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Coyuntura y crisis: el motín popular por la moneda de cobre

en la ciudad de México, 11 de marzo de 1837

* * *

Angélica María Cacho Torres

Noviembre del 2005

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Índice

Siglas y referencias .............................................................................................................. 1

Introducción

Sobre la protesta social ...................................................................................................... 2

Características de esta investigación ............................................................................... 13

I. La ciudad de México y sus problemas

1.1 Sociedad y condiciones de vida ................................................................................ 24

1.2 La política, el gobierno local y las desavenencias institucionales ............................ 45

1.3 El problema económico y la nueva moneda

1.3.1 Economía y finanzas ........................................................................................ 69

1.3.2 Casa de Moneda ............................................................................................... 74

1.3.3 La moneda ........................................................................................................ 88

1.3.4 La cultura económica ....................................................................................... 94

II. Inquietud social y protesta ......................................................................................... 100

2.1 El problema del cobre y los monederos falsos ........................................................ 102

2.2 Malestar social y protesta ....................................................................................... 114

2.2.1 El motín .......................................................................................................... 121

2.2.2 Las autoridades ............................................................................................... 129

2.3 Análisis de los acontecimientos .............................................................................. 135

2.3.1 Simbolismo y representación ......................................................................... 142

III. Condiciones y estructuras para la movilización política ....................................... 178

3.1 El rumor y el escrito político .................................................................................. 179

3.2 Participación política y opinión pública .................................................................. 186

3.3 Lugares y modos de socialización .......................................................................... 196

3.4 Lo coyuntural y lo estructural ................................................................................. 209

IV. Conclusión. ................................................................................................................ 219

Anexos .............................................................................................................................. 226

Bibliografía ....................................................................................................................... 238

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1

Siglas y referencias

AGN Archivo General de la Nación

AHDF Archivo Histórico del Distrito Federal

AHSRE Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores

AHSCJN Archivo Histórico de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

BDCV Biblioteca Daniel Cosío Villegas (El Colegio de México)

Condumex Centro de Estudios Históricos Condumex

CL Colección Lafragua, Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional

CB Colección Basave, Fondo Reservado de la Biblioteca de México

BRGG Biblioteca Rafael García Granados (IIH - UNAM)

C. Sutro Sutro Library Mexican Pamphlet Collection

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Introducción

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Introducción

Sobre la protesta social

La amplia producción historiográfica sobre la protesta social nos permite estudiar las

revueltas y los motines populares a partir de diversos enfoques analíticos, dada la riqueza

metodológica y la reflexión teórica producida en las últimas décadas del siglo XX. En este

cambio epistemológico sobre la concepción misma de la historia, se observa un gran

abanico de contribuciones al estudiar la violencia tumultuaria; desde las visiones clásicas

elaboradas por Edward Palmer Thompson sobre la economía moral de una comunidad, las

consideraciones de George Rudé sobre la ideología de la protesta popular y la forma como

operaba la circularidad de las ideas entre las clases1 o los postulados sobre la acción popular

primeramente considerados como prepolíticos y después matizados por el mismo Eric

Hobsbawn,2 hasta el análisis de la estructura de oportunidades y el papel del Estado

planteadas por Charles Tilly y Theda Skocpol, respectivamente.3

1 El concepto de “clases” de acuerdo con Edwar Thompson puede utilizarse como una categoría heurística

de análisis, que nos permitiría entender una lucha dialéctica entre sectores opuestos, los cuales actuaron según observaron la necesidad de defender aquello que consideraban sus derechos legítimos (como plebe) o su deber de restablecer el equilibrio (como gentry), a partir más de una conciencia vertical, antes que una horizontal que les permitiera asumirse como clase para sí. Edward Palmer Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase, Barcelona: Crítica Grijalbo, 1979, pp. 36-39. George Rudé, Revuelta popular y conciencia de clase, Barcelona: Crítica, 1981, pp. 15-48.

2 Eric Hobsbwam, Rebeldes primitivos: estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona: Ariel, 1974.

3 Charles Tilly, “Conclusion: Contention and the Urban Poor in Eighteenth- and Nineteenth- Century Latin America”, en: Silvia Arrom y Servando Ortoll (eds.), Riots in the Cities. Popular Politics in the Urban Poor in Latin America, 1765-1910. Wilmington: Scholarly Resources Books, 1996, p. 9 (también hay traducción al español: Revuelta en las ciudades. Políticas populares en América Latina, México: UAM / Porrúa / El Colegio de Sonora, 2004, «biblioteca de signos núm. 27»); Theda Skocpol, Social Revolutions in the Modern World, Cambridge: Cambridge University Press, 1994. Véase también Sydney Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política Madrid: Editorial Alianza, 1997 y Doug McAdam, John D. McCarthy y Mayer N. Zald, Movimientos sociales: perspectivas comparadas. Oportunidades políticas, estructuras de movilización y marcos interpretativos culturales, España: Ediciones Istmo, 1999.

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Introducción

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Durante mucho tiempo el descontento social, como tal, ha sido motivo de reflexión

por parte de numerosos estudiosos de diversas áreas, desde la ciencia política, la sociología

y la historia hasta la sicología, la filosofía política o el derecho, por los problemas de

gobernabilidad, estabilidad e incluso de legitimación que traen consigo las manifestaciones

abiertas del conflicto social y sus repercusiones en los diversos ámbitos de gobierno.

Ahora bien, en el México decimonónico el interés por los pobres a partir de la

importancia que implicó para las elites encontrar mejores mecanismos de control, bien

fuera para volverlos “industriosos” normando sus ratos de ocio, así como los lugares de

sociabilidad formal e informal,4 o bien fuera para valerse de ellos en la confrontación

política con otras facciones (tal como lo ha sugerido Richard Warren5), evidencia parte del

cambio ideológico operado con la mudanza de la mentalidad paternalista (prevaleciente

durante gran parte del virreinato), hasta las posturas modernizadoras tempranamente

impulsadas por pensadores como Campillo y Cosío, Jovellanos, Ward, Campomanes y el

mismo Gálvez durante el reformismo borbónico, cuando se pretendió romper con ese

paternalismo fomentando la individualidad y el interés económico de las personas a partir

de la enseñanza escolar y artesanal, el reparto de las tierras comunales, además de la

conclusión de los monopolios junto con los privilegios excesivos de las corporaciones.6

4 Maurice Agulhon, “Clase obrera y sociabilidad antes de 1848”, en: Historia Social, núm. 12, 1992, pp.

141-166. 5 Richard Warren, “El congreso por su gusto hizo del justo un ladrón: el cobre, la «chusma» y el

centralismo, 1837”, en: Carlos Illades y A. Rodríguez Kuri (comps.). Instituciones y ciudad. Ocho estudios históricos sobre la ciudad de México, México: Ediciones ¡UníoS!, 2000, pp. 61-79, pássim.

6 Horts Pietschmann, “Protoliberalismo, reformas borbónicas y revolución: la Nueva España en el último tercio del siglo XVIII”, en Josefina Z. Vázquez, (coord.), Interpretaciones sobre el siglo XVIII mexicano. El impacto de las reformas borbónicas, México: Editorial Nueva Imagen, 1992, pp. 32.

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Introducción

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Actualmente, la protesta violenta ha sido ampliamente investigada7 y últimamente

se ha contemplado al estallido y la protesta social más allá del simple impulso violento que

lleva a una muchedumbre a responder instintivamente ante ciertas circunstancias y que

desemboca necesariamente en el vandalismo o el pillaje.8 El estudio de diversos factores y

marcos interpretativos nos permite acercarnos a la protesta violenta como parte integrante

de la negociación política que, aunque extrema, cumple ciertos códigos culturales y se viste

de ciertos ritos o manifestaciones que nos hablan de la dinámica relación entre gobernados

y gobernantes. El estudio de las formas rituales de la protesta y de la movilización misma,

nos obligan a leer entre líneas el discurso político y tratar de entender ciertos códigos

culturales que formaron parte de las identidades colectivas y de ciertas formas de expresión.

Los gritos escuchados durante las protestas así como los lugares donde éstas se llevan a

cabo son muy indicativos sobre la forma de concebir a la autoridad y sus símbolos. Los

mitos sobre ese antagonismo irreconciliable entre el pueblo y las elites derivan de ciertos

7 Antonio Murga brinda una extensa panorámica sobre las diferentes polémicas y revisiones que se han hecho en torno a las corrientes y formas de estudiar la protesta social dentro de las principales escuelas sociológicas; Antonio Murga Frassinetti, “Sociología y movimientos sociales: una bibliografía comentada”, en: Revista Mexicana de Sociología, año 66, núm. 2, abril-junio, 2004, pp. 405-440.

8 Víctor Lucea, “Entre el motín y el «delito». La protesta no institucionalizada en la provincia de Zaragoza. 1890-1905”, en: Historia contemporánea, Revista del Depto. de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, vol. II, núm. 23, 2001, p. 729-730; Ludger Mees, “¿Vino viejo en odres nuevos? Continuidades y discontinuidades en la historia de los movimientos sociales”, en: Historia Contemporánea, Revista del Depto. de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, núm. 16, 1997, pp. 219-222. Bert Useem, “Breakdown theories of collective action”, en: Annual Reviews Sociology, núm. 24, 1998, pp. 215-238.

Enrique Serrano plantea que en la historia del pensamiento político y jurídico han existido dos presupuestos sobre el nexo entre el orden civil y la justicia, dando como resultado dos posturas opuestas frente al conflicto social; el primero presupone un orden objetivo (sea natural, divino, histórico u otro) del que se deduciría una noción de justicia con validez universal y de acuerdo con ésta, el conflicto sería un fenómeno anómalo que se origina por la conducta irracional de los individuos, “ya que si éstos asumieran las normas de justicia como guía de sus acciones, podrían coordinarse sin que apareciera un conflicto entre ellos” y la política se reduciría a una “mera técnica de administración de los asuntos colectivos”; mientras que la segunda postura “considera al conflicto no como un fenómeno irracional, sino como una consecuencia necesaria de la falta de un principio normativo común a los seres humanos y capaz de integrar sus acciones”; así la política tendría como fin mantener la frágil estabilidad del orden social, suprimiendo la disidencia y encausando los conflictos al exterior de la comunidad y gobernar implicaría controlar o someter a los otros e imponerles una concepción particular de la justicia. Enrique Serrano Gómez, Filosofía del conflicto político. Necesidad y contingencia del orden social, México: UAMI / Porrúa, 2001, «biblioteca signos II», p. 7.

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Introducción

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marcos interpretativos, donde algunos valores fuertemente arraigados en la memoria

colectiva justificaron la lucha violenta de los pobres para conseguir aquellos beneficios o

atenciones «que de otra manera les serían negados».

Podemos ver que también a partir de las nociones introducidas por Karl Marx, el

estudio del conflicto social se había circunscrito al análisis de la lucha social bajo un visión

teleológica que contemplaba la final e ineludible destrucción del capitalismo; pues de

acuerdo con los postulados marxistas, podríamos entender la combatividad o pasividad del

proletariado a partir del examen de sus condiciones materiales objetivas, más que de la

conciencia (o falsa conciencia) de clase, dado el papel históricamente determinado del

proletariado.9 Así, el examen de las condiciones materiales de trabajo, la formación de la

conciencia – o falsa conciencia – del proletariado, la lucha de clases y la final destrucción

del capitalismo, guiaron muchos de los estudios clásicos sobre los conflictos obreros y los

demás sectores de la sociedad permanecieron relegados de la historia. Sin embargo, pese a

las limitantes teóricas y al uso dogmático del marxismo que hicieron algunos autores que

mantenían propósitos políticos, se abrió una importante veta de investigación acerca de

aquellos sectores tradicionalmente marginados; la cual fue ampliamente enriquecida por

una nueva generación de investigadores socialistas venidos principalmente de las escuelas

inglesa y francesa.

9 Heinz Lubasz, “La conciencia proletaria en la teoría de Marx y en la investigación contemporánea:

algunos problemas de conceptualización y lectura”, en: Historia social, 10, primavera-verano, 1991, pp. 35-36.

Marx señalaba “No se trata aquí de lo que éste o aquel proletariado o incluso el proletariado entero imagine momentáneamente que es su meta. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que, con arreglo a ese ser, se verá forzado históricamente a hacer. Su meta y acción histórica [la destrucción del capitalismo] están trazadas palmaria e irrevocablemente en su propia situación vital así como en toda la organización de la actual sociedad burguesa.” Karl Marx y Friedrich Engels, La sagrada familia. La situación de la clase obrera en Inglaterra. Otros escritos, 1845-1846, Barcelona: Grijalbo, 1978, p. 37.

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Introducción

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De este modo, se estudiaron los movimientos populares y las protestas campesinas

europeas ocurridas en los siglos XVII y XVIII, bajo una perspectiva diferente que permitió

un gran avance teórico-metodológico y una renovación teórica claramente percibida hacia

mediados del siglo XX. Se destacaron particularmente las aportaciones realizadas por

Edward P. Thompson sobre el estudio de la historia desde abajo, las consideraciones

hechas por Eric Hobsbwam sobre el estudio de la gente corriente y los movimientos de

masas a partir del siglo XVIII,10 así como el análisis sobre las identidades colectivas y la

ideología de las multitudes, estudiadas por George Rudé, entre otros.11

Todo esto llevó a una reflexión distinta sobre los movimientos de las masas, la

aparición del conflicto social y su análisis teórico y, de esta forma, los conceptos

tradicionales de clase, conciencia, ideología, así como muchos otros elementos de la

superestructura, adquirieron una significación radicalmente distinta y el uso del método

dialéctico ayudó a comprender una dinámica de oposición y lucha, más allá del contundente

antagonismo entre dos clases.

La visión dicotómica de la sociedad capitalista (y de la sociedad en general)

sucumbió ante la aparición de nuevas categorías analíticas que sugerían una composición

más compleja de la sociedad. Conceptos como clases populares, clases subalternas,

movilidad ascendente o descendente, resistencia pasiva, rostros del poder, discurso

10 Jim Sharpe, “Historia desde abajo”, en: Peter Burke (ed.), Formas de hacer Historia, España: Alianza

Universidad, 1999, p. 39-44. 11 En términos generales, el estudio de las masas desde la perspectiva histórica (sus formas de actuar, los

diversos mecanismos de apropiación y representación, la participación, etcétera) dentro del ámbito político se vio ampliamente enriquecido tras los aportes hechos por varios autores a partir de una nueva reflexión metodológica, que en cierto modo ya se hallaba presente desde la escuela de los Annales. Especialmente resaltan las aportaciones del grupo académico de marxistas formado por Christopher Hill, Rodney Hilton, Eric Hobsbawm, Victor Kiernan, John Saville, Dorothy y Edward Thompson, junto con G. Rudé, al lado de historiadores franceses como Georges Lefebvre, Albert Soboul y Richard Cobb; además de François Furet, Maurice Agulhon, Mona Ozouf, William Sewell, Lynn Hunt, etcétera.

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público, discurso oculto, etcétera, empezaron a marcar nuevos derroteros de estudio y el

descubrimiento de una gran variedad de realidades sociales dentro de una comunidad, fue

acompañado de una creciente diversidad metodológica para estudiarlas.

La aparición de categorías analíticas como cultura política, pensamiento político,

estructuras políticas, Estado moderno, Estado de Antiguo Régimen, sociabilidades

modernas, formas de representación, etc., fueron adquiriendo una importancia creciente

para entender el conflicto social y fenómenos tan importantes como la Revolución Francesa

recibieron nuevas explicaciones bajo la mirada inquisidora de los revisionistas;12 de ese

modo, las formas de apropiación y conformación de las ideas dentro de los núcleos de

convivencia;13 la interacción social entre las clases y la politización de las comunidades,14

así como su capacidad de apropiarse de conceptos como la ciudadanía, derechos políticos,15

etcétera, centraron el interés de algunos investigadores que nos han legado importantes

contribuciones teóricas y han dado cabida a una mayor reflexión por las distintas

metodologías y formas de llevar a cabo el análisis histórico.

Igualmente, las contribuciones de sociólogos como Charles Tilly e Immanuel

Wallerstein permitieron dilucidar en torno a los factores estructurales (o podríamos decir,

12 V. Georg G. Iggers, Historiography in the Twentieth Century. From Scientific Objectivity to the

Postmodern Challenge, Hanover and London: University Press of New England, 1997, pp. 119-133; especialmente pp. 128-129; también v. Antoine de Baecque, “La Revolución francesa: ¿regenerar la cultura?, en: Jean-Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli, Para una historia cultural, México: Taurus, 1999, pp. 203-225. George Rudé, (edición e introducción de Harvey J. Kaye), El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución ideología y protesta popular, Valencia: Artes Gráficas Soler, 2000, pp. 137-205, «biblioteca historia social, núm. 7».

13 Agulhon, “Clase obrera y sociabilidad...”, loc. cit. 14 George Rudé, “La ideología de la protesta popular”, en Revuelta popular y conciencia de clase,

Barcelona: Crítica Grijalbo, pp. 33-48. 15 V. Iggers, op. cit., pp. 128-131; Hilda Sábato (ed.), Ciudadanía política y formación de las naciones.

Perspectivas históricas de América Latina, México: Fondo de Cultura Económica, 1999; específicamente para el caso mexicano en este mismo libro v. el artículo de Antonio Annino, “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en México. Los orígenes de un dilema”, pp. 62-93.

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superestructurales) de la sociedad para explicar la aparición del conflicto social; Theda

Skocpol señala cómo Charles Tilly usa métodos cualitativos y cuantitativos para describir y

explicar históricamente las formas cambiantes de la acción y la movilización colectivas,

mientras que Wallerstein parte de un modelo teórico del sistema capitalista mundial con

ciertas estructuras y dinámicas determinadas, para realizar después una gran variedad de

estudios en diversos lugares, tiempos y problemas para validar la solidez del modelo.16

La posibilidad de utilizar herramientas teórico-conceptuales venidas de otras

ciencias, así como la renovación de la historia política y el auge de la historia sociocultural

permitieron acercarse al fenómeno de la protesta social, no como un aspecto

necesariamente anómico, sino como una parte estructurante de las relaciones de poder que

rompieron la visión de la verticalidad centrada en una AUTORIDAD absoluta.17 Ahora, las

relaciones de poder, así como el conflicto social y las diferentes formas de resistencia,

podían ser halladas y explicadas hasta en el interior del pequeño taller artesanal,18 y la

hegemonía aparentemente absoluta de los gobernantes encontraba numerosas aristas y

algunas fisuras que explicaban la necesidad de negociar o practicar un lenguaje doble entre

las apariencias y las intenciones últimas para alcanzar el dominio.19

16 Theda Skocpol, “Temas emergentes y estrategias recurrentes en sociología histórica”, en: Historia

social, 10, primavera-verano, 1991, p. 101, 107-108; Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial III. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850, México: Siglo XXI, 1998; Tilly, “Conclusion...”, op. cit; Skocpol, Social Revolutions…, op. cit., pp. 55-71.

17 En la Breakdown theories of collective action, se considera a la protesta social como el resultado de un estado de desorganización por la ausencia, contradicción o incongruencia de las normas sociales (la anomia). Para ver una breve introducción sobre esta corriente y sus principales impulsores, así como las diferencias con la Mobilization theory, véase Bert Useem, “Breakdown theories of collective action”, en: Annual Reviews Sociological, núm. 24, 1998, pp. 215-138.

18 Arlette Farge, La vida frágil. Violencia, poderes y solidaridad en el París del siglo XVIII, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, «Colección Itinerarios», 1994, pp. 117-182.

19 James Scott, Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, México: Editorial Era, 2000; Susan DEANS-SMITH, “The Working Poor and the Eighteenth-Century Colonial State: Gender, Public Order, And Work Discipline”, en: Rituals of Rule, Rituals of Resistance. Wilmington: Scholarly Resources, 1994, pp. 47-75.

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Los factores estructurales del orden institucional, las formas como se mantiene, se

aplica o se transforma la normatividad para entender históricamente el dominio; las

estrategias usadas para legitimar el poder y convertirlo en una superestructura ideológica, la

gestión de los aparatos de poder y el poder mismo, pueden ser algunas de las variables

consideradas para explicar el potencial o la aparición del conflicto social.20 Y el conflicto

social mismo, sin ser visto como un fenómeno que encuadra necesariamente en esquemas

evolucionistas, de acuerdo con Charles Tilly, puede ser considerado como parte de una

historia de Desorden (dado el impulso directo que mueve a la gente por la tensión social),

Progreso (esto es, como resultante de una conciencia impuesta por la movilización política)

o de Lucha (tras la percepción compartida e inducida por la lucha continua).21

Gracias también a otras investigaciones realizadas sobre la movilización popular en

el ámbito rural mexicano y en otros espacios geográfico-temporales de Latinoamérica,

contamos con algunos enfoques y herramientas teóricas muy útiles para esta investigación.

Tal es el caso del estudio coordinado por Friedrich Katz acerca de las luchas rurales en

México de los siglos XVI al XX22 y el editado por Silvia Arrom y Servando Ortoll sobre los

conflictos en algunos países de Latinoamérica (Brasil, México, Colombia y Ecuador).23

Tanto los intentos de encontrar una explicación general como las posibles

especificidades del campo mexicano y su carácter levantisco, encuentran una explicación

general que, sin bien ya han sido modificada a partir de otros estudios más especializados

en el ámbito regional, llevan a plantear a Katz una serie de conclusiones bastante

20 Roberto Bergalli y Enrique E. Mari, Historia ideológica del control social (España-Argentina, siglos XIX y XX), Barcelona: Promociones y Publicaciones Universitarias, «Sociedad- Estado», 1989, pp. XIV-XVI.

21 TILLY, “Conclusion...”, op. cit. 22 Friedrich Katz, Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX,

México: Ediciones Era, 1990. 23 Silvia Arrom y Servando Ortoll (edits.) Riots in the Cities…, op. cit.

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sugerentes e interesantes: “[...] de gran originalidad es [...] el descubrimiento y la

descripción de las alianzas extremadamente distintas que los habitantes del campo

establecieron con otros sectores de la sociedad, que iban desde los caudillos tradicionales

hasta los intelectuales y las clases medias”, pues afirma que finalmente los campesinos en

muchos movimientos “probaron que eran astutos tácticos, capaces de crear las más diversas

alianzas, dar forma a la política natural y utilizar los conflictos y rivalidades de la clase

superior”.24

Ahora bien, Silvia Arrom afirma que los estudios en Europa y más recientemente en

América Latina indican cómo “the analysis of popular disturbances can illuminate the

values and beliefs of the lower classes, who rarely appear in historical records” e

igualmente la respuesta de las elites “in turn, reveals their views of the poor and their

understanding of how social control is maintained”;25 por ello existe la posibilidad de

valerse del motín como un acontecimiento que nos puede proporcionar una muestra de las

prácticas simbólicas y las formas culturales sobre la concepción de la política en una época

determinada,26 tanto de los sectores populares como de las elites gobernantes. Aunque

también hay que tomar en cuenta que estas prácticas simbólicas y manifestaciones de la

protesta tienen una dimensión diacrónica y que, incluso en la protesta misma, pueden

adquirir nuevos significados o contenidos.27

24 Katz, Revuelta, rebelión..., op. cit., pp. 22-23. 25 Arrom y Ortoll, Riots in the Cities…, op. cit., p. 72. 26 Natalia Silva Prada, “Estrategias culturales en el tumulto de 1692 en la ciudad de México: aportes para

la reconstrucción de la historia de la cultura política”, en: Historia Mexicana, 2003, LIII: I, p. 16. 27 Por ejemplo, cuando Saurabh Dube comenta la investigación de Ranajit Guha intitulada Elementary

Aspects of Peasant Insurgency in Colonial India, señala sobre los ataques rituales que dentro de una poderosa revuelta “los campesinos usaban la discriminación al dirigir selectivamente la violencia contra objetivos particulares” y tendían a dar “nuevos significados a dispares ataques a la propiedad y a la persona, y a integrarlos de nuevo como parte de la rebelión”. Saurabh Dube, “Insurgentes subalternos y subalternos insurgentes”, en: Saurabh Dube, Sujetos subalternos, México: El Colegio de México, 2001, p. 58-59.

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Por su parte, Ariel Rodríguez Kuri señala la necesidad de empezar a relacionar con

mayor precisión las formas de resistencia con las tendencias históricas de la protesta

urbana, lo cual le lleva a plantear una pregunta de más alcance, ¿existe una tradición de

motín político en la ciudad de México?28 Y dentro de esta reflexión cabe considerar que, si

estamos hablando de las prácticas y las formas de representación del mundo a las que

podemos acceder a través del estudio del motín o la revuelta, para tener una mejor claridad

de la cultura política de los sectores populares, esta posible o probable “tradición de motín

político en la ciudad de México” nos lleva a hablar de la cultura como parte del mismo

proceso histórico, en tanto la cultura es “un elemento esencial en la producción y

reproducción cotidiana de la vida social”.29

Rodríguez Kuri propone estudiar la protesta social a partir de 1) los orígenes

directos del conflicto, 2) las percepciones populares, 3) las características de la coyuntura y

las prácticas políticas, y finalmente 4) la dinámica propiamente dicha de los

acontecimientos;30 mientras que Natalia Silva señala el examen de los gritos específicos, los

gritos de reclamo y el grito de sedición dentro del tumulto y la sedición misma,31 y Dube

refiere cuatro métodos de resistencia muy notorios y frecuentes en las rebeliones

campesinas en el siglo XIX: la destrucción, el incendio, el consumo de alimentos y el

28 Aunque la referencia que el autor hace concierne a la protesta estudiantil de 1968 y a la tradición del

motín político para el siglo XX, considero que la reflexión global es perfectamente aplicable a cualquier disturbio – motín o revuelta – que se estudie. Ariel Rodríguez Kuri, “Los primeros días. Una explicación de los orígenes inmediatos del movimiento estudiantil de 1968”, en: Historia Mexicana, Tomo LIII, vol. I, 2003, p. 189-190.

29 Silva Prada, “Estrategias culturales...”, op. cit., p. 7. 30 Ariel Rodríguez Kuri, “Desabasto de agua y violencia política. El motín del 30 de noviembre de 1922

en la ciudad de México”, en: José Monzón y Carmen Valdez (coords.), Formas de descontento y movimientos sociales, siglos XIX y XX, México: Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, 2005, p. 170.

31 Silva Prada, “Estrategias culturales...”, op. cit., p. 18.

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saqueo;32 todo ello en un intento por clasificar y encontrar mayor claridad de los elementos

culturales constitutivos de la protesta.

Si bien, es cierto que las tentativas de clasificación pueden obedecer a la tipificación

misma de la protesta como urbana o rural, todos estos elementos anteriormente señalados

pueden formar parte del análisis en cualquiera de los dos ámbitos; pues aunque se haya

hecho cierto énfasis para tratar de saber – en términos cuantitativos – la extensión,

duración, número y/o motivación de las protestas (urbanas o campesinas) o bien, para

desentrañar esta evolución de las manifestaciones simbólicas y la traducción de la política

popular y sus alcances sociales en una comunidad, el estudio de las movilizaciones

populares nos remite a la comprensión de las estructuras de pensamiento de una época

determinada.33

En resumen, podemos observar que existe una multiplicidad de enfoques teóricos

que nos permiten estudiar al conflicto social y sus posibles detonantes mediante diversos

esquemas analíticos; bien sea partiendo de los patrones internos de la acción y la

movilización social, la conformación de las ideas o bien a través de los elementos

estructurales e institucionales que nos permiten explicar los mecanismos por los cuales se

mantiene – o se intenta sostener – el dominio y el equilibrio de un orden, a veces

sustentados sobre bases muy variables o endebles.

* * *

32 Saurabh Dube, “Insurgentes subalternos y subalternos insurgentes”, en: Saurabh Dube, Sujetos

subalternos, México: El Colegio de México, 2001, p. 60. 33Entre muchos que han estudiado las movilizaciones campesinas mexicanas mencionaremos

especialmente a Leticia Reina, Wiliam Taylor, Eric Van Young, John M. Hart, Arturo Warman y John Tutino.

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Introducción

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Características de esta investigación

En este trabajo se estudia el motín ocurrido el 11 de marzo de 1837 en la ciudad de México;

el descontento generado entre la población se explica a la luz de una serie de factores de

distinto orden que, finalmente hicieron eclosión tres días después de la devaluación

decretada por el gobierno el 8 de marzo de 1837, ante la posibilidad de una nueva

devaluación oficial de las cuartillas de cobre. Como el numerario cuproso era utilizado

prioritariamente por los sectores menos favorecidos de la sociedad – entre ellos, los

trabajadores de la urbe capitalina – los primeros en resentir las afectaciones por las

oscilaciones y la depreciación de la moneda fueron éstos.

Para comprender la aparición del motín, se consideró necesario brindar una

panorámica general acerca de las condiciones imperantes en la ciudad de México, con la

finalidad de analizar y entender cómo se combinaron diversos factores y procesos

económicos, sociales y políticos que coadyuvaron al desenlace de los acontecimientos;

dado que esta coyuntura se gestó en un momento de gran tensión para las clases populares a

raíz de las levas, la crisis económica, la inseguridad laboral, así como las luchas partidistas

desencadenadas por el cambio del sistema de gobierno y el inminente relevo de las

autoridades locales.

Si bien, utilizar el término coyuntura para explicar la crisis del motín del 11 de

marzo de 1837, nos permite examinar la combinación de diversos factores y circunstancias

dentro de un contexto de estructuras propias de la época, esa «totalidad de condiciones» nos

obliga, por un lado, a mirar más allá del problema estudiado y a no quedarnos con la

explicación económica del motín por la devaluación del cobre o política, dados los intereses

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Introducción

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creados.34 Este enfoque finalmente nos obliga a usar un método de análisis que integre

numerosas variables explicativas para entender la crisis que se dio durante la protesta del 11

de marzo de 1837 y, en ese sentido, consideramos el concepto de crisis no como mutación o

cambio sino como un momento de emergencia que rompió con el equilibrio político y la

frágil estabilidad del sistema, pudiendo haber dado cabida a sucesos de mayor

trascendencia.

De esta manera, analizar dicho momento de “oportunidad política”,35 nos permitirá

comprender la convivencia entre la población y las elites gobernantes a partir de los

intereses creados y la movilización de las redes clientelares,36 pero también de las demandas

sobre el buen gobierno y la legitimidad; en un periodo en el cual las protestas por el cobre

ya se habían presentado en otros estados.

Así pues, observamos que esta coyuntura se enmarca en medio de la crisis del

sistema de gobierno, el demérito del Ayuntamiento y sus autoridades, la conformación de

una esfera pública con la preponderancia adquirida por los medios impresos de

comunicación, así como una amplia politización y participación de los sectores populares;

además de la influencia directa de los grupos de presión nacionales y extranjeros en la

reconfiguración de la política nacional, entre otros.

34 Pierre Vilar señala que el historiador “debe «precisar» incesantemente esta «coyuntura general», pues

los datos más lejanos en apariencia pueden influir en la comprensión de un momento. Pierre Vilar, Oro y moneda en la historia, 1450-1920, España: Editorial Ariel, 1978, pp. 52-53.

35 Un desarrollo más cabal sobre los momentos de oportunidad política a partir de la estructura de oportunidades, la base social y la cultura para la movilización social, se encuentran en el artículo de Charles Tilly, “Conclusión…”, op. cit., p. 225-243.

36 Sobre la capacidad de las autoridades municipales para movilizar a las clases populares a través de las redes clientelares en aras de sus intereses políticos, véase Sonia Pérez Toledo, “«Todas las clases maldicen el centralismo»: Los artesanos frente a la organización política de los «hombres de bien», 1834-1835”, en: Vincent Sanz R. y José A. Piqueras A. (eds.), En el nombre del oficio. El trabajador especializado: corporativismo, adaptación y protesta, Madrid: Biblioteca Nueva, 2005, pp. 153-171.

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Introducción

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Ahora bien, la protesta se estudia a partir de la relevancia política y el desafío

implicado para las autoridades; pero también como un fenómeno que tiene una lógica

interna y unas formas simbólicas de expresión propias de las clases populares de la ciudad a

mediados del siglo XIX, que son explicables a la luz de su especificidad diacrónica y

sincrónica. Esto es, que para comprender el motín como una forma extrema de la política

popular que nos muestra parte del universo simbólico de los participantes, tenemos que

partir de una noción fundamental: los actos de violencia en ningún caso son carentes de

significación o contenido,37 ni pueden ser calificados como simples actos inconscientes,

desorganizados y compulsivos; puesto que responden a una lógica y una racionalidad

definibles a partir de las experiencias de vida y los universos conceptuales de la sociedad

decimonónica de mediados de siglo.38

En esta medida, podremos comprender las alianzas entre los opositores políticos al

régimen y los diversos sectores de las clases populares, para manifestar un descontento

generalizado contra el gobierno centralista; dado que los reclamos a la autoridad nunca

invalidaron el interés mediado por el cálculo político para beneficiarse de la coyuntura

política, así como de las rivalidades entre las diversas facciones de la elite. Esta capacidad

de aprovechar tales circunstancias, nos plantea la necesidad de “seguir analizando los

espacios políticos donde se gestaron, transmitieron y difundieron los valores políticos de la

época”, como lo ha señalado Natalia Silva;39 puesto que las clases subalternas nunca han

estado privadas de conciencia, ni han sido víctimas pasivas o inermes frente a la política de

37 Silva Prada, “Estrategias culturales…”, op. cit., p. 16. 38 Saurabh Dube, “Insurgentes subalternos y subalternos insurgentes”, en: Saurabh Dube, Sujetos

subalternos, México: El Colegio de México, 2001, p. 44. 39 Silva Prada, “Estrategias culturales...”, op. cit., p. 13.

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Introducción

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las elites gobernantes, sin que necesariamente se manifieste una resistencia abierta o

violenta.40

Se presenta el estudio del motín del 11 de marzo de 1837, de acuerdo con los

criterios establecidos por Maurice Agulhon sobre las formas de politización y la difusión de

las ideas en los núcleos de convivencia formales e informales;41 también a partir de la

conformación de las identidades colectivas y las modalidades que asume el discurso

público como parte de las representaciones simbólicas expresadas durante la protesta. Así

pues, se considera como parte de esa formación de las identidades colectivas la lucha por

intereses antagónicos entre las clases, bajo la idea de que “Incluso esa entidad diversa y

móvil, que es la muchedumbre o plebe [...] tenía una noción de sus derechos de la legalidad

y del respeto”.42 De esta forma, a través del análisis de la protesta social pretendemos

obtener algunos indicios sobre la autodefinición de las propias clases populares que vivían

en la ciudad de México hacia 1837 y la forma como se apropiaban del discurso político

vigente para legitimarse.43

40 En términos generales los historiadores que realizan los Subaltern Studies denominan subalternos a

todos los sectores que son objeto de alguna relación de subordinación (y opresión) por motivos del género, edad, clase, casta, raza o nación, atribuidos a la división social o la dominación cultural. Un ejemplo sobre esta capacidad de resistir la opresión S. Dube refiere específicamente el caso de los esclavos afroamericanos, quienes resistieron la esclavitud a través de la conservación de su religión y un proceso de préstamo selectivo de “los motivos e ideas de la religión del hombre blanco”. Dube, Sujetos subalternos..., op. cit., p. 40, 46.

41 Maurice Agulhon, “Clase obrera y sociabilidad antes de 1848”, en: Historia Social, núm. 12, 1992, pp. 141-166.

42 Edwar Palmer Thompson, “Algunas observaciones sobre clase y «falsa conciencia»”, en: Historia Social, núm. 10, primavera-verano, 1991, p. 31.

43 Sobre este proceso de apropiación del discurso de las elites, George Rudé plantea que existen dos tipos de ideología en las clases populares el primero es propio de éstas (o inherente) y el otro “se sobreimpone mediante un proceso de transmisión y adopción desde afuera”; esta ideología derivada a menudo proviene de un “sistema más estructurado de ideas políticas o religiosas”. George Rudé, “La ideología de la protesta popular”, en: Revuelta popular y conciencia de clase, Barcelona: Crítica Grijalbo, 1981, pp. 33-34; Alf Lüdtke, “Sobre los conceptos de vida cotidiana, articulación de las necesidades y «conciencia proletaria»”, en: Historia Social, núm. 10, primavera-verano, 1991, p. 41-42.

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Introducción

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También la actuación de las autoridades durante la protesta del 11 de marzo de 1837

puso en evidencia la imagen que tuvieron sobre su “deber ser”, pues los vínculos que se

establecieron con la sociedad fueron más allá de las necesidades mediadas por el interés

personal o de grupo (aunque se mostrara como el interés general);44 pues durante esa época

ni las elites ni las autoridades interactuaron con la población tan sólo a través de la coacción

o el pragmatismo, pese a la creciente difusión del utilitarismo entre los pensadores del siglo

XIX.

En esta investigación se realizó un análisis de los sectores que participaron en la

protesta y la forma como pudieron haberse articulado los diversos grupos e intereses para el

desenlace del motín. En este sentido, fue muy importante considerar las disputas existentes

entre las autoridades municipal y federal, así como entre las diversas facciones políticas

(como los yorkinos federalistas, los escoceses centralistas y los santannistas), además de la

crisis de legitimidad atravesada por el régimen centralista (debido a la guerra texana, la

separación de Santa Anna de la presidencia, la persecución política contra los opositores,

los impuestos, el problema económico, etc.), pese a la entrada formal de la nueva

Constitución denominada Las Siete Leyes; pues aunque el régimen central funcionaba de

facto desde 1835, para marzo de 1837, el gobierno todavía no contaba con la legitimidad

necesaria para mantener el dominio y el poder político.

Aunque tenemos pocos indicios para identificar a los sectores que participaron en el

motín, consideramos que la mayor parte de éstos formaron parte de las clases populares; es

decir, de aquellas personas que durante esa época, podían identificarse – y definirse – en

contraposición a los llamados “hombres de bien” como se autonombraban las elites, pero

44 Ídem.

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Introducción

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que no constituían parte de los sectores más marginales, puesto que podían contar con un

trabajo y un ingreso aunque no fuera de forma estable y permanente. Todo ese gran

conglomerado de trabajadores que fácilmente sucumbían ante el embate de las crisis y

podían quedar desempleados (incluso, por largos periodos), fueron fácilmente cooptados

por las facciones y los agitadores políticos que buscaban concretar sus propias metas.

Si bien, la evidencia nos muestra que había móviles políticos para el desenlace del

motín del 11 de marzo de 1837, también existieron condiciones objetivas que produjeron un

amplio descontento entre la población debido al rápido descenso del valor de las cuartillas,

antes y después de la devaluación oficial del cobre, debido a que la mayoría de la población

recibía su salario en cobre y finalmente las cuartillas constituían la moneda menuda para las

transacciones diarias.

Tanto las formas de manifestarse de la población, como las maneras de resolver la

crisis, ponen en evidencia la falta de coordinación y capacitación de las autoridades locales

citadinas para controlar los disturbios sociales durante esta época, pero también nos

muestran esas formas de negociación política mediante la imposición o el rechazo de la

población ante las medidas de gobierno impopulares; porque aunque no existieran

postulados claros, siempre hubo límites que las autoridades debían respetar para sostener la

legitimidad de su gobierno; incluso por eso, la inestabilidad política que primó durante gran

parte del siglo XIX, llevó a muchos intelectuales a interesarse por los problemas

ocasionados por la agitación popular, ya que ésta fue muy utilizada en el encono de la lucha

partidista desde que se consumó la Independencia, prácticamente hasta finalizar el siglo.

Esta protesta constituye tan sólo un botón de muestra de las formas de convivir en

una ciudad que fácilmente era convulsionada por los pronunciamientos políticos, las

asonadas y las conspiraciones militares; de mismo modo, fue una forma más de

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Introducción

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manifestación de la gente del común, que difícilmente podía hacerse escuchar de otra

manera, y que gracias a esto, actualmente nos permite acceder al lenguaje que utilizaron la

clases populares en momentos de crisis como el que estudiamos.

La idea de presentar numerosas variables sobre la situación política, económica y

social de los habitantes de la urbe hacia 1837 para explicar el desenlace del motín del 11 de

marzo, nos permite mostrar a través de un suceso específico las características políticas,

económicas y culturales de la época, y la forma cómo pudieron converger en un momento

dado para crear un escenario propicio de tensión, ante un fenómeno económico que

afectaba gravemente la vida material de los más pobres. La complejidad de los procesos

que culminaron en el estallido del motín, se advierte cuando analizamos la manera como

afloraron durante la protesta varias opiniones de los temas que se discutían diariamente en

el Congreso y en la prensa, puesto que las expresiones de los amotinados fueron un reflejo

de la realidad que estaban viviendo.

Del mismo modo, las características culturales que nos explican la movilidad

política de las clases populares, también nos ayudan a comprender por qué las autoridades

respondieron como lo hicieron y la crisis que se produjo entre las autoridades locales,

representadas por los miembros del Ayuntamiento y el jefe del Departamento de México

(puesto equivalente al del gobernador durante el federalismo).

El motín del cobre constituye un factor explicativo más para comprender la

inestabilidad política y social de aquélla época y los modos como podía involucrarse la

población en el devenir político de su país; las muestras de desafección al sistema nos

ayudaron a inferir que la gente también tomó su postura política dentro de este amplio

debate sobre la mejor forma de gobierno y sus modos de proceder.

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Aunque la información fluía entre los diversos estratos sociales de la población,

creemos que la gente interpretaba los cambios y las diferentes opciones políticas de acuerdo

con sus necesidades y las repercusiones directas que tenían en sus modos de vida; por ello,

los métodos de cooptación entregando comida, bebida o prometiendo mejoras inmediatas,

fueron frecuentes y podían cobrar efecto para que la gente se adhiriera a uno u otro grupo

político. Igualmente, el estudio del motín nos permite entender los límites que existieron en

ciertas prácticas ampliamente difundidas como el lucro y la especulación, y la forma como

la población lo hizo manifiesto.

En el primer capítulo de esta investigación se caracteriza a la población, haciendo

especial énfasis en los trabajadores, sus condiciones de vida, la inestabilidad, los problemas

de inseguridad y algunas formas de presión política a las que se vieron sometidos. Así

mismo, se señala el proceso de desplazamiento y reacomodo de la burocracia, y la forma

como se enfrentaron a la inseguridad laboral. Después, se presentan los problemas políticos

por los que atravesaba el gobierno de la ciudad, especialmente entre las autoridades

representadas por el Ayuntamiento y el Gobernador, dada la importancia que tuvieron las

autoridades locales en las soluciones buscadas para resolver el conflicto. Por último, se

analizan las condiciones económicas generales del gobierno y la imposibilidad que tuvo

para hacer frente al problema del cobre debido a la carencia de recursos. También se

dedican algunas líneas a la Casa de Moneda de la Ciudad de México, El Banco de

Amortización de Moneda de Cobre y algunos de los problemas más importantes en el

ámbito económico-monetario, dada la relevancia que tuvieron en este contexto; sin la

intención de profundizar en estos temas pues ya existen obras especializadas al respecto.

En el segundo capítulo se describen las circunstancias en las que se dio la emisión

del circulante cuproso, así como la evolución que tuvo hasta convertirse en un verdadero

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Introducción

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problema para las autoridades, por la amplia participación de la población en la

amonedación ilícita. Después de introducir al lector en el problema del cobre y la falsa

amonedación, se presentan algunas de sus implicaciones así como la inestabilidad de

precios que produjo y la tensión social que ocasionó, hasta la final aparición del motín el 11

de marzo de 1837. Este capítulo concluye con una tentativa de análisis de la protesta a

partir de algunos elementos teóricos presentados y los datos que hemos podido obtener de

los relatos que hicieron los testigos de la época.

En el tercer capítulo se presentan algunas reflexiones en torno a la difusión del

rumor, el escrito político, la opinión pública y la participación política para explicar la

probable intervención de ciertos sectores sociales en el motín, a partir de sus

especificidades culturales y del entorno en el cual vivieron. Así también, se analizan las

formas y medios de comunicación en los principales lugares de sociabilidad, además de la

configuración espacial del comercio para entender la rápida extensión del malestar y la

relevancia que tuvieron para la aparición del motín, debido a que gran parte de los cronistas

hicieron responsables a los comerciantes del descontento por la especulación y

acaparamiento que practicaron. Por último, se realiza una reflexión sobre la protesta con los

elementos anteriormente planteados, pero haciendo un balance sobre la importancia de la

contingencia dentro de un sistema de estructuras.

En este trabajo se siguió el modelo propio de los ingleses, primero con una

exposición descriptiva y después analítica; se utilizaron una gran diversidad de fuentes de

primera mano, tanto judiciales como administrativas y económicas obtenidas de diversos

recintos documentales, algunas de las cuales, al parecer, no se habían trabajado antes.

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Se pretende realizar una modesta contribución al estudio del problema del cobre

durante el primer gobierno de los centralistas, pues en términos metodológicos su estudio

ha sido muy distinto del que han hecho otros investigadores como Richard Warren, Javier

Torres Medina, José Enrique Covarrubias o Ma. del Carmen Reyna.45

El examen específico de este motín dio pie para un estudio más amplio de la

sociedad de aquella época y el análisis del discurso se complementa con algunos enfoques

propios de la antropología y la sociología para explicar cómo las características culturales

de la población dentro de un marco de “oportunidad política”, desembocaron en el

desenlace del motín ante el rumor de una nueva devaluación después de la decretada el 8 de

marzo de 1837.

* * *

Enseguida mostraremos un amplio panorama sobre las condiciones de vida de los

pobladores de la ciudad de México y los motivos por los cuales la devaluación de la

moneda de cobre constituyó un serio revés que empeoró sus condiciones de vida. Esta

situación particularmente delicada, constituyó un campo fértil para que se aprovechara el

descontento popular creando trastornos sociales que permitían el cambio del gobierno o las

autoridades, dada la facilidad con la que se podía romper el precario equilibrio político de

la ciudad. Veremos entonces, quiénes constituían las clases populares, cómo vivían y qué

presiones sufrían por parte de unas autoridades, afanadas en normar sus modos de trabajar,

45 Richard Warren, “El congreso por su gusto…”, op. cit.; Javier Torres Medina, “De monedas y motines:

los problemas del cobre durante la primera república central de México”, México, Universidad Nacional Autónoma de México, (tesis de maestría). 1994; José Enrique Covarrubias, La moneda de cobre en México, 1760-1842. Un problema administrativo, México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2000; Ma. del Carmen Reyna, Historia de la Casa de Moneda. Tres motines en contra de la moneda débil en la ciudad de México, siglo XIX, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, «Cuadernos de trabajo del departamento de Investigaciones Históricas, Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 25», 1979.

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convivir y educarse, con la finalidad de integrarlas en una dinámica de vida industriosa y

honesta.

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Capítulo I

La ciudad de México y sus problemas

1.1 Sociedad y condiciones de vida

Una de de las características más sobresalientes del la sociedad mexicana decimonónica,

fue su capacidad de reclamo a través de la protesta social o la manifestación abierta de

repudio contra las autoridades o los actos de gobierno. Tomemos en cuenta que, pese a la

frecuencia de los disturbios, esto no quiere decir que la movilización social siempre haya

tenido grandes alcances, pero la frecuencia de los pronunciamientos y los motines bastaban

para generar ese estado de inseguridad y conmoción casi permanente, aunque sólo se

movilizaran unas cuantas decenas de personas.1 Ahora bien, cuando la protesta social se

vuelve parte de la negociación y las formas de hacer política, se hace indispensable explicar

las condiciones sociales y políticas que posibilitaban la acción colectiva.

1 Michael Costeloe ha comentado acerca de la poca incidencia que tuvieron la mayoría de los movimientos

políticos entre la población, y comenta de forma exagerada que gran parte de la gente vivió al margen del acontecer político, pues únicamente le preocupaba su subsistencia diaria. Michael P. Costeloe, La República central en México, 1835-1846. “Hombres de bien en la época de Santa Anna, México: Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 47.

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La ciudad de México y sus problemas

25

Gracias a los testimonios de varios intelectuales del siglo XIX así como a las

investigaciones realizadas por algunos historiadores actuales, hemos podido formarnos una

idea general de la situación imperante durante los gobiernos del México independiente –

con sus periodos de invasión extranjera – hasta antes del porfirismo: un estado general de

inestabilidad político-económica que, particularmente en la ciudad de México, se

caracterizó por una fuerte disminución de las fuentes de trabajo, la reducción de la

inversión en las actividades productivas, la falta de estabilidad laboral aunada a los bajos

salarios de la gran mayoría y el arribo continuo de los inmigrantes que llegaban a residir

permanentemente en la ciudad,2 entre otros factores.

Podemos ver cómo la ciudad de México constituyó un núcleo receptor de

inmigrantes que buscaban mejores condiciones de vida; pero dados los altos índices de

mortalidad, lo que pudo significar una tasa de crecimiento continua constituyó un

estancamiento del índice poblacional, por lo menos desde 1813 hasta mediados del siglo

XIX.3 Sin embargo, la afluencia de personas se convirtió en una problemática que

repercutió en la condición de vida de los menos favorecidos, porque se contrajo la oferta de

trabajo, generándose un aumento en la inestabilidad social por la presión política hacia los

desocupados y la restricción de las fuentes de empleo permanente.4 En los centros urbanos,

2 De acuerdo con Sonia Pérez Toledo a partir del padrón levantado en 1842, en la ciudad de México se

calcula que el 32.8% de sus pobladores eran inmigrantes provenientes de los estados de México, Puebla, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato además de las zonas y municipios aledaños a la ciudad que actualmente forman parte del Distrito Federal. Sonia Pérez Toledo, Población y estructura social de la Ciudad de México, 1790-1842, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa / Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2004, p. 178.

3 Mientras que en 1813 la población ascendía a 115,000 personas con una población flotante de 6,000 individuos (en su mayoría milicianos), para 1842 la ciudad de México apenas rebasaba los 120,000 habitantes, de los cuales 118,124 fueron registrados en el padrón de 1842. Pérez Toledo, Población y estructura..., op. cit., p. 211, n. 57. Sonia Pérez Toledo, Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853, México: El Colegio de México / Universidad Autónoma Metropolitana, 1996, p. 46.

4 Pérez Toledo, Los hijos del trabajo..., op. cit., pp. 46, 240-243.

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La ciudad de México y sus problemas

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las personas cuyo acceso al trabajo fue más o menos estable no rebasaron el 30% del

universo laboral, mientras que el 50% de los trabajadores carecieron de empleo fijo.5

Al tiempo que la riqueza siguió concentrada en unas cuantas manos, más del 98%

de la población en la urbe no era propietaria de su vivienda6 y el movimiento tendencial de

la presión tributaria per cápita creció para la población desde comienzos del siglo XIX,

porque la independencia había liberado a las elites de sus gravosos compromisos fiscales,

“para comenzar a golpear a las capas populares”.7

A lo largo del siglo son recurrentes las referencias sobre el descontento generado

por los impuestos al comercio, los alimentos y al consumo; incluso durante el motín del 11

de marzo de 1837, tanto los congresistas como los munícipes hablaron sobre la necesidad

de reducir los precios en los alimentos; los primeros, disminuyendo el arancel para el

abasto de carne a la ciudad y, los segundos, fijando los precios de los productos básicos

vendidos al menudeo en el mercado para atenuar el malestar de la gente.8 Así, la mayoría de

los trabajadores (fácilmente identificados como gente pobre) debía pagar los impuestos

correspondientes sin tener grandes oportunidades de evadirlos o recuperarse de éstos.

Podemos observar que durante esta época, vivir en la ciudad era bastante

complicado para una población que difícilmente rebasaba los 50 años; pues en las

5 Alejandra Moreno Toscano, “Los trabajadores y el proyecto de industrialización, 1810-1867”, en:

Enrique Florescano, et. al. De la colonia al Imperio, México: Siglo XXI, 1981, p. 312. 6 María Dolores Morales, “La distribución de la propiedad en la ciudad de México, 1813-1848”, en:

Historias, núm. 12, enero-marzo, 1986, p. 82; Alejandra Moreno Toscano, “Los trabajadores...”, op. cit., p. 303.

7 Pedro Pérez Herrero, “«Crecimiento» colonial vs. «crisis» colonial en México, 1765- 1854. Notas a un modelo explicativo”, en Virginia Guedea y Jaime E. Rodríguez O. (editores). 5 Siglos de Historia de México, vol. II, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / University of California-Irvine, 1992, p. 91.

8 Vid supra, pp. 129-130. El 25 de agosto de 1841 en Veracruz se redactó un manifiesto tras un pronunciamiento, en el que se pedía la derogación de diversos gravámenes al consumo, al comercio, derechos a pagar en las aduanas marítimas, contribuciones personales y sobre las aduanas interiores, entre otros. El siglo diez y nueve, año 1, trim. 1, núm. 4, México, lunes 11 de octubre de 1841.

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La ciudad de México y sus problemas

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parroquias centrales donde las condiciones de insalubridad eran relativamente menores, la

edad promedio fluctuaba entre los 30 y 34 años, en tanto que en las parroquias periféricas la

expectativa de vida oscilaba alrededor de los 20, llegando a ser la menor de 16 años.9

Esta ciudad en la que alguna vez Alejandro Von Humboldt observó una miseria

incomparable con la de cualquier ciudad europea, a pesar de estar formada en su centro por

calles amplias, limpias y bellas, albergaba a miles de pobres (de 30,000 a 40,000 para

Humboldt) “completamente desnudos, envueltos en una frazada de lana o en harapos”, lo

que daba al viajero un “Aspecto tan triste como repulsivo” debido tanto a la “¡Abundancia

de piojos!” como a la “Desigualdad de fortunas”.10 Debido a esto, hombres de bien como el

primer ministro plenipotenciario inglés, George Ward, manifestaban que “la apariencia

general de la población era señal de pobreza y desgracias” por los numerosos barrios y

calles infestados de “léperos (lazzaroni) que convertían los suburbios en una escena

continua de miseria y suciedad”.11

En 1842 en la ciudad de México se empadronaron 118,124 pobladores cuyo número

de trabajadores ascendía a 48,089. Del total global de la población casi un 15% de las

mujeres contaban con un oficio (9,559 de 64,333); mientras que de los hombres se conoce

que aproximadamente el 70% de ellos tenía una labor o profesión (37,286 de 53,669). De

9 Moreno, “Los trabajadores...”, op. cit., p. 310. 10 Alejandro Von Humboldt, “Descripción de la ciudad”, en: Charles Minguet y Jaime Labastida (coords.),

El hombre y su obra. Alejandro von Humboldt. Tablas geográficas políticas del Reyno de Nueva España. Acompañadas de Correspondencia mexicana, 1803-1854, Diario de viajes (de Acapulco a Veracruz), Introducción a la pasigrafía geológica y El destino de un manuscrito (de Elías Trabulse), México: SEGOBE / Siglo XXI / AGN / Bicentenario de Humboldt en América 1799-2004, «Biblioteca Humboldt», 2004, p. 230-231. Cabe mencionar que, en términos relativos Humboldt se refería alrededor de un 25% de pobres del total de la población que habitaba en la ciudad, pues consideraba que existían cuando mucho 130,000 personas, en tanto que otros hablaban de que existían “160,000 almas”, ídem, pp. 230, 234.

11 Henry George Ward, “Estancia en la capital y regreso a la costa”, en: México en 1827, libro V, sección II, México: Fondo de Cultura Económica, 1995, pp. 450-452.

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La ciudad de México y sus problemas

28

este universo laboral, la mayor parte la conformaban los artesanos, la gente dedicada a los

servicios y los militares.12

Tabla 1

Distribución ocupacional de la población en la ciudad de México en 1842*

Actividad Número de personas Porcentaje

Artesanal 13,835 28.77

Servicios 11,338 23.58

Milicia 9,814 20.41

Comercial 6,764 14.07

Profesiones liberales 3,583 7.45

Agrícola-ganadera y minera

2,148 2.14

Servicio público y de gobierno

796 1.65

Enfermos, impedidos y sin oficio

622 1.29

Religiosa 309 0.64

Total 48,089 100 %

Fuente: Sonia Pérez Toledo, Población y estructura social de la Ciudad de México, 1790-1842, México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa /Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2004, p. 180. *Estas cifras también contemplan la población estudiantil y las amas de casa.

A partir de los datos que se muestran en este cuadro, consideramos que para el

segundo lustro de 1830 y principios de la siguiente década, en la ciudad existía un universo

al menos de 30,000 trabajadores que pueden ser considerados como parte de las clases

12 Pérez Toledo, Población y estructura..., op. cit., pp. 189; 211, n. 57, 213, y Sonia Pérez Toledo, “El

trabajo femenino en la Ciudad de México a mediados del siglo XIX”, en: Signos Históricos, núm. 10, julio - diciembre, 2003, pp. 80-114.

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La ciudad de México y sus problemas

29

populares, tomando en cuenta únicamente a los individuos dedicados a labores artesanales,

de servicio y la milicia. Para esto, consideramos que las clases populares se conformaban

por las personas (no pertenecientes a las elites) que durante el siglo XIX “participaban en el

mundo del trabajo y de la producción”; es decir, a todo individuo que se hallaba vinculado

a una fuente de trabajo y a un ingreso, aunque fuera temporalmente.13 No incluimos a otros

sectores de la población en nuestro universo de trabajadores como los comerciantes, porque

sería muy difícil determinar qué porcentajes de éstos pertenecieron a las clases populares y

cuáles no; aunque estamos conscientes de la gradación y la enorme diferencia que existió,

entre las personas de los rubros considerados, por ejemplo los propios artesanos.

Por otra parte, puede argumentarse que no tendrían por qué corresponder la

distribución ocupacional así como el número de pobladores entre 1842 y 1837, pero las

investigaciones más recientes que se han realizado, corroboran la permanencia de ciertos

patrones laborales entre los sectores sociales que identificamos dentro de las clases

populares en este periodo, mientras que el estancamiento relativo de la población durante la

primera mitad del siglo XIX, se debió en gran medida a las epidemias y a los altos índices

de mortalidad, lo cual se reflejó en una lenta transformación y crecimiento de la mancha

urbana.14

13 Clara Lida, “¿Qué son las clases populares? Los modelos europeos frente al caso español en el siglo

XIX”, en: Historia Social, núm. 27, 1997, p. 4. 14 Pérez Toledo y Herbert Klein, “La estructura social de la ciudad de México”, en: Población y estructura

urbana en México, siglos XVIII y XIX, Universidad Veracruzana, 1996. Pérez Toledo, Población y estructura..., op. cit. Durante la segunda mitad del siglo se observa una mayor transformación de la urbe, sobre todo en términos cualitativos como resultado de las leyes de amortización. Crf. Población y estructura..., con: María Dolores Morales y María Gayón, “Viviendas, casas y usos de suelo en la ciudad de México, 1848-1882”, en: Rosalva Loreto López (coord.), Casas, viviendas y hogares en la historia de México, México: El Colegio de México, 2001, pp. 339-377. A partir de un estudio de caso, Juan Javier Pescador ofrece un ejemplo muy ilustrativo sobre el ritmo de crecimiento de la población durante los primeros siglos del virreinato y su posterior estancamiento, hasta llegar a niveles negativos durante las primeras dos décadas del siglo XIX. Esto lo explica a partir de la afectación sufrida por las epidemias, las crisis agrícolas y su repercusión sobre la capacidad de recuperación demográfica, los altos índices de mortalidad, así como la insuficiente migración para revertir la tendencia negativa del crecimiento

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La ciudad de México y sus problemas

30

Ahora bien, es sabido que la contracción de las fuentes de trabajo durante el siglo

XIX afectó de forma preponderante a los artesanos (principalmente textiles).15 Debido a

eso, muchos de ellos sufrieron un proceso de movilidad social descendente, dado que era

preferible contar con un empleo como sirviente o en cualquier trabajo sin calificación en

vez de estar desempleado, aunque ello implicara ese proceso de descenso y desprestigio en

la escala social.16

Así, vemos cómo el desempleo afectó de forma general al artesanado, pues de 576

personas que el Tribunal de Vagos detuvo y procesó entre 1828 y 1850, el 83.8% fueron

juzgados por el delito vagancia (mientras que el otro 14.4 % fueron castigados por

ebriedad, juego, riña y robo); de todos estos supuestos vagos el 75.2% eran artesanos,17 y

del total global detenidos por el Tribunal de Vagos, es decir de las 576 personas, el 20%

eran hiladores, tejedores, sastres o sombrereros.18 De hecho, la penetración del capital

comercial en las actividades dominadas tradicionalmente por los gremios, así como el

aumento de trabajo ilegal ya habían deteriorado al artesanado gremial desde finales de la

colonia.19

demográfico en la Parroquia de Santa Catarina Mártir. Juan Javier Pescador Cantón. De bautizados a fieles difuntos. Familia y mentalidades en una parroquia urbana: Santa Catarina de México, 1568-1820, México: El Colegio de México, 1992.

15 Sonia Pérez Toledo y Carlos Illades señalan que desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, los artesanos textiles representaban algo más del 30% de los trabajadores manuales en la ciudad de México. Sonia Pérez Toledo y Carlos Illades, “El artesanado textil de la ciudad de México durante el siglo XX”, en: Calara E. Lida (comp.), “Dossier: Artesanos en Hispanoamérica”, Historia Social, núm. 30, 1998, pp. 79-80.

16 Para mayores detalles sobre la problemática vivida por los artesanos y sus estrategias de supervivencia a finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX véase Pérez Toledo. Los hijos del trabajo..., op. cit.; confrontar con Clara Lida y Sonia Pérez Toledo, Trabajo, ocio y coacción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo XIX, México: Porrúa / Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 2001.

17 Pérez Toledo, Los hijos del trabajo..., op. cit., pp. 248-251. 18 Pérez Toledo e Illades, “El artesanado textil…, op. cit., pp. 79-80. 19 Carlos Illades, “Composición de la fuerza de trabajo y de las unidades productivas en la ciudad de

México, 1788-1873”, en: Hernández Franyuti (comp.), La ciudad de México en la primera mitad del siglo

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La ciudad de México y sus problemas

31

Suponemos que los sirvientes de alguna forma también resintieron la crisis

imperante, en tanto que constituyeron el segundo ámbito de importancia laboral para las

clases populares; pues seguramente ante el proceso de movilidad social descendente de los

artesanos debió existir un aumento de la competencia por los empleos. No obstante, Sonia

Pérez Toledo rebate la tesis expuesta por Silvia Arrom sobre la disminución global de

mujeres dedicadas a los servicios durante el siglo XIX. Según Arrom los sirvientes

descendieron del 42% registrado en el padrón de 1811, al 25% para el censo de 1848, de

acuerdo con un estudio realizado para examinar los patrones de trabajo en la población (en

general y la femenil en particular) a partir de las muestras tomadas de algunos censos.20

Las mujeres pertenecientes a los sectores populares también vivieron una situación

muy difícil. Aunque tradicionalmente las principales fuentes de ingresos para éstas fueron

el servicio doméstico, el hilado y la costura, así como el comercio (sobre todo en la

preparación y venta de alimentos),21 igualmente se vieron afectadas por la situación

imperante y, en especial, por la competencia establecida a raíz de la migración y el

XIX. Gobierno y política / Sociedad y cultura, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1998, p. 255.

20 Silvia Arrom menciona que si se usa la categoría amplia de los sirvientes incluyendo concheros, cocineros, porteros, lavanderas y mozos, el porcentaje disminuye del 26% al 19%, respectivamente, para los años de 1811 a 1848. También menciona que este decremento de la participación de las mujeres dentro de la categoría de los sirvientes, fue acompañado de una diversificación del trabajo femenino tanto en ocupaciones “tradicionalmente femeninas” como en ocupaciones antes masculinas, pero esta “expansión de las mujeres hacia nuevos oficios [masculinos] no había llegado muy lejos cuando fue detenida, e incluso invertida, por la recesión y la elevada tasa de desempleo masculino que agobiaban a la República Mexicana”. Por su parte Sonia Pérez afirma que al comparar los datos del censo de 1790 con los de 1842, en el cuartel menor 1 hubo un incremento del 7.6% y para el cuartel 23 del 38% de las mujeres dedicadas al servicio doméstico y que, en todo caso, en la ciudad de México sí hubo una disminución mayor al 10% pero de los talleres artesanales dedicados al hilado y el tejido entre 1788 y 1842; aunque también puntualiza que para 1842 aumentó el número de mujeres dedicadas a la confección. Silvia M. Arrom, Las mujeres de la ciudad de México, 1790-1857, México: Siglo XXI. 1988, pp. 204-205; Sonia Pérez Toledo, “El trabajo femenino en la Ciudad de México a mediados del siglo XIX”, en: Signos Históricos, núm. 10, julio-diciembre, 2003, pp. 95, 99-101.

21 Pérez Toledo, “El trabajo femenino...”, op. cit., p. 82.

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La ciudad de México y sus problemas

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desempleo así como por la entrada de la industria textil inglesa en el mercado nacional.22

Cabe mencionar que en el comercio de alimentos y algunos productos de manufactura

casera, además existía una fuerte competencia con los indígenas que se desplazaban

diariamente de los poblados cercanos para vender en la ciudad. En 1824 el diplomático

George Ward señalaba:

Frecuentemente me encontré, al volver de mis paseos a caballo, largas filas de hombres y mujeres, todos cargados, los unos con canastas y las otras con un par de chamacos cada una, saliendo de México a las cinco de la tarde de regreso a sus aldeas, las cuales, después de preguntar, supe que se encontraban como a siete u ocho millas; y tal distancia la cubren en una hora y media, a un trote largo y continuo, que muchos de ellos pueden mantener por distancias considerables [...]23

Es pertinente señalar que para las mujeres, la principal fuente de ingreso se hallaba

en el servicio doméstico, pues de acuerdo con el padrón de 1842, más del 70% se dedicaron

a esta ocupación; observamos que dicha actividad captó un número importante de mujeres

viudas y solteras, pero también de niñas y jovencitas. De todas éstas, una gran proporción

estaba conformada por emigrantes que habían salido de sus hogares para ir a la ciudad en

búsqueda de mejores ingresos y niveles de vida.24

Debemos puntualizar que el matrimonio para las féminas de estos sectores, no

constituyó una alternativa para mejorar su condición de vida, antes bien, muchas de ellas

22 El desarrollo de la industria textil tuvo una repercusión fundamentalmente negativa para los artesanos

mexicanos; aunque el fomento de esta actividad no careció de vicisitudes, pues a partir de los años treinta cuando se quiso fomentar el desarrollo industrial con el establecimiento del Banco del Avío, se pretendió proteger este ramo industrial dictando varias medidas entre las cuales destaca la prohibición de importar algodón en rama, pero dadas las deficiencias de transporte y la escasa articulación de los mercados regionales, así como las excepciones que el gobierno hacía con algunos de sus acreedores al otorgarles permisos para importar dicho insumo, las medidas proteccionistas fracasaron y constituyeron una traba antes que un incentivo debido a la escasez de materia prima que produjeron. Araceli Ibarra Bellon, El Comercio y el poder en México, 1821-1864. La lucha por las fuentes financieras entre el Estado central y las regiones, México: Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 219-221. Para los problemas enfrentados por la industrial textil en general y el Banco del Avío, véase el libro clásico de Robert A. Potash, El Banco del Avío de México. El fomento de la industria 1821-1846, México: Fondo de Cultura Económica, 1959.

23 Ward, México en 1827..., op. cit., pp. 444-445. 24 Pérez Toledo, “El trabajo femenino...”, op. cit., pp. 92-94.

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La ciudad de México y sus problemas

33

fueron el sostén de sus hogares;25 además, en esta época, a pesar de la diferencia salarial de

acuerdo al trabajo desempeñado, las mujeres siempre recibieron sueldos menores a los

obtenidos por su contraparte masculina cuando realizaban las mismas labores.26

Por su lado, las féminas dedicadas a la actividad artesanal realmente no se vieron

favorecidas con la disposición decretada en 1799 sobre la libertad de oficio, con la cual

podían ejercer cualquier trabajo “compatible con su sexo” sin las tradicionales restricciones

gremiales;27 por el contrario, la disminución de los empleos y los cambios marcados por los

nuevos tiempos, determinaron que importantes sectores como las hiladoras y las tejedoras u

otras empleadas calificadas como las trabajadoras de la fábrica de tabaco, perdieran

importancia numérica a comparación del siglo anterior.28

Del mismo modo, las mujeres dedicadas al comercio de alimentos o de otros

productos comúnmente ofrecidos en los mercados, también vivieron los problemas típicos

de los vendedores ambulantes; puesto que las autoridades virreinales y republicanas

trataron de contener y regular a los vendedores estableciendo mercados fijos, ya que éstos

siempre ocupaban las calles y las plazas principales; de ahí que las repetidas disposiciones

legales para impedir que se invadieran tales sitios, se recogiera la basura o se establecieran

zonas exclusivas para tal actividad, indican la permanencia del problema, pero también el

hostigamiento que sufrieron los comerciantes que no contaban con locales fijos.

25 Ibídem, p. 87. 26 Muchas de estas explicaciones y afirmaciones también fueron hechas por Juan Javier Pescador en su

libro sobre la Parroquia de Santa Catarina Mártir, lo que nos indica una permanencia de las condiciones generales de vida de las mujeres – por lo menos – desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Pescador, op. cit.

27 Pérez Toledo, Los hijos del trabajo..., op. cit., pp. 88-95. 28 Susan Deans-Smith, Bureaucrats, planters and workers: the making of the tobacco monopoly in

Bourbon Mexico, Austin Texas: University of Texas, 1992; Pérez Toledo, “El trabajo femenino…”, op. cit.

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La ciudad de México y sus problemas

34

En la ilustración 1 podemos observar parte de la cotidianidad pintada por un artista

de aquella época, donde nos muestra la familiaridad que se tenía con los vendedores

ambulantes en las plazas públicas, así como la representatividad de los indígenas en el

comercio ambulante.

Ilustración 1

“Trajes mexicanos”, autor: Casimiro Castro, en: Nación de Imágenes: la litografía mexicana del siglo XIX, colección de Ricardo Pérez Escamilla, México, disco compacto editado por CONACULTA / INBA / MUNAL / CETEI, primera edición, 1994.

La presión social que las autoridades ejercían contra los vendedores ambulantes, los

desempleados y los vagos obedeció a las pretensiones que el Ayuntamiento y la autoridad

federal tuvieron para mejorar el aspecto de la ciudad, así como a la intención de elevar la

calidad moral de sus habitantes. Ante tales circunstancias, podemos comprender que las

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La ciudad de México y sus problemas

35

diversiones y las distracciones habituales de las clases populares constituyeron un

importante factor de liberación de las tensiones sociales,29 y aunque algunos

entretenimientos como el teatro eran más aceptados por las elites, en general conductas

como pasar el tiempo en las cantinas y las tabernas para beber, jugar o bailar, fueron objeto

del celo vigilante de la autoridad, pues sólo se percibían los problemas atribuidos al juego y

las ocupaciones propias del ocio y la vagancia. De ahí que los lugares de sociabilidad

informal, fueron constantemente supervisados y durante mucho tiempo se hizo énfasis en la

necesidad de regularlos, porque eran especialmente peligrosos en tiempos de efervescencia

política; por ello se prohibió la música, los bailes y el juego así como la permanencia más

allá del tiempo necesario para consumir las bebidas en estos lugares,30 y aunque muchas de

estas disposiciones se realizaron con el fin de combatir el ocio y la vagancia, en realidad

también se pretendió romper con los núcleos donde se socializaban y difundían todo tipo de

ideas políticas.

Las distracciones habituales en las cantinas y tabernas también escandalizaron a las

elites porque rompían con los prototipos atribuidos a la mujer sobre la decencia y el recato,

y aunque el baile, el juego y la bebida fueron duramente combatidos durante todo el siglo

XIX, así como la presencia de las mujeres en estos lugares, no lograron erradicarse y

formaron parte de las costumbres y la cultura de las clases populares. Estas formas de

convivir también fueron captadas por los pintores (y escritores) costumbristas de la época,

tal y como se aprecia en la ilustración 2.

29 El estudio de Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el Siglo de las Luces, México: Fondo de cultura Económica, 1987, ofrece una panorámica muy interesante al respecto.

30 Sonia Pérez Toledo, “Trabajadores urbanos, empleo y control en la ciudad de México”, en: Clara E. Lida y Sonia Pérez Toledo (comp.): Trabajo, ocio y coacción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo XIX, México: Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa / Porrúa, «Signos 10». 2001, p. 181.

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La ciudad de México y sus problemas

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Ilustración 2

“Trajes mexicanos”, autor: Casimiro Castro y Julián Campillo, en: Nación de Imágenes: la litografía mexicana del siglo XIX, colección de Ricardo Pérez Escamilla, México, Disco Compacto editado por CONACULTA / INBA / MUNAL / CETEI, primera edición, 1994.

Del mismo modo, el énfasis para que las personas de escasos recursos adquirieran el

buen hábito del trabajo, permaneció como una constante durante todo el siglo XIX;31 por

31 Al menos desde el siglo XVIII en los escritos de Francisco Sedano, Hipólito Villarroel, el virrey

marqués de Croix (entre otros), así como en las ordenanzas de 1782 cuando se dividió la ciudad de México en cuarteles y en 1786 con el establecimiento de las intendencias, se ratificaba con gran énfasis la necesidad de limpiar las calles de la ciudad recluyendo a los vagabundos, los mendigos y a los viciosos; también a principios del siglo XIX Fernández de Lizardi fue uno de los autores más insistentes y, todavía en 1875, encontramos un proyecto realizado por las comisiones del ayuntamiento encargadas de los vagos y mendigos, en el cual se retomó la vieja idea de crear talleres donde laboraran los mendigos “sanos o impedidos, de cualquier edad y sexo” de acuerdo a su aptitud o simplemente para que trabajaran “en una ocupación cualquiera”. Dichos talleres se sostendrían con los trabajos realizados ahí mismo, puesto que a las personas que asistieran a laborar voluntariamente se les abonaría “los dos tercios del valor de su trabajo” y a los que no,

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La ciudad de México y sus problemas

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eso, las reglamentaciones llevadas a cabo por el Ayuntamiento castigaban la desocupación

y la mala conducta, al tiempo que controlaban el acceso al trabajo; creando “un círculo

vicioso” cuando añadían a las penas establecidas contra los desempleados, el impedimento

para obtener un trabajo, si no se comprobaba una buena conducta y la dedicación a una

ocupación.32 En 1841 un articulista de El siglo XIX comentaba que los trabajadores,

artesanos y pobres eran aquéllos «quienes en sus mejores tiempos ganaban escasamente los

suficiente para comer y medio vestir».33

De esta forma, el trabajo y la enseñanza encaminada a la capacitación laboral,

cobraron un matiz utilitarista, mientras que todas las actitudes y actividades contrarias

pretendieron erradicarse, por eso fueron declarados como vagos y viciosos todos aquéllos

que:

I. [...] sin oficio ni beneficio, hacienda o renta viven sin saber de qué les venga la subsistencia por medios lícitos y honestos. II. [...] teniendo algún patrimonio o emolumento o siendo hijo de familia no se le conoce otro empleo que el de las casas de juego, compañías mal opinadas, frecuencias de parajes sospechosos [...] III. El que vigoroso, sano, robusto en edad y aun con lesión que no le impida ejercer algún oficio, sólo se mantiene de pedir limosna. IV. El hijo de familia que mal inclinado no sirve en casa y en el pueblo de otra cosa que escandalizar con poca reverencia u obediencia a sus padres, y con el ejercicio de las malas costumbres, sin propensión o aplicación a la carrera que le ponen.34

sólo se les daría la mitad, mientras que el resto de las ganancias sería destinado a la creación de un fondo para el mantenimiento de los talleres. AHDF, “Proyecto para el establecimiento de talleres donde se dé trabajo a las personas que aseguren no encontrarle”, Vagos, vol. 4788, legajo, 17, exp. 865; María C. Sacristán, “El pensamiento ilustrado ante los grupos marginados de la ciudad de México, 1767-1824”, en: Regina Hernández Franyuti (comp.), La ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1998, pp. 234-238.

32 Así, “Los que por el Tribunal de vagos hubiesen sido sentenciados al servicio de las armas o a la marina […] sólo podrán obtener su libertad acreditando haber aprendido oficio o tener ocupación para adquirir honestamente medios con qué subsistir, especificando lugar a donde va a residir y a ejercer su profesión”, AHDF, Vagos, vol. 4154; Pérez Toledo, “Trabajadores urbanos... ”, op. cit., pp. 177-178.

33 Apud Javier Torres Medina, “De monedas y motines: los problemas del cobre durante la primera república central de México”, México, Universidad Nacional Autónoma de México, (tesis de maestría). 1994, p. 136-137, n. 22.

34 Manuel Dublán y José María Lozano, “Marzo, 3 de 1828.- Tribunales de vagos en el distrito y territorios”, en: Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde

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La ciudad de México y sus problemas

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Dentro de las medidas coactivas más comunes para castigar el ocio y la vagancia se

hallaba el trabajo forzoso en obras y servicios públicos, mientras que a los menores de edad

se les confinaba como aprendices de panaderos u otro oficio que los volviera industriosos;

instancias como el Hospicio de Pobres, la Casa de Recogidas y el mismo Tribunal de

Vagos, fueron creadas para resolver el amplio problema de la vagancia y la mendicidad,

según la visión de las autoridades mexicanas. En 1851 en un bando dictado por el

Gobernador Miguel M. de Azcarate se establecía: “El que verdaderamente impedido no

pueda proporcionarse su precisa subsistencia, se presentará a este Gobierno, con el objeto

de que lo remita al local que ha destinado para su asilo” y puntualizaba: “Los que desde

fecha expresada, no cumplieren la prevención comprendida en el anterior artículo, serán

conducidos a dicho lugar por la policía, o cualquiera autoridad pública”.35 De este modo,

con la reclusión de los impedidos y el trabajo forzoso para los flojos y falsos pobres, se

limpiarían las calles de la ciudad.

La leva fue otro de los destinos para que los ociosos y vagos sirvieran al gobierno

prestando sus servicios en el ejército; de acuerdo con María Gayón, Vicente Rivapalacio

opinaba que la leva, no sólo enganchaba a los vagos y ociosos,

«sino también al labrador, al artesano, al mísero traficante, todo aquél en fin, que por más útil que fuese a la agricultura, a la industria y al comercio, carecía, por humilde y proletario, de empeños o recursos para hacer valer sus derechos y defenderse contra el abuso y la tiranía».36

la Independencia de la República, México: Imprenta del Comercio, 1876, tomo I, pp. 61-62; apud Hira de Gortari Rabiela y Regina Hernández Franyuti. Memoria y encuentros: La ciudad de México y el Distrito Federal (1824-1928), tomo III, México: Departamento del Distrito Federal / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1988, p. 347.

35 “Concepciones y visiones sobre la sociedad”, en: de Gortari y Hernández Franyuti. Memoria y encuentros..., op. cit., p. 350.

36 María Gayón, “Condiciones de vida y de trabajo en la ciudad de México en el siglo XIX”, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, (tesis de licenciatura), 1988, pp. 58-59; confrontar con José Antonio Serrano Ortega, Los gobiernos estatales y departamentales y los métodos de reclutamiento del ejército permanente mexicano, 1824,1844, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993.

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La ciudad de México y sus problemas

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Aunque la leva sirvió como uno de los medios para remediar el problema de la

pobreza y la mendicidad, también se usó para “reclutar” a los que frecuentaban vinaterías,

cafés y pulquerías y a los que deambulaban por la calle después del toque de queda;37

incluso, tras las crecientes necesidades para mantener la seguridad y la estabilidad política,

se dio un progresivo incremento de la militarización que llevó a las autoridades a promover

su incremento;38 así, se llegó a capturar a todo aquél que pareciera “sospechoso” debido a

su vestimenta, su condición social o su color de piel y se empezaron a realizar las redadas

también en horas diurnas; de este modo, el asalto a las pulquerías, las redadas en la

Alameda y por los lugares non gratus se hicieron frecuentes y motivaron las quejas de los

comerciantes dedicados a la venta de bebidas alcohólicas perjudicados por la disminución

de la clientela; así como de muchos artesanos que hicieron manifiesto su descontento por

todos los compañeros detenidos injustamente.39

Vinculado al problema del desempleo y la vagancia se hallaba el problema de la

inseguridad pública. Con las medidas efectuadas en materia de seguridad, como la creación

de los nuevos cuerpos policíacos, así como la reforma en las funciones de policía de los

celadores públicos, no se resolvieron los problemas de inseguridad que serían una constante

a lo largo del siglo XIX.40 Cabe mencionar que, ni con la policía civil en manos de los

Alcaldes auxiliares ni con los numerosos cuerpos militares, se logró una coordinación

37 Manuel Chust, “Sociedad, cultura y ocio en la ciudad de México Independiente”, 1821-1830”, en:

Anuario de Estudios Urbanos, núm. 3, 1996, pp. 16-18. 38 Serrano Ortega, Los gobiernos estatales…, op. cit. 39 Manuel Chust, “Sociedad, cultura...”, op. cit, pp. 18-20. 40 En 1834 el regidor Ramírez manifestó su preocupación porque, “estando encargadas tantas autoridades

de vigilar y resguardar la tranquilidad pública y la particular de cada ciudadano; se vean todos los días cometer con la mayor imprudencia toda clase de crímenes”, AHDF, Policía Celadores, vol. 3623, exp. 20, f. 94; v. El Telégrafo, lunes 3 de febrero de 1834, tomo III, núm. 34; El Telégrafo, miércoles 5 de febrero de 1834, tomo IV, núm. 36.

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La ciudad de México y sus problemas

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adecuada para combatir el problema de la inseguridad; porque los policías civiles eran los

propios vecinos y sus nombramientos como Alcaldes auxiliares tenían un carácter

honorario, de modo que trabajaban sin recibir salario alguno; mientras que los numerosos

cuerpos militares constituyeron más un problema debido a las riñas que habitualmente

protagonizaban y los abusos que cometían contra la población.41

Huelga decir que en el ámbito de la seguridad pública acaecieron algunos de los

enfrentamientos más significativos entre el Ayuntamiento de la ciudad de México y la

autoridad superior en turno. A partir de 1822 se estableció la figura del Alcalde auxiliar a

instancias del cabildo municipal citadino, y las repetidas quejas en contra de su ineficacia,

llevaron a la creación en 1826 de los llamados celadores públicos, los cuales recibieron un

salario por su trabajo y fueron organizados de acuerdo con una jerarquía de mando que

dependía en última instancia del gobernador, pese a la intención original de que rindieran

cuentas de su desempeño a las autoridades municipales.42

De esta manera, con la creación de esta organización dependiente del gobernador,

en vez del Ayuntamiento de México, se establecieron las bases para la consolidación de un

cuerpo policíaco federal encargado de perseguir a los criminales; mientras que la función

de policía en los ramos administrativos más allegados a la función del buen gobierno,

41 No eran raros incidentes como el que se trató durante la sesión secreta del cabildo el 29 de marzo de

1836 sobre el ataque inflingido por el cabo Ignacio León en contra del Alcalde Auxiliar, Isidro Jiménez, porque éste atendió a un hombre herido después de una riña; en respuesta, el cabo León, acompañado de varios guardas, sacó al herido con sable en mano atropellando al alcalde Jiménez con el caballo "y faltándole con palabras injuriosas, dijo que no lo reconocía por (…) Auxiliar y llevó su tropelía hasta el extremo de haber extraído por la fuerza al herido y conducir preso al mismo Alcalde Auxiliar, quien se libró de entrar a la cárcel porque siendo ya las ocho y media de la noche y habiéndose retirado el Juez en turno, no quisieron los Escribanos reducirlo a prisión”. AHDF, Actas Secretas, 1836.

42 AHDF, decreto emitido en 1826 por Juan Manuel Elizalde, Policía Celadores, vol. 3623; José Antonio Serrano, “Los virreyes del barrio: alcaldes auxiliares y seguridad pública, 1820-1840”, en: Illades y Rodríguez Kuri, Instituciones y ciudad…, op. cit., p. 37.

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La ciudad de México y sus problemas

41

quedó a cargo del municipio.43 Tanto la creación de la milicia cívica así como de los

celadores públicos, tuvieron la clara intención de restar prerrogativas a los Alcaldes

auxiliares dependientes del Ayuntamiento de la ciudad de México.44

No obstante, sería después del motín de la Acordada cuando los ataques contra los

malos resultados en la salvaguarda del orden y la seguridad por parte de los auxiliares y,

por lo tanto del Ayuntamiento, tuvieron sus efectos más contundentes como lo ha explicado

claramente José Antonio Serrano. De acuerdo con este autor, el motín de 1828 constituyó

un parte-aguas a partir del cual la resolución de las disputas que cotidianamente

enfrentaban al Gobernador con el Ayuntamiento, empezaron a resolverse en claro

detrimento de este último; al mismo tiempo, “se reorganizaron los cuerpos policíacos, se

incrementaron las penas a los maleantes, vagos y borrachos y se buscó un control más

estricto de las pulquerías, las cantinas y los billares”, incrementando de esta forma “el

pánico a la plebe”. Todo ello fue motivado también por el cuestionamiento que hicieron

diversas autoridades sobre la eficacia del Ayuntamiento para salvaguardar la seguridad

pública.45

Por eso, con el alzamiento texano y la demanda federal de hombres para conformar

un ejército capaz de combatir a los rebeldes, se motivaron las críticas más duras en contra

de los Alcaldes auxiliares, pues fueron los principales oponentes a los arrestos arbitrarios

que llevaban a cabo los celadores públicos con las levas, ya que la práctica de enganchar a

los varones que andaban por las calles era muy frecuente, como vimos anteriormente. En

43 Para mayor información v. Jorge Nacif Mina, “Policía y seguridad pública en la ciudad de México,

1770-1848”, en: Regina Hernández Franyuti. La Ciudad de México en la primera mitad del Siglo XIX. Gobierno y política / Sociedad y cultura, tomo II, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1998, pp. 37-40.

44 Serrano, “Los virreyes del barrio...”, op. cit., pp.27-54. 45 Ibídem, p. 43.

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La ciudad de México y sus problemas

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este deterioro de la vida política también jugaron un papel importante los miembros de la

Suprema Corte de Justicia, pues mientras los miembros del Ayuntamiento culpaban a los

jueces y las leyes por la lenidad con que se procedía en contra de los infractores, los jueces

de la Suprema Corte responsabilizaban a los regidores y, especialmente a los Alcaldes

auxiliares, por los problemas de inseguridad e ingobernabilidad, puesto que el

Ayuntamiento no estaba cumpliendo con su cometido de garantizar el orden y la seguridad.

Esta disputa entre las autoridades locales, si bien refleja los intereses encontrados en

los ámbitos propiamente jurisdiccionales, también constituía un elemento de inestabilidad

para los habitantes de la ciudad, puesto que los trabajadores no contaban con la seguridad

de andar por las calles sin el peligro de ser reclutados por la leva; especialmente cuando

frecuentaban pulquerías u otros centros de diversión y ocio o tan sólo por alejarse de sus

cuarteles o transitar a altas horas de la noche. Este ejemplo, tan sólo constituye una de las

tantas afectaciones que sufrieron los pobladores, por las peleas que tenían los

ayuntamientos con la autoridad federal en materia de atribuciones jurisdiccionales.46

* * *

Debido a que las condiciones sociales y políticas imperantes en la urbe inciden

directamente en la forma de vida de la población más pobre, es importante reflexionar

sobre éstas. Así, podemos observar que los problemas vividos por los habitantes de la

ciudad de México eran múltiples y, aunque muchos de éstos eran característicos de todo el

país, hubo otros que estuvieron definidos por dichas pugnas políticas entre las diferentes

facciones y las diversas instancias de gobierno locales (como veremos más adelante).

46 V. Ariel Rodríguez Kuri, “Política e institucionalidad: el Ayuntamiento de México y la evolución del

conflicto jurisdiccional, 1808-1850”, en: Regina Hernández Franyuti (comp.), La ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX. Gobierno y política / Sociedad y Cultura, tomo II, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1994, pp. 51-94. Rdz. Kuri, La experiencia olvidada, el ayuntamiento de México; política y gobierno, 1876-1912, México: El Colegio de México, 1996.

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La ciudad de México y sus problemas

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Cabe mencionar que también las epidemias fueron un azote recurrente, dadas las

pésimas condiciones de higiene imperantes en la ciudad y la precaria condición nutricional

de la mayoría de la población; a estas circunstancias, se sumaban la inseguridad laboral y la

posibilidad de descenso en la escala social, constituyendo fuertes motivaciones para el

descontento y la movilización social. El carácter levantisco de las clases populares a

menudo fue reconocido y utilizado como pretexto, para que las elites decidieran el destino

de la nación e impidieran a la gran mayoría participar en la vida pública a través de las

elecciones; al tiempo que muchos “hombres de bien” se valieron de esta gente para llevar a

cabo pronunciamientos, motines y demás movilizaciones callejeras en aras de alcanzar sus

propias metas.

Podemos ver que la ciudad era fácilmente convulsionada por los avatares de los

pronunciamientos políticos y sus consecuencias: los estados de sitio, la clausura de las

libertades de imprenta y reunión, los soldados e insurgentes luchando en las calles, los

comercios cerrados, la carestía, la especulación47 y el hambre; además del miedo, las levas

y los encarcelamientos que le seguían a cada movimiento armado. Para la década de los

años treinta (y gran parte del siglo XIX) permanecería pendiente la tarea de contener los

estragos de las luchas fratricidas, como observó el diplomático inglés George Ward, quien

desde 1824 había dicho que “No era tarea fácil para un gobierno así constituido frenar el

espíritu licencioso generado en la guerra civil; y, consecuentemente, había desorden en la

apariencia de las tropas y no poca insubordinación por parte de los oficiales”.48

No obstante, tanto las condiciones adversas así como la inseguridad y la presión

política padecidas por la población, no constituyeron por sí solas motivos suficientes para

47 Gayón, “Condiciones de vida...”, op. cit., pp. 52-53. 48 Ward, México en 1827..., op. cit., p. 452.

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La ciudad de México y sus problemas

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que la gente se alzara y protestara en las calles o protagonizara escenas de violencia

tumultuaria, pues tales circunstancias estuvieron presentes durante todo el siglo XIX y,

quizás por ello, la negociación y la obtención de ciertas prerrogativas se convirtió en una

importante válvula de escape ante las presiones sociales que agobiaban a los habitantes de

la ciudad. Así, aunque la forma de vida imperante en la ciudad hacía proclives a los

sectores populares para recurrir a la protesta violenta, fueron otros elementos específicos

los que desencadenaban el brote de los alzamientos y, pese a su frecuencia, la explicación

de los factores de orden estructural y coyuntural, merecen especial atención; por eso es

importante comprender las condiciones generales que prevalecieron durante este periodo, y

los motivos por los cuales tuvo un alcance tan grande la protesta por el cobre el 11 de

marzo de 1837.

* * *

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La ciudad de México y sus problemas

45

1.2 La política, el gobierno local y las desavenencias institucionales

El México independiente padeció una gran inestabilidad política hasta que finalmente la

llegada de Porfirio Díaz al poder, permitió un proceso de consolidación económico-

institucional gracias a los consensos políticos alcanzados con los caudillos en los diversos

polos regionales. Desde la presidencia de Guadalupe Victoria ningún titular del ejecutivo

había podido concluir su periodo antes de la presidencia de Benito Juárez y tan sólo en los

primeros dieciséis años de vida independiente, el país había pasado por el Imperio de

Iturbide, la República federal y la República centralista. Con la dimisión de Agustín

Iturbide el 17 de marzo de 1823 y la ratificación de su renuncia por parte del Congreso el

30 de marzo, se abandonó el sistema imperial.49 Después el régimen federal sucumbiría de

facto a finales de 1835 con la promulgación de las Bases Constitucionales y formalmente a

principios de 1837 con la entrada en vigor de la nueva Constitución denominada las Siete

Leyes. Desde que se adoptó la forma de gobierno republicana hasta la primera mitad del

siglo (26 años de vida independiente) existieron 20 presidentes o titulares del ejecutivo en

el país, muchos de los cuales ocuparon varias veces la silla presidencial.50

49 Decreto del 30 de Marzo de 1823 (núm. 316) - Reunión del Congreso, y cesación del poder ejecutivo

existente desde el 19 de mayo de 1822, en: Manuel Dublán y José María Lozano. Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José Ma. Lozano, México: Imprenta del Comercio, a cargo de Dublán y Lozano, hijos, calle de Cordobanes número 8, Edición oficial, tomo I, 1876, pp. 632-633.

50 Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, José María Bocanegra, Pedro Vélez, Lucas Alamán, Luis Quintanar, Anastasio Bustamante, Melchor Múquiz, Manuel Gómez Pedraza, Valentín Gómez Farías, Antonio López de Santa Anna, Miguel Barragán, José Justo Corro, Anastasio Bustamante, Nicolás Bravo, Francisco Javier Echeverría, Valentín Canalizo, José Joaquín de Herrera, Mariano Paredes y Arrillaga, José Mariano Salas, Pedro María Anaya, así como Manuel de la Peña y Peña. Armando Ruiz Massieu, El gabinete en México. Revisión histórica y propuestas de discusión, México: Océano, 1996, pp. 135-180.

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La ciudad de México y sus problemas

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Niceto de Zamacois afirma que las posturas extremas de los federalistas tanto en

1828 como en 1833 condujeron finalmente a la instauración del sistema centralista; pues

con las leyes emanadas del nuevo sistema se trataba de evitar que volvieran a repetirse

[…] escenas desgarradoras semejantes a las que se verificaron en 1828 y 1833, en que la parte más exaltada del partido yorkino, dominada por sus pasiones políticas y dejándose arrastrar por ellas, cometió excesos lamentables que [incluso] desaprobaron los hombres más sensatos de su misma comunión política, separándose muchos, de sus banderas.51

Durante 1835 se estuvieron reuniendo los diputados atribuyéndose las facultades de

un constituyente, hasta culminar con la expedición de las Bases Constitucionales que darían

paso a una nueva Constitución: las Siete Leyes, la cual fue publicada el 31 de diciembre de

1836 y juradas el 1º de enero de 1837; el nuevo régimen centralista comenzó oficialmente

con la presidencia oficial de Anastasio Bustamante en abril de 1837, puesto que el

federalismo y la Constitución de 1824 llegaron a considerarse “insuficiente[s] para llenar

todos los objetos de interés común”.52

Desde 1833, la respuesta popular contra las reformas liberales establecidas por el

Congreso y el vicepresidente Valentín Gómez Farías, hicieron regresar al presidente

Antonio López de Santa Anna; quien después de abrogar la mayoría de las reformas y

disolver el Congreso, volvió a su hacienda Manga de Clavo y fue reemplazado por Miguel

Barragán de 1835 a 1836; pero este presidente interino cayó enfermo y fue oficialmente

sustituido dos días antes de su muerte (acaecida el 29 de febrero de 1836) por el Ministro

de Justicia José Justo Corro. Y fue durante la gestión del presidente interino José Justo

51 Niceto de Zamacois, Historia de Méjico desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días, escrita en

vista de todo lo que de irrecusable han dado a luz los más caracterizados historiadores, México: J. F. Parres y compañía. Editores, calle de Chiquis 11,1880, p. 103.

52 Anastasio Bustamante, informe presentado en el cierre de las sesiones extraordinarias del Congreso el 14 de mayo de 1837, en: México a través de los informes presidenciales. Los mensajes políticos, México: Secretaría de la presidencia, 1976, p. 38.

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La ciudad de México y sus problemas

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Corro cuando acontecieron los trastornos sociales por la moneda de cobre en marzo de

1837.53

El 17 de abril de 1837 comenzó el régimen de Anastasio Bustamante y concluyó en

1839; en este breve periodo el gobierno padeció la separación de Texas y los movimientos

autonomistas de otros estados que temían un control excesivo del centro, así mismo se

heredó la ruina hacendaria, la inseguridad pública y las presiones venidas tanto de Francia

como de los Estados Unidos que, con la primer nación condujeron a «La guerra de los

pasteles» y con la segunda a la trágica guerra del 46-47, completando con esto un panorama

poco halagador.54

Cabe mencionar que en términos relativos durante el gobierno de Justo Corro (27

febrero de 1836 a 19 abril de 1837) la administración pública tuvo una mayor estabilidad y

regularidad (aunque no haya sido percibido así por sus contemporáneos55), puesto que en

los 14 meses de su gobierno se registró el menor número de cambios en las carteras de

Relaciones Interiores y Exteriores, Justicia, Guerra así como en Hacienda, si comparamos

53 El 27 de febrero de 1836 se expidió la ley sobre la «Elección de presidente interino de la República en

el Excmo. Sr. D. José Justo Corro, su juramento y posesión»; y dos días después se publicó la ley «Sobre el funeral que debe observarse en la República mexicana por el fallecimiento del presidente [Miguel Barragán]». Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, México: Imprenta del Comercio, tomo III, 1876, pp. 132-133; Hira de Gortari Rabiela y Regina Hernández Franyuti, La ciudad de México y el Distrito Federal. Una historia compartida, México: Departamento del Distrito Federal / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1988, pp. 137-138; Francisco de Paula y Arrangoiz. México desde 1808 hasta 1867, México: Porrúa, 1974, p. 371.

54 de Gortari y Hernández, La ciudad de México..., op. cit., 1988, p. 25. 55 Manuel Rivera Cambas opinaba que “Poco, a propósito era Corro, para hacer frente y levantar a la

República de la postración en la que yacía; debilitó los resortes de Poder con el exceso de su piedad y la timidez de su conciencia; timorato, católico, débil político y sin conocimientos militares en una época toda guerrera, nada se le vio que indicara que poseía el temple tan necesario en los que gobiernan y tienen que luchar con la adversidad. Su carácter apocado e irresoluto resaltó en aquella época […] dejaba los asuntos al Sr. Tornel que era quien verdaderamente gobernaba.” Manuel Rivera Cambas, Los gobernantes de México. José Justo Corro, [s.p.i], «colección suma veracruzana», Serie Biógrafos, vol. 194, 1966, p. 6.

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La ciudad de México y sus problemas

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con los regímenes anteriores y los demás centralistas.56 Sin embargo, la crisis general

padecida por el país y la población afectó de distintas maneras a los habitantes del México

independiente y, por ello, numerosos intelectuales tendieron a volverse marcadamente

conservadores con el correr de los años y gran parte de su esfuerzo se encaminó a dar

solución al problema de la inestabilidad política. Por ello vemos que para 1841 los editores

del periódico El siglo diez y nueve habían ratificado la necesidad de evitar las luchas

partidistas, así como los constantes cambios de gobierno y referían:

[...] la experiencia que nos ha hecho probar casi todas las formas de gobierno, desde el absolutismo de los virreyes hasta el sistema más popular, será una guía que dirija a nuestros futuros legisladores en la difícil empresa de darnos una constitución capaz de contentar los deseos de la gran mayoría nacional.57

Los editores esperanzados en la cautela que a partir de entonces debería prevalecer

para enfrentar el provenir, afirmaban que los mexicanos ya veían a las revoluciones como

“una de las mayores calamidades que pueden afligir a la especie humana”; por lo cual este

impreso se sumaba al cometido de calmar las pasiones agitadas con tantos años de luchas

partidistas, promoviendo la unión de todos los mexicanos e indicando lo conveniente para

la regeneración política del país y, para esto, se proponían “redactar con toda la

circunspección y juicios posibles, sin enardecer los ánimos ni hacer degenerar las

cuestiones” en revanchas personales.58

En esta época en la que Bustamante afirmaba “todo, todo se nos critica, murmura y

sirve de pretexto para hacer revoluciones”;59 numerosos personajes manifestaban la

56 Reynaldo Sordo Cedeño, El Congreso en la primera república centralista, México: Colegio de México

/ Instituto Autónomo de México, 1993, pp. 199-200. 57 El siglo diez y nueve, año 1, trim. 1, núm. 1, México, viernes 8 de octubre de 1841. 58 Ídem. 59 Carlos María de Bustamante, “Viernes 13 de enero de 1837”, en: Diario histórico de México, 1822-

1835, vol. II, Disco compacto editado por Josefina Zoraida Vázquez y Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, México: CIESAS / El Colegio de México, 2001. Parece que por error, el año que aparece es 1937.

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necesidad de salvaguardar el orden y las nuevas Instituciones; como Lucas Alamán cuando

concitaba a Santa Anna para que apoyara al régimen centralista y la entrada en vigor de la

nueva Constitución, sin hacer caso a los enemigos de la patria; quienes sólo pretendían

obtener beneficios personales y afirmaba:

Si usted les presta oídos, la nación podrá estar expuesta a meros sacudimientos. Si usted los desprecia y confirma su confianza a quienes sin fe han de engañar ni faltarle, las cosas continuarían tranquilamente por el feliz rumbo que han empezado a tomar y podremos por fin conseguir (¿?) patria y gloriarnos de ser mexicanos. 60

Así mismo, el secretario de Relaciones después de hacer un balance sobre los retos

que enfrentaría la nueva administración del presidente Anastasio Bustamante, afirmaba en

abril de 1837 que el país, sabida experiencia, no podría obtener adelantos de ninguna clase

“en los ramos que forman el bienestar de los pueblos”, si no se terminaba con “las repetidas

agitaciones políticas que han destrozado la república”; pues aunque en los dos últimos años

había primado la imperiosa necesidad de sustituir la Constitución de 1824, consolidar las

nuevas Instituciones, reprimir “los conatos revolucionarios” así como las amenazas contra

la integridad del territorio mexicano, aún no se hallaban resueltos estos problemas y

prevalecían numerosos obstáculos que impedían la consolidación del nuevo gobierno.61

60 Carta que Lucas Alamán envía al Gral. Antonio López de Santa-Anna, México, febrero 23 de 1837,

Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, Archivo de Lucas Alamán, 1598-1853, Disco compacto, editado por la Universidad de Austin, Texas. C. A. F., no. 227. Es pertinente señalar el papel central que cobraba la Constitución dentro de los parámetros de la nueva legitimidad adquirida con la Independencia y el establecimiento de la República, pues como ha señalado Miguel Ángel Hernández “La Constitución formaba un nuevo marco de referencias, tanto jurídico como simbólico, y por eso las diversas corrientes de opinión tenían que adecuar sus expresiones discursivas, fuesen del signo que fueran, a la nueva figura de autoridad. Este elemento fue básico en la fijación de un imaginario liberal que tenían en el centro la idea de que la Nación era soberana, que los gobernantes eran representantes de la voluntad popular y que las libertades civiles tenían que ser respetadas por aquéllos; la Constitución era el vehículo y garante a través del cual los postulados liberales aparecieron como los principios de gobierno y convivencia política que sostenían una nueva concepción sobre las relaciones entre sociedad y sus autoridades”. Miguel Ángel Hernández Fuentes, “Ideas y valores liberales en el imaginario y los discursos públicos mexicanos, 1820-1824”, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, (tesis de maestría), 2004, pp. 30. Por ello durante el cambio de régimen al centralismo se arguyeron, en primera instancia, las limitaciones y carencias de la Constitución de 1824, pues el nuevo orden de ideas así lo exigía; v. Anastasio Bustamante, informe presentado…, loc. cit.

61 AHSRE, carta de José María Ortiz Monasterio, Secretario de Relaciones, enviada al Ministro Plenipotenciario de la República en Londres, abril de 1837.

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Debemos puntualizar que el cambio hacia el centralismo se dio cuando en el país

podían identificarse tres fuerzas políticas: los santannistas, los federalistas y los centralistas.

Gracias a la unión de centralistas y santannistas se pudo concretar el cambio de sistema, sin

embargo el desprestigio con el que volvió Santa Anna después de su derrota en Texas por

su prisión e inexplicable liberación – bajo la sospecha de haber firmado con los Estados

Unidos el reconocimiento de la independencia texana, en su calidad de presidente –, hizo

que algunos diputados, encabezados por Carlos María de Bustamante, trataran de

inhabilitarlo o dejarlo fuera de la escena política del país, lo cual propició el rompimiento

entre centralistas y santannistas con graves consecuencias para los primeros, puesto que la

influencia de Santa Anna “no se circunscribía al Congreso y estaba ramificada en el

gobierno, el ejército, los prestamistas y hombres de negocios; perder este respaldo significó

para los hombres de bien quedar aislados y sin otro recurso que el de sus propias fuerzas”.62

Esta situación generó un ambiente de especulaciones e inestabilidad como se

advierte en las comunicaciones enviadas por Lucas Alamán a Santa Anna, sobre las

acusaciones que pesaban sobre este último. Alamán le comentaba los rumores acerca de la

venta de Texas y las afirmaciones sobre el trato que supuestamente Antonio López de Santa

Anna había hecho con los Estados Unidos para “hacerlo ejecutar prevalido de la autoridad

de presidente” y que “para facilitar estas miras U. debía operar un nuevo trastorno político,

echando por tierra el orden Constitucional que acababa de establecerse” para reinstalar el

antiguo.63 Ya que la anuencia de Santa Anna al orden de cosas existente (su destitución de

la presidencia y el nuevo régimen centralista) no era del todo confiable y se temía – sin

62 Reynaldo Sordo Cedeño, El Congreso en la primera república centralista, México: El Colegio de

México / Instituto Autónomo de México, 1993, p. 260. 63 Apud Sordo, Ibídem, p. 254.

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exageraciones – que los federalistas exaltados se unieran a los santannistas para

reestablecer el régimen anterior.64

Pero la inestabilidad no sólo se generaba por las pugnas entre las diferentes

facciones políticas en su lucha por alcanzar el poder y dirigir los destinos del país, sino

también en otros ámbitos de gobierno. A lo largo del siglo XIX se fue consolidando un

proceso de centralización política que restó poder y facultades a las antiguas autoridades

corporativas; fenómeno que comenzó a gestarse desde el periodo borbónico y se aprecia

claramente con la abolición de los gremios y el decreto que permitió la libertad de oficios,65

entre otros. Esta situación particular favoreció diversos enfrentamientos entre las instancias

de gobierno locales como fueron los cabildos y los gobernadores o sus subalternos.

Especialmente en la ciudad de México, las desavenencias entre el Ayuntamiento y

el Gobernador o el Jefe del Departamento en turno, se agudizaron durante el régimen

centralista involucrando incluso al presidente. Desde el régimen federal se trataron de

acotar las facultades y prerrogativas del cabildo municipal, como se aprecia en 1829 cuando

se deslindó al municipio de muchas de sus funciones que despeñaba a través de sus

comisiones, al permitir que estas tareas se realizaran en lo sucesivo “por contratas”;

también se pretendió regular y fiscalizar las finanzas de la corporación desde el gobierno de

José María Tornel (en 1829)66 y, después de varios intentos, de nueva cuenta en 1837 con el

64 Ibídem, pp. 252-260. 65 De igual forma entre 1811 y 1813, las Cortes españolas asestaron nuevos golpes a las corporaciones con

la eliminación de las restricciones étnicas en el empleo y la abolición del tributo, mientras que con la Independencia se eliminaron los mayorazgos y títulos de nobleza. John Coatsworth, “La decadencia de la economía mexicana, 1800-1860”, en: Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX, México: Alianza Editorial Mexicana, 1990, p. 93-94.

66 El Telégrafo, domingo 2 de febrero de 1834, tomo III, núm. 33.

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La ciudad de México y sus problemas

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gobernador Luis Gonzaga Vieyra, puesto que la corporación llevaba varios años sin dar

cuenta de sus gastos.67

Durante el régimen centralista se quiso restringir las esferas del gobierno municipal

y se llegó a influir en la composición de sus miembros con la intención de disminuir su

independencia;68 incluso se trató de despojar a la corporación de sus propias instalaciones.69

Las relaciones de anuencia, a veces ríspidas o de franca confrontación que se establecieron

entre el Ayuntamiento y la autoridad superior, marcaron la política en los ámbitos locales,

especialmente en lo concerniente a la representación y la administración de la ciudad y el

buen gobierno.

Es cierto que el Ayuntamiento tenía una relevancia fundamental entre los

pobladores del México independiente que se explica por su origen, cuando la Corona

española transformó al pueblo en una entidad gobernada por un organismo colectivo

emanado del pueblo,70 facultado para administrar la justicia y ordenar lo conducente para

salvaguardar el bien común;71 no obstante, la modernidad política adquirida con la nueva

67 Condumex, Bando emitido por El C. Luis Gonzaga Vieyra, Coronel retirado y Gobernador del

Departamento de México, 18 de julio de 1837; AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesiones del 10, 22 y 28 de febrero de 1837.

68 Richard Warren, “Desafío y trastorno en el gobierno municipal: el ayuntamiento de México y la dinámica política nacional, 1821-1855”, en: Carlos Illades y Ariel Rodríguez Kuri. Ciudad de México: Instituciones, actores sociales y conflicto político, 1774-1931, México: El Colegio de Michoacán / Universidad Autónoma Metropolitana, 1996, pp. 122-126; Ariel Rodríguez Kuri, “Política e institucionalidad…”, op. cit., pp. 71-85.

69 La Lima de Vulcano, Sábado 25 de febrero de 1837, tomo V, núm. 77, pág. 307; AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 8 de febrero de 1837.

70 Guadalupe Nava Oteo, Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, México: Secretaría de Educación Pública, 1973, «SepSetentas 78», p. 11.

71 María Luisa J. Pazos Pazos, El Ayuntamiento de la ciudad de México en el siglo XVII: continuidad institucional y cambio social, España: Diputación de Sevilla, 1999, p. 29, n. 51.

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La ciudad de México y sus problemas

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ciudadanía liberal sancionada por la Constitución de Cádiz, otorgó un poder especial a los

ayuntamientos al convertirlos en fuente directa de derechos políticos. 72

Ahora bien, la corporación municipal se constituyó como la representante de todo el

Pueblo, teniendo la potestad como su cabeza, “porque [dicha potestad] aunque en toda la

congregación universal residía, fue transferida y reside en los cabildos, que pueden lo que

el Pueblo junto” y, según los argumentos expuestos por los miembros del Ayuntamiento

durante la crisis por la moneda de cobre en marzo de 1837, importantes políticos como

Benjamín Constant y M. Degerando fijaban en el cabildo un cuarto poder denominado

municipal que no debía depender del poder ejecutivo, aunque tampoco debía ponerle

trabas.73

La división de la ciudad de México en cuarteles para su mejor vigilancia y

administración desde finales del siglo XVIII, definió las tareas del Ayuntamiento, pues a su

cuidado quedó la vigilancia de los 32 cuarteles menores en que fue dividida la ciudad.74 Y

ya fuera de forma individual: a través de sus Alcaldes y auxiliares, o colegiada: por medio

de las distintas comisiones o su representación conjunta, el Ayuntamiento estuvo a cargo de

la policía y el buen gobierno de la ciudad, y los Alcaldes realizaban la vigilancia de los

diferentes barrios que comprendían los cuarteles a su cargo como los “padres políticos” que

72 Antonio Annino ha explicado claramente que cuando la Constitución de Cádiz estableció como criterio fundante de la ciudadanía la vecindad y la notoriedad social en vez de requisitos censitarios específicos, otorgó a las comunidades locales – y en específico a los ayuntamientos – la capacidad para acreditar a los individuos que podían contar o no con los derechos políticos establecidos en la nueva carta constitucional, otorgando con ello un gran poder a las comunidades locales al convertirlas en fuente de derechos. Antonio Annino, “Ciudadanía «versus» gobernabilidad republicana en México. Los orígenes de un dilema”, en: Hilda Sábato (ed.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, México: Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 66-69.

73 Manifestación que hace el Ayuntamiento de esta capital, sobre las contestaciones originadas por la exposición que elevó al Soberano Congreso Nacional el 11 del presente, impresa a expensas de los capitulares, México: en la oficina de Luis Aradiano Valdés esquina de Santo Domingo y Tacaba, 1837, pp. 22-23.

74 En 1782 la ciudad fue divida en 8 cuarteles y tiempo después cada uno de éstos en cuatro cuarteles menores, conformándose así un total de 32 cuarteles menores.

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La ciudad de México y sus problemas

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eran.75 Sin embargo, la falta de definición de las competencias jurisdiccionales entre el

Ayuntamiento de la ciudad de México y el Gobernador o Jefe político en turno, se volvió

un problema que se mostraría de diferentes formas a lo largo del siglo XIX.76

Ahora bien, a partir de Cádiz los ayuntamientos contaron con un gran poder de

representación política que se aunó a su gestión gubernativa y, gracias a esto, el

Ayuntamiento legitimó con mayor énfasis su centralidad, frente a los constantes ataques de

que sería objeto por parte de la autoridad federal; además de que los intersticios legales le

permitieron continuar su trabajo y sobrevivir con relativo éxito durante gran parte del siglo

XIX, dentro de una dinámica que alternaba entre los acuerdos, las rupturas y las

confrontaciones.77 Cabe mencionar que la legitimidad adquirida por los ayuntamientos

como representantes del pueblo desde la crisis de 1808 [con la teoría de la retroversión de

la soberanía y su (re)asunción] fue la mejor arma que usaron para enfrentar los embates de

la autoridad federal.78

75 Sobre esta idea puede consultarse el testimonio de la creación y facultades de los Regidores Honorarios

a finales del siglo XVIII donde se afirmaba que tanto los Regidores Propietarios como los Honorarios eran los “Padres de la República”; en: AHDF, Regidores Honorarios, vol. 413, exp. 3. En este escrito sus deberes y atribuciones son prácticamente iguales a las que después les asignaron las constituciones de 1824 y de 1836, cfr.; así mismo Hipólito Villaroel afirmaba que los miembros del ayuntamiento eran aquéllos “a quienes el derecho honra con el distintivo de Padres de la Patria”, apud, Lempérière, “República y publicidad a finales del Antiguo Régimen (Nueva España), en: Fraçois Xavier Guerra y Annick Lempérière, Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, México: Fondo de Cultura Económica / Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1998, p. 58.

76 Ariel Rodríguez Kuri ha explicado las dificultades que originó la falta de esta definición jurisdiccional entre estas dos instancias de gobierno. Ariel Rodríguez Kuri, “Política e institucionalidad: el Ayuntamiento de México y la evolución del conflicto jurisdiccional, 1808-1850”, en: Regina Hernández Franyuti (comp.), La Ciudad de México en la primera mitad del Siglo XIX. Gobierno y política / Sociedad y cultura, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1998, pp. 51-94 y La experiencia olvidada. El ayuntamiento de México: política y gobierno, 1876-1912, México: Universidad Autónoma Azcapotzalco / El Colegio de México, 1996.

77 Esta situación se presentó también entre los ayuntamientos de otros estados y la autoridad federal en turno, cuando la corporación pugnaba por defender sus ámbitos de competencia y sus facultades jurisdiccionales, frente a la intención de la autoridad federal de restringir las esferas de gobierno de los cabildos municipales.

78 Ariel Rodríguez Kuri, La experiencia olvidada..., op. cit., p. 19-20.

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La ciudad de México y sus problemas

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Constituye un punto nodal comprender los intentos y avances logrados para acotar y

desvalorizar al Ayuntamiento, por la importancia que éste siguió manteniendo como el

garante del bien común, pese a los cambios vividos; de hecho, los ataques sufridos por el

Ayuntamiento a lo largo del siglo XIX, ponen de manifiesto algunas de las

transformaciones que las autoridades superiores impusieron a partir de una nueva

concepción sobre el deber ser y, como se mencionó, de un proceso de centralización de las

decisiones políticas que afectaron a toda la sociedad. Aun con todo, las disputas

jurisdiccionales entre la autoridad municipal y la federal constituyeron parte de una

contradicción estructural, debida en gran parte a la indefinición de sus respectivos ámbitos

de competencia que parecieron haberse exacerbado durante el régimen centralista.79

Con el nuevo régimen centralista, el gobierno quiso erigirse como la autoridad

máxima manteniendo el dominio, al tiempo que trataba de conservar un equilibrio de

fuerzas y acuerdos entre las distintas autoridades que lo conformaban, definiendo

claramente la verticalidad de las jerarquías. De esta forma, cuando el Congreso

constituyente elaboró la Tercera Ley constitucional, se estableció un sistema de «elección

dirigida» que intentaba hacer compatible el carácter popular con los intereses de grupo; así

también, la Sexta Ley constitucional afirmó un “sistema de términos medios y

compromisos” que permitió la permanencia de los ayuntamientos conformados hasta 1808,

pese a visión negativa que tuvieron de éstos y su administración en las poblaciones

pequeñas, en vez de suprimir todos aquéllos existentes en los poblados con menos de ocho

mil habitantes y cuatro mil para los puertos, como lo habían propuesto originalmente.80

79 Rodríguez Kuri, “Política e institucionalidad…, op. cit., también véase La experiencia olvidada…, op.

cit. 80 Sordo, El Congreso…, op. cit., p. 225.

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La ciudad de México y sus problemas

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Todas estas nuevas ideas modificaban paulatinamente la noción del buen gobierno,

pese a la resistencia de la corporación municipal; pues mientras los miembros edilicios

mantenían la idea de salvaguardar los derechos de los ciudadanos y la comunidad

corporativa como genuinos representantes del pueblo, incluso en contra de la autoridad

superior; para el gobernador y el mismo presidente, la salvaguarda del orden implicaba la

sumisión del Ayuntamiento a las autoridades superiores y el acatamiento de las órdenes con

estricto apego y respeto a las jerarquías establecidas, puesto que:

Los Ayuntamientos son el conducto por donde la acción protectora del Gobierno se extiende y acerca hasta las clases más infelices e ignorantes del pueblo, para hacerles conocer sus obligaciones y sus derechos, y el modo y términos en que pueden y deben gozar de los beneficios de la sociedad, por el cumplimiento de las leyes, y por la sumisión, respeto y obediencia a las autoridades constituidas. Los Ayuntamientos, que son fiscales inmediatos de ese orden común, deben ser también el modelo de la subordinación, y evitar preferentemente todo motivo de que se perturbe la armonía y el justo equilibrio que debe reinar entre los ciudadanos y las autoridades. En suma toda la incumbencia e interés de los cuerpos municipales, es, prevenir e impedir todo trastorno, todo escándalo, toda alteración en la quietud y salud pública [..., por lo tanto] es de más importancia la conservación y sostén del orden de las jerarquías y la respetabilidad de los magistrados superiores con relación a los inferiores, que la reparación de una injusticia o perjuicio que aquéllos puedan inferir a sus subordinados [...]81

En esta pugna, la corporación siempre buscó defender sus ámbitos de competencia

en tanto que la autoridad federal buscaba limitar dichos espacios. Estas desavenencias entre

la autoridad federal y el Ayuntamiento de la ciudad de México, permanecerían como una

constante a la hora de enfrentar y resolver los numerosos conflictos que se vivieron en la

urbe capitalina a lo largo del siglo XIX, dentro de estas prácticas del buen gobierno; como

se observa claramente durante la crisis del cobre y que se explicará más adelante.

Ahora bien, un claro ejemplo de fricciones entre las autoridades locales que tuvo

especial relevancia para incentivar el malestar social meses previos al motín del cobre, se

81 Luis Gonzaga Vieyra, Informe Instructivo del Gobierno del Departamento de México sobre las

ocurrencias habidas con el Excmo. Ayuntamiento de la capital, México 22 de mayo de 1840. Este folleto refiere los desacuerdos surgidos entre el Gobernador y el Ayuntamiento debido a la defensa que emprendieron los munícipes por la falta de agua en algunos barrios de la ciudad.

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La ciudad de México y sus problemas

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presentó con motivo de los requerimientos de soldados a partir de 1835 por la guerra contra

Texas. A partir de ese año se vivió un ambiente de gran tensión en la ciudad de México,

debido a que las levas generaban un gran descontento entre la población y porque la

demanda de hombres hecha por el Ministerio de Guerra – a través del Jefe del

Departamento o gobernador – no fue cumplida por el Ayuntamiento. Aunque a mediados

de los años treinta, el Ministerio de Guerra trató de privilegiar los sorteos sobre las levas

para reclutar los reemplazos del ejército; sin embargo, los cabildos preferían valerse de las

levas para deshacerse de todas las personas “perniciosas” y cumplir con su contingente de

sangre,82 en vez de reclutar gente “sana y productiva” con los sorteos.

Específicamente durante 1836, el Ministerio de la Guerra solicitó al Ayuntamiento

de la ciudad de México que realizara los sorteos correspondientes para el ejército que

marcharía a Texas, pero sólo los celadores públicos (dependientes directos del Gobernador)

reclutaron a los nuevos soldados por medio de las levas.83 El Gobernador José J. Gómez de

la Cortina amenazó con multar a los miembros del Ayuntamiento encargados de las Juntas

de Sorteo con 500 pesos, si para el día 10 de julio “no esta[ba] completamente concluido

este asunto”; sin embargo, los síndicos no pudieron realizar dichos sorteos, entre otras

razones porque algunos de los regidores no les habían entregado las listas de los padrones

levantados, con motivo de las elecciones realizadas a principio de año y, por lo tanto, no

podía saberse la cantidad de varones disponibles en cada barrio.84

82 Se le denominó contingente de sangre a la cantidad de personas que los Estados o Departamentos

debían mandar para el ejército, bien fuera para cubrir los reemplazos o para la formación de nuevos batallones. Serrano, Los gobiernos estatales..., op. cit., p. 15.

83 Serrano afirma que desde 1835 las levas comenzaron a realizarse bajo la dirección de Mariano Dosamantes, el capitán de los celadores públicos, quien fue autorizado por el gobernador José Gómez de la Cortina para realizarlas sin la anuencia del Ayuntamiento, lo cual motivó serias desavenencias entre el gobernador y el Ayuntamiento. Serrano, “Los virreyes del barrio...”, op. cit., pp. 50-51.

84 AHDF, Ayuntamiento, Militares. Sorteos, vol. 3282.

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La ciudad de México y sus problemas

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Los miembros del Ayuntamiento de la ciudad de México nunca realizaron los

correspondientes sorteos durante el año de 1836 y, frente a la amenaza de multa,

argumentaron que la aplicación de la medida únicamente a los miembros de la comisión de

la Junta de Sorteos, en vez de hacerlo para todos los regidores se debía a que continuaba “la

persecución contra uno de sus miembros por la parte que tuvo en la representación contra

D. Mariano Dosamantes”. Todavía para finales de 1836 el nuevo gobernador Francisco

García Conde (que sucedió en el puesto a José J. Gómez de la Cortina) continuaba pidiendo

al Ayuntamiento la celebración del mencionado sorteo.85

Pese a las numerosas razones expuestas, el cabildo de la ciudad de México se

rehusó a realizar los sorteos y enlistar gente productiva por lo impopular de la medida; pues

la mayoría de las personas eran conocidos que cumplían una función esencial para la

economía local y el pago de impuestos.86 Incluso así, los celadores públicos siguieron

deteniendo a numerosos individuos productivos con las levas, muchos de los cuales eran

simples desempleados en vez de ociosos y mal entretenidos; pero el carácter compulsivo

que tuvo el reclutamiento de soldados, provocó que la deserción del ejército fuera una

práctica generalizada, por ello el Gobernador José J. Gómez de la Cortina señalaba:

Puede asegurarse que la República está plagada de una multitud de desertores, que después de haber abandonado sus banderas, vagan entregados a los vicios y arrastrando la cadena del crimen, con notable perjuicio de la seguridad y tranquilidad pública.87

85 AHDF, Militares. Sorteos, vol. 3282. Actas de las Juntas para el servicio militar. Sobre la formación de

listas y sorteos para formar tropas para continuar la guerra sobre Texas. “Se autoriza al Gobierno para que pueda pedir a los Departamentos hasta la cuarta parte de los reemplazos que se señalaron a los antiguos Estados por la ley del 24 de agosto de 1824 [...] 6º La capital de la República con los pueblos que entraban en su compresión como Distrito federal dará trescientos reemplazos colectados por el método de sorteo que establece el reglamento de milicias de 1767 en la parte que no está derogado”.

86 Serrano, El contingente..., op. cit., pp. 112-113. 87 AHSCJN, Asuntos Económicos, exp. 3034, caja 34, Impreso emitido por el C. José Gómez de la

Cortina, Coronel del batallón del Comercio y Gobernador del Distrito, el 10 de junio de 1836.

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La ciudad de México y sus problemas

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Por tal razón, el Gobernador exhortaba a los regidores del Ayuntamiento de la

ciudad de México para comisionar particularmente a los Alcaldes auxiliares a vigilar sus

cuarteles, con el fin de cumplir las leyes sobre la aprehensión de los desertores así como la

reclusión de los vagos; recordándoles que, tanto la autoridad como cualquier persona que

ocultara o evitara denunciarlos, se hacía acreedor a las penas correspondientes; así “al

omiso o culpable en este asunto se le aplicarán irremisiblemente las penas a que se haga

acreedor según las leyes”.88

Sin embargo, el problema de las redes clientelares y los intereses creados entre los

Alcaldes auxiliares y los miembros de la comunidad, impidieron el cabal cumplimiento de

las leyes; tal y como queda de manifiesto en el epígrafe citado por Esther Aillón Soria,

donde el alcalde de 2ª Elección, Isidoro Olvera, lamenta que sus Alcaldes auxiliares no

cumplieran con su cometido denunciando a los vagos, pues de éstos “uno tiene café y el

otro vinatería, y así de éstos no se puede esperar que denuncien a los que contribuyen para

su subsistencia”.89

Otro motivo de graves enfrentamientos lo constituyó la creación del puesto de

«Ayudante de Policía» por parte del Gobernador y la postura del Ayuntamiento, primero de

solicitar el esclarecimiento de las facultades de dicho ayudante y después su remoción, en

aras de las “repetidísimas quejas de los ciudadanos de México contra la conducta arbitraria

y despótica del Sr. [Mariano] Dosamantes”. En esta disputa se advierte claramente que el

Ayuntamiento estaba defendiendo su esfera de competencia, como el responsable de vigilar

88 Ídem. 89 Apud Esther Aillón Soria, “Moralizar por la fuerza. El decreto de reformulación del Tribunal de Vagos

de la ciudad de México, 1845”, en: Clara Lida y Sonia Pérez Toledo (comp.), Trabajo, ocio y coacción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo XIX, México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa / Miguel Ángel Porrúa, 2001, p. 67.

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el orden público. El incidente llevó a la destitución que el Gobernador hizo del Alcalde 1º,

Francisco Aragón, además de los Regidores Rangel y Juan Mirafuentes; en respuesta el

cuerpo edil desobedeció al Gobernador argumentando que éste carecía de facultades “para

la cesación impuesta”. Finalmente, el Gobernador José J. Gómez de la Cortina hizo

encancelar al Alcalde Francisco Aragón, unos días después bajo los cargos de corrupción y

por cierta solicitud “hecha torpemente” a una mujer “ofreciéndole que le pondría casa”;

ante lo cual los miembros del Ayuntamiento respondieron pronunciándose en contra de “las

aberraciones cometidas por el Sr. Gobernador”, tras los “constantes atropellamientos que

han sufrido varios miembros” de la corporación y el divorcio “del sano juicio y

circunspección tan inseparable a la autoridad que ejerce”.90

Aquí conviene detenernos para reflexionar sobre la burocracia menor que

normalmente formaba parte del Ayuntamiento. Si bien, la práctica de valerse de los cargos

públicos para obtener beneficios personales tenía una larga tradición enraizada en las

costumbres virreinales,91 a partir del movimiento de Independencia la inseguridad laboral

también afectó algunos sectores medios de la burocracia. Quizás uno de los cambios más

importantes con la llegada del México independiente, fue la extinción de la herencia de los

cargos públicos y también de los nombramientos perpetuos para una gran parte de los

90 AHDF, Actas de cabildo, sesiones secretas, 1836; sesiones del 13 de enero, 22 de marzo, 19 de abril, 17

de mayo, 20 al 28 de mayo, 11 y 12 de julio de 1836. 91 Horst Pietschmann, “Burocracia y corrupción en Hispanoamérica colonial. Una aproximación

tentativa”, en: Nova Americana, núm. 5, 1982, pp. 11-37.

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burócratas.92 Por ello, se hizo más evidente el uso que se hacía de los cargos edilicios para

satisfacer necesidades personales.93

En términos generales, podemos ver que durante el corto lapso transcurrido entre

1836 y 1837, los gobernadores (que en realidad eran Jefes Políticos del Departamento de

México) José J. Gómez de la Cortina, el interino Manuel Fernández Madrid, Francisco

García Conde y Luis Gonzaga Vieyra, tuvieron numerosas fricciones con el Ayuntamiento

de la ciudad de México y su relación quedó marcada, más por la competencia y las disputas

sobre las atribuciones jurisdiccionales, que por la cooperación y el entendimiento.

El gobernador José J. Gómez de la Cortina notificó formalmente su renuncia por

motivos de salud al Ayuntamiento el día 14 de octubre de 1836 y lo suplió José Manuel

Fdz. Madrid, quien tomó provisionalmente el cargo del 12 al 21 de octubre y, aunque fue

tan breve su interinato antes de dejar la gubernatura en manos del Coronel Francisco García

Conde, el periódico Cosmopolita comentó que la dimisión del regidor José Fagoaga a su

alcaldía y próxima renuncia del alcalde 1º, Francisco Aragón, obedecían a las diferencias

existentes con el interino J. Manuel Fernández Madrid.

Así mismo, el desprestigio del nuevo gobernador Francisco García Conde era tal,

que la prensa criticó duramente al presidente José Justo Corro por haber elegido como jefe

92 Sólo algunos cargos mantenían su perpetuidad como los “miembros y fiscales de la Corte Suprema

[quienes] serán perpetuos en estos cargos, y no podrán ser ni suspensos ni removidos, sino con arreglo a la 2ª y 3ª ley constitucional”, i. e., por causa legal y probada. Felipe Tena Ramírez, “Las atribuciones de la Corte Suprema de Justicia”, en: Leyes fundamentales de México, 1808-1978, México: Porrúa, 1978, p. 235.

93 En 1836 se desató una fuerte polémica cuando el munícipe Cástulo Barreda ocupó la oficialía mayor de la Primera Secretaría de Estado por la jubilación del lic. Vértiz, violando los trámites establecidos para contender por el cargo según las ternas propuestas y sin haber renunciado formalmente a la corporación, quebrantando así su moralidad como regidor, al cambiar su cargo por “un empleito que asegure la subsistencia”; La Lima de Vulcano, tomo V, núm. 24, martes 25 de octubre de 1836, p. 86; Suplemento al núm. 26 del tomo V, 26 de octubre de 1836; La Lima de Vulcano, martes 4 de octubre de 1836, núm. 15, pp. 58-59; AHDF, Actas de Cabildo secretas, 1836, v. al final del volumen los tres informes remitidos al Gobernador, especialmente el del munícipe Covarrubias.

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La ciudad de México y sus problemas

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del Departamento de México “a un ciudadano que no se ha dado a conocer de una manera

superior y distinguida” y que “no promete esperanzas de acierto en el régimen que se le ha

encomendado tan distinto de su profesión”, debido a que el coronel Francisco García Conde

había obtenido la licencia para marchar a Texas al frente de su batallón, y en vez de esto, se

quedó en la capital para ocupar la gubernatura.94

Aunque la corrupción y las diatribas políticas seguramente estuvieron presentes

otrora en los gobiernos locales y en las instancias de mayor jerarquía,95 por lo menos para

los años de 1836-37, la crisis de legitimidad atravesada por varias autoridades se hace

evidente en los ataques realizados por la prensa en contra del Presidente, el Jefe de

Departamento o Gobernador en turno y los miembros del Ayuntamiento. Cuando se criticó

la designación de Francisco García Conde, en esta época la prensa afirmó,

[...] nosotros escribimos eligiendo [...] lo más oportuno a la libertad y sentimientos públicos y lo más conducente al objeto que nos propusimos desde la publicación de nuestro prospecto: censura y oposición razonable a los actos del poder (fuera el que fuese).96

La facultad que se atribuyó este medio informativo de representar a “la libertad y el

sentimiento públicos” para poder censurar los actos del gobierno, nos indica el papel

expectante que asumía la prensa en una sociedad donde existía un grado considerable de

politización de los asuntos públicos. En esta dinámica de politización fueron abriéndose

progresivamente los espacios de debate hacia los demás sectores de la sociedad; por ello

“los hombres de bien”, constantemente advertían que cuando se escuchase el espíritu

público o la opinión del pueblo, ese grande agente de todos los gobierno liberales que

94 AHDF, Varios, vol. 1301; El Cosmopolita, núm. 88, tomo I, sábado 15 de octubre de 1836, p. 4. 95 V. Horst Pietschmann, “Burocracia y corrupción…”, loc. cit. 96La Lima de Vulcano, tomo V, núm. 29, sábado 5 de noviembre de 1836; El Mosquito Mexicano, tomo

III, núm. 60, martes 1º de noviembre de 1836. Bustamante, Diario Histórico..., op. cit., “Viernes 21 de octubre de 1836”.

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La ciudad de México y sus problemas

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reina en el mundo y que es más fuerte que las armas y la fuerza de los tiranos, no debía

confundirse la voz popular con la opinión pública, pues

[…] ésta en su genuina definición, es la expresión general del pueblo convencido de la verdad, que ha examinado por medio de la discusión; cuando aquélla es el efecto del error, de la ignorancia, de la violencia de otras causas: por eso no se debe oír al vulgo ignorante, sino a la parte ilustrada de pueblo [... pues] No hay, ni puede haber otro tribunal para decidir de la opinión pública que el tribunal de la razón y del sentido general de los hombres [ilustrados].97

Javier Fernández Sebastián señala que desde finales del siglo XVIII, en Europa y

poco después en América, la invocación de la opinión pública en el debate político se

convirtió en un recurso retórico que, pese a su carácter polisémico, en términos generales

refería a la “opinión” como el resultado de un libre debate social generalmente restringido a

las minorías educadas sobre los asuntos de interés político, bien sea para censurar, criticar o

guiar las acciones de gobierno, que debía ser tomado en cuenta por las autoridades políticas

de una u otra forma.98

En este proceso de conformación de un espacio para el debate público en el México

independiente (que después daría paso a la conformación de la OPINIÓN PÚBLICA moderna),

cobraron gran relevancia los medios impresos, puesto que al difundir la información entre

la sociedad, estaban definiendo e identificando cuáles eran tales “sentimientos públicos”;

por eso afirmaba un articulista de La Lima de Vulcano que “los gobiernos deben respetar el

clamor público”, y para ello, “no hay otra vía para conocerlo, que el de la prensa por la

uniformidad de los escritores”.99

97 Discurso presentado por el Sr. Inclán en la sesión del 9 de mayo, después de leído el dictamen de la

comisión sobre libertad de imprenta en el Congreso. Actas del Congreso Constituyente Mexicano, tomo II, México: 1822, en la oficina de D. Alejandro Valdés, impresor de Cámara del imperio, pp. 64-65.

98 Javier Fernández Sebastián, “Sobre la construcción, apogeo y crisis del paradigma liberal de la opinión pública: ¿un concepto político euroamericano?, en: Historia contemporánea, Revista del Depto. de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, vol. II, núm. 27, 2003, pp. 542-545.

99 La Lima de Vulcano, tomo V, núm. 29, sábado 5 de noviembre de 1836.

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Al señalar el derecho para calificar y, en su caso, oponerse razonablemente a los

actos de gobierno, la prensa vindicaba la libertad individual y colectiva para participar,

opinar y deliberar sobre los asuntos públicos; al tiempo que reclamaba el derecho sobre

libertad de imprenta de acuerdo con la nueva cultura política sancionada desde Cádiz, pero

tanto la Constitución, como la legislación sobre la libertad de imprenta y demás derechos

políticos, constituían un corpus jurídico que todavía se hallaba en proceso de definición.

Ahora bien, dada la precariedad político-institucional del Estado, tanto la falta de

consenso como los ataques que se hacían contra las autoridades, las instituciones y los actos

de gobierno, constituían una traba por su carácter desestabilizador y, de hecho, pasaría

mucho tiempo antes de que estos disensos coadyuvaran a la consolidación del régimen, al

marcar ruta por donde debía transitar el nuevo Estado-Nación. De esta forma, las disputas

políticas debilitaron a las instituciones e impidieron que, en momentos emergentes como

los vividos el 9 y, sobre todo, el 11 de marzo de 1837 durante las protestas por el cobre,

pudieran darse acciones concertadas para resolver la crisis debido a los resentimientos

políticos existentes entre las diversas facciones y las autoridades locales.

Observamos que para el régimen centralista el ejercicio del poder no estaba

legitimado, y el nuevo corpus legal que amparaba las políticas de gobierno (las Siete

Leyes), tenía muchos vacíos legales;100 así también, las nuevas disposiciones no eran

acatadas de forma que permitieran mantener un orden y una coherencia institucional que

garantizaran la estabilidad del régimen ¿Cómo podía entonces construirse un proyecto de

Nación duradero? Bajo estas condiciones se explica la importancia que tuvieron personajes

100 Sordo, El Congreso…, op. cit., p. 265-274. Reflexión hecha a partir de los postulados realizados por

Luis H. Méndez B. (coord.), Respuesta Social en México (1982-1996), México: UAMA- Grupo Editorial León, 1997, pp. 120.

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como los agiotistas, quienes pudieron sustituir muchas funciones de gobierno, como bien lo

ha explicado Barbara Tenenbaum.101

Pero esta visión podemos tenerla desde nuestro presente, porque en esa época estas

disputas entre las autoridades, constituyeron parte de la cultura política y de las formas de

participar en LA POLÍTICA y, al igual que las elecciones, constituyeron un elemento

indispensable para legitimar a las autoridades en su búsqueda constante de mayores

espacios de representación. Por eso, observamos que a finales de 1836, no sólo las querellas

por el reclutamiento de soldados enfrentaron a las autoridades, sino también las elecciones.

En noviembre de 1836 el gobernador dispuso la suspensión de las elecciones del

Ayuntamiento,102 porque según él, era más conveniente la renovación completa de los

regidores con la entrada en vigor de la nueva Constitución en 1837, para evitar que el

cabildo conspirara contra el presidente escogiendo a comisionados “notoriamente

enemistados con la presente administración”;103 el mismo Bustamante afirmaba el lunes 28

de noviembre de 1836 que:

Los yorkinos han comenzado a maniobrar para las elecciones próximas del ayuntamiento, circulando lista de regidores y alcaldes pésimos como “Alcachofa”, Gómez Pedraza, licenciado Olaguíbel, médico Benítez y otros de igual calaña. Con tal motivo el gobierno en lo secreto ha solicitado que el Congreso dé un decreto mandando que se suspendan las elecciones hasta que se publique la Constitución y entonces los ayuntamientos no se renovarán, sino que se elegirán en su totalidad. El agente de esta pretensión ha sido el diputado Arrillaga y la ha conseguido a placer. Hoy se ha dado la

101 Esta investigadora señala que Lucas Alamán tuvo una gran razón sobre la necesidad de que el nuevo

país conservara elementos heredados de la época colonial como la Iglesia, la burocracia y los mitos compartidos de gloria, en tanto permitieran mantener la cohesión ante la falta de “lealtad hacia la nueva nación”; por ello Tenenbaum sostiene que “los préstamos de los especuladores suministraron la estabilidad [...] que se requería para conservar la unidad de la nación;” al tiempo que también impulsaron la formación de una economía nacional, el establecimiento de una red bancaria informal, un sistema de transporte que se extendía de Veracruz a la ciudad de México y de correspondencia que abarcaba desde Sonora hasta el sur del país en Tehuantepec y Yucatán. Bárbara A. Tenenbaum, México en la época de los agiotistas, 1821-1857, México: Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 208.

102 La Lima de Vulcano, tomo V, núm. 77, sábado 25 de febrero de 1837, p. 308. 103 AHDF, Comisiones, vol. 406; AGN, Ayuntamientos, vol. 20, pp. 76 y ss., 24 de noviembre de 1836;

apud Richard Warren, “Desafío y trastorno…, op. cit., p. 125.

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Ley que se publicará sin demora. Por ahora se les ha matado a los yorkinos el pollo en la mano.104

Por lo tanto, los pocos Regidores que enfrentaron la crisis por el motín del cobre,

eran miembros del Ayuntamiento elegido para el año de 1836.105

Los problemas políticos eran múltiples: el regreso de Santa Anna y la actitud que

debía tomarse hacia él, los impuestos, la guerra con Texas y otros estados, las elecciones, la

consolidación de las nuevas instituciones, la crisis hacendaria, etcétera, etcétera... A la

crisis política se sumaba la crisis económica, constatada por la inasistencia de los diputados

al Congreso y de los regidores al Ayuntamiento de la ciudad de México; pues, además de

los problemas entre congresistas, regidores y el jefe del departamento, la escasez de

recursos desanimaba el cumplimiento de las labores legislativas. Francisco de Paula y

Arrangoiz señala que desde 1835 únicamente se pagaba de forma regular a los militares

activos y a los empleados de las oficinas recaudadoras, pues a los demás trabajadores,

militares, magistrados y jubilados, ocasionalmente se les pagaban sus salarios; por ello

puntualizaba que “fue ésta una de las épocas más angustiosas del Erario”.106

Incluso en vísperas de las protestas de los días 9 y 11 de marzo de 1837, se repetían

las exhortaciones a los miembros del Ayuntamiento para que asistieran a los cabildos;

mientras que a unos se les recordaba el término de sus licencias, a otros se les invitaba a

“continuar prestando los servicios del cargo principal en las presentes circunstancias en que

hay muchos negocios tan graves como urgentes”; ya que hubo sesiones en las que sólo

asistieron tres miembros del cuerpo edilicio y no había forma de deliberar sobre los

104 Bustamante. “Lunes 28 de noviembre de 1836”, en: Diario Histórico…, op. cit. 105 Véase anexos 1, 2. 106 Bustamante, Martes 17 de enero y Lunes 30 de enero de 1837, en: Diario Histórico…, op. cit.;

Arrangoiz. México desde 1808…, op. cit., p. 370.

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problemas del cobre sin la asistencia de los comisionados de hacienda.107 Estos continuos

llamados se hicieron desde los últimos meses de 1836 y los primeros de 1837, e incluso en

la sesión del 28 de febrero de 1837 tuvieron que reasignarse los cuarteles debido a las

renuncias y las licencias de varios capitulares.108

No fue en vano que el mismo presidente interino Justo Corro manifestara desde

noviembre de 1836 la carencia de personas disponibles para ocupar los puestos públicos y

que el periódico El Mosquito Mexicano le replicara,

Sin duda por esto está de Gobernador el Sr. García Conde y de ministro del supremo tribunal de la guerra el Sr. Villada, general per saltum; pero nosotros nos atrevemos a asegurarle a S. E., que si se nos permite salir por estas calles a buscar sin la lenterna [sic] en la mano los hombres que no se encuentran, desde luego los hallaremos.109

Incluso así, todavía para finales de abril de 1837 seguía discutiéndose el problema

de inasistencia de los regidores, pese al establecimiento de una ley donde se especificaba el

cuorum mínimo de miembros que debían presentarse para que pudiera sesionar el

cabildo.110

Como podemos observar, existían numerosas motivaciones para que los grupos

políticos se valieran del descontento social, en aras de debilitar a la facción política

contraria. Más adelante podremos dilucidar al respecto y analizar la protesta a partir de los

intereses políticos evidentes, así como de otras variables sociales y económicas que se

presentan en este capítulo, porque pareciera hubo algunos intereses ajenos al problema del

107 AHDF, Ayuntamiento, elecciones, vol. 862, años de 1836 y 1837. Véase anexo 3. 108 AHDF, Ayuntamiento, elecciones, vol. 862 y Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 28 de

febrero de 1837. Véase anexo 3. 109 El Mosquito Mexicano, tomo III, núm. 62, martes 8 de noviembre de 1836. 110 AHDF, Ayuntamiento, elecciones, vol. 862; Decreto emitido por el Gobernador Luis Gonzaga Vieyra

coronel retirado y Gobernador del Departamento de México, 25 de marzo de 1837.

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cobre y una alta posibilidad de que se infiltraran en la protesta, dada la coyuntura política

que se atravesaba en ese momento.

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La ciudad de México y sus problemas

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1.3 El problema económico y la nueva moneda

1.3.1 Economía y finanzas

Durante la primera mitad del siglo XIX, el capital comercial siguió siendo el gran

organizador de las actividades productivas y el Estado se enfrentó a un fuerte regionalismo

que le impidió consolidar su posición como eje rector del nuevo gobierno. Desde el

comienzo de la vida independiente constituyó una necesidad insoslayable ordenar los ramos

de hacienda para actualizar y controlar, tanto la contabilidad como la recaudación de las

tributaciones;111 pero tal pretensión se vio seriamente obstaculizada prácticamente hasta las

últimas décadas del siglo XIX, por lo que no podían solventarse ni siquiera los gastos

corrientes de la administración y para pagar la deuda pública se comprometieron

importantes ingresos aduanales;112 también se padeció la falta de apoyo de las elites, las

cuales ante las últimas experiencias vividas con las administraciones virreinales, vieron

cualquier requerimiento económico del Estado como un signo de su carácter centralista y

opresor; por eso, los nuevos regímenes – tanto federalistas como centralistas – realizaron

una incesante búsqueda de medios alternativos para financiarse, ya fuera con recursos

nacionales o foráneos.113

111 Véase las primeras Memorias de Hacienda desde el gobierno de Iturbide y Guadalupe Victoria. 112 Para un buen resumen sobre el problema de la deuda, su conformación y diversificación, así como la

hipoteca de los ingresos aduanales véase, Barbara A. Tenenbaum, “El mercado monetario y la deuda interna de México, 1821-1855”, en: J. Antonio Batíz y J. Enrique Covarrubias (coords.), La moneda en México, op. cit., pp. 51-88.

113 Pedro Pérez Herrero, “«Crecimiento» colonial vs. «crisis» colonial en México, 1765- 1854. Notas a un modelo explicativo”, en Virginia Guedea y Jaime E. Rodríguez O. (editores). 5 Siglos de Historia de México, vol. II, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / University of California-Irvine, 1992, p. 91. Francisco José Bernal ya comentaba a principios de la vida independiente que “las rentas se hallaban en la situación más lastimosa” y que “empeoró la suerte del erario a impulso de ocurrencias bien notorias que han hecho que no todas las provincias carguen como era justo, con los gastos comunes, y por consiguiente se ha aumentado extraordinariamente el déficit, y no han podido cubrirse algunas atenciones privilegiadas […]”, Condumex, Fondo I-2 L. G. 1186, Francisco José Bernal, 1823 circular núm. 80, legajo 15.

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Esta incapacidad para estructurar un sistema fiscal que permitiera la consolidación

del Estado, el desarrollo de unas finanzas sanas y la emisión de una moneda fuerte que

respaldara al gobierno, trajo como una de sus consecuencias que la utilización de la moneda

fiduciaria se convirtiera fácilmente en una coyuntura adversa; pues el empleo del circulante

fiduciario descansa en la fortaleza de las finanzas (fincada en las reservas) y la confianza

hacia las disposiciones económicas del Estado y, en México, las necesidades pecuniarias

del erario crearon un aumento progresivo del déficit que no podía subsanarse, incrementado

así la desconfianza; de ahí que los diferentes regímenes sólo pudieran obtener préstamos

con los agiotistas bajo condiciones bastante onerosas, pues ya no se podía recurrir al crédito

externo, tras haber incumplido con los pagos de la deuda inglesa. Incluso las urgencias

pecuniarias llevaron al gobierno a decretar varios préstamos forzosos,114 de los cuales no

quedaron exentos los comerciantes extranjeros, motivando con ello las reclamaciones de las

legaciones extranjeras inglesas, francesas y norteamericanas.

Aun con todo y después de un breve periodo de estabilidad vivido durante la

administración de Guadalupe Victoria debido en gran medida a los empréstitos ingleses, a

finales de los años veinte las disputas políticas desestabilizaron gravemente al país.

Incidentes como el motín de la Acordada, la quema del Parián y la expulsión de los

españoles propiciaron una importante fuga de capitales que complicó todavía más la difícil

situación del erario. Cabe mencionar que, los pocos periodos de recuperación económica,

114 Cabe mencionar que la Iglesia tuvo un papel importante en la dotación de recursos a los diversos

gobiernos existentes y, pese a que se vio sometida (junto con otros sectores) a la exacción por los préstamos forzosos, mantuvo mucho tiempo la esperanza de mantener un sitio privilegiado en el régimen, bajo la idea de que se consolidaría el proyecto de nación católica; pero se fue desencantando ante la progresiva ofensiva que sufrió en sus potestades y sus bienes inmuebles. V. Brian Connaughton, “El ocaso del proyecto de «Nación Católica». Patronato virtual, préstamos, y presiones regionales, 1821-1856”, en: B. Connaughton (coord.), Construcción de la legitimidad política en México en el siglo XIX, México: Universidad Autónoma Metropolitana / El Colegio de México / El Colegio de Michoacán / Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, pp. 227-262.

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se vieron ensombrecidos por el embate de las crisis que sumergían al gobierno en una

situación angustiosa por la falta de recursos. Así, mientras en 1832 el Ministro de Hacienda

declaraba que “Nunca, en efecto, han dado las rentas de la federación productos tan

cuantiosos como en el último año económico”, se reconocía que gran parte de la

recuperación se debía a la emisión de cobre115 y, para 1838, ya se expresaba la necesidad de

que la hacienda pública se reestructurara de manera conjunta y como parte “de la

organización económica de los demás ramos de pública administración”.116

Durante la década de los veinte, las Memorias de Hacienda hacen referencia

constante al “espantoso déficit” de la administración, particularmente en la acuñación de

moneda; pero los montos del déficit descienden drásticamente año con año, a partir de la

siguiente década debido a la amonedación de cobre y únicamente durante 1832 se habla de

una mejora notable en las finanzas; sin embargo, el protagonista de tal mejoría: el gobierno

de Anastasio Bustamante, fue derrocado por la impericia con que atacó a los opositores del

régimen.117 A partir de entonces, el monto de la acuñación en moneda fuerte desciende

notablemente a la par que se incrementa los saldos negativos reportados por los gastos de

amonedación en oro y plata, y en éste como en los demás rubros fiscales, el déficit fue

cubierto por el cobre. Así mismo, fue notorio el crecimiento de la deuda contraída con “las

viudas e hijos de cuantos empelados ha tenido” la Casa de Moneda.118

115 Memoria del secretario del Despacho de Hacienda, leída en la cámara de senadores el día 15, y en la

de diputados el 17 de febrero de 1832, México: Imprenta del Águila, dirigida por José Ximeno, calle de los Medinas núm. 6.

116 Memoria de la Hacienda Nacional de la República Mexicana presentada a las cámaras por el ministro del ramo en julio de 1838, México: Imprenta del Águila dirigida por José Ximeno, calle de los Medinas, núm. 6, 1838, p. 4.

117 Robert A. Potash, “La lucha por la vida, 1832-1835”, en: El Banco del Avío…, op. cit. 118 Memorias de Hacienda, 1824, 1828, 1829, 1832, 1830, 1831, 1833, 1834, 1836 y 1837.

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También, al tiempo que se incrementaba la acuñación de cobre, se refería la

necesidad de disminuir el considerable número de operarios debido a “la alta importancia

de sus dotaciones, los dispendiosos métodos de sus oficinas” y la “decadencia general” del

establecimiento por lo desproporcionado de sus recursos y requerimientos; por lo cual se

señalaba la necesidad de hacer cuantas reformas considerara necesarias el gobierno “a fin

de que pueda subsistir la casa sin gravitar sobre el erario de la federación”.119

El problema de la depreciación del cobre implicó que durante el año contable 1836-

1837 las aduanas marítimas sufrieran una baja considerable en las recaudaciones, y las

contribuciones directas120 constituyeron una cantidad líquida tan ínfima que resultaba

absolutamente insuficiente “para fundar en ellas los únicos recursos interiores de la

Hacienda”.121 De esta manera, los impuestos aduanales que en el año fiscal 1834-1835

importaron $8 920,408, para 1837-1838 tan sólo llegaron a los $2 838,940.122 A todo esto,

se sumaron los gastos generados por la guerra contra Texas y las numerosas

representaciones de los batallones que solicitaban el envío de recursos, así como de otros

sectores que se encuentran consignados en las memorias de hacienda de los años treinta.

La relación causal entre la debilidad político-económica del Estado, su dependencia

de los prestamistas y el afianzamiento de éstos, tuvo una incidencia directa sobre la

incapacidad para remediar el problema del cobre; en tanto que la emisión de éste se

119 Memoria de la Secretaría del Despacho de Hacienda leída por el ministro del ramo en la cámara de

senadores el día 5 de abril de 1830 y en la de diputados el día 7 del mismo, México: Imprenta del Águila dirigida por José Ximeno, calle de los Medinas núm. 6, p. 10.

120 Nos referimos a las contribuciones directas decretadas el 30 de junio, así como el 5 y 7 de julio de 1836 sobre fincas rústicas, urbanas y giros comerciales.

121 Memoria de Hacienda, op. cit., 1838, p. 22-25. 122 Memoria de Hacienda, 1839; apud Costeloe, La República central…, op. cit., pp. 173-174.

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convirtió en un rubro necesario para cubrir los gastos corrientes de la administración,123 y

también porque el remedio que quiso darse con la creación del Banco de Amortización de

Moneda de Cobre, fracasó frente a los intereses particulares de algunos empresarios, como

veremos más adelante.

La difícil situación económica vivida por el gobierno, nos ayuda a comprender por

qué no se tomaron medidas efectivas para detener la acuñación del cobre y efectuar su

retirada de la circulación, cuando el problema de la amonedación ilícita empezó a hacerse

evidente desde principios de los años treinta. Dentro de este panorama de penuria

económica del erario nacional, tuvo también un papel fundamental la Casa de Moneda,

como encargada de emitir y poner en circulación las monedas oficiales; por ello haremos un

breve recuento del papel desempeñado por esta instancia y los problemas económicos, así

como técnicos a los que se vio sometida. De hecho, en 1838 se reconoció que las Casas de

Moneda habían dejado de ser productivas desde 1822 con el decreto que redujo el derecho

de braceaje.124

123 Véase las Memorias de Hacienda de los años treinta del siglo XIX. 124 Se disminuyó a dos reales por cada marco de 11 dineros, permitiendo que en el feble hubieran 8½ gs.

de peso por cada marco de ley de moneda. Memoria de la Hacienda…, 1838, op. cit., p. 25.

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Ya se considere la moneda como signo de todos los valores, como el regulador del comercio, ya como un movimiento histórico que perpetúa el grado de civilización de las naciones más allá de su existencia, pues cuando éstas han desaparecido de la lista de la sociedad, las monedas representan su atraso o adelanto en el dibujo, grabado y combinación de los metales, y ya en fin, como el ejercicio de la soberanía, es preciso convenir en que siempre es un objeto digno de observarse, y que reclama la atención de un gobierno ilustrado, que conoce la responsabilidad que reporta ante la nación y con el extranjero por la escrupulosa exactitud en la ley, peso y tipo de las monedas que llevan su nombre.125

1.3.2 Casa de Moneda En las últimas dos décadas del siglo XVIII, la Casa de Moneda capitalina había fungido

como intermediaria para que el gobierno pudiera obtener préstamos y fue refaccionaria de

dinero líquido para la Hacienda.126 Durante la época independiente no mejoraría su

situación, al contrario, pues la interrupción de los circuitos comerciales durante la guerra de

Independencia, trajo como consecuencia el rompimiento del monopolio que ejercía en la

acuñación del circulante, debido a que los conflictos armados habían trastocado la

producción de metales y el abasto. Si bien no se produjo una paralización de la acuñación

125 Orozco y Berra, Primeras memorias..., op. cit., p. 3. 126 José Enrique Covarrubias, “La moneda de cobre en México, 1760-1829. Una perspectiva

administrativa”, en: José Antonio Bátiz Vázquez y José Enrique Covarrubias (coords.), La moneda en México, 1760-1920, México: Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora / El Colegio de Michoacán / El Colegio de México / Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 1998, pp. 97-98. Esta situación no cambió para la década de 1830. AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13, exp. 27, sobre las facultades otorgadas al Fiel Administrador de la Casa de Moneda de México, D. Ignacio Molina, para “dar puntual cumplimiento a la de 2,000 ps., semanarios en el primero mes, y de 3,500 ps., en los subsecuentes cual previene la suprema orden del 23 del actual y entendido también de que deben tomarse medidas muy activas para su verificativo” (el documento parece ser de 1838).

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argentífera, en gran parte se debió al contrabando y a la creación de las cecas

provinciales.127 La necesidad de cubrir los requerimientos de circulante para las actividades

comerciales, así como el imperativo de pagar al ejército, fueron cubiertos con estas nuevas

cecas, además de dar salida a la producción regional de plata. Sin embargo, esta medida no

benefició al gobierno, pues la dispersa amonedación que a partir de entonces se generalizó,

aunada al arrendamiento de las nuevas Casas de Moneda y la inconsistente política fiscal de

la federación, favorecieron el afianzamiento de los especuladores.128

Ante la imposibilidad de garantizar la inversión necesaria para la acuñación en

cobre, se generaron resistencias entre los mismos empleados de la ceca capitalina; pues la

labor de amonedación requería una importante inversión de trabajo, así como de recursos

humanos y materiales, tal como podemos observarlo en la siguiente lista sobre los gastos

generados por la amonedación de cobre. Veamos todo el personal y los rubros que debían

pagarse:

En el reconocimiento: un maestro y los demás; En el blanquimento (sic): un maestro y los demás A los carpinteros: un maestro y los demás En el corte de tareas Al maestro de cortes En el cordón: un maestro y los demás En los volantes por la acuñación de talegas Por octavos; por pilones A los acuñadores suplentes En la herrería: un maestro, un caldeador, un delantero, dos majadores, sonadores; en la misma por tarea de cuadrados: un maestro, un oficial A un tornero A dos volteadores

127 Entre 1810 y 1812 se crearon las casas de moneda de Sombrerete, Zacatecas, Chihuahua, Durango,

Guanajuato y Guadalajara. Rina Ortiz Peralta, “Las casas de moneda provinciales en México”, en: Bátiz Vázquez y Covarrubias, La moneda en México…, op. cit., pp. 133. Cuauhtémoc Velasco, et. al., Estado y Minería en México (1767-1910), México: Fondo de Cultura Económica / Sría. de Energía Minas e Ind. Paraestatal / Comisión de Fomento Minero / INAH, 1988, p. 139.

128 Ortíz, “Las casas de moneda...”, op. cit., pp. 131-133; Velasco, Estado y Minería…, op. cit., p. 140.

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En la fundición de crazadas, a los 4 sonadores, sacador y mantequero, al fundidor por arrobas que salieron en reales útiles En la conversión de caspa y óxdo (sic) del cobre, al fundidor y a los sonadores A los cernidores de caspa A los mozos que sacaron los escombros A los labradores A los que pusieron las hornillas A los guardas suplentes A los mozos que pesaron el cobre A los molineros y los arreadores129

Además, se debían cubrir los gastos por manutención de mulas (cebada y alfalfa),

viajes de barro, cenizas, arenas, albañiles, cargas de carbón y leña, ocote, cal, ladrillos,

acero, fierro platina; también causaron más erogaciones las complicaciones generadas en el

corte del cobre, cuando éste no era fino sino mezclado debido a que se dificultaba el

vaciado por estas causas.130 Aunque en los registros contables de la Casa de Moneda, no

todos los rubros aparecen pagados (lo que nos hace pensar en la de falta de personal y de

recursos), los gastos de la amonedación fueron aumentando hasta llegar a importar

considerables sumas, entre otras cosas, por la acumulación de los pagos que debían hacerse

a los introductores del metal.131

De hecho, el proyecto para iniciar la acuñación de moneda menuda en cobre, desde

el principio se halló con el problema de no ver garantizada una acuñación factible, si no era

con un alto índice de ganancia; es decir, produciendo una moneda cuprosa de dudosa

calidad, lo que a su vez, también hizo muy atractiva la falsificación.132

129 AGN, “Memoria y relación jurada que yo el ciudadano José Dávila Madrid fiel Administrador de las

labores de esta casa de Moneda, presento de los jornales, tareas y gastos causados para la amonedación de cobre, en la semana de 16 a 22 de marzo de 1829 [hasta la semana del 11 al 16 julio de 1831]”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 11, exp. 15.

130 AGN, “Memoria y relación jurada…”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 11, exp. 15. 131 AGN, “Importe de datas y gastos semanales de la semana de 16 a 22 de marzo de 1829 [hasta la

semana del 11 al 16 julio de 831]”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 11, exp. 15. Véase anexo 4. 132 Sobre las dificultades para impedir la especulación con el numerario acuñado en cobre por las

alteraciones continuas que sufría el precio del metal, así como las distintas calidades y cotizaciones de éste v.

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La ciudad de México y sus problemas

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De esta manera, la ceca capitalina perdió su privilegio al tiempo que se fue

acentuando su debilidad económica; de hecho, cuando decayó el monopolio, sus emisiones

que en los últimos años de la década de los veinte habían representado el 32% de la

producción argentífera, para los siguientes 20 años apenas cubrieron el 10% del total;

comenzando una lenta recuperación hacia mediados del siglo XIX.133 De todos modos, la

producción en la casa de Moneda de la ciudad de México, había ido disminuyendo sus

utilidades netas desde los últimos años del virreinato y durante las primeras décadas de la

República.134

Tabla 2

Porcentaje de plata amonedada por las Casas de Moneda

Años México % Zac. % Gto. % Guad. % Dgo. % S. L. P. % Chih. %

1822-25 41.64 38.40 5.89 8.69 5.38 0.00 0.00

1826-30 21.15 41.71 15.51 6.45 7.08 8.11 0.00

1831-35 8.17 46.46 21.90 5.42 8.17 8.71 1.18

1836-40 10.20 42.20 24.48 5.35 7.03 9.03 1.71

Fuente: Cuauhtémoc Velasco, et. al., Estado y Minería en México (1767-1910), México: FCE / SEMIP/INAH / Comisión de Fomento Minero, 1988, p. 43.

Informe de la Junta Directiva del Banco de Amortización sobre los diversos proyectos que se han presentado para ella, dirigido a la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados. Impreso por acuerdo del Senado, México: Imprenta del Águila, dirigida por José Ximeno, calle de Medianas núm. 6, 1841; Covarrubias, “La moneda de cobre... Una perspectiva...”, op. cit., pp. 97-98.

133 Ortiz, “Las casas de moneda...”, op. cit., p. 135. Memoria de la Hacienda…, 1838, op. cit., p. 25. Cabe mencionar los rendimientos decrecientes reportados por la producción de plata desde finales del siglo XVIII, pues tan sólo entre 1800 y 1809 la minería mexicana produjo un promedio anual de 22.2 millones de pesos, en tanto que para la siguiente década, de 1810 a 1819, la producción se redujo a un promedio anual de 11.3 millones, lo que importó una caída casi del 50%, John Coatsworth, “La industria minera mexicana en el siglo XVIII”, en: Coatsworth, Los orígenes del atraso…, op. cit., p. 63.

134 AGN, “Informe rendido por la Superintendencia de la Casa de Moneda al Ministro de Hacienda sobre “la diferencia del rendimiento que se nota del duodécimo al décimo tercio año económico”, así como de “los motivos de decadencia de este Establecimiento”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13, exp. 27; Soria, La Casa de Moneda..., op. cit., pp.193-194. Pérez Herrero, “«Crecimiento colonial»…”, op. cit., p. 84.

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La ciudad de México y sus problemas

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Estos datos son importantes si tomamos en cuenta que la producción e inundación

del mercado en la ciudad de México con moneda de cobre, no fue responsabilidad

exclusiva de la ceca capitalina, pues mucha de la moneda producida en otras partes – tanto

legal como falsa – se introdujo a la ciudad cuando el problema de la inflación y la

devaluación amenazó en los demás estados. No obstante, es importante ver la cantidad de

moneda cuprosa oficialmente acuñada y que sirvió como base para considerar el monto

inicial que debía invertirse en la amortización del cobre:

Tabla 3

Acuñación de cobre

(Casa de Moneda de la ciudad de México)

Año de 1829 123,862.5 ¼

de 1830 al 31 256,000. 0 0

de 1831 a 32 180,000. 0 0

de 1832 a 33 491,300. 0 0

de 1833 a 34 628,100. 0 0

de 1834 a 35 1 005,500. 0 0

de 1835 a 36 1 152,200. 0 0

Hasta la fecha135 0.875,572. 0 0

Total 4 712,554. 9 ¼ “Razón de las cantidades de cobre acuñadas desde el año de 829 en que se mandó labrar esta moneda hasta la fecha”, AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13, exp. 38.

Ahora bien, la ceca capitalina no sólo se vio debilitada por perder el monopolio de

la amonedación, sino que su relación y dependencia con el gobierno también le impidieron

135 Suponemos que se refieren a comienzos del año 1837.

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La ciudad de México y sus problemas

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competir favorablemente con las cecas provinciales. Como se mencionó anteriormente, la

ceca no podía pagar puntualmente a los introductores de metales (muchos de ellos

extranjeros, al igual que los arrendadores de las cecas foráneas);136 además de las gravosas

deudas que pesaban sobre ella, pues tan sólo para julio de 1833 la Contaduría de la Casa de

Moneda de México, informó que:

Se deben a los particulares por préstamos hechos al Gobierno............ 2 208.383.5.9 Se deben a los Contratistas de Cobre.................................................... 208.798.2.6 Total adeuda .................................................... 2 418.182.0.3137

A todo lo anterior, se aunaba el hecho de trabajar con unas máquinas viejas y en mal

estado, sin un mantenimiento adecuado y sin posibilidades de cambiarlas por otras – por lo

menos en el corto plazo.138 Cabe mencionar que la falta de personal así como otras

dificultades de diversa índole, habían entorpecido la función de la Casa de Moneda.139 Y no

sólo había problemas financieros para afrontar los gastos de mantenimiento del equipo, sino

también para pagar los sueldos:

“Debe la Tesorería general por sueldos a esta Casa la siguiente” de julio a dic. de 832 .........37,098.2 por el año 833 .....................79,367.2 1/4 por el 834.............................77,772.2 Total 194,237.6 ¼140

136 AGN, “Informe rendido por la Superintendencia…, op. cit., Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13, exp. 27; Ortiz, “Las casas de moneda...”, op. cit., p .136.

137 AGN, “Razón de las cantidades que por préstamos hechos al Supremo Gobierno se le adeudan a los Particulares hasta hoy día de la fecha, por haber mandado se satisfaciesen en esta Casa del producido de la Labor del cobre y las que se adeudan a los Contratistas de este metal, que han entregado para ejecutar la propia labor”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13 exp. 44.

138 Con todo, Manuel Orozco y Berra opina que “Preciso es hacer justicia a los empleados, que aun comprometiendo su personal responsabilidad, no omitieron esfuerzos para conservarle al Gobierno este establecimiento; mas fueron inútiles por faltarles el apoyo”. Orozco y Berra, Primeras memorias..., op. cit., pp. 17-18. AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13 exp. 46.

139 En 1830 la Casa Nacional de Moneda de México pidió la recursos para que “se suba el piso del Callejón inmediato al Cuartel que recibe el derrame de las azoteas de este y el de las de esta Casa”, debido a las inundaciones que sufrían en tiempos de lluvia. AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13, exp. 1.

140 AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13 exp. 41; véase también exp. 29 y 50.

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La ciudad de México y sus problemas

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Ahora bien, la disminución de la plata introducida para amonedar en la Casa de

Moneda de la ciudad de México llegó a niveles críticos y los gastos de la acuñación

representaron saldos negativos desde finales de los años veinte al menos hasta 1838.141 Por

ello, la cantidad de personal también llegó a representar un problema por los sueldos que

debían pagarse cuando la acuñación de metal fuerte ya era insignificante.142 Para la ceca y la

economía en general, fue un grave inconveniente que la exportación de plata en pasta

siguiera permitiéndose, mientras que la ceca capitalina ya sólo recibía las pastas de unas

cuantas entidades: del Departamento de México le enviaban Taxco, Sultepec,

Temascaltepec, Cimapán y Pachuca; del Departamento de Michoacán, Angangueo y el Oro,

además de Oaxaca. Pero no toda la plata producida por estas minas era llevada a la ceca

capitalina, y aunque así hubiera sido, no hubiese hecho costeable la acuñación.143 El

problema de que la plata constituyera una mercancía en sí, y fuera objeto de exportación

favoreció su atesoramiento, bien fuera en moneda o en metal bruto,144 pues la plata

representaba el 70% del valor de todas las exportaciones.145 Debido a esto, las

amonedaciones en cobre, vinieron a cubrir el creciente déficit registrado por la acuñación

de oro y plata.146

141 Véanse las Memorias de Hacienda. Pérez Herrero, “«Crecimiento colonial»…”, loc. cit. 142 Memoria de la Hacienda…, loc. cit., 1838. 143 Ibídem, p. 28. 144 Elia Ramírez Bautista, La monnaie au Mexique pendant le XIXe Siècle. Université de la Sorbonne

Nouvelle, Paris III-IHEAL (tesis maestría), 1974, pp. 5-9. 145 Costeloe, La República central…, op. cit., p. 119. 146 Esto se reitera en las memorias de hacienda de la década de los treinta del siglo XIX.

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La ciudad de México y sus problemas

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Como podrá observarse, eran muchas las dificultades que enfrentaba la ceca

capitalina, además de que no existía un adecuado control de la acuñación legal de cobre,147

pues las disposiciones emitidas por el gobierno para detener su acuñación, no podían

cumplirse a cabalidad debido a las demandas de numerario que el mismo gobierno tenía.148

Manuel Orozco y Berra señala que el 31 de agosto de 1835, se mandó suspender la

amonedación de cobre en todas las Casas de Moneda y que el 1º de septiembre tan sólo se

acuñó la cantidad necesaria para cubrir los gastos de los jornales y el equivalente a la

décima parte del valor del oro y la plata presentados por los introductores (con la condición

de que les pagasen en un plazo determinado); pero para enero de 1836, la Casa de Moneda

tuvo que cubrir un préstamo recibido por el gobierno de 112,000 pesos, con lo cual la ceca

capitalina contrajo otra deuda con los introductores y debió recurrir nuevamente a la

emisión en cobre.149

Cabe mencionar que cuando se autorizó la amonedación de cobre el 28 marzo de

1829, la ley limitaba al gobierno a emitir “una cantidad fija y moderada”; por ello hasta

1834 la acuñación de cobre tuvo cierta regulación, hasta que el Congreso otorgó facultades

para que el gobierno acuñara lo necesario para solventar sus necesidades “partiendo

siempre de la base de amortizarla”;150 pero ante el incremento del numerario cuproso falso y

147 Memoria de la Hacienda…, op. cit., 1838, pp. 25-29. 148 Ídem. 149 Manuel Orozco y Berra, Primeras memorias de La Casa de Moneda de México, (edición facsimilar),

México: Porrúa, 1989, p. 16; AGN, Informe rendido por la Superintendencia de la Casa de Moneda al Ministro de Hacienda sobre “la diferencia del rendimiento que se nota del duodécimo al décimo tercio año económico”, así como de “los motivos de decadencia de este Establecimiento”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 13, exp. 27.

150 El Independiente, marzo 12 de 1837; marzo 28 de 1829 –Ley (número 620) – Se faculta al gobierno para acuñar seiscientos mil pesos en moneda de cobre. Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José Ma. Lozano, tomo III, México: Imprenta del Comercio a cargo de Dublán y Lozano hijos, calle de cordobanes núm. 8, 1876.

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La ciudad de México y sus problemas

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el riesgo social que implicaba el rechazo de la moneda, en julio de 1836 el Congreso tuvo

que sancionar una ley que permitía la circulación de todas las monedas de cobre que

tuvieran “el tamaño y el tipo de la fabricada por el Gobierno”, al tiempo que se dictaron

medidas severas para contener la amonedación ilegal.151 Y contrariamente a lo que debió

ser, también se declaró al cobre libre de alcabala en el Distrito y los territorios de la

federación.152

La problemática crecía y se buscó darle solución con la creación de una entidad

bancaria con la que se pudieran reunir los fondos para amortizar la moneda. Con el decreto

del 17 de enero de 1837 se autorizó la formación del Banco Nacional de Amortización de

Moneda de Cobre, al tiempo que se puntualizaba: “Cesará inmediatamente en todas las

casas de monedas de la República toda acuñación de moneda que no sea de oro y plata”,

salvo autorización expresa del Congreso y sus especificaciones sobre “el peso, el tipo que

vaya a tener y la cantidad que deba acuñarse.”153 No obstante, la resolución fue desatendida

por las cecas provinciales de San Luis Potosí, Sinaloa, además de Zacatecas, y de esta

manera:

La situación monetaria se agravó en la ciudad de México por haber entrado a la circulación más de 800 kilos de moneda de cobre que fueron sacados de Querétaro, donde había sido devaluada en un 50%. Con ello, la inflación llegó a límites extremos y los precios se elevaron desmesuradamente [...].154

Otro problema central, lo constituyó la facultad otorgada al nuevo Banco “para

negociar un préstamo Extranjero hasta por cuatro millones de pesos fuertes sobre sus

151 José Ramón Malo, Diario de sucesos notables, vol. I, 1832-1853, México: Edit. Patria S. A., 1948, 11

de julio de 1836. 152 Suplemento al Municipal Mexicano, núm. 23, México, Sábado 9 de julio de 1836, Imprenta de José M.

F. de Lara, calle de la Palma núm. 4, apud Bustamante, Diario Histórico…, op. cit., anexos julio de 1836. 153 AHDF, moneda de cobre, Decreto emitido el 18 de enero de 1837 por el gobernador Francisco García

Conde: “Disposición relativa a su amortización y disminución de su valor representativo”, vol. 3284, exp. 10. 154 Sobrino, La Moneda mexicana..., op. cit., p. 64.

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La ciudad de México y sus problemas

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fondos, procurando en él la mayor ventaja posible”, lo que mostraba otros intereses y

necesidades del gobierno que decretó su formación;155 pero esta situación era prácticamente

inevitable, puesto que la mayor parte de los gobiernos centralistas vivieron de ingresos

extraordinarios.156 Ya para 1838 se reconocía que el objeto principal del Banco Nacional,

era imposible de cumplir sin afectar gravemente al comercio, por lo cual el Ministro de

hacienda puntualizaba,

[…] hoy puede decirse que ha cesado el objeto principal del banco supuesto que redundaría en detrimento de la riqueza y del comercio la amortización de la moneda de cobre circulante, y conociendo esta verdad, la Junta directiva ha obrado con detenimiento al hacer la amortización, con la mira también de poder convertir sus fondos a otros objetos de pública utilidad.157

Ahora bien, la creación del banco no puede verse solamente como un medio

utilizado para resolver el problema del cobre, ya que también se relaciona con los intentos

realizados por el gobierno para independizarse de los prestamistas y, gran parte de este

intento fallido constituye la explicación de su fracaso, como veremos enseguida.

Entre 1830 y 1841 existieron dos proyectos sobre la reorganización de la hacienda y

del crédito públicos, que se dejaron traslucir, según José Covarrubias, por los problemas

suscitados en torno al estanco del tabaco. Por un lado, existía la posibilidad de seguir los

lineamientos de los giros mercantiles (al depender de los préstamos realizados por

particulares) y, por otro, se planteaba la opción de establecer las bases jurídicas y

económicas que coadyuvaran a la independencia de la hacienda pública, estableciendo un

banco que financiara a la administración.158

155 Estatuto 6º del decreto para la formación del Banco Nacional de Moneda de Cobre, apud Carlos María

de Bustamante, en: Diario Histórico..., op. cit., anexos, enero 1837. 156 Pérez Herrero, “«Crecimiento» colonial...”, op. cit., p 92. 157 Memoria de la Hacienda…, op. cit., 1838, p. 29. 158 José Enrique Covarrubias, “El Banco Nacional de Amortización de la Moneda de Cobre y la pugna por

la renta del Tabaco”, en: Leonor Ludlow y Carlos Marichal (coord.), La Banca en México, 1820-1920,

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La ciudad de México y sus problemas

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Dentro de este reagrupamiento de la oligarquía gobernante, se encontraban

implicados los cosecheros veracruzanos y los burócratas (ambos partidarios de la

administración directa del estanco por parte del gobierno), frente a los empresarios

particulares, que pretendían controlar al banco y el estanco por medio del arrendamiento.

La creación de una institución bancaria, significó un claro intento de establecer la

autonomía financiera del Estado y, no así, una simple concesión a las presiones de los

agiotistas.159

De acuerdo con las expectativas vislumbradas por su primer vicepresidente, Lucas

Alamán, el banco al tiempo que adquiriría la producción de tabaco de los cosecheros,

obtendría ganancias con la reventa para poder amortizar la moneda de cobre.160 Sin

embargo, la creación del Banco Nacional de Amortización de la Moneda de Cobre, no

satisfizo los fines con los que originalmente fue proyectado y, por lo tanto, no se

concretaron ni la fortaleza del erario a partir del rubro fiscal, ni la institucionalización del

crédito público mediante la vía bancaria.161 Del mismo modo, tampoco se cumplió con el

cometido de recaudar fondos para llevar a cabo la amortización de la moneda de cobre y

poder acabar con la amonedación ilícita; ya que este problema constituyó un verdadero

flagelo para las administraciones centralistas y federalistas, desde los años treinta hasta el

México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / El Colegio de Michoacán / El Colegio de México / Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, p. 72.

159 Covarrubias, “El Banco Nacional de Amortización...”, op. cit., p. 80-83. Aunque, hubo quienes resultaron altamente beneficiados con el banco, como los prestamistas de San Luis Potosí; cfr. Ibarra, op. cit., p. 269.

160 Este espíritu emprendedor de Lucas Alamán de lograr la consolidación de una entidad bancaria, para el fomento del desarrollo mediante el incentivo de la industria nacional, también se advierte en el caso del Banco del Avío, del cual fue impulsor. Y de igual manera, a través de esa experiencia fallida, se advierten las numerosas vicisitudes por las que atravesaba el Estado en su papel de promotor del desarrollo, por la falta de recursos, la inestabilidad política y el desvío (o franca confiscación) que hizo de los fondos del banco. Potash, El Banco de Avío…, op. cit.

161 Covarrubias, “El Banco Nacional de Amortización...”, op. cit., p. 80.

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primer lustro de los cuarenta. Así, vemos que la comisión encargada de presentar un

proyecto de Ley para la amortización de la moneda de cobre, concluyó:

El Tesoro público no está en estado de resolver la cuestión del modo único que demanda la justicia porque exhausto, y experimentado un enorme deficiente aun para cubrir sus gastos menores; no puede disponer de cuatro millones de pesos fuertes para amortizar la moneda de cobre que está en círculo, y hacer desaparecer ese cáncer que devora y arruina a los consumidores esa plaga que esquiva al comercio, y ha[ce] sufrir daños y peligrosas alteraciones en el mercado.162

Uno de los grandes obstáculos del banco lo constituyó la imposibilidad de mantener

el control independiente del estanco del tabaco de los vaivenes mercantiles – entre otras

cosas – y, por lo tanto, de la influencia de los empresarios, quienes terminaron participando

en el manejo del estanco; así que los capitales recaudados ni aumentaron los ingresos del

erario, ni pudieron conformar el fondo necesario para llevar a cabo la amortización del

cobre. Antes bien, en aquélla época se comentó que los empresarios con tal de seguir

manejando el estanco del tabaco, ofrecieron al gobierno resolver de manera conjunta el

problema del tabaco, la guerra de Texas y la amortización del cobre. De tal forma, se

administraría la renta del tabaco y se amortizaría la moneda “a cuenta y mitad de las

utilidades con el gobierno”, a la par que le otorgarían 500,000.00 pesos al Estado para

enfrentar la guerra con Texas, los cuales se cobrarían con las utilidades del estanco.163

Durante todo el tiempo que los centralistas gobernaron se buscó la manera de

amortizar el cobre, pero entre 1836 y 1837 la crisis política y hacendaria motivó el cambio

de la cartera de Hacienda en tres ocasiones, y los Ministros de Hacienda que trabajaron con

el presidente interino José Justo Corro: Rafael Mangino (del 28 de febrero al 20 de

162 AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, informe elaborado por la comisión que designó el Congreso

para elaborar un proyecto de amortización de la moneda de cobre, vol. 13, exp. 28, [documento inconcluso]. 163 Originalmente querían cobrarse también con la obtención de bonos sobre el 15 y 8% de las aduanas

marítimas, pero la propuesta fue rechazada por el gobierno. Suplemento al número 23 de El Cosmopolita, sábado 20 de marzo de 1841.

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septiembre de 1836), Ignacio Alas (del 21 de septiembre al 18 de diciembre de 1836) y José

María Cervantes (del 19 de diciembre al 19 de abril de 1837),164 tuvieron que recurrir a los

préstamos con particulares, “en los cuales dominaba [la] insaciable avaricia”. Por ello, la

moneda de cobre que, fue “tomada como recurso por diversos gobiernos, vino también a

causar un grande mal a consecuencia de que se prestaba a la falsificación, y tratando de

evitarla, dio Corro una orden para que dicha moneda fuera reducida a la mitad de su valor”

el 9 de marzo de 1837.165

Es muy indicativo que el Ministro Ignacio Alas, poco después de ocupar la cartera

de Hacienda, comentara la imposibilidad de hacer frente a los gastos más urgentes, como el

puntual pago de los sueldos en las oficinas del gobierno, el sostenimiento del soldado “cuya

subordinación y disciplina es quimérica sin ese requisito”, las erogaciones extraordinarias

ocasionadas por la guerra contra Texas, y demás gastos, cuando el gobierno no podía hacer

uso de la mayor parte las rentas, dado que estaban consignadas “casi en su totalidad al pago

de préstamos y anticipaciones que sin duda obligó a negociar una necesidad urgente”. Por

eso, después de analizar diversos ingresos y el destino que tenían, añadía que

[...] no he hecho mérito de la renta de correos ni de la casa de moneda, porque los productos de la primera, especialmente en circunstancias de guerra, apenas bastan para cubrir sus propios gastos, y porque la acuñación del cobre que se hace en la segunda está consignada a determinadas obligaciones; y por otra parte este recurso no debe contarse entre los ordinarios del gobierno.166

164 Leonor Ludlow y Nicole Giron, “Presentación del proyecto de investigación”, en: L. Ludlow (coord.)

Los secretarios de hacienda y sus proyectos (1821-1933), tomo I, México: Universidad Autónoma de México, 2002, p. 27.

165 Manuel Rivera Cambas, Los gobernantes de México, tomo II, México: Porrúa, 1981, (edición facsimilar de la de 1873), «colección de historia», 1981, p. 204.

166 Exposición que dirige Ignacio Alas a sus conciudadanos, México: Impreso por J. F. Fernández de Lara, calle palma núm. 4, 1836.

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La ciudad de México y sus problemas

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Por eso, el funcionario advertía que el erario no contaba con ingresos ni siquiera

para “proveer el cúmulo inmenso de sus diarias atenciones”.167

Como podemos observar, era prácticamente imposible para el Estado poder resolver

el problema del cobre, debido a la carencia de recursos y a la dependencia de los

prestamistas (que se volvió endémica). El papel desempeñado por la ceca capitalina fue

muy importante en la acuñación del cobre, por los numerosos compromisos pecuniarios que

el gobierno le asignaba; esto le ocasionó varios problemas y en pocos años la situación

rebasó sus capacidades para mantener un control prudente de la emisión monetaria. Las

carencias técnicas así como la falta de personal, convirtieron a las tareas de acuñación en

una verdadera labor titánica. La falta de promociones y remuneraciones adecuadas al

personal, seguramente repercutieron en la eficiencia, a la par que incentivaban los pequeños

robos o la emisión de monedas alteradas y, quizás también, alentaron la participación de los

trabajadores de la ceca en la falsificación del cobre. En los archivos de la Casa de Moneda,

Hacienda Pública en el AGN, son numerosas las peticiones del personal para que les

reconocieran sus años de trabajo y el mérito personal para obtener alguna vacante, el pago

de sus sueldos o alguna promoción para ascender en el escalafón, lo cual nos indica una

insatisfacción general de los empleados con su statu quo.168

El problema de la moneda se convirtió en una verdadera encrucijada para el

gobierno, pues era evidente la necesidad de contar con el ingreso que constituía el

numerario cuproso, además de proporcionar una moneda oficial para el comercio al

167 Ídem. 168 Existen numerosos expedientes, pero puede verse un cuaderno donde se llevaba la relación de toda

correspondencia enviada, así como las contestaciones recibidas con breves referencias sobre el seguimiento de los casos. AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 8, exp. 1.

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La ciudad de México y sus problemas

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menudeo, pero también existía el imperativo de acabar con la falsificación e inundación del

mercado y eso sólo podría lograrse amortizando toda la moneda de cobre existente.

1.3.3 La moneda Debemos señalar que la moneda fiduciaria depende del crédito de quien la emite y la

confianza que tenga la gente para usarla; es decir, exige una validez social objetiva como lo

puntualizaba Marx, para poder usarse como medio de circulación y de pago, para lo cual

debe poseer un valor mercantil realizable.169 Para esto la moneda fiduciaria debe su

capacidad de pago a la decisión y el respaldo de un poder que la sostiene, en la medida que

ese poder o autoridad emisora tiene la capacidad de rembolsar el monto que representa la

moneda fiduciaria, esto es, el valor nominal de la moneda-signo que rebasa el valor

material de la moneda-mercancía.170

Ahora bien, en la época independiente, la precariedad económica del erario llevó a

varios gobiernos a emitir circulante fiduciario sin el debido respaldo económico, con las

consecuentes afectaciones en el mercado y el precio de los productos básicos.171 Cabe

mencionar que después de la Independencia, la acuñación de monedas de cobre no se llevó

a cabo de una forma homogénea y organizada en todo el país, pues de acuerdo con la

misma Constitución decretada en 1824 (art. 49, sec. IV), los estados tenían atribuciones

para emitir sus monedas; en tanto que el Congreso únicamente se limitaría a “fijar y

169 Apud Vilar, Oro y moneda…, op. cit., p. 16, 24-25. 170 Ibídem, pp. 24-27. 171 Son particularmente reveladoras las crisis monetarias con graves implicaciones sociales en 1823 por el

papel moneda; 1837 y 1841-42 por la moneda de cobre, así como en 1883 por la moneda de níquel. Véase Reyna, Historia de la casa de moneda…, loc. cit.

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determinar el peso, la ley, el valor y el tipo de las denominaciones monetarias del país, así

como de las monedas emitidas por cualquiera de los Estados federales de la República”.172

Aunque se dictaron diversas disposiciones legislativas con el fin de mantener la

uniformidad de la moneda, en su peso, ley y tipo, las previsiones fueron completamente

insuficientes. El gobierno central se atribuyó la facultad exclusiva de nombrar a los

ensayadores, pero éstos no fueron admitidos por los gobiernos estatales o ya habían

nombrado a los suyos con antelación; así mismo, no se garantizó la vigilancia de los cuños

enviados por la Casa de Moneda de la ciudad de México “habiéndose llegado este punto de

inobediencia y arbitrariedad, al grado escandaloso de que algún Gobernador mandase abrir

los troqueles a Europa”. El gobierno central tampoco tuvo medios para supervisar la calidad

de las monedas foráneas, lo que favoreció las irregularidades y los fraudes, así como la

impunidad.

La calificación de las monedas se asignó a una Junta Revisora independiente

formada por catedráticos del Seminario de Minería y de la Academia de San Carlos que no

recibían sueldo, ni responsabilidad mayor, por lo cual se llegaban a tardar años para hacer

las pruebas de las monedas acuñadas en las cecas foráneas, cuando éstas ya habían sido

puestas en circulación; por ello, el Ministro de Hacienda afirmaba:

[…] el resultado verdadero que las casas de moneda se hallan en posesión de que sus operaciones no sean revisadas, y de que para los culpados no halla ninguna responsabilidad; lo que da aliento para nuevas omisiones y nuevos abusos, con trascendencias muy graves al comercio y la fe pública […]173

Esta situación trajo consecuencias previsibles para México, que en su época novo

hispana había sido reconocido por la calidad de su moneda fuerte: el peso plata o real de a

172 Javier Torres Medina, “De monedas y motines…”, op .cit., p. 25; Velasco, Estado y Minería…, op. cit.,

p. 140. 173 Memoria de la Hacienda…, 1838, op. cit., p. 25-26; Velasco, Estado y Minería…, ídem.

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ocho. Así, para 1835 el cónsul mexicano en Liverpool remitió a la Primera Secretaría de

Estado, Departamento del Exterior, la copia de una carta en la que se manifiesta “la

diferencia que hay en el tipo de nuestras monedas particularmente en la de Guadalajara tan

perjudicial a la fe que se tiene de los pesos mexicanos en el Consulado de Londres”; lo cual

fue corroborado con varias pruebas o “ensayos” que ratificaron un valor intrínseco inferior

al que por ley debieran tener.174 Por su parte, las Cortes de España emitieron un decreto el 7

de octubre de 1837, en el que determinaron admitir únicamente plata pasta, en vez de las

monedas de los nuevos Estados de América por que carecían “de ley fija”.175

De esta forma, tenemos que para el periodo comprendido entre 1824 y 1829, no

existió una moneda nacional de cobre y, solamente Jalisco (de 1828 a 1871) emitió un tipo

de moneda único, junto con Zacatecas (de 1829 a 1863); mientras que los demás estados

tuvieron varios modelos; siendo Durango el que superó a todos con 10 tipos de moneda

cuprosa en el lapso comprendido de 1824 a 1857.176 Por ello, Lucas Alamán consideraba

que esta falta de homogeneidad monetaria favorecía el estancamiento del mercado interno,

pues:

Entre las causas que dificultan el giro interior, dos pueden reputarse como las principales: la primera consiste en la diferencia en valor de las monedas que provienen del diverso crédito que tienen las casas en que se han acuñado […] La segunda es la inexactitud de pesos y medidas […]177

174 AHSRE, siglo XIX expedientes 18-29-123 y 18-29-122. 175 Memoria de la Hacienda…, 1838, op. cit., p. 25-28. La incapacidad del gobierno para supervisar la

adulteración de la moneda mexicana también tuvo otras secuelas: en 1832 la legación mexicana en los Estados Unidos de Norteamérica comunicó al Excmo. Sr. Srio. De Relaciones Exteriores sobre la fabricación de moneda falsa “de cuño mexicano” en los territorios de Arkansas y San Luis Missouri, que estaba siendo introducida a México por los puertos de Colima y Tamaulipas; así mismo en 1835 se informó que en Estados Unidos de Norteamérica se fabricaban clandestinamente monedas de varios países hispanoamericanos, con el objeto de introducirlas posteriormente a éstos. AHSRE, siglo XIX, expedientes 1-1-295 y 1-2-480.

176 Torres, “De monedas y motines...”, op. cit., p. 54. 177 Apud, Ibarra, El comercio y el poder…, op. cit., p. 270.

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La ciudad de México y sus problemas

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De este modo, los habitantes del México independiente se vieron afectados por el

cambio constante de unidades y diseños monetarios, la variación en los precios, las

falsificaciones, así como la adulteración en la ley de las monedas “fuertes” que, en

conjunto, hacían evidente la inestabilidad monetaria, la inexistencia de un mercado

nacional y la escasa articulación de la mayoría de los mercados regionales.178

Ahora bien, strictu sensu para que hubiera moneda se requería la existencia de un

mercado – nacional – en el cual se pudiera dar una comparación libre y constante entre

mercancías, y esta comparación generalizada y multilateral permitiría que los productos se

expresaran en valores determinados que pudieran ser intercambiados por la moneda; es

decir que el precio «natural» de los productos se hubiesen podido expresar en una sola

medida equiparable y «comprable por la moneda», en tanto medio de pago.179 Y para ello,

la moneda también debía tener un valor estable, porque “cuando los intercambios son

continuos, la moneda acaba traduciendo relaciones de valor”, y aunque la confianza de la

gente hacia la moneda constituía un hecho psicológico, como lo afirma Vilar, finalmente el

equilibrio entre el poder de compra de la moneda y el sistema de precios no dependía

únicamente de ese hecho.180 Así, «La moneda es el oro, la plata o el cobre acuñados por el

poder público a voluntad y convertidos por el pueblo en precios y medidas de las cosas a

fin de negociarlas fácilmente».181

Cabe mencionar que la abundancia del numerario en cobre favorecía todavía más el

atesoramiento de la moneda de plata (y oro), pues de acuerdo con la Ley de Gresham, «la

178 Sobre el desmembramiento del mercado nacional y las formas de articulación de los mercados

regionales más importantes, v. Ibarra, El comercio y el poder..., op. cit., p. 22-25, 225-235. 179 Vilar, Oro y moneda…, op. cit., p. 31. 180 Ibídem, p. 30. 181 Davanzati, Lezzione delle Monete, apud Vilar, op. cit., p. 265.

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moneda mala o débil siempre desplaza a la moneda buena o fuerte» y, las cuartillas de

cobre, así como podían circular con mayor rapidez, eran fácilmente devaluables y

falsificables, por lo cual no constituían atractivo alguno para atesorarlas.182 En cambio la

moneda de plata permitía a los grandes comerciantes adquirir bienes importados, depositar

e invertir sus capitales en Europa, enviar remesas de dinero a sus parientes en el extranjero,

pagar deudas foráneas (como al Estado le permitía el pago de la deuda nacional) y

constituía un medio seguro para resguardar los capitales.183 De hecho cumplía con muchas

de las peculiaridades que los teóricos modernos le adjudicaron al dinero.

En términos genéricos, el dinero tiene la característica de funcionar como medio de

pago, unidad de cuenta y posee un valor en sí, al constituir un depósito de valor o medida

de la riqueza.184 Podemos decir entonces que las monedas fuertes cumplían estas

particularidades, mientras que el circulante de cobre sirvió como medio de cambio y de

pago, pero sin cumplir con otros requisitos indispensables como son la dificultad para

falsificarse, contar con la confianza de la gente y circular en cantidades limitadas y

controladas.185 Además, con las oscilaciones que presentaban las cuartillas cuando el

problema de la falsificación aumentaba o la desconfianza de la gente hacía disminuir su

valor, perdía incluso esa capacidad de pago, pues dependía completamente del arbitrio de

las personas y por ello era fácilmente presa de la especulación o el rechazo, y con ello caía

en el círculo vicioso de la inflación.

Con base en lo anterior, podemos comprender que el atesoramiento de la plata

significó una muestra de poder que detentaban los comerciantes adinerados, en tanto que el

182 Ibarra, El comercio y el poder…, op. cit., pp. 268-269. 183 Ibídem, p. 265-266. 184 Bátiz y Covarrubias, La moneda en México…, op. cit., p. 8. 185 Ídem.

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gobierno perdía ese mismo poder y legitimidad ante la presión que ejercían sobre él

intereses encontrados y la necesidad que siempre tuvo de contar con el apoyo de las elites

locales. Por eso, al ser incapaces las autoridades de mantener el control sobre la economía,

la moneda y la emisión, favorecieron que se creara una compleja red de intereses y

especulación que gravitaba sobre los escasos recursos del erario, permitiendo que los

agiotistas obtuvieran ventajosos contratos y concesiones; de ahí que no fue fortuito que la

mayor parte de los tratadistas, teóricos e intelectuales de la época pusieran énfasis en la

necesidad de combinar adecuadamente los principios de la buena administración y el buen

gobierno, para que la gestión pública reforzara el principio de la soberanía.186

186 Covarrubias , La moneda de cobre…, op. cit., p. 81-82.

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1.3.4 La cultura económica

Ahora bien, desde la época virreinal la carencia de monedas oficiales “menudas” provocó la

utilización generalizada de signos monetarios de origen extraoficial llamados tlacos y

pilones.187 De hecho, los sectores que no pertenecían a la elite estuvieron acostumbrados al

uso de estos signos monetarios, cuyo valor no era estable ni duradero. A finales del siglo

XVIII y principios del XIX, ya era común efectuar las transacciones al menudeo con éstos

y tal práctica continuó, pese a la intención del virrey Don Felix María Calleja de

erradicarlos con la creación del circulante cuproso para “evitar el usurario y ruinoso giro de

los signos arbitrarios llamados comúnmente tlacos” beneficiando a los pobres con una

moneda que también pudiera “proporcionar ventajas y utilidades” a la Real Hacienda.188

Los pequeños comerciantes, especialmente los pulperos, emitían sus propias

“monedas” sin hacerse responsables de éstas cuando quebraban o se cambiaban de

domicilio:

187 José Alberto Juárez refiere que estas monedas del pueblo estuvieron presentes desde el siglo XVI ante

la necesidad de efectuar las transacciones comerciales al menudeo, por lo cual debió existir un acuerdo inicial entre consumidores y vendedores. Ya para mediados del siglo XVIII los pulperos emitían sus propios tlacos y esta práctica después fue imitada por los dueños de las haciendas y las minas. José Alberto Juárez Miranda, La moneda del pueblo. Los tlacos en San Luis Potosí: apuntes y documentos, San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado de S. L. P., 2002, «Cuadernos del Archivo, núm. 5», p. 10. V. también El Independiente, marzo 12 de 1837.

188 AHDF, Decreto emitido por la Secretaría del Ayuntamiento Constitucional el 23 de agosto de 1814, moneda de cobre, vol. 3284, exp.10, f. 18. De suyo, toda la segunda mitad del siglo XVIII las autoridades habían tratado de regular y combatir el problema de los tlacos sin grandes resultados. Incluso, algunos gobiernos locales, como en el caso de Zacatecas, tuvieron que legislar para que éstos pudieran ser admitidos en el comercio de los municipios y las comunidades circundantes; sin embargo y pese a las ordenanzas emitidas para el régimen de tenderos y tiendas de pulperías, así como otras disposiciones emanadas de la autoridad, los abusos persistieron en demérito de los compradores. Covarrubias, “La moneda de cobre… Una perspectiva…”, en: Bátiz y Covarrubias, op. cit., pp. 95, 98-101.

Así también, desde mediados del siglo XVIII se enviaron numerosas representaciones que respaldaban la acuñación de monedas de cobre con la idea de terminar con los tlacos, “uno de los males no sólo tolerados sino defendidos [...] un contrabando permitido, un robo con pleno conocimiento del gobierno y un hurto a la Real autoridad”; Representación enviada por Don Francisco Antonio Carrillo; apud Víctor Manuel Soria Murillo, La Casa de Moneda de México bajo la administración borbónica 1733-1821, México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 1994, p. 223.

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[...] porque la experiencia tiene acreditado que cualesquiera persona pone tienda de comistrajo y sella tlacos para su comercio, y en llegando a quebrar, muchos de sus tlacos no los recogen, con gravísimo perjuicio del público; por lo que los pobres se ven precisados o a tirarlos, o ver cómo pueden comprar con ellos en otra tienda.189

La relación directa establecida entre los pequeños vendedores y la población

definió, con la práctica diaria, lo que podría denominarse “su cultura económica”. Si bien,

existió en el México independiente, así como en la Nueva España, un sector cuyas prácticas

comerciales se llevaban a cabo con monedas de plata (y en menor medida en oro),190 para la

mayoría de la población la compra-venta diaria de sus productos básicos no contó con las

ventajas relativas que podían otorgar estas monedas fuertes.

Ruggiero Romano ha comentado la importancia de considerar estos dos “universos

económicos” durante el virreinato: el de los grandes comerciantes y de la población en

general al hablar sobre “la distribución social de la moneda”.191 No obstante, el

eslabonamiento de las transacciones comerciales determinaba que todos resintieran la

carencia generalizada de numerario.192 Y bien fuera por la salida de monedas a través del

comercio exterior, la exportación de plata y oro en barras de metal, o por la insuficiente

189 Apud Juárez, La moneda del pueblo..., op. cit., p. 32. 190 David A. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México: Fondo de

Cultura Económica, 1983, pp. 135-178. Pedro Pérez Herrero, La articulación comercial de México Borbónico, México: El Colegio de México, 1988, pp. 199-200; Ruggiero Romano, Moneda, seudomonedas y circulación monetaria en las economías de México, México: Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 1998, «Fideicomiso Historia de las Américas». Víctor M. Soria, “La escasez de moneda menuda en la Nueva España. Algunas constataciones acerca de la acuñación de moneda menuda de plata y cobre”, en: Alejandro Tortolero Villaseñor (coord.), Estudios Históricos I, México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 1993, pp. 72-74.

191 Ruggiero Romano, Moneda, seudomonedas y circulación monetaria en las economías de México, México: Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 1998, «Fideicomiso Historia de las Américas», pp. 132.

192 Brading, Mineros y comerciantes…, op. cit.

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amonedación y el atesoramiento, en el México independiente se siguió padeciendo la falta

de liquidez monetaria.193

Podemos observar que esta cultura económica, condicionada por la escasez de

numerario, permitió una amplia utilización de las libranzas y los signos monetarios

informales, además de los sistemas de crédito para las operaciones mercantiles, los cuales

coexistieron con esquemas secundarios para extraer los excedentes como el repartimiento

forzoso de mercancías y el rescate de plata.194 Esta regulación penúrica de la moneda” se

debió tanto la escasez de circulante, como a las políticas económicas dictadas por el Estado

y la actuación de los grandes comerciantes que determinaron un esquema primario del

comercio exterior y un control del mercado interno para monopolizar la moneda de plata.195

Cabe mencionar que, al menos para la época que estamos estudiando, no obstante,

todavía se tenían visiones encontradas sobre el funcionamiento de la economía y las

afectaciones que se derivaban de la abundancia o escasez de la masa monetaria.196

Si bien, la carencia de numerario determinó la existencia de amplias redes de

financiamiento interno a través del crédito y el uso de las libranzas, como ya se mencionó,

193 Pérez Herrero. Elia Ramírez Bautista, La monnaie au Mexique…, op. cit., pássim. Cabe mencionar que

desde la llegada de los españoles se padeció la falta de moneda, Ruggiero Romano sostiene que en el caso de la moneda fraccionaria hubo una intención deliberada para no acuñarla y mantener a la población en un sistema de economía natural, porque “se comprendió rápidamente que si se quería guardar el control de los indios como fuerza de producción había que excluirlos de la economía monetaria, y el único acceso a la monetarización lo constituía sólo la pequeña moneda”. Romano, Moneda, pseudomonedas…, op. cit., p. 135.

194 En algunas zonas mineras como Zacatecas se presentó una proliferación de las denominadas platas de rescate, que consistían en piezas de este metal utilizadas como unidad de cambio: plata en bruto que aún no era fundida ni amalgamada y por lo tanto no estaba acuñada. Covarrubias, “La moneda de cobre... Una perspectiva...”, en: Bátiz y Covarrubias, op. cit., p. 91; Ibarra, El comercio y el poder…, op. cit., p. 264-266, 273-275. Pedro Pérez Herrero, La articulación comercial de México Borbónico, México: El Colegio de México, 1988, pp. 199-205.

195 Víctor Manuel Soria, La Casa de Moneda…, op. cit., pp. 232. 196 V. Anónimo, Algunas consideraciones económicas, México: Imprenta de Santiago Pérez, calle de

Tiburcio núm. 14, 1836; cfr. Estevan de Antuñano, Pensamientos para la regeneración industrial de México escritos y publicados por el ciudadano Estevan de Antuñano a beneficio de su Patria, Puebla: Imprenta del hospital del San Pedro, 1837.

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no todos los comerciantes tuvieron acceso al sistema de crédito, debido a la inestabilidad

económica existente y a la capacidad financiera que tuvieran. De hecho, Araceli Ibarra

menciona que en el periodo comprendido entre 1820 y 1830 los grandes comerciantes no

dieron crédito a los detallistas porque no podían o no querían hacerlo, exigiéndoles los

pagos al contado.197 Pensamos que el pequeño comercio, así como sufrió un acceso

mediatizado y discrecional al crédito, seguramente también padeció el control de los

precios por parte de los grandes introductores de mercancías.198

No cabe duda que durante el gobierno centralista la moneda de cobre, en un

principio, constituyó un alivio para comercio y la población en general al proporcionar una

mayor cantidad de numerario. Al analizar la falta de resolución de las autoridades para

detener la falsificación, Covarrubias afirma que se obtuvieron beneficios con la abundancia

de cobre amonedado porque se creó una situación que coadyuvó a la estabilidad de los

precios por la abundancia y el abaratamiento del dinero,199 además de permitirle al gobierno

aminorar el déficit presupuestal; sin embargo, esta situación muy pronto mostró serios

inconvenientes. Por un lado, se advertían las afectaciones que sufriría el mercado si se

retiraba la moneda de cobre de la circulación como lo habían anunciado los comerciantes

poblanos,200 pero por el otro, la inundación del mercado con circulante cuproso repercutió

197 Ibarra, El comercio y el poder…, op. cit., p. 267. 198 Jorge Silva Riquer, “La organización de las tiendas pulperas en la ciudad de México, siglo XVIII”, en:

Manuel Miño y Sonia Pérez Toledo (coords.), La población de la Ciudad de México en 1790. Estructura social, alimentación y vivienda, México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa / El Colegio de México / Conseja Nacional de Ciencia y Tecnología, 2004, p. 286. Araceli Ibarra Bellón, El comercio y el poder en México, 1821-1864. La lucha por las fuentes financieras entre el Estado central y las regiones, México: Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 293. El autor afirma que los mercaderes más ricos ejercían cierto control sobre el comercio al menudeo a través del abasto y el crédito; mientras que Araceli Ibarra puntualiza que fue por el acaparamiento o el abasto. Cfr. Pérez Herrero, La articulación comercial, loc. cit.

199 Covarrubias, La moneda de cobre..., op. cit., pp. 138-139, 140-142. 200 Proyecto que presentaron al Excmo. Sr. Presidente provisional de la República Benemérito de la

Patria, D Antonio López de Santa Anna, las comisiones de la Excma. Junta Departamental de Puebla y Junta

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sobre el precio de los productos, favoreciendo una espiral inflacionaria que a ratos se veía

agravada por la especulación y los rumores, convirtiendo así a las cuartillas en moneda sin

ley fija.

Aunque hubo lugares en los cuales sólo circulaban monedas falsas, de todas formas

éstas siguieron utilizándose; pero la gente, así como estaba acostumbrada a los constantes

cambios de gobierno, lo estuvo a realizar sus transacciones cotidianas de poca monta con

circulante que también carecía de ley fija. Apenas el decenio pasado, la población había

vivido la aventura imperial con un papel moneda que, casi al tiempo de su emisión, sufrió

la devaluación de su valor.201

De esta manera, cuando el mercado se inundó con moneda de cobre verdadera y

falsa, se tomó la costumbre de atribuir dos precios diferentes a cada mercancía: uno para

quien pagara con plata y otro mucho más caro (casi el doble) para aquéllos que lo hicieran

con cobre.202

Esta inestabilidad monetaria – al igual que la política – hizo que las personas

tuvieran una actitud particular y una visión que hoy llamaríamos “de corto plazo”. Pocas

medidas venidas del gobierno – de haberlas – podían considerarse seguras y duraderas; de

de Fomento del Comercio, Puebla: Imprenta Antigua en el portal de flores, 1841. V. supra, pp. 206, n. 65. Memoria de la Hacienda…, op. cit., 1838, p. 29.

201 Bustamante, Diario Histórico…, op. cit., “Lunes 3 de marzo de 1823”; Miguel de Beruete, Elevación y caída del Emperador Iturbide, México: Litoarte S. de R. L., 1974; María del Carmen Reyna, Historia de la Casa de Moneda. Tres motines en contra de la moneda débil en la ciudad de México, siglo XIX, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, «Cuadernos de trabajo del departamento de Investigaciones Históricas, Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 25», 1979. Manuel Cervantes, La moneda en México, conferencia sustentada el 22 de junio de 1954, con motivo de su recepción como socio activo de la sociedad mexicana de geografía y estadística, México, [s.p.i.], 1954.

202 Danièle Dehouve, Cuando los banqueros eran santos. Historia económica y social de la provincia de Tlapa, Guerrero, México: Universidad Autónoma de Guerrero / Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2002, p. 254.

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ahí que las oportunidades presentadas por la coyuntura debieran aprovecharse al máximo y

una forma de hacerlo era a través de la especulación.

Por todo lo anterior es necesario que veamos la participación directa que tuvo la

población en la amonedación ilegal del cobre y comprender el descontento que generó la

devaluación oficial del 8 de marzo de 1837, después de haber analizado las difíciles

condiciones de vida para los trabajadores y demás gente pobre que vivía en la ciudad.

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Capítulo II

Inquietud social y protesta

Como pudimos ver en el capítulo anterior, las dificultades que enfrentó el gobierno

centralista fueron múltiples y el problema del cobre constituyó uno más de los todos los

pendientes que debían resolverse, pero no se contaba con los recursos necesarios y el único

medio era recurrir a los agiotistas; aunque con ello se comprometía gravemente el

porvenir.1 Por otra parte, existía un gran malestar social entre la población que podía ser

fácilmente aprovechado por los opositores al régimen y las pugnas políticas entre las

diversas facciones de la elite determinaron la caída de varios gobiernos, bien fuera porque

negaban el apoyo (político, pecuniario o bélico) o debido a que éstas mismas

protagonizaban los pronunciamientos y los alzamientos contra el Estado.

Ahora bien, la incapacidad del Estado para solucionar el problema del cobre se hizo

evidente por la falta de recursos y de legitimidad para obtener apoyo financiero de las elites

empresariales, además de que muchos miembros de éstas participaron directamente en la

amonedación ilegal, ¿pero qué papel tuvo la población dentro de todo este panorama?

1 Cfr. Tenenbaum, México en la época…, op. cit.

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Enseguida presentaremos la forma como se fue complicando la situación por la creciente

falsificación de la moneda, así como la participación que tuvieron algunos “hombres de

bien” y la población en general en la falsa amonedación de las cuartillas; después haremos

un relato sobre la inestabilidad social que imperó en la ciudad desde principios de 1837 por

el problema del cobre, hasta la final aparición del motín y la intentona golpista del día

siguiente, para concluir este capítulo con un somero análisis de la protesta y sus diferentes

fases constitutivas, así como de algunos elementos simbólicos que se dieron y que hemos

podido analizar gracias a los testimonios legados por los cronistas de la época.

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Inquietud social y protesta

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Hasta el precaver la falsificación de la moneda lleva el fin de la conveniencia común, y no de la particular del minero ni del Real erario. Resulta pues de todos modos que el verdadero único interesado, tanto en la fábrica de la moneda como en su conservación y buena calidad, es el público, y como partes integrantes de él todos los individuos de la nación sin excepción ni preferencia. En la moneda debe considerarse el público como fabricante y consumidor a un tiempo. Como fabricante debe ser suyo el beneficio de su manufactura, y lo será en efecto por su economía y el uso que de ella haga; como consumidor debe pagar sus costos. Será como una familia que hila el lino, lo teje y convierte en lienzo para su propio consumo.1

2.1 El problema del cobre y los monederos falsos

Para el 28 de marzo de 1829 se autorizó la acuñación de la moneda cuprosa en la ciudad de

México,2 pero estas primeras monedas no resultaron funcionales porque tenían un tamaño

demasiado grande y pesaban mucho, así que cinco meses después se tuvo que cambiar el

modelo.3

1 Fausto de Elhuyar, Indagaciones sobre la amonedación en Nueva España, México: Porrúa, 1979, pp. 75-

76. 2 Marzo 28 de 1829 – núm. 620 – Ley que faculta al gobierno para acuñar seis cientos mil pesos en

moneda de cobre, en: Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José Ma. Lozano, tomo II, México: Imprenta del Comercio a cargo de Dublán y Lozano hijos, calle de cordobanes núm. 8, 1876. Orozco y Berra, Primeras memorias..., op. cit., p. 15.

3 La cuartilla medía 33 mm. de diámetro y pesaba 18 gramos y el octavo de real medía 27 y pesaba casi 7 gramos, Manuel Sobrino, La moneda mexicana. Su historia, México: Banco de México, 1989, p. 63; Orozco y Berra señalaba, “el tamaño de la moneda, que para acercarla a su valor intrínseco se batía: con el diámetro de un tostón las cuartillas, con el de una peseta los octavos, y con el de un real los diez y seis avos o pilones, [por lo cual] la hacía muy embarazosa y molesta; y con el fin de hacerla más manuable se redujo su diámetro y peso, y por consecuencia fue menor la cantidad de metal que contenía”, Manuel Orozco y Berra, Primeras memorias de La Casa de Moneda de México, México: Porrúa, 1989, p. 15. Sobre la equivalencia entre las cuartillas de cobre y las demás monedas que circulaban en aquella época véase el anexo 5.

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Inquietud social y protesta

103

El cobre que fue acuñado en agosto de 1829 y circuló hasta noviembre de 1841, le

permitió obtener al gobierno una ganancia en el proceso de amonedación del 75%

aproximadamente. Esta ganancia se explica porque disminuyeron los costos a comparación

de la amonedación en oro y plata, lo cual explica por qué fue tan atractiva y rentable la

falsificación.4

A finales de 1841, el presidente Santa Anna intentó acabar con el problema del

cobre aprobando una emisión de nuevas monedas “en octavos de real”, argumentando que

las administraciones anteriores habían dado ocasión para:

[...] que circulase una cantidad enorme de moneda de cobre, a que falsificada ésta, se alterase su valor en el mercado, estableciendo una fluctuación perniciosísima al comercio y al público en todas las transacciones mercantiles, a que no representando la moneda expresada un valor fijo y positivo, no lo han tenido los artículos de comercio aun los más necesarios para la vida [...]5

De acuerdo con Manuel Orozco y Berra la sobreproducción de moneda cuprosa

obedeció al agotamiento de los recursos y fondos de rescate, los repetidos permisos

otorgados para la exportación de plata, además de la preferencia otorgada a las utilidades

obtenidas con la acuñación de cobre “desentendiéndose de la de plata y oro, lo que sirvió de

apoyo para los permisos de exportación”.6

Orozco y Berra refiere que cuando Santa Anna viajaba para combatir la rebelión

texana autorizó que los “tompeates y cargadores” que transportaban el cobre, fueran

pagados con el 10% del valor total de la carga; así, los comerciantes que recibían el cobre le

descontaban a éste el pago de los cargadores. Con esta ley emitida el 5 de mayo de 1835, el

4 Sobrino, La moneda…, op. cit., p. 63; Covarrubias, La moneda de cobre…, op. cit., p.139. V., Informe

de la Junta…, loc. cit. 5 AHDF, Impreso emitido por El C. Luis Gonzaga Vieyra General de brigada graduado y Gobernador del

Departamento de México, para dar a conocer el decreto realizado por el presidente provisional de la República, General de División Antonio López de Santa Anna. México 24 de noviembre de 1841, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10.

6 Orozco y Berra, Primeras memorias..., op. cit., p. 14.

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Inquietud social y protesta

104

comercio ya no consideró “a dicha moneda con valor fijo sino puramente convencional,

demandando más o menos descuenta a su recibo”.7

Ante las quejas de algunos contribuyentes, en julio de 1836 se decretó la obligación

de recibir la moneda de cobre en las oficinas recaudatorias hasta por un monto de 50 pesos;8

mientras tanto, el gobierno enfrentaba otros problemas: Texas había declarado su

independencia y la velada amenaza de los reclamos españoles no se habían disipado por

completo, y sólo se había logrado obtener un empréstito por dos millones de pesos. 9

Poco después de esta disposición oficial, el gobernador de San Luis Potosí prohibió

la aceptación de cuartillas de cobre, pues los soldados que marchaban para Texas habían

inundado el mercado local con moneda cuprosa. Para 1835-36, el cobre ya constituía un

importante factor de inestabilidad, y llegó a convertirse en un verdadero reto de

gobernabilidad, porque la amonedación ilícita sobrepasaba ampliamente las medidas

coercitivas impuestas por las autoridades.10 Existían sospechas fundadas sobre la

participación en la falsificación de los mismos empleados de las casas de moneda

oficiales;11 incluso, en 1841 la Junta Directiva del Banco de Amortización afirmaba que el

crimen de la falsificación estaba tan extendido entre la población que constituía un giro al

7 Orozco y Berra, Primeras memorias..., op. cit., p. 16. 8 Bando emitido por el Gobernador José Gómez de la Cortina, apud Bustamante, Diario Histórico…, op.

cit., anexos julio de 1836. 9 Sobrino, La moneda..., op. cit., p. 64. 10 Son muy ilustrativos los estudios realizados por José Enrique Covarrubias, sobre el desafío

administrativo que implicó para los gobiernos el problema del cobre; v. “La moneda de cobre... Una perspectiva...”, en Bátiz y Covarrubias, op. cit., pp. 89-106. Y su libro, La moneda de cobre en México, 1760-1842. Un problema administrativo, México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2000.

11 AGN, Casa de Moneda, Hacienda Pública, informe enviado al Sr. Secretario de Hacienda sobre las pruebas realizadas por el grabador general de la Casa de Moneda de la ciudad de México, José María Torreblanca, vol. 11, exp. 8.

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que se dedicaban “viejos, jóvenes, mujeres y pueblos enteros”.12 Debido a ello, las penas

punitivas propuestas por algunos diputados radicales como Bustamante, difícilmente

amedrentaban a los delincuentes y tampoco disminuían la incidencia del ilícito.

En sesión secreta extraordinaria de hoy que yo pedí […] que se restablezcan a su observancia las leyes contra los monederos falsos imponiéndoles la pena de muerte, pues la falsificación de moneda de dentro y fuera de México y Norteamérica es espantosa […]13

De esta forma, podemos observar que para el año de 1835, al menos 8 personas

fueron procesadas por dicha trasgresión en la ciudad de México; para 1836 existían 21 que

se hallaban “en estado de prueba” y para 1837, tan sólo la Tercera Sala del Tribunal

Superior del Departamento de México, remitió a la Suprema Corte de Justicia un reporte

sobre las causas criminales concluidas y pendientes en el segundo semestre de 1837, donde

se registraron más de 30 personas procesadas por delitos relacionados con la amonedación

ilegal de cobre, pero sólo 4 fueron condenados a la pena capital, 12 castigados de otra

forma, y 11 personas resultaron libres.14 En este informe aparece el nombre de D. Mariano

Martínez y socios en las causas pendientes y, en las concluidas, el del licenciado D.

Anastasio Zerecero (un conocido yorkino), quien no fue procesado porque se mandó

sobreseer la causa; éstos casos llaman la atención, si se considera la problemática que

12 Informe de la Junta Directiva del Banco de Amortización sobre los diversos proyectos que se han

presentado para ella, dirigido a la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados. Impreso por acuerdo del Senado, México: Imprenta del Águila, dirigida por José Ximeno, calle de Medianas núm. 6, 1841.

13 Bustamante, “Martes 21 de junio de 1836”, en: Diario Histórico..., op. cit. 14 Se reportaron un total de 454 causas concluidas, de las cuales resultaron un total de 431 reos por 240

delitos diferentes; 19 personas libres y, 4 más, por el sobreseimiento de la causa. AHSCJN, “Lista de Causas concluidas en la tercera Sala del Tribunal Superior del Departamento de México en el segundo semestre del corriente año y se forma para remitirse a la Suprema Corte de Justicia en cumplimiento de lo mandado en el artículo sesenta y siete capítulo 3º de la ley de 23 de mayo de 1837”, Asuntos Económicos, siglo XIX, caja 584, exp. 68250. Para ver los casos sobre amonedación ilícita durante el año de 1835 v. los expedientes en AHSCJN, Asuntos Penales, siglo XIX, caja 7, exps. 245 y 255; caja 9, exp. 337; y para 1836 en AHSCJN, “Lista de las causas criminales que giran por el Juzgado de Distrito de esta Ciudad por el delito de falsificación de moneda que son del conocimiento del Señor Juez interino Lic. D. Francisco Alcántara”, Asuntos Económicos, siglo XIX, caja 29, exp. 2571.

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representaba para las autoridades acabar con la falsificación de cuartillas, por la

imposibilidad de procesar a los personajes de relevancia política y económica que estaban

inmiscuidos en este delito.

Así mismo, en las causas pendientes se reportaron 4 casos más por delitos

relacionados con la falsa amonedación que se hallaban en proceso, cuyo número de

integrantes no se puede definir debido a que 3 de ellos, sólo se registraron con el nombre

del culposo “y socios”.15

Si reflexionamos sobre la importancia de que, únicamente una Sala del Tribunal

Superior (de tres que había en el Departamento de México) reportara en el 2º semestre de

1837 más de 30 personas relacionadas con delitos asociados a la falsa amonedación,

podemos entender la dimensión del problema; pues de toda esta gente, al menos 30

personas pertenecían a los estratos sociales menos favorecidos. Además de que los culposos

se hallaban en las circunscripciones de Jueces inferiores y / o partidos distintos: Toluca,

México, Teloloapan, Texcoco, Tenancingo, y Tenango.16 Todo esto motivó a las mismas

autoridades para llamar la atención sobre

La escandalosa impunidad que hasta aquí han gozado los falsificadores de moneda por la indolencia de algunas autoridades en perseguirlos y la falta de rectitud legal en los Tribunales para castigarlos con toda la severidad de la legislación vigente [...] El mal crece, y llegará indudablemente a su complemento a la sombra misma de la ley expedida para curarle si [queda] autorizada [...] la circulación de la moneda falsa de cobre, [y si] los falsificadores continuasen por otra disfrutando de la seguridad que le ha dado el poco celo de las autoridades civiles y aun la falsa humanidad de los Jueces […]17

15 AHSCJN, “Lista de Causas concluidas...”, op. cit.; en el mismo reporte también se encuentra la “Lista

de las causas pendientes en la tercera Sala del Tribunal Superior del Departamento de México, en el segundo semestre del corriente año y se forman para instruirse a la Suprema Corte de Justicia en cumplimiento de lo mandado en el artículo sesenta y siete, capítulo tercero de la ley de 23 de mayo de 1837”.

16 AHSCJN, “Lista de Causas concluidas...”, op. cit. 17 AHSCJN, Comunicado emitido por la sección segunda de la Secretaría de Hacienda al Juez de la

Suprema Corte de Justicia, el 18 de julio de 1836, Asuntos Económicos, siglo XIX, caja 29, exp. 2571.

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Por su parte, en el Congreso y en los círculos políticos se señalaban a personajes

importantes como “monederos falsos”; Bustamante refería directamente al juez de letras de

Cuautla y al comandante Ignacio Escalada; también afirmaba que Cayetano Rubio

introducía moneda de cobre clandestinamente desde San Luis Potosí a la capital, además de

que el cónsul de los Estados Unidos del Norte, “el cojo Parrot” era “el primero y mayor

introductor de moneda falsa”;18 El Mosquito Mexicano responsabilizaba al general Barrera

y puntualizaba que “a este año fatal de 36 debemos la excesiva, escandalosa, arruinadora

plaga de cobre, que sólo el que no quiere, no lo acuña, razón por la cual es espantosa la

miseria del país, a la vez poderosos los agiotistas y demás usureros”; El Cosmopolita

informó sobre la incautación en una casa clandestina donde se producía cobre e indicaba

que no se detuvo a ninguno de los responsables, entre los cuales se encontraban un

diputado, unos generales y algunos ricos comerciantes españoles y mexicanos.19 Por su

lado, El Independiente afirmaba “nadie ignora que los principales monederos falsos han

sido ya generales, ya diputados, ya senadores, y ya por fin otras personas influyentes en el

gobierno del nunca bien maldecido centralismo”.20 Se creía también que algunos

“monederos falsos” trataron de revertir la devaluación oficial creando una “revolución

social” y que por ello hicieron correr los rumores sobre una nueva reducción, en vísperas de

las protestas callejeras del 11 de marzo de 1837.

Ahora bien, desde 1835 los congresistas discutían con mayor énfasis el problema

del circulante cuproso y para agosto de ese año se ordenó suspender la amonedación y que

únicamente la ceca de México acuñara cobre, pero sin rebasar el 10% del valor de las

18 Bustamante, “Jueves 7 de julio de 1836”, “Sábado 4 de marzo de 1837”, en: Diario Histórico..., op. cit., 19 Apud Torres, “De monedas y motines...”, op. cit., pp. 115-117. 20 El Independiente, marzo 12 de 1837.

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barras de oro y plata que se introdujeran a esta casa de Moneda.21 Todavía en 1836 seguían

analizándose las formas de poner remedio a la crisis, para detener la emisión de cobre y

amortizar la moneda, y en una nota periodística se publicó que,

De pocos días a esta fecha, se ha formado en el comercio una revolución molestísima por la multitud de cuartillas falsas que con escándalo se ha permitido circular aún en las oficinas recaudadoras y pagadoras de la Nación, admira cómo el Gobierno no dio con tiempo una providencia enérgica para que se amortizara esta moneda falsa, al paso que fueran castigados con la brevedad posible tantos monederos falsos [...]22

Se comprendía la necesidad de acabar con la problemática, bien fuera sustituyendo

la moneda, amortizándola o simplemente retirándola de la circulación; sin embargo, sólo se

inutilizaban los cuños y demás instrumentos cuando éstos solamente servían para amonedar

cobre de mala calidad, mientras que los mejores eran enviados a la Casa de Moneda;23 de

esta forma se llegó a una situación como la descrita por Madame Calderón de la Barca

cuando visitó la ceca capitalina a principios de los años cuarenta:

[...] nos enseñaron las máquinas para hacer moneda falsa, y son tantas las incautadas que casi no hay sitio para ellas [...] Mientras nos asombrábamos ante el número de máquinas para hacer moneda falsa que han sido recogidas, se nos aseguró que actualmente el doble de ese número están en plena actividad en México; mas como pertenecen a personajes muy distinguidos el gobierno tiene miedo de meterse con ellos. Además, no existe ahora pena bastante para este crimen [...] Se dice que una señora de aquí exclamó con una gran naturalidad al oír que acusaban a su esposo de hacer moneda falsa: “No sé por qué esto causa tanto escándalo. A mí me parece que el cobre de mi marido es tan bueno como otro cualquiera”.24

Cuando en el Congreso se discutió la posibilidad de devaluar la moneda, por la

imposibilidad de amortizar el monto total de la deuda, los “monederos falsos” introdujeron

toda la moneda que pudieron al mercado con la esperanza de que ésta se amortizara al

21 Sobrino, La moneda..., op. cit., p. 63. 22 La Lima de Vulcano, 9 de julio de 1836, apud, Reyna, Historia de la Casa de Moneda…, op. cit., p. 25. 23 En el fallo condenatorio a Manuel Muciño en 1840, se mandó que “se inutilicen los instrumentos y

efectos aprehendidos con todo lo relativo a la falsificación, por que no siendo útiles a la acuñación de oro y plata, no están en el caso de aplicarse a la casa de moneda [...]”; AHSCJN, “Toca a la causa de Manuel Muciño y socios por moneda falsa”, Asuntos Económicos, siglo XIX, caja 52, exp. 4192, año 1839.

24 Apud Torres, “De monedas y motines...”, op. cit., p. 117.

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100%. Hasta 1841 se asumía que no se podía amortizar la moneda sin un oneroso gasto

para el gobierno porque era una “deuda considerable” que, según Bustamante, con toda

probabilidad llegaba a los cuatro millones; en tanto que el periódico Tiempo de México

afirmaba que en marzo de 1837 el “exceso de circulante producido por la falsificación de

dicho metálico, [...] se calcula ha alcanzado los cuatro o cinco millones de pesos”25. Ya para

1845 se llegó a calcular la existencia de 5.060.178.31/4 en moneda legal, mientras que la

falsa ascendía a 10.120.356ps.7/?.*

Pensemos que si hubiesen existido únicamente de cuatro a cinco millones de pesos

en moneda de cobre, hablaríamos de 128 a 160 millones de cuartillas que estaban siendo

usadas como circulante entre la población; si consideramos que 32 cuartillas valían 1 peso

de plata (real de a ocho) y con el decreto del 8 de marzo esas mismas 32 cuartillas quisieron

ser reducidas al valor de 4 reales.26 ¿Cómo no iba a constituir un desajuste entre la

población, si del 4 de mayo hasta el 30 de junio de 1829 sólo se habían amonedado 4,750

pesos en cobre equivalentes a 152,000 cuartillas y de julio de 1829 al 30 de junio de 1831,

123.862 pesos 5 ¼ que constituyeron poco menos de cuatro millones cuartillas?27

De esta forma, la amonedación en cobre mostró un crecimiento desmesurado en

unos cuantos años, como lo muestran los montos de la acuñación legal de la ceca

25 Bustamante, Diario Histórico..., op. cit.; Tiempo de México, Ciudad de México, enero de 1836 a marzo

de 1839, núm. 9, [s. p.] * Fondo Basave, “Idea de los proyectos sobre amortización de cobre que constan en los diarios que se

refieren de año de 1836”, en: Cobre Historia de varios proyectos de su amortización, [s.p.i.], pp. 15-16. 26 El Cosmopolita, núm. 13, tomo II, 11 de marzo de 1837, p. 3. 27 El Cosmopolita, núm. 61, 13 de julio de 1836; apud Torres Medina, “De monedas y motines…”, op.

cit., apéndice III. Comparando la información con este autor parece que los datos que nosotros consignamos en la Tabla 2, corresponden a años contables y sólo existe una discrepancia entre el año de 1833 (de nuestra tabla), pues nosotros tenemos que se acuñaron 628.100 pesos en cobre; mientras que Torres Medina, de acuerdo con su fuente, sólo da 528.100 para el año que corrió de julio de 1833, al 30 de junio de 1834, Ídem.

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capitalina;28 sin que podamos definir claramente el monto de la fabricación ilegal y el

impacto que tuvo, amén de las repetidas referencias y quejas que nos dan las fuentes

escritas por los personajes de la época. Además de considerar que en los demás estados de

la República, también la falsificación de cobre se sumaba a la amonedación legal; por ello

se decía que existían lugares donde todo el circulante cuproso era falso y que “se

aumenta[ba] tan considerablemente el contrabando o falsificación, que muy poco falta[ba]

para que los falsificadores establezcan sus talleres en medio de las calles y de las plazas

públicas”.29

0.00

5,000,000.00

10,000,000.00

15,000,000.00

20,000,000.00

25,000,000.00

30,000,000.00

35,000,000.00

40,000,000.00

1829 1829-1830

1830-1831

1831-1832

1832-1833

1833-1834

1834-1835

1835-1836

A lafecha

28 Véase tabla 2 y anexo 4. 29 Suplemento al Municipal Mexicano, núm. 23, México, Sábado 9 de julio de 1836, Imprenta de José M.

F. de Lara, calle de la Palma núm. 4, apud Bustamante, Diario Histórico…, op. cit., anexos julio de 1836.

Gráfico 1

Montos anuales de las cuartillas amonedadas oficialmente

Fuente: “Razón de las cantidades de cobre acuñadas…”, loc. cit., tabla 3. Los valores se obtuvieron multiplicando cada monto de la tabla 3 por 32.

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A partir del panorama que acabamos de proporcionar, podemos darnos cuenta que la

abundancia de cobre realmente constituyó un problema mayúsculo, tal como lo refieren los

cronistas, y la extensión de la falsa amonedación entre la población supuso un verdadero

problema administrativo para las autoridades, como ya lo ha dicho Covarrubias.30 Sin

embargo, las medidas que se tomaron para tratar de resolver el caos del cobre, tuvieron

otras implicaciones sociales que enseguida expondremos, para ilustrar los inconvenientes

que sufrieron la mayor parte de la población con esta desastrosa aventura.

Después de la administración de Justo Corro, los siguientes gobiernos también se

dieron cuenta de que no podían amortizar la moneda por la falta de recursos, y la solución

buscada por Santa Anna de retirar las viejas cuartillas de cobre con una nueva moneda,

supuso el quebranto de la economía de muchos pobladores.

Particularmente en la prefectura de Tlapa (actualmente ubicada en el estado de

Guerrero) cada año los mayordomos tenían la responsabilidad de invertir el dinero de las

cofradías para obtener ganancias y aumentar el capital de dichas corporaciones; estos

préstamos se obtenían a réditos y debían ser devueltos a los sacerdotes en vísperas de la

fiesta patronal, pero con la devaluación del cobre en marzo de 1837, muchos de los

prestatarios contrajeron numerosas deudas que no pudieron saldar y perdieron todo, puesto

que la Iglesia los consideró personalmente responsables del quebranto. De este modo,

varios mayordomos de los más ricos tuvieron que pagar el dinero de las cofradías con sus

bienes propios;31 en tanto que hubo otras cofradías que nunca pudieron recuperarse de la

30 Covarrubias, La moneda de cobre, loc. cit. 31 Jesús Hernández Jaimes, “Actores indios y Estado nacional: las rebeliones indígenas en el sur de

México, 1842-1846”, en: Estudios de Historia Moderna y contemporánea de México, Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, núm. 26, julio-diciembre, 2003, p. 22-28.

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devaluación de 1837 y, el canje de la moneda cuprosa con el decreto de 1841, constituyó el

golpe final para su precaria economía.32

La devaluación de 1837 implicó la reducción del capital en un 50%, mientras que

las deudas aumentaron al doble, en tanto que el lapso previsto por las autoridades para que

la población cambiara las viejas cuartillas por las nuevas monedas de cobre acuñadas

durante el gobierno de Santa Anna, fue muy corto, y muchas personas perdieron todo su

capital cuando expiró el plazo para realizar el canje.33 A esto se sumaron las malas cosechas

del algodón y el malestar provocado por las levas, así como la pérdida de algunas de sus

cofradías; así que cuando las autoridades quisieron cobrar el impuesto de capitación,

Danièle Dehouve señala que tal medida constituyó el detonante de los alzamientos, pues los

indígenas amuzgos, mixtecos y tlapanecos de la prefectura de Tlapa se sumaron al llamado

de rebelión hecho por los indígenas de Chilapa, igualmente inconformes por otros agravios

sufridos tras la invasión y el despojo de sus tierra por parte de los hacendados.34

Dehouve indica que a través de la evolución de los capitales de las cofradías durante

la década de 1830, se aprecia claramente la afectación que causó la devaluación del cobre,

así como su retirada de la circulación. Específicamente en cuatro de las cofradías que

presenta graficadas: la Virgen de la Candelaria (del poblado de Malinaltepec), Inmaculada

Concepción (de Alacatlatzala), del Padre Jesús y la Virgen de los Dolores (de

32 Danièle Dehouve, Cuando los banqueros eran santos. Historia económica y social de la provincia de

Tlapa, Guerrero, México: Universidad Autónoma de Guerrero / Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2002, pp. 254-258.

33 Danièle Dehouve, Cuando los banqueros eran santos, p. 254-255. AHDF, Impreso emitido por El C. Luis Gonzaga Vieyra General de brigada graduado y Gobernador del Departamento de México, para dar a conocer el decreto realizado por el presidente provisional de la República, General de División Antonio López de Santa Anna. México 24 de noviembre de 1841, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10.

34 Hernández Jaimes, “Actores indios y Estado nacional…, loc. cit.

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Atlamajalcingo del Monte), se observa una drástica caída en sus capitales hacia 1836-1837

y no se aprecia recuperación alguna al finalizar el primer lustro de la siguiente década.35

Ante este panorama, no resulta extraño que se hubiesen dado numerosos motines en

otros estados por el problema del cobre tanto en 1837 por la devaluación, como en 1841-

1842 debido a la retirada de las viejas cuartillas de la circulación. Cabe mencionar que el

decreto emitido por Santa Anna en 1841 no terminó con el problema de la falsa

amonedación, ya que el nuevo circulante de cobre acuñado durante su administración

también fue presa del trabajo de los monederos falsos.

35 Dehouve, Cuando los banqueros eran santos..., op. cit., p. 257.

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To decry the ravages of

rumor-mongering is one thing; to control it is yet another36

2.2 Malestar social y protesta37

Los problemas ocasionados por el circulante de cobre tras la enorme falsificación y

especulación de que fue objeto, pusieron en alerta a muchos comerciantes que, frente a lo

vivido en otros estados, la progresiva inundación de cuartillas en el mercado y la

depreciación de la moneda, exacerbaron la situación al incrementar los precios en aras de

proteger sus capitales y seguramente de obtener algunas ganancias a costa de los

consumidores.

La incertidumbre sobre los remedios con que se pretendía resolver este asunto para

evitar posibles protestas y violencia multitudinaria, había generado una situación muy

inestable en la ciudad. De acuerdo con Carlos María de Bustamante, después de los

incidentes tumultuarios en Celaya, Valladolid y en Querétaro los miembros del Congreso

resolvieron tratar el asunto del cobre, puesto que los rumores esparcidos sobre la posible

devaluación de las cuartillas provocaron inmediatamente el alza en el precio de varios

productos básicos. Ante estos hechos, el gobierno remitió una iniciativa al Congreso para

que el mismo 14 de enero de 1837 se tratara este asunto por ser “de mayor gravedad”, justo

un día después del motín del día 13 en Querétaro.

36 Robert H. Knapp, “A psychology of rumor”, en: The Public Opinion Quarterly, vol. 8, no. 1, Spring,

1944, p. 22, (información obtenida de JSTOR: http://links.jstor.org/). 37 Durante el relato de los acontecimientos nos referiremos al Jefe del Departamento de México, Luis

Gonzaga Vieyra, como gobernador debido a que la mayor parte de las fuentes de la época así lo refieren.

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Inquietud social y protesta

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Según Bustamante, el gobernador Rafael Canalizo y el comandante Tolsá relataron

que ese 13 de enero en Querétaro, la gente amotinada rompió las puertas de la alhóndiga y

empezó a saquearla llevándose el maíz, pero “habiendo ocurrido ambos jefes a calmarlo,

aunque se presentaron sin aparatos, el pueblo en nada les faltó, antes por el contrario los

vitorearon”. Después de estos incidentes, el 25 de febrero Querétaro se vio nuevamente

amenazado por la inquietud social, pero el gobernador Rafael Canalizo ordenó la

devaluación oficial del cobre en un 50% y con esto logró restablecer la calma entre la

población. 38

El cese de la acuñación en la Casa de Moneda de la ciudad de México desde el día

13 de enero, había dejado sin trabajo a más de quinientas personas “que se ocupaban en sus

labores”; ocasionando además, que al día siguiente se alterara el valor del cobre en el

comercio debido a que “algunos querían coger las cuartillas por la mitad de su valor, otros

no las querían, y otros hicieron venta de él, con pérdida de un cincuenta por ciento y por

este motivo se presentó un proyecto en la cámara para la amortización del cobre”.39 De esta

manera, el sábado 14 de enero los congresistas terminaron de sesionar hasta las nueve de la

noche, después de proyectar el establecimiento de un banco que amortizaría la moneda de

cobre; mismo que obtendría sus fondos con el reestablecimiento del estanco del tabaco.

Así, el día 15 de enero el gobierno mandó poner rotulones donde se avisaba al público que

“el Congreso se ocupa[ba] de dar una ley para que en todo caso los tenedores nada pierdan

del valor legal de la moneda”; consiguiendo de esta forma aminorar la inquietud social. El

38 Bustamante, “Sábado 14 de enero de 1837”, en: Diario Histórico…, op., cit. Enrique Olavarría y

Ferrari, México a través de los siglos, vol. IV. México Independiente, 1821-1855; México: Editorial Cumbres, S.A., 1967, p. 389. La Lima de Vulcano, anunciaba “una nueva explosión. La que hoy se dispone y prepara en Puebla, México y Querétaro”, La Lima de Vulcano, Sábado 25 de febrero de 1837, tomo V, núm. 77, p. 305.

39 AGN, Anónimo, “Diario militar y político, 1836-1837”, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, rollo 40, doc. G441; MALO, Diario de sucesos…, op. cit., pp. 122-123.

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día 16 las personas estuvieron muy pendientes de las discusiones en el Congreso, hasta que

finalmente el 17 de enero de 1837 se autorizó el decreto que anunciaba la creación del

Banco Nacional de Amortización de Moneda de Cobre.40

Para el 4 de marzo de 1837, Bustamante comenta la frecuencia de las reuniones

llevadas a cabo entre las comisiones de Hacienda, el gobierno y los representantes del

banco para “decidir el gran negocio del cobre”.41 No obstante, entre la población ya se

rumoraba que finalmente se tomaría la misma decisión que en Querétaro: devaluar las

cuartillas a la mitad de su valor original, como “lo acredita[ba] la actividad con que los

deudores procuran hoy hacer sus pagos aunque los plazos no estén cumplidos”.42

También otros medios referían la alarma general entre la población por los rumores

que circulaban sobre la posibilidad de que se devaluara la moneda y anunciaban funestas

consecuencias, si no se procedía con “prudencia, celo y cautela muy consumadas en el

discurrir y deliberar”; pues se afirmaba “Estamos en el cráter de un volcán. Salvadnos del

inminente naufragio”.43

Aun con todo, la gente no dejaba de preguntar y solicitar información ante la

incertidumbre, por eso Bustamante refería:

40 Decreto para el establecimiento de un banco nacional. Bustamante, Diario Histórico…, op. cit., anexos

enero de 1837; AHDF, Decreto publicado el 18 de enero de 1837 por disposición del Gobernador Francisco García Conde, “Disposición relativa a su amortización y disminución de su valor representativo”, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10.

41 Para ver algunos de los primeros borradores realizados por esta comisión sobre la amortización del cobre consultar AGN, Hacienda Pública, Casa de Moneda, vol. 13, exp. 28. También en el Fondo Basave se puede consultar el volumen 367 de “misceláneos”, conformado con varios proyectos presentados para amortizar el cobre; en éstos sobresale el debate que se dio al final de los años treinta y principios de los cuarenta sobre la propuesta de solucionar conjuntamente el problema del cobre, el estanco del tabaco y la guerra contra Texas. Igualmente v. los suplementos al número 23 y 24 de El Cosmopolita de los días sábado 20 y jueves 25 de marzo de 1841, respectivamente.

42 Bustamante, 4 de marzo de 1837, en: Diario Histórico…, op. cit. 43 La lima de Vulcano, núm. 80, tomo V, Sábado 4 de marzo de 1837, pág. 320.

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No puedo dar un paso en la calle sin que me consulten los comerciantes ¿qué harán? Yo no puedo ni debo decirles palabra, pues el asunto sobre ser grave, está declarada la sesión del viernes de riguroso secreto.44

Pero los congresistas no esperaron hasta el viernes, pues el miércoles 8 de marzo de

1837 se trató el problema del cobre, en una sesión que dio comienzo a las diez de la

mañana y concluyó a las nueve de la noche, tras acordar la publicación de una ley que

anunciaba la reducción oficial de las cuartillas a la mitad de su valor sin indemnizar a los

tenedores.45 Rápidamente se espació la noticia, la población agitada comenzó a murmurar

sobre la devaluación del cobre y así “amaneció y por todas partes se hablaba de una

revolución que nadie percibía”.46 Como a las ocho de la mañana del jueves 9 de marzo el

malestar se incrementó notoriamente debido a que algunas tiendas no abrieron, en tanto que

la mayoría empezó a proveerse de los efectos más necesarios. Pronto escaseó el pan y otros

productos, mientras que unos negocios recibían el cobre a la mitad de su valor, otros ni

siquiera lo aceptaban. Varios comerciantes cerraron sus locales y la gente fue juntándose

progresivamente en los portales de la diputación y mercaderes,

[…] todos se preguntaban: “¿Qué hay?” Nadie sabía responder, y ansiando por el desenlace de la supuesta revolución, buscaban lugar cómodo en qué tomar asiento o recargarse sin manifestar ira, enojo o mortificación.47

Hasta que las autoridades publicaron al medio día el bando donde se decretaba la

devaluación oficial de las cuartillas al valor de un octavo.48 Nuestro autor anónimo asentó

en su diario que esta medida produjo “alguna ligera incomodidad de ánimo en algunos,

44 Bustamante, 14, 15 y 16 de enero, 4 de marzo de 1837, en: Diario Histórico..., op. cit. 45 Bustamante, “Miércoles 8 de marzo de 1837”, en: Diario Histórico..., op. cit. 46 El Cosmopolita, núm. 13, tomo II, Sábado 11 de marzo de 1837, p. 3. 47 El Cosmopolita, núm. 13, tomo II, Sábado 11 de marzo de 1837, p. 3. 48 El decreto emitido por Luis Gonzaga Vieyra, Coronel retirado y Gobernador del Departamento de

México, establece en su artículo 1º que “Desde el día de la publicación de esta ley en cada lugar, correrá la moneda de cobre en el valor a que la tiene ya reducida el público, valiendo cada cuartilla un octavo de real.”, AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp.10.

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enardecimiento de ánimo en otros y varias disputas en los más”, pero que después de un

rato “no se notó movimiento alguno digno de atención”.49

De esta forma, a las tres y cuarto de la tarde del día 9 el Prefecto del Departamento

de México, Antonio Icaza, hizo colocar avisos donde exhortaba a los comerciantes para que

abrieran sus negocios esa misma tarde, pero no tuvo mayores efectos la medida; por lo cual

el mismo gobernador Luis Gonzaga Vieyra mandó publicar un bando “graduado de

proclama”, donde conminaba a los comerciantes para que abrieran sus locales permitiendo

con ello el abasto de las personas, porque de lo contrario se harían acreedores a multas que

iban de 5 a 200 pesos50 y sufrirían “cárcel prudencialmente los infractores de tercera

reincidencia”; también manifestaba su beneplácito con la actuación observada por la

población, dada la tranquilidad y el buen juicio con que se recibió la noticia sobre la

devaluación de las cuartillas de cobre.51 De esta manera y, tras la lectura del bando, la gente

se dispersó sin mayor problema; también los comerciantes comenzaron a disuadirse y

primero unos cuantos abrieron sus negocios por un rato, pero “en el resto de la noche se

abrieron muchas tiendas y demás tratos, y no se volvió a observar cosa digna de

atención”.52

De acuerdo con Bustamante, ese día 9 el decreto sobre la devaluación de la moneda

se publicó hasta las 11 de la mañana, y detrás de la tropa compuesta por 22 hombres “iba

una inmensa leperada”, semejante a la que se encontraba en la Plaza Mayor; de repente la

población comenzó a correr por el Puente de Palacio “precedida de tres borricos aparejados

49 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit. 50 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit. 51 AHDF, comunicado emitido por el c. Luis Gonzaga Vieyra, Coronel retirado y Gobernador del

Departamento de México el 09 de marzo de 1837, moneda de cobre, vol. 3284, exp.10, f. 15. 52 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit.

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que olvidando su natural pereza salieron de su paso y abrieron la marcha”. Este suceso hizo

que el alboroto se propagara por las calles principales y los vecinos cerraron sus puertas, al

tiempo que “lloraban las viejas y chillaban los muchachos.”

Por su parte, Olavarría y Ferrari afirma que la expedición de la ley sobre la

reducción de la moneda, hizo que la muchedumbre “insolentada” promoviera un alboroto

en la plaza de Armas que pronto se irradió por toda la ciudad, haciendo que las tiendas y las

puertas fueran cerradas con estrépito.53

Sobre los sucesos del día 9, El Cosmopolita criticó acremente al Sr. Vieyra por

anunciar que la reducción de la moneda se debió a la “«emanación de la voluntad» de los

ciudadanos «terminantemente manifestada»”, argumentando que si el gobernador había

visto con placer la docilidad de los mexicanos porque se les daba gusto, se preguntaba la

razón por la cual “se le disgustó al pueblo, se preparó la artillería, se acuartelaron las tropas

y se multiplicaron las patrullas”, custodiando la ciudad “como si estuviera llena de forajidos

armados” y para tranquilizar los ánimos de la gente el gobernador había invocado “al

mismo pueblo «en nombre de las leyes»”.54

Para el día 10 de marzo Bustamante comenta en su diario que los yorkinos “de esos

que llaman catrines” habían concitado al pueblo para amotinarse, pero como no hubo quien

los dirigiera, tal propósito no tuvo efecto y por ello manifestaron “Hemos perdido un día

hoy en que podríamos haber establecido el gobierno de Gómez Farías”; además, se

encontraron en las calles escritos donde se leía “Expulsión de extranjeros... la muerte”.

Dadas las circunstancias, el gobierno mantuvo una gran vigilancia y hasta las dos de la

tarde se retiró la tropa de “los dragones” que permanecía acuartelada en Palacio. Entre

53 Olavarría y Ferrari, México a través de los siglos..., op. cit., p. 389. 54 El Cosmopolita, núm. 13, tomo II, Sábado 11 de marzo de 1837, p. 3. Véase el doc. en el anexo 6.

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tanto, unos cuantos miembros del Ayuntamiento se mantenían ocupados junto con el

gobernador, tratando de disminuir el precio de los víveres que se habían incrementado

mucho; pero Bustamante dudaba que pudieran lograr su propósito puesto que los regidores

“están como los diputados, despechados y es muy difícil reunirlos”.

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Confusa multitudo vel turba55

2.2.1 El motín

Aun con todo, hasta el viernes 10 de marzo la ciudad capital había permanecido en relativa

calma, pues las medidas de seguridad llevadas a cabo por el gobernador fueron suficientes

para contener a la población y evitar desórdenes, pero para el día siguiente la situación no

continuaría así. Nuestro desconocido escritor del diario político militar relata que el día 11

de marzo de 1837, la ciudad amaneció en medio de un gran malestar social, y algunos

autores afirman que fue porque aparecieron pegados en las esquinas avisos anónimos donde

se aseguraba que el Congreso había autorizado una nueva reducción del 50% de las

cuartillas; así, éstas que el día 8 (para amanecer el 9) habían sido devaluadas al valor de un

octavo haciéndolas equivalentes a los tlacos, ahora valdrían un dieciseisavo de real como

los pilones, y como era de esperarse, los volantes anónimos tuvieron el efecto esperado.

De esta forma, desde las seis de la mañana del sábado 11 de marzo “los pobres que

al ir al comprar sus mezquinos alimentos” se hallaron con la novedad de que las cuartillas

no se las querían recibir “por tlaco sino por pilón”;56 la mayor parte de los comerciantes,

pese a las disposiciones oficiales de los días anteriores, únicamente aceptaban los pagos con

monedas de plata; en tanto que otros rechazaban el circulante de cobre que pareciera falso

o, en su caso, cerraban sus locales para no vender y así “disminuyeron los efectos con

55 Definición de “tumulto”, Diccionario de la lengua castellana, por La Academia Española, reimpreso de

la octava edición publicada en Madrid en 1837, con algunas mejoras, por Don Vicente Salvá, París; en la librería de D. Vicente Salvá, calle de Lille, no. 4.

56 El Cosmopolita, núm. 14, tomo II, Miércoles 15 de marzo de 1837, p. 4.

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notable daño del pueblo”.57 Ya para el medio día se hallaba un número considerable de

personas congregadas en la Plaza Mayor (algunos autores refieren que eran como once

mil). El motín dio inicio cuando la multitud comenzó a gritar consignas contra el gobierno;

se oyó que exclamaban a gritos ¡muera el Gobierno!, ¡que vuelvan las cuartillas!, también

hubo quien pidió ¡que sean pilones!, y algunos más decían que murieran los ingleses y los

extranjeros.58

Ramón Malo refiere que al medio día, la plaza principal y las calles adyacentes

estaban llenas de una gran multitud que, “movida por unos cuantos revoltosos […] bajo

este pretexto querían saqueo, constitución de 24 o cualquiera cosa que echase abajo a las

autoridades existentes”.59

La guardia de Palacio tomó providencias y “cuatro o seis dragones comenzaron a

retirar la gente que ya era mucha más de la misma clase”: ínfima plebe; pero sus esfuerzos

no tuvieron buenos resultados y cuando se presentó una Compañía de Infantería al frente

del Palacio, la muchedumbre comenzó a vociferar ¡viva la federación!, ¡muera el

centralismo!, ¡muera el gobierno!, ¡viva la libertad!, ¡mueran los extranjeros!, “mezclando

algunas necedades dignas de risa”,60 como ¡no queremos tratos con el Papa!61

57 Mientras que Bustamante, el periódico Tiempo de México, Enrique Olavarría y los miembros del

Ayuntamiento, atribuyen la culpa de la efervescencia social y la especulación a estos volantes donde se anunciaba una nueva reducción del cobre, el escritor del Diario militar y político responsabiliza directamente a los comerciantes y no menciona en lo absoluto los citados volantes. Tiempo de México, Ciudad de México, enero de 1836 a marzo de 1839, número 9, [s.p.]; Bustamante, “Sábado 11 de marzo de 1837” op. cit.; Olavarría, op. cit., p. 389; AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, 11 de marzo de 1837.

58 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit. 59 José Ramón Malo, Diario de sucesos, op. cit., p. 132. Este autor al igual que otros, relata los sucesos del

día 9 y 11 en un solo acontecimiento ocurrido el 9; aunque poniendo mayor atención, la redacción nos indica cuando el relato ya refiere los acontecimientos del día 11.

60 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit. 61 El Mosquito Mexicano, 17 de marzo de 1837; apud Richard Warren, “El congreso por su gusto…”, op.

cit., p. 67.

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N S

Mapa 1

Centro de la ciudad en 1785

Fuente: Jorge González Angulo y Yolanda Terán T., Planos de la Ciudad de México, 1785, 1853 y 1896, con un directorio de calles con nombres antiguos y modernos, México: Depto. de Inv. Históricas del INAH – Seminario de Historia Urbana / SEP, 1976, «colección científica, 50».

Catedral

Portal de las Flores

Diputación

Pal

acio

Calle de Santa Teresa

Flam

enco

s

Po

rta

l d

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mer

cade

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Ba

rati

llo

Plaza del Volador (después Plaza del Mercado)

Alcaicería

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La gente también gritaba ¡mueran los diputados de ahora!, ¡muera el general

trapero62 y el diputado la perrona!, ¡mueran todos lo monederos falsos! Al tiempo del

alboroto, un carruaje conducía unas barras de plata que aparecieron ante la multitud cuando

el coche se rompió por el peso; la gran turba se agolpó y siguió al carruaje hasta su destino,

“entonces algunos de los interesados sacaron pistolas como para contener a la multitud que

veía y no atacaba: esto bastó para que comenzasen las pedradas y se cometiesen desmanes

que fueron contenidos por la tropa”.63

Los amotinados enseguida comenzaron a lanzar piedras contra los balcones del

portal de las Flores y en respuesta el Comandante General ordenó a los infantes que

retiraran al gentío de la plaza; la infantería se lanzó contra la multitud y la gente comenzó a

correr, chiflando, gritando y burlándose de la tropa. Aunque la Compañía de Lanceros

disparó matando a algunos individuos, la gente en vez de amedrentarse, incrementó el

vocerío; pero ahora se escuchaba ¡viva el ejército!, ¡viva el comercio!, ¡viva el activo!,64 y

así, la multitud siguió apedreando los balcones “siendo el estrago más notable desde el

cajón llamado el tocador de las damas, vuelta el portal hasta los balcones de la tienda

genovesa, los cuales como los de las anteriores casas concluyeron sus vidrieras”.65

62 No sabemos a quién pudieron haberse referido los manifestantes cuando hablaron del general “trapero”,

solamente encontramos que Carlos María de Bustamante el lunes 21de agosto de 1837, anotó en su diario: “Desde que el general Bustamante fue electo presidente, se dijo que la amistad que lleva con el trapero Barrera mancharía su gobierno con una protección inicua que le dispensa; éste pronóstico ha comenzado a tener su verificativo de un modo indecente y escandaloso”. Quizás ese adjetivo sólo fue usado por Bustamante en ese momento para referirse al general Barrera, o efectivamente se le reconocía como tal, y por eso le llamaron así durante la protesta.

63 El Cosmopolita, núm. 14, tomo II, Miércoles 15 de marzo de 1837, p. 4. 64 El autor anónimo del diario comenta que el activo eran los cuerpos de maniobra. 65 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit.

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N S

N S

Mapa 2

Motín del 11 de marzo 1837

Fuente del mapa: González Angulo y Terán Trillo, op. cit.

Plaza Mayor

Portal de las flores Disparos de la guardia

Locales apedreados

Salida de los congresistas por Santa Teresa

Palacio (donde sesionaban los congresistas

CATEDRAL

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El desorden continuó hasta la tarde cuando el Gobierno publicó un bando en el que

se prohibían andar a caballo así como las reuniones mayores de cinco personas; además, se

ordenaba la apertura de los comercios para las tres p.m., y la admisión forzosa del cobre al

valor de un tlaco; pero el bando fue arrancado y hecho pedazos por la multitud.66 Como la

persecución protagonizada por los garantes del orden no logró dispersar a la población,

comenzaron a detener a las personas para consignarlas en la diputación; aunque en el

transcurso de la noche tuvieron que liberarlas. Y sólo “al comenzar la falta de luz fue

minorando el alboroto y ya en la noche estaba la ciudad en completa quietud”.67

Ahora bien, de acuerdo con Enrique Olavarría y con el periódico Tiempo de

México68 la reducción de las cuartillas incentivó un malestar de tal alcance, que los

amotinados se congregaron frente a Palacio y pidieron entrar al Congreso, mientras los

diputados al interior debatían sobre las posibles soluciones, “predominando sobre el temor

de los más la opinión de (Carlos María de) Bustamante, (Francisco Manuel Sánchez de)

Tagle, (Gral. Mariano) Michelena y otros que aconsejaban que la Cámara no descendiese

de su dignidad doblegándose a la exigencia de la plebe”.69 El presidente de la Cámara,

Mariano Michelena manifestó que no trataba de comprometer a los diputados para que

permanecieran en el salón, pero que en todo caso era indigno del Congreso “que sus

miembros muestren temor o debilidad” frente a los amotinados.

66 AGN, “Diario militar y político…”, op. cit. El bando se reproduce en el periódico La lima de Vulcano,

sábado 11 de marzo de 1837, tomo V, núm. 83, pág. 332. Dos días después un articulista comentó lo absurdo que resultó pretender obligar al comercio a abrir sus locales desde las cuatro, cuando el bando fue publicado hasta las cinco de la tarde; La lima de Vulcano, martes 14 de marzo de 1837, tomo V, núm. 84, pág. 335.

67 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit. 68 A partir de las referencias dadas por Bustamante y el autor del Diario político se puede inferir que estos

hechos ocurrieron el 11 de marzo, pero Olavarría y Ferrari así como el periódico Tiempo de México indican que sucedieron el día 9.

69 Enrique Olavarría y Ferrari, México a través de los siglos..., op. cit., p. 389.

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Como se sabía que el descontento social se debía en mucho a la situación

económica, los diputados Francisco Manuel Sánchez de Tagle y José Rafael Berruecos

presentaron un proyecto para indemnizar de alguna forma a los pobres, suspendiendo

temporalmente el cobro de alcabalas por la introducción de semillas y carnes (de toro y

carnero) con el fin de abastecer a la ciudad. Aunque la iniciativa fue bien recibida, no se

resolvió nada; ni tampoco prosperó la idea del padre José Francisco Irigoyen sobre la

publicación de “dicho proyecto antes de discutirse”, “porque esto sería mostrar al pueblo

que se trataba de halagarlo”.70

De acuerdo con Enrique Olavarría, cuando se levantó la sesión del Congreso, los

diputados salieron por las caballerizas del cuartel del palacio que desembocaban a la calle

de Santa Teresa (véase mapa 1 y 2), con la finalidad de evitar a la muchedumbre y los

insultos que recibieron aquellos congresistas que decidieron atravesar la plaza. Por su parte,

una Compañía de Lanceros había salido del cuartel de Palacio para dispersar la

muchedumbre, pero fue recibida a pedradas y ésta respondió balaceando a la multitud desde

la esquina de Flamencos y del Puente de Palacio (véase mapa 2), por lo cual murieron

algunas personas y se originaron “las carreras consiguientes a esta especie de motines.”71

Bustamante cuenta que los disparos hechos por la tropa se debieron a que “un lépero

había tirado en la casa una pedrada a un soldado de aquella patrulla, el cual a boca de jarro

le disparó la carabina y dejó mal herido”; esto había provocado que la chusma huyera, pero

“chiflando y haciendo ganga a la tropa”. Poco después de la balacera, los 52 diputados se

retiraron del recinto legislativo al darse por terminada la sesión, saliendo varios de ellos

70 Ídem. 71 Enrique Olavarría y Ferrari, México a través de los siglos..., p. 390.

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“por el cuartel del costado de Palacio que mira al Arzobispado” (véase mapa 2).72

Ramón Malo afirma que el saldo fueron un muerto y dos heridos, algunas casas

apedreadas y particularmente el Tocador de las Damas.73 Por su parte el cónsul

estadounidense refiere que la excitación en las calles era muy grande, las personas

mostraban gran descontento porque no podían hacer sus compras con el cobre, y después de

que una gran multitud se concentró en la Plaza – cerca de los cuarteles presidenciales –

aparecieron las tropas, las cuales se lanzaron con violencia hacia el Parián y el Portal,

ocupando principalmente las tiendas y los locales de los extranjeros; entonces todas las

puertas fueron cerradas y aseguradas tan pronto como fue posible y la muchedumbre no

intentó forzarlas; hubo muertos por los disparos y los bayonetazos con que arremetieron las

tropas contra la multitud, y relata que cuando las tropas dispararon al populacho “la escena

fue espeluznante, hombres, mujeres y niños que se desesperaron por su miseria y el

hambre, salieron volando en todas direcciones”. Como a la una de la tarde se reestableció el

patrullaje y la multitud comenzó a dispersarse excepto en las inmediaciones de la plaza,

cerca de la catedral; pero para las dos de la tarde, la gente comenzó a apedrear las tiendas

en el Portal, resultado rotas las ventanas de unos 20 ó 30 negocios de ciudadanos franceses,

ingleses y americanos.74 Parece que los hechos del 11 afectaron notablemente al cónsul

estadounidense, pues la caligrafía de su carta (escrita ese mismo día por la noche) es muy

difícil de leer a diferencia de la que hizo el 14, apenas tres días después de lo sucedido.75

72 Bustamante, “Sábado 11 de marzo de 1837”, en: Diario Histórico..., op. cit. 73 Malo, Diario de sucesos…, op. cit., p. 132. 74 William J. Jones a John Forsyth, 11 y 14 de marzo de 1837, National Archives Microfilm publications:

Despatches from Embassy and consular archives, United States Consuls in Mexico City, MP/7157/M296, rollo 2, BDCV.

75 Ídem.

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[…] si el mal no se remedia el pueblo de México que tanto ha sufrido y que en la mañana de hoy ha podido contenerse, no se podrá calmar en lo sucesivo porque entenderá que no se procura un remedio […] Para evitarlo es indispensable un remedio muy pronto y oportuno, y el Ayuntamiento, así para llenar sus deberes como para salvarse su responsabilidad, ocurre a Nuestra Soberanía suplicándole se sirva decretarlo atendiendo a que el mal no es sólo de México sino de toda la Nación y a que, una vez trastornado el orden en la capital, es muy difícil evitar que no suceda lo mismo en toda la República […]76

2.2.2 Las autoridades

A instancias del gobernador, el 9 de marzo de 1837 el Ayuntamiento convocó a los

comerciantes de los “ramos o artículos de primera necesidad”, con la finalidad de establecer

“una tarifa prudente, moderada y muy prolija de todos los artículos necesarios para la

subsistencia” que se mantendría vigente durante 8 días, “por el escandaloso abuso de los

precios” que se estaba realizando en el mercado. Al mismo tiempo, se establecieron penas

pecuniarias a los contraventores que iban de los diez hasta los cien pesos, aumentando el

monto para aquéllos que reincidieran en la infracción.77

De este modo, se definieron los precios para diferentes tipos de frijol, el garbanzo y

la garbanza, el alverjón, el arroz de leche y para guisar; los chile ancho, pasilla enteros y

quebrados; las carnes de carnero, de ternera, de cerdo, la manteca y el jabón; el pan

floreado, de manteca y fino; el maíz y los distintos tipos de azúcar, así como las cargas de

76 AHDF, comunicado emitido por la Sala Capitular del Ayuntamiento de México, Marzo 11 de 1837,

moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10. 77 AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 9 de marzo de 1837.

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carbón llevadas por mulas y burros.78 Estos acuerdos se lograron pese a la renuencia de los

comerciantes. Aunque los munícipes convocaron a dos miembros de cada rubro comercial,

de los pulqueros y panaderos únicamente asistió una sola persona. Mientras unos

comerciantes se mostraron indispuestos para discutir la conveniencia o no de fijar los

precios, otros manifestaron lo perjudicial de la medida y el panadero Peñuñuri afirmó que

poco podría hacerse al respecto, debido a que no se contaban con los conocimientos

suficientes, además de que “el pan no había sufrido alteración” en el mercado.

Después de deliberar y hacer las consultas necesarias, los comerciantes definieron

los precios; aunque por parte de los panaderos ya sólo asistió el Sr. Vidaurrazaga, quien se

negó a cooperar y únicamente objetaba las propuestas presentadas. Los carniceros, por su

parte, señalaron la importancia de poner la tarifa en “los cajones al menudeo” para evitar

que se alteraran los precios. Ese día se dio por terminada la sesión del cabildo a las once de

la noche.79 Sin embargo, ni estas providencias, ni las exenciones pudieron evitar la escasez

de comida.80

Para el día 11 de marzo de 1837 el Prefecto de México, Antonio Icaza, envió un

comunicado al Ayuntamiento con la intención de que éste dispusiera “las providencias que

crea conveniente, circulando entre ellas una orden de todos los Alcaldes y Regidores para

que, sin pérdida de momento, se hagan rondas en toda la capital y se procure el orden y la

conservación de la tranquilidad pública”; pues el cierre de los negocios y la nueva

78 Ídem, véase anexo 7. 79 AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 9 de marzo de 1837. 80 AHDF, comunicación emitida por el Ayuntamiento de la ciudad de México, moneda de cobre, vol.

3284, exp. 10, f. 19.

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depreciación con que estaban circulando las cuartillas, podían generar graves estragos y

alteraciones entre la población.81

Los capitulares del Ayuntamiento de la ciudad de México, trataban de contener los

problemas causados por el aumento súbito de los alimentos y, enterados de la escasez de

maíz, dispusieron que se abasteciera a los comerciantes con las existencias provenientes de

“una de las fincas rústicas más inmediatas a la capital” de la que eran propietarios, con la

finalidad de “abastecer al público y evitar las funestas consecuencias que, de no hacerle así,

[el día de mañana] resultarían.”82

Así, también enviaron una representación al Congreso para pedir una nueva

devaluación de las cuartillas al valor de un dieciseisavo, ya que éste era el precio real con el

que estaban circulando las monedas; además de solicitar la indemnización para los

tenedores, con el objeto de atenuar de alguna forma la pérdida ocasionada con esta

medida.83 El Congreso respondió:

[...] ocupado siempre en el alivio principalmente de la tropa, jornaleros y demás clases menesterosas, que como dice el Ayuntamiento estaban recibiendo la moneda por doble precio de aquél en que lo emitían, no descansaba en tomar las medidas que sean conducentes para evitar estos males, y al efecto está presentado y admitido a discusión un proyecto de ley [del] que debe ocuparse en la sesión del Lunes próximo para la cual se ha citado ya a todos los Sres. representantes aun a los enfermos."84

Esta representación enviada al Congreso se realizó salvando los conductos

ordinarios, y tanto el Prefecto, Antonio Icaza, como el gobernador, Luis Gonzaga Vieyra,

reprobaron el proceder del Ayuntamiento; por lo cual, el Prefecto Icaza se dirigió al

gobernador para informarle,

81 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837. 82 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837. 83 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837. 84 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837.

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Acabo de saber por los Sres. Regidores que el E. Ayuntamiento con insubordinación y salvesudo [sic] mi conducto como jefe superior del Departamento único a quien debe dirigirse […] esa prefectura ha dirigido una exposición al Soberano Congreso; [...] [por eso me dispongo a] reprimir con una mano fuerte si Ud. en contestación se sirve así confirmármelo pues la municipalidad de la capital de la República no es prefectura ni de mejor condición en su línea que en doscientas diez y siete que tiene el Departamento quienes reunidos [...] exijan decir un paso tan abrumado y que está absolutamente fuera de la órbita [de] su atribución como curiosidad muy subalterna de este Gobierno.85

El Gobernador de México Luis Gonzaga Vieyra procedió sancionando también tal

conducta e impuso una multa de cincuenta pesos a cada uno de los capitulares que habían

firmado la representación enviada al Congreso;86 además de ordenarle al Ayuntamiento que

permaneciera en sesión hasta que resolviera otra cosa.87 Los regidores mandaron llamar a

los demás miembros del Ayuntamiento y acordaron formar una comisión que contestara al

gobernador, explicando los motivos de su actuación; ya que el carácter extraordinario de las

circunstancias los había incentivado a proceder de esa manera y nunca pretendieron

insubordinarse o desconocer la jerarquía de las autoridades superiores.88 Aun con todo, no

dejaron de manifestar lo injusto de la multa, pues aunque acataban las órdenes y el castigo

impuesto, argumentaron que la pena “es notoriamente injusta muy ofensiva a nuestras

personas y aun más al Excmo. Ayuntamiento que en manera alguna la ha merecido”.89

De suyo, el Ayuntamiento había manifestado que no podía “ver con indiferencia los

males del pueblo a quien inmediatamente representa” y, por ello, había buscado soluciones

efectivas para aliviar los trastornos ocasionados por la moneda de cobre, enviado la

85 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837. 86 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837. 87 Los capitulares permanecieron en junta de cabildo desde las siete y cuarto de la noche hasta las poco

antes de las 3 de la madrugada. AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837; Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 11 de marzo de 1837.

88 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837. 89 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp. 10, 11 de marzo de 1837.

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representación al Congreso y dando aviso a la gente para que se tranquilizara y tuviera

conocimiento “de que la Municipalidad no descuida[ba] sus intereses”.90

No obstante, el gobernador reclamó a los capitulares la falta de acción ante los

sucesos del día 11, pues consideraba que solamente él había estado en las calles tratando de

remediar la situación, en tanto que los regidores permanecieron en sus casas y únicamente

se habían concretado a mandar una representación al Congreso con total insubordinación de

los procedimientos establecidos.91 Aunque también el gobernador Luis Gonzaga Vieyra fue

duramente criticado por uno de los diputados que sesionaban en el Congreso el día 11,

porque el congresista opinaba que el Sr. Vieyra pretendía “calmar al pueblo [únicamente]

con sermones y no con la fuerza [pública]”.92

En esta disputa surgida entre las autoridades locales por el motín del cobre, el

gobernador aprovechó para reclamar al municipio el mal uso de los recursos, afirmando que

el Ayuntamiento era “un malo y arbitrario administrador” que robaba a la hacienda

municipal y se manejaba como un órgano “inepto y abandonado”, que se conducía “con

descuido y negligencia”, faltando “a la confianza del pueblo”.93

Los miembros de la municipalidad, además de negar todas las imputaciones e

invitar al gobernador para que realizara las acusaciones en los tribunales correspondientes

en vez de injuriarlos, argumentaban que la coyuntura los había obligado a actuar de esa

90 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284. exp. 10. 91 Manifestación que hace el Ayuntamiento…, op. cit., p. 24 92 Bustamante, “Sábado 11 de marzo de 1837”, en: Diario Histórico..., op. cit. 93 Manifestación que hace el Ayuntamiento…, op. cit., p. 24. Cabe mencionar que las imputaciones del

gobernado Vieyra no eran del todo infundadas, pues en febrero La Lima de Vulcano había dado a conocer el proceso seguido en contra del regidor D. Manuel Moreno de Tejada por “escandalosos robos en los fondos municipales”, así como la disputa jurisdiccional entre el auditor José Ramón de la Peza y el gobernador García Conde, quien se empeñaba en conocer “la causa iniciada contra el acusado” así como la escandalosa defensa que hacían del inculpado el gobernador García Conde y su secretario Gabriel Sagaceta. La lima de Vulcano, martes 7 de febrero de 1837, tomo V, núm. 69, p. 275.

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forma y que, si hubiesen procedido conforme a las normas, no habría tenido efecto su

iniciativa por el tiempo requerido para hacer llegar una representación al Congreso en

circunstancias ordinarias. Por ello, su forma de proceder obedeció a que se “miraba[n]

próximos los estragos de una revolución”, y se temía que se repitieran las desastrosas

escenas vividas en 1828 con el motín del Parián.94 También señalaban que el Prefecto

Antonio Icaza todo el tiempo estuvo enterado, y por ello no se explicaban su reacción, pues

había sido una comisión de dos capitulares “previa la conformidad verbal del señor

prefecto” quienes habían llevado la representación al Congreso, “y la contestación que

recibió el ayuntamiento, acredita la benevolencia con que fue acogida”.95 Al final de

cuentas, los miembros del cabildo terminaban ratificando la legitimidad de sus actos en

vista de “su fundada, legal y justa resistencia a éste y otros avances del poder”.96

* * *

94 “Acusación contra el Excmo. Sr. Gobernador del departamento D. Luis Gonzaga Vieyra”, sección

Interior, en: El Independiente, núm. 8, tomo I, miércoles 29 de marzo de 1837. 95 Ídem. 96 Manifestación que hace el Ayuntamiento…, op. cit., pp. 21, 24.

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2.3 Análisis de los acontecimientos

De entrada nos encontraríamos con dos posibles explicaciones de la protesta. La primera

indicaría una manipulación expresa y la incitación por claros motivos políticos y la segunda

básicamente partiría de la explicación del motín espontáneo. Sin embargo, admitir

cualquiera de los dos enfoques de forma absoluta, de entrada, nos limitaría a eliminar

elementos del otro punto de vista; por ejemplo, es claro que si no se planeó con antelación

el motín del día 11, la aparición de folletos anónimos pegados en las esquinas el 10 de

marzo que anunciaban una nueva reducción del cobre, tenía claros motivos de romper la

relativa calma existente y provocar a la gente para que se amotinara; sobre todo si se

analiza el carácter subversivo que podrían tener rumores de esa índole, después de las

medidas extraordinarias del día 9 impuestas por la autoridad, para mantener el orden por

todos los medios posibles, ¿pero quiénes podían haber resultado beneficiados con el

desencadenamiento del motín?

Carlos María de Bustamante afirma que los mismos monederos falsos buscaban

evitar la devaluación produciendo “una revolución social”, pues habían introducido toda la

moneda posible a la ciudad con la idea de que el gobierno amortizara el cobre

indemnizándolos al 100%. Cabe mencionar que la crispación y el encono político que

marcó tanto a centralistas como a federalistas, dejan entrever ciertos sesgos en la

información proporcionada por las fuentes consultadas. Así podemos observar que el

escritor del diario anónimo al tiempo que menciona la espontaneidad del pueblo en el

desenlace del motín, señala que había muchas personas de todas clases, pero más “del

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estado medio”;97 quienes “solo espectaban el movimiento, notándose con satisfacción que

muchas personas de distintas opiniones los contenían”. Si había personas que los contenían,

¿quiénes eran y por qué o para qué los contenían?, quizás para dar inicio a la protesta,

debido a que después relata cómo comenzaron los gritos de condena al centralismo al

tiempo que vitoreaban a la federación ¿Podremos pensar que existía algún acuerdo explícito

entre aquéllos que contenían a la multitud para empezar la protesta? ¿Quizás los más

avezados en movilizar al “populacho” quisieron aprovechar la ocasión para protagonizar el

movimiento y, por qué no, beneficiar sus miras políticas debilitando al régimen?

Ahora bien, tanto Carlos María de Bustamante como Ramón Malo, fueron

congresistas que ocuparon diversos puestos políticos de relevancia pública cuyas

inclinaciones los llevaba a reprobar la participación popular, así como cualquier motivo de

disturbio. Ramón Malo asegura que “la gente inerme, [estuvo] movida por unos cuantos

revoltosos que bajo este pretexto, querían saqueo, constitución de 24 o cualquiera cosa que

echase abajo a las autoridades existentes” y Bustamante afirma la misma idea del motín

preconcebido señalando:

Me encontré […] al comandante general don Melchor Álvarez, con quien trabé conversación sobre esta ocurrencia y me dijo: “La de antier [sic] era insignificante, pero ésta es muy maliciosa, aquí se obra con plan, el achaque es el cobre, pero las miras son otras”. Preguntéle si había algunos presos, y me respondió que sí, y que ya se tocaba el descubrimiento del origen de esta revolución.98

Recordemos que personajes cómo Valentín Gómez Farías, después de su exilio

político, buscaban por todos los medios restituir el federalismo conspirando contra las

97 Durante esa época los mismos contemporáneos mostraban cierta ambigüedad para definir a “la clase

media”, desde lo que podríamos identificar como la intelligentsia y la pequeña burguesía, hasta los sectores más “populares” conformados por un gran abanico de trabajadores artesanales y fabriles. Véase Juan Francisco Fuentes, “Clase media y burguesía en la España liberal (1808-1874): ensayo de conceptualización”, en: “Dossier: Historia, lenguaje, percepción”, Historia Social, núm. 17, 1993, pp. 47-62.

98 Bustamante, “Sábado 11 de marzo de 1837”, en: Diario Histórico..., op. cit.

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diferentes administraciones centralistas desde su fallida reforma liberal en 1833. Y como

pudimos ver en el capítulo anterior, había muchos grupos contrarios al régimen; algunos

opinaban muy mal de la lenidad del ejecutivo para tratar los asuntos de gobierno; incluso

en la misma sesión del Congreso del día 11 el diputado Mariano Chico propuso la remoción

del presidente interino Justo Corro, pero ésta no fue aprobada.

También se hizo evidente que un sector importante del ejército buscaba llevar al

poder al general Anastasio Bustamante, porque al otro día del motín se esparcieron rumores

sobre una proclama que invitaba “a la unión del pueblo y el ejército”, y para el 13 se decía

que la guarnición se iba a pronunciar contra la dictadura presentando como candidato al

general Anastasio Bustamante; lo que “alarmó bastante a la población” predisponiendo a

todos, mientras “esperaban el movimiento”.99 Además, a las ocho de la noche del día 13, se

supo sobre la renuncia del presidente interino José Justo Corro y se afirmaba que el general

Morán, presidente del consejo, había asumido el ejecutivo provisionalmente. Sin embargo,

el 14 fue publicado un manifiesto donde los jefes de la guarnición desmintieron todos los

rumores y explicaron “que jamás han pensado en separarse de su deber y del orden,

echando la culpa a los enemigos que disque [sic] circulan estas voces”.100 Resulta claro que

el ejército constituía un sector importante para la conservación del orden establecido, pero

también una seria amenaza cuando se distanciaba del régimen.

Ahora bien, si tomamos en consideración que existía una gran efervescencia

política, tras la cancelación de las elecciones para el Ayuntamiento a finales de noviembre;

las discusiones en el Congreso acerca del término de la presidencia de Antonio López de

99 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit., Carta que envió desde el consulado de México W. Jones al Srio. de Edo. John Forsyth en Washington, 14 de marzo de 1837. National Archives Microfilm publications: Despatches from Embassy and consular archives, United States Consuls in Mexico City, MP/7157, M296, rollo 2, BDCV.

100 AGN, “Diario militar y político...”, op. cit.

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Santa Anna;101 así como las votaciones realizadas el 5 de febrero para la elección de

compromisarios;102 además de las elecciones para la Junta Departamental y la negativa de

aceptar la renuncia del presidente interino Justo Corro el día 15 de marzo; entenderemos

que no resultaría extraño la infiltración de agitadores entre los manifestantes o que se

hubiese incitado previamente a algunos sectores de la población para protestar como

afirmaba Carlos María de Bustamante, al referir que “el alboroto por las cuartillas”

comenzó en el barrio de Santa Catarina Mártir, uno de los “barrios peligrosos”

tradicionalmente controlado por los yorkinos. A todo lo anterior, se sumaban los partidarios

del ex presidente Antonio López de Santa Anna, en contra del sistema que había dejado

fuera de la escena política a su líder y, la conocida influencia de Santa Anna para movilizar

a la gente, hacía que personajes como Bustamante lo calificaran de “peligroso huésped”103 y

que otros como Alamán lo invitaran a prestar su apoyo al nuevo gobierno centralista y a la

Constitución, negándose a colaborar con los agitadores y “enemigos de la Patria”. 104

Es pertinente señalar, que desde enero se estaba llevando a cabo la elección de

diversas autoridades por la entrada en vigor de la nueva Constitución; de este modo, se

101 Un mes después de la publicación de las leyes Constitucionales comenzó este debate, habiendo

concluido con el dictamen que ratificaba el término de su cargo con 41 votos a favor y 24 en contra; lo que indica una marcada polarización de posturas entre los diputados.

102 Bustamante afirma que las elecciones se llevaron a cabo sin incidentes, pero el escritor del Diario militar y político señala que “se marcaron las manzanas con tanta confusión que gran parte de los habitantes corría por las calles sin poder dar con la casilla”, y que en otras partes no hubo elecciones porque faltaron los comisionados, aparte de anomalías como las boletas desordenadas o con nombres que no se podían ver y “por último se conoció el empeño decidido que tomó el partido aristocrático para dominar y sobreponerse al pueblo, quien vio con el mayor desprecio este acto”. Día 5 de febrero de 1837.

103 Bustamante, al comentar la llegada de Santa Anna a la ciudad el miércoles 22 de febrero de 1837, en: Diario Histórico…, op. cit.

104 Carta que Lucas Alamán envía al Gral. Antonio López de Santa-Anna, México, febrero 23 de 1837, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, Archivo de Lucas Alamán, 1598-1853, Disco compacto, editado por la Universidad de Austin, Texas. C. A. F., no. 227.

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escogió al Consejo encargado de presentar las ternas respectivas a partir de las cuales se

elegiría al Presidente, el Senado y la Corte Marcial, conforme a la nueva legislación.105

Ramón Malo menciona que para el día 15 de enero

[…] en la casa del señor T. yo y el Señor C. [nos reunimos] para ver qué medidas se adoptarían para salvar a la nación en la peligrosa crisis en que se hallaba, y de pronto se acordó hacer todo lo posible para que fuese a ponerse a la cabeza del ejército el señor Bustamante y se hablase al Presidente sobre cambio de Senadores.106

No obstante, aunque importantes grupos políticos, así como personajes de

notoriedad pública eran desafectos al régimen (varios con gran interés en derrocarlo), la

gente del pueblo también tenía numerosas motivaciones para manifestar su ira contra el

gobierno. Como vimos anteriormente, las levas, el desempleo, las formas coercitivas de

control en los lugares de sociabilidad informal, la inmigración, y las mismas disputas entre

las diversas facciones políticas en el ámbito local, federal y nacional, constituían

importantes elementos de tensión social que los medios impresos esparcían, y muchos de

ellos fomentaban, contribuyendo grandemente al encono contra el régimen y la polarización

de la sociedad;107 además de que las mismas decisiones en materia económica que

permitieron una amonedación excesiva del cobre y la incapacidad del gobierno para

contener a los monederos falsos o evitar la especulación de los pequeños comerciantes con

el cobre, constituían por sí solos serios motivos de enojo en contra de un sistema que los

defraudó, después de haber prometido tanto para la “economía, la opulencia y la buena

105 Malo, Diario de sucesos…, op. cit., pp. 120-121. 106 Malo, Diario de sucesos…, op. cit., p. 123. 107 Cuando Diego Castillo analiza el hábito de la lectura hemerográfica (aquí consideraremos también la

lectura en voz alta) señala la necesidad de tener siempre presente las relaciones históricas entre el Estado y los medios que se asumen como representantes de la sociedad, dado que “en realidad se convierten en los guías de una corriente ideológica”, puesto que incluso en los reportajes y notas de carácter únicamente «informativo» “se encuentra latente la intencionalidad del editor, quien pretende orientar mediante la narración de los hechos, su opinión [propia]”. Diego Castillo Hernández, “La opinión pública y la libertad de imprenta: sus repercusiones en el sentimiento antihispanista en los primeros años del México independiente”, México: Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, (tesis de maestría), 2004, p. I.

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moral”, y un Congreso que se había anunciando como “una reunión de hombres insignes

por su probidad y extraordinario saber”108.

De suyo, la movilización popular era bastante frecuente en esta época y podía

responder a la incitación previa por parte de las facciones políticas, a la coyuntura política,

pero sobre todo al interés personal de mejorar las condiciones de vida; tal como se aprecia

en la manifestación enviada al presidente Anastasio Bustamante por los artesanos del barrio

de San Pablo a finales de 1837.109 En esta representación los curtidores afirman haber

apoyado el pronunciamiento a favor del centralismo en 1835, “sin saber lo que era y nada

más porque se nos dijo que acabarían nuestras miserias”110; sin embargo para noviembre de

1837 afirmaban que “Todas las clases del pueblo maldicen el centralismo”, al exponer

cómo se había empeorado su situación después de haber apoyado el pronunciamiento a

favor del centralismo el 11 de junio de 1835, no sólo con su asistencia sino con pan, queso

y aguardiente para todos los que se reunieron en el convento de San Agustín a instancias de

Juan Acosta, el capitán de los “Voluntarios de la Patria”. Por eso, aseguraban que el regreso

de la federación sería lo mejor, “porque nosotros esperando del centralismo muchos bienes,

no nos han acontecido sino muchos males”.111

Es muy factible que la situación económica, la crisis política y el descontento

general favorecieran que se incrementara la percepción sobre “los errores” del centralismo,

volviendo “al orden político establecido en algo más vulnerable”;112 por eso, la decisión de

108 El Cosmopolita, núm. 14, tomo II, miércoles 15 de marzo de 1837. 109 Pérez Toledo, “Todas las clases del pueblo…”, op. cit., pp. 12-17. 110 Apud Pérez Toledo, ibídem, p. 16. 111 Apud Pérez Toledo, ibídem, pp. 12-17. 112 Doug McAdam, John D. McCafthy y Mayer N. Zald (edits.), Movimientos sociales: perspectivas

comparadas. Oportunidades políticas, estructuras de movilización y marcos interpretativos culturales, Madrid: Ediciones Istmo, 1999, p. 30.

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devaluar la moneda causó una reacción tan negativa al extenderse la sensación del agravio

moral entre la población; ya que la medida pauperizaba a los sectores vulnerables y

empeoraba la situación de los más pobres y necesitados. La molestia e insatisfacción, así

como la inestabilidad de la situación económica y, con ella, de la subsistencia misma,

sumadas a la existencia de ciertas estructuras de movilización (para conducir e incentivar al

populacho a través de las redes clientelares),113 podían ser fácilmente aprovechadas por los

adversarios del régimen o tan sólo por aquellos monederos falsos que pretendían la

indemnización del cobre al 100%; de ahí que, si el motín no fue previamente planeado, es

claro que hubo quienes se aprovecharon de la coyuntura, en beneficio de sus intereses

políticos: tanto aquéllos que infiltraron el rumor y aceleraron los acontecimientos, como

aquéllos que podían incentivar la animadversión hacia el gobierno gritando consignas en su

contra, e incluso, de la facción castrense que buscó hacerse del poder los días siguientes al

motín. Pero también la gente sin pretensión alguna podía obtener beneficios si lograba

impedir una nueva devaluación: si evitaba que el rumor anunciado por los volantes

anónimos se concretara en la realidad.

Finalmente, la práctica de revertir medidas impopulares y de usar la violencia como

un medio para negociar con las autoridades, era relativamente común entre los mexicanos

de aquella época (y también de ésta). El uso de ciertas estrategias de lucha, el cálculo

político y la familiaridad con prácticas de movilización y manifestación violenta, ponen al

113 Richard Warren y Sonia Pérez han sostenido la idea sobre el nexo entre los intereses políticos y la movilización popular en casos concretos como el motín por la moneda del cobre del 11 de marzo de 1837 (para el primero) y el pronunciamiento a favor del centralismo en junio de 1835 (para la segunda). Sonia Pérez analiza la vinculación entre las autoridades menores del Ayuntamiento y las redes clientelares con los artesanos (curtidores) del barrio de San Pablo. Warren infiere el nexo a partir de las explicaciones tan distintas que se dieron al motín del cobre durante el centralismo y las múltiples razones por las cuales podrían existir estos vínculos entre pugnas políticas y movilización popular. Bustamante da numerosos ejemplos al respecto, como las formas utilizadas para movilizar a la población y los medios de los que se valió Iturbide y sus seguidores para festejar su entronización y rechazar posteriormente su destitución. Warren, “El congreso por su gusto…”, op. cit.; Pérez Toledo, “Todas las clases…”, op. cit.; Bustamante, Diario Histórico…, op. cit.

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descubierto la capacidad de las comunidades para organizarse en momentos críticos (como

fue evidente durante la invasión estadounidense de la capital hacia 1847); y cuando existe

una tradición de movilización más arraigada, se crean estructuras para propagar y organizar

a la gente de forma relativamente espontánea como pudo haber sucedido durante el motín

del cobre.

2.3.1 Simbolismo y representación

Si quisiéramos hacer un análisis pormenorizado de los distintos momentos rituales que se

presentaron durante la protesta tendríamos, en primera instancia, el momento de la gritería;

la agresión física de los manifestantes: cuando la muchedumbre apedreó los locales

comerciales y, por último, cuando la muchedumbre “hizo ganga” a la caballería: el

momento del desafío. De ninguna manera afirmamos con esto, que los hechos se hayan

presentado en ese orden, pues esta clasificación se hace únicamente con el objeto de

facilitar el análisis de las diferentes fases constitutivas de la protesta.

1) El momento de la gritería

a) Cuando la gente maldijo y denostó contra:

• El régimen de gobierno

• Los diputados y el Congreso, además del “general trapero” y el “diputado la

perrona”

• Los tratos con el papa

• Los extranjeros

• Los monederos falsos

b) Los gritos que vitorearon:

• La federación

• El activo y el ejército

• El comercio

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• La libertad

c) Los gritos de reclamo:

• ¡Que vuelvan las cuartillas!, ¡mejor que sean pilones!

2) El momento de la agresión física: cuando apedrearon el Portal de las Flores

3) El momento del desafío

• Contra los garantes del orden: rechiflas, gestos y burlas a la infantería y la

Compañía de Lanceros

• Las muestras de indolencia al momento de la balacera, los muertos y la correteada

• Contra la autoridad local: rompimiento del bando emitido por el gobernador Luis

Gonzaga Vieyra

* * *

1) El momento de la gritería

a) Cuando la gente maldijo y denostó

Contra el gobierno y sus congresistas

La muchedumbre enardecida no entendía de cuestiones económicas, de insolvencia fiscal,

ni que la necesidad imperiosa motivara a un gobierno empobrecido para conseguir dinero

amonedando cobre. Tampoco podía comprender la imposibilidad de amortizar una moneda

que significaba un alivio financiero y que sumaba un monto inaccesible para los recursos

del erario. Las personas, sólo supieron identificar que las autoridades no detenían a los

monederos falsos, que la abundancia de cuartillas causó su envilecimiento, que el gobierno

redujo el valor del cobre sin indemnizarlos, y que pretendía devaluarlo todavía más,

asestando de esta manera un duro golpe a su economía, lo cual constituía un agravio en su

contra porque ya no les querían vender pan, ni comida, ni velas, ni carbón, ningún producto

a menos que pagaran con plata o los consiguieran a precios exorbitantes.

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Pero incluso así, lo que ocurrió el 11 de marzo no fue un motín “del hambre”, donde

saquearan las tiendas de abasto o la alhóndiga como en Querétaro, fue una protesta en la

que mostraron odio, ira e inconformidad general contra el sistema, sus autoridades y sus

elites; por eso atacaron a pedradas comercios que vendían artículos de lujo, se burlaron de

las autoridades, desafiaron al ejército, y al gobernador rompiendo el bando que emitió,

maldijeron a los diputados, a los extranjeros, a los monederos falsos y al sistema vigente,

mostrando, además, su desafección al centralismo vitoreando al federalismo.

De acuerdo con los testimonios, todos manifestaron su enfado más con el sistema y

sus protagonistas, que con la situación generada por la devaluación del cobre: la inflación,

el acaparamiento, la especulación o el encarecimiento de los productos básicos hecho por

los comerciantes al menudeo; lo que nos hace pensar en la forma como pueden aflorar la

inconformidad y el descontento social en una situación de crisis, así como los

resentimientos sociales contra el gobierno y algún sector en específico; porque, además,

ésta fue una protesta en la que participaron hombres mujeres y niños, lo que podría

indicarnos un grado considerable de politización de la gente o una participación masiva de

la población por la dimensión del agravio (quizás también, en una comunidad ampliamente

politizada).

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¡No queremos tratos con el papa!

Evidentemente existía una gran predisposición de algunos sectores en contra del

centralismo y de las gestiones llevadas al cabo por sus autoridades; de ahí, que logros tan

importantes como el restablecimiento de las relaciones con el Vaticano, hayan sido

desestimados, como se advierte claramente en algunos gritos escuchados durante el motín.

Descalificar los tratos con el papa, y más aún, negarse a tener relaciones formales

con el Estado pontificio marcaba una clara continuidad con las posturas extremas de los

reformistas que acompañaron a Valentín Gómez Farías, cuando el gobierno quiso asumir el

Patronato autorizando las ternas propuestas para cubrir las vacantes eclesiásticas,

controlando la educación superior (tradicionalmente en manos del clero), además de

suprimir la coacción civil para el cobro del diezmo y el cumplimiento de los votos

monásticos, además de pretender anular las canonjías autorizadas a la Iglesia.114

Esto no quiere decir que los adeptos al reformismo extremo secularizador no fueran

católicos, de ninguna manera, tan sólo advertimos cómo los debates sobre el papel que

debía fungir la Iglesia – como institución – también llegaron a la población y crearon una

opinión que, particularmente en este caso, se manifestó contraria.

¡Mueran los extranjeros!

Las muestras de xenofobia contra los extranjeros fueron bastante frecuentes durante esta

época y la expulsión de los españoles en 1827 y 1829, tan sólo constituyen una muestra de

114 Pérez Toledo, “Todas las clases…”, op. cit., n. 10. Finalmente en 1847 las posturas extremas de

Valentín Gómez Farías contra la Iglesia generaron un amplio repudio y la reprobación abierta de toda la sociedad, cuando el gobierno pretendió apropiarse de los bienes eclesiásticos para sufragar los gastos de guerra por la invasión estadounidense; para revertir la disposición los curas emprendieron una amplia batalla proselitista en contra, que culminó con la revuelta de los Polkos (protagonizada por algunos regimientos y batallones) unos cuantos días antes de la entrada de las tropas estadounidenses a la ciudad de México; v. Michael Costeloe, “Mexican Church and the Rebellion of the Polkos”, en: The Hispanic American Historical Review, vol. 46, no. 2, May, 1966, pp. 170-178.

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ello. Los extranjeros en su calidad de importantes comerciantes, agiotistas o monederos

falsos, fueron uno más de los sectores contra los cuales se volcó la ira popular en el motín

del 11 de marzo. Cuando los tumultuarios rompieron los vidrios de 20 ó 30 negocios de

extranjeros franceses, americanos e ingleses, identificaron perfectamente que afectaban a

comerciantes pudientes dedicados a la venta de productos “de lujo”, como los que se

ofrecían en el Portal de las Flores.

La acometida contra los cajones del Portal de las Flores constituyó una agresión

directa a un sector específico que también era representativo de las elites, aunque sólo fuera

para el imaginario de los tumultuarios.115 Además, resulta indicativo que el ataque

comenzara después del incidente del carruaje que transportaba plata; apedrear esos locales

comerciales significó inflingir daño a quiénes no estaban sufriendo como ellos la

devaluación del cobre; a quienes podían acaparar la plata, fungir como agiotistas

aprovechándose del gobierno y, quizás también, amonedar cobre falso saliendo impunes.

Cabe puntualizar que la animadversión contra los extranjeros se acentuaba en

momentos coyunturales y estuvo íntimamente vinculada a las campañas de desprestigio con

que apoyaban sus peleas las diferentes facciones políticas; Di Tella menciona que durante

la crisis de 1832-33 el regreso de Santa Anna fue criticado por que iba acompañado por

muchos extranjeros y que se hizo un llamado a los propietarios y a los artesanos, “cuyo

odio a los extranjeros acaso les hiciese unirse al orden existente”.116

115 La incitación de la xenofobia con fines políticos fue muy común en esta época. Di Tella, Política

nacional…, op. cit., p. 242, 258; v. Dictámenes de los ciudadanos Síndicos del Excelentísimo Ayuntamiento, acerca de si los extranjeros pueden tener carnicerías, panaderías y otros comercios de esta clase, México: Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés, 1830 en: Nicole Giron et. al., CD-ROM Folletería mexicana del siglo XIX, (etapa 1), México: Instituto Mora / CONACYT, 2001. También véase: El Telégrafo, 2 de febrero 1835, apud Bustamante, Diario histórico…, op. cit., anexos febrero de 1835.

116 Di Tella, Política nacional…, op. cit., pp. 246-247.

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b) Gritos que vitoreaban

¡Viva la federación!

¿Quiénes podían aclamar la federación? ¿Cuántos manifestantes podían saber cabalmente

lo que constituía el federalismo y lo que su reinstauración significaba en términos políticos

y fácticos, más allá del cambio de autoridades? Seguramente muy pocos o quizás ninguno.

Al menos en esos momentos, los que aparecieron como adeptos al federalismo,

probablemente pertenecieron a algunos de esos “barrios peligrosos” otrora movilizados por

los yorkinos, cuyos conocimientos sobre el federalismo (y del centralismo) no fueran más

allá de la identificación del régimen con algún caudillo o algún hecho concreto (como el

cobro o supresión de impuestos);117 también es muy probable que hubiera entre la

muchedumbre lugareños del barrio de Santa Catarina Mártir (como lo refiere Carlos María

de Bustamante); incluso, cabía la posibilidad de que los curtidores del barrio de San Pablo

estuvieran en el motín maldiciendo el centralismo. Sí, aquéllos que en 1835 se

pronunciaron a favor del centralismo y para noviembre de 1837 firmaban un representación

en su contra; esos mismos artesanos que nunca recibieron el pago de todo lo aportado

durante la organización y el pronunciamiento de 1835 a favor del centralismo, que

terminaron desempleados porque la ley de patentes propició el cierre de la tenería donde

trabajaban, que temían ser reclutados por la leva y sufrían el hostigamiento de los

munícipes que “a palos” les impedían vender en las calles; todos ellos pudieron haber

estado en el motín vitoreando la federación y después, para noviembre de 1837, asegurar

con su firma (o su nombre): “Todas las clases del pueblo maldicen el centralismo”.118

117 Supra, pp. 186-189, 191-196. 118 Pérez Toledo, “Todas la clases…”, op. cit., pp. 13-17.

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¡Viva el ejército! ¡Viva el activo!

Las aclamaciones al ejército y al activo son un claro indicio de que hubo gente de estos

sectores en el motín. Obviamente nos referimos a personas de las clases populares que, por

una u otra circunstancia, constituyeron parte de estos cuerpos; por lo tanto, los vítores que

gritaban los manifestantes aludían a sí mismos: esos cuerpos de maniobra y del ejército

formados por varones emigrados de otras circunscripciones que no lograron integrarse a

otras actividades o que fueron reclutados por las levas; quizás indígenas, artesanos

desempleados o antiguos milicianos. En otras palabras, la soldadesca, los miembros de los

cuerpos armados sin entrenamiento adecuado, ni grandes conocimientos logísticos, sin gran

reconocimiento, ni grados importantes, sin salario fijo; quienes eran fácilmente llevados a

pronunciarse a favor o en contra de algún caudillo. Los mismos soldados que se tornaban

peligrosos cuando no recibían su paga y estaban dispuestos a subvertir el orden, desertar o

aprovecharse del momento que les ofreciera la coyuntura política; aquéllos que, como

muchos otros, sufrieron la devaluación porque recibían su paga en cobre.

¡Viva el comercio!

¿Qué tipo de comercio podían vitorear los manifestantes? Aquél que no se identificaba con

el de los puestos ubicados en el Portal de las Flores; el pequeño comercio de las pulperías,

los mercados, las pulquerías, vinaterías, velerías, panaderías, etcétera; el comercio al

menudeo llevado a cabo por personas pertenecientes a las clases populares, como el

artesanado, los dependientes y dueños de tiendas para el abasto popular, las mujeres que

vendieran en los mercados… Muchos de los cuales seguramente participaron de la protesta

y la rabia contra los (pudientes) comerciantes extranjeros, teniendo todos los elementos

para identificarse como «parte del pueblo» agraviado, en la algarabía de motín.

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¡Viva la libertad!

La libertad fue reivindicada por los parisienses el 14 de julio de 1789, como parte de un

derecho inalienable que estaba estrechamente vinculado a la igualdad y la fraternidad; a

partir de la Constitución de Cádiz y de la Independencia, en México la libertad se asociaba

más con el derecho de opinión y la libertad de prensa, convirtiéndose en un recurso

frecuentemente usado por los críticos u opositores al régimen, para tildar de tiránico o

déspota a un gobierno.

Si bien, existieron numerosas tropelías cometidas por los gobiernos anteriores en

contra de los disidentes (como la Ley del Caso) o la clausura y encarcelamiento arbitrarios

de periodistas y escritores, la libertad se convirtió más en un medio de reclamo que podía

articular a muy diversos actores generando solidaridades en contra de la autoridad y por eso

no resulta extraño que se oyera en el motín; mas a pesar de la relativa ambigüedad que

pueda encerrar el término libertad, «quien dice ‘libertad’, dice también decisión colectiva

del tipo de humanidad que queremos ser»; así la libertad referiría el tipo de sociedad que se

pretendía y el rechazo a todo tipo de fetichismo: religioso, histórico, mercantil,119 así como

a cualquier clase de opresión.

Cabe mencionar que la libertad constituyó el eje fundante del liberalismo que

predicaban los federalistas, en tanto se buscó proteger las libertades civiles, crear

instituciones representativas, consolidar la separación de poderes así como la autonomía

municipal y, para ello, el constitucionalismo permitiría salvaguardar los derechos y

libertades individuales para impedir el “despotismo” del Estado contra el individuo.120 Sin

119 Daniel Besaïd, apud Arturo Anguiano, “La política como resistencia”, en: Gerardo Ávalos Tenorio

(coord.), Redefinir lo político, México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2002, p. 258, n. 2. 120 Charles Hale afirma que a partir de 1867 el liberalismo dejó de ser una ideología en contra de unas

instituciones, un orden social y unos valores heredados para convertirse en un mito político unificador.

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embargo, personajes como Lucas Alamán consideraban que la conservación de los valores

heredados era más importante para garantizar la estabilidad política, que la lucha por la

libertad o la federación y por ello afirmaba “Aquí no puedo y no dudaría que ésta que

caracteriza a los partidos: la federación, la libertad no son más que predicados que jamás se

cree [...]”.121

c) Los gritos de reclamo

¡Que vuelvan las cuartillas!, ¡mejor que sean pilones!122

¿Por qué la gente pidió que regresaran las cuartillas o mejor que sean pilones?

Posiblemente demandaban primero, que las cuartillas recobraran su valor nominal de un

cuarto de real y, segundo, que volvieran a su valor constitutivo, es decir, al tenor de

«monedas del pueblo» y para el pueblo, como los tlacos y pilones. Ahora bien, los pilones y

los tlacos aunque no tuvieran ley fija, ni respaldo oficial y fueran totalmente dependientes

del arbitrio del pequeño comercio, de los tenderos o de quienes las emitían, estas

“monedas” sólo podían ser objeto de especulación de un círculo muy pequeño de actores: el

emisor, algunas pequeñas tiendas que las recibían o las compraban a las vendedoras en

Baratillo,123 pero no de aquellos personajes pudientes que en esos momentos seguían

Charles Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, México: Fondo de Cultura Económica, 2002, pp. 15-16.

121 Carta que Lucas Alamán envía al Gral. Antonio López de Santa-Anna, México, febrero 23 de 1837, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, Archivo de Lucas Alamán, 1598-1853, Disco compacto, editado por la Universidad de Austin, Texas. C. A. F., no. 227.

122 El origen de la palabra pilón deriva del pequeño pan de azúcar o azucaradillo que los dueños de las tiendas regalaban a los parroquianos por cada compra de medio real. Covarrubias, La moneda de cobre…, op. cit., pp. 41-42.

123 De acuerdo con José Enrique Covarrubias desde mediados del siglo XVIII, los tlacos que ya no podían usarse por el cierre o la quiebra de alguna tienda, se remataban como metal viejo en el mercado de Baratillo, donde las indias vendedoras de melcocha los aceptaban como pago. Estos mismo tlacos podían se comprados para reincorporarlos al ciclo comercial de las pulperías, o bien por los chicos que las usaban como fichas de juego. Covarrubias, La moneda de cobre…, op. cit., p. 44-46.

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amonedando cobre y habían creado un caos; signos monetarios sin el respaldo, pero

también sin el interés (más allá del discurso) y la intervención de un gobierno que

defraudaba nuevamente. Además, quién podía pensar que a los monederos falsos, bien

fueran agiotistas, diputados o connotados extranjeros, les hubiese interesado falsificar y

lucrar con «monedas» como ésas. Y quizás, si el gobierno nunca hubiera intervenido

amonedando oficialmente cobre como lo hizo, se hubiese podido proseguir con la

costumbre usando tlacos y pilones, pues “más valía malo por conocido, que bueno por

conocer”.

2) La agresión física de los manifestantes contra los locales del Portal de las Flores Podemos darnos cuenta que en el motín por el cobre, el ataque contra la propiedad y contra

los símbolos de la autoridad tiene particular significación. Haciendo un recuento sobre los

comercios existentes en el Portal de la Flores, encontramos que para 1843 había cajones de

ropa y lencería, vestidos nuevos, sederías, alacenas de juguetes, otras alacenas y

mercerías;124 lo que nos indica que el sector de mercado al que estaban dirigidos estos

negocios se ubicaba entre las elites. Aunque pudiera argumentarse que los puestos

encontrados en 1843, no tendrían por qué corresponder necesariamente a los existentes

durante el motín de 1837, suponemos que la mayoría de las características generales de los

giros comerciales, es decir, el tipo de productos y el público al que iban dirigidos, era el

mismo, puesto que la ubicación de éstos (a un costado de la Plaza Mayor), corresponde a un

nicho de mercado dirigido a las elites.125

124 También se registraron como “Puestos fijos de flores de mano, peines y demás de mercería”, en: AGN,

“Lista de calificaciones del Derecho de Patente correspondiente al año de 1843”, Padrones vol. 85, tomo I. 125 Recordemos que en esta misma plaza se ubicó el famoso mercado del Parián, incendiado durante el

motín de la Acordada en 1828 y que en ciertas partes de la ciudad se concentraron la producción

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En todo caso, también es indicativo que los comercios ubicados en el Portal de las

Flores contaran con vidrieras, porque seguramente pocos comerciantes podían tener la

oportunidad de ponerlas en sus “cajones”. Además, el negocio al que se le atribuyen los

mayores daños sufridos durante el motín del cobre denominado Tocador de las damas,

todavía seguía existiendo para 1843.126

Por otra parte, las medidas adoptadas por el Ayuntamiento así como las referencias

de algunos autores, indican el énfasis que se puso para evitar la especulación con los

productos alimenticios básicos; lo cual pone en evidencia que los comerciantes

efectivamente encarecían estos productos y que eso constituía una peligrosa práctica que

incentivaba fácilmente la protesta violenta del pueblo.127 Al parecer, ni el pequeño

comercio, ni el comercio para el abasto sufrieron daños o agresiones, debido a que ningún

medio da referencia de ello; y el hecho de que los locales del Portal de las Flores fueran el

principal punto de agresión no creemos que haya sido coyuntural (dada la localización

contigua entre la manifestación en la plaza y éstos), y que tuvo toda la significación que

podamos atribuirle al incidente. Digamos que la ira popular hizo evidente el resentimiento

social hacia los sectores más favorecidos por el sistema, por eso fue que en ningún

manufacturera de algunos artesanos, así como la venta de productos específicos, lo que daba a la ciudad la imagen de una división por zonas especializadas en determinados rubros comerciales.

126 AGN, “Lista de calificaciones del Derecho de Patente correspondiente al año de 1843”, Padrones vol. 85, tomo I.

127 V. Carta enviada por Pakenham a Palmerson, 3 de abril de 1837 y 11 de diciembre de 1837, Public Record Office, Foreign Office MP 50/160, apud Ibarra, El comercio y el poder…, op. cit., p. 270, n. 41; W. Jones a John Forsyth, 19 de enero de 1837, National Archives Microfilm publications: Despatches from Embassy and consular archives, United States Consuls in Mexico City, MP/7157, M296, rollo 2, BDCV. Carlos María de Bustamante refería el mismo jueves de 19 de enero: “Dícenme que ayer llamó el presidente José Justo Corro a los comerciantes, a quienes previno que no alteraran los precios. Que los extranjeros representados por sus cónsules se atufaron, y que entonces les dijo... «pues bien, señores, si la revolución estalla vosotros seréis las primeras víctimas del odio popular como causantes de la revolución, y el gobierno se verá precisado a castigarlos como tales». Lo que es mucho de temer ahora es, que en los seis meses señalados para que corra la moneda de cobre haya mucha introducción de Norteamérica.” Diario Histórico…, op. cit.

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momento los tumultuarios se lanzaron en contra de otros comercios cercanos, como los del

Portal de Mercaderes.

Al final de cuentas, aunque los dueños de pulperías, panaderías, tendejones u otros

comercios dedicados a la venta al menudeo, fueran los que se negaban a recibir el cobre o

lo hacían con un descuento considerable, o bien, se negaban a vender si no les pagaban con

plata o simplemente cerraban sus negocios impidiendo el abasto de la gente, ellos también

resultaban gravemente afectados con la devaluación del cobre, porque no contaban con un

situación sólida como los grandes comerciantes. Además, si los pudientes comerciantes del

Portal de las Flores podían contar con plata y darse el lujo de acapararla – como el dueño

del carruaje que se rompió – ¿cómo no iba a desatarse la ira en contra de ellos, en esos

momentos de crisis, hambre, carestía y especulación?

La gente del pueblo se hizo justicia, porque en ninguna sociedad se puede ver con

indiferencia que halla quienes muestren su seguridad y opulencia monetaria frente a los que

padecen hambre, pues el acaparamiento de plata producía fuertes resentimientos y más

cuando lo realizaban extranjeros incentivando la xenofobia entre los mexicanos.128

De acuerdo con Carlos María de Bustamante el incidente de la plata sucedió así:

El pueblo se ha explicado contra los extranjeros: al futre Clemente, dueño del cajón llamado “El Tocador de las Damas”, en la calle de Plateros, le han hecho pedazos las vidrieras y otro tanto han hecho en la Monterilla. Aseguran que el tal Clemente estaba extrayendo de su casa unas barras de plata en un coche el cual se desfundó [sic] con el peso; las hizo meter dentro de su casa; notólo el pueblo y entonces le cargó para robarlas pero no lo consiguió, quiso resistirse con unas pistolas y allí fue Troya. Los extranjeros están llenos de miedo. Ellos se lo merecen.129

Así, vemos que el ataque fue movido por el odio, pero también por la justicia del

pueblo, respondiendo de este modo a lo que Edward Thompson denominaría la economía

128 Ibarra, El Comercio y el poder…, op. cit., p. 266, n. 13. 129 Bustamante, Diario Histórico…, op. cit., Sábado 11 de marzo de 1837.

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Inquietud social y protesta

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moral de la multitud.130 La acción legitimadora que subyacía en el ataque, partía de un

consenso social entre la población, y por qué no de algunos miembros de las elites, sobre

las prácticas que podían considerarse moralmente incorrectas como el acaparamiento de la

plata en “esos momentos de hambre”. Estas ideas obligaban a respetar el momento del

desagravio – durante el motín –, por eso la evidencia tan descarada del acaparamiento

constituyó un motivo suficiente para que la gente comenzara el ataque contra los locales.

Del mismo modo, entre la población podía admitirse cierto nivel de lucro con el

cobre – de hecho, como vimos anteriormente, las personas de escasos recursos estaban

acostumbradas a que la moneda menuda no tuviera ley fija, – pero que se diera una

devaluación del 75% de las cuartillas como lo habían advertido los anónimos, rebasaba los

niveles de aceptación del lucro.131

130 Edward P. Thompson, “La Economía «moral» de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII”, en:

Thompson, Costumbres en común, Barcelona: Editorial Crítica Grijalbo Mondadori, 1995, p. 216. 131 Edward P. Thompson puntualiza que los agravios “operaban dentro de un consenso popular en cuanto

a qué prácticas eran legítimas y cuáles ilegítimas en la comercialización, el la elaboración del pan, etc.” A su vez, esto se basaba “en una visión tradicional consecuente de las normas y obligaciones sociales, de las funciones económicas propias de los distintos sectores dentro de la comunidad, que tomadas en conjunto, puede decirse que constituyen la economía moral de los pobres”. E. P. Thompson, “La economía «moral»…”, op. cit., 216.

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3) El momento del desafío

Contra los garantes del orden: rechiflas, gestos y burlas a la infantería y la Compañía de

Lanceros

Los amotinados hicieron señas y gestos que podrían haber acompañado la comparsa de

gritos e insultos contra las autoridades.132 Esta tradicional forma de subvertir el orden y

quebrantar el respeto hacia la autoridad posiblemente derivó de prácticas carnavalescas y

constituyó una forma más de desagravio.133 El lenguaje corporal utilizado por los

amotinados les permitió ridiculizar los preceptos sobre el orden social134 – muy recurrentes

entre las elites decimonónicas – satirizando a la fuerza que las autoridades mandaron para

contenerlos: la guardia de Palacio.

Esta capacidad de burlarse del orden social constituía en sí misma una válvula de

escape, pues la extravagancia y el comportamiento ilícito sólo podían ser demostrados con

tal frescura en momentos como los carnavales o en estas protestas, convirtiéndolas en

verdaderos rituales de rebelión;135 estas muestras de desafío en ningún momento

132 W. Jones a John Forsyth, sábado 11 de marzo de 1837, National Archives Microfilm publications:

Despatches from Embassy and consular archives, United States Consuls in Mexico City, MP/7157/M296, rollo 2, BDCV.

133 Natalia Silva adjudica las muestras de ironía y sarcasmo que se dieron en el motín de 1692 a “una cultura tradicional jocosa” entre los indígenas que deriva de la tradición carnavalesca del «charivari» o cencerrada, legada por Europa a los americanos. Silva Prada, “Estrategias culturales…”, op. cit., pp. 22 - 26. Sin embargo, Edward Müir puntualiza que la cencerrada era un rito de juicio popular utilizado para quienes transgredían las normas sobre el comportamiento matrimonial o sexual de la comunidad “y en su forma más tradicional suponía la difamación pública de la pareja o individuo por medio de canciones burlescas y ruidosas provocados por cacerolas y cazuelas”. Edward Müir, Fiesta y rito en la Europa Moderna, España: Editorial Complutense, 2001, p. 119. Sobre la forma como las autoridades virreinales lograron erradicar las prácticas “escandalosas”, y con ello la esencial misma del carnaval, véase Viqueira, ¿Relajados o reprimidos?..., op. cit., pp. 138-152.

134 Müir, Fiesta y rito, op. cit., p. 106. 135 El antropólogo y sociólogo Max Gluckman sostiene la importancia de “la liberación cíclica” de las

presiones sociales en estos rituales de rebelión cuando puntualiza “I shall argue that these ritual rebellions proceed within an established and sacred traditional system, in which there is dispute about particular distributions of power, and no about the structure of the system itself. This allows for instituted protest, and in complex ways renews the unity of system”, Max Gluckman, Order and rebellion in tribal Africa. Collected Essays with and autobiographical introduction, New York: The free press of Glencoe, 1963, p. 112.

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Inquietud social y protesta

156

cuestionaban el sistema más allá del nivel de la ironía, el sarcasmo y la crítica mordaz, pues

no conllevaban golpes de Estado o alguna medida extrema con la cual se buscara garantizar

el cumplimiento de algún tipo de reivindicación; por el contrario estas protestas en cierto

sentido “demuestran en realidad la coherencia del orden social tal como es”.136 Por eso, un

día después del motín las fuerzas castrenses y, el mismo Anastasio Bustamante, terminaron

ratificando su apego al orden constitucional y al régimen vigente; aunque ello no indicaba

que el régimen centralista fuera tan sólido o estable como se vislumbró unos cuantos años

después.

No puede aseverarse que el comportamiento de los amotinados expresara sólo

cólera irracional y destructiva, por el contrario, la forma de actuar nos demuestra que el

resentimiento social volcado contra el régimen, permitió crear una imaginería popular

donde se invirtieron los papeles y el pueblo, convertido en juez, no sólo satiriza, sino juzga

y castiga a los trasgresores convirtiéndolos en las víctimas de su agresión; entonces fue

cuando el lenguaje gestual adquirió su mayor relevancia simbólica (después de apedrear lo

locales): en el momento del desafío hacia los cuerpos represores.137

Las muestras de indolencia al momento de la balacera, los muertos y la persecución

Cuando los amotinados, en su carácter de agresores, se convirtieron en víctimas y

empezaron a ser atacados por la guardia a balazos y bayonetazos, pusieron de manifiesto la

total incapacidad del gobierno y de las autoridades locales para controlar el disturbio, pero

136 Ídem. 137 Edward Müir señala que Samuel Kinser refiere cómo las representaciones carnavalescas «incorporan»

“tanto el psiquismo del individuo como las estructuras y los procesos de la sociedad”, y para entender el lenguaje del cuerpo (comprender su sintaxis) se debe prestar una cuidadosa atención “a la naturaleza sensorial de la imaginería del Carnaval”; todo lo cual es perfectamente aplicable a la gesticulación y las señas de los amotinados; Müir, Fiesta y rito…, op. cit., pp. 100-101.

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Inquietud social y protesta

157

sobre todo de los cuerpos de seguridad. Esta temeridad mostrada por la multitud constituyó

una evidencia más de desafío que, al ser repelida con la represión, le restó por completo la

legitimidad y autoridad tanto al ataque, como a los demás intentos para acabar con el

disturbio. Por eso fue que el bando del gobernador no podía ser aceptado con tranquilidad y

fue hecho pedazos.

La capacidad de la gente para hacer mofa de la Infantería y la guardia de Palacio

nos señala la concepción que se tenía de unas fuerzas de vigilancia que, además de ser

incapaces, perdían todo sentido (como autoridad) en la ritualidad del motín y el momento

del desagravio. Carentes de todo sentido, los cuerpos armados se convirtieron entonces en

el punto de la agresión gestual de los amotinados y pudieron sintetizar en su experiencia la

ironía propia de la inversión: de ser los ultimadores y los represores, pasaron a ser las

víctimas de la burla de los sobrevivientes.

Contra la autoridad local: rompimiento del bando emitido por el gobernador

Si pudiéramos hablar de que existieron momentos cúspide dentro de la fase ritual de la

protesta, diríamos que el rompimiento del bando emitido por el gobernador Vieyra fue uno

de éstos. La autoridad del gobernador en esos momentos nada significó para que los

amotinados obedecieran sus órdenes y cesaran los disturbios; al contrario, pues éstos no

tuvieron impedimento alguno para destruir el decreto y con ello, el peso simbólico de su

autoridad.

En esos momentos la ley, la legalidad y la autoridad dejaron de ser, para dar paso a

la razón del desagravio: la ira conciente, vengativa y castigadora que le recordaba al

gobernador, como a las demás autoridades, que cuando el pueblo ofendido ha decidido

tomar las calles para protestar, ningún método ordinario de coerción puede contenerlo.

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Inquietud social y protesta

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* * *

Los medios impresos de información

Definitivamente no se puede desestimar la importancia que tenía la prensa y la manera

como se expresaban algunos diarios para convalidar o desaprobar al gobierno; estas

posiciones políticas de los impresos pudieron predisponer a la población – en uno u otro

sentido – para opinar sobre los asuntos públicos. ¿En una protesta como ésta, hasta qué

grado las personas habrían podido emitir una opinión sobre los asuntos públicos, si no

hubiesen conocido los debates que día con día se llevaban a cabo en los recintos

legislativos, así como en la prensa?

Resulta claro que la información fluía y llegaba hasta los estratos más bajos de la

sociedad; de ahí que comprender las dinámicas para difundir y socializar la información

bien fuera a través del rumor, la lectura compartida, etc., a partir de las formas cotidianas de

convivencia entre las clases populares, nos ayude a entender de qué manera pudieron

enterarse de todos los asuntos discutidos en las altas esferas de gobierno, tal como lo

hicieron evidente durante el motín (estos puntos se desarrollarán en el capítulo III).

Ahora bien, la información y los debates que cotidianamente se dieron en torno al

sistema de gobierno, para abogar por su permanencia o por el regreso al federalismo,

lograron que la gente se involucrara en el debate y tomara partido, sin que necesariamente

estuviera bien informada o cabalmente conciente de lo que esto significaba (más allá de

terminar con las levas y los impuestos para solventar la contienda bélica contra Texas). Los

debates a favor y en contra del centralismo lograron una amplia polarización de la sociedad,

que difícilmente podía quedar al margen debido a que las implicaciones del nuevo sistema

afectaron directamente su condición de vida. La guerra contra Texas produjo el comienzo

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de las levas y el incremento de las exacciones fiscales. Además, se sabía que la contienda

contra Texas surgió por la negativa de los texanos para aceptar el cambio del régimen y el

control del sistema – y de sus finanzas – desde el centro. Así mismo, el problema del cobre,

también se relacionó directamente con el advenimiento del centralismo. Desde el punto de

vista político el mayor descrédito del gobierno centralista vino, por una lado, de la derrota

sufrida en la guerra contra Texas, y por el otro, del problema del cobre.138

Ritualidad y apropiación del espacio

La protesta misma a las puertas del Congreso hace evidente el manejo de los espacios y su

apropiación por parte de la muchedumbre enardecida. La Plaza Mayor constituyó la sede de

los poderes político, eclesiástico y económico; es decir, el lugar donde se concentraban el

máximo recinto legislativo: El Palacio de gobierno, la Catedral, y las opulentas tiendas

comerciales establecidas para vender a las elites; el peso de la representación simbólica de

estas instancias era compartido con la otra faceta de la realidad, la contraparte de la ciudad

ilustrada y ordenada que siempre pretendieron crear las autoridades: el mercado de

Baratillo. La amplitud de la Plaza Mayor permitía el libre desplazamiento de las clases y,

debido a esto, se convertía en el lugar idóneo para mostrar la desafección, la ira y el

reclamo en contra del mal gobierno ante toda la sociedad.

En la siguiente ilustración se muestra la Plaza Mayor como se vislumbraba

cotidianamente durante aquella época (hacia mediados del siglo XIX), pero sin los restos

del antiguo mercado del Parián, donde después se constituyó el mercado de Baratillo.

138 Sordo, El Congreso…, op. cit. Covarrubias, La moneda de cobre…, op. cit.

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Ilustración 3

Casa Municipal o Diputación (Plaza Mayor)

“Casa Municipal o Diputación”, autor: Casimiro Castro y Julián Campillo, Nación de Imágenes: la litografía mexicana del siglo XIX, colección de Ricardo Pérez Escamilla, México, Disco Compacto editado por CONACULTA / INBA / MUNAL / CETEI, primera edición, 1994.

La apropiación del espacio por parte de los amotinados también se manifestó a

través de la libertad para proferir insultos, hacer gestos y burlarse de la policía montada; por

ello, en vez de disuadirse y retirarse cuando las fuerzas del orden les dispararon, los

amotinados comenzaron a correr para volver y continuar las rechiflas y muecas hacia la

policía. La gente en esos momentos hizo una fiesta ritual de desagravio que demostraba,

una vez más, a las autoridades su incapacidad para cumplir con sus funciones de gobierno.

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161

Al convertir la Plaza Mayor en su espacio y un lugar de fiesta – envuelta en la

tragedia, pero fiesta al fin – los amotinados pudieron hacer de ésta su mayor triunfo, pues

“su espacio” fue el lugar de impotencia de las autoridades, y con eso, la derrota simbólica

de las mismas al ver imposibilitada la disuasión del motín mediante la represión. De ese

modo, la derrota simbólica de las autoridades durante el motín, convirtió la ley del cobre en

un acto a todas luces fallido y carente de sentido, porque no pudo someterse a los

especuladores ni a la población, y como era de esperar, el principio del fin de la autoridad

moral del Estado centralista en materia económica, porque en adelante nadie obedeció la

orden y el cobre siguió estando al arbitrio de los rumores, la especulación, la oferta, la

demanda, el capricho de los comerciantes, etcétera; mientras que la tranquilidad de la

ciudad se hallaba en manos de un ejército que, de entrada, advirtió que sin paga no se haría

responsable de la salvaguarda y el orden de la ciudad.

Discurso e identidad

Entender la lógica del discurso pronunciado por la gente, nos lleva también a dilucidar

sobre la capacidad de generar solidaridades entre diversos sectores sociales: lo que

podíamos llamar la soldadesca, los pequeños comerciantes, la gente de los barrios

movilizada para pronunciarse en contra del centralismo y a favor del federalismo, los

manifestantes anticlericales; todos ellos hicieron evidente su capacidad de cohesión para

atacar los locales de los mercaderes extranjeros, al tiempo que condenaban a los diputados

y los monederos falsos (quienes teóricamente contaban con la capacidad de acaparar y

lucrar con la situación amonedando cobre falso).

La identidad colectiva que se articuló a través de un discurso que maldijo a los

benefactores del régimen – según la percepción de la muchedumbre – también se envolvió

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en la ritualidad del desafío y las muestras de indolencia: cuando las tropas dispararon contra

la multitud, ésta respondió aumentando la algarabía y vitoreando al ejército, al activo y al

comercio. Así, se crearon identidades de una marginalidad insurrecta que arremetió contra

LOS RESPONSABLES de sus males; encontrando al enemigo ilusorio, evanescente, inasible

que pudo ser encarnado por el régimen, el Congreso, un importante grupo de comerciantes

y la policía; de esa manera la muchedumbre logró liberar la tensión acumulada durante

meses, años, sin temer las consecuencias…

Los gritos ¡muera el gobierno!, ¡mueran los diputados de ahora!, equivalieron al

tradicional grito ¡muera el mal gobierno! de la época virreinal; un mal gobierno que había

convertido al presidente en el mayor hurtador de todos, por eso se leyó en las calles:

Jesucristo en su pasión hizo de un ladrón un justo, y el Congreso por su gusto, ha hecho de Justo un ladrón.139

Esta fue la forma más concreta de mostrar la sensación del agravio: la devaluación

del cobre fue un robo y el gobierno fue el timador, y por eso el presidente no podía salir

impune, ni exculparse de la responsabilidad.

Los amotinados representaron un variado conjunto de personas que nosotros

identificamos como clases populares y que en esos tiempos eran llamados por “los hombres

de bien” populacho, léperos, canalla.140 Este heterogéneo grupo de personas podía

cohesionarse con los sectores más marginales en los momentos de crisis y demostrar con

alto grado de violencia su inconformidad en contra “la parte ilustrada” de la sociedad, en

139 Se alude directamente al presidente interino José Justo Corro. Bustamante, “Sábado 11 de marzo de

1837”, en: Diario Histórico…, op. cit.; Malo, Diario de sucesos…, op. cit., p. 132. 140 Michael Costeloe en el apartado introductorio de su obra La República central…, op. cit., define con

claridad el significado que se atribuía en aquella época tanto a los “léperos” como a los “hombres de bien”.

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sus bienes y rara vez en sus personas. Las temidas escenas del incendio y el saqueo del

Parián en 1828, todavía estaban presentes en la mente de las elites y el miedo de que se

amotinara la población, se hizo evidente en prácticamente todos los cronistas y los medios

que hablaron de ello, en los días previos al motín del 11 de marzo.

Sobre el buen gobierno

Muchos personajes de la época y periodistas manifestaron la importancia de que el

gobierno atendiera “los clamores de la opinión pública”; para unos, ésta la conformaban la

parte más ilustrada de la sociedad; para otros, eran los periodistas quienes mejor le

representaban. Algunos pocos consideraban el reclamo de los pueblos, y con eso

implicaban las demandas populares sobre el buen gobierno.

Es de suma importancia comprender la tradición del buen gobierno y la importancia

que representaba todavía para estas fechas, pues en aras de su incumplimiento se legitimaba

el derecho de rebelión.141 La idea de que la devaluación del cobre era una medida a todas

luces injusta, permanecía en los mismos cronistas y periodistas de la época, porque los

pobres perdían la mitad de su haber de la noche a la mañana tan sólo por una disposición

gubernamental; en tanto que lo artífices del caos monetario salían – aunque fuera a medias

– beneficiados por la medida, ¿qué legitimidad podían argüir las autoridades después de

esto?, ¿cómo podía considerarse correcto afectar así a la población?, ¿en qué lugar dejaba el

gobierno su papel como garante del bien común? Ante cualquier razón de Estado, los

141 Natalia Silva apunta que desde la tradición de los teólogos medievales, así como en la justicia

distributiva de Santo Tomás se legitimaba el rechazo y la oposición a la tiranía o el mal gobierno. Silva Prada, “Estrategias culturales…”, op. cit., p. 38. Este derecho de rebelión de los pueblos ante el mal gobierno tuvo una línea de continuidad en la tradición escolástica y también fue expuesta por John Locke en su obra clásica sobre El gobierno civil, donde se fundamenta la idea de que la soberanía reside en el pueblo y, por lo tanto, el derecho a oponerse al mal gobierno estaba ampliamente justificado, ante la necesidad de buscar un sustento teórico que legitimara los acontecimientos vividos en la Inglaterra de finales del siglo XVII. John Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, México: Ediciones Nuevo Mar, 1993.

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hombres decimonónicos no podían hacer a un lado la necesidad de cumplir con el buen

gobierno y por eso ninguno de los cronistas o periodistas de la época convalidaron la

devaluación del cobre decretada por el gobierno el 8 de marzo.

La larga tradición del buen gobierno en México encontraba sus raíces en el

virreinato. Si bien, durante la época novo hispana “gobernar” implicaba dirigir algo por

reglas fijas y buenas bajo un esquema jurídico pero también teológico (que implicaba en

última instancia la salvación de las almas de toda la comunidad),142 todavía para mediados

del siglo se mantenía esa equiparación entre el gobierno, la justicia y la autoridad moral;

porque al final de cuentas quien gobernaba debía encargarse de salvaguardar el bienestar de

la comunidad, aunque no se aludiera directamente a la finalidad teológica sobre la

“salvación de las almas”; por ello (y al igual que otros pensadores) E. Duclerc aseveraba

que el gobierno tenía como cometido moralizar, instruir y guiar a la sociedad, pues además

de su calidad de “gefe (sic) material”, “es un ser moral, inteligente y activo” que debía

cumplir con su doble condición de emanar de la soberanía del pueblo y garantizar el

bienestar del mismo; aunque ello no implicaba establecer un sistema democrático pues “un

gobierno tan perfecto no conviene á los hombres”, porque la democracia sólo servía para

quienes son iguales y como “la desigualdad ha sido compañera inseparable de la

142 Annick Lempérière, “Reflexiones sobre la terminología política del liberalismo”; en: Brian

Connaughton, Carlos Illades y Sonia Pérez Toledo (coords.), Construcción de la legitimidad política México en el siglo XIX, México: Universidad Autónoma Metropolitana / El Colegio de Michoacán / El Colegio de México / Universidad Autónoma de México, 1999, pp. 37-39. Susan Deans-Smith, “The Working Poor and the Eighteenth-Century Colonial State: Gender, Public Order, And Work Discipline”, en: Rituals of Rule, Rituals of Resistance. Wilmington: Scholarly Resources, 1994, pp. 47-75. Dentro de la tradición hispana esta idea del buen gobierno la encontramos -al menos- desde Las siete partidas de Alfonso X el sabio; Las siete partidas. Antología, selección, prólogo y notas de Francisco López Estrada y María Teresa López García-Berdoy, España: Editorial Castalia, 1992, «odres nuevos», pp. 61-62.

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humanidad”, gobernar bien significaba también mantener el orden jerárquico de la

sociedad.143

Ahora bien, en México trató de enmarcarse a la sociedad en una nueva dinámica de

ideas sobre la justicia y la legalidad, donde se establecía la supremacía de la ley escrita

gracias al triunfo de la codificación y el constitucionalismo.144 De acuerdo con el

iusnaturalismo moderno, se debía establecer “un sistema jurídico integrado por leyes

positivas fundadas en principios universales, abstractos generales e inmutables”; y gracias a

LA LEY dictada por el Estado, la cual estaba determinada exclusivamente por los órganos

judiciales establecidos por éste, se podía alcanzar la justicia.145 Esta pretensión del concretar

el absolutismo jurídico en manos del Estado, no sólo buscaba terminar con las diversas

fuentes de derecho que tradicionalmente rigieron durante el virreinato,146 sino que

pretendía, sobre todo, terminar con la mediación personal de los jueces en esa búsqueda de

la correcta aplicación de la ley; es decir, aplicando el derecho a partir de las normas escritas

y codificadas en vez de basarse en el arbitrio judicial y la capacidad interpretativa de los

jueces para alcanzar la justicia que se desprendía de la máxima “dar a cada quien lo que

corresponde”147.

143 Diccionario político o enciclopedia del lenguaje y ciencia política por una reunión de Diputados y

publicistas franceses. Traducido al castellano y adicionado con varios artículos, de importante aplicación a nuestro país, Cádiz: Imprenta y litografía de la sociedad artística y literaria a cargo de D. J. Martínez, calle de la zanja núm. 110, 1845, p. 424-425; cfr. Lempérière, “Reflexiones sobre la terminología…”, op. cit., pp. 35-56.

144 Jaime del Arenal, “El discurso en torno a la ley. El agotamiento de lo privado como fuente del derecho en el México del siglo XIX”, en: Connaughton, Illades y Pérez Toledo (coords.), Construcción de la legitimidad, op. cit., p. 313.

145 Ibídem, pp. 306-321. 146 El derecho consuetudinario, el derecho corporativo, las premisas derivadas de las 7 partidas y el

derecho indiano, entre otros. Del Arenal, “El discurso en torno…”, op. cit. 147 V. Alfonso X el sabio; Las siete partidas…, op. cit., p. 62. Ceja, “Ideas y creencias de las clases…”, op.

cit., pp. 55-59. Éste es el principio básico de la justicia conmutativa, François-Xavier Guerra, “De la política antigua a la política moderna. La revolución de la soberanía”, en: François-Xavier Guerra, Annick

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Sin embargo, y pese a los intentos de los modernos teóricos iusnaturalistas, la

aplicación del derecho que atendía al criterio de lo justo y lo correcto siguió prevaleciendo

durante mucho tiempo y el Estado, encarnado por el gobierno y sus autoridades locales,

siguió midiéndose bajo este esquema.148 De ahí, que la medida dispuesta para solucionar el

problema del cobre no podía aprobarse desde un punto de vista moral ni ético, pues

trasgredía todos los principios de la justicia y el buen gobierno.

Esta complicada decisión tomada por las autoridades el 8 de marzo de 1837, trató de

dar remedio a una situación caótica creada por el mismo gobierno y los monederos falsos, y

aunque obedeció a una «razón de Estado», puso en evidencia el máximo de la ineptitud

gubernamental para controlar la economía y la sociedad salvaguardando el bien común.149

El régimen se mostró incapaz para llevar avante el buen gobierno, pues ni las disposiciones

coercitivas de la autoridad, ni la capacidad de convocatoria del Estado para amortizar la

moneda, ni sus recursos pudieron dar solución al embrollo del cobre.

Cabe mencionar que en este periodo, todavía existían arduos debates sobre la forma

como debía intervenir el Estado para garantizar el bien público, sobre todo en lo

concerniente al funcionamiento de la economía y las leyes naturales del mercado. La idea

de no entorpecer la marcha natural del libre mercado (laissez-faire), que debía regirse Lempérière, et. al. Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, México: Fondo de Cultura Económica / Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1998, p. 123.

148 Esta forma de proceder para obtener una aplicación de la ley bajo criterios más justos, también es claramente evidente durante el Imperio de Maximiliano, v. Claudia Ceja Andrade, “Ideas y creencias de las clases subalternas del departamento del Valle de México, sobre la justicia y el buen gobierno durante el Segundo Imperio”, México: Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, (tesis de maestría), 2004.

149 Joel Flores hace una reflexión a partir de algunos autores clásicos sobre el punto medio que debe existir entre el ethos (como el principio ético, el buen actuar) y el kratos (el principio del poder, del dominio), donde la justicia se convierte en “el vínculo que une y separa a la ética de la política”, en la medida que la ética debiera ser «una rama y el punto de partida del arte de gobernar» (Aristóteles). Joel Flores Rentaría, “Kratos y Ethos, el espacio de lo político”, en: Gerardo Ávalos Tenorio (coord.), Redefinir lo político…, op. cit., pp. 43-58. En última instancia, “la buena administración de la justicia es la esencia del «buen gobierno»”, Guerra, “De la política antigua…, loc. cit.

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únicamente por las leyes de la oferta y la demanda, se fundamentaba en la creencia de que

las fuerzas mercantiles por sí solas estabilizarían las prácticas de la usura y el equilibrio

natural del mercado convergería en el bien común.150 Esta idea se contraponía a los

preceptos fuertemente arraigados sobre la naturaleza paternalista del gobierno y su

necesaria intervención en la economía (y la sociedad en general), para garantizar la

protección de los sectores más vulnerables en su afán de mantener el equilibrio en una

sociedad fuertemente jerarquizada y con graves desigualdades socioeconómicas.151

Agravios y desagravios: las autoridades locales

No obstante, las autoridades municipales aprovecharon la oportunidad para mostrarle a la

sociedad que ellas sí procuraron salvaguardar el bien común, como lo arguyeron

largamente en diversos medios para defender su postura, tras la disputa surgida por la multa

impuesta por el gobernador Vieyra a los munícipes que elevaron la representación al

Congreso.152 En este sentido, la desavenencia surgida entre las autoridades locales sobre la

forma de actuar durante la crisis del 11 de marzo, se convirtió en una clara disputa por el

DERECHO DE REPRESENTACIÓN.

150 Esta tendencia de suprimir los principios morales con los cuales se regía la intervención estatal en las

prácticas mercantiles, encuentra una de sus máximas expresiones en la obra clásica de Adam Smith, La riqueza de las naciones. Sin embargo, aunque Smith consideraba que existía una tendencia natural capaz de equilibrar todo el sistema social (la llamada “mano invisible”), cuando las personas actuaban libremente en la consecución de su interés personal, también planteó necesaria la intervención estatal en caso de que se violaran ciertos límites que debían ser respetados por todos los miembros de la sociedad; pues aunque pretendió erradicar las prácticas paternales del Estado, no propuso que el Estado dejara de actuar para garantizar la justicia. Quizás lo más interesante sería ver, antes que los postulados realizados por el propio Smith y las dudas que mostró para teorizar completamente lo que entendió por esa «libertad natural», las implicaciones que tuvo su obra para acabar con las prácticas sobre la piedad y la caridad cristianas desde el Estado, al tiempo que consolidaba los principios del liberalismo pragmático y utilitarista. V. Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, México, Fondo de Cultura Económica, 1992.

151 E. Thompson, “La economía moral…”, op. cit., 229-232. 152 Infra, p. 131-134.

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168

La iniciativa tomada por el Ayuntamiento de llevar la representación directa al

Congreso, obedeció a una tradición que se remonta a la época virreinal de asumirse como la

«voz del público»; cuando la comunidad en vez de opinión, tenía voz y la forma de hacerse

escuchar por las autoridades era a través de las representaciones, las cuales eran redactadas

y enviadas por las corporaciones.153 Y, como en este caso, el Ayuntamiento de la ciudad de

México asumió el papel de cabeza de la comunidad agraviada y buscó la vía más directa

para hacer llegar la representación al Congreso: omitiendo al mismo gobernador. Por eso

fue que el gobernador Vieyra respondió con tal arrebato, multando a los munícipes y

manteniéndolos tres días seguidos en sesión de cabildo. Esta aparente desmesura obedeció

a la claridad con la cual el gobernador percibió el desplazamiento que el Ayuntamiento hizo

de su autoridad y el menoscabo de su representación en el cuerpo político.

Veremos que en esta disputa surgida entre el Ayuntamiento y el gobernador, la

corporación municipal recurrió a importantes teóricos para legitimar su papel como

representante del pueblo154 y, con ello, esa “fundada, legal y justa resistencia” a los avances

del poder; un poder arbitrario y caprichoso como el que estaba ejerciendo el gobernador, le

permitía convertirse en el verdadero defensor de las causas justas para el pueblo.155

Además, si el Congreso no había rechazado o recibido de mala gana la representación que

llevaron, ¿cómo no iba a estar procediendo correctamente?, esto es conforme a su derecho y

obligación.

153 La Justicia obligaba a las autoridades y al rey mismo a oír la vox populli manifestada en estas

representaciones. Annick Lempérière, “Versiones encontradas del concepto de opinión pública. México, primera mitad del siglo XIX”, en: Historia contemporánea, Revista del Depto. de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, vol. II, núm. 27, 2003, pp. 569-570.

154 Manifestación que hace el Ayuntamiento…, loc. cit. 155 Ídem.

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Inquietud social y protesta

169

La difusión que tuvo esta querella nos indica la trascendencia de la misma y el

énfasis que se puso para que el público la conociera; debido a ello, actualmente se puede

consultar en el expediente sobre «moneda de cobre» en el AHDF; en las actas de cabildo

del día 11, en el mismo folleto que mandaron imprimir los capitulares intitulado

Manifestación que hace el Ayuntamiento de esta capital, sobre las contestaciones

originadas por la exposición que elevó al Soberano Congreso Nacional el 11 del

presente…, así como los artículos intitulados “Acusación contra el Excmo. Sr. Gobernador

del departamento D. Luis Gonzaga Vieyra”, aparecidos en el periódico Independiente desde

finales de marzo de 1837.

Esta batalla discursiva se convirtió en una verdadera lucha de poder por LA

REPRESENTACIÓN y la legitimidad de ambas instancias enfrentadas en esos momentos; en la

cual tanto el gobernador como el Ayuntamiento buscaron desacreditar al otro y demostrar

que sus actuaciones durante el motín respondieron a las prácticas del buen gobierno.156

De suyo, la intervención del Ayuntamiento para resolver los problemas

comunitarios, así como la aceptación e importancia que seguía manteniendo en el

imaginario político de la comunidad se debía a que continuaba sustentándose en “un

discurso jurídico y político notablemente persuasivo y oportuno”, como ya lo ha señalado

Rodríguez Kuri, que tuvo su origen desde la crisis vivida en 1808 y después con la creación

de los ayuntamientos constitucionales en 1812;157 debido a ello, la calumnia o el descrédito

era la forma más efectiva (y a veces la única) para combatirlo.

156 Ídem. 157 Ariel Rodríguez Kuri, La experiencia olvidada. El Ayuntamiento de México: política y gobierno, 1876-

1912, México: Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco / El Colegio de México, 1996, p. 19.

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Inquietud social y protesta

170

Alcaldes Auxiliares

La existencia de las redes clientelares, como vimos anteriormente, nos hace pensar en las

implicaciones que pudieran haber tenido los alcaldes auxiliares y sus ayudantes en el

desenlace del motín, aunque fuera tan sólo por negarse a cumplir con el deber de vigilar sus

cuarteles respectivos. Se advierte la responsabilidad que tenían los alcaldes auxiliares,

cuando se lee que el gobernador Luis Gonzaga Vieyra puntualizó en el bando emitido el 11

de marzo para reestablecer el orden que: “Los Alcaldes auxiliares y Ayudantes, bajo su más

estrecha responsabilidad y la multa de doscientos pesos cuidarán de pacificar sus

respectivos cuarteles y de impedir reuniones”.158 ¿Por qué habría de amenazar con penas

pecuniarias a los alcaldes y sus ayudantes para que cumplan con su obligación, i. e. vigilar

el orden en sus cuarteles? El desacato por omisión pareciera, que podía (o pudo)

presentarse entre dichos garantes del orden. También se debe considerar que la tarea de los

auxiliares y sus ayudantes tampoco era fácil, en la medida que debían vigilar, reportar y, en

su caso, consignar ante las autoridades mayores a sus propios vecinos y conocidos; además,

finalmente los auxiliares también formaban parte del común y resultaron igualmente

afectados por la devaluación del cobre.

Algunas investigaciones recientes tienden a reafirmar la existencia de estas redes

clientelares entre los miembros del Ayuntamiento y los miembros de su comunidad. Pérez

Toledo realizó un análisis estadístico de los sorteos que se llevaban a cabo para reclutar a

los nuevos miembros del ejército y los resultados muestran un patrón distinto al que se

obtendría si los sorteos efectivamente hubiesen sido aleatorios;159 lo cual lleva a la autora a

158 La copia íntegra del bando se halla en: National Archives Microfilm publications: Despatches from

United States Consuls in Mexico City, MP/7157, M296, rollo 2, Biblioteca DCV. 159 Conversación con la autora sobre una ponencia que presentó en Estados Unidos; para mayor referencia

consultar directamente con ella.

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171

reflexionar – y a confirmar – la existencia los vínculos de reciprocidad entre los miembros

de la comunidad y la autoridades del Ayuntamiento.

Estas relaciones de reciprocidad y convivencia nos hace pensar en la imposibilidad

de que pudieran movilizarse tantas personas, sin el conocimiento (al menos) de los

auxiliares y sus ayudantes; si bien, no hay forma de saber si existió una convalidación

explícita, quizás pudo darse la omisión de normas para prevenir, si no el motín, por lo

menos la participación masiva de la población.

Ahora bien, las relaciones que pudieran haber existido entre los llamados líderes de

los barrios, la facción política de los yorkinos y las autoridades municipales en el desenlace

del motín, plantea una complejidad mayor para desestimar su posible participación como

instigadores o advenedizos que se sumaron para fomentar una mayor animadversión contra

el régimen, sobre todo si tenemos referencias de que el motín comenzó en el barrio de

Santa Catarina Mártir, el cual había sido tradicionalmente controlado por los yorkinos

(como veremos en el siguiente capítulo).

Sería de gran interés saber cómo podían comportarse en situaciones críticas como

ésta las autoridades menores del Ayuntamiento, aunque es una tarea pendiente que se ve

limitada por la escasez de fuentes.

Sobre la cultura política

Aunque permanecían constantes de la cultura política de Antiguo Régimen entre la

población, las nuevas ideas emergentes con la llegada de la «modernidad política» tras la

crisis del 1808 y la Constitución de Cádiz, supusieron nuevas prácticas derivadas de una

nueva cultura política, tras la necesidad de concretar, en primer instancia, la asunción de la

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172

soberanía mediante su retroversión por el descabezamiento del imperio español.160 Estas

formas o “ecuaciones de transferencia” de ese abstracto llamado soberanía – de la nación o

del pueblo – supusieron, de acuerdo con François Xavier Guerra: la acción política, la

representación a través del nuevo sistema de elecciones y la opinión (concebida como

opinión pública de la época).161

A partir de entonces la población adquirió una conciencia distinta de la

movilización social y, si bien es cierto que seguirían por mucho tiempo patrones de

movilización semejantes a los de Antiguo Régimen, la dimensión política de la protesta se

concibió diferente,162 pues la mayoría de los regímenes de gobierno en el México

Independiente no alcanzaron la legitimidad que suponía la monarquía española, dado que

no existía una fórmula que cobijara al gobierno (después Estado) bajo la sentencia “viva el

rey, muera el mal gobierno”.

Pese al hecho de que las autoridades locales todavía mantenían funciones de

gobierno, del buen gobierno, en última instancia el responsable último del orden social y

político era esa entidad abstracta llamada Estado y el régimen de gobierno, en este caso

centralista, podía ver seriamente lastimada su legitimidad, al punto de perder el apoyo

160 Aunque se ha acusado a Guerra de haber abusado del término modernidad, su libro constituye el mejor

estudio sobre la transición de la política antigua a la moderna, con las permanencias y contradicciones que supuso el cambio de paradigmas en las sociedades hispanas de América Latina durante el siglo XIX. François Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México: Editorial Mapfre / Fondo de Cultura Económica, 2001.

161 La opinión pública muestra un carácter polisémico durante este periodo, pero de ninguna manera nos referimos a la ‘opinión pública’ moderna. François-Xavier Guerra puntualiza que la opinión pública durante el siglo XIX podía remitir a los valores y sentimientos compartidos por la sociedad en su conjunto; a la reacción social ante determinados problemas o acontecimientos; al consenso racional alcanzado por las elites; al sentir unanimista manifestado en motines y revueltas; al sentir común que resulta de los debates de una prensa pluralista, etcétera. Guerra, “De la política antigua…”, op. cit., p. 135-139; cfr. Fernández Sebastián, “Sobre la construcción…”, op. cit.

162 V. Peter Guardino, “«El carácter tumultuoso de esta gente»: los tumultos y la legitimidad en los pueblos oaxaqueños, 1768-1853”, en: Brian F. Connaughton, Poder y legitimidad en México en el siglo XIX. Instituciones y cultura política, México: UAM / CONACYT / Porrúa, 2003, pp. 192.

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popular y castrense que invocaba el regreso del federalismo, favoreciendo de esta forma la

llegada al poder de nuevos caudillos que enarbolaban la bandera de la facción política

contraria.

Durante esta época el referente ideológico se sustentó en el nuevo lenguaje:

ciudadanía, derechos políticos, constitución, federalismo (o centralismo), etcétera, aunque

las realidades remitieran a prácticas de antiguo régimen, como las demandas del buen

gobierno; esto le dio una fuerza especial a la oposición que se valía de la plebe movilizada,

tras la sabida potencialidad que podía cobrar para desestabilizar (y derrocar al régimen);

por ello fue que surgieron esos personajes que se especializaron en movilizar al

«populacho»: esos agitadores profesionales de la canalla.163

Si bien, la protesta constituyó “el elemento fundante de la cultura política antigua y

una forma de expresión no exclusiva del grupo indígena, pero al que éste apelaba como

parte de una serie de reivindicaciones que podrían estarse tornando en formas ya

tradicionales”,164 durante el siglo XIX, la protesta fue, además del mecanismo regulador y la

vía de reclamo-negociación, también un vector para la deslegitimación y derrocamiento.

Las personas hicieron de la calle el espacio propio para la participación política popular, y

en ciertos lugares abiertos como las plazas, los mercados y las iglesias su política, su

participación y su lenguaje cobraban dimensiones mayores, porque el pueblo supo que

constituía la fuerza a través de la cual los caudillos podían derrocar al sistema vigente.

Durante esta época la cultura política de la gente, esto es la forma como

estructuraron sus reclamos y los conceptos que tuvieron sobre el mundo de LA POLÍTICA:

los asuntos de gobierno, del Estado, sus autoridades y las representaciones simbólicas que

163 Supra, pp. 187-189. 164 Silva Prada, “Estrategias culturales…”, op. cit., p. 17.

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tuvieron de éstos,165 estuvo fuertemente determinada y vinculada tanto al cambio de

paradigmas como a las veleidades de la inestabilidad política. En este ambiente de hondas

emociones y pasiones desatadas por la coyuntura política, la ideología funcionaba dentro de

un contexto de poder, intereses personales y transitorios gobiernos locales.166 Así mismo,

los referentes de legitimidad que supusieron una relativa estabilidad para los novo hispanos,

durante esta época sufrieron una imbricación (y también una indefinición) que oscilaba

entre los referentes de Antiguo Régimen y los de la modernidad.167

Así mismo, aunque la politización de vastos sectores de la población implicó nuevas

prácticas y nuevos lenguajes, sin embargo, las formas de participación política no

obedecían necesariamente a un sistema estructurado de ideas (hablando del compromiso

político, de convicciones y certezas definidas o elecciones en función de una visión del

165 Definimos “cultura política”, con base en: Natalia Silva Prada, “LA POLÍTICA DE UNA REBELIÓN: los

indígenas frente al tumulto de 1692 en la Ciudad de México”, México: El Colegio de México, (tesis de doctorado), 2000, p. 27. Para una breve reseña histórica sobre las precisiones e imprecisiones de éste sintagma en el ámbito de la historia y en la ciencia política, así como las diversas formas que ha sido estudiado (con una visión más antropológica o política) v. Ronald P. Formisano, “The Concept of Political Culture”, en: Journal of Interdisciplinary History, XXXI: 3, Winter, 2001, pp. 393-426.

166 Más allá de la concepción neutral de la ideología como un sistema de creencias claramente estructurado, con formas y prácticas simbólicas definidas, tomamos la idea de John B. Thompson para quien “estudiar la ideología es estudiar las maneras en la que el significado sirve para establecer y sostener las relaciones de dominación” y, por lo tanto, la ideología necesariamente está vinculada a las formas de luchar para mantenerse o hacerse del poder. John B. Thompson, Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas, México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2002, p. 85; cfr. Rudé, Revuelta popular…, op. cit., pp.26-29.

167 Cuando Michael T. Ducey estudia las identidades políticas en algunas rebeliones de los campesinos veracruzanos durante el siglo XIX, comenta cómo mientras en el campo permanecieron las antiguas repúblicas de indios, se formaban los nuevos ayuntamientos constitucionales, al tiempo que los pobladores asumieron la identidad nacionalista de ciudadano adaptándola para defender sus prácticas tradicionales y que de la misma forma cuando adoptaban las prácticas e ideologías europeas, las modificaron, dándoles nuevos significados más acordes a su realidad. Y cuando las clases populares se enfrentaron a los retos de la «modernización», también intentaron cooptar las iniciativas del Estado y de las clases dominantes para hacerlas suyas.” Ducey, “Hijos del pueblo y ciudadanos: identidades políticas entre los rebeldes indios del siglo XIX”, en: Connaughton, Illades y Pérez Toledo, Construcción de la legitimidad…, op. cit., p. 129.

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mundo);168 ni a una ideología claramente definidas; al contrario siguió prevaleciendo la

necesidad de conseguir mejoras tangibles en el corto plazo.

La participación política, al igual que la cultura política, pronto adquirió tintes

pragmáticos antes que ideológicos, en la medida en que se convirtió en una vía más para

mejorar la condición de vida y supuso una fuerza latente capaz de cambiar el escenario

político. En este sentido, las formas de reclamo a través de la protesta social seguían

guardando muchos elementos de continuidad con las viejas prácticas del Antiguo Régimen,

aunque la dinámica de politización tuviera componentes de modernidad y la dinámica de

los acontecimientos favoreciera la implicación de más sectores en la vida política de la

urbe.

Sobre las redes clientelares y las estructuras de movilización

Ni la coyuntura política, dados los múltiples intereses encontrados, ni el malestar social

podían ser suficientes para explicar que la gente protestara; aquí cobra particular relevancia

la existencia previa de un “capital cultural” acerca de la movilización y la protesta

tumultuaria, así como la existencia de redes clientelares establecidas en los barrios o grupos

determinados como los artesanos, la soldadesca, los vendedores de los mercados, los

sirvientes, etcétera; para responder a la dimensión del agravio.169

168 Con base en: Serge Berstein, “La cultura política”, en: Jean-Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli,

Para una historia cultural, México: Taurus, pp. 390-399; cfr. Connaughton, Poder y legitimidad, op. cit., p. 9-10.

169 Barrington Moore ha discutido ampliamente el concepto de agravio moral y de injusticia social, en vista de que el descontento – incluso situaciones extremadamente adversas – no es suficiente para explicar la rebelión de las personas. Finalmente esos límites implícitamente establecidos entre gobernados y gobernantes permiten entender la aceptación de la desigualdad y la jerarquía, así como la especulación dentro de ciertos márgenes y hasta la coerción, en tanto que otras prácticas que rompan el equilibrio y la “moralidad” social pueden incentivar la rebelión (como la usura excesiva). Barrington Moore, La justicia: bases sociales de la

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A partir de los pocos estudios que se han realizado se ha podido comprobar que en

los barrios existían ciertas estructuras de movilización; es decir, ciertos «canales colectivos

formales e informales a través de los cuales la gente podía movilizarse e implicarse en la

acción colectiva».170 Tanto la existencia de patrones organizacionales como los que

utilizaron los yorkinos, así como las vinculaciones entre las autoridades del Ayuntamiento

y sus vecinos, nos permiten inferir la importancia que seguían manteniendo la vecindad y el

sentido de pertenencia entre los pobladores de la urbe capitalina.171

Cabe mencionar que las formas de sociabilidad establecidas en los centros de

trabajo, a través de las cofradías y otras asociaciones que permitieron la supervivencia

informal de los gremios,172 crearon otro tipo de solidaridades; esto se verifica a través de las

numerosas representaciones y manifiestos enviados por diversos grupos de trabajadores

especializados (como las trabajadoras de la Real Fábrica de Tabaco) que actualmente se

encuentran en diversos archivos; de hecho, la existencia de estas fuentes constituye parte de

esos pequeños y diseminados indicios que nos permiten entender cómo el sentido de

pertenencia a un lugar y/o grupo, revitalizaba la construcción de identidades al momento de

defender derechos o prerrogativas, tal y como se hizo evidente durante la crisis del cobre.

Estas formas comunitarias de integración permitían reforzar las percepciones

compartidas del agravio, aunque durante la protesta se hayan emitido gritos que pusieron en

obediencia y la rebelión, México: Universidad Autónoma de México, 1996, pp. 9-121; E. P. Thompson, loc. cit.

170 McAdam, et. al., Movimientos sociales…, op. cit., p. 24. 171 Esta reciprocidad por el sentido de pertenencia al barrio fue claramente evidente en muchos de los

testimonios rendidos por los munícipes en el Tribunal de Vagos para impedir que se castigara a sus conocidos.

172 Pérez Toledo, Los hijos del trabajo…, op. cit., pp. 65-71, 189-222.

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evidencia una ideología derivada173 de acuerdo al momento político y las luchas entre las

facciones políticas. La relación entre estos grupos comunitarios, los diversos tipos de

solidaridades, las redes de clientela y compadrazgo, así como la capacidad de difundir y

socializar el descontento, compusieron un capital cultural fundamental para la protesta.

Aunado a eso, se sumarían las estrategias y los esfuerzos ex profeso de los líderes para

incentivar el descontento durante la misma movilización.174

Aunque es difícil hacer un análisis específico de estos elementos durante el motín

del 11 de marzo, considero que es importante destacarlos en vista de que no podemos dar

una explicación reduccionista del motín a partir de variables puramente económicas;

finalmente la amenaza de una devaluación del 75% del cobre alteraba todos los equilibrios

de la sociedad, pues aunque los cronistas de la época hallaran culpables a los comerciantes

dedicados al abasto en pequeña escala, éstos tenían una función social y económica dentro

de la comunidad que se extendía en diferentes ámbitos: el abasto, como empleadores y

dentro de las cadenas comerciales crediticias; pues dentro del pequeño comercio existían

vendedores como los pulperos, quienes otorgaban crédito a otro sector de menor

envergadura como los dueños de tendejones, con lo cual se extendían las redes comerciales

crediticias de forma importante entre “ese pequeño comercio” que atendía directamente el

abasto popular y daba crédito al minúsculo comercio en la ciudad.

* * *

173 Rudé, “La ideología de la protesta popular”, en: Revuelta popular…, op. cit., 33-48. 174 Esta capacidad de “generar percepciones compartidas” de descontento y movilización, se conoce como

“procesos enmarcadotes” y se consideran junto con las oportunidades políticas y las estructuras de movilización para explicar la protesta o la acción colectiva. McAdam, Movimientos sociales…, op. cit., pp. 26-28.

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Capítulo III

Condiciones y estructuras para la movilización política

Si bien, ya se puede elaborar una explicación más o menos convincente sobre la aparición

del motín del 11 de marzo de 1837, sin embargo, dentro de esta panorámica, la relativa

facilidad con que las clases populares podían prestarse para apoyar los pronunciamientos en

contra del gobierno en turno, no puede explicarse tan sólo por la inestabilidad política o

económica, pues existieron diversos elementos culturales que permitían la rápida

movilización popular y que son necesarios conocer para entender estas formas de

participación política. Dentro de este contexto, las campañas de desprestigio cobraron gran

relevancia, así como los medios a través de los cuales se difundía la información.

Enseguida se presentan algunas reflexiones en torno al rumor, el escrito político así

como la opinión pública y la participación política, por la relevancia que tienen para

comprender los mecanismos de difusión de las noticias y los modos de sociabilidad y

participación de las clases populares en la ciudad de México durante esta época. Las

características culturales constituyen un elemento indispensable para entender la dinámica

de la protesta, así como las formas simbólicas de expresión, en un contexto de constantes

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pronunciamientos, revueltas y motines políticos. También se presentan la configuración de

la ciudad a partir de los lugares de sociabilidad y la distribución del comercio al menudeo,

para poder comprender su importancia dentro del contexto y el desenlace de la protesta.

Finalmente, se hace una reflexión general para evaluar los factores coyunturales y

estructurales existentes en este periodo y que también sirven como marco de referencia para

entender la aparición del motín ese 11 de marzo de 1837, después del amplio panorama que

hemos presentado a lo largo de esta investigación.

3.1 El rumor y el escrito político

Para estudiar el motín ocurrido durante 1837 en la ciudad de México, reviste particular

importancia estudiar las formas y los medios de comunicación utilizados por las clases

populares para difundir las noticias, así como las modalidades de convivencia y

socialización existentes; pues bien fuera en la calle, las plazas, el mercado, los estanquillos,

mesones y pulperías, bien por medio del tabernero, el arriero o mediante los panfletos

políticos y los escritos anónimos, la difusión de la información con un claro matiz político

permitía una amplia politización que coadyuvaba a la participación de los sectores

populares en los movimientos sociales de gran trascendencia. En el corto plazo, podemos

analizar esta participación popular en coyunturas como las vividas durante las protestas por

la moneda de cobre; mientras que en el largo plazo, este examen de la participación popular

nos ayuda a comprender la conformación de una esfera pública y de una opinión pública,

surgidas primordialmente con los debates ocasionados por la crisis del Imperio español en

tierras americanas.1

1 Rafael Rojas, “Una maldición silenciada. El panfleto político en el México independiente”, en: Historia

Mexicana, núm. 185, vol. XLVII, julio-septiembre, 1997, p. 35; cfr. Torcuato S. di Tella, Política nacional y

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Rafael Rojas afirma que entre 1821 y 1829 la apertura de este espacio público en

México se vio condicionado por una fuerte tensión entre la notabilidad social del antiguo

régimen y la movilidad política que suscitó la independencia y refiere que “Las cuatro vías

fundamentales de ascenso, para dicha movilidad, fueron los pronunciamientos militares, las

logias masónicas, los grupos de opinión y las facciones parlamentarias”; así “El nuevo

régimen surgía con ejército, congreso, opinión pública y fraternidades secretas; cuatro

instituciones que permitían una sociabilidad política intensa”;2 a las cuales yo agregaría la

efervescencia social ampliamente extendida en las calles a través de los motines y las

revueltas, así como otras actividades de carácter masivo como las misas (con los sermones

patrióticos), las fiestas y los procesos electorales; en tanto fueron constituidos como

espacios ad hoc para hacer proselitismo y alcanzar metas políticas.3

Esto no quiere decir que en periodos previos no hubiesen existido en la Nueva

España (o en las demás regiones americanas) espacios análogos y una difusión de la

información con claros fines políticos, así como la formación de facciones contrarias

claramente enfrentadas, las cuales contaron con redes clientelares para movilizar a las

popular en México, 1820-1847, México: Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 14. En la introducción del libro de Guerra y Lempérière, Los espacios públicos…, op. cit., se puntualiza claramente las salvedades y limitaciones que tiene el modelo de Habermas para el caso latinoamericano cuando se analizan la formación del espacio público y la diferencia entre las formas de comunicación modernas y antiguas. Para un examen crítico sobre la complicada mezcla entre nociones modernas y antiguas en la cultura política de los americanos recién independizados también consúltese Guerra, Modernidad e independencias..., loc. cit.

2 Rojas, “Una maldición silenciada..., op. cit., pp. 35-36. 3 Un ejemplo muy ilustrativo al respecto lo proporciona Richard Warren cuando señala que después de

concluida la Constitución de 1824, se llevaron a cabo misas en cada parroquia de la ciudad para jurarle lealtad al nuevo texto y al régimen federal, Richard Warren, “El congreso por su gusto…”, op. cit., p. 66. Sobre la gestión proselitista de los curas también véase Brian F. Connaughton, Dimensiones de la identidad patriótica. Religión, política y regiones en México. Siglo XIX, México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa / Miguel Ángel Porrúa, 2001, «biblioteca signos no. 8» y Torcuato di Tella, “El cesarismo popular”, en: Política nacional…, op. cit., pp. 121-149. Acerca de la politización en los procesos electorales v. también en el libro de Di Tella, “Preparativos electorales después de la Independencia”, pp. 115-120; Annino, “Ciudadanía versus gobernabilidad…” op. cit. R. Warren, Vagrants and Citizens. Politics and the Masses in Mexico City from Colony to Republic. Wilmington, Delaware: Scholarly Resources.

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clases populares y manifestarse sobre los asuntos públicos;4 pero la peculiaridad de los

debates ocasionados por la invasión francesa y las abdicaciones al trono español, marcarían

un rasgo particular que se acentuaría a lo largo del siglo XIX; esto es, el surgimiento de una

sociedad que fue fortaleciendo su autonomía y el poder político de su opinión frente al

poder del Estado, a ritmos radicalmente diferentes a los existentes en los periodos previos,

como consecuencia de vertiginosa movilidad política surgida con la crisis del Imperio

español, el constitucionalismo gaditano y la lucha por la Independencia en las diferentes

regiones americanas.5 A este proceso coadyuvó grandemente el surgimiento de la prensa y

la consagración de la libertad de imprenta.6

Cabe mencionar que debemos establecer una clara diferencia entre la participación

de los letrados en tales discusiones sobre los asuntos públicos, así como en la configuración

de ese espacio y esa opinión pública frente a los otros sectores; pues en muchas ocasiones

la población tuvo acceso a una información sesgada y / o manipulada, dados los múltiples

intereses existentes; sin embargo, esto no impidió el uso independiente y la asimilación de

la información de acuerdo con las posturas, opiniones o conveniencias particulares de

aquéllos que no pertenecieron a las elites.

Así pues, la relevancia del documento escrito y la difusión de la información a

través de los impresos adquirieron particular importancia en los momentos en que la

4 Una lectura muy sugerente al respecto se puede hallar en el texto de Renan Silva, “El sermón como forma

de comunicación y como estrategia de movilización. Nuevo Reino de Granada a principios del siglo XVII”, en: Sociedad y economía. Revista de la facultad de Ciencias sociales y económicas de la Universidad del Valle, Cali, núm. 1, septiembre, 2001, pp. 103-130.

5 Rojas, “Una maldición silenciada...”, op. cit., p. 35; François Xavier Guerra, Modernidad e independencias…, op. cit., capítulos. IV, VI y VII.

6 François Xavier Guerra, “La pedagogía política de la prensa revolucionaria”, en Modernidad e independencias…, op. cit., pp. 227-274. V. también los artículos de la tercera parte del libro Guerra y Lempérière, denominada “Formar el público moderno”, en: Los espacios públicos…, op. cit., pp. 273-362. Diego Castillo Hernández, “La opinión pública…, op. cit.

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libertad de imprenta y la censura misma, motivaron intensas debates a favor o en contra

entre los hombres letrados del México independiente. Del mismo modo, el anónimo como

una forma de denuncia política que pretendía evitar las represalias apareció con mayor

fuerza a partir de los años treinta, después de las campañas punitivas emprendidas durante

el gobierno de Anastasio Bustamante7 y la actividad persecutoria llevada a cabo durante el

régimen de Santa Anna.8 No obstante, el escrito anónimo, a diferencia del panfleto político,

tuvo una larga trayectoria dentro de la historia virreinal en tanto “pudo ser una práctica de

uso común e incluso necesaria”, tras los impedimentos para manifestar abiertamente ciertas

posturas, opiniones, o deseos cuyas implicaciones políticas eran comprometedoras o

polémicas.9

Cabe señalar que los gobiernos del México independiente enfrentaron numerosos

problemas fácticos con la libertad de imprenta, pues así como Guadalupe Victoria había

afirmado que ésta era vital para las naciones gobernadas por “máximas y principios

liberales”, sin embargo, aseguró que su aplicación dependía de la ilustración “y las mejoras

7 Lucas Alamán, quien fungió como su ministro del Interior y de Relaciones Exteriores durante el corto

gobierno de Bustamante, pretendió terminar con los extremos de los federalistas limitando el voto y las facultades de los ayuntamientos, disolviendo asambleas, sustituyendo gobiernos, usando mano dura contra los críticos y opositores del régimen, al tiempo que trató de fortalecer al ejecutivo, arreglar la hacienda pública, profesionalizar al ejército y lograr el reconocimiento internacional del país, sobre todo por parte de España y el Vaticano. Josefina Zoraida Vázquez (coord.), La fundación del Estado mexicano, 1821-1855, México: Editorial Nueva Imagen, 1994, p.16-17. Torcuato di Tella refiere que durante este gobierno de Bustamante “La resistencia de los yorkinos fue suprimida, y prácticamente se abolió la libertad de prensa tras una sistemática aplicación de multas a los periodistas considerados subversivos”; op. cit., p. 241. Brian Connaughton, “El difícil juego de «tres dados: la ley, la opinión y las armas» en la construcción del Estado mexicano, 1835-1850”, en: Connuaghton (coord.), Poder y legitimidad…, op. cit., p. 339.

8 Rojas, “Una maldición silenciada...”, op. cit., pp. 60-65. 9 Natalia Silva Prada, “Funciones de la escritura en la vida política colonial: el anonimato y la denuncia en

la segunda mitad del siglo XVII hispanoamericano”, [en prensa].

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del sistema moral” de los pueblos; lo que evidentemente justificaba la censura hasta el

momento en que la sociedad pudiese alcanzarse ese estado de mejora moral.10

Incluso todavía para 1836, los Jueces de Letras demandaban una legislación acorde

con las exigencias para sancionar a los infractores en los delitos de imprenta cuando se les

conminó a castigar no sólo a los autores, sino a los demás cómplices del delito; ante lo cual

los jueces respondieron con una amplia disertación en la que puntualizaban la necesidad de

contar con leyes claras para que no se cuestionara la legitimidad de sus procedimientos, ni

se expusiera a la censura pública o al desagrado de los Tribunales Superiores, por las

dificultades que enfrentaban con la normativa vigente para “castigar a los hombres por

acciones que no están prohibidas, como sucedería castigando al que vende, circula, y lee un

libro que se imprimió bajo la garantía de una ley, y que posteriormente ninguna autoridad

había prohibido”. Para ello se fundamentaban en la facultad otorgada por el inciso 7º del

artículo 2º de las Bases Constitucionales que sancionaba la libertad para “Poder imprimir y

circular sin necesidad de previa censura sus ideas políticas”; porque dicha exigencia de

penalización contra los delitos de imprenta contravenía la carta constitucional “y [esto] no

tiene ejemplo en ninguna Nación donde existe la libertad de la prensa”.11

Por otra parte, el rumor fue el medio más usual entre los sectores populares,

mientras que los panfletos y los anónimos estuvieron vinculados al monopolio de la

escritura y el saber político.12 Si bien el rumor se esparcía entre todos los segmentos

sociales, se hallaba más cercano a las prácticas cotidianas usadas para difundir la

10 Discurso emitido por Guadalupe Victoria durante el cierre de la sesión extraordinaria del Congreso el 19

de diciembre de 1825, en: México a través de los informes…, op. cit., p. 6. 11 AHSCJN, Asuntos Económicos, siglo XIX, caja 29, exp. 2593; “Primera [Ley constitucional]. Derechos

y obligaciones de los mexicanos habitantes de la República”, en: Felipe Tena Ramírez, Leyes Fundamentales de México, 1808-1982, México: Editorial Porrúa, 1982, p. 205.

12 Silva Prada, “Funciones de la escritura en la vida política...”, op. cit., p. 1.

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información entre la gente del pueblo; además de que rompía con los formalismos propios

de cualquier otro tipo de comunicación y podía, incluso, adelantarse a cualquier declaración

oficial de noticias.

De acuerdo con Pablo Cazau, el rumor es la difusión de la información –

proposiciones o noticias – de persona a persona sin ser comprobada y sin que se disponga

de formas seguras para ratificar la veracidad de la misma y, para su conformación, juega un

papel fundamental la importancia y la ambigüedad de la información.13 Aunque Cazau

considera que el rumor no es resultado de una noticia deliberadamente manipulada, sino

que tiene un origen espontáneo, acepta que dicha “manipulación informativa” (sic) o forma

especial de desinformación, constituye un tipo de rumor que circula de modo análogo al

rumor espontáneo, así como cualquier otro tipo de noticias fácilmente distorsionadas, dadas

las condiciones y el medio en el cual se propagan.14

Ahora bien, es claro que el rumor se esparce o tiene una alta incidencia cuando la

información formal u oficial no es suficiente, puesto que “In any given group the amount of

rumor being circulated is roughly in inverse proportion to the degree to which official

information is viewed as trustworthy an satisfying”;15 tal como sucedió durante la crisis del

cobre, pues las circunstancias particulares creadas por los momentos de incertidumbre,

favorecieron la creación y propagación de rumores sobre el remedio que se daría, después

13 Esta misma definición de rumor se halla en: Robert H. Knapp, “A psychology of rumor”, en: The Public

Opinion Quarterly, vol. 8, no. 1, Spring, 1944, p. 22, (información obtenida de JSTOR: http://links.jstor.org/). 14 Aunque Cazau básicamente explica la “Teoría de los rumores” desarrollada por Allport y Postman, The

Psychology of Rumor, New York: Henry Holt & Co., 1947; en la cual se considera al rumor como un acontecimiento espontáneo que surge para satisfacer cierta necesidad de información y no a la infiltración voluntaria de noticias falsas o tergiversadas, algunos de sus planteamientos sirven para explicar la circulación del rumor inducido, pese a las contradicciones mismas de la tesis expuesta y a ciertas ambigüedades para descartar los rumores creados ex professo con una argumentación sólida que vaya más allá de su origen deliberado. Pablo Cazau “La teoría de los rumores”, información obtenida de Internet: http//:www.galeon.hispavista.com/pcazau.

15 Knapp, “A Psychology of Rumor”…, op. cit., p. 27.

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de la devaluación de las cuartillas en Querétaro y la sabida incapacidad financiera del

Estado para amortizar el cobre; además, la filtración de las noticias sobre las discusiones en

el Congreso, permitía que la gente se enterara de las dificultades para convenir una salida

sensata y prudente al problema del cobre.

Este conocimiento de los asuntos tratados en las sesiones del Congreso, pone en

evidencia la misma circulación de la información. Esa circularidad de las noticias entre

diversos estratos sociales, demuestra la multiplicidad de contactos y formas de convivencia

que existieron en el México decimonónico; pues los canales de comunicación y las formas

de contacto rebasaron – como en toda sociedad – las relaciones verticales establecidas

según el nivel social y el rango económico o político.16

De este modo, el rumor permitía que la política descendiera a las calles y a las

plazas y que el descontento se manifestara a través de la agitación popular y la alteración de

precios en el mercado; en esos momentos la transmisión de las noticias a través de la vía

oral, los rumores e, incluso, los pasquines cobraba gran relevancia, y por ello los volantes

anónimos pegados en las paredes durante la noche del 10 de marzo de 1837 tuvieron un

efecto tan eficiente para el desenlace del motín; de hecho, cuando circulan los rumores a

través de todos los canales posibles, es cuando esta «voz del pueblo» que acusa, amenaza o

denigra a la autoridad por los malos actos de gobierno, normalmente preludia las revueltas

y motines.17

De tal forma, el rumor pasó de la mentira a la realidad del motín; de la

incertidumbre por falta de noticias ante el problema del cobre, se llegó a la certeza de que la

16 En la clásica obra de George Rudé se realiza un interesante análisis sobre la ideología de la protesta

popular y las formas como operaba la circularidad de las ideas entre las clases. “La ideología de la protesta popular”, en Revuelta popular y conciencia de clase, Barcelona: Crítica Grijalbo, pp. 32-48.

17 François-Xavier Guerra, “De la política antigua…, op. cit., pp.118-119.

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nueva devaluación se concretaría y la indignación se colectivizó, pues si el gobierno dictó la

reducción oficial el día 8, y con ello rompió su palabra anunciada anteriormente sobre las

gestiones llevadas a cabo para evitar que “los tenedores nada pierdan del valor legal de la

moneda”, ¿ya qué podía esperarse? Para el 11 de marzo todo era creíble y por ello no

importaba lo que dijeran las autoridades, pues el rumor de la nueva devaluación terminaría

convirtiéndose en otra verdad sabida de antemano. Así

[…] se sigue un camino torcido y sinuoso en el que el rumor se vuelve noticia; después certeza verificada por el hecho de haber sido escrita, antes de ser desechada como error y entregada al público como confesión de engaño […] Recorrido que va de principio a fin de lo creíble a lo verdadero, y después, de lo verdadero a lo falso.18

Por ello la capacidad de movilización que tuvieron los agitadores, pudo haber tenido

un peso tan relevante, momentos antes de motín o durante la misma protesta, puesto que el

rumor había predispuesto los ánimos de las personas para manifestarse violentamente,

propiciando una posible organización espontánea para trasladarse al centro de la ciudad y

manifestar su repudio en contra del gobierno y sus autoridades.

3.2 Participación política y opinión pública

Si bien, el impreso siguió coexistiendo durante el siglo XIX con el manuscrito y la hoja

volante, a partir de la guerra de Independencia su uso marcó un nuevo ritmo en la difusión

de la información. Quizás uno de los resultados más importantes con este proceso fue la

generalización de las opiniones y la inclusión de vastos sectores en la discusión de los

asuntos públicos.19

18 Arlette Farge, “Del rumor al error”, en: La vida Frágil, México: Instituto de Investigaciones Dr. José

María Luis Mora, 1996, p. 257. 19 V. Miguel Ángel Hernández Fuentes, “Ideas y valores liberales en el imaginario y los discursos públicos

mexicanos, 1820-1824”, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, (tesis de maestría), 2004, pp. 10-18, y Céline Desramé, “La comunidad de lectores y la formación del espacio público en el Chile

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Por lo menos en la ciudad capital, el papel de la prensa en la conformación y

transformación del espacio público fue de suma importancia, dado el carácter emergente de

la libre opinión y la (in)capacidad estatal de ejercer la coerción para controlarla. Bien fuera

desde la clandestinidad, el anonimato, o esquivando la acción punitiva de distintas formas,

los impresores siguieron su actividad difundiendo la información por más delicada que

fuera y esto coadyuvó al aumento de la politización y la participación de las clases

populares en la vida pública del país.20 Frente a la represión, los escritores llegaron a

comentar que “Los delitos de opinión a diferencia de los civiles, pueden ir asociados de la

buena fe, pueden haberse causado por un yerro involuntario, sin que el que lo cometió se

creyese hacer traición a su patria”.21 Sin embargo, la represión contra los escritores adversos

al régimen, se siguió utilizando como un arma efectiva para contrarrestarlos.22

Estas formas de implicar a la población en los asuntos públicos, aunadas a la fuerte

propaganda y las acciones proselitistas de algunos personajes que se convirtieron en

agitadores profesionales, permitió la creación de discursos y adhesiones hacia los

revolucionario: de la cultura del manuscrito al reino de la prensa (1808-1833)”, en: Guerra y Lempérière, Los espacios públicos…, op. cit., pp. 273-299.

20 En 1821 El Tribuno de la plebe comentó «ya somos libres para pensar y echar por esos mundos nuestros pensamientos en letra de molde para que rueden por las tertulias y tabernas». El Tribuno de la plebe, núm. 1, 1821, apud Annick Lempérière, “Versiones encontradas…”, op. cit., pp. 575.

21 El Telégrafo, periódico oficial del gobierno de los Estados Unidos mexicanos, tomo VII, núm. 9, viernes 9 de enero de 1835.

22 Tanto la normatividad de la época como la existencia de una amplia colección de folletos resguardados actualmente en diversos recintos documentales, nos muestran la importancia que cobró el impreso en la vida política del país y las dificultades halladas por las autoridades para controlar a la prensa y a los escritores de oposición. Así mismo, el uso de títulos que diferían completamente del contenido de los folletos, nos ilustra algunas de las tácticas usadas por los autores para evitar la acción punitiva del Estado en una época de gran efervescencia política; por ello, desde los primeros años de la vida independiente se prohibió la circulación de “los rubros o títulos alarmantes, injuriosos y subversivos”, al tiempo que se dispusieron diversas penas para aquéllos que hicieran circular impresos “fraudulentos” cuyo contenido “no trate lo que éste anuncia”, ante la necesidad que tuvo la Junta Nacional Instituyente en 1823 de “contener el escandaloso desorden que ocasionan los rubros engañosos, injuriosos y alarmantes y subversivos, con que frecuentemente se anuncian los impresos con manifiesto de abuso de la preciosa y saludable libertad de imprenta”. Condumex, Fondo I-2, impresos (copias), carpeta Luis Gutiérrez Cañedo, doc. núm. 1056, año 1823.

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regímenes, sus actos de gobierno o sus contrarios, a partir de una movilización social más

amplia. La lectura compartida, así como la socialización en los espacios públicos, otorgaron

un matiz peculiar a la urbe convirtiéndola en escenario de constantes disturbios y

pronunciamientos, dada la facilidad relativa con la que se podía incitar al pueblo para salir a

las calles a manifestar filias o fobias.

Los jóvenes vendedores que voceaban por las calles los títulos de los folletos e

impresos sueltos sobre los temas de actualidad como los debates entre los escritores, las

peleas entre las diferentes facciones políticas o entre distintas autoridades, así como las

críticas contra ciertos personajes de la vida pública o algún suceso político relevante,

hicieron que los amplios sectores analfabetas de la sociedad participaran en estos duelos

impresos y en la POLÍTICA del país. Así mismo, la lectura en voz alta en los lugares de

intensa sociabilidad como las pulquerías, las plazas, los mercados, las iglesias, los cafés,

etcétera, permitió que la gran masa iletrada estuviera al corriente de las noticias que día con

día sucedían en la urbe y el país; de esta manera

La labor de los publicistas permitía divulgar y traducir el pensamiento político que llegaba del extranjero así como el que producían las elites intelectuales del país en términos asequibles para un público bastante amplio, de forma que se iban insertando en su imaginario, en sus concepciones sobre la autoridad y el orden público.23

Ahora bien, la acción de los agitadores políticos fue bien conocida en la época y

personajes como Pío Marcha, Juan Acosta, Juan Chavarría,24 entre otros, se encargaban de

movilizar directamente a la plebe en los barrios; así mismo, algunos de estos barrios

23 Hernández Fuentes, “Ideas y valores liberales…”, op. cit. 14-15. Cabe mencionar la reflexión hecha por

Diego Castillo cuando analiza el periodo en el que se puede ubicar la conformación de la opinión pública en nuestro país, sobre los sectores que podían considerarse parte de lo público “en un país básicamente analfabeta, que si bien hacía uso de la práctica de la lectura en voz alta, no era posible cuantificar a todos los integrantes de ese sector”, Castillo, “La opinión pública...”, op. cit., p. II.

24 Arrangoiz, México desde 1808…, op. cit., p. 313; Di Tella, Política nacional…, op. cit., pp. 247, 256-257; Anastasio Zerecero, apud Pérez Toledo, “«Todas las clases…”, op. cit., pp. 9-10.

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también fueron identificados por la disposición que mostraban para secundarlos como San

Sebastián, San Pablo, Salto del Agua, Santa María, San Agustín y Santa Ana, entre otros.

Todo lo anterior nos hace reflexionar sobre los nexos existentes entre estos personajes

intermedios y las altas esferas de la política, así como sus vínculos con población a través

de diversas redes de compromisos, beneficios y clientelismo. Alfredo Ávila afirma que en

1826 los yorkinos controlaban de los llamados “barrios peligros” a Santa Catarina Mártir,

Candelaria de los Patos, Salto del Agua y San Pablo25 y Carlos María de Bustamante relata

ese 11 de marzo de 1837, “Me aseguran que [el alboroto popular por las cuartillas de cobre]

comenzó por el barrio de Santa Catarina Mártir”.26

Tuvo razón el ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de Norteamérica Joel

R. Poinsett cuando advirtió que la canalla, formada por numerosos mendigos, ociosos y

zánganos «que se mantienen a expensas de la colectividad y que no teniendo nada que

perder, están siempre prestos a engrosar el grito de la agitación popular», en lo sucesivo

serían «el instrumento fácil de todas las facciones»;27 aunque también los trabajadores

artesanales, de servicios, los milicianos…, etcétera.

Por su parte, Santa Catarina Mártir fue uno de los barrios de la ciudad ubicado al

norte con una configuración espacial en la que convivían habitantes de vecindades, ricos

que radicaban en la zona céntrica de la parroquia e indígenas cuyos jacales se encontraban

en terrenos ubicados a las orillas del curato.28 Al igual que otros barrios de la ciudad, Santa

25 Alfredo Ávila, “El Partido Popular en México”, en: Historia y Política. Ideas, procesos y movimientos

sociales, dossier: México: Historia, ideas y cultura política, revista de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Nal. de Educación a Distancia, núm. 11, 2004, p. 51.

26 Bustamante, Diario Histórico..., op. cit., “Sábado 11 de marzo de 1837”. 27 Apud Macrina Rabadán Figueroa, “Propios y extraños. La presencia de los extranjeros en la vida de la

ciudad de México, 1821-1860”, México: El Colegio de México, (tesis de doctorado), 2000, p. 261. 28 La descripción así como la información de este pequeño apartado fue tomado de: Pescador, De

bautizados…, op. cit.

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Catarina Mártir fue caracterizado por contar con una porción considerable de gente

trabajadora pobre, cuyo sustento diario no estaba garantizado, dadas las difíciles

condiciones económicas imperantes en la urbe; tal como lo atestigua la formación de

«cofradías de retribución» hacia finales del siglo XVIII, destinadas a asegurar los gastos de

defunción de los miembros de la corporación, como la cofradía San Ignacio de Loyola.29

Gracias a las contribuciones de los cofrades, Juan Javier Pescador determinó la

existencia de trabajadores artesanales, empleados de herrerías, sederías, carpinterías,

carrocerías, locerías, hilanderías, velerías y coheterías, dependientes y empleados de

tocinerías, pulperías, cajones y la alquiladuría de ropa que habitaban en Santa Catarina, así

como los sirvientes de las casas grandes de la parroquia como recamareras, cocineras,

cocheros, lacayos, cajeros principiantes, nodrizas o chichiguas, etcétera, además de los

empleados del hostal, las pulquerías, fondas y figonerías de la parroquia hacia 1813,30 y por

lo visto en el capítulo anterior, podemos pensar que la composición ocupacional de esta

población no cambió sustancialmente para 1837.

A finales del siglo XVIII, Santa Catarina experimentó una clara transformación que

significó el “desmoronamiento del mundo parroquial” cuyas implicaciones se sintieron al

nivel institucional, demográfico y religioso.31 Cabe mencionar que la población de este

barrio fue sumamente sensible a las crisis y en la segunda mitad del siglo XVIII hubo un

descenso general de los niveles de vida, reflejo de “las pésimas condiciones higiénicas,

sanitarias y alimenticias que privaban en la ciudad de México”; determinando con ello, un

régimen demográfico en el que la inmigración cargaba con el peso del reemplazo

29 Ibídem, p. 328-358. 30 Ibídem, p. 357. 31 Ídem, esta tesis sobre el deterioro general de la parroquia se mantiene a lo largo de todo el texto.

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generacional, dada la fuerte mortalidad y los bajísimos (y a veces nulos) índices de

crecimiento naturales.

De igual forma, puede apreciarse que los niveles económicos disminuyeron

notablemente a partir del análisis de las obvenciones parroquiales; esto quizás se debió a un

cambio en la mentalidad religiosa y la actitud frente a la Iglesia (en las formas de

manifestar “la piedad religiosa”), pero también refleja de algún modo el deterioro

económico sufrido por la población.32 Entre 1830 y 1839 la parroquia recibió la cantidad

más baja por concepto de matrimonios, bautizos y entierros, pues “En 300 años nunca fue

más pobre Santa Catarina”.33 Es posible que este descenso del nivel socioeconómico

aunado al ritmo marcado por la vida política y la relajación de las constricciones religiosas34

también incidiera en el carácter levantisco de la población. Así pues, este menoscabo

general de la parroquia, se aprecia con la formación del tiradero de basura en Santa

Catarina denominado La Viña, donde

[…] su población de traperos, pordioseros y perros, con sus montañas de basura, sus terrenos salitrosos o lodosos, sintetiza en términos urbanos el deterioro y abandono de la parroquia y los resultados de la desmantelación de las instituciones y espacios del Antiguo Régimen.35

Dadas las prácticas de movilización y cooptación de las clases populares a través de

diversos mecanismos utilizados por los yorkinos,36 no resultaría extraño que éstos tuvieran

32 Aunque también se debe considerar que en 1833 se erradicó la utilización de la coacción civil para el

cobro de los diezmos y el cumplimiento de los votos religiosos. Coatsworth, “Obstáculos al desarrollo económico en el siglo XIX”, en: Los orígenes del atraso…, op. cit., p. 93. Josefina Zoraida Vázquez (coord.), La fundación…, op. cit., p. 17-18.

33 Pescador, De bautizados…, op. cit., pp. 365-381. 34 Pescador refiere que en 1809 el 28 % de la feligresía de Santa Catarina no había cumplido con la

confesión y comunión anual, y para 1816 la cifra aumentó al 60 % de los adultos, Ibídem, p. 373. 35 Ibídem, p. 378. 36 Alfredo Ávila comenta que la distribución de chocolate y almuerzos entre los indios, de pulque y

aguardiente entre los pobres, así como la repartición de dinero y la incitación para crear desórdenes, eran comunes en épocas de elecciones. También se repartían las listas de los candidatos, al tiempo que nombraban

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alguna influencia entre los habitantes más pobres y los trabajadores de la parroquia de

Santa Catarina Mártir.

Mapa 3

“Barrios peligrosos” controlados por los yorkinos en 1826

Fuente: Alfredo Ávila, “El Partido Popular en México”, en: Historia y Política. Ideas, procesos y movimientos sociales, dossier: México: Historia, ideas y cultura política, revista de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Nal. de Educación a Distancia, núm. 11, 2004, p. 51.

De suyo, la acción política de las logias masónicas y en especial la movilización de

la plebe por parte de los yorkinos escandalizaron a muchos miembros de las elites, pues

como secretarios y escrutadores a partidarios que permitían la triplicación del padrón para que la gente votara a favor de sus candidatos, entre otras anomalías, Ávila, “El Partido Popular…” op. cit., pp. 48-49.

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como se observa en el mapa 3, la influencia yorkina se extendía en varios barrios de la

ciudad, por lo cual algunos personajes de la época como el cónsul británico Richard

Pakenham llegaron a expresar en 1829 que no existía «ni pueblo ni villa a través de la

república que no posea ahora una o más logias yorkinas».37 Independientemente de la

extensión y el control que verdaderamente pudieran haber tenido los yorkinos en el país (o

tan sólo en algunos estados de la república), lo cierto es que la percepción del mismo

cónsul así como de varios contemporáneos de la época, nos indica la incidencia que podía

tener un fenómeno de esa naturaleza, al permitir la inclusión de vastos sectores sociales en

actividades políticas con una intensidad y frecuencia inaceptables para ellos y que en otro

contexto hubieran sido impensables.

La masonería yorkina así como sirvió de vehículo para que personajes ajenos a las

elites obtuvieran empleos y cargos públicos, permitió la participación “del pueblo que

entraba con fanatismo” en la discusión de los asuntos públicos como las elecciones, los

proyectos de ley, las resoluciones del gabinete, la colocación de los empleados, etcétera;38

además de colectivizar un sentimiento nacionalista marcado por claros tintes xenofóbicos

particularmente contra los españoles.39 La posibilidad de que algunos artesanos yorkinos

pudieran ser miembros del Ayuntamiento de la ciudad de México, otorgó a esta instancia

un cariz especial debido a las formas tradicionales de organización y movilización del

37 Apud Alfredo Ávila, “El Partido Popular…”, op. cit., p. 47. 38 Lorenzo de Zavala, Ensayo Histórico de las Revoluciones de México desde 1808 hasta 1830, México:

Instituto Cultural Helénico / Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 287. 39 Ávila, “El Partido Popular…”, op. cit., pp. 38,41-44, 48.

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artesanado; además, la presencia de yorkinos en el ejército y las milicias también posibilitó

la movilización de otros importantes sectores populares de la población.40

Cabe mencionar la importancia otorgada por los yorkinos a la defensa de la

república federal y las críticas que recibieron por parte de sus adversarios políticos, debido

a que la mayoría de los “hombres de bien” consideraban lo popular como sinónimo de

«sansculottismo» y demagogia.41 Así, los yorkinos como parte del rito de iniciación juraban

sostener hasta el último momento de su vida, y por cuantos medios estén a su alcance, la

forma de gobierno de república, representativa, popular, federal así como “las mejoras

sociales que pide el siglo”, y por lo tanto, quedaba autorizada su participación en

revoluciones, tumultos o asonadas, siempre y cuando fuera “«para sostener las instituciones

federales políticas, que tiene adoptada la nación»”;42 mientras sus adversarios políticos

aseguraban que:

[… en] el rito de York […] apenas vieron henchidos sus antros de los hombres más inmorales y los más corrompidos, cuando sus ambiciosos directores apoderados de los votos públicos por el oro que repartían a la plebe desmoralizada, consiguieron así poblar las cámaras de los más indignos representantes, de los hombres más señalados por sus ideas anárquicas y de destrucción.43

Demagogia, clientelismo, corrupción y prácticas de acarreo fueron identificadas

como propias de los yorkinos y los defensores del federalismo; debido a esto, cuando el

Congreso constituyente sancionó la Tercera Ley constitucional (de Las Siete Leyes que

40 Alfredo Ávila afirma que a partir de 1826 en la ciudad de México “tinterillos, maestros de primeras

letras, sastres y hasta algún titireto ocuparon […] posiciones en el Ayuntamiento, gracias a la movilización de votantes pobres en barrios considerados peligrosos”, “El Partido Popular…”, op. cit., p.48. Pérez Toledo ha discutido la importancia que pudieron tener los munícipes artesanos en el Ayuntamiento, para movilizar a la población a través de las redes clientelares durante el cambio del régimen federal al centralismo. Sonia Pérez Toledo: “«Todas las clases…”, op. cit.

41 Sordo, El Congreso…, op. cit., p. 210. 42 Memoria sobre los Yorkinos, México: Imprenta de Galván a Cargo de Mariano Arévalo Calle de Cadena

núm. 2, 1828, p. 9. C. Sutro, BRGG. 43 Nuevo clamor de venganza o muerte contra el intruso gobierno que tantos males ha producido, México:

Imprenta de Martín Rivera dirigida por Tomás Uribe y Alcalde, calle cerrada de Jesús núm. 1, 1831.

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rigieron durante el centralismo) puso especial cuidado en restringir el acceso a los

sansculottes para evitar que invadieran el Congreso y por ello se especificaron edades e

ingresos económicos mayores a los requeridos por la Constitución de 1824 para acceder a

los puestos de representación como diputados y especialmente como senadores. De este

modo, mientras el pueblo elegía a las juntas departamentales y los diputados (a través de un

sistema de listas y no de forma libre), las juntas departamentales elegían tanto al presidente

como a las vacantes de la Suprema Corte de Justicia y a los miembros del Supremo Poder

Conservador, cuidando que “ninguna autoridad fuera arbitraria o gratuita, [… y

permitiendo] que salieran sólo los que debían salir”;44 de esta forma, la elección de los

diputados sería calificada por el Senado definiendo “si en el individuo concurren las

cualidades que exige esta ley y si en las juntas electorales hubo nulidad que vicie

esencialmente la elección”.45 Además de que el Supremo Poder Conservador era el

encargado de “declarar cuál es la voluntad de la nación”, en momentos de conflicto social o

disputa.46 Todo esto con la finalidad de contrarrestar la influencia de los yorkinos en los

recintos legislativos.

El siguiente diálogo tomado del folleto intitulado Recta opinión de un barbero que

canta como un jilguero sobre los peticionarios federalistas, nos muestra claramente la

sátira que se hacía de algunas prácticas de los yorkinos (identificados por el autor como

federalistas), así como el tipo de población a la que afiliaban y movilizaban:

[…]

44 Sordo, El Congreso…, op. cit., p. 208-210. El énfasis marcado por las negritas es mío. 45 “Tercera [Ley constitucional]. Del poder legislativo, de sus miembros y de cuanto dice relación a la

formación de leyes”, en: Tena Ramírez, Leyes fundamentales…, op. cit., p. 215; el énfasis marcado por las negritas es mío. Sordo, El Congreso…, op. cit., p. 210-213.

46 Apud, Costeloe, La República…, op. cit., p. 43.

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Fed. Salud, señor maistro, y pronto a quitar estas barbas, porque tengo que asistir a una junta. […] Fed. No siñor, no es para tanto; pero le rogaba a ud. porque voy al barrio de S. Sebastián a un quiacer juerte importante para la patria. Barb. ¿Qué negocio tiene ud. señor D. Dimas? Fed. Amigo, el secreto por delante; y si no fuera porque no debo hablar, le diría yo a ud. que voy a rejuntar unas firmas. Barb. Firmas de quién o para quién? Fed. Firmas de los pobres, para que sean ricos, de los zuidadanos para que sean dichosos. Barb. ¿Dichosos? y ¿con qué? Fed. Dichosos con la Federación; sí siñor, con la Federación y no cansemos. […] Barb. Volviendo la Federación […] así no ha de pagar ud. contribuciones […] Fed. Ni yo lo sé; porque yo llevo unos papeles sueltos para arrejuntar firmas, y otros llevan otros, hasta que se haga el cuaderno y se cuesa. Yo veré si está ud., y si no lo pondré. D. Maur. Dispense ud., caballero: y ¿qué cosa es Federación? Fed. Federación es… Pues: Federación es una cosa que… cuando… Mire ud., cuando estuvo D. Victoria y D. Guerrero, entonces era federación. Hé: ¿me entendió ud.? D. Maur. La verdad, no he entendido a ud. […]47

3.3 Lugares y modos de socialización

Esas muchedumbres excitadas – de forma espontánea o intencional – tras los

acontecimientos, los pronunciamientos, la inestabilidad política y la incontrolable

propagación de la información y los rumores, se mantuvieron como una constante que

marcarían gran parte de la historia del México independiente, por lo cual muchos miembros

de la elite calificaron este periodo como la época de la crisis y la anarquía; hasta que en el

último cuarto del siglo XIX, se consideró que el régimen porfirista había permitido

finalmente la consolidación de la paz y el progreso.

Si bien es verdad que algunos miembros de la elite se valieron de la movilización

47 Se respetó la ortografía original. Recta opinión de un barbero que canta como un jilguero sobre los

peticionarios federalistas, Puebla: Reimpresa en la oficina del Comercio calle de Herreros, núm. 14, 1837.

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popular para alcanzar ciertos fines políticos,48 también lo es, que muchas protestas de la

muchedumbre igualmente respondieron a necesidades y demandas propias para mejorar sus

precarias condiciones de vida o solucionar alguna situación adversa, a pesar de que luego

fueran cooptadas por las facciones políticas opositoras al régimen. En el caso del disturbio

ocurrido por la moneda de cobre el día 11 de marzo de 1837, aunque la protesta parece

haber respondido al malestar provocado por la inflación, la alteración de los precios en el

mercado y la especulación realizada por los comerciantes, como vimos anteriormente por la

infiltración del rumor del día 10, igualmente parecieron existir otros elementos que nos

indicarían la posible incitación del motín, debido a las pugnas políticas entre algunos

grupos de poder,49 así como la intención de los falsificadores para impedir la devaluación

oficial de la moneda en vísperas de su posible amortización.50

¿Pero cómo podemos explicar la rápida propagación de la información y, con ella,

del malestar entre la población, hasta que finalmente el día 11 de marzo las personas se

volcaron a las calles protagonizando actos de violencia tumultuaria en contra de la tropa y

48 Rafael Rojas afirma que caudillos como Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Antonio López de Santa

Anna, Nicolás Bravo, José Ma. Lobato y políticos radicales como Lorenzo de Zavala y José Ma. Tornel [así como el propio Iturbide] se valieron de estos escritores vulgares organizadores de la canalla para encausar y aglutinar las muchedumbres a favor suyo; a diferencia de personajes como José Ma. Luis Mora, José Ma. Bocanegra, Francisco Molinos del Campo, Carlos Ma. de Bustamante y Lucas Alamán quienes estuvieron en contra de tales prácticas. Rojas, “Una maldición silenciada...”, op. cit., p. 39.

49 Este punto ha sido mayormente tratado por Richard WARREN, “El congreso por su gusto…”, op. cit., pp. 61-79.

50 Carlos Ma. de Bustamante comentaba el 3 de marzo “Se han hecho hoy varias proposiciones para expeditar el gran negocio del cobre […] la revolución la tenemos encima y a mi juicio casi es inevitable y quizá será muy sangrienta. Entiendo, así mismo, que el gran mal de este negocio lo causan las casas fuertes extranjeras, que suben y bajan el cobre según les conviene y dan la ley como quieren. Si se dictan medidas [devaluatorias] como en Querétaro, pierden gruesas sumas muchos comerciantes y hacendados, no menos que el pobre pueblo a quien se le condena a la miseria hasta el restablecimiento de la de plata o de calamina que se proyecta... He aquí dos terribles enemigos... Este asunto es el más grave que puede presentarse en circunstancias de que éste será el pretexto de la revolución de la que Santa Anna cogerá el fruto... Triste reflexión. Diario histórico…, op. cit.

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de algunos negocios que vendían productos para las elites? ¿Cuál era la configuración de la

ciudad en términos del número de lugares de socialización y convivencia?

El estudio de los lugares de sociabilidad nos permite esclarecer algunas de las

dinámicas establecidas para difundir la información en la ciudad de México; para ello

podemos valernos de las tipologías establecidas por Maurice Agulhon, sobre los modos de

sociabilidad existentes en Francia durante la primera mitad del siglo XIX. De acuerdo con

este autor, se pueden identificar dos tipos principales de sociabilidad entre los obreros: la

sociabilidad informal surgida en los lugares cotidianos de convivencia a partir de las

prácticas consuetudinarias para la distracción, la diversión y el juego, y la sociabilidad

formal vinculada primordialmente con los sitios y las relaciones de trabajo; en todos estos

lugares se ventilaba una infinidad de opiniones políticas, así como las críticas contra la

oficialidad o cualquier autoridad, que eran susceptibles de propagarse y, por ello, eran

vistas como algo peligrosamente subversivo.51

51 Maurice Agulhon, “Clase obrera…”, op. cit., pp. 141-166.

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Ilustración 4

Interior del café Progreso

Sin autor, Nación de Imágenes: la litografía mexicana del siglo XIX, México, Disco Compacto editado por CONACULTA / INBA / MUNAL / CETEI, primera edición, 1994.

Pese a los intentos por normar la convivencia establecida en los lugares de

sociabilidad informal como las fondas, los cafés, las cantinas y tabernas con las

reglamentaciones contra el ocio y la vagancia, en el México decimonónico no dejaron de

presentarse patrones de organización corporativa y un aumento de la politización entre los

individuos y las ideas a partir de los conflictos y gracias a la convivencia cotidiana en estos

lugares de diversión o en los talleres de trabajo, motivando con ello, muchas de las ideas y

las actitudes tomadas por una autoridad vigilante, un Estado desconfiado y moralizador, y

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una pequeña elite temerosa de las clases más bajas, en especial, cuando éstas se

organizaban o se movilizaban.

La reflexión en torno a la convivencia llevada a cabo en el pequeño taller artesanal,

tiene gran importancia si consideramos la preponderancia que los artesanos siguieron

teniendo durante el XIX en la ciudad de México, pese a la abolición formal de los gremios

y la permanente crisis económica; pues de un total de 45,686 trabajadores empadronados en

el censo de 1842, en la zona céntrica de la ciudad radicaban 4,735 mientras que en la

periferia existían otros 8,961; sumando así un universo de 13,696 personas dedicadas a las

actividades artesanales y manufactureras en la municipalidad de México.52

Dentro de esta dinámica de interacción también fueron muy importantes las

tabernas, las pulquerías, las iglesias, las plazas y los mercados, entre otros, para la difusión

de la información y los rumores, así como la intensa politización vivida durante los

primeros meses de 1837, tras la devaluación de las cuartillas en Querétaro, los motines

sucedidos en Celaya y Valladolid, además de otras afectaciones ocurridas en San Luis,

Morelia y Puebla, por el problema del cobre.53

En la ciudad de México, la plaza Cruz del Factor (véase mapa 1) fue conocida como

plaza del Baratillo debido a que constituía un punto de reunión donde la gente pobre en

“indecentes tendajones” compraba y vendía cosas viejas como sus muebles o su ropa en

caso de necesidad;54 lo cual permitía una intensa interacción social entre los estratos

sociales de menores recursos. De hecho, el problema de los puestos esparcidos en

52 Sonia Pérez Toledo, Población y estructura…, op. cit., p. 188. 53 Bustamante, “Sábado 14 de enero de 1837” y “Miércoles 18 de enero de 1837”, en: Diario Histórico…,

op. cit. 54 “Desaparecerá el Baratillo”, en: Tiempo de México, ciudad de México, enero de 1836 a marzo de 1839,

núm. 9, [s. p.].

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numerosos lugares fue una constante que trató de solucionarse estableciendo mercados fijos

para los vendedores, como lo muestran las disposiciones del Ayuntamiento en 1828, al

ratificarse nuevamente en 1834 que

La vendimia [...] debe reducirse a los puntos y mercados que están designados para su respectivo expendio en orden publicada por rotulones de 11 de agosto de 1827, que son las plazas de San Juan de Dios, del Carmen, la Santísima, San Pablo, San Juan de Letrán y Colegio de Niñas.55

Así mismo, cuando en 1841 se constituyó el mercado de la plazuela de San Juan

(véase ilustración 5), se quiso reunir a todos los puestos establecidos en las plazuelas de las

Vizcaínas y del Tecpac, así como en las calles de San Juan, la Escondida, Victoria, el Sapo

y los callejones que salían para la Alameda, Nuevo México y Arcos de Belem; pues desde

1837 se había dispuesto que los ayuntamientos debían cuidar la distribución adecuada de

los mercados.56

55 Juan N. Rodríguez del San Miguel, Manual de Providencias económico-políticas para el uso de los

habitantes del Distrito Federal, México: Imprenta de Galván, 1834; en: Hira de Gortari y Regina Hernández Franyuti, Memoria y encuentro: La ciudad…, op. cit., p. 206.

56 Manuel Orozco y Berra, “La ciudad de México”, en. Diccionario universal de historia y geografía, México: Imprenta de F. Escalante, Librería de Andrade, 1854, apud de Gortari y Hernández, Memoria y encuentro..., vol. III, p. 217.

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Ilustración 5

El mercado de Iturbide, Antigua Plaza de San Juan

Casimiro Castro y Julián Campillo, Nación de Imágenes: la litografía mexicana del siglo XIX, México, Disco Compacto editado por CONACULTA / INBA / MUNAL / CETEI, primera edición, 1994.

Otras partes de intensa socialización como la Alcaicería,57 detrás del Palacio de

Cortés, así como las calles de Plateros y Tacuba o en otras plazuelas y plazas distribuidas

57 Véase su ubicación en el mapa 1. La Alcaicería fue una zona comprendida por 6 manzanas originalmente

construida para la habitación y el comercio de los artesanos, en donde se hallaba el antiguo palacio de Axayácatl. Durante el virreinato formó parte de los bienes del Marquesado del Valle y hacia 1835-37 una parte de los bienes inmuebles pertenecía al Hospital de Jesús y los demás fueron vendidos a particulares, de los cuales el Monte de Piedad y dos compradores adquirieron más de una casa (de las 25 que la conformaban). Este “cuadrado” estaba circundado por las calles de Plateros (Madero), Empedradillo (Monte de Piedad), Tacuba y San José el Real (Isabel la Católica) y aunque con el tiempo se rompió la exclusividad de los artesanos, tanto en la vivienda como en el comercio propiamente dicho, siguió representando una zona de intensa comercialización para éstos. Jorge González Angulo, “La alcaicería; un ejemplo de remodelación urbana y sustitución de población”, en: Investigaciones sobre la historia de la ciudad de México, vol. II, México: Departamento de Investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia, «cuadernos de trabajo núm. 11», 1976, pp. 1-23.

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en la zona céntrica como la Plaza Mayor, del Volador, de Armas, de las Vizcaínas, del

Marqués, de Santo Domingo, de Regina, de Jesús, de Loreto y algunas Iglesias (véase

ilustración 6) también coadyuvaron a la convivencia e intercambio de noticias, información

y opiniones políticas entre la población.58

Ilustración 6

El Sagrario de México

L. Auda y Casimiro Castro, Nación de Imágenes: la litografía mexicana del siglo XIX, México, Disco Compacto editado por CONACULTA / INBA / MUNAL / CETEI, primera edición, 1994.

Finalmente la existencia de espacios abiertos o comunes donde tenían que

interactuar las personas de cualquier condición social, bien fuera en los que ya

58 El diplomático inglés George Ward afirmaba que en México, como en la mayoría de las poblaciones españolas, abundaban las iglesias y conventos; lo cual es fácil de ratificar si actualmente se realiza un recorrido por la zona céntrica de la ciudad. Ward, México en 1827..., op. cit., p. 450.

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mencionamos u otros como los baños públicos o las fuentes de agua, posibilitaban esta

interacción e impedían que las elites pudieran aislarse de la demás población, y tanto ellos

como sus sirvientes siempre mantuvieron un contacto muy estrecho con la población de

menores recursos; además de que las personas de condiciones mayormente marginales

tampoco pudieron ser recluidas y sacadas de las calles de la ciudad. Todo ello posibilitaba

formas muy efectivas de comunicación y socialización de los agravios (y de los festejos).

* * *

Por otra parte, aunque no hay forma exacta para saber el número de tiendas al

menudeo que existían a principios de 1837, tales como las pulperías, las panaderías u otros

negocios, podemos suponer que también tuvieron una importancia sobresaliente; además de

la significación que poseyó el abasto para las personas, a pesar de que el número de estos

negocios fue disminuyendo durante las dos últimas décadas del siglo XVIII y principios del

siglo XIX.59 No obstante, para el año de 1843 tenemos información que nos indica la

existencia en la zona céntrica de la ciudad de México de 121 tiendas de abarrotes mestizas

y de pulpería, además de 148 tendejones;60 así también de los 51 negocios dedicados a la

fabricación de pan registrados en toda la ciudad,61 en esta zona se concentraban 9

panaderías y 29 bizcocherías, tan sólo en los cuarteles menores 1, 3, 5, 7, 9, 11, 13 y 14 que

constituyeron dicho centro (véase mapa 4).

59 Jorge Silva, puntualiza que en 1781 había 221 pulperías en la ciudad de México; en 1795 ya sólo se

registraron 154 y para 1804 disminuyeron a 107. Jorge Silva Riquer, “La organización de las tiendas...”, op. cit., pp. 300-301. Virginia García Acosta, Las panaderías, sus dueños y trabajadores. Ciudad de México siglo XVIII, México: Ediciones de la Casa Chata núm. 24, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1984.

60 En 1843 se registraron 306 tiendas de abarrotes, mestizas y de pulpería, así como 501 tendejones en los 32 cuarteles de la ciudad de México, “Lista de calificaciones del Derecho de Patente” correspondiente al año de 1843, AGN, Padrones vol. 85, tomo I.

61 Nos referimos exclusivamente a las 16 panaderías y 35 bizcocherías sin fábrica registradas en la “Lista de calificaciones del Derecho de Patente” correspondiente al año de 1843, AGN, Padrones vol. 85, tomo I.

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Mapa 4

Zona céntrica de la ciudad en 1853, cuarteles menores

N S

Ciudad de México en 1853, mapa tomado de: Jorge González Angulo y Yolanda Terán T., Planos de la Ciudad de México, 1785, 1853 y 1896, con un directorio de calles con nombres antiguos y modernos, México: Departamento de Investigaciones Históricas del INAH / Seminario de Historia Urbana / SEP, 1976, «colección científica, 50». Información de los cuarteles tomada de: Sonia Pérez Toledo, Los hijos del trabajo…, op. cit., pp. 31-37.

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Jorge Silva afirma que en algunas pulperías se vendían productos para el consumo

diario, la elaboración de alimentos, el servicio doméstico, la confección del vestido, e

incluso, el trabajo artesanal; lo que nos indica la gran variedad de artículos que podían

ofrecer y la importancia que tuvieron para el público consumidor.62 Así, mientras las

pulperías eran identificadas como tiendas donde se vendían diferentes géneros para el

abasto, los tendejones eran locales más pequeños fácilmente calificados como barracas,

tugurios o tabernas.63

Ahora bien, el sistema de crédito establecido entre los pulperos tanto con los

proveedores como con los clientes u otros negocios de menor dimensión, fue una práctica

extendida que seguramente se prolongó durante el México independiente debido a la falta

de numerario;64 sin embargo, no todos tuvieron acceso al crédito, debido a que la mayoría

de los grandes proveedores exigían los pagos al contado y, los pequeños comerciantes que

lo conseguían, podían sucumbir fácilmente ante la competencia o las oscilaciones

económicas dada la precariedad de sus finanzas.65 Y aunque son pocos los casos que cita

62 Silva Riquer, “La organización de las tiendas...”, op. cit., p. 288. 63 Diccionario de la lengua castellana, por La Academia Española…, op. cit. 64 Sobre las formas de operar de las grandes casas comerciales, su articulación con los pequeños

vendedores, el uso de libranzas y el reparto forzoso de mercancías durante el virreinato Vid D. A. Brading, Mineros y comerciantes…, op. cit., y Pérez Herrero, La articulación comercial..., op. cit.

65 Silva Riquer, “La organización de las tiendas...”, op. cit., p. 286. Ibarra, El comercio y el poder…, loc. cit. Jorge Silva plantea que los pequeños comerciantes sí tuvieron acceso al crédito, en tanto que Araceli Ibarra Bellón afirma lo contrario; aunque no tengo suficientes elementos para sostenerlo, creo que los dos autores pudieran tener la razón en la medida en que el crédito pudo otorgarse de forma discrecional, dependiendo de la importancia del mercado, así como de las oscilaciones económicas. De esta forma, las condiciones político-económicas podrían haber determinado la facilidad o dificultad relativas para acceder al crédito; del mismo modo, se darían situaciones diferentes entre los pequeños comerciantes radicados en la ciudad de México u otros polos de gran actividad económica a comparación de aquéllos con un capital más o menos parecido, pero ubicados en zonas marginales donde la existencia de numerario era mínima. De suyo, los comerciantes poblanos en vísperas de la amortización de la moneda cuprosa, enviaron un proyecto al presidente Santa Anna, en el que manifiestan las numerosas afectaciones que sufrirían por el retiro de dicho circulante y afirman que su situación no es la misma que sus contrapartes de la ciudad de México, pues “en la capital la mayor parte de los contratos de los comercios se verifican en plata”. Proyecto que presentaron al Excmo. Sr. Presidente…, op. cit., p. 2.

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Jorge Silva sobre la bancarrota de los pulperos a finales del siglo XVIII y principios del

XIX (porque las deudas con los acreedores rebasaron sus ingresos), muchos de ellos tenían

registrados en sus libros contables una importante “cartera por cobrar”, como consecuencia

del crédito otorgado a sus clientes.66

Es posible que esta inestabilidad económica haya constituido una razón de peso,

para que los pulperos y otros comerciantes se hubieran negado a recibir las monedas de

cobre o trataran de evitar pérdidas aumentando el precio de los productos, desde que las

cuartillas de cobre mostraron graves oscilaciones e incertidumbre en su valor. Aunque

también el móvil pudo ser la especulación, quizás el hecho de que algunos negocios

pudieran quebrar por la facilidad con que se podía caer en una situación deficitaria, nos

hacer pensar que muchos comerciantes vivían al día y que la pérdida representada por la

inminente devaluación del cobre, tenía más importancia de la que pudiéramos atribuirle.67

Cuando el periódico El Cosmopolita comentó acerca de la ley de patentes dentro del

programa de contribuciones directas decretadas por el gobierno centralista en junio de 1836

afirmaba:

Palpamos con no menos evidencia la languidez de un comercio en quien la fuerza de las circunstancias hace descargar esos golpes mortales […] Que el comercio de los mexicanos es insignificante y miserable, ¿quién podrá dudarlo? ¿Qué protección tiene? ¿Con qué garantías cuenta? Ni aun con la de la moneda nacional; porque es más falsa que circula, que la legítima.68

De acuerdo con la “Lista de calificaciones del Derecho de Patente” correspondientes

al año de 1843, en la zona céntrica de la ciudad de México (es decir, los cuarteles menores

66 Silva Riquer, “La organización de las tiendas...”, op. cit., p. 288. 67 Silva Riquer señala que “La situación económica de los dueños de pulperías en muchos casos estaba

determinada por la deudas que tenían con los tenderos mayores que los abastecían, o bien por el crédito que otorgaban a los consumidores, puesto que la mayoría de los tenderos vivían casi al día.” Silva, “La organización de las tiendas...”, Ídem.

68 El Cosmopolita, núm. 50, tomo I, sábado 4 de junio de 1836.

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1, 3, 5, 7, 9, 11, 13 y 14, véase mapa 4) se registraron 120 pulquerías y 66 vinaterías, así

como las únicas 4 cervecerías sin fábrica de toda la ciudad.69 Así mismo se concentraban en

el centro el total de almacenes, azucarerías, cristalerías, cajones de ropa y vestidos nuevos,

cererías, confiterías, cajones de fierro o alacenas, escritorios, librerías, melerías, mercerías,

el único puesto de estampas así como los puestos de flores y rebocerías de la ciudad de

México.70

Como podemos ver, existía una alta concentración del comercio en el centro de la

ciudad, lo cual favorecía una intensa socialización entre los diversos sectores sociales y

aunque otros negocios importantes para el abasto estaban más distribuidos en la ciudad

como las carbonerías, carnicerías, maicerías, tocinerías y velerías, el número éstos era

bastante importante en la zona central.71 Comprender la dimensión y la dinámica comercial

del centro de la ciudad, nos permite apreciar la importancia que tuvieron los comerciantes

en los disturbios del cobre, tanto por las afectaciones que padecieron con la devaluación,

como por su participación en el motín (de allí los vítores que ellos hicieron de sí mismos),

en el caso del pequeño comercio; mientras que en caso del comercio para las elites, por los

ataques que sufrieron los locales de mercaderes extranjeros.

Cabe recordar que desde el día 9 de marzo, cuando se generalizó la inquietud social

por la devaluación del cobre, los miembros de Cabildo junto con algunos miembros que

representaron a los giros comerciales más importantes, dispusieron los precios que deberían

69 “Lista de calificaciones del Derecho de Patente”, correspondiente al año de 1843, AGN, Padrones, vol.

85, tomo I. En todos los datos proporcionados sobre el comercio no estamos tomando en cuenta “El Padrón de establecimientos industriales” de 1842-43.

70 “Lista de calificaciones del Derecho de Patente”, correspondiente al año de 1843, AGN, Padrones, vol. 85, tomo I.

71 73 carbonerías, 74 carnicerías, 25 maicerías, 35 tocinerías y 34 velerías; “Lista de calificaciones del Derecho de Patente”, correspondiente al año de 1843, AGN, Padrones, vol. 85, tomo I

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tener los productos básicos, para contener la especulación y aminorar de alguna manera las

funestas consecuencias que trajo consigo el demérito del circulante cuproso, como ya

habíamos mencionado.

* * *

3.4 Lo coyuntural y lo estructural

Podrá observarse que en la ciudad existían condiciones estructurales tales como la

inestabilidad política y la crisis económica, más otras coyunturales de gran peso como las

levas, las cuales favorecían el descontento de la población y su predisposición para apoyar

otras fuerzas políticas que ofrecieran oportunidades para mejorar el nivel de vida. Sin

embargo, los elementos culturales que permitían ciertos modos de participación política,

formaban parte de otras estructuras que podríamos denominar mentales. Esas características

socioculturales nos permiten entender la articulación de lenguajes que oscilaban de la

petición y la deferencia hacia las autoridades, hasta el reclamo, los insultos y la reprobación

en los momentos de la protesta violenta.72

Así también, la justificación de los ilícitos que supuso la falsa amonedación,

encontraron cabida en una sociedad donde no se aplicaba la ley de forma fría y distante

para determinar las penas.73 En muchos alegatos que hicieron los detenidos por amonedar

cobre falso exponían que la infracción obedeció a la necesidad de obtener un ingreso para

su subsistencia, con la finalidad de disuadir a los jueces para que los dejaran libres o

72 V. Scott, Los dominados…, op. cit. 73 Del Arenal, “El discurso en torno a la ley…”, loc. cit.

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aplicaran penas más indulgentes. Incluso, es indicativo que todavía para mediados de los

sesenta, durante el gobierno de Maximiliano, existió quien pidiera el indulto del emperador

para su hijo, en vista de éste había recurrido a la fabricación de moneda falsa; porque

sabida cuenta que “la miseria conduce a los hombres a proyectar empresas aun contra sus

convicciones y modo de pensar”, el hijo de Don Francisco Gil Arévalo había actuado como

muchos otros que se “vieron obligados a hacer esto y aún mayores crímenes para buscar el

sustento de sus familias”74. Esta argumentación es muy similar a la hecha por Manuel

Muciño en 1837, cuando fue condenado por fabricar moneda falsa:

Yo señor Excmo. tenía y tengo pruebas incontestables de la necesidad grave en que me vi cuando pensé hacer tlacos de cobre; puedo acreditar que no tenía otro recurso [más] que éste; fabricar o robar y que en mi conciencia siempre temida, nunca me hizo creer legal el robo, y de hacer tlacos porque yo veía que todos circulaban, y que a nadie se perjudicaba, y que abundaba con este medio el dinero.75

Estas explicaciones (o justificaciones) efectivamente podían disminuir la pena, pues

mientras a otros reos se les habían dictado de 5 a 6 años de prisión por el mismo delito, a

Manuel Muciño se le redujo la pena a un año de cárcel “contando desde su prisión”; porque

el Juez consideró, como en otros casos, que debía “de atenderse a la miseria del reo y [que]

ningún daño [había] causado a la sociedad”76. Debido a ello, entendemos que pudiera tener

mayor validez la invocación de la clemencia para Manuel Muciño y Bonifacio Miranda,

que los alegatos a favor de la buena conducta y honorabilidad como había testificado D.

74 AGN, Segundo Imperio, carta que envía Don Francisco Gil Arévalo al emperador Maximiliano, vol. 41,

exp. 34. Agradezco a Claudia Ceja por haberme proporcionado esta información. 75 AHSCJN, Asuntos Económicos, exp. 4192, caja 52, año 1840, Toca a la causa de Manuel Muciño y

socios por moneda falsa. 76 AHSCJN, Asuntos Económicos, exp. 4191, caja 52, año 1839, De la causa contra Bonifacio Miranda por

moneda falsa.

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211

Joaquín Heredia a favor de Modesto Barrera, quien quedó condenado a purgar 5 años de

prisión después de haber sido señalado como monedero falso por Francisco Cresencio.77

¿A qué nos conduce todo esto? Saber que tanto en los años treinta como en los

sesenta del siglo XIX, los pobladores seguían rigiéndose bajo un esquema que demandaba

la justa aplicación de la ley como parte del buen gobierno y podían justificar el quebranto

de la legalidad cuando el Estado era incapaz de garantizar la subsistencia económica de los

más pobres. De entrada, nos permite comprender la protesta como otro nivel del quebranto

y el porqué la revuelta y el motín siguieron teniendo una amplia aceptación como un medio

de reclamo para la gente del pueblo, cuando el gobierno era incapaz de garantizar la

estabilidad política y/o económica, o en especial, cuando se cometía algún agravio contra la

comunidad.

Obviamente que en la relación establecida entre la población y sus autoridades, la

legitimidad de éstas últimas era fundamental para conservar el sistema.78 Podemos decir

que uno de los problemas más acuciantes para la mayoría de los gobiernos decimonónicos,

fue alcanzar la legitimidad necesaria para mantener el dominio sin tener que recurrir

cotidianamente a la coerción. Del mismo modo, la agitación popular y los

pronunciamientos militares se hallaron estrechamente vinculados a la poca legitimidad de

los regímenes y sus autoridades (o sus actos de gobierno).79 Ahora bien, particularmente

77 AHSCJN, Asuntos Económicos, exp. 3871, caja 46, año 1839, Causa contra Modesto Barrera y

Francisco Cresencio acusados de monederos falsos. 78 Brian Connuaghton puntualiza que entre 1835 y 1850 dentro del difícil escenario político, los gobiernos

recurrieron a varias estrategias con la finalidad de “estabilizar su mando mediante el logro de la legitimidad política”, mucho tiempo antes de alcanzar el control de las fuerzas armadas del país, con la idea de lograr un ambiente de negociación que les permitió “sortear una y otra vez importantes desafíos” para gobernar con la colaboración de la gente. Brian Connaughton, “El difícil juego…”, op. cit. p. 340-342.

79 Entre más efervescencia política hubo y fue más difícil consolidar la legitimidad o estabilidad del gobierno (o del sistema en general) había mayores posibilidades de que la pugna entre los diversos grupos grupos políticos tuviera un nexo directo con la aparición de motines y revueltas. Richard Warren ha abundado al respecto para el caso mexicano en varias de sus investigaciones y en la compilación de los trabajos

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Socialización y protesta

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para los centralistas, como mencionamos anteriormente, tanto la guerra contra Texas como

el problema del cobre, constituyeron dos factores de gran desprestigio e ilegitimidad ante la

comunidad nacional y foránea.80

Cabe mencionar que gran parte de ese desprestigio que padecieron los centralistas

por el problema del cobre, derivó de la impunidad que gozaron varios connotados

personajes de la vida pública inmiscuidos en la falsa amonedación. Finalmente la

percepción que la gente tuvo del Estado se vinculó directamente con la poca eficacia

mostrada por los tribunales y los jueces para cumplir con los procedimientos y sentencias

judiciales, cuando se trató de personajes de gran importancia política, y el escaso nivel de

discrecionalidad jurídica que tuvieron; debido a que uno de los fundamentos tradicionales

de la autoridad política del Estado se halla en la correcta o incorrecta “aplicación del

derecho y la emisión de sentencias”;81 por ello, el gobierno centralista sufrió un desprestigio

tan grande, pues La Lima de Vulcano, al igual que toda la sociedad se cuestionaba sobre el

trato desigual hacia los “monederos falsos” al preguntarse «¿Será conforme con la equidad

y la recta justicia perseguir a éstos con penas de vida, al tiempo que se deje a sus achuras a

realizada por Silvia Arrom y Servando Ortoll también se menciona que, de todos los casos presentados sobre revueltas en diferentes ámbitos geográficos y temporales, solamente en uno, la disputa entre las elites no constituyó un factor de peso para el desenlace de la revuelta. Richard Warren, Vagrants and Citizens. Politics and the Masses in Mexico City from Colony to Republic. Wilmington, Delaware: Scholarly Resources; Arrom y Ortoll, Riots in the cities…, op. cit. Véase también Peter Guardino, Campesinos y Política en la Formación del Estado Nacional en México, Gobierno del Estado de Guerrero: Edit. Laguna, 2001 y Marta Irurozqui, “The Sound of the Pututos. Politicisation (sic) an Indigenous Rebellions in Bolivia”, en: Journal of Latin American Studies, vol. 32, part. I, February, 2000, pp. 85-114, especialmente pp. 103-113.

80 Con motivo de la devaluación del cobre en la prensa se comentó: “Se dice que los consulados han hecho reclamo por la baja de la moneda de cobre, cuyo valor estaba garantizado por el gobierno ante las naciones todas”, El Cosmopolita, sábado 11 de marzo de 1837, tomo II, núm. 13.

81 Michael C. Scardaville, “Los procesos judiciales y la autoridad del Estado: reflexiones en torno a la administración de la justicia criminal y la legitimidad en la ciudad de México, desde finales de la Colonia, hasta principios del México independiente”, en: Brian F. Connaughton (coord.), Poder y legitimidad en México en el siglo XIX, México: UAMI / CONACYT / Porrúa, 2003, p. 380.

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los contrabandistas extranjeros y a los corrompidos empleados que son la causa directa de

la calamidad pública?»82.

Ahora bien, ante la necesidad de mantener el dominio para controlar a la disidencia

y las demandas de la población, así como canalizar los conflictos para evitar las crisis, y el

IMPERATIVO cumplir con las obligaciones del buen gobierno, los centralistas se vieron en

una verdadera encrucijada cuando trataron de resolver el problema del cobre. En este

sentido dos estructuras mentales de larga duración – tanto el derecho de rebelión ante el

mal gobierno, como la protección paternalista que debía ejercerse desde el poder –

impedían al Estado ejercer una potestad pública bajo el esquema racionalista y

modernizador que pretendieron algunos teóricos, y por el contrario, obligaba más a las

autoridades a negociar con los pobladores, en su búsqueda por alcanzar niveles de consenso

que les permitieran continuar en el poder.

Sin embargo la historicidad propia de los gobiernos y las instituciones, así como el

hecho de que “no estén sujetos a una tradición inmutable” sino a un proceso de cambio

constante, determina al conflicto como una parte constitutiva, “un componente indisoluble

de la vida asociada” como señala Isidro Cisneros; por ello apunta que Carl Schmitt afirma:

«la esencia de la vida estriba en producir pausada, pero incesantemente, de su propio seno

nuevas contradicciones y nuevas armonías». De ahí que la tolerancia y la intolerancia

política se conviertan en “los dos tipos fundamentales de interacción política”; así la lógica

del conflicto y de la coacción, o la lógica de la tolerancia y el consenso se hallan presentes

en la vida de todo gobierno.83 Y dentro de esta lógica podemos comprender que el gobierno

82 Apud, Torres, “De monedas...”, op. cit., p. 125. 83 Isidro H Cisneros, "Génesis de la política absoluta", en: Estudios sociológicos, vol. XX, núm. 60,

septiembre-diciembre, 2002, pp. 631-632.

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se mantuvo pese a todos los conflictos existentes, bien fuera en manos de los centralistas,

los federalistas, los monarquistas, los moderados, etcétera; porque siempre hubo sectores

interesados en conservarlo que mostraron una pertinente flexibilidad ideológica, para que

sus intereses siguieran a salvo ante los avatares de los cambios políticos.84

Así también, habría que analizar otros elementos que, dentro de las oscilaciones de

la estabilidad/inestabilidad, también coadyuvaron a la unidad especialmente en momentos

de crisis, como los brotes xenofóbicos, bien fuera durante la invasión norteamericana de

1846-47 o la intervención francesa entre 1862 y 1867. Esa capacidad de identificarse y

crear solidaridades en oposición y exclusión al otro, también se manifestaron en menor

escala durante otros incidentes menores, y de hecho, podemos decir que también estuvieron

presentes durante la crisis del cobre, como se pone de manifiesto en las mismas

declaraciones realizadas por Carlos María de Bustamante en su Diario Histórico (dadas

sus expresiones contra los extranjeros), o en los volantes anónimos que circularon en la

ciudad los días previos al motín con la leyenda “Expulsión de extranjeros... la muerte”. El

sentir nacional encontró una vía de reforzamiento a partir del odio hacia los extranjeros.85

Ahora bien, ¿Cómo podemos explicar que una protesta aparentemente provocada

por un acontecimiento económico, tuviera manifestaciones que indican tal relevancia de lo

político? En todo caso, dentro del discurso de la muchedumbre se percibe que esta

84 Tenenbaum, México en la época de los agiotistas…, loc. cit. Crf. Velasco, et. al., Estado y Minería…, op.

cit., pp. 246-250. 85 Arrom y Ortoll, Riots in the cities…, op. cit. p. 16, n. 8. Particularmente en Brasil la lusofobia tuvo un

peso fundamental en la vida política y las disputas entre las elites así como la politización de la población, tuvieron dramáticos resultados por el odio y las matanzas que se efectuaron contra los portugueses, Jeffrey C. Mosher, “Political Mobilization, Party Ideology, and Lusophobia in Nineteenth-Century”, en: Hispanic American Historical Review, núm. 80, vol. 4, pp. 881-912.

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politización que provocó la fragmentación de la opinión pública86 entre las elites también

«permeó» a las capas populares.

En el entramado mental de las clases populares las pugnas políticas, la asimilación

del lenguaje y los conceptos políticos de la época, así como la utilización de estrategias

argumentativas para conseguir sus objetivos, nos muestran la capacidad de adaptación, en

un mundo donde las contiendas podían cambiar el escenario político en lapsos

relativamente cortos.

Así también sería interesante analizar, hasta qué grado estas revueltas y motines

políticos relativamente frecuentes y de poco alcance, tuvieron una mayor incidencia en la

política nacional o local de las elites, así como en los modos cotidianos de vivir de la gente.

Y hablando particularmente del gobierno centralista, el peso que constituyeron las

movilizaciones por el problema del cobre tanto en 1836-1837, así como en 1841-1842, en

los distintos estados para el derrocamiento de los centralistas. Pero también en la vida diaria

de la población, sus usos y costumbres sobre la vida material o la cultura económica; la

desconfianza que pudieron haber mostrado hacia la introducción de la moneda fiduciaria o

bien, sus inclinaciones para continuar con el uso de los tlacos, o para seguir falsificando

moneda, etcétera.

Si bien, algunos autores han reflexionado sobre la influencia de las grandes

rebeliones en la conformación del Estado nacional,87 habría que analizar la dinámica

establecida dentro de los grandes procesos histórico-políticos, más allá de un discurso que

hacía patente la honda preocupación mostrada por los políticos de terminar con las luchas

86 Brian Connaughton, “A Most Delicate Balance: Representative Government, Public Opinion, and Priests in Mexico, 1821-1834”, en: Mexican Studies / Estudios Mexicanos, vol. 17, num. 1, winter, 2001, pp. 43-50.

87 Guardino, Campesinos y política…, op. cit. (sobre todo en las conclusiones); Arrom y Ortoll, Riots in the cities…, op. cit. (especialmente en la introducción de la edición en española); Katz, Revuelta, rebelión…, op. cit.

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fraticidas y el encono entre las facciones. Digamos pues, que dentro de los grandes

procesos estructurales, las pequeñas conflagraciones sociales también moldearon los modos

de vivir, de pensar y de actuar tanto de las clases populares como de las elites, en esa

relación dialéctica de lucha-oposición/colaboración, coerción/negociación que mantuvieron

gobernados y gobernantes a lo largo de un siglo convulso y difícil que planteó grandes retos

para las autoridades que trataban de mantener el dominio y el gobierno, y para los

pobladores que buscaban sobrevivir aprovechando al máximo todas coyunturas fueran

favorables o adversas.

* * *

Al menos la población de la urbe capitalina, contaba con un considerable número de

trabajadores pobres que establecían dinámicas de convivencia donde rápidamente se

difundía la información. En momentos de efervescencia, las noticias se difundían y la

población podía organizarse con presteza para responder ante la emergencia. Aunque la

gente no participara directamente, conocía los hechos y emitía su opinión, porque la labor

informativa de los diversos medios impresos y los pregoneros les permitían enterarse de lo

que sucedía en las esferas de la “alta política”.

La pasión con que muchos escritores y hombres políticos actuaban, socializaba las

críticas contra las autoridades en turno y el gobierno en general. La discrecionalidad no

estaba garantizada y las malas actuaciones de los congresistas, jueces, magistrados, u

autoridades menores eran sabidas y criticadas por la sociedad. Por ello, los magistrados

pusieron tanto énfasis en solicitar «leyes claras» para evitar que sus actuaciones fueran

criticadas por tribunales y magistrados, porque era seguro que también lo fueran por todos

los miembros de la comunidad; igualmente las demás autoridades se enfrascaban en las

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batallas discursivas de acusaciones y aclaraciones a través de los medios impresos, pues

tenía gran importancia mantener la honorabilidad ante la sociedad. Por eso, después de que

la prensa informara que el carruaje roto por el peso de las barras de plata que enfureció a

los manifestantes que comenzaron el motín apedreando el Portal de las Flores, pertenecía a

Mr. Clemente, dos días después aclaraba “el error” afirmando que el dueño era Mr.

Becherel y Ca.88

De acuerdo con lo visto en este capítulo, podemos imaginar que la participación de

las clases populares fue bastante importante, al menos de los sectores que pudimos

identificar: la gente del estrato medio pudieron ser trabajadores, comerciantes, miembros de

cuerpos armados, gente de los barrios y seguramente adeptos de los yorkinos: federalistas,

pero también mujeres y niños. Todos ellos conviviendo en los lugares de intensa

sociabilidad y prestos a movilizarse ante cualquier emergencia o agravio; por ello, cuando

se enteraron de la posible devaluación anunciada el día 10, se congregaron a las afueras de

Palacio.

En este ambiente de rumores, agitación política, especulación, pobreza y problemas

estructurales de mayor envergadura, los centralistas no pudieron conseguir el consenso

necesario para continuar su gobierno con la legitimidad necesaria, debido en gran parte al

problema del cobre, y unos cuantos años después la ciudad fue nuevamente sacudida por la

agitación social. Los munícipes trataron de reivindicar su papel como cabeza de la

comunidad política; en tanto que el gobernador buscaba otras formas de remediar la

situación, conteniendo a los miembros de ayuntamiento y dictando ordenanzas de

seguridad. En el Congreso, por su parte, se buscaban remedios de diversa índole y así, las

88 El Cosmopolita, num. 14, tomo II, marzo 15 de 1837, p. 4.

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Socialización y protesta

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autoridades y la población establecidas en lógicas diversas, vivieron el motín del 11 de

marzo donde se liberaron tensiones, se evidenciaron pugnas políticas y conspiraciones; pero

también solidaridades, identidades colectivas y opiniones diversas. Después autoridades y

clases populares encontraron las formas de continuar su modus vivendi, dentro de la lógica

de tensiones, coacción, pareceres y demás ciclos de “agravios y desagravios”.

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Conclusión

219

Conclusión

El estudio del contexto histórico que hizo posible la aparición de la crisis social por la

protesta callejera y el motín, nos permitió comprender que el descontento tenía de fondo

una “estructura de oportunidades” determinada por ciertas condiciones sociales y

coyunturales adversas como las levas, la inflación, la inestabilidad laboral, la agitación

política por las elecciones, las campañas de desprestigio, la guerra contra Texas, los

impuestos, las pugnas entre las autoridades locales y la crisis económica permanente;

cuando se aunaron las dificultades ocasionadas por las oscilaciones de la moneda de cobre a

estas circunstancias, se llegó a niveles críticos de inquietud y malestar, que finalmente

culminaron en el motín el 11 de marzo ante la infiltración del rumor, después de la

devaluación decretada por el gobierno el día 8 de marzo de 1837.

Así mismo, a partir del análisis de la coyuntura política pudimos comprender el

porqué de las expresiones escuchadas durante el motín, puesto que la sociedad estuvo al

tanto de los debates generados día con día por el acontecer político y el descontento general

que ocasionó el problema del cobre. La nueva reducción anunciada por los anónimos, tras

la devaluación oficial del día 8, hizo que la gente se movilizara, y así, el “sustrato cultural”

común que permitía ciertas “formas de acción colectiva”, posibilitó una respuesta pronta y

eficiente ante el agravio.1

El examen de esta protesta señala la pervivencia de ciertas costumbres que indican

la conformación de una sociedad cuya cultura política rápidamente se familiarizó con la

movilización social y la protesta; pero también con la agitación política a través de los

1 Charles Tilly, “Conclusion…”, loc. cit.

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Conclusión

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pasquines, los folletos, la prensa, los pregoneros, las reuniones en lugares públicos, cafés,

pulquerías, mercados, talleres, Iglesias, etcétera. En este contexto, la aparición de las logias

masónicas, y en especial de la yorkina, imprimió a la política popular un carácter partidista

con el que rápidamente se identificaron amplios sectores sociales. Así, los partidos del

progreso y el retroceso, el populacho y los hombres de bien, fueron los epítetos con que

frecuentemente se identificaron a las personas, dependiendo del rango socioeconómico, su

inclinación ideológica y sus formas de participación política.

Al tiempo que se politizaban amplios sectores de la población, fueron fijándose en

el imaginario de los habitantes nuevos conceptos políticos que implicaban nuevos derechos

y la posibilidad de reclamarlos; sin embargo, el interés que la gente tuvo en la política “de

las altas esferas”, estuvo mediada siempre por el imperativo de mejorar las condiciones

materiales de vida; por ello, la cooptación del artesanado, los sirvientes, los soldados, los

trabajadores de la fábrica de tabaco, los dependientes, los mercaderes, etcétera, fue práctica

común de los yorkinos y ciertos líderes políticos para avenirlos a su causa.

La manera de subvertir el orden y la violación de los códigos establecidos durante la

protesta, nos indica las formas discursivas utilizadas por los sectores populares para

manifestarse y hacerse escuchar por las autoridades y las elites; de ahí que podamos

entender el sentido de los ataques rituales que hubo en contra de ciertos locales comerciales

y del ejército, así como la destrucción del bando oficial decretado por el gobernador y las

consignas de desafecto hacia el gobierno centralista y sus autoridades.

Así también, dentro del bagaje cultural de las elites decimonónicas, no quedaron

fuera las nociones sobre el buen gobierno y la necesidad contar con medios para legitimar

al Estado y sus autoridades (vía la representación, el pronunciamiento, la propaganda

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Conclusión

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proselitista, etcétera), debido a que los actos y las instituciones de gobierno tienen

necesariamente que contar con un grado de legitimidad para poder alcanzar el fin último

para el que fueron hechos, esto es, gobernar;2 de ahí que las formas como respondieron y

enfrentaron la crisis del cobre las autoridades locales, nos permiten comprender por qué el

Ayuntamiento se adjudicó un papel protagónico asumiéndose como la cabeza de la

comunidad política para representarla frente al Congreso y la confrontación que esta

postura produjo con el gobernador; puesto que esta corporación tenía como uno de sus

principios fundacionales la vigilancia del buen gobierno y la salvaguarda del bien común,

además del derecho de representación adquirido bajo la Constitución de Cádiz. De hecho,

los reclamos sobre el buen gobierno articularon parte del discurso y la mentalidad de

muchos movimientos populares desde la época novohispana, pues éste constituyó uno de

los pilares fundamentales de la cultura política de Antiguo Régimen que sobrevivió a los

cambios venidos con el siglo XIX y se mantuvo vigente durante gran parte del mismo.

Ahora bien, no sabemos si algunas autoridades convalidaron el motín aunque no lo

hicieran explícito, pero sí cabe la certeza de que la mayor parte de los cronistas – así como

algunos manifiestos de los munícipes – vieron en el motín una respuesta congruente con la

dimensión del agravio por la devaluación del cobre.

Todo el conjunto de variables sociales, políticas, económicas y culturales, nos hacen

comprender que el motín del 11 de marzo, al igual que cualquier acontecimiento histórico,

2 Sobre la legitimidad podemos decir, en términos generales, que ésta parte del consenso general de la

mayoría para aceptar al Estado como una condición necesaria y natural, por ello, señala Hegel que “la robustez de los estados reside propiamente en las comunidades. Aquí topa el gobierno con intereses legítimos que él debe respetar; y en la medida en que la administración sólo puede favorecerlos pero también custodiarlos, el individuo encuentra protección para el ejercicio de sus derechos y así surge su interés particular en la conservación del conjunto; apud Porfirio Miranda, Hegel tenía razón. El mito de la ciencia empírica, México: UAMI, 1989, p. 308. Cfr., con la definición que dan Norberto Bobbio y Nicola Matteucci. Diccionario de política L-Z, México: Siglo XXI, 1982, p. 862.

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Conclusión

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encuentra un nivel de explicación multicausal, sin que perdamos de vista, particularmente

en este caso, la centralidad del problema eminentemente económico que representó la

devaluación con todas sus implicaciones en la economía, y de ahí, en la sociedad y la

política, dentro de un contexto de fuertes presiones y control social hacia las clases

populares; por lo cual también advertimos que existían muchos mecanismos para liberar la

tensión social acumulada y evadir la coacción inflingida por las autoridades a numerosos

sectores del pueblo.

La tradición cultural de lucha y movilización social, si bien, hallaba sus raíces en

viejas costumbres de Antiguo Régimen, ahondó su legitimidad en la sociedad hasta

volverse una característica constitutiva de la misma; de igual modo, el carácter paternalista

del gobierno – ese Ethos paternalista que refiere Susan Deans-Smith3 – llegó a ser un

imperativo que adquirió diferentes connotaciones (y logró sobrevivir de algún modo como

se evidenció durante el auge del llamado Estado benefactor, fuertemente atacado desde

hace tres décadas y media); así también, la concepción del buen gobierno permaneció de

alguna manera vigente hasta llegar a concebirse como un conjunto de prácticas políticas

mediante las cuales “se busca atemperar y ordenar los conflictos y tensiones que

constituyen la esencia misma de la historia, con el fin de que éstos no desemboquen en una

lucha de todos contra todos”. Por lo tanto, la capacidad de establecer el buen gobierno

3 Aquel “paternalistic ethos” mencionado por Deans-Smith, fue el que permitió específicamente al

régimen borbónico alternar entre el control coactivo y el consenso para atenuar los conflictos sociales y mantener la legitimidad del gobierno. Susan Deans-Smith, “The Working Poor and the Eighteenth-Century Colonial State: Gender, Public Order, And Work Discipline”, en: Rituals of Rule, Rituals of Resistance. Wilmington: Scholarly Resources, 1994, pp. 64-65.

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Conclusión

223

terminó implicando: saber individualizar y mediar las diferencias naturales que existen

entre los múltiples intereses presentes en una sociedad.4

Las características de las clases populares, así como sus formas de convivir,

socializar y participar en la vida política de la urbe capitalina (y del país), nos permiten

repensar el motín del 11 de marzo a partir de una visión más antropológica de la sociedad,

pues gran parte de la cultura decimonónica se definía por la relevancia de la pertenencia al

grupo laboral, al estrato social, así como al barrio; estas relaciones crearon identidades

colectivas que se reforzaban por los lazos de solidaridad y compadrazgo, que se

evidenciaban en la extendida práctica del “clientelismo” y nos ayudan a explicar la

corrupción a partir de otros parámetros distintos a los que utilizaríamos para entender el

fenómeno en nuestras sociedades actuales. Así, estas redes clientelares ampliamente

extendidas en la sociedad decimonónica, también se vieron mediadas por el interés de

mejorar las condiciones de vida, y el favor obtenido gracias a las relaciones que se

derivaban del honor y el buen prestigio.

De igual manera, los lugares y los modos de socialización merecen particular

atención, porque nos indican la importancia que cobró la política en momentos de crisis y

las maneras (u opciones) que tenían de implicarse los distintos sectores de la urbe; de hecho

la investigación sobre algunos lugares de intensa socialización y las formas como operaba

la comunicación entre las personas, aún se encuentran en espera de investigaciones

sistemáticas. Un ejemplo de la importancia que tendría indagar al respecto, se advierte

cuando nos enteramos de que se abrieron expedientes de investigación por haber

4 Alicia Hernández Chávez, La tradición republicana del buen gobierno, México: El Colegio de México /

Porrúa, 1993, p. 9.

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Conclusión

224

encontrado propaganda proselitista en el interior de las Iglesias durante 1809 y 1811,5 lo

cual nos habla de la significación que tuvieron estos recintos para la comunicación y la

convivencia en un periodo de gran agitación y persecución política.

Podemos concluir que el motín ocurrido del 11 de marzo de 1837 en la ciudad de

México constituye una coyuntura que nos permite acercarnos a la opinión y las voces de

algunos sectores populares, cuyos rastros apenas fragmentarios e indirectos, nos permiten

entender sus modos de pensar, de concebir a la política y la autoridad, de convivir y

socializar; en fin, de integrarse a su mundo y de buscar reivindicar sus derechos según sus

universos mentales. Además, el motín también nos ayuda a comprender las relaciones entre

sectores dominantes como las elites o las autoridades y la gente del común e identificar la

importancia que pudieron haber tenido los personajes medios, así como los vínculos que

establecieron con la sociedad en escala ascendente y descendente, bien fuera dentro del

barrio, de una facción política o de una instancia de gobierno como el Ayuntamiento.

Digamos pues, que el motín constituye tan sólo un espejo a través del cual podemos

apreciar el prisma que constituyó la sociedad decimonónica hacia 1837 en la urbe

capitalina.

En esta investigación no se pretendió hacer una búsqueda exhaustiva de los

expedientes y los individuos que se dedicaron a la amonedación ilícita; todavía hace falta

indagar al respecto, para tratar de establecer las características y el tipo de relaciones que se

dieron entre la población copartícipe de esta práctica que estuvo tan extendida. Un estudio

más acucioso de las personas que participaron en la falsa amonedación, nos permitiría saber

de forma más clara y directa los posibles nexos entre la política y los intereses personales o

5 AGN, Historia, tomo. 415, exp. 8, f. 218 en adelante. Agradezco a Claudia Ceja por haberme

proporcionado esta información.

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Conclusión

225

de grupo de los monederos falsos. También, la conjunción de otras investigaciones en los

estados y las regiones donde sabemos que el problema del cobre tuvo serias repercusiones

sociales, nos ayudaría a entender la dinámica de la protesta y sus variantes durante esta

época, así como el impacto que tuvo el problema del cobre en cada región en específico;

igualmente meritorio sería estudiar los usos y costumbres de la cultura económica y

material, así como los niveles de monetización que operaron fuera de la capital con el uso

del cobre y las afectaciones que ocasionó su retirada. Inquirir si fueron las elites o la

población del común quienes mayormente participaron en el ilícito, hacer una

configuración espacial de los centros clandestinos de amonedación, estudiar las redes de

distribución del cobre y su vinculación con las casas de moneda y la falsa amonedación,

como podemos ver, son algunos de los temas que quedan pendientes de realizar.

En todo caso, con este trabajo se pretendió acercarse al problema del cobre bajo una

óptica multicausal que puso énfasis en el estudio de los diversos actores políticos e

institucionales, así como la caracterización de los sectores populares que participaron en la

protesta, pero que pretende despertar mayores inquietudes en otros investigadores que

deseen ahondar más al respecto, a partir de las diferentes líneas de investigación que

pueden seguirse y recrearse bajo la mirada de terceros y el planteamiento de nuevas

preguntas a las fuentes.

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Anexos

226

Anexo 1

Personas que fueron elegidas como miembros del Ayuntamiento en 18361

Alcaldes 1º Lic. D. Francisco Aragón

2º José Ma. Paz y Tagle

3º Alonso Fernández

4º José Francisco Fagoaga

5º Manuel Fernández Madrid

6º Ignacio Cortina Chávez

Regidores José Ma. Alvear

Antonio Ruiz

Ignacio Lizarriturri

José Guadalupe Luna Covarrubias

Manuel Moreno de Tejada

José Ma. Andrade

Francisco Iturbe

José Ma. Flores Alatorre

Síndico

Gabriel Sagaceta

1 AHDF, Ayuntamiento, Elecciones, vol. 862.

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Anexos

227

Anexo 2

Lista de comisiones ordinarias distribuidas en esta fecha

a los sres. Alcaldes, Regidores y Síndicos del Excmo. Ayuntamiento en el presente año de 18361

Policía de Salubridad, comodidad, ornato, limpieza y aseo de ciudad, cementerios Lic. D. José Ma. Flores Alatorre y Lic. Joaquín Villa

Hospital de San Hipólito y San Lorenzo, hospitales L. D. Antonio Ruiz

Cárceles, paseos, calzadas y caminos L. D. Antonio Ruiz

Aguas, ríos y acequias L. D. Agustín Diez de la Barrera

Alumbrado S. D. José Ma. Alvear

Aseo mayor, embaquetados, empedrados y atarjeas S. D. Manuel Moreno de Tejada

Diputación de Hacienda Sr. Alcalde 1º, Lic. D. J. Guadalupe Covarrubias, S. D. José Ma. Andrade

Ecuación y escuelas públicas S. D. José Ma. Andrade

Coches y Providencias S. D. Ignacio Lizarriturri

Formación de ordenanzas Lic. D. Juan Mirafuentes

Asistencia a la Lotería S. D. Joaquín Villa

Sorteo para la milicia activa S. Lic. D. J. Guadalupe Covarrubias

1 AHDF, Comisiones, vol. 406.

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Anexos

228

(continuación anexo 2) Lista de comisiones ordinarias distribuidas en esta fecha

a los sres. Alcaldes, Regidores y Síndicos del Excmo. Ayuntamiento en el presente año de 1836

Temporalidades Alcalde D. Mariano Fernández Madrid, D. José Ma. Alvear, Lic. D. Juan Mirafuentes

Bagajes S. D. José Ma. Alvear

Ramo de Corredores de comercio S. D. Ignacio Lizarriturri

Asistencia a los gallos El S. Regidor de cuartel

Id. la pelota El S. Regidor de cuartel

Tribunal de Vagos Alcalde 1º, los 2 sres. Regidores en turno, comenzando por los más antiguos, Sres. Síndicos 1º (en el primer semestre), 2º (en el segundo)

Teatro S. Lic. D. José Ma. Flores Alatorre

Excmo. Sr. El s. oficial Mayor encargado de la Sría. de Relaciones en oficio de hoy me dice lo que copio.

El Excmo. S. Presidente interino ha tenido a bien disponer que no se (¿?) [reúna] el Excmo. Ayuntamiento de esta capital en Cabildo para el nombramiento y repartición de comisiones sino que subsistan en ellos los individuos que actualmente las desempeñan hasta la renovación que se haga del expresado Ayto. lo que comunico a V. S. para su conocimiento y en contestación a su oficio de hoy en particular.

Y lo transcribo a V. E. para su conocimiento a fin de que tenga verificativo la prescrita resolución. Dios y Libertad, México enero 2 de 1837 Francisco García Conde2

2 AHDF, Comisiones, vol. 406.

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Anexos

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Anexo 3 Renuncias y licencias de los miembros del Ayuntamiento de la ciudad de México1

Diciembre 14, 1836

“Ya por tres veces he puesto mi renuncia en las manos del Sr. gobernador de Distrito y no he logrado no sólo que se me admita, sino que aún no se contesta.

Al supremo gobierno hace dos meses le he ofrecido mi renuncia sin paga alguna en mi clase, y como de ni una, ni de otra Autoridad he recibido contestación y es mi interés éste el no continuar con las cargas consiguientes a la carga municipal que hoy tengo como regidor, a V. E. suplico se sirva admitir la solemne renuncia que hago del empleo que hoy obtengo”.

Protestando mis respetos.

Dios y libertad.

Manuel Moreno (Regidor)

(El Ayto. "acordó le dijese a V.S. en contestación como lo verificó que no es de las atribuciones del cuerpo municipal calificar ni admitir las excusas de los individuos de su seno". Dic. 14 de 1836.)

Diciembre 30, 1836

“En cabildo de hoy se acordó a moción del Sr. Gobernador que se diga al Sr. Aragón que estando concluida la licencia de que avisó su señoría por conducto del Sr. Rangel que usaba, espera el Ayuntamiento se sirva presentarse en su seno a continuar sus servicios”.

“Siendo absolutamente necesaria la concurrencia de los tres Regidores del Exmo. Ayuntamiento y habiendo una falta considerable [...] de ellos, no ha lugar a la solicitud que ha hecho a este gobierno el Sr. José Ma. Andrade sobre se le admita la renuncia del cargo de Regidor, mas en atención a la enfermedad y padecer, he tenido a bien concederle licencia para que haga en su cargo las cosas que sean conciliables con su actual estado sin prescindir de la Sindicatura, asistiendo a los Cabildos que pueda y sin negarse al desempeño de los negocios para que se le crea útil; lo que digo V.E. para su consideración”. (Se le admite la renuncia el 21 de feb. de 1837)

Enero 5, 1837

El Alcalde Manuel Echave pidió dos meses de licencia "para evacuar varios asuntos particulares fuera de esta capital". Sólo se le concedió un mes.

Enero 14, 1837

Se emite un comunicado para que el Sr. Joaquín Rosas "se sirva volver al seno de la corporación por haberse concluido ya su licencia"

* * *

"Habiendo concluido desde el día de anteayer el término de la licencia de [que] V.S. hacía uso y le fue concedida por el Sr. Gobernador y siendo muy interesante continuar prestando los servicios del cargo principal en las presentes circunstancias en que hay muchos negocios tan graves como urgentes, a la vez que muy pocos sres. capitulares concurren a los cabildos, el E. Ayuntamiento ha

1 AHDF, Ayuntamiento, elecciones, vol. 862.

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Anexos

230

acordado se libre a V.S. esta comunicación a fin de que se sirva volver al desempeño de sus funciones y terminar el uso de la referida licencia”.

Al Sr. Alcalde

Manuel Echave

Febrero 28, 1837

Se reasignan los cuarteles por las licencias y renuncias de otros capitulares.

José Ma. Alvear cuarteles 7 y 8

Joaquín Villa cuarteles 19 y 20 Por licencia de Manuel Moreno de Tejada

Ignacio Lizarriturri cuarteles (9) 2 y 10 Ausencia de Joaquín Rosas

Agustín Diez de la Barrera 11 y 12 Ausencia de José Ma. Andrade

J. Ma. Flores Alatorre cuarteles 25 y 26

Marzo 4, 1837

Vuelven a asistir sólo tres capitulares, pero no el Prefecto.

Marzo 6, 1837

Se emiten comunicados exhortando a los Sres. Ruiz, Lizarriturri y Flores Alatorre para que asistan; y que se recuerde nuevamente a Echave sobre el término de su licencia.

Marzo 8, 1837

Se comunica nuevamente a Manuel Echave, el término de su licencia y se le exhorta para que asista a "continuar prestando los servicios de su encargo municipal siempre interesante y mucho más hoy por las circunstancias indicadas." Finalmente el 30 de marzo el Sr. Echave pide se le exonere del cargo de Alcalde 5º y el 4 de abril se le concede.

Marzo 22, 1837

Exmo. Sr.

“La agitación continua en que ha estado las últimas semanas atendiendo a la vez al despacho de mi juzgado, a las asistencias de cabildo, apenas o muy ligeramente interrumpidas y el servicio de la primera alcaldía, ha llegado a fin a indisponer gravemente mi salud para cuyo restablecimiento me es necesaria una vacación absoluta a todo negocio estando impedido en la actualidad para cualquier que se ofrezca. Supongo en el conocimiento de V. S. dárselo al mismo tiempo de que el Sr. D. Manuel Echave, cuanto en orden municipal de los Sres. Alcaldes, debe remplazarme en la providencia del Excmo. Ayto., a quien dirijo ahora mismo igual comunicación.

Y al trasladarse a V. E. debo manifestarle que no obstante el estado de mi salud, estaré siempre dispuesto a prestar en su digno obsequio en cuanto se sirva exigir de mi persona”.

Marzo 22, 1837.

Alonso Fernández

(Le piden que espere 4 ó 5 días para que concluya la licencia del Sr. Madrid)

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Anexos

231

Anexo 4. Gastos generados por la acuñación en cobre*

En los gráficos 1 y 2 se

muestran los montos registrados

semanalmente de los gastos

producidos por la amonedación en

cobre; no sumamos los montos

diarios de cada semana debido a

que muchas partidas consideraban

los adeudos de los días anteriores.

En el gráfico tres, en cambio, sí

registramos los montos diarios

debido a la relevancia de los gastos

anotados durante los primeros días

del mes, aunque después las cifras

disminuyeron casi al promedio que

se reportaba diariamente durante las

primeras semanas de1829.

Fuente: AGN, “Importe de datas y gastos semanales de la semana de 16 a 22 de marzo de 1829 [hasta la semana del 11 al 16 julio de 831]”, Casa de Moneda, Hacienda Pública, vol. 11, exp. 15. * Suponemos que los montos fueron registrados en reales y, para efectos prácticos, nosotros redondeamos las cifras suprimiendo todas las fracciones.

Gastos de la amonedación en cobre, marzo de 1829 a dic. de 1830 (registros

semanales)

0200400600800

1000

1 4 7 10 13 16 19 22 25 28 31 34 37 40

Gráfico 1

Gráfico 2

Gastos de la amonedación en cobre durante 1830 (registros semanales)

02,0004,0006,0008,000

10,000

1 5 9 13 17 21 25 29 33 37 41 45 49

Gastos diarios de la amonedación en cobre del 27 dic. 1830 al 1o de enero de 1831

01,0002,0003,0004,0005,0006,000

1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29

Gráfico 3

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Anexos

232

Anexo 5

Moneda de cobre y sus equivalencias

1 Peso de plata = 8 reales = 32 cuartillas de cobre

1 real = 4 cuartillas de cobre

½ real = 2 cuartillas de cobre

¼ real = 1 cuartilla de cobre = 2 tlacos

1 tlaco = 2 pilones (= ⅛ real)

1 pilón (= 1/16 real)

Con el decreto del 8 de marzo de 1837

4 reales = 32 cuartillas de cobre

1 cuartilla = ⅛ de real

1 cuartilla = 1 tlaco = 2 pilones

monedas no oficiales

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Anexos

233

Anexo 6

El c. Luis Gonzaga Vieyra Coronel retirado y Gobernador del Departamento de México a los habitantes de la capital2

Conciudadanos: he visto con el mayor placer vuestra docilidad de oír publicar la ley en la

que se reduce a la mitad de su valor la moneda que circulaba de cobre.

Ni podía esperarse otra cosa de las virtudes del Pueblo Mexicano, mucho más

cuando la ley se trata ha sido una nación de vuestra voluntad tan terminantemente

manifestada, y cuando mismo por una despreocupación, y por el conocimiento íntimo que

tenéis de la imposibilidad que tienen vuestras autoridades para indemnizarnos, habías

marcado con anticipación, en todas vuestros cambios, el mismo precio que la ley le ha

declarado hoy.

Así que no debéis temer nada, ni mucho menos alteraciones en la tranquilidad

Pública, pues yo así os lo aseguro, confiado solamente en la dulzura del carácter del

magnánimo pueblo de esta capital: a él invoco en nombre de las leyes y de la gran Nación

a que pertenece.

Ciudadano comerciante en todo ramo: yo os suplico abráis vuestros giros a las tres

de esta tarde para surtir de sus necesidades al Pueblo, seguros de su tranquilidad, de su

amor a las leyes, del conocimiento íntimo de su conveniencia en la medida dictada por el

legislador, y de su respeto a las autoridades,

No obligues a la que sin merecimiento alguno ejerzo en este Departamento, a que

imponga una multa de doscientos pesos al que, a las tres de la tarde, tenga su

establecimiento cerrado; pues será ésta una pesadumbre para vuestro conciudadano y

amigo.

México, marzo 9 de 1837.

Luis Gonzaga Vieyra

2 AHDF, moneda de cobre, vol. 3284, exp.10, 09 de marzo de 1837.

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Anexos

234

Anexo 7 Precio de los productos alimenticios establecidos de manera conjunta

por el Ayuntamiento y los comerciantes el 11 de marzo de 18373

Frijol bayo y parraleño bueno, almud --------------------------------- a 0. 6 Id. Prieto bueno, almud ------------------------------------------------- a 0. 5 Haba buena, id. --------------------------------------------------- a 0. 2.6 Garbanza buena id. --------------------------------------------------- a 0. 6 Garbanzo bueno, almud ------------------------------------------------- a 0. 5 Alberjón id. id. -------------------------------------------------- a 0. 2.6 Arroz de leche, libra -------------------------------------------------- a 0. 1 Arroz de guisar id. -------------------------------------------------- a 0. 0.9 Chile ancho bueno id. -------------------------------------------------- a 0. 2 Id. ancho quebrado id. -------------------------------------------------- a 0. 1 Id. pasilla bueno, id. -------------------------------------------------- a 0. 3 Id. pasilla quebrado id. -------------------------------------------------- a 0. 0.9 Carne de carnero sin distinción de clase, diez y seis onzas --------- por 1r Carne de ternera, veinte y cuatro onzas ------------------------------- por 1r Libra de manteca --------------------------------------------------------- a 0.02¼ Carne de cerdo, doce onzas --------------------------------------------- a 0.1 Jabón, 10 onzas ----------------------------------------------------------- a 0.1 Pan floreado de 25 a 26 libras4 ----------------------------------------- por 1r Pan de manteca, 19 onzas ----------------------------------------------- por 1r Pambazo fino de 34 a 36 onzas ----------------------------------------- por 1r Carga de maíz bueno ----------------------------------------------------- a 7.0.0 Arroba de azúcar blanca ------------------------------------------------- a 3.1.0 Id. entreverada blanca ----------------------------------- a 2.6.0 Id. entreverada corriente -------------------------------- a 2.4.0 Id. prieta --------------------------------------------------- a 2.2.0 Carga de mula de carbón ------------------------------------------------- a 1.2.0 Id. de burro id.------------------------------------------------------ a 0.7.0

Así mismo, se propuso y aprobó durante la sesión de cabildo que “se publiquen las tarifas”

y “se haga alguna pequeña rebaja en el pago de derechos municipales por la autoridad que

sea competente”; además se consideró necesario “Que la Comisión de Mercado vigile

constantemente sobre que no se altere el precio corriente de las verduras y demás efectos

que se venden en las Plazas, cuidando que no se monopolicen con perjuicio del Público”.5

3 AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 9 de marzo de 1837. 4 Deducimos que pueden ser libras debido a que el signo que tenía el texto original era : 5 AHDF, Actas de Cabildo ordinarias, vol. 157-A, sesión del 9 de marzo de 1837.

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Anexos

235

Anexo 8 (6) Cronología6 28 de marzo, 1829 El Congreso autoriza la acuñación de moneda en cobre. 1834 El Congreso faculta al gobierno para amonedar más cobre y cubrir algunos gastos urgentes. 1835 Los procesos en contra de los “monederos falsos” son comentados por la prensa y el gobierno dictamina algunas medidas en contra de la falsa amonedación. Julio de 1836 El Congreso sanciona una ley que permite la circulación de todas las monedas de cobre (aunque fueran falsas) que tuvieran “el tamaño y el tipo de la fabricada por le Gobierno”. Julio de 1836 Se dictaron medidas severas para contener la amonedación ilegal. Julio de 1836 Se declara que el cobre queda libre de alcabala en el Distrito y los territorios de la federación. 13 de enero de 1837 Motín por el cobre en Querétaro, la gente rompió las puertas de la alhóndiga y empezó a saquearla llevándose el maíz. 13 de enero de 1837 El Congreso ordena el cese de la acuñación en la Casa de Moneda de la ciudad de México. 14 de enero de 1837 Carlos Ma. de Bustamante señala que el Congreso resolvió atender el problema del cobre después de los motines sucedidos en Valladolid, Celaya y Querétaro. 17 de enero de 1837 Se dicta la Ley para que las casas de moneda suspendan la acuñación de la moneda de cobre y se funde un Banco Nacional facultado para amortizar las cuartillas. 17 de enero de 1837 El General Cortazar envía 200 dragones a Celaya para contener los problemas ocasionados por el cobre.

6 Información obtenida de Bustamante, Diario Histórico…, op. cit.; Torres Medina, “De monedas y motines…”, op. cit. Leonor Ludlow y Carlos Marichal (coords.), Un siglo de deuda pública en México, México: Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora / El Colegio de Michoacán / El Colegio de México / Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1998; anexo, páginas 242-243, y hemerografía de la época.

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Anexos

236

18 de enero de 1837 Se publica la ley para formar el Banco Nacional de Amortización de Moneda de Cobre. 18 de enero de 1837 Carlos Ma. de Bustamante refiere problemas por el cobre en Morelia, San Luis, Celaya y Querétaro. 20 de enero de 1837 Ley sobre atribuciones del Banco Nacional de Amortización de Moneda de Cobre. 25 de febrero de 1837 La lima de Vulcano publica que se advierten próximos los estragos de la revolución que explotará en México, Puebla y Querétaro por el cobre. 25 de febrero de 1837 El gobernador queretano, Rafael Canalizo, ordena la devaluación oficial del cobre en un 50% para restablecer la calma entre la población. Finales de febrero y principios de marzo de 1837 Gran incertidumbre, especulación y oscilaciones en los precios de los productos básicos en la ciudad de México. 8 de marzo de 1837 Los congresistas decretan en la ciudad de México, la devaluación oficial del 50% de las cuartillas de cobre. 9 de marzo de 1837 El gobernador de la ciudad de México dispone múltiples medidas de seguridad, emite un bando para tranquilizar a la población y exhorta a los comerciantes para que abran sus negocios y permitan el abasto de la gente. Varios cuerpos de seguridad vigilan la plaza mayor y todo el centro de la ciudad. 10 de marzo de 1837 Aparecen anónimos pegados en las esquinas que anuncian una nueva reducción del 50% de la moneda cuprosa. 11 de marzo de 1837 Motín por el cobre en la Plaza Mayor de la ciudad de México. 12 de marzo de 1837 Se esparcen rumores en la ciudad de México sobre la insubordinación del ejército. 13 de marzo de 1837 Movilización y agitación entre los miembros del ejército que quieren tomar las armas y proclamar dictador al Gral. Anastasio Bustamante. El General Bustamante ratifica su lealtad a la patria y al gobierno existente. El presidente Justo Corro presenta su renuncia oficial al Congreso. 14 de marzo de 1837 Los jefes de la guarnición emiten un manifiesto para desmentir los rumores y ratificar su lealtad al orden constitucional.

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Anexos

237

15 de marzo de 1837 El Congreso rechaza la renuncia del presidente interino Justo Corro por 61 votos contra cuatro. 1º de abril de 1837 El Congreso autoriza al gobierno para contratar un empréstito con hipoteca del Fondo de Californias. 12 de abril de 1837 Decreto para la creación de un fondo nacional consolidado en libras esterlinas pagaderas en Londres a 5%. Para la operación de conversión se nombra a F. Lizardi y Compañía. 19 abril de 1837 El General Anastasio Bustamante es nombrado presidente de la República. Junio de 1837 Se emite una orden para imponer arbitrios especiales en todos los ramos de país con el objeto de reunir 4'000,000.00 de pesos.

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Bibliografía

238

Bibliografía y fuentes

Actas del Congreso Constituyente Mexicano, tomo II, México, en la oficina de D. Alejandro Valdés, impresor de Cámara del imperio, 1822.

“Archivo de Lucas Alamán, 1598-1853”, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, Disco compacto editado por la Universidad de Austin, Texas.

Alfonso X el sabio; Las siete partidas. Antología, selección, prólogo y notas de Francisco López Estrada y María Teresa López García-Berdoy, España: Editorial Castalia, 1992, «odres nuevos».

Anónimo. Algunas consideraciones económicas, México: Imprenta de Santiago Pérez, calle de Tiburcio núm. 14, 1836.

Anónimo. “Diario militar y político, 1836-1837”, [manuscrito]

Cobre Historia de varios proyectos de su amortización, [s.p.i.]

Diccionario de la lengua castellana, por La Academia Española, reimpreso de la octava edición publicada en Madrid en 1837, con algunas mejoras, por Don Vicente Salvá, París; en la librería de D. Vicente Salvá, calle de Lille, no. 4.

Diccionario político o enciclopedia del lenguaje y ciencia política por una reunión de Diputados y publicistas franceses. Traducido al castellano y adicionado con varios artículos, de importante aplicación a nuestro país, Cádiz: Imprenta y litografía de la sociedad artística y literaria a cargo de D. J. Martínez, calle de la zanja núm. 110, 1845.

Dictámenes de los ciudadanos Síndicos del Excelentísimo Ayuntamiento, acerca de si los extranjeros pueden tener carnicerías, panaderías y otros comercios de esta clase, México: Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés, 1830 en: Nicole Giron et. al., cd-rom Folletería mexicana del siglo XIX, (etapa 1), México: Instituto Mora / CONACYT, 2001.

Dublán, Manuel y José Ma. Lozano. Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José Ma. Lozano, México: Imprenta del Comercio, a cargo de Dublán y Lozano, hijos, calle de Cordobanes número 8, Edición oficial, 1876.

de Antuñano, Estevan. Pensamientos para la regeneración industrial de México escritos y publicados por el ciudadano Estevan de Antuñano a beneficio de su Patria, Puebla: Imprenta del hospital del San Pedro, 1837.

de Beruete, Miguel. Elevación y caída del Emperador Iturbide, México: Litoarte S. de R. L., 1974.

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Bibliografía

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de Bustamante, Carlos María. Diario histórico de México, 1822-1835, vol. II, Disco compacto editado por Josefina Zoraida Vázquez y Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva.

de Elhuyar, Fausto. Indagaciones sobre la amonedación en Nueva España, México: Porrúa, 1979.

de Paula y Arrangoiz, Francisco. México desde 1808 hasta 1867, México: Porrúa, 1974.

de Zavala, Lorenzo. Ensayo Histórico de las Revoluciones de México desde 1808 hasta 1830, México: Instituto Cultural Helénico / Fondo de Cultura Económica, 1985.

de Zamacois, Niceto. Historia de Méjico desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días, escrita en vista de todo lo que de irrecusable han dado a luz los más caracterizados historiadores, México: J. F. Parres y compañía. Editores, calle de Chiquis 11,1880, p. 103.

Exposición que dirige Ignacio Alas a sus conciudadanos, México: Impreso por J. F. Fernández de Lara, calle palma núm. 4, 1836.

Gonzaga Vieyra, Luis. Informe Instructivo del Gobierno del Departamento de México sobre las ocurrencias habidas con el Excmo. Ayuntamiento de la capital, México 22 de mayo de 1840.

Informe de la Junta Directiva del Banco de Amortización sobre los diversos proyectos que se han presentado para ella, dirigido a la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados. Impreso por acuerdo del Senado, México: Imprenta del Águila, dirigida por José Ximeno, calle de Medianas núm. 6, 1841.

Malo, José Ramón. Diario de sucesos notables, vol. I, 1832-1853, México: Edit. Patria S. A., 1948.

Manifestación que hace el Ayuntamiento de esta capital, sobre las contestaciones originadas por la exposición que elevó al Soberano Congreso Nacional el 11 del presente, impresa a expensas de los capitulares, México: en la oficina de Luis Aradiano Valdés esquina de Santo Domingo y Tacaba, 1837.

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