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USTA.CONT ARENILLA M, Elver. TRABAJO FINAL: Persecuciones Religiosas Y Mártires Del Siglo XX . Vicente Cárcel. 08.06.16 Descripción Temática 1. Después de la gran persecución religiosa que desencadenó la Revolución francesa, durante el siglo XIX las persecuciones afectaron por lo general a los territorios de misión, pero el siglo XX ha conocido las mayores persecuciones de la historia y ha tenido mártires de casi todos los países de los cincos continentes, aunque en circunstancias y medidas diversas. La gran persecución a las misiones de China en 1900 fue provocada por la insurrección de los Boxers o «Asociación de la justicia y de la armonía» que afectó a los misioneros; ante esto el Pio XII entre 1946-1955 declaró que sus muertes fueron determinadas por una causa puramente religiosa: fueron asesinados por el mismo motivo por el que fueron los indígenas que ellos mismo habían convertido al cristianismo. 2. A lo largo del siglo XX la Iglesia, en los cincos continentes y, en particular, en Europa ha conocido el ataque de las persecuciones religiosas promovidas por regímenes ateos, como el comunista de la Europa Oriental, o anticristianos, como el nazi. La persecución religiosa española asumió dimensiones de auténtico holocausto pues afecto en masa a los sacerdotes, religiosos y católicos seglares. Las guarra mundiales han sido, además, un contexto 1

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USTA.CONTARENILLA M, Elver.TRABAJO FINAL: Persecuciones Religiosas Y Mártires Del Siglo XX. Vicente Cárcel. 08.06.16

Descripción Temática

1. Después de la gran persecución religiosa que desencadenó la Revolución francesa, durante el siglo XIX las persecuciones afectaron por lo general a los territorios de misión, pero el siglo XX ha conocido las mayores persecuciones de la historia y ha tenido mártires de casi todos los países de los cincos continentes, aunque en circunstancias y medidas diversas. La gran persecución a las misiones de China en 1900 fue provocada por la insurrección de los Boxers o «Asociación de la justicia y de la armonía» que afectó a los misioneros; ante esto el Pio XII entre 1946-1955 declaró que sus muertes fueron determinadas por una causa puramente religiosa: fueron asesinados por el mismo motivo por el que fueron los indígenas que ellos mismo habían convertido al cristianismo.

2. A lo largo del siglo XX la Iglesia, en los cincos continentes y, en particular, en Europa ha conocido el ataque de las persecuciones religiosas promovidas por regímenes ateos, como el comunista de la Europa Oriental, o anticristianos, como el nazi. La persecución religiosa española asumió dimensiones de auténtico holocausto pues afecto en masa a los sacerdotes, religiosos y católicos seglares. Las guarra mundiales han sido, además, un contexto de martirio en el que el testimonio de oración y servicio de caridad de muchos sacerdotes y seglares ha sido sellada con la muerte causada por la violencia de los conflictos.

3. El comunismo ateo, inspirado en el marxismo-leninismo, pasará a la historia como la mayor vergüenza del siglo XX y como la ideología que ha producido los mayores daños de la humanidad y el mayor número de víctimas, calculado en cerca de cien millones de personas, según las estudios recientes. La Iglesia condenó el comunismo desde su primera aparición a mediados del siglo XIX por su esencia antirreligiosa y por el antagonismo irreducible entre él y la religión. La condena de la Iglesia hacia los “Frentes Populares” que era un verdadero y propio instrumento de persecución y de muerte para los católicos en vez de ser un instrumento de reforma de la sociedad y la lucha contra el “capitalismo exagerado”.

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4. La Iglesia católica en tiempos de Pio XII hubo pues de sufrir, en los países donde se instauraron gobiernos comunistas, las más extensa, planificada e implacable persecución registrada en muchos siglos. El comunismo apreció como un enemigo formidable del cristianismo y esa fue la razón de la actitud adoptada por el papa que lo consideró como «la mayor de las herejías», y amenazó con la excomunión a los católicos que le dieran su apoyo. No debe olvidase la situación que se vivía por entonces en Italia, donde en las elecciones de 1948 pareció ponerse en juego la propia permanencia del país en el espacio político del mundo libre.

5. La vida de la Iglesia en Europa después de la Segunda Guerra Mundial estuvo fuertemente condicionada por los complejos acontecimientos políticos que le viejo continente sufrió, sobre todo, tras la violenta toma del poder por parte de los comunistas, que instauraron en los países de la Europa oriental, hasta el final del año de 1989, regímenes de terror y de opresión.

Lo que llama la atención en las relaciones entre los países que pertenecieron al área europea convencionalmente llamada «socialista» y la iglesia católica es la razón política adoptada para ocultar las reales motivaciones interreligiosas. Fiel a su tradición de no tomar iniciativas de ruptura, que es manifestación de una actitud más profunda, es decir, la de mantener posiblemente con todos una relación clara y honesta, que no significa necesariamente aprobación o apoyo a realidades concretas o a direcciones políticas o ideológicas, sino deseo de legitima y leal tutela de derechos esenciales; fiel a esta tradición, la Santa Sede no retiró sus representantes de los países que entraron a formar parte del área socialista, sino que hizo todo lo posible para que éstos permanecieran en ellos.

6. Las persecuciones de los primeros siglos, las penas habituales eran habituales eran la muerte, la deportación y el exilio. Hoy día, a la prisión, a los campos de internamiento o de trabajos forzados, a la expulsión de su propia patria, se ha añadido otras penas menos ajustadas pero más sutiles: no la muerte sangrienta, sino una especie de muerte civil; y no solamente la segregación en una prisión o en un campo, sino la restricción permanente de la libertad personal o la discriminación social.

Se trata de padres que ven cómo se les niega la docilidad de garantizar a sus hijos una educación inspirada por su fe y de hombres y mujeres trabajadores manuales, intelectuales o que ejercen otras profesiones, los cuales, por el simple hecho de profesar su fe, se enfrentan con el riesgo de verse privados de un futuro interesante para sus trabajos, sus carreras o sus estudios. A este testimonio se añaden a las situaciones graves

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y dolorosas de los prisioneros, de los detenidos, de los exiliados, no solamente entre los fieles católicos y los demás cristianos, sino también entre otros creyentes.

7. La situación de la iglesia católica en la Unión Soviética fue ciertamente una

de las más difíciles y dolorosas que ha conocido la historia desde los primeros siglos del cristianismo: los católicos que en tiempos pasados habían sufridos presiones y limitaciones por parte de los zares, tradicionales protectores de la Iglesia ortodoxa, soportaron una hostilidad redoblada por la aversión de la ideología marxista injertada en el sentimiento anti-romano propio de la cultura rusa.

El ataque directo contra la Iglesia comenzó en 192, cuando se consolidó el poder y comenzó la nueva política económica, mantenida hasta 1929, con la cual las autoridades soviéticas intentaron resolver la profunda crisis económica que el país atravesaba a consecuencia de la guerra y de las malas cosechas agrícolas. Las medidas provocaron la detención de numerosos religiosos y confiscaron de numerosas propiedades eclesiásticas y de objetos sagrados, mientras se trató de desarraigar todo elemento constitutivo de la vieja sociedad y, en primer lugar, la familia.

8. Los nazis tenían El mito del siglo XX, de Alfred Rosenberg. Este se limitaba a formular de modo descarado y vulgar el espíritu radicalmente anticristiano, pagano y racista del nacionalsocialismo. La tesis de Marx, Lenin, Rosenberg y Hitler se trasformaron en ideología e impusieron su tráfico tributo a los acontecimientos humanos, controlando las mentes y la voluntad de millones de personas. El nacionalsocialismo y el marxismo-leninismo han sido las principales ideologías de las guerras del siglo XX. Según el marxismo, para realizar el comunismo no solo se debe entrar en la onda extensa del cristianismo, sino que hay que combatirlo hasta su eliminación. Y ha sido un mérito histórico de la Iglesia y, en particular, de los papas, el haber individualizado muy pronto y con gran lucidez los horrores del comunismo como también los del nazismo y sus relativos fundamentos ideológicos.

9. La revolución que llevó al poder en los Estados Unidos de México al Partido Revolucionario Nacional o «Institucional» (PRI) se realizó en diversos estadios. De manera que el socialismo en México no era otra cosa que el comunismo, si bien practicaba con el nombre de «socialismo». Esto llevó a que en 1927 estallara la guerra, cuando un grupo de campesinos se sublevaron espontáneamente al grito de «¡viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!». Era la primera guerra «cristera», una contienda concebida en términos puramente religiosos, como única alternativa gubernamental de aniquilar la religión católica. Se trató, pues, de una rebelión de católicos mexicanos

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contra el régimen cuyo poder se sostenía apoyado sobre el ejército y el partido dominante, el PRI.

10. La II República española, proclamada el 14 de abril de 1931, llegó impregnada de un anticlericalismo, que tenía raíces profundas en la sociedad hispana. La legislación laicista y los tumultos callejeros fueron las cartas credenciales del nuevo régimen, que acabaría siendo definido como «república fascista» por un ministro de la misma. En la política religiosa influyó sensiblemente la masonería española que, por encima de divisiones y divergencias internas, era de tendencias marcadamente republicanas, socialistas y en algún caso anarquistas, decididamente anticlerical, favorable al divorcio y a la escuela laica en oposición a la católica. Los sacerdotes y religiosos asesinados en su mayoría eran pobres, tan pobres como sus mismos asesinos, porque nunca hubo en España sacerdotes aristócratas ni de clase acomodadas; los tesoros de las casas religiosas, según ellos, no consistía en valores monetarios sino en un patrimonio histórico, artístico y documental.

Crítica de la Obra

A. El comunismo ateo, inspirado en el marxismo-leninismo, pasará a la historia como la mayor vergüenza del siglo XX y como la ideología que ha producido los mayores daños de la humanidad y el mayor número de víctimas, calculado en cerca de cien millones de personas, según las estudios recientes. La Iglesia condenó el comunismo desde su primera aparición a mediados del siglo XIX por su esencia antirreligiosa y por el antagonismo irreducible entre él y la religión.

La figura de Iósif Stalin (18.08.1878) en Gori (Georgia). Al estallar la Revolución de Octubre Stalin formó parte del gobierno revolucionario como comisario de nacionalidades, cargo que desempeñó hasta 1922 y en cuyo ejercicio escribió la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, texto que preludiaba la organización del Estado soviético. Durante la guerra civil Stalin colaboró activamente en las defensas de Petrogrado y Tsaritsin, ciudad que recibió más tarde el nombre de Stalingrado. Elegido secretario general del Comité Central en 1922, trabajó para hacerse con el control del aparato del partido a pesar de los reparos de Lenin, quien recomendó su eliminación en su testamento. Tras la muerte de Lenin, en 1924, Stalin logró hacerse con el poder absoluto y se alió con Zinoviev y Kamenev para defender la idea del socialismo en un solo país, contra la «revolución permanente» y la extensión del socialismo propugnadas

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por Trotski. De este modo logró deshacerse de éste, un rival poderoso, al que haría asesinar años más tarde en su exilio de México (1940).

Se volvió entonces contra sus aliados, apoyándose en esta ocasión en la «derecha» del partido y en su líder Bujarin, quien, a su vez, luego sería condenado a muerte por Stalin, convertido definitivamente, y gracias a su habilidad y capacidad de manipulación política, en el líder indiscutible de la URSS. Implantó a continuación una dictadura, cambió las directrices económicas y emprendió «el gran cambio». Al proyecto perteneció el primer plan quinquenal, que suponía la colectivización forzosa de las unidades de producción agrarias y la industrialización en gran escala del país. Al mismo tiempo, para suprimir cualquier tipo de oposición, entre 1935 y 1938 instigó los procesos de Moscú, por los cuales muchas de las principales figuras políticas del partido y gran parte de los cuadros dirigentes del ejército fueron encarcelados o fusilados, acusados de traición. Según algunas fuentes las cifras no son fiables, se calcula que el número de ciudadanos condenados a trabajos forzados o encerrados en los «gulags» de Siberia a partir de 1935 alcanzó la cifra de entre cinco y diez millones.

Stanli inspiró algunos movimientos que dieron a la Iglesia un golpe duro, pues la invasión de la Unión Soviética a la Europa Oriental provocó la expulsión y la tortura de muchos cristianos perseguidos por tener relaciones con la Santa Sede y por el mismo hecho de ser cristianos. De manera que la Iglesia condenó el comunismo desde su primera aparición a mediados del siglo XIX por su esencia antirreligiosa. Las papas que han condenados el comunismo ateo son: Pio IX en la encíclica Qui Pluribus (9.11.1846), levantó su voz contra la “nefanda doctrina del llamado comunismo, sumamente contraria al mismo derecho natural”; igualmente en la encíclica Quanta cura y el Syllabus. Mientras que Pio XI reafirmó que la naturaleza del comunismo es impía e injusta.

Ahora quisiera subrayar algunas ideas de las encíclicas de Pio XI. En su Encíclica «Charitate Christi compulsi» decía Su Santidad Pío XI refiriéndose al ateísmo moderno: «No faltaron nunca impíos, no faltaron nunca quienes negaran a Dios: pero eran relativamente pocos...; hoy, en cambio, el ateísmo ha invadido ya una gran masa de pueblo»; es decir: el ateísmo se ha convertido en un hecho social. Y cinco años después, en la Encíclica «Divini Redemptoris», publicada en pleno curso de nuestra pasada revolución, añadía: «No hay que maravillarse pues que en un mundo tan hondamente descristianizado se desborde el error comunista.». La situación de la Iglesia en los países que fueron invadidos por la Unión Soviética vieron a su obispos en prisión y deportados; religiosos expulsados de sus conventos y misioneros masacrados por la predicación; la

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destrucción de templos y mezquitas; fueron cerradas las escuelas y hospitales. Entre los mártires de la Europa Oriental hay que señalar al obispo, Vicente Eugenio Bossilkov, fue condenado a muerte y ejecutado después de largos momentos de tormentos.

Un caso particular fue el de Polonia, pues la Iglesia desarrolló un papel importante tanto en la vida política como social del Estado. Sin embargo, tras las elecciones de 1947 comenzó una intensa persecución abierta contra la cual protestaron valientes obispos y fueron tomadas las medidas clásicas contra las instituciones eclesiales, con expulsiones, supresiones, encarcelamientos y censura de la prensa. El clavario de los creyentes comprendía la detención con interrogatorios extenuantes, destrucciones psicológicas por toda su vida. En todos estos países, los creyentes fueron siempre considerados como enemigos del Estado porque la política antirreligiosa partió del presupuesto de que el hombre es religioso por estupidez, por retraso y por condicionamiento de las tradiciones familiares. Tras la muerte de Stalin el comunismo fue perdiendo fuerza y los países que fueron invadidos por la Unión Soviética recuperaron su identidad e independencia ante sus invasores.

B. Los nazis tenían El mito del siglo XX, de Alfred Rosenberg. Este se limitaba a formular de modo descarado y vulgar el espíritu radicalmente anticristiano, pagano y racista del nacionalsocialismo. La tesis de Marx, Lenin, Rosenberg y Hitler se trasformaron en ideología e impusieron su tráfico tributo a los acontecimientos humanos, controlando las mentes y la voluntad de millones de personas. El nacionalsocialismo y el marxismo-leninismo han sido las principales ideologías de las guerras del siglo XX. Según el marxismo, para realizar el comunismo no solo se debe entrar en la onda extensa del cristianismo, sino que hay que combatirlo hasta su eliminación. Y ha sido un mérito histórico de la Iglesia y, en particular, de los papas, el haber individualizado muy pronto y con gran lucidez los horrores del comunismo como también los del nazismo y sus relativos fundamentos ideológicos.

En Alemania, tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, las instituciones del antiguo Imperio alemán habían sido sustituidas por la federal y democrática República de Weimar, así llamada por haberse constituido en la ciudad de Weimar. En un país de escasa tradición democrática como era entonces Alemania, la joven República se vio pronto sometida a las presiones tanto de la izquierda (los comunistas) como de la derecha nostálgica de la grandeza imperial. La devastación ocasionada por la contienda y las condiciones impuestas por los tratados de paz no facilitaban precisamente su consolidación: durante los primeros años de la posguerra, una inflación galopante sumió

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en la angustia y en la miseria a las clases medias y bajas; en 1923, la ocupación francesa de la cuenca del Riehr ante el impago de las reparaciones de guerra supuso una nueva humillación para el país.

El nazismo ocultó su naturaleza despiadada tras una confusa filosofía en la que se mezclaban las evocaciones a la tradición romántica de una Alemania "bárbara" pero vital, el culto y la exaltación de la fuerza, el desprecio por los ideales igualitarios y democráticos (vistos como señal evidente de debilidad y de escasa virilidad) y la superioridad del pueblo alemán, cuya misión no era sino destruir y sustituir a las otras razas, inferiores y decadentes. El igualitarismo fue substituido por el principio de jerarquía, que condujo a la militarización de la vida social y laboral, mientras en el terreno económico la autarquía y el intervencionismo favorecían un desarrollo industrial preferentemente armamentístico que preparaba, por la vía militar, la realización del ideal pangermánico (la unificación bajo un solo Estado de los pueblos de lengua alemana) y la conquista del «espacio vital», es decir, del ámbito territorial que la nación precisaba para asegurar su prosperidad. Este totalitarismo que partiendo del principio de la raza negaba el cristianismo y anteponía la fuerza del derecho, se trataba de una aberración fanática unida a una pasión por destrucción y un racismo anticristiano; por tanto Hitler trató de atacar la identidad dela Iglesia con la conciencia de eliminarla completamente. Los conflictos de la Iglesia con los regímenes totalitarios nacieron por las pretensiones monopolísticas sobre la educación y la doctrina como concepción de la vida en neta antítesis con el catolicismo. De modo que la Iglesia fue condenada a la eliminación total comenzada por sus jefes, obispos, cleros y religiosos; dejando a su paso mártires de todo credo cristiano.

Hitler ve en el hombre únicamente un medio para alcanzar un fin: la conservación de su sustancia racial. No solamente afirmaba que era preciso "transformar a todo alemán y hacer de él un tipo nuevo de hombre", o "fustigar a las masas para lanzarlas adelante aunque fuese con histérica violencia", sino que aseguraba que "sólo quien está sano puede procrear, pues es escandaloso engendrar hijos malsanos o defectuosos". Por esta razón, el antisemitismo ocupa un lugar central en toda esta doctrina: hay que destruir al "insecto", prohibir el matrimonio mixto que engendra "monstruos mitad hombres y mitad monos" y acabar con la semilla hebrea en la tierra alemana. La raza aria ha de ser purificada; pero además, en tanto que raza superior (pues no todas las razas son iguales), está legitimada para ejercer su dominio sobre las inferiores, lo que justificaría tanto el expansionismo militar como el genocidio judío. De manera que el nazismo donde Alemania debía ser organizada junto con la Iglesia protestante.

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Los mártires que murieron en el holocausto por defender al pueblo hebreo y estar en contra del nacionalsocialismo fueron “conejitos de indias” para los experimentos con seres humanos. Entre estos mártires hay que destacar la judía-alemana, Edith Stein; Titus Brandsma, Maximiliano kolbe, Vilmos Apor, y todos quellos que ofrecieron su vida y el heroísmo en su accion de caridad que llevaron a ser profetas de esperanza en medio de los tormentos del totalitarismo.

C. La revolución que llevó al poder en los Estados Unidos de México al Partido Revolucionario Nacional o «Institucional» (PRI) se realizó en diversos estadios. De manera que el socialismo en México no era otra cosa que el comunismo, si bien practicaba con el nombre de «socialismo». Esto llevó a que en 1927 estallara la guerra, cuando un grupo de campesinos se sublevaron espontáneamente al grito de «¡viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!». Era la primera guerra «cristera», una contienda concebida en términos puramente religiosos, como única alternativa gubernamental de aniquilar la religión católica. Se trató, pues, de una rebelión de católicos mexicanos contra el régimen cuyo poder se sostenía apoyado sobre el ejército y el partido dominante, el PRI.

El partido del PRI estaba conformado por una mezcla de masones, socialistas, comunistas y oportunistas fanáticos que redactaron las leyes de la Constitución de 1917 con leyes anticlericales y a la incautación de Iglesias, conventos, escuela y toda clase de propiedad de la Iglesia. Este movimiento fanático del PRI llevó a asesinatos de sacerdotes, religiosos y seglares, de modo que los católicos que lucharon contra el gobierno fueron llamados cristeros, pues estos católicos empuñaron las armas por desesperación.

Las restricciones del gobierno de la Calle pretendían limitar el número del clero y tener una mayor injerencia en la vida de la Iglesia. Esto condujo a los creyentes a levantar las armas y dar inicio al “movimiento cristero”; personas campesinas y de ciudades, hombres y mujeres de todas las edades y cultura diferentes con la única misión de recuperar lo que el gobierno les robó con la reforma de la Constitución. Para muchos esta guerra fue inspirada en el movimiento ultramontano donde los cristeros eran tachados de fanáticos y guerrilleros que no aportaban nada a la unidad de México; sin embargo, los cristeros fueron hombre de fe que ofrecieron su vida para que sus hijos sean educados bajo aquello que ellos profesan y como ciudadanos libres profesar su fe en público.

Una tensa conciliación entre la Iglesia y el Estado se había mantenido a partir de la promulgación de la Constitución de 1917. La iglesia había recuperado el poder espiritual perdido durante la guerra de reforma y ejercía mayor influencia en la formación de

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sindicatos obreros y campesinos. Durante el gobierno de Álvaro Obregón, se verifica en 1923 el primer conflicto grave que auguraba las relaciones en los años posteriores a la llegada del delegado apostólico Filippi para bendecir el cerro del Cubilete en Silao, donde sería erigido el monumento a Cristo Rey. Para 1925, con Calles en el poder, a la cabeza de los anticlericales del norte, las posiciones se polarizan; los enfrentamientos entre la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM) y los miembros de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) se suceden; Morones, líder de la CROM, y aliado de Calles intenta crear una Iglesia mexicana, cismática, y aunque su intento fracasa, los católicos forman su brazo político. En la Revolución Mexica, el papa Pio IX respondió con un llamado a la paz y el desarrollo de la Acción católica, en la carta apostólica Paterna sane sollicitudo y con la encíclica Iniquis affictisque; pero esto no cedió a las persecuciones religiosas por parte de los revolucionarios y con la encíclica Acerba animi para la libertad de los cristianos. En el año de 1937 en la encíclica Firmissimam constantiam para restaurar la sociedad cristiana mediante la Acción Católica. Por tanto, los mártires de la persecución mexicana podemos destacar al padre Miguel Agustín Pro, a Cristolbal Magallanes y compañeros, al joven José del Rio, y a todos aquellos que defendieron su fe ante el ideal de aniquilamiento de los partidos políticos.

D. La II República española, proclamada el 14 de abril de 1931, llegó impregnada de un anticlericalismo, que tenía raíces profundas en la sociedad hispana. La legislación laicista y los tumultos callejeros fueron las cartas credenciales del nuevo régimen, que acabaría siendo definido como «república fascista» por un ministro de la misma. En la política religiosa influyó sensiblemente la masonería española que, por encima de divisiones y divergencias internas, era de tendencias marcadamente republicanas, socialistas y en algún caso anarquistas, decididamente anticlerical, favorable al divorcio y a la escuela laica en oposición a la católica. Los sacerdotes y religiosos asesinados en su mayoría eran pobres, tan pobres como sus mismos asesinos, porque nunca hubo en España sacerdotes aristócratas ni de clase acomodadas; los tesoros de las casas religiosas, según ellos, no consistía en valores monetarios sino en un patrimonio histórico, artístico y documental.

En el año de 1936 cuando el triunfo del Frente Popular se incendió templos, derribaron cruces, la expulsión de los párrocos de sus propias parroquias y los religiosos de sus conventos, fue el grito de guerra del Frente Popular contra los cristianos hasta 1939. Este periodo de tres años martirizó muchos cristianos como nunca en la historia se había vivido en el cristianismo. Exterminar a la Iglesia era la meta de tantos años “de opio” y los que fusilaban eran por odio a la fe y a la iglesia, es decir, la causa común de los mártires era por

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ser cristianos. Las nuevas formas de la persecución y de tormento fueron tan dosificadas y modernas que destrozaron la conciencia de muchos creyentes llevándolos a la muerte. El asesinato masivo de católicos en la zona roja durante la Guerra Civil no obedeció al impulso espontáneo de una masa ignorante, sino que fue un fin premeditado y alimentado durante cinco años de fiera demagogia por quienes, en razón de su responsabilidad, hubieran debido actuar, si no con mayor nobleza, al menos con un mayor sentido de Estado.

La II Republica tiene una cuenta pendiente con la humanidad cuando entrando a las iglesias y conventos destrozaron todo aquello de patrimonio histórico, el arte y los documentos que se custodiaba en las casas cristianas. La destrucción del arte se le ha llamado “martirio de cosas” que junto con la sangre de los mártires se mezcló con el incendio de museos y bibliotecas, más el robo de los objetos sagrados. No había pasado un mes de la proclamación de la República cuando comenzó la violencia contra la Iglesia Católica, en unas jornadas que han pasado a la historia como "la quema de conventos". La España Católica fusilo a sus mismos creyentes por el solo hecho de ser cristiano, entre ellos centenares de seglares, religiosos y el clero marcó con su propia sangre y con obras de caridad el camino del Calvario imitando al Maestro.

La historia de España en los años de la Segunda República y de la Guerra civil, ya que el 18 de julio de 1936 no puede entenderse si no se parte del 14 de abril de 1931. Ese día fue autoproclamada una República, sin legitimidad política, que comenzó a actuar contra la Iglesia, a pesar de que el Papa la reconoció inmediatamente y pidió a obispos, sacerdotes y católicos que la acataran lealmente y colaboraran con ella por el bien común. La política de la II República fue la muerte es infligida por odio a la fe cristiana; una muerte que el mártir acepta por amor a la misma; de modo que no se confunda la persecución religiosa con la represión política, ni se pueda identificar a los mártires con los caídos en el campo de batalla ni con las víctimas de la represión política o sacrificadas por otras causas. Estos mártires del siglo XX en España fueron personas de la misma fibra espiritual que la de los mártires de los primeros siglos y los de todas las épocas. Fueron cristianos que, llegada la hora de la verdad, prefirieron morir a traicionar su fe. Si a los perseguidores les mueve en su actuación una motivación política, de una u otra índole, en el corazón de los mártires lo que existe es siempre un amor más fuerte que la muerte. Los mártires mueren a causa del odio objetivo que sus verdugos tienen a la fe católica que ellos profesan y mueren amando y perdonando a

sus verdugos.

Por tanto, la persecución española fue mayor que la Revolución francesa, que provocó una de las mayores tragedias de la historia de la Iglesia. Los mártires escribieron las páginas más gloriosas de la persecución y fueron el resultado inmediato de la intensa obra de

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descristianización, llevada a cabo con tanta crueldad por los revolucionarios. Ciertamente esta revolución fue mayor que en los otros países; dentro de los mártires de la Republica hay que destacar la labor de los seglares como el de Manises y el gitano “Pelé”. Durante aquellos años muchos entregaron sus vidas, hay que destacar las tres carmelitas descalzas de Guadalajara, 51 seminarista claretiano, Elvira Moragas, primera mujer farmacéutica, y a todos aquellos que gritaron ¡Viva Cristo Rey!

Aporte

El libro de las persecuciones religiosas y mártires del siglo XX de Vicente Cárcel, abre sus páginas con la homilía del papa Juan pablo II ante el Coliseo Romano recordando la valentía de los primeros cristianos ante el suplicio de los tormentos de los emperadores donde las crucifixiones antiguas fueron remplazadas por el fusilamiento y el poso de los leones por las cárceles de tormento. Al principio tenía la idea de leer vida de hombres y mujeres que fueron héroes de la Iglesia y salvadores de la humanidad, sin embargo, el primer capítulo situaba en el aspecto geo-político de las persecuciones religiosas comenzando desde Oriente hasta llegar a Occidente y los partidos políticos por desterrar no solamente a la iglesia sino asesinando a sus hijos. De modo que los periodos de persecución en el siglo XX comienzan por el comunismo y termina con la II República Española.

Recomiendo el libro para aquellos que interesados por conocer la historia marcada por los estragos que dejaron las ideologías europeas y llegando hasta América, y la fortalece de muchos creyentes en defender su fe en contra de las dificultades y tormentos que el Gobierno les impedía realizar en acción de sus hermanos, por ejemplo, el holocausto judío. Igualmente para aquellos que dentro de sus estudios como creyente cristiano conozca los contextos de los mártires que años tras años la Iglesia celebra y recuerda como testigos fieles al Crucificado y a su Evangelio, la historia escrita con sangre de mártires en la época del siglo XX fue unas de las paradojas de la historia, es decir, ante un pensamiento avanzado y las nuevas disciplinas fueron fundamentos para que el fanatismo de la guerra llegara a la vergüenza de todas las épocas.

Desde otra perspectiva, dicha recomendación va integrada en fortalecer la fe personal y redescubrir aquellos caminos desconocidos que tiene el martirio en la actualidad, pues los nuevos modos de tormentos como la discriminación por ser creyente, la fe que no puede expresarse en público, las destrucciones de imágenes y profanaciones de templos son secuelas de una mentalidad antirreligiosa y anticristiana. Por tanto, a pesar de ser un libro de estudio también cuestiona la forma en que el creyente de hoy en día cómo está expresando su fe en medio de las nuevas persecuciones.

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Sobre este tema los cineastas han realizados filmes donde dan a plasman el contexto de aquellas persecuciones religiosas. Por ejemplo, la película la Cristiada manifiesta la guerra de los cristeros y la política del PRI; mientras que Un Dios Prohibido donde relata la vida de los 51 seminaristas claretianos durante la II República Española. Por otro lado la vida de Maximiliano Kolbe, junto con Titus y Edith refleja lo que sucedió durante el nacionalsocialista (nazismo). Por tanto, el libro recorre la historia de las grandes ideologías políticas que afectaron no solamente a la humanidad sino también a las Iglesias y a las otras religiones que dieron sus mártires como ejemplo y testimonios de fe para las futuras generaciones.

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