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Introducción Filosofía I Monografía de Sören Kierkegaard Pág. 1 de 29 Elías Roselló Díaz Valencia, Fecha 12/03/2010 20:00:00 Bosquejo General I. Introducción II. Desarrollo del Tema A. Biografía B. Pensamiento 1. La categoría kierkegaardiana: el individuo 2. Los estadios existenciales. 3. El verdadero cristiano C. Obras D. Influencia E. Opinión personal F. Bibliografía III. Conclusión

Soren kierkegaard

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Bosquejo General

I. Introducción

II. Desarrollo del Tema

A. Biografía

B. Pensamiento

1. La categoría kierkegaardiana: el individuo

2. Los estadios existenciales.

3. El verdadero cristiano

C. Obras

D. Influencia

E. Opinión personal

F. Bibliografía

III. Conclusión

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I. Introducción

Psiquiatras, psicoanalistas, psicopatólogos y psicólogos se han sentido atraídos por

Sören Kierkegaard, un hombre que (él mismo nos lo conf iesa) «... como Scherezade

salvó la vida contando historias, así salvo yo la mía o la mantengo a fuerza de

escribir».

P. M. Moeller, su amigo íntimo, lo definió como «el hombre más combatido por polémica

interna que he conocido jamás».

Sus reacciones son paradójicas: en una crisis de angustia y desesperación

desencadenada a la vista del cadáver de su cuñada, abandona la casa paterna para volver

más tarde arrepentido... y agobiado de deudas; un hombre que se jacta de escribir

exclusivamente por amor a la verdad, pero que es capaz de retrasar, nada menos que

durante dos años, la aparición de la segunda edición de su libro Aut-Aut, con el calculado

objetivo de sacar el máximo partido económico a una obra que, pese a haber sido vendida a

un precio elevadísimo en su primera edición, había conocido un gran éxito de venta; un

hombre que se aterra ante el matrimonio, no solamente por la necesidad que impone de

unión física (y manifiesta que preferiría morir la misma noche de bodas), y porque dicho

estado requiere sinceridad entre los cónyuges, sino también porque se nota incapaz de

llevar adelante a una familia; un hombre que cuando en la última época de su vida ve que

sus finanzas van mal, se aterra ante la perspectiva de tener que trabajar para ganarse el

pan; un hombre que se desdobla en seudónimos, representando cada uno de ellos una de

sus contradicciones internas, pero que niega que haya uno sólo que le represente ni poco ni

mucho (a excepción del de Johannes de Silentio, conocedor de la vida de Soren va

descubriendo que el que firma Temor y Temblor, obra en la que reconoce que hay

mucho de sí mismo), aunque el lector Víctor Eremita, Constantin Constantius, Johannes

Climacus, Nicolaus Notabene, Vigilius Haufsiensis, Hilarius Bogbinder, H. H. y

AntiClímacus simbolizan cada uno un aspecto, cuidadosamente separado, de las

contradicciones que le agitaron a lo largo de toda su vida.

Son esas contradicciones las que le hacen tan interesante como difícil y fecundo. Por

eso no se puede nunca recurrir a definiciones más o menos tópicas y seguras para delimitar

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o inmovilizar a este singular danés que tuvo gran influencia en la teología y en la filosofía

occidental modernas, sobre todo en el ámbito del existencialismo.

La producción literaria de Sören Kierkegaard puede ser comparada con un denso

bosque, en donde es muy fácil perder el sentido de la orientación, se puede entrar por

distintas partes. ¿El Kierkegaard que hace un elogio apasionado de la vida sensual en las

páginas de In vino veritas, es el mismo que propone una vida de sufrimiento por la verdad

como única manera de librarse de la desesperación, como propone en el Ejercicio del

Cristianismo?

Kierkegaard no tiene un sistema. Es más, uno de los blancos preferidos de sus

dardos dialécticos será precisamente la filosofía entendida como sistema, como saber

conclusivo y definitivo. Nuestro autor presenta un pensamiento ligado íntimamente a su

parábola existencial. Es imposible comprender a Kierkegaard si no se conocen sus

circunstancias biográficas. Por eso, dedicaré un número bastante significativo de páginas

para relatar su biografía.

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II. Desarrollo del Tema

A. Biografía

Cuánto más profundamente se conoce su vida tanto más provechosa resulta la

lectura de sus obras. Respecto á su biografía contamos con una fuente muy valiosa:

Kierkegaard comenzó á escribir su Diario en 1834 con la intención de arrojar luz sobre sus

procesos y motivaciones más íntimas.

Ciudadano de un país situado por encima de la línea del Rhin, circunstancia que el 5 de

mayo de 1813 (fecha del nacimiento de Sören (Severino) Kierkegaard) significaba que el

país quedaba también al norte de los países que llevaban la voz cantante en la historia de

Europa. Cuando Kierkegaard iniciaba sus estudios superiores, la cultura de su país se

alimentaba de dos fuentes principales: la filosofía alemana y el teatro boulevardier

francés.

Kierkegaard, (hijo de padre muy rico), lleva en su juventud una vida si no

licenciosa sí propia de un dandy en toda la extensión del significado de esta palabra: trajes

elegantes, buen comer, buen beber, fumar magníficos cigarros, frecuentación de cafés y

teatros (dejando en los cafés deudas que su padre se encargará de cancelar), y una

despreocupación total (de cara a la galería, naturalmente) por todo lo que represente

compromiso. En esos años de estudiante vive dentro de lo que llamará más tarde el

estadio estético, primero de los tres que forman la concepción kierkegaardiana de la

existencia.

Peder Christiensen, el abuelo de Sören, se ganaba el pan trabajando de

medianero en una propiedad del pastor de Seending, una especie de señor feudal dentro de

sus territorios. El hijo de Peder, Michael, que sería andando el tiempo padre de Sören, tuvo

que trabajar como pastor a una edad en la que muchos niños se dedican sólo a jugar. La

vida resultaba muy dura en aquella región fría y casi desértica. Las condiciones en que se

desenvolvía la existencia de aquel niño (junto a lecturas oídas de una Biblia traducida a

un danés tan poético como tonante, y junto a las influencias ejercidas en su alma por los

predicadores ambulantes de los Hermanos Moravos) le llevaron en un determinado

momento a un gesto nada infantil, que luego habría de pesar amargamente, no sólo sobre

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su entera existencia, sino también, indirectamente, sobre la de su hijo Sören: en un mo-

mento de incontrolable desesperación, se irguió sobre una roca y desde esa escenografía

bíblica levantó su puño contra el cielo y maldijo a Dios.

Pasó el tiempo, y a los doce años de edad marchó a Copenhague donde entró a

trabajar de aprendiz con un tío materno. Habiendo comenzado como simple vendedor de

telas, pasó luego al comercio al por mayor, especializándose en lanas y artículos de

ultramarinos; poco después era ya uno de los comerciantes más importantes de la ciudad. Y

pese al bombardeo de Copenhague por los ingleses, y pese a que las finanzas del país

comienzan a ir de mal en peor y se ven arruinados muchos de los que poco antes eran

prósperos comerciantes, Michael Pedersen invierte sabiamente su dinero en ciertos bonos

del Estado y multiplica su fortuna en plena época de vacas flacas.

Llegado a los cuarenta, y viéndose en posesión de una inmensa fortuna, decide

retirarse de los negocios para consagrarse en adelante a su formación intelectual. Comienza

por aprender alemán (el idioma de la filosofía imperante) y se aferra, desesperadamente

diríamos, a Wolff, sobre todo a su Ética, con la intención de procurar cimientos

inconmovibles (ahora que el edificio de la religión comenzaba a vacilar ante los embates

del racionalismo y el empirismo) al cristianismo específico en el que había sido educado.

Habiendo quedado viudo a los dos años de casado (1796) sin que de la unión

hubiera nacido hijo alguno, se ve obligado a casarse rápidamente en segundas nupcias

(apenas hacía un año que había muerto la primera esposa) con su criada y amante Anna,

encinta ya de varios meses. Con ella tendrá siete hijos, el último de los cuales sería

Sören. Cuando este hombre se ve próspero, felizmente casado y bendecido en su

matrimonio por tantos hijos, comienza a temer cada vez más a ese Dios que le está

colmando de todos los bienes y dichas de este mundo, a pesar de haberle ofendido con

los dos pecados más graves.

Y aunque sigue frecuentando a los Hermanos Moravos, los cuales le hablan del

amor infinito de Dios y que Cristo sufrió por redimirnos, tiembla en una constante espera de

que Dios le aplique la ley del talión, que no será un ojo por ojo, puesto que el ofendido

no es un hombre. ¿Qué forma tomará la justa venganza del Señor?. Dios se vengará en

lo que para él es más importante: sus hijos. Y llega a la firme convicción de que Dios se

los arrebatará uno tras otro, y también a su mujer dejándole solo en este mundo para que

medite sobre la locura que fueron sus dos inmensos pecados. Y no se limita a pensar estas

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cosas: las repite en alta voz (y Sören las oye) sin, naturalmente, hacer alusión a sus dos

pecados: ese será el leitmotiv de la infancia de Sören. Fue el menor de la familia y de

constitución enfermiza, pero se convierte en el favorito. Su infancia estará a la vez llena de

caprichos satisfechos y de la angustia que su padre va acumulando día tras día sobre su

cabeza.

Su padre seguía buscando un alivio, que no encontraba nunca con carácter

definitivo, a sus remordimientos de conciencia y a su miedo a la divina venganza:

frecuentaba la Iglesia Oficial Luterana, a los Hermanos Moravos y, también en el fondo,

con ese fin se daba al estudio de la filosofía idealista (Wolff le interesaba, especialmente) y

reunía en su casa un pequeño y selecto grupo, al que acudía, entre otras personalidades, el

entonces pastor Mynster, que era además su director espiritual.

Y mientras su padre, su hermano Peter y restantes miembros hablan, disertan,

arguyen, el pequeño Sören, inmóvil, acurrucado en el rincón más discreto de la habitación,

escucha y aprende.

A los seis años, muere uno de sus hermanos. A partir de ese momento se irán

sucediendo las muertes en el hogar de los Kierkegaard (hasta que llegará un momento en

que, muerta también la madre, en 1834, quedarán sólo el padre, Peter Christian y Sören).

Ya mayor, escribirá Sören en su Diario: «Recibí siendo niño una educación rígida y

severa que, considerada desde el punto de vista humano, fue una verdadera locura.» Y en

1846, escribe: «Siento venirme temblores cuando me detengo a pensar cuál ha sido desde

mi más tierna infancia el paisaje de fondo de mi vida, la angustia con que mi padre

llenaba mi alma y mi propia y terrible melancolía. Me invadía la angustia frente al

cristianismo, pero, sin embargo, al mismo tiempo me atraía.»

En sus años de escuela, Sören fue un niño avispado que, según diversos

testimonios, se mostraba siempre muy alegre. Por complacer a su padre, ingresa en la

facultad de Teología de la Universidad de Copenhague (1830), pero no es esa disciplina

la que le interesa realmente, y se burla amable e irónicamente de su padre diciendo que

el viejo está seguro de que «el verdadero camino de Canáan comienza al otro lado del

examen de Teología... y dice que nunca pondré en él la planta del pie». Lo que de

verdad reclama el interés de Kierkegaard es la lectura de Platón, Goethe, Schiller,

Hoffmann, Schlegel, Tieck y Heine entre los literatos, y Fichte, Schelling y, muy en

particular, Hegel, entre los filósofos.

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Martensen, licenciado en Teología, es sin duda el nombre más brillante dentro de la

nueva hornada de teólogos. Kierkegaard, seguro de que su padre bien puede permitirse el

gasto, toma inmediatamente como profesor particular a Martensen durante un semestre.

No tarda en unirse al grupo antihegeliano que, cerrando filas en torno a Sibbern y a su

buen amigo P. M. Moeller, se disponía a presentar despiadada batalla al sistema de Hegel.

Las crisis de angustia se multiplican a partir de aquel momento, y aumenta el tono y

la violencia de sus discusiones con su padre. Kierkegaard trató siempre de hacer creer que

entre su padre y él habían existido muy buenas relaciones, pero su hermano nos cuenta que

entre padre e hijo estallaban muchos y muy violentos altercados.

El 18 de julio de 1837, muere su cuñada Elisa-María, esposa de Peter Christian. El

mismo día del entierro, Kierkegaard abandona el hogar paterno. Volverá un año más

tarde, y como ya dijimos, lleno de deudas. El padre morirá ese mismo año de 1838, después

de haber confesado a su hijo sus dos pecados, y tras haberse reconciliado con él. Ocho

años después de la terrible revelación, Kierkegaard lo narraba así: "¡Horrible! Aquel hombre

que siendo aún niño cuidaba los rebaños en las colinas de Jütland, acuciado por la miseria y

sufriendo terriblemente por el hambre, un día subió a una colina y maldijo a Dios: ¡este

hombre no era capaz de olvidarlo a la edad de ochenta y dos años!"1.

El 19 de mayo de ese mismo año, a las 9 y media de la mañana, Sören experimenta

un acontecimiento espiritual trascendental en su vida. Describe esta experiencia personal

con Dios del siguiente modo: "hay una alegría indescriptible, cuyo influjo enardecedor sobre

nosotros es tan inexplicable como inmotivado el súbito arrebato del Apóstol: "Alegraos; otra

vez os digo: alegraos" (Fil. 4,4). No es una alegría por esto o aquello, sino la radiante

exclamación del alma "con la lengua y con la boca desde el fondo del corazón. Por medio de

mi alegría, me alegro de mi alegría, en mi alegría, por mi alegría, a causa de mi alegría y con

mi alegría". Celestial estribillo que parece interrumpir súbitamente cada estrofa de nuestro

canto; es una alegría que refrigera y conforta como la brisa en estío, como los vientos alisios

que soplan desde el soto de Mambre (Gen. 18, 1ss), hasta las moradas eternas"2.

A partir de ese momento, y como tributo a la memoria paterna, Sören se entrega

1 KIERKEGAARD, S. Diario, Ultima malattia, Apéndice A, en Diario di Kierkegaard, a cura di

Cornelio FABRO, Morcelliana, Brescia 1980 (vol. VII A 5). 2 Ibid “Diario” II A 228

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apasionadamente a los estudios de teología, lo cual coincidió con la aparición de Regina

Olsen.

Tres años llevaba enamorado de ella (desde la primera vez que la vio, cuando

Regina tenía sólo catorce años): «Ya antes de que mi padre muriese había tomado mi

determinación respecto a ella. Murió el 9 de agosto de 1838, y yo me dediqué a preparar mi

examen de teología. Pero durante todo ese tiempo la tenía constantemente en mi

pensamiento. En el verano de 1840, obtuve mi título de Teología.

...El 8 de septiembre salí de mi casa con el firme propósito de resolver esa cuestión. La

encontré en la calle, delante de la puerta de su casa. Dijo que no había nadie dentro y

tuve la suficiente audacia como para considerarlo una invitación, precisamente la

oportunidad que andaba buscando. Entré con ella. Permanecimos allí solos, en la sala de

estar. Ella estaba un poco violenta. Le pedí que tocase algo para mí como

comúnmente hacía. Así lo hizo ella, pero aquello no me ayudaba en nada. De pronto

arranqué la partitura del atril, la cerré, no sin cierta violencia, la dejé encima del piano y

exclamé: "¡ Oh! ¡Qué me puede importar a mí en este momento la música! ¡Usted es

quien me interesa! ¡Hace ya dos años que usted me interesa!" Ella permaneció

silenciosa.»

Apenas un año más tarde, rompe con Regina sumiéndola en la desesperación.

Regina le había pedido que no tomase esa determinación, se lo había pedido por Cristo y

por el propio padre de Sören.

Kierkegaard escapa a Berlín y escribe Temor y Temblor y La Repetición. Pero al

volver a Copenhague se entera de que Regina, harta de esperar y habiendo perdido la

esperanza de recuperarlo, se ha prometido con Fritz Schlegel, su antiguo preceptor y antiguo

pretendiente, desplazado anteriormente por él.

Rota la esperanza de que Regina se pudiese casar con él, vuelve al punto en que

la confesión de su padre le había dejado, aunque enriquecido por el dolor de esta

experiencia existencial, y llega a la conclusión de que la fe en Dios es lo que da sentido a

nuestra existencia, pero Dios está detrás del absurdo.

Regina se casará con Schlegel en 1847. Kierkegaard experimenta un vivo dolor

(secretamente había mantenido siempre la imposible esperanza de que aquel

matrimonio no llegaría a realizarse), pero entre la fecha del compromiso de Regina y

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ésta de su boda, el filósofo ha padecido el otro episodio importante de su vida: su

enfrentamiento con El Corsario.

En Copenhague existía una revista semanal titulada El Corsario que se leía

ávidamente en todas partes. Periódico satírico, vapuleaba todo y a todos, especialmente a las

personas importantes y los autores consagrados; no respetaba a las personalidades

políticas ni a las instituciones más sagradas. Pero había hecho una excepción con

Kierkegaard y había dedicado elogiosas críticas a todos sus libros: era evidente que los

miembros de la revista sabían apreciar su valor y lo manifestaban a los cuatro vientos.

Sucedía que en El Corsario colaboraba P. L Moeller, quien criticó la obra de Soren

Etapas en el camino de la vida (donde Sören publicó su carta de ruptura con Regina),

diciendo que el autor se había permitido digresiones filosóficas y éticas en un contexto que

debería haber sido estrictamente literario. La crítica era justa, pero Kierkegaard, que pa-

decía de manía persecutoria, creyó que Moeller trataba de vengarse por haber sido usado

como modelo para su Johannes el Seductor (personaje que aparecía en la obra criticada).

Sin pérdida de tiempo respondió con un artículo en el diario Faedrelandet; no

contento con hacer público que Moeller colaborada en El Corsario, provocaba a esta

revista pidiendo que le atacasen sin compasión. Los de El Corsario así lo hicieron,

ridiculizándole de la forma más grosera que se puede imaginar: alusiones a sus defectos

físicos, caricaturas, artículos canallas... Sus enemigos se regocijaron al ver desatarse

esta ofensiva contra él, y los miembros de la Iglesia (que ya temían la honestidad

religiosa de Sören) no movieron un dedo en su ayuda. Kierkegaard se defendió muy bien,

pero hubo de soportar insultos callejeros (hasta llegaron a arrojarle piedras) y burlas de

todo tipo. Al final, el mismo director de El Corsario se arrepintió de lo que había hecho y

acabó suprimiendo su revista. Moeller, por su parte, y como resultado del ataque y

denuncia de Kierkegaard, tuvo que abandonar Dinamarca para siempre, truncándose en flor

una carrera que prometía ser muy brillante.

Por aquella época comienzan a ir mal las finanzas de Dinamarca, y con ellas disminuye

el capital de Kierkegaard. Sus relaciones con los demás van de mal en peor: su intento de

convertir a un tal Rasmus Nielsen en su discípulo se cierra con un fracaso, y este hombre, que

debería ser el depositario y continuador de Sören (y que no ha entendido nada de lo que

pretende su maestro), acaba por separarse de él.

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Kierkegaard espera a que Martensen sea elegido obispo de Copenhague e

inmediatamente después se lanza al ataque contra la Cristiandad que representaba Mynster y

representa ahora Martensen, su continuador. La agresión la realiza a través de un artículo en

Faedrelandet, cuyo título reza así: «¿Era el obispo Mynster un "testigo de la verdad", uno de los

auténticos testigos de la verdad"?».

Desde ese momento hasta septiembre de 1855, Kierkegaard publicará veinte artículos

más (dentro de la misma línea religiosa) en Faédrelandet, y nueve folletos explosivos en El

Instante, panfleto contra la Iglesia oficial publicado por el propio filósofo: la cabeza de turco era el

obispo Martensen. Kierkegaard lleva adelante esta campaña poniendo en ella todas sus

energías y agotando su sistema nervioso.

Un nuevo dolor viene a añadirse a su existencia: en marzo de 1855, Schlegel es honrado

por su rey con el puesto de gobernador de las Antillas danesas, y Regina marcha allí con su marido.

El mismo día de la partida, Regina hace todo lo posible por encontrarse con su antiguo prometido

y lo logra: se cruzan por la calle, y al llegar a la misma altura, ella le dice con voz ahogada por

la emoción: « ¡Que Dios te bendiga y ojalá te vaya todo bien! » Sören, aturdido y

conmovido, se echa un paso atrás y la saluda con una inclinación de cabeza.

Un día de octubre del mismo año, después de haber pasado por el banco para

retirar las últimas migajas de lo que había sido su fortuna, cae desvanecido en plena calle.

Conducido rápidamente al hospital, se observa que ha quedado paralítico de las dos

piernas y se le diagnostica una imprecisa enfermedad en relación con una lesión en la

columna vertebral. Cuando su hermano Peter Christian va a visitarle se niega a recibirlo,

considerándole un miembro de esa Iglesia oficial que combate. Muere en el mismo

hospital dos meses más tarde, el 11 de noviembre, sin haber recibido la comunión (se

había negado a que se la administrase un miembro de la Iglesia; dijo que sólo la podría

aceptar de manos de un laico).

Durante su entierro se produjeron varios incidentes: sus panfletos habían creado

un clima anticlerical en la Universidad; los estudiantes montaron una guardia de honor ante su

cadáver y acusaron a la Iglesia de hipócrita cuando Peter Christiensen hizo el elogio

fúnebre de su hermano en la catedral, y cuando se desplegó una inusitada pompa para

enterrar a Sören, enemigo encarnizado de toda exterioridad religiosa. En el momento

que bajaba el ataúd a la fosa, su sobrino con un ejemplar de El Instante en la mano, leyó

en forma de desafío la Carta a la Iglesia Laodicea del Apocalipsis.

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B. Pensamiento

1. La categoría kierkegaardiana: el individuo

El individuo es presentado por el mismo Kierkegaard como mi categoría. De hecho

se puede entender toda la producción kierkegaardiana como un pensar el individuo3.

Pensamiento ético cargado de consecuencias prácticas, ya que Sören no pretendía fundar

una escuela filosófica sino solamente llamar la atención, despertar las conciencias. En las

siguientes páginas analizaremos los elementos principales que configuran al individuo como

la categoría del pensamiento kierkegaardiano.

a) El individuo como categoría dialéctica antihegeliana

En una parte de Aut-Aut, titulada El equilibrio entre la estética y la ética en la

elaboración de la personalidad, considera que las "cabezas filosóficas" -los filósofos

hegelianos- juegan con las fuerzas titánicas del pasado, "median" eliminando el principio de

no contradicción, para establecer una unidad superior. Sin embargo ellos no le pueden decir

"a un hombre simple qué es lo que debe hacer en esta vida"4. Para el danés, el problema

que se presenta en el sistema es que, habiendo establecido una mediación absoluta entre

los opuestos en las síntesis superadoras, no queda espacio para la elección libre. Esta

problemática de la libertad se basa en el hecho "de que se intercambia una esfera con la

otra, la del pensar y la de la libertad".5

La pura reflexión no llegará nunca al mundo de la libertad. En la Apostilla conclusiva

no científica a las "Migajas filosóficas", Kierkegaard intenta demoler la identificación idealista

entre pensamiento y ser. Según nuestro filósofo la especulación intenta alcanzar la realidad

desde el interior del pensamiento: "el pensamiento no está solamente en grado de pensar,

sino de conferir realidad"6. Para Kierkegaard el existente no se deja pensar. Entiende aquí

por "existir" la existencia ética del individuo: "existir (en el sentido de ser este hombre

concreto) es sin duda una imperfección frente a la vida eterna de la idea; sin embargo es

3 En un texto del Diario, Kierkegaard afirma: "El asunto del "Individuo" está tratado en cada

uno de los "Escritos seudónimos". Sí, sin duda, y también en este modo: hacer dar vueltas a los seudónimos alrededor de estos temas define qué es lo general, el Individuo, el Individuo particular (la excepción), y designa al Individuo particular en su sufrimiento y en su extraordinariedad" (X1 A 139). 4 KIERKEGAARD, S. Aut-Aut, vol. V, Adelphi, Milano 1989, vol. V, p. 38.

5 Ibid. p. 41.

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una perfección respecto al no ser absolutamente. Una condición así intermedia es

aproximadamente el existir, algo que conviene a una naturaleza intermedia como es el

hombre"7.

El ser hombre individual, por tanto, no es una existencia ideal. "La existencia es

siempre la realidad singular, lo abstracto "no existe"8. El pensamiento abstracto del sistema

es un pensamiento sin sujeto pensante. "Hace abstracción de toda otra cosa que esté fuera

del pensamiento, y el pensamiento no conoce otro medio que a sí mismo". Kierkegaard

acusa a Hegel de gnosticismo y de fantasía, ya que "sólo fantásticamente un existente

puede existir "sub specie aeterni"9. La "Lógica" de Hegel debería llamarse "Los movimientos

propios del pensamiento puro". Pasar del pensamiento a la existencia es casi un delito.

Cómicamente Kierkegaard comenta que la obra hegeliana debería haber sido escrita sin

prefacio, sin notas y sin polémicas con otros autores: "polemizar en una obra de ese género

mediante notas contra éste o ese autor indicados con nombres y apellidos, comunicar

señales indicativas del camino: ¿qué quiere decir todo esto? Quiere decir que existe un

pensante, el cual piensa el pensamiento puro, un pensante que habla con los "movimientos

propios del pensamiento", y ciertamente habla a otro pensante con quien quiere, por tanto,

entrar en relación. Pero si él es un pensante que piensa el pensamiento puro, he aquí que

en ese preciso momento toda la dialéctica griega se apodera de su persona con la ayuda de

la policía de seguridad de la dialéctica de la existencia, y consigue tirarle al suelo sujetándole

por el vestido, no en calidad de secuaz, sino para lograr saber cómo hace él para

relacionarse con el pensamiento puro; y en ese mismo momento el encantamiento se

desvanecerá"10

.

El individuo, por tanto, no pertenece al mundo de la necesidad -lógica, naturaleza,

historia universal- sino al mundo ético de la libertad. El pensamiento puro, el sistema

abstracto, distrae al hombre del único interés serio: el de su existir ético.

6 KIERKEGAARD, S. Postilla conclusiva..., op. cit., p. 433.

7 Ibid. p. 440.

8 Ibidem.

9 Ibid., p. 339.

10 Ibid. p. 442.

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b) El individuo como síntesis

Pero ¿qué es el individuo para Kierkegaard? El filósofo danés concibe el hombre

como un ser dialéctico. El hombre no es "uno" desde su inicio: es un compuesto de

elementos, y por tanto debe "convertirse" en "individuo", poniendo la "síntesis" que confiere

la unidad a los distintos elementos. El hombre como síntesis es el producto de una elección;

la síntesis se alcanza cuando el hombre se ha escogido a sí mismo libremente, pero sólo si

lo ha hecho apoyándose en el Absoluto, como ser libre y al mismo tiempo como dependiente

de la Potencia Divina: "entrando en relación consigo mismo, queriendo ser él mismo, el

hombre se fundamenta en transparencia en la potencia que lo ha puesto"11

.

El individuo kierkegaardiano aparece como:

a) Un ser individual: las únicas cosas que existen son individuos, lo abstracto no existe;

b) Dialéctico: en el hombre hay diversos componentes que se deben sintetizar;

c) En proceso: la síntesis del espíritu no viene dada, es un esfuerzo libre ético-religioso

para encontrar la unidad en el fundamentarse del yo en el Absoluto;

d) Finalizado teológicamente: el individuo se autoafirma a sí mismo sólo delante de Dios;

la falta de fundamento en el Absoluto lleva al yo a la desesperación y a la pérdida de sí

mismo.

c) La fundamentación trascendente de la libertad

Si el individuo es libertad, y el individuo se fundamenta en la potencia que lo ha

puesto, es decir en el Absoluto, entonces la coherencia lógica exige que la libertad misma

del individuo se fundamente también en el Absoluto.

Kierkegaard fundamentará la libertad del individuo en la omnipotencia divina, con un

razonamiento de carácter exquisitamente metafísico. En un texto del Diario de 1846

presenta una problemática rica en historia y que es uno de los puntos clave de la teodicea: la

causalidad de Dios y el problema del mal: "toda la cuestión de la relación entre la

omnipotencia de Dios y el mal (en vez de la distinción que Dios obra el bien y solamente

permite el mal) quizás pueda resolverse totalmente del siguiente modo: la cosa más grande

que un ser puede hacer, mucho más grande que lo que un hombre pudiera hacer por ella, es

hacerla libre. Para poder hacerlo, es precisamente necesaria la omnipotencia. Esto parece

extraño, porque la omnipotencia debería crear dependencia. Pero si se quiere entender

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verdaderamente la omnipotencia, se verá que ella comporta precisamente la determinación

de poder retomarse a sí misma en la manifestación de la omnipotencia, de manera que

precisamente por esto la cosa creada pueda, mediante la omnipotencia, ser

independiente"12

.

Lo que Kierkegaard intenta decir es que el Omnipotente, precisamente porque es

toda la potencia, puede crear un ser libre, puede hacer partícipe a una criatura de su

libertad. En el orden humano, el hombre es verdaderamente libre y responsable de sus

actos, y por tanto también responsable del mal. Sólo la omnipotencia divina es el

fundamento de la libertad creada: Dios se puede dar a Sí mismo completamente, haciendo

que permanezca independiente quien le recibe.

Esta es pues, la conclusión respecto a la libertad enunciada por Kierkegaard: sólo la

dependencia total de Dios, fundada en la comunicación del amor de la creación, hace

posible la libertad del hombre.

d) El individuo es mayor que la especie

Kierkegaard quiere ofrecer como contribución a la historia lo que él denomina "su"

categoría: el individuo libre y dependiente de Dios, responsable delante de Dios del uso que

ha hecho de su libertad. Por eso, la única realidad en sentido fuerte es la existencia ética del

individuo, que goza de un valor de eternidad. Las consecuencias eternas de la existencia

humana son tan importantes, que Kierkegaard pone en movimiento toda su capacidad

literaria para desenmascarar los sofismas que tienden a identificar el individuo con una idea

abstracta, con un miembro de una especie, o con la masa, con el gentío, o el público.

La eternidad personal: he aquí el problema con el que tiene que hacer frente cada

individuo como existente. El individuo es algo más que su concepto. En fuerte polémica con

Hegel, Kierkegaard afrontará la categoría desde un punto de vista metafísico-religioso: el

individuo es imagen de Dios. Leamos este texto de 1850: "no, el error está principalmente en

esto: que el universal, en el que el hegelianismo hace consistir la verdad, se ha encerrado en

el concepto, es un abstracto, el Estado, etc. El no llega a Dios que es la subjetividad en

sentido absoluto, y no llega a la verdad: al principio que realmente, en última instancia, el

Individuo es algo más que la especie, es decir el Individuo considerado en su relación con

Dios.

11

KIERKEGAARD, S. La malattia mortale, I, A, en Kierkegaard. Opere, op. cit., p. 626.

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El hombre masificado, el número que forma parte de la muchedumbre, lleva una

vida inauténtica, una existencia sin sentido, y por tanto sin un yo personal. En este caso no

se puede establecer una verdadera relación con Dios: sólo una relación fantástica fruto de la

imaginación.

Llegar a ser el individuo: he aquí la tarea eterna de la vida. Esta vida humana

individual, esta historia humana concreta, que existencialmente puede atravesar diversos

estados: podrá llegar a alcanzar el ser un individuo delante de Dios, o podrá permanecer en

la desesperación de lo inmediato de la vida estética.

2. Los estadios existenciales.

El hombre se encuentra en situaciones existenciales diversas, atravesando distintos

estadios existenciales. Es posible que el tratamiento que hace Kierkegaard de los estadios

existenciales sea el aspecto más característico de su pensamiento.13

Las explicaciones que hace Kierkegaard de los distintos estadios están llenas de

matices, en los que se advierten una cierta evolución de su pensamiento. En Aut-Aut

Kierkegaard presenta una división en dos partes de los estadios existenciales: la vida

estética y la vida ética. Pero esta segunda se presenta como un paso previo a una vida aún

superior, la vida religiosa.

a) El estadio estético

Según el danés, el estadio estético de la existencia, común a la mayoría de los

hombres de su tiempo, representa el nivel más bajo de vida humana, porque el esteticismo

es falta de espíritu, demuestra la inconsciencia de ser un yo.

En Aut-Aut y en los Estadios en el camino de la vida, Kierkegaard presenta la

tipología de esta enfermedad, es decir, los distintos síntomas que ponen de manifiesto que

al esteta le falta un yo y que se encuentra, sabiéndolo o no, en la desesperación. Como al

esteta le falta la unidad sintética del espíritu, su no existencia, el hecho de encontrarse en la

superficialidad le lleva a la falta de autodominio, de libertad. El esteta no es dueño de sí

mismo: vive siempre fuera de sí mismo, en la superficie. Por eso, su actuar está siempre y

12

Diario. VII1 A 81. 13

Cfr. COPLESTON, F. Historia de la Filosofía, VII, De Fichte a Nietzsche, Ariel, Barcelona 1980, pp. 266-274; CRUZ PRADOS, A. Historia de la Filosofía Contemporánea, EUNSA, Pamplona 1991, pp. 82-88; V. MATHIEU, Storia della Filosofia, La Scuola, Brescia 1982, vol. III, pp. 155-157. La posición de la teoría de los estadios existenciales en el pensamiento

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sobre todo condicionado por el estado de ánimo, que sólo es un síntoma superficial de una

causa más profunda.

b) El paso de la vida estética a la vida ética

El punto final de la vida estética (la desesperación) es también el punto de partida de

la vida ética.

Escoger la desesperación: he aquí el comienzo de la vida auténtica. Desesperar de

uno mismo para salir del estadio estético significa desesperar de la propia finitud: "la

elección de la desesperación es, por tanto, "yo mismo", porque es bien cierto que en el

desesperar yo desespero, como de cualquier otra cosa, y al mismo tiempo también de mí

mismo; pero aquél yo del cual desespero es una finitud como todas las demás cosas finitas,

aquél yo que elijo es el yo absoluto, o bien mi yo según su valor absoluto".14

Desesperar de mi yo finito, y escoger mi yo absoluto es el inicio de la vida ética. Este

momento se identifica con el arrepentimiento: cuando uno se desespera de sí mismo, se da

cuenta de su propia culpa, y arrepintiéndose encuentra el fundamento del yo en el Absoluto.

¿En qué consiste el yo ideal? Consiste sobre todo en el hombre universal, es decir,

en llevar una conducta moral que cumpla con todos los deberes generales de la humanidad.

Lo ético es realizar lo general, algo que el mismo Kierkegaard consideraba como un

imposible para él, llevándole a tener esa conciencia de su heterogeneidad y a la ruptura de

su compromiso con Regina Olsen15

. Lo ético es, con otras palabras, la vida seria y

responsable del hombre honesto: "la tarea que el individuo ético se propone consiste en

transformarse en el individuo universal (...) Lo universal puede de hecho muy bien coexistir

con lo particular y subsistir en lo particular sin consumirlo, ¡es como aquel fuego que

quemaba la zarza sin consumirla!"16

.

La clave antropológica de Kierkegaard era la dependencia absoluta del individuo

respecto a Dios, y su libertad también absoluta, precisamente porque está fundamentada en

Dios. El deber moral será una manifestación de esta identidad entre la dependencia y la

libertad, ambas referidas al Absoluto. De aquí que Kierkegaard considere totalmente

equivocada la autonomía moral kantiana, esto es considerar al hombre como autolegislador

kierkegaardiano está tratada con especial claridad y brevedad en VELOCCI, G. Filosofia e Fede in Kierkegaard, Città Nuova, Roma 1976, pp. 14-22. 14

KIERKEGAARD, S., Aut-Aut, op. cit., p. 99. 15

Diario Cfr. VII1 A 126.

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universal, que no sabe encontrar en el imperativo categórico un mandato divino, sino sólo un

mandato inmanente: "Kant piensa que el hombre es para sí mismo su propia ley

(autonomía), es decir, que se ata a la ley que él mismo se ha impuesto. Pero con esto se

pone de relieve, en su sentido más radical, la falta de toda ley y la pura experimentación.

Ésta se convertirá así en algo poco serio, como los golpes que Sancho Panza se da en la

espalda. Es imposible que en A yo pueda ser efectivamente más severo conmigo mismo

que lo que pueda serlo en B, o que pueda desear que yo lo sea. Si se quiere hacer en serio,

se necesita la constricción. Si lo que me ata no es algo que está por encima de mí mismo y

es tarea mía ligarme a ello, ¿cómo podré, entonces, ser tan severo en A (aquél que ata)

como en B (aquél que debe ser atado), en el momento en que A y B son el mismísimo

yo?".17

También la moral encontrará su fundamento en el Absoluto. El estadio ético nos

llevará al estadio religioso.

c) La suspensión teleológica de la ética

En los Estadios sobre el camino de la vida, aunque parezca que Kierkegaard

presenta una división tripartita de la vida, en realidad propone la alternativa entre la vida

estética y la vida ético-religiosa. El estadio religioso presupone los elementos de la vida

ética, fundamentados en el Absoluto18

.

No es posible cumplir a la perfección con el deber ético, con lo general, y estar en

perfecta regla con el Absoluto. Por eso, el estadio ético comienza y termina con el

arrepentimiento, y, por tanto, no pude ser un estadio definitivo.

La ética descrita en Temor y temblor es una ética de tipo kantiano-hegeliana. Es la

ética del deber general que está fuera del hombre, y por tanto inalcanzable para él con sus

solas fuerzas humanas.

Colocarse por encima de lo general no es otra cosa que la posibilidad que tiene el

individuo de "estar en relación absoluta con el Absoluto"19

. Según Johannes de Silentio, en

eso consiste la paradoja de la fe: "que el individuo es superior a lo general, de manera que

es el individuo el que determina su relación con lo general, mediante la relación que tiene

16

KIERKEGAARD, S. Aut-Aut, op. cit., p. 155. 17

X2 A 396. 18

Cfr. FABRO, C. La dialettica della situazione nell"etica di Sören Kierkegaard, en Riflessioni sulla libertà, op. cit., pp. 161-180.

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con el Absoluto, y no al revés. La paradoja se puede también expresar diciendo que existe

un deber absoluto frente a Dios, porque en esta relación el individuo se relaciona

absolutamente como individuo con el Absoluto. Cuando se dice que existe el deber de amar

a Dios, se expresa algo bien distinto de la concepción ordinaria que se pueda tener: porque

si el deber que tenemos con respecto a Dios es absoluto, la ética queda entonces reducida a

algo relativo. De esto no se deduce que la ética deba ser destruida, sino que debe adquirir

un significado completamente distinto, el significado de la paradoja"20

.

3. El verdadero cristiano

El argumento central de La enfermedad mortal es la desesperación. En las páginas

precedentes, este argumento ha sido tratado desde diversas perspectivas. Hemos visto

cómo el estadio estético termina en la desesperación; análogamente, pasar del estadio ético

al propiamente religioso implica también desesperar de las propias fuerzas. Por esto, el

análisis de la desesperación nos pone otra vez frente a la categoría del individuo y al

problema de como llegar a ser cristiano. La desesperación surge cuando no se acepta la

verdad íntima del hombre, es decir la síntesis que es el espíritu basado en el Absoluto. Esta

enfermedad mortal se remedia transformándose en el caballero de la fe, y más en concreto,

llegando a ser cristiano, es decir, contemporáneo de Cristo.

El desesperado no tiene salida si no quiere reconocer su fundación teológica. El

desesperado no puede ser el yo autónomo e independiente que quiere ser, ni puede dejar de

ser, para toda la eternidad, el yo heterónomo y dependiente que es. Es la no aceptación de

la propia verdad.

La desesperación potenciada es el pecado, la obstinación de la afirmación del propio

yo delante de Dios. Pero esta es la “ventaja” del desesperado: la misma enfermedad lo lleva

a ponerse delante de Dios. Por eso Kierkegaard recomendaba la desesperación como el

remedio para salir del estadio estético de la existencia. El único remedio a la desesperación

es la fe: «fuera del cristianismo no ha vivido y no vive nadie que no esté desesperado; ni vive

nadie en la Cristiandad, salvo que sea un cristiano verdadero: y si no lo es enteramente,

también él es un poco desesperado»21

. Y ¿qué es la fe? La fórmula para el estado del yo en

el que no hay desesperación es «en la relación consigo mismo y queriendo ser sí mismo el

19

KIERKEGAARD, S. Timore e tremore, Edizioni de Comunitá, Milano 1952, p. 66. 20

Ibid. p.73

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yo se funda, transparente, en la potencia que lo ha puesto. Y esta fórmula, como

frecuentemente se ha recordado, es la definición de la fe»22

.

En 1850 Kierkegaard publica su última gran obra seudónima: Ejercicio del

Cristianismo. Lo hace bajo el seudónimo Anticlimacus, el mismo que el de La enfermedad

mortal. La relación entre estas dos obras es fuerte. En La enfermedad mortal Kierkegaard

presenta la enfermedad, es decir la desesperación. En el Ejercicio del Cristianismo, en

cambio, se presenta el remedio, o sea la fe en la Persona que afirmó: «Yo soy la

Resurrección y la Vida». Además, el problema de llegar a ser cristiano toma formas

definidas, que alejan la respuesta de Anticlimacus (y en este caso, también de Kierkegaard)

de las ambiguas respuestas de Johannes Climacus.

La primera parte del libro consiste en una invitación: el invitante es el mismo Cristo, y

la invitación tiene como objeto despertar las conciencias y producir un proceso de

interiorización.

La fe no es una mera decisión humana: es también don de Dios. Todos los

esfuerzos están destinados al fracaso sin la ayuda de la gracia. No son las razones las que

sostienen las convicciones, sino las convicciones las que fundamentan las razones. La

condición, recibida por Cristo, hace que el hombre pecador pueda encontrarlo

personalmente. La condición permite hacerse contemporáneo de Cristo. No se trata de una

contemporaneidad inmediata, entendida en sentido cronológico.

¿Qué es para Kierkegaard el cristianismo del Nuevo Testamento?. El

contemporáneo de Cristo debe sufrir por la verdad: ésta es la puerta estrecha y la senda

empinada23

. Sufrir por amor, esperando una bienaventuranza eterna. Ni el Estado danés, ni

los pastores, ni la Iglesia de Estado son aptos para hacernos entrar en el Reino de los

Cielos: sólo el sufrimiento por la verdad. «Aquí, en este mundo, la verdad es despreciada y

humillada; no tiene donde apoyar la cabeza, debe agradecer si le ofrecen un vaso de agua.

Pero si un hombre la reconoce abierta y públicamente por lo que ella es, esta figura

miserable, esta pobre, deshonrada, despreciada, perseguida Cenicienta, la Verdad, toma un

punzón en su mano e incide en una tablilla las palabras: "para la eternidad" y se la da a

21

KIERKEGAARD, S., La enfermedad mortal op. cit., p. 630. 22

Ibid., p. 692. 23

En el Diario escribe: «Comunicar la verdad es sufrir. Si no sufres, no comunicas la verdad» (X1 A 345).

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aquel hombre que, como su contemporáneo, es decir en medio a los sufrimientos, la ha

reconocido como verdad. Su nombre está escrito en el cielo, su vida (y a esto se adapta el

hombre frecuentemente de mala gana) fue usada para la sola cosa que se puede recordar

en la eternidad»24

.

Pocos días después de haber escrito estas frases, Sören Kierkegaard entraba

definitivamente en la eternidad.

24

KIERKEGAARD, S., El Momento, op. cit., 8, p. 209.

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C. Obras

Hacia La primera gran clasificación que se debe realizar de la obra de Kierkegaard

es entre la comunicación "directa" y la comunicación "indirecta". La primera lleva la firma de

Kierkegaard: con su nombre se hace responsable de cuanto escribe y afirma, y considera

cada obra como "suya"; la comunicación indirecta, por el contrario, es la seudónima, en la

que Kierkegaard hace hablar a autores imaginarios.

La comunicación directa presenta un panorama aún más rico en diversidad de

estilos y géneros literarios. Está formada, antes que nada, por una amplia serie de Discursos

edificantes de carácter religioso, por un ensayo crítico sobre Hans Christian Andersen (De

las cartas de alguien aún con vida, 1838), por su tesis de graduación (El concepto de la

ironía, 1841), por un Añadido a la Apostilla, por el ya mencionado Mi punto de vista de mi

actividad de escritor, dos ensayos autobiográficos (Para un examen de uno mismo,

recomendado a mis contemporáneos, 1851, y Juzga por ti mismo, 1851-1852), por algunos

artículos de prensa y 10 fascículos titulados El Momento, en los que se enfrenta con la

Iglesia Luterana de Dinamarca.

En la comunicación directa se deben incluir también la mayor parte de sus Papirer

(Documentos), es decir de las obras inéditas. Los editores daneses de los documentos los

han clasificado en tres grupos: el grupo A está constituido por el voluminoso Diario, que

Kierkegaard escribe entre 1834 y 1855; el grupo B contiene ensayos no publicados,

correcciones y anotaciones a obras publicadas, e incluso esbozos de obras inconclusas; por

último el grupo C contiene apuntes de escuela y de literatura.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, doy a continuación una lista de las obras de

Kierkegaard. Está realizada siguiendo un orden cronológico. La explicación que se hace de

cada escrito es solamente ilustrativa, no pretende ser una síntesis exacta. Se añaden

también las principales partes en las que se dividen, y que de vez en cuando se presentan

en las traducciones como libros en sí, lo que conlleva aún más confusión para entender el

conjunto de la obra del danés:

De los papeles de un hombre que aún vive. Publicado contra su voluntad por Sören

Kierkegaard en septiembre de 1838. En esta pequeña obra, la primera publicada por él,

Kierkegaard ataca al famoso cuentista danés, Hans Christian Andersen. El ensayo no

empieza ni con Andersen ni con la filosofía de Kierkegaard sino con Hegel. En esta obra

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emergen tres puntos de interés: el ataque a Andersen, una teoría de la novela, y la teoría

kierkegaardiana del individuo.

El concepto de la ironía, con constante referencia a Sócrates. Es la tesis de Kierkegaard,

aprobada por la Universidad de Copenhague el 16 de septiembre de 1841. Con ocasión de

este estudio Kierkegaard hace un ataque al romanticismo y al hegelianismo.

Confesión pública. Firmado por S. Kierkegaard. Artículo publicado en el Faedrelandet, el 12

de junio de 1842. En este artículo deja ver su posición con respecto a algunos de sus

contemporáneos, como J.L. Heiberg.

La alternativa (también conocido como Aut-Aut) Editado por Víctor Eremita (febrero de

1843). Es una obra escrita en dos volúmenes. El primero consta de reflexiones estéticas

realizadas por un poeta. La segunda parte son consideraciones éticas que centran su

atención en el matrimonio, haciendo una crítica a la vida estética.

Dos discursos edificantes (mayo de 1843). La espera de la fe (Gal. 3, 23 y ss.). Todo don

bueno y perfecto viene de lo alto (Stg. 1, 17-22).

Una pequeña explicación. Artículo publicado en el Faedrelandet el 16 de mayo de 1843.

Firmado por Sören Kierkegaard. Es la explicación al difundido rumor de que Kierkegaard era

el autor de un sermón. Contesta escribiendo que en enero dio un sermón sobre el texto de

Fil. 1, 19-25.

La repetición. Un ensayo de psicología experimental. Por Constantin Constantius (octubre de

1843). Es una obra en la que los elementos autobiográficos y las consideraciones filosóficas

se encuentran estrechamente unidas.

Temor y temblor. Una lírica dialéctica. Por Johannes de Silentio (octubre de 1843). Con

ocasión del relato bíblico de Abraham, el autor hace un estudio sobre las exigencias de la fe

añadiendo la esfera religiosa a los dos modos de existencia (estética y ética) presentados en

La alternativa.

Tres discursos edificantes (octubre de 1843). El amor cubre la muchedumbre de los

pecados (los dos primeros) (I Ped.. 4, 7-12). El fortalecimiento en el hombre interior (Ef. 3,

13-21).

Cuatro discursos edificantes (diciembre de 1843). El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó.

¡Alabado sea su nombre! (Job. 1, 20-21). Todo don bueno y perfecto viene de lo alto (dos

discursos) (Stg. 1, 17-22). La salvación del alma por medio de la paciencia (Lc. 21, 19).

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Post-scriptum a "La alternativa". Firmado por Víctor Eremita el 1 de marzo de 1844

(publicación póstuma). El editor ficticio de La alternativa justifica su propósito, da una

explicación del seudónimo y del porqué del título de la obra.

Dos discursos edificantes (marzo de 1844). La salvación del alma por medio de la paciencia

(Lc. 21, 19). La paciencia en la espera (Lc. 2, 33-40).

Tres discursos edificantes (junio de 1844). Acuérdate de tu creador en los días de tu

juventud (Ecl. 12, 1). La esperanza de una felicidad eterna (2 Cor. 4, 17-18). Conviene que

El crezca y yo mengüe (Juan 3, 30).

Migajas filosóficas o un poco de filosofía. Por Johannes Climacus. Editado por S.

Kierkegaard (junio de 1844). Las "migajas filosóficas" es una expresión que se opone

irónicamente a los voluminosos tratados en los que se exponen los sistemas filosóficos.

Climacus encarna la filosofía que en nombre del saber cree poder dar una explicación de

todo.

El concepto de la angustia. Una simple deliberación sobre las líneas psicológicas en

dirección al problema dogmático del pecado original. Por Vigilius Haufniensis (junio de 1844).

Es una crítica a la ética racionalista, especialmente a la hegeliana. Basándose en los

conceptos de posibilidad y libertad hace un análisis minucioso de la angustia, como estado

precedente y consecuente al pecado original. Llega a la conclusión de que la angustia unida

a la fe es el medio de salvación.

Cuatro discursos edificantes (agosto de 1844). Tener necesidad de Dios es la mayor

perfección del hombre. El aguijón de la carne (2 Cor. 12, 7). Contra la pusilanimidad (2 Tim.

1, 7). La verdadera oración hace vencedor al hombre (Mc. 7, 35; y Lc. 9, 24).

Estadios sobre el camino de la vida. Estudios de diversas personas. Publicado por Hilarius

Encuadernador (abril de 1845). Está formado por tres obras. En la primera, In vino veritas,

por William Afham, cinco amigos presentan sus motivos (estéticos) por los que es preferible

no casarse. La segunda, Palabras sobre el matrimonio en respuesta a las objeciones, escrita

por un esposo anónimo, describe la belleza del matrimonio, criticando indirectamente

algunos de los argumentos presentados anteriormente. La tercera, ¿Culpable? ¿No

culpable? Una historia de sufrimiento. Experiencia psicológica por el Frater Taciturnus. Narra

en forma de diario el rompimiento de un compromiso matrimonial a causa de la melancolía y

conflictos religiosos (con clara referencia autobiográfica).

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Tres discursos sobre circunstancias concretas (abril de 1845). Con ocasión de una

confesión (entendida como un examen de conciencia delante de Dios). Con ocasión de un

matrimonio. Con ocasión de un entierro.

Un poco más que una postura al punto. Por S. Kierkegaard. Artículo publicado en el

Faedrelandet el 9 de mayo de 1845. En este artículo pide no ser considerado el autor de

textos que no lleven su nombre.

Actividad de un esteta ambulante, y cómo él cubrió, a pesar de todo, con los gastos de la

fiesta. Artículo publicado en le Faedrelandet el 27 de diciembre de 1845. Firmado por Frater

Taciturnus. Con este artículo se inició la guerra abierta entre P. L. Möller y Kierkegaard.

Apostilla conclusiva no científica a las "Migajas filosóficas". Por Johannes Climacus. Editado

por S. Kierkegaard (febrero 1846). En la primera parte trata el problema objetivo de la

verdad del cristianismo, desde el punto de vista histórico y especulativo. La segunda parte

trata el problema desde el punto de vista subjetivo: la relación del sujeto con la verdad del

cristianismo, o cómo hacerse cristiano.

Una reseña literaria (marzo de 1846). Firmada por Kierkegaard. Es una reseña a la obra Dos

épocas de un autor anónimo y publicada por J.L. Heiberg. En esta reseña Kierkegaard da un

diagnóstico de la sociedad contemporánea.

El libro sobre Adler (publicación póstuma 1846-47). Adler, pastor de Bornhelm, renunció a

sus investigaciones filosofico-hegelianas en 1843 para atenerse sólo a la Biblia. Por las

obras que Adler publicó después de este acontecimiento fue considerado como un

desequilibrado y fue relevado de su cargo de pastor. Kierkegaard consideró conveniente que

la sociedad cristiana pasara por una crisis semejante y estaba persuadido de que él podría

provocar esta sacudida.

Discursos edificantes con diversos puntos de vista (marzo de 1847, publicación póstuma).

Consta de tres partes. Con ocasión de una confesión (extenso discurso en el que queda de

manifiesto el significado y valor de la categoría Individuo). Lo que aprendemos de los lirios

del campo y de las aves del cielo (tres reflexiones sobre la grandeza de la condición

humana; Mt. 6, 24-34). El evangelio de los sufrimientos (siete consideraciones sobre la

alegría cristiana en el sufrimiento; Lc. 14, 27 y Mt. 11, 30).

Las obras del amor: "Meditaciones cristianas en forma de discursos" (septiembre de 1847).

En ella Kierkegaard explica la diferencia entre el orden cristiano y el orden humano partiendo

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del amor.

La dialéctica de la comunicación ética y ético-religiosa (escrito en 1847, publicación

póstuma). Es un texto inacabado sobre la hipertrofia de los medios de comunicación,

poniendo en duda el que realmente comuniquen.

Discursos cristianos (abril de 1848). Está formado por cuatro partes. La primera expone las

preocupaciones de los paganos. La segunda los sentimientos en la lucha ante los

sufrimientos. La tercera contiene pensamientos que hieren por la espalda para la edificación

(siete consideraciones en torno a pasajes bíblicos). Y la cuarta son unos discursos en torno

a la comunión de los viernes.

La crisis y una crisis en la vida de una actriz. Por Inter et inter. Impreso en cuatro partes en

el Faedrelandet en julio de 1848. Esta actriz, que el texto nunca nombra, era la esposa de

Johan Ludvig Heiberg. Después de la muerte de Kierkegaard Heiberg lo publicó como un

libro completo.

Mi punto de vista de mi actividad de escritor. Por Sören Kierkegaard. Edición póstuma

escrita en 1848 y publicada por su hermano en 1859. Muestra cómo toda su obra debe ser

interpretada desde un punto de vista religioso y habla de la necesidad de la comunicación

indirecta para lograr ese fin. Hace algunas reflexiones autobiográficas relacionadas con su

tarea de escritor.

Los lirios del campo y las aves del cielo. Tres discursos piadosos. Son consideraciones

sobre el silencio, la obediencia y la alegría cristianas comentando Mt. 6, 24-34.

La enfermedad mortal. Una exposición psicológica cristiana para la edificación y el

despertar. Por Anti-Climacus. Editado por S. Kierkegaard en julio de 1849. En esta obra

Kierkegaard hace un estudio del hombre como espíritu y de la desesperación de querer

reducirse a una de sus categorías sin fundamentarse en Dios. La desesperación o pecado

debe entenderse como un yo frente a Dios, y no mal interpretarse bajo categorías

exclusivamente racionales.

El Sumo Sacerdote. El publicano. La pecadora. "Tres discursos a propósito de la comunión

de los viernes" (octubre de 1849). Son consideraciones en torno a Heb. 4, 15; Lc. 28, 13; y

Lc. 7, 47.

La neutralidad de la armada o mi posición como autor cristiano dentro de la Cristiandad

(escrito en 1849, publicación póstuma). En esta obra Kierkegaard expone las perspectivas

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que quiere abrir a sus contemporáneos sobre la verdadera significación de la existencia

cristiana en el seno de una cristiandad oficialmente establecida.

Ejercicio del Cristianismo. Por Anti-Climacus. Editado por S. Kierkegaard en septiembre de

1850. A partir de una exégesis de Cristo como ocasión de escándalo, Kierkegaard describe

las exigencias de la fe, especialmente la de hacerse contemporáneo con Cristo.

Dos discursos a propósito de la comunión de los viernes (escrito en 1849 y publicado en

octubre de 1851). Aquel a quien poco se le perdona poco ama (Lc. 7, 47). La caridad cubre

la muchedumbre de los pecados (1 Ped.. 4, 8).

Para un examen de conciencia recomendado a los contemporáneos (septiembre de 1851).

Muestra la hipocresía de la Cristiandad en la Dinamarca de sus días, contraponiendo su

modo de vida con las exigencias de Stg.1, 22-27 y Hch. 1, 1-12.

¡Juzgad vosotros mismos!. Para un examen de conciencia recomendado a los

contemporáneos (escrito en 1851-1852, su publicación fue póstuma en 1876). Comentando

dos textos del Nuevo Testamento, I Ped. 4, 7 y Mt. 6, 24-34, Kierkegaard hace una crítica

directa al obispo Mynster y a la Cristiandad oficial, que se sirven de su condición para

conseguir honores mundanos.

D. Influencia

La influencia de Kierkegaard se circunscribió en un principio a Escandinavia y a la Europa de

habla alemana, donde su trabajo tuvo un fuerte impacto en el ámbito de la teología

protestante, así como en escritores como el checo Franz Kafka. Cuando, a principios del

siglo XX, surgió el existencialismo como un movimiento generalizado en Europa, las obras

de Kierkegaard fueron traducidas con profusión y se le reconoció como una de las figuras

clave de la cultura moderna.

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E. Opinión personal

A Sören Kierkegaard no sólo le tocó vivir en un país periférico dentro del concierto

de las naciones que contaban en Europa, sino que para agravar aún más la situación, se

daba la circunstancia de que el idioma que había de usar para expresarse de palabra o por

escrito era tan local como secundario. A pesar de todo ello, su figura fue prominente y su

influencia incuestionable, siendo considerado el verdadero padre del existencialismo.

Son muchos los que intentan explicar su obra como una consecuencia de su joroba,

de su poca estatura, de su mala salud y... hasta de su impotencia, elementos para nada

demostrables.

Otros, intentan explicarlo desde el punto de vista puramente filosófico. Sin embargo,

Sören huyó de una sistematización del pensamiento, a él no le gustaba que lo llamaran

filósofo. Utilizó con frecuencia los seudónimos y aplicó el término existencial a su filosofía

porque la consideraba como una expresión de la vida individual y subjetiva y no como la

construcción de un sistema, tal y como hizo Hegel.

Sin embargo, para mí, la parte más interesante de Sören Kierkegaad no es su

pensamiento filosófico, ni sus obras, ni su posición existencialista. Lo que yo destacaría es

su posicionamiento eminentemente cristiano. Por mi parte, estoy totalmente convencido de

que todo su trabajo debe ser considerado desde un punto de vista cristiano y espiritual.

Identificó la libertad como la dependencia de Dios y realizó un llamado claro a ser

contemporáneos de Cristo, a huir de los cánones de la religión establecida y a estar

dispuestos a sufrir por la verdadera fe. Su llamado fue a gozar de la conciencia de la

misericordia y del amor de Dios.

Más que un filósofo fue un pensador, más que un teólogo fue un cristiano.

Reconozco que no soy capaz de comprender gran parte de su obra, sobre todo, el aspecto

más oscuro de la misma desarrollado bajo la sombra de la angustia. Pero reconozco, que su

trabajo no se queda ahí, sino que en él hay un mensaje de luz y de esperanza en Dios y en

Jesucristo, del cual, nunca renegó.

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F. Bibliografía

1. Libros SARTRE, JEAN-PAUL y otros, Kierkegaard vivo, España, Alianza Editorial, 1980.

KIERKEGAARD, S., La enfermedad mortal o De la desesperación y el pecado, traducción de Demetrio G. Rivero, España, Ed. Sarpe, 1984.

COLOMER, E, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger,

KIERKEGAARD, S., Temor y Temblor, Altaya, 1994

KIERKEGAARD, S., Mi punto de vista, Aguilar, Madrid 1988

PACI, E. El Existencialismo CEDAM, Padova 1943 FABRO, C. Introducción al Diario de Kierkegaard, 3ª edición, Morcelliana, Brescia 1980 HAECKER, T. La joroba de Kierkegaard KIERKEGAARD, S. Was Bishop Mynster a "witness to the truth", one of the genuine

witnesses to the truth -is this the truth? en Kierkegaard's Attack Upon "Christiandom", Princeton University Press, Princeton 1943, p. 5-8. (Traducción de Walter Lowrie).

2. Páginas Web Internet LA DENUNCIA DE SOREN KIERKEGAARD.

http://www.buap.mx/ldiogenes/revistas/arta1no1/a1la1.html Soren Kierkegaard. EPDLP. webmaster@epdlp. Soren Kierkegaard. http://www.mercaba.org Sören Kierkegaard "La desesperación es «la enfermedad mortal»".

http://www.sociologia.org

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III. Conclusión

Quitar las referencias al cristianismo y quedarse solamente con la angustia y la

desesperación del pecado, cerrando la puerta al remedio de la fe, es manipular un

pensamiento que se encuentra plenamente inserto en la tradición cristiana occidental. No se

puede hacer de Kierkegaard un “modelo” católico, ni tampoco luterano (a pesar de la gran

influencia de éste en él). Fue un crítico con la religión estatal y oficial danesa, en tanto, que

un defensor de la auténtica vida personal y contemporánea con Cristo.

Kierkegaard afirmó la finalidad esencialmente religiosa de su obra. La categoría (el

individuo) y el problema (cómo llegar a ser cristiano) se encuentran en el corazón mismo de

toda su obra literaria. Las circunstancias intelectuales en las que vivió hicieron que la

empresa kierkegaardiana tomara la forma de una gran batalla para despertar a las

conciencias, adormecidas en el clima asfixiante de la religiosidad formal del luteranismo

danés.

Ante esto, el danés realizó continuas llamadas a la encarnación existencial de la fe,

la necesidad de llegar a ser contemporáneos de Cristo, la exigencia de sufrir por la verdad,

pero al mismo tiempo de gozar de la conciencia de la misericordia y del amor de Dios. Todo

esto, hace de Kierkegaard, en algunas de sus páginas, un maestro de espiritualidad.

Valga como conclusión algunos párrafos de una oración del filósofo extraída de su obra

Ejercicio del Cristianismo :

” Señor Jesucristo, nosotros te pedimos: atráenos completamente a Ti. Ya sea que

nuestra vida discurra tranquila en una cabaña en la orilla de un lago tranquilo, o que seamos

probados en la lucha contra las tempestades de la vida en el océano enfurecido, o que

"tengamos la ambición de vivir tranquilos" (1 Tes.. 4, 11), o que luchemos en la humillación:

atráenos Tú y atráenos completamente a Ti. Si Tú nos atraes, todo está ganado, aunque si

humanamente hablando nada ha sido ganado ni nada ha sido perdido, aunque

humanamente hablando todo se haya perdido: porque esta o aquella situación de vida es la

verdad de nuestra vida”25

25

Ejercicio del Cristianismo, op. cit., pp. 315-317.