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CONFIRMACIONES EN EL CENTRO PENITENCIARIO DE JAÉN Por primera vez el Sr. Obispo ha administrado el sacramento de la Confirmación en el C.P. de Jaén. El pasado día 10, a las 10’00 h. comenzaba la celebración de la eucaristía en la capilla del Centro. Nos habíamos reunido los padrinos (entre ellos varios voluntarios del equipo de esta Delegación y funcionarios del módulo 7), los confirmandos (13 internos y una voluntaria del equipo), internos del módulo 7 invitados por los compañeros que se confirmaban, el resto de voluntarios de Pastoral; los familiares no fueron autorizados para ese momento. Previamente el viernes anterior habíamos celebrado el sacramento de la Penitencia y el ensayo de la ceremonia. Como Cornelio con su familia llamó a Pedro para que viniera a su casa, igualmente nosotros habíamos llamado a nuestro Pastor para que viniera a imponer las manos a estos fieles suyos e invocara sobre ellos la plenitud del Espíritu. ***************** Iniciamos la celebración con un canto pidiendo a Dios que abriera los cielos sobre nosotros, su pueblo; en el acto penitencial se fueron escuchando nuestras confesiones particulares: Yo confieso que he pecado mucho de omisión, cuando he vivido un tiempo alejado de Dios; y sólo volvía a él para pedirle algo. 1

Crónica

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Page 1: Crónica

CONFIRMACIONES EN EL CENTRO PENITENCIARIO DE JAÉN

Por primera vez el Sr. Obispo ha administrado el sacramento de la Confirmación en el C.P. de Jaén.

El pasado día 10, a las 10’00 h. comenzaba la celebración de la euca-ristía en la capilla del Centro. Nos habíamos reunido los padrinos (entre ellos varios voluntarios del equipo de esta Delegación y funcionarios del módulo 7), los confirmandos (13 internos y una voluntaria del equipo), in-ternos del módulo 7 invitados por los compañeros que se confirmaban, el resto de voluntarios de Pastoral; los familiares no fueron autorizados para ese momento.

Previamente el viernes anterior habíamos celebrado el sacramento de la Penitencia y el ensayo de la ceremonia.

Como Cornelio con su familia llamó a Pedro para que viniera a su casa, igualmente nosotros habíamos llamado a nuestro Pastor para que vi-niera a imponer las manos a estos fieles suyos e invocara sobre ellos la ple-nitud del Espíritu.

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Iniciamos la celebración con un canto pidiendo a Dios que abriera los cielos sobre nosotros, su pueblo; en el acto penitencial se fueron escu-chando nuestras confesiones particulares:

Yo confieso que he pecado mucho de omisión, cuando he vivido un tiempo alejado de Dios; y sólo volvía a él para pedirle algo.

Yo confieso que he pecado de pereza cuando he dejado de hacer o he retrasado lo que debía hacer.

Yo confieso que he pecado mucho de palabra cuando he descargado insultos contra mi familia, sobre todo, cuando esto lo hacía delante de mis hijos.

Yo confieso que he pecado de impaciencia y no he aceptado las debi-lidades de los demás.

Yo confieso que he pecado mucho de obra cuando he atentado contra la vida que Dios me ha dado con las drogas o el alcohol.

Yo confieso que he pecado mucho de palabra cuando he mentido, más aun, cuando he mentido con juramento.

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Yo confieso que he pecado mucho de obra cuando he robado lo ajeno y sólo pensaba en mi necesidad.

En esta confesión, no sólo ante Dios, sino también ante los hermanos reunidos, participábamos todos: los confirmandos, los padrinos, los invita-dos, los sacerdotes, el Sr. Obispo. Nos sentíamos unidos por la humildad de reconocer nuestro pecado personal.

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Si hacía calor en la capilla por la temperatura que de esa mañana de julio, más fuego aun ardía en los corazones de todos cuando el Sr. Obispo fue imponiendo las manos y crismando con la señal de la cruz a cada uno de nuestros hermanos.

Entre las preces de los fieles, además de las indicadas por el ritual, se escucharon otras escritas por los internos:

Le pido a Dios tiempo para poder pedir perdón a las personas que he hecho daño.

Por todos los presos, para que nos ayude a sobrellevar bien nuestra condena y a pensar que cada día nuestra libertad está más cerca

Le pido a Dios que nos devuelva la fe en nosotros, para poder creer en los demás

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En el momento de las ofrendas, los internos fueron presentado el pan, el cáliz, las flores, la concesión de un primer permiso, uno de los di-plomas entregados por Pastoral al terminar los cursos, unas fotos de la con-vivencia que Pastoral organizó en el Santuario de Guadalupe con alumnos de la SAFA de Úbeda, las cadenas rotas que la imagen de Ntra. Sra. de la Merced tiene en sus manos, por último, un interno del módulo 7 entregó un crucifijo hecho de marquetería, que después fue regalado al Sr. Obispo co-mo recuerdo de esta celebración.

Llegó el momento de compartir la paz que cada uno habíamos recibi-do en nuestros corazones; todos intercambiamos los abrazos: funcionarios, internos, laicos, sacerdotes, Obispo. Realmente Jesús es el Cordero que quita el pecado que divide a los hombres.

La seguridad de que nada es imposible para el Dios que nos fortale-cía en la comunión nos quitaba el miedo, las dudas ante el futuro.

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Es verdad que una foto no puede expresar tanta emoción y gracia vi-vidas esa mañana, pero la foto nos serviría como testigo de ese aconteci-miento que había sucedido dentro de la prisión; así lo pidió el Sr. Obispo y así fue. Todos juntos en una foto de familia de Dios.

El canto final fue una afirmación: El Sr. Obispo, la Iglesia, Dios pue-de contar con nosotros, los que vivimos por el tiempo de la condena en la cárcel de Jaén, los que trabajamos en ella como funcionarios y los que evangelizamos en ese lugar, enviados y en nombre de la Iglesia.

Por último, el Sr. Obispo les regaló a los confirmados el evangelio de Marcos, la vida de Lolo y nos invitó a todos a unos refrescos y aperitivos, tomados del economato, aunque él no pudo acompañarnos porque se iba a visitar al padre enfermo de un sacerdote.

La alegría, los cantos duraron hasta el momento en que había que volver al módulo.

Gracias al Espíritu Santo y a todos los hombres que han hecho posi-ble esta celebración del sacramento de la CONFIRMACIÓN

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