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VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA QUIJOTESCA Anthony N. Zahareas Luis Martín Estudillo (Universidad de Minnesota) I Conviene comenzar con algo perogrullesco: las burlescas ex- periencias quijotescas de la novela de Cervantes se han conver- tido, con el pasar del tiempo, en incontables metáforas que a su vez han funcionado para enjuiciar diversos problemas histórica- mente críticos. Se trata de referencias quijotescas a varias situa- ciones y figuras destacadas que, en un grado u otro, tienen que ver con la economía, las clases sociales o crisis políticas y múl- tiples aspectos de la cultura. De entre la abundancia y variedad de los ejemplos, todos documentados, fijémonos en los "don quijo- tes" de la diplomacia internacional; en el "heroísmo quijotesco" de los esfuerzos para salvar a ciertos soldados; en las ilusiones "bogardianas" y propias de una farsa del poco atractivo Woody Alien para seducir a Dianne Keaton; o la presunción torpemente "fredasterista" del orondo actor Bob Hoskins; en la "desventura quijotesca" de los militares durante la crisis de las Malvinas [Falkland Islands]; en los ataques contra los "molinos de viento" de la inflación económica; en la "inutilidad quijotesca" de defen- derse contra el poder militar de los Estados Unidos o, reductio ad absurdum, las estrategias quijotescas contra las intervenciones futbolísticas del jugador Zidane, etc., etc. El título es préstamo de Las variedades de la experiencia re- ligiosa de William James quien, en el original, The Varieties of Religious Experience, se ocupa del valor pragmático -o sea la función histórica o cotidiana- de la religión. "Experiencia quijo- tesca" se refiere tanto a las desventuras episódicas de don Quijote como a las adaptaciones de las mismas para luego referirse a di- versos problemas históricos; el término "variedades" designa los ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Anthony N. ZAHAREAS. Variedades de la experiencia quijo

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VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA QUIJOTESCA

Anthony N. Zahareas Luis Mar t ín Estudillo

(Universidad de Minnesota)

I Conviene comenzar con algo perogrullesco: las burlescas ex­

periencias quijotescas de la novela de Cervantes se han conver­tido, con el pasar del tiempo, en incontables metáforas que a su vez han funcionado para enjuiciar diversos problemas histórica­mente críticos. Se trata de referencias quijotescas a varias situa­ciones y figuras destacadas que, en un grado u otro, tienen que ver con la economía, las clases sociales o crisis políticas y múl­tiples aspectos de la cultura. De entre la abundancia y variedad de los ejemplos, todos documentados, fijémonos en los "don quijo­tes" de la diplomacia internacional; en el "heroísmo quijotesco" de los esfuerzos para salvar a ciertos soldados; en las ilusiones "bogardianas" y propias de una farsa del poco atractivo Woody Alien para seducir a Dianne Keaton; o la presunción torpemente "fredasterista" del orondo actor Bob Hoskins; en la "desventura quijotesca" de los militares durante la crisis de las Malvinas [Falkland Islands]; en los ataques contra los "molinos de viento" de la inflación económica; en la "inutilidad quijotesca" de defen­derse contra el poder militar de los Estados Unidos o, reductio ad absurdum, las estrategias quijotescas contra las intervenciones futbolísticas del jugador Zidane, etc., etc.

El título es préstamo de Las variedades de la experiencia re­ligiosa de William James quien, en el original, The Varieties of Religious Experience, se ocupa del valor pragmático -o sea la función histórica o cotidiana- de la religión. "Experiencia quijo­tesca" se refiere tanto a las desventuras episódicas de don Quijote como a las adaptaciones de las mismas para luego referirse a di­versos problemas históricos; el término "variedades" designa los

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diversos aspectos de la experiencia quijotesca que ocurren dentro de la novela; son las varias perspectivas del protagonista que, fue­ra de la novela, se elaboran secundariamente como referencias históricas. Las funciones históricas de estas referencias quijotes­cas sólo son inteligibles a través del texto, Don Quijote de la Mancha: todas las referencias quijotescas, por muy ficticias que sean las desventuras del loco hidalgo, comportan realidades histó­ricas y éstas, consideradas aisladamente, no proveen una auténti­ca experiencia quijotesca; es la integración de situaciones actua­les a las ficciones pasadas del Quijote lo que da sentido referen-cial a las experiencias quijotescas, lo cual plantea una serie de cuestiones historiográfícas.

La experiencia quijotesca ha ocurrido dos veces. La primera era única: las desventuras del ingenioso hidalgo de la Mancha y del crédulo labrador, Sancho Panza, se han narrado como la re­presentación imaginaria de desventuras burlescas. En su tiempo (1605-1615), la ficción de Cervantes fue contemporánea: las ex­periencias quijotescas de la novela ocurrieron sólo una vez como una "historia" narrada. La segunda vez esta misma experiencia quijotesca ha resultado múltiple y variada: desde su publicación hasta hoy día, dentro del mundo variado de los medios de comu­nicación (la prensa, radio, TV, cine, artículos, editoriales y ensa­yos, conferencias y libros), esta única experiencia quijotesca se ha reelaborado repetidamente en incontables referencias a diver­sos problemas actuales. De ahí las "variedades" en la historia de la que se inició, en la ficción, como única "experienca quijotes­ca."

Cuando alguien toma la palabra para aludir al Quijote de Cer­vantes, y esta alusión es objeto de referencias históricas al mo­mento decisivo de ciertas situaciones, se (re)produce -entre otras cosas- cierta experiencia quijotesca. Esta experiencia quijotesca es el factor que, por un lado, cohesiona las desventuras ficticias de la novela de Cervantes en sus diversas referencias históricas, las cuales, por otro, al elaborarse como referencias forman parte de un conjunto de las ideas, valores, sentimientos y juicios por medio de los cuales los individuos se enfrentan a su sociedad en diversas épocas. Son ineludibles las contradicciones entre la "for­ma narrativa" del Quijote y las "funciones históricas"de la mis-

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ma; contienen los problemas de las elaboraciones secundarias del Quijote que no siempre se resuelven, pero que sí quedan destaca­dos en las manifestaciones de las contradicciones.

Sobre la variedad histórica de los quijotismos metafóricos apenas puede haber discusión. Los documentos son incontables e impresionantes. Lo problemático es saber si tanta variedad de quijotismos tiene que ver con el Quijote de Cervantes, si para la lectura o la recepción del texto son importantes o por lo menos relevantes estas reciprocidades entre pasado y presente, cómo lo son y cuáles son sus significaciones o consecuencias. Éstas son las cuestiones que afronta nuestra ponencia (la cual se ha organi­zado en 7 breves secciones para destacar la problemática de cada cuestión; las notas-documentos del "apéndice" pueden leerse an­tes o después).

I I La función histórica de cada una de las "experiencias quijo­

tescas" se realiza por medio de la analogía tradicional en la que se forjan semejanzas entre dos elementos distintos sólo en función de su relación con un tercero (A = B<C): Por ejemplo, las "vidas" son "ríos", sólo porque ambos "fluyen"(o los seres humanos son "actores" sólo porque ambos desempeñan sus "papeles" ante o-tros). Así varios problemas históricos resultan "ilusos", "ingenio­sos", "tontos", "admirables", "ineficaces", "altruistas", "idealis­tas", "anacrónicos", "desventurados", etc., sólo porque ambos, sea en la novela o en la historia, son quijotescos. El gordito actor Bob Hoskins baja quijotescamente por la calle pensando que se mueve bailando como Fred Astaire, hasta que se ve de reojo en el espejo que no es sino un hombre "bajo, gordo y calvo"; el candi­dato presidencial "H. Ross P. Quixote" iba "esta vez" a "darles su merecido a esos malditos molinos"; los esfuerzos del Presidente Cárter de poner frenos a la inflación equivale a soñar quijotescamente "el sueño imposible".

Siguiendo el proceso analógico de las referencias quijotescas, el martirio del cura en San Manuel Bueno, Mártir es "quijotesco" al predicar el "opio" de la eternidad en la que él mismo no puede creer mientras que, según Graham Green, "Monseñor Quixote" es un cura quijotescamente excéntrico y, en la película Podrían ser gigantes, el abogado-investigador (representado por George C.

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Scott) obra quijotescamente creyéndose ser otro Sherlock Hol-mes. La descorazonadora situación de Panamá tiene, quijotesca­mente, "matices de farsa", mientras que, para los alemanes, "una broma quijotesca no es algo de lo que uno se ría". Y, no hace mucho, se han tachado de quijotescas las vicisitudes del Presiden­te Clinton durante el escándalo sexual de la Casa Blanca. En total, parecidos casos análogos llegan a cientos, quizás miles, in­cluyendo numerosas adaptaciones, ilustraciones o viñetas, en su mayoría reacciones críticas a los acontecimientos, situaciones o polémicas importantes de su tiempo. Definir el significado y re­levancia de todo esto habrá de ser la tarea de historiadores bien informados acerca de la realidad social de la cultura y con interés por el estudio cultúrale de los medios de comunicación.

Ahora bien, sin la distinción entre lo que es y lo que no es así, no puede haber ni dicusiones históricas, ni conocimientos verifi-cables del Quijote, ni criterios para la casta de quijotismos. El desconocido hidalgo atacó molinos, rebaños y títeres y no de otro modo, pues en la novela misma, ningún caballero atacó gigantes, ejércitos y moros; Sancho Panza era labrador, que no lo contrario, escudero o gobernador; y, cierto, Cervantes es el único autor de las dos partes de la novela y no, al revés, los historiadores árabes, traductores moriscos, o encantadores: todos inventados por Cer­vantes mismo. No obstante, cómo las referencias quijotescas han sido seleccionadas y cómo se ha interpretado "lo que es" en el Quijote suele incluir no sólo lo que pasó y dónde, sino también lo que los protagonistas y el autor piensan de ello. Esto es otra cosa.

Todas las referencias quijotescas consisten forzosamente en intercalar en las condiciones históricas de una situación actual es­cenas ficticias del Quijote que pertenecen a un tiempo anterior. Cada quijotismo por tanto adolece de cierto anacronismo. Por pa­ralelas o analógicas que sean las desventuras quijotescas y las situaciones modernas, al relacionar el presente con el pasado ha­brá contradicciones y equívocos en las correspondencias. El texto cervantino, por ejemplo, es del pasado y por definición no reno­vable, así que se confunde con los quijotismos que modernamente se han transmitido. No se pueden eludir las confusiones porque las referencias quijotescas son parte del presente, en tanto que el texto de la experiencia quijotesca original pertenece al pasado.

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En el mejor de los casos, por tanto, se pueden verificar los hechos y dichos del texto del Quijote, no una interpretación de ellos. Entendámonos: esta reciprocidad entre lo que hay en el original y lo que presumiblemente puede siginifícar hoy día ha engendrado no sólo distintas lecturas del Quijote, sino también la gran canti­dad de quijotismos.

El problema de qué es lo primero, el Quijote de 1605-1615 o los quijotismos modernos, es como el del huevo y la gallina: son inseparables, mutuamente necesarios y complementarios, aunque opuestos. He aquí los paralelismos. En el Quijote, por ejemplo, para el fictivo público de la venta que asiste al espectáculo de muñecos de Maese Pedro, la marioneta Melisendra no es sino una ilusión de la realidad, pero el loco hidalgo, en su papel de caba­llero andante, toma las angustias imaginarias de Melisendra por las angustias reales de una dama en peligro: se empeña en resca­tarla y quijotescamente destroza el retablo, así que le resulta muy apropiado el proberbial "no dejó títere con cabeza". La aventura quijotesca del Retablo, al entrar la confusión causada por el loco hidalgo, acaba en una desventura caótica. Esta "ilusión quijotes­ca" sobre damas míticas basadas en la situación fársica y diver­tida de un retablo ordinario ha sido representada por Cervantes, sin rodeos, como la realidad histórica de una ilusión quijotesca.

Para los lectores contemporáneos del New Statesman, en cambio, la realidad histórica de los "crédulos escuderos" del Mar­xismo cuyos mitos revolucionarios de la Unión Soviética, al ser representados, entre burlas y veras, como esfuerzos quijotescos de absurdas cargas (en donde "los gigantes se les han transfor­mado por encantadores en molinos para privarles de la gloria"), asocia metafóricamente unas verídicas noticias históricas a las ficciones del Quijote. Claramente, la experiencia quijotesca "di­vorciada de la realidad" de no dejar títere con cabeza se presta a varias realidades históricas y, quid pro quo, las realidades histó­ricas de la política rusa, para transmitirse al público, dependen de las desventuras quijotescas de la novela de Cervantes. Por tanto, las vicisitudes políticas del todo históricas se han de entender metafóricamente como las vicisitudes quijotescas del todo ficti­cias de una novela. Tal es la manera en la que los quijotismos son a la vez experiencias ficticias y experiencias históricas.

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El conjunto de referencias quijotescas (basadas en las desven­turas del loco hidalgo y el crédulo labrador) pueden ser más o menos generales, pero proveen un marco histórico dentro del cual, modélica y por tanto automáticamente, reconocemos, enten­demos y participamos en las variedades de la experiencia quijo­tesca. De hecho, el proceso analógico entre el Quijote y diversas situaciones actuales ha logrado transformar esta "reciprocidad" retórica en concepto. Hay dos planos de conciencia en las refe­rencias quijotescas: uno es el plano de realidades históricas, tales y como las entiende cualquier observador razonablemente obje­tivo -Panamá, la inflación, una campaña política, un escándalo político-sexual, una guerra, un ataque militar, una estrategia eco­nómica, etc; pero existen paralelamente las imágenes quijotescas de estas realidades, debatidas a diario por los media- realidades que se convierten en "nocionales", "juguetonas", "absurdas", "imprudentes" o "rapsódicas". Tan distanciados el uno del otro están estos dos planos de percepción que la desproporción burles­ca, por lo menos respecto a los quijotismos, da la sensación de una dependencia mutua de dos realidades opuestas.

III Hace años que estamos recolectando (al azar pero de varias

fuentes verifícables) centenares de discursos sobre diversas expe­riencias quijotescas, todas directa o indirectamente adaptadas del Quijote, las cuales han determinado una variedad de situaciones históricas [ver el apéndice de ejemplos]. Estas situaciones con-flictivas, en los mismos momentos decisivos de una crisis, se han articulado en toda la redondez de su supuesto quijotismo. Ahora bien, debido a la impresionante diversidad de las funciones de la experiencia quijotesca, es imposible analizar todos estos quijotis­mos. Por tanto, teniendo a la vista las citas del apéndice, nos re­ferimos a los problemas centrales que plantean los quijotismos a la luz de ellas. Esta brevedad supone omisiones pero tiene la ven­taja de destacar la coherencia y continuidad de las fronteras entre el Quijotismo y las referencias quijotescas.

Asi que, parafraseando un popuri de referencias, respecto 1) a problemas nacionales, se ha visto en el quijotismo la más derecha vía para nada menos que la regeneración de España; 2) a depor­tes, no era cuestión de patriotismo quijotesco la decisión de de-

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fender a un famoso ciclista contra las acusaciones por "dopaje"; 3) a las siempre contenciosas elecciones americanas, sólo el "neo-quijotismo" de un senador le animó a realizar su campaña electoral de manera escasamente práctica, sin contar con grandes contribuciones monetarias; 4) a los manifiestos políticos, quijo­tescamente divorciados de la realidad, los crédulos escuderos del marxismo siguen viviendo los mitos de las revoluciones; 5) al no­torio orgullo de los artistas frente a la sociedad, se destaca el desafío altanero entre irónico y quijotesco del poeta alejandrino Kavafis, cuyo pasaporte provocó admiración a los aduaneros que en 1907 leyeron en el documento que su profesión oficial era "poeta".

Y así por el estilo. En tomo 6) al poder de la poesía, se considera quijotesco y por tanto cuestionable el proyecto nacio­nalista de los escoceses de emanciparse, siguiendo el camino de versos; 7) a la política económica, Rusia no puede salvar a Rusia siguiendo una política quijotesca de suspender deudas y gastar enormes cantidades de dinero; 8) al militarismo de la guerra de las Malvinas, las actitudes quijotescas tanto de los británicos como de los argentinos "han exacerbado el conflicto"; 9) a la cuestión religiosa, el martirio del cura ideado por Unamuno, es quijotesco porque predica -y se emociona por- el opio de una resurrección en la que él mismo no puede creer; 10) a la música, la ópera es la esencia del quijotismo pues se está luchando frente a la certeza del fracaso; 11) a la ciencia, sólo la obsesión quijOo-tesca de un investigador le llevó al descubrimiento vital del ta­maño de los cánceres; 12) a la diplomacia, el quijotismo del testa­rudo Conde Duque de Olivares le hizo luchar en una época de decline; 13) al terrorismo, sólo la desestabilidad quijotesca y visionaria de ciertos jefes como Gadafi les hace apoyar a grupos fanáticos; 14) a la literatura, un claro ejemplo de quijotismo es creer en la importancia que la ficción tiene para la vida; aunque, 15) para los dramaturgos, existen en las calles o las tablas per­sonajes quijotescos pero nunca el mismo don Quijote; ( y ya se está tachando de quijotesca la aventura del Pentágono americano en Irak.).

No es accidental que hace mucho el lenguaje de los media se aprovecha del "inclusivismo" radical del Quijote y por tanto está

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a veces absorbido por referencias quijotescas: quijotescamente irreal, caballerescamente quijotesco, política quijotesca, visio­nario, loco, idealista, nuevo Don Quijote, demasiado quijotesco, valiente, ensañoso, proyectos quijotescos, hacer campaña quijo­tescamente, aparentemente quijotesco, encanto quijotesco, etc. Se trata, lingüísticamente, de la corrupción de unos discursos moder­nos sobre realidades históricas por otro discurso más antiguo sacado de una ficción pasada. Así es como el presidente Clinton se volvió "quijotesco" al seguir luchando tras ser "humillado" a manos de sus "enemigos"; se preguntaba si el político negro Jesse Jackson era "un pionero audaz de la política o un Don Quijote". También, ¿por qué es el perenne candidato Harold Stassen "el Don Quijote de Minnesota"? y las ideologías progresistas, en política, se articulan por una "farsa quijotesca", mientras que en las campañas electorales "Quijote y Sancho cabalgan de nuevo"? Y así muchos más por el estilo.

IV Es importante no hacer mucho hincapié en las confusiones

entre una y otras experiencias quijotescas: si el escenario narra­tivo del Quijote presenta locuras y desventuras ficticias, las refe­rencias por medio de las cuales funcionan estas experiencias se basan, presumiblemente, en hechos reales, que la mayoría de las veces no están bien ensayadas como lo están en una ficción. Los lectores de la ficción constituyen los terceros partícipes de las in­teracciones entre los varios personajes. En el caso de las refe­rencias qujotescas a problemas históricos, en cambio, estos tres participantes de la novela se condensan en dos: el papel que de­sempeña en la realidad histórica la experiencia quijotesca, por ficticia que fuese, se ajusta directamente a los lectores quienes, por lo menos en potencia, deben de constituir el público del Quijote original. Al fin y al cabo, nuestra estimación de la expe­riencia quijotesca en cualquier referencia quijotesca a situaciones históricas está determinada por lo que los personajes cervantinos dicen tanto por lo que hacen. La medida de juicios implícitos les pertenece a los lectores.

Al funcionar como referencias las experiencias quijotescas constan de dos elementos básicos: la obra central, el texto de Don Quijote, y una serie de situaciones (más bien burlescas) en tomo a

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ese único texto. Al convertirse en referencias históricas, repre­sentan aspectos quijotescos elaborados a base de las desventuras de los dos protagonistas. Así que en cada quijotismo se repiten, gracias al proceso referencial, las experiencias quijotescas del hidalgo y labrador: por una parte, el texto del Quijote se identifica automáticamente por ciertas manifestaciones icónicas: visiones gráficas de las ventas, de los molinos de viento, de los rebaños desordenados, de la caricturesca Maritornes, del cómico manteo de Sancho, del trote del famélico Rocinante, de las confusiones ópticas del yelmo-bacía, de la figura alta, flaca y grave del hi­dalgo y la barriga y cara alegre de Sancho, etc; por otra, en las referencias quijotescas se juntan el original, la adaptación parti­cular y la situación histórica que es el objeto de la referencia.

Se trata de un proceso metafórico bien hilvanado: cada quijo­tismo resulta a la vez "coherente" gracias a la continua presencia de los episodios del original; "total" por su capacidad de corres­ponder a la gran cantidad y diversidad de situaciones históricas; y "flexible" debido a su propensión a acomodarse con facilidad en­tre realidades contrarias, es decir, a re-elaborarse, a cambiarse e incluso contradecirse. Los "quijotismos" (como varios otros "-ismos") son tales porque se han canonizado, lo cual indica que se han institucionalizado: se da por fundada la acumulación mo­délica de ciertos aspectos vitales de los contenidos y la estructura del Quijote. Lo cual, naturalmente, ha generado ciertas expecta­tivas respecto a los contenidos e imágenes de las referencias. Ya no hay sorpresas radicales: los documentos testimoniales del proceso referencial se ocupan de una experiencia quijotesca en movimiento continuo.

La variedad sin fin de las referencias quijotescas indica, además, que la experiencia quijotesca suele impregnar todas las actividades del hombre, comprendiendo entre ellas, unas sorpren­dentes variedades de prácticas: económica, social, política, jurí­dica, estética, académica, cultural, etc. Está presente en las acti­tudes humanas frente a las crisis ("deseos de reformar el mundo" o "intervenir donde no le atañe"); en las ideas que se hacen los ciudadanos de las vicisitudes que han de afrontar ("armas y letras" o "noblesse oblige"). Está presente en las actitudes éticas ("motivos altruistas" o "sentimientos caballerescos de justicia");

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y en los juicios políticos ("anacronismo" o "falsa conciencia de la realidad"); en las caricaturas de figuras importantes ("quiméricas empresas"); en el humor ("la pareja extraña") y el cinismo ("ineficacia por desadaptación"); la honestidad ante el "peligro", la resignación frenre a lo "irrealizable", la voluntad de "quien no se aventura.. ." y la rebelión ("avidez de aventuras peligrosas"). También en los comportamientos familiares, las costumbres cotidianas de los individuos y sus relaciones sociales con otros o sus relaciones con instituciones, sean religiosas, artísticas o gubernamentales. Están presentes en sus juicios acerca del senti­do de la vida o del sentimiento ante la muerte. La variedad parece no conocer fin.

Los quijotismos, por fin, se refieren a tantos actos, situacio­nes, individuos, causas y efectos que han llegado a ser automá­ticos en sus funciones metafóricas. Además, la experiencia quijo­tesca al integrarse por el medio de analogías a la ficción del Qui­jote, funciona con las potencias de los referentes históricos: los fictivos quijotismos logran, cual más cual menos, entrar en la historia cotidiana soterradamente, en el lenguaje mismo de la época, casi con el automatismo asociado con el subconsciente. El lenguaje contemporáneo de las referencias quijotescas tienden a codificar y a la vez variar la experiencia quijotesca. Pero estos quijotismos, fruto de las elaboraciones secundarias, no siempre aparecen claramente, sino que más bien yacen ocultas de forma clandestina entre los valores, los juicios, los argumentos, las apologías, las imágenes, los ñutos, los puntos de vista, las voces narrativas, las perspectivas, las quejas... Como actores, los quijo­tismos desempeñan diversos papeles dentro de diversas condicio­nes y en tiempos diferentes.

Se puede destacar cuatro factores distintos que se interre-lacionan en las variedades de la experiencia quijotesca: (1) las relaciones tenues entre las mutables realidades históricas de los quijotismos y las inmutables situaciones ficticias del original, Don Quijote; (2) las relaciones sutiles entre cada uno de los quijotismos elaborados del original y la función metafórica de ello al referirse a ciertos problemas históricos; (3) las relaciones indirectas entre las diversas referencias quijotescas y los variables modos de producción cultural del momento - l a prensa, las artes

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plásticas, el cine, la Televisión, los géneros literarios, el teatro popular, los movimientos de arte, los comics, la música; y (4) las relaciones complejas entre la situación particular a la cual el quijotismo se refiere y las varias percepciones del Quijote (y en particular respecto a las experiencias quijotescas de la novela) durante el tiempo de la referencia.

Un elemento importante de estas interrelaciones es determi­nar el proceso de cómo se construyen uno y varios de los quijotis­mos y cómo, por medio de referencias, interpretan problemas de acuerdo con dos condiciones contrarias: la de una ficción pasada y la de una historia actual. No se considera tarea fácil porque la experiencia quijotesca y los mensajes históricos escondidos tras las fachadas retóricas de las referencias ni siempre corresponden con certeza al texto del Quijote ni los significados de los episo­dios del original están ahí sencillamente esperando a ser descu­biertos. Resulta que no todos los quijotismos se someten de modo satisfactorio ni a una ni a la otra condición y muy difícilmente a las dos de forma simultánea. Esto se debe a las increíbles canti­dades y variedades de atributos que se han extraído del Quijote y se proyectan por los quijotismos.

Los quijotismos y las referencias quijotescas son creaciones culturales que proyectan ideales elevados, consignas fáciles, he­chos dudosos, propagandas burdas, sátiras burlescas, teorías ele­vadas. Se han convertido en discursos por medio de los cuales se justifican ciertas instituciones y prácticas y se atacan o se burlan de otras. Se hace todo esto, incluso continuas interpretaciones de serios problemas históricos, pero sólo por analogía, con lo que tiene lugar en los episodios del Quijote. Ahora bien, dado que las condiciones históricas de los quijotismos modernos son diferentes de las del texto original, ¿debe eso afectar a nuestras actitudes hacia el original? Porque no es cierto que el Quijote sea un docu­mental español de su tiempo: no podemos prescindir de las nor­mas quijotescas que se articulan, de modo independiente de su tiempo, adentro del texto propio.

El caso, que es demasiado obvio para explicarlo extensa­mente, por lo menos respecto a los quijotismos, es demasiado importante para no declararlo: las históricas situaciones modernas de las referencias quijotescas no son siempre idénticas a las fícti-

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cías que inventó Cervantes y, aunque nos pueden ayudar a entender mejor el mundo ficticio del Quijote, también nos pueden cegar al hecho de que -parafraseando a Flaubert- las elabora­ciones secundarias de los quijotismos pueden constituir un pedes­tal demasiado grande para la estatua original.

V Los quijotismos tocan el inmenso problema de las "segundas

elaboraciones" por medio de las cuales se generan doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos que adquieren vida y signifi­cados propios. Se trata de sistemas de pensamiento (platonismo, cartesianismo, maquiavelismo, marxismo); o de actitudes (homé­rico, dantesco, existencialismo, freudianismo); o de religiones (paganismo, cristianismo, islamismo); o de ciencias (galileísmo, darwinismo); o por fin, de actividades sociales (hedonismo, atle­tismo), además de diversos movimientos (modernismo, maoismo, surrealismo etc). Por ejemplo, la Iliada es "homérica" por su vi­sión épica del heroísmo; los Diálogos de Platón se consideran "socráticos" debido a su método dialéctico; los Evangelios representan el "cristianismo" mediante la vida ejemplar de Cristo; el consejo que se le da a un Principe es "maquiavélico" porque los fines justifican los medios; Das Kapital, es la base materia­lista del "marxismo"; y los lapsos del subconsciente se etiquetan "freudianos"debido a su análisis de los sueños. Y así tantos otros.

Lo que estos ismos tienen en común es que han comenzado como libro y acaban en discursos simbólicos los cuales, por tanto, son inteligibles no sólo en sí, sino también y sobre todo desde el ángulo escueto de su función como referencias históricas. ¿Qué es pues el "Quijotismo"? Un proceso continuo de interacción en­tre el texto original del Quijote y las diversas funciones históri­cas de tal proceso, un diálogo sin fin entre el presente de las referencias quijotescas y el pasado de la ficción de Cervantes. Para la historia social del pensamiento, las experiencias quijotes­cas exhiben una acumulación de características: la de "defender causas justas", "depender de medios inútiles" o "ineficaces", "actitudes anacrónicas", "utopismos irrealizables", "aventuras he­chas desventuras", etc. Al adaptarse en épocas diferentes, se re­piten. Estas repeticiones de lo ya reiterado logran establecer automáticamente un grupo simbólico de elementos sacados del

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Quijote original, es decir, rasgos comunes que agrupan todos los quijotismos en un conjunto de experiencias quijotescas identifi-cables como tales. Los contenidos e imágenes de las referencias quijotescas no se nos aparecen como sorpresas radicales.

Ahora bien, los preceptos, doctrinas, movimientos políticos y desarrollos científicos (los llamados ismos) heredan de la tradi­ción la creencia de que las ideas, los pensamientos o los juicios y movimientos, si han de funcionar de modo sistemático, han de formar una totalidad unificada. En esto se acercan a la posición convencional de casi todos los sistemas de pensamiento: el plato­nismo y el cristianismo, por ejemplo, dan por sentada la totalidad de la creación del mundo como un organismo natural; el marxis­mo lo considera como algo humanamente construido; y el ma­quiavelismo o darwinismo como algo que, social o biológica­mente, se somete a una evolución. Es decir, casi todos los comen­tarios manifiestan tendencias teleológicas; ciertos rasgos del pen­samiento orgánico acerca de lo que pasa en el mundo o la his­toria.

En cambio, una de las carecteristicas que el "quijotismo" realiza es, al revés que los anteriores, la desviación radical de la totalidad orgánica. Cada uno de los quijotismos (sacados del Quijote) está vinculado a problemas históricos no tanto por lo que dicen literalmente como por lo que, irónicamente, articulan con sentido unívoco y flexibilidad de sentido. Es en la ambigüedad o las múltiples perspectivas a la vez, en sus vacíos e incluso confu­siones, donde (a diferencia de los otros conceptos) la presencia del quijotismo suele funcionar de manera más eficaz. Debido a que el quijotismo siempre contiene equívocos y flexibilidades, su función como referencia histórica resulta siempre problemática: lejos de constituir un todo redondo y coherente como otros siste­mas referenciales, revela ciertos conflictos y unas contradic­ciones. De hecho, el quijotismo descansa en las diferencias entre el original Quijote y la elaboración secundaria.

Y, curiosamente, esta flexibilidad es la que posibilita (a dife­rencia, digamos, del cristianismo o marxismo) la increíble varie­dad de funciones históricas. (Los quijotismos, por ejemplo, ya se han prestado tanto a ejemplos de la ultra-derecha como a fábulas de la izquierda). La interacción dialéctica entre la "experiencia

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quijotesca" en la ficción y sus referentes metafóricos en la histo­ria proveen una perspectiva secularizada de las "causas y efec­tos" del quijotismo. En esto, el quijotismo es, entre los sistemas de comunicación, un sistema referencial sumamente mediatizado en sus relaciones con las bases históricas: las experiencias quijo­tescas, por secularizadas, son ambiguas, dilemáticas, flexibles que no doctrinales, ni alegóricas: sirven para desmantelar, ironi-zándolas, varias de las corrientes ideológicas. Al transformarse sus ficciones en una función histórica tras otra, el mismo Quijote (como la única fuente de los quijotismos) tiene un presente perpe­tuo dentro de todos los niveles sociales. Gracias o debido a los quijotismos la novela ha entrado cada vez más en la historia: las experiencias quijotescas funcionan a modo de inter-conectores entre el texto del Quijote y las situaciones históricas actuales.

En nuestro tiempo, el quijotismo es omnipresente, implícito, inherente a los detalles de la vida cotidiana, frases, metáforas, personajes y acciones, que se cualifican recíprocamente. El pro­ceso de transformar las materias primas de un texto antiguo en un uso más nuevo, diferente y específico, plantea un problema clave: ¿puede cada discurso quijotesco, especialmente a la luz de su par­ticular función histórica, ser directamente extrapolado o inferido a partir de una inspección del propio Quijote! Porque, con el tiempo, el empleo habitual del quijotismo cervantino le ha hecho perder, por lo menos en parte, el sentido original de la experien­cia quijotesca. Se siguen tomando los cervantismos como eviden­tes aunque, inevitablemente, con otras connotaciones. A veces se han convertido en simplificaciones o prejuicios que bloquean la experiencia inmediata del original.

A la luz de los quijotismos por tanto ¿puede la novela de Cervantes ser completa por sí misma, puede seguir siendo tomada aisladamente? El peligro es doble: ni el quijotismo se aparta del original (es que contiene en sus referencias puntos fundamentales de la novela) ni puede actualizarse el original en su autenticidad (sus fines y medios no eran los de problemas históricos moder­nos). No obstante, la función histórica de los quijotismos es fia­ble; irónicamente, porque se sigue usando el Quijote: si la "uti­lidad" de unos zapatos en el escaparate de la zapatería no lo es así sino hasta que alquien los lleva y adquiere confianza en ellos (el

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ejemplo genial de Heidegger) así, por analogía, las experiencias quijotescas de don Quijote y Sancho Panza en el escaparate narra­tivo de los episodios no son en verdad tales hasta que alguien las adapta y las utiliza, refiriéndose a una situación verdaderamente quijotesca en la historia. De hecho, el conjunto de los quijotismos es el hacer patente lo útil que la "experiencia quijotesca"es en realidad.

VI Era de esperar que las funciones históricas de los quijotismos

lleguen a su apogeo en España: "Y esta 'oleada de quijotismos' se debe a la "reciente aún y todavía dolorosa la herida que el desas­tre de ¡898 había infligido en la conciencia nacional, no olvidado el desconsolador diagnóstico de Silvela ante la postración del país -'España sin pulso'" (Laín Entralgo, "Quijotismos", El País, 4/6/ 1988). En varias historias sobre España el Quijote es representado como crítica y reivindicación del irrealismo anacrónico de una España parasitaria ya venida a menos- metafóricamente pero sin rodeos, una España quijotesca. La labor de varios intelectuales o artistas y escritores (digamos, Azorín, Maeztu, Cajal, Unamuno, Ganivet, Pidal, Baroja, Ortega, Machado, los jóvenes A Castro y Laín Entralgo, entre otros) es casi inconcebible sin el notorio "problema de España". Puede añadirse que los fundamentos de este problema histórico de la decadencia nacional se encontraba en las fronteras entre el Quijote original y la función histórica de sus quijotismos.

Se ha tocado, así, nada menos que el inmenso problema his­tórico de la continua decadencia española desde el ángulo escueto de una novela, el Quijote. Lo que les fascina a los españoles es el parentesco más general entre la estructura de las experiencias quijotescas y la estructura de dos historias nacionales -la que ha sido y, en palabras de L. Entralgo, "la ilusión de la España que podría ser": el Quijote es para los españoles "un canto a la liber­tad" (L. Rosales); las experiencias quijotescas le ayudan al espa­ñol que elija "su destino propio" (Entralgo) cuyos "pareceres quijotescos" le llevan al "conocimiento de lo real" (A. Castro)... donde yace la idea "Que me sea" (Ortega) y el "enlace armónico entre la libertad y la convivencia" para que España, "tras las declinantes y derrotadas glorias" pueda "seguir siendo algo en el

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futuro" porque "nosotros, como el hidalgo manchego, tenemos algo de soñadores" (Azorín) gracias a "nuestros quijotes del por­venir" como, por ejemplo, "este donquijotesco don Miguel de Unamuno" para quien se trata de nada menos que "mi culto al quijotismo como religión nacional". (En L Entralgo, "Quijotis­mos").

Se le atribuye al "estilo de Cervantes" las vicisitudes histó­ricas de los españoles para que, según el mismísimo Ortega y Gasset, "despertáramos a la vida". Destacamos aquí la función de los quijotismos en España porque, en el contexto de nuestro plan­teamiento, les ha convertido a muchos españoles en testigos y copartícipes de lo que ocurre en las páginas del Quijote, por fantásticas e inverosímiles que fueran las experiencias quijo­tescas. Así que cuando los españoles han tratado de contestar a las preguntas "¿Qué es la experiencia quijotesca?" y "¿a qué se debe el fenómeno de sus amplias funciones históricas?" las res­puestas reflejan su concepción de España no siempre basándose en el análisis riguroso del texto. Para nosotros, no obstante, esta actitud (del todo justificada) ha de formar parte de la pregunta, más amplia, de qué idea nos hemos de formar de unas soluciones estéticamente quijotescas de unos problemas de España del todo históricos.

De ahí la importancia de las excepciones a esta norma, sobre todo la de Valle-Inclán quien, escandalosamente sólo "por estéti­ca", se burla de las actitudes poco distanciadas de sus contempo­ráneos hacia el Quijote pues, Cervantes (gracias a la distancia narrativa) sin confundir la ficción con la historia "... se cree más cabal y más cuerdo que él (don Quijote) y jamás se emociona con él". Claramente contra corriente, Valle convierte la manera cer­vantina (según él demiúrgica) de representar la experiencia quijotesca en el quid de su producción literaria. Conecta el quijo­tismo tal y como fue creado por Cervantes (que no el quijotismo imaginado por el personaje, el loco hidalgo) a un modo eficaz de aproximarse al pasado de España e interpretar su historia.

Porque nos asiste la indignación de lo que vemos ocurrir fatalmente a nuestros pies. España es un vasto escenario elegido por la tragedia. Siempre hay una hora dramática en España; un drama superior a las facultades de los intérpretes. Estos, moni-

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gotes de cartón, sin idealidad y sin coraje, nos parecen ridículos en sus arreos de héroes. Gesticulan con torpeza de cómicos de la legua las situaciones más sublimemente trágicas. Don Quijote ha de encarnarse en un Quijote cualquiera.

Es decir, el papel del "quijotismo" (ya sea en ficción o en historia) es en sí mismo tan difícil de realizar que, metafórica­mente, resulta superior a los actores que lo han de representar, sean hidalgos de aldea o españoles. Valle ha observado que en los quijotismos yace, paralelamente, el proceso simbólico de encar­nar el inmenso problema de España en unos españoles cualquiera.

Valle-Inclán cifró los fundamentos estético-históricos del quijotismo, precisa y brillantemente, de que Don Quijote se ha de encarnar en un Quijote cualquiera. Dudamos que exista parecida lectura sintética: 1) se enfoca en la experiencia quijotesca de acuerdo con las estructuras del texto cervantino; 2) explica la locura quijotesca sin apartarse de las condiciones burlescas de la narración; y 3) por fin, interpreta históricamente la experiencia quijotesca a la luz de los quijotismos nacionales. Si, por ejemplo, uno de los rasgos del quijotismo es "poner su locura por encima de la varia y contradictoria evidencia de la realidad", resulta símbolo eficaz del quehacer histórico de una nación quijotesca que "por aferrarse a los valores que reflejan su mayor grandeza se dejó ir a la -discutida— decadencia material y - l o que ni unos ni otros niegan- a la marginalidad".

Viene mucho más a propósito la lectura cuidadosa de las experiencias quijotescas por Valle-Inclán que las diversas inter­pretaciones que han sacado de estos mismos quijotismos Unamu-no, Azorín, Maeztu, Ortega y Gasset o Américo Castro y otros expertos. Se entiende: la dependencia mutua, narrada por Cervan­tes, entre una ilusión artificialmente construida como "quijotis­mo" y la realidad experimentada y vivida socialmente por los "quijotes" en la historia, se articula con perfecta analogía entre precursor y discípulo. La estrategia cervantina de forjar un dis-tanciamiento entre él y sus quijotismos, lo que según Valle-Inclán todavía no logran los lectores, logra enajenar a sus lectores de la falsa conciencia de heroísmos librescos muchas veces ideológica­mente propagados. Por si hay dudas, ofrecemos aquí otra de sus

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varias declaraciones aforísticas sobre el sentido cervantino de las experiencias quijotescas:

Si un francés hubiera escrito el Quijote, a cada paso la estaría llamando: "¡Oh mi héroe, mi héroe!", extasiado ante sus hazañas. Cervantes, en el fondo, admira a Don Quijote y siente por él gran ternura, pero tiene el pudor de sus sentimientos y no los deja traslucir. La crueldad, la indiferencia ante el dolor es una cualidad muy española.

El papel demiúrgico de Cervantes (y la influencia que ejerció en el arte del mismo Valle-Inclán) sirve para rechazar tanto la visión quijotesca de España como el canon cervantista de su tiempo.

vn Hemos planteado la cuestión de las experiencias quijotescas

de acuerdo con sus funciones en España (y, en particular, en las lecturas agudas e interpretaciones críticas de Valle-Inclán), no por una decisión arbitraria, sino porque las inevitables incompa­tibilidades entre el original y sus elaboraciones secundarias pue­den constituir la base de unas breves conclusiones. Por un lado, la comprensión última del Quijote debe buscarse en las diversas for­mas en que se han elaborado las experiencias quijotescas, en có­mo se producen y funcionan los quijotismos; por otro, en nombre de la importancia del Quijote a veces se ha ido bastante lejos para negar la relevancia de los quijotismos. ¿Hay una auténtica reci­procidad entre el texto y sus diversas lecturas? Pese a las dudas que esto pueda suscitar, el fenómeno de cómo obra la progenie sobre el original y viceversa es indiscutible en cuanto a su exis­tencia y continua función histórica. Más delicada es su interpre­tación.

Si, por ejemplo, analizamos cualquiera de las referencias qui­jotescas (sea frivola o seria) advertimos en ella, ante todo, dos circunstancias. Primero, a diferencia de los problemas que se plantean en el Quijote "en general", el quijotismo corresponde "en concreto" a una situación cuya problemática está histórica­mente determinada o real. Segundo, dar cuenta de cualquier refe­rencia históricamente concreta (como las pocas que se incluyen en el apéndice), sin examinar las correspondencias entre ella y el texto del Quijote que determinan la función particular de cada

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referencia, es claramente inadecuado. Sin los quijotismos, puede que el Quijote pierda algo de la notoria multiplicidad de interpre­taciones (la que le ha otorgado el privilegio de ser seleccionado como la obra más significante de la cultura); y los quijotismos, sin el Quijote, carecen de sentido. Este proceso continuo de inter­acción entre el original y su progenie se manifiesta en todas las referencias quijotescas. Cada una de las referencias quijotescas es única: comparable a la proverbial hoja de papel, el texto cervan­tino es el anverso, y los quijotismos el reverso; no puede rasgarse una cara sin rasgar al mismo tiempo la otra.

Por tanto, sólo por abstracción se habla del "quijotismo" como referencia igualmente definible con relación a los proble­mas de cualquier época y lugar; en realidad, no hay quijotismos en general, como tampoco puede haber referencias quijotescas en general. Sacados de su reciprocidad particular entre lecturas del texto y funciones de estas lecturas (lo cual, en sí, acarrea proble­mas inmensos de historiografía y hermenéutica) esa clase de simplificaciones generales puede velamos la complejidad de los quijotismos, máxime cuando se intenta ligar el análisis sutil del Quijote con un análisis harto superficial de las referencias quijo­tescas. Resulta que éstas, pase lo que pase, logran sintetizar dos experiencias colectivas históricamente elaboradas: la de las conti­nuas y múltiples lecturas del Quijote y la de las vicisitudes de pueblos a los cuales, entre burlas y veras, se refieren estas lectu­ras. Hace falta un análisis de los quijotismos, haciendo un esque­ma de las diversas formas en que se transforman en referencias históricas tal y como se transforman las lecturas e interpreta­ciones del Quijote en las que los quijotismos hunden sus raíces. Por indispensable que pueda parecer esta tarea, todavía no se ha hecho.

Nuestro propósito ha sido abrir caminos hacia cuestiones fun­damentales para la crítica literaria respecto no sólo al Quijote, sino también al "presente perpetuo" de los quijotismos. Las diver­sas funciones históricas de las ficticias experiencias quijotescas, cierto, son problemáticas, llenas de contradicciones. Pero proble­mático o contradictorio es, hablando con propiedad, no lo baladí y superado, sino lo esencial e indispensable. Dado que los quijo­tismos no son ajenos al texto del Quijote, la tarea de analizar los

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episodios de la novela de acuerdo con las referencias quijotescas debe de ser para nuestra disciplina, si no imperativa, por lo menos recomendable. Como revisiones secundarias, los quijotismos for­man parte de los sistemas de comunicación y por tanto cada vez que funcionan como referencias históricas determinan, necesa­riamente, las relaciones existentes, en primer lugar, entre el qui­jotismo y el texto cervantino y, en segundo lugar, entre la expe­riencia quijotesca y el público moderno.

Las consecuencias de estas relaciones son más que intrigan­tes, del todo pertinentes para las teorías y prácticas de la crítica literaria. Las ficciones sobre las variedades de la experiencia quijotesca del protagonista, el loco hidalgo de la Mancha, son para el público moderno lo que son, ficciones. Los lectores [fuera del texto] reciben la ficción de quijotismos [que sólo ocurre dentro del texto] por medio de una perspectiva o ángulo desde el cual se ve el juego dialéctico entre las ficciones y, por lo menos en potencia, los referentes históricos de ellas. La forma literaria del Quijote (y quizás de todas las ficciones), y también la es­tructura de las experiencias quijotescas, sólo puede funcionar dentro de condiciones sociales históricamente fechadas. Para re­petir la perogrullada, no hay otras condiciones que las históricas para la función de las ficciones sobre las experiencias quijotes­cas. El Quijote puede ser un artefacto que manifiesta, entre otras cosas, una visión del mundo pero debido (o incluso gracias) a los quijotismos ha entrado de lleno en los medios de comunicación. Esto no puede -n i debe - hacemos pasar por alto que los quijotis­mos logran la presentación de las ficciones del Quijote en la vida cotidiana.

Las consecuencias tocan la cuestión peliaguda de cómo el contenido de cada quijotismo depende de los aparatos producti­vos de los medios de comunicación. Las ficciones de Cervantes sobre las diversas desventuras quijotescas, al transmitirse (siem­pre dentro de los existentes sistemas de comunicación) como referencias quijotescas en una sociedad moderna para de este mo­do referirse a problemas históricos, proyectan a los lectores situaciones imaginarias, que no históricas; así, en el mismo acto de funcionar bajo condiciones históricas, la ficción de los quijo­tismos muestra, forzosamente, su completa ficcionalidad._ Y es

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precisamente la representación de esta ficcionalidad quijotesca sobre quijotismos la que suele plantear (y, quizás, es imposible evitar) la función histórica de las formas estéticas de los qui­jotismos. Si el arte narrativo de Cervantes radica en transformar las locuras personales del hidalgo en virtudes estéticas, el arte de las referencias históricas sobre la variedad de las experiencias quijotescas es puro artificio y nada histórico. No obstante, una reflexión estética sobre los quijotismos artificialmente literarios puede ayudar al público a cultivar juicios históricos: concreta­mente, a pensar constructivamente sobre cómo se están presen­tando en la vida cotidiana de una sociedad las variedades ficticias de la experiencia quijotesca.

Las referencias quijotescas no encubren el hecho de que se han construido sólo a base del Quijote. Por tanto, al desmantelar las ilusiones de la realidad no impiden al público reflexionar críticamente tanto sobre el modo de la elaboración secundaria de la experiencia quijotesca como sobre los problemas históricos representados en los quijotismos. Si, por una parte, comprender la experiencia quijotesca del pasado supone dedicarse a definir los factores históricos, descubrir sus interacciones, sus relaciones de fuerza, y a descubrir, tras las desventuras ficticias del mismo tex­to, los impulsos que dictan las experiencias de la pareja, por otra, conocer las referencias quijotescas del presente (tarea, creemos, indispensable) equivale, mediante la aplicación de los métodos historiográficos de observación, de análisis y de crítica (literaria) que exige el concepto y función histórica de los quijotismos, a so­meter a reflexión crítica la información forzosamente deformante sobre el Quijote que nos llega a través de los medios de comuni­cación de masas y las elaboraciones secundarias.

Partiendo de todos estos paralelismos, sirvan nuestras suge­rencias como breve conclusión a la problemática de los quijotis­mos y sus relaciones actuales con las experiencias quijotescas del texto pasado. Comprender la experiencia quijotesca en el original se hace quizás más difícil sin conocer su propia variedad por medio de referencias quijotescas o sus funciones históricas. La interrelación entre el texto pasado del Quijote y sus funciones presentes nos ha de enseñar, en primer lugar, a distinguir, rigu­rosamente, entre lo que es y lo que no es así; es decir, primero, a

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situar el Quijote original detrás de los quijotismos y , luego , a seguir las continuas interacciones entre las variedades modernas de la experiencia quijotesca y las desventuras narradas del 1605-1615. Resulta que algunas de las ideas, valores y sent imientos por medio de los cuales el ingenioso hidalgo y el crédulo labrador se enfrentan al mundo m a n c h e g o en un episodio tras otro, están también a nuestra d ispos ic ión en la impresionante diversidad de quijot ismos. Comprender las fronteras entre el Quijote y los qui­j o t i s m o s equivale a comprender más dialécticamente las corres­pondencias entre el pasado y el presente. N o es , creemos , cosa que se hace todos los días.

APÉNDICE

LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA QUIJOTESCA

Ejemplos de las diversas funciones del discurso quijotesco 1) "Moraleja. Quijotismo, ¿para qué? (Laín Entralgo, El Pais, 11/13/

1991) 2) Pregunta. "¿Tiene una idea sobre el quijotismo!" Respuesta. "¡Por

favor! Me lo hicieron leer de arriba abajo." 3) "Hay una suerte de grandeza en creencias tan completamente di­

vorciadas de la realidad. Inevitablemente, la derrota no deprime a los que tienen fe. Así como cada molido Don Quijote vuelve desplomándose de sus absurdas cargas, le asegura a los siempre crédulos escuderos del Mar­xismo que un espíritu maligno [un encantador] ha transformado los gi­gantes en molinos en el último momento para privarles de las glorias de la conquista. Estoicos en su magnífica locura, alzan de nuevo sus lanzas preparándose para el próximo fiasco" (New Statesman, "El mito de la revolución".)

4) "El largo camino hacia el descubrimiento de nuevas drogas empe­zó hace más de treinta años, cuando el Dr. Judah Folkman se obsesionó con lo que muchos entendieron como una noción quijotesca: que los cánceres no pueden crecer más allá del tamaño de la cabeza de un alfiler a menos que tengan su propio abastecimiento de sangre. Si pudiera blo­quear el abastecimiento sanguíneo de un tumor -pensó-, el tumor debería encoger hasta quedar de un tamaño minúsculo". (NYT)

5) El juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón afirmó ayer que existen muy pocos medios para combatir el narcotráfico, y agregó que "la

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lucha contra las drogas en España está más cerca del quijotismo que de la efectividad". EL PAÍS | Madrid - 14-07-1992 EFE

6) "El idealismo está vivo y coleando. La victoria de los demócratas que me congratuló fue la sonada del Senador Russell Feingold en Wisconsin. Que un nuevo Don Quijote demostrara cómo un reformista del sistema de financiación de las campañas electorales podía ganar presen­tándose en contra de las grandes contribuciones monetarias de particu­lares interesados" (JVJT, "Lo que la derecha debería aprender de las elec­ciones")

7) "Independientemente de cuánto la guerra haya exacerbado las emociones en ambos bandos, los intereses básicos siguen como estaban. Pero una vez inflamados, los países pueden olvidar sus intereses reales fácilmente. Los británicos siempre se han representado como quijotescos en el más literal de los sentidos. Don Quijote, como se recordará, era un caballero andante que había leído demasiadas novelas de caballería pasa­das de moda y que seguía grandes principios que otros encontraban incomprensibles. La preocupación británica por los principios es digna de admiración, pero al final los principios deben ser reconocidos por otros, y nunca deben caer en una asertividad general. En cuanto a los argentinos, ellos tienen sus propias actitudes quijotescas, su propia concepción de los principios, y la guerra, por su misma naturaleza, exagera tales nociones". (Newsweek, A. Sampson, "Tras la victoria, qué?")

8) "El quijotismo de buena ley tiene en España ancho campo en que ejercitarse... He aquí las estupendas y gloriosas aventuras de nuestros qui­jotes del porvenir" (Ramón y Cajal, Psicología de Don Quijote y el quijotismo, 1905).

9) "Tendrán todo nuestro apoyo legal e institucional!, señaló Guillermo Jiménez, director general de Deportes del CSD. " Y no lo hacemos por patriotismo mal entendido o por quijotismo, sino porque para nosotros se trata de un caso no positivo muy claro. Es una locura que el CPLD lleve la contraria a los organismos deportivos internacionales". (EL PAÍS | Deportes -01-05-2003, CARLOS ARRIBAS- Madrid, "El consejo Superior defiende a Galdeano").

10) "Parece que no hay figuras de liderazgo alternativas. El Presidente francés Chirac parece demasiado quijotesco, y su presidencia se ha visto debilitada por una derrota parlamentaria y ahora un escándalo potencial; el nuevo Primer Ministro japonés..."

11) "Uno de los proyectos más quijotescos del proceso nacionalista escocés fue el de la emancipación por medio de la poesía o, como afirmara Compton Mackenzíe en la primera edición de la antología Poesía [de] Escocia (1943), si el país no puede engendrar poetas que lo

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vitalicen y fertilicen, el país morirá. Vale la pena plantearse cuánta de la actual hipervitalidad de Escocia es debida a los esfuerzos fertilizadores de sus poetas durante el siglo XX".

12) Después de muchas horas de trabajo dedicadas ya al proyecto, el compositor ha avanzado que la ópera busca "insertar sobre la realidad el orden ideal por medio de la acción, que es para mi la esencia del quijotismo". A pesar de tener la certeza del fracaso inmediato, Don Quijote lucha por la justicia, "que ha de ser lo esencial de nuestro deber", comentó el músico. ("Halffter prepara una ópera sobre Don Quijote" EL PAÍS, 4/11/1997).

13) "El tercer centenario de la primera parte del Quijote (1605) dio lugar en la sociedad española a una oleada de quijotismo....Tengo para mí que esa quijotesca rememoración. ..fue determinada por el vario quijotismo -el de Cajal, el de Menéndez Pelayo, el de Unamuno, el de Azorín, el de Antonio Machado, el del propio Ortega- que la ocasión de 1905 suscitó en las clases cutas de España." (Laín Entralgo, "Quijotismo", EL PAÍS, 11/13/1991)

14) "Me temo que este follón no lo arregla nadie. Pero la partición final es una opción menos aceptable aún que esta empresa quijotesca". (NYRB, T. Garton Ash, "Sobre Bosnia")

15) "El estadista en una época de declive. El Don Quijote de la diplomacia. El Conde-Duque de Olivares dominó las políticas interior y extema de España durante veintidós años. Examinando escrupulosamente cómo y por qué se tomaban las decisiones, se devuelve la política del poder al lugar que le corresponde en la Historia; y fue Olivares quien tomaba las decisiones hasta que se desgastó por el ejercicio del poder, enfermo mental y físicamente, y Felipe IV le permitió jubilarse en enero de 1643". (R.Carr, reseña de Elliott.)

16) "Es un tipo de película diferente también de otros modos. Es la historia de Grisham que tiene más que ver con el derecho, con la abogacía. No hay crímenes. Es una historia de David contra Goliat en la que un quijotesco y joven abogado decide habérselas con una gran empresa gargantuesca que, según piensa, carece de valores éticos". ( Star Tiibune)

17) "Y mirados uno y otro a esta cervantina luz, ¿qué fue el new deal de Roosevelt y qué es la perestroika de Gorbachov, sino un contrapuesto intento de pacto, aquél con la economía dirigida, por parte de la economía capitalista, éste con la libertad civil, por parte del Estado absoluto: en definitiva, dos modestos baciyelmos de ocasión!" (Laín Entralgo, "Quij­otismos! ideal" EL PAÍS, 47671988)

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18) No bastan palabras ni gritos, y no son camino ni el dogmatismo ni el oportunismo en el que tantas veces hemos caído. ¡ Fuera mesías maquiavélicos o líderes cerrados en su falta de visión de futuro renovador! Necesitamos realistas que sepan captar y realizar el dinamismo del fondo humano individual y social. Tenemos el peligro de volver a caer en el quijotismo decadente. No: lo que necesitamos es un poco más de Odisea, pero junto a la eficacia práctica de Robinson Crusoe. (EL PAÍS | Opinión - 20-03-1996 E. Miret Magdalena, "Cambiar, sí, pero ¿cómo?")

19) "Seis semanas más tarde, habiendo gastado una enorme cantidad de dinero en esta política quijotesca, Rusia ha hecho lo que sólo unos pocos países en vías de desarrollo se han atrevido a contemplar: ha sus­pendido unilateralmente el pago de unos doscientos mil millones de deuda pública y privada". (The Nation, "Puede Rusia salvar a Rusia?")

20) "... y [el inmigrante] sin pararse a pensar en las consecuencias para su delicada situación, su hombría de bien le impulsa a enfrentarse con el agresor. Ojalá, esta magnífica lección de sano quijotismo fuese aprovechada por tanto patriotero como hay por aquí, incluidos aquellos que desde posiciones de privilegio ponen sutilmente obstáculos físicos en torno a las fuentes en que estos inmigrantes departían un rato con sus compatriotas. (EL PAlS | Madrid - 02-06-1996 Carta al Director de Avelino Fernández Álvarez.)

21) "M. Gadaffi, el jefe más duradero de los mundos árabe y africano, dejó de apoyar grupos terroristas, desde los de IRA hasta el supremo de terrorismo palestino, Abu Nidal, además de la desestabilidad quijotesca y visionaria unión de árabes que emprendió desde " (IHT, 8/21/2003, "Reformas en Libia")

22) El poeta se refiere a un fantasma árabe como a un semi-quijote, un personaje enloquecido por el amor y la reflexión. Es decir, el poeta ha usado el Quijotismo para darle forma a la figura arábiga en "la opresión de su cerebro", "vagando en torno a la búsqueda". Y concluye que "en la ciega y terrible guarida / de tal locura yacia la razón".

23)"... pide el control israelí permanente de "Judea y Somaria" junto a la aspiración por mucho de lo que no es Jordania. ¿Es quijotesco e irrelevante mencionarlo? No lo creo. Aquí CH le otorga al Quijotismo un doble sentido: ¿vale la pena en la practica hacer algo cuando todo está en contra'! O sea, referirse al fundamento de las políticas de Netanyahu. "No creo que sea quijotesco mencionarlo", no inservible o loco indica la otra cara de la moneda quijotesca.

24) "Aun cuando, más o menos disfrazados, la tendencia a la discriminación o los complejos de superioridad despuntaron una y otra vez por debajo de las grandes palabras. Marx describía a los mexicanos

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como españoles degenerados, y a éstos como portadores de un quijotismo estúpido" ("Multiculfuralidad y democracia", EL PAÍS, 27/06/2001)

25) "[A Civil Action] es un drama intrigante que recibe su fuerza de actuaciones profundamente dispuestas y situaciones complejas. No hay un Don Quijote legalista al estilo de Grisham cargando contra ios molinos de la injusticia, ni tampoco ninguna de las confesiones de juzgado que ga­rantizan un final feliz, tan típicas de Masón... La película no es tan ordenada como esas historias ficticias, pero tampoco lo es la vida real". (Star Tribune)

26) "Nosotros, como el hidalgo manchego, tenemos algo de soña­dores, una ilusión que nos vivifica" (Azorín, 1905).

27) "Y si bien Don Quijote se arriesgó a que socialmente se le juzgara ridiculo, todavía tuvo el consolador pensamiento de que sus imaginaciones eran hermosas, enfatizando el aspecto eclesial, mientras que las teorías de Freud llevaron a su autor a un acto más drástico de autoostracismo: la exploración de las relaciones entre lo eclesial y lo cloacal, que lo forzaron a analizar lo cloacal mismo" (Kenneth Burke).

28) "Yo di un ¡muera Don Quijote'., y de esta blasfemia, que quería decir lo contrario de lo que decía -así estábamos entonces-, brotó mi Vida de Don Quijote y Sancho y mi culto al quijotismo como religión nacional" ( Miguel de Unamuno).

29) En los recuerdos que Angela tiene del "martirio quijotesco" de Don Manuel (el hecho de que éste esconda sus dudas acerca de la inmor­talidad humana, creando así para su pueblo una imagen falsa de sí mismo) se insinúa que la religión puede funcionar con éxito en las sociedades co­mo el opio del pueblo; este es, según la novela de Unamuno, el auténtico Manuel quijotesco. (San Manuel Bueno, Mártir).

30) "Los hombres prudentes nos llamaban quijotes durante la época de la Carta 77, en los tiempos de la oposición, pero nuestra ingenuidad y nuestro quijotismo han demostrado ser la única política válida", asegura a EL PAÍS el ministro de Asuntos Exteriores de Checoslovaquia, Jiri Dienstbier, quien añade: "De otra forma, nos agitaríamos aún en un siste­ma semitotalitario". (Jana Novotna, EL PAÍS, Internacional, 26-03-1990)

31) El fiscal del programa de TV Ley y Orden, Stone, ve la opor­tunidad de vencer a una mafia en un asalto...contra Mannuci...se trata de una acusación de soborno contra un miembro de la familia mañosa dán­dole a Stone una oportunidad para vengarse. En el proceso, un detective pregunta a Stone: "¿,Has oído hablar de Don Quijote"

32) "La derecha catalana, más interesada en los negocios que en las identidades, necesita un Piqué para recuperar la moral, con imagen bur­guesa y liberal, frente a la cara de funcionario de los Fernández Díaz, o contra el quijotismo españolista de Vidal-Quadras. (EL PAÍS | Cataluña 09-12-1998 Miquel Caminal, "La sucesión")

ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Anthony N. ZAHAREAS. Variedades de la experiencia quijotesca

33) Ya subido en la cátedra, Mario Vargas Llosa pronuncio un discurso en el que, a través de Cervantes y, concretamente, de El Quijote, habló de la importancia que la ficción tiene para la vida.... Y al final, a modo de postre, un bello cuento centrado en una historia real, publicada en EL PAÍS, según la que un abogado de Cartagena fue capaz de hacerse con una colección de literatura rusa en castellano, de nada menos que 2.200 volúmenes, que ha ido leyendo uno por uno en plena calle tras conseguirlos de las formas más insólitas. Es un ejemplo que, para Vargas, constituye un claro ejemplo de quijotismo. (EL PAÍS | Cultura - 25-04-1995 Ángeles García, "Vargas Llosa reclama la ficción como salva­vidas").

34) "... le fue otorgada sin sentimentalidad la energía moral y la visión de la injusticia manifiesta en el inventor de Don Quijote, un caballero que no deshizo entuertos, "pero que intentó hacerlo, que estaba lo bastante loco como para hacerlo".

35) "Además de los extremos con frecuencia sangrientos presentes en su historia, la cultura hispánica ha producido una figura unificadora que contiene los extremos de la tragedia y la comedia en una sola persona: Don Quijote, el payaso triste. Hay mucho de payasada en este libro, y habrá quien haga alarde del viejo cliché y lo llame marxista -refiriéndose, por supuesto, a Groucho- por su caótico virtuosismo verbal".

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