Alejandro García. Después Del Infierno

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    espus del infierno, qu?Algunas claves sobre experiencias postraumticasD

    ALEJANDROGARCAGARCA

    ResumenDesde la mirada de la experiencia clsica ale-mana, comentamos tres procesos de violenciasocial que traumatizaron a la gente que los vi-vi, y las estrategias de superacin que debie-ron poner en marcha.

    Palabras claveViolencia reconciliacin Colombia

    Sudfrica Ruanda

    GARCA GARCA, Alejandro Despus del infierno, qu? Algunas claves sobre experienciaspostraumticas, prohistoria,ao X, nmero 10, Rosario, Argentina, primavera 2006, pp. 145-170.

    Recibido con pedido de publicacin el 14/04/2005Aceptado para su publicacin el 15/05/2005Versin definitiva recibida el 20/06/2005

    Alejandro Garca Garca es profesor e investigadorde la Universidad de Murcia, Espaa

    [email protected]

    AbstractFrom the point of view of the classical Germanexperience, we make comments on three

    processes of social violence that traumatizethose who lived them through, and the strategiesthey had to activate in order to overcome them.

    Key wordsViolence reconciliation Colombia South

    Africa Rwanda

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    Convivir con Auschwitz

    Posiblemente nadie refleje con tal fidelidad el aturdimiento postraumtico como elpayaso Schnier, ese personaje literario inventado por el profundo y compasivoHeinrich Bll (Opiniones de un payaso).Es la Alemania de los aos 1950s., un pas de ciudadanos doloridos, no tanto por laprdida de una guerra como por el choque emocional que supuso reconocer lo irreconoci-

    ble. Gnther Grass acaba de decirlo: Alemania termin vencida, y el primer gran golpepara nosotros fue asimilar lo que haba ocurrido en los campos de concentracin. El pro-blema primordial, entonces, fue digerir aquello, intentar entenderlo.1Porque, efectiva-mente, no les caba la coartada de la inocencia. Ellos, ms que nadie, reconocan su propiacomplicidad, ninguno poda negarse a s mismo su propia y activa participacin (o acepta-cin pasiva en el mejor de los casos) en el brutal trauma que haban vivido. Quien lo supodespus, en todo caso, fue el resto del mundo. Slo as se explica la polmica generada en1997 a raz del libro del historiador americano Daniel GoldhagenLos verdugos volunta-

    rios de Hitler. Los alemanes corrientes y el holocausto, en el que escribe la biografa delbatalln policial 101 de Hamburgo. Esta unidad, compuesta por 550 hombres, la mayorareservistas, tuvo como misin el asesinato en masa de docenas de miles de civiles en losterritorios ocupados de Polonia, pases blticos y Bielorrusia. La perplejidad surgi alconstatar que este batalln de carniceros no estaba compuesto por fanticos nazis, sino porgente corriente de Hamburgo, panaderos, tenderos, obreros, oficinistas. Eran reservistas,gente que por edad estaba excluida de la Wermacht. La mayora de ellos residan en barriosobreros e incluso eran votantes habituales, antes de 1933, de los partidos de izquierda,SPD y KPD. Solo el 8% estaba afiliado al partido nazi y ninguno fue obligado a participaren los asesinatos en masa. La vspera de su primer trabajo se les dio incluso oportunidad,

    si alguien tena escrpulos morales, de no participar en la accin directa, pero slo unadecena renunciaron. Lo que nos viene a decir el libro de Goldhagen es que el enloquecidoe inhumano rgimen hitleriano, reforzado con la coartada de guerra total, convirti a ciu-dadanos corrientes y a ejemplares padres de familia en verdugos activos, y moralmenteanestesiados, del asesinato en masa.2

    Muchos aos antes, en 1947, el fillogo Victor Klemperer haba publicado un fasci-nante libro (LTI: la lengua del Tercer Reich. Apuntes de un fillogo) en el que adems denarrar su inverosmil experiencia de sobreviviente judo en Alemania, describa el profun-do proceso de transformaciones semiticas que se apoder de ese pas a partir de 1933.Proceso orientado a crear un nuevo cdigo de signos (no slo lingsticos), para reinstalaren el corazn del pueblo alemn valores, conductas y expresiones que a pesar de su evi-

    1 El Pas,27 de febrero de 2003.2 La Alemania de Hitler estaba atiborrada de fros criminales de guerra que en lo privado eran amantsimos

    y tiernos padres de familia. Ver si no las Memorias del comandante de Auschwitz, Rudolph Hoss o losrelatos de Tom Lampert en Una sola vida. Ocho historias de guerra, Destino, Barcelona, 2004, entre loscuales sobresale la historia del oficial S.S. Erich B., que a pesar de su voluntad, debi abandonar lasejecuciones masivas en Bielorrusia aquejado de fuertes dolores hemorroidales.

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    dente anti-naturalidad, de su inhumana frialdad, fueran asimilados como expresin de unanueva y excitante normalidad (desproveerlos de su alma y transplantarles un lenguaje nue-vo, un lenguaje esquemtico, maniqueo y atrabiliario).

    Tras el apocalptico y wagneriano final de la experiencia nazi en el Berln de 1945,

    recomponer los tejidos desgarrados (personales y colectivos), volver a insuflar el sentidode la vida, requiri para los alemanes enfrentarse a su propio demonio (trauma), verlo defrente, reconocerlo y asumirlo. Fue necesario que gentes como Heinrich Bll, Gnter Grass,Peter Handke, R. M. Fassbinder y tantos ms ofrecieran con su arte un espejo en el que seidentificaran.

    Alemania es hoy, acaso, el ejemplo ms exitoso de recuperacin postraumtica, lasociedad que ms inclusivamente ha resuelto el vnculo con su enloquecido pasado y quecon elocuencia universal ilustra sobre la capacidad de superar los traumas. Pero con unacondicin: no bajar la guardia. As se infiere de las palabras del canciller Schrder en laconmemoracin del 60 aniversario de la liberacin de Auschwitz:

    Aunque la inmensa mayora de los alemanes que viven hoy da notienen ninguna culpa del holocausto, arrastran una responsabilidadespecial. El recuerdo de las vctimas del nazismo forma parte de laidentidad nacional alemana. La tentacin de olvidar y reprimir los re-cuerdos es grande, pero no sucumbiremos a ella. Alemania no debeolvidar la crueldad y el dolor inflingidos a millones de personas. Elrecuerdo del nacionalsocialismo y de sus crmenes es una obligacinmoral. No slo se lo debemos a las vctimas, a los supervivientes y asus familiares, sino tambin a nosotros mismos.

    Un boceto colombiano (o sobre la banalidad del mal)

    Si a Alemania le bastaron seis enloquecidos aos para liberar su inmensa capacidaddestructiva, no conozco en el hemisferio occidental otro pas que, como Colombia, hayavivido durante tanto tiempo bajo una situacin tan autodestructiva de violencia civil. Des-de 1948 (prescindamos de las ms de 20 guerras y guerritas del siglo XIX coronadas por laGuerra de los Mil Das) han sido ms de 50 aos de violencias espasmdicas que proba-blemente han dejado medio milln de muertos. En ocasiones se trat de una guerra abierta,como la de 1948 a 1958 (conocida como La Violencia), que cost 250 mil vidas,3otrasveces han sido conflictos ms selectivos pero igualmente letales. Si tradicionalmente laviolencia estuvo asociada al ancestral enfrentamiento entre liberales y conservadores (cuyoenunciado partidista camuflaba una disputa ms estructural por el control de las tierras, dela riqueza, del poder en suma), en el ltimo tercio del siglo XX se produjo un cambio

    3 Un antecedente de las actuales comisiones de la verdad sobre crmenes y violacin de derechos humanossera el informe que sobre La Violencia presentaron Fals Borda, Umaa Luna y Guzmn Campos en 1963titulado La violencia en Colombia.

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    sustancial, tanto en la naturaleza del conflicto como en los actores que intervenan. En1958 las cpulas polticas liberales y conservadoras, con un pas devastado y temerosas desu propia supervivencia fsica, sellaron una alianza para repartirse el poder y poner fin a laViolencia, el Frente Nacional. Pero en este nuevo orden diseado desde Bogot, queda-

    ban, en la prctica, excluidos millones de campesinos que lo haban perdido todo, quedebieron emigrar a otras tierras sin proteccin alguna y abandonados a su suerte.Entonces apareca en escena un nuevo actor, la guerrilla FARC. Nacidas en 1966, las

    FARC eran en sus orgenes un brazo armado que brindaba proteccin y se nutra de unapoblacin campesina dejada a su destino. Aunque, con el tiempo, la guerrilla se convertiratambin en la referencia armada de una izquierda civil y urbana, excluida del sistema yexterminada fsicamente cuando decidi probar suerte en el juego poltico, como ocurricon la experiencia de Unin Patritica.4En los aos 1970s. emerga otro grupo, ms omenos estructurado, que tambin peda presencia y reconocimiento social: el narcotrfico.Era el ms perturbador por lo impredecible de sus acciones, e irrumpi en la contienda con

    una agresividad extrema para hacer valer sus derechos y encontrar un lugar en cuanto claseeconmica emergente a la que se criminalizaba y exclua del concierto nacional. Pero estono era todo, an quedaba lo peor: a principios de los aos 1980s., con una guerrilla fuertey diseminada por todo el pas, el Ejrcito nacional desbordado e incapaz de recuperarterritorios apost por privatizar la guerra, es decir, estimular la creacin de ejrcitos deautodefensa privada que, fuera de toda convencin, llevasen a los campos una guerra deverdadero exterminio contra las guerrillas y la poblacin civil que las apoyaba.

    En 1987 el Magdalena Medio era, sin duda, la regin con mayor nmero de asesina-tos de toda Colombia. Aqu se libraba una feroz guerra de posiciones entre paramilitares yEjrcito por un lado y guerrilla por otro. Se trata de una regin selvtica que a partir de los

    aos 1970s. comenz a ser ocupada por campesinos procedentes de todos los rincones deColombia. Al llegar como colonos, deban tumbar la selva hasta abrir espacios que lespermitieran sembrar. Haban llegado huyendo de la violencia de sus regiones de origen yde la miseria ocasionada por la prdida de tierras como consecuencia de las disputas libe-ral-conservadoras. El Magdalena era en esa poca un territorio vaco sin presencia deEstado (cero sanidad, educacin o administracin pblica) y por su carcter de confn eraun lugar ideal donde emprender nueva vida o en su caso camuflarse (refugium pecatorum).Cuando en 1970 las FARC entraron por primera vez a la regin lo hicieron con la consignaVenimos a acompaarlos, a ponernos a su servicio en estas soledades. Sustituyeron alEstado, pusieron orden en el acceso a la tierra, dieron seguridad ciudadana y prestaronservicios sociales. Se convirtieron en un verdadero ejrcito, en un ejrcito del pueblo.La gente comn recuerda que aquellos eran tiempos donde vivamos felices, bien aveni-dos y en paz. Pero esta pax guerrillera dur 7 aos y comenz a transformase en infier-no cuando desde el Estado se orden al Ejrcito recuperar el Magdalena y expulsar a la

    4 En cuatro aos (1986-90) fueron asesinados 1500 candidatos a concejales de la Unin Patritica y sus doscandidatos presidenciales: Jaime Pardo Leal (1987) y Bernardo Jaramillo (1990).

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    FARC. Era lo mismo que haba ocurrido 15 aos antes en Marquetalia, cuando desde elParlamento nacional se pidi al Ejrcito que acabara con una serie de comunidades de ex-perseguidos liberales que haban encontrado en las selvas del Tolima un rincn dondeemprender una nueva vida. Los polticos de Bogot comenzaron a llamarlas repblicas

    independientes y, efectivamente, el Ejrcito las desaloj a fuerza de napalm en 1963. Enel Magdalena, 15 aos despus, no hubo napalm, pero s una presin asfixiante sobre lapoblacin civil cuyo corolario era un interminable conteo de asesinatos selectivos de per-sonas a las que el Ejrcito consideraba amigas de la guerrilla. En este momento de granpresin sobre la poblacin campesina, las relaciones sociales comenzaron a envenenarse.El Ejrcito mataba a amigos de la guerrilla, la guerrilla mataba a amigos del Ejrcito, seinstal el miedo y apareci la desconfianza, la delacin y el silencio para sobrevivir, ensuma, lo que los campesinos grficamente llamaron Criminal Ley del Silencio.

    Tras varios aos de presin, el Ejrcito reconoca finalmente su incapacidad paracontrolar la selva y mucho menos ganarse a la poblacin, y apostaba entonces por otra

    estrategia: implicar directamente a la poblacin civil en el conflicto. Estimular la creacinde grupos armados entrenados por el mismo Ejrcito y financiados por ganaderos y, sobretodo, por un narcotrfico que se estaba convirtiendo en terrateniente regional, es decir,traspasar a manos privadas la guerra por la recuperacin de la regin. Al apostar por elparamilitarismo, el Estado colombiano estaba llamando de nuevo, como tantas veces lohaba hecho antes, al enfrentamiento civil entre la poblacin rural puesto que, al igual quelas FARC, el paramilitarismo se nutra invariablemente de campesinos. Era la eterna ruedade una guerra inacabable a la que peridica y sistemticamente el poder convocaba. Unapedagoga con la que los poderosos haban educado durante siglos al pueblo llano deColombia, hasta envilecerlo por la sangre. O matas o te matan, era el cuaderno de ruta

    que todo colombiano haba aprendido al nacer.Cuando irrumpieron los paramilitares saltaron todas las alarmas, su estrategia con-

    sista en concentrar todo el terror sobre la poblacin civil, tanto en asesinatos individualescomo, preferiblemente, en masacres. Su mxima era o te vienes con nosotros o eres hom-bre muerto. Era una guerra por la ocupacin de espacios que persegua ganarse a la gentemediante el terror u obligarla a desalojar la regin. Por su parte, este nuevo esquema deviolencia comenz a enloquecer a la guerrilla y a instalar la paranoia en las cabezas de suscomandantes locales (Frente XI y Frente XIII) induciendo a una enfermiza sospecha sobrela lealtad campesina. Las delaciones y ejecuciones sumarias se pusieron a la orden del day las exigencias de sostn a la poblacin civil acabaron siendo abusivas.

    En este proceso de verdadero exterminio hubo un rea especialmente castigada, ladel ro Carare, cuyo ncleo urbano era La India. A mitad de 1987 sus pobladores estima-ban que en ocho aos haban sido asesinadas 500 personas, sobre una poblacin de 7 mil.Pero los que seguamos con vida estbamos ms muertos que vivos, nadie saba que serade uno al da siguiente. Lo peor para la gente era el clima emponzoado en el que trans-curran sus vidas, la alegra se haba marchitado, hablar era peligroso, las amistades tam-bin, negarse a un servicio de alguno de los bandos era suicida, pero brindrselo tambin

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    porque el contrario lo tendra en cuenta. La violencia se haba instalado en sus vidas, perolo peor de todo era que comenzaba a convertirse en un instrumento de gran eficacia paraobtener beneficios privados y de paso corromper el alma de muchos No dijo Brecht haceaos que la violencia ayuda donde la violencia impera?

    Quiz las siguientes dos historias basten para intuir un cuadro de situacin: LuisEduardo Ramrez, el Zarco como lo conocan, era ms que un amigo para las FARC, eraun hombre de su ntima confianza, les reclutaba gente, organizaba suministros y su palabraera ley en la guerrilla. Pero en algn momento se dej corromper por el poder que detentaba.Como ganadero en ascenso que era, iba aumentado la contrata de trabajadores. En octubrede 1981, denunci a la guerrilla que cinco de sus peones eran informantes del Ejrcito; lmismo fabric las pruebas. Las FARC, sin ms dilaciones, los ejecutaron en la mismafinca. Das despus se comenz a saber que el Zarco los haba hecho matar para ahorrarselos seis meses de salarios que les deba. A la semana, la guerrilla descubri la patraa y fueen busca del Zarco para ajustar cuentas, pero haba huido horas antes. Para salvar su vida

    se haba pasado al enemigo, al comando paramilitar de Puerto Boyac, llevndose consigouna valiosa informacin que comprometa a cientos de personas. Desde ese da sus anti-guos vecinos y conocidos se convertiran en objetivos a eliminar.

    Otros se servan de su amistad con los armados para decidir sobre la vida y la muertede los dems, cual jueces en la sombra.

    La guerrilla dio demasiado poder a algunas personas, civiles, con-fiando en ellas para que decidieran quienes eran los indeseables, aquienes haba que suprimir. Ese poder las haca sentirse superiores. Sialguien quiere hacer matar a una persona, simplemente le deca a la

    guerrilla fulano es un sapo, es un informante del ejrcito, o es un tipoperjudicial, y se acab. Es un poder arbitrario e injusto. Aunque esetipo de personas era una minora, aqu hubo bastante gente que tuvoese alcance. En una ocasin la guerrilla nos llam a tres hombres de suconfianza, uno de ellos era mi compadre, para decidir si se mataba ono a una persona. Se trataba de un tipo que haba matado a su mujer enun arranque de celos cuando la encontr en la cama con otro. No se sieso merece la muerte o no, a lo que me refiero es a la ligereza con quese tomaban decisiones. De los tres hombres que all acudimos, dosestaban de acuerdo con ejecutarlo. Mi compadre solt: a ese hijueputa

    tenan que haberlo matado ya. Al acusado no lo conocamos, era de laparte alta del ro, no sabamos qu tipo de persona era, simplementeque en un ataque de locura haba acabado con su esposa. Qu interspoda entonces tener mi compadre para hacerlo asesinar? Inters, nin-guno, era la rutina, la costumbre de hacer matar a la gente en esa for-ma, sin ms trmite. No le importaba si era buena o mala persona o lascircunstancias de lo que haba hecho. Yo no estuve de acuerdo conmatar a ese hombre as noms y bregu para convencer al comandante

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    Abelardo de que se hicieran ms indagaciones y de momento le respe-taran la vida. As qued la cosa. Pero qu pasa? que en el futuro ya nome llamaran. Si se presentaba el caso y estaban dispuestos a matar aalguien, ya no me iban a convocar porque conocan que yo no estaba

    de acuerdo.5

    El Zarco, el compadre y gentes que como ellos eran miembros activos ysostenedores de la violencia, probablemente estaban demasiado ocupados en sobrevivirmatando como para proponer una reflexin tica. Simplemente actuaban con automatismosegn elpathosde la ley de la selva. Pero para la mayora campesina era infinitamentemayor el sufrimiento encajado por la violencia que la rentabilidad que les poda generar.Jorge Surez, campesino de la regin, lo expresaba con elocuencia:

    El problema estaba en nosotros, en el interior de las personas. Nues-tro problema se gener hace bastantes aos y lleg un momento en

    que nos toc concienciarnos y acabar con esa mala vida que nosotrosmismos habamos engendrado de violencia. Habamos adquirido vi-cios de los que ramos los autnticos responsables por haber permiti-do que entre nosotros se hubiera generado ese horror. Cuando nosdimos cuenta de cmo andaban las cosas, ya los seores de las armas,guerrilleros y paramilitares conocan nuestras debilidades y por tantopensaban que podan hacer con nosotros lo que les daba la gana. Poreso es en nuestro interior donde comenzamos a desarrollar la batallafinal para desterrar por siempre la violencia.

    Era una enfermedad que tambin comenzaba a corroer a algunos guerrilleros que, ensilencio, se sentan a s mismos, cada vez ms, muertos moralmente. Juan Roy, del FrenteXI de la FARC, se sinceraba con este observador: Ms que el peligro que pudiramoscorrer en los combates, lo que nos estaba hiriendo moralmente eran las rdenes que tena-mos que cumplir, como el caso de ejecutar a una persona sabiendo que no haba averigua-ciones que la culparan con certeza.

    Una tica de la reconciliacin

    Pero fue en este infierno, y justo en el momento de ms asfixia, cuando algo empez acambiar. Todo se inici el domingo 17 de mayo de 1987. Como todos los domingos, era

    da de mercado y, desde las selvas, miles de colonos haban acudido a la India. A medioda,cuando la multitud era ms numerosa, se present en el pueblo una compaa del Ejrcitoacompaada de varias docenas de civiles armados (paramilitares). Reunieron a la gente

    5 Testimonio de Manuel Serna. Sobre los testimonios que provienen de trabajo de campo: los de los colonosdel Carare fueron recogidos a lo largo de varios aos; el de Manuel Serna (citado en esta nota y en la 11),durante septiembre de 1999. Los de Pieros (notas 7 y 9) en agosto de 1995 y los que se refieren a JosuVargas (nota 10) durante septiembre de 1995.

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    y el oficial al mando les larg el habitual discurso amenazante, aunque esta vez con unultimtum, exigiendo a los reunidos que tomaran las armas que les traan. Les dio unasemana para que decidieran: O aceptan nuestras armas, o abandonan la regin o se mue-ren Algn comentario?, concluy el oficial.

    Desde el pblico, alguien dio un paso adelante y se dispuso a hablar. Era JosuVargas, un hombre de 40 aos muy conocido en el ro, que tena fama de rebelde y habatenido roces continuos con los armados (la guerrilla lo consideraba un dscolo y el Ejrcitoun mal ejemplo), pero todos lo juzgaban honesto y transparente. Paradjicamente, esafranqueza que tantos problemas le haba causado (en un mundo donde todos callaban) lepermiti, quizs, seguir con vida. Conociendo a Josu y lo directo que era en sus juicios,cuando tom la palabra todos nos temimos lo peor recuerda Manuel Serna.

    Seores militares, ustedes han venido a violentarnos. Nos estn rega-lando 400 millones de pesos en armas, pagados por el estado y encambio se nos crean problemas para darnos crditos. Para la guerrahay todos los recursos disponibles pero para la paz hay que pelearcada peso. Vea, capitn, cunta gente armada hay en Colombia? Ha-ciendo un clculo por lo bajo tenemos que hay unos 100.000 militares,otros tantos policas, quiz 20.000 guerrilleros, paramilitares,autodefensas, sicarios y mafias ni se sabe. Y me quieren decir ustedesde qu ha servido todo eso, qu han arreglado? Nada se ha soluciona-do, mejor dicho, en Colombia hay ms violencia que nunca. Nosotroshemos llegado a la conclusin de que no tiene objeto que nos armemosnosotros tambin.6Lo que necesitamos son crditos, herramientas y

    tractores para mover la tierra. Usted, como miembro del ejrcito na-cional, en vez de incitarnos a que nos matemos los campesinos entrenosotros tendra que cumplir con lo que est escrito en la Constitu-cin, que es defender al pueblo colombiano. Y con respecto a estoscampesinos armados que usted nos trae como ejemplo, aqu todos losconocemos, han sido violentos antes y lo son ahora. Puede usted lle-varse a estos seores amigos suyos, no nos interesan. No tenemos in-tencin de irnos con ustedes ni con la guerrilla. Nosotros tenemos quebuscar nuestra propia solucin.

    Josu habra sido hombre muerto si la masa presente no hubiera respondido, sinpensarlo, con un aplauso cerrado. Eso salv a Josu pero los comprometi a todos. En esemomento comprendimos que o nos decidamos ya a dar el paso de sacar a la luz pblicauna organizacin que luchara por la paz, o estbamos acabados, la India la arrasaban.7A

    6 La violencia crea mas problemas de los que resuelve, y por tanto nunca conduce a la paz, palabras deMartn Luther King.

    7 Testimonio de Hector Pieros, El Llanero.

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    los pocos das, un grupo de campesinos decidi fundar una asociacin civil con la quegarantizarse personera jurdica y a travs de la cual expresar que se consideraban en resis-tencia civil al conflicto; la bautizaron como Asociacin de Trabajadores Campesinos delCarare (ATCC).

    La consigna bajo la que comenzaron a firmar sus circulares (Morir antes que ma-tar, o No nos declaramos enemigos de nadie) iba a ser inevitablemente incomprendidaen un escenario tan polarizado. Ni Ejrcito, ni guerrilla, ni paramilitares estaban progra-mados para encajar una excepcin. Si no son amigos son enemigos, segn el maniquesmode la guerra. Por tanto, la posibilidad de sobrevivir sin alinearse dependera de su capaci-dad para or a los armados pero tambin para convencerlos sobre la ndole de su neutralis-mo. Sera, pues, en el frente de la palabra, en el dilogo, donde Josu y los dems deberanjugarse la vida. Darse a entender y entender a los dems, o como expresaron en una consig-na confuciana con la que comenzaron a moverse por la regin: Entender a los que nonos entienden. En un conflicto centenario como ste donde, a fuerza de rutina, nunca

    hubo adversarios sino enemigos, con la brutal devaluacin de la vida que supone, buscarespacios de consenso poda sonar a chino, pero operados a escala regional creaban unescenario indito.

    Las FARC, por principio, los trataron de ilusos (en esta tierra hay que definirse), ysospecharon que la ATCC era una jugada de sus enemigos. Por qu si siempre hemossido amigos ahora nos abandonan? les preguntaba el comandante Vidal a un grupo degentes que haban ido a exponerle su decisin. Y a uno de ellos, a Manuel Serna, viejoamigo le deca: Y usted Manuel que siempre ha sido tan amigo nuestro cmo se le ocurreahora declarase contrario?. Manuel esprint: No compaero, en ningn momento mepuedo yo declarar contrario de ustedes. Lo que pasa es que yo ahora soy un tipo ms

    constituido que antes, ahora tengo ms experiencia y ms conocimiento y nunca, en ningu-na forma, he dejado de ser quien soy. Lo que pasa es que en la forma que ustedes van yo yano les puedo acompaar, pero nunca ser enemigo de ustedes.

    Si el idealismo de la ATCC les result, en un principio, risible a los bandos armados,comenz a convertrseles en un problema cuando la masa campesina, obedeciendo a uninstinto gregario de tensin grupal, acuda compacta a las asambleas internas o se des-plazaba en multitud, tanto ante los comandantes guerrilleros como ante los cuarteles, parareafirmar sus posiciones (como bamos miles no se atrevan a matarnos, eso habra sidouna bomba en el mundo). La sorpresa ante la accin colectiva, que rompa por su rapidezel automatismo del conflicto, congel durante semanas una respuesta articulada para laque no haba precedentes. Fue un tiempo de oro que los campesinos del Carare y la ATCCaprovecharon para recorrer diversas oficinas y despachos de Bogot, viajar a los munici-pios vecinos para crear redes de amigos y, en general, darse a conocer. Salir de la invisibilidada la luz.

    Uno de los xitos de la ATCC, y el escudo de salvacin, fue su capacidad de movili-zar a la totalidad de la gente del ro. A sus asambleas pblicas asistan miles de personas ya las reuniones con los comandantes guerrilleros o a las citaciones con el Ejrcito iban

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    igualmente miles. Se desplazaban en canoas, andando, en autobuses. Otra virtud que con-tribuy a protegerlos fue la decisin de hablarlo todo en pblico, de ser transparentes en loque hacan e informar de lo que dialogaban con unos y otros. En definitiva, de romper laLey del Silencio. Una ancdota lo ilustra:

    El 7 de enero de 1988, la ATCC ha invitado a una reunin en La India a polticos yperiodistas para explicarles el alcance del proceso de paz. Momentos antes del comienzouna periodista de Vanguardia Liberal(diario de Bucaramanga) se acerca a Josu Vargas yen un aparte le susurra al odo Ahora que no nos oye nadie podra usted hacerme unarelacin de la violacin de los derechos humanos en la regin y de sus responsables?. Siseorita, con mucho gusto, pero como ahora vamos a comenzar, le prometo que despus lecomento. La reunin dur dos horas, a cuyo final, despus de agradecer la asistencia,Josu se dirigi al pblico: Aqu, una periodista me ha preguntado si confidencialmentele puedo dar relacin de las violaciones de derechos humanos aqu en la regin. Sepa ustedseorita periodista que desde que nos hemos organizado nos hemos acostumbrado a ha-

    blarlo todo en pblico. Fue lo primero que hicimos para acabar con la Criminal Ley delSilencio. Y si, con mucho gusto le voy a contar lo que me ha pedido, pero aqu, ante todos.Como era habitual, Josu no tuvo reparos en exponerlo.

    Un relato pormenorizado de los hechos se ha contado ya en otro lugar;8lo que sepretende aqu es resear el proceso de reflexin interna, aprendizaje y superacin a travsdel cual miles de personas sintieron renacer sus vidas y con el que buscaron dejar atrs unpasado que consideraban, sin excepcin, un infierno. La propuesta de los campesinos delCarare era en esencia una tica de la reconciliacin, cuyo imperativo inicial surga delrechazo a la violencia como solucin de conflictos, la identificacin de las legtimas dife-

    rencias y la bsqueda de una aproximacin a travs del dilogo. En el viciado contextoregional se trataba de una va revolucionaria y notoriamente peligrosa porque desactivabala justificacin de la violencia al apostar por el dilogo y por no considerar a nadie enemi-go, sino interlocutor.

    Nuestra vida anterior nos llevo a no tener a nadie como enemigo,sino como interlocutor; es decir, que aunque ha habido siempre perso-nas y grupos que se han declarado enemigos de nosotros, nosotrosnunca lo hemos considerado como tales, porque considerar a alguiencomo enemigo es cerrar todas las puertas para una posible solucin de

    los conflictos que nos separan; declarase enemigo de alguien es nocreer que el otro puede cambiar, que con el dilogo franco y cercanose pueden empezar a cambiar las relaciones y a buscar las solucionesadecuadas para que todos crezcamos. Nosotros pensamos que sta esla mejor forma de hacer lo que tanto vivi y anunci Jesucristo: la

    8 GARCA, AlejandroHijos de la Violencia. Campesinos de Colombia sobreviven a golpes de paz, LosLibros de la Catarata, Madrid, 1996.

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    comprensin del enemigo. Es que comprender las razones de los ene-migos es precisamente no considerar al otro mi enemigo, sino comoalguien con el cual pueda entablar una relacin distinta y buscar nue-vos rumbos para mejorar la vida; es reconocer en el otro la posibilidad

    de un cambio a partir de propuestas que le muestren otras perspectivasms humanas.9

    Y la extraa consigna de Entender a quienes no nos entienden que tanto perturbaba?

    Para nosotros hubo otra cosa que tambin marc mucho la relacincon los otros grupos y personas que pensaban distinto de nosotros yvean las cosas por otro lado: el querer entender siempre las razonesde fondo que llevaban a estas personas a mirar la vida de otra formadistinta a la nuestra. Esto nos permiti no juzgar sino comprender; esdecir que no formulramos juicios definitivos que dejaran anulados a

    los que no pensaran y actuaran como nosotros, sino que tratramos dedescubrir, reconocer y comprender el por qu de lo que hacan. Loms importante de esta actitud asumida por nosotros fue que nos per-miti acercarnos siempre a todos los grupos y personas. De la mismamanera, nosotros pudimos entender que los que nos agredan o se de-claraban enemigos de nosotros, lo hacan porque no saban lo quehacan. Con esta actitud pudimos asumir todas las dificultades con lalibertad de no ir a dejar a un lado a nadie, sino de integrarlo a lo quequeramos para la regin.10

    Con la renuncia a juzgar se borraba la ecuacin maniquea amigo-enemigo y se reco-noca que, aunque todos eran culpables en la medida en que mataban, a fin de cuentastodos eran igualmente producto de una cultura aberrante en la que la muerte ajena llevabasiglos normalizada.

    Con todo eso, pudimos darnos cuenta de que la mayora de esas per-sonas que participaron en acciones violentas contra los campesinoscrean que estaban haciendo lo mejor para arreglar la situacin delpas y de la regin. A la hora de la verdad todos pensaban que lo quehacan era lo mejor, no se daban cuenta del mal tan grande que nosestaban haciendo. Cuando fundamos la ATCC camos en la cuenta deque la mayor tragedia nacional es la buena conciencia con que muchoscolombianos asesinan.

    9 Testimonio del Llanero.10 Testimonio de Josu Vargas.

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    Superar la Ley del Silencio era tambin huir de las acusaciones directas, una peculiarruptura con el pasado basada en un reconocimiento ntimo de la propia responsabilidad enla violencia.

    Nosotros desde que nos fundamos fue con el objetivo nico de bus-

    car una salida pero no un choque. Para qu vamos a chocar?, y lasdenuncias son un choque, lo aprendimos muy bien en los aos de laCriminal Ley del Silencio. De ah, por ejemplo, en el caso de los mili-tares hemos evitado esos choques; en el caso de la guerrilla tambinlos hemos evitado. Quisiera agregar una cosa; nosotros pensamos enla Asociacin que all el deber de nosotros en caso de problemas no esacusar a nadie sino hacerle ver las cosas que pueden ser errores, perosin ir a acusar a nadie ni a publicarlo. Entonces todo eso ha llevadoentre nosotros es al dilogo, nunca ir a acusar a nadie ante alguien quelo castigue o lo fusile.Nosotros comprendimos que la mejor forma desolucionar los graves problemas de la regin era el dilogo, la comu-nicacin con las personas con las cuales queramos salir adelante ycon las que se oponan a ello. Realmente consideramos que no habaotra salida porque esta era la forma ms humana de hacerlo.

    Para los cristianos locales, tanto evanglicos como catlicos, la filosofa de la ATCCfue vivida como un proceso de perdn. Don Simn Palacios, pastor adventista en la India,as lo interpretaba:

    En este proceso tambin pudimos comprender y sentir lo que signifi-

    ca y produce el perdn cristiano. Jesucristo siempre asumi el perdncomo la propia responsabilidad por el otro, como la necesidad de car-gar con las debilidades del otro para ayudarle a cambiar, a ver otraperspectiva de vida. El perdn no implica entonces el olvidar las faltasdel otro, sino comprometerse con el otro para que en el acercamientoa l lo fuera transformando. Esta manera de vivir el perdn fue la queasumimos y practicamos radicalmente. No se trataba simplemente deolvidar lo que los otros nos haban hecho, sino de acercarnos a ellospara proponerles una forma de vida nueva, para que se empezaran acomprometer en la construccin de una comunidad que viviera la paz

    y el desarrollo, para realizar formas de vida ms acordes con lo quesomos y queremos. Esta realidad del perdn que hemos asumido nosha mostrado que es la mejor manera de seguir viviendo y que es lamejor inversin que podemos hacer para el futuro de nuestros hijos ydel pas.

    El padre Arbelez, prroco de Cimitarra y visitador de la India, completa:

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    Lo que estos campesinos estn haciendo es una rplica de la maneracomo Dios siempre nos ha tratado a los hombres. Por ms que noshayamos alejado de l, nunca nos ha dejado solos y siempre nos haregalado su Palabra, su Fuerza, su Amor. El mtodo que Dios ha utili-

    zado siempre con el hombre es el de buscarle el lado para ver cmo leayuda a cambiar, cmo le permite una vida mejor, y esto por medio dela comunicacin. Como se puede ver claramente, ellos no hicieronsino lo que siempre ha venido haciendo Dios: buscar al otro no pararechazarlo, ni para destruirlo, sino para invitarlo amistosamente a quecambie su manera de actuar y de ver las cosas, y que por medio de unacuerdo dialogado se pueda buscar la mejor para todos.

    Esta singular tica de la reconciliacin, aunque aparentemente natural y espontnea,era en realidad resultado de un intenso proceso de aprendizaje:

    No es que furamos sabios para hacer lo que hicimos, es que no nosqued otra salida. Tampoco es que furamos personas extraordinariasde grandes alcances, sino que tenamos mucha experiencia por las vio-lencias que todos habamos vivido desde que ramos nios. Todosconocamos bien la situacin y sabamos los grandes peligros a losque nos enfrentbamos, pero por conocer bien la regin y distinguirdesde antiguo a muchos de los que ahora mandaban en los armados,podamos bregar para hacernos entender. Lo que yo quiero aclarar esque en el grupo de los iniciales cada uno cumpla su funcin, cada cualenriqueci a los dems en aquello que era fuerte. Josu por ejemplo

    dndonos fuerza a todos con su gran nimo. El Llanero con sus gran-des cualidades para el dilogo. Yo mismo porque, al haber sido grandeamigo de ellos, conoca como nadie a las FARC y no me rechazaran lapalabra. Don Simn Palacios porque como pastor religioso reconfor-taba a los de menos espritu. Salomn Blandn porque era un hombresindobleces y directo del que era difcil no confiar. Y as los dems.11

    Cada da de sobrevivencia era un triunfo para la ATCC, una demostracin de que eraposible la vida sin armas. Y ello ocurra en una Colombia que viva la etapa ms cruda desus violencias, con varias guerras cruzadas: paramilitares, Ejrcito y guerrillas en el cam-

    po, sicarios y mafias en la ciudad, polticos de izquierda exterminados por poderes ocul-tos, narcos hacindose la guerra y, por si fuera poco, Pablo Escobar enfrascado en unaguerra a bombazos contra el Estado. En el Carare iban a cumplir dos aos de paz y soabancon grandes proyectos,12pero para los medios de informacin no existan. stos, hipnoti-

    11 Testimonio de Manuel Serna.12 En un memorable discurso el 29 de junio de 1989 Josu sealaba: Somos un ejemplo para el pueblo

    colombiano y vamos a derrotar las secuelas de la violencia que aun quedan en nuestras mentes. Y vamos a

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    zados por la guerra que aconteca a sus puertas, bombardeaban al pblico con detalladascrnicas en rojo. Los diariosEl TiempoyEl Espectador, la revista Semanao la televisoraCaracolganaban dinero a fuerza de titulares sangrientos y lo que hicieran unos civiles sinarmas en un remoto lugar de Colombia no les interes. Salvo alguna nota en Vanguardia

    Liberalde Santander y cierta referencia enEl Tiempo, los cubri un manto de silencio.Tuvo que reaparecer la tragedia para ser, por fin, conocidos nacionalmente. En fe-brero de 1990 fue asesinado Josu Vargas junto a dos miembros de la ATCC y a la perio-dista Silvia Duzn, mientras cenaban en un restaurante de Cimitarra. Josu se haba con-vertido en un hombre incmodo para los poderes locales, su pedagoga pacifista y el efectodemostracin que transmita su carisma lo convertan en un potente lder regional. Losautores materiales del crimen fueron cinco sicarios paramilitares, pero como la investiga-cin demostr despus, en la ejecucin hubo un complejo apoyo logstico de polica localy militares de Cimitarra (Magdalena Medio). Para la gente del Carare, la muerte de Josuy los dems fue un duro golpe, pero les permiti seguir reafirmndose en la estrategia de

    paz. Los medios informativos se lanzaron sobre la ATCC para que sealara culpables (eraparte del negocio) pero en el Carare eludieron hacer acusaciones personales. Conocan alos autores materiales pero, qu sentido tena denunciarlos, sabiendo que la orden habavenido desde muy arriba? Para protegerse deban evitar la espiral de venganzas, y lasdenuncias la alimentaban. Cuando el juez de instruccin repetidamente les preguntaba,respondan: los ha matado la violencia y el odio.

    Paradjicamente, la repercusin que tuvo la muerte de Josu ayud a la superviven-cia de la ATCC. La experiencia del Carare comenz a ser conocida internacionalmente yen diciembre de ese mismo ao reciban desde Estocolmo la noticia de la concesin delNobel Alternativo de la Paz (The Right Livelihood Award). Aos despus, obtendran

    otro galardn internacional, el premio anual We are a people otorgado por NacionesUnidas (1995).

    Al tiempo que la ATCC era visualizada internacionalmente, nuevas experiencias deresistencia civil surgieron en Colombia. Como en el Carare, eran iniciativas locales y ais-ladas, que nacan en escenarios de cruda violencia con el mismo estilo de conflicto: dispu-ta territorial y poblacin civil suministrando muertos. En 1994 fueron los gobernadoresindgenas del Urab quienes hicieron saber que la guerra estaba exterminando a sus pue-blos (doblemente agredidos en tanto que campesinos y adems indgenas) y que fundabanla Organizacin Indgena de Antioquia (OIA) para Defender nuestros derechos, trabajan-do por el fortalecimiento de nuestras organizaciones al margen del conflicto armado. Esta-mos por una opcin civil, democrtica, pluralista y participativa que nos permita vivir, rer,

    erradicarlas definitivamente mediante nuestra gran obra. Queremos hacer respetar nuestros derechos comoseres pensantes, como mentes creativas y como grandes valores humanos para que no sean atropellados porcualquiera. Por qu no queremos las armas? Porque no podemos seguir pensando en medir la capacidadhumana, el valor humano, la capacidad creativa, en la boquilla de un fusil, en la punta de un proyectil,porque as era como se calibraba aqu y se meda el valor humano.

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    soar y amarnos. Queremos morirnos de viejos. En 1997 la poblacin de San Jos deApartad, en el Urab, se declar Comunidad de Paz13y ese mismo ao la ciudadana delmunicipio de Mogotes (Santander), rehenes asimismo de la guerra entre paramilitares yELN, resolvieron constituirse en Asamblea Municipal Constituyente. En 1999 el munici-

    pio de Tarso (Antioquia) se sum a la iniciativa de Mogotes y abrieron una propuestanacional conocida como Red de Municipios en Asamblea Constituyente (31 en la actuali-dad).

    Teniendo en cuenta que el Gobierno colombiano siempre ha despreciado los dilo-gos regionales (el gobierno de Uribe apuesta por un recrudecimiento de la guerra queacabe militarmente con la insurgencia), y dada la degradacin y ferocidad del conflictocolombiano, la sola existencia de las comunidades de paz es en s misma un xito y cons-tituye la demostracin de que es posible superar la barbarie. A pesar de las adversidades,las experiencias de resistencia civil pacfica han ido ms all de la mera neutralidad antelos actores armados. En general estas comunidades civiles ha sido capaces de formular

    propuestas de vida alternativas al modelo global del que partan, poniendo nfasis en pro-cesos econmicos de sello comunitario o en el despliegue de relaciones democrticas mshorizontales y rubricadas por lo que declaman como autogobierno.

    De resiliencias y otros temas africanos

    En cierto modo, la manera como Alemania asumi su pasado tras 1945 o como los campe-sinos de Colombia reaccionaron a la violencia, son actitudes colectivas que, aplicadas almbito de la conducta individual, se reconoceran como procesos de resiliencia. Laresiliencia concibe que los reveses traumticos sufridos pueden servir finalmente de palan-cas de superacin y mejora, siempre que haya un reconocimiento del trauma y se desee la

    superacin. Boris Cyrulnik, neuropsiquiatra francs, especializado en nios con infanciastraumticas, ha escrito el libro de referencia sobre procesos de resiliencia: Los PatitosFeos. Una infancia infeliz no determina la vida.14En l, Cyrulnik ofrece un desgraciadorepertorio de infancias en el extremo, de nios que vivieron sus primeros aos en condicio-nes traumticas, con experiencias de infinito dolor: malos tratos generalizados, violenciaspsicolgicas inconcebibles, aislamiento y exclusin social, etc. Cyrulnik, a travs de unaseleccin de varias docenas de historiales, recorre el proceso que llev a unos nios pre-destinados a la marginalidad y a la delincuencia (al patbulo en suma), a desplegarse a lavida, readaptndose, no ya a la normalidad de un vivir funcional, sino a existencias denotorio xito en sus entornos, privados y pblicos. Unos convirtindose en apreciados

    13 Una noticia desde San Jos de Apartad informa que el 19 de febrero del 2005, Luis Eduardo Guerra y otrassiete personas han sido asesinadas. Guerra fue el redactor del reglamento interno de la Comunidad de Pazy sus vecinos acusan a los militares con sede en Carepa de ser los autores. Entre las vctimas, muertos apalos, hay tres nios cuyos cuerpos, igual que los dems, fueron descuartizados.El Tiempo, Bogot, 28 defebrero de 2005.

    14 CYRULNIK, BorisLos patitos feos. Una infancia infeliz no determina la vida, Gedisa, Barcelona, 2002.

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    escritores,15otros en deportistas o profesionales de xito, algunos inundando a los demsdel amor y la compasin que ellos nunca haban tenido.16

    La resiliencia sera, as, la capacidad que tiene el ser humano, o la comunidad, paraafrontar las adversidades y salir incluso transformados. Algunos autores definen la resiliencia

    como la capacidad de respuesta inherente al ser humano, a travs de la cual se generanreacciones adaptativas frente a situaciones de crisis o de riesgo. Esta capacidad deriva dela existencia de una reserva de recursos internos de ajuste y afrontamiento, ya sean innatoso adquiridos. De este modo, la resiliencia refuerza los factores protectores y reduce lavulnerabilidad frente a las situaciones riesgosas. Pero, sea innato o adquirido, el recursoadaptativo requiere de unas premisas no negociables. La primera es que sin culpabilidadno hay moralidad, la dotacin de contenido histrico a la propia peripecia salva al nio delo impensable ya que le confiere un pasado pensado. Pero tambin opera la conviccin deque l es responsable de lo que le ha ocurrido, ya que es esa conviccin la que permite atodo ser humano convertirse en sujeto de su destino, en autor de sus actos y no en un objeto

    zarandeado, golpeado por las circunstancias, sumiso.17

    Pero sabemos que el combate he-roico para superar el trauma se convierte, en s mismo, en un mito fundador: el relatoheroico produce un efecto defensivo, es decir, si no fabricaran un mito estos nios queda-ran despersonalizados por el trauma.18Finalmente, y lo ms interesante desde el prismasocial, los lisiados por el pasado pueden darnos lecciones, el hecho de haber sido heridoslos vuelve sensibles a todas las heridas del mundo y los invita al lecho de todos los sufri-mientos.19

    Qu se entiende por resiliencia? El arte de navegar en los torrentes; la negacin deldeterminismo lineal; el reconocimiento de que la cicatriz nunca es segura; el que la fanta-sa constituye el recurso interno ms preciado; la conviccin de que sin culpabilidad no

    hay moralidad; el amor y el perdn como ingredientes de la recuperacin; el humor comomecanismo de readaptacin a la vida.

    Cmo encajar, a la luz de los procesos de resiliencia, la historia de la Sudfrica postapartheid, por ejemplo?

    Antes de que Mandela saliera de la crcel de Roben Island, en 1990, concurrantodas las condiciones para que el pas se ahogara en sangre, no haba una injusticia mayoren el mundo. Por una parte, los blancos sudafricanos, los ciudadanos ms mimados delplaneta, administraban un trato brutal, o en su caso paternalista, a los negros, aunque por

    15 Es el caso de Jean Genet, cuya infancia en orfanatos y adolescencia en las crceles qued registrada en suDiario de un ladrn, Madrid, 1994. Jean-Paul Sartre reflexion sobre ello en Saint Genet, comdien etmartir, Gallimard, Paris, 1952.

    16 Es el caso de Tim Gunard, cuyo libro de memorias Ms fuerte que el odio, Gedisa, Barcelona, 2003, hasido un fenmeno editorial en Europa.

    17 CYRULNIK, BorisLos patitos feos..., cit., p. 146.18 CYRULNIK, BorisLos patitos feos..., cit., p. 144.19 CYRULNIK, BorisLos patitos feos..., cit., p. 33.

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    debajo de ello albergaran hacia los negros sentimientos de culpa y por tanto de miedo.20

    Por otra parte, 20 millones de seres humanos, rutinariamente tratados como fieras, ence-rrados en jaulas (homelands) y con acceso muy limitado a los servicios bsicos de salud yeducacin. A los diseadores del apartheidno se les escap ningn detalle segregador,

    mucho menos en el terrero educativo. De los pecados del apartheid, el ms terrible proba-blemente fue mantener dominados a los negros ofrecindoles una educacin deliberada-mente inferior. Qu trato esperaban recibir los blancos si algn da la mayora negratomaba el poder? Una mayora a la que se haban dedicado a despojar de humanidad. Eseoscuro presentimiento tambin lo compartan, en privado, muchos de los dirigentes inter-nacionales que solapadamente comprendan el temor de los blancos. Aparentemente elapartheiddejaba en herencia un profundo trauma psicolgico, un orden profundamenteantinatural sin una mnima urdimbre de base para construir la sociedad multirracial con laque muchos soaban, especialmente el Congreso Nacional Africano (CNA).

    El CNA, desde su misma fundacin, apost por una Sudfrica en la que convivieran

    blancos y negros y Mandela, desde la crcel, haba mostrado una radical resistencia abuscar compensaciones por los crmenes del apartheid. Pero debido a la degradacin de laque parta la poblacin negra, se necesitaba un tratamiento de choque, haba que reeducarlapara sacarla del lodo ancestral en la que se haba revolcado, para satisfaccin de los blan-cos. Los negros, especialmente los varones, carecan de autoestima, tendan a sentirsepermanentemente humillados y esto les haca tener hacia los blancos sentimientos de infe-rioridad y por tanto de resentimiento. Con los aos, la nueva Sudfrica debi poner enmarcha un gigantesco proceso de educacin en el que a travs de la televisin principal-mente por medio de noticieros, series televisivas y programas de entretenimiento se fueconvirtiendo a la Sudfrica post-apartheiden un apasionante experimento de recupera-

    cin postraumtica.Si para los negros se trataba de un proceso de recuperacin de dignidad y apacigua-

    miento del rencor, para los blancos era simplemente vencer el miedo. De Klerk debiconvencer a su gente de que no haba otra alternativa, tenan que vivir juntos y en paz. Diezaos despus los mayores temores de los afrikanersno se han cumplido, su lengua no slono est prohibida sino que se reconoce oficialmente (se utiliza en tribunales y parlamento)su religin (iglesia reformada holandesa) no ha sufrido persecucin, sus propiedades hansido respetadas en lo esencial. En las elecciones de 1999, los partidos separatistas blancoscomo el Frente para la LibertadAfrikaner prcticamente desaparecieron.

    Probablemente para entender la Sudfrica post-apartheid no haya historia ms elo-cuente que la narrada por Jonh Carlin sobre el encuentro del lder de la extrema derechaboer, von Maltitz, con Nelson Mandela, y despus con Terror Lekota, otro destacado miem-bro del CNA: La gente est agradablemente sorprendida y yo estoy orgulloso de Nelson

    20 El escritor sudafricano Ryan Malan (nieto del arquitecto del apartheid) ha sido, quiz, el mejor cronista delos miedos, vergenzas y egosmos que habitaron durante dcadas a los blancos.Mi corazn de traidor: unexiliado sudafricano regresa para enfrentarse a su pas, su tribu y su conciencia , Anagrama, Barcelona,1992.

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    Mandela, no discrepo en absoluto de sus objetivos fundamentales. Solo espero que poda-mos ayudarle dice Eddy von Maltitz, jefe del grupo de extrema derecha RCC (Resisten-cia Contra el Comunismo).

    Hace seis meses este hombre aseguraba que tena 7 mil luchadores bien entrenados.

    Conspiraba para detonar 2 mil bombas en todo el pas en la semana anterior a las eleccio-nes del 27 de abril de 1994. No pedimos la repblica boer, no pedimos nuestra patria,vamos a apropiarnos de ella deca. Sin embargo, desde el espasmo preelectoral en el queestallaron tres bombas en Johanesburg con la muerte de 21 personas, la extrema derechapermanece callada.

    El momento decisivo para Eddy ocurri una noche, dos semanas despus de laselecciones, cuando telefone a Radio 702 de Johanesburg para hablar con el invitado quetenan en el estudio, Nelson Mandela.

    Este pas se ver inmerso en un bao de sangre si sigue pasendosecon los matones comunistas, le advirti von Maltitz.

    Eddy, le considero un sudafricano digno de respeto y no tengo ningu-na duda de que si nos sentamos a intercambiar nuestros puntos devista, yo me acercar a los usted y usted a m.

    Eddy se sinti completamente desarmado.

    Vamos a hablar Eddy.

    De acuerdo, seor Mandela.

    Al recordar la conversacin, exclama:

    Tengo que decirle que nos camos estupendamente. Desde enton-ces, la conducta del presidente no ha hecho ms que fortalecer su ferecin hallada. Es la forma que ha tenido de extender la mano a losboers. Me cautiv, es un hombre honrado, tiene integridad y compa-sin. Es un hombre que ha hecho un gran sacrificiopor su causa; locontrario de De Klerk que no ha hecho un sacrificio jams en su vida.

    A Eddy tambin le ha cautivado Terror Lekota, el primer ministro delEstado libre de Orange elegido gracias al 88% de votos que obtuvo elCNA.

    Terror me llam varias veces para que fuera a su fiesta de cumplea-os en la gran mansin de Bloemfontein. Fue una decisin difcil, peroya haba convencido a la extrema derecha de que haba que dar unaoportunidad a esa gente. Fui y nos entendimos muy bien. Estoy orgu-lloso de Terror, se apoya verdaderamente en las races. El Partido Na-cional nunca me invit a esa mansin, nunca se ensuciaron las manoscon las races.

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    Lekota, adems hizo algo que no haba hecho ningn dirigente delPartido Nacional: le agradeci en persona la aportacin que haba he-cho a la economa con su granja lechera. Si hubiera que elegir clara-mente entre al CNA y el Partido Nacional, elegira al CNA.

    Mire: no quiero ser deshonesto. Estaba equivocado. Esas personasdecan que iban a nacionalizar, que iban a quitarnos la tierra. Antes delas elecciones esperbamos que hubiese saqueos masivos en las ciuda-des, una anarqua total, un desinters absoluto. Por eso convoqu a losPerros de la Guerra. Ahora les he desmovilizado, me he jugado elcuello, as que me interesa que las cosas vayan bien. Quiero contribuira evitar la violencia.21

    Mandela y el CNA apostaron por una de las estrategias ms sabias y generosas que sehan conocido en tiempos recientes: resolver un enorme problema de forma pacfica y ex-

    traordinariamente madura. Se han realizado dos grandes experimentos: ver si un pueblopobre y oprimido puede emerger de la oscuridad a la luz, de la humillacin a la dignidad ysi dos razas histricamente enemistadas pueden vivir juntas, en paz y con respeto. El pro-ceso sudafricano podra ser visto como un ejemplar proceso de resiliencia. Desde hacaaos Mandela, desde prisin, enviaba seales a su gente para evitar venganzas y tenderlazos. Esa fue la clave para dejar sin argumentos a una derecha egosta que crea inevitableuna guerra civil. Del mismo modo que para la poblacin negra fue una pedagoga delperdn, la demostracin de que para convivir bajo el mismo techo era indispensable reco-nocerse.

    El corazn de las tinieblas

    Pero si en Sudfrica ocurra un milagro que seduca al mundo, no lejos de all, mientras secelebraban las elecciones que hicieron presidente a Mandela (abril de 1994), en Ruanda unmilln de personas comenzaron a ser descuartizadas a machete por sus vecinos, en unconcienzudo y metdico proceso que dur doce semanas.22Como es sabido, el genocidiose desat a raz del atentado con misil contra el avin en que viajaban los presidentes de

    21 CARLIN, JohnHeroica tierra cruel, Seix Barral, Barcelona, 2004, p. 193 y ss.22 Segn cifras del Gobierno ruands (abril de 2004), en el genocidio murieron 937 mil personas, en su

    mayora tutsis y hutus moderados. Su impacto provoc, adems, el xodo de 2 millones, que se refugiaronen el Congo, Tanzania, Burundi y Uganda y 1,5 millones abandonaron sus casas y se desplazaron por elinterior del pas. Un 70% de las vctimas del genocidio, segn Cruz Roja, fueron mujeres, la mitad de lasdesplazadas sufrieron violaciones. Segn cifras de UNICEF, 95 mil nios quedaron hurfanos. No obstan-te, segn los datos de Cruz Roja, la cifra ha alcanzado los 400 mil, debido tambin al SIDA con una altaprevalencia agravada debido a que menos de un 1% de la poblacin tiene acceso a medicamentos. El 49%de los hogares est encabezado por menores de 15 aos y el 34% est a cargo de mujeres viudas. Adems,cerca de 300 mil personas, en un pas cuya poblacin asciende hoy a 8,2 millones, tiene algn tipo dediscapacidad como consecuencia de los brutales ataques (Cruz Roja Espaola).

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    Ruanda (Juvenal Habyaramana) y Burundi (Cyprien Ntaryamira,), el 6 de abril de 2004.La gran matanza se vena preparando, desde haca meses, de forma metdica, con el cono-cimiento de Naciones Unidas, de la Unin Europea y del gobierno norteamericano.23To-dos saban que se aproximaba una hecatombe, y Occidente facilit el camino. El resumen

    de lo que se vivira esos meses lo resume el ttulo que el periodista Phillip Gourevitch dioa su libro sobre Ruanda: Queremos informarle de que maana seremos asesinados junto anuestras familias.24

    Una particularidad del genocidio ruands fue la abrumadora fisicidad de la muerte,espacialmente todos los rincones del pas, sus 11 mil colinas, acabaron envueltas en elejercicio de las matanzas y no hubo lugar que se librara. Ello llev a que toda la poblacin,sobre todo la rural, fuera testigo directo de la mortandad y por tanto actuara, en el mejor delos casos, como cmplice pasiva. El estilo de matar, a machetazos y descuartizando a lasvctimas, exigi un nmero desproporcionado de verdugos, que diariamente trabajaron enun ntimo cuerpo a cuerpo con sus vctimas. No se trat de una incontrolada y fugaz explo-

    sin homicida, sino de un trabajo metdico, sistemtico, concienzudo que dur 3 meses.Los escuadrones de verdugos locales se levantaban rutinariamente cada maana para irseal trabajo, es decir buscar, cercar y rajar durante ocho o diez horas a las vctimas, hastavolver exhaustos por la noche a casa, devorar la cena que los esperaba, embriagarse de

    23 Fue una tragedia que Occidente conoca de antemano. Lo confirma la publicacin, el 17 de junio de 2002,de 16 documentos secretos del Archivo Nacional de Seguridad (ANS) de Estados Unidos, como el famosofax del genocidio que el general canadiense Romeo Dallaire envi el 11 de enero de 1994 meses antes deque dieran comienzo las masacres al entonces responsable de operaciones de paz de Naciones Unidas, un

    tal Kofi Annan. El documento recoga una conversacin entre Dallaire y un informante del Gobierno hutuen la que ste le alertaba sobre la organizacin de grupos paramilitares el interahamwe entrenado paramatar cada uno a 1.000 tutsis en 20 minutos. Estn registrando a todos los tutsis de Kigali [...] sospechaque es para exterminarlos [...] si los [cascos azules] belgas recurren a la fuerza varios de ellos sern asesina-dos forzando su retirada [...] quieren provocar una guerra civil. Una profeca que se cumpli a partir del 6de abril de ese ao. Dallaire solicitaba permiso para desmantelar los depsitos de armas hutus. NacionesUnidas se lo deneg. Nada ms iniciarse la crisis, Estados Unidos se convirti en el principal mentor de unaretirada apresurada de los cascos azules. Pero los documentos del ANS prueban que Washington conocaperfectamente el alcance de la catstrofe. As, un texto informativo redactado el 11 de abril de 1994 paraFrank Wisner, nmero tres del Pentgono, anunciaba cientos de miles de muertos [...] un bao de sangreque se extender a Burundi [...] millones huirn a Uganda, Tanzania y Zaire [...]. El mismo texto, sinembargo, aclaraba que Estados Unidos no intervendra hasta que se restablezca la paz. Es ms, un tele-grama del Departamento de Estado estadounidense fechado el 15 de abril exhortaba a sus representantes enla ONU a solicitar la completa retirada de los soldados de Naciones Unidas de Ruanda tan pronto comosea posible. Segn revela otro telegrama del 29 de abril hasta ahora secreto, la asistente del Departamentode Asuntos Africanos de Estados Unidos, Prudence Bushnell, lleg incluso a telefonear al coronel TheonesteBagasora, coordinador oficial del genocidio, para expresarle la preocupacin de su pas por lo que acae-ca en la pequea nacin africana. Bagasora fue despus condenado a perpetuidad por el Tribunal Interna-cional de Arusha. Varios de los informes iban dirigidos a Warren Christopher, entonces secretario de Esta-do. Pero la poltica de Washington no cambi un pice. Los textos demuestran que ni tan siquiera seatrevan a denominarlo genocidio. ESPINOSA, JavierEl Mundo, 19 de junio de 2002.

    24 Edicin espaola enDestino, 1998.

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    uruagua(vino de pltano fermentado) en la cantina y descansar del duro trabajo del dapara estar dispuestos maana.

    En la poblacin tutsise internaliz el sentimiento de que no haba escapatoria, deque en esta ocasin iban a morir todos, Dios los haba abandonado y cualquier resistencia

    era absurda, lo nico que esperaban era morir rpido, sin dolor, rezando porque la periciadel verdugo con el machete les ahorrara una lenta agona. Frente a ellos, la mayora hutuobservaba su martirio en un estado de anestesia moral indolora. Testigos de la banalidadcon que losInterahamwey sus socios mataban a miles, esa mayora viva en un autismocomplaciente y aceptaba como normal que sus vecinos, sus amigos o, incluso, familiarescercanos fueran asesinados. La aceptacin cmplice era dulcificada por el propio inters(algo nos caer de los muertos, ms tendremos a repartir) y justificada porque la desapa-ricin de los tutsis haba sido concebida por los jefes polticos y era por tanto una deci-sin de Estado. Aos despus, uno de los cabecillas locales, Joseph Desir Bitero, sejustificaba: Yo era profesor, estaba comprometido. Obedec y mat. En un partido no

    decide cualquier jefe cualquier cosa. Yo era titulado en pedagoga, pero no era quin parapensar acerca de las consignas polticas de nuestros jefes. Lo nico en lo que tena quepensar yo, era en la forma de hacerlo. En sta metdica y rutinaria accin hay algo quenos recuerda el estilo funcionarial con que Adolf Eichmann describa en Jerusaln el traba-jo prolijo, burocrtico y objetivo con que los nazis, y l mismo, acometieron desde 1942 lasolucin final. No hay un gramo de perturbacin moral en Eichmann (eptome del eficazfuncionario), sino al contrario una especie de narctico bienestar amparado en el hecho deque si los altos funcionarios del Estado, sus superiores jerrquicos, no slo no se oponana una solucin tan violenta y sangrienta sino que se aplicaban con pasin a ella, quin eral, un funcionario medio, para albergar reparos de conciencia? En aquel momento sent

    algo parecido a lo que debi sentir Poncio Pilatos, ya que me sent libre de toda culpa,confes Eichmann al tribunal que lo juzgaba.25

    Pero en Ruanda, alguna seal de reconocimiento de culpa debi producirse en lamente de las masas complacientes cuando, en silencio y sin que mediara consigna, dosmillones de hutus emprendieron una autmata huida hacia el vecino Zaire. Los mova,naturalmente, el miedo a las represalias del Frente Patritico Ruands que el 4 de julioentr por fin en la capital, Kigali. Pero los que huan no eran slo los asesinos materiales,sino el 30% de la poblacin del pas, es decir una masa que asuma implcitamente su culpay tema al castigo.

    En el contexto africano el genocidio ruands impact como un mazazo, resucitandoel viejo demonio del frica no tiene solucin. Intelectuales y humanistas del continenteque llevaban aos enfocando su lente hacia el sur, fascinados por el modo en que Mandelaestaba reinventando el futuro, redescubran que el infierno segua en casa: Si Sudfrica esnuestra esperanza, Ruanda es nuestra pesadilla escriba el nigeriano Kole Omotoso. l,que como muchos otros intelectuales haba emprendido lo que llam migracin al sur

    25 ARENDT, HannaEichmann en Jerusalen, Lumen, Barcelona, 1999, p. 174.

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    para ser testigo directo del proceso de reconciliacin sudafricano, se encontraba ahora conesto.26

    Pero Ruanda iba a deparar alguna sorpresa ms. Cuando en Naciones Unidas todoeran cbalas sobre el futuro del diezmado pas y de las venganzas que razonablemente

    vendran, un rumbo inesperado comenz a abrirse paso. Los nuevos dueos del poder, elFPR, mayoritariamente tutsi, y su jefe Paul Kagame, anunciaron que renunciaban a lavenganza, llamaban a la poblacin a un proceso de reflexin sobre lo ocurrido y abran lapuerta a todo tipo de mecanismos que facilitaran la reconciliacin. Segn resuma Jean-Claude un ex-seminarista tutsisobreviviente: La venganza no nos sirve. Lo que tenemosque hacer es aprender a vivir juntos otra vez. Mirar al otro no como a un asesino sino comoa alguien igualmente vctima de la pobreza, de la miseria Y de la ignorancia, que es elorigen de todo.

    Cmo era posible que el gobierno, formado en su mayor parte por jvenes guerrille-ros cuando lleg al poder en 1994, optara por la reconciliacin cuando acababa de ver

    asesinadas a sus familias? Aloysea Inymba, durante aos responsable del programa dereconciliacin nacional, lo resume: En su momento tuvimos muchas discusiones sobre eltema. Pero nos pareci que no tenamos alternativa. Si no, habramos entrado en un ciclocontinuo de venganza, la gente seguira matndose hasta la eternidad. Aunque reconcilia-cin no es olvido, como siempre ha enfatizado el presidente Kagame, que volvi a insistiren el X aniversario del genocidio: No queremos que el recuerdo se borre, queremos queest en la memoria. Ahora y dentro de 50 aos. Ni impunidad: lo que el gobierno ruandspropona no era amnistiar a asesinos, sino orlos y juzgarlos. Que reconocieran su culpa ybuscaran la clemencia de los damnificados.

    En noviembre de 1994 el Consejo de Seguridad de NU resolvi crear un tribunal

    internacional para Ruanda (TPIR) con sede en Arusha (Tanzania), 14 jueces en esta sede yel fiscal en Kigali. La iniciativa era un desagravio por las omisiones y culpas de la comu-nidad internacional, su huida de Ruanda en el momento en que todava las matanzas po-dran haberse evitado. El TPIR fue concebido ms como un escaparate internacional deadvertencia a futuros criminales de guerra que como un sistema eficaz de administrar jus-ticia y se le adjudic competencia sobre los cuadros dirigentes, es decir varias decenas depersonas.27Pero juzgar al resto result ser una carga insuperable para el sistema judicial deRuanda. Hasta ahora, los tribunales especiales slo han podido juzgar a menos de un 6%de los detenidos por sospecha de participacin y en el ao 2002 quedaban 125 mil internos

    26 OMOTOSO, KoleMigracin hacia el sur, Bellaterra, Barcelona, 1998.27 El historial del Tribunal de Ruanda es desalentador. En 1997, el inspector general de las Naciones Unidas,

    Karl Paschke, descubri que haba gran derroche e incompetencia en la oficina principal de la administra-cin del Tribunal en Arusha. Tambin mencion negligencia en la aplicacin de los programas por parte delos funcionarios de las Naciones Unidas en Nueva York. Paschke concluy que el Tribunal era disfuncionalen todas las reas administrativas. Por su parte M. Pillay, juez en Arusha, reconoca en el ao 2000 que elTPIR no estaba teniendo el impacto que se deseaba sobre la poblacin de Ruanda, aunque los juicios setransmitan por radio desde Tanzania.El Pas, 15 de octubre de 2000.

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    en las instalaciones de detencin, la inmensa mayora a la espera de juicio. Segn el go-bierno ruands, juzgarlos a todos podra llevar 100 aos y el pas no poda permitirsemantener en las crceles a tanta gente. Para determinar el grado de compromiso en laejecucin de la matanza se arbitraron cuatro categoras: la uno, la ms grave, inclua a

    individuos que presuntamente organizaron, instigaron, dirigieron o tuvieron un papel par-ticularmente extremo en la violencia. La dos sera la de los homicidas directos, sus cmpli-ces y los que ejecutaron acciones intencionales que condujeron a la muerte. Los de lacategora dos que no confesaran, enfrentaran encarcelamiento por un mximo de entre 25aos y condena perpetua, si eran condenados. La categora tres contena a personas acusa-das de otros asaltos serios contra individuos. La cuatro cubra a personas que cometieroncrmenes contra la propiedad.

    Los de la categora uno seguiran siendo juzgados por el TPIR pero qu hacer conlos de las categoras dos, tres y cuatro? Habra que inventar algo, recurrir a mecanismosflexibles y eficaces que al tiempo que administraran justicia fuesen giles.28Y los ruandeses

    descubrieron que ese algo ya estaba inventado, estaba en la tradicin, en la legendariademocracia bajo el rbol africana. Aqu los tribunales populares se conocan tradicional-mente como Gachacha, y estaban compuestos por ancianos y notables de las comunidades.Las Gachachas siempre haban sido las instancias naturales de resolucin de conflictos(Gachachaen kinyaruanda, lengua local, designa el espacio de hierba en el que se dictabajusticia).

    El recurso a la Gachachaera un experimento que naca de la necesidad, una apuestaarriesgada que poda no ser comprendida afuera, como fue el caso de Amnista Internacio-nal, que objetaba el carcter extrajudicial de estos tribunales,29pero como respondi elfiscal general de Ruanda, Gerald Gahima, el asunto era que los ruandeses comunes

    participaron masivamente en las matanzas, por tanto juzgar violencias masivas de este tipono es simplemente un problema de derecho, sino tambin un problema poltico. LaGachachaes una innovacin en materia de justicia, nunca antes se ha intentado, y el obje-

    28 En su informe a la Asamblea General del 18 de septiembre de 1998 sobre la situacin de los derechoshumanos en Ruanda, el Secretario General ofreca una panormica desalentadora sobre la capacidad de lajusticia convencional para resolver el atasco. Haba 125 mil personas en las crceles a la espera de juicio.

    29 A Amnista Internacional le preocupa el carcter extrajudicial de los tribunales Gachacha. Su legislacinno incorpora estndares internacionales de un juicio justo. Los acusados que aparecen ante los tribunales

    no reciben garantas judiciales aplicables que aseguren que el juicio sea justo, aunque algunos podranconfrontar sentencias mximas de condena perpetua. En su mayor parte, los que servirn de magistradosGachachano poseen antecedentes legales o de derechos humanos. El entrenamiento abreviado que hanrecibido es terriblemente inadecuado para la tarea, considerando la naturaleza y contexto complicados delos crmenes cometidos durante el genocidio. La implementacin de los tribunales gachacha tambin im-plica inmensos problemas logsticos. Decenas de miles de detenidos tendrn que ser transferidos de lasprisiones centrales a sus comunidades locales para las audiencias Gachacha. El gobierno ruands no haaclarado cmo y bajo qu condiciones se transportar, alojar, alimentar y tratar a los detenidos en elmbito local. El que el gobierno no haya tratado estos temas podra profundizar las condiciones crueles einhumanas sufridas por la poblacin carcelaria de Ruanda. Comunicado del 27 de junio 2002.

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    tivo es arreglar el problema del alto nmero de sospechosos que actualmente estn en lacrcel por genocidio, explicaba el presidente Paul Kagame. Esto tambin tiene que vercon la reconciliacin y estamos ansiosos de comprobar si obtendremos los mejores resul-tados con la Gachacha,en trminos de reduccin del nmero de prisioneros, pero tambin

    en trminos de reconciliacin y de perdn, aada.La mayora de los ruandeses comparta las inquietudes del general Kagame. LaGachachaera una verdadera experiencia, en el sentido estricto de la palabra. Parte de lahiptesis de que, confrontados a sus familiares, a sus vecinos y a sus amigos, los genocidasconfesaran. Esta experiencia nica en trminos de crmenes contra la humanidad, preveaque los ruandeses, en un deseo de reconciliacin y de catarsis colectiva, diran la verdadsobre los hechos que se llevaron a cabo durante esos 100 sangrientos das. Toda la pobla-cin mayor de edad fue invitada a participar en las Gachachacomo testigos, en su contrao a favor, y tambin como jueces o parte. En total, 258157 sabios fueron elegidos entrela poblacin. En promedio, habra cerca de 11 mil jurisdicciones, con 164 jueces por sec-

    tor, los cuales durante seis semanas recibieron una capacitacin impartida por 780 juristas.La operacin es enorme y nos enfrentamos a muchos desafos. Elprimero concierne a los recursos, humanos y materiales, y el segundoa la logstica. Debido a que tendremos jurisdicciones en todos los ni-veles administrativos, debemos poder coordinar, supervisar y dar se-guimiento a todas estas jurisdicciones. Necesitamos vehculos para eltraslado de los detenidos y de los jueces, necesitamos prever lugaresde alojamiento para los prisioneros. Es un problema gigantesco.30

    Tambin se plantearon algunas inquietudes sobre la proteccin de los testigos, no

    slo por su seguridad, sino tambin por sus vidas despus de la Gachacha. El caso de lasmujeres que fueron violadas, ilustra bien el dilema que plantean estas jurisdicciones popu-lares, ya que las vctimas deberan revelar los maltratos a los que se vieron sometidas,delante de sus vecinos, sus amigos y sus familiares. Frente al riesgo de desviaciones, laComisin Nacional Ruandesa de Derechos Humanos estaba muy vigilante. Pusimos enmarcha un programa de observacin de las jurisdicciones Gachacha, tanto en su fase depreparacin como en su fase de funcionamiento y tambin tenemos pensado hacer un se-guimiento posterior para ver cmo se aplicarn las sentencias, confa Gasana Ndoba,presidente de la Comisin. Hay riesgos de desviaciones como en cualquier empresa nue-va de esta magnitud: el primero es sobre la eventual incompetencia de los jueces, puestoque no se trata de profesionales del derecho, aunque hayan recibido capacitacin; en cuan-to a la proteccin de las personas, se tomaron medidas serias, precisa Ndoba. Tambin

    30 Testimonio de Aloysie Cyanzayire, vicepresidenta de la Suprema Corte y a cargo del Departamento de lasGachacha.

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    haba otro problema serio, el de la verdad: la Gachachase basa en la idea de que la genteva a decir la verdad, pero si no lo hacen entonces ser un fracaso.31

    Un eplogo desde la crcel de Rilima

    Con que nimo comparecern los acusados ante las Gachachas? Lograrn hacer creblesu arrepentimiento? Esa es la clave.Jean Hatzfeld, corresponsal de Liberation, consigui autorizacin del gobierno ruands

    en 2002 para entrar en la crcel de Rilima, cerca de Nyamatta, epicentro del genocidiotutsi, y entrevistar a una decena de los verdugos de aquella masacre. Pertenecan a lacomuna de Nyamata y todos llevaban ms de siete aos en esta crcel infame. Sus confe-siones las ha recogido Hatzfeld en un libro, cuando menos, perturbador: Una temporadade machetes.32Todos confiesan llevar una vida desdichada desde el genocidio y la mayoraexperimenta, durante la noche, el infierno de sus pesadillas. Muchos se muestran corrodospor el remordimiento.

    Confrontados sobre lo que esperan del futuro hablan as:Elie: Me he denunciado y les he contado mi culpa a las familias de laspersonas a las que mat. Cuando salga, les llevar regalos, cosas decomer y de beber. Luego seguir llevando una vida corriente, pero estavez de buena fe. Voy a mirar al vecindario con buenos ojos desde porla maana temprano. Quiero sembrar mi tierra, o soldar, o aserrar yaceptar con buen nimo los trabajos eventuales. O hacer de militar sies necesario en situaciones patriticas o peligrosas, pero sin apuntar nidispara el fusil. Ya no quiero matar ni siquiera a un salteador de caminos.

    Pio: Si la providencia me ayuda a salir de al crcel voy a volver a micolina. No le veo nada provechoso a irme a otra comarca para ocultar-me a las miradas enfadadas. Una vida con una mancha es mejor queuna vida que no sea ya la ma. Si el olvido se muestra clemente se loagradecer, voy a juntar paciencia y timidez. De todas formas todo elmundo tiene que acostumbrarse al mal que ha vivido, aunque ese malse les presente de forma diferente a unos y otros.

    Pancrace: A partir de ahora un destrozo muy grande separa a los muer-tos de los vivos, pero stos tienen que perseverar en este mundo. Cuando

    vuelva a la colina les pedir a mis vecinos que vivamos en buena ar-mona, pedir ayuda al tiempo para que surjan compromisos. Cuandose inicien las tareas agrarias, les propondr ayuda mutua a los vecinos

    31 GOUJON, Emmanuel La verdad a prueba. Ruanda, el pueblo juzga a los acusados de genocidio, en LaJornada, Mxico, 21 de julio de 2002.

    32 HATZFELD, Jean Una temporada de machetes, Anagrama, Barcelona, 2004, pp. 208 y ss.

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    tutsis. No se si la aceptarn como antes, pero se la ofrecer sin topespara demostrar mis buenas intenciones.

    Jean Batiste: Yo me noto ms tranquilo desde que comenc a hablar.Sin embargo quiero dejar clara una cosa: ahora hay una brecha en mi

    vida, no se que les pasar a los dems. Pero s que la clemencia de lajusticia o la compasin de las familias afectadas no podrn cerrarlanunca. A lo mejor ni siquiera podra cerrarse con la resurreccin de lasvctimas, a lo mejor ni siquiera mi muerte la cierra.

    Fulgence: Juzgarnos resulta demasiado difcil, porque lo que hicimossupera la imaginacin humana. A quienes no tuvieron nada que vercon esta situacin les resulta demasiado difcil juzgarnos. Por sta ra-zn creo que debemos cultivar la tierra como antes, esta vez con bue-nos pensamientos, demostrar arrepentimiento y dejar a Dios la tarea

    demasiado pesada de castigarnos ms adelante.Leopold: Al que le haya tocado la gracia de la penitencia por la sangrevertida, a ese le ha alcanzado la mano de la suerte. Lo mismo pasa conel que acepta hablar sin temor a que lo puedan castigar ms, el quecuenta a los vecinos lo que hizo con el machete. Pero si sigue llevandola mentira cargada a la espalda con la esperanza de esquivar los casti-gos y los reproches, entonces se ver rechazado a mayor distancia ande su casa.

    Adalbert:Cuando vuelva a Kibungo me ocupar de mis campos y de

    mi familia. Las matanzas y la crcel me han hecho envejecer y me hanvuelto ms moderado. No s como irn las cosas con los supervivien-tes. Hay gente en Kibungo que podr comprenderme, pero slo losque agarraron un machete, como yo. A los tutsisles ser imposibleentender, a ellos no se les puede pedir que compartan con el pensa-miento lo que hicimos. Creo que su pena rechazar cualquier tipo deexplicacin. A lo mejor la paciencia y el olvido ganan la partida. O a lomejor no.

    Murcia, abril de 2005

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