66
Permitida la copia, distribución, exhibición y utilización de la obra sin necesidad de mencionar fuentes, la obra de Camilo es libre y los derechos de autor pertenecen al pueblo Colombiano. www.camilovive.com

Camilo Reg Resa 2015

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Documento sobre la vida, pensamiento y apuestas religiosas y políticas del sacerdote Camilo Torres Restrepo

Citation preview

  • Permitida la copia, distribucin, exhibicin y utilizacin de

    la obra sin necesidad de mencionar fuentes, la obra de

    Camilo es libre y los derechos de autor pertenecen al

    pueblo Colombiano.

    www.camilovive.com

  • Padre Javier Giraldo

    www.camilovive.com

  • Camilo Regresa[Registros onricos]

    Javier GiraldoSantiago Duque

    EditorDiseo de cubierta e interior

    IMPRESO EN COLOMBIA - Bogot - Febrero de 2015

  • 5Camilo regresa, es un interesante trabajo de imagi-nacin sobre una de las figuras ms emblemticas de la historia de la segunda mitad del siglo XX: El sacerdo-te revolucionario Camilo Torres Restrepo, muerto en combate el 15 de Febrero de 1966, cinco meses despus de haber ingresado a la guerrilla del Ejrcito de Libera-cin Nacional ELN-. Resulta interesante porque est escrito como una reflexin sociolgica y poltica de la relacin entre el pasado prximo y el presente real en una contrastacin imaginada de las ideas y discursos de Camilo con los distintos imaginarios colectivos del presente, colocando a prueba, sobre una realidad pal-pable, la vigencia de su mirada poltica y social del pas. Su autor es un ser humano de profundas convic-ciones humanistas, slidos principios ticos y morales que se ha parado con rectitud frente a las ofensivas que el establecimiento ha descargado sobre su accin pas-

  • Carlos Medina Gallego

    6

    toral y su compromiso social. El padre Javier Giraldo.

    Estos registros onricos, como los llama el padre Javier, no resultan ser otra cosa que un llamado, desde lo tico y humano, para pensar en voz alta y de manera colecti-va, la validez del pensamiento de Camilo en particular de su imaginario de reivindicaciones, elemental en unasociedad necesitada de transformaciones urgentes, en el marco de un mundo cuyo modelo de desarrollo eco-nmico se construye en contrava de la condicin hu-mana.

    El autor llena una necesidad que hemos tenido todos en algn momento: preguntarnos si regresara Camilo, cul sera su lectura del actual momento histrico; qu pensara de los cambios operados en el mundo en las ltimas cinco dcadas, comenzando por la crisis del socialismo real; cmo releera la actual situacin de la izquierda democrtica colombiana en el contexto de la postguerra fra; qu nuevo dilogo establecera con la Iglesia, empresarios, fuerzas armadas, guerrilla , qu mensaje traera para las mujeres, jvenes, indge-nas, desplazados y vctimas de la violencia; qu recri-minaciones o consejos hara a estudiantes, campesinos, sindicalistas, organizaciones sociales y de Derechos Humanos; qu demandara de la comunidad interna-cional , cul sera el programa de un Nuevo Frente Unido para responder a los retos del mundo de hoy

    El texto confronta dos pocas distintas los sesenta del siglo XX con el inicio de la segunda dcada del siglo XXI-, en un mundo que si bien se ha transformado sig-nificativamente, sigue cargando la tragedia de la vio-lencia, pobreza y falta de oportunidades para grandes

  • 7sectores de una poblacin que sucumbe en el abando-no y la negligencia institucional del Estado.

    Camilo regresa, est escrito en sentido figurado, se abriga con un lenguaje literario gil y simblico en el cual afloran varios aspectos pertinentes de resaltar: primero, no cambia desde moralismos ingenuos el rumbo de las palabras y el trasfondo de los intereses que encarnan en una sociedad compleja, la cual crece y se transforma al mismo ritmo de sus contradiccionesy urgencias, sin lograr resolver el circulo vicioso de una violencia que parece no agotarse en el ejercicio de la fuerza, las formas inhumanas de la acumulacin de riqueza y los precarios pero significativos procesos de resistencia; segundo, retoma viejas y nuevas discusio-nes sobre escenarios que se han modificado, a travs de una dialctica sencilla en donde el discurso justificato-rio de la desigualdad, detrs de supuestos procesos de desarrollo y progreso del pas, se enfrenta a la contun-dencia de argumentos elementales soportados sobre urgencias inaplazables de la poblacin, tales como la conservacin de la vida en condiciones de dignidad; tercero, crea atmsfera de dilogos relevantes donde coloca de manera contundente el peso especifico de unrazonamiento que sostiene lo absurdo de una nacin, la cual se consume en su propia negacin histrica entregando los recursos estratgicos garantes de su futuro, bienestar, convivencia, independencia y sobe-rana a las grandes empresas transnacionales; cuarto, nos enfrenta a un vacio de opciones distintas a las que puedan emprender las mismas comunidades, la clase popular como la llama Camilo, en la construccin de sus propios modelos de prosperidad y concordia forta-lecidos por una unidad de propsito y la necesidad de

  • Carlos Medina Gallego

    8

    refundar la sociedad, la poltica, la democracia y cons-truir una economa alternativa que oponga a la acumu-lacin el bienestar colectivo.

    Hay en el texto una evocacin profunda de la vigen-cia de la agenda y permanencia de las demandas de Camilo para la sociedad colombiana, una exhortacin sencilla y contundente a retomar la bandera de su re-volucin de las cosas necesarias, para que el hambre, pobreza y desempleo no mate al ser humano, una in-vitacin a releer los mensajes en clave de las urgenciasdel presente, a forjar con el pensamiento de Camilo un camino para edificar la dignidad de la patria, desde una perspectiva en la cual el amor eficaz es el funda-mento de una paz construida sobre los cimientos sli-dos del bienestar, proteccin y convivencia democrti-ca respetuosa.

    Mas all de todas estigmatizaciones que se puedan construir sobre lo necesario o no de las revoluciones, este relato nos ubica frente a la vigencia del conteni-do de la lucha amorosa de Camilo, cuya revolucin no consiste en otra cosa que en la pretensin de garantizar al ser humano las condiciones requeridas para vivir con dignidad: es una lucha por el derecho a la vida, a la soberana alimentaria de la nacin, hecha alimento en la boca de los humildes y desposedos; es una lucha de los desarrapados por el derecho al abrigo y la vivien-da; de los enfermos por el derecho a la salud, atencin y medicamentos; de los analfabetas postmodernos por el derecho a la educacin, ciencia, cultura y arte; de los desocupados por el derecho al trabajo bien remunera-do y estable; del ser humano por sus derechos, de la sociedad por la democracia, de la nacin por sus re-

  • 9cursos y su soberana. Y, nada de esto justifica que un solo ser humano sea asesinado, perseguido, encarcela-do, toda esa revolucin deba darse de manera natural, como resultado del amor eficaz del ser humano por si mismo, por la vida

    Camilo regresa, es una invitacin a salir a caminar de la mano de nios y mujeres, de ancianos y jvenes, de trabajadores, obreros, empleados, campesinos, mi-neros de las comunidades negras e indgenas, de los pobres y marginados, de las vctimas y desplazados, de las clases populares en la bsqueda del tiempo perdido que nos arrebata la violencia, el cual deba ha-berse llenado de amor eficaz, de la felicidad del pueblo en un pas libre y soberano, preado con los sueos deCamilo y la gente.

    CARLOS MEDINA GALLEGO

  • 11

    Cuando me comunicaron de la portera que alguien me buscaba pero se negaba a dar su nombre, dud en atenderlo. Sin embargo, un extrao sentimiento me im-puls a hacer caso omiso de mis precarias medidas de seguridad y a bajar apresurado, y no sin cierta curio-sidad, para ver de quin se trataba. Su rostro amable y expresivo ahuyent en un segundo cualquier temor. Decid respetar su anonimato. Su informalidad, su ves-timenta, sus modales y su lenguaje me hacan presumir en l la presencia de un campesino con algunos rasgos indgenas; quizs de un obrero o de un estudiante de precarias condiciones y ciertamente de un activista so-cial o poltico de contagiosa honestidad. Fue muy par-co en transmitir su mensaje, envuelto en frases, gestos y miradas que consolidaban la confianza. Se me peda ir esa noche al aeropuerto a recibir a alguien a quien reconocera por su sola presencia y acompaarlo en di-

  • 12

    Javier Giraldo

    ligencias que l mismo me explicara. El mensajero se despidi con rapidez, como obedeciendo a una disci-plina asumida con plena conviccin.

    Aquella noche el aeropuerto estaba, extraamente, solitario. Quizs por ello el ruido de los aviones que aterrizaban se escuchaba con ms fuerza. La soledad, la artificialidad de la iluminacin que aquella noche me pareci ms tenue y misteriosa, y la observacin de naves gigantescas que descendan de un firma-mento lejano y cuajado de misterio, me envolvi por momentos en sensaciones que parecan colocarme por fuera del tiempo y del espacio, rompiendo las barre-ras que separan el antes y el despus; el aqu y el all y el ms all. Embrujado por tales sensaciones, de repente vi aparecer, en la puerta externa del rea de in-migraciones, una figura demasiado conocida pero que radicaliz el hechizo de mis presentimientos. Las coor-denadas de tiempo y espacio parecan confundrseme radicalmente y no tuve ms remedio que avanzar, casi sonmbulo, a saludarlo: Camilo? S, soy yo; gracias por recibirme. Nos abrazamos.

    Mi desconcierto era total, pero en pocos segundos fui aceptando desconfigurar mis esquemas de tiempo y espacio para poder vivir sin traumatismos lo que se me estaba ofreciendo. Camilo estaba silencioso pero ni su figura ni su aura coincidan con mis imaginarios de ultratumba. Yo no saba a dnde conducirlo y espe-raba que l me lo dijera. Sin embargo, antes de tomar un taxi, me atrev a preguntarle: a dnde quieres ir? qu quieres hacer? A m simplemente me han pedido acompaarte.

  • 13

    Con la misma expresin amable del mensajero de la maana, l me dijo: quiero visitar mi pas. Lo llevo en mi propio ser y me sigue doliendo. Quiero volver a dialogar, por algunos momentos, con quienes tam-bin lo llevan en su ser, aunque sea con sentimientos e intereses contrarios. Slo te pido que me lleves a unos cuantos sitios donde se juega su suerte.

    Record en ese momento un pasaje del Libro de los Muertos del antiguo Egipto, donde el difunto, nave-gando en los espacios misteriosos de ultratumba, se re-siste a que su cuerpo sea separado radicalmente de su alma (la energa psquica que lo ha animado) y de su espritu (su memoria santificada por la muerte), impre-cando con estas palabras a los espritus o fuerzas que sirven a la divinidad: concdanme que mi alma pue-da penetrar donde quiera () As como los espritus del squito de Osiris, siempre en movimiento, nunca se acuestan en la tumba, tampoco yo debo ser obligado a recostarme en la tumba () Permitan que mi alma pase del presente al pasado, del poniente al oriente, en un viaje de reversa, sin ser molestado. En los versos que siguen a stos, el difunto se enfrenta con un es-pritu malfico de ultratumba que acostumbra cortar las cabezas y desgarrar las frentes de los muertos, con el fin de exterminar su memoria e impedir que el di-funto vuelva a pronunciar las palabras ms preciosas que guarda en su corazn. El difunto debe increpar-lo con este sortilegio: Quieres cercenar mi cabeza y desgarrar mi frente? Quieres extinguir mi memoria? Quieres poner una mordaza a mi boca para impedir que salgan las palabras llenas de energa que llevo en mi interior? Detente, fuerza malfica. Te lo ordeno por la fuerza prodigiosa de la palabra que la diosa Isis pro-

  • 14

    Javier Giraldo

    nunci mientras t avanzabas bajo las rdenes de Seth, su enemigo, quien quera extinguir la palabra llena de energa que sala de la boca de Osiris, el Seor del ms all () As como Osiris te desterr para que tu abo-minacin no penetrara en l, as tambin yo te expulso lejos de m, pues t eres enemigo de Shou, el dios de la luz.

    Las coincidencias eran sobrecogedoras. Camilo se re-sista a permanecer recostado en su tumba. Se resista al cercenamiento de su cabeza, sede de su inteligencia y de su luz, y al amordazamiento de su palabra, por espritus malficos enemigos del Dios de la luz y de la transparencia. Ese texto me reconfort en mi perpleji-dad y desconcierto. Pens: qu alegra que la palabra de Camilo sea desamordazada; que la luz de su mente vuelva a brillar; que su energa fsica y psquica vuelva a recorrer nuestros senderos ocupados por el terror, la ignominia y la cobarda. Sal, entonces, de mi perple-jidad, y acept vivir la aventura en la que ya estaba envuelto.

    De repente me acord que Fernando, un amigo muy bien posicionado en el Establecimiento, me haba co-mentado unos das antes que esta noche tendra lugar una reunin extraordinaria de los gremios ms pode-rosos del pas. Estaba convocada en el hotel ms exclu-sivo de Bogot y all iban a discutir problemas crucia-les de la coyuntura econmica y poltica. Se me ocurri tomar el celular y llamar a Fernando. Podras facilitar-me el ingreso a la reunin de los gremios? Ir con un personaje a quien seguramente les interesar escuchar. Hagamos el intento, me dijo Fernando. Yo te pre-sento a mi primo, presidente de la Asociacin Banca-

  • 15

    ria, y ya t te encargars de motivarlo. Bien. Encon-trmonos en unos minutos en la entrada del club. De acuerdo.

    El taxi nos puso en pocos minutos en el lobby del Capi-tal Center. Fernando nos ayud a pasar muchos anillos de seguridad con sus tarjetas plsticas llenas de cdi-gos magnticos, hasta llegar al pent-house donde se encontraba el saln exclusivo en el que los presidentes de los gremios consuman whisky al por mayor mien-tras discutan. Fernando no cesaba de mirar de reojo a Camilo con cierta perplejidad, como tratando de iden-tificarlo pero con dudas insalvables. Cuando me pre-sent a su primo, ste, al parecer, lo reconoci de inme-diato, e hizo gestos como quien despierta de un sueo profundo y quiere conectarse de nuevo con la realidad. Finalmente, con un gesto de resignacin, salud ama-blemente a Camilo y lo invit a ingresar en el saln. Todas las miradas se clavaron en Camilo y un silencio profundo invadi el saln. Ese silencio se prolong por unos minutos, mientras los potentados aceptaban su-mergirse en aquel escenario donde el pasado y el pre-sente difuminaban sus fronteras y donde la ficcin y la realidad intercambiaban sus mscaras.

    Padre Camilo -dijo con solemnidad el presidente del Consejo Gremial- no sabe cunto nos alegra tenerlo aqu esta noche con nosotros. Vivimos momentos cruciales para el futuro del pas y, como usted bien lo sabe, en este Consejo se toman decisiones de importancia definitiva. El Seor Presidente acaba de salir. Por poco usted se lo en-cuentra en el ascensor. l siempre ha tenido en cuenta nuestros puntos de vista, pues nosotros manejamos los sectores claves del desarrollo del pas. Nadie puede des-

  • 16

    Javier Giraldo

    conocer nuestras opiniones y opciones sin causar grandes traumatismos. Gracias a nosotros, la economa del pas nunca ha colapsado y nuestros indicadores se han mante-nido siempre en niveles sanos. Tampoco hemos olvidado a los sectores menos favorecidos; hemos abierto portafo-lios de crditos que han sido accesibles a amplias capas de pobres. Claro que los niveles de pobreza y de miseria siguen siendo altos, pero ello se debe a crisis mundiales y estructurales que no podemos an superar. El mundo entero sufre hoy el fenmeno del hambre y de la pobre-za en capas escandalosas. Nosotros no hemos permitido que Colombia llegue a niveles como los del frica. Espe-ro que usted, Padre Camilo, juzgue con la madurez que le dan sus aos y sus sufrimientos heroicos, que todos le reconocemos, los esfuerzos que estamos haciendo para mantener una economa sana y un pas sin dictaduras pero con seguridad e incentivos de inversin. Ya pasaron las pocas de los sueos ilusos. Casi todos nosotros, en nuestra juventud, fuimos revolucionarios. Luego, los gol-pes de la vida nos hicieron madurar. Usted lo sabe bien, el socialismo fue una quimera y slo trajo pobreza y ms injusticia a los pases que lo adoptaron. Las utopas revo-lucionarias slo nos traen caos y crisis econmicas. Estoy seguro, Padre Camilo, que el ms all le habr permitido evaluar su muerte heroica y madurar su visin de las cosas para ayudarnos hoy, con su sabidura y su ejemplo, a cons-truir un pas en paz y en armona de clases, que siga pro-gresando como lo ha hecho en las ltimas dcadas. Hoy da la inversin extranjera en nuestro pas es ejemplar. Eso trae desarrollo. La industria va avanzando. La articulacin de capitales transnacionales con capitales nacionales es una fuerza impulsora de progreso. La apertura econmi-ca ha creado incentivos para los inversionistas, que no se ven en otras partes. Todas esas regalas nos han ayudado a

  • 17

    reforzar la seguridad, para que, tanto los extranjeros como los nacionales, puedan invertir sin miedo. El control de los reducidos grupos terroristas, que ya no tienen los ideales que usted, Padre Camilo, les infundi, sino que son puros delincuentes y narcotraficantes, es un control absoluto. Este es un pas que sale adelante, Padre Camilo. Aydenos a consolidarlo en la paz y en el progreso.

    Varios dirigentes de gremios fueron reforzando uno u otro aspecto del discurso, mientras Camilo escuchaba en silencio, y con una concentracin ms que notoria, todas las intervenciones. No acept ningn licor ni pasa-bocas. Aunque eso les molest a algunos, rpidamente se tran-quilizaron pensando que el rgimen de la eternidad debe ser diferente y de seguro ms austero.

    Camilo, finalmente, intervino, mientras las miradas se con-centraban en l con curiosidad pero tambin con temor y desconfianza. La serenidad y firmeza de sus palabras pa-reca ciertamente situarlo por encima de todo riesgo. Con gran serenidad compar los estndares de miseria y de violencia de su poca con los que hay ahora y les hizo ver que el deterioro haba sido progresivo. Les agradeci que lo escucharan pero les pidi que no tomaran sus palabras como ataques personales sino que pensaran, al menos por unos minutos, en el bien de todo el pas, imaginndose cada uno estar en el lugar de los ms excluidos. No puedo entender les dijo- cmo el Presidente negocia y concier-ta con ustedes sus decisiones e incluso siempre escoge los ministros y altos funcionarios de entre su grupo social, cuando ustedes conforman una capa muy pequea de este pas. No creen que la situacin sera diferente si los gobernantes consultaran todos los das con obreros, cam-pesinos, indgenas y pobladores de las barriadas pobres

  • 18

    Javier Giraldo

    y miserables y de entre ellos escogieran sus funcionarios? No creen que el lucro y la renta no deberan ser los moto-res de la economa, al menos de esos sectores de la econo-ma que deben satisfacer las necesidades ms apremiantes del ser humano? Les parece tico que grandes empresas sanitarias, de clnicas, hospitales y laboratorios de medi-camentos, extraigan su podero econmico explotando el dolor humano? No creen que todas las empresas, progra-mas y proyectos relacionados con las necesidades bsicas, como la alimentacin, la vivienda, la salud y la educacin, no deberan someterse a la lgica rgida de la rentabilidad sino a una planificacin propulsada por el afn de mxi-ma cobertura regida por el Estado? Hoy se mira el mapa de Colombia inundado de empresas transnacionales que saquean los recursos del pas con el afn de explotarlos en mnimas fracciones de tiempo pero produciendo los mxi-mos estndares de ganancia, de la cual en nada participa ni se beneficia el pueblo colombiano, y para ello destruyen el medio ambiente, expulsan a las poblaciones nativas y paramilitarizan los territorios como garanta de seguridad de los inversionistas. A eso se le llama desarrollo y progre-so, bajo el influjo de los tericos del mundo rico, que han convencido a sus satlites en todo el mundo de que eso traer bienestar, cuando no cesan de producir catstrofes y miseria. Si el Estado escuchara a sus rebeldes, superara los efectos de ese narctico que le impide entender que a quien reclama derechos hay que escucharlo y no califi-carlo de terrorista para justificar su muerte. Cmo es po-sible que el pas ande buscando cmo firmar tratados de libre comercio con pases enormemente desiguales que slo le ofrecen desventajas camufladas de beneficios, para saquear an ms sus recursos y para obligarlo a hacerse cargo de sus basuras? Miro con dolor que los ms elemen-tales puntos del programa del Frente Unido solucionaran

  • 19

    las angustias ms apremiantes de mi pueblo, pero con ma-yor dolor compruebo que en estos 40 aos el Estado ha asesinado a centenas de miles de colombianos que han tomado esas banderas en alguna medida. Veo hoy un pue-blo donde ni siquiera el pobre se puede comunicar con el pobre ni escuchar su verdad, puesto que los medios masi-vos de informacin y comunicacin construyen y difunden verdades falsas, parciales o sesgadas y las venden como realidad nacional. Los medios alternativos que como El Frente Unido que yo fund, tratan de gritar la otra verdad, la verdad de los de abajo que son la inmensa mayora, son tomos que por su excesiva pequeez no pueden incidir en el mundo virtual y meditico que impone su falsa lec-tura con sofisticados mecanismos de cooptacin. Piensen que este pas, con sus inmensos recursos y su gente po-dra vivir de manera diferente y menos inhumana, si todos aceptaran, como base, amar a sus hermanos.

    A medida que Camilo hablaba, las miradas fijas de los potentados se iban desconcentrando y se extraviaban en el techo y en las pinturas sicodlicas de las paredes. Era notorio que el discurso haba tomado para ellos un rumbo idealista y romntico, trayendo a cola-cin fbulas que haca tiempos no escuchaban. Muy pocos de ellos interpelaron a Camilo, pues se sentan en cancha ajena. Las discusiones entre ellos siempre tenan un marco y unos presupuestos que aqu estaban completamente ausentes; an ms, parecan deslegiti-mados. El marco era la tcnica econmica amoldada a las necesidades coyunturales de los capitales trans-nacionales. Entre sus presupuestos estaba el dominio del Estado por los grandes conglomerados financieros, dominio que se proyectaba disimuladamente en los partidos polticos tradicionales y poderosos, dueos

  • 20

    Javier Giraldo

    del Estado, quedando como maquillaje tico de tales poderes su lucha contra el narcoterrorismo, de don-de extraan su legitimidad ms afectada y donde bus-caban siempre motivos o pretextos para exterminar los movimientos en su contra. Un discurso de base ti-ca, como el de Camilo, que los invitaba a enfrentar la tragedia social desde principios ticos elementales, los descentraba, los desconcertaba y les quitaba su piso lgico y estructural; se sentan en territorios extraos donde no saban moverse. Slo quedaba el recurso de ser corteses y de remitir a eventos futuros, sin coorde-nadas de tiempo ni espacio, la discusin de plantea-mientos tan interesantes y profundos.

    El silencio, cada vez ms predominante, exiga poner trmino al improvisado y extrao encuentro. Era ya el amanecer y las comunicaciones por celulares entre los magnates y sus conductores fueron dando por termi-nado el dilogo. Las despedidas estuvieron marcadas por cortesas formales. Cuando tomamos el taxi sobre la avenida, los resplandores del amanecer ya apare-can sobre los cerros orientales. Yo llev a Camilo a mi claustro; lo encerr en uno de los cuartos de huspedes y le supliqu que no saliera de all mientras yo iba a descansar un par de horas, pues a diferencia de l, que no revelaba ningn nivel de fatiga, yo necesitaba algu-nos momentos de sueo.

    Cuando me despert, ca en cuenta de que era domin-go. Tendra que cumplir un compromiso de celebrar la Eucarista en un rincn marginado del barrio Jerusa-ln. Pens que llevar all a Camilo sera emocionante. Con mi maletn de altar porttil lo recog en su cuarto y salimos furtivamente del claustro. Haba tomado la

  • 21

    precaucin de echar en mi maletn un alba larga, aco-modada a la estatura de Camilo, pues pensaba pedirle que presidiera l la Eucarista.

    Antes de tomar el bus que nos llevara a Jerusaln, pasamos por la catedral para una visita de recuerdo. Not que Camilo estaba profundamente emocionado y sus ojos se encharcaron. Observaba todo detalle, pues entraba un pequeo grupo de gente para una Eucaris-ta que luego se inici. Ya cerca de la puerta, al salir, Camilo me dijo: me duele mi Iglesia en el fondo del alma. Ya no vienen a ella multitudes, como antes, y las que vienen estn ms adormecidas que antao. La Iglesia perdi la oportunidad de utilizar su fuerza mo-ral y social para impulsar y orientar una transforma-cin profunda de la sociedad hacia un modelo ms jus-to y humano, siguiendo el mensaje de Jess. Desvirtu el mensaje del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medelln y volvi a atrincherarse en la bsqueda de una salvacin ultraterrena y en una prdica de sumi-sin a los poderes perversos de este mundo. Su men-saje ya no toca nuestras realidades explosivas. Dios y la historia la juzgarn. Ambos salimos en silencio, ru-miando tristes emociones, a buscar el bus.

    En el trayecto hacia el barrio Jerusaln, la gente humil-de que suba y bajaba del bus no identific a Camilo. Slo una pareja de ancianos lo miraba fijamente, cuchi-cheaban entre s y volvan a mirar, pero no se atrevie-ron a saludar ni a preguntar nada. Cuando le propuse a Camilo que presidiera la Eucarista me dijo que no; que haba tomado una decisin histrica frente a sus superiores y no quera quebrantarla, y que su pacto doloroso lo haba teologizado y con su mensaje segua

  • 22

    Javier Giraldo

    preparando el momento en que pudiera ser celebrada una Eucarista autntica, donde ya no confluyeran ex-plotadores y explotados a la Mesa del Seor, sino don-de una cena fraterna fuera realidad, luego de haberse logrado una verdadera reconciliacin en el nivel de las estructuras. Por respeto a tan puros ideales, yo deci-d que tampoco yo iba a celebrar la Eucarista en su presencia. El resto del trayecto me fui pensando, en si-lencio, cmo enfrentar a la comunidad que me estaba esperando para la Misa.

    Llegados a nuestro destino y caminando por las des-tapadas calles de aquellas barriadas donde la pobreza hiere profundamente, nos enfrascamos en intercam-bios sobre las lneas de una reforma urbana. Doa Ma-ra sali a saludarnos con su sonrisa permanente y sus nios descalzos y semi-desnudos. Ella era la encarga-da de abrir y preparar el pequeo saln-tugurio donde habitualmente celebrbamos la Eucarista. Yo le dije: hoy no vamos a tener Misa, Doa Mara. Quiero que aprovechemos el tiempo en un dilogo con el amigo que me acompaa; l se llama Camilo. Ella no puso ob-jecin y convoc rpidamente a las familias que haban ido conformando esa pequea comunidad de base. La gente fue llegando y se sent en llantas viejas, peda-zos de tablas y ladrillos quebrados. Espontneamen-te el dilogo se fue animando sobre los ltimos acon-tecimientos de su vida: los jvenes asesinados por la Polica por ser miembros de pandillas; el corte de la luz elctrica por ser ilegal; los desastres del invierno en las pobres viviendas de cartones y latas; las amena-zas de desalojo por los nuevos planes urbanos. Camilo haca preguntas a granel y la gente le comparta con emocin sus tragedias. Sin que yo lo notara, Don Ra-

  • 23

    fael se haba escapado por unos momentos y de pronto apareci con una bolsa plstica donde traa unas tor-tas que l venda en la calle pero quera compartirlas con el grupo. Detrs de l lleg Doa Carmen con un bolsa llena de arepas; dijo que haba madrugado ms de lo habitual porque pensaba obsequiarnos estas are-pas para comer despus de la Misa. Un poco despus se acerc Julio, un pobre muchacho que vive de lavar carros y de vender unos cuantos dulces por las calles; traa un paquetico de bocadillos para el grupo; yo le pregunt al odo si eso no le descuadraba tremenda-mente su miserable presupuesto de supervivencia; l me respondi sonriente: puedo morirme de hambre, pero no me quite la alegra que siento al poder com-partir esto con ustedes.

    Yo fui juntando los donativos para luego repartirlos de modo que alcanzaran para todos, pero Camilo not mis intenciones y me pidi que le prestara la Biblia. Cuando se la pas, ley emocionado el pasaje del ca-ptulo 9 del Evangelio de Lucas donde se habla de la multiplicacin de los panes, pero que segn Camilo se trataba era de la divisin de los panes. Al terminar de leer, Camilo se qued en silencio unos momentos con sus ojos cerrados. Doa Mara interrumpi el si-lencio diciendo: siempre se dice que Jess slo habla-ba de la vida eterna, pero fijmonos cmo se preocupa-ba por la comida de la gente; por que todo el mundo pudiera comer. Yeison, un joven que estudiaba en un colegio nocturno, dijo: esos cinco panes y esos dos pe-ces eran un puro smbolo; seguro que Jess le dijo a todo el mundo: traigan lo que tengan y lo repartimos entre todos. Es que Jess era socialista y eso siempre nos lo han querido esconder. Don Pedro, un obrero

  • 24

    Javier Giraldo

    curtido de la construccin, dijo: el da que los cristia-nos hagamos eso, el mundo cambiara. Doa Teresa, la matriarca de la comunidad, de 85 aos, a la nica que le haban llevado una silla desvencijada para que se sentara, dijo con su voz pausada y su difcil respi-racin: una verdadera comunidad cristiana es la que sabe compartir y preocuparse por los que no tienen que comer, esa fue la enseanza de Jess.

    Mientras la gente haca sus comentarios, ayudado por Doa Carmen yo iba partiendo en pedacitos las are-pas, las tortas y los bocadillos; luego lleg Don Luis Eduardo con un racimo de bananos y tambin los par-timos. Camilo, emocionado, nos invit a todos a dar gracias porque en toda esta reunin se haba sentido fsicamente la presencia de Jess y se haba vivido la realidad de la fraternidad, ideal para toda la sociedad. Luego de la accin de gracias todos comimos por igual de los regalos mutuos y nos sentimos como si hubi-ramos participado en un gran banquete. Nos despedi-mos con fuertes abrazos.

    Mientras recorramos nuevamente las calles enfanga-das para tomar el bus de regreso, Camilo, con sus ojos encharcados otra vez, me dijo: me hiciste una trampa; saliste con la tuya: me hiciste celebrar la Eucarista. Yo le dije: pero estoy seguro de que este tipo de Eucarista no viola tus compromisos institucionales. De acuer-do me dijo esta clase de Eucarista anticipa la au-tntica Eucarista del futuro; la que podr celebrarse con autenticidad despus de la revolucin.

    Ya subidos en el bus para regresar, me acord que en la tarde de este domingo estaba convocada una asam-

  • 25

    blea del movimiento poltico Convergencia Alternati-va, que agrupaba a muchos restos de antiguos partidos de izquierda y movimientos sociales. Pens que Gerar-do, un amigo activista a quien siempre he admirado por su honestidad y radicalismo, nos podra facilitar el ingreso. Lo llam por el celular y me respondi que seramos bien acogidos, aunque me advirti que con seguridad me iban a regaar por no acompaarlos con ms frecuencia. Yo no le anticip quin era la per-sona que me acompaaba, pero por el grado de con-fianza que nos tenamos l tampoco pregunt de quin se trataba.

    Cuando llegamos al viejo edificio del sindicato de edu-cadores, nos impresion la abundancia de afiches que colgaban de todas las paredes y la multitud de grafitos que saturaban todos los espacios. En todos los rinco-nes haba arrumes de pendones enrollados y de cajas de cartn rebosantes de volantes y folletos de todas las dimensiones y formatos. Eso pareca el palacio de la palabra, pero la sensacin que uno tena al recorrer pasillos y salones era que esas palabras estaban con-geladas o embalsamadas. Las conversaciones vitales giraban alrededor de temas muy lejanos de los mensa-jes escritos. El ftbol era el tema favorito y, sobre todo, el concierto de rock de la noche anterior en el parque Simn Bolvar.

    Poco a poco las miradas se fueron concentrando en Camilo, con discrecin e intriga. La gente, al mirarlo, sacuda la cabeza, como desterrando rezagos de tras-nocho, hasta que el murmullo se fue difundiendo y causando conmocin entre los concurrentes: Camilo est presente! Pilas!. Los rumores llegaron hasta el

  • 26

    Javier Giraldo

    Presidente del movimiento, quien convoc enrgica-mente a dar comienzo a la asamblea y antes de subirse al estrado se acerc a Camilo con cierta incredulidad, lo salud y se convenci de que era el mismsimo Ca-milo. Con gran emocin lo invit a subir al estrado y comenz la asamblea diciendo: Hoy tenemos el pri-vilegio de tener entre nosotros al Padre Camilo Torres. l quiere tomar el pulso de la Colombia de hoy. Quiere dialogar con nosotros. Expliqumosle nuestra coyun-tura actual y escuchemos sus sabios anlisis.

    No hubo aplausos. Hubo un silencio absoluto que pa-reca combinar sentimientos de espanto, de perpleji-dad, de emocin, de vergenza, de esperanza y de reto. Ese silencio permiti a los presentes reconfigurar sus esquemas mentales de tiempo y espacio y sumergirse en una experiencia inslita con mezcla de audacia y de resignacin. Poco a poco se fueron lanzando al estrado los cabezas de fila de antiguos partidos de izquierda, reducidos a pequeos grupos con el paso del tiempo, as como lderes sindicales y de otros movimientos so-ciales. Todos fueron resumiendo la historia gloriosa de su propia organizacin y concluan con un discurso optimista y lleno de esperanza en que la actual Con-vergencia les reportara apoyo popular que se mani-festara en las urnas. No faltaron clculos electorales, unos ms optimistas que otros, sobre la posibilidad de obtener algunas curules en el Congreso, en asambleas y concejos y quizs alcaldas y gobernaciones.

    El desfile de oradores fue largo y se prolong toda la tarde hasta entrada la noche. Camilo, sin embargo, no revelaba signos de fatiga aunque s de preocupacin. En un momento se atrevi a preguntar: Quisiera sa-

  • 27

    ber en qu situacin estn hoy las grandes mayoras del pas. Entiendo que los ndices de pobreza y de mi-seria son hoy mayores que en mi tiempo; que el ndi-ce de desigualdad es de los ms altos del mundo; que hay muchos millones de desplazados, sobre todo del campo; que la informalidad representa la mayor fuer-za laboral; que la reparticin de las tierras es hoy mu-cho ms dramtica que en mi poca, dado el podero creciente de los paramilitares; que la dispersin de los pobres es aterradora y que los niveles de alienacin mental a travs de los medios masivos de informacin no tiene parangones en la historia; que el presupues-to militar supera proporcionalmente el de los Estados Unidos que libra guerras descomunales en varias par-tes del mundo; que Colombia se ha convertido en una especie de paraso de las multinacionales que saquean con privilegios inconcebibles los ms importantes re-cursos naturales no renovables; que el fraude electoral ha llegado a niveles de descaro inimaginables, hasta atreverse a reconocer los paramilitares que se han com-prado la tercera parte del Congreso. Estoy ansioso por conocer los anlisis y propuestas de la Convergencia frente a todas estas realidades dramticas.

    Otro silencio sigui a los interrogantes de Camilo. Al parecer casi nadie se atreva a responder a sus inquie-tudes. Sin embargo, despus de un silencio embarazo-so, varios pidieron la palabra. Hicieron referencias a estudios muy rigurosos que se estaban desarrollando en algunas universidades y equipos tcnicos y a pla-taformas que hasta ahora estaban en discusin en el comit central de la Convergencia. El lenguaje fue muy abstracto, repetitivo e inseguro.

  • 28

    Javier Giraldo

    Ya avanzada la noche y ante el abandono progresivo del aula por parte de muchos asamblestas, Camilo hizo una breve intervencin en la que hizo explcitas sus mayores preocupaciones. Las condiciones objeti-vas que exigen un cambio dijo Camilo- son hoy mu-cho ms apremiantes que en mi poca. Me preocupa que este movimiento que representa muchas esperan-zas para los pobres de Colombia, no salga de los vicios tradicionales que siempre han frustrado esas esperan-zas. Veo que las luchas entre lderes consumen ms energa que el anlisis de la realidad y la elaboracin de propuestas alternativas. Veo muy dbil la relacin con las bases populares que siguen constituyendo las mayoras oprimidas de este pas. Hay demasiada con-fianza en los mecanismos controlados por las minoras opresoras, como las elecciones. Hay poca presencia y solidaridad frente a las formas de resistencia que las vctimas mismas encuentran en su soledad y deses-peracin. Son demasiado dbiles las propuestas pro-gramticas; son escasas, formuladas en lenguajes abs-tractos o no implican transformaciones de fondo. Los invito a sumergirse con ms decisin en la cotidiani-dad de los pobres para analizar desde all, y con ellos, las estructuras vigentes; a mirar las experiencias de pases vecinos en sus cambios de polaridad poltica; a reconstruir un movimiento que hunda sus races en un compromiso tico frente a los millones de colombianos que no pueden solucionar en los niveles ms mnimos sus necesidades vitales, mientras las riquezas del pas son saqueadas por las empresas ms ricas del mundo y mientras se asesina y encarcela a todo el que recla-ma un mnimo de justicia. En una palabra, los invito a amar a sus hermanos colombianos ms oprimidos y a

  • 29

    amarlos con un amor eficaz.

    Las directivas del movimiento, preocupadas por la sensacin de pesimismo y de complejo de culpa que podra resultar de tan improvisado e inslito encuen-tro, resolvieron rematar la asamblea con una grabacin del himno La Internacional y con unas palabras del Presidente en que exaltara el significado histrico de la figura de Camilo y le prometiera recibir y asumir sus sabias crticas y recomendaciones, intervencin que s suscit un aplauso de los ya escasos asamblestas.

    Mientras intervenan los lderes, yo me haba reunido en un rincn con Ernesto, cuyos contactos discretos con la insurgencia yo siempre haba presumido, y le manifest la importancia que yo le vea a un encuentro de Camilo con algunos comandantes de las guerrillas. Ernesto estuvo de acuerdo y me prometi gestionar con la mxima rapidez la entrevista. Mantn el telfo-no activo me dijo- y espera llamada antes de la media noche. Creo que te tendr una respuesta concreta.

    Despus de las once de la noche y cuando Camilo es-taba ingresando al mismo cuarto de huspedes de mi claustro, donde yo lo reclua con discrecin, son el celular. Ernesto me dio, en clave acordada, las coorde-nadas del sitio donde un jeep nos recogera en media hora para viajar a las montaas. Tuve tiempo de pre-parar un pequeo morral con lo elemental y volvimos a salir. La ciudad estaba solitaria y Camilo me dijo: me siento de nuevo en aquella noche de septiembre cuando me recogieron para llevarme a las montaas de Santander donde me incorporara a la guerrilla. El jeep nos recogi con la precisin de un reloj suizo y nos

  • 30

    Javier Giraldo

    transport hacia una zona montaosa que no pudimos identificar. Hubo en el camino varios retenes militares pero, curiosamente, cuando llegaban a Camilo, no le pedan documentos ni lo requisaban. Me dio la impre-sin de que no perciban su presencia, pues ni siquiera lo miraban. La curiosidad que yo tena por ver cmo se identificaba y cmo enfrentaba los interrogatorios, se vio frustrada. Yo saba muy bien que l ya no era vulnerable a ningn riesgo.

    En cierto momento, el jeep sali de la carretera y se in-tern por un camino estrecho, casi de herradura. Lle-gamos a un rancho deshabitado y junto a l un joven campesino nos esperaba. El conductor, quien haba estado en silencio durante todo el trayecto, nos dijo: pueden confiar en l plenamente. El conductor se despidi, dio curva de reversa y se alej. El muchacho nos dijo: debemos caminar una hora. Emprendimos la marcha. El calor era intenso y Camilo iba emocio-nado. De vez en cuando nos comparta recuerdos de sus escasos meses en la guerrilla. Finalmente llegamos a una zona muy boscosa, nos internamos entre los r-boles y de repente apareci un grupo de 20 guerrille-ros uniformados, junto a un cambuche protegido por el espeso bosque. Todos abrazaron a Camilo con una intensa emocin. Nos ofrecieron una limonada y nos sentamos a conversar. Descubr que Ernesto haba sido tan cuidadoso y efectivo, que haba logrado que estu-vieran all presentes comandantes y guerrilleros rasos, tanto del ELN como de las FARC. Las miradas se fija-ron todas en Camilo en medio de un silencio respetuo-so y emocionado.

    Camilo les habl tambin con emocin pero no poda

  • 31

    ocultar ciertos sentimientos de tristeza, de duda y de incertidumbre que lo invadan. He querido pulsar de nuevo la realidad de mi pas les dijo-. Lo llevo en mi mismo ser y me sigue doliendo. Me emociona estar con ustedes, pues esta lucha qued grabada en mi es-pritu, es decir, en esa identidad ma que ha sido asimi-lada por el mundo luego de ser ungida por la muerte, momento en que experiment lo ms desgarrador y contradictorio de la guerra. Por eso ustedes no dejan de ser un foco permanente de mis afectos. Viv en car-ne propia lo duro que es la guerra. Comprend con cla-ridad que en la realidad de Colombia la lucha armada desde las mayoras oprimidas era justa e ineludible y deba enfrentar un podero militar perverso y despia-dado. Comprendo tambin que todos los medios que pertenecen a la esencia de la guerra son perversos y que cuando la guerra se prolonga, hay el peligro de que esos medios daen el corazn de los combatientes. Adems, el tiempo siempre juega en contra de los ms dbiles. El paso del tiempo le permite a los poderosos refinar su podero y su perversidad. Todo esto pone en cuestin la eficacia de una guerra desigual. Quisiera pulsar los sentimientos de ustedes sobre la eficacia y el sentido de esta guerra tan prolongada que ha produci-do tantas muertes; que se ha degradado en tantos ni-veles; que interpela a tantas conciencias honestas sobre su capacidad de lograr objetivos de justicia.

    El primero que le respondi a Camilo fue un guerrille-ro alto y fornido quien se identific como Csar. Lle-vamos casi cincuenta aos en esta lucha y, cranos Pa-dre Camilo, que hemos hecho diversos esfuerzos para ensayar otras formas de lucha menos costosas en vi-das y en sufrimientos. Hemos negociado con diversos

  • 32

    Javier Giraldo

    gobiernos para que nos permitan reivindicar de otra manera las transformaciones estructurales que pro-movemos para que haya una elemental justicia social, pero siempre nos han traicionado. La clase dirigente busca eliminar todo pensamiento de justicia social y no han dudado en exterminar y ahogar en sangre parti-dos legales enteros, centrales sindicales, movimientos sociales y comunidades populares donde arraiga el re-clamo. Si continuamos en la guerra, no es por decisin nuestra, es por imperativo moral. Un joven guerrillero en cuyo rostro se reflejaba la tra-gedia, intervino luego: Padre Camilo, yo comprendo muy bien sus preocupaciones y las de mucha gente honesta de este pas. Es casi seguro que nuestra lucha va hacia el fracaso. El podero militar de este Estado nuestro, apoyado siempre por los Estados Unidos y por gobiernos muy poderosos de Europa, hace que nuestra lucha sea la de una hormiga contra un len. Pero uno se pregunta: es tico luchar solamente cuan-do hay esperanzas de xito, y en este caso, de triunfo militar? Yo creo que no, Padre Camilo. Mi familia fue toda masacrada; yo soy el nico sobreviviente. Yo lu-cho en esta guerra sin esperanzas de triunfar, pero esa es mi opcin: morir dndole un no rotundo a este Es-tado criminal; negndole de plano su legitimidad. No le veo otro sentido a mi vida. Si yo me acomodara a los chantajes del sistema y viviera ajustado a su perver-sa legalidad, mi conciencia me atormentara todos los das. No le veo otro sentido a mi vida que optar por la muerte como un no rotundo a esta iniquidad. Un guerrillero barbado y con gruesas gafas, con aire de intelectual, le hizo a Camilo un anlisis histrico y por-

  • 33

    menorizado del desarrollo del paramilitarismo. La sociedad ilustrada, que posa de tica y de respetuosa del derecho, siempre nos ha acusado, con gran hipo-cresa y/o ingenuidad, de conducir una guerra irregu-lar. Pero cierran los ojos frente a la guerra irregular del Estado. Con el paramilitarismo, el Estado colombiano ha buscado violar todas las normas internacionales de la guerra ocultando su responsabilidad; en esa es-trategia ha sido asesorado y apoyado por los Estados Unidos. El paramilitarismo ha involucrado a capas enormes de la poblacin civil en la guerra y sin embar-go no tienen vergenza de acusarnos a nosotros de in-volucrar a la poblacin civil en la guerra. Este ha sido uno de los factores ms graves de degradacin de la guerra. El Estado presenta a sus combatientes civiles como vctimas de infracciones nuestras al derecho hu-manitario, pero en realidad son combatientes que usan los mtodos ms perversos de guerra del Estado.

    Un guerrillero de edad madura pero con apariencia de profesional, aadi: Usted, Padre camilo, seguramen-te no ignora que en este pas se han dado desmoviliza-ciones de varios grupos insurgentes que han pasado a una actividad legal y se han integrado a diversas ins-tancias del poder. Hemos observado muy de cerca esas experiencias. Sin embargo, nos parecen decepcionan-tes. La mayora de los desmovilizados han sido coop-tados por el sistema e integrados a su maquinaria de injusticia. Unos pocos son voces aisladas e impotentes que claman en el desierto, y si son respetadas es por la necesidad que tiene el sistema de presentarse como pluralista, mientras puedan mantener bajo control estricto a quienes no legitiman el Statu quo.

  • 34

    Javier Giraldo

    Una guerrillera de apariencia campesina y en cuyo rostro se reflejaba, a la vez que un intenso sufrimien-to, una cierta dulzura de trato que no haba sido eli-minada por la dureza de la guerra, aadi: Estoy segura, Padre Camilo, que usted no es afectado por las imgenes mediticas masivas con que se vende comercialmente nuestra identidad. Usted comprende la perversin de esas manipulaciones porque usted la denunci con energa y trat de contrarrestarla con un medio de comunicacin popular, como fue el peridi-co Frente Unido. Los mismos trminos de clich con que nos identifican, de terroristas y narcoterroris-tas son muy dicientes. A travs de ellos el Estado y el Establecimiento buscan ocultar su atroz terrorismo y su dependencia del narcotrfico. Nuestro estilo de vida nos impide competir con el poder de la mentira y de la desinformacin que son hoy los grandes medios. Slo podemos apelar a la resistencia moral de las concien-cias honestas que intuyen la monstruosidad del enga-o que les venden por todos los canales.

    Otra guerrillera ms avanzada en aos, de rostro ms duro y de discurso fluido y firme, aadi: Nadie en-tiende, Padre Camilo, cmo los que dirigen la opinin de este pas, todos profesionales y que posan de gran-des intelectuales y expertos en muchas cosas, cuando hablan de la insurgencia pierden la razn. Nos atribu-yen riquezas inmensas que no tenemos; piensan que las armas se consiguen gratis cuando ellos tienen a la mano toda la informacin sobre lo que cuesta una sola arma; creen que podemos subsistir y mantener nues-tra lucha sin dinero, o que podemos conseguirlo por medios legales; creen que podemos competir con el Estado solucionando todos los problemas sociales del

  • 35

    pas, como si estuviramos en el poder. Entre tanto le-gitiman que el Estado gaste en la guerra lo que debiera gastar en inversin social; les parece racional que los gobiernos respondan a nuestras reivindicaciones con polticas de exterminio y se nieguen a considerar si-quiera las razones fundamentales de nuestra guerra justa; legitiman las muertes de nuestros compaeros y condenan el que nosotros matemos a los que nos ma-tan o buscan matarnos. Pareciera, sin embargo, que el pas se deja conducir por los que han perdido la ra-zn.

    Todos los guerrilleros presentes fueron interviniendo, uno tras otro, hombres y mujeres, jvenes y adultos, comandantes y combatientes rasos, militantes de las FARC y del ELN, mientras Camilo reconfirmaba, con una tensa concentracin, las sin-salidas de la guerra. No se atrevi a pronunciar ningn discurso con di-rectrices de accin o con frmulas de soluciones. Sus ojos se humedecieron en diversos momentos. Todos percibieron su sentimiento de solidaridad en medio de las oscuridades y tragedias que los envolvan. Ni l ni ellos queran despedirse, pero lleg la hora ineludible del adis. Los abrazos fueron prolongados y fuertes aunque sin palabras. El joven campesino que nos haba guiado, nos hizo saber que el conductor que deba sa-carnos de la zona deba estar llegando a otro sitio acor-dado y no deba permanecer all sino contados minu-tos. Apresuramos el paso para no causarle problemas.

    Mientras regresbamos a Bogot, abrumados de inte-rrogantes y fuertes impresiones que nos imponan un silencio casi absoluto, se me ocurri que Camilo debe-ra escuchar a algunos de los que se han dedicado en

  • 36

    Javier Giraldo

    los ltimos aos a la bsqueda de la paz. Pens inme-diatamente en Mara Cristina, quien ha participado en las ltimas dcadas en casi todos los comits y espa-cios de discusin sobre la paz. Su origen de alcurnia le ha permitido el acceso a figuras de importancia en el Establecimiento para vincularlas a discusiones de fondo sobre la paz, a la vez que su compromiso social incuestionable le ha permitido que se lleguen a ella con confianza los luchadores populares, los lderes de la iz-quierda e incluso los voceros urbanos de la insurgen-cia. La llam por el celular desde la carretera, cuando fue posible obtener seal, y le expliqu mi deseo de convocar una reunin urgente de quienes sostienen las posiciones claves en el debate sobre la paz. No le di el nombre del personaje que nos acompaara, pero ella comprendi que por ese medio no era prudente hacerlo. Me prometi que al da siguiente, en una sala de la universidad donde ella es docente, convocara al grupo.

    Cuando llegamos a la universidad, Mara Cristina nos esperaba en la puerta. Qued estupefacta y conmocio-nada al ver a Camilo a quien identific inmediatamen-te.

    Como nos haba ocurrido a todos, necesit unos mi-nutos para reconfigurar sus coordenadas de tiempo y espacio y poderse introducir en la experiencia indita que se le ofreca. Camilo mismo le ayud a superar la conmocin con su trato amistoso y su conversacin co-rriente. En la sala del consejo de facultad estaba ya reu-nido un nutrido grupo de buscadores de paz. Estaban all un General y un Coronel del Ejrcito; dos empresa-rios de alto nivel; tres ex ministros; cinco acadmicos;

  • 37

    cuatro lderes de izquierda; cuatro sindicalistas y seis lderes populares, entre ellos varios voceros urbanos de la insurgencia; en total 10 mujeres y 16 hombres. Haba un pacto muy claro entre ellos de hacer caso omiso de todo tab y censura y de proteger la liber-tad de opinin prohibiendo todo recurso a denuncias judiciales. Esto haba sido un logro de Mara Cristina, luego de varios aos de debates y bsquedas. Ella pre-sent a Camilo con muy pocas palabras y ni siquiera pronunci su nombre; dijo: Todos y todas lo conoce-mos, no hay necesidad de presentarlo. Si est aqu es porque quiere tomar de nuevo el pulso de este su pas y aqu quiere escuchar lo relativo a nuestras bsque-das de paz.

    El primero que habl fue un ex ministro, quien hizo un recuento de los procesos de paz que han tenido lugar en los ltimos 25 aos. Destac la generosidad de los gobiernos y de la sociedad colombiana al ofrecer mesas de dilogo a la insurgencia, as como amnistas, indul-tos y posibilidad de constituir partidos y movimien-tos legales para promover sus ideas. Una sindicalista intervino enseguida insistiendo en que la exposicin anterior era sesgada. Afirm que todas las negociacio-nes adelantadas hasta ahora entre la insurgencia y los gobiernos haban sido tramposas; mientras se nego-ciaba, se agudizaba la inteligencia para eliminar a los militantes, y a aquellos que culminaban el proceso sin ser asesinados, se les mantena bajo permanente chan-taje de judicializacin por el slo hecho de expresar sus ideas, o bajo amenaza de muerte por parte de los pa-ramilitares, de cuyas acciones los gobiernos nunca se han responsabilizado a pesar de que sus vnculos son inocultables.

  • 38

    Javier Giraldo

    Un acadmico intervino luego para caracterizar algu-nos modelos de procesos de paz. Segn l, se habran dado tres: uno que asume algunas reivindicaciones de las que dieron origen a las guerrillas y las pone en una agenda de negociacin; otro que slo pone en la mesa de negociacin la desmovilizacin de los insurgentes y algunas contraprestaciones jurdicas y econmicas, como indultos, sueldos temporales y becas; otro que toma elementos de los dos anteriores. El nico exitoso ha sido el segundo, pero fue asumido slo por grupos guerrilleros pequeos y diezmados y sus resultados no han sido atractivos para las guerrillas ms fuertes y antiguas. Es perceptible una oposicin rotunda, en los sectores sociales ms influyentes, a que las refor-mas sociales se negocien con la insurgencia y no por las vas constitucionales, en el parlamento, a travs de los partidos polticos. Tal oposicin se expresa en los medios masivos ms poderosos, en los gremios econ-micos, en los partidos polticos, en muchos acadmi-cos, altas jerarquas eclesisticas, fuerzas armadas y al-tos funcionarios del Estado. Se habla de una especie de chantaje que impondra las reformas por las armas y para todos estos sectores, eso no es democracia.

    Una lder popular replic inmediatamente: el con-cepto de democracia que tiene la clase dirigente no es aceptable. Creen que es democrtico lo que piensa la minora acomodada, lo que la favorece y lo que se hace bajo su control, o sea, bajo las instituciones que ella controla. Para ellos ocuparse de la solucin de las necesidades objetivas del 80% de la poblacin, no es democracia; buscar que la gente tenga un mnimo de comida, no es democracia; buscar que la gente tengo

  • 39

    una vivienda mnimamente digna, no es democracia; repartir equitativamente la tierra, no es democracia; exigir que la salud no sea una mercanca que enriquez-ca a los que se lucran del dolor humano, no es demo-cracia; proteger los recursos naturales del saqueo por parte de empresas transnacionales, no es democracia; exigir educacin gratuita para las mayoras pobres, no es democracia; slo es democracia decidir todo por elecciones, pues la minora controla el negocio de las elecciones en su favor y con su dinero; por eso defien-den que las elecciones sean el criterio supremo de su falsa democracia, y por eso se oponen siempre a que las reformas sociales entren en mesas de negociacin con la insurgencia.

    Un coronel asumi enseguida la defensa de la demo-cracia electoral. Afirm que en eso se ha progresado; que antiguamente el fraude era lo ordinario, pero que en los ltimos aos la fuerza pblica controla las elec-ciones y los observadores internacionales que siempre vienen, han legitimado como transparentes los proce-dimientos electorales. Un sindicalista le replic ense-guida, poniendo como ejemplo las jornadas electorales de la ltima dcada, vigiladas todas por la comunidad internacional pero donde el narcotrfico y el parami-litarismo fusionados, compraron el parlamento y el poder ejecutivo a muchos niveles y as lo anunciaron pblicamente, con mtodos que no slo burlaron todos los controles proclamados antes, sino que hicieron pac-tos de apropiarse de todas las instituciones del Estado para re-fundar la nacin en su provecho y perpetuarse en el poder gracias a sus mayoras compradas.

    Una lder popular toc el punto del paramilitarismo de

  • 40

    Javier Giraldo

    manera ms explcita. Dijo que los gobiernos siempre han querido negociar la paz con la insurgencia pero discutiendo los problemas de la guerra de guerrillas como guerra irregular y ocultando sus mtodos pro-pios de guerra irregular que son desarrollados en las estructuras paramilitares. As es imposible buscar la paz dijo- si se quiere poner fin a una guerra, am-bas partes deben poner sobre la mesa su accionar b-lico con todas sus caractersticas y sus legitimaciones; la guerrilla es transparente en sus motivaciones y en sus mtodos de guerra irregular, diseados para en-frentar a un combatiente pequeo con un combatiente gigante, pero el Estado no puede ocultar sus mtodos de guerra irregulares a travs de sus efectivos parami-litares que son enormes, para los cuales no tiene legiti-midad alguna la guerra irregular, pues el Estado es el combatiente grande y poderoso y no puede asumir los mtodos propios de los combatientes dbiles y peque-os; adems, si defiende un Estado de Derecho, como argumento de su legitimidad, no puede defenderlo de labios para afuera mientras viola, en la guerra, todas las normas y reglas de un Estado de Derecho a travs del accionar paramilitar.

    Un dirigente de izquierda anot enseguida: El enga-o no se da solamente en el terreno de los mtodos. Un proceso de paz exige transparencia; exige llamar a las cosas por su propio nombre, pues si se negocia algo para firmar la paz y a poco se descubre que eso no era en verdad lo que se estaba negociando, la paz se des-vanece y retorna la guerra. No nos digamos mentiras. Hasta ahora todos los gobiernos que han entablado procesos de paz, han querido engaar a la sociedad: dicen que ellos le haban declarado la guerra a los que

  • 41

    buscan imponer reformas por mtodos violentos pero que la paz exige ofrecer caminos democrticos para buscar esas reformas. Esto ha sido siempre falso. Una observacin cuidadosa nos muestra que el verdadero blanco de la guerra del Estado no son los armados, o sea, los que luchan por reformas sociales con armas en la mano. Si se miran bien las estadsticas y la realidad, la inmensa mayora de los asesinados, desaparecidos y encarcelados por el Estado no tenan armas en la mano; sus armas eran sus ideas. En realidad la guerra del Estado es contra los que piensan de otra manera que la clase dirigente, no contra los que usan mtodos militares para defenderlas. Otra cosa es que siempre quieran justificar los asesinatos, las desapariciones, las torturas y los encarcelamientos, diciendo que era que tenan armas, pero siempre se ha comprobado, das, meses o aos despus, que eso era falso. La verdadera guerra del Estado ha sido contra las ideas y mientras no reconozca esto en las mesas de negociaciones, la paz se construir sobre bases falsas.

    Un empresario invit a ser ms serenos y realistas. Estamos en un momento histrico dijo- muy distinto de aqul en el que nacieron las guerrillas. Usted, Pa-dre Camilo, que sobrevuela ya nuestra historia, debe percibir mejor los cambios. La humanidad ya super la ilusin de los socialismos pues comprob sus incon-venientes. Hoy estamos en la era de la globalizacin y tenemos que ajustar nuestros conceptos de paz a ese mbito mundial del cual no podemos desentendernos. No podemos quedarnos en anacronismos. Hoy hay que aceptar ciertos principios democrticos universa-les, como la economa de mercado, la libertad de pren-sa, las elecciones libres. Uno entiende que los Estados

  • 42

    Javier Giraldo

    quieran proteger a la sociedad de ciertas ideas anacr-nicas, aunque yo no apruebo mtodos de represin violatorios de los derechos humanos. Un sindicalista le replic enseguida que el anacronismo est represen-tado ms bien por la globalizacin, por los que creen en la libertad de prensa y en las elecciones: han vuelto a un capitalismo salvaje que las sociedades ms civili-zadas haban tratado de conjurar con diversas formas de Keynesianismo o intervencin social del Estado para regular la economa, y siguen creyendo que lo que ellos llaman libertad de prensa es verdadera liber-tad de prensa y no un lavado de cerebro permanen-te por parte de quienes tienen ms dinero y poder. Ni hablar de las elecciones, pues en Colombia las eleccio-nes son la peor caricatura de la democracia: en las l-timas dcadas han estado en manos de paramilitares y narcotraficantes y eso dizque bajo la supervisin de la ONU

    Un acadmico, quien ha sido directivo de varias organiza-ciones no gubernamentales de derechos humanos y ha participado en numerosas comisiones humanitarias, ano-t que el principal escollo que tiene hoy la bsqueda de la paz, es que, de ambos bandos, se trata de involucrar en la guerra a grandes franjas de poblacin civil. Si la guerra se circunscribiera a los combatientes de ambos lados, se-ra ms fcil avanzar hacia la paz mediante la aplicacin cada vez ms estricta del Derecho Internacional Humani-tario, as tambin sera ms fcil proteger a la poblacin civil. Un General del Ejrcito all presente aadi que si la guerrilla cumpliera con las exigencias de la Convencin de La Haya; si se restringiera a determinados territorios, usara uniformes caractersticos, obedeciera a mandos unifica-dos y utilizara armas convencionales permitidas, la guerra

  • 43

    se restringira a proporciones soportables y no afectara tanto a la poblacin civil. Una acadmica de mucho pres-tigio le respondi al General que eso era imposible en nuestro tipo especfico de guerra. La guerrilla nuestra afirm- no lucha por un territorio, ni por derrocar un go-bierno ni siquiera un ejrcito; lucha para destruir el actual modelo de sociedad que considera injusto e inaceptable y por construir uno alternativo. Desafortunadamente esa sociedad est configurada, en su mayor parte, por perso-nas civiles, obras civiles e instituciones civiles. La guerrilla ataca los puntales decisivos que sostienen ese edificio y los que considera que estn ms al servicio de la injusti-cia. Pero no nos digamos mentiras, el Estado, desde hace muchas dcadas, tambin involucra a la poblacin civil en la guerra: esos son los paramilitares, que van recibiendo diversos nombres y hoy son los informantes, cooperan-tes, empresas de seguridad privada etc., y tambin ataca a la poblacin civil, no slo a los armados: la cantidad de movimientos sociales destruidos por buscar una sociedad alternativa, es enorme. General: esta es una guerra princi-palmente entre civiles; restringirla a los armados desconfi-gura los objetivos y las estrategias de ambos bandos.

    Un ex ministro que ha participado ya en numerosas co-misiones de paz, se dirigi a Camilo: No crea, Padre Camilo, que a nosotros no nos duele la guerra o que hemos estado inactivos, sin buscar caminos de paz. Lo que pasa es que hemos explorado muchas alternativas y siempre encontramos escollos o fracasos rotundos. Hemos propuesto mltiples veces a la guerrilla, sus-pensiones unilaterales de su accionar blico, pero ellos creen que todo alivio en la guerra es aprovechado para fortalecer los sistemas de explotacin y de opresin y nunca para ocuparse de los excluidos. La salida pol-

  • 44

    Javier Giraldo

    tica ms lgica, que sera que la guerrilla se convier-ta en un partido poltico al que se le den garantas de participacin, se ha convertido en una salida inviable en Colombia, luego del genocidio de la Unin Patri-tica y de muchos otros movimientos; no les podemos pedir que se suiciden y esa solucin ya no es creble; adems ellos dicen que las elecciones son un instru-mento en manos de los ms ricos y de quienes tienen los medios ms poderosos de comunicacin o mani-pulacin de la opinin. Por otra parte, nunca hemos visto claro cul es la estrategia para ganar confianza de parte y parte. La guerrilla busca reformas sociales y el gobierno busca acabar con la guerrilla. Ambos ban-dos se plantean que la intensificacin del conflicto es el mejor instrumento para lograr sus fines. Para la guerri-lla, el avance en reformas sociales sera lo que puede construir confianza para disminuir la intensidad del conflicto; para el gobierno, sera la disminucin de la intensidad del conflicto lo que creara un clima de con-fianza para avanzar en reformas. Muchos agentes del gobierno sostienen que la solucin negociada debe ir acompaada de la solucin militar; muchos de los que hemos trabajado en comisiones de paz estamos con-vencidos de que ambas estrategias combinadas arrui-nan cualquier proceso de paz. Todas estas dificultades nos han convencido de que un proceso de paz debe prever largos perodos en que no se avanza pero sirven para generar confianza, aunque la sensacin de estan-camiento tambin destruye la confianza de la sociedad y se puede generar un renovado apoyo a la guerra. El mismo terreno en que se situaran las negociaciones es objeto de aguda controversia entre nosotros: para unos, situarse en un terreno tico, o sea, de justicia so-cial, hara inmanejable la negociacin. Por eso algunos

  • 45

    opinan que la negociacin debera ubicarse en el terre-no del poder, o sea, la cesin de cuotas de poder, pues piensan que las guerrillas buscan ante todo poder y se contentaran con poderes locales. Quienes piensan que el nico terreno aceptable de negociacin seran refor-mas estructurales bsicas, no ven claro si stas se de-ben discutir antes de negociar la desmovilizacin de la guerrilla o despus. Para algunos tiene que ser antes, pues la guerrilla ya no creera en promesas que no se van a cumplir, as sea con la supervisin de la ONU, como ocurri en Centroamrica. Los que piensan que las reformas deben discutirse despus de la desmovi-lizacin, temen sin embargo que en algn momento aparezcan los puntos no negociables de ambos bandos: la clase dirigente considera no negociable la libertad de empresa, la globalizacin e inversin extranjera que se proyecta en el modelo de economa neo-liberal, la libertad de prensa y el modelo democrtico sustentado en elecciones libres, pero esto es justamente el ncleo del modelo que la guerrilla considera perverso y gene-rador de miseria y de injusticia para las mayoras: una economa modelada por el mercado libre de capitales; la presencia de multinacionales que explotan los recur-sos naturales; sistemas de informacin y comunicacin manipulados por quienes tienen ms dinero y poder y que estn lejos de ser servicios pblicos controla-dos democrticamente, y unas elecciones que desde hace mucho tiempo no son democrticas en Colombia. Como ve, Padre Camilo, el problema de la paz en Co-lombia no es nada sencillo.

    Camilo mantuvo una tensa concentracin a lo largo de todas las intervenciones y entre una y otra hizo mu-chas preguntas para precisar las diversas posiciones.

  • 46

    Javier Giraldo

    Algunos le resumieron con mucho detalle y ancdo-tas jocosas los diversos procesos de paz y recordaron a muchos personajes que participaron en uno u otro y ya haban fallecido. Cuando se daban miradas de conjun-to, los mismos integrantes del grupo se admiraban de que el pas hubiera vivido tantas dcadas en supuestos procesos de paz sin logros significativos sino margi-nales.

    Finalmente Camilo fue prolongando una de sus inter-venciones interrogativas y result haciendo una expo-sicin sobre sus propias convicciones. Ustedes bien lo saben dijo-, yo asum la va armada para buscar un cambio social profundo en el pas, luego de un proce-so que me demostr que la clase dirigente tena la fir-me decisin de utilizar toda la violencia posible para mantener el estado de injusticia que deshumanizaba a las grandes mayoras del pas. En esa lucha armada se vive siempre un dilema trgico: la impotencia desvela la ineficacia e invita a abandonar la lucha, pero la ti-ca refuerza en ese momento la legitimidad de la lucha y enfatiza la inmoralidad del sometimiento. Muchos asumen una lucha ineficaz pero como ltimo refugio del sentido tico; otros renuncian a la tica e hipotecan todo a retazos de eficacia. Yo bien s que toda guerra se degrada, precisamente porque los nicos medios de que puede echar mano para lograr una ventaja mili-tar, son intrnsecamente perversos: matar, herir y cap-turar. Tambin los medios para mantener el Statu quo son intrnsecamente perversos: tomar la necesidad y el dolor humanos como trampoln para enriquecerse y para poder convertir a los humanos en objetos a su servicio e instrumentos de su poder. Pero todas estas perversiones se desarrollan y se fortalecen en la me-

  • 47

    dida en que se pierde de vista el eje del conflicto: la satisfaccin de las necesidades bsicas y hacer que las mayoras tomen las decisiones. Quizs si se encontra-ra la manera de que el pas entero se pusiera a pensar cmo garantizarle el mnimo de comida necesaria, de espacio habitable, de atencin en salud, de educacin bsica y de generacin de ingresos mnimos a todos los colombianos, haciendo caso omiso de ideologas, iden-tidades polticas, religiosas, clasistas, raciales, etc., los problemas de la convivencia y la seguridad se podran resolver ms fcilmente. Lo que ms me preocupa es la pobreza tan grande de imaginarios de futuro. En mi Plataforma, yo trat de dibujar un pas equitativo como estmulo a la construccin entusiasta de futuro. Ahora veo que predominan las miradas sobre el pasa-do, y un pasado que est lleno de violencias, de humi-llaciones y de sangre, pero no hay imgenes de futuro que entusiasmen a una lucha por construirlo; el diseo de alternativas, al parecer, sufre de mucha esterilidad. Pero como prioridad absoluta, yo dira que se ve la ne-cesidad de volver a comunicar el pueblo con el pue-blo; es necesario democratizar, as sea en lo mnimo, los sistemas de informacin y comunicacin: all estn ahora las cadenas ms horrendas que dominan las con-ciencias. No bastara crear un medio alternativo, como fue el peridico Frente Unido; hoy hace falta una ley que ataje la mercantilizacin de la conciencia por el do-minio de los medios y convierta a stos en verdaderos servicios pblicos. Luego de la intervencin de Camilo, escuchada por to-dos con mxima concentracin, el grupo entr en un animado dilogo con l. Se revivieron muchos recuer-dos del pasado y por la memoria de los presentes des-

  • 48

    Javier Giraldo

    filaron innumerables lderes populares sacrificados. Al final de la tarde, pues la reunin se prolong todo el da, todos salieron con la sensacin de que la paz sera algo tan simple de lograr, si los egosmos y los prejui-cios no sirvieran de combustible permanente a esta ho-guera absurda de la guerra.

    Si Camilo no se hubiera despedido, todos hubieran permanecido all indefinidamente. Cuando salimos, la oscuridad envolvi en un cierto misterio el destino de Camilo y los participantes retornaron, no sin dificul-tades, a sus esquemas rutinarios de tiempo y espacio.

    Acompa esa noche a Camilo a su cuarto de hospe-daje y le dije que deba descansar un poco luego de jornadas tan intensas. l se sonri burlonamente; bien saba que el que necesitaba descanso era yo, pues l ya no era vulnerable a la fatiga corporal.

    En la maana del da siguiente sent ruidos intensos en la plaza contigua a mi claustro. Pareca que una multi-tud se acercaba gritando consignas con mucha energa. Me asom a la terraza y not que una gigantesca ma-nifestacin se aproximaba. Tanquetas del Ejrcito y de la Polica recorran las calles aledaas, mientras de to-das las esquinas desembocaban en la plaza multitudes portando pancartas y pendones. Fui a recoger a Ca-milo para que nos sumramos a la marcha; estaba se-guro que se sentira emocionado. As fue. Mirbamos con atencin los mensajes escritos y escuchbamos las consignas que se gritaban, tratando de identificar los objetivos de la protesta. Nos sorprendi que la gente no se haba movilizado por un objetivo pasajero; se peda a gritos un cambio de sistema; justicia para los

  • 49

    pobres; calmar el hambre de las mayoras; darle techo a los millones de desarraigados; reparticin de la tie-rra; defensa de los recursos naturales; expulsin de las empresas multinacionales; sistema de salud accesible a todos; medios de comunicacin en manos del pueblo. Haca mucho tiempo que esto no se vea; vivamos pre-sos del miedo y de la ceguera. Camilo estaba realmente emocionado. Se fue introduciendo por entre las multi-tudes hasta que yo lo perd de vista. Trat de seguir-lo hasta donde pude pero se me esfum. Cansado de perseguirlo, me detuve a mirar la multitud y sta tom para m la forma del cuerpo de Camilo, convertido en un cuerpo gigantesco, que continu gritando sin fin, exigiendo justicia y dignidad.

  • 50

  • 51

    ManualEconoma Poltica

    Para nadie es un secreto que nuestro sindicalismo vive hoy una profunda crisis, por un lado dirigentes que han encontrado en nuestras organizaciones un buen estilo de vida, se privilegia entonces el viatico, el permiso en fin una buena excusa para luchar, por otro lado la lucha por el poder, poder sin enten-derse para quien o para que, poder donde privilegiamos los intereses de mi corriente de clase o grupo poltico.

    Las organizaciones polticas dentro de nuestros sindicatos son necesarias, sin ellas proliferara una clase de dirigentes total-mente despolitizados, pero a su vez muchas de estas orga-nizaciones polticas privilegian la condicin de poder dentro de la formacin de sus dirigentes sindicales, esto conlleva al

  • 52

    caudillismo, al personalismo y en muchos casos cuando estos dirigentes no siguen en las mieles del poder montan sus toldas aparte.

    Por eso hoy el pensamiento de Camilo sigue an vigente, por encima de las ideologas y grupos polticos, el amor eficaz de Camilo, nos invita a pensar en el prjimo, en los desvalidos, en los nios y nias que se rebuscan en las esquinas de los se-mforos, es el verdadero pilar de todo proceso organizativo y revolucionario y los trabajadores tenemos el deber de entre-garnos y profundizar los cambios sociales de nuestro pas.

    Camilo en su mensaje a los sindicalistas afirma La clase obrera, como el pueblo colombiano, ha sido superior a muchos de sus dirigentes. Cuando la clase obrera se unifique por la base, har la presin necesaria para que los dirigentes que no quieren la unin o no quieren la revolucin sean arrojados a la orilla por el pueblo colombiano, que como un torrente se ha desencade-nado en busca de la toma del poder. No obstante necesitamos que nuestras bases tengan elementos para el fortalecimiento de su lucha ideolgica, esta aguda crisis sindical es producto de la falta de formacin poltica y sindical, hay tres grandes te-mas que cualquier dirigente debe tener presente, la economa poltica, la historia y los estudios laborales.

    Por esta razn presentamos el curso de economa poltica del partido comunista obrero espaol (PCOE), esta cartilla de ma-nera didctica y prctica nos presenta los conceptos bsicos de la base de la vida de la sociedad humana, permite entender de manera sencilla y fcil las nociones bsicas del valor del tra-bajo y el dinero.

    Economa Poltica

  • 53

  • 54

    Economa Poltica

    La Economa Poltica nos muestra la relacin que existe entre el hombre y la Naturaleza y entre los hombres mis-mos. Hombre y Naturaleza se interrelacionan y forman parte de los tres elementos o factores que intervienen en todo el proceso de produccin: trabajo, objeto de trabajo y medios de trabajo. Una vez que hayamos sido capaces de definir a los tres factores y de sealar exactamente el lugar que ocupan en la economa, con tan solo realizar un ejercicio de enlaces y uniones entre ellos, estaremos a mitad del camino para entender todo el marxismo, que por ser la ideologa propia del obrero no tiene ningn misterio, ni nada de especial como divulgan los sabios burgueses, quienes intentan embrollar su estudio con definiciones complicadas y con el uso de una terminologa muy peculiar e incomprensible para los trabajadores.

  • 55

    1. Trabajo, objeto de trabajo y medios de trabajo

    Para subsistir el hombre se ve obligado a trabajar con el fin de procurarse los alimentos, vestidos, viviendas etc. Tanto los alimentos, los vestidos y las viviendas, los proporciona la Naturaleza, pero en estado bruto, por consiguiente, el hombre ha de transformar la Naturaleza, pero solo aque-llas partes que les va a permitir lograr lo que necesita para vivir.

    La actividad que ejerce el hombre al transformar la Natu-raleza al objeto de extraer su producto recibe el nombre de trabajo.

    El hombre al realizar su trabajo, lo ha de ejecutar sobre la Naturaleza, que como hemos dicho anteriormente se pre-senta en estado bruto. La parte de la Naturaleza que va a ser tratada se denomina objeto de trabajo, pero solo aque-lla parte que va a ser utilizada, el resto no. Antes de ser ma-nipulado por el hombre el objeto de trabajo es conocido con el trmino: materia bruta.

  • 56

    La materia bruta que recibe la accin del hombre y que debe continuar en el proceso de produccin hasta con-vertirse en el producto final, se llama materia prima. Por ejemplo, un rbol es materia bruta. Cuando se tala, cada parte (tablas de madera) se transforma en materia prima, y cada paso que se d con la madera ser a modo de ma-teria prima, hasta que termine siendo un mueble, que es el producto final. La materia que se gasta en el proceso de produccin se llama materia auxiliar tal es el caso de la electricidad.

    Economa Poltica

    Objeto de trabajo: materia bruta (rbol)

    Objeto de trabajo: materia prima (tabla de madera)

  • 57

    Resulta evidente que para transformar la Naturaleza y ob-tener sus beneficios en forma de alimentos, ropas o vivien-das, el hombre se vale de herramientas, naves, maquinas, etc. o sea de los medios de trabajo.

    Observemos de nuevo con detenimiento las tres vietas siguientes:

    Los tres factores de produccin (trabajo, objeto de trabajo y medios de trabajo) son idnticos en contenido y defini-cin para toda la historia de la humanidad:

    Marx y Engels sostuvieron la teora que explica que el hombre se diferencia de los animales por el trabajo, lo que quiere decir, que el mono se transforma en hombre, cuando comienza a trabajar. El paso del mono al hombre segn la teora marxista niega cualquier hiptesis sobre que el pensamiento humano, -que es una manifestacin

    Objeto de trabajo Medios detrabajo

    Trabajo

    Objeto de trabajo Medios detrabajo

    Trabajo

  • 58

    de la diferencia entre el animal y el hombre-, le venga dado a ste por la voluntad de una fuerza sobrenatural, o dicho de otro modo, que el pensamiento, espritu, idea, (todos estos conceptos significan lo mismo en filosofa) sea obra de ningn Dios.

    Se supone que el Australopiteco ms avanzado utilizaba los cantos rodados (piedra) en bruto, tal como existe en la Naturaleza. A travs de la prctica fue adquiriendo pericia y lleg a la conclusin que determinadas formas de la pie-dra eran ms efectivas para su trabajo, al mismo tiempo que experiment que el choque de dos cantos rodados se parta mutuamente y se transformaban en otras figuras.

    De este modo, el Australopiteco comienza a construir su arma, herramienta o utensilio, utilizando dos piedras para golpear una sobre la otra y darle forma. A partir de ah tan-to para el marxismo como para las ciencias el Australopi-teco desaparece y nace el homo hbilis (ya hombre, habi-lidoso).

    Este proceso sencillo explica muchos fenmenos, causas de choques entre el marxismo y la religin; entre el mar-xismo y la ideologa burguesa.

    Economa Poltica

    La experiencia prctica de moldear los cantos rodados hasta obtener herramientas se reflej en el cerebro del australopithecus y permiti

    desarrollarlo junto con el pensamiento.

  • 59

    1.- El hombre no es obra de Dios, hecho a su imagen y se-mejanza y creado independiente del reino animal. El hom-bre, es el fruto de la evolucin de especies inferiores.

    2.- El pensamiento, la inteligencia, no es ningn atributo divino, sino que es el reflejo de la realidad objetiva en el cerebro humano, es decir, de lo que existe fuera y alrede-dor del hombre. Hemos estudiado que el hombre utiliza la piedra y esta realidad objetiva (la piedra=realidad exterior) se refleja en su cerebro al que hace pensar la posibilidad de mejorar su forma que le resulte ms beneficiosa.

    Piedra (Realidad Exterior) -> Pensamiento

  • 60

    3.- Ser, prctica, materia, Naturaleza (todos estos concep-tos tambin significan lo mismo en filosofa) genera el pensamiento y no lo contrario como afirman los religiosos y la ideologa burguesa, en cuanto que la realizacin de todo lo humano se debe a que Dios ha dotado al hombre de pensamiento.

    En efecto, al utilizar la piedra (prctica) el hombre se da cuenta que sta posee determinadas facultades, pero que retocndola se volver ms eficaz y puede afrontar nuevos cometidos, por eso, decide tallarla dotndola de diversas formas (diferentes tipos de lanzas, hachas, hende-dores, etc.) Observemos aqu, cmo la prctica desarrolla el pensamiento para que ste perfeccione dicha prcti-ca. El pensamiento y la Naturaleza se interacciona, como anunciamos al principio. Cualquier aparato, maquinaria o utensilio moderno, cuando sale al mercado llevan incor-porados los ltimos avances tecnolgicos, pero al cabo del tiempo son anulados por otros ms perfeccionados o son sustituidos por otros distintos ms avanzados. El hombre a travs de la prctica (funcionamiento de los aparatos que ha creado con su trabajo) ve reflejado en su cerebro los

    Economa Poltica

    Slo el Homo Sapiens ha podido pensar en Dios, y a partir de fen-menos naturales que le rodeaban. Por tanto, es el hombre, el ser, la

    materia, la que produce el pensamiento, el espritu, o sea, Dios, y no al revs.

  • 61

    defectos o imperfecciones que tienen dichos aparatos, lo cual activa su pensamiento para corregirlos y as sucesi-vamente. Siempre la prctica y el pensamiento se interac-cionan, pero es la prctica lo primario. Lenin deca que el pensamiento se desarrolla por la prctica y es un concepto prctico.

    2.- Medios de produccin, fuerza de trabajo y fuerzas pro-ductivas

    Los objetos de trabajo (Naturaleza, materias brutas, pri-mas, auxiliar) y los Medios de trabajo (naves, maquinas, herramientas...) juntos forman los Medios de produccin

    Prctica-> Pensamiento -> Prctica -> Pensamiento

  • 62

    Economa Poltica

    Aparece un nuevo elemento de discordia entre la ideolo-ga burguesa y el marxismo, la fuerza de trabajo que es el desgaste fsico y mental que desarrolla el obrero al realizar el trabajo.

    El patrn afirma y reafirma que paga al obrero por su tra-bajo. Sin embargo, el producto del trabajo del obrero se vende ms caro (por tanto por ms valor) que lo que l recibe como salario.

    Esto solo puede tener una explicacin cual es, que el pa-trn paga al obrero el dinero suficiente para reponer sus energas con el objetivo de que pueda volver a producir al da siguiente. El patrn paga la fuerza de trabajo. La di-ferencia entre lo que abona el patrn (fuerza de trabajo) y lo que realmente se paga en el mercado por el producto generado por el obrero al realizar su trabajo, es lo que se llama Plusvala, dinero que se apropia indebidamente el patrn.

    EJEMPLO: Para fabricar una pieza, el patrn dispone de una nave, un torno (medios de trabajo), del acero y elec-tricidad (materia prima y materia auxiliar) en definitiva de los medios de produccin. Emplea a un tornero (fuerza de trabajo) para que elabore la pieza (fruto de la actividad del obrero =trabajo)

  • 63

    Los costes son como sigue: Amortizacin de la nave (me-dio de trabajo) en una hora: 100.000 pesos; amortizacin de las materias primas y auxiliar = acero y electricidad (ob-jeto de trabajo) pieza y hora: 100.000 pesos. En total los medios de produccin les cuesta al patrn en una hora, 200.000 pesos, a los que hay que aadir 100.000 pesos brutos del salario del obrero en esa hora (fuerza de tra-bajo). Con esos 100.000 pesos en bruto el obrero ha de cumplir con sus obligaciones tributarias. En total el patrn invierte en el proceso de produccin 300.000 pesos. El pa-trn dice que ha expuesto su dinero y es lgico que ob-tenga algn beneficio, e incluso le ha saldado al obrero su salario antes de que pueda vender la pieza, con lo cual su riesgo es total. Solo el obrero parece ser el nico que se beneficia en principio. Es as?

    Luego la pieza es vendida en 600.000 pesos, de los cuales, 100.000 pesos son para satisfacer sus impuestos y la Se-guridad Social del obrero que corresponde al patrn, los otros 200.000 pesos se los embolsa el burgus.

    La economa burguesa, explica que existe una relacin perfecta, el obrero recibe el valor de su trabajo y el pa-trn, la compensacin del riesgo de exponer su dinero. Comencemos por el principio, decamos que el patrn dispone de los medios de produccin que les cuesta en una hora 200.000 pesos Qu ocurre entonces para que esos 200.000 pesos se transformen despus de ultimada la pieza en 600.000 pesos que es por lo que la vende el bur-gus? O expresado de otra manera Qu es lo que hace que la pieza valga ms de lo aportado por el patrn?

  • 64

    Es cierto que el patrn pone los medios de produccin, pero el torno por s solo no funciona y ya se le puede echar encima todo el oro del mundo, que no producir ni un cntimo, por lo que estamos en condiciones de garanti-zar que lo que expone el patrn, por s mismo, no produce absolutamente nada. La materia prima ha de transformar-se en la pieza para obtener un valor de mercado superior de lo que vale como materia prima y ese valor solo se lo puede dar el trabajo del obrero a travs de su desgaste f-sico y mental. Es decir, el patrn invirti 300.000 pesos y el obrero ha aadido un valor por 300.000 pesos. Si el patrn fuese justo y repartiese lo que realmente le corresponde a cada uno, el obrero se llevara sus 300.000 pesos. Qu sucedera entonces? Sencillamente el obrero ya tendra dinero suficiente para invertir en medios de produccin y no necesitara del patrn para trabajar y subsistir. El patrn como tal desaparecera.

    Sin embargo, el patrn le roba al obrero el dinero que pro-duce y con l compra los medios de produccin, que des-pus con engao asegura que es una inversin propia que l expone.

    Es evidente que todo el dinero, el de la amortizacin de la nave, mquina, el coste del acero y de la electricidad, lo genera el trabajador como clase, las mquinas, las naves, las producen obreros. Los impuestos salen del valor que genera el obrero con su trabajo etc. etc. EL PATRN NO APORTA NADA Y POR CONSIGUIENTE NO EXPONE NADA.

    Economa Poltica

  • 65

    As pues la relacin patrn-obrero est sustentada en una gran mentira. Mentira que la Economa Poltica burguesa oculta con falsas teoras y que el Estado sustenta con sus leyes, con el parlamentarismo, con represin violenta a travs de la justicia y los rganos represivos, polica, ejr-cito etc.

    Ya sabemos que la unin del objeto de trabajo y los me-dios de trabajo forman los medios de produccin, ahora al unir los medios de produccin con el obrero (fuerza de trabajo) conseguiremos las fuerzas productivas.