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2 XI CERTAMEN LITERARIO: CUENTOS Y RELATOS RELACIÓN DE GANADORES EDUCACIÓN INFANTIL 5 Años. AISSAM ELOUKHAL SAFIR: “El dragón que no sabía echar fuego” EDUCACIÓN PRIMARIA 1º Curso. ÁNGEL GARCÍA PÉREZ: “Ramón y su caballo” 2º Curso. MARÍA PÉREZ PÉREZ: “La ciudad sin agua” 3º Curso. AMELIA ARENAS OLIVARES: “La muñeca de Lidia” 4º Curso. ANA GILAR LÓPEZ: “Unas Navidades muy felices” 5º Curso. MARINA VERDÚ HERNÁNDEZ: “Ana y Rosa” 6º Curso. MÓNICA TOBAY VELETANGA: “Lucie, una perrita especial” EDUCACIÓN SECUNDARIA 1º Curso. INMACULADA ORTEGA MUÑOZ: “Un día de lluvia” 2º Curso. MARÍA GILAR LÓPEZ: “Músico callejero” 3º Curso. TAMARA ABELLÁN FERNÁNDEZ: “El día que cambió mi vida” 4º Curso. ALICIA JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ: “Aprender de los errores”

XI Edición de Cuentos y Relatos

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XI Edición de Cuentos y Relatos - Abril 2008

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XI CERTAMEN LITERARIO: CUENTOS Y RELATOS

RELACIÓN DE GANADORES

EDUCACIÓN INFANTIL

5 Años. AISSAM ELOUKHAL SAFIR: “El dragón que no sabía echar fuego”

EDUCACIÓN PRIMARIA

1º Curso. ÁNGEL GARCÍA PÉREZ: “Ramón y su caballo”

2º Curso. MARÍA PÉREZ PÉREZ: “La ciudad sin agua”

3º Curso. AMELIA ARENAS OLIVARES: “La muñeca de Lidia”

4º Curso. ANA GILAR LÓPEZ: “Unas Navidades muy felices”

5º Curso. MARINA VERDÚ HERNÁNDEZ: “Ana y Rosa”

6º Curso. MÓNICA TOBAY VELETANGA: “Lucie, una perrita especial”

EDUCACIÓN SECUNDARIA

1º Curso. INMACULADA ORTEGA MUÑOZ: “Un día de lluvia”

2º Curso. MARÍA GILAR LÓPEZ: “Músico callejero”

3º Curso. TAMARA ABELLÁN FERNÁNDEZ: “El día que cambió mi vida”

4º Curso. ALICIA JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ: “Aprender de los errores”

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Érase una vez un dragón que no sabía

asustar a nadie, por eso estaba muy triste en su castillo.

Un día los dragones de otros castillos fueron a visitarlo. Le dijeron que tenía que echar fuego, pero a él le daba miedo.

Decidió irse a una isla lejana donde

vivían otros dragones. En esa isla no le hacían daño a nadie y todos eran amigos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Autor: Aissam Eloukhal Safir

Educación Infantil 5 años

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abía una vez un caballo que sabía pescar, su dueño se llamaba Ramón.

Un día, se fueron a pescar y se encontraron con un niño que estaba con su caballo.

El niño se bajó del caballo para pescar, pero cuando iba a coger el pescado que estaba enganchado en la caña de pescar, se escurrió y se cayó al río. El niño empezó a gritar:

- ¡¡ SOCORRO NO SÉ NADAR !!

Ramón le tiró una cuerda y el niño se agarró a ella. Entre su caballo y él, la sujetaron y tiraron fuertemente de ella y de esa forma, entre los dos, lograron salvar al niño.

Desde ese momento, los dos caballos junto con sus dueños jugaron y corrieron por el campo todos los días.

Y colorín colorado, estos caballos se van trotando.

Autor: Ángel García Pérez 1º Curso de Primaria

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rase una vez una ciudad llamada Enopandia. En ella vivían muchos enanitos, pero no existía el

agua.

Un día, un enanito que se llamaba Gistín descubrió el agua y su amigo descubrió otra cosa.

Gistín estaba muy contento con su descubrimiento y con mucha alegría se lo contó a sus amigos, quienes se quedaron sorprendidos.

Como Gistín era muy listo, pensó que si todos los habitantes de la ciudad la utilizaban, el agua se podría gastar y, de nuevo, se quedarían sin ella. Por eso, Gistín dijo a todos sus amigos:

- “¡Hay que cuidar el agua! Para ello hay que seguir los

siguientes consejos:

′ El agua es para lavarse los dientes, pero debemos mantener el grifo cerrado mientras no la necesitemos.

É

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′ Es para ducharse en vez de utilizarla para bañarse, pero tener mucho cuidado porque nos podríamos quedar sin agua y como consecuencia de ello podríamos morir.” Sus amigos estuvieron de acuerdo en todos los consejos que les dio Gistín.

Desde aquel momento, Enopandia no fue como antes, se convirtió en el planeta más limpio del mundo.

Aquí un delfín, aquí un pescado, este cuento ya… se ha acabado.

Autora: María Pérez Pérez

2º Curso de Primaria

Érase una vez una niña que se llamaba María.

María tenía cinco años e iba al colegio “Cruz de Piedra”.

Un día, al salir del colegio se encontró con su amiga Lidia, que le dijo que el día 22 de diciembre era su cumpleaños y que iba a dar una fiesta en su campo para celebrarlo. Lidia también le preguntó si podría ir un día antes para ayudarle a inflar globos y a prepararlo todo, y María le dijo que sí.

Fueron pasando los días y antes de darse cuenta estaban ya en el 21 de diciembre, y María preguntó a su padre si podía llevarla al campo de Lidia para ayudar a su amiga. Su padre le dijo que sí.

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Al día siguiente se celebró la fiesta, a la que acudieron muchos niños y niñas amigos de Lidia y de María. Todos se divirtieron mucho comiendo y jugando y Lidia recibió muchos regalos por su cumpleaños.

Pero el regalo más original era el que le había hecho su amiga María. Se trataba de una muñeca. Pero no era una muñeca cualquiera. María le había dicho que por la noche cobraba vida, y Lidia estaba impaciente por saber si era verdad.

Así que cuando terminó la fiesta, cada uno se marchó a su casa y Lidia, que estaba muy cansada, se acostó pronto.

A media noche, Lidia notó que alguien la estaba tocando. Era la muñeca, que le decía: “Lidia, despierta. Yo me llamo Lidia como tú, y quiero que sepas que no me gustan los niños ni las niñas porque me estiran del pelo y me hacen daño”.

Lidia le contestó que todos los niños y las niñas no eran malos.

Pasaron varias semanas, y un día en el que Lidia estaba jugando a las mamás, una pierna de la muñeca se rompió sin querer. Aquella noche, la muñeca le dijo a Lidia que ella también era mala y la niña se puso a llorar.

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Al día siguiente, Lidia estaba llorando con su muñeca en los brazos cuando la vio su padre. Le preguntó qué le pasaba y Lidia le enseñó la muñeca y la pierna rota. Su padre le dijo que no se preocupara y se la arregló enseguida.

Aquella noche, la muñeca le dijo a Lidia que los niños y las niñas ya no le parecían tan malos, y la niña se sintió muy feliz.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Autora: Amelia Arenas Olivares 3º Curso de Primaria

En el año 1974, en un pueblo pequeño perdido

entre montañas, en una casita muy pequeña y vieja vivía una familia muy pobre.

El niño pequeño se llamaba Jesús y como era muy pequeño para trabajar en el campo ayudando a sus padres y a sus hermanos, pasaba mucho tiempo solo.

Una tarde, Jesús estaba sentado en su casa y tenía mucho frío porque estaba todo nevado y su ropa estaba muy vieja. Por la ventana vio venir a un

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hombre muy mayor que tocó a la puerta: -¿Quién es? -dijo Jesús-. -¡Niño! Soy don Luis, un señor del pueblo ¿Están

tus padres? - No, se han ido a buscar leña para calentarnos. Jesús abrió la puerta y a Don Luis le dio mucha

lástima ver al niño tiritando de frío. -¿Es que no tienes un abrigo para ponerte? ¿No

tenéis nada para calentar la casa? - No, pero aquí tengo una manzana para comer.

Si quiere le doy la mitad a usted. El hombre estuvo un rato hablando con Jesús y

después se fue a su casa.

Al día siguiente, Don Luis volvió a la casa y le

llevó a Jesús una enorme caja. Jesús la abrió muy contento porque no había tenido nunca un regalo.

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Dentro había mucha ropa para toda la familia. Jesús le dio un fuerte abrazo a Don Luis y le dijo que para él era como un abuelo. Desde entonces, el anciano iba todos los días a la casa de Jesús, les llevaba comida y estaba con ellos.

Un día, el anciano le dijo al padre de Jesús que él tenía muchas tierras, pero como era mayor no se podía encargar de ellas. Desde entonces el padre trabajó para Don Luis y los niños tuvieron una vida llena de risas y el anciano no estuvo solo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Autora: Ana Gilar López 4º Curso de Primaria

na Rosa era una chica cualquiera. Era lista, guapa y generosa. Tenía el pelo a

media melena y era morena con unos grandes ojos de color castaño oscuro. Tenía diez años. No solía gustarle recoger su habitación y le gustaba experimentar.

Un día, cuando ya estaba harta de que su madre le mandara trabajo y más trabajo, decidió fabricar un clon que se lo hiciera todo y así ella podría estar de “vacaciones” en su habitación disfrutando del trabajo que su clon hiciera, pues iba a ser científica.

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Aunque le llevó días, lo terminó antes de estallar. Su clon, que era tan lista como ella, le pidió que a cambio de que le hiciera las tareas, ella le dejara media habitación y le diera su segundo nombre. Ana Rosa aceptó y a partir de ese momento ella sería “Ana”, y “Rosa”, su nueva amiga.

A Ana le iba muy bien sin nada que hacer, el problema era Rosa, que por la noche ocupaba la cama y las mantas, y Ana tenía que dormir en un colchón tirado en el suelo.

Rosa estaba siendo la que más atención recibía de toda la familia, sobretodo porque ayudaba mucho a la madre de Ana en los recados, y desde que había llegado, todos los días había limpieza por toda la casa y el jardín tenía muchas flores. Nada de esto le sentó bien a Ana. Quiso deshacerse de su clon, pero como no había manera, ella fue la que tuvo que marcharse de casa.

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Pasaron los días y Ana seguía desaparecida mientras Rosa ocupaba su lugar. Rosa pensó que Ana podía estar en peligro y se fue en su búsqueda. Ana salió para ver si encontraba un hostal barato en lugar de estar ocupando la habitación de su compañera de clase, Sofía. Rosa encontró a la persona que buscaba y fue a darle un escarmiento y a llevar a casa a Ana. Ella se lo impidió y se escapó antes de que ésta soltara la alarma.

Ana se buscó un trabajo por unos cuantos días y con el sueldo pudo salir del pueblo. Su familia ya se acostumbró a Rosa, aunque aún guardaban los recuerdos de Ana.

Pasaron diez años y ellas ya tenían veinte. Rosa estaba estudiando para ser maestra. Ana se quitó de la cabeza la idea de ser científica, y estudió jardinería. Pues ella quería olvidarse de “R” y de todo lo que le hacía recordarla. Rosa se acordaba de Ana, pero pensó que no podía vivir esperándola durante el resto de su vida.

Pasaron cinco años. Ana y Rosa ya tenían 25. Cada una de ellas era una mitad de la otra. Desde que se fue, Ana se hizo responsable.

Un día, dentro de un jardín, se formó un escándalo porque un hombre intentó robarle a una mujer su bolso. Esa mujer resultó ser Rosa, que había viajado para dar clases en una nueva escuela. Ana, en su puesto de jardinera, impidió que pasara lo que iba a suceder. De esta manera, Ana sujetó la manguera con fuerza, dio media vuelta a la llave que tenía en el extremo, abrió el grifo y apuntó al hombre “robabolsos”. Éste salió huyendo sin ni siquiera darse cuenta de que se dirigía a comisaría.

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Después de tanto jaleo, Ana y Rosa fueron a tomar un helado y hablar de cómo vivían. Así que volvieron a estar juntas y siguieron sus vidas como inseparables amigas.

Autora: Marina Verdú Hernández 5º Curso de Primaria

aola era una niña de 12 años, tenía el pelo moreno y muy largo, alta y delgada. Era muy simpática y amable, por eso tenía

muchos amigos. Era hija única y sus padres la querían muchísimo.

Un día cuando volvía de casa de una amiga, encontró una perrita pequeña, abandonada en una caja; de color marrón claro, era tan peluda, que casi le tapaba los ojos y gran parte del hocico. Sus quejidos alertaron a la niña, se acercó a ella, y la perrita se puso muy contenta. Parecía tener hambre, así que decidió llevársela para darle de comer.

Por el camino pensó que le pondría de nombre Lucie.

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Cuando llegó a casa, le preguntó a su madre que si podía quedarse con ella y su madre le dijo que sí. Enseguida se hicieron muy amigas, la perrita jugueteaba con ella y le acompañaba a todas partes.

Un día, cuando Paola salió del colegio, notó como un hombre le seguía. La niña se puso nerviosa y comenzó a andar más deprisa, al poco rato miró para atrás y ya no estaba ese hombre. Ya se encontraba cerca de casa y se tranquilizó; sin embargo, al doblar una esquina, apenas pudo ver como unas manos le tapaban la boca y la cogían.

La perrita que había salido de casa para esperar a la niña, vio como la metían en un coche.

Su madre comenzó a preocuparse porque Paola no había vuelto del colegio y ya era la hora de comer. Llamó a la maestra para preguntarle a qué hora había salido y esta le informó que había salido con todos sus compañeros de clase. Inquieta, pensó que estaría casa de alguna amiga, pero ninguna de ellas sabía donde se encontraba Paola.

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La perrita no paraba de quejarse y pensaron que

eso era debido a que echaba de menos a la niña. Por la tarde, varios amigos acudieron a casa de Paola para saber si ya había vuelto; Lucie les tiraba del pantalón y les ladrada para que le siguieran. Los niños pensaron que quizá sabría donde pudiera estar Paola, así que decidieron seguirla. Estuvieron caminando un buen rato, hasta que llegaron a una cabaña, junto a un gran bosque, situado a las afueras de la ciudad.

Con mucho cuidado se acercaron a una ventana y lograron ver a la niña, atada a una silla. Pensaron que alguien la estaría vigilando, así que idearon un plan para rescatarla.

Hicieron que Lucie ladrara y dieron voces para que el secuestrador saliera de la cabaña, entonces lo atraparon con una red.

Llevaron a Paola a su casa, donde la recibieron sus padres con mucha alegría y entregaron al secuestrador a la policía. Era un peligroso criminal que se había escapado de la cárcel.

Luego, todos hicieron una fiesta para celebrar que todo había salido bien y la niña se dio cuenta que tenía una amiga muy especial, y esa amiga era Lucie.

Autora: Mónica Tobay Veletanga

6º Curso de Primaria

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Era un día de primavera en el que el sol estaba radiante. Dos amigas decidieron salir a pasear. Como la tarde era encantadora, decidieron alargar su paseo y subir hacia la sierra. Allí, en lo alto, había un convento habitado por unos frailes franciscanos.

Beatriz y Sandra, que así se llamaban las dos chicas, andando y charlando, llegaron a la puerta del convento, entraron al atrio, y en ese instante comenzó el cielo a llenarse de nubes muy negras, y de repente, empezó a llover a cántaros. Bea y Sandra, rápidamente, llamaron a la puerta del convento.

Un fraile salió a abrir y les dijo que entraran para secarse y para esperar un rato hasta que parara de llover.

Pero la lluvia no se detenía, sino que caía con más fuerza. Se hacía de noche y cada vez bajaba más agua al pueblo, que estaba totalmente incomunicado. Era imposible acercar a las dos chicas a sus casas, las carreteras estaban cortadas y las líneas telefónicas estaban fuera de servicio por culpa de la tormenta.

Los franciscanos, muy amables, las invitaron a pasar la noche en el convento,

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les dieron ropa de abrigo y mostraron a Beatriz y Sandra las dependencias del convento y la habitación donde podían dormir.

A la hora de cenar, las llamaron al comedor. Cenaron puré de verduras, un filete de ternera y después, algo de fruta.

Después de cenar, los frailes les ofrecieron la biblioteca del convento por si querían entretenerse leyendo algún libro y ellas aceptaron encantadas.

Una vez que se quedaron solas en la biblioteca, empezaron a ojear los libros y se fijaron en uno que tenía una cubierta dorada con letras en relieve. Les llamó mucho la atención y empezaron a leerlo. No era un libro cualquiera, sino el diario de un franciscano que había vivido en aquella congregación en el siglo XIV. El diario contaba que en el año 1348, en una noche de tormenta y sin saber por qué, desaparecieron todos los franciscanos que se encontraban en aquel convento. Todos, menos Fray Jacob, autor de ese diario.

A Bea y a Sandra les llamó mucho la atención aquella historia y se pusieron a leerla con gran curiosidad. De pronto, se fue la luz. Encima de la mesa tenían una vela por si esto ocurría, así que la encendieron y decidieron salir fuera de la biblioteca a buscar a los franciscanos.

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Estuvieron llamándolos por los pasillos, pero nadie contestaba, buscaron por todas las habitaciones, todo estaba en orden, pero no había ni rastro de los frailes.

Las chicas empezaron a asustarse. Bajaron las escaleras hasta la primera

planta y, justo en ese momento, oyeron un ruido que las asustó mucho, pues se estaba repitiendo todo tal y como lo contaba Fray Jacob en su libro. Se quedaron sin saber qué hacer: si estarse quietas o seguir buscando, pero decidieron seguir, aunque no obtuvieron ningún resultado en la búsqueda. Sólo les quedaba un lugar por mirar: las catacumbas.

Las catacumbas eran un lugar

subterráneo en el que se hallaban enterrados algunos de los antiguos franciscanos.

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Las dos chicas bajaron hacia allí muy, pero que muy despacio, y cogidas de la mano porque tenían mucho miedo, ya que temían que pudiera pasarles algo mal, como lo que ocurría en el diario que habían leído. Pero, para su sorpresa, se encontraron a todos los frailes jugando a las cartas. Ese era su lugar de juegos, ya que era el único en el que nadie los podía molestar. Las chicas se quedaron muy sorprendidas, pues se imaginaban otra cosa.

Los franciscanos las invitaron a entrar, ya que vieron en sus caras que estaban asustadas y les explicaron que habían habilitado una habitación en el subterráneo en la que se reunían cuando hacía mal tiempo, porque si se quedaban aislados o tenía lugar alguna tormenta como la de ese día, allí estaban tranquilos y cómodos. Tenían un generador eléctrico por si se iba la luz, que les permitía alumbrarse y conservar fríos los alimentos, así como disponer de calefacción.

Bea y Sandra se quedaron allí con ellos ya que continuaba lloviendo a mares, y luego se fueron todos a dormir.

Cuando se despertaron lucía un sol radiante y ya había línea telefónica. Las chicas llamaron a sus casas y les contaron a sus padres dónde se encontraban y que estaban bien. Sus padres les dijeron que

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habían estado buscándolas, pero que con el mal tiempo no habían podido hacer más

En un par de horas los padres fueron a recogerlas y se enteraron con más detalle de lo que había ocurrido. Los padres de ambas chicas dieron las gracias a los franciscanos por haberles dado alojamiento y haber cuidado de ellas, y se marcharon a sus casas.

Beatriz y Sandra recuerdan esta historia muy a menudo, sobre todo cuando llueve, o cuando leen el diario de Fray Jacob, pues éste fue un regalo que los frailes franciscanos les hicieron.

Autora: Inmaculada Ortega Muñoz 1º Curso de Secundaria

s voy a contar la historia de un chico llamado Nicolás.

Nicolás era hijo único y vivía en un pueblo del centro del país. Sus padres, Juan y María, eran trabajadores del campo y su abuela Antonia vivía con ellos.

Desde pequeño, a Nicolás le gustaba mucho la música y la abuela le compró una guitarra.

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- No quiero que pierdas el tiempo con esas tonterías - le decía su padre.

Nicolás iba a la escuela del pueblo y, aunque no iba mal, donde más destacaba era en la asignatura de Música. Tenía mucha facilidad para aprender a tocar cualquier instrumento.

Cuando acabó el colegio, su padre no le permitió ir al Conservatorio a estudiar música y le obligó a trabajar con él en el campo.

- Dedícate a aprender los trabajos del campo para que sepas un oficio - le repetía su padre constantemente.

Nicolás estaba cada vez más triste, no le gustaba el futuro que tenía por delante. La única persona que lo animaba era su abuela.

- Hijo, no puedes seguir así. Tienes que tomar una decisión y hacer lo que de verdad te guste.

Una mañana temprano, después de discutir con su padre porque no quería ir al campo, Nicolás cogió una mochila con un poco de ropa y le dijo a su abuela que no aguantaba más y que se iba de allí. La abuela, triste y preocupada por su nieto, le dio parte de sus ahorros y dándole un beso, le dijo:

- Quiero que me prometas que si no consigues tu sueño, volverás a tu casa. Cuídate mucho y escríbeme de vez en cuando para contarme cómo estás.

Nicolás le dio un beso a su madre y a su abuela y se fue en autobús a Madrid, con la única compañía de su guitarra.

Una vez en la ciudad, Nicolás pasó muchos días recorriendo discográficas e intentando que le

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escucharan cantar. Nadie le hacía caso, y el dinero de su abuela se le iba acabando rápidamente.

Después de mucho tiempo, decidió ponerse a tocar la guitarra en el metro e incluso comenzó a escribir la letra de las canciones que interpretaba, donde contaba sus experiencias vividas, sentimientos y la vida tan dura que llevaba en la ciudad.

Se hizo amigo de todo tipo de personas y siempre tenía conocidos a los que les gustaba la música y le daban algunas monedas. Con ese dinero, se pagaba una habitación en una pensión barata y comía casi siempre bocadillos porque no le alcanzaba para otra cosa.

Un día, un cazatalentos que iba a coger el metro, le oyó cantar y estuvo un buen rato parado escuchándolo; se acercó a él y le ofreció grabar una maqueta de un disco. Nicolás no se lo podía creer, por fin empezaba a tener buena suerte.

Cuando grabó la maqueta, el representante le pagó el primer sueldo y Nicolás, ni corto ni perezoso, se fue al metro a invitar a una comilona a todos sus amigos.

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Una discográfica se interesó por él y comenzó a darle publicidad. Cuando sus padres y su abuela lo vieron por televisión, no se lo podían creer. Su hijo estaba triunfando y se sintieron muy orgullosos de él.

Nicolás no se olvidaba de su hogar y sentía mucha nostalgia, por lo que decidió tomarse unas pequeñas vacaciones y acercarse a su pueblo.

Los días que estuvo con su familia fueron muy felices para él y se reconcilió con su padre.

- Papá, ahora puedo cuidar de vosotros y de la abuela, ¿por qué no venís a vivir conmigo?

- No hijo, esa es la vida que tú has elegido, la nuestra está aquí, en nuestra tierra.

Nicolás volvió a su trabajo. Aunque era agotador, él era feliz porque había logrado su sueño y todo el mundo lo conocía.

En el primer concierto que dio en directo estaba muy nervioso, pues tenía que estar delante de miles de personas. Antes de salir al escenario, oyó el rumor de la gente llamándolo y las piernas le temblaban. Cuando comenzó a cantar, miró hacia el público y su cara se iluminó con una gran sonrisa, sus padres y su abuela estaban en primera fila, aplaudiendo muchísimo.

Nicolás comprendió que, hiciera lo que hiciera, siempre tendría el apoyo de su familia; además, se dio cuenta que no solo era trabajo la vida, sino que también eran importante los sentimientos.

Autora: María Gilar López

2º Curso de Secundaria

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i nombre es Victoria, pero mis amigos me

dicen “Vico”. Tengo 17 años y estudio 2º de Bachillerato en un Instituto de Buenos Aires (Argentina).

Para mí todos los días eran iguales hasta que, un día, la profe de Filosofía nos mandó hablar en clase sobre una historia de nuestras vidas o algo importante para nosotros. Yo estaba muy confusa y, al final, entre pensar y pensar, decidí hablar de mi origen.

Llegó el día y cuando me tocó hablar estaba bastante nerviosa.

- Victoria, tu turno –dijo la profesora de Filosofía.

- Yo les voy a hablar de mi origen –comencé muy decidida.

Toda la clase se quedó muy sorprendida, ya que yo nunca había hablado de mi pasado.

“Hace ya 17 años, cinco amigos decidieron hacer algo que siempre habían deseado: cantar. Su sueño desde hacía muchos años era cantar y habían luchado mucho por conseguirlo. Ellos cantaban en bares y cafeterías de la ciudad, hasta que un día les llegó un contrato para ir de gira por México. Todos estaban muy contentos,

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ya que era la oportunidad de sus vidas para darse a conocer.

Ellos tenían entre 17 y 19 años. Se llamaban Camila, Marina, Luisana, Víctor y Pablo. Sus padres les dejaron viajar porque eran muy responsables y sus calificaciones eran bastante altas. Ellos sabían lo que hacían y decidieron firmar el contrato. Tenían que buscar un manager y quién mejor que su profesor de arte.

Llegó el día y todos se reunieron en el aeropuerto, se despidieron de familiares y amigos y se pusieron rumbo a México.

Allí les iba bastante bien. Cantaban en muchos lugares del país y se ganaban su buen dinero. Poco a poco, ahorraron y decidieron comprar una furgoneta para que los patrocinaran. En ella ponía el nombre del grupo: “Lune Bleu”.

Al estar tanto tiempo juntos, surgió entre algunos de ellos el amor. Marina y Pablo se hicieron novios. Camila y Víctor siempre se estaban peleando, pero en el fondo se gustaban y a Luisiana siempre le gustó un chico de su barrio al que llamaba por teléfono para hablar con él.

Pasaba el tiempo y todo iba cada vez mejor. Un día surgió una noticia muy importante: Marina estaba embarazada. La noticia fue acogida con gran alegría, ya que iba a nacer un bebé, pero también con tristeza, ya que cuando naciera, tendría que abandonar la gira.

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Llegó el día y Marina dio a luz a una niña llamada Victoria. El doctor dijo que hubo un problema en el paritorio y se tenían que pasar a recoger las pruebas en una semana. Con la gran noticia del nacimiento de la niña, todos se marcharon del hospital.

Marina se encontraba cada día peor de salud, pero ella no les dijo nada a sus compañeros. Un día llegó una carta del doctor donde se le comunicaba que debía pasar por su consulta urgentemente. Allí, el doctor le dijo que tenía una grave enfermedad y que en unos tres meses fallecería.

Marina se sentía muy mal, pero no contó nada a sus compañeros hasta que un día les llegó un contrato para realizar una gira por España. Todos estaban muy contentos y Marina decidió contarles su problema.

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A partir de ese momento, volvieron a su tierra y cada uno tomó su propio camino: Luisana es productora de cine; Camila, cantante; Víctor, profesor; Pablo (mi papá) es un empresario muy importante de la ciudad y a mi mamá la recuerdo todos los días al despertar”

Al terminar toda la clase rompió en aplausos. Ahora, después de tres años, soy cantante, lo

que más le gustaba ser a mi mamá. Cada uno tiene su historia y ahora yo tengo la

mía.

Autora: Tamara Abellán Fernández 3º Curso de Secundaria

Pablo era un niño de nueve años.

Aunque era pequeño, era muy listo y hablaba como si tuviese bastantes años más de los que tenía. Era el rebelde de su clase y desquiciaba a muchos maestros con sus travesuras. Era alto, ojos grandes y marrones, moreno y con la raya del pelo en el lado, cosa que le hacía cara de niño bueno, contrario a su personalidad.

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Constantemente tenía impulsos de mentir y últimamente se dio cuenta de que la mejor manera de llamar la atención y se fijaran más en él era mentir sobre su propia salud.

Primero comenzó a mentir en el colegio. No hacía los deberes, no quería hacer gimnasia, no participaba en las actividades que organizaba su colegio…, porque le dolía la barriga o la cabeza, o estaba mareado o resfriado. Siempre tenía alguna enfermedad.

Pronto los maestros se dieron cuenta de que lo que quería era llamar la atención, ya que no hacía caso a sus indicaciones y finalmente terminaron por llamar a sus padres para que les explicara el motivo de su conducta.

Los padres acudieron al día siguiente al colegio donde Pablo estudiaba, ya que en casa estaba también muy inquieto y no les obedecía, e incluso, en ocasiones, se escapaba cuando estaba castigado para salir a jugar con sus amigos al parque que había junto a su casa. Ellos buscaban el bien de su hijo, pero estaban preocupados por su actitud.

El profesor les comentó que en clase hablaba mucho, no atendía, no hacía los deberes y hacía muchas travesuras en contra de sus compañeros.

Al final de día, los padres de Pablo y éste hablaron en casa. Estaban cenando, viendo su programa favorito de la tele y era una noche lluviosa y fría.

- Pablo –dijo su padre asustando al niño.

- ¿Qué quieres? –contestó el niño con malhumor.

- Verás… que … creemos que no eres el chico que nosotros estamos educando. Debes ser más correcto

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en tus maneras de tratar a la gente, empezando por nosotros. Últimamente te encontramos muy raro y no haces caso a nada.

- ¡Mentira! Yo soy muy bueno y siempre me porto bien.

Al decir esto se levantó nervioso y se encerró en su cuarto. Sus padres se quedaron atónitos y decidieron dejarle solo.

Al día siguiente Pablo no fue al colegio. Decía que le dolía mucho la tripa.

- Venga, no nos mientas. Sabemos que estás bien – replicó su madre.

- ¡No, no y no! Estoy malo y no me voy a levantar.

Decidieron ir al médico por si lo que decía era verdad, pero el doctor lo encontró bien y no le pasaba absolutamente nada.

Fue castigado. Pablo debería hacer toda la tarea atrasada en el colegio, no saldría a jugar con sus amigos y ayudaría a su madre en las tareas de casa.

Pasó el tiempo, pero el niño seguía mintiendo y en la escuela perdió a muchos amigos, ninguno creía lo que decía.

Un día el chico acababa de desayunar y se puso a jugar a la videoconsola, pero tenía que ir al colegio.

- Vamos, que se hace tarde –le llamó su madre.

El niño se encontraba muy mal, estaba mareado y temblaba. Comenzó a llorar.

- No seas mentirosa, que tus cuentos no se los cree nadie –le insistía la madre.

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Pero lo que decía esta vez era verdad. Estaba mareado, las piernas les temblaban, tenía la cara blanca y pálida y no podía andar.

Camino de la escuela, la madre de Pablo, Marta, metía prisa a su hijo. El chico se recuperó, pero nadie creía lo que decía: ni sus padres, ni los compañeros ni los profesores.

En clase de gimnasia todos la daban correctamente,

pero Pablo estaba sentado y el profesor lo puso a correr. Al instante se desmayó. Todos estaban asustados y empezaron a creer que sus molestias podían ser ciertas. Lo llevaron al Centro de Urgencias y los médicos le diagnosticaron una enfermedad física degenerativa que lo dejaría en silla de ruedas. Sólo había un tratamiento, pero era para adultos y él todavía no se había desarrollado. Lo acompañaban sus

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padres, la directora, el profesor de gimnasia y Julio, un chico víctima de sus travesuras que se ofreció a ayudar.

Pablo despertó dos horas más tarde. Tenía la cara pálida, el cuerpo delgado y ojos saltones. Decidieron contarle lo que sucedía.

Los médicos estaban indecisos. Debían arriesgarse si querían que Pablo volviese a ser un chico como antes, si no el niño viviría siempre en silla de ruedas.

Decidieron ir hacia delante. No había nada que perder. Tras tres meses de tratamiento en el hospital, Pablo volvió a ser el mismo chico de antes. Se dio cuenta de que nunca más debería mentir, ya que si no hubiera sido por la rapidez de los médicos y profesores le hubiese costado la vida.

Todo volvió a la normalidad. Todos eran felices, especialmente el niño que era mentiroso y aprendió de sus errores. Sus compañeros le adoraban, los profesores se preocupaban por él y Pablo jamás volvió a mentir. Autora: Alicia Jiménez Domínguez

4º Curso de Secundaria