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Diferentes vidas formaron la literatura latinoamericana Diana Saavedra Español 352 Heyck

La formacion de la literatura latinoamericana

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Diferentes vidas formaron la literatura latinoamericana

Diana Saavedra

Español 352

Heyck

12/8/12

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La habilidad de escuchar o leer las perspectivas de una variedad de fuentes es, para mí, es

el factor más importante que corre a través de la literatura latinoamericana de las épocas. Cada

persona en este mundo tiene una historia única, que incluye diferentes detalles que alguien más

se les haiga pasado, pero importante de igual manera. Al tener la fortuna de estar presentes

durante eventos importantes de la vida, uno está expuesto a acontecimientos de primera mano

que pueden ver cambiado la historia para siempre. Al ver con los ojos, nos da un tipo de

credibilidad porque ellos estaban personalmente allí. Inclusivo, así hemos tenido una gran parte

de los mejores reportes de la historia de nuestro país sobre las guerras y las conquistas que hasta

este día estamos estudiando durante toda nuestra carrera escolar. Allí aquellos hombres que nos

demostraron unas ideas muy revolucionarias de igual manera.

Bernal Díaz del Castillo escribió sobre la conquista de los indígenas por parte de Cortés

en la perspectiva de un soldado en el ejército español. Él, en contraste con Cortés, no estaba

escribiendo para reportarle a alguien lo que ocurría. Díaz del Castillo escribía un relato oral para

sí mismo.

“La memoria de Díaz es tan prodigiosa que le permite recordar no sólo el nombre de cada pueblo conquistado, los nombres de los principales caciques mexicanos y el de sus dioses, sino que también recuerda el numero de escalones de cada una de la pirámides…” (73).

Ofreció muchos detalles de manera objetiva que nos pinta una imagen majestuosa de Moctezuma

y su gente. El hecho de que vino de alguien como él que sí valoraba sus tradiciones, hizo todo su

documental aún más agradable. Claro, Díaz del Castillo no tenía la educación que tenía Cortés.

Esa educación lo ayudaba a disfrazar cada palabra que le escribía al Rey Carlos V, pero él no

puso atención en lo más importante, la cultura y el ambiente de los indígenas.

“Ya que llegábamos cerca de México, adonde estaban otras torrecillas, se apeo el gran Moctezuma de las andas, y traíanle de brazo aquellos grandes caciques, debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y el color de plumas verdes con grandes labores de oro, con muchas argentería y piedras chalchiuis…” (77).

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A Díaz del Castillo le importaba tanto la perspectiva de los indígenas que incorporó sus palabras

y sentimientos en lo que escribió. Esto demuestra la transculturación y cómo Díaz del Castillo se

esforzó lo más que pudo en sumergirse en el mundo desconocido de los indígenas.

El Inca Garcilaso de la Vega tuvo la suerte de venir de ese mundo desconocido. Ése era

un mundo en el cual la gente era más humana y tenía menos negocio y política. Todo lo que

escribía Garcilaso de la Vega era de primera mano, de la perspectiva del primer criollo de

América. Él fue criado por su madre, la princesa Inca, en Cuzco.

“Yo nací ocho anos después que los españoles ganaron mi tierra, y como lo he dicho me crie en ella hasta los veinte años, y así vi muchas cosas de las que hacían los indios en aquella su gentilidad, las cuales contare, diciendo que las vi” (113).

Fue expuesto a varios idiomas por parte de su madre y su familia (el quechua), por su padre y sus

raíces españoles (el español) y por su cuenta (el latín). Su madre y sus tíos le enseñaron las

leyendas de su gente, y cuando él no entendía o no sabía algo, nunca temió en preguntar. De esa

manera fue un instrumento para comunicar y compartir las historias y leyendas a través de sus

escritos.

“En este texto, redactado con gran arte literario y basado parcialmente en sus propios recuerdos juveniles, Garcilaso intentaba corregir y complementar otras crónicas españolas. El resultado es en efecto una fuente primaria…” (109).

De esa forma, generaciones hoy en día pueden experimentar cómo de veras era la vida de los

indígenas y no creer las mentiras de alguien que solo escribía para alzar su estatus con un rey,

como hicieron muchos conquistadores. Garcilaso de la Vega lo vivió, lo valoró, y con mucho

orgullo respondió a la palabra mestizo. ¿Quien más queremos como fuente principal no si él?

Nadie.

Muy contrario al Garcilaso de la Vega y sus valores sobre los indígenas, Sarmiento era un

hombre que dejaba saber muy claramente sus creencias sobre el gobierno de sus dictadores que

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lo exiliaron de Chile. Escribió y publicó muchas obras y hasta fundó la primera escuela normal

del país para comenzar con la civilización. Esas escuelas tenían profesoras femeninas de los

Estados Unidos porque él creía que para crear una civilización avanzada tenía el país que

proporcionar una educación universal; poniendo a un lado el hombre natural. Ese hombre natural

era incapaz de tener una mente que pudiera retener esa educación. Más aparte, para cumplir con

estas teorías progresivas de la educación, Sarmiento, siendo un fiel representante de

romanticismo, prefería

“un idioma propia moldeado por el dinamismo de los nuevos países independientes”

(245).

Sin embargo, cuando Sarmiento se refería hacia los caudillos, sus comentarios de una

civilización en la cuidad llena de hombres y mujeres con educación, su tono cambió.

“Los caudillos rurales que gobernaban en las provincias con su poder feudal, eran un obstáculo al progreso… En un país que aspiraba a incorporar ideas progresistas, este individuo, el gaucho, no servía” (246).

Esto era un ataque muy claramente dirigido al dictador Rosas, porque para Sarmiento, él era el

símbolo por antonomasia de la barbarie. Incluso, allí otro grupo de personas que sí hubiera

podido con ellos; Sarmientos se hubiera desasido de ellos en un instante por ser desorganizados

como animales.

“Los habitantes del norte de Europa y los norteamericanos poseen el sentido moral y una ética del trabajo necesario para el futuro desarrollo de su propio país. Esta visión parcial, resulta en una actitud racista hacia los indios y negros como si fueran inferior” (246).

Estas ideas y opiniones racistas eran, en ese tiempo, aceptadas por la sociedad de mentes

“inteligentes” que anhelaban el progreso del país. Sarmiento no valoraba el hombre natural

porque no caía dentro de sus normas. Ese autóctono limitaba, según Sarmiento, el desarrollo de

él y la gente que sí llenaba sus requisitos para formar su civilización en este mundo. Es increíble

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ver que Sarmiento esperaba el progreso con esos pensamientos tan estrechos; era un progreso

muy particular.

José Martí era más similar al Inca Garcilaso de la Vega y Bernal Díaz del Castillo. Sin

embargo, Martí sí era diferente a Sarmiento. Aunque tenían su similitud en que valoraban la

educación y que las mujeres, no solamente los hombres, la recibieran. Martí era guerrero cuando

se trataba en pelear por la libertad e independencia de todos. Cuando se dice “todos,” de veras

quiere decir toda persona en este y otros países que viven bajo un gobierno injusto y sin razón.

“Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado” (288).

Él no veía color de piel, no veía razas, no notaba el estatus económico. Para Martí, éramos todos

iguales, sin raza, trabajando para el bien común. Estando tan unidos, juntos podían ignorar la

tiranía y arrogancia que no era necesario para ninguna persona.

“El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas” (295).

Las palabras que decía y escribía Martí eran una inspiración. No debería haber odio como no

había razas para odiar. ¿Cómo pueden las personas odiarse unas a otras si, como el campesino,

todos estamos en este país viviendo honradamente, conviviendo con la naturaleza que usamos

para vivir? Como dijo Martí, “No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa

erudición y la Naturaleza” (293).

Por estas razones les agradecemos a individuos como Bernal Díaz del Castillo, El Inca

Garcilaso de la Vega, Domingo Faustino Sarmiento, y José Martí–por haber escrito de eventos o

sus sentimientos que presenciaron personalmente de un tiempo anticuado a algo más moderno.

Por su esfuerzo de transmitir sus opiniones, hemos tenido la oportunidad de ver y pensar acerca

del mundo de esas personas a través de sus experiencias.