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AMARILLOMAGENTACIANNEGRO cultura al día Adiós a un maestro FACETAS IBAGUÉ, 7 DE MARZO DE 2010

Facetas Marzo7

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AMARILLOMAGENTACIANNEGRO

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Adiós a un maestro

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IBaGUÉ, 7 De MaRZO De 2010

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2 facetas> Ibagué, MARZO 07 DE 2010

Por LUÍS FOIX*

lejandría es una ciudad idónea para discu-tir sobre cultura, civilizaciones, choques y alianzas, sobre el paso de los siglos y el auge y declive de los pueblos. Medio cen-tenar de periodistas británicos, norteame-

ricanos, irlandeses, italianos, serbios, indonesios, paquistaníes, jordanos, libaneses, israelíes, sirios, egipcios y otros países de mayoría musulmana he-mos intentado racionalizar el choque entre Oriente y Occidente a partir de los atentados del 11 de sep-tiembre de 2001. Las intervenciones han sido muy correctas, res-petuosas y clarificadoras. La sesión sobre el signi-ficado de las palabras ha sido la más interesante. Hablamos todos de los mismos hechos pero no utilizamos las mismas palabras. Ha flotado sobre el ambiente un cierto nacionalismo lingüístico. Lo que para los occidentales es terrorista aquel que se inmola matando a inocentes persiguiendo un objetivo político, para el lenguaje de muchos mu-sulmanes hay que matizar un poco más. Depende, dicen algunos. Habría que hablar de mártires, para la jerga de los radicales. No nos hemos puesto de acuerdo ni siquiera cómo hay que designar la pared entre los territorios ocupados e Israel. Un muro, una valla, una barre-ra, una pared de seguridad son posibles denomi-naciones que han surgido. Los egipcios describen como una «construcción» la pared subterránea para

neutralizar el tráfico de personas y mercancías en la frontera con Gaza. Los nombres importan. Occi-dente engloba a Europa y Estados Unidos para los medios de países musulmanes. Para nosotros no sabemos exactamente distinguir entre un árabe, un musulmán o un islámico. Recurrimos a las califica-ciones de radicales y moderados. Un acto terrorista de procedencia islámica es el recurso más fácil. ¿Qué diferencia hay entre un suicida que mata a otros, un mártir o un resistente? Largas discusiones para llegar a un cierto consenso. Las sesiones se han celebrado con nuestros ordenadores persona-les. Los bloggers han sido el gran tema. Son muy activos en Egipto y en Pakistán. También en Indone-sia. Pero los gobiernos controlan cada vez más las opiniones de los «ciudadanos periodistas». En Ale-jandría un autor de blog fue condenado a tres años de cárcel por haber insultado al Islam y otro año por haber discrepado del presidente Mubarak. En Si-ria no perciben ni siquiera el concepto de blogger. Simplemente no han llegado todavía a Damasco. La diferencia está en las palabras. Pero también en los conceptos. El problema es el uso de la libertad, limi-tada y condicionada si se quiere, que en los países musulmanes es de una gran precariedad. La Alianza de Civilizaciones es una gran idea. Pero su imple-mentación es del todo prematura.

*España. La Vanguardia. Palabra del día

La PaLaBRa DeL DÍaHígado

Nuestra lengua no es sino un latín tardío, enriquecido con numerosos ele-mentos godos y árabes después de que estos pueblos ocuparon la Península Ibé-rica. Cabría, pues, esperar que el nombre del hígado apareciera emparentado con la palabra latina iecur, o tal vez con la griega épatos, pero ¿por qué hígado? Se trata de una historia curiosa que comienza con una digresión gastronó-mica. Los franceses dieron a conocer al mundo el foie gras de oca, una delicates-se (perdón, delicia) elaborada con hígado de oca hipertrofiado con dosis abundantes de maíz. Pero el producto es mucho más antiguo que Francia y los franceses; ya era conocido por los atenienses del siglo de Pericles, quienes, como no tenían maíz, cebaban a las ocas con higos (sykon, en griego) y, como tampoco sabían francés, lo llamaron hépar sýkoton 'hígado con hi-gos'. Esta exquisitez gastronómica fue le-gada a Roma, donde el gourmet Marcus

Apicius innovó al introducir la costumbre de sumergir el hígado en un baño de leche con miel para que aumentara de tamaño y mejorara su sabor con nuevas fragan-cias. El hépar sýkoton de los griegos se llamó en Roma iecur ficatum 'hígado con higos', expresión que, con el tiempo, pasó a designar al hígado, con higos o sin ellos, de cualquier animal, también el del hom-bre. Algunos siglos más, y la palabra iécur se perdió en la oscuridad de los tiempos, mientras que ficatum se siguió usando como nombre del órgano, hasta llegar al asturiano fégadu, al castellano antiguo y al portugués fígado y, finalmente, al moder-no español hígado, documentado desde finales del siglo XV: Sácanse algunos que lo tienen en la ante penúltima como filósofo, lógico, gra-mático, médico, arsénico, párpado, pórfi-do, úmido, hígado, ábrigo cierto, cuando por amor se hacen desiguales casamien-tos. (Antonio de NEBRIJA: Gramática cas-tellana, 1492).

Radicales islámicos: ¿terroristas o mártires?

Obras de la pintora colombiana Ana Mercedes Hoyos

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Por ALEJANDRO GASPAR GUADARRAMA*

La ciudad es un solo cuerpo enorme. Tiene las venas repletas de automóviles, los pulmones hechos árboles, el corazón poblado de vie-

jos edificios.Alberto Chimal, La ciudad imagina-da... La ciudad es un organismo que nace, se reproduce y muere. En él somos nosotros las células que la mantienen viva; pero como todo or-ganismo también enferman: célula por célula nos vamos infectando de tráfico y de caos. Una ciudad es para habitarla, contarla, para vivirla y perecer con ella. Pero imaginemos despojar a la ciudad de todos sus edificios, co-ches, calles, monumentos... Y sólo nos quedáramos con las personas que la habitan, ¿seguiría siendo una ciudad? Porque, ¿cómo saber si lo esencial de una ciudad son sus habitantes o sus construcciones? Alberto Chimal, en su libro La ciu-dad imaginada y otras historias,

nos dice: "La ciudad es esta carne. La ciudad es esta gente [...], la ciu-dad es en verdad muchos cuerpos, todos juntos, unidos y a la vez se-parados". Las ciudades al igual que los hombres están destinadas a pere-cer; pero también son el escenario en donde transcurren innumerables historias: idénticas, falsas, contra-dictorias y hasta "milagrosas"; mu-chas de ellas más acopladas a la ficción que a lo real, más apegadas a lo extravagante que a lo cotidia-no. Las historias que suceden en las ciudades son el registro mismo de cada ciudad, cada una tiene en sí una memoria que se actualiza al transcurrir del tiempo y de las gene-raciones; esta memoria también la encontramos en su traza, y en sus construcciones: claras manifesta-ciones del hombre que reactualizan

a cada momento épocas pasadas. De igual manera una ciudad aban-donada tendría para nosotros el valor de descubrir las historias y hazañas que allí se realizaron. Así, una narrativa sobre la ciu-dad no debe encerrarse en un ejer-cicio testimonial o de registro, pue-de ser un ejercicio experimental que combine significados y que no agote su multiplicidad de sentidos; puede ser una narrativa que se encuentre abierta al cambio, que intente cons-tituir nuevos mundos imaginarios a través de la representación del lenguaje, y esto es precisamente lo que hace Chimal en este libro. Los personajes de La ciudad imaginada nos aparecen como la invitación al absurdo, a un mundo caótico, lleno de patologías; son personajes realizables sólo en una

mente desbordada, porque cómo podríamos pensar, por ejemplo, en sirenas que se alimentan de recuer-dos o que desaparecen de la piel en donde habían sido tatuadas; en un hombre que telefonea consigo mismo desde un celular que había perdido un año atrás; o en una mu-jer que implora por la vida de su hijo para luego asesinarlo. Estos y otros personajes los encontramos repre-sentados en ciudades en donde la imaginación es lo que prevalece. Construir ciudades e historias a partir de palabras es para Chimal el propósito de este libro; ciudades y personajes imposibles para una razón limitada, historias que sólo podrían ser reales en estos cuentos imaginados.

*Escritor mexicano. Letralia, Tierra de letras.

Reinventar la ciudad

Por: WILLIAN GEOVANYRODRÍGUEZ GUTIÉRREZ*

La novela policíaca es uno de los géneros que últimamente ha suscitado muchos estudios e incluso investigaciones, debido a que en éste es evidente que se dé por lo general una ruptura del orden existente entre los componentes que contribuyen al desarrollo de la historia, así como del uso de técnicas narrativas que el escritor despliega para llevar a cabo el acontecer del he-cho literario. Para ello validan su dedicación -en los ante-riores aspectos- a través de la fundamentación que adquieren de ciertas teorías -las cuales se han hecho imprescindibles- entre las que se pueden citar: "Novela Policíaca en Colombia" del autor Hubert Poppel, "la Evolución del Detec-tive en el Género Policíaco" del autor Iván Martín Cerezo y "La Novela Policíaca: Juego" del autor Roger Carllois. La Novela Policíaca en la mayoría de oca-siones -según Hubert Poppel- presenta los si-guientes componentes: el asesinato limpio, la investigación lógico-racional -en la que se dis-cuten posibilidades como lo indica Roger Car-llois- y el comportamiento bien educado de los personajes. Desde luego uno de éstos es el detective, pero hay quienes aseguran que el hecho de que éste personaje no llegue a aparecer en una nove-la policíaca, no quiere decir que no lo sea, pues

"el detective puede pasar a un plano secundario o desaparecer por completo. Y en caso de ha-berlo, no es necesariamente un actante eficaz" (Resina, 1997:109). Independientemente del papel que cumpla el detective en la novela sa-bemos -con certeza- por parte de Roger Carllois que por lo menos éste ya no se disfraza y por el contrario reflexiona. Ahora bien, la novela policíaca como acu-sa Poppel construye un mundo puramente fic-cional, es decir, que la realidad se muestra de manera ficcionada, porque eso hace parte de la construcción de mundos posibles que nos pro-pone todo escritor. En torno a esta apreciación el investigador Iván Martín Cerezo ratifica que este tipo de lite-ratura agrupa aquellas obras de ficción en las que se produce un hecho criminal, es decir, una ruptura del orden cotidiano, un quebrantamiento de la ley, lo que da lugar a una investigación so-bre ese hecho. Producto de esa investigación es como se obtendrá cierto conocimiento relevante que finalmente ha de llevar al detective a resolver el crimen. En ese sentido Poppel afirma que lo sorprendente de la Novela Policíaca es que, en general, ese conocimiento recíproco se refleja en el texto. Por lo anterior, no hay que desconocer que la persona que logra ese conocimiento y resuel-ve finalmente el enigma y el misterio es sin duda el detective, ya que éste en palabras de Iván

Martín Cerezo "cura la herida social que el crimen simboliza. Recompone el desorden que el crimen ha desencadenado. Su objeti-vo es el retorno del orden, del orden mental por medio de la verdad, y del orden social por medio de la justicia". Para ello el detective se vale de su lucidez y de sus capacidades para conocer quién fue el que finalmente cometió el crimen, de ahí que el detective se esfuerza en descubrir -como lo manifiesta Roger Carllois- "la causa de esas mentiras diversas", con las que ha sabido encubrir los móviles que ocasionaron el crimen, a partir de los muy conocidos interrogantes uni-versales (¿quién?, ¿cuándo?, ¿dón-de?, ¿cómo?, ¿por qué?) de los que también da cuenta el mismo Roger. Finalmente es necesario aclarar que todos estos componentes de la novela policíaca a los que nos hemos referido en líneas anteriores se confi-guran en las técnicas narrativas pro-pias del escritor, ya que son éstas las que producen en el lector la tensión y el suspenso.Por ende lleva -como lo señala Iván Martín Cerezo- a que "la narración se mueva, despliegue, desarrolle, avance, retroceda, aclare o con-funda, se lía o se resuelva", debi-

do a que el escritor es visto por Roger Carllois "como aquel que se complace en jugar con la dificultad y en acumular los obstáculos que se propone vencer". Esto sólo es posible una vez que se adquiere un pleno dominio sobre el uso de técnicas y manejo de componentes que estructuran la novela policíaca como texto literario.

*Estudiante Licenciatura

La novela policíaca: un género por excelencia

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Aunque siempre estuvo en duda la presencia del compositor Jorge Vi-llamil en dicho acto, por sus serios quebrantos de salud, hasta allí llegó

el artista huilense, motivado por el ca-riño y el aprecio de los colombianos y de

sus colegas. Parecía que la diabetes, la penosa enfermedad que lo acompañó du-

rante 35 de sus 80 años de vida, le hubiera dado una tregua ese día, para

poder asistir a lo que sería uno de los últimos homena-jes que recibiría. Alegre, con el sentido del humor in-tacto, Villamil compartió unas horas con todo aquel que lo que-ría saludar, es-trechar su mano, tomarse una foto o simplemente agradecerle por alguna de sus 200 composi-ciones que rea-lizó. Pese a no contar con estu-dios profesiona-les en música, Villamil, junto al santandereano José Alejandro

Morales, ha sido uno de los compositores de música colombiana más prolíficos del siglo XX. De ahí, que a lo largo y ancho del país, en la mayor parte de festivales de música que se realizan, se le rindieran homenajes y sus com-posiciones se editaran en múltiples recopilacio-nes. De hecho, ahora se preparaba una nueva recopilación de sus canciones, interpretadas a solo tiple. Por eso, buena parte de su legado, como los originales de sus composiciones, han sido donados para el museo de Neiva, su tierra na-tal, que lleva su nombre. De hecho, hasta último momento buscó la forma de dejar grabadas sus más de 30 can-ciones que aún permanecían inéditas, quizás lo único que le faltó por hacer en el mundo de la música. "Desde hace dos años sentí la necesidad de dejarlas grabadas. Creo que si me voy y quedan en un cajón, van a ser olvidadas. Ellas son un testimonio tan valioso como las otras 170 y es mi responsabilidad que queden como parte de mi legado", comentó el compositor en su última entrevista a Colprensa. De esa necesidad nació "Noches de bole-ro", producción que alternó con composiciones de Luz Elena Yepes y que se editó en el 2006. Sin embargo, la falta de apoyo económico le impidió seguir con este proyecto. La mayor parte de sus últimos diez años los pasó en su casa, en la compañía de una fiel enfermera que no lo desamparaba durante todo el día, y muy cerca de la clínica donde tenía que realizarse periódicamente las diálisis.

Su lugar favorito de su casa era su fono-teca, donde instaló una mecedora donde no se cansaba de escuchar música colombiana, "Los compositores del ayer, ¡qué falta nos ha-cen artistas de esa talla!", afirmó en la misma entrevista, mientras que en el fondo escuchaba una de sus canciones interpretadas por Garzón y Collazos, su dúo favorito. Allí se encuentran todas las versiones de las 170 de sus canciones que fueron grabadas, entre ellas algunos temas en la voz de Vicente Fernández, pues el Rey de la Ranchera siempre le profesó su admiración total. Fueron 35 años luchando contra la diabe-tes, una enfermedad que sabía bien no tenía cura, pero que hasta último momento intentó controlar. "Es una enfermedad maldita, casi no me deja salir de mi casa y ataca el cuer-po de pies a cabeza. Unas veces no escucho, otras, lo que se me va es la vista, pero lo que me enfurece es cuando la voz me deja. Cuan-do no estoy hablando, estoy cantando, pero pocas veces guardo silencio, pero la diabetes me obliga a eso". De inmediato reflexionaba, dejaba de lado las quejas y le daba gracias a Dios, porque durante años, se la pasó viajando por el país, "creo que he visitado más municipios que Jorge Barón", afirmaba entre risas el maestro, y también tuvo la oportunidad de recibir ho-menajes e invitaciones en diversas partes del mundo. Recordaba bien el intenso frío de Moscú, cuando el gobierno ruso lo condecoró, mien-tras que tuvo que declinar muchas otras invi-taciones por indicaciones médicas.

adiós al maestro de la canción colombianaEn el 2009, el Gobierno nacional decidió reunir a los maestros

de la música colombiana en la Casa de Nariño, para rendirles un merecido homenaje, como tiene que ser, en vida.

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Pero si su cuerpo no le permitía casi salir de su casa, con la música no paraba de viajar y al escuchar una de sus canciones, de inmediato vie-ne a su memoria la historia que ha-

bía detrás de ellas. No había canción que naciera por el azar, cada una era una vivencia, una experiencia pro-pia. El autor de obras como "Espu-

mas", tenía otro amor, además de la música. Su profesión era la de médico cirujano, a la cual le dedicó 53 años de su vida, por eso, como pocos de sus colegas composito-res, estaba tranquilo con su pen-sión. No se cansaba de invitar a los jóvenes músicos para que se intere-saran en la música colombiana, "no sólo por lo Caribe, lo Andino cuenta con una riqueza enorme. El com-positor debe apostarle a crear can-ciones antológicas, que perduren a través del tiempo y que no estén pegadas a la moda, que sólo dura unos meses". Él hacía parte de los músicos que nacieron siendo músicos, pues su primera canción se remonta de hace 76 años, a la edad de cuatro años en la finca El Cedrón (Huila), lejos de conocer de partituras y técnicas musicales. Lejos de querer cumplir con lo que plasmó en su bambuco "Vieja Hacienda del Cedral", Vi-llamil no quería que lo sepultaran en su casa paterna. Deseaba ser cremado y que sus cenizas se esparcieran por el Magdalena, el río que le sirvió de inspiración a tantas de sus canciones. "No quiero llanto, nadie lo quiere, me encantaría que fuera una celebración, con mi músi-ca sonando, voladores y el infaltable aguardiente". De ahí que mañana sus amigos, colegas y admiradores lo despedirán en la Catedral Primada de Bogotá y luego su familia le cumplirá su última voluntad.

El poder de la música

“No quiero llanto, nadie lo quiere, me encantaría que mi partida fuera una

celebración, con mi música sonando, voladores y el infaltable aguardiente”

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Las ánimas

> eL cUeNtO

el valioso tiempo de los madurosPor MARIO DE ANDRADE*

"Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora... Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que que-daban pocas, comenzó a saborearlas profun-damente. Ya no tengo tiempo para reuniones inter-minables, donde se discuten estatutos, nor-mas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada. Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológi-ca, no han crecido. Ya no tengo tiempo para lidiar con medio-

cridades. No quiero estar en reuniones donde desfi-lan egos inflados. No tolero a maniobreros y ventajeros. Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo. Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos. Mi tiempo es escaso como para discutir títulos. Quiero la esencia, mi alma tiene prisa... Sin muchas golosinas en el paquete... Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. Que sepa reír, de sus errores. Que no se envanezca, con sus triunfos. Que no se

considere electa, antes de hora. Que no huya, de sus responsabilidades. Que defienda, la dignidad humana. Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez. Lo esen-cial es lo que hace que la vida valga la pena. Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas.... Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma. Sí.... tengo prisa... por vivir con la intensi-dad, que sólo la madurez puede dar. Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan... Estoy seguro que serán más exquisitas, que las que hasta ahora he comido. Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi concien-

cia. Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás."

*Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño

Por VICENTE ANTONIO VÁSQUEZ BONILLA *

Las Ánimas es un pueblo en-clavado en el altiplano chapín. Es un lugar perdido, que no aparece en los mapas. Un lugar del cual muchas personas han oído hablar, pero que muy pocas conocen. Di-ríase que es un pueblo virtual, que existe sólo en la imaginación, pero no. Yo estuve allí. ¿Que cómo llegué? No es que no lo quiera decir y tal vez no me

lo van a creer, pero lo ignoro. Lo cierto es que un día en que el des-interés y la abulia me ganaban, salí de mi pueblo en busca del camino que conduce hacia la gran ciudad, me perdí y vagué sin rumbo por al-gún tiempo. Luego de recorrer va-rios senderos de terracería, de im-proviso, me encontré ingresando por la callejuela de una población desconocida, que en poco tiempo me llevó frente a un edificio de pie-dra de dos niveles y con un portal frontal formado por arcadas. Tuve

la impresión de que se trataba del palacio municipal del lugar. Enfrente de él, un pequeño parque y luego la tradicional iglesia, al igual que en casi todos nuestros pueblos. Al principio me pareció estar en un lugar conocido, en un sitio que alguna vez hubiera visitado en mi juventud. Luego, me di cuenta de que era di-ferente a cualquier localidad vista por mis ojos con anterioridad. Se trataba de un pueblo de apariencia colonial, pero apretado, como si sus cons-tructores le hubieran tenido temor a los espacios vacíos, les faltaran sitios para edificar o quisieran aprovechar el terreno al máximo, digo, por lo es-trecho de sus calles. También se me ocurrió, con una sonrisa, que quizás sus habitantes originales padecían de frío o miedo y sentían la necesidad de estar muy próximos unos con otros y que por esa razón las construcciones daban la sensación de apuñuscarse, aunque diseñadas con buen gusto. Sea cual fuere la razón, me llenó de curiosidad la manera de convivir de los habitantes de esa pintoresca ciudad. A decir verdad, parecía des-poblada, dada su quietud y silencio. Por ningún lado se veían vehículos automotores, dando la apariencia de ser un pueblo del pasado. De repente, como si alguien hu-biera dicho: Luces, cámara, acción, el ambiente se comenzó a llenar de vida. Del edificio de fuertes y robus-tos arcos, brotaba el eco de voces y de pasos que luego se perdían en la penumbra del atardecer, y algunas sombras, como apariciones en fuga, cruzaban por sus corredores inter-

nos. Algunos hombres y mujeres, pero en escaso número, cruzaban las calles, se dirigían a la iglesia o transitaban por el portal del edificio, algunos, en compañía de niños de apariencia etérea. Las mujeres lucían las cada día más raras mengalas, y los hombres calzaban los conocidos trajes de manta blanca y sombreros de petate. Típicos habitantes de pue-blo que conservan sus discretas ves-timentas; ellos, con monótona unifor-midad y ellas con coloridos atavíos de día de plaza. Caminaban ajenos a mi presencia, hablando entre sí con voces que parecía que se llevaba el viento o tal vez eran sonidos que ve-nían del pasado, que llegaban a mí y luego se alejaban para perderse en la nada. Una sensación rara recorría mi cuerpo. Por alguna razón, intuí que se tra-taba de almas que, después de reco-rrer los vericuetos de la existencia, se aprestaban a abandonar la vida, pero que antes de partir, venían a recorrer los lugares de su infancia o de sus sueños, cuando la existencia llegaba ante ellas con dulces promesas, en-gañadoras sonrisas y con la aparien-cia de ser eterna. La presencia fugaz de los peregri-nos, venía a ser como un premio de consolación, que les permitía recrear sus primeras esperanzas e ilusiones y verlas en perspectiva con la vida que les tocó vivir. No eran almas malas, no. Para las perversas, con seguridad que su destino sería otro, tal vez, en otro pueblo virtual de paso, en donde el lloro y el dolor por sus acciones pasadas las hacían gemir, ante el

inminente final de su azaroso y ma-lévolo periplo, y el temido destino que las aguardaba. Aquí, se trataba de la presencia de espíritus sencillos, que supieron sortear en vida las vicisitu-des del existir, con paciencia, bondad y hasta con resignación. Venían en paz consigo mismos a decir el último adiós y a partir con una nueva ilusión que, tal vez, veían más prometedora que la que se les presentó en la pri-mera oportunidad. Abandoné el poblado con respe-to, en silencio, casi de puntillas para no romper el hechizo que lo envolvía y me alejé. De vez en cuando volvía a ver y el pueblo se desvanecía en el horizonte como un espejismo que se desdibuja para perderse en la nada. Por razones que de momento ignoro y que están fuera de mi comprensión, me tocó presenciar, tangencialmente, este plano de la existencia, aun antes de estar listo para iniciar el viaje que trasciende este mundo, el que Leib-niz, en el pasado, tal vez, con opti-mismo y ceguera, llamó "el mejor de los mundos posibles" o quizás lo fue, antes de degenerar en nuestro con-vulso presente. Cuando llegue el crucial mo-mento, cuando mi partida sea in-minente, es posible que de nuevo me presente por estos lares y el escenario será para mí un sitio conocido, alejado de todo temor y una puerta que promete abrirse hacia un lugar desconocido, pero mejor.

*Escritor nacido en Antigua, Guatemala

> POesÍa

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Por: JAIRO RIVERA MORALES*

a relación entre comunicación y edu-cación es una constante. Hacer énfa-sis en ella no será nunca suficiente. En la actualidad existen programas académicos y curriculares consagra-

dos a profundizar la relación de interdependen-cia que existe entre estas dos disciplinas tutela-res del mundo cultural y de la existencia social. Entendiendo que comunicación es el proceso de transmisión e intercambio de mensajes en-tre seres humanos, queremos aproximarnos a la idea de desarrollar una comunicación edu-cativa; buscar la manera de hacer partícipes de nuestros saberes, pensamientos, posesiones, sentimientos, imaginarios y objetivos, a quie-nes viven en el campus periodístico bajo cuyo alero protector nos hemos acogido. Los promotores y fundadores del periódico "El Nuevo día" y de su suplemento dominical "Facetas", conscientes de las fortalezas y de las carencias de la sociedad colombiana y toli-mense de nuestro tiempo, los concibieron con vocación humanística. Por ello los principios tutelares que han orientado el surgimiento de estas dos presencias culturales, se sustentan en los postulados que sirvieron de fundamen-to al mundo de la modernidad: La formación integral del ser humano, su perfectibilidad -que nace de sus imperfecciones-, la necesidad de privilegiar lo social sobre lo individual, el impe-

rativo de construir ciudadanía como presupues-to para forjar la sociedad civil, la obligación de impulsar una "educación en eticidad", al decir del filósofo alemán Ficthe, el anhelo de avanzar hacia una pedagogía para la libertad. Existen, en el campo de las comunicacio-nes, discursos autoritarios y discursos alter-nativos. Resulta acertado y sensato privilegiar los últimos, entendiendo que, en virtud de ellos, se podrá modificar la realidad, cuestionar el statu quo y ostentar una diferencia cualitativa respecto a los productos que únicamente po-seen finalidad mercantil o de entretenimiento banal. Solo así puede lograrse que los códigos no sean impuestos sino propuestos, que la di-fusión no sea monopólica sino que pertenezca a todos, que el proceso de recepción no sea limitado, predeterminado y acrítico, sino com-partido, generador de discusiones e intercam-bios. Vale decir, que surja conciencia donde, generalmente, sólo existen demanda y oferta. Dentro del contexto así forjado, el lector está llamado a dejar de ser el polo terminal del pro-ceso y a formar parte activa de éste. Aumenta, de esta manera, la posibilidad de contribuir a la formación de sujetos reflexivos y críticos, de-bido -entre otros factores- a que las nociones que logra inculcar una actividad así concebida, resultan concordantes con la "Pedagogía de la pregunta" definida por Paulo Freire como "no la retórica, la vociferante, la que clama a gritos la respuesta, sino la orientadora, la destinada a

aclarar el pasado y el futuro, la organizada de tal manera que llama la respuesta como una forma de avanzar en la reflexión. Más aún, un discurso educativo ayuda a preguntarse, abre espacios a la interrogación por el contexto, por el propio ser".La inmensa riqueza de datos y las innumera-bles posibilidades creadas por los múltiples y cambiantes medios de comunicación, para ser útiles, deben reagruparse en torno a un plan del usuario, que involucre: información, formación, diversión, relaciones sociales, cultura... La opulencia comunicativa corre peligro de volver-se inútil si no va orientada al uso. El individuo, los grupos y la sociedad tienen necesidad de dotarse de un "proyecto comunicativo" para valorar la oferta. El lenguaje de las intenciones anunciadas en el trasegar de las dos publicaciones, se fun-damenta en una convicción que nos retrotrae a lo expresado por el antropólogo Henry Lewis: "Acumular información es sólo el primer paso hacia la sabiduría. Pero compartir informa-ción es el primer paso hacia la comunidad". Compartir informaciones y reflexiones es una forma de apretar al mundo contra el corazón. Una forma de superar egoísmos e idolatrías; de enaltecernos y enaltecer a los demás. Decía Aníbal Ponce: "Cuando a la cultura se la disfru-ta como al oro, la cultura envilece tanto como el oro". Bueno es tenerlo en cuenta, en un país como el nuestro, en el cual la desigual distri-bución de las riquezas, los ingresos y las po-sibilidades ha originado tantos conflictos. Más aún, cuando el lenguaje y el diálogo -esto es, la comunicación-, formas expeditas para la so-lución de la confrontación, son desestimados por los actores de la misma. "Es mejor echar paja que echar plomo", sentenciaba el Maestro Echandía. La comunicación educada y educati-va ha de ser definitiva el día que nos atrevamos a construir una paz más cierta y digna que la de los cementerios; una paz que nos permita entender, sobre nuestras pisadas, la razón que tuvo Foucault cuando invirtió los términos del aserto de Clausewitz y dijo: "La política es la continuación de la guerra por otros medios". Ejercer el periodismo desde el Tolima im-plica el compromiso de darle continuidad a una larga tradición de independencia, rectitud y servicios a la patria, enaltecida, entre otros, por Moreno y Escandón, Murillo Toro, José María y Miguel Samper, José María Madiedo, Próspero Pereira Gamba, Francisco Eustaquio Álvarez, Patrocinio Cuéllar, Bernardino Torres Torrente, Nicolás Esguerra, Fabio Lozano Torrijos, Noel Ramírez Moreno, Aníbal Quijano, Juan Lozano y Lozano, Floro Saavedra Espinosa, Juan Ma-ría Arbeláez, Manuel Antonio Bonilla Rebellón, Alberto Castilla, Héctor Echeverri Cárdenas,

Alfonso Palacio Rudas, Darío Ortiz Vidales o Hugo Ruiz: Tolimenses obsedidos por los va-lores de la democracia, quienes soñaron y pro-curaron una patria mejor en la que las libertades no fuesen conculcadas. Todos ellos tuvieron como norma el culto y el respeto a la verdad. Asumieron con mística, responsabilidad e idoneidad, la sagrada misión de orientar a sus conciudadanos, a través de la palabra. Ejercieron con objetividad el arte de pensar, argumentar y persuadir. Colocaron el ejercicio de su oficio al servicio de la demo-cratización de la información, en sus dos más nobles manifestaciones: la noticia y la opinión. Entendieron la información como un servicio público, que satisface los deseos de la comuni-dad y debe ser, por tanto, inteligible, relevante, completo, oportuno y confiable. Tuvieron una especial disposición afectiva e intelectual para defender el derecho a la información mediante una conducta periodística veraz, exacta, res-ponsable, al servicio de la comunidad. Lograron identificar los obstáculos que atentan contra el ejercicio digno y adecuado del periodismo: el miedo al compromiso, la sobrevaloración del concepto de libertad de prensa, la errónea persuasión de que la ética es un asunto sub-jetivo y personal; en consecuencia, estuvieron siempre prestos a construir caminos para su-perar dichos obstáculos. Excluyeron de manera sistemática de sus quehaceres, la mala fe por acción, omisión o por aproximación, el sensa-cionalismo, la dependencia de las fuentes, la reticencia a rectificar la pérdida de credibilidad por la comercialización de la imagen. Tuvieron como imperativo categórico de sus actividades periodísticas, el adquirir un profundo conoci-miento de la realidad y de los hechos que la constituyen y por tanto, pusieron al servicio del interés colectivo su especial capacidad de atender, descubrir, explicar y predecir los acon-tecimientos. Observaron siempre el aforismo anglosajón, según el cual "los hechos son sa-grados y las opiniones son libres". Traigo a colación estos referentes éticos pues considero que ellos contribuyen de ma-nera saludable a refrescar nuestras concepcio-nes acerca de la profesión que García Márquez ha definido como "la más noble y bella del mundo". Resulta oportuno recordar a quienes laboran en la prensa hablada y escrita, que este oficio entraña las más altas responsabilidades sociales; que su ejercicio supone profundas preocupaciones, saberes diversos y conduc-tas coherentes. No en vano un maestro del oficio como Ryszard Kapuscinski, ha expresa-do: "Una mala persona no puede ser un buen periodista".

*Político y ensayista colombiano.

educación en la comunicación (I)

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Ibagué, MARZO 07 DE 2010

DIRECTOR: Antonio Melo Salazar JEFE DE REDACCIÓN: Martha Myriam Páez Morales COORDINADOR: Benhur Sánchez Suárez, Redacción cultural EL NUEVO DÍA PERIODISTA: Nazly Johanna Pita DISEÑO: Ingrid Johanna Bustos. FOTOGRAFÍA: Obras de la pintora tolimense Claudia Llano, fotos suministradas,

internet/ EL NUEVO DÍA. Carrera 6 No. 12-09 Tels. 2770050 - 2610966 Ibagué - Tolima - Colombia Apartado Aéreo 5476908-K www.elnuevodia.com.co Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.

8 facetas>

Por: ALFONSO CARRERO HERRÁNARQUITECTO SCA.

Leoh Ming Pei es considerado el sucesor de los grandes maes-tros de la arquitectura americana del siglo XX y uno de los forjado-res de la moderna convertida hoy en la de la globalización. Nació en Cantón (China) el 26 de abril de 1917, terminando sus estudios secundarios a los 18 años; emigra a los Estados Unidos y logra ingre-sar al M.I.T. (Instituto Tecnológico de Massachusetts) considerada la única escuela de arquitectura don-de se gradúa con todos los honores académicos. Entre 1945 y 1948 enseña en la Universidad de Harvard bajo las orientaciones de dos

arquitectos alemanes, fundadores de la Bauhaus, quienes se habían exiliado en EE.UU: Marcel Breuer y Walter Gropius; de ellos aprende los principios centrales de la disciplina. En 1955 se hace ciudadano ameri-cano e inicia su exitosa y prolífera carrera con “Pei and Partners” fir-ma que logra fama mundial. Diseña innumerables proyectos urbanos y de edificios en América del Norte y Europa preferencialmente, sobresa-liendo entre otros: el Museo de His-toria de Berlín, el Museo del Rock and Roll (Cleveland, Ohio), La Torre del Morgan Chase Bank (Houston, Texas), la Torre EDF de la Defensa en París, el edificio John Hancock en Boston, conjuntos urbanísticos

y apartamentos en Dallas, Texas y quizá la más controver-

tida de sus obras y tema de estas

notas la

Pirámide del Museo del Louvre en París. Ming Pei se destaca por la sensibilidad y racionalidad como afronta los problemas del diseño utilizando formas abstractas y ma-teriales fríos como el acero, el ce-mento y el vidrio; sus estructuras requieren de soluciones valientes y atrevidas. Estas cualidades lo ameritan como el arquitecto re-novador y más prolífero del siglo XX. Le fue concedido el Premio Pritzker en 1983, el galardón de mayor prestigio internacional en arquitectura y la Medalla de Oro del Colegio Americano de Arqui-tectos. La vieja fortaleza construida en el siglo XIII en las cercanías de Pa-rís y convertida posteriormente en el Museo más famoso del mundo, El Louvre, ha sufrido a través de su historia una serie de remodela-ciones y ampliaciones buscando espacio para su inmensa muestra y la comodidad para los nueve millones de turistas (2008) que la visitan anualmente. La última de ellas y la más discutida: la cons-trucción de una pirámide en vidrio y acero localizada en el acceso principal, en medio del patio cen-

La pirámide de Ming Pei

tral del Museo. Después de varios concursos, muchas ofertas y discusiones se escogió la propuesta de este arqui-tecto chino-americano hoy conoci-da como la “pirámide de Pei”, que desde que fue conocida suscitó las mas álgida discusión entre quienes velan por la preservación del esti-lo tradicional del Museo y quienes aceptan un aporte “modernista”. Esta obra hizo parte de la política del entonces presidente François Miterrand de darle a la capital fran-cesa una serie de grandes obras arquitectónicas de relevancia mun-dial. La pirámide es un verdadero contraste de estilos, entre la mo-dernidad del vidrio y el aluminio y el clasicismo del Museo. Tiene una altura de 21.6 metros (igual a un edificio convencional de ocho pi-sos), consta de 686 paneles de vi-drios laminados transparentes con un leve color amarillento similar al

de la fachada en piedra del resto del conjunto-museo y un peso de 180 toneladas. El acero y los aluminios fueron trabajados por obreros fran-ceses y el vidrio por la conocida firma Saint Gobain. La concepción volumétrica y el nuevo concepto de los “sub-espacios” están respalda-dos por la imaginación y el talento de este arquitecto, uno de los más exitosos de la era moderna. La sen-sación para quienes conocieron el Louvre antes de esta intervención y vuelven a visitarlo, es que ya no es el mismo; por el contrario, con la Pirámide de Pei se “modernizó” y adquirió mayor dinamismo con esta solución espacial propia de es-tos tiempos. A pesar de la acérrima critica de los franceses, el tiempo se ha encargado de “aclimatar” la pirámide, que sin duda se convierte en una de las grandes obras de la modernidad gracias a la visión de este famoso arquitecto chino-ame-ricano.