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TRATOS Y CONTRATOS EN INDIAS. VAZQUEZ DE ESP IN OSA Y SU GUIA PARA PECADORES Tanto en Indias como en España se editaron bastantes confesionarios para orientación de sacerdotes y penitentes en los siglos XVI y XVII. Algu- nos se referían a la conducta a seguir en situaciones especiales, como por ejemplo en el comercio. Por la índole social de las transgresiones que comentan, las guías particulares ven hoy renovado su interés: descubren en efecto de una manera vivaz la sociedad de la época, sus circunstancias y aspiraciones, 1 A su regreso de una larga peregrinación por la América española, fray Antonio Vázquez de Espinosa dio a la imprenta una de estas obras, que llamó Confesionario general o Luz y guía del cielo. A estos tiulos sigue en la portada una extensa aclaración del contenido, muy al estilo de la época: con advertencias por donde se ha de confesar el critiano, y explicación de los pecados de comisión y omisión, ocultos y ajenos, partes del peca do, sus causa s morales y circun st anci as, con los trat os y cotra- tos de las Indias del Perú y Nueva Españ a. Y termina: y explicación de sacramentos y excomuniones, con un sumario de las indulgencias de nues- tra Señora del Carmen. 1 En la época en que Vázquez de Espinosa dio a publicidad la obra que comenta- remos, proliferaban por el Nuevo Mundo los confesionarios para uso de los curas doctrineros. Así, por ejemplo: Juan Baptista, Advertencias para los confesores de n tu tu rales, México, 1600, que incluye un catecismo en lengua nahua, o Francisco Pareja, Confesi onario en l engua c as tellana y timuquana, xico, 1613. Del hemisferio sur pro- cede Ludovico Bertonio, Confesionario muy co p ioso en dos lenguas, aymara y española, Chucuito, 1612. Libros destinados a penitentes de profesiones determinadas son, na- turalmente, más escasos. Véase, por eje mplo, un libro muy interesante por la infor- mación que proporciona: Jerónimo Mor eno, R eg las ciertas y precismente necesarias para jueces y ministros de j usti cia de las In di as y sus confesores, México, 1732. Las licencias datan de 1636 y hay en el texto referencias a hechos sucedidos dos decenios antes. Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

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TRATOS Y CONTRATOS EN INDIAS. VAZQUEZ DE ESP IN OSA Y SU GUIA PARA PECADORES

Tanto en Indias como en España se editaron bastantes confesionarios para orientación de sacerdotes y penitentes en los siglos XVI y XVII. Algu­ nos se referían a la conducta a seguir en situaciones especiales, como por ejemplo en el comercio. Por la índole social de las transgresiones que comentan, las guías particulares ven hoy renovado su interés: descubren en efecto de una manera vivaz la sociedad de la época, sus circunstancias y aspiraciones,1

A su regreso de una larga peregrinación por la América española, fray Antonio Vázquez de Espinosa dio a la imprenta una de estas obras, que llamó Confesionario general o Luz y guía del cielo. A estos tiulos sigue en la portada una extensa aclaración del contenido, muy al estilo de la época: con advertencias por donde se ha de confesar el critiano, y explicación de los pecados de comisión y omisión, ocultos y ajenos, partes del pecado, sus causas morales y circunstancias, con los tratos y cotra­ tos de las Indias del Perú y Nueva España. Y termina: y explicación de sacramentos y excomuniones, con un sumario de las indulgencias de nues­ tra Señora del Carmen.

1 En la época en que Vázquez de Espinosa dio a publicidad la obra que comenta­ remos, proliferaban por el Nuevo Mundo los confesionarios para uso de los curas doctrineros. Así, por ejemplo: Juan Baptista, Advertencias para los confesores de n tuturales, México, 1600, que incluye un catecismo en lengua nahua, o Francisco Pareja, Confesionario en lengua castellana y timuquana, México, 1613. Del hemisferio sur pro­ cede Ludovico Bertonio, Confesionario muy copioso en dos lenguas, aymara y española, Chucuito, 1612. Libros destinados a penitentes de profesiones determinadas son, na­ turalmente, más escasos. Véase, por ejemplo, un libro muy interesante por la infor­ mación que proporciona: Jerónimo Moreno, Reglas ciertas y precismente necesarias para jueces y ministros de justicia de las Indias y sus confesores, México, 1732. Las licencias datan de 1636 y hay en el texto referencias a hechos sucedidos dos decenios antes.

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En este libro de tamaño pequeño y factura abigarrada, el fraile con­ densa compulsivamente experiencias personales diversas: su condición de confesor, sus viajes por el Nuevo Mundo y su obediencia carmelita. El sumario de gracias e indulgencias de la Virgen del Carmen, incluido entre los folios 84 y 102 del volumen, condice con la devoción de su orden. Por otra parte, cuando el libro salió de las prensas de Juan Gonzálvez a fines de 1623 en Madrid, hacía pocos meses que Vázquez de Espinosa había puesto pie en su Andalucía natal tras una estancia de doce· años en Indias,2 Como testimonio de su conocimiento del Nuevo Mundo, quedan además un número grande de memoriales y relaciones suyas, su relato del viaje y navegación que hizo la flota de Nueva España en 1622, en la que él retornó, un opúsculo sobre tratos y contratos en Indias y, por último, publicada incompleta hasta nuestro siglo, su obra magna, texto de refe­ rencia obligatoria hoy, el Compendio y descripción de las Indias Occi­ dentales.3

En memoria elevada a la Congregación de Propaganda Fide, en Roma, el vicario Sebastián Fantoni se refería a Vázquez de Espinosa, el 7 de

2 Las licencias religiosas del confesionario datan del mes de julio, es decir que para ese entonces el manuscrito estaba concluido. La tasa del confesionario más la certifi­ cación de haberse corregido las erratas se emitieron el 22 de septiembre de 1623. Los primeros ejemplares debieron pues estar a disposición del público pocos días después, una vez impreso el primer pliego y encuadernado el volumen. Al confesionario alude el propio fray Antonio en los párrafos núms. 393 y 1220 de su Compendio y descrip­ ción de las Indias Occidentales. La Biblioteca de Autores Españoles (en adelante BAEJ ha reeditado recientemente esta obra: Madrid, 1969.

3 Del Compendio sólo llegaron a imprimirse los primeros pliegos. El manuscrito completo fue a parar a manos del cardenal Barberini, y de la biblioteca de éste a la Vaticana. En 1942, la Smithsonian Institution de Washington publicó la traducción completa al inglés efectuada por Charles Upson dark. Las partes correspondientes a la Audiencia de Guatemala y a Nueva España fueron dadas a conocer enseguida ( 1943 y 1944, respectivamente). En 1948, la Smithsonian Institution imprimió el texto original entero. En cualquiera de sus versiones, el Compendio ha sido consultado profusamente por los historiadores, La edición referida de la BAE va precedida de un estudio preliminar extenso cuyo autor es Bartolomé Velasco Bayón (págs. V-XLI). A él remitiremos varias veces más adelante. Este trabajo había sido publicado antes en Missionalia Hispanica, 15, 1958, págs. 169-217, bajo el título "El P. Antonio Váz­ quez de Espinosa y América. Su estancia, su obra, su indigenismo". Acerca de nuestro autor existe otro estudio por Sergio Villalobos, "Dos cronistas: Alonso Borregó y fray Antonio Vázquez de Espinosa", Boletín de lo Academia Chilena de la Historia, XXII (SJ), 1955, págs. 116-153, en especial 127 en adelante. Vázquez de Espinosa dejó asimismo inédita y tal vez inconclusa una historia de las guerras de Chile, a cuya redacción alude en varios párrafos del Compendio: los núms. 1944, 1976 y 2010.

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marzo de 1623, en los términos siguientes: "Di più dice que porta due libri da stampare, uno del viaggio fatigoso e l'altro del trattare a modo de vivere di tutta l'lndie".4 A principios pues de 1623 el carmelita tenia listos para la imprenta dos libros. El primero es el que aparecería en Má­ laga en él curso del mismo año con el título de Tratado verdadero del viaje y navegación de este año de seiscientos y veinte y dos que hizo la flota de Nueva España y Honduras. El segundo se imprimiría también en .Málaga al año siguiente y se intitula Circunstancias para los tratos y contratos de las Indias del Perú y Nueva España. El primero pudo ser concebido durante el viaje de retorno, pero escrito obviamente sólo des­ pués del desembarco, entre la llegada de la flota de 1622 y febrero de 1623. Es evidente que a su regreso Vázquez de Espinosa no perdió mu­ cho tiempo tratando de readaptarse psíquicamente a su tierra de origen, por más que la hubiera perdido de vista por muchos años. Hombre de acción, nada más llegar se enfrascó en la escritura del Tratado; quizá también en la de las Circunstancias.

De la referencia de Pantoni no se desprende que el fraile andaluz se propusiera escribir un confesionario. La decisión fue posterior y ejecuta­ da de manera bastante rápida, entre marzo y junio de 1623, apremiado por acontecimientos imprevistos. Luz y guía del cielo va dedicado al con­ de de Olivares, el poderoso ministro de Felipe IV. En la dedicatoria se declara "criado y vasallo de V. Exc. desde mi nacimiento, por haber na­ cido en Castilleja de la Cuesta, villa de V. Excelencia".5 Las prisas tienen que ver probablemente con ese encuentro con Olivares, quien hizo de Vázquez de Espinosa su capellán y más tarde el confesor de la condesa. El confesionario tiene pues, entre otros propósitos, el de consolidar la posición que el fraile había adquirido en la casa de su señor. Como pastor de almas, Vázquez de Espinosa podía exhibir una larga experiencia, aun­ que aplicada entre otra clase de gente: "en muchas ciudades y poblacio­ nes -dice- prediqué, confesé e instruí indios por servir a Dios nuestro Señor y a la Corona Real, y en muchas entradas que hice en tierras de bárbaros padecí grandes trabajos y me vi muchas veces a peligro de per-

4 Velasco, BAE, pág. XVII. 5 Fol. 3. Vázquez de Espinosa se refiere con orgullo a su terruño en el Compendio

cuando recuerda cómo Hernán Cortés, "aquel Alexandro del Nuevo Mundo", fue a morir a Castilleja de la Cuesta (párrafo núm. 437).

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der la vida, donde se convirtieron muchos y recibieron el agua del Santo Bautismo".6

A esta práctica sacerdotal, Vázquez de Espinosa sumaba una versa­ ción desusada en los asuntos del Nuevo Mundo, adquirida de manera li­ bre, sin los compromisos que el desempeño de funciones administrativas siempre crea. Vázquez de Espinosa, andariego, no desempeñó en efecto cargo alguno durante su estancia en Indias. Olivares no desaprovechó pues este testigo de excepción, lo retuvo cerca de sí y además lo puso a disposición del Consejo de Indias. Así fue como el carmelita redactó tanto memorial y como terminó componiendo su renombrado Compendio.7

Como confesionario, la Luz y guía del cielo es un libro bastante co­ mún. Después de examinar los requisitos que confesor y pecador deben cumplir y demás condiciones del sacramento, Vázquez de Espinosa se limita a repasar los diez mandamientos ( caps. VII a XIII, más XIX) y, más adelante, los sacramentos ( cap. XXVI). El esquema de la obra ado­ lece evidentemente de imaginación. Por lo demás, el contenido es ele­ mental. En cuanto a la exposición sobre tratos y contratos de Indias, a que alude en la portada, figura inserta a renglón seguido del capítulo dedicado al séptimo mandamiento, a modo de aclaración y especificación ( caps. XIV a XVIII, entre fols. 28va y 50va.). Este inciso interrumpe largamente el orden del discurso seguido hasta ese momento. El libro del fraile andaluz no merecería ser rescatado del olvido a no ser porque pre­ figura el rumbo que la labor americanista del carmelita tomaría durante los siete últimos años de su vida, al amparo del valido y en la inmedia­ ción de los órganos de gobierno.

Del confesionario, las páginas más sugestivas son efectivamente las que fray Antonio dedica al Nuevo Mundo. Por las prisas de la confección

8 Rubén Vargas Ugarte, Manucritos peruan· en las bibliotecas del extranjero, Lima, 1935, I, pág. 112, cita una relación en la que el propio fray Antonio se declara capellán y confesor de la condesa. El pasaje citado procede del prólogo sin foliar del confesionario.

7 Pane de los papeles redactados por Vázquez de Espinosa por encargo del Consejo de Indias fueron a parar al archivo del conde de Canilleros, en Oáceres. Véase Miguel Muñoz de San Pedro, "La Relación' de las Indias de fray Antonio Vázquez de Espi­ nosa", Revista de Indias, 33-34, 1948, págs. 837-889', El índice documental corres· pondiente ha sido dado a conocer por Antonio Rodríguez-Moñino, "Catálogo de me­ moriales presentados al Real Consejo de Indias (1626..,1630)", Boletin de la Real Academia de Historia, 131, 1952, págs. 429 y sigs. En otros archivos quedan además relaciones sueltas.

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del confesionario, el fraile echó mano de varios capítulos de su obra, has· ta entonces inédita, Circunstancias para los tratos y contratos Los inclu­ yó en Luz y guía como ilustración de posibles quebrantamientos al sép­ timo mandamiento, según se ha dicho. Por desgracia no hemos dado to­ davía con un ejemplar del libro de 1624. Si lo tuviéramos, podríamos señalar entonces qué diferencias hay entre la versión de la Guía y la pu­ blicada un año después. Mientras tanto esos capítulos merecen ser cono­ cidos cuanto menos a manera de antecedente del Compendio. La versión que se publica a continuación en apéndice, moderniza la ortografía y puntuación a fin de facilitar la lectura del texto.

De todas las regiones del Nuevo Mundo, Perú parece la más viva en el recuerdo del carmelita. Perú precede a Nueva España en el título y al Perú dedica los capítulos XIV y XVI, así como referencias numerosas en otras partes. Allí pasó en efecto unos seis años, la mitad de su estadía americaná. Segunda prioridad: Guatemala. A ella dedica el capítulo XV y parte del XVI. Vázquez de Espinosa recorrió la zona en los primeros años de su periplo y residió allí una segunda vez un par de años antes de su regreso a Europa. Nueva España y otras regiones del continente apa­ recen en cambio como difuminadas en la mente del fraile.

Hay en estos capítulos una obsesión por la mención de lugares, pero al tamaño de la obrita no permite disgresiones geográficas. En el capítulo XV, advertencia segunda, la pluma se dispersa y en un alarde de conoci­ miento o como ejercicio de la memoria, Vázquez de Espinosa suelta la retahila de las provincias de América Central y luego las que había en el sur, de Pasto a Tarapacá. Sin adelantar justificación alguna, omite nada menos que Chile, el Río de la Plata, la costa septentrional de la América del Sur, el Caribe y de México al norte. El fraile enumera pues las tierras que ha recorrido. Las invoca a modo de encantación. Tal vez empiece ya a echarlas de menos. Muy pronto, en efecto, Vázquez de Espinosa se pro­ puso volver a América.8 En 1625, el general de la orden le concedió li­ cencia para regresar a Indias y, en 1627, lo designó incluso comisario ge­ neral para todo el territorio. La atracción por el Nuevo Mundo era in-

8 Aspiraba modestamente a ser cura de Catangas, San Andrés de Machaca, Pacajes u otro lugar del Alto Perú: Guillermo Lohman Villena, "Algunos datos inéditos sobre fray Antonio Vázquez de Espinosa", Historia (Buenos Aires), 1957, págs. 101 y 102.

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cluso asunto de familia. Sus hermanos fallecieron en Santo Domingo tras largos años de servicio,"

De "Tratos y contratos" cabe entresacar en primer lugar una enu­ meración de bienes y regiones productoras que daban origen a intercam­ bios. El fraile ignora las actividades puramente locales. Así omite toda referencia a frutos de pura subsistencia. El ganado de la tierra se men­ ciona, por ejemplo, como medio de transporte en la sierra peruana. El maíz aparece no como alimento, sino como materia prima de la chicha.

Además de estos productos, Vázquez de Espinosa consigna cómo se obtiene el vino en el sur del Perú, valle tras valle, de Ica a Arica. Desde aquí era expedido a la sierra y altiplano. De Arica a Mo­ quegua procedía en cambio el ají o chile, que se extraía para los mismos lugares, De los Andes venía la coca, así como la harina de maíz con que se fabricaba la chicha. Vázquez de Espinosa enumera a lo largo de una página entera los lugares del Perú donde se hilaba y tejía enton­ ces la lana o el algodón. Esta larga lista denota lo difundida que se hallaba la artesanía textil con destino al consumo popular. Como artículos de esta fabricación, el fraile destaca los cordellates, tela burda de lana, y los pabellones, una su¡erte de cobija. Otras manufacturas que menciona son las jarcias de Guayaquil y Puerto Nuevo elaboradas a partir del cobuyo, el pábilo, así como el jabón y petates de Trujillo y Saña.

Del Perú y, en particular, del Alto. Perú se extraía además buena parte de los metales. La plata venía. de los grandes depósitos de Potosí u Oruro, o de los asientos menores de Berenguela, Porco, Lí pez, etc. El azogue procedía exclusivamente de Huancavelica. El oro de veta se encontraba de Nuevo Potosí a Zaruma y los lavaderos del mismo metal precioso de Caraba ya a Zaragoza (Nueva Granada) . El fraile de­ dica un recuerdo también a las esmeraldas de Muzo.

Vázquez de Espinosa se muestra moroso al hablar del Perú, en espe­ cial de su tramo meridional. Su recuerdo al respecto es preciso. Del resto de la América española hace referencias más de pasada, no porque fueran menos importantes. No deja de mencionar los yacimientos argentíferos de México y Honduras, la grana y el maguey, del cual se extrae el

9 En 1672 murieron sus hermanos, el capitánjuan Vâzquez y Francisco Vázquez, en la defensa de Santo Domingo contra los piratas holandeses: Velasco, BAE, pág. XVII.

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pulque, en Nueva España,· el añil de Guatemala, así como los textiles salidos de los obrajes novohispanos y de la América central.

Estos productos, más los géneros de Castilla traídos de ultramar en navíos, constituían los objetos principales del comercio. Vázquez de Es­ pinosa describe en su obrita varias transacciones típicas y cómo se finan­ ciaban. Así expone las grandes expediciones que de Quito partían por tierra a Potosí, empleando un par de años en el viaje de ida y vuelta o si no ;el trajín entre Panamá y Quito.

El carmelita remite asimismo a varias figuras dolosas de uso corriente. Ejemplo de éstas son las ventas al fiado que se practicaban en Guatemala, tierra donde escaseaba el circulante y donde no cabía por consiguiente comprar al contado. En estas ventas no sólo se recargaba el precio de la mercadería que debía saldarse una o dos temporadas después, sino que el regatón debía aceptar del mayorista artículos en mal estado o que no necesitaba. El fraile barrunta la extensión de un crédito oneroso que la doctrina moral condena.

Modalidad dudosa, opuesta a la anterior, es el contrato de tercio o barata ( cap. XVI). Esta operación supone la cesión de mercaderías por debajo de su valor ya sea para facilitar la realización de existencias o en el caso de que otro comerciante adquiera la partida entera a fin de des­ pacharla por su cuenta. De por sí el negocio es lícito, pues la venta es real y el monto percibido no sobrepasa el ordinario. El problema es que so protexto de tercio se engaña o se encubren préstamos. El mercader a veces procuraba incluir inadvertidamente géneros defectuosos en la par­ tida, lo que disminuía naturalmente el valor contratado para el conjunto, o alzaba antes los precios de modo que la rebaja otorgada no era tal. En otros casos el negociante vendía mercaderías al tercio, pero las retenía. Sólo más tarde las entregaba o, si no, devolvía el valor tasado sin el quite concedido. En ambos casos, el compromiso se saldaba con diferencia de tiempo y ninguna de lugar, lo contrario pues de que la doctrina eclesiás­ tica requería para que una operación financiera fuera lícita.1º Adelantar dinero hasta tanto se perciba el tributo de los indios, parece haber sido

10 Acerca de la doctrina de la Iglesia en materia de préstamos y usuras, consúltese John T. Noonan, The Scholastic Analysis of Usury, Cambridge, Mass., 1957, o de manera más específica las tesis de la escuela jusnaturalista española expuestas por

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un empleo remunerativo bastante corriente, pero digno de condena por lo mismo ( cap. XVIII).

La encomienda era una práctica no menos llena de escollos ( cap. XVII) . Esta encomienda nada tiene que ver con la institución indiana mejor conocida por la que la corona concedía el cuidado espiritual y la renta de un grupo de aborígenes a un conquistador. Encomienda aquí es una figura mercantil. Es la comandita. Encomendero es el factor que recibe mercaderías o dineros de España u otras partes para su empleo en Indias, o quien carga productos coloniales en retorno. La distancia entre el Viejo y Nuevo Mundo da pie a que los socios se trampeen entre sí. El fraile ve el asunto desde la perspectiva americana. Descubre cómo los corresponsales aquí despachaban los productos coloniales a mayor precio que el que regía en plaza o, a la inversa, disminuían el valor obtenido por géneros de Castilla que les habían mandado en consignación. Otras veces se limitaban a demorar los pagos Vázquez de Espinosa pretende poner orden en este negocio. Incluso espera reducir a un dos por ciento la co­ misión percibida por el factor.

Todas estas transacciones aluden en suma a un comercio voluminoso en bienes y dinero en Indias, que eventualmente requería que varios so­ cios juntaran fuerzas y recursos en una compañía. Estos negocios se cele­ braban sin embargo en un ambiente enrarecido debido a la escasez de circulante agravada por las prevenciones morales con respecto al prés­ tamo oneroso. La falta de dinero contante y sonante, no obstante la plé­ tora de plata americana, compelía a recurrir a los créditos. La contra­ partida eran quiebras, baratas y otros apremios que también se refieren. En cuanto a la manera de superar las trabas de índole religiosa, el fingi­ miento o la latitud proporcionaban la solución. Una misma denomina­ ción encubría por ficción o por extensión actos aceptables y otros menos lícitos.

Wilhelm Weber, Geld und Zins in der Spanishçhen Spatscholastik, Münster, 1962. Nótese la reacción del carmelita en el capítulo XIV ante la pretensión de que el tiempo en que una suma se tiene empleada en exceso sea penalizado pecuniariamente, En rea­ lidad, Vázquez de Espinosa es menos riguroso de lo que parece y admite pronto cierta tolerancia. Que el dinero redituara cuando en la devolución había una di erentia loci se admitía, porque en el transporte se incurría un riesgo. Lo que se compensaba era el riesgo, no el tiempo empleado en la operación. Wase, en relación con esto, los capítulos XIV y XVII.

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La doctrina escolástica se halla presente asimismo en la noción implí­ cita de precio justo con que opera el carmelita. La estimación, que resul­ ta de la contraposición de la oferta y la demanda, determina el valor. Del texto de Vázquez de Espinosa no se desprende empero que el juego libre del mercado rigiera entonces la economía americana. Más bien nos halla­ mos ante un mercado estrecho y subyugado. El afán regulador invade incluso el orden moral. Los recargos que era lícito percibir estaban pre­ determinados por la autoridad de clérigos o expertos. Así en la venta de géneros resultaba moralmente legítimo ganar hasta un veinte por ciento. En la venta de la producción obrajera de Guatemala el tanto por ciento podía subir hasta el cuarenta por encima de los costos. En este caso el valor justo se fija a partir del coste y no por libre estimación del público. Ante un mercado en que la escasez de oferta situaba al productor o co­ merciante en posición de ventaja, fray Antonio no duda en intervenir y opta por una concepción social del precio. Antes de que las reglas del mercado se cumplan lisa y llanamente, el carmelita prefiere que los bie­ nes estén al alcance del mayor número de consumidores. El libre comer­ cio debe operar, en su opinión y en la de los demás jusnaturalistas, en favor del consumidor, nunca de los productores como admite la concep­ ción de Adam Smith en adelante.11

El mercado local se halla particularmente distorsionado por obra de determinados funcionarios contra quienes el clérigo escribe una requisi­ toria muy dura. El carmelita atribuye a los corregidores toda clase de irregularidades, tropelías y prevaricatos. Su testimonio abunda en las acu­ saciones que siempre se han hecho contra ellos y agrega una pieza más al voluminoso expediente que se les ha abierto. La larga lista de corregimien­ tos que menciona al llegar a este punto viene a decirnos que pocos fun­ cionarios escapan a los reproches. Contra toda ley, señala, los corregidores solían ser dueños de tabernas en pueblos de indios, donde fomentaban pa­ ra su lucro el vicio de los naturales. Asimismo los explotaban no retri­ buyéndoles debidamente sus servicios o labores. El corregidor emerge de

11 Sobre el justo precio y por ende el papel del mercado, consúltese R. de Roover, "The Concept of the Just Price. Theory and Economic Policy", Journal of Economic History, 18, 1958, págs. 418-434. En Luz y guia del cielo, Vázquez de Espinosa se muestra familiarizado con los expositores principales de las doctrinas jusnaturalistas. Cita a Santo Tomás de Aquino, el cardenal Cayetano, Domingo de Soto, José Anglés, Martín de Azpilcueta Navarro, Diego Covarrubias y Luis de Molina.

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estos párrafos como el amo del comercio local. Eliminaba a los competi­ dores quedando dueño único del campo. Del territorio cuya custodia le había sido concedida logró hacer un mercado cautivo.

Vázquez de Espinosa señala otras infracciones comunes dentro del estrato dominante de la sociedad indiana. Atribuye abusos a los curas doctrineros, negligencia y cohecho a los jueces eclesiásticos y civiles y desfalcos a los oficiales de la Hacienda real. Ahora bien, estos desafueros no hacen directamente a los tratos y contratos. De entre este largo enunciado de corruptelas, emerge empero la visión de un indio atro­ pellado y sufrido, embriagado las más de las veces, por cuya condición y padecimientos el clérigo se conduele.

Tratos y contratos es un título que los escritores religiosos de la épo­ ca dieron a una sección de sus tratados sobre justicia y derecho. El nom­ bre estaba pues en el dominio público. Hay sin embargo un antecedente español que Vázquez de Espinosa no pudo ignorar. Tomás de Mercado publicó en 15 69 un libro de orientación moral para el hombre de negocios titulado Tratos y contratos de mercaderes. En 1571, la obra se convirtió en una Suma de tratos y contratos, que alcanzó bastante difusión. Las afinidades entre Mercado y Vázquez de Espinosa son muchas. Ambos fueron paisanos, andaluces del reino de Sevilla, ambos clérigos, aunque Mercado vistió el hábito de dominico; ambos pasaron larga temporada en Indias. A su regreso, uno y otro escribieron una guía con miras a los mercaderes con las particularidades que el Nuevo Mundo suscitaba en el orden moral. Ambos intentaron volver a América, pero fracasaron. Mercado murió en el mar a la vista de las costas novohispanas. Fray To­ más y fray Antonio son además complementarios. Mercado conoció ex­ clusivamente México; Vázquez de Espinosa Perú con más detenimiento. Mercado presenció los principios de la colonización de Nueva España; el carmelita una sociedad desgastada.12

Es difícil asegurar que Vázquez de Espinosa pretendiera emular a su paisano. Sea lo que sea, las páginas desordenadas, faltas de secuencia te­ mática y sistema doctrinal, y escasas, se sitúan muy por debajo de la Su­ ma de Mercado. Habrá que conocer el libro que publicó en Málaga al

12 Hemos reeditado recientemente la Suma de tratos y contratos, 2 vols., Instituto de Estudios Fiscales, Clásicos del Pensamiento Económico Español, núms, 4 y 5, Ma­ drid, 1977. Los datos biográficos de Mercado se hallarán en el estudio preliminar,

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año siguiente de que apareciera el confesionario, para ver si de un año para otro fray Antonio tuvo ocasión de reelaborar suficientemente estos apuntes, pero dudamos de que lo pudiera hacer. Vázquez de Espinosa carecía de la aptitud y formación de Mercado. Por más que, al parecer, el carmelita fue lector de teología durante seis años," no llegó a hacer los estudios superiores que Mercado coronó en Salamanca con el título de maestro en teología. Preocupado por las resonancias prácticas de sus ar­ gumentos, el dominico nunca dejó sin embargo de presentarlas encua­ dradas filosóficamente. Fray Antonio se muestra en cambio más intere­ sado por la información que por la disquisición. Esta inclinación fue la que le llevaría a aceptar una asidua colaboración con Olivares y el Con­ sejo de Indias y finalmente a la redacción del libro por el cual se guarda memoria de él: el Compendio y descripción de las Indias Ocddentales.

La pericia de fray Antonio fue una baza en su favor para que se le encomendara la composición del Compendio y para llevar a buen térmi­ no el encargo. El confesionario, escrito a poco de regresar a España, pone claramente de manifiesto cuáles eran las áreas de su mayor competencia, de qué partes del Compendio cabe esperar testimonios directos y qué otros resultan de un conocimiento documental o libresco. De América, el car­ melita volvió con una memoria cargada de imágenes y de anécdotas, con una sensibilidad aguzada, pero seguramente con pocas notas personales. En la Guía los detalles brotan del recuerdo. La información precisa del Compendio se basa más bien en los papeles del Consejo.14 La habilidad de Vázquez de Espinosa reside en haber puesto tanta animación en su prosa como para crear la constante impresión de que escribe un testigo pre­ sencial.

Al desempolvar la Luz y guía del cielo, hemos podido puntualizar algunos aspectos de la vida personal y creación intelectual de Vázquez de Espinosa, autor que todavía va a dar que hablar por mucho tiempo. Su confesionario se ha revelado además, inopinadamente, como fuente

13 Velasco, BAE, pág. XV. Por lo visto Pantoni concedió a fray Antonio el ho­ nor de que pudiera solicitar de alguna universidad el grado de doctor: ibidem, pág. XVII. Por su colaboración con Olivares y con el Consejo de Indias, o por Ia razón que fuera, no parece que se esforzara en obtener el título.

14 El único estudio sobre las fuentes documentales o literarias de Vázquez de Espinosa es el de Villalobos, "Dos cronistas". Villalobos examina el texto acerca de Chile y concluye que varios pasajes vívidos tienen una clara filiación literaria.

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para la historia económica del Nuevo Mundo. Si bien sus datos no se comparan en detalle y variedad con los que proporciona en el Compen­ dio, sus páginas deshilvanadas ponen en cambio claramente de manifies­ to un problema candente: el conflicto entre práctica y doctrina econó­ micas.

En los siglos XVI y xvii, la doctrina económica prevaleciente en In­ dias fue, sabido es, la oficial de la Iglesia. Fundada en principios generales, ésta se abría luego a matices según condiciones locales o de tiempo, entre las que se cuentan muy destacadamente las exigencias del Estado. Hasta ahora se han estudiado poco las concepciones básicas expuestas en Indias, en aulas o tratados, o menos aún su traducción o interpretación en la mente de los agentes económicos, como si entre unas y otros hubiera ha­ bido una identidad perfecta o una desconexión absoluta. La verdad no está, claro, ni en uno ni en otro extremo. Las discrepancias y tensiones se plantearon y resolvieron en forma no siempre paladina. El conocimien­ to de los hiechos económicos de aquella época avanza, por suerte, rápido. Ese adelanto sin embargo no va acompañado por otro paralelo en el orden del pensamiento con respecto a cómo, selectivamente, las doctrinas fue-

.

ron compartidas o rechazadas en función de múltiples condicionamien- tos. El confesor no es mal instrumento de auscultación.

Nicolás Sánchez-Albornoz

New York University

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DE ALGUNOS TRA TOS QUE CORREN EN QŒTO DEL PERU Y OTRAS PAR TES DE LAS INDIAS

Pregúntase si dando el dinero a daño se podrá llevar algo lícitamente. Caso: Pedro pide a Antonio dos mil pesos para emplearlos. Compra los empleados

desde Quito hasta Potosí por cuenta y riesgo de Antonio todo el discurso del viaje desde la salida hasta la entrada y vuelta, con cargo de pagarle el principal y el interés que se conciertan y es costumbre, supuesto los dichos riesgos de ida y vuelta. Pide Antonio que a esta paga de principal y ganancias se le obligue Pedro por tiempo limi­ tado y tasado, que le parece bastante para ida y vuelta.

Pregúntase si es lícito este trato. Primero, se responde que no se puede tasar el tiempo que ha de tardar en ida y

vuelta, como no haya otro empleo en el camino, y de esta suerte no es lícito el con­ cierto. La razón es porque llegar éste a tal tiempo señalado es contingente y no cierto, por ser viaje de más de seiscientas leguas a Potosí y caminos trabajosos y ríos, y sería muy grande inconveniente que en el camino mismo le pudiesen ejecutar y destruir, sin haber corrido los riesgos puestos hasta Potosí u otra ciudad o lugar que se señalase.

2.-Se responde que, cuando se da la plata a daño, no se ha de limitar ni tasar el tiempo que ha de tardar, sino que después de llegado ha de pagar el principal e interés yendo y viniendo vía recta, sin haber hecho otro empleo; y procediendo así será el trato lícito.

3 .-Pero porque en nuestros tiempos hay tantas maldades y sutilezas y los tales, si no se les pone límite, hacen los empleos que les da gusto, a riesgo de quien les da el dinero, por lo cual me parece se les puede señalar límite y término, no tan limitado que puntualmente no se pase un punto de los dos años que suelen tardar en el viaje dicho, sino que se les dé más cuatro o cinco meses, si fuere tanto el riesgo de los que dieron el dinero. Y esto es lo que corre y está puesto en razón. Y lo mismo digo del dicho trato en otros reinos y provincias, considerados los riesgos, el tiempo y demás circunstancias, rata por cantidad, de México a Guatemala, etc.

Puede el que da dinero a otro para emplear en Panamá y que le traiga empleado hasta Quito, tomándose el mercader las mercadurías, recibir de ganancia treinta y cinco por ciento, y es lícito, presuponiendo que el riesgo a la ida del dinero y a la vuelta de las mercaderías hasta entrar en Quito son por cuenta del mercader que dio el dinero, aunque las costas y averías las paga el mercader que las trae. Y lo más seguro y cierto

CAPITULO XIV

APENDICE

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es que si el que dio el dinero ha de vender las mercadurías, las dé ocho por ciento menos al que las trajo y solicitó que a otro, que así les pareció a los más doctos varones de aquel reino, con quien lo comunicó el ilustrísimo obispo de Quito, don fray Luis López, y es trato lícito que el que da el dinero lleve la ganancia señalada de a treinta y cinco por ciento.

Y que sea lícito consta porque aquí no hay préstamo de dinero, pues corre riesgo a ida y vuelta por quien lo dio y es venta y compra, dando a treinta y cinco por ciento de ganancia, porque antes de ir a Panamá se hizo la venta y compra y después se hizo la entrega de las mercadurías, cuando las tomó por suyas del que las trajo; luego, es venta.

Es lícito llevar esa cantidad de ganancia el que dio el dinero porque el mercader sacará de las mercadurías, pagadas las costas, por Io menos otra tanta cantidad o ga­ nancia, como el que dio el dinero. Y esto es cierto porque ellos mismos Io dicen y con­ fiesan y es su trato y negociación, pues es cierto que vale tanto el dinero puesto en negociación como la industria y trabajo del que lo negocia.

Y así el trato de compañías, poniendo uno Ia industria y trabajo y el otro el cau­ dal, que partan las ganancias, es lícito. Luego, el que dio su dinero lícitamente llevará tanta ganancia como el que puso su trabajo e industria. Luego., es trato lícito y es parecer de hombres doctos y por tal aceptado y recibido por el dicho señor obispo.

DE LOS TRA TOS DE GUATEMALA Y SU PROVINCIA DE HONDURAS Y NICARAGUA

Corre en Guatemala y todas sus provincias un mal trato, de donde nacen y se de. ducen otros semejante y peores en daño de las almas y de las conciencias de los tra­ tantes de aquel reino.

Y el daño es que, como es tierra pobre de plata, se venden todas las mercadurías al fiado y por más precio y cantidad que se vende de contado, sin más límite ni tasa que a los precios más subidos que pueden venderlos y encajarlos a los necesitados que vienen a sus almacenes y tiendas, que es fuerza llevarlas para suplir y remediar sus necesidades, y, para ir con su trampa adelante, sin reparar estos tales mercaderes en si es lícito y se puede hacer, ni en comunicarlo, para el seguro de sus conciencias, con hombres doctos y religiosos de santa vida que hay en la dicha ciudad.

CAPITULO XV

Advertencia primèra

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Y porque lo venden al fiado no han de dar los géneros que han menester los que vienen a sus almacenes y tiendas sino con más cantidad de géneros bromas, que los han de llevar, y, si no, no les quieren dar la ropa. De donde se sigue que llevan lo que no piden ni han menester y se aniquilan para no poder pagar a los plazos que quedan para una o dos temporadas; y así hacen quiebra y falta, no estándola total en los que recibieron las mercadurías a más del justo precio y no de todos los géneros que habían menester. De donde les hacen ejecuciones de días y salarios, a que por escrituras se obligan, y les hacen hacer baratas, con que se consumen y destruyen la tierra.

Y la razón que dan de vender las mercadurías tan caras es por los plazos dichos y que pudieran tratar y granjear con sus haciendas. Y no sólo no les acaban de pagar a ellos, sino que les destienen tres y cuatro años y más, a lo cual dicen los deudores que los imposibilitan, por no darles lo que han menester en los géneros que piden y ser más subidos de lo que era razón. Por lo cual digo que viene aquí bien la frase que dice del tramposo y codicioso y que el mercader, si conoce que no le han de poder pagar tanta cantidad, que no la dé o dé aquello que buenamente le pudieren pagar, como remedie con algunos este daño.

Advertencia segunda, de los tratos del Perú, Nueva España, Guatemala y todas las¡ Indùts

En el reino del Perú, Nueva España, Guatemala y todas las ciudades y cabezas de las provincias de todas las Indias compran la ropa de la tierra de algodón, que es la más común y general en todas las Indias, que son mantas, camisetas, guaipiles, anacos, llicllas, enaguas, y, en toda la sierra del Perú, de lana y otros géneros de que se visten y usan los naturales, y a pie quedo o con muy poco camino, gasto y trabajo, sin correr más riesgo ni peligro del que quieren tomar por venderlas luego al fiado o de contado, quieren ganar sin límite ni tasa lo que pueden, siendo así que en esto la hay y ha de haber para ser los tratos lícitos y que no se encarguen las conciencias, pues del modo dicho ganan a ciento por ciento y cuando menos a cincuenta y a más, conforme las ocasiones son, no pudiéndose ganar y granjear respecto de los gastos que tienen en sus casas y personas y ser su oficio de que viven y pasan, es a veinte por ciento, más o menos, conforme tengo tratado y comunicado en muchas partes con religiosos doctos y con hombres de sana conciencia y experiencia, cuyo parecer sigo y me parece con­ forme a razón. Y lo mismo digo de otros géneros de Castilla que se compran del mismo modo, salvo en algunos que corren y tienen más riesgo de perderse o tienen merma, que respecto de estos daños o riesgos se puede ganar algo más lícitamente.

Y porque mi intento en este libro ha sido brevedad y claridad, toda la posible, como se podrá experimentar de la confesión general de los diez mandamientos y de la reduc­ ción de todo lo demás que hay que confesar a ellos, del cap. 20, y conocimiento de los pecados, sus partes, especies y circunstancias y causas morales de ellos, y explicación de los sacramentos y excomuniones, muy importante todo para los confesores· y en

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particular para los curas de almas, con otras advertencias y puntos particulares, dignos de saber y advertir, y estos cinco tratados, me pareció en éste y su advertencia dete­ nerme y tocar de paso lo común que corre en todas las Indias, por ser hecho este libro a instancia y pedimiento de muchos buenos y temerosos de Dios de ellas, por el cono­ cimiento que de todo tengo, e importar al servicio de Dios y bien de los fieles que en ellas viven y residen, como irá advertido por los notables siguientes.

En México y toda la Nueva España se hace una bebida, sacada de una mata o árbol pequeño llamado maguey, que llaman pulque, a la cual le echan una raíz, con que los indios se embriagan. Y a este trato lo tiene la codicia tan entablado y establecido en este reino, que la grande ganancia que rinde y de él resulta atropella a la cristiana consideración para que no repare y mire a la multitud de pecados que por ella se co­ meten, porque todos los indios la beben tan sin límite ni orden que se embriagan; de que resultan otros mayores pecados de idolatrías, incestos y otras miserias. Que, aun­ que para remediar en algunas partes estos males y daños ponen algunas penas a los que venden la dicha bebida y hay algunos castigos, y en los indios, en otras no hay ninguna pena, remedio ni freno a los tales. Y para que los confesores estén advertidos y pongan el remedio necesario, así para lo mal ganado como para las causas de semejantes pe­ cados, les apunto y descubro aquesta plaga.

Lo mismo digo del vino en los que lo venden del dicho modo a los indios. Y cuando se confiesan, no reparan en acusarse haciendo otras maldades en él. He hallado en muchas partes esta desventura, la cual cae en muchas justicias y corregidores de este reino y del Perú, teniendo tabernas en los pueblos de indios, en partes ocultas y en partes públicas, que por adquirir riquezas hacen esto y quiebran el juramento que hacen, abarcando cuanto cae en sus jurisdicciones, siendo mercaderes y tratantes generales, dando a los indios el gato por liebre y lo que vale dos por cuatro, quitando la libertad en muchas cosas y no queriendo que haya otros mercaderes, para reco­ gerlo ellos todo. Que plega a Dios no les suceda lo que dice Cristo por S. Mat. c. 16 Quid proáest homini, û vniuersu,m mundum lucretur, animae vero nue detri­ mentum patia~ur, sirviéndose de los indios, sin pagarles su sudor; y, si les pagan algo, es muy poco y no es equivalente al trabajo, porque ninguno les paga enteramente lo que les debe. Y lo mismo es con las miserables indias que les hilan el algodón y les tejen sus telas y mantas para sus granjerías.

Y esto es tan general en todas las provincias que he visto de la Nueva España y México y los malos tratos que corren en todos sus obrajes y de toda su tierra y la Puebla, que tienen bien que hacer y que mirar los confesores con los de este trato, porque corren gran peligro sus conciencias y sus almas; y todas las provincias de la Nueva España, la Mixteca alta y baja, Oaxaca, Chiapas de los españoles y de los indios, con todas sus provincias, Sendales, Pipil, Soconusco, toda la sierra Suchitepeques, Gua­ temala, Sonsonate, San Salvador y sus provincias, Comayagua y sus provincias, y en la provincia de Nicaragua lo mismo, y en la de Cabuya, que en toda aquella provincia se hace, y lo que corre en toda Costa Rica.

Y en el Perú, desde Quito, por donde pasa la equinoècial, o tórrida zona, que dicen,

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así hacia el Nuevo Reino de Granada, Pasto con sus provincias de los Pastos, Popayán y su gobernación, Cali, Buga, Santa Fe y todo el Nuevo Reino, como hasta el trópico

de Capricornio a Latacunga, con las provincias de los Quijos, Sichos, Ambato, Cham­ bo, Riobamba, los Puruaes, Chimbo, Cuenca, los Cañaris, Macas, Loja y sus provincias de Caleuas y Paltas, Zaruma, Ayabaca, Santiago de las Montañas, Bracamoros, Chacha­ poyas, Moyobamba y todas las provincias de los Chillaos, Luya, Cajamarquilla, Caja­ marca, Huamachuco, Conchucos, Huaylas, Huari, Huamalíes, Cajatambo, Huánuco y sus provincias de Chinchacocha, Tanna, Jauja, Huancavelica, Chocolococha y sus provincias de Chocorbos, Huamanga y sus provincias de Sangaró, Vilcas y Lucanas, el Cuzco y sus provincias de Andahuaylas, Barinacochas, Aymaraes, los Andes, Paucar­ tambo, Chucuito, Canas y Canchis, Cabana y Cabanilla, La Paz y todo el Collao, La­ recaja, Cochabamba, Carabaya, Paucarcollas Oruro, Berenguela, Paria, Charcas, Potosí, Chuquisaca, Mizque, Santa Cruz de la Sierra, los Lípez, los Pacajes y Carangas, los Condesuyos y de los Llanos, desde la línea Puerto Viejo, Guayaquil, Piura y sus valles, Saña y los valles de Hayanca, Lambayeque, Chiclayo, Guadalupe, Trujillo y todos sus valles, Santa Casma y todos los valles hasta Lima y el Callao, Cañete, Chincha, Pisco, Ica, el Ingenio, Nazca, Acari, Chala, Camaná, Majes, Arequipa; con sus valles de Sihuas y Vítor, Moquegua, Locumba, Sama, Tacna, Arica y sus valles de Tarapacá y Pica, que es lo último de los valles del Perú por el trápico de Capricornio; en toda la sierra hacen hilar para sus granjerías, los más lana y algunos algodón, así los jueces como los doctrineros, para hacer sus cordellates, pabellones, que se usan en todo aquel reino, como sobrecamas, cumbes, y otras obras semejantes, que los tales tienen por trato y granjería, de cuya paga, a mí me consta, encargan todos los más sus conciencias, que todo lo visto por mis ojos y practicado. Y en los llanos en la jurisdicción de Guayaquil y Puerto Viejo, la cabuya, de que hacen la jarcia para aquel mar y sus naos y para otras cosas, y en todos los llanos el pábilo y otras telas, y en los de Trujillo y Saña el jabón, petates y otras obras que hacen su jurisdicción. Y en sus pueblos de Lamba­ yeque, Chiclayo, Hayanca y los demás, y en los de Cañete y Chincha, sus granjerías. En los de Pisco, Ica, Nazca, Camaná, Majes, Vítor y todos los de Arequipa y Moquegua, el mosto, vino y demás cosas que hay que remediar. Y finalmente es necesario que los confesores en cada parte de éstas que se hallare, remedie conforme la necesidad y como debemos y Cristo Señor Nuestro nos encarga.

Y también cargan mucho sus conciencias los corregidores y sus oficiales desde los Chocorbos, provincia de Castrovirreina, Yauyos, los Vilcas, Lucanas, Parinacochas, Ay­ maraes, Omasuyos, Soras, Paucarcollas, todo el Collao, Chucuito, Cabana y Cabanilla, Paria, Pacajes, Carangas y las demás provincias donde hay el ganado de la tierra, que son los carneros que cargan el vino de Arica, Tacna, Moquegua y de los valles de Arequipa, Sihuas, Vítor de los Majes, de la Nazca e Ica, para toda la Sierra y Potosí, y de los valles de Arica, Sama, Locumba, Moquegua, el ají, que es chile, o pimiento para Potosí, Oruro y toda la Sierra, y de los Andes, la coca y la harina que hacen del maíz, que llaman vilcaparo, de que hacen la chicha o asua para la bebida de los indios, como diré en el siguiente; que éstas son las mercadurías que más corren y tra-

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jinan con el dicho ganado y el trato más grueso de todo aquel reino, con que enrique­ cen y adquieren haciendas y tesoros, olvidados del que les manda Dios que hagan en el Cielo, pues para sus granjerías y ganancias toman los carneros a los indios y a los de las provincias a menos precio de lo que comúnmente se venden a otros y valen, y otros, con el mando que tienen, o piden prestados o fiados, con que sacan grandes ganancias y cargan sus conciencias y almas y nunca las descargan, porque no pagan justamente lo que deben, muy olvidados de sí mismos y de sus almas, como si hubiesen de vivir para siempre. En que ruego y encargo a los confesores el remedio con cuidado sobre semejantes casos, porque importa.

La bebida de la chicha o asua, que se hace del maíz, que a la harina que hacen del dicho maíz para la dicha chicha llaman en Potosí, Oruro y toda la tierra de arriba vilcaparo, es tan común, ordinaria y general en todas las ciudades, villas y pro­ vincias de todo el reino del Perú, Nuevo Reino y otras partes de gentiles, que la beben los indios en todo el reino y lo tienen muchos por granjería, por la grande ganancia que de ella tienen, poniendo a las puertas banderillas y ramos para que los indios acudan a comprarles las botijas de la dicha bebida, con que se embriagan, sin tener remedio este mal en todo el reino y de donde resultan los mismos pecados puestos en el párrafo de arriba de esta advertencia.

Y lo mismo les sucede en cualquiera minga que hacen los indios, que es lo mismo que convidar, como cuando hacen alguna obra, alguna casa o siembran sus sementeras, chacras o milpas, que es costumbre de muy antiguo entre los indios convidarse unos a otros. En semejantes ocasiones se convidan los parientes, amigos y conocidos para la tal obra u ocupación, y, para que se haga con gusto y alegría, han de tener muchas botijas de chicha y, entre ellas, algunas de vino, para cebarse con él en las borracheras.

Y como semejantes bebidas los embriagan, porque beben sin orden ni razón y son de diferentes condiciones, causa en ellos variedad de efectos, porque hay valientes, alegres, melancólicos, danzantes y músicos y humildes; y como gente borracha y sin razón, fuera de los graves pecados ya apuntados, tienen grandes pendencias y se hieren y descalabran :Y maltratan sus mujeres y otros graves pecados y lástimas, que Dios por su misericordia remedie, porque es desventura general en el dicho reino y en que re­ paran muy poco los que tratan de ella y la venden, pues más cuidan de las ganancias que de lo que por ella cargan sus pobres conciencias, sin procurar el remedio como conviene.

También es importante tocar, para luz de los fieles, los daños que resultan en las minas de oro y plata, así de las del Perú y Nuevo Reino, de los hurtos de metales que hacen los mayordomos y guardaminas, así en los cerros como los que llevan los metales a los ingenios, y donde se benefician lo que hurtan los beneficiadores de ellos, como los que con mala conciencia rescatan los metales de los que no deben ni pueden, como son los pulperos y otras semejantes personas, que los rescatan ee los indios y de otras semejantes personas que lo hurtan, y los que hurtan y los quintos a Su Majestad, no haciendo escrúpulo de ello. Y es pecado mortal ocultar la plata u oro para quitár­ selo, pues le viene de derecho por rey y señor natural, que a su costa sustenta la fe

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y nos gobierna en paz; y así hay obligación de restituir lo que de esta suerte le quitan y ocultan. Y los que lavan los metales, que también los ocultan y hurtan en Potosí, Oruro, Berenguela, las de Porco, Lípez, Paucarcolla, Tuzco, en los Carangas, Tacna, Carbaya, Vilcabamba, Condesuyos, Huanta, junto a Huamanga, Choclococha, y las de azogue de Huancavelica, donde por hurtar los mayordomos y por la codicia de la riqueza que han dejado en los estribos, que sustentan como pilares la mina, muchos, sin escarmiento ni temor de la muerte, los han derribado; de que han resultado muchas muertes de indios y de los mismos mayordomos, que perecen y mueren por la dicha codicia, cayendo pedazos de la mina, por hurtar y derribar la dicha riqueza de los es.tribos. Que así sucedió cuando estuve en ella y entré y la vi y murieron en aquella ocasión muchas personas que las cogió la mina por las causas dichas.

El nuevo Potosí, Recuay, Caraz, Sihuas, las de Piscobamba, las del Collay de oro, hacia Chachapoyas, en Santiago de las Montañas, Zamora, Loja y las de Zaruma, donde hay muy buenos ingenios que muelen oro de veta, que es diferente del de Carabaya, y los demás de hacia el Quito, los Pastos, Popayán, Mariquita y Zaragoza, que son la­ vaderos, y las piedras de finas esmeraldas de Muzo, que todas estas minas son trampas que el demonio tiene puestas para que al cebo de sus riquezas caigan tantas almas en ellas y las haya cogido y despeñado al profundo del infierno los grandes pleitos, pesa­ dumbre y marañas que por ellas resultan. Pido a los cristianos confesores que, celosos de la honra de Dios, pongan el remedio que conviene en semejantes daños, pues para ello los dejó con potestad en la Iglesia, y me consta ser grandes.

Los mismo digo de las de Nueva España, que son Taxco, Zacualpan, Sultepec, Te­ mascaltepec, Pachuca, Súchil, los Pozos, San Luis de Potosí; de la Nueva Galicia, los Ramos, Sierra de Pinos, Tepezalá, Zacatecas, Pánuco, el Fresnillo, Sombrerete; de la Nueva Vizcaya, Cuencamé, Guanaceví, Mapimí, el Saltillo, Mazapil, San Juan del Río el Peñol, San Andrés y otras muchas que hay; y en Honduras, las de San Miguel, Tegu­ cigalpa, Guasucazán y otras, que en todas corre la misma plaga y desventura y los cohechos que los jueces reciben sobre el repartimiento de los indios, que todo va fun­ dado en interés y mal vivir y proceder, hurtando unos para otros, sin cuidar que han de morir.

Otras desventuras generales corren en todas las Indias, así de todo el Perú, como de la Nueva España, Honduras y Nuevo Reino, que es bien que los confesores reparen en ellas, con los jueces eclesiásticos, religiosos, seculares, que muchos no hacen sus visitas como deben, remediando lo que hay por remediar de amancebamientos y otros males, castigándolos, sino que ellos y los oficiales llevan el blanco, más en lo que les han de valer las dichas visitas que en el servicio de Dios y descargo de sus conciencias, mirando los cohechos que han de recibir y cómo han de tapar y disimular las maldades y escándalos de los culpados, dejándolos peores y más obstinados de lo que estaban y echando sobre sí las tales culpas y males, por las dichas pagas, con que más se publican y claman al Cielo. Y lo mismo digo de los jueces de comisiones enviados de audiencias y de superiores que, porque los cohechan, dejan de hacer lo que deben y cargan sus conciencias y almas. Todo lo he visto en ambos reinos y me han comunicado

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muchos cohechos que se han dado a semejantes jueces y visitadores por tapar y disimular algunas maldades y no proceder contra ellas.

Y con los oficiales reales de todas las Indias, no embargante que habrá muchos buenos y fieles, hay muchos de muy malas conciencias que en sus jurisdicciones hacen muchos agravios y molestias a los que a ellas vienen y a los que en ellas residen, y los que tienen puerto a los navíos que vienen a ellos, todo con color y bordón del servicio de Su Majestad, que si supiera las maldades que algunos hacen, como tan cristianísimo, los castigara. Que, si no lo nubiera visto y me constara y hubiera pasado por ello, no me atreviera a escribir semejantes verdades, los cohechos grandes que reciben y otros males que hacen, que, si de esto hubiera de escribir era menester gastar mucho papel en ello.

Y como en todas las más de las Indias son las ciudades y lugares cortos y todo lo quieren mandar, poner y quitar justicias, y por otros fines que ellos tienen, si alguno les va a la mano por volver por el bien de la república o no quiere hacer su gusto, si acaso no debe éste tal a la Real Caja y debe a otro particular, compran la deuda del tal y la hacen de la Real Caja, con que o los sujetan a que hagan lo que quieren o, si son tan constantes los tales que no quieren hacer su gusto, por no ir contra la verdad y la razón, vengan los dichos oficiales reales sus pasiones y ejecutan a los tales y co­ múnmente traen las repúblicas, que son cortas, revueltas y con disensiones, siendo cabezas, que, con el bordón de que sirven a Su Majestad, hacen mil maldades y se van al infierno. Y no se atrevieran a muchas cosas malas que hacen si tuvieran más cerca el remedio los que lo padecen. Dios por su misericordia divina lo remedie.

Y a los confesores pido examinen los que les cayeren de esta suerte, y a sus minis­ tros y de los tributos que cobran de los indios naboríos, que son los que viven fuera de su natural, y de los mulatos libres, que los más usurpan a Su Majestad lo que de los tales cobran y hacen otros agravios a semejantes pobres, sin más apelación ni remedio que al Cielo; y no absuelvan a los tales sin que primero restituyan con efecto y satis­ fagan así a Su Majestad como a los pobres, mirando en esto lo que hacen; no se vayan con el aplause de los tales haciéndoles compañía al infierno. Que todas estas verdades me constan, por haberlas visto y habérseme quejado muchos pobres de semejantes cosas en muchas partes.

Advertencia tercera de otros tratos de Guatemala y su tierra

Hay otros mercaderes o tratantes que compran en Guatemala para sacar a vender a sus provincias de Chiapas, Sonconusco, Suchiltepeques, Sonsonate, Paracacao, San Salvador, San Miguel, Zacatecoluca, Apastepeque, Chuluteca, Nicaragua, Comayagua y las demás partes del dicho reino, donde se labra el añil para aviar los Obrajes y otras cosas. Y es fuerza que en los más de los géneros han de ganar a ciento por ciento, y a más en algunos, aunque en otros a menos, sin más consideración de si se puede hacer lícitamente, porque lo más es al fiado para la dicha tinta. Y aunque yo traté con al-

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gunos que no se podía hacer lícitamente, dan sus razones y respuestas y dicen que tienen grandes gastos en mulas, mozos y otras cosas y que a muchos que fían no lo cobran y que muchos mozos de los que les sirven se huyen y se van con lo que tienen recibido y que tienen muertes de mulas y hay ríos que pasar y están sujetos a incen­ dios, por ser todas las casas de estas provincias de paja, y que por estos riesgos lo han de ganar. Todo lo cual es cierto y verdadero, porque yo lo he visto y me consta, por haberlo andado. Y que respecto de lo dicho y haberlo comunicado los más de los tra­ tantes y mercaderes conmigo y que les pagan en el dicho añil y las pagas no son tan buenas como deben ser, por darles la tinta todavía con merma y no ser de la mejor que se hace, podrán ganar lícitamente en los dichos géneros unos con otros, conforme comuniqué con algunos religiosos doctos y de experiencia, y a cuarenta por ciento respecto de los dichos gastos y trabajos que pasan en los caminos tan malos y largos, andando caminando de unos obrajes a otros, y de los dichos riesgos.

Y lo mismo digo de las mercaderías de Castilla y respectivamente en las demás provincias de las Indias, pasando de ochenta leguas de camino con ellas y de los géneros que en ellas se dan; salvo si tienen menos costa, que se cobra en plata, que de esta suerte se podrán rebajar seis por ciento.

DEL CONTRATO DEL TERCIO Y BARATA QUE UNO HACE EN LAS MERCADERIAS, QUE CORREN EN QUITO Y OTRAS PARTES, SI ES LICITO

Para lo cual noto que el contrato del tercio es cuando las mercaderías se venden un tercio menos de lo que se suelen vender comúnmente y estimarse. Y éste se suele hacér en dos maneras.

La primera es vendiendo el mismo mercader las mercaderías al tercio en nombre del que viniere con necesidad a hacerlo, de las mercaderías, para remediar su necesidad y el mercader le socorra, con obligación a uno o dos años, supliendo el tercio en que vendió menos por socorrer la necesidad.

2.-Cuando el mercader da al que compra, que quiere hacer tercio, las mercaderías, para que él las despache.

Para lo cual noto que asegurará su conciencia el que haciendo tercio guardare estas condiciones:

2 [sic] .-Concertarse con el que lo hace de la cantidad que le ha de dar de buenos géneros y asentar todo lo que fuere vendiendo del dicho tercio, para que conste de las personas que lo llevaren, por quitar de sospecha y cumplir con dar los buenos géneros.

Capítulo XVI

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3.-No quedarse el mercader para sí, ni el mozo de tienda, con cosa de la dicha ropa, ni se dé a otro mozo para sus granjerías, dándole los buenos géneros, y defrau­ dando a la república y a los pobres, por cuyo respecto y utilidad se permiten y hacen.

4.-No subiendo los precios de los ordinarios que corren en la plaza; ni, como algunos hacen, teniendo intención de que se ha de hacer tercio en su almacén o tienda, alzar los precios más del ordinario que anda en la plaza, para dar color que no subi6 al precio por razón del tercio; y que no den algunas partidas para cuando hay tercio incorporarlas con el tercio que se hace presente, que es peligroso; y, si fuera posible, que la parte, o el corredor, si lo hay, tome una memoria y lo venda, es lo más seguro.

También noto que el contrato del tercio presente se puede considerar en cuatro maneras.

La primera es señalando el mercader las mercaderías y entregándolas al que las compra para que libremente disponga de ellas.

2.-Después que el mercader señaló el precio que el comprador debe dar por ellas, puede el mercader recibir las dichas mercaderías por menos precio, dado al que hace el tercio según el precio disminuido.

3 .-Lo tercero, no señalando mercaderías, sino de todas las que tiene, haciendo tercio con intención de disminuir la tercia parte del precio en las mercaderías que hace.

4.-Es dando el dinero, que tiene necesidad el que hace el tercio para socorrer su necesidad,

Este presupuesto, digo que no es lícito el mercader hacer el tercio presente rete­ niendo en sí las mercaderías de quien el que hace el tercio había de hacer de ellas por la misma disminución del precio, dándole el dinero el mercader al que hace el tercio según la cantidad de tal precio. Así lo tiene Cayetano, verb. usura, casu. 1 O; Anglés, núm. 60; Navarro, cap. 17, núm. 244; Covarrubias, lib. 2; Molina, disp. 310; y prué­ base de la ley 22, tit, 2, lib. 5, que lo prohibe. Y la razón porque se permiten en la república contratos en que se hacen baratas, es por el bien de ella y de sus pobres, para que en las tales ocasiones se aprovechen del precio bajo y barato. Luego, si el mercader quisiese aprovecharse de tales ocasiones, no se seguiría este fin. Luego, no es lícito, porque ya sería usura. No es lícito el mercader dar dineros a quien hace el tercio para que después de un año o dos los vuelva con el exceso de la tercera parte, no señalando en particular ni en común, porque es usura.

El modo cierto y seguro de hacer tercio es para que el mercader venda las merca­ derías en particular, señalando al que quiere hacer tercio, para que libremente venda o haga vender al que quisiere por ef precio disminuido. Así corre entre los hombres que tratan de esto de buena conciencia y temorosos de Dios, y todos los hombres doctos lo aprueban por bueno.

1.-Y que sea bueno y lícito pruébolo. En este contrato se hallan todas las condi­ ciones necesarias y requisitas para verdadera venta; luego, es lícito -fuera que de parte del mercader no hay injusticia-, pues no excede al justo precio de las mercaderías, ni de parte del segundo nercader que libremente quiere disminuir aquella cantidad en justo precio, como señor de las mercaderías; luego, es lícito y buen trato. Y colígese también

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esta verdad: que si el mercader no disminuye la tercia parte de las mercaderías, sino la aumenta más de lo que comúnmente suele valer, tiene obligación de restituir aquello que alzó más.

2.--se colige que cuando el mercader señala en la tercia parte las mercaderías y vende otras malas, disminuyendo en ellas la tercia parte y guardando las que se seña­ laron, peca y está obligado a la restitución de lo defraudado. Y tampoco se puede hacer tercio en los géneros malos, que llaman bromas, porque sería ya daño de la república, en cuya utilidad se hacen los tercios y baratas se permiten; ni puede exce­ der más del justo precio. De donde, guardadas estas condiciones, será lícito el trato del tercio y barata; pero, faltando cualquiera de ellas, será ilícito y usurario.

De donde infiero que las baratas que se hacen en la ciudad de Guatemala por los tratantes y señores de obrajes, procedidas de las mercaderías que les dan, son ilícitas y usurarias, por las razones arriba puestas y por las siguientes.

La primera: que, como tengo dicho, les dan las mercaderías a subido precio y no todas las que piden de buenos géneros, sino entremetiendo entre ellas malos géneros que comúnmente llaman bromas. De que tengo noticia bastante y me consta por haber conocido los tratos de la tierra, por habérmelo comunicado los mismos que lo tratan y haberlo visto y cuán sin recato ni cuidado de las conciencias se hacen y haber yo remediado con el favor divino muchas cosas de éstas, que consta a muchos de aquel reino.

La segunda de donde infiero que son ilícitas es porque llegados los plazos, en no pagando las cantidades procedidas de las tales mercadurías, les hacen hacer baratas o que envíen poderes, para obligarles de nuevo en otras tantas cantidades, diciendo que han menester sus haciendas o que tienen que cumplir y satisfacer con otros mercaderes, y que para ellas hagan escrituras, nuevas seguridades o fiadores, con que quedan más cargados y de nuevo obligados, sin otras paliaciones y engaños que en estas escrituras y tratos hacen para asegurar sus intereses,

La tercera: porque para pagar estas cantidades las sacan dobladas y no sólo pierden el tercio, por dar cara la ropa y ser la más mal género y bromas, sino que pierden ciento por ciento. Y esta verdad lastimosa me consta de ellos mismos y de algunas cosas semejantes, que en algunas remedié lo mejor que pude con el favor del Cielo.

La cuarta: porque para semejantes pagas se siguen grandes logros, porque trayendo algunos deudores a sus acreedores parte de las pagas o lo que pueden, las reciben algu­ nos a menos precio y por lo demás les amenazan de ejecutar, con que les obligan a hacer baratas en otros o en ellos mismos, para el cumplimiento de las cantidades. O les hacen hacer escrituras de nuevo de las cantidades y un tanto más, conforme se conciertau paliadas, porque los esperen, por donde quedan las deudas en pie, aunque pagan. Y otros, recibiendo las haciendas que les traen para las pagas a un precio bajo, a menos de lo que corre, y las vuelven a vender a los mismos a más subidos precios fiados, para que se las vuelvan a dar a menos precio y acaben de hacer las pagas de las deudas anteriores, quedando otras mayores nuevas, procedidas de ellas, y los deudores más cargados, adeudados y sujetos.

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Y a otros, porque no pueden acabar de pagarles, dicen que con que les tomen can­ tidades de ropa y hacienda, en que meten todas sus bromas muy bien vendidas, y de nuevo se obliguen, incorporadas las deudas que de nuevo se hacen en las antiguas, porque las escrituras tengan antigüedad, por si hubiere otros acreedores que les espe­ rarán, y que de no, los ejecutarán, con que los miserables deudores, por no verse eje­ cutados y presos, van con la trampa adelante, cargándose más.

Y otros casos semejantes y más atroces, con que tienen la tierra perdida y des­ truida, sin embargo de que los obrajeros y señores de haciendas procuran hacer otras trampas y engaños a los mercaderes y tratantes; y todo lo más viene a caer sobre los pobres naturales, que el trabajo personal se lo pagan en los dichos géneros tan subidos, que si con plata los compraran, fueran muy más baratos; y otros daños que hay, que Dios por su misericordia remedie, porque cupiditas est radix omnium malorum (la co­ dicia es raíz de todos los males). Serán los tratos y baratas lícitos si guardaren las calidades y condiciones puestas.

Capítulo XVII

SI SEA LICITO DAR DINEROS PARA NEGOCIAR EN ESPAÑA, TIERRA FIRME Y PASANDO EL PELIGRO Y RIESGO, CUANTO .SE PODRA

LLEVAR; Y DE LOS ENCOMENDEROS

Conclusión: dando dineros, poniéndolos a riesgo para negociar en España, Tierra Firme u otra parte, y ganando igualmente, es lícito, como hasta España e Italia ciento por ciento, hasta Panamá o Cartagena treinta por ciento desde el Perú, Y colígese ser verdadero de los comunes principios de Santo Tomás (2,2, quaest. 78, art. 2), Molina (tomo 2, de justifia, trat. 2, disp. 4); y lo pruebo.

En este contrato se dá verdadera razón de compañía; luego, es lícito. · Pruébolo. El dominio del dinero que se entrega para la tal negociación, lo ponga a riesgo y peligro el que lo dá; luego, es lícito, pues hace compañía con el negociador, fuera de que el dinero puesto a riesgo y peligro verdaderamente se granjea; luego, la tal ganancia será lícita y del señor que dio el dinero, pues lo pone a riesgo y peligro.

De lo dicho se colige que cuando uno da dineros a otro hasta tal lugar señalado, si sólo pasa el riesgo y peligro en el dinero y no en las mercaderías que se compran, no podrá llevar tanta ganancia de eI!as sino según el peligro a que se exponen, y, siendo éste pequeño, la ganancia debe ser pequeña.

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Pueden los encomenderos que reciben las mercaderías y haciendas que les consignan de España y otras partes sus correspondientes y otros particulares, por el cuidado y solicitud y trabajo que tienen en recibirlas, guardarlas y beneficiarlas, recibir dos por ciento por su encomienda, y no más. Y esto es lícito y comúnmente recibido en todas las Indias, en España y otras partes, entre hombres doctos y por todos los· que de esto tratan, de· conciencia y experiencia.

Y que lo sea consta porque los tales se ocupan en este ministerio y hacen lo que hicieran los dueños de las mercaderías si estuvieran presentes. Luego, por esta ocupación y trabajo pueden recibir por su encomienda dos por ciento.

También porque ocupan su libertad, casas y criados en la administración y buen despacho de las tales mercaderías: todo lo cual es digno de premio. Luego, pueden recibir por la encomienda dos por ciento.

No es lícito a los encomenderos cargar o subir en las mercaderías que envían de las Indias a España en retorno a sus correspondientes, aunque sea en poca cantidad, como en México y la Puebla de los Angeles, Mixteca, Yucatán, en cada libra de co­ chinilla o grana, cuatro maravedís, algo más o menos, o, si la hubieron a moderado precio, o al más bajo, ponerla y contarla al más alto precio; y en Guatemala y su tierra el añil, en cada libra medio real o un cuartillo, algo más o menos.

Y lo mismo digo de las demás mercaderías de todas las provincias y ciudades de aquellos reinos y de los demás de España y otros extraños, porque lo suelen hacer para suplir o disimular sus quiebras o créditos, con tanta quiebra de sus conciencias y almas.

Así, lo advierto a los prudentes confesores, para que estén con cuidado y a los que vinieren a sus manos los remedien, haciéndoles. restituir con efecto, como yo hice con algunos en aquellos reinos y la experiencia me enseñó.

También, suelen disminuir el precio de las mercaderías que reciben y venden por cuenta de los que se las consignan, así en la Nueva España, Honduras, en el Perú, Lima, Quito, Cuzco, Oruro y otras partes. Como en Potosí, si vale una botija de vino de Ica, ciento veinte reeales y en esto se vende, poco más o menos, y de éstos quitan en cada botija un real, dos o cuatro, con que muchas hacen gran cantidad.

Y lo mismo digo del ruán y demás lencería y mercaderías, para tener sus créditos en pie y no perderlos, ni sus reputaciones, olvidados de las principales del alma, usur­ pando de esta suerte las haciendas a los que se las consignan. Aviso a los confesores po~ haberlo experimentado y conocido sus tratos y para que procuren el remedio que tan graves males piden y Dios se sirva y en todo acierten.

No es lícito, ni pueden los encomenderos que tienen haciendas, mercaderías y di­ neros de sus correspondientes o de particulares, aunque estén ausentes, tratar con ellos para engrosar y aumentar sus caudales y créditos, porque los ponen a riesgo y peligro de que se pierdan contra la voluntad de sus dueños, no guardándoles la fidelidad que deben. Luego, no lo pueden hacer, y, de hacerlo, pecan mortalmente y están obligados

Advertencia de los encomenderos que reciben haciendas y mcrcaderías ajenas

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a darles Ias ganancias que con ellas hubieren ganado, a juicio de buen varón. Y ro­ bórase esta verdad y se confirma con la experiencia de muchos encomenderos que han quebrado y faltado con las haciendas a sus dueños, por estas causas. Luego, no lo pueden hacer por el grave daño que se les sigue.

Demás, que, de hacerlo, no son puntuales en dar a sus dueños a tiempo las haciendas o dineros, reteniéndoselos, por no poder acudirles cuando Ios han menester, faltándoles con ellos y entreteniéndoles con plazos y palabras, con que, por causa de los enco­ menderos, faltan a sus negocios y obligaciones. Luego, no podrán retenerlos y, de hacerlo, están obligados a satisfacerles todo el daño que les causaren y no se excusan de pecado mortal. Luego, no es lícito, ni pueden tratar con las haciendas que tienen a su cargo, sin grave daño de sus almas y conciencias.

Capítulo XVIll

SI PODRA UNO PRESTAR DINEROS PARA COBRARLOS DE LOS TRIBUTOS DE LOS INDIOS

Para lo cual noto con Santo Tomás (2, 2, q. 78, art. 2) y Soto (de iustitia, q. 2, art. 2) que por préstamo no puede el prestador recibir ganancia, sin pecado de usura; y lo pruebo.

El préstamo de tal dinero, en el tributo de Ios indios, se hace con gran comodidad, digna de estima y de precio, del prestador. Luego, por préstamo no se puede recibir ganancia sin usura.

Pruebo el antecedente, porque aquellas cosas en que se vuelve el dinero, después se venden en mucho más de Io que era el dinero; luego, hay comodidad y así es ilícito; y más ilícito si con esto se da el salario, que cómodamente se suele dar por cobrar Ios tributos, haciéndose esto en provecho del que los cobra, que la desventura general que corre en todas las. Indias sobre los tributos de los miserables indios me ha obligado y aun compelido a poner este breve tratado y notable, que más lugar pedía. Pero con esto tendrán alguna luz y claridad, más de Ia que tienen para la de sus conciencias, que no me da lugar a más por la brevedad que intento en este libro, que cuanto más breve, será más claro y excusará confusión, que, según me consta y he visto, mas pedía. Dios lo remedie todo, como puede, pues más rros ama que castiga, esperándonos .1

penitencia.

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