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    AGENDAS OCULTAS TRAS EL JESS JUDO ?

    REFLEXIONES CRTICAS EN TORNO AL LIBRO DE

    WILLIAM ARNAL,

    THE SYlvfBOLIC JESUS. HISTORICAL

    SCHOLARSHlp, JUDAISM AND THE CONSTRUCTION

    OF CONTEMPORARY IDENTITY

    Fernando Bermejo Rubio

    L'outrance des thse est loin d'tre un indice du meilleur esprit scientifi-

    que et d'une critique sans prjugs. Le plus souvent, ces thses sont des

    antithscs, elles visent une croyanee OU une institution existantes. Au lieu

    de les atteindre, elles les serven par leur exagration

    mrne.

    Car on rfu-

    tera sans peine l'exagration, el la part de vrit que celle-ci recouvrait

    pa sera inapcrcue. elle pourra mrne sembler

    rfute

    avee la part d'erreur

    (A. Loisy,

    A

    propos d 'histoire des religions, 1911)

    LA ItAZ:- As pues, yen contra de lo que da a en-

    tender Arnal, quienes rechazan la hiptesis cnica no lo hacen por haber

    adoptado una posicin apriorstica y conservadora incapaz de admitir la

    pluralidad de la tradicin religiosa del judasmo, sino que se basan para

    ello en numerosos, concretos

    -y

    a menudo contundentes- argumentos. El

    autor canadien e atribuye a turbios prejuicios y agendas tradicionalistas lo

    que depende de los resultados del trabajo crtico honestamente realizado.

    De hecho, la crtica de la hiptesis cnica no ha sido efectuada nica-

    mente por estudiosos presuntamente tradicionalistas. Por ejemplo, Richard

    Horsley -segn Amal, una de las supuestas vctimas de la acusacin de ofre-

    S p 9

    52

    A menudo, los crticos reconocen la pertinencia de algunas observaciones aisladas dc

    los defensores de la hiptesis.

    ce

    v. gr. P Rhodes

    Eddy,

    Jesus as Diogenes? Reflecrions on

    the Cynic Jesus Thesis ,

    .lournal of Biblical Literature

    115 (1996). pp. 449-469, esp. 461:

    Sorne parallels do exist ); Meier,

    A Marginal Jew

    JI / p.

    90.

    1)

    Cf. v. gr. M. Chanccy, Thc Cultural Milieu of Aneient cpphoris ,

    New Testament

    Studies

    47 (2001), pp, 127-145; id.,

    The Myth of a Gentile Galilee. The Population ofGalilee

    and New Testament tudies,

    .U.P., ambridge. 2002. Ni estas obras ni las de E. Meyers son

    citadas por Arnal.

    ' La ilegitimidad de los reproches de prejuicio a los crticos de la hiptesis cnica resulta

    tanto ms irnica cuanto que varias de las objecione formuladas por estos apuntan precisa-

    mente a que los defensores de la hiptesis cnica incurren en una errnea contextualizacin

    social, histrica y religiosa de la Galilea del s.

    c.c. De hecho, varias de las crticas efectua-

    das han sido sostenidas por los mismos arquelogos a cuya obra apelan los defensores de la

    hiptesis cnica.

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    Fernando Bermejo Rubio

    cer a un Je s no

    judo,

    y por ello al parecer no so pecho o de tener agen-

    da reifcadoras del juda mo ha ealado las deficiencia de la hipte i

    en uno de u libro r n conocidos (que, casualmente, el canadien e omite

    en su bibliografa), y bsicamente con lo mi mos argumentos con que la

    han criticado autores como B. Witherington, 11. D. Betz o J. P. Meier, entre

    otro

    .56

    E to que Arnal ilencia debera ba tar para mostrar que la identi-

    ficacin de una agenda tradicionali ta tra la crtica a la hipte i cnica

    e el resultado de una simple invencin.

    X Mantener e en un plano etreo permite a Arnal fanta ear sobre las

    agendas imaginaria de ciertos estudio o mi entra descuida la crtica de

    defecto evidentes de otros. A

    i,

    por ejemplo, achaca a los defensores del

    Jess judo la reluctancia a contextualizar adecuadamente a Jess, mien-

    tras alaba a autores como Cro san por efectuar una contextualizacin ade-

    cuada. Ahora bien, ningn autor en su sano juicio niega la pertinencia de

    una contextualizacin lo ms completa posible, ni a Cro san la pertinencia

    de algunas de sus ob ervaciones. El problema de la obra de Crossan es que

    no se presenta como una mera contribucin a una contextualizacin ms

    amplia de Jess, sino como una reconstruccin cabal del Je

    histrico.

    Crossan ha sido criticado porque hay muchas razones slidas para hacerlo,

    como el uso incoherente del criterio de atestacin mltiple, la injustificada

    desvalorizacin de Marcos, su particular valoracin del estrato supuesta-

    mente ms antiguo de Q -expurgado de toda categora apocalptica-, la

    confianza desmedida (e inconsistente) en el Evangelio de Toms y el hipo-

    ttico Evangelio de la cruz , la adopcin de la hiptesis cnica, el postula-

    do fantasioso del presunto igualitarisrno de Jess, etc. En realidad, la re-

    construccin de Jess de Crossan es casi por completo inverosmil, y el

    conjunto de las crticas por l recibidas es devastador.

    55

    Cf. J, pp. 20ss.

    6

    R. Horsley, Jesus and the Spiral 01 Violence. Popular

    Jewisli

    Resistance in Reman Pa-

    lestine, Fortress Pres , Minncapolis, 1993 (or. 1987), pp. 230-231. En realidad, Horsley ha

    criticado la hiptesis cnica en otros varios lugares.

    _, Arnal habla de a strong reluctance eithcr to engage in any cross-cultural comparisons.

    or to contexrualize Jesus in any ways other than in tcrms of a reified religious context (p. 36).

    5 Arnal se refiere a este aspecto (SJ. p. 60), pero no menciona que la idea carece de fun-

    damento, como ha mostrado 1. H. Elliou, Jcsus Was Not an Egalitarian. A Critique of an

    Anachronistic and Idealist Thcory , Biblical Theology Bulle/in 32 (2002), pp. 75-91.

    5. De hecho, en The Binh of Christianity Crossan ha debido matizar y disminuir el alcan-

    ce de algunas de sus anteriores afirmaciones. El propio Arnal afirma: 1 aciually have many

    problcrns with the substance of Macks, Crossan's, and the Jcsus Seminars rcconstruction of

    the historical Jesus, but 1 do think that especially the first two are ernploying the right kinds

    of approaches. spccific results notwithstanding (p. 39).

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    Agendas ocultas tras el Jess judo ?

    113

    M preocupante es que Arnal parezca ser incapaz de ver aquello que,

    ms all de las alharacas postmodernas, hay de profundamente tradiciona-

    lista en la obra de aquellos con quienes impatiza. Es cierto que seala

    -con justicia aunque escasa originalidad- la pre encia de una agenda teol-

    gica en Crossan, pero contempla la obra de ste con simpata, como enca-

    minada a una reforma progresista del cristianismo. Sin embargo, Crossan

    repite no pocos clichs de la exgesis ms insostenible, como el de la su-

    puesta evanescencia de la dimensin escatolgica a favor de los aspectos

    sapienciales en el men aje del galileo, o el de la existencia de una esci-

    sin entre los men aje de Juan Bautista y Jess.f Pocas cosas hay ms

    manidas en la teologa antes (y despus) de Crossan, pocas tan apologticas

    y pocas igualmente tan refutables

    y

    refutadas por una lectura pausada de

    las fuentes disponibles.

    En realidad, hay razones objetivas para temer que lo que Crossan, Mack

    y otros efectan es una parcial desjudaizacin de Jess -o, si se quiere, una

    judaizacin no consi tente -, entre otras razones porque lo criticable en

    estas obras no e slo mucho de lo que afirman, sino tambin buena parte

    de lo que niegan, minimizan u omiten. La Tanak es un producto judo, el

    concepto de Reino de Dios parece judo, y la esperanza escatolgica

    -aunque en absoluto privativa del judasmo- tiene una presencia con picua

    en muchas formas del pensamiento judo, y desde luego en el mentor de Je-

    ss, el judo Juan el Bautista (yen los primeros seguidores de Jess, igual-

    mente judos). El trabajo bisecular ms riguroso arroja como algunas de

    sus conclusiones ms plausibles que Jess se aliment de la Tanak, que el

    centro de su kerygma fue el anuncio de la venida inminente del Reino de

    Dios,63

    y

    que existe una profunda consonancia entre Jess y Juan.v' Sin em-

    bargo, los estudiosos cuyas loas entona Arnal tienden a minimizar u omitir

    e tos rasgos, y mediante procedimientos cuya fragilidad ha sido demostra-

    60

    Y en otros: cf. SJ, pp. 59-61.

    01 Thc Jcsus of a Crossan or Funk is a Jesus who is quite clcarly intendcd inspire Chris-

    tian followcrs of Jesus to bccomc more engaged in this world more socially active. and less

    rigid about or cvcn concomed with dogmatic or credal formulations (p. 60).

    62 obre las falacias de la exgesis al uso en este punto. me permito remitir a F. Bermejo,

    Historiografa. exgesis e ideologa. La ficcin contempornea de las 'tre bsquedas' del

    Jess histrico (y 11) ,

    Revista Catalana de Teologa

    31/1 (2006). pp. 86-93.

    ~3

    Desde su aparicin en 1892. la obra de Johannes Wei s

    (Die Predigt Jesu

    1 '0111

    Reiche

    Gottes,

    Vandenhoeck & Ruprccht, Guingcn, 1964; reimpresin de la edicin ampliada de

    1900) no ha sido refutada.

    _. Las pruebas son abrumadoras, no slo textual. sino tambin contextualmente. Como se

    ha repetido hasta la saciedad, resulta muy implau ible un Jess no escatolgico entre un Juan

    Bautista escatolgico y una comunidad primitiva escatolgica.

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    Fernando Bermejo Rubio

    da. i e to no es una de judaizacin, es al meno una judaizacin incon is-

    tente. Y i se tiene en cuenta que lo que hacen e tos autores e construir

    una imagen carente de fundamento al par que omiten una para lo que s

    hay suficiente

    fundamento,

    hay razone para concluir que hay algo aqu que

    no funciona.'?

    X. El hecho de mantener la discu in en un plano ab tracto y no de -

    cender a lo argumentos substantivos impide a Arnal entender a irni rno la

    verdadera razn de otro de lo fenmeno que como repite in cesar- cau-

    san su a ombro. Me refiero al carcter acalorado del debate generado en

    torno al Jess histrico, que Arnal es capaz de explicar nicamente recu-

    rriendo a la presencia de subtexto

    .67

    Sin embargo, una vez ms Arnal no considera la explicacin ms enci-

    1Ia. El acaloramiento que en oca iones e produce en la di cusin se explica

    naturalmente por el hecho de que algunos estudio os tienen la percepcin

    (justa o errnea) de que algunos de sus colegas utilizan procedimientos ca-

    racterizados por la falta de rigor, la arbitrariedad argumentativa y hasta el

    desprecio por la verosimilitud. Esta percepcin, comprensiblemente, irrita a

    algunos de

    ellos.

    En otros casos no hay que descartar que el acaloramien-

    to pueda estar producido por la resistencia de algunos colegas a, una vez

    desenmascarados, reconocer sus deficiencias argumentativas. Ahora bien,

    esto obliga a introducir en el discurso conceptos tales como (imjplausibili-

    dad , (falta de) rigor o (in)verosimilitud , que brillan por su ausencia en

    la fraseologa de Arnal.

    No es en absoluto mi pretensin negar que en algunos -y aun en mu-

    chos- casos son espurios intereses los que mueven a los estudiosos a adop-

    tar determinadas actitudes y tonos, pero lo que e est jugando en el deba-

    ~5

    Este no cs el lugar para aventurar una explicacin. pero no es necesario en absoluto

    postular una agenda antijuda: basta con traer a colacin el prurito de originalidad de tantos,

    que necesitan llamar la atencin y

    pater le bourgeois

    a toda costa. En el ca o de Crossan y

    otros, a esto se aade con seguridad la necesidad de hacer de Jess un sujeto relevante para el

    presente, cosa que un judo del s.

    -corno

    ya vio Schweitzer- apenas con igue.

    66

    Cf. 5J, pp. 5 ( the acrimony connected lo Ihis issue ), 6 ( so much cncrgy and rancor

    are expended ), 29, 39, 68, etc.

    67

    The subtexts may [... ] explain the

    heat

    generatcd in a 'debate' over Jesus' Judaism in

    which no one denies Ihat he is Jewisn. The anger, recriminations, and misrepresentations de-

    rive their energy from the subtexts that each type of rcconstruction supports (SJ, p. 68).

    6

    Esta irritacin puede verse exacerbada en oca iones por la conciencia de las terribles

    consecuencias histricas y morales de una desjudaizacin de Jess.

    69 Quien esto escribe ha demostrado ser bien consciente de los intereses ideolgicos im-

    perantes en la

    Leben-Jesu-Forschung;

    cf, Bermejo, HIstoriografa, exgesis e ideologa ... (y

    11) .

    passim.

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    Agendas ocultas tra . el Jess judo

    ?

    llS

    te es mucho ms elemental y grave que e to, algo que la pretendida sofisti-

    cacin de Arnal, paradjicamente, no le permite ver. As, por ejemplo, el

    hecho de que no poco supue to especialistas, a pesar de la clamorosa evi-

    dencia textual exi tente a favor de un Jess escatolgico, no slo no conce-

    dan importancia a este aspecto, ino que incluso e atrevan a hablar de un

    Jess no c cato lgico -o que, a pesar de la enorme cantidad de paralelis-

    mos entre la figuras de Juan el Bautista y de Je s, sigan hablando en tr-

    minos de un abismo entre ambos predicadores- puede acabar con la pa-

    ciencia de Job. Aqu lo extrao no es que los estudiosos que contemplan

    este espectculo se irriten, sino ms bien que -despus de dos siglos y me-

    dio de investigacin- no estallen en grandes

    carcajadas.

    XI. Aunque Arnal es lo bastante sincero como para reconocer sus ten-

    dencias y impatas y su falta de neutralidad, lo cierto es que incurre de-

    masiado a menudo en una parcialidad impropia de un acadmico responsa-

    ble. El autor manifiesta su intencin de efectuar un anlisis equilibrado;

    pero est muy lejos de lograrlo.

    Por ejemplo, Arnal se apre ura a disculpar las formulaciones de Mack y

    cia. reduciendo lo que en las obras de estos autores ha merecido crtica de

    su colegas a un occasional sloppy wording . Por el contrario, el cana-

    diense no duda en calificar - in suficiente argumentacin- las criticas a

    Mack y Crossan como injustas e inexcusables , y algunas formulacio-

    nes aislada de Ed Sanders o de 1. P. Meier como

    irresponsables .

    Lo que

    es ms grave, Arnal in i na que algunos de los autores que enfatizan la ju-

    deidad de Je s e comportan de manera de honesta. Como he argumen-

    tado, hay razones de peso para pensar que las criticas a Crossan o Mack

    tambin en e te punto on correctas, pero incluso si no lo fueran ello no

    significa que no se hayan realizado bona

    fideo

    Yo mi mo pien o que Amal

    est a menudo completamente equivocado, pero no me atreveria, sin prue-

    ba , a acusarle pblicamente de deshone tidad.

    70 De modo parecido, la vehemencia que algn lector podra detectar en la presente crti-

    ca no est dictada por alguna agenda oculta de quien e to escribe, sino pura y simplemente

    por la indignacin que a quien escribe causa constatar que una obra tan carente de fundamen-

    to corno

    The 'ymbolic Je

    11

    pueda ser vendida como una leccin de lucidez.

    71

    f.

    v.

    gr. J, p. 40, donde confiesa su simpata por Maek

    y

    rossan.

    12 1 will

    attempt

    to be as cvcn-handcd as pos iblc in describing both 'sidos' of the de-

    batc'

    (p. 40).

    SJ, p. 25.

    74 Quite unjust: indccd, inexcusable (SJ, p. 28); Irresponsiblc (ibid.).

    7~ Formulaiions such as Meicrs or Pcarsons, which claim that the Jewish a pects of Je-

    su' are being suprcssed or ignorcd, are simply wrong, pcrhaps even dishonest ( J. p. 29).

    Para otra acusacin de deshonestidad, cf J, p. 47.

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    Fernando Bermejo Rubio

    La parcialidad de Arnal e visible tambin a la hora de identificar agen-

    da . Es cierto que dedica un par de pgina a las intenciones teolgicas de

    ro an y otro, pero la mitad de u libro e t con agrada a identificar su-

    pue ta agendas en los estudio os que enfatizan al Jess judo. El anli is

    ub iguiente mo trar si existe o no sub tancia para tale o pecha

    X

    La primera agenda identificada por Arnal tra el nfa i en el Je-

    ss judo e un intento de con truir una investigacin distintivamente norte-

    americana o anglfona, liberada de Alemania:

    La primera agenda secreta o implcita que puede estar acechando tras el 'no debate' sobre el

    Jess judo podra ser el esfuerzo de salvar nuestras almas acadmicas del antiguo dominio

    de la investigacin ncotcstarncntaria europea, y particularmente alemana.

    Ahora bien, esta especulacin parte lamentablemente de premisa fal-

    sas. La idea de que ha ta lo aos 80 del iglo xx la investigacin neotesta-

    mentaria y sobre el Jess histrico se produjo con prctica exclusividad en

    Alemania es una gro era implificacin de la realidad hi trica. Arnal ig-

    nora a toda una plyade de estudiosos no alemanes, entre los cuales -y para

    no repetir nombre ya mencionados- podria citarse

    v.

    gr. a W. Manson, V

    Taylor, A. T. Robertson, F. C. Burkitt, T. R. Glover, C. H. Dodd, C. 1. Ca-

    doux, G. S. Duncan, M. S. Enslin, E. Trocm, J. Bowker, W. D. Davies, R.

    H. FuIJer, H. C. Kee, G. B. Caird, M. Smith, S. G. F. Brandon, etc. E dificil

    de creer que un especialista no conozca -o pueda desechar con tanta desen-

    voltura como inexistentes o irrelevantes- las obras de, al menos, algunos de

    estos estudiosos.

    En segundo lugar, asociar la imagen del Jes judo con la creacin de

    una agenda anglfona equivale a olvidarse de que alguno importantes estu-

    diosos contemporneos (como G. Theissen, A. Merz, D. Winter, M. Reiser,

    1. Becker, 1. Gnilka ... ) son alemanes, y de que no pocos mantienen con nfa-

    sis el carcter judo de Jess. Tambin equivale a olvidarse de que en la inves-

    tigacin contempornea existen estudiosos franceses (como

    v.

    gr. Jacques

    76 Thc first covert or implicit agenda that may be lurking behind the Jewish Jesus non-

    debate could be the effort to save our seholarly ouls from the erstwhile dominance of Euro-

    pcan and particularly Germn New Tcstarnent scholarship (SJ, p. 41); Al least ome of thc

    anxiety generated over the 'Jewish Je us' derives its energy frorn a desire lo produce a dis-

    tinctive and, specially, an independent anglophone ew Testament scholarship (p. 43); lt is

    di f f icul t nol to see in the Jewish Jesu a kind of breakaway, and even repudiation, of Ihc work

    of earlier Germn scholarship on Christian origins (p. 44).

    77 Up until the 1970 or 1980s the conclusions, the main techniques, and thc key figures of

    productive New Tcstament scholarship originated, one way or another, in Germany ( J, p. 41).

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    Agendas ocultas Iras el Jess judo ?

    Jl7

    Schlo er), por no citar a italiano , finlande es, espaoles u otros. La preten-

    sin de que la agenda oculta que mueve a estos estudio o es la contruc-

    cin de una investigacin distintivamente anglfona y antigermana resulta

    no slo contraintuitiva, ino absurda.

    En tercer lugar, varios de los principales estudiosos anglfonos contem-

    porneo , como Meier o E. P. Sanders citan con cierta frecuencia en sus

    obras -y no lo crticamente- a estudiosos alemanes, franceses y otros.

    Aquellos defensores del Jess judo no parecen padecer ningn tipo de

    complejo edpico con re pecto a estos, y por tanto resulta dificil entrever

    en su obra una agenda -por muy oculta que sea- encaminada a repudiar la

    investigacin anterior qua {aliso

    En cuarto lugar, y como ya he sealado, los estudiosos que primero lla-

    maron la atencin con claridad sobre el carcter religiosamente judo del

    Jess histrico fueron precisamente alemanes (como Reimarus o Schweit-

    zer), y en los aos 60 y 70 del siglo xx hubo estudiosos que publicaron en

    Alemania -como los judos Ben Chorin o D. Flusser-- y que continuaron

    enfatizando el carcter judo de Jess. No soy capaz de explicarme -y tam-

    poco me explico cmo se explica Arnal- cmo alguien que enfatiza el ca-

    rcter judo de Jess pueda estar queriendo repudiar de modo genrico la

    anterior investigacin alemana .

    Es obvio que la supuesta agenda descubierta por Arnal no existe sino

    en su cabeza. Si al excogitarla el autor canadiense est o no proyectando

    sobre otros su propio chauvinismo -o sus secretos deseos-,?? es un asunto

    irrelevante. Pero si la nica diferencia entre los hacedores de mito (religio-

    so ) y los estudiosos acadmicos es -segn el propio Arnal- el cuidado en

    documentar con razones las propias pretensionesP entonces hay motivos

    para dudar de que Amal merezca ser incluido entre los segundos.

    X

    El upuesto acumen crtico del autor es desmentido de nuevo por

    su aceptacin de una ficcin historiogrfica -asumida, e o s, por legiones

    de estudiosos conternporneos-, a saber, la idea de que es sen ato analizar

    la hi toria de la Leben-Jesu-Forschung en trmino de tres

    Quests ,

    A pe-

    sar de que Arnal entrecomilla lo trmino new quest y third quest -y

    califica en oca ione e tas expresiones con so-called ,acepta de manera

    del todo acrtica sus postulados y presupuestos. De hecho, ya al suponer

    que ha ta los ao 80 del iglo xx la inve tigaein neote tamentaria estuvo

    J,

    p.

    41.

    7 Arnal afirma estar de acuerdo con esta agenda: Agenda with which 1 arn wholly in

    sympathy (

    J,

    p. 45. nfasis orig.).

    x o

    f. J, pp. 73-74.

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    L 1 8

    Fernando Bermejo Rubio

    controlada por Alemania Arnal ha aceptado uno de lo po tul ado de la

    contempornea (p eudo)hi toriografia. Sin embargo, este paradigma inter-

    pretativo comenz a er cuestionado hace ya algunos aos por autores como

    W. P.Weaver, y ha sido dcmolcdorarncnte refutado almeno por S. Porter,

    D. C. Alli on

    S2

    y F. Bermejo.

    Sin embargo, ste no e el nico de lo postulado errneos de la perio-

    dizacin trif ica que Arnal da por entado. Otro e la idea de que cxi te

    una clara distincin entre la investigacin realizada hasta lo aos 70 y 80

    Y

    la efectuada a partir de entonces. Uno de los factores discriminantes sera,

    segn l, que los contemporneos han efectuado una desme urada apertu-

    ra a la historicidad sinptica , y que ponen el

    onus probandi

    en quienes

    niegan la autenticidad del material. Lamentablemente, esto constituye una

    exagerada simplificacin de los hechos. Por una parte, la apertura a la his-

    toricidad sinptica en muchos autores crticos es mucho menor de lo que el

    autor da a entender (y cuesta ver en qu medida Sanders, Yermes o Allison

    conceden mayor credibilidad a los relato sinpticos de la que en su tiempo

    concedieron 1. Weiss, W. Manson o M. Goguel). Por otra, afirmar de modo

    genrico que para los estudiosos contemporneo el peso de la prueba re-

    cae en los que niegan )a autenticidad del materia) es simplemente falso; es

    cierto que algunos autores conservadores mantienen esta po icin, pero

    sta no est en modo alguno generalizada. As, por citar slo a uno de los

    blancos preferidos de Amal, Ed Sanders no hace recaer el

    onus probandi

    en

    quien niega la autenticidad del texto, sino que deja claro que cada texto ha

    de ser ponderado cuidadosamente.

    ~I

    cr.

    w .

    P. Weaver,

    The llistorical Jesus in the Twentieth Century: 1900-/950.

    Trinity

    Press lnternational, Harrisburg, 1999; S. E. Porter,

    The Criterio

    for

    Authenticity in Historical-

    Jesus Research. Previous Discussion and New Proposals,

    Sheffield Academic Press, Shef-

    field, 2000, esp. pp. 40ss.

    82 Resurrecting Jesus. The Earliest Christian Tradition and lts Interpreters,

    T

    &

    T lark,

    N. York - London, 2005. pp. 1-26.

    83 cr.

    E Bermejo, Historiografa, exgesis e ideologa ... (I) , pp. 349-406: ld., Histo-

    riografa. exgesis e ideologa ... (y 11) , pp. 53-114. Esta refutacin es la ms ex.haustiva y

    sistemtica de las producidas hasta el momento.

    s. SJ. pp. 41ss. En contra, cf. Portero

    Criterio.

    p. 55: Allison,

    Resurrecting,

    pp. 10-15;

    Bermejo, Historiografa, exgesis e ideologa ... (1) , pp. 382-389.

    ss It appears that 'third quest' scholars most often assurne that, barring clear cvidenee to

    the contrary, the material in the gospcls does reflect actual historical events. In oiher words.

    the burden of proof reSISwith those denying the authenticity of the material (SJ, p. 42).

    86 er.

    C. Blomberg,

    The Historical Re/iabi/ity of the Gospels,

    Inter-Varsity Prcss, Dow-

    ners Grove, 1987, pp. 240ss, 246s5.

    87 \Ve drop the courtroom analogy and supposc neither that the material is 'innocent UI1-

    til proved guilty' nor 'guilty until proved innoccnt '. That is, we do not put the burden of proof

    entircly on the sidc of either the asscrtion of authcniicity or its denial. Rather, wc weigh and

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    Agendas ocultas tras el Jessjudo ?

    119

    No contento con incurrir de nuevo en generalizaciones apresuradas,

    AT-

    nal se queja a irnismo de que, en su apertura a la historicidad sinptica ,

    estudiosos como Sanders o Yermes han dado pbulo a otros teolgicamente

    orientados. Sin embargo, aunque cualquier estudioso independiente com-

    partir con Arnal el disgusto ante el abuso teolgico que muchos exegetas

    hacen de la historia, el diagnstico de nuestro autor es errneo. No es la

    -muy relativa y matizada- apertura a la historicidad sinptica lo que abre

    las puertas a la teologa. Lo que abre las puertas a sta son nicamente las

    eisgesis, el wishful thinking y un buen nmero de falacia en la interpreta-

    cin de las fuentes disponibles. En realidad -y a pesar de lo que el mismo

    Arnal

    afirrna-?

    la reconstruccin del Jess histrico de Sanders o de Yer-

    mes es en muchos aspectos irreconciliable con la visin teolgica predomi-

    nante, y en parte precisamente por ello estudioso como . T. Wright, 1. G.

    D. Dunn o J. P. Meier han escrito o estn escribiendo sus propias recons-

    trucciones.?'

    Ms an, resulta irnico que Arnal afirme -aparentemente en tono de

    queja- que a menudo estudio os como Sanders o Yermes son asociados con

    otros como Wright o Witherington, pues esto es precisamente lo que l

    hace a lo largo de todo su libro (iY es dudoso que algn otro autor lo haya

    hecho con ms nfasis que l ). Con ello, Arnal est reconociendo aqu irn-

    assess the evidence and as ign it to various dcgrees of probabiliry (E. P. Sanders - 1\,,1.Da-

    vies, Studying the Synoptic Gospe/s. CM Pres , London. 1989, p. 304. en una obra que Ar-

    nalno cita). sta es tambin la posicin de otros (cf. M. D. llooker, Christology and Mctho-

    dology , New Testament Studies 17 (1970), pp. 480-487. esp. 485) .

    8 Scholars such as anders, Fredriksen, and Yermes have, in their opcnncss to synoptic

    historicity, provided solace to thcologically-driven seholars such as N. T. Wright, Richard

    -Iays. and Ben Witherington. lndced, oftcn the former scholars are associated with the latter

    and thus lend thern legitimacy ( ce. e.g., Meier 2001. 3) [... ] we run the risk of opening the

    doors wide lo the more conservativo, les creative, and ultirnatcly historically dishonest ap-

    proaches of theologucs whose only agenda is to use historical rhetoric to demonstrate the

    'truth ' of Christianity ( J, p. 47).

    19

    Por lo dems, Arnal no parece advertir que i algo ha abierto las puertas de par en par

    a la teologa es precisamente cierta negacin a ultranza de la historicidad sinptica, y ello

    de de la obra de Martin

    Kahlcr

    hasta la de

    L. T. Johnson.

    Sobre las falacias de e ta po

    icin,

    me permito remitir a Bermejo, Historiografa, exgesi e ideologia ... (y 1J) , pp. 76-85.

    lO

    Cf. SJ. p. 68 .

    \ En otro lugar he aventurado la

    hiptesis

    de que la nocin de Third Que

    t

    pudo ser

    inconscientemenle excogitada por Wright para neutralizar el potencial crtico de la obra de

    Sanders (cf Bermejo, Historiografa, exgesis e ideologia ... (y (1) , p. 108, n. 204). Uno e

    pregunta cmo es posible hablar de una agenda tradicionalista en autore que aproximan a

    Jess a los carismticos o a los fariseos de su tiempo. que presentan una visin de la muerte

    de Jess en la que se subrayan los elementos polticos (y azarosos). o que enfatizan la discon-

    tinuidad entre Jess y el risuanismo,

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    120

    Fernando Bermejo Rubio

    plcitamente que exi te una diferencia capital entre los primero

    y

    lo c-

    gund -algo totalmente cierto , slo que l renuncia a tematizar e a dife-

    rencia, embrando as la confu in entre sus lectore . Si Arnal hubiera que-

    rido ervir de manera clara a la causa del pensamiento crtico, ent n es

    debera haber centrado sus esfuerzo en poner de relieve la inconsi tencia

    dc la obras de lo (no poco ) autore que segn l y en esto tiene razn,

    aunque otros lo han percibido antes- e tn teolgicamente orientados, ta-

    les como Wright, Dunn o Mcier,?' y no arremeter de manera genrica e in-

    ju tifieada contra los estudioso que enfatizan crticamente y de manera

    con i tente a un le s judo , lo cuales carecen de toda respon abilidad

    en lo que hacen sus colegas.

    XIV. La segunda agenda que Arnal cree identificar e poltica ,

    y

    consi tira en la necesidad que tendran los estudiosos contemporneos de

    efectuar un repudio del antisemitismo y, en particular, de la

    Shoah.

    Un Je-

    s judo, con iderado el fundador del cristianismo, repre entara la prueba

    ms clara de que el cristiani mo no es antijudo o antisemita.

    Hay, sin embargo, algo inquietantemente idiosincrsico tambin en esta

    manera de razonar. En efecto, ningn estudioso crtico que enfatice de

    modo consi tente al Jess judo utiliza textual o subtextualmente aJe s

    como el representante o smbolo de la verdadera religin cristiana, pues

    precisamente lo que estos estudiosos desvelan es la discontinuidad entre Je-

    ss y el cristianismo, una religin que -excepto para el vulgo y para los

    exegetas ultramontanos- no existi en ningn sentido en el primer tercio

    del s. 1. Ningn estudioso sensato podra, sin enrojecer de vergenza, afir-

    mar que Jess de Nazaret es el fundador del cristianismo. Por tanto,

    lejos

    92

    Cf. v. gr.

    T.

    Holmn.

    A

    Thcologically Disinlcrested Quest? On the Origins of the

    'Third Quest' for the Historical Jesus .

    Studia Theologica

    55 (2001), pp. 175-197.

    93

    Quien esto escribe ha criticado duramente las inconsi tencias de estos y otros autores,

    achacables a prejuicios teolgicos; cf. Bermejo, Historiografa, exgesis e ideologa ... (y

    Il) ,

    pp. 85-10 l .

    . Jesus the Jew serves as a way lo reclaim Christiaruty from complicity 10 the 11010-

    caust; even lo insulate

    it

    from this complicity. lntrinsically, then. Jcsu standing in for the

    whole of the 'true ' and 'proper' Christian religion shows that what Christianity is not, al its

    core, is anti-Jewish or anti-Sernitic. How could it be. whcn its founder was a Jcw? (

    J,

    p.

    50). Poco despus: Jcsus the Jcw, then, stands as the clearest possible indication thal hris-

    tianity is not anti-Jewish, properly. and so is not implicated in the Holocaust .

    95 Incluso un protestante como M. Goguel escribi hace casi un siglo que Jess no fund

    la igle ia:

    Jsus

    n'a pas cr l'glisc, il ne s'est pas proccup

    d tablir

    des institutions ou

    de fixer des regles qui assureraient. aprs sa rnort, le maintien du groupe const itu autour de

    lui, encadrcraient el dirigeraienl sa vie

    [ o O ]

    Jsus na donc pas

    t ,

    au sens ordinairc du 0101,

    un fondateur de religion tJsus de Nazareih. Mythe

    Oll

    Histoire , Payot, Paris, 1925, p. 306).

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    Agendas ocultas tras el Je sjudo ?

    121

    de aislar al cristianismo del Holocausto, la imagen cabal de un Jess judo

    hace del

    antijudaismo

    cristiano algo ms evidente, ms pe/verso

    y ms

    monstruoso. Pretender lo contrario es, simplemente, poner el mundo al re-

    vs.??

    Por otra palie, la construccin qua talis de un Jess judo no tiene nece-

    sariamente nada que ver -como lo demuestra de forma palmaria la hi toria

    de la Leben-Jesu-For. chung- con el repudio del antisemitismo, y mucho

    meno del Holocausto, ya por el mero hecho de que la construccin del Je-

    ss judo no e inicia en 1970, sino con Reimarus en el siglo

    XVIII, y

    se

    afianza a finales del siglo

    XIX

    y el primer tercio del siglo xx. La imagen del

    Jess judo tiene repercu iones en la consideracin del antijuda mo

    y

    el

    anti ernitismo, pero esto no significa que est condicionada, y mucho me-

    no determinada, por la adopcin de una agenda poltica cualquiera.

    Por lo dem , la a everacin de Arnal segn la cual todos nos afanamos

    -consciente o incon cientemente- por alejarnos del anti emitismo? es sim-

    plemente falsa. lo puede estar preocupado por tomar distancias con el

    anti emitismo quien ha tenido escarceos antisemitas o antijudos, o quien

    podra temer el reproche de complicidad con aqul, por ejemplo por el he-

    cho -dada la casi bimilenaria historia de antijudasmo cristian de lener

    un tra fondo cristiano. Ahora bien, ni los numerosos autores judos que ha

    habido en lo iglos XLX y xx (como A. Geiger, M. De Jonge, C. G. Mon-

    tefiore, P. Winter, S. Sandmel, 1. Klausner, H. Cohn, D. Flusser, S. Zeitlin,

    S. Ben-Chorin, G. Yermes, P. Fredriksen ... ) ni muchos e tudiosos al margen

    de adscripciones confesionales han tenido o tienen miedo alguno a ser aso-

    ciados con el antisemitismo, y por ende no tienen ni con ciente ni incon -

    cientemente nece idad alguna de distanciarse de l. Si el propio Arnal se

    incluye entre quiene la

    tienen,

    l sabr por qu.

    xv. La tercera agenda que Arnal cree vislumbrar tra el Je s judo e

    de tipo religio o. egn l, quienes enfatizan el carcter religiosamente ju-

    do de Jes en realidad e taran abogando por una definicin normativa y

    pre criptiva, ea del judasmo, ea del cri tianismo, sea de la religin in ge-

    Para un reciente

    y

    cnsato tratamiento de este lema. ef. A. Picro,

    Gua para entender el

    Nuevo Testamento,

    Trona, Madrid, 2006, pp. 214-219.

    Por lo

    dems.

    las pginas (SJ, 48s ) dedicadas por Arnal a mostrar que thc very distin-

    guishability of hastcrn Curopean Jewry is what it scerns rnost to share with the Jewish Je u

    of recen 1scholarship y a sugerir que Jcsus hirn elf is being rnadc to onfonn to a stereotype

    of Judaisrn that was ami- cmitic in it inccption (p. 49) s IJsimplemente disparatada .

    7 We are all, it sccms, Irying lo di tance oursclvcs, politically speaking, fr In anti- e-

    mitisrn and its e nsequcncc ( J, p. 5 I j .

    8 Ms adelante habla de our guilt (5J, p. 53).

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    122

    Fernando Bermejo Rubio

    nere.

    Independientemente de las creencias o actitudes per onale de lo e-

    tudiosos, habra una correspondencia entre el 'Je II judo' y una defen a

    ( ubtextual) de comprensione tradicionali ta de la religione

    .99

    Si bien

    ante esta uerte de nece idad objetiva que hara de quienes enfatizan la ju-

    deidad de Jess defen ores a ultranza de una agenda tradicionali ta egura-

    mente no ervira de nada discutir con Arnal, uno no deja de preguntar e

    Cmo es po ible, por ejemplo, que un autor como Bart hrrnan, que ha pu-

    blicado libros dedicados enteramente a enfatizar la multiplicidad de la

    formas primitivas de cri

    t ianismo ?

    pueda e tal' interesado, por incons-

    cientemente que sea, en disear la vi in de un cristiani mo -o un juda _

    1110

    normativo; o cmo podra achacarse a Reimarus, Brandon, Loisy,

    Guignebert o D. C. Allison el afn de construir un judai mo normativo o

    una religin normativa.

    Sin embargo, Arnal va rn all, y afirma que identificar a Jes con un

    tipo de judo fcilmente reconocible tiene tambin una dimen in negativa

    en la medida en que equivaldra a manife tar e indirectamente contra op-

    ciones que se sitan en los mrgene de las tradiciones religiosa contem-

    pornea .101 La argumentacin es la iguiente: Si, por ejemplo, Pear on

    tiene razn en que la caracterizacin de Crossan como un judo cnico e un

    oxmoron [ ... ], entonces deberamos igualmente desechar como oxirnorni-

    cos fenmenos tales como sacerdotes catlicos marxistas, musulrnane fe-

    minista ,sionista ateos, tradicionalistas homosexuales .. :'.102 Lamentable-

    mente, de nuevo Arnal no logra fundamentar sus sospechas de que los

    estudiosos que enfatizan al Jess judo son la rama ms conservadora y

    pacata de la investigacin. Aun si algn autor ha descrito en alguna ocasin

    al Jess cnico como un oxmoron, a) puede haber tenido +O credo te-

    ner- razones legtimas para hacerlo; b) aun si no las hubiera tenido, ello no

    9< , There is a

    correspondence

    between the 'Jewish Jesus' and a (subtcxtual) defense of

    traditionalistic understandings of discrete religions. This correspondencc is what is impor-

    tant; not the personal beliefs of individual scholars

    (Sl,

    p. 68; cf. p. 63).

    lOO r v, gr. B. D. Ehrrnan,

    Lost Christianities,

    Oxford University Press, Oxford _ ew

    York. 2003.

    01 By idenlifying 'Jesus the Jew as only conceivably meaning 'Jesus the Torah-obscr-

    vant, Semitic-speaking, circumcised, Temple-oricnted, Sabbath-obscrvant Jew' onc speaks,

    again normatively, for a whole host of othcr traditions, and, more perniciously,

    against

    a

    whole host of contemporary religious options hanging by their fingemails at thc peripherie

    of their traditions (

    J.

    p. 59).

    101

    1f, for instance, Pearson is correct that Cro sans characterization of Jcsus as a Je-

    wish Cynic is an oxymoron (so Pearson 1996, 12, referring to rossan 1991. 421), then we

    would similarly dismiss as oxymoronic such phcnornena as Marxist Catholic prie ts, fcmi-

    nist Muslims, athcistic Zionists, homosexual Cree traditionali ts, Cornmunist taoists, and so

    on (ibid.).

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    Agendas ocultas (ras el Jess judo ?

    123

    implica nece ariamente la adopcin de una consideracin oximornica de

    opciones como las ealadas por Arnal; y e) aun si lo implicase, que Pear-

    son tuviera una agenda tradicionali ta

    -y

    aun si en ello le acompaasen

    otros- ello no implicara todava nada acerca de la existencia de tal agenda

    en el re to de estudio os que baten el cobre por el Jes judo. Ignoro si al

    obispo Tom Wright le son simpticas las categoras enumeradas por Arnal,

    pero atribuir una agenda excluyente, con ervadora y hasta represiva de

    modo genrico a los e tudiosos del Jess judo -entre los que se hallan su-

    jetos (al menos en apariencia) muy liberales- resulta francamente contrain-

    tuitivo.t'

    Mi intencin no es negar que algunos autores tengan una agenda reli-

    giosa, pero Arnal carece de prueba para mostrar la existencia de tal agenda

    genrica tras los defensores del Jess judo.'?' De hecho, l mismo recono-

    ce tan implcita como equvocamente que carece de ellas, pues se refiere

    'slo a algunos estudiosos. lOS Ahora bien, si resulta que finalmente Amal slo

    tiene razones para criticar a unos pocos estudiosos, entonces el empeo de

    atribuir de manera genrica a sus colegas una agenda religiosa es tan gra-

    tuito como injusto. Para este viaje no se necesitaban tantas alforjas.

    XV Amal pretende encontrar la confirmacin de la existencia de

    una agenda religiosa tras los estudiosos que enfatizan al Jess judo en dos

    fenmenos: la agenda teolgica de Crossan y otros, y la polmica sobre el

    Evangelio de Toms. En lo que respecta al primer aspecto, tras aseverar que

    la motivacin de Crossan, Funk y otros consiste en minimizar los elemen-

    tos credenciales y sobrenaturales del cristianismo, Arnal afirma que esto es

    una indicacin ulterior de que aquellos que hacen precisamente lo opuesto

    -es decir, que enfatizan el judasmo de Jess subrayando las dimensiones

    'religiosas' de su pen amiento o acciones- estn reivindicando la importan-

    cia de la base credencial y obrenatural del cri

    tianismo.l'

    No slo debo

    reconocer que me cuesta mucho discernir la lgica que Arnal emplea para

    efectuar tal inferencia, sino que me parece que el nO/1sequitur es evidente.

    0 Si algo parece implicar la defensa del Jess judo una posicin que ha sido hasta

    tiempos recientes minoritaria en la investigacin es en lodo caso el respeto ms exqui ito

    por esa minora religosa que ha sido siempre el judasmo en el seno del Occidente cristiano.

    I().I Obsrve e que Arnal afirma que sta es la agenda ms clara: Of all of the covert

    agenda behind this discussion. this one is probably the most clear ( J. p. 56).

    0 A subtcxt for at least sorne historical Jcsus scholars' (S1. p. 59): cf. SJ, p. 46, ad

    fi-

    nem.

    106

    1'0 my mind lhis serves as furthcr indication that those who do precisely thc oppositc

    i.c., who stress thc 'Judaism ' of Jesus by stressing the 'religious' dimensions of his thought

    or actions- are likcwisc making a comment on conternporary Christianity, an assertion of the

    imporl ofits traditional crcdal, supcrnatural, 'religious basis ( J, p. 61).

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    l24

    Fernando Bermejo Rubio

    Con re pecto al debate obre las fuentes cxtracannica , Arnal comien-

    za realizando algunas con ideracione en atas referidas a la re istencias

    de cierto autores ante el uso del Evangelio de Toms: por ejemplo, el autor

    tiene razn aunque otro lo haban ealado ante al decir que el trata-

    miento que Meier hace de la razone para descartar el EvTorn como fuente

    para el Je hi trico en el volumen I de

    A

    Marginal

    Jew

    no re ulta muy

    convincente. lO? o obstante, e to indica un problema puntual de Meier (y

    quizs de otros estudiosos), no una deficiencia intrin eca de la imagen del

    Jess judo ni una demostracin de la exi tencia de agenda tradicionalis-

    tas tras

    te.

    De hecho, Amal no demuestra que exi ta una coordinacin entre el

    uso de Toms como fuente

    y

    la investigacin que supue tamente produce

    un le 'no judo'''.lo8 Por ejemplo, el autor -que incurre por ensima vez

    en generalizacione apre uradas- no cita aqu a B. Ehrrnan (que en u libro

    Jesus. Apocalyptic Prophet of the New Millenium

    opina que el autor de Ev-

    Tom no se bas en los Sinpticos) o a D. C. Allison. ? En realidad, no pue-

    de hablar e de modo genrico de the clear rejection ofThoma a a ource

    for Jesus by 'Jewish Jesu ' advocate ; 1 1 ms an, afirmar que el EvTom

    es rechazado simplemente porque no es cannico es, adems de fal o

    en muchos casos, un injustificado insulto a la inteligencia

    (y

    la honestidad)

    de muchos.

    Como vemos, Amal simplifica la realidad al referirse a las posicione

    ante el EvTom, pues lo cierto es que a menudo quienes albergan dudas

    acerca de la independencia genrica de ese evangelio con re pecto a los i-

    nptico no lo rechazan sin embargo

    in

    10tO.

    Pero la simpli ficacin no

    101

    CL SJ. pp. 63 Y 67.

    0

    SJ, p. 64; cf p. 66 ( a very strong eorrespondenee bctwccn the rcjcction ofThomas as

    a sourcc (on inconsistent grounds) and (he eonstruction ora traditionalistic 'Jewish Jcsus' ),

    10.

    Ob rvcse que ni Ehrman ni Allison son apenas citados en el libro.

    110

    SJ.

    p.

    66.

    111

    Ya Wilson sugiri y acept la posibilidad de que algunos dichos fueran dependientes

    y otros independientes del Nuevo Testamento (cf R. McL Wilson. Studies in (he Cospel of

    Thomas, Mowbray, London, 1960, p. 148). Thus ifthe Cospel of Thomas can be

    hOW11 10

    be dcpendent on thc canonical gospels for somc of its material, it elearly is not dependent on

    the canonieal gospels for all of its material [... ] ince thc Cospel of Thomas, at least in pan,

    contains carly tradition independenl of the eanonical gospels,

    it

    must be eonsidered a primary

    sourec in the qucst to reeon truct thc Jcsus of history (Ch. W. Hedrick. An anecdotal Argu-

    mern for the Independence of thc

    Cospel of Thomas

    from thc Synoptic Gospcls . en H.-G.

    Bethge - S. Ernrncl - K. L. King - L Schlcttcrer (cds.),

    For the Children.

    Perfect IIISfI11Clioll.

    Studies in Honor o/ Hans-Martin Schenke

    011

    the Occasion of the Berliner Arbeitskreis (tir

    koptisch-gnostische Schriften s Thirtieth

    }~lIr,

    Brill. Leiden, 2002,

    pp,

    113-125, esp. 119-124.

    esp. 124); cf. C. M. Tuckeu, Thornas and (he ynoptics ,

    NO~~ /1l

    Testamentum 30 (1988),

    pp. 132-157, p. 157; Viclmchr iSI jedes Logion und rnanchrnal jedcr Vcrs zunach

    1

    fr sich zu

  • 7/25/2019 CriticaArnal-FBR.pdf

    27/36

    Agendas ocultas tras el Je Lsudo ?

    125

    acaba aqu. l in i te en que las razones para el repudio de Toms como

    fuente son inconsi tente ,112 pero no eala las inconsi tencias en el uso del

    evangelio por parte de autores como Cros an y Mack.

    113

    De hecho, resulta

    irnico que el material de Toms ms verosmilmente autntico (es decir,

    adscribible presumiblemente al Je

    s

    hi trico), lejos de respaldar la visin

    del Jess de Crossan y Mack, confirme la vi in -obtenida ya mediante

    una lectura crtica de los Sinpticos- de un Jess como predicador escato-

    lgico claramente u ceptible de ser encuadrado en reconocibles tradicio-

    nes del judasmo.' ' Lamentablemente, de nuevo la concrecin no forma

    parte de la agenda de Arnal.

    XV La ltima de las agendas supuestamente identificadas por Amal

    es cultural : egn l, la construccin del Je s judo servira al propsito

    de pre ervar una identidad cultural slida. A diferencia de autores como

    Mack, Funk o Cro san, cuyas recon trucciones de un Jess menos visible-

    mente judo representan una aceptacin de las nuevas condiciones de un

    mundo global izado, los defen ores del Jess judo buscaran resi tir la

    ero in (post- )moderna de las identidades sociales y culturales mediante el

    nfasis en un Jess cuya identidad es identificablemente judia.'

    Hay, in embargo, una consideracin elemental -ya efectuada- que

    hace de esta explicacin algo del todo rocambolesco: el Jess judo no

    naci ayer, y por consiguiente no depende en lo ms mnimo de agendas

    beurteilen. Die Mglichkcit. dass sich a11manchen Stellen alte. aussersynoptische Traditioncn

    erhalten haben, ist nicht prinzipicll auszuschlie sen (11.-1. Klauck, Geheirne Worte Jcsu?

    Das Evangelium nach Thomas aus , ag Harnrnadi , Bibel und Kirche 60 (2005), pp. 89-95,

    p. 95). Los ejemplos podran multiplicarse.

    11 2

    f.

    J, p. 64. En algunos casos, esto es cierto.

    ' Resulta elocuente que, mientras muchos autores ven Ev Torn o alguno de sus estadios

    como tradicin independiente, no utilicen ellog. 82 -uno de los que tiene mayores probabili-

    dades de remontarse hasta Jes en sus reconstrucciones. Sobre u relegacin en las obras

    de rossan, Mack y Borg, cf E. Broadhead, An Authentic Saying of Jesus in the Gospel of

    Thoma T', New Testament Studies 46 (2000), pp. 132-149, esp. 140 y 149, n. 27.

    114 Un ca o especialmente claro es el del logion 82 ( Dijo Jess: 'Quien e t cerca de m

    est cerca del fuego, I y quien est lejos de m est lejos del Reino: ), probablemente el

    graphon

    del ET que en ms ocasiones ha sid propuesto como genuino: Thc most authen-

    tic-Iooking piece of GThom does not supp rt the imagc of Jesus as a non-eschatoogical

    sage (Broadhead, An Auihcntic aying , p. 149).

    IS

    Expresin utilizada p r Arnal: les visible 'Jewish' Jesu (SJ, p. 72).

    Ilb Thu again we scc bchind the alleged debate over a Jewish Je us yet another subtcxt,

    in which 'Jew' is bcing offercd as a ciphcr for thc rcification of cultural identity, rcligiou or

    otherwi .c. Prornotions of a11 idcntifiably and distinctivcty Jewish Jesus are resisting po 1-

    rnodern or globalizing homogcnization and fragmentation precisely in their insistence on the

    cohcrencc of ' Jcwish' idcntity (p. 72).

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    126

    Fernando Bermejo Rubio

    po .tmodernas. Esta falta dc per pcctiva hi trica permite igualmente al au-

    tor hacer comentario como te:

    Las condiciones de la posunodernidad on aquellas bajo las quc todos nosotros vivimos. y

    por tanto en algn sentido toda reconstruccin del Jess histrico es postrnodcrna . r ssan

    puede ser acusado de haber producido un Jess postmodcrno , pero las alternativas a su Je-

    ss. sin importar cun di Ierentcs sean, estn siendo generadas tambin a partir de un contexto

    posimodcrno.

    Pue bien, mientras que la primera de las fra e de e te prrafo e una

    perogrullada, las re tan tes on simplemente falsas. El autor no ve que la

    reconstrucciones del Jess hi

    trico

    no empezaron hace un par de dcada,

    y por tanto es incapaz de advertir que existe una continuidad b ica entre

    la obras de los ms riguro o estudiosos contemporneos y la de quiene ,

    de modo crtico, analizaron la figura de Jess desde el iglo XVIII. xiste,

    en efecto, una visin consistente del le

    s

    histrico cuyo ncleo se reitera

    de de la obra de Reimaru , pasando por Weiss, ha ta Sander o Ehrrnan.

    Ahora bien, i existe esa continuidad, e porque tal reconstruccin es inde-

    pendiente de los condicionamientos culturales, metodolgicos o identita-

    rios de una determinada poca o de cualesquiera agendas imaginables.

    Como he mostrado en otro lugar, los defensores del Jess judo a lo largo

    de los siglo son estudiosos de los ms variados trasfondos ideolgico ,IIK

    por lo que todo intento de mostrar los condicionamientos de tal imagen e -

    tn a priori abocados al fracaso: Estaban Reimarus o Schweitzer intentan-

    do superar una poca postmodema? Mal que le pese a quienes de modo

    postmodemo consideran que todo lo slido se desvanece en el aire, hayal

    menos una visin del Jess histrico que se mantiene inmune a los emba-

    tes. ?

    117 The conditions of postmodemity are ones under which we all live, and so in so me

    sense any and evcry reconstruction of the historical Jesus is 'postmodern'. Crossan may be

    accused of having produced a 'postrnodern Jesus, but the altematives to his Jesu . no maucr

    how different they may be. are also being generated out of a postmodern context (SJ, p. 69).

    118

    Cf Bermejo. Historiografia, exgesis e ideologa ... (y ll) , pp. 54-64.

    11. Por si fuera poco. Arnal insiste en hacer valer su

    idiosincrsica

    lgica: If bcing a Jew

    can be easily and sharply defined, and ir thc application to a person of this classification can

    allow us easily to reconstruct their idcntity, thcn, by implicalion, my Canadian identity is

    likewise stable. clear, and distinctive (SJ, p. 71). De nuevo. me confieso incapaz de percibir

    la implicacin que Arnal extrae. De hecho. como apoyo de su pretensin. todo lo que Ama

    es capaz de ofrecer son unas lineas de Carey C. ewman. en las que ste se explaya con sus

    propias opiniones. Ahora bien, esta cita no demuestra nada acerca de la presencia de una

    agenda en las obras de autores como Sanders, Allison, Ehrman, asey u otros. Una vez ms,

    Arnal pretende levantar un castillo con una ola piedra: el resultado es el esperable.

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    Agendas ocultas tras el Jessjudlo

    ?

    127

    XV l Tras haber afirmado que algunos autores emplean mtodos co-

    rrectos de e tudio del Jess histrico. nue tro autor vuelve a mostrar su

    originalidad al aseverar que la inve tigacin del Jes histrico es ilegti-

    ma,121y abogando por que ea abandonada. 122Estas ideas no son omo ve-

    remo - novedosas, pero el principal problema al que se enfrentan son las

    supuesta razones en que se ba anoArnal indica explcitamente que sus os-

    pechas se basan en tres con ideraciones. La primera es que la importancia

    cultural de Jess es tal, que toda investigacin hi trica es imposible, pues

    acaba atorndo e en cuestiones ajenas al tema y convirtindo e en algo

    irracional.

    La idea de que la prominencia cultural de Jess a menudo hace derivar

    a la investigacin en usos polmico es algo que desde hace mucho tiempo

    abe cualquier ujeto reflexivo. pero Arnal no efecta una crtica de una

    parte de la investigacin, sino de la investigacin

    qua falis.

    De hecho, ya al

    comienzo de su libro haba escrito: A statement about Jesus, it would

    seem, i alway. a statement about something else, controversial, rich with

    implication .125Sin embargo, sta es de nuevo una generalizacin injusti-

    ficada, pues, a pesar de los peligros, es posible para autores informado ,

    hone tos y dotados de entido crtico hacer historia in atorarse en centro-

    ver ia .126 o oy capaz de ver dnde -por ejemplo en el caso del Loisy de

    Jsus el la tradition vangelique,

    o en el de Goguel, o en el de Sanders, o

    en el de D. . Alli on- estos autores pierden de vista su tema y se con-

    vierten en irracionales .

    I~

    Thc right kind of approaches (refirindose a Mack y Crossan): S1, p. 39.

    121 Illcgitimatc from an acadcrnic perspectivo (SJ, p. 75).

    IU En realidad. Arnal escribe que debera ser abandonada otra vez : The Quest for the

    historical Jesus should be abandoned once again (S1. p. 77). Esto evidencia que Arnal corn-

    parte otr de los clichs contemporneos, a saber, que hubo un periodo de no Quest , Para

    una refuta in de esta peregrina idea, remito al lector a las obras de Portero AlIison y Berme-

    jo ya citadas.

    121

    Thc cxtent of Jcsus ' cultural prornincncc is so colossal that evcn purely hi torical in-

    quiries will soon beco me so b gged down in current socio-cultural controvcrsics as lo be-

    come irrational, or, al the very least, lo e sight of their (historical) subject ( J, p. 75).

    12~

    Hace rn de medio siglo escriba Goguel: 11 est difficle de r isicr

    il

    la tentation de

    faire de I'hist ire de la formation du christianisme une machine de gucrre, oit pour la d-

    fcnse, soit pour l'attaquc du christianisme ou de telle ou telle de ses formes historiqucs (M.

    gucl. La naissance du christianisme, Payot, Pars, 1955. avant-propo ).

    1> J, p. 7 (subr. F. B.).

    omo prosigue dicicnd oguel: On aura plus de chanees sinon de raliser la totale

    objcctivit, du moins de s'cn rappr cher si on se la proposc comme ideal, que si 011 lui tourne

    dlibcrmcnt le dos (avant-pr pos). ornpresc esto con Arnal: Our aim as scholars [ ... ]

    rnust not and cannot be thc impossiblc task of approaching our subject rnaucrs objcctivcly.

    We cannot do so. and in my opinion as human bcings wc should not do so (p. 73).

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    128

    Fernando Bermejo Rubio

    Arnal no hace una dcrno

    tracin,

    ino que lanza una imple ocurrencia.

    Lo que e m , esta ocurrencia es muy manida, pue puede encontrarse ya

    en una clebre obra del telogo bblico protestante Martin Kahler, publica-

    da en I 92; en ella, u autor

    (

    te claramente tradicionali ta) se opuso a

    la inve tigacin obre el Jess hi trico, afirmando que sta es slo una

    enda

    perdda

    y alegando que, dada la importancia imblica de la figura

    de le

    s

    nadie e taria en condicione de realizar una aproximacin mera-

    mente histrica a ella. m La coincidencia de esta po icin con la de Arnal

    es un dato llamativo. Por de gracia. en ninguno de los do caso es el re ul-

    tado de una genuina argumentacin, ino de un apriorismo que niega arbi-

    trariamente la po ibilidad misma de lo que en la inve tigacin ha ido en

    ocasiones actualizado.

    Quiz advirtiendo la au encia de contenido argumentativo de su po i-

    cin, Amal termina el pargrafo dedicado a esta cuestin a everando que la

    idea de que quienes hablan de Je en realidad hacen otra co a fue ya de-

    mostrada por Schweitzer. Sin embargo, la idea de que Schweitzer demo -

    tr el carcter subjetivo de toda investigacin sobre Jess es un clich, nada

    novedoso -lo han repetido cientos de especialistas , que se han ido co-

    piando entre - y del todo errneo. En efecto, tal y como he sealado en

    otro lugar.P? el e tudioso alsaciano evidenci el carcter proyectivo de mu-

    cha de las obras que coment, pero ni de lejo el de toda; ms an, l

    reivindic explcitamente a 1. Weiss, de cuya obra Die Predigt Je u vom

    Reiche Gottes seal, a su vez, que era una reivindicacin de la de Reima-

    ruS.

    13 1

    As pues, la obra de Schweitzer no demuestra que los estudiosos del

    Jess histrico hablan siempre de otra cosa cuando hablan de Jess. que es

    lo que Arnal pretende. Sea o no una falacia ad auctoritatem, la referencia a

    12 7 Holzweg : M. Khler, Der sogennante historische Jesus und der geschichtliche, bi-

    blisclie Christus,

    A. Deichcrt, Leipzig, t892 (cito edicin de Chr. Kaiser Verlag, Mnchcn,

    1956. p. 18).

    m

    icmand ist im Standc, die Gestalt Jesu wic irgcnd cinc andre

    Gestalt

    der Vergan-

    genheit zum Gegenstande lediglich geschichtlicher Forschung zu machen [... ] Es gibt hier

    keine Mitteilung aufmerksam gcwordcner unbefangener Bcobachtcr'

    (Der sogennante histo-

    rische Jesus, pp. 74-75).

    12 9 That people who talk about Jesus are nOI real/y talking about Jesus al all was a point

    made brilliantly by Albert Schweitzer almost a hundred years ago. 11seems as valid an obser-

    vation today as then (SJ, p. 75).

    13Q c r.

    Bermejo, Historiografa. exgesis e ideologa ... (1) . p. 369 Y n. 80.

    IJI

    Wenn der altc Reimarus wiedcrkchrte. konnte cr sich getrost als der Modernste auf-

    spielcn, denn sein Werk beruht auf der ausschlicsslichen Geltcndmachung dcr Eschatologie,

    wie sic crst wiedcr bci Johannes Wciss

    zuiage

    tritt (A. chwcitzcr, Geschichte der Leben-

    Jesu-Forschung, 1913

    2

    ;

    cito segn la edicin en 2 vols. de Sicbenstcrn Verlag, Mnchcn,

    1966, 1, p. 52): cf. ibid., 65.

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    Agenda ocultas tras el Jess judo ? 129

    Schweitzer no lo no re palda las sospechas de Arnal, sino que, en ri-

    gor, las refuta.

    X X La segunda razn aducida por Amal para mostrar la ilegitimi-

    dad de la investigacin es que los evangelios son textos mticos, llenos de

    elemento obrenaturales e intere ado en presentar una determinada imagen

    del personaje. A pues, conclusiones razonables acerca de Jes resultaran

    imposibles, dada la naturaleza deficiente de las fuentes disponibles.

    13 2

    Una vez

    m ,

    curio amente, las observaciones de Amal coinciden con las

    de los telogos m conservadores,

    y

    en primer lugar con las de M. Khler.

    quien pretendi que todo intento de reconstruccin histrica de la figura de

    Jess e t desencaminado porque lo evangelios son testimonios de fe.

    13 4

    Ahora bien, lo relevante no e e a coincidencia qua talis, sino el hecho de

    que el supuesto argumento carece de consistencia. En efecto, que las fuentes

    disponibles ean teolgicas no impide su uso (ciertamente muy crtico y se-

    lectivo) como fuentes histricas, y ello por varias razone elementales.

    En primer lugar, aun si es obvio que los evangelios son escritos de pro-

    paganda religiosa. ello no implica necesariamente que sus autores se ha-

    yan de entendido enteramente de la realidad: por ejemplo, el evangelio de

    Mateo se basa en fuente , en cuya fiabilidad -al menos parcial- probable-

    mente confiaba; los autores evanglicos debieron de albergar la intencin

    de mantener ha ta cierto punto la memoria de Jess. De hecho, hay datos

    32 The nalure of our sources for Jesus exacerbares the situaiion. While thc objcct of our

    supposedly 'historical' inquiry keeps transfonning into a theological entity in front of our very

    cyes, thc main sources on which wc base our reconslructions present him as a theological entity

    in the fir t place ( J, p. 75).

    11 1 Rccurdcnsc, por ejemplo, los siguientes enunciados de ste: Wir besitzen keine Qucl-

    len fiir ein Lcbcn Jcsu, welche ein Geschichtsforseher als zuvcrlassigc und au rciehende gel-

    ten lassen kann tDer sogennante. p. 21). Para el autor prusiano. los evangelios son Bcrichtc,

    aber durehaus nicht solche, welche naehweislieh den Wcrt von Urkunden irn strcngcn Sinne

    dieses Wortes habcn: sie erhebcn ja auch gar nicht Anspruch auf diesen Wcrt (ibid., p. 103).

    11 4 na pretensin similar reciente es la de L.

    T .

    Johnson,

    rile

    Real

    Jesus,

    Ilarper an-

    Francisco, an Francisco, 1996, esp. pp. 88, 107-108, 110, 148. 151. Varios crticos han

    puesto de relieve que esta obra est plagada de falacias y contradiccione . Cf. R. J. Miller,

    The JcSUS of rthodoxy and thc Jesuscs of the ospels: A ritique of Luke Timothy John-

    son 's

    The Real Jesus , Journal [or the Study of the New Testament

    68 ( 1997), pp. 101-120:

    Bermejo, lIistoriografa, exgesis e ideologa ... (y 11) . pp. 76-85.

    11