Doña Ramona- LEites

www.dramaturgiauruguaya.gub.uy

“Doña Ramona” de Víctor Manuel Leites.

Amparo Fernández.Alfonso – Su hermano.Concepción – Hermana.Dolores – Hermana menor.Doña Ramona – Ama de llaves.Magdalena – Sirvienta criolla.Señora Lautier – Amiga de la familia.

Montevideo 1907.

La escena está vacía.

Se escucha la voz de Dolores desde afuera.

DOLORES - ¡Concepción!... ¡Concepción! ¿No viste mis figurines? (Entra al salón) ¡Magdalena! ¿Pero dónde se metió todo el mundo? (Saliendo) ¡Ay, duerme! ¿Magdalena, estás en la cocina? Contestame mujer, ¿no viste mis figurines?

Magdalena entra al gran salón comedor de la casa llevando un canasto

con provisiones. Lo deposita sobre la mesa central, revuelve,

selecciona un paquete y vuelca contenido en el bolsillo de su

delantal.

DOLORES – (Entrando con una revista) ¿Qué estás haciendo acá?

MAGDALENA – Fui al almacén, niña.

DOLORES - ¿Y qué hacían los figurines en la cocina, se puede saber?

MAGDALENA – ¡Y yo que sé!

Los contenidos y temáticas son de exclusiva responsabilidad del autor. Todos los Derechos Reservados. Prohibida su reproducción total o parcial, sin expresa autorización del autor.

http://www.dramaturgiauruguaya.gub.uy/


DOLORES - ¡Y yo que sé! Bueno, no importa vení, vení, mirá… ¡mirá estos figurines! ¡Fijate qué vestidos!

MAGDALENA - ¡Ja… justo como pa’mi!

DOLORES – Faldas amplias de terciopelo ingles, alforzas, trencillas, bordados. Vienen las mangas abullonadas, ¡las cinturas como avispas! ¿Qué te parece?

MAGDALENA - ¡Uy, uy! Pero fijese en esto, niña Dolores, ¿qué es?

DOLORES – Pero mujer, ¡Son sombreros! ¿Sombreros como pájaros? ¡Con seis, siete, ocho plumas! ¡Sombreros con alas, con cintas y con tules!

MAGDALENA – Se lo dije: ¡nada pa’mí!

DOLORES - ¡No te vayas que también hay algo para ti…!

MAGDALENA - ¿Dónde niña, dónde?

DOLORES – En el diario.

MAGDALENA - ¿En el diario?... ¿pa’ mí?

DOLORES – ¡En el diario dice que tendrás un día de descanso a la semana! ¿Te das cuenta? ¡Y además no podrás trabajar más de nueve horas por día…! ¡La cara que pondrá Alfonso cuando esta ley se apruebe!

MAGDALENA - ¿Cómo? ¿También se va a enterar su hermano Alfonso?

DOLORES - ¡Y cómo te va! Será una ley de la Nación.

MAGDALENA - ¿Pero entonces…usted habla en serio, niña?

DOLORES - ¿Pero no estás contenta?

MAGDALENA - ¿Y eso… será obligación?




DOLORES – Claro, una ley es una ley. ¡Y del propio presidente Batlle!

MAGDALENA - … … ¡Un día entero fuera de la casa! ¿Dónde me meto? ¿Dónde duermo? ¿Y comer? ¡Me quiere decir qué hago todo el santo día hasta la noche, eh!

DOLORES – Pero mujer, es una conquista enorme. Trabajarás sólo nueve horas.

MAGDALENA - ¿Y dónde está la ganancia? Nueve horas me lleva sólo la cocina y los patios. Después quedan los cuartos, la ropa, los pisos; sin hablar del planchado, los muebles y los mandados. ¡Cómo voy a hacer todo eso en sólo nueve horas! Perdóneme, pero su ley es un soberano abuso.

DOLORES – Pero escuchame tranquila, es un beneficio, un beneficio para los trabajadores.

MAGDALENA – Sí, pero como siempre, el que se beneficia es el patrón. ¡Claro, como una no entiende nada de política, abusan! Si le digo la verdad, niña, nunca esperé esto de Don José Batlle. ¡Nueve horas para todo el trabajo! ¡Dónde se ha visto! ¡Una tiene sólo dos manos, qué embromar!

DOLORES - ¡Pero no seas china testaruda! Si primero desconfiás, nunca vas a entender nada. Aquí dice: “… el presidente de la república Don José Batlle y Ordoñez…” (La interrumpe Amparo)

AMPARO – Otra vez llenándole la cabeza a Magdalena. Cuando dejarás de repetir toda esa fanfarria que lees.

DOLORES - ¡Fanfarria! ¿Cómo fanfarria?

AMPARO – Y qué hace aquí el pedido del almacén? No me digas que tardó casi una hora en llegar desde el zaguán hasta aquí.

MAGDALENA – Ya lo llevaba, cuando la niña Dolores…

AMPARO - (Revisando el canasto) Y vos, en lugar de leer tantas macanas podrías haber controlado el pedido, ¿no?




DOLORES – Pues esas “macanas” las lee mucha gente.

AMPARO – Demasiada gente, diría yo.

DOLORES – Es el diario del presidente, qué embromar. ¡Bien que tienen su retrato!

AMPARO – Cosas de tu hermano. Él dice que un comerciante tiene la obligación de ser oficialista, aunque le reviente. (A Magdalena) ¿Otra vez se desparramó el azúcar?... Lleva todo, querés. (Pone el diario en el canasto)

MAGDALENA – ¿El diario también?

AMPARO – Sí, total vos no sabes leer.

DOLORES – (A Magdalena) No importa, cuando tengas ganas yo te puedo enseñar.

MAGDALENA - Callesé, que el horno no está pa bollos. (Sale)

AMPARO – Lo que faltaba: a ésta le ha dado por robar azúcar.

DOLORES – Saca un poco para el mate. Te metes hasta en lo que no vale la pena.

AMPARO - ¡Claro, mocosa! Como que la casa marcha sola.

DOLORES – Bien podría, plata no nos falta.

AMPARO – Ordinaria. Plata, plata… ¡materialismo! Ese es el resultado de leer ese pasquín! No, no te rías. Muchos opinan como yo.

DOLORES – Claro, los que tienen plata. (Pausa) Bueno, no te enojes. Sólo quería decir que la barraca es grande y Alfonso no la lleva mal.

AMPARO – Pero nuestro hermano es un hombre, y los hombres están fuera de la casa. Y aquí la que tiene que estar siempre al pie del cañón soy yo. Alfonso siempre llevándome la contraria; tu hermana Concepción hecha una plasta, vos discutiendo con todo el mundo…




DOLORES – Ay, está bien, Amparo, está bien. ¡Basta de tus sacrificios!

AMPARO - ¡Y el primero, fue ocupar el lugar de nuestro padre y nuestra madre! ¡Qué Dios los tenga en su santa gloria! (Pausa) Dije: ¡qué Dios los tenga en su santa gloria!

DOLORES - ¡Amén!

AMPARO – Si me hubiera casado, si no fuera la solterona a quien todos se complacen en fastidiar…

DOLORES – Novio conociste. Y dicen que se “conocieron” bastante…

AMPARO - ¡Cuidado, eh! Nada de insinuar cosas ni en broma.

DOLORES – (La abraza) Bueno, está bien. No fue mi intención ofenderte. Y en cuanto a eso de solterona, todavía está por verse.

AMPARO – Eso es lo peor: solterona. ¿Por qué, Señor, no me habré casado cuando tuve la oportunidad? Porque a mí me tocaba primero. Para eso soy la mayor.

DOLORES – Y te casarás. Verás que el día menos pensado tendremos confites en tu honor.

AMPARO – Andá, andá… confites.

DOLORES - ¡El futuro se anuncia lleno de promesas! Gente nueva, nuevas costumbres, la ciudad entera crece…

AMPARO – El vicio crece, mijita.

DOLORES – ¡Pero dejá ese crochet! Mirá, mirá estos figurines. Estuve viendo un vestido que te podría quedar bien. ¿Ves?

AMPARO - ¿Qué? ¿Eso para mí? Pero vos estás loca.




DOLORES – ¿Pero por qué no? No seas antigua, mujer. Vení.

AMPARO - ¡Ay, qué cargosa que sos!

DOLORES – No me digas que no te gusta.

AMPARO - ¡No! Es un mamarracho. Y además me parece indecente. ¿Quién se va a poner un escote así?

DOLORES – Es lo que se lleva, el último grito de Paris.

AMPARO - ¡No me hables de Paris!

DOLORES - ¡Amparo! ¡Los tiempos cambian!

AMPARO – Sí, para peor cambian.

DOLORES – Ese moño no te queda bien; dejame que te cambie un poco ese peinado…

AMPARO – No me despeines.

DOLORES – Quedate quieta.

AMPARO – Mirá que me enojo. ¡Soltame!

(Entra Concepción, vistiendo ropa de dormir)

CONCEPCIÓN - ¡Ay, ché…! ¿Ustedes no saben hablar si no es a los gritos…?

DOLORES - ¡Zás…! ¿Madrugaste?

CONCEPCIÓN – Tengo un hambre…

AMPARO – Son tus únicas opciones: hambre o sueño.

CONCEPCIÓN – No… no confíes. Conozco otras.




AMPARO – Inmorales, sin duda. (Concepción le da un beso a Amparo) Mirá a la hora que te levantás.

CONCEPCIÓN – Ay bueno, te quiero ver a vos durmiendo en mi cuarto, y ese tranvía repechando por la calle Cámaras, tranga tranga tranga..

AMPARO – Y “otros” ruidos que te tienen de oreja parada.

CONCEPCIÓN – Bueno, mamá.

DOLORES – ¿Concepción, oíste la copla de los tranviarios?

CONCEPCIÓN – Ah, ¿eran ellos los del escándalo de anoche?

DOLORES – Están en huelga, ¿sabes?

AMPARO – Dolores, ¡no empieces!

DOLORES – ¡Y si están en huelga!

AMPARO – Bueno, yo te aviso, nada más.

DOLORES - Se la cantaban al de la línea que pasa por Cámaras.

CONCEPCIÓN - ¡Con razón después se oyó ruido de caballos!

DOLORES – (Empieza a cantar)“¡Cuando un carnero, mi negra te haga el amordile al instante, mi negra,que no que no.Porque un carnero, mi negrano puede ser que con sus guampas, mi negra,tenga mujer!”




AMPARO - ¡Pero ustedes se han vuelto locas! Las van a oír los vecinos. ¡Concepción, te prohíbo…! (Concepción se une al canto con Dolores)

CONCEPCIÓN-DOLORES – “Dile al instante, mi negraque no que no.Porque un carnero mi negrano puede ser que con sus guampas, mi negratenga mujer…”

(Suena el llamador de la puerta fuerte y reiteradamente. Las

hermanas quedan momentáneamente tiesas. Se oye desde fuera la voz de

Alfonso)

ALFONSO – ¡Hola, hola, hola…! (Entra) - ¿Cómo están, mis tres monjitas traviesas?

AMPARO – Pero Alfonso, qué temprano. (Lo besa)

ALFONSO – Me pareció oír cánticos celestiales, ¿eran ustedes? ¿Y? cuándo se come en esta casa?

CONCEPCIÓN – Ay, en unos minutos. (Lo besa)

ALFONSO - ¡Pero no está la mesa puesta!

CONCEPCIÓN – Enseguida. (Sale)

ALFONSO – ¡Ah, no, no! Algo me decía que todo no podía marchar bien. ¡Esto tiene que cambiar, señoritas!

DOLORES – Ya llegó el gran barraquero protestón. (Lo besa)

ALFONSO – Nada. Es mediodía y a las doce en punto la mesa debe estar servida.

DOLORES – Bueno, en unos minutos. (Lo saca a bailar)




“Cuando un carnero, mi negra,te haga el amor… (Alfonso se suelta de ella. Dolores sale cantando)“Dile al instante, mi negra,que no que no…”

ALFONSO - ¿Pero qué es esto? ¿Cuplés anarquistas en mi casa? ¿Cómo educás a esa niña, Amparo?

AMPARO - Y bueno, ¿no sabés que le atacó el sarampión político? Tiene locura con el Presidente.

ALFONSO – ¡Já! ¡Bonito Presidente! ¡Hay dos mil cigarreros en huelga!...y qué hace el Presidente: pues dice que la huelga es un derecho legítimo y aceptable! (Pausa) ¡Eso es coacción sobre los verdaderos productores!...como se dijo en el Club Uruguay.

AMPARO - ¿Vos lo dijiste?

ALFONSO – Casi lo dije, y ahora me arrepiento, pues debí decirlo.

AMPARO – Otra oportunidad que no aprovechaste.

ALFONSO - ¿Te parece? En el comercio no se debe abrir opinión así nomás. Y menos, opiniones tajantes. Y mucho menos contra el Ejecutivo. ¡Pero dónde vamos parar, si hasta el propio Presidente de la República desde el balcón de su casa saluda a los huelguistas del tranvía…!

AMPARO - ¿A los del tranvía también?

ALFONSO - ¡También, también!

AMPARO - ¡Un Presidente, válgame el cielo!

ALFONSO – Un Presidente. Parece mentira.

AMPARO - ¿Vos lo viste?




ALFONSO – Me lo dijeron en el club.

AMPARO – Qué barbaridad.

ALFONSO – Ahora, yo digo que en esto de la “cuestión social”- como le llaman- no se debe ir para atrás, porque sería retrógrado; tampoco quedarnos en el sitio, eso sería negar el progreso. Pero avanzar en esta forma sólo significa una cosa, Amparo: ¡la anarquía! Y entonces: ¡adiós Montevideo, “tacita de plata”!

CONCEPCIÓN – Eso sí que te salió bonito: “tacita de plata”

ALFONSO – Pero me reservo algo que realmente las va a sorprender.

AMPARO - ¿Vos sorprendernos…?

ALFONSO – Recibimos una carta.

AMPARO - ¿No será de alguno de tus clientes, no?

ALFONSO – No, no, para nosotros, particular. ¡Y aquí está!

CONCEPCIÓN - ¡Una carta para nosotros! ¡Ay dejame ver quién la manda! (Rápida, le saca la carta) (Lee) “Alfonso Fernández y Fernández…”

AMPARO - ¡Dámela! Me corresponde abrirla.

CONCEPCIÓN - ¡Ay dejame ver quién la firma! ¡Sólo para saber de quién es…!

AMPARO – ¡Pero dámela por favor…!

ALFONSO - ¡Es de la tía Marina!

CONCEPCIÓN - … ¡Adiós sorpresa!

AMPARO – ¡Quién sabe qué desgracia la impulsó a escribirnos!




ALFONSO – Ninguna desgracia: la tía nos envía un ama de llaves. ¡Ja!... ¿Qué me dicen ahora? Se quedaron mudas ¿eh?...

AMPARO – Leé, Concepción, leé.

ALFONSO - … ¡Mudas!

AMPARO – ¡Ay, Alfonso, qué nervios…!

CONCEPCIÓN - (Leyendo) “Querido sobrino: que Dios te proteja del mal y te haga un santo…

ALFONSO - ¡”Seguirás la obra de tu padre”! me decía siempre la tía…

AMPARO – ¡Callate! (A Concepción) Seguí.

CONCEPCIÓN – “… han de saber que aquí no marcha todo como Dios quisiera, hace tres meses que no cae una gota de agua y las naranjas no vienen; las hay algunas, pero son una miseria comparadas con las del año pasado…”

AMPARO – (A Alfonso) Che, no será para pedirnos plata ¿no?...A ver, seguí…

CONCEPCIÓN –…“ Los estancieros de la zona no vemos la hora de que se termine esta desgraciada presidencia de Batlle...”

AMPARO - ¡Ay qué cosa, Dios mío!

ALFONSO - ¡Ah repetí eso fuerte, para que oiga cierta mocosita!

AMPARO – ¡Callate, querés!

ALFONSO – “¡Los estancieros de la zona no vemos la hora de que se termine esta presidencia…!

AMPARO - ¡Dejala leer…!

ALFONSO - ¡…desgraciada!...




CONCEPCIÓN - … “Han de saber que la sobrina del capataz ha quedado huérfana. Han de saber… ¿otra vez? …

AMPARO – No importa, seguí.

CONCEPCIÓN - …”han de saber que hasta el momento fue criada por la hermana del cura, donde está desde que era niña. El campo ya no es lugar para ella, por lo que yo le aconsejé que fuera con ustedes...”

ALFONSO – La tía siempre me tuvo en un alto concepto…

AMPARO - ¡Pero te querés callar de una vez! Seguí.

CONCEPCIÓN - …” Doña Ramona dijo que iría, y se embarcará en la diligencia que sale el quince…”

AMPARO – Basta para mí! Ya no hay vuelta que darle: tenemos ama de llaves.

CONCEPCIÓN - …”así que vayan a buscarla…”

AMPARO - Hay que acomodarle su cuarto! ¡Dolores!

CONCEPCIÓN - …”pueden tener confianza en Doña Ramona, estuvo en una casa donde todos los días se encontraba con dinero que ponían para tentarla, y nunca tocó un centésimo.”

AMPARO - ¡Mirá!

ALFONSO – En el galpón tenemos una cama de hierro, la haré arreglar.

AMPARO – Ni hablar. Comprarás una nueva.

ALFONSO – Ni se te ocurra. El jardinero arreglará la de hierro.

AMPARO – Esa cama está vieja herrumbrada y rota.




ALFONSO - ¡Pues se hará arreglar, limpiar y pintar!

AMPARO - ¡Vos, Concepción! , ¿Qué opinás? (Concepción la mira) ¡Ay, no servís ni para darme la razón! ¡Dolores, hay novedades…!

ALFONSO - ¡Magdalena…! (A Amparo) ¡Quedará la cama vieja!

AMPARO - ¡Es un ama de llaves! ¡Comprarás una nueva! ¡Plata no nos falta!

ALFONSO – ¡Pues yo digo que se quedará con la vieja!

AMPARO - ¡Nueva y de bronce!

ALFONSO – (Inician un mutis tratando de tener cada uno la última palabra) ¡Criada vieja, cama vieja!

AMPARO - ¡Nueva, porque se me antoja!

ALFONSO - ¡Vieja!

AMPARO - ¡Nueva! (Salen discutiendo)

(Bajan luces)

(En la penumbra empieza a descubrirse una silueta femenina reclinada

sobre una silla. Es Concepción. Desde lejos se escucha el sonido de

una orquestita, que viene desde una casa del”bajo”)

(Entra Dolores)

CONCEPCIÓN - ¿Sos vos, Dolores?

DOLORES - Sí.

CONCEPCIÓN – Milagro no te acostaste todavía.

DOLORES - ¿Enciendo la luz?




CONCEPCIÓN – No, dejá… así parece que estuviera más fresco.

DOLORES – Desvelada, ¿eh?

CONCEPCIÓN – Para dormir siempre hay tiempo… ¿escuchás?

DOLORES – Sí.

CONCEPCIÓN – Es la casa de Pepe el Jerezano. Siempre empieza primero, habrá jarana hasta que aclare.

DOLORES - ¡Concepción quién te oye a vos…! Sabés todo lo que pasa y sin embargo nunca te sacás esa bata.

CONCEPCIÓN – Desgraciadamente, información de segunda mano. Escucho el comentario de los proveedores, vicho por la celosía… escucho, siempre escucho.

DOLORES - ¿Ves? Si por lo menos te diera por salir, por vestirte…

CONCEPCIÓN - ¿Vestirme? ¿Para ir adónde…?

DOLORES – No dijiste qué opinabas sobre el ama de llaves. Alfonso la estuvo esperando en la plaza pero todavía no llegó.

CONCEPCIÓN - ¡Ufa…! Una vieja beata que nos ayudará a asfixiarnos. Ahora seremos cinco mujeres. ¡Lindo futuro!

DOLORES - ¿Por qué? Tal vez con ella podamos salir más a menudo.

CONCEPCIÓN – Claro que sí. Al cementerio, a cuidar el panteón de la familia. A la iglesia. Ah, y tal vez a algún chocolate en casa de alguna vieja ñoña, con hijas pavotas y fallutas que se las pasan hablando del primo, a quien dicho sea de paso nunca te presentan, che.




DOLORES – Estás con murria. Verás, la trataremos con especial amabilidad. Después de a poco, le vamos imponiendo paseos de tardecita, como de costumbres ¿sabés? Primero a la retreta frente al Cabildo; después por Sarandí hasta la Independencia…

CONCEPCIÓN – Sí, siempre y cuando la vieja quede en condiciones de salir después del trabajo en este caserón…

DOLORES – Ya vas a ver. Si esperamos por Amparo o por Alfonso, mirá, estamos fritas. Parece que hacen fuerza por envejecer… ¡Concepción!

CONCEPCIÓN - ¡Oh!... ¿Qué te pasa?

DOLORES - ¡Mirá!

(En una zona de penumbra se puede descubrir una silueta femenina

severamente vestida y con el rostro cubierto. A su lado una valija.

Es Doña Ramona)

CONCEPCIÓN - ¿Qué, quién es? ¿Pero qué hace usted aquí?... ¿Cómo no la oímos entrar?

RAMONA – Deberán perdonarme, pero el cochero dijo que está es la casa de los Fernández y Fernández.

CONCEPCIÓN – Sí.

RAMONA – Permiso, creo que la tía de ustedes les avisó de mi llegada. Encontré el zaguán abierto… Ustedes perdonen, señoritas…

CONCEPCIÓN – Pero entonces… Usted debe ser…

RAMONA – Ramona.

DOLORES – Ramona…

RAMONA – Para servirlas.




DOLORES – ¡Así que usted es Doña Ramona!

RAMONA – La diligencia llegó con un atraso de medio día…

DOLORES - ¡Válgame el cielo! ¡Qué joven es!

RAMONA – No crean señoritas, es pura apariencia, en realidad ya voy a cumplir veintitrés años… pero además soy muy fuerte y el trabajo no me asusta.

CONCEPCIÓN - ¡Si es para no creerlo!

DOLORES - ¡Fijate!

RAMONA – Desde los siete años sirvo a la hermana del cura, sé leer perfectamente, y la aritmética no tiene secretos para mí. Pero también sé llevar la casa, la cocina, la ropa, todo…todo.

CONCEPCIÓN - ¡Veintitrés años! Esto sí que nadie lo esperaba…

DOLORES – Pero si hay que verla… ¡Qué sorpresa se van a llevar! ¡Amparo, Alfonso, vengan!

RAMONA – ¿Las señoritas son?

CONCEPCIÓN –Ella es Dolores, yo, Concepción.

DOLORES – Pero no somos de cumplido. Tome asiento, póngase cómoda.

RAMONA – Gracias. Allá me levantaba a las cinco de la mañana y no terminaba hasta avanzada la noche. Y por la noche todavía me quedaba tiempo para leer.

CONCEPCIÓN -¡Amparo, veni a ver a tu ama de llaves!

RAMONA – El señor cura me daba clases de catecismo. Soy fuerte, no era una casa chica y no había nadie para ayudarme.




CONCEPCIÓN –Pero venga, Ramona. Le vamos a mostrar su cuarto. Dolores, ayudala con la valija, pobre.

RAMONA – No…no.

DOLORES – No se preocupe, yo estoy acostumbrada, siempre cargo… ¡Ay Dios mío! ¡Cómo pesa!... ¿pero que se trajo?

RAMONA – ¡Deberán disculparme pero la señorita me hizo acordar al mayoral cuando cargó con ella!

DOLORES - ¿Por qué?

RAMONA – “Permiso” me dijo, ¡y quedó todo torcido, pegado a la manija!

AMPARO - (Desde fuera) ¿Qué son esos gritos a estas horas?

DOLORES – Por fin, nuestra hermana mayor. ¡Ahora verá!

AMPARO - ¡Oh! No sabía que teníamos visitas. ¡Ha sucedido alguna desgracia! ¡Sí, lo presiento! ¡No me oculten nada, por doloroso que sea!

DOLORES – Esta es Amparo.

CONCEPCIÓN – Amparo, ella es Ramona.

RAMONA – A sus órdenes señorita. Llegué con atraso, pero la culpa no fue mía, sino que…

AMPARO – Todos estamos algo nerviosos, esperamos a nuestra ama de llaves, ¿comprende? Y…

CONCEPCIÓN – Amparo, ¿podés molestarte en escuchar una vez en la vida? Ella es la Ramona que esperamos… Doña Ramona.




AMPARO - ¿Qué dijiste? ¿Pero a quién le están tomando el pelo?

RAMONA – Para ponerme a las órdenes de ustedes, me envía su tía Marina.

AMPARO – Entonces de verdad es usted Ramona.

RAMONA – Ramona Urquijo, para servirla.

AMPARO - ¡Pero cómo no le dijeron que esperábamos algo más viejo! ¡De responsabilidad! ¡Esta es una casa importante niña mía, y el trabajo no es para florcitas silvestres!

DOLORES - ¡Amparo, por favor!

AMPARO - ¡No quiero ofender a nadie! Quiero decir, una mujer hecha y derecha.

CONCEPCIÓN – ¡Ay, Amparo, a decir verdad yo no creo que le falte nada!

AMPARO - ¡Vos te callás, desfachatada! (A Dolores, que intenta hablar) ¡Guardá tu cuchara! Vamos a ver… ¿Cuántos años tiene?

RAMONA – Veintitrés señorita Amparo.

AMPARO - ¿Y? ¿Qué me dicen ahora? ¡Otro disparate de la querida tía Marina! Pero esa vieja debe estar chocheando.

RAMONA – Cuando la dejé estaba muy bien y les mandaba sus mejores saludos y deseos.

AMPARO - ¿Si?... ¡No hay más que verlos!

RAMONA – También me ha contado de lo bien que usted se ha hecho cargo de esta enorme casa…

AMPARO - ¡Bien que ella se lavó las manos!




RAMONA - …de la responsabilidad de criar a sus hermanos como si fuera su propia madre…

AMPARO – Bueno, por lo menos se dio cuenta la vieja, ¿no?

RAMONA - …sacrificando para ello los mejores años de su vida.

AMPARO – En realidad tenía unos años menos que usted. Era una niña, realmente.

RAMONA - También me ha contado de la tamaña responsabilidad de sacar adelante esta casa.

AMPARO - Pobre tía Marina; ella fue testigo, sí. Ella también sufrió.

RAMONA – Usted tenía su propia vida por delante. Pocas personas son capaces de llenar el vacío dejado por los padres.

AMPARO – Así es, Ramona, así es. Hubo momentos en que creí que las fuerzas me abandonaban, que no podría soportarlo, mientras nuestros padres se iban apagando reclamados por el Jardín del Señor…

RAMONA - ¡Qué Dios y la Virgen los tengan en su Santa Gloria!

AMPARO – Amén.

CONCEPCIÓN y DOLORES - ¡Amén!

AMPARO - ¡Alfonso! ¿Podés venir? ¡Ha llegado nuestra ama de llaves!

ALFONSO – (Desde fuera) ¿Qué ha llegado quién? ¿Pero dónde se metió esa señora? (Entrando) ¡Media tarde esperándola en la plaza y si alguien no me dice que ya la habían traído…! ¡Oh! Discúlpeme, señorita. (A Dolores) No sabía que estaba una de tus amigas…

DOLORES – Alfonso, ella es Ramona.

AMPARO – Desde hoy, nuestra ama de llaves. ¡Vamos hombre, decí algo!




ALFONSO - … Mañana… está la cama de bronce.

CONCEPCIÓN - ¡Pero Alfonso!

ALFONSO – Ella quería arreglar la vieja… ¡No! ¡Yo quería arreglar la vieja y comprar la nueva…! ¿O fue al revés? ¡Oh! … este…

AMPARO - ¡Ay, callate, no digas más nada! Ustedes ayuden a que Ramona se instale. Sin duda querrá descansar.

RAMONA –Sí, aunque todo es tan nuevo para mí. ¡Esta ciudad es tan grande…!

CONCEPCIÓN – Venga usted, Ramona. Solo le falta conocer a Magdalena.

DOLORES – Sí…

ALFONSO – (Tratando de ayudarla) Permítame, señorita…

RAMONA – No, no, lo puedo hacer perfectamente.

AMPARO – Vaya no más. Descanse, que mañana hablaremos.

RAMONA – Hasta mañana, señorita.

AMPARO – Hasta mañana.

RAMONA – Hasta mañana, señor.

ALFONSO – Hast… Buenas noches.

RAMONA - ¡Qué Dios y la Virgen los acompañen! (Sale)

AMPARO – Pues bien.

ALFONSO – Pues bien.




AMPARO – Así que ésta es Doña Ramona.

ALFONSO – Es Doña Ramona.

AMPARO – Tú dirás.

ALFONSO – Lo que tu digas.

AMPARO – Tendrás opinión formada.

ALFONSO – No muy diferente de la tuya.

AMPARO – Tan joven, no deja de ser un problema.

ALFONSO – Una responsabilidad… que nos echamos encima.

AMPARO –Saludable es; por ese lado al menos no tendremos preocupaciones.

ALFONSO – Eso es una ventaja para nosotros: su rendimiento.

AMPARO – Otra cuestión: su jerarquía en la casa.

ALFONSO - ¿Cómo su jerarquía?

AMPARO – No olvides que administrará nuestros gastos, y mucho depende de su buena voluntad para con nosotros.

ALFONSO – Cierto, muy cierto. Pero ¿a dónde querés ir a parar?

AMPARO – Creo que debería comer con nosotros, en nuestra mesa.

ALFONSO - ¡Ah no, no! ¡Me opongo!

AMPARO -¡Ya lo sabía! ¡Debí decírtelo al revés!

ALFONSO – ¡En la cocina estará mejor!




AMPARO – Conozco familias bien que dejan sentar a sus empleados a la mesa.

ALFONSO – Es posible, pero no me gustan los cambios.

AMPARO - ¡Hay que brindarle la ilusión de compartir la familia!

ALFONSO - ¿Olvidás que no es pariente, Amparo? ¡A cada cual su lugar!

AMPARO - ¿Es qué ya no puedo disponer ni en mi propia casa? ¿Pero quién soy yo, al fin y al cabo? ¿Quién soy yo que nadie me reconoce?

ALFONSO – ¡Está bien, está bien!...

AMPARO – Siempre llevándome la contraria…

ALFONSO – Bueno no grites ahora…

AMPARO – ¡Qué coma con la familia no quiere decir que sea de la familia!...

ALFONSO – Bueno, Amparo, yo…

AMPARO - …y sin embargo es otra cosa… yo que sé!

ALFONSO - ¡Bueno, está bien, está muy bien!... Se hará como tú digas… calma… vamos a descansar. Me pregunto por qué le dirán “doña” Ramona.

AMPARO – Eso no; yo le diré Ramona y basta. (Sale)

ALFONSO – Quién sabe, quién sabe…

(Apagón)

(Entra Ramona se pasea por la sala acomoda algún detalle etc. Sale.)

(Entra Magdalena con caldera y mate. Canturrea)

MAGDALENA – En medio de esta noche /callada y placentera/mientras en tu regazo descansas tú/me acerco sigiloso/ y no me desespero…




CONCEPCIÓN - ¡Tcht! ¡Magdalena!... Quiero hablar contigo.

MAGDALENA - ¿Un mandado a esta hora? ¿Otra vez con eso? Esta semana ya me hizo ir tres veces,niña. A mí me da vergüenza.

CONCEPCIÓN – Mirá que dentro del papel hay dos pesos y el libro sólo cuesta uno.

MAGDALENA – ¿De veras hay dos pesos?

CONCEPCIÓN – Ay, ¿alguna vez te mentí? Aquí está escrito el nombre del libro. Se lo das al librero, ¿eh? ¡Sólo a él! Y sobre todo, cuidate de Doña Ramona. Ella es muy… inocente.

MAGDALENA -¡Uy, desconfíe de esas inocentes, niña! Son como la hiedra: vienen de abajo y se arriman al tronco hasta que lo envuelven todito, mire.

CONCEPCIÓN – El libro me lo dejás debajo de la almohada cuando hagas las camas, ¿estamos?

MAGDALENA – ¡Ay, qué quiere que le diga! A mi estas cosas me dan calor; el librero lo toma a la chacota y me pone nerviosa.

CONCEPOCIÓN- ¿Pero y qué se tiene que meter el muy guarango? Es un libro como cualquier otro. No vas a creer que yo leo cosas que no puede leer la gente de buena familia... ¡Vos comentaste con alguien!

MAGDALENA -¡Por esta luz que no! Pero el librero la última vez me dijo: “Digale a la señorita Concepción…”

CONCEPCIÓN – ¡Ay dios mío! ¿Y cómo supo que era para mí? ¿Cómo supo, Magdalena?

MAGDALENA – Pero yo, seria como un tatú le contesté: “¡Este no es pa ninguna señorita, pa que sepa!” Le dije que era pa mí.

CONCEPCIÓN – Hiciste bien.




MAGDALENA – Pero él no se quedó atrás y me retruco: “Caramba, creí que vos ya sabías como se hacen los gurises”

CONCEPCIÓN -¡Oh!

MAGDALENA – “Tiempo te sobró”, remachó el muy desgraciado.

CONCEPCIÓN - ¡Imbécil! Él está para vender y no para hacer comentarios… ¿Y qué te mandó decirme?

MAGDALENA – Me dijo: “Dígale a la señorita que tenemos libros mejores… El Cornudo Feliz, Fea Virgen y Mártir… y… El Hombre de las Tres Piernas.”

CONCEPCIÓN - ¿De las tres qué…?

MAGDALENA - ¡De las tres piernas! ¡Tres!... ¿Se da cuenta?

CONCEPCIÓN – ¡Yo me voy antes que me pesquen…! (Sale)

MAGDALENA - ¿Y qué le contesto sobre el de las tres piernas?

CONCEPCIÓN - ¡Shh! ¡Callate! Vos entregale el papel al librero y se acabó. Che… vos no habrás aprendido a leer, ¿no?

MAGDALENA – ¿Y pa qué, niña? Todo lo que escriben es pa gente bien… y lo de los gurises, ja ja, hace rato que lo sé, ja ja.

CONCEPCIÓN – Shh… Ramona. (Sale)

(Entra Ramona con una libreta o carpeta y comienza a hacer un

inventario)

RAMONA - Buenos días, Magdalena.

MAGDALENA - Buenos días, Ramona. Usted siempre madrugadora.




RAMONA – Me gusta que se diga: La primera en levantarse es Doña Ramona.

MAGDALENA – Y… trabajo no le va a costar. Aquí nadie se levanta antes de las diez.

RAMONA - ¿Ah, sí? Sin embargo y por casualidad, me pareció oír ruidos en la habitación del señor Alfonso.

MAGDALENA – Ah, es que sale más temprano pa la barraca. Pero jode poco, eh. Este… ¿busca ratones por un siacaso?

RAMONA – Si los veo, también los anoto. Estoy haciendo un inventario.

MAGDALENA - ¿Un qué…?

RAMONA – Una lista de los objetos de valor que hay en la casa: cubiertos de plata, adornos, manteles… todo eso.

MAGDALENA – Una chambonada, mija, ni bien falte algo se darán cuenta y nos echarán la culpa.

RAMONA – “Los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres no temer la autoridad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella.”

MAGDALENA - … ¡A la pucha que se la sabe larga!

RAMONA – San Pablo Apóstol: un hombre que conoció mundo.

MAGDALENA – Ah. Como yo no sé leer… y en veinte años jamás lo precisé.

RAMONA - ¡Veinte años aquí! ¿Y siempre en la cocina?

MAGDALENA – En toda la casa, mija. Entré cuando el presidente Santos abandonaba el poder: Santos que salía y ¡zacate! yo que entraba. Traté con el gallego viejo, que en paz descanse…y la plata que les dejó, ¡pa!

RAMONA – Y el señor Alfonso, claro, ha quedado a cargo de la parte principal…




MAGDALENA - ¿Parte? ¡A cargo de todo, mija! de todo. La de peor carácter es Amparo; tuvo un novio que durante diez años trató de aguantarla… ¡y no pudo!

RAMONA – Magdalena…

MAGDALENA – Eso sí, la dejó con más espinas que un tala. Y dicen, no sé, dicen que la dejó con algo más…

RAMONA –… no le entiendo, Magdalena.

MAGDALENA – Pero si fue así se las arregló muy bien, porque yo no me enteré…

RAMONA - ¿Y el señor Alfonso?

MAGDALENA – Bah, aquí se hace lo que manda Amparo. Concepción no es mala, pero solo piensa en ella… se lo pasa leyendo libros chanchos.

RAMONA - ¡Magdalena!

MAGDALENA – No voy a saber yo, que se los voy a comprar!

RAMONA – Pero si usted dijo que no sabía leer.

MAGDALENA – ¡Por favor! Reconozco una sola palabra y con eso me basta para saber si un libro es chancho o no… ¿se la digo?

RAMONA - ¡No, no, qué esperanza!

MAGDALENA - “Bragas”, esa es la palabra, “bragas”

RAMONA – Y eso, ¿qué quiere decir?

MAGDALENA - Ah, yo no sé, pero si en un libro está la palabra “bragas”, póngale la firma que ese libro es chancho, así sea la propia Biblia, mire.

RAMONA - ¡No blasfeme, Magdalena, no blasfeme que no me gusta!




MAGDALENA – Ahora que pa’mi, no pasa un año sin que uno de los hermanos se case…

RAMONA – Ah... ¿sí? Bueno, es natural.

MAGDALENA - Yo le llevo las cartas, porque el resto de la familia todavía no sabe nada…

RAMONA – ¿Cartas? ¿Pero no cree que ya está en edad como para arreglar sus asuntos personalmente?

MAGDALENA - Sí y no. Si la familia se entera que tiene un afile se arma la gorda, mire!

RAMONA - Pero si usted me dijo que el señor Alfonso quedó a cargo de todo, y es el jefe de la familia…

MAGDALENA - ¿Y quién le dijo que se trataba de Alfonso?...Yo hablaba de Dolores. Pero es un muchacho de buena familia, eh.

RAMONA - Bien…con la charla se nos va la mañana.

MAGDALENA - Ramona, escúcheme bien y no lo tome a mal: ¿por qué no se va y se busca otra cosa? Aproveche. Ya está en Montevideo. Haber salido de la casa del cura ya es algo.

RAMONA - ¿Y por qué habría de irme? Yo siempre quise tener una oportunidad así, es decir, emplearme con una buena familia.

MAGDALENA - Este no es destino pa una muchacha como usté. Lárguese y conchábese en una fábrica, o si prefiere en una tienda. Siempre será mejor.

RAMONA - ¡Qué ocurrencia! ¿Me imagina detrás de un mostrador, o en una de esas “fábricas” o como le llamen?




MAGDALENA - ¿Y por qué no? Yo hubiera dado la mano derecha por una oportunidad así. ¿O prefiere ser sirvienta toda la vida?

RAMONA - Yo no soy sirvienta. Ama de llaves. Que no es lo mismo.

MAGDALENA - Está bien… ¿y de aquí en adelante? Usted es poco más que una niña. ¿Piensa enterrarse entre estas paredes? O acaso está pensando en cierto vejiga lleno de plata y soltero pa’ más lujo, ¿eh? (Se festeja)

RAMONA - Desde hoy habrá una balanza en la cocina.

MAGDALENA - ¿Una balanza? ¿Y quién pidió una balanza?

RAMONA - Yo. Se pesará todo lo que traigan los proveedores.

MAGADALENA - ¿Y por orden de quién?

RAMONA - Por orden mía.

MAGDALENA - ¡Pero la plata que se la cuiden ellos!

RAMONA - Yo estoy aquí para cuidarla como si fuera mía.

MAGDALENA - Como sí. Pero no! ¡Y la diferencia es grande, m’hija, muy grande!

RAMONA - “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. Así que, teniendo sustento y abrigo estemos contentos con esto…”

MAGDALENA - ¡Eso de aquí a veinte años me lo recuerda!

RAMONA - Ah, también habrá que levantarse más temprano.

MAGDALENA – ¡Ja! Difícil que las muchachas le lleven el apunte…

RAMONA - Por supuesto que no me refería a las señoritas.

MAGDALENA - Ah!..claro…sólo a mí…! Qué Ramona ésta, eh?...qué Ramona.




RAMONA - Otra cosa Magdalena. Desde hoy puede usted llamarme: Doña Ramona. (Sale)

MAGDALENA - …doña Ramona…doña Ramona…..Doña, ¡la puta que la parió…! (Sale)

(Entran Dolores y Amparo, van acomodando enseres para el desayuno)

DOLORES - ¿Se puede saber de quién fue la idea de adornar con cintas las perillas de las camas?

AMPARO - ¡Ah...! ¿las viste?

DOLORES - ¡Cómo dejar de verlas...! ¡Lazos amarillos colgando por los cuatro costados!

AMPARO - Fue idea de Doña Ramona. Un detalle de buen gusto, no me vas a negar.

DOLORES - Ay, si eso es buen gusto…

ALFONSO - (Entrando mientras se abrocha el chaleco) Si no se apuran, llegaré tarde otra vez. ¿A que olvidaron mis tostadas?

AMPARO - Doña Ramona las está preparando.

ALFONSO - Ah!..piensa en todo esa muchacha, eh?...piensa en todo. ¿Qué me dicen de las cintas en las camas? ¿Eh...? ¿qué me dicen?

AMPARO - Una monada.

ALFONSO - ¿ Y la niña “sabelotodo”, qué opina?

DOLORES - Que nadie es perfecto, hermano, nadie! (Gira para salir)

RAMONA - Buenos días...




DOLORES - Buenos días… (Al cruzarse le arrebata un bizcochito de la bandeja) ¡Ay!, qué rico… (Sale)

ALFONSO - Mmm…! ¡Bizcochitos de anís…esto sí que es sorpresa!

RAMONA - La señorita Amparo me dijo que le gustan…

ALFONSO - Y acertó usted, Doña Ramona, acertó.

AMPARO - Tome asiento, Doña Ramona.

RAMONA - No, gracias, ya desayuné temprano. La señorita Concepción viene enseguida.

ALFONSO - ¿Concepción? ¿Despierta antes del mediodía...? Imposible, Doña Ramona, imposible.

RAMONA - Sólo pidió un poco de tiempo para vestirse…

ALFONSO - Ah!... ¿vestida también? Eso sí que no...! (Entra CONCEPCION, mezcla de sueño y fastidio, parece haberse caído dentro de la ropa,

calza chinelas) Bueno, bueno….qué madrugón….

CONCEPCION - Como los jesuitas, ché.

AMPARO - ¿No tuviste tiempo para vestirte...?

RAMONA - Sólo falta la señorita Dolores.

AMPARO - ¡Dolores...! ¡Se te enfría…!

DOLORES - (Entrando) Ya voy, ya voy… (A Concepción) ¡Zás..! Qué madrugón, eh, te tocó. Amparo, se me rompieron las peinetas, vas a tener que comprarme otras...

AMPARO - Sí, claro.




RAMONA - Señorita Dolores...es usted muy vanidosa. Se lo digo por su bien. Ya lo dijeron los Santos Padres: el Purgatorio es un lugar horrible.

AMPARO - ¡El Purgatorio…!

DOLORES - ¿Por qué me lo dice?

RAMONA - Vamos a ver: ¿cuántas veces se peinó hoy?

DOLORES - Bueno…dos, cuando me levanté…y ahora…

RAMONA - ¿Vio usted? Ya pecó, ya pecó.

DOLORES - ¿Le parece, Doña Ramona?

CONCEPCION - ¡Eso sí que es nuevo!

DOLORES - ¡Fijate!

ALFONSO - Aprendan muchachas, aprendan.

RAMONA - ¿Saben ustedes lo que le pasó a Vitalina? Vitalina fue siempre un modelo de virtud cristiana. Dio todas sus riquezas y dedicó su vida al Señor. Y su muerte fue muy envidiada, porque entraba directamente en el reino de Dios… Pero un día, cuando San Martín Obispo estaba rezando, se le aparece Vitalina….y el espíritu, lloraba desconsoladamente…

ALFONSO - ¡El fantasma de Vitalina…!

AMPARO - Ay, Dios (se persigna)

RAMONA - Cuando San Martín pudo salir de su asombro, ella le dijo: “ay, ay, estoy ardiendo…estoy ardiendo en el Purgatorio, por haberme lavado la cabeza con demasiada vanidad...! “

ALFONSO - Qué me dicen…una santa…




CONCEPCION - …ardiendo…!

DOLORES - …y por tan poca cosa.

RAMONA - ¿Le parece poca cosa? Pues hubo un religioso que se mantenía a pan y agua, dormía en el suelo, no se lavaba nunca y en pleno invierno andaba poco menos que desnudo…

AMPARO - ¡Un verdadero Santo!

CONCEPCION - ¿Desnudo...?

RAMONA - …pero cuando al terminar el salmo “Miserere mei Deus” dijo: Gloria Patri!, olvidó inclinar la cabeza…. Pues bien, ¡acabó en el Purgatorio!

AMPARO - No ir al Purgatorio es más que difícil…

CONCEPCION - Entonces… ¿siempre se peca?

RAMONA - Siempre que se ofenda a Dios. Al Purgatorio también fue un niño de siete años por haber hablado en misa.

AMPARO - Ay, qué horror…

CONCEPCION - Pero…si se reza…si rezamos…

RAMONA - Si ruegan por el Santo Padre, tendrán una indulgencia plenaria cada mes; con las meditaciones, siete años y siete cuarentenas de perdón; si a esto le sumamos el “Anima Christi” rezado con devoción, obtendrán indulgencias para trescientos día más…Sí, señorita, sólo rezando se puede evitar el Purgatorio. (Sale)

ALFONSO - Aprendan muchachas, aprendan….já (Sale)

MAGDALENA (Irrumpe) ¡Esto es demasiado, señorita! ¡Yo no lo aguanto más! Se acabó, eh, ¡se acabó!




DOLORES - ¿Pero qué te pasa, mujer?

MAGDALENA - ¡Doña Ramona me pasa!

DOLORES - ¿Qué te hizo?

MAGDALENA - ¡Primero hace una lista con las cosas de valor que hay en la casa, y ahora, trascartón, me quiere poner una balanza en la cocina! ¡Como si una fuera una ladrona! Ah, pero esto no se lo aguanto, eh! ¡No se lo aguanto!... ¡O la balanza o yo! ¡Una de las dos está demás en la cocina…! (Sale)

DOLORES - Tiene razón, hacerle eso a Magdalena después de veinte años en la casa, es una brutalidad. Ni que estuviéramos rodeadas de ladrones.

CONCEPCION - Y eso de levantarse de madrugada….

AMPARO - ¡Estoy con Doña Ramona! No hay vuelta que darle, es una joya, derecha y ordenada como un mandamiento.

DOLORES - ¡Ah, sí! ¡Pero por eso no tiene necesidad de humillar a la otra pobre!

AMPARO - ¡Ya saliste vos!

DOLORES - Doña Ramona ofendió a Magdalena. ¡Es posible que se vaya, y no voy a permitir que esto suceda en mi casa!

AMPARO - ¡Pues si se va, ya vendrán diez! ¡Aquí tiene casa y comida como la gente; si quiere irse y comer sorgo con los chanchos, allá ella!

CONCEPCIÓN - Sí, pero una nunca sabe lo que una sirvienta rencorosa puede andar desparramando por ahí. Y de toda la familia…

AMPARO - La vida en esta casa es un cristal, che!

CONCEPCIÓN – ¿Si...? Pensalo bien. Mirá que diez años de “novia” no pasan en vano…




AMPARO - ¿Qué decís?

DOLORES - ¡Bueno la cuestión está en que no le pongan el pie encima a la otra pobre, en que ustedes la echen o la obliguen a irse!

AMPARO - Sabes muy bien que yo sería incapaz de dejar en la calle a quien nos acompañó durante tantos años

DOLORES - ¡Entonces nada de balanza en la cocina! (Entra Doña Ramona un instante a colocar algún objeto, y sale)

AMPARO - ¡Espera! Debemos tener en cuenta que Doña Ramona lo dispuso y es el ama de llaves. Tal vez mañana si se le da explicaciones…

DOLORES - ¡Pues yo no pienso dejarlo así en medias tintas! Hablaré con Alfonso, y Alfonso decidirá.

AMPARO - Que Alfonso, ¿qué? ¡No te pases al patio, mocosa! ¡Ahora ya está decidido por mí! ¡La balanza se queda en la cocina, faltaba más…!

DOLORES - ¡Pues esta vez, hermanita, exijo que sea el jefe de la familia el que me dé una explicación!

AMPARO - ¡No acepto tercerías! ¡Diga lo que diga tu hermano! ¡Pero quien te pensás que sos, mocosa del diablo…!

(Irrumpe Alfonso a medio vestir)

ALFONSO - ¡Pero silencio! ¿Qué son esos gritos…?

AMPARO - ¡Es esta chiquilina---

ALFONSO - ¿Tanto les cuesta comportarse de acuerdo a su posición?

AMPARO - Bueno, dejate de discursos ahora.

ALFONSO - ¿Cómo discursos…?




AMPARO - Hemos decidido…

DOLORES - ¡No, “hemos” nada! ¡Ella lo quiere decidir por su cuenta y …!

ALFONSO - ¡Bueno BASTA!!!! ¡A callarse la boca he dicho! ¡Qué también!

AMPARO - ¡Pero Alfonsito!

ALFONSO - Considero que formamos una familia conocida y respetable, ¿no? donde esos gritos destemplados, inspirados por… por nimiedades están totalmente fuera de lugar. Sépanlo desde ya: he tomado decisiones trascendentales…

AMPARO - ¿Vos, decisiones?

ALFONSO - ¡Sí, Amparo, yo! He decidido restaurar una vieja costumbre de esta casa. ¡Sin duda grata a nuestros mayores, que desde el cielo nos contemplan: se habilitara de nuevo el antiguo oratorio! ¡De aquí en adelante una vez a la semana un sacerdote dirá misa en nuestra propia casa!

(Doña Ramona ha entrado llevando en sus manos el resto de la ropa de

Alfonso)

CONCEPCIÓN - ¡Pero Alfonso…! ¿Y nuestras salidas a la catedral?

ALFONSO - ¡Bah, bah, mundanidades sin sentido ni razón! Ahí tenemos un regio oratorio, desperdiciado y sin uso. ¡Pero hay más… hay más! (Llama) ¡Magdalena! Doña Ramona, por favor… (Doña Ramona sale)¡Magdalena!

MAGDALENA - (Desde afuera) ¿Si? ¿Llamaba?

ALFONSO - ¡Venga aquí! No será el único cambio, habrá otros. ¡Y aquí está el siguiente! (Entra Doña Ramona seguida de Magdalena que trae una balanza) ¡Vamos, mujer, levántela, para que luzca y la vean las señoritas!




AMPARO - ¡Pero Alfonso…!

ALFONSO - Será instalada en la cocina. Pero todo el mérito no es mío. Si bien fue mía la idea, quien la llevó a cabo fue nuestra inapreciable Doña Ramona. ¿Y bien? ¿No dicen nada? ¡Já! ¡Se quedaron mudas! (Magdalena sale)

DOLORES - Está bien, hermano… si tú lo decidiste… (Sale)

AMPARO - Doña Ramona: felicitaciones. (Sale)

CONCEPCIÓN - (Divertida) Ay, por mi parte, felicitaciones a los dos. ¡A los dos! (Besa a su hermano y sale)

(Quedan Alfonso y Doña Ramona en escena. Doña Ramona le entrega

galera y bastón) (Se miran) (Apagón)

------------------------------------------------------------

SEGUNDA PARTE

(Un año después. Uruguay ahora bajo la presidencia del Dr. Claudio

Williman)

(Entra, avasallante, la Sra. Lautier, seguida de Amparo)

Sra. LAUTIER - Pero querida, por mí no te molestes, vine sólo un momentito.

AMPARO - No puedo permitir que se vaya sin siquiera tomar una copita de licor. ¡Concepción...! ¡Dolores...! Está la Sra. Lautier!

Sra. LAUTIER - ¡No, no, no llames a nadie, hijita! ¡Pero Amparo, dejame verte, Amparito! ¡Para vos el tiempo no pasa, mujer...! ¡Estás espléndida!

CONCEPCION - (Entrando) Buenos días…

Sra. LAUTIER - ¡Concepción, muchacha...! Ando volando volando...




CONCEPCION - ¡Pobre señora…!

Sra. LAUTIER - (A Amparo) ¡Hay que sacar más a esta joven, querida! ¡Hay que mostrar esta violeta escondida!

CONCEPCION - ¿Violeta…yo…? Ay, muchas gracias, Sra. Lautier.

DOLORES - (Entrando) ¡Sra. Lautier...! ¡Qué casualidad!

Sra. LAUTIER - ¡Dolores, chiquilina! No, no… ¡no vengo por ti…! Aunque tengo que recordarte que te esperamos este fin de semana. ¡Muchos preguntan por ti, mocosa...!

AMPARO - ¿Quién pregunta?

Sra. LAUTIER - Mucha gente. ¡Pero ché..! ¡Una familia tan joven, agradable, y siempre sucuchadas en la casa…! Parecen monjas de clausura…

RAMONA - Perdón, no quise interrumpir…

AMPARO - Ella es…Doña Ramona…

Sra. LAUTIER - ¡Mmm...! Qué jovencita para ser “doña”…muchas virtudes ha de tener usted, muchacha.

AMPARO - Doña Ramona es…

Sra. LAUTIER - Sí, ya sé…ya sé. En nuestras reuniones parroquiales se ha hablado de usted, de su devoción ejemplar, de su contracción al trabajo…Pero, francamente, no creí que fuera tan joven, y tan buena moza…

RAMONA - La señora es muy amable…con su permiso, debo atender.(Sale)

Sra. LAUTIER - Atienda nomás, atienda nomás… Hablando de juventud y buenas mozas, no he visto a Alfonso.




CONCEPCION - Ah! todavía no ha vuelto de la barraca.

Sra. LAUTIER - Ese muchacho siempre tan ocupado.

CONCEPCION - Permítame, señora (Ayudándola con algún accesorio, guantes, etc.)

Sra. LAUTIER - Muchas gracias, querida. No vayan a creer que esto es una visita. Oh! no, no! Una visita a estas horas, ¡dónde se ha visto! He venido sólo por la religión, hijas, ¡sólo por la religión...! ¡Qué vida! No paro un momento, les juro!

AMPARO - (a Dolores) – Ella sí es una luchadora.

Sra. LAUTIER - Ah! ¡pero por la religión solamente!....Si no fuera por este hereje de Batlle, que nos ha sembrado de espinas el camino, yo y otras tantas podríamos ocuparnos más de nuestros hogares...!

DOLORES - Pero Batlle está en Italia, y no veo por qué…

Sra. LAUTIER - ¡Pero sus nefastos efectos perduran, m’hijita! ¡Ya no se puede tener imágenes religiosas en los hospitales!

AMPARO - ¡No me diga!...

Sra. LAUTIER - ¿Y la ley de divorcio? ¡Qué digo de divorcio: la ley de disolución de la familia ya es un hecho! ¿Y qué me dicen de esta ola de huelgas y protestas? ¡Hay que poner límites a la anarquía! ¡A cada cual su lugar! ¡Basta de la tan manida “cuestión social”!, como ahora le dicen.

DOLORES - El que lo dice es don Domingo Arena.

Sra. LAUTIER - ¡Ni me lo nombres, hijita! ¡Un aventurero, que no tiene ni dónde caerse muerto!

AMPARO - Dice Alfonso que era la mano derecha de Batlle.




Sra. LAUTIER - ¡La siniestra, querrás decir! Batlle, al fin y al cabo, es de familia conocida…pero a ese “Domingo” le brota el azufre anarquista por todas partes! ¡Ay, Dios! qué cosas que digo… ¡Ya me voy! ¡Ya me estoy yendo! Pero miren que vine a comprometerlas con nuestras reuniones parroquiales, eh?

AMPARO - Bueno...nosotras salimos poco...usted ya sabe.

Sra. LAUTIER - ¡Ahora la religión les exige un sacrificio, Amparo! ¡La iglesia tendrá su desagravio! ¡Debemos poner coto a la disgregación de la familia uruguaya! ¡La religión clama por sus hijos...!

AMPARO - Bueno…si es tan grave…

Sra. LAUTIER - ¿Tan grave decís? ¡Hay que impedir una segunda presidencia de Batlle antes que sea demasiado tarde! (Muestra unas cuadernetas) ¡Y éste es el primer paso!

DOLORES - ¿Cuadernos? ¿Para qué...?

Sra. LAUTIER - ¡Para firmar, muchacha! ¡Contra la Ley de Divorcio...! Aquí, en estas páginas, firmarán ustedes.

DOLORES - Yo francamente…no sé si Alfonso nos permitiría…

AMPARO - Es verdad, él es contrario a este tipo de compromisos...Usted sabe, está la barraca, los clientes…

DOLORES - ¡Y entre los clientes hay de todo…hasta batllistas...!

Sra. LAUTIER - ¡También los hay en la Sociedad de Barraqueros, mijita! ¡Y en la Unión Industrial! Nadie es perfecto. Pero eso no les impide cumplir con su deber cuando la familia, ¡la propia familia está en juego! ¡Ya hemos reunido más de cuarenta mil firmas, querida! ¡Y qué firmas! ¡Las mejores cabezas de la alta sociedad uruguaya!

AMPARO - Bueno, si toda esa gente ha firmado, pienso que podríamos firmar nosotras.




Sra. LAUTIER - ¿…podríamos...? Es tu obligación, querida. Es bueno que en esta época todos sepamos de qué lado está cada uno. Nadie podrá decir que está con nosotros, si no ha firmado.

AMPARO - Creo que Alfonso estará de acuerdo…

DOLORES - ¿Vas a firmar?

AMPARO - (con súbita decisión) ¡Sé cuál es mi lugar, mocosa! (Firma)

Sra. LAUTIER - Perfectamente. (A Dolores) ¡En cuanto a ti, picarona, ya me doy cuenta que tenés tus opiniones!

AMPARO - No le haga caso. Es sólo por llevarnos la contraria.

Sra. LAUTIER - Pero si no está mal, querida…acaso no estamos en 1907?Ya es hora que las mujeres tengamos nuestras opiniones en todo.

DOLORES - …Si usted lo dice…

Sra. LAUTIER - Además, el tener opiniones mantiene la figura, ¡ja! ¡Ay, son casi las doce! ¡Me voy, me voy, me voy! Uh!..esto me agota! ¡Esto no va con mi temperamento tranquilo y apacible, qué ajetreo, no se lo deseo a nadie! ¡Y todavía tengo que visitar a todas las damas de Capurro...!

AMPARO - Ay, qué sacrificio, ¡pobre!

Sra. LAUTIER - Es la lucha, Amparito, ¡es la lucha! (Busca la forma de entregarle solapadamente una esquela a Dolores) ¡Tomá...esto es para vos…te lo manda el que te dije…está de buen mozo…!

DOLORES - Oh, gracias, ¡muchas gracias...!

Sra. LAUTIER - ¡Faltaba más, querida...! ¡Adiosito! Y no te olvides que te espero el sábado, eh?




DOLORES - Cómo no, señora!

AMPARO - ¿Qué pasa?

Sra. LAUTIER - No te preocupes, Amparo, en la próxima visita la convenzo, y firma. ¡Saludos a los hermanos….! ¡Me voy!...¡Me voy!

AMPARO - Por acá, señora. (Hablando desde fuera) ¡Cuidado con el escalón! (Bajan luces)

(Al subir luces, MAGDALENA está pasando la escoba en la sala, canta

un milongón)

MAGDALENA - “Me gustan todas, me gustan todas me gustan todas en general pero las rubias y las morenas toditas ellas me gustan más

DOLORES - (entrando) ¡Ché, Bella Otero!

MAGDALENA - ¡Ay, qué susto me dio, niña!

DOLORES - Te acordás de lo del sábado, ¿no?

MAGDALENA - Ya sé, se verá con el niño Andrés.

DOLORES - Habrá fiesta en Villa Dolores y voy a ir con las de Lautier, pero que no se te escape, eh! Vas a tener que llevarle otra esquela a la señora.

MAGDALENA - ¿A qué señora?

DOLORES - A la de Lautier, así pasan después a invitarme “por casualidad”.

MAGDALENA - ¡Ay, no le digo nada si se llega a enterar Doña Ramona!

DOLORES - ¿Por qué? Ella en sus cosas y yo en las mías, faltaba más.




¿Sabés? él es muy joven todavía pero ya se hace notar en política. Después que termine la Facultad, ¡quién sabe hasta dónde llega…!¿Qué es eso que cantás?, lo conozco.

MAGDALENA - Un milongón, niña.

DOLORES - Bien que me parecía, pero si te digo la verdad, a mí dame el tango.

MAGDALENA - La juventud siempre con las cosas nuevas. Qué quiere que le diga, a mí déjeme con lo de antes (Canta)

DOLORES - Pero no seas antigua, ¡ché! Y vení que te enseño un tango.

MAGDALENA - ¿Un tango?

DOLORES - Sí, dame la mano así. (Siguen con acciones de tango) ¡Cuidado! ¡Doña Ramona! No te olvides de lo del sábado, eh? (Sale)

(Entra D. Ramona, cruza y parece seguir de largo)

MAGDALENA - Buenas tardes, Doña Ramona.

RAMONA - Ah, era usted, Magdalena…

MAGDALENA - Que yo sepa, más personal no tomaron…

RAMONA - Estaba distraída y…

MAGDALENA - Si iba pa la cocina, no hay cuidado, ya está pronta.

RAMONA - No iba para la cocina. Iba para...el oratorio.

MAGDALENA - ¿Otra vez? Fue de mañana, después del almuerzo y ahora. ¡Eso ya es fanatismo, doña! ¿Qué le pasa?

RAMONA - No me pasa nada, Magdalena. Todas las horas son buenas para estar con Dios.




MAGDALENA - Usted perdone, pero tres veces al día sólo rezan los curas o las monjas, pero usted…

RAMONA - La verdad, no estoy nada bien. La soledad puede llegar a enfermarnos, ¿sabe? Y siento que Dios ha dispuesto días decisivos para mí.

MAGDALENA - ¡A la pucha! ….Y ha dispuesto, ¿qué?

RAMONA - Mi futuro, Magdalena, nada menos que mi futuro. Quiero decir, el futuro de mi alma, claro. A veces temo haber pecado por ambición, hablo de ambiciones espirituales… hay días en que tengo el presentimiento de que todo saldrá mal, y que yo…que yo… “Escucha, oh Señor, mi oración; y está atento a la voz de mis ruegos. En el día de mi angustia, te llamaré...” (Reza)

MAGDALENA - Doña Ramona….m’hija, qué le pasa

(Concepción ha entrado)

RAMONA - No me haga caso, estoy rendida. Diré mis oraciones y me iré a acostar. (Entra Amparo) Hasta mañana (Sale Doña Ramona)

MAGDALENA - Hasta mañana, criatura. Que descanse.

AMPARO - ¿Barriendo a esta hora?

MAGDALENA - ¿Y qué quiere, niña? El tiempo no da pa todo.

AMPARO - Bueno, andá para la cocina y no rezongues más. (Sale Magdalena)

CONCEPCION - ¿Qué le pasa a Doña Ramona?

AMPARO - Yo que sé. Anda mal.

CONCEPCION - ¿Mal? Si está mejor que vos y que yo. Casi diría que mucho mejor.

AMPARO - No creas…ayer le dio otro de esos ataques.




CONCEPCION - ¡Ataques!

AMPARO - Bueno, anda como ida, suspirando, olvidando lo que tiene entre manos. Lo que nunca: hasta rompió una copa.

CONCEPCION - Y esos ataques…. ¿le vienen muy a menudo?

AMPARO - Cinco veces. En un mes, cinco ataques. Ella dice que no tiene importancia, que es….”la bola”.

CONCEPCION - Ay, Amparo, la bola? ¿la bola de qué…?

AMPARO - Algo así como una bola que le sube a la garganta y le oprime el pecho, después un temblor frio. Que no se te escape, mirá que me lo confió sólo a mí.

CONCEPCION - Ay, a ella le parecerá una bola…

AMPARO - Después llora mucho. Para el médico no es nada. “Son cosas que se van como vienen”, dijo. La última vez le sucedió cuando estaba poniendo a secar la ropa de cama y unos calzoncillos de Alfonso.

CONCEPCION - --- ¿y no siente como que el estómago le da vueltas y se le van las fuerzas?

AMPARO - Ahora que lo decís, sí. También eso.

CONCEPCION - Tan pronto frío como calor, después las piernas flojas y unas ganas...como de llorar, sin saber por qué.

AMPARO - ¡Sí! ¡eso mismo! Ay, por eso reza tanto, pobrecita. Qué horrible. A veces, a una todos los síntomas se le antojan presagios; que te tocás aquí y te duele, que la garganta nunca la tuviste tan inflamada, a la vez todo te hiere, te sensibiliza, la menor palabra te ofende. La opresión en el pecho….y enseguida: ¡el pensamiento fijo!

CONCEPCION - Y…cuál es tu “pensamiento fijo”




AMPARO - … ¡Tisis!

CONCEPCION - ¡Ay, Amparo! …vos y tus “pensamientos”! Mejor me voy a dormir. Prefiero escuchar la música de los bailongos del bajo.

AMPARO - No pensás en otra cosa, ché! Mirá que te puede oir la que te dije.

CONCEPCION - ¡Ufa! ¡Doña Ramona nos ha convertido en estacas! Andamos todas estiradas, como damas antiguas.

AMPARO - Pues todas nos la envidian. ¡Además es susceptible como una monja, y vos no hacés cosa que hablar del bajo!

CONCEPCION - Pero si hasta las monjas saben que allí todo está lleno de quilombos.

AMPARO - ¡Concepción!

CONCEPCION - Uno al lado del otro, ché… ¡por las dos aceras!

AMPARO - ¡Lo decís de gusto, desgraciada!

CONCEPCION - Mirá, si las pobres monjas no lo saben, no tardarán mucho en averiguarlo: los tiene poco menos que enfrente!

AMPARO - También en esa cuadra está el Templo de los Ingleses, ¿sabés?

DOLORES - (irrumpe, trayendo una revista) Ja, nombraste la única casa de esa cuadra que no es un quilombo, ¿verdad Concepción?

AMPARO - ¡Gaste una en ama de llaves!

DOLORES - Sólo a vos te sirve el ama de llaves.

AMPARO - ¡No sean degeneradas, lenguas largas!




DOLORES - ¡Degeneradas! ¡No salimos ni a misa!

CONCEPCION - Me voy a dormir. (Le arrebata la revista a Dolores) Prestame la revista.

DOLORES - ¡Ay, Amparo! decile que me la devuelva, que es mía (trata de sacársela de un manotazo)

CONCEPCION - Ay, qué instruida….enseñame, palo seco!

DOLORES - ¿Yo, palo seco? ¿Y vos? ¡que sólo servís para comer y dormir como las chanchas!

CONCEPCION - ¡Ordinaria!

( En ese momento se escuchan los aldadabonazos y la voz de Alfonso

desde afuera )

ALFONSO - ¡Hola! ¡Hola!

DOLORES - ¡Atorranta!

ALFONSO - (Entrando)… ¡Hola!

CONCEPCION - ¡Palo seco!

DOLORES - ¡Machorra!

ALFONSO - ¿Cómo estás, Amparo?

AMPARO - Ay, con calor, cómo querés que esté.

ALFONSO - No me lo digas. ¿Cómo están mis monjitas?

CONCEPCION - (le da un beso) Y, matando el tiempo. Qué suerte, hermano que llegaste temprano, quería pedirte un favor….




DOLORES - (también lo saluda) ¿Querés un té, Alfonsito?

ALFONSO - Un tilo no me vendría nada mal…

DOLORES - Magdalena te lo traerá enseguida. ¡Magdalena…! (Sale)

AMPARO - ¿Un tilo?... ¿qué te pasa?

ALFONSO - Nada, querida…calor y preocupaciones, eso me pasa.

CONCEPCION - Te cambio este encierro por tus “preocupaciones”.

ALFONSO - ¿Ah sí? ¿Y si te digo que estaban en juego nuestras vacaciones?

AMPARO - Qué pudo haber sucedido, ¡Dios mío!

CONCEPCION - ¡Zás! ¡Primero la catedral, ahora las vacaciones…!

ALFONSO - ¡Un drama, hijas mías, un drama! ¡Todos los pedidos de mis clientes de campaña, detenidos en los galpones del ferrocarril por esa maldita huelga! ¡Como para pensar en vacaciones estaba la cosa…!

AMPARO - No me digas que no iremos a la quinta.

ALFONSO - Tranquilizate; lo del ferrocarril ya está prácticamente liquidado.

CONCEPCION - Ay, no pensábamos que fuera tan grave.

ALFONSO - Ahora no, pero lo fue. ¡La Federación Obrera se nos subió a las barbas; y yo con los carros cargados y sin tren! ¡Ah, pero el nuevo ministro arremetió con la tropa y la anarquía ha sido derrotada! Se salvó el país! Y yo, a Dios gracias, puedo descargar mis carros.

AMPARO - Bueno, menos mal.

ALFONSO - Se los dije: el gobierno de Batlle pasó, pero nos dejó una verdadera bomba de tiempo. ¡Le dio alas a esa gente! ¡Muchas alas!




(Magdalena ha entrado con el té para Alfonso)

CONCEPCION - Bueno, ahora calma, que si te oye Dolores tenemos discusiones otra vez.

ALFONSO - Dolores, mmm…. Hubo que hacer fuego contra ellos.

AMPARO - ¡Oh…! ¿Era necesario?

ALFONSO - ¿Y qué querés? Se trataba de ellos o de nosotros. Gracias (a Magdalena) (Pausa)

AMPARO - Pronto vendrá diciembre, tu cumpleaños, y nos iremos a la quinta. Allá te olvidarás de todo, vas a ver.

ALFONSO - ….¿Y Doña Ramona?

AMPARO - No sé.

ALFONSO - Pobrecita. Un ángel. Y cómo administra la casa. Gracias a sus economías el veraneo nos saldrá gratis. ¿Cómo está su salud?

AMPARO - Sigue alicaída, de a ratos.

ALFONSO - ... Y... ¿hace rato que está en el oratorio?

AMPARO - Yo creo que en el oratorio no está.

ALFONSO - ¡Es que aquí uno se ahoga por la falta de aire! ¡Y miren que les digo: de día quiero las celosías cerradas, pero no hay caso, no entienden!

AMPARO - Con este calor y andás de chaleco.

ALFONSO - Todavía no es verano (Inicia un mutis)

CONCEPCION - Alfonso, yo pensaba, la Catedral era una de nuestras salidas y…




ALFONSO - Me pregunto quién se puede sentir bien en un día como éste-

CONCEPCION - (trata de que no salga)…Qué te parece si vamos aunque sea una vez a la semana-

ALFONSO - ¿Adónde…?

CONCEPCION - ¡A la Catedral!

ALFONSO - ¡Por Dios, Concepción!.... ¡por favor...! me voy a dormir

CONCEPCION - (saliendo detrás de él) ¡Alfonso! ¡Yo quiero ir a la Catedral! (Regresa)….uf, es imposible.

(Entra Doña Ramona con un ligero aire desorientado, mira a su

alrededor)

AMPARO - Doña Ramona…creíamos que se había retirado a su cuarto.

RAMONA - …No podía hacerlo sin antes darles las buenas noches

AMPARO - (a Concepción ) Vos, aprendé. Qué delicadeza. Muchas gracias.

RAMONA - Me pareció oir la voz del señor Alfonso.

CONCEPCION - Ah, ¿si? Pero ya se fue a acostar…

RAMONA - Bien.

CONCEPCION - ¿Ya se va?

RAMONA - Sí….sólo quería saludarlas. Tengan Uds. muy buenas noches.

CONCEPCION - Quédese un ratito con nosotras; ¿acaso no merecemos su atención?




RAMONA - Señorita, por favor no diga eso. Es que tengo que madrugar.

CONCEPCION - Vamos, Doña Ramona, si todavía es temprano. La noto algo alterada. ¿Está nerviosa…o impaciente?

AMPARO - Está cansada. Buenas noches, Doña Ramona.

RAMONA - Que Dios y la Virgen las acompañen.

DOLORES - ( irrumpiendo ) ¡Alfonso! ¿dónde está Alfonso?

CONCEPCION - ¡Zás...ya me parecía..!

AMPARO - ¡Ay! ¿pasó algo en la cocina?

DOLORES - Dice Magdalena que hubo un tiroteo—

AMPARO - Esa china…! ¡siempre de oreja parada!

DOLORES - ¡Alfonso! ¡Alfonso! ¡Vení un momento, por favor…!

CONCEPCION - Ya se fue a acostar, dejalo tranquilo.

DOLORES - ¡Quiero saber lo que pasó allá afuera..! ¡nada más! (Se dispone a salir)

RAMONA - El señor Alfonso tiene derecho a descansar sin que lo molesten por estupideces.

DOLORES - ¿Estupideces...?

CONCEPCION - No te la mandaron decir, hermanita.

DOLORES - ¿Y quién dice que son estupideces?... ¿Doña Ramona?




RAMONA - Me expliqué mal, señorita; sucede que no me gustan las discusiones entre hermanos. “El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga la ley “.

AMPARO - Muy bien dicho. ¿Oíste, mocosa?

RAMONA - No soy yo quien lo dice, señorita, sino la Biblia.

DOLORES - ¡La Biblia dice también otras cosas! ¿O sólo ha aprendido lo que le conviene?

CONCEPCION - ¡Dolores!

RAMONA - La señorita Dolores es fogosa por naturaleza, y también algo petulante.

DOLORES - ¿Entonces para usted que maten a esa pobre gente es justo?

RAMONA - Yo sé muy poco de esas cosas…

DOLORES - ¿Y por qué opina entonces?

RAMONA - Sólo entiendo que quiere discutir con el señor Alfonso.“Y si alguno dice: yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”

AMPARO - Yo amo a mi hermano.

CONCEPCION - Y yo.

DOLORES - ¡Y también yo!

RAMONA - Entonces, ¿para qué discutir sobre opiniones? “ El que come, no menosprecie al que no come; y el que no come no juzgue al que come”

DOLORES - ¿Y entonces, qué, Doña Ramona?




RAMONA - Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena. Y si diese todas mis riquezas y entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve…

DOLORES - ¿Entonces usted todo lo arregla con amor?

RAMONA - El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, no hace nada indebido, no guarda rencor. El amor todo lo sufre, todo lo espera…todo lo soporta… ( Es un trance )

CONCEPCION - ¡Está llorando…!

DOLORES - …No quise importunarla…no fue mi intención.

AMPARO - ¿Se siente mal?

RAMONA - No...no…lloro por mí, por mí. Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí…! ¡Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero..!Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí…! ¡Miserable de mí! Quién me librará de este cuerpo de muerte…Yo misma con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado…! ¡Ahhh!...me ahogo….me ahogo..! ( Se desmorona )

(La situación ha llegado a un clímax, las hermanas gritan

alteradas, tratan de auxiliar a Ramona; Alfonso y Magdalena entran

en medio del desconcierto)

DOLORES - ¡Se desmaya…!

AMPARO - ¡El ataque!....le ha dado el ataque!

ALFONSO - ¡Se muere, Dios mío, se muere..!

CONCEPCION - ¡No! ¡Ya abre los ojos…! ¡Miren!




ALFONSO - ¡No, no me engañen…! se muere, sí, se muere!

AMPARO - Doña Ramona…querida… ¿está mejor…?

ALFONSO - ¡Se muere!!

AMPARO - ¡Calláte, querés! ( Se instala un momento en que Ramona parece murmurar algo )

RAMONA - ¡Señor…! ¡Oh, Señor…!

ALFONSO - Recen! Recen!..... ¡está nombrando a nuestro Señor! ( Se le acerca ayudando a sostener su cabeza )

RAMONA - …Oh, Señor!....Señor!.....Oh,….señor Alfonso….Alfonso!

MAGDALENA - …eh…bué….vamo a llevarla, ¿no? ( La levantan )

ALFONSO - Sí…claro…

MAGDALENA - ¿Podrá caminar usté, mija?

RAMONA - …Sí...sí…gracias, Magdalena, ya estoy mejor…. ( SALEN )

CONCEPCION - Bueno…bueno, ¡con que ahí estaba la bola!

AMPARO - ¡Y qué bola!

CONCEPCION - A mí ya me estaba pareciendo.

AMPARO - ¡Y te quedás lo más pancha! ¿Y yo?.... ¿soy un cero a la izquierda ahora? ¿Cuándo lo supieron ustedes…? ¿cómo lo supieron..? ¿quién se los dijo?

DOLORES - Bueno, Amparo…si no lo tomamos con calma…

AMPARO - ¡Y quién pierde la calma, bobeta!




CONCEPCION - La otra noche, durante la cena, al agacharme para recoger una cucharita, me pareció ver que Alfonso y Doña Ramona se tocaban con las rodillas…

AMPARO - Con las rodillas juntas, ay, ¡Dios mío! Hasta qué punto habrán llegado…

DOLORES - Concepción te lo dijo: hasta la rodilla.

CONCEPCION - ( Con picardía ) ¡Jamás lo hubiera imaginado!

AMPARO - Es raro, tratándose de vos.

DOLORES - Bueno, ¿y por qué no? Están cayendo en el ridículo.

AMPARO - ¿Yo, una ridícula?... ¿yo?

DOLORES - ¿Pero qué se pensaron que es un hombre? Lo alarmante, lo anormal, es que nuestro hermano, a su edad, todavía no sepa lo que es una mujer.

CONCEPCION - Ay, ¿qué sabés vos? El es muy reservado, ché.

AMPARO - ¡Les prohíbo que hablen así…! ¡Les prohíbo que se sigan expresando en ese tono!

DOLORES - Pero qué te pensás, ¿que nos vas a manejar como a Alfonso?

AMPARO - ¡Lo que pasa es que ustedes no entienden! ¡no entienden!

CONCEPCION - Vos no entendés, Amparo. Ellos se quieren, y cuando una mujer como Doña Ramona se enamora…

AMPARO - … ¡Alfonso puede terminar como gallo viejo, pelado y en manos de una sirvienta!

DOLORES - Ya mostraste la hilacha, “la sirvienta”. Se acabó el ama de llaves.

AMPARO - ¡No te metas en lo que no te importa, mocosa!




DOLORES - No sé por qué te empeñás tanto en que Alfonso no tenga novia….

AMPARO - Cuándo lo impedí yo, eh? ¿Cuándo?

DOLORES - Van dos veces ya, una cuando empezó a gustar de Adela—

AMPARO - ¿Qué Adela?

CONCEPCION - Mi amiga.

DOLORES - No te hagas la boba, Amparo. Adela, la de Peluffo!

AMPARO - ¡Esas no son cuentas tuyas…!

DOLORES - ¡Yo sé por qué te pica!

AMPARO - ( La cruza de una bofetada ) ¡Cállese la boca..!

DOLORES - ¡Estás llena de prejuicios y de envidia…!

CONCEPCION - ¡Están histéricas las dos…! ( PAUSA )

AMPARO - ¿No pensaste que podés terminar en una situación muy parecida a la de Magdalena? ¡Si Doña Ramona se llega a casar con nuestro hermano, lo hace también con el titular de nuestra firma, que lleva nuestro apellido! Y eso no sucederá mientras yo pueda evitarlo. Yo no sé lo que manda la moral o la religión en estos casos, pero me tiene sin cuidado. ¿A ninguna de las dos se les ha ocurrido pensar cuál sería nuestro lugar de aquí en adelante? ¿Quién sería la dueña de esta casa, de la quinta, de la barraca, de todo…? ¿Sería yo, quien al fin y al cabo soy tu hermana? ¿Concepción, acaso? ¿Vos, con tus “ideas”? ¡No, mijita, no! La dueña sería ella. ¡La que ahora es nuestra empleada pasaría a ser la patrona! ¿Qué les parece el cambio? ¿Y nuestra nueva situación en la casa? No me preocupa mañana, ni pasado. Te hablo de aquí a unos meses, o años. Vendrán hijos, sobrinos encantadores, sin duda; todo muy bonito, muy conmovedor… ¿pero qué nos espera a nosotras? ¡Miren que allí no contamos para nada ni para nadie! ¡En una palabra, pasaríamos a depender de ella como Magdalena depende ahora de nosotros; mucho peor! Porque Magdalena, al fin y al cabo puede irse. Nosotros no podemos ni nos




animaríamos nunca: somos de buena familia, y eso quiere decir, entre otras cosas, que somos inseparables de lo que tenemos.Y está muy bien que así sea.

CONCEPCION - Bueno, tampoco hay que suponer que todos los hombres en esta situación, se casan…

AMPARO - Esa, justamente esa, es mi esperanza. (A Dolores) ¿Y vos…?

DOLORES - Me dan lástima. ( Sale )

AMPARO - ¿Qué me contás? Le damos lástima.

CONCEPCION - No hay que preocuparse, en una niña muy inteligente…y lleva nuestro apellido. ( Se cruza con Alfonso, que ha entrado) ¡Alfonsito! ¿Cómo está Doña Ramona…?

ALFONSO - Por suerte bien, está muy bien.

CONCEPCION - Y en cuanto a su salud…?

ALFONSO - Pero no te acabo de decir—

CONCEPCION - Que sueñes con los angelitos... ( Sale )

AMPARO - Y bien, parece que yo estoy demás en esta casa. Algunos creen que hay cosas que se me pueden ocultar, y no se me consulta ni se me informa para nada.

ALFONSO - ¡Que nadie te consulta! Justamente a vos….francamente, no entiendo.

AMPARO - La sinceridad ante todo, hermano. La sinceridad ante todo. Te aseguro una cosa: lo que hay que saber, lo sé.

ALFONSO - Bueno…en fin…si vos ya lo sabés…

AMPARO - Lo que no soportaba era que pretendieras ocultármelo. Canallita... no te creía tan sinvergüenza, eh?




ALFONSO - Ah! no, Amparo, esto es algo muy serio... es grande, firme, y muy hermoso. Casi estaría por decirte, lo más hermoso que me ha sucedido en la vida.

AMPARO - ¿No exagerás? Entonces, la querés.

ALFONSO - Mucho.

AMPARO - Bueno, a vos te parece, y no me extraña. Y ella, ¿te corresponde?

ALFONSO - No sé.

AMPARO - ¿Cómo que no sabés?

ALFONSO - No, no...es que yo..bueno…la veo de noche. Nada más.

AMPARO - ¿De noche…? Vamos, hombre…explicate de una vez.

ALFONSO - Bueno…es…a la hora de acostarnos... Va y viene por su cuarto, acomoda la ropa, destiende su cama…y después, empieza a desvestirse.

AMPARO - ¡Recordá que soy tu hermana, Alfonso..! seguí, ¿y después..?

ALFONSO - …después se sienta en el borde de la cama, la destiende –sólo un ángulo,- cuidadosamente…. ¡Y todo así! ¡No me gusta seguir..!

AMPARO - Vamos, vamos, hombre...al fin y al cabo yo también soy como una madre para ustedes… ¿no?

ALFONSO - ¿...Te das cuenta? ella en su cuarto, a medio vestir, y yo ahí…a unos pasos apenas..! ¡Me clavo las uñas para no decir nada, apenas pestañeo para no perderme ni un detalle!

AMPARO - ...Respetá a tu hermana…

ALFONSO - ¡Levanta los brazos para soltarse el cabello…desata las cintas, suelta el moño, y el pelo cae…negro, reluciente, hasta la cintura…qué imponente…!




AMPARO - ¡Seguí..!

ALFONSO - Mueve su melena girando la cabeza de un lado al otro, y la luz de la vela recorta su perfil…todo su cuerpo se transparenta bajo el camisón…sus senos, ay, sus senos, cómo sugieren, cómo tiemblan—

AMPARO - ¡Alfonso!

ALFONSO - Antes de apagar la luz recoge sus ropas con cuidado, cruza la habitación…y juntando sus labios con una deliciosa trompita: pff! , apaga la vela.

AMPARO - ¡Oh..!

ALFONSO - ¡…y ella sabe!...sí, ella sabe que estoy ahí, eso es lo más excitante, Amparo, ¡lo sabe!

AMPARO - …Válgame el cielo….se desnuda delante tuyo, pero no se hablan..! Vos perdoname, Alfonso, pero a eso yo lo llamo, ¡degeneración!

ALFONSO - ¿De veras? ¿Será para tanto...? Que Dios me perdone, pero eso es todo lo que yo veo por el ojo de la cerradura.

AMPARO - ¿Que la ves por dónde..?

ALFONSO -Por la cerradura. Cuando ella se desviste en el cuarto contiguo.

AMPARO - ¡Por la cerradura..! ¡Ay! ¡Alfonso…! (Suelta la risa)

ALFONSO - Ver la veo…pero no le hablo: la vicho nomás! (Contagiados ambos por la risa)

AMPARO - Conque en ese punto estaban las cosas...

ALFONSO - … la vicho nomás….

AMPARO - Alfonso, para conseguir lo que vos querés, no hay necesidad de casarse.




ALFONSO - ¡No! ¡No! Cuando un hombre quiere a una mujer y esa mujer es digna del hombre—

AMPARO - ¡Anima bendita! Y te parece necesario nomás!

ALFONSO - ¡Y que vos me lo digas!

AMPARO - Entonces tendrás que reconocer que ella no es de familia conocida.

ALFONSO - ¡Amparo, por Dios!

AMPARO - ¡Están nuestros conocidos, ché! , las familias de otros hombres de negocios, representantes de firmas extranjeras a los que necesitás inspirarles confianza. ¿Los obligarías a aceptar en sus recepciones en el club, a alguien que hasta hace poco fue nuestra sirvienta?

ALFONSO - ¡Un momento, Amparo, un momento…! me abrumás.

AMPARO -- Porque tengo razón.

ALFONSO - Muy bien...habrá que esperar, entonces. Qué le voy a hacer.

AMPARO - ¡Cómo “qué le voy a hacer! “ ¿Y mientras tanto? ¿Vos qué?Claro!..ella se desnuda y vos—

ALFONSO - ¡Shhh!...qué lenguaje….Y en el caso –por ejemplo-, nada más que un ejemplo, que yo intentara saltear ciertas formalidades, adelantar en cierto sentido…

AMPARO - ¿Si?

ALFONSO - ¿A vos qué te parece..? ¿me iría bien?

AMPARO - No esperaba menos de vos. Ay, Alfonso, cuando tu hermana habla, sabe por qué. Y si el hombre no puede esperar, Alfonso, la mujer tampoco…

ALFONSO - Entonces... ¿qué debo hacer?




AMPARO - Pensar solamente. La próxima semana es tu cumpleaños. Puede ser una buena oportunidad…y si nosotras te ayudamos…Andá a descansar.

ALFONSO - Hasta mañana, Amparo. (Inicia un mutis)

AMPARO - Alfonso...querido (Alfonso se detiene un instante) cuidado, no te vayas a lastimar un ojo con el picaporte. (Alfonso sale)

(Ambiente de fiesta familiar, es mediodía, preparativos festejo de

cumpleaños de Alfonso. Manteles, cubiertos, etc. que van entrando

Magdalena y Dolores)

DOLORES - Ya estamos atrasadas, son casi las doce. ¡Si Alfonso se despierta, adiós sorpresa y fiesta de cumpleaños!

MAGDALENA - A mí los cumpleaños me ponen la carne de gallina, mire.

DOLORES - ¿Los cumpleaños o el vino de los cumpleaños?

MAGDALENA - ¡Jesús, niña! ni que una viviera en curda. No voy a negar que la sangre de Cristo me tira, pero todavía no vi ni una gota. Cuando termine podemos ir a buscar el vino, eh?

DOLORES - Ni te molestes, lo traerá Doña Ramona.

MAGDALENA - ¿El chianti también? ¿también el chianti?

DOLORES - Doña Ramona lo tiene todo bajo llave.

MAGDALENA - Debí suponerlo. Esa “doña” con sus moditos tan “qué se yo” es toda una capataza…una atrevida, eso es..!

DOLORES - Si será. ¡Mirá que guardarte el vino justamente a vos!

MAGDALENA - Búrlese nomás, el día menos pensado no van a poder disponer de nada sin el permiso de Doña Ramona, acuérdese. ( Salen )




( Por otra zona, y casi cruzándose, entran Ramona y Concepción

trayendo otros implementos, copas, etc. Doña Ramona trae un vino

Chianti )

RAMONA - Pobre señor Alfonso—

CONCEPCION - Se despertó.

RAMONA - El único día que podía dormir hasta tarde; ahora verá la mesa puesta y adiós sorpresa.

CONCEPCION - Si es por eso no se preocupe, para Alfonso cualquier cosa es una sorpresa, siempre está en la luna.

RAMONA - Lo que siempre está es muy ocupado. ¡Con lo que trabaja ese hombre..!

CONCEPCION - ¡Ay, cómo lo defiende! A capa y espada. Hasta diría que demasiado.

RAMONA - Por favor, señorita, no me interprete mal.

CONCEPCION - ¿Mal? Al contrario, me parece muy bien.

RAMONA - Yo también he pensado en un regalo para el señor Alfonso. ¡Le hice una camisa! ..Pero no sé si obsequiársela.

CONCEPCIÓN - ¿Por qué? ¿Le salió mal?

RAMONA - ¡Qué va! Si lo que yo hago difícil me salga mal, modestia aparte. Pero no sé qué le parecerá a la señorita Amparo, en eso de regalarle delante de todos, como corresponde.

CONCEPCIÓN - ¡Ay, quedará encantada!

RAMONA - ¿Quiere decir que puedo regalar junto a toda la familia? ¿Como un miembro más?




CONCEPCIÓN - Le haremos los regalos todas juntas, y usted cerrara la marcha.

RAMONA - Creo… que olvidé un plato.

ALFONSO - (Desde afuera) ¡Pero qué ocurre aquí! ¿Dónde se metió todo el mundo? (Entrando) Son ya más de las doce—¿y esto? ¿qué es esto?

RAMONA - ¡Feliz cumpleaños, señor Alfonso!

ALFONSO - ¿Cumpleaños? ¿De quién…? ¡ay, se me pasó…! ¡Pero mire qué sorpresa! Vos bien que podrías haberme avisado, ¿no? Disculpe, doña Ramona, esta no es forma de presentarse, pero ésta es incapaz de—

CONCEPCIÓN - Bueno, si no me dejaste ni abrir la boca. ¡Feliz Cumpleaños, hermano! Y ya que estás aquí, y somos las primeras en felicitarte, tendrás que brindar con nosotras.

ALFONSO - ¿Beber en ayunas? ¿Yo? ¡Jamás! ¡Y cuando yo digo que no, es no!

RAMONA - (Le alcanza una copa servida) Vamos, señor Alfonso, sacrifíquese.

CONCEPCIÓN - Porque tus deseos, tus más ardientes y postergados deseos, se cumplan. (Chocan copas)

RAMONA - Porque viva muchos años y obtenga lo que su corazón lealmente anhela.

ALFONSO - Porque así sea. ¡Salud! (Brinda con Ramona)

LOS TRES - ¡Salud!

ALFONSO - ¡Muy bien… muy bien!

RAMONA - Y ahora, a seguir trabajando, que resta mucho por hacer. ¿Vamos, señorita? La espero en la cocina. (Sale)

ALFONSO - ¿La oíste? “resta mucho por hacer”. Es toda una señora.




CONCEPCIÓN - ¿Ya te parece una señora?

ALFONSO - Siempre me pareció y ahora más que nunca. ¡Vamos! ¿No oíste que te está esperando? ¡Movete, che! ¡Siempre la misma plasta vos!

CONCEPCIÓN - ¿Y porque doña Ramona me esté esperando tengo que salir corriendo? ¿Desde cuándo, che?

ALFONSO - ¡Desde ahora mismo, caramba! ¡Soltás esa copa! (Concepción sale)

MAGDALENA - (entrando) ¡Uy, qué agradable sorpresa! ¡Ya está levantado, niño, felicidades!

ALFONSO - Gracias, gracias. Llegó justo a tiempo para brindar por mi salud y buena suerte, que la voy a necesitar.

MAGDALENA - Hablando de suerte, hacía tiempo que no se veía una copa de Chianti…

ALFONSO - Ah, pero este blanquito no se le queda atrás. A ver, Magdalena, sírvase un poquito. ¡Y fondo blanco!

MAGDALENA - ¿Fondo blanco? A mi juego me llamaron. ¡A su salud, Alfonsito!

ALFONSO - ¡Salud! Me llamó Alfonsito… hacía tiempo que nadie me llamaba así.

MAGDALENA - También hacía tiempo que no se veía un Chianti… En tiempo de su señor padre se abría una todos los días.

ALFONSO - Ah! ¡Aquellos eran tiempos! Había respeto, orden, cada cosa en su lugar. Y se hacía lo que había que hacer. ¡Salud! ( Beben )

MAGDALENA - ¡Ah…fresquito como el rocío!

ALFONSO - ¡Sí, señor!




MAGDALENA - Lo que ha de ser el Chianti –digo yo- ¿no?

ALFONSO - ¡Pues ya lo sabremos, Magdalena, ya lo sabremos! Primero el blanco: fresco, débil; después el negro: tibio y fuerte. ¡Como decía mi padre: “ equilibrio"! ¡he allí el secreto de la naturaleza! “.

MAGDALENA - También decía: ¡“a ver cuando me pasan esa bota de vino, coño!”

ALFONSO - Y sí, era de pura cepa hispana.

MAGDALENA - Y un hombre fuerte, que gustaba de las cosas fuertes, sí señor. Como usté!

ALFONSO - ¡Es que del tronco nacen las ramas, Magdalena! ¡Y aquel era un árbol orgulloso de su raza! ¡Salud!

MAGDALENA - Hijo e tigre….salud! ( Beben )

ALFONSO - Y vos tenés por qué saberlo, eh? ¡Las veces que te vi correr con mi padre pisándote los talones!

MAGDALENA - ¡No me digás que vos..! No me diga que usté alcanzó a ver… ¡si apenas era así!

ALFONSO - ¡Era muy chico pero me acuerdo!

MAGDALENA - ¡Siempre sospeché que usté había visto algo...! Pero el señor nunca se pudo sacar el gusto, eh. Nunca.

ALFONSO - ¡Vamos! ¡A otro perro con ese hueso! ¿Y aquella vez que casi destrozan el comedor?

MAGDALENA - ¡Pero cómo te acordás, desorejado! Tu viejo, por correrme, se llevó el cristalero por delante… ¡salú!

ALFONSO - ¡Salud! ¡Era un toro, un verdadero toro de lidia! ¡Sabía deslizarse como un tigre, y atrapar su presa como un león!




MAGDALENA - Propiamente una bestia.

ALFONSO - ¿Eh…?

MAGDALENA - …digo…por lo noble. Aunque la culpa del estropicio en el comedor me la llevé yo, pero—

ALFONSO - ¡No! ¡Eso no te creo, ofendés su memoria! El era un hidalgo, un caballero a la antigua, incapaz de una acción semejante.

MAGDALENA - Bueno, después arregló las cosas. Logró que tu madre “me perdonara” lo que él había roto. Dale, serví otra.

ALFONSO - ¿No te dije? ¡Un hidalgo está obligado a conservar las formas, como todos los hidalgos! ¡Salud!

MAGDALENA - Yo también tenía mis “formas” que conservar, ché. Y cuando el gallego me las miraba no se andaba con chiquitas. “ Mirá que voy pal ante –me decía- y cunmiju nu vas a jugar, yejuita! “ Y zás! Agachaba la cabeza y embestía llevándose todo por delante, jaja!

ALFONSO - ¡Eso! ¡Un hombre es un hombre, y cuando quiere a una mujer, no sabe esperar! ¡Y la mujer….la mujer tampoco! –dice Amparo Ja!Ja!....Salud, Amparo!!

MAGDALENA - ¡Pues a mí con tu viejo, se me antojó que no, y fue no!

ALFONSO - ¿Y por qué? ¿Quién eras vos para decirle que no? ¿Quién te creíste que era él?

MAGDALENA - ¡Era el patrón, ché! ¡Y una siempre tuvo su dignidad, qué embromar..! Ahora, si te digo la verdad, me divertía provocar al gallego, me iba a agarrar el año verde, jaja!

ALFONSO - ¡Debió echarte a la calle! ¡Una buena patada en el traste, y para afuera!




MAGDALENA - Sí. Lo pensó. Pero no le dio el tiempo. Reventó como un sapo. Yo ya lo veía venir…le hacía cada gambeta que lo dejaba parado, sin resuello, las venas hinchadas, los ojos fuera de las órbitas… Entonces parecía de plomo, respirando con un ronquido…me tenía cerquita, la mesa del comedor por medio, casi al alcance de la mano. Pero le faltaba el aire, me miraba, incapaz de dar un paso más. Yo también lo miraba y me le reía bajito—

ALFONSO - ¡Andate para la cocina, mugrienta..!

MAGDALENA - Clavaba sus ojos en los míos—

ALFONSO - ¡Sucia…!

MAGDALENA - y me insultaba de arriba a abajo, mientras que la baba le corría por la jeta—

ALFONSO - ¡A la cocina te he dicho..!

MAGDALENA - ¡cuanta más porquería me decía, más me le reía yo!

ALFONSO - ¿No me oís..??

MAGDALENA - ¡Y él me insultaba más y más fuerte! Hasta tu propia madre se tenía que esconder en el jardín, pa seguir la comedia de que no sabía nada—

ALFONSO - ¡Te ordené que te fueras!!

MAGDALENA - ¡Y a la larga, como no podía ser de otra manera, reventó! ¡Re--ven--tó!

ALFONSO - ( La persigue, fuera de sí ) ¡Fuera! ¡China de mierda, fuera! ¡Te vas!

MAGDALENA - ¡Ayy!--- (En ese pico de intensidad, entran Amparo, Concepción, Dolores y Ramona, vestidas “como para fiesta”,

trayendo cada una un regalo como ofrendas. Cantan)




TODAS - Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David como es día de tu santo te las cantamos a ti…….!

ALFONSO - ¡Pero bravo! ¡Bravo! ¡Bravo, mis queridas monjitas! ¡Muy bien!

AMPARO - Querido hermano: te hemos traído estos humildes regalos que, no obstante su modestia, expresan el enorme cariño y respeto que te profesamos. Feliz cumpleaños, querido.

ALFONSO - Una billetera! Con mis iniciales y el escudo de la República…esto es algo muy serio, pero muy serio.

AMPARO - Las iniciales y el escudo son de oro 24 kilates. Concepción, te toca a vos.

CONCEPCION - Para mi querido hermanito, con mis mejores deseos.

ALFONSO - Oh! ¡Un puñal! ¡Como no lo he visto mejor en mi vida!

AMPARO - De plata y oro, Alfonso, plata y oro.

ALFONSO - ¡Soberbio!

DOLORES - Y este es el mío, Alfonso. Porque vivas muchos años.

ALFONSO - ¡Un reloj! ¡Pero niña! ¡una maravilla de reloj…!

CONCEPCION - Y ahora es el turno de nuestra Doña Ramona.

RAMONA - Francamente, señor, mi regalo es muy modesto, y dudé en entregárselo. Después pensé que a usted le gustaría recibir algo hecho con las propias manos.

ALFONSO - ... ¿Que si me gusta?... ¡Estos son los regalos más valiosos, y queridos!

RAMONA - Mi regalo, señor: una sencilla camisa.




MAGDALENA - (mientras Alfonso recibe el regalo) De hilo, de puro hilo.

ALFONSO - Gracias….muchas gracias.

AMPARO - ¿“Gracias”, nada más? Pero qué forma mezquina de premiar un trabajo tan fino.

CONCEPCION - Ay…pero si se han quedado como estacas. Vamos, Doña Ramona, acérquese, está garantido: no muerde.

DOLORES - ¡Se pusieron colorados!

AMPARO - Bueno, pero por qué tanto aspaviento. Vamos a ver: dense un beso. ¡Vamos, un beso!

LAS TRES - ¡Que se besen! ¡Que se besen! ¡Que se besen!

(Se va construyendo un clima a partir de la timidez de Alfonso y de

Ramona, que abruptamente eclosionará con un avance torpe y violento

de Alfonso sobre Ramona )

ALFONSO - ¡Bravo..! ¡Muy bien…! (Las hermanas baten palmas y gritan ) ¡Bravo! ¡Bravo!... ¡Estoy contento, coño..! ¡Vamos a bailar…!

MAGDALENA - ¡Fiesta! ¡Salud…! (Jolgorio y baile de los hermanos -- Bailan y cantan “LA TABERNERA”)

El canto y el baile irán sirviendo de plataforma para un aquelarre

de alegría, euforia, la borrachera desencadena en Alfonso un pico de

desequilibrio y descontrol, que culmina en el deseo desenfrenado y

la violencia sobre Doña Ramona, a quien besa, muerde, agrede, le

rasga la ropa, y en un forcejeo trágico la lleva hacia el interior

de la casa.

Luego las hermanas irán recomponiendo la situación y ocupando sus

lugares habituales en la mesa.

------------------------------------------------------------




AMPARO - Magdalena: retire los cubiertos de Ramona. Comerá con usted en la cocina.

APAGON FINAL



Documents

Doña Ramona- LEites