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El paisaje urbano y sus habitantes en la narrativa de César Dávila Andrade 16.1.13 POR: LUIS CARLOS MUSSÓ. La de César Dávila Andrade es una obra narrativa sólida y que se sumerge en las crisis del ser humano moderno del Ecuador, que son las de Latinoamérica. Al abordarla, deseamos atenazar con nuestras pinzas los elementos que contribuyen a evidenciar su espacio dentro de la modernidad en nuestras letras (para efectos prácticos, tomamos en cuenta la edición de Obras completas, editada por la PUCE y el Banco Central en 1984). La crisis de la que hablamos es aquella que soporta el ser urbano latinoamericano ante la urbanización de estos países, impulsada con fuerza en los años cincuentas. Hay una suerte de anonadamiento como respuesta ante el arribo de una serie de problemas que acompañan a la modernidad. Y también procesos degenerativos como la tugurización, donde el deterioro del espacio corre paralelo al deterioro de la ética. Julio Ortega ve en esta “topología de la miseria” una pérdida de lo antiguo, con su envés, que es la superioridad de lo cosmopolita. Así, La calle asume las oposiciones y desde ella se impone un espacio de socialización basado en el trabajo artesanal, el comercio, la comida, la fiesta. La calle no es un espacio vacío ni uno pasivo, es un nuevo agente social que reproduce una forma cultural en proceso. 1

El Paisaje Urbano y Sus Habitantes en La Narrativa de César Dávila Andrade

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César Dávila Andrade (Cuenca, 5 de octubre de 1918 - Caracas, 2 de mayo de 1967), escritor y poeta, lejano descendiente del general Jose María Cordova; héroe de la independencia, fue uno de los escritores ecuatorianos más representativos del país, y señalado como el mayor representante del relato breve ecuatoriano.1 Su obra se cataloga en las corrientes literarias neorromántica y surrealista.Proveniente de una familia de bajos recursos, no consiguió acabar en su Ecuador natal sus estudios reglados. Después de un fugaz paso por Guayaquil, se trasladó a Quito en 1951 y allí ensayó diversas ocupaciones hasta que finalmente emigró a Venezuela junto a su esposa Isabel Córdova, radicándose en Caracas, ciudad en la que trabajó de periodista hasta su suicidio.De vida bohemia y aficionado al consumo de bebidas alcohólicas, también era conocido como El Fakir tanto por su aspecto físico como por sus intereses sobre temas místicos.En la obra del autor destacan sus poemas, aunque también escribió novelas cortas, cuentos y numerosos artículos periodísticos.

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El paisaje urbano y sus habitantes en la narrativa de Csar Dvila Andrade 16.1.13

POR: LUIS CARLOS MUSS.

La de Csar Dvila Andrade es una obra narrativa slida y que se sumerge en las crisis del ser humano moderno del Ecuador, que son las de Latinoamrica. Al abordarla, deseamos atenazar con nuestras pinzas los elementos que contribuyen a evidenciar su espacio dentro de la modernidad en nuestras letras (para efectos prcticos, tomamos en cuenta la edicin de Obras completas, editada por la PUCE y el Banco Central en 1984).

La crisis de la que hablamos es aquella que soporta el ser urbano latinoamericano ante la urbanizacin de estos pases, impulsada con fuerza en los aos cincuentas. Hay una suerte de anonadamiento como respuesta ante el arribo de una serie de problemas que acompaan a la modernidad. Y tambin procesos degenerativos como la tugurizacin, donde el deterioro del espacio corre paralelo al deterioro de la tica.

Julio Ortega ve en esta topologa de la miseria una prdida de lo antiguo, con su envs, que es la superioridad de lo cosmopolita. As,

La calle asume las oposiciones y desde ella se impone un espacio de socializacin basado en el trabajo artesanal, el comercio, la comida, la fiesta. La calle no es un espacio vaco ni uno pasivo, es un nuevo agente social que reproduce una forma cultural en proceso. 1

Profundiza Ortega con la idea de que una ciudad est constituida por el lenguaje y se coloca frente a su referente concreto: son los modelos de percepcin los que se transforman, cediendo uno su lugar a otro. Si bien es cierto que Dvila afinca cuentos tambin en el rea rural, para este trabajo tomaremos en cuenta dos que muestren al habitante de la urbe, a saber, Persona, animal o cosa y Vinatera del Pacfico. En sus cuentos, Csar Dvila Andrade se permite despegar del realismo que sustentaba la narrativa en la hornada anterior de escritores, y ver esa nueva conformacin de la existencia de la que hemos hablado con una mirada tambin nueva, tambin diferente.

VINATERA DEL PACFICO

Csar Dvila Andrade confiere a algunos de sus relatos una ambientacin srdida, como la que se per

A m se me haca extrao y desusado la existencia de un jardn como aquel en un barrio en que las viviendas eran escasas y asfixiantes y en el que solamente a grandes trechos se encontraba un solar rido, que arda en miasmas y vaharadas tenebrosas. ( 23)El calor que hiere la ciudad est lleno de vaharadas tenebrosas. Por lo dems, obviamente se trata de Guayaquil (a ms de esto, est la presencia de la ra, que confirma la ubicacin de los hechos). Pero sucede algo de notar en cuanto a la conformacin poblacional de la ciudad. Don Lauro, el dueo del negocio de vinatera, es un serrano aindiado que envasa y pone a la venta vino que ha sido utilizado antes en baos para gente incauta que llegaba al lugar buscando alivio de sus enfermedades. Esta manera de describirlo demuestra una peyorativa distancia; dirase que, para la voz narrativa, su procedencia tiene algo que ver con su condicin de estafador. No se vea a s mismo tal: soy una especie de mdico le dice a Rodrigo, narrador y protagonista del cuento. Se puede sentir un ambiente propenso a la oscuridad, como si una presencia perniciosa inundara el espacio donde trabaja Rodrigo como ayudante de don Lauro.

La enfermedad ronda de igual manera: todos quienes acuden a la vinatera pasadas las doce de la noche sufren de alguna enfermedad; Lolita cuando joven y el mismo don Lauro estuvieron enfermos. Una inclinacin negativa de los nimos parece ir de la mano con esta condicin.

El lenguaje en Vinatera del Pacfico no excluye lo lrico. Al contrario, saca provecho de su lenguaje potico pues tenemos imgenes muy logradas; Don Lauro sac un reloj y proyect sobre l el chorro dorado de la linterna: las doce y diez, dice Rodrigo cuando su patrn lo gua hasta el banco de la bodega donde ambos esperarn a que los pacientes lleguen. La luz de la bombilla elctrica puede ser, en este cuento, iracunda y blanca. Ms adelante desean quedar a oscuras para no ser descubiertos con una paciente que hallaron muerta en el tonel de vino, y al ver la linterna en manos de Rodrigo, ...el viejo me la arrebat y desesperado como si se tratara de una buja, la hundi en el tonel. Una gran gema roscea, y luego la oscuridad.

Laurel, el perro de don Lauro y su esposa Lolita, que aparece al principio como una amenaza de peligro para los desconocidos, es vctima tambin de su dueo, advertido por Rodrigo de que puede delatar el lugar del jardn donde enterraron a la muchacha:

-Hay que matar al perro--Por qu, hijo?-En cuanto se vea libre, escarbar en ese lugar.

As, la desvergenza anega el espritu de los personajes casi por contagio, y esto abona en favor de la creacin de una atmsfera rancia. El estilo de la narracin es fluido y el efecto, casi como el generado por la novela negra. En el sentido de la construccin de la atmsfera, aciertan quienes creen ver elementos surrealistas en la cuentstica de Csar Dvila Andrade.2

Otro punto a destacar es el del mundo interior de Rodrigo. Fue rescatado de dormir en la calle por una pareja que le daba empleo, pero que no lo consideraban su igual; la mayora de las cosas que senta se quedaban con l y se no las participaba a nadie. Al final, huye con el dinero de la pareja porque no soportaba ms; pero en el diario descubre el nombre de la chica desaparecida segn sus seres queridos- y fue hasta la direccin que sealaba el parte. De lejos, conoci al padre de la chica, a quien jams le dijo una sola palabra, aunque lo dud un instante. De esa forma, dejara al hombre con su esperanza.

PERSONA ANIMAL O COSA

El crecimiento y esa soada va hacia el progreso que trae consigo la modernidad se proyecta en nuestras ciudades hacia nuevas estructuras y jerarquas sociales: ah est, por ejemplo, una cada vez mayor especializacin del trabajo con una gama variopinta. Es obvio que en Persona, animal o cosa nos encontramos transitando una ciudad de grandes dimensiones. Tenemos la descripcin de la traza de las calles, sabemos que hay servicio de recoleccin de basura instaurado con un horario preciso. Y la de recoleccin de basura debe tratarse de una compaa que alberga una buena cantidad de empleados, porque se produce una huelga de los servidores del aseo pblico. Adems, la rutina del trabajo es una de las realidades que se han desarrollado en la urbe, pues uno de los problemas del personaje narrador es ocultar el hecho de que no trabaja:

Quera darme a entender a m mismo y a los dems que vena cansado de trabajar; pero no haba hecho nada que no fuera engaarme todo el da con el espejismo de una faena inexistente. (pg. 341)

Por tanto, es alguien que considera tal estado (encontrarse fuera del engranaje de la mquina productiva) digno de reprobacin; y alguien que, como se ver, camina con paso seguro hacia la demencia, desquiciado por su condicin.

Es como si en Persona, animal o cosa el mundo y el narrador se dieran mutuamente la espalda en un desplazamiento de intereses. Los niveles de complejidad a que llega la ciudad moderna pueden llegar a propiciar una serie de conflictos entre los componentes de la poblacin y tambin son responsables de las exclusiones de cierta clase de individuos en esta inmensa colmena urbana que es su nueva y vieja al mismo tiempo- residencia.

La mirada posee una importancia vital en este cuento. El oficio que el narrador protagonista mantena era el de fotgrafo callejero. Compara la casa donde vive con su aparato: me cubro a veces la cabeza con un pao negro y me aproximo al ojo de la cerradura para contemplar las escenas que los vecinos arman y desarman en el patio. Abundan las escenas en que se nota la mirada del tras el obturador: en aquel instante, en el rectngulo claroscuro, se dibuj la silueta del basurero, o tambin ms adelante; cuando su ojo registra el hombre del pipote de la basura erguido en el recuadro de la tardecita al fondo del zagun. No es la nica comparacin; todo es, entonces, una cmara: su herramienta de trabajo, su casa, y hasta su cabeza: Si continan persiguindome, no tendr otro recurso que el de hacer aicos esta cmara oscura repleta de misteriosas pesadumbres que llevo sobre los hombros. La invasin de imgenes es un espectculo terrible.

La penuria y la desesperanza llevaron a este personaje narrador arriado por la miseria a bordear los lmites entre insania y razn: arroja un balde con los lquidos de revelado a la estatua del parque y destruye su cmara, pues no toler ms la invasin de miles de rostros en su aparato. Y aun as, los rostros lo seguan donde quiera que fuese. Luego, para l, las cosas se animan y toman conciencia de s mismas. Es como si repentinamente algo que yaca en estado latente adquiere fuerza. Puede ser una forma de acercarse al mundo, un denodado intento de entenderlo; dependiendo de si se posee este reconocerse en el mundo, el tiempo puede dividirse en dos estadios.

La subversin y la crtica social se hacen ver en una suerte de solidaridad nada menos que con un animal; este fogonazo de simpata por una rata se produce en el instante en que el narrador cree escuchar al roedor que se esfuerza por salir de un pipote de basura:

Tambin las ratas tienen un corazn que como una brasa mortal se enciende hacia el infinito. Pero los dioses parpadean irnicamente sobre los roedores encerrados y sobre los hombres que gritan por su libertad. (pg. 323)

Puede equipararse ese enloquecido y desgraciado esfuerzo de la rata, aruando las paredes internas y dando vueltas dentro del tacho de basura, con las locuras que se ve obligado a hacer un individuo encerrado en una realidad que le resulta, a todas vistas, inhspita. Pero la rata est en solamente en su mente, alimentada por un viejo gramfono que ha tocado un disco con la cancin La rata.

Los espacios son tristes y lgubres; son los senderos enarenados del parque, la habitacin del narrador que da al patio, la esquina que hiede a agria basura, lo que da cuenta de la situacin marginal a la que se relega a nuestro narrador personaje. Hay un momento en que todo el peso de ese mundo cae sobre l y se deja sentir como una agresin que ya no es solamente simblica, sino fsica: Sent un mordisco en la base del cerebro; mi cuerpo se crisp en una fulgurante contraccin; salt y ca sobre el lecho. Un poco despus, casi al final de la narracin, nuevamente tenemos que el narrador siente extraamente un dao fsico al percatarse de que no es una rata real, sino que haba sido blanco de una ilusin: Sent un pinchazo de estilete en la coronilla, y estuve a punto de caer. Pero me incorpor y mir en torno. Est, adems, una cuasi identificacin especular con el animal: Las ratas son duras. La muerte reluce en sus punzantes ojos durante ms tiempo que la vida. Lo decimos porque no hay accin alguna.

Hay un instante en que las cosas se mezclan con lo animado, tanto en la cabeza del narrador protagonista como en el cuento. Todas las superficies brillan al sol de igual forma: Los atributos y las formas de los objetos se mezclaban entre s, en una suerte de frentica prostitucin. Las palabras no son gratuitas, y la consabida yunta de cosas refleja una indecorosa y ofensiva visin. No solo eso, los animales se transforman en cosas y stas en sombras, aunque haya una tempestad de luz. Se comprende el ttulo de Persona, animal o cosa: se van trenzando estos hilos en la percepcin de nuestro narrador en un mundo donde una de las pocas cosas seguras es el recorrido de los recolectores de basura. La cercana de los desechos nos habla de lo residual y desechable.

La mirada atenta del fotgrafo callejero capta una realidad que se altera. Dnde reside la alteracin? En el sujeto o el objeto de la mirada?

PALABRAS FINALES

Beatriz Sarlo ve en Argentina un fenmeno que sumerge a toda Latinoamrica; percibe una cultura de mezcla, donde

el nuevo paisaje urbano, la modernizacin de los medios de comunicacin, el impacto de estos procesos sobre las costumbres, son el marco y el punto de resistencia respecto del cual se articulan las respuestas producidas por los intelectuales. 3

Concordando, en los cuentos propuestos hay una evidente crtica al mundo tal y como es mostrado el texto: la sociedad no se mantiene ordenada como lo quisiera una mentalidad habituada a los pueblos pequeos. No est exento de dolor el abandono, tpico de la modernidad, del pequeo mundo, como lo llama Susana Zanetti. 4 Ni todos los individuos encajan en el relato de la modernidad, y la pobreza se propaga, inclemente. Volviendo a Sarlo, para ella la modernidad es un escenario de prdida, pero tambin de fantasas reparadoras. Se puede adivinar el proceso de la modernidad urbana alrededor de los personajes de Vinatera del Pacfico y Persona, animal o cosa: la construccin acelerada de edificios, los movimientos migratorios internos en el pas, con la consiguiente escalada de dificultades como una creciente pauperizacin de grandes sectores. Tenemos una condicin, para los protagonistas de ambos cuentos, de vulnerabilidad e indefensin ante una agresiva actitud de un cambiante universo. Hay, asimismo y debido a ello, una coalicin entre el ciudadano y la distinta realidad, que provoca tambin un movimiento evolutivo hacia el relajamiento de las costumbres. Los ritmos se alteran tambin con esta nueva concepcin de la existencia. De todo esto hace acopio la narracin de Csar Dvila Andrade, con una inapelable calidad, poblada de elementos importados de su lenguaje lrico. Esto, unido a que fcilmente el lector puede identificarse con esta mirada que, como una lente, refleja lo que sucede all fuera en el mundo que se maneja con valores que no son los suyos.

La modernidad implica una nueva manera de relatar; los modelos de percepcin se modifican, y nos enfrentamos, como lectores, a esos nuevos espacios simblicos que representan a nuevos espacios de la realidad. Vinatera del Pacfico y Persona, animal o cosa nos permiten ver por encima del hombro de un autor clave en nuestras letras para comprender los procesos de modernizacin en el Ecuador; para entender el puente entre dos momentos de nuestra historia como individuos y colectividad._____________________________[1] Cultura y modernizacin en la Lima del 900, Lima, Centro de estudios para el desarrollo y la participacin, 1986, p. 101.[2] Por ejemplo, Martha Rodrguez ve en Narradores ecuatorianos en la dcada de 1950: poticas para la lectura de modernidades perifricas, como elementos surrealistas que halla tambin en Buuel- los ambientes de tonalidades oscuras como presagio del horror, imgenes impactantes, las relaciones entre gneros mezcladas con violencia y culpa, una atmsfera onrica y la presencia de animales con efecto esttico.[3] Una ciudad perifrica, Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva visin, 1988, p. 29.[4] Susana Zanetti, Amrica Latina: Palabra, Literatura e Cultura en Ana Pizarro, comp., Emancipaao do Discurso, So Paulo, Unicamp, 1994.

Dvila Andrade, Csar, Obras completas (relato), Quito, PUCE-Banco Central del Ecuador, 1984.Ortega, Julio, Cultura y modernizacin en la Lima del 900, Lima, Centro de estudios para el desarrollo y la participacin, 1986.Rodrguez Albn, Martha, Narradores ecuatorianos en la dcada de 1950: poticas para la lectura de modernidades perifricas, Quito, UASB, 2007.Sarlo, Beatriz. Una ciudad perifrica, Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva visin, 1988.Zanetti, Susana, Amrica Latina: Palabra, Literatura e Cultura en Ana Pizarro, comp., Emancipaao do Discurso, So Paulo, Unicamp, 1994.