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Carta de Jean Vanier - agosto 2012 1 Orval, agosto de 2012 Queridos amigos, Un año termina, un año comienza. El mes de agosto está entre los dos. Es para Dios. Está hecho de oración, de lecturas, de descanso, de paseos por el bosque. Esto no quiere decir que los otros meses no sean para Dios. Lo son, pero de una manera diferente: para hallarlo en los otros y en los encuentros codianos con las personas con quienes vivo desde hace ya 48 años. El encontrar a Dios en una presencia amorosa está inspirado por la visión que San Pablo ene del amor. “El amor”, dice él, “es paciente, es servicial, no es envidioso, ni jactancioso. No hace nada injusto, no busca su propio interés, no se irrita, no es rencoroso, no se alegra de la injuscia, sino que ene su gozo en la verdad”. Y termina así: “el amor perdona todo, cree todo, espera todo, soporta todo”. Dios mío, ¡qué bello y exigente es el amor! Quisiera que él me guiara todos los días, pero desafortunadamente ése no es el caso. El amor es una luz, una inspiración, un deseo. Pero en la vida codiana, no es así todo el empo en mi corazón y en mis acciones. Muchas veces me pongo en el primer lugar, no soy paciente, prefiero mandar que obedecer. En El Arca, he descubierto toda la violencia que existe en mí, y mi capacidad de oprimir a los otros. Es por eso que tengo necesidad de este mes de agosto para recargarme junto a Dios. Necesito que Dios cambie mi corazón de piedra por un corazón de carne y que ponga su Espíritu en mí. Todavía hay trabajo por hacer en mí. Al comienzo de agosto asis a un rero dirigido por un sacerdote jesuita húngaro sobre “la apertura a la contemplación”. O “cómo acoger la presencia de Dios y permanecer en ella” por largos períodos. El Padre Thomas Philippe me enseñó a orar cuando dejé la marina en 1950. Él me dijo: “ponte en presencia de Dios y permanece en ella.” El rero en la Ferme fue muy similar: ponerse en presencia de Jesús y permanecer ahí. Fue un empo de silencio y de purificación. Y ahora connúa aquí, en la abadía de Orval, donde vengo, desde hace unos 25 años, durante todo el mes de agosto. Vine, pues, el 11 de agosto, para ser acogido en primer lugar por una multud de golondrinas que se elevaban hacia el cielo para precipitarse después a la erra. Ellas jugaban juntas, cantaban, hablaban cosas diverdas en su lengua y, sobre todo, alababan y glorificaban a Dios. Qué bella es la naturaleza, qué bella es la vida. Después del encuentro con las aves, fue el encuentro con los monjes que cantaban la gloria de Dios. Su canto une el cielo con la erra. Son bellos y fieles estos monjes dedicados a la luz y a la oración. Como ustedes podrán notar, estoy bien aquí. Es relajante y reconfortante. Nada de teléfono ni de visitas. Es un empo para vivir con Dios, en su presencia. 1 Carta de Jean Vanier

Carta de Jean Vanier - Agosto 2012

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Compartimos con ustedes la carta de Jean Vanier del mes de agosto 2012

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Carta de Jean Vanier - agosto 2012 1

Orval, agosto de 2012

Queridos amigos,

Un año termina, un año comienza. El mes de agosto está entre los dos. Es para Dios. Está hecho de oración, de lecturas, de descanso, de paseos por el bosque. Esto no quiere decir que los otros meses no sean para Dios. Lo son, pero de una manera diferente: para hallarlo en los otros y en los encuentros cotidianos con las personas con quienes vivo desde hace ya 48 años. El encontrar a Dios en una presencia amorosa está inspirado por la visión que San Pablo tiene del amor. “El amor”, dice él, “es paciente, es servicial, no es envidioso, ni jactancioso. No hace nada injusto, no busca su propio interés, no se irrita, no es rencoroso, no se alegra de la injusticia, sino que tiene su gozo en la verdad”. Y termina así: “el amor perdona todo, cree todo, espera todo, soporta todo”. Dios mío, ¡qué bello y exigente es el amor! Quisiera que él me guiara todos los días, pero desafortunadamente ése no es el caso. El amor es una luz, una inspiración, un deseo. Pero en la vida cotidiana, no es así todo el tiempo en mi corazón y en mis acciones. Muchas veces me pongo en el primer lugar, no soy paciente, prefiero mandar que obedecer. En El Arca, he descubierto toda la violencia que existe en mí, y mi capacidad de oprimir a los otros. Es por eso que tengo necesidad de este mes de agosto para recargarme junto a Dios. Necesito que Dios cambie mi corazón de piedra por un corazón de carne y que ponga su Espíritu en mí. Todavía hay trabajo por hacer en mí.

Al comienzo de agosto asistí a un retiro dirigido por un sacerdote jesuita húngaro sobre “la apertura a la contemplación”. O “cómo acoger la presencia de Dios y permanecer en ella” por largos períodos. El Padre Thomas Philippe me enseñó a orar cuando dejé la marina en 1950. Él me dijo: “ponte en presencia de Dios y permanece en ella.” El retiro en la Ferme fue muy similar: ponerse en presencia de Jesús y permanecer ahí. Fue un tiempo de silencio y de purificación. Y ahora continúa aquí, en la abadía de Orval, donde vengo, desde hace unos 25 años, durante todo el mes de agosto.

Vine, pues, el 11 de agosto, para ser acogido en primer lugar por una multitud de golondrinas que se elevaban hacia el cielo para precipitarse después a la tierra. Ellas jugaban juntas, cantaban, hablaban cosas divertidas en su lengua y, sobre todo, alababan y glorificaban a Dios. Qué bella es la naturaleza, qué bella es la vida. Después del encuentro con las

aves, fue el encuentro con los monjes que cantaban la gloria de Dios. Su canto une el cielo con la tierra. Son bellos y fieles estos monjes dedicados a la luz y a la oración.

Como ustedes podrán notar, estoy bien aquí. Es relajante y reconfortante. Nada de teléfono ni de visitas. Es un tiempo para vivir con Dios, en su presencia.

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Ya dije antes que todavía estoy muy lejos de este amor del que habla Pablo, y que es lo único que da sentido al universo, a la vida humana, a la vida en El Arca y al Evangelio. El Arca es una buena escuela para crecer en el amor. Hay allí muchas ocasiones, cada día, para aprender a ser pacientes. Como ustedes saben, ser paciente es vivir armoniosamente con personas que a veces (algunas frecuentemente) resultan insoportables, enervantes, etc.

San Pablo dice que aunque tengamos todos los conocimientos humanos y teológicos, e incluso una fe para mover montañas, y si damos todos nuestros bienes a los pobres, pero no tenemos ese amor que perdona todo, cree todo, espera todo y soporta todo, entonces todas esas cosas bellas que parecían tan “divinas” no valdrían nada; no seríamos más que címbalos que hacen ruido. Sólo el amor cuenta.

Las personas más débiles y más vulnerables que acogemos en El Arca y en Fe y Luz son maestros extraordinarios. Vivir con ellas es una gracia. Y su pobreza, a veces tan radical, me ha hecho descubrir mi propia pobreza radical: mis temores, mis dificultades para amar con ternura. Sin embargo, estos vínculos que me unen a cada persona han abierto mi corazón, me dan una fuerza de amor que hace que la paciencia y las otras exigencias (“soportar” todo, etc.) sean más fáciles y suaves. Todo se hace posible gracias a los vínculos afectivos entre nosotros, al apoyo de la comunidad y de algunos profesionales, y, sobre todo, gracias al Espíritu Santo. Esto no impide que a veces haya luchas, dificultades más o menos soportables y momentos de desaliento. Como en toda vida. Para mí, la vida con quienes son a menudo considerados como los más bajos, me lleva a encontrar una alegría que viene de Dios.

Mientras escribo esta carta me entero de que Nathalie acaba de dormirse en los brazos de Dios, en el hospital. Tenía 59 años. Su muerte me conmueve profundamente. Yo la amaba. Había una especie de vínculo de ternura entre nosotros. Ella era frágil intelectualmente y ciega, y estuvo en uno de nuestros hogares durante 38 años. Era una luz de ternura y suavidad. Siendo ciega, había aprendido a dejarse guiar, pero también me guiaba y ayudaba. Esta partida, ciertamente esperada porque ella se debilitaba visiblemente de día en día, es una gracia para toda la comunidad. Qué regalo haber caminado con ella durante tanto tiempo. Era tan pura, tan límpida, tan transparente. Ella formaba parte

de esos pequeños ante quienes Jesús saltó de gozo exclamando, “Bendito seas tú, Padre, señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los intelectuales y a los poderosos y haberlas revelado a los pequeños.”

Durante mi estadía aquí en Orval he podido abrir una puerta para conocer un poco la religión musulmana y, sobre todo, el sufismo. A través de Christian de Chergé y de otros, he podido apreciar ciertos aspectos de esta religión. Pero mi ignorancia era grande y siento que en nuestra época no es posible encerrarse en la ignorancia y los prejuicios. Me doy cuenta de que la ignorancia lleva al miedo, y el miedo engendra exclusión, menosprecio, conflictos, guetos, sentimientos de superioridad y finalmente el deseo de librarse del otro. ¿No es éste el proceso a través del cual las personas con discapacidad han sido tratadas desde hace tanto tiempo? Rápidamente se les ignora, se procura evitarlas, y después se les excluye y se busca la manera de librarse de ellas. Evidentemente, tengo poco tiempo aquí para ponerme al día en lo concerniente a la religión musulmana. Lo esencial para mí es profundizar mi propia fe y dejarme transformar por Jesús. Me he conmovido leyendo algo sobre el sufismo. Hay ahí hombres y mujeres con sed de conocer a Dios, de vivir cara a cara con Él, de amarlo con un amor digno, de glorificarlo y alabarlo (Rebi, del siglo octavo).

Some members of the moving team: Isabelle, Fady, Jean, Odile, Alain, Damien and Bruno

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Hallaj (fines del siglo noveno) escribió: “He abrazado con todo mi ser, todo tu amor, oh Santo. Tú te has manifestado tanto, que me parece que no hay más que tú en mí.” Desde luego, entre los musulmanes no sólo hay santos, como no sólo hay santos entre los cristianos. Existe también la piedad popular, existe la institución con sus leyes, hay también ciertos extremistas, como en todas partes.

En el mes de octubre aparecerá un nuevo libro que he escrito; un libro más bien nuevo: “Les signes des temps à la lumière de Vatican II” (“Los signos de los tiempos a la luz del Vaticano II”). Ha sido escrito a partir de ciertas entrevistas que he tenido. Ya se publicó en Italia. El editor Albin Michel, en París, se lo encontró y ha querido publicarlo en Francia, con ciertas modificaciones y correcciones. Éstos son los títulos de algunos capítulos, que dan una idea del contenido: “De la humillación a la humildad”, “de la normalización a la transformación”, “de la exclusión al reencuentro”, “del poder a la autoridad”, “del aislamiento a la comunidad”, “del secreto al misterio”. Son algunas reflexiones a partir de acontecimientos que he vivido y que he visto en nuestra sociedad, en la que se corre el riesgo de perder el sentido de lo humano, y donde los débiles son despreciados. Al rechazar nuestra propia debilidad y nuestra pequeñez nos rechazamos a nosotros mismos. Nos arriesgamos a vivir una vida falsa: un deseo de ser el mejor, de ser aplaudido, a llegar más alto en rango, en poder

y en bienes. Fe y Luz y El Arca nos llevan a descubrir que es descendiendo más bajo en nosotros mismos, en el corazón de nuestro corazón, en la sociedad y nuestra Iglesia, como encontramos la vida y la luz. ¿No es el Evangelio una buena nueva?

A propósito de los meses transcurridos desde mi última carta, ¿qué puedo decir? No estuve en la Federación en Atlanta. Ya no era mi lugar. Sin embargo, la he seguido en los cortos videos enviados cada día por Internet. Ellos transmitían el ambiente de alegría y de unidad. Se tuvo la elección de Patrick Fontaine y Eileen Glass para reemplazar a Jean-Christophe y Christine como responsables internacionales. Qué regalo; conozco a Patrick y Eileen desde hace muchos años. Ellos son realmente quienes mejor pueden servir a la Federación hoy, para ayudarnos a dejarnos conducir por los débiles hacia Dios y a la paz y la comunión de los corazones.

Participé en una de las 40 peregrinaciones que se han vivido en todo el mundo para celebrar los 40 años de Fe y Luz. También un regalo de Dios: todas estas 1500 comunidades en el mundo, que continúan revelando el valor de las personas más débiles. (¿Han leído el excelente libro de Marie-Hélène Matthieu “Plus jamais seuls” – “Nunca jamás solos” –, sobre la historia de Fe y Luz?) Hice la peregrinación a Lourdes en el mes de mayo con las comunidades de Fe y Luz del sureste de Francia. Las comunidades de El Arca en esa región también participaron. Había además comunidades de Corea del Sur, del Líbano, de Madagascar y de La Isla de la Reunión. Qué maravilla, todas estas comunidades resplandecientes de vida, venidas de muy lejos, y otras cercanas. Ahora he reducido mis viajes: no he vuelto a salir de Francia. He podido hacer una visita a las comunidades de El Arca que acaban de nacer en Francia, como la de Toulouse, y participé en la fiesta de los 40 años de la comunidad Les Trois Fontaines en Ambleteuse. Desde hace mucho tiempo esta comunidad

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ha vivido toda clase de terremotos, sobre todo con las autoridades locales. Ha sufrido incomprensión y dificultades de todo tipo. Gracias a Thierry Langlet, el responsable, y gracias a tantos amigos comprometidos, ella ha podido vivir una resurrección. ¿No es ésta la historia de todas nuestras comunidades, que deben pasar momentos difíciles para reencontrar la vida, gracias sobre todo a las personas más débiles que están en el corazón de la comunidad?

Y, desde luego, está la casa, ‘Lázaro’. ¡Qué alegría! Me siento muy bien cerca de la Ferme y de mi hogar. Trabajo un poco en el jardín, pero sobre todo quiero estar muy disponible para todos los que me necesiten. Están principalmente los retiros

y sesiones en la Ferme. Jesús me da la fuerza y sobre todo la gracia de seguir dando retiros sobre Jesús, sobre la Buena Nueva y sobre el misterio de la debilidad que nos ayuda a descubrir y acoger nuestras propias debilidades en el corazón de lo humano. Las palabras de Pablo son fuertes: “cuando soy débil, soy fuerte”. Y la palabra de Jesús a Pablo que se queja de sus debilidades, “mi gracia te basta, mi fuerza se despliega en tu debilidad”.

Dentro de unos días cumpliré 84 años. La vida avanza en gracia y en debilidad. Por ahora mi salud aguanta. Estoy bien vigilado por los médicos. Descubro, aquí en Orval, caminando por el bosque, que mis piernas flaquean un poco. Y tengo menos energía. Todos me dicen que debo hacer más ejercicio. Entonces voy a intentarlo. Sobre todo quiero cantar una acción de gracias. Mi vida ha sido plena, y sigue siéndolo. Me siento profundamente feliz de vivir bajo la mirada de Dios y estar en el corazón de mi comunidad. Profundamente feliz y agradecido de que Christine McGrievy, luego de 13 años como vice-coordinadora internacional con Jean-Christophe, haya aceptado ser la responsable de la comunidad de El Arca aquí en Trosly. Hay tantas cosas que agradecer a Dios y a tantos amigos que velan por nosotros. Gracias a las personas más débiles, que despiertan nuestros corazones, nos llaman a la fidelidad y nos conducen hacia la luz y la verdad. Si todos mantenemos los ojos vueltos hacia abajo, seremos conducidos hacia lo alto, hacia Dios, hacia la unidad y la paz. Yo tengo que bajar todavía más, humildemente, para que Dios continúe en mí su obra de purificación. Esto se logrará (es nuestra esperanza) cuando se alcance la debilidad última, aquella por la cual todos somos hechos: el paso hacia la Vida. Gracias por orar por mí durante el año que viene.

Un abrazo,Jean