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Hispanoamericanos Carlos Gazzera La polémica Borges-Sábato Edgar Montiel El proyecto político del Inca Garcilaso y de Mariátegui Antonio Chicharro Chamorro Juan Benet y el pensamiento literario James W. Robb Reyes y Moreno Villa en España y en México Textos sobre Horacio Quiroga, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán, Martínez Estrada, Borges, Nicanor Parra, Julio Ramón Ribeyro...

Cuadernos Hispanoamericanos 76 (1)

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Excelente número de Cuadernos Hispanoamericanos

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  • Hispanoamericanos

    Carlos Gazzera La polmica Borges-Sbato

    Edgar Montiel El proyecto poltico del Inca Garcilaso

    y de Maritegui Antonio Chicharro Chamorro

    Juan Benet y el pensamiento literario James W. Robb

    Reyes y Moreno Villa en Espaa y en Mxico Textos sobre Horacio Quiroga,

    Juan Ramn Jimnez, Valle-Incln, Martnez Estrada, Borges, Nicanor Parra,

    Julio Ramn Ribeyro...

  • -Oacbfnos Hispanoamericanos

    1 Ir-

    HAN DIRIGIDO ESTA PUBLICACIN Pedro Lan Entralgo

    Luis Rosales Jos Antonio Maravall

    DIRECTOR Flix Grande

    SUBDIRECTOR Blas Matamoro

    REDACTOR JEFE Juan Malpartida

    SECRETARIA DE REDACCIN Mara Antonia Jimnez

    SUSCRIPCIONES Maximiliano Jurado

    Telf.: 583 83 96 REDACCIN

    Instituto de Cooperacin Iberoamericana Avda. de los Reyes Catlicos, 4 28040 MADRID

    Telis.: 583 83 99 - 583 84 00 - 583 84 01

    DISEO Manuel Ponce

    IMPRIME Grficas 82, S. L. Lrida, 41 - 28020 MADRID

    Depsito Legal: M. 3875/1958 ISSN: 00-11250-X - IPO: 028-95-013-5

  • Invenciones y ensayos 7 Reyes y Moreno Villa en Espaa

    y en Mxico JAMES W. ROBB

    21 Borges-Sbato: lecciones para la historia

    CARLOS GAZZERA

    39 Trptico para un navegante PABLO ANTONIO CUADRA

    43 Juan Benet y el pensamiento literario del medio siglo

    ANTONIO CHICHARRO CHAMORRO

    55 61

    Poemas FRANCISCO JOS CRUZ PREZ

    Poltica de la nacin. El proyecto del Inca Garcilaso y de Maritegui

    EDGAR MONTIEL

    Lecturas

    83 Nicanor Parra y la guerrilla literaria NIALL BINNS

    103 Horacio Quiroga y la crtica LEONOR FLEMING

  • 537 108

    110 Las voces de Valle-Incln

    DRU DOUGHERTY

    Relectura de Martnez Estrada MARTA PORTAL

    113 La obra narrativa de Juan Ramn Jimnez

    FRANCISCO GARFIAS

    117 X L i,-La potica del desamparo en los

    cuentos de Julio Ramn Ribevro JOS ORTEGA

    121 Los viajes interiores de Leopoldo Panero

    J. M. BALCELLS DOMENECH 123 Memorias de un librero ARNOLDO LIBERMAN

    126 Luciano G. Egido ante la Espaa subterrnea

    FERNANDO R. DE LA FLOR

    127 La vida del hacedor OSVALDO GALLONE

  • 537 -130 La poesa de Luis Alberto

    FRANCISCO GUTIRREZ CARBAJO

    135 El sembrador de jbilos SANTIAGO KOVADLOFF

    138 La recuperacin del placer en el agua pasada

    MARlA ELENA BRAVO

    141 Nubosidad variable JOS TERUEL

    143 Una segunda existencia LUIS VICENTE DE AGUINAGA

    144 La Conquista (racionalmente) explicada

    MANUEL QUIROGA CLRIGO

    148 Libros flamencos F. G. C.

    153 Adis a Manuel Benavides

  • INVENCIONES Y ENSAYOS

  • Alfonso Reyes

  • Reyes y Moreno Villa en Espaa y en Mxico

    I. Espaa

    A Llfonso Reyes, al recordar sus aos de lucha y convivencia espaolas, piensa a menudo en dos de sus amigos entraables que emigraron de Espa-a a Mxico en tiempos de la guerra civil espaola:

    A veces evoco aquellos librrimos das de Madrid mis primeros cinco aos de Espaa en que la independencia ms cabal era el contrapeso feliz de mi penuria. Al instante me acuden las imgenes de aquellos buenos hermanos que compartieron conmigo el humilde pan del escritor. Desde luego, nuestro llorado Enrique Dez-Canedo, ya tan mexicano como espaol, y con quien la vida haba de juntarme de tiempo en tiempo en varias ciudades de Europa y Amrica, para finalmente traerlo aqu a mi lado1,..

    Y junto a mi fraternal Enrique, este Jos Moreno Villa, poeta, pintor, crtico de arte, archivero y anticuario y creo que hasta qumico un da, con quien me vea yo a cada rato, mi compaero del Ventanillo de Toledo, mi camarada de trabajos y lectu-ras (en alguna ocasin estudiamos juntos cierta monografa sobre Velzquez), tan fa-miliar de mi casa, siempre a la mano para paseos y charlas y comunes emprendimien-tos literarios [Jos Moreno Villa en Mxico, 1948, OC XXII, p. 39].

    Y en su Historia documental de mis libros, Reyes cuenta cmo, luego de su llegada a Madrid en octubre de 1914, refugiado de la guerra mundial en Francia y los vaivenes de la revolucin mexicana se conocie-ron estos tres en el Ateneo de Madrid:

    He comenzado a acercarme por las tardes al Ateneo, conducido por ngel Zrraga [pintor mexicano]. Compaa de geniecillos indiscretos.

    Amistad naciente de Dez-Canedo, Gmez Ocern, Pedro Salinas, Moreno Villa. Dez-Canedo me presenta con Acebal, en La Lectura, para cuya coleccin de clsicos preparar un Ruiz de Alarcn. El seor Acebal, mientras nos recibe, paladea un vaso de ieche. A su lado, otra barba francesa, o mejor, del Greco: el poeta Juan Ramn Jimnez, atento y nervioso, con raras noticias mdicas adquiridas a travs de exquisi-tos males. Me mira con ojos fijos y penetrantes. Tan amigos como llegaramos a ser!... [OC XXIV, p. 170].

    SITvOOOigS)

    ' Vase Brbara B. Apon-te, El dilogo entre Alfonso Reyes y Enrique Dez-Canedo, La Vida Literaria, Mxico, 2.a poca (julio-agosto 1973), pp. 22-24. YA. R., Ausencia y presencia del amigo, 1944, OC (Obras Completas) IX, pp. 390-392.

  • InvendoneS

    2 En octubre de 1989, ao

    del Centenario de Alfonso Reyes, en la Residencia de Estudiantes se dedic una placa a Reyes que reproduce la ltima parte de esta ci-ta: Lejos7...

    8

    Moreno Villa, a su vez, lo concreta as:

    Pronto lo vi en las tres atalayas ms dominantes: la revista Espaa, fundada por Ortega y Gasset; El Sol; y el Centro de Estudios Histricos, donde,,, yo trabajaba en la seccin de Gmez-Moreno; Reyes, en la de Menndez Pidal, con Amnco Castro, Navarro Toms, Solalinde y otros. Al caer la tarde, salamos de aquel Centro. Yo me incorporaba a) grupo de fillogos porque eran ms literatos que los de mi grupo [el de arqueologa y bellas artes]...

    Al recapitular momentos de nuestra amistad no puedo prescindir de situarlo en distintos sitios. Le veo ante la reja de !a Biblioteca Nacional de Madrid, e veo en el trenecito jadeante y bailarn de Toledo, en nuestra casita de la Ciudad Imperial, conocida por El Ventanillo, con aquel comedor pequen que pareca querer deslizar-se por los viejos tejados hasta bajar al Tajo o ascender a a Virgen del Valle... Le veo en la revista Espaa, de pie, levantando la cara sonriente hacia la cara de Baroja... Le veo en su primer pisito madrileo, con su mujer, Manuela, y su chaval, Alfonsito, donde conoc a Pedro Henrquez Urea. Le veo en su gran piso de la calle Serrano, cuando ya disfrutaba de buen puesto diplomtico. All nos reunamos los domingos con el inolvidable Enrique Dez-Canedo y all organizamos la publicacin de unos Cua-dernos Literarios... [JMV, Mi amistad con A. Reyes, Cornucopia, pp. 348, 350].

    Reyes tambin ha recordado con mucha nostalgia o saudade los encuen-tros en el Ventanillo de Toledo:

    E Ventanillo se abre, sobre un remolino de tejados, frente a los montes de Toledo.., El Ventanillo era nuestro refugio para pequeas vacaciones de dos o tres das... Entre Amrico Castro, Antonio Solalinde, Jos Moreno Villa y yo instalamos el Ventanillo... [A. R.t En el Ventanillo de Toledo, Las vsperas de Espaa, OC II, pp. 93-98].

    De modo que Reyes y Moreno Villa, durante los diez aos madrileos de Reyes (1914-1924), estuvieron asociados en una serie de empresas inte-lectuales comunes, en que abundaron los encuentros personales y familiares.

    Jos Moreno Villa desde 1917 vivi en la famosa Residencia de Estudian-tes, situada en la calle del Pinar, donde Juan Ramn Jimnez plant adel-fas, Federico Garca Lorca toc el piano, cant y recit sus poesas: gran centro cultural que recibi a distinguidos conferenciantes, frecuentado tam-bin por Alfonso Reyes, quien o evoca en estos trminos:

    En Madrid, al trmino de la Castellana, cerca ya del Hipdromo, donde se alza el monumento ecuestre de la Reina Catlica... hay una colina graciosa, vestidas de jardn las faldas y coronada por el Palacio de Bellas Artes... Juan Ramn Jimnez la ha bautizado: Colina de los Chopos. Los viejos la llaman el Cerro del Aire. Sopla all un vientecillo constante, una brisa de llanura. Jos Moreno Villa, asomado a su ventana, ha sorprendido desde all sus Estampas del Aire, estas impresiones de poe-ta que es tambin dibujante, y se complace en aprehender las palpitaciones de la lnea en el viento...

    Morada de estudiantes en paz, aseada casa con comodidad de baos abundantes, conforte de calefaccin y chimeneas, salones de conferencias y bibliotecas. Oxford y Cambridge en Madrid! exclama, entusiasmado, el britano [J. B.] Trend... Lejos, alto, saneada de silencio y aire, abre la Residencia sus galeras alegres; capta todo el sol de Castilla dulce invernadero de hombres y da vistas a los hielos azules del Guadarrama area Venecia de reflejos [Reloj de sol, 1926, en Simpatas y diferen-cias, OC IV, pp. 363-365]2.

  • En la Revista ndice (1921-1922), fundada por Juan Ramn Jimnez y Re-yes, colaboran Moreno Villa, Dez-Canedo y otros como Antonio Machado, Azorn, Ortega y Gasset, Henrquez Urea, Gmez de la Serna, Pedro Sa-linas, Jorge Guillen, Garca Lorca, Dmaso Alonso, Gerardo Diego [Reyes, Hist. doc, OC XXIV, pp. 180-181]. Reyes y Moreno Villa colaboraron en la Revista Litoral, de Mlaga, que se prolong en el exilio en Mxico, donde en 1944 se dedic un homenaje postumo a Dez-Canedo. Un retrato de Re-yes por el dibujante Moreno Villa adorna el libro Calendario, publicado en la serie Cuadernos Literarios en 1924.

    Del breve epistolario de Moreno Villa y Reyes conservado en la Capilla Alfonsina (Casa/Museo Alfonso Reyes), escogemos unas muestras para ilus-trar cmo siguieron colaborando e intercambiando reflexiones a travs de los aos3.

    La primera de estas cartas con fecha 31 de mayo de 1922 viene diri-gida a Reyes en Madrid desde Gijn, Asturias, donde Moreno Villa est preparando un Catlogo de Dibujos Antiguos para la Biblioteca Jovellanos. Empieza agradecindole un libro suyo, pidiendo excusas por su silencio anterior:

    No pasa un minuto, querido Alfonso, sin que yo le responda al envo de su ltimo volumen y, muy especialmente, a la dedicatoria, que encierra una queja amistosa: la de mi silencio y olvido. Usted sabe que no es del todo verdad esto ltimo...

    Siguen unas consultas sobre un artculo de crnicas de JMV para la re-vista Unin Hispano-americana, fundada por Rodolfo Reyes, hermano de Alfonso; sobre la distribucin de Patraas, libro de cuentos de JMV (1921); y le confa algo de su frustracin con los trabajos de investigacin que le impiden dedicarse ms plenamente a la obra literaria.

    De regreso a Madrid, JMV o Pepe, el 10 de julio de 1922, con membrete de NDICE, Revista Mensual, se dirige as a Reyes:

    Qdo. Alfonso: Por si no es tarde todava para enviar el modelo de crnicas ah va sta. Madrid me va recomponiendo ya, y esto por influencia del clima seco, nicamente,

    pues apenas veo a nadie. Qu tal en Deva? Estupendamente, de seguro. Hgame V. todas las observaciones

    que crea pertinentes al estilo del artculo, pues V. conoce el pblico de all. Como ve, he procurado que sea bastante impersonal y expurgado de consideraciones en lo posible.

    Recuerdos muy afectuosos a Manuela y le abraza su afmo. [Pepe]

    [Al lado: Si la crnica es aceptable, V. mismo puede remitirla. Yo, adems no tengo la direccin del peridico.]

    Deva (la del fcil recuerdo) fue el sitio de veraneo predilecto de Reyes en Espaa, situado en la costa vasca. Le inspir su obrita Los siete sobre Deva, especie de cajn de sastre o divagacin en forma dialogada que entrelaza cuentos y ensayos mnimos4.

    TvCiCOeS

    J La coleccin conservada

    en la Capilla Alfonsina, as bautizada por Enrique Dez-Canedo, consta de 9 cartas a Reyes de Moreno Villa en-tre Gijn, 31 mayo 1922, y Madrid, 12 octubre 1931; un telegrama de JMV a Reyes, Ro de Janeiro, 4 dic. 1933; 2 cartas de Reyes a JMV, Mxico 6 abril 1938 y 27 abril 1942; una carta de Reyes y documentacin sobre el ho-menaje postumo a JMV (sept. 1955); y un documento so-bre el matrimonio de JMV con Consuelo Nieto, viuda de Genaro Estrada (1939). In-felizmente, faltan las cartas de Reyes a JMV antes de la llegada de ste a Mxi-co, Tampoco aparece nin-guna carta de JMV escrita en Mxico. Agradecemos a Alicia Reyes una copia de este epistolario. 4 Los siete sobre Deva,

    1923-1929; Mxico: Tezontle, 1942; y en OC XXI, pp. 341. Vanse las observaciones de Ernesto Meja Snchez en OC XXI, pp. x-xvi. Y De-va, la del fcil recuerdo, 1923, en Las vsperas de Es-paa, OC II, pp. 111-119.

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    Bajo membrete de la Biblioteca de la Facultad de Farmacia, Madrid, el 7 de agosto de 1923, JMV escribe aludiendo a varias publicaciones de inte-rs mutuo, y hablando en tono muy personal de las condiciones atmosfri-cas de un verano caluroso en la Residencia de Estudiantes:

    Qdo. Alfonso: Estoy agradecido y, sin embargo, en deuda con V., al no escribirle. Me envi los preciosos regalos de su poema y del de Gngora, ms el arte en Mxico, y sobre todo el feliz comentario a mi Espronceda; y yo no he dicho ni po. Tambin el nmero de SOCIAL. Puede que todo esto se explique por neurosis; pero a m me abochorna la falta de sentido comn, o buen sentido, que acaso sea la nota bsica espaola. Perdneme! Hace tanto calor que, escribo no s si desde la Tierra o de Sirio. Me espera el Greco, me esperan las futuras comedias, y yo a mi vez espero esto y aquello y lo de ms all! Todos estamos en cueros, y sentados en una cara penumbra esperando a que el sol se vaya y nos deje salir a a calle. Pero resulta que deja imposi-bles las noches, y si mi pabelln de la Residencia es un termo, las calles son termas. Qu lstima no tener mercurio que eliminar! Y qu lstima, mejor dicho, no disponer de otros metales para eliminarlos en sitios frescos. Vea V., por esto del deseo elimina-torio, cmo el hombre se siente botijo en verano.

    Cundo le ver? Si puede, enveme el nuevo SOCIAL que traiga mi otra Patraa, Le, en lectura pblica, a los norteamericanos mi Dominica in rosa, y les gust mucho.

    Qu tal por ah? [Deva] afectuosos saludos a Manuela. El Alfonsito disfrutar en el agua como un pez.

    Fuerte abrazo de su afmo. [Pepe M. V.]

    La alusin a Gngora nos recuerda la contribucin de Reyes a los estu-dios gongorinos que culminar en sus Cuestiones gongorinas con que parti-cipa en las observaciones del tricentenario de Gngora por El grupo poti-co de 1927 Dmaso Alonso, Pedro Salinas, Jorge Guillen, Garca Lo rea, Gerardo Diego.., M "Espronceda" ser su edicin de la poesa de Es-pronceda [Madrid: Clsicos Castellanos, 1923], comentada por Reyes en la Revista de Occidente [Madrid, 1923,1, pp. 118-122; en A, R., OC Vil, pp. 424428],

    El 14 de octubre de 1923, JMV particip con Reyes y unos cuantos ami-gos en Cinco Minutos de Silencio por Mallarm, reunin convocada por Reyes en el Jardn Botnico de Madrid [Hist. doc, OC XXIV, p. 326, y V. Mallarm entre nosotros, Bs. Aires: Destiempo, 1938; 2.a ed., Mxico, 1955].

    Desde fines de 1924 hasta principios de 1927, Reyes ocupa el puesto de Ministro de Mxico en Francia. Reyes y Moreno Villa siguen en contacto y JMV visita a Reyes en Pars en septiembre de 1925. Reyes lo invita a cena y teatro, y Para que se vean en casa con Pepe Moreno Villa, convido al t... [A. R., Diario, pp. 110, 114-115].

    El 8 de julio de 1926, Reyes hace distribucin de su libro de versos Pausa [Pars, 1926] a 30 amigos, que incluyen: 13. Pedro Salinas. 14, Jorge Gui-llen. 15. J. Moreno Villa [Diario, p. 139].

    Y as Moreno Villa, en su prxima carta, con membrete Residencia de Estudiantes, Pinar, 17, Madrid (de 2 agosto 1926) alude a estos y otros libros recientes de Reyes, recordando su visita a Reyes en Pars:

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    Qdo. Alfonso Reyes: Cmo me acuerdo, al pensar en el retraso con que le escribo, en la facilidad y

    prontitud de V. para sacar el canuto de tinta y la postal. Hace ahora un ao que nos vimos y que V. me atendi tan cariosamente como

    siempre: desde entonces, ni una carta. V. ha sido el primero en romper, en irrumpir con Pausa y en insistir con Simpatas o reloj de sol. Y qu de simpatas hay para m. Esos libros suyos tienen un semblante muy especial dentro de nuestra literatura.

    Cundo viene V. por Espaa, por Madrid? Yo no puedo ya a estas alturas ir a sa como el ao pasado. Y bien que me pesa.

    He visto un magnfico retrato que enva V. a Len Snchez [Cuesta] para la Revista Residencia. Le encuentro magnfico semblante. Se siente V. ms firme que el ao pasado? Quiero decir, ms seguro polticamente. Le llega el rejuvenecimiento de los finales de los 30? Yo siento algo as en m. Y estoy dispuesto a sacarle todo el decente provecho que pueda, porque supongo que ser la ltima juventud. Pinto y escribo y hasta eruditizo, y oigo como rafaguillas de viento grato las advertencias que antes me aterraban sobre si hay que ser profesional y cosas tan absurdas como sas, que son de un mundo preocupado, que comienza a desaparecer. No es sta postura cnica, sino de razn, acorde con la edad y con la Edad. Las melancolas, hieden. No hay ms que dos cosas. CONFECCIN y ESPRITU. Lo dems, bendito viento que pasa.

    Cmo estn Manuela y Alfonsito? Muchos recuerdos. Ustedes saben cuan amigo suyo es

    [Pepe Moreno Villa]

    Conviene notar que el ttulo Reloj de sol (1926) corresponde a la quinta serie de Simpatas y diferencias de Reyes (1921-1926) y que JMV particip en la formacin de este ltimo ttulo, para evitar la oposicin de simpa-tas y antipatas [V.: A. R., OC XXIV, pp. 300-301].

    Entre julio de 1927 y marzo de 1930, Reyes est de embajador en Buenos Aires. En 1927 Moreno Villa viaja a Nueva York con la Jacinta que le inspir Jacinta la pelirroja [Mlaga: Litoral, 1929]. Y en abril de 1928 Reyes en Buenos Aires recibe su Vision de l'Anahuac traduit par Jeanne Guran-del avec une introduction de Valry Larbaud et un portrait de l'auteur par Moreno Villa grav par C. Aubert... [Diario, p. 216],

    El 13 de noviembre de 1928, Moreno Villa, siempre en Madrid, le escribe a Reyes:

    Qdo. Alfonso: La verdad es que mis amigos son mejores que yo y V. el mejor de todos. Qu pocas cartas de pura sentimentalidad o pura amistad salen de mi pluma! Mi madre recibe dos o tres al cabo del ao y, pare V. de contar. Qu me pasa? Pues que estoy en una constante febrilidad de produccin; que no vivo sino para la pintura, la literatura y la revista Arquitectura, que confecciono y lleno. Se acabaron para m las peas literarias en los cafs; no hablo con ningn literato; y no por mal estado de nimo, sino por sobra de buen nimo, por un impulso activo que me impide quedar inerte en su sitio, o atenerme a los ritmos de la conversacin. El equilibrio social est cada vez ausente en m. Todo aquel drama mo en Amrica5 se transfor-m en eso, en un trabajar alegre, con ms ilusin que a los 23 aos. Me encuentro joven, muy joven por dentro...

    Reyes en marzo de 1930 pasa a Ro de Janeiro como embajador, y entre 1929 y 1931 ocurre uno de los intercambios epistolares ms fascinantes entre l y Jos Moreno Villa. Escuchemos a Reyes:

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    Aun de lejos y de algn modo sonamblco nuestra armona segua operando mara-villas. Es un asombro la atingencia con que me ilustr La saeta, l en Madrid y yo en Sudamrica, con slo una levsima descripcin de ese poema en prosa que yo le hice en una carta. Estos magnficos trabajos y chafarrinazos valientes no slo parecen hechos a la vez que mi poema, sino que hasta parecen ser anteriores y haberlo de veras inspirado [OC XXII, p. 39],

    La saeta es una linda evocacin potica de la Semana Santa en Sevilla, en que Reyes acompaa al maestro Falla (Manuel de Falla), en busca de la saeta antigua, clsica, la saeta pura;

    Y la saeta sube, como del unsono corazn de la muchedumbre leve burbujila de alma para reventar en el seno de la Virgen [Las vsperas de Espaa, OC II, pp. 127-132].

    Y es que a Alfonso se le ha ocurrido pedirle a Moreno Villa que ilustre este poema en prosa con algunos dibujos. Y JMV le contesta en carta de 14 octubre 1929:

    No he olvidado un solo momento el encargo de sus dibujos, y tengo sobres y tarje-tas llenos de ellos, pero no me gustan. No s ilustrar en el sentido literal de la pala-bra. No he visto Sevilla ni sus procesiones. Los penitentotes que dibujo me resultan hotentotes y, las imgenes dolientes, pjaros en la varilla o a la parrilla. En fin algo irrisorio, ms digno de un francs que de un espaol. Pdame otra cosa por las divini-dades aztecas! Yo, en cualquier caso, har dibujos de acompaamiento espiritual como los de Jacinta pero no ilustrativos.

    (14.10 maana) Y ahora el mismo da a las 10 de la noche, despus de cinco horas de dibujar para

    que mi voluntad pueda ser contrastada, le digo que me decido a enviarle 11 dibujos rabiosos, quiz demasiado fuertes algunos de ellos, pero con sabor.

    Van iluminados con tintas de colores. Creo que esto es imprescindible tratndose de Sevilla y, sobre todo, de la imagen que se tiene de Sevilla. Es ms costosa la repro-duccin, pero V. no me advierte en ninguna de sus cartas que la ilustracin sea barata.

    Utilice los que quiera, si quiere alguno. Y le dejo, querido Alfonso, porque estoy rendido. Muchas cosas a Manuela y a Al-

    fonsito. Qu diferente ser hoy de aquel que V. retrat conmigo en el Parque del Oeste! Suyo

    [J. MorenoVilla]

    Nos llama la atencin la modestia de JMV, y el hecho de que este mala-gueo nunca haba visitado Sevilla. Sin embargo, parece que pudo perfecta-mente captar el espritu de Sevilla en la Semana Santa evocada por Reyes.

    Y el 31 de agosto de 1931 Moreno Villa comenta:

    ...En el ltimo nmero de Monterrey me avisa la publicacin de mis dibujos en su libro de Sevilla. Tengo una curiosidad grande por ver lo que sale, Si V. viera qu distintos son de mis habituales dibujos y pinturas! Como no le escribo a V. nunca no sabe el estado mo en esta nueva profesin. No hay nada adems que le indique mi produccin ya abundante, porque esto (Madrid) sigue sin curiosidad y sin crtica. Ya no me duele nada y he olvidado hasta el modo de quejarme...

    De modo que Reyes haba logrado publicar La saeta con las ilustraciones de JMV [Ro de Janeiro: Villas Boas, 1931. 7 dibujos a color, de Jos More-

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    no Villa, 51 pp.], anuncindolo en su Correo Literario Monterrey, edita-do tambin desde Ro de Janeiro. Dos de los dibujos se reproducen, en blanco y negro, en el reciente libro Alfonso Reyes: Iconografa [Mxico: Fon-do de Cultura Econmica, 1989, p. 68].

    Y el 12 de octubre de 1931, Pepe le expresa su asombro ante la bella edicin que le(s) sali, que habra costado bastante: Mi muy querido amigo Alfonso:

    Pero qu es esto? Esto es un libro hecho para m, por V. Estoy anonadado. Lo costoso de la publicacin es seguramente la tirada de esos dibujos mos en color, que yo hice pensando en que motearan ac y all las nutridas pginas de un volumen escrito por V. Me figuro que V. ha ido imprimiendo estampas propias, reduciendo el texto. Las que quedan son preciosas, muy exactas y vivas, pero quisiera uno que la serie fuera algo, mucho ms extensa.

    Le felicito y le doy mis ms efusivas gracias.

    En su carta anterior, Moreno Villa haba preguntado:

    Y cundo viene? Yo tuve la esperanza de que al cambiar de embajador de Mxico viniese V. Habr que esperar al comunismo, para verle?

    Y por otro lado, en medio de mltiples ocupaciones, algunas de las cua-les le roban tiempo a su labor potica y artstica, suea a veces con viajar l a Amrica:

    ...Todas estas cosas tiene uno que hacer para alimentarse y fumar. Para medio vivir fsica y espiritualmente. Y sin descanso, sin viajes. Desde mi escapatoria a Amrica [con Jacinta] no he vuelto a salir de Espaa y casi de Madrid. Y esto fatiga demasiado.

    Escrbame alguna vez, querido Alfonso, tambin de sus afanes, cuitas y dems inti-midades. Usted es realmente uno de los amigos fieles que por azar he cruzado en la vida.

    Muchos recuerdos a Manuela y a su hijo. Le abraza de corazn

    [Pepe MorenoVilla]

    Esta es la ltima carta visible de Jos Moreno Villa, pero un telegrama de ste al embajador Reyes en Ro de Janeiro, del 4 de diciembre de 1933, seala el primer encuentro vivo de Moreno Villa con Reyes en Amrica. El telegrama enviado desde el barco Alcntara reza simplemente: Llegar maana. Moreno Villa.

    II. Amrica Moreno Villa nos cuenta en su autobiografa [Vida en claro, pp. 178-186]

    cmo el Ministerio de Fomento de la Repblica Espaola lo mand a Bue-nos Aires para dar unas conferencias con motivo de una Exposicin del

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    Libro Espaol. Por el camino hizo escala en Ro de Janeiro, donde Reyes vino a recibirlo y pasaron un da entre Copacabana y la casa del embajador Reyes. En Buenos Aires lo recibi en el puerto Amado Alonso y se encontr con otros amigos de Reyes como Borges, Victoria Ocampo y Ramn Gmez de la Serna. Habla de algn otro encuentro con Reyes y con Enrique Diez-Caedo en Buenos Aires: Dez-Canedo Ministro de Espaa en el Uruguay, Reyes en alguna breve ausencia desde Ro de Janeiro [p. 186].

    El 7 de marzo de 1937 llega Moreno Villa a Mxico, formando parte co-mo Dez-Canedo de la ola de espaoles exiliados de la guerra civil que irn a radicarse en Mxico. Es que a fines del ao 1936, llegada ya la guerra a las puertas de la Residencia de Estudiantes en Madrid, JMV (con Navarro Toms y otros) sali para Valencia, llegando eventualmente a Estados Uni-dos donde se reuni en Nueva York con Federico de Ons (dando unas con-ferencias all, en Princeton y New Brunswick, N. J.); y en Washington con Fernando de los Ros (embajador de la Repblica Espaola) quien con Ge-naro Estrada arregl su traslado a Mxico [Vida en claro, pp. 207-241]. Aqu se puso a dar conferencias, puso estudio de pintura, hizo exposiciones de arte, sigui con su obra potica y artstica, y se asoci con La Casa de Espaa en Mxico y El Colegio de Mxico, dirigidos por Alfonso Reyes a su regreso de Sudamrica, a partir de febrero de 1939. Se estrech a tal punto su amistad con ese otro gran amigo de Reyes, Genaro Estrada, que Estrada en vsperas de su muerte, el 29 de septiembre de 1937, le rog que no abandonara a su familia. En enero de 1939 JMV contrajo matri-monio con Consuelo Nieto, viuda de Genaro Estrada. Moreno Villa muri en Mxico, su segunda patria, el 24 de abril de 1955, dejando (adems de su viuda Consuelo) un hijo, Jos Moreno Nieto.

    Mientras tanto, Alfonso Reyes en 1948 observa:

    Moreno Villa, desde hace algunos lustros, se ha incorporado por suerte a la vida mexicana; y a nuestra vida y a nuestra cultura viene consagrando aqu una serie de libros agudos, sinceros, de sobria gracia andaluza y de esa autntica originalidad que no se busca sino se encuentra, por ser reflejo de la propia riqueza, con la que se nace o no se nace.

    Ya, cuando public la Cornucopia de Mxico], casi me sobresalt de alegra al ver confirmados, en sus sutilsimas observaciones respecto al habla de Mxico, ciertos atisbos mos sobre lo que yo llam Psicologa Dialectal en mi libro Calendario... [OC XXII, pp. 39-40].

    Y ms adelante (1955): Cuando volv a Mxico, me lo encontr ya mexicano, y no slo por la residencia

    deseada y aceptada o por el ntimo trato con nuestras cosas, sino que ha sabido inter-pretarlas hondamente y hasta acuar nombres para ciertos rasgos y manifestaciones del espritu, el habla, el arte y la artesana de nuestro pueblo. Tan andaluz, tan pare-cido al Gngora de Velzquez! Tan mexicano, tan diestro para bucear los secretos de Mxico! [Moreno Villa, Las burlas veras (I), OC XXII, pp. 546-547].

  • 15

    Moreno Villa, al irse compenetrando de todo lo mexicano, elaborando su Cornuco-pia de Mxico, observa:

    Mxico crece dentro de m. Me encuentro lleno de Mxico como debe sentirse una madre en su noveno mes [Cornucopia, 1985, p. 168].

    Y as como Alfonso Reyes en Espaa se compenetr de todo lo espaol y de su vida literaria, Moreno Villa se compenetr de Mxico entrando ple-namente en el mundo mexicano de la literatura y de las artes6. Fue ex-plorando el territorio mexicano, sus pueblos y ciudades, sus obras de arte. De ah result Lo mexicano en las artes plsticas [Mxico: El Colegio de Mxico, 1948], Y de su pluma sali una serie de libros como Locos, enanos, negros y nios palaciegos en la corte de los Austria (1939); Puerta severa (poesas, 1941); Los autores como actores (1951), que incluye su estudio de Alfonso Reyes y la poesa; Vida en claro (autobiografa) (1944); y un libro encantador descrito as por Alfonso Reyes:

    Hasta de los nios se ha ganado la gratitud. Su lbum infantil de dibujos y ocurren-cias para los nios Lo que saba mi loro [1945] es una obra maestra del gnero. Poesa, folklore y sensibilidad paternal en rara concentracin. Lo guardo como una joya, junto a los versos infantiles de Stevenson [OC XXII, p. 41].

    Al mismo tiempo sigue dibujando, pintando cuadros, ampliando sus amis-tades hispano-mexicanas, y produce ms de 25 retratos: leos de Enrique Dez-Canedo, Manuel Altolaguirre, Len Felipe, Daniel Coso Villegas; dibu-jos de otros como Max Aub, Juan Rejano, Pedro Garfias (espaoles); Rodol-fo Usigli, Agustn Yez, Emilio Abreu Gmez, Silvio Zavala, Xavier Villau-rrutia, Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer; los (entonces) jvenes Octavio Paz, Al Chumacero, Juan Jos Arrela, Jos Luis Martnez (todos mexica-nos); y de Alfonso Reyes, dos de 1951, el segundo de los cuales forma cua-tro retratos en uno, hechos a vuela pluma, con la inscripcin Hablando con Alfonso Reyes, el da 8 de julio de 1951 [V,: JVM, Iconografa, pp. 37, 146].

    En el mismo ao [31-IIH951], Reyes le escribe a JMV una nota en verso Para agradecerle su libro Los autores como actores y las generosas pgi-nas que en l me dedica:

    Para admirarte, Jos me bast darte la mano, porque el oro yo no s computarlo grano a grano. Me importa el valor humano ms que la viviseccin y, en llegando a esta pasin, olvido principio y norma y no conozco ms forma que el sello del corazn [Ibd., p. 148],

    ty Ensayo*

    6 Octavio Paz nos da unos

    preciosos testimonios de la ntima participacin de Mo-reno Villa en a vida artstico-literaa mexicana, V. en Mxico en la obra de 0. Paz [Mxico: FCE, 1987, Vol. 11, p. 122]. En el pri-mer nmero de la revista Taller, figuraban colabora-ciones valiosas: unos poe-mas inditos de Garca Larca rescatados por Genaro Es-trada, con ilustraciones de Moreno Villa, notas de Vi-llaurrutia y [Jos] Revuel-tas... [pp. 445446]. En cierta tertulia del Caf Pars, en la calle 5 de Mayo: No me-nos puntuales fueron dos es-paoles que llegaron un ao ms tarde [1939]: Jos Mo-reno Villa y Len Felipe, o con Barreda, Xavier [Villau-rrutia] y Jos Luis Martnez., pasebamos por la ciudad. Vase tambin su artculo de 1955, a raz de la muer-te de JMV: Vivacidad de Jos Moreno Villa, en Las peras del olmo [3.a ed., Bar-celona: Seix Banal, 1990, pp. 175-177]. Y su resea de JMV, La noche del verbo (1942), Primeras letras, Mxico: Vuelta, 1988, pp. 207-210.

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    Despus, Reyes modific como sigue algunas palabras de esta dcima, que forma parte de sus versos de cortesa recogidos:

    Para admirarte, Jos me bast ciarte la mano, porque el oro yo no s computarlo grano a grano. Me importa el valor humano sin disfraz ni afectacin, y, en llegando a esta pasin, olvido principio y forma y no conozco ms norma que el grito del corazn

    [OC X, p. 298].

    Mientras tanto, el retratista Moreno Villa crea una forma original del retrato, dibujando las manos de doce escritores mexicanos para estudiar el carcter de cada uno partiendo de la mano. Y he ah el arte de la quiro-sofa: Alfonso Reyes a la cabeza, seguido de Abreu Gmez, Jos Vasconce-los, Paz, Julio Torri, Villaurrutia, Enrique Gonzlez Martnez y otros cinco [Doce manos mexicanas...Ensayo de quirosofa, 1941]. Siete aos despus aade otra tanda de diez manos de pintores y varios intelectuales que incluyen a Leopoldo Zea y Fernando Bentez [V. Un ensayo de quirosofa: dos tandas de manos mexicanas, en Los autores, pp. 135-167]. Todo lo cual nos puede recordar la divagacin de Alfonso Reyes sobre el simbolismo de la mano, dentro de su cuento fantstico La mano del comandante Aran-da: La mano, metfora viviente, multiplica y extiende as el mbito del hombre... Flor maravillosa de cinco ptalos, que se abren y cierran como la sensitiva, a la menor provocacin! [OC XXIII, pp. 234, 236],

    En el archivo de Alfonso Reyes escasea la correspondencia epistolar de los aos de JMV en Mxico. Sin embargo, los dos artculos de Reyes dedi-cados a Moreno Villa, de los que ya hemos citado porciones (1948, 1955) adems de otros testimonios visibles dan amplia constancia de la conti-nua convivencia de los dos en Mxico as como en Espaa.

    En la primera de las dos cartas que tenemos de Reyes a Moreno Villa (6 abril 1938), con Reyes en Mxico, entre Argentina y su ltima misin en Brasil, le hace una consulta a JMV sobre un gegrafo que conoci en el Centro de Estudios Histricos en Madrid,

    En la segunda agradece a JMV un libro suyo recin aparecido, que sera La noche del verbo [Mxico: Tierra Nueva, 1942]:

    Mxico, D.F., a 27 de abril de 1942 Mi querido Pepe:

    Por si no lo encuentro por aqu, aqu va un efusivo abrazo por su precioso libro. Est usted haciendo ahora su mejor poesa, y esto nos enorgullece a sus viejos ami-

  • 17

    gos, y a m tambin como hijo del cielo mexicano que tan esplndidas virtudes ha provocado en su obra.

    Lo abraza con mucho, mucho cario. [A.]

    Alfonso Reyes.

    Se acercan los ltimos das de turismo en la tierra7 de Jos Moreno Villa, en abril de 1955, y Alfonso Reyes le dedica su segundo artculo, titu-lado simplemente Moreno Villa, que concluye as:

    Sobre Jos Moreno Villa, a quien tanto admiro y tanto quiero, yo podra escribir inacabablemente. Es uno de mis mejores compaeros en esta jornada de la vida, es uno de mis hermanos. Que le lleguen mis palabras hasta su lecho de enfermo como una voz de cario y de esperanza [OC XXII, p. 547],

    Pero al recogerlo en libro en la serie de Las burlas veras, Reyes le aade esta nota:

    * Moreno Villa no alcanz a leer esta pgina. Ya haba muerto cuando ella apareci en Novedades (Mxico, 1. de mayo de 1955).

    Ya nos podemos imaginar que Reyes volvera a reflexionar, con las pala-bras de su Balada de los amigos muertos (17 de mayo de 1946, da de su cumpleaos), en que lamentaba la prdida de sus tres amigos Enrique Dez-Canedo, Antonio Caso y Pedro Henrquez Urea:

    No son los aos, que yo no me arredro, los que me traen dolor y desmedro: son los amigos que el tiempo me roba

    [OC X, p. 225], Y en el mismo ao (22 noviembre 1955) Reyes perdera a otro amigo mu-

    tuo, el historiador del arte Manuel Toussaint, quien haba llevado a Moreno Villa a las bodegas de la catedral de Mxico a clasificar y catalogar cua-dros, esculturas y libros [JMV, Vida en claro, p. 250]*.

    El propio Reyes, vctima del corazn que ya le haba dado varios avisos, se encontraba delicado de salud cuando le escribi Jos Luis de la Loma del Ateneo Espaol de Mxico, con la siguiente invitacin:

    Mxico, D.F., 20 de septiembre de 1955 o . Uu i i Alfonso Reyes C i u d a d

    Mi distinguido y respetado amigo: El martes 4 de octubre, vamos a celebrar en el Ateneo un acto en homenaje a la

    memoria de nuestro gran amigo el pintor y escultor Jos Moreno Villa. En dicho acto harn uso de la palabra el crtico de arte Don Jorge Juan Crespo de la Serna y el poeta Len Felipe.

    Como sabemos el afecto que una a usted con Moreno Villa, nos atrevemos a pedirle que nos enve unas breves cuartillas para que sean ledas en dicho acto. Claro que si su estado de salud se lo permitiera, sera de gran satisfaccin para todos que usted

    7 Cf. Reyes, De turismo

    en la tierra, sept 1954, Las burlas veras (I), N. 24, o en OC XXIV, pp. 130-131, donde ahora forma parte de Cuando cre morir, pp. 119-145; o en Prosa y poesa. 8 V. nuestro Caminos cru-

    zados en el epistolario de Manuel Toussaint-y Alfon-so Reyes, Mxico en el Arte, Nueva poca, N. 1 (vera-no 1983), pp. 65-79; N. 2 (oto-o 1983), pp. 51-61. Y la edi-cin de Serge I. Zaitzeff, De casa a casa: Correspondencia entre M. Toussaint y A. Re-yes, Mxico: El Colegio Na-cional 1990.

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    pudiera intervenir personalmente en el acto, pero no sabemos hasta qu punto nues-tra desdichada escalera le permitira hacerlo.

    Muy agradecidos en todo caso a la colaboracin que nos preste y deseando viva-mente que su salud siga mejorando, le enva un saludo tan afectuoso como respe-tuoso, su buen amigo

    Jos Luis de la Loma

    Y Don Alfonso le contesta:

    Sr. D. Jos Luis de la Loma Ateneo Espaol de Mxico Av. Morelos 26 Mxico, D.F. Mi querido amigo:

    Mucho me complace saber, por su grata carta del 20 del actual, que ese nuestro Ateneo Espaol de Mxico consagrar el da 4 de octubre una sesin en merecido homenaje a nuestro llorado Jos Moreno Villa. Por mi parte le agradezco vivamente el recordarme en esta ocasin. No podr en efecto concurrir al referido acto, como bien quisiera, dada mi admiracin y mi amistad fraternal para Jos. A falta de mejor cosa, mucho me honrara que ustedes quisieran abrir sitio, durante unos minutos, a la lectura de las brevsimas palabras anexas, que redact con la idea de que todava las leyera Jos, ya muy grave para entonces, y que por desgracia no pudieron llegar a sus manos.

    Quedo siempre muy cordialmente suyo, amigo y servidor, [A. R.]

    Alfonso Reyes. P.D. Quizs esas palabras se entendern mejor despus de la lectura de la presente carta. Cierra el epistolario la respuesta de De la Loma:

    Mxico, D.F., 28 de septiembre de 1955 Sr. Don Alfonso Reyes Benjamn Gil [Hill] "#122 Tacubaya, D.F. Mi distinguido y respetado amigo:

    Oportunamente recib su atenta carta de 21 del corriente, con las sentidas cuartillas dedicadas a Jos Moreno Villa para ser ledas en el homenaje que le dedicaremos el prximo da 4 de octubre.

    Mucho le agradezco en nombre del Ateneo la prontitud y afecto con que ha corres-pondido a nuestra solicitud y slo lamento que nos veamos privados de su presencia personal durante el acto.

    Deseando que su salud siga mejorando le saluda con todo afecto su buen amigo. [J. L. LJ

    Jos Luis de la Loma.

    Sigue este anuncio del homenaje, que incluir una exposicin de cuadros de JMV:

    ATENEO ESPAOL DE MXICO Av. Morelos 26

    Martes 4 de octubre a las 7 y media de la tarde

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    Homenaje a la Memoria de

    JOS MORENO VILLA Palabras de

    Arturo Senz de la Calzada Jorge Juan Crespo de la Serna

    Len Felipe y

    Alfonso Reyes *

    Inauguracin de la

    Exposicin de Pinturas de

    JOS MORENO VILLA Mxico, D.F.

    19 5 5

    Y el ltimo aviso del corazn le vendr a Alfonso Reyes el da 27 de diciembre de 1959.

    James W. Robb

    Bibliografa Jos Moreno Villa: Iconografa. Ed. Alba C. de Rojo. Mxico: Fondo de Cultura Econ-

    mica, 1988. Jos Moreno Villa en el contexto del 27. Barcelona: Anthropos; Mlaga: Universidad

    de Mlaga, 1989 [Actas del I Congreso de Literatura Espaola Contempornea, U. de Mlaga, nov. 1987. V.: Francisco Giner de los Ros, Recuerdos personales de JMV; Jos E. Moreno Nieto, Palabras en el recuerdo].

    MORENO VILLA, JOS. La msica que llevaba [1913-1947J. Antologa Potica. Buenos Aires: Losada, 1949.

    . Cornucopia de Mxico y Nueva cornucopia mexicana. 1940, 1976. Mxico: FCE, 1985 [Captulo de personas, pp. 144-149. Mi amistad con A. Reyes, pp. 348-353.

    .i Cardiologa con A. Reyes, pp. 380-384]. . Vida en claro (Autobiografa) [Mxico: El Colegio de Mxico, 1944], 2.a ed., M-

    xico/Madrid: FCE, 1976. . Los autores como actores. Mxico: El Colegio de Mxico, 1951. Mxico/Madrid:

    FCE, 1976 [A. Reyes y la poesa, pp. 168-175. Un ensayo de quirosofa: dos tandas de manos mexicanas, pp. 135-167].

    JIMNEZ, JUAN RAMN. Espaoles de tres mundos [Buenos Aires: Losada, 1942]. Ma-drid: Alianza Tres, 1987 [J. Moreno Villa, pp. 87-88. A. Reyes, pp. 92-93].

    SALINAS, PEDRO. Ensayos de literatura hispnica. Madrid: Aguilar, 1958 [Nueve o diez poetas, pp. 359-375. J. Moreno Villa, pp. 359-361].

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    CERNUDA, LUIS. Prosa completa. Barcelona: Barral, 1975 [

  • Borges / Sbato: lecciones para la historia Los textos de una polmica

    A Abelardo Castillo y Andrs Rivera

    Me dicen que en Italia los libros de Sbato se venden con una faja que dice:

    Sbato, el rival de Borges. Es extrao, pues los mos no llevan una faja que

    diga: Borges, el rival de Sbato. l es un escritor respetable cuyas obras

    pueden estar en manos de todos sin ningn peligro. Jorge Luis Borges

    S, nos separaron crueles ideas sobre el destino de nuestra patria comn. Por eso

    me quedo mirndolo con tristeza. Pensando en el Borges que querra rescatar:

    el poeta que cant a cosas modestas y fugaces pero humanas:

    un crepsculo, un patio de infancia, una calle de suburbio. Ernesto Sbato1

    I. Introduccin

    E ' s conocido por muchos que Jorge Luis Borges y Ernesto Sbato estu-vieron veinte aos distanciados (1955-1975), pero muy pocos conocen que di-cho distanciamiento tiene raz en el debate que sostuvieron pblicamente en los aos posteriores a la cada del peronismo en 1955/57. Quiz, con los aos y al reencontrarse, ambos autores recapacitaron sus respectivas postu-

    mendoneS

    ' Las citas corresponden, respectivamente, a: Justo R. Moiachino y Jorge M. Prie-to: En torno a Borges, edi-torial Hachette, Bs. As. 983, p. 169; Ernesto Sbato en revista Gente, sin, febrero de 1975, p. 6.

  • invenciones) Sj EnsavosS

    2 En diciembre de 974, un

    escritor y periodista que fre-cuentaba personalmente a Borges y a Sbalo, Orlan-do Barone, les propuso a am-bos escritores reunirse a dia-logar. La recopilacin de esos dilogos dara por resulta-do un intenso libro: Borges Sbato: Dilogos, Emec, Buenos Aires, 1976. Actual-mente ese libro es un in-hallable ya que sus edicio-nes (19764977), se agotaron inmediatamente. Y pese a los reiterados intentos de Ba-rone, por negativa de quie-nes manejan los derechos de Borges, ese libro parece destinado a no editarse. Otro registro de esos encuentros puede encontrarse en una produccin especial de la revista Gente, en febrero de 1975, en donde se reuna a los dos escritores y se se-alaba, en a introduccin a la nota: Despus de 20 aos de alejamiento, de po-lmica, de palabras duras, Borges y Sbato, juntos, ha-blan de la vida, del pas, del ayer, del hoy. Lo no-table de estos encuentros es que, tanto en el libro reco-pilado por Barone como por la produccin de la revista Gente, Borges y Sbato no hacen ni la mnima referen-cia a por qu estuvieron veinte aos distanciados. Htm omisin ms que interesante para leer el recorrido de der-las tachaduras.

    En marzo de 1994 apare-ci en Buenos Aires un in-teresante libro de Horacio Salas: Borges: Una biogra-fa, Editorial Planeta, Bue-nos Aires, 1994. ste es uno de lo pocos textos que ha-cen referencia al debate que

    22

    ras, pero lo cierto es que, tanto Borges como Sbato, eludieron volver sobre aquella polmica2.

    Los textos que presentamos aqu tienen por objeto recuperar el cuerpo de aquella polmica y poner a disposicin de los lectores de Cuadernos His-panoamericanos las visiones de uno y otro escritor sobre uno de los pero-dos ms controvertidos de la historia contempornea argentina. Sin duda, estos textos enriquecern las consideraciones que el lector tiene sobre estos intelectuales, pero adems podr apreciar, al calor de aquella polmica, los rastros literarios de uno y otro a la hora de poner en papel sus ideas.

    En estricto orden, os sucesos: (1) En 1955, despus de que un golpe de Estado encabezado por el general

    Pedro E. Aramburu y el almirante Isaac Rojas derrocara en setiembre de ese ao al general Juan D.Pern en ejercicio del gobierno cuando ste ejer-ca su segundo mandato presidencial, la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, publica su n. 237 (noviembre-diciembre) bajo el sugerente ttulo: Por la reconstruccin nacional. Como muchos otros escritores del staff habitual de la revista, Borges y Sbato escriben sus respectivos artculos: L'illusion comique y Aquella patria de nuestra infancia: [Documentos i y 2].

    (2) En 1956, estando Borges en Montevideo (Uruguay), hace declaraciones en el diario La Accin, de aquel pas, atacando al rgimen depuesto. Estas declaraciones merecen, en un diario argentino de procedencia progresista, Propsitos, una contrarrplica de otro importante intelectual argentino: Ezequiel Martnez Estrada. A ese artculo Borges responde con su escrito: Una efu-sin de Ezequiel Martnez Estrada, publicado en Sur, n. 242, [Documento 3].

    (3) En este intercambio de crticas entre Ezequiel Martnez Estrada y Bor-ges se introduce Ernesto Sbato:Una efusin de Jorge Luis Borges [Docu-mento 4].

    (4) Borges mantendr reservas, pero por aquel tiempo, Sbato publica y difunde un pequeo trabajo sobre el peronismo: El otro rostro del peronis-mo (1955), citado por el propio Sbato en Ficcin, n. 7.

    (5) Borges contestar, sin mencionar ahora a su interlocutor, a esos dos artculos con su trabajo Un curioso mtodo, [Documento 5].

    (6) El debate se cierra con un ltimo trabajo de Ernesto Sbato: Sobre el mtodo histrico de Jorge Luis Borges, [Documento 6].

    Los textos de esta polmica fueron extractados de la revista Sur, coleccin de la Biblioteca de Filosofa y Humanidades de la Universidad Nacional de Crdoba; de la revista Ficcin, coleccin de la Biblioteca Nacional de Bue-nos Aires; de la revista Gente, de la Biblioteca de la Cmara de Diputados de la Nacin.

    Carlos Gazzera

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    II. Documentos

    [Documento 1] L' Illusion Comique Por Jorge Luis Borges Publicado en Sur, n. 237, nov.-dic. de 1955, pginas 9 y ss.

    Durante aos de oprobio y de bobera, los mtodos de la propaganda comercial y de la ltraiure pour concirges fueron aplicados al gobierno de la repblica. Hubo as dos historias: una, de ndole criminal, hecha de crceles, torturas, prostituciones, robos, muertes e incendios; otra, de ca-rcter escnico, hecha de necedades y fbulas para consumo de patanes. Abordar el examen de la segunda, quiz no menos detestable que la prime-ra, es el fin de esta pgina.

    La dictadura abomin (simul abominar) del capitalismo, pero copi sus mtodos, como en Rusia, y dict nombres y consignas al pueblo, con la tenacidad que usan las empresas para imponer navajas, cigarrillos o m-quinas de lavar. Esta tenacidad, nadie lo ignora, fue contraproducente; el exceso de efigies del dictador hizo que muchos detestaran al dictador. De un mundo de individuos hemos pasado a un mundo de smbolos an ms apasionado que aqul; ya la discordia no es entre partidarios y opositores del dictador, sino entre partidarios y opositores de una efigie o un nom-bre... Ms curioso fue el manejo poltico de los procedimientos del drama o del melodrama. El 17 de octubre de 1945 se simul que un coronel haba sido arrestado y secuestrado y que el pueblo de Buenos Aires lo rescataba; nadie se detuvo a explicar quines lo haban secuestrado ni cmo se saba su paradero. Tampoco hubo sanciones legales para los supuestos culpables ni se revelaron o conjeturaron sus nombres. En un decurso de diez aos las representaciones arreciaron abundantemente; con el tiempo fue creciendo el desdn por los prosaicos escrpulos del realismo. En la maana del 31 de agosto, el coronel, ya dictador, simul renunciar a la presidencia, pero no elev la renuncia al Congreso sino a funcionarios sindicales, para que todo fuera satisfactoriamente vulgar. Nadie, ni siquiera el personal de las unidades bsicas, ignoraba que el objeto de esa maniobra era obligar al pueblo a rogarle que retirara su renuncia. Para que no cupiera la menor duda, bandas de partidarios apoyados por la polica empapelaron la ciudad con retratos del dictador y de su mujer. Hoscamente se fueron amontonan-do en la Plaza de Mayo donde las radios del estado los exhortaban a no irse y tocaban piezas de msica para aliviar el tedio. Antes que anochecie-ra, el dictador sali a un balcn de la Casa Rosada. Previsiblemente lo

    moocigg

    nos ocupa: Cap. 23 No nos une el amor sino el espan-to, pp. 219 a 231. Dos im-precisiones involuntarias pue-den sealarse en el libro de Salas: (1) no registra el l-timo texto de Sbalo [Do-cumento 6], (2) equivoca la fecha del libro de Barone al ubicarlo en los. primeros aos de la dcada del ochen-ta (p. 231). Por lo dems, esta biografa nos parece altamen-te recomendable para seguir la relacin entre Borges y la poltica.

  • 24

    aclamaron; se olvid de renunciar a su renuncia o tal vez no lo hizo porque todos saban que lo hara y hubiera sido una pesadez insistir. Orden, en cambio, a los oyentes una indiscriminada matanza de opositores y nueva-mente lo aclamaron. Nada, sin embargo, ocurri esa noche; todos (salvo, tal vez, el orador) saban o sentan que se trataba de una ficcin escnica. Lo mismo, en grado menor, ocurri con la quema de la bandera. Se dijo que era obra de los catlicos; se fotografi y exhibi la bandera afrentada, pero como el asta sola hubiera resultado poco vistosa optaron por un agu-jero modesto en el centro del smbolo. Intil multiplicar los ejemplos; bs-teme denunciar la ambigedad de las ficciones del abolido rgimen, que no podan ser credas y eran credas.

    Se dir que la rudeza del auditorio basta para explicar la contradiccin; entiendo que su justificacin es ms honda. Ya Coleridge habl de la wi-lling suspensin of disbelief (voluntaria suspensin de la incredulidad) que constituye la fe potica; ya Samuel Johnson observ en defensa de Shakes-peare que los espectadores de una tragedia no creen que estn en Alejan-dra durante el primer acto y en Roma durante el segundo pero condes-cienden al agrado de una ficcin. Parejamente, las mentiras de la dictadura no eran credas o descredas; pertenecan a un plano intermedio y su pro-psito era encubrir o justificar srdidas o atroces realidades.

    Pertenecan al orden de lo pattico y de lo burdamente sentimental; feliz-mente para la lucidez y la seguridad de los argentinos, el rgimen actual ha comprendido que la funcin de gobernar no es pattica.

    [Documento 2 Aquella patria de nuestra infancia Por Ernesto Sbato Publicado en Sur, n. 237, nov.-dic. de 1955, pginas 102 y ss.

    En la noche del 14 de septiembre daba yo una conferencia en un ateneo de Tucumn, nervioso y desasosegado, como estbamos todos por aquel tiempo tan lejano, como si furamos pasajeros de un barco al mando de un loco en medio de una tenebrosa tormenta, esperando vagas y conjetura-bles ayudas, tratando de penetrar, con ojos cansados de ansiosa bsqueda, en las tinieblas de la ya tan larga noche, vislumbrando o creyendo vislum-brar vacilantes lucecitas a lo lejos, comunicndonos en secreto esas creen-cias, cayendo mil veces de la esperanza a la desesperacin, de la alegra al dolor, y volviendo en seguida a levantarnos.

  • 25

    Alguien me pregunt entonces qu entenda por literatura nacional. Y yo, que estaba hablando un poco de cosas cualesquiera, como hablamos de cosas triviales (del tiempo, de films, de amistades) cuando alguien que queremos entraablemente est muriendo, tal vez por miedo de provocar o acelerar la muerte, o por pudor, o delicadeza, al or esa pregunta sent que dentro de m se conmova mi ser ms profundo, ese ser que en medio del carnaval de nuestra existencia llevamos recatadamente guardado. Y de pronto, aquel ser que estaba sufriendo empez a hablar como si fuera aje-no a mi voluntad, o como si obedeciera a otra voluntad ms honda, ms genuina y valerosa. Y dije que una literatura nacional no lo era porque utilizase trajes de gaucho o lenguaje de compadrito y que poda serlo, y en ms profundo grado, una literatura que expresase nuestra soledad y tristeza, nuestra desesperanza y oscuridad; ya que si los problemas metaf-sicos del hombre son perennes (los problemas inherentes a su esencial fini-tud y a su esencial imperfeccin terrenal), esos monstruos de la soledad y la desesperanza slo podan manifestarse en alguna noche de alguna pa-tria, como todos los monstruos de todas las pesadillas. Y que era necesario desconfiar de una literatura de disfraces, cuando la patria haba sido reem-plazada por un carnaval y el amor a la patria por el ms bajo patrioteris-mo. Y que si la madurez de un hombre comienza en el instante en que advierte por primera vez sus limitaciones y empieza a avergonzarse de sus defectos, la madurez de una nacin comienza cuando sus hijos advierten que las infinitas perfecciones en que crean en su infancia no son tales y que, como otras naciones, como todas las naciones, sus virtudes estn inexorablemente unidas a sus taras, taras de las que los hombres honestos no pueden sino avergonzarse. Y que si las cosas eran as, entonces nosotros empezbamos a ser de verdad una nacin, porque muchos de nosotros est-bamos avergonzados ya de ser argentinos, avergonzados hasta el dolor y el llanto. Ya que, al fin, como cada hombre tiene despus de cierta edad el rostro que se merece (puesto que ha sido construido no solamente con su carne y su sangre sino con su espritu, sus valentas y cobardas, con sus grandezas y sus miserias), cada nacin tiene tambin el rostro que in-manentemente se merece, pues todos somos culpables de todo, y en cada argentino haba y hay un fragmento de Pern.

    Y en ese instante, personas que tenan dos, tres, cuatro cargos oficiales protestaron de mis palabras, y algunos hasta se levantaron y retiraron. Y los que se quedaron y yo quedamos all entristecidos pero conmovidos por lo que estbamos dilucidando y confesndonos, sintiendo, como yo mismo lo dije, que no era por desamor a la patria que decamos esas horrendas palabras, sino por amor a ella, por la inmensa afliccin que nos produca verla as: tirada por el suelo, embarrada, llena de estircol y dinero y, lo

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    que an era peor, sonriendo siniestramente, vanaglorindose de revolcarse en el cieno, en la mugre, en el compadreo. Y dije tambin que las mejores patrias, las que han dicho algo al mundo, han sido vilipendiadas por sus escritores, por sus mejores hombres, con el corazn desgarrado y sangran-te: por Hlderlin, por Nietzsche, Dostoievsky, por Baudelaire, por aquel noble espritu de Puchkin que exclamaba con lgrimas en los ojos, despus de or las cmicas historias de Gogol: Qu triste es Rusia!. Y agregu que si los Estados Unidos haban dejado de ser un jactancioso adolescente era porque sus mejores hombres haban tenido el valor de escrutar los bajos fondos de su alma y exponerlos a la vergenza pblica en sus gran-des novelas y dramas. Y que mientras nosotros nos vanagloribamos de nuestra espiritualidad y nos reamos del materialismo yanqui, ellos haban sido capaces de edificar un gran pas, lo que en verdad revelaba la grande-za de su espritu, ya que las grandes naciones no se edifican con dlares, sino con espritu, ya que no hay obra grande, ni siquiera simple obra, sin un espritu, que impulse, levante y aliente a sus realizadores. Lo que aun indign ms a nuestros patrioteros, que creyeron que eso equivala (supon-go yo) a elogiar el imperialismo norteamericano, sus idioteces, helados y bebidas; cuando estaba elogiando a la gran nacin que se habra revelado capaz de hacerse a s misma; no slo a ese inmenso y grandioso territorio de vastas praderas y grandes ros que sus intrpidos pioneros tuvieron que conquistar palmo a palmo, en medio de formidables penurias, sino a esa nacin que haba sido capaz de engendrar a Edgar Poe, a Melville, a Lin-coln y Washington, a William James, a Whitman y Faulkner; a ese podero-so pas animado de tanto candor y fe (como todos los creadores), de tan invencible fe en s mismo y en su destino que ha permitido la existencia de artistas que han escrito las cosas ms terribles sobre su propia esencia,

    Y mientras al da siguiente de aquella noche me diriga a Salta con mi amigo Orce Remis, con quien suframos juntos en aquellos momentos, mientras el mnibus marchaba entre las grandes quebradas del norte, resecas y cal-cinadas, entre hierticos cardones y misteriosos indios, tal vez los dos me-ditbamos en la misma cosa: en el destino de esta nacin nuestra, en esta patria que desde 1810 se haba estado queriendo levantar sobre esas pam-pas infinitas y esas imponentes montaas y quebradas. Preguntndose uno si eso era un pas, si de verdad era una patria, si de verdad era aquella de que me haban hablado inocentemente mis maestras en un perdido pue-blo de la pampa; aquella patria que me imaginaba pintada por pintores tan candorosos como mis maestras, aquellos pintores de los paraguas en la maana del 25 de mayo, ese da que como deca Grosso, haba amaneci-do gris y lluvioso; de los granaderos de azul y rojo peleando en San Loren-zo; del hermoso y gentil general Belgrano haciendo jurar la bandera sobre

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    el ro Salado; del almirante Brown dirigiendo impvido la batalla con el sable en alto, mientras abajo y a su izquierda se desangraba un herido de pecho descubierto; de los proceres con atributos para siempre estampa-dos en el texto, junto a las lneas punteadas de la expedicin al Alto Per: la impetuosidad de Moreno (que haba necesitado tanta agua para apagar tanto fuego), y la calma y el espritu conservador de Saavedra; y de aquella lmina que nos suma en tiernos y melanclicos pensamientos, en que Jos de San Martn, pobre y lejos de la patria, con su cansada cabeza encane-cida apoyada sobre su puo y su brazo acodado sobre la mesa, rememora-ba sus lejanos das de combate y de gloria y sus pensamientos formaban una nubecita sobre su cabeza, dentro de la cual estaban dibujadas sus grandes batallas y l sobre una roca andina vigilando el paso de sus invencibles granaderos. Taciturnos y desolados, como los hombres suelen recordar los candidos sueos de la niez, as veamos nuestra patria derrumbada, en sucios pedazos. Nada quedaba de aquellas infantiles imgenes.

    S, claro: sabamos que el mundo real es siempre imperfecto, que los sueos platnicos que los nios (y los grandes) gustan soar, en que hay Hroes y Malvados, Justicia e Injusticia, Verdad y Mentira, son al fin nada ms que sueos y que la spera realidad est hecha de una mezcla triste e inexorable. S, sabamos ya que ni San Martn era el esplendoroso gene-ral de Grosso, ni Maip el ms grande combate de la historia, ni Dorrego aquel inmaculado hroe por cuya muerte mi madre siempre lloraba. Saba-mos que todo era ms imperfecto que en la pueril leyenda de nuestra in-fancia, y eso nos infunda melanclica pesadumbre. Pero al propio tiempo tambin comprendamos que todo era mejor y ms admirable, porque el conocimiento de la debilidad que es inherente a los hombres daba ms mrito a las hazaas que aquellos hroes haban consumado, atravesando centenares de leguas y tremendas montaas, ateridos de fro en las grandes nevadas de los Andes, hambrientos y derrotados en aquella conmovedora retirada de Vilcapujio y Ayohuma (con pobrecitos generales improvisados a fuerza de fervor republicano y de valor moral), luchando con unos cuan-tos caoncitos y algunos caballos y muas con ejrcitos que haban comba-tido con Napolen, luchando al mismo tiempo contra enemigos de adentro, no slo contra los resentimientos y envidias y traiciones de los flojos sino contra las propias flaquezas e imperfecciones. Y luego, casi siempre, mu-riendo en la pobreza y en el olvido.

    De modo que no era aquel gnero de imperfeccin el que nos entristeca, puesto que ya lo sabamos inherente a la msera condicin de los seres de carne, sangre y hueso.

    No: era otra la calamidad que nos atormentaba y ensombreca. Era el ver en torno a nosotros los sucios desechos de la nacin que haban queri-do levantar aquellos hombres.

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    Y cuando llegamos a Salta, despus de haber cruzado el ro del juramen-to infantil, de haber mirado gravemente y con nostalgia la quebrada que Belgrano y Dorrego y Paz haban atravesado al paso de sus caballos y mu-las, a centenares de leguas de sus hermanos y madres, sin saber siquiera si sus vidas perduraran ms all de los cerros, y mucho menos en el re-cuerdo de nosotros, una vez ms me pregunt si seguamos formando una patria, si era cierto que esos millones de hijos de extranjeros que vivan en Buenos Aires tenan algo en comn con aquellos gauchos de grandes bombachas de Salta, con sus silenciosos indios de las dolorosas vidalas, con sus blancos llamados Gemes, o Leguizamn, o Aroz,

    Y de pronto lleg la hora. Y durante largos y tensos das y noches sufri-mos juntos con los Leguizamn y los Aroz, y vivimos juntos, y juntos escu-chamos las lejanas palabras esperanzadas de otros argentinos que nos lle-gaban, apenas perceptibles, desde Puerto Belgrano, desde Crdoba. Y en la silenciosa noche de Salta, en medio de rumores contradictorios, hom-bres como yo, venidos de Buenos Aires, recibimos de hombres de Salta la orden de estar atentos a su llamado. Y entonces sent que s, que real-mente ramos una sola patria, todos nosotros, a pesar de los miles de kil-metros que nos separaban, a pesar de nuestros acentos, de nuestras bro-mas, de nuestras enemistades y resentimientos fraternos. Y sent que Ral Aroz Anzotegui era mi hermano de tierra y de sangre, mi hermano de patria. Y cuando omos aquellas modestas marchas de San Lorenzo y de la Bandera, sentimos que nuestros corazones latan con el antiguo fervor de nuestra niez, milagrosamente incontaminado, a pesar de haber sido arrastrados (nuestros corazones) por la basura y la infamia. Y cuando omos la remota voz de Puerto Belgrano que nos deca que la escuadra estaba frente a Buenos Aires y que haba dado plazo hasta la una al canalla que nos gobernaba, el tucumano Orce Remis y yo, que en ese momento estba-mos solos frente a la radio, nos miramos y vimos que los dos estbamos llorando en silencio y que nuestras lgrimas venan de la misma y lejana y querida y aorada fuente: las ilusiones de nuestra comn infancia de argentinos,

    [Documento 3] Una efusin de Ezequiel Martnez Estrada Por Jorge Luis Borges Publicado en Sur, n. 242, sep,-oct. de 1956, pginas 52 y ss.

    Dije en Montevideo, y ahora repito, que el rgimen de Pern era abomi-nable, que la revolucin que lo derrib fue un acto de justicia y que el

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    gobierno de esta revolucin merece la amistad y la gratitud de todos los argentinos. Dije tambin que haba que despertar en el pueblo un senti-miento de vergenza por los delitos que mancharon doce aos de nuestra historia y denunci a quienes indirecta o directamente vindican ese largo espacio de infamia. Tales declaraciones, sin duda menos memorables que justas, han suscitado un extraordinario anatema, redactado en forma de dilogo. Los interlocutores son Ezequiel Martnez Estrada y un periodista; lo publica el diario Propsitos, en su nmero del 10 de julio. He aqu los prrafos pertinentes:

    Es increble el encanaliaimento de cierta gente. Naturalmente que nuestros cofrades, como usted anota muy bien, son de la peor

    calaa, de la mayor ruindad, porque no solamente se envilecen ellos sino que predican el catecismo del envilecimiento. Oiga, por ejemplo, lo que ha dicho Borges en Montevi-deo, y convenga conmigo en que pocas veces se ha hecho una difamacin tan elegante e irracional o incomprensva al menos. Aramburu y Rojas podrn estar a veces equi-vocados pero nunca sern culpables. Por eso considero mala la actitud de Martnez Estrada, por ejemplo, que ha dado conferencias y hecho publicaciones que significan un elogio indirecto a Pern (en La Accin del 4 de junio, Montevideo). As piensan de m muchos turiferarios a sueldo...

    Falsas piedades, ironas, injurias pintorescas y un aparatoso desdn exi-ge el gnero polmico; a mis aos, me creo autorizado a prescindir de esas vanidades retricas y paso directamente al asunto.

    Ya que todo hecho presupone una causa anterior, y sta, a su vez, presu-pone otra, y as hasta lo infinito, es innegable que no hay cosa en el mun-do, por insignificante que sea, que no comprometa y postule todas las de-ms. En lo cotidiano, sin embargo, admitimos la realidad del libre albe-dro; el hombre que llega tarde a una cita, no suele disculparse (como en buena lgica podra hacerlo) alegando la invasin germnica de Inglaterra en el siglo V o la aniquilacin de Cartago. Este laborioso mtodo regresivo, tan desdeado por el comn de la humanidad, parece reservado a los co-mentadores del peronismo, que cautelosamente hablan de necesidades his-tricas, de males necesarios, de procesos irreversibles, y no del evidente Pern. A esos graves (graves, no serios) manipuladores de abstracciones prefiero el hombre de la calle, que habla de hijos de perra y de sinvergen-zas; ese hombre, en un lenguaje rudimental, est afirmando la realidad de la culpa y del libre albedrio. Est afirmando, para quien sepa orlo, que en el universo hay dos hechos elementales, que son el bien y el mal o, como dijeron los persas, la luz y la tiniebla o, como dicen otros, Dios y el Demonio.

    Creo que el dictador encarn el mal y que es un prejuicio romntico suponer que su causa no fue perversa, por la sola razn de que hoy es una causa perdida. Turiferario a sueldo me llama Ezequiel Martnez Estra-da; la injuria no me alcanza porque yo s que la felicidad que sent, una

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    maana de septiembre, cuando triunf la revolucin, fue superior a cuan-tas me depararon despus honras y nombramientos cuya esencial virtud, por lo dems, fue la de ser reverberaciones o reflejos de aquella gloria. Cre en la revolucin cuando sta no era otra cosa que una esperanza; sigo prestndole mi fe, ahora que es una realidad victoriosa.

    Desde Montaigne, el escritor propende a dramatizarse, a ser el ms tenaz de los personajes creados o proyectados por l. Ese personaje, en el caso de Ezequiel Martnez Estrada, es un profeta bblico, es una especie de sa-grado energmeno. El profeta comporta impos y malvados que apostrofar y Borges ha sido uno de ellos. No un Borges verdadero o verosmil, natu-ralmente, sino el Borges que exigen las convenciones del estilo proftico. Un Borges tan ficticio como el Pern que es superior a cuantos lo precedie-ron y que inaugura en este pas el gobierno tcnico, el paso del baqueano al topgrafo.

    [Documento 4] Una efusin de Jorge Luis Borges Por Ernesto Sbato Publicado en Ficcin, n. 4, noviembre de 1956, pginas 80 y ss.

    Hace muchos aos, en un tiempo bastante ms fcil y feliz, cuando escri-tores argentinos podan dedicarse a hermosos jeux d'esprit sin el sentimien-to de culpa que probablemente sientan hoy, Borges plane un ingenioso relato en que un telogo lucha toda su vida contra un heresiarca, lo refuta y finalmente lo hace quemar; despus que l mismo muere, constata que el heresiarca y l constituyen una sola persona. Tambin, comentaba Bor-ges, de alguna manera Judas refleja a Jess.

    Los hermeneutas de este escritor porteo no ignoran que esa especie de monismo es muy caro a su espritu. A cada instante, en sus juegos de inge-nio, tropezamos con frases del gnero de todos somos de alguna manera Shakespeare o despus de fatigar los falaces corredores del Laberinto encontr a su enemigo: era alguien que infinitamente se le pareca, etc. No son frases textuales de Borges (no tengo ahora tiempo para buscarlas), pero son representativos pastiches.

    Los tiempos han cambiado. Para desdicha, y tambin para bien, doce aos de violencias y humillaciones han sacudido nuestros espritus y todos he-mos redescubierto nuestro animal poltico; tambin Jorge Luis Borges, a su manera. Y como aquel estudiante culterano que el gigante de Rabelais encontr en un camino, y que responda en dialecto jnico o en gtico o

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    en hebreo antiguo a las cordiales preguntas del gigante, hasta que indigna-do y harto ste lo sacudi por los fondillos y logr que por fin el sujeto hablase en buen dialecto materno, de puro saludable miedo que lo acome-ti; as tambin nuestro refinado literato olvida ahora sus juegos monistas y se instala violentamente en el dualismo ms vulgar y silvestre, en el ma-niquesmo ms policial. Al diablo con la infinita identidad de los contra-rios! Mal rayo parta al que pretenda escribir un cuentito en que el Con-traalmirante descubra al morir, despus de perseguir incansablemente con gorilas y cruceros al general derrocado, que l y este general son la misma persona! El enojo de veras de Borges se revela hasta en su lenguaje, gene-ralmente tan aseado y preciocista: A esos graves (graves, no serios) mani-puladores de abstracciones prefiero el hombre de la calle, que habla de hijos de perra y de sinvergenzas; ese hombre, en un lenguaje rudimental, est afirmando la realidad de la culpa y del libre albedrio. Est afirmando, para quienes sepan orlo, que en el universo hay dos hechos elementales, que son el bien y el mal o, como dijeron los persas, la luz y la tiniebla o, como dicen otros, Dios y el Demonio. (Sur, nmero 242).

    Por qu se irrit Borges? Porque Martnez Estrada lo atac en su repor-taje de Propsitos, a raz de una conferencia que aqul dio en Montevideo. Dije en Montevideo aclara Borges en Sur, y ahora repito, que el rgi-men de Pern era abominable, que la revolucin que lo derrib fue un acto de justicia y que el gobierno de esa revolucin merece la amistad y la gratitud de todos los argentinos. Dije tambin que haba que despertar en el pueblo un sentimiento de vergenza por los delitos que mancharon doce aos de nuestra historia y denunci a quienes indirecta o directamen-te vindican ese largo espacio de infamia.

    Nada, pues, de andar con chicas y de jueguitos metafsicos, ahora; guar-da con sostener que todos de alguna manera somos peronistas. Las cosas claras: de un lado el Mal, la masa obrera, la chusma, la roa, las alparga-tas, eso que los persas llamaban Ahrimn; del otro lado, el Bien, los antipe-ronistas, Borges con Adolfito Bioy, eso que los persas llamaban Ormuzd.

    Siempre ha constituido una fuerte tentacin metafsica la de escindir la realidad en Mal y en Bien, y una comprensible tentacin personal: la de colocarse, el que traza la raya, del lado del Bien.

    La historia y el hombre, por desgracia, son ms complicados. Y aqu no ms, sin ir ms lejos, basta pensar que la empresa Bemberg tendra que estar del mismo lado que Jorge Luis Borges para advertir que el asunto es un poco ms enrevesado que lo que pensaban los persas.

    En cuanto a las causas del peronismo, el prestigioso literato no quiere or hablar ms de determinismo histrico, pues declara: Ya que todo he-cho presupone una causa anterior, y sta, a su vez, presupone otra, y as

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    hasta el infinito, es innegable que no hay cosa en el mundo, por insignifi-cante que sea, que no comprometa y postule todas las dems. En lo cotidia-no, sin embargo, admitimos la realidad del libre albedro; el hombre que llega tarde a una cita no suele disculparse (como en buena lgica podra hacerlo) alegando la invasin germnica de Inglaterra en el siglo V o la aniquilacin de Cartago. Este laborioso mtodo regresivo, tan desdeado por el comn de la humanidad, parece reservado a los comentadores del peronismo, que cautelosamente hablan de necesidades histricas, de males necesarios, de procesos irreversibles, y no del evidente Pern.

    Segn este dictamen, en que con su habitual falta de rigor filosfico Bor-ges confunde una serie de conceptos y en que curiosamente relega el libre albedro a la apariencia de la vida cotidiana de modo que para ser cohe-rente debera pensar que slo en apariencia somos culpables del peronismo; segn este compacto galimatas en que parece ignorar que si los hombres hacen la historia, la hacen empero en circunstancias histricas ajenas a su voluntad; segn, pues, esta singular efusin filosfica, el mundo de la historia sera una suerte de catico continente, en que nada es causa de nada, en que todo sucede al azar y por un portentoso concurso de casuali-dades: ni el Renacimiento tendra nada que ver con la irrupcin de la bur-guesa europea, ni la decadencia econmica de Europa entre los siglo VII y XII con la hegemona mahometana, ni Hitler con una guerra perdida, ni, para qu decirlo, la revolucin de setiembre de 1955 con la existencia y la corrupcin del rgimen peronista. Segn esta extraa y repentinamen-te iracunda doctrina, todo en la historia sera un caos indeterminado y gratuito, sin causas ni fines, sin direccin ni sentido: el reinado de la pura contingencia.

    Nada de explicaciones y justificaciones, pues: lea! Nada de simtricos y ornamentales monismos, ahora. Nada de afirmar

    que todos, de alguna manera, somos Pern. En cuanto a la justificacin histrica del peronismo, a la discriminacin de la parte de verdad que asis-ti al pueblo insurrecto aunque fuera conducido por un siniestro demagogo, al reconocimiento de su trgico desamparo durante tantos aos en quebra-chales y frigorficos y yerbales sin que Borges se ocupara de ellos en Sur; en cuanto a los obreros y estudiantes que muchos aos antes de Pern sufrieron crcel, tortura y muerte por levantarse contra la injusticia social o por la enajenacin de la patria a los consorcios extranjeros; en cuanto a todo eso, nada ms que anatema e infamia.

    Esta ltima palabra, tan frecuente en la literatura borgeana, es sin em-bargo una palabra temible y de tortuosos e inesperados alcances. Y es pro-bable que su deshonrosa sombra alcance con el tiempo a los intelectuales argentinos que no tienen la suficiente grandeza espiritual para comprender

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    y aceptar que todos somos culpables y que buena parte de la verdad hist-rica estaba con aquellas oscuras y desamparadas masas que se levantaron.

    Santos Lugares, 23 de octubre de 1956

    [Documento 5] Un curioso mtodo Por Jorge Luis Borges Publicado en Ficcin, n. 6, marzo-abril de 1957, pginas 55 y ss.

    Si no me engao, hay dos maneras fundamentales de concebir la historia. La ms antigua presupone el libre albedro y se cree autorizada a formular censuras y aprobaciones; la otra es determinista y rebaja los actos de los hombres a un mecanismo impersonal y fatal de hechos inevitables. Ambas son lcitas, ya que nadie sabe a cul de las dos corresponde el mundo. Si la piedra que cae fuera consciente, observa Spinoza, se creera libre y estara segura de que se mueve porque as lo quiere su voluntad.

    A partir del ao 55, pululan las historias y los anlisis del rgimen aboli-do. El hecho no es extrao; la dictadura fue inverosmil y aun increble, y uno de los alivios (o acaso de los horrores adicionales) de aquella larga noche era, lo recuerdo muy bien, sentir que era irreal3. Lo extrao es la conducta hbrida de los historiadores. Estos incorruptibles aplican con ri-gor las nociones de libre albedro y de culpa a cuantos gobernaron el pas salvo al partido de Pern, para el cual se reservan los beneficios del fata-lismo histrico. Resulta as que todos los argentinos tienen la culpa de la dictadura depuesta, salvo, se entiende, el dictador, sus legisladores, Nie-ves Malaver, los miembros de la C.G.T. y de la A.D.E.A., los Cardosos, la Alianza Libertadora y las turbas que entre un saqueo y un incendio, daban horror a las noches de Buenos Aires vociferando: Mi general cunto vales! y los otros servilismos del repertorio.

    El estilo de los textos de que hablo es revelador. En un solo prrafo he subrayado las locuciones; pueblo insurrecto, injusticia social, enajena-cin de la patria a los consorcios extranjeros y oligarqua. Intil proseguir; el lector ya ha reconocido el dialecto, el vocabulario y casi la voz del Padre de los Pobres o de su ligera variante, el candidato nico o de alguna va-riante de esa variante... El remedo, claro est, es voluntario. Quienes en un estilo reflejo ensayan estos tambaleantes anlisis, notoriamente lo ha-cen para lograr el favor de un electorado que suponen muy numeroso. No los mueve el magnnimo temor de mostrarse duros con un adversario ca-do; saben que la batalla persiste y se entienden, o quieren entenderse, con

    J Sospecho que la palabra

    pesadilla, aplicada al tiempo de Pern, no es una met-fora. La frecuencia de su em-pleo casi lo prueba.

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    los opresores de ayer. Simulan incoercible sinceridad, pero ni una palabra de condena tienen para los asaltos, los robos, los descarrilamientos y los incendios; aludir a violencia o a sabotaje podra molestar al mltiple monstruo.

    Este recato es comprensible, pero entiendo que es excesivo. Si, como su-gieren los analistas, el pueblo hubiera sido partidario del dictador, la revo-lucin, tan pobre de recursos materiales como rica de valenta, no habra alcanzado el triunfo. Por lo dems la tica no es una rama de la estadstica; una cosa no deja de ser atroz porque millares de hombres la hayan aclama-do o ejecutado.

    [Documento 6] Sobre el mtodo histrico de Jorge Luis Borges Por Ernesto Sbato Publicado en Ficcin, n. 7, julio de 1957, pginas 86 y ss.

    Con sofismas para lectores filosficamente distrados, con modestos ejer-cicios de ignoratio elenchi y de crculos viciosos, el autor de admirables cuentos fantsticos me adjudica las siguientes calamidades: entusiasmo por Pern, defensa de los hermanos Cardoso, defensa de la Alianza, dialecto peronista, anlisis tambaleantes y electoralismo. Esta, como dira l, enu-meracin de la infamia abarca un tercio del microscpico ensayo sobre historia argentina que, como contestacin a mi nota anterior, publica en el nmero 6 de Ficcin. No funda las mencionadas fechoras en citas tex-tuales, ni en informes de la polica, ni en el examen de documentos o li-bros: quede este anticuado mtodo para personas totalitarias o peronistas. Borges aplica el enrgico mtodo de las meras afirmaciones, que hoy es patrimonio de los demcratas. Ms modesto, menos imperioso, menos de-mocrtico, me considero obligado a refutar aquellas afirmaciones no levan-tando la voz sino, como rogaba el doctor Johnson, mejorando los argumen-tos. En riguroso desfile militar.

    1. Entusiasmo por Pern. En 1945 mataron a un estudiante en las calles de Buenos Aires. Junto con veintitantos profesores, protest por el asesina-to y fui exonerado de mi ctedra. Dirig entonces una nota pblica al en-tonces ministro Bentez, dicindole que no me asombraban los procedimientos nazis del gobierno dados sus antecedentes, sino los errores de sintaxis, ya que el decreto emanaba del Ministerio de Instruccin Pblica. Fui con-denado a dos meses de prisin por desacato. Un ao despus el gobierno ofreci la reincorporacin de los profesores expulsados. Muchos aceptaron ese acto de gracia, yo no. Durante diez aos tuve que ejercer toda clase

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    de oficios, no siempre intelectuales, para simplemente sobrevivir y para poder darme el lujo de una lnea de'conducta. Si esto no lo supiera Borges, buena parte de sus afirmaciones seran ligeras, pues quien pretende juzgar debe por lo menos no ignorar todos los antecedentes. Sabindolo, como lo sabe, es mucho peor: revelan atributos que no mencionar.

    2. Defensa de los hermanos Cardoso. Supongo que esta curiosa afirma-cin resulta de algn vertiginoso sofisma. En El otro rostro del peronismo, publicado en 1955, denuncio las abominables violaciones de a dignidad humana que el rgimen pasado cometi y fundamentalmente los tormentos fsicos, que culminaron en la muerte del doctor Ingalinella. Nada tengo que responder, pues, a la grosera acusacin. En cambio reiterar algo que ya dije en mi carta anterior y sobre lo cual Borges se cuid muy bien de decir nada. Dije all y ya lo haba dicho en el ensayo que era necesa-rio denunciar el farisesmo de los que denunciaban las torturas peronistas y pasaban por alto las cometidas contra centenares de obreros y estudian-tes durante el perodo 1930/1945: seres brbaramente atormentados, muti-lados y hasta asesinados en los stanos de la Seccin Especial de Buenos Aires, en el Departamento de Polica de La Plata y en otros siniestros re-ductos, sin que Borges aludiera a ellos en ninguno de sus escritos, ni an con seudnimos escandinavos o hngaros en ninguno de sus cuentos. Final-mente, me considero con el derecho a agregar que fui echado por el gobier-no actual por la denuncia que desde Mundo Argentino se hizo con nom-bres, lugares y fechas precisas de torturas cometidas por una revolucin que se haba justificado por motivos ticos; siendo acusado por Borges y otros eminentes miembros de la cultura argentina de inoportuno y enemigo de la revolucin. En resumen: mi discrepancia con Borges consiste en que mientras para m el repudio del tormento fsico debe ser un imperativo categrico, para l es apenas un imperativo hipottico. Dicho en trminos menos filosficos: para el autor de Ficciones hay que distinguir entre tortu-radores totalitarios y torturadores democrticos, entre tormentos oportu-nos e inoportunos. Cardoso es un mal torturador, un torturador perverso, como quien dice. Los otros son encantadores muchachos que luchan por la instauracin de un rgimen que respete los fueros humanos.

    3. Defensa de la Alianza. En el ensayo sobre el peronismo digo: Las fuer-zas de choque del dictador fueron y siguen siendo los miembros de la Alianza... Me dir usted me refiero al doctor Mario Amadeo que no aprueba esa siniestra maffia de la poltica, pero no podr negar que ella surgi del na-cionalismo... En todas partes el nacionalismo, por decirlo as, ha engendra-do Alianza: los criminales grupos de asalto que surgieron en Italia primero, luego en Alemania, y finalmente en Croacia, en Bulgaria y en Rumania lo prueban irrefutablemente...

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    4. Dialecto peronista, A juicio de Borges, ese dialecto est determinado por el uso de las siguientes expresiones: enajenacin de la patria a los consorcios extranjeros, oligarqua, pueblo insurrecto y justicia so-cial. Sera interesante que Borges en lugar de emitir generalidades-nos dijese qu piensa de los sobornos de concejales, diputados y hasta pre-sidentes de la repblica que estn documentados en el informe de la comi-sin que investig el gigantesco negociado de la CADE. Esto por lo que se refiere a la primera expresin. La palabra oligarqua ha sido utilizada por escritores clsicos celebrados y citados por el Borges literato mucho antes de haber descubierto su vocacin cvica y de haber imaginado que aquellos prestigiosos colegas pudieran ser peronistas avant la lettre. La ex-presin pueblo insurrecto es una formulacin meramente tcnica tan ne-cesaria y tan tranquilamente descriptiva como pas invadido, senado electo o auto descompuesto; muy utilizado, adems, por escritores e historiado-res al referirse a la Revolucin Francesa, ledos con el inters y la simpata que ese acontecimiento europeo despierta en Borges y en muchos de sus lectores. En cuanto a la expresin justicia social, me parece imprudente que la mencione como distintiva de polticos peronistas, ya que en la actua-lidad la usa hasta el propio presidente provisorio de nuestra repblica; persona cuya gestin le merece a Borges vase manifiesto respectivo en los diarios del da... apoyo incondicional.

    5. Anlisis tambaleantes. Tengo muchos defectos, conocidos y duramente criticados. Pero creo que, como dijo un personaje que Borges conoce, la btise n'est pas mon fort.

    6. Electoralismo. Nunca actu como candidato en poltica, ni creo que jams acte en el futuro. No s, pues, a qu clase de operaciones electora-les se refiere mi interlocutor. Soy un franco tirador. Bastante ineficaz para mis intereses, por otra parte, como lo revela mi incapacidad para obtener cargos oficiales bajo ningn rgimen. En cuanto a la calificacin de inco-rruptible que Borges irnicamente me propone en su nota, nunca he pre-tendido serlo: me considero un precario hombre de carne y hueso, propen-so a todos los pecados y miserias que son ms o menos inevitables en la condicin humana. No obstante, reivindico el abandono que desde mi ado-lescencia hice de los privilegios de mi clase burguesa para luchar dentro de mis fuerzas por la justicia a los desheredados de la tierra. Tal vez por eso nunca tuve cargos oficiales fuera de mi ctedra que gan por oposicin. Ni antes del peronismo, ni durante su rgimen, ni a su cada (cuando es tan fcil y aparentemente tan honorable tenerlos). Mi fugaz paso por la direccin de una revista gubernamental demuestra esa incompatibi-lidad de caracteres.

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    En cuanto a la parte que podemos llamar filosfica de la nota, Borges decide que hay dos maneras fundamentales de encarar la historia: el libre albedro y el deerminismo. Una concepcin ms compleja, que intente sin-tetizar la existencia de una voluntad libre de condiciones histricas deter-minadas tal como intento en el anlisis del peronismo que hice en el ensayo mencionado y en mi contestacin anterior a Borges es despectiva-mente calificada por Borges de hbrida y peronista. Mtodo policial me-diante el que Kant con su determinismo para el mundo fenomnico y su libertad para el nomeno caera bajo la misma calificacin poltica; y, en virtud del mtodo paralogstico usado por Borges, pasara a ser de-fensor de los hermanos Cardoso, entusiasta de la Alianza Libertadora y partidario de los incendios de iglesias.

    Ignoro por cul de los dos mtodos se inclina Jorge Luis Borges en sus ltimas investigaciones histricas. Si se pronuncia por el determinismo (que indistintamente l llama fatalismo, ignorando que es casi lo contrario), se-ra absurdo que se enoje con Juan Domingo Pern y con las masas desca-misadas; filosficamente tan absurdo como si se enojara con la piedra mo-vediza de Tandil por haberse venido abajo. Si se pronunciara por el libre albedro {absoluto, tal como l plantea el dilema), debe concluir que cual-quier hombre en cualquier circunstancia pueda hacer lo que quiera {pues si no qu clase de libre albedro absoluto sera?) y por lo tanto es omnipo-tente; en esta alternativa las cosas se pondran muy feas para Borges, por-que cabra preguntarle y hasta en forma amenazante por qu permiti l la existencia de Pern. Tal vez en ese caso y ante una amenaza tan bru-talmente fctica, se vera obligado a decir, con una mesurada dosis de ra-zn, pero mortalmente para su doctrina, que l solo, por s solo, a pesar de toda su voluntad y aun de su buena voluntad, era incapaz de derribar a Pern; debera admitir, en fin, que la historia argentina entre 1945 y 1955 obedeci a una curiosa mezcla de voluntad de Jorge Luis Borges y de su situacin histrica, incurriendo, por lo tanto, en los ms bochornosos ex-tremos de su teora del hibridaje.

    En un nmero de Sur que no recuerdo, hay un hermoso cuento de Vin-cent Bennet, en que un oscuro coronel de provincia llamado Napolen Buo-naparte, que no naci en el momento oportuno, ni estuvo en el lugar ade-cuado, perdi, por decirlo as, el tren de la historia. Un Napolen, en suma, que no es exactamente el que conocemos y el que trastorn el mapa de Europa, sino otro levemente descolocado en el tiempo y el espacio, y que, a pesar de tener todo el talento del Napolen conocido, no pudo hacer prc-ticamente nada, porque no estuvo en la coyuntura histrica adecuada. Bor-ges seguramente admir este cuento y hasta debe de haberlo recomendado.

  • InvenciogS)

    Sbato y Borges en un cafetn del barrio de

    San Telmo

    38

    Pero una cosa es celebrar cuentos ingeniosos y otra muy distinta aplicar su tesis a una historia concreta que por tantos motivos miramos con pasin.

    Santos Lugares, julio de 1957

  • Trptico para un navegante A Miguel de la Cuadra Salcedo

    I. El descubridor del fin del mundo Siento la embriaguez de los pjaros que vuelan entre espumas inditas y cielos. Stphane Mallarm

    Amrica fue alguna vez silencio. Nombrarla exigi un relevo de poetas y navegantes de tribus peregrinas y de hombres solitarios que fabricaban palabras

    para una mariposa para una serpiente para un altsimo cndor para la augusta noche

    y su asamblea de dioses. Entr el hombre en ella y puso pie en el ms oscuro y cenagoso silencio del cosmos. No fue un Paraso con rboles sealados para la maldad o el bien Fue oh ignoto Alighier Purgatorio o Infierno para la Palabra (ese ruido con alma) sujetando a sus nombres y a sus mansas slabas la indcil selva o los furiosos ros en fuga. Hablo de la lengua tomando posesin entre el fango y los insectos de las oscuras infinitas catedrales verdes desde aquella primera canoa que transportaba un idioma que ya olvidamos hasta este avorazado y plenario Barroco que quiere completar la esfera con los ltimos nombres: ltimas islas, ltimos mares, ltimas olas de los reinos del fro: lpidas de hielo para los ltimos olvidos.

  • 40

    Mi pariente, el Capitn de Navio Juan Francisco de la Quadra fue nombrado para sustituir con palabras el ltimo silencio para descubrir y nombrar el Fin del Mundo para trillar aquellas finales tierras segn escribe el Rey, imponiendo una breve espera al agresivo pincel de Goya.

    Imagino al navegante vistiendo como sola su elegante casaca azul chaleco rojo, cuello blanco y puos con encajes Sale al puente y maldice su siglo. Desde la borda del hasto mira rodar los vientos en el cuadrante Estes y Suestes con alternos sosiegos mientras la adusta gloria muda encanece.

    Pero llega la real orden y lanzan al cielo sus gorras los marinos vaqueros contratados en las alegres Californias y mi pariente repite los ritos colombinos: el estandarte, la espada desnuda, la arcaica arenga de las posesiones y otra vez el aire de la bandera en el alto mstil habla espaol. Esta vez los i