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transformaciones politicas

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diferentes metodos donde la transformacion politica se dan en el pais

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Mijail Gorbachov(Mijail Sergueievich Gorbachov; Privolnoje, Stavropol, 1931) Último dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Procedente de una familia campesina rusa de la región del norte del Cáucaso, estudió Derecho en la Universidad de Moscú (1950-55). Allí se casó con Raisha Maximovna Titorenko y se afilió al Partido Comunista. De regreso a su región de origen, realizó una rápida carrera política, ascendiendo a cargos de responsabilidad regional en las juventudes comunistas y en el partido. Completó su formación con estudios de Agronomía en los años sesenta, lo cual le permitió obtener su

primer gran éxito político al afrontar la catastrófica sequía de 1968. Fue entonces cuando saltó a la política nacional, resultando elegido miembro del Sóviet Supremo (1970), del Comité Central del Partido (1971; secretario de Agricultura en 1978) y del Politburó (1980). Esta rápida ascensión culminó con su elección como secretario general del Partido Comunista de la URSS tras la muerte de Chernenko (1985), por un estrecho margen de votos; obtenía así el máximo poder de la declinante potencia soviética, que se completaría con su nombramiento como presidente del Sóviet Supremo y jefe del Estado (1988).La llegada de Gorbachov al poder suponía no sólo una renovación generacional, sino también una esperanza de renovación política: Gorbachov encarnaba la corriente reformista que proponía una apertura liberalizadora para sacar a la URSS del estancamiento económico, político y cultural en el que había quedado sumida desde la época de Brezhnev. Gorbachov no defraudó esas expectativas, pues desde 1990 puso en marcha un programa político extremadamente audaz que no sólo acabaría con la dictadura comunista en la URSS, sino con la propia existencia de aquel Estado, transformando así profundamente el escenario internacional. Dicho programa, sin embargo, era obra de un comunista convencido, deseoso de reforzar y perfeccionar el régimen socialista mediante la trasparencia (glasnost) y la reestructuración (perestroika). La glasnost se produjo primero y con más facilidad: Gorbachov implantó una mayor trasparencia informativa, acabó con la represión hacia los disidentes, desmontó el Estado policial y la censura de prensa, restauró cierta libertad de expresión y reconoció públicamente los crímenes y los errores cometidos en el pasado por el partido y por el Estado soviético. Con todo ello se ganó el apoyo de los gobiernos y de la opinión pública occidental. Esta acogida no es de extrañar, dado que Gorbachov practicó una política exterior pacifista, llevando de hecho a la URSS a renunciar a su papel de gran potencia mundial, con tal de reducir así los pesados gastos militares que apenas podía soportar la debilitada economía del país (tratado de desarme pactado con los Estados Unidos de Reagan en 1987; retirada de Afganistán en 1989). La retirada del ejército soviético condujo a procesos más o menos revolucionarios que acabaron con los regímenes comunistas en Europa central y oriental, abriendo el camino para la reunificación de Alemania (1990).La reconstrucción económica, sin embargo, sería uno de los principales fracasos de Gorbachov: la perestroika suponía sacar a la economía soviética del caos y el anquilosamiento en el que estaba sumida, introduciendo mayor libertad de empresa y dejando actuar al mercado para corregir los defectos de la planificación. Sin embargo, estas reformas no tuvieron resultados positivos inmediatos, pues desorganizaron aún más el sistema productivo existente y ahondaron el empobrecimiento de la mayor parte de la población. Todo ello creó tensiones sociales, agravadas por los intereses político-económicos que se veían afectados. En el aspecto político, se inició una apertura que debía conducir gradualmente a una democracia pluripartidista; pero los avances en ese camino, considerados excesivos por la «vieja guardia» comunista, fueron considerados demasiado lentos por la creciente oposición ajena al partido: Gorbachov y su equipo avanzaban despacio por las resistencias existentes dentro del régimen y por el temor a perder el control del proceso. El efecto principal de la apertura fue la eclosión de los sentimientos nacionalistas, que cuajaron en movimientos independentistas en las diversas repúblicas que formaban la URSS. En 1991 se produjo un intento de golpe de Estado militar de tendencia involucionista, que fue detenido por la fuerza del movimiento democrático radical, encabezado por Boris Yeltsin; éste se hizo dueño del poder en Rusia, apartando a Gorbachov y pactando con los dirigentes de las otras repúblicas el desmantelamiento de la URSS. Gorbachov se retiró de la política en aquel mismo año; aunque se presentó a las elecciones presidenciales de Rusia en 1996, obtuvo un resultado pésimo, reflejo de la impopularidad que se ganó en su propio país

Bipolarización

Estados Unidos y Unión Soviética fueron las dos superpotencias visibles durante la Guerra Fría. En la imagen se observa a Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev en 1985. Después de la disolución de la URSS, EE. UU. fue la única superpotencia verdaderamente hegemónica.En el marco de las relaciones internacionales, la bipolarización sobre todo designa el período de la llamada Guerra Fría, dominada a nivel mundial por el enfrentamiento entre las dos superpotencias de la época, Estados Unidos y URSS.En un sentido algo más general, el término también designa el reagrupamiento de fuerzas o de voluntades entre dos grupos enfrentados, o alrededor de dos posicionamientos en algún sentido opuestos, por ejemplo entre dos partidos políticos competidores (verbigracia y en Estados Unidos, entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano, o en Francia, entre la llamada gauche o izquierda y la llamada droite o derecha ).A nivel internacional, la bipolarización contrasta y se diferencia con el llamado mundo multipolar surgido luego de la caída del muro de Berlín.terminada la 2da guerra mundial, se alzan como potencias economicas por un lado eeuu con una ideologia y política liberalista que consiste en el libre mercada y la minima intervencion del estado y por el otro lado la union Soviética con una ideologia comunista que permite al estado tener el control sobre todo dice que se daria a traves de la revolucion del proletariado y se instauraria una dictadura hasta que esta no sea necesaria y desaparezca el estado! a este periodo de tiempo se le llama la guerra fria y culmina con la caida del muro de Berlín en el 89

Se denomina Guerra Fría o conflicto este-oeste al enfrentamiento que tuvo lugar durante el siglo **, desde 1945 (fin de la Segunda Guerra Mundial) hasta el fin de la URSS y la caída del comunismo que se dio entre 1989 (Caída del Muro de Berlín) y 1991 (golpe de estado en la URSS), entre los bloques occidental-capitalista, liderado por Estados Unidos, y oriental-comunista, liderado por la Unión Soviética.Este enfrentamiento tuvo lugar a los niveles político, ideológico, económico, tecnológico, militar e informativo.Ninguno de los dos bloques tomó nunca acciones directas contra el otro, razón por la que se denominó al conflicto "guerra fría". Estas dos potencias se limitaron a actuar como "ejes" influyentes de poder en el contexto internacional, y a la cooperación económica y militar con los países aliados o satélites de uno de los bloques contra los del otro. Si bien estos enfrentamientos no llegaron a desencadenar una guerra mundial, la entidad y la gravedad de los conflictos económicos, políticos e ideológicos comprometidos, marcaron significativamente gran parte de la historia de la segunda mitad del siglo **. Las dos superpotencias deseaban implantar su modelo de gobierno en todo el planeta.Los límites temporales del enfrentamiento se ubican entre 1945 y 1947 (fin de la Segunda Guerra Mundial y fin de la posguerra respectivamente) hasta 1985 (inicio de la Perestroika) y 1991 (disolución de la Unión Soviética).

La Revolución de Octubre, también conocida como Revolución bolchevique, fue la segunda fase de la Revolución rusa de 1917, tras la Revolución de Febrero.1 La fecha 25 de octubre de 1917 corresponde al calendario juliano vigente en el Imperio ruso, después abolido por el nuevo Gobierno bolchevique. En el resto del mundo, bajo el calendario gregoriano, los sucesos se iniciaron el día 7 de noviembre de 1917.

La insistencia del Gobierno provisional en continuar la guerra —muy impopular— impedía la aplicación de las profundas reformas que exigía la población.3 La ausencia de estas hizo que el programa bolchevique, reflejado en sus consignas de «Paz, pan y tierra» y «Todo el poder para los sóviets» (consejos), ganase partidarios rápidamente en el otoño de 1917.3 La crisis económica, que se había agravado desde el verano, la amenaza del frente para los soldados de la capital, la desilusión con la falta de reformas gubernamentales y el respaldo al Gobierno provisional de la mayoría de los partidos favoreció a los bolcheviques, que desencadenaron una intensa campaña de propaganda en la capital, por entonces Petrogrado.3 Entre las clases más desfavorecidas de Petrogrado el rechazo a los sacrificios para continuar la guerra y a seguir en Gobiernos de coalición con los kadetes después del golpe de Kornílov era general.3

El abandono de dicho congreso por los socialistas moderados en protesta por las acciones bolcheviques facilitó la formación de un Gobierno (el Sovnarkom) exclusivamente de este partido.5 Las posteriores negociaciones para formar un Gobierno de coalición entre los distintos partidos socialistas fracasaron por la intransigencia de las partes. Los intentos de la oposición de efectuar un contragolpe mediante una insurrección en la capital y la marcha de tropas del frente sobre la ciudad fracasaron.El poder del nuevo Gobierno se extendió por el país en diversas fases, con graves enfrentamientos en algunas zonas, como Moscú. La debilidad militar de la oposición y la popularidad de las primeras medidas, sin embargo, favorecieron a Lenin y sus seguidores. El rechazo a la toma del poder, llevada a cabo por los bolcheviques, de la oposición más radical y la imposibilidad de la moderada de arrebatárselo a través de las instituciones, debido a la disolución de la Asamblea Constituyente en enero de 1918 y a la expulsión de los partidos socialistas de los sóviets en la primavera, condujo a la guerra civil.

Socialismo real es un término político, popularizado durante la era Brezhnev en Europa del Este y la Unión Soviética, en relación con la rápida evolución realidad socioeconómica de los países del COMECON, frente a una disminución de la tasa de crecimiento y la necesidad de la reforma económica. Desde la década de 1960, países como Polonia, la República Democrática Alemana, Hungría y Checoslovaquia, comenzaron a argumentar que sus políticas representan lo que es realista, factible, incluso si no se ajustan al concepto marxista del socialismo. Con el tiempo, la frase "socialismo real" adquiere otro significado, tanto negativas como sarcástico, como afirma la parte real del socialismo nomenclatory comenzó a ser visto como distante e irreal, mientras que la deuda externa se disparó. A través de los años, y especialmente después de la disolución de la Unión Soviética, el término comenzó a significar sólo una cosa, es decir, el socialismo de estilo soviético.

La perestroika es una palabra en ruso que significa “reestructuración. Este es un término utilizado por el presidente Soviético Milhail Gorbachev para describir su programa de reformas el cual se implementó entre los años 1985 y 1991. Es considerada también como un movimiento reformador que sentó las bases de la demolición de la herencia Stalinsta. El objetivo de la Perestroika era rejuvencer el sistema soviético, pero en vez de hacerlo, las reformas causaron la caída del sistema y la disolución de la URSS. La perestroika afectó en los ámbitos económico, social y político.

La Glásnost (voz rusa que significa transparencia, apertura o franqueza) fue una política promovida por el entonces Presidente de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov. Consistía en dar una mayor transparencia informativa, en una apertura hacia los medios de comunicación, en un intento por dar a conocer los problemas y las críticas existentes.Esta política aperturista proporcionó una mayor cobertura informativa de la oposición al sistema.

Por qué fracasa el socialismo La caída en los años 90 del socialismo soviético y de su concepto de planificación centralizada para dirigir la economía en manos del Estado expuso una serie de deficiencias consustanciales a dicho sistema: la escasez y mala calidad de bienes y servicios, el rezago tecnológico y la corrupción fueron los más notables en el área económica. Y la construcción de una hegemonía política que hiciera posible el completo control estatal de la sociedad y la represión de las libertades condujeron a una verdadera tragedia humana. Todo ello sin alcanzar la prometida producción de riqueza y su distribución equitativa. Quedó claro tras una experiencia de varias décadas que el Estado no era una institución llamada a hacerse cargo, en nombre de la gente, de la posesión de los medios de producción y del manejo de la economía en todas sus complejas facetas.

Cuando el Gobierno centraliza las decisiones y la propiedad de los medios de producción, distribución y comercialización (como aún sucede en Cuba y el actual gobierno ha pretendido que sea en Venezuela) la dinámica de la producción y el comercio depende de políticos y burócratas, cuyo principal interés no es aumentar las ventas ni satisfacer los deseos de los clientes sino el poder, o su posición en el partido.

El poder del pueblo en esta situación es precario. Es el sistema en que éste tiene menos poder, porque a los ciudadanos no se les permite ser productores, distribuidores y comerciantes libres; ni tampoco verdaderos clientes, sino "personas con acceso a los bienes y servicios". Además, la eliminación del derecho a la propiedad y la satanización de la ganancia como producto de la iniciativa y el trabajo, privan a la sociedad de dos poderosos incentivos que tienden a estimular la producción, la calidad y la innovación.

En la economía social de mercado, en cambio, los ciudadanos se pueden relacionar todos los días con miles de empresarios libres a quienes interesa producir, distribuir y vender. Y como clientes podemos hacernos oír (sin siquiera levantar la voz) cambiando nuestra preferencia por marcas, productos o establecimientos. Para el comerciante, proveedor o fabricante, sobre todo cuando trabaja en competencia con otros, la opinión y deseos del cliente tienen altísimo valor. Conocerlos, interpretarlos y satisfacerlos es la clave de su éxito. En esa relación, propia del sistema de libre empresa y economía de mercado, el cliente (todos y cada uno por separado) tienen poder. Es en la libertad económica y en la competencia donde reside la fuerza esencial del ciudadano en la economía, una de las bases del verdadero poder popular. En este sistema el Estado es necesario, principalmente, para que establezca y vigile normas adecuadas que eviten el monopolio, y para promover que cada día haya más productores, distribuidores y vendedores que compitan entre sí.Sin embargo, hay quienes persisten contra toda evidencia en plantear la transformación socialista con la mira puesta en la sociedad comunista propuesta por Marx. Uno de ellos es Heinz Dieterich, autor del libro Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI (2005) y consejero del expresidente, quien volvió a proponer la planificación centralizada para sustituir a la economía de mercado, solo que llamándola esta vez economía democráticamente planificada. Él afirma que el uso de tecnologías de información y comunicación electrónica facilitaría la transición a la economía socialista, porque las computadoras permitirían manejar la determinación de necesidades, dirección de la producción y distribución de los bienes. Plantea que la economía socialista del siglo XXI se regiría por el principio de equivalencia a través del cual a los precios y salarios se asignaría un valor (que denomina valor real) que sería la suma de todo el tiempo invertido en el trabajo, o contenido en los bienes, sin consideración de otros factores. Según Dieterich, la informática permitiría simplificar los complicados cálculos que esto implica, y facilitaría la participación popular.Ahora bien, una tarea como ésta tendría que ser asumida por el Estado, y eso sería regresar a la planificación centralizada de los socialismos del siglo XX. Lo cual, aunado a la limitación del derecho de propiedad y al control estatal resultante, llevaría a las mismas condiciones que motivaron el fracaso de aquellos sistemas. La situación actual de la economía venezolana, gobernada ahora bajo principios similares, presenta los mismos síntomas, de los cuales el más prominente es la escasez. Si el Estado interviene la economía hasta el punto de quitarle la libertad y la propiedad, de nada servirán los modernos sistemas de informática que entes como Sundecop, Indepabis, SADA o Cadivi compren a las trasnacionales: este socialismo0 también está ya fracasando, por ser portador de las mismas deficiencias que su antecesor del siglo XX.

El Muro que cambió la historiaEl Muro de Berlín fue mucho más que una frontera geográfica. A uno y otro lado se consolidaron dos modos de entender la política, la cultura, las ideologías, la humanidad misma. El 9 de noviembre de 1989, cuando se derrumbó de forma pacífica, el este europeo tuvo que reinventarse, y occidente descubrió que no todo era un gulag al otro lado del telón de acero. Las ruinas del muro forman hoy una cicatriz que tiene algo de símbolo: es la herida que han dejado en la historia los principales totalitarismos del siglo XX.La construcción

La guerra fría, a pesar de su amenaza, tenía una nítida sencillez. Bipolaridad entre Washington y Moscú, Tercer Mundo debatiéndose por un difícil no alineamiento, puesta en marcha de la integración europea, equilibrio del terror en la escalada armamentista y en las alianzas poliédricas; OTAN, SEATO, Pacto de Varsovia, proliferación de organizaciones internacionales bajo el paraguas onusiano, estabilidad y tensión en un escenario de riesgos calculados. Conflictos periféricos como Corea, Cuba, Vietnam, África Subsahariana y las dialécticas entre dictaduras y revoluciones en la América hispana dibujaban un tinglado no fácil de embridar que el temor al estallido de una III Guerra Mundial siempre lograba desactivar, como se vio en la crisis de los misiles, en Berlín, en Hungría, en Suez o en la Primavera de Praga. La descolonización fue el otro cambio histórico estelar del periodo y el nacimiento de un centenar de estados que transformaron la estructura de los actores, medios y factores del sistema. Oriente Medio y en su centro las guerras arabe-israelíes de 1948, 1956, 1967 y 1973 constituyó el espacio más peligroso, que ha transferido su problemática al periodo posterior a la Guerra Fría.

DESPUÉS: Multipolarismo y globalización

El primer dato incuestionable es la globalización del sistema internacional. Sin embargo, este mundo interconectado por las redes de la telemática, ofrece injusticias, y contrastes no menos patentes. Es un sistema asimétrico. El número de actores se modifica. Solamente de la exURSS y la exYugoslavia han surgido veinte estados. Los miembros de la ONU pasan de 159 en 1985 a 192 en 2009. El fin de la Bipolaridad en la década finisecular abrió un esperanzador horizonte optimista bajo el hegemonismo norteamericano que hizo a Fukuyama plantear el Fin de la Historia.

EUROPA

ANTES: De la protesta al cambioA fines de la década de los ochenta eran muy pocos los que presentían que las dictaduras comunistas del bloque soviético y de los regímenes de Yugoslavia y Albania iban a derribarse con la rapidez que sucedió.

Cada intervención implicaba una importante pérdida de prestigio político para la izquierda europea, en especial para los partidos comunistas de Europa Occidental. En 1975 la URSS había ya renunciado a extender la revolución en los países de Europa Occidental y estaba intensificando sus esfuerzos por convertir el Telón de Acero (resultado del armisticio de 1945, al que no siguió ningún tratado de paz con Alemania) en una frontera definitiva. Pero en octubre de 1978 el Cardenal de Cracovia fue elegido Papa y en 1980/81 una protesta laboral condujo a la fundación de un sindicato no comunista en Polonia. Entonces la URSS no podía permitirse una nueva intervención militar contra un sindicato de diez millones de personas. La solución de compromiso fue un pseudo golpe de estado de un general comunista polaco en 1981. Cinco años mas tarde (en 1985) el nuevo secretario general del Partido Comunista soviético Mijail Gorbachev ponía en boga la “política de la perestroika” (reestructuración) y de la “glasnost” (transparencia): lo que al principio parecía sólo un eslogan propagandístico se convirtió en un sinónimo de liberalización para todos los aliados. Los polacos fueron los primeros en cambiar de régimen: las elecciones parlamentarias semilibres de junio de 1989 pusieron el Gobierno polaco prácticamente en manos de Solidarnosc antes de que empezara la huida en masa de alemanes orientales desde Hungría a Austria meses antes de que cayera el Muro de Berlín.

DESPUÉS: Transiciones a distinto ritmoEn 1989 nadie disponía de manuales que explicaran cómo tenía que hacerse el paso del comunismo a la democracia. Los cambios políticos fueron posibles en el momento en que quedaron anulados los tratados de los aliados de la II Guerra Mundial sobre la división de Europa en esferas de influencia, es decir, los acuerdos de Teherán de noviembre-diciembre de 1943, de Moscú en octubre de 1944, de Yalta (febrero de 1945: sólo tres meses antes de la capitulación alemana) y de Potsdam (agosto de 1945: dos meses y medio después de la capitulación alemana). Esto fue posible cuando se derrumbó el bloque comunista soviético, primero con la disolución del Pacto de Varsovia y del Comecón y después con la desintegración de la propia URSS en numerosos estados independientes.

Pero también hubo divergencias en cuanto al origen de la transición. Mientras que en Polonia fue evidentemente la oposición no comunista la que se puso al frente del movimiento de democratización, no fue así en todos los países. En la Unión Soviética fue el nacionalismo ruso la plataforma que ha permitido un traspaso del poder a una oligarquía de ex policías y oligarcas de la privatización. Un caso muy especial fue el de Rumanía, donde nada menos que la cúpula de la policía política (la omnipotente Securitate) puso la espoleta que condujo a una revolución popular que muy pronto pasó a ser controlada por expertos en administrar el poder, como el ex presidente Ion Iliescu. En Bulgaria fue el propio Partido el que inició las depuraciones primero dentro del Partido Comunista y después dentro del Gobierno. En ambos países una buena parte de la antigua nomenclatura reapareció con nuevos trajes. Las transiciones más civiles se registraron en Checoslovquia y en Hungría. El campeón de la llamada “revolución de terciopelo” en Checoslovaquia fue el disidente y posterior presidente Vaclav Havel. En Hungría hoy día todavía los ex comunistas o comunistas convertidos a la democracia intentan atribuir los méritos de la transición magiar a la perspicacia de los comunistas reformistas.

La transición más sangrienta tuvo lugar en la ex Yugoslavia. Todavía es demasiado pronto para analizar todo aquello, pero ya ahora la mayor parte de los que han observado la desintegración de Yugoslavia coinciden en que la intervención de la Comunidad Europea (defendiendo la unidad estatal de un estado que había dejado de existir de hecho) tuvo catastróficas consecuencias

Cuba: situación sociopolítica y económica

Un abarcador y objetivo informe del descalabro económico cubano y la situación política imperante en la Isla, cincuenta y tres años después del triunfo de la revolución castrista

Cincuenta y tres años después del triunfo de la revolución castrista, Cuba sigue siendo un país de partido único, política única, prensa única y comandante único, si bien éste delega ahora las tareas cotidianas de gobierno en su hermano menor, pero conserva un derecho de pernada sobre las decisiones fundamentales. Merced a la sucesión dinástica de estilo norcoreano realizada en 2006, una sola familia monopoliza el poder político y, a través del aparato del Estado, domina la vida económica y social de la nación.

Las últimas medidas apuntan a que Raúl Castro y su equipo han apostado por una reforma calcada sobre el modelo chino: una apertura económica de signo capitalista, combinada con un enroque político que preserve el control del Partido Comunista y los privilegios de la casta gobernante. Esa estrategia explica que se autorice la creación de pequeñas empresas o la compraventa de determinados bienes, mientras se reprime todo atisbo de asociación política o de ejercicio independiente del periodismo.

En ese contexto, la orientación de la diplomacia cubana en lo tocante a las democracias occidentales no se aparta mucho de la línea que siguió en décadas anteriores. Para el gobierno de Raúl Castro, el mundo occidental es proveedor potencial de capital y tecnología y, a la vez, fuente de peligro debido al posible contagio de las ideas democráticas y el apoyo que puede brindar a la oposición en la Isla y el exilio. De ahí que sigan interpretando como una auténtica declaración de guerra el enunciado de la Posición Común adoptada por la Unión Europea en 1996, que proclama que “el objetivo de la Unión Europea en sus relaciones con Cuba es favorecer un proceso de transición hacia una democracia pluralista y el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales […]. Es muy probable que la transición sea pacífica si el régimen actual inicia por sí mismo o hace posible dicho proceso”.

Transcurridos 16 años de esa declaración, quienes en el exterior todavía creen que el Gobierno cubano aceptaría hacer concesiones políticas a cambio de ayuda económica o facilidades comerciales, cometen hoy el mismo error que se ha venido reiterando con notable contumacia desde hace más de medio siglo. La ideología y la praxis del castrismo siguen basándose en la confrontación y la exclusión. Para los comunistas cubanos, los demócratas no son adversarios, sino enemigos. Y cualquier concesión al enemigo capitalista sería un síntoma de debilidad que podría acarrear consecuencias funestas dentro del país. Mientras ese principio rector siga vigente, el sistema comunista cubano será, en su dimensión política, irreformable.

Lo mejor que podrían hacer las democracias occidentales es ahorrarse el esfuerzo baldío que realizan para lograr que el régimen actual “inicie por sí mismo o haga posible” un proceso de liberalización y centrar su estrategia en apoyar el renacimiento de la sociedad civil y la consolidación de la maltrecha oposición política en la Isla. Es el servicio idóneo que podrían prestar a sus propios intereses, al pueblo cubano y a la paz mundial.