El ConceptoTeorico y Practico de Gobierno Segun Herman Finer

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Teoría del Estado

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  • Ciertamente* ante el estril panorama ideolgico de nuestro tiempo, esalentador el encontrarse con un hombre, con una obra y un programa enel que nuevamente, y de alguna manera, se nos. hable de que la polticana slo refleja los razonamientos humanos, sino la naturaleza humana (dela que la razn es slo una parte), Hermann Finer, en efecto', es un pen-sador sensible, agudo, profundo y, sobre todo, un inteligente conocedor deaquellos principios polticos que admiten excepciones o que, por ejemplo,son o suficientemente flexibles para interpretar a travs de los mismos otrasrealidades, es decir, otros conceptos de todo cuanto1 el hombre hace y rea'liza., con lo que no nos atreveramos a decir si acertada o desacertadamentese define como conducta poltica. Para Hermann Finer, los principios poli'ticos son realidades? realidades que, evidentemente, se pueden contemplar,percibir y valorar? por tanto, difcilmente puede llegarse a definicionesexactas del contenido que caracteriza y estudia la poltica. Por lo pronto,una de sus ms acertadas ideas es la referente al problema que la realidadplantea al poltico, especialmente al acercarse al tema del gobierno; ternaque, por otra parte, es insustituible en cualquier manual de ciencia pol-tica, y en el que, efectivamente, suele afirmarse que ni la norma ni lavoluntad de los gobernantes pueden, por s solas, determinar la actividad-poltica, pues es precisamente la realidad social el elemento que dota a lanorma de un contenido adecuado y que proporciona las bases sobre las quedebe asentarse el Poder. Por consiguiente, para Hermann Finer ningunasituacin humana, actual o futura, puede ser idntica a otra situacin quese haya dado en otros tiempos o lugares. Todo lo que cualquier tratadosobre gobierno puede ensearnos, escribe el autor citado, tiene un valor li-mitado, aunque esto no significa que deje de tener su valor. Si las situa-ciones no son idnticas, tampoco son totalmente diferentes s tienen parec-dos claros. Por tanto, como acertadamente ha escrito el profesor Xifra He-ras, en poltica es necesario desistir de la bsqueda de lo absoluto y per-

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    manen temente mejor. Son las circunstancias concretas de lugar y tiempolas que guan al hombre de Estado para hallar lo relativamente mejor en.un momento dado. Por supuesto, pues, las normas polticas no son de se-mejanzas, sino de reacciones; as, como afirmaba Burke, la razn poltica-es puro clculo: suma, resta, multiplica y divide moralmente verdaderas-cantidades morales y no metafsicas o matemticas. Los principios polticosadmiten excepciones y exigen modificaciones, que descubre la prudencia- -primera virtud poltica- y no la lgica. En poltica no cabe lo estableni lo absoluto t No pueden establecerse lneas tajantes de sabidura pol-tica; es sta una materia que no es susceptible de definicin exacta, peroaunque tampoco hay hombre capaz de trazar una lnea divisoria entre elda y la noche, la luz y la oscuridad son, en conjunto, de posible aprecia-cin. Por tanto, los principios polticos para Burke, y en realidad, paracualquier poltico no encierran criterios de verdad o falsedad, sino debondad o maldad: ((Aquellos cuyos resultados pueden ser peligrosos, sonpolticamente falsos; los que producen un resultado1 bueno, polticamenteverdaderos.

    Segn el criterio de Hermann Finer, existen dos magnficos caminos-para penetrar en el comportamiento profundo de las mujeres y de los hom-bres respecto1 de la organizacin social llamada Gobierno. Siguiendo tino-de ellos, escribe, examinaremos ideas y principios y teoras de lo justo y delo injusto, de lo deseable o no segn la forma sistemtica o filosfica con-que se hayan tratado. Las especulaciones intelectuales, segn Platn y Aris-tteles, no son estremecimientos caprichosos que estimulan la risa o el asom-bro, sino que son serios ejercicios de la inteligencia y de los. sentimientosrespecto del destino del hombre en el Gobierno: previenen, estimulan, in-forman. Pretenden revelar lo ms recndito- del espritu del hombre. Mues-tran cmo las mentes y las personas, en un determinado' momento, hacen:frente a los problemas que se les presentan segn el lugar que stos ocupan,Actan a travs de la necesidad o de la obtencin de un fin hasta llegar alxito prctico, la victoria o la derrota. Proclaman un bien o un deber su-premo, como la justicia o la virtud, sacando conclusiones de la naturaleza:del universo1 y del hombre y de las disposiciones rectas y lgicas necesarias.para servir a esos fines: estudian las transformaciones necesarias respecto delos hbitos., de las leyes e incluso del hombre mismo- y hasta qu punto- este.proceso puede tener xito.

    El segundo camino, que oportunamente seala Hermann Finer, es, pre-cisamente, el filosfico-. Por tanto, la filosofa, puntualiza, es inmanente a lainstitucin de gobierno, porque un Gobierno es el ejercicio de la autoridadpor medio de unos hombres respecto de otros hombres, y la filosofa gua.

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    la distribucin de esta autoridad. No obstante, es necesario hacer una ad-vertencia importante; a saber: las instituciones de gobierno no deben con-siderarse como algo eterno e inmutable. Las instituciones no son, en ciertomodo, otra cosa que costumbres tiles e intiles, que se adoptaron, escribeHermann Finer, segn un determinado proyecto, y los proyectos cambian.Por eso, como tantas veces se ha dicho, tratando, sin duda, de buscar unasolucin de urgencia a la separacin acadmica de lo poltico y lo jurdico, lasabidura del jurista es de leyes y su mtodo, la lgica deductiva; la del pol-tico, por el contrario, es de realidades, y su mtodo, la lgica vital (observa-cin e intuicin). Por eso, uno de los aciertos ms trascendentes del pensa-miento de Hermann Finer, consiste en determinar que el inundo- de la reali-dad poltica no es el terico de los libros, de los reglamentos, de las normas urdenes administrativas. Todo- esto no- es poltica. La original observacinde Tocqueville se ha convertido en lugar comn: No confundamos lasinstituciones de gobierno con los fundamentos necesarios de la sociedad, deaqu que, segn Hermann Finer, la maquinaria del Gobierno se componede hombres, mujeres y nios, miles y millones de ellos, que viven y se com-portan segn esquemas prefijados. Pero, naturalmente, estos esquemas cam-bian constantemente y se desarrollan, ya que su condicin es cambiar. ElGobierno, pues, segn la ideologa de Hermann Finer, es provisional, esto es,una especie de tentativa; es como un proceso de lo que ha acontecido, de loque es o fue acertado, aunque ligeramente diferente; es una transicin haciael futuro. Por eso, si deseamos tener a mano un concepto mucho ms claroy radicalmente distinto de lo que separa la actividad del jurista de la del pol-tico, nos basta, por ejemplo, con fijarnos en la permanencia e inmutabilidaddel orden jurdico contraponindola al quehacer poltico que, por el contra-rio, surge en vista a unas circunstancias, a unos hechos y a imas ideas. Porsupuesto, el gobierno no ha de entenderse nunca como una aventura, aunque,en realidad, lo sea. Por tanto, es necesario tener una idea lo ms ntida po-sible del fin ltimo del mismo. A nadie puede sorprender, pues, que loscientficos y prcticos en el arte de gobernar hayan eludido1 siempre la per-feccin en la teora y en la prctica. En cierto modo, el gobierno1 no es otracosa que un profundo y enorme esquema de cooperacin hufnana, esquemaque, por otra parte, nos ofrece la disposicin, el procedimiento' y la forma desu autoridad, esto es, como si dijramos su anatoma. Su alma, pues escri-be Hermann Finer, se encuentra ante la alternativa de elegir aquello queconstituye su felicidad o los deberes y sacrificios, estableciendo una cierta pro-porcin entre ellos. De aqu que el poltico posea necesariamente ciertas cua-lidades imprescindibles, por ejemplo, la oportunidad, el conocimiento' de la.naturaleza humana, la prudencia, la previsin, la sensibilidad y la visin

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    tica de las cosas, pues, efectivamente, un hombre de Estado, sin olvidarnunca los principios verdaderos debe guiarse por las circunstancias. Por eso,de conformidad con la ideologa de Hermann Finer, las instituciones de go-bierno son creadas y corregidas por hombres, capacitndoles para mejor al'canzar aquello que consideran su felicidad y realizar lo que creen que es sudeber. Esta idea, efectivamente, tiene lejansimos precedentes en Platn, cuyoideal de que cada ciudadano no debe entregarse ms que a una funcin enel Estado, a aqulla para la que ha nacido, inspira claramente el sentir poli'tico de Hermann Finer que, en efecto, considera que el gobierno* es una cargamuy pesada, ya que los hombres tienen que llevarla sin descanso- si noquieren caer en el tentador abandono1 moral y, prcticamente, en la barbarie.

    La funcin autntica, casi diramos nica, del Gobierno, consiste en pro'curar que la mayor parte de los deseos del hombre puedan transformarse enrealidades, es decir, en desos o libertades cuyo ejercicio' quede completamenteautorizado y, por tanto, sean lcitos, normales y naturales. Slo esto nos darla imagen perfecta de lo que es el Gobierno, a saber t una aspiracin a lograrla universalizacin del sentir del hombre, esto' es, a normalizar todos aque--lios deseos que son propios de la naturaleza del hombre. El gobierno, pues,no es slo una frmula de carcter ms o menos administrativo, todo- lo con-trario, es la sntesis de la naturaleza propia del hombre, por tanto, no esun error el afirmar que, en cierto modo, (da naturaleza no conoce la razn;existe fuera de ella. Lo natural aparece no como lo que descubre la razn,sino come el resultado de un largo1 desarrollo histrico, de un largo- hbito;dicho de otra manera, naturaleza es igual a Historia, a experiencia histrica,a hbito creado- por la Historia, y, por supuesto, lo poltico, segn el profe.-sor Xifra Heras, no puede chocar con la naturaleza, es decir, con la Historia.Para operar sobre la misma ha de obedecerla. Puede, en cambio, chocar conla razn. Toda esta serie de cosas, nos indica, acertadamente, Hermann Funer, hacen que el estudio1 del Gobierno sea un deber y una fascinacin, pues,claro est, el Gobierno es el instrumento ms potente y efectivo que han cons'trudo los hombres para engrandecer su poder y conseguir cuanto desean,cosa que, por otro lado, constituye la 3ibertad Conviene, desde luego, decirque la misin del Gobierno no es, como a primera vista pudiera creerse, lade formular principios abstractos o universales, es decir, la de establecer laestructura dentro de la cual se tratar de construir una comunidad, esto' es,una sociedad, Todo lo contrario-, la ciencia de construir una comunidad, re-novarla o reformarla no es susceptible, como no1 lo- es ninguna otra cienciaexperimental, de un tratamiento a prioti* Una corta experiencia no- es bas--tante para instruirse en esa ciencia prctica, porque los verdaderos efectos decausas espirituales nc son siempre inmediatos. Frecuentemente sucede que lo

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    que en principio es daoso, produzca, a la larga, excelentes resultados, y tam-bin puede darse el caso de que la excelencia se deba a malos efectos anterior'mene producidos. Lo contrario tambin se produce; sucede con frecuenciaque sistemas muy plausibles, que haban empezado por obrar de un modosatisfactorio, tengan a menudo lamentables y vergonzosos finales. Hay confrecuencia, en los Estados, oscuras y latentes causas, causas que, a primeravista, parecen de poca monta y de las que depende, de modo muy 'especial,una gran parte de la prosperidad o de las desgracias pblicas (i). Cosa biendisfina es el aprovechamiento de la experiencia que, efectivamente, es elprincipio bsico que informa la poltica, pues, en ella se descubre la pre-misa bsica de toda investigacin relativa a las tareas de gobierno. Tanto laNaturaleza como la Humanidad obedecen a normas superiores a las que p-u--diera descubrir la razn y que slo la Historia puede descubrir. El poltico,con su doble misin de curar las enfermedades -del Estado y de regenerarlas constituciones, debe dar pruebas desusadas de sabidura, y si no quiereestructurar ningn "gobierno' de papel", ha de apelar necesariamente a laexperiencia (2). Claro est que, en ocasiones, la Historia, como' apuntabaBurfte, est compuesta, en su mayor parte, del relata' de las desgracias atra-das sobre el mundo por el orgullo, la ambicin, la avaricia, la venganza, laspasiones, las sediciones, la hipocresa, el celo- desordenado- y el conjunto deapetitos desatados que sacuden a la sociedad con las mismas furiosas tempes-tades que .agitan la vida privada y hacen amarga la existencia. Estos viciosson las causas de tales tempestades. La religin, la moral, las leyes, las prerro-gativas, los privilegios, las libertades del hombre slo1 son los pretextos {3).

    De conformidad con Ortega y Gasset, creemos que el pensamiento pol-tico es slo una dimerisin de la poltica. La otra es la actuacin. As, pues,toda forma ele gobierno ha de presentarnos dos posiciones claramente dife-renciadas : la terica y la prctica, o lo que es lo- mismo, segn HermannFiner: el proceso poltico y el proceso administrativo. El primero- compren-de el origen, desarrollo y madurez de la voluntad social, para que las lealta-des populares se orienten de modo que establezcan una ley o convencinsocialmente aceptada o simplemente consentida. Esto lleva consigo, simultnea-mente, una o-rganzacin social para hacer sacrificios directos e indirectos detiempo, dinero y gastos, y establecer las recompensas y las limitaciones per-

    (1) JORGE XIFRA MERAS: El tradicionalismo de Burke. Revista del Instituto deCiencias Sociales, ndm. 7, 1966, pg. 229.

    (2) JORGE XlFRA H E R A S : El tradicionalismo de Burke. Revista del Instituto deCiencias Sociales, nm. 7, 1966, pg, 231.

    (3) JORGE XIFRA HERAS : El tradicionalismo de Burke. Revista del Instituto deCiencias Sociales, nm. 7, 1966, pg. 232.

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    sonales necesarias para ayudar y alimentar la voluntad ms general. El resul'tado es un reservara de voluntad social y poder. La administracin es elempleo de ese reservorio de voluntad social y poder mediante personal apro-piado, medios mecnicos, espacio territorial y mtodos relativos al procedi-miento de prestar servicios especficamente gubernamentales a aquellos a quie-nes corresponda y obligar a que se cumpla con el deber donde falta la voluii'tad o la capacidad. En cuanto a la relativa importancia de ambas, la polticay la administracin, respecto del bienestar pblico y del Estado, la primeratiene, con mucho-, preferencia. La maquinaria de la administracin quedasubordinada a la fase poltica del Gobierno', y as debe ser. La poltica deter-mina la voluntad y la funcin, y esto es ms importante que la mquinaadministrativa y !o relativo al procedimiento. Primero est la voluntad, des-pus la funcin, y despus, y a gran distancia, la administracin. La admi-nistracin es la aplicacin de la discrecionalidad; la discrecionalidad es la acti-vidad casi libre en su carcter y voluntad; pero la administracin no es msque el reflejo de las reglas polticas; es un recipiente con escaso contenidodiscrecional que depende de la responsabilidad de los dirigentes polticos.Si la administracin ha destruido como mil, el proceso poltico ha destruidodiez veces ms. El administrador puede mejorar el trabajo1 del poltico, perono puede destruirlo1. El poltico puede minimizar, sin embargo-, la administra-cin y trabajar incluso' para que sta no llegue ni a existir. Una equivocacinen la administracin no puede beneficiar ni perjudicar tanto como puede ha-cerlo un acto*, una omisin o un error de juicio en una decisin poltica (4).

    Finalmente, ante la idea de gobierno' el hombre adopta posturas dispares,pues, efectivamente, en el sentido puramente orteguiano, hay quien se ocupay quien se preocupa de la poltica. Quiz esta ocupacin o preocupacin pro1-venga de que, sin duda, las interrogantes: por qu el pueblo- obedece alGobierno?, por qu le ofrece valores? o por qu se asusta ante su coaccin?,suscitan mltiples sugerencias que, admirablemente, sintetiza el profesor Her-mann Finer al afirmar que los valores no' son slo' valores materiales, servi-cios concretos, sino satisfacciones espirituales. Hay rebeldes que rechazan unalto nivel de vida porque lo tienen que pagar con una prdida de libertadespiritual o con !a crueldad para ciertas minoras. Sabemos, por las encues-tas sobre la opinin pblica, que hay personas que actan simplemente porhbitos y que responden a las preguntas que se les hacen sobre cuestionespblicas con un "No s". La apata y el inters por otros aspectos de la vidalos hacen subditos por naturaleza, casi esclavos. Otros sucumben ante el fo4>

    (4) HERMANN FINER t Teora y prctica del Gobierno Moderno. Editorial Tecnos.Madrid, 1964, pg. 23.

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    xnidable desafo de la alternativa nica: establecer un Estado diferente:"No hay remedio..." Todos nosotros, sin embargo, por actos del Gobierno yen su momento determinado, obedecemos porque tememos que la fuerza quetiene el Gobierno a su disposicin, manipulada por la administracin, se em-plee en contra nuestra. Porque aunque exista un sistema de gobierno bienconstruido y con el que se est de acuerdo, no todo el mundo lo consideraras siempre, por causa de las leyes y de su administracin. Quiz haya gran-des minoras contrarias al Gobierno. Debe el Estado desintegrarse y el valordel orden arruinarse en tal ocasin, por obra de cada uno- de los disidentes?Tenemos la respuesta consciente y razonada en Scrates, cuando la prdidasignificaba para l nada menos que la vida: Siempre mantuvo, la idea de laley y ahora iba, por desobediencia, a negar la validez de su propia doctrinadel valor de la idea para el futuro? El Estado es un orden en un determinadotiempo: su duracin es, naturalmente, otra cosa. Lograr los valores del orden,Ja tranquilidad, el proceso regular y suave, la persuasin, el razonamiento, eldebate y el clculo sobre el futuro puede parecer trivial comparado1 con laintensidad del resentimiento hacia el objeto respecto' del cual se pide coaccin.Este es un riesgo propio- del Gobierno; el descontento- siempre lucha contra1 encubierto (5).

    En definitiva, sea cual fuere' la posicin que ante la idea de gobierno seadopte, parece oportuno recordar que una nacin no es slo una idea deextensin local y de agrupacin momentnea de individuo, sino' una idea decontinuidad que se extiende tanto en el tiempo- como en los nmeros y elespacio. Y esto no es la eleccin de un da ni de un grupo: de -gentes, ni unadecisin tumultuaria y precipitada: es una eleccin deliberada de las pocasy las generaciones; es una constitucin hecha por I01 que es mil veces mejorque una eleccin por las peculiares circunstancias, ocasiones, temperamentos,disposiciones y hbitos morales, civiles y sociales del pueblo, que slo- sedespliegan en un largo- espacio de tiempo... El individuo- es estpido-, la mul-titud es, por el momento, estpida, cuando- acta sin deliberacin; pero laespecie es prudente y, si se le da tiempo, en cuanto especie, obra siemprebien (6). De aqu que encontremos brillante, luminosa y certera la interro-gante que en su tratado- Teora y prctica del Gobierno moderno HermannFiner nos hace, pues, en efecto, puede una sociedad existir sin la inmanen-cia de a coaccin? Si nos retraemos al estado de naturaleza, explica el autor,

    {5) HERMANN FlNER: Teora y prctica del Gobierno Moderno, Editorial Tecnos.Madrid, 1964, pg. 27.

    {6} JORGE XlFRA HERAS: El tradicionalismo de Burke. Revista del Instituto deCiencias Sociales, nm. 7, 1966, pg. 245.

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    a la Edad de Oro, las oscuras o luminosas pginas de Platn, Hobbes, Locke.Rousseau y Hume, no nos situarn en la poca actual ni nos darn una. res-puesta acertada para nuestros problemas. Segn la antropologa va retroce'diendo a travs de los siglos y tejiendo su camino hasta perderse en la oscu-ridad de los tiempos y vamos conociendo los resultados del estudio de lassociedades primitivas contemporneas hallamos que siempre ha habido, y hayuna cierta coaccin que acta en la vida social. Sus formas son varias, comotambin lo son las ocasiones y los medios para su uso. La coaccin es innataa la constitucin del hombre, a su naturaleza y a sus valores. Se preocupafundamentalmente de aquello que necesita para satisfacer su naturaleza ani'mal y sus aspiraciones se centran en torno a los valores de la vida (la natu*raleza de Dios, el significado de la inmortalidad y la necesidad de sentir elderecho) y est dispuesto a obligar a los dems a que acepten las estructurassociales para satisfacer sus necesidades {7).

    Finalmente digamos que Hermann Finer es, hoy por hoy, uno de losms importantes pensadores polticos. La agudeza de su pensamiento, la pre-cisin de sus ideas y, naturalmente, su mirada honda en torno a la sociedady a la poltica de nuestro tiempo nos hacen recordar una vez ms la frasede Ortega de que, en efecto, mueren, pues, las cosas como realidades, pararenacer slo como cogitationes.

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    (7) HERMANN FINER Teora y prctica del Gobierno Moderno. Editorial Teosos..Madrid) 1964, pg. 27.

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