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EL PAÍS, domingo 6 de noviembre de 2011 35 LA CUARTA PÁGINA OPINIÓN T ener casi cinco millones de parados como le ocurre a España es una tra- gedia para cualquier país, y, sobre todo, para una sociedad que hace apenas ocho años era la historia feliz de Europa, un país de una economía pujante que mu- chos envidiaban y un ejemplo flagrante —para América Latina en particular y el Tercer Mundo en general— de que, con estabilidad, democracia y políticas acerta- das un país puede quemar etapas y, en un periodo relativamente breve, alcanzar al- tos niveles de trabajo y bienestar. Nadie duda de que en las cifras escalo- friantes del desempleo español ha tenido un efecto la crisis financiera que desde ha- ce más de tres años padece el mundo occi- dental. Pero nadie puede ser tan ingenuo de creer que esa es la única causa, ni siquie- ra la principal, de semejantes niveles de paro, pues, si fuera así, ¿por qué el resto de Europa no padece un fenómeno parecido? Ni Grecia, en su descenso imparable a los abismos, alcanza un desempleo semejante. De otro lado, una reciente investigación comprueba que en la actualidad España es el país de la Unión Europea donde las dife- rencias económicas son más grandes (es decir, donde los ricos son más ricos y los pobres más pobres) y que el altísimo paro juvenil —un 48%— difícilmente podría em- pezar a disminuir antes de tres años. La razón principal de semejante desas- tre es una política económica errática, im- prudente, y la obstinación del Gobierno so- cialista en negar la existencia de la crisis a lo largo de más de un año, lo que le impidió tomar las medidas correctivas que hubie- ran moderado la caída y acortado el perio- do de recuperación de la economía. Los pronósticos sobre lo que esta tardará va- rían, pero todos coinciden en que el año que se avecina será todavía más duro que el que se va. El Gobierno español va a ser sanciona- do en las elecciones del 20 de noviembre por este fracaso y es natural que así sea. Vale la pena recordar que solo en las demo- cracias estas sanciones electorales son posi- bles y, también, que, por fortuna, pese a los quebrantos económicos, la democracia es- pañola goza de excelente salud. Las encues- tas dicen que el principal partido de oposi- ción, el Partido Popular que lidera Maria- no Rajoy, volverá al poder y, casi segura- mente, con mayoría absoluta. Me alegro de que sea así porque creo que el Partido Popular cuenta con el mejor equipo de economistas y las ideas más cla- ras para enfrentar el difícil y sacrificado reto que será llevar a cabo las reformas radicales necesarias. Esperemos que cuen- te también con el coraje que hará falta al próximo Gobierno si de veras quiere sacar a España del marasmo económico en que se encuentra, devolverle el dinamismo que tuvo durante los ocho años del Gobierno de José María Aznar, y la confianza en el futuro que esta crisis ha hecho añicos. Pese a todo ello, en estas elecciones no votaré por el Partido Popular sino por Unión Progreso y Democracia (UPyD), el partido que lidera Rosa Díez, por razones que me gustaría explicar en este artículo. Tengo una desconfianza instintiva a las mayorías absolutas, que pueden alentar ini- ciativas arbitrarias y hasta autoritarias en los gobiernos que las detentan. En el caso español, me preocupa que, si el PP la obtie- ne, su ala más conservadora, impulsada por razones religiosas, empuje al Gobierno de Rajoy a deshacer, o aguar hasta vaciar- las de contenido, las reformas sociales más avanzadas aprobadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero y que, a mi juicio, han hecho progresar la cultura de la libertad en España, como la ley que autoriza los matrimonios gays, la ampliación de la ley del aborto y los derechos de la mujer, te- mas en los que hoy España se encuentra a la vanguardia. UPyD es un partido clara- mente comprometido con reformas genui- namente liberales de esta índole y estoy seguro de que las defenderá con convic- ción en el Parlamento. Por eso, si el PP no obtuviera la mayoría necesaria para gober- nar solo y necesitara de alianzas, UPyD se- ría el aliado ideal. En todo caso, preferible a los partidos nacionalistas, cuyo apoyo se hacen pagar carísimo y, siempre, con con- cesiones favorables a su idea fija, la inde- pendencia, es decir, la desintegración de España. Como estoy absolutamente con- vencido de que, si ello ocurriera, la causa de la libertad retrocedería tanto en el País Vasco como en Cataluña, y de que este será el problema más serio que deberá enfren- tar España en el futuro inmediato, creo im- portante apoyar a un partido que, como UPyD, tiene sobre este asunto posiciones absolutamente lúcidas. Desde que nació como organización po- lítica, ha combatido al nacionalismo —a los nacionalismos— con resolución y sin com- plejos. Y ha sostenido que, tal como funcio- na en la actualidad el régimen de las 17 autonomías, aquel riesgo de desintegra- ción se va acentuando. Y que, por ello, debe ser reformado, sin poner en peligro la des- centralización, pero recuperando el Estado algunas competencias como las relativas a la educación, la salud y la justicia, sin las cuales es quimérico que haya una política coherente y homogénea a nivel nacional, y recortando las burocracias que conducen a la anarquía administrativa, el despilfarro fiscal y el deterioro de los denominadores culturales y sociales que sostienen la cohe- sión nacional. Por otra parte, UPyD es el único partido en estas elecciones que ha incorporado a su plan de gobierno una cláusula compro- metiéndose a apoyar a la oposición demo- crática que lucha por liberar a Cuba de 52 años de dictadura. También en este campo es imprescindible rectificar la política del Gobierno socialista que, en lo que concier- ne a la tiranía cubana, ha sido de una tole- rancia rayana con el celestinazgo cuando, a cambio de la liberación de algunos presos políticos, intentó (sin éxito, felizmente) que la Unión Europea retirase las moderadas sanciones que aplica a la satrapía caribeña. No digo que UPyD sea un partido libe- ral, pero es lo que más se le parece en el ámbito español. Acaso no tanto en lo que concierne a la economía, aunque su plan de gobierno se orienta a defender una eco- nomía libre basada en la competencia, sin privilegios ni populismo, como en sus con- vicciones democráticas, en sus posturas to- lerantes, en la diversidad que admite y fo- menta entre sus afiliados —un espectro ideológico que va de la socialdemocracia al liberalismo, pasando por el centro cristia- no o laico y hasta con pequeños destellos anarquistas— lo que da a esta formación política un aire fresco, joven, renovador, idealista, sano, desprovisto del cálculo y los apetitos que suele enquistar el tiempo en los partidos políticos. La mejor credencial de UPyD es Rosa Díez, su portavoz y fundadora, a quien los ciudadanos españoles suelen dar los mejo- res calificativos entre los líderes políticos. Esta mujer menudita y de ojos efervescen- tes tiene convicciones muy firmes y ha de- mostrado a lo largo de su vida pública, co- mo un puñado de políticos vascos democrá- ticos, un coraje a prueba de terroristas y fanáticos que despierta mi admiración. Ha visto el riesgo que representa para la super- vivencia de España y de la democracia el nacionalismo identitario, y ha criticado siempre las concesiones que le han hecho los gobiernos y salido al paso a toda política que, a cambio de trapicheos o pequeñas con- cesiones retóricas, entregue la libertad de comunidades enteras al secuestro colectivis- ta que ese nacionalismo representa. Rosa Díez es lo que Max Weber llamaba un “político de convicción”. Ella y su parti- do merecen una presencia mayor en el ám- bito nacional. Su empeño es devolver a la política la solvencia moral y la confianza que depositan en ella los ciudadanos de una democracia que ven en la acción políti- ca el instrumento más eficaz y menos vio- lento para mejorar el nivel de vida de la gente, corregir lo que anda mal, impulsar la igualdad y la justicia. Esta confianza, tan vigorosa en los años de la transición, se ha ido enfriando en España con la feroz crisis económica, y en las nuevas generaciones va surgiendo un pesimismo que se traduce a veces en un rechazo de las reglas de jue- go de la democracia. Esto explica la deriva que ha ido toman- do el movimiento de los “indignados”. En un primer momento la simpatía de la opi- nión pública fue grande hacia esa moviliza- ción de jóvenes que, luego de recibir una educación y prepararse, a veces con enor- mes sacrificios, para entrar en el mercado laboral, lo encontraban cerrado y sin pers- pectivas de encontrar un trabajo digno por quién sabe cuántos años. Muchos vimos en ese periodo inicial en el movimiento de “in- dignados” una inyección de energía para la democracia española. Pero pronto el movi- miento desbordó sus cauces originales, y, espoliado sin duda por grupos extremistas, ha ido adoptando unas consignas tan anacrónicas como la estatización y el diri- gismo económico, y la sustitución de la le- galidad parlamentaria por la legalidad de la calle y la acampada. Ese camino solo puede conducir al deterioro y hasta el des- plome de lo más precioso que tiene hoy España: la democracia que recuperó luego de 40 años de dictadura. Las elecciones del 20 de noviembre son una magnífica oportunidad para compro- bar que la democracia sí funciona y que es el único sistema que permite renovar los gobiernos, las políticas y las leyes de mane- ra civilizada. Para ello hay que confiar en las urnas y no equivocarse a la hora de elegir. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2011. © Mario Vargas Llosa, 2011. Una rosa para Rosa PIEDRA DE TOQUE. En estas elecciones votaré a UPyD porque sería el aliado ideal para el PP. Es un partido de corte liberal que aporta aire fresco, combate el nacionalismo y evitaría aguar las reformas sociales de Zapatero Por MARIO VARGAS LLOSA fernando vicente Si el PP no obtiene la mayoría necesaria para gobernar solo, UPyD sería el aliado ideal

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EL PAÍS, domingo 6 de noviembre de 2011 35

LA CUARTA PÁGINA OPINIÓN

Tener casi cinco millones de paradoscomo le ocurre a España es una tra-gedia para cualquier país, y, sobre

todo, para una sociedad que hace apenasocho años era la historia feliz de Europa,un país de una economía pujante que mu-chos envidiaban y un ejemplo flagrante—para América Latina en particular y elTercer Mundo en general— de que, conestabilidad, democracia y políticas acerta-das un país puede quemar etapas y, en unperiodo relativamente breve, alcanzar al-tos niveles de trabajo y bienestar.

Nadie duda de que en las cifras escalo-friantes del desempleo español ha tenidoun efecto la crisis financiera que desde ha-ce más de tres años padece el mundo occi-dental. Pero nadie puede ser tan ingenuode creer que esa es la única causa, ni siquie-ra la principal, de semejantes niveles deparo, pues, si fuera así, ¿por qué el resto deEuropa no padece un fenómeno parecido?Ni Grecia, en su descenso imparable a losabismos, alcanza un desempleo semejante.De otro lado, una reciente investigacióncomprueba que en la actualidad España esel país de la Unión Europea donde las dife-rencias económicas son más grandes (esdecir, donde los ricos son más ricos y lospobres más pobres) y que el altísimo parojuvenil —un 48%— difícilmente podría em-pezar a disminuir antes de tres años.

La razón principal de semejante desas-tre es una política económica errática, im-prudente, y la obstinación del Gobierno so-cialista en negar la existencia de la crisis alo largo demás de un año, lo que le impidiótomar las medidas correctivas que hubie-ran moderado la caída y acortado el perio-do de recuperación de la economía. Lospronósticos sobre lo que esta tardará va-rían, pero todos coinciden en que el añoque se avecina será todavía más duro queel que se va.

El Gobierno español va a ser sanciona-do en las elecciones del 20 de noviembrepor este fracaso y es natural que así sea.Vale la pena recordar que solo en las demo-cracias estas sanciones electorales sonposi-bles y, también, que, por fortuna, pese a losquebrantos económicos, la democracia es-pañola gozade excelente salud. Las encues-tas dicen que el principal partido de oposi-ción, el Partido Popular que lidera Maria-no Rajoy, volverá al poder y, casi segura-mente, con mayoría absoluta.

Me alegro de que sea así porque creoque el Partido Popular cuenta con elmejorequipo de economistas y las ideas más cla-ras para enfrentar el difícil y sacrificadoreto que será llevar a cabo las reformasradicales necesarias. Esperemos que cuen-te también con el coraje que hará falta alpróximo Gobierno si de veras quiere sacara España del marasmo económico en quese encuentra, devolverle el dinamismo quetuvo durante los ocho años del Gobiernode José María Aznar, y la confianza en elfuturo que esta crisis ha hecho añicos.

Pese a todo ello, en estas elecciones novotaré por el Partido Popular sino porUnión Progreso y Democracia (UPyD), elpartido que lidera Rosa Díez, por razonesque me gustaría explicar en este artículo.

Tengo una desconfianza instintiva a lasmayorías absolutas, que puedenalentar ini-ciativas arbitrarias y hasta autoritarias enlos gobiernos que las detentan. En el casoespañol, me preocupa que, si el PP la obtie-ne, su ala más conservadora, impulsadapor razones religiosas, empuje al Gobiernode Rajoy a deshacer, o aguar hasta vaciar-las de contenido, las reformas socialesmásavanzadas aprobadas por el Gobierno de

Rodríguez Zapatero y que, a mi juicio, hanhecho progresar la cultura de la libertaden España, como la ley que autoriza losmatrimonios gays, la ampliación de la leydel aborto y los derechos de la mujer, te-mas en los que hoy España se encuentra ala vanguardia. UPyD es un partido clara-mente comprometido con reformas genui-namente liberales de esta índole y estoyseguro de que las defenderá con convic-ción en el Parlamento. Por eso, si el PP noobtuviera lamayoría necesaria para gober-nar solo y necesitara de alianzas, UPyD se-ría el aliado ideal. En todo caso, preferible

a los partidos nacionalistas, cuyo apoyo sehacen pagar carísimo y, siempre, con con-cesiones favorables a su idea fija, la inde-pendencia, es decir, la desintegración deEspaña. Como estoy absolutamente con-vencido de que, si ello ocurriera, la causade la libertad retrocedería tanto en el PaísVasco como enCataluña, y de que este seráel problema más serio que deberá enfren-tar España en el futuro inmediato, creo im-portante apoyar a un partido que, comoUPyD, tiene sobre este asunto posicionesabsolutamente lúcidas.

Desde que nació como organización po-

lítica, ha combatido al nacionalismo—a losnacionalismos— con resolución y sin com-plejos. Y ha sostenido que, tal como funcio-na en la actualidad el régimen de las 17autonomías, aquel riesgo de desintegra-ción se va acentuando. Y que, por ello, debeser reformado, sin poner en peligro la des-centralización, pero recuperando el Estadoalgunas competencias como las relativas ala educación, la salud y la justicia, sin lascuales es quimérico que haya una políticacoherente y homogénea a nivel nacional, yrecortando las burocracias que conducena la anarquía administrativa, el despilfarro

fiscal y el deterioro de los denominadoresculturales y sociales que sostienen la cohe-sión nacional.

Por otra parte, UPyD es el único partidoen estas elecciones que ha incorporado asu plan de gobierno una cláusula compro-metiéndose a apoyar a la oposición demo-crática que lucha por liberar a Cuba de 52años de dictadura. También en este campoes imprescindible rectificar la política delGobierno socialista que, en lo que concier-ne a la tiranía cubana, ha sido de una tole-rancia rayana con el celestinazgo cuando,a cambio de la liberación de algunos presospolíticos, intentó (sin éxito, felizmente) quela Unión Europea retirase las moderadassanciones que aplica a la satrapía caribeña.

No digo que UPyD sea un partido libe-ral, pero es lo que más se le parece en elámbito español. Acaso no tanto en lo queconcierne a la economía, aunque su plande gobierno se orienta a defender una eco-nomía libre basada en la competencia, sin

privilegios ni populismo, como en sus con-vicciones democráticas, en sus posturas to-lerantes, en la diversidad que admite y fo-menta entre sus afiliados —un espectroideológico que va de la socialdemocracia alliberalismo, pasando por el centro cristia-no o laico y hasta con pequeños destellosanarquistas— lo que da a esta formaciónpolítica un aire fresco, joven, renovador,idealista, sano, desprovisto del cálculo y losapetitos que suele enquistar el tiempo enlos partidos políticos.

La mejor credencial de UPyD es RosaDíez, su portavoz y fundadora, a quien losciudadanos españoles suelen dar los mejo-res calificativos entre los líderes políticos.Esta mujer menudita y de ojos efervescen-tes tiene convicciones muy firmes y ha de-mostrado a lo largo de su vida pública, co-moun puñado de políticos vascos democrá-ticos, un coraje a prueba de terroristas yfanáticos que despierta mi admiración. Havisto el riesgo que representa para la super-vivencia de España y de la democracia elnacionalismo identitario, y ha criticadosiempre las concesiones que le han hecholos gobiernos y salido al paso a toda políticaque, a cambiode trapicheosopequeñas con-cesiones retóricas, entregue la libertad decomunidadesenteras al secuestro colectivis-ta que ese nacionalismo representa.

Rosa Díez es lo queMaxWeber llamabaun “político de convicción”. Ella y su parti-domerecen una presenciamayor en el ám-bito nacional. Su empeño es devolver a lapolítica la solvencia moral y la confianzaque depositan en ella los ciudadanos deunademocracia que ven en la acción políti-ca el instrumento más eficaz y menos vio-lento para mejorar el nivel de vida de lagente, corregir lo que anda mal, impulsarla igualdad y la justicia. Esta confianza, tanvigorosa en los años de la transición, se haido enfriando en España con la feroz crisiseconómica, y en las nuevas generacionesva surgiendo un pesimismo que se traducea veces en un rechazo de las reglas de jue-go de la democracia.

Esto explica la deriva que ha ido toman-do el movimiento de los “indignados”. Enun primer momento la simpatía de la opi-niónpública fue grandehacia esamoviliza-ción de jóvenes que, luego de recibir unaeducación y prepararse, a veces con enor-mes sacrificios, para entrar en el mercadolaboral, lo encontraban cerrado y sin pers-pectivas de encontrar un trabajo digno porquién sabe cuántos años.Muchos vimos enese periodo inicial en elmovimiento de “in-dignados” una inyección de energía para lademocracia española. Pero pronto elmovi-miento desbordó sus cauces originales, y,espoliado sin duda por grupos extremistas,ha ido adoptando unas consignas tananacrónicas como la estatización y el diri-gismo económico, y la sustitución de la le-galidad parlamentaria por la legalidad dela calle y la acampada. Ese camino solopuede conducir al deterioro y hasta el des-plome de lo más precioso que tiene hoyEspaña: la democracia que recuperó luegode 40 años de dictadura.

Las elecciones del 20 de noviembre sonuna magnífica oportunidad para compro-bar que la democracia sí funciona y que esel único sistema que permite renovar losgobiernos, las políticas y las leyes demane-ra civilizada. Para ello hay que confiar enlas urnas y no equivocarse a la hora deelegir.

© Derechos mundiales de prensa en todas laslenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2011.© Mario Vargas Llosa, 2011.

Una rosa para RosaPIEDRA DE TOQUE. En estas elecciones votaré a UPyD porque sería el aliado ideal para el PP. Es un partido decorte liberal que aporta aire fresco, combate el nacionalismo y evitaría aguar las reformas sociales de ZapateroPor MARIO VARGAS LLOSA

fernando vicente

Si el PP no obtiene lamayoría necesaria paragobernar solo, UPyDsería el aliado ideal