Cortina Adela Critica y Utopia Proc

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  • 7/26/2019 Cortina Adela Critica y Utopia Proc

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    AUTORES:

    1. QUE ES FILOSOFIA?

    EL HOMBRE Y SU MUNDOManuel Maceiras2. LA SABIDURIA ORIENTAL:

    TAOISMO BUDISMOCONFUCIANISMOToms Gracia Ibars

    3. MITOLOGIA Y FILOSOFIA:LOS PRESOCRATICOSAngel J. Cappelletti

    4. DE LOS SOFISTAS A PLATON:POLITICA Y PENSAMIENTOToms Calvo

    5. ARISTOTELES: SABIDURIAY FELICIDAD

    Jos Montoya y Jess Conill6. LA FILOSOFIA HELENISTICA:ETICAS Y SISTEMASCarlos Garca Gual

    7. LA CULTURA CRISTIANAY SAN AGUSTINJ. A. Garca-Junceda

    8. EL PENSAMIENTOHISPANOARABE: AVERROESR. Ramn Guerrero

    9. TOMAS DE AQUINO:RAZON Y FEJess Garca Lpez

    10. DE OCKHAM A NEWTON:LA REVOLUCION DELPENSAMIENTO CIENTIFICOCarlos Mnguez

    11. EL RENACIMIENTO:HUMANISMO Y SOCIEDADE. Garca Estbanez

    12. EL RACIONALISMO Y LOSPROBLEMAS DEL METODOJavier de Lorenzo

    13. EMPIRISMO E ILUSTRACIONINGLESA: DE HOBBES A HUMEJ. C. Garca-Borrn Moral

    14. LA ILUSTRACION FRANCESA.ENTRE VOLTAIREY ROUSSEAUArsenio Ginzo15. KANT O LA EXIGENCIA DIVINADE UNA RAZON MUNDANAMercedes Torrevejano

    16. HEGEL, FILOSOFOROMANTICOCarlos Daz

    17. DEL SOCIALISMO UTOPICOAL ANARQUISMOFlix Garca Moriyn

    18. MARX Y ENGELS:EL MARXISMO GENUINORafael Jerez Mir

    19. COMTE: POSITIVISMO

    Y REVOLUCIONDalmacio Negro Pavn20. EL EVOLUCIONISMO: DE

    DARWIN A LA SOCIOBIOLOGIARafael Grasa Hernndez

    21. SCHOPENHAUERY KIERKEGAARD:SENTIMIENTO Y PASION

    Manuel Maceiras Fafin22. EL PENSAMIENTODE NIETZSCHELuis Jimnez Moreno

    23. FREUD Y JUNG:EXPLORADORES DELINCONSCIENTEAntonio Vzquez Fernndez

    24. EL KRAUSISMO Y LAINSTITUCION LIBREDE ENSEANZAA. Jimnez Garca

    25. UNAMUNO, FILOSOFODE ENCRUCIJADA

    Manuel Padilla Novoa26. ORTEGA Y LA CULTURAESPAOLAP. J. Chamizo Domnguez

    27. HUSSERL Y LA CRISISDE LA RAZONIsidro Gmez Romero

    28. LOS EXIETENCIALISMOS:CLAVES PARA SUCOMPRENSIONPedro Fontn Jubero

    29. MARCUSE, FROMM, REICH:EL FREUDOMARXISMOJos Taberner Guaspy Catalina Rojas Moreno

    30. UN HUMANISMO DELSIGLO XX: EL PERSONALISMOA. Domingo Moratalla

    31. LA PSICOLOGIA HOY:ORGANISMOS O MAQUINAS?Pilar Lacasay Concepcin Prez Lpez

    32. EL ESTRUCTURALISMO:DE LEVI-STRAUSS A DERRIDAAntonio Bolvar Bota

    33. FILOSOFIA Y ANALISISDEL LENGUAJEJ. J. Acero Fernndez

    34. CRITICA Y UTOPIA:LA ESCUELA DE FRANKFURTAdela Cortina

    35. LA CIENCIACONTEMPORANEA Y SUSIMPLICACIONES FILOSOFICASA. Prez de Laborda

    36. LA ULTIMA FILOSOFIAESPAOLA: UNA CRISISCRITICAMENTE EXPUESTACarlos Daz

    COORDINADORES:

    Carlos DazManuel Maceiras FafinManuel Padilla NovoaDIRECCION EDITORIALJos Rioja Gmez

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    SERIE

    HISTORIA D I LA FILOSOFIA

    34 ii8 S

    CRITICA Y UTOPIA:LA 1SCUELA D I FRANCFORT

    ADELA CORTINA ORTSProfesora titular de Filosofa del Derecho Moral

    y Poltico en la Universidad de Valencia

    PROLOGO DEJAVIER MUGUERZA

    Catedrtico de Etica y Sociologade la Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid)

    cnC l

    EDITORIAL / f f 2 .CINCEL 4

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    Primera reimpresin: octubre 1986Segunda reimpresin: febrero 1992

    Cubierta: Javier del Olmo

    1985. Adela Cortina OrtsEDITORIAL CINCEL, S. A.Martn de los Heros, 57. 28008 Madrid.

    ISBN: 84-7046-418-3

    Depsito legal: M. 3.982-1992Compuesto en Fernndez Ciudad, S. L.Impreso en Grficas Iris, S. A.Lrida, 41. 28020 MadridImpreso en Espaa - Printed in Spain

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    3. La evolucin de la teora crtica ..................... 61

    3.1. Po r una crtica de la economa poltica ... 61

    3.2. La dialctica de la Ilu st ra c i n ................... 64

    3.3. Un paradigma agotado?..........................

    673.4. Un nuevo fundam ento normativo para la

    teora cr t ic a ................................................... 72

    4. . Crtica de la razn instrumental........................ 79

    4.1. Max Weber: racionalizacin y desencanta-miento .............................................................. 81

    4.2. Dos conceptos de razn enfrentados? ... 854.3. El triunfo de la razn ins tru m en ta l ........ 88

    4.3.1. La teora de la re if ic aci n .............. 90

    4.3.2. Es posible una razn instrumentaly ecolgica? ... .................................... 93

    4.3.3. El ocaso del individuo ... .............. 96

    4.3.4. Una democracia desa rra ig ada ........ 97

    5. La razn humana no es neutral......................

    99

    5.1. Ciencia y tcnica como ideologa ... ... 99

    5.2. Ciencia pacificadora versus ciencia domi-nadora ......................................................... ... 103

    5.3. La polmica con el positivismo .............. 1065.4. De la teo ra del conocimiento a la teora

    de la ciencia .................................................. 111

    5.5. Los intereses del conocimiento...............

    115

    6. De la utopa del trabajo a la utopa de la comunicacin ............. 120

    6.1. La Crtica del programa de G oth a ........ 1206.2. La utopa del tr a b a jo ................................... 122

    6.3. Los lmites del estado social .................... 123

    6.4. Trabajo e interaccin ................................. 126

    6.5. Accin comunicativa y accin instru -mental .............................................................. 128

    6.6. Sistema y mundo de la v id a .................... 134

    6

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    1417. Ms all del idealismo asctico: Logos y Eros.

    7.1. Materialismo y m o ra l ......................................... 142

    7.2. La piedad como crtica de la r a z n........

    1477.3. Ms all del idealismo asctico y del he-

    donismo sensible .......................................... 148

    8. Eticidad y moralidad. De la tica material a lanorma formal....................................................... 152

    8.1. El retorno al formalismo kan tian o ......... 152

    8.2. La pragmtica u n ive rsa l..............................

    1578.3. La tica del d isc u rs o ........ ......................... 163

    8.3.1. Universalizacin como procedi-miento .................................................. 165

    8.3.2. Una prueba ad a b su rd u m.............. 1688.4. La teora de la evolucin so c ia l.................. 1708.5. Utopa p o sitiv a? .......................................... 175

    9. Una razn ntegramente humana .................... 178

    Apndice..................................................................... 185

    1. Texto co m en tado ........................................ ... 1862. Textos y cuestiones para su anlisis ... ... 195

    Glosario............... 200

    Bibliografa................................................................. 204

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    rutinaria o menos comprometida con las propias opiniones filosficas del historiador de turno. Procedamos,por tanto, a discutirla, lo que vendra a ser tanto comodiscutir sobre el actual papel de Habermas dentro dela constelacin de ideas generada por la Escuela deFrancfort a lo largo de ms de medio siglo.

    Por echar mano a esos efectos del ttulo del presentelibro, cunto de crtica y cunto de utopa cuntodel criticismo de Adorno y Horkheimer, cunto delutopismo de Marcuse sobrevive an en el empeohabermasiano, harto ms sobrio y constructivo, de darrespuesta sistemtica a las cuestiones abiertas po'r sus

    predecesores?Para algn obervador adverso a Habermas, la haza

    a de ste habra consistido mayormente en asfixiaral pensamiento vivo de los clsicos de la Escuela bajoel pesado manto de la filosofa acadmica. Para unobservador mejor dispuesto, cuya descripcin de loshechos acaso se aproxime a la autoimagen del mismo

    Habermas, su pensamiento rebasara ampliamente dichos mrgenes escolsticos, por lo que sera improcedente reducirlo a la condicin de un epgono de aqullos. En cuanto a Adela Cortina, no vacila en realzar laoriginalidad de la aportacin habermasiana y estimamuy positivamente su envergadura filosfica, pero insiste a la vez en subrayar su fundamental continuidadcon la obra de los representantes de la primera generacin de pensadores francfortianos.

    Si lo quisiramos resumir en dos palabras, cabradecir que con Horkheimer estrechamente asociadoa Adorno y seguido a mayor distancia, y hasta a vecesen otra-onda, por Marcuse se inaugura el phylum delque procede y en que se inscribe Habermas, a quien eneste libro se da en considerar tambin como el tlosde su desenvolvimiento ideolgico. Semejante visincontinuista no excluye, desde luego, las rupturas, sinlas que nunca son posibles las innovaciones. He aquuna muestra ciertamente importante de lo uno y de lootro: con Habermas, la teora crtica romper conel paradigma de la filosofa de la conciencia y, por ende, con l modelo terico y prctico de la relacin su-

    ' jeto-objeto, que pasar a ser sustituidodentro ahoradel paradigma de la filosofa del lenguaje por un modelo en que las relaciones de conocimiento y accinson concebidas como relaciones entre sujetos; y elloacabar dando pie a una transformacin del pensamiento utpico que lo enderece a interesarse por la

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    utopa de la comunicacin. En este punto viene a cuento mencionar, entre otras, la influencia de Apel. Yquizs sea en el tratamiento hbermasiano del proble-ma de la racionalidad donde mejor quepa apreciar la

    ltima significacin de todos esos cambios.Como. Thomas McCar.thy nos recuerda, la historia to

    da de la Escuela de Francfort se deja vertebrar al hilode la reaccin de sus diversos miembros frente a launilateral hegemona de la racionalidad ideolgica(Zweckrationalitat), cuyo auge caracterizaba para MaxWeber a la modernidad4. Por racionalidad ideolgica,a la que sra ms apropiado calificar de mesolgica,se entiende aquel uso de la razn en el que sta se aplica a la determinacin de los medios ms eficaces parala consecucin de los fines perseguidos por un agentedado. En cuanto tal, se halla bien lejos' de constituir uninvento de Weber. De hecho, ste se limit a registrarsu progresiva implantacin en la vida social modernahasta llegar a gobernaren conexin estrecha con lainstitucionalizacin del desarrollo cientfico y tcnicoreas cada vez ms extensas de la misma, como la acti

    vidad econmica o la organizacin burocrtica de lasociedad, con la consiguiente secularizacin de las concepciones religiosas del mundo, antao encargadas deorientar la vida del hombre. Lo que es ms, el procesode expansin de ese tipo de racionalidadque Weberbautizara con el nombre de proceso de racionalizacin no dej de despertar en l sentimientos encontrados. Por un lado, dicho proceso de racionalizacinhabra contribuido a liberar al pensamiento humano de

    buen nmero de supersticiones, prejuicios y errorescon que la religin lo atenazaba. Pero, por otro, la confianza ilustrada en que semejante progreso en el ordendel conocimiento llevase aparejado un progreso moralacabara revelndose ilusoria en un mundo cuyo desencantamiento religioso comportaba, en definitiva, unvaco de sentido y al que el triunfo de la raznbajola forma del dominio impersonal de las fuerzas econmicas y de la burocracia converta en una jaula de

    hierro. Weber tom absolutamente en serio, desde luego, la advertencia de Nietzsche sobre el advenimientodel nihilismo como la lgica conclusin de las grandesideas y valores de la humanidad. Y, por lo que a stosse refiere, se mostr convencido de que la muerte del

    Dios nico junto a la incapacidad de la racionalidadteleolgica, o racionalidad de los fines que son medios con vistas a la consecucin de otros fines, para

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    hacerse cargo de nuestros fines ltimos o valoresinstauraba un nuevo politesmo en que el enfrentamiento de los dioses, o acaso los demonios, habra deconfiarse al azar o al destino, pero escapara en cual-

    . quier caso al gobierno de la razn. Lo que, por cierto,entraa una expresiva proclamacin de escepticismoacerca de las posibilidades de una problemtica racionalidad valorativa (W ertrationalit t)5, o cualquier sucedneo suyo, que aspirase a terciar en nuestros con

    flictos de valores en lugar de dejarlos entregados a lairracionalidad pura y simple.

    Pero si se descarta la intervencin de la razn enaquel tipo de conflictos, que son en ltima instancia

    conflictos de intereses o se hallan cuando menos invariablemente asociados a ellos, su resolucin se convierteen un asunto de fuerza en que la discusin ha de cederel paso a la desnuda imposicin autoritaria del poder.Y es muy probable que haya sido este aspecto de ladescripcin weberiana del proceso de racionalizacin

    y consiguiente modernizacin de la sociedaddondela diagnosis no ha de ser confundida en ningn casocon una profesin de fe irracionalista, pues un diagnstico es perfectamente compatible con la pesadumbreante el mal diagnosticado l que ms acuciantementeha suscitado la respuesta de la Escuela de Francfort6.Si bien, con una ambigedad de sentimientos comparable a la del propio Weber, el juicio de los antiguos

    francfortianos acerca de la Ilustracin ha incorporadoen ocasiones registros antimodernos e incluso premodernos que, para incrementar la confusin, alguienacaso se inclinara a tildar hoy de postmodernos: suracionalismo, en efecto, ha solido oscilar entre la aceptacin sin reservas del diagnstico weberiano, lo queconduce a dar por buenocomo en el caso de Adorno

    y Horkheimer el eclipse de la razn en nuestro tiempo, o el rechazo total de aquel diagnstico, acompaadocomo en el caso de Marcuse de la propuesta de alternativas racionalizadoras de racionalidad ms biendudosa. Muy distinto es el caso de Habermas, para

    quien el trnsito a la postmodernidadque habra depasar por la consumacin del proyecto de la modernidad y no por su abandono implica la asuncin del

    proceso de racionalizacin web enanamente entendido,pero incluyndolo en el marco de un proceso ms vastoque en lo esencial coincidira con la realizacin sin mutilaciones del programa de la razn ilustrada7. Con ellose halla en situacin de hacer justicia a Weber, pues re-

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    conoce la validez parcial de su diagnstico, mas no necesita quedarse en l, lo que le lleva a sostener la posibilidad de trascenderlo sobre la base de una nocin msamplia de racionalidad que la que lo sustenta.

    En su exposicin, Adela Cortina procede a researcon algn pormenor los desesperados intentos francfor-tianos por salvaguardar la armona entre dos usos dela raznque podramos llamar, para entendernos, suuso cientfico-tcnico y su uso moral, usos de la ra

    zn que la Ilustracin tenda a concebir como complementarios, pese a su mutua irreductibilidad, y que susherederos positivistas y romnticos acabaran concibiendo, como irreductiblemente contrapuestos. Habrque declarar irracionales a la ciencia y la tcnica porsu impotencia para suministrarnos un criterio con quevalorar moralmente nuestros actos? Habr que reputarde irracional a toda valoracin moral sencillamente porla imposibilidad de ajustarla a los criterios de racionalidad suministrados por la ciencia y la tcnica?

    Dentro de la tradicin marxista, a la que la Escuelade Francfort siempre ha prestado una adhesin sui ge-neris, resultaba difcil hallar respuesta a esos interrogantes sin romper con lo que dimos antes en denominarel modelo de la relacin sujeto-objeto, curiosamentecompartido con la tradicional filosofa de la conciencia

    por la antropologa del homo laborans caractersticadel marxismo. Cuando el hombre trabajacuando ex

    plota, supongamos, la naturaleza, su relacin con estaltima admitira quizs ser esquematizada como unarelacin entre un sujeto y un objet. Pero es dudoso yaque un tal esquema contine siendo suficiente a la hora de describir la relacin en la que el hombre se ve

    envuelto cuando decimos, por ejemplo, que conoce larealidad, pues la objetividad del conocimiento no puede consistir sino en el hecho de ser ntersubjetivamentecompartido, esto es, compartido por una serie de sujetos capaces, para empezar, de comunicarse los unoscon los otros a travs del lenguaje. Y de lo que no cabeduda, desde luego, es de la insuficiencia del esquemapara permitir una cabal descripcin de aquello que sucede cuando se dice que los hombres se relacionan entre

    s por la va de la accin recproca. La concepcin dedicha relacin como una relacin sujeto-objeto conducira obviamente a su degradacin, dado que por definicin la reciprocidad comenzando, de nuevo, por la reciprocidad comunicativa en trminos lingsticos nicamente cabe entre sujetos. Apurando al extremo la

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    analoga del trabajo, el analogado de la explotacin dela naturaleza por el hombre vendra ahora a ser la ex

    plotacin de unos hombres por otros, una posibilidadque, dejando a un lado solemnes declaraciones de principios, ni tan siquiera se halla excluida en las concretasrealizaciones polticas del marxismo contemporneo. Lainteraccin humana ha de ser concebida, por consiguiente, como una relacin entre sujetos, lo que exige ldesplazamiento de nuestro nfasis antropolgico haciael homo loquens aquel cuya sociabilidad se manifiesta, al menos tanto como en el trabajo, en su capacidadde comunicacin con sus semejantes, as como, a for-tiori, la ulterior reorientacin de la entera filosofa en

    la direccin de una filosofa del lenguaje.Volviendo al tema de la racionalidad, Hbermas ha

    insistido en que la ciencia y la tcnica responden a lanecesidad que tiene nuestra especie de garantizar su

    preservacin por medio del trabajo, ejemplificado paral en esas acciones teleolgicamente racionales queson la accin instrumental y la accin estratgica. PeroHabermas introduce, junto a la categora del trabajo,la categora de la interaccin o accin comunicativa,

    que apunta a otra necesidad de nuestra especie no menos perentoria que la anteriors. La tipologa de la accin que traslucen estas categorizaciones deja no pocoscabos sueltos, y las crticas recibidas al respecto hanobligado a Habermas a precisarla andando el tiempo.Para nuestros propsitos presentes, sin embargo, bastacon aclarar a grandes rasgos lo que entiende Habermaspor accin instrumental y estratgica, de una parte, yaccin comunicativa, de la otra. Los dos primeros tiposde accin consisten en aplicaciones del conocimientocientfico, respectivamente tendentes a facilitar el control racional del medio externo, natural o social, o laadopcin de decisiones racionales en orden a desenvolvernos dentro de l. Mientras su racionalidad se mide

    por el logro de tales objetivos, lo que hace de la accinteleolgicamente racional una accin orientada al xito (erfolgsorientiert), la racionalidad de la accin comunicativa, que sq. halla orientada hacia la comprensin intersubjetiva (verstndigungsorientiert), no se re

    duce a la racionalidad teleolgica y alcanzara su plenitud en el ejercicio sin trabas de la comunicacin9.La racionalidad de la accin comunicativa, o racionalidad comunicativa, constituye, como se ve, una nocinrealmente bsica de la filosofa de Habermas y, por lo

    pronto, de su teora lingstica.

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    Habermas prodiga al lenguaje una consideracin pragmtica, ms bien que puramente sintctica o semntica,que le autoriza a enfocarlo como un proceso comunicati

    vo. Apoyndose en las sugerencias de la psico y la socio- lingstica, en la obra del ltimo Wittgenstein y en lateora de los actos de habla de Austin y Searle, ademsde en las reflexiones filosfico-lingsticas apelianas,

    propone a partir de ah una nocin de competencia comunicativa que extrapola ideas chomskyanas al mbitode esa accin comunicativa que es el dilogo. La ideanuclear de Habermas es que en todo dilogo se hallanenvueltas pretensiones de validez como la verdad de

    nuestras creencias o la rectitud de nuestras convicciones susceptibles de resolucin discursiva. Ante un desacuerdo en materia de creencias y convicciones, no hayque pensar que ya no quede otra salida que el recursoa la manipulacin persuasiva o a la coaccin de la violencia destinadas a hacer prevalecer unas opiniones sobre otras. La racionalidad comunicativa sigue siendo

    posible. Y todo lo que habra que hacer es trasladar lacomunicacin desde el nivel de la accin al del discur

    so, donde las pretensiones de verdad o de rectitud denuestras afirmaciones podran ser problematizadas ysometidas a argumentacin. Ms an, Habermas sostiene que la resolucin discursiva de semejantes pretensiones de validez desembocar en un consenso alcanzadoargumentativamente siempre que el discurso se conforme a las condiciones de una hipottica situacin idealde habla o de dilogo. Muy esquemticamente expuesta, tal situacin sera aquella en la que todos los participantes en ,el discurso disfrutasen de una distribucinsimtrica de las oportunidades de elegir y realizar actos de habla, lo que hara viable en su interior una comunicacin no distorsionada por ningn gnero de manipulaciones ni coacciones. La hiptesis de la situacinideal de habla o de dilogo es obviamente contrafctica,toda vez que las situaciones reales de comunicacin queconocemos tienen poco que ver con las ideales condiciones estipuladas en la hiptesis, pero Habermas leatribuye una significacin constitutiva para todo dilogo racional y aun para toda posible comunicacin.

    Las consecuencias ticas de aquella hiptesis no sehacen esperar. En su momento ya advertimos que lasdiscrepancias de opinin en el mbito del discurso prctico esconden de ordinario en su trasfondo conflictos deintereses. Habermas no lo ignora, mas confa en que lasituacin ideal proporcione a las partes implicadas una

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    especie de cedazo que les ayude a discernir, de entresus intereses, aquellos que merezcan el ttulo de intereses generalizables. Con otras palabras, la distribucinsimtrica de las oportunidades de deliberacin comportara tambin una no menos simtrica distribucin de

    las oportunidades de decisin10. La doctrina de los intereses generalizables da paso, pues, a la doctrina de laformacin discursiva de una voluntad colectiva racional. Y de ella parece desprenderse una propuesta dedemocracia participatoria a la que, no obstante su declarada vaguedad, habra que dar la bienvenida en estostiempos en los que la teora poltica al uso propende adivorciar la democracia de la participacin. Para Ha-bermas, en cambio, la democracia quedara vaca de

    toda sustancia tica sin la efectiva participacin de los

    interesados en el dilogo poltico.Pero con ello entramos en la formulacin, por el mo

    mento ms madura de la tica del discurso haberma-sianall. Habermas, centrndose en torno a esa variedadde la razn que se conoce bajo el nombre de razn

    prctica, se pregunta por qu habra que renunciar ala justificacin de nuestros juicios morales por mediode razones. Su tica del discurso es, en rigor, un alegato contra dicha renuncia, pues la pregunta kantianaQu debo hacer? no guarda para Habermas parangn con las preguntas Qu quiero hacer? o Qu

    puedo hacer?, cuyas respuestas no involucran la demanda de razones justificatorias y se agotan en la ex

    presin de mi deseo o de mis posibilidades de haceralgo. Ahora bien, deber hacer algo significa ni ms nimenos qu tener razones para hacerlo. Lo que no solamente se supone que aclara el sentido de la preguntaQu debo hacer?, sino tambin l de su respuesta,

    pues sugiere que lo que debo hacer no es otra cosaque aquello que tengo- razones para hacer. Pero lasconsideraciones relativas a la pregunta Qu debo hacer? son extensibles a la pregunta Qu debemos hacer?. Es decir, tambin en el plano de las decisionescolectivas, no menos que en el de las individuales, loque debemos hacer ser aquello que tenemos razones

    para hacer. El principio encargado, segn Habermas,de justificar esas decisiones se inspira en el imperativo

    kantiano que establece: Obra slo conforme a una mxima tal que puedas querer al mismo tiempo que setorne ley universal. Mas, de acuerdo con el sesgo discursivo cobrado por su pensamiento, Habermas le hardecir ms bien: En lugar de considerar como vlida

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    para todos los dems cualquier mxima que quieras verconvertida en ley universal, somete tu mxima a la consideracin de todos los dems a fin de hacer valer discursivamente su pretensin de validez 12.

    Entre los varios mritos del libro de Adela Cortina,

    no es el menor el de haber .prestado a la tica la atencin que requiere en el contexto de la produccin filosfica habermasiana. Por lo que a m respecta, no me esdado ahora detenerme en la ponderacin de esa ticacomunicativa, cosa que he tratado de hacer en otra parte13. Y, aunque tampoco puedo entrar en los muy penetrantes comentarios que Adela Cortina le dedica, deseara al menos mencionar dos o tres de ellos que me

    parecen discutibles, en el antedicho sentido de que creo

    que valdra la pena discutirlos.En primer lugar, tengo para m que nuestra autoraexagera apelianamentea saber, en un sentido tras-cendentalista el fundamentalismo de la tica de Ha-bermas. Cierto es que Habermas persigue, con su re

    formulacin del imperativo kantiano, la obtencin deun consenso racionalmente fundado, por lo que considerara aquejado de un dficit de fundamentacincualquier consenso que se reduzca a un simple acuerdo

    fctico, un compromiso de hecho o una mera convencin. Pero no hay que olvidar que l mismo ha confesado no hace mucho que desconfa de los intentos de obtener fundamentaciones ltimas 14, y la tica deldiscurso no tendra por qu constituir una excepcin.

    En segundo lugar, la tica habermasiana es hecha aparecer en este libroen virtud de su reconocido carcterprocedimental como una tica de mnimos. Y cier

    tamente su modestia quedara evidenciada si se procedea compararla, pongamos como ejemplo, con la ticamaterial de los valores de un Max Scheler. Pero probablemente sea apropiado calificarla de desmesuradacuando se la compara con la construccin neocontrac-tualistasin duda ms modesta, aun si igualmente procedimental de un John Rawls1S. En tercer lugar, noestoy nada seguro de que la habermasiana teora de laevolucin social pueda ofrecer algn soporte a la ticadiscursiva, tal y como aqu se nos sugiere. Mis reservasno obedecen siquiera, aunque pudieran hacerlo, a la di

    ficultad de imaginar cmo cabra trasplantar a la especie la ya incierta capacidad de aprendizaje moral delos individuos. Se trata simplemente de que, acordndose de Hegel, uno tiende a alarmarse cuando se le insina

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    que su deber moral no es sino la otra cara del serhistrico actual16.

    Concluyamos con el interrogante que formulbamosal comienzo. Qu ha sido de la teora crtica de Adorno

    y Horkheimer, del pensamiento utpico de Marcuse, del

    legado, en suma, de la Escuela de Francfort en las manos de Habermas? La contestacin variar segn losgustos, y es bueno que as sea. Uno de los aspectos mschocantes de la caracterizacin habermasiana de la situacin ideal de habla o de dilogo es la indebida pleitesa que se rinde en ella a lo que acaso no sea msque una anfibologa de la lengua alemana. La racionalidad comunicativa era aquella que preside la accin comunicativa, entendida a su vez, segn recordaremos,como la que se orienta a la consecucin de la compren

    sin entre dos o ms sujetos. Y Habermas se sirve, paraexpresar esto ltimo, de la voz Verstndigung, que encierra en alemn una equivocidad muy semejante a lade la palabra castellana entendimiento, con la que

    puede hablarse tanto del acto de entender cuanto dellegar a un entendimiento (Einverstndnis), esto es,a un consenso. En mi modesta opinin, sera ticamente, y polticamente, saludable deshacer ese equvoco,

    pues no hay razn para negar que la comprensin intersubjetiva sea compatible con el disenso. Y, cualquier

    cosa que sea lo que pensemos acerca de la posibilidady la deseabilidad de un universal consensus hominum,de lo que no hay necesidad es de ningn consensus lec-torum. Se est o no de acuerdo con las tesis de AdelaCortina, su libro ser siempre ledo con provecho. Adems de con inters y con placer, como ha sido mi caso.Y slo resta esperar que prosiga la discusin en bien detodos.

    Javier Muguerza

    NOTAS

    1 D. Held,Introduction to Critical Theory. Horkheimer to Ha-bermas. Brkeley-Los Angeles, 1980.

    2 De entre los clsicos de la Escuela, aun si nunca pertenecicon propiedad a su crculo ntimo, el lector acaso eche demenos alguna alusin a Walter Benjamn; de entre los representantes de la ltima hornada, el ms preclaro de los cuales sera

    Habermas, la autora cita a A. Schmidt, H. Schweppenhuser,H. Schndelbach, A. Wellmer, O. Negt, C. Offe y en cierta medida K. O. Apel. .

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    3 Adela Cortina, que ha dedicado numerosos trabajos al estudio de la obra de este autor, ha contribuido a dar a conocerentre nosotros su Transformation der Philosophie, 2 vols., Francfort del Main, 1973 (trad. cast. de A. Cortina, J. Chamorro y

    J. Conill, Madrid, Taurus, 1985).4 Th. McCarthy,. The Critical Theory of Jrgen Habermas,

    Cambridge, Mass.-Londres, 2.a ed., 1982, c. 1.

    5 En rigor, Weber ni tan siquiera conceda que cupiese hablar de una racionalidad propiamente valorativa por ejemplo, quefuese posible calificar de racional a un sistema dado de valores o discutir racionalmente acerca de sistemas de valorescontrapuestos, limitndose a admitir la posibilidad de referirnos a un actuar valorativamente racional (wertrationales Handeln) cfr. Wirtschaft und Gesellschaft, ed. J. Winckelmann,4. ed., 3 vols., Tubinga, 1956 (trad. cast. de J. Medina Echevarra y otros, Mxico, 1969), vol. I, pg... 18 en que, por contraposicin al actuar teleolgicamente racional (zweckrationalesHandeln), la accin se regira por las convicciones del actor,

    esto es, de acuerdo con- los mandamientos, exigencias odeberes a que ste crea hallarse sometido e independientemente de las consecuencias previsibles de sus actos.

    6La huella de Weber es claramente perceptible en, entre otras,obras tales comoDialektik der Aufklrung, Amsterdam, 1947(trad. cast. .de H. A. Murena, Buenos Aires, Sur, 1971), de Adorno y Horkheimer;Eclipse of Reason, New York, 1947 (trad. cast.de H. A. Murena y D. J. Vogelman, Buenos Aires, Sur, 1969),recogida en Horkheimer,Zur Kritik der instrumenteilen Vernunft,ed. A. Schmidt, Francfort del Main, 1967, y One-Dimensional Man,Boston, 1964 (trad. cast. de A. Elorza, Barcelona, Seix Barral,1972), de Marcuse.

    7 Vase Habermas, Die Moderne -Ein unvollendetes Projekt.

    Rede aus Anlass des Adorno-Preis,Die Zeit, 39, 1980, yDer philosophische Diskurs der Moderne, Francfort del Main, 1985.8 La gestacin de estas ideas, originariamente expuestas en

    trabajos como Arbeit und Interaktion (1967) y Technik und Wissenschaft als Ideologie (1968), alcanzara su trmino con laprimera gran cristalizacin del pensamiento de Habermas en

    Erkenntnis und Interesse, 2.a ed., Francfort del Main, 1973 (trad.cast. de M. Jimnez Redondo, J. F. Ivars y L. Martn Santos, rev. por J. Vidal Beneyto, Madrid, Taurus, 1982).

    9 Originariamente desarrolladas en trabajos como Vorbereitende Bemerkungen zu einer Theorie der kommunikativen Kompetenz (1971), Wahrheitstheorien (1973) o Was heisst Universalpragmatik? (1976), las ideas relativas a la accin comunicativa han encontrado su ms completa exposicin gracias a la segunda gran cristalizacin del pensamiento habermasiano en Theorie des kommunikativen Handelns, 2 vols., Francfort del Main,1981 (trad. cast. de M. Jimnez Redondo, en preparacin).

    10 Cfr. Habermas,Legitimationsprobleme im Sptkapitalismus,Francfort del Main, 1973 (trad. cast. de J. L. Etchevrry, Buenos

    Aires, Amorrortu, 1975).

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    11 Diskursethik-Notizen zu einem Begrndungsprogramm, enHabermas, Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln,Francfort del Main, 1983 (trad. cast, de R. Garca Cotarelo, Barcelona, Peninsula, 1985).

    12 La citada versin del imperativo ibid., pg. 77 se debe a

    McCarthy (op. cit., pp. 326 y ss.), a quien remite Habermas

    expresamente.

    12 Vase mi trabajo Ms all del contrato social (Venturasy desventuras de la tica comunicativa), enDesde la perplejidad,Madrid, Taurus, en prensa.

    14 Habermas, Theorie des kommunikativen Handelns, cit., Vorwort.

    15 Cfr. Steven Lukes, Of Gods and Demons: Habermas and

    Practical Reason, en John B. Thompson y David Held (eds.),

    Habermas. Critical Debates, Cambridge, Mass., 1982, pp. 134-48.16 Habermas,Zur Rekonstruktion des historischen Materialisemus, Francfort del Main, 1976 (trad. cast, de J. Nicols Muiz

    y R. Garca Cotarelo, Madrid, Taurus, 1981), I.

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    I n t r o d u c c i n

    Intentar una aproximacin al pensamiento de esepeculiar grupo, que se ha venido a denominar Escuelade Francfort, es el objetivo de este trabajo. Y es menes-ter confesar desde el comienzo que se trata, a buen se-guro, de un grato objetivo, porque los francfortianosconstituyen en su conjunto una nueva muestra deese raro y valioso espcimen que es la razn moral de

    Occidente.Respaldados por toda suerte de comprobaciones cien-

    tficas, en algunos casos; en dilogo fecundo con lasciencias, en otros; inmersos en el mundo del arte, osubyugados por la idea del eros, los francfortianos con-tinan uniendo todos estos elementos en torno al tema

    permanente de la tradicin occidental: la razn, pero

    una razn ntegramente humana, una razn que pierdetodo norte si no hunde sus races en el sentimiento.Desde la piedad y desde el dolor, desde el ansia de

    vida feliz y desde el sueo de emancipacin, se poneen camino la autntica razn de Occidente. Por eso,desde la piedad y desde el dolor, desde el ansia defelicidad y desde el sueo de emancipacin, juzga ycondena la razn autntica a esa razn menguada que

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    en nuestra sociedad sume a los hombres en la miseria.Si en algo puede reconocer la razn su autenticidad,

    es en su capacidad de compadecerse.Recuperar desde las condiciones materiales de exis-tencia esa razn compasiva, que puso tambin en mar-cha al idealismo, pero en la cabeza, es, pues, el granobjetivo de los francfortianos. De ah que en nuestrotrab ajo hayamos intentado reconstruir los ava tares su-fridos por el concepto francfortiano de razn, hasta lle-gar a esa razn solidaria que es la razn comunicativade J. Habermas.

    La ingente cantidad de temas a que los francfortia-nos aluden, su aversin al sistema y a la claridad, elnmero incontable de pensadores que ha mantenidoconexin con la Escuela, han obligado a nuestro traba-

    jo a centrarnos en este hilo conductor y a lim itar elnmero de autores al que podemos dedicar nuestraatencin. Cuatro hemos seleccionado, como es obvio;los cuatro indiscutibles: Adorno, Horkheimer, Marcuse

    y Habermas.

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    Cuadro cronolgico comparado

    DATOS BIOGRAFICOS CONTEXTO FILOSOFICOCONTEXTO POLITICO

    Y CULTURAL

    1895.Nace Hork h e imer en Stuttgart.

    1898.-Nace Marcu se en Berln.1903.Nace Ad o r n o en Francfort.

    1918.E. Bl o c h :Del espritu de lautopa.

    Repblica de Weimar, pre-sidente F. Ebert .

    1921.L. Wi t t g e n s t e i n: Tractatus. 1921.Muerte de Ro sa Luxembur -go y Kar l Liebknecht .

    1922.Doctorado de Horkheimer bajo la direccin de Hans Co r n l i u s.

    1922.M. Weber :Economa y so-ciedad.

    1923.Se funda el Instituto de investigacin social, cuyo primer director oficial fue Car l Grndberg .

    Doctorado de Marcu se enFriburgo i.B.

    1923.K. Ko r s c h :Marxismo y fi-losofa.

    G. Lukcs:Historia y con-ciencia de clase.

    S. Fr e u d:El yo y el ello.

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    K>f Cuadro cronolgico comparado (Continuacin)

    J l

    DATOS BIOGRAFICOS CONTEXTO FILOSOFICO CONTEXTO POLITICOY CULTURAL

    1925.Habilitacin de Horkhe imer en Francfort:La crtica deljuicio de Kant como lazo deunin entre la filosofa terica y la prctica.

    1927.M. Heidegger: Ser y tiempo.S. Fr e u d:El porvenir deuna ilusin.

    1929. Nace Habermas en Gum-mersbach.

    1930. Horkhe imer , profesor titular de filosofa social enFrancfort y director del Instituto.

    Ad o r n o empieza su relacincon el Instituto, colaborando con Ho r k h e i m e r .

    1930.Publicacin de la revista

    Erkenntnispor los neoposi-

    tivistas.S. Fr e u d:El malestar en lacultura.

    J. Or t e g a y Gasse t :La rebelin de las masas.

    1929.Quiebra econmica americana y crisis mundial.

    Descubrimiento de la penicilina por Fl eming.

    1931.Habilitacin de Ad o r n o sobre Kierkegaard para el telogo P. Til l ic h .

    L ________________ : ---------- w

    1932.Aparicin de laZeitschrift

    fr Sozialforschung, princi

    pal publicacin del Instituto (1932-1939), continundoseen los Studies in Philosophyand Social Science (1939-1941).

    1932.H. Be r g s o n:Las dos fuen

    tes de la moral y la religin.E. Hu s s e r l : Meditacionescartesianas.

    K. Jaspers : Filosofa.Aparicin de la revistaEs-prit, alrededor de Mo u n i e r .

    , | \

    1933.Ingreso de Marcuse en elInstituto.

    Cierre del Instituto (perocontinuacin desde Pars yUniversidad de Columbia enNueva York) y exilio de susmiembros.

    1933.Hit l e r asume el poder yproclama el partido niconacionalsocialista.

    1934.Ho r k h e i m e r y Marcuse setrasladan a la Universidadde Columbia, Nueva York.

    1934.G. M. Mea d:Espritu, persona y sociedad.

    1935.K. Po pper :La lgica de lainvestigacin cientfica.

    1936.Publicacin colectiva delInstituto:Estudios sobre laautoridad y la familia.

    1936.E. Hu s s e r l :La crisis de lasciencias europeas y la fenomenologa trascendental.

    1936.Guerra civil en Espaa.

    1938.Ad o r n o se traslada a NuevaYork. -

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    Cuadro cronolgico comparado (Continuacin)

    DATOS BIOGRAFICOS CONTEXTO FILOSOFICOCONTEXTO POLITICO

    Y CULTURAL

    1939.Comienzo de la segundaguerra mundial. Hit l e r invade Polonia y ocupa Pars.

    Fin de la guerra espaola.

    1941.Marcuse trabaja en el De- 1941.E. Fr o m m:El miedo a la i-partamento de estudios es- bertad.tratgicos (hasta 1950). Pu-blicaRazn y revolucin.

    1943J. P. Sa r t r e : El ser y lanada.

    1944.X . Zu b i r i :Naturaleza, His- .toa, Dios.

    1945.K. Popper : La sociedad

    abierta y sus enemigos.

    1945.Fin de la guerra mundial.

    .1947.Ho r k h e i m e r publicaEclipseof Reason, y junto conAd o r n o Dialctica del llu-minismo.

    1948.Revolucin comunista china.1949.Ad o r n o regresa a Alemania. 1949.Nato.

    - ..................... /

    1950.Horkheimer vuelve a diri-: V

    gir el Instituto en Franc

    fort.1951.Horkheimer es nombrado 1951.Democracias populares en

    rector de la Universidad de Europa central.Francfort (hasta 1953).

    Ad o r n o , profesor en Franc-fort (hasta 1969). Publica

    Mnima moralia.1953.Marcuse publicaEros y ci- 1953.L. Wi t t g e n s t e i n:Investiga- 1953.Muerte de St a l in.

    vilizacin. dones filosficas.1954.-Ho r k h e i m e r , profesor en 1954.E. Bl o c h :El principio Es-

    Francfort y Chicago (hasta peranza (1954-59).1959).

    Ma r c u s e , profesor en Bos-ton (hasta 1965).

    1955.Pacto de Varsovia.1956.Habermas, ayudante y cola-

    borador de Ad o r n o en elInstituto (hasta 1959).

    1957.K. Po pper :La miseria delhistoricismo'(ya del 44 y 45).

    1959.Ad o r n o sustituye a Ho r k- 1959.Fidel Ca s t r o triunfa enheimer en la direccin del Cuba.Instituto.

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    Cuadro cronolgico comparado (Continuacin)

    DATOS BIOGRAFICOS CONTEXTO FILOSOFICOCONTEXTO POLITICO

    Y CULTURAL

    1979.Muerte de Ma r c u s e .i

    1975. Fin de la guerra d Vietnam.

    Conferencia de Helsinki.Reapertura del Canal de

    Suez.Muerte del general Fr a n c o .

    1976. Muerte de Ma .

    1978. Constitucin espaola.

    1979. Triunfo de la revolucin enNicaragua.

    Invasin sovitica de Afga

    nistn.

    1980. Lucha del sindicato Solida-ridaden Polonia, dirigidopor L. Wa l e s a .

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    B re v e h i s to r ia d e l a E s c u e l a

    d e F r a n c fo r t

    Los mrtires annimos de los campos de concentracin son los smbolos de una humanidad que as

    pira a nacer. Es tarea de la filosofa traducir lo queellos han hecho a un lenguaje que se escuche, auncuando sus voces perecederas hayan sido acalladas

    por la tirana. (H o r k h e i m e r : 1969, pp. 169 y 170)

    El ttulo de este libro Crtica y utopa nos rem ite de modo inmediato a dos elementos clave de esegrupo, neomarxista en sentido amplio, al que por suorigen y actual enclave francfortianos se ha dado en

    llamar Escuela de Francfort.Ciertamente, la crtica, entendida al modo marxiano

    como crtica de la economa poltica, o bien como crtica de la razn instrumental, es el factor decisivo deesta ya clebre teora crtica, que a la teora tradicional opuso y opone la Escuela de Francfort. Perono es menos cierto que si esa crtica naci para transformar el mundo desde su funcin negativa, susttu-

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    yendo a las utopas positivas que en una sociedad deformada slo sirven para conformarse con lo dado, alhilo del tiempo la utopa ha ido recuperando su funcin crtica en el seno de la Escuela, y uno de susltimos representantes Jrgen Habermas, en colaboracin con K. O. Apel, recurre de nuevo a unautopa la situacin ideal de habla que funciona,more kantiano, como idea regulativa y como canon

    para la crtica.De la utopa marxiana del trabajo hemos pasado a

    la utopa de la comunicacin; de la crtica nuda, reacia a bosquejar los rasgos de una sociedad ms humana, a la representacin de una situacin ideal de

    dilogo que incluye toda una forma de vida; de lateleologa ilustrada de la historia hemos transitado auna teleologa del lenguaje que es como veremos enlos ltimos captulos una teleologa moral. En este

    punto la vena tica de la Ilustracin * contina vigente.Pero, dado que estas aclaraciones se refieren ya al

    contenido mismo de la propuesta ofrecida por la clebre Escuela, considero ms oportuno dejar su trata

    miento para captulos ulteriores y empear esta introduccin en una tarea ms modesta: la tarea de relataral sufrido lector la gnesis de la Escuela de Francfort, como tambin esos acontecimientos que han idocondicionando su evolucin hasta nuestros das, y convirtindola en sus sesenta aos de vida en un elemento nico en la historia occidental.

    Porque, ciertamente, a los componentes del grupo

    francfortiano une un mismo proyecto terico-prcti-co, en buena medida un mismo origen tnico (sobretodo, en los orgenes de la Escuela), pero tambin sucesos biogrficos comunes que han ido cimentandosu rara unidad. Para descubrir tales sucesos convienerecurrir a los mltiples dilogos y relatos publicados

    por los miembros del grupo y tambin a .ese minucioso trabajo, en lo que a datos biogrficos se refiere,

    que es La imaginacin dialctica de Martin Jay.

    * Los asteriscos hacen referencia a trminos cuya explicacinhallar el lector en el Glosario que aparece al final del libro,pgina 200.

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    1.1. Los orgenes de un grupo peculiar

    Tiempo T: el perodo posterior a la primera guerra

    mundial en la Alemania de la Repblica de Weimar.Contra las previsiones marxianas, la revolucin proletaria no se ha producido en los pases industrializados, sino en la Rusia agraria. La revolucin alemanaha fracasado en 1921: Karl Liebknecht y Rosa Luxem-burgo han sido asesinados. El socialism o alemn seencuentra ante una difcil situacin: qu hacer?

    Desde el punto de vista poltico caben dos opciones:

    alinearse en las filas del partido comunista de signobolchevique (KPD) o bien en las filas del partido socialista (SPD), afecto a la evolucin, pero no a larevolucin. Este tipo de decisiones siempre resultacomplejo para los intelectuales de izquierda, que venen la integracin en un partido el peligro de transformarse en intelectuales orgnicos. El intelectual orgnico, como es bien . sabido, acaba quitndose la ca

    beza y no slo el sombrero al ingresar en unpartido.

    Ahora bien, tampoco parece muy acertada la propuesta de la sociologa del conocimiento de Manheim,segn la cual los intelectuales constituyen un estratorelativamente desclasado, una intelligentsia socialmente desligada. Aun cuando los intelectuales procedande distintas clases sociales, piensa Manheim que seencuentran unidos por la educacin, siendo sta la quesuprime entre ellos las diferencias (Ma n h e i m : 1973,

    pp. 156-166). Si, a ju icio de Manheim, toda estructurade pensamiento est ligada a una clase social y slo

    para ella tiene sentido, cmo adm itir la excepcinnica en favor de los intelectuales? Y cmo exigirde ellos capacidad crtica, si son impotentes para per

    cibir su propia ideologizacin?Estas son las razones por las que, paulatinamente,

    fue formndose en Francfort un grupo de intelectuales de izquierda, deseosos de situarse en la encrucijada entre el compromiso poltico total, que sacrificala independencia, y la inteligencia socialmente desligada, que renuncia a la crtica por su incapacidad deautocrtica; un grupo de intelectuales que vio en la

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    ilustracin terica de la accin la misin propia de lafilosofa.

    La oferta filosfica en la Alemania de la dcada de

    los veinte era generosa. Se daban cita en ella la feno-menologa, la filosofa de la vida, la antropologa filo-sfica, la filosofa neokantiana de los valores, el posi-tivismo y al marxismo. Los francfortianos entendieronque la opcin por el marxismo, por una teora crti-ca de la economa poltica, anticipadora de la accin,representaba el mejor servicio que un intelectual po-da prestar. Si el marxismo no haba alcanzado los

    logros pretendidos, la escasa atencin prestada a lateora haba sido uno de sus defectos.La accin por la accin dira Horkheimer ms

    tarde no es de ningn modo superior al pensar porel pensar, sino que ste ms bien la supera (1962, 12);porque la falta de teora deja al hombre inerme antela violencia.

    Era, pues, necesario revisar los principios tericosdel marxismo, precisamente con vistas a su realiza-cin; pero una tarea semejante exiga independencia:independencia con respecto a las fuerzas sociales, in-cluso las progresistas, independencia poltica, econ-mica y financiera. La independencia con respecto alas fuerzas sociales y la ausencia de compromiso pol-tico confirieron a los neomarxistas de Francfort unsello elitista y descomprometido que, andando el tiem-

    po, ocasion abiertas polmicas con algunos movimien-

    tos de izquierda. La independencia acadmica y finan-ciera vino asegurada por la creacin en Francfort delInstituto de Investigacin Social (Institu fr Sozial-

    forschung) el 2 de febrero de 1923.La prehistoria institucional del Instituto, que cons-

    tituy el germen de la Escuela, fue verdaderamentebreve. En 1922 Flix J. Weil organiza una discusinentre intelectuales bajo el ttulo Primera Semana de

    Trabajo Marxista, y ms tarde piensa en fundar unInstituto para el Marxismo, que se convertir pruden-temente en el Instituto de Investigacin Social. Juntoa Weil, que asumi durante aos la carga financiera,figuran Friedrich Pollock y Max Horkheimer comofundadores del Instituto.

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    El primer rgano de expresin del grupo francfor-tiano el Grnbergs Archiv fue sustituido en 1932

    por la clebre Zeitschrift fr Sozialforschung (Revistade Investigacin Social), en torno a la cual se organiz el trabajo en un comienzo, porque las propuestasy decisiones se efectuaban a travs del consejo deredaccin. En la Zeitschrift se publicaron gran partede los artculos del grupo y constituye, por otra parte, una buena muestra de uno de los caracteres especficos de la Escuela: su interdisciplinaridad. La re

    vista contena secciones dedicadas a filosofa, sociologa general, psicologa, historia, movimientos socialesy poltica social, sociologas especiales (ciencia poltica, antropologa cultural y teora del derecho) y economa. En ella se fusiona la herencia del idealismoalemn con la tradicin de la teora de la sociedad deMarx a Durkheim y Weber. Trata, pues, de representar la unidad de las ciencias sociales, con inspiracin

    filosfica.Con todo ello se inicia en la historia contempornea

    la saga de un grupo peculiar.

    1.2. Los miembros de la Escuela

    de Francfort

    Intentar una relacin de todos los pensadores quehan colaborado en el Instituto, o que han guardadorelacin con la Escuela desde 1922 hasta 1985, no esslo una empresa ardua sino, sobre todo, innecesaria.El grado de integracin de los distintos miembros enlas tareas y objetivos comunes no es el mismo, ni tam

    poco resulta fcil identificarlos por su relevancia pos

    terior. Algunos miembros de los orgenes han cadoen buena medida en el olvido, como es tal vez el casode Pollock, Wittfogel, Sorge, Borkenau, Gomperz, Gros-sman, e incluso de los dos prim eros d irectores" delInstituto, Geriach y Grnberg; otros, menos ligadosa la Escuela por motivos diversos, han gozado y gozande la fama de Erich Fromm, Walter Benjamn o EmstBloch; pensadores como Hanna Arendt disfrutan de

    un discreto prestigio.

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    Natu ralm ente, aludir a las mltiples in fluencias recibidas por los francfortianos sera ya una tarea descabellada. Precisamente, uno de los rasgos definitoriosde la Escuela es como ya hemos apuntado la inter-

    disciplinaridad, lo cual hace innumerables los contactos con pensadores de todo tipo: filsofos, cientficos,crticos de la cultura, tericos del arte, psicoanalistase incluso telogos. En este sentido, no deja de sercurioso que el Diccionario filosfico, editado porG. Klaus y M. Buhr en Berln oriental y de tendenciamarxista ortodoxa, no recoja en su presentacin dela Escuela de Francfort ms influencia que la del te

    logo P. Tillich, amigo de Horkheimer y Adorno. ATillich se debe la creacin de la primera ctedra de

    filosofa social en Alemania, en 1929, creada ex profesopara que Horkheimer pudiera ser catedrtico y hacerse cargo de este modo de la direccin del Instituto.A Tillich atribuye el citado diccionario la tendenciade Horkheimer y Adorno hacia lo teolgico . (K l a u s/B u h r : 1976, I, p. 420), que influir en la evolucin de

    su pensamiento.Dada, pues, la imposibilidad de elaborar un catlogoque contenga a todos los miembros de la Escuela, heoptado en este trabajo por prestar especial consideracin a los indiscutibles: Max Horkheimer, que ejerci las funciones de director durante el ms largo yproductivo perodo del Instituto; Theodor Wiesens-grund Adorno, Herbert Marcuse y Jrgen Habermas.Los tres primeros pertenecen a la llamada primera generacin de la Escuela de Francfort, mientras queJ. Habermas constituye el ms claro representantede la joven generacin, con la que cabra relacionarnombres como los de A. Schmidt, H. Schweppenhu-ser, H. Schndelbach, A. Wellmer, O. Negt, Claus Offey, en cierta medida, K. O. Apel.

    Indudablemente, entre los diversos componentes delgrupo francfortiano existen divergencias de peso que,

    en ocasiones, la inevitable evolucin sufrida por susrespectivos pensamientos, e incluso la influencia de losdatos biogrficos, no han hecho sino aumentar. Sinembargo, en este apartado, que prcticamente encabeza nuestro trabajo, quisiera recoger esos elementos

    36

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    comunes que permiten sin excluir posibilidades deerror identificar a los francfortianos.

    Como ya hemos apuntado, la Escuela de Francfort

    propone un proyecto de teora crtica, referida a lapraxis, enmarcada en el contexto de un materialismomarxista, entendido en sentido amplio; en la elaboracin de esta teora deben concurrir la filosofa, las ciencias sociales y las artes. Por tanto, interdisciplinaridad,conexin entre la reflexin especulativa y la experimentacin, conexin dialctica entre teora y praxis,utilizacin del mtodo dialctico, son elementos comu

    nes a los autores que nos ocupan. A ello se aadir-sobre todo, en el caso de los cuatro indiscutiblesuna extrema fidelidad a los ideales de la Ilustracin,ideales que hay que poner a todo trance sobre los

    pies. De aqu brota la cerrada oposicin al cientificismo *, al afn de reducir el saber a saber cientfico-tcnico, y la animadversin al menos aparente atoda metafsica idealista que se contente con realizarlos ideales en la cabeza. En lo que sigue, espero darcuenta de estos enfrentamientos, y por ello me limitar en este momento a sealar un ltimo elemento,referido especialmente a los fundadores de la Escuela: su origen judo y las implicaciones intelectualesque de ello se siguen para la teora crtica.

    En efecto, la mayor parte de los fundadores de la

    Escuela de Francfort proceden de familias burguesas,tnicamente judas, lo cual como es obvio no constitua precisamente un seguro de vida en esa Alemaniaen que los nazis pronto tomaran el poder. Si a elloaadimos la filiacin marxista de su pensamiento y elsello anti-vitalista de intelectuales de izquierda, podaafirmarse sin temor a errar que la sentencia de muerte contra los miembros del grupo estaba ya firmada

    de antemano.La emigracin y, en algunos casos, la muerte, fue

    ron los resultados inevitables de tan explosiva mezclapoltica, cultural y racial. Ms difcil resulta a loshistoriadores de la Escuela precisar hasta qu puntoel hecho de pertenecer a la misma etnia influy en el

    . desarrollo intelectua l de nuestros autores.En principio y atendiendo a sus propios testimo

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    nios los francfortianos judos no parecieron percatarse del antisemitismo reinante en la Alemania deWeimar, ni se sintieron discriminados por cuestionesraciales. Por otra parte, la mayora de ellos fueronajenos al judaismo religioso, quedando en minora losque, al menos durante algn tiempo, profesaron lareligin juda. Este fue el caso de Lowenthal, Frommo Benjamn. Y, sin embargo, no es aventurado suponer que el phylum tnico actuara cmo elemento aglutinante en aquellos momentos en que andaba en juegono slo la suerte del Instituto, sino la propia .vida.

    Ni es descabellado im aginar que un grupo judo pudieragozar de especial sensibilidad ante la injusta barbarieque les cupo en suerte experimentar.

    No es preciso ser judo para decir con Adorno queel imperativo histrico por antonomasia consiste enlograr que Auschwitz no se repita, pero es posible queun judo alemn coetneo de Auschwitz lo entiendamejor que muchos otros.

    La comunidad racial de los fundadores del Instituto pudo, pues, actuar como factor de cohesin y comoelemento sensibilizador. Pero no slo eso.

    Esa herencia juda que el espritu alemn llevadentro de s confiesa en nuestros das J. Haber-mas se ha vuelto imprescindible para nuestra pro

    pia vida y supervivencia.(Ha b e rm a s : 1984b, p. 56)

    El idealismo alemn de los judos produjo el fermento de una utopa crtica.

    (Ibd., p. 57)

    Y es que la historia del pensamiento alemn nopuede ya renunciar a esa raz juda que, particularmente prxima al pietismo protestante, se enseoreade ese tpico producto germano que es el idealismoalemn y resurge continuamente en nuevos movimien

    tos. En nuestro caso, la pasin por el lenguaje frentea la vista, la negativa a representar lo sagrado pormedio de imgenes, la presencia impulsora de lo esca-tolgico que se resiste a ser bosquejado y la potenciadel sentimiento moral, son elementos judos que im

    pregnan las races de la Escuela de Francfort.

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    Tampoco parecen ajenas a la herencia juda esasltimas confesiones de Horkheimer, segn las cualesla teora crtica tiende hacia lo teolgico, hacia lo

    otro; teme que Dios no exista (Ho r k h e i m e r : 1976 b,p. 116), o las ltimas sugerencias de Adorno en Mnimamoralia y en Dialctica negativa.

    La filosofa, y sta sera su nica justificacin ala vista de la desesperacin, vendra a ser la tentativa de considerar todas las cosas segn se presentandesde el punto de vista de la salvacin.

    (Ad o r n o : 1975b, p. 265)

    No hay luz sobre los hombres y las cosas en que nose refleje la trascendencia.

    (Ad o r n o : 1975a, p. 402)

    Considerados, pues, con toda celeridad, los elemen-tos comunes a los miembros de la Escuela, pasamos

    a narrar en pocas palabras los acontecimientos rele-vantes que, desde su fundacin hasta nuestros das,fueron jalonando una historia tambin comn.

    1.3. Del Caf Marx al Caf Max

    El recin inaugurado Instituto emprendi en la d-

    cada de los veinte la va del marxismo ortodoxo, envirtud de la filiacin de su director y de algunos desus componentes. Esta postura le hizo acreedor alcalificativo de Caf Marx que le atribuyeron los estu-diantes. Sin embargo, y como Jay relata con todoacierto, el Caf Marx vino a convertirse en Caf Maxandando el tiempo, concretamente en la dcada de loscincuenta. El inspirador de la investigacin no era ya

    Karl Marx, sino Max Horkheimer; el marxismo orto-doxo de los orgenes se haba transformado en unmarxismo exento de los postulados fundamentales delmaterialismo histrico, al renunciar a la confianza enel potencial revolucionario de la clase obrera, en lalucha de clases como motor de la historia o en la in-fraestructura econmica como centro del anlisis social.

    Cierto que tal evolucin empez ya a gestarse al

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    asumir Horkheimer la direccin del Instituto en 1930,porque el nuevo director apostaba ms bien por unarevisin terica de los fundamentos del materialismohistrico que por una aceptacin incondicional de los

    mismos. Pero los acontecimientos posteriores patentizaron an con mayor fuerza la necesidad de unaevolucin.

    El 30 de enero de 1933 toman los nazis el poder y elInstituto se ve obligado a trasladarse, primero a Gine

    bra (estableciendo filiales en Pars y Londres), mstarde a Estados Unidos, concretamente a la ColumbiaUniversity (1934). Se inicia con ello el perodo ameri

    cano, durante el cual el Instituto pretende preservarla cultura alemana, que, desde su perspectiva, no seencuentra en ese momento en Alemania, y empieza afamiliarizarse con los mtodos empricos de las ciencias sociales. La primera publicacin conjunta los

    Estudios sobre autoridad y familia aparece en Parsen 1936 y ms tarde vern la luz los Studies in Preju-dice (1949-50).

    Sin embargo, la fecha de aparicin de esta ltimaobra coincide con un nuevo cambio geogrfico: elregreso a Francfort de gran parte de los miembrosdel Instituto, con la notable ausencia de Marcuse, que

    permanece en Estados Unidos.Pero a la hora del regreso las cosas han cambiado

    notablemente. Y no porque la Zeitschrift se haya vistosustituida por los Frankfurter Beitrge zur Soziologie(Contribuciones francfortianas a la Sociologa), sino

    porque la realidad social se ha ido transformandopaulatinamente. Los aliados, incluida la Rusia de Stalin, no combatieron contra Alemania por destruir elnazismo, sino por motivos de poder; el proletariadose ha integrado en el sistema industrial, al menos desde el punto de vista de la conciencia subjetiva; en lospases del Diamat el socialismo se ha convertido enun instrumento de manipulacin. No son, pues, ya

    tiempos de crtica a la economa burguesa, sino al tipode racionalidad sobre el que se asienta la sociedadindustrializada, sea liberal o socialista. La Dialcticadel Iluminismo, publicada por Adorno y Horkheimeren 1947, expresaba ya este cambio de rumbo.

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    Por otra parte, la estima hacia el Instituto ha crecido durante la ausencia y se multiplican las relacionescon otros grupos, relaciones tanto de colaboracinconjunta como de controversia. Se abre entonces esa

    era de polmicas que la Escuela de Francfort ha mantenido hasta nuestros das, con tendencias de todassuertes; desde la ya clsica polmica con el cientificismo *, que va concretndose al hilo del tiempo en lasdisputas con el pragmatismo, el neopositivismo, el racionalismo crtico y, en cierto modo, con el funcionalismo, hasta los enfrentamientos con marxistas y conhermeneutas acrticos, como Gadamer y Rorty.

    Pero si el ambiente filosfico no anduvo parco encontroversias, tampoco escasearon las desavenencias

    polticas. Mientras Marcuse se converta en el lderintelectual de una nueva izquierda, fundamentalmenterepresentada por los movimientos estudiantiles de losaos sesenta, Horkheimer, Adorno y Habermas tuvieron sus diferencias con la izquierda activista. Decididos a no adular ni siquiera a las fuerzas negativas,

    confiados en el valor de la teora para el cambio social, las crticas de elitismo, conservadurismo, revisionismo o teoreticismo no se hicieron esperar. El mismoHabermas protagoniz una polmica con los principales dirigentes de la revolucin estudiantil de los sesenta, y a lo largo de su transcurso acu la expresin,que ya se ha hecho clebre, de fascismo de izquierdas

    para el lema estudiantil ninguna ilustracin sin accin.Nada resta por decir, para conclu ir esta in troduc

    cin, sino sealar que no queda con vida ninguno delos tres indiscutibles de la primera generacin franc-fortiana. Adorno sustituy a Horkheimer en la direccin del Instituto en 1959 y muri en 1969. Horkheimer falleci en 1973 y Marcuse en 1979.

    De la evolucin de su pensamiento tratamos en el

    captulo 3 de este libro, y por ello nos dispensamosde hacerlo en la introduccin, como tambin de considerar la prehistoria filosfica de la Escuela, quetiene sus hitos fundamentales en Schopenhauer, Hegel,Marx, Freud, Lukcs, y hoy tambin en Kant, porquesus propuestas son ya objeto de otros volmenes de

    esta misma coleccin.

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    T e o r a t r a d i c i o n a l y t e o r a c r t i c a

    Una ciencia que, creyndose independiente, ve laformacin de la praxis, a la que sirve y es inherente,como algo que est ms all de ella, y que se satis

    face con la separacin entre pensar y actuar, ya harenunciado a la humanidad.

    (H o r k h e im e r : 1974b, p. 271)

    Estas palabras de Horkheimer expresan sobriamen-te, pero de forma clara, la sustancia misma de la teo-ra crtica, de una teora que se sabe inherente a la

    praxis, serv idora de la praxis; de una teora que norenuncia a la humanidad, ni admite por tanto laseparacin entre accin y pensamiento.

    Ciertamente, no es nuevo en la historia este modode concebir la teora, y de hecho slo a partir de losaos sesenta la opinin pblica dio en conectar a los

    emigrantes de Francfort con la denominacin teoracrtica. La filosofa siempre se crey crtica y, a mayorabundamiento, desde la poca moderna el trmino crtica * encabeza explcitamente un buen nmero deobras filosficas de indudable relevancia. Qu seas

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    de identidad especifican, pues, el criticismo francfor-tiano? Qu status epistemolgico cabe atribuir a estacontempornea propuesta?

    Una respuesta rotunda ante tales preguntas es imposible; un intento de aproximacin, difcil pero viable. Nos hallamos frente a auto res que se pretenden

    filsofos y renuncian a sguir la tradicin de la granfilosofa; se presentan como socilogos y abominan delos socilogos cuentanarices, reducidos a las cienciasemprico-analticas; en sus trabajos por otra parte tienen cabida la economa, la teora del arte y de

    la cultura... Todo un mundo que, por si faltara poco,

    tiene que ir adaptndose a las necesidades emancipadoras de cada momento. En este sentido, y como ve

    remos ms adelante, Habermas hace en los ltimostiempos un balance del recorrido de la teora crtica,

    en el que alaba la estrecha colaboracin de la teoraoriginaria con las ciencias empricas, lamenta el giro

    especulativo marcado por la Dialctica del Iluminismode Adorno y Horkheimer (1947), y expresa su inten

    cin de colaborar nuevamente con las ciencias empri

    cas en su elaboracin de una teora de la accin comunicativa, de una teora de la evolucin social y de

    una tica discursiva.

    Evidentemente, rastrear la especificidad y status dela teora crtica francfortiana en el conjunto de traba

    jos de nuestros auto res es siempre una buena recetapara responder a las preguntas fo rm uladas. Pero quienes no dispongan del tiempo o el nimo para ello requeridos, podran forjarse una idea adecuada recu

    rriendo a obras como Teora tradicional y teora crtica (H o r k h e i m e r , 1937), La teora crtica ayer y hoy(H o r k h e i m e r , 1970), Filosofa y teora crtica (Ma r c u -

    s e , 1937), Para una teora crtica de la sociedad (Ma r -

    c u s e , 1969), Conocimiento e inters (Ha b e rm a s , 1965)y Teora de la accin comunicativa (Ha b e rm a s , 1981).

    Quienes ni siquiera para estas lecturas tengan tiempo o nimo, confo en que tanto este captulo como

    los siguientes les sean de alguna utilidad.

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    2.1. Teora como contemplacindesinteresada

    Uno de los conceptos ms apreciados por la filoso

    fa desde antiguo es el de teora. Desde que Aristteles valorara la contemplacin como la actividad mselevada del hombre, como la huella de lo divino en elhombre, la teora se consagr como ncleo irrenun-ciable de la filosofa. A diferencia de los saberes queregulan la accin (economa, poltica, tica y tcnica),la contemplacin se revela como ciencia no necesariay libre, que constituye por s misma un fin.

    Una consideracin precipitada del tema nos podrainducir a pensar que la teora crtica francfortiana bienpoco tendr que ver con esta versin contemplativa

    y desinteresada de la teora. La proclama marxiana

    de la tesis XI sobre Feuerbach ha llegado la horade transformar el mundo! vendra a subvertir esta

    valoracin de las actividades humanas en favor de los

    saberes referidos a la praxis. Y, sin embargo, no con

    viene olvidar que la filosofa, entendida como esclare

    cimiento, tiene su cuna en Grecia.Con Habermas, cabe dudar de que el concepto aris

    totlico de teora fuera tan desinteresado, tan ajenoa la praxis. Y no slo porque la contemplacin misma

    es una forma de praxis, sino porque el desinters que

    le es consustancial viene regido por un inters, y pre

    cisamente por un inters en la emancipacin humana.El camino de la ilustracin racional de Occidente ha

    quedado abierto.En efecto, la conciencia pre-filosfica de que la pra

    xis humana est dominada por poderes mticos slo

    puede ser superada enfrentando el cosmos desde unaactitud desinteresada por la praxis, que permita al su

    jeto afirm ar su propia voluntad y emanciparse de

    poderes extraos. El descubrimiento sereno, no urgidopor la accin, de las leyes del cosmos, hace posible la

    liberacin de presuntas causas irracionales. Slo dis-

    cirniendo el lugar del hombre en el cosmos, desentra

    ando su esencia; fue posible al hombre griego adue

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    arse racionalmente de s mismo. Atrvete a servirtede tu prop ia razn! es, en definitiva,!la divisa de laIlustracin. Por ello, el camino de la razn interesadaen la emancipacin est abierto desde esta teora des-

    interesada (Ha b e r m a s : 1984a, pp. 166 y 167). Nos en-contramos, pues, ante una teora crtica?

    Entendiendo la expresin en el sentido restringido

    que en este trabajo nos ocupa, la teora crtica de lasociedad pretende ocupar el lugar de cualquier teora

    tradicional de la sociedad, as como tambin de lateora del conocimiento. Aun cuando reconoce que es-tos dos tipos de teora se mueven sin duda por un

    inters emancipador, les falta un rasgo fundamentalpara una teora crtica: son incapaces de percibir sus

    propias races sociales, sus propios intereses.

    2.2. Las races sociales de la teora moderna

    El ya clebre trabajo de Horkheimer Teora tradicional y teora crtica describe el concepto de teorasurgido en la filosofa moderna como una acumu-lacin de saber, dispuesto de tal modo que pueda utili-zarse para investigar los hechos del modo ms com-

    pleto posible; de ah que el investigador se vea obliga-do a configurar el material cientfico como una estruc-

    tura jerrquica de hiptesis, capaces de dar cuenta

    de los nuevos hechos que se presenten.Ante una mirada penetrante esta tarea no represen-

    ta sino un momento ms en el desarrollo de la infra-

    estructura social, porque la transformacin y aplica-cin de teoras est ligada en muy buena medida a

    procesos sociales reales: la in troduccin de nuevas

    definiciones no slo se debe a la coherencia lgica

    de un sistema, sino tambin a las metas de la investi-gacin, fijadas desde fuera de ella misma; y, por otraparte, tampoco es slo el cientfico quien comprueba

    la relacin entre las hiptesis y los hechos, porque es

    en la industria donde se verifica tal conexin. Por tan-

    to, creer que la tarea cientfica es una actividad inde-

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    pendiente de la autoconservacin y reproduccin dela sociedad, creer que puede sustraerse a la historiay que brota nicamente del conocimiento, es, en buena

    ley, ideologa.Y esto le ocurre precisamente a juicio de Hork-

    heimer al concepto tradicional de teora, que ignorasus races socio-histricas y no se reconoce como unaactividad productiva, junto a otras, nacida de la divisin del trabajo en un modo de produccin determinado. Los sujetos de la ciencia burguesa, persuadidos

    de su independencia con respecto al proceso de pro

    duccin, separan a la razn de tal proceso y la hipos-tasan en las ciencias fsico-matemticas de la natura

    leza. Este es el tipo de ciencia lgica por excelencia,que sirve de paradigma tambin para las ciencias so

    ciales. La razn que en este tipo de teora reside espara el cientfico burgus la razn humana, a cuyas

    manos debemos en co m en da r. la historia.

    Y, en verdad, nunca negar la Escuela de Francfort

    que la historia deba confiarse a la razn. Heredera dela tradicin griega y del ideal ilustrado, abogar por

    una sociedad fundada en la razn. Pero no en la raznhipostasiada en las ciencias naturales, sino en esa ra

    cionalidad difusa que late en las entraas mismas de

    la sociedad. Por eso es preciso repudiar esa raznidentificadora, que confunde la verdad con la adecuacin del concepto a la cosa, cuando el objeto es siem

    pre ms que su concepto (Ad o r n o : 1975a, p. 13); espreciso sentar las bases socioeconmicas de una sociedad en la que confluyan logos y eros (Ma r c u s e :1985, p, 278); es preciso recuperar la racionalidad delmundo de la vida, desconectada en la modernidad del

    arte, la moral y la ciencia (Ha b e r m a s : 1983, pp. 26 y 27).La teora crtica se propone, pues, construir un sa

    ber acerca de la sociedad que tra te de sacar a la luz

    la racionalidad de los procesos sociales, desenmascarando a la par lo que de irracional hay en ellos.

    Esta doble tarea de autoconocimient y de denuncia de las patologas sociales viene presidida por el

    inters en instaurar un estado de cosas racional.

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    2.3. De la crtica idealista de la razn puraa la dialctica negativa

    Reemplazar a la teora tradicional del conocimiento,de corte fundamentalmente kantiano, es uno de losobjetivos de la teora crtica de la sociedad desde susorgenes hasta nuestros das. Sobre este punto puededecirse que no hay divergencias entre los francfortia-nos: la teora del conocimiento, diseada sobre el modelo sujeto-objeto de las ciencias naturales, es impo

    tente para dar cuenta de los hechos sociales. En estepunto , como en tantos otros, el idealismo kantiano esun punto de referencia, un objeto de crtica cuyosaciertos es necesario conservar, pero que tiene queser superado.

    Desde la perspectiva gnoseolgica, el sujeto, dotadode facultades inmutables, a-histricas, se enfrenta aun objeto extrao a l, irracional. Sin embargo, lo bien

    cierto es que las mismas facultades cognoscitivas estn sujetas a la configuracin histrica y que un objeto como los hechos sociales no es ajeno al sujeto, sinotambin racional.

    Cierto que el idealismo kantiano toma buena notade que la coincidencia reinante entre los. juicios humanos no puede explicarse mediante facultades subjetivas, pero en vez de atribuirla a la actividad pensante

    conjunta, a la actividad social histrica, recurre a unarazn intersubjetiva, hipostasiada, cuasi-misteriosa. Yes que el idealismo refleja ideolgicamente la escisindel mundo burgus: el individuo aparece como un ser

    pasivo desde el punto .de vis ta de la sensibilidad, activo desde sus facultades intelectuales; la sociedad, porel contrario, se revela como un sujeto activo, pero

    ciego, porque su actividad no resulta de la actividad

    consciente de individuos libres, sino de una especiede misterioso destino sobrehumano.

    La escisin sujeto-objeto, su interpretacin esttica, ajena a cualquier dinamismo histrico, es una delas mayores lacras de la gnoseologa kantiana. El m

    todo trascendental debe, pues, quedar arrumbado enaras de un mtodo filosfico que permita captar la

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    historicidad, la dinamicidad de lo real. Esta pareceser precisamente la gran aportacin de la dialcticahegeliana, y de ah que la Escuela de Francfort optesin ambages por la dialctica.

    Sin embargo, la dialctica hegeliana precisa se veras.correcciones, porque, en ltimo trmino, concluye enuna prsonal declaracin de paz con el mundo inhu-mano (Ho r k h e i m e r : 1974b, p. 237). Esta es tal vez lams grave y permanente acusacin que la Escuelade Francfort hace objeto a Hegel: aun antes de quela realidad sea racional, Hegel pretende ya que lo uni-versal se ha desplegado adecuadamente y es idntico

    a lo que se concreta; en la dialctica hegeliana, en defi-nitiva, se imponen la positividad de la razn y elprogreso.

    Y es que, a juicio de los francfortianos, la presuntafilosofa negativa ha perdido su fuerza transformadoradesde el momento en que busca llegar a un resultado

    positivo. La dialctica piensa Adorno ha sido unpensamiento positivo, que pretende alim inar el pen-samiento del lmite como pensamiento de lo comple-tamente otro incognoscible. Lo completamente otroslo puede ser designado en una negacin * indetermi-nada, pero no puede ser conocido, y por eso la dialc-tica nicamente puede ser contra todos los cno-nes negativa. Ninguna' de las reconciliaciones queafirm el idealismo absoluto denunciar Adornofue slida; esto vale para toda su gama de soluciones,desde las lgicas hasta las histricas y polticas (Ado r -no : 1975a, p. 15).

    Ciertamente, la dialctica hegeliana parte de la ex-periencia de la contradiccin entre las ideas y la rea-lidad, entre lo que las situaciones histricas funda-mentalmente la burguesa pretenden ser y pueden sery lo que en realidad son; entre la verdad de la situa-cin histrica, expresada en las ideas (lo que presumeser) y su realidad. La negatividad e st inserta e n . los

    aspectos positivos de la sociedad burguesa, y esta ex-periencia de la contradiccin constituye el princip iode la crtica. Sin embargo, la dialctica hegeliana tieneun techo, porque la Fenomenologa termina en el saberabsoluto; la conciencia crtica, resultado del movimien-

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    to fenomenologa), es saber absoluto. Desde esta perspectiva ex-post factum todas las situaciones histricasquedan legitimadas como momentos necesarios de un

    proceso objetivo: del despliegue del Espritu universal, verdadero sujeto de la historia.

    Los francfortianos, por su parte, apuestan por lafuerza permanente de lo negativo como motor de lahistoria, sin firmar tratados de paz con el mundo presente, ni siquiera con el mundo futuro. En la lnea deesta toma de partido por la negatividad cabe situarmuy especialmente la crtica adorniana a la lgica co

    mo elemento identificador, que comentaremos en elprxim o captulo, la repulsa de Marcuse y del restode la Escuela a la cultura afirmativa *, para la quehabr un espacio en el captulo dedicado a la moral,o el rechazo francfortiano del saber sistemtico y delas utopas positivas; excepcin hecha del caso de Ha-

    bermas, que en su Teora de la accin comunicativapresenta ya algo similar a un sistema y que, por otra

    parte, recurre como piedra de toque para su crticade la sociedad a una situacin ideal de dilogo, bosquejada contando con reglas precisas de la argumentacin.

    Sin embargo, la tnica general de la Escuela es laaversin al sistema y a las utopas positivas. Aversin

    al sistema porque constituye la expresin de un pensamiento identificador, que pretende haber captado ya

    lo real en conceptos, imponindose a los objetos desdela lgica de la dominacin. La dialctica, por el con

    trario, comienza diciendo slo que los objetos son msque su concepto, que contradicen la norma tradicionalde la adaequatio (Ad o r n o : 1975a, p. 13); por ello,Adorno llega a proponer la dialctica negativa comoantisistema. Las utopas positivas, por s parte, nica

    mente pueden albergar los rasgos del orden presente,aun cuando en el bosquejo utpico se encuentren me

    jo r integrados. En ltimo trmino, el pensamiento, ala hora de determinar lo que debe ser, no cuenta con

    ms punto de referencia que la realidad por l cono

    cida; de ah que la edad feliz que l represente no

    pueda trascender los lmites de un reflejo m ejorado

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    del statu quo. Tal reflejo, como es obvio, puede tambin cumplir una funcin conciliadora con lo que hay.

    En los tiempos que corren concluir diciendo Hork-

    heimer en Teora tradicional y teora crtica la verdadera teora no puede ser tanto afirmativa como crtica; la instancia especfica de la teora crtica es elinters por la supresin de la injusticia social:

    esta formulacin negativa constituye el contenidomaterialista del concepto idealista de razn.

    (H o r k h e im e r : 1974b, p, 270)

    Y Herbert Marcuse, tras haber buscado infructuo

    samente en el ltimo captulo de El hombre unidimensional un sujeto de la revolucin, un grupo decidido a transformar el orden presente hacia una sociedad ms racional, confirma nuevamente cuanto veni

    mos diciendo con las siguientes palabras:

    La teora crtica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismoentre el presente y el futuro: sin sostener ninguna

    promesa, ni tener ningn xito, sigue siendo negativa. As, quiere permanecer leal a aquellos que,sin esperanza, han dado y dan su vida al Gran Rechazo.

    (Ma r c u s e : 1985, p. 286)

    Y es que, en buena ley, la actitud crtica consiste enrenunciar a conformarse con lo dado, en rechazar lafacticidad. No es extrao, pues, que dos de las co

    rrientes ms prestigiosas de nuestro siglo asuman lacrtica como proceder filosfico, e incluso como forma

    de vida; ni tampoco que ambas se reclamen de la dialctica, en la medida en que utilizan la contradiccin

    como un elemento clave en su propuesta. Me estoyrefiriendo a dos posturas al parecer tan contra

    puestas como la teora crtica de la sociedad de laEscuela de Francfort y el racionalismo crtico, repre

    sentado fundamentalmente por K. Popper y H. Albert.

    Nos ocuparemos brevemente de su confrontacin por

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    que puede arrojar luz sobre una de las denominacio-nes que a la teora crtica cabe adjudicar: la de hermenutica dialctica.

    2.4. Teora crtica como hermenutica

    dialctica

    La polmica entre el racionalismo crtico y la teora

    crtica viene siendo famosa desde que abrieran el fue-go en 1961 Popper como representante de la raznanaltica y Adorno como representante de la razndialctica con ocasin de un congreso organizado enTubinga por la Sociedad Alemana de Sociologa. Eltema del congreso era en aquella ocasin la lgica delas ciencias sociales, y los dos autores citados actua-

    ban como ponente y coponente, respectivamente. Sus

    intervenciones se recogieron ms tarde en ese colecti-vo titulado La disputa del positivismo en la sociologaalemana, en el que tambin quedaron insertas las r-

    plicas y contrarrplicas que se produjeron por amboslados.

    Desde entonces puede decirse que el enfrentamientopermanece vivo, e incluso que se ha condensado endos modos de entender la totalidad* del saber y en

    dos formas de vida. Pero tambin conviene precisarque si los dialcticos Adorno y Habermas desenterra-ron el hacha de guerra frente a los analticos Poppery Albert, son Apel y Albert, desde posturas bastantems matizadas, quienes mantienen vivo el fuego de ladesavenencia. A mi juicio y subrayo la modestia dela perspectiva Habermas se ha aproximado en losltimos tiempos a los planteamientos del racionalismocrtico en su nuevo intento de acercamiento a lasciencias empricas y a las ciencias reconstructivas.Dado que la polmica ha producido desde sus comien-zos ros de tinta, me centrar en aquellos puntos queconsidero imprescindibles para la marcha de nuestrotrabajo.

    A la altura de los aos 60, es decir, a la altura del

    colectivo citado, la posicin de los francfortianos po-

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    da concretarse muy sucintamente en los siguientespuntos, en lo que a la lgica de las ciencias socialesse refiere; es decir, en lo que se refiere a su concep-cin de la teora de la sociedad:

    a) El verdadero problema consiste en determinarsi es posible a los hombres asumir prcticamente lamarcha de la historia, de una historia que hasta ahoralos hombres no hemos hecho, y por eso podemos decirmarxianamente que nos encontramos inmersos en elreino de la necesidad. La filosofa dir Horkheimerya en 1940 insiste en que las acciones y fines delhombre no tienen que ser el producto de una necesidad ciega (H o r k h e i m e r : 1974c, p. 276), y la preocupa-cin constante de los francfortianos ser precisamentehacer posible que los hombres tomen las riendas dela historia. Este es el inters que gua a una investiga-cin sociolgica que quiera comprender el sentido delos hechos sociales.

    Naturalmente, el remedio de urgencia consiste enrecurrir a la crtica de las ideologas para esclarecerlas causas en virtud de las cuales los hombres no pue-den hacer conscientemente su historia; pero el pro-

    blema estriba en dilucidar a qu tipo de crtica ideol-gica recurrir. Los analticos hacen su propuesta eneste sentido, pero a juicio de los dialcticos no

    pueden garantizar una in tervencin prctica en la his-toria, sino una intervencin tcnica, porque su concep-to de razn y la lgica de la investigacin que propo-

    nen son propios de una razn menguada en sentidopositiv ista.

    . Existe acaso un continuo de racionalidad sepregunta Habermas entre la capacidad de disposicin tcnica sobre procesos objetivizados, por una

    parte, y el dominio prctico de procesos histricos,por otra, de la historia que hacemos, sin haber

    podido hacerla hasta entonces conscientemente? Setrata del problema de si la administracin racionaldel mundo coincide con la solucin de las cuestiones

    prcticas suscitadas y planteadas histricamente.

    (Ad o r n o : 1973b, p. 165)

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    Segn los francfortianos, la disposicin tcnica nocoincide con la conduccin racional del mundo, porque tcnica y praxis como ya saba Aristteles nose identifican. Dirigir prcticamente la historia exige

    primero tra ta r de captar su sentido objetivo medianteuna hermenutica dialctica. No son las ciencias obje-tivistas las capacitadas para percibir el sentido de losacontecimientos, sino los saberes hermenutico y dialctico.

    b) En este orden de cosas, el punto de partida dela investigacin social no pueden ser los hechos objetivados, aun cuando estuvieran- formalmente conectadosen un sistema. El punto de partida es la experiencia,

    pero no la experiencia positiv ista, sino la experienciade la sociedad como totalidad.

    La herencia hegeliana es, pues, admitida sin reparospor la teora crtica que, en lo que a las ciencias sociales respecta, sabe que no tiene que habrselas con la

    interrelacin hipottico-deductiva de enunciados, sinocon la explicacin hermenutica del sentido. La comprensin del sentido de los hechos sociales exige unacomprensin precedente de la totalidad social, a partirde la cual se articula la teora, que debe ser nuevamente sometida al control de la experiencia. Comoes obvio, nos encontramos ante un caso de aplicacindel crculo hermenutico (anticipacin por medio de

    la experiencia precientfica y posterior precisin de loanticipado), inevitable cuando se trata de comprenderel sentido de los hechos sociales.

    La teora crtica se presenta, por tanto, como hermenutica dialctica, que no recurre a una totalidadclausurada, porque ello significara desvirtuar el poderde la negacin, sino que es consciente de que unacomprensin objetiva del sentido de la historia requiere una captacin inicial precientfica de la sociedadcomo totalidad, y un posterior despliegue dialctico ensus momentos. Y es que las ciencias sociales tienenque asegurarse de la adecuacin de sus categoras alobjeto, y ello les obliga a atenerse a la cosa, a los datos estructurados en el contexto general de la totalidad social.

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    c) La totalidad social no se inte rpre ta orgnica-mente, no posee vida propia aparte de sus miembrosy, sin embargo, es imposible entender cada uno de los

    elementos si no es en su relacin al todo. Sistema yparticularidad slo resultan cognoscibles en su reci-procidad. Ciertamente, el todo no puede aprehendersepor mtodos particulares de ensayo, y de ah que sea"imposible comprobar experimentalmente la dependen-cia de un fenmeno social con respecto a la totalidad;sin embargo, esta dependencia tiene mayor realidadque la de los datos verificados.

    La incidencia hermenutica en la totalidad ha derevelarse como de un valor superior al meramenteinstrumental.

    (Ad o r n o : 1973b, p. 152)

    d) Desde un punto de vista histrico, la teora dia-lctica de la sociedad afirma que los fenmenos par-

    ticulares dependen de la totalidad. Su anlisis apuntaa leyes objetivas del movimiento histrico, que no ha-cen abstraccin de las situaciones concretas ni se im-

    ponen necesariamente, sino tendencialm ente. Tales le-yes se proponen expresar el sentido objetivo de unatrama histrica, por cuanto el sentido es constitutivoa las tendencias histricas. A travs de ellas, a partirde lo que todava no es de lo posible se hace pa-

    tente la sociedad.

    e) La teora