05 IIS Bourdieu y Otros El Oficio de Sociologo

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Bourdieu

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  • El oficio de socilogo Presupuestos epistemolgicos

    Pierre Bourdieu Jean-Claude Chamboredon Jean-Claude Passeron

    Siglo veintiuno editores

    Madrid, 199619 edicin

    1 edicin en espaol: 1975

    Traduccin de Fernando Hugo Azcurra: Introduccin, Primera,

    Segunda y Tercera Parte y Conclusin

    Jos Sazbn: Textos ilustrativos

    Ttulo original: Le metier de sociologue

    cole Patique des Hautes tudes, 1973

    ISBN 968-23-1601-4

    Este material se utiliza con fines exclusivamente didcticos

  • INDICE

    PREFACIO A LA SEGUNDA EDICION

    INTRODUCCIN: EPISTEMOLOGIA Y METODOLOGA, Pedagogia de la investigacin, 14. Epistemologa de las ciencias del hombre y epistemologia de las ciencias de la naturaleza, 18. La metodologa y el desplazamiento de la vigilancia, 20. El orden epistemolgico de razones, 24

    PRIMERA PARTE: LA RUPTURA I . EL H E C H O SE CONQUISTA CONTRA LA ILUSIN DEL SABER INMEDIATO

    I.1. Prenociones y tcnicas de ruptura, 28; 1.2. La ilusin de la transparencia y el principio de la no-conciencia, 29; 1.3. Naturaleza y cultura: sustancia y sistema de relaciones, 33; 1.4. La sociologa espontnea y los poderes del lenguaje, 37; 1.5. La tentacin del profetismo, 42; 1.6. Teora y tradicin terica, 44; 1.7. Teora del conocimiento sociolgico y teora del sistema social, 48

    SEGUNDA PARTE: LA CONSTRUCCION DEL OBJETO I I . EL H E C H O SE CONSTRUYE: LAS FORMAS DE LA R E N U N C I A EMPIRISTA

    II. 1. "Las abdicaciones del empirismo", 54; II.2. Hiptesis o su-puestos, 58; II.3. La falsa neutralidad de las tcnicas: objeto cons-truido o artefacto, 61 ; II.4. La analoga y la construccin de hip-tesis, 72; II.5. Modelo y teora, 76

    TERCERA PARTE: EL RACIONALISMO APLICADO I I I . EL H E C H O SE CONQUISTA, CONSTRUYE, COMPRUEBA: LA JERARQUA DE

    LOS ACTOS EPISTEMOLGICOS III. 1. Consecuencia de las operaciones y la jerarqua de los actos epistemolgicos, 83; III.2. Sistema de proposiciones y verificacin sistemtica, 91; III.3. Las parejas epistemolgicas, 94

    CONCLUSIN : SOCIOLOGA DEL CONOCIMIENTO Y EPISTEMO-LOGA Esbozo de una sociologa de la tentacin positivista en sociolo-ga, 100. El arraigo social del socilogo, 104. Fortaleza cientfica y vigilancia epistemolgica, 106

  • 6 NDICK

    TEXTOS ILUSTRATIVOS 111 NOTA SOBRE LA SELECCIN DE LOS TEXTOS 1 1 2

    PRLOGO 1 1 3 SOBRE U N A EPISTEMOLOGA CONCORDATARIA 1 1 3

    1. G. Canguilhem, 113 LOS TRES GRADOS DE LA VIGILANCIA 1 2 1

    2. G. Bachelard, 121

    INTRODUCCIN: EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA 1 2 5

    EPISTEMOLOGA Y LGICA RECONSTRUIDA 1 2 5 3. A. Kaplan, 126

    1 . LA RUPTURA 1 2 9

    1 . 1 . PRENOCIONES Y TCNICAS DE RUPTURA 1 2 9 Las prenociones como obstculo epistemolgico 129

    4. E. Durkheim, 130 La definicin provisional como instrumento de ruptura 134

    5. M. Mauss, 134 El anlisis lgico como coadyuvante de la vigilancia epistemolgica 138

    6. J. H. Goldthorpe y D. Lockwood, 138 1 . 2 . LA ILUSIN DE LA TRANSPARENCIA Y E L P R I N C I P I O DE LA NO-

    O O N C I E N O A 1 5 0 La filosofa artificialista como fundamento de la ilusin de a reflexividad 150

    7. E. Duryieim, 150 La ignorancia metdica 153

    8. E. Durkheim, 153 El inconsciente: del sustantivo a la substancia 157

    9. L. Wittgenstein, 158 El principio del determimsmo como negacin de la ilusin de la transparencia 160

    10. E. Durkheim, 160 El cdigo y el documento 164

    11. F. Simiand, 165 1 . 3 . NATURALEZA Y CULTURA: SUSTANCIA Y SISTEMA DE RELACIONES 1 6 7 Naturaleza q historia 167

    12. K. Marx, 167 La naturaleza como invariante psicolgica y el paralogismo de la inversin del efecto y de la causa 173

    13. E. Durkheim, 174 La esterilidad de la explicacin de las especificidades histricas por tendencias universales 177

    14. M. Weber, 178 1 .4 . I A SOCIOLOGA ESPONTNEA Y LOS PODI'JIFJ DPJ. LENGUAJE 1 8 3 La nosografa del lenguaje 183

    15. M. Chastaing, 183 Los esquemas metafricos en biologa 190

    16. G. Canguilhem, 190

  • NDICE 7

    1.5. LA TENTACIN DEL PROFETISMO 196 El profetismo del profesor y del intelectual 196

    17. M. Weber, 196; 18. B. M. Berger, 198 1.6. TEORA Y TRADICIN TERICA 202 Razn arquitectnica y razn polmica 202

    19. G. Bachelard, 202

    2 . LA CONSTRUCCIN DEL OBJETO 2 0 5

    El mtodo de la economa poltica 205 20. K. Marx, 205

    La ilusin positivista de una ciencia sin supuestos 208 21. M. Weber, 208

    "Hay que tratar a los hechos sociales como cosas" 217 22. E. Durkheim, 217

    2 . 1 . LAS ABDICACIONES DEL EMPIRISMO 2 2 1 El vector epistemolgico 221

    23. G. Bachelard, 221 2 . 2 . HIPTESIS O PRESUPUESTOS 2 2 4 El instrumento es una teora en acto 2 2 4

    24. E. Katz, 224 El estadstico debe saber lo que hace 232

    25. F. Simiand, 232 2 . 3 . LA FALSA NEUTRALIDAD DE LAS TCNICAS: OBJETO CONSTRUIDO

    O ARTEFACTO 2 3 7 La entrevista y las formas de organizacin de la experiencia 237

    26. L. Schatzman y A. Strauss, 238 Imgenes subjetivas y sistema objetivo de referencia 254

    27. J. H. Goldthorpe y D. Lockwood, 254 Las categoras de la lengua indgena y la construccin de los hechos cientficos 257

    28. C. Lvi-Strauss, 257; 29. M. Mauss, 259; 30. B. Mali-nowski, 260

    2 . 4 . LA ANALOGA Y LA CONSTRUCCIN DE HIPOTESIS 2 6 2 El uso de los tipos ideales en sociologa 2 6 2

    31. M. Weber, 262 2 . 5 . MODELO Y TEORIA 2 7 0 La Summa y la catedral. Las analogas profundas como producto de un hbito mental 270

    32. E. Panofsky, 270 La funcin heurstica de la analoga 274

    33. P. Duhem, 274 Analoga, teora e hiptesis 277

    34. N. R. Campbell, 277

    3. EL RACIONALISMO APLICADO 2 8 3

    3 . 1 . LA IMPLICACIN DE LAS OPERACIONES Y LA JERARQUA DE LOS ACTOS EPISTEMOLGICOS 2 8 3

    Teora y experimentacin 283 35. G. Canguilhem, 284

  • 6 NDICK

    Los objetos predilectos del empirismo 291 36. W. Mills, 292

    3 . 2 . SISTEMA DE PROPOSICIONES Y VERIFICACIN SISTEMTICA 2 9 6 La teora como desafio metodolgico 296

    37. L. Hjemslev, 296 La argumentacin circular 300

    38. E. Wind, 300 La prueba por un sistema de probabilidades convergentes 305

    39. Ch. Darwin, 305 3 . 3 . LAS PAREJAS EPISTEMOLGICAS 3 1 0 La filosofa dialogada 310

    40. G. Bachelard, 310 El neo-positivismo, acoplamiento del sensualismo y del formalismo 3 1 5

    41. G. Canguilhem, 315 El formalismo como intuicionismo 321

    42. E. Durkheim, 321

    CONCLUSIN: SOCIOLOGA DEL CONOCIMIENTO Y EPISTEMO-LOGA 3 2 7 Las mundanalidades de la ciencia 327

    43. G. Bachelard, 327 De la reforma del entendimiento sociolgico 336

    44. M. Maget, 336 o controles cruzados y la transitividad de la censura 342

    45. M. Polanyi, 342

    LISTA DE TEXTOS 3 4 5

    NDICE TEMTICO 351

  • PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIN

    La preparacin de esta segunda edicin abreviada nos permiti modificar el proyecto inicial de continuar el volumen consa-grado a los Presupuestos epistemolgicos con un segundo tomo que habra tratado de la construccin del objeto sociolgico y un tercero, destinado a presentar una recopilacin crtica de los instrumentos, tanto conceptuales como tcnicos, de la inves-tigacin. Finalmente, nos pareci imposible realizar en estos campos el equivalente del trabajo de construccin que la inexistencia de una epistemologa de las ciencias sociales habra hecho posible y necesario; al no poder, en un terreno tan mani-fiestamente cubierto, y hasta obstaculizado, optar por la inge-nuidad, no hemos podido resignarnos de antemano a la discusin moderada de las teoras y de los conceptos en vigor, de las que la tradicin universitaria hace el presupuesto de toda discusin terica.

    Estaramos tentados, preferentemente, de someter estos Presupuestos epistemolgicos a una revisin que tendiera a subordinar totalmente el discurso a una intencin pedaggica, realizada con tanta imperfeccin en el estado actual de la obra. De esa manera, cada uno de los principios hubieran quedado fijados en preceptos o, al menos, en ejercicios de interiorizacin de la postura. Por ejemplo, para desprender todas las virtualida-des heursticas implicadas en un principio como el de la pri-maca de las relaciones, hubiera sido necesario mostrar en sus componentes (tal como se hace en un seminario, o mejor en un grupo de investigacin, cuando se examina la construccin de una muestra, la elaboracin de un cuestionario o el anlisis de una serie de cuadros estadsticos) cmo este principio ordena las elecciones tcnicas de la investigacin (construccin de series de poblaciones separadas por diferencias pertinentes desde el punto de vista de las relaciones consideradas, elaboracin de preguntas que, secundarias para la sociografa de la poblacin

  • 10 EL OFICIO DE JCILOGO

    propiamente dicha, permiten situar el caso considerado en un sistema de casos dentro del cual adquiere sentido o, inclusive, movilizacin de tcnicas grficas o mecanogrficas que permitan aprender sinptica y exhaustivamente el sistema de relaciones entre las relaciones reveladas por un conjunto de cuadros esta-dsticos). Nos hemos detenido, entre otras razones, por el temor de que este esfuerzo de esclarecimiento pedaggico pueda llevar, debido a los lmites de la comunicacin escrita, a negar que la enseanza de investigacin es una enseanza de invencin y que pudiera estimular la canonizacin de preceptos desgastados de una nueva metodologa o, peor aun, de una nueva tradicin terica. No es un riesgo ficticio: la crtica, en su momento hertica, del empirismo positivista y de la abstraccin metodolgica, tiene enormes posibilidades de confundirse, actualmente, con los dis-cursos previos de una nueva vulgata que consiga, una vez ms, postergar la ciencia sustituyendo el honroso lugar de la pureza terica con la obsesin de la impecabilidad metodolgica.

    Setiembre de 1972

    Los textos ilustrativos que constituyen la segunda parte de este libro (pp. 111) deben ser ledos paralelamente a los anlisis en el curso de los cuales son utilizados o explicados. Las remisiones a estos textos son indicadas en la primera parte del libro mediante una nota entre corchetes que lleva el nombre del autor y el nmero del texto. Al final del libro (pp. 345) incluimos un ndice especial que facilita la consulta.

  • INTRODUCCIN

    EPISTEMOLOGIA Y METODOLOGA

    "El mtodo escribe Auguste Comte no es susceptible de ser estudiado separadamente de las investigaciones en que se lo em-plea; o, por lo menos, sera ste un estudio muerto, incapaz de fecundar el espritu que a l se consagre. Todo lo que pueda decirse de real, cuando se lo encara abstractamente, se reduce a generali-dades tan vagas que no podran tener influencia alguna sobre el rgimen intelectual. Cuando se ha establecido, como tesis lgica, que todos nuestros conocimientos deben fundarse sobre la observa-cin, que debe procederse de los principios hacia los hechos y de los hechos hacia los principios, adems de algunos otros aforismos similares, se conoce mucho menos netamente el mtodo que a quien estudia, de modo poco profundo, una sola ciencia positiva, aun sin intencin filosfica. Por haber desconocido este dato esen-cial, nuestros psiclogos se inclinan a considerar a sus ensueos como ciencia, cuando creen comprender el mtodo positivo por haber ledo los preceptos de Bacon o el Discurso de Descartes. Ignoro si, ms tarde, ser posible seguir a priori un verdadero curso de mtodo del todo independiente del estudio filosfico de las ciencias; pero estoy convencido de que ello es imposible hoy, puesto que los grandes procedimientos lgicos no pueden an ser explicados, con suficiente precisin, por separado de sus aplica-ciones. Me atrevo a agregar adems que, aun cuando una empresa de este tipo pueda ser realizada lo que, en efecto es concebible, slo por el estudio de las aplicaciones regulares de los procedimien-tos cientficos podr lograrse un buen sistema de hbitos intelec-tuales, hecho que es, sin embargo, objetivo esencial del mtodo."1

    1 A. Comte, Cours de philosophie positive, t. i, Bachelier, Pars, 1830 (ci-tado segn la edicin Garnier, 1926, pp. 71-72). Podra sealarse, con Canguilhem, que no es fcil superar la seduccin del vocabulario que "nos

  • 12 EL OFICIO DE JCILOGO

    Nada habra que agregar a este texto que, al negarse a disociar el mtodo de la prctica, de entrada rechaza todos los discursos del mtodo, si no existiera ya todo un discurso acerca del mtodo que, ante la ausencia de una oposicin de peso, amenaza imponer a los investigadores una imagen desdoblada del trabajo cientfico. Pro-fetas que se ensaan con la impureza original de la empiria'de quienes no se sabe si consideran las mezquindades de la rutina cientfica como atentatorias a la dignidad del objeto que ellos piensan les corresponde o del sujeto cientfico que pretenden encar-nar o sumos sacerdotes del mtodo que todos los investigadores observaran voluntariamente, mientras vivan, sobre los estrados del catecismo metodolgico, quienes disertan sobre el arte de ser socilogo o el modo cientfico de hacer ciencia sociolgica a menudo tienen en comn la disociacin del mtodo o la teora respecto.de las operaciones de investigacin, cuando no disocian la teora del mtodo o la teora de la teora. Surgido de la experiencia de inves-tigacin y de sus dificultades cotidianas, nuestro propsito expl-cita, en funcin de las necesidades de esta causa, un "sistema de costumbres intelectuales": se dirige a quienes, "embarcados" en la prctica de la sociologa emprica, sin necesidad alguna de que se les recuerde la necesidad de la medicin y de su aparato terico y tcnico, estn de acuerdo totalmente con nosotros sobre aquello acerca de lo cual estamos de acuerdo porque va de suyo: la nece-sidad, por ejemplo, de no descuidar ninguno de los instrumentos conceptuales o tcnicos que dan todo el rigor y la fuerza a la veri-ficacin experimental. Slo quienes no tienen o no quieren hacer la experiencia de investigacin podrn ver, en esta obra que apunta a problematizar la prctica sociolgica, un cuestionamiento de la sociologa emprica.2

    conduce sin cesar a concebir el mtodo como susceptible de ser separado de las investigaciones en que es puesto en prctica: [A. Comte] "ensea en la primera leccin del Curso de filosofa positiva que el mtodo no es susceptible de ser estudiado por separado de las investigaciones en que es empleador-, ello sobrentiende que el empleo de un mtodo supone ante todo su posesin" (G. Canguilhem, Thorie el technique de Vexperimentation chez Claude Bernard, Colloque du centenaire de la publication de L'Introduction l'tude de la mdecine exprimentale, Masson, Paris, 1967, p. 24).

    2 La division del campo epistemolgico segn la lgica de los pares (cfr. 3 ' parte) y las tradiciones intelectuales que, al identificar toda reflexin con especulacin pura, no permiten percibir la funcin tcnica de una reflexin sobre la relacin con las tcnicas, otorgan fuerte probabilidad al malentendido que aqu tratamos de enfrentar: en efecto, en esta organizacin dualista de las

  • EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA 13

    Si bien es cierto que la enseanza de la investigacin requiere, de parte de quienes la conciben como de los que la reciben, una referencia directa y constante a la experiencia en primera persona de la prctica, "la metodologa de moda que multiplica los pro-gramas de investigaciones refinadas pero hipotticas, las conside-raciones crticas de investigaciones realizadas por otros [ . . . ] o los veredictos metodolgicos",3 no podra remplazar una reflexin sobre la relacin justa con las tcnicas y un esfuerzo, an azaroso, por trasmitir principios que no pueden presentarse como simples verdades de principio porque son el principio de la investigacin de verdades. Si bien es cierto, adems, que los mtodos se distin-guen de las tcnicas, por lo menos en que stos son "lo suficiente-mente generales como para tener valor en todas las ciencias o en un sector importante de ellas",4 esta reflexin sobre el mtodo debe tambin asumir el riesgo de rever los anlisis ms clsicos de la epistemologa de las ciencias de la naturaleza; pero quiz sea necesario que los socilogos se pongan de acuerdo sobre principios elementales que aparecen como evidentes para los especialistas en ciencias de la naturaleza o en filosofa de las ciencias, para salir de la anarqua conceptual a la que estn condenados por su indi-ferencia ante la reflexin epistemolgica. En realidad, el esfuerzo por examinar una ciencia en particular a travs de los principios generales proporcionados por el saber epistemolgico se justifica y se impone especialmente en el caso de la sociologa: en ella todo conduce, en efecto, a ignorar este saber, desde el estereotipo huma-nista de la irreductibilidad de las ciencias humanas hasta las carac-tersticas del reclutamiento y la formacin de investigadores, sin olvidar la existencia de un conjunto de metodlogos especializados

    posiciones epistemolgicas todo intento de volver a insertar las operaciones tcnicas en la jerarqua de los actos epistemolgicos ser casi inevitablemente interpretada como un ataque dirigido contra la tcnica y los tcnicos; pese a que reconocemos la contribucin capital que los metodlogos, y en particular Paul F. Lazarsfeld, han aportado a la racionalizacin de la prctica sociolgica, sabemos que corremos el riesgo de que se nos ubique ms cerca de Fads and Foibles of American Sociology que de The Language of Social Research.

    8 R. Needham, Structure and Sentiment- A Test-case in Social Anthro-pology, University of Chicago Press, Chicago-Lopdres, 1962, p. vii.

    4 A. Kaplan, The Conduct of Inquiry, Methodology of Behavioral Science, Chandler, San Francisco, 1964-, p. 23. El mismo autor se lamenta de que el trmino "tecnologa" haya adquirido ya un sentido especializado; observa que podra aplicarse con elevada eiactitud a un gran nmero de estudios calificad06 como "metodolgicos" (ibid., p. 19).

    T

  • 14 E L OFICIO DE JCILOGO

    en la reinterpretacin selectiva del saber de las otras ciencias. Por tanto, es necesario someter las operaciones de la prctica sociol-gica a la polmica de la razn epistemolgica, para definir, y si es posible inculcar, una actitud de vigilancia que encuentre en el completo conocimiento del error y de los mecanismos que lo engen-dran uno de los medios para superarlo. La intencin de dotar al investigador de los medios para que l mismo supervise su tra-bajo cientfico, se opone a los llamados al orden de los censores cuyo negativismo perentorio slo suscita el horror al error y el recurso resignado a una tecnologa investida con la funcin de exorcismo.

    Como la obra de Gastn Bachelard lo demuestra, la episte-mologa se diferencia de una metodologa abstracta en su esfuerzo por captar la lgica del error para construir la lgica del descu-brimiento de la verdad como polmica contra el error y como esfuerzo para someter las verdades prximas a la ciencia y los mtodos que utiliza a una rectificacin metdica y permanente [G. Canguilhem, texto n91~\. Pero la accin polmica de la razn cientfica no tendra toda su fuerza si el "psicoanlisis del espritu cientfico" no se continuara en un anlisis de las condiciones sociales en las cuales se producen las obras sociolgicas: el soci-logo puede encontrar un instrumento privilegiado de vigilancia epistemolgica en la sociologa del conocimiento, como medio para enriquecer y precisar el conocimiento del error y de las condi-ciones que lo hacen posible y, a veces, inevitable [G. Bachelard, texto n9 2]. Por consiguiente, las apariencias que aqu pudieran subsistir de una discusin ad hominem se refieren slo a los lmites de la comprensin sociolgica de las condiciones del error: una epistemologa que se remite a una sociologa del conocimiento, menos que ninguna otra puede imputar los errores a sujetos que no son, nunca ni totalmente, sus autores. Si, parafraseando un texto de Marx, "no pintamos de rosado" al empirista, al intuicio-nista o al metodlogo, tampoco nos referimos a "personas sino en tanto que personificacin" de posiciones epistemolgicas que slo se comprenden totalmente en el campo social donde se apoyan.

    PEDAGOGA DE LA INVESTIGACION

    La funcin de esta obra define su forma y su contenido. Una ense-anza de la investigacin cuyo proyecto sea exponer los principios

  • EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA 15

    de una prctica profesional y simultneamente imprimir cierta relacin a esta prctica, es decir proporcionar a la vez los instru-mentos indispensables para el tratamiento sociolgico del objeto y una disposicin activa a utilizarlos apropiadamente, debe romper con la rutina del discurso pedaggico para restituir su fuerza heurstica a los conceptos y operaciones ms completamente "neutralizados" por el ritual de la exposicin cannica. Por ello, esta obra que apunta a sealar los actos ms prcticos de la prc-tica sociolgica comienza por una reflexin que trata de recordar, sistematizndolos, las implicaciones de toda prctica, buena o mala, y de concretar en preceptos prcticos el principio de vigi-lancia epistemolgica (Libro primero).5 Se intentar luego la definicin de la funcin y las condiciones de aplicacin de los esquemas tericos a los que debe recurrir la sociologa para cons-truir su objeto, sin pretender presentar estos primeros principios de la interrogacin propiamente sociolgica como una teora acabada del conocimiento del objeto sociolgico y, menos todava, como una teora general y universal del sistema social (Libro segundo).* La investigacin emprica no necesita comprometer tal teora para escapar al empirismo, siempre que ponga en prctica efectiva, en cada una de sus operaciones, los principios que lo constituyen como ciencia, proporcionndole un objeto caracteri-zado por un mnimo de coherencia terica. Si esta condicin se cumple, los conceptos o los mtodos podrn ser utilizados como instrumentos que, arrancados de su contexto original, se abren a nuevos usos (Libro tercero) .** Al asociar la presentacin de cada instrumento intelectual a ejemplos de su utilizacin, se tratar de evitar que el saber sociolgico pueda aparecer como una suma de tcnicas, o como un capital de conceptos separados o separables de su implementacin en la investigacin.

    Si nos hemos permitido extraer del orden de razones en las que se encontraban insertos los principios tericos y los procedi-mientos tcnicos heredados de la historia de la ciencia sociolgica, no es slo para quebrar los encadenamientos del orden didctico que no renuncia a la complacencia erudita frente a la historia de las doctrinas o los conceptos sino para rendir tributo al reconoci-miento diplomtico de los valores consagrados por la tradicin o sacralizados por la moda, ni tampoco para liberar virtualidades

    6 Cf. supra el prefacio a la segunda edicin, pp. 9-10. * Vase nota 5. " Vase nota 5.

    *

  • 16 E L OFICIO DE JCILOGO

    heursticas, muchas veces ms numerosas que lo que permitiran creer los usos acadmicos; es, sobre todo, en nombre de una con-cepcin de la teora del conocimiento sociolgico que hace de esta teora sistema de principios que definen las condiciones de posibi-lidad de todos los actos y todos los discursos propiamente sociol-gicos, y slo de stos, cualesquiera que sean las teoras del sistema social de quienes producen o produjeron obras sociolgicas en nombre de estos principios. El problema de la filiacin de una investigacin sociolgica a una teora' particular acerca de lo social, la de Marx, la de Weber o la de Durkheim por ejemplo, es siempre secundario respecto del problema de la pertenencia de esta investigacin a la ciencia sociolgica: el nico criterio de esta pertenencia reside, en realidad, en la aplicacin de los principios fundamentales de la teora del conocimiento sociolgico que, en tanto tal, de ningn modo separa a autores a los que todo aleja en el plano de la teora del sistema social. Aunque la mayora de los autores han llegado a confundir su teora particular del sistema social con la teora del conocimiento de lo social que abrazaban, por lo menos implcitamente en su prctica sociolgica, el proyecto epistemolgico puede permitirse esta distincin preliminar para vincular autores cuyas oposiciones doctrinarias ocultan el acuerdo epistemolgico.

    Temer que esta -empresa conduzca a una amalgama de prin-cipios tomados de tradiciones tericas diferentes o a la constitucin de un corpus de frmulas disociadas de los principios que las fundamentan, implica olvidar que la reconciliacin cuyos princi-pios creemos explicitar se opera realmente en el ejercicio autntico del oficio de socilogo o, ms exactamente, en el "oficio" del socilogo, habitus que, en tanto que sistema de esquemas ms o menos dominados y ms o menos transponbles, no es sino la inte-riorizacin de los principios de la teora del conocimiento sociol-gico. A la tentacin que siempre surge de transformar los preceptos del mtodo en recetas de cocina cientfica o en objetos de labora-torio, slo puede oponrsele un ejercicio constante de la vigilancia epistemolgica que, subordinando el uso de tcnicas y conceptos a un examen sobre las condiciones y los lmites de su validez, pros-criba la comodidad de una aplicacin automtica de procedimientos probadas y seale que toda operacin, no importa cun rutinaria y repetida sea, debe repensarse a s misma y en funcin del caso particular. Slo una reinterpretacin mgica de las exigencias de la medicin puede a la vez sobrestimar la importancia de las ope-

  • EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA 17

    raciones que no son, por otra parte, sino recursos del oficio y, transformando la cautela metodolgica en respeto sagrado, utilizar no sin temor o no utilizar jams, bajo el temor de no cumplir total-mente las condiciones rituales, instrumentos que deberan ser juzgados slo en el uso. Los que llevan la cautela metodolgica hasta la obsesin hacen pensar en ese enfermo del que habla Freud, que dedicaba su tiempo a limpiar sus anteojos sin ponrselos nunca.

    Considerar seriamente el proyecto de transmitir un ars inve-niendi significa reconocer que supone algo ms y diferente que el ars probandi propuesto por quienes confunden la mecnica lgica, enseguida desarmada, de las comprobaciones y las pruebas con el funcionamiento real del espritu creador; reconocer tambin, con la misma evidencia, que existen senderos o, mejor dicho, atajos que hoy pueden trazar una reflexin sobre la investigacin en el camino sin arrepentimientos ni rodeos que propondra un discurso verdadero del mtodo sociolgico.

    A diferencia de la tradicin que se atiene a la lgica de la prueba, sin permitirse, por principio, penetrar en los arcanos de la invencin, condenndose de esta forma a vacilar entre una retrica de la exposicin formal y una psicologa literaria del descubrimiento, quisiramos proporcionar aqu los medios para adquirir una disposicin mental que sea condicin de la invencin y de la prueba. Si esta reconciliacin no se produce, ello implicara renunciar a proporcionar una ayuda, cualquiera que sea, al tra-bajo de investigacin, limitndonos junto a tantos otros metod-logos, a invocar o llamar, como se llama a los espritus, los milagros de una iluminacin creadora, que transmite la hagiografa del descubrimiento cientfico, o los misterios de la psicologa de las profundidades.6

    6 La literatura metodolgica ha procurado siempre, cuando define el objeto de la lgica de las ciencias, evitar explcitamente la consideracin de los ways of discovery en favor de los ways of validation (cfr. por ejemplo, C. Hempel, Aspects of Scientific Explanation and Other Essays in the Philosophy of Science, Free Press, Nueva York, 1965, pp. 8 2 - 8 3 ) . K. R. Popper insiste a menudo sobre esta dicotoma que, en l, parece encubrir la oposicin entre la vida pblica y la privada: "La pregunta Cmo descubri usted su teora por primera vez? interesa, para decirlo de algn modo, a una cuestin muy personal, contrariamente a lo que supone la pregunta cmo verific usted su teora?" (K. R. Popper, Misre de Vhisloricisrrte [trad. de H. Rousseau], Plon, Paris, 1956, p. 132 [hay ed. esp.]). O tambin: "No existe nada que se parezca a un mtodo lgico para tener ideas o a una reconstitucin lgica

  • 18 EL OFICIO DE JCILOGO

    Si va de suyo que los automatismos adquiridos posibilitan la economa de una invencin permanente, hay que cuidarse de la creencia de que el sujeto de la creacin cientfica es un automaton spirituale que obedece a los organizados mecanismos de una pro-gramacin metodolgica constituida de una vez para siempre, y por tanto encerrar al investigador en los lmites de una ciega sumi-sin a un programa que excluye la reflexin sobre el programa, reflexin que es condicin de invencin de nuevos programas.7 La metodologa, afirmaba Weber, " [ . . . ] es condicin de un trabajo fecundo en la misma medida en que el conocimiento de la anato-ma es condicin de la marcha correcta".8 Pero, aunque es intil confiar en descubrir una ciencia sobre el modo de hacer ciencia, y suponer que la lgica sea algo ms que un modo de control de la ciencia que se construye o que ya se ha construido, sin embargo, como lo observ Stuart Mill, "la invencin puede ser cultivada", es decir que una explicitacin de la lgica del descubri-miento, tan parcial como parezca, puede contribuir a la racionali-zacin del aprendizaje de las aptitudes para la creacin.

    EPISTEMOLOGA DE LAS CIENCIAS DEL HOMBRE Y EPISTEMOLOGA DE LAS CIENCIAS DE LA NATURALEZA

    La mayora de los errores a los que se exponen la prctica socio-lgica y la reflexin sobre la misma radican en una representacin falsa de la epistemologa de las ciencias de la naturaleza y de la relacin que mantiene con la epistemologa de las ciencias del hombre. As, epistemologas tan opuestas en sus afirmaciones

    de este proceso. En mi opinin, todo descubrimiento contiene un elemento irracional o una intuicin creadora, en el sentido bergsoniano" (K. R. Popper, The Logic of Scientific Discovery, Hutchinson and Co., Londres, 1959, p. 32). En cambio, cuando, excepcionalmente, se considera explcitamente como objeto el "contexto del descubrimiento" (por oposicin al "contexto do la prueba"), es inevitable romper gran cantidad de esquemas rutinarios de la tradicin epistemolgica y metodolgica y, en especial, la representacin del desarrollo de la investigacin como sucesin de etapas distintas y predetermi-nadas (cf. P. E. Hamond, comp., Sociologisls at Work, Essays on the Craft of Social Research, Basic Books, Nueva York, 1964).

    7 Pinsese, por ejemplo, en la facilidad con que la investigacin puede reproducirse sin producir nada, segn la lgica de la purnp-handle research.

    8 M. Weber, Essais sur la thorie de la science (trad. de I . Freund), Pln, Pars, 1965, p. 220 [hay ed. esp.].

  • EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA 19

    evidentes como el dualismo de Dilthey que no puede pensar la especificidad del mtodo de las ciencias del hombre sino oponin-dole una imagen de las ciencias de la naturaleza originada en la mera preocupacin por diferenciar y el positivismo preocu-pado por imitar una imagen de la ciencia natural fabricada segn las necesidades de esta imitacin, ambos en comn ignoran la filosofa exacta de las ciencias exactas. Esta grosera equivocacin condujo a fabricar distinciones forzadas entre los dos mtodos para responder a la nostalgia o a los deseos piadosos del huma-nismo, y a celebrar ingenuamente redescubrimientos desconocidos como tales o, adems, a entrar en la puja positivista que escolar-mente copia una imagen reduccionista de la experiencia como copia de lo real.

    Pero puede advertirse que el positivismo efecta slo una caricatura del mtodo de las ciencias exactas, sin acceder ipso jacto a una epistemologa exacta de las ciencias del hombre. De hecho, el carcter subjetivo de los hechos sociales y su irreductibilidad a los mtodos rigurosos de la ciencia conforma una constante en la historia de las ideas que la crtica del positivismo mecanicista slo reafirma. De esta forma, al percibir que "los mtodos que los cientficos o los investigadores fascinados por las ciencias de la naturaleza tan a menudo intentaron aplicar a la fuerza a las cien-cias del hombre no siempre fueron necesariamente aquellos que los cientficos aplicaban de hecho en su propia disciplina, sino ms bien los que crean utilizar",9 Hayek concluye de inmediato que los hechos sooiales se diferencian "de los hechos de las ciencias fsicas en tanto son creencias u opiniones individuales" y, por consiguiente, "no deben ser definidos segn lo que .podramos descubrir sobre ellos por los mtodos objetivos de la ciencia sino segn lo que piensa la persona que acta".10 La impugnacin de la imitacin automtica de las ciencias de la naturaleza se vincula tan mecnicamente a la crtica subjetivista de la objetividad de los hechos sociales que todo esfuerzo por encarar los problemas espe-cficos que plantea la transposicin a las ciencias del hombre del saber epistemolgico de las ciencias de la naturaleza, corre siempre el riesgo de parecer una reafirmacin de los derechos imprescrip-tibles de la subjetividad."

    9 F. A. Von Hayek, Scientisme et sciences sociales, Essai sur le mauvais usage de la raison (trad. de M. Barre), Plon, Pars, 1953, p. 3.

    10 Ibd., pp. 21 y 24. 1 1 Y sin embargo todo el proyecto de Durkheim puede demostrar que es

  • 20 EL OFICIO DE SOCILOGO

    LA METODOLOGA Y EL DESPLAZAMIENTO DE LA VIGILANCIA

    Para superar las discusiones acadmicas y las formas acadmicas de superarlas, es necesario someter la prctica cientfica a una reflexin que, a diferencia de la filosofa clsica del conocimiento, se aplique no a la ciencia hecha, ciencia verdadera cuyas condi-ciones de posibilidad y de coherencia, cuyos ttulos de legitimidad sera necesario establecer, sino a la ciencia que se est haciendo. Tal tarea, propiamente epistemolgica, consiste en descubrir en la prctica cientfica misma, amenazada sin cesar por el error, las condiciones en las cuales se puede discernir lo verdadero de lo falso, en el pasaje desde un conocimiento menos verdadero a un conocimiento ms verdadero, o ms bien, como lo afirma Bache-lard, "aproximado, es decir rectificado". Esta filosofa del trabajo cientfico como "accin polmica incesante de la Razn", tras-puesta a la instancia de las ciencias del hombre, puede proporcio-nar los principios de una reflexin capaz de inspirar y controlar los actos concretos de una prctica verdaderamente cientfica, defi-niendo en lo que tengan de especfico los principios del "raciona-lismo regional" propios de la ciencia sociolgica. El racionalismo fijista que informaba las preguntas de la filosofa clsica del cono-cimiento hoy se expresa mejor en los intentos de algunos metod-logos que se inclinan a reducir la reflexin sobre el mtodo a una lgica formal de las ciencias. Sin embargo, como lo seala P. Feye-rabend, "todo fijismo semntico tropieza con dificultades cuando se trata de dar razn total del progreso del conocimiento y de los descubrimientos que a l aportan".12 Ms precisamente, intere-sarse en las relaciones intemporales entre los enunciados abstractos

    posible evadirse de la alternativa de la imitacin ciega y del rechazo, igual-mente ciego, a imitar: "la sociologia naci a la sombra de las ciencias de la naturaleza y en contacto ntimo con ellas [ . . . ] . Es natural que algunos de los primeros socilogos se equivocaran al exagerar este acercamiento hasta el punto de desconocer el origen de las ciencias sociales y la autonoma que deben disfrutar respecto de las otras ciencias que las han precedido. .Pero esta exageracin no debe hacer olvidar toda la fecundidad de los orgenes ms importantes del pensamiento cientfico". Rivista Italiana di Sociologia, tomo xv, 1900, pp. 127-159, citado en A. Cuvillier, O va la sociologie franaise?, Marcel Rivire et Ci., Pars, 1953, pp. 177-208 [hay ed. esp.].

    1 2 P. Feyerabend, in H. Feigl y G. Maxwell (comp.), "Scientific Elxpla-nation, Space and Time", en Minnesota Studies in the Philosophy of Science, vol. m , Minneapolis, 1962, p. 31.

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    en detrimento de los procesos por los cuales cada proposicin o cada concepto fue establecido y engendr otras proposiciones u otros conceptos, supone negarse a colaborar efectivamente con quienes estn inmersos en las peripecias inseguras del trabajo cientfico, desplazando as el desarrollo de la intriga entre basti-dores para llevar a escena slo los desenlaces. Totalmente ocupados en la bsqueda de una lgica ideal del descubrimiento, los meto-dlogos no pueden dirigirse en I-calidad sino a un investigador definido abstractamente por su aptitud para concretar estas normas de perfeccin, es decir a un investigador impecable, lo que equi-vale a decir imposible o estril. La obediencia incondicional a un organon de reglas lgicas tiende a producir un efecto de "clausura prematura", al hacer desaparecer, como lo dira Freud, "la elasti-cidad en las definiciones", o como lo afirma Cari Hempel, "la disponibilidad semntica de los conceptos" que constituye una de las condiciones del descubrimiento, por lo menos en ciertas etapas de la historia de una ciencia o del desarrollo de una investigacin.

    No se trata aqu de negar que la formalizacin lgica enca-rada como medio para poner a prueba la lgica en acto de la investigacin y la coherencia de sus resultados constituye uno de los instrumentos ms eficaces del control epistemolgico; pero esta implementacin legtima de los instrumentos lgicos opera demasiado a menudo como garanta de la enfermiza predileccin por ejercicios metodolgicos cuyo nico fin discernible es posibi-litar la exhibicin de un arsenal de medios disponibles. Frente a algunas investigaciones concebidas en funcin de las necesidades de la causa lgica o metodolgica, no puede sino evocarse, con Abraham Kaplan, la conducta de un borracho que, habiendo perdi-do la llave de su casa, la busca sin embargo con obstinacin, bajo la luz de un farol, ya que alega que all se ve mejor [A. Kaplan, texto n9 3],

    El rigorismo tecnolgico que descansa sobre la fe en un rigor definido de una vez para siempre y para todas las situaciones, es decir una representacin fijista de la verdad o del error como tras-gresin a normas incondicionales, se opone diametralmente a la bsqueda de rigores especficos, desde una teora de la verdad como teora del error rectificado. "El conocer agrega Gastn Bachelard debe evolucionar junto con lo conocido." Lo que equivale a afirmar que es intil buscar una lgica anterior y exte-rior a la historia de Ja ciencia que se est haciendo. Para captar los procedimientos CK la investigacin es necesario analizar cmo

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    opera en lugar de encerrarla en la observancia de un declogo de procedimientos que quiz no deban parecer adelantados respecto de la prctica real sino por el hecho de que son definidos por ade-lantado.13 "Desde la fascinacin por el hecho de que en matemtica evitar el error es cuestin de tcnica, se pretende definir la verdad como el producto de una actividad intelectual que responde a ciertas normas; se pretende considerar los datos experimentales como se consideran los axiomas de la geometra; se confa deter-minar reglas de pensamiento que desempearan la funcin que la lgica desempea en matemtica. Se quiere, a partir de una experiencia limitada, construir la teora de una vez por todas. El clculo infinitesimal elabor sus fundamentos paso a paso, la nocin de nmero slo alcanz claridad despus de 2 500 aos. Los procedimientos que instauran el rigor se originan como respuestas a preguntas que no pueden formularse a priori, y que slo el desarrollo de la ciencia hace surgir. La ingenuidad se pierde lenta-mente. Esto, verdadero en matemtica, lo es a fortiori para las ciencias de observacin, adonde cada teora refutada impone nue-vas exigencias de rigor. Es pues intil pretender plantear a priori las condiciones de un pensamiento autnticamente cientfico." 14

    Ms profundamente, la exhortacin insistente por una per-feccin metodolgica corre el riesgo de provocar un desplazamiento de la vigilancia epistemolgica; en lugar de preguntarse, por ejemplo, sobre el objeto de la medicin, sobre el grado de precisin deseable y legtimo segn las condiciones particulares de la misma, o determinar, ms simplemente, si los instrumentos miden lo que se desea medir, es posible, arrastrados por el deseo de acuar en tareas realizables la idea pura del rigor metodolgico, perseguir, en una obsesin por el decimal, el ideal contradictorio de una pre-cisin definible intrnsecamente, olvidando que, tal como lo recuerda A. D. Richtie, "realizar una medicin ms precisa que lo necesario no es menos absurdo que hacer una medicin insuficien-

    1 3 Los autores de un largo estudio dedicado a las funciones del mtodo estadstico en sociologa admiten in fine que "sus indicaciones en lo que con-cierne a las posibilidades de aplicar la estadstica terica a la investigacin emprica, caracterizan slo el estado actual de la discusin metodolgica, quedando la prctica en un segundo plano" (E. K. Scheuch y D. Rsch-meyer, "Soziologie und Statistik, Uber den Einfluss der modernen Wissen-schaftslehre auf ihr gegenseitiges Verhltnis", en Klner Zeitschrift fr Soziologie und Sozial-Psychologie, vm, 1956, pp. 272-291).

    14 A. Rgnier, Les infortunes de la Raison, Seuil, Paris, 1966, pp. 37-38.

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    temente precisa",15 o tambin que, como lo seala N. Campbell, cuando se establece que todas las proposiciones comprendidas dentro de ciertos lmites son equivalentes y que la proposicin definida aproximativamente se sita dentro de estos lmites, el uso de la forma aproximativa es perfectamente legitimo.16 Se entiende que la tica del deber metodolgico pueda, al engendrar una casustica de la equivocacin tcnica, conducir, por lo menos indirectamente, a una ritual de -procedimientos que quizs es la caricatura del rigor metodolgico, pero que es sin duda y exacta-mente el opuesto de la vigilancia epistemolgica.17 Es especial-mente significativo que la estadstica, ciencia del error y del cono-cimiento aproximativo, que en procedimientos tan comunes como el clculo de error o del lmite de confiabilidad opera con una filosofa de la vigilancia critica, pueda ser frecuentemente utili-zada como coartada cientfica de la sujecin ciega al instrumento.

    De la misma forma, cada vez que los tericos conducen la investigacin emprica y los instrumentos conceptuales que emplea ante el tribunal de una teora cuyas construcciones en el dominio de una ciencia que ella pretende reflejar y dirigir se niegan a evaluar, gozan del respeto de los practicistas, respeto forzado y verbal, slo en nombre del prestigio indistintamente atribuido a toda empresa terica.

    Y si sucede que la coyuntura intelectual posibilita que los tericos puros impongan a los cientficos su ideal, lgico o semn-

    1 5 A. D. Richtie, Scientific Method: An Inquiry into the Character and Validity of Natural Laws, Littlefield, Adams, Paterson (N.J.), 1960, p. 113. Al analizar esta bsqueda de "la precisin mal fundada", que consiste en creer "que el mrito de la solucin se mide por el nmero de decimales indicados", Bachelard indica "qne si una precisin en un resultado va ms all de la precisin de los datos experimentales, es exactamente la determinacin de la nada. . . Esta prctica recuerda la chanza de Dulong quien, al referirse a un experimentador deca: est seguro de la tercera decimal, es sobre la primera que duda" (Gaston Bachelard, La formacin del espritu cientfico, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, pp. 251-252).

    1 6 N. R. Campbell, An Account of the Principies of Measurement and Calculation, Longmans, Green and Co., Londres, Nueva York, 1928, p. 186. Podra recordarse en este caso la distincin que estableca Cournot entre orden lgico y orden racional, que lo llevaba a sealar que la bsqueda de la perfec-cin lgica puede desviar de la captacin del orden racional (Essai sur les fondements de nos connaissanceet sur les caractres de la critique philo-> sophique, Hachette, Paris, 1851,R). 242 y ss.).

    1T El angustiado inters por las enfermedades del espritu cientfico puede provocar un efecto tan depresivo como las inquietudes hipocondracas de los adictos al Larousse medical.

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    tico, de la coherencia ntegra y universal del sistema de conceptos, pueden llegar a detener la investigacin en la medida en que logran contagiar la obsesin de pensarlo todo, de todas las formas y en todas sus relaciones a la vez, ignorando que en las situaciones concretas de la prctica cientfica no se puede pretender construir problemticas o teoras nuevas sino cuando se renuncia a la ambicin imposible, que no es escolar ni proftica, de decirlo todo, sobre todas las cosas y, adems, ordenadamente.18

    EL ORDEN EPISTEMOLGICO DE RAZONES

    Pero estos anlisis sociolgicos o psicolgicos de la distorsin meto-dolgica y de la desviacin especulativa no pueden ocupar el lugar de la crtica propiamente epistemolgica a la que introducen. Si es necesario prevenirse, con especial conviccin, frente a la puesta en guardia de los metodlogos es porque, al llamar la atencin exclusivamente sobre los controles formales de los procedimientos experimentales y los conceptos operacionales, corren el riesgo de desplazar la vigilancia sobre peligros ms serios. Los instrumentos y los apoyos, muy poderosos sin duda, que la reflexin metodol-gica proporciona a la vigilancia se vuelven contra sta cada vez que no se cumplen las condiciones previas a su utilizacin. La ciencia de las condiciones formales del rigor de las operaciones, que presenta el aspecto de una puesta en forma "operatoria" de la vigilancia epistemolgica, puede parecer que se funda en la pre-tensin de asegurar automticamente la aplicacin de los princi-pios y preceptos que definen la vigilancia epistemolgica, de manera tal que es necesario un acrecentamiento de la vigilancia para evitar que produzca automticamente este efecto de despla-zamiento.

    Sera necesario, como deca Saussure, "mostrar al lingista

    1 8 Algunas disertaciones tericas sobre todas las cosas conocidas o cono-cibles desempean, sin duda, una funcin de anexin anticipada anloga a la de las profecas astrolgicas dispuestas siempie a digerir retrospectivamente el acontecimiento: "Existen personas, dice Claude Bernard, que sobre una cuestin dicen todo lo que se puede decir para tener el derecho de reclamar cuando, ms tarde, se haga alguna experiencia al respecto. Son como aquellos que ubican planetas en todo el espacio para afirmar luego que all est el planeta que haban previsto" (Principes de mdecine experimentle, PUF, Pars, 1947, p. 255).

  • EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA 25

    lo que hace".19 Preguntarse qu es hacer ciencia o, ms precisa-mente, tratar de saber qu hace el cientfico, sepa ste o no lo que hace, no es slo interrogarse sobre la eficacia y el rigor formal de las teoras y de los mtodos, es examinar a las teoras y los mtodos en su aplicacin para determinar qu hacen con los objetos y qu objetos hacen. El orden segn el cual debe efectuarse este examen se impone tanto por el anlisis propiamente epistemolgico de los obstculos al conocimiento como por el anlisis sociolgico de las implicaciones epistemolgicas de la sociologa actual que definen la jerarqua de los peligros epistemolgicos y, por este camino, de los puntos de urgencia.

    Establecer, con Bachelard, que el hecho cientfico se con-quista, construye, comprueba, implica rechazar al mismo tiempo el empirismo que reduce el acto cientfico a una comprobacin y el convencionalismo que slo le opone los prembulos de la cons-truccin. A causa de recordar el imperativo de la comprobacin, enfrentando la tradicin especulativa de la filosofa social de la cual debe liberarse, la comunidad sociolgica persiste en olvidar hoy la jerarqua epistemolgica de los actos cientficos que sub-ordina la comprobacin a la construccin y la construccin a la ruptura: en el caso de una ciencia experimental, la simple remi-sin a la prueba experimental no es sino tautolgica en tanto o se acompae de una explicacin de los supuestos tericos que fundamentan una verdadera experimentacin, y esta explicitacin no adquiere poder heurstico en tanto no se le adhiera la explici-tacin de los obstculos epistemolgicos que se presentan bajo una forma especfica en cada prctica cientfica.

    15 E. Benveniste, "Lettres de Ferdinand de Saussure Antoine Meillet", i n Cahiers Ferdinand de Saussure, 2 1 , 1 9 6 4 , p p . 9 2 - 1 3 5 .

  • P R I M E R A P A R T E

    LA RUPTURA

    I. EL HECHO SE CONQUISTA CONTRA LA ILUSION DEL SABER INMEDIATO

    La vigilancia epistemolgica se impone particularmente en el caso de las ciencias del hombre, en las que la separacin entre la opi-nin comn y el discurso cientfico es ms imprecisa que en otros casos. Aceptando con demasiada facilidad que la preocupacin de una reforma poltica y moral de la sociedad arrastr a los socilogos del siglo xix a abandonar a menudo la neutralidad cientfica, y tambin que la sociologa del siglo xx pudo renunciar a las ambi-ciones de la filosofa social sin precaverse empero de las contami-naciones ideolgicas de otro orden, con frecuencia se deja de reconocer, a fin de extraer de ello todas las consecuencias, que la familiaridad con el universo social constituye el obstculo episte-molgico por excelencia para el socilogo, porque produce conti-nuamente concepciones o sistematizaciones ficticias, al mismo tiempo que sus condiciones de credibilidad. El socilogo no ha saldado cuentas con la sociologa espontnea y debe imponerse una polmica ininterrumpida con las enceguecedoras evidencias que presentan, a bajo precio, las ilusiones del saber inmediato y su riqueza insuperable. Le es igualmente difcil establecer la separacin entre la percepcin y la ciencia que, en el caso del fsico, se expresa en una acentuada oposicin entre el laboratorio y la vida cotidiana como encontrar en su herencia terica los instrumentos que le permitan rechazar redicalmente el lenguaje comn y las nociones comunes.

  • 28 EL OFICIO DE JCILOGO

    i-l. Prenociones y tcnicas de ruptura

    Como tienen por funcin reconciliar a todo precio la conciencia comn consigo misma, proponiendo explicaciones, aun contradic-torias, de un mismo hecho, las opiniones primeras sobre los hechos sociales se presentan como una coleccin falsamente sistematizada de juicios de uso alternativo. Estas prenociones, "representaciones esquemticas y sumarias" que se "forman por la prctica y para ella", como lo observa Durkheim, reciben su evidencia y "auto-ridad" de las funciones sociales que cumplen [E. Durkheim, texto n? 4].

    La influencia de las nociones comunes es tan fuerte que todas las tcnicas de objetivacin deben ser aplicadas para realizar efectivamente una ruptura, ms a menudo anunciada que efec-tuada. As los resultados de la medicin estadstica pueden, por lo menos, tener la virtud negativa de desconcertar las primeras impresiones. De la misma forma, an no se ha considerado sufi-cientemente la funcin de ruptura que Durkheim atribua a la definicin previa del objeto como construccin terica "provisoria" destinada, ante todo, a "sustituir las nociones del sentido comn por una primera nocin cientfica" 1 [M. Mauss, texto n" 5], En efecto, en la medida en que el lenguaje comn y ciertos usos espe-cializados de las palabras comunes constituyen el principal vehculo de las representaciones comunes de la sociedad, una crtica lgica y lexicolgica del lenguaje comn surge como el paso previo ms indispensable para la elaboracin controlada de las nociones cientficas [/. H. Goldthorpe et D. Lockwood, texto n? 6}.

    Como durante la observacin y la experimentacin el soci-logo establece una relacin con su objeto que, en tanto relacin social, nunca es de puro conocimiento, los datos se le presentan como configuraciones vivas, singulares y, en una palabra, dema-

    1 P. Fauconnet y M. Mauss, artculo "Sociologie", en Grande Encyclo-pdie Franaise, t. xxx, Pars, 1901, p. 173. No es casualidad si los que quieren encontrar en Durkheim, y ms precisamente en su teora de la definicin y del indicador (cf. por ej., R. K. Merton, Elments de thorie et de mthode sociologique [trad. H. Mendras], 2;* edic. aumentada, Pion, Paris, 1965, p. 61), el origen y garanta del "operacionalismo" desconocen la funcin de ruptura que Durkheim confera a la definicin: en efecto, numerosas definiciones llama-das "operatorias" no son otra cosa que una puesta en forma, lgicamente controlada o formalizada, de las ideas del sentido comn.

  • I,A RUPTURA 29

    siado humanas, que tienden a imponrsele como estructuras de objeto. Al desmontar las totalidades concretas y evidentes que se presentan a la intuicin, para sustituirlas por el conjunto de criterios abstractos que las definen sociolgicamente profesin, ingresos, nivel de educacin, etc., al proscribir las inducciones espontneas que, por efecto de halo, predisponen a extender sobre toda una clase los rasgos sobresalientes de los individuos ms "tpicos" en apariencia, en resumen, al desgarrar la trama de relaciones que se entreteje continuamente en la experiencia, el anlisis estadstico contribuye a hacer posible la construccin de relaciones nuevas, capaces, por su carcter inslito, de imponer la bsqueda de relaciones de un orden superior que den razn de ste.

    As, el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, aun del ms desconcertante, puesto que su-pone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que ste propone a la percepcin. Si se insiste demasiado sobre el papel del azar en el descubrimiento cientfico, como lo hace Robert K. Mer-ton en su anlisis del serendipity, se corre el riesgo de suscitar las representaciones ms ingenuas del descubrimiento, resumidas en el paradigma de la manzana de Newton: la captacin de un hecho inesperado supone, al menos, la decisin de prestar una atencin metdica a lo inesperado, y su propiedad heurstica depende de la pertinencia y de la coherencia del sistema de cuestiones que pone en discusin. 2 Es sabido que el acto de descubrir que conduce a la solucin de un problema sensorio-motor o abstracto debe romper las relaciones ms aparentes, que son las ms familiares, para hacer surgir el nuevo sistema de relaciones entre los elementos. En sociologa, como en otros campos, "una investigacin seria conduce a reunir lo que vulgarmente se separa o a distinguir lo que vulgarmente se confunde". 3

    i-2. La ilusin de la transparencia y el principio de la no-conciencia

    Todas las tcnicas de ruptura, crtica lgica de las nociones some-tidas a la prueba estadstica de las falsas evidencias, impugnacin

    2 R. K. Merton, Elments de thorie el de mthode sociologique, op. cit., p p . 4 7 - 5 1 .

    3 "Por ejemplo, la ciencia de las religiones reuni en un mismo gnero

  • 30 EL OFICIO DE JCILOGO

    decisoria y metdica de las apariencias, son sin embargo impo-tentes en tanto la sociologa espontnea no es atacada en su propio principio, es decir en la filosofa del conocimiento de lo social y de la accin humana que la sostiene. La sociologa no puede cons-tituirse como ciencia efectivamente separada del sentido comn sino bajo la condicin de oponer a las pretensiones sistemticas de la sociologa espontnea la resistencia organizada de una teora del conocimiento de lo social cuyos principios contradigan, punto por punto, los supuestos de la filosofa primera de lo social. Sin tal teora, el socilogo puede rechazar ostensiblemente las preno-ciones, construyendo la apariencia de un discurso cientfico sobre los presupuestos inconscientemente asumidos, a partir de los cua-les la sociologa espontnea engendra esas prenociones. El artificia-lismo, representacin ilusoria de la gnesis de los hechos sociales segn la cual el cientfico podra comprender y explicar estos hechos "mediante el solo esfuerzo de su reflexin personal", des-cansa, en ltima instancia, sobre el presupuesto de la ciencia infusa que, arraigado en el sentimiento de familiaridad, funda tambin la filosofa espontnea del conocimiento del mundo social: la polmica de Durkheim contra el artificialismo, el psicologismo o el moralismo no es sino el revs del postulado segn el cual los hechos sociales "tienen una manera de ser constante, una natu-raleza que no depende de la arbitrariedad individual y de donde derivan las relaciones necesarias" [. Durkheim, texto n 7]. Marx no afirmaba otra cosa cuando sostena que "en la produccin social de su existencia, los hombres traban relaciones determina-das, necesarias, independientes de su voluntad", y tambin Weber lo afirmaba cuando proscriba la reduccin del sentido cultural de las acciones a las intenciones subjetivas de los actores. Durk-heim, que exige del socilogo que penetre en el mundo social como en un mundo desconocido, reconoca a Marx el mrito de haber roto con la ilusin de la transparencia: "Creemos fecunda la idea de que la vida social debe explicarse, no por la concepcin que se hacen los que en ella participan, sino por las causas profundas que escapan a la conciencia" 4 [E. Durkheim, texto r- ].

    a los tabes de impureza y los de pureza, puesto que son todos tabes; por el contrario, distingui cuidadosamente los ritos funerarios y el culto de los ante-pasados" (P. Fauconnet y M. Mauss, "Sociologie", loc. cit., p. 173).

    4 E. Durkheim, informe de A. Labriola, "Essais sur la conception ma-trialiste de l'histoire", en Revue Philosophique, die. 1897, vol. xuv , 22do. ao, p. 648.

  • I,A RUPTURA 31

    Tal convergencia se explica fcilmente:5 lo que podra deno-minarse principio de la no-conciencia, concebido como condicion sirte qua non de la constitucin de la ciencia sociolgica, no es sino la reformulacin del principio del determinismo metodolgico en la lgica de esta ciencia, del cual ninguna ciencia puede rene-gar sin negarse como tal. 6

    Es lo que se oculta cuando se expresa el principio de la no-conciencia en el vocabulario de lo inconsciente, transformndose as un postulado metodolgico en tesis antropolgica, ya se termine sustantivando la substancia o que se permita la polisemia del trmino para reconciliar la aficin a los misterios de la inte-rioridad con los imperativos del distanciamiento7 [L. Wittgenstein, texto n9 9~\. De hecho, el principio de la no-conciencia no tiene otra funcin que apartar la ilusin de que la antropologa pueda constituirse como ciencia reflexiva y definir, simultneamente, las condiciones metodolgicas en las cuales puede convertirse en cien-

    s La acusacin de sincretismo que podra provocar la comparacin de lextos de Marx, Weber y Durkheim descansara en la confusin entre la teo-ra del conocimiento de lo social como condicin de posibilidad de un dis-curso sociolgico verdaderamente cientfico y la teora del sistema social (sobre este punto vase pp. 15, 16 y pp. 48-50, e infra, G. Bachelard, texto ii'-' 2, pp. 121-124). En caso de que no se nos concediera esta distincin, habra que examinar todava si la apariencia disparatada no se mantiene porque se permanece fiel a la representacin tradicional de una pluralidad de tradiciones tericas, representacin que impugna precisamente el "eclecticismo apacible

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    eia experimental8 [. Durkheim, texto n 10; F. Simiand, texto n 1 1 \ Si la sociologia espontnea renace instintivamente y bajo

    disfraces tan diferentes en la sociologa cientfica, es sin duda porque los socilogos que buscan conciliar el proyecto cientfico con la afirmacin de los derechos de la persona derecho a la libre actividad y a la clara conciencia de la actividad o que, sencillamente, evitan someter su prctica a los principios funda-mentales de la teora del conocimiento sociolgico, tropiezan inevi-tablemente con la filosofa ingenua de la accin y de la relacin del sujeto con la accin, que obligan a defender, en su sociologa espontnea de los sujetos sociales, la verdad vivida de su expe-riencia de la accin social. La resistencia que provoca la sociologa cuando pretende separar la experiencia inmediata de su privilegio gnoseologico se basa en la misma filosofa humanista- de la accin humana de cierta sociologa que, empleando conceptos como el de "motivacin", por ejemplo, o limitndose por predileccin a cues-tiones de decision-marking, realiza, a su manera, la ingenua pro-mesa de todo sujeto social: creyendo ser dueo y propietario de s mismo y de su propia verdad, no queriendo conocer otro determi-nismo que el de sus propias determinaciones (incluso si las con-sidera inconscientes), el humanismo ingenuo que existe en todo hombre opera como una reduccin "sociologista" o "materialista"

    ser fuera de toda captacin, no nos importa. Concdasenos slo que la vida representativa se extiende ms all de nuestra conciencia actual" (E. Drk-heim, "Reprsentations individuelles et reprsentations colectives", Revue de Mtaphysique et de Morale, iv, mayo 1898, reproducido en Sociologie et Philo-sophie, F. Alean, Paris, 1924; citado de acuerdo con la edic. PUF, Paris, 1967, p. 25 [hay ed. esp.]).

    8 Es lo que sugiere C. Lvi-Strauss cuando distingue el empleo que hace Mauss de la nocin de inconsciente de la de inconsciente colectivo de Jung "lleno de smbolos y aun de cosas simbolizadas que forman una especie de substrat", y que le concede a Mauss el mrito "de haber recurrido al incons-ciente como proveedor del carcter comn y especfico de los hechos sociales" (C. Lvi-Strauss, "Introduction", en M. Mauss, Sociologie et Anthropologie, pur , Paris 1950, pp. xxx y xxxn [hay ed. esp.]). Es en ese sentido que reco-noce ya en Taylor la afirmacin, sin duda confusa y equvoca, de lo que hace la originalidad de la etnologa, a saber "la naturaleza inconsciente de los fen-menos colectivos" [ . . . ] . "Incluso cuando se encuentran interpretaciones, stas tienen siempre el carcter de racionalizaciones o de elaboraciones secundarias: no hay ninguna duda de que las razones por las cuales se practica una costum-bre, o se comparte una creencia, son muy distintas de las que se invoca para justificarla" (Anthropologie structural, Pion, Pars, 1958, p. 25 [hay ed. esp.]).

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    de todo intento por establecer que el sentido de las acciones ms personales y ms "transparentes" no pertenecen al sujeto que las ejecuta sino al sistema total de relaciones en las cuales, y por las cuales, se realizan. Las falsas profundidades que promete el vocabulario de las "motivaciones" (notablemente diferenciadas de los simples "motivos") quiz tengan por funcin salvaguardar a la filosofa de la eleccin, adornndola de prestigios cientficos que se dediquen a la investigacin de elecciones inconscientes. La indagacin superficial de las fundaciones psicolgicas tal como son vividas "razones" o "satisfacciones" impide a menudo la investigacin de las funciones sociales que las "razones" ocultan y cuyo cumplimiento proporciona, adems, las satisfacciones direc-tamente experimentadas.

    Contra este mtodo ambiguo que permite el intercambio inde-finido de relaciones entre el sentido comn y el sentido comn cientfico, hay que establecer un segundo principio de la teora del conocimiento de lo social que no es otra cosa que la forma positiva del principio de la no-conciencia: las relaciones sociales no podran reducirse a relaciones entre subjetividades animadas de intenciones o "motivaciones" porque ellas se establecen entre con-diciones y posiciones sociales y tienen, al mismo tiempo, ms realidad que los sujetos que ligan. Las crticas que Marx efectuaba a Stirner alcanzan a los psicosocilogos y a los socilogos que re-ducen las relaciones sociales a la representacin que de ellas se hacen los sujetos y creen, en nombre de un artificialismo prc-tico, que se pueden trasformar las relaciones objetivas trasfor-mando esa representacin de los sujetos: "Sancho no quiere que dos individuos estn en contradiccin uno contra otro, como burgus y proletario [. . . ], querra verlos mantener una relacin personal de individuo a individuo. No considera que, en el marco de la divisin del trabajo, las relaciones personales se convierten necesaria e inevitablemente en relaciones de clase y como tal se cristalizan; as toda su verborragia se reduce a un voto piadoso que quiere cumplir exhortando a los individuos de esas clases a

    9 Tal es el sentido de la crtica que Durkheim haca de Spencer: "Los hechos sociales no son el simple desarrollo de los hechos psquicos, sino que estos ltimos son, en gran parte, la prolongacin de los primeros en el interior de la conciencia. Esta proposicin es muy importante ya que el punto de vista contrario expone al socilogo, a cada instante, a que tome la causa por efecto y recprocamente" (De la divisin du ravail social, 7* edic., PUF, Pars, 1960, p. 341 [hay ed. esp.]).

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    desechar de su espritu la idea de sus contradicciones y de su privilegio particular [ . . . ] . Para destruir la contradiccin y lo particular, bastara cambiar la opinin y el querer".10 Independientemente de las ideologas de la "participacin" y de la "comunicacin" a las que respaldan a menudo, las tcnicas clsicas de la psicologa social conducen, en razn de su episte-mologa implcita, a privilegiar a las representaciones de los indi-viduos en detrimento de las relaciones objetivas en las cuales estn inscriptas y que definen la "satisfaccin" o la "insatisfaccin" que experimentan, los conflictos que encierran o las expectativas o ambiciones que expresan. El principio de la no-conciencia im-pone, por el contrario, que se construya ei sistema de relaciones objetivas en el cual los individuos se hallan insertos y que se ex-presa mucho ms adecuadamente en la economa o en la mor-fologa de los grupos que en las opiniones e intenciones declaradas de los sujetos. El principio explicativo del funcionamiento de una organizacin est muy lejos de que lo suministre la descripcin de las actitudes, las opiniones y aspiraciones individuales; en rigor, es la captacin de la lgica objetiva de la organizacin lo que proporciona el principio capaz de explicar, precisamente, aquellas actitudes, opiniones y aspiraciones.11 Este objetivismo provisorio que es la condicin de la captacin de la verdad objetivada de los sujetos, es tambin la condicin de la comprensin total de la rela-cin vivida que los sujetos mantienen con su verdad objetivada en un sistema de relaciones objetivas.12

    1 0 K. Marx, Idologie allemande (trad. J. Molitor), en Oeuvres Philoso-phiques, t. ix, A. Costes, Pars, 1947, p. 94 [hay ed. esp.].

    1 1 Esta reduccin a la psicologa encuentra uno de sus modelos de eleccin en el estudio de los grupos pequeos, aislados de la accin y de la interaccin, abstrados de la sociedad global. No se tienen ms en cuenta las investiga-ciones o el estudio aislado de los conflictos psicolgicos entre sectores, sustituidos por el anlisis de las relaciones objetivas entre las fuerzas sociales.

    1 2 Si fuera necesario, por las necesidades de la tarea pedaggica, poner fuertemente el acento sobre la objetivacin previa que se impone a todo estudio sociolgico, cuando quiere romper con la sociologa espontnea, no podra reducirse la tarea de la explicacin sociolgica a las dimensiones de un obje-tivismo: "La sociologa supone, por su misma existencia, la superacin de la oposicin ficticia que subjetivistas y objetivistas hacen surgir arbitrariamente. Si la sociologa es posible como ciencia objetiva, es porque existen relaciones exteriores, necesarias, independientes de las voluntades individuales y, si se quiere, inconscientes (en el sentido de que no son objeto de la simple refle-xin), que no pueden ser captadas sino por los rodeos de la observacin y de la experimentacin objetivas. [ . . . ] Pero, a diferencia de las ciencias naturales,

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    i-3. Naturaleza y cultura: substancia y sistema de relaciones

    Si el principio de la no-conciencia no es sino el revs del referido al mbito de relaciones, este ltimo debe conducir al rechazo de todos los intentos por definir la verdad de un fenmeno cultural independientemente del sistema de relaciones histricas y sociales del cual es parte. Tantas veces condenado, el concepto de natura-leza humana, la ms sencilla y natural de todas las naturalezas, subsiste sin embargo bajo la especie de conceptos que son moneda corriente, por ejemplo, las "tendencias" o las "propensiones" de ciertos economistas, las "motivaciones" de la psicologa social o las "necesidades" y los "pre-requisitos" del anlisis funcionalista. 1 a filosofa esencialista, que es la base de la nocin de naturaleza, lodava se practica en cierto uso ingenuo de los criterios de an-lisis como el sexo, la edad, la raza o las aptitudes intelectuales, al considerarse esas caractersticas como datos naturales, necesarios y eternos, cuya eficacia podra ser captada independientemente de las condiciones histricas y sociales que los constituyen en su especificidad, por una sociedad dada y en un tiempo determinado.

    De hecho, el concepto de naturaleza humana est presente cada vez que se trasgrede el precepto de Marx que prohibe eter-nizar en la naturaleza el producto de la historia, o el precepto de Durkheim que exige que lo social sea explicado por lo social y slo por lo social [K. Marx, texto n912; Durkheim, texto n9 13]. I -a frmula de Durkheim conserva todo su valor pero a condicin de que exprese no la reivindicacin de un "objeto real", efectiva-mente distinto del de las otras ciencias del hombre, ni la pre-

    mia antropologa total no puede detenerse en una construccin de relaciones objetivas porque la experiencia de las significaciones forma parte de la signi-ficacin total de la experiencia: la sociologa, aun la menos sospechosa de subjetivismo, recurre a conceptos intermediarios y mediadores entre lo subje-t'vo y lo objetivo, como alienacin, actitud o ethos. En efecto, le corresponde construir el sistema de relaciones que engloba y el sentido objetivo de las i onductas organizadas segn regularidades mensurables y las relaciones singu-lares que los sujetos mantienen con las condiciones objetivas de su existencia y i on el sentido objetivo de sus conductas, sentido que los posee porque estn desposedos de l. Dicho de otro modo, la descripcin de la subjetividad-objeti-v iilad remite a la descripcin de la interiorizacin de la objetividad" (P. Bour-dieu, Un Art moyen, Pars, Ed. de Minuit, 1970, .2 edic., pp. 18-20; 1* edic. I >65).

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    tensin sociologista de querer explicar sociolgicamente todos los aspectos de la realidad humana, sino la fuerza de la decisin metodolgica de no renunciar anticipadamente al derecho de la explicacin sociolgica o, en otros trminos, no recurrir a un prin-cipio de explicacin tomado de otras ciencias, ya se trate de la biologa o de la psicologa, en tanto que la eficacia de los mtodos de explicacin propiamente sociolgicos no haya sido completa-mente agotada. Adems de que, al recurrir a factores que son por definicin transhistricos y transculturales, se corre el riesgo de dar por explicado precisamente lo que hay que explicar, se con-dena, en el mejor de los casos, a dar cuenta solamente de las seme-janzas de las instituciones, dejando escapar, como dice Lvi-Strauss, aquello que determina su especificidad histrica o su originalidad cultural: "Una disciplina cuyo primer objetivo, si no el nico, es analizar e interpretar las diferencias evita toda difi-cultad al tener en cuenta nada ms que las semejanzas. Pero, al mismo tiempo, pierde toda capacidad para distinguir lo general, a lo cual aspira, de lo vulgar con lo que se contenta" 13 [ M a x Weber, texto n9 14~\.

    Pero no basta que las caractersticas atribuidas al hombre social en su universalidad se presenten como "residuos" o inva-riantes descubiertas por el anlisis de las sociedades concretas para que sea decisivamente descartada esta filosofa esencialista que debe la mayor parte de su seduccin al esquema de pen-samiento segn el cual "no hay nada nuevo bajo el sol": de Pa-reto a Ludwig von Mises no faltan anlisis, aparentemente histri-cos, que se limitan a sealar con un nombre sociolgico principios explicativos tan poco sociolgicos como la "tendencia a crear aso-ciaciones", "la necesidad de manifestar sentimientos por actos exteriores", el resentimiento, la bsqueda de prestigio, la insacia-bilidad de la necesidad o la libido dominandi,14 No se compren-

    1 3 Claude Lvi-Strauss, Anthropologie structurale, op. cit., p. 19. 14 Para probar que la actitud crtica contra el capitalismo no estara ins-

    pirada sino en el resentimiento propio de individuos frustrados en su ambicin social, von Mises seala, independientemente de toda especificacin sociolgica, la propensin a la autojustificacin, adems de la aspiracin al ascenso social. Es porque habran fracasado en sus posibilidades de ascenso como consecuencia de alguna inferioridad natural ("las cualidades biolgicas de las cuales est provisto un hombre, limitan, muy estrechamente, el campo dentro del cual puede prestar servicios a los otros") que mucha gente volvera contra el capitalismo el resentimiento nacido de su ambicin frustrada. Resumiendo: como, segn Leibniz, est establecido desde tiempos inmemoriales en la esencia

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    doria que los socilogos puedan con tanta frecuencia renegar de su condicin de tales proponiendo, sin otra razn, explicaciones que no deberan utilizar sino como ltimo recurso, si no fuera que la tentacin de la explicacin por las opiniones declaradas no se encontrara reforzada por la seduccin genrica de la explicacin por lo simple, denunciada incansablemente por Bachelard por su "ineficacia epistemolgica".

    i-4. La sociologa espontnea y los poderes del lenguaje

    Si la sociologa es una ciencia como las otras que slo tropieza con una dificultad particular en ser como ellas, es, fundamentalmente, en razn de la especial relacin que se establece entre la experien-cia cientfica y la experiencia ingenua del mundo social y entre las expresiones ingenua y cientfica de las mismas. En efecto, no basta con denunciar la ilusin de la transparencia y poseer los principios capaces de romper con los supuestos de la sociologa espontnea para terminar con las construcciones ilusorias que plantea. "He-rencia de las palabras, herencia de las ideas", segn la sentencia de Brunschvicg, el lenguaje comn que, en tanto tal, pasa inadver-tido, encierra en su vocabulario y sintaxis toda una filosofa petri-ficada de lo social siempre dispuesta a resurgir en palabras comu-nes o expresiones complejas construidas con palabras comunes que el socilogo utiliza inevitablemente. Cuando se presentan ocultas bajo las apariencias de una elaboracin cientfica, las prenociones pueden abrirse camino en el discurso sociolgico sin perder por ello la credibilidad que les otorga su origen: las precauciones con-tra el contagio de la sociologa por la sociologa espontnea no seran ms que exorcismos verbales si no se acompaaran de un esfuerzo por proporcionar a la vigilancia epistemolgica las armas indispensables para evitar el contagio de las nociones por las pre-nociones. En la medida en que es a menudo prematuro, el deseo de desechar la lengua comn sustituyndola pura y simplemente por una lengua perfecta, en cuanto est totalmente construida y formalizada, corre el peligro de remplazar al anlisis, ms urgente,

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    de la lgica del lenguaje comn: slo este anlisis puede dar al socilogo el medio de redefinir las palabras comunes dentro de un sistema de nociones expresamente definidas y metdicamente depuradas, sometiendo a la crtica las categoras, los problemas y esquemas que la lengua cientfica toma de la lengua comn y que siempre amenazan con volver a introducirse bajo los dis-fraces de la lengua cientfica ms formalizada. "El estudio del empleo lgico de una palabra escribe Wittgenstein nos permi-te escapar de la influencia de ciertas expresiones tipo [. . . ]. Estos anlisis buscan apartarnos de los prejuicios que nos incitan a creer que los hechos deben estar de acuerdo con ciertas imgenes que afloran en nuestra lengua." 15 Por no someter el lenguaje comn, primer instrumento de la "construccin del mundo de los objetos",16 a una crtica metdica, se est predispuesto a tomar por datos, objetos preconstruidos en y por la lengua comn. La preocu-pacin por la definicin rigurosa es intil, e incluso engaosa, si el principio unificador de los objetos sujetos a definicin no se someti a la crtica.17 Como los filsofos que se lanzan a la bs-

    1 5 L. Wittgenstein, Le cahier bleu et le cahier brun (trad. G. Durand), Pars, Gallimard, 1965, p. 89.

    1 6 Vase Ernst Cassirer, "Le langage et la construction du monde des objets", en Journal de psychologie normal et pathologique, yol. 30. 1933, pp. 18-44, y "The Influence of Language upon the Development of Scientific Thought", en The Journal of Philosophy, vol. 33, 1936, pp. 309-327.

    1 7 M. Chastaing extiende la crtica que haca Wittgenstein de los juegos conceptuales a los cuales llevan los juegos de palabras sobre la palabra "juego": "Los hombres no juegan ni como sus decorados ni como sus institu-ciones. No juegan con las palabras como sobre una escena; no con el violin como una batuta; no con la fortuna como el infortunio; no con la armona del vals como un adversario; no juegan con un proyectil como juegan a la pelota, por ejemplo, al ftbol. Pueden decir: jugar una situacin no es jugar otra. Deberan decir: jugar no es jugar" (M. Chastaing, "Jouer n'est pas jouer", Journal de psychologie nrmale et pathologique, n 9 3, julio-setiembre 1 9 5 9 , p p . 3 0 3 - 3 2 6 ) .

    La crtica lgica y lingstica a la cual M. Chastaing somete la palabra "juego" se aplicara casi ntegramente a la nocin de "ocio", a los usos que comnmente se hacen de l y a las definiciones "esenciales" que le dan ciertos socilogos: "sustituid la antigua palabra juego por el neologismo ocio. Reemplcese en algunas descripciones clsicas de los juegos, la voluntad de jugar o la actividad libre del jugador por una distraccin calificada de que-rida o tachada de opcin del individuo sin preocuparse del tiempo libre dirigido y las vacaciones pagadas ni de la antigua oposicin, licet-libet. Reemplcese el placer de jugar por el objetivo hedonistico de las distracciones cuidndose de canturrear Sombre dimanche despus de Je hais les dimanches. Reempl-cese por ltimo algunos juegos gratuitos por distracciones que se despliegan

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    queda de una definicin esencial del "juego", con el pretexto de que la lengua comn tiene un nico sentido comn para "los juegos infantiles, los juegos olmpicos, los juegos matemticos o los juegos de palabras", los socilogos que organizan su problem-tica cientfica en torno de trminos pura y simplemente tomados del vocabulario familiar, se someten al lenguaje de sus objetos creyendo no tener en cuenta sino el "dato". Las demarcaciones que efecta el vocabulario comn no son las nicas preconstruc-ciones inconscientes e incontroladas que se insinan en el discurso sociolgico, y esa tcnica de ruptura que es la crtica lgica de la sociologa espontnea, encontrara, sin duda, un instrumento rremplazable en la nosografa del lenguaje comn que se pre-senta, por lo menos como esbozo, en la obra de Wittgenstein [M. Chastaing, texto n" 5].18

    Tal crtica dara al socilogo el medio de disipar el halo se-mntico (fringe of meaning, como dice Williams James) que rodea a las palabras ms comunes y controlar las significaciones dudosas de todas las metforas, aun las que aparentan estar muertas, que corren el peligro de situar la coherencia de su discurso en otro orden distinto del que pretenden inscribir sus formulaciones. Sea que alguna de esas imgenes puedan ser clasificadas segn el orden, biolgico o mecnico, al cual remiten, o segn las filosofas implcitas de lo social que sugieren: equilibrio, presin, fuerza, tensin, reflejo, raz, cuerpo, clula, secrecin, crecimiento, regu-lacin, gestacin, decaimiento, etc., esos esquemas de interpreta-cin, tomados a menudo del orden fsico o biolgico, corren el riesgo de transmitir, con el pretexto de la metfora y de la homo-nimia, una filosofa inadecuada de la vida social y, sobre todo, de desalentar la bsqueda de la explicacin especfica proporcionando sin mayores esfuerzos una apariencia de explicacin 19 [G. Can-

    juera de toda finalidad utilitaria, si puede olvidar la jardinera de los obreros y empleados, hasta incluso los trabajos caseros" (ibd.).

    18 As, la mayor parte de los usos del trmino de inconsciente caen en el paralogismo de las "esencias ocultas" que consiste, segn Wittgenstein, en sacar a las palabras de su contexto de uso y asignarles de este modo una significacin sustancial (vase infra, L. Wittgenstein, texto n ' 9, p. 157).

    1 9 No es otra cosa que pagar con la misma moneda: si la sociologa padeci la importacin incontrolada de esquemas e imgenes biolgicas, la biologa debi, en otra poca, eliminar, no sin dificultad, de las nociones tales como la de "clula" o "tejido" sus connotaciones morales o polticas (cf. infra, G. Canguilhem, texto n ? 16, p. 190).

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    guilhem, texto n 16~\. As, un psicoanlisis del espritu sociolgico podra, sin duda, encontrar en numerosas descripciones del pro-ceso revolucionario, como explosin que sucede a la opresin, un esquema mecnico, apenas traspuesto. Asimismo, los estudios de difusin cultural recurren, a menudo ms inconsciente que cons-cientemente, al modelo de la mancha de aceite para intentar explicar la extensin y el ritmo de dispersin de un rasgo cultural. Esto sera contribuir a la purificacin del espritu cientfico ms que a analizar concretamente la lgica y las funciones de los es-quemas como el de "cambio de escala", por el cual se permite trans-ferir al nivel de la sociedad global o mundial observaciones o enun-ciados vlidos slo en el nivel de grupos pequeos; como el de la "manipulacin" o del "complot" que, descansando en definitiva sobre la ilusin de la transparencia, tiene la falsa profundidad de una explicacin oculta y proporciona las satisfacciones afectivas de la denuncia de las criptocracias, o incluso el de la "accin a distancia" que obliga a pensar en la accin de los medios modernos de comunicacin segn las categoras del pensamiento mgico.20

    Como se ve, la mayor parte de estos esquemas metafricos son comunes a las palabras ingenuas y al discurso cientfico; de hecho aqullos deben a esta doble pertenencia su eficacia seudo-explicativa. Como dice Yvon Belaval, "si nos convencen, es porque nos hacen dudan y oscilar, sin que lo sepamos, entre la imagen y el pensamiento, entre lo concreto y lo abstracto. Aliado de la ima-ginacin, el lenguaje trasplanta subrepticiamente la verdad de la evidencia sensible a la verdad de la evidencia lgica".21 Ocultando su origen comn bajo el ornato de la jerga cientfica, esos esque-mas mixtos evaden la refutacin, ya sea porque proponen de inmediato una explicacin global y evocan experiencias cotidianas (el concepto de "sociedad de masas" que puede, por ejemplo, en-contrar su paralelo en la experiencia de los embotellamientos de Pars y el trmino "mutacin" que refleja a menudo slo la vulgar experiencia de lo inslito), ya sea porque remiten a una filosofa espontnea de la historia, como el esquema del retorno cclico, cuando considera slo la sucesin de las estaciones, o como el

    2 0 Noam Chomsky muestra cmo el lenguaje de Skinner, que hace un uso metafrico de los trminos tcnicos, revela su inconsistencia cuando se lo somete a una crtica lgica o lingstica (Noam Chomsky, informe de B. F. Skinner, Verbal Behavior, Language, vol. 35, 1959, pp. 16-58).

    2 1 Y. Belaval, Les Philosophes et leur langage, Gallimard, Paris, 1952, p. 23.

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    esquema funcionalista cuando no tiene ctro contenido que el "es estudiado por" del finalismo ingenuo, o bien porque tropiezan con esquemas cientficos ya vulgarizados, como el de la comprensin del sociograma que reproduce, por ejemplo, la imagen oculta de los tomos encadenados. Duhem sealaba a propsito de la fsica que el cientfico se expone siempre a hallar en las evidencias del sen-tido comn residuos de teoras anteriores que la ciencia ya ha abandonado; dado que todo predispone a que los conceptos y teo-ras sociolgicas pasen al dominio pblico, el socilogo corre el riesgo, ms que cualquier otro cientfico, de "retomar del fondo de conocimientos comunes, para volcarlos en la ciencia terica, los elementos que sta ya haba depositado en ellos".22

    Sin duda que el rigor cientfico no impone que se renuncie a todos los esquemas analgicos de explicacin o de comprensin como lo confirman el uso que la fsica moderna hace de los para-digmas incluso mecnicos con fines pedaggicos o heursticos, pero es preciso usarlos cientfica y metdicamente. As como las ciencias fsicas debieron romper categricamente con las represen-taciones animistas de la materia, y de la accin sobre ella, las ciencias sociales deben efectuar la "ruptura epistemolgica" que diferencie la interpretacin cientfica del funcionamiento social de aquellas artificialistas o antropomrficas: slo a condicin de someter a la experiencia de la explicitacin total23 los esquemas utilizados por la explicacin sociolgica es como se evitar el con-tagio al que estn expuestos los esquemas ms depurados, cada vez que presenten una afinidad estructural con los esquemas comunes. Bachelard demuestra que la mquina de coser se invent slo cuando se dej de imitar los movimientos de la costurera: la socio-loga obtendra sin dudas sus mejores frutos de una adecuada re-presentacin de la epistemologa de las ciencias de la naturaleza si se atuviera a verificar en cada momento que construye verda-deramente mquinas de coser, en lugar de transplantar penosa-mente los movimientos espontneos de la prctica ingenua.

    2 2 P. Duhem, La thorie physique, son objet, sa structure, M. Rivire, I'aris, 1954, 2* edic. revisada y aumentada, p. 397.

    2 3 En esta tarea d control semntico, la sociologa puede armarse no slo de lo que Bachelard designaba como psicoanlisis del conocimiento o de una < l itica puramente lgica y lingistica, sino tambin de una sociologa del uso social de los esquemas de interpretacin de lo social.

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    1-5. La tentacin de profetismo

    Actualmente la sociologa tiende a mantener con el pblico, nunca circunscripto al grupo de pares, una relacin opaca que siempre corre el riesgo de encontrar su lgica en la relacin entre el autor exitoso y su pblico, o incluso a veces entre el profeta y su audi-torio, ello en razn de que tiene ms dificultades que cualquier otra ciencia en desprenderse de la ilusin de la transparencia y realizar irreversiblemente la ruptura con las prenociones y porque a menudo se le asigna, volen nolens, la tarea de responder a los interrogantes ltimos sobre el porvenir de la civilizacin. El soci-logo est expuesto, mucho ms que cualquiera de los otros espe-cialistas, al veredicto ambiguo y ambivalente de los no especialistas que se creen autorizados a dar crdito a los anlisis propuestos, no obstante stos descubran los supuestos de su sociologa espon-tnea, pero que por eso mismo son inducidos a impugnar la validez de una ciencia que no aprueban sino en la medida en que se repita en el buen sentido. De hecho, cuando el socilogo se hace cargo de los objetos de reflexin del sentido comn y de la reflexin comn sobre esos objetos, no tiene nada que oponer a la certeza comn del derecho que tiene todo hombre de hablar de todo lo que es humano y juzgar todo discurso, incluso cientfico, sobre lo que es hu-mano. Cmo no sentirse un poco socilogo cuando los anlisis del "socilogo" concuerdan perfectamente con las palabras de la charla cotidiana y el discurso del analista y las palabras analizadas estn separadas nada ms que por la frgil barrera de las comillas? 24 No es casualidad si la bandera del "humanismo", bajo la cual se renen quienes creen que basta ser humano para ser socilogo y los que llegan a la sociologa para satisfacer una pasin dema-siado humana de lo "humano", se utiliza como punto de concen-tracin de todas las resistencias contra la sociologa objetiva, apo-yndose en la ilusin de la reflexividad o en la afirmacin de los imprescriptibles derechos del hombre libre y creador.

    El socilogo que comulga con su objeto no est nunca exento de ceder a la complacencia cmplice de las expectativas escatol-gicas que el pblico tiende a transferir hoy sobre las "ciencias humanas", y que seria mucho mejor llamar ciencias del hombre. En tanto acepta determinar su objeto y las funciones de su discurso

    2 4 Preferimos dejar para cada lector el cuidado de encontrar las ilustra-ciones de este anlisis.

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    de acuerdo con los requerimientos de su pblico, y presenta a la antropologa como un sistema de respuestas totales a los interro-gantes ltimos sobre el hombre y su destino, el socilogo se vuelve profeta, aun si el estilo y la temtica de su mensaje varan segn que como "pequeo profeta acreditado por el estado" res-ponda, cual si fuera dueo de la sabidura, a las inquietudes de la salvacin intelectual, cultural o poltica de un auditorio de estu-diantes o que, practicando la poltica terica que Wright Mills concede a los "estadistas" de la ciencia, se esfuerce en unificar al pequeo reino de conceptos sobre lo