Angel Gonzalez Levante Emv Interview

7/23/2019 Angel Gonzalez Levante Emv Interview

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Ángel González. Premio Nacional de Ensayo por “Elresto. Una historia invisible del arte contemporáneo”R.M.LIED: (lo que va en rojo es facilmente prescindible) Ángel González (Burgos 1948), historiador del arte ganador del último premionacional de ensayo por “El resto. Una historia invisible del arte contemporáneo”,reside desde hace 10 años en la Marina Alta, primero en Denia y ahora en Pego.Profesor de la Universidad Complutense, editor del «Tratado de pintura” deLeonardo, estudioso de la obra de Francisco de Hollanda y antólogo de un catón dela tradición de lo nuevo, “Escritos de Arte de vanguardia: 1900/1945”, es un críticode arte contemporáneo réprobo, en el sentido que se aplica a las personasapartadas de la convivencia por razones distintas de las religiosas. La obragalardonada recoge su producción de estos diez años alejado de la crítica artísticay dedicado a una reflexión menos urgente y más sosegada, la que permiten los

catálogos, los textos dispersos, pero también las conferencias, los cursos y lasdemoradas sobremesas. En los textos recogidos en “El resto” la particular mirada de Ángel González le permite escudriñar en sus fotografías la histeria de “baile-fiesta” quereinaba en la severa Bauhaus de Dessau, pasear entre cacti en inquietantes bodegones,o descubrir un siniestro proyecto carcelario en la vanguardia soviética adelantada alBelomorcanal.

El libro galardonado, “El resto”, está prácticamente agotado, pendiente de unareedición que seguramente la distinción acelerará. ¿Cómo has reaccionado a lanoticia del premio?Sinceramente con gozo y alegría. En gran medida me alegro por quienes realmente hanhecho posible el libro asumiendo riesgos y llevando a cabo una apuesta difícil: el promotor

del libro, Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, y Miguel ÁngelGarcía Hernández, editor material de los textos y autor del prólogo. Algunos de losperiodistas que se interesaban por mi reacción parecían sentirse decepcionados cuandomostraba mi contento. Sospecho que en estos tiempos se espera una respuesta quepermita configurar un personaje huraño y apartado que hable de los premios con desdén.La verdad es que yo me he sentido como una joven actriz que recibe el premio de unfestival de cine de provincias.

“El resto” recoge textos de catálogos, conferencias e inéditos escritos en estosdiez últimos años que has vivido en la Marina tras dejar de ejercer la crítica de arte.¿Cuáles fueron los motivos de esa dimisión?

A lo largo de los años en que la ejercí, la critica me ha abandonado en algunas ocasiones

y en otras le he abandonado yo. Ciertamente la decisión fue mía y muy en contra de losdeseos de Juan Tomas de Salas, mi patrón. Los motivos fueron dos, casi diría quetriviales. Por una parte me disgustaba la urgencia con la que hay que trabajar. No tanto laobligación de entregar semanalmente unos folios, sino particularmente la que implica elcompromiso con esa actualidad que impone una inauguración, un premio o unadefunción. La segunda me parecía más grave, más delicada. Cuando la tarea de la críticase convierte en rutinaria, más en una obligación que en algo gozoso, tiendes a ocupartede exposiciones no sólo que te disgustan, sino que te disgustan hasta el extremo depoder escribir algunas barbaridades graciosas o incluso hacer un par de charadas. Yacabas dejando para otra ocasión aquello que realmente te ha interesado, que tesatisface, porque reflexionar sobre lo que has visto, sobre el origen de la fuerte



sensación, del gozo que te produce, lleva más tiempo y exige un tono diferente. No sé siesto es una percepción extendida, pero a mí me ha ocurrido en diferentes épocas.

Tras una década apartado de esas urgencias y habiendo producido varioscentenares de páginas más reflexivas sobre temas de mayor calado ¿no sientesganas de retomar de algún modo la crítica de arte?No echo de menos la crítica. Hace pocos años, cuando en Madrid se produjo unareorganización de los medios de comunicación recibí una generosa oferta que me exigíapocas contrapartidas. Pedí pensármelo diez minutos y la rechace. Uno echa de menos lacrítica como desahogo, pero creo que hay que reprimir este deseo de opinar, deproclamar tus opiniones y tus gustos. Con el tiempo no sólo es que tenga graves reparosa las opiniones, eso que los griegos llamaban despectivamente “doxa”, sino que tambiénhe empezado a desilusionarme de tener gustos. Inevitablemente se tienen gustos, perocomo una fatalidad. Finalmente la crítica es el ejercicio acalorado de esta posesión. Nocreo que haya que ocultarla, pero quizá compartirla a lo sumo con los amigos, con los

próximos.La abolición de las urgencias de la crítica se ha traducido en unos textos de mayordensidad y aliento. ¿Cómo has vivido esa migración desde un formato al otro?He apreciado una diferencia de tono respecto a las críticas digamos urbanas. La reflexiónes ahora más amplia y ligera. Me noto menos condensado e indigesto, más ligero pormenos pesado, con un ritmo propio del ensayo. Durante años me creía i ncapaz de escribirtextos largos, quizá porque el formato de la crítica no lo alentaba. Pero descubrí consorpresa y alegría que surgían así al abandonar esas determinaciones. Por otra parte, elnoventa por cien de lo que un crítico debe escribir son cosas poco interesantes. Al menoscuando yo ejercía la crítica el número de grandes exposiciones que pudieran resultaintelectualmente excitantes era más bien escaso.

El disponer de tiempo para trabajar los textos y la solicitud de temas más complicados,más abiertos ha ido dándoles esta forma. Ciertamente los textos se hacen más largosporque he tenido más tiempo y ahora apuro el plazo concedido. Y lo del plazo esimportante porque, de manera deliberada, escribo generalmente de encargo. Quizá seaporque no quisiera escribir sobre mis gustos, así que de elijo entre las propuestas que mehacen aquellas que me interesan más. Espero a que me ofrezcan escribir sobre algo,sobre todo algo de lo que no sé, pero que me ha intrigado, sobre lo que puedo pensar,avanzar. Temo que podría ser capaz de escribir “ilimitadamente”.

Llama la atención el modo en que integras en tus textos elementos dispares; comoa partir de una mirada posada sobre algunas imágenes se convocan lecturasdispares, conjeturas históricas o aspectos cotidianos. ¿Eres consciente de ese

enriquecimiento de tu escritura?La escritura se ha convertido en mi propia existencia. Es mi tarea diaria. Un motivo parapensar en el que incorporar mi propia experiencia de cosas tan inmediatas como el ciclovegetativo. No es que el texto se convierta en alguna medida en un pretexto, pero tiendo ahilvanarlo con lo que me interesa, lo que estoy leyendo, lo que llama mi atención. Sinembargo el arte no es para mi una mera pista de despegue, aunque eventualmente puedaser así. El arte es algo de lo que tenemos una experiencia restringida, al menos enoccidente, no en otros pueblos en los que lo artístico es más difuso, impregna la vida yforma parte de una celebración colectiva. Yo siempre insisto en que el atributo principaldel arte es la “comensalidad”



Un dato biográfico que creo relevante es la coincidencia entre el tiempo de la

escritura del libro y tu mudanza a la costa. ¿Crees que en los escritos se apreciaalguna influencia de esa vida mediterránea?Efectivamente el cambio en la escritura coincide con el abandono de la ciudad, cuandoMaria Vela Zanetti y yo nos instalamos en la costa de Alicante, un mundo que conocíamal y en el que he redescubierto la importancia de cosas como el tiempo meteorológico ola sucesión de las estaciones, que cobran tanta importancia como lo que leo y escribo. Lavida en el campo ha disparado la observación más atenta del entorno, una percepciónmás relajada de lo animal, de los ciclos de la naturaleza. Estimula la capacidad decontemplación en general, que la ciudad, o los mecanismos de producción masiva deimágenes asociados a ésta tienden a atrofiar. Aquí la televisión, que frecuento, la percibocomo ajena, como una intromisión en un entorno en que las imágenes son de otranaturaleza

También en la Inclinación hacia temas y artistas que permite incorporar esto que formaahora parte de mi vida. En el ensayo que escribí para la exposición del IVAM sobre la“nueva objetividad alemana” hablaba de cactus, algo totalmente distinto de lo que habríaescrito hace quince años en Madrid. Me gustaría escribir sobre Matisse, seguramente elpintor que más tipos de flores ha pintado. Me lo imagino hablando diariamente con suflorista, averiguando si ha recibido alguna variedad de flor nueva que aun no hayapintado. Pero por ahora nadie me ha hecho un encargo que permita cultivar esa idea.

El libro por el que te han concedido el premio nacional de ensayo se titula “El resto.Una historia invisible del arte” ¿Cuál es ese resto?“El resto” no se refiere a lo que sobra, sino al contrario, a lo que falta en el arte porhaberle sido restado, sustraído. En esta vida más relajada siento más esa ausencia, esafalta. Y he tenido más tiempo, más paciencia para buscar allí donde va a parar lo que nosrestan, nos arrebatan: en las basuras. Tenemos una idea vagamente marxista de que loque se nos quita es siempre una plusvalía. Viendo los montones que en los campos deconcentración apilaban los nazis con las posesiones de los judíos, dientes de oro quizá,pero también gafas, zapatos, pelo o andrajos, podemos preguntarnos si realmente esoera en si valioso, o si era simplemente el testimonio de la vesánica voluntad de arrebatar,de desposeer. Si no se trataría de una tarea de sustracción incluso de los objetos mástriviales previa a la desposesión definitiva, a la muerte. Es entre la basura donde podemosencontrar lo que nos es restado. Jünger ya dijo que “es en los residuos donde hoy en díase encuentran las cosas más provechosas”.

Todo el libro manifiesta una preocupación por indagar sobre el arte a partir de esosrestos. ¿La “invisibilidad” del título, que creo que originalmente era“discontinuidad”, alude a la dificultad de encuadrar esa pesquisa?Nunca me he resignado a la compartimentación de disciplinas que establece la academiay he procurado transcenderla. Si mi reflexión, y también mi contemplación del arte buscadesbordar sus límites, espero que no resulte caprichosa, trivial o superflua. Esosdesbordamientos me señalan su progresiva reducción. El arte es la experiencia humanapor excelencia. Como suele decir mi amigo Juan Navarro Baldeweg que tiene aquícerca, en Xalò, su estudio de pintor, el arte es lo que da más pronta y feliz cuenta denuestra experiencia de estar físicamente en el mundo. Yo creo que el arte es la



experiencia original de lo humano. Otros modos de ver o pensar el mundo me parecenmás tardíos. Como la religión, que considero reciente.

Me parece que en el último siglo el arte ha sufrido un alarmante estrechamiento al tiempoque resaltaba su carácter más superfluo frente a su enriquecedor desbordamiento. Perocuando hablo de la preeminencia de lo artístico me encuentro con que los propios artistasse sienten incómodos, como si no les viniera bien que exagerara los usos y las tareas delarte.

Cuando se presentó “El resto” la prensa destacó la afirmación deslizada en elprólogo de que se trata de un libro contra los surrealistas. ¿En que medida este“titular” deliberado es cierto?En realidad el libro, y buena parte de lo que escribo, está contra los surrealistas, o másbien contra lo que todos tenemos de surrealista. Recuerdo que un pintor y escritorsurrealista español al que tengo gran cariño, Eugenio Granell, se desesperaba con estas

arremetidas mías. Finalmente un día se tranquilizó cuando le expliqué que también piensoque un sujeto moderno que no se haya sentido surrealista al menos cinco minutos, un parde horas, una semana, es un canalla, un hombre dudoso. Reconozco en mi los síntomasde esa enfermedad, de ese morbo que nos infecta a todos y que se manifiesta demúltiples maneras. Algo que nos inculcó el surrealismo es esa pasión desaforada,morbosa, enfermiza, ansiosa por poseer cosas, pequeñas cosas raras, objetos extraños.¿Qué sujeto moderno logra resistirse al encanto, a la fascinación por esas cosas?

¿En que consiste esa enfermedad surrealista?La enfermedad surrealista no es otra el morbo de las imágenes, de lo imaginario. Estacreencia absurda, nueva y descabellada no tanto en el poder de las imágenes – en estose ha creído tradicionalmente y muy razonablemente- sino en esta afición desaforada alas imágenes. No a los objetos, sino a las imágenes. Ninguna otra facultad humana gozade tanto prestigio como la imaginación. Yo suelo decir a mis estudiantes que laimaginación es enemiga del arte, no es su aliada. No hablo de una enemistad flagrante,sino que creo que la imaginación no es seguramente la facultad más competente paracrear, para hacer arte, para contemplarlo y sentirlo.

Los surrealistas son los pioneros de lo que ha acabado siendo nuestra vida, una vidainvadida, dominada y determinada por los grandes sistemas de producción de imágenes.Y no cabe duda que el mayor de estos es el cine y por extensión la televisión. Existe unaconvicción de que las imágenes son el producto humano por excelencia, el más noble ypor otra parte el más deseable. Es prácticamente imposible resistirse a la fascinación delas imágenes. En este sentido, cuando digo que estoy contra el cine no quiero decir queyo no vea películas, estoy diciendo que el cine es peligroso. No sólo la televisión, lo queya es un lugar común, sino también, e incluso aun más, el buen cine.

Intento sustraerme a esta fatal fascinación, este faskinum por las imágenes y creo que elarte debería liquidar temporalmente su trato, su moderna y perversa complicidad con laimaginación. Ya se que el combate que mantengo contra la imaginación es un combateque no muchos comparten. Desde luego lo comparto retrospectivamente con personascomo George Duthuit, quien parece haber dedicado todas sus energías intelectuales aluchar contra la imaginación.

Además de esperar encargos o propuestas ¿acaricias algún proyecto inmediato?



Un proyecto a veces excede el texto y requiere una exposición. No he organizado muchasexposiciones porque su burocracia y sus complejidades organizativas me exceden y paraesas tareas ya existen excelentes profesionales, como mi amigo Vicente Todolí. Pese a

ello, por primera vez en años he propuesto al Museo de Bellas Artes de Bilbao hacer unaexposición sobre el color violeta en la pintura de finales del siglo XIX y principios del XX.El malva seguramente fue el primer color de síntesis moderno, obtenido a partir delasfalto en 1856. Y muy pronto comienza a decirse que los colores, los pigmentos,envenenan. Algo que santificaría después Duchamp al afirmar que “el arte mata”.

Pese a ser un color exacto, ya que el violeta es el intermedio entre el rojo y el azul, seextiende en muchas provincias. Es un color incierto que remite al universo de las plantasdonde hay violetas, malvas o lilas, pero aun así sus límites son dudosos. Sería unaexposición sobre “los isótopos del azul”, un mismo color con distintas valencias.

¿Sería una reflexión sobre el color de la pintura moderna?

Mi intención seria afrontar un momento esencial de la historia de la pintura, el últimoimpresionismo practicado entre 1885 y 1905, en el que los pintores parecían afectados deun curioso daltonismo que hacía de la mayoría de las telas grandes manchas violeta.Piensa en muchos cuadros de Monet, que habitan estas provincias del azul, en los queaplica el violeta tanto a unos chopos como a la catedral de Rouen. Son colores que tienenalgo de venenosos, de peligrosos; fíjate en que apenas comemos cosas azules.

El punto de partida sería un aforismo de un olvidado crítico de arte francés que aprecio,Jean Dolent (1835-1909), quien recordaba nostálgico “aquella época en que todo loveíamos violeta”. Quiero hacer una exposición que parezca monocolor, que testimonie unestado enfermizo, de una situación crítica de la pintura, pero que es también el lugar deemergencia de los colores. De esa especie de charco azul van a surgir esos coloresvivísimos, esos rojos, esos amarillos, esos verdes ya no enfermizos sino vivaces yexcitantes que llamamos “fauvismo”. El “fauvismo” crece en esa charca azulada.Territorio crítico, lugar de enfermedad y distorsión, pero también lugar de emergencia. Elvioleta se disgrega en azul y en rojo, y surgen los colores “fauves”. Cuando le preguntarona Matisse que era el “fauvismo” respondió que “el fauvismo es donde hay rojo”. Laexposición espero que me dé pie para escribir sobre estos problema del color.

LADILLOS:

-Uno echa de menos la crítica como desahogo, pero creo que hay que reprimir estedeseo de opinar, de proclamar tus opiniones y tus gustos.

-Inevitablemente se tienen gustos, pero como una fatalidad.

-Me he sentido como una joven actriz que recibe el premio de un festival de cine deprovincias

-La escritura se ha convertido en mi propia existencia. Es mi tarea diaria.

-Yo siempre insisto en que el atributo principal del arte es la “comensalidad”

-“El resto” no se refiere a lo que sobra, sino al contrario, a lo que falta en el arte porhaberle sido restado, sustraído.



-El libro, y buena parte de lo que escribo, está contra los surrealistas, o más biencontra lo que todos tenemos de surrealista

-Ninguna otra facultad humana goza de tanto prestigio como la imaginación. Yosuelo decir a mis estudiantes que la imaginación es enemiga del arte, no es sualiada.

-Creo que la imaginación no es seguramente la facultad más competente para crear,para hacer arte, para contemplarlo y sentirlo.

-Creo que el arte debería liquidar temporalmente su trato, su moderna y perversacomplicidad con la imaginación.

-He propuesto organizar una exposición sobre el color violeta en la pintura definales del XIX y comienzos del XX. Sería una exposición sobre “los isótopos delazul”, un mismo color con distintas valencias.

-Quiero hacer una exposición que parezca monocolor, que testimonie un estadoenfermizo, de una situación crítica de la pintura, pero que es también el lugar deemergencia de los colores. De esa especie de charco azul van a surgir esos coloresvivísimos, esos rojos, esos amarillos, esos verdes ya no enfermizos sino vivaces yexcitantes que llamamos “fauvismo”.

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