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  • CUADERNOS fflSPANOAMERICANOS

    570 diciembre 1997

    MONOGRFICO Espaol/Portugus: dilogos

    Haroldo de Campos, M- Angeles Alvarez Martnez,

    Mara Teresa Celada, Francisco Jos Lpez Alfonso, M- Augusta da Costa Vieira, Leopoldo M. Bernucci,

    Eva Valcrcel, M- Concepcin Pinero Valverde, Soledad Miranda Garca,

    Jos Manuel Cuenca Toribio

  • CUADERNOS HISPANOAMERICANOS

    DIRECTOR: BLAS MATAMORO REDACTOR JEFE: JUAN MALPARTIDA

    SECRETARIA DE REDACCIN: MARA ANTONIA JIMNEZ ADMINISTRADOR: MAXIMILIANO JURADO

    AGENCIA ESPAOLA DE COOPERACIN INTERNACIONAL

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    * No se mantiene correspondencia sobre trabajos no solicitados

  • 570 NDICE

    MONOGRFICO ESPAOL Y PORTUGUS: DILOGOS

    HAROLDO DE CAMPOS Portugus y espaol: dialogismo necesario 1

    Ma NGELES LVAREZ MARTNEZ El espaol y el portugus: aspectos lxicos 15

    MARA TERESA CELADA Un equvoco histrico 29

    FRANCISCO IOS LPEZ ALFONSO Pero esto no es ms que el principio. De Fernndez de Lizardi a Machado de Asss 45

    Ma AUGUSTA DA COSTA VIEIRA Las relaciones de poder entre narrador y lector Cervantes, Almeida Garret y Machado de Asss 59

    LEOPOLDO M. BERNUCCI Disfraces gongorinos en Manuel Botelho de Oliveira 73

    EVA VALCRCEL Textos gallegos de Francisco Luis Bernrdez 95

    M5 CONCEPCIN PINERO VALVERDE Don Juan Valera y el indianismo romntico brasileo 107

  • SOLEDAD MIRANDA GARCA Morsamor, una lectura ibrica

    ndices del ao 1997

    125

    J.M. CUENCA TORIBIO Maraan y su visin de la cultura luso-brasilea 135

    143

  • ESPAOL Y PORTUGUS: DILOGOS

  • arceloeamo?+

  • Portugus y espaol: dialogismo necesario

    Las relaciones entre la literatura de lengua portuguesa y la espaola son antiguas. Alfonso X, El Sabio, compone sus clebres Cantigas de Santa Mara en galaico-portugus, que es en la poca, as como el provenzal, el idioma de eleccin de la poesa. S de Miranda (1481?-circa 1558) escri-bi en portugus y espaol y, como su coetneo Garcilaso, import el petrarquismo italiano en la Pennsula Ibrica. La obra del extraordinario Gil Vicente es patrimonio de ambas literaturas. Cames, que tambin usaba el espaol en la poesa, fue reverenciado por portugueses y caste-llanos, habiendo ejercido influencia sobre Gngora, por ejemplo. Y aqu -en el barroco seiscentista- entre la contribucin brasilea, si no quere-mos remontarnos hasta el canario padre Anchieta (1534-1597), patriarca de la poesa en Brasil. Educado en Coimbra, misionero y taumaturgo de las tierras brasicas, Anchieta fue el fundador, en 1544, del poblado de Sao Paulo de Piratininga. Poeta y autor teatral, compuso versos y autos catequticos (frecuentemente de apreciable nivel) en portugus, espaol, latn y tup-guaran (idioma de los indgenas de la recin descubierta Amrica portuguesa). En ocasiones mezclaba todas esas lenguas, en una heteroglosia polifnica, que parece haber dejado su marca de origen en la bablica metrpolis en que se convirti la paulicea contempornea.

    En el barroco, la presencia de la lengua y de las letras espaolas en Brasil fue notoria. Uno de nuestros mejores estudiosos de Gregorio de Mattos (1633-1692), Joo Carlos Teixeira Gomes, refutando la tesis dis-frica de Antonio Cndido (Formacin de la literatura brasilea, 1959), para quien la literatura de Brasil sera rama secundaria de la portuguesa, a su vez arbusto de segundo orden en el jardn de las Musas..., argument que ese punto de vista no proceda, incluso por-que en su mejor momento del perodo colonial (...), la vinculacin real de nuestros escritores era con la Espaa barroca y no con Portugal, o sea, con la exuberante literatura del Siglo de Oro castellano, con Gngora y Quevedo sobre todo. El referido Gregorio de Mattos, el Boca del Infierno, el ms notable poeta barroco del Brasil, satrico implacable como Quevedo y lrico virtuosista como Gngora, poetiz tambin en espaol y mezcl palabras castellanas en sus textos, aportu-

  • 8 guesndolas, al mismo tiempo que acarreaba, en algunos de ellos, voces africanas e indgenas (como Sor Juana Ins de la Cruz, la Dcima Musa mexicana, haca con el nhuatl). Otro poeta importante de nues-tro perodo seiscentista, el exagerado Botelho de Oliveira (1636-1711), bahiano como Gregorio, public en Lisboa, en 1705, su antologa Msi-ca do Parnaso (con poemas en portugus, espaol, italiano y latn). En la introduccin a su libro (el primero en ser publicado por un escritor nacido en Brasil), reivindica la abrasileacin de las Musas grecolatinas en el nuevo domicilio americano (esta ltima parte del mundo), pro-clamando expresamente su admiracin por Gngora y Lope de Vega, as como por los italianos Tasso y Marino. Botelho se refiere a Portugal como ilustre parte de las Espaas.

    En el romanticismo, para dar un sbito salto en el tiempo, dictado por el carcter breve del estudio, la figura ms interesante en lo que se refiere a las relaciones de la literatura brasilea con la de la lengua espaola (hispanoamericana) es Joaqum de Sousa Andrade, Sousn-drade (1832-1902), autor de un largo poema transamericano, en el sentido de que se desenvuelve en un espacio intercontinental, que va de la Patagonia a Nueva York. En esta ltima ciudad, adems, Sousndrade ambienta la osada seccin El infierno de Wall Street (circa 1870) de O Guesa Errante, ttulo de su poema pico-dramtico, inspirado en un mito de los indios muiscas de Colombia (el Guesa es un adolescente destinado al sacrificio ritual). El poeta peregrino por las Amricas, describiendo regiones y culturas (en el Per, por ejemplo, se fascina por la civilizacin incaica y ofrece un tributo de admiracin a las Tradiciones peruanas de su contemporneo Ricardo Palma). En un cierto sentido, el Guesa es precursor del Canto Gene-ral de Neruda, como tambin, en especial en la seccin infernal que transcurre en la Bolsa de Nueva York, anticipa el Infierno Financie-ro de los Cantos de Ezra Pound, incluso por el estilo-montaje y por las citas polilinges.

    De Sousndrade pasar -procediendo siempre a saltos, sin preocupar-me por las lagunas- al simbolismo. En esta etapa (que corresponde al modernismo hispanoamericano), cabe mencionar a un poeta de transi-cin, Fontoura Xavier (1879-1922), diplomtico de carrera, con estadas en Buenos Aires, Guatemala y Espaa, Xavier se dej influir por Rubn Daro, que le dedic palabras de elogio reproducidas en la 4S edicin de Opalas (1884; 4- ed., 1928) del poeta brasileo, en cuyos versos resuena an el satanismo baudelairiano. En el despuntar de nuestro modernismo (que corresponde a la vanguardia de las literaturas hispnicas de Amri-ca), Ronald de Carvalho (1893-1935), tambin diplomtico, es otro poeta que conjuga a Whitman y Rubn Daro en los cantos reunidos en Toda Amrica (1926).

  • 9 Mario de Andrade (1893-1945), al concebir su Macunama (1928),

    extrajo a su antihroe, mezcla de trickster y picaro, de las leyendas de los indgenas taulipanos de la regin de Roraima, entre Brasil y Vene-zuela. En esa rapsodia (traducida y publicada en espaol en 1977), Mario hace notar la naturaleza apenas brasilea, ms bien sudamerica-na, de su pardico hroe. As como Mario de Andrade ley a Giraldes y a Borges, y escribi sobre ellos, Oswald de Andrade (1890-1954), el otro gran nombre del modernismo del 22, conoci personalmente a Oli-verio Girondo y Norah Lange, en el Sao Paulo de la dcada del 40. Manuel Bandera (1886-1968), precursor y pionero del modernismo, procedente del tardosimbolismo, fue profesor de literatura hispanoame-ricana en la facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Brasil (1943-1956). Amigo de Alfonso Reyes, cuando ste representaba a Mxico como embajador en Ro de Janeiro, Bandeira tradujo al portu-gus El divino Narciso, de Sor Juana Ins de la Cruz y public en 1949 un compendio, Literatura Hispano-Americana. Otros dos poetas, de las generaciones del 30 y del 45, respectivamente, estn profundamente ligados a Espaa. Se trata de Murilo Mendes (1901-1975: Tempo espan-hol, 1959) y Joo Cabral de Mel Neto (nacido en 1920), diplomtico que ejerci sus funciones en seis ocasiones en Espaa (Barcelona, Sevi-lla, Madrid). Hizo amistad con los pintores Mir (sobre cuya obra escri-bi un ensayo en 1950) y Tapies, y con el poeta Joan Brossa, a quien influy, y junto al cual introdujo la poesa concreta brasilea del grupo Noigandres.

    Dar ahora, para finalizar, una declaracin personal. Desde mis tiempos de estudiante en la secundaria, me familiaric con

    la lengua y la literatura espaolas, cuyo estudio, en mi poca, era obliga-torio (disciplina curricular, con un ao -dos semestres de duracin). A travs del Manual de Espanhol (Gramtica, Historia, Antologa), de Ide Becker, publicado en 1945 por la Editora Nacional, Sao Paulo, estudi castellano y pude tomar contacto con la literatura espaola, desde las primeras manifestaciones (mester de juglara y clereca) hasta la genera-cin del 98 (inclusive) y con la hispanoamericana, de la colonia hasta los contemporneos. En la Antologa estaban representados desde el Mo Cid, pasando por renacentistas, barrocos y romnticos, hasta contempo-rneos como Juan Ramn, Antonio Machado y Garca Lorca; de Garcila-so, el Inca, y Sor Juana, hasta Jos Mart, Daro, Lugones, Alfonso Reyes y Gabriela Mistral.

    As que cuando comenc mis actividades literarias (publiqu mi primer libro, Auto do Possesso, en 1950, recogiendo poemas escritos desde 1948), poetas como Gngora y Quevedo, Daro, Lugones, Neruda, Nico-ls Guillen, Vallejo, o bien Lorca, Machado, Jimnez, Cernuda, Jorge Guillen, Alberti, Larrea, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, fueron le-

  • 10 dos por m con la misma avidez con que le a los poetas portugueses y brasileos del pasado y del presente. Con Huidobro, a excepcin de algu-nos poemas sueltos, slo pude tomar contacto en 1959, cuando adquir una buena antologa de su poesa en prosa (Madrid, Aguilar, 1957), Jorge Luis Borges es una referencia obligatoria de todo escritor brasileo de mi generacin y de las siguientes. En cuanto a Girondo, hasta 1971 no tuve conocimiento suyo, cuando le En la Masmdula, en la edicin del 56 de Losada, que encontr en una librera de Austin, Texas.

    A partir de ese panorama de cultura hispnica (estoy privilegiando la poesa por motivos de espacio), acab por tener contactos y relaciones de amistad con escritores de lengua espaola, no en el sentido de mera (aunque calurosa) cordialidad diplomtica y de las generalidades cultura-les (como ocurri con Alfonso Reyes en relacin a sus amigos, y even-tuales corresponsales, los poetas Bandeira y Rebeiro Couto, entre otros), sino en una direccin que envolva, desde luego, definidos intereses y afinidades de naturaleza crtico-esttica. De esta manera, traduje poemas de Octavio Paz {Transblanco, 1986; 23 ed. ampliada, Editoria Siciliano, 1994), y a su invitacin integr (e integro) el Consejo de Colaboracin de Vuelta (en una primera fase, Plural). Nuestra correspondencia, desde 1968, sobre cuestiones de poesa y potica, est publicada en el citado Transblanco.

    Me interes, en el plano de la prosa, por varios autores contemporne-os, con algunos de los cuales acab por trabar relaciones de amistad. Destacar, sobre todo, los nombres de Julio Cortzar, Severo Sarduy y Guillermo Cabrera Infante. Escrib el primer estudio publicado en Brasil sobre Rayuelo (O jogo da marelinha, Correio da Manh, Rio de Janei-ro, 30.07.67). Promov la edicin brasilea de una antologa de ensayos crticos cortazarianos (Valise de Cronpio, traduccin de David Arrigucci y Joo Alexandre Barbosa, Perspectiva, Sao Paulo, 1974), as como fui organizador, con Celso Lafer, de la primera antologa de Octavio Paz publicada entre nosotros (Signos en rotacin). Cortzar me convirti en personaje de su cuento Lucas, sus sonetos, de Un tal Lucas (Buenos Aires, Sudamericana, 1979). En la coleccin Signos, que dirijo, de la Editora Perspectiva, promov tambin la publicacin de Prosa do Obser-vatorio, en cuidadosa traduccin de Arrigucci (Sao Paulo, 1974). A invi-tacin de dos queridos amigos, ambos crticos y poetas, el peruano Julio Ortega y el argentino Sal Yurkivitch, me cupo la honra de escribir el liminar para la edicin crtica de Rayuela, (Ed. Archivos, Madrid/Pars, 1991; 2a ed. 1996). En 1973 y 1975 tuve ocasin de recibir a Julio en Sao Paulo e introducirlo en el crculo de mis amigos escritores. En cuan-to a Cabrera y Severo, a ambos recib en Brasil, cada cual en una distin-ta oportunidad. Sobre Tres tristes Tigres me pronunci en Ruptura dos gneros na literatura latino-americana (Perspectiva, Sao Paulo, 1977),

  • 11 ensayo publicado primero en espaol en el volumen colectivo, organiza-do por Csar Fernndez Moreno, Amrica latina en su literatura, (UNESCO/Siglo Veintiuno, Mxico, 1972); tambin me refer de manera destacada a ese libro, notablemente inventivo, en Sanscreed latinized: Joyce in Brazil and in Hispanic-America {TriQuarterly, 38/77; D. Hay-man and E. Anderson, In the Wake of the WAKE, The University of Wis-consin Press, 1978). De Severo, hice publicar por Perspectiva (Sao Paulo, 1979) La edicin brasilea de Escrito sobre un cuerpo. En ocasin de su lamentable fallecimiento, le ofrec un tributo de admiracin y amistad publicando, por el Memorial de Amrica Latina (Sao Paulo, 1955), una plaquette, bajo el ttulo Tres (re)inscripciones para Severo Sarduy. Con el crtico argentino-brasileo Jorge Schwartz inici la tra-duccin de De donde son los cantantes, ttulo con el que rebautic el libro en portugus para aclimatar mejor en mi idioma la cadencia sonora y semntica del original. Esa traduccin est hoy confiada a Josely Vian-na Baptista, poeta de gran creatividad y excelente traductora de Paradiso de Lezama Lima y de la poesa de Nstor Perlongher. En Espaa, que visit por primera vez en 1959, hice duradera amistad con el desapareci-do poeta y crtico ngel Crespo, traductor de grandes mritos de la poe-sa y la prosa brasilea, y con Pilar Gmez Bedate, su colaboradora, tambin buena conocedora de las letras de lengua portuguesa. Ms tarde establec contacto con Pere Gimferrer, por cuyo intermedio obtuve la publicacin, por la editora Seix Barral, de Barcelona, de la novela-rapso-dia Macunama (Biblioteca Breve, en 1977), en la eficaz versin de Hc-tor Olea, versin que acompa paso a paso y que despus prologu. Me relacion por vnculos de afinidad esttica y amistad personal con Julin Ros (en Palabras para Larva, Barcelona, Ediciones del Mal, 1985, figura un texto mo, Larvario barroquista) y con Andrs Snchez Robayna, cuyo libro Tinta prefaci y de quien estoy promoviendo una edicin de poemas en portugus, confiada al poeta -uno de los mejores de su generacin- y eximio traductor Nelson Ascher. Robayna tradujo admirablemente al espaol mis libros La educacin de los cinco sentidos (Barcelona, Ambit Editorial, 1990), Yuguen/Cuaderno japons (Tenerife, Syntaxis, 1993) y Finismundo: el ltimo viaje (Mlaga, Newman Poesa, 1992), as como varios de mis ensayos, publicados sobre todo en la revista Syntaxis. A Juan Goytisolo, cuya obra novelstica vengo acompa-ando con mucho inters desde Seas de identidad, Juan sin Tierra y Reivindicacin del conde don Julin, tuve la ocasin de visitarlo en Pars. Ms recientemente establec buenos vnculos de amistad con el poeta y crtico Juan Malpartida, conocedor de la tierra, de la lengua y de las letras brasileas, y con el ensayista argentino, radicado en Madrid, Blas Matamoro, a invitacin de los cuales tengo la satisfaccin de cola-borar en esta valiosa revista.

  • 12 El uruguayo Emir Rodrguez Monegal, notable crtico, profundamen-

    te versado en la literatura brasilea (en su juventud pas varios aos en Brasil), fue un querido amigo con quien, incluso, desarroll activi-dades docentes conjuntas en la Universidad de Yale, en el programa de Estudios de Posgraduados de la Pontificia Universidad Catlica de Sao Paulo (PUC/SP). Es de l -uno de sus ltimos textos- el prefacio a Transblanco.

    Son muchos los amigos que vengo haciendo en el mundo literario de lengua espaola a lo largo del tiempo. La poesa concreta brasilea fue muy divulgada en Espaa por poetas como Julio Campal, Fernando Milln, Ignacio Gmez de Liao y otros. Estudios como Presupuestos para una teorizacin de la poesa experimental en Espaa, de Juan Jos Lanz, en La llama en el laberinto Poesa y potica en la Generacin del 68, (Ed. Regional de Extremadura, Mrida, 1994), o Aparicin de la poesa experimental en Espaa, de Virginia Careaga y Carmen Cmara, (Inventario, Madrid-Barcelona, ne 1, Invierno de 1994-95), dan cuenta de esa presencia brasilea en el cuadro de la poesa experimental espaola. Entre los poetas con los cuales he establecido contacto, men-cionar desde luego a Eduardo Miln (uruguayo) y Manuel Ulacia (mexicano), que organizaron una antologa bilinge de mi poesa (Tran-sideragensITransideraciones, El tucn de Virginia, Mxico, 1987). Otros a los que referirme: Roberto Aprato, Carlos Pellegrino, Roberto Echavarren, Enrique Fierro, Ida Vtale (uruguayos); Nstor Perlongher, argentino que estuvo radicado en Brasil. Ms recientemente, en la Illa Biennale des Poetes de Valde-Marne, Francia, 1995, conoc a los argen-tinos Juan Gelman y Daniel Garca Helder (este ltimo ha publicado tra-bajos mos en el importante peridico porteo Diario de Poesa, del que es editor). En la Residencia de Estudiantes de Madrid, en el curso de una lectura internacional de poesa organizada en 1992, conoc a la argentina Olga Orozco y al chileno Gonzalo Rojas (traduje poemas de ambos en el cuerpo de mi estudio Sympotica Latino-Americana, revista Continente SullSur, Porto Alegre, Instituto Estadual do Livro, 1, 1996). Nicanor Parra (con quien me encontr en Nueva York en 1996) y Ral Zurita son otros destacados poetas chilenos con quienes establec relaciones de intercambio. En el plano de la crtica, Lisa Block de Behar, la eminente profesora, ensayista y semitica uruguaya, es una querida amiga e interlocutora desde hace varios aos (en 1991, en la ciudad de Salto, Uruguay, con la colaboracin de Carlos Pellegrino e Isidra Solari de Mur, Lisa organiz un coloquio internacional sobre mi obra de poeta, ensayista y traductor, cuyas actas sern publicadas en el presente ao). El mexicano Sergio Mondragn, director de la importante revista El Cuerno Emplumado (que ya no existe); E. Vigo y el grupo visualista argentino de la revista Diagonal Cero; el grupo Paradiso, de

  • 13 Tenerife; el singular poeta gutemalteco Humberto Ak'abal, que somete al idioma espaol al influjo de las tradicin oral K'ikche maya (prolo-gu su libro ms reciente, Lluvia de luna en la cipresalada, Guatemala, Artemis Edinter, 1996); el grupo colombiano de la revista Prometeo, organizador del notorio Festival Internacional de Poesa, Medelln, a los filsofos Ramn Xirau (cataln radicado en Mxico), tambin poeta de mrito, y Ricardo Ibarluca, joven estudioso argentino de la obra de Walter Benjamin; el ensayista cubano Desiderio Navarro (revista Crite-rio), son otros tantos nombres que no podra dejar de traer aqu, en una declaracin sobre la situacin presente, incluso aunque esta enumeracin hecha al capricho de la memoria, no sea, evidentemente, exhaustiva sino simplemente ejemplificativa.

    Concluyo diciendo que, en mi experiencia de escritor brasileo pro-fundamente interesado, desde mis aos de formacin, por la literatura de lengua espaola, lo que ms lamento es la falta de penetracin del portugus y de la literatura brasilea en los pases de habla hispnica. Ni en Madrid ni en Buenos Aires, ni en Ciudad de Mxico, por ejem-plo, hay libreras que mantengan un sector dedicado a los libros en por-tugus. En Brasil, sobre todo en Sao Paulo, pero tambin en Ro y en otras capitales, desde que inici mi carrera literaria en la dcada de los 50, el acceso a publicaciones en espaol siempre fue muy fcil, incluso en libreras no especializadas (actualmente tenemos en Sao Paulo una filial de la editora mexicana del Fondo de Cultura Econmica, la libre-ra Azteca, y la esplndida librera Letra Viva, en la cual es posible encontrar las ms recientes novedades en espaol, como si estuvisemos en Madrid o Buenos Aires). Por otro lado, la lectura de obras en espa-ol, incluso despus de la abolicin de la obligatoriedad del estudio de ese idioma en el currculo secundario, fue y contina siendo un hecho rutinario en lo que atae a profesores, escritores y estudiantes universi-tarios brasileos. Actualmente est siendo restaurada la inclusin del castellano en la enseanza de segundo grado. Son numerosos los depar-tamentos de universidades que se dedican a la lengua y literaturas his-pnicas. Entre los estudiosos que en Brasil destacan en este campo, cabe citar a: Irlemar Ciampi, Jorge Schwartz, Ral Antelo, Mara Ester Maciel, Horacio Costa, Amalio Pinheiro, Eduardo Caizal. Hay que referir adems que poetas como Huidobro {Altazor y otros poemas, tra-duccin de Antonio Risrio y Paulo Csar Souza, Sao Paulo, Art Edito-ra, 1991), Vallejo {Csar Vallejo a dedo, Trilce y otros poemas, traduc-cin de Amalio Pinheiro, Sao Paulo, Arte Pau-Brasil, 1988), Girondo (A pupila do zero I En la masmdula, Regis Bonvicino, con la colabora-cin de J. Schwartz y R. Antelo, Sao Paulo, Iluminuras, 1995) estn hoy creativamente vertidos al portugus de Brasil. Por otro lado, a invi-tacin del crtico uruguayo ngel Rama, organic, para la Biblioteca

  • 14 Ayacucho (Caracas, 1981), el volumen dedicado a la Obra escogida, prosa y poesa, de Oswald de Andrade, la figura ms dinmica y radical del movimiento de renovacin vanguardista que estall en 1922. Que algn da se pueda decir algo semejante en relacin al mundo de habla espaola, es algo que auguro para el prximo milenio, que se aproxima bajo el signo, cada vez ms incisivo, del dilogo planetario y transcultu-ral. Un dilogo que espero- no excluya sino que incluya la diferencia en la combinatoria de la pluralidad.

    Haroldo de Campos

    (Traduccin de Juan Malparada)

  • El espaol y el portugus: aspectos lxicos

    Portuguesismos, lusismos, occidentalismos: una difcil delimitacin

    La influencia lingstica que una lengua ejerce sobre otra es un hecho constatable en cualquier etapa de la historia. Siempre que ha habido con-tactos entre pueblos de distintas lenguas, una de ellas se ha considerado ms importante o influyente, debido a motivaciones diversas: porque su literatura era ms rica, porque permita la comunicacin con ms pue-blos, o porque la nacin que la empleaba era la potencia econmica, poltica o cultural del momento. Y siempre ha habido lenguas vecinas en las que las fronteras polticas y lingsticas han estado cambiando conti-nuamente. En cualquier caso, ninguna lengua se sustrae a ser influida por otras. Si a esto aadimos la cercana geogrfica y, a veces, un desti-no comn en lo poltico y en lo econmico, las posibles influencias son mucho mayores. Esto es lo que ha sucedido entre el portugus y el espa-ol. La cercana geogrfica y el haber formado parte de un mismo impe-rio han contribuido a que se produjeran interferencias en ambas len-guas. Pero hay que sealar tambin que precisamente por esa cercana -que a veces se ha sentido como un peligro- los dos pueblos han delimi-tado tajantemente sus fronteras, sobre todo en el terreno lingstico.

    Por ello hablar de prstamos portugueses en espaol, o de espaoles en portugus, tiene un carcter especial, que no existe cuando hablamos de prstamos ingleses, franceses, alemanes, etc., por ms que algunas de estas lenguas (como es el caso del ingls) haya podido dejarnos abun-dante lxico en los ltimos tiempos. Y es que los portuguesismos del espaol no se sienten como prstamos que hayamos incorporado a nues-tro lxico sino ms bien -en palabras de Gregorio Salvador- como un explicable intercambio familiar1. Adems, como nos advierte este autor, cuando se habla de portuguesismos en Espaa habra que deslindar con precisin si tal o cual trmino ha venido propiamente por influencia

    ' Gregorio Salvador, Lusismos (196111966) en Semntica y lexicologa del espaol. Estudios y lecciones, Paraninfo, Madrid, 1985, pg. 161.

  • 16 del portugus o si, por el contrario, es un simple occidentalismo, pues no debemos olvidar la similitud y las interferencias, a lo largo de la historia, entre el gallego, el leons y el portugus. Poder deslindar si el trmino en cuestin pertenece a una de estas lenguas y no a las otras requiere una labor de investigacin histrica bastante ardua, ya que hay que recu-rrir a un repaso de las manifestaciones literarias para comprobar desde qu momento se emplea en un sitio y no en otro. Este es el planteamien-to de Yakov Malkiel2.

    Aunque existen algunos estudios sobre esta cuestin, son escasos todava los que abordan la naturaleza, origen, evolucin y realidad actual de los lusismos o portuguesismos en espaol con el suficiente detalle3. El citado trabajo de Gregorio Salvador, a pesar de su reducida extensin y de la fecha original de publicacin (1966), sigue siendo an una de las visiones de conjunto ms fiables4. En l establece este lin-

    2 Vanse sus trabajos Hispanic algu(i)en and Related Formations, University of Califor-

    nia Press, Berkeley & Los Angeles, 1948; Three Spanish-Portuguese Etimologies: Pen-dencia, Primencia, Fimencia, The Romanic Review, XXXV (1944), pgs. 307-323; y A Latin-Hebrew Blend: Hispanic 'Desmazalado', Hispanic Review, XV (1947), pgs. 272-301, De la misma cuestin se ha ocupado ms recientemente Miguel Becerra Prez, Portuguesismos, occidentalismos, catalanismos, orientalismos, etc.: historia lingstica y geografa lingstica, en el tomo I de las Actas del Congreso Internacional Luso-Espaol de Lengua y Cultura en la Frontera (Cceres, 1 al 3 de diciembre de 1994), Uni-versidad de Extremadura, Cceres, 1996 (ed. de Juan M. Carrasco Gonzlez y Antonio Viudas Camarasa), pgs. 469-492. 3 Muy generales son, por ejemplo, el estudio de Manuel de Paiva Boleo, O estudio das

    relacoes mutuas do portugus e do espanho na Europa e na Amrica, e influencia destas linguas em territorios da frica e da Asia, Coimbra, 1965, o el de R. de S Nogueira, Palavras castelhanas de origem portuguesa, en Crtica etimolgica, Lisboa, 1949 (con continuacin en Boletim de Filologa (Lisboa), 9, pgs. 197-228 y 321-339). Tambin muy genrica es la informacin que aportan los clsicos manuales de Ramn Menndez Pidal (Manual de gramtica histrica espaola) y de Rafael Lapesa (Historia de la lengua espaola) sobre la cuestin. 4 Otros estudios, ms parciales, son algunas monografas histricas y dialectales, como

    los artculos de Frida Weber de Kurlat, El portugus hablado en farsas espaolas del siglo XVI, en Filologa (Buenos Aires), 13 (1968-1969), pgs. 349-359; y Occidentalis-mos y portuguesismos en el idiolecto de Diego Snchez de Badajoz, en Estudios Filol-gicos y Lingsticos. Homenaje a ngel Rosenblat en sus 70 aos, Caracas, 1974, pgs. 521-541; o los clsicos trabajos dialectales de Fritz Krger, Studien zur Lautgeschichte Westspanischer Mundarten, Hamburgo, 1914, o de Oskar Fink, Studien ber die Mundar-ten der Sierra de Gata, F. de Gruyter, Hamburgo, 1929; o los de Antonio Llrente Maldo-nado de Guevara, Estudio sobre el habla de la Ribera, Colegio Trilinge de la Universi-dad de Salamanca, 1947, y Un ramillete de voces riberanas. Contribucin al inventario del lxico salmantino, en Philologica Hispaniensia, Homenaje a Manuel Alvar, Gredas, Madrid, 1983, t. 1, pgs. 399-417; as como algunos otros sobre Andaluca y Canarias que se citarn ms adelante. Ms recientemente podran citarse otros ejemplos similares, como el trabajo de Eduardo Barajas Salas, Portuguesismos en La picara Justina, en I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Espaola, Arco Libros, Madrid, 1988, t. I, pgs. 683-707; o el de Adelino Alvarez Rodrguez, -era frente a eiro en el Alto Val-duero, en I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Espaola, Arco Libros, Madrid, 1988, t. 11, pgs. 1441-1447.

  • 17 gista una distincin entre los diversos tipos de lusismos, diferenciando entre los que obligatoriamente provienen de Portugal porque hacen refe-rencia a objetos, costumbres o sentimientos caractersticos del pas de origen de aquellos otros sobre los que puedan caber dudas sobre el ori-gen. Entre los primeros estn trminos como reis 'entidad monetaria', fado 'cancin nacional portuguesa', saudade 'soledad, melancola', ain-damis modo de narrar hiperblico que se estima tpicamente portu-gus, echar (de) menos, adaptacin del port. achar menos, que acab sustituyendo por completo al ant. hallar menos, usado todava por Cer-vantes, etc5. Tampoco ofrecen mayores problemas de clasificacin los trminos de origen portugus relacionados con la mar, que es un grupo numeroso y muy interesante, fruto de la larga trayectoria marinera del pueblo portugus. Gregorio Salvador nos da los siguientes vocablos: pleamar, estela, monzn, chubasco, gara, angra, callao, abrollo, laja, carabela, chumacera, baliza, tanque, poner o estar a la corda, virar, espiar, vigiar y viga (por prstamo brasileo ha llegado a Argentina vichar 'atisbar, espiar', que tiene incluso un derivado: vichadero 'obser-vatorio').

    Muchos trminos gallego-portugueses llegaron a Castilla desde la costa occidental. Son, por ejemplo, nombres de los animales marinos: almeja, mejilln y ostra. Pero tambin tienen procedencia portuguesa otros, como perca, chopa, cachalote (derivado de cachola 'cabezota'), pejemu-ller y probablemente sollo; asimismo cardumen, traa, trasmallo y curricn.

    Mas la lengua portuguesa ha sido asimismo transmisora de orientalis-mos pues, por ser un pueblo de navegantes, los portugueses no slo lle-vaban sus trminos a otros lugares6, sino que tambin los tomaban de los territorios que visitaban. As se introdujeron en espaol charol (del chino), bonzo y biombo (del japons), y otros vocablos procedentes de lenguas indias y malayas, como catre, carambola, bamb, betel, rota, cato, copra, (p)angeln, cacata, abada, naire, cornaca, mandarn, palanqun, sinabaja, pagoda, juegos malabares, etc.

    No obstante, hay otros muchos de los que es difcil conocer su verda-dero origen, pues, como seala Salvador, aunque las fronteras entre Espaa y Portugal han existido en teora, en la prctica no era as. Los portugueses, pueblo comerciante, han mantenido siempre relaciones fluidas con Galicia. Y por esa va del comercio han entrado en espaol trminos quiz ms gallegos que portugueses. No es muy claro, por ejemplo, que vocablos aparentemente portugueses lo sean en realidad,

    5 Gregorio Salvador, Lusismos, pg. 163.

    6 Advirtase que la expresin de gratitud de los japoneses [arigato] es una deforma-

    cin del muito obligado portugus.

  • 18 pues es posible que su origen sea gallego, mozrabe, indio incluso, castellano, rabe, etc., que han conocido diversos avatares en su evolu-cin, como bandeja, coco, bcaros, macho 'mulo', cambalachar, cam-balache, trapaza, trapacero, recova, recovero, etc7. En los nombres de las prendas de vestir hay vocablos ms claramente provenientes del portugus como corpino, basquina, traje, brinco, brinquio, brincar, etc. Adems, en algunas pocas histricas en que Espaa estuvo unida a Portugal, esa unidad poltica influy en poner de moda lo portugus en la corte castellana, de manera que se introdujeron palabras comunes hoy en el espaol estndar, como sarao, mequetrefe, vaivn, mermela-da y caramelo.

    Gregorio Salvador nos advierte, sin embargo, que las similitudes fon-ticas pueden inducir a engao a la hora de establecer portuguesismos. En ocasiones se clasifican como tales ciertos elementos que no lo son, pues no hay que olvidar que la evolucin fontica similar se registra tambin por influencia de algn dialecto mozrabe u occidental e incluso en el propio castellano. Por ejemplo: no toda palabra que empiece por ch (pro-veniente de los grupos latinos el- , pl-, fl-) es un portuguesismo. Falsos portuguesismos son: chapa, chato, chopo o choza. Tambin la termina-cin -io ha ocasionado que se consideren portuguesismos vocablos que no lo son; por ejemplo: campia, pestio, rapia, socalia, etc., aunque es cierto que este sufijo es comn al portugus y se encuentra en muchos de estos trminos como arrebatia, basquina, corpino, brinquio, traa, etc.

    Otros lusismos del espaol comn, que estudia con cierto detalle Sal-vador, son: bicho, sarpullido, despejar, desvado, barullo, chirigota, tes-taferro, carcunda, cobra, laya, etc. Todos ellos pertenecen al espaol estndar, por lo que son de mbito general y se hallan recogidos en los diccionarios usuales de nuestra lengua. Pero hay un numeroso grupo de portuguesismos que podran considerarse como dialectales.

    En efecto, la convivencia de las dos lenguas en la Pennsula Ibrica a lo largo de la historia ha dado lugar lgicamente a casos curiosos e inte-resantes de contacto de lenguas y a la constitucin de comunidades bilin-ges en las zonas fronterizas. Los principales focos de estos contactos son, en la Pennsula, las fronteras de Castilla-Len, Extremadura y Andaluca occidental con Portugal, y, fuera de ella, las Islas Canarias (donde se produjeron importantes asentamientos portugueses en la Edad Moderna), as como el continente americano, donde la influencia tanto del portugus de Brasil, como del espaol de los pases vecinos, puede percibirse en las dos lenguas.

    7 Vanse los interesantes comentarios de Gregorio Salvador en el artculo citado, pgs.

    171-172.

  • 19 Portugus y espaol en la Pennsula: contactos fronterizos

    Son dos principalmente los ncleos poblacionales que se hallan en territorio portugus y que reciben importante influencia espaola (aunque no se trata siempre de la lengua espaola, sino a veces de antiguos dia-lectos hispnicos, como el leons). El primero de ellos se encuentra en la provincia de Trs-os-Montes, en el nordeste de Portugal, entre el ro Duero y las provincias espaolas de Orense y Zamora. En esa zona se hablan, desde hace siglos (y an se conservan), diversos dialectos proce-dentes del antiguo leons, el principal de los cuales se conoce como mirands, que es hablado en la actualidad por unas 15.000 personas, hablantes que son, en su mayora, trilinges. En efecto, adems del mirands, que es el vehculo de expresin familiar y de la vida cotidiana, emplean el portugus para relacionarse con las instituciones o con perso-nas ajenas a sus localidades, as como el espaol en sus frecuentes con-tactos con los vecinos espaoles8.

    El otro foco importante de contacto entre las dos lenguas en territorio portugus est ms al sur, en el Baixo Alemtejo, Se trata de la localidad portuguesa de Barrancos, muy cerca de la frontera espaola al norte de la provincia de Huelva y al sur de la de Badajoz. Hay documentacin que atestigua la preponderancia espaola en este pueblo portugus desde el siglo XVI al menos, e incluso a finales del siglo XIX, como recoge Manuel Alvar, mdico, maestro, veterinario y tenderos eran exclusiva-mente espaoles, y espaoles haba como barberos, zapateros, carpinte-ros y negociantes9. Ello significa que, aunque se habla portugus en esta zona, la influencia espaola es muy notoria, especialmente de las hablas meridionales y occidentales espaolas (extremeo y andaluz). Alvar ha registrado, por ejemplo, trminos como abanica 'dar aire' o 'echarse aire', chamarreta 'chaqueta', aoju 'becerro', barquinacu 'porrazo', bixrnu 'bochorno', camilha, cucaracha, andancio 'epidemia', avo 'preparativos para la matanza', chispa 'borrachera ligera', etc.

    De modo anlogo, otras zonas fronterizas nos presentan el fenmeno inverso, es decir, la interferencia del portugus en la lengua espaola. En la provincia de Salamanca destaca el enclave de habla portuguesa en el pueblo de La Alamedilla. Pero es en Extremadura especialmente donde hay que destacar varios ncleos. E caso ms relevante es el del habla de la comarca y la ciudad pacense de Olivenza, espaola en unas pocas

    * Vase el documentado estudio de este peculiar dialecto hecho por Clarinda de Azeve-do Mata, Mirands, en Manuel Alvar (director), Manual de dialectologa hispnica. El espaol de Espaa, Ariel, Barcelona, 1996, pgs. 159-170. 9 Manuel Alvar, Barranqueo, en Manuel Alvar (director), Manual de dialectologa

    hispnica. El espaol de Espaa, Ariel, Barcelona, 1996, pgs. 259-262.

  • 20 histricas y portuguesa en otras, caracterizada por la fuerte presencia del portugus, y por el mismo hecho del bilingismo10. La otra zona est en la provincia de Cceres, donde pueden distinguirse dos ncleos: uno es el de la comarca del Trevejo, en el noroeste de la provincia. Se trata de varios pueblos fronterizos con Portugal en la Sierra de Jlama, como San Martn de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, cuyas hablas han sido caracterizadas por algunos estudiosos como dialectos del portugus o gallego, con presencia de leonesismos11. Otro pequeo ncleo en Cceres est ms al sur: es el de los pueblos de Cedillo y Herrera de Alcntara, a orillas del Tajo12. Naturalmente la influencia del portugus no se reduce a estos enclaves de habla portuguesa en estas provincias espaolas, sino

    10 Vase Mara de Ftima Rezende F. Matas, Bilingismo e nveis sociolingusticos

    numa regio luso-espanhola (Concelhos de Alandroal, Campo Maior, Elvas e Olivenca), Separata de los vols. XVIII y XIX de la Revista Portuguesa de Filologia, Coimbra, 1984, as como la tesis doctoral de Manuel Martnez Martnez, El enclave de Olivenza, su his-toria y su habla, extracto publicado por la Universidad de Granada, 1974, y su artculo Historia y toponimia de Olivenza, en Revista de Estudios Extremeos, XXXIX (1983), pgs. 81-93, Vase tambin el artculo de Mara Luisa Garca Jimnez, El 'castellanis-mo' en portugus, en las Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Espaola, Arco Libros, Madrid, 1992, t. I, pgs. 1031-1041. " Vase Federico de Ons, Notas sobre el dialecto de San Martn de Trevejo, en Todd Memorial Volumes, Philological Studies, / / (1930) Nueva York, pgs. 63-70; Jos Leite de Vasconcellos, Portugus dialectal de Xalma (Espanha), en Revista Lusitana, XXXI (1933), pgs. 164 y ss.; Clorinda de Azevedo Maia, A penetrago da lingua nacional de Portugal e de Espanha nos jalares fronteiriqos do Sabugal e da regio de Xalma e Ala-medula, en Coloquio, Lisboa, 2, III (1970) (separata, 13 pgs.), y Os falares frontei-190S do concelho do Sabugal e da vizinha regio de Xalma e Alamedilla, Suplemento IV de la Revista Portuguesa de Filologia, Coimbra, 1977. Sin embargo, A. Viudas Camarasa (Un habla de transicin: el dialecto de San Martn de Trevejo, en Lletres Asturianes, 4 (1982), pgs. 55-71) prefiere ver esta habla como un dialecto de transicin entre las hablas gallego-portuguesas y el asturleons occidental. Otros trabajos ms recientes sobre la cuestin se han publicado en el tomo I de las Actas del Congreso Internacional Luso-Espaol de Lengua y Cultura en la Frontera (Cceres, 1 al 3 de diciembre de 1994), Universidad de Extremadura, Cceres, 1996 (ed. de Juan M. Carrasco Gonzlez y Antonio Viudas Camarasa): los de Jos Enrique Gargallo Gil, La 'Fala de Xlima' entre los ms jvenes: un par de sondeos escolares (de 1991 y 1992), pgs. 333-356; de Xos Henrique Costas Gonzlez, O galego de Extremadura: as falas do Val do Ro Ellas, pgs. 357-376; y de Jos Luis Martn Galindo, El fenmeno lingstico y cultu-ral del Valle de Jlama, pgs. 377-406. 12

    Vase Maria da Conceico Vilhena, Herrera de Alcntara: um falar em vias de extingo, en las Actas del Congreso Internacional Luso-Espaol de Lengua y Cultura en la Frontera (Cceres, 1 al 3 de diciembre de 1994), Universidad de Extremadura, Cce-res, 1996 (ed. de Juan M. Carrasco Gonzlez y Antonio Viudas Camarasa), pgs. 309-331. Muy recientemente, Juan M. Carrasco Gonzlez ha estudiado tambin otros dos pueblos fronterizos, Valencia de Alcntara y La Codosera, donde hay bilingismo: vase su trabajo Los asentamientos alentejanos en la frontera extremea en el siglo XX: per-vivencia y desarrollo de las hablas portuguesas en Extremadura, en Encuentro Rela-ciones Alentejo-Extremadura en el siglo XX, nmero monogrfico extraordinario de O Pelourinho, Ayuntamiento de Badajoz, 1996, pgs. 73-91, en el que se abordan tambin los otros enclaves de habla portuguesa mencionados (Olivenza, las hablas del Valle de Jlama y Herrera de Alcntara).

  • 21 que se extiende al espaol de estas regiones occidentales, de modo que en Zamora y Salamanca, por ejemplo, se oyen vocablos lusos como rodo 'faldn de la camisa'; esmola 'trozo de pan que se da de merienda a los obreros del campo'; cheirar 'heder'; o faria 'restos de la molienda que quedan adheridos a las piedras'. En Extremadura, por otro lado, se regis-tran comnmente palabras como juera 'harnero'; aguiero 'rollo de made-ra destinado a la construccin'; buraco 'agujero'; fechar 'ferrar''; fecha-dura 'cerradura', etc.

    No podemos olvidar tampoco, finalmente, los portuguesismos en las hablas andaluzas occidentales, especialmente en Huelva, que ha estudia-do Manuel Alvar en su trabajo Portuguesismos en andaluz13. Este investigador ha documentado en esta provincia, pero tambin, en algunos casos, en Cdiz y Sevilla, adems de portuguesismos de uso general en espaol (como chaveta) o que se encuentran tambin en otras zonas dia-lectales hispnicas (como canga, cancil, fechar, sacho, etc.), los siguien-tes, que considera propios del andaluz y muy usados en la zona: abaa-dor 'soplillo'; abanar 'soplar'; alpende 'cobertizo', 'establo de vacas'; apaar 'recoger aceitunas (normalmente las que han cado al suelo)'; bolindro 'juego de las bolas'; cacho o gacho 'gajos de la nuez' o 'gajos de la naranja'; coruja 'lechuza'; cotova, 'cogujada'; esterquera 'esterco-lero'; gaafote 'saltamontes'; pardal 'gorrin'; popa 'abubilla'; ptala 'piedras sujetas por una cuerda y empleadas para fondear'; rabiza 'timn del arado'; racha 'astilla'; rachar 'hender', o 'hacer lea'; tojo 'aulaga', etctera. Hay otros muchos, de carcter ms ocasional, que no merece la pena reproducir aqu. Lo que destaca de esta investigacin es que la mayora de los portuguesismos registrados en esta zona andaluza corres-ponde al lxico ms usual, como el relativo al cuerpo humano, las enfer-medades y los utensilios domsticos, as como a la agricultura, los vege-tales, la ganadera, los animales y el mar.

    Portugus y espaol en las Islas Canarias

    Las Islas Canarias han mantenido durante siglos estrechas relaciones con los portugueses. De hecho, incluso antes de la conquista castellana de las islas, los portugueses haban visitado y se haban establecido ya en alguna de ellas: la primera expedicin portuguesa a Canarias es, por

    J Manuel Alvar, Portuguesismos en andaluz, en Estudios de geografa lingstica,

    Paraninfo, Madrid, 1991, pgs. 246-260. Este trabajo se public originalmente en 1963 en el volumen Weltoffene Romanistik. Festschrift Alwin Kuhn, Innsbruck, pgs. 309-324. Ms reciente es el artculo de Ana I. Navarro Carrasco, Occidentalismos en anda-luz, Espaol actual, 43 (198S), pgs. 69-88.

  • 22 ejemplo, de 1341; y hacia el ao 1448 el portugus Anto Goncalves se establece en la isla de Lanzarote, siguiendo instrucciones del Infante Don Enrique, que aspiraba entonces a conquistar Gran Canaria y La Gomera. Despus de la conquista castellana, sin embargo, no cesa la influencia portuguesa, pues las relaciones con la isla de Madeira fueron frecuentes, y de ah se llev a Canarias el cultivo de la caa de azcar; con l fue naturalmente todo un rico caudal lxico, que ms tarde se exportara tambin a Amrica. Las Canarias, dada su cercana con la costa africana, eran tambin muy atractivas para los portugueses, pues facilitaban el comercio de esclavos negros. Por todo ello, el asentamien-to de portugueses en Canarias fue muy amplio geogrficamente y nume-roso14. Hubo islas, como La Palma o el norte de Tenerife, donde la influencia de los portugueses fue muy poderosa desde principios del siglo XVI al menos. Hay constancia documental, por ejemplo, de que todava en la primera mitad del siglo XVI el Libro primero de Visitas de la localidad de Buenavista del Norte (Tenerife) estaba escrito en portu-gus, as como, hasta principios del siglo XVII, el registro de la iglesia de Garafa, en la isla de La Palma. Todo esto indica, naturalmente, que las comunidades de habla portuguesa eran muy importantes en estas dos islas occidentales15; pero tambin lo fueron en la isla oriental de Lanza-rote, por ejemplo, como revelan los trabajos de Manuel Torres Stinga16.

    14 El principal estudioso de las relaciones entre portugueses y canarios, autor de nume-

    rossimos trabajos sobre historia, cultura, folclore, arte y lingstica relativos a esta cuestin fue Jos Prez Vidal. Su obra ms importante, que rene buena parte de otras publicaciones anteriores, es el libro Los portugueses en Canarias. Portuguesismos, Edi-ciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1991. 15

    Vase Dolores Corbella Daz, La influencia del portugus, pgs. 115-122 de su tra-bajo Fuentes del vocabulario canario: los prstamos lxicos, en Javier Medina Lpez y Dolores Corbella Daz (eds.), El espaol de Canarias hoy: anlisis y perspectivas, Ver-vuert & Iberoamericana, Frankfurt am Main y Madrid, 1996, pgs. 105-141. Dice esta autora que casi un 33% del lxico portugus en Canarias se registra exclusivamente en estas dos islas occidentales. Vanse tambin otros dos trabajos de esta autora, ambos en colaboracin con Javier Medina Lpez: Lusismos en los Diccionarios acadmicos: el caso de los dialectalismos canarios de origen portugus, y El contacto del portugus y el espaol de Canarias: estado de la cuestin, en el tomo I de las Actas del Congreso Internacional Luso-Espaol de Lengua y Cultura en la Frontera (Cceres, 1 al 3 de diciembre de 1994), Universidad de Extremadura, Cceres, 1996 (ed. de Juan M. Carrasco Gonzlez y Antonio Viudas Camarasa), pgs. 493-507 y 509-518 respectiva-mente. En el mismo lugar vase asimismo Ms Teresa Herrera del Castillo, Algunos datos sobre la interrelacin lxica entre el portugus y el espaol en las Islas Canarias, pgs. 519-528. 16

    Vanse los artculos de Manuel Torres Stinga, Influencia portuguesa en el habla de Lanzarote, Revista de Filologa de la Universidad de La Laguna, 0 (1981), pgs. 103-110, y Otros portuguesismos lxicos en el espaol de Lanzarote, en Strenae Emmanve-lae Marrero Oblatae, Universidad de La Laguna, 1993, pgs. 685-695, as como el cap-tulo titulado Influencia portuguesa en el espaol de Lanzarote en su libro El espaol hablado en Lanzarote, Rubicn, Cabildo Insular de Lanzarote, 1995, pgs. 207-232.

  • 23 A pesar de que el establecimiento portugus, con Anto Goncalves a la cabeza, no se prolong ms all de finales del ao 1449, y de que fraca-saron diversos intentos en aos sucesivos de recuperar la isla por parte de los portugueses, que finalmente, por el Tratado de Alccovas (1479), renunciaron a dominar las Canarias, las relaciones comerciales no dismi-nuyeron hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Aunque no tan intensos como en Tenerife y La Palma, los contactos portugueses en los siglos XVI y XVII con Lanzarote fueron importantes, especialmente por la dependencia de Azores y Madeira del trigo procedente de esa isla cana-ria. Y, aunque de menor enjundia, la presencia portuguesa se dej sentir tambin en otras islas, como Fuerteventura y La Gomera17.

    Las huellas que quedaron en la cultura, el folclore y el espaol hablado en Canarias como consecuencia de estos asentamientos y de las relacio-nes comerciales entre Portugal y las Islas, son mltiples y muy variadas. Abarcan manifestaciones tan distintas como la arquitectura, la antroponi-mia (son relativamente frecuentes apellidos como Almeida, Dorta, Cara-bailo, Avero, Fontes), la toponimia (Porto Nao, La Bocaina, Los Cabo-eos), las artes y los aparejos de pesca, la forma de arar la tierra, las partes del arado, las costumbres, etc. En el lxico, que es el aspecto que ms nos interesa ahora, la presencia portuguesa en Canarias es -podra decirse- abrumadora; como ha calculado Dolores Corbella18, de los tr-minos recogidos en la ltima edicin del Diccionario de la Real Acade-mia como canarismos una cuarta parte tiene su timo inmediato en portugus: palabras como alhorra, amularse, anjova, arrife, barbusano, callao, cambar, casal, faoso, follado, gago, gaguear, serventa, trame-la, taranta, terrera, trillo, vieja 'pez', etc19.

    Aunque no siempre es fcil, como se deca ms arriba, determinar si un trmino espaol es de procedencia lusa o gallega, o incluso leonesa, de modo que muchos lingistas prefieren acogerse al vocablo occiden-talismo, muchos de esos occidentalismos que se registran en el espaol de Canarias es muy probable que procedan del portugus, dadas las

    17 Vanse los trabajos de Marcial Morera, Portuguesismos en el vocabulario de Fuer-

    teventura, en su libro La formacin del vocabulario canario, Centro de Cultura Popular Canaria, La Laguna, 1993, pgs. 161-183, y Espaol y portugus en Canarias. Proble-mas interlingsticos, Cabildo Insular de Fuerteventura, Puerto del Rosario, 1994; as como el artculo de Antonio Lorenzo Ramos, Nuevos datos sobre el espaol hablado en Canarias, en Strenae Emmanvelae Oblatae, Universidad de La Laguna, 1993, pgs. 613-625. w Vase Dolores Corbella Daz, Fuentes del vocabulario canario..., art. cit., pg. 117.

    19 Para nuevas vas de investigacin que permitan precisar el origen de los trminos

    estudiados, vase Dolores Corbella Daz, Estudio de los portuguesismos en el espa-ol de Canarias: cuestiones pendientes en Revista de Filologa Romnica, 11-12, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, 1994-95, pgs. 237-249.

  • 24 conexiones histricas y comerciales mencionadas antes20. Muchos de estos trminos, igual que ocurre con los portuguesismos en andaluz occi-dental, abundan en el lxico ms usual: el de las plantas, la vida agrco-la, la vida marinera, el cuerpo humano, el mbito domstico, la climato-loga, etc. Recogemos algunos ejemplos representativos de estos campos lxicos, indicando la correspondiente forma portuguesa, tomada del dic-cionario de C. de Figueiredo21:

    Vegetales: acebio (port. azevinho); ademo (port. adem); balango (port. bataneo)', espinera (port. espirradeira); faya (port. faia); follado (port. folhado); gilbarbera (port. gilbardeira o gilbarbeira); molaria (port. molarinh); vitigo (port. vinhtico), etc.

    -Vida agrcola: andoria 'golondrina' (port. andorinh); borboleta 'mariposa' (port. borboleta); escada 'gajo, generalmente de uvas' (port. escdea); esteo 'puntal que sirve para alzar o sostener cualquier cosa, especialmente parras, racimos de pltanos y tomateras' (port. estelo); gomo 'gajo de la naranja; brote, yema, cogollo* (port. gomo); grelo 'tallo que producen las semillas cuando empiezan a germinar en la tierra una vez sembradas, o en un recinto donde hay humedad' (port. grelo); moli 'manojo de mies' (port. molho); murgao 'ratn pequeo' (port. murgan-ho); rolo 'trozo cilindrico de madera, carne u otras substancias' (port. rolo); roncollo 'animal que tiene un solo testculo' (port. roncolho); sorribar 'roturar el terreno' (port. surribar), etc.

    -Vida marinera: cabozo 'pequeo pez de color oscuro y cabeza gran-de' (port. caboz); cardume 'banco de peces' (port. cardume); daca

    20 Para un estudio detallado del lxico canario que se registra en el ALElCan, vanse

    los trabajos de Antonio Llrente Maldonado de Guevara, Comentarios de algunos aspectos del lxico del tomo II del ALEICan, en las Actas del I Simposio Internacio-nal de Lengua Espaola (1978), Excmo, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1981, pgs. 193-224, y El lxico del Tomo I del Atlas lingstico y etnogrfico de las Islas Canarias, Anuario de Estudios Filolgicos, Anejo ne 7, Universidad de Extrema-dura, Cceres, 1987. Una sntesis de este libro apareci publicada bajo el ttulo Comentario de algunos aspectos del lxico del Tomo I del ALEICan en las Actas del II Simposio Internacional de Lengua Espaola (1981), Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1984, pgs. 283-330. En este libro se establece la distincin en el lxico recogido entre portuguesismos, adaptaciones o traducciones del portugus, occi-dentalismos y leonesismos. En bastantes casos, se fija por primera vez la filiacin de estas palabras, ya que al no haber sido recogidas o documentadas antes no haban sido estudiadas. 21

    Informacin detallada de estos vocablos puede hallarse en el apartado Occidentalis-mos lxicos del libro de Manuel Almeida y Carmen Daz Alayn, El espaol de Cana-rias, Santa Cruz de Tenerife, 1988, pgs. 145-155. Las obras de consulta sobre lxico canario ms recomendables, que contienen informacin contrastada y exhaustiva sobre el origen, significado y usos de los vocablos propios de esta modalidad del espaol, son el Tesoro lexicogrfico del espaol de Canarias de Cristbal Corrales Zumbado, Dolores Corbella Daz y Mq ngeles Alvarez Martnez, Real Academia Espaola y Gobierno de Canarias, 1996 (2S ed. corregida y aumentada), 3 vols., y de los mismos autores: Diccio-nario diferencial del espaol de Canarias, Arco Libros, Madrid, 1996.

  • 25 'clase de molusco' (port. craca); chumbo 'pedazos de plomo usados en las redes' (port. chumbo); engodo 'cebo que se arroja al agua para atraer a los peces' (port. engodo); iscar 'colocar carnada en el anzuelo' (port. iscar); lia 'cordel utilizado para pescar y, por extensin, cualquier cuer-da delgada' (port. linha); maresa 'humedad del mar' (port. maresia); margullir 'bucear' (port. mergulhar); mioca 'lombriz usada como car-nada para pescar' (port. minhoc), etc.

    Cuerpo humano: bamballo 'persona de cuerpo grande, desgarbada y de costumbres indolentes' (port. bambalho); baa 'grasa del vientre' (port. banha); cangallo 'flaco' (port. cangalho); caota 'la mano izquier-da' (port. canhota); caoto 'zurdo' (port. canhoto); engajado 'atraganta-do, con la garganta obstruida' (port. engasgar); enjillado 'flaco, muy delgado y de aspecto poco saludable' (port. engelhar); escarrancharse 'abrir mucho las piernas' (port. escanchar); faoso 'gangoso, que habla con resonancia nasal' (port. fanhoso); jeito 'torcedura, articulacin inade-cuada y dolorosa' (port. jeito); totizo 'nuca, cabeza, entendimiento' (port. toutiqo), etc.

    -mbito domstico: abaador 'instrumento para avivar el fuego del brasero' (port. abaador); borrallo 'rescoldo' (port. borralho); buraco 'agujero' (port. buraco); caruncho 'carcoma' (port. caruncho); conduto 'alimento que sirve de acompaamiento al pan y las papas' (port. condu-to); emborcar 'volcar' (port. emborcar); entullo 'escombro de piedras y tierra utilizado para rellenar huecos en el terreno' (port. entulho); fecho 'pestillo' (port. fecho); lambuciarse 'pringarse, babosearse' (port. lambu-zar); locero 'escurreplatos y, por extensin, mueble donde se guarda la loza de uso diario' (port. louceiro y loiceiro); magua 'desconsuelo' (port. mgoa); murcho 'marchito, mustio' (port. murcho); perlujo 'impertinen-te, molesto, sobre todo refirindose a los nios pequeos y a los ancia-nos' (port. perluxo), etc.

    -Climatologa: chumbo 'llovizna persistente y con niebla' (port. chumbar y enchumbar); chuvisco 'lluvia menuda' (port. chuvisco); gara, garuja 'lluvia menuda' y garugn 'nubarrn que amenaza lluvia' (port. caruja, car uj eir, carujar, caruje, carujeiro y carujo); mero jera 'lluvia menuda' (port. meruja, merujar y merujinh); molaria 'lluvia dbil' (port. molhar); salsero 'lluvia menuda' (port. salseiro y salseirada), etc.

    Pero, adems de estos campos lxicos, los prstamos portugueses al espaol de Canarias se extienden a numerosas locuciones, expresiones y frases hechas (a rente, picar el ojo, darle a la tramela, estar como acabante, salado como la pilla); a sufijos de gran capacidad productiva, como -ento que crea adjetivos a los que aade el significado de 'exce-so', 'abundancia' (borrallento, caspento, aguachento, pachorriento ...), como -ero, que forma sustantivos (naranjero, manzanero, melonero,

  • 26 etc.)22 y, aunque de menor presencia, como -io\ y, en fin, a determina-dos giros sintcticos (como pegar a + infinitivo, con el valor de 'empe-zar a hacer algo').

    Portugus y espaol en Amrica

    A pesar de la lejana fsica entre Amrica y Portugal se encuentran en el espaol americano numerosos portuguesismos. Los lingistas nos muestran diversas vas por las que, supuestamente, se ha introducido este lxico. Pero resulta difcil establecer en muchos de los casos cul ha sido verdaderamente el camino concreto que ha seguido tal o cual trmino para instalarse en el uso comn hispanoamericano. Es un hecho eviden-te, sin embargo, el contacto de estas dos lenguas ya que no slo existe un amplio nmero de trminos portugueses, sino que tambin hay en el espaol de Amrica usos gramaticales propios del portugus23.

    Estas posibles vas, nos dice Salvador, son: a) Por influencia directa de Brasil, que es lo que sucede en zonas de

    Argentina y Paraguay. b) Por influencia de los propios marineros portugueses. c) Por la emigracin gallega24. A estas tres posibilidades hay que aadir dos ms que se han conside-

    rado vas indirectas, pero que indudablemente han podido influir en el uso de los portuguesismos25. stas son:

    d) Por la emigracin canaria que ha habido siempre a Hispanoamrica. e) Por influencia del criollo portugus que hablaban los esclavos

    negros llevados a Amrica. Con respecto a la primera va estn trminos como fariera 'cuchillo',

    gavin 'amante', matungo 'rocn', maturrango 'que no sabe montar a caballo', reparticin 'negociado, seccin de un Ministerio', safado 'des-vergonzado', etc. citados por Amrico Castro26.

    22 Vase sobre la gran capacidad de este sufijo (y de algn otro) el trabajo de Javier

    Medina Lpez, Derivacin dialectal canaria: el sufijo -ero/a, en Estudios lingsticos hispnicos, Tokio, 9 (1994), pgs. 47-68. 23

    Se trata de usos en los cuantificadores como ms nada o ms nadie, el empleo del adjetivo frente al participio fqued lleno en vez de se ha llenado), el uso del pretrito indefinido frente al pretrito perfecto, etc., que pueden catalogarse de un modo amplio como occidentalismos. 24

    Gregorio Salvador, art. cit., pg. 179. 25

    Germn de Granda, Contactos sociohistricos y prstamos lxicos. Lusismos en el espaol del Paraguay, Lingstica espaola actual, 2 (1980), pgs. 347-373. Este lin-gista muestra cmo el asentamiento portugus, al menos por lo que respecta al Para-guay, fue grande, a pesar de estar prohibido por la Corona. 26

    Amrico Castro, La peculiaridad lingstica rioplatense y su sentido histrico, Buenos Aires, 1941 (2q edicin, Madrid, 1961, pgs. 120-123).

  • 27 En cuanto a la segunda posibilidad, esto es, la influencia de marineros

    portugueses, hay que sealar que, ciertamente, los lusismos marineros son muy abundantes. Ello induce a pensar que los asentamientos debie-ron de ser bastante numerosos, como indica Germn de Granda27 para el Paraguay, pero estos asentamientos no corresponden slo a los marine-ros, sino a portugueses en general que tambin fueron a buscar fortuna a Amrica.

    La tercera posibilidad contempla la emigracin gallega al continente americano. Aunque en el estudio de Peter Boyd Bowman28 se demuestra que ni gallegos ni canarios o extremeos llegaron en nmero considera-ble entre los primeros colonizadores de Amrica, s ha debido influir de alguna manera la emigracin posterior de gallegos, pues -como es bien sabido- el gentilicio para el espaol que se aplica en la mayor parte de los pases americanos es gallego, sea cual fuere su origen.

    La influencia del espaol canario es, quiz, una de las vas que ha reci-bido mayor atencin, aunque no hay unanimidad entre los lingistas29. Para unos la influencia canaria fue decisiva, mientras que para otros la emigracin canaria no fue tan numerosa como para influir en los hbitos lingsticos de las comunidades a las que llegaban. Trminos que han podido entrar por esta va son, entre otros, abombar 'corromperse el agua', cambulln 'trueque, contrabando', desconchabar 'dislocar, desco-yuntar los huesos o las articulaciones', enchumbar 'empapar de agua', faoso 'que habla con resonancia nasal, gangoso', fornalla 'fogn en la casa de calderas de un ingenio de azcar, fuego fuerte', gago 'tartamu-do', lambear 'lamer', machorra 'mujer hombruna', nuevo 'joven, aplica-do a persona', rapadura 'tipo de confitura de gusto popular, poco elabo-rada, y generalmente de elaboracin casera', etc.

    Slo hay una zona en la que puede declararse con certeza que los portu-guesismos provienen del espaol de Canarias. Se trata de una parte de la Luisiana (Estados Unidos) donde an se habla un espaol isleo, pues determinadas aldeas se construyeron por iniciativa de canarios que emi-

    27 Germn de Granda, Sociedad, Historia y Lengua en el Paraguay, Instituto Caro y

    Cuervo, Bogot, 1988. 2H

    Peter Boyd Bowman, ndice geobiogrfico de 40.000 pobladores espaoles de Amri-ca en el siglo XVI, Tomo II: 1520-1539, Academia Mexicana de Genealoga y Herldi-ca, Editorial Jus, Mxico, 1968. 29

    Vanse, entre otros, Jos Prez Vidal, Aportacin de Canarias a la poblacin de Amrica. Su influencia en la lengua y en la poesa tradicional en Anuario de Estudios Atlnticos, 1, 1955, pgs. 91-197 (publicado tambin como libro por el Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1991); Manuel lvarez Nazario, La herencia lingstica de Canarias en Puerto Rico. Estudio histrico-dialectal, Instituto de Cultura Puertorri-quea, San Juan de Puerto Rico, 1972; y Dolores Corbella, Coincidencias lxicas entre el espaol de Canarias y el espaol de Amrica: los portuguesismos en Actas del IV Congreso Internacional de 'El espaol de Amrica', Pontificia Universidad Catlica de Chile, Santiago de Chile, 1995, pgs. 507-514.

  • 28 graron all en el siglo XVIII30. Esos trminos son ajeita(d)o 'amafiado', andoria 'golondrina', bichento 'lleno de bichos', cambar 'torcer, doblar', /echadura 'cerrojo', ferrugiento 'oxidado, herrumbriento', fonil 'embudo', lia 'cuerda', peta 'joroba', rente 'a ras', tontura 'vrtigo', etc.

    Germn de Granda31 aade a las anteriormente citadas la quinta y lti-ma va. Para este lingista el criollo-portugus que hablaban los esclavos negros pudo ser decisivo en la introduccin de portuguesismos en el uso hispanoamericano. Algunos de los trminos que cita en sus trabajos son bien conocidos en otros mbitos hispnicos, como abanarse 'alabarse'; barcolongo 'tipo de embarcacin'; bosta 'estircol de ganado'; empatar 'unir dos cabos de cuerda'; friolento 'persona suceptible al fro'; muca-ma 'criada'; gara 'lluvia menuda'; pombero 'personaje mtico en el Paraguay'32; revirarse 'cambiar de parecer, insubordinarse'; temar 'cavi-lar, tener a alguien entre ojos'; etc.

    En suma, la existencia de portuguesismos en el espaol de Amrica es fcilmente constatable. Sin embargo, establecer cul ha sido el camino concreto que unos u otros trminos han seguido para introducirse en el uso hispanoamericano es ya una tarea difcil. Slo un estudio detallado de los textos, tanto literarios como no literarios (jurdicos, notariales, religiosos, etc.), puede dar una idea aproximada de la procedencia del trmino en cuestin. A esto habra que unir el estudio de los pobladores que, en los distintos siglos, se fueron asentando en cada una de las zonas. Pero ni an conociendo todos estos datos podremos tener la certe-za de que la palabra estudiada entr en la lengua por esa va. Al fin y al cabo, recordemos lo que decamos al principio: que Espaa y Portu-gal, a pesar de la aparente indiferencia que han mantenido histrica-mente la una hacia la otra, han estado tambin inevitablemente cercanas siempre y en continuo y constante intercambio.

    Ma Angeles Alvarez Martnez

    M Vase Samuel Armistead, Portuguesismos en dos dialectos espaoles en Luisiana en

    Revista de Filologa Espaola (Tomo monogrfico dedicado a El espaol de Amrica), LXXII, 1992, pgs. 491-524.

    i! Germn de Granda, Acerca de los portuguesismos en el espaol de Amrica en

    Thesaurus, XXHI,2, 1968, pgs. 344-358; y Sociedad, Historia..., ob. cit. pgs. 366-405 y 406-422. 32

    Para un estudio detallado de este trmino vase Germn de Granda, Dos afro-portu-guesismos lxicos en el espaol paraguayo (pombero y macatero) en Sociedad, Histo-ria..., ob. cit., pgs. 406-422.

  • Un equvoco histrico1

    Tantos pases, duas grandes linguas (...) Jorge de Sena2

    En el volumen dedicado a la compilacin del coloquio sobre Las cul-turas de fin de siglo en Amrica Latina, tratando de encontrar un trmi-no que exprese el complejo fenmeno histrico que caracterizara el pre-sente fin de siglo en dicho espacio, Josefina Ludmer introduce la frmula salto modernizador3. Para explicarla, plantea que en los dos fines de siglo, el XIX y el XX, Amrica Latina parece clausurar un pasa-do y colocarse en un nuevo orden econmico y poltico mundial. (1994, p. 7) Para ello, abre fronteras, se internacionaliza y postula al mismo tiempo su modernizacin poltica y cultural. (Ibid.) Desde la otra cara, como agrega la propia Ludmer, en los fines de siglo Amrica Latina se vera obligada a quemar aos de su historia para entrar en un orden y un ritmo, una temporalidad transnacional, diferente. (Ibid.) El salto, en fin, no se da sin dejar algunas rebarbas.

    En el campo de la enseanza de lenguas y de las polticas lingsticas en juego, el concepto de salto modernizador no nos es ajeno. En la ltima dcada del siglo y en el espacio del Cono Sur, impone -pues es preciso decir que esto no ocurre sin una determinada violencia el surgi-miento ms o menos vertiginoso, segn los pases y las regiones, de la necesidad de estudiar espaol por parte de brasileos y portugus por parte de hispanoamericanos. Me refiero, ms estrictamente, a la explo-sin de la demanda que tiene lugar desde hace unos cinco aos en Bra-sil, explcitamente ligada a responder a las necesidades que crea la implementacin del Tratado del Mercosur y, tambin, a las expectativas que despierta la consolidacin del mismo4.

    ' El presente trabajo es parte de la reflexin que actualmente desarrollo en mi tesis de doctorado en el rea del Anlisis de Discurso del Departamento de Lingstica, lELIUnicamp. 2 Cf. el captulo Literatura brasileira comparada com as literaturas da Hispano-

    Amrica. In: Estudos de Cultura e Literatura Brasileira. Lisboa: Mcia de Sena y Edices '70, pp. 289-313. Agradezco la valiosa indicacin bibliogrfica a Jorge Schwartz. J El referido coloquio fue celebrado en Yale, del 8 al 9 de abril de 1994.

    4 La explosin, en otro grado de intensidad, se da tambin en pases como Argentina y

    Uruguay, en los que se ha empezado a estudiar portugus.

  • 30 La tarea nos toma por sorpresa y, en la prctica, las desprolijidades

    abundan. En el nivel oficial, las intenciones de convivencia se enuncian bajo el efecto de una especie de espontanesmo que apela al cosmopoli-tismo y a la fraternidad, como si se tratase de deberes morales. En este sentido, algunas respuestas se dan de forma obediente y, en el ritmo burocrtico de la cadena de decisiones administrativas, para dar un ejem-plo significativo, se implanta la enseanza de la lengua espaola en las escuelas oficiales siguiendo los moldes ms estrechos de la enseanza de lenguas extranjeras. Por otro lado, en el nivel pedaggico, las decisio-nes se toman a merced del vrtigo que imponen las urgencias y, en buena parte, el ritmo del funcionamiento del Tratado. As, se termina optando por los mtodos que estn a mano (y por las teoras implcitas), aunque stos demuestran una cierta incapacidad para comprender e inter-pretar la singularidad del encuentro de las dos lenguas.

    La idea, en el presente trabajo, es convocar la fuerza de la historia tra-tando de interferir en las rutinas sealadas. Comenzar, por lo tanto, contando una ancdota personal, no por ello exenta de resonancia hist-rica y cultural.

    Una historia significativa

    Cuando llegu a Brasil, hace nueve aos, para pasar un tiempo hacien-do mi posgrado en la Universidad de Campias, llegu de la Argentina sin haber estudiado portugus, caso frecuente entre los hispanohablantes que emigran a este pas. Por lo tanto, para ser entendida, empec hablan-do espaol despacito y lo ms claro posible y, al poco tiempo, ya me sorprenda ensayando algunos fragmentos en portugus. Ambos gestos pueden vincularse a la forma en que histricamente se manifest la acti-tud por parte de los hispanohablantes con respecto al portugus en el Cono Sur e, incluso, puede ser comparada con aquella que el brasileo tiene o, al menos, ha tenido en relacin con el espaol de sus vecinos latinoamericanos. El crtico Antonio Candido se encarga de designar ambas en el siguiente fragmento:

    Pensemos en nosotros, que somos herederos de los portugueses: an hoy, si un brasileo va a Bolivia, por ejemplo, se esfuerza en hablar portuol, mien-tras que un boliviano en Brasil hablar tranquilamente su buen castellano. (1995, pg. 319)5.

    5 La palabra portuol nombra diversos objetos en Brasil. En este caso especfico,

    podra ser el ltimo trmino de la siguiente secuencia metonmica: espaol - lengua cer-cana - lengua fcil - portuol. En dicha secuencia, el trmino designa algo as como una lengua de salida, una lengua con la cual el brasileo se las puede arreglar y que, sin

  • 31 El autor, que est especialmente preocupado por definir la manera en

    que los dos grandes bloques lingsticos de Amrica Latina han pensa-do uno en el otro y se han visto uno al otro, se sirve de esta observa-cin como fundamento para hablar de lo que denomina una relacin asimtrica. (Cfr. ibid.) Esta asimetra o, mejor, este efecto de asimetra, en la argumentacin de Candido aparece vinculada a la cuestin del colonizador: ser herederos de los espaoles implicara sobrestimar la propia cultura e imponer su lengua; en cambio, serlo de los portugueses, supondra aprender dcilmente la lengua de los otros. (Cfr. ibid.)

    Por nuestra parte, podemos aprovechar la reflexin para sealar que, a pesar de sus diferencias, las dos actitudes pueden verse como sntomas del funcionamiento de un presupuesto: ni los brasileos ni los hispano-hablantes sienten o, para ser ms precisos, sintieron, histricamente, la necesidad de estudiar o aprender la lengua del otro.

    Bueno, pero volviendo a mi relato, cuando llegu a la Unicamp, con frecuencia tena que ir a la secretara del Departamento de Lingstica a hacer trmites, llenar papeles y realizar diversas consultas. En una opor-tunidad, estaba en el mostrador y, pese a que haba varios empleados, todos parecan ocupados y ninguno dispuesto a atenderme, hecho que me llev a tomar la iniciativa de preguntar en mi mejor portugus: -Escu-ta, nao tem nenhum empregado que possa me atender? Inmediatamente sent una especie de vaco: era como si las espaldas se hubiesen crispado por un instante; algo, indudablemente, haba transformado lo que yo interpretaba como mera indiferencia administrativa. Atribu el hecho a que no sera correcto reclamar atencin y que lo que corresponda era aguardar pacientemente y en silencio.

    Para interpretar los efectos de sentido que produjo la referida enuncia-cin, valdra la pena empezar citando la expresin que espontneamente surgira en boca de un brasileo despus de or la historia: -Que manca-da voc deu ... ehl?, lo que en un espaol con tono ms o menos riopla-tense significara algo as como te equivocaste feo o, para ser ms

    duda, es mucho ms famosa aqu que en los pases hispanoamericanos. Se trata de una versin brasilea del espaol, en la que el hablante plasma la interpretacin de cmo le suena esa lengua que, inevitablemente, por la cercana material, se espeja en la pro-pia. En este sentido, debemos hacer un doble reconocimiento con respecto a la actitud del brasileo. En primer lugar, sin sentir la necesidad de tener que pasar por un proceso formal o informal de aprendizaje, se atreve a producir un ensayo del espaol con una expresividad y un desenfado comparables a los que Mario de Andrade (1972) seala que estn presentes en la forma en que ese mismo brasileo comete errores en la pro-duccin del lenguaje coloquial con relacin a la lengua escrita. En segundo lugar, tam-bin realiza un movimiento para acercarse al otro, lo que, tal vez, pueda ser visto como un efecto del ejercicio de la cordialidad del que hablaremos ms tarde. El conjunto de cuestiones sealadas, indudablemente, nos permite concluir que lo que est en jaque es el estatuto del espaol como lengua extranjera.

  • 32 exactos, qu metida de pata que te mandaste!6. Inmediatamente, ese mismo brasileo seguir opinando bajo el efecto de lo que Michel Pcheux denomina imaginario lingstico, segn el cual el hablante tiene la ilusin de que la lengua le es exterior y de que en su estructura existen inscriptas evidencias lexicales, o sea, signos evidentes en su eternidad (cfr. 1988, p. 177). Podr agregar, por lo tanto, que, si uno busca la palabra en el diccionario de portugus, empregado es aqul que tiene un empleo o cumple una funcin y es posible que hasta aparezca como sinnimo de funcionario que es la palabra que, obligadamente, debera haber aparecido en el sintagma de aquel enunciado7. Pero ocurre que fuera del diccionario esta palabra resulta peyorativa y, seguramente, las personas de aquella secretara no asociaron empregado con ter emprego o con estar empregado, sino con la idea de ser empregado de algum, de servir algum, lo que, en esa interlocucin, -concluyo retros-pectivamente- les anticipaba una posicin inferior, las colocaba en un lugar de inferioridad. El mismo brasileo podra agregar ilustrativamente que, en los ltimos tiempos y como producto de un prejuicio, el uso de este trmino en el singular qued reducido a la forma femenina en el fragmento empregada domstica e, incluso, con ciertas limitaciones, pues no ser usado sino en enunciaciones en las que se hable sobre a empregada sin que el interlocutor sea ella misma8.

    La serie de parfrasis citadas nos permiten comenzar a detectar el por-qu de la especie de malestar que el significante provoc con su apari-cin en el enunciado que nos ocupa. Desde la perspectiva que nos abre el anlisis, dicha aparicin estara designando la resistencia que impone la historia de relaciones sociales y econmicas y que determina el fun-cionamiento de la lengua en el discurso, que determina la produccin del

    Cuando cito la voz del brasileo o realizo comentarios sobre su imaginario lingstico,

    salvo aclaracin en contrario, me refiero siempre a hablantes de la regin de San Pablo. Hago la aclaracin por respeto a la heterogeneidad de la lengua extendida en la enorme geografa de su territorio nacional. 7 Por otro lado, es necesario aclarar lo que todo lector debe estar pensando; en ese

    mismo acto de interlocucin, un enunciado posible que, adems, habra simplicado las cosas era: -Nao tem ningum que possa me atender? " An con relacin al funcionamiento del significante, es necesario decir que, en un sin-tagma como os empregados de urna firma, la sintaxis y la marca morfolgica de plural establecen y garantizan la relacin metonmica con una persona jurdica, lo que parece servir de atenuante y hacer posible la aparicin del significante. Por eso, en la prensa puede aparecer un titular como ste: acord entre patres e empregados y, cuando est claro que es sta la relacin en juego, puede aparecer el singular masculino en un par como empregador/empregado. Pero volviendo a los casos del plural, existe una restric-cin: la de que se trate de trabajo pesado; por eso, un enunciado como os emprega-dos administrativos da universidade no es posible y, aqu, el significante es siempre funcionarios. Por ltimo, refuerza an ms lo que decimos el hecho de que la raz apa-rezca en el siguiente paradigma de significantes, en cuya posibilidad de aparicin no cuentan estas restricciones: emprego, desemprego, subemprego, vnculo empregatcio.

  • 33 sentido; lo que nos permite plantear que, en aquella interlocucin, por definicin, se produjo un equvoco que termin en un pequeo fiasco. La definicin del concepto de equvoco nos deja ver que un sentido fue tomado por otro porque su produccin afect lo real de la historia. De acuerdo con las afirmaciones de Michel Pcheux y Frantjoise Gadet, el equvoco es el punto en que la lengua toca la historia, pues en dicho punto lo imposible (lingstico) llega a unirse con la contradiccin (his-trica). {Cfr. 1984, pp. 62-3) En dicho punto, en fin, lo lingsticamente imposible se une a lo histricamente necesario9.

    En el portugus de Brasil el significante empregado parece no adherir-se meramente, como ocurre en espaol con la palabra empleado, al sentido de un vnculo laboral o jurdico, y esto es probable que ocurra porque en determinada sintaxis se afilia a la pesada herencia de una eco-noma esclavista. En este sentido, podramos decir que se trata de un sig-nificante que se volvi insoportable, pues en el enunciado que estamos analizando, por estar en singular y ser una forma de nombrar a los inter-locutores, entraba en redes de memoria que, retomando, podramos representar a travs de la siguiente secuencia metonmica: ser emprega-do, ser inferior, estar numa relaqo de servilismo10. Entraba, entonces, en filiacin con trayectos histricos del funcionamiento del discurso del Otro y, en esta relacin, justamente, adquira sentido y no solamente sig-nificado. Su aparicin acta, pues, como un sntoma que revela el proce-so de rechazo y de paulatina exclusin o interdiccin que fue sufriendo en el funcionamiento de la lengua del discurso del brasileo11.

    La determinacin de algunas causas

    H entre as duas lnguas um vacilo, urna tenso, urna oscilacao permanente: urna o erro da outra, seu devir possvel, incerto e improvvel.

    Nstor Perlongher (1992, p. 9)

    Es preciso comenzar diciendo que el sujeto de la enunciacin que nos ocupa se apropiaba, con un gesto de absoluta espontaneidad, de la len-

    9 En otras lenguas romnicas -italiano y francs, por ejemplo- los respectivos significan-

    tes impiegato y employ guardan funcionamientos parecidos al del espaol. 10

    Encontr un buen indicio de esto en los comentarios hechos por un grupo de alumnos de Mato Grosso quienes, buscando parfrasis para el sentido de empregado en aquel mismo enunciado, fueron dando un abanico de sinnimos, entre ellos servil, hasta llegar al significante escravo que, como ellos mismos reconocieron, era el que verdaderamen-te estaba enjuego. " Para formular este sealamiento me inspiraron las observaciones del mdico y psico-analista Charles Melman (1992) acerca del funcionamiento del significante judo.

  • 34 gua extranjera y, de esta forma, ratificaba lo que era natural y obvio en su lengua materna y en su cultura. As, en plena presencia de extranjeros - o , para ser ms precisos, siendo l mismo un extranjero en medio de Brasil-, la produccin de su enunciado designaba dos excesos. En pri-mer lugar, el de romper con una especie de regla elemental que supone reconocer la existencia de las discrepancias lingsticas; regla que debe-ra preceder todo proceso de aprendizaje -formal o n o - de una lengua. Y, en segundo lugar, el exceso de confianza en el funcionamiento trans-parente de la cultura brasilea, sin mostrar la ms leve sospecha de la resistencia u opacidad que implica la alteridad cultural12.

    Ahora bien, qu factores favorecan dichos excesos? Recordemos las especiales condiciones de enunciacin a que ya hicimos referencia: el sujeto de la misma se sinti en el derecho de hablar portugus sin cono-cerlo, tomando como base la asociacin fnico-lexical empleado / empregado, posible por la materialidad que est en juego entre lenguas cercanas. Claro que para que empleado atrajera la aparicin del signi-ficante empregado, en primer lugar, entraba en juego un gesto habitual por parte del aprendiz en la adquisicin de una lengua extranjera: el de traducir palabra por palabra, lo que es un efecto del imaginario segn el cual creemos que tener acceso a una lengua es tener acceso a las pala-bras. En este imaginario, como afirma Octave Mannoni,

    El universo del lenguaje coincide, como de derecho, con el universo de las cosas, incluso con aquellas que, sin existir, tienen el estatuto de cosas (por ejemplo, fue necesario dar un nombre a los objetos voladores no identificados). (1982, p. 84)

    Dicho imaginario tiende, pues, a reducir la lengua y el lenguaje a una nomenclatura, a privilegiar lo lexical, a buscar el sentido del lado de los referentes. (Cfr. id., p. 79)I3.

    Ahora bien, es a merced de ste que quedan los primeros gestos en la prctica de enseanza-aprendizaje de una lengua extranjera. En el extre-mo inicial de este trayecto est, sin duda, el gesto del dedo indicador

    12 Para la definicin de ambos excesos, me inspiro en las apreciaciones hechas por

    Siephen Greenblat para interpretar el fenmeno del encuentro entre europeos y nativos del Nuevo Mundo en el acontecimiento del descubrimiento de ste. (1996, pp. 135-7) 13

    Para subrayar la fuerza que tiene este imaginario vale la pena recordar la lucha que inauguraba Saussure en su Curso de Lingstica General cuando, tratando de retirar los efectos del mismo en el campo de la reflexin sobre el lenguaje, afirmaba: Para ciertas personas, la lengua, reducida a su principio esencial, es una nomenclatu-ra, esto es, una lista de trminos que corresponden a otras tantas cosas, (p. 127) (El subrayado es mo.) Sera despus de varias redefiniciones, con la acuacin del concepto de valor, que conseguira superar la relacin nombre-cosa.

  • 35 apuntando un objeto (cfr. Lacan, 1994, p. 477) o, si queremos, la rela-cin referencial nombre-cosa. En el otro extremo, si pensamos que el proceso de adquisicin implica que el sujeto del aprendizaje camine en la direccin de llegar a ser hablado por esa lengua, siendo efecto de su funcionamiento, lo que tenemos, entonces, es la relacin palabra-palabra. En fin, en el primer caso, la palabra como signo, representando algo para alguien {cfr. Pcheux, 1988); en el segundo, la palabra como signi-ficante que reenva a otro significante, dentro de una dinmica en la cual, segn la expresin de Jacques Lacan, un significante significa al sujeto para otro significante. Tal vez la imagen ms ilustrativa de este efecto sea la de que el sujeto se desliza sin interrupciones, con facili-dad, por la articulacin sintctica de la lengua extranjera.

    Para poder avanzar, veamos antes cmo funciona la relacin palabra-cosa en el espacio de la lengua materna: ntimamente ligada al efecto de estabilidad referencial, se inscribe en el funcionamiento de la ilusin que en el anlisis del discurso, segn la aguda sntesis de Eni Orlandi, se designa como ilusin de la realidad del pensamiento del sujeto. Por ella, el presupuesto por parte del sujeto es: lo que yo dije slo puede signifi-car X. (Cfr. 1988, pp. 107-108)l4. Es pues esta ilusin la que le garantiza el efecto segn el cual el lenguaje es la expresin de su pensamiento. Como deca en un trabajo previo15, lo que hace que el hablante se sienta origen y dueo de su decir es la ilusin de que su pensamiento se refiere al mundo y de que el lenguaje, ai reproducir -casi calcar- el hilo del pen-samiento, consigue expresar ese mundo. A partir de este funcionamiento, la lengua materna ya le resulta exterior al sujeto16.

    En el caso del aprendizaje de una lengua extranjera, considero que este efecto de exterioridad se exacerba, pues el sujeto, capturado por una posicin de saber, que es el saber de la lengua materna, queda deseen-trado frente al funcionamiento de la materialidad de la otra lengua. En este proceso, la ilusin de transparencia pensamiento-lenguaje-mundo

    14 La lnea del anlisis del discurso a la que me refiero es la que fue fundada por las

    reflexiones iniciales de Michel Pcheux en Francia. En Brasil, esta lnea encontr eco significativo en el trabajo desarrollado por Eni Orlandi (IELIUnicamp) y, actualmente, est presente en buen nmero de proyectos y grupos de investigacin. 15

    Me refiero al trabajo Un programa de espaol en la televisin brasilea, publicado en la revista Signo&sea, Facultad de Filosofa y LetraslUBA, nm. 4, mayo de 1995, pp. 239-64. Una versin relaborada del mismo fue publicada posteriormente, bajo el ttulo: Um programa de espanhol na TV brasileira. Serie em tres captulos., en la revista Alfa, San Pablo. 1995, nm. 39, pp. 175-94. 16

    Es posible atribuir la exterioridad al efecto que la lengua ejerce sobre el sujeto o, mejor, a la constitucin del sujeto como efecto de la lengua. La necesidad de estudiar esto fue planteada por la especialista en adquisicin del lenguaje, Claudia Lemos, en la mesa redonda Lngua e Exterioridade na Anlise do discurso, organizada y coordina-da por Eni Orlandi en el Instituto de Estudos da Linguagem de la Unicamp, el 8 de julio de 1994,

  • 36 resulta afectada, pues, por efecto del funcionamiento de dicha materiali-dad -que designa que la estructura del pensamiento no es pasible de transporte directo de una lengua a otra-, el libre trnsito por la trada resulta interrumpido. La representacin ms directa de lo que estamos planteando, tal vez, sea el consejo tan frecuente que algunos profesores dan a sus alumnos: para hablar o escribir, traten de pensar en la otra lengua.

    Sin embargo, en el caso del aprendizaje del espaol por parte de brasi-leos, en un primer momento y siempre que no se someta el proceso de enseanza a un trabajo especfico y apropiado, podemos sealar una especificidad. El efecto de transparencia que produce el modo en que al brasileo le suena esa lengua cercana, oculta la diferencia y no ofrece la suficiente resistencia como para que el funcionamiento del imaginario que relaciona pensamiento-lenguaje-mundo quede expuesto a una quie-bra sino que, al contrario, termina alimentndolo y propicindolo. An reconociendo, sobre todo en un mundo globalizado, que la primera clase de una lengua extranjera no implica un acercamiento a la misma en un grado cero absoluto, en el caso del portugus y del espaol, la proximi-dad y el modo en que sta fue histricamente tratada abre una posicin enunciativa por la cual el sujeto del aprendizaje -tanto el brasileo que aprende espaol como el hispanohablante que aprende portugus- se siente en el derecho de apropiarse espontnea e inmediatamente de ella.

    Ahora bien, en lo que tiene que ver ms estrictamente con la cercana material de las lenguas, lo que contribuy a la produccin del equvoco fue que la materialidad de empleado y empregado hizo posible que stos fueran asociados por medio de la operacin que los incluye en la relacin de ser cognados, o sea, dos formas semejantes en dos lenguas o dialectos diferentes, cuya semejanza se debe no al azar o a una cuestin de prstamos, sino a un origen comn. (Cfr. Dubois et alii, 1986) Inclusive, segn la clasificacin tan frecuente en el campo de lenguas extranjeras, en nuestro caso deberamos decir que se trataba de falsos cognados o fal-sos amigos. Jos Carlos Pes de Almeida (1995), reflexionando sobre la cercana entre las lenguas, despus de afirmar que el orden cannico de la oracin en las dos lenguas es altamente coincidente, afirma que la fuente del lxico es bsicamente la misma e ilustra esta afirmacin citando la conclusin de J. Ulsh, segn la cual, ms del 85% del vocabulario portu-gus tiene cognados en espaol. (Cfr. 1995,p. 15)17. Existe, de hecho, una base significante comn y existen significantes iguales o semejantes en las dos lenguas; la cuestin que est en juego es que las lenguas suenan pare-cido y, en la prctica de su enseanza, preocupados ms con la distincin

    17 La cita de J.L.Ulsh corresponde al libro que l mismo organiz, From Spanish to Por-

    tuguesa Washington, D.C.: Foreign Service Institute, 1971,

  • 37 que con la identidad, implementando el concepto de cognados y de fal-sos cognados (a travs de relaciones que se van insertando en diferentes grados de sinonimia, homonimia, paronimia y antonimia) tratamos de designar y administrar parte de este sonar parecido y, para ello, pisamos el terreno de la lexicografa, pues como plantea Mannoni:

    (...) cuando un lxico distingue entre dos homnimos, convirtindolos en dos vocablos diferentes, muestra que trata los vocablos como signos, puesto que solo los significados permiten distinguirlos. Como significantes son indiscerni-bles -sin lo cual por otra parte no seran homnimos-. (1990, p. 29)

    A partir de estas consideraciones, podemos atribuir esta operacin a la lexicografa pues, de hecho, escapa al alcance del concepto de significante para pasar al terreno de jurisdiccin del signo: es exclusivamente en este espacio que puede tomarse en cuenta el significado. (Cfr. 1990, p. 29) Fuera de esta jurisdiccin, en el encuentro de los dos sistemas simblicos que nos ocupan, se instala algo real, un imposible: sobre el fondo indoeu-ropeo y, ms precisamente, latino, lo sistemtico del espaol y del portu-gus brasileo, en el proceso de estabilizacin que implicaron e implican, habra hecho recortes no coincidentes de lo que es posible en cada uno de ellos. Considero que esto da un estatuto particular al proceso de aprendizaje porque el aprendiz, con frecuencia a merced de eso real, resulta mucho ms un objeto que un sujeto en el contacto entre estas dos lenguas.

    Para poder asumir, entonces, una lnea de trabajo apropiada a nuestro objeto, considero que