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    ASPECTOS DE LO EXTREMO-ORIENTAL EN LA OBRA POTICA

    DE JOS NGEL VALENTE

    Jose Luis FERNNDEZ CASTILLO

    [email protected]

    De la relacin de la poesa de Jos ngel Valente con la mstica da cuenta ya su

    primera obra publicada, A modo de esperanza (1953-1954), donde es posible

    localizar uno de sus motivos ms recurrentes: la experiencia de los lmites del

    decir, la irrupcin de una inefabilidad cuya naturaleza ser objeto de reflexin

    constante para el poeta gallego. Se nos dice en el poema Noche primera del

    citado libro: Empuja el corazn / quibralo, cigalo / para que nazca el vaco / de lo

    que nunca podrs nombrar (OCI: 79)1. En rigor, tal confrontacin con los lmites

    de lo decible constituye por s mismo un lugar potico que podemos rastrear en

    infinidad de autores sin relacin directa con las tradiciones msticas. A fin de

    cuentas, la palabra lrica ha buscado siempre dar forma a vivencias y sentimientos

    extremos, en el lmite mismo de lo comunicable, y el propio Valente supo sealar

    que el punto de confluencia entre palabra mstica y palabra potica comienzadonde se hace imposible el decir (OCII: 1433).

    Sin embargo, hubo en Valente una ms que notoria fidelidad a la mstica y al

    estudio de sus manifestaciones en muy diversos mbitos culturales. La mstica

    representa para l un mtodo de indagacin en la realidad que le ayuda a pensarcrticamente el hecho creador, a enfrentarse a la propia indefinicin genrica que

    caracteriza la palabra potica. Acaso los motivos msticos de Valente, como piensa

    el crtico Jimnez Heffernan, no sean sino una forma oblicua de abordar una

    cuestin de teora potica, lo que Garca Berrio ha llamado la indefinicin como

    gnero de la poesa lrica (Garcia Berrio, 1977: 94).

    Segn Heffernan, sera la ausencia de una definicin clara de la lrica a lo largo

    de su historia la que impulsara a muchos autores de la modernidad a buscar en

    exotismos conceptuales o mistricos una suerte de justificacin terica para suejercicio de la lrica. Y este sera el caso del poeta gallego con el misticismo. Segn

    el crtico, Valente sera ante todo un estilista que identifica la definicin vaca de

    la lrica con el vaco irrepresentable de la tradicin mstica. Escribe Heffernan:

    Los temas de Valente (el silencio, la nada, el origen, el centro) no nos sirven para

    entenderlo (Heffernan, 2004: 193). Y, sin embargo,cabra tambin otra estrategia

    interpretativa: postular una relacin entre la indefinicin misteriosa de lo lrico y

    1 Utilizar la abreviatura OCI para las Obras Completas I. Poesa y Prosa de Josngel Valente y OCIIpara Obras Completas II. Ensayos.

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    el despliegue asimismo indefinible de la propia experiencia de lo real al que esos

    temas apuntan. No se tratara tanto de entender a Valente como de acotar los

    lmites donde su lenguaje se abre a lo incomprensible, acercarnos un poco ms a

    las motivaciones que lo llevaron a explorar la palabra mstica desde una poesa

    humana, demasiado humana.Est presente por razones metapoticas u ontolgicas, la analoga entre palabra

    potica y mstica define la bsqueda de una palabra descondicionada, no utilitaria,

    que se rebela contra el desgaste comunicativo o la manipulacin del lenguaje. El

    apofatismo o teologa negativa de la mstica, es decir, el rechazo a la

    representacin de lo sagrado, se manifiesta en el mbito potico como una

    disolucin de toda referencia o de toda predeterminacin (OCII: 275). La palabra

    potica, para Valente, sera aquella que no representa una realidad, sino que

    pretender encarnarla, a salvo de la arbitrariedad inherente al propio lenguaje o a

    su posible corrupcin histrica. El poeta no busca as expresarse mediante la

    palabra, sino participar en lo real. Valente nos plantea desde la relacin

    poesa-mstica el horizonte imposible de un total descondicionamiento del acto

    creador: el acceso a una palabra sustancial, no intermediaria, no derivada, sino

    totalmente efectiva. Y pese a lo imposible de dicho horizonte, desde, por ejemplo,los postulados de una crtica deconstruccionista, el poeta sostiene la apuesta hasta

    el final, como un desafo hermenutico que se resiste, pues tal es su consigna, a

    una totalizacin lgica del sentido.

    Valente investig sobre todo en las fuentes judeocristianas de la mstica. SanJuan de la Cruz fue, junto con Miguel de Molinos y Santa Teresa, el centro de

    atraccin mayor del poeta, pero a partir de ellos, sus estudios se extendieron a la

    mstica renana y al sufismo hispnico de Ibn Arab. Aun cuando numerosas obras

    de investigacin se han dedicado a reconstruir las relaciones de Valente con dichas

    tradiciones se ha descuidado el lado extremo-oriental, sino-japons, que comparece

    en importantes lugares de su obra2.

    Sin duda ha habido razones para ello: adems de la prevalencia de la vertiente

    judeocristiana, est el hecho de que el poeta tuvo un conocimiento mucho menos

    2 Coincidimos con Julin Jimnez Heffernan en que no hay que hacer teologa para

    entender a Valente (Heffernan, 2004: 195). El estudio de Fatiha Benlabbah (2008),

    excelente en lo que se refiere al esclarecimiento de referencias msticas en la obra del

    poeta, analiza muy pocosus razones estticas, olvidando en ocasiones que Valente no

    fue un mstico. Es preciso comprender, por tanto, la distancia entre mstica y poesa en

    su obra si no se quiere convertir a esta enuna mera ilustracin erudita o ingeniosa de

    complejas construcciones msticas (cabalsticas, cristianas, sufies...). Nuestra

    exploracin de los elementos extremo-orientales parte de dicha premisa.

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    directo de las culturas china y japonesa, pues desconoca sus lenguas y slo pudo

    acercarse a sus literaturas por medio de traducciones. No obstante, creemos

    preciso plantearnos qu ecos de su propia aventura potica fue a buscar Valente a

    China y a Japn a travs de sus lecturas y cmo entendi nuestro autor la

    dicotoma entre lo oriental y lo occidental. Con ello no buscamos tanto iluminardichas tradiciones, tan lejanas a la poesa hispnica, como acercarnos an ms a

    las inquietudes poticas del propio Valente.

    Merece la pena comenzar citando el comienzo de un artculo del poeta sobre la

    pintura de Antoni Tpies:Los puntos de convergencia entre Oriente y Occidente

    son ms de los que el desarrollo lineal de la cultura de este ltimo podra hacernos

    sospechar (OCII: 591). Valente consider que tales vnculos haban sido

    reprimidos o condenados por Occidente en aras de la consolidacin de las nociones

    de razn y progreso (OCII: 333).

    Las conexiones y afinidades de distintas tradiciones msticas constituyen para

    Valente fenmenos de convergencia por la raz. Una raz definida por lo

    irrepresentable: un mbito de silencio ltimo en el que desembocaran tanto el

    quietismo cristiano como el budista y que le llev a la lectura y al comentario de

    numerosas obras dedicadas al estudio de tales relaciones, como los libros deThomas Merton y D. Suzuki dedicados a esclarecer los puntos comunes entre la

    tradicin contemplativa cristiana y el Zen, o la clebre monografa de Rudolf Otto

    sobre Meister Eckhart y Shankara. Hubo en Valente una apertura generosa a

    dichas analogas, aunque nunca olvid el poeta la peculiar naturaleza de cadafenmeno en su especificidad (OCII: 328).

    La devocin por las literaturas china y japonesa se hace sentir con especial

    fuerza en el ltimo de los libros del poeta, Fragmentos a un libro futuro, donde

    encontramos versiones de traducciones de Takuboku, Li Po, un poema llamado

    Koan del rbol y, como cierre del poemario y de su obra toda, un haiku que bien

    pudiera ser uno de los ltimos poemas escritos por el autor: Cima del canto / el

    ruiseor y t / ya sois lo mismo (OCI: 582). Este haiku, el nico que public

    Valente, adquiere por su condicin conclusiva una gran intensidad semntica: estsituado al final de un libro concebido por Valente como una suerte de diario que

    desde el ao 1991 se extiende hasta sus ltimos momentos, cuando el poeta,

    enfermo de cncer, senta ya la proximidad de la muerte. Es asimismo un texto

    que realiza en su sustancia simblica esa convergencia de tradiciones por la que

    Valente estuvo tan interesado: el ruiseor remite a la Filomela de las

    Metamorfosis de Ovidio (la joven transformada en pjaro); tambin, a la dulce

    Filomena de la estrofa 39 del Cntico espiritual de San Juan de la Cruz,

    vinculado al llamado pjaro del xtasis (el bulbul de las culturas del medio

    oriente), en el que, segn Lpez Baralt, se inspir el poeta carmelita para aludir a

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    la transformacin del alma en la divinidad. Adems, nos lleva tambin al uguisu

    de la poesa japonesa, de notorias y conocidas reminiscencias budistas (Lpez

    Baralt, 1998: 113). xtasis y transformacin, confusin de la voz potica y los

    sonidos asemnticos de la naturaleza. El poeta lleg a escribir en otro lugar: el

    canto del pjaro es lquido. Tambin la palabra potica slo se reconoce en su fluir(OCII: 459). En el haiku, el adverbio ya marca la consumacin del proceso

    transformante: la cima del canto es asimismo su reinmersin en un mbito natural

    que rebasa al lenguaje.

    En un texto dedicado a las relaciones entre el lenguaje mstico y el potico, cuyo

    ttulo es precisamente la lengua de los pjaros, escribe el poeta: la forma en su

    plenitud apunta infinitamente hacia lo informe. En rigor, su plenitud slo

    consistira en significar lo informe y en desaparecer en ese acto de significacin. De

    ah que la ltima significacin de la forma sea su nostalgia de disolucin (OCII:

    422). Nostalgia de disolucin es asimismo nostalgia de integracin en la

    naturaleza. Valente busca en las literaturas orientales una suerte de remedio

    contra esa nostalgia de una espontaneidad natural para la palabra. Una palabra

    que no busca representar, acotar o hacer abstraccin conceptual de lo real, sino

    participar en l, constituirse en su propio despliegue. Puesto que, segn el poeta, elgran problema de Occidente es su tendencia a dicho conceptualismo abstracto. Ya

    desde Grecia, el lenguaje fue pensado como instrumento de control de lo real,

    tekhnpuesta al servicio de un sistema de totalizacin lgica. Escribe Valente a

    este respecto: la historia del pensamiento occidental podra leerse en buenamedida como la historia de la desencarnacin del logos (OCII: 607).

    El poeta gallego recurre as a referentes orientales para construir una potica

    de la espontaneidad natural de la palabra, ajena al concepto de mmesis y

    representacin que dominan desde su origen la potica occidental. En efecto, la

    potica sino-japonesa parte de un postulado completamente diferente al imitativo.

    El sinlogo Franois Jullien ha aclarado cmo el ideograma chino que se utilizapara designar la actividad literaria (, wen en chino, bun en japons) se utiliza

    asimismo para referir la coherencia interna del orden natural comn tanto alconfucianismo como al taosmo. (Wen / bun) vincula adems muy variadas

    realidades: significa figuracin o motivo percibido en la naturaleza (en particular

    sobre los cuerpos de los animales); significa escritura y texto literario (semejante a

    nuestra gramma o littera) y, por consiguiente, alberga el sentido de civilizacin;

    alude, por ltimo, al orden original inherente a los fenmenos (Jullien, 1989: 28).

    Esta concepcin, de tan amplia influencia asimismo en la tradicin del haiku,

    piensa la actividad literaria como un proceso figurador ntimamente ligado al

    orden de cosas de la naturaleza, un movimiento espontneo que armoniza con la

    realidad en la medida en que su propia gnesis pertenece al desenvolvimiento del

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    orden del mundo. No se trata, sin embargo, de la clsica metfora occidental del

    mundo como libro o escritura divina; ms bien, su diferencia estriba en que, en

    esta concepcin, la escritura humana no se presenta como una prdida de la

    inocencia o una abstraccin empobrecedora, como as sucede en la cultura

    grecolatina. Acordmonos a este respecto del proverbial rechazo de Platn a laescritura, as como de una frase evanglica tan elocuente como: la letra mata, slo

    el espritu vivifica (Pablo, 2,12). La poesa es entendida como meditacin exttica

    que comunica con el ncleo fundador de lo real, un mbito donde naturaleza y

    cultura, tekhnyphysis no se hallan separadas, sino relacionadas por una analoga

    de fondo.

    Entendemos mejor as por qu Valente recurre sobre todo a referencias taostas

    en varias ocasiones cuando trata de pensar poticamente la gnesis del hecho

    creador. El estado de creacin, nos dice Valente, es similar al wu-wei de la prctica

    del taosmo: un estado de no accin, de no interferencia, de atencin suprema a

    los movimientos del universo y a la respiracin de la materia (OCI: 387). As como

    el sacerdote del taosmo, segn el Tao Te King, ha de mantener su lado femenino

    (Schipper, 1993: 127), crear afirma Valente lleva el signo de la feminidad. La

    creacin no constituye por ello un acto de representacin imitativa de lo real, sinoel producto de una incitacin que la realidad obra en la voz potica y de la que esta

    es consecuencia espontnea. La concepcin de lo material en Valente se vincula

    con la bsqueda de una espontaneidad radical para la palabra potica. Leemos en

    un poema de libro Mandorla (1982): Escribir es como la segregacin de las resinas.No es acto, sino lenta formacin natural. Musgo, humedad, arcillas, limo,

    fenmenos del fondo, y no del sueo o de los sueos, sino de los barros oscuros

    donde las figuras de los sueos fermentan. Escribir no es hacer, sino aposentarse,

    estar (OCI: 423).

    La forma potica no ha de representar, sino convertirse en un proceso continuo

    anlogo a la realidad misma en el que queda recogido tanto lo visible como lo

    invisible, tanto lo presente como lo latente o todava no producido. As como en el

    taosmo lo esencial no es la oposicin ser / no-ser sino el juego entre lo presente y lolatente, en la poesa del gallego lo latente o lo antenatal se convierte en una

    condicin bsica de la palabra potica. En la pintura china y japonesa el espacio

    vaco que rodea a las cosas es el garante del devenir de la realidad, lo que asegura

    que esta pueda evolucionar y dar origen a nuevas formas: no representa lo objetivo

    sino que intenta figurar su funcionamiento interno. Valente se impregna de dicha

    concepcin en una de sus ms interesantes ecfrasis, Cermica con figuras sobre

    fondo blanco del libro Interior con figuras (1973-1976):

    Cmo no hallar

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    alrededor de la figura sola

    lo blanco.

    Dragn, rama de almendro, fnix.

    Cmo no hallaralrededor del loto

    lo blanco.

    Del murcilago al pez o a la rama o al hombre,

    el vaco, lo blanco.

    Cmo no hallar

    alrededor de la palabra nica

    lo blanco.

    Fnix, rama, raz, dragn, figura.

    El fondo es blanco (OCI: 341).

    Ms all de sus motivos orientales, esta ecfrasis alude, ante todo, a una

    concepcin de lo real que parte de la condicin de irrepresentable del vaco. Ese

    vaco no constituye una mera negacin exttica, sino que aparece sealado como lamanera propia del devenir de las cosas, el espacio liberador que las permite existir

    y evolucionar en una lnea procesual de transformaciones que dan cuenta del

    carcter fluctuante del propio ser de lo real.

    Las categoras negativas de Valente aluden de forma principal a referentes

    judeocristianos. Sin embargo, el poeta recurre a fuentes filosficas japonesas,

    Kitaro Nishida y Keiji Nishitani, para ahondar en la naturaleza del nihilismo en

    uno de sus ensayos cruciales: La experiencia abisal. En efecto, los filsofos de la

    escuela de Kioto le ayudan al poeta a pensar la paradjica relacin entre la nada yla materia, entre lo presente y lo ausente, lo visible y lo invisible.

    La lectura de Nishitani le aporta, en este sentido, la nocin de una nihilidad

    positiva, ms all de realismo e idealismo filosficos, una concepcin de la nada

    abierta en las cosas mismas, en identidad absoluta con su presencia. Se trata en el

    fondo de una experiencia exttica, de un salir de s que no lleva a trascendentes

    esferas, sino que remite a la propia realidad, a una mundanidad transfigurada

    tautolgicamente en s misma. El objetivo principal de la escuela de Kioto en su

    acercamiento del budismo a la filosofa es crear un lugar filosfico para lo que

    Nishida llam, traduciendo a William James, junsui keiken, pura experiencia,

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    esto es, la plena recepcin de la experiencia inmediata, principio crucial del Zen

    que ambos pensadores buscaron relacionar con conceptos filosficos europeos

    (Stevens, 2000: 173). Valente, un poeta europeo, busca en ellos, por el contrario los

    rudimentos para pensar precisamente la naturaleza del hecho potico como

    experiencia exttica de salida de s. Sobre elKyudo o arte japons del tiro con arco,el poeta alude en varios lugares a la lectura del libro de Herrigel Zen en el arte del

    tiro con arco, reflexionando sobre la sbita identidad entre opuestos que acontece

    en ese momento que el autor alemn define como milagro, cuando el arte queda

    despojado de arte, el tiro se convierte en un no tirar, el maestro se hace alumno, el

    fin se hace principio y el principio perfeccin (OCII: 471). Muchos poemas de

    Valente se mueven en los alrededores de ese estado de iluminacin, lo que l llama

    en un poema, momentos privilegiados (OCI: 424).

    Este estado de pura experiencia al que se aproximan muchos de sus poemas,

    basado en el vnculo analgico de poesa y realidad que reintegra la palabra al

    orden de la naturaleza, no ha sido sin embargo ignorado por completo por la

    tradicin occidental. Valente ve reflejado en las poticas orientales algo que la

    potica romntica de ascendencia anglo-germnica tuvo en su tiempo y perdi

    para siempre. Me refiero al sueo de una poesa natural, de una Naturpoesie quele hace proclamar al poeta alemn Novalis que el arte forma parte de la

    naturaleza y que el propio artista no es sino la naturaleza observndose a s

    misma, imitndose a ella misma, formndose a s misma (Novalis, 1966: 318). Sin

    embargo, sabemos que dicha concepcin se hizo muy pronto imposible para lospropios romnticos. El ejemplo mximo de ello es el Empdocles de Hlderlin,

    donde el filsofo de Agrigento es ya un alienado de la naturaleza, alguien que slo

    la escucha ya como a una alten Einklang (Hlderlin, 1970: 632), una antigua

    armona que apenas dejara de s misma un vago recuerdo, transfigurada para los

    nuevos tiempos en mero depsito de recursos materiales.

    Lo que Valente encuentra en las poticas orientales, en el pensamiento de la

    escuela de Kioto, es una experiencia en cierto modo proscrita por la filosofa

    occidental: la posibilidad de alcanzar la presencia absoluta de la realidad, no larealidad diferida a travs de una cadena infinita de signos y representaciones. La

    negacin de una presencia originaria de las cosas para el sujeto tiene lugar ya en

    la dialctica hegeliana cuando el filsofo alemn afirma en su Fenomenologa del

    espritu aquello de que: el esto sensible supuesto es inaccesible por el lenguaje que

    pertenece a la conciencia (das sinnliche Diese, das gemeint wird, der Sprache, die

    dem Bewutsein angehrt [] unerreichbar ist) (Hegel, 2007: 70). La separacin

    entre conciencia y mundo queda replegada en la especulacin sin fin del propio

    lenguaje. As lo podemos constatar en las continuas crticas a una metafsica de la

    presencia de la filosofa contempornea: cuando Charles Peirce afirma que la cosa

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    misma es ya un signo dentro de un continuo movimiento de la significacin (Peirce,

    1955: 93); o cuando Jacques Derrida, anlogamente, concibe lo real como un

    perpetuo diferir de significantes y significados (Derrida, 1967: 92).

    Un poeta occidental en pleno conocimiento de su tradicin slo podra acaso

    mirar a las poticas extremo-orientales con la nostalgia de lo ya perdido, y assucede en el fondo con Jos ngel Valente. El poeta gallego estaba fascinado con la

    experiencia de un xtasis que se manifestara como una mera apertura a la

    realidad ms inmediata. Por ello aludi en ms de una ocasin a la experiencia del

    satori en el budismo zen. Le atraa sobre todo lo que l llam la iluminacin del

    burcrata, comentada por D. Suzuki. Se trata de un poema de Tchao-Pien, alto

    funcionario del gobierno de la dinasta Sing, donde ste alude precisamente a su

    momento de satori. Esta iluminacin es tanto ms fascinante porque, en el decir

    de Valente, no va acompaada de ninguna aparatosa sobrenaturalidad (OCII:

    325), sino que tiene lugar en mitad de lo cotidiano:

    Sin pensar en nada, sentado quietamente

    en mi lugar de funcionario

    mi espritu flua sin traba, como el aguade una lmpida fuente

    un trueno repentino: de par en par

    se abrieron las puertas del espritu

    y he ah al viejo hombre sentado en su absoluta simplicidad.

    Un poema de la ltima coleccin de Valente,Parque de Figueras, alude acaso a

    una anloga experiencia de iluminacin, un momento de instantnea

    reconciliacin de opuestos, un instante en el cual la realidad parece colmarse en su

    ms pleno acontecer:

    Si hay un momento en el mundo

    donde el pico de un pjarodijrase parece suspender el caos,

    un sbito momento de tenue paz, ahora

    en el parque de una ciudad extraa donde me encuentro por azar.

    Si existe repentino este silencio

    en el leve descenso de la tarde

    si hay aves que se funden y hacen uno el canto y la quietud

    y una mujer joven que cruza con su hijo pequeo de la mano

    me mira, intensamente,

    si este eterno es verdad, merecera,

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    la pena haber venido,

    estar presente, dios, en esta cita tuya no anunciada. (OCII: 551)

    Nos interesa de este bello poema ante todo el carcter condicional que tiene

    dicha experiencia de armonizacin entre lo trascendente y lo inmanente, entre elacto y la quietud. Puesto que aqu el poema no se limita a dar cuenta de la

    experiencia de repentina iluminacin conciliadora, sino que la cuestiona de forma

    radical, la somete al repliegue especulativo del lenguaje separando experiencia y

    enunciacin: si este eterno es verdad. En dicho cuestionamiento especulativo

    hallamos acaso una muestra de la fluctuacin constante que existe en la poesa

    de Valente entre lo trgico y lo mstico, entre el deseo de fundir realidad y palabra,

    y la imposibilidad, trgicamente asumida, de dicha fusin. El acceso a la presencia

    del presente, a la plenitud de las cosas en su aparecer inmediato, no puede dejar de

    presentar una atencin al lenguaje mismo, concebido ya como distancia insalvable.

    Por ello acaso el lenguaje potico de Valente fue derivando hacia una creciente

    oscuridad enigmtica: intentar llevar al lenguaje esa experiencia de armonizacin

    total implica romper con la deriva especulativa de ese mismo logos, precisamente

    para que de ese modo emerja algo que, por imposible de someter a la razn deldiscurso, ostente en su condicin material la indomeable condicin del propio

    aparecer de lo real. Y por ello tambin la iluminacin de Valente no ser

    tautolgica, como la de tantos textos del budismo zen, sino atravesada por la

    oscuridad del enigma, dividida siempre entre el extravo enigmtico y la lcida ytrgica especulacin del lenguaje.

    Hubo en la obra de Valente un acercamiento profundo a la experiencia de lo

    indecible. Su lucha consisti en llevar la palabra potica donde saba de antemano

    que era imposible llevarla, quizs para otorgarle un espacio propio y privativo, a

    salvo de la condena de la filosofa o de la Historia. Su acercamiento a lo oriental es

    en el fondo una forma de verse a s mismo como otro, una forma de nostalgia

    anloga a la que sinti por la mstica occidental. Formas donde la palabra potica

    se reconoce ya desde muy lejos, quizs para poder sobrevivir a nuevos tiempos demiseria.

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