12
EL EMPLEO DE GN 2,7 EN LAS ENSEÑANZAS DE SAN JUAN PABLO II Eduardo Ares Mateos. 27-11-2014 wyP' Þ a; B. xPYI w: hm' êd" a] h' ä -!mi ‘rp' [' ~d" ªa' h' ( -ta, ~yhi øl{ a/ hw" “hy> •rc, yYI w: `hY" ) x; vp, n< ï l. ~d" Þ a' h' ( yhi îy> w: ) ~yYI + x; tm; ä v.nI “Entonces, el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, insufló en sus narices aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo”. (Gn 2,7) En el presente trabajo nos proponemos analizar el empleo que hace san Juan Pablo II de Gn 2,7 en sus enseñanzas. Para ello, primero hemos buscado los textos de su pontificado (1978-2005) en los que dicho versículo aparece citado directa o indirectamente y después hemos estudiado las enseñanzas que el papa extrae de dicho versículo, poniéndolas también en relación con la comprensión del texto para los primeros receptores. Textos de Juan Pablo II como papa en los que aparece citado Gn 2,7 1 : Encíclicas: Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987, n. 29. Carta Encíclica Evangelium Vitae, 25 de marzo de 1995, nn. 7, 34, 35. Catequesis sobre el Credo “Alma, cuerpo y evolucionismo”, 16 de abril de 1986, n. 2. “La Iglesia de Cristo y el Espíritu Santo”, 30 de agosto de 1989, n. 5. “La acción creadora del Espíritu de Dios”, 10 de enero de 1990, n. 3 y n. 6. “El Espíritu Santo conduce y penetra la historia de Israel”, 17 de enero de 1990, n. 5. “El Espíritu Santo en la resurrección de Cristo”, 8 de agosto de 1990, n. 2 y n. 3. “El Espíritu santo, alma de la Iglesia”, 28 de noviembre de 1990, n. 4. Otras catequesis: “La gloria de la Trinidad en la creación”, 26 de enero de 2000, n. 4 y n. 5. “La gloria de la Trinidad en Pentecostés”, 31 de mayo de 2000, n. 3. “El valor del compromiso en las realidades temporales”, 13 de diciembre de 2000, n. 1. “¡Misericordia, Dios mío! (Salmo 50, 12-16)”, 4 de diciembre de 2002, n. 3. “Dios renovará a su pueblo”, 10 de septiembre de 2003, n. 3. 1 Para facilitar su consulta, al final del trabajo incluimos un Anexo con los textos a los que hacemos referencia, aunque por razones de brevedad, hemos incluido solo los párrafos concretos, con el peligro de que los textos queden en ocasiones un tanto descontextualizados. 1

El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Análisis del empleo que hace san Juan Pablo II en su enseñanza del pasaje de Gn 2,7: "Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.

Citation preview

Page 1: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

EL EMPLEO DE GN 2,7 EN LAS ENSEÑANZAS DE SAN JUAN PABLO II Eduardo Ares Mateos. 27-11-2014

wyP'Þa;B. xP;îYIw: hm'êd"a]h'ä-!mi ‘rp'[' ~d"ªa'h'(-ta, ~yhiøl{a/ hw"“hy> •rc,yYIw:

`hY")x; vp,n<ïl. ~d"Þa'h'( yhiîy>w:) ~yYI+x; tm;äv.nI “Entonces, el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, insufló en sus

narices aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo”. (Gn 2,7)

En el presente trabajo nos proponemos analizar el empleo que hace san Juan Pablo II de Gn 2,7 en sus enseñanzas. Para ello, primero hemos buscado los textos de su pontificado (1978-2005) en los que dicho versículo aparece citado directa o indirectamente y después hemos estudiado las enseñanzas que el papa extrae de dicho versículo, poniéndolas también en relación con la comprensión del texto para los primeros receptores.

Textos de Juan Pablo II como papa en los que aparece citado Gn 2,71:

Encíclicas:

• Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987, n. 29.

• Carta Encíclica Evangelium Vitae, 25 de marzo de 1995, nn. 7, 34, 35. Catequesis sobre el Credo

• “Alma, cuerpo y evolucionismo”, 16 de abril de 1986, n. 2.

• “La Iglesia de Cristo y el Espíritu Santo”, 30 de agosto de 1989, n. 5.

• “La acción creadora del Espíritu de Dios”, 10 de enero de 1990, n. 3 y n. 6.

• “El Espíritu Santo conduce y penetra la historia de Israel”, 17 de enero de 1990, n. 5.

• “El Espíritu Santo en la resurrección de Cristo”, 8 de agosto de 1990, n. 2 y n. 3.

• “El Espíritu santo, alma de la Iglesia”, 28 de noviembre de 1990, n. 4. Otras catequesis:

• “La gloria de la Trinidad en la creación”, 26 de enero de 2000, n. 4 y n. 5.

• “La gloria de la Trinidad en Pentecostés”, 31 de mayo de 2000, n. 3.

• “El valor del compromiso en las realidades temporales”, 13 de diciembre de 2000, n. 1.

• “¡Misericordia, Dios mío! (Salmo 50, 12-16)”, 4 de diciembre de 2002, n. 3.

• “Dios renovará a su pueblo”, 10 de septiembre de 2003, n. 3.

1 Para facilitar su consulta, al final del trabajo incluimos un Anexo con los textos a los que hacemos referencia, aunque por razones de brevedad, hemos incluido solo los párrafos concretos, con el peligro de que los textos queden en ocasiones un tanto descontextualizados.

1

Page 2: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

Antes de analizar el empleo que hace san Juan Pablo II de Gn 2,7, es fundamental detenerse un momento en tratar de comprender cómo entendieron ese texto los primeros receptores a quienes iba dirigido.

El versículo estudiado se inserta en el capítulo 2 del Génesis en el que se vuelve a narrar la historia de la creación del hombre y del mundo y que, según es probablemente un relato anterior al de Génesis 1, con el que tiene una relación más de complementariedad que de contraposición, en especial en lo que se refiere al ser humano.

El término para designar al hombre, ~d"ªa', tiene las mismas consonantes que el término para referirse al suelo como tierra cultivable, hm'd'a, con lo que se establece una clara relación entre el hombre y la tierra de la que ha salido. Por otra parte, para la creación del ser humano se utiliza el mismo verbo que para designar la labor del alfarero: rc;y. Después se indica que Dios insufló en las narices del hombre un soplo de vida que lo convirtió en ser vivo, vp,n<, que es también el término empleado en el primer capítulo para referirse a los animales. La idea de que Dios modela al ser humano con barro tiene resonancias de la mitología asiria, en la que los dioses matan a otros dioses menores y después de fabricar unos moldes de ladrillo los rocían con sangre2. En el texto hebreo, sin embargo, desaparece el politeísmo y además se hace referencia a que el soplo de Dios es el que insufla la vida. En el fondo, este versículo encierra la misma idea que el versículo 26 de Gn 1, “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”: el ser humano tiene algo de divino a la vez que de terreno.

Por su parte, san Juan Pablo II está convencido de que los primeros capítulos del Génesis contienen grandes verdades sobre el ser humano y su relación con Dios. Además, al leer esos capítulos a la luz de la revelación posterior expresada en el NT y en la Tradición de la Iglesia, descubre nuevos sentidos profundos en los textos, inalcanzables para los destinatarios primeros del Génesis.

A continuación exponemos un breve análisis del uso que hace san Juan Pablo II de Gn 2,7 en los distintos documentos.

Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis En esta encíclica, al hablar de los innegables avances científicos y del progreso

humano y de la necesidad del empleo de medios materiales y recursos de la naturaleza, el papa recuerda que el hombre debe ver en esos bienes y recursos un don de Dios, pero sin perder de vista la naturaleza específica del hombre: “naturaleza corporal y espiritual, simbolizada en el segundo relato de la creación por dos elementos: la tierra, con la que Dios modela al hombre, y el hálito de vida infundido en su rostro (cf. Gn 2,7)”3. También recuerda la afinidad del hombre con las demás criaturas, lo que se puede relacionar con el empleo de un mismo término en Génesis, vp,n<, para referirse tanto al hombre como a los demás vivientes.4

2 Cfr. Enûma Elish, tablilla VI. 3 Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, n. 29. 4 El CEC, en el punto 362, destaca también la idea de que Gn 2,7 es una forma de expresar

simbólicamente la naturaleza a la vez espiritual y corporal del hombre: “La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que ‘Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente’ (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios”.

2

Page 3: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

Carta Encíclica Evangelium Vitae En los primeros puntos de la encíclica, el papa alude de forma indirecta a Gn 2,7 para

destacar una vez más que el hombre ha sido creado “a imagen de Dios para un destino de vida plena y perfecta (cf. Gn 2,7; Sb 9,2-3)”5. Más adelante, hay otra alusión indirecta para recordar que “la vida que Dios da al hombre es original y diversa de la de las demás criaturas vivientes, ya que el hombre, aunque proveniente del polvo de la tierra (cf. Gn 2,7; 3,19; Jb 34,15; Sal 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria (cf.Gn 1,26-27; Sal 8,6)”6.

En el punto 35 de esa misma encíclica, san Juan Pablo II utiliza de forma expresa Gn 2,7 para resaltar que el hombre tiene una dignidad y un vínculo especiales con el Creador, pues en él se refleja la realidad misma de Dios: “El relato yahvista7 de la creación expresa también la misma convicción. En efecto, esta antigua narración habla de un soplo divino que es infundido en el hombre para que tenga vida: "El Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo, sopló en sus narices un aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7)”.8 Precisamente, el origen divino de su espíritu explicaría la continua insatisfacción que experimenta el hombre en su caminar terreno y su anhelo de Dios.

Catequesis sobre el Credo Es en esta catequesis en la que san Juan Pablo II empleará con más frecuencia el

versículo que estamos estudiando, casi siempre puesto en relación con el Espíritu Santo al que se analoga con el “aliento de vida” que sopla Dios en las narices del hombre para vivificarlo.

En la catequesis “Alma, Cuerpo y Evolucionismo”, el papa hace notar que la idea de que el hombre es un espíritu encarnado “se deduce ya, de algún modo, de la descripción de la creación contenida en el libro del Génesis y en particular de la narración ‘yahvista’, que emplea, por así decir, una ‘escenografía’ e imágenes antropomórficas. Leemos que ‘modeló Yahvéh Dios al hombre de la arcilla y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado’ (Gn 2,7)”9. Esa creación particular y específica del hombre le distingue del resto de la creación y gracias a ese “aliento de vida” el hombre es capaz de conocer a los otros seres, imponerles nombre y reconocerse distinto de ellos (Cfr. Gn 2,18-20). Por otra parte, el papa destaca que, aunque el texto no habla propiamente de “alma”, se puede deducir de esa narración que la vida dada al hombre transciende la simple dimensión corporal propia de los animales.

En las demás catequesis sobre el Credo en las que se emplea Gn 2,7, san Juan Pablo II llevará a cabo la mencionada analogía entre el Espíritu Santo y el “aliento de vida”. Así, en la catequesis “La Iglesia de Cristo y el Espíritu Santo”, se ve el nacimiento de la Iglesia como una nueva creación: igual que “el aliento de vida” da al hombre el “espíritu” que lo convierte en hombre-persona, Cristo da vida a la Iglesia cuando se

5 Carta Encíclica Evangelium Vitae, n. 7. 6 Ibíd., n. 34. 7 Aprovechamos para mencionar, aunque sea de pasada, que san Juan Pablo II se refiere con

frecuencia al autor de Génesis 2 como el yahvista, asumiendo la teoría documentaria de Wellhausen vigente entonces, pero ya superada hoy día (Cfr. F. García López, La Torá. Escritos sobre el Pentateuco, Estella: Verbo Divino, 2012, 23ss.).

8 Carta Encíclica Evangelium Vitae, n. 35. 9 San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo “Alma, Cuerpo y Evolucionismo”, 16 de abril de 1986,

n. 2.

3

Page 4: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

aparece a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo después de la resurrección: “Sopló sobre ellos y les dijo: "recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"” (Jn 20, 22-23).10 De hecho, aunque es un detalle que no comenta el papa, el evangelista emplea para la acción de soplar de Jesús el término griego evnefu,shsen, el mismo verbo y la misma forma con la que la traducción de los LXX traduce el hebreo xP;îYI, “insufló”, de Gn 2,7.

En la catequesis “La acción creadora del Espíritu de Dios”, san Juan Pablo II considera que la palabra “aliento”, hm'v'n>, es un sinónimo de “soplo” o “espíritu” x;Wr de Gn 1,2, para lo que parte de la relación con otros textos como Gn 6,1711. De esta forma destaca el papel del Espíritu como creador de vida: “Dios ha intervenido por medio de su soplo o espíritu para hacer del hombre un ser animado. En el hombre hay un "aliento de vida", que procede del "soplar" de Dios mismo. En el hombre hay un soplo o espíritu que se asemeja al soplo o espíritu de Dios”12. El resto de la creación no mantiene esta relación tan estrecha con el Creador, aunque el hombre es también solidario con todos los seres vivientes.

Más adelante, en esa misma catequesis, sigue san Juan Pablo II el paralelismo y la antítesis que establece Pablo entre Adán y Cristo para destacar con el apóstol que si Adán fue hecho un alma viviente, Cristo es espíritu que da vida. Es decir, Cristo está tan penetrado en su humanidad por el Espíritu Santo que posee la capacidad de comunicar la vida del Espíritu a todos los hombres13. Esta misma idea la retoma el papa en la catequesis “El Espíritu Santo en la resurrección de Cristo”: Cristo puede dar la vida (divina) a los Apóstoles, a la Iglesia y a la humanidad, porque posee como hombre la plenitud del Espíritu14. En el fondo, sigue presente la convicción de que el “espíritu” o “aliento” de Dios es el que produce la vida, tanto la humana como la espiritual.

Por su parte, en la catequesis “El Espíritu Santo conduce y penetra la historia de Israel”, se hace un recorrido por distintos textos de la Escritura que hablan del espíritu de Dios en sus distintas manifestaciones para poner de manifiesto que la plenitud de ese espíritu se dará en plenitud al Mesías15. Como se evidencia en el título de la catequesis, san Juan Pablo II sigue la tradición hermenéutica de la Iglesia de descubrir al Espíritu Santo en el AT a través de las distintas alusiones al espíritu de Dios. En definitiva, como se recoge en la catequesis “El Espíritu Santo alma de la Iglesia”, se considera que, de modo análogo a como el “aliento de vida” de Gn 2,7 convierte al hombre en ser viviente, “se puede considerar al Espíritu Santo como soplo vital de la ‘nueva creación’, que se hace concreta en la Iglesia”.16

10 Cfr. San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo “La Iglesia de Cristo y el Espíritu Santo”, 30 de agosto de 1989, n. 5.

11 Tal vez se podría pensar también que la aparición de estos dos sinónimos sean una manifestación más de las distintas manos redaccionales de los capítulos 1 y 2 del Génesis.

12 San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo “La acción creadora del Espíritu de Dios”, 10 de enero de 1990, n. 3.

13 Cfr. Ibíd. n. 6. 14 Cfr. San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo “El Espíritu Santo en la resurrección de Cristo”, 8

de agosto de 1990, n.2. 15 Cfr. San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo “El Espíritu Santo conduce y penetra la historia de

Israel”, 17 de enero de 1990, n. 5. 16 San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo “El Espíritu Santo alma de la Iglesia”, 28 de noviembre

de 1990, n. 4.

4

Page 5: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

Otras catequesis San Juan Pablo II vuelve sobre Gn 2,7 en otras catequesis, como las dedicadas a “La

gloria de la Trinidad en la creación”, “La gloria de la Trinidad en Pentecostés”, “El valor del compromiso en las realidades temporales”, “¡Misericordia, Dios mío! (Salmo 50, 12-16)” y “Dios renovará a su pueblo”. En ellas aparecen ideas que ya hemos visto a lo largo del trabajo y un rápido recorrido por estas catequesis nos puede servir de resumen de las enseñanzas que san Juan Pablo II extrae de Gn 2,7:

a) La identificación del Espíritu Santo con “el soplo de la boca de Dios, que da vida y conciencia al hombre”.17

b) La necesidad de “redescubrir nuestra fraternidad con la tierra, a la que estamos vinculados desde nuestra misma creación”.18

c) El paralelismo entre la creación del hombre y la nueva creación de la Iglesia mediante el soplo de Cristo.19

d) La doble vinculación del hombre, con la tierra y con Dios, que le lleva a procurar alcanzar su meta trascendente a través de un itinerario que se desarrolla en la tierra y en la historia.20

e) La nueva creación de carácter espiritual, ya sea de la persona individual porque “el mismo Espíritu divino crea de nuevo (cf. Sal 50, 12), renueva, transfigura y transforma al pecador arrepentido, lo vuelve a abrazar (cf. v. 13) y lo hace partícipe de la alegría de la salvación (cf. v. 14)”21; ya sea de la humanidad en su conjunto que está destinada a nacer a una nueva existencia: “En la nueva economía de gracia, en vez del espíritu vital, que en la creación nos había convertido en criaturas vivas (cf. Gn 2,7), se nos infundirá el Espíritu Santo, que nos sostiene, nos mueve y nos guía hacia la luz de la verdad y hacia "el amor de Dios en nuestros corazones" (Rm 5, 5)”.22

En definitiva, san Juan Pablo II muestra ser un gran conocedor de los textos bíblicos y, convencido de que encierran profundas verdades sobre el ser humano, sabe extraer de ellos distintas enseñanzas teológicas, partiendo siempre del sentido primero que tuvieron esos textos para sus receptores iniciales, pero viéndolos a la vez a la luz de la revelación completa que nos llega con Jesucristo.

17 San Juan Pablo II, Catequesis “La Gloria de la Trinidad en la creación”, 26 de enero de 2000, n. 4. 18 Ibíd., n. 5. 19 Cfr. Catequesis “La Gloria de la Trinidad en Pentecostés”, 31 de mayo de 2000, n. 3. 20 Cfr. Catequesis “El valor del compromiso en las realidades temporales”, 13 de diciembre de 2002,

n. 1. 21 Catequesis “¡Misericordia, Dios mío! (Salmo 50, 12-16)”, 4 de diciembre de 2002, n. 3. 22 Catequesis “Dios renovará a su pueblo”, 10 de septiembre de 2003, n. 3.

5

Page 6: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

ANEXO TEXTOS DE SAN JUAN PABLO II CITADOS EN EL TRABAJO

Los textos están extraídos de la página oficial del Vaticano: www.vatican.va.

Encíclicas:

• Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987, n. 29. Mas para alcanzar el verdadero desarrollo es necesario no perder de vista dicho parámetro, que está en la naturaleza específica del hombre, creado por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26). Naturaleza corporal y espiritual, simbolizada en el segundo relato de la creación por dos elementos: la tierra, con la que Dios modela al hombre, y el hálito de vida infundido en su rostro (cf. Gn 2,7).

• Carta Encíclica Evangelium Vitae, 25 de marzo de 1995, nn. 7, 34, 35. 7. [...] El Evangelio de la vida, proclamado al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida plena y perfecta (cf. Gn 2,7; Sb 9,2-3), está como en contradicción con la experiencia lacerante de la muerte que entra en el mundo y oscurece el sentido de toda la existencia humana. La muerte entra por la envidia del diablo (cf. Gn 3,1.4-5) y por el pecado de los primeros padres (cf. Gn 2,17; 3,17-19). Y entra de un modo violento, a través de la muerte de Abel causada por su hermano Caín: "Cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató" (Gn 4,8).

34. La vida es siempre un bien. Esta es una intuición o, más bien, un dato de experiencia, cuya razón profunda el hombre está llamado a comprender.

¿Por qué la vida es un bien? La pregunta recorre toda la Biblia, y ya desde sus primeras páginas encuentra una respuesta eficaz y admirable. La vida que Dios da al hombre es original y diversa de la de las demás criaturas vivientes, ya que el hombre, aunque proveniente del polvo de la tierra (cf. Gn 2,7; 3,19; Jb 34,15; Sal 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria (cf.Gn 1,26-27; Sal 8,6). Es lo que quiso acentuar también san Ireneo de Lyon con su célebre definición: "el hombre que vive es la gloria de Dios". Al hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une a su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.

35. El relato yahvista de la creación expresa también la misma convicción. En efecto, esta antigua narración habla de un soplo divino que es infundido en el hombre para que tenga vida: "El Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo, sopló en sus narices un aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7).

El origen divino de este espíritu de vida explica la perenne insatisfacción que acompaña al hombre durante su existencia. Creado por Dios, llevando en sí mismo una huella indeleble de Dios, el hombre tiende naturalmente a Él. Al experimentar la aspiración profunda de su corazón, todo hombre hace suya la verdad expresada por san Agustín: "Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".

6

Page 7: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

Catequesis sobre el Credo

• “Alma, cuerpo y evolucionismo”, 16 de abril de 1986, n. 2. Que el hombre sea espíritu encarnado, si se quiere, cuerpo informado por un espíritu inmortal, se deduce ya, de algún modo, de la descripción de la creación contenida en el libro del Génesis y en particular de la narración "yahvista", que emplea, por así decir, una "escenografía" e imágenes antropomórficas. Leemos que "modeló Yahvéh Dios al hombre de la arcilla y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado" (Gn 2,7). La continuación del texto bíblico nos permite comprender claramente que el hombre, creado de esta forma, se distingue de todo el mundo visible, y en particular del mundo de los animales. El "aliento de vida" hizo al hombre capaz de conocer estos seres, imponerles el nombre y reconocerse distinto de ellos (Cfr. 18-20). Si bien en la descripción "yahvista" no se habla del "alma", sin embargo es fácil deducir de allí que la vida dada al hombre en el momento de la creación es de tal naturaleza que transciende la simple dimensión corporal (la propia de los animales). Ella toca, más allá de la materialidad, la dimensión del espíritu, en la cual está el fundamento esencial de esa "imagen de Dios", que Gn 1,27, ve en el hombre.

• “La Iglesia de Cristo y el Espíritu Santo”, 30 de agosto de 1989, n. 5. El nacimiento de la Iglesia es como una "nueva creación" (Ef 2,15). Se puede establecer una analogía con la primera creación, cuando "Yahvéh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida" (Gn 2,7). A este "aliento de vida"el hombre debe el "espíritu", que en el compuesto humano hace que sea hombre-persona. A este "aliento" creativo hay que referirse cuando se lee que Cristo resucitado, apareciéndose a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo "sopló sobre ellos y les dijo: "recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,22-23). Este acontecimiento, que tuvo lugar la tarde misma de Pascua, puede considerarse un Pentecostés anticipado, aún no hecho público. Siguió luego el día de Pentecostés, cuando Jesucristo, "exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís" (Hch 2,33). Entonces por obra del Espíritu Santo se realizó "la nueva creación" (cfr. Sal 104,30).

• “La acción creadora del Espíritu de Dios”, 10 de enero de 1990, n. 3 y n. 6. 3. En la narración de la creación, tras la mención inicial del espíritu o soplo de Dios que aleteaba sobre las aguas (Gn 1,2) no encontramos más la palabra ruah, nombre hebreo del espíritu. Sin embargo, el modo en que es descrita la creación del hombre sugiere una relación con el espíritu o soplo de Dios. En efecto, se lee que, después de haber formado al hombre con el polvo del suelo, el Señor Dios "insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). La palabra "aliento" (en hebreo neshama) es un sinónimo de "soplo" o "espíritu" (ruah), como se deduce del paralelismo con otros textos: en vez de "aliento de vida" leemos "soplo de vida" en Gn 6,17. Por otra parte, la acción de "insuflar", atribuida a Dios en la narración de la creación, es aplicada al Espíritu en la visión profética de la

7

Page 8: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

resurrección (Ez 37,9). Por tanto, la Sagrada Escritura nos quiere dar a entender que Dios ha intervenido por medio de su soplo o espíritu para hacer del hombre un ser animado. En el hombre hay un "aliento de vida", que procede del "soplar" de Dios mismo. En el hombre hay un soplo o espíritu que se asemeja al soplo o espíritu de Dios. Cuando el libro del Génesis, en el capitulo segundo, habla de la creación de los animales (Gn 2,19), no alude a una relación tan estrecha con el soplo de Dios. Desde el capítulo anterior sabemos que el hombre fue creado "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26-27).

6. Con razón, pues, San Pablo establece un paralelismo y una antítesis entre Adán y Cristo, entre la primera y la segunda creación, cuando escribe: "Pues si hay un cuerpo natural (en griego psychilkon, de psyché que significa alma), hay también un cuerpo espiritual (pneumatikon, es decir, completamente penetrado y transformado por el Espíritu de Dios). En efecto, si es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, un alma viviente (Gn 2,7); el último Adán, espíritu que da vida (1Co 15,45). Cristo resucitado, nuevo Adán, está tan penetrado, en su humanidad, por el Espíritu Santo, que puede llamarse él mismo "espíritu". En efecto, su humanidad no tiene sólo la plenitud del Espíritu Santo por sí misma, sino también la capacidad de comunicar la vida del Espíritu a todos los hombres. "Por tanto, el que está en Cristo escribe San Pablo es una nueva creación" (2Co 5,17). Se manifiesta así plenamente, en el misterio de Cristo muerto y resucitado, la acción creadora y renovadora del Espíritu de Dios, que la Iglesia invoca diciendo: "Veni, Creator Spiritus", "Ven Espíritu Creador".

• “El Espíritu Santo conduce y penetra la historia de Israel”, 17 de enero de 1990, n. 5. Con David, mucho más que con Saúl, toma consistencia el ideal del rey ungido por el Señor, figura del futuro Rey-Mesías, que será el verdadero liberador y salvador de su pueblo. Aunque los sucesores de David no alcanzarán su estatura en la realización de la realeza mesiánica, más aún, aunque no pocos prevaricarán contra la alianza de Yahvéh con Israel, el ideal del Rey Mesías no desaparecerá y se proyectará hacia el futuro cada vez más en términos de espera, caldeada por los anuncios proféticos. Especialmente Isaías pone de relieve la relación entre el espíritu de Dios y el Mesías: "Reposará sobre él el espíritu de Yahvéh" (Is 11,2). Será también espíritu de fortaleza; pero ante todo espíritu de sabiduría: "Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de ciencia y temor de Yahvéh", el que impulsará al Mesías a actuar con justicia en favor de los miserables, de los pobres y de los oprimidos (Is 11, 2-4). Por tanto, el santo espíritu del Señor (Is 42,1; cfr. Is 61,1 ss.; Is 63,10-13; Sal 51,13; Sb 1,5; Sb 9,17), su "soplo" (ruah), que recorre toda la historia bíblica, será dado en plenitud al Mesías. Ese mismo espíritu que alienta sobre el caos antes de la creación (cfr. Gn 1,2), que da la vida a todos los seres (cfr. Sal 104,29-30; 33,6; Gn 2,7; Gn 37,5-6. 9-10) que suscita a los Jueces (cfr. Jc 3,10; Jc 6,34; Jc 11,29) y los Reyes (cfr. 1S 11,6), que capacita a los artesanos para el trabajo del santuario (cfr. Ex 31,3; 35,31), que da la sabiduría a José (cfr. Gn 41,38), la inspiración a Moisés y a los profetas (cfr. Nm 11,17.25-26; Nm 24,2; 1S 10,6-10; Nm 19,20), como a David (cfr. 1S 16,13; 2S 23,2), descenderá sobre el Mesías con la abundancia de sus dones (cfr. Is 11,2) y lo hará capaz de realizar su misión de justicia y

8

Page 9: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

de paz. Aquel sobre quien Dios "haya puesto su espíritu" "dictará ley a las naciones" (Is 42,1); "no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho" (Is 42,4).

• “El Espíritu Santo en la resurrección de Cristo”, 8 de agosto de 1990, n. 2 y n. 3. A este respecto merece especial atención la primera carta de Pablo a los Corintios. Ya vimos a su tiempo, en las catequesis cristológicas, que en ella se encuentra la primera anotación histórica acerca de los testimonios sobre la resurrección de Cristo, que para el Apóstol pertenecen ya a la tradición de la Iglesia: "Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1Co 15,3-5). En este punto el Apóstol enumera diversas cristofanías que tuvieron lugar tras la resurrección recordando al final la que él mismo había experimentado (cfr. Is 41,1). Se trata de un texto muy importante que documenta no sólo la persuasión que tenían los primeros cristianos de la resurrección de Cristo, sino también la predicación de los Apóstoles, la tradición en formación, y el mismo contenido pneumatológico y escatológico de aquella fe de la Iglesia primitiva. En efecto, en su carta, relacionando la resurrección de Cristo con la fe en la universal "resurrección del cuerpo", el Apóstol establece la relación entre Cristo y Adán en estos términos: "Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente, el último Adán, espíritu que da vida" (15,45). Al afirmar que Adán fue hecho "alma viviente", Pablo cita el texto del Génesis según el cual Adán fue hecho "alma viviente" gracias al "aliento de vida" que Dios "insufló en sus narices" (Gn 2,7); después, Pablo sostiene que Jesucristo, como hombre resucitado, supera a Adán, pues posee la plenitud del Espíritu Santo, que debe dar vida al hombre de un modo nuevo para así convertirlo en un ser espíritual. El hecho de que el nuevo Adán haya llegado a ser "espíritu que da vida" no significa que se identifique como persona con el Espíritu Santo que "da la vida" (divina), sino que, al poseer como hombre la plenitud de este Espíritu, lo da a los Apóstoles, a la Iglesia y a la humanidad. Es "espíritu que da vida" por medio de su muerte y de su resurrección, es decir, por medio del sacrificio ofrecido en la cruz.

3. El texto del Apóstol forma parte de la instrucción de Pablo sobre el destino del cuerpo humano, del que es principio vital el alma (psyche en griego, refesh en hebreo: cfr. Gn 2,7). Es un principio natural; en el momento de la muerte el cuerpo aparece abandonado por él. Ante el hecho de la muerte se plantea, como problema de existencia antes que de reflexión filosófica, el interrogante sobre la inmortalidad. Según el Apóstol, la resurrección de Cristo responde a este interrogante con una certeza de fe. El cuerpo de Cristo, colmado de Espíritu Santo en la resurrección, es la fuente de la nueva vida de los cuerpos resucitados: "Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espíritual" (1Co 15,44). El cuerpo "natural" (es decir, animado por la psyche) está destinado a desaparecer para dejar lugar al cuerpo "espíritual", animado por el pneuma, el Espíritu, que es principio de vida nueva ya durante la actual vida mortal (cfr. Rm 1,9; Rm 5,5), pero alcanzará su plena eficacia después de la muerte. Entonces será autor de la resurrección del "cuerpo natural" en toda la realidad del "cuerpo pneumático" mediante la unión con Cristo

9

Page 10: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

resucitado (cfr. Rm 1,4; Rm 8,11), hombre celeste y "Espíritu que da vida" (1Co 15,45-49). La futura resurrección de los cuerpos está, por tanto, vinculada a su espíritualización a semejanza del cuerpo de Cristo, vivificado por el poder del Espíritu Santo. Esta es la respuesta del Apóstol al interrogante que él mismo se plantea: "¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida?" (1Co 15,35). "¡Necio!, exclama Pablo. Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra planta. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad... Así también en la resurrección de los muertos: ... se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espíritual" (1Co 15,36-44).

• “El Espíritu santo, alma de la Iglesia”, 28 de noviembre de 1990, n. 4. Es evidente que, como explican los teólogos, la expresión "el Espíritu Santo, alma de la Iglesia" se ha de entender de modo analógico, pues no es "forma sustancial" de la Iglesia como lo es el alma para el cuerpo, con el que constituye la única sustancia "hombre". Espíritu Santo es el principio vital de la Iglesia, intimo, pero transcendente. âl es el Dador de vida y de unidad de la Iglesia, en la linea de la causalidad eficiente, es decir, como autor y promotor de la vida divina del Corpus Christi. Lo hace notar el Concilio, según el cual Cristo, "para que nos renováramos incesantemente en él (cfr. Ef 4,23), nos concedió participar de su Espíritu, quien, siendo uno solo en la Cabeza y en los miembros, de tal modo vivifica todo el cuerpo, lo une y lo mueve, que su oficio pudo ser comparado por los Santos Padres con la función que ejerce el principio de vida o el alma que en el cuerpo humano" (Lumen gentium, 7). Siguiendo esta analogia, todo el proceso de la formación de la Iglesia, ya en el ámbito de la actividad mesiánica de Cristo en la tierra, se podría comparar con la creación del hombre según el libro del Génesis, y especialmente con la inspiración del "aliento de vida" por el que "resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). En el texto hebreo, el término usado es nefesh (es decir, ser animado por un soplo vital); pero, en otro pasaje del mismo libro del Génesis, el soplo vital de los seres vivientes es llamado ruah, o sea, "espíritu" (Gn 6,17). Según esta analogia, se puede considerar al Espíritu Santo como soplo vital de la "nueva creación", que se hace concreta en la Iglesia.

Otras catequesis:

• “La gloria de la Trinidad en la creación”, 26 de enero de 2000, n. 4 y n. 5. 4. Por último, otras veces, la Escritura subraya el papel del Espíritu de Dios en el acto creador: "Envías tu Espíritu y son creados, y renuevas la faz de la tierra" (Sal 104,30). El mismo Espíritu es representado simbólicamente por el soplo de la boca de Dios, que da vida y conciencia al hombre (cf. Gn 2,7) y le devuelve la vida en la resurrección, como anuncia el profeta Ezequiel en una página sugestiva, donde el Espíritu actúa para hacer revivir huesos ya secos (cf. Ez 37,1-14). Ese mismo soplo domina las aguas del mar en el éxodo de Israel de Egipto (cf. Ex 15,8. 10). También el Espíritu regenera a la criatura humana, como dirá Jesús en el diálogo nocturno con Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Jn 3,5-6).

10

Page 11: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

5. [...] Por consiguiente, la naturaleza se transforma en un evangelio que nos habla de Dios: "de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13,5). San Pablo nos enseña que "lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad" (Rm 1,20). Pero esta capacidad de contemplación y conocimiento, este descubrimiento de una presencia trascendente en lo creado, nos debe llevar también a redescubrir nuestra fraternidad con la tierra, a la que estamos vinculados desde nuestra misma creación (cf. Gn 2,7). Esta era precisamente la meta que el Antiguo Testamento recomendaba para el jubileo judío, cuando la tierra descansaba y el hombre cogía lo que de forma espontánea le ofrecía el campo (cf. Lv 25,11-12). Si la naturaleza no es violentada y humillada, vuelve a ser hermana del hombre.

• “La gloria de la Trinidad en Pentecostés”, 31 de mayo de 2000, n. 3. El acto simbólico de soplar quiere evocar el acto del Creador que, después de modelar el cuerpo del hombre con polvo del suelo, "insufló en sus narices un aliento de vida" (Gn 2,7). Cristo resucitado comunica otro soplo de vida, "el Espíritu Santo". La redención es una nueva creación, obra divina en la que la Iglesia está llamada a colaborar mediante el ministerio de la reconciliación.

• “El valor del compromiso en las realidades temporales”, 13 de diciembre de 2000, n. 1. El apóstol san Pablo afirma que "nuestra patria está en los cielos" (Flp 3,20), pero de ello no concluye que podemos esperar pasivamente el ingreso en la patria; al contrario, nos exhorta a comprometernos activamente. "No nos cansemos de obrar el bien -escribe-; pues, si no desfallecemos, a su tiempo nos vendrá la cosecha. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe" (Ga 6,9-10).

La revelación bíblica y la mejor sabiduría filosófica coinciden en subrayar que, por un lado, la humanidad tiende hacia lo infinito y la eternidad, y, por otro, está firmemente arraigada en la tierra, dentro de las coordenadas del tiempo y del espacio. Existe una meta trascendente por alcanzar, pero a través de un itinerario que se desarrolla en la tierra y en la historia. Las palabras del Génesis son iluminadoras: la criatura humana está vinculada al polvo de la tierra, pero al mismo tiempo tiene un "aliento" que la une directamente a Dios (cf. Gn 2,7).

• “¡Misericordia, Dios mío! (Salmo 50,12-16)”, 4 de diciembre de 2002, n. 3. Con esta triple mención del "espíritu", el salmo 50, después de describir en los versículos anteriores la prisión oscura de la culpa, se abre a la región luminosa de la gracia. Es un gran cambio, comparable a una nueva creación: del mismo modo que en los orígenes Dios insufló su espíritu en la materia y dio origen a la persona humana (cf. Gn 2,7), así ahora el mismo Espíritu divino crea de nuevo (cf. Sal 50,12), renueva, transfigura y transforma al pecador arrepentido, lo vuelve a abrazar (cf. v. 13) y lo hace partícipe de la alegría de la salvación (cf. v. 14). El hombre, animado por el Espíritu divino, se encamina ya por la senda de la justicia y del amor, como reza otro salmo:

11

Page 12: El Empleo de Gn 2,7 en Las Enseñanzas de San Juan Pablo II - Eduardo Ares

"Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana" (Sal 143,10).

• “Dios renovará a su pueblo”, 10 de septiembre de 2003, n. 3. Así pues, no sólo se anuncia una purificación, expresada mediante el signo del agua que lava las inmundicias de la conciencia. No sólo está el aspecto, aun necesario, de la liberación del mal y del pecado (cf. v. 25). El acento del mensaje de Ezequiel está puesto sobre todo en otro aspecto mucho más sorprendente. En efecto, la humanidad está destinada a nacer a una nueva existencia. El primer símbolo es el del "corazón" que, en el lenguaje bíblico, remite a la interioridad, a la conciencia personal. De nuestro pecho será arrancado el "corazón de piedra", gélido e insensible, signo de la obstinación en el mal. Dios nos infundirá un "corazón de carne", es decir, un manantial de vida y de amor (cf. v. 26). En la nueva economía de gracia, en vez del espíritu vital, que en la creación nos había convertido en criaturas vivas (cf. Gn 2,7), se nos infundirá el Espíritu Santo, que nos sostiene, nos mueve y nos guía hacia la luz de la verdad y hacia "el amor de Dios en nuestros corazones" (Rm 5,5).

12