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Poemas de Antonio Brunet Merino

Poemas de vivencias

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Poesías de la Idea, de la Reflexión y del Sentimiento Personal que me embarga mediante la provocación de mis propias indagaciones intersubjetivas en torno a las vinculaciones entre mi persona, mis seres queridos, la Naturaleza toda y el enigma del Ser Humano, como agrupación sociocultural y al mismo tiempo como una entidad psicobiológica terrestre, que las Ciencias Sociales están intentando "explicar" y a la vez "interpretar" en este confuso contexto actual del Posmodernismo Occidental.

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Poemas de

Vivencias Antonio Brunet Merino

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POEMAS DE VIVENCIAS

Autor: Antonio Brunet Merino Arqueología

¡Cómo te describo!, ¿Ciencia venerable? ¿Arte refulgente? Excavas las trincheras enmohecidas pletóricas de arcanos recuerdos. Devuelves la carne débil a los huesos duros de los ancestros. Avanzas sobre las tumbas silenciosas y apacibles, oscuras por largos siglos de sueño eterno, y razonas con los tiestos perdidos en ignoradas dimensiones mágicas. Donde los suelos parecen yermos, allí estás tú, reconstruyendo evidencias de bellísimos contextos, perdidos en la bruma fantástica de nuestros mitos; de remotas formas sociales satisfechas por fin en algún leteo imperio; de los muros de Troya siempre viva, de los jardines de Babilonia aún colgados, de las chinampas de Tenochtitlán reverdecidas. Sin ti todo parece frágil, inconexo oscuro...

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La humanidad necesita tu luz, tu pretérito anhelo de interpretación. Y así nuestro futuro será uno con la solidez de las Pirámides,

y con el tiempo en las espaldas nunca más olvidaremos tu polvoriento legado. Rapanui

Canteras dormidas. Orongo impetuoso. Viento desafiado. Tongariki potente. Moais sibilantes. Vestigios de tangata. Vinapu recortado. Historia de jerarquías de clanes y de tribus. Dolorosa historia que un día lejano se llevó de la mano tu fértil convivencia y tu mana sagrado

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Soledad

Tu siempre conmigo, me acompañas intimamente mientras busco anhelante mi ubicación en el cosmos. Soy un ausente de la vida sin besos, sin caricias, sin ojos que penetren en mi espíritu. Ojos cálidos de mujer, como muérdago sagrado, o canelo que me arrebate al encuentro con los espíritus indomables de los cielos. Soy manantial que avanza lentamente hacia el caudaloso río de la serenidad. Pero, ¿por qué tardas tanto en ser mia?. Serenidad, te necesito a mi lado como al mar proceloso o al sol de mediodia. Ímpetu y grandeza, borrasca y poder en el cenit del verano. Te necesito sin tardanza, para que abras mi corazón y lo llenes con el perfumado aroma de la dicha. Te quiero transformada en sándalo, en incienso, en mirra, como cuerpo humano dispuesto a cruzar el umbral de la eternidad. ¡Serenidad!, ¡mujer!, ya te aproximas a mi senda,

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cada día tu camino es más raíz con el mío. Y en la fusión contemplaré la vida con una emoción más palpitante y agreste por siempre jamás. Muerte tranquila

Estas junto a mi desde que nací y esperas paciente nuestro encuentro. Eres cual caverna sombría y húmeda cubierta de musgos sobre rocas viscosas, como un blando tapiz que desciende a las profundidades del inframundo. Más no te temo como creía temerte ni te ignoro como quisiera ignorarte. He pasado la mitad de mi existencia buscando el camino más largo que me conduce a tu profundo regazo. ¡No te quiero a mi lado todavía!, quiero que estés lejos, muy lejos como estrellas en el firmamento, o galaxias que conviven en el vacío infinito del universo. Y por último, cuando te aproximes a mi cerebro y a mi corazón te recibiré tranquilo y confiado, saciado ya de longevidad y afecto. Y tú, muerte mía, no serás el horror de la corrupción que se degrada, sino el plácido sueño que acogerá mis ansias de trascender.

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Madre

Madre, eres plácida, como agua en el cuenco de una hoja después de la lluvia. Eres borde de acantilado que impide mi caída hacia el abismo. Eres mariposa que revolotea entre las flores difundiendo la fragancia de nuestro mutuo amor. Eres el palpitar de un corazón perdido en la selva de nuestros sentimientos. Eres, en fin, la sensación edípica que me protege de mi incierto y abrupto devenir. Tortuga de agua

He contemplado el carparazón de una tortuga de agua. He visto su arcaico diseño que me transporta al origen del tiempo y de la vida. Es un manto endurecido cubierto de hebras hexagonales que se repiten en espiral, como cascada que se desploma en un torrente despedazado. Tortuga ancestral, fósil que nada en mi pequeño lago; reflejo de un durmiente pasado que subsiste entre los juncos

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que besan tus extremidades. Mientras caminan tus aletas activas por la orilla y te conducen al reposo, o se mece tu cuerpo en el agua pintada como cristal azur cielo, retorno a tu vetusto reino del principio de todo donde eras dueña de un mundo reptiliano tan antiguo como el carbón. Verde valle del Elqui

Elqui, te percibí con mis ojos que vieron el verdor de tus profundidades. Ese color de plena naturaleza que se atrevía a subir por las colinas, por las faldas de los cerros cenicientos y despoblados, con sus viñedos formados en orden de batalla, como ejército de estacas sosteniendo la uva fresca y dulce, que alimenta y sacia la sed de los hombres. Eres para mí un valle encantado que surge de un cuento de hadas simple y sencillo. Nada elaborado, nada complejo, sólo tu verde cinta enclavada entre el cielo y el subsuelo, con ese recuerdo que me subyuga y permite que me sienta más feliz y menos aislado.

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Búsqueda fundamental

Hoy busco por las sombras el derecho a comprender el universo entero, pues saber mis orígenes yo quiero aunque parezca que no pueda ser un hecho. ¿Por qué pregunto yo este desaliento ante el misterio del cosmos infinito respondiendo al vacío con un grito y con terror desorbitado en el momento? Debemos ser valientes y entender que venimos de las prístinas estrellas, y sentir que por eso son tan bellas con secretos posibles de prender. Río cordillerano

Río, que te deslizas por las cordilleras antiguas y geológicas, cuyo rito iniciatico está en las nieves eternas, en aguzadas formaciones de montes alzados como esmeriles que rayan el cielo. Avanzas torrentoso hacia abajo, taladrando tu lecho implacablemente en cascadas impetuosas, como sangre azul de la tierra vertida a raudales junto a las verdes pasturas. Finalmente, llegas al mar, ancho y espumoso, arrastrando cuarzos y micas y frágiles maderos,

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elementos figurados de una lenta corriente . Y te unes con el salobre océano en un abrazo de enamorados que no saben que decir. Viaje

Me traslado hacia un mundo de flores y desiertos, de valles circulares, de cimas descolgadas, de aromas penetrantes. Soy viajero empedernido que consume leguas, que atesora kilómetros, que devora millas, en busca de piedras colgantes, de glaciares entumecidos, de forestas efímeras, de insectos gigantes, de basiliscos ardientes, de culebras moteadas, de gárgolas siniestras, de grifos infernales, Viajo por mares plagados de monstruos que habitan en los recintos abisales, y por selvas que no dejan espacio al visitante. Viajo porque mis pies viajan, para ver si me encuentro a mi mismo en algún recodo del camino, y dejo de lado mi vocación de peregrino cuyo corazón se estremece ante los hechos inenarrables de los hombres.

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Silencio por un minuto

Guardemos un minuto de silencio y escuchemos el remanente. Oiremos el canto de las aves, el murmullo del viento entre los árboles. El estridente crujido de un grillo que quiere hacerse oír por primera vez. El estruendo de un trueno en un día de tormenta. El drama de un volcán cuya lava fertiliza y devora en un instante el suelo de los bosques. Que se acallen las voces humanas, los gritos generadores de sueños, las máquinas, los instrumentos, la música incluso. Que todo humano sea sobrecogido por la madre naturaleza, sin hablar, y respirando apenas. Sólo un minuto será suficiente, y volveremos luego a nuestros quehaceres, a nuestra rutina despavorida, a la candente cultura que nos cobija, a la imaginación que nos distingue. Pero algo será entonces diferente, pues nos sentiremos hijos de un mundo que desconocíamos. El mundo del silencio, sin hombres, sin mujeres, sin niños jugando en las plazas. Un mundo que haremos nuestro, ausente para siempre si no callamos y presente si penetramos en él por un minuto y nada más.

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Espejo

Aquí estás frente a mi reflejando la nieve de mi cabello, los surcos de mi faz, la tristeza agonizante que me hace daño, la alegría de Arlequín que me devuelve la sonrisa. Me conoces más que mi sombra y mis padres. Eres cual máquina del tiempo que va trazando los cambios que me afligen; modelando mi cuerpo día tras día. Enseñándome el camino entre la juventud y la vejez día tras día, por años y décadas. Eres mi confidente mi otro yo, mi diario de vida, mi vigilia nocturna, mi alma gemela, mi bola de cristal, mi canto de la mañana, mi amor de Narciso. Eres mi vigilante sumergido entre las frías paredes de una blanca habitación.

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Abrí las compuertas

Abrí las compuertas de una represa y me empapé con su rugiente caída Abrí las compuertas de mis vasos sanguíneos y derrame mi sangre colapsada Abrí las compuertas de mi vientre y desbaraté mis sacrílegas entrañas Abrí las compuertas de tu cultura y el etnocidio se abrió paso entre las sales y los nardos Abrí las compuertas de las máquinas alborotadas y un tropel de tornillos se abalanzó sobre mi Abrí las compuertas de toneladas de libros amarillos y cayeron mil historias de gélidas ciudades Abrí las compuertas de todo lo que se puso por delante despotricando contra cielo e infierno Pero no pude abrir las infranqueables compuertas de tu vida resguardada por piedras filosas que me hacían daño, y sentimientos hostiles, oscuros y herméticos. Quizás por eso no quise abrir más compuertas, pues había perdido la guerra, la triste guerra de trincheras empantanadas que me impedía vencer con los azares de mi vida, sobre las certezas de tu vida. Y eso fue todo...

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Caballo del cielo

Corría el caballo por la Vía láctea, corría plateado y sin jinete, aplastando luceros con sus cascos de oro, con sus crines blancas brillando en la negrura celestial, con sus contorneados músculos primorosamente delineados, corría y corría con furia salvaje sobre las estrellas, sabiéndose observado en noches límpidas de desierto. Corría el caballo por la Vía láctea, corría y brincaba para los astrólogos, atravesando constelaciones con cuerpo de plata, con leche en los cascos de tanto brincar, corría en tonos blancos sobre el negro espacio, de pronto se detuvo y se congeló, y permaneció majestuosamente detenido, para ser visto en las noches claras de verano. Arrecife

Golpea la mar la dura roca de la orilla, arremeten las olas por días, por años, por siglos y milenios. Todo parece inmóvil y dulcemente quieto en el arrecife inmortal. Pero de pronto la piedra se estremece: una curva suavizada por el agua ha surgido, un pulimento inesperado se ha manifestado, un pequeño canal derrama su infinitesimal corriente entre la materia lítica, Y mientras nosotros, blandos seres de carne descansamos en la insondable muerte convertidos en fragante polvo inanimado, transportado por el viento de un planeta que no conoceremos, la roca se transmuta por obra de un leve

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y evanescente suspiro evolutivo. Ahora está esculpida y brilla a la luz del sol, y el escultor no cesa, y ataca con su líquido cincel una y otra vez el soberbio desafío de la piedra, en un trabajo de centurias que no acaban, contemplado por incontables generaciones de dioses. Te quiero

Te quiero porque quise quererte, porque tus ojos reflejan las estrellas fugaces, porque tu boca se alimenta del rojo de las fresas, porque tu cabello se amalgama con el trigo amarillo de la planicie, porque tus caderas arrebatadas de fertilidad me seducen con inquietante agresividad, porque tus pies diminutos de dama oriental pisan suavemente las baldosas de mi patio. Te quiero porque quise quererte, y sólo por eso te digo: no alejes tu cuerpo del mío, ni tu sombra de mujer pequeña, ni tu perfume de naturaleza silvestre. No me dejes como elefante solitario, como guepardo veloz que no alcanza su presa y queda en el vacío, jadeante y frustrado. Quédate conmigo y ámame con fruición, y seamos dos aves monógamas que viven para siempre en la libertad del amor. Flor y colibrí

Flor de colibrí, estuche de pólen encubierto, prepárate a recibir a la pequeña ave escarlata que revolotea bajo el sol incandescente. Diminuto picaflor que agitas tus alas de mosca

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paralizándote ante la iridiscente flor rosácea, succiona el azucarado néctar que te alimenta. Ambos sois simbiosis de la esclarecida mañana, amantes de la vida y de la luz, socios desinteresados en el caleidoscopio de la naturaleza, recolectores de una primavera virgen que se adorna con libreas de gala, pequeños reyes de lagos y bosques cubiertos de celeste y verdoso. Flor y colibrí, ¿qué sería de nosotros si no estuvieseis?, ya no habría seducción en los claros de la foresta, ni serían lo mismo las orillas de las marismas, Pero estáis aquí y el canto de amor entre vosotros -ave y planta- se siente en nuestro espíritu, que se regocija tras largas caminatas por el sendero mineral de la selva Luna de atardecer en verano

¿Qué haces aquí luna en este atardecer de verano cuando el sol resplandece con su atómica corona?. ¿No ves que no es tu hora ni tu lugar? Vuelve mejor como reina de la noche acompañada de tu séquito de fogatas lejanas, de tu corte brillante y enigmática hecha de constelaciones zodiacales; de cometas que arrastran efluvios translúcidos; de fugaces meteoros que se encienden y se apagan, débiles como el soplo de una vela cuya luz mortecina ha dejado de existir. Tu eres grandiosa, apacible y gigantesca en el caliente trópico, y un farol salpicado de granos en los cielos de las regiones inferiores. ¡Pero en la tarde estás tan pálida, tan enferma y carente de fuerzas,

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que me da pena tu lucha por sobrevivir!. ¡Vive luna!, pero hazlo con acento nocturnal. ¡Ilumina!, pero bebe de las fuentes del sol cuando estés sola en el oscuro hogar de las estrellas. El Amor y los Sentidos

Te ofrezco amor, que tú me mires con esos ojos azulados, trozos de cielo que retires brillantemente iluminados Te acercas lenta y sigilosa hacia mis labios empedrados dices que me amas cautelosa más te conozco demasiado Sé que tu amor es poderoso fulgor de plata y pluma tierna, ardiente, vasto y generoso constante y fuerte es tu alma eterna Por eso quiero que me sigas amando siempre piel a piel, nuestros sentidos que se ligan cual la dulzura de la miel Lo que soy Un encuentro con mis raíces cristianas del ayer

Busco a Dios más deseo aprender como buscar. Abro mi corazón pero anhelo entender su palpitar. ¿Es que mi corazón nada me dice? ¿O es simplemente que yo no conozco su lenguaje? ¿Es que mi Creador me ha desalentado? ¿O es que Dios me ama y yo lo he abandonado?

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Sólo quiero la respuesta que da vida del Dios transfigurado que me calma. Sólo abro la puerta más querida al Absoluto misericordioso que me habla. Corazón, voy conociendo lentamente de ti el idioma del amor fraterno y animoso. Estoy cada día absorbiendo tu enseñanza y construyendo a mi Dios salvífico y glorioso. Jardín del alma (dedicado a la memoria de mi abuelita Sara)

Pretendo contemplar la multicolor tonalidad de mi alma. Amo la luz cual arco iris reluciente. Apetezco la respuesta mística, la morada interior que me permita observar el jardín de la emoción contenida. Emoción bendita y necesaria, quiero que seas parte de mi de aquí en adelante. Quiero poseerte en el rincón más recóndito de mi humanidad. Y que impregnes de turbación de ánimo el largo camino por la historia secreta de mi ser. ¡No te alejes de mi lado por favor! ¡No me dejes sólo con la razón! Emoción, aproxímate a mi espíritu, y reside entre las florecillas de este jardín que te desea. Dedicado a la memoria de mi abuela materna Sara Pascua de las Heras.

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Mi abuela materna Sara Pascua de las Heras, Valladolid, España 1893 -- Santiago de Chile 1976

Amor de dos (a mis padres Antonio y María)

Te miré a través de un cristal.

Te observé con potencial ternura.

Te entregué mi corazón sacrificado.

Te endulzé como miel de panal.

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Te encontré nadando junto al tronco

de una ceiba cuyas ramas de abanico,

se extendían hasta el mundo espiritual y cuya raíz descansaba en el averno.

Te atraje hacia mí como flor de loto que permanece oculta a los sentidos.

Te amé profundamente con mil brazos que recorrieron tu cuerpo adormecido.

Te hallé por fin para no perderte más. Para que seamos dos voces y no una. Para inhalar el aire juntamente, y desplegar el amor que nos acuna.

Mi padre, Antonio Brunet Ferrer y mi madre María Rebeca Merino Pascua en el año 1954

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Esbozo de mi vida

Inicié mi vida al compás de la Historia, buscando en los libros la epopeya humana, y encontré tan fatuos intentos de gloria que lo dejé todo ante obra tan vana. Me atrajo el sendero de la Arqueología seductora ciencia de fiero intelecto, espíritu dúctil que al fin me incluía entre sus vasallos, por cauce directo. Siguiendo mi búsqueda del conocimiento me atrapó la huella del materialismo, impulso magnífico, impetuoso viento, que me abrió las puertas del escepticismo. Al ver que crecía mi agnóstico celo contemplé extasiado la Naturaleza, construyendo el mundo con ínclito anhelo sin olvidar nunca la social destreza. Y aquí la pregunta: ¿Qué ocurre con Dios?,

y como respuesta hay tan sólo calma, incierta creencia, inquietante adiós, y una trascendencia que aguarda en mi ánimo.

Antonio Brunet Merino, el autor de estos poemas a los 53 años de edad

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Pensando a Dios en el planeta Tierra Para mi, no eres energía prístina, flotando en el vórtice de la nada; no eres creador personal, engendrando a Jesús; no eres simetría perfecta, danzando en físicos campos teóricos; no eres modelo de la humanidad, santificándola en tu nombre; no eres natura acrecentada, panteísmo en el eje de lo absoluto; no eres el tiempo mismo, sucumbiendo al genio de Einstein.

Entonces ¿que puedes ser simplemente?, ¿Cuál es tu enigmática representación?.

Yo digo que tal vez pertenezcas a las discontinuidades evolutivas;

a las transformaciones admirables de la materia oculta en el útero terráqueo; preñez de un cálido tesoro primordial emancipado.

Puede ser que tu presencia sea tangible en aquellas extinciones masivas que han estremecido los cimientos de nuestro suelo, los colores de nuestra atmósfera, las cadencias de nuestro mar; extinciones sumergidas en los abismos del planeta Tierra,

que se retuerce como serpiente en magníficas placas tectónicas.

O quizás estés sosteniendo, como entorno de origen, el fluir autocreado de los ensueños científicos: vida inescrutable, mente inefable, plasma indecible.

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Naturaleza

Materia desplegada en acción, energía avasalladora en movimiento; expresión de los montes que desfilan en cadena, de los océanos ondulantes y misteriosos, del cielo descubierto en la inmensa noche, de los vergeles fastuosos que se cubren de verde.

¿Eres un producto efectivo de nuestros sentidos o estás aquí como reina y señora de lo tangible? Observándonos intensamente, integrándonos en tu experiencia, desafiándonos tal vez con aquel subterráneo misterio cuántico, guiando nuestro paso vacilante por la Tierra soberana,

cual pintura multicolor abierta al Universo que recrea la vida y la muerte, el principio y el fin, el alba y el ocaso.

Porque todo en ti es origen y destrucción, esa semblanza tan peculiar,

que permite lo maravilloso y lo sombrío al mismo tiempo.

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Dos causas y un dilema Ahora que vivo y sé lo que eso significa quiero expresar en este sentimiento hecho poema como veo esta vida que se explica en su origen por dos causas y un dilema. Las dos causas del prodigio son mis padres que una noche de amor me generaron, y el dilema está en lo que crearon: un hombre en un mar de humanidad. Porque, ¿qué explicación podemos dar al enigma de existir y de pensar, al misterio de soñar o de morir, a la belleza desconocida de vivir? La duda permanente de las gentes alimenta el dilema de la vida, y hay que buscar la respuesta en nuestras mentes para intentar cerrar la inmensa herida.