno Meyes
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anunciara que se iba a rodar en España la película “Manolete” en la que se iba a contar los amores del
toreo con la actriz, encarnados por Adrien Brody y Penélope Cruz (por cierto que Penélope Cruz no le
llega a Lupe Sino ni al tobillo en belleza). Habrá que ver qué es lo que se cuenta en esta cinta y hasta
que punto hay algo de verdad en el guión.
Desde hace cincuenta años, nadie se había acordado apenas de esta mujer, si no era para colgarle
apelativos insultantes llenos de crueldad y mala intención. Apelativos como puta, arpía (este se lo
debemos al gracioso periodista sevillano Antonio Burgos), buscona, chica Chicote.... cuando en
realidad Lupe Sino era una chica normal. Confieso que a mí me costó la misma vida hace tres años
lograr información sobre ella, y que solo la conseguí a fuerza de tenacidad, paciencia y mucha
casualidad que el tiempo transcurrido te va ofreciendo con generosidad cuando se investiga algún
asunto con interés y de manera reposada pero continua. He dicho en alguna ocasión que los más
famosos biógrafos de Manolete cometieron el enorme error de bulto de olvidarse por completo de
Lupe al hablar de la vida del torero, cuando lo cierto es que la irrupción de esta mujer en escena fue lo
más importante y fuerte que le ocurrió en los cuatro últimos años de su vida. Tanto que, su aparición
supuso un antes y un después en su carrera profesional y en su existencia como ser humano, pues
desde entonces su profesión ocupó ya un lugar secundario en su orden de preferencias. Esta actitud
de relajación profesional por parte del torero fue captada desde el primer momento por todo su
entorno con preocupación y desde ese instante se fraguó de manera espontánea un frente para cortar
la cabeza de Lupe. La bautizaron con “La Vibora” y “La Serpiente”. Con Lupe en escena era mas difícil
ya manejar al torero, que ya se resistía a la disciplina espartana que le habían impuesto hasta
entonces. En esta frontal oposición a esa relación amorosa jugaron un papel importante, por un lado
el integrismo religioso e intransigente de don Alvaro Domecq que la odió incluso hasta después de
muerta. Y por otro todo el entorno profesional del cordobés que veían peligrar su particular “gallina
de los huevos de oro”, pues Manolete en aquellos días era una maquina de hacer dinero. La táctica
fue inteligente y pragmática: envenenar sistemáticamente con habladurías y maledicencias a doña
Angustias Sánchez y al resto de la familia que también se puso en contra de la muchacha. Manuel
Rodríguez era el “niño” criado entre mujeres, siempre mediatizado por su entorno. Su apoderado
ejerció también mucha influencia sobre él. Fue casi como un yugo y su vida siempre fue poco feliz,
dejando en manos de otros la administración de todo su patrimonio, mientras que él sólo se dedicaba
a torear. Un joven enfermizo y endeble criado con el proteccionismo materno, dedicado en cuerpo y
alma al toreo, a sufrir en las plazas con una enorme responsabilidad. Y allí en las plazas de toros es
donde él supo sacar su verdadero yo, su temple y su auténtico genio. En las plazas de toros fue “el
monstruo”. La dualidad de personalidades. Doctor Jeckly y mister Hyde. Llevaba una vida casta y
recatada casi de monje de clausura y sin embargo en los ruedos era el asombro de toda la afición en el
mundo. Una responsabilidad derivada de las exigencias de los públicos, que le ahogaba cada día más y
que no le dejaba ya ni respirar, hasta que apareció Antoñita Bronchalo y le descubrió que en esta vida
hay que procurar ser lo más feliz posible, y le enseñó a ser feliz y a disfrutar de la vida, con el amor, la
diversión y con la compañía de una mujer hermosa que estaba enamorada de él. Nunca lograré
comprender la oposición del entorno de Manolete a esta relación, pues ambos eran dos personas
adultas, libres y sin compromisos, que no hacían mal a nadie al intentar formar una familia, y sin
embargo nunca les dejaron en paz y esto, lo sé con toda certeza, causó mucho malestar y desánimo en
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el torero que veía como toda su gente rechaza a la mujer que amaba. Los únicos cuatro años de su
vida en los que el cordobés fue feliz de verdad fueron aquellos que pasó junto a Lupe Sino, eso es algo
irrefutable. Da la impresión que todos cuantos rodearon a Manolete pensaban que con treinta años
cumplidos, era un pobre tonto infeliz que no sabía lo que hacía.
Ahora sé por la familia de Antoñita que la pareja tenían decidido casarse en México en el mes de
octubre de 1947. A Manolete le quedaban por torear dos corridas más, y todo estaba planeado
(papeles y pasajes incluidos) para que ambos iniciaran una nueva vida como pareja en México, a vivir
para siempre lejos de España, lejos de los comentarios, de las hostilidades incomprensibles de la gente
y también lejos de los ruedos. Octubre era la fecha elegida para una boda que nunca llegó
desgraciadamente. Por eso me dio mucha pena oír los comentarios que Alvaro Domecq hizo sobre ella
en el reportaje que Fernando Fernández Román emitió en TVE en 1995 con motivo del 75 aniversario
de la muerte del torero en Linares. Don Alvaro con mucho desprecio vino a decir que Manolete estaba
harto de Lupe Sino y que en realidad no era su novia, sino alguien (una fresca le faltó decir) que se
arrimó al torero para medrar y sacarle los tuétanos, y acaba diciendo que Lupe era una mujer muy
antipática. Nada más lejos de la realidad, pues se sabe más que de sobra (por testigos mexicanos que
aun viven) que Manolete cuando estaba en México la presentaba como “su señora” y todo el mundo
la respetaba como tal. Por la familia de Antoñita sé que la actriz tenía posibles y solvencia económica,
que estaba muy bien situada antes de conocer al torero. Luego no fue esa mujer interesada, antipática
y depravada que don Alvaro describió una y otra vez. En esos comienzos de los años cuarenta Lupe
Sino estaba comenzando a abrirse camino como actriz y se codeaba con los mejores actores de la
época. Esto no me lo ha contado nadie, lo he visto yo con mis propios ojos en periódicos de aquellas
fechas que me he tomado la molestia de consultar en hemerotecas, como el semanario Dígame y los
periódicos Pueblo y ABC en su sección de cine y sociedad. Está claro que Alvaro Domecq pensaba que
Lupe Sino era la reencarnación del maligno en forma de mujer hermosa...
La familia de Lupe me ha contado que la actriz murió en su casa en septiembre de 1959 de muerte
repentina, de un derrame cerebral causado por un accidente que tuvo unos días antes en Madrid
cuando viajaba con su precioso descapotable. Se golpeó en la cabeza, no le dio importancia al golpe y
a la postre le causó una embolia que le quitó la vida. Sé también por ellos que cuando murió, la actriz
era muy rica pues tenían muchas propiedades en México, donde estuvo casada con un abogado
llamado Pedro Manuel Rodríguez al cual abandonó al poco tiempo sin llegar a divorciarse de él. Años
después de morir Lupe, su marido viajó hasta Madrid para hacerse con un certificado de defunción de
su mujer y poder acreditar en su país que era viudo, ya que pensaba casarse de nuevo. Por tanto Lupe
Sino nunca llego a divorciarse.
Insisto en que los delitos de esta mujer fueron varios: ser muy guapa y hermosa y por tanto envidiada
y deseada por mucha gente. Ser una mujer muy inteligente y con mucho carácter que siempre tuvo
muy claro lo que quería. Cometió el delito de ser una mujer moderna, progresista, independiente y
adelantada a su tiempo. Probablemente también cometió el delito de haber elegido al hombre de su
vida, como por ley natural hacen todas las mujeres. El hombre que crea que él ha sido el conquistador
en su pareja, o es imbécil o no está en este mundo (¿cómo fue lo tuyo Antonio Burgos?). Lupe Sino
cometió el delito de querer llevar las riendas en una relación con un hombre hasta entonces manejado
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por otros y del que se había enamorado. Y cometió el grave delito de luchar por ser una mujer feliz e
intentar que Manuel Rodríguez “Manolete” también lo fuera a su lado. Tuvo la desgracia de ser una
mujer luchadora, tenaz y audaz, que estaba muy viva, que era muy guapa y simpática, bailaba muy
bien y que tenía por delante una prometedora carrera como actriz que se vio también truncada de
golpe con la muerte del torero. En fin... que Lupe Sino cometió por último el delito de ser osada al
querer ser la pareja de Manolete sin haber pedido antes permiso a media España. Seguramente Lupe
Sino tuvo muchos defectos también, pero ni más grandes ni más pequeños que los defectos que
tenemos cualquiera de los humanos.
Los que somos “manoletistas” de corazón, tenemos la obligación moral de reparar el trato tan injusto
que la memoria histórica ha dado a esta desgraciada mujer. Tenemos además el deber moral (por eso
escribo esto) de no consentir que se calumnie la memoria y la honorabilidad de Manolete, que hace
algunas fechas se vio vulnerada por el “soplagaitas” ése del programa que emitía Tele 5 que se
llamaba el “Tomate” o algo así: esa mierda putrefacta que todos los días en la sobremesa, se metía
con sus olores nauseabundos en los hogares de los españoles que a esas horas pretenden dar una
cabezadita en paz. El gracioso y afeminado presentador vino a decir que el torero más grande de
todos los tiempos, se ejercitaba con el estoque entrándole a matar a los prisioneros rojos que tras la
guerra había en las cárceles franquistas. Este desinformado personajillo de Tele 5, que ahora dirige y
presenta otro programa de similares características llamado “Sálvame”, ignora que Manolete en el
año de su debut en México mantuvo allí contactos con gente del exilio. Ignora que el torero cordobés
era liberal, torero fundamentalmente y nada más, y que en esos días de su llegada al país azteca,
además de almorzar junto a Camará con Indalecio Prieto, que había sido cronista taurino en Bilbao,
ministro y director de un periódico en la República, también conoció al general Miaja y a otros
hombres de aquella España desterrada. Ignora el “indocumentado del Tomate” que Manolete le
regaló a Winston Churchill en 1945 la cabeza disecada de un toro que mató en la Feria de Julio de
Valencia (de la ganadería de Escobar). Un toro lucero que tenía dibujada en la testuz la V que era el
signo de la victoria que había hecho famoso el premier británico. Manolete le hizo a Churchill este
regalo en señal de admiración, de homenaje y adhesión a su lucha, lo cual no casaba precisamente con
la política exterior española de aquellos años, decididamente a favor de Hitler. Y el “pamplinas del
tomate” ignora también, que el regalo fue tan bien acogido por el mandatario británico, que en 1947
doña Angustias Sánchez recibió un telegrama de condolencia de Churchill, que guardan la familia
Camará y que yo he visto con mis propios ojos. Por tanto Manuel Rodríguez no fue tanto el torero del
régimen de Franco sino más bien un invento que se sacó de la manga don Alvaro Domecq, como el lío
aquel de las banderas de la Plaza de México.
Todas estas calumnias que desde hace unos meses se están levantando contra la memoria de Lupe
Sino y Manolete, se la debemos a la decisión comercial de un “guiri” como Menno Meyes de hacer
una película utilizando el nombre de estas dos personas posiblemente en vano, y que ha llegado a
España como un elefante entra en una cacharrería, cagándose fuera de tiesto. Por cierto que se ha
negado a adelantarles a la familia de Lupe Sino el guión de la película, por algo será. La familia de la
actriz, hasta el momento ha preferido guardar silencio y no entrar al trapo a tanta calumnia y tanta
vulgaridad, y se mantiene expectante, dolida y preocupada ante todo cuanto se dice de ella. Miedo le
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tengo al resultado de la peliculita. A los muertos hay que dejarlos tranquilos pues vulnerar su memoria
injustamente cuando no pueden defenderse de las calumnias, es de ser unos mal nacidos, y estoy
seguro que Dios o la vida se encargará de poner a cada uno en su sitio. Por eso escribo esto hoy, para
al menos con mi granito de arena, intentar restituir el buen nombre y la memoria de estas dos buenas
personas, a las que no dejan estar en paz ni siquiera muertas.
La muerte nos arrastra a todos los seres humanos a la nada, pero elige a unos pocos privilegiados para
que entren en la inmortalidad. Lupe y Manuel murieron jóvenes y así los recordaremos siempre,
cuenten lo que cuenten de ambos. Su imagen bella y joven perdurará siempre, inmortal, en la
memoria de los que sentimos admiración por estas dos buenas personas, que tuvieron una corta vida
que acabó en desgracia.
Es difícil creer que en pleno Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla, cerca de Constantina, se
encuentren las almas de Manolete y Camará, en el Salón Taurino del Cortijo de Las Bernabelas,
propiedad de los hijos de Manuel Flores Cubero “Manolo Camará”. Es difícil de creer pero así es.
Manolo Camará dedicó, con muchísimo cariño y mimo, dos amplios salones de su finca de Las
Bernabelas a dar cobijo a multitud de objetos, recuerdos, carteles taurinos y maravillosas fotografías,
testimonios de las vidas de dos hombres que han dejado una profunda huella en la historia de la
tauromaquia, binomio perfecto que fueron Manuel Rodríguez “Manolete” y José Flores Camará. Para
los que sentimos con el corazón todo lo relacionado con la Fiesta, aquel salón taurino es casi un
santuario, que…a primera vista emociona y sobrecoge, pues se siente que el espíritu de estas dos
personas está allí, quieto, adormecido y tranquilo, con el canto de los jilgueros y los gorriones del
exterior como sonido de fondo. Manolo Camará llevaba ya tres años retirado del mundo del toro,
antes de que la muerte le sorprendiera en Marbella en un mes abril de hace unos años, y vivía la
mayor parte de su tiempo refugiado en aquel paraíso terrenal que se encuentra en el norte de la
provincia de Sevilla. Allí pasaba los días rodeado de su amplia y maravillosa familia, con sus recuerdos,
sus pájaros perdices, entre jabalíes, corzos y ciervos, y la satisfacción de haber dejado a la “Casa
Camará” en el mismo pedestal que la dejara su padre. Tuvo la inmensa bondad, por la amistad que
nos profesabamos, de mostrarnos este maravilloso secreto suyo y de su familia. Es como si nos
hubiese abierto su propio corazón, pues nos fue mostrando con entusiasmo paulatinamente, todos los
objetos que allí permanecen con el tiempo parado a sus espaldas.
El salón taurino de Las Bernabelas tendrá una superficie de unos treinta metros cuadrados. Una
estancia agradable con una amplia chimenea al fondo y una cabeza de toro disecada a la izquierda. Los
techos con gruesas biguetas antiguas, y todo enjalbegado con cal al estilo antiguo. Entrando a la
izquierda en una vitrina de tres cuerpos se exponen con extremado mimo, diversos objetos que
presidieron las vidas de Manuel Rodríguez “Manolete” y José Flores “Camará”. Todos los objetos
expuestos van acompañados de sus correspondientes fotografías que testifican su autenticidad.
Impresiona al primer golpe, el traje de luces con el que Manolete tomo la alternativa en Sevilla el 17
de julio de 1939 de manos de Chicuelo, un traje heliotropo y oro ya descolorido por el paso implacable
del tiempo, así como un pantalón beige y los zapatos de paseo que Manolete llevó puestos a Linares
aquel fatídico 28 de agosto de 1947, antes de vestirse de luces para ir a encontrase con la muerte. Allí
están los pasaportes de Manolete y Camará, la coleta de José Flores Camará, la maquinilla de afeitar
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que uso Manolete la tarde de Linares, aun sin limpiar, pues el diestro cordobés acostumbraba a
hacerlo al volver de la plaza. Aquel día no pudo volver, y esta conserva aun el jabón seco y los pelillos
de su barba pegados en la cuchilla. Su pitillera y la cerillera. El reloj Longines que se compró en 1940
junto a su apoderado después de hacer la primera liquidación.
Colgadas en el centro de la vitrina están las medallas que Manolete llevaba colgadas al cuello el día de
su muerte junto al escapulario que perteneciera a El Guerra. A la izquierda las gafas de sol con las que
tantas veces fue fotografiado Camará. El abotonador usado por Camará para abrochar la taleguilla al
torero. En la parte derecha se encuentra la capillita que Manolete llevaba consigo a los hoteles a la
que rezaba y se encomendaba cada tarde antes de salir a las plazas a jugarse la vida: una estampa del
Cristo de los Faroles, una capilla de San Rafael Arcángel, una estampa de la Virgen de los Dolores, una
foto con la imagen del Cristo de la Salud de Ecija y un altarcillo con la Virgen del Pilar que fue
propiedad de “Lagartijo”. Una tía de José Flores emparentada con “Lagartijo” se la regaló a Manolete
y le tenia un especial apego.
Allí se encuentra también ese importante documento que ha marcado un hito en la historia del
apoderamiento, en el cual Manolete otorga a Camará amplios poderes notariales para administrar
todos sus bienes a su antojo. Se expone una radiografía de la clavícula izquierda del torero, fruto de
una lesión sufrida en Alicante en 1945, y las agendas de mano de Camará de los años 1944 y 1945,
donde el apoderado iba apuntando los lugares por donde toreaba Manolete, los trofeos que lograba y
el dinero que cobraba en cada plaza (entre 215.000 a 250.000 pesetas de la época). En la vitrina casi
escondido, está el guante blanco de piel de una señora de Barcelona que fue “Miss Ojos” y que se lo
tiró a la plaza a Manolete una tarde de triunfo. Ese guante iba siempre en el equipaje del torero como
un talismán que le daba suerte.
Dentro de la vitrina se ven fotos insólitas como una en la que el torero cordobés se ríe a carcajada
limpia, otra con el pintor Zuloaga, con Arruza y Gitanillo de Triana, o dando la vuelta al ruedo en la
Maestranza en 1941 con el rabo de un toro de Villamarta en las mano derecha, algo bastante inusual
en la plaza sevillana. Imágenes del torero vistiéndose de luces con sus ayudantes o descansando en el
hotel y una de Juan Belmonte dedicada al torero de Córdoba.
Colgada en uno de los pilares de esta sala se encuentra enmarcada una carta manuscrita de Wiston
Churchuill dirigida a Manolete, en la que le daba las gracias por haberle regalado la cabeza de un toro
de Baltasar Iban, disecada que llevaba en la testuz la V blanca de la victoria. Un documento
curiosísimo y desconocido que da idea de la dimensión social que llegó a tener el torero cordobés. Al
otro lado del pilar cuelga una foto de Manolete toreando en Barcelona a un toro de Miura y debajo la
reproducción litográfica de esa imagen dedicada y firmada por Antonio Ordoñez a quien en esos días
era su apoderado José Flores Camará, en la que dice textualmente refiriéndose a Manolete que “ese
era su torero”, al que siempre admiró.
En la sala contigua al Salón Taurino del Cortijo Las Bernabelas, una mesa de billar preside la estancia, y
en sus paredes se cuelga una extraordinaria colección de carteles taurinos de la época de novillero de
Manuel Rodríguez “Manolete”, junto a trofeos y fotos de la vida taurina de Manuel Flores Cubero,
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mezcladas con las de su padre y varias litografías de La Lidia y revistas de 1920 alusivas al torero José
Flores, que una vez retirado seria el apoderado más importante que ha dado la historia.
Para Manuel Flores Cubero “Manolo Camará” el futuro de este pequeño pero maravilloso museo esta
claro: “si algún día mis hijos no pueden mantener esto he dejado dispuesto que todo lo que hay aquí
vaya a parar al Museo Taurino de la Real Maestranza de Sevilla, donde sé con certeza que van a
valorar y cuidar muchísimo todo esto”.
ESTE DOCUMENTO ESTÁ EXTRAIDO DEL BLOG LARGA CORDOBESA http://rafazubi52.blogspot.com.es/
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