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Editorial Gedisa ofrecelos siguientes títulos sobre

COMUNIC CIONy SOCIOLOGI

MARY DOUGLAS Estilos de pensar

STILOS

P NS R

ns yos críticos sobre el buen gusto

ELIsEO VERÓN y LUCRECIAESCUDEROCHAUVEL

DANIEL D Y N COMP.

IS RELLE VEYRAT-MASON yDANIEL D Y N COMPS.

LUCRECIA ESCUDEROCHAUVEL

Telenovela Ficción popular ymutaciones culturales

En busca del público

Los espacios públicosen imágenes

Malvinas el granrelato

po r

ry Douglas

MARC AUGÉ Hacia una antropología de losmundos contemporáneos

PAOLO FARRRI Tácticas de los signos Ensayosde semiótica

MICHA EL T USSIG Un gigante en convulsionesmundo humano como

sistem nervioso en emergen ipermanente

MARC AUGÉ Los no lugares Espacios delanonimato Una antropología de sobremodernidad

J FERRY, D . WOLTON nuevo espacio públicoy T S

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Titulo del ortgínal en Inglés: Th o ug h t S ty lesPublicado por Sage Publícatíons© Mary Do ug las 1996

Traducción Alcira BíxioDiseño de cubier ta Mare Val ls

Primera edición octubre de 1998. Barcelona

Derechos reservados para todas la s ediciones en castellano

© by Editorial Gedisa S.A.Muntaner 460 entlo. 1ªTe . 20 I 60 0 008006 Barcelona. Españae mail [email protected]/vwww.gedrsa.com

cultura LibreISBN: 84-7432-669-9Depósito legal: B-32290/1998

Impreso en Liberduplex Conatítucíó 19. 08014 Barcelona

Impreso en España rinted Spain

Queda prohibida reproducción total o parcial por cualquier mediode impresión en forma idéntica. extractada o modificada en castellano o cualquier otro idioma.

ndi e

INDICE DE ILUSTRACIONES 9

CRÉDITOS . . . . . . . . . . . . ..•... . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . 11

INTRODUCCiÓN 13

1. Lo s usos de la vulgaridad: una lectura francesade Caperucita Roja 19

2. La elección entre lo somático lo espiritual:algunas preferencias médicas 38

3. El mal gusto en el mobiliario 65

4. N i muerta me dejaría ver co n es o puesto :las compras como protesta 90

5. La rebelión del consumidor 117

6. Animales anómalos metáforas animales 135

7. Clasificado como comestible 152

8. Perspectivas del ascet i smo 166

9. La broma cósmica 195

INDICE TEMÁTICO 213

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ndice de i lus t r c iones

2 1 Mapa cultural 582 2 iagrama de tendencias culturales opuestas 63 1 ncensario ing 673 2 ncensario del siglo IX en cuya forma se basa

el in g blanco 683 3 Recipiente de cerámica verde 683 4 ncensario recubierto de laca cuarteada 693 5 Pesado trípode de bronce ir 9 a C 73 6 Pesado y grueso recipiente para beber té 73 7 Principio de la felicidad de aniel Miller 723 8 Bocas y formas de la s vasijas 733 9 Salas de estar opuestas 753 1 ías y horarios: el diagrama de decisión

del am a de casa 793 11 ¿Quiénes se sentarán a la m es a?

iagrama de decisiones del am a de casa 84 1 Mitos de la naturaleza 14 2 Mitos de la s personas 1 26 1 Pangolín trepador 144

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ré i tos

Los a rt íc ul os q ue c on fo rm an los capítulos de este volumen

aparecieron publicados previamente del modo siguiente:

Capítulo 1: Originalmente presentado como la decimoterceraconferencia en memoria de Katharine Briggs en la Folklore Societyypublicado por p r imera vez en Folklore 106 1995) , págs. 1-7.

Capítulo 2: The construction ofthe physician: a cultural approachto medical fashions , en S. Budd y U. Sharma comps.), The HealingBond the Patient P ract it ioner Relationship an d TherapeuticResponsability Londres, Routledge, 1994, págs. 24-41.

Capitulo 3: T he idea of a good pot , Tate Gallery, confe-renciasobre los valores en el arte, 22 de octubre de 1993.

Capítulo 4: I n defence of shopping , en R. Eisendle y E. Miklautz comps.), Produktkulturen: Dynamik un d Bedeutungs wendel desKonsums Frankfurt , Campus, 1992, págs. 95-117.

Capítulo 5: Charla dada en un a serie de seminarios sobreconsumo en el Hall of St Mary s, Oxford, organizado por Mar-jorieReevesyel reverendo Brian Mountford, 14de enero de 1991y tambiénanalizada en un taller realizado en el Centro para losValores Culturalesdela Universidad Lancaster, 27de febrero de 1991. Fu e publicadoconel título de Th e consumer s conscience en Mary Douglas, Objects an dObjections Toronto Semiotic Circle Monograph Series, 9, 1992.Toronto, Victoria College en la Universidad de Toronto, págs. 49-65.

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base común ni esperanza de llegar a entenderse. Lucien Lévy-Bruhl sugirió la idea de que el focoemocional afecta la interpre-tación de los datos; si los primitivos parecen pensar de maneradiferente de nosot ros, ello se debe, no a que sean incapaces dehacer u na deducciónlógica, sino a que, antes de que la operaciónlógica se t ransforme en acción, se da un a tendencia o desvia-ción afectiva que produce el cortocircuito del hecho dado y dela lógica en f av or de lo que el autor llama un a participaciónmística (1952). Este l lega a la conclusión de que nosotrostenemos un sesgo afectivo menor.

Si sufrimos es a desviación afectiva, aunque se a sólo mu ypequeña ¿nuestra participación mística nos impide comuni\,ar-nos con otras personas que no comparten la particularidadconcreta de ta l participación mística? Maurice Leenhardt ad-virtió que el pensamiento melanesio representaba un tipo par-ticular de conexión con el mundo de la s presencias concretas yla participación emocional, expresiva y mís ti ca , antes queanalítica (Clifford, 1982). Si no podemos unirnos a la s partici-paci ones de los ot ros y no tenemos má s remedio que simple-mente admirarnos po r ellas, la perspectiva es poco favorable

para la esperanza de un a comprensión mutua.Yo sug ie ro q ue e n l ug ar de observar lo ajeno y lejano,podemos comenzar por examinar los diferentes esti los de pen-samiento que nos separan ac á mismo, en nuestro medio; Segúnun enfoque durkheimiano un estilo de pensamiento distintivose desarrolla como el género comunicativo que le permite a un aunidad social hablarse a sí misma desí misma y as í constituirse.La ciencia tiene varios esti los de pensamiento propios. Véase,por ejemplo, cómo Ia n Hacking identificó estilos distintivos deestadíst icas inser tos en esti los de gobierno (Hacking, 1990).Entre los primeros de esos ejercicios destinados a liberar elpensamiento de su contexto, el análisis de Ludwik Fleck de lahistoria de la s enfermedades venéreas en la medicina moderna y su descripción de un a comunidad científica como un a colecti-vidad de pensamiento (1935), aú n no ha n sido superados.

Los ensayos presentados en este volumen se apartan untanto de la corriente dominante de la filosofía de la ciencia en. la medidaen que toman su s ejemplosde la literatura y de la vidacotidiana. A menudo he oído expresar la desalentadora idea deque un est ilo de pensamiento distintivo corresponde a un a

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tendencia históricamente única producida en un a comunidadpar t icular que también es única ta n única que ni el est il o depensamiento ni la tendencia ni la comunidad pueden com-pararse con otros. Pero yo sostengo que es posible clasificar, nolos es ti lo s de pensamiento en sí mismos, sino los tipos deunidades sociales a la s cuales esos esti los de pensamiento lessirven comomedio de comunicación. ¿Cómo se llegan a estanda-rizar los pensamientos? Para responder a es ta p reg u nta ten-dr íamos que aprender a comparar comunidades. Pero eso re-quiere prestar un a excesiva atención a la comunidad queexpresa su s pensamientos en una forma estandarizada. Loque debemos preguntarnos es por qué l as per sonas hacen dife-rentes inferencias a partir de los mismos datos, y la respuestatendrá q ue v er con el modo e n qu e la tendencia o desviacióncul tural t iñe el pensamiento.

En la s principales encrucijadas de la vida la elecciónpersonal está restr ingida por adhesiones. Las lealtades estánpresentes las fidelidades tienen su peso. La teoría cul turalin tenta cerrar las brechas de relativismo que se oponen a losargumentos sobre la s significaciones únicas. Si n embargo, es amisma teoría necesita hallar una basemínima para

el acuerdo.Aquíy ahora en el último decenio del siglo xx, después de tantoesfue rzo sociológico, aú n resulta difícil alcanzar consensosobrela s relaciones sociales y la experiencia de poder y autoridad. Enesta obra comienzo po r suponer que ha y un a dimensión quetodas las comunidades reconocen y construyen: u na escala quedistingue grados de formalidad. En el primer ensayo propongoque ha y un a distinción universal que todos pueden reconocer,en tr e in timidad y distancia formaL Los miembros de un acomunidad no pueden funcionar en el la si no comprenden la di-ferencia entre vulgaridad y refinamiento. Ya lo aprenden deniños. Hasta la s personas que no pertenecen a es a comunidad

reconocen es a diferencia. Este es el punto de partida mínimoque empleo en los dos primeros ensayos.

La s versiones francesas del cuento familiar de CaperucitaRoja revelan un rito verbal que alude a la s etapas de la vida deun a mujer. Aunque bastante procaz en sí mismo, se s i tú a en elamable final de la escala que va de lo vulgar a lo ref in ad o,comparado con los groseros juegos de los ritos equivalentes delos muchachos. Seguramente el folklore ya nunca pudo se r el

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mismo, un a vez qu e los cuentos de la Oca se leyeron a la lu z dela s referencias a la sexualidad de la vida campesina francesadel siglo X X A través de estas líneas, la gama qu e va delo vulgara lo refinado proporciona u n a herramienta interpretativa qu epuede emplearse de manera más general.

El ensayosiguiente, sobre los estilos de terapia, aplica a lamedicina la misma escala, q u e v a delo vulgar a lorefinado. Estees un ejemplo de cómo las adhesiones culturales se clarifican yse fortalecen cuando se la s extiende a un a dimensión que, en su

forma má s general, va de lo formal a lo i nforma l, p ero q ueasimismo suministra minuciosas reglas de cortesía sobre cómodirigirse a los superiores y a los pares, o sobre cómo elegir unmédico o un a medicina. Sobre es ta base la vida social se en -cuentra amenazada y atacada po r la s discriminaciones. Estasson, no sólo señales de alineamiento pol ít ico y moral, sinoademás armas util izadas e n u n a vigorosa lucha entre estilos deorganización. Los miembros de un a comunidad, o bien se in -cl inan por apoyar la cultura hegemónica, se a ésta cual fuere, obien se a linean en contra de es a cultura; la tercera opción esmantenerseal margen, si n esperanza de influir odecidir. Elegir

un médico significa no elegir a o tro , elegir un remedio significarechazar otro. Toda elección a favor es también un a elección en contra

Los siguientes tres capítulos, 3 , 4 y 5 , tienen qu e ve r con la selecciones que hacemos del equipamiento doméstico. Las t ien-da s so n el escenario tradicional de elección. H a st a a ho ra latendencia de la investigación de mercado y de los sondeos deopinión se centró en la s preferencias positivas. Se ha pasado po ralto el consumo protesta. No comprar un determinado deter-gente es un a forma ta n significativa de protesta como no elegirun determinado médico. En estos tres ensayos despliego miesquema favorito, el campode fuerza en el cual se cristalizan losentornos sociales y po r el c ua l p ue d e situarse a la poblaciónsegún cuatro posiciones profundamente marcadas. Cuando unnuevo pensamiento privado nace, puede t en er u n a oportunidadde no quedar encapsulado en u n a institución social. Pero tam-biénpuede ocurrir que pague su originalidad con el olvido. Queun a idea llegue a imponerse es como qu e un proyecto de inves-tigación obtenga los fondos necesarios para se r l levado a cabo.La s fuentes de apo yo so n la s ins ti tuciones que recaudan los

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fondos y se los otorgan a los seguidores leales. Los pensamien-to s q u e l l eg an a imponerse fueron subvencionados; aquellospensamientos que estamos a punto de olvidar tuvieron un apo-yo qu e luego le s fue retirado; noso t ros mismos cortamos sutrayectoria vital olvidándolos. L as i de as q ue no podemos com-prender, aunque lo intentemos, ideas qu e proceden de estilos depensamiento que no s so n ajenos, o bien son subvencionadas conun a moneda diferente, o bien no recibieron apoyo durante tantotiempo qu e ya nadie recuerda cómo alguna vez encajaron en un

contexto. En el ensayo sobre el ma l gusto (capítulo3) me refieroa los ejemplos q ue mej o r muestran cómo nosotros mismos, alemitir juicios adversos, damos muerte a los pensamientos queno están de moda.

La s elecciones que hacemos en el terreno del mobiliario, dela vajilla, de la. comida, representan un a forma superficial deabordar un t emamás sombrío. L a mismagama de elecciones esevidente en la decisión cultural de comer o abstenerse de comercarne. El tema de la abstención plantea cuestiones que debati-remos en el resto del libro, cuestiones referentes a la clasifi-cación y la interpretación, y al problema de la s metáforas. Si

vemos qu e e n u n texto antiguo se menciona un animal particu-la r como un a obvia fuente de metáfora un leóno un águila comoejemplos de legítima majestad, un lobo como arquetipo del roboilícito), esto no garantiza qu e los autores del tex to o la s personasa la s qu e estaba destinado adjudicaran los mismos atributos atales animales. En el Génesis, cuando Jacob d ab a l as bendi-ciones a su s hijos en su lecho de muerte, los comparaba conanimales: a Judah con un león, a Isacar con un asno, a Benjamíncon un lobo, a Da n con un a serpiente, a Neftalí con u na cierva(Génesis, 49). No podemos saber cuáles de esas comparacioneseran halagos o s i se t ra taba de profecías sobre lo qu e el futurodepararía a l as t ri bu s individuales. L a ú ni ca garantía parainterpretar metáforas procede de la mezcla entre lo qu e la gentehace y lo qu e dice. El contexto social y el l i terario justifican lainterpretación qu e se haga.

En el capítulo 8 aplicamos la teoría cultural a la historia demovimientos ascét icos y tratamos de evaluar el f ut ur o q uepueda tener el vegetarianismo general en Europa. En cualquierpaís, la convención ofrece diversas razones para considerar queun animal no es comestible: qu e es noble, como el caballo; qu e

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es encantador y atractivo, como la alondra, o que es innoblecomo la s víboras, los caracoles o la s babosas. Pero ninguna deesas razones se sostiene en otros lugares donde la criaturarechazada puede saborearse con especial deleite. Como lo expliqué en los capítulos 6 y 7, referentes a la clasificación animal, no existe un a regla general que distinga los t ip os de animales anómalos. L a r egla se basa e n c ad a lugar en la re d localde conexiones.

En general se supone que los an imales que prohíbe la

Bibliason de un a especie innoble, serpientes e insectos, cerdosy camellos, calamares, cangrejos y anguilas. Para justificar es apostura se aducen metáforas relacionadas con la encarnacióndel espíritu maligno. P er o e n el capítulo 9 sostengo vigorosamente que eltexto fue malinterpretado durante un período mu yprolongado. En ese capítulo sitúo el pasaje del Levítico 11 directamente en el contexto bíblico má s amplio, de modo ta l queel pasaj e pueda l ee rse no en el sentido de que los animalesprohibidos son abominables, sino entendiendo que el hecho decomerlos es abominable. La principal razón que me impulsó aincluir ese ensayo en esta colección es que en él se describe unenfoque antropológico de la s religiones que nos son ajenas, quese asemeja en g ran medida al enfoque adoptado en relación conla s diferencias de gusto y de juicio.

Referencias bibliográficas

Clifford, J. 1982), Person an d Myth: Maurice Leenhardt in the Melane-sian World Berkeley, CA, University of California Press.

Douglas, Mary 1987), How Inst itu t ions Think Nueva York, SyracuseUniversity ress

Fleck, L. 1935), The Genesis an d Development of a Scientific Fact traducción de 1979), Chicago, University ofChicago Press. [Lagénesis yel desarrollo de un hecho científico Madrid, Alianza, 1986.]

Frazer, J. 1936), The Golden Bough Londres, Macmillan. [La ramadorada Madrid, FCE, 1991.]

Hacking, I 1990), The Taming ofChance Cambridge, Cambridge University Press. [La domesticación del azar Barcelona, Gedisa, 1991.]

Lévy-Bruhl, L. 1952), A letter to E. E. Evans-Pritchard , ritish Jour-na l of Sociology Hl 2), págs. 117-123.

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Los usos de la vulgaridaduna lectura francesa de

aperucita Roja

Siempre nos hallamos an te u n problema al t ra tar de interpretar un relato cuando no está claro si su propósito es divertidoo trágico y cuando se ha perdido todo su contexto social. Estaríaen consonanciacon la teoría críticadecirque cuando lo único conlo que contamos es el relato mismo, la significación es aquellaque cada lector le asigna. En cierto sentido, usted que está leyendo estas l íneas, el má s nuevo de los lectores, está siendo elautor de su significación. Estodebería se r reconfortante para la sactuales lecturas feministas de los cuentos de la Oca y para la slecturas psicoanalíticas, o para las estridentes reelaboracionesde est ilo de Monty Python o la s colecciones de antiguas significaciones Zipes, 1993). Pero es bastante desalentador para losfolkloristas o antropólogos a la antigua, quequerr ían saber quéquiso decir originalmente el relato.

Sé que los folkloristas son personas moderadas y toleran

tes. Lejos está de ellos tratar de imponer sus comprensionesbritánicas, finlandesas o alemanas a textos extranjeros. Nuncaquerrían apoyar un imperialismo cultural que supone que sóloexiste un a significación verdadera que casualmente es la queque poseemos nosotros. Para ellos apropiarse de los textossagrados de otras culturas sería aborrecible. Pero, ¿qué puedenhacer? O bien aceptan que la arqueologia de la s significacionestextuales es imposible, o bien aceptan que un a profesión hono-

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rabIe se transforme en otra aceptan pasar del folklore a la li-teratura de la interpretación a la lectura.

Nos resulta difícil sustraernos al deseo de interpretar algocomo fue concebido en un pr inc ip i aP r opongo tomar p r es t adaun a idea de la obra de Norbert Elias Elias, 1978)y transformarlo q u e p od rí a llamarse su índice de distancia en algo má ssistemático. La conducta y l a s pa lab ras sobre la conducta laresonancia entre accióny palabra entre palabra y cuerpo, entrecuerpo y cosmos, es material de uso corriente entre los antropó-logos. En The Civilizing Process Elias pone el acento en elempleo de la distancia para expresar formalidad y respeto. Amenor distancia física entre los cuerpos de dos personas mayorin t imidad; éste es el extremo inferior de la escala del respeto.Cuanto más amplia es la distancia mayor es la autoridad; éstees el extremo superior de la escala. L a i de a de proyectar laestructura soc ial al e spa ci o físico es ta n familiar para losantropólogos qu e resulta sorprendente la creencia de E li as dehaber dado con un concepto novedoso. Pero ese concepto quizápueda transformarseen un instrumento de crítica textual quepo r lo menos nos permitaestablecer si un cuento es más vulgar

o má s refinado que otro perteneciente al mismo género. Yocreoqu e hasta puede ayudarnos a mostrar contrastes originalesentre géneros . Y lo ilustraré partiendo de relatos sobre perso-na s qu e se comen a otras personas o q ue son comidas porbestias especialmente la s experiencias del cuento de Caperu-cita Roja en el qu e el lobo se come a la abuela.

Nu es tr a v e rs ió n d e ap eruc it a Roja

La interpretación qu e ofreceré de Caperucita Roja estábasada en la de la lamentablemente desaparecida YvonneVerdier. Verdier er a un a antropóloga femi ni s ta q u e realizóalgunos de su s trabajos de campo en la aldea de Minot enBurgundia. Después de entrevistar a la s mujeres más ancianasy de participar de la vida aldeana Verdier nos dio un a versiónprocedente de un grupo definido y conocido. Es una versiónindependiente de Perrault y de los hermanos Grimm un aversión francesa en lugar de alemana rústica y no urbanacampesina y no burguesa y sobre todo mu y diferente de la qu ele s contamos a nuestros niños.

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Según nuestra versión el cuento trata de un a niña qu e lelleva mantequilla y pasteles a su abuela; en el camino l a n iñ ase encuentra con un lobo qu e le pregunta a dónde se dirige, qu ese adelanta a la niña l lega antes a la casa de la anciana l ama tay se la come. Disfrazado de la abuela el lobo se mete en la camade ésta antes de qu e la niña llegue. A medida qu e Caperucita vadescubriendo los cambios producidos en el aspecto físico de suabuela se desarrolla u na inocente conversación:

¡Qué ojos ta n grandes tienes abuelaPara verte mejor querida.

El diálogo parece bastante amistoso ¿no es cierto?

¡Qué orejas ta n grandes tienes abuelaPara oírte mejor mi querida.

Todavía el ton o es mu y benigno, pero cuando Caperucitadice:

¡Yqué dientes ta n grandes

el lobo responde:

¡Para comerte mejor

Salta de la cama atrapa a l a n iñ a y, cuando está po r de-vorarla el leñador llega justo a tiempo para salvar a Caperuci-ta matar al lobo, abrirle el vientre y rescatar a la abuela viva.El cuento se narra con creciente inquietud po r parte del relatory del oyente y el elímax se alcanza cuando el narrador da unsúbito sa lto simulando atacar al niño, que escucha y lanza un arisita sofocada.

Aún ho y podemos preguntarnos porqué consideramosqueel cuento de Caperucita Roja es conveniente para los niñospequeños. Un a fiera salvaje ataca a un a niña qu e sólo se salvaen el último momento. El a ni ma l y a m at ó a su abuela y se lacomió. ¿Es éste un antiguo paralelo con la violencia qu e ejercenlos modernos medios de comunicación Duelos , 1994)? Losrelatos de la colección de St ruwel Pe te r ¿son en verdadaterradores al esti lo gr n guignol Sweeney Todd ¿es

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recomendable para los niños? ¿Es divertido? ¿Cómo podemossaberlo? S in d ud a, ha y convenciones para reconocer elhumorismo. Per o l as convenciones son locales y por completoesotéricas. Un payaso con pantalones anchos y un a nariz roja est anto más gracioso cuanto má s triste se love. Si conocemos la sconvenciones podemos reconocer que un a narrat iva toma suscaracterísticas de la realidad cot id iana . P ero, ¿qu é o cu rr ecuando no conocemos esas convenciones?

Hay muchosrelatos bantúes fascinantes referentes a hom

bres y mujeres caníbales Paulme, 1976). Cualquiera que viajeal oeste o al centro de Afr ica seguramente ha de encontrarnarraciones contemporáneas sobre hombres bl an co s q ue sepasean de noche en camiones secuestrando a niñitos negrospara descuartizarlos y co mérsel os . Si alguien cuest iona laval idez del mito, se le darán pruebas circunstanciales convincentes. Se le dirá que vaya a cualquier hotel europeo y v ea p orsí mismo la s vastas cantidades de carne q ue a ll í se sirvenregularmente, asada, guisada o con diversas salsas. ¿De quéotro modo que no se a cociendo a sus propios congéneres hu-manos podr ían mantener los blancos semejante extravagantecocina carnívora? Los detalles culinarios de l as s al sa s y lasformas de cocer la carne refuerzan la convicción. Estos relatos,¿son bromas o propaganda anticolonialista? En realidad, seasemejan a otras acusaciones de canibalismo, tales como laimputación que los cri s tianos hacían a los judíos en la EdadMedia, según la cual éstos practicaban el sacrificio de niños queluego comían; o la censura que ejercían los antiguos israelitascontra los cananeos, pues sostenían que éstos ofrecían el sacrificio de niños a Moloch. Un contexto de hosti l idad nos permiteinterpretar atrocidades y horrores mientras que el contexto deun amablerelato a la hora de dormir puede invertir po r completo la significación. Pero supongamos que no contamos con un

contexto risueño, ¿qué podemos extraer del texto po r sí mismo?A veces podemos reconocer ciertos recursos verbales que

enmarcan la situación. El cuento de Caperucita Rojase apartadel realismo y la violencia cotidiana mediante el comienzoconvencional Había un a vez... que establece un mundo defantasía. El relato se desarrolla pues de manera bastante na-tural hasta que el lobo sale al encuentro de l a n iñ a y le habla.Aquí aparece la segunda clave: un lobo que habla corresponde

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a la esfera de los osos que h ab la n e n Rubiales, del gato queaconseja al marqués de Carabás, de la gallina del mundo de losFrijoles que le grita advertencias a J ack, del lobo que amenazaa los tres cerditos, etc. Po r el hecho mismo de hablar, el lobo ses it úa e n un mundo de fanta¡;íª iEn tercer lugar, ha y un finalfeliz que p ue de a nt ic ip ar se p or s us m uc ha s repeticiones, lamuerte d el lobo y la resurrección de la abuela. Como puedeverse, Caperucita Roja, contado adecuadamente, es un cuentoque no habría po r qué excluir de l a n a rra tiv a infantil.

La s versiones francesas que suministraron el materialpara la Caperucita Roja de Perrault y de los hermanos Grimmme parecen mu y divertidas. Pero, ¿cómo lo sé? A un e n nuestrapropia cultura, d ispo ni en do de t od o el co nt ex to , no siemprepodemos estar seguros de que algo es un a broma o un error. Siestamos de acuerdo en qu e no ha y modo de estar seguro de queun a broma pretendía se r un a broma, será mejor desechar laidea de que lo d iv er ti do y lo no d iv er ti do forman un pa r decontrastes absolutos. Relativamente l iv iano y relativamenteserio pueden se r dos categorías de juicio má s interesantes. Mipropósito es mostrar que au n cuando no contemos con algunaprueba contextual

sobrecómosecontabanlas

versiones francesas, podemos sacar muchas conclusionessobre la cuestión de lossexos partiendo de detalles referentes al ultraje y la indecenciacorporales.

nv r s ión

En primer término quisiera presentar la idea de que la inversión es un indicio útil para la interpretación. Alguna vezsostuve que la situación social ofrece el contexto que permiteentender un chiste Douglas, 1975). Sugería yo que el contextosocial da licencia p a ra l a r isa: si el con texto no es el adecuado,la misma si tuación no será g raci osa. A fin de recon ocer elcontexto correcto retomé la vieja idea de que un chiste tiene laestructura de un a inversión , a eso agregué la idea de que lainversión puede leerse como un a analogía de la situación social,y po r último añadí un principio más: si la estructura sociales deltipo en el cual la inversión es concebible, el chiste la ten te estáaprobado y todos pueden reír; en cambio, si la situación sociales tensa y está cargada de angustia y temor, cualquier ex-

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presión de inversión es demasiado peligrosa, de m od o qu e elchiste latente ha de se r rechazado. Aú n continúo creyendo qu ela conciencia social es lo qu e e mpu j a a l chiste h a ci a l a s zonaspeligrosas y también lo qu e lo sacafuera de ellas. Esto es dificilde aceptar para los folkloristas, pues to que los textos arcaicosgeneralmente cuentan con mu y pocos indicios qu e los respaldensobre la s necesidades de la situación social. Los analistas de laconversación se v e rí a n e n aprietos si tuvieran que l imi tarse a lcontexto

de los testigos de p r ime ra ma no de la comunicaciónverbal. S in embargo , yo po r mi parte, espero contribuir almovimiento para extender el alcance del in terés por el contextosoc ia l y la comunicación no verbal. Me propongo ofrecer uncamino para poder tomar sistemáticamente en consideraciónla s normas y estructuras sociales.

El problema e s tr i ba e n que, si n aquellos indicios qu e pro-porciona la situación social, toda posible inversión está a laespera de qu e el intérprete dé con ella. o basta co n decir quepodemos reconocer un ch is te po rque éste invierte el ordennormal de la s cosas. Los chistes latentes están siempre presentes. La inversión es u n g r an t ema religioso: lo qu e para los

hombres es imposible, no lo es para Dios; El hace inc linar a lpoderoso y eleva al humilde. La inversión está ta n presen te entodas partes qu e si ése fuera el único indicio de un chiste,estaríamos riendo permanentemente .Por o t raparte , reconocerla inversión en u na cultura extraña no es tarea fácil. Cualquiera qu e crea qu e podemos reconocer la inversión inequívocame n te e s t á s uponiendo que las n o rma s se imponen más allá ypo r encima de l a c u l tu ra y esto es ana tema par a los antropólogos sociales.

Siguiendo l as enseñanzas de Lévi-Strauss , muchos investigadores in ten taron leer los mitos como estructuras invertidas. Los relatos que tratamos de interpretar desde el punto devista de la s institucionespopulares con frecuencia resultan ser,no elaboraciones basadas en la vida rea l, p a sad a o presente,s ino vers iones v u el t as a l revés de prácticas cot id ianas. Pero ,¿hasta qu é p u nt o e s esto tranquilizador? ¿Qué nos dice acercade la significación del relato mismo? Ma x Muller, que defendíala nobleza y dignidad de los dioses griegos, se sintió desconcer-tado ante los relatos de canibalismo divino. Qu e Cronos engullera a su s hijos le parecía un a forma de comportamiento

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vulgar y en absoluto propia de un dios. P ero s uper ó el d i l e ~

af irmando que los relatos en los qu e los personajes s ~ c O l ~ l l a n

entre sí no e ra n u na desagradable prueba de cambalIsmoprimitivo, se t rataba de h e r ~ o s salegorías de la natural;za:Cronos, entendido como el d OS del tiempo, se tragaba el dI ? y amanecer lo regurgi taba) . Pero si algunos de ~ l l o sso n mIt?ssobre la naturaleza, ¿por qu é no lo so n todos? L? ínterpretacíonllega al colmode la broma con la Caperucita RO a parodiadapor

B. Tylor 1871) como la diosa de la aurora. ..¿Puede es to haber contribuido a que M ulle r d i je r a que losrelatos de dioses caníbales representan exactamente lo o p u ~ s t o

de la conducta divina normal? La cuestión no es ta n sencilla,porque ¿cuál es la forma correcta de interpretar lo qu e hacen losdioses? ¿Cómo debemos hacer para saber si el cuen to debeleerse al derecho o al revés? ¿Debe entenderse el c u ~ , : t odeCaperucita Roja como u na inversión de la o n d u t ~cotldIana ocomo la norma? El apetito de Moloch po r os bebes huma,:os , er a u na inversión de la conducta israelita? Esas historias,~ c a r a c t e r i z a b a na los cananeos como fieles inv;rtidos? R e ~ u l t atentador leer el t ema general de la antiidolatrIa de la Biblia en

la forma de un mensaje según el cual los dioses falsos se comena los niños y el verdadero Dios de Israel los p r ~ t e g e ~ o u g l a s ,

1993). Si n embarg o , mi conclusión es qu e es a mversion no seajusta lo suficiente a nuestros propósitos.

En la exposición de Adam Kuper referente a los cuentosbantúes del su r sobre caníbales, vemos qu e los c a ~ í J ; > a l e saparecenimplícitamente en oposición a los espirrtus atavI.cos buenos,quienes protegen a la s personas y f o ~ ~ n t nla r I ~ u e z ay lafertilidad de los seres humanos. TambIen suele senalarse di-rectamente el contraste entre los caníbales y los seres humanos (Kuper, 1987). A diferencia de los seres humanos, qu e V Ven

en asentamientos, el caníbal vive e n u na cueva entre los arbustos como un animal salvaje. El caníb al caza a los sereshumanos a los qu e l l ama presas ) y cocina l a c a rn e humanajunto con la carne animal. El caníbal es d e ~ á sde o n t e ~ t u r

sumamente robusta y mu y velludo, con o rg ano s gemta lessuperdesarrollados. Aunque se parece má s a un animal, elcaníbal a menudotiene un a sola pierna enorme en lugar de dos,o un solo dedo en el pie: en la tradición bantú, .tener un a solapierna es un a característica de l os in te r med ia r io s entre el

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h?mbre y l ~ se s p í r i ~ u sLos espíri tus de los antepasados puedenV V r en elcieloo bajo tierra y pueden intervenir en la existenciade los V V S en forma de serpientes o aves. Cuando las personashuyen de los caníbales, con frecuencia lo hacen disfrazadas depájaros o de víboras Kuper, 1987).

Está claro qu e los ogros bantúes no se parecen a los sereshumanos normales ni a su s antepasados; su hábi tat se volvió enl a o tr a dirección,. hacia la t ierra, y no hacia el cielo. El ogro noes un opuesto, sm o qu e obra como intermediario, no necesariamente ~ n t r edos puntos, s ino quizás en un a escala de la qu enosotros. solo conocemos un a p e qu e ña p a rt e . La inversión noa d mi t e e s te t r ip l e conjunto de comparaciones. El movimientode los t r ~ sgéneros se desarrolla en tres direcciones: hacia loalto, h a c I ~el espíri tu y el cielo; hacia abajo, hacia lo terrestre,los p r o s ~ I C o Shumanos; y au n má s abajo, hacia la s cavernassubterraneas . Por lo tanto, se distinguen tres clases de discurs ~ ;el de la vida cotidiana, qu e se desarrolla entre humanos; eldiálogo qu e mantienen los humanos co n su s antepasadosdurante las plegarias y los sacrificios,y el qu e se establece e n t r ~

los humanos y los o gros, qu e se resuelve en risas. Efectiva-

mente, ,los cuentos infan t i les no omiten sangrientos detal lessobre .comoel ogrose t raga a los niños o cómo éstos penetran en~ ucu.erpo p or v ía a na l y, antes de se r rescatados, recorren suI ;lterIOr; todo esto matizado con indecentes bromas y muchasrrsitas sobre el estado de la s entrañas de l ogro. Aquí se advierteun a ~ m o r m efalta de respeto. En los géneros comunicat ivosb a ~ t u e sse t ra ta al ogro de un modo qu e se s i túa en el extremoma s bajo de l ~ escala de respeto qu e va desde la contigüidadespacial a la distancia espacia .

Dignidad decencia dis tancia

. Registro de dignidad podría se r un a buena manera dedesignar la distancia del cuerpo real como un a expresión de:es?eto. La gan:ra entre el r ~ s p e t oy la in t imidad proyecta unindicador espacial de us o S O C I ~De manera similar, los lingüista s ha n observado qu e en el lenguaje, la dis tancia que se tomede la s funciones corporales y de l a s pa r tes de l cuerpo proyectarespeto? falta de ,respeto. El indicador de la distancia puedeaportar información compleja, no sólo sobre un valor único po r

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el respeto, sino también sobre relaciones altan:rente d ~ f e r e n c ~ a -

s particularmente cuando se toman en consideración los ejes

Dorte/sur y este/oeste.El indicador de dis tanciaque El ias observó en el casode la

conducta cortesana de la Europa del siglo X h a sido señaladocon naturalidad en numerosos estudios antropológicos desde laépoca de Durkheim. Toda conducta comunicativa d e s p ~ i e g a u n a

amplia estructura analógica y en mayor o menormedida SIem-pr e entra en juego el cuerpolEl pat rón del respetobasado en ladis tancia es sólo un a dimensión. Teóricamente, la cantidad demodelos en infinita. Roland Barthes demostró los grados preci-sos de diferencia entre diversas ocasiones qu e están señaladaspo r minuciosas diferencias en la vestimenta Barthes: 1967).La s diferencias sistemáticamente graduadas en la vestimenta,e n l a s comidas y el habla corresponden a diferencias sistemáticamente g rad u ad a s e n la s relaciones sociales.

¿Podemos ignorar esa jerarquización espontánea al tratarde resolver algunos problemas de interpretación de un texto?No resulta difícil o ambiguo reconocer el f inal grosero de un aescala que va desde lo tosco a lo refinado, o de lo material a lo

espiritual, o de lo terreno a lo celestial, de lo impuro a lo puro,etc. En realidad, todos lo hacemos pennanentemente. Hacerlocon cuidado puede ayudarnos a relacionar un género con otrosqu e corresponden a la misma escala o un relato p e r t e ~ e c i e n t e

a un género con otros má s refinados o má s vulgares. Sugiero q.ueéste es u n ejercicio mucho más instructivo que tratar de distin-guir entre lo qu e es divertido y lo qu e no lo es. .

En su s referencias a la conducta corporal cada comumdaddiscrimina entre lo grosero y lo espiritual, entre lo respetuosoy lo irrespetuoso, entre lo regular y l ~ g r o t e s c ~entr.e amabilidad y violencia. Esto se repite en la s diversasdimensiones qu einteresan a la comunidad en cuestión. No podemos pretenderidentificar t o da s l a s dimens iones , pero en un caso particularpodemos establecer la escala entre lo v ulg. ar y lo refinado: l lamaremos a es to índice de distancia, de dignidad o de espmtualidad. Un extremo de l índice de espiri tualidad se refiere ala s funciones y la s partes corporales que podrían no se r aceptables en u na reunión de gente b ien educada. Lo qu e es aceptabley lo qu e no lo es en o t ro s géner os sólo puede determinarsemediante la lectura del mitólogo. Un o espera qu e la escala de la

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referencia corporal varíe de acuerdo con un a escala tácita dehonor y deshonor. Los grados de e sa e sca l a señalan la signifi-cac ión de los relatos.

La versión francesa e Pet i t haperon Rouge

De acuerd? co n la forma má s frecuentemente registradad ~ ~cuento or iginal de Caperucita Roja, tanto el lobo como lanm a comen partes de la abuela Verdier, 1980). C u an do m e

enteré de e st o m e sentí desconcertada. ¿Cómo er a posible qu eu ~cuento sobre u na dulce niña contuviese u na p a rt e e n qu e lameta b ~ b ela s a ~ g r ede su propia abuela en un cuenco? ¿O qu ese c ~ m e r alos organos sexuales y el pecho de su abuela? Mesentí au n m ~ ssorprendida al descubrir que en ninguna de la sversiones ongmales se d ic e qu e l a n iñ a l levara un a capucharoja, EVIdentemente la niña i g no ra q u e la so pa q u e el lobo leofrece está .hecha con la sangre de su abuela, pero no po r esodejade convertirsa, si n saberlo, en caníbal.

. O tr o d at o d es or ie nt ad or e s que, mien t ras nuest r as ver-s ~ n e sponen el acento en el lobo como monstruo devorador de

nmos, de acuerdo con la interpretación de Yvonne Verdierb a ~ a d aen un análisis de todas las versiones francesas, el ro ldelammal es po r completo incidental y carente de importancia. Loshermanos Grimm modificaron drásticamente el cuento; lo aburguesaron hasta el punto de hacerlo casi irreconocible.

En la s versiones francesas originales, la s conversacionesentre el lobo y l a n iñ a e s tá n aderezadas con insinuaciones se-xuales: el lobo le pide qu e se m et a e n l a c am a j un to a él y ellaacepta alegremente. Ya acostada junto al lobo, l as asombradasobservaCIOnes q ue h ac e C a pe ru ci ta d el c ue rp o de su abuela( ¡Qué grandes ... , ¡Qué vel loso , ¡Qué fuerte ) provocanrespuestas o bs ce na s q ue c on se rv an s ie mp re l a e s tr u ct u ra ~ r a. .. mejor . La conversación q u e a mb o s ma nt i en e n, mu yalejada de un a inocente charla para adormecer a los niñoss ~ r m n tno sería t ol er ad a p or ninguna niñera. En l a ~

versiones francesas, el desenlace no recurre a un a heroicafigura masculina. No ha y ningún leñador que presente batallaa la temible bestia, l a m a te y le abra el vientre a lo largo paraqu e la abuela puedasal i r de allí sana y salva. Lajoven hero ínafrancesa sa le de l trance en v i rtud de su ingeniosidad y con la

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ayuda de otros personajes femeninos. Cuando se siente atemorizada t ra ta de salir de la cama. El lobo se lo impide y lepregunta si no está cómoda y abrigada junto a él. Ella ler es po nd e q u e t ie ne u rg en ci a p or ir a hacer pipí, a lo qu e élreplica qu e si t iene tan ta urgencia pue-de hacer en l a cama. Ellainsiste en qu e debe ir al escusado y f inalmente ambos l legan aun acuerdo: el lobole a t a u n a soga a u n a pierna y sostiene el otroextremo para qu e l a n iñ a no pueda escapar. Pero, u na vez qu eh a salido de la habitación, Caperucita se libera, a ta la soga altronco de un árbol y huye precipitadamente hacia el río. E n laotra orilla se encuen tr an unas lavanderas qu e le lanzan un asábana y l a a rr a st ra n h a s ta ponerla a s al vo . Cuando el lobodescubre el ardid,persigue a la niña h as ta la or i lladel r ío y tratade persuadir a la s lavanderas para qu e éstas lo hagancruzar delm is mo m od o q ue cruzaron a Caperucita. Aparentemente lasmujeres aceptan , le l an za n l a sábana, pero cuando el lobo sehalla en el medio d el río, la sueltan y el animal se ahoga.

l orden femini s t a

El lenguaje de l as vers ionesfrancesas sugiereque deberíamo s imaginar a un a niña mucho mayorque la qu e muestran la silustraciones de nuestros l ibros infant i les : p tit ill sig-nifica mi pequeñita , pero también mi n ie ta . I vonn e Verdiersostiene qu e el cuento t iene mucho má s sentido si Caperucitafuera un a niña próxima a la pubertad , porrazones que veremosmá s adelante.

En todas la s versiones francesas de l relato, cuando el lobosale al encuentro de la niña, le pregunta q ué c am in o piensatomar p a ra i r a la casa de la abuela. ¿Tomará el sendero de la sagujas o el sendero de los alfileres? Las di feren tes versionesponen di feren tes r espues t as en boca de Caperucita . Las respuestas de l a ni ña carecen de importancia, lo esencial es lamención de los dos senderos. E n la Francia de l siglo XIX, cuandofueron recogidos estos cuentos, l as campesinas tenían un sistema informal de distinguir los grupos de edad. Esas etapas de lavida de un a mujer se caracterizaban por el simbolismo de losalfileres y la s agujas. Los alfileres son fáciles de usar pero sólosirven para h a ce r u n io n es t ran s it o ri a s; l a s a gu j as , en cambio,se emplean con pericia y perseverancia y con ellas se hacen

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uniones permanentes. Los alfileresno tienen orificios; p asa ru nhilo po r elojode un a agujatiene un a simple connotación sexual.El a lf il er puede se r un símbolo de la castidad de la virgen laaguja es la mujer adulta. Las jóvenes cortejadas reciben de susadmiradores bonitos alfileres como obsequios o echan alfilerese n l a fuente de los deseos. La elección entre alfileres y agujaspresente en todas las versiones anteriores a Perrault y Grimmfue convenientemente arreglada para que el cuento pudieraleerse a nuestros niños. Cualquier interpretación qu e omita esedetalle es sospechosa.

La mención de los alfi leres y la s agujas debería alertar aloyente francés qu e esperará un relato referente al sexo y a lasecuencia de roles qu e un a niña asumirá a lo l argo de su vida.Después de la pubertad lajoven campesina solía trasladarse aotra aldea acompañada de otrasjóvenes para pasar allí un felizinvierno con la modista. Permanecer en casa de la costureraconstituía un a especie de reti ro r i tual un alegre período deiniciación en la pr imera juventud. Er a como asistir a un aescuela de educación social para señoritas donde la s jóvenes secultivaban y aprendían los rudimentos de la costura. Aunque

Verdier no lo dice ta n precisamente la referencia a la edu-cación obtenida sugiere qu e er a entonces cuando la s jovencitasaprendían a lucir mejor su s encantos a t ra tar a los admiradores a se r prudentes en cuestiones sexuales y a evitar laconcepción. Al vivir juntas alejadas por primera vez de sushogares la s niñas creaban entre sí vínculos solidarios quepodrían durar t od a l a vida. El regreso al hogar en primaveratenía su s propias implicaciones ceremoniales. Se suponía qu ela s jóvenes habían alcanzado entonces la edad de disfrutar delperíodo frívolo del cortejo la épo ca de los al fi ler es y de la srelaciones temporales.

El paso de la s estaciones establece un paralelo con lamaduración de la s muchachas. Es probable qu e hayan trabajado duramente en el campo durante el verano; en invierno sealejan para descansar de esas pesadas labores y para conocer aotras jóvenes de diferentes aldeas y trabar con ellas amistadesqu e durarán el resto de su s vidas. Después de l as an imadasfiestas de mayo estarían ya maduras serían ya mujereshechasy derechas para el matrimonio l a g ra n unión permanente eltrabajo serio de la s agujas. Finalmente se harían viejas dema-

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siado viejas para poder en heb ra r u n a aguja en ambos sentidos como la abuela. Pero al omitir la pregunta del lobo sobrelas agujas y los alfileres la s versiones qu e recibimos perdieronla s claves qu e permiten situar el cuento en el marco del pasoritualizado de la s etapas de la vida femenina.

Lo qu e realmente pasó

Ivonne Verdi e r sos ti en e q u e en Caperucita Roja no ha yningún signo de inversión de un mito. En la casa de su abuelala niña se comporta como lo haría en un a cocina normal.

Cuando l a n iñ a llega a casa de su abuela el lobo la invita at o mara lg ú n refrigerio; o hasta es el la quien al entrar declara queestá hambrienta luego sedienta luego que tiene sueño . Elle diceq ue t om e un poco de carne de la alacena o de la cómoda o de ladespensa y que se sirva un vaso de vino. L a e sc en a es íntimadoméstica; el lobo la observa desde la cama mientras l a n iñ a seprepa ra la comida. Y ella va desarrollando todas la s acciones depreparar un plato: busca los ingredientes enciende el fuego re-mueve el contenido de la olla...

Recordemos la s acciones del lobo: l lega mata a la abuelaconsume un a parte la desangra coloca l a san green un a botella unvaso un bol un a fuente un tazón un cuenco y aparta l a ca rne é s

es el término u sa d o - y la guarda como cualquier otro alimento enla alacena el tocador o la despensa. E n u n a versión el lobo coloca lacabeza de l a a bu el a e n u n a fuente ... Verdier 1980 pág. 41 .

Salvo po r la presencia del lobo definitivamente ésta no esun a versión invertida de comportamiento cotidiano. Si no lo es¿cómo debe interpretársela? ¿Era la vida ta n brutal e n l a F r a ncia del siglo XIX que lasniñas realmente atacaban a sus abuelas?

Robert Darnton un historiador qu e prestó atención a estoscuentos de la Oca aventuró un a comparación general entre losrelatos folklóricos alemanes franceses. Darnton encuentramá s ingenio y humorismo del lado francés mientras qu e dellado alemán halló má s personajes de t ipo s implón qu e debíanafrontar situaciones de terror y fantasía. Además al comprobarqu e el rasgo central de este cuento es qu e al f inal CaperucitaRoja embauca aliaba decidió incluirlo en la categoría de losrelatos folklóricos franceses que ensalzan la picardía. Y nadatuvo que decir respecto de alguna inversión; si los personajes

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del cuento se tratan de manera poco amable ése debe haber sidoel modo de relacionarse e n l a época en qu e comenzó a narrarse.

Si el mundo es cruel la a ldea r uin y la humanidad estáimpregnada de p ícaros , ¿qué debe hacer uno? Darnton 1984.

Siguiendo a 1vonneVerdier estamos de acuerdo en qu e enCaperucita Roja no hay ninguna inversión y en qu e el cuentotiene qu e ve r con l as cuest iones co tid ianas aunque el relato

revela un a significación hasta ahora insospechada.1vonne Verdier realizó un a investigación de campo entre

l a s anc ianas habi tan tes de la aldea de M inot en Burgund ia Verdier, 1979 y sostuvo que la suces ión de roles del mundofemenino es el telón de fondo conocido de un a cantidad de relatosde la Oca sobre sangre sexo y rivalidad. En ellos están presentesno sólo lastransferencias de roles entre generacionesde mujeressino también las creencias sobre la fisiologia femenina. A diferencia delos hombres, cuyos cuerpos siguen un curso invariablea lo largo de la vida, independientemente de los ciclos de lanaturaleza aquellas mujeres sabían qu e sus cuerpos la s hacían

oscilar en tr e l a razón y la emoción según un programa mensualen armonía con la s estaciones del año. El me s fisiológico de la smujeres reproduce en pequeña escala el añ o completo de lanaturaleza. Los días de la menstruación corresponden al mes demayo, cuando la naturaleza atraviesa u n a e tap a de ebullición,fermentación, nacimiento, incubación, eclosión, crecimiento deretoños y todo brota velozmente en r ica profusión.

Al a ce pt ar l a r ea li da d de la conexión e nt re s us cicloscorporalesy los de la naturaleza lasmujeres se imponenreglasdurante su s propios períodos mensuales de fermentación. Temiendo contaminar otros procesos de fermentación la s mujeresqu e están menstruando evitan tocar la s vasijas de vinoo ir a labodega, o tocar cerdo en salmuera para qu e no ocurra q u e p orsu propio estado de fermentación esos alimentos fermenten y seechen a perder. Estas son responsabilidades de l as mujeres quedemuestran su estrecha afinidad con lanaturaleza; la tarea qu eles corresponde es da r a luz, alimentar lavar y cuidar el cuerpo.Además detodoesto, al conjuntode jóvenes muchachas hay qu eenseñarles q ue d eb en avanzar en el camino de la vida parahacerse cargo del rol reproductor de su s mayores.

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Los cuentos de la Oca proporcionan un a referencia informa l de los ri tos estacionales y de los ciclos de la vida ritos que,p a ra la s niñas culminan con la s celebraciones de comienzo delmes de may o .En la actualidad los arreg los que se hacen parapreparar a la-s niñas y para qu e éstas ocupen s u lu ga r e n elorden social se apoyan en los ri tos de la primera comunión y elmatrimonio un a liturgia para la cual los cuentos si esoes lo qu eson, suministran comentarios ho Según Verdier no deberíamos buscar un a significación narrativa directa parajusti

ficar relatos tales como los de la Bella Durmiente o CaperucitaRoja. Preguntarse qu é significan los cuentos como tales difícilmente tenga sentido. Los cuentos tienen cierto valor de entretenimiento pero ello se debe a la referencia a ritos y condicionesbien conocidos. Su significación está en el juego sobre el patróncorriente de los roles femeninos y sobre los confl ictos y la s tensiones inherentes a ese modelo. Es un a broma y al mismotiempo no es broma sino un a realidad qu e la s niñitas siemprecrecen lo suficiente para ir a casa de sus abuelas y consumir lasustancia de l a s madres de sus madres.

o s enigm s qu e pl nte l n rr t iviz ción

Equivocadamente se ha n asimilado los llamados cuentosfolklóricos a nuestra propia idea de narrativa. El hecho dequ e se los haya tra tado como leyendas o como cuentos folklóricos y se le s haya atribuido un a modesta equivalencia con losrelatos de la mitologia griega y con la s sagas teutónicas h s t

por el mero expedien te de reunirlos como cuen tos - dejó elcamino abierto p a ra la s interpretaciones erradas. Verdier sostiene que estos cuentos forzosamente narrativizados corresponden más b ien a un género que incluiría proverbios, juegos,sátiras t ex tos breves jocosos y moralejas humorísticas. En superspectiva estos relatos nunca consti tuyeron cuentos cabalescon comienzo, desarrollo y desenlace, sino que fueron objeto deun a inclusión forzosa en el género narrativo po r parte de losfolkloristas del siglo X X Es dudoso qu e en nuestra culturaexista algún otro género al que correspondan semejantes piezasbreves. Fragmentos de canciones y dichos qu e hacen un comentario lascivo sobre la condición femenina so n demasiado frágiles para cargar po r sí solos con el peso de la significación que

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se l es a t r ibuye Si no conocemos el contexto de la acción y la sinstituciones no tenemos manera de interpretar los cuentos ycuando se conoce el co nt ex to , se a d vi e rt e q u e no so n tantorelatos como ritos verbales

Los cuentos según los interpreta Verdier se refieren a la smu je res q u e v iv en en aldeas estrictamente divididas en esfe-ra s masculina y femenina y a esas mujeres están dirigidos. Sulibro sobre tales aldeas no t iene prácticamente nada qu e decirsobre los hombres Estos aparecen únicamente como oscurospersonajes secundarios en al to grado dependientes de la s mu -jeres que sonquienes los t raen al mundo como bebés y quieneslos ven cuando ya se ha n ido de este mundo al preparar loscadáveres para el entierro E.n la cultura de la s mujeres ellasmismas so n el centro del universo y los hombres e st án e n laperiferia Lasmujeres están en armonía con la naturaleza y la sestaciones y tienen responsabilidades cósmicas. E n u n sentidoreal la s mujeres crearon un mundo que invierte el mundo de loshombres no solamente en el nivel de lodoméstico, sino tambiénen virtud de su asociación con la s fases de la luna y el ciclo dela vegetación.

En el mundo opuesto de los h o mb res e x is t en r i to s de losciclos de vida masculinos má s groseros qu e la má s grosera dela s versiones de Caperucita Roja. El estilo en sí mismo marca l adiferencia en tr e l as esferas masculina y femenina E n l a aldeade Minot , la s matanzas anuales de cerdos e ra n l a ocasión deregocijantes ri tos escatológicos que permitían a los mucha-chitos no abr igar ninguna duda respecto de sus futuros rolessexuales Los rel a to s sob re niñas qu e se apropiaban de la spartes sexuales de su abuela se equiparan del lado mascul inocon la pantomima del niño qu e se llena los bolsi llos con lostestículos de los cerdos. El contraste entre los medios de instruc-ción es pasmoso . Si creíamos q u e l as versiones originales de laf iesta caníbal de l a n iñ a o la excitan te escena de CaperucitaRoja metida e n l a cama con el lobo eran crudas tenemos qu eadmitir que s on m uc ho más refinadas qu e su contrapartedestinada a los varones El medio habla de la esfera domésticade la mujercomparada conel t rabajoque realizan los hombrese n l a g ra nj a y con los animales Después de todo, la versiónfemenina es sólo verbal en tanto que la versión masculina esu n a vulgar pantomima L a n iñi t a con toda cortesía bebe la

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sangre y come la carneque asó sobre el fuego y sirve en tazonesy p l at o s q u e t omó d el b a rg u eñ o Su lección es sólo un a partede la historia; l a o t ra m i ta d se imparte cuando se persigue aln iñ o p or el patio de la granja y se le lanzan la s entrañassangrantes del cerdo, las t r ipas de un cerdo real le chorrean po rla cabeza y la ropa mientras todo el vecindario qu e asiste a lamatanza del puerco como si ésta fuera un a importante ceremo-nia r íe burlón

Parte de la significación está en el cont r as te en t re losgrados en la escala de la d i gn i da d d e nt ro de los relatos ytambién entre los dos sexos. Los muchachitos franceses apare-cen colocados en un nivel má s bajo qu e l as n iñ a s como ennues t ras r imas infantiles sobre niñas de azúcar y especias yniños convertidos en sapos y caracoles ; los ogros qu e se comena las personasadquieren su significación del hecho de qu e se lossitúe e n e st a escala debajo de la vida profana de los sereshumanos que adquieren su propia significación de qu e se lossitúe debajo de la vida sagrada de espíritus ancestrales

El v igory el real i smo que asume la enseñanza de los rolessexuales mediante la evocación de los respectivos escenarios de

trabajo poco t i enenque ver con la disecada instrucción sexualqu e se impar te en nuestras escuelas La propiaVerdier comentó 1980 la desfeminización de la cultura mo d ern a q u e h ac e ta ndifícil pensar siquiera en la feminidad y qu e po r eso mismo nono s permite reconocer fácilmente qu e estosrelatos consti tuyenun a enseñanza sobre la s diferencias sexuales .

Para los pretendidos mitologistas o folkloristas la lecciónes qu e el cuentoconsti tuye un comentario sobre algo que ocurrenormalmente Antes de qu e la mitologia se desarrollara comoun a ciencia sobre las palabras eso es lo que podrían haber sidomuchos relatos con apariencia de mito. Cuando un mito aparen-ta s er u na versión invertida de otro mito siempre ha y doscampos de acción qu e se autodefinen uno en relación con el otro.En los cuentos sobre ogros de los bantúes del s u r l a vida profa-na de los humanos contrasta con la de los espíritus ancestralesy los og ros contrastan con ambos. La p ri nc ip al n ov ed ad q u epresenta este enfoque es que busca la interpretaciónfuera de lahistoria verbal. La s palabras del relato so n un comentariooblicuo sobre acciones estandarizadas qu e emplean diferentesregistros de resonancias contrarias En este p u nt o e st o y en

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deuda con la rica y original adaptación qu e hizo Anita J acobsonWidding 1990) del análisis de Paul Ricoeur de los niveles dediscurso Ricoeur, 1979). La s acciones qu e comentan los cuento s de ogros de los bantúes son sacrificios, ofrecimientos deanimales domésticos muertos a sus antepasados: los antepa-sados protegen a los seres humanos, los og ro s se los c om en.Deta l la r l a indecente topografía de los órganos internos contribuye a aumentar el valor de entretenimiento de los cuentosy señala lo mismo sobre la dignidad relativa e s d ec ir, ladiferencia graduadaen elmodo de referirse a lofísico, en el tratocon varones y mujeres) que los relatos de la aldea de Minot. Losantepasados son seres espir ituales, los ogros s on criaturasgroseras; a la s niñas se la s protege de la s asperezas reales de lav id a q ue los varones deben afrontar virilmente en toda suvulgaridad sangrienta y física.

Para qu e pueda haber mitologia o r ito, l a c ul tu ra debeformarse alrededor de algún gran acto central qu e integre lasdiferentes formas de vida. Los hechos centrales de la existenciano deben se r los mismos para los hombres y para la s mujeres.Para la cultura de las mujeres de Minot, los actos cosmogénicos

e ra n d ar a luz y enterrar a sus muertos, actos celebrados através de los bautismos, la s bodas y los funerales en los cualeslas mujeres t enían u n rol central. Acontecimientos má s privados qu e apuntalaban todo el sistema eran su s propias etapaspersonales: la llegada de la pubertad, de los ciclos menstruales,de los embarazos, los abortos espontáneos y la menopausia. Enel centro de la interpretación está el m ode lo físico de su sexistencias, congruente con el cic lo de la naturaleza.

Reconocimien to

Este ensayo es un homenaje a la ya desaparecida YvonneVerdier, cuyo trabajo de campo e n u n a aldea francesa, ademásde su análisis crítico de las distintas versiones de CaperucitaRoja, constituyen el fundamento de la interpretación que ofrezcoaquí .

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dose en los distintos .tiempos históricos y los diferentes lugarescada vez como par temtegrante de un a cosmovisión.Es evidentequ e el vínculo curativo también se modela socialmsnta de modoqu e esas configuraciones sociales pueden d e b e r í a n - estud iarse dentro de un marco holístico.

l holismo

Aunque hoy se prefiere u t il i za r l a expres ión medicina

complementaria l a a n t ig u a denominación medicina alternativa es en cierto sentido más adecuadaen la medidaen que esosesfuerzos terapéuticos responden a un tipo de demanda curativa diferente proceden de un a fuente diferente y sostienenprmcipios diferentes. Se t ra ta de una a l te r na t iva en todo elsentido contracultural de la expresión qu e opone lo espirituala lo material . En consecuencia la s comparaciones estrictamente médicas nos suministran u na base demasiado estrechapara interpretar l a p a l ab ra clave holismo . El holismo médicoactual es un a filosofía de l cuerpo que no surgió independientemente de la historia de la medicina occidental. Si no fuera así

un o no podría d e ~ i r

qu e su médico de cabecera adopta un aperspectiva holística de la medicina. Ante la menor dolencia él s t ~ ádispuesto a m ir ar u n poco má s allá a imaginar la sposibles repercus iones futuras de ese a ch aq ue e n l as d em áspartes de l cuerpo y a recurrir a todo el conocimiento médico. Siun o l o c o nsu lt a sobre un hueso inflamado de la espinillaínmedíatamente anunciará un a trombosis; si un o lo consultapo r un dolor de oídos advertirá sobre el peligro de un tumorc e r e b r a ~si un o lo vis i ta por un dolor en los pies sospechará lapresencia de l ma l de Parkinson. Personalmente aprecio contarcon los recursos de diagnóstico qu e la medicina occidental h apuesto a nuestra disposición. Pero cuando se habla de holismo

médico no se está haciendo referencia a n ad a de todo esto. Elhohsmo de nuestro médico se det iene en los l ímites de l cuerpoy permanece dent ro de l a s f ro n te ra s de la profesión médicamientras qu e la medicina holística t om a e n consideración demanera globa l el conjunto de l a personalidad y el ambienteeepiritual de l paciente.

A lo largo de su historia la medicina occidental h a idoapartándose de la s cuestiones espirituales. E n u na democracia

pluralista la s variadas creencias rel ig iosas de la poblacióndeben se r respetadas . Sería inapropiado que un practicante dela medicina imponga a su s pacientes su s propios puntos de vis tarel igiosos. De modo qu e la religión fue separada netamente dela medicina los trastornos psíquicos fueron separados de l osfísicos y luego t a mbi é n se separó un miembro de otro la carnede los huesos la piel delo subcutáneo cada órgano de los demásc ad a v ir us po r su lado y c a da e n fe rme da d fue consideradaaisladamente .. La historia de la inves t igación médica fue un

proceso de especialización hasta el punto de qu e hoy el cuerpomismo h a quedado parcelado en zonas qu e competen a un acantidad de especialistas Todo esto se reúne en un a teoríageneral de l os seres vivos que si n embargo no t om a e n consi-deración lo psíquico. La medicinacomplementariaque se ofrececomo un a alternativa no reemplaza el lugar de la s iglesias niofrece a su s pacien tes la oportun idad de adherirse a un cultoreligioso alternativo. Antes bien se b as a e n t eorías an t iguassobre el modo en qu e los seres vivos están vinculados con elcosmos y u na serie de teorías sobre la conexión entre la existenci a f ís ica y la existencia psíquica. En suma es un a alternativa

cultural a la s tradiciones filosóficas occidentales.La preferencia personal no basta para explicarpor qué un ateoría sobre cómo es el mundo y sobre cómo se comportan loscuerpos se opone a otra. Cuando u n a misma población estádividida en su s adhesiones a un a cosmovisión o a otra estamosen presencia de un conflicto cultural. A medida que la poblacióntoma conocimiento de los términos de l conflicto la competenciaentre principios culturales se difunde; p ro nt o n ad ie p od rápermanecer neutral sobre temas tales como comer o no comercarne la religión o la preocupación po r los problemas ambientales. Hasta la medicina puede l legar a convertirse en unterreno propicio para poner a p ru eb a l a s adhesiones.

alores espirituales versus valo res mater ia les

Cuando le s pido a m is a mi go s que me e xp li qu en q uéquieren decir cuando so st i en e n q ue prefieren un a tradiciónmédica qu e es má s espiritual me responden con un a serie decontrastes. En esas conversaciones la idea de espiri tualidad enl a p rá ct ic a médica se coloca siempre en contraste con los

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conceptos de materialidad, de violencia de condición pura-mente física. Otros amigos que prefieren la s terapias convencionales me reprochan que acepte el contraste: ¿cómo puede lamoderna medicina occidental s e r m á s física má s materialistao más violenta? Pero el contraste no es ta n absurdo. Acabamosde mencionar los tratamientos relativamente incorpóreos qu ehacen qu e l a s t e ra p éu t ic a s a l te r na t ivas sean consideradas delicadas

El c o nt ras t e entre espiri tual y material se utiliza en un

contexto médico para marcar la diferencia con la s necesidadesf ís icas y los remedios fisioterapéuticos o para ident i ficar lasprácticas que los complementan. La pretensión de qu e la nuevat rad ición terapéut ica es e spi r it u al p od ri a se r válida en lame di d a e n q u e u t il i za un a gama de simbolismos qu e v an m á sallá de loclínicoe incluyen a la persona total en la totalidad deluniverso. En un contexto político el rótulo material h a llegadoa constituir un a crítica contra quienen están en posesión de lariqueza y el poder. Lo qu e los ricos y poderosos dicen en defensade sus métodospodria se r juzgado como materialista; los críticosculturales se apropiaron del otro rótulo espiritual , para de

s ignar sus propias preferencias: en virtud de la lógica de oposición 10 espiritual es incompatible con la acumulación de podero de riqueza. Un predicador que amasa un a fortuna se hacesospechoso de estar impulsado po r propósitos materialistas.

Ha y muchos otros contextos en los cuales los objetos y loscomportamientos se jerarquizan según u n a escala que va de lomaterial a lo espiritual. Grosero/sutil, vulgar/refinado, rústi-co/delicado áspero/suave, brutal/tierno, mecánico/personal, divino/humano, puro/impuro son formas universales de evalua-ción. Entre la ciencia y l a s h u man i da d es utilizamos la escalaentre lo duro y lo blando. La tensión entre los valores materialesy los valores espiri tuales está siemprepresente. Lo qu e yo llamo

la opción po r la delicadeza es un a forma de caracterizar un anueva tendencia, contraria a lo material , contraria a lo vulgar,lo rudo, lo tosco lo duro, lo brutal, 10 mecánico y lo impuro, ycomplementaria de un a preferencia po r la espiri tualidad.

En ciertas fases de la historia humana o en ciertos segmen-tosdela sociedad, la opción po r la espiri tualidad llega a se r un a em n irresistible. Haremos un primer intento de t razarunatrayectoria q u e p e rmi t a hallar conexiones entre la opción ac-

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tual y otros movimientos semejantes. El rechazo.al s c r i ~ c i odeanimales del hinduismo temprano y los movimientcs hindúesaú n mu y v i ta le s h a ci a la pureza ritual y e n c o nt ra del derra-mamiento de sangre son ejemplos vívidos. El debate mantemdoentre los filósofos griegos algunos siglos antes de Cristo cont rala crueldad para con los animales , que incluía sacrificarlos ycomérselos es otro ejemplo . Si se comparan con movimientosa nt er io re s e n la misma dirección los conflictos culturalescontemporáneos referentes al t ratamiento del cuerpo, del am-

biente y de los animales pueden entenderse como un fenómenosocial total.

l d es f ío a l ntropologí médic

Toda civilización orgullosa de su medicina t ie ne s us propias clasificaciones de diagnóstico. Los p r c t i c n t ~ ssanitariosde mi país africano, los lele clasifican la s tumefacciones de todotipo en un a misma categoria, lo cual implica qu e los forúnculosy abscesos se incluyen con un mismo rótulo general , as í comolos vientres inflamados y los embarazos, todos provocados po r

los espíri tus de la fertilidad. El mismo puebloe s ~ i m

qu e lossufrimientos pulmonares se deben a u na tendenCia de la s costillas a cruzarse y a frotarse entre sí lo cual provoca los sonidosde u na respiración sibilante; asimismo su s médicos diagnosti-ca n qu e ciertos dolores de es tómago s o n p r od ucidos . po.r un arebeldía de l h ígado qu e se niega a permanecer comprimido ensu lugar. EnPunjab lo s síntomas de estrés se descri?en como unhundimiento del corazón Krause, 1989 . En la historia de lame di c in a mo d ern a h u bo etapas en l as qu e la posición de losórganos fue considerada como causa principal de desórdenes.Se creía, po r ejemplo qu e l a h i st e ri a femenina se producíacuando el útero se desprendía de su base. Pero si intentáramos

realmente establecer diferencias en la t eoría médica exóticarelacionándola con la s primeras fases del crecimiento de nues-t ra propia medicina, estariamos p r e j u z g n d o l ~conclusión.: ~ e r -

minaríamos po r considerar que la otra medicina, la medicinaalternativa a la nuestra, es primitiva, desdeñable y qu e corres-ponde a un a etapa anterior de la evolución.

Semejante conclusión condescendiente s er ía p or e nt er ofalsa, pues no ha y razón par apensa r que las prác t icas médicas

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diferentes correspondieron alguna vez al mismo tipo de procesoqu e siguió la medicina modernatemprana, y mucho menos paracreer que se la s pueda situar en la misma senda evolutivaSiempre es dificultoso hallar los niveles de diagnóstico correctoen v i rtud de la comparación. Cuando un paciente le dice a unmédico moderno q ue s uf re de acedía, el médico no t om a l adescripción como diagnóstico. En la medicina occidental esn o rma l q u e algunas perturbaciones mentales se consideren laconsecuencia de presión física sobre el cerebro; la presencia de

cue traños t o de vazun dpos ex ranos o e agua pue e misteriosamente provo-ca r dolor e n l a rodilla. El pacien te o el méd ico suelen describircierto tipo de realidad mediante términos técnicos o metafóri-cos, pero la comparación de dos sistemas médicos debe encont rar, a t r ~ v é sde la terminología conveniente, el modo de llegara l a t eo na subyacente a la q u e re cu r re el médico a l h ac er sudiagnóstico. Construir un índice de esp i ri tua lidad seríauno delos caminos posibles para establecer comparaciones.

Preferir un a calidad más espir i tual antes qu e un a má sm ~ e r i lno.es un a elección aislada y cada elección t iene reper- USIOnes SI en un a comunidad todos prefieren lo espiritualesta preferencia será ampliamente considerada como má s valiosay el resto del sistema de valores habrá de adaptarse a ella. Estollega a constituir un a presión particularmente influyente cuan-d? el. patrón qu e de fi ne la s situaciones puras e impuras obraporSI mismo en los JUI IOS sobre si un empleo es deseable o no o siun a alianzamatrimonial es o no conveniente. Entre los hindúesde la Ind ia , p o r ejemplo, todo tipo de transacción se evalúa de~ c u e d ocon l a gananci a o l a pé rd ida de espiritualidad qu eimplica para quienes participan de ella. En el proceso va sur-giendo u n e st án d ar de pureza ritual comúnmente acordado.Esta no es un a mera cuestión filosófica, pues es a estimaciónc o n t i n ú ~en el ~ e n s m i e n t oy la práctica cotidianos regulares,

y los f iloso fos Justifican o explican los procesos después deocurridos.

Entre l os h in dú es d e la India

. I?e c ~ e ~ d oconMcKim Marriott 1976), elcódigo de purezahmdu aurnínístra un a escala graduada de valores dentro de litcual puede situarsecada tipo de objeto. El ext remo espiritual de

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la escala incluye los objetos más refinados, los medios má ssutiles; en el extremo material de la escala se encuentran losobjetos má s tangibles, menos refinados, má s bajos y más rúst i -cos. El conocimiento se estima má s delicado qu e el dinero, peroel dinero es má s sutil qu e el grano o la t ierra y estos últimos noso n ta n toscos como los alimentos cocidos o los desperdicios.Derramar sangre o t o ca r c a rn e muerta es lo m á s b as to de laescala. Eljuicio de delicadeza no es arb it rario , pues depende dela s posibilidades de transformación,

El pensamientohindú entiende que los códigosde la sustanciam á s su ti l surgen a través de p rocesos de mad ur ac ión o lo que seconsideralo mismo de cocción.De ahí que a veces las sustanciasmássutiles puedan ser maduradas, extraídas o destiladas partiendo deotras más ba st a s a s í como los frutos proceden de l a s p la nt a s elnéctar de la s flores, la mantequilla de la leche); y los códigos de lasustanciamás rústica pueden estar generados oprecipitados por lasmás delicadas as í como la s plantas provienen de las semil las lasheces de los alimentos) Marriott, 1976, pág. 110).

A cada tipo de transacción entre castas se le asigna un aclasificación que depende de la cal idad grosera o sutil de la ssustancias qu e el qu e entrega traspasa al qu e recibe.

La clasificación de las castas es como un a escala, las castassuperiores so n m ás p ur as ; la s inferiores, menos puras. Elofrecimiento y la recepción de alimentos cocidos es el terrenoapropiado para poner a prueba el rango pretendido en el códigode pureza. En este magnífico artículo M ar ri ot t a na li za l ases tr a teg ias median t e l as cuales los dadores y los receptoresmantienen o mejoran su posición en la escala de pureza.Probablemente todo esto no s p a re zc a a q uí y ahora remoto yexótico, pero sería engañarse no reconocer el código de la Indiacomo un a variante consistentemente desarrollada del modelocomún de clasificación por grados de espiritualidad.

El buen gusto francés

P a ra t r ae r el tema a un t e rr eno más cercano a nosotros,podemos considerar la teoría del juicio estético de Pierre Bour-dieu 1979). Para los investigadores de mercado esta teoríatiene la ventaja práctica de predecir la s elecciones hechas en

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se basa en principios universales siempre habrá quienes seopongan a este cri te rio; el desaf ío proviene de aquel los qu equerrían subvertir el orden establecidoy la lucha se libra entreéstos y quienes desean manipularlo.

Si nos tomamos el atrevimiento de establecer un a equiva-lencia entre los modelos del buen gusto francés y la purezaritual de la India podemos advertir qu e en ambos casosel índicede espiritualidad está sujeto a la escala social de un a sociedadjerárquica aunque lo estén de modo inverso . P or e sa r az ón

ninguno de estos casos corresponde a lo qu e hoy comprobamosen relación con l a d em an da de soluciones del icadas. Pues elmovimiento qu e estamos tratando de entender es explíci ta-mente igualitario. Es hostil a la dominac ión y hostil a laautoridad de la ciencia occidental. E s ta p ug na polariza dosconstrucciones del practicante de la medicina: po r un lado,están aquellos cuya autoridad depende de la cienciaoccidentaly de la democracia industrial qu e la produce, y por el o tro,aquellos que obt ienen su autor idad de fuentes esotéricas, delantiguo conocimiento cósmico.

E n tr e u n a teoría médica y otra están en juego dos dife-rentes visiones de la realidad. La medicinatradicional occiden-ta l y l a te rap ia complementaria enseñan dos teorías opuestassobre cómo está dividido el universo y sobre cómo encajan laspartes. Tenemos que vémoslas con dos culturas. La cuestión noes entonces cómo pueden hacerse creíbles dos realidades dife-rentes puesto qu e la realidad es una. Lo qu e se plantea t ienequ e ve r con dos credibilidades médicas diferentes. De modoqu e se hace ñecesaria cierta forma de análisis má s distantemá s abstracta y generalizable.

e n f e r me d d c o m o recu rso

Para hablar justamente de lo qu e es creí bl e y lo que esincreíble en ambas formas de la medicina, el argumento deberemitirse a un n ivel de abstracción en el que la s dos seancreíbles. Comparar dos culturas no t iene porquéser un ejerciciode desprestigiar a la parte opuesta ni de privilegiar lo qu e escreíble para unos y subestimar lo qu e es creíble para los otros.Sería un fraude tomar algunas partes de la perspectiva del otro desechar muchas otras po r considerarlas inaceptables. Decir,

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por ejemplo, qu e la quiropraxia es aceptable y la acupuntura no,o qu e lo es la aromaterapia pero no la reflexologia, o hacer lomismo en la perspectiva opuesta sería aplicar un mero prejuicio.Un argumento justo debe desarrollarse sobre un a base común.

L a teo r ía cu ltu ra l que aplicaré parte de cuestiones refe-rentes a la solidaridad. L a cu ltu ra es el modo en que la gel1mconvive. Quisiera suponer qu e para un determinado grupo depersonas es extremadamente difícil convivir de manera orga-nizada sin que se ejerza alguna presión y que las tácticas duras

de persuasión siemprefueron utilizadas cuando nose da ningúnt ipo de solidaridad, ni siquiera po r un corto período. La solida-r i dad s iempre necesita explicarse; supongo qu e la armoníasocialde largo plazo es má s difícil de lograr qu e la de corto plazo.U na vez qu e he establecido esta basemínima para mi argumen-tación, advierto que, por más qu e se t ra ta de un pensamientomínimo, no suminis trauna base común. Mis detractores diránqu e mi suposición de que el confl icto es má s probable q ue l aarmonía es terriblemente tendenciosa; dirán qu e convivir nopresenta ningún problema en la medida en qu e haya buenavoluntad cortesía y abnegación.

De modo qu e debemos seguir buscando un a base comúnpara la argumentación. ¿Podemos considerar qu e la solidaridades deseable, y admirable cuando se presenta? ¿Podemos estarseguros de reconocerla cuando se presenta? Si podemos estar deacuerdo en qu e a veces la solidaridad está ausente tendremosun a base común para considerar la s diferentes formas de per-suasión de la s diversas culturas.

Esta base de comparación es justa para ambas par tes.Partiremos de la suposición de que el londinense enfermo queelige un a medicina complementaria es equivalente al aldeanoafricano que se enfrenta a la opción inversa. La elección qu eambos hacen no es entre ciencia y supercherías; eligen entre el

sistema tradicional y el sistema exótico, y en realidad estosignifica elegir entre dos comunidades terapéuticas. El pa-ciente africano qu e debe elegir entre el médico mis ionerocristiano con su exótica farmacopea, y el adivino tradicional ,con su repertorio de medicinas conocidas, se encuentra sufrien-do el mismo ti po de presiones que el paciente occidental qu eelige entre medicinatradicional y medicina exótica. Cuando setrata de padecimientos menores puede optar p or u no u otro

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remedio si n poner en te la dejuicio el sistema terapéutico a lque

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remedio si n poner en te la dejuicio el sistema terapéutico a lquecorresponde, pero si su propia vida o l a v id a de un hijo correpeligro, su comunidad terapéutica se impondrá con má s fuerza.Esa persona puede tener amigos que defiendan un a posición yo t ro s a mi go s q u e d e fi en d an la contraria y la decisión puedehacerle d ar u n giro completo e n s us lealtades. Podríamos com-parar la situacíón con la conversión religiosa: si existen fuertesposiciones políticas q ue d iv id en la s dos terapias la partecontraria ejercerá presión política para qu e la p er so na e n

cuestión no se convierta al otro campo. Este es u n buen comien-zo para un enfoque antropológico de la cuestión.El s iguien te paso consiste en seguir la vigilancía qu e se

ejerce en cualquier comunidad. En cualqu ier lado donde ha yenfermedad se ha n difundido advertencias y se ha amenazadocon sanciones informales. Talcott Parsons fundó la sociologiamédica cuando identificó lo quel lamó el rol de enfermo . Cuando una persona se define como enfermo, puede escapar a la cen-sura porhacer ma l su trabajo por llegar tarde po r estar de ma lhumor etc., pero la comunidad si bien es indulgente con el rolde enfermo, también le hace pagar un precio: se le excusa suconducta negligente con la condición de qu e acepte plenamentesu rol, qu e coma su papilla o lo qu e se le prescriba como alimentopara inválidos, q u e t o me su s medicinas, qu e permanezca en suhabitación de enfermo y qu e se aparte del camino de los demás.

Un a vez qu e un a persona adopta su rol de enfermo, ya nopuede desempeñar s u p ar te normalmente inf luyente. l Se lereprocha que trate de ir a su lugar de trabajo; si se queja de sumal se le resp on d e q u e el he ch o de quejarse sólo r v ~suestado y qu e ta l vez se a necesario que se le prescriba u n a d ietaau n más estricta; cada queja encuentra un a crítica potencial,demanera qu e el paciente termina po r rendirse y po r aceptar elmodo en qu e los demás d efi ni er on el rol del e nfermo . Si la

persona deambula de un lado a otro con aspecto cansado losamigos le preguntan si ya ha consultado al médico; si el enfermorespondeque sí, los amigos querrán saber a qu é médicoconsultóy se sienten libres para aconsejarle qué médicoes confiable. Queel paciente l lame al médico qu e le recomiendan es u na cuestiónde orgullo para e llos y siempre ha y un a amenaza velada dep r r la simpatía si el amigo elige a u n médico qu e ellosd prueban. Esos amigos interactúan con el paciente le pre-

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guntan sobre los síntomas y le o fre ce n consejo, con lo cualforman lo qu e el antropólogo J oh n J an ze n 1978) llamó la comunidad terapéutica .

En las primeras etapas de la enfermedad uno puede elegir:o se comporta como si se sintiera bien o admite estar enfermo ycarga con la s consecuencias. Si su estadoempeora y el pacienterechaza el conse jo de los amigos y de la famil ia , se le hará má sdifícil pedir ayuda a los ve cin os o algún préstamo de dinero,colaboraciones de l as q ue d ep en de rá si de be permanecer en

cama. Se ponen a prueba los méritos riva les de la medicinatradicional y la medicina alternativa no de acuerdo con la re-cuperación del paciente sino de acuerdo con la negociación delrol de enfermo. El r esu lt ado depender á de l a comunidad terapéutica. Para la persona enferma el poder de la teoría médicacuenta me no s q u e l a s c ue st i on es de lealtad y de dependenciamutua a me no s q u e se trate de u na persona qu e está comple-tamente aislada.

El supuesto subyacente es qu e toda sociedad impone a su smiembros estándares normativos. Esto es lo que implica viviren sociedad. Vivir en un a comunidad significa aceptar sus

normas lo cual a su vez signif ica, o bien desempeñar los rolesaprobados o bien negociar para qu e se acepten los nue vos, obien sufrir la desaprobación pública. La opción po r la espiritualidad es un a forma de negociación. Pero por supuesto la s di-versas comunidades d i fie ren e n la c an tid ad de control qu eejercen sobre su s miembros: algunas son completamente flexi-bles y en ellas la estandarización es débil ; otras ejercen con-troles feroces. En es ta perspectiva ser ía interesantesaber si la spersonas qu e eligieron un a terapia al ternat iva también eligie-ron un a comunidad terapéutica qu e los apoye con su amistad ysu consejo.

Para la antropologia médica, comparar la s pautas de res-ponsabilidad es probablemente la má s reveladora de todas lascomparaciones que pueden hacerse entre diferentes sistemasmédicos. Es evidente que cuanto má s importa lograr un a buenaorganización, má s firme es la coordinaciónde los horarios y má sfuertes so n los controles impuestos. Cuando los minutos cuen-tan qu e la ambulancia llegue media hora después de qu e se lanecesita puede se r u n desastre. Vivir en un a sociedad firme-mente coordinada puede s er u n a fuente de tensión y cuando el

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factor t iempo empieza a se r más impor tante qu e el factor hu-mano percibimos un conjunto de circunstancias restrictivasMecanismos burocráticos falta de interés humano interven-ciones erráticas tratamiento episódico clínicas superpobladasretrasos inexplicables contribuyen a disminuir la confianza enla medicina moderna e inclinan a los pacientes a l a s t e rap iasmá s delicadas y a sus t ratamientos sustentados má s regular-menteen un esquema cósmico qu e lo abarca todo Este es el tipode diferencias qu e t om a e n consideración la teoría cultural

Partiendo de la idea de qu e culpar y crit icar consti tuyenprocesos sociales esenciales la antropología reconoce qu e lamedic ina siempre está b ajo el con trol de la comunidad y su sjustificaciones siempre se examinan severamente Y esto no sedebe únicamente al hecho de qu e la salud la vida y l a muert esean importantes en sí mismas Toda enfermedad y todo dese-quilibrio corporal constituye un terreno qu e exige justificacióny po r lo tanto un excelente material para el proceso de culpary justificar En su forma má s extrema toda enfermedad dalugar a un a acusación Si alguien se enferma puede se r acusadodé no haber cuidado adecuadamente su cuerpo La persona

enferma no es necesariamente la única a quien se acusa: si setrata de un niño s e a cu sa a los padres o a la escuela o a losorganismos de salud pública En este contexto de recriminaciónmutua el cuerpo es un medio para ejercer control; señalar uncuerpo enfermo es u na amenaza potencial contra cualquieraqu e pueda se r considerado responsable Generalmente losmédicos no estiman qu e la enfermedad p ue da s er objeto deacusación y para algunos esta perspectiva puede se r desagra-dable Pero como nuestro enfoque no es médico sino antropoló-gico ésta es la esfera más promisoria para comparar las cons-trucciones rivales del terapeuta

E l C o rd ó n Sanitar io l a p rá c ti ca d e lavarsela s manos

La antropología médica debe interesarse po r el m od o enqu e se invoca la salud a fin de promover la colaboración y elrepudio Las teorías sobre el contagio po r ejemplo sirven comobarreras para mantener alejados a los indeseables La leprapo r ejemplo sin ningún principio de diagnóstico bien fundado

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fue ut il izada en la Europa del siglo XII para segregar a grancantidad de personas pobres y carentes de t ierras La pestebubónica fue asociada en el s ig lo XIV con la inmoralidad y entodas partes se creía qu e los extranjeros eran sus portadores Sino existía ningún peligro atribuible a la s plagas la gentesiempre encont ró otras razones para restringir los viajes y elcomercio pero la enfermedad suministró u n a rm a poderosapara culpar y excluir en provecho del propio interés Puesto quevivir en comunidadsiempre implica juicioy persuasión elfrágilcuerpo humano es la piedra de toque política y la culpa es elmedio de justificar la exclusión

La medicina está justo en el medio de toda cuestión enjuego porque el cuerpo humano siempre está en peligro Perolos diferentes tipos de sociedades s i tú an la culpa en diferentesconfiguraciones La antropolog ía médica debería poder descri-bi r esos patrones: si un paciente de Punjab sufre un estado deacidia ¿qué puede esperar qu e haga su comunidad en relacióncon su dolencia? Si un lele con neumonía sufre de entrecru-zamiento de la s costillas ¿qué se le puede hacer para descru-zárselas? En cualquiera de los dos c as os ¿cuál fue la causa

inicial del malestar? ¿A quién ha y que culpar? ¿Al paciente alm éd ico o a la suegra? Nunca contaremos con u n a antropologíamédica satisfactoria sino tratamos de conocer la situación ensuconjunto No es interesante describir diagnósticos como sifueran objetos de museo Necesitamos contar con un contextoholístico De acuerdo con el tipo de inculpación qu e se haga seconstruirá de manera diferenciada el rol del t e rapeu ta; as íéste podrá se r quien dirija el dedo acusador quien lo aparte desí o quien lo atraiga

En algunas comunidades están bien desarrolladas la s téc-nicas destinadas a desviar la culpa Cuando la s pautas socialesso n altamente competitivas e individualistas nadie q u e p ar t i-

cipe e n l a c a rr er a po r el éxito t iene ni tiempo ni recursos paraayudar a los menos exitosos Si los premios para los ganadoresso n grandes y la s sanciones para la derrota so n duras el fracasopenaliza no só lo al competidor qu e no tiene éxito sino tambiéna su familia En un sistema tal el f racaso es un a perspectivaaterradora; alguien que ve qu e l a ba lanza se inclina en contrade sus propios esfuerzos habrá de estar preparado para sen-tirse deprimido y preocupado para volverse apático y perder el

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i S l d d b l d h i propias transgresiones Para todos los demás ésta es un a forma

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apetito. Su salud debilitada constituye un reproche para quieneslo rodean, pero ellos, ¿qué pueden hacer? Difícilmente sele hagaun préstamo importante a alguien cuyo estado de salud sugiereun riesgo cierto y cuando todos los contactos con l a r ed de lospoderosos ya fueron util izados p a ra l a familia. Cuando se haceimposible curar al vecino enfermo, lo que suele hacerse es un aceremoniaque es ante todo un espectáculo de simpatía median-te el cual todos se l avan las manos de cualquier responsabili-dad. Ha y muchos ejemplosde ceremonias de lavadode manos .

Los gurage de Etiopía solían sostener la teoría de qu e esoss í nt o ma s i n di c ab a n q u e el enfermo estaba poseído po r un es-píritu hambrien to . Cuando los amigos y vecinos realizan esaceremonia se supone que el espíritu maligno se aleja satisfechoy permite qu e su víctima se recobre s inn inguna o t ra interven-ción Shack, 1971 . El pract icante qu e desempeña el rol deintermediario entre el espíritu malévolo y el paciente humanoespera sus honorarios. ¿Quién los paga? Si la comunidad se estálavando la s manos de posibles responsabilidades futuras, ser íarazonable esperar qu e ellos pasen el sombrero . Si el pacienteno se recupera , ¿hay que volver a l lamar al terapeuta? ¿O se lo

demanda po r su fracaso?Desde el punto de vista de la comunidad, la creencia en losmalos espíritus qu e sustenta la ceremonia de lavarselas manoses relativamente inofensiva, pues no se culpa a ningún se r hu -mano. La teoría del diagnóstico parece severa puesto que el ritodel exorcismo no contribuye de ninguna manera material a sa -tisfacer la s necesidades del paciente. Pero, comperatívamente,es b en i gn a, y a q u e no carga con la culpa de la enfermedad n i a lpaciente ni a ninguno de sus enemigos y l a t e rap i a le s permitea todos continuar viviendo normalmente.

En otras par tes, la responsabilidad po r la enfermedad tie-ne repercusiones má s siniestras. Alguien, qu e no es ni la víc-t im a n i u n espíritu hambrien to , puede se r el responsab le delinsidioso daño. Este tipo de diagnóstico desencadena pasioneslatentes de temor y de odio y la s acusaciones pueden l legar adesmembrar a la comunidad. Si éste es el escenario del diagnós-tico, entonces se construye el rol del terapeuta como el de quiendebe señalar al culpable y hasta es posible qu e los acusadoresle paguen para que lo haga. En otro tipo de sociedad, se con-s id er a q ue la persona enferma sufre como c as ti go p o r su s

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propias transgresiones. Para todos los demás ésta es un a formade lavarse l as man os , pues el paciente es quien carga con l aculpa de su enfermedad. Aunque es ciertamente injusto, en su sconsecuencias sociales este diagnóstico sustenta el código mo-ral. Es un punto de vista desconsiderado con l a pe rsona des-viada y demasiado coniplaciente con el mojigato entremetidodispuesto a suponer qu e la s personas enfermas l levan en símismas su s contrariedades. Pero tiene la gran ventaja deliberar a su s parientes y vecinos de la carga y de no enfrentar

a la s personas en amargas recriminaciones.Resul ta tentador desechar los procesos de inculpación yexclusión propios de diagnóst icos médicos exóticos o arcaicosalegando que corresponden a épocas y l ugares muy lejanos.Pero la inculpación y la exclusión continúan dándose en todaspartes, y un a antropologia médica que nolo reconozca es trivial.Cuan to más ex tr emadamente o rganizada es tá un a sociedad,más intensas so n la acusación y la incriminación. La medicinamoderna ofrece grandes posibilidades para la acusación entodos los t e rr enos en los qu e se ponga en peligro la salud. Demodo qu e no ha y qu e pensar qu e el enfoque que apela a lainculpación es apropiado únicamente para la s t r ibus distanteso para períodos remotos de nuestra propia historia. La respon-sabilidad de la medicina moderna está altamente instituciona-lizada y la variación que se manifiesta en la s diversas nacioneses in te r esant e en sí misma.

Los Estados Unidos y Gran Bretaña so n dos grandes paísesindustriales qu e heredaron y comparten el mismo sistemamédico. Si n embargo, pueden diferir en su s formas de practicarla medicina de acuerdo con el tipo de responsabilidad a la qu eestá sujeta la profesión. En Inglaterra, la responsabilidad pro-fesional solía se r elevada y los médicos respondían ante todo ala profesión. La posibilidad de excluír a alguien del registro de

médicos acreditados er a un a forma de ejercer control profesio-nal; los p ac i en t es q ue e xi g ia n re pa rac i ón p o r mala praxis sedirigian a la Asociación Médica Británica, antes de comunicarsu s perjuicios a la prensa. En los Estados Unidos, la profesiónmédica, qu e ejerce un a poderosa presión política, es relativa-mente débil para controlar a sus propios miembros, pero res-ponde con má s efectividad a las demandas de responsabilidadqu e se le plantean desde l a p r ensa y desde otras instituciones

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influyentes. Esta situación distintamarca un a diferencia cuan- La elección de la medicina holística no es nunca un a pre

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ydo se t ra ta de juzgar qu é hacer en un momento de cri si s.Constituye un patrón de responsabilidad que fomenta un a ten-denciamédica má s intervencionista. En respuesta a los medioslas autoridades médicas deben mostrar que hacen algo y qu ee st án m ás inclinados a aceptar l a peor de la s perspectivasposibles . Po r ejemplo cuando en 1976 investigadores suizospredijeron un a epidemia de fiebre porcina los norteamerica-nos temerosos de la censura pública planificaron medidas pro

filáct icas a lo largo y a lo ancho de t oda l a nación en prevenciónde qu e pudiera ocurrir lo peor; en cambio los ingleses má stemerosos por parecer tontos a los ojos de sus colegas y mejorprotegidos del embate de los medios se mostraron má s escépticos acerca de las pruebas con qu e se contaba y decidieron nolanzar un a campaña de inoculación masiva. Finalmente lopeor no sucedió y la política má s cautelosa resultó s er l a adecuada. Pero no debe pensarse qu e los médicos obraron siguiendo. sus propias opiniones; éstas eran opiniones construidassocialmente por otras instituciones a la s qu e se adherían no sóloellos y su s colegas sino también sus pacientes.

endenci cultur l

Si aplicamos el análisis de responsabilidad a los terapeutasde la medicina complementaria enfocamos el otro extremo delespectro no el de aquellos que ejercen influencia profesio-nalsino el del público en general qu e elige qu é t ipo de practicantemé dic o pre fi ere . A fin de comprender la preferencia de unindividuo por un a medicina espiritual debemos situarla en elcontexto de todas su s preferencias y actitudes respecto de laautoridad e l l iderazgo y la competencia. El conflicto culturalforma parte de la explicación de es a decisión. Cabe esperar qu ela gente qu e expresa un a profunda preferencia por la medicinaholística tenga un a actitud negativa respecto de la cultura a laqu e corresponde el otro t ip o de medicina. Si esas per sonaseligen un a medicina má s moderada y má s espiritual segura-mente harán el mismo t ipo de e lecc iones en otros contextosdiferentes de la medicina como el de l régimen alimentario o laecología.

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La elección de la medicina holística no es nunca un a pre-ferencia aislada independiente de los demás v al ores q u e sus -ten ta el paciente. Hasta el hecho mismo de considerarla másespiritual y de afirmar qu e es preferible po r es a razón implicaun a p ro te st a l at en te e n c ont ra de un a cultura establecidaconsiderada materialista. Los adeptos de un a medicina complementaria no tienen necesariamente qu e aglutinarse para reprocharle a la moderna sociedad industr ial su violencia y su sguerras agresivas; simplemente puedendesaprobar de manera

táci ta las desigualdades sociales la distribución no equitativade la r iqueza y los ingresos; pueden deplorar pr ivadamente ladestrucción de formas sociales anter iores más igual i tar ias yalabar la s tradiciones de épocas má s pacíficas. No es necesarioqu e se dé un a protesta abiertamente política ni qu e la personaqu e adopta aquella posición se exprese claramente en relacióncon la política. Basta con q ue d ig a q ue c re e q u e todos los cuerpos y entre ellos el suyopropio necesitan un a terapia.delicada.

L a a nt ro pologia puede contribuir a la comprensión de losmovimientos que se producen en la medicina popular presentando la idea de tipos culturales conflictivos. Ya hemos

mencionado dos principios básicos:

1 La responsabilidad como el contexto de la solidaridad comuni-taria2. El rol de la enfermedad e n l a constitución de la comunidad.

Y podemos agregar un tercer principio:

3 El principio de oposición Si un cultur pretende m ntener sudiferencia debe definirse en oposición a l s d em ás culturas

La idea es qu e en todos sus comportamientos la s personasestán continuamente intentando crear un a forma ideal de vidacomunitaria y tratando de persuadirse recíprocamente parahacerla realidad. Por minúscula qu e se a la participación de loqu e se haga o diga cada aspecto de la forma de vivir y cadaelecciónse ponea prueba en la lucha porhacerrealidad un idealcultural. E n e st a perspectiva cada tipo cultural está en conflicto con los demás y no puede marcarse un a línea divisoria entre

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la conducta simbólicay el resto Todo es simbólico y todo forma psique del indiv iduo y hecha para satisfacer necesidades indi-

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Aislados, porelección o por Grupos sólidamentecompulsión, literalmente incorporados con

solos o aislados en estructura complejaestructuras complejas por ejemplo, jer rquí s

valores eclécticos

Estructura débil, Grupos sólid mente

incorporación débil incorporados con

individualismo estructur débil

competitivo por ejemplo,sect s igu lit ri s

la conducta simbólicay el resto. Todo es simbólico y todo formaparte del compromiso. El mismo a n ál i si s que se aplica a laelección entre religiones puede apl icarse a la elección de ali-mentos y de métodos médicos.

Hay cuat r o t ipos diferentes de cultura y ninguno de ellospuede florecer e n l as condiciones establecidas para cualquierade la s demás. En la figura 2.1 los cuatro tipos de sociedadconforman un mapa cultural; podemos resumir cada uno deellos diciendo qu e uno se basa en la comunidad jerárquica y qu e

po r ello defiende la formalidad y la compartimentación; elsegundo se basa en la igualdad dentro de un grupo y po r ello estáa f av or de la espontaneidad y la negociación libre y decidida-mente en contra de otras formas de vida; el tercer tipo es el del a c ul tu ra competitiva del individualismo y el cuarto es lacultura del indiv iduo aislado que prefiere evitar los controlesopresivosde la s demás formas de vida social. Cualquier elecciónqu e se hagaen favorde un o de estos tiposde cultura es al mismotiempo un a elección e n c on tr a de los demás. Quienes hacentales .elecciones so n los individuos objeto de nuestro estudioperono permitamos qu e la preferencia personal entre estilos devida alternativos desvíe la discusión.

En la s ciencias sociales se considera que u na elección esun a cuestión individual surgida de necesidades interiores de la

Aislamiento en un remansoB

AIndividualismo activo

igur 2.1. Mapa cultural .

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Jerarquía conservadorae

Enclave disidente

yviduales. La teoría de la cul tura en cambio pone el acento enla capacidad que tienen los individuos de constituir la comu-nidad. Partimos de la idea de qu e todos los individuos estáninteresados de manera vital en el tipo de sociedad en la qu eviven. Todo acto de elección es también activo entre los intereses q u e en t ran en juego. Un a elección es un acto de adhesión yun a protesta contra un modelo de sociedad no deseado. En estaperspectiva cada tipo de cultura es po r naturaleza hostil a los

o tros t re s. Cada un o tiene su s propias fuerzas y en ciertascircunstancias cada cultura t iene ventajas sobre la s demás.Asimismo cada cultura tiene su s debilidades. Pero la s cuatrocoexisten en cualquier sociedad en un estado de antagonismomutuo y esto ha sido as í en todas las épocas.

Es impor tante señalar qu e u na persona no puede pertenece r simultáneamente a dos culturas p or m uc ho tiempo. Lacontradicción terminará siendo excesivamente difícil de sopor-tar salvo que los contextos de a mb as e st én se pa ra d os p orcompleto: el hogar separado de la oficina el t i empo l ibre se-parado del hogar etc. La s culturas se oponen entre sí. Algunaspreferencias clave denotan u na posición inequívoca porque nopueden conciliarse con la s preferencias opuestas. Si se opta po rlo espiri tual se descarta lo mater ial. La formalidad no puedepracticarse al mismo tiempoque la informalidad. Las funcionesespecializadas no son compatibles con la participación general.N adie puede tener ambas cosas simultáneamente. Lajerarquíadesvaloriza la igualdad el fe rv or se opo ne al juicio fria laexcitación de las multi tudes se opone a la calma del orden y alg u st o p or la soledad. Podemos mencionar algunos otros ejem-plos de imposibilidades culturales: los sermones elaboradospredicados desde el púlpito excluyen los testimonios espontáneos; permanecer firme de pie excluye desternil larse de risa; la

heterodoxia .se Pone a la ortodoxia.La figura 2.2 ilustra de manera general la dinámica de la st en d en c ia s c ul t ural e s o pu es t as . B D es la diagonal del re-traimiento o la protesta. B c lasi fi ca a la s personas qu e seapartaron de la carrera po r el poder o la influencia caracterizada po r un a competencia demasiado intensa o a quienes eligie-ron permanecer fuera de la luchapor conquis tar posiciones qu eni siquiera quieren intentar ejercer poder. B es un lugar apar-

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t ad o p o r definición. El disenso es privado e idiosincrásico, pero s up on e q ue l as p er so na s s ab en lo qu e quieren y que son

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no po r ello infeliz o colérico. D clasificaa los enclaves disidentesorganizados, generalmente indignados contra el abuso del podery de la riqueza. Lassectas religiosas son elmodelo má s corrientede la cultura de enclave. Aunque noes dable esperar que en esteángnlo el conflicto cultural siempre se focalice en la religión, eldebate que plantea el enclave sobre los principios de gobiernotiende a poner sobre el t ape t e l as cuest iones metafísicas, demodo que cuanto má s activa es la confrontación entre el orden

establecido y el enclave, má s posibilidades ha y de que, tarde otemprano este últ imo invoque los valores espiritualesEl diagrama de la figura 2.2 es un a técnica que permite

concebir la cu ltu ra s in caer en tendencias subjetivas. Permi-te explicar cómo u n conjunto de preferencias puede codificarsey situarse o b ien en el extremo espiritual o bien en el extremomaterial del espec tro. La teoría no es determinista Las presiones culturales no obl igan a nadie a elegir un camino u otro.Ni siquiera supone que la gente sabe lo que qui er e, per o si

ilur 2.2. Diagrama de tendencias culturales opuestas La diagonal Aa ell diagonal positiva, la adhesión de los individuos emprendedores a jerarquías afirmación de la autoridad; la diagonal B-D es la diagonalner tlva la posición de los individuos aislados los enciavistas disiden-tes que re h z n la autoridad existente

B Retraimientopersonal

A Afirmación medianteiniciativa personalemprendedora

e Afirmación colectivaadhesión a las normas

D Retraimiento disensocolectivo y basadoen principios

real istas en relación con su s oportunidadesMoverse entre los diferentes sectores es teóricamente fácil.

Inmigrantes refugiados víctimas de persecuciones o de la guerr a y otras personas desplazadas serían candidatos para ocupa r el vértice de las personas aisladas Históricamente mu-chos enclaves fueron iniciados po r jerarquistas desafectados.Cualquiera que haya sido correctamente clasificado como u n aislado puede tener súbitamente la oportunidad de poseer u n

puesto de venta callejero o de convertirse en un empresario enpequeña e sc al a. Y si su empresa llega a prosperar su s opiniones del universo anteriormente pasivas pueden volversehacia el oportunismo de la cultura individualista O bie n, si nose da es a oportunidad nada impide que unos pocos aisladosopten po r reunirse y formar un enclave, étnico, religioso, o un acomunidad terapéutica No obstante la práctica difiere de lateoría y en la vida real no siempre resulta ta n fácil pasarse deun a cultura a otra especialmente si los a mi gos lo c onsidera n un a traición.

La i gon l neg t iv

En cualquier comunidad siempre habrá algunos sectoresque su s ten tan la e s tru ctu ra de autoridad Estos sectores sealían sobre la diagonal positiva A-C), pues ambos tipos de idealcul tural aceptan la autoridad el l iderazgoy la dominación. Elus o apropiado de la fuerza no les plantea ningún problema; ellostienden a preocuparse má s por la subversión, la arbitrariedady la anarquía Del mismo modo, cualquier postura que ellosaprueben será automát icamente cuest ionada por las cul turasque se alinean sobre la diagonal negativa B-D). Po r definición,los aislados no pueden ejercerinfluencia y no pretendenutilizar

la fuerza para alcanzar su s f ines. Los enclavistas habrán deunirse para protestar contra el poder de los sectores dominan-te s de la sociedad. Ambas culturas situadas en los extremos dela diagonal negativa constituirán terreno fértil para la protestay el terreno común má s evidente con el que c ue nt an p a ramanifestar esa protesta es el del uso del poder.

Para las personas que se sitúan en ambos extremos de ladiagonal positiva la autoridad es en principio aceptable; de

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maneras di feren tes ambos buscan ejercerla y desaprueban la en que desarrollamos definiciones de loqu e es puro y lo que es

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j y pviolencia siésta es arbitraria; la subordinación de losanimalesse da por descontada . En la diagonal positiva el código devalores espi r i tua les versus valores materia les es débil .Como cualquier persona ellos reconocen elcontraste entre loespiri tual lo sutil lo puro lo refinado etc . y lomaterial lo or-dinario lo impuro y lo vulgar; el código losrodea permanente-mente. Pero no se loutil iza para referirse al poder y a la riquezasino para justipreciar el valor re la t ivo del trabajo y el ocio; losvalores comerciales seconsiderarán má s materialistas encomparación con la ética o el arte; los deportes para espectado-res el boxeo la lucha el fútbol seconsiderarán goces menos refinados qu e la l i teratura la música la pintura y la escultu-ra . En el esquema del buen gusto de Pierre Bourdieu estecódigo noradical y apolíticoha de surgir de los sectores de lasociedadqu e están mejor dotados de capital económico dis-puestos a mantener el sistema social comoéste se presenta y acolaborar de manera no problemática con él.

En el otro extremo la condición espiritual y puraconstituye un códigomás significativopara los aislados y losenclavistas quienes desaprueban abiertamente lo materialis-ta . Se sienten situados en la periferia de la sociedad domi-nante incapaces de ejercer poder y carentes de influencia. Enel esquema de Bourdieu éstas so n la s personas que tienden acontar con escaso capital económico y sibien pueden no poseertampoco capital simbólicoen forma de educacióncuentan condiversas maneras de obtener legitimidad para sí. La preferen-c ia p or lo espi r it ual es un recurso jerarquizante y excluyenteempleado comoarma en la guerr a en tr e culturas.

Si se sitúa esta perspectiva en el contexto má s ampl io queincluye el vegetarianismo indio yotros antiguos movimientosen f avor de losderechos de los animales resulta má s fácilcomprender porqué los alineamientos culturales deben expre-sarse de acuerdo con un índice de espiri tualidad. Usar pieles ycomer carne ambas act itudes que acep tan l a violenciacontralos animales llegarian a simbolizar la corrupción y el abuso deprivilegios. Todos losproductos de la violencia ses i túan en elextremo impuro o grosero de la escala de espiritualidad y seasociarían con la negligencia respecto del ambiente y eldespre-cio po r los valores humanitarios. Si logramos advertir el modo

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q q p y qgrosero clasificando losalimentos y la s vestimentas podemosconcebirla crítica espiritualista de la medicina en la mismaperspectiva. El diagrama de la tendencia cultural muestrahasta qué punto el conflictoentre dos sistemas médicosformaparte de la polarización de la s dos diagonales. En los extremosde la diagonal negat iva donde t i ene sent ido estar contra loscontrolesseveros y contra el ejercicio dela autoridad la opciónpo r l a espi r it ua l idad es más apremiante.

No todo elqu e se haya curado un dolor de espaldas me-diante la quiropraxia ni todo elqu e se trate el reumatismo conun fitoterapeuta apoya firmemente un programa político ex-plícito. Almismo tiempo que yo sepa no existe ninguna inves-tigación qu e haya indagado específicamente qué sectores de lapoblaciónprefieren los valores espirituales y cuáles los mate-riales. Los colegasqu e buscan pruebas cuanti tativas del valorde este análi s i s cultural deben honestamente admiti r q ue l asinvestigaciones usuales no se sustentan sobre es a base. Gene-ralmente se contentan con establecer comparaciones sobre laestrechabase de la s eleccionesentre terapias. O bien tratan dedescubrir si losadeptos a la medicina holíst icason onopersonasalienadas. Además para estratificar la muestra de la poblaciónempleada para la indagación u ti li zan l as clasificaciones de-mográficas u sua l es . Pero l a postu ra política esun indicadord ema si ad o b u rd o para clasificar un a inclinación sutil a laespiri tualidad. Y ni la demografía ni los ingresos ni la edu-caciónrevelan la tendencia cultural .

El movimiento en favor delas terapias moderadas es un aorientación cultural profunda que no se mani f ie st a en la srespuestas qu e se pueden da r a cuestionarios sobre afiliaciónpolítica o religiosa.Podemos especificar qué tendría qu e hacerel tipo de investigación capaz de captar este enfoqueindudable-

mente especulativo.En primer término tendría que establecerlos indicadores locales de la escala de espiritualidad . Esteestudio debería hacerse a lolargo de t oda l agama de eleccionesentre lo tosco y losutil en el plano de la alimentación en laforma de vestirse e n l a decoraciÓne n l a esfera de la políticayen la de los entretenimientos. Es dable esperar qu e la s elec-cionesterapéuticas coincidan conla tendenciacultural estable-cida y qu e de ella pueda predecirse el rol del terapeuta.

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El argumento sugiere que la medicina holística, espiritua-

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lizada, está constituyendo un rasgo permanente de nuestro panorama cultural . Con la propagación de la industrialización,un a investigación cul tural mostrar ía qu e la diagonal negativacuenta con numerosos adeptos. La sociedad industrial tiende aapartar a los individuos de su s contextos primord ia les delealtad y apoyo y los abandona a l séctor de los aislados. Allídonde prosperan los enclaves y aumenta el número de aislados,la crítica espiritual continúa desafiando la s definiciones de la

realidad que formula la medicina occidental tradicional.

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3

El m al g us to en el mobiliario

Decoración

¿Sobre qu é bases podemosjuzgar ho y el valor e n u n mundorelativista' Mi pr imera respuesta a este interrogante es pre-guntarme si el mundo del arte continúa estando dividido enrelación con el valor como lo estuvo en cualquier otra época.Tomemos el ejemplo de la decoración. No ha y nada nuevo en elhecho de qu e algunos estén fervientemente a favor de conside

rar la de valor art ís t ico como otros están fervientemente encontra. Desarrollaré mi argumen tac ión seña lando las reac-ciones de antipatía y de embarazo. En el p róx imo capítulocontinuaré llesarrollando más extensamente un pensamientoantropológico qu e ya mencioné antes: la s cuestiones referentesal gusto se comprendenmejor en vir tud de los juicios negativos.El discurso sobre lo desagradable y la fealdad es má s reveladorqu e el discurso sobre la belleza estética.

Cualquiera fuera el lugar donde viviéramos, cuando yo er aniña, la s paredes de l a c as a eran blancas; bueno , no exacta-mente blancas, s in o de un blanco amarillento l lamado colorcrema . Solía oír decir qu e el empapelado con diseños er a

demasiado recargado y distraía la atención. Los adultos qu edefendían su posición e n c on tr a de la s paredes decoradassustentaban sus a rgumen tos apelando a l a n at ur al ez a: l asparedes con diseños so n en r eal idad malas para ti. Aprendítempranamente qu e un diseño sobrecargado podía impedir elbuen sueño nocturno y hasta empeorar un estado febril. Insta-la r a un a persona enferma en un a habitación con las paredesdecoradas no era una buena manera de ayudar a qu e se

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recuperara, como lo atestiguaban las blanquísimas paredes del i t de h it l

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cualquier cuarto de hospital.Po r otro lado, la curadora de antigüedades orientales del

Museo Británico comienza su libro sobre ornamentación con unsevero ataque contra las paredes desnudas: Todos sabemos ysiempre lo supimos , declara en su propia apelación a la natu-raleza, que la s superficies blancas son desagradables y ponena prueba nuestra resistencia. Se confinaa los prisioneros en cel-das desnudas también se los interroga en habitaciones desnu-das, donde la vista no encuentraningún alivio en un a línea o un aforma, ni muchomenosen un ornamento, que rompa la monotoníade las paredes blancas (Rawson, 1984, pág. 17). Agradezco a lacuradora Jessica Rawson po r l a s char las que mantuvimossobre ornamentación y por elegir la s láminas de cerámicachinaque utilizo aquí para ilustrar mi argumentación. Son p ot esutilizados e n l a corte china durante los siglos XI y XII.

Primero, ella eligió un ejemplo de alfarería Ding, un incen-sario hecho para se r usado en la co rte a fines del siglo XI ycomienzos del siglo (figura 3.1). Rawson considera qu e laforma y la superficie, au n siendo blanca, del pote son sobrecar-gadas y ornamentales y la pieza le parece mu y agradable. La

fina porcelana blanca descansa sobre un esbelto pie, como un apieza hecha de metal. El del icado diseño corresponde a un atradición continua qu e se remonta a unos 200 o 300 años antesy, en realidad, se basa eno t r as obras de plata procedentes de lossiglos VIII y IX (figura 3.2).

Pero en el año 1126ocurrió un desast re político: la dinast íaSong fue derrocada y expulsada del norte de la China por rudosinvasores nómadas p ro ve ni en t es d el n or t e q u e capturaron alemperador, lo destronaron y fundaron un a nueva dinastía. Lacorte Songderrocada fijó su residencia al su r de Shanghai y diocomienzo a un renovado reinado. La nueva corterepudió auste-ramente la ornamentac ión del período anterior y fomentó la

moda de la cerámica verde. Aunque ésta exigía un a gran periciade los alfareros, se b as ab a e n antecedentes má s primitivos.Eran piezas de un estilo má s pesado y plano i nsp ir adas enformas de bronce propias de un a dinastía mu y anterior. La svasijas blancas continuaron usándose pero, aparentemente, yano fueron ta n apreciadas como la s verdes.

El recipiente de la figura 3.3 es pesado y chato , y aunque eldiseñoes austero, resulta lo suficientementeelegante para qu e

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Figura 3 1

se lo uti li ce e n l a corte. Jessica Rawson me llamó la atenciónsobre la delicada curva y la superficie exquisita y sedosa. Heaquí un a declaración definitiva cont ra l a ornamentación y afavor de la s cualidades directamente táctiles.

El incensario de la figura 3.4 también corresponde al siglo XII

o XIII y fue diseñado asimismo para uso cortesano; t ~ m b i é ~é ~ t a

es un a pieza despojada, salvo por el complejo t r ~ b a ode V ~ l a -do craquelé pues recrear el aspecto mu y a p r e c l a d ~de patmaantiguademanda gran habilidad por parte del c e r a m l ~ t aEl pro-totipo en metal de esta vasija es extremadamente antiguo, nr

900 a. C es decir, muy anterior al protot ipo de plata del incen-sario ornamentado de porcelana blanca (véase la figura 3.5).

De modo que, aparen temente, ha y algo má s que d e c i ~

acerca de los vaivenes de la moda. Según la teoria pertdular, SI

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igur 3.2. Incensario del siglo IX en c uy a forma se basa el Ding blancode la figura anterior.

igur Recipiente de cerámica verde

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igur 4 Un incensario recubierto de laca cuarteada

la primera etapa es decorada, la siguiente debe se r sencilla, y elestilo qu e la sucedavolverá a se r ornamentado. En este caso ha yademás un a t endencia primi tiv i s ta qu e se repite: el primerestilo sobrecargado adquirió su legitimidad a lo largo de doso tres siglos; el segundo períodollano tuvoque da r un salto a un aépoca m uy a nt er io r. E l p ro bl em a q ue presentan la s teoríaspendulares corrientes del cambio artístico es qu e no hayningúnprincipio q u e reg u le la s oscilaciones. En este caso, la s oscila-ciones en el diseño de la s vasijas siguen los vaivenes de la for-tuna política en las cortes reales. Es la historia de u n a sucesiónde ondas de repudio y un l en to renacimien to progresivo de laornamentación. Algo mu y parecido puede apreciarse en el casode la historia de la platería br i tánica en los siglos XVII y XVII .)

Pero los movimientos pendulares no explican todolo qu e ocurre.Jessica Rawson me mostró otra vasija de l mismo período qu efue profusamente utilizada figura 3.6). Este objeto no parecetener pretensiones de elegancia, ni en la decoración de susuperficie ni en la esbeltez de la s líneas. Un a base pesada , u ncanto grueso, los lados abultados: un o tendería a pensar que setrata de un estilocampesino, salvo po r el sólido vidriado. O bienel campesino er a mu y rico, o bien su propietario, perteneciente

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a la clase media y procedente de la clase intelectual quiso hacerun a declaración ambigua de desaprobación contra los estilos

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igur 3.5. Pesado trípode de bronce, circ 900 a. C.

igur 6 Pesado y grueso recipiente para beber é cuyo uso seextendió por todo el sur de si a y que se util iza aún hoy

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un a declaración ambigua de desaprobación contra los estilosrivales imperantes en la corte.

La teoría del péndulo no da ninguna razón queexplique porqu é el esti lo despojado atrae en un momento y el decorado enotro. Sólo sugiere un hastío un factor de saturación que hacenqu e la población se canse delosenci l loo delo ornamentado peroa ve ce s ese hastío no aparece durante miles de años. Lo qu epuede admitirse a f avor de esta teoría es q u e p on e el acento enel antagonismo. Como ya dije, la hostilidad es un a b as e m á sinteresante para la s teorías sobre el g u st o q ue algún principiode envidia.

a emulación

De acuerdo con l a t eor ía de la emulación l as c lases infe-riores envidiosas continúan copiando los esti los de la s clasessuperiores y estas últimas continúan tratando de distinguirsede modo ta l qu e el est ilo de los artículos de lujo se va filtrandohacia abajo. El antropólogo Danie l Mi l ler ap lica un a teoría dela emulación desarrollada en la década de 1970 por el socio-

lingüista W. Labov 1972, pág. 239) para i lustrar lo qu e habríaestado ocurriendo con el col or y la forma de l as vasijas en un aaldea india si esta teoría fuera correcta figura 3.7).

Primero la felicidad se eleva a medida que diseño vadescendiendo en la escala social, luego la clase superior comien-za a sentir desagrado porque su s diseños ya no son distintivos.Entonces produce un cambio destinado a poner distancia entreella y los emuladores de la s clases má s bajas; la felicidad de losemuladores disminuye hasta qu e gradualmente éstos logranvolver a subir Miller, 1985, pág. 186). En este modelo de so-ciedad de escalas ascendentes y descendentes el sociolingüis-ta de buen corazón contempla con tristeza los a nh el os p or

elevarse de la s clases inferiores, siempre frustrados po r la strayectorias descendentes de los diseños. Para él, el diagramamuestra cómo el diseño de la vajilla es u n modo má s qu e tieneelricoy poderoso de mantener sometidas a la s clases má s bajas.

Esta versión de la vida social considera que los individuossólo abrevan en un río que comparten con otros individuos declase superior de clase inferior. En el m odel o de jerarquíasocia l no se consideran otros vínculos laterales la s agrupa-

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Posición social

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Posición social

mf ¡~

U

Fase 1

Fase 2

igura 3.8 . Bocas y formas de la s vasijas tMiller, 1985 .

Fase 3o cm

igura 3.7. Principio de la f el ic idad de Daniel Mil ler Millar, 1985 .

ciones, la s adhesiones o los patrocinios. En él no ha y solidari-d a de s r iv al es ní pautas de equilibrio; solamente individuosesforzándose por elevarse e n l a escala social o po r mantener alos demás e n u n nivel má s bajo.

Po r su parte Danie l Mi ller complicó el panorama clasifi-cando la s formas y los colores de la s vasijas en un a aldea india figura 3.8 . El rojo es el colo r má s elevado para los ritos los

r ~ h m n e stienen v ~ s j srojas; la s de las castas elevadas so nr?Jas y.color ante mientras qu e l a s cast as inferiores y los pa-nas utilizan potes negros. Si só lo se tratase de colores , el mo-delo sociolingüístico de Labov bastaría. Pero el código del color la s vasijas se correlaciona de manera bastante compleja conl ~ pureza de. l as su st a nc i as q ue contienen. Las su st a nc i as p ar-ticipan del sistema de intercambio de la a ld ea , No pueden ubi-carse senci llamente en la escala social de la pureza ritual

72

Fase 4 i ~

U

relativa. Como resultado de ello rige un código sumamente sutil.En el plano ritual la leche es la forma de alimento situada

e n l a cima de la escala; como lo muestran la s dos primeras va-

sijas de la figura 3.8, cuanto má s completamente asociado estáun pote a la leche, má s redondeada es su forma y má s redondosu canto. Después de la leche se s it úa n l as legumbres y loscereales que se colocan en recipientes má s angulares de líneasmá s rectas y bordes má s planos. En el punto má s b ajo de laescala se halla la fuente chata muy abierta y angular donde seacomoda la carne. Es imposible y espantoso pensaren poner unalimento e n u n recipiente inadecuado Miller, 1985, pág. 153 .

, Los a ld ea no s h i nd ú es e scu d ri ñ an t í mi d ame nt e con qu épersonas y con qu é sustancias entran en contacto, atendiendo aeste código r i tua l . Aquí no h ay u n a simple escala ascendente ydescendente Constantemente se libra un a animada lucha entre

p or lo menos cuat ro jerarqu ías: en el extremo superior de laescala r i tual están los brahmanes; en la cima de la escala de lariqueza los mercaderes; el con trol de l a s t ie r ras y de la gentees tá en manos de los granjeros; y la s clases inferiores compitenpo r qu e puedan obtener: Cada un o define su posición relativay sus perspect ivas mat rimonia les en v ir tud del uso de ollas ysartenes de los al imentos que puede da r y recibir y de la s per-sonas con quien puede hacer estos intercambios Mayor, 1960 .

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La idea deplorab lemente estrecha del sociolingüista refe-rente a la interacción social podría se r válida en ciertas comu

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rente a la interacción social podría se r válida en ciertas comu-nidades y en ciertos períodos. Pero en elcaso de un largo períodohistórico, el modelo directo de escala ascendente y descendenteinterpreta malla mayor parte de la s claves y especialmentelasqu e tienen qu e ve r con los o bse qu io s y la hospitalidad. Esinadecuado en el caso de los Estados Unidos, donde está bienrepresentada la competencia individualista y es g ro te sco si setrata de la India donde los individuos, divididos en cast as ysubcastas

interactúanbasándose

encomplejas

reglas refe-rentes a los alimentos y los regalos. Ha y algo má s por detrás dela envidia de la posición social, algo qu e al mismo tiempo afirmael proceso y lo complica.

¿ curre aquí

Mis mejores amigos a menudo me reprochan qu e mi sintentos de most r ar l a naturaleza formal de la formación de lgusto so n demasiado mecanicistas. Aceptanque yo puedateneralgo de razón cuando se trata de extranjeros pero sostienen queen nuestro caso la s cosas no ocurren así. Entre nosotros, la

elección es má s libre, má s personal má s espontánea; somosmodernos de modo que tenemos má s intimidad y má s posibi-lidades de elección. Para convencer al lector de q u e n u es t ro sgustos también caen en pat rones estandarizados llamadosestilos de v id a p or los investigadores de mercado), presentoaquí un diagrama de estilos de salas living rooms producidopo r dos sociólogos en 1970 en la región de Chicago figura 3.9) Laumann y House 1970).

Edward Laumann y James House dividen la escala declase alta a baja surgida de la investigación sobre la s opinionesen dos grupos de gustos el tradicional y el moderno. Inevitable-mente es a división implica asimismo un a diferencia de gene-ración. En el estilo tradicional , l a s al a de estatus alto estabadecorada con cortinas lisas pinturas con paisajes mueblesfranceses, librosy un piano; también solía haber grandes p lan-ta s en maceteros. La variante de nivel inferior tenía cortinastransparentes (en Inglaterra se la s llama cortinas de encaje ored), alfombras floreadas abundantes l ibros religiosos y tam-bién fotografías y trofeos.

El estilomoderno de alto nivel tenía cortinas geométricas

74

igur 3.9. Salas de estar opuestas Laumann House 1970).

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diferentes sectores de la comunidad de modo ta l qu e la sala deestar constituye un adecuado modo de ilustrar cada tipo. Para

pinturas abstractas muebles modernos un a enciclopedia unaparato de música de alta fidelidad. El estilo moderno d ~es

í

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qu e esta fascinante investigación pueda aplicarse m á s a ll á delos límites de la ciudad de Chicago, debendarse dos condiciones:la primera es trascender de algún modo la simple enumeraciónde objetos: debemos t ra tar de ir m ás a ll á de la s sillas y la scortinas y establecercategorías de clasificación má s amplias. Laotra condición es superar el concepto de qu e el estatus má selevado o inferior (medido en vi r tud de la riqueza y la educación)predice el gusto. Un a persona rica o pobre, educada o no edu-

cada puede preferi r el diseño f lo ra l y detestar lo geométrico,puede sentir qu e los diseños l isos le ponen los nervios de puntao qu e la s paredes decoradas le hacen subir la presión sanguínea.El problema consiste en determinar algún principio qu e esté enla base de la discriminación. Las p l an t as e n ma ce t as compitencon la s enciclopedias; los animales domésticos f uer on r eem-plazados po r la s reproducciones de Luis XV; el panorama esdemasiado confuso y complejo para qu e podamos hablar de uncansancio de la moda; la gente es demasiado intel igente paraentregarse a la simple emulación. Un modelo del conflicto qu et e ng a e n consideración cuatro aspectos explica mejor el asuntoqu e la escala unidimensional ascendente y descendente.

ta tus bajo t ~ n í amuebles voluminosos, cortinas con diseño deflores, de ammales y objetos religiosos.

Se puede advertir qu e ciertas elecciones Son incompatiblesCOn otras; los ammales domésticos en l a s al a podrían arruinarlos muebles franceses; el costo de l equipo de mú si ca p od rí acompetir con el delplano. La preferencia por los espacios vacíosy los ambientes no atestados podría oponerse al gusto po r la sgrandes p la nt as e n macetas: Las. cor t inas geométr icas y la s

alfombras hsaspodnan combmar bien con la s pinturas abstrac-ta s y los muebles modernos. El diagrama de la felicidad emula-dora presen tado por Miller mostraría q ue e n la sala de los jóvenes modernos de estatus elevado se da un largo y lento desp l a z a m l ~ m t odesde las cortinas de encaje, primero a las cortinascon diseño floral, luego a la s lisas y porúltimo a la s geométricas.

Cuando me r ef ie ro a esta investigación generalmente meencuentro con un a reacción negativa. Es un a antigüedad. Todoeso es absurdo yo no decoro as í mi casa la s pruebas son forzadas; ~ ocreo qu e el a su nt o s ea ta n predecible. Cuando sep re se nt ó e n un canal de televisión este enfoque, los autoresp e ~ c l b l e r o nf,-,;ertes reac cion es positivas por parte del público deChicagn, Llovieron l a ~cartas en tonofavorable; los que escribíanno se quejaban po r el mforme s ino que pedían consejo. Nunca viesas cartas pero me imagino que se dirían cosas como éstas:

Gradación de lo s estilos

Pensemos en la hostilidad y el rechazo:

Estimado Dr. Laumann, estamos a punto de redecorar nues-tra s ~ l ad ~e s ~ a r ; ~ e n e m o salgo más de cincuenta años y somos unmatrimonio sm hIJOS

y luego continuaría la pregunta:

¿Somos demasiado maduros paraponer cortinas geométricas?. e ~ t e n e c e m o sa lac lase a lta, pero no tenemos muebles france-

ses (',llO Importa?

. No nos intere.sa la música pero ¿tendríamos que tener unequipo de alta fidelidad para nuestros amigos?

~ v i d e n t e m e n t ese advierte un a estandarización pero unCam O ~ elas tendencias tradicionales a las modernas noes un aexplicación suficiente. Ha y un a competencia pero ésta se pol a n ~ aa través de la s c a s ~ sAlgún proceso oculto hace qu e la scornentes de color, de disenoy de forma surjan a raudales de los

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[Ni muerto me dejaría ver con esoNo tendr ía eso en mi casa ¡ni que me pagaran[No, nunca [Pasarán sobre mi cadáver

Cuando uno oye (ovocifera) alguna de estas frases adviertequ e el objeto en cuestión si bien provoca desagrado no estámalhecho, ni es barato ni t iene necesariamente qu e se r chillón. Lacausa del rechazo e s q ue la persona no quiere que se la asocie

con alguna otra a la que definitivamente le gusta qu e se la ve acon esos zapatos es a corbata o ese pañuelo.

Tales discriminaciones po r sexo, po r ed ad por clase social, etc. o p era n e n un a gran cant idad de ocasiones y, como la sseñales de desprecio están destinadas a qu e se l a s v e a y se la sentienda como tales no sería difícil identificarlas. Una buenavasija debe su valor a su indiscutible pretensión de pertenecera su propia clase de vasija.

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Para comprender el proceso, basta con observar cómo actuamos en nuestra vida cotidiana. Lo mismo que cualquierotra

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si

¿Es la NO ~ . E hora del > ~ <

almuerzo?

si

¿Essábado? /

¿Esdomingo? /

¿Esdiano si h ~ ~ . ; . : 0 _ /aborable? ~ - lacena?

NO ¿Es un

{ o ~ ~ n

Figura 3 1 Días y horarios: el diagrama de decisión del am a de casa .

798

cultura la nuestra distingue entre lo privado y lo público, o entr e el má s viejo y el má s joven, entre lo superior y lo inferior,entre el qu e p e r e ~ e c ea un grupo y el qu e no pertenece a él . Losbienes se utilizan para mostr a r l a distinción entre privado ypúblico, o entre viejo y joven, entre superior e inferior, entreinsider y outsider El investigador avisado puede observar en suconjunto la serie de ocasiones que determinan la s g r d c i ~ n e s

entre tazones para el desayuno y la s tazas de porcelana para-elté y, pasando de los continentes a los contenidos, entre el caféinstantáneo para todos los días y el buen café de filtro qu e se less irve a los invitados , etc: Los exper tos en econometría sabencómo seguir la pista de los patrones a los que se ajustan esaselecciones, y los investigadores de mercado rara vez pasan po ral to estos detal les.

La s figuras 3.10 y 3.11 muestran los diagramas de decisiónconstruidos porMary Ann Maguire. 2 Estos diagramas no señalanlas gradaciones de unajerarquía exótica como la de la China nide un complejo ritual únicocomoel hinduismo. Fueron elaborados para mostrar cómo la familia norteamericana tipo tomasusdecisiones referentes a los alimentos y podemos suponer qu e la sdecisiones respecto de lo qu e se come abarcan otras decisionesacerca de la vajilla y los utensilios de cocina. La porcelana má sf ina no es la adecuada para el subgrupo O.

En cualquier par te del mundo la escala que va d es de lotosco a lo refinado está siempre presente aunque se manifiestede diferentes maneras. Considérese l a g am a entre tierra ma -

.dera, vidrio O metales y luego la qu e va desde el a lumnio , elacero, el bronce, el cobre, la plata hasta el oro. También podemos considerar la gama que clasifica superficies naturales yásperas y todas la s formas de pulirlas suavizarlas o laquearlas.L a misma escala ex is te en el caso de los temas de la pintura

desde la s funciones corporales a la s formales escenas cortesana s o del paraí so . Y todas estas variaciones tienen qu e ver a suvez con la selección de los regalos apropiados. Otra escala sebasa en el peso y el volumen; otra va de lo común a lo r ar o. Esincontable el número de diferentesescalas destinadas a marcarl mismas significaciones: luminoso/oscuro, durolblando, altisonante/discreto y el contraste entre pudor y directa alusións xu l Lamont y Fournier comps., 1992 .

omienzo

directamente a la cima de la escala de un estilo de vida opuestoEl estilo simple ensalza la s virtudes del estilo de vida simple

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¿Habráinvitados

No

¿Estarátoda lafamilia

presente

Si

Si

Elige delsuburupo W

Elige delsubqrupo X

Fin

Fin

En lugar de observar los elementos separadamente tene-m os q ue mirar el conjunto completo de opuestos polarizadosantes de poder medi r l a significación de un o solo de ellos E nlugar de examinar las vasijasindividualmente deberían obser-varse l as corrien tes de robustez y color saturado provenientesde un a dirección e identificarse otras corrientes de atenuaciónligereza y color pálido Para entender qué ocurre con el gustonos es indispensable seguir sus manifestaciones en un a gamacompleta de objetos y reconocer estos ú l t imos como banderasqu e se enarbolan en la competencia cultural.

Teor ía c u l tu ra l

igur 3 11 ¿Quiénes se sentarán a la mesa? Diagrama de decisionesdel am a de casa.

La conducta corpo ra l el e st il o de los o bjetos y el tipo deocasión imprimen su s huellas un o sobre otro Los gestos sutilesla s voces corteses la costumbre de no agitar rústicamente los

brazosconforman un comportamiento mesurado que se proyec-ta e n l as superficies tersas la s curvas suaves la s formas bienequilibradas y viceversa Sabemos cómo interpretar el códigosabemos lo que normalmente significa el extremo inferior delíndice y también sabemos con qu é podemos contar como recursopara manifestar protesta contra aquellos que prefieren el ex-tremo superior de la escala El extremo común diario íntimo dela escala lo llano lo pequeño despojado de adornos se eleva

Como vimos en el capítulo 2 la teoría cultural establececuatro clases de cul tura opuestas entre sí La pr imera y l a m á scompleja es aquella e n l a qu e la autor idad respalda el poder Enesta cultura la autoridad t iende a expresar su posición utilizan-do contrastes espaciales de arriba y abajo de derecha e izquier-da. Podemos esperar qu e la tendencia cultural se manifieste enla s casas en el vestido en el amoblamiento. Cada cosa estáhecha para exhibir el lugar q ue o cu pa en el sistema de cosasLa s cerámicas indias y chinas ilustran lo q ue s on las cul turasen l as q ue se respetan la s posiciones

Pero considérese la idea de no dejarse ver n i muerto concierto atuendo no aceptar la presencia de cierto tipo de objetoen el hogar ni qu e me paguen para tenerlo y el embarazo derecibir presentes qu e no p ue de n s er exhibidos porque da nseñales equívocas Es a turbación es en verdad m ie do a se rjuzgado erróneamente po r tratar de imitaruna posición qu e nono s corresponde o m iedo a ofender a alguien po r hacer precisa-mente eso

¿ Qu i én s ig u e alguna vez ciegamente al rebaño? ¿Quiénaceptaría los dictados de la cultura conservadora posicional sino estuviera de acuerdo con ella o s i no v ie r aen ella algo qu e leresultara conveniente para sí? Partiendo de estos interrogantespodemos identificar los otros tres tipos culturales como discre-pancias cont ra l a sofocante complacencia de la s familias rei-nantes contra las ultrasutilezas la complejidad y el exceso derefinamiento que la s caracteriza. También podemos partir de

Finlige delsubgrupo Y

sr

No

Elige delsubgrupoZ

No

¿Estaráh ~ r ~ ~ ~ ~ ~ l l) - - - _

casa

80 81

otro punto de los señalados en el mapa cultural de la figura 2.l.L a c ul tu ra compleja p u ed e a si mismo mostrarse como u na

f ó d

En contra de tod o esto, un a de l a s cu ltu ras activamenteopositoras tendrá po r líderes a personajes equivalentes a lospríncipes mercaderes y hasta a bandoleros o barones bandidos:

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defensa contra la confusióny la vulgaridad de todanueva modaqu e pudiera sobrevenir o contra la auster idad mojigata de la ssectas; po r lo demás, también están aquellos otros qu e semantienen fuera de la contienda y fijan sus propias normaseclécticas. E l d iag rama de la s tendencias culturales opuestasdel capítulo 2 contribuye a da r sentido al conflicto cultural , estoes , la s corrientes rivales de gusto y de v alor, de m od o q ue v al el a p en a volver a examinarlo aquí véase la figura 2.2 .

L a m is ma g am a de actitudes ante el poder y la autor idaddeterminan el marco donde se exhibe la dinámica del gusto. Escomo un campo de fuerzas organizado en dos dimensiones.Sobre el eje horizontal de izquierda a derecha el individuo secompromete cada vez má s profundamente con un grupo, demodo qu e la s elecciones es tán más es tandar izadas a medidaqu e no s movemos desde la izquierda h ac ia l a derecha en eldiagrama. Delmismo modo, los objetos considerados valiosos seadaptanmás dellado izquierdo al uso privado, en tanto que, dellado derecho, se dest inan más a celebraciones grupales.

En el eje vertical, de abajo hacia ar r iba, el campo registra

un a complejidad creciente de la s reglas de discriminación. Lapoblación está dis t ribu ida desigualmentepor todo el diagrama;a lgunos vért ices e st á n m á s d en sa me nt e poblados qu e otros.Aquellos q u e v i ve n en l a cu ltu ra del ángulo superior derechocrean para sí mismos un a estructura jerárquica conservadora.Los demás comparten un deseo común de qu e se los separe-delos modales y los gustos tradicionales de la posición de C.

Llámesela como se la llame, la cul tura compleja, conservadora, del ángulo e realiza eventos elaboradamente jerarquizados a fin de solemnizar relaciones sociales jerarquizadas, todoello sustentado po r un a serie jerarquizada de objetos. Susobjetos ha n de demostrar la escala completa que va de lo burdo

a lo refinado, insertos en ubicaciones espaciales y temporalesgraduadas que so lemnizan la gama entre lo común y lo refinado. Un a vez que se los ha utilizado, tales objetos se l impian y sequitan del lugar de exhibi ción , se g ua r da n e n e st an te rí asjerarquizadas, dentro de armarios jerarquizados hasta qu ellegue nuevamente el momento de sacarlos. Un a vasija decora-da como el incensario Ding aparecerá exhibida contra el telónde fondo complejo de otros objetos, tapices y biombos.

príncipes mercaderes y hasta a bandoleros o barones bandidos:desde el punto de vista de éstos son contendientes advenedizos en procura de un poder carente de legitimidad. Es a cultura,que l lamaremos A adquisit iva, agresiva, orientada a la acción,arribista hace un uso po r completo diferente de los objetos. Po run a par t e, l a posible ausencia de l inaje implica que su s pose-s io nes no fueron adquiridas a lo largo de generaciones decorrecta herencia. Los objetos están destinados a se r ofrecidos

y recibidos, a proclamar lealtad. No se asocian con el calendarioocon elciclo de la s estaciones, puesto que los gestos de adhesiónpueden requer i rse en cualquier momento. Los objetos as í ad-quiridos no pueden insertarse en series ordenadas. Los objetospreciados tendrán qu e mostrar su valor aisladamente, si n lareferencia que podria proporcionarles el resto de un a serie, po rello h an de se r impresionantemente sólidos, voluminosos yd u ra de ro s . Que se los considere vulgares es a lgo qu e nuncamolestará a su s dueños.

Igualmente opuesta a l a c ul tu ra adquisit iva A y a lacultura compleja e es l a cu ltu ra de la dis idencia que ocupa elángulo D. Quienes se sitúan en ella rechazan tanto la s desi-gualdades de la jerarquía compleja, su grandeza y su extravagancia como la exhibición vulgar de poder personal propia delextremo opuesto. La idea qu e tiene el disidente de un a buenavasija se alcanza en el nivel inferior de la escala que va de loburdo a lo refinado: terminación nada elaborada, diseño simple,ausencia de ornamentos. Su preferenciapor el extremoinferiorde la escala es un a protesta contra el poder.

En el ángulo B se sitúan los personajes aislados a quienes,po r la s razonesque sean , la autoridad y el poder pasan po r alto.Están fuera deljuego. Funcionarios fracasados, exiliados políti-cos, ar t istas, marginales so n sólo algunos de los qu e pueden

ubicarse en ese re ti ro. Incluso pueden se r ricos. Lo sean o no,normalmente no se muestran ostentosos, sus posesiones noestán destinadas a la exhibición. El gusto po r la tranquilidad yel aislamiento, aunque fortuito y heterogéneo, no se desarrollaen procura de fav ores ni pretende estab lecer normas, atraerseguidores o señalar grandes ocasiones. El concepto de estilocor recto no es un a cuest ión que le s importe. Ellos no andandiciendo po r ah í que ni muertos se dejaríanver con algo de ma l

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gusto ni se ofenden porque se le s haga un obsequio de estiloinadecuado P ar a u n coleccionista sería difícil identificar unobjeto correspondiente a un gusto ta n ecléctico

mármol a la humilde madera y la posibilidad de mostrar lo qu epodía lograrse con un a madera de gran estilo fueron satisfac-ciones adicionales La i d ea b ás i ca e ra l a reforma religiosa

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objeto correspondiente a un gusto ta n ecléctico.La cul tura es un a contienda sobre la decoración como lo es

sobre tan tas otras cosas, independientemente de qu e algunaspersonas consideren la decoración como un a ofensa a l a na tu -raleza y qu e otras sean sus apasionadas defensoras y la entien-da n como un a demanda de la naturaleza Volviendo a hacer un aultrasimplificación podríamos decir qu e la cultura conserva-dora, con episódicos apoyos de los situados en el ángulo B,

podría l legar a aceptar qu e la s superficies desnudas so n desa-gradables Las otras dos culturas odian la decoración y prefie-re n la s superficies despojadas La cul tura emprendedoraactivanecesi ta desembarazarse de la s galas formales del régimencomúnmente establecido de modo qu e esas personas e st án e ncontra no tanto de toda decoración, como de la qu e considerandecadente y sobrecargada el estilo que normalmente prefierenlos poderosos actuales Necesitan espacio para su s v id as inno-vadoras y están en contra de atestar la casa con objetos irrele-vantes

i tu ción emb r zos

Los historiadores de l arte au n cuando no se apoyen en la soscilaciones pendulares normalmente ofrecen la secuenciacronológica de los estilos. Un estilo aparece después de otro ycomo reacción a este último y as í sucesivamente Rara vez heoído qu e hablen de un antagonismo sincrónico o intentos decontemporización

La reacción de los estilos de la Reforma contra la hege-monía católica dio algunos ejemplos brillantes Por ejemplo, elli bro de Michael Baxandall 1980 sobre la s esculturas demadera de tilo qu e ha y en la s iglesias a le m an as m u es tr a l aaparición de un a sensibil idaddiferente de u n a mayor atenciónp ue st a e n l a personalidad la aparición de nuevos materiales yde nuevos temas para expresar la devoción individual y lacompas ión divina La h i st o ri a su po n e que, privados de la sfuentes de mármol los escultores se vieron obligados a encon-t rar otro material y qu e fue as í como descubrieron afortunada-mente las extraordinarias posibilidades de l a mader a del tilo.Pero el ensayo de Baxandal l sug iere que el cambio delmagnífico

ciones adicionales. La i d ea b ás i ca e ra l a reforma religiosa.El estilo d el s ig lo XVII holandés ilustra mejor aú n la s

implicaciones de la escala de refinamiento Primero b ajo elyugo de la España católica, luego con el regocijo de la l iber tady, po r último ante la e n orme r i qu e za a l ca n za d a p o r el éxitoeconómico, Holanda se encontró ante un problema cul tura l:¿cómo podía consumir y exhibir e sa g ra n riqueza ostentosa-me n te s i n t rai c io n ar los austeros códigos religiosos del protes-

t a nt i smo ? Simo n Schama 1988 t ra n sm i te l a tensión y laemoción de un estilo soberbio: sombrío negro resplandecientecon lazos de encaje todo más l impiodeloque pueda imaginarseLos burgueses super ar on su bochorno de r icos cuando descu-brieron un modo de decir dos cosas al mismo tiempo: la exhi-bición costosa dice qu e so n r icos y poderosos; el blanco blan-quísimo muestra qu e además so n refinados Esta palabra llegóa se r casiinmencionable; si n embargo el estudio del buen gustono debería pasar po r alto otra situación embarazosa: la de lavulgaridad

U na de la s objeciones q u e h a ce n los historiadores del artea los enfoques de la antropologia y de la sociologia es q ue s onultrasimplificadores Es verdad simplificamos demasiado Enla v i da rea l la s disputas sobre cuestiones de gusto son apasio-nadas; la mayor parte de los objetos diseñados par a mar car unnuevo es ti lo dicen mucho má s de lo qu e parece La posibilidadde transmitir complejos mensajes referen tes a l a l eal tad y laambición es lo q ue h ac e q ue la s cerámicas y otros objetos seanta n interesantes para su s poseedores También los historia-dores de l arte simplifican. Al esquivar los poblemas de conflictocultural despojan su discurso de la cuestión primaria sobre elgusto: los orígenes de la vulgaridad Consideran que los antropó-logos estorbamos So sp ec h an q u e nuestras ácidas imputa-

ciones de motivación violentan la s cuestiones estéticas Somosdesmañados y poco convincentes fáciles de rebatir porquedesconocemos el terreno Si sólo unos pocos historiadores má sse sumaran a la empresa h is to riadores que conozcan real-mente bien su s períodos y qu e puedan seguir la trayectoria dela s disputas y facciones normalmente enredadas alrededor delejercicio del poder podríamos mantener un a conversación má sinteresante

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Consideremos a los amish como un grupo disidente consideremos a los irlandeses como un grupo aislado de la Iglesiauniversal un a sociedad que se rebela contra l a G ra n B r et añ a

preferían beber de los copones verdes lisos, bellamente refinados, del su r de Celadon. Recordemos qu e la antigua corte delnorte que favorecía los utensil ios blancos delicadamente deco

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qimperial . Consideremos hasta qu é punto su arte popular naciona l i l us t ra el antagonismo de ese pueblo en relación con losotrosmundos. El amoblamiento de los amish es simple como suestilo de vida; todo lo hacen de mader a nada es tapizado. Elesplendor de sus colchas es un a sorpresa. La s piezas de la s qu eestán compuestas esas mantas deben se r lisas; lo s coloresapagados resaltan gracias a aplicaciones bril lantes. Los mue

bles y la s colchas están hechos para expresar la simplicidad desu estilo de vida y la vitalidad y la fuerza de su creencia Bishopy Safender 1976 . Este es un enclave sectario clásico qu eexpresa conscientemente toda la religión en cada cosa qu e hace.

Consideremos en cambio la s superficies decoradas de losobjetos celtas los ret orci d os d iseñ os rún ic os so bre la s antiguas lápidas de sus tumbas . En Irlanda podemos ve r los antiguos diseños recargados reproducidos en el encaje irlandés ypodemos reconocer su influencia en los tejidos de colores pastelde la isla de Arán. Indudablemente combinan mu y bien con laimpecablemente barnizada vajilla de Belleek co n su s bordesfestoneados y la decoración con relieve de su superficie. La stazas de té color crema y las bandejas de bizcochos cremosos ys on s servidas sobre manteles de l ino color crema completanel ambiente rodeado de cortinas de encaje color crema: la tetera redonda y baja de Belleek ostenta un delicado reproche a lao t ra cu ltu ra i rl andesa la de ascendencia protestante y su sadep tos de la casa grande que saborean su whisky en refinadas copas de cristal Waterford. ¿Qué significa todo este hiperrefinamiento? A diferencia de los estilos amish éste nadatiene qu e ve r con la religión. Pero podría constituir un toque dedesafío hacia los c o nq u is t ad o re s i ng le se s q u e so lí an llamarsucios a los irlandeses.

Volviendo al tema de los estilos de l as vasijas correspondientes a la corte china del siglo XII, el primer incensario quevimos, el blanco Ding, podría resultar demasiado ornamentadop ar a u n a corte que sufre el bochorno de haber sobrevivido algran cataclismo: estando a ún e n el g ob ie rn o y siendo todavíaricos, podían afrontar la consiguiente critica de decadenciaabsteniéndose de usar utensil ios blancos frívolamente decorados. En un intrincado movimiento de lo com plejo a lo simple

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norte que favorecía los utensil ios blancos delicadamente decorados fu e acusada de decadencia y corrupción. Su sucesora lacorte Song del sur adoptó u n estilo má s sólido, despojado, perota n fino que exig ía extraordinaria habilidad de los artesanos.La cerámica verde Celadon contribuyó a qu e l a n ue va corteexpresara conceptos contradictorios sobre sí misma: somosviriles, honestos directos, no no s gustanlas superficies decorada s sobrecargadas y al mismo t iempo somos intensamenterefinados como lo muestra esta vasija la perfecta integridad desu forma, la delgadez de su s bordes sujusto equilibrio, su colorinimitablemente puro y pálido. La elaborada porcelana blancadecorada de la er a anterior continuó siendo fabricada y utilizada pero podría haber dado un mensaje político reaccionario.Supongo qu e los leales seguidores del régimen anteriorhabriancontinuado oponiéndose al rótulo de decadentes y habríanostentado su preferencia por la cerámica blanca decorada.

Y, presumiblemente los críticos inveterados de la vidacortesana qu e acusaban a ambos esti los de representar valorescorruptos hayan tenido qu e buscar un est il o de cerámicadiferente que expr esa r a su antagonismo ante la pompa y elpoder. Los ceramistas del siglo XII del su r de la China hal laronla fórmula conveniente: combinaron la forma tradicional popula r con un opulento vidriado, el pesado bol negro Temmokuestaba destinado a adquirir amplia popularidad en todo el su rasiático. No parece u na casual idad que se lo haya encontradoenterrado en la tumba de un erudito junto con su pluma sutintero y otros objetos p ropios de su profesión. ¿ Se rí a é s te elúnico tipo de recipiente que los privilegiados pero disconformescríticos de la corte podían utilizar si n desvirtuar lo qu e afirmaban sobre los valores estético-políticos de la hora? La pesadez de la vasija e rau n a crítica a la frivolidad de sus dos rivales

los utensi lios verdes Celadon y la porcelana blanca e n t an toqu e el b ri llo del barn i z admi tí a l a conciliación con el sistemageneral. ¿Podemos reconocer aquí un a manifestación tempranadel movimiento de la s artes y oficios? Estos objetos no s dicenvarias cosas al mismo tiempo p er o lo qu e manifiestan sólopuede comprenderse si se los s i túa en la escalacorrespondientede similares y opuestos.

El proyecto sociológico mismo es un a de la s fuentes prin-

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cipales de la s desavenencias subyacentes entre nosotros y loshis toriadores del arte. Aparentemente es ofens ivo o algo despectivo señalar qu e un objeto no es únicamente lo qu e parece

mi ti mos d i sc e rn i r los esfuerzos p or p ro du ci r arte, pero nopretendemos hacer un juicio de v al o r q u e esté má s allá de ladisputa Si no cuento con más ayuda de los desinhibidos histo

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pectivo señalar qu e un objeto no es únicamente lo qu e pareceser, como si no pudiera permitírsele tener múltiples y compleja s pretensiones. La idea implícitasubyacente e n l a crítica qu eel historiador del arte le hace al antropólogo del arte es qu e losobjetos son, espontáneamente, lo qu e son, n i m á s, n i menos; laverdad exige qu e se hable l lanamente, s in ambigüedades. Siesto no es un a declaración de gusto aunque ciertamente suenacomo si lo fuera), lo que sostiene es qu e el arte es arte y no debereducirse a ninguna otra cosa. Para mí es un a expresión deembarazo. Po r un lado, admite qu e está mu y bien examinar la sprecisas distinciones que hayen t r e l as diferentes vasijas de laan tigua China o de la India rural o e n tr e l as cortinas que seu s an e n Chicago y especular sobre la s pretensiones qu e trans-miten; pero al mismo t iempo sugiere que es molesta la preten-sión de someter nuestras propias salas a u n escrutinio seme-jante. Pero lo embarazoso en sí mismo es ta n interesante comola vulgaridad.

En su estudiosobre Keats, Christopher Ricks (1974) llamala atención sobre la simpat ía qu e sentía el poeta po r el acto deruborizarse. E n l a sutil voz delpoeta el embarazo, la turbación,se eleva a la condición de un a de la s emociones má s distintivasdel se r humano. Quien desconoce el bochorno carece de sensibil idad y es inepto para vivir en sociedad. El embarazo es un signode qu e el yo está profundamente comprometido (y el yo ¿no esacaso e n s í mismo precisa y propiamente eso?). También es lasensación de d ispar idad en tr e lo q ue d eb er ía se r y lo qu erealmente es; es el temor a parecer lo q ue u no no es , a d ar l aimpresión de queuno se esfuerza por se r má s de lo que debería,o menos delo qu e debería. La s vueltas quet iene la turbación so nta n complicadas qu e hacen qu e un a persona se sienta incómodamente consciente de ve r qu é efecto produce en los demás y

hasta de ve r que los demás saben qu e él lo ve. Keats pone enjuego toda la empresa artística al confrontar la inmensidad desu vis ión con la pobreza de su s medios. Esencialmente, elembarazo es la respuesta al juicioy depende de la capacidad dejuzgar de cada uno.

¡Cómo quis ieraque los historiadores fueran menos susceptibles Quizás as í no harían juicios ocultos de valor. La a nt ro-pología e s m á s e st ri ct a en cuanto a declarar interés: no s per-

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disputa. Si no cuento con más ayuda de los desinhibidos historiadores, lo má s qu e puedo aportar, como antropóloga social, ala discusión del valor es t ra z ar u n m a pa del orden de batalla.

Notas

1. Quien er a curadora en l a época en que e sc rib í e s te a r tí c ulo es hoydirectora del Merton College de Oxford.

2. Agradezco a M ar y A nn M ag u ir e p o r p er m it ir m e r ep ro du ci r estosdiagramas que realizó mientrastrabajaba en elKellog School ofManagementde Evanston, IL.

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má s profundo qu e el simple hecho de hacer compras? La spreguntas mismas, ta l como se la s formula en los actuales

ló f

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4 N t d .muer a me ejar ía ver

con eso puesto las comprascomo pro tes ta

Ir de compras

El acto de ir de tiendas necesita se r explicado. Particular-me n te e n elcaso de la s ~ u j e r e sEs necesario defender el tiempoq ue l as mu je re s le dedicamos y el dinero q ue g as ta mo s e n l ascompras. Las ideas que tienen los hombres sobre el acto de ir decompras .como un a a ct iv i da d t i en e q u e se r rebatido junto conu ~ teoría del consumo qu e desvaloriza la elección del consu-m idor. A fin de contraatacarla mencionaré algunas debilida-des bien conocidas de la teoría del consumidor, que, despuésde todo es un enfoque teórico completamenteparcial de l actodecomprar con limitaciones estrepitosamente evidentes.. La ~ c o n o m í ay la investigación de mercado explican bien lainfluencia qu e ejerce el mercado en la s elecciones de los consu-midores, Las bases de es a explicación se echaron en el siglo XIX~ o nla t e ~ í ade la utilidad. Pero actualmente, el problema enverdad difícil d ~r e s o l v ~ res el inverso. Nos hace fa l ta compren-de : la influencia qu e ejerce el consumidor en el mercado. Unprimer enfoque de esta nueva cuestión, de l efecto quet ienen losgustos ?e los .consumidores en los mercad os, no s obl iga ar x ~ m m rla Idea misma del consumidor. ¿Hasta qué punto laelecclón.del consumidor es homogénea? O ¿hasta q u é p u nt o essuperficial? ¿Podemos asegurar qu e es episódica o qu e estádesconectada de los i n te re ses má s profundos de la mu j er q uecompra? ¿Porqué suponemos qu e es a mujert iene algún in terés

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paradigmas psicológicos son sorprendentemente ofensivas parala inteligencia de la compradora, quien es después de todo elconsumidor racional soberano.

Una explicación popular presenta a la compradora comoesencialmente reactiva: ella reacciona a los vaivenes de lamoda, au n má s de lo qu e reacciona a los prec io s d el mercado.Los cambios de la moda y los precios so n l a sd o s explicaciones

del acto de ir de tiendas: po r implicación si la s acciones de lacompradora están determinadas po r el mercado o po r la moda,su s decisiones so n mecánicas y no merecen un examen má sprofunda, E n e st a perspectiva ha y un a respetable bibliografíasobre los cortes y los dobladillos. Recordemos el caso históricode l as p iernas de los pantalones eduardinos que fueron hacién-dose progresivamente má s angostos y de pronto, se ensan-charon. Un a anécdota apócr ifa que se hizo correr en los comer-cios minoristas cuenta qu e el príncipe de Gales, antes de llegara se r el reyEduardo VII un dí a cayó en un a charca y arru inó suspantalones: po r primera vez en su vida se vio obligado a com-p r ar u n p a r de pantalones de confección. Estos no se adaptaban

ta n bien a la pierna principesca como los qu e le hacía el sastrede la corte. La amabilidad de los cortesanos hizo qu e los pan-talones anchos se convirtieran en el último grito de la moda. Elcontratiempo sufrido por el príncipe ofreció la ocasión para qu ese produjera u n cambio qu e de todos modos se habría dado. Lamoda eduardina del pantalón tipo tubo se opuso a un estilo depantalones que ya no podían angostarse más. Eventualmente ,o bien el l ímite entre los pantalones y los calzoncillos largosllegaría a se r imperceptible has t a l a pérdida profesional de lossastres), o b i en l a s piernas de los pantalones se ensancharian. Nunca confie en un hombre qu e us a pantalones holgados lehabía advertido un viejo profesor de Cambridge a mi padre . Siel hombre pre tendía detener un a tendencia, er a e n v e rd a d mu yoptimista: los pantalones Oxford estaban destinados a ganarsesu lugar en la moda y a volver a imponerse periódicamente.

Si existe un péndulo, éste ha de oscilar primero hacia unlado y luego hacia el otro. Pero, ¿qué clase de explicaciónes ésa,que predice u n cambio pero no puede determinar cuándo h a deproducirse ni en qu é h a de consistir? No todo cambia, algunasmodas permanecen estables durante muchas generaciones. La s

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vaivenes de l péndulo no afectaron el diseño de los tenedores ylos cuchillos comunes qu e se util izan en mesas comunes y sobreplatoscomunes Haría fa l taconsu l tar co n un anticuarioexperto

como si fueran inherentemente inabordables Siempre debe-mo s se r cautos cuando se nos presenta un modelo de l espírituhumano qu e deja de l ado ampl ios sectores po r considerarlos

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platoscomunes Haría fa l taconsu l tar co n un anticuarioexpertopara saber cuándo comenzaron a usarse Otras civilizacionescomen elegantemente sin emplear ni cuchillos ni tenedores losetíopes o los ind io s, po r ejemplo. ¿ Po r q ué su s péndulos nooscilaron como el nues tr o en mater i a de cubiertos? o ¿por qu éno viramos nosotros hacia un a moda anticubiertos? Lo cierto esqu e la teoría pendular explica mu y poco.

Su s defensores la apoyan sosteniendo qu e sólo ciertaselecciones están sujetas a los vaivenes La explicación se sus-tenta en un a división implícita entre compras basadas en un aelección racional y un elemento optativo; po r ejemplo, todosnecesitamos un abrigo, pero el colores optativo y es a opción estávinculada con los cambios de los colores qu e se ponen de modacada año. Esta idea impl ica qu e algunas elecciones so n centrales y firmes y qu e otras so n periféricas y pasajeras; qu ealgunas tienen q ue v er con cuestiones internas y otras concuestiones externas; a lgunas se relacionan con objetos necesa-rios, otras con objetos de lujo ocon la decoración superficial Si nun a división de este tipo entre la s elecciones, el modelo devaivén del consumidor sería absurdo

st lo

Un contraste entre rasgos intrínsecos y rasgos extrínsecosayuda a apoyar/la teoría de los cambios pendulares y coincidecon un a ideaampl iamenteacep tadaque ent iende el estilo comoel o o en qu e está hecha un a obra a diferencia de qué es laobra e n s í misma Esta teoría del estilo implica alguna esencia ~ no puede separarse de su apariencia: el estilo es la super-ficie externa de un a obra de arte la pul ida suavidad o ásperarugosidad la superficie, extrínseca a la obra misma La teoría

no permite desarrollar un análisis má s profundo al incluir lanoción implícita de qu e todo tiene un a esencia oculta: Siempreh yun rea l idad que la apariencia de la cosa no revela inme-di t mente algo inaccesible Esta filosofía estética fue directa-mente t c d por Nelson Goodman 1978). Si es engañosa enel c o de l historia del arte es claramente perniciosa en lateorí del eonsumo Puos nos alienta a pasar po r alto la s razone s posible del conducta del consumidor a pasarlas po r alto

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humano qu e deja de l ado ampl ios sectores po r considerarlosirracionales o inaccesibles: lo q u e d e ti e ne un a conversacióntambién detiene el pensamiento Formulémonos en cambiou n a pregunta de sentido c om ún : ¿ po r qu é adop tar í an l aspersonas un estilo qu e no tiene nada qu e ve r con s u s e r íntimo?O ¿cómo puede un a persona reprimirse de modo ta l qu e s u s e ríntimo no influya e n s u s elecciones regulares? O también ¿quédetermina la par te de la conducta humana qu e corresponde ala periferia i rrac ional? ¿Cuál es la par te que corresponde alcent ro ín t imo inefable? L a teoría de l consumidor o bien tieneque poder contestar a estas preguntas o bien debe perfeccionarsu idea de l se r h u man o Su gi e ro q u e e se perfeccionamientopodría lograrse considerando se ri amen te l a cu ltu ra como elárbitro del gusto

La s fuerzas del mercado de algún modo vigorizan elmodelodel vaivén al establecerque ciertos aspectos de la conducta delconsumidor son má s sensibles a los precios qu e libres de seguirlo s estilos. Los progresos de la tecnología, la apertura de nuevasfuentes de trabajo los cambios manifestados e n l a producción

so n todos factores que producen modificaciones en los precios yel consumidor responde más a éstos qu e a la moda El númerodel código postal po r ejemplo, revela el estilo de vida del con-

sumidor pues la eleccióndel lugar qu e se habita responde a un aserie de presiones de l mercado Un a localidad determinadaproporciona múltiples oportunidades conectadas con la inser-ción del individuo en el mercado laboral En lo qu e se refiere alconsumo, si un a zona ur bana es t á ta n densamente poblada qu eno permite la existencia de jardines no habrá demanda decortadoras de césped, ni de pesticidas ni de muebles de jardínni de mangueras o regaderas Hay u na g ran cantidad deelecciones relacionadas con el código postal qu e se vuelven

c o he re nt e s p o r referencia a la s fuerzas de l mer cado IPeroexisten ascensos y descensos del gusto que no pueden explicarsee n v ir tu d de los cambios del mercado Ni siquiera la teoríapendular puede explicar el cambio reciente manifestado e n l aactitud relacionada con los pesticidas Es a actitud es parte deun cambio cultural sea éste el qu e fuere

Hemos señalado algunos aspectos errados de los paradig-ma s actuales de l consumo. Es erróneo s up on er q ue a lg u na s

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elecciones son triviales pore l simplehecho de qu e no respondende manera evidente al mercado. Asimismo es erróneo no tomar

id ió l id d i l f d l

forma de sociedad que él prefiere. E n la selección qu e el indi-viduo hace está implícita la hostilidad.

No soporto es e espantoso color n a ra n ja e n I:;;s p a r . e d e ~

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en consideración la capacidadque t i enen las fuerzas delmerca-do de reaccionar a la s elecciones del consumidor. Ante todo, eserróneo considerar al consumidor como u n ser incoherente yfragmentario, un a persona dividida en su s propósitos y apenasresponsable de su s decisiones, dominada, po r un lado, po r lareacción a l os precios y, po r el otro, po r los vaivenes de la moda.¿Acaso ese consumidor no t i ene sus propios propósitos integr-a

dores?

Protesta

Sostengo qu e l a p ro te st a e s el aspecto de l consumo qu erevela al consumidor como un a persona coherente y racionalAunque la hostilidad intergeneracional es importan te , e lcon-sumo no está g o ber nad o p o r un patrón de vaivenes entregeneraciones. Au n e nt re l as diferentes generaciones, el consumo está gobernado por l a p ro te st a d e un modo mucho má sprofundo e interesante. La p rot e st a es un a p o s tu ra c u lt u ra lfundamental. En todo tiempo, un a cul tu ra acusa a ot ras cultu-

ras. E n l ug ar de apoyar la débil noción de qu e algunas elecciones entre bienes de consumo constituyen actos de desafío,preferiríasostener de manera mucho más firme qu e la conductade consumo está continua y penet ran temente insp i rada po r lahostil idad cultural. Este argumento restab lecerá el buen senti-do y l a in tegridad del consumidor.

Tenemos que apartarnos radicalmente de la idea de qu e elconsumo es un a manifestación de elecciones individuales . Lac u lt u ra mi sma es el resultado de un a miríada de eleccionesindividuales, primariamente no entre mercancías , s ino entretipos de relaciones. La elección básica qu e t iene qu e h ac er u nindividuo racional es un a elección sobre el tipo de sociedad en

la q u e q u ie r e vivir. Lo demás se ajusta a es a elección. Cuandoun o elige artefactos lo hace para demostrar es a elección. Losalimentos que se consumen, la ropaque se usa, elcine, los libros,la música, las vacaciones y t od o l o demás son elecciones qu e seajustan a la elección inicial de un a forma de sociedad., Losobjetos se eligen porque no so n neutrales; se los elige porque so nelementos qu e no serían tolerados en la s formas de sociedad qu eel individuo rechaza y que, po r lo tanto, son aceptados en la

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dice la infeliz ocupante de un a unidad de un complejo habitacio-na l estatal (Miller, 1991 . Ella s abe perf ectamen te que un vecino ap rec ia ese bril lante color naranja po r su resplandor. Elcolor está implicado en el estilo de vida de su vecino. Entonces,¿por qu é la mujer no pin ta su vivienda de un decente. colorcrema? El antropólogo cree qu e ella no hace nada po r quitar elcolor qu e odia porque está alienada del condomin io en el qu e

vive. Ypara ella el hecho de quela pared estép in tada de un colorque cons id e ra chillón podría const i tu ir un valor POSItiVO unmodo de recordar l a g u er ra c on tr a los otros y su despreciadoestilo de vida en provecho de sí misma y de los s uy os . ¿ De qu écolor er a la r ~ p aq u e e ll a tenía puesta? Al no se r él m i ~ m o comprador, el antropólogo no i n fo r ma s ob re l as d em as anti-patías de la mujer.

N i muerta m e d ejarí a v er con e so p ue st o , dice un acompradora, rechazando un vestido qu e a l gu n a o t ra personaelegir ía por l a s mi sma s r azon es po r la s qu e ella lo detesta., Elvestido odiado, as í como el peinado y los zapatos, o los c o s m ~ ~ -

cos, e l jabón, el dentífrico y los colores , señalan la adhesión

cultura], Porque algunos elegir ían esos objetos, o tr o s debenrechazarlos. \Ciertamente el acto de h e ~compras es r e ~ c t v o

pero al mismo tiempo es POSItiVO Es ~ s e r t v ~pues anuncia un aadhesión. Po r eso requiere tan ta deliberación y tanto tiempo ypo r es o l a s mu je re s t i en e n qu e se r ta n concienzudas cuandosalen de li.endas y po r eso les resulta ta n satisfactorio hacerlo.Po r todo ello los hombres h ace n b ien e n d ej ar e sa tarea enmanos de la s mujeres . De todos modos, la vestimenta y el cortede p el o de l os hombres están mucho más profundamente pres-critos po r la s estructuras ocupacionales en la s cuales ellospasan gran parte de su s vidas; de modo q ue s on m uc ho m en ossensibles a un a diversidad ta n amplia de señales. Y el hecho dequ e los hombres se mantengan alejados de esas arenas decompetencia cultural explica po r qu é se as?,? bran.de qu e la scosas sean ta n caras y po r qu é resulta ta n difícil oxplicarles todolo qu e está e n ju e go e n e sas elecciones. Al comienzo de la teoríade la util idad se hablaba de supuestas preferencias, luego seincluyó la cuestión de la indiferencia, pero en todo momento sepasó po r alto la escala de hostilidad entre culturas. Los sondeos

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sobre pautas de consumo se concentraron en los deseos. La spreguntas trataban de establecer po r qu é la s personas quierenlo qu e compran. Mientras tanto los compradores coin-

idi á i l b l i b

costos impuestos por otros t ipos de cultura. El qu e se aísla nodeja qu e los amigos le impongan nada , no gasta su tiempo enceremonias, no se preocupa por la competencia; no se somete al i í d l b i bli t i i l d á

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cidirán conmigo-, la gente no sabe lo qu e quiere, pero sa be mu ybien lo qu e no quiere. Los hombres, tanto como la s mujeres, soninflexibles respecto de lo qu e no quieren. Para comprender la sprácticas de hacer compras es menester establecer aversionesestandarizadas, q u e son muc ho má s constantes y má s reveladoras qu e los deseos.

u tro t ipos cultur les

La t eo r ía c u lt u ra l puede explicar cómo la s aversiones lle-ga n a estandarizarse. Esta teoría parte de la idea de qu e existencuatro formas distintivas de organización; cuatro culturas, cadaun a de ellas en conflicto con la s demás. Elegir objetos, mercancías, es elegir entre culturas, elegir un a y repudiar a la s demás. En capítulos anterio res ya hemos descr ito los cuatro tipos decultura: un a corresponde a un estilo de vida individualista, eldequien conduce po r la vía rápida, como dicen los anuncios comer-ciales. E s u na elección p a ra u n a red mu y a b ie rt a , competitiva,qu e disfruta de los instrumentos de alta tecno logía, de losdeportes, lo ostentoso, los estilos riesgosos de entretenimiento yde libertad para cambiar sus compromisos. Al elegir este estilolos individualistasrechazan los otros tres modos de vida. Uno dees tos es ti los opues tos es el jerárquico, formal, qu e se adhiere ala s tradiciones e insti tuciones establecidas y mantiene un a re ddefinida de familiares y v iejos amigos. (Este grupo conducedefinitivamente por la vía lenta: sólo parece se r un estilo de vidamá s ahorrativo; mantener la red fami l iar es mu y costoso, demodo qu e no queda mucho dinero para gastar en tecnología, enviajes, en entretenimientos, etc.) Otro estilo de vida, rechazadotanto po r los individualistas como po r los defensores de la jerarquía, es elestilo igualitario, de enclave, qu e está en contra dela formalidad, la pompa y el artificio , qu e rec h az a l a s i n st i tuciones autoritarias y prefiere la simplicidad, la franqueza, la samistades ín t imas y los valores espirituales. Por último, la teo-rí a cultural reconoce un cuarto t ipo de cultura, el estilo de vidaecléctico, introvertido pero impredecible, de los qu e se aíslan,Se a cualfuere la forma que adopte, el individuo correspondientea e s te g ru p o e sc ap a a la tarea de mantener amistades y a los

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l a t ir a ní a de los obsequios obligatorios qu e exigen los demásestilos de vida, ni se at a a horarios rígidos: es libre. O, podríamosdecir, en otro marco de referencia, qu e está alienado.

Los antropólogos se h an interesado en las est rategias cul-turales entendidas como un a defensa contra la posibilidad dealienación. Esta argumentación sigue es a línea; ha y un ele-mento defensivo y h as ta u n elemento de ataque, no necesa

riamente contra la alienación, sino contra la s formas culturalesrechazadas. La alienación de un a cultura no necesariamentedeja a la p e rso n a a b an d on a da ; s i emp re p u ed e optar po r otraalternativa cultural. Es cierto que la elección del estilo p u ode o t r a subcu ltu ra constituye un a forma de rechazo a la sculturas dominantes, pero má s qu e un a opción en contra de un acultura como tal , es un a est rategia cul tural creativa con derecho propio. Un a persona que se aísla no está obligatoriamentealienada de un a manera general , puede comportarse de modopo r completo apacible en relación con la s demás culturas a la squ e no desea adheri rse .

Ninguno de estos cuatro estilos de vida el individualista,

el jerárquico, el de enclave y el aislado) es nuevo para losestudiosos de la conducta del consumidor. Lo q ue p ue de re-sultar nuevo e inaceptable es la idea de q u e é s t os son los únicoscuatro estilos de vida qu e deben t omar se en consideración y elotro concepto de qu e cada un o de e llos está en permanen tecompetencia co n los demás. La hostilidad mutua es la fuerzaque explica la ostabilidad de todos ellos. Estos cuat ro estilos dev i da d i fe re nt e s persisten porque se basan en principios deorganización incompatibles entre sí. Cada cultura es un modode.organización; cada u n a de ellas es depredadora de la s demás;

.das cuatro pugnan entre sí po r t iempo, espacio y recursos. Atodas le s resulta difícil convivir pacíficamente con la s otras y si nembargodeben hacerlo, pues la supervivencia de cada u na estágarantizada po r la supervivencia de la s demás. La hostilidadl as m a nt ie ne e n actividad.

Permítaseme d e te n erme a q uí para ilustrar el conflictoinherente entre c u lt u ra s . E l consumo ha sido definido po r laimagen de la canasta de compra familiar. Todo lo qu e llega alhogar de l a t ie nd a e s tá destinado a se r utilizado en espacios y

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momentos específicos. La cultura ind ividual i s ta que va po r laví a rápida se rige po r el principio de q ue c ad a persona deberíaexpandir su re d de alianzas. E st o e s difícil de re al i za r e n un

l

quebregan po r un cambioprofundo del m e ~ d o ~El consumidorha llegado a interesarse po r el medio ambiente Pero este inte-ré s no es uniforme. Encontramos consumidores en los cuatro

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h o ga r j e rá rq u ic o s i n derribar barreras e interponerse en lostiempos y espacios reservados indispensables para el estilo devida jerárquico. El principio jerárquico y el principio indivi-dualista están en pugna uno desprecia al otro y ambos buscanobtener victorias a cada paso. Esta incompatibilidad básicasubyace en el conflicto entre generaciones y, especialmenteentre suegras y nueras puesto qu e con la edad se produce un

movimiento hacia la j e rarqu ía .Tener un hogar con tendencia aparecerse a un a comuna igualitaria no sería conveniente paraun individualista ni para un defensor de l as j er ar qu ía s. E lindividuo aislado t ra ta de evitar todo alineamiento y al adoptares a posición ofende a todos, pues es difícil mantenerse fuera delconflicto cul tu ra l que se desarro lla en todo hogar.

o s m i to s d e l n t u r l e z

Cualquiera qu e le a todo esto puede reconocerlo en supropio ambiente y c u al q ui e ra p ue de v er q u e si bien existe un apresión constante para definir la adhesión a un a u otra de estascuatro culturas en conflicto, aú n h ac e fal t a rec or re r un largocamino para llegar a explicarporqué uno compra determinadascosas y no otras. Pero hasta aquí la posición suena didáctica yadoptada a prior i. La t e or í a sostiene qu e la adhesión cul tu ra lpenetra toda conducta incluso el acto de ir de compras. Elconsumidor que vagabundea por la s t iendas pone en práct icaun a filosofía de vida o, al menos un a de l a s c u at ro filosofías ol as c u at ro culturas. La tendencia cu l tu ra l abarca asimismo lapolítica y la religión, la estética la moral la amistad la ali-mentación y la higiene. De acuerdo con la versión má s e x tre made esta teoría la idea del consumidor como un a persona débildecarácter y fácilmente sugestionable es absurda. Considéresesimplemente el rechazo manifestado actualmente respecto delos pesticidas de los aerosoles, de los fertilizantes artificiales yde la s die tas carn ívoras o tengamos e n c ue nt a el inmensointerés demostrado po r l as fuen tes de energía ya se a de origennuclear solar o de combustibles fósiles. Estos ejemplos depreferencias de los consumidores no constituyen respuestas ala s condiciones del mercado. Mu y po r el contrario son actitudes

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extremos culturales: algunos están a fav or de los combustiblesbaratos incluyendo entre ellos la fuerza nuclear; otros están encontra y se preocupan má s po r la conservación de la energía: ,entanto qu e otros simplemente no se interesan en ~ s t cuestIO?

M ich ae l Th ompson marcó un camino al aphcar la teortacultural a los tormentosos y confusos debates sobre la políticaambiental Schwarz y Thompson 1990; Thompson 1988;Thompson y o tros , 19 86 . En l a s s i gu i en t es o n s i d e ~ i o n e sintentaré aplicar su método a la teoría del consumidor. Elmétodo de Thompson consis te e n e scu c ha r atentamente losdebates sobre el medio ambiente y en extraer de sus argumen-to s los supuestos básicos. Se vuelve infinitamente a la s mismascuestiones pero no se llega a ninguna conclusión. Eventual-mente las explicaciones habrán de terminar. Thompson ad -vierte qu e la s diferentes ponencias de los debates sobre losproblemas ambientales apelan al modode se r de la na.turaleza.Siendo la naturaleza de este modo o de este otro, solo puedeaceptar ta l política, o ta l otra y si nos equivocamos al reco;IOce ,la naturaleza misma de la naturaleza lo que sobrevendra serainexorablemente la ruina. Thompson identifica cuatro mitosdistintivos de lanaturaleza Thompson yotros 1990 . Cada un ode ellos es un a explicación del mundoque habrá de justificar elestilo de vida con el qu e está comprometido el expositor. Es ecompromiso no es un a intención privada. Es parte d el a culturaa la qu e el expositor decidió adherirse. Thompson Ilustra loscuatro mitos de la naturaleza me di a nt e c u at ro d Ia g ra mastomados de la mecánica del eq uilibrio figura 4.1, pág. 100 .

A. La naturaleza es robusta. Esta versión justifica al em-presario que no detiene su plan amedren tado po r l as adverten-cias sobre la contaminación con dióxido de carbono o sobre laerosión del suelo q u e p u ed e n causar daños i rreparab les . Estepersonaje se al inea cú l tu ra lmente con u n estilo de vida basadoen la lucha libre y la negociación. Necesita qu e la naturaleza se arobusta para poder refutar los argumentos de aquellos qu ee st án e n contra de l as t ransacciones que él defiende.

B. La naturaleza es impredecible. Nadie puede saber cómose resolverán los acontecimientos. Esta versión justifica la no

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ejercicio de la autoridad . Estos individuos pueden ha ll ar se encantidades numerosas en el escenario industrial . Conductoresde autobuses cajeras de supermercados y otros trabajadoresque prácticamentecarecen de autonomía e n s us tareas pueden

reconocer la s implicaciones de la s divisiones espaciales y tem-porales y la s restricciones presupuestarias pero esta vez esosaspectos no se le s imponen a los individuos.La organizacióndelhogar es un a creación de sus miembros. Este enfoque se opone

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q p pencontrar m od os de afirmarse. L a r espues t a típica de estosindividuos a un s i s tema que le s niega su dignidad es sabotearlo.

3. Quienes defienden las jerarquías implantan un a división del t rabajo en un a organización con niveles escalonados yla responsabilidad se localiza e n c ad a nivel. En es a organiza-

ción el trabajo se delega, el con tro l consiguientemente es débily remoto y se exige un a especialización; allí los jerarquistaspueden hacer su agosto formando sus pandíllas. Los mozos decuerda de los aeropuertos o los estibadores pueden ganarse su sbuenas utilidades si se organizanbien y se mantienen leales asu grupo.

4. Los gruposigualitarios tienen un a frontera externa biendelimitada y un a débil organizaciónjerárquica entre su s miem-bros. Los repartidores y los empleados de hotel se cuentan entrequienes florecen en los bordes de estos grupos; al haber desapa-recido la autoridad jerárquica estos individuos t i enen la posibilidad de obtener un beneficio compartido.

Este panorama de oportunismo y de evasión del controlrevela un escenario sistemático del delito ocupacional. CuandoMars enfoca otro aspecto de la moderna sociedad industrial elhogar sólo t i eneque ínvert i r su método. La investigación sobreel dolo ocupacional le confirió un ojo avezado para clasificar la sorganizaciones de acuerdo con el nivel de autonomía que se lepermite alcanzar a cada miembro los incentivos para asociarsey el recurso para obtener un a posición en el trabajo. El objeto dela investigación sobre el delitofue evaluar la autovaloración delos individuos contra u n a e s tr u ct ur a y a formada ..

og res

Gerald Mars y ValerieM ars enderezaron luego su destrezaa l a es tr uc tu r a hogareña. En esta investigación el objet ivoconsiste en evaluar los esfuerzos qu e hacen los individuos paraconstruir su propia organización. E l m is mo ojo experto puede

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hogar es un a creación de sus miembros. Este enfoque se oponeh as ta t al punto a los supuestos y métodos corrientes de lainvestigación sobre los consumidores qu e resulta imposible noacusar a los investigadores de la s ciencias socialesde inocenciacultural . Los trabajos usuales sobre la conducta consumidorase desarrollan dentro del marco de un a indagación generadapo r problemas administrativos reconocidos. ¿Necesitamos con

ta r con má s hospitales? ¿Con má s escuelas? ¿Con má s prisiones? ¿Hasta q ué p un to podemos sostener un a asistenciapúblíca o un a medicina pública? Para responder a tales pregun-tas la s categorías sociales desarro lladas por lo s censos generales son l as m ás e xa ct a s q u e se puedan tener. La poblacióntiene rasgos demográficos, está clasificada po r edad po r sexo,po r educación, por ingresos por nacional idad por religión.Siempre ha y argumentos a favor y en contra de la validez deeso s m od os de c la si fi ca r y los l ímites de la s clasificaciones seajustan regularmente. Pero, as í como la s categorías son inocentes desde el punto de vista cultural también lo so n los ar-gumentos. La ingenuidad cultural caracteriza un discurso sob re l a política local, un discurso que entiende los valores comoalgo dado au n cuando discute normativamente sobre ellos, undiscurso que apunta a persuadir y a justificar la acción;

La ingenuidad cultural es un estorbo p ar a l a l ibre inda-gación en la s ciencias sociales. Si toda la in formación quetenemos sobre el consumo hogareño fue reunida con eso spropósitos prácticos, no se adapta a los interrogantes profundossobre la s motivaciones y la inteligencia de la compradora quePlanteamos al comienzo. En esos argumentos culturalmenteingenuos la compradora no es má s qu e un a cifra. Pero el ataquea la dignidad de la compradora que implican la s t eorías pen-dulares debe responderse en otro nivel. La pregunta qu e debemo s hacer no es ¿por qué esas personasdeterminadas compranesas cosas ahora? , pues esa p r egun ta se sitúa en algún lugarculturalmente definido; sino qu e nos preguntamos: ¿por qu éla s personas compran lo qu e compran? , no ahora sino siempre.El interés po r sus elecciones se eleva a un nivel metaculturalque está porencima de cualquier referencia local. Las respues-ta s obtenidas en las investigaciones que implican a un a com-

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pradora pasiva que r esponde a los vaivenes de la moda o qu es ~ g u elos dictados d el m e rc a do deben s i tu ar se e n un niveldIferente. De modo que neces it amos contar con un a infor-mación r e c ~ d aespecialmente co n l a i nt en ci ón d e p on er a

y la s revistas resultó se r un indicador infalible de la adhesióncultural, positivo en el caso de los hogares individual is tas yjerárquicos, y negativo en el caso de los hogares iguali tarios ,como era de esperar. En algunos hogares su s miembros daban

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p pprueba la hipótesis de la competencia cultural.

La primera tarea consiste e n c a p t ar de manera imaginati-va la Idea de qu e la s organizaciones familiares dif ieren cul-t u ~ a l m e n t eEstábamos acos tumbrados a pensar e n la inge-nuidad cultural que las ún icas diferencias significativas entrelos h o gar es dependen de e se m is mo c on ju nt o de variables

demográficas reunidas po r el c en so : cantidad de miembrosedad de los miembros, cantidad de hijos dependientes otrasp e ~ s o n a sdependientes, t rabajo de quien gana el pan, familiauniparental o no mgresos, educación,empleo. Exis te la idea im -p l i c i ~ ade que, si no f uer a po r es as diferencias, todas las familiaspodr ían recorrer un camino semejante. Para contrarrestar talesfactores, la investigación de los M a rs a ú n no publicada eligióhogares q ~ epor todas esascaracter is ticas, se parecieran lo má sposible Solo examinaron hogares per tenecientes a la mismaclase social con jefes de familia con el mismonive l de educaciónhogares co n la misma cantidad de miembros y de la s mismasedades u n marido y un a esposa c on d os n iñ os e n e da d esco-l r s i tu ados en el mismo t i ~ ode localidad, unidades dúplexsuburbanas, y con el m i sm o m v el de ingresos. Las diferenciash a l l ~ d a ~en la organización no podían a t rib u ir s e p u es a esasexplicaciones u s ~ a l e spues to que todas la s va ri ables demográ-~ c a sse marrtuviernn constantes. Con ojo experto, los Marsindagaron el uso del espac io y de los objetos y la s divisiones deltiempo, as í como la d iv is ió n d el t ra b aj o d en tr o d el h og ar.Esmeradam,ente compara r on pun to s en los cuales el controlpresupuestario c om ún f ue ra m u y f ue rt e o casi no s e s int i er a .Cuando establecieron su índice de tendencia cultural , identifi-ca ro n cu a tr o formas arquetípicas de organizarse vinculadascon cuatro conjuntos distintos de valores, actitudes y ~ o s m o l o g i a s

~ ve z que encontraron muest ras extremas de cada tipo,pr?CedIerona e s t ~ d I a r l a sdetal ladamente. Inves tigaron la elec- On en el renglon de los productos de cuidado personal, laelección en e l r en gl ón de los alimentos y la elección en losmé todos para preparar dichos alimentos. El reconocimiento dela identidad sexual tanto en l a e lecc ión de los colores de la stoallas, de los papeles de la decoración, como de los periódicos

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p g ggran i m po r ta n ci a a l hecho de es tab lecer la s diferencias degénero, organizando la s tareas e n v i r t u d de un a división sexualde l trabajo y considerando el sexo de cada miemb ro c om o elprincipal factor de distinción de otras elecciones, tales como la sbebidas, el jabón, la pasta dentífrica, el champú , e l fijador parael cabel lo e tc En o t ro s h ogar es su s miembros t rataban de

minimizar la s distinciones po r sexo t an to en lo qu e s e r e fi e re adistribuir l a s t a re a s hogareñas como en o tros aspec tos . Es del a me n ta r q u e esta investigación aú n n o s e haya publicado, yaqu e lo s primeros esbozos ins inúan que, un a vez perfeccionado,el m ét od o n os permitiría predecir, echando un a ojeada alarmario de la vajilla, el contenido de los estantes de l cuarto debaño, o viceversa, y si ambos aparadores se interpretaranc or re ct am en te p o dr ía n d a rn o s un buen i ndic io d el t ip o deamigos qu e v i si t an es a casay la s ocasiones en qu e lo hacen. Enla época en qu e terminaron su t ra ba jo d e c a mp o, l os Marsdescubrieron qu e los indicios referentes al u so d el tiempo eranta n r eve lad o res que casi le s permitían identificar la adhesión

cultural de u n hogar mediante la r es p ue s ta d a da po r su sm ie mb ro s c ua n do s e l es p ed ía un a cita.

jer rquí co ntr tod o lo demás

Ev iden temente , e s te t r aba jo ib a a abrir nuevos caminos.Aunque los aspectos detal lados del consumo eran locales, esdecir, relacionados con el lugar y el momento en qu e se desa-rrolló el trabajo de campo , los pr inc ipios en los qu e se basó lainvestigación eran generales. Todas la s cuestiones relaciona-da s co n la distribución de l t iempo, de l espacio, de l trabajo, co nl os r ol es sexuales, co n la s actitudes ante l a a ut or id ad y laigualdad, pueden si tuarse en los diferentes marcos de cualquierlugar de l mundo. Los principios po r los cuales la s diferentesculturas entran en conflicto po r los r ecu r so s s on suficiente-mente claros para generar nuevas cuestiones é Po r ejemplo, enel estudio de los hogares llevado a cabo po r los Mars no estabaproyectado indagarla configuración de la s relaciones sociales yamistades qu e los miembrosde un determinado hogar admitían

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de comadres con quienes hacer chistes equivalentes sobre lograciosos qu e so n los hombres.

Veamos en cambio cómoes el individualista e n s u hogar: esun h om br e q ue h ac e la s compras y comparte el lavado de la

ll d l

enferma si un hijo tiene un a severa incapacidad si el maridoqueda definit ivamente desempleado el hogar jerárquico cuen-ta con má s recursos par a a f ron ta r l a tragedia. En primer lugarporque si un o de los padres queda incapacitado es un a ventaja

d l d

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vajilla; no sería capaz de reír en el ba r junto a quienes no hacenninguna de estas tareas. Pero entonces tampoco es probable qu evaya al ba r a beber con ellos aunque sí p u ed e reí rse de la s orkshir jok s e n a lg un a o tr a parte. La sociedad industrialt iene su propia división del trabajo: algunas ocupaciones pro-porcionan un lugar de trabajo exclusivamente masculino qu e

sería congruente con la división sexual de l trabajo qu e se ha -ce en el hogar. Llegados a e st e p un to t en em os qu e afrontarnuestras propias preferencias.

La jerarquía el individualismo y el igualitarismo de en -clave son pr incipios de organización incompatibles. Es seguroqu e cada un o de nosotros prefiere un tipode cultura a los demás.Es inevitable y está b ie n q ue a sí s ea tener un a preferencia.Pero la ingenuidad cultural no debería oscurecernuestro juicioprofesional. Un tipode cultura no es ineluctable y eternamenteme jo r q u e otro. Existe un prejuicio g e ne ral mu y difundido enfavor del hogar igualitario en favor del hogar individualista oen favor de los intentos de combinar el compromiso de ambosas í como existe un fuerte prejuicio entre los profesionales de la sciencias sociales contra el hogar jerárquico. ¿Es culturalmenteingenua esa ant ipat ía po r la jerarquía? La división del trabajogeneralmente produce má s expectativas de prestigio y de unmayor nivel de ingresos permanentes para aquellas personasempleadas en las indus tr i as de servicio qu e para aquellas qu et ra b aj an e n las industr ias manufactureras o de obtención dematerias primas. En estas últimas la segregación sexual es má sfuerte y es a ll í donde con mayor probabilidad encontramos lacultura doméstica jerárquica. Es posible qu e el rechazo qu ehabitualmente produce el hogarjerárqu ico sea en parte simpleesnobismo e n p ar te oportun ismo que refleja un a preferenciapo r un estilo de vida de eli te . El niño criado en un régimenindiv idual is ta t iene un a ocasión de aprovechar bien la s opor-tunidades de la vida contemporánea . Pero esto t iene su precio.Si la cultura j e rárqu ica es dest ruc t iva en algunos sentidos lacultura individualista loes en otros. Cuando golpea un a calami-dad el hogar jerárquico tiene menos posibilidades de derrum-barse qu e el hogar individualista. Si l a muje r cae gravemente

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tener amigos qu e no procedan del lugar de trabajo.

uev investig ción

Un complejo y sutil entrelazamiento conecta la tendenciacultural doméstica con la de la estructura ocupacional. Aunque

la afiliación religiosa o la educación o el nivel de ingresospuedan se r los mismos la investigación de los Mars sugierequela s bromas no serán la s mismas. Y qu e tampoco la política serála misma. Podríamos esperar qu e el interés po r la s cuestionesambientales la preocupación po r la igualdad y l a inqu ie tudacerca de los r iesgos de la tecnología se dieran de manerac on ju nt a. E l r es pe to p or la s profesiones establecidas la sos-pecha ante la medicina alternativa la preocupación po r elinflujo de ext ran jeros podrían consti tu i r otro conjunto de inte-reses coincidentes. No e s d ema si ad o a rr i esg ad o p re de ci r un aconexión pero en realidad es a conexión nunca surgió de la sencuestas sobre es ti los de vida y valores. Siempre fue difícil

reunir los datos empíricos necesarios para sostener este argu-mento y ello se debe a qu e se pasó por alto la tendencia culturaldoméstica.

De modo ta l qu e los estudios sobre el consumidor dejarona b ie rt a l a sorprendente posibilidad de qu e un hombre t ngun a determinada actitud an te su mujer y otra diferente ante lasmujeres en genera l . Aún es posible creer en contra de lo qu eindica la intuición qu e en tr e l a vida hogareña y la vida laboralregularmente no existen conexiones. Puesto qu e la idea delhogar jerárqu ico no ha sido objeto de estudio no podemosasegurar qu e este tipo de organización doméstica genere eldeseo de un nuevo orden social q u e ma ni f ie s te ma yo r preocu-pación po r el medio ambiente; es de suponer qu e no se a así. ¿Lajerarquía doméstica apoya la política iguali ta r ia? Podríamosafirmar qu e no qu e eso es imposible o en todo caso mu yimprobable. ¿Lajerarquía doméstica defiende la política de los v erdes ? ¿ El individualismo doméstico apoya la política delos verdes ? Uno t iende a pensar qu e no. El hecho e sq u e nuncalo sabremos con exactitud mientras los investigadores de mer

113

cado estén convencidos de qu e la s diferencias significativasentre hogares están regist radas en el censo. iSi los investiga-dores del mercado c re en q ue la t e nd e nc i a c u lt u ra l a nte lapolítica nacional es independiente de la política doméstica,

b d á l i f ió i l b l bl d

exista. Pronto sabremos si la preferencia po r los fertilizantesartificiales en cont ra del cultivo orgánico está vinculada con la s orkshi r jok s y con l as reg las re lac ionadas con el lavado de lavajilla. Cuando Se publiquen los resultados de nuevas encues-ta s q actualmente se están llevando a cab o llegaremos a

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nunca se obtendrá la información esencialsobre el noble arte decomprar y todos conservaremos nuestros prejuicios,

Afortunadamente para la versión extrema de la teoríacultural, actualmente se está desarrollando cierta investiga-ción qu e habrá que poner a prueba. En virtud de l entrenamien-to profesional qu e poseen, es natural qu e los psicólogos in-

d a gu e n l a s diferencias de personalidad individual en procurade un a explicación a l as d iversasac t i tudes ante los peligros queengendra la tecnología. El cambío de dirección procede de lostrabajos sobre la percepción de l riesgo. La primera investi-gaciónsobre este tema Douglas y Wildavsky, 1982 tuvo seriasdificultades para lograr aceptación. Todo comenzó con un ae n cu e st a e n la qu e se le s preguntaba a l as personas sobre su sacti tudes en relación con los r ie sg os, qu e presentaban tec-nologías específicas; al mismo t iempo ese estud io procurabavincular esas respuestas con u n a de dos visiones generales de lmundo Buss y otros, 1985 . La visión de l mundo contemporá-neo A o frece un a sociedad con alto crecimiento, avanzada

tecnologia y libre empresa, con un a postura que, en relación conlos objet ivos y el gob ierno, es t á o r ien tada a los negocios. Lavisión del mundo contemporáneo B ofrece un futuro con menoscrecimiento material y tecnológico y en el cual los gobiernos sepreocupen má s po r el bienestar social y a mbi e nt a l, p o r un aredistribución de la r i qu e za q u e beneficie a la s naciones máspobres , por la toma de decisiones participativa y po r los valoresno materialistas. Desde el punto de vista de la t eoría cu l tu ra l,la encuesta planteaba interrogantes sobre l as preferenciasentre dos tipos culturales; la visíóa de l mundo A es individua-lista; la v is ión del mundo B corresponde a los enclaves; esigual i tar ia . El resul tado de l sondeo mostró profundas correla-ciones en t re l a visión política del mundo y la s percepciones de lpeligro q u e e n ge n d ra la tecnología. Desde entonces, o t ro s r e-sultados empíricos conectaron l as ac t i tudes ante el riesgo con latendencia cultural Dake y Wildavsky, 1990 .

Ahora estamos en la p is ta para llegar a descubrir larelación de la elección entre pesticidas y los diferentes horariosen qu e se hace dormir a los niños, suponiendo qu e es to úl t imo

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ta s qu e actualmente se están llevando a cab o, llegaremos adescubrir si los pr incipios que rigen en el hogar se limitannormalmente al ámbito de la casa. Po rmi p a rt e , p refer i rí a qu ela conexión se a mu y estrecha. Si los nuevos d at os q ue ahoraestán reuniendo Michael Thompson, Ka rl Da ke y Aaron Wil-davsky apoyan la h i pó t es i s e x tre ma , e s ta remo s e n l a s en dacorrecta para l legar a un a teoría cultural genera l que conectela s preferencias entre mercancías con los estilos de vida prefe-ridos y éstos con la estructura económica de la sociedad.

Aunque este programa resu lte lo suficientemente familiarp ar a t en er sentido, no hemos podido explotarlo en el planoteórico porquecarecíamos del apoyo empírico. La suposición dequ e el acto de comprar es un a expresión de los deseos indivi-duales desvió todas nuestras investigaciones de la direccióncor r ec ta . To da la indagación sobre el consumidor se logrócambiando por completo la expectat iva co t id iana normal . Ge-neralmente la mayor parte de la gente supone qu e esas cone-xiones culturales y ocupacionales existen y qu e comprar es un a

actividad plenamente racional, pero la teoría de l consumidorintrodujo limitaciones mu y poco plausibles respecto de la racio-nalidad. Ahora, todo lo q ue n os queda po r hacer es retornar alsen tido común y tomar en consideración la tendencia cultural.Es necesario q ue e n la investigación de mercado se dé el lugarqu e le corresponde a la idea de soberanía del consumídorpropuesta po r la teoria económica, pues pronto será po r comple-to evidente qu e el comprador determina las tendencias y quelasnuevas tecnologías y los nuevos precios son elementos destina-dos a lograr el objetivo del comprador. No podemos esperar qu eel comprador desarrolle un a i d en t id a d p e rso na l me d ia n t e laelección de mercancías : eso sería demasiado difícil. El acto decomprar es un a lucha act iva destinada a definir no lo qu e un oes, sino lo queuno no es. Cuando hablamos no de un a tendenciacultural , sino de cuatro, cuando admit imos qu e cada un a deel las implica u na crítica a la s demás y cuando advertimos qu eel comprador adopta posturas de desafio cultural, todo adquieresentido.

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Notas

1. Miller 1991) ofrece un sumario de los t rabajos rea lizados e n e st esentido.

2 Michael Thompson y Karl Dake están aplicando el estudio piloto de

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2. Michael Thompson y Karl Dake están aplicando el estudio piloto deGerald Mars en un a investigación de escala má s amplia, pero ésta no ha sidopublicada aún.

3. Aaron Wildavsky murió en 1993.

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La rebel ión l consumidor

E l c o ns u m is m o i n s en s a to

Algunos consumidores acusan a otros de insensatez, depracticar un consumismo irracional o, peor aún, un consumismo moralmente erróneo. En este capítulo no pretendo exactamente defender el consumismo, pero sí quiero situar la cuestiónde conciencia en el contexto de la idea de la racionalidad delconsumidor. Mi argumento es el de qu e la mayor parte de la sconciencias t ienden a caer e n l a confusión y qu e el consumista

no está má s confundido en el plano m or al q ue los demásconsumidores. Si objetamos el consumismo insensato, lo qu edeberíamos objetar es algo de la cul tura y la organización socialen la qu e se da ese cons u mismo. P ero cuando afron tamos lacuest ión, descubr imos qu e no s hallamos e n p ar te ante undilema, si no ya ante un a confusión, en relación con nuestraspropias elecciones de consumidores.

Comenzaré relatando un a anécdota sobre no consumo o,p ar a s er m ás precisa, sobre no consumo de sombreros. Un día,cuando tenía yo a lg o má s de veinte años, me topé con mi tí aabuela Ethel en R e ge n t S t re e t. Para mí fu e un a agradableso rp resa p u es e l la vivía en Dorset , pero mi tí a no pareció mu yfeliz de verme. Apenasnos hubimos sa ludado , Ethel me confesólo qu e la preocupaba: No le digas a tu abuela q ue m e v is te enLondres si n sombrero . Desde la infancia ella se había rebeladosiemprecont ra el juicio de suher mana mayor y, durante la edadadulta, su s elecciones cont inuaron expresando u na temerosarebelión contra mi abuela. Su s sobrinas nietas admirábamos sugusto y originalidad. A pesar de se r viuda de un oficial del

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ejército y mantenerse con un a discreta pensión, la tí a Ethelllevaba un a espléndida vida independiente; vivía en un a casarodante, er a pintora, en suma, er a la artista bohemia de lafamilia y llevaba la delantera a todos los demás en materia demodernidad Criaba conejos de angora y llegó a tener un tropel

das para lograr ventaja, comodidad o exhibición personal. Elconsumo irreflexivo es parte de un a tendencia que convirtió anuestra cu ltu ra en un a víctima de la mercantilización y no sexpuso a la acción depredadora de los publicitarios y los medios.y por ello se supone que es parte de un problema relativamente

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modernidad. Criaba conejos de angora y llegó a tener un tropelde cachorros de lobo. Consumía nueces y frutas frescas y solíausar radiantes atuendos hechos a mano, abalorios de madera,brillantes chalecos bordados que hacían resaltar s u b la nc acabellera. Mucho después, cuando se reconoció la influencia delmovimiento de artistas y artesanos, comprendimos que Ethel

no e ra u na rebelde solitaria. Otras personas estaban llevandoade lante la misma rebelión contra el gusto burgués y se re-sistían a convertirse en víctimas insensatas de la sociedadindustrial.

Para saber por qué la gente consume, tenemos que com-prender por qué a veces no lo hace. ¿De dónde obtienen la fuer-za espiritual suficiente para resistir? Cuando los objetos estánallí, al alcance de la mano, cuando el crédito es accesible, cuandolastiendas hacengala de su s productos, cuando la publicidad losagita ante nuestras narices, ¿cómo hacen esas personas para re-sistir? Esta es la otra cara del enigma de por qué algunas per-sonas dejan pasar la oportunidad de ganar má s dinero:el salario

es bueno, la persona tiene el tiempo suficiente, el transporte noconstituye un problema; si n embargo ese individuo no da el pasonecesario para insertarse en el mercado laboral. La preferenciapor el tiempolibre y la resistencia a la atracción de los bienes sondos caras de un a misma moneda y la explicación de un a deberíaaclarar la otra. El consumo irreflexivo significa estar cogido, degrado o por fuerza, en la trampa del sistema capitalista demercado. Paradójicamente, rechazar la posibilidad de obtenerun salario má s alto también se considera un a postura irracional,un repudio insensato a un a mejora de uno mismo.

Po r supuesto, las pautas de consumo de la tí a abuela Ethelno tenían nada de insensato: e rauna mujer austera y económi-ca; el mensaje estaba bien orientado. Ethe l estaba en favor dela l ibertad y de los modernos principios de higiene, contra elconsumo de mercancías po r el consumo mismo y contra l a e rade la s máquinas. Ella habría estado en contra del consumismosi esa palabra hubiese existido en su época. Suele alegarse queel error de la sociedad de consumo consiste en que los bienes deconsumo llegaron a se r mercancías deseadas porque sí, utiliza-

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y por ello se supone que es parte de un problema relativamentemoderno, la disociación del pensamiento y la conducta de la smatrices preindustriales.

Lo que hoy me interesapreguntarme es si debemos consen-ti r en reducir toda nuestra personalidad a un rol pasivo quepermite mantener el sistema capitalista.Í Me gustaría que

alguien pudiera decirme qué se puede hacer en este sentido.¿Somos habitantes indefensos de la sociedad industrial capitalista? Si el consumismo es m alo, ¿no debemos tener ningunaresponsabilidad como consumidores? Mantener a raya a losproductores es algo posit ivo, y evidentemente necesario, peroeso puede se r sólo parte de la respuesta. Si realmente noestamos pasivamente programados, ¿no podemos acaso da ralgunos pasos a fin de corregir nuestros propios hábitos decompra? ¿Deberíamos retirarnos y cultivar nuestros propiosalimentos? A un costo mucho mayor, po r supuesto.) ¿Debería-mos comprar vest imenta tejida artesanalmente? Tambiénexcesivamente cara y con tendencia a se r demasiado holgada.)¿Deberíamos restr ingir nuestro m od o de viajar? Cuando unreciente primer ministro de la India, atento al e je mpl o deGandhi, declaró que usaría únicamente el transporte público,los problemas de sus guard ias de seguridad llegaron a se rabrumadores. Lo mismo podría decirse del alcalde de NuevaYork que comenzó por desechar la idea de vivir en la residenciadel alcalde, creyendo que habitando e n s u humilde morada deGreenwich Village daría mejores señales sobre su política. Siuna cantidad suficiente de ciudadanos nos retiráramos delsistema industrial, esa acti tud dejaría s in trabajo a miles deasalariados. La declaración de Thoreau sobre su ejemplar retiro a Walden suena escalofriantemente falsa, pues él podía salirde allí cada vez qu e lo deseara; parece má s l a act itud de un aMaríaAntonietajugando a se r un a humilde campesina, que unmodelo de protesta social. De modo que debe haber otra formade reacción que no se a la opción por apartarse.

Ante todo deberíamos cuestionar la asociación de la so-ciedad de consumo con la producción capitalista. El gran movi-miento de la historia moderna hace que inevitablemente rela-

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c a sa p rop i a para su familia; al final l as p er so na s q ue a ba n-donan el lugar terminan po r destruir el val le . Nad i e p od rí adesearles que cont inuaran con su s vidas agotadoras y monóto-na s ...1 0 mismo nos ocurre a noso tr o s cuando d eseamos teneru ~ acociI;a má s ~ ó m o d ao un a mejor iluminación tareas hoga-

l a s Gran d es E co le s y a causa del control q u e é s t as aseguran alorden establecido Este enfoquenos da además un a explicaciónracional de la s elecciones entre bienes: la s preferencias parti-cipan de la lucha po r la supremacía Los obreros franceses P?rejemplo, quedan fuera de l mapa en la medida en qu e no estan

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cociI;a má s o un a mejor iluminación tareas hogarenas ma s sencillas y ma yo r l i be r ta d para encontrarnos conot raspersonasen lugares d is tan tes A medida que extendemosla s líneas de nuestros ritos de consumo también nosotrosdemolemos nuestras comunidades locales. El problema siguee s ta n do e n nosotros

Perola

rebeliónde los

consumidoresno

surgesólo contra

la stareas pesadas Es un a revolución contra el despotismo denuestros vecinos qu e se interesan po r saber y juzgar todo lo qu ehacer: los demás: qué comen, a qu é hora envían a su s h ij os adormir quién seduce a quién y quién us a atuendos demasiadoseductores para l a s n o rma s locales. Un consumista es alguienque defiende el derecho de un a persona a liberarse de la t i raníade su vecino sobre s us h áb it os de consumo. Insisto en qu edebemos entender el consumo como un a forma de rebelión nosólo para se r j u st o s con los consumistas sino para ubicar elc o ~ s u m s m omoderno en el contexto correspondiente Cual-quiera qu e SIenta apasionadamente que el consumismo es un a

práctica errada debería se r coherente ¿Está dispuesto a defen-d ~ rla s restricciones que mant ienen a raya el consumismo? Losbienes qu e la gente puedecomprar responden hasta cierto puntoa la s demandas qu e e sas mi sma s p erson a s se h a ce n e n t re sí yesas demandas corresponden al tipo de sociedad en qu e viven.

La elecciónbásica qu e se hace es, no entre tipos de produc-to s sm o entre t p S de soc iedades, y mient ras tan to entre lostipos de posición en la soc iedad a los que podemos tener accesosegún la postura qu e adoptemos en el debate sobre la transforma-ción dela sociedad. Cuandohemos decidido en qu é lugar deseamosalinearnos ¿poseemos un a capacidad de elegir libremente sobrelos juicios q u ~hemos de haceren relación con los bienes? SegúnPierrs o ~ r d I e u 1979 , no; nuestra preferencia po r los diversostipos de ahmentos y bebidas por el estilo de vivienda y de ropaes parte de un todo qu e ya elegimos inicialmente al tomar un aposición .en el debate político. Bourdieu di ría que incluso en es ealineamiento no tenemos mucha posibilidad de elegir.

El esquema funciona notablemente bien en el caso de lasociedad francesa a causa de la estabilidad social qu e brindan

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j p , q p qinteresados en ju icios es tét icos que nunca le s darán acceso alpoder. Esto en sí mismo es un a debilidad de la teoría O t r a desu s debilidades es qu e no explica cómo se eligen los bienes deconsumo en un a sociedad cuyos miembros están má s o menoseconómicamente bien dotados Es decir, deja de lado el tipo depautas

deconsumo qu e

se da ne n m u ch as

dela s s o c i e d a ~ e s

igualitarias estudiadas po r los antropólogos El esquema es útilpo r cuanto no s permite advert i r hasta qu é punto está p o h ~ I z a d o

nuest ro gusto y también es bueno porque a ta c a l a teona eco-nomicis ta del consumidor según la cual éste es un individuoq ue e je rc e su s preferencias privadas de manera soberanaAdemás el esquema explica la existencia de bolsones e s t ~ b l e s

de resistencia a los ardides de los medios pero exphca elsometimiento aparentemente irreflexivo a la s sugestiones delos medios Es a insensatez del consumidor es lo que molesta atodas la s teorías y crea el reproche básico qu e se le hace alsistema capitalista

l m o n i to r c o n s t it u c i on l

Para poder presentar el consumismo como un tipo derebelión cultural t enemos que apar tarnosun poco del escenariode l norte de Europa Se espera qu e la t e or i a c u lt u ra l se aaplicable en el Africa, en el Mediterráneo en t o da s p a rt e s ycomienza con la primera elección q u e h ac e el individuo acercade la c om pa ñí a q ue d es ea t en er L as d em á s p er so na s so n elproblema primario y desde el punto de vista de esta teoría cadaaspecto del entorno humano y material se entiende como Ilnrecurso para t ra tar con los otros Este punto de partida difieredel adop tado po r la investigación de mercado qu e parte de laidea de qu e cada individuo está r odeado po r neces idades per-sonales má s o menos urgentes: primero la s necesidades físi-cas luego la s necesidades sociales y p o r ú l ti mo la s satisfac-ciones espirituales Esto parece má s bien la pesadilla de un loco,co mo si el comprador medio es tuviese hambriento desnudo

si n techo necesitara primero asegurarse su próxima comida,

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luego procurarse vestido qu e lo abrigue y lo protej a de l frío y lalluvia; sólo entonces está preparado para ocuparse de su familiay la s necesidades físicas de ésta y sólo un a vez qu e obtiene todoeso se vuelve hacia el resto del mundo en un a actitud má sbenignamente filantrópica

poder o autoridad pueda permanecer al margen s in se r moles-tada Se trataría de un a comunidad de individuos aislados deretirados o de ermitaños

3. La tercera es un a preferenciapor la colaboración en un asociedad racionalmente integrada é Este modelo limita el opor-

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E n l ug ar de comenzar po r el individuo q ue a fr on ta s uspropias necesidades básicas la t e or ía c u lt u ra l parte de unsistema estable en el cual un consumidor sabe qu e se espera qu eél participe pues de lo contrario no obtendrán ingún ingreso. Enesta teoría el consumidor t iene lo q ue p od rí a llamarse un

proyecto cultural Todo lo qu e elige hacer o comprar es parte deun proyecto para elegir a otras personas que lo acompañen y loayuden a construir el tipo de socíedad qu e él consídera la mejorposible. Es como si cada individuo t uv ie ra e n su interior unpequeño moni tor p a ra m ed ir los efectos const i tucionales queprovocaría generalizar el estado actual de co sas. Si no quierese r dominado evitará cualquidr contacto con ciertas personascuyos hábi tos dominantes puede reconocer instantáneamenteSi lo qu e busca es la estabilidad se apartará de los individuosrevolucionarios que parecen se r inveterados perturbadores delos planes establecidos Al apar tarse claramente de algunos sedirige hacia otros, lee sus señales y e mit e l as su ya s propias Po r

supuesto esas señales son los l lamados bienes de consumo. Elmonitor constitucional es el telón de fondo elemental de la spautas de consumo y de la conducta del consumidor y hasta delconsumismo

Otra forma de expresar esta idea sería decir qu e el consu-midor está siempre comprometido e n l a realización de un biencolectivo. La s formas de consumo que prefiere son aquellas qu emantienen el tipo de colectividad e n la qu e a él le gusta vivir.La t e or í a t o ma en consideración cuatro tipos de preferenciacultural 1

1. Un a se rí a l a preferencia liberal ideal para un a sociedadq ue p er mi te a s us m íe mb ro s c on ta r con la oportunidad denegociar y hacer transacciones si n ningún tipo de restricción: elbien colectivo sería un mínimo de reglas quegaran t icen eljuegolimpio, como, po r ejemplo, asegurar el buen funcionamiento dellibre mercado

2. Otra sería un a preferenciapor la sociedad en la cual un apersona que no tenga el menor deseo de negociar en busca de

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sociedad racionalmente integrada é Este modelo limita el oportunismo a fin de pro teger las ca tegorías y los compartimientosqu e está preparado para defender

4. Los anterio res pueden se r ambientes sociales mu y res-trictivos Pero ha y un cuarto tipo en el qu e el individuo en lugarde dejarse dominar como ocurre en el primer caso, po r com-

pañeros má s competitivos; en lugar de soportar la pobreza y laindiferencia qu e es lo qu e generalmente sufren quienes per-manecen fuera del sistema como sucede en el segundo caso y,e n lu ga r de aceptar el control de un s i st e ma fu er t eme nt eordenado como la jerarquía qu e es el qu e se establece en eltercer caso, prefiere unirse a un grupo de personas que piensande manera semejante a fin de consti tuir un enclave protegidoqu e protesta contra aquellos que desean dominar

Los dos primeros tipos de preferencias hacen qu e el com-prador q u ed e e xp ue st o y se a vulnerable Las dos últimasconsti tuyen formas de agrupación corporativas un a estructu-

rada y la otra desestructurada Ambas tienen poderes inhe-rentes de resistencia a l as ten tac iones del consumismo Segui-damente sostendréque cualqu iera que desapruebe seriamenteel cons umismo d ebe ló gicamente defender la elección de unestilo de vida comunitario Y ésta podría se r u na elecciónincómoda para muchos de los anticonsumistas má s elocuentes

s t el e s d e crem t r n s po r t e p r i v d o

La tesis es qu e un a comunidadcontrola el gasto irreflexivocomo un a persona controla el consumo irreflexivo de cigarrilloso de pasteles de crema ... haciendo efectivos otros deseos alter-nativos El para lelo entre los objetivos de un a persona y de un acomunidad fu e propuesto por Tom Schell ing 1978 y desarro-llado po r Ja n Elster 1985 en un ensayo en el cual combina elproblema del dilema del prisionero qu e afronta un a comunidadcon el dilema qu e se le plantea a la persona qu e abriga objetivosqu e están en conflicto entre sí, de m od o ta l qu e si alcanza un ode e llos se ve imposibilitado de realizar los demás Un ejemplo

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da , puestoque la casa puede ser encantadora si n que necesariamente se a el hogar de nadie. Lo mismo puede decirse de ciertasaldeas de Cotswold en la s qu e ni los techos de paja entretejidani los jardines manicurados so n un a garantía de comunidad.

En order Country la novela qu e citamos antes, a lajoven

cias de su s miembros hacia la comunidad misma. Cuan to máspesados so n los tributos y la s tareas comunales, má s fuerte esel signo de compromiso.

Algunas comunidades reconocen qu e u n a gran disparidaden los ingresos puede se r perjudicial y po r eso util izan el dinero

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esposa le gusta ir de compras, pero ella no gasta el dinero en símisma : c o mp ra objetos p ar a l a casa Williams, 1960/1964,pág . 57 . La s cortinas, los cojines, la vajilla representan untributo al ingreso de quien sostiene el hogar para el bien común.Se da pordescontadoque a la casa le corresponde u n a par te delpresupuesto familiar, u n a especie de impuesto a su s miembrosen beneficio de la vida en común. En el mismo sentido, un acomunidad aldeana t iene el derecho a reclamar un a parte de losingresos y de la s energías de su s miembros. Impone su s tributosinformales. Nadie puede vivir en la comunidad y dejar decontribuir con dinero en ocasión de un entierro, un bautismo,la s celebraciones de las fiestas onomásticas, el baile anual de lapolicíao cuando se decide comprar la lancha de socorro. Algunosde estos t r ibu tos const i tuyen un fondo circulante como la scargas en la s fiestas latinoamericanas. Algunos se recolectan yse distribuyen centralmente. Un colega b ret ó n me contó que,s iendo niño, en ocasión de l funeral de su abuela, fu e apostado

en l a p ue rt a de la iglesia para q u e h i ci era un a lista de la sfamilias qu e habían aportado su contribución para qu e elsacerdote oficiara un a misa po r el alma de la difunta: er a derigueur qu e su familia retribuyera la gentilezacuando murieracualqu ier miembro de la s famili a s q ue f ig ur ab an en la lista.Aunque la reciprocidad se practicaba entre la s familias, la sdonaciones eran para la iglesia, qu e luego se encargaría dedesembalsarlas en obras de caridad. Pagar no basta: debe haberademás un a presencia física. En un a comunidad granjera inglesa todos están obligados a concurrir al Hunt Ball, as í comoa contr ibu ir pecuniariamente para q ue p ue da r ea li za rs e. E lhecho de qu e todos acudan al e ve nt o e s u no de los modos qu et iene la comunidad de saber quiénes so n su s miembros, un aespecie de censo informal. Además, cuando un a gran multitudse hace presente para contemplar la s danzas de mayo, losfuegos de art if ic io del día del santo del lugar o el partido decriquet, se hace visible la solidaridad comunitaria. Y lo qu e esmá s significativo: la exigencia de estar presente y de pagar elequivalente de un impuesto a la comunidadcanaliza la s ganan-

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qu e se obtiene por eventos públicos con propósitos redistributivos. El superávit individual se desvía de la s manos privadas, seneutraliza o se destruye. E n algunas partes de Africa cuandomuere u na persona importan te, se queman con él muchas desus pertenencias, co n lo cual se cancelan deudas y se evitan la sacumulaciones. L a misma intención de reducir la acumulaciónexcesiva puede haber impulsado los entierros de l a e da d dehierro y ciertamente deben haber surtido ese efecto. Po r ejemplo, algunos aldeanos mediterráneos exhiben costosas ornamentaciones en su s iglesias qu e contrastan con la pobreza de loshogares: opulencia pública junto a miseria privada, podría decirse, invirtiendo la expresión de Kenneth Galbra i th . El d ineroqu e se destinó a los candelabros o a los pilares de mármol b ienpodría haber reducido la tarea de transportar cubosy de fregarlos suc io s p isos de piedra de la s cocinas. Lo q ue M ax Web erconsideró erradamente como un signo de espiri tualidad pocorealista de la cr ist iandad medieval er a en general un signo de

intenso realismo, u n a decisión de consumo en favor de la comunidad y a expensas de lo individual.Al mismo tiempo, l a demanda pública qu e absorbe la ri

queza privada es el paralelo de los consumidores con la fuerzalabora lque condena la evasión de impuestos . Marshall Sahl inssugirió qu e muchas tribus de cazadores y recolectores de Australia yAfrica podrían se r consideradas las primeras sociedadesprósperas, en v i rtud de su elevada preferencia por el ocio y labrevedad de l a j or n ad a j abora l Sahl ins, 1972 . En muchoscasos, los miembros de esas tribus no prefieren el t iempo librea la s recompensas de l trabajo pero acceden a las demandas dela comunidad de estar presentes para lamentarse po r un duelo,regocijarse, comer, rezar o bai lar junto con los demás. Todosellos se ajustaron a un bajo nivel de deseos privados, en partepo r los altos t r ib u to s q u e le s exige su comunidad.

Para ilustrar mejor el punto, ahora me referiré a la comunidad como si se tratara de un a persona con intenciones e ideas.La comunidad reconoce qu e el dinero obtenido no puede sa t isfacer todos los deseos posibles. Orlove y Rutz señalan qu e cier-

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t os g as t os i n di c an l a s intenciones presentes y futuras de abandono de la comunidad: en Indonesia

los campesinospobres consideranque el hecho de qu e los habitantesde l a s g rand es ciudades usen ropas importadas sugiere un a renuncia parcial al sostenimiento de las ceremonias ... Las motocicletas

rarse de que sus miembros no sólo paguen sus impuestos ahorasino de qu e sean capaces de continuar pagándolos. De a hí l apresióncontra el derroche la preferenciapor prevenir el futuroy l a t i ran ía genera l sobre el consumo privado.

Todo el qu e invierte en un a comunidad de este tipo espera

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pson , en c ie rt o sentido un a inversión ya que el dinero invertido enun a motocicleta reduce los gastos de t ransporte permite un accesomá s fác il a los mercados que se h a l l an fu era de la comunidad; esosaparatos pueden s er t am b ié n un a fuente de placer individual eindican para los demás un a orientación hacia el exterior del poblado.Un a motocicleta compromete a su dueño a obtener mayores ingresos

que los necesarios p a ra l a m e r a subsistencia para comprar gasolina repuestos . .. 1989, págs. 8-9

Quienes luchan po r la supervivencia de la comunidad tiene n dos preocupacionesruna es qu e los miembros puedan abandonarla. De hecho muchos se va n y los emigran tes que regresa n a la aldea son exprimidos d e sp i ad a da men t e p o r losparientes que permanecieron en ella. No deberían haber partido; mientras ellos no estuvieron algunos murieron ; ahora alregresar deben se r generosos. No es sorprendente pues que eltrabajador que regresa trate de hacergrandes ahorros antes dereencontrarse con su familia. La otra preocupación es cargar

con la responsabilidad de los ancianos los enfermos y los indigentes de la comunidad. Esta alaba a quienes se ocupan de su sancianos. En cierto sentido ganarse ese beneplácito es como unfondo de pensión. Aquel que invi r tió en la comunidad durantetoda su vida espera q u e a l gu n a u otra persona próxima a él locuide , y todos ellos observan fi jamente a los desertores . Lacomunidad será dura con todo aquel contra quien el anciano oel indefenso t enga un reclamo insatisfecho y todos se sentiráncomprometidos en es a actitud de repudio. Este siempre anduvoebr io , no es sorprendente que carezca de ahorros; aquel apostaba a los caballos y t iene la culpa de haberse quedado solo; elde má s allá fue pendenciero demasiado engreído y poco religioso. La comunídad termína aplicando como excusa ciertas norma s de buen comportamiento doméstico, de salud y de higiene.Si alguien se endeuda po r su propia irresponsabilidad la comunidad no ha de se r generosa con el crédito . La comunidadacepta la responsabilidad y ello justifica el control de los bienesostentosos y la crítica del despilfarro del exceso de alcohol y deljuego. La comunidad no protege a los desviados. Debe asegu-

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de ella un a retribución. Si paga su s t r ibu tos espera que losdemás hombres no seduzcan a su mujer o a sus hijas. Si paga su st r ib u to s esp era q u e l a s mu j ere s o l as h ij as de los otros no loseduzcan a él ni seduzcan a su s hijos, pues con ello se arruin a rí a n s us planes de alianzas matrimoniales. De ah í surgenciertas reg las sobre

elcuerpo la estandarización

dela vesti

menta los adornos y todolo relacionado con el sexo. Pertenecera un a comunidad semejante implica aceptar su s n or ma s. L aexcentricidad está ma l v i s ta y el estilo rimbombante se reprueb a tanto como el aspecto desaliñado. De ah í la estandarizaciónde los objetos. El artesano debe alcanzarla excelencia s in l legara se r ostentoso. Los trabajos artesanales destinados a construirlos utensilios cotidianos qu e tanto admiramos deben respondera ciertos cánones de economía, talento proporción, escala yadecuación a la función y el almacenamiento. La exhibiciónartística la originalidad la prodigalidad pueden no se r convenientes en el caso de objetos de propiedad pública. Los objetos

de uso cotid iano están minuciosamente graduados según suutilidad. Ciertos objetos especiales están dotados de un a riqueza semiótica y su consumo se rige po r reglas de modo ta l qu epuedan señalar la s ocasiones en qu e la comunidad celebra supropia existencia. Los objetos están codificados y conocer esoscódigos es un modo de proclamar la calidad de miembro. Esta esla base de la tiranía qu e tiñe cada elección de consumo en unsistema de comunicación . Aqut no hace fa l ta preguntarse cómoun a persona encuentra la fuerza para resistir el señuelo de losbienes de consumo; la fuerza se h al la e n la vigilancia de losvecinos, respaldada po r la seguridad de la comunidad local.Cualquiera qu e haya sido miembro de un a comunidad de estetipo s ab e q ue h ac e f al ta más va len tí a par a apart a r se de la snormas qu e para permanecer fiel a ellas.

El consumo rac ional

Aunque esta visión recurre a u n conocimiento bastantecomún y difundido de.laspautas de consumo tiene el mérito de

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colocar la s arcas comunitarias y la s posesiones privadas comotormentosos rivales. Además explica por q ué la comunidadvigila de manera ta n crítica el consumo de su s miembros y juzgata n duramente cualquier desviación. Cuan to más frágil es elvínculo comunitario, má s severa y a n si o sa e s es a vigilancia y

á se i l f g d l rebelión T l d i ió d

describieron mu y acer tadamente este campo. P er o s er ía ungrueso error suponerque el consumo competitivo es irreflexivo.E n u n mundo competitivo, l as señales de éxito atraen aliados ynegocios; y uno puede fáci lmente adornar el consumo a fin deda r esas señales. As í es como los lujos y la s necesidades se

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má s se aviva el fuego de la rebelión. Tom ar l a decisión deinvertir socialmente no es en absoluto un a actitud irracional según la expresión de Orlove y Rutz), como tampoco lo esdecidir invertir y gastar en el plano personal. Tanto el consu-mismo como el anticonsumismo son elecciones razonables. Sinembargo, no ha y simetría. Siempre es factible tener un progra-ma de consumo para un o mismo. Un pr ogr ama de inversiónc o mun i ta r ia p u ed e se r i rr az on ab le p ue st o q ue d ep en de delcontinuo apoyo de otras personas.

Retornando a los cuatro proyectos culturales qu e esboza-mo s al p rincip io , vemos qu e cada un o de ellos presenta a lapersona racional con un objetivo: el tipo de sociedad en el qu e legustaría vivir. Un a vez establecido el objetivo, es racional queel consumo se realice con el fin de servir a es e propósito y qt ese invoque la conciencia para sostener el modelo elegido. En elcasode la preferencialiberal por un a sociedad basada en reglasde libre juego, l as p a ut as de compra de la p e rso na p u ed e n

reflejar un a rebelión consciente contra el despotismo comuni-tario. En el caso del individuo que prefiere el aislamiento ydesea vivir en u na sociedad qu e lo d ej e en paz, la dignidadprincipal de un a vida contemplativa puede justificar su s gastoserráticos pero escasos. En el enclave, la concienciade miembrosfu e at izadaen protestacontra labúsqueda liberal de comodidady facilidades. En la comunidad rac ionalmente i nt eg ra da l aconciencia se dirige hacia la supervivencia colectiva, po r ello seamonesta a los incip ien tes deserto res . De modo que, ¿ en q uécaso podemos hablar de irracionalidad?

L a m ay or parte de la s r ebe liones de l c on su mi do r sonsimbólicas, son gestos de independencia, como la negativa de la

tí a abuela Ethel a usar sombreros. Sinembargo ,porfuera de losniveles de censura de la comunidad, existen cepos para atraparal desertor. El hecho de decidir l iberarse de l a censu ra de lacomunidad implica elegir vivir en un a sociedad e n l a q u e c a daun o encuentra s us a li ad os m ed ia nt e s us propios esfuerzospersonales, un a sociedad competitiva en la qu e el consumo esinevitablemente competitivo. Thorstein Veblen y muchos otros

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confunden y la total descontextualización produce la sensaciónde un consumismo desordenado. Sólo la s comunidades relativa-mente estables pueden determinar y mantener un a distinciónentre lujos y necesidades. Lo qu e otras personas llaman lujos,en el plato del consumista o e n s u dormitorio o e n s u cuarto de

baño) parece un a suma incoherente de cosas. La verdad es qu eel consumismo forma parte de un estilo de vida altamente com-petitivo, al cual se puede arras trar toda clase de objetos con elfin de agradar a un cliente o a u n aliado. El consumismo com-petitivo necesi ta rodearse permanentemente de lujos con elpropósito de exhibir recursos. La competencia necesita derribarla s barreras que pone la comunidad, expandir l a g am a de su stransacciones. No es s or pr en de nt e p ue s q ue se burle de la srestricciones referentes al derroche as í como de la s disciplinasimpuestas al cuerpo con l as c ua le s un a sociedad mantiene elconsumo dentro de ciertos límites.

El consumismo no es i rrac ional en sí mismo; lo irracional

se rí a q ue la s mi sma s p erson a s q u e dicen preocuparse por losproblemas ambientales sean quienes se trasladan en trans-portes privados en la metrópolis; qu e la s mismas personas quese preocupan por la ausencia de un a solidaridad comunitariaobliguen a cerrar su s puertas al tendero de la esquina compran-do en los grandes supermercados: La conducta racional es la dea qu e l q u e pone su dinero donde dicen su s labios y reconoce lostributos y los impuestos comunitarios como lo qu e éstos son.

Notas

1 . La teor ía cultural se concentra en cuatro tipos posibles de ambientesocial, sostiene qu e ésos son los tipos estables y viables de sociedad y qu e losdemás se hallan en un a etapa de transición entre un o y otro de aquéllos;también sos t ieneque en toda comunidad exis ten presiones para transformarla constitución existente en un o otrotipo qu e esas presiones se manifiestanen un debate normativo regular. Además, cada tipo de cultura se define po rcontraste contra la atracción de los demás. Exis te un a amplia bibliografíaqu e ha desarrollado esta teoría, qu e la ha ilustrado que la ha desafiado.Sobre un a bibliografía, véase Thompson otros 1990).

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la identificación de anomalías o metáforas particulares El pro-grama no contribuye a interpretar metáforas o a reconocera n oma lí a s p u es se concentra sólo en rasgos de clasificaciónsustentados po r el us o práctico, de modo que a primera vistano me resulta fácil tener algo qu e decir sobre el simbolismo

i l Si b h h d b l i

Como observó Goodman 1972), la simili tud no es u na cua-l idad de la s cosas en sí mismas Este autor hace sie te reparos ala postura de considerar la simili tud como un a explicación. Elpr imer r epar o se relaciona con su preocupación po r qu e secomprenda mejor la naturaleza de la abstracción y el realismoen el arte:

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animal Sin embargo ha y mucho por decir sobre la s interpre-taciones de la s metáforas y de l a s a n oma lí a s en general qu eq u iz á se a útil

Evidentemente no s equivocamos al dec ir qu e u n a cosa esanómala util izando nuestras propias categorías Ni siquiera es

suficiente analizar ciertas anomalías naturales tales como la saves no combativas los peces voladores o los perros qu e noladran partiendo de nuestra idea de naturaleza No debería-mo s esperar qu e a aquellas subespecies qu e nosotros conside-ramos desv iadas ampl iamente d is t ribu idas por océanos y de-siertos se le s atribuya un a especial condición taxonómica ent o da s l a s c u lt u ra s Bulmer 1986) quiso poner a pr ueba es taidea tratando de determinar la s aves prohibidas en el Levítico11 y en el Deuteronomio 13, pero no pudo má s q u e l l eg a r a laconclusión de qu e el argumento no er a sólido.

Un antropólogo que afi rma saber qu e un animal particularo un tipo humano part i cu l ar es percibido en u na cultura

extranjera como un a a no ma lí a t ie ne q ue j us ti fi ca r ta l afir-mación Pero ¿cómo justificarla? El camino correcto qu e debeseguir el antropólogo para tratar con l as anomal ías supuestases el mismo que debe seguir para tratar con la s metáforas Lamayor parte de los análisis del simbolismo de los animalesmuestra el reino animal como un a proyeccióno un a metáfora dela vida social; el análisis depende implícitamente de la semejan-za o la representación pictórica. Es a dependencia puede se rdirecta como cuando se dice qu e el animal revela sentimientoshumanos particulares tales como la compasión o la crueldad Omá s indirecta como c ua nd o p or su diligencia o su carácterrevoltoso, po r ejemplo, se considera que un animal representacier tos t ipos de conducta humana Todas la s identificacionesmetafóricas dependen de establecer un paralelo El ejercicio esidentificar alguna simili tud en ambos campos Si n embargo laimaginación no t i ene l ími tes para determinar patrones ni paraencontrar semejanzas De modo qu e tampoco ha y l ímites parael propósito de encontrar similitudes entre cualquier conjuntode objetos.

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en el arte:

La similitud no dist ingue ningún símbolo como particular-mente icónico , nijustific que se clasifiquen l s pintur s como máso menos re l i st s o convencionales.

La represent ción no depende sólo de la semejanza .

La simi l i tud es relativa variable y depende de la culturaEl segundo reparo consiste en af ir mar qu e la simili tud no

dis t ingue las réplicas El tercero aplica el segundo a los hechos;dos interpretaciones de un a misma obra teatral pueden se r mu ydiferentes la repetición de un a misma conducta puede incluirsecuencias ampliamente variables de movimientos ¿Qué hacequ e se pueda decir con certeza en un trabajo científico qu e ha yigualdad?

Si experiment mos dos veces , ¿las diferencias entre las dosocasiones h cen que se tr te de dos experimentos distintos o só lo dedos inst nci s diferentes del mismo experimento? La respuest ...siempre está relacionada con un teoría; no podemos repet ir unexperimento y buscar un t eor ía que lo i ncl uya; por lo me no sdebemos contar con un teoría parcial ntes de sa ber si lo que te-nemos es un repetición del experimento. Goodman, 1972, pág. 439

El cuarto reparo que hace Goodman es qu e la simili tud noexplica la metáfora ni la verdad metafórica O, para decirlo demanera inversa la práctica de referirse a dos objetos metafóri-camente constituye su similitud

El uso metafórico puede servirpara explicar l similitud mejorde lo que por lo menos t n bien co m o la similitud explica lametáfora Goodman, 1972, pág. 440)

Los dos reparos que siguen tienen qu e ve r con la induccióny aunque so n mu y relevantes en cuanto a la s inducciones quecomo antropólogos hacemos sobre los principios que gobiernanotras culturas prefiero dejarlos de lado en este contexto. Ya elhecho de aceptar la s cuatro primeras objeciones consti tuiría

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est ructura más amplia de analogía para explicarlas categoríasanimales prohibidas en el código alimentario mosaico (Dou-glas, 1975a). Si todas esas interpretaciones deben reelaborarsedesde el principio porque comenzamos a tomar ser iamente aGoodman, también debería hacerse lo mismo con muchasotrasinterpretaciones de los símbolos animales. No daré nombres,

para me jo rar l a s p rue b as con q u e c ue n ta . Pero la coherenciaentre numerosas metáforas no puede por sí misma justificar u nargumento. Hace falta algo más.

Siguiendo a Ryle (1949), Geertz l lamó a este método decontener la vocación del etnógrafo descripción densa , un in-tento de comprender l a c la se de estructuras superpuestas de

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ppero sólo señalaré queestoy en buena compañía. Los argumen-to s a favor de la s metáforas an imales no so n ni má s débiles nimás f ue rt es q ue los argumentos en favor de l a s me tá fora sreferentes al p elo, a los alimentos y al sexo.

Otra est ratagema interpretat iva favorita es un caso au npeor: me refiero a la promesa de mostrar q u e l a s forma s sim-bólicas son imágenes invertidas de la realidad social véase ladiscusión sobre la inversión en relación con el folklore en elcapítulo 1). Primero es tá l a cuestionable identificación de imá-genes durader as en el simbolismo; en segundo lugar, está larecusable identificación de pau tas duraderas en la conductasocial; en tercer lugar, es tá l a dudosa supuesta semejanza entrela configuración simbólica y la configuración de la sociedad. Encuarto lugar, e st á l a au n má s dificultosa identificación de laconfiguración inversa de un a imagen; luego, la supuesta confi-guración inversa duradera de la realidad social, y po r último,

no s queda el problema de la pretendida correspondencia entredos imágenes invertidas.Un modo posible de escapar de la s objeciones a la simili tud

y de otras dudas es lanzar t o da s l a s metáforas por los aires almismo tiempo, hacer girar l a r ue da luminosa de espejos yprovocar un deslumbramiento ta n virtuoso qu e haga sucumbira t od os a nt e l a irresistible configuración de configuracionesreflejándose entre sí. Este método fue utilizado brillantementepo r Geertz (1973) e n s u informe sobre la s riñas de gallosde Bali. leerlo, la cr í tica quedó seducida po r c a da n u ev a faceta desemejanza puestaen eljuego de l as metáforas coincidentes. Po rejemplo, el gallo qu e el observador de la riña mantiene entresus

rodillas es un pene metafórico. En sí mismas l as muchís imasfacetas adicionales de la metáfora no contribuyen a mejorar elanálisis de la significación de la riña de g al lo s; a su supuest acoherencia, ya que depende de nociones de s imil i tud , tambiénle caben los re pa ro s p u es t os p o r Goodman. La presunta cohe-rencia entre metáforas es un buen signo de la perseverancia yel ingenio del investigador; tratar de demost rarla es un acicate

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p p pinferencias e implicaciones, a través de l as cuales un etnógrafotrata continuamente de abrirse paso Geertz, 1 97 3, p ág . 7).Como la s significacionesde los pueblos estudiados están densa-mente intercaladas, el etnógrafodebe tener la habilidad sutil dedescubrir los diversos est ra tos . La fuerza qu e tiene esta formade investigar p ar a s er convincente depende de la coherenciaentre múltiples contextos que sea capaz de mostrar.

Ha y un a diferencia entre el uso qu e le da n Ryle y Geertz ala idea de descripción densa . Ryle la utiliza de manera críticaen un argumento filosófico sobre lo qu e implican los procesoscotidianos de interpretación. Geertz la utiliza prescriptiva-mente p a ra a yu da r a los etnógrafos a describir la s significa-ciones de otros pueblos. Ambos son cautelosos en cuanto aatr ibuir una excesiva teorización intelectual a los agentes qu eso n objeto de estudio. Geertz es sumamente cauto en lo qu e serefiere al tipo de teorización qu e codifica regularidades abstrac-

ta s y t ra ta de generalizar hasta el punto de crear un mundo defantasía de la satis facción académica que no t iene correspon-dencia con las realidades etnográficas. Para él la tarea esencialen la elaboración de un a teoría es, no cod if icar regularidadesabstractas, sino hacer posible la descripción densa; no genera-l izar a través de casos particulares, sino generalizar dentro deéstos Geertz, 1973, pág. 6 y luego construir gradualmenteun a comprensión del modo en que funcionan los procesos cul-turales. Geertz no pretende prescindir de la teoría , pero quierequ e ésta sea modesta y segura en su s microfundamentos.

Geertz es mu y explícito al d ec ir q ue no recomienda ladescripción densa como un método capaz de reemplazar la s

técnicas establecidas de reunir información. La descripcióndensa es má s bien un resultado o un objetivo. Si Geertz ofrecierala rica concatenación de metáforas que exhibe como un métodode etnografía , sería vulnerab le a la acusación de basar la ex-p cación e n l a simili tud. Las objeciones antes mencionadas nos o n apl icables si la densidad de la descripción se examinaponiendo suficiente atención a l as in tenciones enmarcadas por

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los soportes insti tucionales que coordinan y af i rman las signifi-caciones, pero los o bserva do re s t en e mo s q ue c a ta l og a rl a s yevaluarlas . También nosotros debemos justificar nuestras in-terpretaciones de la s metáforas y t ampo co a q uí la simili tuddistingue la s réplicas o los iconos. También nosotros depende-mo s de las teorías y de los hábitos insti tucionales para nuestras

desarrollar nuestra cultura de interpretación antropológica. Ypuesto que la simili tud no identifica iconos, y p u es t o q u e p or símisma no da garan tí a s de interpretación, ningún método ba -sado únicamente en la teoría representacional puede servir. Lateoría debe vincular sistemáticamente la conducta con la inter-pretación; debe se r un a teoría de la conducta.

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interpretaciones. Aunque comparto plenamente con Geertz lapreferencia po r la s teorías pequeñas aplicadas en los microni-veles, estoy segura de qu e es mucho mejor formularlas explíci-tamente.

La tentación de d e ja r q u e la semejanza opere como expli-cación es grande pues la coherencia de la s metáforas funcionamu y bíen como u na regla interpretativa dentro de un a cultura.Recordemos que la simili tuddepende de la cultura. La simili tudt ie ne f ue rz a e xp li ca ti va d en tr o de nuestra p ro pi a c ul t ura,basada como debe s er e n percepciones compartidas de simili-tud. La s afirmaciones de simili tud so n útiles au n en las callesGoodman, 1972, pág . 446), pero no no s permiten ir de un a

cultura a otra.E n e st a línea de argumentación, si los informes de campo

tienen dificultades con la s metáforas, last ienen más aú n con lamitología. Nada puede despejar las dudas sobre la interpreta-

ción de metáforas en su uso puramente literario. En algunosgéneros ha y equivalentes verbales de las est ructuras insti tu-cionales qu e la s sustentan qu e aseguran las interpretaciones delos n d emb u h e ch a s por Tur ne r. P or ejemplo, a un qu e h ay amuchas razones para despertar el escepticismo sobre mi inter-pretación de la s reglas alimentarias mosaicas, ésta es enrealidad mucho más segura po r el s imple hecho de que se tratade reglas que deben se r observadas y po r lo tanto de conceptosy teorías de los que se puede esperar qu e se aplicaran de modomucho má s p rá cti co de lo qu e nunca podrían apl icarse losrelatos. La narrativa presenta problemas sobre la simboliza-ción, y la s soluciones literarias po r sí mismas no contribuyen a

interpretar los materiales antropológícos sobre los símbolosusados, y lamento tener qu e decir qu e no creo que el punto devista qu e desarrollo aquí p ue da s er de a lguna ayuda para elanálisis l i terario, asociado como está a modelos representacio-n les de interpretación véase el capítulo 1).

etom ndo a la s objeciones de Goodman, p u es t o q ue lasimilitud está vinculada con la cultura, lo que necesitamos es

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Po r falta de discusión de método y teoría, los materialesreunidos en trabajos de campo real izados en Africa centralsobre simbolismo animal continúan siendo mu y dispares. Loslele prestan especial interés al oso hormiguero escamoso má spequeño o pangolín trepador figura 6.1). Solían hacer de élobjeto de un cul to a la fertilidad. Yo lo describí 1957 , pág . 50)como anómalo en el sistema de clasificación de los lele, sobre labase de la s descripciones hechas p or é st os de los hábitos y elhábitat de d icho animal y sumando a esto mi conocimiento delos r it o s q u e los lele practican cuando cazan un ejemplar y locomeny mi conocimiento de la s teorías lele sobre la enfermedady la salud. Me gust a rí a saber si los pueblos vecinos en cuyasselvas tambiénhabi ta el pangolín lo consideran asimismo comoun mamífero parecido a un pez qu e trepa árboles, un o de losespíri tus má s poderosos de la naturaleza dentro de su mundo,capaz de conceder fertilidad y buena caza.

Roberts 1 98 6) y Thomas Blakeley comunicación perso-nal trabajaron durante mucho t iempo entre los tabwa, queviven al norte y a l e st e del territorio de los lele. Los tabwatambién conocen el pangolín y ut il izan sus escamas en medi-cina, pero le prestan mucha menos atención que a otro animalqu e también come hormigas, el oricteroco del Cabo . En lamitología de los tabwa, éstos tratan al oricteroco como el sus-tituto de un se r humano heroico, pero yo expliqué p or q ué elmaterial mitológico qu e no está sustentado po r la práctica y lateor ía es un apoyo débil para la interpretación. Está claro qu ela práctica tabwa sostiene la afirmación de qu e el oricteroco delCabo es considerado por este pueblo como un a bestia anómala:

su largo hocico sensible le s recuerda un pene; cuando lo matanlos cazadores tratan de qu e la s mujeres no lo vean po r las r isasburlonas que desp ier ta en ellas la sexualidad obscenamenteexcesiva de un a criatura con un pene en cada extremo. Losinformes señalan qu e los tabwa no realizan ningún rito relacio-nado con este a ni mal . La ma yo r parte de la información sobrela s actitudes de los l el e en relación con los pangolines procede

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hasta la muerte. Un a visita má s prolongada me hubiera permitido obtener má s maravillosa información de este t ip o s ob r eanimales individuales. Aprendí por ejemplo, qu e los adivinosiniciados tienen prohibido comer el varano del Nilo, a causa desu piel manchada y, a medida que fui confeccionando un a l istade la s prohibiciones que pesaban sobre otros animales manchad d b í t ó i l t b l í i d l

plausible que la teoría de un a proyecciónde la sociedad humanaen la na tu r al eza .

Podemos aceptar la idea de qu e los seres humanos necesita n concebir su diferencia respecto de los animales y qu e la sdiferenciaciones animales consti tuyen un a fuente sumamenteapta de metáforas para reflexionar sobre la diferenciaciónh i t ll l id d d i l

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dos, descubrí un campo teórico completo sobre los espíri tus de lanaturaleza y su interés po r . la s ma nc h as y po r un a clase deenfermedades de la piel qu e incluye la viruela. Inevitablementela preocupación po r la clasificación de animales y humanosconduce a teorías locales sobre la vida y la muerte cuyos re-sultados se muestran en los al imentos que consumen y en la sreglas dietéticas. La s teorías sustentan la clasificación y da nsentido a la s metáforas. Llegar a conocer esasteoríaspermi te alinvestigador super a r l as teorías representacionales de la cog-n ic ió n y evitar as í la s objeciones sobre el uso indeb ido de las imil itud. Pero ¿cómo podemos llegar a conocer la s teorías deesos pueblos? Seguramente no deduciéndolas de la s metáforas.

A f in es de la década de 1 98 0, después de que numerososfilósofos insistieron e n a fi rm ar qu e la igualdad no es un apropiedad de la s cosas, l a i de a de qu e la s categorías animalessirven primariamente como un modelo abstracto de la sociedadhumana parece muy cuestionable. Yo sostengo qu e la s catego-rías animales s ur ge n e n los mi smos p a tro ne s de relacionescomo aquellas de los humanos porque los llamados humanosentendemos los tipos animales como si éstos obraran de acuerdocon los mismos principios qu e nosotros. En este enfoque, losseres humanos esto es, los extranjeros sobre quienes los antropólogos informan en sus trabajos etnográficos emplean un aeconomía cognitiva. No utilizan a los animales para trazarelaborados retratos de sí mismos ni tampoco los usan necesariamente para formularse y responder profundos problemasmetafísicos. El argumento es qu e ellos tienen razones prácticaspara tratar de entender y predecir los modos de se r de los

animales razones qu e tienen q u e v e r con la salud la higiene yla enfermedad. Los principios de mayoría de edad de intercambio matrimonial de terri torio y de hegemonía política qu eutil izan para explicar su propia conducta son los mi smo s q u eemplean para hacer predicciones sobre la conducta an imal.Este es un argumento mu y económico que depende de un bajomicronivel de observación y de u na t e or í a mo de s ta q u e es má s

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humana si n aceptar po r ello la idea de qu e un mundo animalajustadamente diferenciado es esencialmente un recurso parareflexionar sobre nosotros mismos. M á s b i en o cu rre lo contrario, ¿de qu é otra manera podemos pensar sobre el modo en qu elos animales se relacionan entre sí si no es sobre la base denuestras propias relaciones?

Esto no equivale a cuestionar la iconicidad de un modeloanimal de l mundo humano. Podemos cuestionarque refle jar lasociedad se a su us o primario. Y podemos interesarnos po r sabercómollega a construirse. Sugiero qu e ha y un tipo má s importante y no metafórico de conexión entre el modo en qu e los sereshumanos se con ciben a sí mismos y el modo en que conciben alos animales. Un a vez qu e se establece ese tipo de conexión, la smetáforas cuentan con un a base. Este argumento no cuestionala idea de Lévi-Strauss 1962) de qu e los animales sonbuenospara pensar . Meramente su po n e q u e los esquemas totémicosno so n esencialmente construcciones metafóricas o, para decir-lo de manera má s precisa n la medida en qu e se los puedeinterpretar como imágenes reflejo de la sociedad h u m a n a -ello se debe a qu e su s categorías ya fueron establecidas e n l asmismas configuraciones como la s categorías de la s relacionessociales humanas. Esta es un a variante de la idea de Hartan 1967)de qu e en el pensamientotradicional africano el espíri tuqu e está en busca de analogías explicativas se vuelve naturalmente a la gente y a su s relaciones .

La simil i tud que observamos entrelas dos esferas humanay animal podría surgir del hecho de que ambas esferas se cons-truyen sobre los mismos principios. El hecho de qu e el modelo

del mundo animal resu lte ta n parecido al d el mundo humanopodría se r un a derivación de la teoría nativa sobre cómo estáconstituida la sociedad a ni mal . La i d ea l i be ra d ora q u e p ro c uratomar seriamente lo dicho por Goodman y los demás filósofossobré la simili tud es qu e en el pensamiento primitivo no hubotan ta elaboración de descripciones como teorización y no tan tafilosofía como reflexión sobre cuestiones prácticas; los modelos

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derivan de un a preocupación inmediata po r entender cómofunciona el mundo y un a preocupación por enmarcar la s clasifi-caciones qu e mejo r encajan co n un a teoría aceptable.

Para decirlo brevemente los lele clas ifican en categor ías alos sere s h u man o s y le s enseñan cómo comportarse con su spares sus mayores y su s menores según el modo en. qu e

cotidiana como coclientes de un patrono común. Observar lasintrincadas reglas sobre lo qu e un se rh u ma n o p u ed e comer loqu e no puede comer si n arriegarse entre la s especies animalestiene un hondo interés práctico. El menú diario qu e diferenciala s categorías humanas po r la extensión de su dieta es la apa-r iencia superf icial de la t e or ía p ro fun d a sobre la vida y lamuerte sobre l a s al ud y la enfermedad

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establezcan la s relaciones: ya se a sobre l a b a se de los principiosque gobiernan la amistad o l a e n emi s ta d de los iguales y a s easobre la base de los principios de mayor edad y patronazgo. Losiguales amigos o enemigos no reconocen restricciones de te -rritorio

ni de propiedad. La s relaciones patrono cliente t ienenun importante aspecto t e rr i to r ia l. Las relaciones entre dosclientes qu e están bajo la s órdenes de un mismo patronoimplican respeto y honoralibilidad mutuos. La cuestión prácti-ca e s s ab e r qu é se puede comer s in correr peligro.

Si los lele quieren entender po r qu é algunos animales deespecies mu y diferentes comparten pacíficamente el mismohábitat aplican su s ideasde la s relaciones patrono cliente puesse t ra ta de un caso de terri torio compartido: si desean compren-de r la conducta agresiva de lo s carnívoros aplican su s ideas deenemistad. D e l mismo modo, se s upone que los animales qu ecohabitan en el territorio de espíri tus de l a na tu r al eza son

c li ente s de tales espíritus. La cohabitación pacífica de peceslagartos serpientes acuáticas y, e n l as orillas jabalíes implicaqu e todos ellos se ha n asegurado la protección de los espíri tusde l agua y se han convertido en sus clientes; en el modelohumano esto significa qu e los esp í ri tus vengarán toda agresióncontra su s clientes de modo qu e no es seguro comerlos si un oestá al iado con algún esp í r itu acuático.

El modelo que ut i l izan los lele supone un conjunto comúnde intenciones y de reacciones tantoentre humanos y espírituscomo ent re esp í ri tus y animales. Si un lele entabla un a relaciónde cliente con un espíri tu de l agua o si, como ocurre a menudoel espíri tu h a hecho un pacto de amistad co n un ser humano seexigirá el resp et o u su al po r parte de los coclientes hacia él yh ac ia s u s amigos. Cuando los seres humanos entran en rela-ciones de clientelismo con varios animales y espíri tus no ata-ca n a su s coclientes no humanos má s de lo qu e atacarían a loscoclientes de un am o h u man o . C a z ar coclientes provocaría lacólera del patrono. De modo qu e es peligroso comer animalesindi dos por la s re gl a s q u e g ob i ern an su p r opia v ida social

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muerte sobre l a s al ud y la enfermedad.Si ésta constituye un a explicación plausible de l modo en

qu e los lele conciben los diferentes t ipos de animales tambiénes un a pequeña pero vigorosa teoría sobre el modo en qu e otrospueblos conciben los tipos animales qu e ellos mismos cons tru-

yeron. Como método este enfoque sugiere qu e se presta pocaatención a cómo interactúan los animales con los seres hu -manos y al interés qu e ponen los sereshumanos cuando cazancomen o domestican a ciertos animales o los enjaezan paratrabaj ar . Es un método q u e p e rmi te establecer significacionesqu e escapan a la s objeciones sobre similitud. Explica la teoriza-ción e n v i rt u d de la cual se clasifican dentro de un mismo grupocier tos t ipos de animales pero yo querría señalar q ue e st emétodo no necesariamente desvaloriza los análi s i s ex isten tessobre l os s ím bo lo s animales basados en las significacionesmetafóricas qu e se le s atribuyen. Estas siempre deben vérselascon los reparos sobre la similitud salvo qu e lo qu e se pretenda

h a c er se a un informe puramente literario incluso ficcional.La s dificultades inherentes a los argumentosbasadosen la

simili tud proporcionan muchas razones para preocuparse porel análisis estructural de l mito y po r la s cantidades de simili-tudes simbólicas percibidas en la antropología desde qu e Lévi-Strauss publicó en 1962 La pensé e s auva ge El p ns mi ntosalvaje . La importancia qu e le doy a razonar práct icamentesobre la sociedad como base necesaria par a sus ten t a r los siste-ma s de metáforas l lamados totemismo fue e n re al i d ad antici-pada de manera mu y específica po r Radcliffe Brown 1952,pág. 130 , cuando este autor decía que:

Paralos pueblos primitivos el

universocomo u n tod o es un o rd enmoral o soc ia l gobernado no por lo que nosotros llamamos la ley

natural sino má s bien por lo que deberíamos llamar l a ley m or al oritual En ustralia por ejemplo los nativos han construido demaneras innumerables un sistema de relaciones entre ellos mismosy los fenómenos de la naturaleza que son esencialmente similares ala s relaciones que ha n const ru ido en su est ruc tu ra soc ia l ent re unser humano y otro

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En l as ú l t imas páginas de La pensée sauvage, Lévi -Strausspone el acento e n l a base práctica qu e subyace en el pensamiento primitivo y en el u so q ue hacen de la s relaciones matrimoniales como m od elo 1 96 6, p ág . 265). La d i fe rencia qu e establece Lévi-Strauss entre el pensamiento salvaje y el nuestrose basa, no en la mayor tendencia mística o contemplativa dell i á i d di i t di

la divinidad es misterioso, pero, ¿cómo contempla o considerala s cosas la humanidad? ¿Qué misterioso mecanismo establecela s categorías iniciales?

De acuerdo con el método qu e propongo, no debemospresuponer semejante cosa. Los animales fueron incorporadosen la s categorías sociales humanas po r un a simple extensión all d l i i i d l l i h

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ellos, sino e n n u es tr a práctica de disociar nuestras diversasmetáforas de la matriz de la s relaciones sociales y tratarlas demanera fragmentada.

De modo qu e lo qu e propongo se atiene bastante a lacorriente dominante, con la única diferencia de qu e esta vez nose trata de un a idea sin o de un método de investigación.Propongo este método como un recurso, u n suplemento, un amanera de establecer significaciones con referencia al uso, un aforma de poner coto la imaginación de l investigador. Si n embargo, no puede decirse mucho má s sobre aprobar o desaprobar laargumentac ión que presento a menos qu e el material etnográfico se reúna teniendo en cuen taes t a teoría. Su mérito consisteen da r respuesta a un a curiosidad particularmente anglosajonasobre los mecanismos del pensamiento simbólico. La teoría de ltotemismo de Lévi-Strauss suele presentarse como u na visiónde la humanidad que ref lexiona tristemente sobre s í mi sma ysobre el lugar qu e ocupa en la naturaleza. El é nfas is q ue poneLévi-Strauss en los intereses contemplativos está ciertamenteallí: esta reciprocidad de perspectivas, e n l a cual el hombre yel mundo se reflejan mutuamente y qu e nos parece la únicaexplicación posible de la s propiedades y capacidades del pensamiento salvaje 1966, pág. 222).

Perotoda la estrategia de su argumento tendía a relacionarla s clasificaciones de la naturaleza con la s clasificaciones deparentesco y matrimonio. El efecto especular que discernimoses el resultado del proceso sobre el qu e he escrito, un procesocuyo estudio considero qu e es un método adecuado para investigar el simbolismo animal. Podrá parecer falta de imaginación,

pero para algunos resulta difícil concebir a la humanidad reflexionando tristemente sobre su identidad y sobre la diferenciaqu e l a separ a de la condición animal o aceptar qu e el a mor p orla contemplación filosófica se a un a explicaciónde la coherenciade l l lamadopensamiento salvaje. En el Génesis no tenenos ninguna dificultad especial e n a ce pt ar l a i de a de qu e Dios meditólargamente sobre l asaguas,porque todolo quet ieneque ver con

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ellos de los principios con qu e se ordenan la s relaciones humanas. El método consis te en hacer la concienzuda tarea dedescubrir cómo se usan esas categorías.

e fe renc i s b ib l iográf ic s

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Paper 33 Manchester Manchester University Press.

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con las criaturas que con una desaprensión casi extraordinaria porlos seres humanos ocupano invaden sembrados oviviendas Todasaquellas aves y la ma yo r p ar te de las demás criaturas salvajesmencionadas en Levítico como inmundas no sólo se desvían de ladieta ideal vegetariana [ re fe renc ia al G énes is 30 I s in o quedesafíande diversos modos el dominiodel hombre sobre la naturale-za. Bulmer, 1986, pág. 23

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Clasificado como comest ibl e

El pr incip io de proximidad de ulmer

En su estudio original sobre el m od o en qu e los Karamclasifican la s aves y los animales en g en eral , R a lp h B u l me rm os tr ó q ue unos pocos principios podían da r cuenta de la sprincipales divisiones. Los principios estaban basados en un avisión antropocéntrica del mundo según la cual los demás seresestaban clasificados de acuerdo con su grado de proximidad deldominio humano Bulmer, 1967 . En su ensayo sobre la enigmática l ista de aves qu e la Biblia prohíbe por considerarlasinmundas, este autor vuelve a aplicar esos principios Bulmer,1986 . Pr es t ando gr an atención a la di ficul tad que presentaidentificar la s aves p o r su s n o mb re s h e bre os y destacando losproblemas del texto , Bulmer intentó estudiar el hábitat de lospájaros, su s hábitos de alimentación y de anidación, su grado deproximidad de la s viviendas humanas y establecer si perma ne c ía n d e nt ro de s us l ím i te s naturales o si invadían la smoradas humanas. Bulmer estaba utilizando la proximidad dela vida humana como un a dimensión taxonómica p a ra l a clasificación de otros pueblos.

A grandes rasgos y dejando lugar a la s conjeturas, su

principio de proximidad parece poder ap l icarse al Levítico:Demodoque la lista comienzacon lasaves que dominan el cielo

y habitan en sitios altos remotos de los asentamientos humanospasados o presentes La lista enfoca luego aquel las aves que se Iocian primariamente a la tierra infecunda alejada del asenta-miento humano actual pero especialmente caracterizada por ciudlcltl In ruinas y regiones asoladas por la guerra. La l is ta concluye

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La conclusión e s q ue la lista de aves de l Levítico revela unrígido ordenamiento basado en los grados de proximidad con lavida humana y sólo un ordenamiento débil basado en agrupa-ciones de especies y géneros. _

En esta conclusión Bulmerestaba comentando la creencialargamente mantenida po r los e ru d it o s se gú n la cual a losisraeli tas se le s prohib ía primero comer sangre y luego comeranimales carnívoros y carroñeros a causa de qu e l a d ie ta deéstos incluía la sangre . Bulmersosten ía que los hábitos alimentarios de la s aves no eran lo suficientemente distintivos paragarantizar semejante concepto; si la regla es identificar yprohibir la s aves carnívoras, ha y u n a g ran cantidad de pájaroscarnívoros qu e no aparecen en esa l is ta , s in contar los qu ecomen gusanos e insectos. Bulmer efectivamente se refiere a la sdemás teorías propuestas .

L a i de a de lostipos

naturales desempeña dos roles en suensayo. En primer lugar, ha y un concepto zoológico de los tiposdistinguidos como especies y géneros. Luego está el concepto,relacionado con el anterior, de un a norma de la s aves , basadaen la distribución de especies part icu la r es en un a región.Algunas aves se desvían visiblemente de l a n or ma culturalmente definida para las aves, y as í es como al atraer la atenciónde los expertos en taxonomía, terminan po r se r clasificadascomo impuras o subnormales, mientras qu e los animales qu e seajustan a la norma t ienden a se r considerados puros y normales. Esta idea de desviación de la norma fue importante enel pensamiento de Bulmer. Esteesperaba descubrirque en todo

el mundo los tipos naturalmente desviados, tales como la sgrandes aves sin alas o los peces voladores, serían consideradosuniversalmente como atípicos en el p la no c u lt u ra l y, po r lotanto, como inmundos oalgo equivalente. De este modo, Bulmersorprendería a los antropólogos al descubrir un principio cultural Bulmer, comunicación personal). No obstante, la información sobre la lista de aves del Levítico er a demasiado frag-

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mentaria y poco digna de confianza para alentarlo a seguir es al ínea de pensamiento Estos dos argumentos tanto el de lanorma como el de la desviación de la norma exigen q ue l ascaracterísticas de los animales o de la s aves se clasifiquenaproximadamente po r sí mismas y qu e su s desviaciones de ladistribución normal qu e l es correspondería provoque la res-pues t a humana En ese modelo l a c u lt ur a es relativamente

de animales reciben u n tratamiento especial. Seguidamenteampliaré el campo de la argumentación

semej nz no es un propied d

Ev id e nt e me n te sab emos q ue l a s c at eg o rí as qu e reúnenciertas cosas dentro de un a misma c la se s on p or e nt er o el

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pues t a humana En ese modelo, l a c u lt ur a es relativamentepasiva el principio activo está en l as carac terí s t icas de lanaturaleza Las peculiaridades de los animales l lamanla aten-ción de los observadores los golpea en los ojos, po r as í decirlo.y ésta me parece un a afirmación muy dudosa

Si n embargo el otro argumento de Bulmer es mucho mejor.Este consiste e n a fi rm ar q u e t o d a c omu ni d ad c on s truy e su stipos naturales de aves sobre la base del uso humano y de ladistancia qu e esos animales mantengan del se r humano o sugrado de invasión de l a s v i vi en da s h um a na s; e n suma elprincipio de proximidad Esta es un a idea má s profunda de loqu e parece a s imple v is ta y merece qu e se la tenga ser iamentee n c ue nt a e n la futura investigación etnozoológica, pues exigeun intento mucho má s minucioso de relacionar la organizaciónsocial, la tecnología y los valores culturales de los observadoresde aves con su actividad clasificatoria

E n el principio de proximidad Bulmer dio con un a genera-lización que puede comprobarse en diferentes culturas Implíci-tamente ese pr incipio forma parte de un a teoría sobre cómo set ransforma la atención humana a me di d a q ue se aleja de uncentro de actividad y sobre los cambios que sufre la percepciónorganizada de los tipos animales que s ig ue aquel movimientodesde el cent ro hacia la periferia Para poder adentrarnos unpoco másen es t a visión necesitaríamos desarrollar la teoría Enantropología existe la deplorable tendencia a considerar laclasificación folklórica como un compartimien to separado denuestros intereses En consecuencia para qu e esto se compren-da bien tendré qu e aportar toda la persuasión argumentativa

q u e p u ed a re un i r E l e st ud i o de la taxonomía folklórica debedespojarse de los supuestos etnocéntricos sobre la semejanzaLo qu e nosotros tomamos como propiedades similares corres-ponderá sólo de manera aleatoria a lo qu e otros pueblos con-sider n similar Es i g ua l me n te i n se n sa t o b u sca r aq ue l lo qu eperci imos como anomalías en la conducta animal y conside-r rlo un l ve para comprender por qué determinadas clases

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ciertas cosas dentro de un a misma c la se s on p or e nt er o elresultado de un pensamiento racional inventadas po r espíri tusracionales para organizar el discurso y la acción. El principio deproximidad de Bulmer l lama la atención sobre un aspecto deldiscurso un criterio de distancia entre quienes hablan y losobjetos de los que hablan Tza interacción suministra un marcode referencia Alvivir, trabajar y hablar juntas sobre su trabajolas personasconst ruyen su mundo Se definen y definen activa-mente lo qu e la s rodea Este no es u n ro l pasivo; los objetos noproclaman a qu é clase pertenecen las propiedades no surgenespontáneamente ni anuncian su s similitudes Los agenteshumanos qu e inventan complejos procesos de ordenamIentopara su s vidas al mismo tiempo se ordenan a sí mismos yordenan su mundo

El marco de referencia sitúa los objetos dentro de cate-gorías. Para llegar a comprender cómo se da la clasificación

folklórica, necesitaríamos pues saber cuáles so n los marcos dereferencia y no sólo con ocer lo s ind iv idualmente marco pormarco; tendríamos que entenderlos como un sistema qu e es un aversión viable del mundo La epistemología de Nelson Good-man pone énfasis en el p roceso de construcción del mundo esdecir, el permanente proceso cognitivo de revisar la s versionesde l mundo Goodman, 1978 . Dentro de u n esquema culturalparticular las cosas se definen como idénticas si pertenecen almismo conjunto. Si dos cosas cumplen los CrIterIOS necesariospara pertenecer a ese con ju n to tienen un a identidad com-partidada un a semejanza P a ra l a etnociencia el problema esestablecer en pr imer lugar cómo tales cosas llegan a pertene-

cer al conjunto ¿Esa i d en t id a d c omún d ep e nd e d e qu e perte-nezcan o no al conjunto o el hecho de q u e p e rt e ne zc a n alconjunto depende de qu e tengan la s mismas propiedades co-munes? Defin i r la semejanza por la pertenencia al conjunto ydefinir el conjunto po r la semejanza de su s miembros es unproceso circular Y ese círculo no puede romperse tratando dealcanzarlas fuentesfundamentales físicas, de la igualdad Dos

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objetos cualesquiera , por d i feren tes que puedan se r según de-tern; mados criterios (dos animales como el cam el lo y el t ejón ,clasificados dentro de un mismo conjunto en Levítico 11)pueden considerarse lo mismo en v i rtud de ciertos rasgos se:lec:lOnados. Ha y un a infinita cantidad de buenas razones paraubicar dos cosas dentro de un mismo conjunto (Goodman, 1969).?e r similar es un a característ ica establecida por un a actividad

problemas de identidad ello se debe a qu e el esquema envol-vente dent ro del cual funciona el elemento clasificado es inadecuado.

E n la ciencia, los problemas de clasificación se resuelvenmediante marcos teóricos. En la vida cotidiana, la s actividadesregulares crean un marco de expectaciones, de m od o mu y se-mejante a lo qu e la t eoría hace con la ciencia. E n l a sociedad es

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?e r similar es un a característ ica establecida por un a actividadm t ~ l e c t u lqu e n ~ c e s r i m e n t et ie ne q ue c om en za r p or fijarconjuntos, categorías, clases. Pero la activ idad in telectua l articula el resto de la conducta, y l a s p i st a s s obr e qué es lo qu eocurre e st án e n e sa conducta.

Si los .antropólogos t ienden a pensar qu e la semejanzah b l ~po r Si misma, no so n los únicos qu e lo hacen. El psicólogocognitivo Amos Tversky (1977) define la semejanza como un afunción de rasgos comunes y distintivos estimados como destacados o importan tes . Pero estimar aquí significa seleccionar yTv ersk y d a p o r descontado qu e no es necesario aclarar cómo sehace. es a selección de rasgos. Como se preguntan Murphy y .;Iedm(1985 ) e n un ú t il e x ame n de supuestos sobre el recono-Cimiento de la semejanza en psicología, ¿quíénes somos no-s o t r ~ spara c o ~ s i d e r r n o su n rasgo? Entre ciruelos y cortadorasde cesped la hsta de rasg os s i mi l ares p o dr í a se r i n fi n it a. La

respuesta es que. el marco determina los rasg os q u eluego

set ra tan como similares. Al comienzo abundaba la teorizacióncientífica sobre entidades ambiguas (Quino, 1969). Las pregunta s iniciales eran:

¿Es un capullo?¿Es un a oruga?

¿E s un a mariposa?

¿Son varias clases de criaturas, como podría sugeri r su apariencia,o son un a sola en proceso de metamorfosis?

En cambio el biólogo se pregunta algo como:

¿Son todos ellos parte de un sistema?

¿Cómo funciona ese sistema?

¿De qu é sistema má s amplio forma parte?

Con el pleno desarrollo teórico, l as ambigüedades y losproblemas de identificación desaparecen. Cuando se presentan

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j qel marco insti tucional el que cumple es a función . O quizá se aprovechoso emplear la metáfora del lenguaje. En u na frasehablada, la gramáticaes la qu e coloca en su lugar los elementosde la secuencia v erba . Si no exist ie ra semejan te principio or-denador, no h a br ía u n a base para da r sentido, con lo cual sehar ían manifiestas la ambigüedad y la incertidumbre sobre lasignificación. El principio de ordenamiento s e éste el qu ef u e r e - es de absoluta importancia.

L a c o nt r ib u ci ó n d e J a m e s Mill

Un a vez qu e se toma en consideración que el marco dereferencia establece las clases y otorga a los objetos coclasifica-dos su s cualidades de semejanza, queda resuelto un problemafundamenta . El reconocimiento de igualdad, ¿puede precederal principio de ordenamiento qu e sitúa los elementos dentro deconjuntos? James Mili a f irma ba q u e no y e s ta ba e n lo cierto .Mili reparó en e st e p ro b le ma c ua nd o en el s ig lo inició eldebate sobre la asociación men ta . R et oman do el tema deH ob bes y de Hume, Mili dijo:

E l s eñ or H um e, después de él otros filósofos, dijeron quenuestras ideas se asocian de acuerdo con t res pr incip ios: Contigüidad, en tiempo y lugar, Causalidad y Semejanza. La cont igüidaden tiempo y lugar debe referirse a la de las sensaciones, y en lamedida en que se a f irm a que el orden de la s ideas sigue al de la ssensaciones, la contigüidad de dos sensaciones en el tiempo implicael orden sucesivo. La contigüidad de dos sensaciones en el lugar

significa el orden sincrónico . .. La causal idad es sólo el nombre quese le da al orden establecido entre un antecedente un con-secuente ... (1869, pág. 106)

Luego, inmediatamente después de esto, Mil is se preguntaba si la semejanza puede considerarse de condición ta nimportante como la contigüidad y decidía qu e no; con lo cual

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concepto demasiado débil para cargar con todo el pe so de laexplicación. Explicar los procesos del espír i tu en virtud de lamera sucesión, del mero hábi to, er a no sólo poco convincente,sino también perturbador. Debía haber algo má s y en realidadha y algo más: eso qu e f al ta e s la organización, un marco dereferencia, actividad concertada, teorías sobre el mundo qu ede n sentido a la interacción. Si no s preguntamos q ué h ac e q ue

examinan el lugar, no se ve n ingúnar ma; l a herida sugiere un adelgada hoja de quince centímetros de largo, el pol ic ía suponequ e se t ra ta de un esti lete. Lord Peter examina cuidadosamentela cocina y estudia detenidamente los elementos qu e sugierenla preparación de un a cena de domingo. Hace calor en el lugar,el horno a ú n e st á encendido. Bunter y lord Peter hablan sobreel modo en qu e la s teorías seleccionan los datos:

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dos cosas no s parezcancontiguas en nuestra experiencia, vere-mosque larespuesta normalmente es cierta forma de actividad.El modo en qu e se organiza la actividad crea las contigüidadesy éstas sustentan el sentido de semejanza. E l cont ras te en tr e

teoría y hecho es un contraste, no entre dos elementos difer-entes, sino entre dos partes inextricablemente mezcladas de unproceso.

Los ma e s t ros de tec t ive s

A f ines de l siglo XIX y comienzos del xx l a t eo ri a de laasociación mental cayó súbitamente en manos de los escritoresde cuentos y dio c om ie nz o a un nuevo género l i terario . En suorigen los relatos de detectives se basaron principalmente enideas populares sobre la presencia latente en el espíritu deimpresiones recibidas inconscientemente y sobre la asociaciónlibre del iberadamente u t i l izada para hacer sa li r t al e s impresiones de su latencia. E n The Vindictive Story of th e Footstepsthat Ran (Sayers, 1945) Peter Wimsey está almorzando con unjoven médicoy hace u n paralelo entre el diagnóstico médicoy lafotografía:

Uno oye algo o lo ve si n saberlo o si n p e ns a r e n ello, y todoregresa , entoncesuno escoge su s impresiones. Como esas placas deBunter. Toda la fotografía está allí..., eh ... , ¿ cu ál es la palabra,Bunter?

Latente, señor.¡Eso es Bunter, mi mano derecha. No puedo h acern ad a sin él.

La fotografía es tá l a t en te hasta que uno la sumerge en el revelador.Lo mismo ocurre con el cerebro.

En ese momento un hombre i rrumpe; s u m uj er ha sidoasesinada arr iba, en la cocina, el criminal escapó po r la ventanade la cocina mientras el marido estaba sentado en la habitaciónel h o mb re sospe ch a d el amante italiano de la mujer. o o ~

160

El doctor Hartman tiene un a teoría. En cualquier investí-gación, mi querido Bunter, es detestablemente peligroso t ene runateoría.

Así le he oído decir a usted, mi señor.¡Maldición Lo sabes ta n bien como yo. ¿E n qu é se equivocan

la s teorías del doctor, Bunter?Ustedquiere que yo responda que él sólo ve los hechos que se

ajustan a la teoría.¡Me leíste elpensamiento , exclamólord Peter amargamente.

Y que él se los proporciona a la policía, señor.

Un momentodespués Wimsey se acerca al doctor Hartman.

Doctor Hartman, algo está mal. Haga memoria. Estábamoshablando sobre síntomas. Luego escuchamos el grito;luego el sonidode pasos, de alguien corriendo. ¿E n qu é dirección corría?

Le aseguro que no lo sé.¿De veras no lo sabe? Aunque sea sintomáticamente, doctor.

E so s p as os me estuvieron perturbando t od o el t iempo, subconscientemente. Y ahora sé po r qué. Porque venían s la cocina.

Después de esto, aparecen nuevas pistas qu e echan sospe-chas sobre el marido, qu ien había dicho qu e corrió haci a l a co-cina. Pero nadie sabe cómo cometió el crimen. Nuevamente asolas con Bunter, Wimsey t ra ta de c al c ul a r q u é fue lo qu eobservaron en la cocina... Allí algo se le s había pasado por alto.Pero ¿qué? Bunter dice:

No podría decirlo, señor, pero conservo la convicción de que yo

t amb ién es tab a , por as í decirlo, consciente o conscientementeconsciente, señor, usted me en t i ende- , pero au n as í consciente deun a incongruencia.

Ambos repasan todos los detalles de la cocina. En unaasociación libre de ideas, Peter recuerda su s impresionesinfantiles mientras observaba cómo un a cocinera preparaba un pollo

161

antes de meterlo en el horno. Un pensamiento asalta a amboshombres simultáneamente: la grasa q ue d eb er ía habérseleuntado al ave no había sido tocada. De m od o qu e el po llo fuecolocado en el horno preparado sólo a medias.

Bunter, supongamos qu e el pollo haya s id o c ol oc ad o en elhorno sólo después de que la mujer mur iera , que haya sido introdu-cido apresuradamente por alguien que tenía algo que ocultar

Cuídese del hombr e al que olvida , d ec ía el p ad re Brown , pues l o p o ne a usted en una posición de absoluta desventaja.

Desde la década de 1 89 0, los escritores de ficción detec-tivesca elaboraron la teoría de la asociación mental. Primero, eldetective principal tenía qu e usar deliberadamente técnicas dedisociación para l ibe ra r sus propios procesos mentales de los

d i ió bl id A í

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cido apresuradamente por alguien que tenía algo que ocultar.. .¡Horrible

Pero, ¿con qué objeto, señor?Sí, ¿porqué?Allí está el meollo dela cuestión. n a asociación

mental más con el pollo. Lotengo. spera un momento. Desplumar,destripar, lavar, rellenar, acomodarlo en la asadera, atarlo.. . ¡PorDios

Peter Wimsey corre a abr i r la puer ta del horno, saca el polloa medias asado atravesado po r un a broqueta de quince cen-tímetros. No es sorprendente qu e los pasos del marido hayancorrido hacia la dirección opuesta. El no se hallaba en l a s al acomo dijo, sino e n la cocina.

El cuento ilustra el principio de contigüidad y el mo do enqu e se util iza para interpretar. El orden en qu e la s cosas debíanhaber sucedido si lo que contó el marido fuera cierto, se cotejacon el orden de los sonidos oídos y la s huellas f ís icas . Secomparan dos esquemas de organización para establecer la sdiscrepancias: uno, la ru t ina cotidiana de cocinar, qu e habríaproducido un a secuencia de hechos; elotro,el orden que produjoel asesinato.

La ficción detectivesca hace un uso mucho má s creativo dela idea de asociación mental qu e los psicólogos. Lo qu e establecela diferencia entre hechos y t e or ía s son sus repertorios regu-lares. Nada es ta n engañoso como un hecho evidente , decíaSherlock Holmes en E l misterio de Boscombe Valley ConanDoyle, 1892). El p a dre B rown de G. Chesterton a menudoafirmaba qu e la familiaridad ciega el ojo, como en este párrafo

de T heSong ofthe Fish

1927): A veces algo puede estar demasiado cerca para que se lo vea,

como por e jemplo , un hombre no puede verse a sí mismo .. . S i unacosa está en el p rimerp lano de nuestra vida, difícilmente la veamosy si la viéramos la consideraríamos totalmente rara...

Jameson era ta n apagado y descolorido que he olvidado todosobre él.

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canales de asociación previamente establecidos. Así SherlockHolmes empleaba el opio y la música; el padre Brown creía enlas b o nd ad e s d el sue ño y la oración; Peter Wimsey cul tivabaun a serie de ho ies tales como la fotografía y el conocimientoacabado de los v in os , entretenimientos que, e n v ir tu d de sudiversidad, impedían que su espíritu siguiera l as sendas ob-v ias: el Bredon de K no x jugaba largos juegos de paciencia; elPoirot de Christ ie dormía para refrescar la s pequeñas célulasgrises. Después todos ellos estaban má s despiertos para descu-brir los simulacros organizados por las mentes de los consuma-dos criminales. No se dejaban engañar po r la s semejanzas. Laapariencia en sí misma nunca er a suficiente para ellos; siemprebuscaban el principio organizador, y esto significaba descubrirla s intenciones de los sospechosos. Los datos eran despreciableso equívocos. .

Aunque los pasos puedan dejar un a clarahuel la negativa,como el elefante fósil en la roca o el salero de p la ta e n su cajaforrada de terciopelo, en sí mismos los rastros físicos so n sólodatos; dicen mu y poco. Lo que necesitamos es observar en qu édirección se dirigen esos pasos, como observó Wimsey en el casode la mujer apuñalada antes mencionado, o si eran pasoslentoso apresurados, como observó el padre Brown en el caso de TheJ ewelled Fish Knives cuando el avezado criminal personifi-caba alternativamente a un cliente del restaurante caminandolentamente y a un mozo desplazándose aceleradamente. Yaestamos advertidos de qu e no conv iene sacar conclusiones s á ~ d o s een la dirección en la qu e apuntan los p ie s, como

cuando Bredondescubreque las huellas mojadas de piesdescal-zos en los escalones de un puen te hab ían sido hechas po r al-guien que marchaba hacia atrás Knox, 1928). ¿Por qué alguienharía semejante cosa?

163

onclusión

Los primeros maestros detectives fueron mucho má s alláque los psicólogos en cuanto a suponer qu e n i l a semejanza n i l acontigüidad en sí mismas revelan la verdad, sólo el esquemaorganizador de intenciones. Esta es la importancia que tiene elprincipio de proximidad de Bulmer para anal i za r l a clasifi

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principio de proximidad de Bulmer para anal i za r l a clasificación folklórica. Nos l leva a tratar de descifrar el orden de la scosas en el tiempo y el espac ioy la s secuencias de la s relacioneshumanas con la s cosas. Las secuencias deben situarse dentro

del marco de intenciones. El principio nos obliga a formularnosl a p re gu nt a m ás a de cu ad a para los etnocientíficos: ¿ po r q uéalguien haría semejante cosa?

El pri nc ipi o de proximidad de Bulmer no es en modoalguno un a extensión de otros enfoques de los tipos naturales.Es completamente diferente. El acento que ponemos en la snormas y en la desviación de l as n or ma s comienza con la ssemejanzas reconocidas en nuestra propia cultura, un punto departida muy adecuado para realizar comparaciones. Ser ía enverdad asombroso qu e cualquier otropueblollegara a clasificarsegún esas mismas agrupaciones, partiendo de otros interesesy otras costumbres. Pero si la investigación se apoya e n l a idea

de qu e la s semejanzas y la s anomal ías que hemos identificadoson naturales, está destinada de antemano a fracasar. Elprincipio de proximidad t ra sc ie nd e l a c u lt ur a local po r elsimple hecho de suponer qu e en todas l as culturas ha de haberdiversos grados de proximidad y de distancia respecto de lavida cot id iana y qu e es a graduación ha de reflejarse en la sestructuras taxonómicas uti l izadas para organizar la sactividades habituales.

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327-52.

165

8

ciertamente existe un movimiento de renunciamiento la críticaprincipal está dirigida, no al consumidor sino a la autoridad. Ladirección qu e toma la flecha de la acusación es un a clave de latendencia cultural. En el presente capítulo aplicaré l a t eo rí acultural a este interrogante específico: ¿es posible qu e el movi-miento por el medio ambiente pueda reunir el apoyo suficientepara cambiar los hábitos de consumo de la s naciones industrializadas?

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er spec tivas de l a sce t ismo

na revoluc ión cultural

Ha surgido un a nueva categoría de riesgo, un riesgo de dañoirreparable para el común de los mortales un riesgo al que todosy cada un o de nosotros estaremos expuestos si el pel igro quecor re el medio ambiente se hace realidad. Esta podría se r laocasión de que se forme un gran movimiento de solidaridad si elr iesgo común tuviera el efect o de un a cruzada alentando elaltruismo y la colaboración. Como en los tiempos de guerra ru

tinariamente oímos llamamientos a cooperar mediante la re-ducción del uso de energía y de manera igualmente habitualoímos a los representantes del gobierno y de las grandes corpo-raciones juzgados culpables de exponer el ambiente a r ie sg os yde negar los peligros presumibles. Un antropólogo que observasemejante si tuac ión debería preguntarse por qué razón la sflechas de la acusaciónse dirigen siempre en la misma dirección.Es e vi de nt e q u e la demanda pública de l as m er ca nc ía s q ueproducen las grandes empresas es enúl t imainstancia la respon-sable de la s depredaciones qu e t al es e mpr es as h ac en e n elambiente. Sería lógico esperar un movimiento popular de re-nunciamiento: la cólera qu e mucha gente muestra hoy contra la

biotecnología podría l legar a manifestarse también contra losconsumidores demasiado ávidos; podría ocurri r qu e quisierandestruirse las lavadoras privadas que en la s playas de estacio-namiento se lanzaran piedras contra los automóviles, qu e la smultitudes se levantaran furiosas contra los aeropuertos elturismo y l as g u ía s de los buenos restaurantes. Aunque no seniegue que el vocabulario sobre el riesgo está politizado, aunque

166

lizadas?Si el ya desaparecido Victor Turner hubiera podido aplicar

su teoría de drama social 1974 al escenario global actual sinduda habría señalado la repetición de dos tramas complemen-

tarias. Un argumento narrat ivo t iene qu e ve r con llevar ayudaallí donde ésta se necesita: los actores son los pobres; los temasla generosidad del rico qu e da y la gratitud de l qu e recibe. Enlaotra trama narrativa los actores continúan siendolos pobres,pero esta vez lo s débiles están sometidosa la opresión de la granempresa o la nación pequeña sufre el ataque de la coaliciónformada por las grandes naciones industriales los pobres estánsometidos po r los ricos, la s víctimas son los niños huérfanos la smujeres explotadas y el ambiente devastado. En este segundoargumento el ambiente llega a se r el símbolode un a reaccióncontra el poder y contra los ricos y de un a pérdida de confianzaen los gobiernos.

Un a y otra vez a lo largo de t oda l a h i stor ia humana hahabido movimientos que reformularon la s instituciones nomediante ataques violentos, sino mediante un repliegue cultural. En la confrontación, se reconsideraron los valores y sereagruparon las prioridades pues el aire fue enrareciéndosecon recriminaciones mutuas de falsedad y con confl ic tivasdeclaraciones de certidumbre. Informes recientes realizados enel Rei no Unido sobre l a s ac ti tudes públicas ante la biotec-nología, ponen ser iamente en d ud a l a opinión ampliamentedifundida de que los miembrosdel público estén má s dispuestosa aprobar la biotecnología si se le s brinda un a informacióncientífica má s precisa sobre ella. Si bien el público desea estarinformado sobre los avances de la s investigaciones de GMO organismos genéticamente modificados , muchas personas nocreen qu e se le s diga toda la verdad y son escépticas respecto dela información procedente del gobierno y de la s fuen tes industriales art ín y Tait 1993a, b, e

Me apresuro a afirmar qu e aunque hablo de tramas narra-

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tivas, los riesgos qu e están enjuego son peligros reales. Y tienenq ue s er lo porque el drama es trágico y los dilemas prácticamente insolubles. En la política de riesgose ponen en la balanzados bienes qu e Se oponen entre si: un o se basa en el desarrolloindustrial , el ot ro procura un retorno a la naturaleza. Ambosbandos prometen l a b ue na s al ud de l a human idad pero su sprescripciones se oponen totalmente. Los defensores del desarrollo consideran que la cuestión central es el modo en qu e

Wynne 1987), pierden credibilidad c ua nd o d ej an q ue se losutilice para ar b it r a r l a s cuestiones políticas.

La desconfianza recíproca va má s allá de los intercambiosverbales. También se manifiesta en la s elecciones culturales yespecialmente en las preferencias de los jóvenes. E n r eal idadasistimos h o y a un movimiento popular de no consumo qu ecrece entre nosotros. Algunos de los t emores expresados por elavance de la tecnología nuclear y de otras tecnologías modernas

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rrollo consideran que la cuestión central es el modo en qu epuedan desarrollarse los paises no indust r ia l izados sin poneren peligro el medio ambiente. E l a rgu me nt o moral en qu e sefunda esta perspectiva es qu e la medic ina moderna y la s tec-nologias de la alimentación y el transporte redujeron la s enfermedades e hicieron descender las tasas de mortalidad; sería ungrave error no aplicar estas ventajas al mundo subdesarrolladoy a la s generaciones futuras. Los defensores de la naturalezaafirman qu e la tecnologia industrial provocó la s enfermedadesqu e la medicina moderna procura curar; el hambre y un a seriede enfermedades continúan existiendo y son culpas que puedenatribuirse a l a i nj us ta e imperialista sociedad industrial; lamedicina alternativa sería mejor qu e la medic ina derivada dela ciencia moderna.Ambas posicionesse sustentan en construcciones mutuamente contradictorias de los hechos.

He bosquejado ambas perspectivas muy crudamente . Almargen del debate político, un espíritu má s conciliatorio da po rresu ltado debates má s informativos, pero aú n persiste un as-pecto central inconciliable qu e los analistas de l riesgo apenas sit ienen en cuenta. Po r ejemplo, un a parte pequeña pero sumamente influyente de la bibliografía de investigación sobre la ampli ficación social del r iesgo Kasperson y otros, 1989)intenta explicar l a s raz on es p or la s cuales los riesgos penetranlos procesos sociales qu e amplifican su potencial de pel ig ro ,pero excluye la voluminosa bibliografíasobre el encubrimientodel riesgo qu e es el anverso de la cuestión, un proceso deminimización social del riesgo), como par te de estos procesosengañosos.

Los científicospueden a i sl a r su interpretación

demodo ta l de t omar en consideración sólo la parte del argumentocorrespondiente a los analistas profesionales d el r ie sgo , siq u ie ren p e rma ne c er ajenos a la confrontación qu e se estádesarrollando bajo la bandera del riesgo. Pero esos mismoscientíficos no p ue de n d ar se el lujo de ignorar es e conflictopolítico, porque como lo señaló con sólidos argumentos Brian

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avance de la tecnología nuclear y de otras tecnologías modernasaparecen acompañados además poradvertencias sobre el aguacontaminada, el aire enrarecido y el destino de la s plantas y losanimales . Toda la industr ia alimentaria y de comercialización

de alimentos debe adaptarse, po r un la do , a l a d em a nd a devegetales cultivados orgánicamente procedente de un ampliomovimiento de consumidores vegetarianos, y po r el o tro , sa -tisfacer l a d em an da no vegetariana de carnes de to do tipoderivadas de animales alimentados orgánicamente. Sólo en la selecciones alimentarias se advierte un a tranquila revoluciónc ul tu ra l q ue e xp lí ci ta me nt e t ie ne q ue ve r con los temoresacerca de la degradación del ambiente y el desagrado po r losmétodos industriales de producción de alimentos.

Lo mismo puede decirse en el caso de la medicina. Nadiepuede asegurar qu e la demanda de la medicina tradicional hayadeclinado. Po r el contrario, ha aumentado, pero al mismotiempo se da un asombroso crecimiento de l a demanda de me-dicinas a l te rn a ti v as . E l foco p u nt ua l e n el tema de l a s al udprobablemente sea un a respuesta cultural a la importanciapolítica qu e se da al r iesgo de enfermedad. A pesar del desemp leo, de la depresión e con óm ica y de la disminución de lademanda en general, existe un público mensurable q u e d eseapagar su buen dinero por un género de medic ina que originalmente se llamó alternativa, pero qu e hoy, al e st a r t a n firme-mente establecida, cambia cont inuamente de nomenclatura.Ya se a qu e proceda de Oriente, ya sea qu e tenga un origenfolklórico, yasea que provenga de Europa, siempre corresponde

a prácticas preindustriales. Suautoridad

definitivamente noderiva de los avances de la teoría científica ni de la tecnologíaoccidentales. Un rechazo paralelo de la medic ina moderna seexpresa en el movimiento po r el derecho a morir. El repudio de lmatrimonio es otra forma de rechazar las exigencias del sistema.

Desde el punto de vista qu e se lo mire, el desafío culturales un rechazo de los beneficios derivados de la sociedad indus-

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trial moderna. He oído decira quienes adoptanesa posición qu ese trata de un proyecto destinado a escapar de la tiranía de laacción en gran escala, injusta e inhumana, de la s corporaciones.En mi condiciónde antropóloga, veo que ha y un movimiento deprotesta qu e atiza el fuego del debate sobre el medio ambiente.

ovimientos h i s tó r i o s de no onsumo

Los historiadores de la cristiandad temprana describenun a ola de renunciamiento que se extendió por todo el Imperioromano y el este de Europa en el siglo l l En este caso, t anto laalimentación como la sexual idad fueron somet idas a severadisciplina. La importancia que tiene semejante movimiento enrelación con nuestro tiempo se manifiesta e n e l hecho de que elcristianismoreclutabaprincipalmente a losjóvenes, qu e sentíandesagrado por la irrelevancia de los valores de la generación

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Haciendo honor al profesor Desai como director del Centrefor Global Governance, bien podemos considerar la histor ia dela India y el r echazo po r el sacri ficio de animales y po r laalimentación carnivora remitiéndonos al con texto de la dis-t an t e e ra brahmánica del hinduismo, poco tiempo antes delsiglo VI antes de Cristo. Luego incluiriamos la llegada del bu-dismo, ocurrida algo má s de un siglo después. Pero esos dosejemplos de no consumo están ta n alejados en el tiempo qu e eltipode documentación social qu e necesi taríamos para poderha-cer comparaciones con nuestro caso actual, o bien se ha perdidoo bien es demasiado controvertido para nuestro propósito.Mucho más relevante es el movimientoliderado por Gandhi eneste siglo. Esta celebrada protesta contra el dominio imperialtambién fue un movimiento de no consumo. Exigía a su s se-guidores rechazar los productos textiles de Manchester procen-dentes de los telares industriales de Birmingham. La preferen-ci a de los consumidores de este movimiento tendía fuertementea la vestimenta hi lada en el hogar y teñida a mano, as í como alos utensilios h echo s a mano y ba jo su influencia la políticaeconómica de la India aú n favorece el desarrollo de la industr iaen la qu e se emplea mucha mano de ob ra . A qu el fue un mo-vimiento de renunciamiento que tenía honorables anteceden-te s en la historia cultural india, pero para in terpre tar el es-cenario inglés o el francés o el alemán, el ejemplo es un tantoexótico. La India es la India, un p aí s q ue t ie ne esos antiguosprecursores de los movimientos transformadores noviolentos yvegetarianos. S in d ud a s er ía m á s provechoso encontrar ejem-plos má s cercanos a nosotros.

Ciertamente ha habido casos famosos, muchos de ellos deexistencia breve. En la escala del ambiente global un o o dossiglos de ascet ismo que sólo afectaron a unos pocos miles demonjes, dificilmente tengan algún peso. Pero también hubo al-gunos movimientos impresionantemente amplios y duraderos:po r ejemplo, el cristianismo mismo. .

170

anterior ynose interesaban porlastransferencias de propiedadesvinculadas con su s matrimonios, hastiados de labusca insensa-ta de riqueza y poder y disgustados por lo que ellos consideraban

un a sociedad entregada al lujo en medio del desorden sexualtal er a el estereotipo con qu e los cri st ianos describian lasociedad pagana qu e eventualmente transformaron) Brown,1988).

Admi ta mos q u e la comparación seria má s eficaz si ladisciplina sexual fuera un rasgo prominente de los programas verdes de la actualidad. Pero no ha y que dejarse engañar po run detalle discrepante: tanto el caso de la India como el de loscristianos del siglo fueron movimientos reformadores, ambosrecomendaban la auster idad y ambos rechazaban los ideales del ab u en a vida apoyados po r la generaciónque ejercía el ~ n t r o

La ol a de ascetismo del siglo eviden temente tuvo tanto qu e

ve r con la s luchas entre elementos crist ianos y paganos por lainfluencia y el poder como el movimientoinspirado por Gandhit uv o q ue ve r con el conflicto entre indios y británicos . Perotambién fue un movimiento de renunciamiento. Los cristianospredicaban la vida de la ermita como el ideal; se aconsejabaquetodo hombre, al l legar a cierta edad, se retirara a un a celdasolitaria para v iv ir de modo auto suficiente bebiendo agua demanantial y alimentándose únicamente de raices, hierbas yfrutas silvestres. Al mismo tiempo, se esperaba qu e el ermitañofuera hospitalario con los visitantes y compartiera con ellos sumodesta comida vegetariana. A las mujeres se le s aconsejabaqu e se liberaran de la s cadenas de la vida conyugal; vivir comovírgenes er a el ideal má s noble. En lo qu e a la s formas de abs-t inencia se refiere, los jóvenes disidentes no viven en un a épocaen la qu e la propiedad y el estatus social se transfieran a travésdel matrimonio, de modo qu e elegir la abstinencia sexual cau-saria menos estragos para el sistema actual de los qu e provo-caba cuando los jóvenes cristianos de l a an tigüedad quer í an

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romperlas redes mat rimonia les en l a s q u e estaban destinadosa caer. Según Peter Brown, el único modo qu e tenían de tomaralguna iniciativa propia er a po r la vía negat iva : negándose acasarse, negándose a procrearse, negándose a unirse o adherirse a los esquemas de su s mayores. Los argumentos de losambienta l i s tas ac tua les suenan como algo m ás q ue un eco detodo esto, y si a e ll os le s d isgustaque se los l lame ecofanáticos ,recordemos que semejan te denominación no es nada en com-

perspectiva, de pronto adquiere sen tido estudiar lo qu e sabede losmovimientos ascét icos, dónde reclutan a su s seguidores,cómo l o gran q ue su organización permanezca si n un a direccióncentral, qué perspectivastiene su crecimientofuturo. algunosde nosotros quisiéramos saber po r qu é no estamos má s profundamente comprometidos con todo esto.

Como la s posibilidades de qu e se dé un gran movimiento deascetismo queabarque el Occidente son ta n remotas, semejante

f í l

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paración con los ásperos epítetos qu e d eb ían s op or ta r s usequivalentes cristianos.

Los tres movimientos Iosjóvenes cristianos del siglo qu e

abrazaban el ascetismo para romper la cadena de la procreacióny la sucesión, el movimiento de Gandhi destinado a terminarcon el dominio británico en la India, y el movimiento actual desimpatía po r el ambiente amenazado tienen cierto patrón derasgo s e n común: un o de los aspectos comunes es qu e los tresinvocaron la pureza y la verdad o la justicia. El movimientocristiano veneraba la pureza del cuerpo, la virginidad, el celiba-to, el control sexual y la verdad de la doctrina religiosa. Elhinduismo ya estaba comprometido con la pureza de la s sustancias, Gandhi reclamó justicia, incluyendo justicia para su spropias castas sometidas y el movimiento Satyagraha fuenombrado así po r la firmeza en la verdad. El actual movimiento

ambientalista reclama la pureza del aire, de los alimentos y de lagua, just ic ia para los desposeídos y condena a sus oponentespor falsedad, po r mentir y ocultar los riesgos. Los tres movi-mientos adoptaron un a estrategia de dimisión y renuncia; todosellos podrían considerarse movimientos de no consumo. Todosellos se caracterizan po r el liderazgo carismático y po r contarcon el apoyo popular. Los dos movimientos históricos obtuviero n enorme éxi to. No terminaron d il uy én do se , s in o q ueprodujeron en las insti tuciones de su época efectos que perduraron hasta hoy.

No me parece demasiado osado preguntarse si un movi-miento espontáneo de abstinencia no puede acaso ofrecer espe-ranzas a los problemas del ambiente. ¿Qué oportunidades tieneel movimiento de crecer como un a bola de nieve y alcanzargrandes proporciones? ¿Es un a amenaza o un a moda pasajera?¿Quedará todo e n a gu a de borrajas? Reprimirlo sería absurdo.Un gobierno democrático no reprime la eleccióndel consumidor.No ha y leyes cont ra abstenerse de l a b ue na comida. En esta

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estudio parece frívolo. Si n embargo, no es ta n arriesgado imaginar qu e los verdes puedan convencemos de qu e es conve-niente trasladarnos a pie o en bicicleta, ut i l izarropa má s cáliday lavarla menos, reducir la calefacción hogareña, comer alimento s naturales, abstenernos de comer carne , v ia jar menos, es-forzarnos menosfrenéticamente po r mantenernos vivos, evitarlos pesticidas y otros venenos nocivos. E n o tr as p a ~ b r a . s¿esacaso insensa to suponer que puedadarse un a reaccion pubhcacontra los niveles actuales de demanda de energia de la sdimensiones suficientes para establecer un a diferencia t n i- e en el problema del recalentamiento global Rayner, 1991 ?¿Laabstención doméstica podría tener el alcance de u na revolu-ción qu e hiciera innecesario el gobierno global? Ciertamentep od rí a l l eg a r a reduci r sensib lemente la s dimensiones de lproblema Físcher-Kowalski y Haberl, 1993 . Para la s genera

ciones mayores ésta parece un a perspectiva mu y remota, peropara l as m á s jóvenes no lo e s t a nt o . .

A los sociólogos semejante v is ión les suena poco sena,porque formula preguntas qu e la sociología no puede responder. Pero un enfoque antropológico puede reducir estas cues-tiones a proporciones empíricamente comprobables. En el marcode la teoríacultural , es posible discutir la probabilidad de qu ese dé un a ola efectiva de austeridad, pueden identificarse losfactores y pueden hacerse comparaciones . Tengo otra razónpara e leg i r h oy e st e t em a: é st e es un terreno sobre el qu e losespecialistas de la s ciencias duras nunca fueron llamados apronunciarse, de modo q u e t a le s científicos no t ienen po r qu é

temer qu e la antropologia de riesgo se ponga a c a za r e n su cotoprivado o a subvertir su s definiciones de la realidad.

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o s riesgos y el gobierno glob l

Cuando la Royal Society publicó el Study roup eport on isk ssessment 1983), la palabra riesgo ya e ra u n términoemergente en la política y en el ínterin ha llegado a constituirun concepto sobresaliente en el debate político. El hecho dehaber expuesto el ri esgo a los ojos del públi co es uno de loscargos má s efectivos de mal desempeño de su s funciones quepuede imp társele un estadista Entre l i g i l

contaron con la colaboración de los antropólogos, quienes re-chazaron la s contribucionesde aquéllos Wamer, 1992). Warnerconcluye deplorando el aislamiento de los científicos: Es difícilaceptar el hecho de que los científicos están aislados en elparlamento y tienen mu y poca influencia en la toma de deci-siones, si se compara su representación con los 50 m ~ m r o sdelparlamento procedentes de l a Escue la de Economía de Lon-dres , palabras con la s cuales hace parecer a la LSE London

f d b í

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puede imputársele a un estadista. Entre los ingenieros y losanalistas profesionales del riesgo, la palabra riesgo aú nconserva su sentidorelacionado con las probabilidades, pero enlos periódicos yen el parlamento su significaciónse ha ampliadohasta el punto de representar la exposición al daño y la devas-tación Douglas, 1990). En 1992, la Royal Society publicó uninforme actualizado con términos de referencia que incluían lapercepción y el manejo del riesgo.

Obsérvese que esta vez el informe nofue publicadocomo undocumento de la Sociedad, sino como un informe del grupo deestudio. En elprefaciose aclara que la s opiniones expresadas enel trabajo sonsolamente las de los autores o la s de la s personasci tadas por ellos 1992, pág. iii). Ello se debe a que los dos ca-pítulos dedicados a la obra de los científicos sociales no combi-nan bien con los capítulos que tratan sobre la estimación del

riesgo que hacen los ingenieros o con los capítulos que tratantemas como la toxicología, la nutrición y la epidemiología. Demodo que en lugar de contar con un informe de la Royal Society,lo que tenemos son seis documentos diferentes producidos pordiferentes miembros del partido laborista ofrecidos para contri-buir a un debate que no cesa. Se organizó un a reunión conjuntade la Fundación para la Ciencia y la Tecnología y la Royal So-ciety a fin de presentar el informe a representantes de variasdisciplinas especializadas en estudios de riesgo. En es a reuniónel jefe del partido laborista, si r Frederick Warner, expresó la sreservas de los físicos ante la s ambigüedades de la s formula-ciones de la s ciencias sociales. En un comentario publicado lue-go, Warner escribió como si lamentara haber abierto la hospi-talidad de sus páginas a la antropología. Después de valorar lasólida obra realizada por los psicólogos, quienes mediante son-deos metódicos y análisis psicométricos describieron la ampli-ficación del r iesgo e identificaron el factor terror que abarcalo que el pú li o teme), Warner dice que esos psicólogos no

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School ofEconomics) como un distrito corrompido. Deberíamospoder decir algo má s sobre los peligros del aislamiento.

Lo que parece ponersumamente incómodos a los científicos

es un a expresión particular: la construcción social del riesgo .Evidentemente existe la idea de que algunos conceptos estánlibres de toda construcción socialy que por ello pueden preten-de r un grado mayor de realidad. Por el hecho de que hayanaceptado los procesos de construcción social dentro de su campode estudio, se supone qu e los especialistas en ciencias socialesconsideran que no ha y datos irrevocables y que los riesgos noson reales. 1 La palabra construcción suena a fabricación , esd ec ir, a a lgo artificial, ficcional, subjetivo: sin embargo, todoconcepto posible es una construcción. No existe algo que puedallamarse un a idea no construida. Creo que la expresión cons-trucción social del r iesgo no debería ofender tantas sensibi-

lidades. Puedehaber construcción privada, pero todoslos hechosque merecen un examen formal fueron construidos en unproceso social. Aquellos procesos mediante los cuales. se ha nformado juicios no pueden ignorarse m barrerse debajo de laalfombra.

El tema de este capítulo fue e legido con la intención demostrar qu e existe un campo válido de investigación del riesgoque no se disputa los datos con los cient íf icos. E l te ma ~

gobierno suministra exactamente el contexto adecuado, n ~soloa causa del temor de que el caos polít ico amenace el ambienteglobalo porquelaopción de recurrir a la violencia representa ~ n

pel igro c ierto, ni siquiera porque la guerra es la causa masdevastadora del desastre ambiental,todas buenas razones parainvocar la s ciencias sociales. El mérit Óespecial que tieneempezar por hablar del gobierno es que no s c onduce a lacuestión de la justicia y la legitimidad, que es tá en el centro deldiscurso público actual sobre el riesgo Laufer, 1993).

Para la teoría cul tural el punto de partida es cualquier

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cuestión grave sobre la cual los litigantes están en completodesacuerdo respecto de los hechos. Michael Thompson dice queésta es un a situación dominada por certezas contradictorias .Entre los científicos ta l desacuerdo generalmente puede solu-cionarse, pero cuando la cuestión implica teorías de la justiciaque e st án e n conflicto entre sí, los datos discrepantes fueronseleccionados sobre bases morales. Entonces no es bueno predi-ca r ni aducir má s datos , porque cuando lo que es tá en juego es

permanente desagrado po r los amplios sistemas de control esun tema cultura l contemporáneo. Esto se hace manifiesto en loque Thompson, Ellis y Wildavsky 1990) llaman l a culpa delsistema . La mayor parte de los políticos tienen la esperanza deque haciendo a lgún r emiendo por a ll í y algún otro por a ll á lamaquinaria gubernamental funcione. Pero cuando el públicoatribuye la responsabilidad de los males presentes, no a ciertospolíticos en particu lar ni a ciertasinstitucionesparticulares, ni

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la justicia, las concesiones mutuas son inaceptables y la refor-mulación resulta sospechosa.

Se ha diagnosticado que los tres peligros má s grandes que

corre el ambiente proceden de la superpoblación de los paísespobres, del uso de energía en los países ricos y del desarrollo engran escala de proyectos destinados a zanjar la brecha entrericos y pobres. Si los ambientalistas reclaman que se detenga eldesarrollo industrial, se le s reprocha tolerar un nivel inacep-table de pobreza en el mundo no industrializado. E n u n círculovicioso, la superpoblación amenaza el ambiente, la superpo-blación se asocia con la pobreza, se propone la industrializacióncomo la solución a la pobreza, pero la industrialización degradaa u n m ás el ambiente. Esencialmente, la médula del problemase halla en l a d eman da efectiva de riqueza y energía de la snaciones industrializadas, la mala distribución resultante y,sumado a todo esto, la injusticia adicional que representa ne-garles a la s naciones no industrializadas el derecho a conver-tirse en usuarios igualmente fuertes de energía. Un a soluciónmoderada consist i ría en lograr un desarrollo cuidadosamentedistribuido, lo cual implica la adopción de medidas administra-t ivasen un a escala global, compromiso que deberían asumir yse r capaces de cumplir los gobiernos nacionales. En esta pers-pectiva, la ingobernabilidad juega e n c on tr a de la s posibili-dades de conservar el ambiente fuera de peligro.

Un país puede llegar a se r ingobernable por toda clase derazones . El pueblo puede estar dividido en facciones étnicashostiles, el gobierno puede se r corrupto, tiránico, opresivo, la sinstituciones de representación pueden se r ineficaces, puedeocurr i r que la infraestructura de comunicaciones se haya de-rrumbado. Una respuesta a es a ingobernabilidad es t ra tar decontrolar el caos, reprimiendo los movimientos de protestapúblic Si el gobierno implica control, el gobiernoglobal impli-c rí pues el con trol en un a escala global. No obstante, el

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a ciertas decisiones particulares del gobierno, si no a todo elsistema corrompido e n s u conjunto, estamos an te la culpa delsistema . Cuando cualquier forma de gobierno cae bajo sos-

pecha, incluso los gobiernos locales y especialmente los gobier-no s nacionales, dificilmente se a el momento propicio parahablar de un gobierno global como solución para los problemasmenores del ambiente y mucho menos para los grandes proble-ma s ambientales.

eorí cultur l

La sociología ha enfocado desde diversos ángulos los movi-mientos de d is ens o mo ral . Al gun os de dichos e nf oq ues s onpsicológícos, pero de nada vale considerar los síntomas de lapsique individual si n estudiar el marco cultural que los pro-duce. Las teorías sobre la privación constituyen un a rama de laexplicación psicológíca en la cual la idea explicativa, la pri-vación, es ta n e lást ica que se adapta a cualquier situaciónconcebible. Algunos estudiosos de la mater ia separan los movi-mientos seculares de los movimientos religíosos y los enfocancomo dos t ipos de fenómenos distintos, lo cual desde mi puntode vista, es otro error. I gua lmente e r rado es estudiar unmovimiento religíoso prescindiendo del contexto social. Otratendencia equivocada es separar los movimientos polít icos dela c ul tu ra . L a m ay or parte de los intentos por escribir sobrecultura en un contexto político enfocan los valores e ideas comosi éstos ejercieran su influencia flotando libremente sobre lasituación social. Un a distinguida excepciónfue el análisis sobrela cultura cívica realizado en 1963 por Almondy Verba 1965;véasetambién Douglas, 1993). Ese análisis se aproxima al temade la percepción que el ciudadano tiene del riesgo examinandola sensación de aptitud para influir en el gobierno que experi-menta el ciudadano. El punto débil de este estudio fue suponer

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qu e la comunicación entre el gob ierno y su s gobernados no esproblemática. Desafortunadamente, instalar la maquinaria dela comunicación no basta para resolver la s certezas contradic-torias ni los desacuerdos fundamentales sobre justicia. Losconceptos de justicia so n elementos constitutivos de la conductasocial y no facto res externos. En la cuest ión que nos ocupa elprincipal defecto de la mayor parte de l a s t e or í as de culturapolítica es qu e tienen mu y poco q u e d ec ir a ce rc a del conflicto

señalaron Michael Thompson y Michiel Schwarz 1989), exac-tamente en oposición a divididos no s hundimos , el lema de lasuperviviencia cultural es divididos permaneceremos de pie .La cultura prospera po r oposición. Esta es un a perspectiva ta nvital para comprender cómo la cultura genera el debate políticoy ta n relevante para enfocar la s cuest iones ambien ta les, quemerece que se haga hincapié en ella. Existe otro sent ido am-pliamente aceptado de cultura , es el sentido qu e se refiere a

l

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cultural. Y si examinan el conflicto cultural , como lo hacenmuchos antropólogos, suelen no decir nada sobre política. Laprincipal innovación es la obra sobre cultura política de Aaron

Wildavsky en la c ua l m e h e i ns pi ra do e n g ra n medida paraescribir la s siguientes páginas Douglas y Wildavsky, 1982;Wildavsky, 1991; Wildavsky y Ellis, 1988).

La teoría antropológica de la cultura comienza po r indagarla distribución de la s diferentes acti tudes ante la autoridad y lajusticia qu e se dan en un a comunidad. De ah í qu e enfoqued i re ct a me n te l a s i d ea s d i ve rg en te s sobre justicia y la s dife-rentes atribuciones de la culpa. Además , la teoría parte de laorganización social. Y postula que en toda comunidad quienesejercen el poder ha n de poseer un a gama limitada de estrategiasdestinadas a asegurarse su posicióny a afrontar la crítica. As ícomo un o no puede estar en dos lugares al mismo tiempo, niregalar su pastel y comérselo, un o no puede continuar indefini-damente haciendo promesas contradictorias, aunque muchaspersonas, incluyendo a los políticos, intenten hacerlo. Asimis-mo, los críticos, los rivales y los demás oponentes ha n de contarcon un a gamalimitada de estrategias. Es un lugar común decirqu e la vida de un a comunidad depende de un debate normativosobre cómo debería es a c omu ni d ad d i ri g ir su s asuntos Dou-glas, 1989). Esta t eoría agrega qu e la vida de la cultura, qu e semanifiesta en ese debate, es inherentemente de confrontación.Su tendencia a polarizar no es errada; culpar al adversario esel modo q ue t ie ne l a cu ltu ra de definir su propia estructuralógica.

Precisamente por sobrevivir confrontando con otras, un acultura desarrolla un a moral d is t in t iva y la s preferencias aso-ciadas a d ic ha m or al l le ga n a adoptarse como insignias deadhesión véase el capítulo 4). La s elecciones referentes a lacomida, a los vestidos, a la música, como aquellas de religión ypolltic agrupan para participar de la contienda. Como lo

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l a s a r te s , la música, la l i teratura, el lenguaje y la s tradicionesy no tienen ninguna implicación en el conflicto. Si tenemos encuenta el sentido má s moderado e histórico, no podemos seguir

la l ínea de esta argumentación, pues aquí l a pa lab ra culturaestá e ~ p l e en un sentido técnico desarrollado con un propósi-to teónco. En este sentido técnico, cualquier comunidad, porpequeña que sea , t i en e en estado embrionario cuatro tipos dec ul t ura, c a da u n o de ellos en debate con los demás, y cada unoanclado en un a relación particular conel poder y la autoridad.

¿Por qué cuatro tipos? Porque a fin de realizar el estudiodebemos poner el foco en posiciones estables, y como un a cul-tura está en continuo proceso de cambio, la teoría elige un puntode partida fuertemente anclado. Cada tipo de cul tura puja porobtener má s espacio, má s tiempo y má s recursos para un a par-ticular forma de organización social. De modo qu e la teoría

cultural encuent r a su punto de apoyo en cuatro posibilidadesde organización, y cualquiercontroversia cultural puede tipifi-carse como un debate entre esascuat ro posiciones. U na de ellases un a posición de compromiso con la autoridad ejercida envirtud de las reglas tradicionales; se t ra ta de un sistema com-pleto de o r a n ~ z a c i ó nbasado en formales distinciones, delega-c iones y d iv is io nes de la responsabilidad. Puede llamárselojerarquía, salvo queuno objete po r principio todo lo que normal-mente engloba e se t é rmi no . Pu ed e l l amá rser l o un colectivocomplejo, si un o no puede usar objetivamente el término jerar-quía . El beneficio qu e ofrece la teoría cultural es proporcionardistancia y o bjet iv id ad; de m odo ta l qu e es conveniente nocargar un modelo neutral con términos de oprobio o de lealtadpersonal. Un a forma igualitaria de vida comuni taria abre un abrecha de oposición en el esquema. Quienesocupanese espacioson. po r supuesto los comp?nentes de la sociedad qu e objetan laV Sl n ]erarqUlca. En el nivel familiar de la vida comuni tariaese espacio del espectro cultural suele estar ocupado po r los

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miembros má s jóvenes; en unidades má s amplias, poblados,tribus, naciones , es el lugar de la s minorías disidentes incluyendo grupos religiosos y no religiosos).

Los jerarquistas y los grupos disidentes se oponen entre síen la cuestión de la estructura; los jerarquistas reprimen lalibre negociación en favor del todo estructurado; los enc avistasdisidentes están en contra de un est ructura par t icular preor-denada. Ha y qu e mencionar otras dos posiciones extremas. U naes de com prom iso con la negociación individual la posición

Los ind ividual i s tas cu lpan a los jerarquistas po r reprimir lalibertad de acción y a los enc avistas po r oponerse a qu e aqué-llos obtengan beneficios. Los grupos disidentes están esencialmente organizados para ejercer la críticamoral, tienden a echarla culpa al s is tema en su conjunto y a l a maldad del corazónhumano. Un a comunidad que tiende a a l en t ar l a colérica culpabilización del sistema está most rando señales de qu e sucultura se inclina hacia el ánguloinferior derecho del diagrama;la teoría cul turalhabrá de indicar los cambios organizacionales

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es de com prom iso con la negociación individual la posiciónindividualista) y la otra es aquella en qu e la persona es incapaz,o bien de negociar individualmente, o bien de unirse a un grupo

la posición de l aislado). Estas so n las cuat ro posiciones marca-da s en el mapa cul tural de la figura 2.1 véase su r pág.58).Al l legar a este punto , la atención decae. El asunto parece

demasiado complicado. Po r otro lado, la cuestión parece dema-siado estática B e ll ab y, 1 99 0) , o arbitraria Rip, 1991).2 Elesquema no fue previsto para formular preguntas sobre cualquier cosa, pero es útil para investigar la s condiciones e n l ascuales prospera el compromiso por estab lecer valores. Consecuentemente, proporciona un a base para considerar si el movimi en t o a mb ie n ta l p u ed e l l eg ar a adquirir la autoridad suficiente para reclutar a to do el mundo bajo su bandera.

La s dos dimensiones d el c am po social son la s presiones

estructurales y la s presiones grupales . Estas producen loscuatro elementos de l modelo de la teoria cultural. Las cul turasso n la s protagonistas de un debate sobre el control. Un a comunidad organizada po r estructura con lealtad grupal presag iajerarquía. Vivir en un a estructura organizadapor otros, esto es,un a estructura sin adhesiones grupales, favorece el aislamien-to. La l ea l tad grupal s in estructuras caracteriza a los oponentesde la jerarquía, los enclaves disidentes. Un a cantidad mínimade grupos y de estructura proporciona el ambiente social qu efavorece la preferencia de l ind ividual i s ta por la negociaciónlibre. Cada tipo está en tensión con los demás (véase la figura2.2, pág. 60).

Echar la culpa es un a de la s formas de expresar cotidiana-mente la afiliación cultural. De l a na tu r al eza opositora de ladefinición cultural se sigue q ue c ad a t ip o de cultura t iene supropio patrón distintivo de culpabilizar. ¿A quién se culpa y po r ué Los jerarquistas asignan la culpa a la débil definición deresponsebílídades, es d ec ir, a un a organización inadecuada.

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la teoría cul turalhabrá de indicar los cambios organizacionalesqu e contribuyeron a provocar es a inclinación, también qu écambios políticos y económicos acumulativos provocará el cambio cultural.

La tensión entre jerarquía e individualismo recibe toda laatención de la bibliografía sobre ciencia social, porque supolarización es evidente en la s instituciones. En l aE dad Mediaexistía el conflicto en tr e l a nobleza hereditaria y los burgueses,en el Siglo XIX se daba el conflicto entre los hacendados y elinterés mercant i l ; desde los t iempos modernos el conflicto seconoce como la tensión en tr e l a burocracia y los mercados. Noescasual qu e estos dos tipos culturales hayan sido o bj eto deanáli s i s formal en las ciencias sociales, pues s u l uc ha po r poder es evidente: en la t eoría cu l tu ral , la jerarquía y elindividualismo conforman la diagonal positiva. Estos dos ti

pos culturales adoptan un a actitud positiva ante el poder yla autoridad: quieren obtenerlos. Los otros dos constituyen ladiagonal negativa q ue , o bien no ha sido tratada en absoluto obien ha sido estudiada de manera no sistemática: los aisladossólo aparecen como un problema soc ial, y a los enc avistas disidentes se los t ra ta separadamente como sectas religiosas.Estas separac iones son arbitrarias y el mérito de la teoríacultural es ofrecer un modelo qu e abarque los cuatro tipos.

di gon l neg t iv

Trataré de compensar es a negligencia enfocando la diagonal negativa es decir, la diagonal B-D del diagrama de l conflicto cultural que aparece e n la figura 2.2). Esta diagonal es negativa, no so lamente porque no p os ee el p od er , ni pretendeposeerlo , sino también porque un a mitad de ella, el grupodisidente, es negativa en el sentido de su aus te r a abstención delas buenas cosasde la vida, como la s definen los miembros de la s

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miembros a cambio de su l eal tad y esta condición es la qu e leconfiere un a superioridad moral distintiva Todo lo q ue h ac eestegrupo es desinteresado No es real ista hacer proyectos qu econsideren la posibilidad de qu e tome el poder. Los demás po ralejado qu e pueda estar su objetivo político o financiero y po rpro longada que tenga qu e se r la invocación a la devoción si ncompensación de su s seguidores siempre pueden prometerriqueza y poder para cuando se haya alcanzado el objetivo. Estacondición ofrece posibilidades de un a organización efectiva e

Luego, si la supervivencia a cualquier precio er a el objetivoprincipal la naturaleza de su s preocupaciones los pone endesventaja No pueden cerrar su s filas y convertirse en un asecta exclusiva. Los ambientalistas no pueden recurrir a laexclusividad, qu e ayuda a otras minorías d is identes a sob re -vivir. La temprana investigación hecha po r Steve Rayner entrelos grupos extremos maoístas de Londres 1974 most ró que elaislamiento le permite a un grupo abandonarse a un continuumprivado de tiempo/espacio especializado y mantener extrañas

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condición ofrece posibilidades de un a organización efectiva eincentivos pa ra la obediencia y la lea l tad qu e es táncomple tamente fuera del alcance de los sectarios o de otros

grupos d is identes a l ineados e n l a diagonal negativaAplicando estos criterios al ejemplo ya mencionado de los

cristianos del siglo y al movimiento ambientalista actualpareceríaque los cristianos se si tuabanen la diagonal negativaantes de qu e la conversión de l emperador Constan t ino losapartara de ella y qu e los ambientalistas aú n se encuentran enes a diagonal

Un grupo con claros objetivos territoriales o políticos ha deconocer a su s enemigos, q ui en qu ie ra q ue s ea el qu e esté enposesión de los bienes en disputa Semejante grupo no procurareclutar adeptos de todo el mundo su objeto es defender la sreclamaciones de su s propios miembros cont ra un oponente

definido. Esta característica diferencia los logros alcanzadosporGandhi de los de los ambientalistas cuyos oponentes estánindicados sólo de manera difusa: mientras Gandhi se oponía alRaj británico los enemigos del ambiente no tienen un a com-plexión física particular ni un a única nacionalidad ni la mismareligión.

Es difícil identificar un único enemigo conocido de l movi-miento ambientalista lo cual le hace má s difícil aú n lograr supropia identidad Po r lo demás los ambientalistas mismos noso n la s víctimas; p ro te st an e n nombre de otra víctima lanaturaleza Por consiguiente los ambientalistas están en des-ventaja en comparación con los activistas políticos que puedensuperar el problema de un débil l iderazgo pues cuentan conincentivos privados para ofrecer a su s adeptos cuandoalcancenel poder o un oponente bien definido qu e amenaza con quitarleslo qu e ellos ya tienen Los ambientalistase stán atrapadosen los ilem s de l al t ru ismo que ha n sido ta n bien caracterizados po rl teorí e l elección colectiva.

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privado de tiempo/espacio especializado y mantener extrañasfantasías tecnológicas. Gracias a Dio s, los ambientalistas nop u ed e n d a rse el lujo de se r excluyentes existen para reclutar

conversos. En este sentido e st án e n marcado contraste con eltipo de grupos religiosos fundamentalistas cuyo propósito esreformar el mundo para la religión, ta l como la enseñó sufundador Muchos grupos fundamental istas t ienen interesesterritoriales la tierra donde Dios apareció po r primera vezentre los se re s h u ma n os los santuar ios impor tantes de suhistoria y cierta tierra patria para su s fieles Bayly, 1993 . Demodo que lejos de se r pacífico en su activismo, este tipo degrupo puede volverse mu y violento.

Es to s p u nt o s se combinan para sugerir importantes limi-taciones en la capacidad de l movimiento ambientalista parainfluir en los acontecimientos ta n intensamente como lohicieronlos cristianos dela antigüedad olos indios de nuestro siglo: débilliderazgo, ninguna pretensión ter r itor ial ni otros incentivospara su s seguidores ningún oponente claramente definido,ninguna posibilidad de enclaustrarse en un a noble comunidadexclusiva. Estas condiciones le s plantean un importante pro-blema de gob ierno dentro de la s relaciones internas ¿Y qu éocurre con la s relaciones externas? ¿Logran reclutar adeptoscon tanto éxito como la importancia de su causa merece?

Puesto quecada tipo cultural es t áen oposición a los demásal adherirse a un punto de vista ninguno tiene la libertad deapoyar a algún otro. Esta es l a r az ón de que muchos quieranpermanecer al margen y se resistan a unirse al movimiento. Losl íderes sindicalistas llegado el momento de elegir, sufriránpresiones para da r prioridad a la actividad laboral y no a losbosques; los industriales responsables ante los accionistastendrán por prioridad los dividendos de la empresa Más que losintereses sectoriales lo qu e e stá en juego es la lealtad y laintegridad Todos aquellos qu e se s i túanen la diagonal posit iva

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sienten qu e tanto los amigos como quienes los apoyan estánv igi lando a los posibles desertores y examinando su conductapara detectar cualquier señal de renuncia. Po r lo menos losaislados identificados con el otro extremo de la diagonal nega-tiva pueden sent i rse libres de un compromiso previo. Po r lotanto deberían se r má s fáciles de reclutar. Cada vez qu e la s filasde los aislados reciben un nuevo influjo de g en te q ue queda fuera d el s is te ma los ambientalistas pueden esperar un amayor afluencia de o pinion es a fav or de su causa

participan de la colaboración, son algunos pobres, algunos por-dioseros y vagos, además de ciertas p erson as q ue o cu pa n po-siciones de elevada consideración. La posición de l a r em a y delos miembros de la familia real está ta n pesadamente restrin-gida por reg las que la per sona en cuestión carece v i r t u ~ l m e n t e

de opciones, po r lo q ue p ue de SItuarse entre los aislados.Algunas profesiones muy bien pagadas p r m t ~ na sus. super-est rel las permanecer más al lá de cualquier juicio, po r ejemplo,l d ó d l t i t d Al

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mayor afluencia de o pinion es a fav or de su causa.La s c ul tu ra s s it ua da s e n la d i ag on al p os it iv a s i emp re

están ocupadas clasificando y descartando a los incompetentes

los desviados, los traidores y los d éb il es de carácter. A nadieubicado en la diagonal posit iva le importa demasiado l a suer t ede los descar tados . Pero los disidentes morales tienen dosbuenas razones para utilizarlos. En primer lugar s iempre ha-c en f al ta v íc ti ma s para demostrar qu e es necesario lucharcontra la injusticia. La denuncia en favor de la s víctimas es elmodo quet ienen los grupos disidentes de declarar su identidady definir sus principios en contra de la s demás culturas. Elsector de los aislados es la fuente principal de víctimas. Demodoque la situación apremiante de la s viudas y los huérfanos y dela s masas de pobres y refugiados permiten a los grupos disi-dentes fortalecer su causa. En segundo lugar los disidentes

procuran el apoyo de los aislados con la esperanza de llevarlosa la s filas de los críticos del orden establecido. Pero aunque losaislados proporcionan el campo natural de incorporación a unmovimiento meritorio el sector correspondiente a la protestamoral ya está profusamente pobladode sectas y enclaves qu e losatraen a su s filas. L a m a ne r a de hacer l a corte es competitivay no ta n sencilla como podría esperarse.

o s i s l d o s

Como e n t od as l as d em ás posiciones del diagrama se r unaislado es u na cuestión de grado . El aislado se dis t ingue portener restringida su elección. La única l iber tad de acción qu etiene un a persona después de pagar los tributos sociales es lalibertad personal. Los pensamientos so n libres, la conductaíntima es libre, pero para cualquier otra actividad se impone unprecio, una colaboracióny todo el que pague es e preciono es unaislado os verdaderos habitantes de este ángulo quienes no

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el caso de un campeón de levantamiento de pesas. Algunoseligen este nicho cultural po r un a p ~ e f e r e n c i p e r s o n ly vivenfelizmente es a situación con la cantidad suficiente de medios osi n ella. Aunque algunos puedan considerarlos víctimas no esta n evidenteque quienes se ha n ubicado en es e cuadrante de losaislados estén disconformes con su posición.

Aunque oficialmente los aislados formen parte de la com.u-nidad son marginales y, por supuesto sufren estrechasrestnc-ciones sobre lo q ue p ue de n h ac er. Así como l a s empr esas desondeo hablan del elemento impredecible e n l as elecciones, lateoría cul tural t iende a advertir la existencia de los aisladoscuando éstos surgen súbitamente de su n icho y se agrupan endefensa de a lgún asun to impor tan te . En ocasiones de la selecciones se los describe como alienados , un término desea-lificante, como voto flotante y en las encuestas se los sitúa enel renglón no sabe, no contesta . En la s campañas sob re elriesgo ambiental se los llama los apáticos , los pasivos o los fatalistas . Pero en realidad los aislados no merecen estet ratonegligente po r estar interesados en sí mismos ta n interesad?scomo lo está potencialmente la mayoría de cualquier poblaciónparticular. A noso tr o s nos corresponde observar ~ á satenta-mente la diagonal negativa porque en ella la t e n s l ~entre losgrupos d is iden tes y los aislados ha de se r esencial en la scuestiones de gobernabilidad.

Cualquier gran dislocación de la s instituciones puede au-mentar en gran medida el número de miembros del s e c t ~ rde los

aislados. El ángulo de los aislados habrá de poblarse ma s comoresultado de cambios tales como la precariedad del empleo. Ladepresión económica pudo provocar un crecimiento en el núme-ro de despedidos y aumentar la s filas de los desempleadoepermanentes. Si el t rabajo eventual se incrementara y el nu -mero de empleados temporarios superara al de los empleadospermanentes de la población Morrow, 1993), un a proporcion

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mayor de la comunidad se ubicaríaen es e nicho cultural . Segúndatos de Time agazine en marzo de 1993, el empleo tempora-rio aumentó desde 1982 un 250 po r ciento. Se calcula qu e en losEstados Unidos para el añ o 2000 los l lamados trabajadorescontingentes consti tuirán l a m it ad de la fuerza laboral. Elproceso industrial qu e está reduciendo el compromiso y laresponsabilidad de l as o br as sociales, está canalizando un aproporción cada vez mayor de la comunidad hacia el cuadrante

. Un aislado piensa de manera idiosincrásica; cuanto má saislado se encuentra un individuo, má s excéntrica es la conca-tenación de su s ideas: Y si t enemos en cuenta qu e los aisladoslogran ta n poca coordinacióncon los demás, ¿cómo pueden tenerun a cultura típica? Yo sostengo que, si n formar un a comunidadlos aislados marchan siguiendo un cierto paso, de modo qu e sucul tura , v is ta desde afuera, guarda cierta coherencia. La cone-xión irregular e inconsecuente que mantienen con el resto de la

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de los aislados. Semejan te t ransformación de la comunidadpodría producir un desvio má s marcado hacia ambos extremosde la diagonal negativa, tanto hacia la apatía como hacia eldisenso. Las corrientes de inmigración podrían tener el mismoefecto qu e la precariedad laboral, aunque no necesariamente.M ucho depende de la organización previa y de la tendenciacultural de los inmigrantes y de los países que los acojan.

Hemos enumerado algunas de l a s d e sv e nt a ja s q ue afron-ta n los ambientalistas en comparación con l as sectas religiosasy los g r upos que luchan po r el poder político. Al t ra tar de llevara su s filas nuevos miembros deben superar otro obstáculo: losaislados t ienden a afirmarse e n s u desvío cultural.

b r r e r cu l tu r l de l o s i s l d o s

No deseo reforzar el desprecio qu e sienten po r los aisladosquienes se u b ic an e n la diagonal positiva. Si r Frederick War-ner, defendiendo un concepto erróneo según el cual la religióncontribuye al fatalismo, señala q ue u n abrumador número defatalistas de tod o el mundo, qu e creen en la reencarnación, laacogida en los brazos de Alá o e n u n a vida celestial de variadosdeleites después de la muerte , aceptan los desastres naturales(1992, pág. 47). La teoría cu l tu ra l procura precisamente corre-gi r semejante manera de englobar todas la s formas diferentesde creencias ajenas. Recordemos que alguna vez se sostuvo qu ela s mej ores condiciones para el pensamiento original se da n en

el aislamiento, pues como dijo Edward Gibbon, el aislamientoes el p recio del discernimiento, l a conversación enriquece lacomprensión, pero la soledad es la escuela del genio citado po rShapin, 1990). Si pretendemos caracterizar una cu ltu ra de losaislados, debemos hacerlo respetando el modo en qu e los afectala so ied d de la cual ellos forman un a parte ta n pequeña y la s rtim ft s de qu e se valen para escapar a su control.

sociedad les da un elemento de cohesión común. Po r ejemplo,precisamente porque no sufren la presión de sincronizar su sllegadas y su s partidas, los aislados t ienden a mantener hora-rios peculiares y a aprobar las nociones privadas del tiempo. Alrealizar actividades qu e no dependen de la coordinación con la sde los demás, adquieren u na exper iencia común en pasar po ralto los plazos y faltar a la s citas. Comparten la experiencia deve r la desaprobación o la burla e n l as c ar as de aquellos má sestrechamente sometidos a la s reglas de la vida social y as í va ndesarrollando un a autoimagen común. S in s ab er qu e otroshacen lo mismo qu e ellos, los aislados justifican su s propiasextravagancias censurándose jocosamente o pretextan ciertoatolondramiento para calmar a los amigos, los acreedores o losagentes de la ley.

El estilo cultural distintivo de los aislados no es un acuestión de predisposición psicológica. Su estrafalario eclecti-cisma h a llegado a consti tuir una bar re r a de protección contrala presión. Al no tener el compromiso de persuadir a nadie dehacer algo, no intentan convencer ni organizar. Si alguna vez loi nt en t ar on , a pr en di er on q ue e n la posición qu e ocupan not ie ne n n in g un a posibilidad de o b te n er a l gú n resul t ad o. Ala co s tu mbrarse a l a i sl a mi e nt o s i en t en el a li vio de qu e nadieespere demasiado de ellos. Otra experiencia qu e pueden com-partir, aunque llamarla u na experiencia compartida sería irdemasiado lejos, es la sensación de estar desembarazados de la spresiones. Así tienen menos posibil idades de decepcionarse.

Como ocurre con la s esperanzas, un a dosis de fatalismo con-tribuye a facilitar la adaptación: ya no habrá sorpresas desa-gradables. No es asombroso que quienes permanecen insta la-dos durante mucho tiempo en el ángulo de los aislados tenganu na tendencia común a la apatía.

Como ocurre en el caso de la t endencia in telec tua l losaislados pueden da r rienda suelta a la fantasía. A nadie le

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importa qu e se contradigan o qu e no redondeen un a idea; nadielos escucha. Independientemente de los antecedentes educacionales que tengan, los aislados comparten un i nt e rés por looculto. Un solo número del periódico norteamericano tion l

nquir r (del 3 de mayo de 1988) dedica varios artículos a la scuraciones milagrosas y la desaparición instantánea del dolor;a la posibilidad de trascender a la separación de la muerte,mediante fantasmas y maldiciones , y descubrir qu é amantest id d el mi sm o ú

tico para llegar a comprender los procesos mediante los cualesse construyen los riesgos es má s alentador. Po r lo menos hayunmodode comunicarse recíprocamente en relación con la tenden-cia cultural . A medida qu e se acumulen los datos de los sondeosserá má s fácil sustentar la s afirmaciones de la t eo rí a. Elinforme del Royal Society s Worki ng Gro up señ al ó acertada-mente qu e la teoría cul tural tenía poca base empírica (1992,pág. 113) pero éste es un problema qu e está subsanándose. KarlDake y su s colegas lograron caracterizar con éxito al público de

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t uv o u no en vidas pasadas; en el mi sm o número apar ecenanuncios publicitarios de quiromancia, de sortilegios para gana r grandes sumas de dinero o para perder pesoo tener éxito enel amor; además, ha y dos artículos sobre la realIdad. de seresextraterrestres después de treinta años de ocultamiento gubernamental y militar . Este ocultismo indiscriminado estámu y l ej os de la s c re en ci as o rga n iz ad a s q u e provocaron lainsólita burla de si r Frederick. Los auténticos aislados viven enun estado de apertura ecléctica en la que todo es potencialmenteposible. La principal libertad de que gozan los aislados es algopo r lo qu e los demás luchan: la libertad de creer lo qu e se l esantoje, se a esto lo qu e fuere.

onclusiones p r l teorí cultur l

Los analistas del riesgo h an desarrollado todo un campollamado comunicación del riesgo . Si sus expertos reconociera n qu e cada sector cultural sólo escucha su propio t ipo e

comunicación, seguramente podrían se r convocados para reali-za r revisionescu lturales. La información simplemente no ejercelamenor influencia en alguien qu e nunca va a utilizarla. Felicesen sus refugiosdonde nada se le s demanda, los aislados tiendena construir el universo apaciblemente. No t om an l as m al asnoticias sobre el recalentamiento del planeta más ser iamentequ e los supuestos ataques inminentes de fantasmas y v an :piros. Para la s perspectivas de un debate ambientalista,seno

sería mejor qu e un a proporción menor de la población seenrolara bajo esta bandera. Enlugar de intentar comunicar un aidea complejaa personas qu e no están interesadasen el asunto,sería mejor evitar qu e un a amplia porción de la población se veaobligada c on tr a s us des eos a cumplir el rol de ciudadanos isl dos no comprometidos.

r finalizar esta argumentación digamos que el pronós-

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acuerdo con su tendencia cul tural y relacionar las act itudesante el r iesgo con la afiliación política y cultural (Dake, 1992).Hoy contamos con una alternativa viable y má s general de la steorías psicológicas de aversión riesgo.

Po r otro lado, en nuestra conclusión no abrigamos muchasesperanzas de qu e un a nueva corriente de austeridad puedasalvar el ambiente reduciendo l a demanda de energía. Lograrecoconversiones es mucho má s difícil de lo que algunos pensa-ro n y es mucho más dificil aú n qu e un movimiento si tuado en ladiagonal negativapueda hacerse efectivo. La s actitudes ante laautoridad so n parte de la s condiciones qu e l imitan cada t ipo decul tu ra . Por ejemplo, si los ambientalistas fueran realmenteefectivos en l a ta rea de organizarse má s allá de la s manifesta-ciones de protesta o de la propaganda, necesitarían ins taurar

un a autor idad interna. Pero esto sería incompatible con un aposición en la diagonal negativa. Para cualquier grupo organizado como un a minoría disidente, el problema de detener lasdeserciones habrá de desbaratar sus planes de acción. Alguientendría que cumpli r el papel del emperador Constantino entrelos cri st ianos que renuncian a la s pompas del mundo a fin dequ e todo el movimiento pueda gozar de la s fuerzas, los incentivos y la credibilidad de la diagonal positiva. Y ho y el papel deemperador está mu y desprestigiado.

Otro de los aspectos alentadores es qu e la teoría culturalnos permite no quedarnos empantanados en argumentos qu erecurren un a y otra vez a certezas contradictorias. Para la

defensa del ambien te se rí a más útil qu e nadie la utilice comoun a est ratagemaen un debate sobre la legitimación. Identificarla cuestión real como conflicto cul tural permit ir ía desarrollarun nuevo tipo de diálogo sobre el ambiente qu e abordaradirectamente la cuestión de la justicia. En lugar de atribuirculpas, ese nuevo t ipo de diá logo se concentraría en el t ipo de

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pensamiento hemos caído fácilmente e n l a i de a de qu e l a pa rt esacerdota l de l Pentateuco es ta n antigua qu e puede conside-rarse primitiva y qu e por lo tanto no necesariamente t ienesentido ensus propios términos. En lamoderna antropología nobasta con interpretar los libros sacerdotales de la Biblia aten-diendo a lo q ue s ab em os sobre la s aversiones psicológícasprofundas o a lo que sabemos sobre otras religiones qu e coexis-tían en la región en la misma época según lo qu e pudo descubrirla arqueología sino qu e debemos interpretarlos po r lo qu epodamos extraer del libro mismo partiendo de la idea de qu e es

¿La fe me impone un a censura sobre lo qu e puedo aprender delos demás? Si esto es así desde el punto de vista de la antro-pología el panorama se presenta muy triste.

La tradición escéptica de la antropología tiene profundasraíces. La disciplina floreció duran te l a Ilustración. Me remitoal artículo sobre Mitología de l a p r imera edición de la Enciclo-pedia Británica de 1773. Allí u no p u ed e enterarse de qu e ha ytres clases de rel igiones. Primero la idolatría plagada demágicas supersticionespopulares; segundo la religión sacerdo-

l d d ñ l bl f d l

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podamos extraer del libro mismo partiendo de la idea de qu e esun a composición intelectualmente coherente.

io s tr vés de un prism

La pregunta qu e el antropólogo hace al creyente es porquépuede resul tarle per turbador saber q u e c as i cada pueblo tienesu propia descripción de Dios. Cada uno tiene su propiaversiónde la creación su propia historia de intervención divina suspropias ideas de lo qu e es pecado de modo qu e la idea de Diosse divide en un a miríada de refracciones qu e pasan a través delprisma de la s doctrinas religiosas. Al tratar de organizar unasunto ta n diversificado el antropólogo descubre que algunasreligiones son politeístas algunas monoteístas algunas r i tua-

listas y algunas extáticas.Algunas se concentran en la curacióndel cuerpo otras se especializan en la penitencia. La var iedades ta n absoluta qu e incita irresistiblemente a buscar un aexplicación pero ¿por q u é e st o causa preocupación?

En la Universidad Northwestern tuve el privilegio de dic-ta r un curso introductorio en el Departamento de Historia yLiteratura de la s Religiones. Después de las pr imeras semanasun estudiante abandonó el curso pues decía qu e por mi culpahabía perdido la fe. El director del depar tamento me mandóllamar y yo me puse bastante nerviosa porque E dmund Perr yes un metodista devoto . Pero en tono jovial Perry me aseguróqu e cualquiera estaría mejor sin un a fe que podía derrumbarse

ta n fácilmente. Lo cierto es qu e si un creyente no s ab e q ue s onlos propios creyentes quienes degr adan la idea de Dios su fees tá enver dad protegida. Yo creo qu e indagar los fundamentosde la fe es algo bueno como lo es meditar sobre la Ley. ¿Por qu érazón alguien debería sentir qu e su fe es atacada al descubrirque alguien no la comparte? ¿Mi fe quedó fijada e n l a infancia?

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tal encargada de engañar al pueblo en favor de los reyes; y porúltimo la filosofía de la religión que procura con la mayor

seriedad llegar a saber algo sobre Dios la belleza y la verdad.Obsérvese que esta triple división separa lo qu e en el campo elantropólogo encuentra como un a única experiencia. L a magiadestinada a l og ra r l a salud personal y el amor privado estáseparada de los r i tos re lacionados con el calendario de la sestaciones y la filosofía qu e pretende explicar todo esto estáseparada del resto.

La tradición escéptica se siente cómoda haciendo divi-siones entre las diversas partes de la religión identificando un aparte admirable y otra despreciable un a qu e representa un afuerza y otra qu e representa un a debilidad de la naturalezahumana. Esta división misma crea un a confusión a través de la

cual la experiencia regular de la gente religiosa pasa inadver-tida. Cuando James Fraze r separó l a magia del sacerdocio y alos sacerdotes de los reyes divinos estaba siguiendo al pie de laletra la s separaciones de los encic lopedi stas del siglo XVIII.

Frazer descartó además todo el aspecto supersticioso de laprácticareligiosa como si se tratara de reliquias fósiles rastrossobrevivientes de la evolución del espí r itu . Según Frazer loúni co val io so de la religión después de qu e la magia fuereemplazada por la ciencia y los reyes sagrados fueron suplan-tados po r la monarquía constitucional es la poesía. El restopuede ignorarse ; la fibra duradera fue la antigua meditaciónsobre la existencia surgida de nuestra imaginación poética.

En los tiempos modernos los filósofos y los psicólogoscontinuaron exaltando la imaginación y degradando toda res-triccióna ella. Uno puede reconocer la s dos columnas en la s queel juicio secular dividió la conducta religiosa: la imaginaciónaparece separada de la razón y de la ley; se prefiere la esponta-neidad a la formalidad; se justifican los sentimientos humanos

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supone que los aparecidos y los ángeles no s on naturales Po rotra parte no queremos deformar la religión importando un aterminología escolástica de nuestra propia historia El estadode trance y la adivinación puedenser algo común o bien puedense r producto de talentos especiales pero para seguir el h ilo dela s acciones que estas creencias implican tenemos que conocerla teoría local. El antropólogo tiene la ambición de alcanzar la etnografía es decir un a descripción precisa y correcta. Antetodo el antropólogo social no se siente tentado po r la idea dedividir la religión en compartimientos no comunicantes. La s

trasmitido po r prímera vez. Ni expl icar por qué Dios eligió undeterminado momento o un pueblo en particular Las interven-ciones divinas en la historia están m ás a ll á de toda especu-lación. No puede esperarse ningún beneficio del patético escru-tinio humano y la empr esa en sí misma es pecaminosa.

Evidentemente semejante devoción elimina la antropolo-gía de la religión. Esencialmente la objeción piadosa se dirígecontra la historización de la revelación. Un mensa je que sedir ige a t odas l as per sonas de t odas l as épocas es ahistórico.¿Cómo puede importar entonces cuándo y cómo se produjo? La s

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g pmismas familias producen los alimentos se culpan y se elogianrecíprocamente y envían a sus hijos para que éstos sean inicia-dos. Lasmismas personas elevan a su s sacerdotes y profetas demodo que nosotros esperamos que la religión tenga un a unidadsubyacente

A esta luz favorable par ece r ía que el a nt ro pó lo go norepresenta ninguna amenaza para el creyente. ¿Cómo podríasuscitarse un conflicto? Como el objetivo es alcanzar el máximogrado de objetividad la postura ideal del a nt ropó lo go es deatención respetuosa L a a me na za no p roce de de cono ce r laenorme variedad de religiones. Esto es fácil de aceptar porqueel creyente puede decir po r qué razones los demás e st án e ngeneral er rados La amenaza surge al escuchar las explica-

ciones. Cuando los especialistas intentan explicar la religiónconst ruyen sus t eor ías sobre la base de los co nt ro les y la srestricciones. Aunque la filosofía occidental puede decir conorgullo que la l eyes lo qu e nos hace l ibres el contexto esgeneralmente secular. Siguiendo un a fuer te t radición secularen Occidente la s l eyes de la rel ig ión no rec iben los mismoselogios que la ley en general; los escépticos y los ateos conside-ra n que la s leyes religiosas son especialmente restrictivas y noalgo en lo que uno pueda regocijarse. De modo que los profesio-nales estiman conveniente pasar p o r a lt o el h echo de que losjudíos se deleiten e n l as leyes de su religión.

Esto parecer ía indicarque el antropólogo está destinado a

no comprender loesencialy destinado a constituir un problemapara el creyente. En realidad en el Islam ta l indagación amenudo está prohibida porque se entiende que no nos corres-ponde a nosot ros considerar cómo se produjo la revelación deDios ni cómo se desarrolla su plan. Tampoco no s correspondeentender la situación políticao económica en que el mensaje fue

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¿Cómo puede importar entonces cuándo y cómo se produjo? La sacciones del Creador no pueden someterse al mismo t ipo de

inspección que las decisiones humanas La objeción básica quehace la devoción a la antropología es que la historia no debeinmiscuirse en la eternidad; la física religiosa necesitaque se laproteja de toda amenaza Y en e st e p un to es precisamentedonde con profundo respeto y cierta devoción se hace necesariop resenta r u n a demanda en f avor de la ant ropología. Si sereconocen la s razones de los factores geográficos para modelarun a fe ¿por qué no ha de ocurrir lo mismo en el caso de losfactores históricos? Si es aceptable indagar la s significacionesquetuvieron el desierto ylos paisajes inhóspitos en eljudaísmo;seguramente el devoto puede estudiar la s significaciones de losreyes y los cetros los palaciosy los censos. Si la historia puede

hacerlo ¿qué tiene de malo que el antropólogo coloque la Bibliaen el contexto de la s demás religiones? La inclinación especialde la antropología es su tendencia a no dejarse l levar po r losprejuicios. Si la historia y la geografía influyeron en la interpre-tación de la Biblia que hicieron los creyentes la antropologíahasta puede cumplir la función de detectar las diferencias.

cerdotes versus profet s

Siguiendo l ag ran inclinación secularcontra la formalidady el rito en favor del sentimiento y la espontaneidad escomprensible qu e los profetas gocen de un a mejor reputación.La tendencia marcada por la historia intelectual de Occidentebastaría para explicarlo. Cuando leemos a los profetas primeroleemos sobre el amor que s ient e Dios por su pueblo vinculadoíntimamente con el amor humano Israel se presenta como laprometida la nov ia i nf ie l a quien el celoso marido maldiceduramente; pero sorprendentemente el Señor a quien ella

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rechazó por correr tras su s amantes, no la repudia. En el librode los Profetas, Dios dirige su cólera contra los enemigos deIsrael y al mismo tiempo am a y perdona a su pueblocon la únicacondición de que éste se arrepienta Isaías 1: 16, Oseas 2: 14).Lo q ue u no se pregunta es si Isaías, Oseas, Amós y Ezequielestaban enseñando un a teología diferente de la de los l ib ros dela ley, el Levítico y Números.

Silos profetasponen énfasis en la justicia y la misericordiay el Levít ico pone el acento en la correcta realización del ri to,parecer í a que a mb os li bro s se oponen. Los sacerdotes que

m en te e n la s plazas públicas. En un a aguda repr imenda elSeñor dice luego:

Porque yo Jehová soy m nte del derecho aborrecedor dellatrocinio para holocausto. Isaías 61: 8)

y éste no es sólo un ataque a los sacrificios: la mismacensura se repite en el caso del ayu no . El profeta compara elayuno físico que se realiza mientras aú n se cometen injusticiascon el verdadero ayuno, el ayuno que yo escogí , que exige al

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parecer í a que a mb os li bro s se oponen. Los sacerdotes queescribieron el Levítico, ¿dieron un mensaje diferente del de los

profetas? Comprobémoslo leyendoIsaías

1: 10 y siguien tes. Siha y un texto que degrada el cul to formal es éste. Al condenar aun a nación pecadora,el profeta afirma que el Señor ya no deseamá s sacrificios ni ofrendas encendidas. ¿No es éste acaso unataque d ir ec to a la demanda de sacrificios que se hace e nNúmeros y en el Levítico?

Hastiado estoyde holocaustos no quiero sangre de bueyes nide o ve jas, ni de machos cabríos. : 11)

No me tra igáis más v n ofrenda; el incienso me es abomi-nación; lun nuev y día d e r ep oso el c on vo ca r s m le s no lopuedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. : 13·14

Esto se entiende como un repudio vio lento a todo loque elSeñor le dice aMoisés en el Levíticoy en Números Núm. 28-29).

¿Cómo cont inúa I sa ías? Quizás el rechazo de los ritosexternos de la religión se suavice en los versículos siguientes.Pero no, el profeta le dice al p ue bl o llenas están de sangrevuestras manos y dejad de hacer lo malo 1 : 15-16). Y no sedetiene después de mencionar la iniquidad y la injusticia entérminos generales, sino que continúa relatándonos los sufrimientos de la s víctimas.

Dice Isaías:

Buscad el juicio rest ituid al agrav iado haced justicia alhuérfano amparad a la viuda.

Describe a la s víctimas avanzando dificultosamente bajosu carga, el desamparo de los hijos sin padre, la s privaciones dela s viudas. Casi podemos ve r a esos p ob re s arrastrando su sharapos, a es os menesterosos cojos amontonándose humilde-

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devoto ante todo desatar la s ligaduras de impiedad, soltar lascargas de opresión y dejar ir l ib res a los quebrantados Isaías58: 7 y siguien tes) . Y un a vez m ás m a rc a el contraste entre laformalidad hueca y retraer del día de descanso tu pie, de hacertu voluntad en mi díasanto y lo llamares delicia, santo, gloriosode Jehová y lo venerares Isaías 58: 13). Este es un profeta quedice que el Señor quier e que t engamos un corazón humilde ycontrito Isaías 57: 15 y 66: 2).

Estos textos ¿señalan un a fisura entre los profetas y lossacerdotes? La visión del judaísmo que tenía Isaías ¿era la deun a religíón íntima,sin ritos de sacrificio, un a religíónde virtudy justicia? Si esto er a así , ¿qué ocurrió? Los sacerdotes escribieron un a ley de apariencia muy diferente, insistiendo estrictamente en la s formas exteriores. Nuestras propias tradicionesanticlericales proporcionan un secreto deleite al mostrar a lossacerdotes derrotados por los profetas. Pueden los sacerdotessiquiera se r los verdaderos líderes de Israel, esos sacerdotes aquienes Isaías censuraba por despojar a los pobres Isaías 3: 1215). Si los sacerdotes estaban ta n errados, ¿qué sentimos nosotros sobre la observancia del día de descanso y la s leyes relacionadas con los alimentos e n l as q ue ponía tanto énfasis elLevítico?

Un examen serio del Levítico muestra q ue no ha y un a división definida entre sacerdote y profeta, ni ha y conflicto entrereligíón interna y religíón externa, como tampoco entre justicia

y rito. En mi opinión, el Levítico hace un a síntesis brillante dedos ecuaciones: la justicia del pueblo ante el pueblo y la justiciadel pueblo ante Dios. En el Levítico el Señor ledice a Moisésqueles exija enfáticamente a sus hijos que no se opriman unos aotros. Cuando describe el pecado, este l ibro no pone exclusivamente el acento en los pecados relacionados con comer animales

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inmundos o con tocar cosas corrompidas. También es pecadomentir defraudar y robar a un vecino Levítico 19: 11). La vir-tud la justicia la miser icordia y el trato honesto entre la spersonas son los temas del c ap ít ul o 19, y en el c ap ít ul o 26 serepiten las demandas de honestidad y respeto por la palabradada pero esta vez de su pueblo hacia El. En realidad lajusticiay la atención de los pobres llegan a sertemas preeminentes a losque la estructura del libro presta particular atención.

os n im les prohibidos

recolectaban reverentemente curiosas leyes antiguas y la srelacionaban entre sí si n preocuparse demasiado po r la cohe-rencia y el sentido generales.

Invito al l ec to r a releer cuidadosamente el capítulo 11 delLevít ico y a cumplir po r un momento el rol de antropólogo; enese caso, el lector habrá de esperar que si el capítulo está allí esporque encaja con el resto del libro. Vemos que en el capítulo 11se habla de tres hábitats: la tierra el agua y el a ire; en cadaunode ellos ha y animales l impios y animales impuros. Si retorna-mos al Génes is , encontramos un a ley que abarca a t od os los

d l l i l d l ió

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Entonces, ¿qué ocurre con los animales prohibidos? ¿Quétiene que ve r su impureza con la justicia? Existe un a antiguatradición según la cual los animales que el pue bl o de Israelpuede comery los que no puede comerson en realidad alegoríasde virtudes y vicios. Pero ¿qué virtudes y qué vicios? La clavepara interpretarlos se ha perdido. Puede se r convincente decirque está permitido comer los animales del rebaño porque lapezuña hendida es un signo de la elección entre lo sagrado y loimpuro y que el rumiar es un signo de meditación. Pero si éstasson las señal es de la virtud no no s sirven para identificar losvicios que representan los animales prohibidos. ¿Qué expli-cación pueden tener la s reglas que exluyen los animales que

viven e n la s a gua s como el calamar la caballa o la anguilaporque no tienen escamas? ¿Qué tiene de malo carecer deescamas? ¿Por qué habría que e xc lu ir a los camarones y losbogavantes que tienen escamas perono aletas? ¿Qué significanla s aletas? ¿Y todas las demás reglas? ¿Por qué los insectos qu ese arrastran están prohibidos y los que saltan no?

El capítulo del Levít ico donde se enumeran los animalesprohibidos y los animales permitidos no da ninguna razón;simplemente determina cuáles son abominables . Hubo un ainterpretación respetada que sededicó a tratar de encontrarlessentido a la s leyes sobre los alimentos y que directamente lasconsideró como un precepto peculiar surgido de épocas pasadas

como un a especie de fósil verbal inser tado en el Levítico y en elDeuteronomio po r respeto al pasado. Esta es un a interpreta-ción objetable pues desvaloriza a los autores del Levítico. ¿Porqué éstos habrían de incluir en ellibro sagrado de leyesalgo queno entendían? Esta visión se un e a otras interpretaciones en lasque se considera a los autores de la Biblia como anticuarios que

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animales de la tierra y el ai re. En el momento de la creaciónc ad a u no de los moradores del aire la tierra y el agua debíasubsistir alimentándose de hojas, frutos silvestres y semil las.Aquél sería un mundo vegetariano. Después de que el hombrehubo mostrado su n a tu raleza malvada en la nueva Alianzaposterior al diluvio, Dios flexibi lizó su ley y permitió que lagente comiera carne pero nunca sangre. Para poder cumpliresta condición se instauró la práctica de desangrar a los ani-males antes de comerlos.

¿Pero qué ocurre con los animales que comieron sangre?Los animales carnívoros tendrían la sangre de sus víctimas ensu propia car ne . L a ley que establecía que la gente sólo podíacomer animales herbívoros tendría la finalidad de evitar eseproblema. La sencilla regla de elegir para comer sólo los ani -males que tienen la pezuña hendida y rumian excluye au-tomáticamente a todos los carnívoros y los que se alimentan decarroña. Hasta aquí, el asunto parece tener sentido. Pero aú nquedan algunos c as os dudosos: el ca me ll o, aunque parecerumiar lo mismo que el tejón y la l iebre, no tiene la pezuñahendida. De modo que aparecenen un renglón aparte de la lista.Luego está el caso del cerdo que t i ene l as pezuñas c l ar amen tehendidas pero no rumia. De modo que también aparece entrelos abominables . Pero ¿qué podemos decir de la s a ve s q uecomen sangre? En el caso de la s aves, la s que están prohibidasaparecen enumeradas detalladamente. Por desgracia no sabe-

mos con exact i tud qué pájaros eran. Pero yo tiendo a seguir latradicióntalmúdica la cual enseña que están prohibidos porqueson avescarnívorasque sujetan a su s presas con la s garras y la sdespedazan con el pico.

En suma hasta ahora hemos explicado la prohibición delos animales del aire y de la tierra basándonos en lo que se dice

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No es necesario ir a Jerusalén para reconocer al pobre: los menesterosos que se hacinan anónimamente en las escalinatas delos edificios públicos, atentos a la mínima l imosna, pero d ispuestos a huir precipitadamente en la s sombras ante la pri-mera señal de agresión. Cuando los vemos pasar, rengueandocon los pies vendados, tambaleando sobre muletas, afer randocon sus manos estropeadaslas bolsas que u san p a ra recolectarlos restos de comida que puedan hallar, reconocemos la descripción que hace el profeta del rostro abatido del pobre. Otrospobres son los obreros somet idos a trabajos pesados e insalu-b

necesario descifrarla. Ahora que sabemos que el defecto tieneque ve r con la injusticia, podemosvolvera examinar el capítulo19, el gran ensayo sobre la equidad. Allí encontramos la expresión algo superfluo o algo faltante según la versión del reyJames) aplicada en otros capítulos a los cuerpos de los sacerdote s y a los cuerpos de los animales para el sacrificio. El defectoque implica algo superfluo o algo f a lt ant e t iene que ver con la stransacciones justas. Se prohíbe expresamente falsear las medidas y los pesos; as í como censura el robo, el fraude, laextorsión, la opresión, la mentira y la calumnia (19: 11-17), elL íti híb l did l d d i d

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bres.Ahora, volvamos a considerar a los animales prohibidos.

Consideremos especialmente a los i ns ect os , con su s dorsoscurvados; consideremos la cara llena de protuberancias delcamaleón y los gruesos caparazones de la s tortugas o los escarabajos. Recordemos l a s pesadas ca rgas que trasladan la s laboriosas hormigas. Recordemos la atenta vigilancia de l a s a r a-ña s y la s cucarachas, absolutamente inmóviles o huyendo precipitadamente a nt e l a menor seña l de que un intruso puededescubrir su tarea de buscar alimento en la basura, arrastrán-dose h ac ia l as g ri et as y los lugares oscuros. Recordemos laceguera de los gusanos y de los murciélagos, la vulnerabilidadde los peces sin escamas. No es sorprendente que el Señor loshaya creado y viera q ue eran buenos , son excelentes pararecordarle al pueblode Israel su s mandamientos. Tiene sentidoque est é prohibido comerlos. Deben se r respetados, no porquesean sucios e inmundos, sino porque son víctimas emblemáti-cas. Se los llama abominaciones, pero lo abominable es sucondición. La inmunda injusticia reduce a las personas a es eestado. L a id ea de la Mishná de q ue e sa s c r ia turas e s tánprohibidas porque comen desechos es acertada. Alimentarse derestos en sí mismo no es algo malo. S er u n recolector de sobrasno es ningún pecado. Lo que está ma l es la sociedad injusta queo bl ig a a su s miembros a vivir de desechos. Aparentemente,debimos leer el mensaje al revés.

ustici misericordi

¡Qué libro maravilloso es el Levítico Nos mantiene perplejos hasta el último versículo, pero cuando uno llega al f in aldescubre qu e la explicación siempre estuvo allí y qu e sólo er a

210

Levítico prohíbe las medidas que le den demasiado a uno y mu ypoco a otro (19: 35-36).

Ahora, analicemos la s imprecaciones de Isaías contra lainjusticia y v ol vamo s a preguntarnos si es justo colocar a lossacerdotes y a los p ro fe tas en posturas opuestas. El profeta veque el Señor se manifiesta en la justicia y lo mismo hace elsacerdote. El profeta emplea la poesía para hablar de la virtuddel Señor y el sacerdote muestra que es a virtud está represen-t ad aen la creación. Cuando el profeta dice que el Señor repudiael sacrificio a causa de la sangre que mancha las manos de lacongregación, no dice en n ingún momento que no deberianofrecerse má s sacrificios ni que no deban guardarse los días dedescanso. Sólo afirma que el Señor aborrece el sacrificio sinjusticia. Y promete que Jerusalén volverá a se r conocida comola ciudad de Justicia . Los sacerdotes dicen que el sacrificio yla justicia deben presentarse juntos y nunca af ir man que larepresentación ritual pueda se r aceptable por sí misma, sin laj us ti ci a. L as pa lab ras de Isaías Aprended a hacer el b ien,buscad la justicia, restituid al agrav iado , haced justicia alhuérfano, amparad a la viuda (1: 17) encuentran eco en loscapítulos del Leviticosobre la misericordia, lajusticiay elamor.En la visión sacerdotal t od o el mundo y todo el libro estánbasados en la justicia. L aidea de que el servicio del culto puedasatisfacer al Señoraunque no se haga justicia está mu y lejos desus enseñanzas.

Ya he explicado cómo enfoca el antropólogo la s religiones ycómo afronta el problema de la variedad. Y empleé la perspectiva antropológica para volver a leer el Levítico y poder llegara la conclusión de que los sacerdotes que lo escribieron puedense r relevados del cargo de preferir el rito a la justicia. Estaconclusión surge del esfuerzo antropológico por detectar la

211

ndice temático

desviac ión y cor regi rl a. El princ ip io rector es esperar qu e lareligión ta l como ha quedado fijada en su s libros sagrados esunitaria. Si e l pueblode Israel pensaba qu e se mantenía unidoen vir tud de un a religión el antropólogo toma ser iamente estacreencia. Y comprobamos que aunque poniendo énfasis endiferentes aspectos los profetas los sacerdotes estaban predicando el mismo credo.

E n p ar te mi argumentación ha sido reafirmar q ue c ad areligión tiene su propia física su propiateoría ontológica qu ee st ab le ce los pri nc ipi os de t ie mp o de e spac io y de toda la

i t i S h t t i con l g t

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existencia. Sospecho que esto t iene que ve r con la pregunta qu enos hacíamos al principio: ¿por qu é los creyentes pueden estardispuestos a mori r po r su religión? Quienes no comparten lacreencia se preguntan: ¿de dónde proviene es a alegría?¿por qu étodo ese regocijo? La Bibl ia ofrece la respuesta: como losanimales la s personas se regocijande vivir en el orden sagrado.Como en el caso de los gusanos las serpientes o del camello

el cerdo el lagarto y l a a rañ a la l ey los hace realizarse plenamente. Al repudiar el bogavante o el cangrejo cocidos en sumesa festiva los judíos honran la broma cósmica: los poderososserán derribados y los indigentes elevados.

y yo puedo concluir reclamando justicia para los sacerdote s qu e escribieron los libros sagrados: un absoluto prejuicio los

pintó como demasiado solemnes para sumarse a la broma.

Nota

Las palabras con que se inicia el l ibro Números , En el des ierto ,establecenun vínculo directo entre laley mosaica y la idea del desierto, elsitiodela divinaAlianzarenovada, el segundocompromisode Israel,la prometidamís ti ca . Véase Mary Douglas 1993) , In the Wilderness the Doctrine ofDefilement in the Book of Numbers Sheffield, Academic Press.

212

adhesión, véase alineamiento cultura l

isl miento culturaly no consumo 167 169-73véase t m ién cultura aislada

alfarería china 66-71 87-8alfarería

estilos chinos de 66-70 86-8estilos indios de 71-3

alienación 97alimentos, véase reglas alimentarias line miento cultural

y atribución de la culpa 180tendencias y reclutamientoa otrasculturas 185-6 188 190en la eleccióndel consumidor 94,98 104 105 108 9 110 123 125Ymitos de la naturaleza 98-102y mitos de las personas 102-4

Almond G. 177amish cultura, estilo y gustos de los

86 nálisis est ructur l 158-9animales

reglas bíblicas sobre su consumo146 196 7 206 8reglas bíblicas y p ureza d e los208-9clasificación de los 146 152-4explicados atendiendo a las categorías sociales humanas 146-9,151

y la preferenciapor la delicadeza38representativos de la injusticiaen la Biblia 210-1

anomalías, aparición a través de laclasificación 135-6

antropología, estudio de las religiones 196 201 3

Appadurai Arjun 120ascetismo y movimientos de no con

sumo

cristianismo temprano 171-2, 184ambientalismo 172 173en la India 170 172 184

asociación mentalen la ficción detectivesca 160-3ideas de Mill sobre 157-8

asociación, véase asociación mentalautoridad

actitudes culturales nte el poder 59-60 61-2 167 181 183 191culpar al sistema 177 180-1

ves

clasificación de 152-4

reglas alimentarias en la Biblia207-8

Barthes Roland 27Baxandall Michael 84Bergson, Henri 159Biblia

213

cuerpo como representación delcosmos 209-10clasificación de los animales la saves en 152-3reglas alimentarias en 153, 196,206-8discurso de profetas sacerdotesen 203-5, 211animales prohibidos pureza en208-10animales prohibidos como representativos de injusticia en 210 1

comunidadrebelióndel consumidorcontra elcontrol de la 132-3cont ro l de su s miembros 49-51,125, 127-31solidaridad atribución dela culpa por enfermedad 53-6estructura ytiposde culturas 17981

conductade animales explicada atend iend o a la s categorías socialeshumanas 146 8

movimientos de no consumo 1703teoría pendular vaivenes de laelección del consumidor 91-2, 93protesta como aspecto de la elección del consumidor 94-6, 104,119Yriesgo para el ambiente 166-7

contigüidad 157-8, 159-60, 162cristianismo, comomovimiento deno

consumo 171-2, 184cuentos folklóricos, vé s relatos

esti lo de vida gustos de 83, 9 6mi tos de la naturaleza la s personas 99, 103naturaleza de 58 , 60, 61, 62 , 96Ydelito ocupacional 106estudio de 181-2uso de los aislados 186

cultura de enclave, vé s culturaigualitaria

cultura emprendedora, vé s culturaindividualista

cultura individualista emprende

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sentativos de injusticia en 210-1biotecnología, actitudes públicas ante

l a 167Bourdieu, Pierre 45, 62, 122Bulmer. Ralph 136, 152-4

canibalismo, relatos de 22, 25-6, 28Caperucita Roja, cuento de

claves contextuales de interpretación 22-3ausencia de inversión en 31-2referencia a l a c ul tu ra de la smujeres en 29-30, 32-3versiones de 20-1, 28-9

capital económico 46-8, 62capital simbólico 46-7, 62capitalismo y sociedad de consumo

119, 120categorías sociales humanas, ani

males en ten did os a ten diend o aellas 146-9, 151

clasificaciónde animales basadaen categoríashumanas 146-9de animales aves 143, 145-6,152-4principio de proximidad de B ulmer 152-3, 154, 164Y aparición de anomalías 136rol de los marcos en 155-7, 158-9rol de la similitud en 136, 155-6,157, 158-60, 164

compras, vé s consumocomunidad terapéutica 51

214

humanas 146-8conflicto cultural 41

na turaleza oposi tora de lascul turas 58-61, 97-8,178-9, 181, 185-6modelos opuestos de medicina 41,48,56-7Y solidaridad 49-51v alor es espi r itu ales v e rsu s valores materiales 41-3, 57

consumidor, teoría del 90, 92-3consumismo

naturaleza competitiva del 133definición de lujo 120-1, 133como liberación 121-2irreflexivo 117, 118-9, 123relación con el capitalismo 119,120

consumocomo monitor constitucional basede l a s pa u ta s de 123-5elecciones del consumidor y naturaleza racional del 90-1, 94-6, 98,104, 105, 115, 119-20, 122, 132-3rebelión del consumidorcontra elcontrol de la comunidad 132-3controlde la comunidad sobre12631efecto del alineamiento cultural

e n l a elección del consumidor 94,98, 104, 105, 109, 110, 122, 125efecto de las fuerzas del mercadoen la elección del consumidor 93 mitos de la s personas 102-4no consumo 117-8, 169

cuerpo

índice de distancia 26-7como representación del cosmosen la Bibl ia 209-10

culpa del sistema 177, 180culpa, atribución de la 53-6, 1 67

culpar al sistema 177, 180-1cultura adquisitiva, vé s cultura

individualistacultura aislada

actitudes ante el poder y la cultura 61 consumo 124, 131-2estilo de vida gustos de 83-4, 97

mitos d e la naturaleza la s personas 99, 103naturaleza de la 58, 59, 60-1, 62,180Ydelito ocupacional 106reclutamiento al movimientoambientalista 182, 186, 187, 190estudio de 181, 187

cul turabantú, relatos de caníbales

ogros 22, 25-6, 35-6cultura igualitaria disidente

atribución de la culpa 180-1actitudes ante elpoder, la autori

da d l a e s truct u ra 59-60, 61,179-80, 183actitudes ante el riesgo 114 consumo 124-5, 132movimiento ambientalista comparado con 184-5

pdora

ventajas desventajas d e 112atribución de la culpa 180actitudes ante el r iesgo 114 consumo 97-8, 125, 132esti lo de vida gustos de 83, 96,97-8,111,112mitos de la naturaleza de la spersonas 99-100, 103naturaleza de la 58, 61, 180Ydelito ocupacional 105-6estudio d e 181

cultura jerárquica compleja conservadora

ventajas desventajas d e 112atribución de la culpa 180actitudes ante la estructura laautoridad 61, 180Y consumo 109-11, 124, 132estilode vida gustos de 82, 96-7,98,109-10,111mitos de l a na tu ral e za de la spersonas 101, 103naturaleza de 58, 59, 60, 96-7,179,181Ydelito ocupacional 106

culturas

actitudes a n te l a a u to r ida d elpoder 59, 61-2, 167, 180-1, 183-4,191coerción en la s 183diferentes estilosde vida gustosen las 81, 82-4, 96-8

215

vínculo en t re cu l tu r as doméstica s cosmovisiones 111 4 115delito ocupacional y tipos de 105-6tipos y estudio de 58 61 82 4 96-8 178 80 181vé s t m ién cultura igualitaria; cultura jerárquica; culturaindividualista; cultura ais lada

Dake Karl 188Darnton Robert 32

dental de la 40 1vé s t m ién religión

espíritus en el sistema lele de clasifi-cación 148 9

estatus social gustos en el mobiliario 75 6 teoría de emulación en el est iloartístico 71 4

estilo artístico cambios en e l 84 5elmodelo de Bourdieu del capitalsímbólico 45 6teorias de emulación 71

gobierno y riesgos ambientales 175 7Goodman Nelson 92 137 139 155

6Goody J. 145gruposdisidentes vé s cultura igua-

litariagusto

y conflicto cultural 82 4 85-8teoría de emulación de 71 4graduación de estilos 77 81de bajo a lt o e st at us e n amo-blamiento 75 7

inversión 140e interpretaciones de los relatos23-6 31-2

Irlanda estilo céltico gusto en 86Islam indagación religiosa prohibi-

d a e n 202J akobson Roman 159James William 158jerarquía de casta código de pureza

de la India 44 5judaísmo alimentos prohibidos por

196 7

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decoración vé s ornamentación

delicadezacreciente preferencia por la 38 942vé s t m ién espiritualidad

delito ocupacional tipos culturales105 6

descripción densa 141dignidad escala de 27 34 6

vé se t m ién espiritualidadíndice de

Dios múlt iples interpre tac iones de198 9

dioses inversión en los relatos de 25

ecología vé s medio ambienteelección vé s consumo

Elias Norbert 20 27Elster Ja n 125emulación teoría de la 71 4enfermedad

a c ep ta c ió n d el rol de enfermo50 1atribución de la c u lpa po r 53 6vé s t m ién sistemas médicos

enfermo roles del 50 1espiritualidad

modelo de Bourdieu del capitalsimbólico 46 7 62Yelección delt ipo de medicina 4756 63índice de 27 44 5 48 62 4separación de la medicina occi

216

teorías pendulares 68 71

estilo de vidadiferencias culturales 81 4escalas de 77 81

estiloe n l a teoria del consumidor 92 3vé s t m ién gusto

estilos de pensamientoinvestigación antropológica 13 4naturaleza de 14 5

est ructura ocupacional cul turadoméstica 113

estructura socialactitudes culturales ante 180 1

vé s t m ién autoridadestructuras culturashogareñas 106

108-9 110etnografía uso de la descripción

densa 141 2

ficción detectivesca teoría de laasociación menta1160-3

física religiosa 201 2Fleck Ludwik 14Francia el m od el o de Bourdieu de

capital simbólico 45 8Frazer James 13 1 58 9 197 8 199

fuerzas del mercado elección delconsumidor 93

Gandhi los movimientos de no con-sumo 170 172 184

Geertz C. 141 2

blamiento 75 7factores históricos de influencia

66 71 teor ía pendular de l 68-71teoría de los estilosartísticoscambiantes 46 68 74 84 6entendidos por juicios negativos65 96

Herzlich Claudine 39hinduismo código de pureza en el44

6 47 72 172his toriadores del arte 84 5 88holismo médico 40 1hombres

adhesión cultual roles desempe ña dos po r 95 109 111 2instrucción de los roles sexualesen los ritos folklóricos 34 5

House James 75humorismo convenciones para re

conocerlo 22 23 4

Indianorma de pureza hindú 44 5 4772 172no consumo movimientos en la170 172 184usos estilos de los recipientes72 3

índice de distancia 20 27vé s t m ién índice de espiritualidad

ingenuidad cultural en investigaciónsocial 107 8 112

196 7justicia

textos bíblicos sobre 209 12animales prohibidos como representativos de injusticia 210 1 conducta social 178

Kuper Adam 25

Laumann Edward 75Leenhardt Maurice 14lele cultura 43 143 144 145-6 148-

9Lévi-Strauss C. 147 150Lévy-Bruhl Lucien 14

lujo definición de 120 1 133

Maguire Mary Aun 79Marriott McKim 44Mars Gerald 105 6 108 9Mars Valerie 106 108 9medicina alternativa vé s medici-

na complementariamedic ina complementaria

responsabilidad elección de 56-7Y holísmo 40 41creciente demanda de 38 9 169cultura conservadora complejavé s culturajerárquica

medicina holística 40 1 56 7medio ambiente

pautas de consumo 99 169debates sobre el riesgo del 166 7168 9

217

efecto de l gobierno sobre 175-8mitos de la naturaleza y políticasobre 99 102

metáforasanimales como 136 139-40 149b asad as en la s categorías sociale s existentes 147interpretación de 138-9 142Ysimilitud 137-8 139 141-2 145

Mill James 157Miller Daniel 71-3mitos

ordenamiento vé s clasificaciónoricteroco de l Cabo y simbolismo

animal 143-4Orlove B. 129-30ornamentación

cambios en la alfarer ía china 6670 87diferencias culturales 82-4teorías pendulares del cambio 6871gusto y conflicto cultural 84-8teoría de emulación 71-4

de la cultura lele 144 145-6 148relatos

convenciones para in te rp r e tar lasignificación 22-3diferencias entre cuentos folklóricos alemanes y franceses 31interpre tac ión empleando la escala de dignidad 27 34-6inversión e interpretación de lasignificación 23-6narrativización e interpretaciónerrada de cuentos folklóricos

de los relatos folklóricosy los ritos34-6

roles sexuales

distinciones y adhesión cultural95-6 108 11-2instrucción de los roles sexualesen relatos folklóricos y ritos 34-6

Royal Society 174 191Rutz H. J. 129-30Ryle G. 141

sacerdotes

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de la naturaleza 99-101

de la s personas 102-4vé s t m ién relatos

mobiliario gustos y tendencias en75-7

modateoría pendular del cambio 91vé s t m ién estilo; gusto

movimiento ambientalistacomparadoconminoría dis idente184-5comparado con otros movimiento s de no consumo 170-2 173posibilidad de reclutar miembros

de otras culturas 182 185-6 191Y preferenciapor la delicadeza 38perspectivas de lograr un cambio173 191-2

mujeresetapas de la vida y cultura representad as en los cuentos folklóricos 29-30 32-5 36comprensión de la práctica de la scompras 95-6

Muller Max 24

naturalezaadhesión cultural y mitos de 99102re la tos que la representan 25vínculo de la s mujeres con la naturaleza en los relatos folklóricos32-3 36

ndembu cultura 138-9

218

pangolín y simbolismo animal 143145

Parsons Talcott 50personas mitos de la s 102-4Pierret J anine 39población clasificaciónde la 107 108poder actitudes culturales a nt e l a

autoridad y el 59 61-2 181-2183-4 191

política vínculo con l a cu ltu r a 113177-8

protestacomo aspecto de la elección del

consumidor 94-6 104Y naturaleza de la cultura igualitaria 60 61vé s t m ién aislamiento cultura l

proximidad principio de 152-3 154164

purezay animales prohibidos en la Biblia 208-10en el hinduismo 44-5 47 72 172invocada en los movimientos deno consumo 172

Radcliffe-Brown A R 149Rayner S tev e 1 8 5reglas alimentarias

en la Biblia 153 197 206-8alimentos prohibidos en eljudafsmo 196-7

33-5

problemas parain terpretar la significación 19marco verbal de 22-3vé s t m ién Caperucita Rojacuento de

religiónestudio antropológico de 195-6201-3discurso bíblico de profetas y sacerdotes 203-5 211Yestilosartísticos cambiantes 846cristianismo temprano como movimiento de no consumo 171-2184preferencias por la delicadeza 38grupos religiosos como minoríasdisidentes 60 185separación de la medicina occidental de la 40-1 divisiones en elestudio de la 199-200 201-2amenazas a la fe 198·9 203vé s t m ién Biblia; espiritualidad

riesgo

del medio ambiente 166 176Y gobierno global 174-7investigación s ob re r ie s go tecnológico 114comunicación del 190-1análisis científicoy debate político 168-9 174-5

roles sexuales instrucción a través

sacerdotes

discurso bíblicode profetas y 2035 211tendencia cultural contra 197-8200

Sahlins Marshall 129salud

aceptación del rol de enfermo 50 atribución de la c u lpa po r enfermedad 53-6vé s t m ién sistemas médicos

Schama Simon 85Schelling Tom 125Schwarz Michiel 179semejanza vé s similitudsimbolismo animal

los animales como metáforas 136140 149investigación en Africa sobre 1435

simbolismosimbolismo animal 136 140 143149como inversión de la realidad 140y cuidados prácticos 149-50

similitudy clasificación 155 158-60 164e interpretación de la s metáforas137-8 139-40 142 145

s i st e ma i n du s tr i al apartamientodel 119-20

sistemas médicosresponsabilidad y atribución de

219

la culpa por eufermedad 52, 53-6elcapital simbólico deBourdieuyla elección de 47-8comparación de diagnósticos en43-4credibilidadeinfluenciaenla elección de 48, 49-51construcciones opuestas de48, 63Y preferencia por la delicadeza38-9separación y especialización enOccidente 40-1

l i it l a

del cambio de estilos 68-71de la elección del consumidor912 93

terapeutasresponsabilidad y atribución dela culpa 53, 54, 55-7construcciones de los 39, 48

Thompson Michael 99, 179totemismo 150Turner Victor 138-9, 167Tversky Amos 156

i é t í d l

v iene de pá 4

COMUNICACIÓN Y SOCIOLOGIA

JANET MALCOLM El periodista el asesino

JON ELSTER El cemento de la sociedad

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valores espirituales versus valores materiales y elección de 412 57 63

situación embarazosa 84-9solidaridad véase adhesión cultural

tabwa cultura 143tecnología,actitudes públicas ante

114 167teoría cultural 49, 58-61, 81-4, 123,

191-2mitos de naturaleza y de laspersonas 98 104

teoría pendular vaivenes

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