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Colombia Internacional No. 22

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Ciencia Política Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://colombiainternacional.uniandes.edu.co/

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Sección:

Política Exterior de

Colombia

Neointegración, neoliberalismo y política exterior colombiana1

Leonardo Carvajal H.*

El contexto mundial La caída del muro de Berlín, como la manifestación más elocuente del fin de la guerra fría, y con ella, del ingreso a una etapa de transición en el sistema internacional, constituyó el acceso a un período de replanteamientos paradig-máticos a todo nivel, de redireccionamiento de procesos hasta entonces saturados por el enfrentamiento Este-Oeste, de redimensionamiento de asuntos antes relegados a un segundo plano por la pugna bipolar, y en fin, de inauguración de un período signado por la incertidumbre, el optimismo desaforado o el profundo pesimismo, la turbulencia y el ánimo fundacional.

Son estos rasgos de la posguerra fría los que, directa o in-directamente, han definido la redinamización decisiva a partir de 1990 del proceso integracionista en América Latina. Si bien el nuevo esquema de integración subcontinental estuvogestándose a lo largo de los años ochenta, sólo los aconteci-mientos de comienzos de la nueva década tendrían la virtud de imprimirle un nuevo aliento:

a) La globalización en elcontinente americano del modelo neoliberal de desarrollo, con un énfasis claro en la apertura, el ajuste estructural y privatización a gran escala de las economías regionales,establecería la condición de homogeneidad en el modelo de desarrollo que dinamiza los esquemas de integración al facilitar la precondición de unas relaciones comerciales fluidas.

b) La generalización de regí-menes democráticos en el continente crearía la condición de homogeneidad política que debe presentar cualquier proceso integracionista que pretenda ser exitoso2.

c) La presentación de la Inicia-tiva para las Américas por parte de la administración Bush constituyó el catalizador foráneo de la neointegración y le imprimiría su característica peculiar y de ruptura con la integración clásica, al asumir la integra-

* Asistente de Investigación del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes y profesor de la Facultad deFinanzas y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.

1 Este artículo es el resultado de una cuidadosa edición de dos apartados de un capítulo del trabajo Integración, pragmatismo y utopía. Análisis de los nuevos procesos de integración en América latina, que será publicado conjuntamente por el Centro de Estudios Internacionales, el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes y la Facultad de Finanzas y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. A su vez, este trabajo es una versión revisada, corregida y aumentada de la tesis de grado La neointegración latinoamericana: elementos para su comprensión, presentada como requisito para optar al título de politólogo de la Universidad de los Andes, la cual contó con la dirección de Diego Cardona

2. Característica ésta con excepciones en Cuba y Haití, y en menor medida en Perú, Venezuela y Guatemala.

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ción con y no contra la potencia hegemónica regional.

d) El papel central que asumen los sectores privados como líderes y gestores principales de la integración, con el Estado y el gobierno neoliberal como acompañante estratégico, permitiría otorgar al proceso un carácter cuasiprivado en su primera fase del despegue, y a la vez evitar que la neointegración dependa inestablemente del lugar prioritario o no que gobiernos posteriores le quieran otorgar.

e) Con el fin del enfrentamiento ideológico Este-Oeste, la adopción regional del modelo de desarrollo neoliberal, las no célebres experiencias de gobiernos populistas en América Latina y el fracaso sistemático de anteriores esquemas idealistas de integración, el pragmatismo se constituye en eje central de los diagnósticos y los modelos económicos y políticos del subcontinente en forma de neoliberalismo y neo-conservatismo, respectivamente.

¿Qué es la "neointegración"? En general, puede afirmarse que la integración latinoamericana fue dinámica en los años sesenta, se estancó y sufrió procesos regresivos en los setenta, empezó su replanteamiento en los ochenta, y parece haber empezado de nuevo a

"despegar" en lo que va trans-currido de los noventa. La dé-cada de los ochenta, perdida para el desarrollo, constituyó el escenario en el que tomaría forma el nuevo esquema de in-tegración, y posiblemente los años noventa serán la década ganada para la integración lati-noamericana.

El concepto de neointegración hace referencia: 1) A un tipo de integración renovada que difiere del esquema integracionista tradicional en sus elementos centrales, en los actores que privilegia como catalizadores del proceso, en los objetivos corto y mediano placistas que persigue; así, en este sentido, el prefijo "neo" pretende significar el carácter "nuevo" de la integración que empieza en 1990. Y 2) A una integración que despega impulsada por y en el marco del modelo neoliberal de desarrollo que se generaliza regionalmente en 1990 con la elección en Latinoamérica de una serie de presidentes con tal programa de gobierno. En efecto, el proceso de apertura econó-mica que se está llevando a cabo en los países estimula el éxito de la integración: es más factible unir economías abiertas que economías cerradas. Ante-riormente, los ideales de unidad chocaban contra el objetivo de proteger a toda costa las producciones nacionales. Por lo menos en una primera fase, la necesidad de "crear una in-dustria" mediante la protección, como se buscaba en el modelo cepalino que estuvo en boga en los sesenta y setenta,

chocaba con el objetivo de esti-mular la eficiencia mediante el aumento de la competencia, que está en boga ahora3. En definitiva, la neointegración es neoliberal por cuanto:

a) Define al sector privado como actor central catalizador del proceso y, por ende, reduce el papel del Estado como definidor y delineador del mismo. En este esquema "el rol del Estado no tiene un carácter tan interventor en las decisiones sobre pro-ducción (no existe la llamada programación industrial) y al sector privado se le ha confiado la función de promotor principal"4. En realidad, no se trata de una acción de integración exclusivamente privada; en la etapa del "despegue" neointegracionista el sector privado (industrial y comercial) es acompañado estratégicamente por el Estado. Estratégicamente en el sentido de que la acción del aparato estatal no satura el mercado, hasta el punto de estancar su funcionamiento, sino que se limita a guiar al sector privado, a trazar y proponer líneas ge-nerales de acción, y a representarlo en negociaciones con otros Estados.

b) En el marco de la estrategia de crecimiento "hacia afuera", y por tanto con el sector de comercio exterior como motor del desarrollo, a este tipo de integración le corresponde la responsabilidad por la apertura de mercados regionales a productos na-

3 Rodrigo Pardo, "Colombia-Venezuela: la nueva integración", en Varios autores, Colombia-Venezuela: ¿crisis o negociación?, Santafé de Bogotá, CEI-Fescol, Tercer Mundo Editores, 1992, p. 11.

4 Ibíd., p. 10.

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cionales, que sustenten la estrategia aperturista de internacionalización de las economías latinoamericanas5. c) La neoliberalización del proceso se evidencia también en la creciente importancia de las leyes del mercado en la generación de "imperativos" integracionistas en los países del sub-continente.

d) El carácter pragmático del proceso responde a una de las características fundamentales del modelo de desarrollo neoliberal y al discurso no retórico de los jefes de Estado. En efecto, "si en algo se diferencia el proceso actual de aquel que se intentó durante los últimos veinte años, es en que ahora la visión pragmática y la práctica misma de la integración se han llevado por delante a las elaboraciones teóricas"6.

El pragmatismo neointegracionista

La neointegración se caracteriza por un pragmatismo neoliberal, definido como aquella conducta política y económica que se autolimita en su accionar por las condiciones objetivas y estructurales impuestas por la realidad nacional e internacio-nal; esto es, cualquier acción política y económica consulta los condicionantes y determi-

nantes reales con el fin de plan-tearse objetivos estructural-mente posibles, antes que metas idealmente deseables pero potencialmente inalcanzables. En sentido amplio, lo "prag-mático" implicaría aplicar en la realidad lo que teóricamente se concibe como correcto. Así, los cursos de acción "cepalinos" bien podrían considerarse "pragmáticos" pues las acciones reales propuestas correspondían al diagnóstico realizado desde la teoría. Sin embargo, abusando de las posibilidades de elucubración, y del mismo lenguaje, podría argumentarse la existencia de una suerte de pragmatismo ideal, definido desde la teoría, y en el que ser "pragmático” depende de la coherencia entre las acciones reales con lo previsto teóri-camente. Mientras que otro tipo de pragmatismo sería aquel que, antes de consultar consi-deraciones teóricas, pretende la acción absolutamente ligada a las posibilidades impuestas por la realidad; se trata de un pragmatismo definido desde los límites impuestos por la realidad concreta, y por tanto, no propone estrategias deseadas sino posibles; es éste un pragmatismo real-objetivo que caracteriza la neointegración.

En síntesis, el pragmatismo neoliberal se define como un curso de acción en el cual, tras haber considerado los márgenes de posibilidades que permite el sistema internacional,

se guarda correspondencia ob-jetiva entre las potencialidades reales y los objetivos últimos definidos. Dicho pragmatismo debe entenderse como acomo-daticio, en el que las estrategias de acción se autolimitan por las condiciones estructurales del sistema mundial.

Con base en estos conceptos, la integración clásica cepalina sería calificada como idealista, pues su tarea última, definida desde la teoría, consistía en la transformación de las relaciones de producción existentes. Mientras, por su parte, la neointegración latinoamericana actual podría calificarse de pragmática objetiva, ya que pre-tende, en un sentido amplio, confirmar y aun profundizar las relaciones de producción vigentes.

El modelo de desarrollo neoliberal: catalizador del proceso neointegracionista

En una perspectiva regional es factible encontrar dos grandes períodos que, a manera de an-tecedentes, determinan el pro-ceso de integración subcontinental: a) el período cepalino y b) la etapa neoliberal de apertura de las economías de la región.

La adopción de los modelos de desarrollo en América Latina ha estado signada por los "bandazos", es decir, por la fluctuación entre los extremos del neoliberalismo y el desarrollismo. También se ha evi-

5 En efecto, en lo que se refiere al caso colombiano, el Programa de Comercio Exterior 1992-1994, aprobado por el Consejo Superior de Comercio Exterior en abril de 1992, establece que "los estudios recientes sobre el desarrollo apuntan a la misma conclusión: la internacionalización de la economía colombiana es una condición necesaria para garantizar ritmos de crecimiento y de desarrollo aceptables que permitan mejorar el bienestar general de la población [...] Bajo la estrategia trazada, el mayor ritmo de crecimiento y desarrollo que beneficiará al país en los próximos años provendrá de: i) mejores posibilidades de acceso a mercados externos frente a la insuficiencia del mercado interno; ii) atracción de inversión real del exterior; iii) elevación de la productividad del capital físico y humano por efecto de la competencia que aumenta las presiones para minimizar costos e innovar [...] Para avanzar en este proceso el Ministerio de Comercio Exterior [...]; IV) negociará consistentemente el acceso a los mercados externos y de integración...". Programa de Comercio Exterior 1992-1994, pp. 2, 3,8.

6 Rodrigo Pardo, op. cit., p. 9.

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denciado inestabilidad en las políticas de comercio exterior, las cuales oscilan reiteradamente entre apertura y cierre de las economías, como una práctica con implicaciones que obstaculizan el buen desempeño de la integración regional. Sin embargo, el problema de la heterogeneidad de las políticas macroeconómicas de los gobiernos latinoamericanos es superado en el instante en que el modelo de desarrollo se armoniza con los esfuerzos integracionistas. Con la generali-zación del modelo de desarrollo neoliberal a partir de 1990, la "tensión del sistema" desa-parece. En un contexto de política económica, la variable "inte-gración latinoamericana" es trascendental. Al respecto se presenta una paradoja: mientras el modelo cepalino de desarrollo "hacia adentro" privilegió, en el plano teórico, la integración como medio de concertación y reafirmación de las posiciones periféricas frente al centro, lo que en la realidad se observa es que las políticas proteccionistas para fortalecer la industria nacional y "sustituir las importaciones" constituyeron una barrera insalvable para el éxito de procesos integracionistas como la Alalc a nivel regional y el Grupo Andino a nivel subregional. En consecuencia, el estallido de la crisis del esquema integracionista tradicional se presentó en el momento en que quedó demostrado que, definitivamente, el modelo de desarrollo "hacia adentro" era incompatible con los esque-

mas integracionistas en el sub-continente.

Es hacia finales de la década de los ochenta cuando toma fuerza un nuevo modelo de desarrollo alternativo y antagónico al propuesto por la Ce-pal. Éste es impulsado por la corriente neoconservadora liderada en el plano gubernamental por Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra. En síntesis, sus elementos centrales son: a) La preeminencia del desarrollo "hacia afuera", valga decir, ya no con la industria nacional como motor del proceso que había que proteger a ultranza sino, en su lugar, el comercio exterior; b) la apertura de las economías nacionales en un proceso de internacionalización de las mismas con el objeto de dinamizar el comercio; con ese fin se procede a la disminución o, aun, eliminación de medidas arancelarias y administrativas entendidas en el modelo como "trabas" al intercambio comercial; c) la tendencia hiperprivatizadora de numerosas dependencias burocráticas con el propósito de disminuir el tamaño e influencia estatal y dejar a las leyes del mercado como conductoras principales de la economía; y d) la adopción de políticas de ajuste estructural "recomendadas" por el FMI y el Banco Mundial con el objeto de "sanear" las economías de la re-gión y así mejorar las condicio-nes y posibilidades de inserción a la economía mundial.

La adopción del modelo neoliberal de desarrollo en

América Latina fue iniciada por las dictaduras del cono sur a mediados de la década del setenta. Fueron éstas las que intentaron la primera estrategia alternativa de reemplazo del modelo prevaleciente en la región desde 1930. En efecto, el régimen del general Augusto Pinochet en Chile y el Colegio de Generales de Uruguay bus-caron un desmonte de todo el entramaje intervencionista es-tatal en las esferas social, eco-nómica y política. Que haya sido el estamento militar el que finalmente decidiera replantear el modelo de desarrollo, se explica en parte por el hecho de que su tradicional aversión a la movilización popular (virtual generadora de conflicto y "desorden") los llevaría a culpar al modelo Estado-céntrico como dinamizador de una amplia participación política que habría sentado las bases para el crecimiento del "engendro" comunista. No obstante, este primer intento de adopción del modelo neoliberal fracasó a causa de "una gestión irresponsable de los créditos externos... y la sobrevaluación de las monedas domésticas... [que] generaron severas crisis financieras y rece-sión hacia 1981-1982 y además dejaron el lastre de una deuda externa quintuplicada"7.

En el caso colombiano, hacia finales de los años sesenta "la política macroeconómica em-pezó a dar tímidos pasos para alterar la estrategia de sustitu-ción de importaciones [pero] éstos resultaron claramente in-suficientes"8. Sería durante la

7 Marcelo Cavarozzi, "Más allá de las transiciones en América Latina", Revista de Estudios Políticos, No. 74, Madrid, octubre-diciembre de 1991, p. 103.

8 Mauricio Reina, "La estrategia de Colombia ante la transición de la economía mundial y regional", trabajo presentado en el seminario internacional, El desarrollo del Grupo de los Tres: perspectivas a mediano plazo, Caracas, Fescol-Invesp, 1992, p. 30.

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administración Turbay Ayala cuando se inicia un proceso de desmonte del tradicional modelo proteccionista. De hecho, entre 1979 y 1981 se llevó a cabo un proceso decidido de liberación de importaciones con el objeto de dar curso a la acumulación de reservas producida por la bonanza cafetera de la segunda mitad de los años setenta9. "Esta profunda flexibilización de los instrumentos comerciales se vio acentuada por una notable revaluación real del peso y una agresiva estrategia de compras oficiales en el exterior"10.

Sin embargo, los efectos ne-gativos de la estrategia aperturista del gobierno de Turbay llevaron a un replanteamiento del proceso. Hacia 1982, el déficit en cuenta corriente alcanzaba las mayores magnitudes de la segunda posguerra, mientras las reservas internacionales del país empezaban una depresión sostenida. La inminencia de una crisis cambiaría a causa de la gravedad de la situación obligó al gobierno de Betancur a revertir la política de apertura "restableciendo el régimen de prohibida importación, rechazando sistemáticamente las solicitudes de compras con licencia previa, y aumentando los aranceles y la sobretasa a las importaciones"11. Así mismo, en 1985 el país adoptó un enérgico programa de ajuste macroeconómico bajo la moni-toria del Fondo Monetario In-ternacional. Posteriormente, superada en forma parcial la

crisis cambiaria, el Banco Mundial presionó el desmonte de las barreras comerciales (restablecidas desde 1982, como se anotó) y el inicio de un proceso de devaluación real del peso. "Tras una reducción del arancel promedio de cerca de diez puntos en 1985 y el traslado de más de la tercera parte del universo arancelario a posiciones de libre importación, el régimen comercial se mantuvo prácticamente inva-riable hasta comienzos de 1990"12. El hecho de que las ex-portaciones, tradicionales y no habituales, presentaran un crecimiento satisfactorio en la segunda mitad de los ochenta, así como una sustancial reva-luación real del peso, configu-raba un contexto económico propicio para adelantar una apertura comercial en mejores condiciones a las del fallido proceso liberalizador de la ad-ministración Turbay Ayala:

El programa de internacionalización y modernización de la economía presentado a comienzos de 1990 contemplaba cambios fundamentales en la política de control de importaciones, tendientes a hacer más transparentes las barreras al comercio y disminuir el nivel global de protección efectiva de la economía1.

La estrategia inicialmente planteada por el gobierno de César Gaviria estableció un lapso de cuatro años, al término de los cuales la apertura de la economía colombiana debería ser total. Sin embargo, en agosto de 1991 este proceso se aceleró con una reducción

drástica de los aranceles, lo-grando en ese mismo año los niveles de protección previstos para 1994: Los motivos que llevaron a las autoridades a tomar estas me-didas fueron de índole esen-cialmente macroeconómica. En efecto, la aceleración en la entrada de capitales a la econo-mía iniciada a mediados de 1990 se había traducido en una excesiva acumulación de reser-vas internacionales que difi-cultaba el manejo monetario. Así, contraviniendo el espíritu que había inspirado la gradualidad, la reducción arancelaria se utilizó como un mecanismo para atenuar las presiones inflacionarias mediante un ataque a la posición de reservas a cargo de un aumento en las importaciones . A nivel oficial, el plan de de-sarrollo económico y social para el período 1990-1994, de-nominado "La revolución pa-cífica", presenta su exposición de motivos sobre el modelo de desarrollo que asume la admi-nistración Gaviria Trujillo, y que rompe con el tradicional esquema cepalino de creci-miento "hacia adentro", del cual argumenta que en sus inicios en los años treinta, Impulsó la industrialización de un país hasta entonces rural, dio nacimiento a una clase proletaria que remplazó a los artesanos del siglo pasado, con repercusiones políticas importantes. Ayudó a crear una clase empresarial local, que se crió bajo el amparo de la sustitución de importaciones y la protección a la industria nacio-nal... Como resultado, se unieron por fin las regiones y se

9 En este período más del 70% del universo arancelario quedó libre de barreras tarifarías para la importación. 10 Mauricio Reina, op. cit., p. 2. 11 Ibíd., p.3. 12 Ibíd. 13 Ibíd., p. 4. 14 Ibíd., p. 6.

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comenzó a formar un mercado nacional. Con este modelo el país vio pasar la mayor parte del siglo. Sin embargo, el gobierno ar-gumenta en el plan que el ago-tamiento del modelo de desa-rrollo tradicional se evidenció en los signos negativos de los índices de productividad a mediados de la década de los ochenta, después que los indi-cadores económicos descendie-ran sistemática y sostenidamente desde los años cincuenta. En forma adicional, el crecimiento industrial se estancó, la in-fraestructura del país presentaba deterioros significativos que impedían la dinamización del comercio y, en otro plano, "las instituciones políticas, de cuya estabilidad nos ufanábamos los colombianos, no estaban asimilando la aparición de nuevas fuerzas y nuevas aspira-ciones"16. La conjunción de to-dos estos elementos apareció, para el gobierno de César Gaviria, como evidencia contun-dente de la necesidad de un re-planteamiento del modelo tradicional de desarrollo eco-nómico y social.

La injerencia del modelo neoliberal-aperturista de de-sarrollo en los procesos de in-tegración subregional es clara: las medidas de desmonte de los elementos proteccionistas, gradual en unos casos y acele-rado en otros, favorecen en al-

to grado las intenciones de in-tegración subregional en América Latina17. No parece ser casual la aparición de renovados procesos de integración tras la adopción del nuevo modelo: el Grupo de los Tres (Colombia, Venezuela y México), Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), la aceleración de los acuerdos del Grupo Andino (Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia) y un vasto número de acuerdos bilaterales de libre comercio.

En síntesis, la diferencia entre la integración clásica estructuralista cepalina de los años sesenta y setenta, con la integración neoliberal de finales de los ochenta y noventa, consiste en que, a grandes ras-gos, la integración cepalina pretendía: a) La creación de bloques "periféricos" protec-cionistas que redujeran el inter-cambio desigual con el "centro"; y b) El fortalecimiento del modelo de desarrollo "hacia adentro", alcanzando la indus-trialización mediante una am-pliación de los mercados regio-nales latinoamericanos.

Por su parte, la integración neoliberal aparece como el pri-mer escaño en el camino hacia una futura globalización de las leyes del mercado. La creación de bloques neoliberales pre-tende: a) Incentivar la desre-gulación de las economías y, por ello, generar el libre mer-

cado; b) Fortalecer la proyección hacia el mundo de las economías que forman parte de un acuerdo integracionista; c) Expandir los mercados para los productos nacionales; y d) Armonizar políticas de comercio exterior para atraer la inversión extranjera18.

El nivel de privilegio que se otorgó a la integración en el caso del modelo cepalino, como ahora en el neoliberalismo, demuestra que ésta es funcional a cualquier modelo de desarrollo. Es instrumento de cualquiera; la diferencia radicada en cómo es utilizado. Integración hacia adentro cuando servía los intereses del modelo de desarrollo cepalino, y ahora integración hacia afuera con el objeto de ser función estratégica del modelo neoliberal: La profundización de la inte-gración económica aparece en-tonces como un subproducto de los procesos de liberaliza-ción... [pues] la estrategia detrás de esta renovada ofensiva integracionista pareciera estar relacionada con la decisión de liberalizar el comercio en gene-ral... Si cada país piensa de todos modos liberalizar las im-portaciones, le conviene asegu-rarse que sus vecinos también lo hagan. De esta forma se hace referencia a la estrecha relación que han tenido, dinamizándolos o dificultándolos, los procesos integracionistas regiona-

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César Gaviria Trujillo, "Prólogo", en La revolución pacífica. Plan de desarrollo económico y social, 1990-1994, Bogotá, Presidencia de la República, Departamento Nacional de Planeación, Imprenta Nacional, 1991, p 11 Ibíd., p. 12. Cabe advertir que a pesar de la funcionalidad del modelo neoliberal en lo que a la integración respecta, los desbordes y excesos del mismo, y en especial del "ajuste caótico", no han solucionado ni superado los obstáculos principales que ya había enfrentado sin éxito la estrategia desarrollista anterior. Por el contrario, han profundizado los problemas de crisis política-económica que sólo pueden ser superados, al parecer, mediante el diseño de estrategias de desarrollo institucional que neutralicen los impactos negativos y desestabilizadores de las insalvables medidas económicas de shock. Contrariamente a estos objetivos, se ha planteado que parece como si los procesos de integración fueran un contrapunto teórico y práctico a los postulados neoliberales de absoluta preeminencia del mercado. En ese sentido, la regionalización económica que se impone en todo el mundo (G-3, Mercosur, Nafta, CE, Anzus, Sudeste Asiático) serta la negación global de unas leyes del mercado, cuyos beneficios se defienden a ultranza a nivel interno. Gert Rosenthal, "Repensando la integración", Pensamiento Iberoamericano, Madrid, No. 15, enero-junio de 1989.

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les con los modelos de desa-rrollo que, en su momento, primaron en la región. En tal sentido, el excanciller Luis Fernando Jaramillo plantea el efecto catalizador del actual modelo neoliberal sobre la inte-gración, en contraposición a las dificultades que le imprimía el esquema cepalino de "sustitu-ción de importaciones":

El modelo de crecimiento hacia adentro asumido por los países del área, que se mantuvo con los esquemas de integración, explica en buena medida los limitados alcances de estos esfuerzos. La orientación de las economías latinoamericanas exclusivamente hacia el merca-do nacional y subregional alta-mente protegidos, dificultó la creación de sistemas económi-cos realmente integrados y di-námicos en la región. El protec-cionismo se convirtió en el principal obstáculo a la inte-gración regional. El proceso de apertura de la mayoría de los países de América Latina abre grandes posibilidades. En la medida en que sus economías se estabilicen y los procesos de apertura e internacionaliza-ción se realicen con éxito habrá condiciones más propicias para avanzar consistentemente en la integración20.

El efecto catalizador que se atribuye al modelo neoliberal de desarrollo sobre los procesos neointegracionistas lati-noamericanos, en especial a su componente de internacionalización de la economía, se explica de la siguiente forma: ante la perspectiva de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos abierta a los países la-tinoamericanos tras el lanza-miento de la Iniciativa Bush para las Américas en 1990, la apertura de las economías de

la región constituye la primera de dos estrategias interdependientes cuyo objetivo de mediano plazo es la adecuación de las industrias nacionales a la competencia de alto nivel con el sector productivo norteamericano. La tesis neoliberal al respecto es que la preparación para tal competencia se logra fundamentalmente mediante la exposición de la industria nacional, por medio de una apertura decidida, a la contienda comercial con bienes provenientes del exterior; ello obliga, si no se quiere ser desplazado en el mercado, a actualizarse tecnológicamente con el objeto de aumentar en forma sustancial los patrones de calidad a la vez que una subsecuente disminución de los costos de producción aseguraría niveles competitivos óptimos a nivel internacional.

La estrategia paralela a la adopción en estos países de políticas de apertura comercial es la integración subregional, como grado de competencia intermedia, antes de someter al sector productivo doméstico a la competencia norteamericana de alto nivel. En otras palabras, la competencia que genera la neointegración latinoamericana es vista como el "juego prepara-torio" para el certamen final frente a la industria norteame-ricana. En ese sentido la neointegración subcontinental es el instrumento que empieza a hacer factible la posibilidad fu-tura de integración plena al sistema económico mundial a través de la inserción en el blo-que comercial americano. Es de esperarse que en dicho sistema predomine, por una parte, el li-

beralismo comercial intrabloque y, por otra, la competencia mercantil interbloques.

En lo que hace referencia al Grupo de los Tres, específica-mente a la integración bilateral colombo-venezolana, es evi-dente que el proceso fue im-pulsado por la coincidencia en los tres países de políticas de corte neoliberal que actuaron como catalizadoras del esquema neointegracionista. Precisamente se observan una serie de elementos coincidentes en la política económica de Colombia, Venezuela y México que, sin duda, actuaron como impulsores del proceso de conformación del G-3. Los tres países adoptaron modelos de desarrollo basados en el comercio exterior como motor de un proceso de internacionalización de las economías. En general, México, Colombia y Venezuela presentan importantes compatibilidades en: a) políticas de ajuste macro-económico; b) procesos de apertura comercial; c) políticas de modernización y saneamiento de las economías; y d) la adopción de modelos económicos neoliberales, ca-racterizados por el desmonte del Estado de bienestar.

Integración y política exterior colombiana

Según Gert Rosenthal, el éxito de un esquema de integración para el subcontinente la-tinoamericano se alcanza en la medida en que confluyan cuatro elementos: 1) que la integración sea funcional a los objetivos de la política económica doméstica; 2) que el proceso

20 Luis Fernando Jaramillo, Memorias al Congreso Nacional, 1990-1991,1.I, Bogotá, Ministerio de Relaciones Exteriores, p. 14.

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signifique para cada país bene-ficios tangibles que excedan los costos del mismo; 3) que los objetivos y compromisos integracionistas formen parte de los proyectos políticos nacio-nales; y 4) que la integración constituya un ideal que suscite el apoyo de amplios sectores de la sociedad civil.

Con base en esto, un breve examen del caso colombiano, mediante una verificación de la observancia o no de los ante-riores puntos, demuestra:

1. Que la política de integración del gobierno colombiano aparece como sustento e instrumento fundamental del proceso de apertura e internacionalización de la eco-nomía del país. De hecho, el Programa de Comercio Exterior 1992-1994, como desarrollo puntual del plan de desarrollo económico y social de la administración Gaviria, categoriza la integración económica subregional latinoamericana como una variable central de apoyo al nuevo modelo económico, con énfasis en el sector exportador. Así mismo, en el artículo 226 de la nueva Constitución se dispone que "el Estado promoverá la internacionalización de las relaciones políticas, económicas, sociales y ecológicas"21. Dicho esto, es claro que la integración, como instrumento, es funcional a cualquier modelo de desa-rrollo, y en ese sentido se trata de una integración "multiusos": sirvió los intereses del esquema de susti-

tución de importaciones y ahora respalda el modelo de crecimiento "hacia afuera".

2. Que en esta primera fase neoliberal los beneficios de la integración son tangibles pero a pequeña escala, pues son principalmente fragmentos del sector privado (industrial y comercial) los que usufructúan los "rendimientos" del proceso. No obstante, el discurso neoliberal-aperturista argumenta que, finalmente, es el con junto de la población, en su calidad de consumidores, el sector más beneficiado con los hipotéticos incrementos en la calidad y disminución en los precios de una amplia cantidad de bienes y servicios. Lo cierto es que se espera que en una segunda fase de socialización de los procesos de integración en que participa Colombia, se presente una más amplia distribución de las "utilidades", resultado de una participación más vasta y decidida de otros sectores de la sociedad civil hasta ahora situados en espacios periféricos del es quema.

3. Que los objetivos de la integración sí forman parte de los proyectos políticos del Estado-nación en general y del gobierno actual en particular. En efecto, por un lado, la nueva Carta Política de 1991 elevó el tema de la integración subcontinental a rango constitucional con el compromiso del pueblo co-lombiano, incluido en el preámbulo, de "impulsar la

integración de la comunidad latinoamericana"22. Adicionalmente, en el artículo 9 se declara que, como principio fundamental del Estado, "la política exterior de Colombia se orientará hacia la integración latinoamericana y del Caribe"23. Por último, el artículo 227 dicta-mina que, en la conducción de sus relaciones internacionales, el Estado promoverá la inte-gración económica, social y po-lítica con las demás naciones y, especialmente, con los países de América Latina y del Caribe mediante la celebración de tra-tados que sobre bases de equi-dad, igualdad y reciprocidad, creen organismos supranacionales, inclusive para conformar una comunidad latinoamericana de naciones. La ley podrá establecer elecciones directas para la constitución del parlamento andino y del parla-mento latinoamericano 4.

Por otra parte, el compromiso integracionista del actual gobierno se puso de presente desde el momento mismo de la posesión de César Gaviria Trujillo. Con una clara visión neoliberalizadora de la integración, el presidente afirmó en su discurso del 7 de agosto de 1990 que "no es ayuda económica directa, ni ayuda militar lo que reclamamos de manera primordial. Es un tratamiento justo. Es libre comercio"25.

En lo que se refiere a la inte-gración bilateral colombo-ve-nezolana, las declaraciones retóricas no han estado en extremo alejadas de los logros

21 Constitución Política de Colombia, Jorge Ortega Torres (comp.), Santafé de Bogotá, Editorial Temis, vigésima edición, 1991, p. 105.

22 Ibíd., p. 7. 23 Ibíd., p. 10. 24 Ibíd., p. 105. 25 La referencia a la alusión presidencial se encuentra en Luis Fernando Jaramillo, Memorias al Congreso Nacional, op. cit., p. 11.

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concretos en tal materia. En el mismo discurso citado, Gaviria admitió que "Venezuela constituye uno de los ejes fun-damentales de las relaciones exteriores de Colombia"26. Posteriormente el primer can-ciller de la administración, Luis Fernando Jaramillo, confirmó que "los vínculos con Venezuela constituyen uno de los puntos medulares de la política exterior de Colombia"27. La actual ministra de Relaciones Exteriores, Noemí Sanín, convalida el carácter central de la integración con el vecino país al plantear que "Venezuela es el alter ego de nosotros mismos 4. Y, finalmente, que la neointegración en su primera fase no se caracteriza por ser un

proceso que cuente con una participación amplia de los diversos sectores de la sociedad civil. Por el contrario, la negociación y puesta en marcha de los acuerdos, y aun sus costos y beneficios, son funciones que están casi concentradas en los gremios de la producción y el comercio. Sin embargo, se espera que en una eventual segunda fase el esquema de participación se amplíe sustancial-mente hacia otros sectores en el interior de los países. En síntesis, en materia de política exterior del gobierno Gaviria, se prioriza una estra-tegia global de "comercializa-ción", "economización" o "mercantilización" del com-portamiento internacional del

país que favorece ampliamente los procesos integracionistas subregionales. La política exterior colombiana se ha diri-gido, principal mas no exclusi-vamente, desde la adopción del modelo aperturista de desarrollo, hacia el apoyo exterior de tal modelo por medio de: a) la búsqueda de mercados; b) alianzas "estratégicas" entre los sectores industriales de Colombia y otros países (principalmente venezolanos) con el objeto de enfrentar con mayores posibilidades de éxito el mercado mundial; c) alianzas "estratégicas" que, además, otorgan un poder de negociación mayor frente a terceros países con economías de mayores proporciones y menos comple-mentarias que la colombiana.

26 Ibíd., p. 9. 27 Ibíd. 28 La República, junio 25 de 1992, p.9A.

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Sección:

Relaciones Económicas

Internacionales

El tráfico ilegal de armas: un enfoque económico

Andrés Soto Velasco*

Introducción

El siguiente artículo constituye un esfuerzo por analizar el tráfico de armas ligeras en Co-lombia empleando una meto-dología economicista. Tratando las armas como mercancías sujetas a la oferta y la demanda, se ha pretendido identificar los principales flujos que afectan el mercado colombiano y establecer sus magnitudes. Para tal fin se ha desarrollado una metodología de cuantificación en la cual se discriminan los factores primordiales que componen el mercado de armas en Colombia.

No obstante la centralidad del tema, ha sido sorprendente constatar la falta de conoci-miento que existe en torno del mismo; en consecuencia, el do-ble propósito impuesto a este trabajo representa un primer esfuerzo por comprender, tanto cuantitativa como cualitati-vamente, la dinámica del mer-cado de armas colombiano.

Sin embargo, el desarrollo de cualquier metodología para mensurar elementos requiere ciertas condiciones previas in-

dispensables para su elabora-ción; si dichos requisitos preli-minares no se cumplen, la via-bilidad de toda la construcción se ve en entredicho. Tal parece ser el caso específico respecto de la problemática de las armas en Colombia.

Infortunadamente, la poca información estadística dispo-nible a nivel oficial ha debilitado en forma considerable el alcance del presente trabajo; por tanto, es necesario dejar constancia de que los resultados obtenidos son función de los alcances y limitaciones de los inputs aportados.

Para compensar estos condi-cionantes ha tratado de en-samblarse un posible modelo explicativo a partir de datos aislados. El entendimiento lo-grado acerca del mercado de armas ha sido el producto de acceder a una serie de fuentes informativas primarias y se-cundarias. La primera categoría incluye una serie de entrevistas (once en total) a expertos en la materia, analistas independientes y funcionarios públicos involucrados en la venta y control de armas. Específica-mente se intercambiaron opi-niones con académicos, perio-distas, agentes de la Dijin, funcionarios de Indumil y ase-sores extranjeros especializados en el tema.

Las fuentes secundarias a las cuales se recurrió fueron documentos oficiales de cir-culación pública, textos inter-nacionales sobre la materia, bibliografía especializada, archi-vos personales disponibles y un acopio de artículos de prensa nacional e internacional.

* Investigador Asociado del Centro de Estudios Internacionales.

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En forma concomitante se trató de esquematizar la composición del mercado identificando sus principales agentes constitutivos para construir un "modelo ideal" que explique fielmente el comportamiento de la dinámica de los procesos reales. Este procedimiento reconoce la existencia de los vacíos de información, pero deja campo para que sean ocupados por datos concretos una vez éstos estén disponibles.

Por último, es importante anotar que, aunque el objetivo perseguido se orienta hacia el escenario interno, la influencia del componente internacional es un factor de gran peso en este trabajo. La creciente dispo-nibilidad de armas de baja tec-nología en el mercado mundial a causa del incremento del número de productores y la centralidad del mercado estadounidense como elemento perturbador del mercado total son dos importantes variables en la dinámica del tráfico de armas.

Este escrito se divide en cinco unidades temáticas. Para iniciar, se presenta el esquema analítico empleado en la investigación y se explica su tras-fondo economicista. En la sección concerniente al mercado de armas colombiano se explican los principales componentes de oferta y demanda tanto para el sector legal como ilegal.

La siguiente unidad consiste en la propuesta metodológica para cuantificar el número de armas en Colombia. En ella se han identificado las principales variables y se explican las operaciones aritméticas con las cuales se determina el modelo.

El final del informe se compone de una serie de conside-

raciones complementarias que pretenden ampliar la com-prensión del problema agre-gando nuevas dimensiones de análisis. De igual forma, en las conclusiones se pretende dar luces sobre el rumbo que parece estar tomando el problema de las armas en Colombia, como consecuencia del manejo que actualmente se le está dando a nivel mundial.

Estructura analítica

Pese a que la labor de establecer un procedimiento formal y sistemático para realizar un aná-lisis cuantitativo del mercado de armas de fuego es sin lugar a dudas un reto considerable, su aproximación conceptual se facilita si se identifica el objeto de estudio como un "mercado".

En términos simples, la com-posición básica de un mercado se distingue por la existencia de un intercambio de bienes entre agentes oferentes y de-mandantes. A su vez, cada uno de estos sectores se compone de diferentes unidades particulares con naturaleza propia. Dichos agentes pueden ser productores, comercializa-dores o consumidores finales.

En este sentido, es posible asumir que las armas son vistas como mercancías y, por tanto, constituyen objetos económicos sometidos a la dinámica propia de la transacción de bienes. Así, éstas serán estudiadas bajo la lógica general del análisis económico.

La identificación de la estructura interna de un mercado y los flujos a los cuales es sometido será así un paso inicial indispensable para determinar su dimensión. En tal sentido, al aglutinar la frag-

mentaria información conocida fue posible articularla para establecer una visión aproxi-mada del conjunto total. El propósito anterior exigió tener un conocimiento lo sufi-cientemente profundo del tema para poder identificar las variables fundamentales que lo afectan de manera sensible. Por ello, el paso inicial fue explicar cualitativamente los flujos involucrados en el mercado colombiano.

Una vez lograda la explicación cualitativa, se evaluó la magnitud de los flujos identi-ficados. Sin embargo, la ob-tención de datos estadísticos confiables y contrastables ne-cesarios para la construcción de un modelo contable constituyó un obstáculo difícil de sortear, a causa del manto de secreto que cubre el tema y a la carencia de una estructura informativa sólida y centralizada en torno al registro de armas.

En consecuencia, la falta de información directa condujo a que el método empleado fuera comparativo. Partiendo de re-gistros existentes en Estados Unidos y Canadá, se entablaron relaciones que se consideraron relevantes para el caso colombiano. Por las obvias li-mitaciones que representa, su inclusión tiene una finalidad más ilustrativa que práctica.

El mercado de armas colombiano

En un escenario social caracte-rizado por la resolución violenta de conflictos, las armas de fuego constituyen instrumentos de gran valor, ya sea por motivos defensivos u ofensivos. Ahora bien, más allá de dichas consideraciones,

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el hecho de que las armas sean mercancías con una alta valora-ción incide considerablemente en su demanda. El régimen legal vigente con-cerniente a las armas representa un factor de gran relevancia dentro del mercado nacional. En primer lugar, las disposiciones jurídicas afectan la oferta de armas de fuego al otorgarle al gobierno el monopolio de su producción y venta. En segundo lugar, la normatividad regula-dora impone límites sobre los ti-pos de armas disponibles para la población civil. Cuando las consideraciones anteriores se unen, se da pie para que surja un mercado paralelo ilegal. Éste presenta ca-racterísticas propias, pues in-volucra una oferta mucho mayor que la del mercado legal, como también una selección más amplia de tipos de armas. Esta naturaleza propia conduce a que para fines conceptuales y analíticos el mercado global de armas de fuego en Colombia se divida en un componente legal y otro ilegal.

Mercado legal

Oferta

La Industria Militar es el agente legalmente constituido como proveedor de armas de fuego en el país; por tanto, los suministros que esta dependencia ponga en circulación son la base del mercado disponible tanto para la población civil como para los organismos armados del Estado. En este sentido, se han identi-ficado tres fuentes principales

a las cuales accede la Industria Militar para aprovisionarse: la primera de ellas la representa la producción propia de armas cortas y de explosivos; la se-gunda es la importación de ar-mas de otros países; y la última la constituye el inventario de armas decomisadas en el país, y que después de un proceso de identificación y registro son puestas nuevamente en circulación.

Las armas que provengan de dichas fuentes conforman el mercado registrado y amparado por salvoconductos. Pese a que esta información debería ser certera y precisa, Indumil no la suministró. Solamente por medio de fuentes periodísticas pudo conocerse que el cálculo que se tiene es de unas 700.000 armas actualmente amparadas por salvoconductos. El anterior marco representa entonces, de modo tentativo, el flujo oficial de entrada de armas de fuego al mercado colombiano.

Demanda

Las personas que recurren a la Industria Militar para adquirir armamento deben someterse a una serie de requisitos que da un perfil particular. Primero, teóricamente, los solicitantes han de ser individuos con un pasado judicial recto, lo cual supone su idoneidad para poseer un arma; segundo, el tipo de armas que vende Indumil corresponde a instrumentos defensivos o deportivos de corto alcance, lo que deja por fuera las armas de guerra, las cuales tienen mayor calibre,

capacidad de almacenamiento de munición y mayor cadencia de tiro.

En efecto, por la clase y tipo de armas vendidas por la Industria Militar colombiana, el mercado se ha orientado a garantizar necesidades de seguridad o protección personal. Su destinatario final es la población en general, ya sean ganaderos, compañías de vigilancia o deportistas2.

Adicionalmente, la posibilidad de vender armamento a otros países debe tenerse en cuenta como otra fuente de demanda para las armas colombianas. Las exportaciones representan entonces otro destino del flujo de armas del mercado legal nacional.

Además de las armas vendidas, la Industria Militar registra las armas de guerra de las fuerzas armadas. Este tipo de material bélico de gran poder ya sea por su capacidad de fuego o por su alcance es el que interesa a sectores sociales con fines ofensivos. En esta categoría entrarían los paramilitares, las autodefensas, la delincuencia organizada, el narcotráfico y la subversión.

No obstante, puesto que estas armas no están disponibles para la venta, es por medio del robo de las mismas o a través de ventas ilegales como se logra su posesión. Este sector del mercado las armas oficiales que pasan a poder de sectores al margen de la ley es una importante franja por determi-nar. El flujo de armas prohibi-das, pero registradas, permite observar el impacto que tiene

1 Alvaro Camacho Guizado, "Lógica e ilógica del desarme", en Lecturas Dominicales, El Tiempo, 24 de mayo de 1992. 2 Sin embargo, parece que las autoridades oficiales han puesto en circulación armas de guerra: las autodefensas y personajes

públicos con serios problemas de seguridad ejemplifican esto.

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sobre la composición del mer-cado total cualquier decisión encaminada a incrementar el volumen y la calidad de la do-tación oficial; es decir, el por-centaje de armas que el mismo Estado adquiere pero que terminan alimentando el mer-cado ilegal.

Propuesta de cuantificación Una vez se han localizado las entradas y salidas del mercado legal de armas de fuego, puede plantearse lo siguiente: 1. Precisar el número de armas producidas por la Industria Militar colombiana anualmente. 2. Determinar la cantidad de armas importadas en ese lapso. 3. Establecer el monto de las exportaciones anuales. Después de sumar la producción interna con el total de armas importadas y luego de restar el monto exportado, se obtiene el total disponible en el mercado legal colombiano. El procedimiento anteriormente descrito se asemeja al empleado por el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, ATF, del Departamento de Justicia de los Estados Unidos para determinar el número de armas en ese país. El resultado de aplicar dicho procedimiento para un período de 91 años (1899-1989) mostró que en Estados Unidos existen 201.837.000 armas de fuego con fines deportivos, de cacería y de seguridad. No se incluyeron las armas inventariadas por las fuerzas armadas. Pese a que este procedimiento es claro y sencillo, requiere un sistema preciso de registro y control para poderlo aplicar; este requisito pone de

presente el principal escollo encontrado en la investigación. Sin embargo, la metodología estadounidense ignora las armas perdidas o destruidas. Para subsanar esta deficiencia se ha diseñado un procedimiento que contabiliza dicho componente. Este opera al restarle al total de armas vendidas un índice denominado factor de recuperación. Para determinar este último componente se encuentra la relación entre la cantidad de armas reportadas como perdidas y aquellas que fueron efectivamente recuperadas. Al analizar las estadísticas suministradas por la Real Policía Montada de Canadá pudo constatarse que, en promedio, en el lapso comprendido entre 1978 y 1989, solamente un 7.36% del total de las armas reportadas como perdidas fue recuperado. Aun cuando esta cifra es inaplicable en Colombia, ilustra la utilidad de llevar registros estadísticos serios en materia de armas. No obstante, puede suponerse que dado el poco control que se ejerce en el país sobre las armas, nuestro factor de recuperación será menor que la cifra extranjera.

El dato de armas destruidas también se supone como un registro conocido en la medida en que es el Estado el que dis-pone de ellas; por tanto, el pro-cedimiento que se sigue es restar del total de armas puestas en circulación, el monto de las armas destruidas anualmente.

Mercado ilegal

Oferta

Descomponiendo la dinámica que rige la oferta de armas en sus elementos constitutivos, es posible distinguir tres con un

gran poder explicativo. El pri-mero lo constituye la disponibi-lidad de las armas. En la medida en que existan mercados con diferentes grados de control, la posibilidad de acercarse a la mercancía constituye una primera consideración evaluada por los demandantes. Por ejemplo, en la práctica, el mercado colombiano pone a disposición de ciertos sectores sociales un tipo particular de armas de fuego; sin embargo, las restricciones legales limitan las posibilidades de otros sectores sociales interesados en armas más letales.

Por el contrario, mercados como el de Estados Unidos o el de Centroamérica proporcionan una mayor disponibilidad a las armas. En ellos, el poco nivel de prohibición o la inexistencia de controles hace muy fácil aprovisionarse de armamento.

Ahora bien, entre los mercados existen diferencias internas que dan pie a que surja la segunda variable que afecta la oferta de armas ilegales. El acceso que se tiene a las mismas representa una consideración de importancia hecha por los demandantes de armamento ilegal. Por ejemplo, aun cuando los mercados de Estados Unidos y América Central ponen muchas armas a disposición, no todos los agentes interesados en ellas tienen el mismo acceso al mercado. Concretamente, la subversión por sus contactos tiene más acceso al mercado de Centroamérica que al de EU; por el contrario, el narcotráfico, por la estructura de su operación, tiene mayor acceso a las armas de procedencia estadounidense que a las de otras fuentes.

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En tercer lugar, el factor precio ofrece un indicio para identificar la procedencia de las armas. Después de localizar un mercado que disponga de armas y al cual se tenga acceso, los demandantes escogerán aquel proveedor que presente el precio más conveniente. El costo de las armas se coloca al final de las consideraciones porque de poco sirve intentar comprar armas baratas en un mercado al cual no se puede acceder. Tal puede ser el caso de los países de Europa Oriental y la antigua Unión Soviética en donde, aparentemente, están vendiéndose armas a precios reducidos pero con un acceso limitado, aun para agentes menores en Colombia.

Demanda

Los sectores de la población que recurren al mercado ilegal de armas buscan encontrar en él condiciones favorables en materia de cantidad, calidad y precio. Puede suponerse, por ejemplo, que la subversión re-quiere material bélico en gran-des cantidades; el narcotráfico, mercancía de alto poder de fue-go; las autodefensas pueden combinar los anteriores criterios; y el ciudadano común busca armas de mayor capacidad defensiva a menor precio.

En materia de costos es inte-resante anotar cómo por el

precio pagado en Colombia por un revólver Skorpio de Indumil (aproximadamente 350.000 pesos) de calibre 38, en los Estados Unidos pueden adquirirse dos subametralladoras TEC-9 (a 180 dólares la unidad) de calibre 9 Mm., con mayor poder de fuego3.

Es fácil comprobar que la demanda de armas ilegales se encuentra directamente rela-cionada con la espiral de violen-cia que vivimos; por tanto, pue-de afirmarse que, mientras una creciente proporción de la po-blación tenga necesidad de mayor capacidad de fuego en las armas, la demanda en el mercado ilegal seguirá au-mentando.

Si al anterior argumento se le suma el hecho de que existe un alto poder adquisitivo por parte de los demandantes, y la magnitud y calidad de la oferta van en aumento, es posible concluir que el negocio de las armas está fomentado tanto por la oferta como por la demanda. Así, el mercado de armas colombiano se encuentra presionado tanto por una de-manda con alta capacidad de compra como por una oferta amplia y sofisticada.

Propuesta de cuantificación

Para establecer la dimensión del mercado ilegal de armas en el país se propone seguir un pro-

cedimiento de inferencia basado en las cifras de capturas y decomisos de éstas. Suponiendo que el total de las armas ilegales retenidas en el país representa una muestra de la globalidad que efectivamente ingresa al territorio, entonces puede establecerse el monto aproximado que se introduce en forma clandestina cada año. Para tal fin se creó un parámetro denominado factor de captura, el cual representa el porcentaje de armas capturadas del total de armas que efectivamente ingresaron. La estimación del factor de captura se fundamenta en la efectividad de los procesos de interdicción a lo largo de las fronteras y en la capacidad de lograr decomisos en el país4. Este factor ha sido calculado para el caso de los narcóticos, cuya interdicción al entrar a Estados Unidos llega a un 10 %5; es decir, partiendo de la cifra anterior, las capturas de armas ilegales constituyen aproximadamente un 10% del flujo ilegal total. Para el caso colombiano, si se toma el total de decomisos realizados en 1991 (18.606) y se divide por el factor de captura se tiene que probablemente durante el año pasado entraron cerca de 186.606 armas ilegales al país.

A continuación puede apreciarse una representación gráfica del mercado de armas colombiano.

3 The Ecortomist, May 16, 1992. 4 La interdicción se define como el proceso de captura de material ilegal en las fronteras nacionales. Los decomisos son el fruto de

acciones policivas en el país. 5 Reuter, Crawford y Cave, Sealing the Borders. The Effects of Military Participation in Drug Interdiction, Santa Mónica, Rand

Corporation, 1988.

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DINÁMICA DE LOS FLUJOS DENTRO DEL MERCADO DE ARMAS COLOMBIANO

PROVEEDORES DEMANDANTES

INDUSTRIA MILITAR

Producción nacional

Importaciones Decomisos

—> Compras

-* Robos —►

Población en general

INTERMEDIARIOS

Recirculación

Armerías clandestinas

270.000 distribuidores

Contrabandistas

ESTADOS UNIDOS 80% aproximadamente

Acopiadores

Narcotráfico

OTROS PAÍSES 20% aproximadamente

Autodefensas

Metodología Variables por identificar Dinámica interna Total armas legales: Mercado legal Total ventas a

población civil: TV (TV + TDL) - [(TV +

TDL) x FR] -TD

Producción Indumil: PITotal decomisadas En teoría:

Importación Indumil: Mi' y legalizadas: TDL TX; = TT-) Exportación Indumil: XI Total pérdidas: TP Destrucciones: DE Total recuperadas: TR Mercado ilegal

Total salvoconductos: TS Total decomisos Total disponible en el mercado: TD Total disponible: TD Armas registradas: AR

TR/TP - Factor de Armas no registradas: AN recuperación: FR Foráneas: NF

Ecuación 1: Ecuación 2: Domésticas: ND

(PI + MI) - (XI + DE) = TD TV + TDL - TS Total decomisos: TDE Ecuación 3:

Ecuación 4: TS - (TS x FR) = TD AR + AN - TDE

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Total capturas iotal confiscaciónVía aérea general: AG

Vía aérea comercial: AC Ecuación 6: Vía terrestre: VT TDE +TCA- TCO

Vía marítima: VM

Total capturas: TCA Dinámica interna

Factor de confiscación: FC = 10%

(Rand Corporation) Entradas

clandestinas: EC

Ecuación 7: EC

= TCO/FC

Mercado ilegal:

(AR + AN) + (AG + AC + VT + VM) / FC= EC

Ecuación 8:

TD + EC = Total de armas en Colombia

Consideraciones adicionales

La metodología cuantificadora con la cual se pretende esta-blecer el monto de armas en Colombia debe alimentarse con información precisa y detallada. Es específicamente este tipo de información el que debe empezar a recolectarse en el país. Con datos concretos es posible construir relaciones verdaderamente ilustrativas y prácticas para el diseño de una política eficiente de control de armas.

Establecer el número de armas en circulación en Colombia es una importante inquietud para el Estado, como ente que debería ejercer un monopolio sobre el uso de la fuerza; sin embargo, el valor de esta cifra parece ser muy limitado. Particularmente, cuando existen indicios con-cretos que señalan la dimensión del mercado de armas como considerable, parece más provechoso analizar datos más específicos.

Consideramos que puede ser de mayor utilidad establecer en qué proporción las armas decomisadas son de origen doméstico o foráneo. Y si son extranjeras, se debería saber su procedencia, tipo, modelo, etc. De esta forma se identificarían puntos críticos del mercado con los cuales se tendría una visión más clara del problema.

En materia de datos específicos, sólo ha podido establecerse que aproximadamente un 80% de las armas ilegales son de procedencia estadounidense6. Sin embargo, no se sabe exactamente cuántas fueron adquiridas por el Estado colom-biano y luego fueron a parar al mercado ilegal. Por ejemplo, en los decomisos efectuados durante los operativos de captura de los delincuentes Iván Urdinola y Jaime Eduardo Rueda Rocha, las armas en-contradas eran de procedencia norteamericana pero adquiridas por Indumil. De igual forma, muchas de las armas entregadas por las autodefensas

del Magdalena Medio eran de origen israelí, importadas legalmente a Estados Unidos pero reexportadas en forma ilegal7. Como consecuencia de las anteriores consideraciones, no debe sorprender encontrar respuestas y comentarios se-ñalando la enorme dificultad de cuantificar el mercado ilegal de armas. Un reconocido experto del Sipri, el doctor Ian Anthony, dice al respecto: Existe un mercado negro de ar-mas, especialmente armas lige-ras, al que pueden recurrir los países receptores si los gobier-nos extranjeros no atienden sus necesidades. La magnitud de este mercado no se puede de-terminar, de ahí que también resulte difícil establecer la ver-dadera medida de su impor-tancia8. En forma similar, la respuesta de la policía nacional sueca al interrogante del número de armas en dicho país, fue un es-cueto "muy significativo". Por tanto, a pesar de reconocer la importancia que para fi-

6 De una muestra de 155 armas decomisadas, 135 provenían de los Estados Unidos. No obstante, muchas de ellas habían sido adquiridas por el gobierno colombiano.

7 El proceso de ingreso legal y egreso ilegal de armas constituye el "mercado gris" en los Estados Unidos. Este mercado es fomentado por más de 900 importadores legalmente registrados en ese país.

8 Ian Anthony, "El comercio internacional de armas", en Desarme, Nueva York, Naciones Unidas, Vol. XIII, No. 2,1990.

TCO

Ecuación 5: AG + AC + VT + VM = TCA

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nes informativos o publicitarios puede tener el número de armas de Colombia, creemos que la identificación de ciertas relaciones internas del mercado puede ser de mayor provecho. Por ejemplo, pueden señalarse las siguientes:

1. Sumando el total de capturas en las fronteras con los decomisos de origen foráneo y dividiéndolo por el total de las confiscaciones, se obtiene la fracción del mercado ilegal de procedencia extranjera.

(NF + TCA) / TCO

2. Dividiendo el total de armas de procedencia doméstica por el total de decomisos podría determinarse la composición del mercado negro de Indumil.

ND/TDE

Así mismo, analizando esta-dísticas como el monto de armas vendidas, traspasos efectuados, armas decomisadas y vendidas, importaciones y luego haciendo un cruce de variables, pueden obtenerse relaciones importantes como las siguientes:

Ventas/ Salvoconductos Decomisos/ Salvoconductos Traspasos/ Salvoconductos Traspasos/ Decomisos

Traspasos/ Ventas Total importaciones/Población total Total salvoconductos/Población total Finalmente, cualquier propósito encaminado a controlar armas requiere un sistema centralizado y ágil de información. No basta con almacenar datos generales sobre armas; es necesario, también, poder disponer de ellos rápidamente. En ese sentido, se debe co-mentar que los principales be-neficiados con el actual sistema de control y registro son los funcionarios de Indumil. Bajo su dirección se encuentra uno de los monopolios con mayor demanda en el país, lo cual ge-nera inquietudes de autoridad y puede fomentar el tráfico de influencias y hasta la corrup-ción. Consecuentemente, antes de poder implementar eventuales procesos de desarme, recompra de material o amnistías es necesario construir un sólido y eficaz sistema de registro.

Conclusiones El mercado de armas contiene una serie de rasgos que lo hacen particularmente similar al mercado de las drogas; el com-ponente de ilicitud, los grandes márgenes de utilidad, la

magnitud de las operaciones y la globalidad de su alcance hacen prever que, después de las drogas, las armas son el segundo negocio ilegal más lucrativo.

Como resultado de dicha se-mejanza, la política estadouni-dense orienta sus esfuerzos re-presivos hacia este campo. Es diciente el hecho de que se haya escogido a Colombia como la primera sede de una oficina de la ATF fuera de Estados Unidos. Acciones de este tipo por parte de ese país pueden interpretarse como intentos por alejar el problema del comercio ilegal de armas de sus fronteras para llevarlo hacia terceros países. La visión predominante al respecto en las naciones desarrolladas es que a pesar de la existencia de un campo para acciones por parte de los sectores oferentes, la estructura actual del comercio de armas ha hecho hincapié en las responsabilidades del control de parte de los países receptores9.

Este rumbo que se le está tratando de imprimir al debate del control de armas debe ser contrarrestado haciendo énfasis en la naturaleza del mercado. No es un debate estrictamente de oferta o de demanda, sino una conjunción de las dos esferas.

9 Michael Brozka, "The Nature and Dimensión of the Problem", Disarmament. Topical Papers, New York, United Nations, 1990.

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Sección:

Política Mundial

Libros colombianos de ficción y de edificación moral sobre consumo y tráfico de narcóticos

Manuel Hernández B*.

El romanticismo europeo puede verse desde las actitudes frente a la droga. Mientras Alemania hace de sus obsesiones un borde indefinido hacia la locura en Holderlin y los franceses asumen, con Víctor Hugo, la defensa de los ideales humanitarios, el sufragio uni-versal y la libertad de los opri-midos, el romanticismo inglés se entrega de lleno a los fantasmas del opio.

Desde las calles de Londres vemos a De Quince y cruzar la soledad de su desarraigo fami-liar en la casa de un abogado, compartiendo con una huérfana menor de edad, y después con una joven prostituta, sus dolores paliados por el opio. Y sus relaciones con el abogado y con los prestamistas judíos que lo quieren a él como intermediario universitario ante un noble con consumos más altos. Él deambula y se acostumbra al opio. Como Edgar Allan Poe haría desde Nueva Inglaterra.

Si avanzamos un poco más podríamos decir que esta aventura llega, en las letras in-glesas, hasta hoy. Un cuento de Kipling y la vasta obra de Graham Greene son una demos-

tración de esto. Me refiero al cuento breve La casa de los cien pesares, donde encontramos cada bocanada de opio como parte de una resignación que permite fluir el diálogo entre los dos interlocutores: por un lado, el que nos narra y por otro el adicto, el viejito que mide su renta de sesenta piastras como el límite mismo de su edad y su vida contra una nueva pipa de opio. Cada bocanada es una forma de drogar las condiciones finales de una vida. Detrás, en un telón de fondo casi invisible está la guerra del opio, los absolutos de la otra realidad exterior. Lo visible es un proverbio de un fumador de opio que dice: "Si no puedo obtener el cielo por un céntimo, ¿por qué he de sentir envidia?"

Dentro de la aguda sagacidad narrativa de Kipling, que a Eliot y a Borges les hizo decir que tal vez Kipling sabría algo más, podemos ver los ingredientes del proverbio: la amplitud del cielo, su condición de paraíso artificial susceptible de ser comprado por un céntimo y entre ambos polos la ya no envidiosa boca del que aspira al opio.

En una de las más recordadas novelas de Greene, El americano impasible, donde es clara la trama de terrorismo, inter-vención, celos privados y nor-mas muy sofisticadas de la en-vidia, en el primer capítulo, donde todo lo que está en juego es la oposición entre las envidias y los consumos de opio del resignado periodista inglés, a través de ciertas formas de opuestos, el periodista pierde a su amante indonesia, que es la que prepara las pipas de

* Profesor del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes.

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opio y la pierde a manos del agente de la CÍA que finge ser agregado económico de la em-bajada de los Estados Unidos. En este primer capítulo sucede todo: por una parte, necesita-remos toda la novela para saber que el ya más que maduro y sagaz periodista británico, en alianza con los miembros de la resistencia izquierdista, será quien tiende la celada al joven ingenuo y terrorista americano impasible, quien le ha quitado con la promesa de una vida dentro del sueño americano la amante indonesia. Por otra, el inspector francés que lo sabe todo y que lee a Pascal debe ser cómplice de la muerte de quien usaba el terrorismo como arma para hacer triunfar su muy recortada idea de la democracia. Esta novela de Greene nos coloca frente a más de cien años de narrativa en lengua inglesa que ha dado la vuelta en todas sus dimensiones al problema de la droga, pero que en las últimas dos décadas ha caído en el fantasma del prohibicionismo más torpe y feroz. Curiosamente a Colombia todo este fenómeno no le puede pasar desapercibido, pues es a través de este país donde se ha dado la llamada guerra contra las drogas con todos sus ingredientes de terror.

Ahora bien, es como si se en-frentaran dos mundos empe-queñecidos por su falta de visión de lo que acaba de pasar en períodos de larga duración en el mundo: por una parte, la vasta experiencia narrativa de los ingleses frente al tema y por otra la condición casi ingenua y precaria de nuestros países frente al problema del consumo de droga en los mundos norteamericano, sajón y por extensión europeo, o sin tanta

capacidad de compra como sucede con los nuevos consu-midores de detrás del derrum-bado muro de Berlín. Es por eso pertinente trazar en las próximas páginas algunos elementos mínimos de las preguntas que nos asaltan acerca del comportamiento del imaginario colectivo y su conformación a través del relato literario en su más amplio sentido en los últimos doce años en Colombia.

Visibilidad y cambio de imaginario colectivo

Entre 1978 y 1982 se dio en Co-lombia una transformación en el imaginario colectivo. A la voz clandestina del tráfico de estupefacientes, que de por sí genera ciertos estilos de com-portamiento y que aluden a lo secreto y a lo prohibido, habría que añadir que el régimen del tratamiento de la producción de las drogas alucinógenas también varió. Al régimen diurno y solar de la siembra y la recolección de la marihuana pasamos al régimen cerrado de las hojas de coca, pasadas por la sombra de la mano del indígena y de la umbría condición de las serranías andinas; es como comparar el mundo de José María Arguedas, totalmente andino y umbrío no solar, con el mundo de Lezama Lima, estrictamente solar y cuyas prolongaciones en el imaginario son del orden apolíneo, armónico, eurítmico.

La marihuana de la Sierra Nevada de Santa Marta es-tribaciones de los ámbitos so-lares de las riberas fluviales del río Magdalena y aun de las costas guajiras dejó de ser importante y cedió el paso a la clandestinidad de la coca y el

basuco, productos éstos de una actividad andina y precolombina que, para salir a la luz, debía trascender el paso de lo indio a lo blanco, de allí de nuevo a las cocinas de la droga y de allí desviado al margen y lo marginal del basuco, impli-cándose en la fabricación del clorhidrato toda la clandesti-nidad de régimen simbólico nocturno del "laboratorio". Un viaje de la selva al laboratorio. Es esta influencia sobre el rumor y sobre la construcción de las señales de los imaginarios la que producirá el cambio del imaginario colectivo. Al ré-gimen diurno, rural de reco-lección al sol de la marihuana, se pasa al régimen tabuizado por el aura indígena de las hojas de coca, las cuales son raspadas y luego sometidas a procesos químicos hasta llegar al polvo blanco, más lunar que solar, más femenino que masculino, con el cual la sociedad colombiana aparición y desaparición tuvo que vérselas durante la década de los ochenta.

Así mismo, el imaginario ha cambiado, pues en nuestra condición de asimiladores de los signos siempre hemos sentido y visto que esta realidad es rica en imágenes y en respuestas imaginativas, agrupamos nuestros hechos en un punto como de ficción, lo que popularmente denominamos como una realidad de novela.

Todo el tiempo hemos querido definirnos como un país de imágenes mágicas, hemos lle-gado a decir que todo lo que hacemos es como "de novela". Así nuestra novela más im-portante, Cien años de soledad, sucede en un lugar llamado Macondo por un árbol, una hacienda bananera y un juego parecido al dominó. Cuando

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algún analista nacional o ex-tranjero quiere designar ese aliento inconfundible de nuestra realidad, lo expresa diciendo que Colombia es Macondo. O sea que ya hemos encontrado una cifra de nuestra literatura, pero a medida que nuestra realidad se hace más compleja, decimos que lo que nos pasa es como para una novela.

Estamos llenos de encantadores y absurdos argumentos que deberían ser explorados y explotados con mayor saga-cidad, máxime cuando Co-lombia es un país amante de la literatura y ostenta talleres li-terarios y más de un centenar de revistas de poesía. Sin embargo, no tenemos novelistas; aparte de nuestro premio Nobel de Literatura, 1982, pueden contarse con los dedos de una mano. ¿Y entonces?, se pre-guntará el observador imparcial alarmado. Si es así, ¿a dónde irán a parar las energías de tantos escritores y poetas y có-mo se satisfará la necesidad de cultura y recreación? Lo igno-ramos. Recientemente Jonathan Titler nos ha informado de un estudio de David Block llamado "Tendencias contemporáneas en el mercado de libros colombianos" donde "imparte una visión coherente y original del mundo libresco colombia-no"; y continúa informando: "en la segunda parte de su ensayo Block aporta un inventario muy actualizado de libros sobre la violencia" (Titler, 1989-1990). Es decir, mientras extrañamos la ausencia de una literatura sobre nuestra traumática relación con la droga, sabemos que otros consumen e inventarían nuestra literatura de la violencia y sobre la violencia en general, no úni-camente la del narcotráfico, y también sabemos que esos

consumos no son realizados en Colombia, por las condiciones objetivas de un mercado del libro muy pequeño y unas editoriales sin fuerza de ex-pansión.

Desde una teoría de la recepción de los signos, los libros, los secretos, los rumores, las violencias y las drogas, todos vistos como signos que drogan, lo menos que podemos afirmar es que todos estos vectores se cruzan y responden confusamente al interés por la metamorfosis de ese imaginario colectivo en el cual hoy, al comenzar la década de los noventa, nos sabemos inmersos y asistiendo a la crisis obvia que esto ha reflejado en valores y comportamientos.

Efectuar una investigación sobre el mercado del libro colombiano profuso y mal distribuido, realizar otro estudio sobre la violencia y finalmente elaborar una recensión sobre literatura de las drogas en Colombia son vectores que se cruzan para responder al interés por ese imaginario colectivo que a partir de 1978 y hasta hoy ha venido transformándose alrededor del fenómeno de la droga.

Es dentro de esta línea de planteamiento, de suponer que el factor que más ha con-vulsionado nuestra realidad en los últimos treinta años es el ingreso del país al mundo, muy sofisticado por cierto, de los traficantes de drogas ilícitas, que diseñamos nuestra sorpresa: la sorpresa mayúscula es que no hay una sola novela buena sobre el tema, y lo que hay que es materia de esta nota es algo extraño, un híbrido preliterario, en por lo menos tres de los cuatro casos, entre el alegato moralista edi-

ficante y la gazmoñería expre-sada en cursis e insuficientes deseos de épater la petit bourgeoisie de un país que se escandaliza mucho o no se escandaliza nada. Pero que, en todo caso, no se escandaliza así.

Novelas de muy baja circu-lación, excepto La mala hierba, de Juan Gossaín, fueron escritas para excitar los llamados sentimientos morbosos. Lo que queremos hacer ahora es formular algunas hipótesis respecto al porqué de esas creaciones, el porqué de esos "imaginarios" construidos y ahogados en las limitaciones de su propia acción. ¿Son libros escritos por médicos, en-fermeras, drogadictos, psicó-logos, trabajadores sociales, litterati de cuarta fila o qué? ¿Periodistas? ¿O una mezcla de todo lo anterior? Tal vez lo último. Veamos cómo se mues-tran las dos ciudades más grandes del país, Bogotá y Medellín, en dos de estos "pro-ductos" literarios, El ojo oculto de la droga y Basuco o patria.

La visión de la ciudad/dro-ga/mujer perdida y añadida a esta desestructuración del yo. La mezcla de las tres sale al rescate-condenación del yo de Lucas.

Veamos: Pasa un policía y mira a Lucas como si se tratase de un de-mente, pero continúa el camino que la costumbre le señala; un desfile de seres humanos de todas clases: gamines enajena-dos por el vapor de la gasolina, locos coleccionando papelitos y hablando solos, un tipo con una cámara filmando y lo filma para un documental que se llamaría Locombia.

Entonces se levanta y camina hasta el puente de la calle 26; las campanas de San Diego le recuerdan el tiempo, y llega

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hasta la mitad del puente donde se queda mirando cómo las vías se entrelazan descendiendo o subiendo, fugándose por debajo de sus pies, amarrando la armazón y escucha regándose por la ciudad, escurriéndose por las avenidas y plazas; fran-queando las callejuelas, ligán-dose con las paredes y muros, trepándose por los postes del alumbrado, rozando las ramas de los árboles, raspando las montañas, como un quejido o lamento que lo acosa.

Se da vuelta y ve cómo una nu-be negra lo cubre todo y siente como si fuera a morir, entonces ve a una mujer parada frente a él, su mirada está puesta en sus ojos; le extiende una mano y le entrega una pildorita; luego, con la misma mano le indica que se la trague. Entonces Lucas la mira atónito y ella le sonríe tierna; es tan bella que no le queda otro remedio que aceptar (Uribe, 1980: 20-21).

En Basuco o patria:

Una periodista recibe un do-cumento edificante de un drogadicto arrepentido que, des-de una silla de ruedas, quiere contribuir a testimoniar sobre el "crimen" de la droga. La ciudad, Medellín; la víctima de la droga, un elaborado intelectual que se expresa, tras anunciarle sus puntos de vista sobre el arte de escribir y su responsabilidad, así:

No olvidando nunca que el res-peto al derecho ajeno es la paz entonces pueden vivir para es-cribir y hasta lograr un día es-cribir para vivir.

Sobre esta frase de la ética kantiana, la autora va a montar el tremendismo telenovelesco, no sin antes ofrecer sus reflexio-nes sobre el arte de escribir, con citas de Susan Sontag y Balzac. ¿Por qué, mí querida niña Mónica, hacer todo este periplo sobre el arte de escribir?

Porque hasta ahora sólo he es-tado rehuyendo la realidad, mi propia realidad que es la que en el fondo me ha movido a co-municarme contigo; además, Susan Sontag nos enseña que, como el lenguaje, es un medio con el cual se hacen obras de ar-te (entre otras cosas). Con el lenguaje se pueden elaborar textos científicos, memorandos burocráticos, cartas de amor, listas de almacén y el París de Balzac. Me corresponde ahora utilizar el lenguaje para co-menzar a explicarle que desde nuestro pasado encuentro en que me solicitaste, por segunda vez, ser entrevistado para el libro que estás escribiendo con el noble propósito de ayudar a muchos jóvenes a que conozcan a tiempo el terrible flagelo que representa la drogadicción o farmacodependencia y más claramente el consumo de basu-co, me dediqué a reflexionar so-bre mi propia vida y las de tantas otras personas que han caído en lo que tú llamas tan acertadamente LA TRAMPA MORTAL (Alvarado, 1986:19-20).

El lenguaje culterano y almi-barado expone sus desgracias, ocasionadas también por una mujer. Luego vendrá el dolor de la parálisis y esta short story será complementada con con-ceptos médicos, encuestas psi-quiátricas y condenas casuales y/o estructurales, etc. (Alvarado, 1986:49-220).

La transformación a que aludimos antes será uno de los enigmas culturales de la socie-dad colombiana actual. El trá-fico de marihuana asociado a la Costa y ligado al contrabando se transformará en el tráfico de cocaína, cuyos procesos téc-nicos elementales pero sustancialmente distintos, en tanto que incluyen laboratorios químicos y ponen en relación la hoja de coca, elemento vital de las culturas aborígenes andinas, con el mercado más sofis-

ticado de todos: el otro extremo del consumo, una sociedad para la cual el consumo de cocaína reactiva los resortes paralizados de una conducta social paranoide por incomunicada, como nos lo ha hecho ver Luis Eduardo Schnitman (1990: 144-145). Este proceso ya no está rodeado de la visibilidad clandestina que encerraba el tráfico de marihuana. Este proceso de transformación del verde al blanco, de la hoja al clorhidrato, se mantiene invisi-ble. La transformación es aún más ardua. Los gustos estéticos, los imaginarios, también se han transformado. Hemos pasado a una sociedad más escolarizada en 1960 el número de bachilleres que accedía a la universidad era de 20.000 y en 1990, de 500.000 pero de la cual ignoramos gustos, preferencias, normas, actitudes y valores. Iglesia y Estado, los dos grandes poderes de la sociedad republicana latinoamericana, se transforman en dos entes que tiemblan ante un golpe teatral del M-19, una frase inventada por un embajador norteamericano, un magnicidio y sus consecuencias en las encuestas realizadas sobre la tornadiza y fantasmal opinión pública. La transformación no está visible en estas novelas, pero las novelas son un eje visible e interesante de los hechos menos visibles o más enigmáticos sobre los que gira la sociedad colombiana en este cuarto de siglo.

Los tránsitos que van de la premodernidad agrícola, preindustrial, analfabetizada y supersticiosa, a una modernidad eficiente, industrial positivista, con escasas cuotas de iluminismo racional y que se relanzan indetenidamente a una

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posmodernidad algo incipiente, sin los "encantos" del siglo XX; todos estos tránsitos están visualizados por la aventura sombría y lamentable de los protagonistas de la ingestión de narcóticos en dos de las novelas que nos ocupan. Tantas mayorías marginales y deca-dentes, sin apogeo, serían estas visiones de Bogotá, Medellín y Barranquilla. El efecto del alucinógeno o el psicotrópico sobre la conducta mental, la alucinación o la debilidad a los estímulos, el calor de la "ex-periencia" de la droga afectada por los enlaces quiméricos con el hippismo, el temor a la mujer y el descubrimiento hostil de la ciudad. No hay percepción con nuevas puertas o ventanas. Hay la sucia alienación de la pobreza y el dolor entre los fríos rigores de precarios recursos estéticos e imaginaciones de cómo es el "mal" de la droga. Otra hipótesis es la siguiente: la visibilidad del negocio de la marihuana y su boom en los años 1974-1982 se refleja en el primer escándalo sobre el ma-nejo gubernamental para la le-gitimación de esa economía subterránea. Gossaín y López Freyle en dos novelas cuyo es-cenario e historicidad son idénticos, nos van a mostrar los contactos entre el Estado a través del Banco de la República, regulador legal del tráfico de divisas, y la mafia de la ma-rihuana: Por consejo del señor Emery, que se había convertido en su principal asesor en asuntos económicos, el Cacique Miranda se puso en contacto con sus abogados panameños para que organizaran una sociedad que se llamaría Marimba International Corporation (MIC), radicada en Panamá y cuyo capital ascendía a un millón de dólares, representados en 100.000 ac-

ciones al portador, con valor nominal de 10 dólares cada una, pero cuyo secreto consistía, precisamente, en que no aparecían a nombre de nadie.

El verdadero dueño de la com-pañía se ocultaba en el anoni-mato. Están listos los docu-mentos le informó uno de los abogados un mes más tarde. Usted figura como presidente, su señora como secretaria y Ro-berto de los Ángeles como te-sorero.

Mediante esa artimaña, el Ca-cique podía manejar en el ex-tranjero sus cuentas corrientes y hacer inversiones sin contra-venir la legislación de la Repú-blica del Caribe que prohibe a sus ciudadanos consignar capi-tales fuera del país sin la debida autorización del gobierno.

Pero esas mismas leyes le había explicado el señor Emery no impiden que uno forme parte de juntas directivas de corporaciones internacionales. Hágame caso. Es la mejor solu-ción para esa cantidad de dinero que usted tiene en el exterior (Gossaín, 1985:177).

Esta política de producir el escándalo mediante la denuncia, reportó a Gossaín su condición de periodista intocable. Hoy conduce una cadena radial y en 1987, tras el asesinato de Jaime Pardo Leal en el mes de octubre, dio consejos a la opinión pública para que se recluyera temprano en sus casas a ver partidos de fútbol por la televisión. En 1990, en pleno proceso electoral, una valla con su figura y su nombre, que luego fue retirada, invitaba a votar por el Movimiento de Salvación Nacional del derechista Alvaro Gómez.

No negoció tan bien Isaac López Freyle su deseo de escandalizar, mientras camuflaba los nombres geográficos:

Y de Marranquilla voló a Nortilandia, pues afortunadamente hubo cupo en el vuelo que salió en la mañana siguiente al ataque de que fue víctima. Una hora después de haber decolado el jet donde viajaba Harold, llegó al aeropuerto internacional Fernando Aragonés acom-pañado de varios pistoleros y confirmó que en el vuelo que acababa de salir viajaba a su país Harold Buberiland.

Donald G. Weigtond murió en el Hospital de los Remedios, una hora después de haber sido recogido por la policía. In-sistentemente decía en inglés que Fernando Aragonés lo ha-bía mandado matar, pero como ninguno de la policía sabía in-glés, creyeron que trataba de decir que le avisaran a Fernan-do Aragonés, mas éste se negó a ir a la policía y le dijo a su mujer que dijera que había salido de viaje y que no iba a regresar sino dos días después. El médico legista hizo la autopsia y el extranjero fue enterrado por el municipio como muerto sin doliente.

Harold Buberiland envió foto-grafías a color y una descrip-ción del paraje donde se encon-traba ubicada la finca cultivada de marihuana en la Majuira a la Embajada de Colombia en la capital de su país y la Embajada envió la documentación re-cibida a la Procuraduría de la Nación de Colombia. Y con es-tos indicios la localización de las plantaciones más grandes de marihuana que jamás existieran en parte alguna. La Pro-curaduría estaba planeando la Operación Langosta, o sea el ataque final para invadir los cultivos con el menor sacrificio de sangre. Detective detectado por la zona era detective muerto y en vista de estas pérdidas de persona, sin éxito, los heli-cópteros trataban de localizar el camino que conducía a los cultivos. Y en la madrugada del día señalado llegó el Ejército procedente de Marranquilla

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y silenciosamente iniciaron la marcha hacia la Sierra hasta el abrupto paraje buscado. Desde una loma se divisaban los cul-tivos, después de una jornada pesada, lenta y accidentada. Se bajaron los soldados y sigilosa-mente avanzaron tomando po-siciones. Los vigilantes estaban dormidos. Y eso facilitó la ope-ración. Los oficiales se comuni-caban entre sí con walkie-talkie y el coronel que dirigía la ope-ración militar se comunicaba por medio de radioteléfono con los helicópteros que se encontraban en tierra, cerca del mar, esperando la orden de volar. Sólo faltaba acercarse más al campamento. Los indígenas de guardia tenían colgados sus chinchorros por los alrededores de los cultivos; fueron sor-prendidos dormidos; los desar-maron y quedaron esposados de pies y manos, totalmente inmo-vilizados en sus chinchorros. Al despertar el día se dio la orden de vuelo y tan pronto como los helicópteros empezaron a sobrevolar por las enormes plantaciones, con altoparlantes se ordenó a todo el personal que se rindieran y se solicitaba que dejaran las armas en el campamento y salieran con las manos en alto. Se les comuni-caba que estaban rodeados por el Ejército. Los vigilantes y el personal de trabajadores no quisieron creer y se aprestaron a pelear. La respuesta fue una descarga contra los helicópteros. El procurador delegado, doctor Adel Barros, que dirigía toda la operación, fue herido levemente en el brazo y al ver su propia sangre se desmayó y puso en peligro la operación porque ese helicóptero desapareció de la escena y fue hasta Santa María a llevar al herido. Los militares atacaron y media hora después se habían tomado la finca y tenían controlados los cultivos. Hubo varios muertos entre los trabajadores y los vigilantes y ninguna baja en el Ejército. Se decomisaron 168 toneladas de yerba prensada lista para exportar. La única

novedad fue la herida leve del procurador delegado (López Freyle, 1980:147-149). Su pequeño escándalo no lo relanzó a los medios de comu-nicación ni al arbitraje de los conflictos de orden público, como al otro novelista de la marihuana, Juan Gossaín. La opinión vio con una cierta son-risa tolerante la publicación de estas dos novelas sobre la ma-rihuana; allí se denunciaron los inicios del lavado de dólares y de una corrupción que ya era nítida en comprometer como denuncia a la DEA, a la CÍA, al DAS, a la Procuraduría, al Banco de la República y a los bancos panameños.

Todo esto se ve con una mirada risueña, como una picaresca que hemos querido catalogar bajo la hipótesis de su visibilidad. La acumulación de capital de los narcotraficantes de cocaína, el mundo de las cocinas rurales y urbanas y la épica de estos narcotraficantes no han producido ninguna obra de ficción.

En el proceso de aceleración histórico de los últimos doce años habría una primera etapa la del tráfico de la marihuana con su picaresca risueña y visible. La segunda sería una invasión de la ficción a la realidad; la captura de Noriega, la muerte de Rodríguez Gacha, el robinhoodismo de Pablo Escobar antes de los episodios de la Catedral, la supeditación de su segunda entrega a los resultados de las elecciones nortea-mericanas son una evidente invasión de la visión telenovelesca y escandalosa en la realidad histórica y cotidiana.

La invisibilidad de este proceso trajo como consecuencia positiva una mayor profundización y sensibilización acerca

del fenómeno de la droga desde perspectivas muy diferentes. Ya no se trataba de representar en una obra de ficción las vicisitudes de un mundo que rebasaba con su potencial producción económica e ima-ginaria, cualquier tema de la realidad parcial que pudiera ser escogido por un creador.

Fuerza de la ficción y hacia la profundización

Dentro de esta profundización merece destacarse la labor pe-riodística de Antonio Caballero y sus implacables argumen-taciones en favor de la legali-zación de la droga. Caballero es autor de una novela bien escrita y desesperanzada en donde agudiza su inflacionaria capacidad caricaturesca, pero que no por casualidad lleva el título de Sin remedio; o sea, sin pharmacon, para diagnosticar una sociedad que por la abundancia de la droga cualquier droga se ha quedado "sin remedio".

El tema del pharmacon ha sido uno de los aportes decisivos de Jacques Derrida a la filosofía contemporánea. El borde indiscernible entre droga y veneno, enmarcado en la discusión platónica de la escri-tura como remedio de la me-moria, dada la elemental para-doja de que lo que se confía a la escritura para mejor recuerdo, se olvida.

La presencialidad de lo re-cordado como ausencia o la ausencia del intervalo en la es-critura y los bordes indefinibles de todo lo anterior pueden consultarse en su ensayo La ley del género, que junto con una entrevista concedida a la revista L'Autrement, titulada "Retóricas de la droga", han si-

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do traducidos del francés por el profesor Bruno Mazzoldi. De los últimos temas tocados por Derrida en la entrevista, hay uno especialmente interesante por su pertinencia literaria y es el relacionado con el nostos tal como se vive en La Odisea, especialmente en el episodio de los lotófagos y la crítica que hace Derrida a las anotaciones sobre la astucia de Odiseo que elaboran Adorno y Horkheimer.

Aquí los límites no pasan entre dos campos opuestos o entre dos metafísicas de las que vemos claramente todo lo que tienen en común. No pasa entre "represión" y "levantamiento de la represión", entre represión y no represión, sino entre un número no infinito de expe-riencias, es decir, el viaje que pasa el límite. Experiencia entre dos experiencias: por una parte la travesía, la odisea, con o sin nostalgia usted quizá conozca el texto de Adorno y Horkheimer sobre los lotófagos y este nostos homérico, la errancia de la que no se puede regresar, otras tantas posibilidades involucradas en cierta etimología de la palabra "experiencia" y que a veces, como el "trip", se asocia con la experiencia de la "droga", la relación con el otro y la apertura al mundo en general; y de otra parte la experimentación orga-nizada, lo experimental como "viaje organizado".

El nostos que etimológicamente significa retorno, movilizado por Derrida para mostrarnos otro horizonte filosófico del consumo de drogas.

La traducción de Mazzoldi quiere ser una contribución fi-losófica al debate en Colombia, como él mismo lo expresa:

El problema de la droga podría replantearse si su aproximación no se agotara en las usuales fórmulas de los estudios

económicos, en los lugares co-munes de los psicólogos o en los fulminantes veredictos del moralismo. He ahí una respon-sabilidad social de innumerables estudiosos. Si éstos dieran cabida a tal problemática dentro del conjunto de sus intereses corrientes, los medios masivos podrían disponer de otros horizontes que ofrecer a la fantasmal "opinión pública" (Mazzoldi, 1990, prefacio a La ley del género). No sobra añadir que este trabajo de Mazzoldi sobre Derrida está enmarcado dentro del tema filosófico de la traducción vista como una migración del sentido; este interesante tema ha recibido diferentes desarrollos, entre otros el de la revista colombiana Falsas Riendas, que ha dedicado su número de 1991 al tema "Migraciones y traducciones" desde la literatura y la pedagogía.

La vuelta al Putumayo

Por último, consideramos in-dispensable mencionar Las cartas de yagé de William Burroughs, volumen que contie-ne la correspondencia dirigida por éste a Alian Gingsberg, a manera de diario de viaje, desde su llegada a la fría y oscura Bogotá de los años cuarenta, sus contactos académicos en la Universidad Nacional en la búsqueda de la planta psicotrópica yagé o ayahuasca descubierta por el profesor Fischer en los años veinte y que con el nombre de "telepatina" es mencionada en La vorágine (1924) de José Eustasio Rivera; el paso de Burroughs por Popayán, hasta la carta final de júbilo místico por el hallazgo y la ingestión del brebaje en las selvas del Putumayo.

Ya hace más de cinco años circula en los ambientes acadé-micos de Estados Unidos y de América Latina un volumen del profesor Michael Taussig, de la Universidad de Nueva York, titulado Shamanism, Colonialism and the Wild Man en el cual, a partir de sus visitas durante más de veinte años a la comunidad negra de Puerto Tejada y sus viajes de extensión hacia el Cauca blanco y los ámbitos de curandería del Putumayo, nos relata la forma como la envidia se transforma en una de las más interesantes redes de hechicería y daño en el mundo próximo a la droga. Desde el alucinante viaje del caucho a la amapola, Colombia ha vivido estas bocanadas de expoliación, envidia y alu-cinación. En el capítulo 25, ti-tulado precisamente Envy and Implicit Social Knowledge, Taussig nos muestra el funcio-namiento de esta red en la cual sabemos todo pero no operamos o no podemos operar sobre ese saber.

Para terminar, quisiera formular esta observación: como en un palimpsesto estamos su-perponiendo nuestras propias experiencias mediatizadas y en cierto sentido alienadas con las experiencias de un mundo que nos acerca pero no nos entrega su narrativa, y en el centro de esta experiencia posible otras formas de pensar y de ser que tal vez en algún momento destituyan el logocentrismo y la mimesis que se pierde a sí misma en la soledad de su incomunicación.

Para responder muy somera-mente a lo anterior restará añadir que en la idea del migrante hemos encontrado una forma de señal que se cruza, en donde las diferentes capas de este pa-

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limpsesto muestran una di-mensión más transparente.

El migrante abre el paso al narcotraficante, no sólo en una relación simple de causalidad sino en una más compleja del trazado de los caminos de lo que se deja y lo que se busca en otra parte, en otro cielo, otro paraíso u otra tierra. Esta idea que está escondida en La Odisea y que desde allí nos mira como lo ha subrayado Derrida el nostos o retorno a la tierra natal que da origen a la nostalgia entendida como una forma de ser del que migra. Pero, a su vez, el que migra, de alguna manera, se convierte en el que con su presencia droga al que está. El migrante y el residente son dos formas del nómada y el sedentario, que se reconocen y se cruzan en una percepción de otredad en la cual todos los deshilvanados vectores que he-mos considerado aquí serían tantas otras formas de droga.

Bibliografía

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Gossaín Juan, La mala hierba, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1985.

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Uribe Carlos E., El ojo oculto de la droga, Bogotá, Ediciones Alcaraván, 1980.

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Sección:

Temas Globales

Gobernabilidad y lucha contra las drogas: el papel de las instituciones y el derecho

Fernando Cepeda Ulloa*

Que las instituciones y el dere-cho en todas sus manifestacio-nes son un aspecto fundamental del desarrollo es un concepto que, aunque nos parezca sorprendente, apenas comienza a recibir el debido reconocimiento en los círculos financieros internacionales.

No cabe duda de que, aquí y allá, en los ambientes universi-tarios siempre hubo una escuela que postuló la importancia de la dimensión institucional y legal del desarrollo. Muchos de los que aquí estamos reunidos pertenecemos a esa línea de pensamiento.

Con todo, se han requerido múltiples décadas y varios re-volcones internacionales para que este enfoque adquiera, por fortuna, plena aceptación en los centros de decisión, parti-cularmente los más estratégicos: la banca internacional multilateral, las agencias de cooperación técnica y las can-cillerías de los países indus-trializados. Inclusive se ha constituido en uno de los temas prioritarios de la política

exterior y en uno de los pro-gramas de acción de estas agencias, introduciendo además, un nuevo vocabulario. Algunos hablan de "good governance", otros de gobernabilidad, otros de desarrollo político sostenible.

En el pasado, para asegurar el éxito de los préstamos se propició lo que he dado en lla-mar una gobernabilidad sectorial ad hoc. Ahora se plantea por fin la necesidad de alcanzar una gobernabilidad integral.

Si quisiéramos ser justos habría que reconocer, para no re-montarnos muy lejos en este rastreo, que los académicos que promovieron la temática del desarrollo político en la década de los sesenta y aquellos que buscaron establecer la relación entre derecho y desarrollo merecen buen crédito por haber acertado en el enfoque, así por mucho tiempo sus voces no hubieran alcanzado el eco apropiado.

Es claro entonces que una faceta fundamental del desarrollo institucional es la que tiene que ver con la modernización del derecho y, por supuesto, con la modernización de la adminis-tración de justicia. Hasta hace poco, este postulado parecía algo exótico. Pero vivimos tiempos nuevos, y es hora de contemplar "pensamientos impensables".

América Latina ha respondido con interés a las oportunidades de financiamiento y asesoría técnica que para modernizar el derecho, y con él la administración de justicia,

* Embajador de Colombia en Canadá. Discurso presentado a los participantes en el Proyecto Multidisciplinario sobre Narcotráfico en

las Américas, coauspiciado por el North-South Center de la Universidad de Miami y el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes, marzo de 1993.

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están ofreciendo instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y la Agencia Internacional para el Desarrollo. El Proyecto Venezuela, financiado por el Banco Mundial, es quizás el más ambicioso. Lo realizado en Colombia durante el gobierno Gaviria no sólo en el campo de la justicia criminal sino en la estructura jurídica, desde sustituir una Constitución de más de cien años hasta la modernización del Estado, y la reformulación novedosa del papel del Ministerio de Justicia y Derecho, como se denomina ahora, ha generado mucho optimismo con respecto a lo que es posible realizar cuando existe una voluntad política firme Lo que está ocurriendo en algunos países centroamericanos, en Argentina, Chile y Uruguay, para mencionar tan sólo algunos ejemplos, indica que hay una nueva ola y que, en buena hora, uno de los defectos más prominentes del paradigma de desarrollo anterior está en franca vía de superación.

Resulta sorprendente, pero al mismo tiempo gratificante, escuchar planteamientos como los siguientes:

La modernización del derecho y de la administración de justicia reviste una importancia crítica; La reforma del Estado es inseparable de la modernización del derecho y ambas constituyen ingredientes claves para el fortalecimiento de la gobernabilidad en estos países; La aceleración del crecimiento económico, acompañada de una mayor equidad social, supone la vigencia de un Estado de derecho, un grado aceptable de estabilidad y certidumbre jurídica, un decidido esfuerzo por adecuar el derecho a las nuevas realidades, y un sistema moderno, independiente y eficaz de solución de los conflictos de intereses que son consustanciales a la sociedad y a veces se ven estimulados por los procesos de

cambio señalados; Tanto el derecho como el desarrollo se han perjudicado a causa de la tradicional separación existente entre ambas esferas; Uno de los más importantes retos del derecho de nuestros días consiste en su capacidad efectiva para asimilar la realidad y las actuales exigencias de la vida de convivencia, de las relaciones familiares, de los vínculos laborales, de las relaciones entre el Estado y el ciudadano, del mundo de los negocios; No podría pensarse que son ajenas al derecho la tendencia hacia la globalización y la interdependencia entre los distintos países a nivel mundial, la creciente apertura de América Latina frente al contexto externo, la presencia cada vez más activa de un conjunto de agentes trans-nacionales en la sociedad y la economía. El derecho debe reflejar esas transformaciones y ayudar al manejo de estas nuevas realidades. El desafío del derecho en la actualidad consiste en volver a adecuarse a las cambiantes realidades económicas y sociales; Todos los estamentos de la sociedad deben cerrar filas en torno al objetivo de respaldar el proceso de modernización del derecho y del poder judicial. ¿Son acaso los planteamientos de un académico, los de un magistrado, o tal vez los de un ministro de Justicia iluminado? De ninguna manera. Son los de un economista. Y para más señas especializado, y de vieja data, en los temas del desarrollo: el exdirector de la Cepal, exministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, aficio-nado a la ópera y ahora, para fortuna nuestra, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

No se trata de elucubraciones de un banquero. Existen dos testimonios que dejan la convicción de que las preocu-paciones del señor Iglesias son serias. Me refiero a las opinio-nes de los consejeros legales tanto del Banco Mundial como del Banco Interamericano de Desarrollo. En primer lugar, la del señor Shihata, vicepresi-dente y asesor jurídico del Banco Mundial: No debe sorprender que las re-formas económicas estructurales que se vienen llevando a cabo en muchos países en desarrollo impulsen a los gobiernos a abordar la reforma del sistema jurídico, inclusive el poder judicial, como complemento necesario a la reforma econó-mica. El tema también está ga-nando cada vez más reconoci-miento en los foros de desarrollo debido en especial a su efecto directo en la buena gobernanza de la gestión de recursos, y en especial en la creación de un clima de inversión propicio. Como asesor jurídico del Banco no tuve dificultad en llegar a la conclusión de que el Banco puede responder favorablemente a la solicitud de ayuda de un país en el campo de la reforma jurídica, incluida la reforma judicial, si halla que es pertinente al desarrollo económico del país y al éxito de la estrategia crediticia del Banco para ese país. Una respuesta de esta índole puede tener lugar en el marco de un préstamo para un proyecto específico o como parte de las medidas de reforma que se habrán de implantar en virtud de un préstamo de ajuste. En cualquiera de las dos situaciones, la participación del Banco sólo puede tener lugar a solicitud del país en cuestión. El asesor jurídico adjunto del Banco Interamericano de Desarrollo, el colombiano

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Néstor Humberto Martínez Neira: La lectura del objeto y las fun-ciones del Banco permiten con-cluir que él se encuentra auto-rizado por el mandato de los países miembros para actuar en programas de apoyo a los sistemas judiciales de la región, como que el fortalecimiento de nuestros estados de derecho y en especial el eficaz funcionamiento de aquéllos constituye un prerrequisito fundamental para consolidar el adecuado marco institucional del desarrollo económico. Y yendo un poco más lejos añade: El apoyo a la actualización del orden legal aparece como una constante en los diversos contratos de préstamo y en las coo-peraciones técnicas, que suelen reservar recursos para financiar estudios encaminados a la revisión de la legislación de los sectores en que se actúa, por parte de técnicos nacionales en cada temática. Innumerables ejemplos pueden citarse respecto de la legislación agrícola, ambiental, educacional, financiera, bursátil, concursal, sobre empresas públicas, propiedad intelectual y propiedad industrial, entre otras. Y tanto el Banco Interamericano como el Banco Mundial participan del criterio, que han hecho público, de que su propósito no es sustituir ni a los gobiernos ni a los pueblos de sus países miembros en decidir cómo deben ser gobernados. Anota Iglesias: Los organismos internacionales no están para dar recetas a sus gobiernos; están para acompa-ñarlos en sus decisiones políti-cas de cambio y en la forma co-mo quieren cambiar. Vamos a responder a las demandas de los gobiernos y nuestra función es fundamentalmente una función catalítica, de vinculación de aquellos que están tra-

bajando en el mismo campo y de aprender conjuntamente, pero de ninguna manera de convertirnos en actores princi-pales en un proceso en que so-lamente cabe orientar a los go-biernos y a los pueblos de nuestros países. Es reconfortante verificar que las voces que clamaban en el desierto en favor de estas tesis hace unos años, encuentran hoy no solamente un eco retórico sino, lo que es más importante, un eco que tiene capacidad financiera para volver a colocar las cosas en el sitio donde siempre debieron estar. No cabe duda de que este "nuevo trato" con el derecho y con la administración de justicia va a tener un profundo significado en la gobernabilidad de nuestros países, en la convivencia y, en Colombia, en la recuperación y en el mantenimiento de la paz.

No se sabe de un país que haya logrado altos niveles de desarrollo en el cual las con-quistas de los sectores débiles no estén sólidamente respalda-dos por una pronta y cumplida administración de justicia. Así el enfermo se reivindica frente al médico irresponsable, o el propietario frente al vecino o al transeúnte abusivo, o el con-sumidor frente al industrial o al comerciante que lo engañan, o el público frente a una pro-paganda engañosa, o el ciuda-dano frente al burócrata in-competente o corrupto, o el trabajador frente al empresario, o la sociedad frente a los monopolios y así en cada ren-glón de la existencia.

"Cuando no existen institu-ciones legales sólidas dice el Informe Kissinger sobre Centroamérica, hace ya casi diez años, las crisis económicas, políticas y de seguridad se

magnifican". Fue lo que ocurrió con el problema de las drogas ilegales, tanto en los países como en el nivel internacional.

Si se examina esta trágica historia hay que reconocer que, en su origen y, luego, en su brutal evolución, la ineficiencia del derecho y, más todavía, la ineficiencia del sistema judicial, algo tienen que ver con el crecimiento y envalentonamiento de esta monstruosa actividad delincuencial.

Es una falencia notoria en el frente doméstico. Pero es también una debilidad notoria del sistema jurídico internacional. Y es algo que continúa afectando los mecanismos de lucha contra la droga en forma dramática, aun en estos momentos. El régimen legal doméstico se queda corto, incluso el rediseñado, para afrontar el fe-nómeno, ante el carácter evi-dentemente internacional de una de las acciones criminales mejor dotadas, mejor organizadas y con recursos financieros y tecnológicos que, en ocasiones, desbordan la más recursiva imaginación. Y se queda corto también, por la ausencia de normas de carácter internacional capaces de lidiar exitosamente con esta conducta criminal.

La complejidad del instrumento más avanzado en esta materia, la Convención de Vie-na de 1988, no ha tenido hasta ahora ni la agilidad ni la eficacia que se buscaban. Y ello a causa de su complejidad y de las transformaciones que ella misma exige en las legislaciones nacionales de los países que la han ratificado.

El crimen organizado inter-nacional, en sus diferentes versiones, es una de las nuevas realidades de nuestro

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tiempo. Es una de las expresio-nes del fenómeno de globalización. Colombia ha experimentado duramente este impacto y no le tomó mucho tiempo darse cuenta de que no se trataba de un fenómeno con el cual pudiéramos lidiar soli-tariamente. La cooperación y la solidaridad internacionales no sólo eran indispensables sino, en justicia, necesarias. Se trataba del crimen organizado in-ternacional, solamente atacable en esos términos y, como lo he manifestado en otras opor-tunidades semejantes, con una estrategia sincronizada.

Hemos sido víctimas del subdesarrollo institucional y legal evidente en el ámbito in-ternacional y de un fenómeno similar en el nivel doméstico.

Todo este preámbulo para insistir en una idea que el gobierno Gaviria desde el mismo discurso de posesión y luego, en varias ocasiones, ante la Asamblea General de Naciones Unidas, ha llevado a consideración de la comunidad internacional, a saber: la creación de una jurisdicción penal internacional para el narcotráfico, el lavado de dólares y la exportación ilegal de precursores químicos. "Ya es hora dijo el presidente Gaviria en su discurso de septiembre 21 de 1992 de que la Organización de las Naciones Unidas aborde este tema con seriedad y dedicación". Es un paso positivo en la empresa de construir insti-tuciones internacionales que respondan a las nuevas reali-dades, en este caso, la globalización del crimen.

Es bien sabido que ésta es una de las propuestas que se reciben con mayor escepticismo. Basta recordar que la Comisión Internacional de Dere-

cho lleva más de tres décadas discutiendo un tema similar. Pero las crisis son oportunidades, y ejemplos recientes así lo comprueban. Desde la creación del Tribunal de Nuremberg no se creía posible el que pudiera concretarse una idea semejante. Sin embargo, casi en cuestión de semanas, el Consejo de Seguridad abordó el tema, aprobó la creación de un tribunal internacional para juzgar crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia y en pocos días los juristas que nunca pudieron acordar fórmulas, han presentado al Consejo de Seguridad no uno, sino varios proyectos al respecto. El 18 de febrero pasado el repre-sentante permanente de Suecia en las Naciones Unidas en nombre de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa remitió la propuesta de los Estados participantes en la misma de un tribunal para los crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia formulada por los relatores en el marco del mecanismo de Moscú de la CSCE para la dimensión humana en Bosnia y Herzegovina y Croacia. El índice del Anexo 8 se refiere a las disposiciones generales (establecimiento del tribunal, objetivo, crímenes punibles, órganos del tribunal, capacidad jurídica, sede, designación de magistrados, funciones de la fiscalía, penas y recursos, garantías procesales, cosa juzgada, derechos e intereses de la víctima, aspectos procedimentales, ejecución de los fallos, indulto, formas de cooperación internacional, etc.). Y por su parte el embajador de Italia envió el 16 de febrero al secretario general de las Naciones Unidas "un proyecto de estatuto de un tribunal encargado de juzgar los crímenes de gue-

rra y los crímenes de lesa hu-manidad cometidos en el terri-torio de la antigua Yugoslavia".

Se trata de un estudio realizado por un comité de juristas italianos presidido por el ex-presidente del Tribunal Cons-titucional de ese país. Entre otros, participó el profesor Bassiouni de la Universidad De Paul de Chicago, presidente del Instituto Internacional de Derecho Penal, uno de los me-jores expertos en este tema.

La celeridad que ha caracte-rizado recientemente este pro-ceso de decisiones para crear instituciones jurídicas interna-cionales abre una luz de espe-ranza con respecto a las pro-puestas colombianas para la creación de una jurisdicción pe-nal internacional. Se trataría de una pieza fundamental en la lu-cha contra las drogas ilegales.

Pienso, y lo digo aquí en voz baja y con la clara advertencia de que no tengo encargo oficial alguno para hablar así, que una entidad como el Centro Norte-Sur de la Universidad de Miami, institución que cuenta, además, con una prestigiosa Facultad de Derecho, podría constituir un grupo de trabajo con profesores de distintas especialidades y nacionalidades, con la participación de algunos latinoamericanos para realizar una tarea como la que he traído a cuento. Así se le daría un impulso definitivo a esta iniciativa.

Entonces sí podríamos decir que el derecho internacional se está adecuando a las nuevas realidades. En este caso la reali-dad del crimen internacional or-ganizado, que igual trafica en los altos círculos financieros internacionales que en los más bajos fondos de la clandestinidad delincuencial.

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En otras circunstancias, y contar con el ejemplo europeo y con la decisión del Consejo de Seguridad, no se ría posible atreverse a formular a título meramente personal este tipo de propuesta. Pero una vez que el tabú ha sido destruido y toda vez que, por fin, el desarrollo institucional y

jurídico está de moda, ¿por qué no sugerir fórmulas que permitan encontrar una salida a iniciativas que la sabiduría convencional encuentra inalcanzables? Hagamos realidad lo que pa rece imposible.

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Documentos

Palabras de la señora ministra de Relaciones Exteriores, doctora Noemí Sanín de Rubio, en el acto de instalación del III Foro Colombia en la era del Pacífico

"El otro mar"

Ningún escenario mejor que esta Popayán de siempre, que esta Popayán nuestra que no pudieron destruir la naturaleza ni la adversidad para evocar cómo al relatar la conquista del Istmo de Panamá por los españoles, en su Historia general de las Indias, cuenta Francisco López de Gomara que cuando Panquiaco, hijo del cacique Comagre, vio con cuánta violencia reñían las gentes de Balboa por el reparto de los presentes de oro que generosamente les ofrecía su padre, arrojó indig-nado los preciosos objetos y dijo: "Si tanta gana de oro tenéis, que matáis a los que lo tienen, yo os mostraré una tierra donde os hartaréis de ello". Hablaba del "otro mar".

Un tiempo después, el 25 de septiembre de 1513, antes del mediodía, Balboa y los suyos con-templaban jubilosos el mar del Sur. Se abría para ellos el camino de la gloria y, tal vez, de la riqueza. Para el mundo era el primer contacto entre Europa y ese otro mar ilímite, el gran océano que Magallanes llamara Pacífico al navegar sobre sus aguas hasta el Asia y convertir así en realidad el primer sueño de Colón.

Una nueva era

Cuatrocientos setenta y nueve años más tarde, otro 25 de septiembre por curiosa coincidencia, en el marco de la IX Reunión General del Consejo de Cooperación Económica del Pacífico, PECC, celebrada en San Francisco el año pasado, se formaliza el ingreso de Colombia a dicho organismo, en calidad de miembro asociado.

Este hecho, sumado al ingreso de nuestro país en el Consejo Económico de la Cuenca del Pacífico, Pibec, habla con elocuencia de la nueva carta

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de navegación que Colombia está utilizando para adentrarse en ese mar de interminables oportuni-dades de desarrollo, integración y mesura. La participación en los dos importantes organismos crea un espacio de complementación decisivo para la internacionalización de nuestra economía. Baste decir que tan sólo el Pibec reúne a cinco mil grandes empresarios de los principales países de la región. Zona que, entre otras cosas, produce cerca del 60% de las transacciones comerciales y financieras mundiales; cuenta con las dos más grandes bolsas de valores, con los diez mayores bancos y con seis de los diez mayores puertos del mundo. Adicionalmente, representa en términos aproximados el 70% del valor económico agregado en tecnología y cerca del 80% de la robótica mundial.

Me atrevo a afirmar que esta conjunción de po-sibilidades para un país como el nuestro, en donde hace tan sólo un año existían meras expectativas sobre el tema, tiene, como lo tuvieron para Balboa sus propias circunstancias, un enorme contenido simbólico. En este caso, el ingreso definitivo de Colombia a la era del Pacífico. Una era que comenzó a principios de este siglo, de manera imperceptible para muchos en Occidente, con la industrialización del Japón, el incipiente despegar de Australia, el inusitado desarrollo de California y los avances en infraestructura portuaria en el extremo oriental de la antigua Unión Soviética.

Este tiempo adquiere resonancia particular en los años setenta y ochenta con el rápido crecimiento económico de los llamados "cuatro dragones" asiáticos (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwan), ve irrumpir a Estados Unidos y Canadá en las costas del Pacífico americano, y a Indonesia, Tailandia y Malasia en el Sudeste Asiático, como nuevos faros de desarrollo alrededor de la dilatada cuenca oceánica. Sin embargo, para Colombia, eso que hasta hace poco constituía motivo de admiración y estupor, ya no lo es más. Ya no miramos el poderoso desarrollo de estas naciones como una lejana ficción propia de aquellos silenciosos e inescrutables orientales.

Creo sinceramente que el turno de acceder a más elevados estadios de prosperidad, en este histórico desplazamiento del eje planetario del desarrollo, ha llegado ya para países como el nuestro. Y estoy segura de que Colombia se ha venido preparando de manera adecuada para sortear airosamente este desafío. No podemos hoy hablar del Lejano Oriente.

El largo camino hacia el desarrollo

Firmemente arraigada en sus convicciones de-mocráticas, nuestra patria ha construido, persistente y laboriosamente, el conjunto de sus instituciones políticas hasta alcanzar la estabilidad que hoy exhibe, como el mejor pasaporte hacia el desarrollo.

Ese esfuerzo, aunado a la claridad de objetivos en la conducción económica, ha rendido sus frutos. Durante la denominada década perdida para el desarrollo económico en América Latina, nuestro país creció alrededor del 4% en promedio anual, con un incremento real del ingreso per cápita, con niveles de inflación controlados y con un notable crecimiento y diversificación de sus exportaciones. Colombia ha sido el único país latinoamericano que no ha reestructurado su deuda externa, manteniendo un sólido acceso a flujos netos positivos de crédito. Estos logros se encuentran vinculados al modelo de modernización e internacionalización del país, y de apertura de nuestra economía, que ha venido transformando progresivamente su estructura productiva.

Con el mismo propósito se cumplieron importantes transformaciones en materia cambiaría, tributaria, financiera, laboral, en el esquema de comercio exterior y en el régimen de inversión extranjera. La integración andina, las nuevas formas de acción propiciadas por el Grupo de los Tres y las expectativas del libre comercio hemisférico otorgan un notable impulso al proceso evolutivo de la economía colombiana.

Frente al espacio pacífico

En lo que concierne directamente al Pacífico, el país mantiene amplios vínculos comerciales, di-plomáticos y de cooperación con la mayor parte de los países ribereños. Baste recordar que más del 60% del comercio exterior colombiano se realiza con países de la cuenca pacífica. Y, a través de 19 embajadas en toda la cuenca, mantenemos rela-ciones diplomáticas con 26 de los 29 países que conforman el espacio pacífico, sin contar los catorce Estados-islas del Pacífico y del Pacífico Sur. He ahí, una muestra de la clara expectativa de desarrollo que ha puesto Colombia en el área. Aunque eso no es todo. Falta destacar algo que recientemente ha venido a complementar con amplitud esa vocación: nuestro gran salto hacia el otro lado de la cuenca.

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Hasta hace unos meses nuestra presencia en esa latitud llegaba a siete sedes diplomáticas y consulares. Ahora, con la apertura de nuevas mi-siones en Malasia y Singapur, de la embajada en Nueva Zelanda y la oficina comercial en Taiwan, hemos dado un paso fundamental, tanto cuantitativo como cualitativo, para sellar nuestra entrada activa en esa pujante orilla de la cuenca del Pacífico.

Por otra parte, en el campo subregional, Colombia, Chile, Ecuador y Perú conforman la Comisión Permanente del Pacífico Sur, organismo cuyo principal objetivo es contribuir al uso adecuado de los recursos vivos y minerales de las aguas y también, desde hace poco, participar en el ámbito económico de la zona.

Esta comisión posee unos antecedentes de acción importantes, pues durante muchos años abogó ante las Naciones Unidas por una reglamentación de los derechos del mar. Gestión que, sin duda, tuvo mucho que ver con el proceso que condujo a la Convención sobre el Derecho del Mar, suscrita por más de 150 Estados.

La mención de nuestro país como partícipe activo en la elaboración de fórmulas para el uso adecuado de los recursos que ofrece el vasto océano, nos lleva necesariamente a tocar el tema del medio ambiente y el desarrollo, clave para la expansión de los países del área.

Colombia tiene una importante herramienta para su inserción en la dinámica de la cuenca: su impresionante biodiversidad. Con esa base, participa en múltiples programas y proyectos que sobre el tema desarrolla la Comisión Permanente del Pacífico Sur. Entre otros, las investigaciones sobre las pesquerías de la zona (que representan el 75 % de la pesca mundial) y sobre la contaminación del medio marino prometen resultados esclarecedores en la búsqueda de soluciones a los problemas que afectan directamente un desarrollo equilibrado en la zona.

Además, a través de la moderna Base Naval de Bahía Málaga, la armada nacional ejerce hoy una celosa soberanía sobre nuestras áreas marinas y submarinas. También, con igual denuedo, colabora en la preservación del medio marino, utilizando tecnologías avanzadas a través del Centro de Control de la Contaminación del Pacífico.

En fin, es bastante lo que puede decirse sobre nuestro franco proceso de inserción en esta "her-mandad marítima", pero como es evidente, una salida satisfactoria hacia aguas profundas re-

quiere buen puerto de arranque. De ahí que el país no sólo escrute el lejano horizonte, sino que se preocupe por lo que ofrecen sus propias costas. En ese sentido, el Plan Pacífico, cuya aprobación apenas tiene poco más de un año, ya muestra resultados tangibles en el mejoramiento de la zona. Esos resultados han sido apoyados con eficiencia por los departamentos de la región agrupados en el Corpes de Occidente.

En efecto, el mejoramiento de la red troncal na-cional, la adecuación de las carreteras que unen el interior con el litoral —en especial con Buena-ventura—, la rehabilitación de 1.600 Km. de vía fé-rrea y la transformación a fondo del sistema por-tuario, con el fin de modernizarlo y hacerlo más eficiente, constituyen la columna vertebral de la inserción colombiana en el Pacífico.

Entre 1992 y 1993 se han realizado grandes in-versiones en la zona, o están en proceso de ejecu-ción. Para el puerto de Buenaventura se han asig-nado 6.228 millones de pesos, para el muelle ma-derero 516 millones y para el puerto pesquero en Tumaco 825 millones. Las vías también recibirán un fuerte impulso. El corredor vial de Buga-Buenaventura recibirá 3.942 millones y las vías de Pasto a Tumaco obtendrán una inversión de 10.437 millones de pesos.

Incluyendo telecomunicaciones y sector eléctrico, la inversión total en infraestructura asciende a 65.583 millones. Deseo destacar también el importante paso dado en virtud del acercamiento con el Pacífico a través de la misión empresarial liderada por el Ministerio de Comercio Exterior.

El privilegio de la geografía

Queda, por último, abierto a la voluntad de futuro de los colombianos, el más preciado de nuestros recursos frente al espacio pacífico: el istmo centroamericano termina en el suelo del Chocó colombiano, a pocos kilómetros de las aguas del más occidental de los mares atlánticos, el Caribe, y precisamente allí empieza nuestro dilatado litoral de cerca de 1.300 Km. sobre las costas del Pacífico oriental.

La geografía, la historia y la cultura nos dotan, pues, de una envidiable situación para ser sitio de confluencia, de enlace y de tránsito. Precisamente este foro debe servirnos para analizar conjunta-mente, de manera abierta, todas las alternativas,

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los proyectos, las iniciativas que permitan a Co-lombia cumplir con su vocación pacífica y de punto de encuentro de las tres Américas. A lo largo de las doce conferencias previstas y a través del diálogo que se establezca podremos obtener luces sobre el camino a seguir.

Temas tan importantes como la tecnología, la protección de la biodiversidad, la integración de Colombia en la cuenca del Pacífico, el desarrollo económico y social de Occidente, las estrategias del gobierno nacional hacia la región, y las in-fraestructuras de comunicación, vías ferroviarias, fluviales y carreteras serán presentados por distinguidos panelistas, a quienes tengo el gusto de saludar y dar la bienvenida.

Precisamente, otro foro, la Comisión de Vecindad Colombo-Panameña, reunida a principios del mes pasado, sirvió para discutir el tema del tapón del Darién y proponer estudios más detallados que congregan intereses regionales, nacionales y ecológicos, como es nuestra responsabilidad. Esta Comisión aceptó con entusiasmo la propuesta colombiana de evaluar un proyecto de transporte mediante un sistema de ferry, el cual permitiría resolver temporalmente la discontinuidad de la carretera panamericana.

Entonces, no cabe duda, nuestro propósito es dinamizar la búsqueda para llegar a formulaciones más concretas, y contribuir al establecimiento de mecanismos que permitan articular estas iniciativas de futuro con las posibilidades y realidades del presente. Esa es la razón de ser de este foro que me complazco en declarar instalado desde esta resplandeciente "ciudad blanca" de Popayán, siempre presente y siempre activa en los grandes retos de la historia nacional.

El llamado de la historia

Un querido colombiano, don Marco Fidel Suárez, caracterizó en una sola frase: "Réspice Polum"

(mirar en dirección al Polo Norte), la orientación esencial de la política internacional de Colombia, a principios de siglo.

Hoy, cuando finaliza la centuria, cumplidas ya tantas fases en nuestro recorrido de nación libre y soberana, me atrevería a afirmar que los imperativos de la historia contemporánea, y el derecho de nuestro pueblo a la patria digna, próspera y amable que estamos empeñados en construir, nos llevan a adoptar una nueva consigna complementaria: "Réspice Pacificum". Que, como lo he mencionado a lo largo de esta intervención, es una mirada en serio, con resultados y sin más límites que el de hacer nuestra esa ruta que en el pasado surcaran navegantes visionarios y conquistadores alucinados. Ese es el deber para una nación como la nuestra, en cuyo suelo el civilizado occidente se torna en oriente promisorio y el profundo sur americano empieza a ser norte sin fronteras.

Me siento complacida y orgullosa al confirmar la capacidad de convocatoria que han logrado estos foros. En este tercer encuentro agradezco de manera especial a los señores conferencistas, par-lamentarios, embajadores y periodistas que hoy nos acompañan. Ya pueden darse muestras definitivas de nuestro proceso de integración con la dinámica de la cuenca y también pruebas concretas de la atención que se le está prestando internamente a nuestra área pacífica. Esto le da un alcance muy importante a esta reunión de gestores del desarrollo del país pues, además de estudiar nuevas propuestas, se podrá realizar un seguimiento de lo hecho hasta el momento en este inaplazable redescubrimiento.

Quisiera que este ánimo expuesto hasta el momento se acrecentara, y llegáramos a pensar en ese "otro mar" como seguramente lo pensó Pablo Neruda al mirarlo desde su casa en Isla Negra. Para él ese océano Pacífico era como "un pozo en cuyas aguas la noche deja sus estrellas".

Ese brillo también nos corresponde.

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Documentos

Resumen de las Recomendaciones del Diálogo Interamericano*

En nuestro informe se examinan los tres principales desafíos para el hemisferio en la década de los noventa: forjar lazos de cooperación económica regional a fin de mejorar la postura frente a la competencia mundial, proteger y fomentar el progreso democrático de la década pasada y pro-mover la justicia social y económica. Proponemos un temario de directrices comunes para los países de América y ofrecemos recomendaciones concretas que pueden transformar dicho temario en una acción conjunta y eficaz y sentar las bases de una auténtica comunidad de democracias del hemisferio occidental.

Integración económica del hemisferio occidental

El proceso ya está en marcha: durante los años ve-nideros, las naciones del hemisferio occidental tendrán la oportunidad de crear una comunidad económica que abarcará todo el continente ame-ricano y que, en el plazo de una generación, podría englobar a casi mil millones de personas. En un hemisferio económicamente integrado, cada nación podría ser más productiva y competir mejor en la economía mundial. Proponemos un programa de seis puntos para aprovechar esta oportunidad, un programa de integración económica de alcance hemisférico, completo en cuanto a su cobertura y arraigado en la justicia social y el ejercicio de la democracia.

1. Estados Unidos, México y Canadá deberían ratificar el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, cerciorándose de que este acuerdo u otros paralelos presten la debida atención al medio ambiente

* El Diálogo Interamericano es un centro independiente de análisis políticos en Washington, DC, dedicado a las relaciones interamericanas, primordialmente entre Estados Unidos y América Latina.

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y a los derechos de los trabajadores. El rechazo del Alean en esta etapa destruiría las bases de futuros acuerdos comerciales hemisféricos.

2. Los gobiernos de América Latina y el Caribe deberían intensificar sus esfuerzos para celebrar acuerdos comerciales subregionales viables, manteniendo al mismo tiempo los procesos internos de reforma económica y liberalización comercial. Estas medidas son imprescindibles para avanzar hacia la integración económica hemisférica.

3. Los integrantes del Alean deberían empezar las consultas con otros gobiernos del hemisferio a fin de establecer criterios, procedimientos y plazos para convertirlo en un acuerdo de libre comercio del hemisferio occidental. La comisión del Alean propuesta en el texto del acuerdo podría iniciar dichas consultas en nombre de los tres gobiernos. Además de ciertas condiciones económicas básicas, uno de los requisitos para incorporarse a un Alean ampliado sería un compromiso con el gobierno democrático; debería excluirse a los gobiernos autoritarios.

4. Se deberían comenzar negociaciones cuanto antes para que los países que cumplan las condiciones para el ingreso puedan incorporarse al Alean. Es probable que Chile sea el primer candidato, en vista de su situación económica, su acuerdo actual de libre comercio con México y la promesa de Estados Unidos de que será el próximo país con el cual iniciará negociaciones de este tipo.

5. Estados Unidos, México y Canadá deberían traba-jar con los países de Centroamérica y el Caribe a fin de allanar el camino para su participación en con-versaciones sobre libre comercio. Es probable que el Alean ocasione algunas pérdidas inmediatas a estos países; por consiguiente, cuanto más pronto puedan beneficiarse de una integración más amplia, tanto mejor.

6. Los gobiernos de América deberían establecer una nueva organización multilateral que oriente y coordine el progreso hacia una comunidad económica del hemisferio occidental. Las organizaciones económicas regionales existentes, como el Banco Interamericano de Desarrollo, BID; la Organización de Estados Americanos, OEA, y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, de las Naciones Unidas, deberían desempeñar una función preponderante en el nuevo órgano coordinador, junto con las empresas privadas, los sindicatos y otras organizaciones no gubernamentales, ONG.

La defensa colectiva de la democracia

Existe un movimiento, todavía incipiente pero claro y creciente, hacia la formación de una comunidad de democracias del hemisferio occidental. Casi todos los países de América tienen ahora gobernantes civiles elegidos por el pueblo. Ha surgido una red democrática de instituciones que fomentan la participación popular, de la cual forman parte partidos políticos, grupos de defensa de los derechos humanos, sindicatos, asociaciones profesionales y empresariales, medios de comunicación, organizaciones femeninas y grupos de defensa del medio ambiente. Las naciones del hemisferio se han comprometido colectivamente a promover la democracia y a actuar en forma conjunta a fin de defenderla en los casos en que se vea amenazada o violada. La democracia en cada país americano se ha convertido en motivo de preocupación para todos.

Así mismo, para mantener y profundizar esta marcha hacia la comunidad democrática es necesario hacer frente a dos desafíos fundamentales. Primero, es necesario lograr que las instituciones democráticas de América, tanto públicas como privadas, sean más eficaces, estén más listas para responder a las situaciones que se presenten y se mantengan más abiertas a la participación popular. Segundo, las naciones del hemisferio deberían reforzar su resolución y su capacidad para responder a las interrupciones del orden constitucional.

Proponemos una estrategia de nueve puntos para que la comunidad interamericana haga frente a esos desafíos:

1. Las naciones del hemisferio deben promover activa mente la solución negociada de los conflictos guerrilleros que todavía existen en América Latina con miras a poner fin a la violencia y ala represión que socavan las instituciones y los valores democráticos. Deben trabajar también para acabar con los abusos de los derechos humanos, llevando a la práctica enérgicamente las conclusiones y recomendaciones de organizaciones no gubernamentales oficiales y creíbles dedicadas a la defensa de los derechos humanos.

2. Los gobiernos hemisféricos deberían encarar desde una nueva perspectiva la misión, el tamaño, las armas y el costo de sus fuerzas armadas, a fin de so-meterlas a un firme control civil. Debería capacitarse a civiles para que manejen la política de seguridad, y debería instarse a organismos internacionales a que vigilen el gasto militar.

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3. La comunidad interamericana debería fortalecer las instituciones básicas de la democracia en cada país. En los casos en que las elecciones nacionales se vean en peligro debido al fraude o la violencia debería presionarse a los gobiernos para que acepten observadores internacionales. Debería brindarse asistencia no partidista para fortalecer las legislaturas y los sistemas judiciales, y proporcionar ayuda a las organizaciones no gubernamentales, que expresan las reivindicaciones de ciudadanos.

4. Cada país debería realizar un esfuerzo sostenido, en forma tanto individual como colectiva, para reducir las marcadas desigualdades y la pobreza generaliza da que exacerban otras amenazas al gobierno democrático.

5. La comunidad interamericana debería responder rápidamente a las interrupciones del proceso demo-crático, conforme a las resoluciones adoptadas por la OEA en Santiago. Todas las naciones del hemisferio deberían condenar enérgicamente la usurpación ilegal del poder y trabajar colectivamente para restablecer el proceso democrático.

6. Se debería fortalecer la capacidad de la OEA para desempeñar una función de liderazgo en situaciones de interrupción del proceso democrático. Es nece-sario ampliar la nueva Unidad para la Democracia, de la OEA, y dotarla de mayores recursos. La Unidad debería cooperar estrechamente con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y con muchas otras organizaciones pertinentes, públicas o privadas, multilaterales o nacionales, regionales o subregionales.

7. La comunidad interamericana no debería tratar de imponer una solución preestablecida después de una interrupción del proceso democrático. En algunos casos, una acción decisiva bien podría revertir una toma ilegal del poder. Sin embargo, si un vuelco rápido parece improbable, los esfuerzos interamericanos deberían dirigirse a fomentar las negociaciones entre las fuerzas nacionales contrarias a fin de restablecer el orden constitucional. En situaciones en las cuales el orden interno esté amenazado o donde la represión se haya generalizado, la OEA debería presionar a las autoridades para que permitan el establecimiento de una misión civil importante en el país con el fin de facilitar el restablecimiento de la democracia.

8. Si un gobierno ilegalmente constituido se niega a entablar negociaciones para restablecer el orden de-

mocrático y rechaza una misión civil, la comunidad interamericana debería considerar la posibilidad de aplicar sanciones más severas. Sin embargo, la se-lección, la secuencia y la intensificación de las sanciones no deberían ser automáticas, sino que habrían de basarse en las circunstancias de cada caso. Deberían estar encaminadas a la consecución de objetivos políticos específicos y respaldadas por el consenso de los miembros de la OEA.

9. El principal objetivo de la acción hemisférica colectiva debe ser restablecer el proceso democrático cuanto antes. Por más desagradable que sea, quizá se necesite una fórmula conciliatoria que tenga en cuenta por lo menos algunas de las exigencias de los usurpadores del poder.

Los problemas de pobreza y la desigualdad

La lucha contra la falta de equidad socioeconómica es el desafío más difícil para los países de América en la actualidad. La extrema pobreza y las profundas desigualdades en materia de ingresos ponen en peligro el progreso realizado en la consolidación de la democracia, la reanudación del crecimiento económico y el avance hacia la integración económica del hemisferio. Para que la democracia perdure debe arraigarse en la justicia social. Una de las condiciones para tener una economía pujante es que todos los sectores de la población trabajen en forma productiva.

Una auténtica comunidad del hemisferio occidental podrá concretarse sólo sobre la base de co-munidades nacionales firmes, en las cuales todos los ciudadanos participen en la vida política y disfruten los beneficios del progreso económico. El desafío para América es construir un futuro que todos sus habitantes compartan.

Proponemos siete medidas para hacer frente a este desafío:

1. Los países de América deberían dar tanta prioridad al alivio de la pobreza y ala reducción de las desi-gualdades como a la promoción del crecimiento. Ambas metas son paralelas.

2. Todos los gobiernos deben mantener una política macroeconómica sensata y orientada hacia el creci-miento. El gasto público debe mantenerse a la par de los ingresos tributarios y debe controlarse la inflación. La inflación alta y el crecimiento bajo, que deprimen los salarios, destruyen fuentes de trabajo y obligan a reducir el

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gasto social, socavan invariablemente las iniciativas para combatir la pobreza.

3. Las estrategias para combatir la pobreza deberían hacer hincapié en los esfuerzos para aumentar la productividad de los pobres, especialmente de las mujeres. Lo que se necesita es aumentar las inversiones en salud, educación y otros programas que mejoren los conocimientos especializados y los recursos de capital de los grupos de bajos ingresos. Estas inversiones en capital humano sacan permanentemente a individuos y familias de la pobreza, reducen las desigualdades en materia de oportunidades e ingresos y contribuyen al crecimiento nacional.

4. Los programas de transferencias de ingresos deberían dirigirse a los grupos más necesitados y vulnerables de la población. Al orientar estos programas a destinatarios específicos puede aumentarse la asistencia a los sectores muy pobres, reduciendo al mismo tiempo el costo para el gobierno.

5. Los gobiernos deben mejorar la calidad de los programas para los pobres. Los gobiernos locales, los grupos comunitarios, las empresas privadas y las asociaciones profesionales deberían participar activamente en la planificación y gestión de los servicios sociales. Debería hacerse todo lo posible para aprovechar las oportunidades de colaboración entre los sectores público y privado.

6. Los programas para reducir la pobreza y las desigualdades tienen que ser compatibles con la estabilidad macroeconómica; por tanto, deberían finan ciarse con una combinación de un aumento de impuestos, la reasignación de gastos existentes y

ayuda externa. Por encima de todo, para ofrecer nuevas oportunidades a los pobres es necesario que los sectores más adinerados paguen sus impuestos.

7. Las organizaciones externas deberían colocar pre-siones financieras, intelectuales y políticas tras los programas nacionales para combatir la pobreza. El Banco Mundial y el BID deberían asignar por lo menos un tercio de los préstamos destinados a América Latina a actividades para reducir la pobreza. Estas instituciones, así como otras or-ganizaciones de asistencia para el desarrollo más pequeñas y ONG, deberían prestar atención prioritaria a la pobreza y la desigualdad sistemáticamente, no sólo gastando fondos o imponiendo condiciones a los préstamos, sino también mediante programas de investigación y publicaciones, discursos de sus funcionarios y comunicaciones privadas persistentes con los líderes políticos y económicos mundiales. Además, los organismos internacionales deberían cooperar en el establecimiento de un sistema de recopilación y análisis de datos con los cuales se puedan preparar informes sobre el progreso realizado por cada nación en cuanto a la reducción de la pobreza y las desigualdades.

Creemos que las naciones de América tienen una oportunidad sin precedentes para construir colectivamente su futuro común. Se tardará varios años, pero ya se ha dado un primer paso importante hacia la formación de una comunidad política y económica en el hemisferio. Ahora hay que seguir adelante y profundizar el progreso, para beneficio de todos los americanos.

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CEI Centro de Estudios Internacionales

Universidad de los Andes

Publicaciones periódicas

Números del 3 en adelante Contenidos

No. 3 JULIO-SEPTIEMBRE 1988

Editorial Sección Política Exterior de Colombia La política exterior de la administración Barco 1986-1988. Alfredo Vázquez Carrizosa Sección Relaciones Económicas Internacionales Una estrategia de erradicación conjunta de la pobreza y el problema de la deuda externa Óscar Landerretche G. Sección Política Mundial Colombia y el sector empresarial ante la evolución de la Economía Internacional: Un debate introductoria Mauricio Reina E. Sección Documentos - Colombia y su compromiso contra el tráfico de drogas - Drogas: Una tragedia compartida

No. 4 OCTUBRE-DICIEMBRE 1988

Editorial Sección Política Exterior de Colombia La ley antinarcóticos de 1988 en Estados Unidos y su impacto para Colombia. Bruce Michael bagley Sección Relaciones Económicas Internacionales Colombia ante las enmiendas a la Ley de Comercio Exterior de los Estados Unidos Ana Mercedes Botero Sección Política Mundial La victoria electoral de Bush: Preludio a un ascendente conflicto político. Gary Hoskin Sección Documentos - La concertación: Un instrumento para

la profundización de la democracia - Declaración de Uruguay

No. 5 ENERO-MARZO 1989

Sección Política Exterior de Colombia La proclamación del Estado Palestino y sus implicaciones en las Relaciones Internacionales de Colombia. Juan Luis Ramírez Sección Relaciones Económicas Internacionales El "paquetazo" venezolano y la frontera colombiana. Cristina Barrera Sección Política Mundial Hacia una economía continental: El Pacto de Libre Comercio Canadá-Estados Unidos. William Cárter Sección Documentos - La Nueva Política Exterior.

Autonomía, pragmatismo y realismo - Colombia seguirá luchando por la paz - Texto de la Declaración Barco-Pérez - Calificaciones otorgadas a la administración.

Una política equivocada: La "guerra" de los EE. UU. contra la producción de narcóticos en los Andes

No. 6 ABRIL-JUNIO 1989

Sección Política Exterior de Colombia Derecho Internacional y conflicto interno: Colombia y el derecho de los conflictos armados Alejandro Valencia Villa Sección Relaciones Económicas Internacionales La apertura comercial en Colombia: Entre la crisis y la oportunidad Mauricio Reina Sección Política Mundial La administración Bush y América Latina: Una perspectiva desde Colombia Ana Mercedes Botero y Juan Gabriel Tokatlian Sección Documentos - El narcotráfico y la violencia: Una

amenaza mortal a la democracia - Los países industrializados tienen una

deuda ecológica con la humanidad - Una estrategia para América Latina en

los 90. Informe Santa Fe II

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No. 7 JULIO-SEPTIEMBRE 1989

Sección Política Exterior de Colombia Colombia ante la Convención de Viena: ¿Laberinto jurídico o encrucijada política? Ana Mercedes Botero Sección Relaciones Económicas Internacionales Las relaciones económicas de Colombia con la Comunidad Económica Europea (1978-1988) José Luis Ramírez León Sección Política Mundial Drogas y Relaciones América Latina-Estados Unidos: Reflexiones críticas Juan Gabriel Tokatlian Sección Documentos - Política exterior para una Colombia Nueva - Conferencia de las Naciones Unidas para la

aprobación de una convención contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas

No. 8 OCTUBRE-DICIEMBRE 1989

Sección Política Exterior de Colombia El nuevo rumbo de las relaciones colombo-venezolanas en 1989: Una aproximación Liliana Obregón y Cario Nasi Sección Relaciones Económicas Internacionales Economía Política y Estrategia Antidrogas: ¿Un esfuerzo fallido? Mauricio Reina Sección Política Mundial Política Internacional de Colombia en el contexto de la Cuenca del Pacífico Pío García Parra Sección Documentos - Declaración sobre el trabajo cumplido por las

Comisiones Nacionales de Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolanas Reunión de los presidentes de Colombia, Virgilio Barco, y de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, en el Puente Internacional "General Francisco de Paula Santander", 5 de octubre de 1989

- Discurso del presidente Virgilio Barco a la 44 Asamblea de las Naciones Unidas

No. 9 ENERO-MARZO 1990

Sección Política Exterior de Colombia La administración Barco y los No Alineados Diego Cardona Cardona Sección Relaciones Económicas Internacionales Una década perdida para América Latina Eduardo Sarmiento Palacio Sección Política Mundial Panamá: Crisis, invasión y la nueva era de hegemonía norteamericana Cario Nasi L.

Sección Documentos - Documento para el temario preliminar

ampliado de la Cumbre de Cartagena - Declaración de Cartagena

No. 10 ABRIL-JUNIO 1990

Sección Política Exterior de Colombia Entrevista con el canciller Julio Londoño Paredes Política exterior colombiana 1962-1966: anticomunismo, multilateralismo e integración fronteriza Nelsy Julieta Lizarazo C. Sección Política Mundial Nicaragua: Triunfo de la democracia o de la guerra de baja intensidad. José Luis Ramírez León, Alejandro Valencia Villa Sección Documentos - Palabras del Señor Presidente de la República, Virgilio

Barco, ante el Parlamento Europeo - Protocolo de Managua sobre el desarme

No. 11 JULIO-SEPTIEMBRE 1990

Sección Política Exterior de Colombia Algunas características de la política exterior colombiana: Notas para la discusión Diego Cardona C. Sección Relaciones Económicas Internacionales La Comunidad Europea: Una estrategia comercial realista Marta Osorio Sección Política Mundial El nuevo orden alemán Rubén Sánchez D. Sección Documentos - Discurso de posesión del presidente de la

República de Colombia, César Gaviria Trujillo - Discurso del presidente de la República,

César Gaviria Trujillo, ante la ONU

No. 12 OCTUBRE-DICIEMBRE 1990

Sección Política Exterior de Colombia La política exterior del presidente César Gaviria Trujillo Rodrigo Pardo Sección Relaciones Económicas Internacionales El Pacto Andino: Hacia un nuevo modelo de integración Alfredo Fuentes Hernández, María Mercedes de Martínez Sección Política Mundial La crisis del Golfo Pérsico: Apuntes para la discusión José Luis Ramírez León 17

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Sección Documentos - Discurso del ministro de Relaciones

Exteriores, Luis Fernando Jaramillo Correa, con motivo de la clausura del Octavo Congreso de la Asociación Nacional de Exportadores, Analdex

- Ayuda Memoria. Conclusiones de la Primera Reunión de la Comisión Bilateral Colombo- Americana sobre Comercio e Inversión

No. 13 ENERO-MARZO 1991

Sección Política Exterior de Colombia Dos dimensiones de la política exterior colombiana: Apertura e integración Martha Osorio y Cario Nasi Sección Relaciones Económicas Internacionales Coyuntura cafetera Cristina Lanceta Sección Política Mundial El sistema mundial en los noventas Diego Cardona y Juan Tokatlian Sección Temas Globales La protección del derecho de los conflictos armados a propósito de la Guerra del Golfo Pérsico Alejandro Valencia Sección Documentos - Palabras del presidente César Gaviria

luego de la reunión con el presidente George Bush - Palabras del presidente George Bush luego del

encuentro con el presidente César Gaviria - Informe de avance sobre el trabajo de las Comisiones

Nacionales de Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolanos

No. 14 ABRIL-JUNIO 1991

Sección Política Exterior de Colombia Los desafíos de la política internacional colombiana en los noventa Diego Cardona y Juan Tokatlian Sección Relaciones Económicas Internacionales Washington era una fiesta: ¿Tiene Estados Unidos el mundo a sus pies? Mauricio Reina Sección Política Mundial Argentina y Estados Unidos: La política del jugo de limón Roberto Russell Sección Temas Globales Integración en América Latina: ¿Qué modelo? Patti Londoño jaramillo Sección Documentos - Normas de la nueva Constitución de Colombia

referidas a las relaciones internacionales del país - VIII Reunión de Cancilleres del mecanismo

permanente de consulta y concertación política - Grupo de Rio-

No. 15 JULIO-SEPTIEMBRE 1991

Sección Política Exterior de Colombia La política amazónica de Colombia María del Rosario García F. Sección Relaciones Económicas Internacionales Alemania: ¿Cuánto cuesta la Unidad? Joachim Knoop Sección Política Mundial Relaciones entre el Grupo de Rio y la Comunidad Europea Fernando Casas Castañeda Sección Temas Globales Teoría de las relaciones internacionales como discurso político: El caso de la guerra de las drogas Adrián Bonilla Sección Documentos - Discurso del ministro de Relaciones Exteriores

de Colombia, doctor Luis Fernando Jaramillo, ante la ONU

- Palabras del viceministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Rodrigo Pardo, en la X Reunión Ministerial del Movimiento de Países No Alineados

No. 16 OCTUBRE-DICIEMBRE 1991

Sección Política Exterior de Colombia La Iniciativa para las Américas un año después: El caso de Colombia Mauricio Reina Sección Relaciones Económicas Internacionales El mercado de armas en el período de la posguerra fría y los estados menos desarrollados Frederic S. Pearson Sección Política Mundial Europa en los años noventa y sus relaciones con América Latina Luis Alberto Restrepo Sección Temas Globales Hacia una teoría del Estado Democrático en América Latina Arlene B. Tíckner y Óscar Mejía Q. Sección Documentos - Bibliografía Colombiana de Estudios

Internacionales Diego Cardona

- Declaración de Guadalajara

No. 17 ENERO-MARZO 1992

Sección Política Exterior de Colombia El Grupo de los Tres: Una lectura política Diego Cardona C.

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Sección Relaciones Económicas Internacionales La Ronda Uruguay y la agricultura: Crónica de un conflicto anunciado Martha Ximena Osorio Sección Política Mundial Tecnología y desarrollo en Latinoamérica: Algunas observaciones apropiadas para una economía abierta Rafael Bautista Sección Temas Globales La integración del bloque norteamericano Martha Ardila y Germán Dobry Sección Documentos - Cumbre de drogas en San Antonio, 1992 - Relaciones exteriores: Estatuto orgánico

del servicio exterior y de la carrera diplomática y consular

No. 18 ABRIL-JUNIO 1992

Sección Política Exterior de Colombia Glifosato y política: ¿razones internas o presiones externas? Juan Gabriel Tokatlian Sección Relaciones Económicas Internacionales Los medios de pago en el proceso de integración latinoamericana: su evolución y perspectivas Gustaw García Sección Política Mundial La protección del medio ambiente y el derecho al desarrollo Rubén Sánchez David Sección Temas Globales La crisis cubana: un análisis desde La Habana Luís Suárez Salazar Sección Documentos - Intervención de la señora ministra de relaciones

exteriores de Colombia en la XII Asamblea General de la Organización de los Estados americanos33

- Compromiso de Santiago con la democracia y con la renovación del sistema interamericano

No. 19 JULIO-SEPTIEMBRE 1992

Sección Política Exterior de Colombia El primer bienio de la administración Gaviria: algunas reflexiones sobre su política exterior Diego Cardona C. Sección Relaciones Económicas Internacionales Relaciones económicas entre Colombia y Estados Unidos. La búsqueda de autonomía (1982-1992) Chris J. Goncalves Andrés Soto V. Sección Política Mundial México en la ONU y la OEA: el difícil equilibrio entre el cambio de modelo de desarrollo económico y el

mantenimiento del discurso y las políticas tradicionales Ricardo Macouzet Noriega Sección Temas Globales Rio como acto masivo de educación y movilización planetaria Manuel Rodríguez Becerra Sección Documentos Colombia y Venezuela: La creación de un universo Noemí Sanín de Rubio

No. 20 OCTUBRE-DICIEMBRE 1992

Sección Política Exterior de Colombia La OEA, la democracia y Haití. La mutua agenda de la organización regional José Luis Ramírez León Sección Relaciones Económicas Internacionales Economía y drogas Iban de Rementería Sección Política Mundial La política exterior de Marruecos Mohammed Ayachi Sección Temas Globales Inseguridad: la condición humana Sir Crispin Tickell Sección Documentos - Tratado General de Cooperación

y Amistad entre la República de Colombia y el Reino de España

- Acuerdo económico entre el Reino de España y la República de Colombia, integrante del Tratado General de Cooperación y Amistad

No. 21 ENERO-MARZO 1993

Sección Política Exterior de Colombia El desafío de la amapola en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos Juan Gabriel Tokatlian Sección Relaciones Económicas Internacionales Las relaciones comerciales entre Colombia y Estados Unidos: visión retrospectiva y situación actual Eduardo Muñoz Gómez Sección Política Mundial Cooperación internacional y recursos humanos: el caso de Colombia María del Rosario García y Mary Figueroa Sección Temas Globales La encrucijada teórica actual: algunas reflexiones en tornoal caso de la disciplina de las relaciones internacionales Cario NasiL Sección Documentos - Conferencia de Cooperación Económica

del Pacífico, PECC

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