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EL LACIO
LIBRO VII
Después de pasar junto a la isla de Circe, los enéadas llegan por fin a la
desembocadura del río Tíber
Reina en estas tierras Latino, al que, tiempos atrás, su antepasado
Fauno había transmitido la voluntad divina: su hija Lavinia debía
casar con un extranjero que elevaría el Lacio a su máxima gloria.
Los troyanos remontan el Tíber y, escasos de provisiones, se comen
las tortas de espelta que utilizaban para apoyar los alimentos.
Ascanio comenta en broma: “¡Ay, nos estamos comiendo las mesas!”.
Se estaba cumpliendo la maldición de la harpía. Era el lugar, según
recordaba Anquises, en que los troyanos debían buscar su morada.
Después de celebrar solemnemente la llegada al destino prometido, Eneas
parte en busca del rey de aquellas tierras para presentarse.
Latino acoge favorablemente a los troyanos y les recuerda que Dárdano
nació en sus tierras. Los troyanos, por su parte, explican que han llegado
allí por voluntad de los dioses.
ne fugite hospitium, neue ignorate Latinos
No rehuyáis la hospitalidad ni ignoréis a los latinos.
Latino comprende que ha llegado el extranjero que Fauno le había
advertido: «¡Secunden los dioses nuestros planes y su propio augurio!
(…)Volved a llevar ahora a vuestro rey mis palabras:
…una hija tengo que, según los vaticinios del templo de mi padre, no debe
casarse con varón de nuestra raza, ni lo permiten muchas señales del cielo.
… avisan que de costas lejanas yernos vendrán —que éste es el futuro
del Lacio— que con su sangre alzarán nuestro nombre a las estrellas. Y
yo creo que éste es aquel que el destino reclama y así, si es buen adivino
el corazón, lo deseo.»
Reacciona
entonces Juno
enviando a la
furia Alecto para
alimentar la ira
de Amata,
esposa de
Latino, y de
Turno, anterior
pretendiente de
Lavinia: su
misión no es otra
que crispar los
ánimos,
provocar la
guerra.
sanguine Troiano et Rutulo dotabere, uirgo,
et Bellona manet te pronuba.
Tu dote serán, muchacha, la sangre troyana y
la rútula; Belona será tu madrina de bodas.
La intervención de la Furia produce efectos inmediatos en Amata, esposa
de Latino, en Turno, rey de los rútulos y pretendiente favorito de la
reina. Provoca además un grave enfrentamiento entre troyanos y latinos
cuando Ascanio mata al ciervo de Silvia.
'exsulibusne datur ducenda Lauinia Teucris,
o genitor, nec te miseret nataeque tuique?
¿Con unos teucros exiliados se desposará Lavinia,
buen padre, y no te compadeces ni de tu hija ni de ti?
Y la reina va enfureciéndose cada vez más, por acción de Alecto, hasta que
finalmente es presa del furor báquico y enloquece a las demás mujeres
latinas.
'io matres, audite, ubi quaeque, Latinae:
soluite crinalis uittas, capite orgia mecum.'
«¡Madres del Lacio, eh! ¡Escuchadme! :
desatad las cintas de vuestro pelo, venid a la orgía conmigo.»
Turno recibe su visita en sueños y, si bien en principio no se ve afectado por
sus palabras, en cuanto la Furia le arroja su antorcha y dos serpientes, es
presa de un incontenible furor y sed de sangre. Está dispuesto incluso a
declarar la guerra a Latino.
“Brama enloquecido pidiendo las armas, buscando las armas por la
estancia y toda la casa.
arma amens fremit, arma toro tectisque requirit
Alecto inyecta la
rabia a los perros de
Ascanio y acosan al
cervatillo de Silvia,
que hasta comía de
las manos de los
hijos de Tirro.
Ascanio lo mata
accidentalmente.
Los latinos se enfurecen y atacan a Ascanio. Al defenderlo los troyanos ,
estalla una sangrienta batalla. Todos son presa de la locura.
“Ya hay suficiente terror y fraude, La guerra está servida” dice Juno a Alecto.
terrorum et fraudis abunde est:
stant belli causae,
Latino intenta restablecer la paz, pero rútulos, latinos y latinas rodean su palacio
clamando a gritos la guerra. El rey se encierra impotente en palacio, no sin antes avisar:
“vosotros pagaréis el castigo con sacrílega
sangre, infelices. A ti, Turno, te aguarda —
¡horror!— un triste suplicio y con tardíos
votos suplicarás a los dioses. “
ipsi has sacrilego pendetis sanguine poenas,
o miseri. te, Turne, nefas, te triste manebit
supplicium, uotisque deos uenerabere seris.
Ante la negativa de Latino a declarar la guerra, es la propia Juno
quien abre las puertas del templo de Jano
El tirreno Mecencio (con su hijo Lauso) es el primero en incorporarse.
Mésapo, Clauso, Vibio, Camila y otros míticos antepasados de ilustres
familias romanas acompañan a Turno