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    El pueblo como representacin y como evento1

    Benjamin Arditi

    Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, UNAM,[email protected]

    Pueblo es el nombre adoptado por los parias en los relatos emancipatorios de la

    modernidad e invocado igualmente por innumerables narrativas racistas, xenofbicas y

    autoritarias desde la revolucin Francesa hasta nuestros das. Pero a la vez es un

    significante tan escurridizo qu quiere el pueblo, dnde se lo encuentra, incluye a los ricos

    y famosos? que resulta tentador reemplazarlo por otro ms claro y tangible. Entonces, por

    qu no lo hacemos? Porque eso no resuelve nada. En un escenario post-cartesiano, el

    significado de pueblo, al igual que el de igualdad, justicia, libertad y tantos otros trminos de

    nuestro vocabulario poltico es necesariamente polmico. Como dice Michael Oakeshott, los

    distintos estilos de hacer poltica reclaman para s el sentido de las palabras y este forcejeo

    interminable en torno al lenguaje hace que la ambigedad sea un rasgo estructural y nopasajero del lxico de la poltica (Oakeshott 1996: 45, 157). Pero ambiguo o no, el pueblo ha

    resultado ser un trmino duradero y tenemos que lidiar con l.

    Mi punto de partida para hacerlo esun artculo de Hito Steyerl sobre elspamo saturacin deimgenes y los lmites de la representacin. En l la autora cuestiona la manera en que solemos

    concebir al pueblo en las democracias. Dice: el pueblo no es una representacin. Es un eventoque puede ocurrir un da, o tal vez en otro, en ese parpadeo repentino que no est cubierto por

    nada (Steyerl 2012). Steyerl no est juzgando si los funcionarios electos expresan, distorsionano traicionan la voluntad de quienes votaron por ellos sino ms bien si el concepto de

    representacin es pertinente para expresar la naturaleza del pueblo. El supuesto implcito en su

    razonamiento es que el trnsito de la representacin al evento tiene consecuencias relevantes parala poltica, las prcticas culturales, etc.

    La idea de ver al pueblo como evento es promisoria, pero me parece prematuro tirar por la borda

    a la representacin dado que el pueblo es el lugar de una bifurcacin. No porque tenga doscuerpos sino porque usamos el mismo nombre para designar dos experiencias o modos de ser del

    pueblo, como re-presentacin y como evento. Estos no son tipos ideales sino proto-tipos,precursores de tipos que no siempre se pueden diferenciar claramente y por ello la distincin

    entre uno y otro es siempre polmica.

    1Versin traducida y ampliada de un captulo publicado originalmente en Carlos de la Torre (ed.), The Promise and

    Perils of Populism. Global Perspectives, Lexington, KY: University of Kentucky Press, 2015, pp. 91-112.

    Agradezco a Sofa Nsstrm su lectura del primer borrador y a Jeremy Valentine por sus comentarios a las primeras

    versiones del escrito.

    2Jeremy Valentine me seal que Lefort es ambivalente acerca de lo que quiere decir aqu. Cuando habla del cuerpo,

    no est claro si se est refiriendo a lo que est siendo representando o a la representacin como tal. Adems, cuando

    Lefort discute la representacin, su argumento oscila entre la representacin como lugar y el lugar de la

    representacin. Creo que Valentine tiene razn. Toca estos temas indirectamente en Valentine 2013.

    3El psicoanlisis siempre ha estado apegado a esta idea, particularmente en lo que respecta a la identificacin. Lacan

    la define como la transformacin producida en el sujeto cuando asume una imagen (Lacan 2009: 100). Las

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    Voy a comenzar examinando brevemente la crtica de la representacin para luego ver el papel

    que juega el prefijo re- en este concepto. Ello me permitir diferenciar la representacin delpueblo de su re-presentacin, esto es, distinguir entre una perspectiva que se mantiene en el

    vecindario de la accin de subsanar una presencia ausente y otra en la que el simulacro participa

    en la configuracin de la identidad. La discusin del pueblo como evento sigue de cerca de laidea de Jacques Rancire del demos como los incontados o la parte de los sin parte. Mis ejemplosrecurrentes sern el populismo y las insurgencias que sacudieron al mundo a partir de 2011,

    desde la ocupacin de la plaza Tahrir en Egipto a la toma de la Plaza del Sol por parte de losindignados espaoles, y de Occupy Wall Streetal movimientoPasse Livreen Brasil.

    La representacin y el mundo

    La afirmacin de Steyerl de que el pueblo no es una representacin podra parecer excesiva pero

    no es inusitada. En la novelaEl nombre de la rosa de Umberto Eco, Adso de Melk le pregunta asu mentor Guillermo de Baskerville si la abada a la que se dirigen es unspeculum mundi, un

    espejo del mundo. Lo dice porque en ella se encuentra la mejor biblioteca y los monjes ms

    eruditos de la cristiandad del medioevo tardo. Guillermo le contesta con una observacinpragmtica que nos recuerda a Arthur Conan Doyle o Guillermo de Ockham. Dice: Para quehaya un espejo del mundo es preciso que el mundo tenga una forma. Guillermo obviamente

    piensa que no la tiene. Sin una forma ya constituida y lista para ser repetida, la representacin setambalea. El pensamiento post-fundamento contemporneo coincide con esta perspectiva.

    Propone que el conocimiento no puede ser un mero reflejo del mundo debido a que ni lanaturaleza ni la sociedad tienen una estructura unitaria o inmutable.

    Pierre Rosanvallon ilustra los lmites de la representacin como reflejo al examinar la dificultadque tuvieron artistas, dramaturgos y pensadores para representar al pueblo durante la celebracin

    del primer aniversario de la revolucin francesa. Intentaron usar smbolos como el gorro frigio en

    la punta de una vara y al poderoso Hrcules blandiendo un garrote, entre otros, pero nada parecacaptar la naturaleza de este nuevo sujeto poltico. Un oscuro principio del cual todo se derivabase volvi en ltima instancia irrepresentable: se volvi el Yahv de los franceses, como deca

    una conocida frase (Rosanvallon 2006: 80). Modificando un poco esta analoga, se puede decirque el Dios de los judos prohiba que se lo representara mientras que el pueblo

    posrevolucionario pareca eludir la representacin.

    Rosanvallon le plante este problema a Claude Lefort en el transcurso de una entrevista. Los

    artistas franceses, le dijo Rosanvallon, se quedaron sin ideas y terminaron erigiendo una estatuade yeso gigantesca sobre uno de los puentes de Pars para expresar as la grandeza del pueblo y el

    hecho de que ahora ste dominaba a la sociedad. Lefort le respondi que el desconcierto de los

    artistas se debe a que el pueblo es irrepresentable, particularmente en una democracia(Rosanvallon 2012: 9). El motivo de ello es que el principio de la soberana popular introduceuna separacin entre el cuerpo y el poder (ste ya no puede estar encarnado en un cuerpo

    especfico) y convierte al poder en un lugar vaco que puede ser ocupado por cualquiera pero no

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    puede ser apropiado por ninguno. Al no tener un cuerpo, el poder del pueblo se vuelve

    irrepresentable y pasa a ser una realidad puramente simblica2.

    Lefort agrega que la representacin del pueblo es algo problemtico tambin por otro motivo. Las

    elecciones son un manifestacin de la soberana popular, pero a la vez convierten al ciudadano enuna estadstica: cuando el pueblo vota, El nmero sustituye a la sustancia (Lefort 1990: 28). En

    las elecciones somos testigos de la accin de un conjunto de individuos que depositan sus votos yno de una demostracin de la unidad del pueblo. Cmo podemos representar al pueblo si su

    carcter unitario se disipa justo en el momento de su mayor gloria?

    Al cuestionar la obviedad del referente, sea el pueblo, la naturaleza o la sociedad, Lefort, Eco y

    otros socavan el supuesto de que el objeto de la representacin ya est constituido y disponiblepara que venga un discurso, un lder o una organizacin a comunicrnoslo. El problema no es que

    quienes ocupan puestos de representacin popular pervierten o distorsionan la representacin.Eso ocurre, claro, pero lo que les preocupa es la ambivalencia estructural del referente: no es que

    las representaciones sean malas o imperfectas sino que no dan en el blanco. Tal vez sea por esto

    que Steyerl alega que la representacin del pueblo est condenada al fracaso. Dice: lo nico quevamos a encontrar es una montn de sustitutos populistas e impostores, muecos de pruebasmejorados que pretenden reivindicar su legitimidad. La imagen del pueblo como nacin o cultura

    es precisamente eso: un estereotipo para sacar algn provecho ideolgico (Steyerl 2012).

    No todos estn de acuerdo con este tipo de crtica. Para quienes operan en las trincheras de la

    poltica electoral la pregunta de si el pueblo puede ser representado o no es una sutilezaconceptual irrelevante. Su retrica est llena de referencias a la representacin pero conciben a la

    poltica como una experiencia ms bsica. Consiste en un acuerdo tcito entre quienes dicenrepresentar al pueblo polticos profesionales, funcionarios del sindicato, lderes feministas,

    celebridades o intelectuales pblicos y aquellos que estn dispuestos a dejar que esos polticos,

    funcionarios y dems digan que los representan a cambio de algo: trabajos, caminos, centros desalud, liberaciones de impuestos, servicios pblicos, autgrafos, acceso a medios decomunicacin para expresar sus quejas, etctera.

    Este acuerdo crea una zona de confort para polticos convencionales pero tambin para aquellosque solemos denominar populistas. Unos y otros invocan el lenguaje de la representacin a

    sabiendas de que lo que est en juego en sus acciones no es la representacin tal y como ladefinen los libros de texto: operan a travs del intercambio de favores por votos, por obediencia,

    o por una combinacin de ambos. En esta dinmica todos parecen salir ganando dado que elpueblo que obedece o brinda su apoyo electoral no lo hace simplemente porque est siendo

    manipulado. Si realmente no sabe lo que hace habra que concluir que los electores son algo as

    como el buen salvaje de Rousseau, constitutivamente bueno y expuesto a la perfidia de losdemagogos. Esta es una visin paternalista que exculpa al pueblo de toda responsabilidad por sus

    2Jeremy Valentine me seal que Lefort es ambivalente acerca de lo que quiere decir aqu. Cuando habla del cuerpo,

    no est claro si se est refiriendo a lo que est siendo representando o a la representacin como tal. Adems, cuando

    Lefort discute la representacin, su argumento oscila entre la representacin como lugar y el lugar de la

    representacin. Creo que Valentine tiene razn. Toca estos temas indirectamente en Valentine 2013.

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    desaciertos. Yo no la comparto. Cuando la gente vota por candidatos inescrupulosos o

    sospechosos de serlo puede hacerlo por ingenuidad o porque est siendo manipulada, perotambin porque obtiene o cree poder obtener algo a cambio, especialmente si las opciones que

    son ms cercanas a sus corazones no tienen posibilidad de ganar.

    Otros cuestionan la crtica de la representacin por lo que se desprende de ella. Lefort y otros dan

    por sentado que vivimos en un mundo post-fundacional en el que Dios ha muerto y sospechamosde todo significado trascendental. Al no haber un fundamento ltimo capaz de garantizar la

    certeza, nos vemos arrojados en un mundo caracterizado por narrativas mltiples ycontradictorias que socavan la idea de una realidad nica y de la unicidad de sus componentes.

    Para parafrasear a Steyerl, en este mundo todos somos muecos de prueba.

    Pero aqu surge una paradoja. Si todos somos muecos de prueba, entonces no queda nada

    original o incontaminado por sustituir y la aseveracin de que los populistas son simplesimpostores resulta ser indefendible. La ausencia de garantas transcendentales desestabiliza la

    autenticidad de toda narrativa, en cuyo caso la caracterizacin del populismo como una

    simulacin de la legitimidad pierde sustento. Lo mismo vale para el argumento de quesignificantes como nacin y cultura son estereotipos instrumentales o fachadas ideolgicas. Amenudo lo son, claro. Han jugado un papel importante en el imaginario fascista o en

    nacionalismos agresivos que van desde el chauvinismo xenofbico hasta la carnicera de lalimpieza tnica. Pero esto no quiere decir que tengamos que rechazar esos significantes. Si ya no

    podemos echar mano a un criterio certero para distinguir lo que es autntico de lo que no lo es,las representaciones acerca de la nacin y la cultura se convierten en modos de entender quines

    somos y cmo concebimos nuestro estar juntos. No se puede determinar de antemano haciadnde nos pueden llevar estas narrativas. Algunas subjetivarn al pueblo en un sentido

    emancipatorio mientras que otras celebrarn el orden, la obediencia, la sumisin, o algo peor.

    Esto quiere decir que la representacin sobrevive a su desplazamiento por parte del evento.Sobrevive como un dispositivo retrico en el teje y maneje de la poltica de intereses organizadosque constituye la cara ms prctica y a menudo ms turbia de la poltica. Las narrativas post-

    fundamento tampoco logran deshacerse tan fcilmente de la representacin debido a su propiaambivalencia acerca de la autenticidad. No tienen un referente firme para distinguir a los

    impostores de los que no lo son y por ello les es difcil descalificar la representacin del pueblosimplemente diciendo que es obra de impostores populistas o de otro tipo.

    Representacin y re-presentacin

    Pero la sobrevivencia de la representacin no es tan limpia y directa como parece. Los usuarios

    de Facebook pueden evitar responder con un simple s o no a la pregunta de si estn en unarelacin. Basta con seleccionar la opcin de es complicado. Algo similar sucede con la

    representacin; sigue estando presente, pero de manera ms compleja.

    Mi modo de abordar esta complejidad consiste en reconfigurar y no desestimar la representacin.

    Lo hago mediante un examen del prefijo re- que precede al trmino. Representar es hacer quealgo que est empricamente ausente aparezca en otro lugar. Esto puede hacerse mediante

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    smbolos como canciones y banderas que funcionan como sucedneos de la nacin o usando

    sustitutos, como por ejemplo, haciendo que el pueblo aparezca en debates parlamentarios atravs de sus representantes. El proceso de hacer aparecer una presencia ausente (la actividad de

    repetirla o volver a presentarla en otro lugar) modifica esa ausencia de alguna manera pues el

    prefijo re- de la representacin no es un vehculo neutral para que una presencia fluya de unlugar a otro. La re-presentacin es una repeticin/transportacin y a la vez una modificacin de loque se est repitiendo/transportando.

    Este es un tema recurrente en el trabajo de Jacques Derrida. Es el eje de lo que denomina la leyde la iterabilidad o juego entre la mismidad y la diferencia que se aloja en la estructura de toda

    repeticin. Lo ilustra examinando lo que quiere decir citar. Toda cita, dice Derrida, consiste entomar un fragmento de un libro, una carta o una conversacin e insertarlo en otro lugar. El

    protocolo de la citabilidad exige que no se cite fuera de contexto, es decir, que no se traicione elsentido original del fragmento citado al moverlo de su contexto original a uno nuevo, sea un

    artculo acadmico, una investigacin periodstica, una declaracin judicial o una entrevista. Estosupone que el fragmento citado tiene algo as como una identidad propia que subsiste a su

    transporte de un contexto a otro. Sin embargo, Derrida tambin seala que una cita siempre estfuera de contexto (fuera de su contexto original). Cmo es que an as podemos entender su

    significado? Porque el contexto original no determina plenamente el significado de una cita. Si nofuera as, la posibilidad de citar sera imposible: toda actividad de citar violentara el texto citado

    y tendramos que renunciar de antemano a la posibilidad misma de la traduccin traduttore,tradittore! El paso de un contexto modifica el sentido de una cita de alguna manera. Pero

    aceptamos que un texto estuvo bien citado (que fue fiel al contexto original) a pesar de estamodificacin. Para Derrida esta es precisamente la paradoja de la iterabilidad: en toda cita o, de

    manera ms general, en toda repeticin, el juego entre identidad y diferencia hace que laidentidad no sea inmune a la diferencia (Derrida 1988: 1-23). Desde el punto de vista de la

    relacin identidad/diferencia que opera en la iteracin, toda repeticin/re-presentacin de unobjeto modifica de alguna manera al objeto3.

    La referencia a la iterabilidad puede parecer un tanto abstracta e innecesaria, pero me pareceimportante debido a que tiene consecuencias sobre la manera en que entendemos la

    representacin del pueblo. El prefijo re- es un recordatorio de que la representacin es una re-presentacin: presenta algo otra vez, en otro lugar, y al hacerlo, introduce algo diferente en el

    original. Dicho de otro modo, la actividad de re-presentar o volver presente la ausencia delpueblo tambin configura al pueblo en alguna medida. Lo hace a travs de incontables narrativas

    3El psicoanlisis siempre ha estado apegado a esta idea, particularmente en lo que respecta a la identificacin. Lacan

    la define como la transformacin producida en el sujeto cuando asume una imagen (Lacan 2009: 100). Las

    imgenes caractersticas de la Gestalt tienen efectos formativos o constitutivos en el sujeto en la medida en que

    contribuyen a generar una percepcin de una forma total del cuerpo (pp. 100-101). De manera ms general, las

    representaciones tienen una fuerza generativa: ellas producen el yo a travs de nuestras identificaciones con

    representaciones de lo que somos o de lo que querramos llegar a ser. Pero tambin pueden tener efectos

    destructivos. La tragedia de Narciso no fue haberse enamorado de s mismo sino del reflejo de una cara que pens

    que era de otra persona. Se enamor de una representacin que confundi con un hombre. Por eso es que la

    identificacin funciona bajo la condicin de que nos reconozcamos a nosotros mismos en la imagen, pero tambin

    que desconozcamos u olvidemos que no somos nosotros sino una imagen o representacin de nosotros mismos.

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    (y narradores) polticas, religiosas, morales, ticas, tnicas, nacionales y otras ms que compiten

    por nuestra atencin.

    En Cultura y simulacro,Jean Baudrillard radicaliza esta idea al concebir a la realidad como un

    efecto de la simulacin. Su punto de partida es Del rigor en la ciencia, un cuento de Jorge LuisBorges acerca de un emperador que pidi a sus cartgrafos que crearan un mapa de su imperio.

    Quera que fuera absolutamente fidedigno. El mapa, hecho a escala 1:1, result ser poco prctico.Los sucesores del emperador perdieron inters en la cartografa y dejaron que el mapa se fuera

    deteriorando y con el paso del tiempo slo quedaron algunos jirones en los desiertos del imperio.Para Baudrillard, esta idea de Borges queda corta. Hoy en da, la abstraccin ya no es la del

    mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulacin no corresponde a un territorio, auna referencia, a una sustancia, sino que es la generacin por los modelos de algo real sin origen

    ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante ser elmapa el que precede al territorio PRECESION DE LOS SIMULACROS y el que lo

    engendre (Baudrillard 1978: 5-6, maysculas en el original).

    Baudrillard est describiendo el ocaso de un modelo cuya autoridad se basa en la distincin yjerarqua entre original y copia. Lo que va quedando en su lugar no son los vestigios del mapasino las ruinas de lo real, por lo que parecera que a partir de ahora slo la representacin puede

    darle realidad a la realidad. Esto es en parte correcto y ya vimos algo al respecto ms arriba: si yano hay un referente indiscutible para distinguir lo autntico de lo que no lo es, las narrativas sobre

    nacin y cultura no pueden ser meras simulaciones (en el sentido despectivo de la palabra) sinoms bien modos de configurar nuestro ser juntos. Pero Baudrillard cree que la simulacin supone

    un gesto an ms audaz. Dice: El momento crucial se da en la transicin desde unos signos quedisimulan algo a unos signos que disimulan que no hay nada (1978: 14). Esto nos aleja de la

    representacin (en el sentido clsico de la palabra) y nos acerca al mundo de los simulacros, algoque plante al decir que cuando todos se vuelven muecos de prueba se vuelve ms difcil gritar

    Impostores! sin explicar qu queremos decir con ello. Todos somos parte del juego dediferencias y no hay un punto de observacin privilegiado o un referente transcendental que

    permita afirmar la autenticidad. Nos hemos vuelto simulacros, re-presentaciones que disimulanque no hay nada.

    Pero esta disimulacin produce algo produce al mundo como una simulacin y un simulacro.Esta idea de Baudrillard entr en la cultura popular a travs de dos de sus lectores, los hermanos

    Wachowski, cuya triloga The Matrixes una interpretacin cinematogrfica de su argumento queno hay nada (o al menos muy poco) que representar dado que la realidad es en gran parte una

    simulacin. En el universo conceptual de Baudrillard esta simulacin es el sucedneo de lanocin filosfica del ser. De manera anloga, si la representacin no es simplemente la

    duplicacin de un objeto sino que interviene tambin en la produccin o institucin del ser de eseobjeto, entonces la distancia entre lo que he estado llamando re-presentacin y los conceptos de

    simulacin y simulacro se reduce masivamente.

    Por eso la re-presentacin no es una representacin. La re-presentacin como simulacro difiere de

    la representacin como un espejo del mundo en la imaginacin filosfica clsica. El pueblo esirrepresentable slo en este segundo sentido y por ello el pensamiento poltico tiene que pensar al

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    pueblo como un blanco mvil: ya no se trata de representar el carcter unitario del pueblo sino de

    entender la re-presentacin como una cuasi-representacin o una representacin simulada de suunidad. Se trata de una representacin fallida pero no por ello carente de efectividad.

    Uno puede entonces tomar el centro ausente y el cuerpo irrepresentable del pueblo comoatributos positivos. Esto es lo que hace Sofa Nsstrm en su lectura de Lefort; ve al pueblo como

    una identidad simblica, o mejor an, dice que el pueblo es lo que disputamos, no lo que somos(Nsstrm 2006: 329). La sintaxis de esta cita es muy elocuente: permite eludir la pregunta

    metafsica acerca del ser del pueblo (lo dice muy claramente: es lo que disputamos, no lo quesomos). En esto Nsstrm sigue los pasos de Lefort y propone una cuasi-representacin en

    sincrona con la idea de que el pueblo es un blanco movedizo: es un objeto de polmica y porende una construccin constitutivamente impura siempre a punto de volverse algo otro. Esto

    convierte al pueblo, y a la democracia, en construcciones abiertas y vivas que se diferencian devisiones que lo reducen a un ethnos y a un juego procedimental entre actores institucionales,

    respectivamente. La representacin se desploma y la re-presentacin toma su lugar. El pueblodeviene el efecto de una re-presentacin que nunca encontrar un punto de reposo final porque su

    sentido depende de una polmica y no de un acuerdo sobre su semntica.

    Pero aqu hay dos dificultades. Una de ellas es que sigue siendo difcil separar la representacin

    de la re-presentacin. La homonimia de los trminos complica las cosas; el peso inercial de larepresentacin en el vocabulario de la democracia electoral tampoco ayuda. Las distinciones

    analticas y las coreografas conceptuales pueden darnos algo de claridad acerca de los procesosde representacin como simulacin, pero no pueden evitar que la gente se refiera a las re-

    presentaciones como si fueran representaciones. La confusin entre los dos es parte del debateacerca de representacin. Como vimos, cuando todos somos muecos de prueba no hay un

    criterio indisputable para la autenticidad. Sin Dios u otras garantas transcendentales no quedams opcin que pensar y actuar de acuerdo con ese hecho. Esto significa que el pensamiento, la

    accin y la crtica se despliegan en el terreno del desacuerdo, o lo que es lo mismo, que nopodemos escaparnos de la polemizacin.

    La segunda dificultad es prctica. La re-presentacin deja en evidencia que no hay plenitud de larepresentacin, cosa que incluso los liberales aceptaran sin cuestionarlo, y que la autenticidad no

    es un presupuesto de la poltica sino algo que est en juego en ella. Esto es anlogo a la muerte dedios, slo que en relacin con la representacin poltica, lo cual tiene un potencial extraordinario

    para empoderar a la gente. Ella siempre sabe y sabr que toda representacin es una re-presentacin. Pero saberlo no garantiza nada. No impide, por ejemplo, que partidos, dirigentes o

    militantes absoluticen su condicin de representantes como si fueran la encarnacin genuina delpueblo. Tampoco funciona como antdoto para nuestra propia fascinacin por lderes a quienes

    elegimos seguir con gran convencimiento, con razn o sin ella. Y por ltimo, no pone fin a lacotidianeidad del intercambio de favores por obediencia que caracteriza a una buena parte de la

    poltica electoral: cuando la desconfianza hacia la clase poltica deviene desconfianza hacia lapoltica, obtener algo a cambio del voto es mejor que quedarse con las manos vacas. No hay

    salida a estas opciones; la re-presentacin debe aceptar la indecidibilidad entre elempoderamiento y la impotencia, entre mantener la esperanza y conformarse con las migajas.

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    Liberales y populistas: hablan de representacin pero quieren decir re-presentacin

    Dnde opera este modo de ser del pueblo como representacin, o para ser ms preciso, como re-presentacin, cuasi-representacin o representacin simulada? En principio opera en cualquier

    lado, pero la poltica habitual parece ser su espacio natural. La representacin (como re-presentacin) le da vida a la ficcin de una voluntad unitaria que funda instituciones, que le

    imprime legitimidad a los individuos que las dirigen y que afirma el derecho de esa voluntadunitaria para actuar dondequiera que le parezca pertinente actuar. La conocida frase usada en los

    tribunales estadounidenses, The People vs. (El pueblo contra), condensa muy bien laexperiencia del pueblo como re-presentacin: asume que hay un sujeto unitario, el Estado cmo

    condensacin del pueblo, que juzga a un sujeto individual o colectivo igualmente unitario. Es lamanera en que los liberales y sus variantes democrtico-liberales entienden al pueblo en la

    medida en que la re-presentacin le imprime legitimidad a la actividad de administrar lamaquinaria sociopoltica del gobierno y el Estado. Nos dice quin est autorizado para redactar

    leyes, determinar las tasas de impuestos, firmar tratados, validar derechos, castigar atransgresores o fijar compensaciones para resarcir agravios. Pero la unidad de la voluntad popular

    que legitima y autoriza no deja de ser una ficcin que aceptamos sin pensarlo mucho: no decideel pueblo sino el Estado, y tampoco es el Estado sino un juez o una docena de personas

    seleccionadas de manera aleatoria.

    El pueblo como representacin tambin tiene un lado contencioso. Es el de las diferentes

    voluntades organizadas de la poltica cotidiana que discrepan entre s acerca de la manera deentender la participacin, la identidad o la distribucin de recursos. No importa si son partidos

    polticos, movimientos sociales o grupos de inters organizados: estos colectivos ingresan en laesfera pblica para expresar agravios, exigir reparaciones u ofrecer bienes a cambio de

    obediencia. Este lado conflictivo del pueblo como re-presentacin es el pan de cada da delimaginario poltico democrtico-liberal. Tambin aqu opera la ficcin de una voluntad unificada.

    Los representantes no son un simple reflejo de su electorado; son agentes que ofrecen simulacrosde la identidad y la voluntad del pueblo.

    Una ficcin anloga opera en el populismo (entendiendo a ste como un modo de representacin)incluso si a menudo lo vemos como enemigo acrrimo del liberalismo. Cmo es posible esto?

    La respuesta depende de cmo entendamos la representacin poltica. Hanna Pitkin, una de laspensadoras ms respetadas sobre este tema, sostiene que la representacin debe entenderse como

    un tipo de accin, y que en el caso de la forma moderna y liberal de la poltica la representacinconsiste en el actuar por otros. Este actuar por otros es diferente de la representacin simblica,

    donde algo como una bandera o un himno ocupa el lugar de un pas o una agrupacin, y tambindifiere de la visin hobbesiana de la representacin como autorizacin pues sta anula a los

    representados en la voluntad de sus representantes. El actuar por otros subraya el hecho que larepresentacin es siempre una accin, una actividad que conecta a los representantes con los

    representados sin disolver la distancia entre ellos (Pitkin 1985: 264, 245, 13, 101-121, 31-33).

    Pitkin tiene razn cuando dice que el actuar por otros mantiene abierta la brecha entre

    representantes y representados, pero pasa por alto algo que es cada vez ms comn en losregmenes democrtico-liberales realmente existentes. Es el hecho de que estas democracias se

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    han ido transformando en los ltimos 150 aos: los partidos siguen dominando el juego poltico,

    pero el surgimiento de los medios masivos de comunicacin ha ido modificado su modo deoperacin. Los medios pueden funcionar como fiscalizadores de la accin de los representantes, y

    necesitamos que as sea. Pero tambin contribuyen a empoderar a los representantes: les da un

    aura de legitimidad supra-partidista al crear una relacin de inmediatez entre ellos y el pueblo.Bernard Manin llama a esto democracia de audiencia. La define como un modelo derepresentacin donde las burocracias y los militantes de los partidos son menos importantes que

    en el pasado pues los medios de comunicacin masiva y los expertos en mercadotecnia se hanvuelto indispensables para el funcionamiento de las maquinarias partidistas. Pero tambin dice

    que en este modelo los lderes hacen un uso ms extensivo de lo que John Locke llamaba el poderde la prerrogativa, esto es, el poder de tomar decisiones en la ausencia de leyes que regulen a esas

    decisiones. En parte esto responde al contexto de interdependencia compleja en el que operan losrepresentantes, pues las decisiones se vuelven ms especializadas y complejas, pero tambin

    responde a la velocidad en que cambian las circunstancias de la accin poltica (Manin 1998:270-276). Manin est pensando en la radio y la televisin, pero la inmediatez entre los

    representantes y el electorado (que de hecho no es una inmediatez a secas sino una inmediatezvirtual) se vuelve todava ms crucial con el ciclo de noticias 24/7 de la televisin de paga.4

    La democracia de audiencia nos invita a reconsiderar la separacin que hace Pitkin entre el actuarpor otros y la autorizacin de Hobbes que parece operar en los modos actuales de

    empoderamiento de los representantes. Por un lado, la literatura acerca del populismo mencionala relacin inmediata entre lderes y el pueblo as como una legitimidad personal de los lderes

    que no depende de la que les es dada por su lugar en la jerarqua de un partido o un movimiento.Pero por el otro lado, en qu se diferencia esto de lo que ocurre en la democracia de audiencia,

    especialmente si consideramos el papel del poder de prerrogativa sobre la rama ejecutiva delgobierno? En este punto, la diferencia entre partidos populistas y del mainstreamse reduce a la

    supuesta (y por supuesto ficticia) adhesin de estos ltimos a reglas de juego racionales y legalesde stos ltimos en contraste con el lenguaje y los modales de mesa ms coloridos de los

    populistas.

    Un ejemplo de esto es la relacin entre el partido Republicano y el Tea Partyen los Estados

    Unidos. Esta ha oscilado entre discrepancias profundas ventiladas en pblico y una cohabitacinmutuamente provechosa. Su relacin es conflictiva cuando el establishmento vieja guardia

    republicana percibe al Tea Partycomo un conjunto improvisado de gente incapaz de entendercmo forjar los compromisos necesarios para mantener la maquinaria de la poltica funcionando.

    Como contraparte, el Tea Party ve al liderazgo republicano como un ejemplo ms de la vieja

    4

    Este no es el objeto de la discusin, pero querra mencionar que hay otra modalidad de inmediatez virtual, ya nonecesariamente como un mecanismo de empoderamiento de los dirigentes sino tambin de la gente de a pie. Me

    refiero a la comunicacin ciudadana. Los podcasts y la densidad del intercambio de informacin a travs de las redes

    sociales hacen una diferencia. El lema de YouTube,Broadcast yourself(transmtete o exprsate a ti mismo),

    funciona como consigna de una poca en la que se tambalea la imagen clsica de los ciudadanos como consumidores

    de imgenes, sonidos e informacin debido a la facilidad para volverse creadores o por lo menos agentes para la

    puesta en circulacin de contenidos creados por sus pares. La gente deviene espectactores, espectadores que tambin

    actan. Es un lugar de enunciacin que subvierte la institucionalidad de la representacin. La proliferacin de

    dispositivos mviles con acceso a redes hace que los espectactores se hayan vuelto ubicuos.

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    poltica de los acuerdos cupulares antes que como una defensa principista e inclaudicable del

    libre mercado y de la iniciativa individual. Es una relacin conveniente para ambas partes cuandolos Republicanos se arropan con el ethospopulista del Tea Partypara convencerse de que sus

    acciones estn en sintona con lo que piensa la gente comn y cuando los activistas del Tea Party

    se postulan como candidatos Republicanos para darle a su conservadurismo menos pulido unbarniz de respetabilidad institucional. Pero ambos comparten una matriz de significados, valores,lenguaje y polticas. Las narrativas de estas dos variantes del conservadurismo simulan o re-

    presentan al pueblo incluso cuando apelan a fundamentos ltimos al invocar a Dios, la naturalezasagrada del hogar o la sabidura insuperable de los padres fundadores. Hay una ficcin del pueblo

    en las expresiones carnavalescas del Tea Party, que se ve a s mismo como su manifestacininmaculada, y tambin en la retrica de los lderes del Partido Republicano, quienes invocan al

    pueblo como el sujeto que se agrupa en torno a las plataformas del partido y expresa su voluntaden competencias electorales.

    El evento y la bifurcacin del pueblo

    Este paso de la representacin a la re-presentacin le da nueva vida al concepto. Se renuncia atoda pretensin de ser la rplica de una presencia ausente dado que la re-presentacin introduce elcomplejo identidad/diferencia en la estructura misma de la nocin de pueblo. Vindolo as,

    parecera que la discusin del pueblo como evento se vuelve superflua. Pero no lo es. La re-presentacin y el evento describen dos sentidos muy diferentes del pueblo. Tomo otra

    observacin de Nsstrm acerca de Lefort como punto de partida para examinar ese segundosentido. Dice ella: La revolucin democrtica no pasa por la experiencia del pueblo. La

    revolucin democrtica esel pueblo. Slo existe en el momento de su puesta en acto (Nsstrm2006: 33435) Su uso del verbo ser (la revolucin democrtica esel pueblo) sugiere una

    posicin fuerte acerca del ser del pueblo. Pero el uso del es no se remite a una sustancia ytampoco implica una consistencia ontolgica fuerte. Nsstrm evita ambas posibilidades al hacer

    coincidir al pueblo con la actividad de revolucionar que caracteriza a la perturbacin democrticade todo fundamento. El pueblo como evento existe como una puesta en acto y no como una

    propiedad positiva porque el trmino nombra a una actividad que escapa de la regularidad delclculo y emerge, en las palabras de Steyerl, en ese parpadeo repentino que no est cubierto por

    nada. El pueblo como evento es una discontinuidad frente a lo calculable; es lo que cae fuera delos algoritmos sistmicos.

    Uso expresiones como puesta en acto, parpadeo repentino y actividad que escapa de laregularidad del clculo para expresar el vrtigo de una experiencia que se reescribe sobre la

    marcha. En esto el evento es como la democracia, aunque no en el sentido del rgimen polticoque asociamos con ese nombre sino a la prctica de hablar en cualquier momento o lugar sin

    esperar una invitacin ni tener una calificacin especial para hacerlo. Siguiendo a Lefort, es unaprctica que disuelve, o al menos debilita los referentes de la certeza y por lo tanto convierte el

    significado y la validez de las normas en objetos de polmica (Lefort 1991: 18). Para lademocracia, lo dado nunca est plenamente dado. El evento surge en virtud de esta no-

    coincidencia de lo dado consigo mismo. La democracia lo pone de manifiesto al someter a lasnormas a un cuestionamiento sin fin. Esto a su vez nos expone a la experiencia de la contingencia

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    de todos los fundamentos y permite constatar la fuerza constituyente del pueblo, su capacidad

    para reconfigurar al mundo.

    Una consecuencia de esta manera de ver a la democracia es que trminos como asalariados,

    jubilados, familia uniparental, latinos, jvenes, homosexuales y tantas otras clasificaciones detipo censal que forman parte del vocabulario habitual de la accin colectiva son inadecuados para

    comprender al pueblo como evento. No es porque no sean lo suficientemente radicales como parasatisfacer los altos estndares del evento. Es simplemente porque son clasificaciones que

    describen lugares de enunciacin que ya estn inscritos en el status quo y por lo mismo soncomponentes del pueblo como representacin. El evento se desmarca de esto porque tiene que ver

    con experiencias que reconfiguran las maneras de generar enunciados polticos y de ser juntos.Requiere una des-categorizacin, la actividad mediante la cual intentamos dejar de ser quienes se

    supone que somos.

    Este rechazo o para expresarlo de manera positiva, esta afirmacin de que algo diferente puede

    surgir coincide con la interminable institucin poltica de la objetividad. La democracia hace

    que ese proceso interminable sea ms visible. El modelo analgico de la actividad constituyente,es decir, de la actividad de revolucionar que busca des-arreglar y re-arreglar el cosmos, no es ladecapitacin de Louis XVI ni el asalto al Palacio de Invierno; es la caracterizacin que Marx y

    Engels hacen de la era burguesa como aquella en la cual Todas las relaciones estancadas yenmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las

    nuevas se hacen aejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma;todo lo sagrado es profanado. Marshall Berman populariz esta frase delManifiesto del Partido

    Comunistaal usar su versin en ingls, all that is solid melts into air, como ttulo de uno de suslibros. Para la era burguesa nada es inmune al cambio porque la dinmica del capitalismo

    cuestiona continuamente las relaciones sociales y el lugar que ocupamos en ellas. De maneraanloga, el evento, y el pueblo como evento, aparecen en el curso de este cuestionamiento;

    comparten la morfologa de la democracia porque ambos reabren la pregunta por la objetividad(quines somos y cmo somos juntos) cuando esta pareca estar ya resuelta. Estrictamente

    hablando el evento no es un sistema; ni siquiera es parte de uno. Es el exceso que se niega aacomodarse dentro de sistemas, es el pueblo como invitado atpico, inesperado y generalmente no

    deseado, la disonancia que agita las cosas de manera tal que todo lo estancado se esfume, todo loque es slido se vuelva a desvanecer.

    Dos experiencias ilustran este vrtigo. Una es el populismo, aunque esto parece contradecir elargumento anterior donde lo caracterizo como un modo institucional de representacin dentro del

    escenario poltico normalizado de la democracia de audiencias. Lo que pasa es que el populismoviene en varios sabores. El que tengo en mente aqu es el populismo como un sntoma de la

    democracia liberal. Se trata de una experiencia que se manifiesta en los bordes o la zona grisdonde su interioridad o exterioridad en relacin con el liberalismo y la democracia es indecidible

    fuera de una polmica o desacuerdo. En esto sigo a Freud, quien describe el sntoma como elretorno de lo reprimido y a esto ltimo como tierra extranjera interior del ego (Freud 1979: 53).

    Freud us este oxmoron para indicar algo que pertenece, pero de manera impropia. El aparatopsquico trata de proteger al ego reprimiendo o enmascarando una experiencia traumtica y

    volvindola algo ajena para l. El ego la ve como una tierra extranjera. Pero lo reprimido

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    permanece en nuestro inconsciente (a dnde ms podra ir?) y puede regresar para acosarnos en

    cualquier momento. Esto es lo que hace que no sea slo una tierra extranjera sino una tierraextranjera interior.

    Esta caracterizacin del sntoma permite nombrar a una clase de fenmenos de tipo liminal porejemplo, la variante del populismo que estamos examinando que pertenecen a la poltica

    democrtica pero tiene a la vez una relacin incmoda con ella. El populismo funciona comomomento interno de la democracia liberal y, a la vez, como perturbacin del espacio normalizado

    en el que se desenvuelve la poltica, como un ruido en este dominio, describiendo una prcticade desidentificacin mediante la cual el pueblo se niega a aceptar el lugar que se le asigna, a

    menudo el lugar del subalterno excluido o marginado. (Arditi 2014: 147). El pueblo delpopulismo se aproxima al vrtigo del evento cuando se constituye como sntoma de la

    democracia. Sus integrantes son los participantes incmodos de la democracia liberal que seembarcan en procesos de subjetivacin, desafan el status quo y nos exponen a la contingencia de

    lo dado.

    Tambin podemos hablar del pueblo como evento en el caso de las insurgencias que aparecieronde manera inesperada y sin invitacin (que es como suelen aparecer las insurgencias) en losltimos aos. Durante la revolucin egipcia, la plaza Tahrir funcion como la imagen icnica de

    estas revueltas e inspir la ocupacin de otras plazas pblicas. Entre sus emuladores estn losindignadosespaoles del 15M, quienes acamparon en plazas desde Madrid a Barcelona para

    protestar por el desastre financiero generado por la relacin promiscua entre polticos ybanqueros inescrupulosos e incompetentes. Otro fue Occupy Wall Street, donde el 99% tom el

    parque Zuccotti como lugar para montar su desafo al 1%. Ambas insurgencias ocurrieron en el2011. La lista creci con las movilizaciones de #Yosoy132 en contra de las cadenas de televisin

    que impulsaban de manera descarada a un candidato y con ello hacan una forma velada defraude electoral durante la campaa presidencial de Mxico en el 2012. Tambin hay que incluir

    la ocupacin del parque Gezi en Estambul en el 2013, que se volvi el epicentro de una ola deprotestas antiautoritarias ms amplia en Turqua, y elMovimentoPasse Livrede 2013 en Brasil,

    que fue la punta de lanza para algunas de las protestas ms notables de este ciclo insurgente. Lasmovilizaciones brasileras comenzaron con una pgina de Facebook y pronto adquirieron una

    dimensin inusitada a medida en que la manifestaciones se extendan a ms de noventa ciudades.Los brasileos que marcharon en contra del aumento de los pasajes del transporte pblico pronto

    comenzaron a protestar por la corrupcin y exigir mejores servicios de transporte, salud yeducacin y a cuestionar a los principales partidos y a los profesionales de la poltica. Movieron

    los ejes del debate poltico e hicieron que la gente re-examinara su percepcin de los gobiernosde centro-izquierda de los presidentes Lula y Dilma Rousseff. Pero no lo hicieron a partir de un

    nuevo programa de cambio sociopoltico, al menos no al principio, sino convirtiendo a la protesta

    en una superficie de inscripcin en la que la gente pudiera expresar sus deseos de un mododiferente de ser juntos. Tambin se puede incluir la insurgencia de 2014 en torno a ladesaparicin de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, Mxico, pues la manera en que se

    articularon las protestas coincidi con las experiencias del pueblo como evento descritas msarriba.

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    Todas estas insurgencias generaron escenarios de accin multidimensionales: utilizaron redes

    sociales como medio para coordinar y ampliar el alcance de sus acciones y combinaron el entornodigital de la Web 2.0 con la ocupacin del espacio pblico. Sus movilizaciones fueron polticas

    no en el sentido convencional de buscar el poder del Estado sino de explorar mecanismos no

    electorales para empoderar a la gente. Pasaron por alto a los partidos, los sindicatos yorganizaciones sociales, actores dominantes de la escena poltica de la modernidad tarda. Todosellos, pero especialmente los partidos, fueron tomados por sorpresa y no pudieron coordinaron las

    acciones ni el sentido de ser juntos de los insurgentes. Las protestas limitaron el papel de loslderes y dieron la bienvenida a las asambleas generales que funcionaron no tanto como medios

    para lograr un fin sino que como un fin en s mismo en la medida en que prefiguraba algo de lasociedad que los rebeldes queran construir. Desconfiaron de polticos profesionales y no

    sintieron la necesidad de contar con programas o plataformas. Y en lugar de presentar demandasa las autoridades, expresaron sus reclamos y buscaron cambiar un estado de cosas que

    consideraban insoportable. La observacin de Manuel Castell de que Occupy Wall Streetexigatodo y nada al mismo tiempo (Castells 2012: 184) resume muy bien el nimo de aquellos que

    participaron en este tipo de revueltas.

    En un comienzo, la prensa, la clase poltica y muchos acadmicos ignoraron estas insurgencias.

    En parte esto se debe a que pensaban que eran el fuego fatuo de gente polticamente inexperta,pero tambin a que las consideraban como acciones desconcertantes de actores desconocidos que

    hablaban en un lenguaje poltico incomprensible. Les era difcil comprender que algo novedosoestaba ocurriendo porque lo que los manifestantes hacan y decan y cmo lo hacan y decan

    se sala de los marcos de referencia habituales de la poltica. Por eso les tom tiempo darsecuenta de que las movilizaciones del tipo Occupyeran polticamente significativas. Pero los

    insurgentes no eran un otro absoluto. Tampoco eran outsidersen el sentido que la literatura le daa esta expresin, a saber, candidatos populistas o, en trminos ms generales, operadores polticos

    con una agenda de reformas sin el lastre de los compromisos adquiridos en el tejemaneje de lospartidos polticos. Los activistas de estas insurgencias eran ms bien operadores de la diferencia

    que no podan ser encasillados en el marco habitual de la poltica democrtica liberal donde elgobierno enfrenta a sus opositores ya reconocidos para negociar en torno a sus demandas.

    Describo a las ocupaciones y protestas de Estambul a Rio de Janeiro como manifestaciones delpueblo como evento porque generaron patrones discursivos y maneras de convivir diferentes a los

    de las agrupaciones y clasificaciones de tipo censal mencionadas ms arriba. Las protestasobviamente estaban llenas de estudiantes, trabajadores, mujeres, homosexuales, anarquistas y

    tantos otros grupos identificados, pero stos no salieron a las calles y no acamparon en las plazascomo meros abanderados de sus lugares y ocupaciones. Los estudiantes hablaban como

    refugiados de una crisis econmica de la cual slo haban sido observadores. Los trabajadores

    cuestionaban un rgimen de decisiones que haca que el trabajo fuera cada vez ms redundante.Las clases medias, al igual que todos los dems, exigan la rendicin de cuentas de funcionarioselectos y se embarcaban en combates por su dignidad y por lograr que su voz contara en las

    decisiones que les afectaban. En otras palabras, los estudiantes, trabajadores, etc. no seidentificaban a s mismos con las representaciones de lo que ellos deban ser, hacer y decir. Esto

    se debe a que no operaban como grupos reconocidos formulando demandas a las autoridadesdesde lugares ya asignados dentro del status quo. Eran insurgentes que desafiaban las normas. Se

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    constituan como identidades en un proceso de devenir-otro porque existan en los mrgenes del

    status quo sin llegar a encontrar su lugar dentro de l.

    El demos como evento

    Este sentido o modo de ser del pueblo se deriva de la nocin de la parte de los sin parte quepropone Jacques Rancire (Rancire 2000; 1996; 2006). Los sin parte (los incontados o

    supernumerarios) constituyen un evento en el sentido de ser un repentino abrir y cerrar de ojos ouna ocurrencia que rebasa el clculo. Surgen en los momentos de perturbacin (o ms

    precisamente, surgen como momentos de perturbacin) que Rancire llama poltica. Esto sedebe a que para l, pueblo es el nombre de un sujeto de enunciacin que no puede ser

    identificado como parte del campo de experiencia existente. Es el nombre de una parte paradjicade la comunidad, una que no tiene una parte real en ella porque no se la ha contado como tal o se

    la ha contado mal, como si ya estuviera ah aunque no cuenta, y por lo tanto siempre est al bordede desaparecer.

    Algunos de los nombres del pueblo que menciona Rancire son ciudadanos, mujeres yproletarios, aunque distingue a stos ltimos de los trabajadores asalariados que participan en

    protestas o van a la huelga en demanda de mejores salarios y condiciones de trabajo. Esto se debea que asalariados es una categora socio-econmica ya inventariada dentro del orden existente.

    En contraste, proletario es uno de los nombres del pueblo como sujetos que inscriben comosuplemento de toda cuenta de las partes de la sociedad una figura especfica de la cuenta de los

    incontados o de la parte de los sin parte (Rancire 2006: tesis 6, p. 69). Los sin parte, cuando senombran como tales, se embarcan en una prctica de des-categorizacin que busca reinstituir el

    campo de experiencia como condicin de posibilidad para llegar a ser una parte de algo. Por esola inclusin de los sin parte (es decir, el proceso de tratar el dao a su igualdad) requiere una

    modificacin y no una simple ampliacin del espacio de donde surgi la parte supernumeraria. La

    poltica, que es lo que hacen los incontados cuando se disponen a tratar un dao, tiene una fuerzagenerativa o poder constituyente, la fuerza y el poder de la renovacin.

    Una solucin aritmtica no es realmente una respuesta para el problema contable de la poltica

    el asunto de quines estn incluidos como iguales. Lo podemos ilustrar con un ejemplo de lahistoria reciente de Amrica Latina. La poltica del desarrollo de los aos cincuenta y sesenta

    intent lidiar con la exclusin mediante un razonamiento de tipo aritmtico. Tuvo cierto xitointegrando a los migrantes del mundo rural y a los nuevos trabajadores urbanos en el proyecto

    modernizante impulsado por el Estado. Pero desarrollismo tom el espacio que recibira a losexcluidos como algo dado. La integracin, incluso cuando era reivindicada por intelectuales,

    acadmicos, planificadores y polticos bienintencionados, era una manera de insertar a los

    trabajadores, indgenas y otros incontados en la naciente sociedad moderna sin darles una voz enel diseo de esa sociedad. Ms precisamente, les dio una voz, pero sin realmente tomarla encuenta. Esto probablemente se debi a una actitud paternalista de verla como legtima pero poco

    calificada y por ende no tan relevante como la de otros. Los visionarios del desarrollismo yahaban decidido cmo sera la sociedad, as es que para cuando los de abajo comenzaron a

    integrarse en el proyecto modernizador el nico papel disponible para ellos era el de beneficiarios

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    y observadores participantes, no el de cofundadores o gestores de ese proyecto. La modernizacin

    reorden las piezas sin cambiar la naturaleza de clase del juego.

    No es ninguna sorpresa que en 1970 los terratenientes y los empresarios vieran a la Unidad

    Popular de Salvador Allende en Chile como algo escandaloso. Para ellos un buen orden era unoen el que el pueblo conoca su lugar y lo aceptaba. No estaban muy contentos con el

    desarrollismo de las dcadas previas porque introdujo cambios en el status quo, pero lo tolerabana regaadientes pues dejaba a las principales palancas del poder, la riqueza, el prestigio y la

    autoridad bsicamente intactas. Como el Prncipe Salina en la novelaEl gatopardo, seconsolaban pensando que algo deba cambiar para que todo siguiera igual. La Unidad Popular de

    Allende era algo ms amenazante para ellos. Su narrativa poltica se alejaba del lenguaje de laintegracin que impulsaba la ideologa de la modernizacin. Profundiz la reforma agraria,

    nacionaliz empresas manufactureras y mineras, e introdujo la participacin de los trabajadoresen los procesos de toma de decisiones en el lugar de trabajo. Tambin alent a los excluidos de

    siempre para que hablaran donde no se supone que deban ser escuchados y sobre temas que nodeberan ser de su incumbencia. Una expansin aritmtica de la sociedad capitaneada por los

    intereses agrarios y empresariales los poda asimilar dentro de los lugares que esa sociedad leshaba asignado, pero no poda acomodar sus voces cuando ellas cuestionaban esos lugares. Los

    excluidos o parte que no cuenta como una parte verdadera simplemente no caban en un escenarioque les exiga que aceptaran su condicin y que se contentaran con lo que era poco ms que una

    aceptacin paternalista de la gente trabajadora, sea como folclor y decorado turstico o comoclientela electoral. Podan comenzar a contar como iguales slo si separaban sus nombres

    (campesinos, trabajadores, etc.) de los lugares y papeles subordinados que les haban sidoasignados y si se embarcaban en un proceso de transformacin de la comunidad poltica que los

    relegaba al rincn de los incontados y por ende daaba su igualdad.

    Rancire denomina poltica a esta actividad de verificar el dao a la igualdad y de reconfigurar

    el espacio de aparicin. Esto es precisamente lo que define al demos o pueblo como evento. Eldemos es una ocurrencia no programable que surge desde dentro del status quo para modificarlo

    de manera tal que los excluidos encuentren un lugar donde puedan contar. Dicho de otro modo,para Rancire el demos es el lugar de enunciacin de los subversivos, de quienes se niegan a

    aceptar su lugar cuando ese lugar daa su igualdad: el demos es una prctica de desclasificacin ypor eso slo puede existir como un intento por cambiar un mundo en el que no cuentan o, ms

    precisamente, en el que no cuentan tanto como otros.

    Esto convierte a la poltica en algo fuera de lo comn: no fuera de este mundo, simplemente

    inusual, a menudo inesperada, desconcertante o, como ya se indic, extra-ordinaria. Ella perturbao interrumpe las secuencias que conectan nombres, lugares y jerarquas porque esas secuencias

    daan la igualdad. Es lo que intentaron hacer los socios silenciosos de los proyectos demodernizacin durante el gobierno de la Unidad Popular en Chile: hicieron poltica al montar

    narrativas para dislocar lo dado en vez de conformarse con una ampliacin aritmtica del campode experiencia existente. En trminos generales la dislocacin se remite a narrativas

    emancipatorias que surgen cuando gente dice basta!, se niega a que las cosas sigan igual y seembarca en acciones para reestructurar el status quo. En estas narrativas, el xito es siempre

    preferible al fracaso, pero se puede hablar de una accin emancipadora incluso si el mundo sigue

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    ms o menos igual el da despus de que las insurgencias se desvanecen. Esto es importante.

    Indica que habr habido un pueblo como evento incluso en la derrota.

    Algunos tal vez perciban la distincin entre ampliacin y dislocacin como una manera oblicua

    de revivir la oposicin entre el reformismo y la gloria de la poltica revolucionaria, donde sta seubica por encima de aquella en la escala de valores progresista. Yo no lo veo as. No hay una

    jerarqua a priori entre la ampliacin y la dislocacin: ambas son modos de accin legtimos delpueblo y, como veremos enseguida, reflejan la distincin entre los dos sentidos del pueblo que he

    presentado, como re-presentacin y evento.

    Ya he destacado que la poltica entendida como un impulso para reconfigurar el mundo no es la

    norma, y tampoco lo es el pueblo como evento. La poltica es el trazado de una diferencia que seesfuma con la distribucin de las partesque adviene como un accidente siempre provisorio en

    la historia de las formas de la dominacin (Rancire 2006: Tesis 6, p. 69). La expresinaccidente siempre provisorio busca destacar la existencia precaria y discontinua de la poltica

    tal y como mi referencia a la incalculabilidad intentaba aligerar el peso ontolgico del pueblo

    como evento. Desde la perspectiva idiosincrtica de Rancire, la poltica, as como el pueblo,suceden raramente. Y siempre aparece desde dentro de la configuracin existente del mundoporque no pueden surgir de ningn otro lado. La poltica y el pueblo como evento no tienen un

    otro lugar: ambos son una arritmia en el espacio de lo dado, son su tierra extranjera interior.

    El estado normal de las cosas, en cambio, es la dominacin o polica. Rancire no usa este

    trmino de manera despectiva. La polica es simplemente el terreno de las polticas pblicas opolicy, un espacio gobernable donde todos tienen un nombre y un lugar y funciones que

    corresponden a esos nombres y lugares: los estudiantes van a la escuela para aprender, losoficinistas hacen trabajo administrativo para alcanzar las metas trazadas por los gerentes, los

    campesinos cultivan la tierra para ganarse la vida, los polticos se enfrascan en interminables

    rencillas en torno a proyectos legislativos y cargos pblicos, y as por el estilo. Como la poltica,la polica est atravesada por conflictos entre las diferentes partes contadas o reconocidas, partesque describ anteriormente como agrupamientos de tipo censal que clasifican a las personas segn

    su edad, ocupacin, ingreso, etnicidad, religin, etc. Estos grupos se renen, protestan, marchanpor las calles y se enfrentan con quienes ven como sus adversarios. Estn en su derecho de

    hacerlo, al menos en entornos democrticos. Los derechos estn validados por normas comoaquellas que le permiten a los trabajadores declararse en huelga que sirven para el

    funcionamiento de un espacio regulado. Pero no todos los conflictos son creados iguales. En lapoltica, el conflicto es acerca de la forma del mundo y de las voces que cuentan como tales. Los

    conflictos entre grupos reconocidos, en cambio, tienen que ver con la reorganizacin de loslugares existentes y la obtencin de ganancias aritmticas sin cuestionar, dice Rancire, la manera

    en la que est estructurado el espacio vivido. Ilustr esto ltimo con el ejemplo de la imaginacindesarrollista de los aos cincuenta y sesenta, aunque har algunos ajustes a este argumento un

    poco ms adelante.

    El pueblo como representacin y evento: proto-tipos, no tipos ideales

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    Por eso digo que el pueblo no es uno sino dos. Hay un modo de ser del pueblo como cuasi-

    representacin o como una re-presentacin que no es un reflejo sino una simulacin de unaentidad identificable y cuantificable. Este es el pueblo de los intercambios cotidianos dentro de

    un campo de experiencia dado, el de la poltica habitual, al que quizs podramos describir como

    el pueblo de la polica. Se dedican a reordenar las cartas de la baraja. Pero esto no es poca cosa ysera tonto despreciar a aquellos que se esfuerzan por una ampliacin aritmtica de lo dado.Como he mencionado, la distincin entre la dislocacin y la ampliacin no equivale a la vieja

    oposicin entre revolucin y reforma, y aunque coincidiera con ella, mi postura al respecto noacepta un privilegio a priori a aquella sobre sta. La ampliacin es el pan de cada da de la

    negociacin colectiva y la distribucin de los recursos mediante las disputas institucionales entregrupos de intereses organizados. La ampliacin de la cobertura de la seguridad social no va a

    cambiar la manera en que se genera la riqueza ni har que sta fluya de manera decisiva desde lasmanos del 1% que actualmente la tiene en exceso hacia el 99% restante que a duras penas

    sobrevive con lo que gana. Pero el fortalecimiento de la seguridad social s har una grandiferencia en la vida de los ancianos, los discapacitados y en general de las familias que sin ella

    no tendran acceso a la salud, la educacin o la vivienda. El cambio aritmtico es lo que hace elpueblo como re-presentacin, y es bueno que lo haga.

    Luego est el pueblo como evento. Podemos pensar este pueblo, siguiendo a Nsstrm, no comolo que somos sino como lo que disputamos, o en trminos de Rancire, como los incontados que

    montan un litigio acerca de la configuracin del campo de un experiencia que daa su igualdad.Esta modalidad del pueblo aparece de tanto en tanto como una llamarada de energa para

    transformar lo dado. El evento excede al orden de lo calculable; no es que est fuera de lasconvenciones sino que no se puede deducir de las reglas existentes ni reducirse a ellas. Es una

    falla en el escenario ritual de la poltica, un suceso no-algortmico. En los ejemplos que he estadoutilizando, desde Occupy Wall Streethasta las protestas brasileas en torno al Pase Libre, los

    participantes crean que no contaban o que nicamente contaban como carne de can para laselecciones. Nadie los invit a hablar y una vez que se subieron al escenario se hicieron ver y

    escuchar por partidos y otros profesionales de la poltica quienes no los consideraban como suspares en el juego de la poltica. Hicieron una diferencia por el simple hecho de estar all, al

    margen de lo que proponan o lograron. La clebre frase de George Mallory describe muy bienesta diferencia. Cuando le preguntaron por qu quera escalar el Monte Everest respondi con un

    simple Porque est ah. Mallory muri en el intento, pero su gesto pas a ser sinnimo de unimpulso por hace algo indito, por intentar algo que es considerado imposible en un momento y

    contexto dados. De manera anloga, el pueblo como evento es un operador de la diferenciasimplemente por el hecho de estar ah. Mientras est, hace lo que hacen los insurgentes en

    cualquier latitud: no le presta mucha atencin a los modales de mesa de la poltica, los queprescriben cmo uno debe organizarse, hablar y hacer la cosas. Su naturaleza como evento se

    habr verificado independientemente de si tienen xito o fracasan.

    Se puede ver cmo estos dos sentidos del pueblo se empalman con la distincin que hace

    Rancire entre poltica y polica. Ambas parejas conceptuales evocan el poder constituyente yconstituido, pulsiones que buscan reconfigurar un espacio de aparicin o reorganizar los lugares

    dentro de ste. El ya basta! poltico asociado con el pueblo como evento es muy cercano alpoder constituyente o la capacidad para volver a fundar: pone en movimiento el impulso

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    generativo de la poltica que quiere instituir o volver a formar lo dado. El pueblo como re-

    presentacin, en cambio, se parece ms a la polica o al poder constituido, un juego interno dentrode los parmetros de lo existente.

    Pero esta analoga debe tomarse con algo de cautela ya que el pueblo como re-presentacintambin tiene una fuerza generativa capaz de alterar el espacio vivido. La discusin acerca de

    cambio aritmtico en el proyecto desarrollista de los aos sesenta ilustra esta posibilidad: puedeque el reemplazar a funcionarios y reducir las desigualdades de clase mediante polticas

    redistributivas no re-instituya lo dado pero modifica sus parmetros. De manera similar, elcongreso es un poder constituido (una instancia del pueblo como representacin) con un lugar

    designado dentro del status quo. Su funcin es elaborar leyes. Pero si cada ley modifica elescenario en el que nos desenvolvemos, sin importar cun marginal sea esa modificacin, se

    tendra que concluir que la actividad legislativa tambin tiene una dimensin constituyente. Lomismo vale para el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Me refer a l como contrapunto del

    desarrollismo de los 1960s para poder establecer la distincin entre dislocacin y ampliacin delespacio de experiencia. El desarrollismo buscaba la ampliacin del espaci mientras que Allende

    y sus seguidores apostaban por su dislocacin al impulsar modos de revolucionar las maneras deestar juntos.

    El problema con esta distincin es que nos expone a la tentacin de pensar en una relacin deexterioridad simple entre ampliacin y dislocacin. Debemos resistir esa tentacin. Los ejemplos

    de la actividad parlamentaria y del gobierno de Allende abren un camino para comenzar a pensaren unapoltica de la polica, en el sentido de cambiar el status quo a travs de acciones de grupos

    reconocidos que forman parte de la estructuracin policial de la experiencia. Rancireprobablemente disputara la validez de esta expresin debido que para l la polica y la actividad

    de gobernar son trminos bsicamente intercambiables. Un gobierno, socialista o de cualquierotro tipo, tendra es siempre polica. Pero la posibilidad de una poltica de la polica adquiere

    fuerza cuando pensamos en fenmenos que se ubican en esa zona gris (la tierra extranjera interiorde Freud), fenmenos cuya interioridad o exterioridad no es evidente y debe ser dilucidada a

    travs de la polmica. Lo ejemplifiqu con el populismo pero vale para cualquier fenmeno cuyapertenencia es objeto de disputa. En suma, si hay una dimensin constituyente en las actividades

    de actores constituidos, la fuerza generativa mantenida en reserva (para usar una la expresin deDerrida) desencadena una poltica de la polica?

    Esta poltica es un recordatorio de que a menudo las fronteras entre ampliacin y dislocacinresultan ser porosas y que la fisionoma de la re-presentacin se confunda con la del evento. Es

    por esto que el pueblo como representacin y como evento deben ser entendidos como unabifurcacin y no en trminos de una relacin de exterioridad simple. No lo digo porque estas

    nociones sean reversibles (la observacin banal de que una se puede convertir en la otra), sinoporque la polica puede exhibir los rasgos de su otro. Tal como la homonimia entre

    representacin y re-presentacin nos obliga a convivir con un cierto deslizamiento de sentido oconfusin entre estos conceptos, la diferenciacin del pueblo como re-presentacin y como

    evento tampoco puede ser establecida por decreto. Slo puede ser procesada a travs de laprctica de la polemizacin.

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    Dije que no haba una preferencia normativa por uno u otro modo de darse del pueblo. Quiero

    insistir sobre este punto: el pueblo como evento es diferente pero no necesariamente mejor quecomo re-presentacin. Este ltimo se refiere a los conflictos entre grupos reconocidos mientras

    que el pueblo como evento es el nombre de acciones que no ignoran lo ordinario (porque

    emergen desde el propio rgimen de lo ordinario) sino que se abocan a interrumpirlo y, si tienensuerte, tambin logran modificarlo. El pueblo como evento no tiene una existencia polticarelevante fuera de las disputas acerca de quines son y qu quieren. Es una ocurrencia inusual no

    porque surja de la nada sino porque los modos prevalentes del clculo no logran captar de qu setrata el evento (como en el caso de insurgencias como elMovimento Passe Livreen Brasil) y

    porque este pueblo se niega a jugar de acuerdo con un lugar designado. Si uno pudiera explicarloa partir del status quo no se tratara de un evento sino del pueblo como re-presentacin.

    Por ltimo, estos modos de aparicin del pueblo no son tipos ideales. Son ms bien proto-tipos,precursores de tipos. Pero, a diferencia de los prototipos que los diseadores e ingenieros

    construyen para que sus jefes escojan cul de ellos ser producido, los proto-tipos conceptualesnunca estarn listos para pasar a la lnea de montaje. El proto- en proto-tipo pospone la

    plenitud del pueblo, sea como re-presentacin o como evento. Todo lo que tendremos sonensayos generales de precursores que nunca se cristalizarn en tipos. La consecuencia es que lo

    que cuenta como una representacin o un evento es una cuestin de controversia y por lo tantoque las fronteras entre ellos permanecern inciertas e inestables.

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