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Julio Csar de Cisneros Britto Poblacin y Crisis medio ambiental 0 POBLACIN Y CRISIS MEDIO AMBIENTAL

Población y crisis medioambiental

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POBLACI�N Y CRISIS MEDIO AMBIENTAL

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INDICE

1. TEOR�AS Y MARCOS SOBRE LOS EFECTOS DEL CRECIMIENTO DE LA POBLACI�N EN EL MEDIO AMBIENTE F�SICO. 2

1.1. La Dial�ctica econom�a / medio ambiente. 6

1.2. La Perspectiva de Econom�a neocl�sica 10

1.3. La Perspectiva de la Ciencia natural. 11

1.4. La Perspectiva de la Econom�a Pol�tica de la 11 Dependiencia.

1.5. La Perspectiva combinatoria. 11

1.6. Los Modelos espec�ficos. 12

2. PROS Y CONTRAS DEL PLANTEAMIENTO NEO-

MALTHUSIANO. 14

2.1. El debate religioso

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3. CRISIS Y �TICA SOCIO AMBIENTAL 22

BIBLIOGRAF�A 29

P�GINAS WEB 30

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POBLACI�N Y CRISIS MEDIO AMBIENTAL

�Estamos ante una crisis medio ambiental provocada por el hombre?. �Es el crecimiento de la poblaci�n la causa del aumento de la acci�n depredadora del hombre sobre la naturaleza?. �Hay esperanza para la humanidad si sigue creciendo su n�mero y aumentando la pobreza?. �Qui�n tiene la culpa de la crisis medioambiental, la producci�n industrial � la utilizaci�n de tecnolog�as pobres y consumidoras de recursos naturales?.

La influencia del crecimiento de la poblaci�n en el deterioro del medio ambiente, constituye una relaci�n que puede ser analizada desde diversos enfoques. El prop�sito de este art�culo consistir� en reunir los diferentes �mbitos dial�cticos donde se dirimen los temas centrales de la relaci�n poblaci�n medio ambiente

1. Teor�as y marcos sobre los efectos del crecimiento de la poblaci�n en el medio ambiente f�sico.

Desde la antig�edad, los estadistas y los fil�sofos han escrito acerca del equilibrio entre la poblaci�n y los recursos naturales y se han pronunciado acerca del concepto de un n�mero �ptimo de personas. En esos escritos antiguos ya se previeron aspectos de los conceptos m�s formales elaborados con posterioridad y figuraban algunas ideas que se destacan en las teor�as modernas.

Las obras de los antiguos fil�sofos chinos, incluido Confucio y su escuela, contienen algunos conceptos de poblaci�n �ptima a nivel local. El gobierno era responsable de mantener un equilibrio ideal entre la tierra y la poblaci�n patrocinando migraciones de las zonas muy pobladas a las menos pobladas. Plat�n y Arist�teles estaban atentos a la necesidad de que la poblaci�n fuera autosuficiente en materia de alimentos, y advirtieron acerca de que si no se pod�a aumentar la extensi�n de tierra cultivada con la rapidez suficiente para compensar el r�pido crecimiento demogr�fico se producir�a un exceso de poblaci�n y se originar�a pobreza. Aunque las primeras doctrinas cristianas y medievales en general consideraron las cuestiones de poblaci�n desde un punto de vista moral y �tico, seg�n algunos escritores el crecimiento excesivo de la poblaci�n del mundo conocido era la causa de la pobreza y el sufrimiento y atribuyeron a la naturaleza la habilidad de restablecer el equilibrio entre la poblaci�n y los recursos mediante las pestes, el hambre y la guerra.

Es preciso mencionar que no todos los te�ricos consideraron que el crecimiento de la poblaci�n era negativo. En particular, las ideas mercantilistas en Europa durante los siglos XVII y XVIII reflejaron los aspectos positivos de poblaciones grandes y crecientes y propiciaron pol�ticas para alentar el matrimonio y las familias numerosas.

En los �ltimos dos siglos, la perspectiva malthusiana ha caracterizado en gran medida el debate sobre la relaci�n entre poblaci�n y desarrollo. Sus defensores y enemigos compartieron las preocupaciones acerca del equilibrio entre las tendencias demogr�ficas (esencialmente el crecimiento de la poblaci�n), los recursos naturales y el crecimiento econ�mico y la pobreza. En tanto el debate inicial se centr� en Gran Breta�a durante la revoluci�n industrial, en la segunda

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mitad del siglo XX ese debate ampli� su alcance e incluy� la disponibilidad de tierra cultivable destinada a la producci�n de alimentos por y para los pobres de los pa�ses en desarrollo que constituyen la mayor�a de la humanidad. No obstante, el hecho de situar la relaci�n entre la poblaci�n y el medio ambiente en el marco de la disponibilidad per c�pita de los recursos ha dado como resultado perspectivas opuestas. Por una parte, la perspectiva de “limitar el crecimiento” considera que el crecimiento de la poblaci�n es fundamentalmente perjudicial para el sistema mundial (Meadows y otros, 1972: Meadows, Meadows y Randers, 1992; Brown, Gardner y Halweil, 1999); por otra parte, existe la opini�n de que el crecimiento demogr�fico es un impulso positivo para lograr el progreso tecnol�gico (Boserup, 1965, 1976, 1981; Simon, 1981, 1990, 1996).

Gr�fico 1Producto interno bruto (PIB) mundial y crecimiento demogr�fico,

1750-2000

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Perspectivas de la econom�a mundial 2000 (Washington, D.C., 2000), basado en J. Bradford DeLong, Estimating World GDP, One Million B.C.– Present (Berkeley, California, Departamento de Econom�a de la Universidad de California en Berkeley, 1998).

El concepto de capacidad de carga o de sustento de la tierra constituye un marco para estudiar la relaci�n entre la poblaci�n y los recursos renovables. Ehrlich (1994, p.30,31) lo explica as�: “..La clave para comprender el problema de la superpoblaci�n no es la densidad de poblaci�n sino en el n�mero de personas que viven en una determinada zona en relaci�n con sus recursos y con la capacidad del medio ambiente para sostener las actividades humanas; esto es, la capacidad de carga de dicha zona. �Cu�ndo puede decirse que un �rea est� superpoblada? Cuando su poblaci�n no puede mantenerse sin que los recursos no renovables disminuyan aceleradamente (o se conviertan los recursos renovables en no renovables), degrad�ndose la capacidad del medio ambiente

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de sostener a la poblaci�n. En suma, un �rea est� superpoblada cuando sus ocupantes degradan la capacidad de carga a largo plazo de dicha �rea”.

A fin de ampliar el concepto, esa capacidad se define a veces como el n�mero de personas que pueden subsistir en el futuro previsible sin degradar el medio ambiente f�sico, ecol�gico, cultural y social (Cohen, 1995). A comienzos del decenio de 1980 se aplic� un enfoque m�s limitado y fundamentalmente t�cnico a la capacidad de carga o de sustento de la tierra para evaluar sistem�ticamente el n�mero m�ximo de personas que podr�an subsistir en forma sostenible mediante la agricultura nacional de los pa�ses en desarrollo (Higgins y otros, 1983; 1984, Organizaci�n de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentaci�n, 1994; Heilig, 1999). El concepto de capacidad de carga o de sustento de la tierra ha vuelto a ser objeto de atenci�n en el contexto del desarrollo sostenible que interpreta la seguridad alimentaria como el resultado de un aumento significativo y sostenible de la producci�n agr�cola y del logro de mejoras sustanciales en el derecho de los pueblos a recibir alimentos (Ruttan, 1996).

Especialistas en ciencias naturales y sociales han presentado una variedad de modelos para estudiar la relaci�n existente entre la poblaci�n y el medio ambiente, incluidos varios modelos desglosados (o multiplicadores) (Commoner, 1991; Bongaarts, 1992; Ehrlich y Holdren, 1971, 1974; Ehrlich y Ehrlich, 1992; Harrison, 1992). En estos modelos se considera que todas las consecuencias para el medio ambiente son resultado del tama�o de la poblaci�n, el nivel de prosperidad o de consumo y producci�n per c�pita y el nivel de tecnolog�a perjudicial para el medio ambiente. Las aplicaciones emp�ricas de este modelo se han centrado en el aumento de la utilizaci�n de recursos concretos o las emisiones de determinados contaminantes relacionados con el aumento del suministro de algunas mercanc�as o servicios. En consecuencia, los resultados presentados con respecto a la funci�n de los factores demogr�ficos son variables.

La l�gica de los modelos multiplicadores se ha venido aplicando en la elaboraci�n de modelos complejos del cambio clim�tico mundial. El tama�o y el crecimiento de la poblaci�n se encuentran indefectiblemente entre las numerosas variables que se utilizan en el an�lisis (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim�tico, 1990: Leggett y otros, 1992. Las relaciones no lineales sobre la base de las curvas que vinculan las variables demogr�ficas, econ�micas y del medio ambiente constituyeron las caracter�sticas principales de los modelos mundiales del Club de Roma. Su utilidad se vio limitada por la escasez de datos emp�ricos, que con frecuencia se completaban con supuestos. En la actualidad, se est� tratando de superar esa gran desventaja utilizando marcos regionales y nacionales espec�ficos. Por ejemplo, la Comisi�n Econ�mica para �frica (CEPA) dise�� un modelo para la poblaci�n, el medio ambiente, el desarrollo y la agricultura que relaciona el cambio demogr�fico, el medio ambiente, el desarrollo socioecon�mico y la agricultura con el fin de mostrar las consecuencias de diferentes opciones de pol�tica para la seguridad alimentaria en la regi�n de la CEPA (Naciones Unidas, Comisi�n Econ�mica para �frica, 1999).

Muchos trabajos de investigaci�n se remiten a los cambios del ecosistema en relaci�n con el crecimiento demogr�fico debidos a transformaciones de los factores sociales, culturales e institucionales. Estas transformaciones pueden tener efectos positivos o destructivos en el medio ambiente, dependiendo de la realidad

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institucional (condiciones de mercado, derechos de propiedad, distribuci�n de la tierra, impuestos y subsidios sobre los diversos tipos de producci�n y consumo). Generalizando en lo que respecta a las sociedades y las etapas de desarrollo, los an�lisis institucionales afirman que el crecimiento de la poblaci�n disminuye el precio del trabajo en comparaci�n con el de la tierra y, por lo tanto, provoca una redefinici�n de los derechos de propiedad con respecto a la tierra y replantea las relaciones de trabajo. Como resultado, se produce la evoluci�n de una serie de instituciones rurales para reducir al m�nimo el costo de concertar y aplicar contratos entre los agentes econ�micos, aun cuando la calidad del medio ambiente se ponga en peligro (McNicoll y Cain, 1989). El concepto de innovaciones por razones demogr�ficas fue objeto de una nueva definici�n al incorporar la funci�n de la informaci�n incompleta y los mercados imperfectos caracter�sticos de los entornos rurales de los pa�ses en desarrollo, donde las presiones de poblaci�n y los costos de producci�n (por ejemplo, estacionalidad, riesgos relacionados con el rendimiento y los precios de mercado) finalmente conducen a un cambio que permite la adaptaci�n de las instituciones rurales La correlaci�n entre el r�pido crecimiento de la poblaci�n y la degradaci�n del medio ambiente y, en algunas sociedades, la desestabilizaci�n, en lugar de la transformaci�n constructiva de los derechos de propiedad, ha puesto en tela de juicio el postulado de que el progreso tecnol�gico y la innovaci�n agr�cola son inherentes al crecimiento de la poblaci�n.

El an�lisis institucional sirvi� para explicar c�mo el r�pido crecimiento de la poblaci�n ocurrido en la segunda mitad del siglo XX hab�a tenido una funci�n negativa en varios entornos, ocasionando el deterioro de las viejas instituciones e impidiendo el desarrollo de los modernos derechos de propiedad. En las sociedades con derechos de propiedad de la tierra relativamente bien definidos y grandes presiones demogr�ficas sobre las tierras cultivables, como en Asia central y meridional, Am�rica Central y el Caribe, el crecimiento de poblaci�n caus� la fragmentaci�n de la tierra y, finalmente, su excesiva utilizaci�n; pero se determin� tambi�n que el r�pido crecimiento de la poblaci�n destru�a el fr�gil equilibrio ecol�gico en aquellos casos en que la propiedad de la tierra no estaba bien definida y hab�a una relativa abundancia de tierras, como en el caso de varios pa�ses subsaharianos (Cleaver y Schreiber, 1994).

La teor�a de la respuesta multif�sica (Davis, 1963; Bilsborrow, 1987; Bilsborrow y Geores, 1994) intenta integrar en un marco amplio respuestas para las crecientes presiones demogr�ficas. Su elasticidad es una de las debilidades de este enfoque. Habida cuenta de que las respuestas a las crecientes presiones demogr�ficas pueden ser simult�neas, el alcance de cualquiera de las respuestas (disminuci�n de la fertilidad de las tierras, utilizaci�n m�s intensa, utilizaci�n de tierras marginales o de uso com�n) depende de las otras y, por lo tanto, de todos los factores econ�micos e institucionales que influyen esas respuestas. Por consiguiente, esta teor�a tiene poca fuerza para predecir qu� respuesta se obtendr� en determinada circunstancia.

Ya sea mediante la tecnolog�a o los mercados y las instituciones sociales, el crecimiento demogr�fico es un factor de la trilog�a poblaci�n, medio ambiente y desarrollo. La falta de un modelo amplio que comprenda todas las facetas de esa trilog�a da pruebas tanto de la complejidad y el dinamismo de las relaciones como de la falta de datos para dise�ar y probar un modelo de esa �ndole.

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1.1. La dial�ctica econom�a-medio ambiente.

C�mo se ve el conflicto entre actividad econ�mica y convivencia con el medio natural. Trataremos de exponer las principales l�neas de pensamiento sobre la dial�ctica del enfoque economicista versus el enfoque ecologista.

Por un lado, la econ�mica. Es decir, cuando la capacidad de producir bienes no alcanza a todos los consumidores o usuarios de los mismos.

Esta hip�tesis supone algunas cuestiones previas.Una, que el hombre establece una relaci�n con la naturaleza mediante la cual

obtiene los elementos necesarios para vivir. Otra, que dicha relaci�n supone un esfuerzo colectivo, como m�nimo el que supone la obtenci�n de dichos elementos necesarios para la vida, tanto para el que los busca como para sus familias. Y tambi�n, que dicha relaci�n supone la disponibilidad de herramientas que aumentan la fuerza productiva. �sta �ltima, es la �nica que explica el crecimiento econ�mico como posibilidad, ya que su uso marca la diferencia entre los l�mites del crecimiento biol�gico de un grupo humano y por tanto logra que un mismo n�mero de individuos obtenga mayor cantidad de bienes, lo que reduce la capacidad reguladora que la naturaleza puede ejercer sobre la vida del hombre. Si observ�ramos la curva de crecimiento de la poblaci�n mundialdesde el paleol�tico, estar�amos ante la tesis �nica, que la humanidad es una especie ante la que no se le resiste dificultad natural alguna, habiendo obtenido �sta un �xito reproductivo claramente diferenciado del resto de los vertebrados.

Por otro lado, desde la perspectiva medioambiental, la relaci�n que establece el hombre con la naturaleza es una relaci�n cuyo fin es la de extraer recursos, con los que obtiene los elementos (en estado puro o bienes una vez elaborados) necesarios para su vida. Dicha perspectiva supone:

Primero, que los recursos son seleccionados de entre la naturaleza. Dos, que dichos recursos est�n integrados en un sistema biol�gico natural que se altera en virtud de dicha relaci�n. Tercero, que los recursos naturales satisfacen no solamente necesidades para la supervivencia biol�gica, sino que tambi�n cumple funciones simb�licas, psicol�gicas y espirituales. Cuarto, que la destrucci�n de la naturaleza puede ser irreversible y repercutir en su uso y consumo (la moraleja de “la gallina de los huevos de oro”).

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Gr�fico 2

El n�mero de habitantes, desde estas dos perspectivas juntas, constituye un problema te�rico-pr�ctico muy importante. En cuanto organismo biol�gico, podr�a decirse que carece de depredadores, desarroll�ndose su lucha por la vida en dos frentes.

Cuadro 1

Uno contra los depredadores procedentes del mundo de los microorganismos. Y dos, de la competencia con sus semejantes por acaparar los recursos. Para la perspectiva econ�mica, el crecimiento de la poblaci�n viene vinculado a la mayor o menor independencia del sistema regulador que la naturaleza puede ejercer sobre los grupos humanos. En un estado natural hipot�tico, los individuos viven o mueren seg�n su

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capacidad de encontrar y competir con otras especies. Una vez, que el hombre dispone de herramientas, la competencia y la localizaci�n de los recursos naturales se satisface eficientemente, repercutiendo directamente sobre el sistema regulador de la naturaleza, generando una cierta independencia. El sistema de supervivencia se hace cada vez m�s dependiente del conocimiento y por tanto del sistema social que lo articula y reproduce. Pero tambi�n existe un proceso de acumulaci�n, un exceso de producci�n que permite al hombre sedentarizarse y reducir su expansi�n territorial, han surgido las grandes civilizaciones de la mano de la domesticaci�n de las fuerzas naturales y de los seres vivos �tiles para el hombre. Asi pues Boserup nos explicar� que: “Al crecer las densidades demogr�ficas, hubo que aumentar tambi�n los terrenos destinados al cultivo, terrenos que tal vez requer�an drenaje o riego. Los arados eran id�neos para trabajar tierras muy anegadas y para abrir surcos para el riego. Por consiguiente, cuando la presi�n demogr�fica sobre la tierra hizo necesaria la utilizaci�n de terrenos donde el agua abundaba o escaseaba en exceso, hubo un motivo para introducir t�cnicas de arada o perfeccionar los arados, por ejemplo, a�adi�ndoles vertederas que remov�an el suelo . Los animales de tiro tambi�n pod�an emplearse para llevar agua a los campos, as� como para extraerla de r�os o pozos. Dicho de otra manera, la introducci�n de t�cnicas de arada en cierto nivel de densidad demogr�fica ayuda a ampliar la zona cultivada, puesto que permite aprovechar tierras m�s dif�ciles, as� como a intensificar la utilizaci�n de la tierra acortando el barbecho. En ambos casos, la introducci�n o el perfeccionamiento del arado es un medio de adaptarse al crecimiento de la densidad demogr�fica.”(Boserup, 1984)

Cuando hay escasez de bienes, lo que primero tendemos a pensar es que el sistema econ�mico falla, porque la independencia que nos mantiene libres de la acci�n reguladora de la naturaleza entra en acci�n infligiendo hambre y por tanto muerte en los grupos humanos.

Por tanto dos consecuencias claves han de tenerse en cuenta desde la perspectiva ecol�gica. La lucha contra las enfermedades y la lucha por los recursos entre poblaciones pr�ximas, lo que nos habla de conflictos regionales.

La lucha contra las enfermedades no siempre ha sido cuesti�n del grado de desarrollo del conocimiento cient�fico. Medidas de higiene y las intuiciones, producto de la percepci�n en el tiempo, de las tradiciones ancestrales, tab�es y supersticiones, han contribuido tambi�n a garantizar la estabilidad de las poblaciones y mejorar sus esperanzas de vida, no sin contradicciones entre si, pero aunque con metodolog�as diferentes, la selecci�n de las mejores ofertas culturales eran premiadas con la supervivencia del grupo m�s exitoso en cuanto a supervivencia.

El sistema econ�mico actual, hipercomplejo, tiene un alto �ndice de interdependencia, lo que le expone a graves fluctuaciones si bien no en todas las regiones funciona igual, as� pues, en aquellos lugares donde el sistema tiene dispositivos reguladores, con Estados que intervienen en el mercado en los momentos de desestabilizaci�n del sistema, los efectos de las crisis son menores y permiten unos ciclos de recuperaci�n/recesi�n m�s cortos, por el contrario, en otras regiones con un tejido econ�mico m�s sensible e indefenso ante los efectos de las recesiones pasan de una crisis a otra, casi sin interrupci�n, generando, en el mejor de los casos, breves periodo de recuperaci�n entre largos per�odos de recesi�n. Estos sistemas econ�micos

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son, en definitiva, los reguladores biol�gicos artificiales de los grupos humanos y sus claves son s�lo legibles a trav�s de dicho sistema.

Por otro lado, cuando se utiliza la tesis ecol�gica para juzgar los procesos de crecimiento o decrecimiento de la poblaci�n, tampoco se tiene en cuenta suficientemente la diferencia que supone la eficiencia de dicho sistema econ�mico. El problema se centra en el reparto o en la eficiencia del sistema. No obstante, cuando analizamos los procesos de crecimiento de la poblaci�n, analizamos b�sicamente un hecho biol�gico.

Las relaciones sociales en el sistema complejo de la acci�n social, donde incluimos toda la actividad simb�lica, est�n presentes influyendo en el uso que los seres humanos hacemos de nuestro propio sistema biol�gico.

Por otra parte, la tesis ecol�gica plantea el problema de la destrucci�n del medio ambiente desde dos consideraciones previas sobre la naturaleza. Una, la que se refiere a la naturaleza como materias primas, y otra, como sistema biol�gico diferenciado de la naturaleza domesticada por el hombre.

En cuanto a los grupos humanos, �stos son considerados desde dos �ngulos. Uno, los seres humanos como una especie m�s, que compite por los recursos naturales. Otra, los excrementos de esta especie suponen un desequilibrio para los sistemas biol�gicos que integran y metabolizan dichos excrementos. Desde esta �ltima tesis, podemos comprender la relaci�n directa entre poblaci�n y medio ambiente, ya que la destrucci�n de los sistemas biol�gicos se ve claramente amenazada por la cantidad de desechos y basuras generadas.

La actividad depredadora sobre el medio ambiente tiene una relaci�n directa con la sofisticaci�n tecnol�gica, pero dicha relaci�n se dirime entre lo malo y lo peor. Es decir, sin tecnolog�a o sin la tecnolog�a adecuada, la explotaci�n de la naturaleza generar� m�s desperdicios que otra m�s sofisticada y eficiente. Una vez intervenida la naturaleza, la eficiencia, entendida como el resultado de mayores rendimientos a menores costes supone una explotaci�n m�s previsora. En ese sentido, la tecnolog�a supone un sistema totalizador y alternativo al natural cuyo perfeccionamiento procura dirigir la acci�n de la naturaleza en beneficio del hombre.

Algunos planteamientos social-ecologistas mantienen la tesis de que la b�squeda de beneficios que se reflejan en el plusvalor de las fuerzas productivas, son aliados de la tecnolog�a y por tanto, a mayor tecnolog�a, mayor explotaci�n de la naturaleza, estableciendo as� una relaci�n directa entre capital y deterioro de la naturaleza. El capital como enemigo de los sistemas biol�gicos y por tanto de la vida. Sin embargo, resulta un poco simplista ya que los procesos de depredaci�n dentro del sistema capitalista genera una concentraci�n de capital cada vez mayor y los beneficios se encuentran entre grupos m�s minoritarios. La eficiencia tecnol�gica es aliada del capital y enemiga del trabajador en cuanto a su n�mero. La fuerza productiva de pocos trabajadores con gran poder productivo y cargado de valor a�adido es la fuente de los beneficios. Si el n�mero de seres humanos aumenta o disminuye y �ste repercute en la acci�n sobre la naturaleza, �sta ha de observarse desde el grado de eficiencia en el que act�an sobre la naturaleza y por tanto es el grado de valores y conocimientos sociales y

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t�cnicos los que permiten evaluar el grado de agresividad y tambi�n el grado de dependencia del sistema regulador de la vida por la naturaleza.

En definitiva, los ejes de trabajo en el �rea de Ambiente se encuentran enmarcados en:

� Los Recursos Naturales: Tomando en cuenta la valoraci�n econ�mica de �stos y enfatizando en recursos tales como agua, tierra, bosques y biodiversidad. Interesa la cantidad, calidad, distribuci�n, acceso y control de los recursos naturales y c�mo estos aspectos impactan positiva o negativamente en la calidad de vida de las poblaciones.

� Las Metodolog�as de trabajo: En cuanto metodolog�as de acci�n para el uso de los recursos del ambiente.

� La Educaci�n Ambiental: Entendida en los aspectos de la educaci�n para el cambio en el uso de los recursos.

� La Contaminaci�n: Incorpora los Estudios de Impacto Ambiental y los m�todos para revertir los procesos de contaminaci�n generados por el uso de los recursos.

Nuevamente, el desarrollo de estos temas o ejes, desemboca en la calidad de vida de la poblaci�n y por ende en el Desarrollo Humano Sostenible, desde la perspectiva del uso y acceso a los recursos para el logro de las condiciones adecuadas de vida.

Las acciones humanas tienen evidentes impactos en el Ambiente y �ste a su vez interact�a en funci�n de las restricciones/oportunidades en las que las poblaciones hacen uso de los recursos. Este conjunto de ejes, desde ambas perspectivas (Poblaci�n-Ambiente) encuentra por tanto puntos de uni�n:

El uso, acceso y control de los recursos que tiene la poblaci�n en relaci�n con la tecnolog�a disponible para el disfrute o aprovechamiento de los recursos. Se contempla aqu� el factor producci�n, el factor extracci�n o el disfrute (turismo, por ejemplo).

La distribuci�n de la riqueza y por consiguiente la pobreza. Este eje contempla los accesos diferenciados y las disparidades que se generan en la apropiaci�n, consumo y distribuci�n del aprovechamiento de los recursos. Un problema serio es que los pa�ses m�s desarrollados consumen muchos m�s recursos (siendo m�s peque�as sus poblaciones) que los pa�ses menos desarrollados.

La legislaci�n (tanto la vigente como aquella que se encuentra en proceso de discusi�n o implementaci�n). Esta abarca la acci�n gubernamental en cuanto a las pol�ticas p�blicas, su cumplimiento y los consecuentes impactos en los recursos y en el bienestar de las personas.

La estructura del territorio tanto de las �reas urbanas como las rurales. Ello hace alusi�n a un marco m�s amplio del mero ordenamiento territorial.

Las metodolog�as para la capacitaci�n a la poblaci�n y para el trabajo con los recursos, enfatizando en aspectos de la acci�n.

1.2. La Perspectiva de Econom�a neocl�sica La perspectiva neocl�sica sostiene que la degradaci�n medioambiental no es el

resultado de presiones demogr�ficas sino de ineficacias econ�micas y distorsiones del mercado. Esta perspectiva sostiene que las pol�ticas que protegen la propiedad com�n o

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las pol�ticas de precios agr�colas son m�s perjudiciales que beneficiosas ya que llevan a emplear mal los recursos disponibles. Con dejar funcionar a los mercados, los precios proporcionar�n los indicadores apropiados respecto al uso correcto del recurso.

El crecimiento demogr�fico se ve como un factor neutro como causa de la degradaci�n medioambiental, y de hecho, el aumento de la poblaci�n puede llevar a innovaci�n que a su vez puede actuar para minimizar los impactos medioambientales humanos. Los mercados dej�ndolos funcionar libremente son los medios m�s importantes para asegurar la protecci�n del medio ambiente.

1.3. La Perspectiva de la ciencia natural

La perspectiva de la ciencia natural se deduce de la tradici�n de Malthus, as� como de los estudios ecol�gicos generales. Esta perspectiva sostiene que el ambiente no tiene una capacidad ilimitada para satisfacer las demandas humanas, y esas poblaciones en crecimiento alcanzar�n en alg�n momento esos l�mites medioambientales.

Un tema com�n dentro de esta tradici�n es que cada regi�n o �rea–as� como la tierra en su conjunto–tiene una capacidad de carga natural por sostener poblaciones humanas en las que no pueden excederse a largo plazo sin consecuencias negativas. El crecimiento demogr�fico se ve como una fuente principal de degradaci�n medioambiental, ya que el aumento de las personas consumir�n cantidades adicionales de recursos fijos. Como resultado, el control de la poblaci�n es un elemento esencial de los esfuerzos para proteger el medio ambiente.

1.4. La Perspectiva de Economia/pol�tica de la Dependencia

La econom�a pol�tica o los cambios de perspectiva de la dependencia, es el paso de un enfoque basado en el eje econom�a-medio ambiente, a un enfoque basado en las relaciones pol�ticas entre las personas y las naciones, con un �nfasis expl�cito en los pa�ses en desarrollo. Esta perspectiva sostiene que la pobreza y la distribuci�n desigual de recursos son la ra�z de la degradaci�n medioambiental y el crecimiento demogr�fico. La relaci�n hist�rica de explotaci�n entre pa�ses desarrollados y los pa�ses en desarrollo ha llevado a distribuciones injustas de poder y recursos entre las poblaciones de los pa�ses en desarrollo.

La clave para resolver la degradaci�n medioambiental seg�n esta perspectiva es cambiar el sistema pol�tico y aliviar la pobreza (por ejemplo, promoviendo igualdad del ingreso y redistribuci�n del recurso). Reduciendo la pobreza tambi�n tendr�a un efecto directo en la reducci�n del crecimiento demogr�fico (a trav�s de la fertilidad reducida). (Esta idea hace eco de los temas encontrados en la teor�a de la transici�n demogr�fica en los efectos de la transici�n en las condiciones de vida de las sociedades preindustriales a las post-industriales, siendo lo m�s significativo, los ratios de reducci�n de la mortalidad seguido por los declives subsecuentes en los ratios de fertilidad. �sta ha sido la experiencia en muchos pa�ses industrializados.)

1.5. La Perspectiva combinatoria

Esta perspectiva representa un poco una mezcla de las otras perspectivas. La perspectiva combinatoria sostiene que hay una serie de �ltimas causas de la degradaci�n medioambiental que pueden estar en una �rea dada, incluso la pobreza, las relaciones sociales (por ejemplo, guerra), distorsionar�an las pol�ticas econ�micas, contaminando o aplicando tecnolog�as inadecuadas. El crecimiento demogr�fico no es

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por consiguiente el problema de ra�z, pero tiende a agravarse en combinaci�n con otros problemas b�sicos.

Seg�n esta perspectiva, la protecci�n del medio ambiente requiere el estudio de caso por caso para hallar los factores de la degradaci�n. Entretanto, lo que consigue es una reducci�n puntual del nivel de impacto medio ambiental.

Aunque estas teor�as presentan visiones del mundo muy diferentes, ellas no son necesariamente mutuamente excluyentes. Cada uno presenta un cuadro parcial de por qu� la degradaci�n medioambiental ocurre. Tomado en su conjunto, ellos sugieren que la atenci�n al crecimiento demogr�fico y la distribuci�n, los cambios en la tecnolog�a, la sensibilidad de un paisaje particular, las condiciones econ�micas, instituciones, pol�ticas, y los factores culturales pueden todos ser importantes a un grado mayor o menor para cualquier situaci�n particular.

1.6. Los Modelos espec�ficos

En la cima de los esfuerzos por desarrollar un bagaje te�rico en la relaci�n poblaci�n medio ambiente, los investigadores han desarrollado modelos matem�ticos para estudiar con mayor precisi�n dicha relaci�n.

Se han propuesto varios modelos a varios niveles de detalle en el �rea de interacci�n del hombre-medio ambiente. La mayor�a de estos modelos esta basado en el respaldo de la ciencia natural que ve a los humanos como una parte de un sistema medioambiental m�s grandes. Sin embargo la mayor�a de los modelos se dirigen en las cuatro direcciones te�ricas descritas m�s arriba, dependiendo del grado de �nfasis que se ponga en la econom�a (la perspectiva neocl�sica), el ambiente (la perspectiva de la ciencia natural), el sistema pol�tico (la perspectiva de la dependencia), o alguna combinaci�n de �stas (la perspectiva combinatoria).

Dos modelos de importancia son: el modelo POETA y el modelo IPAT. Cada uno de estos modelos se dise�a para proporcionar una comprensi�n amplia de la relaci�n poblaci�n-medio ambiente aunque cada modelo pone �nfasis distintos basados en su nivel de detalle y prop�sito.

El modelo del POETA se deriva de los estudios de ecolog�a humanos. Este modelo refleja el esfuerzo para extender el planteamiento ecol�gico a las especies humanas. En dicho planteamiento ecol�gico, las dos variables b�sicas consideradas son una poblaci�n de la especie (el P) y el ambiente circundante (E). Problemas que son considerados, en el plano ecol�gico, como el h�bitat y los requisitos de energ�a de una especie y la capacidad de carga ambiente en que se encuentra.

Al extender este esquema a los humanos, ec�logos y soci�logos reconocieron que esa ecolog�a humana difiere de manera fundamental de la ecolog�a de otras especies. A un grado mucho mayor que otros animales, los humanos pueden organizar sus actividades a trav�s del sistema cultural y social, y los humanos pueden desarrollar y pueden usar la tecnolog�a. Dos de estos rasgos afectan a la conducta ecol�gica de una poblaci�n humana dada (Catton, 1987). Por consiguiente, el modelo de ecolog�a humano agrega a la poblaci�n (P) y ambiente (E) dos rasgos claves: la organizaci�n humana (O), y la tecnolog�a (T). Juntos, estos cuatro elementos constituyen al " modelo del POETA ".

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El modelo del POETA reconoce expl�citamente que la interacci�n entre los humanos y el ambiente es bidireccional, que los humanos afectan, y a su vez son afectados por el ambiente. As� una poblaci�n de un tama�o dado tendr� una relaci�n inconstante con el ambiente, basado en los tipos de tecnolog�as la poblaci�n y los tipos de sistemas sociales y costumbres del lugar.

El modelo del POETA y otros modelos asociados se han usado principalmente en los c�rculos acad�micos para apoyar investigaciones te�ricas de ecolog�a humana. De nuevo, este acercamiento se dirige a los problemas del h�bitat y requisitos de energ�a de poblaciones humanas, la capacidad de carga del ambiente en que la poblaci�n se encuentra. Aunque estos modelos han ayudado a organizar el pensamiento sobre las interacciones del hombre-medio ambiente, ellos han tenido importancia pr�ctica peque�a para cuestiones pol�ticas.

El modelo de la relaci�n hombre-medio ambiente que m�s ha prevalecido en la arena pol�tica es el IPAT . El IPAT usa algunos de los mismos conceptos que el modelo del POETA, pero es un modelo m�s desarrollado, porque intenta proporcionar una relaci�n matem�tica clara entre las variables importantes. Primero articulado por Ehrlich y Holdren en 1971, el modelo se enfoca en capturar la uni�n entre los niveles de la poblaci�n, estructuras del consumo, y la calidad medioambiental. Fue desarrollado para estudiar las pol�ticas que influ�an en la degradaci�n medioambiental espec�ficamente. Se enfoca en los impactos negativos del hombre en el medio ambiente, e ignora otras relaciones (por ejemplo, interacciones neutras entre los humanos y el ambiente, impactos del ambiente en los humanos, etc.).

Ehrlich y Ehrlich (1994, p�g. 52) describen los IPAT como sigue:

El papel de superpoblaci�n y crecimiento demogr�fico causando el deterioro medioambiental puede resumirse en una ecuaci�n un poco simplificada:

I = P x A x T

El impacto (I) de cualquier grupo o naci�n en el ambiente es igual al producto del tama�o de su poblaci�n (P) multiplicado por la unidad de consumo medio per capita (A) y a su vez multiplicada por una medida del da�o hecho por las tecnolog�as (T) implicadas en cada unidad de ese consumo.

ha descrito al modelo en las condiciones de poluci�n " m�s espec�ficas ". En esta formulaci�n, la cantidad de poluci�n emitida es una funci�n de tres factores: la poblaci�n total; la cantidad de g�nero consumi� por cabeza; y la cantidad de contaminante generado por la unidad de producci�n.

Ambos modelos, pero m�s espec�ficamente el IPAT se ha usado para indicar c�mo los humanos causan un impacto en el ambiente. Por ejemplo, como Ehrlich y Ehrlich declara, cuando se doble el tama�o de la poblaci�n doblar� su impacto en el ambiente, permaneciendo el resto igual. Igualmente, aun cuando una poblaci�n persista en un tama�o constante, si la cantidad de consumo (el n�mero de g�nero consumido) por cabeza se dobla, uno ver� de nuevo esencialmente doblado el impacto medio ambiental. Finalmente, si el tipo de tecnolog�a de producci�n que se usa para generar un producto se torna m�s contaminante, habr� un aumento en el impacto medio ambiental, aun cuando el n�mero de las personas y la cantidad de g�nero consumi� no

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cambie. Los IPAT buscan as� desentra�ar los efectos interrelacionados en el ambiente de tecnolog�as de la producci�n, nivel de consumo, y n�mero de personas.

El modelo de IPAT se ha usado en un nivel internacional para examinar a los factores principales de cambio medioambiental en varios pa�ses. Ehrlich y Ehrlich (1991), por ejemplo, usa al modelo para se�alar que por lo que se refiere al consumo de energ�a, un medio americano provoca 140 veces m�s impacto en el medio ambiente que un banglades� (280 gigajulios de energ�a usan anualmente frente a 2 gigajulios). Cuando esto se combina con el valor per capita de EE.UU. el n�mero de la poblaci�n relativamente grande, produce un impacto medioambiental global (por lo que se refiere al uso de energ�a actual) de 300 veces al de Bangladesh. Por consiguiente, ellos concluyen que ese crecimiento demogr�fico continuo (y probablemente las opciones del consumo/tecnolog�a) en las naciones ricas es la m�s grave amenaza al sistema de la vida en el mundo. Entretanto, Ehrlich y Ehrlich tambi�n se�alan esto mismo para las enormes poblaciones de la mayor�a de los pa�ses en desarrollo, la magnitud del crecimiento econ�mico en estos pa�ses sigue los modelos de consumo y uso de la tecnolog�a del mundo desarrollado lo que llevar� a impactos medioambientales enormes en el futuro.

En suma a su utilidad haciendo las comparaciones internacionales, IPAT puede usarse en base nacional o regional. Se ha usado al modelo dentro del EE.UU. para mostrar que la emisi�n para varios contaminantes (los fosfatos en el agua, el di�xido de sulfuro, los nitratos) se relacionan m�s estrechamente con los cambios en la tecnolog�a de la producci�n, en lugar de con los cambios en poblaci�n o consumo. Por ejemplo, se relacionan aumentos de los fosfatos en el ambiente principalmente con los cambios de jabones a los detergentes, en lugar de los aumentos en la poblaci�n o los niveles crecientes de lavado de ropa. Como otro ejemplo, los aumentos (y las disminuciones subsecuentes) en las emisiones de primac�a se enlaza principalmente a las tendencias en el uso de primac�a como un aditivo de gasolina, en lugar de las tendencias en consumo de gasolina global o cambios de la poblaci�n. Mientras este mismo modelo no podr�a sostenerse para todos los contaminantes, sugiere que la resoluci�n de por lo menos algunos problemas medioambientales pueda hacerse mediante la opci�n de "tecnolog�as apropiadas" .

2. Pro y contras del planteamiento neo-malthusiano

Las tesis neo-malthusianas plantean ciertos l�mites al crecimiento de la poblaci�n mundial.. Es necesario contextualizar hist�ricamente la naturaleza del afloramiento del neo-malthusianismo. Especialmente en los cambios acontecidos a partir de los a�os cincuenta-sesenta en diversos pa�ses europeos. Tambi�n debemos hacer menci�n al proceso de descolonizaci�n, especialmente en �frica, que ponen sobre la mesa cuestiones como el desarrollo desigual, la distribuci�n internacional del trabajo y el papel de proveedores de materias primas para los pa�ses del Tercer Mundo. Por otro lado, el nacimiento de la Comunidad Econ�mica Europea permite desarrollar una perspectiva que contempla el desarrollo europeo con ciertos signos de globalidad regional, lo que abunda en esa perspectiva civilizatoria. Desde ese momento, han vuelto a la actualidad dos grandes enfoques te�ricos que han intentado, tras algunos procesos de ajuste, dar una explicaci�n a los riesgos que el crecimiento de la poblaci�n pudiera comportar.

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Ehrlich, constituye el principal defensor del llamado neomalthusianismo, b�sicamente porque pone en relaci�n los l�mites del crecimiento demogr�fico con los l�mites ecol�gicos. Es necesario aclarar que esta nueva versi�n malthusiana no se presenta en ning�n modo, como una versi�n reaccionaria de su predecesor, pero �ste la explica del siguiente modo: “Las poblaciones humanas suelen aumentar seg�n un esquema denominado exponencial. Un crecimiento exponencial es lo que sucede en una cuenta bancaria cuando se acumulan los intereses y �stos generan m�s intereses. En la poblaci�n, este crecimiento exponencial se produce porque existen ni�os, el equivalente al inter�s, y �stos, a su vez, tendr�n hijos. Una caracter�stica clave del crecimiento exponencial es que suele iniciarse con lentitud y concluir r�pidamente.(...) .. Lo malo es que muchos gobernantes y buena parte del p�blico no est�n todav�a convencidos de que existen sobrados motivos para intentarlo (el control). Y lo que es peor, no comprenden que a menos que la humanidad reaccione y ponga remedio de inmediato, ser� la naturaleza quien se encargue en nuestro lugar de acabar con la explosi�n demogr�fica -por medio de m�todos poco agradables- mucho antes de que se alcancen los 10 mil millones de habitantes.” Esta relaci�n de crecimiento de poblaci�n ecosistema (naturaleza, problemas ecol�gicos) recuerda a la relaci�n crecimiento demogr�fico capacidad de producci�n, que nos planteaba Malthus en el siglo XIX, sin embargo, contiene importantes diferencias.

Una de ellas es que la limitaci�n f�sica, entendida desde el punto de vista delespacio f�sico natural, se produce, desde la significaci�n ecologista, por la intervenci�n del hombre en el equilibrio sist�mico natural, por tanto, ante una categor�a f�sica artificial, no natural, en claro contraste con el concepto malthusiano, pues �ste no valor� adecuadamente la capacidad del capital para concentrarse y multiplicar las fuerzas productivas. �ste espejismo, consistente en observar las limitaciones �tiles de la naturaleza como limitaciones impuestas por la naturaleza (como agente limitador), impide ver la realidad, que desplaza constantemente el debate de una situaci�n de hecho a una situaci�n de derecho, es decir, a una situaci�n donde las relaciones sociales y pol�ticas pueden intervenir y por tanto corregir el da�o producido.

Que la poblaci�n crezca, es lo natural, cualquier organismo vivo sin depredadores suficientemente agresivos tiende a expandirse. En la actualidad, el poder destructivo de la civilizaci�n humana es de tal envergadura que s�lo puede hablarse de un problema ecol�gico, el problema del hombre con la naturaleza. Las condiciones materiales de existencia pueden ser modificadas por el hombre, pero lejos de dejar fluctuar a los mercados de manera natural, es necesario, se impone en el contexto actual del equilibrio de la humanidad con la naturaleza, una regulaci�n de los agentes intervinientes en el mercado, eso implica un poder pol�tico de gran envergadura. Este es otro aspecto de las contradicciones del ecologismo. Puesto que la no invadir la naturaleza salvaje, o reducir el consumo, implica un tipo de poder de enorme racionalidad y capacidad de ajuste e intervenci�n en la conducta humana.

De este modo se hacen relacionar dos cuestiones de cuya alarma se desprenden consecuencias muy desestabilizadoras para el actual modo de producci�n y sistema pol�tico dominante. La cuesti�n del crecimiento poblacional como causa del desequilibrio ecol�gico, junto a la necesidad de intervenci�n del poder como agente regulador inducen a pensar en un poder que por encima de los mercados controla

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mediante una burocracia creciente la relaci�n del hombre con la naturaleza a todos los niveles.

No se puede eludir que pese a los peligros, de los que nos alerta Ehrlich, (1994, p.6,7) la cuesti�n de la distribuci�n de la riqueza queda como un tema de segundo orden, no lo desprecia, pero evidentemente no resulta prioritaria. As�, nos dice que: “Por supuesto, el crecimiento demogr�fico no es la �nica causa de la crisis medioambiental. El elevado consumo de los pa�ses ricos y la excesiva dependencia de tecnolog�as ecol�gicamente nocivas para abastecer este consumo desempe�an tambi�n un importante papel. Ello permite a algunos especialistas en medio ambiente eludir el problema demogr�fico haciendo hincapi� en las tecnolog�as nocivas, mientras los comentaristas sociales, por su parte, soslayan el problema de la superpoblaci�n resaltando la injusta distribuci�n de la riqueza.

Sin embargo, los cient�ficos que estudian los profundos problemas de la humanidad reconocen que el factor capital que contribuye a ellos es el r�pido agravamiento de la superpoblaci�n. El Club de la Tierra, cuyos miembros pertenecen a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y a la Academia Americana de Artes y Ciencias, difundieron en septiembre de 1988 el siguiente comunicado:

Frenar el crecimiento de la poblaci�n mundial deber�a constituir la segunda prioridad en la agenda de la humanidad, despu�s de la de evitar la guerra nuclear. Tanto el problema de la superpoblaci�n como el r�pido crecimiento demogr�fico se hallan �ntimamente, conectados con buena parte de los aspectos que componen laactual problem�tica humana, como son la p�rdida de recursos no Renovables, el deterioro del medio ambiente (comprendidos el r�pido cambio clim�tico) y unas tensiones internacionales cada vez m�s agudizada."”

Resulta parad�jico que justamente en los tiempos que una ca�da de la tasa de fecundidad como la observada en Europa, constituya un punto de inflexi�n para la activaci�n de las pol�micas sobre poblaci�n y desarrollo. Esto se explica porque la cuesti�n –poblaci�n- viene de la mano de la cuesti�n -reparto de la riqueza-. Por otro lado, existe una apreciaci�n de los cambios poblacionales asociados a un supuesto grado de superioridad civilizatoria, donde los valores tradicionales ceden terreno a unos nuevos m�s preocupados por los aspectos cualitativos de la vida humana y menos cuantitativos.

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Gr�fico 3

En definitiva, estamos ante dos grandes enfoques, los neomalthusianos y los distribucionistas. Este debate se va a prolongar a lo largo de los a�os setenta y ochenta. Durante los a�os setenta, el 1� informe del Club de Roma (1972) y la obra de Medows., Forrester, Ehrlich, sobre los l�mites del crecimiento constituir� el aspecto visible del dilema crecimiento-poblaci�n. A lo largo de los a�os setenta y ochenta la perspectiva ecologista, de la mano del conjunto de Congresos y Conferencias internacionales, como la de Estocolomo (1972) y los primeros intentos de contenci�n de la contaminaci�n atmosf�rica,R�o de Janeiro (1992), El Cairo (1994), Kioto (1997), Buenos Aires (1998), vienen a poner sobre la mesa la b�squeda de los responsables m�ximos de la contaminaci�n. En ese sentido destacan claramente los argumentos que apuntan a los pa�ses m�s industrializados como los responsables de dicha contaminaci�n. Por el contrario, se ponen sobre la mesa los contraargumentos que inciden en la destrucci�n del medio ambiente proveniente del crecimiento poblacional descontrolado de los pa�ses subdesarrollados, 1� informe del Club de Roma (1972), los cuales parece que al no disponer de una tecnolog�a adecuada para la explotaci�n de sus recursos, son convertidos en los responsables principales de la destrucci�n del medio ambiente. Ambos argumentos, son muy dif�ciles de eludir y ambos resultan enormemente partidarios.

En los �ltimos dos siglos -cuando la poblaci�n se ha sextuplicado- el PIB real mundial ha aumentado 50 veces. Esto es v�lido tambi�n para las econom�as en desarrollo, donde la poblaci�n se ha multiplicado por un factor de 6,1 y el PIB real por36. En los �ltimos 40 a�os, en que la poblaci�n mundial se ha duplicado, creciendo a

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una tasa media anual de 1,8%, el producto real mundial ha crecido a una tasa de 4%. Es decir, el producto por persona ha crecido a una tasa de 2,2% al a�o. Esto implica que la disponibilidad de bienes por habitante se ha duplicado durante los �ltimos 40 a�os. Nadie, por tanto, puede argumentar que la explosi�n demogr�fica est� empobreciendo al mundo.

Tabla 1

INDICADORES DEMOGR�FICO

S

1940

1961

1972 1981

1993 2000

Tasa bruta de natalidad

45 45.4 41.4 34.7 28.8 25.3

Tasa bruta de mortalidad

27 15.4 12.8 10.9 7.6 6.5

Tasa de crecimiento natural

1.76 2.87 2.71 2.50 2.10 1.88

Tasa de mortalidad infantil

195 130 110.3 91.8 76.1 62.0

Esperanza de vida al nacer

35.7 51.0 55.6 58.0 64.15 68.1

Densidad poblacional

5.5 8.0 10.9 13.8 17.8 20.4

Tasa global de fecundidad

6.0 6.4 6.0 5.1 3.67 3.3

Tasa bruta de reproducci�n

2.93 3.11 2.97 2.54 1.82 1.51

Fuente: Instituto Nacional de Estad�stica e Inform�tica. Consejo Nacional de Poblaci�n. Elaboraci�n: CUANTO S.A. Guatemala

Lo cual no impide decir que existe una gran desigualdad de renta por habitante entre las distintas regiones y pa�ses del mundo. Pero esto, que no tiene nada que ver con la evoluci�n demogr�fica, es consecuencia, en parte, de los modelos socio-econ�micos que imperan en los pa�ses menos desarrollados, y, en otra parte, de las trabas que impiden que los pa�ses pobres puedan vender sus materias primas y productos elaborados a los pa�ses ricos. Lo parad�jico es que, como hemos visto en la conferencia de la Organizaci�n Mundial del Comercio (OMC) que tuvo lugar en Seattle (USA, los que se oponen a la expansi�n del comercio internacional son los que dicen defender los intereses de los pa�ses pobres.

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Gr�fico 4

Fuente: Divisi�n de Poblaci�n de las Naciones Unidas

Las cifras sobre crecimiento demogr�fico y desarrollo que acabamos de recordar explican que las teor�as antinatalistas, basadas en el mito de la superpoblaci�n y la insuficiencia de alimentos y recursos naturales para abastecerla, est�n cada vez m�s desacreditadas. Los intentos de asustar al mundo, esgrimiendo, desde instituciones te�ricamente dedicadas a la poblaci�n y desarrollo, la cifra de seis mil millones de habitantes que actualmente somos y su extrapolaci�n a los diez mil millones para el a�o 2050, al objeto de frenar el crecimiento demogr�fico de los pa�ses del Tercer Mundo, implantando en ellos pol�ticas de control de la natalidad, incluido el fomento del aborto, han sido desenmascarados por los estudios cr�ticos de los especialistas en la materia. (Herv� Le Bras, 1997, 209,210) afirma:

“El temor ecol�gico vuelve a poner de moda los juegos malabares de los efectivos. Una previsi�n del Instituto Internacional de Viena, el IIASA, fechado en el verano de 1993, ofrece un ejemplo de esta renovaci�n" (v�ase fig. 12.4): este instituto propone varios escenarios que combinan diferentes velocidades de descenso de la fecundidad y de la mortalidad con hip�tesis de migraci�n. Pero, en la primera p�gina de su publicaci�n, empieza por dar a conocer una previsi�n s�lo de �frica, para la cual se ha a�adido un dispositivo especial de previsi�n en forma de una cat�strofe que el 2060 siega brutalmente un tercio de la poblaci�n. No se precisa la fecha ni la magnitud de la cat�strofe mediante consideraciones rigurosas. Una y otra s�lo sirven para victimar a este continente. Ya que se piensa que empez� mal, se sacan las conclusiones y, mostr�ndolas, aumenta la impresi�n de que la situaci�n es peligrosa. �Por qu� la cat�strofe no hubiera podido tener lugar en Am�rica a causa de la deforestaci�n, o en Europa como consecuencia de las lluvias �cidas, o en Asia despu�s de una ca�da de los productos de la revoluci�n verde? S�lo se ataca a un continente. �Es porque �frica se resiste al descenso de la fecundidad, a la propagaci�n de los reg�menes democr�ticos, al aumento de la productividad, al desarrollo de la econom�a, por lo que se le castiga simb�licamente infligi�ndole una buena cat�strofe? Medio

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ambiente y ecolog�a se unen aqu� para restaurar la vieja ideolog�a del poder del n�mero, pero a un nivel que supera la geopol�tica. En los a�os treinta, Carr-Saunders hablaba a�n de las big nations cuya ventaja num�rica no era misteriosa en absoluto: �Detr�s de los representantes de las big nations en las conferencias internacionales, est�n los big batallones. Los grandes efectivos hacen posible el ejercicio de la fuerza.�

Despu�s de 1950, ya no se trata de naciones muy pobladas sino de todo el planeta. El riesgo del n�mero se ha mundializado. Se ha sustra�do en las apuestas geopol�ticas tradicionales para las cuales hab�a sido utilizado, en el siglo xix y al principio del xx, para servir a nuevos intereses, nuevas causas e incluso nuevas ideolog�as. Se ha se�alado en la introducci�n que la invenci�n del arma at�mica explicaba esta transformaci�n. De un peligro local, el del poderoso vecino, se ha pasado a un peligro mundial. Pero la explotaci�n sistem�tica de los efectivos de poblaci�n para alimentar los miedos pol�ticos no es una coincidencia, y es evidente que la era at�mica no ha terminado: debe de existir, en el hecho mismo de contar los hombres, un vicio oculto, una capacidad latente de engendrar el temor. El defecto que hemos buscado en vano en el l�mite de la poblaci�n mundial, despu�s en el l�mite del efectivo de las poblaciones animales en un medio restringido, residir�a pues m�s all�, en el hecho mismo de postular una poblaci�n. �ste ser�a uno de los medios metaf�ricos de evocar un peligro, como si cualquier hombre s�lo pudiese experimentar temor ante el enunciado cifrado de la multitud. Esta interpretaci�n se impone cuando estudiamos la historia de las cifras de poblaci�n, y m�s precisamente la historia de la ciencia de las poblaciones: la demograf�a. Ella exige una interpretaci�n pol�tica de los temores actuales”.

Cada vez son m�s los que cuestionan tanto el planteamiento seg�n el cual, el r�pido crecimiento de la poblaci�n impide el desarrollo econ�mico.

El premio Nobel de Econom�a Amartya Sen, , es uno de los que, a este prop�sito, se�alan la preocupaci�n del mundo rico por su p�rdida de peso espec�fico ante el crecimiento demogr�fico de los PMD (pa�ses menos desarrollados). En particular, afirma Sen, preocupa la perspectiva de una "invasi�n" de inmigrantes procedentes del Sur. Este miedo, que Sen considera infundado, ha motivado que en la ayuda al desarrollo se d� prioridad a la reducci�n de la natalidad, por delante de otras necesidades m�s b�sicas. Por eso, a�ade Sen, los controlistas reh�san entender el problema de la poblaci�n como un problema de subdesarrollo, y se resisten a procurar el bienestar de los PMD mediante el crecimiento y la modernizaci�n.

2.1. El debate religioso

No podemos tampoco dejar pasar el importante debate religioso que es provocado por la posici�n claramente anticontrol de natalidad de las diferentes orientaciones religiosas, cuando no directamente beligerantes a cualquier cosa que sea la limitaci�n de la concepci�n o el orden social de la familia. Especialmente significativa es la explicaci�n de Cascioli (1998, 122-126) “Aun reconociendo que en algunas situaciones concretas el crecimiento de la poblaci�n puede dificultar el desarrollo, el Vaticano considera mucho m�s preocupante lo que sucede en los pa�ses desarrollados,

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sobre todo porque es un fen�meno generalmente ignorado o, por lo menos, infravalorado. Y, sin embargo, las primeras consecuencias del �invierno demogr�fico� ya se empiezan a notar, comenzando por el problema de las pensiones, puesto que aumentan constantemente las personas que dependen de las pensiones y que s�lo se pueden asegurar mediante el trabajo de una poblaci�n activa que disminuye constantemente. �Una de las consecuencias m�s serias del envejecimiento de la poblaci�n�, dice el documento vaticano, �es el riesgo de afectar a la solidaridad entre las generaciones�, que tendr�n que luchar entre s� para dividirse los recursos econ�micos. �Y el debate sobre la eutanasia quiz� no es ajeno a estas tendencias conflictivas� .

Adem�s, explica el Pontificio Consejo para la Familia, un acercamiento

correcto a la cuesti�n demogr�fica en su conjunto implica que se tome en consideraci�n una serie de fen�menos, como la urbanizaci�n y la migraci�n, junto con los datos oficiales que demuestran una sustancial disminuci�n del ritmo de crecimiento global de la poblaci�n con una clara tendencia a la estabilizaci�n, lo que excluye que estemos ante una �bomba demogr�fica� o una �explosi�n de la poblaci�n�, y quita validez a la b�squeda de �un acuerdo mundial sobre la urgencia de la situaci�n�. A esto se a�ade que un examen serio de los datos cient�ficos demuestra lo simplista que resulta asumir que �es necesario controlar el crecimiento de la poblaci�n para alcanzar y mantener un cierto nivel de prosperidad� .

El documento vaticano contin�a afirmando que las ra�ces del subdesarrollo no

hay que buscarlas en la superpoblaci�n, sino en el desequilibrio de las relaciones internacionales (y la soluci�n est� en una mayor solidaridad que �presupone un cambio en las pol�ticas de los pa�ses ricos�) y en causas internas de los pa�ses en v�as de desarrollo (mala administraci�n econ�mica y pol�tica acompa�ada por la corrupci�n, excesivos gastos en armamento comparados con los escasos fondos destinados a la educaci�n, guerras y conflictos fratricidas, discriminaciones contra las minor�as, estructuras econ�micas que mantienen en manos de pocos el control de los medios de producci�n, importante deuda externa). Del mismo modo, el documento vaticano rechaza las tesis que consideran que el aumento de la poblaci�n es responsable del ya que, por el contrario, �se ha demostrado que el crecimiento de la poblaci�n ha precedido frecuentemente el crecimiento econ�mico� por lo que �la Iglesia no puede aceptar que las poblaciones m�s pobres sean tratadas como chivos expiatorios para el subdesarrollo�.

La gran campa�a internacional contra la natalidad resulta por eso

�injustificada�, y resultan mucho m�s injustificados los m�todos usados con abundancia para el control de la poblaci�n como la �contracepci�n hormonal, la esterilizaci�n, el aborto, el infanticidio�, inmorales de por s�. En realidad, explica el Pontificio Consejo para la Familia, la injustificada alarma sobre la poblaci�n expresa s�lo la ideolog�a del miedo del futuro y de la desconfianza en el hombre que conlleva el peligro de perder la �transmisi�n del patrimonio com�n de la humanidad. La Iglesia, por su parte, afirma �la vocaci�n de todas las personas y de todas las naciones al desarrollo� , �la naturaleza sagrada de la vida humana y la responsabilidad de las parejas de transmitirla� con el consiguiente �derecho a ser padres�. Por este motivo, el Estado no tiene derecho a emplear la �extorsi�n, la coacci�n o la violencia para someter a las parejas a sus directivas en este terreno�. Por el contrario, �el Estado tiene el deber de proteger la familia y la libertad de las parejas para garantizar la vida

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del inocente y para asegurarse de que la mujer sea respetada, especialmente en su dignidad de madre� .

De aqu� surge la petici�n de una �pol�tica para la familia� que debe incluir �la

batalla contra el imperialismo contraceptivo que la delegaci�n de la Santa Sede ya hab�a denunciado en 1974� en la Conferencia sobre la poblaci�n de Bucarest ; pero debe tambi�n asegurar el respeto �al car�cter espec�ficamente humano de la mujer como persona, como mujer y como madre� . La familia es, en efecto �el templo de la vida� y �el coraz�n de la cultura de la vida�; es, por lo tanto, el lugar que libera de la �cultura de la muerte�, cuyo inicio est� en �la mentalidad antinatalista, tan desarrollada por la ideolog�a del control de la poblaci�n�.

Los mismos principios los ha expresado el Papa en el ya mencionado mensaje a

la se�ora Sadik, a quien se le ha hecho ver que �muchos de los principios mencionados no encuentran lugar en las p�ginas del borrador del documento final de la Conferencia de El Cairo, o bien son totalmente marginales. En cualquier caso, sus propuestas se oponen a algunos principios �ticos fundamentales... Existe, en efecto, una tendencia a promover un reconocimiento internacional del derecho al aborto a petici�n, sin ninguna restricci�n y sin ning�n respeto por los derechos del no nacido... La visi�n de la sexualidad que inspira el documento es individualista. Se ignora al matrimonio como si fuese algo del pasado... �Qu� futuro proponemos a los adolescentes si les dejamos, en su inmadurez, seguir sus instintos sin considerar las �aplicaciones interpersonales y morales de su comportamiento sexual? �.

La posici�n vaticana representa por lo tanto el opuesto de la expresada por el

documento de la ONU.”

3. Crisis y �tica socio ambiental.

Es importante recordar, que las relaciones poblaci�n-ambiente-desarrollo constituyen sin duda algunas partes del proceso general de aprendizaje b�sico propio de la sociedad; su objetivo de estudio espec�fico es el conjunto de interrelaciones entre los fen�menos ambientales, socioecon�micos, culturales y los procesos demogr�fico.

Merece un lugar destacado en el estudio de dichas relaciones la degradaci�n socio ambiental, porque la misma acent�a la b�squeda del beneficio actual y desvaloriza el futuro, generando una cultura de desesperanza que obstaculiza la reconstrucci�n del mundo sobre la sustentabilidad basada en lo que se denomina err�neamente el poder del hombre sobre la naturaleza, cuando en verdad lo que ocurre es que la gran crisis socio ambiental que enfrenta el mundo de hoy es resultado del poder ejercido por algunos hombres sobre otros hombres, utilizando a la naturaleza como su instrumento.

Sobre la base de lo anteriormente planteado, es una necesidad de primer orden la incorporaci�n de un marco ecol�gico en la toma de decisiones econ�micas, sociodemogr�ficas y pol�ticas para tener en cuenta las repercusiones de las pol�ticas p�blicas en la red de relaciones que operan en los ecosistemas, lo cual constituye sin lugar a dudas m�s que una aspiraci�n, una necesidad biol�gica.

La irreversibilidad y la acumulaci�n de los efectos multicausales presentes en los an�lisis sobre las relaciones poblaci�n-ambiente-desarrollo implican que se destaque el

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predominio de los impactos de las transformaciones ambientales sobre diferentes procesos demogr�ficos. As�, los cambios en los patrones de uso del suelo, la construcci�n de una presa, o un desastre ambiental, generan efectos de expulsi�n de la poblaci�n de su medio; o el impacto sobre la salud, la morbilidad y la mortalidad de diversas formas de contaminaci�n, y los efectos de desnutrici�n por el cambio de cultivos tradicionales de autoconsumo a cultivos comerciales.

Por otra parte, los efectos de la din�mica demogr�fica sobre el ambiente no resultan de un impacto directo, sino de las mediaciones tecnol�gicas, econ�micas y culturales a trav�s de las cuales el crecimiento poblacional se traduce en un incremento del consumo productivo o improductivo de recursos naturales.

Sin embargo, lo que predomina en el paradigma normal de la demograf�a es una visi�n que ve la relaci�n como una presi�n de n�meros (de poblaci�n), sobre recursos (escasos) ... es decir, un malthusianismo puro o moderado centrado en el volumen de la poblaci�n, o en su tasa de crecimiento. La relaci�n poblaci�n-ambiente-desarrollo se ve reducida as� a una relaci�n gen�rica, unidimensional y en todo caso inespec�fica, donde desaparece del campo de la visibilidad como un conjunto de procesos demogr�ficos (fecundidad, mortalidad, morbilidad, migraciones) que generan cambios ambientales, al tiempo que �stos afectan las anteriores din�micas demogr�ficas (Leff, 1992).

En consecuencia, se aprecia que la demograf�a ha tenido un rol m�s bien pasivo en la explicaci�n de los sistemas socio ambientales complejos, aportando cifras sobre la din�mica poblacional, pero ofreciendo pocos elementos a la comprensi�n de la multicausalidad de estos procesos; en pocos casos se analizan las formas de c�mo la din�mica demogr�fica propiamente dicha se incorpora a los procesos multicausales de transformaciones ambientales, o c�mo un conjunto de cambios globales y locales del ambiente afectan y determinan al conjunto de procesos demogr�ficos analizados.

En realidad, los estudios poblacionales no son patrimonio exclusivo de la demograf�a, debido a que todas las ciencias sociales y humanas tienen que ver con diferentes procesos de la poblaci�n humana. De lo que se trata es de especificar el objeto cient�fico y el campo de estudio propio de la demograf�a, en sus relaciones con los procesos socio ambientales, acotando un conjunto de problem�ticas cr�ticas para la articulaci�n interdisciplinaria de la demograf�a con otras ciencias, que permitan un correcto enfoque de las interrelaciones entre la din�mica poblacional y ambiental.

Actualmente, el problema consiste en c�mo concebir la relaci�n entre poblaci�n y ambiente en un contexto donde los t�rminos de ese debate se han ampliado de manera considerable. De acuerdo con la tradici�n antropol�gica, ser� �til trabajar con regiones delimitadas en que puedan observarse las relaciones entre la evoluci�n demogr�fica y el cambio ambiental. Si se desea comprender los distintos procesos e identificar los mecanismos de las relaciones entre ambos, el primer paso no ser� recurrir a estudios internacionales con enormes bancos de datos.

Teniendo en cuenta la necesidad comprender las relaciones entre los procesos naturales y sociales, se propone entonces utilizar los ecosistemas como unidad de estudio hasta que se logre continuar perfeccionando y encontrar qu� unidad de medida ser� la m�s funcional atendiendo a los diversos factores y la complejidad del objeto de estudio.

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Por ejemplo, algunos estudiosos como es el caso de Daniel Hogan (1992) plantean que las cuencas hidrogr�ficas son uno de tales ecosistemas y constituyen una opci�n estrat�gica para observar el an�lisis de las relaciones sociales, demogr�ficas y ambientales. Los ecosistemas, al no estar delimitados por criterios pol�ticos administrativos, conforman una unidad "natural" suficientemente grande para revelar las consecuencias ambientales de la acci�n humana y las consecuencias sociodemogr�ficas de los l�mites naturales.

Adem�s, como las actividades econ�micas aunque pueden ser diversas, tienden a tener cierta homogeneidad en cuanto al nivel de desarrollo, la comparaci�n de las cuencas hidrogr�ficas y de otras unidades ambientales, entonces permitir�n comprender mejor la din�mica de las relaciones que habr�n de estudiarse dentro de cada una de ellas y de esa forma contribuir al desarrollo del campo de estudio de la demograf�a ambiental.

A este respecto es importante se�alar que las consideraciones sobre las interrelaciones del crecimiento y distribuci�n de la poblaci�n con el medio ambiente y el desarrollo sostenible seg�n diferentes autores (Hogan, 1992, Leff, 1992) dirigen la atenci�n hacia tres necesidades principales:

1. M�s y mejor informaci�n sobre la poblaci�n y especialmente, de los factores ambientales.

2. Investigaci�n de car�cter conceptual y emp�rico.3. Intervenci�n gubernamental y no gubernamental en �reas problemas espec�ficos.

Es preciso que los especialistas en poblaci�n y medio ambiente de instituciones acad�micas, gubernamentales y no gubernamentales tomen conciencia de la necesidad de priorizar estas preocupaciones y las tomen como un reto que tienen que enfrentar ante las exigencias del desarrollo sostenible.

En particular se considera imprescindible alertar en la urgente necesidad de que las cuestiones ambientales no deben seguir siendo una esfera de especializaci�n dentro de la demograf�a, sino que deben impregnar el an�lisis de toda la gama de la din�mica de la poblaci�n.

Las conferencias internacionales que han tenido lugar, principalmente en la d�cada de los 90�s, han contribuido a formular nuevos enfoques del desarrollo social, principalmente porque se ha producido un cambio en la manera en que se perciben los problemas de poblaci�n y en la forma en que estos se vinculan con las cuestiones del medio ambiente y el desarrollo sostenible.

A partir del decenio de 1950, algunos observadores de cuestiones de desarrollo y medio ambiente en los pa�ses en desarrollo llegaron a la conclusi�n de que r�pido crecimiento demogr�fico, o la "superpoblaci�n", era un problema impl�cito y que la respuesta obvia era reducir las tasas de fecundidad. El apremio de la situaci�n parec�a exigir programas intensivos y urgentes para promover la anticoncepci�n. Tras muchos a�os de investigaciones se ha demostrado que los programas de planificaci�n familiar centrados en responder a las necesidades individuales, y no en programas masivos de anticoncepci�n, tienden a ser m�s eficientes, m�ximo cuando no solo incluye acceso a

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los servicios de salud reproductiva e informaci�n al respecto, sino que tambi�n incluyen mejoras en el estado general de salud y educaci�n de las mujeres, promoci�n de la igualdad de g�nero, y reducci�n de la mortalidad materna y de la de los menores de 5 a�os.

Pero el crecimiento demogr�fico no es la �nica causa de los problemas ambientales, pues van acompa�ados de los niveles de consumo de los recursos y de las tecnolog�as disponibles para satisfacer las necesidades humanas. Estos 3 factores -poblaci�n, consumo y tecnolog�a- nunca operan en forma aislada; juntos determinan los efectos de los seres humanos sobre el medio ambiente. Adem�s, estos 3 factores tambi�n son afectados por cuestiones de g�nero, niveles de desigualdad y pobreza, grados de libertad de los mercados, democracia y normas acerca del uso del patrimonio com�n, como los oc�anos y la atm�sfera, entre otros.

Los seres humanos tambi�n responden a los problemas del medio ambiente. Nos adaptamos cambiando nuestras tecnolog�as, nuestras pautas de consumo y nuestro comportamiento reproductivo.

Algunos de los factores que deben tomarse en cuenta en esta problem�tica son:1. Los pa�ses que poseen mayor riqueza son los que mayores efectos per c�pita tienen sobre el medio ambiente.2. El crecimiento de la poblaci�n incrementa las cantidades netas de personas afectadas por problemas del medio ambiente, como la degradaci�n de tierras, inundaciones y hambre.3. Algunos recursos son limitados: los de tierra o agua, o los recursos naturales cuyo rendimiento sostenible tiene un l�mite m�ximo, como los peces oce�nicos.En estos casos, el crecimiento de la poblaci�n reduce directamente la cantidad disponible por persona.4. El crecimiento de la poblaci�n reduce directamente la "cuota" de residuos por persona.

El nuevo concepto de poblaci�n y desarrollo ata�e en primer lugar, y sobre todo, a los efectos sobre las personas, en especial las mujeres, las familias pobres y las comunidades pobres.

Las conferencias internacionales han exhortado a los gobiernos y organizacionesa cumplir con los siguientes logros:

1. Acceso universal a servicios de calidad de salud reproductiva2. Plena participaci�n de las mujeres en todas las decisiones y en todos los planos acerca de la salud, la salud reproductiva y el medio ambiente3. Plena integraci�n de las cuestiones de poblaci�n en las pol�ticas, los planes y los programas a todas las escalas4. Fomento de la capacidad para lograr dicha integraci�n5. Eficaz informaci�n, educaci�n y comunicaci�n acerca de los v�nculos entre la poblaci�n y el desarrollo sostenible6. Inclusi�n de las tendencias y los factores demogr�ficos en el an�lisis de los problemas del desarrollo sostenible a escala mundial7. Provisi�n de recursos suficientes para realizar esas tareas.

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Para cumplir con estos logros, se establecieron diversos puntos a tratar tanto a escala nacional como a escala internacional.

El v�nculo m�s importante de todos es que los encargados de formular pol�ticas reconozcan que los derechos de procreaci�n y los derechos de las mujeres, sumados a amplias mejores en la atenci�n primaria de la salud y la educaci�n b�sica, pueden efectuar una enorme contribuci�n al desarrollo sostenible.

Valga retrotraer, aqu�, algunas reflexiones de varios conocedores que sirvieran de base para la elaboraci�n de un segmento del ensayo citado sobre la tem�tica, y que fuera escrito al inicio de la d�cada, resaltando el hecho de que “el impacto del crecimiento poblacional sobre el ambiente es, m�s bien, un asunto de consumo”.

A pesar de lo evidente de un fen�meno tan conocido, como el que se da entre crecimiento poblacional y deterioro ambiental, hay una tendencia a achacar la responsabilidad de la crisis ambiental exclusivamente al crecimiento de la poblaci�n.

Este argumento obvia el hecho de que las mayor�as pobres del mundo no son las que preponderantemente consumen y deterioran el medio ambiente, sino las minor�as superconsumistas que abusan de los recursos naturales y contaminan mayormente el planeta. El Dr. Juan G. Roederer, Presidente del Comit� Cient�fico de F�sica Solar Terrestre, considera que ‘el problema b�sico es que el 75% de la contaminaci�n del aire, de los r�os, de los oc�anos, proviene de los pa�ses industrializados, que en poblaci�n representan apenas un 25% del total mundial’.

Seg�n la Dra. Ock-Kyung Kim, dem�grafa, consultora de la UICN,

recientemente se ha tenido que cambiar muchas ideas sobre la relaci�n entre crecimiento poblacional y recursos naturales. Por ejemplo, se ha descrito el efecto del crecimiento poblacional sobre el consumo en t�rminos de “demanda”, lo cual es inadecuado.

Primero porque la disponibilidad de recursos per capita no es homog�nea en el mundo, ni la capacidad para beneficiarse de los avances tecnol�gicos y metodol�gicos en la productividad. Segundo, porque el tama�o de cierta poblaci�n per se puede no impactar el medio ambiente tanto como sus patrones de consumo’......Luego, concluye que el consumo intenso de las sociedades ricas, abatir� ampliamente los recursos naturales globales que pertenecen a todo el mundo.

La relaci�n entre los agotamientos ecol�gicos y la sobrepoblaci�n es un fen�meno conocido desde la Prehistoria; como lo plantea Marvin Harris, qui�n afirma que los agotamientos ecol�gicos en el valle de M�xico pudieron llevar a los aztecas a sojuzgar a gran cantidad de pueblos circunvecinos con el objetivo de procurarse prote�na animal mediante el canibalismo. Esto, seg�n Harris, pudo alcanzar proporciones masivas como lo indican algunos cronistas espa�oles de la conquista y los cientos de miles de cr�neos que se encontraron en las plazas de las principales ciudades aztecas. Asimismo, plantea la tesis que la mayor parte de las sociedades estudiadas han practicado el infanticidio de ni�as, dado que son las mujeres las que determinan la tasa de crecimiento poblacional y no los hombres.

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El director general de la Uni�n Mundial para la Naturaleza, UICN, hasta 1993, Dr. Martin Holdgate afirma que es ayudando a las comunidades a mantener sus provisiones de alimento, agua y le�a, estabilizando la erosi�n de sus tierras cultivadas, estableciendo viveros para producir plantas que les dar�n cosechas para la venta, etc., como se lograr�a, poco a poco la recuperaci�n del ambiente y el deterioro. Una estrategia de esta naturaleza deber�a permitir a la gente comprender que la mejor calidad de vida que uno persigue se ver�a amenazada si se agotan sus reservas, por as� decir, al incrementar la poblaci�n o la inmigraci�n, todo a partir de di�logos regionales y locales que inspiren estrategias nacionales y acuerdos internacionales.

Nunca como ahora fue tan patente la problem�tica derivada del crecimiento

poblacional y el consumo, y el agotamiento ecol�gico y deterioro ambiental consecuentes, ni tan pat�tico, en cuanto a sus proporciones planetarias. Pero, al no comprender y ponderar su significado, puede caerse, con facilidad, en la trampa de ocultar los fen�menos, incluso, aquellos de mayor importancia.”

Ahora bien �porqu� tratar la problem�tica concomitante, entre crecimiento poblacional y deterioro ambiental, a trav�s del tema aqu� denominado Etica Humano-Ecol�gica y Manejo Ambiental?

� En primer lugar, porque los valores y el c�digo �tico prevaleciente en el mundo se basa, entre otras cosas, en concepciones trasnochadas de la supremac�a de la especie humana sobre el resto de la “creaci�n” y no como una parte de ella. Especie que inter dependen con las dem�s especies vivas, con las que se comparte la misma historia gen�tica. Esto, fuera de que el planeta Tierra y la biosfera misma se ve afectada por la din�mica poblacional del ser humano (la cual implica sobreproducci�n para el sobre consumo, procesos productivos altamente contaminantes, crecimientos de poblaci�n desmedidos en ciertas partes del mundo y de nuestro pa�s, transformaciones eco sist�micas irreversibles, etc.).

� En segundo lugar, porque la tecnolog�a debe ser guiada a trav�s de una manipulaci�n coherente implicando, entre otras cosas, un uso sostenible y sustentable de los recursos naturales, el que aqu� se denomina “manipulaci�n ambiental”. Manipulaci�n que debe ajustarse al hacer reflexivo antes mencionado; lo que implica no pocos retos, pues no ser�n “solo las fuerzas del mercado o la planificaci�n centralizada” por s� mismas las que dar�n las pautas, sino el conocer profundo de nuestra naturaleza biol�gico-ecol�gica y la creaci�n de los nuevos valores para guiar el quehacer de manera adecuada.

Pero el caso es que no tenemos la noci�n exacta de que, aunque la afectaci�n al ecosistema global sea severo, el superorganismo constituido por la Tierra misma, puede y “sabe” resarcirse de las cat�strofes ecol�gicas como las que se han sucedido a lo largo de sus 5 mil millones de a�os de existencia (la extinci�n de los dinosaurios por un cambio clim�tico suscitado al caer un cometa o similar, hace 65 millones de a�os, es solo un ejemplo). Mientras tanto, ser�an los seres humanos, cuya vida solo representa una fracci�n infinitesimal de esa historia, los primeros en resentir los “reajustes” del planeta, quedando eliminados, conjuntamente con un porcentaje alto de especies ahora comunes, en un inh�spito escenario de extinciones masivas, solo que esta vez ya no causados por el choque de un cometa o la presencia de un “veneno” en la atm�sfera como lo fue el ox�geno producido por los primigenios microorganismos, sino por la

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acci�n misma del hombre moderno en su man�aca carrera por un desigual desarrollo de car�cter economicista y sus excesos en la calidad y cantidad de una producci�n “sucia” y desaforada de satisfacer sus necesidades, muchas de ellas superfluas.

As�, comprender a trav�s de la ciencia moderna las interrelaciones de los seres vivos, incluidas las de los seres humanos y de todas las especies con el entorno f�sico, se hace un imperativo de cara a la posible extinci�n por nuestra causa. El portento tecnol�gico que nos lleve al espacio, caso de la formaci�n artificial de nuevos nichos ecol�gicos en otros planetas (a trav�s del “terraforming”, ya en marcha, por ejemplo), deber� ser guiado por una nueva �tica que no se centra solo en el ser humano actual sino que deber� considerar las futuras generaciones a la vez que incluye el valor de las dem�s especies vivas y su sucesi�n. No podremos librarnos de la cat�strofe ecol�gica si no conocemos sobre las implicaciones de los descubrimientos recientes.

Se hace referencia a situaciones que se derivan y corresponden a cada una de las actividades del manejo ambiental, as� como a combinaciones interconectadas de las mismas, tal el caso de: la armon�a y la equidad socio-ambiental, relacionada con la gesti�n institucional-comunitaria; la ocupaci�n racional del entorno, relacionada con el ordenamiento territorial; el ambiente sano, relacionado con el saneamiento ambiental y el control de la contaminaci�n; la producci�n moderada y limpia, relacionada con la evaluaci�n de impacto ambiental y el desarrollo de eco tecnolog�as; el equilibrio ecol�gico, relacionado con la recuperaci�n eco sist�mica; y la conservaci�n de los recursos naturales y la biodiversidad, relacionados con el uso sostenible y la conservaci�n. Se trata, por tanto, de un manejo ambiental que deber� ser atendido espec�ficamente y sostenidamente hasta alcanzar ese estado �ptimo, en el que todo haya sido internalizado por nuestras sociedades, y nuestra �tica modificada y adecuada a una nueva s�ntesis "humano-ecol�gica".

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