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Política ISSN: 0716-1077 [email protected] Universidad de Chile Chile Offerlé, Michel Bajar a la calle de la "jornada" a la "manif" Política, núm. 44, otoño, 2005, pp. 33-59 Universidad de Chile Santiago, Chile Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=64504402 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

De La Jornada a La Manifestacion

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articulo que examina los orígenes de la manifestacion, como repertorio de reclamacion politica

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  • PolticaISSN: [email protected] de ChileChile

    Offerl, MichelBajar a la calle de la "jornada" a la "manif"Poltica, nm. 44, otoo, 2005, pp. 33-59

    Universidad de ChileSantiago, Chile

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  • 33Bajar a la calle de la jornada a la manif

    Poltica. Volumen 44 - Otoo 2005, pp. 33-59

    Bajar a la callede la jornada a la manif*

    ars, viernes 9 de marzo de 1883. Est nevando sobre la explanadade los Invalides. Hay algunos mirones, algunos curiosos, algunosjugadores de trile y tambin amotinadores profesionales (segn

    algunos observadores), periodistas, obreros y agentes de polica; hayquienes se enfrentan arrojndose bolas de nieve. Una comisin de cincopersonas ha convocado mediante afiches a los obreros sin empleo a ungran mitin al aire libre para mostrar claramente nuestro derecho a laexistencia1. Desde hace varios das, los periodistas polticos evalan las

    * Este texto es la traduccin autorizada y adaptada al espaol del artculo original publica-do en Francia en un libro colectivo bajo la direccin de Pierre Favre en el ao 1990, LaManifestation, Pars, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, captulo 2:90-122. Texto traducido por Sixto Marcos.1. Sobre este mitin, vanse Archivos de la prefectura de Polica (abreviado en APPO), Ba1521. Encontrarn, en la primera versin realizada de este trabajo (informe para el congre-so de la Asociacin Francesa de Ciencia Poltica, Bordeaux, 5-8 de octubre de 1988), lapresentacin de varios documentos de archivo que hemos utilizado, as como otras refe-rencias a fuentes impresas.

    P

    Michel OFFERL

    Esta, estrictamente hablando, no sera lo que se acostumbra llamar una ma-nifestacin. Se trata [ms bien] de agrupar a una multitud compacta detrsde los delegados con la esperanza de que el espectculo de esa multitud,resuelta pero tranquila, inquiete a los gobernantes.

    Informe de la polica, 20 de febrero de 1889(APPO, Ba 1539)

    La calle ser del pueblo de Pars como lo es desde ahora del pueblo de Bruse-las o del pueblo de Londres, porque ya est cualificado para ocuparla confines precisos y porque es capaz de asegurar el orden de sus cortejos y derespetar todas las libertades, con la nica condicin que se respete la suya.

    LOUIS DUBREUILH,Action populaire, LHumanit, 30 de mayo de 1910.

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    posibilidades de xito de la reunin, explican las reivindicaciones for-muladas por unos organizadores desconocidos cuyos nombres tienenuna ortografa mltiple e incierta, buscan alguna fuerza oculta (polica,agentes extranjeros, revolucionarios, monrquicos), remueven los hilosdel complot que podra desembocar en una jornada. Desde hace variassemanas, la casa junto al ro, como se denominaba entonces a la pre-fectura de Polica en los crculos revolucionarios, se puso manos a laobra: vigilancia de las reuniones privadas preparatorias del mitin, visitasa los restaurantes obreros, sobre todo de los obreros de la construccin,para sondear el ardor reivindicativo, laceracin sistemtica de los afichesy arresto de quienes los pegan, entre los cuales se encuentra un ciertoEmile Pouget, empleado de tienda de 24 aos.

    Esta idea de paseo por las calles de obreros desempleados correspon-de, segn los observadores, a una importacin inglesa, ginebresa olionesa. La iniciativa parece novedosa y nadie, entre los organizadoreso los informantes, piensa en relacionar la legitimidad de una reunin deeste tipo con una filiacin histrica anterior: 1789-1793? 1830-1834? 1848-1849? 1870?

    Segn los relatos policiales, los primeros grupos se conforman a partirde las 13 horas en la explanada; la polica los hace retroceder. Se anota lallegada de Louise Michel a las 13.45. La acompaa un hombre con unabandera negra. Subida a un banco, toma la palabra pidiendo trabajo ypan segn unos, pan y plvora segn otros. A las 16.15, la explanadaha sido completamente despejada por la polica despus de varios en-frentamientos. No se ha realizado el mitin, pero algunos manifestanteshan corrido a paso de carga y en columnas poco definidas, o bien haciael Elseo, o bien detrs de la bandera negra y de Louise Michel hacia elbarrio de Saint-Germain donde varias panaderas del Bulevar, de la callede Svres y du Four son visitadas, desvalijadas, saqueadas. Rom-pen los cristales de edificios religiosos. Hay detenciones, en los CamposElseos y en el bulevar Saint-Germain, de hombres que tienen en sumayora entre 17 y 20 aos. Hay condenas tambin. Los comentarios delda siguiente subrayan el fracaso del mitin (3.000, 5.000, 10.000 supues-tos manifestantes en vez de los 80.000 100.000 anunciados con ante-rioridad) y se preguntan acerca de los verdaderos autores de la re-unin.

    Pars, domingo 17 de octubre de 1909. Por una Espaa libre, Manifes-tamos pacficamente, titula el peridico socialista LHumanit.

    Despus de la ejecucin de Francisco Ferrer, que se da a conocer el mir-coles 13, una manifestacin de protesta surge el mismo da en las inme-diaciones de la embajada. Acaba mal: 1 muerto, 65 heridos, dice LeTemps; se incendian autobuses, se derriban faroles, se levantan barrica-das, se arrancan rieles de tranvas Los dirigentes socialistas se encar-gan de la organizacin de una segunda manifestacin, rodeada por gru-pos de hombres de confianza. El gobierno y la prefectura de Polica toleranesta novedad. Esta segunda manifestacin a la inglesa o a la alema-

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    na se desarrolla pacficamente. Los organizadores queran darle el ca-rcter de un gran alarde popular, a la manera de los ingleses, a saberexento de desorden y de violencia, explica LIllustration del 23 de octu-bre de 1909. Del mismo modo, el domingo siguiente, a plena luz del dase vio pasar, de la plaza de Clichy a la Plaza de la Concorde, un largocortejo de gente protestando, cuyo nmero segn varios peridicos ron-dara los sesenta mil y, segn otros, probablemente ms cercanos a lacifra exacta, unos veinte mil. Curioso espectculo el de este enjambre demiles de cabezas, una multitud avanzando en la que, bajo la direccin dejefes de fila, diputados, concejales, la gente marchando brazo con brazo,ocupando todo el ancho de la va. A pesar del incesante clamor, el cantorepetido de La Internacional y algunos incidentes, sobre todo al final laferoz persecucin de un cura solitario, este desfile extraordinario se de-sarroll sin obstculos. Una importante fuerza militar estaba lista parareprimir enrgicamente cualquier tentativa sediciosa y los destacamen-tos de caballera se formaban para proceder al paseo de una escoltapeculiar

    A partir de entonces, los grupos de hombres de confianza de los orga-nizadores contribuirn a canalizar y encuadrar el movimiento de losmanifestantes [el servicio de orden de la manifestacin]. As, la fede-racin del Sena del Partido socialista quiso probar que era capaz deorganizar y guiar por s sola una manifestacin. De este modo y talcomo lo demuestra la portada de LHumanit antes citada, las fuerzasde polica y los organizadores de manifestaciones han adquirido unsaber manifestante.

    Si hemos escogido esas dos fechas, el 9 de marzo de 1883 y el 17 deoctubre de 1909, no es para abrir un debate, que sera un falso debate,sobre el verdadero origen de la manifestacin moderna en Francia, nipara especular sobre el arcasmo o la modernidad del caso parisino. En-tre esas dos fechas, pero tambin antes y despus, existen en Pars y enprovincia otras maneras de manifestar y otros grupos que se constitu-yen como tales por medio de la manifestacin. Entrando en el objeto deinvestigacin, admitamos a modo de hiptesis que esas dos fechas sonms emblemticas que fundadoras2 y que nos brindan algunos elemen-tos de reflexin sobre la escolta de la manifestacin y sobre la moviliza-cin misma de cierto tipo de poblacin urbana. Cmo es que, a partirde una multitud incierta se logra hacer de un desfile un acontecimien-to con sentido? As como en otros pases3, en Francia tambin es al finaldel siglo XIX que se crea o se recrea el proceso de significacin de lamanifestacin pblica. Pero no se trata aqu tan slo de la organizacinen la calle, sino tambin de las palabras utilizadas para designarla: toda

    2. Cualquier fecha fundadora no es ms que el juicio temporal de los procesos de funda-cin que estn siempre en evolucin.3. Si inventar al manifestante es efectivamente una actividad especfica, sta se entroncacon otras actividades de produccin poltica: elector y electorado; vense nuestros tra-bajos anteriores sobre estos puntos. La analoga con estos procesos puede estudiarse des-de un punto de vista heurstico.

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    manifestacin es al mismo tiempo una forma de ocupar la calle y unmanifiesto de papel4.

    Cuestiones de mtodo

    Como todo estudio sociolgico acerca de la gnesis de los procesos so-ciales, la interrogante sobre la entrada de la manifestacin dentro delrepertorio de accin colectiva5 pasa por un conjunto de premisas meto-dolgicas. Llegando despus de todos los dems, el socilogo se arriesgaa pretender saber ms que quienes, para l, son actores o comentaristasms o menos distantes y ms o menos lcidos de las manifestaciones. Laprimera pregunta se dirige pues a nosotros mismos: Qu estamos ha-ciendo cuando abrimos un espacio de investigacin an poco trabajado?Nos situamos en la conmemoracin nostlgica, respondemos a las in-quietudes de una actualidad todava cercana, utilizamos la coyunturaintelectual?

    El objeto manifestacin es un objeto de estudio mal constituido. Por unlado la manifestacin, tratada con desdn respecto a las formas legtimasde la competicin poltica (luchas electorales, parlamentarias o ministe-riales), salvo cuando degenera en revuelta o en revolucin, ha sidopoco investigada en cuanto a sus consecuencias polticas o a su in-fluencia sobre la vida poltica6. Por otro lado, se ha podido esconder elobjeto manifestacin bajo un exceso de celebracin militante en la que latoma de la calle hace las veces de guerra en la historia de las batallas yconfiere una legitimidad a las organizaciones que son portavoces de losciudadanos activos. Por ltimo, el objeto manifestacin se mezcla enocasiones con otros objetos y no se aborda por s mismo sino en referen-cia a la sociologa o a la historia de la huelga, del sindicalismo, de laviolencia

    Si el objeto manifestacin est mal constituido es porque est mal acota-do. Hace falta, para estudiar la gnesis de la forma manifestacin, im-poner la o las definiciones modernas de la manifestacin? A finales delsiglo XIX en Francia, el trmino manifestacin no se refiere para nadaa un cortejo de ciudadanos ms o menos organizados. En primer lugar,manifestar significa, como lo indican todos los diccionarios, manifestaruna opinin. Y manifestar una opinin puede hacerse de mltiples ma-neras. Examinar LAnne politique o las cronologas de La Revue politiqueet parlementaire es en este sentido esclarecedor en una primera aproxima-cin. Todo lo que sucede colectivamente en la va pblica no conlleva laetiqueta de manifestacin. Las inauguraciones, los desfiles oficiales, losentierros, los tumultos, los alborotos coinciden con sucesos (graves, posi-

    4. Para una reflexin general sobre la consistencia de los grupos manifestantes y sobre losdesfiles de papel, vase a Patrick Champagne (1984; 1987).5. Sobre esta idea, vanse los trabajos de Charles Tilly y la recopilacin de Michel Dobry.6. Podemos preguntarnos tambin si esta cuestin tiene sentido as formulada.

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    tivos, serios, violentos), disturbios, desrdenes, peleas, rias, pueta-zos, incidentes, agitaciones, saqueos, marchas y se distinguen de las ma-nifestaciones. A la inversa, se requiere la palabra manifestacin paracomprender toda una serie de otros fenmenos. Las manifestacionesdel partido monrquico han sido ms numerosas y ms ruidosas. Ban-quetes, congresos, discursos y cartas han intentado atraer la atencinpblica7. Podramos aadir a esta lista la asistencia a misas, la ilumina-cin o el adorno de las casas de azul, blanco y rojo, o de amarillo yblanco, y aun de rojo o negro

    As, cualquier estudio de la manifestacin a finales del siglo XIX pasapor una especie de revolucin mental. Porque las palabras no designanlas mismas cosas y porque las tecnologas de construccin y de expre-sin colectiva del descontento no son las mismas, ni en su forma ni enlas relaciones que mantienen entre s. Pasearse en grupo por la calle nosignifica lo mismo si existe o no el sufragio universal, y no conlleva elmismo trabajo poltico si los productores de sentido poltico son visibles,o si son efectivamente capaces de inducir o de descubrir un significado.Sin caer en la nostalgia del tiempo pasado, tan frecuente en numerosostrabajos actuales, basta decir que el aspecto general del repertorio deaccin colectiva ha cambiado sin que podamos decir que se ha empobre-cido o enriquecido (en qu, a partir de qu indicadores?). El punto dearranque de cualquier reflexin debe pasar por una sociologa dedicadaa construir los usos de la calle. Una calle hecha para la circulacin delas personas y los bienes no puede ser ocupada de la misma manera porlos colectivos, que una calle destinada a los desplazamientos, el callejeo,el trabajo Imaginar la calle en el siglo XIX como espacio de vida y derelaciones sociales, imaginarla como el lugar de mltiples actividadesque aparecen entonces como privadas8, es empezar a comprender lo quepuede presentarse como una protesta colectiva e incitar a reflexionarsobre las estrategias de utilizacin de otros espacios para manifestar unaopinin.

    Las ocasiones para ser parte de una multitud en sitios pblicos son mu-cho ms numerosas a fines del siglo XIX que en la actualidad. Tanto enlos registros de los comisarios de polica y como en los peridicos abun-dan informes que demuestran la presencia y la disponibilidad de miro-nes, paseantes y nios dispuestos a juntarse frente a las sedes de losperidicos de los Grandes Bulevares, a abuchear a los sergots [sargentosde polica] que proceden a un arresto y a seguirlos hasta la comisarams cercana, a celebrar la llegada de un aviador o de un monarca extran-jero. La calle, las plazas y los mercados son lugares donde se producentumultos, cortejos y desfiles bastante similares, sean marchas o espec-tculos de comitivas convocados por una autoridad. No obstante, enese fin de siglo, las calles y las aceras tienden a diferenciarse: la calle est

    7. Revue politique et parlementaire, 8 (1896: 749).8. Pueden consultar a Alain Faure (1978) para una reflexin sobre el control progresivo delos altercados del carnaval.

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    hecha para circular; los primeros decretos que la organizan aparecen enesa poca, la distincin entre el que observa y el que participa se acen-ta. Momento de interpenetracin de los gneros y de los repertorios deaccin colectiva, las postrimeras del siglo XIX son igualmente una fasede diferenciacin entre las formas de toma de posesin de la calle, que asu vez son objeto de controversias jurdicas acerca de la terminologautilizada para designarlas. Es tambin un momento de intercambio in-tenso entre repertorios sobre los cuales nuestro conocimiento es an di-fuso: de lo militar a lo corporativo, de lo religioso a lo sindical (y vice-versa) las imitaciones y deformaciones de formas y smbolos en lamanifestacin de las opiniones podran ser interrogadas. Sin olvidar laimportancia de tecnologas extranjeras: manifestaciones a la alemana oa la inglesa y an a la americana.

    Con todo, en qu debemos fijarnos? Debemos reparar a la vez en lasmicroemociones cotidianas y en la construccin de la majestad republi-cana (desfile del 14 de julio, entierro de Victor Hugo o inauguracin deun monumento en la plaza de la Nation)? Debemos privilegiar la fiestade Juana de Arco pero ignorar el Corpus Christi o el transporte vial?Debemos olvidar el charivari bajo las ventanas de un profesor de Dere-cho abucheado a domicilio, para considerar nicamente las marchas deestudiantes hacia las sedes de los peridicos de los Grandes Bulevares?Debemos olvidar la caza del zorro en un momento de huelga, parahablar solamente de la confluencia de grupos convocados por unaagencia de protesta organizada? En este fin de siglo coexisten esasdiferentes formas provisionales de toma callejera, que los profesionalesde la representacin, autoridades pblicas o calificadores de los hechossociales, tienden a organizar, a encuadrar9. En ausencia de un derecho dela manifestacin, la mayora de las veces las manifestaciones callejerasson slo toleradas y, en Pars, casi siempre prohibidas10. Ocupar la calleno es nunca inocente y el espectro de las jornadas revolucionarias secierne sobre las concentraciones en un espacio pblico, sobre todo por-que la creencia en el sufragio universal triunfante deslegitima tales pro-cedimientos. Sin embargo, el refuerzo de la autoridad del Estado y laconstitucin de grupos de inters, aunque sea marginal y catica enFrancia, contribuyen a adaptar el uso pacfico de la calle, al tiempo queel aprendizaje de la manif organizada tiende a marginar las otras formasde protesta, pero sin hacerlas desaparecer. La legislacin sobre los desfi-les sindicales, polticos o religiosos, el acompaamiento policial de lasmarchas, el escaso nivel organizativo de los grupos de inters abren pasoa extralimitaciones y a la utilizacin de otros instrumentos (tradicionales

    9. La creacin de los servicios de orden es un elemento importante, no slo tcnico, dela toma callejera y de la delimitacin del manifestante. El debate Vaillant-Clemenceau enla Cmara de los diputados en 1907 (Journal Officiel, Chambre des dputs: 139-142) resultaal respecto revelador: mientras que Vaillant antepone los derechos del proletariado y de lademocracia, Clemenceau responde con la libertad de circulacin pero ambos logran unacuerdo sobre la necesidad de canalizar el desorden de la calle.10. Ver a este respecto la contribucin de Hubert G. Hubrecht (1990).

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    o no) de expresin del descontento. Sucede lo mismo actualmente. Lamanif, como forma organizada (aunque nunca completamente organiza-da) de toma del espacio pblico, es tan slo una de las formas posiblesde expresin, de manifestacin pblica del descontento.

    La idea general de esta presentacin es mostrar cmo se van fijandoprogresivamente los gneros y los estilos de la manifestacin, cmo elagrupamiento en la calle adquiere un significado, cmo se hace el proce-so de convocatoria de la masa ordenada, cmo se constituyen variasmodalidades de uso de esta forma de accin colectiva. Y, por lo tanto,cmo se producen histricamente tanto un saber manifestante como losinstrumentos de percepcin e interpretacin de las manifestaciones.

    Pero a esto se suman dos problemas que no son slo tcnicos sino queestn directamente ligados al problema ya mencionado de la sociologahistrica: un problema de fuentes y un problema de escritura.

    Ms que para cualquier otro objeto, la cuestin de las fuentes aparece aqucon una intensidad particular y frente a ella se pueden asumir diferentesposturas: en primer lugar, comportarse como un investigador positivista eintentar describir lo que ha sucedido realmente a la manera de un es-pectador alejado que observa desde lo alto tal o cual manifestacin, multi-plicando este ejercicio para el conjunto de los desfiles durante un periododeterminado, a partir de un cuestionario elaborado en funcin de unaprimera confrontacin con el material. Desde esa perspectiva se podraestablecer luego, tal como C., L. y R. Tilly lo han hecho (1975), seriescontinuas para determinar los aos ms manifestantes (en nmero demanifestantes o de manifestaciones) y cruzar las cifras as obtenidas conotros ndices (sociales, econmicos y polticos). Empresa de larga dura-cin, quiz en vano, pues esta posicin, adems de no implicar una re-flexin sobre s misma, se topa con varios obstculos: por un lado, ladefinicin de la manifestacin propiamente tal y, por otro lado, las unida-des que se deben contabilizar para dar cuenta de ella. No se trata tan slodel carcter irregular de las fuentes. Aunque sea un lugar comn sealar-lo, los archivos son un depsito de informaciones constituidas (y clasifica-das) segn principios que obedecen a una lgica distinta de las lgicas dela investigacin: azar en la destruccin de documentos, variaciones sobrelo que parece digno de ser archivado. Pero, ms all de la cuestin de laconservacin de los documentos, se plantea el problema en su constitu-cin. Para poder reconocer una protesta en los archivos, hace falta ademsque haya sido construida como tal por un periodista o por un polica, queno haya sido ignorada, tratada como insignificante o catalogada bajo otraetiqueta. En consecuencia, sera tremendamente instructivo llevar a caboun estudio sobre la variacin en el tiempo de las categoras de percepcinde acontecimientos aparentemente idnticos.

    Habiendo abandonado la tentacin positivista, en el marco de este primertratamiento de la manifestacin en Francia a fines del siglo XIX, hemospreferido proceder mediante sondeos en la literatura y en los archivos,sin buscar una exhaustividad quimrica. Aun as, no se debera dejar de

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    lado el recurso al recuento sistemtico, a condicin de considerarlocomo una herramienta de trabajo que permita establecer nuevas hipte-sis y no como el fin ltimo de la investigacin.

    Debido a un efecto ptico intrnseco al objeto constituido y recibido denuestros predecesores y de los materiales sobre los cuales hemos trabaja-do, hemos privilegiado, segn diversas modalidades, aquellos tipos decortejo que nos parecen ser significativos de la configuracin de la formamanifestacin: cortejos polticos (entierros, conmemoraciones, desfileso concentraciones puntuales) y cortejos corporativos (obreros, campesi-nos, estudiantes). Entre todos esos acontecimientos, hemos privilegiadolos cortejos obreros porque, siendo sin duda numricamente los msabundantes y los ms frecuentes, han contribuido ms que otros a lavisualizacin y a la construccin de un grupo, y tambin porque handado lugar a una gesta conmemorativa en Francia (colecciones de foto-grafas o de textos que exhortan a manifestarse, una historiografa exu-berante) que sera francamente difcil encontrar para otros grupos (porejemplo, los nacionalistas).

    Esta ltima observacin nos permite reflexionar por otra parte sobre elrelato mismo de la manifestacin. En sociologa histrica el relato de lamanifestacin es doblemente peligroso. Primero porque, como todo re-lato, es solamente un medio bastante aproximativo para objetivar algu-na cosa que se expresa sin frase o con otras frases (Goody, 1979; Bour-dieu, 1980), sin otra explicacin, sin que las palabras puedanreproducir en su plenitud ni los olores o los colores, ni el placer deestar en el colectivo, o las emociones que solamente se expresan en lafulgurante evidencia de encontrarse en ese sitio por mltiples razones;sin que haga falta nombrarlas o porque es evidente que se delega aotros el trabajo de hacerlo.

    La segunda dificultad de este tipo de relato viene del privilegio deconocer el resultado o el final actual pero frgil de la historia estudia-da. Cmo podemos restituir la historia en gestacin, simulando olvi-dar el hecho que escribimos cien aos despus a tenor de otros instru-mentos de percepcin y con la tentacin de la teleologa? Deberamosinventar una forma de escritura que permitiese subrayar que una ma-nifestacin es al mismo tiempo una interaccin concreta y una construc-cin simblica en las que cooperan los agentes que se las aduean y que lesdan un significado. El manifestante no desfila slo en las calles, tambinlo hace en los informes de la polica, en los peridicos contemporneos,en las historias del movimiento obrero y en las historias de Francia.Necesitaramos pues incorporar una forma de escritura plural del rela-to que tomara en cuenta estos puntos de vista y los usos diversificadosde la manifestacin. Sin experimentar aqu esta nueva forma de restitu-cin, que ya no consistira exclusivamente en dar un solo punto devista sobre el objeto sino en multiplicar los enfoques, incitamos aqu auna reflexin sobre la manera de realizar una investigacin segn unaperspectiva socio-histrica de lo poltico.

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    Las manifestaciones en la calle

    A riesgo de repetirnos (Offerl, 1985: 149-174), recordemos que para quehaya manifestaciones de calle11 hace falta que haya manifestantes, es decirindividuos agrupados que prestan un inters suficiente, por razones di-versas, a la manifestacin prevista o fortuita en la que participan, al puntode sacrificar su vida, su libertad, su empleo o por lo menos su tiempo12.Esto implica asimismo cierto conocimiento sobre la toma de la calle, cono-cimiento cuyo aprendizaje ser largo y orquestado por las organizacionesque aspiran al monopolio del llamamiento a manifestar y que disponen deun servicio de orden en Francia capaz de hacer respetar la organizacin ylas consignas del desfile y, por consiguiente, capaz de intentar darle visibi-lidad al grupo movilizado, a sus quejas y pretensiones.

    Aun cuando todas las manifestaciones, incluso a principios del siglo XX,no son consecuencia de un llamamiento a manifestar producido por unaorganizacin permanente y as como en lo que a huelgas se refiere (Perrot,1973), durante todo nuestro periodo crece la importancia de las grandesorganizaciones en la toma de iniciativa y en la gestin de las manifestacio-nes. Los llamamientos firmados con el nombre de personas fsicas o de uncomit de organizacin ad hoc son predominantes en los aos 1880. Msadelante, los sindicatos obreros intentan, por la va de comunicados, apro-piarse del monopolio del uso de la calle en nombre del movimiento obre-ro, pero las emociones callejeras, el llamamiento de emprendedores in-dependientes o de comits provisionales tambin dan lugar aconcentraciones.

    Otros grupos son en cambio mucho menos compactos y estn ms ex-puestos a las emociones espontneas o a los emprendedores tempora-les; trtese de la juventud de las escuelas o de los viticultores del sur.Incluso stos pueden ser ms fluctuantes an, como esos tropeles ()de los que habla Louis Lpine, prefecto de Polica de Pars, alborotado-res pero sin cohesin, violentos pero sin disciplina (Lepine, 1929: 224),mientras que se subraya, al final del siglo, la organizacin de otras ban-das polticas (ligueurs) guiados por jefes y que cumplen consignas13.

    El llamamiento a manifestar, ya sea que emane de una organizacincomo de un comit temporal, de un peridico o de un grupo de indivi-duos, invita a los actores movilizados a reunirse a una hora no siempre

    11. Algunas manifestaciones de papel convocadas pero no realizadas, que algunos lla-maban en la poca manifestaciones de periodistas, no necesitan realmente la presenciade manifestantes.12. La manifestacin programada implica el aprendizaje de la gestin del tiempo y de lareivindicacin.13. Parece que los elementos mejor preparados para estar en la calle son los grupos blan-quistas (del terico socialista Louis-Auguste Blanqui, N.d.E.) entrenados para este ejerci-cio en la clandestinidad bajo la monarqua de Julio y durante el Segundo Imperio, y losmiembros de las Ligues, sobre todo, y precozmente, la del marqus de Mors que habareunido a su alrededor a trabajadores obreros de varios oficios: ayudantes de peletera, dela metalurgia y de los mataderos de la Villette.

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    precisada al principio del periodo en un lugar determinado. Andenesde una estacin, funerarias, estatuas, puertas de cementerio son puntosde encuentro apropiados cuando se trata de acoger o de retener a unapersonalidad, de festejar a un muerto, de conmemorar una fiesta a travsde un hroe o de celebrar un aniversario.

    Con todo, la eleccin del lugar obedece a criterios tcticos y a las habili-dades de los grupos movilizados. Queda por determinar sus estrategiasde toma de la calle. Si los estudiantes se renen en ciertas calles especfi-cas de Pars, si los campesinos salen de sus pueblos para converger enlocalidades ms importantes, los partidarios del general Boulanger(boulangistes) y los nacionalistas prefieren la plaza de la Concorde mien-tras que los huelguistas obreros (cuando recurren a la manifestacin, esdecir slo en el 10% de los casos entre 1871 y 1890, segn la historiadoraMichelle Perrot) privilegian las plazas de ayuntamiento y de estacin detren, o se juntan a las puertas de las fbricas. En cuanto a los socialistas ya los sindicalistas parisinos, en los aos 1880 stos encuentran progresi-vamente su lugar natural de concentracin en los espacios centrales dePars. Espacios en donde se molesta, se asusta y donde se arriesga a quela presin no slo sea simblica: la explanada de los Invalides, la plazade la Bolsa, de la Opera, de la Municipalidad y de la Concorde son lospuntos de encuentro de los primeros mitines al aire libre o de lasmanifestaciones del 1 de Mayo. Esto es antes que los compromisos tcti-cos y que la interiorizacin de la divisin del trabajo poltico hagan quelos manifestantes trasladen sus puntos de encuentros hacia el este dePars. A pesar de algunos intentos frustrados para reocupar los barriosricos, el marco ya aparece fijado: se manifiesta principalmente en losbarrios populares y en los Grandes Bulevares. Desde entonces, cualquiermanifestante debiera saber cul es su lugar: los peridicos comienzan apublicar los mapas de las concentraciones para que el cortejo puedaorganizarse. Evidentemente, esta formalizacin no agrada a todos losprotagonistas: los anarquistas y los partidarios de la izquierda sindical ypoltica denuncian esos tumultos o procesiones alrededor de los monu-mentos legislativos14 o esos peregrinajes gregarios y disciplinados15.

    Agrupamiento no significa, sin embargo, cortejo. Si unos pequeosgrupos compactos (estudiantes, camareros de cafs) pueden lograr en-gaar a la vigilancia policial, los grandes encuentros se topan en Parsde manera casi sistemtica con las fuerzas de la polica. Tanto lasmanifestaciones antisemitas de 1898 en la Concorde, como las manifes-taciones organizadas en la plaza de la Repblica en 1906 o 1907 por lossocialistas o sindicalistas, son desbaratadas incluso antes de que sepuedan formar. Cuando la tcnica Mouquin que consiste en hacer gi-rar sin pausa a un grupo de agentes montados en una plaza no esutilizada, los manifestantes parisinos tienen el privilegio de ser contro-

    14. Vase La Rvolte, 30 de enero de 1892.15. Vanse, por ejemplo, los artculos de A. Bruckre y de M. Almereyda en La guerresociale, 23 de enero de 1907.

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    lados estrictamente por la polica, adelante y en los costados lateralesdel cortejo, y son divididos por los policas segn el mtodo Lpineen pequeos paquetes de unos centenares de personas16. Las precau-ciones son menos drsticas en provincia y los trayectos rituales se insti-tucionalizan durante este periodo.

    Los centros urbanos, los ayuntamientos, las prefecturas y a veces lasembajadas extranjeras constituyen los objetivos privilegiados de los ma-nifestantes obreros o campesinos, pero la fbrica o la residencia del pa-trn, el domicilio del profesor o del hombre poltico aborrecido siguensiendo igualmente el destino propicio para huelguistas, estudiantes, na-cionalistas o electores que abuchean a un candidato que acaba de perderese da un escrutinio. Se desfila de da, la mayora de las veces y prefe-rentemente cuando la fecha puede ser controlada, un sbado, un domin-go o un lunes (que es todava el da de asueto en algunos gremios). Sedesfila cuando hay autorizacin o tolerancia, siguiendo un itinerario fijoy a menudo negociado, excepto por definicin cuando se trata de tumul-tos estudiantiles que se dispersan y se reconstruyen para pasar el Sena,en los ataques a bodegas por parte de los viadores de la regin deChampagne, en los saqueos de agencias de colocaciones, en las accionesdirectas de los sindicalistas revolucionarios o en esas interesantes pro-testas contra el alto costo de la vida que amas de casa y sindicalistastransforman en revueltas de mercado en el ao 1910 (Flonneau, 1970). Esbastante difcil determinar la identidad de los manifestantes; segn lafuente, se obtienen evidentemente fuertes diferencias en cuanto a nme-ro, sexo, oficio, vestimenta. Las fotografas o los dibujos requeriran lar-gos comentarios y los recuentos que podemos realizar a partir de losexpedientes de la polica y de la justicia sobre las personas detenidas sonproblemticos17.

    El nmero de manifestantes constituye un tema mayor. Los serviciospoliciales de Pars pretenden dar la cifra exacta de los manifestantesgracias al mtodo de los pequeos paquetes. Por lo que respecta a lasmanifestaciones frustradas o desbaratadas, stas dan lugar a argumenta-ciones inacabables para diferenciar al verdadero manifestante del ocioso,del obrero que sale de su trabajo, del curioso o del periodista. Ms alldel nmero, la manifestacin demostracin de fuerza pero arma deldbil se presta para numerosas interpretaciones. De la misma maneraque se sopesan los votos, no todos los manifestantes tienen la mismadensidad poltica segn su cohesin, su unidad, su origen. Asimismo,pero ya anticipamos sobre el desarrollo de nuestra demostracin, el tra-bajo de interpretacin resulta aqu esencial. El significado otorgado alacontecimiento y el crdito dado al grupo real y al grupo representado

    16. Vanse Rebrioux (1984) y LIllustration, 23 de octubre de 1909.17. En cambio, remitimos, en el texto original de nuestra comunicacin en el congreso deBurdeos, a la tabla sacada de una investigacin indita, con D. Gaxie, acerca de la divisin deltrabajo poltico en el movimiento boulangista parisino. Los manifestantes detenidos cuentancon una fuerte sobrerrepresentacin de obreros y de trabajadores manuales no cualificados.

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    son muy diferentes segn si se ha visto a gente sin importancia18, bandi-dos, bromistas, nios, obreros en ropa de trabajo o acicalados, estudian-tes o empleados socialistas con bombn y bastn, mujeres sin sombrero,o segn si se ha visto a jovencitas con vestidos regionales, estudiantesllevando su maletn lleno de papeles de peridico, individuos desastra-dos, vagabundos, gente que anima, corredores de apuestas o pcaros.

    En general, la actividad manifestante es cosa de hombres ms que dejvenes, pero hay mujeres y nios en las conmemoraciones comuneras enel cementerio del Pre-Lachaise; asimismo, todos ellos marchan en lospueblos, en las protestas campesinas y constituyen a veces cortejos ad hoc,manifestaciones de mujeres, xodos de nios en el desarrollo de ciertosconflictos (Mazanet, 1909). Se requiere la existencia de una autoridad paraasumir la manifestacin, para otorgar el permiso a los responsables desig-nados para la protesta o la existencia de intercesores supuestamente efica-ces. A falta de organizaciones estructuradas que tengan mandato paraconstruir y transmitir las reivindicaciones, se elige a otras personalidades(lderes ocasionales, diputados, alcaldes, concejales) que desplazan a losantiguos intermediarios (curas, nobles, notables locales).

    Se manifiesta, en los 1 de Mayo iniciales, detrs de los cargos electossocialistas que llevan su banda tricolor, la gente sigue los lands de losdiputados boulangistas o nacionalistas, corren detrs de maniques des-tinados a ser quemados en las manifestaciones estudiantiles, se desfiladetrs de farolillos y una chaqueta en los alborotos postelectorales. Elorden del desfile, que se constituye progresivamente, puede regirse se-gn varias lgicas. Los electos o los organizadores van a la cabeza pordeferencia o para mayor proteccin. Mujeres y nios tienen tambin, porlas mismas razones, un lugar preferente as como tal gremio que se quie-re homenajear en tal ocasin.

    Las fanfarrias, tambores, cornetas, silbatos estn presentes en muy nu-merosas ocasiones sin que podamos saber siempre en qu sentido sonutilizados. Sin duda de manera irnica por los estudiantes; sin dudapara marcar el ritmo de las largas marchas de los viadores. Seguro quepara fijar la cadencia del paso militar de los alumnos de las grandesescuelas. La msica utilizada en las manifestaciones sindicalistas y socia-listas (en que se interpretan los clsicos de la Revolucin la Marsellesa yla Carmaola, luego la Internacional pero tambin canciones de circuns-tancia a partir de melodas conocidas) puede incitar a un paso militar osignificar la alegra de ocupar ruidosamente la calle en grupo (Perrot,1973). Msica o recogimiento silencioso: parece que entre ambos slo

    18. El comisario de polica de Douai, en 1888, apunta que el comit de acogida paraBoulanger est compuesto por gente sin ninguna notoriedad, sin mandato alguno. Elperidico Le Voltaire informa de la postura de la cmara sindical de los obreros de laconstruccin que tiene la potestad de hablar en nombre de la mayora de los obreros yque rechaza participar en la concentracin del 9 de marzo de 1883 (vase Le Voltaire, 8 demarzo de 1883). El viernes 7 de diciembre de 1883, en la plaza de la Bolsa, el periodista deLe Gaulois slo ve a vendedores del Cri du peuple.

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    hay espacio para silbatos o gritos muy diversos, y esto en todos losdesfiles, incluso en los entierros. Segn si la muchedumbre desfila repro-duciendo una tesitura religiosa o siguiendo un ritmo militar, se observa-r un ordenamiento diferente que producir otro efecto. Es difcil recons-truir el aspecto de las manifestaciones que, en cualquier caso, establecenprecedentes y dejan un recuerdo incorporado en los participantes: cohe-sin del grupo manifestante19; unidad y homogeneidad de los manifes-tantes20; multitudes provenientes de huelgas. Ir enlazado del brazo delmanifestante de al lado supone en Francia quiz una innovacin queconlleva un punto de referencia para los manifestantes: ni desfile militar,ni procesin religiosa, ni altercado errtico, la toma de la calle por losmanifestantes habra encontrado al cabo su forma?

    Al igual que los carteles y los lienzos, las consignas declamadas pare-cen haber aparecido en forma tarda. Los testigos de 1831 en Lyon ylos de 1848 en Pars retuvieron claramente las reivindicaciones obre-ras inscritas en los estandartes: Trabajo y/o pan, Vivir trabajandoo morir combatiendo, Organizacin del trabajo. Pero estas inscrip-ciones, por ms significativas que fuesen, eran escasas. Los grabadosy las fotografas de fin de siglo, en que los manifestantes llevan aveces carteles o pasquines en el ojal o sobre el sombrero, nos invitan apreguntarnos sobre lo excepcional de aquellas prcticas que se vuel-ven esenciales. Dependern del carcter a menudo improvisado en laurgencia de los desfiles? Surgirn cuando los organizadores intentandar un sentido a la reunin por otros medios (especialmente medianteun texto escrito que tratan de hacer llegar con unos delegados a laautoridad)?

    A pesar de ello, hay dos excepciones. En los cortejos estudiantiles, loscarteles no son excepcionales: abundan, sobre todo el 28 de enero de1891, en una salida en contra del peridico Le Radical21. Tambin sonprolficos en las marchas campesinas en el sur o de la regin vitcola deChampagne, donde para evitar las inscripciones se utiliza un lenguajereivindicativo expresado de manera muy diversa22. Queda un elementocomn en todas las manifestaciones, signo de unin de los manifestan-tes: la bandera. Durante todo este periodo hay una focalizacin sobre labandera roja. No sobre la bandera tricolor desplegada en las comitivasnacionalistas, en las marchas de los viticultores o en algunas algaradas

    19. Por ejemplo los grupos blanquistas eran en total 17 18 filas de 18 a 20 personas,APPO, Ba 879.20. Por ejemplo en el caso de los vendedores de peridicos realistas durante las fiestas deJuana de Arco.21. Observamos que en las manifestaciones de estudiantes se utilizan con creces los recur-sos del repertorio tradicional de los grupos de la juventud (en particular, el fuego), que asu vez apelan a lo absurdo y a lo provocador, como en el caso de las manifestaciones delos estudiantes de medicina, llamados carabins.22. Vanse los textos sobre los carteles apuntados por Napo (1971): El grito del vientre,Con el vino queremos pan, Esto tiene que acabar, Somos el pueblo descontento,Iremos a Pars, Queremos hechos, 15.000 electos nosotros carne de can

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    estudiantiles. Tampoco sobre la bandera blanca que aparece rara vez enla calle, ni sobre las oriflamas azules y blancas de los colores de Juana deArco o sobre los estandartes amarillos y blancos que hacen no obstanteque el periodista de Le Radical, presente en las fiestas de Juana, los asociecon los colores papales. Se habla poco tambin de la bandera negra,smbolo de luto y color exclusivamente anarquista (por lo menos a partirde los aos 1880). Todo el debate gira alrededor de la bandera roja, cuyabreve aparicin provoc un escndalo en la muy oficial inauguracin dela estatua de la plaza de la Nation en presencia del presidente de laRepblica Emile Loubet (el 19 de noviembre de 1899). El tema y el juegode muchas manifestaciones huelgusticas o socialistas gira en torno aldespliegue de ese harapo de la guerra civil como lo llama un periodis-ta del rgano monrquico Le Soleil23. El confidente de la polica que ana-lizaba la situacin antes de la jornada del 24 de febrero de 1889 escribeque, segn el tono de la manifestacin y las medidas tomadas por laautoridad, podra suceder que la bandera roja o negra fuera desplegadaen las calles24. La bandera roja hace referencia a todas las revoluciones,incluida la de 1789 y en especial a la Comuna, y los republicanos quedeben, para instalar su legitimidad, imponer los smbolos del nuevo r-gimen, no podan tolerar la exhibicin en la va pblica de emblemasconsiderados sediciosos que reivindican un territorio conforme a unprincipio antagnico. Al acercarse la guerra, la vigilancia decae, peroantes, la bandera roja que fue prohibida en las calles es tolerada enalgunos casos en el recinto del Pre-Lachaise o con ocasin de ciertosentierros25. Uno de los grandes debates poltico-jurdicos de la pocagira en torno a la definicin de la bandera. Signos de unin y smboloscargados de afectividad, los estandartes y las banderas (donde aparecenlos nombres de grupos, sociedades o pueblos) son a la vez una reivindi-cacin de la toma de la calle y de la propiedad por parte de la masa quese ha agrupado detrs de ellos y que se supone cede a los portavoces laexpresin de sus reclamos. Las banderas rojas son prohibidas, pero losestandartes estn permitidos y surgen entonces distintas controversiassobre el uso de estandartes26.

    Esto significa que, adems de las mltiples ocasiones de choque queproduce en aquella poca el encuentro en la calle de una muchedum-bre poco acostumbrada a utilizar as el espacio pblico (o, al contrario,decidida a regir la calle u obligada a hacerlo) y de las fuerzas delorden (polica o ejrcito) dispuestas a cortar por lo sano o poco entre-nadas a dominar una situacin parecida, la presencia de la bandera rojaes la ocasin para numerosos incidentes en todos los momentos del

    23. 19 de febrero de 1885. Sobre la bandera roja, vase a Dommanget (1967).24. APPO, Ba 1529, informe del 19 de febrero de 1889.25. Los ministerios o los prefectos de Polica de Pars utilizan tcticamente de maneradiferente los textos que afectan a la libertad de manifestar y a la exhibicin de emblemasen la va pblica.26. Vase, por ejemplo, la interpelacin de Sigismond Lacroix sobre el uso del estandarterojo, 26 de mayo de 1885, JO, Chambre des dputs.

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    desfile, en particular durante la dispersin, cuando los que llevan lasbanderas, despus de haber desfilado en el Pre-Lachaise, se niegan aguardarlas a la salida. As pues, no es sorprendente observar, en laprensa socialista y sindical y en los informes de la polica, el mismointers por las banderas rojas. Los dos adversarios producen comunica-dos victoriosos, los primeros contando el nmero de banderas desple-gadas y devueltas intactas y los segundos contabilizando hora trashora el nmero de banderas confiscadas.

    No obstante, lo que se persigue es ms la bandera que el color rojo.Cmo podran confiscarse los claveles rojos de los manifestantesboulangistas, las sombrillas o las blusas rojas de los cortejos conmemora-tivos o las zarzarrosas, corbatas e insignias de los entierros socialistas?En los desfiles en el cementerio, que son en las circunstancias de finalesde siglo XIX en Pars las ocasiones ms habituales de reunin, la policase interesa, sin embargo, de cerca en el nmero de coronas colocadas enel muro de los Federados y toma nota de las inscripciones que compor-tan. A falta de numerosos carteles, ese material, los discursos pronuncia-dos durante la manifestacin y los textos de acompaamiento produci-dos antes y despus del acontecimiento fundan lo que se construye, en larivalidad, como los verdaderos significados de las manifestaciones. Ensuma, todo eso constituye lo que podra llamarse, siguiendo a G. Genet-te, el paratexto de la manifestacin (Genette, 1987).

    Por definicin, un manifestante no da sentido a sus acciones. Grita, des-fila, a veces acta directamente en esas manifestaciones-acciones que sonfines en s mismas. Pero el trabajo poltico de explicitacin no le pertene-ce, al menos no le pertenece ni directa ni cabalmente. Ese trabajo sevuelve cada vez ms importante a medida que la manifestacin pierdesu carcter excepcional y que la toma de la calle cambia de significado.Cuanto ms simblica es la manifestacin tanto ms la toma de la calle seconvierte en un pretexto para ocupar otra cosa y el trabajo de enunciacinpoltica cobra mayor importancia. Habra sido interesante investigar los ex-pedientes judiciales que afectan a los manifestantes detenidos. Cuales-quiera que sean los problemas de interpretacin de una fuente retocadapor un secretario de juzgado y producida en una situacin de sumarioun poco especial, podemos pensar que existieron modalidades muy di-versas de participacin en una manifestacin.

    Las otras fuentes slo nos informan de forma aproximativa sobre estasmaneras de manifestar, sobre el cmo y el por qu. Se escribe que lallegada al lugar es pocas veces individual. Quiz porque el tipo demanifestacin no lo permite: as cuando un cortejo se forma en losGrandes Bulevares ante los paneles de los peridicos que anuncian losresultados electorales; as cuando, al final de un mitin o a la salida dela fbrica, una banda se forma en comitiva y va a sublevar a los obrerosque todava trabajan en los talleres; as cuando los organizadores fijanminuciosos encuentros secretos o pblicos en esquinas de la calle oen las sedes de sociedades desde donde los participantes se pondrn en

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    marcha, invitados a veces, como en la manifestacin en el Muro demayo de 1910, a no dar la caracterstica de una manifestacin a sureunin en los puntos de encuentro, ni durante el trayecto que debenefectuar para llegar al lugar de concentracin central27. Y qu pode-mos decir de los desfiles preelectorales en que los electores acuden alas urnas en grupo? Nos recuerdan inmediatamente la famosa pginade Tocqueville que relata un hecho habitual en 184828; podramos tam-bin hacer alusin a las votaciones en grupo de los obreros de ciertasfbricas, cuando son conducidos por sus encargados. Pero las votacio-nes en grupo mencionadas en el Pars de 1848 o en 1892 no surtenefecto: como veremos ms adelante, aunque nazcan de principios simi-lares, los dos repertorios votacin y manifestacin no se mezclan.Pues la manifestacin es una actividad colectiva, resultado de mlti-ples movilizaciones e incitaciones sociales ligadas a las interaccionesde la vida cotidiana. La expresin Que baja Belleville ofrece una va-liosa triple informacin: sugiere simultneamente el trabajo de movili-zacin colectiva que ha animado a los militantes del barrio de Bellevi-lle, la visin de las calles llenas de gente que baja a la ciudad y laimagen de amenaza que se cierne con esa marcha, los arrabales, lasbarreras, la chusma, el motn

    Los testimonios de los que disponemos dan escasamente cuenta de losmotivos de los participantes excepto para retomar las dos explicacionesms habituales, que por otra parte no slo son utilizadas en esas circuns-tancias. En primer lugar, se habla de manifestantes pagados, de nios, dedesempleados, de especialistas del barullo, de fortachones deseosos dellegar a las manos. En este sentido, las manifestaciones boulangistas ha-bran sido constituidas parcialmente por personas pagadas 3 francosla tarde o 10 francos la jornada; los participantes en la manifestacinantisemita del 25 de octubre de 1898 en Pars habran recibido 100 centa-vos, la misma tarifa que paga el rey de los vendedores de peridicosmonrquicos (los camelots), Hayard, organizador de la apoteosis del edi-tor Drumont en mayo de 1898. La resistencia contra los inventarios de1906 tambin habra sido financiada en forma similar. Algunos empresa-rios habran cerrado sus talleres e incitado a sus obreros a manifestardurante el horario laboral. En cambio, rara vez se insina que los mani-festantes de izquierda lo hacen por dinero. Los adversarios criticanocasionalmente los mtodos de movilizacin y denuncian la presencia enla calle de alborotadores y de agitadores, pero nunca mencionan el fin delucro entre las incitaciones a manifestar.

    Adems de esta explicacin, la ms corriente atae evidentemente a lasrazones reivindicativas o polticas que fundan una movilizacin. Sin ig-norar esas razones, podemos pensar que la intensidad, el nivel de expli-citacin de los reclamos y su grado de construccin poltica se repartensin lugar a dudas de manera muy desigual entre los manifestantes (como

    27. LHumanit, 27 de mayo de 1910.28. Vase el testimonio de Garnier Pags (1848).

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    lo demuestra, por ejemplo, la ya mencionada diversidad del contenidode los carteles de los viadores del sur de Francia).

    Estar ah por algo, por alguien, en contra de algo, en contra de alguien,estar con la masa, cumplir el deber de estar en masa, de hacer como losdems, estar ah por curiosidad, para ir a la ciudad, para abuchear, porbronca, por el placer de pelearse con la rousse [la polica], de dar unapaliza a un judo o a un rojo29. O estar simplemente all, sin ms30.

    Esa interaccin compleja puede degenerar en cualquier momento. Losriesgos de violencia son ciertamente menos importantes desde que laGuardia Nacional ha sido suprimida, pero la poltica de la calle de losgobernantes de la Tercera Repblica, la falta de hbitos de los contrin-cantes en el control de la muchedumbre puede crear incidentes. Y estosin olvidar a los provocadores, sin omitir que algunos manifestantes vie-nen armados y que otros llevan objetos que pueden emplearse comoarmas (bastones, herramientas de trabajo).

    Es a partir de esta interaccin, ni total ni completamente explcita nilegible, ni total ni completamente amorfa, que los creadores de sentidotrabajarn para hacer inteligibles y canalizar esas manifestaciones31.

    Las manifestaciones como manifiestos.La pretensin al monopolio de la explicitacin

    Todas las manifestaciones, incluso las ms preparadas, las mejor organi-zadas, las ms unvocas y llanas, son susceptibles de descontrol. Y noslo en el sentido mencionado anteriormente: toda manifestacin puededegenerar en la calle pero tambin en el papel.

    Algunas concentraciones, como hemos visto, son espontneas. Siempreparcialmente porque, incluso con prisa, el recurso a ese tipo de tecnolo-ga implica la existencia anterior de concentraciones parecidas, de pun-tos de referencia (y si hiciramos una manif?), as como un mnimo deconocimiento (savoir-faire). Estos cortejos que traducen una emocin, unreclamo, propagan una noticia (la huelga) o toman la justicia en susmanos (saqueo de bodegas, de un domicilio, de un mercado) son a la vezlos ms legibles y los ms incontrolables, en la calle y en el papel.

    29. El libro de Hamon y Rotman (1987) por ejemplo permite comprender la pluralidad deimplicaciones militantes y el inters que ciertos militantes han podido encontrar en lasactividades de enfrentamiento fsico en la calle.30. Por ejemplo, Le Gaulois, 26 de octubre de 1898: Es un espectculo inolvidable, todoslos rostros estn radiantes, ebrios de una alegra patritica, los manifestantes se sientennumerosos y sienten que poseen la victoria.31. Las conversaciones durante las manifestaciones a menudo slo tenan una lejana rela-cin con el objeto de la concentracin. Quien creyera que nicamente se discute de polti-ca o de reivindicacin quedara tan sorprendido como ese cineasta americano que seindign al descubrir en la banda sonora de una ceremonia africana que los Peuls, quehaba filmado durante una gran fiesta, hablaban entre ellos de los mritos respectivos delos ferrocarriles nigerianos y de Costa de Marfil. Vase a Labro (1988: 69).

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    Por eso, los dirigentes de organizaciones, emprendedores responsablescomo los denomina un periodista de la hoja Nouvelles (30 de mayo de1910), orientan la actividad reivindicativa hacia otros recursos del reper-torio (delegacin, mitin en un local o al aire libre, incluso una accinelectoral o parlamentaria)32. O procuran reservarse el monopolio de lainterpretacin del acontecimiento escogiendo (pero siempre con corta-pisas) el momento, el lugar y el tema de la reunin. La estrategia delrecurso a la calle es una estrategia con riesgos elevados (detencin dedirigentes, riesgo de fracasar33, dificultad de controlar el mensaje) a laque recurren ciertos grupos a causa de su incapacidad temporal o per-manente para utilizar otros escenarios y marcar su existencia y sus pre-tensiones, o a causa de la rivalidad que plantean en el mismo terreno susadversarios (dreyfusards, antidreyfusards) o sus rivales (socialistas entreellos, socialistas contra-sindicalistas, grupos emergentes contra gruposexistentes)34. En suma, se trata de lograr que la calle sea reconocidacomo un lugar igualmente legtimo de expresin de la opinin poltica ytambin se trata de dominar fsicamente o simblicamente la calle35.

    Si los motivos para manifestar de los participantes parecen a veces opa-cos, las estrategias para las convocatorias de los organizadores nos lle-gan por un doble canal que, sin embargo, no agota su significacin. Lasfuentes policiales construyen una visin conspirativa del recurso a lacalle. En cualquier llamamiento a manifestar se esconden unos organiza-dores desconocidos que mueven los hilos de la historia sin que lo sepan,o con el acuerdo de los organizadores aparentes. Puesto que una mani-festacin no es percibida por la polica como un modo natural de expre-sin poltica, como un golpe36 normal o rutinario, slo puede ser obra deelementos turbulentos instigadores, creadores de alborotos (apaches) o derevueltas (revolucionarios profesionales, agentes extranjeros) o de ilusosmanipulados. As, se observa que actan, al borde de los desfiles, alboro-tadores dispuestos a todo, mulos de Blanqui37 dispuestos a tomar elpoder o emisarios de los pretendientes al trono dispuestos a lanzar pro-clamas a favor de un futuro rey. Por el contrario, el discurso oficial de

    32. Este ao se cumplir en las urnas la manifestacin en forma de accin. Vase LeSocialiste, rgano del POF guesdista, 23 de abril de 1892 y 13 de mayo de 1900.33. La medicin del fracaso es uno de los principales temas de controversia. El nmero, lacohesin, la calidad, la determinacin o la violencia de los manifestantes pueden serutilizados negativamente o positivamente por y para todos aquellos que participan en ladefinicin del xito de una manifestacin.34. J. Joffrin, posibilista, obrero, concejal de Pars, se refiere a su capital poltico para negar alos pretendientes guesdistas y socialistas revolucionarios el derecho a representar a la claseobrera y llamar a manifestar: Yo, quien tengo el honor de ser el primer obrero enviado aqual salir del taller (Bulletin municipal officiel de la ville de Paris (1889: 336). Por otra parte,rechaza este recurso como una maniobra boulangista (Le Matin, 20 de febrero de 1889).35. Sobre estos puntos, para una reflexin sobre un periodo ms reciente, vase a Tar-takowsky (1986: 31-62).36. En el sentido empleado por Bailey (1971) y Dobry (1986).37. N.d.E. Poltico que particip en la Comuna de Pars de 1848. En 1870 fue arrestadoantes de que estallara la Segunda Comuna por ser considerado uno de sus principalesactivistas.

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    los organizadores da cuenta de las buenas intenciones de un movimientolegible que tan slo traduce y hace manifiestos los reclamos del grupoimplicado. Evitemos ridiculizar estas visiones poltico-policiales quepueden ser intercambiables38. Las conspiraciones pueden existir y losreclamos tambin. Adems, esta visin no es tan obsoleta como podra-mos pensarlo. En fin, conviene evitar la tentacin de juzgar retrospecti-vamente la ingenuidad de los protagonistas. Por un lado, nosotros cono-cemos el desarrollo posterior de la historia y, por otro lado, la luchapoltica de finales de siglo es sin duda menos indirecta y menos eufemsti-ca que la competicin poltica contempornea. Aqu tambin, an tene-mos mucho camino que recorrer para comprender las disposiciones delos competidores, los puntos de referencia y los reflejos que los carac-terizaban, en una poca en que los cientistas sociales todava no habanproporcionado a los profesionales de la representacin poltica los me-dios para racionalizar su prctica; cuando an no haban producido undiscurso sobre el discurso, desdoblando la prctica39.

    Si nos atenemos a los discursos de los organizadores personas fsicas,individuos elegidos o grupos reconocidos, una manifestacin (cuandoha sido programada) empieza con un manifiesto. Pero tambin puedeexistir slo mediante un manifiesto como lo prueban, en los aos 1880,las concentraciones frustradas que, medidas segn el nmero de mani-festantes o de la duracin del desfile, constituyen efectivamente unfracaso, mientras que, valoradas a partir de su cobertura policial y pe-riodstica, constituyen un autntico acontecimiento. El manifiesto p-blico es pues el texto por el que el organizador, explicitando los recla-mos del grupo que representa o que contribuye a hacer existir, seautoriza a hablar en nombre propio y pretende reservarse el monopoliode la produccin y de la interpretacin de sus reivindicaciones. Porque,en la lgica de la manifestacin, como tambin en cierta medida en lalgica prctica de la representacin, se manifiesta a favor de algo (uste-des manifiestan por) y al mismo tiempo se est manifestando algoen especfico.

    Cuando los organizadores de los mitines de desempleados en los aos1880, los promotores de los requerimientos (mises en demeure) de febrerode 1889 o los organizadores de los 1 de Mayo explicitan el significado deestas iniciativas desde un punto de vista tctico (obligar a los poderespblicos a actuar, obligar a los diputados de izquierda a asumir sus res-ponsabilidades, incluso desengaar de sus ilusiones, en caso de rechazo, alos trabajadores moderados que creen en las virtudes de las reformas),contribuyen a construir de forma poltica el descontento y las reivindica-ciones de un grupo. Pero tambin contribuyen a demostrar la existenciade un grupo (los sin-trabajo, los obreros, el proletariado, la claseobrera, el pueblo de Pars, el ejrcito socialista revolucionario, el

    38. Estas dos visiones complementarias corresponden igualmente de manera general a lasque utiliza la prensa.39. Sobre la prolongacin del circuito poltico, vase a Champagne (1988: 71-97).

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    pueblo), contribuyen a expresar su fuerza y su cohesin40 y se presentancomo los representantes de ese grupo en vas de constitucin. Cuando sesiguen las exequias del escritor Jules Valls, quien rinde homenaje al pe-riodista y al comunero y quien manifiesta a favor de la manifestacin ycontra la Repblica burguesa, es el Pars obrero. Cuando los dirigentesantisemitas llaman a manifestar durante la apertura de las Cmaras en1898, lo hacen en nombre del pueblo para denunciar a los judos comoresponsables de todos los males, esforzndose de esta manera en capitali-zar en beneficio propio los dividendos de la movilizacin multiforme anti-Dreyfus, y para erigirse en portavoces de la Francia Verdadera.

    Los desfiles del muro de los Federados, en el aniversario de la semanasangrienta, pretenden ser tanto un acto de recogimiento por los muertosde la Comuna, una protesta contra las trabas a la libertad de manifestar,una contribucin a la elaboracin de una memoria autnoma del movi-miento obrero, una demostracin para una reivindicacin precisa cadaao a partir de 1912, una puesta en escena de la fuerza de la unidad y dela cohesin del Partido Socialista, una presentacin de los dirigentes delgrupo y una representacin del grupo apropindose de uno de los sm-bolos del grupo: el Muro41.

    Los llamamientos a manifestar y el trabajo de explicitacin posterior aldesfile, al tratar de imponer la lectura correcta del comportamiento delgrupo manifestante, siempre se basan en esta triloga: el grupo movilizado,las reivindicaciones del grupo movilizado expresadas por el grupo movilizador(individuos o colectivos). La prensa de partido est llena de descripcio-nes de manifestaciones en que una amplia parte del artculo se consagraa detallar la presencia de grupos y de personalidades presentes (o excu-sadas) en el desfile42.

    En este fin de siglo, son numerosos los grupos y numerosos los construc-tores de grupos que fracasan en aglutinar y en crear entidades duraderascon potencial para ser naturalizadas por las manifestaciones43. Cuandoel dirigente socialista Jean Jaurs escribe que La manifestacin de hoyha sido la ocasin para la clase obrera parisina de probarse a s misma ya los dems que es capaz de organizacin y de disciplina voluntariaest sealando que la victoria del proletariado no radica en desfilar a

    40. De norte a sur, de este a oeste, los trabajadores organizados han puesto en manos delos prefectos una peticin, Llamado de R. Lavigne, 23 de febrero de 1889, en LEgalit.41. Bella expresin de este trabajo en LHumanit del 27 de mayo de 1912: la presencianumerosa en el Muro comprueba (el subrayado es nuestro) la profundidad del sentimientosocialista parisino, no se trata tan slo de una conmemoracin sino de una protesta afavor de la amnista y de la justicia; los gritos han evidenciado que la consigna federalha sido escuchada.42. Las medidas tomadas por las fuerzas del orden constituyen igualmente una ampliaparte de la informacin acerca de las manifestaciones. Se da cuenta del nombre y delnmero de las unidades movilizadas as como de su jefe. Considerado desde el punto devista de los que poseen temporalmente las posiciones de poder poltico, la puesta enescena (y el relato de sta) de la tranquilidad y firmeza del orden republicano es en efectotambin un reto para las manifestaciones.43. Vean el trabajo electoral; vase a Offerl (1988: 4-21).

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    pesar de la prohibicin del gobierno, sino en obligar a los gobernantes aautorizar las grandes manifestaciones obreras organizadas bajo el con-trol y bajo la responsabilidad del proletariado mismo44. Cuando el di-putado Vaillant declara en la tribuna del Parlamento que no habr unaverdadera Repblica mientras la clase obrera no pueda con sus manifes-taciones mostrar directamente su voluntad, mientras sea obligada a ce-irse nicamente a las demostraciones de sus delegados o de sus repre-sentantes, no lograremos una expresin completa y perfecta45, estsealando lo indispensable que son para las mltiples operaciones queataen a las interacciones sociales y al trabajo poltico, en los cuerpos, enlas cabezas y sobre el papel, esos grupos46 cuyas manifestaciones tienencomo consecuencia materializar su propia existencia. Pero, para esto, eraindispensable tambin que hubiera un acuerdo sobre las pretensiones delos interesados que, trabajando sobre las reivindicaciones, las transfor-man en subproductos de la actividad de representacin.

    Las manifestaciones de papel47

    Dado que en aquella poca, a fines del siglo XIX, no contamos con unasociologa del campo poltico, ni del campo de la prensa ni de sus rela-ciones, es difcil dar cuenta de los principios de percepcin y de cons-truccin de las manifestaciones en la calle.

    Entre la prensa local y la prensa nacional, entre la prensa de informa-cin y la prensa poltica, qu tipo de connivencia o de rivalidad seexpresa? Cul es el inters diferencial de estos acontecimientos?Cules seran sus efectos sobre sus lectores, aquellos que son erigidosen opinin pblica por los instigadores y los comentadores de manifesta-ciones de calle y de papel, como rbitros supuestos de las consecuenciasindirectas de sucesos que no han vivido?

    Si una parte de la prensa es el eco siempre aproximativo de grupscu-los y de partidos polticos, la otra ya est profesionalizada y obedece auna lgica especfica de construccin del acontecimiento (rivalidad entrelos titulares y los periodistas, racionalizacin de las secciones periodsti-cas). Ms all del argumento recurrente y limitado en que vemos a pol-ticos, periodistas o a la polica denunciar a la prensa por crear ex nihilo lamanifestacin antes y despus de su realizacin, deberamos preguntar-nos sobre los criterios que permiten a los periodistas, en su competicin,describir, explicitar, comparar y evaluar las manifestaciones, o convertir-

    44. LHumanit, 26 de enero de 1907.45. JO, Chambre des dputs, 21 de enero de 1907, p. 140. Frase magnfica por lo que respec-ta a los fenmenos de representacin, frase que ilustra bien el trabajo poltico realizadopor y a partir de la manifestacin, los usos diversificados de la manifestacin y las carac-tersticas del personal poltico socialista.46. Vanse a Boltanski (1982); Lacroix (1985); Champagne (1984); Noiriel (1986); Offerl(1988).47. Champagne, 1984.

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    las en un evento del que se hablar en portada y en la seccin poltica,que se despachar al final del peridico como suceso o que se ignorar.En suma, cabe procurarse los medios del relato para entender cmo loscomentaristas profesionales de la poltica y/o de la prensa contribu-yen igualmente y a su manera a expresar el significado del desfile y, enconsecuencia, a sustraer a los organizadores su pretensin al monopoliodel comentario o ampliar su dominio sobre los manifestantes.

    El trabajo poltico que toma como objeto la manifestacin se realiza enlos intercambios de golpes entre los protagonistas, aquellos que se pro-ducen con anterioridad al evento (preparacin por los organizadores,medidas policiales, previsin de la importancia de la densidad y delcarcter del acontecimiento), durante el acto en s mismo (eventualesincidentes)48 y despus del evento. La competencia para la apreciacinde su alcance pasa por un trabajo de descripcin, de explicitacin, decomparacin y de evaluacin que puede limitarse a unos comentarios enla prensa o propagarse por una serie de consecuencias a otros escenarios(interpelacin parlamentaria, por ejemplo)49. La descripcin, ya lo vi-mos, es muy contrastada y los observadores no captan lo mismo en lainteraccin. Confrontando las pautas de anlisis de la polica, de lospolticos y de los periodistas (incluso de los juristas o de los historiado-res), evidenciaramos lo que los acerca y lo que los distingue y haramosas aparecer la emergencia de un marco modelo para la toma de datos.Con todo, los elementos fijos del trabajo de explicitacin periodsticopasan por algunos puntos de referencia en vas de estabilizacin.

    Se trata dedescribir en primer lugar lo que ha sucedido, insistiendoen el nmero, la calidad y la representacin de los participantes, su gra-do de cohesin; sealando, incluso buscando los incidentes pintorescos oreveladores. La descripcin construye pues la representacin del aconte-cimiento.

    Si el cortejo est dirigido por supuestos delegados, individuos sinmandato acompaados por granujas sin confesin, parece evidente queel verdadero pueblo (el que desea trabajar, Le National, 8 de diciembrede 1883), los verdaderos obreros, los verdaderos patriotas o la gentehonesta no se han mezclado con la comitiva y que, entonces, las reivindi-caciones que se han seleccionado son ilegtimas, irrealistas o expresadasfuera de los canales normales de construccin y de expresin de lasmismas.

    Segundo tema recurrente: la legitimidad del recurso a la calle. Desde queel sufragio universal existe, conviene darle sus prerrogativas. Por qumanifestar contra un gobierno que emana de la voluntad nacional (Le

    48. Vase, por ejemplo, el motn del 17 regimiento de infantera en Bziers el 21 de juniode 1907.49. Sera necesario analizar aqu sistemticamente estos procesos de cambio de escenario yde encadenamiento de golpes, saber quin interpela, cundo decide hacerlo, ver el trabajoulterior de explicacin de la interpelacin.

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    Sicle rpublicain modr, 25 de febrero de 1889)? No veo la utilidad deduplicar una discusin que se producira en la sala de sesiones (C.Pelletan, radical, LEclair, 22 de octubre de 1898). Jules Joffrin, en la co-yuntura boulangista, deslegitima el recurso a la calle recalcando en unaentrevista en Le Matin (20 de febrero de 1889) que ha participado endelegaciones sobre la base de un mandato preciso, o bien de nuestroscolegas del concejo (municipal) o bien de los electores. En definitiva,el sufragio universal ha matado las barricadas (Le Temps, 23 de mayode 1898), el desfile callejero no es compatible con el temperamentogalo. Al contrario, la legitimidad de la manifestacin es reivindicada enla izquierda por Valls:

    Las manifestaciones sociales no tienen padrinos, patronos, no hay tribu-na, ninguna personalidad a la cabeza; por esta razn los parlamentarioslas temen y las evitan. Y por esta razn nosotros creemos que debemosseguir tratando, si se da el caso, de contener la clera legtima de losmuertos de hambre50.

    Del mismo modo, Jaurs escribe ms tarde que los partidos y las clasesen las democracias slo pueden actuar mediante la fuerza de la opininy que, para conmover a la opinin, para atraer su atencin, se debenprovocar por intervalos estas concentraciones, estos movimientos demasas51.

    Esa prctica ya no tiene como objetivo, como en los aos 1880, internarseen el ciclo reivindicacin-manifestacin-rechazo de las autoridades, tomade conciencia o en el engranaje manifestacin-revuelta-jornada-toma delpoder. Aparece desde entonces integrada en una lgica de expresin delos agravios en la que el sufragio universal sigue siendo soberano, peropuede expresarse como papeletas de votacin y en forma de manifesta-ciones exteriores de la calle (Marcel Huard, radical socialista, Les Droitsde lhomme, 24 de febrero de 1898). Algunos de la derecha, no estn lejos derazonar de la misma manera: La soberana nacional no abdica los das delas elecciones, y quiere retomar sus poderes en las horas de peligro yexpresar su voluntad a aquellos a quienes ha encargado que la traduzcan(Georges de Masure, 20 de octubre de 1898; ver APPO Ba 1533).

    Tercer gran tema, la explicitacin del significado de los resultados y lasconsecuencias que los comentaristas proponen e imponen a la opinin,universalizando el inters y las categoras de pensamiento periodstico-polticas que, se supone, traducen para los protagonistas de la competi-cin poltica las opiniones de la opinin.

    El extranjero, los manipuladores de la sombra (polica, boulangistas, mo-nrquicos, socialistas, cuando la manifestacin se declara puramente sin-

    50. Le Cri du peuple, 9 de diciembre de 1883. No nos olvidemos releer este texto en sudoble sentido, ya que emana de uno de los principales emprendedores socialistas de lapoca que dispone de un rgano de prensa diario, pero dominado polticamente y consi-derado como marginal desde el punto de vista del periodismo legtimo. Valls, en 1883,no es el Valls de 1990 (sic).51. LHumanit, 26 de enero de 1907.

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    dicalista) recogeran as los frutos de una agitacin que perjudica al co-mercio y a la buena reputacin del pas52, mientras que los grupos su-puestamente beneficiados por su movilizacin no obtendran absoluta-mente nada por esta va: la poltica no se decide en la calle. Sin embargo,la utilizacin de la calle en la poltica es real, los comentaristas la eviden-cian con sus comentarios. Se encuentra en estado bruto en unas tcticasbsicas. Ocupar la calle o impedir que alguien la ocupe. Demostrar lafuerza cuantitativa o mostrar las fuerzas del orden, agitar el miedo pararestaurar su crdito poltico y hacer olvidar sus fracasos53. Lo es de ma-nera ms intencionada en la gestin de la toma pacfica de la calle y delos comentarios subsiguientes que interviene en una competicin polti-ca eufemstica.

    Para el manifestante, para los grupos representados, para los portavocesde esos grupos y para sus adversarios, la manifestacin produce real-mente unos efectos que, difcilmente aislables de otros golpes dados enel mismo momento, pueden ser directos o indirectos sobre la vida coti-diana de los individuos, sobre el grado de consistencia de los grupos,sobre la carrera de los protagonistas (votacin de una ley, dimisin deun ministro o de un prefecto de polica, revelacin de un portavoz pre-tendiente)54. La manifestacin tambin produce efectos sobre la legitimi-dad de este tipo de golpe poltico: manifestar es tambin manifestar afavor de la manifestacin.

    Las manifestaciones de los historiadores

    Terminaremos esta contribucin con una ltima interrogante. Porque lamanifestacin preparada bajo sospecha, cuyo significado no est total-mente controlado por nadie, que persiste como polmica y objeto dedebate y de reconstruccin durante un lapso ms o menos largo, se con-vierte poco a poco en una estrella muerta, la cual ya slo tiene inters(en todos los sentidos de la palabra) para los historiadores. Desde esemomento, su tratamiento obedece a otra lgica. Ciertamente, el trabajohistrico depende tambin del trabajo poltico: los redescubrimientosson a veces producto de lair du temps y pueden servir para alimentarlo.Pero la lgica de construccin de los objetos histricos, y aqu de lahistoria de la manifestacin, depende tambin de otros principios que,en el marco del oficio de historiador, rigen la competencia entre los parespor la definicin de los buenos objetos y de la manera legtima de tratar-

    52. Unos periodistas se detienen a explicar que unos alemanes o ingleses se han apresura-do a alquilar a un precio elevado los balcones que permitan contemplar el desfile.53. Algunos han podido analizar as la actividad manifestante y las medidas de manteni-miento del orden tomadas en 1885 respecto a la derrota de Lang-Son.54. La muerte de un hombre no constituye siempre el smbolo de lo intolerable, el umbralinfranqueable. Hay muertos que pesan ms que otros; vanse a Fourmies, 1891, Barriolatino, 1893, Chlons-sur-Sane, 1900, Boeschpe, 1906, y tambin Villeneuve-Saint-Geor-ges, 1908.

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    los. La historiografa de un tema pasa por la historia de los interesessucesivos de los historiadores. No se trata solamente de una cuestintcnica, de fuentes: los trabajos anteriores de los investigadores predis-ponen el objeto e instituyen un punto de vista sobre el objeto que formaparte del objeto mismo.

    Sera necesario, por consiguiente, profundizar cosa que nosotros nohemos tenido ocasin de hacer aqu la manera en que la manifestacinha sido constituida como objeto de investigacin55. Esto implicara ha-cer la sociologa de los productores de obras y artculos sobre los temasde historia del movimiento obrero para subrayar sus caractersticas. Setrata con frecuencia de historiadores militantes, a veces no profesiona-les, que han reinventado las luchas de ayer para comprender las dehoy y que han producido una memoria a veces hagiogrfica de la gestadel proletariado56. Las pginas histricas de los peridicos sindicales ypolticos, los manuales oficiales de educacin obrera, las revistas dehistoria popular (como Le Peuple franais o Gavroche) entraran pues ental anlisis.

    ** *

    Esperamos, al trmino de este estudio, haber respondido a la doblepreocupacin que hemos planteado. Por un lado, mostrar cmo la ma-nifestacin se convierte para ciertos grupos en un medio de accinaceptado, tolerado, reconocido; cmo la manifestacin pacfica en lacalle se incluye en el repertorio de los golpes posibles de la democraciarepresentativa en vas de estabilizacin; cmo esta puesta en escena deciertos grupos sociales o polticos implica en los manifestantes, los por-tavoces y los comentaristas ciertas disposiciones peculiares y cmo s-tos participan en la produccin del verdadero sentido de las manifesta-ciones. Por otro lado, hemos querido, a pesar del riesgo de fragmentararbitrariamente el objeto, considerar a la manifestacin como un acon-tecimiento dotado de mltiples significados y de mltiples usos, queun sesgo positivista y objetivista podra ocultar o minimizar. Si existeun punto de vista sociolgico o histrico, ste podra consistir, ya no enpreguntarse lo que ha sucedido realmente, sino en comprender y darcuenta de los puntos de vista de los diferentes agentes que contribuyena hacer de una reunin de personas en la va pblica un acontecimientocargado de significado.

    55. Vase el trabajo de Grard Noiriel sobre la inmigracin (1988).56. Deberamos tomar en cuenta dos fenmenos de los aos 1980: el enrarecimiento de lahistoria militante y la legitimacin parcial de la historia obrera universitaria.

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