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BUCARESTLa civilización dacica llegó a su cumbre
bajo la dirección de Decebal, en el primer siglo a.D., pero éste fue vencido por la legiones del emperador romano
Traianus, en 106. Siguió la colonización romana y los matrimonios mixtos y la nueva población se cristianizó. En 271 las legiones romanas se retrajeron y
siguieron mil años de invasiones esporádicas de poblaciones vagantes;
vinieron después varios siglos de invasión turca y rusa. A pesar de éstos,
la civilización daco-romana y la herencia latina sobrevivieron.
La civilización dacica llegó a su cumbre bajo la dirección de Decebal, en el
primer siglo a.D., pero éste fue vencido por la legiones del emperador
romano Traianus, en 106. Siguió la colonización romana y los
matrimonios mixtos y la nueva población se cristianizó. En 271 las legiones romanas se retrajeron y siguieron mil años de invasiones
esporádicas de poblaciones vagantes; vinieron después varios siglos de invasión turca y rusa. A pesar de
éstos, la civilización daco-romana y la herencia latina sobrevivieron.
Bucarest fue fundada en las planicies, entre las laderas de los Cárpatos y el Danubio, Tara Româneasca (Valachia) y Moldova (Moldavia) se constituyeron en principados. Varios príncipes que condujeron los reinos consiguieron parar la invasión otománica, sobre
todo Mircea cel Batrân (el Viejo), Vlad Tepes, Dracula y Stefan cel Mare (el
Grande). Éste construyó unos cincuenta monasterios y fundó la cultura moldava. Bucarest fue la capital de Valaquia durante el
reinado de Vlad Tepes.
En 1859, los dos principados, Tara Româneasca y Moldova, se unieron bajo el nombre de Rumania. El nuevo estado se
convirtió en monarquía en 1881, pero sólo a partir de 1918 tuvo lugar la unión de los tres principados rumanos, con la anexión
de Transilvania. Después de 1945, los soviéticos obligaron al rey de abdicar e impusieron el régimen comunista. La revolución de 1989 repuso a Rumania
entre las democracias europeas.
Llamada la Ciudad de los Parques y Bulevares o la 'Pequeña París del
Este' (en los años 30), es una ciudad agradable, alegre y acogedora. Creado hace mas de 500 años, Bucuresti es el mejor sitio para
empezar si queremos visitar el país. Durante los años 1930,debido a sus avenidas y su arquitectura estaba conocido como "el pequeño Paris".
Incluso tiene un Arco de Triunfo, y el bulevard Kisseleff es mas larga que
los Champs Elysees.
La avenida Calea Victoria en el centro de Bucarest, antiguo camino a Estambul y
por ella han pasado todas las invasiones extranjeras. En ella se ha
centrado toda la vida política, mundana, dinástica y amorosa de la
ciudad. A la derecha de la Calea Victoria se vendían en otros tiempos pieles
rusas, damascos vencianos, terciopelos genoveses, armas alemanas, joyas y
orfebrería francesas. Las viejas calles gremiales, de los perleros, de los
silleros, de los tenderos de barrio con la familia entera dispuestos a lanzarse
sobre el primer cliente.
En la vecina plaza de San Jorge, los braceros rumanos y las sirvientas
húngaras conversaban en la lengua francomagiar mientras esperaban ser contratados. Enseguida los panaderos
griegos, los albañiles italianos, las institutrices francesas, los jardineros búlgaros, los mozos de cordel turcos,
los buhoneros albaneses y transilvanos, como si fuera un San
Petesburgo en miniatura. Los gitanos se dividían en clanes de músicos,
domadores de osos, los cuchareros, celestinos, vendedores de periódicos
y flores.
Lo mejor es comenzar la visita por el centro de Bucarest, en la Piata
Revolutiei, el corazón de la revolución de 1989. Desde el edificio del Comite
Central del Partido Comunista, Ceausescu lanzó su último discurso
dictatorial. Muy cerca el Ateneul Roman del año 1888 y sede de los principales
conciertos y la Biblioteca Central Universitaria en una construcción de estilo neoclásico y con estupendas muestras de arte. Hacia el norte el
Museo de Cerámica y el Muzeul Colectilor de Arte, que exhibe excelentes colecciones de arte, especialmente del s.
XIX.
Su actual nombre esta mencionado, por primera vez, en un documento datado del 20 de diciembre 1459,
firmado por el vaivoda Vlad Tepes (El empalador) el que estableció aquí su segunda residencia, después de la de Târgoviste. Bucarest fue la capital de
los Principados Unidos Rumanos desde el año 1859 y la capital de
Rumania desde el año 1862. A pesar del plan extenso de reconstrucción de los años '80, Bucarest es una ciudad
de parques, agradable, con cafés abiertos en las aceras en verano y barcos de placer en los lagos y ríos
que la recorren.
Continuando hacia el sur por Calea Victoriei se llega al Museo de
Historia, que alberga una espléndida colección de oro, plata y piedras preciosas. Muy cerca, la Iglesia
Savropoleos de 1724, una de las más típicas del estilo Brancoveanu con
precisoso iconos y el Viejo Palacio de la Corte, uno de los rincones más
románticos. A un costado la Iglesia del Príncipe Mircea, el templo más antiguo de la ciudad (1546). Muy proximo, la hostería Hanul Manuc
construida en el año de 1808.
Será probablemente sorprendido de la mezcla ecléctica de estilos
arquitecturales de Bucarest, empezando con la Curtea Veche (el
patio viejo), las ruinas del palacio de Vlad Tepes del siglo XV - el fondador de la ciudad y al mismo tiempo la funete
de inspiración para el personaje Dracula -, pasando por iglesias ortodoxas, villas
en estilo Second Empire, hasta la arquitectura estalinista pesada del período comunista y el Palacio del
Parlamiento, un edificio colosal, con seis mil habitaciones, la segunda como
grandeza en el mundo después del Pentagón.
Si se avanza por el Bulevard Unirri, pronto se percibirá la gran mole de
estilo estalinista. Se trata de la Casa de la República, el segundo edificio más
grande del mundo y el mejor ejemplo de la melgomanía del antiguo dictador.
Para su construcción se derribaron los barrios más bellos de Bucarest. Fueron necesarios más de 20,000 trabajadores
y cerca de 400 arquitectos los encargados de tal hazaña. Para darse una idea sólo hace falta decir que hay dos galerias que tienen cada una 150 mt. de largo y 18 de ancho, sin contar
que en el segundo piso hay cerca de 450 habitaciones.
Al norte de Bucarest, comenzando en la Piata Victoriei encontrará la sede del
Gobierno de Rumania en un edificio de 1938. Desde aquí se puede ir al Museo
de la Aldea (Muzeul Stului) en el Parque Herastrau, cerca del Arco del
Triunfo (1936 y construido para conmemorar la reunificación de
Rumania de 1918). El museo es un espacio abierto al aire libre y es
recomendable su visita para quienes no tienen pensado viajar a las
regiones de Transilvania o Maramures. Contiene cerca de 300
muestras a tamaño real de la arquitectura de las aldeas del país.
El centro de Bucarest está repleto de elegantes chalets, funcionales unos
fantásticos otros, edificados a finales del siglo 19, Parte de esta zona,
herederos del fausto bizantino y el despotismo turco, Los chalets y
palacetes que son la base del sueño colectivo, ver en su ciudad un París balcánico. Algunos son modernistas, otros responden al estilo nacional,
estilo Brancoveanu llamado así por el señor feudatario de los turcos que lo creó y cuyo perfil tiene viejas raíces balcánicas, otros muestran balcones
de hierro forjado de formas curiosas y fantásticos
aleros y ventanas.
Las principales avenidas transcorren la ciudad en dirección norte-sur, del Arco
de Triunfo hasta el Centro Cívico, intersectadas por otras avenidas que van del este al oeste. Calea Victorei
(la calle de la victoria), hallada a continuación de la Avenida Kisseleff
es el lugar preferido de los bucarestinos para paseos en las
noches veraniegas. Aquí encontrará edificios públicos imponentes, como
por ejemplo el Museo Nacional de Historia y el Palacio de Correos, y
hacia el acbo sur de esta avenida está el parque Cismigiu. La avenida
Magheru está paralela a la Calea Victoriei y en ella se encuentran
agencias de turismo y de las compañías aéreas, cines y hoteles.
Continuando hacia el sur por Calea Victoriei se llega al Museo de Historia, que alberga una espléndida colección de oro, plata y piedras preciosas. Muy cerca, la Iglesia Savropoleos de 1724,
una de las más típicas del estilo Brancoveanu con precisoso iconos y el
Viejo Palacio de la Corte, uno de los rincones más románticos. A un
costado la Iglesia del Príncipe Mircea, el templo más antiguo de la ciudad (1546). Muy proximo, la hostería
Hanul Manuc construida en el año de 1808.
Luego está la avenida Kisselef, que junto a la Imagen de San Demetrio
son el único regalo de los Rusos y en su centro está el Arco de la Victoria o del Triunfo. Más delante el Museo de la Aldea, con sesenta casas, talleres, iglesias, graneros, como homenaje al manejo de la madera por los Dacios.
El museo es una aldea que muestra la diversidad de la casa campesina de
Rumania, los tejados son siempre de cuatro vertientes, los balcones son corridos o solanas, unos sostenidos con pilares de madera otros libres.
En el centro de la ciudad, Curtea Veche, la corte o palacio viejo, està en el
antiguo barrio de Lipscani.. El viejo palacio voivodal, de los voivodas o
señores feudales, cuenta con fortificaciones de ladrillo con foso y
muro de tierra, hasta las murallas de piedra edificadas por Vlad Tepes "
Drácula". Primer gobernante rumano que se instaló en Bucarest, que
acostumbraba colgar, atravezados por un bambu a los enemigos caidos en batalla, para escarmiento y terror
de los musulmanes. Brian Stocker inventò la historia de los vampiros en
memoria de este guerrero que combatiò a los turcos buscando una
alianza con el imperio Austro Hungaro.
Las ruinas de la Curtea Veche, son un ejemplo de la arquitectura e historia medieval rumana. A un costado, està el hotel caravanero Han Lui Manuc de tipo turco, con su gran patio central,
cuadrado, donde entraban las carretas, bestias y séquito. y dos
pisos con grandes corredores a los que se abren las puertas de las
habitaciones que albergaban a los viajeros y comerciantes en su camino desde Austria, Budapesta, Bucarest y
finalmente Estambul. El Han Lui Manuc tenía en 1848, treinta y tres habitaciones, disponía de casa de cambio, médico de guardia y una
oficina de traducciones a todos los idiomas.
En el Atheneum, un original edificio circular de estilo modernista, se pueden escuchar todos los días
conciertos de muy buena calidad por un precio de risa: 500 pesetas. El edificio es en sí es una joya: las
escaleras de acceso tienen forma de caracola y la sala de conciertos está
decorada con frescos que representan la historia de Rumanía. El edificio de la ópera no es tan espectacular, pero sería una pena perderse excelentes
versiones de La Bohème, Carmen o La Traviata desde un palco.
La asombrosa mezcla de etnias, cuando no de razas, y consecuentemente de culturas,
de mentalidades, de formas de vida... Húngaros, rusos, turcos, serbios, croatas,
alemanes, ucranianos, gitanos y, por supuesto, rumanos hierven en el interior de una olla exprés cuyo principal, aunque en modo alguno unánime ingrediente, es
la latinidad, poderosamente sentida y esgrimida por la mayoría dominante. Una de las cosas que más llama la atención a cualquier visitante español es el idioma
rumano, un derivado del latín, no es nada complicado, sino una curiosa mezcla de
italiano, catalán y francés.
• Todas estas culturas, aportan su excéntrico, exótico e inconfundible
aroma al cosmopolitismo de una cultura que no huele jamás a
habitación cerrada, sino siempre a encrucijada abierta, y en cuyo ámbito cabe de todo menos el aburrimiento.
Otra ventaja de Rumania, son los precios, que andan aún por los suelos, aunque es de suponer y de temer que pronto dejen de estarlo en beneficio
de la globalización. Todo es aún baratísimo en este país de economía predominantemente rural, menos, si acaso, los hoteles, que cuestan ya lo
mismo en todas partes.
Bucarest, la capital de Rumanía, es para muchos una desconocida a la cual insisten en confundir con su vecina Budapest. Su único parecido está en el nombre. Esta
ciudad, conocida como la pequeña París, fue famosa por su vida intelectual a
principios de siglo ha sobrevivido con elegancia al paso del tiempo y, lo que es
más difícil en esta zona del mundo, al paso de la historia: en los años 70 el dictador comunista Ceausescu estuvo a punto de
arrasarla para crear una ciudad más acorde con sus delirios de grandeza. No lo
consiguió y Bucarest ha logrado salvar gran parte de su herencia secular.