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Indiferencia Social
Definición
Indiferencia es una palabra que tiene una evocación de lo frío, que no despierta el calor del afecto, la curiosidad o el interés. El Diccionario de la Real Academia, dice que indiferencia es un "estado de ánimo en el que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona u objeto determinado; no hay ni preferencia, ni elección".
La indiferencia social es un claro síntoma de una sociedad que no tiene la más mínima intención de
participar, en ninguna instancia pública que tenga que ver con el destino de su conjunto. Este indicio marca
una fuerte decadencia en el ser humano con respecto a sus semejantes. La falta de principios y valores
morales nos lleva a un grave estado de indiferencia. El ser indiferente busca siempre justificar su
comportamiento, buscando la responsabilidad en el otro, nunca se siente afectado por lo que ocurre en su entorno, siempre y cuando no afecte alguno de
sus intereses. Esta actitud nos lleva a un caos moral que anestesia nuestra conciencia y la deja insensible,
a tal punto que terminamos despreciando la vida misma.
Hoy somos testigos de lo que está ocurriendo en nuestra provincia a causa de la violencia y la
inseguridad. La indiferencia no solo está instalada en gran parte del pueblo, sino que
también está en el mismo estado. Hoy observamos dirigentes indiferentes a la
realidad, buscando siempre justificar su mal desempeño deslindando responsabilidades
propias. Observamos jueces indiferentes, que a través de sus fallos, demuestran su grado de apatía, dejando muchas veces en libertad a
delincuentes que reiteradas veces cometen los mismos delitos.
Mucha gente piensa esto pero al final solo unos pocos son capaces de hacer algo
Creo que todos somos responsables por acción u omisión de lo que hoy vivimos como
sociedad. Cada uno, desde el lugar que le toca, debe sumar fuerzas para revertir esta situación. No lo lograremos de la noche a la mañana, será
un largo proceso que empieza, no buscando culpables, sino responsables, y el primero debo
ser yo. La pregunta cada mañana, antes de salir a trabajar debería ser: ¿Qué estoy
haciendo por mi barrio, por mi ciudad o por mi pueblo?
La indiferencia tiene diferentes matices, puede ser sabia e inspirarnos profundo respeto, por ejemplo la
profunda indiferencia de Sócrates ante las demandas de amor
de Alcibíades, o la indiferencia del maestro Zen ante la pregunta
angustiosa del principiante por cómo alcanzar la sabiduría. Freud mismo fue indiferente respecto a la
ética burguesa de su época.La indiferencia también es útil en algunas ocasiones, por ejemplo como parte la doxa (Glosario
de filosofía) del método científico, que no considera para nada la dimensión subjetiva o
afectiva.
El mensaje del discurso social fomentado desde las esferas de poder, es “No hay nada que
hacer”, entonces lo que resta para el grueso de la población es un
“dejar hacer”.La propaganda y las declaraciones periodísticas logran torcer
las palabras hacia un determinado significado y cargarlas de prejuicios
Ejemplos:
“El paramilitarismo no existe, el paramilitarismo se acabó”, palabras de José Obdulio Gaviria, asesor presidencial.Del mismo modo “No existe narcotráfico sino delincuencia común traficando”, “Nosotros no tuvimos guerra civil, tuvimos fue una amenaza terrorista no enfrentada’, ‘nosotros no tenemos conflicto armado interno’, “Nosotros no tenemos desplazados, tenemos migración en buena parte por el paramilitarismo y la guerrilla (...) esa gente se fue para ciudades y allá están como migrantes, (…) Las denuncias de las ONG son pura propaganda”
De igual forma, el régimen hitleriano utilizaba palabras y expresiones de significado neutro o
positivo para nombrar el terror y el exterminio. Así como en el
Holocausto, la “solución final” nombraba el exterminio; “tratamiento especial”
significaba matanza; “direccionamiento de la colonización” designaba la expulsión de los
judíos; el “reagrupamiento” nombraba a la deportación; la “zona judía de residencia” eran los ghettos, y la expulsión
hacia los campos de concentración se denominaba “desplazamiento de residencia”.
Esta forma de orientar y conducir el lenguaje y el sentido está destinada
a que la población civil se desentienda del crimen, elimine la categoría de verdugo por
parte de los perpetradores, consienta a lo que se dice que es justicia, y que pase por encima la responsabilidad con el otro
semejante.
Una vez Jesús dijo: Tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron
de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a
visitarme. Entonces ellos le preguntaron: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o
como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos? El Rey les
contestará: Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más
humildes, tampoco por mí lo hicieron.