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“Breve reseña sobre el neoliberalismo” Fernando Pita. “Los objetivos de las políticas neoliberales apuntaban a promover la variabilidad de las relaciones sociales en los marcos del capitalismo, con el fin de relanzar las premisas que aseguren una acumulación estable del capitalismo, incluyendo la reproducción de las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, es decir, el propio proceso de valorización y dominación capitalista. El objetivo era afectar el poder acumulado por los trabajadores y los pueblos” (Julio Gambina; en “Crisis del neoliberalismo. Sus alcances, proyecciones y consecuencias”). ¿Qué es el neoliberalismo? El origen teórico de la ideología El neoliberalismo es una cosmovisión global de la sociedad que abarca la economía, el individuo y también una forma de gobierno, que surge inicialmente solamente en el plano de las ideas al terminar la segunda guerra mundial, en Europa y en Estados Unidos, como reacción a todo tipo de intervencionismo estatal, que se expresaba tanto en el desarrollo del comunismo existente (fundamentalmente en la Unión Soviética y en los nuevos países que bajo diversos matices seguían ese modelo) y el Estado de Bienestar. Después de la segunda guerra mundial se conforma un nuevo orden y un momento histórico que se conoció como Guerra Fría. Por un lado, los llamados países comunistas abarcaban a aquellos que tenían mejores relaciones con la URSS (como Alemania Oriental, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, entre otros) y otros más distanciados de dicho país como China y Yugoslavia. Por el otro, en los países capitalistas con mayor grado de desarrollo industrial se conformó el Estado de Bienestar que desempeñaba funciones estratégicas en la conducción de la economía y operaba en forma directa empresas en aquellos sectores considerados claves. La función principal ha sido regular la actividad productiva en función de objetivos sociales, orientados a la redistribución de ingresos, mediante la generación de ingresos y medidas tendientes a desarrollar políticas sociales. En este marco, la respuesta inicial a estas políticas 1

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“Breve reseña sobre el neoliberalismo” Fernando Pita.

“Los objetivos de las políticas neoliberales apuntaban a promover la variabilidad de las

relaciones sociales en los marcos del capitalismo, con el fin de relanzar las premisas

que aseguren una acumulación estable del capitalismo, incluyendo la reproducción de

las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, es decir, el propio proceso

de valorización y dominación capitalista. El objetivo era afectar el poder acumulado

por los trabajadores y los pueblos”

(Julio Gambina; en “Crisis del neoliberalismo. Sus alcances, proyecciones y conse-

cuencias”).

¿Qué es el neoliberalismo? El origen teórico de la ideologíaEl neoliberalismo es una cosmovisión global de la sociedad que abarca la

economía, el individuo y también una forma de gobierno, que surge inicialmen-te solamente en el plano de las ideas al terminar la segunda guerra mundial, en Europa y en Estados Unidos, como reacción a todo tipo de intervencionismo estatal, que se expresaba tanto en el desarrollo del comunismo existente (fun-damentalmente en la Unión Soviética y en los nuevos países que bajo diversos matices seguían ese modelo) y el Estado de Bienestar.

Después de la segunda guerra mundial se conforma un nuevo orden y un momento histórico que se conoció como Guerra Fría. Por un lado, los llamados países comunistas abarcaban a aquellos que tenían mejores relaciones con la URSS (como Alemania Oriental, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, entre otros) y otros más distanciados de dicho país como China y Yugoslavia. Por el otro, en los países capitalistas con mayor grado de desarrollo industrial se con-formó el Estado de Bienestar que desempeñaba funciones estratégicas en la conducción de la economía y operaba en forma directa empresas en aquellos sectores considerados claves. La función principal ha sido regular la actividad productiva en función de objetivos sociales, orientados a la redistribución de ingresos, mediante la generación de ingresos y medidas tendientes a desarro-llar políticas sociales.

En este marco, la respuesta inicial a estas políticas hegemónicas de pos-guerra fue en un principio de corte intelectual y académico. Tendrían que espe-rar varios años para que el neoliberalismo se aplique en diversos gobiernos. Hacia 1947, el austriaco Friederich Von Hayek convoca a una reunión en la localidad suiza de Mont Pélerin a la que asisten Milton Friedman, Karl Popper, Lionel Robbins, Ludwing Von Misses, Walter Eukpen, Walter Lippman, Michael Polanyi y Salvador de Madariaga. Dicho encuentro generó la fundación de la Sociedad Mont Pélerin que en su declaración fundacional señalaban que: “los valores centrales de la civilización están en peligro. Sobre grandes extensiones de la superficie del planeta las condiciones esenciales de la dignidad y de la libertad humana ya han desaparecido. En otras, están bajo constante amenaza ante el desarrollo de las tendencias políticas actuales. La posición de los indivi-duos y los grupos de adscripción voluntaria se ve progresivamente socavada por extensiones de poder arbitrario. Hasta la más preciada posesión del hom-bre occidental, su libertad de pensamiento y de expresión, está amenazada por

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el despliegue de credos que, reclamando el privilegio de la tolerancia cuando están en situación de minoría procuran solamente establecer una posición de poder desde la cual suprimir y obliterar todas las perspectivas que no sean la suya”1.

El intento de impulsar una sociedad que redujera las desigualdades era considerado por estos autores como destructores de la libertad y ponía trabas a la competencia económica. Comenzaban a desafiar un consenso generalizado, al argumentar que la desigualdad era un valor positivo que lo acercará a con-cepciones conservadoras al mismo tiempo que lo alejaba de una premisa del liberalismo clásico: la igualdad. De este modo, el neoliberalismo retoma del li-beralismo clásico (proceso histórico marcado en lo socio-económico por el de-sarrollo de la Revolución Industrial –originaria de Gran Bretaña y posteriormen-te extendida a otras regiones– y en lo político por la Revolución Francesa) es-tableciendo la idea de libertad y de orden natural como los valores supremos para alcanzar el bienestar social. Lo natural es el individuo, no la sociedad; lo natural es la voluntad, el interés y libertad de cada individuo, no la voluntad ge-neral; lo natural es lo económico y el andamiaje principal para lograr la libertad individual. Al enfatizar las libertades individuales se refuerzan las concepciones en torno a la iniciativa privada, al mercado por sobre los valores societales. Mientras que para el liberalismo clásico el concepto de libertad es más global y totalizador pues abarca la esfera individual, la política (aunque hasta fines del siglo XIX éstas estaban restringidas para gran parte de la población, fundamen-talmente analfabetos, trabajadores y mujeres) y la económica, para el neolibe-ralismo la libertad económica es la condición necesaria para lograr la libertad individual.

Consideramos que es necesario poner en cuestión una visión extendida que el neoliberalismo es sinónimo de mínima intervención estatal. El geógrafo David Harvey define al neoliberalismo como “una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracte-rizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apro-piado para el desarrollo de estas prácticas. Por ejemplo, tiene que garantizar la calidad y la integridad del dinero. Igualmente, debe disponer las funciones y estructuras militares, defensivas, policiales y legales que son necesarias para asegurar los derechos de propiedad privada y garantizar, en caso necesario mediante el uso de la fuerza, el correcto funcionamiento de los mercados. Por otro lado, en aquellas áreas en las que no existe mercado (como la tierra, el agua, la educación, la atención sanitaria, la seguridad social o la contaminación medioambiental), estos deben ser creados, cuando sea necesario, mediante la acción estatal. Pero el Estado no debe aventurarse más allá de lo que prescri -ban estas tareas. La intervención estatal en los mercados (una vez creados) debe ser mínima porque, de acuerdo con esta teoría, el Estado no puede en modo alguno obtener la información necesaria para anticiparse a las señales del mercado (los precios) y porque es inevitable que poderosos grupos de inte-rés distorsionen y condicionen estas intervenciones estatales (en particular en

1 Citado por Harvey, David: “Breve historia del neoliberalismo” (extraída del sitio web: http://wwwmontpelerin.org/aboutmps.html). Versión de internet. Págs. 25 y 26.

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los sistemas democráticos) atendiendo a su propio beneficio2. Al respecto Albert Recio destaca cuatro áreas de intervención estatal que

promovió el neoliberalismo: 1) Política económica: donde el pleno empleo es sustituido por

la lucha contra la inflación legitimada por una concepción macroeconómica que postula como no deseable el pleno empleo. Se considera que existe una tasa natural de desem-pleo que no acelere inflación). El argumento central de este enfoque es que el desempleo no se reduce con políticas de expansión de la demanda, ya que “estas, a partir un límite, generaban inflación, y además inflación creciente, una situa-ción que se consideraba desastrosa para la generación de inversión privada que permite el crecimiento económico ne-cesario para el pleno empleo”3. A diferencia de la lógica del Estado Bienestar Keynesiano (EBK) de expandir la demanda se postulaba las reformas estructurales del mercado laboral, donde el pleno empleo es dejado de lado por el empleo flexi-ble.

2) Sistema financiero: a través de una serie de políticas: 1) Li-beralización del movimiento de capitales entre diversos paí-ses, permitiendo los paraísos fiscales; 2) Eliminación de res-tricciones a la formación de entidades financieras especiali-zadas, eliminando las barreras que existían entre bancos comerciales, cajas de ahorro, etc. 3) Liberalización de la creación de activos financieros y sus consecuentes “deriva-dos” (títulos financieros negociables, bonos, hipotecas, etc.; 4). Creación de empresas financieras con una regulación más laxa, muchas de ellas filiales de los propios bancos, aunque también independientes que son las gestoras de los títulos “derivados”; 5) Reemplazo parcial de la regulación estatal por formas mercantiles auto-regulatorias, tomando relevancia las auditorias y empresas de calificación de ries-gos.

3) Liberalización de mercancías y servicios. Si bien este proce-so comienza antes y que no culminó por las diversas resis-tencias. Esto se expresa en privatizaciones de empresas estatales o que ciertas actividades laborales sean parcial o totalmente realizadas sean contratadas o subcontratadas externamente. La justificación de estas medidas es que las empresas privadas son más eficientes ante la burocracia estatal.

Dos de los exponentes más cabales de la Escuela de Chicago, vertiente estadounidense del neoliberalismo, Milton y Rose Friedman, expresan que el modelo de sociedad deseable debe fundarse en las libertades individuales dado que: “(...) Las características físicas y humanas limitan las alternativas de que disponemos. Pero nada nos impide, si queremos, edificar una sociedad

2 Harvey, David: Op. Cit. Págs. 8 y 9.3 Recio Albert, André: “La crisis del neoliberalismo” http://www.rebelion.org/docs/85139.pdf Ex-traído de Revista de Economía Crítica, nº7, primer semestre, 2009:96-117. ISSN : (en trámite) Pág.98

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que se base esencialmente en la cooperación voluntaria para organizar tanto la actividad económica como las demás actividades; una sociedad que preserve y estimule la libertad humana, que mantenga al Estado en su sitio, haciendo que sea nuestro servidor y no dejando que se convierta en nuestro amo”4.

Una de las tesis de M. Friedman es que la organización de la actividad económica debe desarrollarse a través de empresas privadas en el marco de un mercado libre y el capitalismo es el sistema que mejor se adecua a dicho principio. La economía de libre mercado se construye en base a la cooperación voluntaria entre los individuos, a través de la cual las partes intervinientes se benefician y satisfacen sus necesidades con mayor eficacia. Ejemplificando esta aseveración, M. Friedman señala que la forma más simple que adopta este tipo de sociedad es cuando un variado número de familias independientes entre sí produce bienes y servicios que intercambian por otros con otras fami-lias, en términos aceptables para ambas partes. Cada familia esta indirecta-mente capacitada para satisfacer sus necesidades, produciendo si fuera nece-sario para su propio consumo. El incentivo para producir para otros, es el incre-mento de la productividad que hace posible la división del trabajo y la especiali -zación de funciones. Esta especialización beneficia a las partes que intercam-bian pero potencialmente cada familia posee la alternativa de producir directa-mente para sí misma si no se beneficia con el intercambio. Las familias coope-ran entre sí, sin coerción de ningún tipo, ya que cada una responde a sus pro-pios intereses.

Otro objetivo central del neoliberalismo es la profundización de la acumu-lación capitalista. Se busca una mayor rentabilidad empresaria a través de unaredistribución regresiva de los ingresos, dando vuelta la lógica keynesiana de bienestar del pleno empleo que fortaleció en los hechos el poder de los sindica-tos. Esta concepción establece que el aumento de los ingresos de los pobres depende de mayores niveles de inversión y de consumo de los ricos, lo que se conoció como la teoría del goteo o derrame (primero se acumula y luego se “derramaría” hacia los sectores populares). Para lograr este objetivo, conside-ran necesario despolitizar el ámbito del mercado, considerándolo, como la eco-nomía liberal clásica, como un proceso económico “natural”. Los diversos go-biernos de corte neoliberal arremeten contra los sindicatos y todo tipo de orga-nizaciones populares de base que intentan canalizar sus demandas a través del Estado por fuera del mercado. Arremeten también contra la lógica que se había instaurado con el Estado del bienestar basada en los organismos corpo-rativistas tripartitos (sindicatos, empresarios, Estado).

El ataque a los sindicatos se basa en que éstos limitan la libertad de tra-bajo y del derecho de libertad de asociación. Como lo señalaba uno de sus referentes intelectuales, von Hayeck al considerar que si bien la huelga era “un derecho normal, difícilmente puede considerarse como un derecho inalienable. Existen buenas razones para afirmar que, en ciertos casos, debería estipularse dentro de las cláusulas del convenio la renuncia a tal derecho: por ejemplo, hay empleos que implican obligaciones a largo plazo por parte de los obreros, y cualquier intento de quebrantar aquella renuncia debería considerarse ilegal”5. Para justificar estas políticas antisindicales consideran que lo esencial para te-

4 Friedman, Milton y Friedman, Rose: “Libertad de elegir: Hacia un nuevo liberalismo económi-co”, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993, Pág. 61.5 Hayek, Friederich: Los fundamentos de la libertad, Ediciones Folio, Barcelona, 1997, Tomo 2, Págs. 334 y 335.

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ner una economía estable es promover competitividad empresarial.

2. Mercado y Estado: la crítica al Estado de Bienestar La realización de la idea de libertad para el neoliberalismo implica el desa-

rrollo de las fuerzas del mercado que conlleva la necesidad de eliminar todos los obstáculos que se erigen contra su libre funcionamiento. El mercado en tan-to precondición para la realización de la libertad individual, debe asumir las decisiones políticas y sociales y ser el que gobierne el destino de la humani-dad, donde el Estado y la política se subordinan a la lógica mercantil. Ludwig von Mises–uno de los teóricos del neoliberalismo– destaca que “la institución fundamental de la economía de mercado es la propiedad privada de los medios de producción. Caracteriza y tipifica al sistema. El mercado, en su ausencia, se desvanece”6. De este modo, el mercado es el que define la dinámica del siste-ma en el cual cada uno actúa según su propio interés, y todo el mundo satisfa-ce las necesidades de los demás al atender las suyas. La libre competencia es el principio que rige la organización social, asegurando la libertad de comprar y vender a cualquier precio, como así también para producir. Revirtiendo la pre-misa del liberalismo clásico, la libertad económica es precondición de la libertad política.

El neoliberalismo al entronizar al mercado como la dimensión idónea para alcanzar el desarrollo económico y social, invierte la relación entre estado y economía entre Estado y sociedad, postulado por el Estado de Bienestar. El juego de la oferta y la demanda debe fluir libremente sin ningún tipo de condi-cionamientos ni intromisión por parte del Estado. Este debe abstenerse de in-tervenir en la economía, procurando eliminar los obstáculos que entorpecen su dinámica, arbitrando los mecanismos necesarios para evitar todo tipo de intro-misiones ajenas al mercado. Para lograr dicho fin deberá además colaborar con la despolitización del mercado, neutralizando las demandas y las presiones de los trabajadores y de las organizaciones sindicales, diluyendo el poder de mediación y negociación de estos últimos frente al estado y por fuera del mer-cado. En consecuencia, en este tipo de sociedad regulada por el mercado, la democracia como sistema y como forma de organización de lo social no consti-tuye un valor deseable, que podría transformarse en un aspecto incompatible con el interés y la voluntad individual. Como señala Perry Anderson: “la demo-cracia en sí misma –como explicaba incansablemente Hayek– jamás había sido un valor central del neoliberalismo, considerando que la libertad y la demo-cracia podían tornarse fácilmente incompatibles, si la mayoría democrática de-cidiese interferir en los derechos incondicionales de cada agente económico para disponer de su renta y sus propiedades a su antojo”7.

El mercado es el que provee los mecanismos que otorgan al individuo la libertad para aprovechar al máximo los recursos, siempre que no interfiera con la libertad de los demás, pero no garantiza que todos obtendrán los mismos beneficios. Estos diferirán en gran medida, por los accidentes de nacimiento, herencia previa y por la buena o mala suerte, es decir que las desigualdades sociales al ser naturales, son inevitables. A partir de este enfoque, la sociedad concebida como un orden natural, basado en la iniciativa privada y en la liber-

6 Ludwig von Mises La acción humana, Tratado de Economía. Editorial Sopec, Madrid, 1968, Pág. 803.7 Anderson, Perry: “Neoliberalismo: un balance provisorio” en Compiladores: Emir Sader y Pa-blo Gentili “La trama del neoliberalismo: Mercado, crisis y exclusión social”, Buenos Aires, Ofici -na de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997, Pág. 24.

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tad de mercado y considerada por muchos autores como una forma de justifi -cación de las desigualdades sociales como esencia de lo social y del capitalis-mo como su expresión. Así lo expresa Perry Anderson quien sostiene que el neoliberalismo, es un fenómeno diferente al liberalismo clásico y que lejos de recuperar el concepto de "libertad" como uno sus pilares básicos, fue combatir al keynesianismo y preparar las bases y condiciones para un tipo de capitalis-mo duro y libre de reglas. De este modo, al enfatizar la primacía del mercado por sobre el Estado y privilegiarse la iniciativa privada, se pretende reordenar la sociedad a través de un orden auto-regulado logrando un equilibro entre los diversos intereses en pugna.

De este modo, no solo consideran nocivo para el funcionamiento social y económico la excesiva intervención del Estado en la economía, su tamaño y la tendencia al crecimiento permanente de su aparato burocrático. Dicha propen-sión a incrementar el tamaño es visto como un defecto de nacimiento del Esta-do de Bienestar por las características que adquiere la dinámica socio político en las democracias.

Según la concepción neoliberal, el comportamiento burocrático estatal puede ser asimilado al comportamiento empresarial caracterizado por la nece-sidad de maximizar beneficios, ya que el estatus y el poder de las burocracias dependen del tamaño y del crecimiento de sus administraciones”: a mayor ta-maño, a mayor mercado, mayor poder. Este esquema también se traslada al mercado político donde las diferentes organizaciones políticas “compiten” por el voto del mismo modo que las empresas por los consumidores. En la competen-cia política y electoral se crean expectativas y compromisos que deben poste-riormente satisfacerse, al mismo tiempo deteriora valores “tradicionales” como por ejemplo la ética del trabajo, que en última instancia se tradujeron, en el aumento de seguidores. A medida que aumentan los seguidores, deben am-pliarse y expandirse los cuadros burocráticos estatales. Este tipo de interrela-ción entre las demandas sociales, políticas asistenciales y cuadros burocráti-cos, generaron un ciclo que ha obligado al Estado a profundizar las políticas sociales y asistenciales, a expandir sus cuadros burocráticos y en consecuen-cia aumentar una parte del gasto público. Para que esta relación no se siga reproduciendo es necesario achicar el Estado, despolitizándolo y transfiriendo dichas funciones sociales a la órbita del mercado a “técnicos” con mayor poder de decisión, en el marco de un “Estado mínimo y ágil”. Estos procesos irracio-nales y burocráticos han producido, según el neoliberalismo el crecimiento des-medido y patológico del Estado y lo han convertido en un aparato todo podero-so que tiende a asfixiar a la sociedad. El mercado en cambio, con la racionali -dad objetiva que le es propia, según el neoliberalismo, tenderá a lograr los equilibrios duraderos para solucionar los conflictos sociales y alcanzar el bien-estar social. Esta “vuelta al fundamentalismo del mercado, según algunos auto-res es una propuesta sustentada por quienes visualizaron en las políticas key-nesianas, más allá de sus matices y especificidades nacionales, las causas del avance de los trabajadores y el salario sobre los capitalistas y las ganancias”8.

3. El neoconservadurismoEl descreimiento de los valores democráticos acercó a los neoliberales a

concepciones que provenían del pensamiento conservador. A esta convergen-

8 Gambina, Julio: “Crisis del neoliberalismo. Sus alcances, proyecciones y consecuencias”, en Periferias Nº 2, Año 2, Primer Semestre de 1997, Pág. 26

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cia de corrientes se las denomina de neoconservadurismo. Históricamente los conservadores han priorizado el “orden” sobre la justicia, la “libertad” y la igual-dad. Si bien las ideas liberales y conservadoras difieren en materia económica y política, ambas coinciden en concebir a las desigualdades sociales como “naturales” y en descalificar a la democracia como modelo de integración so-cial. La convergencia de estas corrientes (liberales y conservadoras) ha sido posible y se ha intensificado cuando la primera comienza a abandonar sus prin-cipios políticos y sociales basados en la libertad individual y en los derechos y garantías de los ciudadanos, priorizando solo las libertades económicas. El pro-pósito político social de tal convergencia ha sido limitar las luchas democráti-cas, manteniendo y profundizando las desigualdades desde una concepción elitista y jerárquica de la sociedad. Margaret Thatcher lo planteaba claramente: “es nuestra función glorificarnos en la desigualdad y velar que a los talentos y las habilidades se les sea dado una salida y expresión para el beneficio de to-dos nosotros”9.

La convergencia de ideas neoconservadoras y el neoliberalismo tuvo ma-yor presencia en Estados Unidos cuando desde el Partido Republicano busca-ron una fuerte base de apoyo en sectores cristianos evangélicos (la denomina-da Iglesia electrónica que constituyen alrededor del 20% de la población) que hasta entonces no jugaban un rol importante en la vida política. A través de estas concepciones apelando a un nacionalismo cultural de los trabajadores blancos mediante un discurso que los interpelaba como superiores moralmente y porque vivían con inseguridades económicas por ser excluidos de ciertos be-neficios. Desde la revista Commentary, intelectuales conservadores como Ir-ving Kristol y Norman Podhoretz criticaban a los valores “liberales” en el terreno cultural (en el sentido estadounidense, con el sentido “progresista”) y al mismo tiempo apoyando el giro neoliberal en materia económica.

En Inglaterra, el contexto socio-histórico fue muy diferente. A diferencia de los Estados Unidos existía un fuerte desarrollo de Estado de Bienestar con una presencia sindical y la existencia del Partido Laborista que actuaba como nexo político de las organizaciones gremiales de los trabajadores. Del mismo modo, hay una ausencia de grupos evangélicos de peso económico y con deseos de involucrarse en la actividad política. Sin embargo, el neoconservadurismo tuvo también su grado de confluencia con las políticas neoliberales al restringir liber-tades individuales. La búsqueda de cierto grado de coerción social para poner énfasis en la restauración del orden “emerge como una sencilla manera de des-pojarse del velo de antiautoritarismo en el que pretendía envolverse el neolibe-ralismo. Pero también propone respuestas propias a una de las contradicciones centrales del neoliberalismo. Si “no existe eso que llamamos sociedad, sino únicamente individuo”, tal y como Thatcher lo formulara en un principio, enton-ces, el caos de los intereses individuales puede con facilidad acabar prevale-ciendo sobre el orden. La anarquía del mercado, de la competitividad y del indi-vidualismo desenfrenado (esperanzas, deseos, ansiedades y miedos individua-les; opciones sobre los estilos de vida, sobre los hábitos y orientaciones sexua-les; modos de expresión y de comportamiento hacia los otros) genera una si -9 George, Susan: “Breve historia del neoliberalismo”: veinte años de economía de elite y las oportunidades emergentes para un cambio estructural. (conferencia) Pág. 5. En: http://www.rc-ci.net/globalizacion/llega/fg099.htm Dicha conferencia se realizó en el simposio Soberanía Eco-nómica en un Mundo Globalizado. Bangkok (24 al 26 de marzo de 1999 (Página web: http://www.millennium-round.org/

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tuación que se torna progresivamente ingobernable. Incluso, puede conducir a una ruptura de todos los vínculos de solidaridad y a un estado próximo al anar-quismo social y el nihilismo”10.

Los gobiernos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en los Estados Unidos se convirtieron en modelos paradigmáticos, para otros países tanto de Europa, como de América Latina, para desmontar y socavar las bases de las diversas variantes del Estado de Bienestar. El neoliberalismo inaugura así una época en que comienzan a generalizares gobiernos neolibera-les, y con ellos la aplicación de políticas basadas en las reformas estructurales del estado, en las privatizaciones, y la implementación de políticas tendientes a la reducción del gasto público, entre otras. De este modo, esta concepción pa-só de una etapa inicial de corte meramente académico y minoritario en sus adhesiones a otra de búsqueda de consenso y apoyo popular. La búsqueda de apoyos populares hizo reflotar un tono nacionalista a la prédica de dichos go-biernos como se evidenció a partir del triunfo de Reagan en su avanzada militar en el medio Oriente (al inicio con Irán) y en el caso de Gran Bretaña con la gue-rra de Malvinas. Una consigna lanzada por la primera ministra Thatcher intenta-ba dar cuenta que era el único camino posible: “No hay alternativa”.

4. La crisis del ’70 y la oportunidad para el neoliberalismo El desarrollo de la economía capitalista mundial a partir de la década del

40 del siglo XX –basado en los supuestos teóricos keynesianos que se expre-saron en los diversos Estados de Bienestar de economía mixta– comenzó a detenerse a finales de la década de los ’60. Ambos conceptos abarcan y expli -can mejor los fenómenos y sistemas económico-sociales de la posguerra. Esta-do de Bienestar Keynesiano combina los programas sociales de distribución del ingreso por fuera del circuito productivo y los planes de intervención estatal an-ticíclica que surgieron para contrarrestar la crisis de 1929. Mientras que el tér-mino de economía mixta se refiere a la convivencia de dos instancias de control económico: el Estado y el mercado. Ambas variables permitían generar un fuer-te aumento del gasto público y tendencias hacia al pleno empleo. Los neolibe-rales planteaban críticamente que esa excesiva intervención estatal promovía altos índices de inflación.

Consideramos necesario remarcar que el despliegue de un rol más prota-gónico del Estado en los aspectos económicos y sociales es previo incluso a la crisis del 29. La justificación de esta postura se basaba en tres elementos: a) el temor a la revolución anticapitalista; b) la preocupación “caritativa” de los po-bres, que hasta ese momento era un asunto de la Iglesia; c) la búsqueda de mayores niveles de eficiencia económica a través de leyes proteccionistas. La revolución rusa de 1917 representó para el capitalismo una amenaza concreta de que se incrementara el poder social de los trabajadores. En un primer mo-mento, el Estado capitalista reaccionó a través del uso de la coerción, limitando o prescindiendo de la participación de los sindicatos del proceso político. Poste-riormente, la respuesta fue más problemática, al combinarse políticas, propues-tas, modificaciones en las organizaciones del proceso de trabajo –lo que se conoce como fordismo, a través de la cadena automatizada creando la línea de montaje– y diversos planteos teóricos de readecuación del capitalismo, entre los que se destacaban los del keynesianismo.

El “pacto social” entre capitalistas y trabajadores consistía en concesiones

10 Harvey, David: Op. Cit. Pág. 88.

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recíprocas de partes desiguales con diferentes poder de decisión. Los distintos sectores de la burguesía cedían parte de sus ganancias y los trabajadores aceptaban los parámetros del sistema capitalista, dividiendo la lucha sindical de la política dejando de lado las propuestas de transformar las relaciones socia-les de producción. De este modo, los sindicatos mutan en grandes organizacio-nes con poder para acordar con las fuerzas del capital y desarrollando estructu-ras burocráticas. Asimismo, los mayores niveles de intervención estatal gene-ran cambios en los sistemas políticos, al aumentarse la participación política y social. Paralelamente, los partidos políticos sufren una profunda transforma-ción. Los denominados partidos burocráticos de masa con gran peso del apara-to (como la izquierda europea) se convierten en partidos “escoba”, o profesio-nales-electorales, caracterizados por un discurso más desideologizado, debili-tamiento de los lazos entre los partidos y su electorado, la pérdida de peso de la militancia y los afiliados, fortalecimiento de los líderes que tienden a tener vínculos más laxos con su organización y un rol más protagónico de los medios de comunicación de masas.

La integración de los sindicatos al Estado, y la búsqueda de los primeros de canales institucionalizados para vehiculizar sus demandas fue lo que primó en la conducción sindical más allá del gobierno de turno. Sin embargo, en el nuevo contexto, se mantenían las tasas de inflación pero el estancamiento pri -mero, y luego la recesión fue la expresión de que los tiempos de gran expan-sión económica llegaban a su fin. La combinación de inflación con recesión –fe-nómeno llamado estanflación– generó un aumento de las presiones contra el Estado de Bienestar.

Hacia fines de la década del 60 y principios de los 70 comienzan a vislum-brarse un proceso caracterizado por: a) una acentuada caída en la tasa de ga-nancia del capital; b) mayores niveles de déficits fiscales; c) y por último un de-bilitamiento del peso ideológico del keynesianismo que ponía en cuestión la legitimidad del sistema capitalista traduciéndose en una crisis hegemónica, al perder niveles de consenso político. De este modo, se abre una etapa de re-planteos para el capitalismo, considerando necesario reconvertir el modelo de acumulación en el cual se basaba el Estado de Bienestar Keynesiano, y por ende, las políticas económicas para generar nuevas modalidades para recupe-rar los niveles de tasas de ganancias.

Además, se acelera un proceso de centralización y concentración del ca-pital soportado en la tercera revolución científico-técnica que permitió una pro-fundización de la mundialización de las relaciones productivas iniciándose una tendencia que se acentuará en los años posteriores: mayor cantidad de inver-siones en el sector financiero. En este sentido, Miguel Mazzeo señala que: “en 1970 casi el 90% de las transacciones de divisas estaba relacionado con la economía real. En la actualidad el porcentaje no llega al 5%. Es decir, que en el mundo actual el 95% de estas transacciones son de carácter especulativo. A diario se trasladan por el mundo alrededor de 1,5 billones de dólares, especu-lando sobre las variaciones en la cotización de las divisas”11. A este fenómeno de especulación financiera que genera fuga de capitales, Harvey lo llama acu-mulación por desposesión que tiene cuatro rasgos centrales: 1) privatización y mercantilización; 2) financiarizción; 3) gestión y manipulación de la crisis; y 4) redistribuciones estatales.

11 Mazzeo, Miguel: Dioses fracasados: Apuntes sobre los procesos de la globalización neolibe-ral, Ediciones Macchi, 2003, Pág. 118.

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El auge económico de posguerra comenzó a evidenciar signos de declive hacia mediados de la década del ´60 e inicios del ´70. Los índices de produc-ción y de la tasa de ganancia empresarial comenzaron a decaer en Europa. Estados Unidos intentó una salida con un aumento del gasto militar durante la guerra de Vietnam, generando un crecimiento breve. El aumento de las luchas sindicales en Europa (como el recordado mayo francés y el otoño caliente ita-liano) también generó mayor presión social. Para recuperar parte de su caída de sus ganancias, los empresarios comenzaron a aumentar los precios. A este fenómeno de estancamiento económico e inflación se lo denominó estanfla-ción. Los neoliberales desde la perspectiva del monetarismo comenzaron a remarcar que el aumento del gasto público generado por la emisión monetaria sin control llevaba a la inflación.

Para poder financiar los gastos de la guerra de Vietnam, durante la presi-dencia de Richard Nixon en Estados Unidos se declara el domingo 15 de agos-to de 1971 la inconvertibilidad del dólar con respecto al oro, poniendo fin al sis-tema monetario de Bretton Woods impulsado después de la Segunda Guerra Mundial. Los EEUU venían saldando sus déficits de exportación mediante la emisión de dólares. La derrota en la guerra y la necesidad de importar cada vez más petróleo fueron minando la reserva de oro. Desde ese momento, el comer-cio mundial se estructuró a través de los dólares emitidos por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Los países comenzaron a reemplazar sus reservas en oro por el billete verde.

Desde la posguerra se desarrollaron fuertes inversiones en la explotación de energía. En noviembre de 1973, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) reaccionó ante la nueva situación económica con la triplica-ción del precio del petróleo crudo, para contrarrestar el crecimiento inflacionario y la depreciación del dólar. Estas medidas agravaron la recesión económica debido al comienzo de la aplicación de políticas restrictivas de los diversos go-biernos. Al respecto, John Holloway considera que: “el derrumbe del sistema monetario internacional removió el aislamiento respecto del mercado mundial, que era un elemento esencial de la concepción keynesiana de la intervención estatal. Estas tensiones encontraron su expresión en la aguda recesión de 1974-1975: la producción cayó estrepitosamente en todos los países principa-les, la inflación y el desempleo se elevaron y el flujo de “petrodólares” dentro del mercado de eurodólares incrementó la volatilidad del sistema monetario mundial”12.

En sus distintas vertientes, los partidos socialdemócratas europeos bus-caban canalizar las demandas obreras de los sindicatos. Incluso, los eligieron como interlocutores por los empresarios cuando comenzaba a vislumbrarse el descenso en los niveles de acumulación en la segunda mitad de la década del 60. No obstante, cuando las contradicciones sindicales se hicieron más eviden-tes, estos partidos entraron en crisis.

La nueva situación evidenció las posiciones contradictorias de los sindica-tos que aceptaban colaborar con el Estado para disminuir las demandas sala-riales, buscaban conservar el apoyo de sus bases sindicales a través de la ne-gociación. Para lograr una mayor disciplina del mercado laboral era necesario tener mayores niveles de desempleo. Esta nueva situación de mayores niveles

12 Holloway, John: Se abre el abismo. Surgimiento y caída del keynesianismo” en Holloway, John: Marxismo, Estado y Capital: La crisis como expresión del poder del trabajo, Fichas Técni-cas de Cuadernos del Sur, 1994, Pág. 70.

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de desempleo no fue absorbida por los sindicatos, los cuales se habían acos-tumbrado al pleno empleo y a altos salarios.

También se producen cambios en nuevos procesos de trabajo: la automa-tización flexible y programada, fenómeno conocido como toyotismo. Del mismo modo que se puede asociar el esquema del taylorismo-fordismo con el Estado de Bienestar Keynesiano (EBK), podemos establecer que este nuevo modelo se basa en la infraestructura mínima del estado neoliberal. Al respecto, John Holloway destaca: “ya no era verdad, a fines de los 60, que todo auto producido podría ser vendido sin problemas; y hacia 1974 cuando la crisis mundial ya era evidente y el aumento de precios del petróleo llegó hasta los automóviles, los fabricantes de automóviles tenían que competir intensamente para vender sus productos. Las compañías productoras se vieron obligadas a cambiar sus mé-todos de producción para poder competir. También la dirección empresarial tuvo que atacar las normas establecidas de relaciones laborales. Desde ambos lados de la relación capital-trabajo, la estabilidad relativa del fordismo estaba bajo ataque. Al período de compromiso en el cual los sindicatos habían mante-nido juntas a ambas partes en aparente armonía, sucedió un período de con-flicto abierto, de abierta lucha por el poder”13.

La realización de este esquema postulaba la reducción de equipo y perso-nal para satisfacer la demanda diaria o semanal, partiendo de las existencias para revelar lo superfluo y racionalizar la producción, conformando una fábrica distinta de los modelos del taylorismo y el fordismo que cambiaba la organiza-ción del trabajo para adaptarla a las necesidades del mercado. Una caracterís-tica central de este nuevo esquema es la pérdida de la especialidad profesional para transformarse en obreros polivalentes, logrando el objetivo de disminuir su poder e incrementar la intensidad de su trabajo. Además, permitía descentrali-zar parte de las tareas de planificación e integrar las tareas de control de cali-dad de los productos a la tarea de fabricación. La descentralización productiva también se expresa en la “externalización“(fenómeno también definido como tercerización) de ciertos trabajos, generando mecanismos de subcontratación de tareas, que son institucionalizados y jerarquizados.

Estos cambios provocaron mayor desempleo dejando atrás el pleno em-pleo y los altos salarios, poniendo en crisis el esquema keynesiano. Los au-mentos de los déficits llevaron a los gobiernos a considerar la posibilidad de reducir los gastos sociales. Los neoliberales comenzaron a culpabilizar al au-mento de los costos salariales como la causa de la caída de las ganancias em-presariales. Comenzó así a ponerse énfasis en el aumento de la productividad y en el control de los incrementos salariales. De este modo, el “pleno empleo” que era uno de los pilares del Estado de Bienestar había generado un aumento del poder de la fuerza de los trabajadores en la disputa con el capital por el in-greso. Sin recesión, la inflación fue la respuesta de los empresarios para dismi-nuir las demandas obreras. La coyuntura crítica de los años 70 generó las con-diciones para que las premisas neoliberales comenzaran a ponerse en práctica. El nuevo escenario permitía que las ideas liberales en materia económica co-miencen a popularizarse, sindicando como responsables de la misma al estado y a las organizaciones obreras porque con sus reivindicaciones salariales y sus presiones en favor de la distribución socio-económicas, y el desarrollo de las

13 Holloway, John: “Se abre el abismo. Surgimiento y caída del keynesianismo” en Holloway, John: Marxismo, Estado y Capital: La crisis como expresión del poder del trabajo, Fichas Técni-cas de Cuadernos del Sur, 1994, Págs. 117 y 118.

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políticas de seguridad social, fueron los causantes del aumento del gasto públi-co.

5. Las experiencias piloto: el neoliberalismo y las dictaduras latinoa-mericanas

La aplicación de políticas neoliberales no siempre se produce en forma completa de acuerdo a sus supuestos postulados generales. Sería más preciso afirmar junto a Recio que “el neoliberalismo nunca ha constituido un modelo coherente de regulación económica. Como en todo proceso social hay que dife-renciar entre referentes teóricos, construcciones ideológicas y políticas especí-ficas. En general las visiones ideológicas compartidas se reducen a puntos co-munes, mientras que las políticas están, inevitablemente, relacionadas con los vaivenes que impone la realidad: las tradiciones nacionales, las luchas políticas y las inercias. Menos claro aún es el papel de las teorías, básicamente porque la formulación crecientemente etérea de los supuestos de los modelos teóricos los hace difícilmente traducibles a propuestas concretas”14.

América latina también desmiente el carácter no intervencionista del Esta-do ya que vino acompañada de la presencia de dictadura que a la vez confir-maba no sólo el escaso entusiasmo por el liberalismo político. Al mismo tiempo, parte del “recetario” privatizador fue aplicado aunque no en su totalidad en el Chile dirigido por Pinochet, fue dejado de lado momentáneamente en la Argen-tina de la dictadura cívico-militar instaurada en 1976. Aunque generalmente se considera que los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos fueron los primeros en aplicar estas políticas, la dictadura chilena fue pionera en aplicar programas de desregulación, represión sindical, desempleo masivo, privatiza-ción y concentración de la riqueza. La aplicación de políticas neoliberales en un gobierno que había abolido la democracia política no era contradictoria con los postulados neoliberales, ya que para esta concepción lo político debía subordi-narse a la centralidad del mercado.

Tomamos solamente los casos chileno y argentino, por ser considerados los primeros en el mundo en impulsar parte del recetario neoliberal y que conta-ron con el apoyo de los sectores más concentrados de su economía y de los Estados Unidos, que desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959 propició en América latina golpes de estado sustentado con la ideología anticomunista de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).

El gobierno democrático de Salvador Allende de la Unidad Popular (coali-ción de partidos de izquierda) llevó el gasto estatal al 40% del Producto Bruto Interno (PBI). La posterior liberalización económica se restauró a través del golpe de Estado del 11 de de septiembre de 1973 encabezado por el general Augusto Pinochet quien basó su proyecto en una feroz represión, desaparición de personas y cárcel a los opositores. Harvey comenta como fue preparado el clima con antelación, enfatizando que “se convocó a un grupo de economistas conocidos como los “Chicago boys” a causa de su adscripción a las teorías neoliberales de Milton Friedman, que entonces enseñaba en la Universidad de Chicago. La historia de cómo fueron elegidos es interesante. Desde la década de 1950 Estados Unidos había financiado la formación de algunos economistas chilenos en la Universidad de Chicago, como parte de un programa de la Gue-rra Fría destinado a contrarrestar las tendencias izquierdistas en América Lati-

14 Recio Albert, André: Op. Cit. Pág.97.

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na15”. Estos economistas lograron controlar la Universidad Católica –una institu-ción privada con sede en la ciudad de Santiago– Una vez que Pinochet llegó por la fuerza al gobierno, estos economistas en sintonía con los planes del Fon-do Monetario Internacional (FMI) reestructuraron la economía. Siguiendo el ca-mino inverso al del gobierno democrático de Allende, revirtieron las nacionaliza-ciones y privatizaron servicios públicos, y abrieron la economía al capital ex-tranjero (fundamentalmente en la industria maderera y pesquera). El único re-curso que quedó en manos del Estado fue el cobre.

La combinación de políticas neoliberales y régimen autoritario es eviden-te, aunque existen matices que deben ser considerados. En el caso chileno, la privatización de áreas estatales ligadas al bienestar (salud y educación) fueron llevadas adelante a diferencia de la Argentina. La dictadura militar instaurada en nuestro país en 1976 –también sustentada en la represión sistematizada– inició un proceso de liberalización de los mercados, especialmente el financiero y de apertura económica. Básicamente este proyecto económico pretendía mo-dificar sustancialmente la economía, la sociedad y la inserción en el mercado mundial. El temor a las protestas sociales hizo que no se desmantelaran ciertas instituciones estatales ligadas a lo social que estaban más arraigadas que en Chile. Sin embargo, debemos aclarar que ya durante la presidencia constitucio-nal de Isabel Perón, hubo elementos embrionarios de esta política, a partir del tristemente célebre “rodrigazo”.

Al mismo tiempo, consideramos que la adopción del neoliberalismo en nuestro país tuvo matices con respecto al caso chileno. Las políticas llevada a cabo a partir de la gestión de Martínez de Hoz, durante la dictadura militar “apuntan hacia una gradual des-indexación de los precios claves: tipo de cam-bio, tarifas de empresas y servicios públicos y salarios”16. Estas famosas “an-clas” que llevó adelante la dictadura argentina tuvieron como objetivo disciplinar a través de los mecanismos del terrorismo de Estado fundamentalmente hacia el movimiento obrero organizado. La aplicación de las políticas neoliberales en la Argentina marca algunas particularidades con relación a los casos británicos y estadounidenses.

El proyecto global analizado anteriormente de fuerte contenido anticomu-nista, autoritario y moralista estuvo más presente durante la dictadura militar, combinándose en forma paralela con la doctrina monetarista expresada en la apertura económica, la reducción salarial, la concentración de la riqueza. La reducción de aranceles a los productos importados apuntó a revertir el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) con énfasis en el de-sarrollo del mercado interno. Otra de las consecuencias de la política aperturis-ta fue la entrada de capitales (dólares baratos) que no sólo permitió un corto período de consumo de sectores medios y altos a través de viajes al exterior y la importación de productos (la denominada “plata dulce”) sino que también generó la posibilidad de creación de entidades financieras que fueron uno de los eslabones del creciente endeudamiento externo. Sin embargo, el proyecto neoliberal en materia económica no logró en ese período privatizar las empre-sas estatales. A diferencia de Chile (donde el control del poder político estuvo en manos de la conducción férrea de Pinochet), en la Argentina, las tres fuer-zas armadas (ejército, marina y aeronáutica) se dividieron el “botín” de las em-

15 Harvey, David: Op. Cit. Págs. 14 y 1516 Foxley, Alejandro: Experimentos neoliberales en América Latina, Colecciones Ediciones CIEI-PLAN, Nº 7, Chile, julio de 1981, Pág. 92.

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presas estatales. La posibilidad que una privatización de las empresas pudiera generar mayores protestas sociales también se combinaba a que seguían com-partiendo cierto ideario nacionalista, de las cuales las Fuerzas Armadas habían conformado esas empresas. En este sentido, existían contradicciones (o ten-siones) entre la conducción económica y política, del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional

6. La aplicación de las políticas neoliberales en Europa y en el resto del mundo

A partir de la situación de la crisis de los ’70, las teorías neoliberales co-mienzan a ganar terreno. Desde esta concepción comenzó a plantearse la ne-cesidad de un Estado fuerte –desmintiendo una vez más el sentido común de su no intervención– capaz de limitar la influencia de las organizaciones sindica-les y que además controlara la política monetaria, absteniéndose de intervenir en la economía. El objetivo de todo gobierno era contribuir a la estabilidad mo-netaria. Para este fin era necesario realizar ajustes estructurales, reduciendo por un lado los gastos en general del estado, y los sociales en particular; reali -zar reformas fiscales para estimular la inversión y también debilitar el poder de las organizaciones sindicales.

Perry Anderson destaca que las políticas desarrolladas por el neoliberalis-mo fueron aplicadas fundamentalmente por el thatcherismo en Inglaterra, don-de “(...) el modelo más puro de neoliberalismo, se contrajo la emisión monetaria y elevaron las tasas de interés. Se rebajaron drásticamente los impuestos so-bre los ingresos altos, se aflojaron controles sobre los flujos financieros, se crearon millones de desempleados, se aplastaron huelgas e impusieron una nueva legislación antisindical. Cortaron gastos sociales y finalmente, se lanza-ron en programas amplios de privatizaciones comenzando con la vivienda pú-blica y prosiguieron con las industrias básicas como el acero, el petróleo, el gas, la electricidad y el agua”17. El cambio regresivo en la política tributaria se evidencia en que en la década de 1980 “el 1% de los contribuyentes recibían el 29% de todos los beneficios de reducción de impuestos, de modo que una per-sona que recibía la mitad del salario medio, encontraba que sus impuestos se habían alzado en un 7%; en tanto que una sola persona que ganaba 10 veces el salario medio, recibía una reducción del 21%18”.

El discurso anti-sindical de Margaret Thatcher –que remarcaba la no exis-tencia de la sociedad, “sino únicamente hombres y mujeres individuales”– tuvo un fuerte apoyo en la clase media británica después de extensas huelgas (fun-damentalmente en el sector minero, industria siderúrgica, astilleros, transporte y el empleo público). Un dato ilustrativo del rumbo hacia donde se apuntaba es que “entre 1979 y 1994, el número de empleos en el sector público se redujo de sobre 7 millones a 5 millones, que representó una caída del 29%19”. Cuando Thatcher renunció a su cargo de primera ministra antes de terminar su tercer mandato en 1990 la incidencia de las huelgas cayó a una décima parte de sus niveles anteriores. Sin embargo, el desmantelamiento del Estado de Bienestar fue más dificultoso, principalmente en las áreas de educación y salud.

La adopción de políticas neoliberales en los Estados Unidos con la llega-da a la presidencia de Ronald Reagan en 1980 adquirió una connotación dife-

17 Anderson, Perry: Conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Sociales en 1994.18 Conferencia de George, Susan: Op. Cit. Pág.5.19 Conferencia de George, Susan: Idem. Anterior.

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rente debido a que en ese país no se había desarrollado un Estado de bienes-tar de tipo europeo. Por eso, “la prioridad neoliberal, se expresó más bien por la competencia militar con la Unión Soviética, concebida como una estrategia para quebrar la economía soviética y por esta vía derrocar al régimen comunis-ta en Rusia. En el interior, Reagan también redujo los impuestos a favor de los ricos, alzó las tasas de interés y aplastó la única huelga de su presidencia. Pero Reagan no respetó la disciplina presupuestaria, al contrario, se lanzó en una carrera armamentista sin precedentes que creó un déficit público mucho mayor que cualquier otro presidente de la historia norteamericana”20. En efecto, si bien la tradición sindical en Estados Unidos está más debilitada y fragmenta-da que en Gran Bretaña, en 1981, el gobierno de Reagan fue muy duro para frenar la huelga impulsada por la Organización de Controladores Profesionales del Tráfico Aéreo (PATCO). Las políticas anti-sindicales llevaron el salario míni-mo federal cayera a un 30 % en 1990.

Del mismo modo que en Gran Bretaña, el objetivo fue revertir las políticas impositivas, generando mayor desigualdad social. Susan George recoge datos de un ex asesor del presidente estadounidense Richard Nixon sobre la base de políticas elaboradas por la Heritage Foundation, donde destaca que “pasando la década de los 80, el 10% superior de las familias aumentó sus ingresos un 16%; de éstos, el 5% superior, aumentó sus ingresos en 23%; pero el extrema-damente afortunado 1% de las familias norteamericanas pueden agradecerle a Reagan su incremento en un 50%. Sus ingresos van de los 270 000 a los 405 000 dólares” (…). En cuanto a los más pobres “perdieron el 15% de sus ya ma-gros ingresos; de una media anual de $4.113 dólares cayeron a un inhumano $3 504. En 1977, el 1% superior de las familias tenían un ingreso medio 65 ve-ces más alto que el 10% de más abajo. Una década más tarde, el 1% ganaba 115 veces más”21.

Paradójicamente, cuando a inicios de la década del ’90, el capitalismo parecía entrar en una fuerte recesión, las políticas neoliberales tuvieron un se-gundo aliento. En Suecia donde la socialdemocracia era el único país que ha-bía resistido la arremetida neoliberal en los años ’80, fue derrotada por una coalición de derecha en 1991, del mismo modo que el socialismo francés en las elecciones de 1993. El nuevo impulso del proyecto neoliberal también se expre-só en la nueva ola de privatizaciones que se llevaron a cabo en Alemania, Aus-tria e Italia.

Sin embargo, la hegemonía neoliberal se tornó completa cuando en los ex países comunistas de Europa del Este comenzaron a aplicar de manera sor-prendentemente ortodoxa los postulados de Von Hayeck y Friedman. Aunque hay que señalar que luego de la aplicación de estas políticas existió una fuerte reacción popular que se expresó en las elecciones en Polonia, Hungría y Litua-nia, donde se impusieron partidos ex comunistas. Después del desmembra-miento de la URSS –primer lugar del mundo donde se había instalado la expe-riencia comunista– la aplicación de la denominada “terapia de schock” que im-plicaba ajustes en los gastos sociales y privatizaciones en Rusia (centro político de la ex Unión Soviética con empresas completamente en manos del Estado) tuvo un fuerte impacto publicitario en lo que se dio en llamar el “fin de las ideo-logías”. Ex miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética se conver-tían en furibundos capitalistas adoradores del libre mercado. Las consecuen-

20 Anderson, Perry: ibid.21 Conferencia de George, Susan: Idem. Anterior. Págs. 8 y 9.

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cias no sólo fueron una fuerte concentración de la riqueza en pocas manos, sino que “durante la década de 1990, la renta per cápita en Rusia descendió a una tasa del 3,5 % anual. Una gran parte de la población se vio sumida en la pobreza y como resultado la expectativa de vida en los varones descendió 5 años”22La caída del Muro de Berlín que separaba en dicha ciudad alemana, con la unificación de dicho país dividido hasta entonces en Alemania Federal y Ale-mania Oriental fue el otro elemento que profundizó este nuevo escenario políti-co. El neoliberalismo llegaba a lugares que hasta esos momentos eran impen-sados.

Un caso muy particular es el de China. Tras la muerte del principal diri -gente de la revolución, Mao Tsé Tung, su sucesor Deng Xiaoping, impulsó ha-cia 1978 reformas que se empalman con el ideario neoliberal. Sin abandonar discursivamente el discurso igualitario de la revolución se planteó el retiro de las restricciones a la iniciativa individual con el objetivo de buscar aumentar la productividad que genere crecimiento económico. No sólo se estimulaba la competencia entre empresas estatales sino que también se impulsó una aper-tura al comercio exterior y la llegada de inversiones para incorporar tecnología. No obstante, estas medidas estaban bajo el control estatal, y por ende del Par-tido Comunista Chino para buscar limitar el poder del capital financiero interna-cional. A diferencia de otras experiencias neoliberales, China no aplicó las polí-ticas de ajustes presupuestarios y privatizaciones. Quizás, esto le permitió te-ner un espectacular crecimiento económico (con tasas medias cercanas al 10 % anual) y que una parte de la población tuviera mejores niveles de vida al im-pulsarse el mercado interno. Sin embargo, las desigualdades sociales siguen existiendo, fundamentalmente entre la población urbana y la rural

La creación de empresas estatales locales y la inversión extranjera permi-tieron mayores niveles de flexibilización laboral que sumado a las limitaciones a ciertos derechos laborales (como la realización de huelgas) introduce un ele-mento importante de la cultura neoliberal. El gran torrente de capitales transna-cionales estaba ligado también a la satisfacción de un gran mercado interno, gracias al desarrollo de una incipiente “clase media”. De este modo, se generó”una carrera competitiva por suministrarles automóviles, teléfonos móvi-les, DVD, televisores y lavadoras así como también centros comerciales, auto-pistas y hogares «lujosos». La producción mensual de coches ascendió de ma-nera paulatina de cerca de 20.000 en 1993, hasta casi 50.000 en 2001, y a par-tir de entonces experimentó un vertiginoso aumento hasta alcanzar los casi 250.000 vehículos al mes a mediados de 2004. Una marea de inversión extran-jera –en todos los campos, desde Wal-Mart y McDonald's hasta la producción de chips informáticos– inundó el país23”

El crecimiento chino también se debe al declive regional de Japón. China se ha transformado en la potencia hegemónica del sudeste asiático Su produc-ción a bajo costo de industria textil, calzado y cuero que empezó a tener peso a partir de 2004 que exporta en gran cantidad a países como la Argentina. Al mismo, tiempo son importadores de materia prima agrícola (como la soja) de esas mismas naciones. Otro aspecto para ligar al caso chino a las experiencias neoliberales “clásicas” podemos destacar que desde la década de 1990 se pro-dujeron paralelamente privatizaciones y conversiones de empresas estatales fundamentalmente en el sector industrial, reduciéndose el empleo en ese sec-

22 Harvey, David: Op. Cit. Pág. 161.23 Harvey, David: Op. Cit. Pág. 144.

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tor de un 40% a un 14% en el 2002. Sin embargo, existe un elemento que lo diferencia claramente de dichas políticas. En vez de reducir el empleo, existen políticas que buscan absorber mano de obra ante una población extensa para mantener una cierta estabilidad política y social.

7. Algunas de las consecuencias de las políticas neoliberalesUna de las consecuencias que generaron estas políticas fue que “en los

países ricos del capitalismo tenían sistemas de bienestar en los que apoyarse, aun cuando quienes dependían permanentemente de estos sistemas debían afrontar el resentimiento y el desprecio de quienes se veían a sí mismos como gentes que se ganaban la vida con su trabajo. En los países pobres entraban a formar parte de la amplia y oscura economía ‘informal’ o ‘paralela’, en la cual hombres, mujeres y niños vivían, nadie sabe cómo, gracias a una combinación de trabajos ocasionales, servicios, chapuzas, compra, venta y hurto”24.

Al respecto, James Petras señala que: “las grandes transformaciones de la estructura de la clase, iniciada por los neoliberales, todavía retumban: la sus-titución de capitalistas industriales nacionales por financieros internacionales y especuladores inmobiliarios, de ingenieros por consejeros de inversión, de obreros industriales fijos, bien pagados y sindicados, por obreros de servicios eventuales, mal pagados y por cuenta propia”25.

Otras de las consecuencias de las políticas neoliberales se expresa en quienes perdieron peso político y los que ganaron espacios. Entre los primeros están los partidos socialdemócratas o laboralistas en Europa de base obrera que se fueron adaptando a las premisas neoliberales; y entre los segundos hay nuevas fuerzas políticas “que cubrían un amplio espectro, que abarcaba desde los grupos xenófobos y racistas de derechas a través de diversos partidos se-cesionistas (especialmente, aunque no sólo, los étnico-nacionalistas) hasta los diversos partidos ‘verdes’ y otros ‘nuevos movimientos sociales’ que reclama-ban un lugar en la izquierda. Algunos lograron una presencia significativa en la política de sus países, a veces un predominio regional”26.

8. La profundización del experimento neoliberal en América Latina: los ‘90

Las premisas del pensamiento económico neoliberal “muestran un pare-cido con los programas de ajuste estructural recomendados por los organismos internacionales e implementados en gran parte de América Latina. Cuestiones como la desregulación de los mercados, el incremento del ahorro interno (me-diante la caída de salarios) y del externo (por intermedio de una balanza co-mercial favorable en el intercambio con el exterior), el libre movimiento de capi-tales y la neutralidad de la política comercial (al interior y con el exterior), la caí-da del gasto público, el superávit fiscal y la focalización de la acción estatal en programas asistenciales a los sectores marginados por los resultados del ajus-te, son una parte ineludible de este tipo de esquema”27.

Estas propuestas fueron sintetizadas por John Williamson en el denomi-

24 Hobsbawm, Eric: “Historia del Siglo XX”, Barcelona, Crítica, 1995, Págs. 414 y 415.25 Petras, James: “El neoliberalismo y la marginalidad: ausencia de futuro”, en Diario Página 12, del 16 de abril de 1991.26 Hobsbawm, Eric: “Historia del Siglo XX”, Barcelona, Crítica, 1995, Pág. 416.27 Lo Vuolo, Rubén: “Economía política del Estado de Bienestar: mitología neoliberal y keyne-sianismo populista”, en “El Estado Benefactor. Un paradigma en crisis”, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1991, Págs. 45 y 46.

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nado “Consenso de Washington” de 1989. Las diez medidas programáticas que se proponen son:

Restablecimiento de la Disciplina fiscal: el déficit presupuestario –que debería incluir a gobiernos provinciales, empresas del Estado y el banco cen-tral– debería ser lo suficiente reducido como para financiarlo sin recurrir al im-puesto inflacionario. Ello implica contar con un superávit primario (esto es, pre-vio a la suma de la deuda y los gastos) de varios puntos porcentuales del PIB, así como un déficit operativo (que vendría a ser el déficit sin contar aquellos intereses que simplemente compensan la inflación) de no más del 2 por ciento del PIB.

Prioridades del gasto público: El gasto debería desviarse de aquellas áreas políticamente sensibles –áreas que reciben tradicionalmente recursos desproporcionados en relación con los beneficios económicos que producen, tales como la administración, defensa, subsidios indiscriminados y “elefantes blancos”– hacia otras áreas marginadas pero capaces de generar altos rendi-mientos económicos y de mejorar la distribución de los ingresos, tales como la atención primaria de la salud, la enseñanza primaria y la infraestructura.

La reforma tributaria: Esta reforma incluiría la ampliación de la base tri-butaria y el recorte de tasas impositivas marginales. El objetivo es aumentar los incentivos y promover la equidad horizontal sin rebajar la progresividad existen-te. El mejoramiento de la administración tributaria (incluyendo la tributación so-bre los ingresos e intereses derivados de bienes invertidos en el exterior y fu-gas de capital) es un factor determinante en la ampliación de la base tributaria en el contexto latinoamericano.

La liberalización financiera: El objetivo final de la liberalización financie-ra son tasas de interés determinadas por el mercado, aunque la experiencia ha demostrado que en períodos de crisis de confianza crónica las tasas de interés pueden ser tan altas que llegan a amenazar la solvencia financiera de las em-presas productivas y del propio gobierno. En semejantes condiciones, un objeti-vo temporal sensato sería la eliminación de tasas de interés preferenciales para prestamistas privilegiados y, asimismo, la consecución de moderadas tasas de interés reales positivas.

Tipos de cambios competitivos: Todos los países requieren, por lo me-nos en lo que a transacciones comerciales se refiere, tipos de cambio unifica-dos y lo suficientemente competitivos como para que estimulen el crecimiento acelerado de exportaciones no tradicionales y garanticen a los exportadores el mantenimiento de tal competitividad en el futuro.

La liberalización del comercio: Deben sustituirse las restricciones cuantitativas al comercio por aranceles que a su vez fueran reduciéndose pro-gresivamente hasta alcanzar un nivel mínimo uniforme que oscilase entre el 10 y el 20 por ciento. Existen, empero discrepancias en torno al ritmo al que debe-rían reducirse dichos aranceles (para algunos esta reducción debería concre-tarse en alrededor de tres años, para otros en torno a los diez) y asimismo no existe unanimidad sobre la conveniencia de ralentizar el proceso de liberaliza-ción comercial si las condiciones macroeconómicas son adversas (recesión y déficit en la balanza de pagos).

Una economía competitiva propiciando la inversión extranjera direc-ta: Se recomienda la supresión de barreras que impidan la entrada de empre-sas extranjeras; las empresas nacionales y foráneas deberían competir en igualdad de condiciones.

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Privatizaciones y desreglamentaciones estatales: Se aboga por la pri-vatización de las empresas estatales. Los gobiernos deben eliminar las regula-ciones que impidan la participación de nuevas empresas o que restrinjan de alguna manera la competencia, a la vez que garantizan el mantenimiento de regulaciones que justifican como la seguridad, la protección ambiental o la su-pervisión de las normas de prudencia de las instituciones financieras.

Garantías de los derechos de propiedad: El sistema legal debe garan-tizar derechos de propiedad a bajo costo y accesibles al sector informal y a ma-yor cantidad de población.28

Si bien, estas propuestas no se realizaron de modo literal sirvieron como una “guía para la acción” de los distintos gobiernos que se inspiraron en el ideario neoliberal. El neoliberalismo latinoamericano, abarca desde los años 70 a países como Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia, y desde fines de los años 80, a naciones como Brasil, Perú, Panamá, Ecuador, México, entre otros, con diversos matices. En general pude señalarse que en mayor o menor medida se correlacionan con las políticas desarrolladas por el thatcherismo y el reaga-nismo, que salvando las distancias y las formas de implementación, poseen características similares. Por ejemplo, se adoptaron políticas de privatización, se implementaron reformas del Estado tendientes a reducir la participación del estado como productor de bienes y servicios estratégicos, y lograr una mayor inserción en el mercado internacional.

Atilio Boron señala que la adopción de estas políticas en América Latina generó un: “radical debilitamiento del Estado, cada vez más sometido a los in-tereses de las clases dominantes y resignando grados importantes de sobera-nía nacional ante la superpotencia imperial, la gran burguesía transnacionaliza-da y sus “instituciones” guardianas: el FMI, el Banco Mundial y el régimen eco-nómico que gira en torno a la supremacía del dólar”29.

A partir de la asunción del gobierno constitucional del radical Raúl Alfon-sín se conforma un sistema partidario con rasgos bipartidistas. La tendencia ideológica de los dos partidos mayoritarios –Unión Cívica Radical (UCR) y Par-tido Justicialista (PJ)– va girando hacia las posturas neoliberales dejando de lado sus tradicionales políticas de corte redistribucionista, llegando a su máxi-ma expresión cuando en 1989 asume el justicialista Carlos Saúl Menem, adop-tando las propuestas difundidas por el gran capital, cuando se llevan a cabo la reforma del Estado que incluyó las privatizaciones de las empresas públicas, la desregulación, la flexibilización laboral y la descentralización, en el marco del Plan de Convertibilidad que establecía una paridad entre el peso argentino y el dólar estadounidense de 1 a 1.

Uno de los aspectos que atraviesan a las políticas neoliberales en Améri-ca Latina son las reformas estatales que se extienden en toda la región y están ligados a los planes de ajuste ortodoxos del Fondo Monetario Internacional (FMI) tras la crisis del modelo económico de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), “de la caída de los precios internacionales de las materias primas, incluido el petróleo, de la globalización de las economías, del peso de las deudas externas, etc. Estos hechos producen un desuso de los mecanis-28 Williamson, John: “Revisión del Consenso de Washington" en L. Emmerij, J Núñez del Arco (comp.). El desarrollo Económico y Social en los umbrales del siglo XXI, BID, Washington DC, 1998, Págs. 64 y 65. 29 Borón, Atilio: “La sociedad civil después del diluvio neoliberal” en Compiladores: Emir Sader y Pablo Gentili. “La trama del neoliberalismo: Mercado, crisis y exclusión social”, Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997, Pág. 55.

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mos de regulación económica de los Estados, del patrón económico direcciona-lizador del Estado y del crecimiento vía subsidios estatales, déficit fiscal, infla-ción y créditos a tasas de interés negativas”30.

En forma similar a lo que había pasado en Europa, gobiernos de fuerte tradición populista, es decir partidos o movimientos políticos identificados histó-ricamente con políticas distributivas a favor de los sectores populares a través de un rol protagónico del Estado aplicaron políticas monetaristas y privatizado-ras.

En el caso argentino, se estructuró la dominación de fracciones muy oligo-polizadas, concentradas y transnacionalizada de la burguesía que privilegia la producción para el mercado externo en detrimento del interno. Este proyecto genera modelos de exclusión económica y social de los sectores medios y po-pulares a partir de un esquema de desarrollo basado en la distribución regresi-va del ingreso y el desempleo estructural. De este modo, se generó una “socie-dad escindida (con perspectivas de profundización de la brecha y de las desi-gualdades estructurales): a pesar de las declamaciones del credo neoliberal, desde 1976 el producto por habitante disminuyó, la tasa de inversión descen-dió, la productividad de la sociedad argentina viene cayendo, los salarios tam-bién (y mucho) y desde 1976 vienen aumentando (y mucho) la población con problemas ocupacionales (desocupación y subocupación) y la pobreza (junto a la concentración –casi escandalosa– de la riqueza.) Indicadores, éstos últimos, que han ‘estallado’ en los 90”31.

A modo de síntesis, podemos subrayar que las políticas neoliberales apli-cadas en el continente latinoamericano, adoptaran las siguientes formas:

Imponer una política antiinflacionaria de cuño monetarista con me-tas de control de emisión de moneda, elevación de las tasas de interés y restricción del consumo por medio de ajustes salariales. Con ello se obligaba también a un férreo control de los gastos pú-blicos y de estímulo a los impuestos que no afectasen el ahorro. Hasta aquí, las medidas coinciden con las aplicaciones en Estados Unidos.

Presionar para poner en práctica una política de devaluación de monedas nacionales a partir de devaluaciones cambiarias perma-nentes. Esta medida alentó la generación de superávit comerciales de estos países, el cual se utilizó para el pago de intereses de la deuda externa. Esta estrategia se opone a la ejecutada en Estados Unidos donde se practicó una política de fortalecimiento de la mo-neda nacional que dio como resultado un enorme y creciente déficit comercial.

El crecimiento del volumen del pago de intereses y la estatización de la deuda en los países del Tercer Mundo generaron un pozo sin fondo de endeudamiento público, sin que por ello se generaran nuevos gastos públicos. Por el contrario, al mismo tiempo que se elevaba el débito aumentaron los recortes del gasto público. Esta contradicción no fue vivida por los países centrales, en particular por Estados Unidos, que aumentó tranquilamente su gasto público

30 García Delgado, Daniel R.: “Estado y sociedad: La nueva relación a partir del cambio estruc -tural.”, Tesis Norma, Buenos Aires, 1994, Pág. 78. 31 Cassin, Esteban: “Comentarios sobre la sociedad argentina en los ’90: neoliberalismo y des-pués” en Blutman, Gustavo: Aproximaciones a la reforma del Estado en la Argentina, Oficina de Publicaciones del CBC, UBA, 1995, Pág. 26.

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hasta por lo menos 1987, cuando el pago de intereses de su deuda comenzó a considerarse como un gasto exagerado que había que controlar debido a su elevado monto, tanto en el interior como en el exterior32.

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