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El naufragio “¿olvidado?”

Naufragio del Principe De Asturias

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El naufragio “¿olvidado?”

El naufragio del ‘Príncipe de Asturias’ de la compañía española Pinillos supuso una gran tragedia para la sociedad de principios del siglo XX.

Se trataba de un gran barco de vapor con grandes semejanzas con el famoso Titanic hundido cuatro años antes, en 1912. El vapor zarpó de Barcelona y realizó paradas en Valencia, Almería y Málaga desde donde partió para Buenos Aires donde nunca llegó.

Unos corales en las costas de Brasil hicieron que el barco se hundiera en menos de cinco minutos.

El 'Príncipe de Asturias' era un gran barco dividido en zona de Primera clase, de segunda y de segunda económica. Los camarote s de lujo contaban con todo tipo de comodidades: sala, dormitorio, cuarto de baño o tocador en un amplio espacio.

Los salones de primera eran amplios y elegantes. Estaban engalanados con moquetas persas y servían como sitio para la reunión social de los pasajeros más adinerados del barco. El 'Príncipe de Asturias' tenía una gran escalinata para acceder a la biblioteca, la sala de fumar o el salón de música

Los comedores de primera estaban decorados con paneles de roble japonés y marcos de nogal, y se extendían a lo ancho del barco y tenía gran luminosidad. En los de segunda, los comensales comían más apretados en sillas y mesas comunes alargadas para aprovechar al máximo los huecos.

Quienes no podían pagar un camarote de primera, no tenían lujos. Sus habitaciones eran compartidas entre cuatro personas con literas y algún lavabo común.

Los pasajeros de segunda no podían disfrutar de los largos paseos por la cubierta superior o por la acristalada que protegía del viento y del agua a los pasajeros.

Tampoco podían disfrutar la biblioteca del barco que tenía una gran colección de libros perdidos tras el hundimiento.

El naufragio supuso la pérdida de 445 personas (338 pasajeros y 107 tripulantes) y 143 supervivientes. Años después, y sin que se haya podido comprobar fehacientemente, ese número de víctimas se elevó por la revelación de un dato sorprendente: las bodegas estaban abarrotadas de inmigrantes clandestinos (estimados en más de 1.500), en su mayoría judíos, que huían de Europa, motivada por la 1ª Guerra Mundial (1914-18).

TOTAL APROXIMADO DE 1900 MUERTOS

Propietario: Pinillos Izquierdo y Cia. S.C. Desplazamiento: 16.500 toneladas. Eslora: 140 m. Sumergido en Motivo del hundimiento:

Desvío del compás magistral. Choque colisión con arrecife. Punta Pirabura. Estallido de calderas.

Sobre las 3:30 horas de aquél día, un domingo de carnaval, el comandante del navío ordenó a la tripulación que redujese la velocidad y permaneciese atenta, pues había mucha neblina en la región. Aparentemente, estaban perdidos.

A las 4:15, la terrible losa submarina de Ponta de Pirabura, verdadera fortaleza de coral, abrió una brecha de 44 m. en el casco doble del navío; la popa se elevó entera, y el “Príncipe de Asturias” se sumergió por completo, en menos de cinco minutos, entre oleajes provocados por el mal tiempo y por su propio peso.

No había nada que hacer. Apenas una tímida señal de socorro emitida por el radio-telegrafista de a bordo. Al chocar contra el fondo del mar, las calderas explotaron. Apenas un bote consiguió librarse de las amarras a tiempo, llevando 17 personas.

Las otras 109, que también conseguirían escapar, lo hicieron agarradas a los escombros que flotaban. Muchos fueron arrastrados contra las rocas del acantilado de Isla Bella (Brasil). Algunos consiguieron escalarlo, otros morirían allí mísmo. Irónicamente, los que subieron a la roca, se protegieron del frio y del hambre, con las cajas de coñac, vino y aceitunas, que les fueron traídas por el mar revuelto.

Recogidos por el vapor francés, Vega, horas después, los supervivientes ilustrarían los periódicos del día siguiente con detalles aterradores. El marinero, Alexandre Lópes, por ejemplo, explicó sus heridas como fruto de un atentado que sufriera en el instante en que el navío iba a pique: cuando subía una escalera, un pasajero de la tercera clase, lo atacó con un puñal para tomarle el sitio a bordo. Algunos supervivientes también narraban que el Capitán Lotina, que hacía ocho años que recorría las costas brasileñas, haciendo aquella misma ruta, había sido tomado por un sentido de culpa en el instante del naufragio, y, sin dejar el puesto, se suicidó con un tiro en la sien, lo que fue seguido por su primero inmediato, D. Antonio Salazar.

Se cuenta que enseguida, después del accidente, un grupo de habitantes de la región, inició un saqueo desenfrenado, sin respetar siquiera el cuerpo de las víctimas. Todo era disputado a tapa, fuese una maleta encharcada o un anillo en el dedo de un ahogado. Cuando por allí llegó el batallón de Capitanía de Puertos, nada quedaba por hacer. Solo improvisar un cementerio en el lugar, conocido como Serraria, hoy cubierto por la arena.

Posteriormente, y a sabiendas de que aparte de las doce estatuas de bronce, que el navío traía de España para completar el monumento de los españoles en Buenos Aires, donde terminaría el viaje, también viajaba en el barco 4.500 toneladas de cobre,1.700 de estaño, 800 de chumbo, 45.000 libras esterlinas, en monedas y joyas y una carga de oro diplomático de valor no estimado. También viajaban refutados financieros y famosos artistas de la época con sus valiosas maletas. La compañía de seguros del barco, Norton-Vega y Co, quiso mantener en secreto tan valiosas pérdidas, para evitar su saqueo.

La aseguradora, junto a La Marina, en 1940, fueron los primeros en intentar su recuperación, algo inútil para los medios disponibles de aquella época. Lo mismo les pasó a los tres buceadores españoles que poco después lo intentaron. Usaron dinamita para explotar el casco y ver lo que había dentro.

Echaron 3 años en el servicio, y lo máximo que consiguieron, además de 200 toneladas de chumbo y pedazos de bronce de la hélice, fue destruir buena parte de lo que todavía permanecía intacto del navío.

Todo hace pensar que se quiso “olvidar” por intereses, tanto por parte de la compañía aseguradora, como por parte del Gobierno de la época.

Actualmente los restos del barco se encuentran a unos 45 metros en el fondo del mar, en una zona llena de tiburones y con la estructura destruida por los cazatesoros que perseguían una leyenda sobre que el vapor llevaba a América una importante cantidad de oro.

¿Qué más llevaban en el

barco?