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Avui Jazz 2005

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Perdido Jazz Club en Valencia.

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ElcicloAvui Jazzesunaideade

CDMarProduccionespatrocinadaporel

AjuntamentdeVila-real.

www.vila-real.com

Constadeunconciertocadaprimerviernesde

mes,deoctubreamayo.SecelebraenelAuditori

MunicipaldeVila-real,alas23h.

Agradecimientos::

MiguelCalatayud(diseñodelcarteloriginaldePerdido)

CarteleraTuria

AjuntamentdeVila-real: RegidoríadeMuseus

RegidoríadeCultura

Fotografías:

GarcíaPoveda

JordiVicent

H.Kalis

JesúsCiscar

ManuelNoguera

A.Vergara

CarlesFrancesc

RafaelAparisi

AntoniodelaAsunción

© Textos:

FedericoGarcíaHerraiz

AlfonsDastis

Edita:

AjuntamentdeVila-real-RegidoriadeMuseus

Coordinación:

CDMarProducciones.Tel:964530610

Maquetación y diseño:

AS&ADesign.Tel:964340936

www.asadesign.com

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avui jazz 2005.06

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Exposición:

“Perdido,unclubdejazzparaelrecuerdo”

RecopilacióndefotografíasdelmíticoClub.SaladelsArcsdelaCasadell’OliVila-real.7deoctubre,2005

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Textos:

Federico García HerraizPerdido, un club de jazz para el recuerdo......................61980-1995.Ellargoadiosdeperdido...................................6Protagonistas que dejaron huella ............................15Plataformadeljazzvalenciano............................................. 30Lacriticadice.............................................................................. 38Breveanecdotario..................................................................... 39

Alfons DastisEl record dels músics valencians..................................... 42TinoGil,pianista........................................................................ 45FelipeCucciardi,bateria.......................................................... 46JoanSoler,guitarra................................................................... 50EvaDénia,cantant.................................................................... 52RamónCardo,saxo................................................................... 55ManuelHamerkinck,guitarra............................................... 56

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El 13 de noviembre de 1980 el club de jazz Perdido abrió sus puertas con la actua ción del cuarteto MAONO, que dirigía

el batería Andrew Cyrille (con el saxo tenor David S. Ware, el trompetista Ted Daniels y el contrabajo Nick DiGeronimo). Habían pasado muchos meses de trabas burocráticas y lentitud en la expedición de los permisos correspondientes. Los socios de Perdido (Antonio Amorós, Paco Artigas, Pepe Aparisi –el único de ellos que trabajó permanente y directamente en el local-, Angel Torres, Ramón Corachán, Antonio de la Asunción, Jaume Lloret –que, al poco tiempo, se descolgó- y Alfons Dastis -que

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In memoriamAntonio de la Asunción (1951- 2003)

PERDIDO, UN CLUB DE JAZZ PARA EL RECUERDO

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entró como socio a finales de 1988-) querían haber formado una sociedad cultural. Pero, la estrecha legislación entonces vigente les empujó a constituir una sociedad limitada: Difusión del Jazz, S. L. Habían querido huir de los sitios de marcha del Barrio del Carmen, pues pensaban con idealismo –entonces despertaban los grandes conciertos y festivales, con nutrido público- que había suficiente afición en Valencia para hacer viable un club de jazz. El lugar escogido fue un local en el número 17 de la calle de Sueca, que prolongaba la tradición de subterraneidad de muchos antros de jazz, tanto americanos

7Woody shaw

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como europeos. No sé si corresponde a una visión romántica de esta música, como sostiene alguno, pero el caso es que este antiguo taller de bolsos fue reformado absolutamente. Al no existir una legislación clara sobre lo que es un club de jazz, tuvieron que acogerse a la de café concierto. Eso implicaba camerino, salida de incendios, unas determinadas medidas en las escaleras que conducían al sótano, grupo autógeno de luz y muchas otras cosas. Se superpusieron cinco capas de inso-norización en el techo, paredes y columnas, el techo estaba revestido de madera y el suelo enmoquetado. Resultado: al

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entrar no se oía absolutamente nada y, al bajar las escale-ras, tras pasar las espesas cortinas, uno se encontraba con una sala de acústica notable y con capacidad para ciento diez personas. Miguel Calatayud fue el autor del solicitado cartel con el nombre del local saliendo del cuello de un saxofonista (una manipulación visual de una foto de Coleman Hawkins), y del díptico, en que Valencia se confundía con Nueva York.

Pero, el camino estaba erizado de problemas. No es solamente que jamás se recuperase la millonaria inversión inicial. Las

perspectivas de mantener una sección rítmica permanente con

9Mal Waldron & Steve Lacy

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el pianista Jean-Luc Vallet y los hermanos DiGeronimo, para acompañar solistas internacionales, se tuvo que abandonar a finales de febrero del 81. Los intentos de hacer socios del club con una cuota que daba derecho a sensibles reducciones en actuaciones, apenas llegó a una docena.

Actuaciones de músicos importantes, como el pianista Mal Waldron, se sucedieron con la sala prácticamente vacía.

Los responsables de Perdido comprobaban en sus carnes que en Valencia no existía una afición consolidada al jazz. Una cosa es ir al concierto del famoso que suena algo y otra ir con mayor o menor asiduidad a un club de jazz. Revela una pre-ocupante carencia cultural el no apreciar las ventajas de la inmediatez y el calor musical del club de jazz.

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Los problemas económicos se hicieron cada vez más graves, las deudas y los números rojos omnipresentes a final de

cada temporada, teniendo que aportar dinero los propios socios para salir adelante. Cansados de las perdidas, en 1985 parecían dispuestos a tirar la toalla y cerrar. Pero, en 1986, consi-guieron una subvención que les permitió aguantar cinco o seis años. La situación se torció definitivamente cuando, en 1992, Emilio Soler, comisario de ‘Música 92’, les redujo la subvención a menos de la tercera parte. De nuevo, el déficit insostenible. Intentaron aguantar un par de temporadas, pero en Pascua de 1995 cerraba sus puertas y en noviembre de ese año era tras-pasado. Irónicamente, se cumplían quince años de existencia. Para algunos, era como nuestra casa: sabías cuando entrabas, pero no cuando salías. Quince años en los que oímos muy buen

Horacio Fumero & Peter Delphinick

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jazz. Clark Terry decía que Basie había sido su institu-to y Ellington su universidad. Bueno, nosotros –que no conocimos el Jamboree barcelonés y el Whisky Jazz madri-leño, en los sesenta- tuvimos Barro, Tres Tristes Tigres (1977-79), a fuer de visitas al Villlage Vanguard y otros clubs neoyorquinos, el Ronnie Scott y las cavas parisinas o festivales. Perdido fue nuestra universidad (también el Café del Mar castellonense). Y no solamente en cuanto a músicos extranjeros o conocidos peninsulares, hemos tenido la suerte de poder ver crecer a jazzistas valencianos, muchos hoy reconocidos y que tuvieron en Perdido la plataforma adecuada. Con la desaparición de Perdido, del Café del Mar e, incluso de la Cervecería Madrid, no solamente es que no queda ningún club de jazz en la Comunidad Valenciana, es que nos hemos quedado realmente huérfanos.

13Chris Flory & Gray Sargent

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Sin duda el pianista Tete Montoliu, el organista Lou Bennett y el saxo Pedro

Iturralde fueron los músicos de jazz más programados en Perdido. La primera visita de Tete fue del 2 al 4 de octubre de 1981. Tocó en piano solo y un día en dúo con el guitarrista Carlos Gonzálbez. Del 2 al 14 de marzo 82 vino en trío con Horacio Fumero y Peer Wyboris. Volvió el 20 de noviembre de ese mismo año en piano solo. De nuevo con su trío habitual, en enero del 84. No retornó hasta cuatro años despues, del 29 al 31 de enero del 88. Del 3 al 5 de marzo del 89 estuvo muy gélido con el guitarrista Ximo Tébar y el batería Billy Brooks (no se reprodujo la química de los sesenta). Sus últimas actuaciones fueron el 3 y 4 de marzo del 92, con unos estupendos acompañantes: el contrabajista Hein Van Der Geyn y el batería Idris Muhammad.

Paco Aranda & Lou Bennett

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Lou Bennett, otro de los embajadores del jazz en nuestro estado, tocó con Carlos Gonzálbez y el batería Paco Aranda

del 24 al 26 de diciembre del 82. Con ellos también estuvo del 11 al 13 de noviembre del 83 y del 30 de noviembre al 2 de diciembre del 84. El 13 y el 14 de junio del 86 actuó con el guitarrista Sean Levitt y el batería Jeff Jerolamon. Del 9 al 11 de diciembre del 88 estuvo con Ximo Tébar y Jerolamon. Del 20 al 22 de octubre del 89 presentó al saxo tenor Abdú Salim. Las dos últimas veces fueron el 16-18 noviembre del 90 y el 7 y 8 de marzo del 92.

Randy Weston, Carlos Gonzalvez & Dave Schnitter

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El saxo tenor y soprano Pedro Iturralde estuvo del 20 al 22 de febrero de 1981. Retornó del 8 al 10 de mayo de ese

año. En el 82, el 19 y 20 de febrero, presentó un cuarteto con Carlos Gonzálbez. Y del 4 al 6 de mayo del 84 lo acompañaron Jean-Luc Vallet, el contrabajo Salvador Faus y Paco Aranda.

Una vez instalado el piano Kawai de media cola, estuvo en parte de diciembre del 80 y enero 81 Jean-Luc Vallet con

los hermanos DiGeronimo. Volvió en enero del 83, con Faus y Aranda. Antes, del 11 al 18 de diciembre del 80 el saxo alto inglés Mike Osborne tocó con Carlos Gonzálbez y el bate-

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ría Zlatko Kaucic. El pianista Mal Waldron, en trío (con los hermanos DiGeronimo), protagonizó cinco noches inolvidables a comienzos de enero del 81. Cuatro años despues, el 27 de febrero de 1985, realizó un concierto inolvidable en dúo con el saxo soprano Steve Lacy. Del 6 al 8 de marzo del 81 estuvo el saxo tenor Hal Singer. Del 8 al 12 de abril de ese año Burton Greene ofreció su pianismo vanguardista. El 14 de mayo, el batería Beaver Harris y el saxo David S. Ware exorcizaban sus demonios. Y del 11 al 13 de junio, el saxo tenor Alan Skidmore y el batería Tony Oxley revivieron feroces climas coltranianos.

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En ese año inicial, incluso actuó Francesc Pí de la Serra, del 6 al 8 de noviembre del 81, muy en plan bluesman.

Han sido muchos los momentos que dejaron huella: el quinteto del batería Dannie Richmond (con el saxo Bob Berg), el

3 de marzo del 82. O el quinteto del trompetista Woody Shaw (con el trombonista Steve Turre, el pianista Mulgrew Miller, el contrabajo Stafford James y el batería Victor Lewis), el 24 y 25 de febrero del 83. Tenía que haber vuelto el 19 de febrero de 1986, pero solo tocó el trío del pianista Cedar Walton, con el contrabajo Dave Williams y el batería Billy Higgins.

Hal Galper, Todd Coolman & Steve Ellington

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Y el trompetista Joe Newman (con Andrei Olajnicek, Lucky Guri, Horacio y Peer), el 21 de enero de 1985. O el placer de ver y oír ensayar en Perdido, del 30 de octubre al 2 de noviembre del 86, a la orquesta “Ecos del Be-Bop”, que dirigía Slide Hampton, con Britt Woodman, Jerome Richardson, Eddie Bert, Johnny Griffin, Tete y tantas otras luminarias del jazz.

Si. Hemos podido disfrutar con el guitarrista Jim Hall (con el pianista Gil Goldstein, el contrabajo Steve LaSpina y el

batería Jeff Hirshfield), el 13 de noviembre 1988. El pianista Randy Weston (con el contrabajo Alex Blake y el percusionista Eric Asante) demostraba el 21 de diciembre de 1990 que su elevada estatura se corresponde con su categoría artística. La tradición rejuvenecida pareció asegurada el 24 de abril del 91 con los guitarristas Chris Flory y Gray Sargent (sostenidos por el contrabajo Reggie Johnson y el batería Clyde Lucas). El 5 de noviembre de ese año el trío del pianista Hal Gal-

Joe Newman

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per (con Todd Coolman y Steve Ellington) exploró el espacio a lo Jamal. Del 28 de noviembre al 1 de diciembre del 91 el incendiario saxo alto Bob Mover estuvo bien apoyado por el piano de Fabio Miano. Un jovencisimo y aún desconocido Brad Meldhau (en compañía de Perico Sambeat, Mario Rossy y Ste-phen Keogh) se sentó al piano de Perdido el 30 de marzo del 92. En ese mismo mes y año, el día 10, actuó el trompetista Jack Walrath. La última gran sesión del club de la calle Sueca tuvo lugar el 2 de noviembre del 94 cuando Barry Harris, que estaba impartiendo un seminario allí mismo, se sentó al piano para tocar en trío.

Jim Hall

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Sería injusto no reseñar otros conciertos interesantes. El pianista George Cables estuvo dos veces, el 18 de septiem-

bre de 1990 y el 24 de octubre de 1991, con Javier Colina y Jerolamon. El saxo tenor George Adams y el pianista Don Pullen, con el contrabajo Cameron Brown y el batería Dannie Richmond tocaron el 14 de diciembre del 87. Más frustrante resultó la actuación de George Adams y su cuarteto el 17 de febrero del 91. Otros músicos muy unidos a la escena valenciana, también estuvieron allí: el guitarrista Sean Levitt (febrero 1990), el saxo alto Paul Socker (26-28 febrero 87), el saxo Peter Del-

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phinich (28-30 diciembre 84 y 14 y 15 diciembre 90, con ‘Pappa Joe’s Rambling Band’, en el X aniversario). El saxo tenor Dave Schnitter, aparte de innumerables jams con Perico Sambeat, José Luis Granell y Ramón Cardo, tocó el 13-15 abril 84 (con Gonzálbez, Faus y Aranda), el 4-6 enero 85 (con los mismos) y en marzo 89 (con Tébar y Billy Brooks). Relativamente asiduo del club fue el trompetista de Terrassa Josep Mª Farrás: junto a Carlos Gonzálbez el 8-10 de febrero 85. El 30 de septiembre de ese año con el pianista Lucky Guri, Horacio y Peer. Y el 7 de mayo de 1989 con el saxo Joan Albert, el pianista Ignasi

25Andrei Olejnizack & Lou Bennett

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Terraza, el contrabajo Nono Fernandez y el batería Pau Bom-bardó. El saxo tenor y flauta Jorge Pardo actuó el 4-6 marzo 83, el 6-8 marzo 87 y el 24-26 enero 92.

Sin tanto cartel, pasaron el trío del pianista suramericano Mario Lecarós (abril 82), el trío de Miguel Angel Chastang

con Jorge Sylvester y Tony Moreno (26-28 noviembre 82), los daneses de Nagual (el pianista M. Isaksson, el trombonista Ove Larsson, el trompetista A. Nilsson, más Faus y Vicente Espí)

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el 3-5 enero del 86, el saxo Monty Waters (29-30 abril 88), el saxo Jeff Marx (5-7 febrero 88), el batería Rick Hollander (julio 91) y el cuarteto del pianista Tony Heimer (3 diciembre del 90). También hubo cosas un tanto plastas, como los dúos del vibrafonista Angel Pereira con los pianistas Lluis Vidal (del 30 de julio al 1 de agosto de 1981), Conrad Setó (15-17 febrero 85) y Antonio Olaf Sabater (8-9 abril 88).

27David Sware & Dannie Richmond

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En el capítulo de cantantes figuran Dee Kohanna (23-25 noviembre 83), Marisol Recasens (21-23 diciembre 84), Paula

Bas (26-29 diciembre 91), Michelle McCain y Cynthia McPher-son y Sonia Vallet (que suspendió sus actuaciones). Pero la más programada fue Marti Mabin: con Joshua Edelman, Faus y Aranda (2-4 marzo 84), con el trío de Carlos Gonzálbez (10-12 mayo 85) y en dúo con el guitarrista Manolo Hamerlinck (19 de diciembre 89).

Marti Mabin & Tete Montoliu

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También hubo en Perdido actuaciones de bluesmen afroame-ricanos: los ‘Chicago Blues Ambassadors’, del guitarrista

y cantante Buster Benton y el armónica Billy Branch (30 mayo 85), el guitarrista y cantante Jimmy Johnson (5-6 de abril 86) y Oliver Saint con los ‘St. Louis R&B All Stars’ (14-15 noviembre 88). El blues local tuvo su lugar con ‘Pitecanthro-pus y los de Cromañon’, del cantante, armónica y guitarra Juan Carlos Masiá y sus amigos.

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Tan importante como ofrecer actuaciones de músicos foráneos interesantes y, posiblemente, más decisivo, fue el papel

que Perdido jugó en la eclosión y desarrollo de los jazzistas valencianos. Una cantidad considerable de ellos pudo tocar habitualmente allí, aprender y progresar. Y no solamente cuan-do se les programaba. Los domingos por la noche solían estar tradicionalmente dedicados a las jam sessions. Los músicos valencianos solían reunirse para tocar espontáneamente y escu-char por donde iba cada uno. A veces, había cola para subir al escenario. Sin duda, fue una autentica escuela para muchos.

Ramón Cardo, Perico Sambeat , Dave Schnitter & Carlos Gonzalbez

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32 Pedro Iturralde & Jean Luc Vallet

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Repasando la programación, se observa como en los primeros años el papel de la llamada primera ola del jazz valencia-

no fue fundamental. Se favoreció que músicos como Gonzálbez, los contrabajistas Lluis Llario y Salvador Faus, pianistas como Donato Marot, Joshua Edelman y Fabio Miano (Miguel Benet es cuestión aparte, aunque también estuvo bastante allí) y el batería Paco Aranda pudieran tocar con músicos de fuera. Por ejemplo, tomemos solamente el caso de Gonzálbez: aparte del mencionado dúo con Tete, está en dúo con Joshua Edelman (16-20 septiembre 81), en trío con Miano y Faus (septiembre 82), en trío con Fumero y Wyboris (noviembre de ese año) y en febrero 84 presentó ‘5 en 1’, verdadero all stars del jazz valenciano.

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Pero otra nueva generación estaba apareciendo. Alguno regre-sa de estudiar en Barcelona, como los saxos Perico Sam-

beat y Ramón Cardo (Eladio Reinón se quedará allí). Otros, aparte de seminarios y cursillos, comienzan aquí: pianistas como Ricardo Belda, Tino Gil, Vicent Fontelles, Juan de Ribe-ra y Santi Navalón, guitarristas como Joan Soler, Ximo Tébar, Paco Zulueta, Gonzalo Sempere, Miguel Angel Casany o Manuel Hamerlinck, saxos como José Luis Granell, Jordi Monserrat, Jesus Santandreu o Francisco Angel Blanco ‘Latino’ y Murillo, contrabajistas como Ricardo Ferrer, Lucho Aguilar, Jordi Vilà, Salva Sanambrosio o José Castillo (falllecido multi instrumen-tista), baterías como Felipe Cucciardi, Narso Domingo, Juanjo Garcerá, Oscar Alcaraz, Mariano Cubel, Vicent Cortina, Bernar-do Escribá o Vicente Espí, cantantes como Imma Lázaro o Eva

35Carlos Gonzalbez & Salvador Faus

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Denia. Todos ellos encontraron acomodo en Perdido y pudieron desarrollar sus carreras (unos con más brillantez que otros, todo hay que decirlo).

Los primeros esfuerzos por montar big bands, también fueron recogidos: la ‘Jove Jazz Band’, que dirigía José Luis Gra-

nell, se presentó el 13 de marzo de 1985. Y la ‘Big Band Jazz Valencia’, montada por Ramón Cardo, el 14, 21 y 28 de abril de 1988. El contrabajista Jordi Vilà presentó su ‘Homenatge a Mingus’ el 5-7 de enero del 89 y el 30 de abril de ese año. Perico Sambeat actuó con frecuencia. Se aprovechó que estaba

36 Michelle McCain & Perico Sambeat

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grabando su primer disco con el trompetista Wallace Roney, el pianista Albert Bover, el contrabajo Javier Colina y el bate-ría Guillermo McGill para que tocasen el 2 de enero del 91. En general, durante los últimos años Perdido buscó programar regularmente grupos estables valencianos. Habían empezado esa política con ‘Flying Colors’, el trío de Soler, Vilà y Jerola-mon (actuaron allí por primera vez a principios de noviembre del 85). Otras fueron el ‘Jamboree’ y el ‘Perdido Quartet’. Una época intensa y decisiva para el desarrollo del jazz en Valencia.

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Perdido, sus actuaciones y problemas, fue exhaustivamente seguido por la prensa valenciana. Ahí están los artículos

y críticas en Cartelera Turia, de Antonio Vergara (asimismo en Quartica Jazz) y Federico García Herraiz (también en Diario de Valencia, Noticias al Día, El Temps y Diario 16, amén de otros medios), Swing (Jorge García), en Hoja del Lunes, Cartelera Qué y Donde (Josep Ruvira, Rosa Solá y Caballero), Levante (Seguí y Juan Campos), El País (Juan Manuel Játiva). Hay más, pero sin ánimo de ser exhaustivo, consultad las hemerotecas.

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También hubo un asalto en Perdido. Despues de una actua-ción, a las 2’30 o 3 de la madrugada, Pepe Aparisi y yo

estábamos escuchando cintas y discos en el sofá del.fondo Era un miércoles de Pascua y había sacado dinero para el largo puente (entonces duraba de jueves a lunes). Había cinco o seis personas en la barra. Aparecieron un chico y una chica con pasamontañas, con una pistola y una escopeta de cañones recortados respectivamente. Me pareció surrealista. Les dije: ¿Por qué no asaltáis bancos, en vez de cuatro matados como nosotros?. También lo hacemos, dijo la chica. Mentira. Menos

39Britt Woodman & Eddie Bert

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mal que Pepe tenía la costumbre de guardar los dineros en una caja interior. En cuanto a mí, como soy un pardillo, llevaba todos mis haberes ‘in situ’. Al final, los detuvieron, pues se dedicaban a desvalijar todos los bares de la contornada. Lo peor fue ir a la bofia.

Lou Bennett actuó en una Nochebuena a principios de los ochenta. Al finalizar, con varios socios de Perdido y fami-

liares, continuamos la celebración en un piso de Almirante Cadarso (enfrente del cine D’or). Era un lugar tétrico, lleno de cálices e imaginería religiosa. Le explicamos que era de un antiguo cura, que había dejado los hábitos y ahora vivía con una mujer. Lou, tranquilizado, exclamó: ‘Este cura se ha curado. Ha ido del Monte de Cristo al Monte de Venus’.

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Un músico local le dice a otro foráneo, al acabar el primer pase en Perdido: ‘Sé que he tocado mal. Espera al segundo

pase y verás, cuando esté colocado, cómo toco. Al final, el músico foráneo le dice: ‘Me parece que has tocado igual de bien que antes’.

Estamos en el camerino de Perdido. La figura está descan-sando y se presenta un músico local, que quiere contratar

a su batería. -¿Hola, como estás?. -¿Ya has aprendido a tocar estándares? ¿Sabes como empezar y acabar un tema?. -Oye, ¿no le dirás que soy un ‘perrunguer’?. -Tranquilo, eso lo descubrirá él.

Billv Brooks

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EL RECORD DELS MÚSICS VALENCIANS

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Hem repassat anteriorment les actuacions més estelars de la vida del Club. Noms mítics que van deixar la seua emprenta

en concerts memorables. Però no podem oblidar-nos del dia a dia, de la programació setmanal que Pepe Aparisi i els seus socis elaboraven procurant que tots els músics de jazz valen-cians tingueren el seu “bolo”. Quan Perdido va obrir les seues portes no arribaven a la vintena. Quinze anys després la xifra s’havia quintuplicat.

La història de Perdido no podria entendre’s sense la dels músics que allí van tocar. Una mitjana de 80 concerts per

temporada durant els 15 anys que el club va funcionar ens donen la no-res despreciable xifra de 1.200 actuacions que a raó de 4 músics per sessió (el quartet era la formació més habitual) ens aproxima a 4.800 intèrprets en escena.

Hem volgut arreplegar les opinions d’una bona part d’ells. Els comentaris sempre han sigut coincidents. Valga una

mostra:

Jorge Pardo, Nick de Geronine & Mike Osborne

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TINO GIL, pianista

Hablar de Perdido representa hablar de más de 15 años de la historia del jazz en Valencia. Empecé a frecuentarlo

nada más abrirse, antes de dedicarme profesionalmente a la música y en él conocí a algunos de mis mejores y más apre-ciados amigos. La primera virtud de Perdido fué ser realmente un club de jazz, donde sonaba perfecta esta música tanto en disco como en directo, un escenario con buen equipo de sonido, piano de cola y la presencia del mismo grupo durante varios días. Ningún local ha recogido este testigo y para desgracia del jazz de esta ciudad, diez años después de su cierre, no hay ninguno que posea estas características y que pueda ser llamado club de jazz. Probablemente esto fuera un hándicap, el ser contemplado como la gran catedral de esta música en Valencia, aunque este exceso de seriedad tenía sus seguidores y era uno de los pilares de su prestigio. Todo esto lo empecé a palpar cuando me inicié como músico profesional: Era casi obligado acudir a la última sesión del domingo noche, donde aparecían todos los músicos interesados en esta música para intercambiar conocimientos, proyectos o simplemente charlar amigablemente hasta derivar en una larga jam-session donde los más veteranos te juzgaban desde el sofá del fondo. La música que se realizaba era jazz genuino, sin ninguna duda dentro de la tradición de esta música. Allí uno aprendía lo que era la música de jazz.

De mis recuerdos personales destacaría el primer seminario con Barry Harris, sólo un año después de haber sufrido una

trombosis que le paralizó medio cuerpo. Especialmente cómo nos transmitió las sensaciones que él y sus compañeros de Detroit tenían al escuchar y tocar con músicos como Charlie Parker, Coleman Hawkins o Lester Young. Y por último un cariñoso recuerdo para Miguel Pascual “El Bolilla” que realizó tantas grabaciones para su programa de radio. Con ellas se podría documentar gran parte de este período del jazz en Valencia.

45Steve Turre

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FELIPE CUCCIARDI, bateria

La primera vez que fuí a Perdido sería sobre el 81 u 82. El grupo que tocaba esa noche era un cuarteto liderado por

el trompetista Chema Senabre, el bateria era Mariano Cubell y el bajo y el piano no lo recuerdo, pero bien podrían ser Richi Ferrer y Miguel Benet. Yo entonces ya tocaba algo. Había comprado por 3.000 pesetas mi primera batería y formado un grupo con compañeros de clase de 2º de BUP de Escolapios. El repertorio era básicamente Beatles y Rollings y el jazz algo desconocido para mí. Pues bien, el guitarrista de mi grupo, Vicente Domingo, fué el que me llevó por primera vez al Club. Allí nos dimos cuenta de que en nuestra propia ciudad había unos músicos que casi anónimamente llegaban a unos niveles técnicos y expresivos que no imaginábamos. Era necesario ponerse a estudiar música en serio.

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Al poco tiempo se inauguró la Escuela de Música del vibra-fonista Foni Font y su mujer Leo. Allí nos matriculamos

el guitarrista y yo. Dábamos clase de solfeo, armonía e ins-trumento. Empecé a dar clase con Dito Tomassi (un batería argentino) y con Paco Aranda. Paco fué introduciéndome en el jazz siendo el punto culminante cuando me recomendó acudir al Teatro Principal a una actuación de George Coleman Octet. El primer tema fué un arreglo de “Green Dolphin Street” y en ese momento decidí que tenía que ser batería profesional de jazz.

Desde ese día Paco Aranda se convirtió para mí en el punto de referencia musical, profesional e incluso personal. Las

mañanas y tardes las ocupaba en estudiar con él teoría, ejer-cicios, lenguaje, transcripciones, análisis, lectura, coordi-nación, etc. y por la noche acudía a Perdido a verle tocar. Creo que no puede existir una formación más completa. También

Barry Harris

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fué él quien me dió la oportunidad de subir a tocar en alguna jam session.

A partir del 85 empecé a tocar en Perdido. La responsabilidad era grandísima. Allí había oido tocar a músicos muy gran-des: Carlos Gonzalbez, Lou Bennett, Pedro Iturralde, Tete Mon-toliu ... La presión recuerdo que era enorme, casi tanta que a veces no te dejaba tocar de forma natural. Además sabías que estabas siendo observado por los mejores músicos de la ciudad y que su criterio, caracterizado por una estética jazzística muy ortodoxa, podía ser muy duro. Con el tiempo conseguí tocar

Farras

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más relajado, confiado y disfrutando más de la música. Además me dí cuenta que después de haber tocado en Perdido era muy fácil hacerlo en cualquier otro local.

Hoy echo de menos todo aquello, de hablar toda la noche sobre los “cuatros” de Philly Joe Jones en no sé qué disco

de Wynton Kelly, sobre una u otra versión de Autumn Leaves de Bill Evans, sobre tal o cual introducción de Keith Jarret, sobre la “clave” 3-2 o 2-3, charlas interminables con Pepito Aparisi, con José Castillo, con Miguel Benet, con Paco Aranda, etc. etc. Desgraciadamente ningún otro local ha conseguido sustituir a Perdido en esta función de aglutinamiento de músi-cos. Por otro lado esas interminables jams de los domingos, fuente inestimable de experiencia y “horas de vuelo”, pienso que las nuevas generaciones no han tenido acceso a esa prác-tica tan sana, sobre todo al nivel tan alto que se hacían en Perdido.

Jose Castillo, Felipe Cucciardi, Dake Shmiller, José Luis Granell & Manuel Hammerlick.

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JOAN SOLER, guitarra

La història de la música de jazz d’aquesta ciutat no seria la mateixa si Perdido no haguera existit. Crec que la meva

vida potser seria molt diferenta i amb tota seguretat també ho seria la dels meus companys de generació. Perdido va estar la llum que va il.luminar aquell panorama musical tan provin-cià.

D’una banda aquelles audicions nocturnes a porta tancada que tan sovint ens organitzava Pepito. De l’altra aque-

lles actuacions i jams inoblidables en les que, a poc a poc, ens anàrem fent músics sense adonar-nos. Recorde Jim Hall, Tete, Lou i aquell quartet tan impactant que formaven Danny Richmond, Don Pullen, George Adams i Cameron Brown. Crec que aquell club va acomplir unes funcions molt importants,

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com ara: la de ser una escaparata per als músics, on podien mostrar els seus projectes, també era el cau dels músics i aficionats, la seu d’aquella estranya tribu urbana. Cap altre local ha cobert el buit que deixà Perdido, eixe lloc on pots anar després del bolo o del cine, on sempre trobes companys i amics. Crec que tots els músics de jazz d’aquesta ciutat tenim un deute amb aquell baix del carrer Sueca.

Vull nomenar també l’escenari i el camerí. Era un lloc pen-sat per a la música i per als músics. De les batalletes,

aquelles sessions fins les quatre o les cinc de la matinada, les visites al forn del cantó i l’últim passe del diumenge a la nit on gairebé tot el públic estava format per músics que seien tot just al davant de l’escenari i semblaven el que anomenavem “el tribunal” que, inflexible, jutjava totes les errades del grup de la setmana.

Mike Osborne & Alan Skidmore

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EVA DÉNIA, cantant

Durant uns anys el club Perdido va ser l’única referència jazzística a la ciutat de València. Allà anàvem a parar els

músics, els aficionats i algun que altre despistat al qual la paraula “club” (o tal vegada la paraula “Perdido”) hauria dut a equívoc. Per allà es deixaren caure algunes celebritats en gira, que ens oferiren inoblidables sessions after hours. Allà tinguérem alguns la nostra primera oportunitat.

Al voltant del club Perdido es van forjar les primeres gen-eracions del jazz valencià. En la seua sala enmoquetada,

els músics s’aplicaven sota la mirada atenta d’un públic entu-siasta (o indiferent, segons el cas) i d’algun que altre crític

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disposat a fer el seu treball. Uns i altres ens vam descobrir de sobte sense saber on anar –sense saber on trobar-nos- quan Perdido va tancar les seues portes, malgrat que érem conscients que era inevitable. Vam ser testimonis de la seua mort lenta, resultat de les dificultats econòmiques i de l’absència d’un projecte de renovació. Per sort la vida continua, i, encara que fins al moment no hi ha hagut un altre club com Perdido, els músics i els aficionats hem anat trobant espais alterna-tius que ens han permés seguir gaudint de la música en viu. Locals que potser no tenen les condicions que tenia Perdido, o que no ofereixen exclusivament jazz, però que a canvi han incorporat un nou públic i han contribuït a orejar una música que ja duia massa temps asfixiant-se en un soterrani.

53Peer Wyboris

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meravelloses estones passades allí junt amb altres músics i aficionats al jazz.

Només tinc un retret que fer: Al principi van crear un club elitista on només cabien músics estrangers. Quan van veure

que València no donava per a tant és quan es van recordar dels músics valencians. Això demostra una vegada més que la societat valenciana està carregada de prejudicis. També crec que els socis del club van lluitar molt poc per mantindre-ho i van prevaldre els seus interessos econòmics als musicals.

RAMON CARDO, saxo

Des del principi la programació de Perdido va ser exclusi-vament jazzística i això és un fet que a hores d’ara no es

produïx amb facilitat a pesar de ser el jazz una música amb més d’un segle d’existència.

Perdido va significar per als músics de jazz valencians l’oportunitat de mamprendre un camí que en molts casos ha

desembocat en una carrera musical notable o molt notable i al mateix temps perquè molts ciutadans de València pogueren conéixer de primera mà esta grandiosa música.

El format del club era perfecte per les seues dimensions, espai, acústica i so. Personalment puc afirmar que junt amb

altres “garitos” del Barri del Carme va significar l’inici d’una nova vida de la qual estic plenament satisfet així com de les

55Sean Levitt

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MANUEL HAMERLINCK, guitarra

La historia de Perdido coincide para muchos, al menos para mí, con la historia personal e incluso sentimental. Por

ejemplo, es el lugar donde yo me declaré a mi novia. Sé que fue escenario de amoríos, traiciones amorosas, peleas a gritos en la escalera entre enamorados, intentos y escarceos de todo tipo. Todo ello con fondo de jazz.

Perdido fue una escuela de jazz durante toda la década de los 80 y principios de los 90. Después de los Tigres era

casi el único lugar donde se podía oir jazz en vivo. Yo, al principio, iba como quien entra en un sanedrín. Venía a escu-char y a aprender de los músicos llamados de la 1ª generación del jazz valenciano: Donato, Paco Aranda, Carlos Gonzálbez ... Ni me atrevía a hablar con ellos. Volvía a casa y me ponía a estudiar.

El sitio inspiraba respeto: Un lugar tan enmoquetado e ínti-mo, después de todos los garitos guarros tipo La Torna,

era algo nuevo. La única pega, decían muchos, eran las dicho-sas columnas. Recuerdo que para los conciertos “importantes” intentábamos llegar pronto para coger los asientos que te permitían ver bien. Muchas veces tenías que elegir entre ver al pianista o al batería. La decisión era difícil.

Mi primera actuación en Perdido fue aterradora para mí: Nada menos que con Dave Schnitter y en dúo. Sólo había tres o

cuatro personas. Lo pasé fatal, sobre todo por la legendaria

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57Paul Stocker

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imprevisibilidad del saxofonista, pero hice lo mejor que pude. Al día siguiente Dave dijo que no podía hacer el bolo del sábado ni del domingo. Así que tuve que buscarme rápidamente la vida. Siempre agradeceré a Richi Ferrer su ayuda. Acabamos el fin de semana tocando en dúo y lo pasamos en grande.

Perdido era la catedral del jazz. Tocar ahí suponía un reco-nocimiento, una aceptación tácita en el severo y cerrado

mundo del jazz valenciano. Siempre que tocaba en Perdido me daba la impresión de pasar un examen. No soy el único que tenía esa sensación. Tocabas y adivinabas la presencia del

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“jurado” sentado en la fila del fondo. Luego te decían: - Te has hecho dos coros muy bonitos en el cuarto tema. Viniendo de los veteranos lo tomabas como un halago, sin parar a pensar que también se podía interpretar como que el resto del pase les había parecido una mierda.

Fue una época de crecimiento. No sólo aprendíamos tocando, sino que lo hacías también escuchando los discos que ponía

Pepito. – Oye, Pepe, qué pianista es éste? – Jackie Byard, contestaba con orgullo. Y me iba a comprar cosas del Jackie a Viuda de Miguel Roca o Melómanos.

59Abdú Salim & Lou Bennett

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El lugar era pequeño e íntimo. En los descansos y después de los pases podías hablar con tranquilidad con los músicos

extranjeros que visitaban la ciudad. Y eso nos enriquecía. Conversaciones con Víctor Lewis, Mulgrew Miller o copas con Bob Mover. También resultaba impresionante ver a Gil Goldstein y Jim Hall cenando en la mesa de al lado en la Taberna Galle-ga, un local muy ligado a la historia de Perdido.

Por parte del público había una actitud abierta. El jazz era algo nuevo. La gente escuchaba con respeto aunque no

tuviera mucha idea. Recuerdo una pareja leyendo el cartel del

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programa en la entrada. - ¿Quién toca esta noche?, preguntaba ella. – Hamerlinck y dos españoles, contestaba él.

Fue un lugar donde ocurrieron cosas maravillosas (recuerdo los conciertos intensos del Ámsterdam Jazz Trío y de Jim

Hall) y episodios pintorescos que, vistos con la perspectiva de hoy, resultan jocosos: Unos tortazos entre dos miembros de una sección rítmica, las ínfulas de gran señor de un cama-rero que nos llamaba de usted, un guitarrista peleándose con su ampli mal arreglado y cagándose en Torres Music, alguna cantante cargadita de alcohol y sustancias ilegales a punto

61Hal Singer & Bob Berg

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de derrumbarse sobre el público con los ojos semicerrados, la vida loca-loca de un bajista y su novia, las estrategias amorosas de un pianista y sus clamorosas peleas conyugales, los mosqueos en el escenario, la presencia de algún borrachín despistado, las miradas asesinas de algún bajista desde el escenario hacia su novia que se pegaba el lote con un rival en la primera fila, etc.

Por otro lado Perdido pecó quizá de rígido en su programa-ción. Casi exclusivamente se oyó be-bop o hard-bop. En este

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63Tete Montoliu

sentido creo que hubo una actitud que los americanos llaman jazz-nazi. Pero, en fín, era una opción legítima y está claro que los programadores dejan tocar a quien quieren.

Pero sobre todo me quedará para siempre en el recuerdo Miguel “Bolilla” que nos grababa siempre. Lloviera o trona-

ra, ahí estaba él con sus bobinas. Creo que nadie mejor que él nos podría haber contado la vida de Perdido.

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