Transcript
  • C h r d o p ~ e f 'Lwh9uer r \ i~hd, A&\% ,& lo nurrp+\\ia ~ ~ ~ i ~ ~ * r ~ ch.\ sq \o XX E t/\*i c 0, 3$mcio do. &lbr& GDul&VMicg 1996. LA COLUMNA DE FUEGO Carlos Monsivis 1 Er OBSERVADOR resiente el paisaje. Si pudiese descifrar los

    S mensajes que la Naturaleza disemina O esconde, no estara Girlos Monsivis (Ciudad de Mxico, 1938) es uno de los artfices de la cultura mexicana contempornea. corno escritor convierte la crnica en un poderoso instrumento de creacin e indagacin; hombre pblico que a travs de miles de artculos revalora, conquista e inventa vastas laderas de nuestra cultura, Monsivis va de la msica pujar a la lucha poltica, pasando por la crtica de] gusto, del espacio, de las generaciones. Insondable polgrafo,

    redactando --con ese tecleo dubitativo de las consignaciones mentales- la crnica de un eclipse que an no sabe si logra- r asir, si conseguir describir en forma mnima. La moda, imperiosa, ha decretado una Fiebre del Oro ~nsombrecible. Y el Observador es oportunista. Ya desde das anteriores se desbord la tumultuosa estampida, la violenta caravana de luces altas y caballos de fuerza que advierte en Oaxaca el hap-

    Monsivis es al mismo tiempo un francotirador y un mo- 1 pening de la temporada, a la altura del mejor show de la tele- ralista Y suya es la intensidad narrativa, la solidaridad con visin. Idealmente, el polvo de la carretera se asienta a mane- 10s oprimidos y la cartografa prosistica y prosaica de una ra de maquillaje sobre rostros convulsos, se inmoviliza sobre nacin. Las crnicas de Monsivis son un gnero personal los cofres despintados, sobre las voces con que se estimula (aqu antologamos "Dios nunca muere" del libro fa^ de a los nobles automviles que conocieron su auge en los aos guardar publicado por ERA en 1970) y a la vez una inven- sin problema de estacionamiento/ cin colectiva. Amn de muy numerosas antologas, pr610- gas y participacin en libros colectivos, Monsivis es autor / /el polvo recae sobre la decisin de llegar primero, de Amor perdido (ERA, 1977), A ustedes les consta (ERA, 1977). Entrada libre (ERA, 1987) y Escenas de pudor y livian- dad (Grijdbo, 1988). ES autor de un retablo de ficciones, el Nuevo catecismo para indios remisos (1 982; CNCA, 1993).

    "DIOS NUNCA MUERE" (1 970) CR~NICA DE UN ECLIPSE

    (7 de marzo de 1970) Muere el sol en los montes con la luz que agoniza pues la vida en su prisa nos conduce a morir. Pero no importa saber que voy a tener el mismo final porque me queda el consuelo que Dios nunca morir.

    ~ ~ A C E D O N I O ALCALA, Dios nunca mueve (Vals) Letra de VICENTE GARRIDO

    A Felipe Campuzano

    , la polvosa enmohecida decisin de llegar primero.

    Y esa gigantesca excursin nacional, ese pas que redes- cubre su vocacin de boy scout, ese picnic solemne y mvil, se vierte en las carreteras y acepta llevar desconocidos, acepta la amistad sbita de los desconocidos, acepta que no es el momento para creer en la existencia de los desconocidos:

    de aqtr al siete de marzo todos nos conocemos

    Y el Observador registra la perdurabilidad de la Gran Familia nacional, de esa unidad impalpable y frrea que lo incluye junto al profesionista y el obrero, que lo aade a las prximas festividades que proclaman la armona del pas.

    -No te azotes, mdete. La voz de la conciencia del Observador se aprovecha del

    lenguaje de la Onda. Tiene razn. Mientras sea ~osible, hay que suspender las imgenes previas, los almacenes mnemo- tcnicos donde se suele consignar y clasificar las reacciones vitales, las proposiciones ideolgicas de aqu a la siguiente generacin. La recomendacin falla: el Observador no aban-

    40 1

  • dona su reiterada, circular, implacable crnica de lo que to- dava no contempla. Ahora atiende al camino que conduce de Acapulco a Puerto Escondido y enlista las variedades de !a flora, que luego no podr comentar.

    -Para qu? de esas descripciones se encarga en nuestra poca la fotografa. Cmo voy a mejorar a la Kodak?

    La justificacin no es convincente. Omite, por ejemplo, el vasto desconocimiento de un hijo de la ciudad en torno a la nomenclatura de plantas y de rboles. Qu sabe de la botni- ca oaxaquea? Podra ubicar. con rapidez el acahualillo, el achiote, el alfilerillo, el axocopaque, el codillo, el camalote, el palobobo, el mataperros, el cilantro culantro, la cuasia, el diente de len, el epazote de zorrillo, el guammbo, la Hoja Santa, la ipecacuana del pas, la mala mujer, la palma de cucharilla, la sensitiva, el xixobo? La vegetacin no le resulta traducible ni lo estremecen las variantes del verde. Lo per- sigue su limitacin de origen. Es consecuencia de las distin- ciones entre calle y banqueta (la llanura y el castillo de los antiguos, el azar y la jubilacin de 10s modernos), del instinto cromtico elaborado al escudriar las lneas de los camiones. Del horizonte slo ha extrado la esperanza del transporte. En su recuerdo, el verde siempre se asociar con la lnea camio- nera Lagunilla-San Juan de Letrn; el azul con la Inea Zcalo- San Lzaro. Le corresponde entonces asumir el viaje con fijacin arqueolgica: (qu ha dejado el hombre a su paso, cules son las huellas de la presencia humana? Las ms visi- bles, la carretera y la constancia de un proceso tpicamente mexicano. El cario se compromete, los espacios disponibles militan: piedras, rboles, carteles, cerros de faldas tatuables y la fachada de la iglesia de Pinotepa Nacional se unifican en un solo criterio electoral: LEA. Arriba y Adelante. LEA 1970-1 976. Luis Echevena lvarez. Una roca aislada, solitaria, habla en nombre de la sociedad pluralista: Vote por Gonzlez Morfn. Viva EFran. PAN.

    Se ha llegado a Ro Grande, un pueblo a orillas del Ro Verde. Primitiva, eterna, la panga, fuente de ingresos de Ro Grande, ha variado tarifas: de cuatro a veinte pesos por coche trans-

    portado. Antes de que broten las fijaciones del Observador y su legado visual desentierre cocodrilos somnolientos, nativos en trance de perder una pierna y el gesto valeroso de un hom- bre en taparrabos apoyado en una liana, la vida riberea se le crece, realista, como un haz de impresiones fijas: ms que cinematogrfica, la miseria es atemporal. Esas chozas taima- das, con esas mujeres que calientan tortillas (al abrigo de la supersticin gastronmica que indica como supremamente deleitoso lo ms barato), con esas nias de ojos interminables fugitivas de un cuadro de Diego Rivera, con esos perros de la desesperanza y ese borracho pintoresco que musita sin trmi- no la misma frase en ingls: -Ey, Mister, len mi yur irs, lend mi yur irs, lend mi.. . bien pudieron ser consignados por Fran- cisco Rojas Gonzlez en sus cuentos antropolgicos. quizs fueron asimilados por Emilio Femndez en las vivencias escenogrficas de La Perla. No puede haber gran variedad de cronistas en Mxico. La serpiente se muerde la cola. Qu tanto difiere la mentalidad observada por la marquesa Cal- dern de la Barca de la comentada por Manuel Gutirrez Njera de la elogiada por Salvador Novo? Las constantes del ser humano, dir alguien. Otro enmendar: las constantes del ser colonial.

    VIAJERO, DETENTE

    El destino manifiesto: Puerto Escondido, en Oaxaca. El Observador muy bien pudo elegir, para ese 7 de marzo en la maana, a Miahuatln, "la capital cientfica del mundo" segn designacin de sus propios habitantes. Pero Miahua- tln albergar a la nacin, al todo Mxico que acecha a cualquier hora la oportunidad de sentirse ntegro, sin deser- ciones y el Observador (que intenta honrar su autodesig- nacin a cada prrafo) no aspira a resear la estupefaccin del pas. Ese asombro del Bravo hasta el Suchiate que se con- centrar, se profesar en Miahuatln, le es (de antemano) ajeno, como le es extraa la idea misma de una convencin o un congreso donde el eclipse sea la ponencia y el pas las deliberaciones.

    Puerto Escondido es uno de los sitios ms difundidos del turismo underground, de esa corriente que se inicia eri el

  • aventn, prosigue en camiones de segunda junto a pollos y monlogos sobre los pecados de provincia, se instala en ca- mionetas agonizantes, aprende el sentido del tiempo en la parte trasera de los camiones de carga, se extasa en los mer- cados adquiriendo manufactura indgena, acude a las chozas donde siempre queda un poco de cafecito jno gusta? El turis- mo underground se aferra a la consigna: y en una reconquista feliz de mi ignorancia ... Que ellos, los dems, no te modifi- quen Naturaleza, que no vicien tu aire, que no empaen tu di- cha que es la soledad. Como Yelapa en Jalisco, como Huautla y Puerto ngel, Puerto Escondido es el Edn Posible: aqu todava no hay manadas de American Airlines, ni ocasos que manche una risa blasfema del maitre al celebrar la ebriedad del cliente.

    Tal es la ilusin, la imposible ilusin de marginarse, de ignorar a las masas, a quienes viven de VIPS a Dennys, de los rpidos sndwiches de Sam's a las hamburguesas del Big Boy, de un Hilton a otro, de la compra del honor de una beautiful seorita a la disminucin del machismo de un lan- chero, de la cercana de la casa de Merle Oberon a la contem- placin fantica de la residencia de Liz y Dick. (Tmense fotos, perpetese la adoracin.) Tepoztln cedi su magia a los antroplogos. Acapulco y Puerto Vallarta le vendieron su fascinacin a los hoteles, a los guas de turistas, a las mu- chedumbres de Semana Santa, a las boutiques, a los nios de mirada vida que se transforman en los beach boys de mirada vida que se extinguen en los meseros de mirada (re- trospectivamente) vida, a los courts de tennis y a los night- clubs, donde la Gente Hermosa le regala su fascinacin a los fotgrafos. Flash. Se robaron las playas. Flash. Le pusieron precio a la dignidad. Flash. Acapulco y Vallarta se han con- taminado hasta lo indecible, hasta lo indeseable: cambiaron su potencia por travelers checks. Y al cabo de tan previsibles admoniciones, el turista subterrneo se desplaza hacia Puerto Escondido y Puerto Angel, y teme que la represin municipal torne inaccesibles Yelapa y Huautla.

    El Observador ha ledo en el camino un libro de Jos Leza- ma Lima, y ha reavivado su contaco con esa enorme, seden- taria sabiduna de Patmos esquina con Trocadero (en la Habana Vieja). Relee los prrafos subrayados con el pulso incierto de los cien kilmetros por hora: "Lo nico que crea

    404

    cultura es el paisaje y eso lo tenemos de maestra monstruosi- dad sin que nos recorra el cansancio de los crepsculos crti- cos." Cmo interpretar el orculo? Hay una musitacin dlfica en Lezama que siempre fascina y contrara al Obser- vador. Qu ha creado el paisaje mexicano? La cultura opre- siva del Valle, la asfixia ceremonial que rodea a la Sierra o esa cultura de bahas y playas donde todo se condiciona para que esplenda a veinte o treinta o ms dlares diarios, sin comida?

    -Toda interpretacin al pie de la letra rebaja. La amonestacin del Id le impide al Observador descender

    las ltimas gradas del sectarismo interpretativo. Lezama con- tina: "El paisaje es la naturaleza amigada con el hombre." Y el Observador lector lineal, despotrica: Lezama generaliza porque no ha vivido en Mxico. La naturaleza mexicana ha sido adversaria, cmplice de traiciones, enemiga de la rebel- da. Ecrasez l'infame.

    -Mira noms qu cielo. S, qu padre. Aunque convencido de la desdicha que la

    Naturaleza nos aport como dote, a pesar de compartir el prejuicio contra los panoramas admirables (que invariable- mente concluyen decorando las peores pelculas del mundo en el papel de contexto de un amor sublime), el Observador no alcanza a sustraerse de la influencia de una desnudez muy bien pensada, de un paisaje que no es deslumbrante, ni espec- tacular, ni glorioso, ni prdigo, sino simplemente paisaje. Ya recibir en cuanto se filmen por estas tierras las primeras coproducciones y se levanten los grandes hoteles y se desen- cadenen los primeros crmenes internacionales y empiecen a adquirir los mejores terrenos los veteranos de Vietnam y el espaol comience a ser aquel idioma de los abuelos, ya recibir el paisaje su dosis de adjetivos convenientes. Por lo pronto, slo vale la pena.

    (Malcolm Lowry y Bajo el volcn: "Oaxaca ... La palabra era como un corazn que se quebraba, un repentino repicar de campanas sofocadas en medio del vendaval, ltimas slabas de algn sediento que agoniza en el desierto.")

    Si Acapulco es Minnesotta o Missouri con amaneceres de sabor latino, Huautla es San Francisco organizado en torno a Mana Sabina y sus descendientes. Ah la llevan: la baha y los hongos. Y Puerto Escondido, si no se cuida, terminar siendo Acapulco. Todava falta, lo defienden la lejana y la escasa

  • divulgacin y la carencia de un aeropuerto tan asptico como los recientes de Mazatln y Guadalajara. Y en su morosa complacencia de poblacin de 3 600 habitantes, en su efica- ca concentrada de nica caIle donde se funden y confunden hoteles y fondas y puestos de mexican baratijas y oficinas municipales y playa y rocas, Puerto Escondido recibe a los buscadores, a los rastreadores del Eclipse.

    LAS TRIBULACIONES DEL BUEN SALVAJE

    Un campamento y sus vicisitudes. Trailers y remolques y ha- macas y sleeping bags y tiendas de campaa y sarapes de Chiconcuac y Tlaxcala y todo el suministro de precauciones que se iniciaron en los boyscouts y concluyeron en los rotarios.

    -No trajiste las latas de sardinas? / Prstame tu abrela- tas/ consguete unos vasos/ trete los refrescos/ para qu compraste este pan tan horrible?/ pon a calentar caf en el termo/

    Las invocaciones estallan como el principio de un rito. Hay que neutralizar el golpe de la Naturaleza, su peticin secreta de virtudes que surjan en el choque contra la escasez. Robin- son Crusoe no tena tarjeta Diner's. Para que las aptitudes engendradas por la necesidad? No hace falta: de eso se encar- ga la civilizacin y la reflexin del Observador naci y se for- taleci en miles de artculos del ReaderS Digest y decenas de libros de Tihamer Toth y Constancio C. Vigil y cientos de pro- gramas radiales de Fulton J. Sheen (en la voz de Enrique Rambal).

    Vale la pena renunciar a las conservas? Vale la pena renunciar a los sleeping bags? Vale la pena renunciar a la injusta distribucin del ingreso? En otros lugares, la recepcin del eclipse ha sido entusias-

    ta. En la ciudad de Oaxaca, las fuerzas vivas han articulado un comit de bienvenida sospechosamente parecido al de la campaa electoral. Es otro Domingo de Ramos laico: Bendito el que viene en el nombre del Seor. En San Andrs Tuxtla los brujos mexicanos organizaron para la Vspera su encuen- tro anual (sin mantas efusivas en el Hotel del Prado ni gaffetes del Hotel Camino Real). En Miahuatln cunden miles de turistas que aplauden la ddiva de fiestas, danzas,

    desfiles, canciones y presencia de miles de turistas, cientficos y personajes ilustres. En Miahuatln se festejan los espon- sales entre un pueblo sin diversiones colectivas (ajenas al fut- bol, al box y los toros) y una Naturaleza sin nociones espec- taculares frecuentes (ajenas a los ciclones, los temblores y el partido en el poder). En Miahuatlhn se venden cerca de mil litros de mezcal.

    En Puerto Escondido slo se acta la admiracin eterna ante el paisaje, entidad que nos colm de circunstancias antes de que la rechazramos. Por lo dems, ningn recibimiento singular. El Observador experimenta una leve decepcin: los peridicos (a los que nunca da crdito) le han informado (y l, como siempre, lo ha credo) de una convencin de hippies o jipitecas -su variante especfica- con volteretas esotricas y vida tribal y licenciosa que ignora el temor de Dios. La reali- dad, o ese caos que sus ojos absorben y a lo que no sabe si designar como realidad, aunque las apariencias sean dolo- rosas en esta su verdad poco romntica, le entrega un pueblo pequeo y visitantes de extraccin mltiple, de compor- tamientos encontrados. Pero una convencin, una concen- tracin a la manera del festival de Woodstock? iAh, las re- construcciones del apocalipsis a seis columnas a partir de los reportajes grficos sobre el Greenwich Village! La realidad es un robo. iQuin import a estas familias mo-

    delo, a estos padres conmovedores que acarician una y otra vez el cabello de sus vstagos, a estos caifanes de vaselina y puro sentimiento, a esta excursin de secretarias y ayudantes del departamento de contabilidad de la empresa? {Quin atra- jo estos comentarios irnicos, a este derroche de cervezas, a estos ciudadanos de moral iracunda que desdean a estos dro- gadictos y no dejaran que su hija se casara antes de su fiesta de quince aos? Qu no se dan cuenta de que su intervencin destruye la noticia, impide la armona? El Observador debilita su decepcin contando jipitecas y la nutre censurando la febril intromisin de los slidos pilares de la comunidad.

    LLGALE, DE VOLADA Llgale. Si existe atencin, las palabras adquieren sonido. El rumor del campamento mezcla murmullos. En momentos, es

  • Hornos o Caleta, las playas convencionales de Acapulco a las seis de la tarde, con esa brisa exacta que recuerda el lunes prximo y los pendientes de la oficina. O son relatos, frag- mentos de autobiografas que alguien comunica con la des- preocupacin de quien siente las vidas intercambiables.

    -Di una conferencia en la Fraternidad Universal que dirige el gun Estrada, Jos Manuel Estrada. Rolan muy bien all. El guni es muy buena onda. l est en el sexto crculo. Jesu- cristo en el sptimo y Buda en el octavo. No, l es venezolano y ya ves que a ellos no les gusta hacer las cosas para exhi- birse. l levita, resucita chavos, pero nada ms delante de sus discpulos. Que si quema? Nel, l es muy ac, siempre est arriba sin necesidad de un toque. Casi lo he visto levitar.

    Llgale. Los murmullos erigen paredes, trabajan para forjar -en todos los sentidos- una atmsfera. Los gabachos o gabos (o gringos. Nota del traductor) se agrupan en tomo de la eficacia de su civilizacin. Alguien lee a Lobsang Rampa. En cualquier momento, alguien lee a Lobsang Rampa/

    -Debas leer un libro bien cotorro. Se llama La mujer dormida debe dar a luz Es de un chavo Ayocuan. l estuvo en el Tbet. Es un lunggom-pa, es decir, se puede sumir a volun- tad en un trance hipntico y entonces se avienta largas cami- natas a paso veloz ya. Dice que hay un hilo de la evolucin espiritual de la humanidad que durante la ltima Edad His- trica se desarroll gracias a las culturas griega, bizantina, rabe y occidental y que la nueva cultura nacer en Mxico.

    Ya le va. Se visten de tarahumaras, adornan sus guitarras con cintas huicholas, traen cruces yalaltecas, usan camisas zapotecas. No acuden a lo indgena porque precisen de iden- tidad nacional, sino porque as incorporan costumbres y ves- tuarios de esos primeros exiliados, de esos primeros margina- dos de la civilizacin y la tecnologa. Los lacandones siempre han estado Fuera.

    -Como te iba diciendo, como necesitbamos llegarle a un buen refine nos dirigimos al mercado. Cmara, eso si que fue aliviane. Ah se encuentra todano lo que el amor por el arte sencillo y puro en el vestir y otras onducas producen los ind- genas oaxaqueos: huaraches, colgajos, camisas, sombreros, yerbas medicinales, etc., etc. y el huatsimo de frutas y vege- tales frescos hasta el gorro. La delicia de cualquier gun y chavo vegetariano.

    408

    Ya le va. Vienen de la ciudad de Mxico y de Monterrey, de Puebla y de Sinaloa. Sus intereses difieren; su lenguaje suele coincidir. Viven su liberacin y la predican: pueden ser misio- neros o pueden ser oportunistas de esta explosin vital. Las va- riedades de la experiencia religiosa: su conversacin es un solo, persistente, emocionado testimonio: su vida se transform, ya no son lo que eran. -De veras que ya no me conozco. He cam- biado chorros. De volada. Seguro que si me hubieses conocido entonces, hubieses dicho que yo era un fresa. Ahora, ya ves. No te cont mi ltimo experimento? Me dedico a secar flores con el poder de la concentracin mental. El otro da fatigu a un mon- tn de geranios en el jardn de casa de mis tos.

    Los murmullos: un grupo de cuates de la colonia, de esa entidad de la clase media baja que decora los gimnasios, las vueltas ciclistas y las pelculas de Ismael Rodrguez, inventa una fogata y se prepara.

    Yo ya te iba a querer ...

    Cantan con voces desafinadas, dulzonas, con un azucara- miento que contradice su frecuentacin exhaustiva de los burdeles, cantan como cumpliendo la encomienda de una edad que viven y que no habitan.

    pero me arrepent. La luna me mir

    A su lado se escucha Let It Bleed en un tocadiscos de pilas. Pero ignoran el ingls y qu carajos, hay piezas muy bonitas y a uno le gusta tocar la guitarra.

    y yo la comprend. Me dijo que tu amor Su expresin soadora no oculta su verdad bsica: se con-

    sideran anacronismos, mexicanos abandonados en Mxico cuando todos los dems iniciaron la huida, criaturas nulifi- cadas por el despegue

    no me iba a hacer feliz Agreden a sorbos una botella de tequila. Se animan con

    pequeas disensiones, desearan irse ahorita a un saln de

  • baile o a una fiestecita. Se saben nacos, se saben incapaces de memorizar: "You can't always get what you want", se saben humillados por la pinche vida.

    Conque mi jefe no hubiese sido tan borracho1 chate "La nave del olvido".

    Llegaron en un coche miserable y se han pasado la mitad del trayecto caminando hasta la gasolinera, pidiendo un gato, arreglando las bujas, cambiando llantas, bebiendo cerveza caliente, mentndole la madre al mecnico de la Colonia Pen- sil que les asegur que llegaban sin problemas1 Estamos sala- dos, chompa.

    Que me ibas a olvidar porque t eras as

    UNA VEZ ANTE UN MDICO FAMOSO

    Jueves en la noche. Antevspera del eclipse. En la playa, un grupo convocado por una identidad y una fogata:

    Y es por eso que vine a cantar aunque es cosa que no s, que siga, que siga el gusto

    y que viva Ometepec.

    Podan ser tambin de Pinotepa Nacional, de San Sebas- tin Ixcapa, de San Pedro Amuzgos, de Santa Mana Zacate- pec, de Putla y de Copala, de Cacahuatepec, de Tuxtepec, de la Caada, de Juchitn, de Huajuapan de Len. de Yosocutla, de Marcos Arteaga, de Tonal, de Juctlahuaca, de Ixtepec, Ixtlatepec, Espinal. Poseen orgullo local y lo manifiestan. Aho- ra entonan "Pinotepa".

    Es de Alvaro Carrillo, compadre. g l era de Cacahuatepec, en la Costa Chica. Le pusieron su nombre a la calle principal del pueblo. Es que era un gran compositor.

    -Como Macedonio Aical, el de "Dios nunca muere". Y como Jos Lpez Alavz, el de la "Cancin Mixteca" tambin de Oaxaca.

    Una maestra joven se levanta: Cuando estaba solo, solo en mi cabaa

    que constru a la vera de la audaz montaa,

    le rezaba al Cristo de mi cabecera pa que de mis penas compasin tuviera.

    Y el Observador atiende la obra maestra de Rubn C. Navarro y se pregunta si habrn visto la pelcula con Roberto Caedo. Sigue "La Llorona" y antes de "Nunca" otra maestra asume, con la misma cortante tajante vibrante voz "Rer llo- rando" del Cantor del Hogar: Viendo a Gam'ck, actor de la Inglatewa. Mxico se divide en 29 estados, 2 territorios, un Distrito Federal y decenas de pases y de pocas histricas. En qu siglo viven los triques? Qu dcada habitan los admiradores de Juan de Dios Peza? En qu pas se mueven los entusiastas de Crosby, Stills, Nash y Young?

    A unos pasos, unos chavos colocan un cartucho de Led Zep- pelin en su grabadora.

    A unos pasos, el seor de la camisa blanca le seala a su mujer:

    -T vers lo que haces, gorda, pero Juanito no me va a andar en esas fachas.

    En lo alto de la pirmide, los muchachos fuman mariguana.

    Viernes 6 , en la tarde. Por la playa desfilan unos chavos con turbantes que fueron toallas y sbanas y cobertores que reen- carnaron en caftanes. Llevan cartelones de protesta:

    Paz en el Medio Oriente1 Queremos la paz1 Stop the War in Vietnam1 Freedom to Political Prisioners.

    Son ocho o diez y se manifiestan como orgullosos y felices, con la alegra de quien predica la buena causa un da antes de la hecatombe universal. A los pocos minutos llegan noticias.

    -Les echaron dos pelotones y los dispersaron. Se echaron a correr como locos. O piraban o en sus marcas, listos ...

    -Son unos desalivianados. No debieron hacerlo. Aqu hay chavos que estuvieron en el Movimiento Estudiantil y los podran apaar de paso. No se midieron.

    En la maana, unos soldados detuvieron a dos jvenes que fumaban mariguana en la playa. Unas damas compadecidas le exigen ahora al Observador que investigue en su carcter

  • de poseedor de credenciales. Acude en tmido plan inquisitivo y al presentar su esculida identificacin de prensa obtiene un trato diferente, deferencial.

    -No, amigo de la prensa, lo que pas no tiene importancia. Ya van a salir estos muchachos. Cosas de ellos, muchachadas. Quin no hizo alguna burrada en esos aos? Y adems, no queremos echarle a perder el eclipse a nadie. Ya salen.

    Abandona la presidencia municipal y contempla la tarde de ese viernes prologal. Va hacia la playa y se suma a la espera, a la falta de prisa en un medio sacudido por la invasin. Con mucho, la gente ms interesante es la de la Onda. No tienen competencia, por otra parte. Simn. Interesante no por su ideologa previsible o por su conducta folklrica, sino porque ms all de las burlas, las caricaturas, la persecucin ince- sante, su valor como ejemplo negativo, el-los-el chiste sobre el unisex, las referencias a Charles Manson, los comentarios redentoristas de los sacerdotes de la televisin, las declara- ciones en su contra de la Juventud Popular Socialista, la industrializacin de sus hallazgos a cuenta de novelistas y revistas para jvenes; porque ms all de todo esto, y de las comparaciones con los bohemios de principio de siglo, se encuentra un grupo que, de modo evidente, se niega a perte- necer a la Gran Familia Nacional. La parbola del Hijo Prdigo?

    -Nel, mdete. Simplemente otra onda, muy distinta, la Onda con mays-

    cula, que se inici cuando alguien aqu y all tradujo las letras de las primeras canciones de Bob Dylan y decidi que los tiempos estn cambiando, que se inici cuando regre- saron de Frisco los primeros jvenes y vinieron las migra- ciones de gabachos y los chavos palparon el rock y quemaron mota o mariguana por vez primera y adquirieron posters de Allen Ginsberg y el Che Guevara y usaron botones de protesta y le cayeron a Dylan y a los Rolling y quemaron mostaza o mariguana y la tierra estaba desordenada y vaca y com- praron la prensa underground de California y se sintieron drop-outs y nadie volvi a decir "destripado" para significar un abandono de carrera y vio Dios que la Iuz era buena y que- maron caf o mariguana y se sintieron macizos y h e la tarde y la maana del quinto da y descubrieron frente a ellos a los fresas que utilizaban la onda etlica para entonarse en la fies-

    ta de graduacin y que ni a drop-outs llegaban y h e la tarde y la maana del sexto da. Y la Onda se traduce en emanacio- nes y vibraciones y sustitucin de las palabras con las ondas. El rock ha sido escuela, universidad. Y ahora estn en su ter- cer o cuarto ao de rock cido y hablan Jimi Hendrix o Rolling Stones del modo en que pudieron hablar Cream o Traffic o como jams dijeron cosa alguna en Monkees o en Archies.

    -El rock es un orgasmo. chavo. Pero no una vulgaridad o un llegue, sino algo ms pausado, ms rtmico, como un a toda madre dicho con gozo en lo alto de un banquete. Simn. Janis Joplin es un pasn. Tom Jones es un saque de onda.

    La Onda es su horma. La horma, la concepcin de las re- glas precisas a que todo rostro debe atenerse, varia. Pueden traer la grea al tope o media grea o estilo Melchor Ocampo o estilo Sitting Bull o a la Jernimo o con nada que los distin- ga, excepcin hecha de su vocabulario. Cualquier cosa, me- nos la horma satisfecha, complacida, bienamada, la horma que rezuma e1 inmenso cuidado protector que un hombre de porvenir le debe a las lneas faciales que presidirn su ma- durez. icamarita!

    Los apa la tira. Los detuvo la polica, la tira, la tirana, la tirana. De la Onda emerge un slang, una germana, el lengua- je de una subcultura que pretende la comunicacin categri- ca. El Observador recuerda que en el fondo de todas las jer- gas, en el sustrato ltimo de todos los cals, de todos los dialectos urbanos, se encuentran el sexo y la droga. Dioses intolerantes, maysculos. el sexo y la droga procrean y remo- zan las palabras. De un modo u otro son dioses de la apeten- cia y el deseo, de la evocacin de la apetencia y la solicitud del deseo. De los cuerpos revueltos y de las bachas trasmiti- das como hostias, del orgasmo que produce neologismos para sentirse sucio y vivo y del beso Febril de unos labios sobre las puertas de la percepcin, nacen las palabras o sus significa- ciones recientes. No es casual que el lenguaje de la Onda deba tanto al habla de la frontera y al habla de los delincuentes de los cuarentas. En la hontei-a y en la crcel. en la corrupcin de un idioma y en el idioma de la corrupcin se elabora con

  • penuria y terquedad la renovacin. Un lenguaje no se detiene: usa indistintamente de los resultados de la Revolution Ave- nue de Tijuana y de las claves para esconder secretos en los que, literalmente, nos va la vida.

    -Me ci fin ese bato. Me cai bien. El caifan ha sido bautizado. Despus ohecer, al insistir en

    su conducta y en su vestuario, la definicin del trmino. El hispanglish brota en cantinas, prostbulos, garitos, cerve- ceras. Cincho que s. Y de ese vicio declarado, de ese melting pot de Mxico que es Tijuana, y de ese vicio declarado, de esa cocina del diablo que es la Candelaria de los Patos, surge de modo, entre simblico y realista, una parte considerable de la diversificacin del espaol hablado en Mxico. La Onda es el primer grupo que capta y divulga en forma masiva estos numerosos hallazgos. Un slang es una complicidad, el habla de una subcultura es una complicidad divertida Por eso, la comunicacin de la Onda difiere tan radicalmente de la co- municacion canonizada a partir del discurso de Gabino Barreda en Guanajuato en 1867:

    ("La ciencia ... deba primero ensayar acrecentar sus fuerzas ... has- ta que poco a poco ... fuese sucesivamente entrando en combate con las preocupaciones y con la supersticin, de la que al fin deba de salir triunfante y victoriosa despus de una lucha terrible pero decisiva.")

    Frente al nimo ptreo de un lenguaje que ha abdicado de la tensin para adherirse a la distorsin, el ritmo pendular de la vida mexicana ha encontrado en esa regocijada decisin lingstica de la Onda, su equilibrio y su escape. Lo contrario de la seguridad del trmino Orden, es la diversidad infinita del trmino Onda. A ese lenguaje institucional sin vacila- ciones, sin dudas, programtico, que se hace sentir como el fortalecimiento de una clase en el poder o el auge de una con- fianza represiva, opone este apenas lenguaje de s y no, de simn y nelazo, no una certidumbre, sino una conducta: abs- tenciones, huida ante la contaminacin de la metfora, re- duccin de la importancia de la palabra, que actuar en lo sucesivo como emisario de las vibraciones o los enarcamien- tos mentales. El match se declara: de un lado la trascenden- cia, el discurso elaborado por la sociedad mexicana que exige

    la atencin de la Historia, el respeto de los dems pases, la bendicin de Dios y de los smbolos de la nacionalidad y de los dems conciudadanos. En la otra esquina, la inmanencia, esa garanta del Ser, sitiado en su epidermis por dioses final- mente asibles.

    (El lenguaje de la Onda se responsabiliza por amplsimas zonas de influencia. El espritu de la secta impregna las con- versaciones v el humor de otros muchos grupos de jvenes. El - . . - - - . . - - . lenguaje de a Onda es un patrimonio generacional.)

    Tirar la neta: decir la verdad (se le pueden agregar mayxulas). Tirar la onda: enfatizar las potencialidades, los atractivos,

    las conveniencias de una actitud que slo superficialmente puede confundirse con propaganda de enervantes. Lo que separa a la Onda del resto de este mundo no es pese a todo, tanto lo que consumen como lo que pretenden evitar. Pre- tenden evitar - c o n esa obviedad ideolgica que una origina- lidad existencia1 intenta redimir- la comunicacin hecha de seguridades. de exordios y remates, de responsabilidades asumidas y responsabilidades transferidas, de ceos que van adquiriendo jerarqua y dilogos que slo reproducen otros dilogos que alguien, muy importante, algn da celebr. El Observador no cree en la Onda, no entiende la Onda sino como un problema que l soluciona con teoras, no con acti- tudes. La encuentra muy informe, celebrante rudimentaria de un estado de gracia que no se produce en los paises en vas de desarrollo. Le reprocha ciertas herencias: el antiintelectua- lismo (no leen), la idea comn del latinoamericano sobre el artista (son improvisados), el romanticismo que no se acepta (suelen ser cursis sintindose profundos). Califica de inge- nuas sus producciones, de elemental su visin del mundo, de mnimo su poder de rechazo.

    Y una vez delimitadas sus objeciones, el Observador se duele del papel asumido. Ante la Onda, o mejor ante los cien- tos de chavos que la viven, la atribucin del papel de juez es inadmisible. Para eso, sobran fiscales, sobran sentencias inapelables. Y se proyecta la previsible suspensin de juicio hacia quienes intentan vivir de otro modo, en otro pas que es

  • este mismo. Cuando uno dice Simn o Nelazo. aun cuando de inmediato construya en su derredor otra retrica aprisionan- te y mutiladora, por lo menos no asciende a un estrado, no es- t reconociendo en el aplauso o en el servilismo ajenos, no se eleva en escala social alguna. Cuando uno consagra el dilema existencia1 azotarse o alivianarse, puede ser maniqueo, sec- tario. burdo. pero. por lo menos. encomia como disyuntiva posible las actitudes vitales. no las posiciones competitivas de triunfo o derrota. Por lo menos. El atenuante existe para evi- tar un rendimiento absoluto, para impedir la adulacin a una forma de vida que se aproxima. quizs de modo inconve- niente, a la libertad. jAh! El Observador quisiera emitir una crtica fulgurante que enfatizase las distancias que le separan de la Onda, que le augurase un sitio de privilegio, un halo de serenidad. que le evitase la intil complacencia de quien toma partido por los derrotados.

    ELOGIO DEL ALIVIANE

    Delinear la idea de azotarse. para un conformista convicto y confeso como el Observador, es ms o menos fcil. Azotarse es pertenecer: a un modo dictatorial de vida, a un sistema de tarjetas de crdito, a esquemas cerrados de conducta. Azo- tarse, en esta definicin tremendista que otorgan sin palabras los pobladores de la Onda. es aliarse a formas vencidas. es negarse ante lo nuevo. es aferrarse a una sola de las rendijas desde las cuales Mxico contempla, creyndose parte activa, a la cultura de Occidente. Los solemnes se azotan, los pre- juicios se azotan, los exagerados se azotan, los represores se azotan. Azotarse es aferrarse, abdicar de las alturas, rehu- sarse a la percepcin amplificadora.

    Describir lo opuesto es ms difcil: quines se alivianan? Y qu significa alivianarse? Se desencadenan trazos vagos. imgenes inciertas: alivianarse es recuperarse como ser hu- mano (desenajenarse dirian otros), quitarse el peso, despo- jarse del lastre, negarse a la intolerable ley de gravedad de la sociedad en que uno se inserta. Y qu pesos o qu lastres habr que tirar por la borda? La debilidad de la Onda por el Iugar comn se interpone en el camino de las aclaraciones: hay que deshacerse de los prejuicios, de la incomprensin. 41 6

    del deseo belicista, de la intolerancia. Entonces: jalivianarse es reconocer con frmulas la jhsticia de las causas justas? 2Alivianarse es predicar slogans? O alivianarse es. nada ms, el puro hecho fsico de entrar en onda? El Observador est siendo injusto. Percibe (palpa. diran los chavos) que en lo inexpresado, que en lo no dicho se encuentra la definicin ms conveniente de alivianarse. Mas cmo incorporar a una crnica silencios y ademanes brevsimos y actitudes y bio- grafas enmendadas y desafos? Alivianarse es...

    Y ya para cambiar de tema. jno nos dice qu es Onda? El Observador se haba pensado exhaustivo. Levemente molesto, quiere complementar: el trmino telepatia puede ser peli- groso, pero en rigor qu significa Onda? Algo distinto. sugie- ren de inmediato los afiliados a ese organismo vasto, impre- ciso. ambiguo, inhspito. hospitalario que es la Onda. una de cuyas ventajas, en funcin de su desarrollo y de su emplaza- miento. es su cabal inexistencia. presente y pretrita. No hay Onda como hay centrales de trabajadores; no hay Onda como hay ConEederacin Nacional de Organizaciones Populares. Se dan jvenes que fuman mariguana, se dan jvenes que oyen rock. que viajan en cido. que se entusiasman con Eric Clap- ton, que se dejan crecer el pelo, que usan ropa de gamuza, que toman peyote, que toman hongos. La Onda es un recha- zo. a muy diferentes niveles y contratando riesgos muy varia- dos. La Onda es un estado de nimo. La Onda es un chance que si. La Onda es una complejsima realidad que, hablando a la mexicana, noms no existe.

    L A HORA SERALADA

    Y una diana, la sea mel6dico-cvico-militar que suele actuar para prevenirnos de la cercana de una ceremonia oficial. deposita la tarea del despertar en el oxgeno abundante de una banda local que. contraviniendo los esquemas musicales en uso a partir del primer stiro adueado de una flauta. se ensaar durante media hora con tambores y trompetas. El da D ha llegado. Y la Fiebre del Eclipse modifica su disposi- cin y accede a la metamorfosis: cientos de lanchones aguar- dan el desembarco en las playas de Normanda. Los relojes se ajustan y se ultiman los preparativos.

  • "Precauciones para observar el eclipse. La Secretara de Educacin Pblica, por considerarlo de inters general, advierte y previene al pblico sobre el grave peligro de ver el prximo eclipse solar sin la proteccin adecuada, porque se producen en la parte ms sensible de los ojos, que es la retina, lesiones irreparables. La nica manera segura de protegerse es observarlo a travs de cristales especiales como los que usan los fundidores de acero. Los cristales ahumados no sirven; las pelculas veladas slo si se superpusieran cinco de ellas y no se observara por ms de cinco segundos."

    La gente va usurpando posiciones, desplazando a ninguno del sitio de todos. Los grupos se distribuyen. Hay una sola con- signa: los viajes ilustran. Y el fenmeno propicia el aliviane, la cortesa, el tratamiento de calidad para el eclipse, esa excep- cin de la regla que se expresa como un culto, efmero y eter- no, eterno y efmero. La Era de Acuario, el retorno masivo a la sabidura que no requiere de laboratorios, le atribuye a esa velacin solar datos sorprendentes, adquisiciones de concien- cia csmica, purificaciones internas, liberaciones interiores. Y con los ojos depositados en un punto donde se congrega el infinito, con bondad supernumeraria, con el rostro distendido o concentrado que pregona el ascenso de la percepcin, la poblacin flotante de Puerto Escondido, sus guns, sus gegnia- nos, sus getuls, ocupan los cerros, confiscan las playas, se hunden, colectivamente, en el seno de la estupefaccin.

    "Las lesiones sobre la retina son definitivas y sin curacin, y quien las sufre no advierte la lesin porque no causa dolor."

    Y da principio el conteo implacable. Son las nueve y media y en Miahuatln los locutores de televisin magnifican su inepcia y denuestan a los hippies y su decisin de exponer el eclipse a los efectos malignos de las mujeres embarazadas.

    -"Esto es un sacrilegio. Esto, amigos televidentes, es una blasfemia."

    No hay caso. De Mxico se ha ido el demonio, se ha ido el espritu del mal y eso ya es noticia antigua. Ese aire pesado, irrespirable, ese smog anterior al smog, denso y cerrado, refiere la inexistencia del cielo y del infierno, de las recompen- sas y castigos en otra vida. No hay blasfemias porque no hay bienaventuranza; no hay sacrilegio porque no se da la posibili- dad del milagro. Y el glosador telegnico del universo insiste:

    -"Dan ganas de arrodillarse y rezar. Dan ganas de llorar." Esto, naturalmente, se ignora en Puerto Escondido. Lo que

    tal vez sena previsible, es que en el esplendor del eclipse, alguien vocear:

    como nica solucin posible. Un sistema educativo al margen del silogismo y borracheras interminables y peregrinaciones llagadas hacia la Baslica y los cursos de verano que nos com- pensan de la prdida de Texas, culminan en la primera y lti- ma afirmacin: VIVA ~Bxrco! antes y despus de los aconte- cimientos portentosos, de rodillas ante la Morenita, en el asombro del despojo, por encima de la Naturaleza o previa- mente o a su lado. S, la Naturaleza y la Historia desempean un papel preponderante en nuestra conducta cotidiana: nos proveen de referencia y contexto y de conversacin presti- giosa y de sensibilidad demostrada, pero carecen del golpe estimulante, de la afirmacin ntida, de la conviccin que se derrama como un tranquilizante y un energtico, una de- cisin y una abstencin; carecen de las virtudes y las fuerzas recnditas y pblicas que un grito, un simple

    es capaz de acumular.

    LA TiERRA Y S U PLENITUD, EL MUNDO Y LOS QUE EN L HABITAN

    Principia la invasin de los estados del sol por los estados de la luna. Y la idea de energa es omnipotente, omnipresente. Combustin. Om, satori, mana, fuerza, dominio. Hay una concordancia entre la supremaca de las hierofanas solares y los destinos "histricos"? Cul es la relacin entre ese dios atmosfrico y fecundador y las organizaciones polticas? Qu civilizacin est divulgando este culto solar tan inslito, construido con teofanas pop y hierofanas derivadas de letras de canciones? Este retorno al culto solar confuso o turstico o profundamente serio, deviene como un trance, una operacin que no desdeara el calificativo de mstica. No

  • porque se aspire a revivir (o se pueda recrear) el rito ances- tral; no porque se niegue o se denuncie la existencia de Dios, sino porque se ha establecido la comunin que es comuni- cacin. Pantesmo, tal vez. Una muestra de sincretismo reli- gioso donde dioses, hroes, ceremonias y mitos disponen de 33 velocidades. Comunin con las ondas, con la Onda. Se transmiten -aunque el Observador no pueda captarlas ni acepte que se emiten-, se transmiten las ondas y los chavos acceden al viaje, deseando que les prenda, que les eleve. La exaltacin es el ascenso.

    No hay grito. No hay problemas, todo ir bien en esta caldera celeste que mezcla frmulas del budismo zen y re- cuerdo de versos de Blake y paz y citas de Burroughs y de Ginsberg y las profecas de Rodolfo Benavides y el Libro Tibetano de los Muertos y el Retorno de los Brujos y Aldous Huxley y Michaux y Artaud y las prisiones de Timothy Leary y a lo mejor nada de lo anterior ha sido leido o se ha sabido, pero qu importa. No hay fijn, maestro, no hay fijn.

    Simn, simn. Y la hora que los mayas llamaban "de la cas- tracin del sol" desciende inexorable. Y a lo largo de las playas y en los cerros y en los cientos de pueblos de la franja beneficiada con el esplendor del eclipse y en Puerto Angel y en Zihuatanejo y en San Andrs Tuxtla y en Pinotepa Nacional y en Monte Albn y en la ciudad de Oaxaca, se dispone la gente, confusa, alborozada, inquieta. Y en Miahua- tln se aglomeran en torno del Dr. Arcadio Poveda y el Dr. Manuel Mndez Palma y de los otros cientficos, anhelando, exigiendo explicaciones. Siglos de una minora racionalista que nada explicaba a una mayora supersticiosa, dcadas de positivismo instauradas a partir de una decisin pedaggica totalizadora, ni han enfatizado el miedo ni han ahuyentado el temor. Cmo hubiesen contemplado Don Justo Sierra, fun- dador de la Universidad y Don Gabino Barreda, fundador de la Escuela Nacional Preparatoria, el eclipse? Orden y progre- so. Cmo lo hubiese contemplado Quetzalcatl? Y cul es el aspecto externo de las profecas, cmo se distingue a una pro- feca de una conjetura? Quienes lean su inminente derrota en los signos de los astros, construyeron a travs de cometas, eclipses y otras realidades absolutas menos hollywoodenses su visin de los vencidos. Aunque tal vez all estn, cerciorn- dose, oteando, calndose esas gafas precarias compradas

    420

    en los supermercados, asegurando esos trozos de radiogra- fas, los emisarios de Moctezuma, los aliados del guila que Desciende, los brujos y los tlatoanis derrocados. Por qu no haban de estar, por qu no haban de contemplar los augu- rios que enuncian la extincin de un imperio?

    TONATIUH CUAL0

    Cuando esto acontece (el sol) se muestra muy rojo; ya no per- manece quieto; ya no est tranquilo; slo est balancendose. El eclipse avanza hacia su culminacin. Y uno de los chavos que est al lado del Observador, luego de proferir los adje- tivos que hacen tolerable una visin ltima, repite compulsi- vamente, con ese instinto reiterativo que engendra las causas trascendentes o las telecomedias: "A m lo nico que me.im- porta es tirar la Onda." l, por su parte, tira la neta, se. ex- pone. Los viajes que acompaan el eclipse acceden a su punto climtico. Las palabras se han ido amortiguando, se encogen, disminuyen, desaparecen. Las putas han dejado de chillar. Y el Observador no debera divagar, no debena estar redactan- do (as sea a posteriori) algo parecido a una crnica. Le corresponde ensimismarse, zambullirse en algo, hacia algo. Se amarillece mucho. En seguida hay bullicio; se inquieta el hombre; hay alboroto, hay trastorno, hay temor, hay llanto. Y sin aviso, los informantes de Sahagn son desplazados y el u n da emite palabra al otro da y la una noche a la otra noche declara sabidura. Quin convoc a las palabras bblicas? Los salmos memorizados en esa infancia protestante del Obser- vador retornan y se propagan como la fe que en su memoria se confunde con las maanas de la Escuela Dominical y las agresiones pre-ecumnicas de sus condiscpulos. No hay di- cho ni palabras, ni es oda su voz. Los versculos de David matizan el instante, ese fervor doloroso con que una mirada protegida por unos lentes rpidamente ahumados, intenta descifrar lo que recibe. Por toda la tierra sali su hilo, y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernculo para el sol. Las sensaciones se afinan, se prolongan, se detienen. Los ver- sculos tantas veces odos y ledos y dichos con premura se intensifican y el Observador los absorbe como si se acuasen por vez primera, como si el golpe de la vista atendiese una

  • conflagracin y un recinto tomado y una casa puesta en mar- cha por la fuga de sus dueos y un sol momentneamente vencido y una infancia donde esas palabras cobraron un aire de atmsfera vital antes de trasmutarse en educacin lite- raria. Y l (el sol) como un novio que sale de su tlamo, al- grase cual gigante para correr el camino. La ptina es lo que permanece; el efecto del tiempo, la dignidad del tiempo sobrevive a las cosas sobre las cuales se deposita. El eclipse va a adquirir en unos minutos ms su intensidad y el Obser- vador, en un afn de reconstruir toda su experiencia visual, toda su maa y su prctica en materia de transas sensoriales, se sorprende advirtiendo que de las sensaciones slo le queda la ptina: esos adjetivos brillantes que se aplican para dar un tono de fulgor, una garanta de lumbre; esas imgenes con- trastadas de las revistas donde las alboradas reinantes al dar la vuelta a la pgina se toman reportajes sobre los nios de Biafra. Del un cabo de los cielos es su salida y su giro hasta la extremidad de ellos. Y no hay quien se esconda de su calor. La tierra est adquiriendo esa frialdad previa, premeditada, vis- ceral, que anuncia un estado de nimo intermedio o nuevo: ni melancola, ni gozo, ni tristeza, ni jbilo, ni desesperanza, ni indiferencia, ni admiracin, ni rechazo, ni algo que no sea el azoro de quien usa el estupor como tregua, como interme- dio de donde partir a su verdadero destino, ese destino donde las sensaciones conocidas se quiebran. Y la gente tira la onda, y el Observador, tan incapaz de entender o vivir el significado de acciones que no comparte, se declara azotado: l ha vivido antes el eclipse, lo ha degustado en sus lecturas previas; lo ha fijado en sus ideas inmviles sobre la potencia de la Naturaleza traducida en actos excepcionales; lo ha tasa- do segn su esquema funcional y moderno de la vida donde las cosas no suceden: simplemente se acomodan.

    NO HAY DICHO NI PALABRA, NI ES OfDA SU VOZ

    Y Ia invasin ejercida por la luna se acrece, se extiende, sojuz- ga. Y la sombra se va generalizando, otorgndole a la tierra, entre otras cosas, la cualidad evocativa de un momento del da que an no se inventa, equidistante del amanecer y el ocaso, del medioda y el anochecer. Es ese momento al que acudiran

    en demanda de paisaje todos los sucesos excepcionales, las quiebras histricas, las tragedias impunes, las decisiones que estallan como el fin de una era. En ese momento se han fraguado las cadas de los imperios, los asesinatos que insisten en la legitimidad de las tiranas, los gestos romnticos y las co- bardas precedidas por transfiguraciones, los milagros y las explicaciones cientficas del poder curativo de la histeria. El eclipse ha descubierto las tonalidades luminosas, el aspecto entre desolado y pletrico, del instante del da en que, ideal- mente, se cometen las grandes traiciones y se inician las con- clusiones de una poca. Algo empieza a morir; que lo registre esta luz; algo se va a decidir que afectar nuestra existencia: que lo capte y lo difunda este sol humillado, esta discrecin de la suprema derrota. Un general se dispone a partir hacia un mitin estudiantil en una plaza pblica; un aviador acude a li- quidar una guerra en oriente, un exaltado afina su revlver para aguardar el paso del carruaje de un prncipe. Y la luz del eclipse envuelve a todos en su decisin de ensayo general del apocalipsis, todava sin el vestuario del da del estreno.

    Cmara, maestrn! Y se va extendiendo en el orden verbal, en el orden de la captacin simultnea de las perspectivas que las cosas encierran, el cotorreo. Al Observador la voz "coto- rreo" hasta hace poco le pareca enormemente desagradable, vulgar, de almuerzos rpidos y murmuraciones sobre el estncil y skeches de w. Y he aqu que de pronto, la ha acep- tado sin rebelda posible. Porque aqu no interviene la triste, famlica prctica de "cotorrear el punto", la exaltacin de la jerigonza como entendimiento. No es asunto de parlotear o abundar en relacin a lo ya dicho o deshilar una pltica de aqu al infinito del siguiente encuentro. Para la gente de la Onda, que ahora contempla esa semiprdida del sol, cotorrear y el calificativo es terrible, arduo de concebir, atroz y ver- dadero, cotorrear es un acto metafsico. Tiemblan, desde sus nichos, Santo Toms y Kant. E pur si muove. Porque el cotorreo es un acto ontolgico, un compromiso del Ser que no conversa sino que abandona a las palabras para acercarse a su naturaleza esencial. Por lo menos, as lo ha palpado el angustiado Observador, distanciado del sentido del humor, aferrado a su identidad individual mientras, frente al eclipse, los pronombres posesivos desaparecen. l tiene la impresin de que para estos chavos el mundo y el eclipse se han conver-

  • tido en extensiones de sus cuerpos, o de sus mentes. Y el Observador reza. en voz baja, la nica oracin que le es posi- ble: Barbara, Celari, Darii, Ferio, Cesare, Carnestre, Festino, Baroco. El fluido parece ignorar su tmida voluntad de razn. En esas playas, las palabras o Ias casi palabras o las no pa- labras aferran en su pico una situacin y la dejan intacta luego de examinarla o la desglosan o la abordan a la luz de una risa, de una ojeada, de un guio, de una frase que el Observador -tan square- trata vanamente de escudriar. Qu onda, qu onda?

    PASN DEDICADO A ONOFRE Y CHAVOS QUE LO ACOMPANAN

    No hay pedo: no hay problema, no lo puede haber en este via- je comunicativo, en esta premonicin de un festival masivo que algn da algn siglo, se efectuar en Mxico, sin suspen- sin posible a ltima hora. No hay pedo: esa frmula esencial del rechazo de las mortificaciones de la carne, ese exorcismo de quienes habitan las mrgenes de la abundancia elemen- tal de nuestra Sociedad de Consumo, se ampla como un tes- timonio o una sacralizacin: no hay pedo: si abandonas la escuela, si careces de empleo, si tu familia te fatiga y te friega, si te robaron lo poco que traas, si no sabes cmo regresarte, si no traes un quinto en la bolsa, si tus antiguos amigos no te pelan, n o hay pedo. Nunca hay problema. Para qu el irigote (la exageracin)? Para qu el iris, los viajes y las gesticula- ciones excesivas, no solicitadas? La irigotera, suma de irigo- tes, es patrimonio de los chavos lentos, de los que nunca toman su tiempo, de los que usan su tiempo como si se tra- tase de un vehculo, una maquinaria que traslada de un lugar a otro, que te lleva de la juventud a la madurez a la senectud y finalmente se descompone. Nel, as no. Toma mi ejemplo: yo era... y la autobiografa se expande en datos concntricos, se desliza entre la corriente de calles de clase media, de escuelas de provincia, de padres severos y madres afligidas, de edu- cacin estricta y religiosa que indica el puntual cumplimiento del deber para con la Virgen y para con la Patria. Es una autobiografa azarosa la que, con ademn didctico, narra en la playa ese chavo de la expresin incierta: all est ya, apare- ciendo en la cresta de este relato tan ntimo y tan colectivo,

    tan de uno y tan de todos, el viaje a San Francisco, el contac- to con la onda de los gabachos, la imposibilidad de aceptarse - - - como contador pbli&o, las primeras inmersiones en el rock, los primeros densos, dlgidos das al borde de los discos oyen- do sin lmite, memorizando esas vueltas frenticas, exten- diendo la visin y el consumo del tiempo.

    Retorna el eco de la guitarra elctrica, ese desgaste lmite del ars combinatoria de arte y tcnica, que atraviesa esos cuerpos y esas vidas y esa inmensidad. La guitarra elctrica es el nervio secreto, la densa cualidad que todos comparten. Una y otra una y otra vez el rasgueo, las reverberaciones de la guitarra elctrica se revelan como la frmula aleatoria donde los ruidos se anulan y se distribuyen en forma de obsesiones y compromisos

    -El espectculo es nico -comentar despus del eclipse un chavo que hace teatro-. Todos estos chavos juntos, lan- zando ondas, prendidos. Era energa, pura energa. Nunca haba pasado algo as en la historia de Mxico. Todos esos chavoi juntos.

    -La marea haba subido ms que nunca y haba mucha - . espuma en el mar. Me record algo de una escena de la pelcula 2001, pero en otra onda. Toda la maestriza y la gente aplauda, saltaba, bailaba, tocaba la flauta; gritaba o simple- mente contemplaba. Las vibraciones nos pusieron hasta arri- bisisisisisisissima. Yo me puse hasta el gorro de contemplar aquello.

    Y el eclipse alcanza, a las once de la maana con veintiocho minutos, su totalidad. Y durante tres intensos, concentrados, prodigiosos minutos no hay sol. Y retornan los augurios y las abusiones prehispnicas: Levantan el llanto los hombres; se dan alaridos; hay gritos; hay vocero; hay clamor; se tienden los cascabeles. Son sacYificados los albinos; son sacrificados cau- tivos. Se sangra la gente; se hacen pasar varas por las orejas y en los templos son cantados cantos floridos. Permanece el rui- do. Permanece la grita. As se deca: "Si acabase, si fuese comi- do el sol, todo oscurecer para siempre, vendrn a bajar las tzitzimime, vendrn a comer hombres."

    Los informantes de Sahagn han cumplido con su deber. All est su relacin de los hechos. El turno corresponde a los nuevos informantes, para que digan de la sustitucin del vocero, el alarido, el clamor. Con qu se ha remplazado el

  • desafuero. la incontinencia? Con la mirada inmvil, con el gesto vago, con la seguridad de que algo sigue pese a la desaparicin del pas, a1 escamoteo de lo que era el principio del pas. Se integran el grito primitivo y el silencio contem- porneo: son la misma respuesta, la fiesta nica en honor de la portentosa hazaa de la luna. Hay grita, dice Sahagn. No hay grito, replica la Onda. Y en ese estruendo del pasado, en esa fiesta sacrificial de la sangre y el alarido que se asocia y se hnde con el silencio extrado de todas las piezas de rock y todos los Koan que te preguntan por tu rostro original antes del nacimiento y todos los rechazos del Sistema, se va eri- giendo la visin definitiva del eclipse, tres minutos quizs que se enardecen hasta la incandescencia.

    * Carlos Monsivis, Das de guardar, ERA, Mxico, 1970, pp. 91-1 14.

    Jos Agustn

    Jos Agustn Ramrez (Acapulco, Guerrero, 1944) es el autor de la obra ms precozmente legendaria de la na- rrativa en Mxico. Su aparicin con La tumba (1964; Gri- jalbo, 1977), la consagracin con De perfil (Joaqun Mor- tiz, 1966) y la obra maestra en Se est haciendo tarde (final en laguna) (Joaqun Mortiz, 1973) ilustran la ca- rrera de un narrador nato y regocijante, fabulador y critico de la mitologa juvenil y su nada improbable sepulturero. La llamada "Novela de la Onda", mensaje publicitario de escasa relacin con la critica literaria, vale fundamentalmente por Jos Agustn. Ha publicado las novelas: El rey se acerca a su templo (Joaqun Mortiz, 1976), Ciudades desiertas (Edivisin, 1 982), Cerca del fuego (Plaza y Valds, 1986) y Luz interndLuz externa (Grijalbo, 1989). Adems de una Autobiografa (1966) y una autoantologa Furor matutino (Diana, 1985), es autor de dos obras de teatro: Abolicin de la propiedad (Joaqufn Mortiz, 1969) y Crculo vicioso (Joaqun Mortiz, 1974), y tres libros de cuentos: Inventando que sueo (Joaqun Mortiz, 1968), La mirada en el centro (Joaqun Mortiz, 1967) y No hay censura (Joaqun Mortiz, 1988). Reuni las Obras de Jos Revueltas en los afios sesenta y entre vanos guiones para cine destaca Ah viene la plaga (Joaqun Mortiz, 1985) que realiz en colaboracin con Jos Buil y Gerardo Pardo. Sus obras ms recientes son El rock de la crcel (Joaqun Mortiz, 1 990), La miel derra- mada (Planeta, 1992), No pases esta puerta (Joaqun Mor- tiz, 1992) y La panza del Tepozteco (c~c~/Aifaguara, 1992). Es autor de una crnica en dos tomos (Tragicome- dia mexicana, Planeta, 1990 y 1992). Presentamos dos fragmentos de Se est haciendo tarde (final en laguna).

    SE EST HACIENDO TARDE (FINAL EN LAGUNA) (1973)

    TODOS bajaron del auto y por primera vez pudieron estirarse a placer, d i sh tando los rayos tibios del sol y la serenidad del


Recommended