Ensayo Método Peligroso

Curso deÉtica y Ejercicio Profesional

Profesora Licda. Maribel Soto Arguedas

Ensayo final

Un Método PeligrosoPosicionamiento ético frente al involucramiento

sexual del terapeuta con un paciente

Fabio Guevara

I Cuatrimestre 2015

UCACIS Ética y Ejercicio Profesional I-2015

Fabio Guevara - Ensayo sobre Un Método Peligroso

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INTRODUCCIÓN

LA CURA DEL HABLA PUEDE SER UN MÉTODO PELIGROSO

La película que me convoca a realizar este ensayo permite echar un vistazo a los fascinantes momentos iniciales del nacimiento del psicoanálisis, desde donde derivaron todas las demás corrientes psicoterapéuticas. Una película inspirada en el libro del escritor norteamericano John Kerr titulado A most dangerous method.

Es importante mencionar que estamos hablando de un caso que se produce durante esos años formativos, cuando la relación entre Sigmund Freud y Carl Gustav Jung se está consolidando y en los que aun cuando ambos, como médicos y psiquiatras habían comprometido su ética profesional sobre el juramento hipocrático, el concepto de lo que Freud posteriormente llamó “transferencia” y “contratransferencia” no era todavía bien comprendido ni se tenía suficiente experiencia sobre el fenómeno.

Desde esta perspectiva se podría decir que la psicoterapia era todavía bastante experimental. De hecho es apenas poco más de una década antes cuando Freud, a través de un caso de Breuer (Anna O.) identifica la manera en que el amor erótico de una paciente para con su médico (transferencia) podría convertirse en un trastorno para el tratamiento y para el médico mismo. Idea que ratifica posteriormente con el caso de Emmy von N. Como dice Fariña en uno de los artículos de Ética y Cine (Fariña & Jorge, 2012), la incomprensión de este amor de transferencia tan esencial en un tratamiento era común en los analistas de la época y generaba reacciones de huida o atracción, ambas incompatibles con la cura de los pacientes.

Se podría decir que la potencialidad del amor que se introduce de manera erótica dentro de la psicoterapia, como en cualquier otra relación profesional, es un peligro constante. Es importante considerar que estamos hablando de sentimientos totalmente naturales entre dos personas que se ven regularmente, que discuten asuntos íntimos, y en donde uno recibe el apoyo, el estímulo, la empatía, el respeto, la comprensión y la aceptación del otro. Todo esto para decir que no es



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extraño que los terapeutas sean susceptibles de convertirse en objeto de admiración o apasionamiento de un paciente, y como se puede evidenciar en algunos ejemplos, hasta de caer a la tentación con catastróficos resultados para ambas partes. Esto, evidentemente, es el caso que nos convoca a través de la experiencia de Jung.

El tratamiento al que Jung somete a su paciente, Sabina Spielrein, durante los años de 1904 y 1905 toma un giro perverso cuando la oferta se tramita de manera sexual. Una mezcla terrible de inexperiencia, narcisismo y de la propia sexualidad reprimida de Jung, una desconexión con lo que más tarde llamaría el ánima, hacen que finalmente el terapeuta caiga embelesado por la seducción de su paciente.

Viviendo una vida en la comodidad y el lujo junto a su esposa, una de las mujeres más ricas de Suiza y sus hijos, Jung parece estar dispuesto, sin embargo, a arriesgarlo todo por una relación ilícita con una adolescente que mantendría de manera secreta por varios años hasta que él mismo decide terminarla. Esta temporal pérdida de ética en el juicio de Jung es una muestra de lo irracional y destructiva que puede ser la fuerza daimónica de eros. Aunque también puede ser muy creativa.

Es importante mencionar aquí que aunque la mayoría de los biógrafos enfatizan la problemática relación de Jung con su padre y la ven reflejada en su particular relación transferencial con Freud, para entender mejor todo lo que se juega en el caso de la película que nos sirve de ejemplo es más importante considerar la ambivalente relación de Jung con su madre Emilie, una mujer mentalmente inestable, su “complejo materno”, quien tuvo quizás la más profunda influencia en el peculiar desarrollo psicológico de Jung. Una mujer que padecía de severos síntomas psiquiátricos que requerían la hospitalización por varios meses. Jung tenía solamente tres años cuando esta situación empeoró y se mantuvo así hasta su edad adulta. Dice Jung: “desde entonces, mirando hacia atrás, siempre me sentí desconfiado cuando se mencionaba la palabra ‘amor’. El sentimiento que por mucho tiempo asocié a la palabra ‘mujer’ era de falta de fiabilidad.” (Jung,2009) Hago mención de estos detalles de su vida infantil porque son los que conforman la singularidad, tan importante de considerar y



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trabajar en el campo psicoanalítico tanto para el paciente como para el terapeuta. Jung, como muchos psicólogos de su época, nunca se sometió a un verdadero análisis.

La posición de Jung en el film refleja de alguna manera no solamente este complejo materno sino también el arquetipo del Puer Aeternus que Fariña en su artículo refiere como el Jung-Siegfried. Dice: “De allí la profusión de escenas en las que en el film Jung aparece en un lugar infantil frente a su esposa Emma. Repasemos algunas de ellas. Su mujer está ansiosa por darle a su marido un hijo varón –las dos primeras fueron niñas; pero Jung no se muestra muy entusiasmado con este anhelo de su esposa. El film nos muestra claramente que la posición que él adopta ante ella no es la de un marido sino más bien la de un hijo… Jung justifica su donjuanismo en la pretendida aceptación de la poligamia por parte de su esposa, pero esto no es más que una racionalización para mantenerse sujeto a ella, no por su condición de mujer sino como figura materna.” (Fariña & Jorge, 2012). Su propia mujer queda convertida en madre nutricia y matrona victoriosa.

Ante un film como este es lógico pensar que la manera en que representa a la psicoterapia en sus inicios, a través de dos de sus más importantes exponentes, Freud y Jung, puede ser de mucho riesgo. Sin embargo creo que para el público conocedor, interesado y reflexivo puede ser importante para considerar esa parte tan humana de ambos personajes, sobre todo en lo que se refiere al fenómeno de la transferencia, que es lo que interesa en este ensayo.

Ciertamente, como el título de la película lo dice, la psicoterapia como cura del habla puede ser un método peligroso. Pero eso no disminuye su comprobado poder curativo que, como se sabe, encuentra un buen ejemplo en el propio caso de Sabina Spielrein. Como dice el Jung de la película, ningún tratamiento puede ser efectivo si no se toman riesgos. Y por esta misma razón, porque efectivamente hay riesgos, y muchos, es que hoy entendemos que el psicólogo debe ser extremadamente bien entrenado, lo que implica sobre todo que se haya sometido a su propio proceso terapéutico.

EL CASO SPIELREIN:



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TRANSFERENCIA Y CONTRATRANSFERENCIA

No veo necesario entrar a analizar el caso alrededor del cual se plantea la película, pero si creo que es importante conocer algunos detalles que el mismo Jung relata sobre él.

En sus notas Jung describió así a la familia de su nueva paciente: "su padre: nervioso, agotado, neurasténico, irascible a más no poder. La madre es ¡histérica!, nerviosa (al igual que la paciente), el primer hermano tiene llantos histéricos, el segundo padece tics y es iracundo y el más joven sufre, es histérico y comete injusticias para sufrir". La relación de los padres con sus hijos aparece en la historia clínica como "tumultuosa" y "sadomasoquista". (Jung, Recuerdos, Sueños yPensamientos, 2009)

La muchacha de 19 años estuvo internada durante nueve meses en la clínica Burgholzi y durante ese tiempo tuvo muchos altibajos en su evolución: agresividad, mutismo, cambios bruscos de humor y empeoramiento cada vez que recibía noticias familiares o cuando su terapeuta, Jung, se ausentaba. El diagnóstico que se mantuvo durante todo este tiempo fue el mismo: histeria. Jung ubica los síntomas en la primera infancia y destaca ya desde la primera entrevista las “miradas seductoras”.

El cuadro histérico de la paciente parece tener suficientes razones y de peso. Además de un cuadro familiar rígido y estricto, una característica de la histeria que Jung denominaba “hipertrofia del yo”, con rasgos seductores muy importantes pues se trata de captar mediante ellos la atención del medio ambiente, que en palabras de Lacan sería ejercer una “demanda de amor”.

El caso termina oficialmente con un exitoso tratamiento que le permite a la paciente no solamente salir del hospital sino iniciar el estudio de una carrera en medicina que posteriormente le permitiría ingresar como terapeuta al círculo freudiano.

Está claro que la relación entre Carl Jung y Sabina Spielrein plantea el tema de la ética profesional y el uso indebido de la transferencia según se entienden dentro del ámbito psicoanalítico. Está claro también que



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no habría sido ni será el único, incluso que psicólogos de gran renombre también atravesarían por el mismo problema.

Intentando quizás dar un orden a esta particularidad del análisis, Freud escribe en 1914 que este enamoramiento comporta una serie de rasgos que le dan una posición especial, siendo el primero que el fenómeno es provocado por la misma situación analítica. También menciona que el fin del tratamiento sería “devolver a la enferma la libre disposición de su facultad de amar, coartada ahora por fijaciones infantiles, pero devolvérsela no para que la emplee en la cura, sino para que haga uso de ella más tarde, en la vida real, una vez terminado el tratamiento”. Y termina advirtiendo que ciertas tendencias desatadas en el fenómeno “entrañan el peligro de hacer olvidar al médico la técnica y su labor profesional en favor de una bella aventura.” (Freud, 1980)

Uno de los aspectos normativos que se desprende del artículo de Freud es la necesidad y la conveniencia de la derivación terapéutica cuando el fenómeno de la transferencia es demasiado fuerte. Aunque es importante considerar aquí las palabras de Lacan en el sentido de que “En última instancia el proceso terapéutico es una demanda de amor” (Lacan, 1987), es fundamental que de establecerse un proceso de transferencia inmanejable en la terapia, lo más saludable es que se pueda derivar a otro profesional.

Ahora bien, entre las indicaciones técnicas más importantes que se pueden encontrar en la obra de Freud relacionadas con esta problemática del intercambio pulsional, una se refiere a la Regla de Abstinencia y la otra al Principio de Neutralidad. A través de estos dos conceptos es posible vislumbrar mejor las posibilidades que tiene el terapeuta cuando se trata de trabajar con los fenómenos de transferencia y contratransferencia.

El primero de ellos aparece en este texto de “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” (Freud, 1980), la Regla de Abstinencia, vista como la dificultad de que el analista responda a la demanda de amor del paciente, no solamente en lo que se refiere a la demanda erotizada sino a cualquier tipo de satisfacción. Responder a la demanda de amor sería tan perjudicial para el tratamiento como sofocarla.



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Una de los objetivos básicos que puntualiza Gabriela Salomone al respecto me parece importante: denegar la satisfacción pulsional permite alcanzar el propósito analítico de hacer que la transferencia sea el motor de la cura, evitando que se convierta en el campo de la satisfacción. (Salomone, 2002)

Para Freud la transferencia cobra importancia también porque es el campo donde se pone en juego un clisé, entendido como el hecho de que todo ser humano, de manera innata y por las experiencias de la infancia, posee una especificidad para las condiciones de amor y para la satisfacción de sus pulsiones. La transferencia entonces implicaría la repetición y la actualización de las mociones de amor reprimidas.

De esta forma, como apunta Salomone, el amor podría ser leído de dos maneras: como amor en sí mismo, como cualquier otro amor, pero también como un amor que no tiene nada que ver con los demás y que en la transferencia más bien revelará su carácter ilusorio. Será un producto de la situación analítica y poco o nada tendrá que ver con las cualidades del terapeuta.

Mientras en función de la Regla de Abstinencia el analista encuentra la manera de lidiar con la satisfacción pulsional del paciente, es gracias al Principio de Neutralidad que logra trabajar sus propias satisfacciones durante el tratamiento. Visto así, como lo expresa Salomone, el Principio de Neutralidad es una imposición de abstinencia para el analista. Y además de ello está directamente relacionado con la posición ética del terapeuta. (Salomone, 2002)

El Principio de Neutralidad, por vía de sus cuatro dimensiones fundamentales: ausencia de ideales del analista, ausencia de finalidad educativa, necesidad de atención flotante y diferencia entre neutralidad y sugestión, abre la posibilidad al terapeuta de que su persona quede sustraída del tratamiento. Se convierte entonces en una posición funcional del analista. Esto es fundamental para el problema que nos convoca la película pues separa la figura del analista como función, de su persona.



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A MANERA DE CONCLUSIÓN:EL ETHOS PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

Está claro que el “método peligroso” del psicoanálisis es mucho menos peligroso de lo que era en los días de Jung, Freud y Sabina Spielrein por diferentes razones. En primer lugar, hemos aprendido de sus errores. Sabemos que la exploración de los más profundos y más poderosos anhelos, temores e impulsos de los pacientes psicoanalíticos tiene un profundo efecto sobre el analista -quien es, después de todo, un ser humano también. Al igual que el paciente, el analista es presionado durante el proceso a proclamar sus propios impulsos y fantasías y requiere de un gran esfuerzo para reflexionarlos y contenerlos en su lugar.

Es debido a los peligros inherentes a un proceso tan intenso en el que se maneja un poder de gran intensidad que se comprende la importancia de que los psicoanalistas se sometan a un análisis personal como parte de su formación profesional. Este aspecto mencionado ya en los principios de este ensayo me parece fundamental, de la misma manera que lo es la supervisión intensiva para nuestros primeros casos. A diferencia de pioneros como Freud y Jung, tenemos hoy la gran ventaja de la ayuda profesional en lo que se refiere al descubrimiento y la gestión de nuestras propias debilidades y puntos ciegos de nuestra vida personal y profesional.

Resultado de todas estas experiencias se cuenta hoy con un ethos profesional, el cual contempla entre otras cosas una serie de valores, pautas y códigos, algunos de los cuales ya hemos visto en clase y sobre los que he optado por no ir por cuanto para el propósito de este ensayo me parece que es la parte menos interesante.

A la par de esas pautas la ética profesional cuenta también con una estructura motivacional, esto es, aquello que impulsa al sujeto a actuar y que confiere al ethos su dimensión moral, así como una serie de autorregulaciones que se desprenden de esa estructura y que intentarían hacer congruencia entre la conducta personal y la eticidad.

Y finalmente lo que considero más importante, que sería lo que algunos autores denominan el ser moral al que se aspira y que permite



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la construcción del sí mismo como un sujeto ético y que se relaciona con “la clase de ser al que aspiramos cuando actuamos moralmente.” (Foucault, 1988).

Es este ser moral o ser ético el único estatuto que, más allá de cualquier directriz y normativa, permitiría al profesional salir indemne de un proceso como el terapéutico, que el propio Jung reconoce en como de un orden extremadamente delicado:

“En los análisis prácticos se ha comprobado que los contenidos inconscientes aparecen siempre en primer lugar como ‘proyectados’ sobre las personas o circunstancias exteriores. Muchas de esas proyecciones se integran totalmente en el individuo merced al conocimiento de sus vinculaciones subjetivas; pero otras no se dejan integrar, sino que, aún cuando se desprendan de sus objetos originarios, se transfieren al médico que realiza el tratamiento…

Freud, que fue el primero en conocer y describir estos fenómenos, ha acuñado para designarlos la expresión ‘neurosis de transferencia’…

Esta vinculación alcanza a veces tal intensidad, que se ha podido hablar de una ‘combinación’. Cuando dos cuerpos químicos se combinan, ambos quedan modificados.” (Jung, La Psicología de laTransferencia, 1964)



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Bibliografía

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salomoneneutralidad.htm

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