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81 IRIDISCENCIA POLÍTICA Los colores cambiantes de Caetano Veloso La autobiografía de un cantautor emblemático como es Caetano Veloso posi- blemente exija el concurso de un crítico experto en musicología, y ha de decir- se desde un comienzo que yo no poseo tales conocimientos 1 . Pero Verdad tropical me sorprendió como una obra de auténtico interés literario cuando la leí por primera vez en 1997; y con el paso del tiempo llegué a sentir que este libro de memorias de la escena musical brasileña de las décadas de 1960 y 1970, el momento del tropicalismo, era tan importante como las canciones de Caetano y merecía una lectura en profundidad 2 . Verdad tropical se lee, en par- te, como una novela de ideas en la que las circunstancias históricas, los debates de la época y la figura del narrador, a la vez protagonista e intelectual compro- metido, se combinan para ofrecer nuevas ideas sobre una etapa clave de la vida nacional. Como en la mejor prosa realista, la química entre el propósito del autor y las estructuras latentes en la materia narrada asegura que la composi- ción sea más que la suma de sus partes. Caetano posee un don para el retrato, y sus caracterizaciones de otros artistas –a veces aderezadas por la rivalidad profesional– constituyen una animada galería contemporánea, en la que las figuras interactúan para producir una vívida visión panorámica de la «genera- ción del 64» en su conjunto: su hermana Maria Bethânia, una cantante famosa por méritos propios; el cineasta Glauber Rocha; músicos como Chico Buarque y el íntimo colaborador de Caetano, Gilberto Gil; el director de teatro Augusto Boal; el poeta modernista Augusto de Campos; y muchos más. 1 Esta es una versión ligeramente abreviada de «Verdade Tropical. Um percurso de Nosso tempo», en Martinha versus Lucrecia. Ensaios e entrevistas, São Paulo, Companhia das Letras, 2012. Los medios de comunicación estadounidenses y británicos describen habitualmente a Caetano Velo- so como un Bob Dylan brasileño; una estrella de las décadas de 1960 y 1970, cuyas canciones han combinado política radical y lirismo poético, ritmos de samba y guitarras eléctricas. El texto de Schwarz pone de manifiesto cuán errónea es semejante comparación. Profundamente marca- das por las divisiones sociales del país, las tradiciones de la música popular estadounidenses de principios de la década de 1960 –el blues, el folk y el country-western– no podrían haber produ- cido un movimiento cultural hegemónico nacional y de masas, con un gran seguimiento televi- sivo, que se pudiera comparar con la Música Popular Brasileña (MPB). En Brasil, la efervescencia cultural de la década de 1960 estaba mucho más politizada. [NLR] 2 Caetano Veloso, Tropical Truth. A Story of Music and Revolution in Brazil, Nueva York, A. A. Knopf, 2002; publicado originalmente como Verdade Tropical, São Paulo, Companhia das Letras, 1997 [ed. cast.: Verdad tropical: música y revolución en Brasil, trad. de Violeta Wein- schelbaum, Barcelona, Salamandra, 2004]. ROBERTO SCHWARZ

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    IRIDISCENCIA POLTICA

    Los colores cambiantes de Caetano Veloso

    La autobiografa de un cantautor emblemtico como es Caetano Veloso posi-blemente exija el concurso de un crtico experto en musicologa, y ha de decir-se desde un comienzo que yo no poseo tales conocimientos1. Pero Verdad tropical me sorprendi como una obra de autntico inters literario cuando la le por primera vez en 1997; y con el paso del tiempo llegu a sentir que este libro de memorias de la escena musical brasilea de las dcadas de 1960 y 1970, el momento del tropicalismo, era tan importante como las canciones de Caetano y mereca una lectura en profundidad2. Verdad tropical se lee, en par-te, como una novela de ideas en la que las circunstancias histricas, los debates de la poca y la figura del narrador, a la vez protagonista e intelectual compro-metido, se combinan para ofrecer nuevas ideas sobre una etapa clave de la vida nacional. Como en la mejor prosa realista, la qumica entre el propsito del autor y las estructuras latentes en la materia narrada asegura que la composi-cin sea ms que la suma de sus partes. Caetano posee un don para el retrato, y sus caracterizaciones de otros artistas a veces aderezadas por la rivalidad profesional constituyen una animada galera contempornea, en la que las figuras interactan para producir una vvida visin panormica de la genera-cin del 64 en su conjunto: su hermana Maria Bethnia, una cantante famosa por mritos propios; el cineasta Glauber Rocha; msicos como Chico Buarque y el ntimo colaborador de Caetano, Gilberto Gil; el director de teatro Augusto Boal; el poeta modernista Augusto de Campos; y muchos ms.

    1 Esta es una versin ligeramente abreviada de Verdade Tropical. Um percurso de Nosso tempo, en Martinha versus Lucrecia. Ensaios e entrevistas, So Paulo, Companhia das Letras, 2012. Los medios de comunicacin estadounidenses y britnicos describen habitualmente a Caetano Velo-so como un Bob Dylan brasileo; una estrella de las dcadas de 1960 y 1970, cuyas canciones han combinado poltica radical y lirismo potico, ritmos de samba y guitarras elctricas. El texto de Schwarz pone de manifiesto cun errnea es semejante comparacin. Profundamente marca-das por las divisiones sociales del pas, las tradiciones de la msica popular estadounidenses de principios de la dcada de 1960 el blues, el folk y el country-western no podran haber produ-cido un movimiento cultural hegemnico nacional y de masas, con un gran seguimiento televi-sivo, que se pudiera comparar con la Msica Popular Brasilea (MPB). En Brasil, la efervescencia cultural de la dcada de 1960 estaba mucho ms politizada. [NLR]2 Caetano Veloso, Tropical Truth. A Story of Music and Revolution in Brazil, Nueva York, A. A. Knopf, 2002; publicado originalmente como Verdade Tropical, So Paulo, Companhia das Letras, 1997 [ed. cast.: Verdad tropical: msica y revolucin en Brasil, trad. de Violeta Wein-schelbaum, Barcelona, Salamandra, 2004].

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    S Las memorias, que tratan la formacin temprana, la fama, el encarcelamien-to por el rgimen militar, el exilio y el retorno a Brasil de Caetano, son tambin una crnica del tropicalismo, la fuerza iconoclasta musical y con-tracultural que floreci en plena dictadura el histrico lbum colaborativo Tropiclia, ou Panis et Circencis se public en 1968 escrita en una prosa estilsticamente virtuosa. Las interrelaciones entre la vida privada, la vida pblica y la creacin artstica los desafos poltico-culturales a los que se enfrenta una estrella del pop en el Tercer Mundo le proporcionan una unidad estructuradora al conjunto. Resultara menos sorprendente encon-trar un libro de memorias de este tipo escrito por un profesional de la alta cultura, esto es, un arquitecto, un poeta o un director de orquesta. Como seala Caetano, esa ntida distincin entre intrpretes de msica clsica y de msica popular les roba a estos ltimos el derecho (y la obligacin) de responder a cuestiones culturales serias3. Pero Verdad tropical tambin demuestra la emancipacin intelectual de la msica popular brasilea como un componente autorreflexivo del panorama de la poca; y su discusin de las opciones estticas y sociales a las que se enfrentaban los msicos eleva estas cuestiones al nivel de una prctica artstica crtica, sin abandonar o poner en peligro su pblico de masas. El inters de este difcil y quiz in-sostenible posicionamiento habla por s mismo.

    En Brasil, como en otros pases de la periferia, coexisten dos acepciones del trmino popular: un significado ms antiguo, que expresa analfabetismo y exclusin social, y otro ms reciente, que se refiere al mercado de masas y a la industria cultural. Dado que las condiciones que sustentan la antigua acepcin no han desaparecido aun cuando la nueva ha triunfado, ambas se experimentan simultaneamente; la exclusin social (el pasado?) y el mer-cado globalizado (el progreso?) no resultan incompatibles. Este doble sen-tido de lo popular estructura el mbito musical ms que cualquier otro; la representacin que Caetano hace de este viene entrelazada con una reali-dad de clase ms amplia, cuyas proyecciones polticas y estticas van ms all de cualquier idea general de pop. La alianza de la esttica de vanguar-dia con la cultura popular de los marginados y analfabetos es un programa que viene de antiguo. Ensayada por los crculos modernistas de Ro de Ja-neiro en la dcada de 1920, se torn un movimiento social ms amplio a principios de la dcada de 1960 cuando, bajo el signo de una radicalizacin poltica al borde de la prerrevolucin, el experimentalismo se convirti en una parte, y en una metfora, de la inminente transformacin social; aun-que con el golpe militar de 1964, Brasil girara hacia la derecha, no la iz-quierda.

    Durante este periodo, la vida artstica perdi su carcter esotrico y se con-virti en lo que realmente es: la intervencin de la imaginacin en la reali-dad social. Escrito treinta aos ms tarde, Verdad tropical debe mucho de su tino a la fidelidad de Caetano para con ese tiempo, que slo resulta

    3 Ibid., p. 275.

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    Sremoto y anticuado para aquellos que teman los desafos surgidos en aquel entonces, y que an los temen con razn, porque saben que estn ms que presentes en su nueva latencia4. Sin embargo, como veremos ms adelan-te, el libro tambin refleja el momento en que fue escrito, finales de la dca-da de 1990, cuando la normalizacin del capitalismo global se encontraba en pleno apogeo. Un sentimiento muy vivo de los conflictos, que confiere al libro su excepcional envergadura y profundidad, coexiste con una pers-pectiva ms conciliadora y complaciente, e incluso mistificadora; como la seda tornasolada, la prosa puede cambiar de color dependiendo del pun-to de vista. No obstante, como sucede con toda la gran literatura realista, el poder de la composicin general de la narracin puede dotar a sus contradicciones internas de significado, enriqueciendo la complejidad del conjunto.

    Santo Amaro

    La hermosa y felliniana crnica de la juventud de Caetano en Santo Amaro una pequea ciudad de Baha, cerca de Salvador toma como punto de partida la tendencia a la americanizacin de la dcada de 1950, que dio al atraso de la regin una nota contempornea. La combinacin de la vida familiar provinciana el padre de Caetano era el encargado de la oficina de correos local con tendencias globales ms amplias resulta reveladora: ni Baha, ni la grande y afectuosa familia Veloso se encuentran tan alejadas de la realidad contempornea como se podra suponer, aunque esta ltima sea ms compleja de lo que con frecuencia se la hace parecer. El captulo co-mienza con el recuerdo de un puado de adolescentes de Santo Amaro atrados por la vida estadounidense del rocknroll y su estilo: los chicos con pantalones vaqueros y botas, y las chicas con coletas y mascando chi-cle. El autor no formaba parte de este grupo que, desde el punto de vista de sus quince aos, no consideraba ni inteligente ni interesante: aunque eran exticos, eran mediocres. Lo que lo separaba de ellos no era su dife-rencia, sino su claro signo de conformismo, pues la tendencia hacia la americanizacin careca de cualquier rastro de rebelda5. Aunque Caeta-no se posicionaba en este aspecto del lado de la gente sensata de Santo Amaro una categora poco sociolgica, pero posiblemente real, su des-cripcin de los roqueros est llena de irona, muy diferente de los estereo-tipos nacionalistas desplegados contra el imperialismo estadounidense. La imitacin de las novedades estadounidenses no le parece inautntica en s misma: lo que importa no es la procedencia de los modelos culturales, sino su funcionalidad para la rebelda; la autenticidad se define por oposicin a la conformidad ms que a lo extranjero. El problema de la influencia de Estados Unidos, por lo tanto, se convierte en uno de monopolio y de impo-sicin. Cmo debe uno situarse frente a ella, sin perder la libertad, y menos la libertad de servirse de un modelo interesante y ms avanzado? La cues-

    4 Ibid., p. 9.5 Ibid., pp. 10-11.

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    S tin se retomar desde muchos ngulos diferentes, politizando y compli-cando la narracin, estrechamente entretejida con las relaciones de poder del siglo americano.

    En lneas generales, los captulos iniciales de Verdad tropical contraponen dos actitudes diferentes frente a la americanizacin. Por un lado, la acepta-cin subalterna, ya sea de un roquero de la dcada de 1950 o de un ministro de Relaciones Exteriores Caetano se refiere aqu a Juracy Magalhes, quien pronunci la clebre frase: Lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para Brasil. Por otro lado, una rebelda integrada en el contexto local, pero abierta al mundo: la experiencia de Santo Amaro puede ayudar a evaluar las novedades importadas, mientras que las innovaciones extranjeras se pue-den emplear para hacer frente a la estrechez de miras de la provincia. La franqueza desacomplejada de esta actitud que se resiste a concederle pre-eminencia a la metrpoli, pero consciente de las limitaciones de la vida pue-blerina es una proeza intelectual considerable. En parte, esta se debe a la independencia de espritu de un nio inconformista, que posee grandes am-biciones pero que no est dispuesto a abandonar su universo primario. Yo me aferraba a la conviccin de que, si quera ver la vida cambiar, esta tena que cambiar en Santo Amaro, realmente a partir de Santo Amaro, escribe Caetano. Sin embargo, hay otro aspecto de su iconoclastia del que aqu se ha de dejar constancia. En un momento dado, Caetano decide comunicarle a su familia de catlicos practicantes que l no cree en Dios. No obstante, no lo anunci oficialmente, ni siquiera con mucha claridad, ya que les haba odo a mis hermanos que eso representara un disgusto terrible para mi ta Ju. Esta mezcla de ruptura y apego o, posteriormente, de provocacin y deseo de conciliacin ser un tema recurrente en este libro6.

    El Santo Amaro que necesita un cambio radical opresivo y querido al mis-mo tiempo es patriarcal, catlico, mestizo; conservador sin fanatismo; y con rasgos de excolonia. El chico diferente, que no cree en Dios, que con-sidera errneos los tabes sexuales y las prerrogativas masculinas, que lle-va calcetines desemparejados, que no se resigna a la pobreza circundante, que interviene en la educacin de su hermana menor, al que le gusta cantar fados portugueses llenos de arabescos verbales, y que no ve por qu las nias negras deben alisarse el cabello, es un portador de inquietud. Sus insatisfacciones estn interrelacionadas: las cuestiones de raza, gusto musi-cal, sexo, clase, familia, atraso, inciden todas en el conjunto de la formacin social. Caetano asume este rol vanguardista de crtica y cambio desde muy temprano. Como aspirante a reformador, inicialmente de su familia, des-

    6 Incluso en los momentos de conducta intencionadamente escandalosa, con el lanzamiento del tropicalismo durante la dictadura, Caetano esperaba que sus adversarios reconocieran que careca de cualquier mala intencin y que nosotros creamos que, con el tiempo, todos veran que nuestro gesto beneficiaba a todo el mundo. En el plano literario, la tranquilidad con la que el autor reconoce el malestar causado por sus iniciativas resulta muy eficaz, aunque pare-ce extrao suponer que, en ltima instancia, las partes en conflicto estuvieran en el mismo bando. Vase ibid., pp 33, 15, 164.

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    Spus de la ciudad y ms tarde de la cultura brasilea, l naturalmente no quera que lo confundieran con aquellos chicos cuya mxima ambicin era participar en concursos de rocknroll.

    A pesar de que pareca anclado en el pasado, incluso Santo Amaro evolucio-naba. El da en que termin la Segunda Guerra Mundial, el padre de Caetano sali a la calle ondeando la bandera sovitica, para mostrar sus simpatas so-cialistas, compensadas por un retrato de Roosevelt en el comedor. Una prima de mayor edad, harta de la mezquindad de su vida en Santo Amaro, anhelaba la libertad de los filsofos existencialistas franceses. Los programas de radio eran otra ventana abierta hacia el mundo contemporneo: La msica popu-lar estadounidense siempre se encontraba aqu con la competencia no slo de la rumba cubana, del tango argentino y del fado portugus, sino tambin y sobre todo de la msica brasilea, a la que nunca ha vencido ningn pro-ducto de importacin en el mercado nacional7. En las salas de cine locales, Hollywood competa con productos franceses, italianos y mexicanos, a me-nudo de excelente calidad. As, la poltica y la cultura extranjeras constituan una parte normal de la vida cotidiana de provincias; el contraste operativo no se encontraba entre lo nacional y lo extranjero, como si se tratara de catego-ras cerradas, sino entre el consumo alienante y la apropiacin viva, ya sea de lo interno o de lo externo. Los excelentes pasajes que describen la coexisten-cia de producciones estadounidenses y europeas en los cines de Santo Ama-ro resultan ilustrativos a este respecto. La seriedad social de las pelculas ita-lianas y la franqueza sexual de las francesas hizo que las norteamerica nas parecieran, en comparacin, convencionales y pobres, aunque sus musica-les eran deslumbrantes. La evocacin de Caetano de sus reflexiones juveniles sobre la belleza, el cach y la fuerza emblemtica de Brigitte Bardot, Gina Lollobrigida y Marilyn Monroe, tan diferentes entre s, capta algo del carcter socio-esttico de la poca, incluida la dimensin de la rivalidad geopoltica, de la cual los cinfilos de Santo Amaro formaban una parte pequea pero real. Libres de los preceptos de la hegemona, los modelos extranjeros se convirtieron en un medio de autocomprensin, y no de alienacin. Y as fue que Caetano y sus compaeros del colegio sorprendieron al corpulento car-nicero de la ciudad, que tocaba el trombn, llorando cuando sala de ver I vitelloni de Fellini: Un poco avergonzado, se justific, limpindose la nariz con la camisa: Esa pelcula es nuestra vida!8.

    Salvador

    La bsqueda de un presente ms libre y ms en lnea con los tiempos ad-quiere una nueva dimensin cuando Caetano y Maria Bethnia cambian Santo Amaro por la capital provincial, Salvador de Baha, para proseguir sus estudios. Aqu se encuentra en marcha un momento histrico de despro-vincianizacin y de emancipacin. Gracias a la iniciativa de Edgar Santos,

    7 Ibid., p. 15.8 Ibid., p. 17.

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    S un inteligente rector, la Universidad Federal de Baha abre escuelas de m-sica, danza y teatro, as como un museo de arte moderno, e invita a los artistas experimentales ms innovadores en todas estas reas, ofreciendo a los jvenes de la ciudad un amplio repertorio vanguardista9. El libro evoca fielmente la ebullicin cultural y social anterior a 1964. El explosivo y for-mativo encuentro de la experimentacin artstica, el subdesarrollo, la radi-calizacin poltica y la cultura popular, con la posibilidad del socialismo en el horizonte, proporciona un contexto ms amplio, no explcitamente trata-do, para todo lo que sucede. Salvador se perfila como un microcosmos de Brasil, en vsperas de grandes cambios. Lo que hicieron la radio, los discos y las pelculas para abrir la mente de Caetano en Santo Amaro se repeta ahora a una mayor escala. La universidad en expansin lo puso en contacto con obras revolucionarias del arte moderno, desde Stravinski, Eisenstein y Brecht a Antonioni y Godard, combinadas con la agitacin estudiantil, con la naturaleza no burguesa de las fiestas populares de Baha, con las espe-ranzas vinculadas al gobierno popular de Miguel Arraes en Pernambuco y con la experimentacin izquierdista de los Centros de Cultura Popular. Pa-ralelamente, la vida que haba que transformar ya no era la de la familia o la de la pequea ciudad, sino la del pas, con sus indefendibles estructuras de clase, su paralizante atraso cultural y su sumisin al imperialismo:

    Hablbamos de literatura, de cine, de msica popular; hablbamos de Salvador, de la vida en las provincias, de la gente que conocamos; y hablbamos de pol-tica. La poltica no era nuestro fuerte, pero en el ao 1963 [...] nos veamos mo-vidos a escribir obras de teatro y canciones polticas. El pas pareca estar a punto de implementar las reformas que transformaran su faz profundamente injusta y que permitiran a Brasil superar el imperialismo estadounidense10.

    Llegados a este punto, puede que merezca la pena sealar, de manera pre-liminar, el escepticismo retrospectivo que ofrece el punto de vista de Cae-tano en 1997. Ms tarde, contina el pasaje, veramos que esa transforma-cin ni siquiera se acercaba. Y hoy tenemos buenas razones para pensar tal vez que ni siquiera fuese deseable. Pero la ilusin se vivi con intensidad, una intensidad que ms tarde servira como catalizador para el golpe mili-tar. Ms adelante retornaremos al realineamiento que conlleva esta revi-sin de que ir ms all del imperialismo norteamericano no fuera tal vez ni siquiera deseable.

    En retrospectiva, de hecho, existe un patrn comn a las tres situaciones: la familia decorosa y tolerante con sus hijos excntricos; la pequea ciudad conservadora, en donde se respetan las tradiciones, pero que simpatiza con el entusiasmo de los jvenes hacia las tendencias modernas; y la universi-dad progresista, que importa elementos de la vanguardia para estimular el ambiente cultural de la ciudad. En cada caso, la licencia para experimentar vena de arriba: de la familia Veloso, de Santo Amaro, del rector; y, ms all

    9 Ibid., p. 34.10 Ibid., p. 37.

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    Sde ellos, del propio Estado desarrollista brasileo, que ya no se identifica-ba, bajo el mandato de Goulart, con el atraso, ya desfasado por aquel en-tonces. El tono poltico de esta inesperada y modernizadora apertura era definidamente anticapitalista, aunque tal vez ms moral que poltico, en una vena pequeoburguesa. Caetano escribe: En el ambiente familiar y en el crculo de amigos, nada pareca indicar la posibilidad de que alguien, en su sano juicio, no estuviera de acuerdo con el ideario socialista. La derecha solamente exista debido a intereses oscuros e inconfesables11. Quiz tam-bin exista una manera en la que el aspecto de su personalidad sealado anteriormente a gusto con la provocacin, pero reacio al antagonismo como tal se adaptaba a la situacin anterior al golpe de Estado, cuando por un momento pareca como si las contradicciones del pas se pudieran llevar al lmite y an as encontrar una solucin armoniosa, sin traumas, que sacara a Brasil de su atraso y lo convertira en objeto de la admiracin del mundo entero.

    Este ilustrado punto de vista provinciano, para el cual el socialismo resulta-ba razonable y el capitalismo un error, no llegaba a ser mayoritario, pero su amplitud bastaba para crear la ilusin de que representaba la verdadera tendencia de las cosas, en tanto que el campo contrario sera un triste ana-cronismo en vas de ser superado. Esto cre una especie de euforia por el rumbo del progreso, que ms tarde demostr ser ingenua; pero que explica la atmsfera casi utpica de los captulos de Caetano sobre el Salvador de principios de la dcada de 1960, cuando los estudiantes podan reinventar libremente el mundo, echando mano de la vida popular y de la alta cultura, a la sombra de las autoridades y, sobre todo, alejados de las presiones del capital. Por razones histricas en las que el libro no entra, que tenan que ver con el auge y la crisis del nacionalismo desarrollista, las simpatas iz-quierdistas se esparcan por todos los niveles de la sociedad, incluido el gobierno. Gracias a este apoyo, que tena un alcance tanto moral como prctico, estaba en curso una recombinacin, ajena al mercado, de las fuer-zas intelectuales, polticas e institucionales que ensayaba soluciones socia-listas, como si el capital no existiera. La hiptesis result ser fantasiosa, pero la belleza de estos captulos se debe a la plenitud de vida que esta prometa y que, en algunos aspectos, posibilitaba.

    La educacin musical

    Los primeros pasos de la profesionalizacin musical de Caetano una ex-presin suya resultan ilustrativos en este sentido. Lejos de las alienaciones del show business, estos primeros pasos obedecan a estmulos diversos, todos estimables y curiosamente desprovistos de cualquier carga negativa: intensas amistades de juventud, una notable inteligencia esttica, ansias de modernidad, el impacto de la voz de Maria Bethnia, su insatisfaccin

    11 Ibid., p. 5.

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    S afectuosa con el estado de la provincia y de Brasil, el deseo de hacer contemporneo el arte de la cancin, aunque sin romper con la lnea cen-tral de la msica popular brasilea; y, por ltimo, una conjuncin de la responsabilidad intelectual y el compromiso existencial. Recordando los comienzos de su educacin esttica, l senta que viva en un pas homo-gneo cuyos aspectos de inautenticidad y las distintas versiones del rock sin duda representaban uno de ellos eran el resultado de la injusticia social (que fomentaba la ignorancia) y de su macromanifestacin, el imperialis-mo, que impona estilos y productos12. Aunque brevemente, el inaceptable orden mundial, las desigualdades de Brasil y cuestiones de arte se interre-lacionaron, estableciendo una base dialctica para la reflexin. Grosso modo, esta era la posicin del nacionalismo de izquierdas de la poca, o de los comunistas, con sus mritos y limitaciones: los latifundios y el imperia-lismo se perciban como la fuente de la inautenticidad cultural (lo que sin duda era cierto), al mismo tiempo que se les perciba como algo externo al propio pas, como cuerpos extraos en una nacin esencialmente buena y fraterna (lo cual era una ingenuidad). El joven Caetano soaba con una purificacin del sonido: el saxofn era burdo; los tambores, una atraccin de circo; por no mencionar el mal gusto del acorden. El objetivo de este proyecto, que iba ms all de lo musical, era la expresin de un Brasil ver-dadero, liberado de las imposiciones extranjeras y de la ignorancia nativa. Esta radicalizacin, si la hemos entendido correctamente, no tena nada que ver con el esteticismo, con el deseo de escapar de una realidad degra-dante. Por el contrario, se trataba de una especie de perfeccionamiento, de condensacin y estilizacin de los mejores aspectos de Brasil, que con suerte podra impulsar al resto.

    Escasamente deudoras de una formacin profesional, e incluso menos del mercado, las primeras iniciativas de Caetano eran las de un estudiante con talento que deseaba participar, junto a su generacin, de un momento de transformacin nacional que permitira a todos la posibilidad de realizarse. Algo parecido les suceda a la mayor parte de aquellos individuos activos en el movimiento cultural de la poca, lo cual no supona ninguna disminu-cin de la ambicin intelectual, sino todo lo contrario. El ejemplo ms so-bresaliente, aunque con una mayor carga de radicalismo y de negatividad, sera Glauber Rocha. La dinmica histrica y la fuerza de los debates produ-jeron una educacin extraordinaria, un proceso intensivo de formacin, para muchas de las figuras que pronto pasaran a ocupar la vanguardia de distintos campos creativos: el turbulento ambiente cultural, el compromiso con la lucha social, las influencias de la universidad, la fidelidad a las expe-riencias previas, se combinaban con un dominio del oficio a menudo pre-cario, que no fue impedimento alguno para la experimentacin y que, has-ta cierto punto, la favoreca. Caetano, que tena una conciencia clara de estas paradojas, observa que la originalidad de sus primeras grabaciones muchas veces provena ms de nuestras limitaciones que de nuestra inven-

    12 Ibid., p. 161.

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    Stiva. En la misma lnea, escribe sobre el trabajo de algunos amigos: El disco, como de costumbre, no es bueno; pero, por otro lado, es maravillo-so. La falta de experiencia musical cambiaba su significado, o adquira uno nuevo. Memorablemente, escribe a propsito de Dios y el diablo en la tie-rra del sol, de Glauber Rocha: No era tanto el caso de que Brasil estuviera tratando de hacer las cosas bien (y probando que poda hacerlas), sino in-tentando equivocarse o acertar en sus propios trminos13.

    Bossa nova

    Los pasajes sobre la bossa nova y Joo Gilberto son el punto lgido de Ver-dad tropical. La rara vez capturada dialctica entre la creacin artstica y su momento histrico ha sido siempre el objetivo de la crtica de izquierdas; aqu, la reciprocidad viva entre la reflexin esttica y la crnica histrica y la alternante relacin entre anlisis y narracin adquiere una calidad for-mal con sus propias caractersticas. La dialctica, que se desdobla en planos diferentes, sugiere una revolucin cultural. En la magnfica exposicin de Caetano, la innovacin tcnica de la bossa nova responde a un punto muer-to tanto social como musical. El nuevo latir de la guitarra inventado por Joo Gilberto en la dcada de 1950 se basaba en su interpretacin muy personal y muy penetrante del espritu de la samba, vinculada al dominio de los procedimientos del cool jazz, que era entonces el ltimo grito en Estados Unidos. Gilberto asoci una tradicin brasilea, marcada social y racialmente, a una innovacin de vanguardia, dndole una dimensin in-ternacional que la desprovincianiz, por as decirlo, hacindola viable para los mercados extranjeros y tambin para un nuevo pblico en Brasil. El re-sultado es un proceso radical de transformacin cultural, que nos llev a reevaluar nuestros gustos, nuestro acervo y, lo que es ms importante, nuestras posibilidades14. La innovacin formal, fruto de una reflexin si-multnea sobre la samba y el jazz, posea tanto una lgica interna como unas mayores implicaciones sociales: la reconfiguracin del campo de la msica popular brasilea podra sugerir un nuevo modelo para las relacio-nes entre clases sociales y razas, y proponer un compromiso ms producti-vo con la cultura dominante de la poca.

    Caetano descubri la msica de Gilberto con diecisiete aos: Una sucesin de delicias para mi inteligencia. El cantante era un redentor de la lengua portuguesa, violador de la inmovilidad social brasilea de su estratifica-cin inhumana y poco elegante [ un] arquitecto de las formas refinadas y burlador de las estilizaciones absurdas que las empequeecen15. En me-dio de la reflexin sobre las repercusiones de la bossa nova en Verdad tropical se encuentra un verdadero rdago dialctico: una frase de cerca de 32 lneas, cuya sintaxis tiene como objetivo captar la complejidad del pro-

    13 Ibid., pp. 94, 115, 58-59.14 Ibid., p. 22.15 Ibid., pp. 22, 326.

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    S ceso mismo. Su amplitud de miras, su potencia organizadora, su capacidad de paradoja y su habilidad para concebir el presente como un momento en el tiempo histrico lo convierten en un tour de force. La revolucin que llev a cabo la reinterpretacin de la samba de Joo Gilberto a travs de un ritmo de guitarra mecnicamente simple pero musicalmente desafiante, que sugera una variedad infinita de maneras sutiles para hacer que el fra-seo vocal oscilara sobre una armona de acordes que avanzan en un fluido equilibrio no slo hara posible toda la evolucin de los msicos de su generacin y abrira el camino para los nuevos intrpretes, sino que ade-ms le permitira a uno escuchar con nuevos odos las exploraciones de sus predecesores en la dcada de 1940, que haban intentado una moderniza-cin a travs de la imitacin de la msica estadounidense. Joo Gilberto los super a todos por el uso que supo hacer del cool jazz y, fundamen-talmente, fue capaz de lograrlo de una manera que lo reconectaba con lo mejor de la tradicin brasilea; en suma, todo el universo que los mo-dernizadores haban considerado necesario dejar atrs. Por ltimo, esta-bleci una posicin desde la cual innovar sin dejar de disfrutar de las tradi-ciones de la msica popular en Brasil que sugeran un futuro diferente y que colocaban al pasado bajo una nueva perspectiva, lo cual llam la aten-cin de los msicos clsicos, de los poetas de vanguardia y de los maestros de percusin de las escuelas de samba16.

    Como es propio de la dialctica, el sujeto de la oracin en este caso, la revo-lucin de la bossa nova de Joo Gilberto emplea verbos muy dispares, cu-yos objetos a su vez son tambin muy variados, pertenecientes a diferentes dominios, a veces antagnicos, que de esta manera se articulan internamen-te. Tanto los sujetos como los verbos actan en varias dimensiones a la vez, refirindose de nuevo al punto de partida, que existe a travs de ellas y ad-quiere una unidad ampliada e imprevista. En la prosa de Caetano, como en la realidad, las figuras separadas por diferentes especializaciones o por el abismo de las clases sociales se unen a travs de la bossa nova, en un movi-miento productivo. El flujo se torna vertiginoso cuando la innovacin de Gil-berto no afecta slo al presente y al futuro, sino adems al pasado los expe-rimentos de la dcada de 1940, un pasado que ahora se recompone ante nuestros ojos. Resumiendo su impacto, Caetano escribe:

    Haber conocido el rock como algo relativamente despreciable durante los aos decisivos de nuestra formacin y, por otro lado, haber tenido la bossa nova de banda sonora de nuestra rebelda, significa para los brasileos de mi generacin el derecho de imaginar una intervencin ambiciosa en el futuro del mundo. Un derecho que de inmediato pasa a vivirse como un deber17.

    La observacin captura el espritu de la revolucin benigna e incruenta que rodeaba a la bossa nova; el siguiente paso sera, para esta generacin que, gracias a la riqueza del ambiente musical nacional, no sufrira la llegada de

    16 Ibid., p. 22.17 Ibid., p. 31.

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    Sla msica rock como una avalancha cultural demoledora, influir en el fu-turo del mundo.

    La lgica cultural de la contrarrevolucin

    Esta euforia se vio interrumpida por el golpe militar de 1964, que uni a las fuerzas armadas brasileas proestadounidenses, al capital y a las inmensas reservas de conservadurismo del pas, con el apoyo de Washington, contra el ascenso popular y la izquierda, casi sin encontrar resistencia. Como la posicin de Caetano iba a cambiar poco despus, resulta interesante obser-var su reaccin inicial, en perfecta sintona con la izquierda de la poca. Veamos en el golpe la decisin de suspender el proceso de superacin de las horribles desigualdades sociales brasileas y, al mismo tiempo, de man-tener la dominacin norteamericana en el hemisferio18. Se vio interrumpi-do un vasto movimiento de democratizacin. Un Brasil antisocial, temeroso del cambio, a favor de la represin y aliado tradicional de la explotacin, surgi de las sombras. Las desigualdades internas y la dominacin externa ya no eran residuos anacrnicos en vas de extincin, sino que se convirtie-ron en la forma deliberada, elegida por la dictadura, del presente y del fu-turo. Para otra parte de la sociedad brasilea la realidad acababa de adquirir un carcter inaceptable y absurdo.

    Fueron las conclusiones estticas que Caetano extrajo del golpe de Estado las que lo transformaron en una figura destacada de la vida cultural brasile-a; aunque tardara en alcanzarlas. El catalizador, tal y como l mismo ex-plica, fue una escena crucial de Tierra en trance, la gran pelcula de Glau-ber Rocha de 1967, que trata del papel de los intelectuales ante el golpe de Estado. El protagonista de la pelcula, Paulo Martins, es un poeta y periodis-ta de una familia de la clase dominante, del bando de la revolucin social y prximo al Partido Comunista. Exasperado por la pasividad de las masas, que parecen incapaces de enfrentarse a sus tramposos lderes, Martins rein-cide en la barbarie oligrquica; un efecto brechtiano de distanciamiento y provocacin. Tapndole la boca a un lder sindical que respetuosamente se dirige a l como Doctor, Martins se dirige directamente al pblico: Ven ustedes quin es el pueblo? Un analfabeto, un imbcil, un apoltico!. Me-dio sdico, medio autoflagelante, el episodio pone de relieve la posicin ambivalente del intelectual comprometido con la causa del pueblo, a la vez que mantiene opiniones reaccionarias pocas veces tan explcitas sobre las clases populares; de hecho, el rechazo a los trabajadores aduciendo que estos no hacan la revolucin conducira a la aventura de la lucha armada sin apoyo popular. Para la izquierda, esta escena una invencin artstica de primera categora era un compendio de sacrilegios, una dolorosa burla de las certezas ideolgicas del momento. Los trabajadores estaban lejos de ser revolucionarios, su relacin con los dirigentes era paternalista, los polticos

    18 Verdade Tropical, p. 177. Este pasaje se omite en la versin inglesa.

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    S populistas estaban confabulados con el bando enemigo; la distancia entre las tesis marxistas y las realidades sociales resultaba desalentadora; nada de esto atenuaba el carcter grotesco de la elite gobernante y de la dominacin de clase, que se mantuvieron intactos, esplndidamente acentuados. La re-volucin no era superflua, sino todo lo contrario: se encontraba en un his-trico punto muerto. El tono general era de desesperacin19.

    Tan desconcertantes como la situacin, las conclusiones de Caetano iban en otra direccin. Eran casi eufricas, al ver las oportunidades y las salidas, mientras que la pelcula de Glauber Rocha terminaba en frustracin polti-ca, autocuestionamiento y muerte. Se podra decir que aquellas simple-mente aceptaban las palabras devastadoras de Paulo Martins sin tener en cuenta los aspectos problemticos del personaje, que constituyen una parte fundamental de la complejidad artstica de la obra.

    Yo viv esa escena, y la discusin que suscit en los bares, como el ncleo de un gran acontecimiento cuyo nombre breve le puedo dar ahora, pero que no se me haba ocurrido con tanta facilidad en aquel entonces (y por eso buscaba mil maneras de expresarlo para m y para los otros): la muerte del populismo [...] la propia fe en las fuerzas populares y el propio respeto que los mejores de no-sotros sentan hacia los hombres del pueblo era lo que se descartaba aqu como arma poltica o valor tico en s. [...] Nada de lo que ms adelante se de-nominara tropicalismo habra sucedido sin ese momento traumtico.

    Por lo tanto, Caetano explica: cuando el poeta de Tierra en trance declar la falta de fe en la energa liberadora del pueblo, yo, desde la platea, no vi el fin de las posibilidades, sino el anuncio de lo que ahora tena que hacer20.

    Conviene sealar que aqu populismo no se emplea con su habitual acep-cin sociolgica de liderazgo personalista ejercido sobre masas urbanas poco integradas. En el sentido que Caetano le da, el trmino designa el papel especial reservado para el pueblo trabajador en las concepciones y en las esperanzas de la izquierda: ser vctima de la injusticia social y, por ese mismo motivo, sujeto y aliado necesario de una poltica de liberacin. El respeto que los mejores de nosotros sentan y que ya no sienten? ha-cia los hombres del pueblo est vinculado a esta conviccin. O tal vez sea yo mismo el que me desprecie ante sus ojos, escribi Drummond sobre los trabajadores en 194021. As, cuando Caetano se apropia de las palabras de Paulo Martins como un medio para afirmar y saludar la muerte del popu-lismo, lo que quiere sealar es el comienzo de una nueva poca; una po-ca en la que la deuda histrico-social contrada con los de abajo dejara de existir. Caetano se desligaba as de los derrotados en 1964, que en ese sen-

    19 Para un excelente anlisis del personaje de Paulo Martins, vase Ismail Xavier, Alegorias do subdesenvolvimento, So Paulo, Brasiliense, 1993.20 C. Veloso, Tropical Truth, cit., pp. 61 y 67.21 Carlos Drummond de Andrade, O operrio no mar, en Sentimento do mundo, Ro de Ja-neiro, Irmos Pongetti, 1940.

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    Stido eran todos populistas. Este fue un cambio considerable, que lo opo-na a su anterior bando, a los socialistas, a los nacionalistas y a los cristianos de izquierdas, a la tradicin progresista de la literatura brasilea desde fina-les del siglo xix, e incluso a los suficientemente ilustrados como para pensar que el vnculo orgnico existente entre la riqueza y la pobreza era un pre-supuesto de la condicin moderna. La desilusin de Martins se transform en una negacin de la obligacin.

    Esta ruptura se encuentra en el origen de la nueva libertad trada por el tropicalismo. A ojos de la izquierda, que centralizaba la resistencia a la dic-tadura, dejar de creer como Martins en la energa liberadora del pueblo equivala a venderse. Para Caetano, significaba liberarse de un mito repen-tinamente anticuado que cercenaba su libertad personal, intelectual y arts-tica. Teniendo en cuenta la evolucin posterior de los acontecimientos que es importante en un libro escrito en la dcada de 1990, se podra decir que el artista haba intuido el cambio de la marea histrica en el mun-do, que dejaba varada la lucha por el socialismo. Tal como sugiere Nicholas Brown, un estudioso estadounidense, la victoria de la contrarrevolucin y la supresin de las alternativas socialistas en Brasil entre 1964 y 1970 propi-ci el paso precoz de la modernidad a la posmodernidad, esta ltima con la condicin de que el capitalismo ya no se relativizaba mediante la posibili-dad de su superacin. En esta lnea, la bossa nova podra leerse como una expresin tarda de la modernidad y tropiclia como una temprana posmo-dernidad, nacida de la derrota del socialismo22.

    Transgresiones libertarias

    Dicho esto, este cambio no haba transformado a Caetano en un conformis-ta. El impulso radicalizador del periodo anterior a 1964 no hara ms que acentuarse cuando adopt el papel ultrarrebelde y polmico de roquero contracultural. Su completa oposicin al orden establecido inclua ahora a la izquierda convencional, que hablaba de antiimperialismo y de socialis-mo pero que jams abordaba temas como el sexo o la raza, la elegancia o el gusto, o el amor o la forma23. Ambigua en extremo, su nueva postura se autoperciba como a la izquierda de la izquierda, simpatizando discreta-mente con la lucha armada de Guevara y Marighella, mientras que a la vez defenda la libertad econmica y la salud del mercado. Caetano atraa y conmocionaba otra forma de atraer convirtindose en una referencia controvertida pero obligatoria para todos. Su desprecio de la coheren-cia era ostentoso, y casi una bravuconada: Una poltica unvoca, palpable y sencilla no era lo que poda salir de ah24. El abandono del populismo se tradujo en un notable aumento de su irreverencia y de una disposicin a destrozar cosas, que chocaba con el espritu benefactor de los progresistas

    22 Nicholas Brown, Utopian Generations, Princeton, Princeton University Press, 2005, pp. 176-177.23 C. Veloso, Tropical Truth, cit., p. 67.24 Ibid., p. 286.

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    S y, ciertamente, con el mnimo de disciplina necesaria para la accin polti-ca. La posicin libertaria y transgresora que adopt rechaz igualmente o casi a la izquierda y a la derecha oficiales, escandalizando a ambas con sus gamberradas en el escenario, a la vez que no perda de vista el mercado. Estas provocaciones la anarqua del comportamiento, como l la llama, o el pelo y la ropa estrafalarios llegaron hasta el extremo, en plena dictadu-ra, de aparecer en el escenario con una bandera realizada por el artista Hlio Oiticica que renda homenaje a un bandido al que haba matado la polica: S marginal, s un hroe. Como era de esperar, aunque esa no fuese su intencin, todo termin en varios meses en la crcel, por iniciativa de un juez que estaba en el concierto con su amante25.

    Caetano escribe sin disimular su satisfaccin sobre su complicidad con el funcionario que lo interrogaba en la crcel, que denunciaba el insidioso poder subversivo de la obra de los tropicalistas y reconoca que lo que Gil y yo estbamos haciendo era mucho ms peligroso que el trabajo de artistas metidos en protestas explcitas y en la actividad poltica. Tal y como nos explica con una sinceridad cautivadora, el rechazo de Caetano de las dos posiciones oficiales nunca fue perfectamente simtrico. Habituado al acoso pblico de una parte de la izquierda, que lo acusaba de estar demasiado americanizado y que lo abucheaba en el escenario, pens que por este mismo motivo iba a estar a salvo de la represin poltico-militar, que no lo vera como un enemigo y que lo dejara en paz. Consecuentemente, Caeta-no se sinti juzgado errneamente por partida doble; por un lado, arresta-do por la derecha sin haber hecho gran cosa a su parecer, aunque en otros momentos opina de diferente manera y, por otro, porque la izquierda no lo reconoca como revolucionario26.

    En un momento dado, Geraldo Vandr, uno de los abanderados de la can-cin protesta, le pidi a los tropicalistas que no compitieran con l, ya que el mercado solamente poda tratar con un gran nombre de cada vez, y el Brasil de la dictadura necesitaba que se despertara su conciencia colectiva. Caetano perspicazmente seala que puede que se tratara de un embrin de aquel burocratismo que mataba la cultura de los pases socialistas en nom-bre de la historia. A diferencia de algunos izquierdistas, que soaban con conquistar el mercado a travs de alegatos polticos, los tropicalistas apos-taban por una pluralidad de estilos compitiendo en la mente de la gente y en las cajas registradoras27. Por un lado, este cinismo alegre, que retrata-ba a sus proponentes como unos agentes de la democracia cultural, resul-

    25 Haba aqu un elemento de identificacin rivalizante con los miembros de su generacin que tomaban la ruta de la lucha armada. Caetano escribe: Aunque yo no estaba seguro de lo que podra traer consigo la revolucin armada, el herosmo de los guerrilleros se gan mi respeto aterrorizado como nica respuesta a la perpetuacin de la dictadura. En el fondo, sentamos una especie de identificacin romntica con ellos, algo que nunca habamos sentido hacia la izquierda convencional o hacia el Partido Comunista. Ibid., p. 272.26 Ibid., pp 255, 219, 193.27 Ibid., p. 272; Verdade Tropical, p. 281.

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    Staba menos hipcrita que las rigideces propuestas por sus adversarios. Por otro, era peor, ya que la idea de competir en la mente de la gente ignoraba la presencia de un Estado policial, que a fin de cuentas constitua el factor determinante. Elegida a propsito para molestar a los socialistas, la metfo-ra de las cajas registradoras explicitaba el aspecto comercial del enfrenta-miento ideolgico-musical en los programas de televisin; el cual los artis-tas comprometidos, al ser anticapitalistas, preferan pasar por alto. Dicho esto, la batalla poltico-cultural era un verdadero fenmeno social, a pesar de ser manipulada y explotada por los medios. La rivalidad en el escenario, una lucha simblica por el liderazgo del proceso, estaba relacionada con la batalla en las calles y con la realidad de la dictadura, aunque fuera de un modo indirecto y distorsionado. Formaba parte de un proceso ms difcil de discernir entre contradicciones secundarias y principales y entre los ad-versarios prximos y los verdaderos enemigos.

    Haba una gran confusin en torno a esta materia. Era la devastacin cau-sada por la dictadura, que suspendi las libertades civiles y desmantel las organizaciones populares, del mismo orden que las burlas, o incluso las agre-siones, del pblico estudiantil o de sus compaeros de oficio? La reaccin de Caetano a un comentario de un amigo libertario, Rogrio, resulta ilustra-dora:

    Tembl al orle decir que el edificio de la Unin Nacional de Estudiantes (UNE) debera haber sido quemado. Algunos grupos de derecha haban incendiado la UNE inmediatamente despus del golpe de abril de 1964, un acto de violencia que cont con la repulsa de toda la izquierda, de los liberales asustados y de cualquier buena persona. Rogrio expresaba con vehemencia sus razones per-sonales para no unirse al coro de la indignacin: la intolerancia con la que sus ideas complejas se haban encontrado entre los miembros de la UNE le haca percibir al grupo como una amenaza a su libertad. El extrao jbilo de entender sus motivos con claridad [...] fue mayor en m que el choque inicial producido por su afirmacin hertica28.

    Para Caetano, esto equivala a una cruda reevaluacin del pasado reciente. El avance de la izquierda democrtica anterior a 1964, que llen de belleza los captulos de Santo Amaro y Baha, se perciba ahora como una incuba-dora de intolerancia. A veces, las pontificaciones de Caetano sobre el golpe de Estado no estaran fuera de lugar en un editorial de la prensa conserva-dora: Hoy en da hay muchos indicios de que cualquier intento de no ali-neamiento con los intereses del Occidente capitalista resultara en mons-truosas violaciones de las libertades fundamentales29. Esto con respecto a un momento en el que las libertades fundamentales, de hecho, haban sido canceladas, pero por una dictadura de derechas. En cuanto a la consisten-cia literaria de coherencia entre las distintas partes de la obra, el punto de vista antiizquierdista desentona, ya que carece de apoyo en la representa-

    28 Ibid., p. 62.29 Ibid., p. 31.

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    S cin en la narracin del periodo anterior a 1964, cuando, tal como Caetano lo describe, exista una libertad sin precedentes para la experimentacin artstica y social. La discordancia formal que representa la nueva insistencia en el carcter antidemocrtico de la lucha por la democracia debera enten-derse tal vez en trminos de la correlacin de fuerzas despus del golpe cuando, tras haber suprimido y prohibido las aspiraciones sociales de la poca anterior, el rgimen las pint con los colores del terror estalinista.

    Cules son las razones que llevaron a Caetano a celebrar la cada de la iz-quierda aunque no la victoria de la derecha como un momento de libe-racin? Su malestar comienza con el lenguaje de clase. Por qu los trabaja-dores pobres y miserablemente desorganizados de Recncavo reciban el sobrenombre de proletarios, un nombre que no se les ocurrira a ellos, y a quienes de todos modos les encantara llevar casco y tener un salario fijo? Del mismo modo, era el socialismo realmente la nica solucin para to-dos los problemas, una panacea? Con sentido comn, Caetano haba nota-do el desajuste entre el marxismo vulgar y la realidad local. La pobreza se-gua existiendo, sin embargo, y el descontento con las palabras no la iba a hacer desaparecer. Claro que me interesaban las ideas generales en torno a la necesidad de justicia social y que yo senta el entusiasmo de pertenecer a una generacin que pareca tener ante s la oportunidad de cambiar pro-fundamente las cosas, recuerda Caetano. Pero, sinceramente no crea que los trabajadores de la construccin de Salvador [...] , ni tampoco las masas obreras de las pelculas y de las fotografas, pudieran o debieran decidir cul sera mi futuro30. l no explica si sus reservas con respecto a que los trabajadores influyeran sobre su futuro tambin se aplicaban a los banque-ros, empresarios, polticos de carrera o a los propietarios de los canales de televisin.

    Conceptualmente, la izquierda en un tiempo considerada el foco crtico contra el orden burgus y el atraso se perciba ahora como un obstculo para el intelecto. El triunfo del capital sobre el movimiento popular no es-tuvo acompaado de ninguna refutacin en el plano de las ideas, sino que trajo consigo una sustitucin de las agendas intelectuales. Como dice Cae-tano: Este asalto al tradicional populismo de izquierdas liberaba la mente para observar a Brasil desde una perspectiva ms amplia, lo que permita miradas crticas nunca soadas de naturaleza antropolgica, mtica, mstica, formalista y moral31. Brillan por su ausencia en esta lista de perspectivas ms amplias cualquier anlisis de clases y cualquier crtica al capital y al antiimperialismo, por no hablar de cualquier proyecto de desmitificacin. La nueva libertad consista, al parecer, en el abandono de cualquier pers-pectiva especficamente moderna. La convulsin causada por la derrota mi-litar de la izquierda se percibe con un lado positivo, al abrir nuevos hori-zontes intelectuales que antes eran inaccesibles (pero, los haba prohibido alguien?), que trataban de revelar algo acerca de nuestra condicin y pre-

    30 Ibid., p. 67.31 Ibid., p. 61.

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    Sguntaban sobre nuestro destino. Uno podra sealar aqu que, lejos de ser novedosa, la consideracin antropolgica, mtica, mstica, formalista y mo-ral de Brasil y de su destino se remontaba al pasado, a las definiciones estticas de la esencia nacional y racial, de la herencia religiosa, del colonia-lismo portugus, que precisamente la perspectiva historicista de la dcada de 1960 haba intentado reconfigurar y traducir en trminos de complejidad contempornea.

    Por lo dems, la izquierda no era en absoluto un bloque homogneo. Los mejores pensadores crticos del momento, tales como Mrio Pedrosa, Ana-tol Rosenfeld, Paulo Emlio Salles Gomes y Antnio Cndido, no slo eran socialistas, sino antiestalinistas, y tenan una buena disposicin hacia la ex-perimentacin en las artes. Parece que Caetano generaliza a toda la izquier-da el nacionalismo de los estudiantes que lo haban abucheado en los con-ciertos, as como la rancia idealizacin de la vida popular propuesta por el Partido Comunista. Esto resulta sorprendente dado que gran parte del xito del artista se deba a los sectores ms radicalizados de esa misma izquierda, que se sentan representados por el lenguaje del pop, por el comporta-miento transgresor, por las armonas atonales y, en general, por la experi-mentacin vanguardista. Por lo tanto, parece poco probable que fueran las limitaciones intelectuales de la izquierda lo que habra llevado a Caetano a volverse contra ella. El motivo de esta hostilidad quiz radique simplemen-te en las reservas generales de la izquierda con respecto a un capitalismo triunfante, su negatividad aguafiestas ante la llegada del torbellino de la comercializacin.

    El profeta

    En un pasaje inolvidable, Caetano describe cmo baja a la calle para ver la represin militar de una manifestacin de estudiantes de cerca32. Va vestido de manera hippie novedosa en aquel momento con el capote de un ge-neral sobre el torso desnudo, vaqueros y sandalias, una cabellera espesa y un collar indio de grandes dientes de animales. Caminando a contraco-rriente de los estudiantes, que huan y eran golpeados, esta extraa figura se llena de una ira santa. Empieza a increpar a los transentes, desafiando su indiferencia miedosa a (o tal vez su apoyo tcito de) la brutalidad poli-cial. Cmo debera interpretarse esta extraa escena? Los protagonistas centrales, naturalmente, eran los estudiantes y los militares, que luchaban por el control de las calles y por la existencia de la propia dictadura. Caeta-no no participa directamente en el conflicto, ni se pone del lado de los manifestantes, ni habla con ellos, a pesar de que son, a fin de cuentas, su pueblo, ni tampoco se dirige a los soldados. En lugar de hacer eso, se in-venta un papel para s mismo de hombre posedo, y empieza a despotricar contra los transentes, que solamente piensan en alejarse lo ms rpido

    32 Ibid., pp. 200-201.

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    S posible. Su ira santa se ve matizada tambin por algunos clculos sensatos sobre su seguridad personal en el curso de esta actuacin: Los soldados apenas me prestaban atencin: me mova en el sentido contrario de los estudiantes, en realidad con una trayectoria tangente al ojo del huracn, y no tena pinta de ser un manifestante. Yo hablaba alto y exaltadamente, pero ningn soldado se acercaba lo suficiente como para escucharme. En suma, su papel era menos arriesgado de lo que podra haber parecido y no se trataba realmente de una intervencin como tal, puesto que adoptaba una posicin fuera de la lucha. El episodio, difcil de clasificar, es probable-mente el ms interesante debido a las complejas motivaciones en juego. Caetano lo ve como un happening, como teatro poltico o como poesa:

    En medio de ese extrao descenso a la calle, yo era conscientemente un artista realizando una pieza improvisada de teatro poltico, de poesa. Yo era el tropi-calista, libre de las ataduras polticas tradicionales, y por eso pude reaccionar contra la opresin y la estrechez con gestos lmpidos y creativos.

    Pero si bien es cierto que este episodio cumple todas las caractersticas del vanguardismo de la dcada de 1960 la performance improvisada al aire libre con una dimensin poltica; la poesa en contra de las convenciones; la inspiracin libertaria, su dinmica sugiere una caracterizacin alternati-va. El profeta que asusta a los asustados en lugar de intentar aclarar la situa-cin y razonar con ellos; la realizacin de un happening mientras que sus contemporneos, oponindose a la dictadura, reciben palos; las dudas so-bre en dnde se encuentran ahora la opresin y la estrechez de miras; la posicin de superioridad y mal definida del tropicalista, libre de las atadu-ras polticas tradicionales (cules?); los beneficios puramente subjetivos de la performance, sin que importe lo inventiva que sea; nada de esto es tan sencillo como su autor supone. La verdad de estas pginas extraordina-rias no se encuentra en la arenga del artista, como supone Caetano, sino ms bien en su afinidad con la desintegracin que tiene lugar a su alrededor y, por lo tanto, en su ejemplificacin del momento histrico, tal como suce-de en la dinmica interna de una novela realista.

    El marco textual del episodio hace que esto resulte todava ms claro. Al principio del captulo, Gilberto Gil experimenta con la infusin de ayahuas-ca y descubre una capacidad de amar [...] el mundo en todas sus manifes-taciones, incluso a los militares opresores33. Poco despus de la descrip-cin de la manifestacin, y subrayando el clima de inestabilidad y las conversiones vertiginosas, la narracin retorna a los das previos al golpe de Estado, cuando Caetano an simpatizaba con los proyectos de transfor-macin social, como la estrategia para la alfabetizacin de adultos de Paulo Freire y los Centros de Cultura Popular, de los que poco despus abomina-ra hasta el punto de aprobar el ataque incendiario contra el edificio del sindicato de estudiantes, UNE. Cuando la narracin vuelve, finalmente, al

    33 Ibid., p. 194.

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    Speriodo posterior al golpe, Caetano nota que las multitudes que acuden a sus conciertos y que se manifiestan en las calles, donde Dios est suelto, resultan tan estimulantes como las drogas. Las tentaciones de mesianismo son colocones en s mismos. Fue en este clima de nimos exaltados y de con-flagracin en las calles que la alucingena ayahuasca [...] hizo su aparicin34. El valor literario de estos pasajes radica en su representacin de la turbu-lenta totalidad histrica compuesta por esta experiencias tan dispares: las ambiciones artsticas, el rgimen militar, la militancia revolucionaria, la indiferencia del pblico, la psicodelia, el arte de la performance, la fama, las coordenadas de la Guerra Fra; el coste moral de la instalacin del nuevo rgimen son retratados con una fuerza sin precedentes en la literatu-ra brasilea reciente.

    Una nueva esttica

    El tropicalismo, nacido en 1968 con el icnico lbum Tropiclia, yuxtapo-na elementos muy de moda con aspectos del subdesarrollo del pas. Las combinaciones, de manera semejante al realismo mgico, eran inesperadas y frecuentemente humorsticas. Al igual que en la performance de Caetano, que combinaba el happening de estilo hippie con la exaltacin de un pre-dicador popular y con el collar de dientes, el tropicalismo juntaba referen-cias de tiempos y lugares heterogneos en la misma cancin; su asociacin era un absurdo, y, sin embargo, resonaba como una representacin funcio-nal de las realidades de Brasil, una alegorizacin eficaz de sus desequili-brios internos y de su modernizacin precaria. Las ambiciones estticas del tropicalismo resultaban todava ms sorprendentes debido a que el origen del proyecto radicaba en la cultura de consumo. Caetano pensaba en can-ciones que combinaran los logros de la revolucin de la bossa nova de Joo Gilberto con las grandes obras modernistas de Joo Cabral y Gui-mares Rosa, a la vez que se dirigiran al gran pblico de los grandes xitos comerciales, incluso de los ms vulgares la estrella del rock Roberto Carlos o el presentador de televisin Chacrinha, utilizaran el poder de la figura de la estrella del pop, cuyos posicionamientos pblicos podan cambiar las cosas, especialmente bajo una dictadura, a la hora de influir en el arte y en la vida cotidiana.

    La atmsfera escandalosa que rodeaba al tropicalismo serva en cierta me-dida para ocultar la intencin revolucionaria de un proyecto que trataba de convertir las canciones pop en gran arte y establecer el libre intercambio entre la excelencia esttica y la vida cotidiana, mediante los buenos oficios del mercado. Por supuesto, los movimientos artsticos y sociales previos al golpe de Estado tambin tenan como objetivo la redefinicin subversiva de las relaciones entre la alta cultura y la cultura popular a travs de nuevas formas de militancia cultural, de la adaptacin de los repertorios de van-

    34 Ibid., pp 189, 201.

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    S guardia, tanto nacionales como extranjeros, a las condiciones especficas de las luchas sociales de Brasil. No obstante, la diferencia existente entre el momento anterior a 1964 y el tropicalismo no poda ser mayor. Con la de-rrota del movimiento popular, estos impulsos poltico-culturales adquirie-ron un tono claramente de escarnio, incluso de autoparodia, que pareca indispensable para la verdad del nuevo orden. Esto tuvo unas consecuen-cias artsticas de gran alcance, ya que ofreca un punto de vista crtico sobre el truncamiento de la revolucin social en Brasil, un momento determinan-te de la historia contempornea. De manera sesgada, el carnaval tropicalis-ta haca alusin a la transformacin que el pas debera haber tenido.

    Existe un paralelismo evidente entre el tropicalismo y la poesa antropof-gica de Oswald de Andrade, cuarenta aos atrs. Andrade propuso cani-balizar las soluciones poticas de la vanguardia europea y combinarlas con las muy diferentes realidades sociales de la excolonia. El resultado, sor-prendente por su originalidad, era una especie de broma alegre que permita vislumbrar una solucin utpica al atraso de Brasil. En esta alentadora hi-ptesis canbal, el pas unira su base primitiva a la tecnologa moderna para sortear el presente burgus, y evitar as una etapa triste de la historia de la humanidad. El tropicalismo tambin conjugaba las formas de la moda pop con aspectos del subdesarrollo, pero con el efecto contrario, en el que lo que predominaba era lo grotesco. En este sentido, la absurda dislocacin histrica del pas pareca eterna, tal como haba afirmado la dictadura. Cada uno a su manera daba por supuesto el atraso de Brasil; pero para Andrade en la dcada de 1920 la perspectiva estaba llena de promesas, mientras que los tropicalistas, en palabras de Caetano, coquetebamos con el ms som-bro pesimismo.

    Para Caetano, la clave para entender el tropicalismo es la palabra sincre-tismo, con sus implicaciones antipuristas de heterogeneidad y tambin de integracin deficiente; esta concienzuda oposicin a la idea de la forma orgnica constitua tal vez su rasgo ms distintivo35. El significado de la hostilidad del movimiento hacia las distinciones establecidas era ambiguo, y expresaba tanto el impulso revolucionario anterior como el posterior triunfo de la comercializacin, que tambin era destradicionalizadora a su manera. El tropicalismo dio forma a la era discordante en la que el pas se adentraba, a la cual los gneros populares tradicionales, con su universo convencional y circunscrito, no tenan acceso. El avance, en trminos de modernizacin de la msica popular y de su aproximacin a la vanguardia esttica, era indudable. Como dice Caetano, la idea consista en superar las oposiciones entre los gneros, entre la msica moderna y sofisticada (ya se trate de la bossa nova, la samba-jazz, la nueva cancin regional o la cancin protesta) y la msica comercial vulgar de cualquier origen (tangos argentinos, boleros de prostbulo, sambas-canes sentimentales, etc)36. Merece la pena destacar las connotaciones del trmino superacin. En

    35 Ibid., p. 183.36 Ibid., p. 74.

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    Stodos los casos, se tratara de conferir un cierto grado de ofensa escnda-lo al mezclar gneros o rbricas rivales, atacando los prejuicios, entre los cuales estaban las cuestiones de clase y de generacin, sobre los que se basaban sus diferencias. Al agitar y reconceptualizar este sustrato de animo-sidades socioculturales, el tropicalismo renovaba y haca ms profundo el debate. Estaba tambin en juego la cuestin de cules seran las nuevas relaciones entre ellas: la bossa nova por encima de la samba, la vulgaridad comercial debajo de la msica culta? Las oposiciones que el tropicalismo proyectaba superar tenan sus propias ambiciones hegemnicas, y en este sentido fue la idea misma de superacin la que estaba siendo superada, o, mejor dicho, la propia idea de progreso la que estaba siendo desactivada por una modalidad diferente de modernizacin.

    As, el tropicalismo superaba y no superaba los elementos opuestos sobre los que esperaba elevarse. El distanciamiento que logr fue suficiente como para permitir que las proposiciones contradictorias coexistieran en una misma cancin, pero no tan grande como para que la chispa antagnica se extinguiera, lo cual tambin habra eliminado el aspecto escandaloso de su mezcla, un ingrediente indispensable. Era un distanciamiento que cambia-ba nuestra visin del paisaje, a la vez que lo dejaba todo como estaba antes, excepto la dinmica de superacin, que disminua. En el mejor de los casos, ofreca un punto de vista ms contemporneo, un nuevo sentimiento sobre el presente, ms all del bien y del mal, que se negaba a tomar partido y que encontraba en este punto muerto su elemento vital, valorando tanto la vanguardia como lo retrgrado o lo kitsch. A pesar del alboroto carnavales-co, lo que estableca era una especie de inmovilismo esttico, un caso de revolucin conservadora.

    Se le dio un giro sarcstico y vanguardista a la representacin del pas a travs de sus estereotipos prefabricados: la selva virgen y la capital hiper-moderna, la militancia social y las masas descerebradas, los roqueros yeys y el patriarca de la familia bendiciendo la mesa, el superlativo mal gusto de Dona Iolanda la esposa del dictador, todo recubierto de un envoltorio pop de ltima moda. Lejos de ser un defecto, la simplicidad de la receta le conceda un gran atractivo, lo cual le permiti a una nueva generacin ha-blar, en trminos ingeniosos y reveladores, de lo que Caetano denomina la tragicomedia que es Brasil, de la aventura, a la vez frustrante y brillante, de ser brasileo37. Funcionalmente, y con un alto grado de ambivalencia, el efecto consista en hacer que los contrastes estticos cambiaran de seal: las disonancias y las humillaciones pasaron a formar parte de un retrato divertido y medio patritico de la vida nacional, una revelacin festiva de lo que somos. Esta ideologa carnavalesca de la identidad nacional armo-nizaba y reivindicaba las divisiones sociales del pas, desvistindolas de la carga negativa que haban tenido en el periodo de lucha contra el subdesa-rrollo anterior al golpe. Flagrantes contrastes sociales coexistan ahora feliz-

    37 Ibid., p. 116.

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    S mente lado a lado, igualmente simpticos, sin ninguna perspectiva de supe-racin. En otro nivel, distinto pero relacionado, esta reconciliacin del presente histrico consigo mismo era la imitacin, o la asimilacin subjetiva tal vez ms satrica que complaciente de la lgica de la cultura comercial: los programas de radio y de televisin tambin trabajaban con toda una franja de intereses del pblico, retrgrados o progresistas, con tal de ser rentables. Haba diferencias en abundancia, pero no antagonismos, y el mundo adquira la forma de un gran mercado.

    Dicho esto, el propio texto ofrece un relato de la dinmica del tropicalismo ms oscuro que la visin positiva, conciliadora, que Caetano retrospectiva-mente ofrece; es la crnica de una radicalizacin social y artstica vertigino-sa, tal vez mal calculada, que culmin en la provocacin y en la muerte. En Divino, Maravilhoso, la ltima serie de programas de televisin antes de su detencin, la provocacin lleg a su lmite: el escenario estaba detrs de unos barrotes, los msicos asistan al entierro del movimiento y tocaban en jaulas, y el propio Caetano cantaba mientras se apuntaba con una pistola a la cabeza. La afinidad (siempre negada) con el arte de protesta no podra haber sido ms evidente. Una evaluacin equilibrada del tropicalismo debe, por lo tanto, captar su dinmica contradictoria, que permite lecturas divergentes. Por una parte, sus chirriantes contrastes podran significar un momento positivo de descompartimentalizacin, una especie de audacia frente a la diversidad extravagante y catica de Brasil, que quiz finalmente alcanzara la etapa de la reconciliacin. A pesar de que no encajaba fcil-mente con el gobierno militar, esta actitud eufrica exista en ese momento, aunque recubierta de una salvaje irona difcil de imaginar hoy en da. El papel de Caetano como redentor de la msica popular brasilea estaba es-trechamente asociado con esta perspectiva. Si, sin embargo, nos centramos en la dimensin temporal que a fin de cuentas estructura y anima estas yuxtaposiciones, en las que lo ultramoderno y lo obsoleto, casi basura, componen una especie de destino, una aberracin ineludible, entonces el significado se vuelve ms histricamente especfico y decididamente nega-tivo. A la pintoresca tierra de contrastes la sustituye un pas marcado con el hierro de la dictadura; una combinacin desequilibrada pero sistemtica de modernizacin capitalista y reinstauracin del atraso social la yuxtapo-sicin que subyace a todas las dems de los cuales la frmula tropicalista es la notable manifestacin estructural y crtica.

    Funciones del mito

    Despus de los captulos de la crcel, la libertad vigilada en Salvador y pos-teriormente casi tres aos de exilio en Londres un conjunto de castigos nada pequeos llega el retorno a Brasil. Son pginas llenas de inters, cuyo carcter deliberadamente apoltico llama no obstante la atencin. En especial, la seccin de la prisin es desconcertante. Muy literaria, llena de ejercicios proustianos, se concentra en las perturbaciones del sueo, de la libido, del estado de nimo y de la razn causadas por la prdida de la li-

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    Sbertad; no existe ningn deseo de resistencia, ni ninguna reflexin sobre el movimiento de oposicin, al cual, para bien o para mal, el narrador todava perteneca. En donde las tradiciones del gnero de los escritos de presos polticos mandan hacer balance del pasado del movimiento y de sus pers-pectivas de futuro, Caetano adopta una postura poco convencional y sub-jetiva, concentrndose en su incapacidad para llorar o para masturbarse, y en la revelacin de que las lgrimas y el semen son semejantes. Cmo he-mos de entender la eleccin del narrador, tres dcadas ms tarde, de cen-trarse en sus debilidades y en su incapacidad para resistir? Parece como si se presentara como una forma de herosmo a la inversa, demostrando su superioridad sobre la estrechez de miras de los militantes, tal vez, o sobre una rebelda de segundo grado. Sin embargo, este largo descenso a los in-fiernos se puede leer no nicamente como un testimonio o un recuerdo fiel, sino tambin como un desvo, que libera al escritor de tener que retomar la postura militante en la que el rgimen lo haba detenido. Comentando so-bre Aquele abrao, la cancin con la que Gilberto Gil se despidi de Bra-sil, tras su paso por la crcel y antes de partir hacia el exilio sin el ms mnimo rencor, con el amor y el rencor imponindose sobre el dolor Caetano elogia su sabidura: Aquele Abrao era, en este sentido, lo con-trario de mi estado de nimo, y yo comprenda conmovido, desde el fondo de mi depresin, que esta era la nica manera de seguir hacia adelante sin forzar la situacin38. La leccin de la dictadura militar haba surtido efecto.

    La reconciliacin se complet con el regreso de Caetano a Brasil en 1972, en pleno auge de la dictadura, para tocar de nuevo en el carnaval de Baha. La descripcin, llena de melodrama, coincidencias mgicas y apoteosis, raya en lo exagerado. Al enterarse de que su cancin, Chuva, suor e cerve-ja, compuesta en el exilio, estaba teniendo un enorme xito comercial, Caetano no saba si rer o llorar. La atmsfera de pansexualidad en las ca-lles, la mezcla de juerguistas disfrazados y hippies autnticos, travestis car-navalescos y gais de la revolucin sexual, pareca ser la materializacin popular del programa tropicalista, que disolva las fronteras entre lo tradi-cional y lo moderno, entre lo local y lo cosmopolita o entre lo masculino y lo femenino. Se respiraba una sensacin de libertad enorme. De casuali-dad, la lluvia comenz a caer en el preciso momento que la banda empeza-ba a tocar, y la multitud continu cantando y bailando: Todo me pareca una gran fiesta de bienvenida que Brasil me haba preparado y que hablaba con lo ms profundo de mi imaginacin. Montado en el camin en el que tocaba la banda haba un modelo de un cohete espacial con la inscripcin Caetanave, y Caetano se sube al mismo para dar las gracias al pblico:

    Algo que no era una gota de lluvia me golpe la cara. Cuando acerqu la mano para ver qu era, la cosa vol a mi pecho, y fue entonces cuando Roberto y yo nos dimos cuenta de que se trataba de una efmera [en portugus esperana, que significa tambin esperanza]. A pesar de la fuerte lluvia, esta efmera verde

    38 Ibid., pp. 266-267.

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    S haba volado hacia las luces del camin y se pos en m. Le dije a Roberto: Sig-nifica esto que hay esperanza? Y l respondi con la alegra tranquila de quien no espera nada menos: Por supuesto!.

    La nave espacial se dirige hacia la casa en donde dorma el amigo y colabo-rador de Caetano, Gilberto Gil. Pensando en un primer momento que se trataba de un platillo volante, Gil tarda un momento en darse cuenta de lo que est pasando:

    Cuando me vio descender del extrao objeto del que sala un sonido trmulo, comprendi enseguida que la magia y lo ordinario se reafirmaban mutuamente, que lo simblico y lo emprico no necesitaban diferenciarse y que, en este gran momento, la realidad estaba preada de mito. El rechazo que haba significado el exilio no slo se disipaba, sino que daba paso a una compensacin cariosa39.

    Como en un cuento de hadas, la lluvia torrencial, criaturas aladas y el pue-blo de Baha se unen para dar la bienvenida, en nombre de Brasil, al artista que haba sido rechazado, y que ahora vuelve a casa. Es comprensible re-currir a la magia como cumplidora de deseos, pero como explicacin del curso de los acontecimientos constituye una verdadera abdicacin. La personifi-cacin mitificada del pas sustituye a un anlisis sereno de los hechos, con evidentes efectos negativos: la narracin borra los miedos y la fragilidad de los perseguidos polticos, los clculos miserables de una dictadura en busca de legitimacin cultural o las negociaciones entre bastidores que un caso como este necesita. Por encima de todo, desaparece el juego de fuerzas en conflicto, las alianzas de clase y los antagonismos que subyacen en la in-vencin esttica, sin los cuales la belleza se ve privada de su significado social. Caetano tiene una percepcin y una comprensin analtica magistra-les de estas relaciones, lo que hace que su conversin al mito resulte an ms decepcionante. Dicho esto, el libro sera menos representativo sin es-tas pginas.

    Lo malo es bueno?

    Aunque quiz los pasajes ms desconcertantes de Verdad tropical se en-cuentren en su introduccin, que es muy extraa que est llena de fintas, entre las cuales se halla un intencionado despliegue de necedades, como si se propusiera desorientar al lector, el empleo del malestar como recurso literario problematizador constituye una de las originales caractersticas del libro. Tomando posiciones que no concuerdan con el consenso civilizado tales como tolerar un ataque incendiario, despreciar o representarse a s mismo como un personaje mtico, Caetano convierte el espacio de la lec-tura en un campo de provocaciones, conflictos e inseguridades. La incerti-dumbre resulta de lo ms incmoda ya que no se trata de un libro de fic-

    39 Ibid., pp. 301-302.

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    Scin, sino de un testimonio; an con todo, este enfoque, interesante en s mismo, puede que sea ms fiel a la realidad contempornea que las certe-zas manidas que aseguran la aprobacin literaria de los biempensantes. El libro comienza con algunas chocantes reflexiones sobre la singularidad de Brasil: en el ao 2000 se conmemorar no slo el cambio de milenio, sino tambin el 500 aniversario del descubrimiento de Cabral de las costas bra-sileas, una acumulacin de significados no compartidos con ningn otro pas del mundo. Caetano se distancia, en parte, de esta banalidad numero-lgica atribuyendo su supersticin a sus compatriotas: la sobrecarga de presagios desencadenados por semejante conjuncin est estrechamente relacionada con la psicologa de una nacin fallida que se avergenza de haber sido denominada alguna vez como el pas del futuro. Este movi-miento resulta de nuevo muy dudoso, ya que el problema no es que la nacin fallida carezca de una visin realista de s misma, sino que no tenga fuerza para creer en otros presagios ms favorables: feliz e infelizmente [...] estamos muy lejos de un realismo sensato40.

    Esto no llega hasta el punto de exaltar la supersticin de la esencia nacio-nal, pero se le acerca mucho. La relativizacin de las ventajas y desventajas se repite a propsito de otras polaridades, siguiendo un procedimiento fa-miliar que considera el estado de lo imaginario esto es, el mito, el sueo, la supersticin y la realidad, el nombre y la cosa, como igualmente acep-tables y deseables. Esto puede conducir a declaraciones que parecern, dependiendo del punto de vista de cada uno, sugerentes o vacuas; tales como que Brasil es el otro para los Estados Unidos: el doble, la sombra, la imagen negativa de la gran aventura del Nuevo Mundo, y cosas por el esti-lo. Se trata de colocaciones de un patriotismo fantasioso, medio potico, medio mtico, que nos invita a considerar nuestras debilidades como una riqueza propia. Sin embargo, el lector pronto descubrir que el elogio de lo absurdo y la licencia de ser inconsecuente tienen una funcin retrica, que es establecer el ambiente intelectual cambiante y complaciente que Caeta-no necesita para hablar del golpe de 1964, el centro neurlgico del captulo. Su generacin, observa, soaba en la adolescencia con revertir el legado brutal de las desigualdades brasileas, pero:

    En 1964, los militares tomaron el poder, motivados por la necesidad de perpe-tuar las desigualdades que han demostrado ser la nica manera de hacer que la economa brasilea funcione (mal, naturalmente); y, en el mbito internacional, para defender el libre mercado de la amenaza del bloque comunista (en la Gue-rra Fra)41.

    Hace falta una lectura detallada para apreciar los bandazos ideolgicos de esta frase, que busca capturar con distanciamiento? Con sarcasmo? Como una justificacin? el punto de vista de la derecha vencedora. En el proceso, la tarea histrica de revertir el legado brutal de la desigualdad da

    40 Ibid., p. 3.41 Ibid., pp. 4-5.

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    S paso a la necesidad de perpetuar el mismo. El uso del trmino es suma-mente ideolgico: la necesidad de quin y para qu? Del mismo modo, la necesidad de una accin militar provoca una situacin de grandiosidad pa-tritica, desmentida por sus srdidos objetivos. El sofisma, con un giro ma-terialista, de que la perpetuacin de las desigualdades constituye una nece-sidad para un pas cuya economa no puede funcionar sin ellas, todava no se ha demostrado; lo que s es cierto es que el pas es realmente la patria de quienes se benefician de la desigualdad. Por ltimo, el golpe de Estado era necesario para defender el libre mercado a nivel internacional, en el con-texto de la Guerra Fra. Hay, sin lugar a dudas, algo de verdad en esta frase, que tiene el mrito de sealar los limitados horizontes de la contrarrevolu-cin, sin dejar de ser una denuncia de la realidad del mercado. La vacilacin inicial y algo frvola entre mito y realidad qu sera mejor? se prolonga en estas idas y venidas entre las razones de la izquierda y las de la dictadu-ra. Las escaramuzas continan en los prrafos siguientes, que sugieren que la izquierda, al contrario de lo que se pensaba, no tena el monopolio de los sentimientos nobles, mientras que la derecha era menos mala de lo que se deca. Estas rectificaciones, que reclaman una claramente sesgada equi-distancia, tienen en realidad muy poco que ver con la realidad brutal de la dictadura o con cuestiones que dividan al pas en el periodo anterior, tales como la reforma agraria, las reivindicaciones populares, el subdesarrollo, la poltica exterior independiente o la profundizacin de la democracia.

    Escrito desde una distancia de tres dcadas, en pleno triunfo de la globaliza-cin, Verdad tropical captura la memorable efervescencia de la dcada de 1960, en la que destac el tropicalismo. Su guerra de desgaste contra la iz-quierda no le impidi formar parte del movimiento internacional de rebelin estudiantil y anticapitalista que culmin en 1968. Leal al valor esttico de esa rebelin, Caetano la valora al mximo. No obstante, comprometido tambin con el triunfo del nuevo orden, en el que el capitalismo es incuestionable, comparte el punto de vista y el discurso de los vencedores de la Guerra Fra. Aunque siempre problemtica, la renuncia a la negatividad hace tambin que el libro sea un valioso documento de poca. Por lo tanto, la mejor ma-nera de aprovechar al mximo esta extraordinaria obra incluye una buena dosis de lectura entre lneas, para convertirla en una dramatizacin histrica con dos caras. Por un lado, las promesas y la verdad del impulso derrotado; y por otro, las expectativas rebajadas del capital triunfante.

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