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ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO Debido al abdicación de Carlos IV y el derrocamiento de Manuel Godoy del consejo de las Indias, se produce la caída del Reino español con la asunción de JOSE I, hermano de Napoleón Bonaparte. El 2 de mayo se da comienzo a la resistencia armada ante el avance francés que se complementa con la consolidación del juntismo que da pie al levantamiento del Río de la Plata. Desde Bs. As. es avalada por la misma minoría que antes se había contactado con los ingleses, los que nos permite suponer dos cosas: 1º Este grupo buscaba el apoyo de un elemento externo que les permitiese actuar como oposición del cabildo. 2º Ya existían intenciones ocultas de emancipación. La llegada de noticias desde España, con respecto a la firma del armisticio con Portugal e Inglaterra conducen al Virrey Liniers a alejarse de la preocupación de una posible guerra en su territorio. El nombramiento de la Junta de Cádiz daba pie a la América Española para definirse con respecto a la nueva crisis del poder metropolitano. CABILDO ABIERTO DEL 22 DE MAYO El 22 de mayo de 1810 se reunión en Bs. As. El cabildo abierto que habían pedido los criollos. Participaron 250 vecinos destacados de la ciudad. En el cabildo se formaron dos bandos opositores. Los realistas querían que el virrey permaneciera en su puesto, un representante primordial de estas ideas fue el obispo LUE, quien afirmo que los criollos solo podrían ocupar el gobierno cuando no quedaran españoles en América.

Antecedentes de La Revolución de Mayo

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RESUMEN

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Page 1: Antecedentes de La Revolución de Mayo

ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Debido al abdicación de Carlos IV y el derrocamiento de Manuel Godoy del consejo de las Indias, se produce la caída del Reino español con la asunción de JOSE I, hermano de Napoleón Bonaparte. El 2 de mayo se da comienzo a la resistencia armada ante el avance francés que se complementa con la consolidación del juntismo que da pie al levantamiento del Río de la Plata. Desde Bs. As. es avalada por la misma minoría que antes se había contactado con los ingleses, los que nos permite suponer dos cosas:

1º Este grupo buscaba el apoyo de un elemento externo que les permitiese actuar como oposición del cabildo.

2º Ya existían intenciones ocultas de emancipación.

La llegada de noticias desde España, con respecto a la firma del armisticio con Portugal e Inglaterra conducen al Virrey Liniers a alejarse de la preocupación de una posible guerra en su territorio. El nombramiento de la Junta de Cádiz daba pie a la América Española para definirse con respecto a la nueva crisis del poder metropolitano.

CABILDO ABIERTO DEL 22 DE MAYO

El 22 de mayo de 1810 se reunión en Bs. As. El cabildo abierto que habían pedido los criollos. Participaron 250 vecinos destacados de la ciudad. En el cabildo se formaron dos bandos opositores. Los realistas querían que el virrey permaneciera en su puesto, un representante primordial de estas ideas fue el obispo LUE, quien afirmo que los criollos solo podrían ocupar el gobierno cuando no quedaran españoles en América.

Los patriotas creían conveniente reemplazar al virrey por un gobierno criollo. Se destacaron como expositores de estas ideas Juan José CASTELLI y Juan José PASO.

REVOLUCION DE MAYO

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Fue Una revolución desde arriba, fue impulsada por una minoría ilustrada relacionada con el comercio y las profesiones liberales que si bien no concebían cambios radicales respecto del poder, impulso la revolución popular al apoyar las milicias para concretar la toma del gobierno.

La revolución Política que muestra a los criollos accediendo a los puestos de mando solo puede analizarse con la revolución social, ya que no es el derecho por el origen lo que está en juego entre españoles y criollos, sino el hecho de que los privilegios de unos generen la inferioridad de los otros. A pesar de la creencia de unidad de ideas, existió un objetivo común que se basó en la re orientación política con el fin de asegurar la libertad de América adecuando al mismo la forma de organización y estructura del estado.

PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO PATRIO

PRESIDENTE: Cornelio Saavedra ( militar ). SECRETARIOS: Mariano Moreno y Juan José Paso ( abogados). VOCALES: Manuel Belgrano y Juan José Castelli ( abogados). Juan Larrea y Domingo Matheu ( comerciantes). Miguel de Azcuenaga ( militar) y Manuel Alberti (sacerdote).

Establecida la Junta Gubernativa el 25 de Mayo, Belgrano presenta un informe respecto de los temas que deben ser considerados, para obtener el acuerdo de la opinión publica, la sublevación de la campaña oriental y la toma de Montevideo, las relaciones con España, Portugal e Inglaterra, el afianzamiento de la revolución en el Interior, las medidas que sostengan la causa revolucionaria sin frenar el progreso. En torno a estas problemáticas Mariano Moreno influenciado por un mercado jacobinista, elaboro el plan revolucionario de operaciones.

Tres eran los ejes para consolidar la revolución:

En primer termino debería expandirse a los demás puntos del virreinato. Por mandato el 28 de mayo se solicita a las ciudades del interior que enviaran sus representantes para la formación de un gobierno permanente resultante de un Congreso General. Por otra parte debía asegurarse la coaccion del movimiento y evitar la previsible reacción de las autoridades peninsulares respetuosas del Consejo de Regencias.

SUCESION DE GOBIERNOS ENTRE 1810 Y 1820

PRIMERA JUNTA: YA ESTA

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JUNTA GRANDE:

Entre los integrantes de la primera junta surgieron diferencia, se formaron dos grupos de opinión. El grupo de los intelectuales liderados por moreno, tenia ideas mas radicalizadas respecto de la revolución y se oponía a la integración de los diputados que llegaban de las ciudades del interior. El grupo de los militares liderado por Cornelio SAAVEDRA, de ideas mas moderadas, estaba a favor de la integración de los diputados a la primera junta. Finalmente los representantes del interior se incorporaron al gobierno y la primera junta tomo el nombre de Junta Grande. Moreno renuncio al cargo de Secretario y acepto una misión diplomática en Inglaterra, muriendo en el viaje.

EL PRIMER TRIUNVIRATO

El triunvirato disolvió la junta grande y adopto una forma de gobierno con tres secretarios, entre los que se destaco Bernardino Rivadavia defensor de las ideas liberales en la economía y del centralismo de Bs. As. En política. Durante este periodo se agudizo el problema con Montevideo y firmo un tratado con el gobernador realista ELIO, en el que lo reconoció como virrey de la banda oriental. Este tratado no fue aceptado por muchos y se produjo un éxodo, en el que se destaco el líder José Gerbasio ARTIGAS, quien se establece en la actual Entre Ríos.

EL SEGUNDO TRIUNVIRATO

En 1812 cambiaba el destino del Primer Triunvirato se sumaban nuevos protagonistas a la revolución desde Europa llegaban José de San Martín y Carlos María de Alvear, ambos se integraron al ejercito y colaboraron en su organización. Formaron la logia lautaro cuyos objetivos eran independencia y constitución. El Triunfo de BELGRANO EN Tucumán llevo al quiebre del gobierno , quien a solicitud de SAN MARTIN renuncia al gobierno y la formación de uno nuevo, la convocatoria a una asamblea general. Se formo entonces el segundo triunvirato cuyos miembros eran: ANTONIO ALVAREZ JONTE, JUAN JOSE PASO Y NICOLAS RODRIGUEZ PEÑA.

ASAMBLEA DEL AÑO XIII

El segundo triunvirato llamo a la asamblea general constituyente de 1813, donde concurrieron la mayoría de los diputados, únicamente fueron rechazados los enviados por ARTIGAS, ya que no coincidían en la idea de la forma de gobierna seguir.

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Sus principales obras fueron:

Adopto un nuevo sello que dio origen al escudo nacional.

Suprimió las monedas con la efigie del rey.

Aprobó el uso del nuevo escudo patrio y mando a acuñar monedas con el nombre del las Provincia Unidas del Río de la Plata.

Consagro como marcha patriótica al himno nacional escrito por Vicente López y Planes.

Declaro fiesta cívica al 25 de mayo.

Abolió los títulos de nobleza.

Dicto la ley de liberta de vientres.

Suprimió los trabajos obligatorios de los indios.

Ordeno quemar los instrumentos de tortura.

Creo el Directorio como poder ejecutivo que duraba 2 años en sus funciones.

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Las reformas de Rivadavia.

El 26 de setiembre de 1820 fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, su ministro de gobierno fue Bernardino Rivadavia.

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El gobierno de Martín Rodríguez fue conocido como la “feliz experiencia” porque representó una etapa de pacificación y prosperidad para Buenos Aires. A pesar de la crisis política desatada después de la batalla de Cepeda, los cambios ocurridos no fueron totalmente perjudiciales para la provincia. El gobierno perdió su condición de nacional pero no los beneficios económicos que poseía: el puerto más importante del país y su aduana, es decir los ingresos más elevados de todo el territorio nacional. El ministro Bernardino Rivadavia llevó a cabo un plan de reformas con la aspiración de crear un estado moderno, y para eso era necesario mejorar la situación financiera, política, militar y cultural de la provincia. En las reformas rivadavianas estaban presentes los principios del liberalismo: libertades políticas, garantías a la propiedad privada, incorporación al mercado mundial (a través de la venta de materias primas derivadas de la ganadería, como el cuero) y limitación del poder eclesiástico. La ley de Prensa dictada en 1821 otorgaba un amplio margen de libertad al periodismo local y provocó la proliferación de nuevos periódicos y papeles públicos en la ciudad.

Reformas administrativas.

Una de las reformas más drásticas que realizó Rivadavia en el plano administrativo fue la supresión de los cabildos existentes en la provincia. Lo que el gobierno intentaba hacer era modernizar parte del aparato político-administrativo heredado de la colonia y centralizar la estructura administrativa en manos del poder provincial.

En materia de Justicia, la reforma implementada estableció un régimen mixto: justicia de primera instancia, letrada y rentada, y justicia de paz, lega y gratuita.

Reformas militares.

La ley de Reforma Militar redujo drásticamente el aparato militar heredado de la revolución. Se perseguía con ella un doble objetivo: reducir los gastos del Estado frente a un Ejército que resultaba oneroso mantener una vez concluidas las guerras de independencia y reorientar las fuerzas militares hacia nuevos objetivos. El proyecto preveía además que el Ejército estaría constituido por soldados contratados y reclutados, pero las dificultades para cubrir las plazas llevaron rápidamente al reclutamiento de los llamados “vagos y mal entretenidos” para quienes el Ejército significó una dura vía de disciplina. A las fuerzas regulares se sumaron las milicias, reorganizadas por ley en 1823.

Estas dos fuerzas militares fueron destinadas a la frontera sur para defender la campaña de los ataques indígenas. Para el gobierno era indispensable asegurar dicha frontera si pretendía consolidar cierto crecimiento económico: el campo era el proveedor de alimentos para la ciudad y escenario de la incipiente expansión ganadera de aquellos años. De manera que el gobernador Martín Rodríguez organizó una campaña militar contra los indios, con el objetivo de incorporar nuevas tierras y asegurar las ya ocupadas. Los resultados no fueron muy alentadores: los malones

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siguieron asolando a la campaña bonaerense, dejando como único saldo la fundación del Fuerte Independencia alrededor del cual creció después la ciudad de Tandil.

Reformas eclesiásticas.

La ley de Reforma Religiosa suprimió algunas órdenes religiosas, se apropió de sus bienes, prescribió normas rígidas para el ingreso a la vida conventual, suprimió los diezmos (por lo que el Estado se hizo cargo del culto) y sometió a todo el personal eclesiástico a las leyes de la magistratura civil.

Como era de esperarse, ambas reformas (la militar y la eclesiástica) generaron gran descontento entre el personal directamente afectado. Algunos de los desplazados protagonizaron a comienzos de 1823 un motín que fue descubierto y rápidamente reprimido por el gobierno, con lo que quedó frustrado su intento de golpe.

Reformas culturales.

La acción cultural desplegada en la gestión de Rivadavia fue tan intensa como en otras áreas. La fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1821 fue la medida más destacada en este plano. Pero la reforma apuntó también a la enseñanza media y elemental. A tal efecto se creó el Colegio de Ciencias naturales y se transformó el Colegio de la Unión del Sur en el Colegio de Ciencias Morales. La enseñanza elemental por unos años pasó a depender de la Universidad, a través de su departamento de Primeras Letras, que controlaba la escuelas de la ciudad y la campaña y coordinaba la aplicación del sistema lancasteriano, por el cual los alumnos más avanzados enseñaban los conocimientos elementales a los que recién se iniciaban.

Al mismo tiempo se dio impulso a la Biblioteca Pública y a la fundación de muy diversas sociedades. Se crearon la Academia de Medicina, la de Ciencias Físicas y Matemáticas, la de Música; se dio nuevo impulso a la enseñanza del Derecho con la intensificación de la Academia de Jurisprudencia y la creación del Departamento de Jurisprudencia en 1821; se formó la Sociedad Literaria, responsable de la publicación del periódico más importante de la época (El Argos de Buenos Aires) y de la revista literaria La Abeja Argentina, que publicó la primera antología de poesía local. Se reorganizó además la Casa de Expósitos y se creó la Sociedad de Beneficencia, encargada de la organización de hospitales, asilos y otras obras de asistencia para los sectores más pobres, tarea que les fue asignada a lasa mujeres de la “alta sociedad porteña”.

Reformas económicas.

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El propósito racionalizador del Estado se manifestó también la esfera económica. En el campo financiero, una de las primeras acciones desarrolladas por el gobierno fue crear la Bolsa Mercantil y el Banco de Descuentos. El banco estaba autorizado a emitir billetes y, al comienzo, sus acciones pagaron buenos dividendos. Sin embargo, las necesidades del fisco llevaron a una creciente emisión, que a los pocos años condujo al banco a una crisis financiera insalvable.

Otras de las reformas económicas aplicadas en este período apuntó a mejorar la producción rural. A tal efecto, se dictó la ley de enfiteusis y se elaboraron planes de inmigración. La ley de enfiteusis procuraba la instalación de colonos en tierras públicas a las que aquellos tendrían derecho preferencial de compra en caso de que el Estado decidiera venderlas. Esta ley permitió el fortalecimiento de la gran propiedad dedicada mayoritariamente a las actividades ganaderas. Los terrenos entregados en enfiteusis quedaron en manos de hacendados, grandes comerciantes y militares.

El Congreso de 1824.

El mandato de Martín Rodríguez llegó a su fin y en su lugar fue designado Gregorio de Las Heras.

El Congreso Constituyente fue inaugurado en diciembre de 1824 y comenzó a trabajar en su labor legislativa.

La ley Fundamental.

La primera disposición que tomó el Congreso fue dictar la ley Fundamental. Dicha ley declaraba constituyente al Congreso y establecía que hasta que se sancionara una Constitución, las provincias se regirían por sus propias instituciones, y delegarían provisionalmente las funciones del Poder Ejecutivo nacional en el gobierno de Buenos Aires. Pocos días después se firmaba el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, que no sólo ratificaba el reconocimiento de la independencia argentina por parte de la potencia europea, sino que, además, buscaba estrechar vínculos a través del tratamiento de nación más favorecida.

Por la ley Fundamental, el gobernador Las Heras quedaba a cargo de las relaciones exteriores (hasta tanto se eligiera presidente) y con facultad de hacer propuestas al Congreso y de ejecutar las decisiones que este tomara. La sanción de la Constitución quedaba postergada a la espera de un momento más favorable y una vez dictada debía proponerse a los gobiernos provinciales, que podrían rechazarla y permanecer al margen de la unión perseguida.

La Ley de Presidencia

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Ante la inminencia de una guerra con Brasil, por su ocupación en la Banda Oriental, el Congreso proyectó la creación de un Poder Ejecutivo permanente y Nacional. El 6 de febrero de 1826 fue promulgada la ley de Presidencia: se creaba el cargo de presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Su ejercicio duraría el tiempo que estableciera la futura Constitución.

Al día siguiente fue elegido por votación Bernardino Rivadavia, quien se hizo cargo de la presidencia el 8 de febrero.

Presidencia de Rivadavia (1826-1827).

Rivadavia debió asumir su cargo en un clima cargado de tensiones internas y conflicto externo. Por un lado, Brasil había declarado la guerra en diciembre de 1825 al aceptar el Congreso la incorporación de la provincia oriental. Por el otro, el Congreso se hallaba dividido entre quienes pretendían instaurar una forma de Estado centralizada, denominados a partir de ese momento “unitarios”, y quienes buscaban organizar una forma de gobierno que respetara las soberanías de las provincias, denominados “federales”.

La ley de Capitalización.

Las tensiones latentes terminaron de dividir las opiniones cuando Rivadavia, tres días después de asumir, propuso al Congreso el proyecto de ley de Capitalización. Dicho proyecto declaraba a Buenos Aires capital del poder nacional, a la que se le subordinaba un territorio federal que iba desde el puerto de Las Conchas (Tigre) hasta el Puente de Márquez y desde allí, en línea paralela al río de la Plata, hasta Ensenada. La provincia de Buenos Aires, separada del distrito federal, se reorganizaba en dos nuevas jurisdicciones: la provincia del Salado, con capital en Chascomús, y la del Paraná, con capital en San Nicolás. Se suprimían, en consecuencia, las instituciones de la provincia creadas en 1821 (la Sala de Representantes y el Ejecutivo provincial).Todos los establecimientos se nacionalizaron junto a las acciones, deberes y empréstitos contratados por la Provincia de Buenos Aires.

Lo más alarmante fue para los intereses económicos locales que la provincia perdiera, con la federalización del territorio asignado a la capital, la principal franja para el comercio ultramarino. Con ella se perdía la fuente más importante de recursos fiscales, la Aduana, al quedar esta en manos del gobierno nacional.

La Ley de consolidación de la Deuda Pública

La economía de la provincia no era muy ventajosa. El presupuesto estaba destinado en su totalidad a los gastos militares. Existía una importante deuda pública.

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El Congreso trató el proyecto de consolidación de la deuda pública y de la hipoteca de la tierra fiscal de todo el país. Las tierras públicas quedaban afectadas al pago de la deuda y no podían venderse. Las tierras provinciales pasaban de este modo a manos del Estado nacional.

La Constitución de 1826.

El Congreso comenzó a tratar el tema constitucional. Se acordó establecer una república representativa: la monarquía quedaba descartada. El tema espinoso era decidir la organización estatal: ¿federal o unitaria?

El 24 de diciembre de 1826 se aprobó la Constitución que establecía la forma representativa republicana bajo la unidad de régimen. Los gobiernos provinciales quedaban bajo la total dependencia del presidente de la Nación.

La Constitución fue rechazada en las provincias al no ver satisfechas sus aspiraciones federalistas.

Renuncia de Rivadavia

La situación del presidente Rivadavia se volvió muy delicada:

Las provincias habían rechazado la Constitución de 1826, por lo tanto su autoridad nacional estaba cuestionada.

El ministro garcía había firmado un tratado deshonroso, por el cual se reconocía a Brasil la posesión de la Banda Oriental, con el objetivo de finalizar la guerra.

Los terratenientes y comerciantes le quitaron el respaldo por el aumento de impuestos y contribuciones destinados a cubrir gastos de la guerra con el Brasil.

Ante estas circunstancias, Rivadavia se vio obligado a renunciar. Se avecinaban tiempos de disgregación nacional.

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Revolución del 11 de septiembre de 1852

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El 11 de septiembre de 1852 estalló en Buenos Aires una revolución o golpe de estado, que significó una reacción de la provincia de Buenos Aires contra las condiciones políticas impuestas por el predominio de Justo José de Urquiza después de triunfar en la batalla de Caseros sobre Juan Manuel de Rosas.

La batalla de Caseros había abierto la etapa denominada "Organización Nacional", en que todas las facciones políticas estaban de acuerdo en la sanción de una Constitución para todo el país. No obstante, las clases dirigentes de Buenos Aires pretendían, en oposición al resto del país, imponer condiciones políticas a las provincias argentinas, de manera tal que se mantuviera la tradicional preeminencia política y económica de la ciudad capital.

El resultado fue la separación – que duraría diez años – entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Ambos estados pregonaban pertenecer a una sola nación, pero en la práctica se comportaban como estados separados.

Antecedentes

Artículo principal: Batalla de Caseros

Juan Manuel de Rosas fue gobernador de la provincia de Buenos Aires y manejó la Confederación entre 1835 y 1852.

Tras el fracaso de las constituciones de 1819 y de 1826, rechazadas por las provincias del interior por su tendencia unitaria, el Partido Federal alcanzó la hegemonía de todos los gobiernos provinciales, victoria que le costó tres décadas de guerras civiles. A pesar de la derrota definitiva de las posiciones unitarias y la muerte o el exilio de sus principales figuras, sin embargo, las provincias no pudieron imponer una organización constitucional de tinte federal. Su principal obstáculo estaba en la provincia de Buenos Aires, a pesar de que desde 1827 en adelante, todos sus gobernantes fueron federales.

Durante la larga dictadura1 de Juan Manuel de Rosas, desde 1835, éste impuso su criterio de postergar la sanción de una Constitución Nacional hasta que las provincias interiores estuvieran en paz y organizadas interiormente. Por otra parte, esto favorecía la imposición a las provincias de numerosos privilegios a favor de la provincia de Buenos Aires, especialmente el dominio económico a través del monopolio aduanero, y la representación de todas en las relaciones exteriores.

Justo José de Urquiza derrotó a Rosas en Caseros y asumió como Presidente de la Confederación, ahora sin la provincia de Buenos Aires, que formó un estado aparte.

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Una alianza de sectores de los dos partidos tradicionales, los unitarios y los federales de interior, se lanzó a enfrentar a Rosas, organizando el Ejército Grande, dirigido por el gobernador de la provincia de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, y derrotándolo en la batalla de Caseros. Todos los grupos vencedores estaban de acuerdo en que el próximo paso era establecer las instituciones nacionales a través de una Constitución, pero a poco de andar se pudo ver que los unitarios – muchos de cuyos dirigentes habían pasado muchos años en el exilio y regresaron en los meses siguientes a la batalla – pretendían conservar la hegemonía de Buenos Aires.

Durante los primeros días posteriores a la batalla de Caseros, la preeminencia de Urquiza fue aceptada por todos. Éste nombró gobernador interino a Vicente López y Planes el 4 de febrero; durante algunas semanas, una alianza entre unitarios y federales, simbolizada especialmente por la participación en el gabinete del líder unitario, Valentín Alsina, ejerció el gobierno provincial.

El 11 de abril, Urquiza llamó a elecciones para la Sala de Representantes, que dieron la victoria a los sectores unitarios, que de todos modos votaron gobernador titular al mismo López el 1 de mayo. Esta elección causó la renuncia de Alsina y del ministro de guerra, Manuel Escalada.

El Acuerdo de San Nicolás

Artículo principal: Acuerdo de San Nicolás Vicente López y Planes fue nombrado gobernador interino por Urquiza.

Un acuerdo firmado el 6 de abril — en la casa de Rosas — por los cuatro gobernadores del litoral, conocido como el Protocolo de Palermo, encargó a Urquiza todos los poderes nacionales y las Relaciones Exteriores. También llamó a una reunión extraordinaria de todos los gobernadores provinciales en San Nicolás de los Arroyos. Unos días más tarde, una reunión de personalidades partidarias de Urquiza discutió un proyecto de acuerdo a ser presentado a los gobernadores, presentado por Juan Pujol.2 En la Sala de Representantes porteña, los liberales quisieron discutir ciertas condiciones a imponer en esa reunión; obviando esa discusión, el gobernador López partió hacia San Nicolás sin recabar la autorización de la Sala.

A la reunión en San Nicolás asistieron casi todos los gobernadores de provincia, y el 31 de mayo, los gobernadores firmaron el Acuerdo de San Nicolás, por el que se llamaba a un Congreso Constituyente, formado por dos diputados de cada provincia, que sancionaría una constitución. Entre otras disposiciones, se establecía también que los diputados debían concurrir con poderes plenos para votar según su conciencia, sin que instrucciones que coartaran su libertad de acción, aunque las provincias podrían retirarlos y reemplazarlos de considerarlo oportuno. La disposición sobre los "plenos poderes" de los constituyentes había sido varias veces utilizada anteriormente

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por los gobiernos porteños, para presionar a los diputados a aceptar medidas opuestas a las exigidas por las provincias a través de las instrucciones dadas a sus representantes. La diferencia esencial era, esta vez, que la reunión del Congreso no sería en Buenos Aires, sino en Santa Fe. De modo que la presión la ejercería, no el gobierno porteño, sino el Director Provisional de la Confederación Argentina: el mismo general Urquiza, que pagaba los sueldos de los diputados y había colocado en el gobierno al gobernador de Santa Fe.

Por otro lado, se otorgaba al general Urquiza el título de Director Provisorio de la Confederación Argentina, para que ejerciera el gobierno nacional con amplios poderes ejecutivos y legislativos.

Las jornadas de junio

Bartolomé Mitre rechazaba el Acuerdo, sosteniendo que Vicente López no tenía la autorización de la Sala de Representantes para firmarlo.

En Buenos Aires, la noticia de la firma del Acuerdo de San Nicolás provocó la reacción de los sectores más recalcitrantes del unitarismo. Cuando el gobernador López, acompañado por el general Urquiza, llegaron a Buenos Aires, el 12 de junio, la prensa ya había levantado la opinión pública contra el Acuerdo. Anticipando lo que iba a ocurrir, un artículo en el periódico El Nacional finalizaba con una afirmación llamativa:

"Un pueblo violentado no es posible gobernarlo: mañana se emancipará. Será, a toda hora, un poder inmenso que esté amenazando el poder existente. Lo vencerá al fin, porque los pueblos siempre vencen.3

En la Sala de Representantes, el coronel Bartolomé Mitre pronunció una serie de discursos rechazando el Acuerdo, con la excusa de que el gobernador no había tenido autorización de la Sala para firmar el Acuerdo, y de que las atribuciones asignadas al Director Provisorio eran dictatoriales.4

El Acuerdo no tenía defensores en la Sala, excepto por el diputado Francisco Pico y los ministros Juan María Gutiérrez y Vicente Fidel López — hijo del gobernador. Éste último rechazó el supuesto derecho de los porteños a imponer sus condiciones al resto del país, con una frase muy conocida:

"...amo como el que más al pueblo de Buenos Aires en donde he nacido. ¡Pero alzo mi voz para decir que mi patria es la República Argentina y no Buenos Aires!"

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El público, enardecido en contra del gobierno, impidió a López continuar su discurso. Al día siguiente, seguros ya de que el Acuerdo sería rechazado, renunciaron todos los ministros. Unas horas más tarde, también el gobernador presentó su renuncia, que fue aceptada de inmediato. El presidente de la legislatura, el anciano general Manuel Pinto, fue nombrado gobernador provisional.

Urquiza, que se encontraba en las cercanías de la ciudad de Buenos Aires, reaccionó enérgica e inmediatamente: el día 24 de junio, Pinto recibió una nota que decía.

"Considero este estado de cosas completamente anárquico, y en esta persuación me hallo completamente autorizado para llenar la primera de mis obligaciones, que es salvar la Patria de la demagogia, después de haberla salvado de la tiranía"

Notificaba además que la Sala quedaba oficialmente disuelta, que asumía personalmente el Poder Ejecutivo. También cerró varios de los periódicos opositores, y expulsó de su territorio a los dirigentes más exaltados, incluyendo a Alsina, Mitre y Sarmiento. Si bien repuso oficialmente a López en el gobierno, éste no asumió la totalidad de los poderes.

Las vísperas

López dio por aprobado el Acuerdo por la provincia y llamó a elecciones, en las cuales se llegaron a elegir dos diputados para concurrir al Congreso en Santa Fe. Resultaron electos Salvador María del Carril y Eduardo Lahitte, en unos comicios en que hubo muy escasa asistencia.

El 26 de julio — en desacuerdo con la orden de Urquiza de devolver los bienes confiscados a Rosas — Vicente López renunció definitivamente a la gobernación.5 Urquiza asumió el gobierno, en un antecedente de lo que la Constitución establecería con el nombre de intervención federal.

Durante su gobierno provincial, Urquiza envió en misión al Paraguay al doctor Santiago Derqui, a firmar tratados de libre navegación y reconocer la independencia de ese país, que había sido negada por Rosas. Simultáneamente, anunció la libre navegación de los ríos interiores, un viejo reclamo de las provincias del litoral, que los liberales porteños, opositores a Rosas, habían hecho suyo por razones ideológicas. Pero esta medida le atrajo más bien el odio de los antiguos rosistas, que veían que la provincia perdía sus antiguos privilegios, y los acercó a las posiciones de los liberales.

Los dos meses posteriores al golpe de fuerza de Urquiza fueron de tensa calma: algunos de los exiliados regresaron, mientras la ciudad aceptaba con evidente mala gana la intervención y la ocupación militar. En público no hubo gestos agresivos hacia el general, e incluso su cumpleaños fue festejado en el Club del Progreso,6 pero los opositores avanzaban en planes de revolución, que Urquiza confiadamente ignoraba.

A principios de septiembre, Urquiza entregó el poder político al jefe de las fuerzas entrerrianas y correntinas en la ciudad, general José Miguel Galán, en un gesto de preferencia por su propia provincia que desagradó a los jefes de las tropas correntinas, los generales Juan Madariaga y José María Pirán. El 8 de septiembre, Urquiza partió hacia Santa Fe, para inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente.

La revolución

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El general Manuel Pinto asumió como gobernador provisional tras la revolución del 11 de septiembre.

En la madrugada del 11 de septiembre, las tropas correntinas de Galán y la mayor parte de las fuerzas militares de la ciudad se presentaron en la Plaza de Mayo, dirigidas por el general José María Pirán, mientras el abogado Miguel Esteves Saguí llamaba a la población batiendo la campana del cabildo. Diversas partidas de milicianos recorrieron la ciudad, y los generales Benjamín Virasoro y Manuel Urdinarrain fueron arrestados en sus casas en la ciudad. No hubo mayores hechos de violencia, y el movimiento se desarrolló con nerviosismo, pero en paz.

Cerca del mediodía, mientras las tropas eran pagadas con un adelanto de varios meses de sueldo, además de una suma adicional, se reunió nuevamente la Sala de Representantes, que había sido disuelta por Urquiza, y eligieron gobernador interino al general Pinto. Éste nombró ministro de gobierno a Alsina y de guerra al general Pirán.

El general Galán, al frente solamente de algunas pocas fuerzas militares de Entre Ríos, se retiró primeramente a Santos Lugares, y posteriormente hacia el norte de la provincia, desde donde llamó a Urquiza, que se aprestaba a presidir el inicio de las sesiones del Congreso Constituyente.

Unos días más tarde, una ley provincial acordaba premios monetarios y ascensos en el escalafón a los militares implicados en la revolución.

De septiembre a diciembre

Enterado de la situación en Buenos Aires, pero suponiendo que Galán se hallaba en Santos Lugares, Urquiza contramarchó hasta San Nicolás, al frente de un pequeño ejército de la provincia de Santa Fe. Pero al llegar a esa ciudad, se enteró de la retirada de Galán y del apoyo a la revolución de los jefes de las fuerzas de campaña, como los coroneles Hilario Lagos y Jerónimo Costa, que habían estado en la capital, lo mismo que los comandantes de la campaña del norte, José María Flores, del centro, Ramón Bustos, y del sur, Juan Francisco Olmos, que se pronunciaron a favor del nuevo gobernador. Noticiado de esto, Urquiza detuvo su marcha, anunciando que deploraba lo ocurrido, pero que, dado que la población estaba de acuerdo con el golpe, no pretendía imponer su voluntad sobre la voluntad del pueblo de Buenos Aires. Años más tarde, en una carta, explicaría que había juzgado

"esa revolución el movimiento de un círculo, de una facción. Cuando, aproximándome, me apercibí de que el pueblo de Buenos Ayres aceptaba el movimiento y lo hacía suyo, suspendí la marcha y declaré que dejaba al pueblo de Buenos Ayres libre en el ejercicio de sus derechos y de buscar los medios de adherirse a la nacionalidad en la forma en que sus representantes legítimos lo encontrasen conveniente.7 "

Mientras tanto, en Buenos Aires, durante una reunión en el Teatro Coliseo, Alsina se abrazaba públicamente con el jefe de los federales porteños, Lorenzo Torres, que había sido un exaltado

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partidario de Rosas. Era el comienzo de la reorganización de los partidos políticos, que permitiría reincorporar a la acción política a los políticos con pasado rosista. También muchos jefes militares fueron reincorporados al ejército porteño, en un proceso que había comenzado varios meses antes.

Ese mismo día, el gobernador Pinto separó oficialmente la provincia de Buenos Aires – que desde entonces sería conocida como Estado de Buenos Aires - de la Confederación Argentina. La Sala de Representantes exigió a sus diputados al Congreso el regreso a Buenos Aires.

El 24 de septiembre, al saberse la noticia de que Urquiza había partido hacia Entre Ríos, el gobierno exigió la inmediata salida de la provincia de varias personas, entre ellas los coroneles Bustos y Lagos.

Pocos días después de la revolución, un comunicado oficial a las demás provincias anunciaba la intención de extender el movimiento al resto del país. Si bien no se anunciaba que se pretendiera hacerlo militarmente, sí se decía que estaba dispuesta a defenderlo "con la espada en la mano".

A principios de octubre, el general José María Paz, prohombre del partido unitario, fue enviado en misión pacífica a las provincias del interior, empezando por Córdoba, para explicar su posición a sus gobiernos.8 Pero el gobernador de Santa Fe no le permitió atravesar su provincia, lo que frustró el intento. Quedó como comandante del norte de la provincia de Buenos Aires, con sede en San Nicolás.9

Valentín Alsina, gobernador de la provincia de Buenos Aires entre octubre y diciembre de 1852.

A fines de ese mismo mes, la Sala de Representantes eligió como gobernador titular a Valentín Alsina.

A mediados de noviembre, con la excusa de llevar de vuelta a su provincia a los soldados correntinos, una doble expedición al mando de los generales Manuel Hornos y Juan Madariaga invadió la provincia de Entre Ríos. Simultáneamente, Alsina ordenó al general Paz prepararse para invadir Santa Fe; pero el viejo general se negó a moverse. Falta de apoyo externo, la invasión a Entre Ríos fracasó completamente, atacada por las tropas que Urquiza pudo movilizar sin problemas, ya que el previsto avance sobre Santa Fe nunca se había producido. Los restos del ejército invasor huyeron desorganizadamente hacia Corrientes. El gobernador Pujol, de esa provincia, con cuyo apoyo contaban los porteños, recibió sus tropas, pero desarmó a sus jefes y los expulsó del territorio argentino. Desde entonces, Pujol sería un leal aliado de Urquiza, y los porteños no contarían en el interior con más que unos pocos gobiernos que no estarían en condiciones de prestar a poyo alguno. La estabilidad interna de la Confederación quedaba asegurada, pero faltaba aún reincorporar a Buenos Aires.

El 20 de noviembre, tras la lectura de un discurso de Urquiza, que no se encontraba allí, el Congreso Constituyente dio por iniciadas sus sesiones, sin la presencia de los diputados porteños.

Contrarrevolución y sitio de Buenos Aires

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Artículo principal: Sitio de Buenos Aires

El general Hilario Lagos había sido uno de los organizadores de la Revolución, pero en diciembre dirigió la contrarrevolución y puso sitio a la ciudad de Buenos Aires.

El 1 de diciembre, poniéndose al frente de las tropas de campaña, el coronel Hilario Lagos se pronunció contra el gobierno de Alsina en la Guardia de Luján, actual Mercedes. La mayor parte de los demás comandantes de campaña, como Costa, Bustos o Flores, se pronunciaron a favor de Lagos. Básicamente, exigían la reincorporación de la provincia a la Confederación, y la renuncia de Alsina y su reemplazo por el general Flores.

El 6 de diciembre, Alsina presentó la renuncia y fue reemplazado por el general Pinto. Ese mismo día, las tropas de Lagos atacaron la ciudad, pero la rápida reacción de varios jefes decididos, sobre todo de Mitre, impidió que se apoderaran de la capital. Dos días más tarde, Lagos establecía oficialmente el sitio de la ciudad de Buenos Aires.

Varios dirigentes que habían colaborado en la caída de Alsina, como Lorenzo Torres, se negaron a aceptar la autoridad de Flores o de Lagos, y mucho menos un acuerdo con Urquiza. De modo que, olvidando sus enfrentamientos internos, colaboraron en la defensa de la ciudad. El mismo Torres asumió el ministerio de gobierno a fines de diciembre.

Tres semanas más tarde, Urquiza enviaba tropas en apoyo de Lagos, que así reforzaba el sitio pero no lograba vencer la resistencia de la infantería porteña con sus tropas casi exclusivamente de caballería. Por otra parte, el gobierno de la ciudad envió a un prestigioso jefe de campaña, Pedro Rosas y Belgrano, a reunir las tropas que permanecían leales en el interior de la provincia. Fueron completamente derrotadas en la batalla de San Gregorio, el 22 de enero, en parte debido a que la escuadra de Urquiza bloqueó también la ciudad de Buenos Aires por el río de la Plata unos días antes de la batalla.

Durante varios meses, la ciudad de Buenos Aires permaneció sitiada y bloqueada, pero su superioridad financiera la mantenía a salvo de los ataques de los sitiadores. Un tratado firmado el 9 de marzo entre el gobierno de Buenos Aires y el Congreso Constituyente fijó las condiciones de la paz entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación, pero lo hizo en condiciones que tanto Urquiza como Lagos consideraron negativas para la Confederación: dejaba en manos de Buenos Aires los ingresos de la Aduana y permitía a esa provincia elegir hasta 10 diputados. Es decir, cedía a favor de Buenos Aires justamente en los dos puntos más discutidos entre ésa y las demás provincias. El tratado fue en definitiva rechazado, y Urquiza reforzó su apoyo militar al sitio, incorporándose personalmente al mismo.

El 1 de mayo, el Congreso sancionó por fin la Constitución Nacional. En los meses siguientes sería jurada por todas las provincias argentinas, incluso por la de Buenos Aires: la comunicación oficial nunca fue enviada a la ciudad de Buenos Aires, sino al comandante militar y político del interior, general Lagos. Éste reunió una legislatura elegida de apuro, que sancionó oficialmente la Constitución Nacional. El gobierno de la ciudad rechazó completamente la Constitución.

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A fines de abril, el general Urquiza había aprovechado la venalidad de los comandantes navales porteños para comprar su defección de la causa de Buenos Aires y bloquear por completo el puerto de Buenos Aires. pero la estrategia de Urquiza le jugó en contra el 20 de junio: el comandante de la flota confederal, John Halstead Coe, se vendió por una enorme suma de dinero a los porteños, y les entregó casi toda la flota.

El fracaso del bloqueo causó un enorme efecto desánimo en las tropas sitiadoras. Y unos días después, el general Flores, que había abandonado el sitio, regresó al norte de la provincia con una enorme suma de dinero, con la que compró buena parte de las tropas de Lagos. El 12 de julio, Urquiza abandonó el sitio de Buenos Aires, seguido del propio general Lagos y parte de sus tropas.

El sitio había fracasado.

Consecuencias

Desde entonces, el Estado de Buenos Aires – que sancionaría una constitución en 1854 – se mantuvo separado del resto del país. Sus dirigentes oscilaron entre oficializar la independencia nacional del Estado y la pretensión de que ellos representaban a toda la Nación.

La Confederación Argentina eligió su primer presidente al general Urquiza, que gobernó hasta 1860 con cierta estabilidad política, pero enfrentando serios problemas económicos, y resignando muchas de las funciones de gobierno en los gobiernos provinciales.

Los líderes exiliados intentaron repetidamente invadir Buenos Aires, pero fracasaron otras tantas veces; hasta que el general Jerónimo Costa fue vencido y fusilado sin juicio, junto con todos sus oficiales, a principios de 1856.

Desde entonces reinó una relativa paz entre Buenos Aires y la Confederación. Paz que los porteños aprovecharon para aumentar su influencia en las provincias del interior, valiéndose de su indudable superioridad comercial y financiera.

La batalla de Cepeda, de 1859, obligó a Buenos Aires a aceptar la Constitución Nacional, pero esta no fue una solución definitiva, ya que la inestabilidad propia del gobierno del sucesor de Urquiza, Santiago Derqui, y el avance de los amigos de Buenos Aires en varias provincias del interior llevaron a un nuevo enfrentamiento, en la batalla de Pavón. La victoria de los porteños en ésta causó la disolución del gobierno de la Confederación, y la asunción temporaria del poder nacional por parte del gobernador porteño Bartolomé Mitre. Durante este gobierno provisorio, las fuerzas de Mitre invadieron más de la mitad de las provincias del interior, y reemplazaron a sus gobiernos federales por otros unitarios.

Cuando Mitre asumió la presidencia de todo el país, en octubre de 1862, logró finalmente los objetivos que se habían propuesto él y los demás líderes de la revolución del 11 de septiembre de 1852: la organización constitucional del país bajo la preeminencia de los dirigentes, las ideas políticas y económicas, y los intereses de la provincia de Buenos Aires.

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Sistema electoral: Ley 8871

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Roque Saenz Peña, acompañado del salteño Victorino de la Plaza, asumió la presidencia de la Nación el 12 de octubre de 1910. Llegaba la primera magistratura sostenido por la Unión Nacional, una fuerza constituida a tal fin e integrada por grupos políticos heterodoxos, excluidos los mitristas. A pesar de poseer una seria enfermedad que lo llevó a cumplir la mitad de su mandato hasta su muerte acaecida en 1914, la vida política le debe a Saenz Peña la ley del sufragio, tema que planteó en el mensaje de aceptación a su candidatura cuando, entre otras cosas, declaró que se habían acabado los personalismos y que ofrecería todos los partidos políticos caminos legales e igualdad de oportunidades para el desempeño del poder.

En el país se vivía una apatía política generalizada, producto sin duda de las prácticas corruptas y la escasa participación del ciudadano común de los actos comiciales. El voto político para sufragar era en los atrios de la iglesia o en la plaza principal. Todo se resolvía rápidamente y a veces se producían hechos de violencia.

Pero tres iniciativas del poder ejecutivo modificarán la situación. En diciembre de 1910 se levantó un nuevo padrón electoral sobre la base del enrolamiento militar y para efectuar el mismo se dispuso utilizar una libreta para tal fin; ambas medidas estarían controladas por la justicia federal. La tercera iniciativa fue la Ley 8871 conocida como la Ley Saenz Peña, sancionada el 13 de febrero de 1912.

La obligatoriedad del voto, de carácter secreto e individual del mismo, el sistema de lista incompleta por el cual la mayoría lograría dos tercios de los cargos y la minoría el tercio restantes y las innovaciones destinadas a mejorar el engranaje electoral. A partir de entonces, la ciudadanía salió de su tradicional apatía y los partidos políticos se reorganizaron. La ley definió al ciudadano y fue el punto de partida para la construcción de la ciudadanía política. Todo ello permitió que, en 1916, el radicalismo llegara finalmente al poder.

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