Consuelo Eugenia Pérez R La Madre Teresa, una gran mujer XVIII Jornadas Madre Teresa Titos
LA MADRE TERESA, UNA GRAN MUJER PREDICADORA
Introducción:
1. Situación de la mujer en el siglo XIX
2. La educación, una salida para trabajar por la liberación de la mujer
3. La situación político-religiosa en Granada
4. La espiritualidad en el siglo XIX
La madre Teresa, una gran mujer predicadora
1. Ambiente familiar en que se gestó su personalidad
2. Vivencia de la dimensión profunda de la mujer
3. Anclada en su propio ser (celda interior)
4. Mujer que afrontó responsabilidades: secretaria y priora
a. Mujer humilde y maternal
b. Mujer hacendosa, justa y misericordiosa
5. Mujer longánima y magnánima:
a. Profunda humildad, fina sicología y gran recursividad
b. Un gran tesón, fortaleza y una gran creatividad
c. Humildad y persistencia: la Congregación
6. Mujer humilde y fuerte, abierta a las necesidades de su entorno
Conclusión
1. Mujer, religiosa, dominica y predicadora.
2. Su pensamiento sobre la mujer, resumen de su propia vida.
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Introducción:
Cuando se me ofreció la oportunidad de dictar una charla sobre la madre
Teresa en un contexto en el que se iba a trabajar la mujer en distintos
aspectos, después de ensayar varios títulos, me decidí por el que os presento:
«La madre Teresa, una gran mujer predicadora». Estoy convencida de que ella
fue una gran mujer y una gran predicadora, sobre todo con su vida. A medida
que vaya desarrollando mi exposición espero que estéis de acuerdo conmigo.
Y para una comprensión mejor del ser y del actuar de la madre Teresa vamos a
ubicarla en su época. Para ello veamos: ¿qué concepto se tenía de la mujer en
el siglo XIX?, ¿cuál era la situación político-religiosa en su época? ¿qué
espiritualidad imperaba?, y ¿cuál fue el medio más propicio en España por el
que se inició la liberación de la mujer?
Desarrollemos cada uno de estos puntos:
1. Situación de la mujer en el siglo XIX
En España, a mediados del siglo XIX, el modelo de la mujer virtuosa y
doméstica de la época isabelina se convirtió en el ideal femenino para la
mujer, llegándose a constituir durante el transcurso del siglo en la norma para
el comportamiento femenino.
También la Iglesia contribuyó a esa imagen peyorativa de la mujer
considerándola como reina del hogar, piadosa, buena madre y buena esposa.
Por lo tanto, el ámbito propio de la mujer era la casa; ella pertenecía a la casa
y, prácticamente no valía para nada más.
Este concepto de la mujer cada vez se fue degenerando hasta considerarlas
como menores de edad, es decir, se le equiparaba a los niños y a los
disminuidos psíquicos.
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Quienes mejor hablan de la posición de la mujer en el siglo XIX son las leyes.
La mayor parte de los derechos que asistían a la mujer soltera desaparecían
inmediatamente con el matrimonio, de manera que la mujer casada era la más
indefensa en la sociedad. En realidad, no sé cómo era el status de la religiosa,
que tampoco debió de haber sido muy positivo. En nuestro caso, los Patronos
eran los que llevaban la voz cantante.
La misma moda fue una tiranía para la mujer. Estaba caracterizada por el
corsé: sacrificio de su salud para lucir un talle esbelto ante la mirada del
hombre.
Enriqueta Lozano de Vilchez plasma muy bien el concepto que se tiene de la
mujer en su época, y el rechazo a que la mujer aspirara a algo diferente. Dice
en su diálogo La ruina de la mujer en 1873:
Que sólo la mujer
La dulce misión serena,
Consiste en ser hija buena
Y ejemplo de madre ser;
Y que en su santa quietud
Feliz y bella se siente,
Si escrita lleva en la frente
La bondad y la virtud.
Mas ese afán de brillar
Que hoy a la mujer domina,
Es, hija mía, la ruina
De la dicha del hogar.1
De los pocos trabajos que la mujer podía desempeñar estaba el de maestra, o
profesora. Pero, según la ley de Moyano de 1857, se le debía pagar a la mujer
un tercio menos de salario que a los varones, sin dar justificación del motivo2.1 David T. Gies La mujer vista por la mujer: El personaje femenino en el teatro escrito por mujeres en la segunda mitad del siglo XIX, p. 3. Página web. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.2 Alfonso Pozo Ruiz. Mujer y educación en el siglo XXI, p. 4. Página web de la Universidad de Sevilla.
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La inferioridad intelectual de la mujer se afirmaba como una verdad evidente. El
hombre era todo acción; poder, pensamiento profundo. Su puesto estaba en la
sociedad y en la función pública. Por el contrario, la mujer era pasividad,
fragilidad, emotividad, y su función estaba en el hogar.
En medio de esta corriente de pensamiento dominante en la sociedad
aparecieron dos grandes figuras femeninas: Concepción Arenal (1820-1893) y
Emilia Pardo Bazán (1851-1921), quienes toman partido por la defensa de la
mujer.
Hacia finales de siglo también empezaron a aparecer tímidamente admiradores
y participantes en el movimiento femenino con una incipiente polémica en las
revistas y periódicos, de manera que el tema de la mujer se convirtió en un
asunto candente y de máxima actualidad que atrajo la atención de moralistas,
científicos, filósofos, intelectuales y artistas por igual, gestándose una corriente
de pensamiento cuyos trabajos y esfuerzos llegan hasta el día de hoy.
2. La situación político-religiosa en Granada
La vida espiritual del pueblo español y sus manifestaciones hay que dividirlas
en dos etapas; etapas en las que la madre Teresa le toca vivir. La primera va
de 1800 a 1875 y la segunda de 1875 a 1936.
En la primera etapa el pueblo español era aún profundamente religioso y
piadoso a su manera. Vivía de reservas, y la solera era profunda. Todo estaba
marcado con signo cristiano. La vida era más familiar y más bien cerrada. La
vida religiosa se observaba por la inmensa mayoría, con mayor o menor
profundidad; porque salía del alma o porque era lo establecido. Pero en el
fondo había fe, al menos en muchos. Más o menos ilustrada porque la cultura
en general no era muy elevada.
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También esa religiosidad se manifestaba en las “fiestas” y “devociones”
populares; en las cofradías. Semana santa y Navidad se celebraban según
tradiciones seculares. Sin embargo, las corrientes “ilustradas” y “liberales” se
fueron introduciendo y fueron minando “lo establecido”, lo religioso popular. La
misma guerra de Independencia sembró gérmenes nuevos desintegradores; el
industrialismo que empezaba a concentrar masas de gente, más fáciles de
sensibilizar ante sus problemas económicos también fueron presa de las
nuevas tendencias.
Por su parte, la Iglesia con un clero no preparado y desorganizado estaba
unida al Estado y, a la vez, maltratada por el mismo. Quería liberarse de él,
exigiéndole a la vez su apoyo. Todo contribuyó al progresivo debilitamiento de
la fe del pueblo.
En 1875, etapa en la que madre Teresa se inició en la vida religiosa, sin
desaparecer los vicios del período anterior, ya había sacerdote y religiosos,
obispos y seglares que trabajaron sin cesar, como pudieron, por defender y
ayudar a la fe de los españoles.
3. La espiritualidad en el siglo XIX
De 1875 a 1936 la religiosidad católica española sufre una lenta sangría
interna. La política con tendencia liberal mal enfocada, el caciquismo en los
pueblos, la población urbana en aumento, la industrialización, aunque limitada
a ciertas zonas, y sobre todo la actuación de la Institución Libre de Enseñanza
en el terreno de la instrucción, y la acción del Partido Socialista con sus
sindicatos…, fueron horadando todo. A esto se añade la propaganda
protestante que en algunas regiones, como Andalucía, fue relativamente
intensa y contribuyó a crear indiferentismo religioso. Y el catolicismo perdía
vida y fuerzas en España3.
3 Baldomero JIMÉNEZ DUQUE. La espiritualidad en el siglo XIX español. Madrid: U. P. Salamanca - Fundación Universitaria Española. 1974, pp.137-140.
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La espiritualidad que se vivió a lo largo del siglo XIX, fue una espiritualidad con
tinte negativo. Es decir, primaba el concepto de un Dios castigador, poco padre
y el tema del amor no solía estar en primer término, sin que faltara, por
supuesto. Había una tendencia moralista más que doctrinal. La base
catequística era completa, aunque sumaria. Lo esencial se sabía. Hacia 1875
estos aspectos fueron mejorándose con más doctrina y con una visión más
positiva de la misma.
También era una espiritualidad individualista. Herencia del humanismo
renacentista, del protestantismo, del liberalismo, y se manifestaba en la falta de
sentido comunitario al vivir la piedad: el problema de la salvación del alma está
casi siempre en primer plano, sin olvidar a los demás. Por eso en la oración no
se olvidan a los pecadores, a los infieles, las necesidades de la Iglesia, y a las
almas del purgatorio, que era una devoción muy especial en esta época. El
afán de indulgencias (en sí legítimo) era un símbolo también del talante de esa
espiritualidad. Se vivía el misterio eclesial, sobre todo a nivel de jerarquía. El
contacto con la Sagrada Escritura fue muy escaso.
Hacia 1875 se fue evolucionando hacia una más profunda visión de la
espiritualidad cristiana. Va siendo más completa, más positiva. Más Eucaristía,
más amor y confianza. Surge la devoción al Sagrado Corazón. El amor de
Dios. Aunque sigue siendo individualista, va habiendo más preocupación por
los problemas eclesiales. Se valora mucho la Jerarquía, va surgiendo el sentido
de comunidad eclesial, y se va despertando al “sacerdocio de los fieles”. Hay
una apertura hacia una valoración nueva de la Liturgia que deja de ser
romántica y se hace más doctrinal y más seria.
4. La educación, una salida para trabajar por la liberación de la
mujer
Cuando hablamos de la mujer en el siglo XIX vimos su situación tan limitada y
de poco horizontes. Su finalidad era la casa y las labores domésticas. Y esta
concepción se reflejaba en el concepto de enseñanza femenina: que debía ser
doméstica y privada en cuanto fuera posible, ya que así lo exigía el destino que
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la mujer tenía en la sociedad: ser buenas madres de familias y atender la
hacienda doméstica.
Aunque hubo movimientos como el krausismo y la Institución libre de
Enseñanza (1876), que buscaban un avance en la educación, en la enseñanza
y en la cultura femenina, el modelo varió poco y en las escuelas se siguió
transmitiendo pautas de comportamiento basadas en la función doméstica de la
mujer, sin ni siquiera tener interés de que aprendieran a leer.
A lo largo de todo el siglo XIX hubo resistencia para la generalización de la
enseñanza femenina. El analfabetismo se mantuvo en tasas enormemente
altas que rondaban el 70% en muchas zonas de la geografía española.
Hubo voces como la de Concepción Arenal que reivindicaba el derecho de la
mujer a ser formada y educada en distinta disciplinas. Escribía: «La mujer, para
ser persona… [necesita] una educación que contribuya a que conozca y
cumpla su deber, a que conozca y reclame su derecho, a dignificar su
existencia y dilatar sus afectos»4.
Pero el gran cambio social no llegó de estas aportaciones individuales sino de
la mano de un colectivo, tal vez poco dinámico, lento en sus propuestas, pero
con una constancia y unos deseos de mejorar sin límites. Se trata de la
maestras.
«Éstas fueron un grupo de mujeres que desarrollaron un trabajo paciente y
minucioso y de un calidad tal que dejó asombrados a sus contemporáneos. Sin
alardes ni estridencias compartieron con sus colegas masculinos cátedras,
publicaciones y foros. Fueron pioneras en la implantación de modelos
escolares, plantearon nuevos postulados pedagógicos y, en fin, demostraron
con su propio hacer que el papel que se venía concediendo a la mujer exigía
un cambio radical. A ellas se debe sin lugar a dudas, que para la mujer
4 Concepción ARENAL. La educación de la mujer. Pag. Web.
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significase un cambio cultural sin precedentes lo que para el resto de la
sociedad no fue mas que el paso del siglo XIX al XX»5.
5 Goio BAÑALES. Mujer y enseñanza (siglo XIX e inicios del XX). Publicado por negrodehumo@23:30/MAESTRAS.
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La madre Teresa, una gran mujer predicadora
1. Ambiente familiar en que se gestó su personalidad
Creo poder afirmar que el ambiente familiar en el que se desarrolló la madre
Teresa fue un ambiente privilegiado. Creo poder afirmar que sus padres, de
origen campesino, educaron a sus hijos, cinco mujeres y un varón, en el amor y
en el respeto. Este ambiente se capta al leer el Testamento de los padres y,
también, revisando los distintos padrones parroquiales de la época. En el
testamento el padre nombra a Isidora, su esposa, como tutora de sus seis hijos
porque le consta el mucho cariño que les profesa y el esmero y cuidado con
que les mira. Si él valoraba esta actitud en su esposa es porque él también la
vivía, o sea, que fueron padres amantes y cuidadosos de sus hijos sin
importarles de qué sexo eran.
Cuando se casaron, don Fernando sólo llevaba la ropa que tenía puesta, su
madre sí aportó algunos bienes que, con el tesón de su esposo, se convirtieron
en un fondo económico del que nombró herederos a sus hijos, en su día.
Además fue un hogar acogedor, familiar. A través de los padrones podemos
ver familiares que vivieron con ellos algunos años, y otros que permanecieron
más estables.
Ambiente de familia, sentido de fe profunda, hermanas mayores que ella que
emprendieron pronto su camino. El fracaso de Elisa, su tercera hermana, que
tuvo que separarse de su esposo y fue acogida en el hogar paterno. En fin,
ambiente que ayudaba a crecer en armonía y que le permitió desarrollar
cualidades humanas y una vida de fe que fueron creciendo hasta madurar en la
opción por la vida religiosa.
Sin lugar a dudas tuvo la oportunidad de estudiar, no se sabe dónde ni cómo,
pero lo que sí es cierto es que cuando llegó al Beaterio, hizo los estudios para
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obtener el título de Maestra de Primera Enseñanza, lo que requería una cierta
preparación.
Nació y creció en la calle Águila. Allí también vivió Mariana Pineda y
seguramente conocía muy bien su vida. El barrio de La Magdalena en cuya
circunscripción se encontraba la calle ya mencionada, en la época de la madre
Teresa, era un barrio de clase media, en el que había un núcleo considerable
de comerciantes y en el que se encontraban desde los grandes
establecimientos hasta los pequeños situados en los portales de las casas.
De esta mezcla de ambientes y de situaciones surgió la mujer de la que hoy
nos ocupamos:
Teresa Aquilina de la Santísima Trinidad Titos Garzón
Edith Stein dice en su libro La mujer: «Si la casa paterna es aquello que debe
ser, vale decir, un nido en que los niños crecen bajo la tutela consciente y
responsable de los dos progenitores, con un círculo de hermanos y en un
entorno adoptado a las necesidades corporales y espirituales […], entonces se
dará en la casa paterna la esencia de lo que hemos caracterizado como
educación del ser humano por otros seres humanos: el crecimiento sosegado y
continuo, orgánico, fiel a la ley interior, bajo el influjo del entorno, éste último,
en parte, operante de forma inconsciente, en parte dirigente y configurante»6.
Yo pienso que éste es el caso de la madre Teresa.
2. Vivencia de la dimensión profunda de la mujer
Teresa, desde niña y en su ambiente familiar, empezó a mostrar la vivencia de
la doble dimensión en su vida de mujer: alterna con los demás, juega con sus
amigas, pero también siente la necesidad de recogerse. Empieza a vivir la
donación y la acogida. Ella se da, pero también acoge y se recoge. Por eso
invita, a veces, a sus amigas a la oración. Inicia, entonces, su vocación de
predicadora. Esta doble acción de ir hacia fuera y de entrar dentro de sí nos
6 Edith STEIN. La mujer. 4 ed. Madrid: Ediciones Palabra. 2006. pp 275-276.
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habla de esa dimensión que está inscrita en el cuerpo de toda mujer: la
donación y la acogida. Bien dice S.S. Juan Pablo II en la encíclica Dignitatem
mulieris, en el número 30: La dignidad de la mujer se relaciona íntimamente
con el amor que recibe por su feminidad y también con el amor que, a su vez,
ella da.
Esta doble dimensión desarrollada y vivida por la mujer hace de ella un ser
anclado en su propio centro, que vive con plenitud constante. Así, por su
dimensión de dar, la mujer necesita dar vida. Esta dimensión la realiza a través
de la entrega a los demás con respeto, con amor, buscando el bien del otro, no
su propia conveniencia; como también la realiza a través de la acogida. En este
sentido la casa se convierte en un símbolo femenino. Desde el umbral de sí
misma, (la casa) se abre como acogida del otro, como intención de acogida.
Símbolo de receptividad, o más bien, símbolo de la misma feminidad, la función
de la casa se explicita en la acogida de vidas en su interior. La casa remite así
al acogedor por excelencia, al acogedor en sí, es decir, al ser femenino (E.
Levinas)7. Y Teresa, desde pequeña, da amor y recibe amor.
3. Anclada en su propio ser (celda interior)
A lo largo de su vida Teresa fue anclándose cada vez más en su propio ser.
Ese centro en el que el ser humano encuentra la quietud para abrirse al
conocimiento de sí mismo y de Dios. Es allí donde la mujer puede ir
desarrollando las necesidades profundas de su ser, que según Edith Stein son:
a. Llegar a ser aquello que debe ser.
b. Desplegar y madurar del mejor modo posible la humanidad que
duerme en ella en la forma particular que le es requerida.
c. Hacerla madurar en aquella unión de amor que desata
fructuosamente este proceso de maduración.
d. Incentivar y promover en los otros la maduración en orden a su
plenitud8.
7 Ermes ROCHI. «Las casas de María» en: Cáritas. El buen olor de Cristo. Adviento y Navidad 2009-2010, p. 75.8 O.c., p. 92.
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Este vivir desde su propio centro lo vivió Teresa desde la fe. No sin esta
dimensión podemos comprender su decisión de ingresar en el Beaterio
después de haber vivido unos meses allí; los propósitos que escribió, y que se
comprometió a vivirlos toda su vida, a sus veintitrés años de edad, propósitos
que ya muestran una gran madurez espiritual. Y es gracias a esta vida, desde
su propio centro, por la que fue capaz de vivir todos los avatares de su
existencia con decisión, con entereza y con mucho amor. Llegó a vivenciar el
amor misericordioso de Dios (propósito 13), en contra de la espiritualidad de su
época, que recordemos, era la de un padre castigador. Y esta vivencia le
capacitó su corazón para el perdón, para la comprensión. Profundizó en su vida
cristiana, de tal manera, que superó la espiritualidad de su época. Y así, los
domingos los dedicó a adorar a la Trinidad y a agradecerle, postrada en tierra,
es decir, con gran reconocimiento, alabanza y alegría, el haber sido creada,
redimida y santificada (término que su padre espiritual muchos años más tarde
le hizo cambiar por hecho cristiana) y también por ser llamada a la vida
religiosa. Y el hostigamiento a la fe católica tan frecuente en su época le hará
manifestar su fe profunda cuando en la Misa que compuso para ser oída unida
a Jesús en la Sagrada Pasión, escribe: Dios mío yo no me avergüenzo de lo
que prometí por boca de mis padrinos en el Santo Bautismo. Está firme en su
fe y los avatares de la vida la afianzan cada vez más en ella.
Dice Leo Buscaglia: Esta maravillosa cualidad de ser hombre [mujer], con todo
su misterio, es un regalo de Dios para nosotros. Y lo que cada uno de nosotros
hagamos con ella es un regalo de Dios. No os sintáis satisfechos con nada que
no sea ofrecer a Dios el perfecto regalo que sois. Ojalá os sintáis inspirados
para ello9.
4. Mujer que afrontó responsabilidades: secretaria y priora
Joven, de vida profunda y caminar seguro y sosegado, se enfrenta a grandes
dificultades. Muy pronto fue nombrada secretaria de la priora, religiosa muy
mayor, a la que sin duda tuvo que acompañar en muchos momentos
9 Leo BUSCAGLIA. Vivir, amar, aprender. Mexico: Editorial Diana. p. 146.
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conociendo así el tejemaneje de las situaciones en el Beaterio, de una manera
muy especial la situación económica del mismo. Y, corto tiempo después, fue
nombrada priora, desplegando así la riqueza de su ser de mujer cultivado en el
amor, la interioridad y la vivencia profunda de su fe.
a. Mujer humilde y maternal
Como priora desplegó su dimensión maternal en la atención a las religiosas
procurando no les faltara nada aunque en pobreza, llamando la atención de tal
manera que las religiosas quedaban en paz. Disculpaba, y aún defendía, si era
necesario, como en el caso de una religiosa que le echaban en cara el estar
buscando a la madre Teresa para estar con ella. Al saberlo, la madre Teresa le
dijo: deja tus quehaceres y ven a mi habitación para que así quien te acusa no
lo haga en balde. Invitaba a las religiosas a mantener viva la presencia de Dios:
¡Hijas mías, arriba los corazones!, o en los momentos de penuria las animaba a
confiar en la Providencia: el bolsillo de Dios, que mandaría trabajos para
realizar. Predicadora en su comunidad.
Madre amorosa y profundamente humilde ayudaba en los trabajos caseros más
sencillos como la limpieza, o pelando verdura en el recreo para ayudar a la
hermana de la cocina. Humildad que después se verá de una manera clara en
las gestiones para el regreso de los dominicos en las que con mucha
frecuencia tuvo que aceptar recriminaciones por parte de los frailes, del señor
Arzobispo, de la Orden seglar, mostrándose a la vez señora de sí misma, como
cuando escribe: Yo le ruego de rodillas a Vuestra Paternidad Reverendísima
me perdone le moleste, pero en este gran apuro, no hay más remedio que
acudir a nuestro bondadosísimo Padre General […]10
También empezó a dar señales de una gran sensibilidad para responder a las
necesidades de la época y de su entorno. Por eso, muy pronto de ser
nombrada priora inició, con su comunidad, los primeros cambios en la vida de
la misma. Cambios que ella y la misma comunidad estaban deseando. Y es
que la madre Teresa veía con su corazón. «Sólo con el corazón se puede ver
10 1896, septiembre, 19. Granada.
13
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correctamente. Lo esencial resulta invisible a los ojos» 11. Su priorato fue uno
de sus lugares de predicación. Predicación continua, a veces de una manera
directa, otras, con su ejemplo y su propia vida; o también, conectando con las
necesidades de los demás.
b. Mujer hacendosa, justa y misericordiosa
A veces nos parece que la misericordia está reñida con la justicia. Sin
embargo, podemos decir que la justicia es el anverso de la misericordia. Vivir la
misericordia exige vivir la justicia.
Como Rectora, como superiora del Beaterio tenía que vigilar por la hacienda,
por el buen manejo de los bienes y el buen estado del edificio, atención a las
alumnas y atención a sus religiosas.
Sin embargo, desde antes de ingresar al mismo, cuando era estudiante y
aspirante se tuvo que dar cuenta de que la parte financiera no operaba. El mal
estado del edificio se lo contaba. Y en efecto, ya priora, tuvo en sus manos las
cuentas que no eran claras.
El administrador de entonces, que llevaba muchos años, hizo un préstamo
considerable de los bienes del Beaterio al párroco de Santa Escolástica,
presbítero Manuel Sánchez Ávila, préstamo que nunca canceló. Y también, el
mencionado administrador desvió dinero, cuanto pudo, de los fondos llegando
la Administración Pública a hacer cargos al Beaterio por no pagar impuestos y
no haber claridad en la rendición de cuentas. Era de justicia arreglar esta
situación. Pasaron años, y cuando Teresa ya era priora se empezaron a hacer
gestiones para resolver este asunto. Ella no lo podía hacer directamente, era
un trabajo de la Junta de Patronos, pero presionó sobre ésta para que hicieran
las gestiones pertinentes.
En resumen, al Administrador, señor Félix Gómez, que escondió el dinero
hasta hacerse declarar pobre de solemnidad y que pidió llegar a un acuerdo, se
11 DE SAINT-EXUPÉRY. El principito. Barcelona: Salamandra. 2008, p. 72.
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le atendió. No sabemos a qué conclusiones llegaron. Pero, lo cierto es que
quedó zanjada su mala gestión y su deuda con el Beaterio. Con los herederos
de don Manuel Sánchez Ávila, se les llevó a juicio. La primera y segunda
instancias las perdió el Beaterio, y dice la Historia que fue decisión de la madre
Teresa ir al Tribunal Supremo de Madrid. Se apeló, entonces, a este Tribunal
en contra del parecer de todo el mundo, pues se pensaba que perderían esta
instancia y podría desaparecer el Beaterio. Para la sorpresa de toda la Ciudad,
ganaron el pleito.
No se piense que recibieron una fortuna. La mayor parte del dinero se gastó en
el pago de los señores que gestionaron todo lo relacionado con el pleito en la
Capital del Reino. Pero esta situación enojosa llegó, por fin a su término. El
Beaterio cerró una situación irregular y Don Manuel pudo descansar en paz.
En estas gestiones podemos descubrir misericordia y justicia. Se obró con el
mayor respeto. Se atendió a las reclamaciones. Pero en lo que no se podía
ceder se llegó al acuerdo o se llevó a juicio. El Beaterio necesitaba recuperar
su dignidad.
Me pregunto: ¿Predicaría nuestra madre Teresa a los allegados al Beaterio, o
tal vez a la Ciudad, la justicia, la confianza en Dios, la misericordia? Yo me
atrevo a decir que sí, puesto que contra el parecer de todos que creían que
perderían por tercera vez, ganaron el pleito, y fue la admiración de todos.
Aquí nos demuestra también la Sierva de Dios, cómo actuaba desde su propio
centro. Parodiando a Edith Stein afirmo que la vida de la madre Teresa se
encontraba completamente anclada en la vida de Jesús. Esto la aseguraba
contra el peligro de perder el sentido de la medida en el amor providente a
favor de los seres humanos de su entorno, así como del peligro de darse a sí
misma de un modo equivocado, dejándose caer más abajo del lugar en el que
debería estar firme para servir a los otros de defensa y de seguridad12.
12 o.c. p. 92.
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Y en este línea de la misericordia y la justicia podemos también analizar el
bordado del manto de la Virgen de las Angustias. Este manto no fue bordado
por devoción. Fue más bien una manifestación del “bolsillo de Dios”, en un
momento de apuro económico.
Estaba la madre Teresa en plena construcción de la obra. El dinero escaseaba.
Y un grupo de mujeres decidió lanzar un concurso para hacer un manto para la
Virgen de las Angustias, la patrona de la Ciudad.
La Marquesa de Casablanca animó a la madre Teresa para que la comunidad
participara en este concurso. La comunidad lo aceptó y sor Dolores Rosa fue la
encargada de diseñar el manto. Acertada elección. Hay que exigir a cada uno
lo que cada uno puede hacer […]: La autoridad reposa, en primer término,
sobre la razón. (Antoine de SAINT-EXUPÉRY. El Principito, 2008. Salamandra. p.
39). Llegó el día del fallo del Jurado. El boceto de nuestras antecesoras fue el
tercero y el último en abrirse. Quedaron tan admirados que ya no quisieron
examinar más trabajos, por la calidad de éste, y quedó elegido.
Sin embargo, gente de la Ciudad, no contenta con este fallo, empezó a dar
mala fama a las beatas como bordadoras: Que no serían capaces de hacer
algo que valiera la pena; que quién conocía un trabajo de valor de estas
señoras… Entonces, ¿Qué hace la madre Teresa? Toma la decisión de que se
haría sin cobrar nada porque, según narra la historia, para ella era una cuestión
de honor. Y así lo notificó a la Junta. Ésta no aceptó la decisión tomada por el
Beaterio e insistió en el coste del manto, y después de un intercambio de
impresiones llegaron a un acuerdo. Como lo recaudado en el concurso, hasta
el momento, era poco les podrían entregar lo que sobrara después de pagar el
material empleado. Si sobraba más dinero, entonces sí pediría quince mil
pesetas. Cobra lo justo. Como al terminar el manto se había recaudado
bastante dinero, después de pagar el coste del material y el trabajo de las
beatas, la Junta mandó hacer una túnica a la Virgen, y el dinero que sobró se lo
entregaron a la madre Teresa.
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Si la fama del Beaterio va a tener menoscabo se hace incluso gratis. Es
cuestión de honor, es cuestión de justicia, porque el trabajo de bordado que les
encargaban, disminuiría. Haciéndolo gratis no se comprometía a nadie, la
gente podría apreciar el trabajo de las beatas y habría muchos encargos que
solucionarían algo el problema económico.
Mujer decidida, con total confianza en sus religiosas, con un sentido profundo
de la justicia y de la misericordia, se lanza y asume el riesgo porque el mayor
riesgo que hay en la vida es no arriesgarse a nada. La persona que no arriesga
nada, no tiene nada y nada es13.
También en ese corazón misericordioso y justo tenía puesto principal el pobre.
Como nos dice su biógrafo: con los pobres, imagen de Jesucristo, era toda
compasión; sus entrañas no podían consentir, que a un pobre se le despidiese,
sin socorro. «Al Señor que nos lo da todo, no se puede dejar con hambre»
decía. Siempre al comer, dejaba algunos manjares más delicados para los
pobres 14.
Teresa, religiosa dominica predicadora, desde su propio púlpito, el de su ser
anclado en Dios y abierto a las necesidades de los hombres, enseñó a los
granadinos de entonces el valor de la verdad y de la misericordia; de la
dignidad y de la honestidad.
5. Mujer longánima y magnánima
Nuestra madre Teresa, a lo largo de su vida, tuvo que afrontar situaciones
difíciles, adversidades y ofensas. Y las soportó con entereza de ánimo, por eso
fue longánima. Es decir, tenía la virtud sobrenatural de las grandes
contrariedades. Por otra parte, su grandeza de alma, su generosidad para
perdonar las ofensas recibidas, nos demuestra a una persona magnánima.
Tenía nobleza de alma, como dice su primera biografía. Ella había apostado
por su entrega al Señor en el Beaterio, sirviendo a la niñez y juventud a través
13 Leo Bucaglia, o.c. p.267.14 Reglamento interior para uso de las religiosas de Santo Domingo el Real de Granada…, Ed. facsimilar, pp. 39-40.
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de la educación, y también actuando en una sociedad que le pidió algunos
servicios. En su ser de cristiana y de religiosa dominica había una idea que le
impulsaba a actuar: La gloria de Dios y la salvación de las almas. Este anhelo
profundo era fruto de una rica vida interior y de su aguerrida personalidad.
a. Profunda humildad, fina psicología y gran recursividad
A través de su participación en la búsqueda del regreso de los dominicos a
Granada, podemos vislumbrar su profunda humildad, su fina psicología y su
gran recursividad. En primer lugar la gloria de Dios, la salvación de las almas y
el amor a la Orden fueron los móviles que la llevaron a participar en esta causa,
y a tener un puesto relevante en ella.
Su don de gentes, su amor entrañable a la Orden, la convirtieron como en el
gozne que articulaba las relaciones de los dominicos con el señor Arzobispo;
era como la intermediaria ante la necesidad que tenía este Prelado de una
respuesta clara y definida, pues con tanta indecisión por parte de la Orden:
unas veces decían sí, otras veces no, se estaba sintiendo burlado. De otra
parte, la ciudad de Granada, que deseaba el regreso de los frailes, se sentía
desorientada ante tanta indecisión e informalidad. Y por último, las señoras de
la Orden Seglar que habían gastado bastante dinero para arreglar una casa
que sirviera de vivienda para los frailes mientras les entregaban el convento,
querían una respuesta clara.
En la correspondencia se vislumbran grandes virtudes como una profunda
humildad, una fina psicología que trata de llegar a las fibras más hondas de la
persona, y una gran recursividad.
Veamos algunos ejemplos:
Expresa un anhelo profundo de religiosa dominica, junto con las otras prioras
de los conventos dominicanos, motivo por el cual asume esta responsabilidad:
para que vengan a Granada los Dominicos de cuya viva voz y enseñanza
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carecen [carecemos] desde tan largo tiempo y que tanta falta hacen para
sostener el vigor de la disciplina monástica (1895, marzo, 2).
Profunda humildad, como cuando contesta Ahora bueno es que yo le
manifieste a Vuestra Reverencia mi eterna gratitud, por el magnífico consejo
que con tanta oportunidad nos da, de que no nos inquietemos por nada; así
debería ser si yo tuviera más calma, no fuera andaluza hasta los huesos, y
sobre todo si tuviera más virtud; pero Padre mío, soy tan impresionable y
llevamos tantos años de esperar a los Padresicos, que el día del Juicio se
sabrá todo lo que hemos rezado y sufrido…(1895, marzo, 2).
En su humildad sabe tocar las fibras de su interlocutor, como cuando escribe:
Conocemos que se le exige a la Orden una cosa que casi no tenga igual, pero
también hay que tener en cuenta que Fray Luis de Granada merece que se le
atienda, y que los últimos Mártires beatificados son dos de aquí, y que también
desean que su Santa Casa sea de nuevo ocupada por sus hermanos (1896,
septiembre, 19).
O ésta, que tiene mucha gracia y espontaneidad: Como los Padresicos no han
venido, van a predicar ¡óigalo bien Vuestra Reverencia! los Capuchinos; ya ve
qué bien sientan los hábitos tan feos en ese púlpito que sólo los blancos son
los llamados; pero paciencia, hasta que Dios quiera (1896, octubre, 3).
Admira los principios claros que regían su vida. Como ejemplo podemos citar el
siguiente caso: El provincial de España le escribió una carta bastante
desairada; el socio del maestro, padre Jerónimo Coderch, le pidió a la madre
Teresa le contestara a este Provincial, pero ella con claridad, y una dignidad
humilde, se niega:
Siento mucho no poder dar gusto a Vuestra Reverencia con escribirle a nuestro
Padre Provincial, pero por la adjunta carta que le mando copia literal de la que
me mandó el Padre Provincial, verá que no debo yo volver a escribirle de este
asunto, pues en verdad está bien seca, y yo tengo la tranquilidad, que si bien
es verdad que le he importunado con mis cartas, siempre fue por la gloria de
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Dios y de la Orden, y bien de esta Comunidad y de las almas en general…
(1896, noviembre, 22).
Y es que Teresa ante todo amaba, y amaba profundamente. Amaba a Dios y a
los seres humanos. Como dice Edith Stein: Del amor esponsal se desprende.
que, si se hace propia su causa, entonces eso significa ante todo que uno se
incluye en el amor divino y, llevado por el amor, busca ganar para él a los seres
humanos, presentarle a las almas, y de este modo crear y atraer, ejercer la
maternidad espiritual… (p. 125).
Teresa vivenció en sí misma el amor e Dios desde muy joven. Para mí es un
indicio el nombre que se agregó: del Sagrado Corazón de Jesús, nombre que
luego apocoparía, y dejaría por Teresa de Jesús. Ella ya había experimentado
el amor de Jesús, “lo infinito de su misericordia”, y el solo nombre de Jesús, lo
decía todo. Experiencia que iba en contra de la corriente del Dios justo y
castigador de su época de infante y adolescente.
b. Un gran tesón, fortaleza y una gran creatividad
En medio de todo esto la madre Teresa crecía como mujer y como religiosa.
Todo crecimiento implica un riesgo, y ella se arriesgó una y otra vez. Le dio a
su vida un sentido divino, y no hubo fuerza humana que la desviara. Cuando
uno se pone a reflexionar en la construcción del edificio, no hay más que
maravillarse de su fortaleza, tesón y creatividad para sacar adelante esta obra.
En primer lugar, como directora del centro, ella vivió las angustias de un edificio
cada vez más deteriorado no sólo en su estructura sino también en el mobiliario
y enseres para la enseñanza, y sin poder remediarlo por falta de dinero. Ya,
rectora (priora), empezó a trabajar denodadamente por ir adquiriendo espacio
para la ampliación, y lo hizo comprando terrenos adyacentes: una casa, una
huerta colindante, media casa, y así poco a poco.
Se lanzó a la construcción confiando en el arquitecto, que era un gran
arquitecto. Pero el dinero no alcanzaba. La enseñanza era gratuita. Y el
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bordado, que fue el medio principal para adquirir el dinero para la obra,
convirtió a la aguja en compañera inseparable de nuestras primeras hermanas.
Y como aún no era suficiente, pidió préstamos a las personas conocidas, e
incluso con la aprobación del Consejo se tomaron dotes de las hermanas,
teniéndolas, eso sí, respaldadas por terrenos, por si en cualquier momento se
necesitara el dinero. Su fe inquebrantable en el bolsillo de Dios; su esperanza y
resistencia, se alimentaron mutuamente, se cargaron de energía, se
convirtieron en fortaleza que le ayudaron a sacar adelante la obra, en la que
toda su comunidad se implicó y que ella reconoció con gozo: …lo que es de
admirar, las cantidades necesarias para estos gastos públicos tan
considerables se deben exclusivamente al trabajo asiduo e inteligente de las
religiosas en todo género de labores, y sobe todo en el bordado.
La culminación de la obra fue el testimonio del tesón de unas mujeres de fe
capitaneadas por una mujer de una profunda vida espiritual, que con su vida
predicaba más que con las palabras.
c. Humildad y persistencia: la Congregación
Pero en medio de todos estos avatares había una preocupación de fondo. La
Congregación. Ya en 1905 sabía que estaban en una situación irregular. Por
más que pedía una corroboración de su obra, el arzobispo Moreno y Mazón no
le daba ningún documento escrito, todas las aprobaciones eran verbales.
También sabía que las constituciones que vivían no estaban aprobadas por la
Iglesia. Entonces empezó la búsqueda de constituciones, redacción de las
mismas que fueran propias, comunicaciones con el maestro general,
respuestas que no llegaban de la santa Sede, y todo esto agudizado por un
malestar que le producía un cáncer en el pecho. Diez años de angustias, de
búsqueda, de silencios, en los que persistió, en los que trabajó
incansablemente, hasta que por fin le llegó la respuesta: Se podían adoptar las
constituciones de las dominicas de la Anunciata. Anuncio que recibió en el
lecho de muerte y al que sólo respondió: ¡Gracias a Dios!.
6. Mujer humilde y fuerte, abierta a las necesidades de su entorno:
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Hablar de vocación es apelar a la existencia de una libertad responsable que
convierte a las personas en artífices de su destino. Por eso las mujeres llegan a
lo mejor de sí mismas justamente cuando están en armonía con el medio en el
que viven. Su capacidad de decidir es lo que las convierte en significativas para
sí mismas y para los demás.
La madre Teresa supo escuchar las necesidades de su tiempo y de su entorno.
Por eso se lanzó a la reforma educativa en su mismo colegio. No sólo
construyó el edificio de nueva planta sino que también renovó el curriculum de
estudios en la Enseñanza elemental, en los que además de la religión y la
moral se daba gramática, aritmética geometría, historia natural, historia de
España y otras asignaturas. Ella lo expresa así: Se ha perfeccionado la
enseñanza de las jóvenes alumnas con nuevas asignaturas que reclaman las
costumbres de los tiempos modernos (1903, enero, 26). Y en su humildad
recibe los elogios que le llegan: Y por cierto que la Rectora que suscribe ha
tenido el gusto de oír los elogios más lisonjeros de la Comisión Inspectora que
visitó el Establecimiento en el último mes de Septiembre (1903, enero, 26).
Siendo de clausura, atendió la llamada del párroco de Motril, rompió la clausura
y con prontitud atendió esta petición, aunque no sin dificultades pues el
arzobispo, después de darle el permiso, se lo retiró. ¿Por qué? Tal vez porque
los Patronos lo impidieron. Esta Junta, dicho de paso, fue un peso, una rémora
para el Beaterio, porque según expresión de la misma madre Teresa: Nos
están mareando constantemente.
La Orden la llamó a fundar en el Convento Madre de Dios, de Baena.
Fundación que no se hizo sin dificultades, pues un fraile dominico, que quería a
las dominicas de la Anunciata, se interpuso de distintas maneras. Situaciones
que tuvo que sortear la madre Teresa con tino y con paciencia, sacando
fuerzas físicas de donde no tenía, pero con mucha hondura espiritual, pues no
se había recuperado de la operación del cáncer y había empezado a aflorar un
problema circulatorio.
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Otro elemento muy importante es que abrió las puertas de su corazón y de la
clausura, en Granada, a los seglares que deseaban vivir la espiritualidad
dominicana, de tal manera que el convento y la iglesia de las dominicas fueron,
durante mucho tiempo, lugar de acogida y de encuentro de la Orden Seglar.
Conclusión
Como mujer, la madre Teresa desarrolló su feminidad desde el centro de sí
misma donde, como enseña santa Catalina de Siena, se da el conocimiento de
Dios y el conocimiento de sí misma, desarrollándose una serie de cualidades y
virtudes. La Sierva de Dios supo dar vida y acoger la vida, con todas sus
implicaciones.
Creo que un signo de su madurez fue su capacidad de amistad. En su vida hay
tres casos que se pueden comentar. Y un cuarto un poco velado. Tenemos a
monseñor Messeguer y Costa, arzobispo de Granada, que pasaba con
frecuencia para saludar a la Sierva de Dios, y ya enferma, él subía al primer
piso para que ella no tuviera que bajar. Le regaló una fotografía, que se
conserva en el archivo, y cierto día las flores que le habían obsequiado en una
ceremonia, se las llevó personalmente a nuestra querida madre Teresa.
Cuando le preguntaron a quién le llevaba esas flores, él contestó
espontáneamente: a quién si no a la madre Teresa. Su relación con el padre
Paulino Álvarez, o.p. también fue muy especial. Da la sensación de que desde
que se conocieron se estableció una conexión entre los dos; que él se convirtió
en el gran impulsor de la obra de la Madre y su apoyo en muchos momentos.
¿Habría entre ellos, una doble dirección espiritual? Es llamativa la forma de
despedirse en una de sus cartas: Que no se apure quiere su Madre, Teresa.
Otra amistad bonita es la que tenía con la Marquesa de Casablanca: En la
biografía de la madre Teresa no hay una expresión concreta que la insinúe.
Pero sí a lo largo de la vida vemos una gran relación entre las dos. Es la
Marquesa la que anima a la Sierva de Dios a participar en el concurso del
manto para la Virgen de las Angustias. Trabajaron conjuntamente en la
Archicofradía del Rosario y en la Cofradía del Rosario perpetuo. En el regreso
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de los dominicos a Granada ella, la Marquesa, con otras terciarias, apoyaron
muchísimo esta idea hasta comprar y dotar una casa para los frailes mientras
les entregaban el convento. Es decir, se siente una relación muy cercana,
rayana en la amistad.
Por último, es muy diciente que en uno de los ejemplares impresos del
panegírico que el padre Francisco Jiménez Campaña, sacerdote escolapio,
hiciera del protomátir Francisco de Capillas, o.p., hubiera escrito la siguiente
dedicatoria a la madre Teresa: A la Reverenda Madre Teresa de Jesús,
Superiora del Beaterio de Santo Domingo, de Granada, su amigo de siempre et
in sæcula sæculorum. Francisco Jiménez Campaña.
Como religiosa, por la experiencia cotidiana de una comunión de vida, oración
y apostolado, que es componente esencial y distintivo de su forma de vida
consagrada (Vida Fraterna, 10), se convirtió en signo de comunión fraterna,
dominica y predicadora.
Como dominica su vida vibró como tal, amó a la Orden y a todo lo que a ella se
refería y dejó a la Congregación ese distintivo, de suerte que ya en vida recibió
el elogio del padre Cormier, maestro general, cuando éste le escribe: Le doy
las gracias… por el grande amor que profesan a la Orden (1912, enero, 15.
Roma). Buscó en todo “la gloria de Dios y el bien de las almas”
Creo que su vida fue una predicación constante de hondura espiritual, de
tenacidad, de un amor apasionado por Jesucristo y los seres humanos. Pienso
que lo que ella escribió sobre el valor de la mujer cristiana, y que dejó
consignado en sus consejos, es el reflejo de su propia vida. Ella expresó lo que
vivió. No fue una simple idea. Su vida fue una vida aguerrida, de lucha, de
contratiempos, de amor y de oración, fructífera para sí misma, para la Iglesia y
para la sociedad. Y esto puede ser la vida de toda mujer cristiana que se nutre
del amor eucarístico. Y convencida de ello, nos lo dejó escrito como una
consigna para nuestra vida de consagradas dominicas y predicadoras-
enseñantes: La mujer católica está llamada a desempeñar una alta misión en la
sociedad.
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Muchas gracias
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