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Parte de Yo, el Poder y las Obras

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    Luigi Guisanni

    El yo, el poder y las obras Contribuciones de una experiencia

    (traduccin libre no autorizada por el autor, para uso interno, no est autorizada su reproduccin)

    Nota introductoria

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    El cristianismo no surgi como una religin, sino como un poderoso amor por lo humano, un amor a la persona concreta, en la precisin de un individuo nacido de una mujer. Movido por esta profunda conviccin, que anima y sostiene toda la reflexin de Luigi Giussani sobre el contenido de la propuesta cristiana en el mundo y solicitado por diversos interlocutores comprometidos en el campo social, poltico y empresarial, el autor ha desarrollado una serie de juicios y observaciones sobre la condicin humana y sobre los principales aspectos que hoy la caracterizan. El yo, el poder y las obras. Contribuciones de una experiencia, recoge las intervenciones (algunas de las cuales son inditas) que Giussani ha desarrollado durante los ltimos veinte aos en torno a la poltica, todas ellas en circunstancias y contextos diversos, pero con referencias coincidentes en relacin al poder, el trabajo y la creatividad social de los cuerpos intermedios. La defensa de la dignidad de la persona humana (la cuestin del yo, como l la define) y la apertura de nuevas perspectivas sobre la accin responsable y constructiva (identificada como obra) constituyen los fundamentos de esta reflexin que, por primera vez, es presentada de forma orgnica. El presente documento ofrece mltiples elementos de juicio para comprender mejor el contexto histrico actual y sugiere caminos y perspectivas para vivir con protagonismo en la sociedad de nuestro tiempo.

    Primera seccin: El poder

    Captulo 1: Pasin por el hombre [Transcripcin de un encuentro sobre Cristo y el poder,

    Padua, 18 de mayo de 1987] La edad moderna, dice Romano Guardini en su conocido libro sobre el poder, haba acogido cualquier aumento del potencial cientfico y tcnico como una victoria absoluta; sus conquistas eran sin ms apreciadas como un progreso y como encaminadas a realizaciones cada vez ms decisivas hacia la consecucin de una riqueza de ms elevados valores para la existencia.

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    Pero contina Guardini, la certeza de esta conviccin se vio turbada: justamente en ese momento se revel el inicio de la nueva poca; ya no pensamos que todo aumento de poder sea sinnimo de elevacin de los valores de la vida. El poder nos parece problemtico en su esencia1. En la consciencia comn se ha abierto camino el sentimiento de que nuestra relacin con el poder es equivocada; e incluso que este poder en aumento es para nosotros una amenaza2. Pero, de qu se trata, de qu hablamos cuando usamos el trmino poder? Cul es la naturaleza del poder? Cito de nuevo a Guardini: El poder dice es un fenmeno especficamente humano3. No puede hablarse de poder de un animal o de poder de una naturaleza no personal. En sentido estricto, slo podemos hablar de poder cuando se dan dos elementos: por una parte, una energa capaz de modificar verdaderamente la realidad de las cosas y determinar las condiciones y relaciones que las cosas tienen entre s [por lo tanto, una energa capaz de modificar]; y por otra parte, una consciencia que se d cuenta [de aquello que hace]; una voluntad que establezca metas y disponga de la fuerza necesaria para alcanzar dichas metas4. Desde este punto de vista, podramos decir que el poder est en el principio, porque Dios, el Misterio, es esa fuente inextinguible de energa que moviliza, que modifica, que saca de la nada la realidad una modificacin tal, que es imposible concebir otra mayor, determinando todos sus factores y relaciones, e interviniendo con una energa a la par de su objetivo: l crea el cosmos, y tambin el designio ltimo y arcano de las cosas. Dios es el poder, pero l ha hecho al hombre a su imagen y semejanza. Por ello, el poder se sujeta a la semejanza entre el hombre y Dios. Entonces, cmo puede insinuarse o afirmarse un error en nuestra relacin con el poder? La razn es que el poder, en el quehacer moderno del pensamiento, se ha desarrollado en contra de lo Trascendente, se ha afirmado como autnomo. Este poder, hasta cierto punto, ha dejado de considerar una referencia final que le permita reconocer su dependencia original y ltima, ha eliminado esta referencia y ha hecho de s mismo la ltima referencia. El poder, en el quehacer moderno del pensamiento, se ha puesto en contra de la Trascendencia; aunque para el caso, ignorarla es ya ponerse en contra. El rostro del hombre moderno es el de un hombre que encuentra el camino para convertirse a s mismo en dios en el incremento del poder sobre de l y sobre la realidad natural e histrica, un poder que est ms all de todo, ms all de cualquier teorema, ms all de toda teorizacin; en una praxis impuesta, en una praxis incluso impositiva. El concepto de un Estado moderno como realidad absoluta que se autojustifica y que le confiere dignidad al hombre, expresa paradigmticamente esta parbola moderna. En el Syllabus se condenaba la siguiente proposicin: El Estado es fuente y origen de todos los derechos, y goza del privilegio de un derecho sin lmite. Tal es la justamente la definicin del Estado moderno, segn la mentalidad dominante. Nosotros no hemos superado dicha concepcin del Estado: el Estado como fuente y origen de todo derecho, que goza del privilegio de tener un derecho ilimitado.

    1 GUARDINI, R.: La fine dellepoca moderna. El potere, Morcelliana, Brescia, 1993, p.114 (t. del e.). 2 Ibidem, 114. 3 Ibidem, 119. 4 Ibidem, 118.

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    Hace dos mil aos la dignidad total del hombre era indicada con el trmino civis romanus, y esa dignidad era conferida por el emperador. Tambin hoy, es el Estado el que determina quin tiene el derecho total de ser persona, quin es integralmente persona, quin es concretamente persona, de tal modo que pueda hacer uso de sus derechos. El hombre debe pertenecer al partido, a un determinado clan, a un determinado tipo de gente que posee y tiene la fuerza econmica: eso es lo que le confiere la dignidad de hombre. Guardini contina: Una mirada de conjunto, nos da la impresin de que tanto la naturaleza como el hombre mismo, se encuentran cada vez ms a merced de la imperiosa pretensin del poder econmico, tcnico, organizativo o estatal. Cada vez se delinea ms definitivamente una situacin en la cual el hombre tiene bajo su poder a la naturaleza, pero tambin tiene el hombre al hombre bajo su poder, y el Estado tiene al pueblo bajo su poder y el crculo vicioso del sistema tcnico-econmico tiene a la vida bajo su poder5. Romano Guardini escriba esto hace casi cincuenta aos, pero en la Dives in misericordia Juan Pablo II subrayaba lo mismo: no obstante declaraciones humansticas [] el hombre contemporneo tiene miedo de que, con el uso de los medios inventados por este tipo de civilizacin, cada individuo, lo mismo que los ambientes, las comunidades, las sociedades y las naciones, pueda ser vctima del atropello de otros individuos, ambientes y sociedades. La historia de nuestro siglo ofrece abundantes ejemplos [no es slo la memoria polaca que tiene mucho que decir de esto]. A pesar de todas las declaraciones sobre los derechos del hombre en su dimensin integral, esto es, en su existencia corporal y espiritual, no podemos decir que estos ejemplos sean solamente cosa del pasado. El hombre tiene precisamente miedo de ser vctima de una opresin que lo prive de la libertad interior, de la posibilidad de manifestar exteriormente la verdad de la que est convencido, de la fe que profesa, de la facultad de obedecer a la voz de la conciencia que le indica la recta va a seguir. Los medios tcnicos a disposicin de la civilizacin actual ocultan, en efecto, no slo la posibilidad de una auto-destruccin por la va de un conflicto militar, sino tambin la posibilidad de una subyugacin pacfica de los individuos, de los ambientes de vida, de sociedades enteras y de naciones, que por cualquier motivo pueden resultar incmodos a quienes disponen de medios suficientes y estn dispuestos a servirse de ellos sin escrpulos6. Recuerdo una encuesta que se hizo en los Estados Unidos hace muchos aos no haba todava televisin, para saber la media de quienes vean una pelcula a la semana. El resultado, que casi me dej sin aliento, era el siguiente: un hombre que hubiese visto una pelcula cada semana, despus de no s cuntos aos, adquira un modo de pensar y de sentir que estaba determinado por el medio-mensaje de las pelculas vistas. Hoy da se ven tres o cuatro al da: los medios masivos son evidentemente uno de esos instrumentos de los que habla el Papa. Pinsese tambin en la tortura agrega el Papa, an existente en el mundo, y sistemticamente practicada por las autoridades como instrumento de dominio y de control poltico, y llevada a cabo impunemente por sus subalternos. Por tanto, junto a la consciencia de la amenaza biolgica, crece la consciencia de otra amenaza, que destruye an ms lo esencialmente humano, aquello que est ntimamente ligado a la dignidad de 5 Ibidem, 160. 6 JUAN PABLO II, Carta encclica Dives in misericordia, 11.

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    la persona, con su derecho a la verdad y a la libertad7. Cito a menudo el caso de Churchill durante su viaje triunfal a los Estados Unidos de Amrica despus de la Guerra. En el momento de ser despedido como salvador de la civilizacin, despus de haber echado fuera a Hitler, al final de su visita a Boston y durante la recepcin que el famoso instituto tecnolgico celebrara en su honor, escuch al rector honrar a la civilizacin que l haba salvado, celebrando que sta lograra un dominio completo de la actividad humana, de tal modo que podra ordenar tambin el origen de los pensamientos y de los sentimientos, de modo que el mundo podra llegar a ser como una gran fbrica perfecta. Entonces Churchill se puso de pie y dijo: Me alegrar mucho estar muerto antes de que eso suceda8. Quisiera citar adems los documentos que llegan de los escritores clandestinos, particularmente los rusos. Ellos nos ofrecen una introduccin experiencialmente muy intensa y viva sobre las observaciones arriba hechas: El Estado contemporneo dice uno de ellos ha impuesto un seoro total nunca antes visto en la historia, poniendo por debajo de s todas las esferas de la vida humana que antes tenan una existencia autnoma, incluyendo al amor9. Es necesario que estas cosas no sean vistas de modo abstracto! Por ejemplo, al decirle a un grupo de personas estas dos palabras: hombre-mujer, o problema en las relaciones entre hombre y mujer, es imposible que el sexo no sea el tema que determine hoy la imagen del asunto y domine la discusin, pues los medios masivos, los instrumentos del poder, determinan los lmites del pensamiento y censuran valores que de otro modo estaran perfectamente a la vista de una atenta observacin. Del mismo modo, el mesianismo milenarista de la ideologa tardo-iluminista, al tomar el poder en sus manos, comenz a sacrificar al dolo del radiante futuro a millones de sus propios compatriotas [una vida nueva y feliz construida sobre decenas de millones de muertos]. Y mientras el mundo aplauda los gigantescos esfuerzos iluministas, los pueblos, envueltos en su incapacidad para acoger la gran ideologa de la salvacin, regaban con su propia sangre el suelo del archipilago []. A nuestro lado viven generaciones mudas [porque no tienen ya nada que decir, desgajadas del pasado, como lo impone siempre este tipo de poder, pues en el pasado est demasiado viva la fuente de la contestacin]. Ellos atraviesan la vida en silencio, portando consigo a la tumba un grito inexpresado [es el inicio de la angustia en el mundo, que surge como el hongo atmico, como el fantasma nebuloso de esta ideologa]10. Llegados a este punto, podramos subrayar las principales consecuencias de este error en el uso del poder, un poder concebido como autnomo, un poder que se autoconstruye. Estar en posesin del poder, sin estar definido por una responsabilidad moral y controlado por un profundo respeto por la persona, significa la destruccin de la humanidad en sentido absoluto. La prdida de la dignidad de la persona representa por ello la primera y fundamental consecuencia de este error. En efecto, si la dignidad del 7 Ibidem. 8 In this introductory address, Dr. Burchard, the Dean of Humanities, spoke with awe of an approaching scientific ability to control mens thoughts with precision. I shall be very content, personally, if my task in this world is done before that happens (del discurso de W. Chuchill, 31 de marzo de 1949 en el Massachusetts Institute of Technology, publicado en Mid-Century, Ed. John Ely Burchard). 9 Sulle ceneri dellideologia, La Casa di Matriona, Miln, 1983, 40 s. 10 Ibidem, 68 s.

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    hombre no est adecuadamente fundada, cuanto ms grande sea el poder, ms usar a la persona a placer. Dentro de una concepcin del flujo histrico que en ltima instancia sea pantesta, el poder no ser otra cosa que un movimiento fortuito emergido de tal flujo. Qu puede detenerlo? Solamente otro momento del flujo histrico. Quien tiene el poder como lo escriben incluso en sus propios peridicos es dueo de la verdad, de la justicia y de todo aquello que antes se identificaba con Dios y que ahora se identifica con el poder. Supongamos por caso que los poderosos perdieran ese poder a la semana siguiente. La verdad se identificara entonces con el nuevo poderoso y la justicia sera otra. Sin referencia a la Trascendencia, este absurdo no slo resulta concebible, sino que es lo que se practica. Hace algn tiempo nos impresion la idea del mito del siglo Veinte de Rosenberg. Segn l, el flujo histrico es llevado a cabo a travs de la sangre de la raza alemana y por ello todo aquello que no pueda ser asimilado por la sangre alemana debe ser eliminado. En consecuencia, hay que eliminar a los hebreos que, no siendo arios, no son asimilables al servicio de la raza alemana. Recuerdo que hace aos se dio una profusin de susticas pintadas sobre los muros de Miln y otras ciudades. Todos los peridicos se dedicaron entonces a exhumar los crmenes nazis y por casi toda la semana los principales artculos recordaron este mal pasado y sobre todo describieron las atrocidades cometidas en contra del pueblo hebreo. Recuerdo con impresin que casi un mes despus, dentro de este reavivamiento de lucha antinazi, apareci sobre el Corriere della Sera, en la tercera pgina y a cuatro columnas, un artculo11 sobre la teora de Julian Huxley (el bilogo hermano de Aldous Huxley), en el que se afirmaba que, para que el mundo evolucionase, era necesario controlar al hombre desde el momento del parto o aun desde antes, y que el Estado deba proceder sistemticamente a la eliminacin de todos los individuos, de todos los fetos, defectuosos. Recuerdo que llev el artculo a clases y pregunt: Chicos, en qu se diferencia el nazismo de los artculos que han ledo en contra del nazismo?. Hitler tena una perspectiva diversa, pero el sistema es idntico: ambos tienen la misma estructura mental. Al eliminar la relacin con la Trascendencia, el hombre pierde su dignidad y quien tiene el poder lo ejerce libremente para intervenir como mejor le parezca. Para Hitler el bien de la humanidad era la afirmacin de la sangre alemana. Como para Huxley y sin ningn problema, pues esta mentalidad se ha vuelto conviccin comn y para muchos mdicos de nuestros das, un feto de veintin semanas puede ser eliminado, impune y tranquilamente, para ayudar al desarrollo de la humanidad. Se hablaba arriba de responsabilidad moral, pero qu significa responsabilidad? Significa responder a alguien. Pero a quin? Si uno es el poder, a quin debe responder? A lo ms tiene que responder a una emocin, tiene que responder al nivel de bondad que depende del temperamento que recibi de su madre. Por esto la Biblia pone en el origen del fenmeno de la eliminacin del hombre aquello que ella llama idolatra.

    11 Cf. MONTALE, E.: Julian Huxley e il progresso biologico. Il traguardo delluomo, en Corriere della Sera, 27 de abril de 1949, p.3.

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    No podemos concebir adecuadamente un discurso sobre el poder sin recuperar, al menos por un momento, esta posicin bblica, porque el dolo es eminentemente aquello que se asemeja a dios, y lo hace en la medida en que, como el anticristo, realiza grandes cosas. Por ello, el dolo por excelencia es, o tiende a ser, el que vive el poder, el que posee la actitud del poder, la mscara del poder. El dolo es aquello en lo que el hombre pone su esperanza existencial e histrica, el dolo es aquello a lo que el hombre le da su devocin incondicionada, no necesariamente en trminos tericos, sino prcticos. El dolo es aquello que, mplicita o explcitamente, es concebido como el motivo adecuado por el cual la realidad se mueve y la sociedad vive. Por su propia naturaleza, la razn es bsqueda de un significado exhaustivo, de un significado total. El dolo, en sentido bblico, es la identificacin de dicha explicacin total de la vida con algo que es comprendido por la razn y, por lo mismo, con algo que la razn puede dominar, con algo instrumentalizable por el hombre, con algo que es identificable con un contenido del poder. Si este aspecto de la realidad a la que el hombre le ha atribuido su devocin incondicionada por lo menos en la prctica es concebida as de modo sistemtico, entonces dicha realidad adquiere el derecho de ocupar todo el espacio. Hitler se adjudic as el derecho de eliminar todo lo que fuera incompatible con aquello en lo que l haba depositado incondicionalmente toda su devocin: la sangre de la raza alemana. Anlogamente, se podra decir lo mismo de Lenin o Stalin. Los primeros cristianos entraron al mundo dentro del imperio romano, en el que todas las religiones eran admitidas tranquilamente. Slo una condicin se les impona a todas ellas: que tuviesen como ltimo criterio la devocin al emperador. Se trataba de una condicin a la que los cristianos no podan ciertamente someterse! Por ello, dentro de un rgimen absolutamente liberal y relativista, ellos eran los nicos condenados, porque el reconocimiento de lo Trascendente, adorar al Trascendente, pone un lmite a lo humano, sin importar cunto sea su poder. Quisiera abordar ahora la segunda y ltima parte de mi reflexin. As habl Jess, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que segn el poder que le has dado sobre toda carne, d tambin vida eterna a todos los que t le has dado12. Puesto que el Trascendente se hizo hombre, podemos ponernos en la posicin de quienes lo escuchaban y hacernos dos preguntas: De qu habla? Est hablando del infierno, habla de una moralidad autntica, habla del Padre?. De hecho, podemos preguntarnos por el contenido de su discurso. Pero tambin podemos hacernos otra pregunta: Por que insiste en dichos contenidos?. Y lo que l habra respondido a la gente que le escuchaba individuos, pequeos grupos o multitudes habra sido lo siguiente: es mi pasin por el hombre. ste s que habla con autoridad, nadie ha hablado nunca como este hombre13: son frases del Evangelio que evidencian la pasin profunda de Cristo por el hombre, por lo humano. Tom a un nio, lo acerc a su regazo y dijo: ay de aquel que toque un solo cabello de estos nios14. Tal era su preferencia por los enfermos, por los pobres, por la

    12 Jn 17, 1-2. 13 Cf. Mc 1, 27; Lc 4, 32, 36; Jn 7, 46. 14 Cf. Mt 18, 2-6.

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    gente pobre, por los desheredados, pues ellos representaban al hombre sin apoyos, cuyo valor no puede confundirse con nada que no sea el valor de su misma persona. Entonces, por qu Cristo predic al Padre?, por qu insisti como nico contenido en un mensaje religioso? Justamente porque su pasin por el hombre declaraba con toda claridad que el hombre no puede salvarse, si no se reconoce la relacin que el hombre, que cada hombre, tiene con el Padre, la relacin que tiene con lo Trascendente pero salvar al hombre no para la eternidad, sino salvarlo en el sentido de afirmar su dignidad, el respeto, el amor, el servicio que le corresponde. Esto es lo que est en el origen de la dignidad del individuo! Es la pasin por el hombre la que llev a Cristo a predicar su digamos religin, por ello no creo que pueda percibirse correctamente el valor cristiano en cualquier tiempo, el sentimiento profundo del mensaje cristiano en cualquier tiempo, si no se parte de una ternura hacia lo humano, de un mpetu apasionado por el hombre. Dios es necesario para que el hombre sea reconocido. Por ello quien lo encontraba, deca: Nadie ha hablado as antes15, ste s que habla con autoridad16, porque al escucharlo hablar, las personas respiraban y se sentan como nios y volvan a ser realmente como nios frente a sus madres: con esa consistencia de atencin y esa ternura de relacin, con esa misma seguridad. Sin templos no hay moradas17, deca Eliot. Ver en el hombre esta relacin con Dios, reconocer que el hombre no nace del todo de la biologa de su padre y de su madre, que en el hombre existe algo que lo relaciona directamente con el Infinito, con la fuente misteriosa de todo, es lo nico que confiere dignidad a cada hombre, lo que obliga a respetarlo por encima de cualquier poder. Todo poder debe entonces reconocerse como servidor y sentir la dignidad de su servicio, por el que participa de la gran condescendencia de Dios, quien por amor al hombre concreto se ha dado a s mismo. Como dice san Pablo: Se hizo carne18. Reconocer la dependencia de Dios dependencia reconocida y, por lo tanto, libre es una paradoja, pero deja a salvo todos los factores de la cuestin, porque el hombre no era y ahora es, por lo tanto depende. Entonces la alternativa es: o el hombre depende del Trascendente o depende de los dems hombres, y en la medida en que stos tienen ms poder, ms depende de ellos. Pero imaginemos ahora cmo miraba Cristo a quienes encontraba: De qu te sirve ganar todo el mundo si te pierdes a ti mismo? O qu podr dar el hombre a cambio de s mismo?19. Desde el ms grande hasta el ms pequeo, desde el ms consciente hasta el ms distrado, nadie puede sustraerse de esta mirada amante y valorizadora, de esta mirada nica: Aunque tu madre te abandonase, yo nunca te abandonar20. Al hombre que encuentra tal mirada le corresponde la palabra responsabilidad, de la que hablbamos antes, y que deriva del latn y significa responder; porque para responder es necesario que haya a quin hacerlo.

    15 Jn 7, 46. 16 Cf. Mc 1, 27; Lc 4, 32, 32-36. 17 Cf. ELIOT, T.S.: Cori da La Rocca, Rizzoli Bur, Miln, 1994, 65. 18 Cf. Rm 8, 3. 19 Mt 16, 26; Mc 8, 36-37. 20 Cf. Is 49, 15.

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    El hombre, si tiene el poder en mano, un poder concebido de modo ateo y pragmtico porque no es necesario ser Hitler para tener una filosofa formalmente pantesta, porque el dinero o la tecnocracia pueden ser dolos vividos a los que se les atribuya una devocin incondicionada, es un poder que no le responde a nadie. As, o la propia consciencia es el lugar en el que se escucha a Otro o la consciencia crea, y entonces escuchar su consciencia, lo que es un modo de decir: me afirmo a m mismo. Slo si uno se concibe ante un Misterio, cuya interpretacin ma es slo una aproximacin, se percibe con humildad la propia falta de adecuacin, inadecuacin real aunque se viva el ms serio de los compromisos, y slo as se entiende que hay otras vas que pueden ser pensadas e intentadas. Quien prueba la fatiga de su propio intento, puede respetar el intento de otro, y todos se sienten hermanos ante un destino comn21, como deca Pascoli, aunque sin la ambigedad y la nebulosidad de la frmula pascoliana. Slo si el hombre se concibe como respuesta al Misterio se vuelve verdaderamente responsable. Slo as la dignidad y la responsabilidad del hombre son verdadera y adecuadamente salvadas. Sin dicha religiosidad tal como encontramos tantas referencias en el Evangelio , el hombre es usado por el hombre. Pero el poder que acta de esta forma no es slo el de las multinacionales o el de los dspotas ms reconocidos: es tambin el poder del hombre sobre la mujer, de la mujer sobre el hombre, de los padres sobre los hijos, de los amigos sobre los amigos y de un hombre cualquiera un extrao. Ms an, sin religiosidad el concepto de paz ser vivido como un contrato entre fuerzas beligerantes, como un contrato entre personas que de facto son enemigas. Polticamente la paz se funda en el chantaje, en un chantaje que es continuamente actualizado, espiritual y culturalmente. La unidad entre los hombres queda as como una esperanza, pero una esperanza a la Bloch, sin ley ni camino, como una esperanza en la que la violencia es el principal instrumento. Ante la ausencia de esa responsabilidad frente a Dios aquello que Cristo llamaba el mundo, una ausencia ante la cual no se puede ya retroceder, la nica inteligencia es la de los propios intereses. Es el juego de los intereses y la bsqueda de formas para esquivar el propio chantaje. En consecuencia, la bondad del gesto no se funda ya sobre una moralidad objetiva, sobre la objetividad del orden establecido, sino en una intencionalidad consensual, en un consenso. Este es hoy el ideal de la moralidad: obtener el consenso. En un pasaje del Gorgias, Calicles declara: No s cmo, pero a veces me parece que razonas bien, Scrates, acontecindome, sin embargo, lo que a tantos otros sucede: no quedo completamente convencido. Y Scrates responde: Es el apego a la mentalidad comn del pueblo, arraigada en tu alma, lo que te determina de ese modo22. Tambin el poder tiene su propio modo de sujecin: el consenso del pueblo, un consenso que el poder puede crear. Para el poder ateo, ateo en la prctica, la unidad deriva de la identidad de las exigencias. Los individuos se vuelven significativos para el poder en la medida de sus exigencias, en la medida que traduce sus solicitudes en exigencias. Pero qu acaso la unidad debe fundarse sobre la base de las exigencias, sobre la base de las solicitudes en las que stas

    21 Oh! Dolce lombra del comun destino, / al focolare spento. Esce dal tetto / alcuno e va per suo strano cammino (PASCOLI, G.: Il focolare, Poesia, Ganzanti, Miln, 1994, 352). 22 PLATN: Gorgias, 513c.

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    se expresan, en vez de hacerlo sobre las respuestas a tales solicitudes? Este es justamente el primer punto sobre el cual se juega todo el poder. Porque, a travs de su accin determinada y sistemtica, el poder subraya algunas de esas exigencias y censura otras. Ciertos aspectos son as clamorosamente expuestos y otros son escondidos, de modo que las respuestas se alinean con dicha propaganda. De ese modo la respuesta se halla previamente definida por los trminos que el poder determina. En cambio, la verdadera unidad slo puede constituirse sobre la base de las respuestas que la gente intenta dar a sus propias solicitudes, a sus propias exigencias; este es el esfuerzo, la dialctica, el dilogo, la colaboracin que caracteriza la convivencia verdaderamente democrtica, verdaderamente laica. Pensemos en la bella poesa de Pascoli, Los dos hurfanos23, o bien en aquella otra y bellsima titulada El hogar24, en ellas la unidad se funda sobre la necesidad comn, sobre el desamparo comn, pero eso no impide que muchos se separen del resto y se alejen blasfemando en contra de los compaeros. Una unidad fundada sobre las exigencias y las solicitudes, y no sobre las respuestas conocidas, no une, excepto de modo provisional y en funcin de un plan, de un programa que es externo a la persona. Es una unidad que se funda y se intenta encontrar sobre la base de incertidumbres e indigencias! Por el contrario, para el hombre que comienza a descubrir, que descubre su sujecin a Dios, no existe nada ms claro que ese primer sntoma de las certezas, del emerger de las certezas. El poder juega equvocamente con una unidad fundada en las incertidumbres, en las indigencias, en la necesidad de enfrentar un poder adverso; es una unidad fundada en el reconocimiento de ciertos lmites que hay que superar. As, aquel que interviene sobre el malestar colectivo con una fuerza de accin ms astuta y persuasiva, impone al resto su respuesta. Pero quisiera agregar otra observacin que me parece importante: el poder que uno tiene entre manos coincide siempre con una cierta pertenencia, porque si hay algo totalmente evidente es que el hombre no se hace a s mismo. Incluso si hubiese alguien que tuviera un poder total sobre el mundo, se concebira perteneciente a algo, por ejemplo al flujo afortunado de la historia. Se trata de una pertenencia que define al sujeto, que le da densidad. La vaguedad pascoliana del comn destino pone en acto una pertenencia muy escasa. Pero la pertenencia a un pueblo y a aquellos que parecen hacerle justicia es mucho ms fuerte, aunque siga siendo una unidad provisional. Es evidente as cmo la gente se siente perteneciente a quienes resultan vencedores de las circunstancias. Uno puede ser criticado mientras se abre paso robando y hasta masacrando a otros individuos, pero en cuanto alcanza el poder, es alabado por todos. Slo la pertenencia a aquello que llamamos Dios en toda la severidad de la expresin puede darnos un poder mayor que cualquier poder, un poder que nadie puede replegar: el poder de la propia dignidad, a la que no se renuncia porque s; el poder de la coherencia con la conciencia, de la pureza de conciencia, el poder de la humildad para reconocer los propios errores.

    23 PASCOLI, G.: I due orfani, Poesie, cit., 354s. 24 Ibidem, 349-353.

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    Por ello, no hay ninguna expresin de poder ms completa que la del perdn. Cristo es para el hombre el Dios viviente, y el Dios del hombre que vive es el Dios de la misericordia, Dives in misericordia. Efectivamente, cuando el hombre se sabe perteneciente a Dios, no puede someterse a ningn otro hombre, excepto en este nico caso. Cristo introduce un acontecimiento absolutamente nuevo: en l Dios se hace Destino comn: Yo soy el camino, la verdad y la vida25. El hombre puede estar sometido slo a un hombre: Cristo. De otro modo, se hace esclavo. En efecto, ningn hombre o poder puede perdonar verdaderamente. La misericordia, en el sentido radical del trmino, esa que no deja ni siquiera la herida, ni siquiera la marca de la herida, esa que renueva y nos hace nuevos, y hasta convierte los errores del pasado al mal pasado, al pecado realizado en factores de vida, de sabidura, de madurez y de grandeza, esa misericordia slo un hombre la puede realizar: Cristo. En este momento en el que no podemos dejar de notar el encarnizamiento del poder, un encarnizamiento heredado del Estado moderno, una maldad que descalifica nuestra poca y nuestra humanidad, que golpea nuestra humanidad hasta alcanzar las races de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos, los cuales resultan determinados en nuestra inconsciencia, qu es lo que nos falta para poder adquirir una responsabilidad humana y vigilante, una responsabilidad que luche por su propia libertad, es decir, por su propia dignidad, hasta el punto de enfrentar y constreir al poder a ser realmente lo que es, es decir, hasta convertir al poder en servicio? Eso que me parece que falta para tener una consciencia humana y vigilante, eso que constrie al poder a ser verdadero y autntico, a imitar a Dios y, por tanto, a ser siervo de los dems hombres, es la experiencia de pertenecer a Cristo en la Iglesia. Se trata de una pertenencia que vence incluso la afirmacin terica de nuestra relacin con Dios, de nuestra dignidad humana y de nuestra responsabilidad ltima. Nos falta la experiencia de una pertenencia a Cristo en la Iglesia. Los cristianos tendramos que ser los defensores de la libertad del hombre, porque no deberamos de olvidar que Cristo apareci ante todo y sobre todo, ms all de los milagros, como la voz que liberaba, como la presencia que liberaba. La Magdalena percibi esta intuicin liberadora; para Zaqueo, escuchar su nombre arriba de la planta: Zaqueo26, ha sido la explosin de su libertad. l liberaba del poder, y por ello, como deca antes, privilegi a los nios, a los pobres y los enfermos, es decir, a los socialmente impotentes, a fin de afirmar que no se les puede tocar ni siquiera un solo cabello. Cristo era tenido por un liberador en este sentido, an antes que como liberador del pecado. Pero los cristianos no tenemos una experiencia que nos haga sentir existencialmente la pertenencia a Cristo hoy. Todos hablamos de Cristo, de la Palabra de Cristo, de la Palabra, pero nos falta la pertenencia a la realidad de Cristo hoy, y por ello digo que nos falta la experiencia de pertenecer a la Iglesia como acontecimiento de Cristo aqu y ahora. No existe otro modo de vivir la pertenencia a Cristo ms que experimentando la pertenencia a la Iglesia como acontecimiento suyo en el mundo, es decir, como acontecimiento suyo en la sociedad. El acontecimiento de Cristo en la sociedad es la Iglesia, ella es mi relacin con Cristo. 25 Jn 14, 6. 26 Lc 19, 5.

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    La energa viva que hace posible dicha experiencia de pertenencia a Cristo en la Iglesia hoy se llama carisma. Por ello Juan Pablo II, que de todos los hombres que han hablado en estos aos es el defensor ms evidente y clamoroso de la libertad del hombre, tiene dentro de su eclesiologa un nuevo punto neurlgico, un punto verdaderamente nuevo, aunque anlogo a otros muchos que han dado vida a la Iglesia por todos los siglos. Este nuevo punto neurlgico es el carisma que se traduce en un movimiento de Iglesia. Los movimientos como traduccin en acto de un carisma, esto es, de un determinado modo de experimentar, de concebir, de sentir y de vivir hoy la pertenencia a Cristo, es decir, a la Iglesia. Dicho fenmeno, que se llama movimiento, es precisamente el lugar de la libertad; es el lugar de la defensa ante el poder; es el lugar donde el poder, tanto el civil como el eclesistico, enloquece. Un movimiento autntico se descubre por la pasin que tiene por la unidad entre los cristianos, una aspiracin a la unidad sin la cual no existe percepcin experimental del Misterio presente y no hay experiencia autntica de Iglesia. Resulta significativo que ahora se planteen dos modos para llamar a los cristianos a la unidad. Por una parte, se les llama en lo social, para afirmar una presencia de la Iglesia en el cuerpo social como fuerza de arrastre para la sociedad27, como deca Juan Pablo II en Loreto. Podra decirse que se le pide ser un lugar de exaltacin y defensa del hombre, un lugar de defensa de los nexos que vinculan a los hombres de cara a una civilizacin de la verdad y del amor28. En dicho caso, la unidad de los cristianos estar en funcin de la presencia de la Iglesia como cuerpo social y como fuerza motora e incidente en la sociedad. La alternativa consiste en llamar a los cristianos a la unidad para conseguir el poder poltico. Creo que esta alternativa presente hoy sintetiza todo lo que antes hemos dicho.

    27 Cf. JUAN PABLO II: La verit, forza unitiva e riconciliatrice. Congreso de Loreto, 11 de abril de 1985, en La traccia, (1985), 400. 28 Cf. JUAN PABLO II: Cristo la pi grande risorsa delluomo. Meeting per lamicizia fra i popoli, 29 de agosto de 1982, en La traccia, (1982), 987.

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    Captulo 2: La nica esperanza es un imprevisto [Apuntes de una conferencia, Pescara, 10 de enero de 1987]

    Me permito comenzar esta conversacin con los versos de un poeta espaol contemporneo, Juan Ramn Jimnez: Siento que el barco mo / ha tropezado, all en el fondo, / con algo grande. / Y nada / sucede! Nada Quietud Olas / Nada sucede; o es que ha sucedido todo, / y estamos ya, tranquilos, en lo nuevo?29. Todo ha sucedido ya porque el misterio que hizo el mundo se ha vuelto uno de nosotros, un nio entre nuestros nios, un joven entre nuestros jvenes, un compaero de camino para cada uno de nosotros. Todo ha ya acontecido. Y nosotros estamos ya, tranquilos, en lo nuevo: es decir, en lo obvio, en la rutina, en el mundo que viven todos. Discpulos de una cultura dominante, plagiados por ella. El calificativo que define esta mentalidad comn, esa mentalidad que nos hace olvidar el impacto que, al menos cuando nios, tuvimos con la tradicin cristiana, se llama atesmo. No obstante, un gran filsofo alemn emigrado a los Estados Unidos para huir de la persecucin nazi, Paul Tillich, deca en su libro que ateo es una palabra sin sentido, como decir crculo cuadrado. Porque a-teo significara sin-significado: es una

    29 JIMNEZ, JUAN R.: Mares, de Nostalgia del mar, en Segunda Antologa Potica (1898-1918), Espasa Calpe, Madrid, 1975, 335.

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    posicin en la que la razn no subsistira. Por el contrario, pertenece al dinamismo de la razn afirmar un significado. Es por ello que con slo vivir cinco minutos, uno afirma algo por lo que, en el fondo, vale la pena existir. Es la naturaleza del hombre la que implica esta afirmacin. El problema ser cmo concebir la respuesta a dicha solicitud. Pero la respuesta se afirma con slo vivir cinco minutos. Si la observacin de Tillich es verdadera, cmo puedo osar afirmar que tambin en nuestro pas el clima normal, la mentalidad comn que se genera por una lenta smosis a partir de la cultura hegemnica que sostiene el poder, debe calificarse como atesmo? Pues porque hoy no se trata tanto de un atesmo terico. Pienso por ejemplo en aquella mujer que, inmediatamente despus del fin de la guerra y en medio de un grupo de obreros, discuta rabiosamente conmigo y me deca con fuerza: Yo a un ente supremo lo reconozco, pero a la Iglesia, a los curasno los puedo aceptar. Cmo puede ser? Es cmodo reconocer un ente supremo abstracto, porque ste no cambia nada en la vida, no incide en nada, no mueve nada y no responde a nada. Hoy el gran problema es el atesmo prctico. El mal de la sociedad, la caracterstica de esta mentalidad comn que clausura y margina el gran hecho con el que nuestro barco se ha topado, es el atesmo prctico o, dicho en otras palabras, en trminos sociolgicos, es el laicismo. Cornelio Fabro ha dicho que para los laicistas Dios, si existe, no importa. No importa para la vida, no tiene que ver con el problema de la vida, con los intereses de la vida, con ese mbito en el cual el hombre es soberanamente autnomo y hace lo que le parece. Existen versiones de esta posicin que son dramticamente cotidianas, como la expresada as: yo sigo mi conciencia. Pero qu quiere decir seguir tu conciencia? Qu quiere decir que tu conciencia es la medida de todas las cosas? Tambin yo busco seguir mi conciencia, pero en trminos muy distintos. Porque la conciencia o se concibe como el lugar en el que se escucha a otro o se concibe como el punto de origen de los criterios con los que afronto toda la realidad (es el hombre medida de las cosas). Entre ambas posturas es difcil no dejar de ver la falsedad de la segunda, porque el hombre no era y, por tanto, no es ni puede ser medida de s mismo. En una entrevista a Jean Guitton, un redactor de 30 Giorni reporta estas palabras del pensador francs, en las que se muestra su gran amistad con Pablo VI: Cuando Cristo recorra las calles de Galilea, el mundo era pagano. Pero tanto los paganos occidentales como los paganos orientales tenan el sentido de lo sacro. Tenan el sentido del misterio que circunda el mundo, la Tierra, el misterio que circunda a los hombres, un misterio que conocan muy mal, pero que los llenaba de estupor, de sorpresa, y que les proporcionaba un cierto sentido de adopcin30. Un fragmento de Simnides dice as textualmente: O padre Jpiter [Zeus, el dios que se halla por encima de todos los dioses] mndanos el milagro de un cambio31. En la medida en que me hago ms vivo, en la medida en que me hago ms maduro, ms adulto, ms viejo, en esa misma medida me parece que esta oracin resume toda la aspiracin del hombre, de un modo realista y concreto.

    30 PACI, S.: Un filosof nei segreti di Paolo VI. Intervista a Jean Guitton, en 30 Giorni, 4 (1986), 62. 31 O padre Giove mandaci il miracolo di un cambiamento. Cf. Al Dio ignoto. Preghiere degli antichi, Rizzoli Bur, Miln, 1998, 47.

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    Por lo dems, lo dice tambin Dante, en un famossimo terceto: Cada cual confusamente un bien aprende / en que se aquiete el nimo, y lo desea, / pues cada cual para alcanzarlo lucha32. Toda la vida tiende hacia algo que aquiete el nimo, que lo haga perfecto. En latn perfecto significa cumplido, total. Satisfecho sera otra versin del mismo trmino; que indica su palpitacin psicolgica, eudemnica, esto es, de felicidad. Contina Jean Guitton: Puede decirse que por primera vez en un largusimo trecho de historia, la humanidad, en su conjunto, es a-teolgica [sin Dios], no tiene un claro sentido de aquello que llamamos el misterio de Dios, pero podra decirse que ni siquiera lo tiene de manera confusa33. Esta crisis de lo sacro que sacude a la humanidad entera se ha filtrado tambin en la Iglesia catlica. Es un juicio que Juan Pablo II ha repetido tambin en un importante discurso sobre Evangelizacin y atesmo. Un atesmo que, dijo, invade tambin a toda la Iglesia34. Pablo VI prosigue el pensador francs tena clara conciencia de ello. Estaba preocupado por la fuerza que el pensamiento no catlico estaba adquiriendo en la Iglesia35. En un dilogo privado que Jean Guitton cita en su libro Paolo VI segreto, el pontfice le confiaba que probablemente esta visin no catlica llegara un da a ser la predominante. Pero la Iglesia no cedera jams, y un pequeo resto, como el de Israel, permanecera siempre para defender la verdad36. Pablo VI afirma nuevamente Guitton en la entrevista ya mencionada conoca muy bien el peligro que corra la Iglesia, pero pensaba adems que exista un solo antdoto: crear por todas partes y en el mayor nmero posible, pequeos grupos de pensamiento, de oracin y de accin, que restaran como chispas en la noche, que algn da llegaran a causar un inmenso incendio [este era tambin el pensamiento de Juan XXIII]37. Los movimientos constituyen en la Iglesia justamente este dilatamiento de pequeos grupos de los que hablaba el intelectual francs. Quisiera, sin embargo, que este juicio no fuese tomado de modo demasiado gratuito. Por ello quiero ahora dar un paso ms con ustedes. El atesmo prctico o laicismo, que se caracteriza por una divisin entre la fe y los problemas de la vida (digo de paso que esta es una afirmacin de origen protestante, aunque esto necesitara una explicacin ms amplia), con qu suple la ausencia de la fe?, con qu suple la consciencia de una relacin de las cosas de la vida con la trascendencia, con el Misterio? Porque, como deca Cosme de Medicis en una aguda frase, a nosotros no nos interesa el cielo, a nosotros nos interesa la tierra. Y yo suscribira esta misma frase, en el sentido de que si nos interesa el cielo es porque es el nico modo de explicar, de dar sentido y multiplicar el gusto por la vida en esta tierra.

    32 Ciascun confusamente un bene apprende / nel qual si quieti lanima, e disira; / perche di giugner lui ciascun contende. DANTE, Purgatorio, XVII, vv. 127-129. 33 PACI, S.: cit, 62. 34 Cf. JUAN PABLO II: Il dramma della nostra epoca, a los participantes del Congreso Evangelizacin y atesmo, en La Traccia, 1980, 818. 35 PACI, S.: cit, 62. 36 Cf. GUITTON, JEAN: Paolo VI segreto, Edizioni Paoline, Cinisello Balsamo, 1985, 152s. 37 PACI, S.: cit, 62.

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    Jess lo deca as: quien me siga tendr la vida eterna y el ciento por uno aqu38. Mientras que yo a mis preparatorianos les animaba: muchachos, si a ustedes no les interesa demasiado la vida eterna, los entiendo, porque son ignorantes en cuestiones religiosas. Pero si no les interesa el ciento por uno aqu, entonces eso es infinitamente peor. Tendra que dar definiciones un poco amargas sobre sus almas y sobre su fisiologa. Aquello que suple a la fe, el sucedneo de esa fe que falta, tambin Jean Guitton nos lo indica: Pregunta: a qu otros desafos debe responder hoy la Iglesia?. Respuesta: a ese desafo siempre fundamental de mostrar la verdad del cristianismo39. Pero qu es la verdad? Es aquello que corresponde a la vida. Santo Toms define la verdad como adaequatio rei et intellectus40. Que quiere decir una correspondencia entre propuesta y vida. Por ello la verdad es una experiencia, un encuentro que debe realizarse. En consecuencia, Guitton toca aqu un punto que es de fundamental importancia: Es un error capital reducir la Iglesia a un discurso de amor del hombre por el hombre. El cristianismo, desde el punto de vista social, no sera ms que una ideologa entre otras muchas41. Tambin los paganos pueden amar al hombre. Pero el cristianismo es el anuncio de un hecho excepcional: que el Misterio se dej conocer como hombre y permanece en la historia dentro de una realidad humana que nos envuelve. Ver al cristianismo como un nuevo humanismo concluye el pensador francs es el gran peligro de la actualidad42. No es que el humanismo sea malo, sino que, segn Guitton, esto contradice la realidad cristiana, al eludir su verdadero contenido, extendiendo sobre de l un velo y convirtindolo simplemente en un nuevo humanismo. Un ejemplo ms me ayudar a explicar mejor este punto: hace algn tiempo la madre Teresa de Calcuta fue entrevistada en la televisin, y deca, cito de memoria: Pregunta: Por qu se interesan ustedes en toda esta pobre gente, en estos seres desgraciados y repugnantes?. Respuesta: Por Jess. Y estamos agradecidos de que el amor a Jess se pueda traducir en acciones de bien por los hombres. Esto es el cristianismo. Se trata de un hecho nuevo que no puede ser extirpado del mundo. Nadie podr eliminar este acontecimiento del Dios que se hizo compaero nuestro dentro de una realidad humana de la que nosotros somos parte: Jess. El entrevistador se sinti un poco incmodo y pregunt: Acaso no lo hacen por compasin, por piedad?. Respuesta: No, es por el Seor. Entonces esa compasin se hace grande, igual a la que l senta. Yo me permito usar otro adjetivo: duradera. Lo que quiere decir que no est sujeta a los mpetus; no reacciona segn los estados de nimo. Porque la duracin de las reacciones, tambin de los sentimientos, aunque sean piadosos, todos nosotros la conocemos

    38 Cf. Mt 19, 29; Mc 10, 29-30. 39 PACI, S.: cit, 64. 40 DE AQUINO, TOMS: Summa Theologiae, I, q 16, 1 y 2. 41 PACI, S.: cit, 64. 42 Ibidem.

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    Es el cristianismo. Pobres y ricos, magos y pastores, cul fue ese estupor que los envolvi? Ese nio, esa creatura, ese Hecho: vamos a ver ese acontecimiento que nos han anunciado?. De qu estaba llena el alma de Mara, el alma de esa muchachita de quince aos que habitaba en Palestina dentro de una casa de unos cuantos metros cuadrados? Se asemejaba en todo a sus coetneas, pero el contenido de su memoria se hallaba polarizado por algo que tena en su seno. Algo (o mejor an, Alguien) que an no vea ni senta. Por lo dems, era absolutamente normal. Como normal era el modo en que Dios vena. Como todos. Ninguno, en efecto, se dio cuenta. Por ello, cuando volvi por primera vez a su pas y pretendi decir ciertas cosas, sus paisanos exclamaron: Pero qu le pasa a este? Qu no es el hijo del carpintero?43. Quisiera por tanto explicar ahora ese nuevo humanismo que es operado con gran esfuerzo por la cultura dominante (atea en el sentido prctico del trmino) para eludir y eliminar el cristianismo (con la colaboracin de tantos catlicos de todo orden y tipo), a travs del reclamo de una palabra importante: la palabra valores. Se dice, y se puede escuchar a alguna alta personalidad eclesistica afirmar tambin, que la funcin de la Iglesia es ayudar a la sociedad civil a encontrar y difundir una plataforma de valores comunes. Sin embargo, los valores son algo que los paganos tambin pueden sostener. No se trata de algo especfico del cristianismo. Qu es un valor? Es aquello por lo que, en el fondo, vale la pena vivir. Hay una caracterstica propia del hombre: aquello que vale la pena verdaderamente es aquello que liga lo que estoy haciendo con el todo. El valor describe y define el nexo que hay entre aquello que uno esta haciendo (con la mente, con el corazn, con las piernas y con los msculos) y el todo. De otro modo, esa cosa slo vale la pena por cinco minutos. Entonces, o uno deja de pensar o se desespera. Pongamos que en vez de cinco minutos sean cinco aos. Pero entonces es como si despus de esos cinco aos uno se despertase dentro de una caja! Porque si el hombre se siente limitado, si todo se halla limitado, el hombre se sofoca. Por el contrario, si una accin, incluso la ms pequea, se cumple con la consciencia y con el amor por el todo, como obediencia en este instante al designio del todo, entonces satisface, satis facit. Cumple. Cesare Pavese, el ms afortunado poeta italiano de la posguerra afortunado en el sentido de que recibi el Premio Strega, que es el ms ambicionado premio de la literatura en Italia escribi en su diario inmediatamente despus de la premiacin: He vuelto de Roma, apenas [haca una cuantas horas]. En Roma, apoteosis. Y qu con ello?44. Valioso es aquello que nos libera de toda cadena. Si existe esta consciencia, tambin la accin del ama de casa que seca los platos se vuelve un ngulo abierto al infinito; si existe esta consciencia, uno siente la vida. Por lo dems, Jess dijo: incluso una palabra dicha en broma tiene un valor eterno45. O, divinamente: hasta los cabellos de su cabeza estn todos contados46. Recuerdo un famoso director de cine suizo que no poda creer

    43 Cf. Mt 13, 54-55; Mc 6, 2-3. 44 PAVESE, C.: Il mestiere di vivere, Einaudi, Turn, 1996, 360. 45 Cf. Mt 12, 36. 46 Mt 10, 30; Lc 12, 7.

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    que hubiese una frase tan bella en el Evangelio: Es imposible! No hay hombre que pueda. Pero est en el Evangelio, le dije. Para poder vivir el valor, eso-por-lo-que-vale-la-pena, es necesaria una percepcin aguda y viva de todo. Pero el sentido de todo es misterio. Nosotros lo llamamos Dios, aunque la esencia de la palabra Dios sea absoluto misterio. Tanto es as que toda la teologa lo define usando trminos negativos: in-finito, in-menso, in-efable: porque es lo que no se puede decir! Entonces, frente al misterio, uno queda como confundido y recurre a la imaginacin. Pero la imaginacin no puede darnos la misma energa que nos da la presencia. De ese modo, frente al misterio confuso, el hombre busca interpretar esta relacin, pero al interpretarla la reduce y corrompe al valor. Podramos preguntarnos entonces: a quin podra interesarle realizar esta reduccin, quin querra legitimar esta interpretacin y, por lo tanto, establecer cules son los valores que deben sostenerse? Al poder. Porque el poder, reclamando los valores que l establece, pretende de la gente una obediencia a su propio designio. De ese modo el designio del todo es sustituido por su propio designio, por el designio del poder. Ya hemos pasado por diversos pasajes histricos, que nos dicen: el valor es la patria, el valor es la raza, el valor es el proletariado, el valor es el profesionalismo y la tcnica, el valor es la paz. Ciertamente todos ellos son valores, pero cuando se encuentran dentro de un designio ms grande. De otro modo, son elecciones que se levantan como pretexto para imponer un nuevo despotismo. Quisiera que penssemos ahora lo cierta que es esta dinmica que acta en todos los campos, desde la relacin con mis subordinados hasta las relaciones en la familia, o entre el Estado y la Iglesia. Es de ese modo como la sociedad es determinada y dominada por el moralismo. Quien se adhiere a los valores proclamados por la mentalidad comn, ese es un gentilhombre. Puede que en todo lo dems haga atrocidades de todos tamaos, pero eso no importa, a nadie le escandaliza. As, a travs de la proclamacin de dichos valores que la televisin, los peridicos y la escuela imponen como los nicos criterios de la vida, en base a los cuales todo debe juzgarse, el poder homologa y planifica a todos de un modo ms o menos lento, pero siempre violento. No slo planifica el comportamiento exterior, sino que penetra y homologa tambin las almas. Un joven ruso de veintids aos que asista a uno de los muchos seminarios ateos surgidos en Leningrado y Mosc (uno de esos jvenes ateos que haban redescubierto su sentido religioso como una realidad natural y que por ello se unan en grupos de diez o veinte para poder profundizar en ello, uno de esos jvenes que Andropov seal como ilegales y que tambin Gorvachov contina reprimiendo hoy) escriba en el Samizdat esta frase, que impresiona por su verdad: A nuestro lado viven generaciones mudas. Que atraviesan en silencio la vida, portando consigo a la tumba un grito inexpresado47. El grito del hombre es la invocacin a la felicidad! Es en esta solicitud a la felicidad que se encuentra la raz y la semilla de la creatividad.

    47 Sulle ceneri dellideologia, cit., 68 s.

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    Hoy no hay creatividad en el mundo. Hay tcnica. Hay aplicacin de la ciencia. Esa ciencia que dice infinidad de pequeas verdades en funcin de una gran mentira. Hace ciento cincuenta aos no haba ni jets ni cohetes, pero Leopardi los pudo imaginar: Quiz si tuviese alas / para volar hasta las nubes / y contar las estrellas una a una, / o como el trueno errar de cumbre en cumbre, / sera ms feliz, dulce rebao mo48. Despus de ciento cincuenta aos, el hombre salta de cumbre en cumbre como el trueno con sus jets y que va con sus naves a contar las estrella una a una, pero puede decirse que el hombre es una pizca ms feliz? No. Se trata de otra cosa. A nuestro flanco viven generaciones mudas, que no pueden decirse a s mismas. Recuerdo cuando visit Praga por primera vez. Hacia las ocho de la noche fuimos a cenar a El Castillo de Praga, que dicen es el mejor restaurante de la ciudad. Media hora despus de llegar, entraban grupos de chicos y chicas que ocupaban todas la mesitas en grupos de cuatro. Se quedaron ah hasta las once, hora en que cerraba el local, con el tarro de cerveza delante, en silencio. No tenan nada que decirse. Es la muestra del clima humano de ese pas. Les sugiero que lean una novela que se encuentra entre las ms grandes de este siglo, aunque an no haya terminado: Vida y destino, de Grossman. Es un ateo que escribe, en Mosc. Pero quien lea ese libro entender lo que es la persona, la potencia con la cual se impone: su irreductibilidad. Entender tambin lo que es hoy el Estado. La proposicin XXXIX del Syllabus, ese documento de la Iglesia quemado por la cultura dominante, condenaba la siguiente afirmacin: El Estado, como fuente y origen de todos los derechos, que goza del privilegio de un derecho sin lmite. No es que quiera condenarse al Estado, porque en s el poder no es algo malo. El poder, en la medida en que se hace siervo, es imitacin de ese poder ms grande de Dios, que es el Dominus. Del mismo modo que el Seor es el Seor porque nos ha creado. No obstante aquella afirmacin es la definicin del Estado moderno! De todos los Estados modernos independientemente de su naturaleza! Esta es la realizacin del Iluminismo, es decir, del hombre que quiere ser medida de todas las cosas. Porque si el Estado tiene un poder ilimitado, tendr tambin el derecho de determinar cuntos hijos debes tener y cmo deben comportarse; y establecer incluso hasta cundo puedes vivir. Porque, si un poder es poder as, no hay razn para que no pueda legalizar la eutanasia en orden a mantener fresca y creativa a la humanidad, impidiendo que la gente pase de los treinta aos. Por qu no habra de hacerlo? Por qu? Por la exigencia de verdad, de amor, de justicia, de felicidad: por esas exigencias que constituyen el corazn del hombre, es decir, que constituyen la consciencia que el hombre tiene de la realidad segn la totalidad de sus factores. Pero para entender el hambre de justicia que est en el corazn del hombre, es necesario entender algo ms. Si no se entiende el carcter misterioso de designio total, el hambre y sed de amor se transforman en mentiras lgubres y terribles, que pueden dar lugar a una sola cosa: la violencia. Hasta entonces puede comprenderse qu cosa es el cristianismo!

    48 Ah se potessi volar sopra le nubi / e numerar le stelle ad una ad una / o come tuono errar di giogo in giogo / pi felice sarei dolce mia greggia, Cf. LEOPARDI, G.: Canto nocturno de un pastor errante de Asia, en Los cantos, Ediciones 29, Barcelona, 1996, p 181.

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    Como conclusin quisiera leerles una poesa de Eugenio Montale, ese gran poeta de nuestro siglo, que se intitula Antes del viaje. Antes del viaje se averiguan los horarios, / las conexiones, las paradas, las escalas / y las reservaciones []. En suma, uno antes de viajar trata de preverlo todo. Todo lo prev. Antes del viaje estamos tranquilos [] / Entonces se parte y todo est OK y todo / es, por decirlo del mejor modo, intil. S, todo sale bien y logramos lo planeado. Y luego? Para qu? Todo est OK y, por decir lo mejor, todo resulta intil. Qu acontecer ahora / con mi viaje? / Lo he considerado todo con demasiado cuidado / sin saber nada de ello [de la realidad del viaje]. Se trata de la definicin del hombre moderno: que realiza todo tipo de anlisis. Domina sus anlisis, pero es incapaz de encontrarles un significado. Pero, atencin, Montale contina: Un imprevisto / es la nica esperanza. Todo est previsto analizado, todo est previsto, o no? La nica esperanza es un imprevisto. Montale concluye: Pero me dicen / que es una tontera que se los diga49. Ese gran imprevisto es Cristo. Quin dice que sea una tontera que te lo diga? El poder. El poder de todo tipo y naturaleza. Porque el nimo, el corazn, que tiene sed de verdad y de felicidad, se sobrecoje ante ese anuncio. Es irresistible. Pero el poder sopla dentro de nosotros las palabras que te separan de la vida: quiz, si, pero, tal vez En una ocasin le un libro de Calamandrei que deca: El sabio no dice nunca s o no. Sino puede ser, quiz, tal vez. Entonces me vino de improviso una cita del Evangelio: Que sus palabra sean: s, s, no, no. Cualquier otra palabra viene de la mentira50. Es decir, de la falta de compromiso con la vida, de la irresponsabilidad. Un imprevisto es la nica esperanza. Este es el sentido de nuestra vida. Este es el valor de nuestra vida: gritar, llevar por todas partes el mensaje de que este imprevisto ha acontecido, llevarlo a la casa, a la escuela, a la universidad, al mundo del trabajo, al mundo de la poltica. Gritar que un mundo sin sentido es una mentira. Que la nica no mentira es una explicacin impredecible; una explicacin imprevista, ms grande que yo, inconmensurable conmigo. Esta es la misin de todos y cada uno en la Iglesia de Dios, una misin que nos deseamos poder llevar a cabo, porque se trata de algo perdonen que se los diga, se trata de algo fantstico. Porque podemos estar llenos de pecados, llenos hasta la coronilla como el publicano del que habla el Evangelio, y sin embargo este Imprevisto nos perdona, porque ese es el valor de la vida.

    49 Prima del viaggio si scrutano gli orari, / le coincidenze, le soste, le pernottazioni / e le prenotazioni []. Prima del viaggio si tranquilli [] / E poi si parte e tutto OK e tutto / per il meglio e inutile. E ora che ne sar / del mio viaggio? / Troppo acuratamente lho studiato / senza saperne nulla []. Un imprevisto / la sola speranza. MONTALE, E.: Prima del viaggio, de Satura, en Tutte le poesie, Mondadori, Miln, 1990, p. 390. 50 Mt 5, 37.

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    Captulo 3: Entre Barrabs y el esclavo frigio [Apuntes de un encuentro con universitarios, Rmini, 1-2 de febrero de 1987]

    1) Hay una diferencia entre la generacin de jvenes de hoy y la de hace treinta aos: hay en los jvenes de hoy una debilidad, una debilidad que no es tica, sino una falta de energa de la consciencia. Es como si estos jvenes hubiesen estado expuestos a la radiacin de Chernobyl: su organismo es estructuralmente el mismo de antes, pero en lo

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    dinmico est alterado; se encuentra una especie de alteracin, una especie de plagio fisiolgico operado por el nefasto influjo del poder, por la mentalidad dominante. En la relacin consigo mismos se encuentran vacos y tienden a refugiarse en una compaa entendida como proteccin. No asimilan realmente y, por tanto, no son capaces de enfrentar crticamente aquello que escuchan y ven. De ese modo, la mentalidad dominante, la cultura prevaleciente el poder, produce en ellos una extraeza respecto de s mismos. No queda en ellos ninguna otra evidencia que no sea la moda, ese tpico concepto e instrumento del poder. 2) Dnde puede encontrarse entonces a la persona? Dnde puedo encontrarme a m mismo? Desde siempre el hombre se reencuentra a s mismo slo en el encuentro vivo con una presencia que desata en l una atraccin; una presencia que lo obliga a reconocer el hecho de que su corazn con todas las exigencias que lo constituyen est, de que su corazn existe. Una presencia que afirma: Eso de lo que est hecho tu corazn s existe. La atraccin, la provocacin que llega al fondo de nosotros mismos, slo puede provenir de un encuentro. Un encuentro que produzca una conmocin que se revele tambin lleno de razonabilidad, pleno de una correspondencia entre lo que es nuestra vida y su origen, y que considera todos los factores que la constituyen. Paradjicamente, esta originalidad de la vida la comprendemos slo cuando nos percatamos de algo que est en nosotros y tambin en el resto de los hombres, algo que impide que sintamos a cualquiera como extrao. Por lo tanto, la persona se redescubre cuando irrumpe en ella una presencia que corresponde con la naturaleza de su vida. Esta es la verdadera superacin de la soledad, de la cual el hombre trata de huir normalmente con la imaginacin. Pero la presencia es lo contrario de la imaginacin, porque el encuentro se da siempre con un hecho viviente. Lo que implica dos caractersticas: la dramaticidad y la alegra, o mejor, la leticia. La dramaticidad consiste en esa urgencia de cambio vital que nace por la oferta de una respuesta (es la responsabilidad). La leticia es esa paz que permanece en toda condicin por amarga que sea, incluso cuando se constata la propia mezquindad. Si queremos usar otra expresin, podramos hablar de encuentro evanglico: un encuentro que reconstruye la vitalidad de lo humano, como aquel de Cristo con Zaqueo. Para este bandolero de Cafarnan, aquel hombre que vea por primera vez se convirti en una presencia imprevisible que le revel una novedad sobre s mismo, una novedad que se convertira para l en una promesa inconfundible. La mirada de Cristo, su palabra, toc la humanidad de Zaqueo, introduciendo en el permetro cerrado de su vida una perspectiva abierta al Destino. 3) La realidad del nuestro movimiento se funda, se alimenta, es defendida y dilatada por la persona y no por la comunidad. Redescubrir a la persona quiere decir redescubrir aquello de lo que la persona est hecha: razn y afectividad. Es tiempo de reconquistar la razn en toda su profundidad, esa razn que hoy es considerada de modo peligrosamente superficial. La razn es la energa con la cual la persona conoce la realidad, es decir, con la cual percibe su significado. Tambin es tiempo de afirmar la libertad, sin temer los lmites propios y el propio mal; en efecto, el

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    valor de nuestra persona no depende en ltima instancia de lo que hacemos, sino de la relacin con el infinito que la constituye; de ese modo, los lmites y errores son transformados por la energa indmita e inextinguible que proviene de dicha relacin. 4) Debemos reconocer que el propsito del poder es justamente el de reducir a la persona. No necesariamente busca eliminarla (como hicieron las revoluciones nazi y marxista), pero en Occidente el poder ha buscado reducirla. El poder quiere de la persona ese tipo de consenso que, para obtenerse, requiere que la persona no se conozca a s misma, que no sea crtica. El contenido de la consciencia que la persona tiene de s misma, eso que le hace ser crtica, es lo que en El sentido religioso51 llambamos, con el lenguaje de la Biblia, corazn: las exigencias y evidencias elementales inagotables con las que el hombre lo compara todo. El intento del poder de la cultura dominante consiste precisamente en tratar de sofocar y reducir los deseos, y sobre todo de atrofiar su manantial. Es por ello que el inicio de la lucha en contra del poder consiste justamente en tomar consciencia del propio deseo y expresarlo. Lo que vence al poder es la pobreza de corazn la exigencia de verdad, de felicidad, de justicia y de amor, porque la riqueza del pobre es mendigar. 5) A menudo surge una objecin: Cristo no est en la inmediatez, me parece ms bien algo lejano. De esta (aparente) distancia se alimenta una incertidumbre de fondo; de modo que esa ansiedad que algunos sienten de Cristo y que en ocasiones se presenta como un intento de solucin, en realidad es ms una presuncin que un verdadero empeo: es una ansiedad intelectual. Esta objecin provoca que aflore un problema: el problema moral. La respuesta a dicha objecin coincide con la solucin radical del problema moral. Podramos formularla del siguiente modo: no sustraerse de la atraccin ofrecida por el ideal. El problema moral no se resuelve hacindonos cmplices de esa debilidad que nos desliza hacia la nada. Dnde es posible dar con esta atraccin del ideal? En el encuentro. Es necesario no sustraerse de la huella de ese autntico encuentro que deja en nosotros el acento inconfundible de la verdad poseda. Ahora bien, la verdad no es nunca una idea abstracta, est siempre dentro de la carne: el error de los escribas y de los fariseos frente a Cristo ha sido el de refutar la verdad porque sta se mostraba dentro de la carne. Lo mismo nos acontece a nosotros: nuestra complicidad con la mentira es esa falta de compromiso total entre todo lo que somos y la compaa que nos ha hecho vivir el encuentro autntico. 6) La inmoralidad fundamental no es la incoherencia; la total entrega al compromiso con el encuentro puede no ser disminuida por la incoherencia. La inmoralidad es el olvido, dejar de medirse con relacin a la realidad. El encuentro propone una medida diversa en relacin con la realidad, el pecado consiste en perder esa medida. Eso produce inmediatamente un distanciamiento con la realidad, que intenta llenarse con fantasas, es decir, con la ideologa. La distancia con la realidad produce siempre el temor de que lo que sucede nos cambie, y por ello no toleramos que se nos corrija. Cuando uno llena con sus imgenes y preconceptos aquello que lo separa de la realidad, entonces uno produce violencia, hasta 51 Cf GIUSSANI, L.: El sentido religioso, Ediciones Encuentro, Madrid, 1998.

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    el punto de no sentir la necesidad de justificar sus propios preconceptos, y no dejarse ni siquiera asaltar por la duda. 7) Estamos llamados a defender la humanidad que est en nosotros, del mismo modo que est en nuestro amigo y en la persona ms extraa y alejada. Lo que nos llama a esta tarea no es una justicia, sino la Justicia-Dios hecho hombre: Cristo. Hay un factor pedaggico que desarrolla la responsabilidad de esta tarea y de esta consistencia y durabilidad frente al poder: el estar aferrados a los rostros que ms nos provocan, es decir, a la compaa. Parece siempre que la lgica del poder es la que vence: es lo mismo que experiment ese pequeo ncleo de los apstoles. Pero la victoria del poder es aparente: la mentalidad dominante es efmera por naturaleza. Al no ceder ante ella, hacemos que nuestra vida est en funcin de lo que es permanente, de lo que dura en la historia: de la verdad, la justicia, el amor y la leticia. La victoria que el poder est buscando se encuentra en la cotidianeidad, por ello es en la cotidianeidad donde se juega la alternativa: o servimos al poder o servimos al Otro; o el poder o el Misterio que pasa a travs de nuestra compaa. Es nuestra cotidianeidad lo que debe ser totalmente revestido por la memoria, por la presencia de Otro. Afirmar a otro como la razn de la propia vida se llama amor. El amor es afirmar a Otro como sentido de uno mismo. Barrabs, el personaje de la novela de Lagervist52, se nos ofrece nuevamente aqu como figura emblemtica de reflexin. l es el gran bandido, la figura del hombre libre que el poder no logra bloquear. Pero el tiempo es inexorable, y Barrabs cae preso y es condenado al trabajo en las minas, encadenado pie con pie a un esclavo frigio, a un hombre comn. De improviso Barrabs siente una extraa atraccin hacia este compaero, por el cual nutra una repugnancia infinita, pues ste posea una fuerza que l ni siquiera conoca. Tiene, como todos, la marca del emperador en el cuello, pero se comporta como si fuera totalmente libre. Slo al final Barrabs lo entender: l slo puede ser esclavo de Cristo. En nuestra vida cotidiana la alternativa es todava la misma: seguir la clamorosa fuerza de Barrabs o la humildad del esclavo frigio, ese cristiano que no haba visto nunca a Cristo.

    52 LAGERVIST, P.: Barrabs, Ediciones Encuentro, Madrid, 1994.

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    Captulo 4: Ms sociedad, menos Estado [Intervencin en el Congreso Nacional Libertad y poder, la cuestin de la democracia,

    organizado por la Asociacin Italiana de Centros Culturales y el Instituto Istra, 21 de mayo de 1987]

    A menudo menciono que el cristianismo no surgi como una religin, sino que brot como un poderoso amor por lo humano, en la concrecin de la persona, en la precisin de un individuo que naci de una mujer: pasin por lo humano. Me permito subrayar que sin esta percepcin como punto de partida, me parece muy difcil llegar a comprender el significado de la figura misma de Cristo. Pasin por lo humano y, por lo tanto, pasin por la libertad. Explicar ahora brevemente cmo se identifica lo humano con la libertad. La verdad los har libres53: es la verdad de lo humano la que debe afirmarse, confirmarse y ser ayudada para que se exprese. Para la tradicin cristiana, la distincin entre la esclavitud y la libertad es la afirmacin de un ncleo del individuo que no puede ser reducido a sus antecedentes biolgicos e histricos. Este ncleo se evidencia existencialmente como un complejo de exigencias profunda y radicalmente unitarias, un conjunto de exigencias fundamentales caracterizadas por su insatisfaccin estructural y, por lo tanto, por llevar consigo la posibilidad de la gran hiptesis, la posibilidad de la gran intuicin. A decir verdad, la afirmacin de esta gran realidad que marca todo el horizonte del dinamismo abierto por tales exigencias constituye el ms grande y significativo descubrimiento de la vida y, sobre todo, define el valor del individuo, el valor de la persona. No slo de pan vive el hombre54: estas exigencias fundamentales se expresan como deseos existenciales. El deseo expresa una dinmica que puede ser fcilmente reconocida, incluso de modo existencial: Deseos infinitos/ Y altas visiones/ Crea en la vaguedad pensamientos,/ Por natural virtud, docto consentimiento deca Leopardi55. Es justamente en esta relacin con el Infinito que el valor de dicho ncleo originario hace al hombre desde los primeros momentos de su vida hasta su extrema y aparentemente intil ancianidad, y en cualquier situacin o condicin se halle un ser adorable (uso un trmino conscientemente exagerado) e intangible. No logro encontrar, como hombre, ninguna otra razn para afirmar en la persona una dignidad frente a la cual todo lo dems deba inclinarse y en funcin de la cual todo deba moverse; incluso y sobre todo dentro de la vida social, pues de otro modo afirmar al individuo y afirmar a la persona no seran ms que una violencia voluntarista. La estructura social debe servir a esta estructura humana, y no viceversa, incluso dentro de la organicidad ms compleja que se pueda imaginar o desear salvar. Ahora bien, el

    53 Jn 8, 32. 54 Mt 4, 4; Lc 4, 4. 55 LEOPARDI, G.: Sopra el ritratto di una bella donna scolpito nel monumento sepolcrale della medessima, en Cara belt, cit., 96.

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    poder, que es la riqueza ms grande que el hombre pueda usar en su existencia, de hecho tiende a ocuparse de lo que puede sostener al poder mismo, esto es, tiende a automantenerse. Por lo tanto, no se interesa tanto del hombre, o por lo menos se encuentra tentado a no interesarse mucho por el hombre, sino ms bien a ocuparse de sus mismas reacciones, pues stas le permiten llevar adelante un programa y provocar que se vaya en una cierta lnea. En suma, el poder tiene la tentacin de gobernar capilarmente la reacciones del hombre, y en la medida en que puede usar con mayor astucia los instrumentos de relacin colectiva, ms grande se hace dicha posibilidad. La estructura social tiende a reducir las exigencias funcionales al status quo, o bien a integrarlas a su proyecto, a su programa, que podramos denominar revolucionario, a fin de definir un nuevo status quo. Al insistir, por ejemplo, sobre ciertos valores comunes, me parece que el poder hace un juego sucio, pues con ello pretende llevar a cabo una homologacin que cancele y encasille todas las diferencias incmodas y, por ello, las verdaderas identidades. As pues, creo que es imposible pertenecer a un determinado poder histrico sin que esto sea potencialmente antittico respecto del valor original de la persona. Es entonces cuando el poder se convierte en metapoder, a menos que sea continuamente criticado; la vigilancia y la colaboracin con dicha contestacin son, para m, la notas de la verdadera y viva democracia. El problema es anlogo al que acontece entre una persona consciente y su Destino: si a la persona no se le recuerda su Destino continuamente, le es imposible estar sujeta y vivir en funcin de l. No puede pasar una hora sin que lo contradiga, sin que corrompa su propio camino! Hay como una especie de fuerza de gravedad que sofoca todos los mpetus, incluso los ideales: mientras se desarrollan, dicha fuerza los pliega con un acento que ya los contradice. La democracia nace como dilogo y colaboracin entre entidades humanas que se estiman segn sus identidades propias, y se respetan no porque se autolimiten, sino por el inescrutable Destino de sus diferencias, que es ese camino diverso al comn destino56 de Pascoli. Es en este sentido que decimos que no puede haber un nimo autnticamente religioso que no sea autnticamente democrtico. Pero sin esta consideracin, sin esta perspectiva del Misterio inherente en toda presencia, no podra decir si el hombre es capaz de esa veneracin de la que se alimenta la estima, de la que se alimenta la propia mortificacin en la convivencia, y de la que se alimenta la capacidad de colaborar y de vivir en una comn vigilancia. Quisiera observar que, ante todo, no se puede aceptar slo lo que nos parezca a nosotros posible, tolerable, legtimo. Resistirse a esta limitacin subrepticia (la llamo as porque al menos al principio creo que se da de modo inconsciente) no es fcil; pero resistir a esta limitacin subrepticia que permite y acepta del otro slo lo que para m es tenido por posible, tolerable y legtimo, significa evidentemente destruir una diferencia fascinante. Para aceptar realmente al otro, resulta necesario convivir con la concepcin antropolgica y social que dicha persona tenga. Llegados a este punto hay otro corolario que me interesa evidenciar: creo que quien tiene el poder no puede tener como objetivo tener todo el poder. Un pluralismo verdadero debe 56 Cf Oh! Dolce lombra del comun destino, / al focolare spento. Esce dal tetto / alcuno e va per suo strano cammino (PASCOLI, G.: Il focolare, Poesia, Ganzanti, Miln, 1994, 352).

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    permitir que la persona se exprese, tambin dentro de las dimensiones culturales y sociales y, por lo tanto, asociativas: se trata de un tercer corolario que me recuerda la Mater et magistra de Juan XXIII, que entre los derechos fundamentales menciona el derecho de asociacin57. Esto me introduce al ltimo pensamiento que me permito recordar: si la dignidad del hombre viene de ese ncleo original que no deriva ni de su padre ni de su madre, ni del cogulo de los antecedentes de los que ellos son funcin e instrumento; si la dignidad del hombre est en la relacin con ese quid ltimo en que sus exigencias y deseos infinitos se condensan y se expresan se condensan metafsicamente y se expresan existencialmente; si, por lo tanto, la convivencia debe partir ante todo del respeto de la identidad de los dems, entonces estas exigencias y deseos estimulan al hombre a organizar estructuras tendientes a darles respuesta. En efecto, el hombre es ms estimulado en la medida en que es ms intensa la exigencia de su deseo, de tal modo que es llevado a construir una obra que intenta dar origen a una estructura que responda ms fcil y establemente a sus exigencias. Para ello, el hombre no puede dejar de buscar personas afines, no puede dejar de buscar una compaa, y en tal sentido el valor asociativo se vuelve eminentemente operativo. Afirmo que el punto fundamental para juzgar la relacin entre la persona (libertad) y el poder (sociedad y gobierno) se encuentra justamente en que la sociedad tiende a crecer cuando es guiada de tal modo que la fuerza del poder se utiliza ante todo para facilitar, valorizar e intensificar las obras una o varias del individuo, y particularmente las obras de los individuos asociados entre s. Por ello, siempre he insistido en una frmula segn la cual un gobierno verdaderamente popular, una sociedad humanamente viva, debe ante todo favorecer la creatividad social, ayudando (segn el principio de subsidiariedad de la Doctrina Social de la Iglesia) ah donde se requiera para dar cumplimiento, sostn y, eventualmente, crear lo que no ha sido todava pensado por la actividad de los hombres conscientes y vivos. Ms sociedad, menos Estado no significa en ningn sentido proyectar una sombra para minimizar el valor del Estado, significa simplemente indicarle al Estado el horizonte ltimo de su actividad, que es el de colaborar con el hombre, con el hombre particular, para que camine hacia su Destino con toda la productividad y, por tanto, con toda la utilidad en todos los sentidos de la que ha sido hecho capaz por la Naturaleza.

    57 Cf JUAN XXIII: Carta Encclica Mater et magistra, 15 de mayo de 1961 cc 52-53; Cf JUAN XXIII: Carta Encclica Pacem in terris, 11 de abril de 1963, c 11.