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1 PREGÓN DE NAVIDAD 2.013 Ilmo. Señor Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cieza; Señoras y señores miembros de la Corporación Municipal; Presidente de la Junta de Hermandades Pasionarias de Cieza; señora Presidenta de la Cofradía de la Santa Verónica; señoras y señores Presidentes de cada una de las Cofradías; señoras y señores que nos honran con su presencia en este acto, un cordial saludo para todos. Mi nombre es Juan Sánchez Salmerón, casado, de profesión… maestro jubilado. Nací en Cieza hace 77 años. Tengo 5 hijos y 11 nietos de los que me siento muy orgulloso. Como maestro, prácticamente toda mi vida la he dedicado a la enseñanza, que ha sido mi gran pasión. También, en los pasados años 60, realicé unos pinitoscomo locutor de la COPE, aquí en nuestra ciudad. En la actualidad, y desde hace 6 años, formo parte como voluntario de la Asociación Española Contra el Cáncer, de la que me honro en pertenecer. Estoy ante ustedes por encargo de la Cofradía de la Santa Verónica para pregonar la Navidad de este año, a quien doy las gracias por esta deferencia. La verdad es que quedé muy sorprendido que, a estas alturas de mi vida, me eligieran para la realización de este menester. Considero un honor

Pregón de navidad. texto

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PREGÓN DE NAVIDAD 2.013

Ilmo. Señor Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cieza;

Señoras y señores miembros de la Corporación Municipal; Presidente de la

Junta de Hermandades Pasionarias de Cieza; señora Presidenta de la

Cofradía de la Santa Verónica; señoras y señores Presidentes de cada una de

las Cofradías; señoras y señores que nos honran con su presencia en este

acto, un cordial saludo para todos.

Mi nombre es Juan Sánchez Salmerón, casado, de profesión… maestro

jubilado. Nací en Cieza hace 77 años. Tengo 5 hijos y 11 nietos de los que

me siento muy orgulloso. Como maestro, prácticamente toda mi vida la he

dedicado a la enseñanza, que ha sido mi gran pasión. También, en los

pasados años 60, realicé unos “pinitos” como locutor de la COPE, aquí en

nuestra ciudad. En la actualidad, y desde hace 6 años, formo parte como

voluntario de la Asociación Española Contra el Cáncer, de la que me honro

en pertenecer.

Estoy ante ustedes por encargo de la Cofradía de la Santa Verónica

para pregonar la Navidad de este año, a quien doy las gracias por esta

deferencia.

La verdad es que quedé muy sorprendido que, a estas alturas de mi

vida, me eligieran para la realización de este menester. Considero un honor

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que hayan depositado su confianza en el que les habla para que, hoy y ahora,

exprese brevemente lo que para mí significa la Navidad. De manera que

vamos a dar cumplimiento a esta misión que me ha sido encomendada.

Espero contar con la ayuda de Dios y la benevolencia de ustedes para

hacerlo lo mejor posible, intentando profundizar en este gran misterio que es

la Navidad, que para nosotros los católicos, contiene la base de nuestra fe y

el origen de nuestras creencias religiosas que desgraciadamente, hoy,

muchos están, si no olvidando, sí tergiversando.

Bueno, pues… ¡vamos allá!

***********

Pregonar, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua

Española, es “publicar, hacer notoria en voz alta una “cosa” para que

llegue a conocimiento de todos”. Algunos de ustedes, los de mi edad,

recordarán cuando salía a la calle el pregonero en los pueblos tocando la

trompetilla y diciendo: “Se hace saber que…” es decir, el asunto en

cuestión. Pues bien, a nosotros nos toca este año hacer de Pregonero, que es

el que pregona, el que anuncia ese asunto, esa “cosa”. Y esa “cosa”, como

ya les he dicho al comienzo, es hoy LA NAVIDAD de 2.013.

¡NAVIDAD!… ¡NAVIDAD! Palabra bella; palabra mágica entre los

cristianos, sean católicos, protestantes, ortodoxos, anglicanos… ¡Todos la

esperamos cada año con ansiedad para rememorar ese acontecimiento tan

especial que el mundo entero conoce desde hace ya más de dos milenios!

Y digo palabra bella, para mí bellísima, porque Navidad viene de

Natividad, que significa nacimiento. ¿Y quién puede negar que un

nacimiento, que es la venida al mundo de un ser humano, no es lo más bello,

lo más tierno, lo más maravilloso del mundo? Y si ese nacimiento es, nada

menos que el del Hijo de Dios, ¿encontramos alguna otra palabra que la

iguale?

Navidad es también y ha sido siempre tiempo de alegría, de fiesta, de

algazara… y que el pueblo expresa de una manera desbordante porque Dios

Padre nos envía a su hijo unigénito para la salvación del género humano.

Ya lo anunció el profeta Miqueas: “Y tú Belén, tierra de Judá, no eres

ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá; pues de ti

saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel”.

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Navidad, es pues, el más entrañable y emotivo de todos los eventos del

año litúrgico.

Desde siempre, Dios ha sido Madre, Palabra y Viento. Lo aclaramos:

Madre, porque su corazón es esencialmente maternal; Palabra, porque su

Palabra, habla en todas las cosas: dirige, aconseja e ilumina; y Viento,

porque su Viento sopla constantemente, alentando e impulsando. Y todo eso

lo vemos en ese niño que nace humildemente en un pesebre; todo eso lo

vemos en Jesús.

Como dice San Juan en su evangelio: “La tienda de campaña de Dios

en medio de nuestro campamento”. Y como proclama también el profeta

Isaías: “el mensajero que trae la mejor de las noticias”. Porque Dios

siempre ha hablado; siempre ha estado presente en la historia humana; pero

ahora, como nunca.

Quienes tenemos fe y creemos en Jesús, sabemos que en Él vemos a

Dios comprometido con nosotros. “Él es el reflejo de su gloria, impronta de

su ser”. Sabemos cómo es: Dios es como Jesús; Jesús es, como Dios.

Cuando contemplamos al Niño Dios, no nos basta con sentir ternura;

vemos, sobre todo, pobreza, pequeñez. Y si miramos su futuro vemos un

corazón entregado, vemos una prodigiosa presencia de lo divino en algo tan

pequeño, tan cercano, tan como nosotros. El Niño es tan presencia de Dios,

porque NO da miedo, porque es nuestro, porque depende de sus padres,

porque se ofrece antes que a nadie a unos pobres pastores a los que el Ángel

del Señor se les había aparecido diciéndoles: “No temáis porque os anuncio

un grande gozo: Hoy os ha nacido El Salvador, que es el Cristo Señor, en la

ciudad de David. Y ésta os será la señal: Hallaréis al Niño envuelto en

pañales y reclinado en un pesebre”.

A su lado está María, Virgen y Madre al mismo tiempo, por voluntad

de Dios. Así lo había anunciado el profeta Isaías: “Dios, desde toda la

eternidad, la eligió y señaló como Madre, para que su Unigénito Hijo

tomase carne y naciese de Ella en la plenitud dichosa de los tiempos. Y en

tal grado la amó, por encima de todas las criaturas, que sólo en Ella puso

especial complacencia”.

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Nuestro actual Papa Francisco, refiriéndose a la Virgen María, nos deja

estas hermosas palabras en su primera Encíclica “Lumen Fidei”, que vienen

a colación en este tiempo navideño que se avecina: “María, al aceptar el

mensaje del Ángel, concibió fe y alegría. En la Madre de Jesús, la fe ha

dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos

de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe”.

Y vemos también junto a Jesús a San José, que era definitivamente un

hombre corriente, en el que Dios se confió para obrar cosas grandes. Supo

vivir, tal y como el Señor quería, todos y cada uno de los acontecimientos

que compusieron su vida. Por eso, la Sagrada Escritura alaba a José

afirmando que era justo; es decir, piadoso, servidor y cumplidor de la

voluntad divina.

María y José fueron elegidos por el Altísimo para cuidarle hasta que

llegara el tiempo de realizar la misión para la que iba a ser enviado.

Se están cumpliendo todas las profecías relativas a su venida y los

coros angélicos también se unen a este gran acontecimiento cantando:

“GLORIA a Dios en las alturas y en la tierra PAZ a los hombres de buena

voluntad”.

Y de ese cántico angelical sacamos los dos grandes mensajes que la

Navidad nos trae siempre, pero que los seres humanos no acabamos de

asimilar; no terminamos, de una vez por todas, de calar en el especial

contenido que nos transmite: en primer lugar, y como debe de ser, la

GLORIFICACION de Dios y en segundo, la PAZ para el mundo.

Sobre este segundo mensaje, la PAZ, los hombres, muchos hombres, no

han llegado aún al convencimiento de que la PAZ es el fundamento de la

convivencia y de la felicidad. ¡Cómo cambiaría la vida de todos los que

moramos en este agitado planeta si en él reinara la PAZ! ¿Cuánto tiempo ha

de transcurrir para que el género humano entienda que la PAZ es la base de

la presencia del hombre en la tierra? ¿Por qué tantas guerras? ¿Por qué

tantos odios? ¿Por qué tanta desigualdad, si todo, al final, se queda aquí?

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Unos tanto… y otros… NADA. ¡Cuántas preguntas y qué pocas respuestas

por nuestra parte!

Y es que la Navidad encierra un secreto profundo que,

desgraciadamente, se les escapa a muchos de los que en estos días

celebrarán “algo”, sin saber exactamente qué. Generación tras generación,

los hombres han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué

tenemos que sufrir si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la

felicidad? ¿Por qué tanta humillación? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido

para la vida?... Los hombres preguntaban y Dios parecía guardar silencio.

Ahora, en la Navidad, Dios ha hablado. Sí, ha hablado. ¡Se puede

hablar de tantas maneras…! Tenemos ya su respuesta. Y no nos ofrece

palabras, no, sino hechos. “La palabra de Dios se ha hecho carne”. Es

decir, Dios, más que darnos explicaciones, ha querido sufrir en nuestra

propia carne nuestros interrogantes, nuestros sufrimientos, nuestra

impotencia. Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre

con nosotros.

No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo

se humilla. Dios no responde con palabras al misterio de nuestra existencia,

sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana. Dios mismo

comparte nuestra vida y con él podemos caminar hacia la plenitud.

Por eso la Navidad es siempre una llamada a renacer. Una invitación a

reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza

en el Padre. Una nueva oportunidad para cambiar el rumbo de nuestra vida,

si éste no va en la dirección que Él quiere que vaya. Empecemos nosotros

marcando ese rumbo y quizás, nuestro ejemplo sirva para que otros muchos

se unan a un nuevo caminar.

Este tiempo que se avecina es, o debiera ser, el motivo de que todos

estemos contentos, felices, exultantes, ante este magno acontecimiento que

vamos a vivir dentro de unos pocos días. Ya se huele a Navidad. Ya estamos

preparando el Belén, los adornos, los regalos, las comidas con los nuestros,

con los amigos… todo.

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Las familias, cuyos miembros viven en distintos lugares, se reunirán,

cantarán villancicos, bailarán, vivirán unos días de fiesta, olvidando los

problemas que les acucian. Y es curioso; ahora, en general, más que en otra

época del año, es cuando pensamos más en los otros: en los parados, en los

encarcelados, en los enfermos, en los desvalidos, en los sin techo, en los

indigentes, en los emigrantes… En una palabra, en los que sufren la carencia

de lo más esencial: en los POBRES con mayúscula.

A todos, de una manera u otra, queremos ayudar porque es Navidad.

Nuestro corazón se desborda y se abre porque contemplamos a Jesús en un

pesebre y su mirada nos conmina a no querer que a nuestro alrededor haya

nadie que lo pase mal.

Reflexionemos y meditemos un momento los que estamos aquí:

¡Verdad que sería maravilloso que fuera siempre Navidad para hacer lo que

hacemos ahora y que nos olvidamos de hacerlo el resto del año? Repito:

¿Verdad que sería maravilloso que fuera siempre Navidad para hacer lo que

hacemos ahora y que nos olvidamos de hacerlo el resto del año? Porque

cuando pase la Navidad, la vida sigue y esos POBRES con mayúscula,

seguirán siendo pobres y necesitando la ayuda de los más favorecidos. ¿No

es cierto? Pues Jesús nos lo dice bien claro: “Amaos los unos a los otros

como yo os he amado”, “Lo que hagáis con ellos, conmigo lo hacéis” Y

amar es darse y hacer, sin cortapisas ni peros.

A propósito del amor, Omar Khayyam nos deja esta maravillosa frase:

“El día que pasas sin amar, es el más inútil de tu vida”.

Queridos amigos: ¡Veamos en los que sufren, al Niño Dios! ¡Hagamos

de ésta, una generosa Navidad sin límites! Jesús, desde el pesebre, así nos lo

pide. Os exhorto a experimentar esa gran alegría que se siente cuando se

hace el bien a nuestros semejantes.

Y termino con estas palabras: Que, para nosotros, todos los días del

año sean… ¡NAVIDAD!

Muchas gracias y… ¡Feliz Navidad!

Juan Sánchez Salmerón 15 de diciembre 2013