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F ¿Espiritualidad laical, secular, mundana? MIGUEL MÁRQUEZ, OCD (Salamanca) En algunas fiestas hay que ir vestido de etiqueta, no se puede ir de cualquier forma. Pueden no dejarte entrar. De algunos artículos se espera que estén bien vestidos, se espera que a pie de página consignen la referencia a autorizados sabios competentes en la ma- teria, a partir de los cuales podemos los menos lúcidos atrevernos a decir nuestra palabra humilde sobre el particular. Por eso pido per- dón a Congar, Rahner, Borobio, Forte, Evely ... y demás autorizadas plumas sobre el laicado, por no vestir mi artículo de sus acertados y sabios comentarios. Ciertamente los laicos, de los que se trata en estas líneas, no buscarán tanto la autoridad de mis palabras o de otros (en caso de que lean esto), como la virtud que tengan para descubrirles caminos de vida, de encuentro con Dios, sugerencias sobre cómo dinamizar y alimentar lo cotidiano en la mirada y la ternura de Dios; buscarán en ésta como en cualquiera otra palabra la invitación a despertar, a levantarse y la respuesta a la pregunta sobre cómo ser ámbito, territorio de paz y libertad en el que otros puedan reencontrarse y reencontrar al Dios que vive humilde y sin brillo en la acera que lleva al mercado, al taller, a la fábrica ... Mi petición de perdón a los laicos por no negarme a escribir este artículo que, en justicia y sentido común correspondería a la imagi- nación, expectativas y sentir de un laico o laica. Cada vez son más los que se atreven a decir humilde y audazmente su palabra, sin cuidar tanto la forma filosófica o teológica; ellos y ellas nos ayudan REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (59) (2000), 9-28

¿Espiritualidad laical, secular, mundana?4 Elisabeth KÜBLER-Ross, Las muerte, un amanecer, Barcelona, Ed. Luciér naga, 1997, p. 38 Y 39. ¿ESPIRITUALIDAD LAICAL, SECULAR, MUNDANA?

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¿Espiritualidad laical, secular, mundana?

MIGUEL MÁRQUEZ, OCD (Salamanca)

En algunas fiestas hay que ir vestido de etiqueta, no se puede ir de cualquier forma. Pueden no dejarte entrar. De algunos artículos se espera que estén bien vestidos, se espera que a pie de página consignen la referencia a autorizados sabios competentes en la ma­teria, a partir de los cuales podemos los menos lúcidos atrevernos a decir nuestra palabra humilde sobre el particular. Por eso pido per­dón a Congar, Rahner, Borobio, Forte, Evely ... y demás autorizadas plumas sobre el laicado, por no vestir mi artículo de sus acertados y sabios comentarios. Ciertamente los laicos, de los que se trata en estas líneas, no buscarán tanto la autoridad de mis palabras o de otros (en caso de que lean esto), como la virtud que tengan para descubrirles caminos de vida, de encuentro con Dios, sugerencias sobre cómo dinamizar y alimentar lo cotidiano en la mirada y la ternura de Dios; buscarán en ésta como en cualquiera otra palabra la invitación a despertar, a levantarse y la respuesta a la pregunta sobre cómo ser ámbito, territorio de paz y libertad en el que otros puedan reencontrarse y reencontrar al Dios que vive humilde y sin brillo en la acera que lleva al mercado, al taller, a la fábrica ...

Mi petición de perdón a los laicos por no negarme a escribir este artículo que, en justicia y sentido común correspondería a la imagi­nación, expectativas y sentir de un laico o laica. Cada vez son más los que se atreven a decir humilde y audazmente su palabra, sin cuidar tanto la forma filosófica o teológica; ellos y ellas nos ayudan

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (59) (2000), 9-28

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a redescubrir nuestra común vocación de bautizados, nos devuelven el valor de la vida cotidiana sin tantas 'divinas palabras'; ellos nos recuerdan la belleza de nuestra consagración religiosa, sí; porque han sabido valorar su propia entrega como un camino de plenitud humano y de verdadera comunión con Dios.

Podría estar pasando ... que Dios se distrajera del bello canto de los ángeles, de su perfecta polifonía y se conmoviera por las notas entrecortadas y vacilantes, pero alegres, del silbido del currante ... como aparecía en el dibujo de uno de los capítulos de aquel hermoso libro, La aventura del Papa Jacinto, de G. Bessiere, que citaremos más adelante. Sí, Dios se deja conmover por el corazón sincero, más allá de toda apariencia estudiada.

y habría que decírselo así a muchos creyentes ... No, señora mía, no; tampoco estoy de acuerdo en que Dios me escuche más a mí por ser sacerdote o fraile: Tú estás más cerca de Dios, nos dicen con frecuencia a los religiosos(as) o sacerdotes; no. Porque en tu corazón no hay menos amor o menos deseo de bien que en el mío por mi particular consagración. Es hora de reconocer tanto tú como yo, que Dios no es más un privilegio de quienes hacen profesión religiosa u ostentan en la Iglesia el servicio de animar o guiar. Si algo apren­dimos de Jesús de Nazaret es que Él se quiso regalo para cualquiera que le tenga sed. Especialmente para los sencillos, los que no se disfrazan de seguridades, de palabras aprendidas de memoria, de gestos estudiados, de respuestas previas. Dios está tan cerca de ti como de mí y escucha tu voz antes de que pronuncies,;palabra, porque Él está en tu mismo deseo, gozando o sufriendo contigo ... Él no se deja deslumbrar por títulos, carreras, galones humanos, etc. mira, la sinceridad de tu corazón.

En fin, pido perdón a todos los seglares, porque les he privado de un derecho a decirse en estas páginas. Dejen a un lado mis letras, pero no dejen de leer el final de este artículo que es la vida misma, las ilusiones de un grupo de laicos a los que he pedido que me ayuden a responder de manera real a la pregunta por las fuentes de su vida, de su búsqueda de Dios.

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LA DIFÍCIL ESCALADA A LOS ALTARES O LO MAL QUE PEGA UN HOMBRE .

EN TRAJE DE FAENA SUBIDO A UN RETABLO

El Vaticano II hizo época por muchas razones, entre otras, por su llamada universal a la santidad l. De esta forma disparó las pu­blicaciones en torno a la espiritualidad de los laicos. Comenzábamos a lavar nuestra conciencia de una secular deuda con los seglares, a los que habíamos negado la misma categoría en el plano de la san­tidad, masivamente copada por una específica consagración: confe­sores, vírgenes, pastores, mártires, obispos, etc., etc.

Una bocanada de aire fresco abrió también la ventana para que los laicos comprendieran su vocación a vivir en plenitud la consa­gración bautismal. Llamados a vivirse amados de Dios de manera incondicional en un mundo profano, un mundo que había prescindi­do de Dios hacía tiempo, que había pretendido lograr su mayoría de edad a costa de silenciar a Dios, arrinconarle e, incluso, darle muer­te, otra vez.

Comenzaron a sacudirse un estilo de santidad configurada, idea­da por la imaginación levítica o monárquica 2, como sujeción a unos moldes previos, cumplimiento de leyes, perfección, integridad mo­ral, sometimiento ... Acostumbrados a vivir en cierta culpabilidad, que sólo actitudes prometeicas, al fin narcisistas, podrían liberar.

Algunas voces comenzaron a sugerir otros modelos de santidad, no sólo para los seglares: Santidad como «integración de lo negativo en la vida» 3. Hace tiempo que vengo pensando en ello, en la vida

1 «Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortaleci­dos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre», Lumen Gentium 11.

2 «La visión monárquica no hizo el menor caso de la visión mosaica. El don de la libertad cedió su puesto a la obsesión por el orden. Los asuntos humanos relacionados con la justicia fueron utilizados en beneficio de la seguridad. El Dios de la libertad y la justicia se vio sometido a cooptación frente a un 'ahora eterno'. Y el lugar de la pasión fue ocupado por la saciedad.» , Walter BRuE­GGEMANN, La imaginación profética, Santander, Sal Terrae 1986, p. 47.

3 Leonardo BOFF, San Francisco: La integración de lo negativo en la vida (Contribución de San Francisco al proceso de individuación), capítulo 5 de su libro: San Francisco de Asís. Ternura y Vigor, Santander, Sal Terrae 1982, pp. 185-215.

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espiritual a partir del ejemplo del nido de cigüeña: comprendí, cuan­do tuve que tirar un nido de cigüeña de un ilustre campanario, cómo todo tipo de materiales maleables, todo tipo de basuras, cartones, telas, ramas, desechos, excrementos, etc. sirven a la cigüeña para preparar el nido de la vida que llega, todo le sirve para· abrigar lo que está para nacer. Se me ocurre pensar que eso es la vida espiri­tual, o, si os parece, la santidad: el arte de aprovechar todo lo que acontece en nuestra historia, lo positivo y lo negativo, lo que alegra y lo que duele, nuestras buenas acciones y nuestros pecados, luces como sombras, aciertos y fracasos ... para crecer, para dejarse amar, reconciliar, para acercarnos más a Él, a la verdadera sabiduría, para vivir la vida que se nos regala hoy ... para no quedarnos permanen­temente en nosotros y mirar más allá, al hijo de nuestras entrañas que nos toca abrigar, albergar, nuestro deseo más profundo, aquello que Dios sueña con nosotros.

Todo ello nos invita a pensar en una santidad de lo cotidiano, de lo no extraordinario, de lo sin brillo y sin recompensa.

Una vivencia espiritual que tiende hacia la gratuidad, a entregar­se sin pedir nada a cambio, renunciando al fruto de las propias acciones (Gandhi).

Elisabeth Kübler-Ross, famosa escritora, psiquiatra americana, ha dicho palabras llenas de sabiduría desde una posición laica sobre lo esencial de la gratuidad para que la vida camine hacia la plenitud y la paz: « ... Pero hay algo que cada uno debe aprender antes de poder volver al lugar de donde vino, y es el amor incondicional. Cuando lo aprendáis y lo practiquéis, habréis aprobado el más importante de los exámenes ( ... ) Dios es el amor incondicional. Después de esta 'revisión' de vuestra vida no será a Él a quien vosotros haréis res­ponsable de vuestro destino. Os daréis cuenta de que erais vosotros mismos vuestros peores enemigos, puesto que ahora debéis de repro­charos el haber dejado pasar tantas ocasiones para crecer ( ... ) he­mos sido creados para una vida sencilla, bella, maravillosa.» 4.

¿Qué modelos se presentarán como adecuados y evocadores, con­tagiosos y seductores, despertadores de nuevos comienzos que no

4 Elisabeth KÜBLER-Ross, Las muerte, un amanecer, Barcelona, Ed. Luciér­naga, 1997, p. 38 Y 39.

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nazcan de la infravaloración, acomplejamientos o imitaciones repe­titivas? Algunos de ellos, de los hermanos mayores nos han indicado caminos llenos de posibilidades: San Francisco, Santa Teresa de Lisieux, Edith Stein ... son algunos que nos han mostrado otra san­tidad, menos ideal, más a pie de fragilidad, con pies de bano, pero tendremos que relativizarlos también si queremos reivindicar una santidad plenamente seglar, con los mismos galardones. ¿Cuántos santos laicos veis en los altares? Parece que el Sancta Santorum no se puede pisar con pies profanos, con ropas de calle, con botas de campo manchadas de bano. Sí, sí, siempre tendremos a San Isidro para defendemos de la acusación de reducir lo santo a unos cuantos de específica consagración, pero incluso San Isidro obedece a esa santidad nada real en la que los ángeles le privan de la gracia de su propia entrega, llenando de sobre naturalidad lo que no necesita ser adornado. Si ofrecemos a San Isidro como patrón del campo y de los campesinos, los labradores seguirán sin entender cómo su propio trabajo diario es valioso y lugar de encuentro con Dios y no más bien una deuda del pecado original al que estamos condenados y que nos ayuda a redimimos de nuestros muchos pecados.

Otra vez se hace urgente recuperar la Encamación de Cristo como la revolución más sorprendente de todos los tiempos. Dios se hace carne, se hace profano, si se nos permite hablar así, se viste de fragilidad, de humanidad para dar a lo humano un incalculable va­lor: «Ser cristiano no es vivir humillado porque sólo somos arcilla ... hay que sumergirse en' el futuro como en la profundidad de la ter­nura de Dios ... la caridad nos hace cómplices de Dios ( ... ) Cada uno es nuevo ante Dios (. .. ) Dios se hace hombre, por tanto, es hermoso ser hombre» 5.

¿Cómo dar su verdadero valor, no negativo, sino plenamente humano a la virginidad, el martirio, a la perfección evangélica ... ? ¿Cómo desmitificar algunas 'divinas' palabras (Jon las que hemos idealizado nuestra propia comprensión (los 'consagrados' 6) dejando

5 Gérard BESSIERE, La aventura del Papa Jacinto, Salamanca, Sígueme 1992, p, 131.

6 Empleo la palabra 'consagrado' para referirme a aquellos cristianos de especial consagración (sacerdotes, religiosos, religiosas, etc.) sabiendo que los laicos son también consagrados plenamente por el bautismo. Aún no tenemos

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en segundo plano valores incuestionables por la Encarnación de Cristo, por el mismo ser de criaturas a las que se ha regalado esta vida y no otra (angélica)? ¿Cómo superar el maniqueísmo latente en nuestra comprensión de la vida?

SEGLAR-SECULAR -MUNDANO «Cuando yo estaba en el mundo ... »

«Me vine del siglo, de Egipto, del Mundo, de los peligros ... y mi madre siguió, por la noche, preguntando a mis hermanos si querían huevo o tortilla. Siguió esforzándose en hacer felices a los que tenía cerca sin revestir sus gestos de palabras teológicamente adereza­das. Siguió dudando que hubiera sabido hacerlo bien, es decir, si­guió sin percibir en su entrega ningún brillo sobrenatural si no fuera el brillo de las pequeñas satisfacciones y alegrías propias de una persona que sabe amar la vida. Yo me vine del siglo al conven­to, pero no creo haber amado mejor y más que ella (más bien lo sé), Me vine y mi padre siguió quedándose en las cunetas a la sombra de algún árbol comiéndose el bocadillo para ahorrarse una pesetas que arrimar a casa,» (Así me decía un hermano).

El siglo, lugar del mal, de las tentaciones, de la arbitrariedad, la confusión, las pasiones, la prisa, la competitividad ...

La espiritualidad del laico consiste en roturar el suelo que pisa sin evadirse, es decir, vivir ilusionados, apasionados, seducidos por Dios en el corazón de este mundo, del que hemos pretendido huir en algunas épocas por peligroso, para refugiarnos en el ambiente sacral, incensado del convento. Nos acogíamos a sagrado en algunos casos para no ser contaminados de 'mundanidad'. Tal vez ¿para ser salva­dos o para estar a salvo?

De cualquier forma, no concebimos ya la vida consagrada como una huída, como 'fuga mundi', como minusvaloraciónde lo pura-

una terminología nítidamente diferenciadora para referirnos a los laicos y los demás consagrados, suponiendo que haya que aquilatar esa diferenciación y no más bien matizarla y resituarla.

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mente humano, creado bueno y bello por Dios, aunque esas defor­maciones han existido y han repercutido en la segunda o tercera categoría concedida a la entrega del laico frente a la excelencia del sacerdote o de la religiosa, por poner los dos ejemplos más nombrados.

¿Es cierto que a la tarde nos examinarán en el amor y sólo del amor con que hayamos tejido cada paso, cada respiración? ¿Nos atreveremos a afirmar de aquí en adelante que tiene tanto o más valor el consagrarse a una vida laical, matrimonial, y que fregar los platos o montar en bici, puede tener tanta o más belleza a los ojos de Dios -que atiende al corazón- que un canto gregoriano? ¿Nos atreveremos a sorprender a Dios acurrucado, temblando en las es­quinas de las plazas ... en el taller del zapatero, entre los surcos del agricultor o las cestas de la compra?

Lo expresa bellamente Gloria Fuertes:

Dios está en el mar y, a veces, en el templo. Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa, en la madre que pare y en la garrapata, en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.

Dios está en la mina y en la plaza. es verdad que está en todas partes, pero hay que verle, sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.

has de sentirlo tú, trepando, arañando, limpiando las paredes de tu casa.

Suele estar en el suburbio hasta altas horas de la madrugada, en el hospital, en casa enrejada. Dios está en eso tan sin nombre que sucede cuando algo te encanta, pero de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa 7.

7 Gloria FUERTES, ¿Dónde está Dios?

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¿DÓNDE ENCONTRAR A DIOS EN ESTA TIERRA?

La intemperie

La teología del Nuevo Testamento encierra una de las mayores revoluciones religiosas de todos los tiempos. Dios, naciendo 'fuera', donde nacen los marginados, los sin techo. No busca el refugio seguro de lo sacralizado, no busca el templo o sus alrededores, no pide a los levitas, escribas, fariseos del momento que saluden o refrenden su voluntad de hacerse presente. Sigue habiendo en el símbolo de Belén algo de incómodo para toda religión establecida, adormecida. ¿ Quiénes saludan, acogen en nombre de la humanidad al Emmanuel? Los pastores, aquellos que no tenían nada que perder, nada seguros de sus conocimientos sobre el Mesías que había de llegar, de modo que les pilla de sorpresa, sin tiempo para lavarse las manos y la cara. La teología de Belén, muy rápidamente esbozada aquí encierra el valor de lo humano por sí mismo, desde la opción que Dios mismo hizo, desde el ejemplo que Él nos dio y que no hemos sabido leer.

La intemperie, la desprotección en la que se encuentran tantas criaturas, desamparadas de grandes seguridades no solo externas: económicas, laborales, familiares, sociales, sino también internas: autoaceptación, paz interior, confianza en sí mismos, seguridad de sentirse amados, miedo, duda ... Esa intemperie aparece bíblicamente como lugar privilegiado de la irrupción de Dios, de la epifanía de Dios. No debemos perder la perla que se nos regala en esas situa­ciones límite. Esa des protección que tiene tantos nombres y rostros es lugar de encuentro con el Dios de los márgenes, que por amor llega hasta el extremo del abismo para liberarnos, y nunca arroja la toalla en el deseo de reencontrarse con nosotros.

Esa intemperie no es patrimonio de los seglares, es cierto, pero nos invita a romper los márgenes en los que hemos imaginado pri­vilegiadamente el nacimiento de Dios.

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La duda / el ateísmo

«Padre, me acuso de que tengo dudas», nos dicen algunos cre­yentes asustados por su visión difuminada de la fe o por sus legíti­mas incertidumbres. No podemos silenciar la extrañeza que provoca en nosotros querer encontrarnos con un Dios que está más allá y más acá, en otra dimensión y, sin embargo, regando, como la sangre el cuerpo, todo lo humano. A Dios no le podemos palpar, no lo vemos, no lo encerramos en nuestros esquemas mentales o sentimentales.

La duda es un principio fundamental de crecimiento en cuanto dinamiza en la búsqueda de la verdad. La duda es un sentimiento muy humano y supone una legítima pregunta y caminos que se abren o caminos demasiado fáciles que se cierran.

«¿Nos asaltará la duda? No nos dejemos detener, la duda no tiene nada de alarmante.» (Hno. Roger de Taizé). Con estas pala­bras el Hno. Roger, nos asegura que la duda no es una aberración y no debemos tener miedo a expresar nuestras legítimas dudas cuan­do y donde convenga. No debemos hacer la guerra a nuestras dudas, sino respetarlas (respeta tus dudas decía Edith Stein a una novicia), observarlas y permanecer abiertos a la verdad que está llegando de formas y maneras diferentes a como yo concibo o supongo.

Muchos seglares viven en la duda, bordeando los límites, nada cómodos para su conciencia, de un ateísmo inconfesado, con la sen­sación de tener palabras, imágenes sobre Dios, pero no su sentir, su certeza. Dios fue inequívoca cercanía en años pasados y ahora jugó a ausentarse sembrando de dudas mi tranquila fe de otro tiempo: «¿no habrá sido todo un engaño?». «¿Seré yo el culpable por no haber mantenido las prácticas aprendidas en los comienzos; por no haber cultivado la oración y la piedad; por no haber reaccionado a tiempo y con valentía? ¿Será culpa de la inercia y la dejadez?». Entre estas preguntas se debaten algunos, no sin malestares grandes.

Pero, si se me permite, diré que esa es, precisamente, la prueba de una sana búsqueda de Dios, la que no evita la zozobra, el tem­blor, la duda, el vacío. Si somos sinceros con nosotros mismos no podemos negar este peldaño vacío de la duda en el camino hacia el descubrimiento de una verdad auténtica, no aprendida de oídas, no leída en libros certeramente escritos. Acojo mis dudas, no como una

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negación de Dios o una cobardía, sino como una verdadera invita­ción a despertar, a seguir buscando más allá, más acá,

La sorpresa

«Si fuera posible sondear nuestro corazón humano, la sorpresa sería descubrir fugaz o estable, la espera de una invisible presen­cia» (Hno, Roger).

A Dios no es posible encerrarle en ninguna jaula, en palabras o experiencias. Dios es siempre más allá y más acá, La capacidad de sorpresa es una de las actitudes que los cristianos tendremos que desenterrar si queremos que Dios no se tome para nosotros viejo prematuro y rancio, encerrado en las cuatro paredes de una religio­sidad secularmente respetada, hecha de costumbre y prudencia.

Pero volveremos a aprender de los niños, o más bien del niño que llevamos dentro, esa capacidad de asombramos y maravillamos, con la que Dios podrá seguir jugando a poblar nuestros días de pequeños detalles luminosos en su cotidianidad.

¿Está Dios más vivo en el templo que en la calle? Es una pre­gunta típica y tópica que sabe también a rancia por consabida la respuesta; pero maravillémonos de la respuesta de un borracho tira­do 'fuera' de la iglesia, acerca de dónde está Dios, que no hace ya grandes prodigios para alimentar nuestra fe adormecida:

«-Escucha, jefe, Dios no ha muerto ... es algo más sencillo: Dios se las ha pirado. Ha... huido, si prefieres. Por esto a los cristianos y a los curas les duele el estómago ... Y le buscan, como dicen. Incluso le cantan. Le buscan por todas partes. Y les va a costar encontrarlo. Y es que se ha marchado. Ha desaparecido ... se las ha pirado porque estaba harto de ser Dios. Con tanto protocolo. Se veía venir ... No dejaban de hablar de él, ante él ... Lo explicaban a la gente, distribuían libritos sobre él. Lo mostraban como un oso en una feria. Dios, el más fantástico maniquí de la historia. Hacían que la gente le visitase .. como si fuese un antiguo monumento, con precio especial para niños ... Decían cómo hay que hacer para ha­blar con él, para que esté contento. Incluso llegaban a vender cosas suyas, como pequeños recuerdos.

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Entonces, su voz se elevó de repente, hablando para toda la calle vacía.

-Dios se hartó de ser Dios, póngase en su lugar, eh jefe. ¿ Qué hubiera hecho usted en su puesto? Ha tenido que tener una sagrada paciencia ... ¡Una paciencia sagrada!, s( señor ... -Cogió y se las ., 8 pIro.»

Con el humor y la frescura con que Bessiere nos relata en esta novela el diálogo del Papa Jacinto con un borracho a la entrada de una iglesia, quiero hacerme eco de todo lo que las palabras del borracho encierran de provocación a nuestra fe cómoda y falta de imaginación. Invitación a dejar a Dios ser Dios y a entablar con Él una relación de libertades, de amistad, de comunión basada en la gratuidad, es decir, en dejarse amar y amar sin pedir nada a cambio, sino el mismo amor.

Nuestros conocimientos nos defienden, en muchas ocasiones, de Dios, que es, sin embargo, como 'espada de doble filo', que penetra hasta lo íntimo de nosotros abriéndonos a sí.

El silencio

Suponemos para el seglar un silencio no monástico, no carente de ruidos, un silencio no desértico, ni desbrozado de tropiezos, de quejidos ... aunque suponemos también la necesidad de ese silencio real, que permite la escucha de la 'música callada' en todo. Hay un silencio interior, una soledad profunda que se le impone en muchas ocasiones al ser humano, un silencio no fácil de llevar, como un vacío que se abre ante nosotros y que nos deja sin armas (y sin palabras) ¿Cómo vivir esos momentos sin lamentos, sin pretender consuelos fáciles, sin acallar el dolor, sin poner tiritas ... , auscultando nuestras raíces? Este silencio desnudo, sin músicas de fondo en el que yo imagino el nacimiento de Jesús. Un silencio, en muchas ocasiones, angustioso, pero lleno de fecundidad, para el que 'sabe esperar en desnudez y pobreza, confiando en que no tardará su Bien' (cf. San Juan de la Cruz).

8 G. BESSIÉRE" O. e., p. 95.

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Asumir y valorar este silencio, en ocasiones lleno de estorbos externos, de afanes, de tareas pendientes, de luchas laborales, de atención constante y sin tregua a los hijos (especialmente si son pequeños), supone también regalarse, en lo posible, algunos espa­cios de silencio real, de escucha de la natunlleza, del viento. Supone optar por no silenciar la Voz; seguir acudiendo a la Fuente, ahí donde se halla inequívocamente; acoger una palabra de vida para mí que nace en este instante hondo, único que se me regala, sean cuales sean las circunstancias.

El ajetreo, la prisa

«Seréis libres de verdad cuando vuestros días no transcurran sin preocupaciones, cuando vuestras noches no estén vacías de ne­cesidad ni de pena. Lo seréis cuando esas cosas acosen por todas partes vuestra vida y desnudos y sin ataduras consigáis sobrepone­ros a ellas.»9

Es ahí, en el ajetreo y la prisa donde se desarrolla buena parte de nuestra vida, y no siempre está en nuestra mano el ponerle reme­dio. Por ello habrá que estudiar la manera de vigilar que esos ritmos impuestos desde fuera no deshumanicen, no atonten, no automaticen nuestra vida impidiéndonos sentir el paso que ahora estamos dando, privándonos de los pequeños milagros que acontecen a nuestro alre­dedor y que sólo si sabemos mirar lograremos descubrir ante noso­tros. Habrá que llegar lo más puntuales posibles (y el que esto es­cribe no lo es precisamente ... ), pero sin descuidar la respiración de cada momento. Es verdad que el mundo parece ir rápido, y la res­piración se nos ha hecho entrecortada, vacilante, no profunda. Hay que volver a respirar a pleno pulmón, aunque sea en los pequeños espacios que nos deje el apretado horario. En muchas ocasiones somos nosotros mismos los que tenemos miedo y nos angustia de­celerar, tener una tarde de vacío, sin saber lo que vamos a hacer, sin hacer una llamada, sin que nadie me visite, sin programa. Tenemos

9 Gibrán JALIL GIBRÁN, Elprofeta, Madrid, Editorial EDAF, 1996, p. 55 (De la libertad).

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que reconocer que el ritmo en muchas ocasiones se nos ha entrado dentro. Por eso la paz sufre violencia, y no podemos lanzar balones fuera, excusándonos bajo responsabilidades externas. Habremos de recuperar la ascesis de los tiempos libres, tiempos de abrirnos a Él.

La importancia de tomarse tiempo para sí y cuidarse un poco, haciéndose un zumo de naranja, porque me lo merezco (como decía una amiga).

Existe una parábola, un cuento sobre la sociedad moderna, en el que se habla de un personaje que abandera una actitud milagrosa frente a la prisa, a la deshumanización creciente, esa actitud es la escucha, y el personaje es Momo JO. 'Momo sabía escuchar como nadie'. Cosa que no siempre solemos practicar en familia de manera tranquila y sincera, sin prisa. Tal vez demasiado cansados al final del día nos apetece más ver la tele o irnos rápido a la cama ...

La escucha y la mirada, resumen dos de las actitudes a cultivar con empeño si queremos huir de la inercia imperante, de la falta de originalidad. Dios sigue siendo palabra en tantas realidades cuya música espera ser escuchada en libertad, sin autosuficiencia. Tanto la escucha como la mirada nos invitan a un ejercicio de centramiento permanente. Nuestro gran enemigo es la dispersión, a la que somos sometidos y a la que nosotros aceptamos ser conducidos, de flor en flor, de amor en amor. Todo seglar está llamado, no menos que el consagrado, a dejarse enamorar del Dios de la vida, en la mediación de su pareja, de su familia, de su hogar, de sus quehaceres, de su existencia, sea como sea.

Solidaridad

La espiritualidad cristiana es el camino por el que bebiendo de las fuentes del amor de Dios, de su ternura, de su misericordia, levantamos la mirada de nuestro propio ombligo hacia el otro. Todo el camino espiritual nace para el cristiano en la escucha de aquella voz primera y última: tú eres mi hijo amado. En esa palabra somos recreados continuamente, somos dados a luz y lanzados en confian-

10 Michael ENDE, Momo, Editorial Alfaguara.

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za al duro combate de la vida, afrontando los miedos, sin detener­nos, con confianza de hijos. Esta experiencia fundamental nos lanza, nos envía a los que, tenemos cerca, en casa y fuera de casa, en el trabajo, en clase, en la calle. Porque Dios nos hace guiños en cual­quier 'otro' que se me cruza. Cuidamos el trato con los de casa, que es donde más solemos perder la educación y la atención, olvidamos la escucha porque decimos conocernos, pero no es cierto. Tenemos que volver a descalzarnos bíblicamente ante los 'nuestros' (mi ma­rido, mi esposa, mis padres, cada uno de mis hijos -más el que se encuentra más caído-, mis abuelos, etc.

Esta búsqueda de Dios me lleva necesariamente al otro, desde mi pobreza, no desde mi seguridad. Es en mi fragilidad donde se puede manifestar la fuerza y la ternura de Dios. No debo renunciar a ese tesoro que me hace confiar en Él cuando quiero llevar un poco de Dios a los demás. Bendigo en silencio a todos en su nombre, incluso a los que me cruzo por la calle, beso su alma, especialmente la de aquellas que se visten de más genio y tienen más agria la mirada. No hay una verdadera espiritualidad laical que no termine en fracción de la propia vida, en entrega ... de la forma que sea, con sencillez y valentía. Cada uno se da desde lo que es.

No van desunidos el amor a Dios y a los demás. «Amar al semejante es mirar de frente a Dios)) 11.

TESTIMONIOS

Ya va siendo hora de que me calle y ceda la palabra a quien le corresponde. Son algunos laicos amigos a los que he preguntado sobre los fundamentos de su espiritualidad, sobre las fuentes en las que alimentan su vida cristiana. El resultado es su misma palabra, que he respetado casi del todo, incluso el orden de las ideas. Les agradezco que me hayan regalado este testimonio sincero y emocio­nado. Con ellos os dejo.

Il Del musical de Los Miserables,

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MADRE DE FAMILIA"" 52 AÑOS (TRES HIJOS): «Todo es muy simple». A través de tu familia vives a Dios. En la vida tenemos que llevar un camino, encontrar el camino.

En ese camino voy a encontrar muchos baches. Tengo que superar­los. No perder la luz. Hacerlo bien con mis hijos. Esa es mi lucha.

Como esposos, la vida de sacrificio y querernos cada día más. Siempre de cara a Dios. La fe se ha ido acrecentando. Noto cada día más la ayuda de Dios. Tenemos que llevar la cruz. Él te la hace llevadera.

No es fácil con los hijos. Sufres con ellos. Pero quiero vivirlo todo mirando a Dios. No encuentras la feli­

cidad en tu egoísmo. Si puedo hacer algo por los demás, bien. Soy voluntaria de Caritas. Hago lo que puedo. Cuando das un poquito, aunque no sea nada, te encuentras muy reconfortada. Cuando mi madre estaba mala tampoco dejé lo de Caritas.

A la oración le dedico poco tiempo. Quiero encontrar a Dios en los demás. Estar en casa ofreciendo lo que vives. Todo es muy simple.

La abuela nos enseñó con su vida. Vivió siempre dedicada a nosotros. Vino muchísima gente al funeral. Antes de morir ella soñó con la otra vida. Un día me dijo que vio el cielo: «Había mucha gente que yo conocía ... Pero allí no había rencores ... ». Ella tenía mucha inquietud. Yo le decía que allí se encontraría con padre. Se quedó dormida con los brazos en cruz. Fue una vida de entrega. Un verdadero testimonio para todos nosotros. Su educación religiosa había consistido en el miedo, el infierno, el pecado. Esas cosas tan bonitas del cielo no las había oído ella. Lo había vivido de verdad. A misa procuramos siempre ir juntos mi marido y yo. Dialogo mucho con mi marido. Él dice que tenemos que estar juntos. En su trabajo él da testimonio con los compañeros. Siempre que puede dice una palabra de evangelio. Compartimos todo. Uno sin el otro no hace­mos nada.

JOVEN TRABAJADORA, 34 AÑOS: «Vivir con intensidad lo mundano». Trato de vivir con intensidad lo cotidiano. Lo que vivo cada día

que me lleve al encuentro con Dios. Tanto lo positivo, gozoso, como lo más difícil, por ejemplo lo laboral: sacarle provecho. Vivir con

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intensidad lo mundano, lo humano: la belleza, la danza, el arte. Vivirlo a tope, porque es lugar de encuentro con Dios.

Vivo muy intensamente los encuentros con las personas, con mucha intensidad; en ocasiones los conflictos me causan mucho sufrimiento ... Pertenencia eclesial. Quiero caminar al lado de otros, celebrando la fe. Ofrecer un servicio a la Iglesia.

La oración es el centralizador de todo lo anterior. Mi deseo es que la oración impregne la vida.

Es siempre un camino de ida y vuelta: el mundo te acerca a la Iglesia, por la liturgia, la oración; ahora vuelvo a la vida. Lo que importa es la vida, desde lo sagrado. Vivo intensamente todo, su­friendo y gozando.

MADRE DE FAMILIA, 52 AÑOS (UN HIJO): «Volver a empezar». Soy una persona de vivir el día a día. Al entrar en el mundo de

la espiritualidad recuperé el momento. Vivía mucho en el pasado y en el futuro. Mi hijo me ayudó a vivir el presente. Pero sigo pregun­tándome cómo vivir el día fatal. He ido aprendiendo a vivirlo, a ver el sol en los problemas. Aprecio el día que amanece. De la discusión aprendes en humildad y a no negarte la razón o achantarte. Recono­cer tu verdad. He aprendido humildad y verdad en la espiritualidad.

He aprendido a valorar el momento y liberarme de miedos. A no ahogarme, a valorar el malestar. A confiar, sin saber en qué se confía. Confiaba en que las aves no se mueren, como dice el evan­gelio.

Además de regalo, todo esto (la espiritualidad) lo iba trasladando a la familia, a la paz. A fuerza de discutir las cosas vamos a la paz en el diálogo. Fui yo la que di el primer paso.

He aprendido mucho que necesito a la gente ... Soy muy social. Es verdad que no siempre encuentro a la persona adecuada. Pero eso me ha hecho madurar.

Mi marido y yo acompañamos, hablamos a algunas parejas que se van a casar. Compartimos con ellos cómo vivir el desamor. Esos momentos más difíciles de la pareja ... no tirar la toalla.

Es una vida corriente la nuestra, que les puede servir a otros. Yo misma me sorprendo cuando me oigo hablando a otros: «y veo que

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eres tú, Señor, que te manifiestas a través de nosotros, y cuando mi marido dice un chiste, vemos que todo sirve, .. »

Como seglar termino siempre en el Carmelo. Las bases de aque­lla fe (tabúes, mojigatería, ¡qué dirán!, la educación de las monji­tas ... ) se perdieron. Cuando ya no sabía para donde tirar, me encon­tré con el Carmelo. Esa fe como un don, me fue regalada.

Como la Santa (Santa Teresa) sé que se me llama a altos vuelos. Todos los días retrocedo un montón, pero sé que mañana voy a volver a empezar. Así es mi casa.

Todo eso es un regalo (me dice emocionada). Yo no sé andar sin mi marido, aunque esté mucho tiempo sola. No tenemos doblez, así somos. Sería como una losa que me pusieran encima no poder hablar. A mi marido le llevo en la actitud. En cada momento estoy enamorándome.

Estoy estudiando teología para crecer. Yo era cristiana de mucho miedo. Se me abre un horizonte enorme. Eso me ha hecho la teolo­gía. Busqué estudiar por aburrimiento parroquial, porque en otros gmpos se hablaba por hablar.

Estoy haciendo mantelitos para la Marcha del verano. A veces doy la espalda a mi marido o a mi hijo, porque soy de

barro. Cuando caes en el pozo sales más brillante luego. Busco en lo negativo lo positivo. ¡ Qué suerte tenemos!

JOVEN PROFESORA O MAESTRA QUE TAMBIÉN LE GUSTA EL TÍTULO, 32 AÑOS: «Los pequeños detalles». Vivir los encuentros descubriendo el Dios que el otro lleva. Mirar

a Dios en el otro, te caiga bien o mal. Todos llevamos a Dios, Descubrirle es un reto, especialmente en los que te caen mal. Buscar la verdad del error.

Vivir la alegría como opción de vida, sea triste o alegre el mo­mento. La alegría es una opción, más allá del carácter. La vida es don, es regalo. La alegría no se puede perder. El Dios que me habita, que se muestre en la mirada. «Que mi mirada sea tu sonrisa», decía desde pequeña.

Vivir los encuentros con pasión. Creerme de verdad con el corazón que todos los días se puede

empezar de nuevo. Lo problemático es que te quedes tirada, o quie-

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ras quedarte tirada. Apoyar tu mano en la de Dios. La fe se me vuelve vieja a veces. El amor tiene que ser creativo.

Despertarte, pincharte. Volver a empezar siempre. Cuidar los detalles. Dios hace cosas grandes en los pequeños

detalles.

JOVEN SIN TRABAJO, 34 AÑOS: «Dios te hace preguntas». Mi espiritualidad es la del día a día. No de grandes palabras, ni

grandes ideas. Recibo el nuevo día como una oportunidad para seguir buscán­

dole, buscando a ... En el señor que se acerca y te pide, Dios te hace preguntas. En

lo que ves por la calle. Me alimento de cada piedra en la que tropiezo en el camino.

MADRE DE FAMILIA (5 HIJOS Y UN NIETO), 60 AÑOS: «La ternura de Dios» Me emociona sentirme hija de un Padre que me quiere mucho.

Le siento como el Amigo. Tratar de conocer al Amigo, por medio de los hermanos. Descubrir lo que quiere el Amigo. Lo comparo con la familia. Igual que_ estoy casada con mi marido y trato de compla­cerle, quererle más.

La oración es para mí trato de amistad. Quiero acercarme cada vez más. La oración no me es difícil. Cuando estoy en casa sola. Me pongo música, los cascos y no me cuesta relajarme trabajando. Desconecto fácilmente. Incluso cuando están hablando a mi alrede­dor, no me cuesta entrar dentro de mí.

Me mueve la ternura de Dios. Esa ternura es lo que me mueve con mi familia. No es sensiblería. Lo baso todo en la familia.

Ahora mi nieto ha traído paz, unión, me ha vuelto más tierna para los demás. El niño nos ha traído vida. Me ha ayudado muchí­simo, ha sido un regalo del cielo.

La familia y Dios son las dos realidades fundamentales.

JOVEN ABOGADO, 29 AÑOS: «La confianza en Dios». Partiendo de la debilidad, imperfección, de las caídas ... Para mí es importante la oración. Tengo poco tiempo. Te dejas

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¡----!

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arrastrar a veces. Mi oración es personal y con mi novia. También procuro la convivencia con otras personas. La búsqueda es com­partida.

Trato de enfocar mi vida profesional buscando a Dios, desde el servicio. Estamos llamados a la caridad.-

Echo en falta, influido por Taizé y los escritos del Hno. Roger vivir este día de hoy la confianza en Dios. Ponerme en manos de Dios. Yo elegí (soy racional, a veces demasiado) mi profesión no por azar, sino por emplear el derecho. Busqué la inseguridad de esta profesión (no tengo horario fijo), para poner mi confianza en Dios. Las situaciones de inseguridad me motivan para poner la confianza en Dios, Vivo desde la espera en lo que la vida te va trayendo.

La sociedad es materialista, consumista ... Procuro en este con­texto no olvidarme de Dios. En la profesión se persigue el lucro. Eso deja de lado otros ideales: dejar de atender a la persona en cuanto persona. No ves en el otro alguien a imagen y semejanza de Dios. Se lucha por sobrevivir. La competitividad.

La espiritualidad no es evasión de todo esto. A veces hay dos vidas: trabajo y cumplimiento dominical, por ejemplo. Cuidar de no vivir en la esquizofrenia. Tu vida es un todo. En el trabajo, en la vida diaria, la familia, etc. Ahí en todos los momentos del día. Lo espiritual te ayuda a mirar de otra manera todo.

. Eres débil, te dejas llevar. Es difícil con tanto mensaje, y te dejas llevar. Pero no tienes que estar cerrado a lo que te llega, hay que saber discernir. Yo me planteo esto de apartarte del mundo: te creas tu propio círculo, ghetto... el Espíritu Santo se manifiesta en el mUl,1do, no apartándote. Tienes que discernir.

JOVEN ARTISTA, 24 AÑOS: «Gratis no lo entienden». Hago oración cllando pinto y al hacer mis obras, sin darme cuen­

ta, expreso lo que llevo dentro. Son cosas sencillas .. La familia siempre está unida a ti. El amor a tu familia te hace

ser libre. Descubres ahí a Dios. Es lo más cotidiano que tienes. Es donde más está Dios.

Mi novio es la persona que me ayuda a descubrir a Dios. Tener éxito, buscar el negocio en esto del arte en tantas ocasio­

nes lo ensucia, lo enturbia. Ante la sociedad a veces se te valora por

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el precio de tus obras, Eso rompe todo, Cuando haces algo gratis no lo entienden,

Ahora dar clases me ayuda mucho a transmitir lo que llevo den­tro, sin tener que competir con nadie, Te expresas libremente,

Termino este artículo con el trozo de una carta que hace años me escribía una amiga, a la que casé. Ahora tiene dos niños:

« ... hemos tenido una temporada en la que parecía que la barca estaba en medio de una gran tempestad. Hay momentos en los que se hace especialmente difícil saber mirar, escuchar, vivir ... y crees que las aguas nunca volverán a calmarse (parece que Dios no está»>.

Estas líneas quieren ser un homenaje a todos esos hombres y mujeres, jóvenes y mayores cuya barca se halla en medio de la tempestad, a todos esos a los que se les hace difícil saber mirar, escuchar y vivir ... Brindo por ellos con el Dios de la vida, pidién­dole que abra nuestros ojos y nuestro corazón a la esperanza, a la verdad. Nunca importarán tanto las caídas como el amor que ponga­mos en cada paso, en cada entrega, en cada abrazo. ¡Que Dios nos bendiga a todos!