1 EL REY BASTARDO Los Reyes Normandos

Embed Size (px)

Citation preview

1 EL REY BASTARDO los reyes Normandos EL NACIMIENTO DEL BASTARDO En un caluroso da de verano de lo26, Roberto, vizconde de Exmes y hermano del reinante duque de Normanda, vio a una hermosa muchacha que lavaba la ropa de su familia en el ro Ante, que corra al pie del castillo de Palaise, y su deseo por ella modific el rumbo de la historia. Roberto, de diecisiete aos y segundo hijo de Ricardo, duque de Normanda, era de tal ndole, que le molestaba el hecho de no ser el mayor por nacimiento. Que su hermano -llamado Ricardo, por el padre de ambos fuese el duque cuando l, ya conocido como Roberto el Magnfico, deba apartarse a un costado slo por haber tenido la desdicha de nacer algo as como un ao despus, resultaba insoportable. Por ese motivo se esforzaba por arrebatar la corona ducal a su hermano, y haba capturado el castillo de Palaise, en donde resida en ese momento. No caba duda de que Ricardo tratara de arrancrselo, y por eso el castillo estaba bien fortificado, y en las torres los centinelas prestaban servicio da y noche, pero Roberto se tomaba tiempo para cazar el jabal salvaje que abundaba. en el bosque cercano; y al regresar de una de esas caceras fue cuando se produjo el encuentro. Inclusive la primera vez, Roberto intuy las caractersticas inhabituales de la joven. No caba duda de que era hermosa, pero en Normanda haba muchas muchachas hermosas. Era joven. Tal vez no habra visto ms de catorce inviernos. Haba en ella un orgullo y una dignidad mientras, con las faldas sobre las rodillas, dejando al descubierto las moldeadas y blancas piernas, pisoteaba su ropa blanca. Cantaba una,' cancin que el duque Roln haba trado consigo de l6s pases escandinavos. Haba llegado a Francia con sus guerreros en sus largos barcos, y tanto acos" al rey de ese pas, que se vio obligado a concederle la tierra que ahora se conoce como Normanda. El largo cabello le caa a la joven sobre los hombros como una capa; sus ojos azules eran dulces mientras cantaba, pero se vean a las claras el orgullo y la dignidad de la hija de un vikingo. Roberto, quien no haba tenido escrpulos en tomar el castillo de Falaise, no habra dejado, por cierto, que nada. se interpusiera en el camino de la satisfaccin de sus deseos, y deseaba a esa muchacha como nunca haba deseado a otra. De manera que orden a sus seguidores que volviesen al castillo y lo dejaran. Se encamin, solo, hacia el borde del ro, pero si ella lo advirti no dio muestras de ello; sigui pisoteando sus ropas y cantando. -Buenos das, doncella -grit l. Ella levant la cabeza, y cuando lo mir los sentidos de Roberto se alborozaron con los placeres por venir; era ms bella an de lo que haba credo. - Qu haces aqu? . .:....pregunt. -Estoy lavando nuestra ropa, buen seor.

-Me gustas mucho -dijo l-o De dnde vienes? -Del pueblo -repuso ella-o Mi padre es Fulbert, el curtidor. -Sal del ro, hija de Fulbert el curtidor. O quieres que vaya yo hacia ti? El rostro de ella se ruboriz apenas. -Ninguna de las dos cosas -contest-o Pues tengo _n trabajo que hacer, y t eres un caballero demasiado -no para perder el tiempo conmigo. Si tena miedo, no lo mostr. El poda meterse en :'1 ro y tomarla. Quin se atrevera a discutir la accin 3-d seor de la Palaise? La familia de ella?, No, Roberto ~ mostrara rpidamente a quin deban fidelidad, si trataban de poner trabas a su placer. Cortara la mano , cualquier. hombre que la levantase contra L S, y la llevara a la puerta de su morada, como una leccin para dems. Pero no hizo nada. La dignidad de la joven lo desconcert. Cosa extraa, se conform con esperar. Seda nada I que una postergacin. Ahora haba intuido esa cualidad que haba en ella. No tena que ser un rpido encuentro las hierbas. Lo preferira en una alcoba del castillo. De modo que se content con quedarse mirndola, sol sobre el dorado cabello de la joven, Yella, alerta como una cervatilla o una gacela, desconfiada y en modo no ansiosa por obedecer a! seor del castillo .. Roberto se encogi de hombros. y salt sobre su caballo, y durante unos momentos se qued mirndola ~ desde arriba. Ella sigui pisoteando las ropas. Roberto vacil. Deba agarrarla, ensearle a no mostrar insolencia "- seor a quien deba fidelidad, o ms bien tomarse tiempo? Era muy joven; tal vez no entenda qu quera ..:.z ella. Era una nia virgen ... quiz ms joven an de lo - que pareca . Cabalg en direccin del castillo. Ella levant la vista y vio la figura que se alejaba. Por supuesto lo conoca. Lo haba visto cuando lleg a caballo a Falaise. Su abuela y su padre hablaron de l y de su poderosa familia. -Habr problemas -dijo su, padre, entonces-o Pues Roberto no es de los que aceptan un segundo lugar. y tendr que ser el segundo, porque su hermano mayor es el heredero del duque Ricardo, y no hay nada ms que decir al respecto .. Tampoco era de los que ven una muchacha deseable y la dejan pasar porque no acude a l cuando la llama ... a menos que hubiese muchas otras esperndolo en el castillo. Ella no poda mostrarse indiferente, pues l era poderoso y hermoso de ver; y ella, que tanto gustaba de sentarse a los pies de su abuela y escuchar las historias de los grandes dioses y hroes de los pases del norte, pens haber visto a uno de ellos, ese da, junto al ro.

En el saln del castillo, Roberto se senta inquieto. Haba un solo fuego, ese da, ya que era verano, y sobre l, en un extremo del saln, pendan los grandes calderos en los cuales se cocinaba la comida. Los marmitones revoloteaban en torno, ansiosos de aplacar el malhumor de Roberto; el humo se elevaba hasta el techo abovedado y escapaba por una lumbrera. El saln estaba fro y oscuro, porque los gruesos muros que retenan el calor tambin excluan la luz; las ventanas eran angostas hendiduras abiertas a los elementos. Roberto segua pensando en la doncella del ro, y se senta enfurecido consigo mismo por no haber tomado a la joven y solucionado el asunto all mismo; y cuando se enojaba consigo descargaba su clera en los dems, y sus criados teman acercrsele. No as su escudero, Osbern de Crpon, un joven de una dignidad que emulaba la de l, un amigo en quien confiaba. Osbern ,fue hacia l y le pregunt qu haba ocurrido para ponerlo de mal humor, y muy pronto Roberto le cont lo de la joven que haba visto e sa tarde. - - Una 'doncella! -exclam Osbern-. Desde cundo no sabes tratar con una doncella? -Tena un aire ... distinto de las que conoc hasta hoy. Osbern ri. - Qu te sucedi? Es ella una hechicera? -Algo por el estilo -repuso Roberto, hosco. -Vamos, no podemos permitir que ests triste. Esto es muy sencillo. Hazla venir. - Te parece que vendra? - N o eres acaso el seor de Falaise ? -En verdad lo soy, y quiero que todos los hombres lo sepan. '

-y las mujeres tambin. Qu te detiene? Quin es la doncella? -Es hermosa. -As dijiste. Gracias a Dios hay muchas as ,en Normanda.

-Una verdadera normanda. Cabello como el oro, y un espritu altivo. Es la hija de cierto Fulbert, un curtidor. - la, y t tan remilgado con la hija de un curtidor! Roberto ri. -No -exclam-o Hazla venir. esta noche. Que me la traigan esta noche. La ropa se haba secado bien ese da. La llev a la cabaa y la pleg. Su padre -el mejor curtidor del pueblo de Falaise- la mir mientras la guardaba e iba al' caldero que herva sobre el fuego. Una buena chica, su Arlette; cada da se volva ms hermosa. Tendra que encontrarle un esposo; quera conocer a sus nietos antes de morir. Ella estaba pensativa, hoy; andaba en silencio por la habitacin de la choza. No poda quitarse de la cabeza el recuerdo del hombre osado que se haba detenido ante el ro para mirarla. Tan claramente le haba recordado las historias que le contaba su abuela, acerca del gran duque Roln, quien era tan corpulento, que caballo .alguno resultaba lo bastante fuerte para soportado, y de Guillermo Espada Larga y de Ricardo el Temerario. Esos eran sus antepasados, y volvan a vivir en l. Eran los descendientes de los hombres que haban llegado en los barcos largos ... los grandes hombres del mar, los exploradores, los conquistadores. En su propia tierra, de donde provena Roln, adoraban a los dioses y a los hroes: a Odn y Thor, Beowulf y Sigurd. Eran temerarios, valientes, y no se inclinaban ante nadie. y ese da haba visto a uno de ellos; y saba que no lo olvidara jams. De modo que estaba triste, y saba que antes que pasara mucho tiempo algn hombre la pedira; tal vez sera uno de los aprendices de su padre, y se pasara el resto de la vida entre el olor de las pieles; y algo le deca que nunca dejara de recordar el da en que uno de los hroes del pas se detuvo un instante para admirarla. Anocheca cuando el ruido de los cascos de un caballo se acerc a la choza. Haba alguien a la puerta. Poda ser que l hubiese regresado? Su padre se puso de pie; protegindola. El hombre entr en la choza. Ella se puso a temblar, porque saba que era un criado enviado del castillo. - Qu deseas? -pregunt el curtidor, y ella percibi el temblor de su voz. -Tienes una hija -fue la respuesta. El padre guard silencio, pero ella se le puso delante y dijo: - y o soy la hija de Fu1bert, el curtidor. -Tengo un mensaje para ti. Debes venir conmigo al castillo.

- Quin te enva? -Mi seor. - Por qu me hace ir? Tuvo conciencia de la sonrisa irnica que se dibujaba en los labios del hombre, y su espritu se rebel de golpe. Le regocij que no se hubiese olvidado de ella, pero saba o que eso significaba. No iba hacia ella en persona; enviaba a su servidor. Se la llevara al castillo de noche, y se la , volvera a la choza de su padre antes del amanecer. Ya haba ocurrido antes con otras. Pero no deba sucederle a ella. Eso era distinto. Por qu si alej despus e haberla visto? Estaba segura de que l nunca haba hecho algo as. La dese, ella tena conciencia de eso. Y jams se sinti tan profundamente conmovida, desconcertada e insegura, en toda su vida. Eso era importante ara ella; tena que ser importante para l. .. No se dejara llevar al castillo y ser devuelta a la oza de su padre, y. quiz enviada a. buscar otra vez, si . no encontraba ninguna mejor para divertirse. No. Algn tonto se lo ordenaba. - Vuelve a tu amo -dijo-o Di1e que si quiere que vaya al castillo, lo har ... pero no a hurtadillas. No entrar, como una mujer sin importancia. Si desea que vaya por mi voluntad, ir a la luz del da Jeoe bajar el puente levadizo, y entrar en el castillo en caballo que, me enviar. Debe proporcionarme una --~oha. Esa es la nica manera en que cabalgar hacia __ seor. El hombre se ri de ella. -El seor est de mal humor -le previno. - y a dije lo que tena que decir -replic ella. El inclin la cabeza y se alej a caballo. El curtidor mir a su hija. - Qu te pas? -No s. Fue como si alguien hablara por m. -Tengo miedo. Temo por ti y por m. -No nos har dao, padre. El curtidor mene la cabeza.

Haba visto muchas manos clavadas a una puerta. Mir la suya propia, que extendi ante s. Cmo trabajara sin ella? Tal vez podran huir. A Rouen? Podan seguirlos hasta all. y su oficio? Era muy conocido en - Falaise ... el mejor curtidor del pueblo. Qu se haba apoderado de Arlette? Poda dar a luz un bastardo, es cierto, pero sera un bastardo noble. Los duques y su familia eran buenos con sus mujeres. Pero no les gustaba que los desafiaran. y Roberto -a quien algunos llamaban Roberto el Diablo; otros Roberto el Magnficoera un hombre orgulloso. En cuanto a Arlette, su momento de triunfo haba pasado. Se sent sobre un montn de pieles, en un rincn de la habitacin, y pens en lo que haba hecho. La mandara l a buscar? La tomara por la fuerza? Incendiara la choza de su padre? O hara caso omiso de ella? No, eso nunca. Sin duda no dejara pasar un insulto. No durmi en toda la noche. Tampoco su padre. Se sobresaltaban con cada ruido. Por fin sali el sol y fue otra vez de da. Haban pasado la noche; pero qu traera el da? Durante la maana, nadie del castillo se acerc a la choza del curtidor. Pero cerca del medioda lleg un grupo de hombres a caballo. El curtidor cerr la puerta y corri el pesado pasador, pero Arlette exclam: . - Te parece que eso nos proteger? Mostremos por lo menos un poco de nimo. Abri la puerta y se qued all, con el sol brillando sobre sus doradas trenzas, erguida en toda su estatura, los ojos azules chispeantes. El jefe del grupo haba desmontado. Se acerc a ella llevando de la brida un caballo ricamente engualdrapado. Hizo una reverencia ante ella. -Mi seora -dijo-, hemos venido a escoltarte al castillo, por sobre el puente levadizo, a plena luz del da. Ella sonri; jams haba conocido una alegra tan triunfal. Se volvi hacia su padre, quien se agazapaba detrs de ella, en la choza. -Padre -dijo-o Voy hacia el seor con honor. Este es un da de regocijo. Mont a caballo y, rodeada por un magnfico squito, cruz el puente levadizo y entr en el castillo de Palaise.

Estaban bien emparejados ... la hija del curtidor y el descendiente de los duques de Normanda. Ella tena belleza y espritu; era la Brunhilda de su Sigurd; y aun en las semanas anteriores a la concepcin de su hijo, los dos tuvieron conciencia de ello.

Haba en ella una dignidad poco comn; era como si se hubiese pasado la vida en castillos; los desaires que se le hacan, pues muchos crean que su poder sobre el seor era transitorio, dada la naturaleza de sus relaciones, los reciba con indiferencia y desdn. Roberto se asombr ante sus propias emociones. Ella lo deleitaba. No buscaba otras mujeres, y pronto result claro para los miembros de su casa que les ida muy mal si no ofrecan los debidos respetos a la seora Arlette. Cuando ella supo que estaba embarazada, se mostr dichosa. -Ahora -dijo a Roberto- siempre tendr a alguien que me haga recordarte. El declar apasionadamente que no necesitara recordatorios, porque abrigaba la intencin de mantenerla", siempre a su lado. Ella mene la cabeza, pues si bien crea en los juramentos de l, de fidelidad para toda la vida, vivan en tiempos peligrosos; y Roberto no era un hombre pacfico, y en esos mismos momentos viva precariamente en un castillo arrebatado a su hermano. Pero durante las primeras semanas posteriores a su encuentro no hubo nada que turbase su amor; y con cada da que pasaba se fortalecan los lazos existentes entre ellos.' Roberto encontr en Arlette una hondura que le encantaba.; en cuanto a Arlette, l era para ella una figura romntica y de leyenda. Haba salido de una de las narraciones de su abuela; era Roln y Sigurd, todo en uno. y Roberto era en verdad un personaje colorido. Hombre de grandes contrastes, capaz de actos de endemoniada crueldad y de considerada bondad. Era extravagante; le encantaban las galas y poda ser caballeresco. Ese aspecto de su naturaleza surga a travs de su relacin con Arlette. Era un hombre fuerte, y muchos eran los que admitan fervorosamente que resultaba una tragedia para Normanda que su hermano Ri cardo, menos espectacular, hubiera sido el primognito de su padre. Se mezclaban en l muchas caractersticas de sus antepasados marineros con un ardiente deseo de ser un buen cristiano. Joven -slo tena diecisiete aos cuando conoci a Arlette-, era alto, hermoso, vital; no por nada se lo conoca como Roberto el Magnfico. Cuando supo que Arlette haba concebido, lo abrum el placer. Quera un hijo a su propia imagen. A su debido tiempo se vera obligado a casarse, para tener un heredero que pudiese ser un duque de Normanda. Roberto estaba seguro de que su dbil hermano no seguira 40seyendo lo que habra debido ser suyo por derecho e rodos los factores, menos el ao de su nacimiento.

De modo que se regocijaba con Arlette. Una noche sta tuvo un sueo extrao. Despert aterrorizada, gritando: -No ... lo que tengo adentro es un nio ... no ese ~-bol enorme .. Roberto despert, la calm' tiernamente, y ella se acurruc contra l y le cont su extrao sueo. En l le llegaba el momento, y el nio estaba a punto ::z :1acer; ella aguardaba su grito con ansiedad. Pero en. e del nio sala de ella un rbol gigantesco, que extenda . amas sobre el pueblo de Falaise, hasta Rouen, y creca, hasta cubrir toda Normanda, y aun ms all. ~Es un signo -dijo Roberto-. Ese nio que llevas dentro no es uno comn. Ser un gran hombre. Quiz TI grande como el poderoso Roln. Ella se sinti apaciguada; contenta, y dese con apasionamiento el nacimiento de su hijo. Estaba segura de que sera un varn, y que Roberto cumplira sus deberes para con l. Pero elevara en verdad .i su hijo para que gobernase sobre Normanda? De una cosa estaba segura Arlette: si poda, lo hara. Si estaba en su poder, el fruto de su cuerpo estara al lado de los duques de Normanda. , Arlette visitaba a menudo la choza de su padre. All abuela se hallaba sentada a la rueca, como en los das Arlette era una nia. A sus pies haba estado sentada ~;1a.. para escuchar las historias del pasado. y acudi a su abuela para contarle el extrao sueo. -El hijo que llevas adentro ser un varn -dijo la anciana-o Y nacer para la grandeza. -Ser un bastardo -dijo Arlette-. Roberto tiene que casarse. Qu pasar con los hijos que tenga con su es posa verdadera y legtima? -Nuestros duques siempre amaron a sus amantes ms que a sus esposas. Guillermo Espada Larga fue un bastardo, y olvidaste tal vez el caso de Ricardo el Temerario? -Cuntamelo otra vez -dijo Arlette, y se sent en la oscura choza, mientras la rueca permaneca ociosa y su abuela hablaba de tiempos antiguos. - y Ricardo el Temerario cazaba en el bosque, y lleg a una choza, y all vio a una mujer hermosa. La dese apasionadamente, y aunque era la esposa de uno de sus guardabosques, record el hombre el droit de Seigneur. Arlette asinti. Cuntas jvenes haban sido llevadas ante el seor, para que ste pudiera desflorar a la virgen antes de su casamiento.

-Ahora bien, la esposa del guardabosque amaba tiernamente a su marido, y resolvi que ningn seor de la tierra ocupara el lugar de ste. De modo que fue a ver a su hermana Gunnor, tan bella como ella, y le dijo: "Cuando anochezca, ve a la alcoba del duque, y acustate con l en mi lugar, pues no tienes esposo y no traicionars a ningn hombre". Gunnor acept hacerlo; y para cuando Ricardo descubri por fin el engao, estaba tan profundamente enamorado de -Gunnor, que ri y no guard rencor a la fiel esposa de su guardabosque". -Pero se cas con la hija del rey de Pars. -y no la am. Ella no le dio hijos, y cuando muri, l se cas con Gunnor; y Gunnor le dio muchos hijos, y uno de ellos fue Ricardo, el segundo duque de Normanda, quien fue el padre de tu propio Roberto. -Y este nio que yo llevo? -pregunt Arlette. -Quin sabe. Es posible que algn da sea un duque de Normanda. Arlette sonri. - Cuando el mismo Roberto no es el duque? Cuando ::ni hijo ser un bastardo? -Calla. No te dije que muchos de nuestros duques fueron bastardos? No es un hecho que nuestros hombres quisieron a sus amantes mucho ms que a sus esposas? Algo me dice que antes que pase mucho tiempo tu Roberto ser el duque de Normanda. Si lo es, y si sigue amndote ... :.' si el nio que llevas es un varn ... un varn de espritu y 'Valenta, un verdadero normando, quin puede saber? Arlette volvi al castillo pensativa. Dentro de pocas semanas nacera el nio, y Arlette haba preparado su alcoba para dar a luz; tena que ser una habitacin del castillo desde la cual pudiese ver el ro Ante, y recordar el da en que fue all a lavar la ropa , e la familia. El que fuese amada por Roberto era algo as como _u milagro; y el que llevase adentro su hijo haca completa su dicha. Haba preparado las ropas del nio, y no poda esperar a tenerlo en brazos. Ese da los cazadores haban llevado el ciervo ... un magnfico macho grande, que entraron dos portadores.

El olor de la comida llen el saln; los cocineros se afanaban junto al fuego; un jovencito, hijo de uno de los guardabosques, haca girar el espetn; y pronto se sentaran al :festn. En su cenador, Arlette se puso el ropn de terciopelo ..,e largas mangas flotantes, que tanto le sentaba, y se deshizo las trenzas para que el largo cabello dorado le cayese sobre los hombros. Su embarazo, su vientre crecido, no disminua para nada su belleza. En el saln, el suelo haba sido cubierto de juncos nuevos, las mesas estaban instaladas sobre caballetes y los bancos colocados en torno de ellas. A la cabecera de la mesa se encontraba la nica silla -la de honor-, en la cual siempre se sentaba Roberto, y a su derecha, el lugar de Arlette. Despus que la gente hubiese comido, se pondran en la mesa los cuernos para beber, habra canciones y se contaran cuentos. Roberto estaba de humor alegre. planeaba nuevas conquistas. Se haba quedado tanto tiempo en Palaise por Arlette, pero pronto tendra que dejar una guardia en Falaise y avanzar hacia Rouen. Los ojos le brillaron ante el pensamiento. Rouen era la primera ciudad de Normanda. Cuando la tuviese en sus manos, entonces, en verdad, podra regocijarse. La carne -estaba trinchada; el duque se sirvi primero, despus Arlette. Us un cuchillo ornamental, que le haba dado Roberto para que no tuviese que usar las manos tan a menudo como lo hacan los criados. Aprenda muy pronto los modales del castillo. La carne de ciervo era tierna; haban comido con avidez, y ahora beban; uno de los trovadores estaba a punto de ofrecer una cancin -la vieja cancin del mar que cantaban los vikingos mientras vagaban por los mares en busca de tierras que saquear-, cuando se oyeron ruidos afuera, y un hombre entr corriendo en el saln y se arroj a los pies de Roberto. Las ropas del hombre estaban sucias; jadeaba mientras exclamaba: -Mi seor, estn apenas a unos kilmetros de distancia. Atacarn al alba. Roberto exigi enseguida que el hombre se sentase y contara lo suyo. Era uno, dijo, de los que queran ver a Roberto duque de Normanda; era posadero, y algunos hombres haban ido a su casa, tomado su comida y a sus hijas, y, bebidos, haban hablado. Marchaban hacia el castillo de Falaise, planeaban un ataque por sorpresa . Roberto se puso de pie. -El festn ha terminado -dijo. Se atendi al mensajero y se lo sigui interrogando. Roberto dio rdenes a gritos, exigiendo a sus seguidores __ e ocupasen las defensas. - Luego mir a Arlette. -No debes quedarte aqu. Quin sabe qu podra

decirte? Tienes que ir enseguida a la choza de tu padre. -Mi lugar est aqu, contigo -dijo ella. El le sonri con ternura. -As sera -respondi-, si no fuera por el nio. Nuestros primeros pensamientos deben ser para l. No quiero que sea daado, por nada del ducado. Ella entendi lo sabio de la recomendacin, y permito Que la escoltaran a casa de su padre. Desde el castillo llegaban los ruidos de la batalla. hombres del duque Ricardo lo rodearon; sus soldados estaban acampados en las laderas herbosas, y el tremendo ruido de sus aullidos se escuchaba en todo el pueblo, -:entras desde las torres dejaban caer aceite hirviendo :-e ellos. Arlette trataba de percibir el ruido del ariete. cmo le iba a Roberto adentro? Podra defender el castillo contra su hermano? Ansiaba tener noticias de la batalla, aunque estaba segura del resultado. Roberto deba salir victorioso, porque era concebible que pudiera ser derrotado. Los pobladores de Falaise estaban con l hasta el ltimo hombre; a menudo haban declarado que Normanda necesitaba un hombre fuerte, y Roberto era ese hombre. Pero ahora el nio estaba impaciente por nacer, y ella no deba pensar en otra cosa. La abuela se encontraba all, con una mujer, para ayudarla, y juntas lo trajeron al mundo. Vigorosos, sus pulmones proclamaron su existencia, y fue necesario descuidarlo mientras se ocupaban de su madre. -Puede esperar un poco -declar la abuela-, pero qu te parece que dira nuestro seor si le pasara algo a Arlette? De modo que el nio fue depositado en la paja y dejado solo, y cuando Arlette oy el susurro, " i Un varn, un varn vigoroso!", record el sueo del gran rbol que creca de su cuerpo y proyectaba su proteccin sobre toda Normanda, y ms all. Cuando las mujeres tuvieron la certeza de que Arlette ya no corra peligro, dedicaron su atencin al nio. En sus dedos se vea la paja que haba tomado del suelo .. -Pero mira esto -exclam la abuela-o Ha aferrado la paja! Su madre sonri. - y a toma todo lo que est a su alcance -dijo.

-Nunca vi tanta fuerza en un nio recin nacido -murmur la abuela. y as, en la choza del curtidor, con los ruidos de la batalla, naci el bastardo. Lo llamaron Guillermo, y su madre pens que haba nacido para grandes destinos. EL DUQUE DE NORMANDIA Los muros de piedra del castillo se elevaban por encima del pueblo; en las torrecillas montaban guardia los centinelas; en el gran saln, los servidores se apiaban en derredor del fuego, y el aire estaba lleno de olor del venado asado. Encima del saln, en su alcoba, la seora Arlette se encontraba sentada con sus mujeres. Su hija Adeliz se hallaba sentada a sus pies, jugando con sus sedas de bordar, y mientras las mujeres conversaban trataban de percibir los sonidos de la llegada. De vez en cuando Arlette se levantaba para ir a la ventana abierta en los gruesos' muros de piedra, y se haca sombra en los ojos para distinguir el grupo de jinetes, con Roberto cabalgando a la cabeza de ellos. Saba que se sentira ansioso por estar con ella, por acariciarla, jurarle su eterno afecto, que le haba demostrado en los ltimos aos, y las primeras palabras, cuando lo hubiese hecho:, seran: - Dnde est el nio? Sonri y mir al patio de abajo, donde jugaba con sus compaeros, los hijos de barones y condes que Roberto haba decretado que deban ser sus amigos. -Pues, amor mo -deca Roberto-, debe educarse entre hombres. Tiene que aprender rpidamente a dejar el refugio de las faldas de su madre. y ya lo haba aprendido. Ella lo mir pavonearse abajo ... un verdadero jefe, si alguna vez existi uno. Su corta tnica verde, que le llegaba hasta las rodillas, le sentaba. Llevaba el cuello desnudo, lo mismo que los brazos y las piernas. Al contemplar ese grupo de chicos, nadie habra podido tener duda alguna en cuanto a quin era el hijo de Roberto. Jugaban con palos, que en su imaginacin eran espadas, y ya reciban lecciones en el arte de la caballera, que deban dominar todos los varones de buena cuna. Guillermo gritaba: -Sganme. Vamos. Thor ayde. Thor ayde. Dnde aprenda esas cosas?, se pregunt Arlette. De las viejas de la casa, que jams olvidaran que provenan de las tierras situadas al otro lado del mar, y que siempre suspiraran por los pinares y los fiordos. De pronto Guillermo dej caer su palo. Ya estaba cansado de luchar; quera cazar y tena su nuevo halcn para probarlo.

Deba ella llamarlo? Deba decir: "Guillermo, tu padre puede llegar en cualquier momento. Los oirs entrar a caballo en el patio. Ve a cambiarte la tnica. Pinate. Que tu padre se enorgullezca de ti cuando llegue"? O tena que dejar que lo viera como estaba, con los ojos encendidos por el triunfo de su batalla fingida, o con su gaviln y sus perros y caballos? Roberto no quera un chico de tnica limpia, con el cabello oscuro bien peinado; quera un hijo que fuese un luchador, un jefe. Arlette saba que l tena la intencin de que el nio lo sucediera, que gobernase a toda Normanda cuando l estuviese en la tumba. Haba sido una profeca ... ese sueo de ella. El nio del. patio de abajo, a pesar de que era el hijo ilegtimo de Roberto, estaba destinado a regir a Normanda. Guillermo no tena conciencia de la mirada de su madre. Deba aprovechar al mximo su hora de juego. Muy pronto el viejo Mauger mandara a su hombre a buscarlo. Se le recordara, como se le haba recordad() cien veces: "Hay lecciones que aprender de los libros, mi joven seor, tanto como de los juegos". Guillermo no quera al to Mauger; haba algo de taimado en l, lo intua, y aunque se supona que deba honrarlo porque era un arzobispo y un hombre sabio, nunca pudo hacerla. Prefera a Osbern el senescal, quien tambin saba ser severo, pero en una forma que inspiraba respeto; pero le gustaba an ms la compaa de Gallet, el bufn. Gallet le diverta; estaba repleto de extraas tretas. Se deca que tena la cabeza vaca, pero Guillermo no estaba tan seguro de ello. Era hbil con los perros, y saba adiestrar a un halcn. No caba duda de que un hombre as no poda ser un tonto absoluto. y adems adoraba a Guillermo ... otra razn para hablar de su cordura; nada le gustaba ms al bufn que hacer algo por su pequeo amo, como lo llamaba. y despus estaba su primo Guy, a quien se educaba junto con l, se lo adiestraba en las artes de la caballera, se le enseaba a sentarse en su caballo como un normando, y a destacarse en las artes de la guerra; y que, para su pesadumbre, deba compartir las fatigosas horas en el aula, con el astuto to Mauger, quien tambin era to de Guy. Este se daba aires, de vez en cuando, porque era legtimo. Guillermo no saba con seguridad qu significaba eso; slo saba que Guy se enorgulleca de serlo. El to Mauger, susurraba a Guillermo, poda ensearles, y castigarlos cuando holgazaneaban) pero a pesar de todo era un bastardo; y no deban olvidarlo. Guillermo, exttico, olfateaba el venado asado. Esa era una ocasin especial. Llegaba su padre. Por ese motivo los guardabosques le haban llevado un magnfico macho de diez ramas en la cornamenta, y todos lo admiraron. Era correcto que hubiesen llevado semejante macho para una ocasin como esa. Tena hambre. Dese que su padre apareciese. Entr en el saln y se qued mirando la carne que se asaba. -aprtate, pequeo amo -dijo uno de los criados-, o te salpicars. -S, pequeo amo, esplndida carne para una esplndida ocasin.

-Mi padre llegar muy pronto -dijo-o Viene de Rouen. No le contestaron. Lo saban muy bien, y l no pretenda decides nada nuevo, sino slo hablar con ellos. Lo olvidaron y continuaron la conversacin de antes que l llegara. Guillermo escuch. Escuchaba mucho. Le agradaba or hablar a la gente, en especial cuando no advertan su presencia. Entonces eso resultaba ms interesante. Ese da no hablaban de la visita de su padre, aunque muy bien habran podido hacerla, sino de alguien que viva cerca y que, pens Guillermo, era en verdad el Demonio. Muchas veces, cuando hablaban de Talvas de Belleme, y l. se acercaba, se codeaban y guardaban un significativo silencio. Por ese mismo motivo le haba nacido un gran inters por el hombre. Exista algo de aterrador en l. Haba odo a los ancianos advertir a los nios que no deban andar por el camino despus del anochecer. "Podra atraparte Talvas", decan; y tal expresin de horror se pintaba en sus rostros, que Guillermo se estremeca sin saber por qu .. Ahora estaba seguro de que los cocineros haban estado hablando de Talvas, por la forma 'en que se interrumpieron cuando l se acerc. Fue a un rincn y se sent detrs de uno de los bancos, y se entreg al disfrute del delicioso aroma de! venado, y a pensar en su padre, cuyo padre haba sido Ricardo el Segundo, duque de Normanda, cuyo padre fue Ricardo el Temerario, el primero de ese nombre, hijo, a su vez, del duque Guillermo Espada Larga, el hijo del gran Roln. Porque una de las cosas que deba aprender primero era el conocimiento de sus antepasados, y del pas de los fiordos, montaas y pinares de donde provenan, y de los hroes de ese pas, tales como Ragnar y Sigurd, quienes haban llegado a ser famosos en la historia a causa de su valenta. Valenta, bravura, vivir sin miedo, se era el cdigo normando. Lo haba aprendido de su padre; nunca haba que olvidado, por encima de todas las cosas. Para el to Mauger, todo era escudriar libros, aprender a leer y escribir, una ocupacin fatigosa cuando haba caballos que montar y halcones que adiestrar, juegos de espada que dominar; arquera que practicar. Le agradaba estar con su madre, para or hablar de la magnificencia de su padre, quien segn ella era el ms grande duque que Normanda haba conocido jams. ms grande an que Roln y Ricardo el Temerario. Le contaba las historias de los hroes que le haba narrado su abuela. Su abuelo Fulbert viva en palacio, y Guillermo lo adoraba, porque era distinto de ningn otro a quien conociera. Sola decir a Guillermo cmo haba que desollar un lobo y curtir la piel, y cmo el cuero que era el resultado tena utilidad para tantas cosas. La vida estaba henchida de inters; se senta seguro y bien protegido, porque saba 1 que cuando cabalgaba, Osbern estaba siempre cerca de l, y nunca se le permita estar fuera de la vista del senescal. No poda dejar de darse cuenta de que se lo cuidaba especialmente. Y no. era tanto porque fuese un nio cuya madre lo quera muchsimo y cuyo padre se interesaba por l, y porque tena tantos amigos en el castillo; exista otra razn. Su padre era el duque de Normanda, y ] era su nico hijo varn.

Ricardo el Temerario debi de haber sentido eso cuando su padre, Guillermo Espada Larga, iba a visitado ... pues en apariencia los padres vivan muy pocas veces en sus castillos, con sus familias; siempre estaban ausentes, en otras ocupaciones, que invariablemente se relacionaban con combates. y ahora l, Guillermo, esperaba una visita de su padre, Roberto el Magnfico. Se pregunt cmo lo llamaran a l cuando fuese hombre ... Guillermo el. .. ? Qu sera? Le gustara ser Guillermo el Valiente, pens. y ahora lo haban olvidado y cuchicheaban. Oy el nombre del conde Talvas de Belleme. S, volvan a hablar de] Demonio. -Nadie est seguro en los caminos. Si te encuentran, te llevan al castillo de Domfront Alencon. Y all te zampan en una mazmorra. Y dicen que entonces invita a sus amigos a un festn, y cuando han bebido hasta hartarse, y ms, los prisioneros son sacados de las mazmorras ... - y entonces ... qu sucede entonces? -Entonces se divierten con ellos. - Los matan? -Con el tiempo se puede llegar a eso. Pero no hay prisa. Todo es muy lento. Se arrancan uas, ojos ... se cortan manos y pies, y se los usa para juegos. Guillermo se llev las manos a los ojos; se mir las manos. Siguieron murmurando; l quera taparse los odos, pero tena que escuchar. Poda vedo todo con tanta claridad; el saln del castillo de Domfront, que sera como el de Falaise; los prisioneros amedrentados ... jvenes, y tambin viejos lo bastante imprudentes como para dejarse atrapar por los hombres del conde de Belleme, que merodeaban de noche en busca de incautos. No pudo soportado. Corri gritando: -No, no. No es cierto. Es maligno. Slo los traidores deberan ser tratados as! Los lacayos lo miraron; la cara del cocinero principal estaba an ms roja que antes. - El pequeo amo! -exclam. Una de las mujeres se adelant y dijo: - Y qu, pequeo amo? Entonces fue un mal sueo, una pesadilla? Se qued mirndolos, llameantes los ojos grises. Acaso crean que era tan nio como para engaarlo con relatos de pesadillas? Slo tena cinco aos, s, pero les recordara que, aunque

cinco aos fuesen muy pocos para algunos, las cosas eran muy distintas en el caso del hijo del duque de Normanda. -No fue una pesadilla -dijo-o Los o hablar de Belleme. Hubo una gran exclamacin entre los presentes. Una de las mujeres se arrodill junto a l. -Escchame, pequeo amo. Hablamos, pero t

escuchaste, y escuchar es malo, sabes? La seora Arlette no se sentira complacida si supiese que te ocultas en los .. rincones para espiar. -No espi. O ... - Lo que no debas or! Y ahora sal al patio, vuelve a tus juegos y olvida lo que oste aqu. Pues hicimos mal en hablar de ese modo, y t hiciste mal en esconderte y escuchar. Y lo que est hecho y no puede corregirse, mejor olvidarlo. Guillermo asinti lentamente. Haba sabidura en eso. Sali al patio, pero no pudo sacarse de la cabeza el pensamiento del saln del castillo de Domfront, y las cosas crueles que se hacan a los inocentes ... cosas que slo deban hacerse como castigo por delitos tan grandes como la deslealtad hacia el duque soberano. Ira a ver su gaviln ... eso siempre lo estimulaba, pero antes que pudiese atravesar el patio oy elruido de cascos de caballos y el estrpito de la llegada. Lo olvid todo, salvo que su padre haba llegado. No dej de correr hasta llegar al prtico. Su padre cruz el puente levadizo, ,un poco adelantado a su escolta. Llevaba puesto el manto prpura que proclamaba su rango, y en la cabeza el gorro de terciopelo orlado de armio. Guillermo vio la espada en su adornada vaina, al costado, y el acero que le cubra las piernas y pies. En su gorro y en su garganta chispeaban joyas. i Era en verdad un espectculo magnfico! Guillermo quiso sostenerle el estribo mientras

descenda, pero no se le permiti realizar esa importante ceremonia; su padre, sin embargo, advirti su intento y se sinti complacido.

Osbern lo observaba; Guillermo lo saba. Deba hacer lo que se esperaba de l. De lo contrario se le haran reproches. Pero eso no era tan importante como el hecho de que tena que brillar ante los ojos de su padre. El duque se irgui sobre el chiquillo. Guillermo se arrodill en seal de reverencia, para recibir su bendicin. El duque murmur una oracin, pues era un hombre muy religioso ... aunque,.e sus acciones no siempre lo indicaban. Se puso de pie y el duque lo recogi y lo sostuvo encima de l. -:-Has crecido, muchacho -dijo. -S, padre. Me pareci que as lo querras. - y aprendiste mucho, espero? -S; padre. - Te pondremos a prueba. Una expresin de aprensin cruz su rostro cuando pens en lo que podra informar el to Mauger, pero haba tanto amor y orgullo en la cara de su padre, que pronto lo olvid. - y ahora, a ver a tu madre -dijo el duque. y entraron en el castillo caminando uno al lado del otro. Roberto .abraz a Arlette y una vez ms se asombr de su belleza, como le ocurra siempre, despus de una separacin. -De modo que ests bien y feliz -dijo. -Ahora que volviste -respondi ella .. El deba besar a su hijita, pero Adela, a pesar de todos sus encantos, no poda deleitarlo como el varn. Era bueno estar en casa, con la familia, pues sa era su familia. Por las apariencias, se haba casado con Estrith, la hermana del rey Canute, de Inglaterra, pero no tuvo hijos de ella, y pronto la dej para estar con Arlette. Ofrecieron un festn en el saln, y Roberto pudo [tener a su hijo junto a s. Un varn no poda aprender demasiado pronto, dijo.

-Tiene apenas cinco aos -le record Arlette. -Este es un nio que deber cargar de responsabilidades desde muy temprano. - Por qu? -replic Arlette-. Tienes muchos aos para vigilar su crecimiento. Roberto no contest, y su silencio inquiet a Arlette. Los comensales devoraron vidamente el venado; bebieron en abundancia; hubo msica. y chanzas y narra. t

iones. El pequeo Guillermo haba odo contar muchas veces cmo mat Ragnar al dragn, y cmo pas Sigurd a travs del anillo de fuego, pero el relato siempre lo emocionaba. Sin embargo, pronto se qued dormido, y su madre lo tom en su regazo, y l ya no supo nada hasta :a maana siguiente, en que despert y se encontr acostado en su jergn de paja, y record que su padre estaba en el castillo. En la paz de su alcoba, Arlette y Roberto conversaron hasta bien entrada la noche; y hablaron de Guillermo. -Mi corazn se regocija con el nio -dijo Roberto-. Me has dado mucho, y entre todo eso mi gran tesoro, mi hijo. - Quin podra dejar de enorgullecerse de un hijo as? -Est adelantado para su edad. Casi no puedo creerlo, pero han pasado cinco aos desde que me trajeron la noticia de su nacimiento. -Es todo lo que habramos podido desear, aunque Mauger se queja de falta de atencin hacia sus libros. Roberto ri. - y no querra que fuera de otra manera. Quiero que mi hijo sea un duque, no un escribiente. -Eso est todava en el futuro, muy lejos. Roberto guard silencio, y el temor volvi a Arlette; saba que l quera decide algo, y que lo demoraba, pues no deseaba arruinar la primera noche que pasaban juntos despus de su separacin. -A veces -dijo ella- querra que no fueras el duque. Si tu hermano hubiera vivido ...

No habra debido decir eso. En el fondo del corazn saba que l no era inocente en lo relativo a la muerte de su hermano. A menudo pensaba que su participacin en esa muerte lo abrumaba, pesaba como una carga sobre su espritu ... una carga que apartaba a un lado durante un largo perodo, y de pronto se sorprenda otra vez con ella encima. E intuy que ahora la llevaba. La batalla por Falaise, que se desarrollaba en el momento del nacimiento de Guillermo, result inconcluyente. Ricardo III firm una tregua con Roberto, pero la friccin persisti; Roberto nunca pudo aceptar un segundo lugar; haba resuelto que nada deba impedirle convertirse en duque, y como no haba tenido un hijo, su decisin era mayor an. Ricardo se sent a un banquete un da, y no volvi a levantarse de la mesa; tampoco quienes lo acompaaban a ella. Semejante suceso tena una sola solucin. Alguien los haba envenenado. Y quin tena todo por ganar con la muerte de Ricardo ... ? Quin, si no su hermano Roberto? Este no haba estado en el escenario de las muertes mltiples, pero el hecho no lo exoneraba. Por orden de quin fue administrado el veneno? La respuesta a esta pregunta sealara al hombre responsable por el asesinato. Fratricidio? Era un pecado mortal. Pero Roberto se haba dicho muchas veces que eso slo haba trado ventajas. Ahora Normanda tena un duque fuerte, en tanto que el anterior era dbil. El destino de Normanda era demasiado importante para los descendientes de Roln, como para permitirse remilgos por un par de muertes. Esa pareci ser la conclusin a la cual lleg la gente, pues si bien deploraron el mtodo empleado para apartar a Ricardo, deban aplaudir la ascensin al trono de Roberto, conocido como el Diablo o el Magnfico, segn lo que uno sintiera hacia l. Era un buen gobernante, un hombre entregado a Normanda; un hombre profundamente religioso, cuando serio no era contrario a sus intereses. No tena hijos legtimos, pero el pequeo bastardo de Falaise constitua una buena prueba de que era capaz de engendrar hijos esplndidos. De modo que se olvid la forma de la muerte de Ricardo, y Roberto fue aceptado como duque. Arlette se haba regocijado, porque crea que se sera el final de las luchas; pero en apariencia siempre exista algn peligro que perturbaba la vida de personas como Roberto. Esa reunin deba ser feliz, pero no pudo resistirse a tratar de descubrir qu inquietaba a Roberto. Hablaron de Guillermo ... un tema agradable. -He tomado una decisin -dijo Roberto-; l me seguir. Ser mi sucesor. Tu hijo, amor mo, ser el prximo duque de Normanda. - El pueblo lo aceptar? -Si yo lo ordeno.

-Nosotros lo queremos mucho. Sabemos que es el mejor nio de Normanda. Pero recuerda, Roberto, mi origen humilde. La hija de un curtidor puede dar a luz un duque de Normanda? -Si es la mejor y ms hermosa mujer del ducado, s. - y l de cuna in feriar, como diran algunos? -Nunca uses esa palabra con l, Arlette. Es un bastardo, y debemos aceptarlo. Peto es mi bastardo, yeso es mejor que ser el hijo legtimo de cualquier otro hombre. -Tienes muchos aos para reinar como duque, amado mo. -As lo espero, pero quin puede saberlo ... Muchos de nosotros somos segados en la flor de la edad. Ella oy que la voz se le quebraba, y supo que pensaba en su hermano. Cmo poda evitarlo? Haban jugado juntos en los castillos de Rouen y Falaise; dormido sobre la misma paja; comido a la misma mesa. Hermanos! Y ahora uno haba muerto a manos del otro. ~ Si hubiese sido como, sus antepasados, tal vez habra sufrido menos remordimientos. Odn, Thor, Freya: ellos habran entendido. Mat porque tena que hacerla, pues haca falta un duque fuerte para' reinar por el bien de Normanda. Pero era cristiano, y los cristianos deban expiar sus pecados. Por ltimo dijo: -Mi pecado pesa mucho sobre m. Ella respondi: -Le has dado a Normanda un duque 'fuerte. T mismo. -Llevo encima la Maldicin de Can -dijo l-o A veces ,temo que tendr que llevarla conmigo hasta que pueda librarme de mi pecado, Ella lo abraz con fuerza. -Por esta noche -respondi- ests a salvo conmigo. El guard silencio durante un rato, y luego dijo: -Arlette, he estado pensando en lo que podra hacer. Si hiciera una peregrinacin a la Tierra Santa, y me postrase ante el divino altar, podra obtener el perdn de todos mis pecados. Quiz deba hacerla, Arlette. - Nos dejaras por tanto tiempo? -Pero piensa: cuando regrese habr quedado purificado de todos mis pecados. Mi conciencia estar libre. - y mientras ests ausente, qu pasar con Normanda? -Aqu tengo hombres buenos, fieles.

- y seguirn siendo buenos y fieles, privados de su duque? - Tendrn su duque. -Pero estar lejos. -Les dejar ... a Guillermo. -Un nio. -Otros de nuestros duques cumplieron con la funcin ducal a una temprana edad. -Pero l es tan joven ... y un bastardo. -'--No lo fue Ricardo el Temerario?" -No debes ir. Tienes que quedarte aqu. Dios te perdonar ms fcilmente por cuidar a tu hijo y tu hogar, que por hacer la peregrinacin. -Debo ir, Arlette. Algo me lo impone. Ella supo que sera intil tratar de persuadirlo, de modo que respondi: - y en verdad hars tu heredero a nuestro hijo? -Esa fue siempre mi intencin. - Cundo te irs? -En cuanto mis asuntos estn en orden. - y uno de ellos consistir en hacer que los barones juren fidelidad a tu heredero? -S. Pero queda mucho por hacer -contest l. - Preparars al nio? - Tiene suficiente edad para entender? -Debe de tenerla, ya que le impones esa carga. -Regresar antes que pase mucho 'tiempo.

- y l seguir siendo tu heredero? - Acaso no dije que ser mi continuador? -Debes recordar. .. - Que es un bastardo, s! Quiz lo llamarn Guillermo el Bastardo, pero cuando recuerde quines fueron sus padres no ver deshonra alguna en ello .. -Quieres a ese nio como habras podido querer a un hijo nacido del matrimonio, si lo hubieras tenido. -Lo quiero como jams pude querer a otro chico. Es el hijo de su madre, y as como no amo a ninguna otra cual la amo a ella, lo mismo sucede con el nio. / -y as, porque un da de:,verano baj al ro para lavar ropa, ser la madre del prxil1fo duque de Normanda. -Ah tienes, no te da placer esa idea? -No, porque slo podra llegar a ser duque por la muerte de su padre. Qudate conmigo, Roberto . -Pdeme cualquier otra cosa. Pero djame purificar

mi conciencia. Djame volver a ti con ese pecado borrado de m. Y entonces conoceremos una dicha an mayor. y juntos veremos crecer al nio hasta convertirse en un hombre. -Vuelve a m, Roberto -,-dijo ella- Oh, vuelve a m. Cuando el duque estaba en el castillo se produca un cambio sutil; todos se daban prisa en sus obligaciones. La gente hablaba en susurros; los .. guardabosques cazaban los mejores ciervos y los jabales ms salvajes. Haba continuos festines, pues los vasallos del duque llegaban de todos los rincones del ducado a rendirle pleitesa. Arlette se volvi ms hermosa, segn advirti Guillermo. Al mirar a su madre y su padre juntos, dese que las cosas siempre fueran as. Durante las primeras horas super su temor hacia su padre. Le agradaba trepar a la enorme rodilla de l y quedarse sentado all, solemnemente, observndole el rostro mientras hablaba, y slo de vez en cuando permita que el gran broche enjoyado que le cerraba la capa absorbiese su atencin. Su padre le haca muchas preguntas sobre sus caceras, su arquera, sus juegos de espada. - Todava es con palos. -deca Guillermo-. No puedo tener una espada de verdad?

-Todo a su debido tiempo, hijo mo. - Tambin me gustara tener una daga. - Para qu, hijo mo, quieres una daga? -Si me encuentro con alguien Si me encuentro con el conde de Talvas - Qu sabes del conde de Talvas? Guillermo enrojeci de mortificacin, pero no pudo mentir a su padre. -Escuch conversaciones -dijo. - Te pareci bueno ocultarte y escuchar lo que no l estaba destinado a tus odos? -Me pareci que si tena que ser como t, deba saberlo todo. Fue una respuesta que no desagrad al duque. Jams dejaba de asombrarse ante la inteligencia de ese chico, quien adems era fuerte y robusto. Lo deleitaba. -Hiciste bien -respondi-o Tienes que aprender con ms rapidez que otros chicos. Lo sabas? -S, padre. - Por qu debes hacerla? -Porque t .eres mi padre, y todo lo que tienes debe ser lo mejor. -Una buena respuesta, hijo. Puedes disparar muy lejos una flecha? -Ms lejos que Guy. - y cabalgar ms velozmente? -S, padre. - y tus lecciones? Guillermo vacil. algn malvado. .

- El do Mauger te habl? -pregunt. El duque ri. -Todava no -repuso-o Me llevar alguna desilusin en ese aspecto? -No me gusta estar encerrado entre paredes de piedra. -No, es natural. Pero es' preciso dominar esas cosas, hijo mo. Necesitars todo lo que puedas aprender. Eso lo entenders a medida que crezcas. Te har falta un brazo fuerte para proteger a tu madre. - T hars eso. -Pero si yo ,no estuviera ... -Es que siempre estars aqu. El duque mir a su hijo con tristeza. -Si no estuviera, me gustara dejarla a tu cuidado. Me juras que la protegers siempre? -Padre, lo juro. -De modo que necesitas un brazo fuerte y una buena cabeza. El estar afuera puede darte lo uno, pero para lo otro te hace falta todo lo que puedas aprender del to Mauger. -Entonces, padre, me esforzar con mis libros. -Me complacer que hagas buenos progresos con ellos, como los logras en todo lo dems. Pero recuerda que el deber de un buen normando es defender su pas a toda costa. -Lo s, padre. -Mauger te ense la historia de Normanda? Los ojos le brillaron a Guillermo. Habl de Roln ... del gran Roln, el Gigante Caminador, el hroe que deba caminar porque caballo alguno era lo bastante fuerte para soportarlo. -Pero un barco s pudo -exclam Guillermo-, y por la gracia de Dios lleg a Normanda. Subi con su barco por el Sena, hasta donde pudo llegar, y el rey de Francia temblaba en su trono ... El duque ri. -De modo que Mauger te cont eso, eh? -Me lo cuenta mi madre. Me canta las antiguas

canciones noruegas, lo mismo que muchas de las mujeres. -Jams olvides, hijo, que perteneces a la gran raza que se asent aqu y fund Normanda. - i Nunca lo olvidar! -declar Guillermo. -Todava eres muy pequeo, hijo mo, pero ya sabes que no podrs permanecer mucho tiempo en la infancia. Un nio como t debe conocer, no slo lo relacionado con su pas, sino tambin lo que se refiere a todos los pases que lo rodean. Qu sabes de Francia, hijo? - Francia? -repiti el nio, desconcertado-o Mi madre me dijo que el rey de Francia quiso que el gran Roln le besara el pie, y que Roln se neg a hacerla., De modo que pidi a uno de sus secuaces lo hiciese por l, y como ese hombre era un buen normando, que no besaba los pies de nadie que no fuese su duque, le levant tan alto el pie, que el rey cay hacia atrs -Guillermo ri.Y estuvo bien hecho -agreg. El duque guard silencio. -Tienes que entender esto, Guillermo. En cierta medida somos vasallos del rey de Francia. - Normanda puede ser vasalla de nadie? El duque sonri. -Hijo mo, ojal tuvieras cinco aos ms. Esa cabecita pequea tiene mucho que aprender. -Es una buena cabeza, padre, y vida de aprender. -No lo dudo. El rey de Francia es poderoso. Nos concedi esta tierra, y es bueno para nosotros vivir en buena amistad con l. Si nos llamase en su ayuda y su causa fuera justa, acudiramos. -Pero slo si su causa fuera justa. - y para bien de Normanda. -S, padre. Eso lo entiendo. -El rey Roberto de Francia, es un buen hombre, pero un buen hombre no siempre es un buen rey, hijo mo. Roberto Capeto es de buen semblante; es un sabio, un msico y le agrada la poesa, pero hay en l una debilidad, y est a merced de su esposa, la reina Constance. No es bueno que un hombre sea gobernado por las mujeres. - y por qu deja l que lo gobierne?

-Porque es un amante de la paz. -Es bueno amar la paz. -Slo si es una buena paz. Debes prestar atencin cuando tu to Mauger te hable de nuestros vecinos. Qu sabes de Inglaterra, Guillermo? -Inglaterra. -Guillermo frunci las cejas.- Est al otro lado del mar, verdad? - Eso es todo lo que sabes? Tienes que saber ms, porque tenemos lazos muy estrechos con ese pas ... ms fuertes que los que nos unen a Francia. Nuestros normandos se establecieron en esa isla cuando lo hicieron en estas tierras; y nuestros amigos estn all, nuestra propia gente., Guillermo. La hermana de mi padre, la ta Emma, se cas con el rey de Inglaterra. El era Ethelred, y en el momento del matrimonio estaba en guerra con los daneses. Emma llev consigo a muchos de nuestros daneses, a Inglaterra, y un matrimonio como se une mucho a los pases. Hubo dos hijos de ese casamiento: Eduardo y Alfred. Son tus primos, y ahora se encuentran en Normanda. - Por qu, padre? -Estn en el exilio, pero ya hablaremos de eso ms adelante. Los conocers, y quiero que sean tus amigos. -S, padre. Anso conocer a mis primos ingleses . . ---: y ahora debes escuchar con cuidado, porque esto no es fcil de entender. Ethelred estuvo casado antes, y tuvo un hijo, Edmund. Entretanto los daneses haban expulsado a Ethelred y Emma de su trono, y Sweyn, de Dinamarca, tom posesin de l. Canute, el hijo de Sweyn, consider que era el rey, pero Edmund declar que lo era l. Hubo batallas, y al cabo se convino en dividir el pas entre ellos; pero cuando muri Edmund, Canute tom su parte y gobern como rey de toda Inglaterra. Guillermo qued aturdido, pero su padre le palme el hombro. - Todava eres joven, Guillermo -le dijo-o Pero recordars mucho de lo que acabo de decirte. Deseo que tengas buenas relaciones con tus primos Eduardo y Alfred, pues es posible que uno de ellos o los dos lleguen algn da a gobernar a Inglaterra, y los vnculos e ntre nosotros son fuertes, desde que tu ta Emma se cas en ese pas. y ahora debo decirte que ella no era persona de perder nada de lo que haba conquistado, y estaba resuelta a mantener la corona inglesa entre sus manos; de modo que cuando muri Ethelred, se cas con Canute. Ahora bien, cuand6 se cas con l le hizo jurar que cualquier hijo que tuviesen heredara el trono. Eso no slo exclua al hijo de Canute, Harold Pata de Liebre, 'sino tambin a Eduardo y Alfred. -Pero Eduardo y Alfred eran hijos de ella -replic el desconcertado Guillermo. El duque atrajo a Guillermo entre sus rodillas y le escudri el rostro.

-Los daneses dominaban por intermedio de Canute. Emma saba que sus hijos Eduardo y Alfred no seran aceptados, de modo que dedic su atencin al hijo que tena con Canute, y resolvi que Hardicanute sera quien remase. - T y mi madre querran a otros hijos ms que a m? El duque abraz a su hijo con fuerza. -Nunca, Guillermo -contest-o Nunca! Nunca! - y de pronto se mostr tierno.- No quiero meter demasiadas cosas en esta cabecita juvenil -dijo-o Ven, iremos al patio y me mostrars algn juego de espadas con tus palos, y cabalgaremos con nuestros halcones y tal vez cacemos un jabal. Los ojos del nio bailotearon. Por el momento haba olvidado las complicadas relaciones de familia que su padre intent hacerle entender. "A su tiempo", se prometi el duque, "pero veo que debo esperar un poco ante s de partir en mi peregrinacin". La visita del duque fue interrumpida por la noticia de la muerte del rey Roberto de Francia. Eso era importante para l, pues, como dijo a Arlette, la seguridad de Normanda estaba unida a la de Francia, y deba mantenerse firme la alianza entre ambas, que databa de los tiempos de Roln. El mensajero que llev la noticia fue atendido, y se le dio albergue en el castillo, y tuvo mucho que comunicar en cuanto a lo que ocurra en la Corte de Francia. Desde que lleg a Francia, de Aquitania, la reina haba convertido la vida del rey en una desdicha; era tan imperiosa, tan maliciosa y de naturaleza tan recia, que el dcil rey le tena miedo; Jams haca un regalo a sus criados sin recomendar: -Por favor, no mencionen esto a la reina. -Ella estaba decidida a salirse con la suya, y su hijo mayor nunca haba sido su favorito. El relato del mensajero result ser exacto, pues no pas mucho tiempo antes que llegase a Normanda un fugitivo: el rey Enrique de Francia. A Guillermo se le dijo muy poco de todo eso. Continu practicando sus ejercicios al aire libre, con el severo Thorold, a quien el duque haba designado para ensearle, y trabajaba con sus libros bajo la mirada ms severa an de Mauger; pero Arlette se senta ansiosa, porque tena conciencia de que ese nuevo suceso en la Corte de Francia poda significar la guerra. y estaba en lo cierto. En la alcoba de ambos, Roberto le habl del asunto. - Siempre tiene que haber estas guerras? pregunt ella.

-Siempre las hubo -respondi Roberto-. He dado refugio a Enrique en la abada de Sto Jumieges. -Donde tienes a todos tus exiliados. Los atheling* estn all, verdad? -S. Quiero que Guillermo conozca a sus primos. Ir a Jumieges para ver a Enrique, sera bueno que el chico me acompaase. Es hora de que empiece a entender lo que sucede. '

-Olvidas que apenas tiene cinco aos. Tratas de hacer de l un hombre antes que sea siquiera un joven. -En mi interior siento que debe llegar rpidamente a la edad viril. Ir conmigo a Jumieges, yeso significa, amor mo, que tambin t vendrs. * Atheling: prncipe o noble anglosajn. (N. del T.). - y de ah? -Debo enfrentar a la reina viuda de Francia y el advenedizo de su hijo. Los duques hemos jurado fidelidad a los reyes Capeto, y no podra quedarme mirando cmo el hijo menor reemplaza al mayor. Ella le lanz una extraa mirada, que l no quiso sostenerle. La muerte de su hermano mayor le pesaba mucho. y as fue que Guillermo conoci a sus primos, los atheling. En el acto se sinti atrado por ellos, pues eran tan distintos de todos los que conoca. No era jvenes, tenan unos treinta aos ... para Guillermo, hombres mucho mayores que su padre; pero no parecan tan viejos, porque eran muy suaves. Hablaban con dulzura, y eran tan rubios, que parecan casi blancos, y tenan los ojos ms azules que Guillermo jams hubiese visto. Esos ojos azules lo fascinaron. A los hermanos les agradaba leer y escribir poesa, y componan canciones que cantaban hermosamente. Cosa asombrosa para Guillermo, encontraban ms placer en esas cosas que en el juego con espadas y la caza. La caza no les interesaba en absoluto. Guillermo senta que los habra despreciado por eso, pero cmo poda despreciar a seres de aspecto tan noble? Le pareca que en presencia de ellos algunos de los hombres de su padre daban la impresin de ser torpes y toscos. Eduardo y Alfred usaban bellas vestimentas, "Y joyas en la garganta y en los dedos. Hermosos atheling de ojos azules!, pensaba Guillermo, y senta pena por ellos, pues estaban en el exilio.

Llegara un da, le dijo su padre, en que seran reyes de Inglaterra, pues en verdad tenan ms derecho al trono que Hardicanute, quien era menor que ellos y haba nacido del segundo matrimonio de su madre. Pero en esos momentos al duque le preocupaban ms los derechos del exiliado rey de Francia que los de los primos atheling. Fue un da emocionante, cuando el duque cabalg a la cabeza de su ejrcito, con el rey de Francia a su lado. El duque haba dicho a Guillermo, la noche anterior, que volvera a poner al rey en su trono. Frustrara a la maligna reina Constance, depondra al hijo de sta y devolvera al rey Enrique lo que haba perdido. Cun emocionante era ver la bandera de Normanda aleteando en la brisa, al lado de los lirios dorados de Francia! Y cunto excit a Guillermo ver a esos valientes soldados marchando al combate, los caballeros con alabardas, los cascos y botas de reluciente acero chispeando al sol, las lanzas en la mano. Los soldados de a pie tambin iban bien preparados, con los pies envueltos en piel de gamo y cueros en el cuerpo .. Guillermo bailoteaba locamente, en su excitacin. Su madre, de pie junto a l, le tom la mano y la apret con fuerza. El la mir y vio cun triste estaba, y se pregunt cmo nadie poda estar triste viendo esa magnificencia; y su padre era el ms hermoso de todos. Supuso que estaba triste porque l se iba. Tambin l lo lamentara; pero iba a poner al verdadero rey de' nuevo en el trono, yeso estaba bien. -Cuando sea hombre -dijo Guillermo-, cabalgar amo lo hace mi padre, a la cabeza de mis ejrcitos. El silencio reinaba en el castillo. Todos estaban pensativos; todos los das su madre iba a la torre ms alta y esperaba all mucho tiempo. Guillermo olvid a su padre durante largos perodos, porque haba tanto que hacer. Deseaba destacarse en arquera, ganarle a Guy en todo lo que hacan juntes, de modo que pudiese jactarse ante su padre cuando regresara. Cada vez que ejecutaba una hazaa con extraordinaria habilidad, deca: -Se lo contar a mi padre en cuanto vuelva a casa. Los das pasaban con rapidez ... salvo las horas con el to Mauger. Guy susurraba que el to Mauger no era lo que pareca, y que si bien era cristiano y arzobispo, adoraba a los antiguos dioses, Odn y Thor," y practicaba la hechicera. -Entonces es un hombre malo -musit Guillermo. -Si tu padre lo supiera, no le permitira ensearte

-dijo Guy. -Entonces" no puede ser cierto, pues mi padre sabe todo lo que hay que saber, y no dejara que el to Mauger me ensease si fuera cierto que no es cristiano. Pero el to Mauger no le gustaba, y durante las lecciones lo vigilaba con suspicacia, y extraas imgenes acudan a su mente. Se preguntaba qu haca uno para practicar la hechicera. Tena una visin ms clara del conde de Talvas, en quien pensaba de vez en cuando. A veces soaba con el saln de Domfront, y con las cosas terribles que sucedan all a quienes haban sido lo bastante incautos para dejarse atrapar. A su debido tiempo Roberto regres al castillo. Sus ejrcitos haban obtenido la victoria; haba derrotado a la reina madre de Francia y al advenedizo de su hijo, y puesto al rey Enrique otra vez en su trono. Hubo los habituales festines y francachelas para celebrar su retorno, pero no pas mucho tiempo antes que considerase un nuevo proyecto. Deseaba hace1 por los atheling lo que haba hecho por el rey de Francia. Guillermo tuvo una sospecha de lo que se preparaba. Desde su conversacin con su padre, se esforz por descubrir todo lo que pudiese acerca de Inglaterra. Ese pas lo fascinaba, en gran medida porque era el de los hermosos atheling. Estos se haban mostrado extraamente contentos con su encierro en la abada de ]umieges. Roberto los visit una vez ms, y Guillermo se sinti encantado de contarse entre quienes lo acompaaron. Los primos eran una fuente de asombros para Guillermo. Sus voces eran suaves; sus manos, hermosas y bellamente modeladas; sus ropas, distintas de las de todos los otros, y Guillermo pensaba que se transformaban por el solo hecho de cubrir el gracioso cuerpo de sus primos. Su padre le haba dicho que eran sajones, y por eso eran diferentes. Ellos se encariaron con Guillermo, y le narraban historias de Inglaterra, y las contaban maravillosamente, a la manera de las antiguas sagas del norte; no hablaban tanto de conquistas y derramamientos de sangre, sino de paz y de la difusin de los conocimientos. Les agradaba hablar de su antepasado, el gran rey Alfred, quien, aunque hombre amante de la paz, hizo mucho para desafiar a los daneses y asegurar as un perodo de paz. Ansiaba apasionadamente el mejoramiento de su pueblo, y dedicaba su tiempo, no a festines y orgas,' sino a descubrir la mejor forma de impulsar la educacin de su pueblo. Redact leyes justas, e instituy un sistema de multas para los transgresores, pues saba que la forma ms eficaz de castigarlos era vaciarles el bolso. Si un hombre privaba a otro de una pierna o un ojo, se lo multaba con cincuenta chelines, cosa que, explicaba Alfred, era una gran suma de dinero. Haba una escala

para esas multas. Por cortar las orejas, se impona una multa de doce chelines, y la prdida de un diente o un dedo mayor le costaba cuatro chelines al hombre que infliga semejante dao. Guillermo volvi a pensar en Talvas, y decidi que si ese sistema existiese en Normanda, Talvas podra perder todas sus esplndidas fincas por los daos que haba infligido a sus vctimas. S, Alfred era un gran rey. -Pero humilde -dijo Eduardo-, pues la grandeza nace de la humildad. Haba algo que Guillermo no poda entender, pero le gustaba la historia de cmo Alfred, al huir de los daneses, hall refugio en una choza de pastores, y mientras se encontraba sentado an te el fuego, preparando sus arcos y flechas, las tortas que la mujer del pastor haba puesto a cocinar comenzaron a quemarse," ante lo cual la mujer injuri" a gritos al rey -pues no tena ni la menor idea de quin era- y vocifer que era demasiado perezoso para dar vuelta las tortas cuando las vea quemarse, pero que se mostrara muy dispuesto a comerlas cuando estuviesen listas. y cmo se comport el gran rey? Permaneci sentado, inmvil, aceptando humildemente los reproches y hasta pidiendo perdn, porque, si bien haba llevado sabias reglas al pas que gobernaba, haba permitido que se quemaran las tortas de la anciana. Eso era humildad, explic Eduardo. Y Alfred fue un santo, ms que un rey. Guillermo record que su padre haba dicho que un hombre santo no era necesariamente un buen rey; pero tuvo la certeza de" que e}o no rega para el gran rey Alfred. _ Pero Alfred muri, y el gran bien que haba hecho a su pas no persisti despus de l. Los daneses constituan una permanente amenaza para la paz, y cmo era posible que un pas sobreviviese sin eso? Los ingleses haban vivido tiempos tormentosos, y a su debido tiempo Ethelred lleg al trono, y se lo conoca como el Desprevenido, porque nunca estaba preparado a tiempo para hacer frente al invasor. Y se haba casado con Emma, a quien se llamaba, por su belleza, la Flor de Normanda. El resultado de esa unin fueron Eduardo y Alfred. Pero Ethelred no poda hacer frente a los poderosos daneses, y Sweyn de Dinamarca los expuls de sus tronos y los llev al exilio, donde Eduardo y Alfred estaban desde entonces. El exilio no los entristeca, se dio cuenta G{Guillermo. Amaban la vida de la abada. Era posible, se pregunt Guillermo, que sus primos prefiriesen el ambiente pacfico y sabio de la abada al estado belicoso de su propio pas? Haban hablado con ms reverencia de la preocupacin de su antepasado por la enseanza que de su habilidad para expulsar a los daneses de su pas. Eran extraos, esos primos, y le producan una profunda impresin.

Muy pronto Guillermo se dio cuenta por qu haba ido su padre a la abada. Roberto haba repuesto al rey de Francia en su trono, y ahora recuperara el de Inglaterra para los atheling. Algo de eso le dijo a Guillermo cuando se despidi de l. Aquellos a quien ayudamos sern nuestros amigos -dijo. -Y recordarn, pues, que los ayudamos? Roberto revolvi afectuosamente el cabello de su hijo. -Tienes razn, hijo. Descubrirs que aquellos a quienes ayudamos estn a menudos dispuestos ms, ansiosos olvidar los servicios que les hemos prestado. Pero puede que queden algunos hombres agradecidos en el mundo, y debemos abrigar la esperanza de que aquellos a qUIenes elegimos ayudar lo recordarn. -Los atheling se acordarn, padre. -Tienes cario a esos primos, eh? -Me gusta mirarlos. Me gusta escucharlos. Tienen unos ojos azules tan bellos ... Roberto ri. -Bien, yo conquistar el pas que les corresponde por derecho. Se lo devolver a ellos. ; -Creo que preferiran quedarse aqu, padre. Roberto guard silencio, pero se' sinti complacido con su hijo. -Vendrs a la costa, con tu madre, para vemos zarpar. All contemplars un espectculo verdaderamente maravilloso. Los barcos de Normanda, hijo mo. Recuerda siempre que somos hombres del mar. Somos grandes combatientes. Nuestros caballeros de armadura son una visin digna de recordar, no? Nuestros antepasados salieron de sus tierras en busca de otras, y llegaron en los barcos largos. Somos invencibles en tierra. Pero el mar nos pertenece. y en verdad fue un esplndido espectculo ... Los largos barcos, con sus proas pintadas para que pareciesen dragones que lanzaban fuego mientras hendan las aguas! As surcaron las olas sus antepasados ... Harold Diente Azul y el gigante Roln. Cuando se acercaron, infundieron pavor en quienes miraban desde la costa. Y as sucedera en Inglaterra ... el pas natal de los bellos primos atheling. La flota zarp para hacer la guerra a Inglaterra, y Guillermo regres con su madre, para esperar la vuelta de su padre. ,

Ocurri lo que Guillermo crea imposible. La empresa de su padre haba fracasado. Era posible que los largos barcos hubiesen sido derrotados? Por cierto que s, pero no derrotados por otra flota, sino por los elementos. Cuando la flota de Roberto zarp hacia la costa inglesa se levant una tormenta, y los grandes barcos fueron dispersados, y el de Roberto, en el cual viajaban los atheling, result lanzado hacia la costa de la isla de Jersey. Qu triste espectculo debi 'de haber sido presenciar el naufragio de los magnficos barcos! Roberto slo poda esperar, hosco, la llegada de uno de sus capitanes cuyo barco estuviese en condiciones de navegar para llevarlos de vuelta a Normanda, a l y a los primos. Fue un regreso triste. Roberto estaba apesadumbrado. Esa noche no hubo festn en el castillo, porque Roberto no se encontraba de nimo para ello. Las canciones de los trovadores no podan alegrarlo. No quera or hablar de las hazaas de los grandes marinos vikingos, cuando la suya haba fracasado tan desdichadamente. En su alcoba, hundi la cara entre las manos. -Mis barcos perdidos -se lament-o Mis enemigos se reirn de m en este da. -Fue la tormenta -lo consol Arlette-. Quin podra oponerse a ella? -Ha sido una derrota ---'insisti Roberto. Luego s puso de pie y mir largo rato a Arlette, a la cara-o Dios est disgustado conmigo -dijo-o Jams me perdonar hasta que haya expiado mi pecado, -Una tormenta puede surgir en cualquier momento -repiti Arlette-. Ningn marino podra soportar semejante tormenta. -Me ocurri a m -replic Roberto. Su hosquedad continu. Penda sobre el castillo. En el gran saln, los cocineros removan los calderos en silencio. Nadie mencionaba la empresa, y para Guillermo ese fue un . gran descubrimiento. Su padre poda sufrir una derrota. Por lo menos, se dijo, los primos atheling no estaran tristes. Tena la certeza de que les encantaba estar de vuelta en el exilio. Roberto adopt una decisin. Primero dijo a Arlette qu pensaba hacer. -He cometido muchos pecados -dijo-, y resulta claro que Dios est disgustado conmigo. Debo mostrarle que pienso hacer una buena vida, y dedicarme a mi pas. -Ello sabr -replic Arlette. -S. Lo sabr. Pero los pecados hay que pagarlos.

Ir en peregrinacin a la Tierra Santa. All me desprender de mis pecados como de una carga abrumadora. Volver a sentirme libre. El me mostr con claridad, al mandar esa tormenta para destruir mis barcos, que est enfadado conmigo. - Cmo puedes irte de Normanda? -Slo si dejo a algn otro en mi lugar. -Nombrars a alguno de los senescales? -Nombrar a mi sucesor ... mi duquecito. - Guillermo! ,

- Por qu no? He resuelto que nadie sino l me suceda. - i Un nio que an no tiene siete aos! -Un magnfico nio, y muy maduro para su edad. Har de l un duque. Preparar a todos para que lo acepten . cuando me vaya. -No hables de esas cosas. No somos felices ahora, juntos? Por qu habramos de desear algo distinto? -No entiendes, Arlette. Me pesan mis pecados. Temo el castigo si no busco el perdn. -Entonces pdelo aqu... pdelo de rodillas .. -No es suficiente. Debo hacer sacrificios. Debo dejar lo que ms quiero ... a ti y al nio y a la nia. Mi hogar, mi amor, mis pequeos. Tengo que dejarlos a todos e ir a la Tierra Santa. Volver, mi amor, purgado de mis pecados. -Temo -dijo ella-o Tengo mucho miedo. -As tiene que ser, Arlette. - y si no regresas? - Tendrs un hijo que te proteger. -Un chiquillo. Ni siquiera Guillermo podra hacer eso. -Tendrs protectores, amor mo. Pero debo pensar en esto. Cuando vi mis barcos destrozados supe que era una seal No debo pasarla por alto.

y Arlette qued henchida de un gran presentimiento. Guillermo haba cabalgado hasta el bosque, con Thorold a su lado, como siempre. Saba que algo suceda en el castillo. Su padre pareca extrao y remoto, y ahora ya no se intercambiaban confidencias entre. ellos, an que a veces encontraba los ojos de su padre clavados en l, en una especie de mirada cavilosa. Su madre tambin guardaba silencio. A veces lo tomaba y lo apretaba contra s. El quera liberarse, pero no deseaba lastimarla al hacerla. Los' dos se comportaban en forma rara, y l crea que tena algo que ver con la gran derrota, y con la desintegracin de la flota. Deseaba recordarles que por lo menos los atheling se sentan felices. No queran ir a conquista Inglaterra y recuperar el trono. Pero todo eso poda olvidarse al aire libre, y cabalgar a travs del verde bosque era un placer. Thorold haba dicho que deba dejar los ponles y montar en un verdadero caballo, y al cabo de un tiempo as lo hizo, aunque no result fcil. Haba tanto que aprender; de ba ser un buen alumno en asuntos de caballera, y tena que lograr el dominio de un caballo, por brioso que fuese .. Los portadores llevaron el venado a casa. Era un magnfico animal. Habra alegra cuando llegase al gran saln; pero sin duda reinara, a la mesa, la misma solemnidad que haba desde el regreso de su padre. Salieron del bosque y entraron en el pueblo, y cuando lo hicieron un hombre pesado, de anchos hombros, desmont de su caballo y camin hacia ellos con pasos jactanciosos. Haba en el hombre algo de aterrador; Guillermo tuvo conciencia de que las pocas personas que vieron hasta entonces haban desaparecido en sus casas. El hombre era malvolo; no caba duda. Se le vea en los ojillos vivaces, en la delgada boca cruel. En su rostro se lean las marcas de mil libertinajes, y resultaba evidente que esos ojos haban contemplado visiones de las cuales todos los hombres decentes se apartaban. Thorold haba posado una mano en las bridas de Guillermo, de modo que los dos caballos seguan juntos. -Conde Talvas -dijo Thorold-, le presento al hijo de su seor. Guillermo sinti el rubor en su cara. Ese era el hombre de quien haba odo tales versiones. Era el hombre ms maligno, el ms cruel, no slo de Normanda, sino de todo el mundo. Saba que lo que haba odo decir era apenas la mitad de las atrocidades cometidas por ese hombre; saba que haba estrangulado a su esposa con sus manos, porque le rog que no practicase tales crueldades; saba que se haba casado con otra, y que en la fiesta de bodas cometi tan odiosas y repugnantes torturas contra sus vctimas, que escandaliz inclusive a quienes seguan sus pasos. No estar preparado para ese enfrentamiento lo dej aturdido. Haba soado con ese hombre cuyo nombre era leyenda. Los adultos y los nios vivan con el terror de ser llevados a sus mazmorras y sometidos a los tormentos ms nauseabundos y obscenos.

Qu haba dicho su padre? "Si temes, mira de frente a lo que temes. Entonces tal vez tengas menos miedo." Eso era lo nico que poda hacer ahora. Durante varios segundos el hombre y el nio se miraron a los ojos; el hombre fue quien baj la vista. Se apart, mascullando: -Maldito seas. T y los tuyos destruirn mi casa. -Se vea a las claras que tena miedo de mirar a Guillermo a la cara. Thorold qued perplejo. - Qu te pas? -pregunt. -No hice ms que mirarlo, Thorold, y no tuve miedo. Fue l quien lo tuvo de m. Era asombroso. Era como un milagro. Qu poderes tena el nio para dominar a semejante hombre? Cuando Arlette escuch el relato de lo ocurrido, dijo: -Fue la inocente bondad del nio contra la maldad del hombre. Es una seal. Una vez recib una seal, cuando so que un gran rbol sala de mi cuerpo y cubra a toda Normanda, y ms all. Esta es otra seal. Mi hijo ser proclamado muy pronto duque de Normanda, y ser el ms grande duque que Normanda haya conocido nunca. 1 El duque Roberto mand llamar a su hijo, y cuando Guillermo lleg lo llev al asiento de piedra de la ventana, cortado a travs del grueso muro del castillo, le pas el brazo por los hombros y le pidi que mirase la tierra. -Normanda -dijo-o Nuestra tierra. Nuestra querida, queridsima tierra. -S, padre. -Tienes casi siete aos, Guillermo, pero como te dije antes, eres maduro para tu edad. Ests tan adelantado como cualquier muchacho de diez aos de mis dominios.

Guillermo resplandeci de orgullo, y su padre continu: -Eso me complace, porque tengo algo muy importante que decirte. Ir en peregrinacin a la Tierra Santa. - Yo te acompaar? -pregunt Guillermo, y se imagin atacando a los sarracenos, plantando la cruz cristiana en tierras donde nunca haba estado hasta entonces. -No, Guillermo. Te quedars aqu, y protegers a tu madre y a Normanda. - Podr hacer eso? -Lo, hars porque antes de irme te nombrar mi sucesor. Sers un duque de Normanda, y los caballeros y barones te jurarn fidelidad. - Lo harn? -Lo harn si yo lo ordeno. -Quiz digan que soy demasiado joven. -Pueden decirlo siempre que obedezcan. -Padre, qu debo hacer para ser duque? - Tienes que aprender tus lecciones; debes volverte fuerte, estar preparado para ser un jefe de hombres. -No es nada distinto de lo que hago ahora. -Primero debes educarte; tienes que aprender con nuevos bros. -De modo que todava tendr que seguir aprendiendo. -Quiero que entiendas la importancia de eso. Yo estar lejos. Me haba prometido que estara aqu para vigilar tu crianza, pero no puede ser. Ahora, hijo mo, entiende que un chico de siete aos no puede gobernar solo un gran dominio. Mi buen amigo Alain de Bretaa ser Regente en tu ausencia. -Mi ausencia, padre? -Debes terminar tu educacin en la Corte Francesa, y tener como tutor nada menos que al rey. Guillermo se sinti henchido de congoja. - Quieres decir qUe me ir? -Slo por el tiempo que me lleve mi peregrinacin.

-Y mi madre? -Estar a salvo y feliz aqu. -A salvo y feliz. Sin ti ... sin m. Roberto sonri. Cmo poda decir al nio cunto tema por su seguridad cuando no estuviese all para protegerlo? Cmo decirle a Arlette que' su viaje era peligroso, y que era muy posible que no volviera a ellos? Tema por los dos; pero su culpa era mayor que su temor. No podra descansar hasta que no hubiera expiado su pecado, y la nica forma de hacerla era por medio de la peregrinacin. Tomara todas las medidas posibles en favor de sus seres queridos. Confiaba en Enrique de Francia. No haba sido l responsable de su reposicin en el trono? Enrique deba respetar sus juramentos de amistad; deba mostrar gratitud por quien le haba resultado tan til. Cuidara al nio; lo reconocera como duque; Guillermo estara ms a salvo en la Corte de Francia que en ninguna otra parte del mundo. En cuanto a Arlette, tena planes para ella. Necesitara un hombre que la cuidase, y ya haba ordenado a Herlwin de Conteville, uno de sus caballeros de mayor confianza, que se casara con ella y la cuidase durante el resto de su vida, si la muerte lo alcanzaba a l. -Maana partir hacia Rouen, y all los caballeros y barones te jurarn fide1idad. Te darn su solemne juramento de que te aceptarn como duque., Cuando as se haya hecho, me ir con la seguridad de que todo va bien. Cabalgar hasta Rouen con su padre, ver extendida ante l esa gran ciudad de Normanda: sa fue una experiencia que jams olvidara. Ah flua el ro Sena, plateado a la luz de la luna. La ciudad era como un enorme castillo encerrado por sus paredes y el foso, sus torres y techos dominados por la torre cuadrada de la catedral, y el edificio, parecido a una fortaleza y conocido como la Torre de Roln. El castillo mismo era ms grande que el de Falaise, y se era el punto de destino de ellos. Nunca se haba sentido tan orgulloso como cuando entr a caballo en Rouen, con su padre. La gente sala de sus chozas para verlo pasar y aclamarlo. El duque sonri, aprobador. -Mira, Guillermo, -dijo-, la gente ya te quiere. Un gobernante siempre debe atesorar el amor de su pueblo.

Guillermo pensaba: "Tener que irme, lejos de m] madre, lejos del hogar. A la Corte francesa". Trat de recordar cmo era el rey francs cuando sali a caballo para dar batalla por su trono; no poda recordar nada de l. Pens: "Tendr que dejar mis perros, mis caballos, mi halcn. Quiero quedarme aqu". Habra podido llorar, pero cmo poda llorar un normando, y en especial uno a quien se le haba dicho que no tena tiempo para demorarse en la infancia? Su madre estaba callada y triste; no quera que el padre fuese a la Tierra Santa y el hijo a Francia. En el gran saln se encontraban reunidos los caballeros y los barones. Su padre lo condujo hacia el trono que slo l usaba, y le pidi que se sentase en l. Roberto se dirigi entonces a los concurrentes. -Este es vuestro duque. Se produjo un silencio que pareci prolongarse mucho tiempo. Luego estall un murmullo. Los agudos odos de Guillermo captaron el susurro: "Bastardo". Fue como un sueo, tales como los que haba tenido sobre el castillo de Domfront, y casi tan aterrador como ellos. Haba advertido que desde su llegada a Rouen la gente lo miraba en forma extraa. Cuchicheaban, y se interrumpan cuando se acercaba. -Es joven -decan-, y un bastardo. Su primo Guy, jactancioso de su legitimidad, haba usado la palabra como si fuese algo desagradable; y ahora l descubra que era un bastardo. '

El rostro de su padre se encoleriz de pronto, y en esas ocasiones tena el poder de silenciar a cualquiera de sus vasallos; todos guardaron silencio mientras explic' que parta en peregrinacin, y que les dejaba a su duque ... su propio hijo Guillermo. Era posible que slo hubiese conocido siete inviernos, pero a partir de ese momento era el duque de ellos, y todos deban jurarle fidelidad. Una vez ms brotaron las risitas entre dientes, y una vez ms oy Guillermo el ominoso susurro: "Bastardo" . -Es mi hijo. -Las palabras fueron como un trueno. Ah estaba Roberto el Magnfico, Roberto el Diablo, y sus palabras eran una advertencia.- Es mi voluntad que acepten a este nio. Es mi sucesor elegido. Puede que sea' un 'bastardo, pero es el mo. y todos le jurarn fidelidad. Otro silencio, y despus alguien -Osbern de Cre-~ pon- grit:

-Larga vida al duque Guillermo. Se detuvo ante el altar de la gran catedral, mientras el arzobispo Mauger, ms severo de lo que se mostraba nunca en el aula, le preguntaba: -Guillermo, en nombre de Dios y del pueblo de Normanda, prometes ser un buen y leal gobernante, y proteger a tu pueblo de sus enemigos? Mantendrs la verdad, castigars el mal y protegers a la Santa Iglesia? -Lo har -respondi Guillermo-. Que Dios .me ampare. -Besa el libro de los evangelios -susurr el arzobispo, y l as lo hizo. Entonces se adelantaron los obispos y le pusieron sobre los hombros el manto ducal, de terciopelo rojo orlado de armio. Era tan pesado, que le result difcil sostenerlo. Le colocaron en la cabeza un crculo de oro, tan grande, que le caa sobre la frente; le pusieron una e spada entre las manos,' y as cargado debi avanzar hasta el trono. All sentado, aplastado por los pesados atavos, recibi los juramentos de lealtad de los caballeros y barones. -Seor, me proclamo tu vasallo de palabra y de hecho. Te juro lealtad, y mantener tus leyes hasta donde me sea posible -pronunci cada uno de ellos, a su turno. Roberto miraba, triunfante, mientras eso se haca, y jams se haba sentido tan complacido con su hijo. y as se convirti Guillermo en duque de Normanda; y unos das despus de la ceremonia Roberto parti con su hijo a Pars.

EN LA CORTE DE ,FRANCIA Durante las primeras semanas, en la Corte de Francia, Guillermo pens que nunca dejara de aorar el pasado. Su padre se haba despedido tiernamente 'de l... i Y cun distinto se lo vea con la vestimenta de peregrino! No era en modo alguno Roberto el Magnfico. El rey de Francia se mostraba bondadoso; haba jurado a Roberto que cuidara a Guillermo como a su propio hijo; pero a Guillermo, reciente duque que haba recibido el juramento de fidelidad de sus vasallos, le result difcil aceptar el hecho de que era un vasallo del rey de Francia.

Antes de irse, su padre le habl seriamente. Se haba visto que Guillermo tena un temperamento fogoso. No habra sido hijo de su padre, si no fuera as. Pero tena que frenado. Deba compartir sus pertenencias. Tambin se haba notado que en su ndole exista una veta de avaricia. Defectos normandos, todos ellos. El duque Roberto los condenaba ahora porque su mente estaba ocupada con asuntos espirituales. En otra ocasin no le habra parecido malo que un jefe se mostrase repentinamente feroz y que viera sus posesiones con cierto afecto. La avaricia lo haba llevado a esa situacin. No ambicion acaso e' ducado de su hermano? Si se hubiese Informado con ocupar el segundo lugar, no tendra que ir ahora en una peregrinacin. El rey de Francia habl con Guillermo el da en que ~ fue su padre, y le dijo que en su Corte se lo adiestrara n el arte de la caballera; cazara con su halcn; tendra 1S perros y sus caballos, y l, el rey de Francia, hara todo ) que estuviese en su poder por el hijo del hombre que le haba brindado su amistad en la hora de su necesidad. De modo que Roberto poda partir con buena conciencia, pero Guillermo estaba enfermo de nostalgia de 1 hogar. Como buen normando no deba mostrar su pesar, pero aun as lo senta. Haba nios de noble cuna para compartir sus juegos lecciones, pero eran franceses, no normandos. Como eran ms pequeos de estatura que los gigantes normandos, Guillermo los despreciaba; encontraba afeminados sus hbitos; coman su carne con ms delicadeza de la que ~ le haba inculcado a l, y pronto result claro que no era uno de ellos. La forma de su instruccin era diferente de la que haba recibido de Osbern de Crpon y sus escuderos en Normanda. Los franceses no comunicaban sus pensamientos con la franqueza a la cual estaba habituado Guillermo. La instruccin caballeresca, que en Normanda era cosa de destreza marcial y conducta de caballeros, 11 Francia formaba parte del adiestramiento religioso. Llevado a expresar sus opiniones, Guillermo se mostraba hiriente en sus comentarios de todo eso. - Por qu -dijo- ustedes, los franceses, hacen monjes e sus caballeros? En Normanda, los nuestros son guerreros. El paje francs de sedosos rizos, que gustaba de usar l1illos en los dedos, ri, burln. - Pero no sabemos todos que Normanda es una tierra e piratas? - pregunt a sus compaeros. En el acto se hizo evidente el temperamento fogoso de Guillermo. i Ese hermoso nio francs se burlaba de sus antepasados! El Gran Roln, Guillermo Espada Larga, Ricardo el Temerario, habran mostrado rpidamente a los francos quines eran sus amos. -Roln naveg por el Sena -exclam-o Roln arras el pas. -Piratas -entonaron los nios, formando un crculo en derredor de Guillermo.

El joven duque no pudo contenerse. Golpe a izquierda y derecha. Dos de los pajes cayeron al suelo; otros dos trataron de derribar a Guillermo, pero sin xito. Ya les mostrara que un normando poda "'ton cuatro franceses. A uno de ellos le brot sangre de la nariz. El otro comenz a llamar a gritos a los guardias. -El normando ha enloquecido -vocifer. Guillermo fue inmovilizado por dos soldados. -Qu es esto, pequeo salvaje? -No permitir que hablen mal de Normanda y los normandos. Los guardias rieron. - Tiene el temperamento del demonio, ste. Es hora de que lo pongan bajo cadenas y lo dejen hasta que aprenda buenos modales franceses y olvide sus rudas costumbres. -Sultenme -grit Guillermo, el rostro escarlata de pasin-o Cmo se atreven a tocar al duque de Normanda? Tal alboroto arm, y tan inseguros se sintieron los guardias y los sacerdotes que haban odo el clamor, en , cuanto a lo que deba hacerse con un joven duque cuyo padre lo haba dejado al cuidado del rey, que resolvieron que lo nico que se poda hacer era llevarlo ante la presencia del propio rey. Enrique escuch con gravedad el relato de lo ocurrido. -Tendrs que olvidar tus toscos modales mientras ests en nuestra Corte -dijo a Guillermo-. Se te instruir en el arte de la caballera. Eso no incluye armar reyertas con quienes aprender contigo. -Insultaron a Normanda -declar Guillermo-. T no haras nada si alguien insultase a Francia? El rey estudi al nio en silencio. Era demasiado precoz, decidi. Se lo haba obligado a crecer con demasiada rapidez. Era un buen chico, pero demasiado presto con sus puos y su lengua. - Tendrs que cuidar la manera en 'que te diriges a tu soberano -dijo-o Me parece que como te han otorgado honores, creciste por encima de tu estatura. -Enrique se abland. El chico le gustaba.- Ahora bien, Guillermo, tu padre me pidi que dominara tu temperamento. Me rog que te castigase cuando lo merecieras. Lo mereces ahora, y te castigar en la forma que en mi opinin te doler ms. No cabalgars durante' una semana. En ese lapso permanecers en tu alcoba; no vers a tus perros ni a tus halcones .. Dos de los sacerdotes estarn contigo, y estudiars todo ese tiempo. Y ahora vete, y la prxima vez, cuando sientas deseos de perder los estribos, recuerda lo que te ha costado eso. Guillermo se retir, acongojado. Quera a Falaise; quera a Rouen; quera a Normanda. Y quera a su madre.

Con el paso de los meses se reconcili con su situacin. Su habla se abland un tanto; sus modales se volvieron ms graciosos. Le haban designado un escudero de mediana edad ... un hombre de gran habilidad, que vea en Guillermo a un discpulo capaz. Era un placer ensearle a usar las armas de guerra. Se deca que, de todos los chicos criados en la Corte, ninguno poda compararse con Guillermo de Normanda. Su uso de la espada y la lanza era de grai1 maestra; sus flechas caan ms lejos que las de los dems; era un experto con la jabalina; y aprendi muy pronto a usar su armadura. Su destreza lo complaca, y haca mucho para aliviar su nostalgia. Era inevitable que llegara a conocer ciertos hechos relacionados con su persona. Muy pronto se le inform acerca de su nacimiento. - Cmo es que tu abuelo es un curtidor y tu padre un duque? -le pregunt uno de sus compaeros. Era extrao, tuvo que admitirlo; pero no result tan extrao cuando se dio cuenta de la verdad. Su padre nunca. se haba casado con su madre; no poda ni hablarse de una unin entre ellos, porque ella era la hija de un curtidor. Pero tuvieron un hijo: l. Era un bastardo. El conocimiento de ello lo irrit. En cierta forma resultaba degradante. Se haba odo llamar, no Guillermo el duque, sino Guillermo el Bastardo. Se volvi ms agresivo. Tena que mostrarles que si era un bastardo, igual poda defenderse de sus burlas. Sus modales le acarrearon castigos, y a menudo coma sus comidas a solas, sin vino ni cerveza, y trabajaba con sus libros en lugar de ejercitar a sus perros y caballos. Era una locura, lo saba, pues mientras estaba afuera poda olvidarlo todo, menos la alegra de" la cacera. Deba frenar su temperamento. Todos tenan razn ... pero la sangre pareca hervirle en las venas cuando oa susurrar la palabra Bastardo. Pas todo un ao. Aunque todava pensaba con aoranza en Normanda, su vida ya no le pareca extraa. Se acostumbr a los modales de los franceses ... a sus festines y banquetes; a la forma indiferente con que combinaban la religin y el placer. Trabaj