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Dos ensayos históricos de -A mérico Castro
Por Mariano PICON-'SALAS
APASJONANTE problema el que su~
cita América Ca~tr?, e!~ el.,estudlOtitulado "DescnpciOn, Narra
ción", "Histdriografía" que abre el reciente libro suyo titulado "Dos ensayos"(Editorial Porrúa, México, 1956). Desde su monumental obra "La realidad histórica de España" el gran filólogo vienelanzando un novedoso puñado de ideashistoriográficas que pueden considerarseentre las más fecundas y renovadorasde cualquier historiador de nuestro tiempo. Fue la Filología y el análisis de todaaquella vida guardada o invocada en lasgrandes obras literarias lo que entrenóo disparó a Castro en sus años madurospara esta exploración histórica que a veces ha asombrado a antiguos historiadores profesionales o especialistas en determinada época, quienes no querían mayoralteración o nuevos visitantes en su peculiar coto de caza. El hecho es que élha sacado a muchos problemas históricosde su aceptada rutina, y la visión de loespañol, por ejemplo, ha sido sometidaa nueva perspectiva a partir de su libro"La realidad histórica de España".
Separar la Historia de todo aquelcírculo determinista en que la encerróel "positivismo" y sus heterogéneas aplicaciones marxistas o conservadoras cuando pretendía deducirse de meras condiciones ambientales todo el quehacer o elcomportamiento humano; cuando lo externo al hombre parecía absorber al hombre mismo, y deslindar también la Historia de la Sociología -disciplina que a"cces parece su enemiga más que su colaboradora- es gigantesca tarea de laI,istoriografía contemporánea. O la pretensién científica y generalizadora de lossociólogos hacc qnc con frecuencia ellosse introduzcan en la Historia con ánimode deducir leyes, a veces pensadas "apriori" sin respetar lo particular, lo irreversible histórico, su encanto y rostropeculiar, con paralela actitud a quien enun Museo de arte griego se preocuparasólo de los materiales con que se hicieronlas estatuas, sin advertir la propia bellezao la diferencia que media entre una estatua de Fidias y otra de Lisipo o Policleto. ¿ Jo han pretendido así, algunosantropólogos definirnos oronda y orgullosamente qué es el hombre por la simpIe, explicaqión de algunas formas devida de los pueblos primitivos como sientre ellos y los civilizados no mediaraun largo y cambiante proceso de la conciencia humana? Quizás en relación conla Historia la posición del sociólogo debaser como aquella ejemplar de Eduardo,Meyer, el gran historiado'r de la antigüedad, quien después de invertir todasu vida en el estudio de las primerascivilizaciones mediterráneas escribió como testamento de sabio las conclusionessociológicas que le enseñara su agobiad~ra tarea, en libro tan sustancioso y ad111lrable como su "Introducción al estudio de las sociedades humanas y de losgrupos sociales". En una comprobada se-
rie de peculiaridades históricas, se apoyaban las tardías generalizaciones deMey~r.
Cástro en este trabajo -y como parafortalecer su propia teoría histórica- nocesa de seguir destruyendo los últimosfantasmas del Positivismo. Uno puedeser, aplicar a la historia la idea de "evolución", "como si el proceso creativo delo h~nlano ,guardas~ simetría con lo zoológit'o"~' "La vida- humana no se sometea m~nsuraciones y previsiones: un pue-.blo sumido en angustia e incertidumbrepuede 'derivar de esa mislna situacióngrandezas historiabIes, insospechadas"- escribe Castro. Y además, lo históricose resiste a "aquellas trabadas cadenasde determinaciones físicas, biológicas opsíquicas. La obra historiográfica, además de describir, narrar y estructurarhace reverberar los valores en formaeficaz y plausible". Ningún determinis·mo prevé cuándo nacerán un César o unBolívar con sus personalidades irradiantes, y el auténtico historiador no podrácontentarse como en los Ihás, simples esquem~s marxistas diciendo que César yBolívar fueron tan sólo los agentes deuna clase social. La Historia -advierteCastro- como "unidad de vida pluralizada" consiste en un "hacer" pero también eti un "deshacerse", en un "no hacer", en un "poder hacer esto mejor queaquéllo"; en un realizarse de cierto modo; en suma, en aparecer como pluralidad di ferenciada de "modos de existi r".y sólo semejante consideración explica'las di ferencias y aun antagonismos entreptltblos que tuvieron origen y enseñanzacomún como )os europeos; las oposicione~ que pueda haber dentro de una común herencia románica entre italianos,{'spañoles, franceses.
Desde este punto de vista la Historiasería un poco la fornia con que actúala conciencia en lo que Castro llama una"moraqa vital"; es decir que aunque cómodamente abstraigamos las manifestaciones es,pirituales de una época llamándalas, por ejemplo, Renacimiento y Barroco,:cada nación incorporará en estosesquen~as su "vividura" peculiar. (Desdesu libro sobre España, Castro viene llamando "vividura" este propio estilo deexpres,!-r o de rechazar -porque la Historia da también cuenta de lo que nopudo hacerse- ínsito a cada comunidadhumana. "Vividura" no tiene nada quever con "vivencia" o captación e ilumi-
UNlvtilSIDAD O! MEXtco
nación intuitiva de la reálidad.) Y frentea la ~bst:~cta y un p~co descolorida gener~ltza~lOn a que aspIran los sociólogos,el hlstonador se encuentra "con una seriede estructuras fundadas en una ipseidadde conciencia". Cualquiera forma externaque influya en el acontecer -Economíaestilos, modas, técnicas de aprendizaje~n() se resolverán autónomamente sino enfunción de esa "morada vital". Fue distinto, por ejemplo, el humanismo germánico del italiano. La palabra "Renacimiento" encubre distintos linajes de peculiaridad cuando se pasa de Italia aEspaña o. a los países nórdicos. Con métodos de investigación importados de lasUniversidades alemanas los norteamericanos de hpy dieron a la Ciencia otrosfines y a1can~@s de los que había tenidoen Alemania. Diríase que de los estilose ideas universales, cada comunidad escoge o rechaza lo que conviene a su "morada vital",
¿ Qué es, pues, la Historia: ciencia oarte de ver r nos preguntamos leyendoestas vivaces páginas polémicas de Américo Castro. La definición mis perogrullesca ---quizás la nlás acertiida para' noen.fráscarnos en otra discusión ancilar sobre los límites de la Ciencia' y el Artees que la Historia es Historia, género deconocimien~o especifico. Y el autor acentúa: "Historiar requiere entrar en la con,ciencia del vivir de otros a 'través de laconcie'nciá del historiador, es decir sirviéndose de su vivencia del vivir deotros. Cón esto se enfoca el probleniade si la historiografía es ciencia o formaliteraria." Y es claro que no sólo la ob-.jetividad científica y el escrúpulo conque manipule el documento y haga laprueba testimonial, socorren al historiador en su empresa, sino una intuición ycomprensión más alta que se homologacariosamente con la del artista. Los granrles esquemas o abstracciones con que setrata de ordenar y periodizar el pasado,d,~ poco valen si junto a ellos no se aclaran "sus agentes creadores y quienes lasll',mtenían en vida". Si junto 'a la abstracción metódica, no situamos la concretización personificada. Ya Spenglertrataba de buscar entre la masa de hechosy episodios que integran cualquiera Historia, lo que él llamaba el "simbolo primario", Pero el concepto de "vividura"no es sólo el signo o símbolo que subyaceen la vida de cualquier pueblo, sino también su posibilidad de asimilar o repelerotras formas; su fluencia temporal. Conimagen de geólogo Spengler miraba lasculturas como cristalizaciones cerradas,como cuerpos autónomos o suficientes.Castro las contempla dotadas, también, deintercomunicación que nq impide quecada pueblo impregne toda corriente universal de su propia "vividura". Un fenómeno como el de la 'expansión delCristianismo se. descompone así: "fueprimero expansión de grupos hebreos,después' de colectividades helénicas y mástarde del mundo romano. La moral del'ama al, prójimo como a tí mismo' eshebrea; la dogmática del verbo lagos esneoplatónica; la jerarquía político-imperial fue romana".
Otras páginas de gran agudeza destina Castro en su trabajo a distinguir la"descripción" y "narración" de un hechode su contenido historiográfico. Si elhombre según la cono,cida expresión diltheyana se realiza como "j¡istoria" ya quepoco podría expl-icarnos en el simple or-
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UNIVERSIDAD DE MEXtco
den de la naturaleza, es claro que en elinmenso caudal de hechos que constituyela vida de una comunidad no todo tienesignificación historiable. ¿ No se semejaesta intuición u olfato selectivo del historiador a la del gran artista? ¿ No 10fueron historiadores como Tácito, Ranke,Michelet? Cuidado si el positivismo queno veía otra ciencia que la natural sacrificó esa fineza receptiva del historiador,su cuidado por el matiz y la concretización, al fárrago documental o a una prematura mania generalizadora. Con el mástenaz denuedo el gran filólogo e historiador español viene luchando desde haceaños para que la Historia vuelva a incorporarse como una de las más ejemplares disciplinas humanísticas, y en contraste de la limitada especialización enque se afanan las ciencias de nuestraedad, la tarea del historiador es más bientotalizadora. Historiar es, así mucho másque una tép1ica .para reuni~ o periodizar épocas y documentos; es esclareceruna trama de vida.
CRÓNICAS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS ENLA NUEVA ESPAÑA. Prólogo y selecciónde Francisco González de CossÍo. Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México. Biblioteca del Estudiante Universitario. México, 1957. 252pp.
Hasta su muerte' los hombres no puedcn escapar a una realidad que, escabulléndose, los configura y confirma: sumutabilidad. El hombre es devenir, esen el tiempo. Sólo ahí su existencia sehace patente, pero, del mismo modo, elexistir revela la mutación misma. El seren un instante supone el ya no ser en elinstante anterior. Dualidad ésta que enla correspondencia identifica a sus partes. Inmerso uno en otro, hombre y tiempo, hasta cl término van, espejo frentea cspejo, reflejándose y reconociéndose.
Otro tanto podría decirse de la historia,quc al fin no es otra cosa que un recursodel que el hombre echa mano para detener eso que irremediablemente pierde.Aunque los autores de estas Crónicas notienen más pretensión que narrar la vidaele la Compañía de Jesús en la NuevaEspaña, de una forma casual y sin proponérselo recuperan aquel tiempo que deotra manera se hubiera, irremediablemente, diluído. Y es que toda narración deun hecho real implica ya -aunque deuna manera incompleta, dado que sólopuede aspirar a ser re-producción-, larecuperación del hecho mismo.
Se incluyen en este libro las éÍnco crónicas que se produjeron durante la épocaele la Colonia en el seno de la Compañíade Jesús: la Relación Breve, anónima,aunque el prologuista insinúa que el autorpuede ser Pedro Díaz, escrita hacia 1602;la Relación de Juan Sánchez Baquero,escrita hacia 1609; la Crónica e histor'iareligiosa de la Compaiiía de Jesús en M éxico, a mediados del siglo XVII; la Historia de la Provincia de la Compati:ía deJesús, de Francisco de Florencia, cuvoprimero y único tomo fue editado ~n1694 y la Historia de la Compañía deJesús en M ézico, del erudito y cultoFrancisco Xavier Clavijero.
Si bien con marcada intención de dara conocer exclusivamente la historia dela Compañía, en estos relatos no deja de
mezclarse una VlSlOn del ambiente cost~mbres, fenómenos, en fin, de aq'tiellostIempos. Es de gran importancia, pues,que se hayan publicado estas Crónicas,tanto 'po~ ~u valor .histórico como por 10que slgl1lfIca su dIvulgación.
H. P.
VICENTE T. MENDOZA, Panorama de la Música Tradicional de México". Instituto deInvestigaciones Estéticas, Universidad Nacional Aut6noma de México. ImprentaUniversitaria. México, 1956. 257 pp.
Para el común de las gentes se habíavuelto una verdadera confusión e,l conocimiento de toda esa amalg-ama incliferenciada en que se presenta la música mexicana en la actualidad; debido a las frecuentes fusiones que ha padecido paraadquirir la forma definitiva en. que sepresenta actualmente. El presente estudioha venido a llenar una necesidad inaplazable: la de deslindar, con juicios especializados, el origen y la verdadera naturaleza
de l¡¡.s diferentes corrientes musicales cul
tivadas en México.Para lograr una perfecta solución de
continuidad entre los antitéticos elementosque han robustecido la vena musical deMéxíco, Vicente T. Mendoza apoya suestudio sobre tres importantes cimientos:la música indígena, la música española delos siglos XVI, XVII Y XVIII Y la músicamexkana. A través de este proceso, asistimos al orig-en del primer esbozo musical, a su autóctona madurez, y al momento en aue pierde su raigambre ipdí{J'enapara asimilar la influencia de la: músicaesoañola. De tal mestizaie resulta la música mexicana: la cual no es, en últimotérmino, sino la hererlera de una minimanarte de la música indígena, con una grandosis 'de la ágil y penetrante música española. N o es de extrañar, por. 10 tanto.el parentesco existente entre la músicamexicana y nuestra nacionalidad. Ambasson el res~ltado de dos fusiones: la cultural por una parte, y la racial por la otra.
Para el investigador, para el curioso,este libro viene a ser un documento indispensable para el conocimiento de nuestro pasado musical, auxiliado por amplias
bibliografías y grabados que señalan, desde 5U origen, todo el desarrollo de la música tFadicional de nuestro país.
H. G.
CASSIANO RICARDO, "La Marcba bacia elOeste". Colección Tierra Firme, Fondo deCultura Económica. México, 1956. 611pp.
Este libro es un ensayo de crítica histórica y psicología social. Trata ele definir el sentido dinámico de la nación brasileña en cuanto a su impulso inicial, sudesarrollo y su destino. El bandeirantees la clave.
El bandeirante a diferencia del terrateniente establecido 'durante los .tiemposcoloniales en el litoral, vivía entre lassierras mezclado con los aborígenes, yseparado de los demás grupos por gran··des distancias. En el territorio que OCII
paba no había piedras para construirgrandes casas, y la tierra, impropia parael monocultivo del azúcar, impedía el establecimiento del latifundio. Los bienesque poseía valían bien poco en comparación con los que le ofrecía la imaginación. A diferencia del colono del litoral,no vivía con los ojos fijos en los caminosmarítimos que provenían de Europa, sinoque tenía ante sí un continente descono'cido que lo invitaba a calzarse las botasy a ponerse en marcha hacia el oeste.
La bandeira, el grupo en movimiento,constituía un pequeño Estado desligadodel gobierno colonial. Su organización secaracterizaba por una jerarquización delas razas en la división del trabajo. Elblanco o mestizo dirigente; el indígenabatallador; el negro laborioso. cOI11Doníanla trama moral de la bandeira. Etnicamente, el mestizaje era su signo; políticamente, la democracia era su ambiente.
Cassiano Ricarelo no estudia al grupoen términos de caminos. rutas y fechas.A él no le interesa tanto el relato ele snsluchas contra los enemigos y su b,'lsqueda del oro y las piedras preciosas. LoQue le importa principalmente es el an;1lisis de su· dinámica interna, vista al través de su comportamiento psicológico.
Observada de este modo, la baneleit·;tparece moverse indistintame~te r1en t t·odel mito y dentro ele la historia. I.a levenda la acompaña del principio al fin.El mito indígena del oro y las esmeraldas le dieron vida; sus h~zañas crearonel mito de que sólo una niza de gigantpspudo conquistar a pie un continente. Yal mismo tiempo los archivos, que guardan toda clase ele documentos firmadospor los bandeirantes, rinden testimonioinequívoco del carácter completal1lent'~
histórico de la bandeira.Mito e historia. Este libro expone los
vínculos que de eliferentes modos liganíntimamente lo presente con lo nasado.y sugiere una proyección hacia lo porvenir. El movimiento social comenzadopor el bandeirante todavía no concluyeen el Brasil. Este movimiento creó lasfronteras geográficas del país. Pero dadoque para cualquier pueblo bandeirante.como dice el autor, el tiempo es una especie de frontera en movimiento, el brasileño de nuestros días camina ahora "enpos de tres nuevas fronteras: la económica, la espiritual y la sentimental".
A. B. N.