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www.monografias.com El antisemitismo en la Alemania Nazi Indice 1. Introducción 2. Hacia el nacionalsocialismo 3. El después: juicio de Nuremberg 4. Conclusión 5. Bibliografía 1. Introducción "Disperso entre todas las naciones de la tierra, existe un pueblo odioso por sus leyes, de costumbres contrarias a las de los demás pueblos" (Libro de Ester, 13,4) "Porque a ellos les resultan prohibidas todas las cosas que nosotros tenemos por sagradas; y al revés, se les otorgan las que a nosotros se nos vedan" (Tácito, Historias, Libro V) Se entiende por antisemitismo la actitud hostil u odio a los judíos. La palabra se creó en Alemania en 1879 por mano de un autor antisemita y poco tiempo después se tradujo a otros idiomas. Propia de una época en que proliferaban las teorías racistas (en conexión con el nacionalismo), es una palabra errónea por dos motivos: Identifica a judío con semita, cuando pueblos semitas han habido y hay varios: lo eran los fenicios, por ejemplo, y lo siguen siendo hoy día los árabes. Identifica el ser judío con pertenecer a una raza. Eso era así hace muchos siglos, pero hoy día no: hay judíos de todas las razas, provenientes de matrimonios mixtos y de antiguas conversiones, en algunos casos, masivas. Ser judío, hoy día, es pertenecer a una comunidad cultural, a una identidad y, en muchos casos, a una religión. Desgraciadamente, es una actitud presente hoy día, y no distingue entre clases sociales, ni por nivel económico ni cultural. Este siglo nos ha dado las peores muestras del fenómeno: todo el mundo tiene presente el Holocausto nazi (lo que los judíos llaman la Shoá). Hay hoy un antisemitismo de derechas y también de izquierdas. Se mezclan los conceptos, y si bien es raro que alguien acuse hoy día a los judíos por motivos religiosos (en nuestra sociedad más o menos democrática), muchos los atacan desde una posición antisionista (sin saber, en muchos casos, qué fue y es el sionismo). En fin, es algo que permanece, como un poso, en nuestra - paradoja- cultura occidental judeocristiana. Al intentar comprender el fenómeno, la primera pregunta a plantearse será, lógicamente, su por qué. Los motivos pueden ser varios: - Si consideramos el pueblo judío viviendo fuera de Israel, el motivo es no haber querido nunca ser asimilados, no querer ser como los demás. - Históricamente, puede haber dos causas originarias: Su monoteísmo en un mundo pagano politeísta: los judíos no sólo no adoraban a los dioses de los lugares donde vivían, sino que negaban su existencia, lo que acarreaba el odio de la población. Se consideraban, además, el pueblo elegido de Dios. Eran diferentes y estaban orgullosos de serlo. El fenómeno, pues, es tan antiguo como la presencia judía fuera de Israel (lo que se denomina diáspora), anterior al cristianismo. No comenzó con la destrucción del Templo por los romanos, en el año 70 d.C., sino seis o siete siglos antes. Cuando, después de haber sido desterrados a Babilonia, se les permitió a los judíos volver a su tierra, muchos se quedaron en un país donde habían prosperado. Según el historiador Flavio Josefo, en Babilonia no había antijudaísmo. Este comenzó, históricamente hablando, en la ciudad egipcia de Alejandría, en la época helenística. Comencemos por aquí. La presencia de los judíos en Egipto es muy antigua: pueblo de pastores nómadas, Egipto era la tierra rica que tenían al lado. Sabemos que en el s. XIX a. C., a causa de una de las hambrunas periódicas de la época, muchos de ellos se establecieron en el Delta del Nilo y prosperaron. Sin embargo, la invasión de los hicsos (a los que los autores egipcios atribuyeron parentesco con los hebreos) creó un fuerte sentimiento nacionalista en su contra, que pervivió cuando los invasores fueron obligados a retirarse. Bajo Tutmosis III, probablemente, se dictaron medidas de exterminio físico contra ellos, y bajo Amenhotep II, probablemente también, se produjo el Exodo. Bajo la dinastía helenística de los Lágidas los judíos fueron sobreviviendo: políticamente se los toleró. La

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El antisemitismo en la Alemania NaziIndice1. Introducción2. Hacia el nacionalsocialismo3. El después: juicio de Nuremberg4. Conclusión5. Bibliografía

1. Introducción"Disperso entre todas las naciones de la tierra, existe un pueblo odioso por sus leyes, de costumbrescontrarias a las de los demás pueblos" (Libro de Ester, 13,4) "Porque a ellos les resultan prohibidas todas las cosas que nosotros tenemos por sagradas; y al revés,se les otorgan las que a nosotros se nos vedan" (Tácito, Historias, Libro V) Se entiende por antisemitismo la actitud hostil u odio a los judíos. La palabra se creó en Alemania en1879 por mano de un autor antisemita y poco tiempo después se tradujo a otros idiomas. Propia de unaépoca en que proliferaban las teorías racistas (en conexión con el nacionalismo), es una palabra erróneapor dos motivos:

Identifica a judío con semita, cuando pueblos semitas han habido y hay varios: lo eran losfenicios, por ejemplo, y lo siguen siendo hoy día los árabes. Identifica el ser judío con pertenecer a una raza. Eso era así hace muchos siglos, pero hoy díano: hay judíos de todas las razas, provenientes de matrimonios mixtos y de antiguasconversiones, en algunos casos, masivas. Ser judío, hoy día, es pertenecer a una comunidadcultural, a una identidad y, en muchos casos, a una religión.

Desgraciadamente, es una actitud presente hoy día, y no distingue entre clases sociales, ni por niveleconómico ni cultural. Este siglo nos ha dado las peores muestras del fenómeno: todo el mundo tienepresente el Holocausto nazi (lo que los judíos llaman la Shoá). Hay hoy un antisemitismo de derechas ytambién de izquierdas. Se mezclan los conceptos, y si bien es raro que alguien acuse hoy día a losjudíos por motivos religiosos (en nuestra sociedad más o menos democrática), muchos los atacan desdeuna posición antisionista (sin saber, en muchos casos, qué fue y es el sionismo). En fin, es algo quepermanece, como un poso, en nuestra - paradoja- cultura occidental judeocristiana. Al intentar comprender el fenómeno, la primera pregunta a plantearse será, lógicamente, su por qué. Losmotivos pueden ser varios: - Si consideramos el pueblo judío viviendo fuera de Israel, el motivo es no haber querido nunca serasimilados, no querer ser como los demás. - Históricamente, puede haber dos causas originarias:

Su monoteísmo en un mundo pagano politeísta: los judíos no sólo no adoraban a los dioses delos lugares donde vivían, sino que negaban su existencia, lo que acarreaba el odio de lapoblación. Se consideraban, además, el pueblo elegido de Dios. Eran diferentes y estaban orgullosos deserlo.

El fenómeno, pues, es tan antiguo como la presencia judía fuera de Israel (lo que se denominadiáspora), anterior al cristianismo. No comenzó con la destrucción del Templo por los romanos, en elaño 70 d.C., sino seis o siete siglos antes. Cuando, después de haber sido desterrados a Babilonia, se les permitió a los judíos volver a su tierra,muchos se quedaron en un país donde habían prosperado. Según el historiador Flavio Josefo, enBabilonia no había antijudaísmo. Este comenzó, históricamente hablando, en la ciudad egipcia deAlejandría, en la época helenística. Comencemos por aquí. La presencia de los judíos en Egipto es muy antigua: pueblo de pastores nómadas, Egipto era la tierrarica que tenían al lado. Sabemos que en el s. XIX a. C., a causa de una de las hambrunas periódicas dela época, muchos de ellos se establecieron en el Delta del Nilo y prosperaron. Sin embargo, la invasiónde los hicsos (a los que los autores egipcios atribuyeron parentesco con los hebreos) creó un fuertesentimiento nacionalista en su contra, que pervivió cuando los invasores fueron obligados a retirarse.Bajo Tutmosis III, probablemente, se dictaron medidas de exterminio físico contra ellos, y bajoAmenhotep II, probablemente también, se produjo el Exodo. Bajo la dinastía helenística de los Lágidas los judíos fueron sobreviviendo: políticamente se los toleró. La

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primera entre las ciudades helenísticas, Alejandría, comenzó a ser habitada por judíos desde la épocade Tolomeo I Soter (323-285 a. C.). Se adaptaron rápidamente a la lengua y a la cultura griegas, y seconsideraban "alejandrinos", título que les negaban sus vecinos gentiles, que los miraban condesconfianza por su exclusivismo religioso. La ciudad helenística, donde coincidían múltiples culturas ypueblos, basaba su convivencia en la tolerancia ideológica. La comunidad judía se negaba a participaren los cultos de la ciudad, y negaba la validez de todos los ritos menos el suyo. El problema se agravócuando la población judía aumentó considerablemente, favorecida por su inmigración desde Siria yJudea, sobre todo, y por las medidas de privilegios jurídicos especiales que les otorgaron losgobernantes helenistas primero y después Julio César, a raíz de la ayuda militar prestada entre el 47 y43 a.C. y que siguieron los emperadores posteriores. Ya dentro del dominio romano, la irritada poblaciónegipcia autóctona se opuso. En tiempos de Calígula se produjeron graves disturbios, que motivaron elenvío de dos delegaciones alejandrinas al emperador: una greco-egipcia, encabezada por Apión, y otrajudía, encabezada por Filón de Alejandría. Del talante de la primera de ellas nos da idea el que unasdécadas después, entre el 94 y 96 d. C., el historiador judío Flavio Josefa escribiese su obra ContraApión para defender a los judíos de sus acusaciones. Es que los autores alejandrinos, siguiendo la tradición de Hecateo de Abdera y Manetón, habíansembrado esta inquina en los medios culturales de la ciudad y en época de Josefo había llegado a lamisma Roma. En su obra, Josefo nos da testimonio de las obras antijudías de los escritores egipcios yhelenistas. Hacia el año 120, bajo el reinado de Adriano, parecería haber estallado un conflicto entre judíos yhelenos, y sin duda también egipcios, a propósito del establecimiento de aquéllos en la ciudad y de unahistoria de esclavos escapados.La humillación cierra la historia de los judíos bajo el Imperio romano. Son tolerados, pero en adelantecomo individuos de segunda clase. “Esenios” y celotes han desaparecido. Para los mismos judíos, lopeor había ocurrido cincuenta años antes con la atroz destrucción de la Ciudad Santa, tanto a manos delos judíos dentro de ella, por la espada de los romanos de afuera. En cuanto al nacionalismo judío, iba aextinguirse durante veinte siglos. El judaísmo cambiaría de naturaleza: se iba a despolitizar. Los romanos nunca pensaron en la eliminación de los judíos, como ocurrió en siglos ulteriores.Tampoco los obligaron a repudiar su fe, y las exacciones que cometieron con ellos, específicamenteen nombre del Imperio, son limitadas. Las matanzas de Alejandría en los años 38 y 66 son obra depoblaciones autóctonas, y no se conocen equivalentes en Roma o en Corinto, por ejemplo. Ademásesas exacciones siempre tuvieron un motivo político, que es el mantenimiento de la Pax romana. Por lotanto, no existe un racismo romano, menos aún xenofobia religiosa. Los romanos acogen a todas lasdivinidades y los cultos extranjeros, siempre que no perturben el orden público. Los judíos entraron en el mundo imperial romano de la manera más perjudicial para su futuro: allíatrajeron sobre su cabeza persecuciones espantosas en cuatro oportunidades, no en épocas de guerrasino de paz: 38, 66, 115 y 132. Se distinguieron igualmente por dos terribles guerras civiles, la desatadapor Alejandro IV Janeo en 76 a. C., que dejó unos cincuenta mil muertos, y la del sitio de Jerusalén, queculminó en lo impensable: la destrucción de la ciudad de David e incalculables muertos. Su imagen en elmundo mediterráneo se ve irreversiblemente alterada. Además, la persecución de los judíos bajo elImperio, por cierto violenta y con frecuencia odiosa, fue esencialmente cultural y política. Nocorresponde a la idea contemporánea del antisemitismo.

2. Hacia el nacionalsocialismoHablar de socialismo equivalía también a plantear el siguiente problema: ¿era necesario entonces quelas clases ricas rehabilitasen a los judíos? ¿Y para qué? Esas personas eran extranjeros. El socialismotomó así una coloración judía y los judíos una coloración socialista. Judíos y socialistas juntosadquirieron a los ojos de las clases dirigentes el rostro de enemigos del orden establecido, dereivindicadotes que acarrearían impuestos suplementarios. Entretanto, la justicia social había sidoolvidada. No podía englobar a los judíos, porque en realidad ellos no formaban parte de la sociedad. La hostilidad antijudía adquirió una dimensión internacional a raíz de la creciente difusión de la prensay de los intercambios, igualmente crecientes, entre los movimientos y los intereses políticos. Para laopinión reaccionaria europea, los judíos habían participado en los intentos de trastocamiento del ordensocial para imponerse, mientras que, para los medios socialistas, los judíos hacían un doble juego, pueshabía entre ellos plutócratas que en realidad trataban de apoderarse de las riendas del poder. Las divergencias entre los diversos matices del socialismo y del capitalismo se ampliaron a la medida deun foso, luego de un valle, y fueron eternizadas por la publicación del Manifiesto comunista de Kart Marxy Friedrich Engels en diciembre de 1847. El equívoco adquirió igualmente proporciones monstruosas.Kart Marx, judío converso y racista convencido, expresaba desde hacía varios años conceptos de un

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antisemitismo virulento en sus artículos. En el primero de ellos, que data de 1842, titulado La cuestiónjudía, escribía que “el tráfico es el verdadero Dios de los judíos (…) El dinero es el Dios celoso de Israelfrente al cual ningún otro podría existir”. Lo que no le impidió predicar el Apocalipsis y la instauracióninminente del reinado de la justicia (obrera), como un profeta, pero un profeta sin Dios. Anunció larevolución nueve veces, pero ninguna de ellas fue la buena. Esas vituperaciones sirvieron de pretextopara reforzar el viejo antisemitismo de los esclavos y tomaron un giro doctrinario después de larevolución de 1917. Marx y Engels lo habían dicho, por lo tanto era verdad. Así el antisemitismo searraigó en el Partido Comunista ruso y sigue hasta nuestros días, como se pudo verificar en noviembrede 1993.En consecuencia, la derecha y la izquierda eran ambas hostiles a los judíos por razones antinómicas.Pero una y otra se parecían a las máscaras griegas, una riente, la otra desconsolada, que se colgabansobre los escenarios de los teatros griegos: eran símbolos de una tragedia llamada Nación. El conflictolatente se exacerbaría en las décadas siguientes y adquiriría un cariz cada vez más mortífero; no sólopara los judíos. En la Belle Époque no es la Iglesia la que ha lanzado un anatema antisemita, sino el nacionalismo.Incluso si tenía conciencia de ello, no podía denunciarlo. En la óptica del siglo XIX que terminaba, elsentimiento nacional y el patriotismo son sagrados. Constituyen postulados incuestionables y la basemisma de la ética. Un hombre que no es patriota es un pobre diablo, un fracasado, un deficiente, hastaun gusano, en todo caso no un francés. Y, evidentemente, un judío no puede ser patriota. Con respecto a la izquierda, recordemos que la izquierda es laica y los judíos no están dispuestos arenunciar al judaísmo. No hay razón alguna para hacer una excepción con ellos y autorizarlos amantener una enseñanza religiosa que no se les conciente a los cristianos. El mundo capitalista, porotro lado, cuenta con muchos grandes industriales y banqueros judíos y la conciencia popular noidentifica al judío con el trabajador francés ordinario. Los judíos son tal vez más extranjeros todavía bajola República que bajo la monarquía.Del socialismo surgirá pronto una corriente que producirá el fascismo italiano, otra producirá elmarxismoleninismo, ambas antisemitas, aunque por razones diferentes.Esta es la herencia legada por la revolución de 1789 a sus herederos republicanos: Dios ha sidoreemplazado por el estado nación. La histeria de la derecha de 1898 es igual a la de los cruzados de1096, con la diferencia de que la identidad nacional ha reemplazado a ese dios que fue, antaño, laprimera encarnación de su identidad. Y ahí comienza el gran extravío del que, a fin de cuentas, losjudíos serán las víctimas.De esta manera, Occidente es presa de una fiebre general. Tres son sus síntomas más aparentes.

El primero es la arrogancia nacionalista debida a la expresión colonial. La Europa cristiana tienebajo su yugo a cerca de la mitad del mundo: la casi totalidad de África, el subcontinente y elsudeste asiáticos y la mayor parte de Oceanía. Además, ejerce una tutela indirecta sobrenumerosas regiones, como América Central y Oriente Próximo. El hombre blanco tiene lasensación de ser el más poderoso representante de la humanidad.El segundo es la inestabilidad social y política, que se exacerbará a partir de la revolución rusade 1917 y de la revolución alemana de 1918. Flota un sentimiento apocalíptico que se vereflejado por la rápida evolución de las técnicas, que han cambiado las formas de vidatradicionales (el coche, el teléfono, la radio), así como por el presentimiento de guerrasinminentes. De ello resulta una crispación que favorece el nacimiento de los nacionalismoidentitarios, que serán inevitablemente antisemitas. Por último, una ola de irracionalismo se abate sobre el mundo, cuyos reflejos más o menosexactos son las teorías de Bergson sobre el impulso vital, el psicoanálisis y el descubrimientodel inconsciente, el futurismo, el dadaísmo, luego el surrealismo. La cultura de las Luces está encrisis, y con ella el sistema de valores heredado del siglo XVIII.

Nada de esto favorecerá la tolerancia.

El NacionalsocialismoEl antisemitismo existe en Alemania desde que ha habido judíos, pero durante mucho tiempo había sidovirulento en los medios rurales, en donde el judío era identificado con el usurero. En los años de 1880apareció un antisemitismo de nuevo tipo, ligado a la noción de pertenencia sociológica. Por ello, paraluchar contra los judíos, era necesario, decía el historiador Heinrich von Treitschke (1834-1896),favorecer los matrimonios mixtos para integrar las poblaciones judías en el pueblo alemán. Paul deLagarde (1827-1891) pensaba que era preciso asimilarlos. La influencia de este pensamiento fueconsiderable, tanto más cuando Treitschke era un historiador muy leído. Para él, como para muchos de

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sus contemporáneos, los judíos representaban un estado dentro del estado que convenía reabsorber.Pero muy pronto, el antisemitismo tomó un aspecto diferente, un aspecto racista, bajo la influencia deGobineau y sobre todo de sus discípulos, Richard Wagner y H. S. Chamberlain. Desde entonces, elantisemitismo alemán fue a la vez racista y nacionalista. La influencia de Houston Stewart Chamberlain(1855-1927), yerno de Wagner, más tarde consejero de Guillermo II y que desde 1923 entró en relacióncon Hitler, fue considerable. Su libro Los fundamentos del siglo XIX (1899) hizo la apología de la razaaria y de los germanos. Esta idea ya había sido expresada en 1881 por Karl Eugen Dühring(1833-1921), el socialista adversario de Marx y Engels que, en Die Judenfrage, pedían que se separasea los judíos de los otros pueblos y que se crease un estado judío para deportar a él a todos los judíos.Fue el quien por primera vez utilizó la fórmula "los judíos son un Cartago interior".El antisemitismo se convirtió en el tema esencial del Partido Socialcristiano de Adolf Stoecker(1835-1909). Bajo la influencia de Dühring, dicho partido preconizó la exclusión de los judíos de laenseñanza y de la prensa, un numerus clausus con relación a ellos en los tribunales y en lamagistratura, la prohibición de los matrimonios mixtos y la confiscación de los bienes capitalistas de losjudíos. Este movimiento se acentuó con la aparición de sociedades antisemitas, como la sociedad Thule(Thulegesellschaft), fundada en 1912. De esta manera se constituyó una corriente profunda en la buenasociedad alemana, que se desarrolló particularmente en el momento de las crisis políticas y económicasque determinaron el principio y el fin de la república de Weimar. Este movimiento tuvo además un carácter anticristiano, ya que, siguiendo a Fichte y a Dühring, un grannúmero de antisemitas denunciaron la falsificación de los Evangelios por el pensamiento judío (Fichtereprochaba a Lutero haber otorgado un papel importante a San Pablo, que había judeizado elcristianismo). Paul de Lagarde, por su parte, transformó a Jesús en un rabino de Nazaret. Jesús no erahijo de Dios, como pretende la "leyenda bíblica del Nuevo Testamento". En cuanto a Chamberlain,quería probar que Jesucristo no era judío, sino que, como David, era descendiente de una familia aria.Toda esta serie de temas fueron tomados nuevamente en la época del nacionalsocialismo por elmovimiento cristiano alemán, dirigido por el pastor Ludwig Müller (1883-1945), el futuro obispo delReich. De esta forma, el antisemitismo hitleriano tenía raíces muy profundas y estuvo durante muchotiempo en la tradición de todo el pensamiento alemán. No se apartó de dicho pensamiento hasta elmomento en que pasó a la liquidación de los judíos de Europa.El hecho de que presumiblemente corriera por las venas de Hitler un poco de sangre judía, la del barónvienés, era un suceso que le acomplejaba. Cuando promulgó sus feroces decretos contra los judíoscorría el riesgo de que estos desvelasen la verdad y sugirieran que se le encarcelara en virtud de supropia ley, lo cual hubiera provocado un gran escándalo.Se sabe que, posteriormente, se las arregló para hacer que desaparecieran todas las pruebas posibles,hasta el punto de ordenar borrar de las lápidas de las tumbas las inscripciones de los Hiedler-Hütler,llamados Hitler. Exigió incluso que nadie se entregara a investigaciones sobre los orígenes de su familia,y odió ferozmente a su pueblo natal. Es posible que en su ataque rabioso contra los judíos, y en suadhesión temprana al movimiento antisemita, encontrara una válvula para sus complejos y angustias.El cristianismo no puede ser acusado de los descontroles antisemitas del siglo XX más que por la actitudsospechosa del papa Pío XII. El gran incitador del antisemitismo en el siglo XX fue elnacionalsocialismo, asociado muy frecuentemente con el capitalismo. La verdad es que Mussolini y Hitler eran dos anticlericales y antirreligioso vehementes. Italia fue una de las potencias del Eje y de los territorios sometidos donde durante la Segunda GuerraMundial se contaron menos víctimas de la persecución antisemita: de 7.000 a 7.500, mucho menos queen Francia, por ejemplo. Los judíos italianos fueron protegidos por gran parte de la población, sobre todoen los conventos; incluso los judíos franceses encontraron al otro lado de los Alpes, durante los añosnegros, más seguridad que en Francia. No es el caso aquí de exonerar globalmente de culpas alfascismo, sino simplemente de recordar que la complicidad unánime del cristianismo con los antisemitasdurante la segunda guerra mundial es una vergonzosa ficción. Las actitudes del cristianismo con losjudíos fueron muy diferentes según las circunstancias y las culturas. El pueblo italiano resistió muchomejor que el francés las incitaciones al odio. La aversión de Hitler por los sacerdotes era notoria. “¿Los curas? El hecho de reparar en uno de esosengendros de sotana me saca de quicio −declaraba en1942−. El cristianismo constituye la peor de lasregresiones que ha podido padecer la humanidad; el judío es, gracias a esta invención diabólica, el quela ha hecho retroceder quince siglos. Sólo la victoria sobre el judío por el bolcheviquismo sería un malpeor aún.” La calumnia tenía sin embargo una verdadera razón política: el catolicismo alemán seencarnaba en un partido político, el Zentrum, un partido que podía cerrar el camino al poder alnacionalsocialismo y a Hitler. Si el odio al judío estuviese visceralmente arraigado en los alemanes, podemos preguntarnos por qué no

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se levantaron contra el estado de Guillermo II, que protegía a los judíos. Acusar a todo el pueblo alemánno tiene en cuenta el hecho de que Hitler, cuyo antisemitismo era conocido desde antes de su acceso alcargo de canciller, fue elegido con sólo el 33 por ciento de los votos y que ningún sondeo permitió luegocalcular su popularidad real. Es posible que de todos los países del mundo, Alemania haya sido, en la historia moderna, aquel con elcual los judíos se identificaron más íntima y apasionadamente. De ahí los riesgos extraordinarios enque incurrieron al trabajar tan abiertamente por la modificación de su destino y, en especia, por eladvenimiento de una república socialista. Los judíos se encuentran aislados en la tormenta que se avecina. Tradicionalmente rechazados,expulsados con frecuencia, siempre extranjeros, no tienen bando. Son todavía más proscriptos por losnacionalismos que por las religiones cristianas de antaño. En un primer momento, de 1933 a 1938, y sobre todo después de la Noche de los Cristales, laagresividad de Hitler fue aumentando y adquirió un sesgo cada vez más asesino, aunque sin obedecertodavía a un programa global de exterminio del que se habló por primera vez públicamente en 1939.Aparentemente, se proponían sobre todo expulsar a los judíos fuera de Alemania (por las leyes deNuremberg, votadas en 1935, los convirtieron en extranjeros en su propio país). Recordemos el espíritude estas leyes aprobadas el 15 de septiembre de 1935 en el congreso del partido nacionalsocialista(NSDAP):La "Ley para la Protección de la Sangre Alemana y del Honor Alemán", conocida como la ley para laprotección de la sangre, prohibía el matrimonio entre no-judíos y judíos así como las relaciones sexualesextramatrimoniales entre ellos. Esa disposición también se aplicaba a los matrimonios entre alemanes ygitanos o negros. Las infracciones se castigaban con prisión o penitenciaría.Las palabras "Pureza de la Sangre Alemana" y "de la Sangre Alemana o afín a ella" eran nociones de ladoctrina de raza nacionalsocialista. Según esta ley se catalogaba a las personas en individuos de razassuperiores e inferiores. La sangre se consideraba la portadora de las cualidades raciales. Eranconsiderados "afines" a los alemanes esencialmente los pueblos europeos sin "mezcla de sangre deotras razas".La Ley para la protección de la sangre incluía dos prohibiciones adicionales: Se prohibía a losciudadanos judíos izar la bandera del Reich y la bandera nacional, además también les estaba prohibidocontratar a empleados no-judíos en sus hogares.Conforme a la Ley de la ciudadanía del Reich todos los ciudadanos alemanes de religión judía oaquéllos con dos abuelos de religión judía se convertían en personas con derechos limitados.El primer decreto de ejecución de la ley de la ciudadanía del Reich del 14 de noviembre de 1935determinaba quién debía considerarse judío:

• De acuerdo a la ideología nacionalsocialista se consideraba "judío al cien por cien" a aquél queal menos tenía tres abuelos judíos, teniendo en cuenta que según la ley un abuelo ya eraconsiderado judío al 100% si pertenecía a la religión judía.

• Se consideraba mestizo judío a aquél que descendía de uno o dos abuelos judíos al cien porcien. La ley de la ciudadanía del Reich diferenciaba entre mestizo de 1er grado (judío al 50%) ymestizo de 2 grado (judío al 25%).

• Era considerada judío al 50% aquella persona de cuyos cuatro abuelos dos eran judíos. Segúnla ley de la ciudadanía del Reich, a los mestizos de 1er grado se les consideraba judíos, si conentrada en vigor de la ley ya pertenecían a la comunidad religiosa judía o se integrabanposteriormente en ella.Los judíos al 50% recibían el mismo trato que los judíos, si con entrada en vigor de la ley de laciudadanía del Reich estaban casados con un judío o se casaban posteriormente con un judío.A los mestizos de 1 er grado también se les consideraba judíos, cuando descendían de unmatrimonio prohibido según la ley para la protección de la sangre y no obstante contraído ocuando descendían de una relación extramatrimonial con un judío.

• Se consideraba judío al 25% a aquél que tenía un abuelo judío.

Además en la ley se determinaba que ningún judío podía ser ciudadano del Reich. A los ciudadanosjudíos les estaba prohibido ejercer un cargo público y los funcionarios judíos tenían que abandonar sucargo a más tardar el 31 de diciembre de 1935. Ya no tenían derecho a voto en asuntos políticos.Respecto a la ley de la ciudadanía del Reich se aprobaron 13 decretos de ejecución y numerososdecretos y disposiciones oficiales en el marco de la misma ley. Las condiciones de trabajo y de vida delos ciudadanos judíos fueron limitadas hasta los más mínimos detalles afectando incluso a la vidaprivada.En vísperas de la guerra, dos tercios de los judíos alemanes se habían se habían marchado y, en 1941,

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solo quedaban en el país 170.000. El régimen estudió incluso con sus diplomáticos la posibilidad deenviar a todos los judíos restantes a una tierra lejana: África (Madagascar) o Asia. Al estallar la guerra,ocho millones de judíos se encontraban en los territorios controlados por los alemanes. Ya no eracuestión de expulsarlos y Hitler puso en práctica la amenaza de exterminio revelada en su discurso del30 de enero de 1939. Un punto es seguro: los alemanes se esforzaron por mantener en secreto sus operaciones. Indicaciónde ello es la obsesión de traición que se apoderó de Hitler y de sus allegados cuando se publicaron enel exterior las primeras informaciones sobre las ejecuciones en masa de judíos. Para una siniestra ironía, los nazis, rivalizando en infamia con el célebre judío imaginario deShakespeare, Shylok, habían esperado vender a sus judíos. En 1939, pidieron 25 millones de librasesterlinas −suma enorme para la época− a Gran Bretaña y otro tanto a Estados Unidos a cambio dejudíos, no sin antes despojarlos, evidentemente, de todos sus bienes. Era el plan preparado por elbanquero del Reich, Hjalmar Schacht. La primera “entrega” debía comprender 150.000 judíos. El planfracasó a causa de la oposición ulterior de Hitler, dominado por la obsesión de genocidio. Más de medio siglo después, la empresa de exterminio nazi sigue sorprendiendo, pues la mente esincapaz de concebir tanto la inhumanidad como la atrocidad de una matanza perpetrada a sangre fríadurante tres años. No existe todavía una historia completa del Holocausto que tenga suficienteautoridad: subsisten demasiadas lagunas en muchos aspectos. Seguramente los archivos alemanesestán lejos de haber librado todos sus secretos. Así, resulta extraño que los documentos que danórdenes para la ejecución de la “solución final” sean tan poco numerosos y que no haya uno solofirmado por Hitler. Podemos pensar que existen cajones de archivos comprometedores, no solamentepara los nazis, sino también para muchos otros, que duermen en el mundo. Lo más desconcertante es que las persecuciones de judíos fueron bien relatadas por la prensaextranjera en los años en que todavía podía hablar de ellas, pero sin ninguna referencia a la “soluciónfinal”, que sin embargo era evidente. Desde luego, en los países dominados por los cesarismos eradesaconsejable publicar información que pudiera perjudicar a los nazis o a los pequeños césareslocales. Aparte de la prensa escandinava −danesa, sueca, noruega− para la cual la “cuestión judía” eracasi exótica y el objeto de informes sobre todo en los ministerios y las embajadas, mientras que suspaíses se esforzaban discretamente en salvar tantos judíos como pudieran, sólo quedaba la prensa libreen dos o tres países de Europa: Gran Bretaña, Francia y Bélgica. Por una espantosa paradoja, las misma naciones cristianas que habían proscrito a los judíos porquesólo se ocupaban del dinero, ese dinero a cuyo comercio ellas misma los habían condenado,sacrificaban ahora los judíos al dinero, a su capital y a su pequeño peculio. Más judías que los judíos,creyeron poder dormir tranquilas, dejando que el lobo guardián Hitler se comiera a los judíos, porque lasprotegía del oso Stalin. Después el lobo comenzó a morder a los supuestos protegidos; entonces huboque rebelarse. Debemos reconocer que la Resistencia francesa fue un movimiento nacionalista. Y que gracias a ella serestauró la dignidad del Estado y la nación. No obstante, en ella las ideologías no estaban adormecidas,pues hubo por lo menos dos grandes movimientos que la animaron y que hasta estuvieron a punto dehacer que hubiese dos resistencias. Pero en ella participaron lado a lado tanto personas de todas lasclases sociales y de todas las confesiones o sin confesión como judíos. Uno de esos movimientos eraun nacionalismo identitario, que sometía la nación al respeto del pasado y de la autoridad; el otro, unnacionalismo democrático, heredero directo de la revolución de 1789. La ética es, en primer lugar, ladiferencia de estos dos nacionalismos. También el rechazo del nacionalismo identitario; ambos estabanestrechamente ligados. En efecto, la ética decía que no se es plenamente humano en el sometimiento.Unos cuantos miles de hombres decidieron pues poner fin al sometimiento, aun al precio de su vida.

3. El después: juicio de NurembergDel 20 de Noviembre de 1945 al 1° de octubre de 1946 celebró sesión el Tribunal Militar Internacional enla Sala del Tribunal del Pueblo (Sala 600) del Palacio de Justicia de Nuremberg en la avenida FürtherStrasse.El fundamento de este proceso fueron las resoluciones adoptadas por las tres Grandes Naciones (losEstados Unidos de América, la Unión Soviética y Gran Bretaña ) en las conferencias celebradas enMoscú (1943), Teherán (1943) y Jalta (1945) y en Potsdam (1945).Nombrado por orden del Presidente de los Estados Unidos Norteamericanos, Truman, el juez federalamericano, Robert H. Jackson, quien fue abogado fiscal acusador principal por parte de los EstadosUnidos durante el proceso, se hizo cargo total de la organización del juicio. Fue él quien sugirió a laciudad de Nuremberg como localidad del tribunal, debido a que era esta la única ciudad que disponía deun palacio de justicia con suficiente espacio y el cual solamente había sido dañado levemente durante

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los bombardeos de la guerra(22,000 metros cuadrados de superficie con aproximadamente 5330oficinas y aproximadamente 80 salas, en cuya proximidad se disponía de una prisión asimismo nodestruida).Ya que la Unión Soviética había exigido denominar a la ciudad de Berlín como localidad del tribunal, seacordó - en el Tratado de las 4 Potencias firmado en Londres sobre el Procesamiento de los Crímenesde Guerra, con fecha del 8 de agosto de 1945- que Berlín sería sede permanente del Tribunal y que elprimer proceso (de varios que habían sido previstos originalmente) se llevaría a cabo en Nuremberg,además, que el tribunal mismo determinaría el lugar en donde se deberían llevar a cabo lossubsecuentes procesos, los cuales no llegaron a realizarse debido a la guerra fría.Cada una de las cuatro grandes potencias (Francia se había integrado dentro de este grupo) nombró aun juez y a un sustituto. La institución acusadora estuvo asimismo integrada por representantes de lascuatro potencias.La sesión inicial del TMI se llevó a cabo el día 18 de octubre de 1945 en el edificio del Tribunal Cameralde Berlín (en el cual estaba la sede del Órgano de Control de las Fuerzas Aliadas). Presidente delTribunal fue nombrado el juez soviético Iola T. Nikitschenko.Se presentó acusación en contra de 24 criminales principales de guerra, más en contra de seis‘organizaciones criminales’: el cuerpo comandante del Partido Nacional Socialista Alemán de losTrabajadores (NSDAP), la SS, la SA, el gobierno del Tercer Imperio Alemán, el Estado Mayor, laGestapo y el Servicio de Inteligencia.Aplicando cualquier criterio reconocido de evaluación, el juicio muestra que se han cometido crímenesde guerra y crímenes contra la humanidad tal como se alega en los puntos dos y tres de la querella.Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se realizaron, en Alemania y en los países ocupados,experimentos médicos criminales en gran escala sobre ciudadanos no alemanes, tanto prisioneros deguerra como civiles, incluidos judíos y personas "asociales". Tales experimentos no fueron accionesaisladas o casuales de médicos o científicos que trabajaran aislados o por su propia responsabilidad,sino que fueron el resultado de una normativa y planeamiento coordinados al más alto nivel delgobierno, del ejército y del partido nazi, practicado como parte del esfuerzo de guerra total. Fueronordenados, aprobados, permitidos o sancionados por personas que ocupaban cargos de autoridad, lascuales estaban obligadas, de acuerdo con los principios de la ley, a conocer esos hechos y a tomar lasmedidas necesarias para impedirlos y ponerles fin. Existen pruebas de gran peso que nos muestran que ciertos tipos de experimentos sobre sereshumanos, cuando se mantienen dentro de límites razonablemente definidos, son conformes con la éticageneral de la profesión médica. Quienes practican la experimentación humana justifican su actitud enque esos experimentos proporcionan resultados que benefician a humanidad y que no puedenobtenerse por otros métodos o medios de estudio. Todos están de acuerdo, sin embargo, en que debenobservarse ciertos principios básicos a fin de satisfacer los requisitos de la moral, la ética y el derecho:

1. El consentimiento voluntario del sujeto humano es absolutamente esencial.Esto quiere decir que la persona afectada deberá tener capacidad legal para consentir; deberá estar ensituación tal que pueda ejercer plena libertad de elección, sin impedimento alguno de fuerza, fraude,engaño, intimidación, promesa o cualquier otra forma de coacción o amenaza; y deberá tenerinformación y conocimiento suficientes de los elementos del correspondiente experimento, de modo quepueda entender lo que decide. Este último elemento exige que, antes de aceptar una respuestaafirmativa por parte de un sujeto experimental, el investigador tiene que haberle dado a conocer lanaturaleza, duración y propósito del experimento; los métodos y medios conforme a los que se llevará acabo; los inconvenientes y riesgos que razonablemente pueden esperarse; y los efectos que para susalud o personalidad podrían derivarse de su participación en el experimento. El deber y laresponsabilidad de evaluar la calidad del consentimiento corren de la cuenta de todos y cada uno de losindividuos que inician o dirigen el experimento o que colaboran en él. es un deber y una responsabilidadpersonal que no puede ser impunemente delegado en otro. 2. El experimento debería ser tal que prometiera dar resultados beneficiosos para el bienestar de lasociedad, y que no pudieran ser obtenidos por otros medios de estudio. No podrán ser de naturalezacaprichosa o innecesaria.3. El experimento deberá diseñarse y basarse sobre los datos de la experimentación animal previa ysobre el conocimiento de la historia natural de la enfermedad y de otros problemas en estudio quepuedan prometer resultados que justifiquen la realización del experimento.4. El experimento deberá llevarse a cabo de modo que evite todo sufrimiento o daño físico o mentalinnecesario. 5. No se podrán realizar experimentos de los que haya razones a priori para creer que puedan producir

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la muerte o daños incapacitantes graves; excepto, quizás, en aquellos experimentos en los que losmismos experimentadores sirvan como sujetos. 6. El grado de riesgo que se corre nunca podrá exceder el determinado por la importancia humanitariadel problema que el experimento pretende resolver. 7. Deben tomarse las medidas apropiadas y se proporcionaran los dispositivos adecuados para protegeral sujeto de las posibilidades, aun de las más remotas, de lesión, incapacidad o muerte. 8. Los experimentos deberían ser realizados sólo por personas cualificadas científicamente. Deberáexigirse de los que dirigen o participan en el experimento el grado más alto de competencia y solicitud alo largo de todas sus fases. 9. En el curso del experimento el sujeto será libre de hacer terminar el experimento, si considera que hallegado a un estado físico o mental en que le parece imposible continuar en él. 10. En el curso del experimento el científico responsable debe estar dispuesto a ponerle fin en cualquiermomento, si tiene razones para creer, en el ejercicio de su buena fe, de su habilidad comprobada y desu juicio clínico, que la continuación del experimento puede probablemente dar por resultado la lesión, laincapacidad o la muerte del sujeto experimental.

4. ConclusiónEl impacto del descubrimiento de los campos de concentración nazis al finalizar la guerra, los primerosrecuentos de los muertos judíos, ultimados atrozmente, y sobre todo las pruebas de que los nazishabían perseguido igualmente a cristianos, tuvieron el mismo efecto internacional: el antisemitismodeclarado o tácito ofendía en adelante la decencia. En 1962, el gobierno canadiense cesó deseleccionar a los inmigrantes según criterios “raciales”, por ejemplo. Ésa es la política que se sigue en laactualidad.Con excepción del período de ocupación española en América del Sur, que prolongaba las exaccionescristianas contra los judíos en Europa, las Américas casi no conocían oleadas de violencia antisemitaque provocaran muertes y expoliaciones. La excepción es el episodio sangriento ocurrido en nuestropaís después de la revolución bolchevique de 1917. Las clases altas argentinas, fuertemente hostiles albolcheviquismo, la emprendieron contra los judíos originarios de Rusia, después de una huelga generalen la que se creyó discernir intrigas comunistas. Los judíos fueron maltratados y despojados a la vista ycon conocimiento de la policía.La segunda mitad del siglo XX iba a demostrar sin embargo que el antisemitismo moderno no es deorigen exclusivamente cristiano, como lo fue durante tantos siglos, no de origen esencialmente alemán,como se quiso creer, ni como se decía antaño que el diablo frecuentaba los excusados, sino que escultural y está ligado a la noción fantasmal del territorio, de la patria y de una cultura que habría quepreservar en su “pureza”. Otra vez encontramos en la Argentina el caso más elocuente. A partir del derrocamiento de la presidentaMaría Estela Martínez de Perón −a treinta años de terminada la guerra− comandado por los tresoficiales superiores −Videla, Massera y Agosti− la situación era confusa y peligrosa. Erigidos ensalvadores de la patria, los oficiales tomaron entonces las cosas en sus manos. Pero sobre todo,pusieron el timón hacia la derecha absoluta. Comenzó entonces un período siniestro durante el cual unas treinta mil personas fueron detenidas y“desparecidas”. En ese total, había de todo: guerrilleros, políticos, universitarios, periodistas,eclesiásticos y, prueba de la barbarie ciega y bestial, dos religiosas francesas, de las que no se sabehasta ahora qué sospechas pudieron despertar. El horror de había institucionalizado. Más tarde sesabría, por las confesiones de algunos de los verdugos de la Junta, que mil quinientas a dos milpersonas habían sido arrojadas vivas al mar, después de ser torturadas e inyectadas con un poderososedante. Se crearon, evidentemente, campos de concentración. En la nómina de desaparecidos, se encontró luego una elevada proporción de judíos. ¿Por quéasombrase? El terror militar reaviva invariablemente la fibra del antisemitismo. Las encuestas másminuciosas no permiten establecer cuántos desaparecieron todavía, pasado más de un tercio de siglo.¿De qué eran culpables? Sin duda, algunos eran socialistas, demócratas, cultos, categorías todas ellassospechosas, si no criminales de oficio, a los ojos de una soldadesca y de escuadrones de la muerte,dos de cuyos inspiradores más conocidos, Villar y Veyra, oficiales de la Policía Federal, aplicaban lasinstrucciones e ideas de la literatura policíaca del Tercer Reich. Pero, sobre todo, esos desaparecidoseran judíos. La dictadura militar de 1976-1983 demostró que el antisemitismo había echado raíces en nuestro paíspero lo que es más peligroso aún es que todavía no se ha extirpado y seguimos siendo víctimas, toda lasociedad argentina, de nuevos ataques antisemitas aunque ahora de la manos de anónimos victimarios.Así lo prueban el incendio criminal de un jardín de infantes judío en Buenos Aires en 1987, el atentado

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contra la embajada de Israel en marzo de 1992 y el atentado contra la AMIA en julio de 1994.¿Podremos algún día librarnos de este mal?

5. BibliografíaKlein, C.: De los espartaquistas al nazismo: La República de Weimar. Madrid. Villena, 1985Mesadié, G.: Historia del Antisemitismo. Buenos Aires. Vergara, 2001.Toynbee, A. J.: La Europa de Hitler. Madrid. Villena, 1985

Trabajo enviado por:Prof. Daniel. Varela [email protected]