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Salvadme Reina Número 82 Mayo 2010 Bajo la tempestad, nuevas maravillas

Bajo la tempestad, nuevas maravillas - Salvadme Reina · (cf. Mt 7, 23; 10, 33), la condenación. ¿Puede la Madre, que desea la salva-ción de todos los hombres con toda ... n el

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Salvadme Reina

Número 82 Mayo 2010

Bajo la tempestad, nuevas maravillas

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Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima - Portugal

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L o que más directamente se opone al camino del hombre hacia Dios es el pecado, el per-

severar en el pecado y, finalmente, la negación de Dios. […] En realidad, la eterna salvación del hombre sólo está en Dios. El rechazo de Dios por parte del hombre, si viene a ser de-finitivo, conlleva lógicamente al re-chazo del hombre por parte de Dios (cf. Mt 7, 23; 10, 33), la condenación.

¿Puede la Madre, que desea la salva-ción de todos los hombres con toda las fuerzas de su amor —el cual se nutre en el Espíritu Santo—, guar-dar silencio sobre lo que socava la base misma de esta salvación? No, ¡no puede! Por eso, el mensaje de la Señora de Fátima, tan materno, es a la vez tan fuerte y decidido.

Este mensaje está dirigido a todos los hombres. El amor de la Madre del Salvador va a todas partes hasta donde llega la obra de la salvación. El objeto de su atención son todos los hombres de nuestro tiempo, y junto con ellos las sociedades, las naciones y los pueblos.

(Extracto de la homilía del Papa Juan Pablo II durantela Misa del 13 de mayo de 1982 en Fátima)

El amor de la Madre del Salvador

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Comentario al Evangelio – Pertenecemos a la Familia de Dios

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

Congreso Teológico Internacional – “Seamos sacerdotes de verdad”

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .18

Entrevista a Mons. Mauro Piacenza – El sacerdote es otro Cristo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24

Heraldos en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28

Profeta de la alegría cristiana

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34

Puertas de la Tierra, y la Puerta del Cielo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

Los santos de cada día

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

Historia para niños... La llave del Cielo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

Sucedió en la Iglesia y en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

María, nuestra Madre

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38La voz del Papa – Símbolo de la bondad de Dios

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

Año VIII, número 82, Mayo 2010

Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

SumariO

Salvadme Reina

Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

Consejo de Redacción: Guy de Ridder, Hna. Juliane Campos, EP,

Luis Alberto Blanco, M. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio de Oliveira

Administración:C/ Cinca, 17

28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671

Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

Fax: 902 199 046

www.salvadmereina.org [email protected]

Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

Heraldos del evangelio

www.heraldos.org

Montaje: Equipo de artes gráficas

de los Heraldos del Evangelio

Imprime:Pozzoni - Istituto Veneto de Arti Grafiche S.p.A.

Via L. Einaudi, 12 36040 Brendola (VI), Italia

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y

enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsabilidad

de los respectivos autores.

Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

Bajo la tempestad, nuevas maravillas (Editorial) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

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4      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

EscribEn los lEctorEs

InspIrada por el espírItu santo

Hace más de dos años que recibo la revista Heraldos del Evangelio y por cada nuevo ejemplar que leo siento que cuando me suscribí a ella fui ins-pirada por el Espíritu Santo. Sus ar-tículos son de excelente calidad, fun-damentados en una gran cultura reli-giosa y artística, sin hablar de la cali-dad de sus fotos e impresión.

Los comentarios al Evangelio, de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, siempre hacen que estudie la Biblia con otra visión, dejándome ufana de pertenecer a la Santa Iglesia Católi-ca, tan rica en contenido doctrina-rio, historia y tradición.

En el número del pasado mes de marzo, el artículo La Escolástica en piedra vino a enriquecer la lectu-ra que estoy haciendo del libro Có-mo la Iglesia construyó la civilización occidental, de Thomas E. Woods Jr., en el que constan estudios sobre la Edad Media y la contribución de ini-gualable valía dada por la Iglesia Ca-tólica a la enseñanza universitaria, las artes plásticas, las obras de cari-dad, las ciencias y la arquitectura.

Me gustaría saber si hay posibi-lidades de que se haga otro artícu-lo del mismo tipo sobre el Barroco (italiano, español, portugués y brasi-leño), presente en muchas de nues-tras iglesias más hermosas y tradi-cionales.

Mi colección de esta revista es un tesoro para mí. Releo siempre los números anteriores y aguardo con ansiedad el siguiente.

Edméa A. S. MartonLorena - Brasil

“el tamborIlero”Soy profesor de una escuela pú-

blica de mi ciudad y doy clases pa-

ra niños. He vivido 10 años en Ca-nadá, donde tuve la oportunidad de leer el cuento de El tamborilero. Qué sorpresa la mía cuando lo vi publi-cado en la edición de diciembre del año pasado de la revista Heraldos del Evangelio. Les leí la historia a mis alumnos de primaria y se quedaron encantados, y decidieron —bajo mi orientación— presentar en el patio del colegio una obra de teatro con ese tema para la “Semana Cultural” que promueve el centro educativo. Fue todo un éxito y aplaudieron mu-chísimo. Le agradezco a la revista esta gran colaboración.

Emanuel M. LimaTaguatinga – Brasil

Importante medIo de dIfusIón de nuestra relIgIón

Creo que la revista es una nece-sidad y una bendición, no sólo pa-ra los que la recibimos, sino para el mundo entero. Es un medio de difu-sión importantísimo, dentro de esta globalización tan confundida y tan perdida, de nuestra religión Católi-ca Apostólica y Romana.

Sonia Castro MatamorosSan José – Costa Rica

la “Voz del papa”, de los puntos más altos de la reVIsta

La revista Heraldos del Evange-lio es, sin duda alguna, por su denso contenido doctrinario y fidelidad a la verdad, un indispensable vehículo de propagación de la Fe Católica. El enfoque que se le da a la catequesis del Papa Benedicto XVI —para no-sotros los católicos “un santo sabio y un sabio santo”— es uno de los pun-tos más altos de la revista.

Tengo la costumbre de leer la re-vista como un todo, sin perderme nada, ya que, de la manera que es-tá hecha, no se puede perder nada de ella. Merecen una mención espe-cial, como no podía dejar de ser, los

comentarios al santo Evangelio, de Mons. João Scognamiglio Clá Dias. Es fantástica la versatilidad que tie-ne en la interpretación de la Sagra-da Escritura, que es una auténtica clase de exegesis bíblica.

José Nonato da ConceiçãoCaeté – Brasil

alImento para el espírItu La información que recibimos

a través de la revista es un alimen-to para nuestro espíritu y nos acla-ra muchas dudas sobre temas reli-giosos. Es un medio informativo que debería llegar a más católicos, para poder mantener viva nuestra Fe.

Gaby Vilela Ubillés de TalledoLima – Perú

día de los Heraldos del eVangelIo

Querría hacer partícipe a todos los lectores de esta célebre revista de una buena noticia a más sobre los Heraldos del Evangelio, que nos ha llegado a través del Jornal Can-tareira, que circula por los munici-pios que componen esta sierra. El alcalde de Mairiporã, Antonio Shi-gueyuki Aiacyda, juntamente con el concejal Márcio Alexandre Emí-dio de Oliveira, han hecho un her-moso homenaje a la labor que de-sempeñan ustedes, al crear a par-tir de este año el “Día de los Heral-dos del Evangelio”, que deberá ser celebrado el 22 de febrero. Cuan-do se plantan buenas semillas en te-rrenos preparados, siempre germi-narán árboles que den buenos fru-tos. Felicitaciones una vez más a Mons. João Scognamiglio Clá Dias y a todos los Heraldos por este re-galo de la comunidad de la Sierra da Cantareira, que ha reconocido la grandeza del trabajo de los Heral-dos del Evangelio.

Isidio D. DuarteCorreo electrónico – Brasil

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Salvadme Reina

Número 82

Mayo 2010

Bajo la tempestad,

nuevas maravillas

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Editorial

n el estado de prueba al que hemos sido arrojados después del Pecado Original, nuestra vida oscila entre dramas y alegrías. No es raro que a las perspectivas jubilosas le sucedan contrariedades inesperadas, lo que nos

lleva a considerar con aprehensión el porvenir.Ni siquiera los Apóstoles escaparon a esa regla. De una parte, la sagrada conviven-

cia que tenían con el Mesías estaba marcada por un inefable regocijo; de otra, pasa-ron por terribles angustias como las que se iniciaron en el Huerto de los Olivos y cul-minaron con la muerte del Salvador, crucificado entre dos ladrones en el Calvario. Aunque tampoco en el día a día les faltaron momentos de aflicción, como los vividos en el mar de Galilea después de la primera multiplicación de los panes y de los peces.

En aquella noche, se encontraban haciendo inútiles esfuerzos con los remos, atormentados por el oleaje, cuando vieron que se les acercaba una figura que an-daba sobre las aguas. Se pusieron a gritar de miedo, pues juzgaron que se trataba de un fantasma. Pero el divino Maestro les tranquilizó diciéndoles: “Soy Yo. No temáis”. Entonces San Pedro se bajó de la barca para ir a su encuentro, caminan-do sobre el mar. “Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empeza-ba a hundirse, gritó: ‘Señor, sálvame’. En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sos-tuvo, mientras le decía: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?’ En cuanto su-bieron a la barca, el viento se calmó” (cf. Mt 14, 24-32).

Esta nave sacudida por la tempestad simboliza a la Iglesia, en lucha en los ma-res de este mundo; y las agitadas aguas del mar de Galilea bien pueden compararse a la ola difamatoria lanzada por los medios de comunicación internacionales contra la excelsa persona del Sumo Pontífice felizmente reinante, el Papa Benedicto XVI.

Pretenden, sin duda, los autores de esta lluvia de ataques, alcanzar no sólo a la augusta figura del Sucesor de Pedro, sino, aún más, golpear a la propia institución nacida del Sagrado Costado de Cristo. Propósito inútil, porque una vez santifica-da y purificada por su Fundador, la Iglesia se presenta ante Él “resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada” (Ef 5, 27).*

La Iglesia “es santa”, destaca Pablo VI, “aun cuando contenga en su seno a pe-cadores, porque no posee en sí otra vida que la de la gracia: viviendo de su vida sus miembros se santifican; y sustrayéndose de su vida caen en pecado y en los desórde-nes que impiden la irradiación de su santidad” (Sollemnis Professio fidei, n.19).

En efecto, santa e invencible es la Esposa de Cristo porque así ha sido erigi-da por su Fundador: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Más de dos mil años de Historia corroboran de sobra la eficacia de esta promesa.

De manera que ante la actual oleada de ataques lanzados contra la Iglesia, ésta puede repetir altanera: “Alios ego vidi ventos; alias prospexi animo procellas — Yo ya he visto otros vientos; y he afrontado otras tempestades” (Cicerón, Familiares, 12, 25, 5). Pues, tras cada catástrofe aparentemente destructora, resurge más jo-ven y más portadora de esperanzas.

En medio de la tempestad, surgen en la Santa Iglesia nuevas maravillas. ²* Vea el artículo La Iglesia es inmaculada e impecable, de Mons. João Scognami-glio Clá Dias, EP, en www.arautos.org/desagravo/?lang=es.

Bajo la tempestad, nuevas maravillas

Benedicto XVI imparte la Bendición Apostólica Urbi et Orbi en el domingo de Pascua

(Fotos: Gustavo Kralj / Ricardo Castelo Branco)

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6      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

La Voz deL PaPa

Símbolo de la bondad de Dios

El Espíritu Santo es el aceite de júbilo. En el fruto del olivo, en el óleo consagrado, nos toca la bondad

del Creador, el amor del Redentor.

l Sacramento es el centro del culto de la Iglesia. Sa-cramento significa, en pri-mer lugar, que no somos

los hombres los que hacemos algo, si-no que es Dios el que se anticipa y vie-ne a nuestro encuentro con su actuar, nos mira y nos conduce hacia Él. Pe-ro hay algo todavía más singular: Dios nos toca por medio de realidades ma-teriales, a través de dones de la crea-ción, que Él toma a su servicio, convir-tiéndolos en instrumentos del encuen-tro entre nosotros y Él mismo

Síntesis entre Creación e Historia

Los elementos de la Creación, con los cuales se construye el cos-mos de los sacramentos, son cuatro: el agua, el pan de trigo, el vino y el aceite de oliva.

El agua, como elemento básico y condición fundamental de toda vi-da, es el signo esencial del acto por el que nos convertimos en cristia-nos en el Bautismo, del nacimien-to a una vida nueva. Mientras que el agua, por lo general, es el elemento vital, y representa el acceso común de todos al nuevo nacimiento como cristianos, los otros tres elementos pertenecen a la cultura del ambien-

te mediterráneo. Nos remiten así al ambiente histórico concreto en el que el Cristianismo se desarrolló.

Dios ha actuado en un lugar muy determinado de la Tierra, verdade-ramente ha hecho historia con los hombres. Estos tres elementos son, por una parte, dones de la Creación pero, por otra, están relacionados también con lugares de la Historia de Dios con nosotros. Son una sín-tesis entre Creación e Historia: do-nes de Dios que nos unen siempre con aquellos lugares del mundo en los que Dios ha querido actuar con nosotros en el tiempo de la Historia, y hacerse uno de nosotros.

El óleo representa al Espíritu Santo

En estos tres elementos hay una nueva gradación. El pan remite a la vida cotidiana. Es el don fundamen-tal de la vida diaria. El vino evoca la fiesta, la exquisitez de la Creación y, al mismo tiempo, con el que se pue-de expresar de modo particular la alegría de los redimidos. El aceite de oliva tiene un amplio significado. Es alimento, medicina, embellece, prepara para la lucha y da vigor. Los reyes y sacerdotes son ungidos con óleo, que es signo de dignidad y res-

ponsabilidad, y también de la fuerza que procede de Dios.

El misterio del aceite está pre-sente en nuestro nombre de “cris-tianos”. En efecto, la palabra “cris-tianos”, con la que se designaba a los discípulos de Cristo ya desde el comienzo de la Iglesia que proce-día del paganismo, viene de la pala-bra “Cristo” (cf. Hch 11, 20-21), que es la traducción griega de la palabra “Mesías”, que significa “Ungido”.

Ser cristiano quiere decir proceder de Cristo, pertenecer a Cristo, al Un-gido de Dios, a Aquel al que Dios ha dado la realeza y el sacerdocio. Signi-fica pertenecer a Aquel que Dios mis-mo ha ungido, pero no con aceite ma-terial, sino con Aquel al que el óleo representa: con su Santo Espíritu. El aceite de oliva es de un modo com-pletamente singular símbolo de cómo el Hombre Jesús está totalmente col-mado del Espíritu Santo.

Signo de la bondad de Dios que llega a nosotros

En la Misa Crismal del Jueves Santo los óleos santos están en el centro de la acción litúrgica. Son consagrados por el obispo en la ca-tedral para todo el año. Así, expre-

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san también la unidad de la Iglesia, garantizada por el Episcopado, y re-miten a Cristo, el verdadero “pas-tor y guardián de nuestras almas”, como lo llama San Pedro (cf. 1 P 2, 25). Al mismo tiempo, dan unidad a todo el año litúrgico, anclado en el misterio del Jueves Santo. Por últi-mo, evocan el Huerto de los Olivos, en el que Jesús aceptó interiormen-te su Pasión. El Huerto de los Olivos es también el lugar desde el cual as-cendió al Padre, y es por tanto el lu-gar de la Redención: Dios no ha de-jado a Jesús en la muerte. Jesús vive para siempre junto al Padre y, preci-samente por esto, es omnipresente, y está siempre junto a nosotros. Este doble misterio del Monte de los Oli-vos está siempre “activo” también en el óleo sacramental de la Iglesia.

En cuatro Sacramentos, el óleo es signo de la bondad de Dios que lle-ga a nosotros: en el Bautismo, en la Confirmación como Sacramento del Espíritu Santo, en los diversos gra-dos del Sacramento del Orden y, fi-nalmente, en la Unción de los Enfer-mos, en la que el óleo se ofrece, por decirlo así, como medicina de Dios, como la medicina que ahora nos da la certeza de su bondad, que nos de-be fortalecer y consolar, pero que, al mismo tiempo, y más allá de la enfer-medad, remite a la curación definiti-va, la resurrección (cf. St 5,14).

De este modo, el óleo, en sus di-versas formas, nos acompaña du-rante toda la vida: comenzando por el catecumenado y el Bautismo has-ta el momento en el que nos prepa-ramos para el encuentro con Dios

Juez y Salvador. Por último, la Misa Crismal, en la que el signo sacramen-tal del óleo se nos presenta como len-guaje de la creación de Dios, se diri-ge, de modo particular, a nosotros los sacerdotes: nos habla de Cristo, que Dios ha ungido Rey y Sacerdote, de Aquel que nos hace partícipes de su sacerdocio, de su “unción”, en nues-tra ordenación sacerdotal.

Nunca nos debería faltar el óleo de la misericordia

Quisiera brevemente explicar el misterio de este signo santo en su re-ferencia esencial a la vocación sacer-dotal.

Ya desde la Antigüedad, en la eti-mología popular se ha unido la pala-bra griega “elaion”, aceite, con la pa-labra “eleos”, misericordia. De he-

“En la Misa Crismal del Jueves Santo los óleos santos están en el centro de la acción litúrgica. Son consagrados por el obispo en la catedral para todo el año.

Así, expresan también la unidad de la Iglesia, garantizada por el Episcopado”.

Misa Crismal en la Basílica de San Pedro, 1/4/2010

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cho, en varios sacramentos, el óleo consagrado es siempre signo de la misericordia de Dios. Por tanto, la unción para el sacerdocio significa también el encargo de llevar la mise-ricordia de Dios a los hombres. En la lámpara de nuestra vida nunca debe-ría faltar el óleo de la misericordia. Obtengámoslo oportunamente del Señor, en el encuentro con su Pala-bra, al recibir los sacramentos, per-maneciendo junto a Él en oración.

Cristo triunfa por medio de la Cruz

Mediante la historia de la paloma con el ramo de olivo, que anunciaba el fin del Diluvio y, con ello, el res-tablecimiento de la paz de Dios con los hombres, no sólo la paloma, sino también el ramo de olivo y el aceite mismo, se transformaron en símbolo de la paz. Los cristianos de los pri-meros siglos solían adornar las tum-bas de sus difuntos con la corona de la victoria y el ramo de olivo, símbo-lo de la paz. Sabían que Cristo había vencido a la muerte y que sus difun-tos descansaban en la paz de Cris-to. Ellos mismos estaban seguros de que Cristo, que les había prometido la paz que el mundo no era capaz de ofrecerles, estaba esperándoles.

Recordaban que la primera pala-bra del Resucitado a los suyos había sido: “Paz a vosotros” (Jn 20, 19). Él mismo lleva, por así decir, el ramo

de olivo, introduce su paz en el mun-do. Anuncia la bondad salvadora de Dios. Él es nuestra paz. Los cristia-nos deberían ser, pues, personas de paz, personas que reconocen y viven el misterio de la Cruz como misterio de reconciliación.

Cristo no triunfa por medio de la espada, sino por medio de la Cruz. Vence superando el odio. Vence me-diante la fuerza más grande de su amor. La Cruz de Cristo expresa su “no” a la violencia. Y, de este modo, es el signo de la victoria de Dios, que anuncia el camino nuevo de Jesús. El sufriente ha sido más fuerte que los poderosos. Con su autodonación en la Cruz, Cristo ha vencido la violencia.

Como sacerdotes estamos llama-dos a ser, en la comunión con Jesu-cristo, hombres de paz, estamos lla-mados a oponernos a la violencia y a fiarnos del poder más grande del amor.

El derecho es el fundamento de la paz

Al simbolismo del aceite pertene-ce también el que fortalece para la lu-cha. Esto no contradice el tema de la paz, sino que es parte de él. La lucha de los cristianos consistía y consiste no en el uso de la violencia, sino en el he-cho de que ellos estaban y están toda-vía dispuestos a sufrir por el bien, por Dios. Consiste en que los cristianos, como buenos ciudadanos, respetan el

derecho y hacen lo que es justo y bue-no. Consiste en que rechazan lo que en los ordenamientos jurídicos vigen-tes no es derecho, sino injusticia.

La lucha de los mártires consistía en su “no” concreto a la injusticia: re-chazando la participación en el culto idolátrico, en la adoración del empe-rador, no aceptaban doblegarse a la falsedad, a adorar personas humanas y su poder. Con su “no” a la falsedad y a todas sus consecuencias han real-zado el poder del derecho y la ver-dad. Así sirvieron a la paz auténtica.

También hoy es importante que los cristianos cumplan el derecho, que es el fundamento de la paz. Tam-bién hoy es importante para los cris-tianos no aceptar una injusticia, aun-que sea retenida como derecho, por ejemplo, cuando se trata del asesina-to de niños inocentes aún no nacidos. Así servimos precisamente a la paz y así nos encontramos siguiendo las huellas de Jesús, del que San Pedro dice: “Cuando lo insultaban, no de-volvía el insulto; en su pasión no pro-fería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia” (1 P 2, 23s.).

El júbilo que procede de Dios

Los Padres de la Iglesia estaban fascinados por unas palabras del Sal-

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      9

Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librería Editrice Vaticana. La versión íntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

mo 45 [44], según la tradición el sal-mo nupcial de Salomón, que los cris-tianos releían como el Salmo de bo-das de Jesucristo, el nuevo Salomón, con su Iglesia. En él se dice al Rey, Cristo: “Has amado la justicia y odia-do la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbi-lo entre todos tus compañeros” (v. 8).

¿Qué es el aceite de júbilo con el que fue ungido el verdadero Rey, Cristo? Los Padres no tenían ningu-na duda al respecto: el aceite de júbi-lo es el mismo Espíritu Santo, que fue derramado sobre Jesucristo. El Espí-ritu Santo es el júbilo que procede de Dios. Cristo derrama este júbilo sobre nosotros en su Evangelio, en la Bue-na Noticia de que Dios nos conoce, de que Él es bueno y de que su bondad es más poderosa que todos los pode-res; de que somos queridos y amados por Dios. La alegría es fruto del amor. El aceite de júbilo, que ha sido derra-mado sobre Cristo y por Él llega a no-sotros, es el Espíritu Santo, el don del Amor que nos da la alegría de vivir. Ya que conocemos a Cristo y, en Cris-to, al Dios verdadero, sabemos que es algo bueno ser hombre. Es algo bue-no vivir, porque somos amados. Por-que la verdad misma es buena.

En la Iglesia antigua, el aceite consagrado fue considerado de mo-do particular como signo de la pre-sencia del Espíritu Santo, que se nos comunica por medio de Cristo. Él es el aceite de júbilo. Este júbi-lo es distinto de la diversión o de la alegría exterior que la sociedad mo-derna anhela. La diversión, en su justa medida, es ciertamente bue-na y agradable. Es algo bueno po-der reír. Pero la diversión no lo es todo. Es sólo una pequeña parte de nuestra vida, y cuando quiere ser el todo se convierte en una másca-ra tras la que se esconde la desespe-ración o, al menos, la duda de que la vida sea auténticamente buena, o de si tal vez no habría sido mejor no haber existido.

Quien ama está siempre dispuesto a sufrir por el Amado

El gozo que Cristo nos da es dis-tinto. Es un gozo que nos proporcio-na alegría, sí, pero que sin duda pue-de ir unido al sufrimiento. Nos da la capacidad de sufrir y, sin embargo, de permanecer interiormente gozo-sos en el sufrimiento. Nos da la ca-pacidad de compartir el sufrimien-to ajeno, haciendo así perceptible,

en la mutua disponibilidad, la luz y la bondad de Dios.

Siempre me hace reflexionar el episodio de los Hechos de los Após-toles, en el que los Apóstoles, des-pués de que el Sanedrín los había mandado flagelar, salieron “conten-tos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús” (Hch 5, 41). Quien ama está siempre dispuesto a sufrir por el Amado y a causa de su amor y, precisamente así, experi-menta una alegría más profunda. La alegría de los mártires era más gran-de que los tormentos que les infli-gían. Este gozo, al final, ha vencido y ha abierto a Cristo las puertas de la Historia.

Como sacerdotes, como dice San Pablo, “contribuimos a vuestro go-zo” (2 Co 1, 24). En el fruto del oli-vo, en el óleo consagrado, nos alcan-za la bondad del Creador, el amor del Redentor. Pidamos que su júbilo nos invada cada vez más profunda-mente y que seamos capaces de lle-varlo nuevamente a un mundo que necesita urgentemente el gozo que nace de la verdad.²

(Homilía en la Santa Misa Crismal, 1/4/2010)

Durante la Misa Crismal, donde participaron tres heraldos diáconos, el Papa bendijo el óleo de los catecúmenos contenido en tres ánforas. Será usado en el Bautismo, en la Unción de los Enfermos y en la Confirmación.

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10      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Todavía tengo muchas cosas que deciros, pe-ro vosotros no las podéis comprender aho-ra. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él os guiará hacia la verdad completa, por-que no hablará por sí mismo, sino que dirá

lo que ha oído y os anunciará lo que irá su-cediendo. Él me glorificará, porque toma-rá de lo mío y os lo dará a conocer. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso os digo que tomará de lo mío y os lo dará a conocer” (Jn 16, 12-15).

a EvangElio  A

Sergio H

ollman

n

“Santísima Trinidad” Parroquia de Santiago,

Puente la Reina, España

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      11

No existe nada en el orden de la Creación que nos dé una idea explícita de ese misterio

Comentario al evangelio – Solemnidad de la SantíSima trinidad

Pertenecemos a la Familia de Dios

I – Uno de los mIsterIos más grandes de nUestra Fe

Cuenta una piadosa tradición que el gran San Agustín, empeñado en tratar de compren-der a la Santísima Trinidad, soñó con una pla-ya donde un niño estaba llenando un hoyo he-cho en la arena con cubos y cubos de agua mari-na. Intrigado, se acercó a preguntarle:

—¿Qué haces aquí, pequeño?—Intento meter toda el agua del mar en es-

te agujero.—Pero ¿no ves que eso es imposible? —ex-

clamó el santo.—Pues que sepas, Agustín, que es más fácil

transferir todo el agua del mar aquí que tú com-prendas el misterio de la Santísima Trinidad.

La sabia respuesta hizo que el Doctor de la Gracia se diera cuenta de la insuficiencia de cualquier inteligencia humana, incluso una tan brillante como la suya, al encarar uno de los misterios centrales de nuestra Fe.

Inalcanzable a la mera razón natural

En las clases de Catecismo aprendemos una fórmula extraordinariamente simple y concisa: “Un solo Dios en tres Personas”. Suena muy fa-

miliar y podemos memorizarla fácilmente, pe-ro jamás conseguiremos descubrir su significa-do sin ayuda de la Fe. Por eso, San Agustín de-jó este consejo: “Si anhelamos comprender tan-to como sea posible la eternidad, la igualdad y unidad de un Dios trino, es necesario creer an-tes de entender”. 1

El Padre engendra desde la eternidad al Hi-jo, el Verbo, Palabra viva y sustancial, el cual es Segunda Persona. Contemplando la esencia di-vina de su Unigénito, el Padre lo ama sin lími-tes, mientras aquel —en palabras del P. Royo Marín— “retribuye a su Padre un amor seme-jante, igualmente eterno e infinito. Y al encon-trarse la corriente impetuosa de amor que bro-ta del Padre con la que brota del Hijo, salta, por así decir, un torrente de llamas, que es el Espí-ritu Santo”. 2

Ese insondable misterio de la vida ad intra de Dios, basada en el amor, sólo se hizo cognosci-ble mediante la Revelación. Es imposible que la inteligencia humana lo pueda entender, ya que no existe nada en el orden de la Creación que nos dé una idea explícita sobre él. “Es imposi-ble que por la razón natural se llegue al conoci-miento de la Trinidad de las Personas divinas”,

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

Al constatar la insuficiencia del entendimiento humano frente a los misterios más grandes de nuestra Fe, debemos rendir tributo de amor y gratitud a Dios Uno y Trino, quien nos ofrece una dádiva infinitamente superior a nuestra naturaleza y méritos.

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Tanto la Encarnación como la Santísima Trinidad y los otros misterios de nuestra Fe fueron ocultados a los sabios y revelados a los pequeños por acción del Espíritu Santo

señala Santo Tomás. 3 En seguida aclara que la razón puede tener conocimiento “de lo que per-tenece a la unidad de la esencia, no de lo que pertenece a la distinción de las Personas”. 4

Tan inexplicable es el misterio de la Santísima Trinidad que San Antonio María Claret, tras in-tentar describirlo, afirma: “Esto os parecerá in-comprensible, sin duda. Y si pudiéramos enten-derlo a la perfección, o bien seríamos nosotros ese Dios, o bien no lo sería Aquel cuya naturale-za declarásemos como es en sí. ¿Qué tendría de precioso la incomprensible Divinidad —pregun-ta Eusebio Emiseno— si la sabiduría humana pu-diera comprender a ese Señor que habita en las alturas, a quien las nubes sirven de velo y es infi-nitamente superior a toda la ciencia humana?”.5

El Espíritu examina todas las cosas

La incapacidad de nuestro intelecto para des-velar los misterios de la Fe no debe causarnos ex-trañeza cuando, incluso en el terreno de lo mate-rial, seguimos sin conocer la explicación de mu-chos fenómenos naturales captados por nuestros sentidos, y cuyas causas podríamos deducir con la aplicación de nuestro entendimiento.

Algunos misterios, como el de la Encarnación, parecen más cercanos por encontrar en ellos a un Dios que se hace hombre, quedando al alcance de nuestra percepción. Pero tanto la Encarna-ción como la Santísima Trinidad y los otros mis-terios de nuestra Fe fueron ocultados a los sabios y revelados a los pequeños (cf. Mt 11, 25) por ac-ción del Espíritu Santo, que “lo escudriña todo, hasta las profundidades de Dios” (1 Cor 2, 10). Gracias a la fogosa pluma del Apóstol hemos sa-bido que “el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 5).

La gran y virtuosa Santa María Magdalena de Pazzi dijo en cierta ocasión: “Vi un huésped divino sentado sobre un trono”. 6

El célebre P. Raúl Plus nos describe más ex-plícitamente quien es este divino Huésped: “Ese Huésped, el más noble y digno de todos, es el Espíritu Santo, que con la agilidad de su bondad y de su amor por nosotros se infunde rá-pidamente en todas las almas dispuestas a reci-birlo. ¡Quién podría enunciar los maravillosos efectos que produce en cualquier lugar que lo recibe! Habla sin articular palabras y todos es-cuchan su divino silencio. Está siempre inmó-vil y siempre en movimiento, y su móvil inmovi-

lidad se comunica a todos. Permanece siempre en reposo y aun así actúa siempre; y en su re-poso realiza las obras más dignas y admirables. Siempre en movimiento, sin cambiar nunca de sitio, reafirma y a la vez destruye cuanto pene-tra. Su inmensa y aguda ciencia lo conoce todo, lo escucha todo y lo descubre todo. Sin necesi-dad de prestar atención, oye la mínima palabra dicha en lo más recóndito del corazón”. 7

Además, dice el P. Faber: “El Espíritu Santo habla más que Jesús […], toma una mayor ini-ciativa; parece decir más, parece que la pasión de su interés por los pecadores es todavía mu-cho más grande con relación al santo”. 8

El Espíritu es quien nos permite comprender —a veces a tientas (cf. Hch 17, 27) como si ca-mináramos a oscuras— las enseñanzas reveladas por la Palabra de la verdad. Gracias a un don del Paráclito vamos conociéndolos y elaborando una noción cada vez menos imprecisa de la Santísima Trinidad. Por eso rogamos en la Oración del Día: “Dios Padre, que revelaste a los hombres tu mis-terio admirable al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu santificador, te pedimos que, en la profesión de la Fe verdadera, podamos co-nocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar al único Dios todopoderoso”.

Misterio con el cual convivimos día a día

Los escritos apostólicos contienen formu-laciones en que se afirma la creencia en la Tri-nidad. Destaca entre ellas la conclusión de la Epístola a los Corintios, que inspiró el salu-do inicial de la Santa Misa: “La gracia del Se-ñor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la co-munión del Espíritu Santo estén con todos vo-sotros” (2 Cor 13, 13). La Iglesia fue explicitan-do su Fe trinitaria a lo largo de los siglos, defi-niendo verdades por obra de los Concilios, con la contribución de los Padres de la Iglesia y del sensus fidei del pueblo cristiano.

Hoy podemos constatar la naturalidad con que, por una maravillosa acción de la gracia en las almas, los fieles se deparan con uno de los principales misterios de nuestra Fe. En diferen-tes momentos del día nos santiguamos “en nom-bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” y la mayoría de nuestras oraciones acaban glorifican-do a la Santísima Trinidad. Los asistentes a cual-quier acto litúrgico o piadoso le rinden reveren-cia sin que, en la mayoría de los casos, se paren a pensar a cerca de la grandeza de este misterio.

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      13

No serviría de nada la pedagogía divina de Cristo sin la acción sobrenatural que se les concedería más adelante

La Liturgia de esta Solemnidad —cuya con-memoración fue extendida en 1334 a toda la Igle-sia Latina, por Juan XXII— busca precisamente incrementar nuestra devoción al Dios Uno y Tri-no, Trinidad consustancial e indivisible.

II – Jesús anUncIa al ParáclIto

El pasaje del Evangelio de San Juan que con-templamos hoy pertenece al relato de la Última Cena. Precede a la Oración Sacerdotal, y se su-cede al lavatorio y a las diversas afirmaciones misteriosas del divino Maestro que habían pa-recido incomprensibles a los Apóstoles, como el anuncio de la traición de Judas, la negación de Pedro antes que cantase el gallo, o su breve par-tida: “Adonde Yo voy, vosotros no podéis venir” (Jn 13, 13).

El grandioso panorama presentado por Je-sús les causaba extremo asombro y perplejidad, máxime cuando sus vidas estaban en entredi-cho, dado que poco antes el Maestro había afir-mado: “Llegará la hora en que los mismos que os den muerte piensen que así sirven a Dios” (Jn 16, 2).

“No las podéis comprender ahora”

Todavía tengo muchas cosas que deci-ros, pero vosotros no las podéis com-prender ahora.

Llama la atención que el Maestro por exce-lencia, el pedagogo incomparable, divinamen-te didáctico, diga que se guardará determinadas

enseñanzas porque sus interlocutores no son ca-paces de comprenderlas.

Incluso se podría tener una falsa impresión de que, debido a ciertas deficiencias de los Apósto-les, el Señor hubiera decidido guardarse para sí algunas de las doctrinas que debían formar par-te de la Revelación. Y que, por tanto, si los Doce hubieran sido completamente fieles el Maestro les habría descubierto otras muchas maravillas. Sin embargo, afirmar esto sería un error muy grave, equivalente a aseverar que la misión del Señor se quedó incompleta, sin que hubiera sido alcanzada, con Él, la plenitud de la Revelación.

Para una buena comprensión de este versícu-lo hace falta considerar la rudeza de los Após-toles, su condición de personas sencillas y la su-blimidad de las enseñanzas que se les confia-ría. Todo esto reclamaba, según el P. Tuya, “una transformación radical que en los planes del Pa-dre estaba reservada para Pentecostés, como punto de partida a la acción del Espíritu sobre ellos”. 9

Necesitaban los dones del Paráclito para comprender ciertas verdades reveladas que so-brepasaban la capacidad del entendimiento hu-mano. En aquel momento no serviría de nada la pedagogía divina de Cristo sin la acción so-brenatural que se les concedería más adelante. Aunque el Espíritu Santo “no era mejor maes-tro que Jesús, sin embargo les hablaría en una ocasión mejor”, explica Maldonado. 10

Por otra parte, las palabras de Nuestro Se-ñor no autorizan a deducir alguna falta o infi-delidad de los Apóstoles. El divino Maestro só-lo dice que ellos son incapaces de comprender en aquel momento “muchas cosas” que Él te-nía que transmitirles. No hay nada deshonro-so en esto puesto que incluso hoy, cuando ya se cumplen dos milenios en los cuales la doctrina católica ha sido crecientemente explicitada por el Magisterio pontificio, por los escritos de los doctores o por la voz de los predicadores, mu-chas verdades reveladas siguen siendo incom-prensibles a la razón humana, a la espera de una acción del Paráclito que permita dilucidarlas.

El grandioso panorama presentado por Jesús causaba extremo asombro y perplejidad en los Apóstoles

“La Última Cena” - Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, Coney Island, Nueva York

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Quien no ha recibido el Sacramento del Bautismo no podrá alcanzar jamás ciertas verdades de nuestra Fe

Una última reflexión especialmente útil para nosotros, los sacerdotes. Además de reconocer con humildad esa limitación de nuestro intelec-to, debemos saber aplicar al ejercicio de nuestro ministerio la lección moral que el Cardenal Go-má saca de este versículo: “La inteligencia hu-mana es un vaso demasiado pequeño para re-cibir toda la verdad divina. Por eso Dios es mi-sericordioso al punto de descender hasta noso-tros y darnos la verdad de acuerdo con la medi-da de nuestra capacidad. Tengan esto bien pre-sente aquellos que enseñan al pueblo las verda-des de nuestra Religión”. 11

“Él os guiará hacia la verdad completa”

Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él os guiará hacia la verdad completa.

El Redentor se marcharía en breve, llegando en seguida el Paráclito para abrir las almas de los discípulos a la “verdad completa”, es decir, guiarlos al completo conocimiento de lo revela-do. Cabe al Consolador finalizar la obra de Je-sús, como afirma Fillion, instruyendo a sus dis-cípulos con “la verdad cristiana plena, comple-ta, en toda su extensión y sin riesgo de equivo-caciones, al menos en aquello que resulte nece-sario a su futuro ministerio”. 12

El P. Manuel de Tuya se pronuncia en igual sentido cuando afirma: “El contexto del Evan-gelio de Juan sugiere que, más que una revela-ción absolutamente nueva de verdades, hecha por el Espíritu Santo, se refiere a una penetra-ción mayor en las verdades reveladas por Cristo a los Apóstoles”. 13

Durante la era de la Nueva Alianza, en efecto, el Espíritu Santo no cesa de inspirar progresiva-mente a las almas, haciéndoles entender mejor la riquísima doctrina dejada por Nuestro Señor. To-do cuanto Él enseñó será capaz de nuevos desa-rrollos y profundizaciones hasta el fin del mun-

do. Siempre habrá perlas nuevas en ese tesoro inagotable, pues “aunque la Revelación haya ter-minado, no ha sido explicitada por completo; co-rresponde a la Fe cristiana captar gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos”. 14

En cuanto al método utilizado por el Paráclito para introducir mejor a los Apóstoles en las ver-dades reveladas, Maldonado interpreta la expre-sión “os guiará” de la siguiente manera: “Guiar a la verdad completa no significa enseñar toda la verdad de cualquier manera, sino actuar de for-ma que el maestro lleve casi de la mano al discí-pulo, y vaya enseñándole el camino de la verdad más adecuado a su inteligencia; o sea, no expo-nerle todas las cosas al mismo tiempo o en de-sorden, mostrando primero lo difícil y después lo fácil, sino al revés, proponiendo primero lo fácil y luego lo difícil, cada cosa a su tiempo, según el provecho y la capacidad de quien aprende”. 15

Por fin, es preciso señalar que quien no ha recibido el Sacramento del Bautismo no podrá alcanzar jamás ciertas verdades de nuestra Fe, por muy grandes que sean la inteligencia y el denuedo aplicados. Esto, porque su alma no po-see la luz del Espíritu Santo, que hace compren-sible la Palabra divina.

Eso fue lo que ocurrió cuando Cristo reveló la Eucaristía: muchos de sus discípulos lo aban-donaron al interpretar sus palabras en sentido literal (cf. Jn 6, 48-69); hoy, sin embargo, con ayuda de la gracia del Paráclito, millones de fie-les del mundo entero participan en la Celebra-ción Eucarística, arrodillándose en acto de ado-ración cuando son pronunciadas en la Consa-gración, palabras de igual tenor a las que choca-ron tanto a los propios Apóstoles.

Tres Personas distintas y coeternas

Porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído...

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“Pentecostés” - Pro-catedral de Santa María, Hamilton, Canadá

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Profetizar no significa única ni prin-cipalmente prever el futuro; con-siste, al con-trario, en interpretar el presente

Con Nuestro Señor Jesucristo se alcanzó la plenitud de la Revelación. “Cristo, el Hijo de Dios hecho Hombre, es la Palabra única, per-fecta e insuperable del Padre, que en Él lo ha dicho todo y no habrá otra palabra salvo esta”. 16 Por consiguiente, más allá del Verbo Encarnado no existe nada para comunicar a los hombres. Este es el sentido con que debemos interpretar el presente versículo, como observa Lagrange: “El Espíritu no hablará por sí mismo, es decir, no expondrá una doctrina propia: la doctrina no será nueva, al menos en el sentido de no ser aje-na a la Revelación que hizo el Hijo”. 17

Por otra parte, conviene evitar la conclusión errónea según la cual el Espíritu Santo necesita-ría escuchar las enseñanzas de Cristo para des-pués transmitirlas a los Apóstoles, como si tu-viera alguna inferioridad respecto del Hijo. Las tres Personas, siendo idénticas y coeternas, son un solo Dios.

Así pues, hablando en términos humanos, lo que “sabe” una Persona divina, también “lo sa-ben” las otras. O dicho en palabras del Carde-nal Gomá: “La ciencia de las tres Personas divi-nas es la misma, infinita; empero, recibiendo el Espíritu Santo la naturaleza del Padre y del Hi-jo, de quienes procede, recibe también la cien-cia, según nuestra manera de hablar”. 18

Por eso, cuando el Paráclito diga a los Após-toles “lo que ha oído”, estará revelando lo que conoce desde toda la eternidad, al igual que el Padre y el Hijo.

El don de profecía

...y os anunciará lo que irá sucediendo.Esta afirmación puede ser interpretada como

recurso didáctico empleado por el divino Maes-tro a fin de que sus oyentes comprendieran me-jor la extensión del poder del Espíritu Santo pa-ra guiar las almas hacia la verdad completa. Pero otros autores, Maldonado entre ellos, ven en es-te trecho la intención de Jesús de realzar la pre-sencia del don de profecía entre los otros dones que infundiría el Espíritu Santo en los Apóstoles.

Si este don había sido concedido a la Sinago-ga, con mucha más razón debía poseerlo la Igle-sia. Es lo que señala el Cardenal Gomá: “Las funciones del Espíritu Santo no terminaron con la muerte de los Apóstoles; con ellos terminó la Revelación; pero la Iglesia tiene la asistencia positiva del Espíritu Santo para no equivocar el camino de la verdad especulativa y práctica; por

otra parte, el espíritu de profecía nunca se agotó en la Iglesia”. 20

Recordemos también que profetizar no signifi-ca única ni principalmente prever el futuro; consiste, al contrario, en interpretar el presente para saber guiar a los fieles por los caminos de la Providencia. Ese carisma para dis-cernir los designios de Dios y guiar a sus hijos fue concedido a la Iglesia en grado incompara-blemente superior a la Antigua Ley.

El Espíritu no es mayor que el Hijo

Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo dará a conocer.

Todo cuanto se refiere a la Santísima Trini-dad queda envuelto en velos de misterio. ¿Qué significa la afirmación del divino Maestro: “To-mará de lo mío”?

Crisóstomo lo interpreta desde un prisma eminentemente pastoral: “Para que, al escuchar esas palabras, los discípulos no creyesen que el Espíritu Santo es mayor que el Señor y así caye-ran en mayor impiedad, dijo: ‘Tomará de lo mío’. Esto es: ‘Lo que dije Yo, lo dirá también Él’”. 21

Dídimo, por su parte, busca el sentido de la misma expresión desde un prisma metafísico: “‘Recibir’ debe entenderse aquí de la siguiente forma, según la naturaleza divina: así como el Hi-jo, al dar, no se priva de lo que da, ni se perjudica beneficiando a otro, así tampoco el Espíritu San-to no recibe lo que antes no poseía; puesto que si recibiera un don que no tenía anteriormente, se quedaría sin él cuando lo transfiriera a otro. Con-viene entender que el Espíritu Santo recibe del Hijo aquello que constituye su naturaleza, y que no son dos sustancias —una que da y otra que re-cibe— sino una sola sustancia. De igual manera, el Hijo recibe del Padre la misma sustancia que subsiste en ambos. Ni el Hijo es otra cosa sino lo que recibe de su Padre, ni el Espíritu Santo es otra sustancia sino la que recibe del Hijo”. 22

Maldonado, en consonancia con diversos co-mentaristas antiguos, procura destacar la glori-ficación que Cristo recibirá a través del testimo-nio que el Espíritu de Verdad dará a su respec-to, y concluye: “Por tanto, la verdadera inter-pretación es: ‘El Espíritu vendrá en mi nombre

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Somos posee-dores de un modelo ini-gualable para nuestras rela-ciones diarias: el amor eterno entre las tres Personas divinas

y enseñará mi doctrina como mi delegado. Por eso, la gloria de sus obras y magisterio redunda-rá en mi gloria’”. 23

El Paráclito transformará nuestras almas

Todo lo que es del Padre es mío. Por eso os digo que tomará de lo mío y os lo da-rá a conocer”.

Después de afirmar en el versículo anterior que el Espíritu Santo “tomará de lo mío”, Jesús decla-ra ahora: “todo lo que es del Padre es mío”, evi-denciando la unión sustancial de las tres divinas Personas. Como indica Lagrange, “tan grande es la unidad del Padre y del Hijo que es preciso reco-nocer: todo cuanto el Espíritu recibió del Padre, lo recibió también del Hijo, porque el Hijo posee to-do cuanto el Padre tiene. Estas palabras es lo más expresivo que contiene el Nuevo Testamento acer-ca de la unidad de la naturaleza y la distinción de Personas en la Santísima Trinidad, y especialmen-te sobre la procesión del Espíritu Santo”. 24

En el mismo sentido se pronuncia el Cardenal Gomá cuando afirma que este versículo es “una forma de manifestar según la razón y las pa-labras humanas lo que se produce de mane-ra indecible en el seno de la Trinidad beatísima. Bástenos saber —para sentir una profunda gra-titud al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo— que las tres Personas divinas realizaron el misterio de nuestra salvación y santificación, y que las inspi-raciones de la gracia, las sugerencias de índole intelectual a las cuales se refiere aquí Jesús, son atribuidas al Espíritu Santo porque es obra de amor que se atribuye al Espíritu Santificador”. 25

Así, en todas nuestras oraciones, sobre todo al recibir la Sagrada Comunión, pidamos la gra-cia de ser totalmente dóciles a las inspiraciones del Paráclito. Abrámosle nuestras almas sin nin-guna limitación, reserva ni desconfianza, a fin de que Él nos llene de luces, fuego y entusias-mo, como hizo con los Apóstoles el día de Pen-tecostés.

III – Formamos Parte de la FamIlIa dIvIna

En el Paraíso Terrenal Adán paseaba con Dios al llegar la brisa de la tarde (cf. Gen 3, 8). San Ireneo afirma al respecto: “El Jardín del Edén era tan hermoso y agradable que con fre-cuencia Dios se presentaba allí personalmen-te, paseaba y conversaba con el hombre, prefi-gurando lo que habría de suceder en el futuro, es decir, que el Verbo de Dios habitaría junto al hombre y conversaría con él, enseñándole su justicia”. 26

Pero si este pasaje bíblico presagia la inefa-ble relación que la Segunda Persona de la San-tísima Trinidad mantendría con los hombres du-rante 33 años en esta Tierra, a través de su sa-grada humanidad, ella evoca aún más la vida ce-lestial en la felicidad eterna, cuando contempla-remos cara a cara a ese mismo Dios que el hom-bre sólo vislumbraba en el Paraíso.

La Liturgia de hoy ilumina nuestro entendi-miento y mueve nuestra voluntad con la mater-nal preocupación de prepararnos para esa rela-ción sobrenatural. Si por el Bautismo la gracia nos hace participar en lo que el Espíritu recibió

1 SAN AGUSTÍN – De Trinitate, 1.8, c. 5: PL 42, 952-953.

2 ROYO MARÍN, OP, Anto-nio – Teología de la Perfección Cristiana. 9ª Ed. Madrid: BAC, 2001, p.53.

3 STO. TOMÁS DE AQUINO – Suma Teológica. I, q. 32, a. 1, resp.

4 Ídem, ibídem.5 SAN ANTONIO MARÍA

CLARET – Colección de Plá-ticas Dominicales. Barcelona:

Librería Religiosa, 1886, Vol. 2, p. 256.

6 SANTA MARIA MADALE-NA DE PAZZI Apud PLUS, SJ, Raúl – Cristo entre noso-tros. Barcelona: Librería Re-ligiosa, 1943, p. 153.

7 Ídem, ibídem.8 FABER, William Frederick

– Œuvres posthumes. P. Le-thielleux, 1906, Vol. 1, p. 125; Vol. 2, p. 242.

9 TUYA, OP, Manuel de – Bi-blia Comentada – II Evan-

gelios. Madrid: BAC, 1964, p. 1253. En el mismo senti-do ver MALDONADO, SJ, Juan de – Comentarios a los Cuatro Evangelios – III Evan-gelio de San Juan. Madrid, BAC, 1954, p. 867.

10 MALDONADO, SJ – op. cit., ibídem.

11 GOMÁ Y TOMÁS, Isidro – El Evangelio explicado. Bar-celona: Acervo, 1967, vol. 2, p. 535.

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de Cristo, y Cristo recibió del Padre, la misma gracia nos eleva muy por encima de nuestra na-turaleza humana para hacernos verdaderos hi-jos y herederos de la Santísima Trinidad. Co-mo precisamente nos enseña San Pablo: “Por-que todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rom 8, 14).

Aunque sólo seamos meras criaturas, en el Cielo hay un trono preparado para cada uno de nosotros. La consideración de obsequio tan grande nos insta a olvidar las coyunturas de la vida terrena y alzar el espíritu a la bienaventu-ranza eterna. Todos estamos llamados a com-partir la propia vida de Dios. Pertenecemos co-mo miembros adoptivos a esta familia llama-da Santísima Trinidad. Este es nuestro mayor tesoro.

Sepamos dar el debido valor a esta dádiva gratuita y entendamos que somos poseedores de un modelo inigualable para nuestras relacio-nes diarias: el amor eterno entre las tres Perso-nas divinas. La Santa Iglesia nos enseña que la familia cristiana “es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”. 27

Mostrémonos agradecidos con la Divina Pro-videncia rogándole la gracia de estar a la altu-ra de todo lo recibido de sus manos. Pidamos por medio de María, Hija predilecta del Padre, Madre admirable de Nuestro Señor Jesucristo y Esposa y Templo del Paráclito, que la Santísi-ma Trinidad nos colme de dones místicos en la relación con el Padre que nos creó, con el Hijo que nos redimió y con el Espíritu que nos san-tifica. ²

12 FILLION, Louis-Claude – Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Ma-drid: Voluntad, 1927, p. 223.

13 TUYA, OP – op. cit., p. 1253.14 Catecismo de la Iglesia Cató-

lica, nº 66.15 MALDONADO, SJ – op. cit.,

p. 869.16 Catecismo de la Iglesia Cató-

lica, nº 65.17 LAGRANGE, OP, Marie-Jose-

ph – Évangile selon Saint Jean. París: Lecoffre, 1936, p. 422.

18 GOMÁ Y TOMÁS – op. cit., p. 535.

19 MALDONADO, SJ – op. cit., p. 871.

20 GOMÁ Y TOMÁS – op. cit., p. 534.

21 SAN JUAN CRISÓSTOMO – Homilías selectas – Homi-lías exegéticas. Madrid: Ra-zón y Fe, 1911, Vol. 3, p. 509.

22 DÍDIMO apud SANTO TO-MÁS DE AQUINO – Cate-na Aurea.

23 MALDONADO, SJ – op. cit., p. 872.

24 LAGRANGE, OP – op. cit., p. 423.

25 GOMÁ Y TOMÁS – op. cit., p. 535.

26 SAN IRENEO DE LYON – The Demonstration of the Apostolic Preaching – Trans-lated from Armenian by Armi-tage Robinson. London: So-ciety of Promoting Christian Knowledge, 1920, p. 82.

27 Catecismo de la Iglesia Cató-lica, nº 2205.

Pidamos por medio de María que la Santísima Trinidad nos colme de dones místicos en la relación con el Padre,

con el Hijo y con el Espíritu Santo“La intercesión de Cristo y de la Virgen”, por Lorenzo Monaco -

Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

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“QDiác. Ramón Ángel Pereira Veiga, EP

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CongreSo teoLógiCo internaCionaL

“Seamos sacerdotes de verdad”

En una época tan ‘policéntrica’ e inclinada a atenuar todo tipo de concepción trinitaria es importante tener muy clara la peculiaridad teológica del ministerio ordenado para no caer en la tentación de reducirlo a las categorías culturales dominantes.

ueridos sacerdotes, los hombres y las mujeres de nuestro tiempo sólo nos piden que seamos sa-

cerdotes de verdad y nada más”. Es-tas palabras del Papa Benedicto XVI ponen de relieve de manera elocuen-te uno de los principales aspectos del Congreso Teológico Internacio-nal que se realizó en Roma el pasado mes de marzo, en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Lateranense.

Participaron en el encuentro más de cincuenta obispos y quinientos presbíteros de numerosos países, entre ellos algunos obispos presi-dentes de Comisiones para el Cle-ro de las respectivas naciones, su-premos moderadores de institutos y asociaciones clericales y sacerdotes formadores del clero.

La alta calidad de los conferen-ciantes y su ardiente amor por la Igle-sia proporcionó un sólido fundamento a las exposiciones, en las que se abor-dó uno a uno los difíciles problemas a los que se enfrentan los sacerdotes de

hoy, incomprendidos en tantas ocasio-nes en el ejercicio de su misión.

Un lema que es señal de unidad con el Santo Padre

La primera sesión, destinada a delinear la identidad sacerdotal ante el mundo actual, fue presidida por el Cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica.

Los trabajos se iniciaron con una breve introducción del prefecto de la Congregación para el Clero, el Cardenal Claudio Hummes.

Empezó explicando que, “como tema del Congreso ha sido escogido el mismo lema que el del Año Sacer-dotal, en señal de unidad con el pen-samiento que guió al Santo Padre en la convocación del Año y en reconoci-miento por la feliz y eficaz fórmula: Fi-delidad de Cristo, fidelidad del Sacerdo-te. El tema conjuga en el ministerio sa-cerdotal la primacía de la gracia con el deber cada vez más urgente de la leal-tad y del testimonio del sacerdote”.

Recordando la relación que exis-te entre el ser y el actuar, el Carde-nal trazó las líneas sobre las que de-berían desarrollarse las tareas del Congreso: “El principio de ‘agere se-quitur esse’ [el modo de obrar sigue al modo de ser] ha sido siempre la clave hermenéutica de la realidad, en la mirada del hombre sobre el cosmos, en la que puede reconocer la obra y entonces la existencia de Dios; y en la mirada del hombre ha-cia sí mismo, que se reconoce nece-sitado de Aquel que ha hecho todas las cosas, discierne el único camino hacia su propia realización: ser con-forme a la Voluntad de su Creador”.

Cristología e identidad sacerdotal

Le cupo al P. Réal Tremblay, CSsR —profesor de Teología en la Ponti-ficia Academia Alfonsiana y consul-tor de la Congregación para la Doc-trina de la Fe— pronunciar la pri-mera conferencia: Cristología e iden-tidad sacerdotal, que versó sobre el fundamento teológico del sacerdo-

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cio, que viene a ser la configuración de Cristo.

En seguida el Obispo de Regens-burg, Mons. Gerhard Müller, dis-currió en torno a Sacerdotes y cultu-ra contemporánea. Demostraba la re-lación existente entre la teología y la cultura, y destacaba cómo esta última se debe basar en el hecho de que el ser humano es una criatura de Dios. Explicó que, en esa perspectiva, el mundo se convierte en el espacio donde la cultura tiene la capacidad de reconocerlo como creador y autor de toda la creatividad. Mons. Müller, finalmente, resaltó que el Sacrificio Eucarístico es el ápice de la cultura humana y la fuente de la cual brota.

Los trabajos de la mañana fueron completados por tres comunicacio-nes: una sobre Mariología e identi-dad sacerdotal, de Mons. M. Bordo-ni, de la Pontificia Universidad La-teranense; otra sobre El Cura de Ars y la identidad sacerdotal, de Fr. An-tonio Sicari, OCD, consultor de la Congregación para el Clero; y la ter-cera “Recientes” mutaciones antropo-lógicas, del Prof. Massimo Introvig-ne, Director del CESNUR.

Del “ser” a la dimensión misionera

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal William Levada, presidió la segunda

sesión, que comenzó con una confe-rencia del Arzobispo de Bolonia, el Cardenal Carlo Caffara. Su Eminen-cia puso sobre una sólida base filosó-fica la misión del sacerdote de hoy: él no “es” ya más por sí mismo, sino que ha sido confiscado para “ser” me-diante el Señor y por el Señor.

A continuación, el Obispo de Pe-trópolis, Mons. Filippo Santoro —que desarrolló el tema Desde el ser a la función: por la misión— comentó que “en los últimos años la formación sacerdotal, sobre todo en Latinoamé-rica, ha preparado al sacerdote como el organizador de las pastorales, co-mo promotor de las actividades socia-les y políticas y, en algunos casos, co-mo hombre del culto”. Situación mo-tivada, explicaba Mons. Santoro, por el intenso debate post-conciliar a cer-ca de la identidad del sacerdote, con-tagiado por la hermenéutica de la rup-tura. Y precisamente una formación basada en la hermenéutica de la conti-nuidad es la que hará posible la reno-vación del espíritu evangelizador que la Iglesia necesita. Pues “cuanto más se es consciente de la vida como mi-sión —afirmaba—, más se construye el Reino de Dios y se es responsable de la misión de la Iglesia”.

Le tocaba al Arzobispo Raymond Leo Burke, prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostóli-

ca, presentar el tema Desde el ser a la función: perfiles pastorales y jurí-dicos. El expositor realzó el servicio que presta el Derecho Canónico a la Iglesia en el sentido de proteger y salvaguardar el don del sacerdocio.

Correcta relación entre sacerdotes y laicos

Se dio paso a la comunicación so-bre Experiencias de la discontinuidad, en la que Mons. Willem Eijk, Arzo-bispo de Utrecht, describió el “tsuna-mi de revoluciones” que alcanzó a la Iglesia, por lo menos, a los Países Ba-jos, en los años sesenta del siglo pa-sado, aunque ya era perceptible en la segunda mitad de los cuarenta. Entre las causas, Mons. Eijk apunta a la in-filtración del secularismo en la Igle-sia, a la falta de contenido espiritual por parte de los presbíteros, “que irradiaban poco su identidad intrín-seca”. Al mismo tiempo, el sacerdo-te había perdido —observa— la posi-ción destacada que tuviera hasta en-tonces en aquel país, hiriéndose tam-bién su identidad extrínseca. No obs-tante, descartó que lo ocurrido en Holanda fuera resultado del Conci-lio, sino de una paulatina erosión ini-ciada con anterioridad.

En su densa y aplaudida exposición sobre Sacerdotes y laicos: la justa rela-ción, el subsecretario del Pontificio

Más de cincuenta obispos y quinientos presbíteros

de numerosos países acompañaron con vivo

interés las exposiciones, que abordaron los problemas

que afrontan los sacerdotes hoy en día

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Consejo para los Laicos, el Prof. Guz-mán Carriquiry, comentó que, des-pués del Concilio Vaticano II, se po-dría considerar superada, en princi-pio, “aquella visión tradicional que re-cluía a los fieles laicos a una condición de minoría”. Añadió que, por otra parte, fue un error frecuente en la pri-mera fase post-conciliar el de “defi-nir a los laicos en oposición al clero y a los religiosos, haciendo hincapié en su especificidad y autonomía”. Tal desa-cierto dio lugar “a no pocas tensiones, contestaciones y conflictos en el seno de la coyuntura eclesial”.

No fueron las enseñanzas conci-liares ni su fiel implantación las que provocaron la “secularización de los clérigos” y una “clericalización de los laicos”. Teniendo en cuenta la dignidad de todos los bautizados y la vocación común hacia la perfección, es necesario que “quede claro, sea a nivel teológico como en la praxis pastoral, la diferencia entre sacer-docio universal de los fieles y el sa-cerdocio ministerial”, pues son “mo-dalidades esencialmente diversas”, resaltó el Prof. Carriquiry.

La sesión finalizó con una comu-nicación de Mons. Francesco Mora-glia, Obispo de La Spezia-Sarzana-Brugnato. En ella habló sobre la es-piritualidad, la vida interior que debe poseer el sacerdote para que pueda

desempeñar eficazmente su ministe-rio y alertó acerca del “riesgo, sobre todo en nuestra sociedad —como re-cuerda el Directorio para el Ministerio y la Vida de los Presbíteros (cf. n.44)—, de caer en el funcionalismo”.

“Me alegra encontrarme con vosotros”

Con notoria satisfacción recibió el Papa Benedicto XVI a los parti-cipantes del congreso en el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostóli-co, la mañana del viernes: “Me ale-gra encontrarme con vosotros en es-ta ocasión particular y os saludo a to-dos con afecto. […] Expreso mi grati-tud a todo el dicasterio por el empe-ño con el que coordina las múltiples iniciativas del Año Sacerdotal, entre ellas este congreso teológico”.

Su Santidad les hizo ver cómo ha-bía seguido de cerca las sesiones del congreso y la importancia, para to-da la Iglesia, de los asuntos tratados: “El tema de la identidad sacerdo-tal, objeto de vuestra primera jorna-da de estudio es determinante para el ejercicio del sacerdocio ministe-rial en el presente y en el futuro. En una época como la nuestra, tan ‘po-licéntrica’ e inclinada a atenuar todo tipo de concepción que afirme una identidad, que muchos consideran contraria a la libertad y a la demo-

cracia, es importante tener muy cla-ra la peculiaridad teológica del mi-nisterio ordenado para no caer en la tentación de reducirlo a las catego-rías culturales dominantes”.

Ante este contexto de seculariza-ción, el Papa reafirmó la trascenden-cia de “superar peligrosos ‘reduccio-nismos’ que, en los decenios pasados, utilizando categorías más funcionales que ontológicas, han presentado al sacerdote casi como a un ‘agente so-cial’, con el riesgo de traicionar inclu-so el Sacerdocio de Cristo”.

Sacerdotes que hablen de Dios al mundo

A continuación trazó lo que de-berían ser las líneas directrices del congreso: “La hermenéutica de la continuidad se revela cada vez más urgente para comprender de mo-do adecuado los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II y, análoga-mente, resulta necesaria una herme-néutica que podríamos definir ‘de la continuidad sacerdotal’, la cual, par-tiendo de Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, y pasando por los dos mil años de la Historia de grandeza y de santidad, de cultura y de piedad, que el sacerdocio ha escrito en el mun-do, ha de llegar hasta nuestros días”.

En la época en que vivimos, añadió el Papa, “hay gran necesidad de sacer-

En su encuentro con los participantes del Congreso, Benedicto XVI manifestó su gratitud a la Congregación para el Clero por el empeño con que coordina las múltiples iniciativas del Año Sacerdotal

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dotes que hablen de Dios al mundo y que presenten el mundo a Dios; hom-bres no sujetos a efímeras modas cul-turales, sino capaces de vivir auténti-camente la libertad que sólo la certeza de la pertenencia a Dios puede dar”.

Y terminó sus palabras con este bellísimo llamamiento: “Queridos sa-cerdotes, los hombres y las mujeres de nuestro tiempo sólo nos piden que seamos sacerdotes de verdad y nada más. Los fieles laicos encontrarán en muchas otras personas aquello que humanamente necesitan, pero sólo en el sacerdote podrán encontrar la Pa-labra de Dios que siempre deben te-ner en los labios; la Misericordia del Padre, abundante y gratuitamente da-da en el sacramento de la Reconcilia-ción; y el Pan de Vida nueva, ‘alimen-to verdadero dado a los hombres’”.

Jesús ha puesto en nuestras manos su propio Cuerpo

La tarde de ese mismo viernes se realizó la tercera sesión, esta vez presidida por el Cardenal Franc Ro-dé, prefecto de la Congregación pa-ra los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Los trabajos empezaron con la conferencia del Cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congrega-ción para el Culto Divino y la Disci-plina de los Sacramentos, sobre Sacer-docio y Liturgia: educación para la ce-lebración. Su Eminencia quiso focali-zar su exposición en el Misterio Euca-

rístico, porque “en la Eucaristía, suma y centro de toda la santa Liturgia, en-contramos cuanto es nuestro ser sa-cerdotes y la razón de ser sacerdotes”.

Tras invitar a los presente a re-descubrir el sacerdocio a la luz de la Eucaristía, pues Jesús “ha tomado nuestras manos y ha puesto en ellas su propio Cuerpo”, Su Eminencia mostró la gran responsabilidad que eso implica: “A partir de aquí la vi-da del sacerdote no puede ser otra que la de Cristo. No podemos con-tentarnos con una vida mediocre. Más aún, no cabe una vida sacerdo-tal mediocre. Nunca debería caber, y menos en los momentos actuales en que es tan necesario mostrar la identidad de lo que somos y así dar razón de la esperanza que nos ani-ma. [...] El sacerdote tiene que ser como Cristo, tiene que ser santo”.

Resaltó que era necesario reco-nocer, refiriéndose a las celebracio-nes litúrgicas, que “aunque se ha avanzado mucho después del Con-cilio Ecuménico Vaticano II en vi-vir el auténtico sentido de la liturgia, todavía queda mucho por hacer. Es necesaria una renovación continua y una constante formación de todos: ordenados, consagrados y laicos”.

Y aclaró: “La verdadera renova-ción, más que recurrir a actuaciones arbitrarias, consiste en desarrollar cada vez mejor la conciencia del sen-tido del misterio. [...] La Liturgia de la Iglesia no tiene como objeto cal-

mar los deseos y los temores del hombre, sino escuchar y acoger a Je-sús que vive, honra y alaba al Padre, para alabarlo y honrarlo con Él”.

La conferencia del Cardenal Ca-ñizares fue completada con la comu-nicación de Mons. Marc Aillet, Obis-po de Bayona. Con el sugerente título de La Liturgia Herida, su intervención señaló los desvíos que causaron la ba-nalización de la Liturgia, olvidándo-se de que es, según la conocida expre-sión del Concilio, “cima y fuente de la vida y de la misión de la Iglesia”.

Comentó el prelado francés: “Contra todo pronóstico, como los Papas Juan Pablo II y Benedic-to XVI lo han declarado a menu-do, la aplicación de la reforma litúr-gica ha llevado a veces a una espe-cie de desacralización sistemática; la Liturgia se está dejando invadir po-co a poco por la cultura secularizada del mundo circundante y perdiendo su naturaleza y su propia identidad”.

Ahora bien, decía Mons. Aillet, la Liturgia es el sitio privilegiado para la profundización de la identidad sa-cerdotal. “La obediencia del sacerdo-te a las rúbricas es aún el signo silen-cioso y elocuente de su amor por la Iglesia, de la que no es más que el mi-nistro, es decir, el servidor”, subrayó.

“El celibato es una provocación”

Dentro de la perspectiva de la hermenéutica de la continuidad, y to-mando como base a la Historia y a la

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La alta calidad y el ardiente amor a la Iglesia de los conferencistas proporcionaron un sólido fundamento a las exposiciones. En las fotos, los cardenales Antonio Cañizares y Julián Herranz y los arzobispos Gerhard Müller y Mauro Piacenza.

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Tradición de la Iglesia, el Prof. Ste-fan Heid, del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, diseñó un perfil histórico-doctrinal del celiba-to eclesiástico.

El tema fue completado, des-de el punto de vista psico-espiri-tual, por el Dr. Manfred Lütz, médi-co psiquiatra, psicoterapeuta y teó-logo. Empezó su exposición advir-tiendo que “indudablemente, bajo el aspecto socio-psicológico, el celiba-to es una provocación. En un mun-do que ya no cree en una vida des-pués de la muerte, esta forma de vi-da es una protesta constante contra la superficialidad universal. El celi-bato es el mensaje continuamente vivido que la de aquí con sus alegrías y tristezas no lo es todo. Hay perso-nas que al oír esto se ponen verda-deramente furiosas”.

Destacamos de su exposición la descripción empírica de la “crisis del celibato”, desde la perspectiva mé-dica: “Con base en mi experiencia terapéutica solamente puedo confir-mar que al marchitar de la vida es-piritual a menudo le precede la ‘cri-sis del celibato’. Si un sacerdote no reza con más regularidad, si no con-fiesa más, por lo tanto, si ya no tie-ne ninguna relación vital con Dios, entonces él como sacerdote ya no es

fecundo. Los hombres, de hecho, se dan cuenta que de este hombre de Dios no sale ya ninguna fuerza del Espíritu de Dios. Esto por sí solo es suficiente para llevar, posteriormen-te, al sacerdote perturbado a un es-tado de frustración e insatisfacción respecto a su vocación sacerdotal”.

Recordó también la importancia de que los presbíteros procuren vivir en comunidad: “San Agustín siem-pre ha considerado digno de reco-mendación que los sacerdotes céli-bes vivan juntos en la misma casa. Esto está siendo ahora nuevamente puesto en práctica en muchos luga-res. Semejante comunidad domésti-ca, que es también una comunidad espiritual, hace posible mejor la ne-cesaria correctio fraterna” —conclu-ye el Dr. Lütz.

Dimensión carismática y escatológica del celibato

A continuación, Mons. Fortuna-tus Nwachukwu, Jefe de Protocolo de la Secretaría de Estado, disertó sobre los Desafíos del celibato, casti-dad y virginidad, realzando la íntima conexión existente entre estos tres conceptos.

En esa perspectiva, explicó que “el celibato no debe ser tratado co-mo una cosa triste, por la cual el sa-

cerdote o el religioso tenga que asu-mir un aire de melancolía o de de-rrota para demostrar la seriedad de su compromiso”. Al contrario, la abstinencia implicada en el celiba-to sacerdotal debe ser vivida como fuente de intimidad con Dios, una relación que inspira una alegría no sólo interior, sino también exterior-mente perceptible.

El Cardenal Julián Herranz, miembro de la Congregación para el Clero, presentó la labor teológi-ca para justificar el celibato sacerdo-tal, considerando especialmente las aclaraciones hechas por el Concilio Vaticano II y por el Magisterio pos-terior.

Desde los primeros siglos, el sen-sus fidei del Pueblo de Dios intuyó los lazos que vinculan la virginidad al sacerdocio ministerial. Los Padres y los Doctores de la Iglesia, así co-mo los santos, percibían la realidad de ese fenómeno carismático, co-mo lo atestiguan la estima con que siempre lo consideraron y la legión de ministros de Dios que hacían del sagrado celibato el objeto de su to-tal donación al ministerio de Cristo.

La naturaleza del sacerdocio no exige de per se el celibato. Enton-ces ¿cómo explicar que lo requiera con tanta fuerza? El Concilio Vati-

En directo, vía Internet

or iniciativa de la Congregación para el Clero, las actividades del Congreso Teológico Inter-

nacional fueron transmitidas en directo vía Internet. La realización técnica estuvo a cargo de los Heraldos del Evangelio. Los vídeos y documentos de todas las exposiciones se encuentran disponibles en la direc-ción Web: www.convegnoteologico.org. En la foto, D. Santiago Canals Coma, EP, muestra a Mons. Mau-ro Piacenza algunos detalles de la transmisión.

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cano II y el Magisterio eclesiástico subsecuente buscaron en el aspecto cristológico del celibato sacerdotal las razones para justificarlo: es su-mamente conveniente que el minis-tro de Cristo reproduzca en sí mis-mo la íntima vinculación entre sa-cerdocio y virginidad, tan eviden-te en la figura del Sacerdote eterno. Debe configurarse a Cristo, pues es el signo vivo de su presencia en me-dio de su pueblo.

Por la perfecta continencia, el sa-cerdote adhiere más fácilmente a Cristo, con el corazón no dividido, y puede con mayor libertad dedicar la integridad de su persona, sus fuer-zas, sus capacidades y su tiempo a la amorosa intimidad con Dios y al ser-vicio de los hombres. Porque a tra-vés del celibato apostólico, el minis-tro consagrado “mejor adquiere y más ampliamente participa de la pa-ternidad espiritual de Cristo, de la plenitud del amor de Cristo, gene-radora de la nueva humanidad, cuyo origen, enseña San Juan, proviene non ex sanguinibus, neque ex volun-tate carnis [...] sed ex Deo (Jn 1,13)”. Finalmente, el Cardenal Herranz mostraba como el celibato tiene in-cluso una dimensión escatológi-ca, “porque también hace aparecer al sacerdote, ante sus hijos en Cris-to, como ‘signo y prenda de las subli-mes y nuevas realidades del Reino de Dios, del que es dispensador’”, como dice la encíclica Sacerdotalis cœlibatus, n.31.

La “hermenéutica de la continuidad sacerdotal”

Magistralmente, Mons. Mauro Piacenza en la conclusión sintetizó las principales ideas en torno de las cuales fueron constituidas las tres sesiones del congreso.

Discurriendo sobre la identidad del sacerdote y sus relaciones con la Cristología, el secretario de la Con-gregación para el Clero recordó que “la cultura contemporánea se mues-

tra, desafortunada-mente, distante de las categorías de lo sagrado, de la me-diación, de la sacra-mentalidad”. En la confrontación con la cultura contempo-ránea, la “verdadera profecía” continúa siendo la de “la san-tidad consecuente con la propia identi-dad”.

Mons. Piacen-za puso de relieve la absoluta necesidad de la hermenéutica de la continuidad sa-cerdotal propugna-da por Benedicto XVI en la audien-cia concedida a los participantes del congreso. En el transcurso de las ex-posiciones se ha visto que “como ga-rantía de la claridad sobre la identi-dad sacerdotal y la eficacia de la mi-sión, es urgente y necesario vivir el Ministerio en una radical continui-dad teológica, espiritual, jurídico-pastoral y existencial, según la her-menéutica de la continuidad que [...] el propio Santo Padre ha enunciado nuevamente a los sacerdotes, des-pués de haberlo indicado en el año 2005 como categoría para la única interpretación de los textos del Con-cilio Ecuménico Vaticano II”.

“La hermenéutica de la continui-dad sacerdotal presupone la con-ciencia de la participación en el único Sacerdocio de Cristo, de la que deriva cualquier eficacia mi-nisterial posible y en la cual está ra-dicada la propia espiritualidad del Ministerio. El equilibrio, tan di-fícil de conseguir, entre los diver-sos ámbitos de la vida del presbíte-ro, desde la Liturgia hasta la ense-ñanza, desde la relación con el lai-cado, con su justa promoción, has-ta la relación con el mundo y con la cultura dominante, está garantiza-

do, promovido, guardado, orienta-do y mantenido exactamente por la hermenéutica de la continuidad”.

Renovar el júbilo por el inapreciable don de la vocación

En las palabras finales de despe-dida el Cardenal Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, destacó como hecho auspi-cioso la alegría de todos los partici-pantes. Puso énfasis en que, según el deseo del Papa, este Año Sacer-dotal debe constituir una oportuni-dad para que cada presbítero, dia-riamente, dé gracias y renueve su júbilo por el inapreciable don de su vocación.

En las circunstancias actuales, la formación permanente adquiere su-ma importancia, y este congreso ha tenido por objetivo poner a disposi-ción de los formadores contenidos para su tarea. La misión —la misión verdadera, en el sentido estricto y contundente— es urgente, incluso en Europa. De la misión vendrá una nueva fuerza. Cumple dar ánimos a los sacerdotes para que propongan nuevamente el carisma fundamental —concluyó el Cardenal Hummes. ²

En sus palabras de clausura, el Cardenal Claudio Hummes destacó la alegría de los participantes

y les invitó a renovar su júbilo por el inapreciable don de la vocación

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El sacerdote es otro Cristo

En una entrevista concedida en exclusiva a la revista “Heraldos del Evangelio” el secretario de la Congregación para el Clero define, con riqueza y profundidad teológica, la identidad del sacerdote, la dignidad sobrenatural de la que está revestido y la necesidad de recordar estas realidades ante un mundo secularizado y relativista.

Se clausura el mes que viene el Año Sacerdotal, convocado por Benedicto XVI para favorecer el avance de los sacerdotes en la vida de la perfección espiritual. ¿Podría Su Excelencia adelantarnos algunos de los resultados alcanzados, especialmente lo que respecta a la santificación personal de los presbíteros?

Ante todo, la focalización de la propia identidad sacerdotal, en la de-clinación del compromiso ministerial que esa identidad trae, con el conse-cuente incremento de la vida espiri-tual, no “a pesar de” la práctica pas-toral, sino “por medio de” ella.

¿Qué es lo que ha llevado a la Congregación para el Clero a organizar el Congreso Teológico “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote” y qué frutos se espera recoger de este evento?

Indudablemente que la necesi-dad de esclarecer la teología del sa-cerdocio, centralizada en la cristolo-gía, la diferencia esencial entre el sa-

cerdocio bautismal y el ordenado, la prioridad de la dimensión vertical, de la cual deriva la horizontal.

Los frutos que esperamos son, por parte de los sacerdotes, la ple-na conciencia de su propia consa-gración virginal y, en consecuencia, una fuerte motivación a la vista de este don recibido de Dios, así como la alegría de ver su identidad mis-ma conformada según Cristo. Tam-bién esperamos que —aunque an-den sobrecargados de tareas y fati-gados por el continuo deber de res-ponder con su propio testimonio a la objeción presentada por la socie-dad securalizada— los sacerdotes se sientan siempre reconocidos, sus-tentados por las oraciones de los fie-les, animados y rodeados del afec-to de sus respectivas comunidades. De esta manera, el clima dentro de la Iglesia será aún más propicio para que broten respuestas positivas a las vocaciones que, de parte del Señor de la mies, seguramente no faltarán.

En una de las reflexiones que Su Excelencia hace sobre el

Año Sacerdotal, recuerda que el sacerdocio es un don sobrenatural que conlleva una dignidad que todos —laicos y ministros consagrados— necesitan reconocer. ¿Cuál deber ser la actitud del presbítero ante su propia dignidad?

Una profunda humildad que comporte vaciarse de sí mismo para cederle el sitio a Jesús el Buen Pas-tor, en una progresiva conformación hacia el tú que es el verdadero fin del propio yo.

A la vista de un mandato tan no-ble como inmerecido, la inteligencia, la voluntad, la afectividad, todas las potencias de nuestra alma son depo-sitadas en la patena del ofertorio pa-ra que, una vez presentadas a Él, los límites de la naturaleza humana pue-dan desbordarse de su Amor infini-to. Se comprende, por lo tanto, ante la altísima dignidad de la ontología sacerdotal, la exigencia del compro-miso en la castidad del sagrado celi-bato, en la obediencia y en la pobre-za evangélica. Esto requiere una in-mensa humildad, inspirada en la de

D. José Francisco Hernández Medina, EP

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la Santísima Virgen, quien recono-ció con sencillez, mientras meditaba en el singular encargo que el Señor le solicitaba, cómo Él “miró la humilla-ción de su esclava” (Lc 1, 48).

Así, en el camino cotidiano trazado por la Celebración Eucarística de ca-da día, el programa de cada sacerdo-te es “convertirse en aquello que ‘es’”.

Muchos fieles influenciados por un mundo cada vez más secularizado tienden a ver al sacerdote tan sólo como si fuera un líder, un coordinador, un amigo. ¿Cómo se les puede llevar a reconocer la dignidad intrínseca de los presbíteros, con el respeto debido a su altísima misión?

Dios quiere el sacerdocio para que su Vida llegue a todos los hom-bres por medio de algunos que Él mismo llama —voca— a sí en el Sa-cramento del Orden, haciéndoles participar, con un carácter indeleble y de modo especial, de su poder.

Es necesario que el sacerdote ten-ga conciencia de su propio ministe-rio; y el fiel tiene el derecho sacro-

santo de exigir una catequesis ade-cuada, dada según la sana doctrina —conforme el Magisterio y el Cate-cismo de la Iglesia Católica—, los in-numerables ejemplos de los santos y el testimonio de tantos buenos sacer-dotes de todos los tiempos y lugares.

El sacerdote consciente de su pro-pia pertenencia a Cristo “exhalará” con naturalidad su mundo interior, a través de su humildad consumada en Él, en la delicadeza del trato, en el sentimiento de paz, en el profun-do espíritu de acogida, en la sencillez y en la dignidad celebrativa.

En este mundo —que Su Excelencia califica tan oportunamente de entrelazamiento de relativismo y de modelos democráticos mal entendidos, de autonomismo y liberalismo—, ¿permanece válido el voto de obediencia que los presbíteros hacen al obispo? ¿Cuál es el significado de esta obediencia?

La obediencia no sólo permanece válida, sino que es esencial al ser sa-cerdotal y a su consecuente actuar.

En el presbítero se prolonga el Jesús Redentor que se hizo “obediente has-ta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2, 8). La salvación pasa por la Cruz, y la Cruz es obediencia salvífica.

El pecado entró en el mundo pre-cisamente por la desobediencia. El viejo Adán se apartó por la desobe-diencia, rebelándose contra el amor inmerecido de Dios, poniéndose de este modo en una condición de apa-rente autosuficiencia que evidencia la no sumisión a su identidad de hijo. Cristo, el nuevo Adán, reveló al hom-bre su verdadera naturaleza, demos-trándonos en su “sí” a la voluntad del Padre la obediencia filial como con-dición esencial del hombre.

El sacrificio de la Cruz, la obe-diencia total, se renueva cada día en la Santa Misa. En ella el sacerdote no es un actor que representa el pa-pel principal dentro de un “escenario litúrgico”, sino que es otro Cristo y, como tal, se debe someter a la reali-dad de lo que ocurre en el Sacramen-to de la Eucaristía. Un sacerdote des-obediente es una contradicción en sí mismo, es como un pecado contra la naturaleza. Debe ser portador de sal-

“Es necesario que los sacerdotes vivan su propia identidad no sólo de una manera interior, sino también exteriormente, mostrando la pureza del culto divino, la belleza de la consagración virginal, la plenitud de las relaciones con Dios en la oración”.

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Mons. Piacenza en un momento de la entrevista concedida a la revista Heraldos del Evangelio, durante el Congreso Teológico Internacional

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vación, consciente de que ésta pa-sa forzosamente por la obediencia al obispo, quien también necesita, a su vez, prestar obediencia eclesial de la forma más leal, teológica, comunio-nal, concreta y efectiva posibles.

La obediencia consiste, por tanto, en adherir a ese único Cuerpo que es la Iglesia y permanecer en él. Son no-civos los free-lance que se separan de él y provocan “hiatos”. Desgajados de la Vid, no pueden dar fruto. En este caso en el ámbito eclesial ocurre lo que clínicamente pasa con la embolia.

Se comenta mucho que en ciertos países están disminuyendo las vocaciones al sacerdocio. Sin embargo, en otros se verifica que existe un notable aumento. ¿Cómo se interpreta esto?

Cuando se considera el número de respuestas reales a la vocación sa-cerdotal hay que ponderar muchos factores, no se puede ser simplista. Es posible encontrar, no obstante, al-gunos puntos esenciales como, por ejemplo, el coeficiente de fe existen-te en un determinado contexto his-

tórico-social, la edu-cación recibida en la familia, la efectiva experiencia eclesial.

¡Para conseguir vocaciones hay que unir las manos en actitud orante! Con una claridad inequí-voca el Evangelio nos dice: “La cose-cha es mucha, y los obreros pocos. Ro-gad, por tanto, al dueño de los sem-brados que mande obreros a su mies” (Mt 9, 37-38). Luego la oración es funda-mental; esa súplica dirigida al Señor ba-sada en la necesidad de ver repetirse el

milagro de ese hombre que se deci-de a adherir al gran proyecto de Cris-to, en la donación total de sí mismo.

Es de una particular importan-cia hacer la Adoración Eucarística y rezar el Rosario en esa intención. Y también es necesario que los sacerdo-tes vivan su propia identidad no sólo de una manera interior, sino también exteriormente, mostrando la pureza del culto divino, la belleza de la con-sagración virginal, la plenitud de las relaciones con Dios en la oración. Un sacerdote que se presenta como “otro Cristo”, ofrece una imagen falsa de Cristo, nebulosa, y en consecuencia no puede atraer ni orientar.

Finalmente, no se puede medir el número de vocaciones según los pa-drones de la sociología, de las estadís-ticas poblacionales, sino por los cri-terios de la Fe. Son éstos los que nos deben mover y sólo las metodologías que aplican esos criterios deber ser las utilizadas para valorar las vocaciones.

¿Cuáles son los puntos que serían más necesarios reforzar en la formación de los nuevos

sacerdotes, que los prepare para ejercer su ministerio en este mundo secularizado?

La imagen de la manera con la que actúa Cristo, que salva al hom-bre partiendo de su condición limi-tada, hace necesaria ciertamente una mirada al mundo. Pero esto conlleva una desintoxicación del espíritu del mundo, fundamentada en un sentido constructivamente crítico, sobre todo en lo relacionado con las culturas do-minantes. Ese juicio deber ser cons-tructivo, es decir, debe salir desde las diferentes facetas que definen la rea-lidad social, analizando en profundi-dad sus motivaciones, para que des-pués se puedan identificar sus pun-tos flacos y sanarlos, y de esta forma salvar al hombre de encaminarse por las veredas que le desvían de Cris-to e incluso de cualquier valor posi-tivo fundado en Él. Por lo tanto, se-rá particularmente provechoso crear “anticuerpos” contra el relativismo, el subjetivismo individualista y el pa-cifismo entendido como un fin en sí mismo. Con este objetivo será impor-tante un saludable “trabamiento” fi-losófico, profundizando en el metafí-sica, en la lógica y en la crítica.

Además de esto, es importante que los nuevos sacerdotes enseguida sean educados en la ortodoxia doctrinal, en un ascético trabajo sobre sí mismos, al objeto de corregir eventuales secula-rizaciones, contagios doctrinarios de la sociedad contemporánea, o indivi-dualismos que llevan a la búsqueda de mensajes nuevos, pero desviados de lo eterno, puro y siempre nuevo conte-nido del Evangelio transmitido desde hace dos mil años, en la continuidad del Magisterio.

El Papa proclamará a San Juan María Vianney “Patrón de todos los sacerdotes”. De manera que es útil y oportuno seguir su ejemplo. Es de al-tísima actualidad la fuerza profética que marcó la personalidad humana y sacerdotal de ese pastor, en aque-lla época y en aquellas tierras heri-

“Es importante que los nuevos sacerdotes enseguida sean educados en la ortodoxia doctrinal,

en un ascético trabajo sobre sí mismos, al objeto de corregir eventuales secularizaciones, contagios

doctrinarios de la sociedad contemporánea, o individualismos”

Mons. Mauro Piacenza durante la tercera sesión del Congreso Teológico

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      27

ons. Mauro Piacenza, Secretario de la Congregación para el Cle-ro, nació en Génova (Italia) en 1944 y recibió la ordenación sa-

cerdotal en 1969, de manos del Cardenal Giuseppe Siri. Es profesor de Derecho Canónico en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional y de Cultura Contemporánea e Historia del Ateísmo en el Instituto Supe-rior de Ciencias Religiosas “Ligure”.

El Papa Juan Pablo II lo nombró, en 2003, presidente de la Pontificia Comisión para el Patrimonio Cultural y, en 2004, de la Pontificia Comi-sión de Arqueología Sacra. Fue ordenado Obispo por el Cardenal Tarci-sio Bertone el 15 de noviembre de 2003.

Desde 1990 ha actuado en la Congregación para el Clero, de la cual fue jefe de escritorio y subsecretario. Cuando le nombraron, en el 2007, secretario de este dicasterio, fue elevado a la dignidad de Arzobispo.

das por las consecuencias de la Revo-lución Francesa y por su voluntad de “salir del estado de minoría” causado por el así denominado Ancien Régi-me. El santo párroco consiguió pene-trar en lo hondo de las almas, incluso de las más apartadas, sencillamente mostrándole a todos aquello que ín-timamente vivía, es decir, su relación de amistad con Cristo.

Es éste el método que la Iglesia ha pedido desde siempre a sus hijos predilectos, llamados a servirla por entero.

En la última Audiencia General del 2009, Benedicto XVI insistió en la necesidad de celebrar con dignidad y decoro los Sacramentos. ¿Cuál es el papel de la belleza en el ejercicio del ministerio sacerdotal?

En su libro El idiota, decía Dosto-yevski: “La belleza salvará al mundo”. La vía estética que conduce a Dios ha sido siempre una vía privilegiada pa-ra el hombre, pues el arte, subdividi-do en cualquiera de sus disciplinas, le sirve de instrumento para alcanzar al-go que supera su mera capacidad. Ha-cia esa luz fue llevada la Iglesia, con el transcurrir de los siglos, para desarro-llar la arquitectura, la música, las ar-tes plásticas y la artesanía en una sin-fonía armoniosa capaz de manifestar

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al mundo, de un modo más directo, el gran y pacificante misterio de Dios que se hizo hombre por nosotros.

Al ser lo bello, junto con lo ver-dadero y lo bueno, uno de los tras-cendentales del ser, una faceta del Ser subsistente en sí mismo, que es Dios, la tarea del sacerdote es comu-nicar de la mejor manera posible en la sagrada Liturgia, que le fue con-fiada, ese conjunto de articulaciones del Único Misterio. De hecho, se ha-bla de ars celebrandi, con el fin pre-cisamente de llegar a la mejor forma de expresar la Belleza inefable del Amor divino, que nos es dado cele-brar y enseñar al Pueblo de Dios, de manera especial en la Santísima Eu-caristía. La divinidad y el decoro de la Liturgia derivan de ahí como con-secuencia directa, ya que la objetivi-dad y el realismo de la Encarnación no se comunican por medio de ges-tos o palabras improvisadas, sino en la obediencia a un criterio que no fue establecido por nosotros, sino comu-nicado y revelado por el propio Dios como un inmenso don. Así, en las co-sas sagradas, el arte se convierte en culto y catequesis, piedad y caridad.

Entre los principales elementos que definen al sacerdocio se encuentra el servicio litúrgico y, especialmente, el ministerio

del Altar. ¿Cómo se puede ayudar a los presbíteros a que profundicen cada vez más en el significado teológico y espiritual de la Liturgia?

El sentido de lo eterno, de lo divi-no, de lo sobrenatural —que consti-tuye el amplio núcleo de la formación sacerdotal— debe traslucir en aque-lla persona a la cual, una vez confor-mada a Cristo por el Sacramento del Orden, es constituida en vínculo en-tre el “aquí” y el “más allá”.

El amor al Señor, único funda-mento real del sacerdocio, se prue-ba de modo eminente por ese aspec-to no subrayado lo suficiente, aun-que absolutamente central, que es el amor a la divina Presencia de Cris-to Resucitado en la Eucaristía. En la Santa Misa, el sacerdote tiene la posibilidad de percibir, en su propia carne, lo que significa pertenecer al Cuerpo Místico y a actuar in perso-na Christi, participando incluso con sus propios sufrimientos, en el mis-terio de la sustitución vicaria, al que es llamado a vivir en sí mismo coti-dianamente. En esto debe residir la verdadera felicidad del ministe-rio sacerdotal, puesto que en Cristo incluso el sacrificio es alegría, parti-cipación en el gran proyecto de sal-vación, querido por el Padre para la Redención de los hombres. ²

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rofundamente conmocionado por la situación en Haití, tras el terrible terremoto ocurrido a principios de año, D. François Bandet, EP, sin-

tió una especial llamada de la gracia para ir a consolar de alguna forma a las personas de aquel sufrido país. A este deseo se sumó el insistente pedido de los coopera-dores haitianos de los Heraldos para que la imagen pe-regrina del Inmaculado Corazón de María los visitase, con el fin de auxiliarles espiritualmente.

Puerto Príncipe

El viaje fue organizado con prontitud y se acordó salir el 24 de marzo. Cuatro heraldos canadienses acompaña-ron al D. Bandet, además del Diác. Juan Pablo Merizal-de, EP, de República Dominicana.

Tan pronto como los misioneros heraldos se iban aproxi-mando a Puerto Príncipe, se iba desvelando ante sus ojos

los signos de la catástrofe: barrios enteros en ruinas, gente viviendo en la calle, tiendas de campaña esparcidas por to-das partes. Muchos, atraídos por el hábito de los heraldos, se acercaban a D. Bandet para pedirle la bendición y oracio-nes especiales por sus familiares fallecidos o damnificados.

En la festividad de la Anunciación la imagen peregri-na fue llevada a la parroquia de la Divina Misericordia, en donde Mons. Pierre-André Dumas, Obispo de Anse-à-Veau y Miragoane, y presidente de Cáritas Haití, pre-sidió la Eucaristía ante una emocionada multitud de fie-les. “No estéis afligidos —decía Mons. Dumas—, porque el Inmaculado Corazón de María triunfará”.

Y expresó la gratitud de todos con las palabras: “La ge-nerosidad y el amor de los Heraldos al pueblo haitiano es un consuelo y un gran ejemplo de fraternidad cristiana”.

La imagen de la Virgen también fue venerada en varias parroquias, en las que se promovió el rezo del Rosario, Mi-

Procesiones – Fueron realizadas procesionesen honor a la Virgen, acompañadas de

entusiasmo y fervor.

D. François Bandet, EP, dirige unas palabras de consuelo a los sobrevivientes del coro de la catedral de Puerto Príncipe.

Misas – Las iglesias estaban repletas de fieles para recibir a la Imagen Peregrina. En la foto, a su llegada al

Santuario de Nuestra Señora de Altagrace.

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Consuelo espiritual para los hermanos en la Fe

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Inocencia infantil – En los campamentos de refugiados, los niños recibían con respeto y avidez estampasde la Virgen, medallas y otros objetos religiosos distribuidos por los heraldos.

Vía Crucis – El propio Mons. Dumas quisollevar la cruz procesional durante el Vía Crucis

celebrado en su diócesis.

Desabrigados – Más de 4 mil personas tuvieron la oportunidad de venerar a la imagen de María en el

campamento mantenido por la comunidad Foyers de Charité.

sas, Vía Crucis y procesiones en honor de María. En el San-tuario de Nuestra Señora de Altagrace, la teniente alcal-de Nadège Joachim Auguste, en representación del propio alcalde, Muscadin Jean-Yves Jason, agradeció la misión evangelizadora y el apoyo humano de los Heraldos, rogán-doles la bendición para ella y para toda la ciudad.

Particularmente emocionantes resultaron ser las visi-tas a los campamentos de refugiados donde residen mi-les de familias en condiciones muy precarias.

Diócesis de Anse-à-veau y Miragoane

La imagen fue llevada a las ciudades de Anse-à-Veau y Miragoane, que dan el nombre a la diócesis. Para lle-gar hasta allí es necesario ir en un todoterreno y reco-rrer durante más de 5 horas un camino abrupto atrave-sado por ríos y torrentes difíciles de contornar por la au-sencia de puentes.

La población está constituida en su mayoría por per-sonas muy sencillas que viven en cabañas sin agua co-rriente. Sin embargo, su robusta fe impresionó a los mi-sioneros heraldos. Una gran cantidad de jóvenes com-pareció a la Misa en la catedral de Santa Ana, a pesar

de haber sido convocada a último momento. A continua-ción se realizó un improvisado Vía Crucis. Detrás de la cruz, que era llevada por Mons. Dumas, seguía la ima-gen peregrina de la Virgen, a hombros de los muchachos del lugar. Conforme se iban sucediendo las estaciones, el número de fieles iba aumentando, así como su fervor. A su regreso al templo ya había cerca de mil personas.

Sentirse amados por los hermanos en la Fe

Durante el encuentro que mantuvieron con Mons. Jo-seph Lafontant, administrador apostólico de Puerto Prín-cipe, y Mons. Hubert Constant, OMI, presidente de la Conferencia Episcopal de Haití, los heraldos pudieron constatar mejor aún, cómo la capital y muchas otras ciu-dades de ese país necesitaban urgentemente de mucho auxilio material. Sólo en Puerto Príncipe fueron daña-das o destruidas 50 de las 83 iglesias que existían. No obs-tante, lo que los haitianos más necesitan en este momen-to para enfrentar las adversidades es sentirse amados por sus hermanos en la Fe. Por eso era muy frecuente que los heraldos oyeran como fórmula de agradecimiento: “Mu-chas gracias por haberse acordado de nosotros”. ²

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Brasil – La imagen de Nuestra Señora de los Dolores fue llevada por los Heraldos en la procesión del Vía Crucis que recorrió las calles del barrio de Boa Vista, en Recife.

Brasil – Más de cien personas, entre Heraldos y simpatizantes de la asociación, realizaron la tradicional representación de la Pasión en la ciudad de Campo Limpo, que estuvo presidida por el obispo diocesano.

Guatemala – Los Heraldos participaron en el Triduo Pascual de la parroquia de la Inmaculada, en Ciudad Vieja. D. Fernando Gioia, EP, dirigió las ceremonias.

Brasil – Le cupo a D. José Luis de Zayas, EP, presidir la Procesión de domingo de Ramos en Jardim Mônica, Itaquaquecetuba.

Colombia – Miles de fieles acompañaron la procesión del Vía Crucis en el centro de Medellín. Heraldos y cooperadores hacen la guardia de honor de las andas.

Mozambique – Para conmemorar con máspropiedad los misterios de la Pasión, los Heraldos de Maputo ilustraron el Vía Crucis con una piadosa escenificación.

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Triduo Pascual en la parroquia de

los Heraldosiedad, recogimiento y una gran participación de los fieles marcaron las conmemoraciones del Tri-

duo Pascual en la parroquia de Nuestra Señora de las Gracias, confiada por el entonces Obispo de Bragança Paulista (São Paulo), Mons. José María Pinheiro, a los cuidados de los Heraldos del Evangelio.

Como elemento complementario a las ceremonias li-túrgicas de esos días, fueron representadas en diversas capillas de la feligresía piezas de teatro sobre la Pasión, con el objetivo de evangelizar de una manera más didác-tica y atrayente (fotos 3, 4 y 6). Los actores: heraldos y parroquianos. También hubo solemnes procesiones del Vía Crucis, acompañadas algunas con antorchas (foto 1).

Los fieles mostraron una compenetración especial y un significativo silencio durante la Adoración de la San-ta Cruz, en los Oficios de Viernes Santo (fotos 2 y 5).

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Portugal – El Arzobispo Primado de Braga, Mons. Jorge Ortiga, visita la comunidad de los Heraldos en Sameiro. Tras la Misa se ofreció una cena de confraternidad.

Brasil – En la solemnidad de San José, veintidós jóvenes procedentes de Brasil, Canadá, Japón e India recibieron el hábito de los Heraldos de las manos de su fundador.

España – Del 21 al 28 de marzo la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María visitó la parroquia María Reina de los Corazones, de Cartagena. Muchas familias pudieron recibirla en sus casas. En las fotos, junto a los niños de la catequesis y en la procesión del Domingo de Ramos.

Perú – Un grupo de estudiantes de los Heraldos, bajo la dirección del D. Alfredo Jordán, EP, realizaron una Misión Mariana en la Diócesis de Chiclayo. El obispo Mons. Jesús Moliné dio una calurosa acogida a los jóvenes misioneros. (A la izquierda, procesión en Olmos. A la derecha, en la parroquia San Juan María Vianney)

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Brasil – El matrimonio María Lúcia y Geraldo Alckmin (Secretario de Desarrollo del Estado de São Paulo) y el matrimonio Ivelle y Fábio de Salles Meirelles (Presidente de la Federación de Agricultura del Estado de São Paulo), junto con sus hijos Tirso y Tânia participan de la Misa del cuarto domingo de Cuaresma, presidida por Mons. João Scognamilio Clá Dias, EP, en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario.

Argentina – Con motivo de la festividad de la Divina Misericordia el párroco de la iglesia de San Ignacio, de Buenos Aires, el P. Baigorria, organizó una procesión con el Santísimo Sacramento en la que participaron los Heraldos por expresa invitación suya.

El Salvador – El viernes 26 de marzo, el Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas, visitó la casa de los Heraldos. Celebró la Santa Misa y durante la homilía felicitó a la institución por su amor y devoción a la Eucaristía, a María y al Papa. También cenó pizza junto con los jóvenes.

Nicaragua – Una multitud de fieles se congregó para la toma de posesión del nuevo obispo de la Diócesis de Granada, Mons. Jorge Solórzano. Por deseo del propio prelado los Heraldos del Evangelio llevaron a la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María para que estuviera presente en el acto.

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Profeta de la alegría cristiana

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San FeLiPe neri

Por donde quiera que anduviera, difundía la alegría de la santidad, de manera que a su lado la satisfacción efímera del pecado no pasaba de ser una grotesca caricatura

n la Ciudad Eterna la no-che estaba llegando a su fin, calma y silenciosa. El Sumo Pontífice, tras una jorna-

da más en la que había conducido con valentía la Barca de Pedro, se retira-ba a descansar algunas horas para re-tomar su puesto al rayar el alba.

Sin embargo, no todos reposa-ban en aquella madrugada de 1544. La célebre Vía Apia, otrora recorri-da en esas horas por los vigías del Cé-sar o por cristianos que buscaban re-fugiarse en las catacumbas, presen-ciaba ahora los pasos de un humil-de fiel llamado Felipe Neri, que en-tonces contaba con 29 años. Cami-nó algo más de 3 Km. hasta llegar al comienzo de la escalinata de la Cata-cumba de San Sebastián, su sitio pre-dilecto de oración y recogimiento.

El “pentecostés” de San Felipe

La Santa Iglesia estaba atrave-sando por las conturbaciones reli-giosas del siglo XVI. Se preparaban en Trento las sesiones del gran Con-cilio y el mundo cristiano vivía una encrucijada histórica, con un desen-lace poco claro. Ante esta situación, Felipe elevaba desde el profundo in-terior de aquellas húmedas y oscu-ras galerías una plegaria que se con-

fundía con el clamor de los mártires: “Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la Tierra”.

Mientras estaba rezando, sintió henchirse su corazón “de una gran e inusitada alegría, una alegría he-cha de amor divino, más fuerte y ve-hemente que cualquiera de las que hubiera experimentado antes”.1 Una bola de fuego —símbolo del Espíri-tu Santo— refulgía delante de él, en-traba en su boca y se quedó en su co-razón. En un instante se vio asumido por un excepcional amor y entusias-mo por las cosas divinas, así como también por una capacidad fuera de lo común de comunicarlos. Su cons-titución física, que no pudo contener el ímpetu de esa acción sobrenatu-ral, se modeló milagrosamente a és-ta: su corazón aumentó de tamaño y se abrió paso entre la cuarta y quin-ta costillas, que se arquearon dócil-mente para proporcionarle un espa-cio más grande.

Este episodio prodigioso ocurri-do en la vigilia de Pentecostés pasa-ría a la Historia como “el pentecos-tés de San Felipe Neri”. Y los frutos de tamaño portento no tardaron en llegar: “Así es como este hombre, ad-mirable por la dulzura, la persuasión y el fuego de la caridad, empezó esa

santa renovación social por la que re-generaría los pueblos de Italia; subli-me obra de humildad, paciencia y de-dicación que realizó antes de morir, y que su congregación continuó des-pués tan gloriosamente”.2

Peculiar vocación

Felipe Rómulo Neri, nació en un barrio popular de Florencia, el 22 de julio de 1515. Cuando tenía 18 años, su padre, Francisco, lo mandó a ca-sa de un tío, en San Germano, para que aprendiera el oficio de comer-ciante. De la hermosa ciudad que lo vio nacer, y que dejaba para siempre, conservaría como un tesoro la forma-ción religiosa que le habían dado los dominicos del convento de San Mar-cos: “Todo lo que tengo de bueno, lo he recibido de los frailes de San Mar-cos”,3 repetiría a lo largo de su vida.

No obstante, su vocación no era la mercantil. Decepcionado con las perspectivas de un lucro que hoy se gana y mañana se pierde, estaba mu-cho más interesado por acumular te-soros en el Cielo, “donde no hay po-lilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben” (Mt 6, 20). Al año siguiente se fue a Roma y abandonó a su tío y sus ne-gocios.

Hna. Carmela Werner Ferreira, EP

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El tema de una vocación “oficial” no se le planteaba a este joven, deci-dido ya a entregarse a Dios. No que-ría ser sacerdote en ese momento, ni ir a ningún convento, ni integrarse en cualquiera de las instituciones eclesia-les de aquella época. Entretanto, difí-cilmente encontraremos en el clero, los claustros o cofradías de aquel siglo persona más devota que él. Desde su juventud, Felipe tenía una caracterís-tica especial para escapar de los mol-des habituales, porque pretendía de-mostrar que la única regla perfecta en sí misma es la caridad y ninguna dis-ciplina tiene valor alguno cuando se aparta de la obediencia a Jesucristo.

De hecho, en el mundo llevaba una vida espiritual admirable. Consi-guió asilo en casa de un noble floren-tino, que se había establecido en la Ciudad Eterna, y allí quiso pasar va-rios años aislado, orando y con severa penitencia. Frecuentaba con avidez la Roma Antigua, dejándose estar largas horas en oración en los sagra-dos lugares. Años más tarde se sintió atraído por estudiar Filosofía y Teolo-gía, llegando a sorprender a los maes-tros de las universidades de la Sapien-za y de la del Studium agustiniano al ver el vuelo intelectual que tenía ese hombre que vivía como un mendigo.

Esta temporada de estudios fue altamente fecunda, hasta el punto de servirle para el resto de su vida y dar-le la justificada fama de poseer una sabiduría en nada inferior a la de los teólogos más grandes que esa época conoció. Santo Tomás de Aquino se-ría para siempre su maestro; la Suma Teológica, su libro de cabecera.

Difundía la alegría de la santidad

En poco tiempo empezó a comen-tarse por toda la urbe la santidad de ese peregrino de vida edificante. So-lidificado en la virtud, por un largo período de recogimiento, sintió que la hora de iniciar su obra evangeliza-dora había llegado. Para ello, escogió las zonas más pobres y “en todos los

barrios, incluso en los de peor fama, predicaba al aire libre a oyentes bené-volos y obtenía conversiones extraor-dinarias”.4 Su forma de interpelar a un pecador consistía en poner la ma-no en el hombro, en el sitio donde se lo encontrase, y decirle “Vamos a ver, hermano, ¿es hoy cuando nos hemos decidido a comportarnos bien?”5

Estaba dotado de un gran atracti-vo personal y difundía a su alrededor la alegría de la santidad, de maneura que a su lado la satisfacción efímera del pecado no pasaba de ser una gro-tesca caricatura. Todos querían es-tar cerca de él y recibir el desborda-miento de su amor a Dios. Los jóve-nes se apiñaban para oírle hablar de las cosas del Cielo y para jugar jun-tos, en ruidosa algazara. Dirigién-dose a un adulto quisquilloso que se quejaba del griterío le respondió con un sencillo argumento: “¡Ellos no es-tán cometiendo ningún pecado!”6 De hecho, en el innovador método de evangelización de este apóstol laico estaba todo permitido: menos el pe-cado y la tristeza.

Así era la amistad de estos santos…

Lanzado en un incansable aposto-lado junto al lecho de los enfermos, Felipe liberó de la desesperación y

condujo hasta la muerte santa a mu-chos moribundos. Junto con su con-fesor, el P. Persiano Rosa, fundaron en 1548 la Confraternidad de la San-tísima Trinidad, destinada a atender a convalecientes y peregrinos.

San Ignacio de Loyola se daba cuenta de la valía de Felipe y le hi-zo reiteradas invitaciones para que ingresara en la Compañía de Jesús, pero prefirió continuar en su condi-ción de pietoso lazzarone (mendigo miserable).

Admirado por la legión de per-sonas que movidas por sus palabras abrazaban la vida consagrada, San Ig-nacio le apodaba de “campana”, y lo explica así: “Al igual que la campana de una parroquia que llama a las gen-tes a entrar en la iglesia, pero perma-nece en su sitio, este hombre apostó-lico hace que otros entren a la vida religiosa y él se queda afuera”.7 En contrapartida, Felipe —que se sen-tía llamado a suscitar religiosos, aun-que no para ser uno de ellos— mani-festaba un gran entusiasmo hacia el convertido de Manresa, de quien lle-gara a afirmar que nunca contempla-ba su fisonomía sin verlo resplande-ciente como un ángel de luz. Así era la amistad de estos santos.

“Roma será tu India”

Pero si el fundador de los jesuitas no consiguió atraerlo a la Compa-ñía, su hijo espiritual, Francisco Ja-vier, despertó en el pietoso lazzaro-ne un inmenso deseo de ir a la India, a fin de conquistar el mayor número de almas posible para Cristo.

Las cartas del Apóstol del Oriente estaban a la orden del día en los am-bientes eclesiásticos romanos. Felipe reunió en torno de sí a un núcleo de discípulos más cercanos para que le auxiliaran en el apostolado —los fu-turos sacerdotes de la Congregación del Oratorio, que fundaría en 1575—, con quienes comentaba las narracio-nes llegadas desde la India y decía la-mentándose: “¡Qué pena que existan

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San Felipe Neri, por Claudio Dolci

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tan pocos obreros para recoger se-mejante cosecha! ¿Por qué no vamos nosotros también a ayudarles?”8

Con insistente oración imploraban luces sobrenaturales para decidirse sobre el viaje. La respuesta vino por boca del abad cisterciense de Tre Fon-tane, a quien Felipe le había consul-tado: “Roma será tu India”.9 Nuestro santo comprendió que su vocación era la de ser misionero en la Ciudad Eterna, en donde le esperaban sufri-mientos, fatigas y sacrificios, como no hubiera encontrado en la India.

La peregrinación de las siete iglesias

El 23 de mayo de 1551 recibía la ordenación presbiteral. Tenía 36 años y desde ahora ejecutaría, co-mo ministro del Señor, los traba-jos de su viña. En el ejercicio de su ministerio sacerdotal, a sus discípu-los pobres se unirían nobles, burgue-ses, artistas y cardenales. ¿Cuál era el principal método de actuación escogido por San Felipe Neri para atraerlos? La originalísima “peregri-nación a las siete iglesias”.

El programa de la “peregrina-ción” empezaba en la Basílica de San Pedro, donde tras una lectura

espiritual seguía de una exposición doctrinaria. Los participantes medi-taban, comentaban y el P. Felipe sa-caba la conclusión. A continuación se dirigían todos a la Basílica de San Pablo, cantando himnos y salmos con profunda compenetración. Lle-gados allí oían una nueva conferen-cia sobre la Historia de la Iglesia, la vida de los santos o la Biblia. Y así proseguían hasta el mediodía, cuan-do entonces asistían a Misa y comul-gaban en la iglesia de San Sebastián o en la de San Esteban.

Después se servía una comida en los jardines de los alrededores, ani-mada siempre por la contagiante alegría de San Felipe Neri. La “pe-regrinación” comenzaba de nue-vo con un cortejo musical y pasan-do por otros templos venerables. El número de conversiones superaban cualquier expectativa.

Miembros de importantes fami-lias, como la de los Medici o la de los Borromeo, estaban codo a codo con niños huérfanos y con humildes ar-tesanos durante este piadoso ejerci-cio que, por su fervor, censuraba a los cristianos tibios, pero que a la vez les emplazaba a hacerlo. Podremos

contar hasta mil personas peregri-nando juntas en un mismo día, entre las cuales estaban cuatro futuros Pa-pas —Gregorio XIII, Gregorio XIV, Clemente VIII y León XI— y el ge-nial compositor Giovanni Pierluigi da Palestrina. Sin embargo, poca im-portancia daba San Felipe Neri a los cargos y talentos si discernía en las al-mas la fealdad del pecado. Cumplía su misión de purificarlas y hacerlas humildes, cualesquiera que fuesen.

Al atardecer terminaba la medi-tación en la Basílica de Santa María la Mayor y todos regresaban a sus casas cargados de buenos propósi-tos y, lo que es más importante, con fuerza para cumplirlos.

Santas peripecias

Entre los historiadores que retra-taron la imagen de este insigne san-to se encontraban algunos que lo des-cribieron con trazos inexactos, co-mo si fuese un cómico, interesado só-lo en despertar la risa con sus dichos jocosos. En realidad, la alegría de es-te varón sobrenatural provenía de su unión con Dios, de sentir en su inte-rior la presencia consoladora del Es-píritu Santo y poder comunicarla al mundo. Conocía mejor que nadie la inmensa riqueza que significa la pose-sión del estado de gracia, un bien pre-ciosísimo que en comparación nada tiene ningún valor. La consideración de los misterios divinos lo colmaba de inmensa felicidad, de la que brotaba esa peculiar actividad evangelizadora.

Sus pintorescos métodos llenos de vivacidad los empleaba con mu-cho criterio y en el momento oportu-no, buscando siempre extirpar o ridi-culizar el error, conducir a la virtud y, de vez en cuando, ocultar su santidad o sus dones sobrenaturales. Así, por ejemplo, si un penitente omitía en la confesión algún pecado, le decía: “Te falta tal pecado”. Y si alguien le pre-guntaba: “¿Cómo sabe que cometí también ese pecado?”, su respuesta era: “Por el color de tu pelo”.10 Evi-

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Oratorio de los Filipenses en Roma (Iglesia de Santa Maria in Vallicella)

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      37

1 CAPECELATRO, CO, Alfonso. The life of Saint Philip Neri, Apostle of Rome. 2. ed. London: Burns & Oa-tes, 1894, p. 127

2 GUÉRIN, Paul. Les petits bollandis-tes. 7. ed. París: Bloud et Barral, 1876, v. VI, p. 210

3 PRODI, Paolo. Filippo Néri. In: Il grande libro dei santi. San Paolo: Cinisello Balsamo, 1998, v. I, p. 684

4 DANIEL-ROPS, Henri. A Igreja da Renascença e da Reforma – A Re-forma Católica. São Paulo: Qua-drante, 1999, p. 141

5 Ídem, ibídem.

6 GUÉRIN. Op. cit., p. 213

7 Ídem, p.212.

8 Ídem, p. 213

9 GALLONIO, CO, Antonio. The life of Saint Philip Neri. San Francisco: Ignatius, 2005, p. 57

10 DANIEL-ROPS, Henri. Op. cit., p. 140

11 BAGNASCO, Angelo. Testimonian-ze. In: Annales Oratorii, Roma: 2007, n. 6

12 GUÉRIN. Op. cit., p. 219

taba de esta manera revelar el don de discernimiento espiritual con el que la Providencia lo había dotado.

Felipe obtenía de Dios el favor de muchos milagros, que el pueblo no dejaba de relacionarlos con la efica-cia de sus oraciones. Para evitar es-to, llevaba consigo con una gran bol-sa sobre la que afirmaba que conte-nía preciosas reliquias. Tocaba a los enfermos con ella y si alguno se cu-raba entonces atribuía el hecho al poder de las reliquias. Este argu-mento convenció a muchos, hasta el día en que se hizo un gran descubri-miento: ¡la bolsa estaba vacía!

En cierta ocasión, dos sacerdotes del Oratorio tuvieron un serio en-frentamiento y no querían avenirse a razones. Felipe los llamó a su presen-cia y, en nombre de la santa obedien-cia, les mandó a cada uno que canta-se y bailase una música folklórica pa-ra el otro. Con este inusitado espec-táculo se obró la reconciliación.

En una “peregrinación a las sie-te iglesias”, San Felipe se dio cuenta de la presencia de una dama de la no-bleza que ostentaba un faustoso ves-tido, joyas y gran peinado. Al perca-tarse de que tal señora no andaba tan preocupada con las cosas de Dios como por su apariencia personal, el santo le colgó de la nariz sus propias gafas. El público estalló en sonoras carcajadas. Ella entendió la lección y terminó con devoto recogimiento el ejercicio empezado con frivolidad.

Podríamos multiplicar indefinida-mente el relato de episodios como

éstos, todos sorprendentes, llenos de candidez y de presencia de espíritu.

“¡He aquí la Fuente de toda mi alegría!”

San Felipe Neri dejó este mundo a los 80 años. Según el Cardenal Án-gelo Bagnasco, vivió en una época en la cual “la Iglesia conoció un insóli-to florecimiento —sería mejor decir una ‘auténtica concentración’— de santos y santas que, por número y ca-lidad, difícilmente se encuentra en la Historia de la Iglesia”.11 En este con-texto su papel no fue nada pequeño.

Su amor a la Iglesia, su entraña-da devoción a la Misa y a la Virgen Santísima, sumados a su disposición de servir al prójimo, produjeron co-piosos frutos. Sufrió lo inenarra-ble a causa de una frágil salud, per-secuciones y envidias, sin que por ello perdiera la sonrisa, mantenida siempre con heroísmo. El día de su muerte, el 26 de mayo de 1595, aún celebró Misa, atendió varias confe-siones y mantuvo con los sacerdotes del Oratorio unas últimas horas de convivencia. Cuando recibió el Viá-tico pronunció estas palabras, resu-men de su existencia: “¡He aquí la Fuente de toda mi alegría!”12

La Congregación que él fun-dó, innovadora en muchos aspec-tos, asumió la misión de continuar su obra basada en la caridad, exen-ta de rígidas normas que pudie-ran restringir una actividad evan-gelizadora a ser ejercida en medio del mundo, en beneficio de las al-

mas inmersas en las preocupacio-nes mundanas.

Aún se conservan hasta hoy, como elocuentes testigos del “pentecostés” de San Felipe Neri, sus dos costillas arqueadas: una en el Oratorio de Ro-ma y la otra en el de Nápoles. Estas preciosas reliquias parece que pro-clamasen a sus hijos espirituales y a todas las almas llamadas a la labor apostólica: “Los hombres que dejan que su corazón sea moldeado por la acción del Espíritu Santo son los que verdaderamente colaboran para re-novar la faz de la Tierra”.²

Dotado de gran un atractivo personal, Felipe Neri difundía a su alrededor la

alegría de la santidad

San Felipe Neri predicando - Iglesia de Sant’Abbondio, Cremona (Italia)

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María, nuestra Madre

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38      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

l mes de mayo siempre ha sido considerado des-de nuestras más antiguas tradiciones católicas co-

mo el mes de María. Todos nosotros nos acordamos de las solemnidades que forman parte de este momento del año. El verdadero devoto de Ma-ría es conducido por Ella hasta Jesús. Por cierto, nos enseña a oír y hacer la voluntad de su Hijo —“Haced todo lo que Él os diga” (Jn 2, 5)— cuando no-ta la falta de vida y alegría en la cami-nata de la Alianza del Pueblo de Dios. La mayoría de sus imágenes siempre la representan, de una forma u otra, teniendo como referencia a Cristo, es-pecialmente en sus brazos, como si es-tuviera anunciándolo al mundo.

Dos prerrogativas unísonas

Cuando reflexionamos sobre la maternidad de María no podemos de-jar de evidenciar que: Ella es Madre, entretanto, Virgen, porque ha conce-bido según la acción amorosa del Es-píritu Santo. Madre de Dios y Vir-gen: son unísonas las dos prerrogati-vas, proclamadas siempre juntas, por-que se integran y se conjugan recípro-camente. María es Madre, pero una madre virgen; María es Virgen, una virgen madre. Si omitiéramos algunos de estos aspectos no se comprendería plenamente el misterio de María, co-mo nos la presenta los Evangelios.

María, ¡una humilde criatura que engendró al Creador del mundo! El mes de mayo nos renueva la concien-cia de este misterio, mostrándonos a la Madre del Hijo de Dios como co-partícipe en los acontecimientos cul-minantes de la Historia de la Salva-ción. La tradición secular de la Igle-sia ha considerado siempre el naci-miento de Jesús y la maternidad di-vina de María como dos aspectos de la Encarnación del Verbo. Recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, ci-tando al Concilio de Éfeso: “En efec-to, Aquel que Ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verda-deramente Madre de Dios”.1

Realmente, Nuestra Señora es “la Madre de Dios” y de aquí deri-van todos los demás aspectos de su misión; aspectos bastante evidencia-dos por los miles de títulos con los que las comunidades de los discípu-los de Cristo la honran en cualquier parte del mundo. Sobre todo los de “Inmaculada” y de “Asunción”, por-que aquella que habría de engen-drar al Salvador no podía estar so-metida a la corrupción del pecado original. Por eso mismo a Nuestra Señora se le invoca como Madre del

Cuerpo Místico, es decir, de la Igle-sia. El Catecismo de la Iglesia Católi-ca, inspirándose en la tradición pa-trística expresada por San Agustín, afirma que Ella “es verdaderamente la Madre de los miembros de Cristo porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella Cabeza”.2 To-da la existencia de María está estre-chamente relacionada a la de Jesús.

Misión que continúa en el Cielo

Finalmente, no podemos olvidar-nos que María, Madre de Dios, es la Madre de la Iglesia, por lo tanto, de todos nosotros. El Papa Pablo VI afirmó con propiedad: “La primera verdad es esta: María es Madre de la Iglesia no sólo porque es Madre de Jesucristo y su intimísima compañera en ‘la nueva economía, cuando el Hi-jo de Dios asumió de ella la naturale-za humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne’ (LG n. 55), sino también por-que ‘brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtu-des’ (LG n. 65, también n. 63). Por-que, así como toda madre humana no puede limitar su misión a la gene-ración de un nuevo hombre, sino que debe extenderla a las funciones de la alimentación y de la educación de la prole, lo mismo hace la bienaventu-rada Virgen María. Después de ha-

Ahora, desde el Cielo, María continúa cumpliendo su maternal función de cooperadora en el nacimiento y en el desarrollo de la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos.

Mons. Orani João Tempesta, OCistArzobispo de Río de Janeiro

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      39

ber participado en el sacrifi-cio redentor de su Hijo, y ello en modo tan íntimo que me-reció ser proclamada por Él Madre no sólo del discípu-lo Juan, sino —permítasenos afirmarlo— del género hu-mano representado de algu-na manera por él (cf. LG 58), ahora, desde el Cielo, conti-núa cumpliendo su maternal función de cooperadora en el nacimiento y en el desarrollo de la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos. Ésta es una muy consoladora verdad, que por libre beneplácito del sapien-tísimo Dios forma parte inte-grante del misterio de la hu-mana salvación: por ello ha de mantenerse como de Fe por todos los cristianos”.3

El Documento de Apare-cida dice: “Con Ella, provi-dencialmente unida a la ple-nitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4), llega a cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvación. La Virgen de Nazaret tuvo una misión única en la Historia de la Salvación, concibien-do, educando y acompañado a su hi-jo hasta su sacrificio definitivo. Des-de la Cruz, Jesucristo confió a sus discípulos, representados por Juan, el don de la maternidad de María, que brota directamente de la hora pascual de Cristo: “Y desde aquel momento el discípulo la recibió co-mo suya” (Jn 19, 27). Perseveran-do junto a los Apóstoles a la espera del Espíritu (cf. Hch 1, 13-14), coo-peró con el nacimiento de la Igle-sia misionera, imprimiéndole un se-llo mariano que la identifica honda-mente. Como Madre de tantos, for-talece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una familia, la familia de Dios. En

María, nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, co-mo asimismo con los hermanos”.4

Señal que muestra el camino hacia Cristo Jesús

Fui Arzobispo de Santa María de Belem do Pará durante más de cua-tro años y allí pude contemplar el misterio de Dios por el culto maria-no. El segundo domingo de octubre de cada uno de esos años pude con-templar a más de dos millones de personas que salían a las calles de Belem —sin contar otras manifesta-ciones en toda la región amazónica— para rendirle homenaje a la pequeña imagen de la Virgen de Nazaret.

El 11 de octubre de 2009 fui a Aparecida, ya como Arzobispo de Río de Janeiro, para clausurar la No-vena en honor de la Virgen “Madre de Dios y nuestra”. Al día siguiente,

el día de la fiesta, había más de doscientas cincuenta mil personas en la catedral basí-lica. El pueblo de Dios, par-ticularmente la gran mayoría de los brasileños, ha puesto en el cielo de sus vidas a Ma-ría como señal que muestra el camino hacia Cristo Jesús.

Escuela de humildad, de servicio y de caridad

En la escuela de María, escuela de humildad, de ser-vicio y de caridad, le quere-mos pedir a Ella que bendiga al pueblo brasileño y ayude a todos sus devotos a ser discí-pulos-misioneros de Jesucris-to, como nos lo recomienda el Documento de Aparecida.

Que nos ayude a ser autén-ticos hijos de Dios y celosos hijos de la Iglesia, cuando en el mundo tengamos que anun-ciar —tras el rastro de la Vir-gen Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre de Brasil— la tierna Faz de Jesús que nos

llama a la fidelidad al Evangelio.Que la mirada fiel y de servicio

de María por su Hijo nos enseñe no sólo a rezar, sino a ponernos en sus brazos para que, con Jesús, camine-mos en este mundo anunciando el amor y viviendo este amor en la co-munidad de los seguidores del Resu-citado que está entre nosotros. San Bernardo nos recuerda, en un her-moso sermón sobre la Virgen, que en medio del mar de la vida el cris-tiano tiene que hacer como el mari-nero que mira a una estrella con el fin de encontrar el camino de regre-so hacia el puerto: “¡Mira a la estre-lla, invoca a María!”. ²

1 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 4952 Ídem, n. 9633 Signum magnum, 13/5/1967, n. 14 DA n. 267

Madre de Dios y Virgen: son unísonas las dos prerrogativas, proclamadas siempre juntas,

porque se integran y se conjugan recíprocamente.

“María con el Niño Jesús” Museo Unterlinden, Colmar (Francia)

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En Uganda, la Iglesia “crece con fuerza”

“No hemos venido a Roma a traer-le malas noticias al Papa; en nuestro país la Iglesia crece con fuerza, el nú-mero de católicos ronda el 40%, que es un porcentaje muy bueno”, de-claraba a la agencia Gaudium Press Mons. Matthias Ssekamanya, Presi-dente de la Conferencia Episcopal de Uganda, al salir de su audiencia con Benedicto XVI el pasado 5 de marzo.

Sobre la participación de los ca-tólicos en el desarrollo de esa na-ción, predominantemente agrícola, ponderaba el prelado: “La Iglesia ha contribuido enormemente en el te-rreno de la educación y el de la sa-lud, además de dar asistencia en los hospitales privados”. Sin embargo, Mons. Mathias destacó que la labor eclesial no recibe ningún apoyo del Gobierno, y hacía este llamamiento al resto de países: “Aún necesitamos la ayuda internacional”.

Misioneras uruguayas se dirigen hacia Haití

Dos religiosas uruguayas de la Congregación de las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado partieron el 26 de febrero para ir de misión a Haití. Formarán parte de un proyecto de diversos institutos reli-giosos para llegar a las zonas más le-janas, donde muchas personas se han quedado sin ayuda y casi completa-mente abandonadas a su suerte.

“El objetivo es el de favorecer y asistir la vida religiosa en Haití, así

como el dar asistencia a la gente y permanecer en contacto con la po-blación de estas zonas donde ningu-na ayuda sanitaria ha llegado hasta el momento”, dijo Sor Solange Ba-daraco a la agencia Fides.

Servir a Jesús en los más pequeños y en los pobres es el lema de esta con-gregación religiosa presente en Uru-guay desde 1949.

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Nueva York: “24 horas de Confesión”

El grupo de jóvenes adultos de la catedral de San Patricio y la Archi-diócesis neoyorkina promovieron —desde las 7 de la mañana del viernes 5 de marzo hasta la misma hora del día siguiente— la segunda edición de la iniciativa “24 horas de Confe-sión” durante la Cuaresma, en más de medio centenar de parroquias, que mantuvieron sus puertas abier-tas ininterrumpidamente para aco-ger a los fieles que deseasen recibir el Sacramento de la Reconciliación.

“En este Año Sacerdotal, los pres-bíteros de la Archidiócesis de Nue-va York están haciendo un enorme sacrificio para escuchar las confesio-nes, aconsejar y reconfortar a las per-sonas, recordándoles que la confe-sión es un medio de reconciliarnos con Dios cuando pecamos”, expli-có el coordinador del evento, Mario Bruschi, a la Catholic News Agency.

Primer Congreso Eucarístico y Mariano de Lima

El Arzobispo de Lima, el Carde-nal Cipriani Thorne, ha organizado un Congreso Eucarístico y Maria-no que se realizará en la capital pe-ruana, del 29 de mayo al 6 de junio. “Es una respuesta a ese querer des-pertar a la Misión Continental (Do-cumento de Aparecida, 2007), a ese retomar la dimensión misionera de la Iglesia de ir por todo el mundo” —aclaraba el Purpurado en una reu-nión con más de 200 sacerdotes del clero archidiocesano.

Añadió que durante esa semana se vivirá un “especial fervor a la San-tísima Eucaristía y a nuestra Madre Santísima, la Virgen María”. Las ac-tividades que se desarrollarán inclu-yen, entre otras: Encuentro Maria-no, Encuentro con las familias, Sim-posio Teológico, Encuentro con los empresarios y mundo de la cultura, Encuentro con los jóvenes.

“Nos faltan santos apasionados por Cristo, testigos de Cristo”, afir-maba el Cardenal Cipriani al convo-car a todos para que hagan juntos un esfuerzo por el éxito del Congreso.

Confirmada la visita del Papa a Inglaterra

Representantes de las Conferen-cias Episcopales británicas confir-maron en una rueda de prensa reali-

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zada en Londres el 16 de marzo, que el Papa irá a Inglaterra los días 16 al 19 de septiembre. La visita ha sido definida como una “oportunidad sin precedentes para estrechar lazos en-tre el Reino Unido y la Santa Sede, y para reafirmar el importante papel de la Fe en la creación de comunida-des fuertes”.

Según informa Radio Vaticano se trata del primer viaje apostólico de un Papa a Inglaterra con el sta-tus de “visita de Estado”. Benedicto

XVI será recibido por la reina Isa-bel II en Edimburgo, Escocia; diri-girá unas palabras a la sociedad ci-vil británica en el Westminster Hall y celebrará en la ciudad de Coventry la solemne Misa de beatificación del Cardenal Newman.

El Santo Padre también se encon-trará con el Arzobispo anglicano de Canterbury, Dr. Rowan Williams, y rezará en la Abadía de Westminster con los líderes de otras confesiones cristianas.

Brutales manifestaciones de intolerancia religiosa

El observador permanente de la Santa Sede en la ONU, Mons. Silva-no Tomasi, intervino el pasado 24 de marzo en la 13 sesión plenaria del Consejo de Derechos Humanos de esa organización. Abordó el proble-ma de las manifestaciones de intole-rancia religiosa que existen en varios países. El Arzobispo hizo referen-cia a recientes episodios de falta de respecto a personalidades y símbo-

“Los obispos españoles estamos con Benedicto XVI”

ran parte del discurso inaugu-ral de la 95° Asamblea Plena-

ria de la Conferencia Episcopal Es-pañola (CEE), pronunciado por el presidente de este organismo y Arzo-bispo de Madrid, el Cardenal Anto-nio María Rouco Varela, estuvo de-dicado a la figura de Benedicto XVI.

Empezó demostrando su alegría por el regreso del Santo Padre a Espa-ña, esta vez a Santiago y a Barcelona, cuyo viaje está previsto para los próxi-mos 6 y 7 de noviembre. Dio un repa-se de las otras cinco visitas que hizo el recordado Juan Pablo II e, igualmen-te, se refirió a la primera ida del actual pontífice, a Valencia, en julio de 2006, para presidir el V Encuentro Mundial de las Familias.

Seguidamente, se centró en el quinto aniversario del Pontifica-do, que coincidía con el inicio de la Asamblea Plenaria. “Damos gra-cias a Dios —señaló el Cardenal— que ha querido llamar a la Cátedra de Pedro a un hombre entregado al servicio de la Iglesia de un modo tan clarividente y generoso”.

A continuación, el Cardenal Rouco afirmó que “nos duele en el alma los graves pecados y delitos cometidos por algunos hermanos. [...] Deben ciertamente responder de sus actos ante Dios y ante la jus-ticia humana”. Y al mismo tiempo precisó: “los obispos españoles es-tamos con Benedicto XVI. Tam-bién está con él la inmensa mayo-ría del pueblo fiel. Se ha intentado manchar su figura para hacer creer a la gente que los abusos han sido frecuentes entre los sacerdotes y los religiosos y sin que los obispos o el Papa actuasen debidamente. Ya es demasiado que se haya abusado de un solo niño. No puede ser. No puede ser la omisión de las actua-ciones disciplinarias debidas o de la atención que merecen quienes han sufrido tales desmanes. Pero tam-poco podemos admitir que acusa-ciones insidiosas sean divulgadas como descalificaciones contra los sacerdotes y los religiosos en gene-ral y, por extensión, contra el mis-mo Papa”.

Además de estas palabras de apo-yo al Santo Padre los obispos quisie-ron ofrecer una Misa de Acción de Gracias por los cinco primeros años de Pontificado de Benedicto XVI. Tuvo lugar en la catedral de la Al-mudena, Madrid, el miércoles 21 de abril, siendo presidida por el Car-denal Rouco Varela y concelebra-da por el Cardenal Stanisław Ryłko, Mons. Renzo Fratini y por 74 prela-dos españoles. El Arzobispo de Ma-drid reiteró en su homilía su apo-yo al Papa, que “cobra mayor afec-to e intensidad al contemplar que el poder del mal arrecia con inusitada fuerza contra su venerable persona. [...] Al mismo tiempo que agradece-mos a Cristo su compasión por con-cedernos un pastor bueno y humil-de, nos apiñamos en torno a él, para decirle: No estás solo, Santo Padre, la Iglesia te sostiene”.

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los religiosos, discriminación, tortu-ra e incluso brutales asesinatos, co-mo las recientes matanzas de cristia-nos ocurridos de Nigeria.

“La protección del derecho a la li-bertad religiosa es particularmente importante, pues los valores religiosos son un puente para los derechos hu-manos. La dignidad humana, de he-cho, está enraizada en la unión de los componentes espiritual y material de la persona”, aclaraba Mons. Tomasi.

Una versión resumida de media hora está disponible gratuitamen-te en la página Web de la Fundación E.U.K. Mamie (www.eukmamie.org), entidad sin fines de lucro cuyo objetivo es contribuir a la formación humana del pueblo, especialmente en sus aspectos culturales, sociales y religiosos.

Católicos chinos envían ayuda a Haití

Fides – Hasta el día 6 de marzo la comunidad china local, coordinada por Jinde Charities, entidad caritati-va católica china, recolectó 852.036 Yuan (equivalente a unos 92.000 euros) a favor de la población hai-tiana golpeada por el terremoto del 12 de enero.

Según informó el director de Jin-de Charities, “gracias a los artículos de Fides los fieles en China han podi-do seguir constantemente la dramáti-ca situación de la población de Hai-tí, sobre todo la situación de la Archi-diócesis de Puerto Príncipe, de los sa-cerdotes, de los seminaristas y la con-dición de la población devastada”. Es así como los católicos chinos se mo-vilizaron organizando una colecta en beneficio de los hermanos y herma-nas haitianos. Es la quinta vez que Jinde Charities coordina un proyecto de solidaridad internacional.

to de la Congregación para el Cle-ro, para que le represente en el XVI Congreso Eucarístico Nacional que se realizará en Brasilia los días 13 al 16 de este mes.

El vasto programa del even-to —anunciado a la prensa por el Arzobispo de la capital brasileña, Mons. João Braz de Aviz— inclu-ye un simposio de Teología y otro de Bioética, horas de Adoración Euca-rística, Primera Comunión de mil ni-ños y una noche de vigilia a cargo de los jóvenes.

En Brasil, el Congreso Eucarís-tico Nacional se realiza cada cuatro años. El del 2010 tiene como fuen-te de inspiración el Documento de Aparecida, emitido en el 2007 con ocasión de la visita del Papa a ese país. El lema es: Eucaristía, pan de la unidad de los discípulos misioneros.

Lanzamiento en España de un vídeo sobre la grandeza de la vocación sacerdotal

En colaboración con la Congre-gación para el Clero, la asociación española Hogar de la Madre editó el pasado 15 de marzo el vídeo Alter Christus, que presenta múltiples as-pectos del sacerdocio, como la iden-tidad del presbítero, los Sacramen-tos, el celibato, la misión.

Teniendo como personaje cen-tral a San Juan María Vianney, la cinta pretende “servir de ayuda pa-ra un mayor descubrimiento y pro-fundización de la grandeza y belleza de la vocación sacerdotal”, declara-ba a Radio Vaticano la Hna. María Luisa Belmonte, sierva del Hogar de la Madre.

El DVD ha sido grabado en cinco idiomas —alemán, español, francés, inglés e italiano— y tiene una dura-ción de 120 minutos. Contiene en-trevistas a altas personalidades ecle-siásticas, como los cardenales Anto-nio Cañizares o Claudio Hummes.

El Cardenal Hummes representará al Papa en el XVI Congreso Eucarístico Nacional, en Brasil

El Papa Benedicto XVI ha nom-brado como su enviado especial al Cardenal Claudio Hummes, Prefec-

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Milagro atribuido a la intercesión de un obispo misionero

La diócesis de Marquette (EE. UU.), sufragánea de Detroit, es-tá investigando un posible milagro atribuido a la intercesión del Siervo de Dios Mons. Frederic Baraga, cu-ya causa de canonización fue abierta en 1952. Se trata de la curación ex-traordinaria de un hombre que tenía un tumor en el hígado.

Mons. Baraga nació en Eslovenia en 1797, se trasladó a Estados Uni-dos en 1830 y ejerció como misio-nero en la zona norte de la región de los Grandes Lagos entre las tri-bus Odawa y Ojibwa. Recorría to-

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do el territorio en barco, en canoa, a caballo o en trineo, incluso a pie usando raquetas, tanto que a menu-do era llamado “el sacerdote con las raquetas para nieve”. Se le atribuye la redacción del primer diccionario Ojibwa/Inglés, aún hoy en uso.

Fue nombrado Obispo de Mar-quette en 1853 y falleció en 1868. “Co-mo su sucesor, doy gracias a Dios por su santo ejemplo como sacerdote”, declaraba en reciente conferencia de prensa, el actual Prelado de esa dióce-sis, Mons. Alexander K. Sample.

Homenaje a la fundadora de los Focolares

L’Osservatore Romano publicó en sus ediciones del 14 y del 16 de mar-zo varios artículos sobre la fundado-ra del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, con motivo del segun-do aniversario de su fallecimiento.

Fue la “portadora de un eviden-te y gran don de Dios, y quiso con-tinuar llevando frutos de un extre-

mo a otro de la Tierra, para bene-ficio de toda la humanidad” —de-claró la presidenta actual del Movi-miento, María Voce, según refiere la agencia Zenit.

El Cardenal Stanisław Ryłko, presidente do Pontificio Consejo pa-ra los Laicos, destacó que la figura de Chiara Lubich “marcó profun-damente la vida de la Iglesia y del mundo en el siglo XX”.

nuel Camilo Vial Risopatrón, ha-blando con la prensa sobre la ayu-da solidaria a los damnificados por el terremoto decía que no se trata únicamente de repartir víveres, si-no también escuchar “a las personas que necesitan compartir lo que han sufrido”.

Destacó que “hemos procurado hacer un acompañamiento desde lo más profundo de nuestra Fe en Cris-to. No se trata sólo de recibir, em-balar y distribuir cajas de alimentos. También estamos escuchando a las personas que necesitan compartir lo que han sufrido y lo que siguen su-friendo con las réplicas”.

“La solidaridad cristiana no es sólo dónde cobijarse o qué comer. También es tiempo para oír, abra-zar, rezar juntos”, concluía.

En la Pascua, 26 mil nuevos bautizados en Estados Unidos

De acuerdo con los datos facili-tados por la Conferencia Episcopal

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Pinturas de Giotto recobran nueva vidan grupo de restauradores han redescubierto ricos de-

talles originales en unos frescos pintados por Giotto alrededor de 1320 en la capilla Peruzzi, una de las diecisiete existentes en la Ba-sílica de Santa Cruz, en Florencia, que habían estado ocultos duran-te siglos, informaba el pasado 9 de marzo la agencia Reuters.

Se dieron cuenta de que mien-tras observaban bajo la luz ultravioleta las escenas de las vidas de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, eran capaces de ver detalles que no son visibles a ojo desnu-do. Esas pinturas desgastadas y estropeadas por anterio-res restauraciones, comentaba la coordinadora del pro-yecto, Cecilia Frosinini, recobraban nueva vida. Esas es-cenas —según aclaraba— habían vuelto a ser tridimen-sionales, lo que hacía posible percibir con más exactitud los dobleces de las ropas o las expresiones de las caras.

Este hallazgo se debe a un am-bicioso proyecto de “diagnósti-cos no invasivos” que, a finales del año pasado, empezaron más una decena de especialistas e investi-gadores, para establecer en qué condiciones se encontraba la capi-lla y poder orientar una nueva re-habilitación de las pinturas, con el objeto de que los admiradores del arte las observasen a simple vista

tal como eran hace casi siete siglos.Su deterioro comenzó a principios del siglo XVIII. La

familia Peruzzi mandó que se blanqueara la capilla para darle un nuevo diseño a la iglesia. En 1840 fue retirada la pintura blanca con las técnicas de la época, poco delica-das, que cortaron y homogeneizaron los colores y los “res-tauradores” decidieron reintegrar las partes dañadas. Una posterior restauración, en 1958, retiró lo añadido, dejan-do lo que quedaba de los frescos originales de Giotto.

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Solidaridad también es oír y rezar juntos

El presidente de Cáritas chilena, el Obispo de Temuco, Mons. Ma-

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ACTAAPOSTOLICAE SEDIS

COMMENTARIUM OFFICIALE

ANNUS I. - VOLUMEN I.

R O M A ETYPIS POLYGLOTTIS VATICANIS

MDCCCCIX.

44      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

Norteamericana, la Iglesia Católica en ese país recibió, con ocasión de la Pascua de este año, a cerca de 26 mil nuevos hijos, entre ellos a un gran número de adultos procedentes de otras confesiones cristianas.

La cifra fue especialmente ele-vada en las regiones del Sur y Su-reste de Estados Unidos, destacán-dose la Diócesis de Dallas, con 3 mil nuevos católicos y la Archidió-cesis de Los Ángeles con 2.833. En otras nueve diócesis fueron más de mil los convertidos: Arlington, At-lanta, Cincinnati, Denver, Detroit, Fort Worth, San Antonio, Seattle y Washington.

En la actualidad el Catolicismo cuenta con más de 68 millones de miembros en aquel país y constitu-ye la confesión religiosa más nume-rosa.

Cristianos perseguidos en Irak

En los primeros días de marzo, más de mil familias cristianas han

dejado la ciudad de Mosul, al norte de Irak. “La gente ha sido presa del miedo y piensa en su incolumidad”, declara a la agencia Fides Mons. Georges Casmoussa, Arzobispo si-ro-católico de Mosul.

El Arzobispo explica los motivos del éxodo: “El homicidio de 3 cristia-nos de la misma familia —el padre y dos hermanos del sacerdote Mazen Ishoa—, asesinados días atrás, es una terrible novedad en cuanto que los fieles fueron encerrados y asesinados en su propia casa”.

En las últimas semanas, según co-menta la agencia Zenit el pasado 12 de marzo, una ola de crímenes se ha cobrado muchas vidas, entre ellas las de ocho cristianos en diez días. La hermana Donna Markham, prio-ra de las dominicas Adrian de Mi-chigan, informa que los cristianos de Mosul están abandonando el país. “Ha habido asesinatos y violacio-nes de personas cristianas allí”, de-nuncia.

Apresado en China un sacerdote acusado de “reunión ilícita”

El P. João Batista Luo, de la Dió-cesis de Mindong (China), ha sido detenido por haber organizado un campamento para 300 estudiantes universitarios, informa la agencia Asia News, con fecha de 12 de mar-zo. Tres sacerdotes colaboradores suyos también están bajo amenazas de prisión y otros tres más fueron multados por el mismo “crimen” de “reunión ilícita”.

Una semana antes de ingresar en prisión el P. Lou había declarado: “Me quedaré feliz de dar testimonio de Cristo y seguir el ejemplo de tan-tos santos mártires”.

La Diócesis de Mindong está constituida casi en su totalidad por fieles de la llamada “Iglesia Clan-destina”. Son 70 mil católicos reuni-dos en torno a un obispo, 50 sacer-dotes, 96 religiosas y 400 catequistas laicos.

res importantes recopilacio-nes de documentos están dis-

ponibles ahora en la sección Tex-tos fundamentales del sitio oficial de la Santa Sede (www.vatican.va). Se trata de las colecciones completas, en formato PDF, de las Acta Sanctæ Sedis, Acta Apostoli-cæ Sedis y Actas y documentos de la Santa Sede relativos al período de la Segunda Guerra Mundial.

La primera publicación fue de 1865 con el nombre de Acta Sanc-

tae Sedis y en 1904 re-cibe de parte de Propa-ganda Fidei el carácter de publicación oficial de la Santa Sede. En 1908 el Papa San Pío X con la constitución apostólica Promulgandi Pontificias fundó las Acta Apostoli-cae Sedis cambiando el nombre a la publicación. La tercera antología (relativa al período de la II Guerra Mundial) está compuesta

por 12 volúmenes que comenzaron a publicarse a partir de 1965 por de-terminación del Papa Pablo VI.

Importantes documentos del Vaticano disponibles en InternetT

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      45

Obispos de EEUU lanzan sitio web para promover las vocaciones

ACI - La Conferencia de Obis-pos Católicos de Estados Unidos (USCCB) lanzó el 25 de abril, Domin-go del Buen Pastor y Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, el sitio web www.ForYourVocation.org crea-do para promover la vida sacerdotal y religiosa entre los jóvenes del país.

Este sitio web, que dentro de po-co también tendrá una versión en es-pañol, tiene dos metas, según expli-ca la nota de prensa de la USCCB: Ayudar a los individuos a responder al llamado de Dios al sacerdocio o a la vida consagrada y, educar a to-dos los católicos en la importancia de alentar a otros a través de la ora-ción y de las actividades a la promo-ción de las vocaciones.

Entre los materiales que se pon-drá a disposición se encontrará ayu-das para promover las vocaciones en

los hogares, herramientas para edu-cadores, jóvenes líderes y directores vocacionales. Habrá oraciones, vi-deos, actividades, planes de trabajo y programas para sensibilizar sobre la importancia de la vocación.

Imagen enviada por el Papa visita al pueblo chileno devastado por el maremoto

Gaudium Press - La imagen de la Virgen del Carmen misionera, obse-quiada por el Papa Benedicto XVI a Chile, visitó el 17 y 18 de abril el pueblo de San Juan Bautista, locali-zado en la Isla de Robinson Crusoe del archipiélago Juan Fernández, re-gión devastada por el tsunami que alcanzó al país a finales de febrero.

De acuerdo con la Conferencia Episcopal de Chile (CEC), la ima-gen fue recibida con mucha alegría por los habitantes del lugar, que enarbolaban pancartas, portaban flores y entonaban cantos en alaban-za a María.

La Virgen fue llevada en proce-sión hasta la gruta de Nuestra Seño-ra del Carmen, donde fue bendecida una placa preparada por la comuni-dad para recordar la visita.

El evento terminó con una Misa presidida por el Obispo de Valparaí-so, Mons. Gonzalo Duarte.

Compostela espera a más de 15 mil jóvenes peregrinos

En el contexto de las celebracio-nes del Año Santo Compostelano, la Archidiócesis de Santiago se prepa-ra para recibir a los más de 15 mil in-tegrantes de la Peregrinación y En-cuentro de Jóvenes (PEJ), que este año se realizará del 5 al 8 de agosto y contará con participantes de diver-sos países europeos.

El encuentro se desarrolla bajo el lema “Como el Apóstol Santiago, ami-gos del Señor”, y los jóvenes peregri-nos participarán de actividades pasto-rales y culturales, catequesis y vigilias de oración, siempre contando con la asistencia de obispos y sacerdotes, in-forma la agencia Gaudium Press.

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¡Súmese a María, Reina de los Corazones, para que su hogar participe en este apostolado junto con más de 30.000 familias

que en España reciben un oratorio una vez al mes en sus casas!Usted también puede ser coordinador(a) de un oratorio

del Inmaculado Corazón de María.¡Llame al teléfono de información que le indicamos o escríbanos!

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HiStoria Para niñoS... ¿o aduLtoS LLenoS de Fe?

La llave del Cielo

Poco antes de morir, fray Lorenzo comenzó a pedir con insistencia que le trajeran la “llave del Cielo”. Pero nadie comprendía qué era lo que estaba queriendo decir con eso…

iempre que pasaba por de-lante del convento de los franciscanos de su peque-ña ciudad, Lorenzo sentía

que su corazón latía con fuerza. Le gustaba quedarse oyendo desde fue-ra el suave cántico de los frailes que venía de la iglesia. Parecía que aque-llas angélicas melodías, repletas de una paz que no era de este mundo, procedían del Cielo. Algunas veces espiaba a los monjes mientras esta-ban trabajando en la huerta, y pen-saba: “¡Qué contentos están! El her-mano cocinero llevando los tomates es más feliz que mis arrogantes ami-gos exhibiéndose por las calles con sus ruidosos automóviles”.

Los domingos solía asistir a las prédicas y después se quedaba me-ditando las palabras del orador, un fraile de facciones austeras y de voz potente: “Recordadlo siempre, her-manos. Más os vale atesorar rique-zas en el Cielo que multiplicarlas en la Tierra. El Señor nos ha enseñado: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Fi-jaos en el ejemplo de nuestro padre San Francisco que supo ser pobre de espíritu”.

Un día no pudo resistir y le pre-guntó a un franciscano:

— ¿Qué es lo que debo hacer pa-ra residir aquí?

El buen religioso le dio una res-puesta muy sencilla:

— Para vivir abrigado por estas santas paredes hay que desear por encima de todo el Reino de Dios, abrazando la pobreza de espíritu, como hizo Jesús.

Una semana más tarde, el joven —que llevaba consigo únicamente una pequeña maleta— entraba en el convento para no salir de allí nun-ca más. Solicitó ser hermano lego, porque quería vivir sólo para Dios sirviendo a los frailes.

El maestro de novicios, que se en-cargaba de él y lo acompañaba con-tinuamente, estaba encantado con el buen ejemplo que daba el Hno. Lo-renzo. Nadie barría el suelo o lavaba los platos con más entusiasmo; todas sus acciones parecían una oración.

En una ocasión, el Hno. Loren-zo se fijó que el hábito de uno de los frailes no estaba en buen estado y le comentó:

— Me he dado cuenta que lle-va rota en la manga. ¿Quiere que

se la cosa? Si no, cuando usted sal-ga de misiones la gente se va dar cuenta. Somos pobres, pero dignos y no queda bien usar un hábito ras-gado… Si me permite que le pres-te este servicio me estará haciendo un gran favor, pues soy un pecador y tengo muchas faltas que reparar.

— ¿Y tú sabes coser?— No muy bien… No obstante

mi madre es costurera y aprendí de ella algunas mañas del oficio.

— Está bien, concluyó el fraile, vamos a ver como te sale la faena.

Con sorpresa para todos, el Hno. Lorenzo realizó una labor eximia. Por cada puntada había ido rezando una jaculatoria pidiéndole a la San-tísima Virgen de Nazaret que cosie-ra por él. Cuando reponía hilo reza-ba un Avemaría. De este modo, zur-ció la manga entera dejándola como si fuera nueva.

La noticia corrió por todo el con-vento. Y no tardó mucho en apare-cer el hermano cocinero con una ro-pa quemada, casi inservible a causa de una llamarada muy fuerte. Tam-bién el hermano portero se acercó a enseñarle un agujero que tenía en su hábito y, aunque no se veía, cada vez

Hna. Daniela Ayau Valladares, EP

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se estaba haciendo más grande. Inclu-so un fraile extranjero, hospedado allí por unos días, le pidió que hiciera un apaño en su vieja vestimenta. La ropa regresaba cosida, limpia y perfumada.

El superior, que se había alegra-do con este descubrimiento, veía con admiración el desinterés que de-mostraba ese hijo y enseguida perci-bió la asiduidad de sus visitas al San-tísimo Sacramento. “Por eso lo ha-ce todo con tanto esmero”, pensaba.

Con el paso de los meses, se dio cuenta que las dotes del Hno. Lo-renzo podrían ir más allá de la mera habilidad de hacer remiendos.

— ¿Querrías intentar hacer un hábito completo?, le preguntó.

— Si con ello puedo dar más glo-ria a Dios, ¡sin problemas!

Y la experiencia fue coronada por el éxito. De las manos “orantes” de aquel religioso, empezaron a sa-lir maravillas que superaban las ex-pectativas; en ellas la tijera cobraba vida y se deslizaba por el tejido ma-rrón con trazos tan certeros que ni el mejor de los sastres lo podría supe-rar. Los hábitos seguían siendo mo-destos, pero tenían algo de especial: la huella del amor con que el herma-no los hacía.

Los años iban pasando. A veces, la cantidad de pedidos que tenía le ha-cía que durmiera muy poco, que per-diera los momentos de recreación, y le venía la tentación de creer que eso ya era demasiado… Pero inmediata-mente pensaba que Dios le había lla-mado para glorificarle de esa mane-ra y este motivo le movía a dedicarse por entero, y redoblaba las oraciones.

El Hno. Lorenzo iba adquirien-do la madurez de un adulto y con el discurrir del tiempo llegó a anciano. Sus cabellos ya se habían quedado plateados, pero no por eso dejó de atender los pedidos de remiendos y costuras.

Su comunidad le estimaba y admi-raba. Muchos frailes célebres —pre-dicadores en santuarios y profesores

de universidades— gustaban de estar con él, formando animadas ruedas de conversación ora sobre el seráfico San Francisco, ora sobre Santa Clara u otros héroes de su Orden. El Hno. Lorenzo atraía a todos al hablar sólo acerca de las cosas del Cielo. Y hacia allí era a donde caminaba…

El implacable peso de los años le trajo una fiebre incurable que empezó a consumirle. Al presentir que se iba de esta vida, pidió que le administra-ran los Sacramentos y comenzó a ha-blar cada vez menos. Rezaba mucho y pensaba en el encuentro con Dios.

Durante una gélida madruga-da de invierno todo hacía creer que fray Lorenzo ya no aguantaba más. La campana del convento convo-caba a la comunidad para acompa-ñar al querido hermano en sus últi-mos momentos. De rodillas rezaban la oración de los agonizantes. De pronto, un hilo de voz casi imper-ceptible se hizo oír. Era el Hno. Lo-renzo que decía:

— Tráiganme la llave… la llave del Cielo…

Los religiosos no entendieron lo que estaba pidiendo. ¿Qué “lla-ve del Cielo” era esa? Uno de ellos salió corriendo hacia la biblioteca y

trajo un libro que se llamaba La lla-ve del Cielo. Se lo enseñaron al mori-bundo, pero éste no se interesó por él. Sólo repetía:

— Quiero… la llave… la llave del Cielo…

El superior mandó que trajeran una reliquia de San Francisco a la que el enfermo le tenía mucha devo-ción. Pero él seguía insistiendo en su extraño pedido…

De repente, la fisonomía de uno de los frailes se iluminó. Salió a toda pri-sa por los pasillos y volvió con la aguja de coser del Hno. Lorenzo. Cuando la vio, esbozó una sonrisa y dijo:

— ¡Sí, ésa es mi llave del Cielo!, y expiró.

* * *Sin haber sido grande a los ojos

del mundo, ni haber recibido recom-pensa alguna por sus servicios, el Hno. Lorenzo se santificó con una aguja de coser en la mano, trabajan-do por amor a Dios. La Providencia le ha reservado a cada persona una “llave” que le abrirá las puertas del Cielo. De lo que se trata es de saber cumplir su voluntad y sus designios. “Bienaventurados los pobres de es-píritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5, 3). ²

La Providencia le ha reservado a cada persona una “llave” que le abrirá las puertas del Cielo. De lo que se trata es de saber

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48      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

Los santos de cada día ____________________________ MayoLos santos de cada día ____________________________ Mayo

1. San José Obrero.San Amador, obispo (†418). Acla-

mado Obispo de Auxerre, Francia, trabajó con empeño para extirpar las supersticiones de los paganos y esta-bleció el culto de los santos mártires.

2. Domingo V de Pascua. San Atanasio, obispo y doctor de

la Iglesia (†373).Beato Guillermo Tirry, presbítero

y mártir (†1654). Sacerdote agustino ejecutado bajo el régimen de Oliver Cromwell, en Inglaterra, por su fide-lidad al Papa.

3. Santos Felipe y Santiago el Menor, Apóstoles.

Beata María Leonia Paradis, vir-gen (†1912). Fundó en Canadá la Congregación de las Pequeñas Herma-

nas de la Sagrada Familia, dedicadas al servicio doméstico de los sacerdotes.

4. Santa Antonina, mártir († s. III/IV). Fue cruelmente torturada y atormentada con terribles suplicios, luego encarcelada durante dos años y, por último, fue quemada viva al rechazar renegar de la Fe.

5. San Máximo, obispo († cer-ca de 350). Tras ser torturado y con-denado a trabajos forzados, por ser cristiano, fue liberado y nombrado Obispo de Jerusalén. Trabajó con ahínco en la propagación de la Fe.

6. Beato Bartolomé Pucci-Fran-ceschi, presbítero (†1330). Habien-do sentido la llamada a la vida reli-giosa, obtuvo el consentimiento de su esposa e hijos para ingresar en el convento franciscano de Montepul-ciano, Italia.

7. Beata Gisela, reina (†1060). Esposa de San Esteban de Hungría, colaboró en la construcción de mo-nasterios e iglesias y en la evangeli-zación de ese país. Habiéndose que-dado viuda, ingresó en el monaste-rio benedictino de Niedernburg.

8. Beato Ángel de Massaccio, presbítero y mártir († cerca de 1458). Prior del monasterio camal-dulense de Santa María della Serra, Italia, intrépido defensor de la ob-servancia del precepto dominical.

9. Domingo VI de Pascua.San Hermas, uno de los cristia-

nos mencionado por San Pablo en la Carta a los Romanos.

10. San Guillermo, presbítero (†1195). Nació en Inglaterra y ejer-ció su ministerio de párroco en Pan-toise, Francia.

11. San Francisco de Jerónimo, presbítero (†1716). Religioso je-suita, dedicado predicador de ejer-cicios y de misiones populares en Nápoles, Italia.

12. Santos Nereo y Aquileo, már-tires († s. III).

San Pancracio, mártir († s. IV).

13. Nuestra Señora de Fátima.San Andrés Huberto Fournet,

presbítero (†1834). Párroco de La Puye, comarca de Poitiers, Francia, que durante la Revolución Francesa se refugió en España y regresó cuan-do cesó ésta. Fundó junto con San-ta Juana Isabel Bichier des Ages la Congregación de las Hijas de la Cruz.

14. San Matías, Apóstol.Santa Teodora Guérin, virgen

(†1856). Ingresó en la Congrega-ción de las Hermanas de la Provi-dencia en Ruillé-sur-Loire, Francia. Fue enviada a Estados Unidos para fundar una nueva comunidad y en-frentó con sabiduría las dificultades, demostrando admirable caridad pa-ra con sus hermanas de hábito.

15. San Ruperto, eremita († s. VIII). Procedía de una noble familia de Bingen, Alemania. Tras haber he-cho una peregrinación a Roma deci-dió consagrarse al Señor. Promovió la construcción de muchas iglesias y se estableció como ermitaño en las proximidades de Mainz.

16. Domingo VII de Pascua. La Ascensión del Señor.

Beato Vidal Vladimir Bajrak, presbítero y mártir (†1946). Sacer-dote ucraniano de la Orden de San Josafat que murió en la cárcel, al cumplir condena por haber denun-ciado las persecuciones religiosas del régimen soviético.

San Pancracio - Catedral de Estrasburgo (Francia)

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Los santos de cada día ____________________________ Mayo

Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      49

Los santos de cada día ____________________________ Mayo

17. Beata Antonia Mesina, virgen y mártir (†1935). Agredida por un joven licencioso mientras estaba re-cogiendo leña en un bosque cercano a Orgosolo, Italia, murió machacada a pedradas defendiendo su castidad.

18. San Juan I, Papa y mártir (†526).

San Erico IX, rey y mártir (†1161). Tan pronto como subió al trono de Suecia logró conquistar-se la veneración de sus súbditos, por su caridad ardiente y celo por la cau-sa de Dios. Incentivó la construcción de iglesias y envió al obispo San En-rique a difundir el Evangelio en Fin-landia.

19. Beato Agustín Novello, pres-bítero (†1310). Religioso de la Or-den de los Ermitaños de San Agus-tín, nombrado confesor papal y pe-nitenciario apostólico. Elegido su-perior general, organizó las provin-cias agustinianas y procuró estable-cer la observancia religiosa cuanto posible.

20. San Bernardino de Siena, presbítero (†1444). Sacerdote fran-ciscano que se dedicó a las misio-nes populares en Italia. Propagó la devoción al Santísimo Nombre de Jesús, incentivó las vocaciones reli-giosas y en tres ocasiones rechazó la dignidad episcopal.

21. San Cristóbal Magallanes, presbítero, y compañeros, mártires (†1927).

San Carlos Eugenio de Mazenod, obispo (†1861). Fundó en Aix-en- Provence, Francia, la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Fue elegido obispo de Marsella y honró a la Iglesia con sus virtudes, sus obras, predicaciones y escritos.

22. Santa Rita de Casia, religiosa († antes de 1457).

Santo Domingo Ngon, mártir (†1862). Padre de familia y labrador, degollado durante las persecuciones en Vietnam por rehusarse a renegar su Fe.

23. Solemnidad de Pentecostés.San Eutiquio, abad († cerca de

487). Fue elegido prior del monaste-rio de Nursia y procuró reavivar en los monjes el fervor por la vida con-templativa y por la integridad de la disciplina.

24. Beata Juana. Esposa de Cusa, procurador de Herodes, una de las santas mujeres que seguían a Jesús.

25. San Gregorio VII, Papa (†1085).

Santa María Magdalena de Pa-zzi, virgen (†1607).

San Beda el Venerable, presbí-tero y doctor de la Iglesia (†735). Monje del monasterio benedictino de Saint Peter en Wearmouth, Ingla-terra, dedicó toda su vida a la medi-tación y al estudio de la Sagrada Es-critura. Dejó una vasta obra litera-rio-teológica.

26. San Felipe Neri, presbítero (†1595).

San Andrés Kaggwa, mártir (†1886). Muerto en Uganda, duran-te las persecuciones desencadena-das por el rey Mwanga, por haber predicado el Evangelio a los paga-nos y a los catecúmenos.

27. Jesucristo, Sumo y Eterno Sa-cerdote.

San Agustín de Canterbury, obis-po (†605).

28. Santa Ubaldesca, virgen (†1206). A los quince años ingre-

só en la Orden de San José de Jeru-salén, dedicándose cincuenta y cin-co años al servicio de los enfermos y necesitados.

29. Santa Úrsula Ledóchowska, virgen (†1939). Noble polaca, fun-dadora del Instituto de las Herma-nas Ursulinas del Corazón de Jesús Agonizante.

30. Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Beato Guillermo Scott, presbíte-ro y mártir (†1612). Nació en el seno de una familia anglicana y se convir-tió al catolicismo. Se hizo monje be-nedictino y murió estrangulado en el reinado de Jaime I de Inglaterra por haber ejercido clandestinamente su ministerio sacerdotal.

31. Visitación de la Virgen María.Beato Jacobo Salomoni, presbíte-

ro (†1314). A los 17 años distribuyó a los pobres sus bienes e ingresó en el monasterio dominico de Venecia. Fue elegido prior sucesivamente de diversos conventos.

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50      Heraldos del Evangelio · Mayo 2010

Puertas de la Tierra, y la Puerta del Cielo

Puertas… las hay de múltiples formas y de distintas calidades, y siempre representan una conexión entre diferentes ambientes. Pero ¿existirá alguna por la que se entre en el Cielo?

rotegen las casas, dan seguridad y, a la vez, adornan su entorno; en ocasiones cuando

las abrimos nos llevamos la agrada-ble sorpresa de la visita de un ami-go. Estamos hablando, naturalmen-te, de las puertas.

La variedad de ellas es casi infi-nita: desde diminutos portillos que permiten una mirada desconfiada tras una robusta estructura, hasta majestuosos portones de lujosos pa-lacios por los que pasan regias comi-tivas. Hay puertas rústicas construi-das con una sencillez única y otras de fina madera labradas artística-mente.

Algunas de las que se encuentran cerradas nos sugieren imaginar se-cretos cuidadosamente ocultos de-trás de ellas: tal vez conversaciones para concluir importantes negocios, o confidencias susurradas al oído, quizá solemnes reuniones de perso-najes que pueden cambiar el rum-bo de la Historia… ¿Qué grave mis-terio no esconderá, por ejemplo, la puerta de la Capilla Sixtina cuando se clausura para la celebración de un Cónclave: quién será el próximo sucesor de San Pedro?

Aunque, sea cual sea su forma, ta-maño o decoración, su función es in-variablemente la misma: ser un ele-mento de comunicación entre am-

PD. Lourenço Isidoro Ferronatto, EP

bientes diversos. Cuando uno sale de casa para ir a trabajar, pasando del confort doméstico a las vicisitudes de los quehaceres cotidianos, traspasa una puerta. Y si dejamos el entorno ruidoso de una calle para recogernos dentro de un templo, también traspa-samos una puerta.

El arte sacro ha creado iglesias de múltiples y distintas formas. Al-gunas con la simplicidad del romá-nico o del arte visigodo y otras or-namentadas con la característica su-perabundancia del barroco; pero las puertas de todas ellas tienen algo en común que invita suavemente al transeúnte a penetrar en sus aden-tros. Son su tarjeta de presentación.

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Mayo 2010 · Heraldos del Evangelio      51

La puerta principal de una igle-sia, generalmente, da acceso a una especie de vestíbulo; franqueado és-te se entra en el recinto del templo propiamente dicho. Esta transición entre la calle y el interior del recin-to sagrado es muy conveniente, ya que ese espacio intermedio actúa de preámbulo y ayuda a que el alma se adapte a una nueva perspectiva, la de la oración.

* * *Para la piedad católica, tan rica

en simbolismos, también existe una puerta por la cual se pasa de la vi-da terrena a la celestial. Es bellísi-ma y valiosísima, inigualable, he-cha toda ella de oro, y nos está in-

vitando constantemente a entrar en el Cielo.

Afirma San Juan de Ávila: “Si veis una puerta tan linda, bien edi-ficada, muy rica, decís: ‘¡Oh santo Dios, qué rica puerta! ¡Qué tal de-be ser la casa que tal puerta tiene!’ Luego os da ganas de entrar a ver la casa. Puerta es del Cielo esta niña [María]. Si a la gloria habéis de ir, por esta puerta habéis de entrar”. 1

Y San Antonio María Claret aña-de: “Cuando la Iglesia dice que es-ta Reina incomparable es la puer-ta del Cielo y la ventana del Paraí-so, nos enseña con esas palabras que todos los elegidos, justos o pecado-res, entran en la mansión de la glo-

ria por su mediación; con esta sola diferencia, que los justos entran por Ella como por la puerta de llano, pe-ro los pecadores [arrepentidos] por la ventana, que es María; por la es-calera, que es María. Por tanto, ami-go mío, en María, después de Jesús, hemos de poner toda nuestra con-fianza y esperanza de nuestra eterna salvación”.2 ²

1 SAN JUAN DE ÁVILA. Obras Completas. Madrid: BAC, 1953, t. II, p. 980

2 SAN ANTONIO MARÍA CLARET. Escritos Autobiográficos y Espiritua-les. Madrid: BAC, 1985, p. 771

Pórtico de la Catedral de Colonia (Alemania)

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Page 52: Bajo la tempestad, nuevas maravillas - Salvadme Reina · (cf. Mt 7, 23; 10, 33), la condenación. ¿Puede la Madre, que desea la salva-ción de todos los hombres con toda ... n el

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uién, oh Virgen Santa, recurrió a valerse de vuestro patrocinio, 

con el cual podéis aliviar a todo miserable y salvar a todo pecador, y le abandonasteis? No, nunca sucedió ni sucederá que habiendo alguno acudido a Vos, le hayáis faltado.

(“Las Glorias de María”, San Alfonso Mª de Ligorio)

Nuestra Señora de la Ayuda, imagen llevada a Brasil por los padres jesuitas en 1549 – Iglesia de Arraial d’Ajuda, en el distrito de Porto Seguro, Estado de Bahía. Al fondo, la playa Coroa Vermelha, donde desembarcaron los primeros misioneros.

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